ANTROPOLOGIA-HABITAR radkowski
-
Upload
catalina-acosta -
Category
Documents
-
view
125 -
download
12
Transcript of ANTROPOLOGIA-HABITAR radkowski
DE RADKOWSKI. GEORGES-HUBERT. ANTROPOLOGIA DEL
HABITAR. HACIA EL NOMADISMO. Presses Universitaires de France-
PUF, France, 2002, 166 p.
Introducción
El punto de partida implícito de este trabajo1, el «pretexto» temático que decidió su
problemática, es plantear interrogantes, por un lado sobre las condiciones que
hacen posible la aparición de la arquitectura (en el «horizonte cultural» requerido al
interior de una sociedad para que la arquitectura pueda nacer); por otro lado, sobre
las implicaciones sociales (particularmente en cuanto a la manera de organizar y de
concebir socialmente el espacio) que genera al interior de la sociedad la presencia
de la arquitectura y mediante esta el ejercicio de la función arquitectónica (en el
sentido amplio del término; desde las rutas, los puentes, los campos de cultivo «en
terraza», o incluso el área de un campamento, hasta los templos y los palacios).
La importancia y la actualidad de este tema se plantean dos sentidos:
1/ La sociología de la arquitectura se ejerce habitualmente dentro del campo de la
problemática de la sociología del arte (de las «bellas artes»). Ahora bien, en
derecho, sino de hecho, esta la desborda, la contiene, incluso le es anterior, en tanto
que toda disposición colectiva del espacio –física o social-, está comprendida en
este ejercicio de la actividad arquitectónica o proto-arquitectónica.
2/Hoy, cuando se trata del «fin de la arquitectura» (Y. Friedman), de la
«anticiudad» (J. Schein) –ciudad que la arquitectura hace posible-, del «espacio
1 Del cual se publicó un resumen parcial en 1964 en los “Cahiers des sociétés industrielles et de l’Automation » (Cuadernos de las sociedades industriales y de la automatización).
1
negativo» (M. Foucault), una investigacion sustentada sobre este tema, podría ser
útil.
3/ Sin embargo, me di cuenta muy rápidamente que ese problema implicaba una
elucidación previa del hábitat. «Problema», ya que tropezamos con dificultades e
incluso con paradojas desde que intentamos comprender lo que significa el hábitat
y definir el término que lo designa en toda su extensión –desde el hábitat
técnicamente más primitivo, hasta el de los agricultores «superiores», de los
citadinos de ayer y de hoy.
Esto me lleva a someter este concepto de hábitat a un análisis filosófico previo con
el fin de precisar lo más rigurosamente posible su significación esencial., es decir,
no tributario de una realización tecno-económico o de un horizonte cultural
particular. En efecto, solo este análisis filosófico, permite eliminar aquí las
definiciones impropias (como las muy numerosas en geografía humana y en
etnología, que operan con la ayuda del concepto de «refugio»), o las definiciones
equívocas que cabalgan sobre realidades situadas en niveles diferentes: ecológica,
económica, religiosa, etc.), o, finalmente, las definiciones tautológicas (las que
definen «habitar» por «residir», otra categoría entre las mas propagadas).
Sin embargo, en el curso de este análisis, se trata del hábitat y no de las
«habitaciones». En este enfoque que sostengo a lo largo de este trabajo, la
distinción entre el hábitat y la habitación, se convierte en algo no pertinente, o por
lo menos secundario. Esta distinción desaparece en provecho de la que establezco
entre –por una parte-, el hábitat-medio (ecumene), y por la otra, el hábitat-centro
(residencia). Solo este hábitat, posee una existencia real en tanto que totalidad del
espacio social (diversamente articulado según los tipos de sociedad), que se opone
a la totalidad de la extensión de subsistencia (extensión «natural» o incluso
2
«naturaleza»en tanto que ambiente físico de una sociedad cultural determinada)2: la
ecumene. La habitación, en cambio, solo posee una existencia más o menos
derivada. Claro está, es siempre posible, separar el hábitat existente hic et nunc en
habitaciones individuales y considerarlas luego como elementos que contribuyen a
formar el primero. Pero, esta separación presupone la existencia de esa totalidad al
interior de la cual se efectúa. Depende, además, por una parte, del tipo de criterio
escogido como principio distintivo –económico, tecnológico, propiamente social,
religioso…-, por la otra, de lo que se considerará como unidad pertinente respecto a
ese principio. Podríamos decir también, que la diferencia entre el hábitat-centro (la
residencia) y la habitación, es la que existe entre lo abstracto (en tanto que
perteneciente al sistema) y lo concreto (considerado como «materialización»
singular de ese sistema en la experiencia vivida históricamente por una sociedad
cultural determinada). Bajo este aspecto, la habitación puede constituir un objeto de
estudio, que se vincula ya sea a la historia de las técnicas, o a la de las «bellas
artes»: problema estilístico o estético).
Ya que intento mostrar que las dificultades mencionadas anteriormente, con las
cuales chocamos en el fenómeno del hábitat, son superadas cuando consideramos
este último no como una cosa (lo que es en múltiples consideraciones la
habitación), sino como el término constitutivo de la relación sujeto(s)/lugar,
relación en la cual la naturaleza del segundo término es función del primero, sea
que este signifique:
a) una colectividad étnica
b) un (unos) individuo(s)
2 Con respecto a la distinción entre la sociedad cultural, de una parte, y la sociedad de derecho y la sociedad-medio del otro, remitirse a mi estudio: «Société et culture», L’Année sociologique, vol. 16, 1965, publicado en 1967, p. 155-181
3
a) Aquí la relación da como segundo término el hábitat-ecumene, el «mundo»
(orbis) de los «verdaderos» Hombres. Es decir, la extensión «vital» de la cual
proviene su existencia (en sentido económico, afectivo, mítico…). Este
«mundo» forma un conjunto que modelado configuracionalmente, no lo es
en sentido estructural. En esta relación etnia/ecumene, el movimiento (de
locomoción) juega el papel de término medio (del operador que la realiza).
Movimiento predatorio, ritual, mítico, lúdico (turismo, diversión), el cual
conduce la dimensión de la existencia a aquélla sincrónica, de la extensión.
Es un movimiento cíclico en sentido único, el único que puede provocar la
ecumene como conjunto.
b) Aquí la relación da como segundo término el hábitat-residencia: espacio del
cual procede socialmente el hombre como «persona» (o «personaje»).
Espacio relacional (o incluso, geométrico) que se distingue de y se contrasta con
la extensión configuracional (o «plástica»), en tanto que forma no una colección
de cosas (lugares-sitios, naturales o míticos), sino un sistema de relaciones
espaciales: «centro-periferia», calles «radiantes» y «circulares», situaciones
reciprocas de habitaciones «particulares», etc.,en resumen, toda esta estructura
social que se traduce allí en Plan (traducción en plano a la cual nos han
acostumbrado la arquitectura y el urbanismo modernos, por lo demás
insuficiente; que acalla la tercera dimension, vertical, presente en la casi
totalidad de los sistemas habitables hasta la Edad Media europea).
La existencia (o seria mas justo decir, el nacimiento) de este espacio social,
implica la repartición del ambiente en dos clases (zonas) que forman parejas de
oposición; clases definidas positivamente (el término «señalado de relación») y
clases definidas negativamente (su término no señalado, «el resto»);
4
respectivamente: espacio-extensión (no siendo la primera parte constitutiva de la
segunda); estación-movimiento; concentración social-dispersión «vital»;
«dentro»-«fuera»; presencia-ausencia. Formado en y por esta relación, la
habitación no constituye –contrariamente a la ecumene-, un conjunto, sino una
estructura. Esta estructura juega el rol de término medio en la relación
individuo(s)-lugar (la cual forma una relación «compuesta», mediatizada a su
vez por una relación).
Dicha estructura, binaria y asimétrica (caracterizada por la no congruencia de
sus términos) es una estructura concéntrica en la cual el término marcado –la
habitación misma- representa el centro, el cual por la orientación –término
medio de esta estructura- sitúa el individuo con relación a si mismo. (Siendo
aquí el centro el principio que sitúa, no el-mismo situado, sino completamente
localizado; trato mostrar que es posible descubrir en diversas culturas la
existencia simultanea del dispositivo situación-orientación y el de localización-
referencia.
En tanto que centro, la residencia suscita el movimiento radiante en doble
sentido, orientado según dos direcciones «cardinales»: centrifuga (ir) centrípeta
(retornar). O también «arriba»-«abajo», «del lado de la montaña»-«del lado del
mar», etc. Los dispositivos en cuatro o seis direcciones cardinales, derivan de
ese primer dispositivo.
