Apuntes Historiográficos Sobre La Historia de La Cultura

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Apuntes historiográficos sobre la historia de la cultura Paula Bruno I. Introducción  El objetivo del siguiente trabajo es revisar algunas cuestiones vinculadas con la historia cultural, para lo cual focalizamos la atención en su historicidad, en sus vertientes más destacadas y en sus rasgos particulares y distintivos. El texto se abre con algunas consideraciones generales acerca del concepto de “cultura”, con la intención de evidenciar la pluralidad de significados ue puede denotar el concepto en cuestión y tomar distancia de la naturalización de su significado. !osteriormente, se realiza un recorrido cronológico de la historiograf"a de la historia de la cultura, poniendo el #nfasis en algunas etapas de la misma. $a concreción de este recorrido, ue abarca más de un siglo, permite rastrear y evidenciar las rupturas y las continuidades existentes en lo ue respecta a las formas de abordaje de la cultura concretadas por los historiadores profesionales. El seguimiento de este itinerario está dividido en tres bloues temporales ue están relacionados estrechamente con las transformaciones de los contextos de producción y, simultáneamente, con las repercusiones de estos cambios en el interior del ámbito de la disciplina histórica. $a primera etapa ue describimos %de comienzos del siglo &'& a ()*+, aproximadamente se caracteriza por el predominio de una concepción de la historia muy ligada a los ámbitos del poder, cuyos relatos ponen el acento en la historia de carácter excluyentemente pol"tico. $a segunda etapa %desde la segunda posguerra hasta la d#cada de ()-+ tiene como rasgo caracter"stico la preponderancia de explicaciones históricas ue apuntan a dar prioridad a lo sociocultural y lo económico. !or ltimo, presentamos una tercera etapa ue llega hasta nuestros d"as, cu yo rasgo central es la de presentar un gran abanico de perspectivas posibles a la hora de concretar y de difundir los estudios históricos referidos a la cultura. /ientras realizamos esta exploración, procuramos evidenciar cómo las distintas acepciones del concepto de cultura y sus recepciones variadas en diferentes contextos de producción incidieron en el ámbito de la configuración de los conocimientos históricos.  II. Consideracion es previas acerca del concepto de “cultura”  El concepto de “cultura” presenta una polisemia prácticamente inabarcable, a lo cual debe sumarse la variación del t#rmino a lo largo de la historia y la variedad de definiciones ue el mismo asume

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Apuntes historiográficos sobre la historia de la cultura

Paula Bruno

I. Introducción

 

El objetivo del siguiente trabajo es revisar algunas cuestiones vinculadas con la historia cultural,

para lo cual focalizamos la atención en su historicidad, en sus vertientes más destacadas y en sus

rasgos particulares y distintivos.

El texto se abre con algunas consideraciones generales acerca del concepto de “cultura”, con la

intención de evidenciar la pluralidad de significados ue puede denotar el concepto en cuestión y

tomar distancia de la naturalización de su significado.

!osteriormente, se realiza un recorrido cronológico de la historiograf"a de la historia de la cultura,

poniendo el #nfasis en algunas etapas de la misma. $a concreción de este recorrido, ue abarca

más de un siglo, permite rastrear y evidenciar las rupturas y las continuidades existentes en lo ue

respecta a las formas de abordaje de la cultura concretadas por los historiadores profesionales. El

seguimiento de este itinerario está dividido en tres bloues temporales ue están relacionados

estrechamente con las transformaciones de los contextos de producción y, simultáneamente, con

las repercusiones de estos cambios en el interior del ámbito de la disciplina histórica.

$a primera etapa ue describimos %de comienzos del siglo &'& a ()*+, aproximadamente se

caracteriza por el predominio de una concepción de la historia muy ligada a los ámbitos del poder,

cuyos relatos ponen el acento en la historia de carácter excluyentemente pol"tico. $a segunda

etapa %desde la segunda posguerra hasta la d#cada de ()-+ tiene como rasgo caracter"stico la

preponderancia de explicaciones históricas ue apuntan a dar prioridad a lo sociocultural y lo

económico. !or ltimo, presentamos una tercera etapa ue llega hasta nuestros d"as, cuyo rasgo

central es la de presentar un gran abanico de perspectivas posibles a la hora de concretar y de

difundir los estudios históricos referidos a la cultura.

/ientras realizamos esta exploración, procuramos evidenciar cómo las distintas acepciones del

concepto de cultura y sus recepciones variadas en diferentes contextos de producción incidieron en

el ámbito de la configuración de los conocimientos históricos.

 

II. Consideraciones previas acerca del concepto de “cultura”

 

El concepto de “cultura” presenta una polisemia prácticamente inabarcable, a lo cual debe sumarse

la variación del t#rmino a lo largo de la historia y la variedad de definiciones ue el mismo asume

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en diversos marcos geográficos. 'ntentando ilustrar esta polisemia, a continuación presentamos

dos definiciones de este concepto ue pueden polarizarse y ue nos permiten intuir la gran

variedad de matices potencialmente existentes entre ambas 0(1 .

El significado más tradicional de la palabra “cultura” se refiere a un cierto nivel educativo, a

atributos relacionados con el placer por escuchar clásicos musicales o concretar lecturas de obras

cumbres de la literatura, o bien, a cierto estilo de consumo y pautas de comportamiento. 2entro de

esta perspectiva, la cultura aparece como un elemento privativo de los grupos sociales

privilegiados. Es decir, se entiende el t#rmino cultura como sinónimo de la expresión “cultura alta” o

“cultura de elite”.

 3sumir esta noción condujo, por mucho tiempo, a concretar una historia cultural ue se traduc"a en

una historia de elites o de grupos dirigentes. 4odas las manifestaciones provenientes de los otros

sectores de la población uedaban en un segundo plano siendo consideradas parte de un todo

amorfo ue no merec"a ser abordado en forma sistemática ni anal"tica.

Este concepto tradicional de cultura comenzó a ser cuestionado desde distintos ángulos, en el

contexto europeo, en el escenario de la segunda posguerra. 2esde las diferentes disciplinas

sociales se empezó a prestar mayor atención a las expresiones de carácter cultural de los mltiples

y heterog#neos segmentos ue configuran sociedades complejas.

Esta actitud de apertura se relacionó estrechamente con los avances ue tuvieron lugar en el

campo de la antropolog"a, en tanto disciplina social 051 , y tambi#n con la difusión de las

producciones historiográficas de la corriente de historiadores marxistas ingleses  0*1 %como Ed6ard !.

