Aprehender lo vivido

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Aprehender lo vivido Por Gabriela Monroy Sin duda ya son muchos a quienes no toman por sorpresa los vaivenes de la economía nacional. Más allá de los premios a nuestro Secretario de Hacienda y reconocimientos de organismos internacionales por el cómo se desarrolla el curso de la macroeconomía de nuestro país, para los más preclaros ya es evidente que eso que se llama crisis, austeridad, reajuste o emergencia económica ya no se puede llamar así en una nación como la nuestra, en donde hace por lo menos treinta años, oímos hablar más o menos los mismo, es decir que lo que se hizo resultó pero por un tiempo, que vamos muy bien hasta que la sorpresa nos despierta. Estos hombres y mujeres a los que me refiero como los que aprehenden, esto es que saben hacer suya la experiencia, prefieren aceptar el hecho de que la economía en México es propia de un país pobre y con grandes desequilibrios. También reconocen que estos desajustes por llamarlos de una manera se manifiestan de forma más o menos severa y que, algunas veces golpean a un sector y luego quizá más otro, según se esté manifestando la problemática que entraña una nación que continúa pagando enormes cantidades por los “servicios” de la deuda externa, regalías sin fin y que todavía no invierte ni el mínimo requerido en desarrollo tecnológico para poder construirse un porvenir un poco menos austero, más sereno y con menos altibajos, desde hace por lo menos, treinta años. Así, algunos empresarios, no sé cuántos realmente, ya manejan sus empresas con la claridad que se requiere para no dejarse deslumbrar por un optimismo delirante que ofrece visiones primermundistas en un sexenio, para luego asegurarnos que casi nos ubicamos en el “cuarto mundo” o que durante el “error de diciembre”, y los meses y años que le sucedieron estamos luchando por salir y manejar la crisis, casi bien, casi perfecto. Una recorrida rápida por los sinsabores que se dejan sentir en el poder adquisitivo y la baja notoria y notable en el nivel de vida de la mayoría de los paisanos es más

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Aprehender lo vivido

Por Gabriela Monroy

Sin duda ya son muchos a quienes no toman por sorpresa los vaivenes de la

economía nacional. Más allá de los premios a nuestro Secretario de Hacienda y

reconocimientos de organismos internacionales por el cómo se desarrolla el curso

de la macroeconomía de nuestro país, para los más preclaros ya es evidente que

eso que se llama crisis, austeridad, reajuste o emergencia económica ya no se

puede llamar así en una nación como la nuestra, en donde hace por lo menos

treinta años, oímos hablar más o menos los mismo, es decir que lo que se hizo

resultó pero por un tiempo, que vamos muy bien hasta que la sorpresa nos

despierta.

Estos hombres y mujeres a los que me refiero como los que aprehenden, esto es

que saben hacer suya la experiencia, prefieren aceptar el hecho de que la

economía en México es propia de un país pobre y con grandes desequilibrios.

También reconocen que estos desajustes – por llamarlos de una manera – se

manifiestan de forma más o menos severa y que, algunas veces golpean a un

sector y luego quizá más otro, según se esté manifestando la problemática que

entraña una nación que continúa pagando enormes cantidades por los “servicios”

de la deuda externa, regalías sin fin y que todavía no invierte ni el mínimo

requerido en desarrollo tecnológico para poder construirse un porvenir un poco

menos austero, más sereno y con menos altibajos, desde hace por lo menos,

treinta años.

Así, algunos empresarios, no sé cuántos realmente, ya manejan sus empresas

con la claridad que se requiere para no dejarse deslumbrar por un optimismo

delirante que ofrece visiones primermundistas en un sexenio, para luego

asegurarnos que casi nos ubicamos en el “cuarto mundo” o que durante el “error

de diciembre”, y los meses y años que le sucedieron estamos luchando por salir y

manejar la crisis, casi bien, casi perfecto.

Una recorrida rápida por los sinsabores que se dejan sentir en el poder adquisitivo

y la baja notoria y notable en el nivel de vida de la mayoría de los paisanos es más

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que suficiente para saber que administrar con éxito una empresa, en un país como

el nuestro requiere contar con la primer premisa: No vivimos de crisis en crisis,

sino que sufrimos y padecemos los problemas propios de una economía aún

insuficiente en generación de recursos y por ende, en el subsecuente reparto de

la riqueza.

Manteniendo esta convicción dan un primer e importante paso que se manifiesta,

por ejemplo, en saber reunir información relevante en un mundo saturado de ésta.

Los hombres y mujeres decididos a crecer y expandirse en un contexto tan

complejo como el que vive México saben ya que los datos aislados no son

conocimiento y que saturarse de información no los vuelve más sabios ni exitosos.

Cuando me refiero a que reúnen información valiosa hablo de que tienen dirección

y propósito. Como sí saben a dónde quieren ir, acopian lo necesario para saber

cómo caminar en este terreno minado y lleno de retos que representa nuestro

país.

Desarrollar una buena metodología de investigación de mercados, por ejemplo,

requiere reconocer que los hábitos de compra y consumo están hoy fuertemente

determinados por la escala valorativa de los individuos, que además hoy por hoy

es móvil y no pocas veces contradictoria así como de su nivel educativo y de

conciencia y que no únicamente se rige por niveles socioeconómicos

predeterminados por escalas de ingreso que quizá tienen más sentido en los

países donde las “crisis” sí son eso, es decir situaciones excepcionales que sirve

como confirmación de las reglas.

Los empresarios mexicanos que darán qué hablar en el próximo siglo saben ya

que las familias varían sus prioridades de consumo acuerdo a como les pinta el

mundo los medios de comunicación a los que están expuestos, que en el caso de

las mayorías, son primordialmente televisión y radio.

Por su parte los micro, pequeños y quizá medianos empresarios tienen que contar

con el hecho de que el crédito en México es caro, muy limitado y que no existe

una política de apoyo a éste tipo de empresas por lo que, además de ser

emprendedores en todo la extensión de la palabra, también tendrán que ser muy

imaginativos para allegarse recursos y conseguir utilidades a mucho menor plazo

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que los que los libros de “texto” sobre administración primermundista indican para

estos casos.

Conocer la historia para re-inventarla, diseñarla y construirla a partir de premisas

poco reflejadas en casi la mayor parte de libros sobre liderazgo, administración,

mercadotecnia y motivación es el reto de quienes ya saben hoy leer entre líneas.

El hilo conductor, sin embargo, de estos personajes que pronto harán historia en el

ámbito empresarial es quizá la convicción de que hay que conocer al cliente para

reorientar sus prioridades y enfocarlas al consumo de los servicios o productos

que producimos para ellos. Conocerlos sí, desde aquí y a ellos.

Las llaves del quehacer empresarial para este fin de milenio en México

1.- Asumir que las crisis no son tales sino las constantes que se manifiestan en

una economía “emergente” como la mexicana

2.- Saber que triunfar en un contexto poco amigable para los nuevos

emprendedores requiere del desarrollo de ideas y habilidades poco exploradas en

los países con una economía fuerte: No hay recetas, hay que empezar a

imaginarlas

3.- Diseñar metodologías de investigación de mercado o promover el desarrollo de

las mismas de modo que respondan las interrogantes de este país con sus

particularidades para poder crecer y expandirse.

4.- Investigar con el mismo rigor a los clientes internos – personal – que a los

externos: La fuerza nace de dentro

5.- Crear “cuerpos” de conocimiento y no conformarse con manejar datos poco

integrados: Tener dirección y propósito