Las relaciones entre el hábitat-ecumene y el hábitat-centro pueden presentar dos
formas diametralmente opuestas según se trate, por una parte, de nómadas
primitivos (cazadores-recolectores) o de sedentarios de las civilizaciones
5
agrícolas «superiores», por el otro (comprendido entre las dos, toda una gama de
formas intermedias según el nivel técnico correspondiente).
En los primeros, el hábitat-centro está localizado en el hábitat-ecumene. Esto
implica la coexistencia del movimiento radiante y del movimiento cíclico;
estando el primero subordinado al segundo, y disponiendo la coexistencia del
espacio (construido, tridimensional, relacional, «abstracto», sincrónico…) y de
la extensión («determinada», formada por yuxtaposición, «concreta»,
diacrónica...) Esta dicotomía expresa, la que existe entre cultura (regla) y
naturaleza (ley) entre los nómadas.
En los segundos, el hábitat-ecumene está situado con relación al hábitat-centro.
El movimiento cíclico desaparece y la extensión se espacializa. Es la aparición
de la medida, de la geometría, de las «representaciones del mundo», de las
«rutas»: todo la «parafernalia» que asegura la toma sincrónica de la extensión,
su conversión en espacio.
Este análisis, debería permitir abordar en su momento el problema de la
multiplicidad real o posible –no numérica, sino específica-, de los centros y de
sus relaciones recíprocas (de su «jerarquía») en las diferentes sociedades: desde
el centro de la habitación individual hasta el «centro del mundo», es decir, el
centro primero y último para una sociedad determinada. ¿Será la ausencia de
estos dos tipos extremos de centro (la capital de un Estado nacional como
Washington o Camberra, por ejemplo, no parece ajustarse a esta situación), un
fenómeno propio de las sociedades modernas, al igual que la desaparición de la
tercera dimensión –«vertical»- del contenido del centro? Y, en este caso, ¿cuál
sentido debe darse a las tentativas de los arquitectos contemporáneos de
«resucitar» esta tercera dimensión en el hábitat de mañana? ¿Busca ella –
estando el cielo vacío a partir de ahora, los infiernos colmados- liberar el hábitat
6
de su carácter telúrico, cortar sus amarras con la «tierra madre» en beneficio de
una pretendida «cosmizacion»? ¿Es esta, una forma arquitectural, urbanística de
llevar a cabo a su manera la conquista del «espacio cósmico»?
Un problema directamente conexo con el anterior es el del sentido social
«total», como lo fue el templo-palacio en las civilizaciones de las primeras
ciudades. ¿Podemos reencontrar su equivalente funcional (y laicizado) en la
organización del espacio habitable de hoy, o ha sido reemplazado por un
pluricentrismo, en el que cada esfera especifica de las actividades humanas
tendería a «secretar» su centro propio?
Sin embargo, ¿no es este pluricentrismo una noción perfectamente
contradictoria? ¿Cualquier «verdadero» centro, puede ser diferente al centro
ultimo? (Y como tal, en el caso de los centros jerarquizados, ¿englobar los
centros que solo están a su propio nivel?) ¿No sería más adecuado, reemplazar
en el caso del hábitat actual la noción de centro por la noción de polo? La
noción de centro, ha estado siempre presente gracias al carácter historial de la
civilización moderna (como lo son los núcleos urbanos de nuestras ciudades,
donde el arraigamiento en el pasado el «centro histórico» -como aquello a partir
de lo cual se desarrolla la ciudad –y no hay que olvidar aquí que esta noción de
desarrollo urbano se ha vuelto hoy intrínseca a la definición del hecho urbano-3,
reemplazó esta tercera dimensión a la cual el centro debía su «centricidad»). En
consecuencia, se interpretaría el espacio habitable actual (o del que se está
formando), ya no como formando sistema concéntrico, sino representando una
estructura en «redecilla», un espacio-red (digo bien, «espacio-red» y no espacio
equipado como red) en el cual los polos constituyen los puntos nodales donde se
liga y se tiende el espacio como red de comunicaciones? Espacio, cuya forma y
3 El desarrollo –la proyección hacia el futuro- representa la otra punta de ese ángulo que da hoy sentido a eso que llamamos todavía las ciudades, como el ángulo espacial de lo itinerario que conduce al centro (los orientes) le otorgaba a las ciudades de los antiguos sedentarios.
7
propiedades están determinadas por la comunicabilidad, virtual o actual, entre
dos o varios de dichos puntos (privilegiando los polos), personas, bienes (entre
ellos, la energía) e informaciones.
«Habitar» significa aquí, antes todo participar de este espacio de
comunicabilidad. La intensidad de este «habitar» es una función de mas o
menos perfecta integración con él (como lo fue en los agricultores «superiores»
la función de la participación mas o menos intensa en el centro). Esta
interpretación en red del hábitat, desemboca en un nuevo «modelo» del espacio
habitable (en concordancia con las discusiones habituales en torno a las
relaciones ciudad/campo, dicotomía o continuidad). Modelo en el cual la
continuidad de la red –del espacio determinado, incluso sobredeterminado, el de
las comunicaciones, circulaciones, intercambios –implica la discontinuidad de
los tramas de dicha red, del espacio indeterminado o subdeterminado: desde los
«terrenos ociosos» hasta toda suerte de campos de explotación (agrícolas,
mineros o petroleros), «reservas naturales» o tierras incultas. Es en suma un
modelo inverso a aquél que –bajo la influencia de Christaller-, subyace a las
interpretaciones corrientes de la geografía humana actual.
Además, esta interpretación plantea la cuestión del sentido general de las
comunicaciones que efectuándose en este espacio- red, lo realiza. ¿Existen de
este tipo de espacios, al menos uno o dos? (En este caso, ¿cuáles son las
relaciones que los unen?
1/La que va de la producción al consumo (comprendido aquí, el consumo
significado por las «diversiones» culturales, turísticas, sociales) y que
representaría la entropía decreciente y creciente de la sociedad que utiliza esta
red?
8
2/La que va de la circulación de las mercancías (cada vez más elaboradas en la
medida de los tratamientos que sufren, comenzando por las materias primas
orgánicas o inorgánicas) hacia la de las informaciones: actividades de dirección,
control, enseñanza, investigación, etc.: ¿Qué va, entonces, de las zonas
«marginales» hacia los polos, grandes metrópolis, «centros» de servicios y del
sector terciario? En este último caso, se efectuaría a este último nivel, el paso, el
«salto» del espacio hacia el tiempo; de la sincronía de la red, vía la mediación
diacrónica de las comunicaciones, al devenir histórico: lo que se traduce hoy en
día –en relación con el espacio habitable-, por las categorías de «habilitación»,
de «prospectiva», de «aumento» (urbano), de «planificación», etc.
El avatar moderno del paso de la extensión terrestre (donde habitan los
humanos) a la tercera dimensión (mástil central, montaña sagrada, altar, etc.)
celeste o infernal, permanecen las potencias supra o infrahumanas, donde los
humanos «llevan a cabo» -como lo hacen hoy- por y en el devenir histórico.
9
LA GENESIS Y LAS ESTRUCTURAS DEL ESPACIO HABITABLE.
Ensayo sobre los sistemas habitables de las sociedades nómadas,
sedentarias e industriales.
¿QUE SIGNIFICA EL TERMINO “HABITAT”?
El concepto de hábitat es un concepto básico de una serie de ciencias humanas. Sin embargo es difícilmente
definible.
El concepto de hábitat es uno de los conceptos de base de toda una serie de disciplinas:
etnología, sociología, geografía humana, historia… Y sin embargo, también uno de los más
problemáticos: desde que se intenta precisar la realidad designada por este concepto, huye por
todas partes como un puñado de agua a través de nuestros dedos.
Por un lado parece imposible definir su extensión (el hábitat como sustantivo): ¿donde se encuentra el limite de
esta cosa que nosotros bautizamos con el vocablo de hábitat?
En efecto vemos intuitivamente que el hábitat representa una cierta realidad física
empíricamente comprensible. Y sin embargo, analizando el hábitat como “sustantivo” como
“cosa”, ¿En el apartamento urbano de un gran conjunto4; en el inmueble del cual forma parte;
en el inmueble con sus dependencias (por ejemplo, con un garaje); en el inmueble mas su
“grupo” social y comercial; en el “conjunto” completo; en el complejo o la región urbana del
cual forma parte?
O más aun, en el caso de una propiedad campesina: en una casa solariega completa; en la casa
con su patio y sus dependencias; con su parque y sus pabellones anexos, con el huerto, el
jardín y la granja; entonces, por qué no con sus tierras?
4 Estructuralmente existe una analogía bastante sorprendente entre, por ejemplo, la “cité radieuse” de Le Corbussier y la Casa Grande de las civilizaciones arcaicas, aunque el principio de gobierno de los habitantes, es profesional o administrativo y no familiar y el espacio privado allí está mas claramente diferenciado que en el primer caso.