4hompson, Eric 7obsba6m y 8hristopher 7ill. 2esde la perspectiva sostenida por estos ltimos,

se hac"a necesario prestar atención a la historia de 9los de abajo9, a sus acciones, a sus

representaciones y a sus prácticas. !or tanto, la cultura de estos sectores, anteriormente excluidos

del escenario, se convirtió en un objeto de estudio privilegiado dentro del campo de sus análisis y

de los de un nmero significativo de historiadores 0:1 .

Estas transformaciones en el campo de las 7umanidades, entre tantas otras, repercutieron

fuertemente en lo concerniente al concepto ue nos ocupa, y as" se comenzó a modelar una

ampliación de la definición de lo ue significa “cultura”. 2e esta forma, se delineó una noción del

t#rmino ue en la actualidad cuenta con mayor aceptación y difusión; #sta hace referencia a la

cultura como una especie de marco ue contiene las formas de pensamiento, las creencias y las

prácticas, las actividades cotidianas, los objetos realizados por distintos grupos sociales, las formas

en ue se establecen relaciones interpersonales, los hábitos, las costumbres, las tradiciones, entre

otros elementos.

 3sumiendo esta perspectiva, la cultura dejó de ser patrimonio exclusivo de un sector social y pasó

a ser acervo de la sociedad toda, es decir, un elemento ue configura las identidades colectivas.

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 3s", se ha asumido ue la cultura es constitutiva de la sociedad en su conjunto, pese a ue cada

uno de los sectores ue la componen puede contar con sus propias lógicas culturales.

8omplementariamente, debe considerarse ue si bien el proceso de globalización abarca las

diversas esferas de la vida humana, existe “por debajo” de este fenómeno una realidad cargada de

heterogeneidad y de fragmentaciones ue afloran en el intrincado conglomerado de diversidades

sociales, económicas, #tnicas y religiosas existentes  0<1 y ponen en evidencia ue el escenario

mundial configurado a lo largo del siglo && se complejizó en forma muy significativa.

4odos estos procesos sociohistóricos repercutieron en la conformación y difusión del segundo

concepto de cultura ue elegimos presentar como concepto ampliado y diferenciado del primero.

$a adopción del mismo produjo como efecto un despliegue del abanico de objetos de estudio a

abordar por uienes realizan una historia cultural u otros estudios culturales.

8onsiderando este paisaje ampliado de objetos de estudio ue abarcan desde las prácticas más

cotidianas hasta las creencias más inconscientes ue los historiadores culturales transitan

actualmente, decidimos hacer hincapi# en esta exposición en uno de los objetos ue ocupará %y

ocupa un rol central en los cambios protagonizados por la historia cultural= las ideas.

8omplementariamente, realizamos algunas referencias a otro objeto destacado= las imágenes, con

el fin de visualizar cierto registro compartido de transformaciones. $a elección de estos elementos

encuentra su fundamento en un principio= ambos elementos se nos presentan como actividades

inherentes a la humanidad y son manifestaciones distintivas de la misma.

 

III. Una historia de hombres célebres

 

2iversos historiadores se>alan ue la 7istoria nació con la pretensión de legitimar el poder, y

muchos de ellos sostienen ue durante la Edad /edia, uienes detentaban el dominio eran

conscientes de la necesidad de una propaganda activa, ue supo anclar sus argumentos en el

pasado 0?1 . Esta hipótesis puede ser tenida por válida si consideramos ue los se>ores feudales de

la Edad /edia buscaban legitimar y justificar su posición jeráruica con argumentaciones

históricas, es decir, con artilugios discursivos ue se remontaban al pasado.

 3s", en torno al siglo &@, cuando se estaban delineando los Estados con caracter"sticas

nacionales 0A1 ,   surgieron los “historiadores oficiales”, y los relatos históricos se convirtieron en

auxiliares primordiales del poder, ya ue se encontraban al servicio de las monaru"as absolutistas

y sus necesidades de consolidarse y mantenerse en el poder.

2urante el Benacimiento, y en los siglos posteriores, esta tendencia de la historia de estar al

servicio del poder pol"tico no hizo más ue consolidarse. 3s", pese a la existencia de una variedad

de g#neros para escribir la historia como la crónica monástica, o los tratados sobre antigCedades,

durante siglos predominó la forma de la narración para dar cuenta de sucesos pol"ticos y militares=

la historia asum"a como protagonistas indiscutibles a los miembros de las dinast"as reales y a los

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h#roes de los campos de batalla. Dna muestra tangible de estos rasgos son las numerosas

crónicas de ciudades como La crónica de Dino Compagni de las cosas ocurridas en su

época escrita entre (*(+ y (*(5F, referida a los avatares de la pol"tica florentina, o los

relatos Historia de Carlos VII e Historia de Luis XI  ambos escritos en la d#cada de (:A+F del

franc#s 4homas Gasin.

Esta tendencia comenzó a matizarse en el contexto del auge del 'luminismo, dado ue fue puesta

en cuestión la forma predominante de escribir la historia. 3s", a mediados del siglo &@'''

irrumpieron estudios históricos producidos por intelectuales de distintos lugares de Europa, ue

intentaban centrar su atención en un objeto ue estuviera más allá de la guerra y la pol"tica, ue

pretend"an captar la historia de la sociedad en general y no sólo la de los hombres c#lebres. Entre

estos personajes se recorta el perfil de @oltaire, uien sostuvo, casi como un manifiesto, la

necesidad imperiosa de escribir la historia de los hombres y no la de los reyes, y sus cortes;

prioridad ue concretó en su Ensayo sobre la historia general y sobre las costumbres y el espíritu

de las naciones (A<?F. !ueden mencionarse como inscriptas dentro de esta tendencia la obra

principal del filósofo napolitano Hiambattista @ico, Principios de ciencia nuea en torno a la

naturale!a com"n de las naciones (A5<F, además de Decadencia y caída del Imperio

#omano (AA?(A--F, del historiador británico Ed6ard Hibbon.

Iin embargo, esta tendencia a ampliar el objeto de estudio de los historiadores declinó en el siglo

&'&. 2urante la segunda mitad ese siglo tuvo lugar, en las sociedades europeas, el proceso de

consolidación y redefinición de los Estadosnación 0-1 y, en ese contexto, asumió cierta relevancia la

necesidad de crear historias nacionales sobre las ue se construir"an las identidades de cada

nación con sus caracter"sticas propias, diferenciadas del resto.

En este escenario, el ejercicio de la disciplina histórica se convirtió en un elemento instrumental

ue dotó de legitimidad a los cimientos sobre los cuales se edificaron las naciones. Esta

funcionalidad de la 7istoria tuvo un correlato institucional y ocupacional preciso= siguiendo el

modelo de la Escuela alemana comenzaron a conformarse comunidades profesionales de

historiadores ue se encargaron de producir y difundir discursos válidos sobre el pasado.

