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LECCIÓN 12. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX 1. INTRODUCCIÓN 2. LAS TRANSFORMACIONES EN EL CAMPO: LAS DESAMORTIZACIONES 3. LAS TRANSFORMACIONES EN LA INDUSTRIA 4. LA MODERNIZACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS 5. EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y ELCAMBIO SOCIAL 6. EL MOVIMIENTO OBRERO 1.- INTRODUCCIÓN Durante el siglo XIX, la economía española conoció algunos cambios y creció notablemente, aunque no alcanzó el desarrollo de otros países europeos. La agricultura siguió siendo la base de la economía, y sólo en el País Vasco y en Cataluña podemos hablar de LECCIÓN 12.- Transformaciones Económicas y Cambios Sociales en el Siglo XIX Página 1

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LECCIÓN 12. TRANSFORMA-CIONES

ECONÓMICAS Y CAMBIOS SO-CIALES

EN EL SIGLO XIX1. INTRODUCCIÓN

2. LAS TRANSFORMACIONES EN

EL CAMPO: LAS DESAMORTIZA-

CIONES

3. LAS TRANSFORMACIONES EN

LA INDUSTRIA

4. LA MODERNIZACIÓN DE LAS IN-

FRAESTRUCTURAS

5. EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFI-

CO Y ELCAMBIO SOCIAL

6. EL MOVIMIENTO OBRERO

1.- INTRODUCCIÓN

Durante el siglo XIX, la economía española conoció algunos cambios y creció nota-blemente, aunque no alcanzó el desarrollo de otros países europeos. La agricultura siguió siendo la base de la economía, y sólo en el País Vasco y en Cataluña podemos hablar de una incipiente industrialización. Símbolo del progreso económico fue el ferrocarril, que revolucionó el ámbito de los transportes.

Unidos a los cambios económicos también se produjeron transformaciones sociales. En el siglo XIX co-menzó el movimiento obrero, que por la influencia de la Asociación Internacional de Trabajadores, la AIT, se divi-dió en socialistas y anarquistas.

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2.- LAS TRANSFORMACIONES EN EL CAMPO: LAS DESAMORTIZACIONES

Como en siglos anteriores, la economía española del siglo XIX dependía fundamentalmen-te de la agricultura. Pero esta agricultura era muy atrasada y ofrecía muy escasos rendimientos. Los políticos ilus-trados del siglo anterior, ya se habían preocupado de modernizarla, pero no alcanzaron grandes logros.

Era urgente mecanizar y modernizar el campo para aumentar su producción; pero para eso hacía falta una mentalidad industrial, y, entre los propietarios del agro español (nobleza, Iglesia y municipios) escaseaban los

emprendedores. La iniciativa vino, en este caso, de los políti-cos, a través de un programa de desamortizaciones que pretendía poner en el mercado tierras baldías o mal cultivadas ––y también reducir la deuda de la Hacienda Pública ––.

La primera gran desamortización, conocida como Desamortiza-ción de Mendizábal, por ser este ministro de Hacienda quien la im-pulsó, se ejecutó durante la regencia de María Cristina, entre 1836 y 1840. El Gobierno ordenó la nacionalización de todos los bienes de las órdenes re-ligiosas (clero regular) y después las vendió en pública subasta a precios bas-tante bajos. Con los ingresos obtenidos se redujo la deuda de la Hacienda Pública, que se había incrementado con el comienzo de la primera guerra carlista.

La segunda gran desamortización, conocida en honor a su promotor el ministro de Hacienda Pascual Madoz, como Desamortización de Madoz, se realizó durante el Bienio Progresista, entre 1854 y 1856. Esta vez las tierras desamortizadas y vendidas en pública subasta fueron las de las órdenes militares y los comunales de los municipios y del Estado.

Al final, podemos concluir que las desamortizaciones sacaron tierras baldías al mercado y permitieron a la Ha-cienda Pública reducir en parte su deuda, pero se realizaron sin ningún criterio distributivo. Con ellas aumentó la produc-ción agrícola en España, sobre todo la de cereal, y esto permitió acabar a corto plazo con buena parte de los problemas de subsistencia (hambre); pero se desaprovechó la ocasión de modernizar el campo español. No hubo grandes beneficiados, pero sí grandes perdedores, los pequeños campesinos y los pequeños municipios, que perdieron la mayor parte de las tie-rras del común, que arrendaban para pastos o utilizaban para la obtención de leña.