10
Dificultad semejante en lo que hace relación a una residencia campesina (habitación familiar;
la granja entera…?) O, para la casa de un negociante o de un artesano medieval, por ejemplo,
con su almacén y con su taller.
Restringiendo la extensión del concepto de hábitat, nos arriesgamos a introducir en él
separaciones y límites puramente arbitrarios5; por el contrario diluyéndolo, extenderlo al
medio ambiente completo.
Por otro lado, igual dificultad para definir su comprensión (“habitar” como verbo): qué es “habitar”? “Habitar”
no equivale a “refugiarse”.
Pero hay más: acotando este concepto con el fin de llegar a la raíz, la “esencia” del hábitat
tropezamos con una nueva dificultad, el problema de la comprensión de dicho concepto. ¿Qué
quiere decir el verbo habitar?
La primera confusión a evitar es aquella que consistiría en identificar “habitar” con
“refugiarse”. Refugio significa parada (una especie particular digamos –para significar un
poco las cosas- la parada inmóvil que no se mueve); y hay tantos refugios como maneras de
pararse: contra las precipitaciones atmosféricas, el calor, la humedad, los insectos, los
animales, los hombres, los malos espíritus… En la península Malasia, la parada contra los
ataques de elefante estaba representada no por chozas sobre pilotes, sino por una plataforma
construida con este fin sobre un árbol cercano; para los australianos del sur, la parada de rigor
contra las noches frías estaba asegurada no por sus chozas en enramados sino por el fuego de
su campamento… en algunas habitaciones la función de refugio o de abrigo se reduce casi a
nada: pantallas contra en viento de los Onas del sur o de los tasmanianos.
Por una parte, entonces la habitación no asegura nunca la parada total sino únicamente parcial
y bastante relativa (incluso entre nosotros, por mencionar solo los problemas que se
relacionan con el ruido y la insonorización, por otra parte, no se necesita gozar de un hábitat
para disponer de un abrigo o de un refugio: el follaje de un árbol representa una excelente
5 Ya que a título de qué excluir del hábitat el taller del artesano o del artista, el gabinete del médico o del escritor. ¿Por qué la época tiende a separar las actividades “privadas” de las profesionales? …Y por qué separar la casa del granjero del resto de su granja? Esta granja no se deriva a menudo de un hábitat en el que los hombres y las bestias dormían juntos?
11
barrera contra el sol y el iglú construido en el campo raso por un esquimal sorprendido por la
tempestad de nieve representa otra, y esta contra una muerte segura…
Igualmente, todas las otras funciones consideradas habitualmente como “domésticas” no exigen en si mismas el
hábitat.
No siendo requerido para guarecerse, el hábitat no lo es tampoco ni para “dormir, ni para
“”comer”, ni para reposarse”, ni para “engendrar y criar”, ni para “reunirse” con su familia o
sus amigos. Si estamos habituados a reunir bajo un solo verbo “habitar” el conjunto de estas
acciones y “pasiones”, ello no quiere decir, que esta síntesis esté en la “naturaleza de las
cosas”: los polinesios - solo por mencionarlos- han “especializado” al extremo dichas
funciones: cocina autónoma, casa de reunión, casa de comidas, choza de parto, etcétera; los
melanesios horticultores poseían en sus jardines a menudo bastante alejados de su hábitat,
“cabañas” en las cuales vivían una parte del tiempo; los antiguos chinos solo pasaban las
temporadas bajas en sus casas, el resto del tiempo en el campo; los iroqueses abandonaban
durante dos o tres anos sus campamentos para las expediciones de caza o de pillaje, etcétera.
E incluso entre nosotros: se puede “comer” en el restaurante, “dormir” en el hotel, “parir” en
una clínica, “reunirse en un café” y “descansar” no importa dónde (la vida de un agente
viajero).
Esta imposibilidad de definir la función del hábitat genera la imposibilidad de comprender la realidad de la cual
sería producto. En efecto, cualquier cosa hecha por el hombre (cualquier artefacto) responde al menos a una
función que la determina.
Pero sin saber en qué consiste la función de “habitar” es imposible saber en qué consiste la
realidad de la cual es producto: el “hábitat”; de qué está hecha y constituida esta “cosa”
significada por el hábitat. En efecto cualquier “cosa” producida por el hombre es funcional –
y el hábitat es una- (el hábitat “natural”, punto sobre el cual trataré mas adelante): “existir”
significa en su caso responder – realmente y virtualmente- a por lo menos una función. Sin lo
cual, perdiendo su razón de ser cesaría de existir no materialmente sino funcionalmente. Si un
“raspador” no es capaz de “raspar” –al menos, ya que puede cumplir otras funciones- deja de
ser un “raspador”; si un “silo” no es capaz de conservar el grano, ya no es un “silo”6. Toda la
6 “Conservar” en las condiciones determinadas –tal duración, tales grados, manera, etcétera- … de conservación-, por el nivel técnico que ha dado ese “silo”. De ahí que el mismo objeto pueda representar un “silo” para los unos pero no
12
constitución de un producto humano, de un artefacta –todo aquello de lo cual está hecho-
responde a ésa(s) funciones y se explica por ellas.
Ahora bien ¿cuál es esta función fundamental, básica que daría cuenta de la constitución del
hábitat y cuya supresión debería generar la suya propia, si fuera cierto que él representa un
producto entre otros de las actividades humanas?
Ahora bien las funciones corrientes del hábitat están aseguradas no por el mismo sino por sus elementos. Sin que
por esto el hábitat sea el producto de su síntesis en la cual la función de cada dispositivo elemento se integre y
concurra a la función del conjunto. Pero, ¿cuál es la función de la “maquina para habitar”?
Pero estas funciones no son solamente como acabamos de verlo variadas y variables (y
además aparentemente independientes las unas de las otras), sino que incluso cada una de
ellas requiere no del hábitat mismo sino uno de los elementos de los cuales está provisto: capa
o lecho, fogón o chimenea, ventanas, tejado o techo, suelo o piso, muros o paredes, etcétera7.
Decir que ellos forman todos los elementos constitutivos del hábitat, esos últimos que
representan el producto de su síntesis –cualquier otra cosa está comprendida por el carácter en
apariencia arbitrario de esta ultima- solo proporciona una seudo respuesta: en cualquier
dispositivo funcional de lo cual nos da un buen ejemplo una maquina cualquiera, todos los
elementos constitutivos concurren al conjunto; en él, su función individual está determinada
enteramente por su propia función global. (Es una función de la función; una función
secundaria determinada por la función primaria). Otro dispositivo, otros elementos; y lo
inverso. Pero ¿cuál es la función de la “maquina para habitar”? Y además: ¿otros elementos,
otro hábitat? … Otro tipo pero no otra especie de hábitat8.
para los otros: “ustedes llaman a eso un “silo”! es apenas una gran jarra, o un gran jarrón”. 7 En realidad estas últimas –las paredes en general- cumplen una doble función en el hábitat: forman como lo veremos mas adelante los elementos propiamente constitutivos del hábitat como tal; pero entonces su función es la de pared “pura”: aquello que forma y delimita el espacio; y luego una vez que se ha asegurado esta función “primaria”, responden a una función propiamente técnica: aislamiento térmico, sonoro, etcétera. Es esta ultima la que da cuenta de su naturaleza propiamente física: tales materiales, tal espesor, tal inclinación del techo, etcétera. Es ella igualmente quien domestica de hecho los elementos del equipamiento.
8 La diferencia aquí no es la que existe entre un Molino y un turbo-generador, sino más análoga a la que hay entre un Molino manual y un Molino eléctrico; incluso en nuestra civilización, una cabaña sin calefacción, piso, techo o ventanas, una vez ocupada por gente sin techo se convierte en un verdadero habitat.
13
Todo ocurre como si sus elementos equiparan un hábitat que ya existe.
En realidad todo ocurre como si esos diversos elementos, lejos de constituir el hábitat el
mismo, no hicieran mas que equipar un hábitat ya existente – contrariamente a los otros
dispositivos humanos (designando “ya” aquí evidentemente la prioridad lógica y no
cronológica): Es porque el hombre ha creado su hábitat que él se ha puesto a plantear – y a
resolverlos mas o menos bien- los problemas del equipamiento de este ultimo. (Decimos bien
además “equipar una casa” con la calefacción, con un aislamiento térmico, etc.)
Pero entonces qué es el hábitat?
Pero entonces volvemos a nuestro punto de partida: el “hábitat”, “habitar”, ¿qué quiere decir
eso? Seria una de esas palabras vagas que no significan nada porque pueden aplicarse a todo:
“esa cosa”.