El resultado de este fenómeno ampliado al escenario europeo convirtió al siglo &'& en “el siglo de

la 7istoria”, dado ue a lo largo del mismo se publicaron obras de personajes descollantes. Iólo

por mencionar algunos ejemplos, en lo ue respecta al ámbito franc#s pueden destacarse= Historia

de $ranc ia (-**(-:? y (-<<(-?AF del historiador Jules /ichelet,El %ntiguo régimen y la

reolución (-<?F del escritor y pol"tico 8harles 3lexis 8l#rel de 4ocueville, Historia de las

instituciones de la antigua $rancia (-A<(-)5F del catedrático Kuma 2enis Lustel de 8oulanges

y Los orígenes de la $rancia Contempor&nea (-A<(-)*F de 7yppolite 4aine. 2el contexto ingl#s

se destaca Gabington /acaulay y su Historia de Inglaterra (-:-(-?(F, entre otros tantos  [9] .

 3s", logró imponerse un estilo de discurso histórico cuyo exponente más destacado fue $eopold

von BanMe, uien sosten"a ue la 7istoria deb"a dar cuenta de “lo ue realmente sucedió”.

Iiguiendo este modelo, los historiadores profesionales, a diferencia de sus predecesores,

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comenzaron a seguir pautas cognitivas metodólogicas y epistemológicas, ue eran aceptadas y

legitimadas por las comunidades acad#micas a las ue pertenec"an, y desenvolv"an sus

actividades en instituciones espec"ficas, como universidades y centros de estudios.

Lue en este momento cuando cristalizaron las caracter"sticas de la primera etapa ue nos interesa

describir. En el modelo ue se convirtió en válido, toda historia ue no fuera pol"tica uedaba

absolutamente excluida, y se marginaban las temáticas sociales, económicas y culturales.

Ntro rasgo distintivo de esta forma de hacer la 7istoria es ue estaba absolutamente impregnada

del paradigma historicista, ue contaba con algunos rasgos vecinos al positivismo, ue estaba

atravesando por un momento de indiscutible apogeo. 3s", se pretend"a transportar al dominio de

las 8iencias 7umanas y Iociales los m#todos de las 8iencias Experimentales, intentando ordenar 

el pasado como una serie de acontecimientos ue formaban una cadena de causalidad continua.

2e este modo se consolidó el formato de relato histórico ue hac"a hincapi# en las “causas” y las

“consecuencias” 0(+1 .

!or otra parte, los formatos de presentación de esta historia preminentemente pol"tica eran de

carácter narrativo, descriptivo y cronológico; por lo tanto, los acontecimientos pol"ticos %tales como

sucesiones monáruicas, tratados, fracturas interdinásticas, relaciones entre poderes rivales, entre

otros asum"an una relevancia indiscutida. 3demás de los hechos pol"ticos, los acontecimientos

militares se convert"an, por su articulación clara con los avatares del mundo de la pol"tica, en

tópicos recurrentes, y as" se organizaban detalladas galer"as de personalidades, próceres y

epopeyas.

El formato de los relatos históricos del per"odo respond"a a auella conocida tripartición de vida,

obra y legado de los hombres c#lebres. En ella, los grandes hombres pol"ticos y militares contaban

con un lugar privilegiado y excluyente.

En relación a las fuentes, a los documentos utilizados por los historiadores para concretar sus

investigaciones, predominaban los oficiales, los materiales producidos por las administraciones

estatales y eclesiásticas. !or lo tanto, la utilización de fuentes no escritas era casi inexistente y las

voces de amplios sectores de la sociedad uedaban fuera de la historia. Iimultáneamente, dada la

exclusión total de los procesos históricos desenvueltos por fuera de la pol"tica, es decir, los

fenómenos relacionados con las diversas esferas de acción de la vida humana, uedaban

absolutamente desligados de los aspectos ue pod"an echar luz acerca de las formas de vida del

grueso de la población.

En esta primera etapa, el desarrollo de una historia de las ideas y de una historia de las imágenes

contaba con un desenvolvimiento apenas incipiente ue se traduc"a en una producción

historiográfica fragmentaria y escasamente difundida.

En lo ue respecta a la historia de las ideas, #sta se limitaba a las ideas pol"ticas, rastreándose,

dentro de un análisis superficial de las tradiciones intelectuales, solamente las influencias de

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ciertos pensadores pol"ticos en otros hasta alcanzar una cadena de influencias ue se retrotra"a

hasta los pensadores de la #poca clásica 0((1 .

Esta historia de las ideas part"a del supuesto de ue las obras de los pensadores eran

cristalizaciones de sistemas de ideas claros y sistemáticos y ue, por lo tanto, eran

manifestaciones transparentes de las intenciones de los autores. Entre las figuras destacadas de

esta tendencia pueden mencionarse Genedetto 8roce % y sus trabajos Ensayos sobre la literatura

italiana de '()) ()((F y %nécdotas y per*iles del +,ettecento+  ()(:F, entre otros y Lriedrich

/einecMe %entre cuyas obras se destaca El historicismo y su génesis ()*?F.

Bespecto de la historia relacionada con las imágenes, se practicaba lo ue actualmente es

considerado como una historia tradicional del arte, cuyo objeto de estudio eran las grandes obras

pictóricas, monumentales o escultóricas y las biograf"as de los artistas destacados o de

determinados estilos. Ntra de las perspectivas de abordaje concretadas apuntaba a rastrear 

antecedentes e influencias de los artistas. El formato predominante en lo referido a la historia del

arte respond"a a una detallada catalogación de las obras  0(51 . Dn estudio paradigmático de esta

forma de comprender la historia del arte es la de JaMob GurcMhardt, titulada La cultura del 

#enacimiento en Italia (-?+F.

Este tipo de concepción aduir"a una evidencia clara en los ámbitos de exposición de las

producciones art"sticas, como los museos, ue en este per"odo eran grandes recintos de saber 

estático 0(*1 .

 

IV. La historia social de la cultura

 

El modelo de historia caracter"stico de la primera etapa ue presentamos anteriormente, es el ue

se considera protot"picamente decimonónico, y es contra esta historia narrativapol"tica ue

reaccionó fervorosamente un movimiento historiográfico franc#s surgido en torno a ()*+ y

consolidado luego de la segunda guerra mundial, conocido como escuela de los %nnales -'./ .

$os fundadores de esta corriente historiográfica, /arc Gloch y $ucien Lebvre, pretendieron dar 

forma a un nuevo g#nero de historia ue deb"a desprenderse absolutamente de las caracter"sticas

de la historia decimonónica, es decir de la historia narrativa "ntimamente vinculada a la legitimacióndel Estado y de los ámbitos del poder.