3.- LAS TRANSFORMACIONES EN LA INDUSTRIA

En España la industrialización se redujo principalmente a dos zonas, Cataluña y el País Vas-co; aunque también hubo avances en Asturias y algunas comarcas de Andalucía, Valencia y Castilla. A pesar de todo, el desarrollo industrial fue muy débil y lento: cuando a finales del XIX, algunos países europeos empezaban la Segunda Revolución Industrial nuestro país continuaba siendo eminentemente rural y agrario, donde se practicaba princi-

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palmente una economía de subsistencia basada en la agricultura, en la que trabajaba y de la que vivía la mayor parte de la población, y en el que faltaban capitales, inversores y ganas de invertir.

3.2.- La Evolución de la Industria Española

3.2.1.- La Industria Textil Se basó en el algodón, la materia prima que revolucionó los tejidos en el siglo XIX. La producción industrial de

tejidos de algodón permitió ponerlos al alcance de la mayoría de los bolsillos (mientras la producción de otros tejidos tra-dicionales como el lino y la lana se estancaba).

Aunque esta industria la podemos localizar en varias comarcas de España, sólo tuvo una importancia destacable en Cataluña (sobre todo en Barcelona), gracias a la disponibilidad de capitales, al carácter emprendedor y ambicioso de la burguesía catalana y a las medidas proteccionistas aplicadas por los gobiernos liberales. Los empresarios catalanes com-praron o imitaron la tecnología inglesa, reprodujeron sus modelos de fábrica y estudiaron sus estrategias comerciales.

3.2.2.- La Industria Siderúrgica En 1831 se instaló en España el primer alto horno, en Málaga, y Andalucía se convirtió en la primera región es-

pañola con siderurgia moderna. En la década siguiente se desarrolló la side-rurgia en Asturias, sobre todo en Mieres y La Felguera, donde había carbón en abundancia. Pero la pro-ducción era muy escasa.

Por estas mismas fechas, en el País Vasco se limitaban a ex-traer hierro que exportaban a Gran Bretaña. Así estuvieron durante años, pero en la segunda mitad del siglo, empezó a sustituirse el hierro dulce por acero. Aquí se produce el gran despegue de la siderurgia vasca. La producción de acero necesitaba me-nos carbón, pero exigía un mineral de hierro sin fósforo. Las minas viz-caínas de Somorrostro produ-cían abundantemente este tipo de hierro, lo que permitió establecer numerosas empresas siderúrgicas en esta región, que fueron un referente en la economía española durante los últimos años del siglo XIX y la mayor parte del XX.

3.2.3.- Otras Industrias Además de la textil y la siderurgia, la industrialización afectó a otros sectores que no llegaron a alcanzar tanta im-

portancia:

a) La Minería . Además del carbón asturiano y del hierro vasco, tuvo bastante importancia la minería andaluza (hierro, cobre y plomo), y la provincia de Ciudad Real por la extracción de mercurio en las minas de Almadén.

b) La Industria Agroalimentaria . Debemos destacar aquí las fábricas castellanas de harina, y la producción de vinos y alcoholes en casi toda España. También la producción de aceite de oliva aumentó mucho.

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c) La Industria Química . Se distinguió por la producción de colorantes, necesarios para la industria textil, y también por la fabricación de dinamita, que se usaba en la minería.

4.- LA MODERNIZACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS PARA EL TRANSPORTE

Uno de los grandes problemas de la industria y de la economía española era la deficiencia notabilísima en las co-municaciones. En este sentido, durante el siglo XIX se emprendieron importantes reformas; veámoslas:

4.1.- Carreteras y Caminos A partir de la década de 1840 se realizaron numerosas obras que mejoraron los caminos de España y aumenta-

ron su kilometraje. Fueron insuficientes, pero promovieron los intercambios de personas y mercancías al reducir consi-derablemente la duración de los viajes.