14
EL HÁBITAT Y EL LUGAR
El “hábitat” como sustantivo deriva del verbo “habitar”. El verbo tiene dos connotaciones:
a) “habitar” en tanto que etnia; b) “habitar” en tanto que individuo (s).
El “hábitat” que deriva del verbo “habitar”, así como una cosa deriva de una función, nos
obliga a interrogar de antemano el verbo de donde proviene este sustantivo.
“Habitar” puede emplearse indistintamente ya sea en expresiones tales como: “Los
Auvernienses habitan el Macizo Central”; “los Onas habitan Tierra del Fuego”; “los Franceses
habitan la Francia” (proposición en apariencia solamente tautológica, como lo constataremos mas
adelante); o también: “Roberto vivió en la isla San Luis” (tal calle, tal número); “Dominica vive
en un casa a la orilla del bosque”.
En el primer caso, el verbo habitar se refiere a una colectividad: pueblo o etnia 9; el segundo, a
un individuo (o a un grupo de individuos: “Mis parientes habitan en Angulema”; “los
Normalistas habitan la calle de Ulm”). Decir “Roberto habita en Francia” (o Europa), es designar
solamente de una manera vaga su hábitat; decir, en cambio: “Los Parisinos habitan París” es
expresar una tautología, afirmar un truismo.
En los dos casos, “habitar” = “estar localizado”. Estar localizado, sustenta una relación entre un sujeto
determinado y un lugar dado. EL lugar forma el producto de esta relación: su determinación se debe al
establecimiento de este último.
En los dos casos, el verbo “habitar” cumple una misma función: indicar donde habita (n) un
sujeto — etnia o individuo (s) —quiere decir localizarlo(s); “habitar” equivale en los dos
casos a “estar localizado”. Ahora bien “localizar sujeto significa determinar su lugar y “estar
localizado”, la posesión por parte del sujeto de un lugar determinado (sin el cual no hay
posibilidad de localización: no localizamos un meteoro, sino únicamente su trayectoria).
Dicho de otro modo, “localizar”, es establecer una relación entre un sujeto dado y algún
lugar (relación momentánea o permanente, de hecho o de derecho, contingente o necesaria,
etc.) y “estar localizado», es sustentar tal relación. Entonces el lugar constituye el producto
de esta relación, el sustantivo (lugar) deriva de la operación indicada por el verbo
9 Es este primer caso que dio el uso del término hábitat en geografía humana, término que
tiende a ser sustituido hoy por el de medio o de medio ambiente.
15
(localizar)10. El lugar en si, el lugar que no seria el lugar de alguna cosa, sino el mismo una
cosa, es un concepto contradictorio11.
Producto de esta relación, la realidad del lugar es puramente funcional. Constituye un campo de presencia: un
conjunto espacio-temporal, configurado y lleno por la presencia de su sujeto.
No siendo una cosa, el lugar está desprovisto de cualquier consistencia intrínseca: su realidad
-lo que él es como lugar - es puramente funcional. Constituye el campo de presencia del sujeto, es
decir, un conjunto espacio-temporal configurado y llenado por su presencia; “configurado”, ya
que su delimitacion - y en consecuencia su forma- en el espacio tiempo está determinada
conjuntamente por los límites espaciales y temporales de dicha presencia; “configurado”, ya que
cualquier “fracción”12 espacio-temporal del lugar contiene dicha presencia, está cargado ella. La
localización determina el lugar en el cual se encuentra el sujeto, allí dónde él es, o dónde él esta
presente. Es esta presencia en un lugar dado que hace posible la localización. Presencia, por
consiguiente, posibilidad de apropiar el sujeto - al menos mentalmente- , posibilidad de
alcanzarlo y de apoderarse. Ya sea directamente - por la percepción, el tacto, la medida, etc., o
indirectamente: en las ciencias naturales, y , en particular, en la física moderna donde la toma
10 Pero, así como el verbo es como cualquier verbo expresamente relacional connotando expresamente la relación así
el sustantivo que designa en primer lugar el producto de dicha operación, solo lo es de manera indirecta, como
constituido que remite implícitamente al constituyente.
11 Si nos inclinamos naturalmente a cosificar el lugar, es que nuestros conceptos intentan siempre apoyarse en las imágenes sensibles, identificamos inconcientemente el lugar con su soporte (o “sustrato”) material. Por ejemplo, allí donde el cráter de un volcán apagado forma actualmente el sitio de un lago, este cráter no se convierte sin embargo en lugar en si. “En si”, representa al mismo tiempo que el lago que contiene, una “cosa” (una cierta realidad física que posee sus propias características empíricas), que como tal se sitúa a su vez en el lugar que le es propio: la montaña volcánica en consideración.
12 “Fracción” no es más que una manera bastante imperfecta de hablar. Tomada al pie de la letra, puede hacer
creer que una fracción espacio-temporal de lugar corresponde a una “fracción” de la presencia del sujeto. Pero así
como un lugar no es un conjunto de puntos espaciales y momentos temporales, el sujeto no se descompone en sus
partículas. Uno y otro forman un todo, y la correspondencia entre ellos no se establece término a término, sino
globalmente. Tanto en su dimensión espacial como temporal, el lugar esta “lleno” del sujeto; ahí donde esta plenitud
se detiene, ya sea en el espacio, o en el tiempo (en e1 “espacio-tiempo” sería una expresión más exacta) se termina
también el lugar. El límite de la presencia representa la frontera misma del lugar.
16
directa es a menudo totalmente imposible, para alcanzar una cosa, determinamos su lugar
guiándonos por el seguimiento de los efectos de su presencia en este lugar.
Esta presencia “se extiende” o “se desarrolla” en el espacio-tiempo. El individuo “llena” con
su presencia una determinada porción del espacio determinando así el límite — y en consecuencia
la forma - espacial del lugar (determinación directamente proporcional a la exactitud de la
localización) y una determinada fracción del tiempo durante la cual se encuentra en este lugar,
determinando así el límite - y en consecuencia la forma - temporal de este lugar (determinando
“hasta dónde” y; “hasta cuando” se extiende dicha presencia), estos dos datos, proporcionados
conjuntamente y por la misma operación son absolutamente indisociables: para que el sujeto sea
espacialmente localizable, es necesario que esté presente en alguna parte, que esté allí; y para que
esté presente allí, es necesario que persista allí durante una determinada fracción de tiempo, por
mínima que sea (fracción no necesariamente perceptible pero al menos medible en derecho). Sin
esto el no puede encontrarse allí, sino únicamente pasa por allí: un punto móvil no es localizable
“puntualmente” como móvil, sino por y en su trayectoria la cual “se extiende” en el espacio-
tiempo.
Este aspecto temporal de la forma del lugar está velado en la percepción corriente. Esto se
debe a que la única dimensión perceptible por nuestros sentidos es la dimensión espacial del lugar
y no su dimensión temporal. Por otra parte, comprendemos esta dimensión espacial
sintéticamente, como un conjunto y no analíticamente como una adición de los puntos de la
amplitud. En cambio, concebimos la duración del lugar analíticamente como una serie de
instantes que se desplazan del futuro hacia el pasado y privadas de cualquier persistencia en el
tiempo. Así pues, coordinamos la totalidad espacial del lugar con un instante delimitado
arbitrariamente en su totalidad temporal, ante que relacionarlas globalmente la una con la otra.
Esto se explica por el hecho de que, en las localizaciones más corrientes que operamos,
tenemos que ver con objetos cuya duración es homogénea y en consecuencia divisible
voluntariamente; podemos prolongar o acortar arbitrariamente el tiempo de presencia de un
cántaro sobre el borde de una chimenea sin deformarla, pero no modificar su espacio. De ahí a
abstraer la dimensión temporal del lugar, sólo hay un paso; no ocurre lo mismo con relación a las
cosas cuya duración es constitutiva en el mismo grado que su dimensión espacial. Es el caso de
todos los seres vivos, pero no solamente; en el caso de la proyección de una película, por
17
ejemplo, su duración es tanto una e indivisible, como lo es su espacio representado por la
pantalla.
La función del lugar es de dar al sujeto como presente.
Constituida en función de la presencia de su sujeto, el lugar la proporciona y nos la
suministra; su función, es dar al sujeto como presente, “asegurar” su presencia. No
absolutamente, claro está, sino relativamente: dentro de los límites espacio-temporal de este
lugar.
El hábitat constituye entonces esencialmente el lugar de presencia. El da ya sea la presencia
del sujeto como miembro o representante de una etnia, o como individuo.
La equivalencia entre “habitar “y “estar localizado”, y “hábitat” y “lugar” parece desembocar en el pricipio de
incertidumbre: es imposible habitar a la vez en el espacio y en el tiempo.