El movimiento de %nnales se propuso derribar a tres "dolos a los ue rend"an culto los historiadores

del siglo &'&= el “"dolo pol"tico”, el “"dolo individual” y el “"dolo cronológico”. El modelo de 7istoria

profesional propuesto por los miembros de esta corriente se presentó prácticamente como una

oposición sistemática a todos los principios de la historiograf"a decimonónica. /ientras ue esta

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ltima pon"a el acento, como hemos visto, en la historia de carácter pol"tico, la escuela

de %nnales  enfatizaba en sus estudios lo relacionado con la esfera económica y la social. En

correspondencia con esta elección, mientras ue para los historiadores del siglo &'& era el objeto

de preferencia el hombre c#lebre, en tanto pol"tico o militar, para los annalistas los sujetos de la

7istoria deben buscarse en las fuerzas colectivas de la sociedad. El acontecimiento era la medida

temporal elegida por los historiadores profesionales del siglo diecinueve, mientras ue los procesos

de media y larga duración llamaron la atención de los historiadores franceses. !or ltimo, mientras

ue la forma de los relatos históricos decimonónicos respond"a a la descripción y a la narración

cronológica de hechos, los estudios históricos realizados por los miembros de %nnales están

orientados y articulados en torno a problemas.

Ie produjo as" un desplazamiento global del frente de la investigación histórica; es indiscutible ue

los miembros de %nnales intentaban convertir a la historia en historia teórica, si entendemos por ella

a una disciplina con pretensión de “cientificidad”. Es en esta clave ue debe comprenderse la

reivindicación de la histoire probl0me. Es decir, la historia orientada segn problemas, ue trajo

consigo la revalorización documental en forma antipositivista.

$a segunda etapa en lo ue concierne a la historia de las ideas y de las imágenes ue decidimos

destacar está estrechamente relacionada con el surgimiento y la consolidación de esta corriente

historiográfica francesa. 8omo hemos se>alado, los fundadores de %nnales bregaron por darle un

giro radical a las formas vigentes de concebir la disciplina histórica desde el siglo &'&.

Esta nueva concepción historiográfica se reflejó en una apertura de la serie de posibles objetos de

estudio. 3 los fines de concretar la ruptura con el predominio de un objeto histórico de carácter 

individualista y pol"tico, los miembros de las distintas generaciones del movimiento se lanzaron a

rastrear nuevos objetos. El producto de esta operación son los estudios de historia global1 de

demograf"a histórica, de historia de los imaginarios, de psicolog"a histórica y de  historia serial,

donde se evidencia una pluralidad de objetos teóricos tales como la muerte, la vejez, la miseria, las

experiencias vitales de los diversos sujetos históricos, los intelectuales, los ni>os, diversas

prácticas culturales carnavales, rituales, etc.F, entre otros.

4anto la influencia de la escuela de los %nnales como las relaciones establecidas entre la 7istoria y

el resto de las disciplinas sociales a lo largo del siglo && produjeron grandes cambios en lo ue

concierne a las formas de abordaje de objetos como las ideas y las imágenes.

$o ue anteriormente describimos como una historia de las ideas pol"ticas, se convirtió, bajo la

influencia de destacados historiadores franceses, en la denominada historia de las

mentalidades 0(<1 . Esta nueva forma de abordaje desplazó el foco para comenzar a reparar en los

pensamientos colectivos, es decir en las representaciones compartidas por todos los hombres y las

mujeres de una misma sociedad, los puntos en comn, las convergencias. Ie comenzó a llamar,

además, la atención sobre cuestiones relacionadas con la psicolog"a histórica y, por tanto,

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comenzaron a considerarse las conductas y las actitudes difundidas en los diversos grupos

sociales, as" como los ámbitos de lo inconsciente y de lo intencional. !or lo tanto, se comenzaron a

enfocar prioritariamente las percepciones, los procesos de pensamiento cotidianos y las ideas

impl"citas de las representaciones colectivas  0(?1 .

$a consigna difundida por la historia de las mentalidades giraba en torno a captar el clima de ideas

de una determinada #poca. $os fundadores de la tradición de  %nnales escribieron destacadas

obras ue pueden considerarse aruet"picas de la vertiente de histoire des mentalités. /arc Gloch

ya en ()5: publicó su obra titulada Los reyes taumaturgos2 Estudio sobre el car&cter sobrenatural 

atribuido al poder de los reyes particularmente en $rancia e Inglaterra , y $ucien Lebvre, hacia

()<5, dio a conocer su estudio clásico llamado El problema de la incredulidad en la época de

#abelais. !or otra parte, otros historiadores de generaciones posteriores de esta tradición

incursionaron en el terreno de las mentalidades, entre ellos se destacan los medievalistas Jacues

$e Hoff %uien publicó diversos aportes acerca los imaginarios compartidos por los hombres

medievales, entre los ue sobresale su obra El nacimiento del purgatorio ()-(F y Heorges 2uby %

cuya obra más difundida vinculada a la historia de las mentalidades es Los tres órdenes o lo

imaginario del *eudalismo ()A-F0(A1 .

En lo ue respecta a la historia de las imágenes, puede sostenerse ue de una historia tradicional

del arte se pasó a una historia social del arte fuertemente influenciada por las corrientes

provenientes de la denominada est#tica de la recepción0(-1 .   2e este modo, se empezaron a

considerar los elementos de los contextos de producción, circulación y consumo de las obras, se

comenzó a considerar la historia de los efectos de determinada obra en la sociedad, tomando en

cuenta el rol de los espectadores como personajes activos ue pueden reinterpretar y resignificar 

una obra en función de su experiencia. 2os de las obras más difundidas dentro de esta tendencia,

aunue con caracter"sticas distintas, son Historia ,ocial de la Literatura y el %rte de 3rnold 7auser 

publicada por primera vez en ()<(F y Pintura y e3periencia en la Italia del siglo XV ()A5F de

/ichael Gaxandall.

 

V. endencias actuales de historia cultural

 

 3ctualmente, las imágenes de caos, crisis y pluralismo son recurrentes a la hora de analizar el

campo de la historiograf"a0()1 . El escenario configurado suscita diversos juicios, pero por lo general

se presenta el panorama como desordenado, inorgánico y fragmentario; en su interior, las 8iencias

Iociales transitan un estado de confusión metodológica y teórica traducido en una sensación de

pluralismo desmesurado 05+1 .