4.2.- Transporte MarítimoEste transporte tuvo mucha importancia durante todo el siglo, por su gran capacidad de carga y por su rapidez,

comparado con los transportes terrestres. Se benefició de las inversiones para mejorar y ampliar los puertos y de la aplica-ción de la máquina de vapor a la navegación. Su problema es que sólo era útil para comunicar el litoral.

4.3.- El Transporte Ferroviario En 1848 se inauguró la prime-

ra línea de tren española: tan sólo 30 kiló-metros entre las ciudades de Barcelo-na y Mataró, que parecía iban a ser la antesala del despegue del ferrocarril en España. No fue así: el accidentado relie-ve español complicaba y encarecía los trabajos, la especulación creciente de-moraba las obras y, en consecuencia, la rentabilidad era escasa, lo que desani-maba a los inversores. Como curiosidad diremos que para minimizar esas dificul-tades del relieve español, los técnicos de-cidieron establecer un ancho de vía supe-

rior al de los países de nuestro entorno (1,67 metros el de España y 1,52 el de Europa). Se optó además, por motivos polí-ticos, por un modelo centralizado (radial), que dejaba incomunicada a la periferia (las zonas más industrializa-das) entre sí. Aun con todos estos lastres, al terminar el siglo la red ferroviaria había revolucionado el trans-porte de mercancías y las comunicaciones en general.

5.- EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y EL CAMBIO SOCIAL

5.1.- El Moderado Crecimiento Demográfico

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La población de los principales países europeos (Inglaterra, Alemania) creció durante el siglo XIX de manera es-pectacular, pero en España, el crecimiento, aunque importante, fue moderado: pasamos de 11,5 mi-llones en 1800 a 18,5 en 1900.

La causa que explica que el crecimiento no haya sido mayor la encontramos en el hecho de que en España la mortalidad se mantuvo muy alta. Y esto por la incidencia de las guerras civiles (guerras carlistas), la escasa in-dustrialización y los estragos de varias epidemias de fiebre amarilla, paludismo y cólera.

5.2.- El Cambio en la Sociedad Española En el siglo XIX la sociedad estamental dio paso a la sociedad de clases, en la que la jerarquía social la deci-

día la riqueza. En la cima de la estructura social estaban las clases altas, una alianza entre la vieja aristocracia y la nue-va burguesía industrial, comercial y financiera, que monopolizaban los gobiernos, los cargos públicos y la economía. Por debajo de ellos había una escasa clase media y una gran masa de campesinos, proletarios, peque-ños artesanos y marginados. Veámoslos un poco más detenidamente:

a) Las Clases Altas . Debemos distinguir aquí dos grupos, que en numerosas ocasiones acababan emparentan-do por vía matrimonial.

La vieja aristocracia . Aunque perdió la hegemonía en exclusiva de la que gozaba en el Antiguo Régimen, siguió conservando un gran poder económico y mucha influencia política y social; e incluso se atrevió a participar en algunos negocios (banca, ferrocarril, industria), aliada con la burguesía.

La nueva burguesía industrial, financiera y de los negocios . Se distinguió más que por su actividad, que era muy variada (comercio, industria, banca, negocios varios, como compra de tierras desamortizadas para revenderlas, ferrocarril…) por su mentalidad: trabajo, formación y ahorro.

b) Las Clases Medias . Fue un grupo en crecimiento durante todo el siglo y tuvo, social, política y económica-mente una influencia creciente. Estaban integradas en el ámbito rural por medianos propietarios, y en el mundo urbano por la mediana burguesía (comerciantes, propietarios de talleres), funcionarios y profesionales liberales: abogados, médicos,…. Vivían con holgura y manifestaban una mentalidad bastante conservadora.

c) Las clases Populares . Constituían la gran masa de la población y eran un grupo muy heterogéneo. Aquí tenemos que hablar de los pequeños campe-sinos y los jornaleros, el grupo más numeroso, casi el 70% de la población española, aunque fue reduciéndose a lo largo del siglo; las clases bajas urbanas, integra-das por pequeños artesanos (za-pateros, curtidores, carpinte-ros…) y, sobre todo por el prole-tariado urbano (sirvientas, obre-ros de las nuevas industrias). Sus condiciones de vida y de trabajo, sobre todo las del proletariado industrial, eran muy duras: trabajaban larguísimas jornadas (habitualmente más de 14 horas) y carecían de con-tratos, salarios dignos y coberturas sociales (enfermedad, accidente, desempleo). A lo largo del siglo fueron ad-

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quiriendo conciencia de clase, se fueron organizando (movimiento obrero) y exigieron algunas mejoras laborales y derechos políticos.