Pero si cualquier lugar es un conjunto espacio-temporal, configurado y lleno por la presencia
del sujeto, la equivalencia entre “habitar” y “estar localizado” y en consecuencia la diferencia
entre “ hábitat” y “lugar”, parece conducir directamente al “principio de incertidumbre ”: “es
imposible habitar (es decir, plantearse como presente) a la vez en el espacio y en el tiempo”; o
bien en el hábitat la presencia del sujeto esta determinada en cuanto al tiempo, dejando en la
indeterminación su presencia en cuanto al espacio, o bien a la inversa.
Es imposible “habitar” en el espacio: esto se refiere al “país”, lugar de la etnia.
El primer caso es aquél en el cual “habitar” significa la relación entre el sujeto representado
por una etnia y un lugar. Convengamos llamar este lugar-hábitat de la etnia con el término “país”
(país que puede también estar representado por una “tierra”, una “provincia” un “territorio »,
etc.).
El país: presencia continua en cuanto al tiempo (“siempre” ), pero discontinua (fraccionaria) en cuanto al
espacio.
Una etnia ocupa su país de una manera continua en cuanto al tiempo: está siempre presente
allí13. Por el contrario, en cuanto al espacio, su presencia al interior es “dispersa”, fraccionaria; es 13 “Siempre” no quiere decir “para siempre”, “a perpetuidad” sino únicamente durante el tiempo del hábitat, durante el tiempo en el cual el país en cuestión representa el hábitat (el lugar que constituye, recordémoslo, un conjunto espacio-temporal)
18
una presencia a veces “aquí”, a veces “allá”. Nunca no se extiende al conjunto del territorio. Esto
se ve especialmente bien en los nómadas que erran de un punto a otro de su país, ocupando
efectivamente cada vez una fracción ínfima de su extensión14.
Es imposible “habitar” en el tiempo: esto se relaciona con la “residencia” (“habitación”), lugar del o (de los)
individuo(s).
El segundo caso es aquel en el cual “habitar”, significa la relación entre un sujeto-individuo (o
sujetos-individuos) y un lugar. Convenimos llamar a este último con el nombre de “residencia” o
de “habitación” (sin preocuparnos por el momento de saber en que consiste: tienda, casa, choza o
refugio - bajo las rocas).
Residencia: presencia continua en cuanto al espacio (“por todas partes”), pero discontinua (intermitente) en
cuanto al tiempo.
La residencia localiza rigurosamente al sujeto en cuanto a la dimensión espacial de su
presencia. Una vez más, esto es especialmente perceptible en el tipo primitivo de habitación - es
decir, en la inmensa mayoría - compuesta de un habitáculo único: aquí, el sujeto está presente en
todas partes en cuanto al espacio; su presencia se extiende a la totalidad de su hábitat. En cuanto
al tiempo, en el caso de la residencia, tratamos aquí por el contrario con una presencia
intermitente, “presencia eclipsada”. Un individuo no se encuentra nunca - salvo en algunos casos
de los cuales hablaré posteriormente – en permanencia “en su casa”15.
Dos especies de hábitat: dos enfoques complementarios y opuestos del concepto “ideal” de hábitat. Esta
antinomia traduce la diferencia de esencia entre estas dos especies de hábitat que corresponden a dos maneras
diferentes de estar presente (ellas dan dos modos diferentes de presencia).
Así entonces: “siempre” y “ por todas partes ”; universalidad de la presencia en el tiempo o en
el espacio. Nunca los dos a vez. Es imposible, parece, localizar verdaderamente el hombre. En lo
14 Sin que por ello, el concepto de “país” represente aquí el producto de una localización, únicamente vaga o aproximativa como, por ejemplo, Francia o París, o incluso una isla de la Ciudad como lugar “de la gran catedral gótica construida en 1163 y consagrada a Notre-Dame”. En su orden, el país es tan rigurosamente lugar de la etnia (a pesar de los problemas militares diplomático-militares de algunas “rectificaciones fronterizas”) como lo es el levantamiento topográfico exacto de la ubicación de Notre-Dame de París.15 Sucede con frecuencia – con referencia al tiempo - que el individuo sea más a menudo “ausente” que “presente” de su residencia, o incluso que esta presencia sea mantenida allí, tan imponderable que, desde el punto de vista de su estadística, pueda ser considerada como cantidad desdeñable.
19
que a él concierne, el hábitat auténtico no es mas que un concepto ideal, un concepto, una noción
límite en la cual el “país” y la “residencia” representan dos aproximaciones complementarias y
opuestas. La indeterminación espacial de la presencia significada por el país es una consecuencia
directa de su determinación exhaustiva en cuanto al tiempo; en el caso de la residencia la
situación es inversa. Esta antinomia nos pone sobre la pista de la irreductibilidad fundamental de
las dos especies de hábitat: uno y otro constituyen un auténtico lugar de presencia, cada uno ellos
da otra presencia.
PAÍS Y PRESENCIA VITAL
El país, es sobre todo el espacio vital: territorio requerido para la subsistencia de la etnia.
¿Qué representa ante todo el país para una etnia, para el hombre como miembro y
representante de ésta?
En primer lugar, su espacio “vital”, una porción de la superficie terrestre requerida para la
existencia misma de la etnia, territorio necesario para su subsistencia. Esta subsistencia, los
hombres de la etnia la extraen del “suelo” de su país, ya sea mediante la explotación directa de
sus recursos naturales, o por su adaptación previa en busca de una explotación posterior.
Subsistencia no solamente económica sino “total”: religiosa, afectiva, etc.
Es pues en primer lugar el espacio económico de los hombres de la etnia. Pero, “ no solo de
pan vive el hombre”: las tradiciones religiosas (o históricas) de la etnia tienen fundamento en los
sitios y en los caminos sagrados de su país; lugares en donde apareció el divinidad, caminos
recorridos por los héroes civilizadores, fuentes, montañas y grutas sagradas, etc. (o la meseta de
Gergovie, el campo de batalla de Verdun, el Muro de los Federados…)16.
16 Los mitos de la creación de la vida humana comienzan por la creación de la tierra, identificada con esta fracción de la superficie terrestre sobre la cual y de la cual vive la etnia. (El modo concreto técnico de esta existencia humana está dado por los mitos de adaptación del espacio étnico realizado gracias a las divinidades, o héroes civilizadores). La convicción de que, para explicar la existencia humana, hay que explicar primero la creación de la tierra, no procede de la evidencia como podría parecer a primera vista. En el estado de la ciencia primitiva, esta visión, más que una constatación experimental, refleja una presuposición teórica: a saber, que la vida procede de la tierra y que, por lo tanto, la segunda precede y “explica” la primera. Además los mitos cosmogónicos terminan casi siempre (o incluso “siempre”) por la explicación del origen no de la existencia humana en sí, sino de la existencia humana concreta, tal como se vive o tal como es vivida por la etnia en cuestión. De ahí esta equivalencia, subrayada por varios historiadores de las religiones, entre la tierra y el terruño: el país. No tanto, me parece, porque los primitivos hubiesen ignorado completamente todo lo que se encuentra más allá de sus fronteras, sino sobre todo porque esto no les planteaba problema: su existencia procedía de su país, solo este último era cuestionado.
20
Si entonces el país representa el lugar en el cual el hombre es, ello significa el lugar del cual es (del cual extrae
su subsistencia). La presencia que da el país, es la presencia “básica” (de base), presencia “vital” del hombre; si el
país da la presencia del hombre, es en tanto y porque él la da, el primero implicando y siguiendo al segundo.
Si entonces el país representa el lugar dónde el hombre es, es que significa el lugar del cual
es: el lugar del cual procede, del cual extrae su subsistencia. (“Egipto, don del Nilo” se traduce
como “la existencia de los Egipcios procede del Nilo”). “Ser” significando ante todo (para el
hombre, así como para cualquier organismo animado) existir como viviente, “vivir” (sin lo cual
el hombre estaría vacío de toda su realidad humana, privado de su “presencia en el mundo”: o
mejor sería un cadáver que antes fue un hombre) y vivir implicando a su vez “subsistir”, la
presencia otorgada por el país es una presencia primordial y fundamental (presencia básica,
condición de todo el “resto”), a saber la presencia vital del hombre17, su presencia en y para la
existencia. O dicho de otra manera, si el país da la presencia del hombre, es tanto en y porque el
la da, el primero implicando y siguiendo el segundo.
La muerte no posee presencia, es sobre todo un “ausente”, un “desaparecido” y “el país de las
muertos” es el mismo de la ausencia. (Volveré más tarde sobre esta igualdad de relación entre:
viviente/país = muerto /“antipaís”.)