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4al vez este hecho deba atribuirse a la ausencia de paradigmas historiográficos hegemónicos ue

se>alen los caminos a seguir metodolog"a, teor"a y definición del objeto en las ltimas d#cadas,

ue sean capaces de organizar la colección de tendencias configuradas en la nueva

historiograf"a 05(1 , como hab"an sido, entre ():+ y ()-+, %nnales y otras corrientes de explicación

global, como el estructuralismo y el mar3ismo.

 3nte la configuración de una apariencia cr"tica de la 7istoria, provocada por la caducidad de los

ue eran considerados paradigmas totalizantes, resurgieron antiguas tensiones e incertidumbres.

4eniendo en cuenta esta realidad es de esperar ue, en estos momentos de indefinición en el

campo de la disciplina histórica, aflore una multiplicidad de tendencias ue intentan imponerse

definiendo sus objetos y sus metodolog"as, y ue los historiadores actuales, insertos en este clima,

se encuentren una vez más en la necesidad de optar por una gran variedad de caminos a seguir.

 3 este hecho se suma ue, en la actualidad, diversos elementos de las corrientes de pensamiento

consolidadas durante las d#cadas del O?+, OA+ y O-+ están presentes las ciencias sociales ue

parecen no ser tan estrictamente encasillables como anta>o. En el contexto de las disciplinas

sociales afloraron distintas perspectivas ue reformulan antiguas metodolog"as e incluso, en

algunos casos, redefinen sus objetos. 2e este modo, surgió un sinnmero de aproximaciones y

prácticas historiográficas y, en las dos ltimas d#cadas, se produjeron grandes cambios en lo ue

respecta a los ámbitos de la historiograf"a cultural.

/encionar algunos rasgos comunes de las tendencias historiográficas actuales es una operación

ue puede hacerse por la negativa. $as nuevas bsuedas y los intereses de los historiadores

parecen enmarcarse en una oposición a las corrientes mencionadas en las secciones anteriores.

!or un lado, las perspectivas de análisis, a la hora de elegir sus objetos de estudio, se distancian

en forma significativa de las acciones de personalidades descollantes %rasgo caracter"stico de la

primera etapa analizada; por otro, las estructuras generales y los grandes procesos sociales %

objeto predilecto de la segunda etapa au" descripta tambi#n dejaron de ser ncleos de inter#s

para los historiadores profesionales. 3s", nuevos temas, inusitados objetos de estudio y originales

estrategias de investigación e interpretación se presentan en un escenario no tan homog#neo

como los válidos anteriormente.

En el campo de la historia de las ideas, se han delineado nuevos abordajes ue plantean lo ue se

ha dado en llamar el problema del objeto. Localizando la atención en la rama de la disciplina

histórica ue se ocupa de historizar las formas de pensamiento, muchos historiadores

profesionales contemporáneos han comenzado a revisar las formas de hacer la historia de lo ue

los hombres pensaron, dado ue en la práctica cambiaron considerablemente en el tiempo, y es,

por lo tanto, de fundamental importancia no perder de vista su propia historicidad 0551 .

El problema del objeto radica en ue las ideas pueden considerarse de formas mltiples, definidas

como simples abstracciones, existentes sólo desde el momento de su encarnación o

materialización, productos de individualidades, expresiones colectivas, parte de sistemas formales

de pensamiento, construcciones conscientes y autónomas o reflejos de condiciones materiales, por 

mencionar sólo algunas posibilidades.

2e este modo, la definición del objeto de la historia intelectual trae aparejada una serie de

cuestiones teóricometodológicas ue deben ser definidas. En consonancia con estos llamados de

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atención, en la actualidad surgieron nuevas tendencias historiográficas ue revisan y refundan las

formas de practicar la historia intelectual, tendencias ue no pueden considerarse en forma

monol"tica ya ue presentan diferencias nacionales y matices significativos en cuestiones

epistemológicas. Es interesante se>alar ue las variadas formas de afrontar la historia intelectual,

si bien han aparecido en distintos momentos y contextos, no se han anulado entre s"; de hecho en

la actualidad es clara la coexistencia de formas dis"miles de practicarla.

Iimultáneamente, en el ámbito de la historia de las imágenes, se formularon en las dos ltimas

d#cadas debates acerca de las imágenes mismas como objeto de estudio. 4ambi#n au" se abre

un abanico de posibilidades a la hora de definir la especificidad de las imágenes como objeto,

considerándose alternativamente como obras de esp"ritus superiores, productos individuales o

productos de una #poca, percibidas como una unidad con coherencia propia e intr"nseca o como

una suma de "conos con significados dados por las referencias externas a la obra en s", entre otras

posibles definiciones.

2e este modo vemos cómo hoy se configuró un escenario en el ue los debates y la variedad de

ópticas conviven con cierta indefinición y yuxtaposición de enfoues. !rueba de ello es la aparición

de obras de carácter histórico en las ue emergen distintas influencias provenientes de otras

disciplinas, como la lingC"stica, la antropolog"a cultural y los aportes provenientes del

denominado giro ling4ístico o desa*ío semiótico -56/ ,  entre otros. 3 continuación describimos tres

tendencias destacadas ue se inscriben en el amplio marco de los abordajes de historia de la

cultura contemporáneos= lahistoria intelectual en su versión anglosajona, la nuea historia

cultural en su vertiente francesa y la microhistoria, vinculada estrechamente con la historiograf"a

italiana.

El representante más sobresaliente de la vertiente anglosajona de la historia intelectual es el

historiador norteamericano Bobert 2arnton1 cuya obra más destacada es La gran matan!a de

gatos y otros episodios en la historia cultural *rancesa()-:F. Este historiador intentó aplicar 

elementos provenientes de la antropolog"a cultural a sus estudios históricos  05:1 . 3s", su pretensión

principal es estudiar las creencias colectivas como un objeto etnográfico, es decir, explicar los

hechos históricos buscando su contenido simbólico. Entre las influencias ue se destacan en su

obra se encuentran las provenientes del denominado programa geert!iano %postulados propuestos

por el antropólogo 8lifford Heertz, inscripto dentro de la corriente de antropolog"a de la cultura

interpretativa. En relación con estos postulados, esta vertiente de la historiograf"a considera a la

cultura como una entidad semiótica, se la caracteriza como un “campo de comunicación” en el cual

se producen y reproducen los significados en un infinito juego de interpretaciones. 2e este modo,

la cultura es vista como el producto simbólico de expresiones concretas de los sujetos sociales y su

análisis se basa en la observación e interpretación de las diferencias ue hacen ue cada

comunidad contenga sus especificidades.