6.- EL MOVIMIENTO OBRERO

6.1.- Los Inicios El origen del movimiento obrero en España hemos de buscarlo a mediados del siglo XIX. En esos mo-

mentos, la situación de precariedad en la que vivían los obreros, les llevó a crear asociaciones de ayuda mutua. Estas asociaciones, previo pago de una cuota, cubrían a sus asociados en casos de enfermedad, accidente, desempleo o muerte. Las autoridades, alarmadas ante la capacidad de asociarse de los obreros, y temiendo que esa capacidad se ma-nifestase en el futuro de una manera violenta, prohibieron las asociaciones obreras; pero no lograron acabar con ellas.

6.2.- La Evolución del Movimiento Obrero en España Hasta la Gloriosa Revolución de 1868 , el movimiento obrero, muy vigilado y perseguido, apenas sí

logró que se oyeran algunas de sus demandas. Pero, el alcance de la citada revolución de 1868 permitió la llegada del Sexenio Revolucionario y, con él, la restauración de de las libertades de expresión y de asocia-ción. Al amparo de estas libertades, en ese mismo año de 1868, llegó a España Giuseppe Fanelli, estrecho colabo-rador del anarquista Bakunin, para fundar en Madrid y Barcelona sendas delegaciones de la Asociación Internacional de Trabajadores (la conocida como AIT o Primera Internacional).

Por esta puerta fueron entrando en España las ideologías del socialismo libertario y del socialismo marxista.

6.2.1.- El Socialismo Marxista en España. Con la Restauración de los Borbones en 1874, el gobierno conser-

vador de Cánovas del Castillo volvió a prohibir las asociaciones obreras, por lo que éstas se vieron obligadas a actuar en la clandestinidad. Precisamente en la clandestinidad nació el día 2 de mayo del año 1879, en Madrid, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), formado solamente por 25 personas y presidido por un tipógrafo de nombre Pablo Iglesias. Cuando en 1881 se promulgó, bajo el gobierno liberal de Mateo Sagasta, una nueva Ley de Asociaciones, el PSOE ya contaba con 900 militantes.

El Socialismo español comenzó a organizar las llamadas casas del pueblo, centros de reunión con fines de adoctrinamiento, pero también con fines culturales, de enseñanza y de formación profesional. Destacó el PSOE en aquellos años por la lucha incansable en defensa de los intereses de los trabajadores, de la que fue estandarte la exigencia de la jornada laboral de 8 horas.

6.2.2.- El Anarquismo en EspañaPor su parte, el Anarquismo, que fue un movimiento minoritario en toda Europa, tuvo en algunas regiones de Es-

paña, como Cataluña y Andalucía, una importancia muy considerable. Sabemos que el gran propagador del Anarquismo en España fue también un tipógrafo, Anselmo Lorenzo; pero el hecho de que el movimiento anarquista no tuviera ficheros ni organización burocrática nos impide conocer con certeza el número de sus afiliados. Todo apunta, no obstan-te, a considerar que fueron muchos: por ejemplo, la publicación anarquista “Revista Social”, tenía una tirada de 20.000 ejemplares, cifra elevadísima si tenemos en cuenta el grado de analfabetismo y el poder adquisitivo de la población obre-

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ra. En la década de 1890, sobre todo en Cataluña, el movimiento anarquista se inclinó a actuar mediante la “acción di-recta”, la “propaganda por el hecho”, los atentados terroristas contra personas y bienes, para avanzar efecti-va y rápidamente en la lucha por la libertad (movimiento libertario) de la clase trabajadora.

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