Pero el país no es solamente la matriz de donde proviene la subsistencia del hombre, sino también la ecumene
que da todo lo que se necesita para subsistir y que entonces puede albergar la existencia humana en su totalidad:
totalidad de duración (dando la presencia como hecho al mismo tiempo que como duración)
Pero el país no es solamente aquello que da a de existir sino también lo que da todo lo que es
necesario para existir18: matriz de la cual proviene el hombre, que es al mismo tiempo la ecumene
en dónde se pasa la totalidad de su existencia. Haciendo posible la existencia humana, el país
asegura al mismo tiempo su realización efectiva19. Ya que la presencia vital requiere no
17 Sería tentador llamarla presencia biológica, sería el hecho de que esta palabra presente un sentido demasiado restrictivo para designar la presencia total aquí en cuestión. La expresión “presencia existencial” podría convenir si no evocara una corriente filosófica bastante particular.
18 Por un lado porque, por fuera de las sociedades industriales el país satisface las necesidades esenciales del hombre (e incluso todas sus necesidades), por otra parte, porque lo que no le llega directamente del país le es procurada indirectamente por este último: el fenómeno de intercambio manifiesta así mismo el carácter ecuménico del país. También la ayuda bajo forma de donaciones a los países subdesarrollados representa la primera tentativa de envergadura de la extensión económica de la ecumene, que se efectúa sin la distensión paralela de las fronteras del país (fenómeno contrario al de los imperios).19 La primera condición (la posibilidad) como condición necesaria no basta incluso para “hacer” el país. Suponiendo, al menos teóricamente, el caso del nomadismo integral, el hombre extraería su subsistencia, a cada momento particular de su existencia, en una porción determinada de la extensión; pero, en cuanto a la duración, esta existencia se desplegaría en una extensión ilimitada - al menos en derecho -, es decir, en la negación del concepto de país.
21
solamente el subsistencia sino incluso la duración; “vivir”, es en primer lugar subsistir pero “
luego”, subsistir en el tiempo, durar.
El uso mismo del término “vida” distingue claramente entre estos dos aspectos de la existencia
humana. Por una parte, connota una forma de existencia cuya dimensión propia está constituida
por un determinado “nivel de ser” (nivel que distingue su sujeto, por una parte, del ser inanimado
-se trata aquí del “nivel de ser biológico” – y por el otro, de un “muerto”); aquí, “vivir” quiere
decir conservar esta forma de existencia, persistir o subsistir en ella; lo que requiere de los
medios (o de las condiciones) de subsistencia: aire, luz, alimentación, etc.; en este sentido se
emplea el término en expresiones como: ¡“El vive! ” (sobreentendido: “es un viviente”), “llega a
vivir” (a “subsistir”), “vive sanamente”, “vive más o menos bien”, etc. Por otro lado, este término
“vida” connota una forma de existencia cuya dimensión específica es la duración, forma que
requiere para realizarse; esta última connotación se manifiesta en expresiones como: “las edades
de la vida”, “una larga (o breve) vida”, “no vivió” (vivió poco), etc. Aquí, “más o “menos” se
refiere a la dimensión de la duración, allí a la del hecho mismo (o también a su intensidad).
“Vivir”, es gozar del hecho del existir, pero igualmente disponer de la duración para cumplir,
para realizar dicho existir. (Dos aspectos de la existencia: existencia como hecho, existencia
como duración). El país satisface igualmente a estos dos “componentes” de la presencia.
La existencia del hombre en la totalidad de su duración se refiere a la ecumene en la totalidad de su extensión: la
presencia vital es consecutiva a esta relación entre la duración y la extensión.
En tanto que ecumene (horizonte existencial del hombre)20 el país da siempre la presencia del
hombre; la existencia de la etnia tomada en su totalidad se refiere al país tomado en la totalidad
de su extensión21. La presencia vital es consecutiva al establecimiento de dicha relación entre la
20 Esta ecumene humana es análoga a la que posee cualquier animal. No obstante, existe entre ellos una diferencia capital: parece que a medida que se asciende más en la “escala animal”, más se acentúa la especificidad de la ecumene. En todo caso, en los primates el vínculo con su ecumene resulta especialmente riguroso. “En la cúspide”, allí donde se esperaría que ella se estreche aún más, desaparece completamente: el hombre puede vivir y vive efectivamente bajo casi todas las latitudes. Ello, porque es el único animal capaz de cultura (en cuestión aquí bajo su aspecto tecnológico). Pero el rescate inmediato de esta liberación es el encadenamiento aún más riguroso de cualquier animal a su ecumene. Pero esta vez un encadenamiento no natural sino cultural a una ecumene ya no específica sino histórica. Más rigurosa, porque cualquier desplazamiento de un animal (o de una manada de animales) dentro de su ecumene específica sólo implicará en él modificaciones individuales (en su comportamiento, su psiquis, etc.), modificaciones no transmisibles, hereditariamente estériles. Por el contrario, el mismo desplazamiento (si es suficientemente radical y que sea poco prolongado) con referencia a una etnia, modificando su cultura - y que la cultura signifique la herencia del acervo - modificará a menudo completamente esta etnia, volviéndola otra.21 Es porque la duración se refiere a la extensión, porque la correspondencia se establece de uno a otro que la localización de una etnia es posible. Ya que, como tal, una etnia no posee dimensión espacial y, en consecuencia, no posee lugar: físicamente no está en ninguna parte (sólo los hombres que la componen pueden ser directamente localizados). Pero ella posee la dimensión temporal, una historia colectiva, la del “nosotros”: conjunto social que
22
duración y la extensión, entre la diacronía y el sincronía: existencia como duración, lugar de
extensión: la existencia como duración viene del país como extensión.
De esta relación depende la identidad del hombre (y contrariamente también la del país).
Esta relación entre la existencia de una etnia y su lugar no es una relación de hecho sino de
derecho: la identidad misma de la etnia, su “personalidad” cultural depende de ella22. El país
representa la matriz, la forma cóncava donde se moldea su economía, su técnica, sus creencias
religiosas, hasta su afectividad23. Esta último puede incluso ser herida de muerte por el abandono:
es la melancolía o el heimwehe de la cual no solamente los suizos, lejos de allí, fueron las
víctimas.
Decir “esquimal”, es decir: kayak con pantalla, lámpara de aceite de animales marinos, trineo
tirado por perros, iglú o casa armada con huesos de ballena (entre otras cosas, por supuesto),
prendas de vestir en piel de reno o foca, lámpara y marmita en esteatita, astas de arpón en marfil,
pesca del salmón o caza del reno en verano, caza de la foca en invierno (con su técnica tan
particular). Pero enumerar este complejo de características culturales, es designar las regiones
septentrionales de Norteamérica. (Y mientras más se precisa este complejo, más concretamente
se localiza la región de la cual depende.)
Decir “ egipcio”, es decir agricultura basada en el riego, pueblos concentrados al máximo
(para no pisar las tierras cultivables), piedras duras y lodo como materiales de construcción (y
ausencia paralela de madera), identificación entre “norte” y “arriba”, “sur” y “abajo” (y la
primitiva preponderancia religiosa de esta última dirección), culto “solar” de los escarabajos y de
los halcones, etc. Mientras más precisamos este complejo, mejor vemos su indisolubilidad con el
valle del Nilo.
Este relación de derecho que se establece entre el hombre y su país no quiere decir que la
migración o el éxodo definitivo implique ipso facto la destrucción o la aniquilación de la etnia.
representa. Es la relación de esta duración colectiva con la extensión en la cual se despliega lo que permite asignar a la etnia su hábitat.22 Relación de hecho: aquélla que se establece allí donde un sujeto no implica por si mismo, (por lo que es), por su naturaleza, ningún lugar determinado; no más que aquí o allá; como, por ejemplo, un cántaro no implica el borde de la chimenea sobre el cual se encuentra realmente colocado.23 ¿“Cómo se puede nacer Persa?”, o incluso esta carta de un escriba egipcio que se encontraba en Siria escrita a su colega en Egipto: The miserable Asiatic, it goes ill with the land where he is (a land) troubled with water, inaccessible because of the many trees, with its roads bad because of the mountain” , carta que se termina por esta tranquilizante conclusion: “Trouble thyself not about him: He is (only) an Asiatic.”
23
Pero la vuelve otra (no otra diferente a las otras - etnias -, ya que sin esta última alteridad no hay
etnia, sino otra que es era la misma de antes). Por ejemplo los judíos: agricultores y belicosos
antes de la diáspora, dedicados a las profesiones terciarias durante esta, de nuevo agricultores y
soldados después de su retorno en la Tierra santa.