En lo ue respecta al escenario franc#s y la nuea historia cultural , debe destacarse la labor de

Boger 8hartier, uien encarna el proyecto de pasar “desde la historia social de la cultura a la

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historia cultural de la sociedad” 05<1 .   El historiador propone realizar una historia de las

representaciones colectivas del mundo cultural. 2e este modo, la exploración de la cultura acta

como una entrada para responder preguntas sobre la sociedad, y la interpretación de la misma se

concreta por el medio del análisis de las representaciones, ue muestran las formas en las ue el

mundo es dotado de sentido por los individuos y los grupos. El objeto de la historia cultural, tal

como lo define 8hartier, es el estudio de la articulación entre las obras producidas dentro del

espacio particular de la producción cultural y el contacto de #stas con el mundo social, donde son

llenadas de sentidos dados por las prácticas  05?1 . Este historiador expuso y manifestó en forma

sistemática sus intenciones teóricas y metodológicas en una serie de escritos producidos entre

()-5 y ())+ reunidos en El mundo como representación2 Historia cultural7 entre pr&ctica y 

representación.

4ambi#n dentro del ámbito franc#s se destaca la tarea de la historiadora Katalie Pemon 2avis.

Entre las obras de esta autora se destacan ,ociedad y Cultura en la $rancia moderna ()A<F

y $icción en los archios ()-AF. 3 lo largo de sus producciones, lleva a cabo una reconstrucción

histórica ue intenta alejarse de todo tipo de determinismo mecanicista y de abstracta

generalización. !ara realizar esta empresa utiliza diversos procedimientos metodológicos, entre los

ue se destaca el de la imaginación histórica1  principio ue apunta a lograr una interpretación all"

donde la documentación del proceso a estudiar sea exigua. 3s", esta historiadora, cuando no

cuenta con fuentes ue le permitan rastrear la situación ue le compete, utiliza materiales ue le

dan información sobre el contexto. $a reconstrucción contextual acta como dadora de significados

probables, y permite visualizar una gama de posibilidades entre las ue debe optar el historiador.

$a elección de una posibilidad en detrimento de otras es la ue trazará el camino a seguir a la hora

de dar una interpretación sobre los procesos estudiados.

Ntra vertiente historiográfica consolidada en las ltimas d#cadas, sobre todo en el marco de la

historiograf"a italiana, es la denominada microhistoria 05A1 . En l"neas muy generales, puede

sostenerse ue esta apuesta historiográfica apunta a una reducción de la escala de observación a

la hora de realizar una investigación. El objetivo principal de esta forma de abordaje es obtener 

información acerca de cómo los hombres y las mujeres, insertos en determinado contexto espacial

y temporal, experimentaron sus condiciones de vida, es decir, se intenta rastrear las caracter"sticas

y la dinámica de las experiencias vitales de determinados actores históricos. $as dos obras más

destacadas dentro de esta vertiente son El 8ueso y los gusanos2 El cosmos seg"n un molinero del 

siglo XVI  ()A?F de 8arlo Hinzburg, y La herencia inmaterial2 La historia de un e3orcista piamontés

del siglo XVII ()-<F de Hiovanni $evi.

Existen otras tantas manifestaciones ue pueden inscribirse dentro de la nueva historia cultural,

todas ellas producidas y difundidas desde la d#cada del ochenta. !rueba de ello es la gran

variedad de análisis históricos referidos a los sectores populares o a los grupos subalternos, as"

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como tambi#n los estudios de g#nero y los referidos a los grupos considerados tradicionalmente

“marginales”. $os #xitos editoriales ue en Europa tuvieron colecciones como la Historia de la ida

 priada %edición conformada por cinco volmenes dirigidos por !hilippe 3riQs y Heorges 2uby ue

abordan la historia occidental desde la 3ntigCedad 8lásica hasta el siglo && y ue comenzaron a

publicarse en ()-< o la Historia de las mu9eres en :ccidente %en la ue participaron historiadoras

e historiadores de renombre internacional como 3rlette Large, Joan Icott, Katalie Pemon 2avis y

Heorges 2uby actan como parámetro indiscutido a la hora de evaluar la multiplicidad de campos

por la ue está atravesando la historia de la cultura.

Existen además otras tendencias historiográficas ue se delinearon y consolidaron en las ltimas

dos d#cadas, dentro de las cuales se incriben, sólo por mencionar algunos ejemplos, los estudios

ue focalizan su atención en los diversosespacios de sociabilidad  %pol"tica y nopol"tica, como

caf#s, clubes, centros de reunión, etc. retomando algunas propuestas concretadas por el

historiador franc#s /aurice 3gulhon en sus trabajos presentados en Historia agabunda()):F. 3

su vez, se difundieron prácticas de reconstrucción histórica basadas en las diferentes corrientes de

la historia oral , entre cuyos exponentes más sobresalientes puede mencionarse a la historiadora

italiana $uisa !asserini, autora de;urín obrera y *ascismo ()-:F.

En lo ue concierne a la historia vinculada con el arte, el horizonte de investigaciones tambi#n se

amplió y se diversificó en función del uso de un nuevo concepto, el de “material visual”  05-1 , ue

nuclea disitintas manifestaciones creativas e incluye las redes de relaciones de producción,

circulación y apropiación de las mismas. En función de esta ampliación de perspectivas, se

generaron algunas obras de historiadores ue no utilizan las imágenes como un elemento de

carácter meramente ilustrativo sino ue las incorporan en estudios ue las abordan y,

simultáneamente, las trascienden. En esta dirección puede considerarse una destacada obra del

ya mencionado 8arlo Hinzburg= Pes8uisa sobre Piero2 El bautismo2 El ciclo de %re!!o2 La

*lagelación de <rbino ()-(F.

Es evidente ue la variedad de objetos y metodolog"as se intensificó en forma muy significativa en

los ltimos veinte a>os. Estas distintas formas de hacer la historia se difundieron en formas

dis"miles y con ritmos desparejos en los distintos ámbitos nacionales, dado ue las recepciones de

las nuevas corrientes nunca son pasivas y la dinámica ue asumen está condicionada por las

particularidades de cada una de las comunidades acad#micas de historiadores.

 

VI. Consideraciones !inales

 

El itinerario recorrido a lo largo de este escrito nos posiciona ante una especie de mapa ue

presenta las coordenadas generales para aproximarse a los rasgos de la historia cultural. $as

diversas etapas historiográficas presentadas evidencian las transformaciones sufridas por las

formas de hacer la 7istoria y las repercusiones de las mimas en las formas de concebir y de

analizar las manifestaciones culturales. Iimultáneamente, viabilizan la comprensión de los v"nculos

existentes entre las definiciones variantes del concepto de cultura y su incorporación a los análisis

encuadrados en las 8iencias Iociales, especialmente en la disciplina histórica.