Puesto que “habitar” es anudar una relación de derecho entre hombres y un lugar y no levantar
una relación de hecho, la proposición “los Franceses habitan Francia” no es tautológica sino
“sintética”. Ella no afirma que cualquiera que sea el espacio geográfico en cuestión, se bautiza
como “Francia ” por el solo hecho de su ocupación por el pueblo francés, pero asigna a una etnia
determinada un lugar también determinado (ella delimita como francés lo que no sería la
proposición del primer tipo - un espacio geográfico estrictamente definido por su situación entre
el Océano Atlántico, la cadena de los Pirineos, el Mediterráneo, etc., así como la proposición “los
Haïda habitan la costa noroeste de América del Norte” delimita la superficie ocupada por estos
últimos; lugar que la relación en cuestión vuelve “suya”, de la cual hace la “tierra francesa”).
Esta asignación y apropiación que expresa dicha proposición es lo que decide la proyección
ulterior sobre el llamado espacio del nombre de la etnia. (Expresaríamos una tautología
afirmando: « Francia es la tierra francesa”, pero no diciendo: “Francia es la tierra de los
Franceses”.) El nombre aquí pasa de la etnia a su espacio geográfico y no al contrario, como es el
caso en este enunciado (esta vez indudablemente tautológico): “Los Parisinos habitan París”,
dónde un lugar determinado bautizado París, bautiza a su vez con el vocablo “parisino” a cada
uno de sus ocupantes permanentes.
Valdría la pena señalar que la identidad de una etnia que depende de su hábitat, localizar
verdaderamente éste, es de hecho responder a dos preguntas conexas: ¿Cuál es el territorio propio
de una etnia? ¿En qué le es propio? (¿Por que y cómo se expresa la relación en cuestión?)
Además, sería tentador agregar que esta relación es recíproca: así como la identidad étnica
soporta al país, así mismo la identidad del país depende de la cultura de la etnia que lo habita. (Es
decir, al igual que la cultura étnica es la función del país, así mismo el país es lo que es en
función de esta cultura.) Esta segunda dependencia se manifiesta a la vez sobre varios planos:
a) A nivel físico, particularmente visible en las altas civilizaciones por las transformaciones y
la reestructuración material del país efectuado por dichas civilizaciones: lugares, caminos,
grandes trabajos de equipamiento del territorio, división de la superficie en campos, etc. La
naturaleza virgen se convierte en una “mujer de interior”. Incluso los supuestos vestigios de su
24
virginidad ya no existen, porque están enmarcados - vestidos y equipados - por las obras del
hombre: una arboleda o un bosque “natural” recortado cuidadosamente y enmarcado en los
campos y los caminos que lo confinan y le asignan su lugar. Ocurre lo mismo con las altas
montañas (equipadas con estaciones deportivas, teleféricos, observatorios, hoy pistas de
aterrizaje).
b) En la valoración (o la proyección) del aspecto natural del país: la naturaleza de un país es
siempre “la naturaleza” de una cultura (lo que ella es como naturaleza, el rostro natural que
presenta) que depende de dicha cultura ; allí donde un Blanco de hoy sólo ve el desierto, un
indígena de antaño veía un suelo hormigueante de vida: “Habitantes de una región desértica
de la California del Sur donde algunas raras familias de Blancos logran subsistir solas, los
Indios Coahuila, entre varios millares, no lograban agotar los recursos naturales; vivían en la
abundancia. Ya que en este país aparentemente estéril, conocían no menos de 60 plantas
alimenticias y otras 28 con propiedades narcóticas, estimulantes o medicinales”. “Los terrenos
ricos en caza” sólo lo son para un pueblo cazador; “las fértiles tierras aluviales” solo lo son
para aquello cuyas técnicas agrícolas supieron volverlas así; “los abundantes yacimientos de
hierro o de uranio” solo existen allí donde el hombre aprendió a fabricar (o también allí donde
aprendió que es posible fabricar) las herramientas y los objetos en hierro o los reactores
termonucleares. En cincuenta o cien años, descubriremos quizá una nueva riqueza natural en
nuestro suelo, riqueza hoy, en el estado actual de nuestra cultura, inexistente. Así como no
existían tierras aluviales para los cazadores-cosechadores y yacimientos de mineral de hierro
para los pueblos de la edad piedra. Siempre y todas partes nuestra cultura nos devela la
identidad de nuestro país, nos la muestra tal como es; tal como es… para nosotros. Si los
Indios Coahuila podían vivir en gran número y en abundancia allí donde hoy solamente
algunos Blancos logran subsistir, es porque los primeros no vivían el mismo “país” que los
segundos, sino en otro. Esto se relaciona no sólo al aspecto económico del paisaje sino
también a todos los otros. Las montañas que, para el hombre medieval, sólo representaban una
realidad negativa (un obstáculo, lugares que había que evitar, esquivar), se convierten para
Petrarca, sus amigos y sus discípulos, en un polo de atracción. La Francia del siglo XIX no
poseía la región de la “pintoresca”Auvernia, ya que en esa época, no se observaba aún a través
de los lentes de lo “pintoresco”.
25
c) Por el aspecto religioso afectivo del país: una roca que tiene una fuente sagrada; incluso la
meseta de Gergovia o el campo de batalla de Verdun. ¿Aspecto subjetivo? Digamos no material,
no perceptible con instrumentos físicos de medida, como lo es una desigualdad del terreno o un
yacimiento de uranio. Subjetivo únicamente para aquél que está “afuera”, para un observador que
no comparte la cultura de la etnia en cuestión y por esto no ve las mismas cosas que aquéllos que
las observan desde “el interior”.
Esta relación construida en la diacronía se realiza (“se reactualiza”) en la sincronía.
Esta relación, entonces hábitat mismo es construido por la historia: es el pasado histórico de la
etnia quien ha formado el país en sus fronteras y en su naturaleza. Todo lo que éste representa
para esta etnia en un presente determinado (momento X de su historia) es obra del tiempo
histórico. (Lo que el representa en la sincronía es construido en la diacronía.)
Pero “habitar”, es situarse no en el tiempo sino en la duración: como obra del tiempo
histórico, el país pone éste entre paréntesis. Una etnia habita su país por el tiempo que permanece
en él. Mientras pasa de un territorio, cambiando perpetuamente de lugar, no habita en ninguna
parte, vive errante. El país expresa la persistencia en un lugar determinado. “Habitar” representa
no el devenir sino un estar. (Estar que puede expresarse en el pasado: “Antes vivían…”; pero
incluso aquí el tiempo está detenido en un pasado, no es el tiempo como movimiento de lo que ha
sido hacia lo que es, del pasado hacia el presente.)
Toda cosmogonía, excepto la de hoy, desemboca en el presente. Quiere “justificar” el estado
actual y no preparar el futuro.
PAIS Y MOVIMIENTO VITAL
En esta relación hombre/ecumene, el movimiento juega el rol de término medio entre dos términos extremos.
El país como lugar de presencia vital, ya lo hemos visto, resulta de la relación entre la
existencia de los hombres y la ecumene. Ahora bien cualquier relación supone un operador,
26
término medio que relaciona el uno con el otro, dos términos extremos24, en el caso de la etnia a
su ecumene. ¿Qué es lo que asegura esta mediación, qué realiza esta relación?
Por el movimiento (locomoción) el hombre asegura su subsistencia.
El movimiento. Por una parte, gracias al movimiento el hombre adquiere y gana su
subsistencia, se mantiene presente en la existencia. Los órganos de locomoción juegan el role de
enlace” entre el animal (no es necesario recordar que el hombre lo es) y su medio ambiente,
garantizando el paso del mundo asimilado por la percepción (o esta parte de él) a aquél asimilado
por 1a “ingestión” (del mundo percibido al mundo integrado). Hay aquí una analogía
sorprendente entre, por una parte, el hombre → el movimiento → la ecumene; por otra parte, esta
segunda tríada, objeto de un curso de A. Leroi-Gourhan: órganos (o funciones) de relación →
órganos de locomoción → órganos de prehensión, en la cual la locomoción juega igualmente el
rol de término medio entre la aprehensión sensible y la aprehensión apropiativa25.
Por el movimiento, él se apropia la extensión de su ecumene, la vuelve “suya”.
Pero, además, al desplegarse en la amplitud de la ecumene, el movimiento permite también al
hombre apropiársela, realizarla como su posesión.
Los ejemplos de esta actividad adquisitoria, por el movimiento que realiza (o incluso
reactualiza) el país como propiedad del hombre, son fáciles de encontrar a nivel tecno
económico: cualquier caza, cualquier cosecha, cualquier trabajo de campo lo ilustran. Sería por el
contrario interesante buscar ejemplos “por el lado del propietario” al nivel simbólico como por
ejemplo, los viajes rituales del emperador de China a las cuatro “extremos” del imperio.
El « trayecto organizador », del cual habla A. Leroi-Gourhan en su obra La cité à travers
l’histoire (La Ciudad a través de la historia), no forma parte totalmente: representa mas bien el
momento de construcción de la ecumene que el de su realización. Como tal, pertenece a este
24 En una relación puramente arbitraria, no fundada en las cosas, es el “hacedor” de esta relación - en este caso, el hombre - quien asegura esta mediación factica.