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$as transformaciones propias de una de las vetas de la 7istoria se presentan, a su vez, como

s"ntomas claros de las variaciones de las prácticas culturales ejercidas por los historiadores y como

expresiones de climas de #poca cambiantes y dinámicos. 3s", cada uno de los bloues temporales

abordados presenta en su interior rasgos peculiares y diferenciados del resto ue muestran cómo

las nociones para abordar el pasado no son inmutables y estáticas, sino más bien plenas de

dinamismo.

El panorama presentado bajo el rótulo de tendencias actuales de historia cultural nos coloca frente

a un escenario en el ue irrumpen constantemente en el campo del uehacer histórico nuevas

perspectivas ue sacuden arcaicas certidumbres y ue sacan de su anuilosamiento a la disciplina

histórica y todas sus potencialidades.

$a situación de la historiograf"a actual se presenta como sumamente plural. !ese a la gran

multiplicidad de tendencias, un rasgo comn a ellas consiste en el hecho de ue consideran a la

cultura como un universo complejo de ser abordado, a ra"z de ue conviven en su interior un sinf"n

de intersecciones, de espacios de convergencia y de l"neas de fuga a ser consideradas.

 

VII. "iblio#ra!$a su#erida

 33.@@., La historiogra*ía italiana contempor&nea, Guenos 3ires, Giblos, ())A.Joyce 3ppleby, $ynn 7unt y /argaret Jacob, La erdad sobre la Historia, Garcelona, 3ndr#s Gello,

())).Julio 3róstegui, La inestigación histórica7 teoría y método, Garcelona, 8r"tica, ())<.Huy Gourd# y 7erv# /artin, Las escuelas históricas, /adrid, 3R3$, ())5.!eter GurMe ed.F, $ormas de hacer la Historia, /adrid, 3lianza Editorial, ())?.!eter GurMe, Historia y ;eoría ,ocial , /#xico, 'nstituto /ora, ())A.!eter GurMe, La reolución historiogr&*ica *rancesa, Garcelona, Hedisa, ())*.!eter GurMe, ,ogni1 gesti1 be**e2 ,aggi di storia culturale, Golonia, 'l /ulino, 5+++.Boger 8hartier, El mundo como representación2 Historia cultural7 entre pr&ctica y representación ,

Garcelona, Hedisa, ())).Boger 8hartier, Escribir las pr&cticas2 $oucault1 de Certau1 =arin, Guenos 3ires, /anantial, ())?.Lernando 2evoto, Entre ;aine y >raudel2 Itinerarios de la historiogra*ía contempor&nea , Guenos

 3ires, Giblos, ())5.Lernando 2evoto, “Kotas sobre la situación de los estudios históricos en los a>os noventa”,

en Cuadernos del CL%EH , a. '&, nS A(, ()):, pp. :*<5.H#rard Koiriel, ,obre la crisis de la historia, /adrid, 8átedra, ())A.K#stor Harc"a 8anclini, Culturas híbridas2 Estrategias para entrar y salir de la modernidad , /#xico,

Hrijalbo, ()-).8lifford Heertz ;ras los hechos2 Dos países1 cuatro décadas y un antropólogo , Garcelona, !aidós,

())*, cap"tulo *= “8ulturas”, pp. <(A+.8arlo Hinzburg, =itos1 emblemas1 indicios, Garcelona, Hedisa, ()-).8arlo Hinzburg, #apporti di *or!a2 ,toria1 retorica1 proa, /ilán, Leltrinelli, 5+++.Eduardo 7ourcade, 8ristina Hodoy y 7oracio Gotalla comps.F, Lu! y contralu! de una historia

antropológica, Guenos 3ires, Giblos, ())<.Heorg 'ggers, La ciencia histórica en el siglo XX , Garcelona, $abor, ())<.Hregorio RlimovsMy y 8ecilia 7idalgo, La ine3plicable sociedad2 Cuestiones de epistemología de

las Ciencias ,ociales, Guenos 3ires, 3P editora, ())-.

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Jacues $e Hoff y !ierre Kora, Hacer la Historia, vol. '= ?ueos problemas, vol. ''7 ?ueosen*o8ues, vol. '''= ?ueos temas, Garcelona, $aia, ()-<. ()A:F.

H#rard Koiriel, ,obre la crisis de la historia, /adrid, 8átedra, ())A.Kora !agano y !ablo Guchbinder comps.F, La historiogra*ía *rancesa contempor&nea, Guenos

 3ires, Giblos, ())?.El"as !alti, @iro ling4ístico e historia intelectual , Guenos 3ires, Dniversidad Kacional de Tuilmes,

())-.Jacues Bevel, “/icroanálisis y construcción de lo social”, en %nuario del IEH, ') , 4andil, ())<,

pp. (5<(:*.7ilda Iabato, “$a historia intelectual y sus l"mites”, en Punto de Vista, a. '&, nS 5-, noviembre ()-?,

pp. 5A*(.7ayden Uhite, El contenido de la *orma, Guenos 3ires, !aidós, ())5.7ayden Uhite, =etahistoria2 La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX , /#xico, Londo de

8ultura Económica, ())5. 

0(1 !ara un análisis de las variaciones en el concepto de cultura, v#ase, entre otros= 8liffordHeertz ;ras los hechos2 Dos países1 cuatro décadas y un antropólogo , Garcelona, !aidós, ())*,cap"tulo *= “8ulturas”, pp. <(A+.051 3lgunas referencias al tema pueden encontrarse en K#stor Harc"a 8anclini, Culturas híbridas2Estrategias para entrar y salir de la modernidad , /#xico, Hrijalbo, ()-).0*1 Dn estudio acerca de la corriente de historiadores marxistas ingleses puede consultarse en7arvey Raye, Los historiadores mar3istas brit&nicos, Paragoza, !rensas Dniversitarias, ()-).0:1 Dna obra representativa de esta tendencia es !eter GurMe, La cultura popular en la Europa

moderna, /adrid, 3lianza, ())(.0<1 !ara un análisis general sobre este fenómeno puede consultarse 33.@@., El multiculturalismo y Ala política del reconocimientoB , /#xico, Londo de 8ultura Económica, ())*.0?1 Iobre este tema puede consultarse Joyce 3ppleby, $ynn 7unt y /argaret Jacob, La erdad sobrela Historia. Garcelona, 3ndr#s Gello, ())).0A1 Iobre este tema, v#ase !erry 3nderson, El Estado absolutista, /#xico, Iiglo &&', ())?.0-1 Esta afirmación es de carácter general; pensamos en el t#rmino de rede*inición para casospuntuales como los de Lrancia y Espa>a y en el de consolidación para casos como el italiano y elalemán. 2ado ue mientras los primeros Estados mencionados contaban para el siglo &'& con unaconfiguración de carácter nacional desde, por lo menos, el siglo &@, 'talia y 3lemania concretaronsus unidades territoriales e institucionales como Estados en la segunda mitad del siglo &'&.0)1 Dn estudio clásico sobre los historiadores del siglo &'& es Heorge Hooch, Historia e historiadoresen el siglo XIX , /#xico, Londo de 8ultura Económica, ()AA.0(+1

!ara un detallado análisis acerca de los cambios epistemológicos por los ue transitaron las8iencias Iociales, v#ase Hregorio RlimovsMy y 8ecilia 7idalgo, La ine3plicable sociedad2Cuestiones de epistemología de las Ciencias ,ociales, Guenos 3ires, 3P editora, ())-.0((1 Dna descripción sobre la historia de las ideas pol"ticas en el siglo &'& puede encontrarse enJacues Julliard. “$a pol"tica”, en Jacues $e Hoff y !ierre Kora, Hacer la Historia, vol. ''= ?ueosen*o8ues, Garcelona, $aia, ()-<, pp.5*A5<A.0(51 @#ase 7enry Perner, “El arte”, en Jacues $e Hoff y !ierre Kora, Hacer la Historia, vol. ''7?ueos en*o8ues. Garcelona, $aia, ()-<, pp. ()(5+).

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0(*1 8fr. 8ristina /antegari. “/useos y ciencias= algunas cuestiones historiográficas”, en /arcelo/ontserrat comp.F, La ciencia en la %rgentina entre siglos2 ;e3tos1 conte3tos e instituciones,Guenos 3ires, /anantial, 5+++, pp. 5)A*+-.0(:1 Esta vertiente historiográfica se fue consolidando en torno a una revista creada en ()5) por /arc Gloch y $ucien Lebvre llamada %nnales dhistoire économi8ue et sociale; posteriormente, en():?, la revista pasó a titularse %nnales2 Economies2 ,ociétés2 Ciilisations. En la actualidad,aparece bajo el nombre %nnales2 Histoire1 ,ciences ,ociales. Iobre la escuela de %nnales, v#ase!eter GurMe, La reolución historiogr&*ica *rancesa2 La Escuela de los %nnales7 '5'F,Garcelona, Hedisa, ())*.0(<1 !ara un análisis de la historia de las mentalidades v#ase Boger 8hartier, “7istoria intelectual ehistoria de las mentalidades. 4rayectorias y preguntas”, en 'd., El mundo como representación2Historia cultural7 entre pr&ctica y representación, Garcelona, Hedisa, ())), pp. (*:: y Jacues $eHoff, “$as mentalidades, una historia ambigua”, en Jacues $e Hoff y !ierre Kora. Hacer laHistoria, vol. '''= ?ueos temas, Garcelona, $aia, ()-<, pp. -()-.0(?1 !ara una aproximación cr"tica a la vertiente de la historia de las mentalidades v#ase !eter GurMe= “@aliditV e limiti della storia della mentalitV”, en 'd., ,ogni1 gesti1 be**e2 ,aggi di storiaculturale, Gologna, 'l /ulino, 5+++, pp. (:) (A5. 7ay edición en espa>ol bajo el t"tulo $ormas dehistoria culturalG0(A1 Ntros ejemplos de obras ue pueden encuadrarse dentro de la historia de lasmentalidades son= El gran p&nico de 'F de Heorges $efevre ()<5F, El sentido de la muerte y 

del amor a la ida en el #enacimiento de 3lberto 4enenti ()<AF e Introducción a la $ranciamoderna2 Ensayos de psicología histórica1 '))'(.)  de Bobert /androu ()?(F.0(-1 8fr. Boger 8hartier. “El mundo como representación”, en 'd., El mundo como representación2Historia cultural7 entre pr&ctica y representación, Garcelona, Hedisa, ())), pp. :<?5.0()1 !ara una rese>a acerca del panorama historiográfico actual y la discusión acerca de si el mismoestá atravesando o no una crisis, v#ase Lernando 2evoto, “Kotas sobre la situación de los estudioshistóricos en los a>os noventa”, enCuadernos del CL%EH , a. '&, nS A(, ()):, pp. :*<5 y H#rardKoiriel, ,obre la crisis de la historia, /adrid, 8átedra, ())A.05+1 Entre los análisis acerca del estado de la historiograf"a en la actualidad se destacan, por dar unavisión de conjunto= Julio 3róstegui, La inestigación histórica7 ;eoría y método, Garcelona, 8r"tica,5++(, y Heorg 'ggers, La ciencia histórica en el siglo XX , Garcelona, $abor, ())<.05(1 $os art"culos reunidos en !eter GurMe ed.F, $ormas de hacer Historia, /adrid, 3lianza Editorial,())?, presentan un panorama general acerca de las caracter"sticas de diversas corrientes

historiográficas actuales.0551 8fr. 7ilda Iabato, “$a historia intelectual y sus l"mites”, en Punto de Vista, a. '&, nS 5-,noviembre ()-?, pp. 5A*(.05*1 !ara un estudio sobre el tema, v#ase El"as !alti, @iro ling4ístico e historia intelectual , Guenos

 3ires, Dniversidad Kacional de Tuilmes, ())-.05:1 Iobre este punto pueden consultarse los art"culos compilados en Eduaro 7ourcade, 8ristinaHodoy y 7oracio Gotalla comps.F, Lu! y contralu! de una historia antropológica , Guenos, 3ires,Giblos ())<.05<1 !eter GurMe, La reolución historiogr&*ica *rancesa2 La Escuela de los %nnales7 '5'F,Garcelona, Hedisa, ())*, p. -<.05?1 8fr. Boger 8hartier, “El mundo como representación”, en 'd., El mundo como representación2Historia cultural7 entre pr&ctica y representación, Garcelona, Hedisa, ())).05A1 $os dos art"culos más claros acerca de las formas de concretar los estudios de carácter 

microhistórico son Hiovanni $evi, “Iobre microhistoria”, en !eter GurMe ed.F. $ormas de hacer Historia, /adrid, 3lianza, ())?, pp. (()(:* y Jacues Bevel, “/icroanálisis y construcción de losocial”, en %nuario del IEH, ') , 4andil, ())<, pp. (5<(:*.05-1 !ara un estudio sobre el tema puede consultarse 'van HasMell, “7istoria de las imágenes”, en!eter GurMe ed.F,$ormas de hacer Historia, /adrid, 3lianza, ())?, pp. 5+)5*).