25 Si la facultad motriz caracteriza el reino animal por oposición al reino vegetal (haciendo abstracción de las formas “transitorias”), es que es ella misma quien organiza su ecumene o más bien realiza su organización efectiva: “Puesto que la montaña no viene al ratón, es necesario que él vaya a la montaña”. (Volveré de nuevo sobre este punto.) “Habitar” implica aquí subsistir, pero “subsistir”, implica a su vez “moverse”. El movimiento expresa y señala la vida, al igual que la inercia, la inmovilidad simboliza la muerte, una vez más, al nivel técnicamente más primitivo (en el cual la actividad adquisitoria moviliza toda la energía del hombre) el rol y la importancia del movimiento en la existencia humana son más “visibles”.
27
tiempo histórico que es el verdadero arquitecto del hábitat y del que hablé antes. Se podría decir
que este trayecto define el país. La realización se efectúa en la duración repetitiva que reactualice
el “ya dado” (en el pasado). Sería comparable al uso, en las operaciones matemáticas, de una
definición establecida de antemano y que hace posibles estas operaciones, y permite efectuarlas.
Entonces no tratándose de manera constitutiva - puesto que esta “ya hecho” -, este trayecto
organizador actúa sin embargo “repetitivamente”: lo que se ha hecho ha sido para volverlo hacer;
el presente reactualiza perpetuamente el gesto primitiva. La misma anotación podría aplicarse a
los agricultores y a sus trabajos de labranza de los campos.
Así entonces, por el mismo movimiento “vital” el hombre asegura su subsistencia y realiza su
ecumene.
Ahora bien el movimiento es lo que extiende la presencia del hombre a la totalidad de su ecumene. Así pues, la
presencia “territorial” y la presencia “vital” representan dos aspectos - sincrónico y diacrónico - de una sola y
misma presencia.
Pero realizando esta ecumene gracias a la cual subsiste el hombre, el movimiento difunde al
mismo tiempo en todas sus partes (en la ecumene) la presencia humana, la extiende, la generaliza
(o incluso la universaliza) a todo su conjunto. Gracias a ella, el hombre ya no está presente
únicamente en esta porción limitada del país que él ocupa hic et nunc, sino su totalidad; está
presente en todas partes presente. Esta presencia “territorial” corresponde a su presencia “vital”,
ambas solo representan dos aspectos (incluso dos “puntos de vista”…) de una misma realidad: la
presencia prevista por parte de la extensión y la misma presencia considerada por el lado de la
duración (dicho de otra manera: la presencia en su dimensión día- y sincrónica). “Por todas
partes donde me encuentro en el curso de mis desplazamientos, tanto en París, Burdeos, Lille
como Marsella, me encuentro siempre en Francia”: por una parte tenemos aquí un conjunto
diacrónico mis desplazamientos diversos, dispersados en el tiempo pero que pertenecen todos a
mi duración histórica (o incluso se sitúan en ella) -; por el otro, un conjunto sincrónico - ciudades
distintas y esparcidas en el espacio, pero que pertenecen todas también a la extensión de mi país.
Por el movimiento la existencia en tanto que duración, informa y llena con su presencia la ecumene en tanto que
extensión.
Término medio entre dos extremos – hombre-ecumene - el movimiento juega el rol del
operador que relaciona la existencia humana en la totalidad de su duración con la ecumene en la
28
totalidad de su extensión. Es por él que la existencia como duración informa y llena con su
presencia el país como extensión.
El país que significa la relación entre el “siempre” de la existencia y el “por todas partes” de la ecumene,
representa el hábitat auténtico.
El país representa un hábitat auténtico y no una aproximación subdeterminada de su concepto
“ideal” tal como se desprendió en la primera parte de este trabajo. El principio de incertidumbre
cesa de aplicarse allí en cuanto se define el modo de presencia en juego aquí; desde que se hace
claro que esta relación entre el sujeto y el lugar que produce aquí el hábitat es una relación global
entre el “siempre” de la existencia y el “por todas partes” de la ecumene, y no una
correspondencia analítica, término a término, entre los instantes de la primera y los puntos del
segundo. Ya que, al igual que la existencia no se compone de una suma de instantes, así mismo el
país no resulta de una adición de «las partículas” de la extensión: a este nivel, uno y otra se
vacían igualmente de toda realidad.
RESIDENCIA Y PRESENCIA SOCIAL
Contrariamente al hábitat-país, el hábitat-residencia representa una “anti ecumene”: solo puede albergar un
fragmento de la existencia.
Pasando del análisis hábitat-país al del hábitat residencia – es decir de la relación: etnia/lugar
a la relación: individuo(s) /lugar - asistimos a la inversión completa de los datos del problema. En
primer lugar porque, si el país es el lugar que totaliza la existencia humana, la residencia, por el
contrario, significa una “anti ecumene”, lugar por definición parcial, que solo puede albergar una
“parcela o un “ fragmento” de su existencia. (Lugar de la presencia continuo en cuanto al espacio,
pero discontinuo en cuanto al tiempo).
Ahora bien, un lugar de presencia entre otros (la residencia) está llamado a monopolizar esta presencia,
representar la presencia de derecho. Esto desemboca en la distribución del medio ambiente humano en dos zonas: a)
aquélla formada por un lugar en donde la presencia de hecho coincide con la presencia de derecho: la residencia,
posición de derecho; b) aquélla formada por los lugares en donde la presencia de hecho no expresa la presencia de
derecho: el “resto”, posiciones de hecho. Todas las posiciones de hecho que están siempre relacionadas con aquélla
única posición de derecho.
Lugar parcial, la residencia sólo representa una, entre otras, localización posible del hombre: si
llega a estar bien “allí”, llega sobre todo a encontrarse… no importa dónde “en cualquier parte”
(mientras que solo s e sitúe en su país)26. Y sin embargo - si “habitar” equivale a “ser localizado”
26 El lugar parcial salvo en los casos particulares (y altamente significativos): del prisionero, del recluso, del muerto, o incluso del emperador de China llamado a permanecer perpetuamente en su palacio. Volveré sobre esto
29
como presente - el hábitat residencia goza de este privilegio exorbitante de representar la pars pro
toto, de constituir el único lugar cualificado por la presencia del hombre, el único lugar en el cual
“permanece”, “reside” (pasa sus días), “se queda”, “se halla” (habitar = haberse). Como único
lugar caracterizado por la presencia, el hábitat implica la distribución el medio27 en dos zonas (o
incluso clases), efectuada en cuanto a dicha presencia: la una formada por este única lugar; la otra
formada por todos los demás lugares posibles en donde se localiza el hombre28.
La primera zona se define positivamente como lugar de la presencia de derecho; es el único
lugar en la cual la posición de hecho del sujeto- el lugar donde se localiza físicamente - coincide
con su posición de derecho29. La segunda, sólo se define negativamente: es “el resto”; y de ella
forman parte todos los lugares no pertinentes en cuanto a dicha presencia, lugares en donde la
posición de hecho del sujeto no expresa la de derecho. Localizándose allí físicamente, el sujeto
no cesa “de permanecer”, “de tenerse” en su residencia, sin lo cual cualquier eclipse físico del
hombre con relación a su habitación generaría automáticamente la desaparición de esta última (no
claro esta su desaparición física, sino su desaparición funcional como habitación). Es decir que
esta habitación se convertiría en el momento de la presencia en una habitación “eclipses”, fugaz,
pasajera, el hombre deja de habitarla en el presente para permanecer allí sólo en “el pasado” y
“en el futuro”.
De aquí, dos interrogantes: a) ¿Qué es esta “presencia de derecho, qué hace la habitación?; b) ¿Qué es lo que
permite relacionar las posiciones de hecho con la de derecho? ¿Quién hace entonces “posible” la habitación?
posteriormente.27 Medio en tanto que medio ambiente: conjunto de las localizaciones efectivas o posibles del hombre en el curso de su existencia, sin juzgar por el momento si este medio se recubre o no con el hábitat como ecumene.
28 Aunque el país unifica este medio: todos los lugares lo conforman igualmente, el uno distingue poniendo aparte un solo lugar privilegiado, el otro confunde haciéndolos participar todos en el mismo conjunto.
29 En cuanto a la presencia física no existe ningún criterio de diferenciación entre todos los lugares en donde el hombre puede localizarse: se encuentra tanto en su habitación como por todas partes; está siempre allí donde está Pero desde que residencia signifique el lugar de la presencia de derecho surgen dos situaciones heterogéneas: cuando el hombre se encuentra en su habitación él está - de derecho – allí donde está de hecho; cuando se encuentra afuera ya no está - de derecho – allí donde está - de hecho. Si solo existieran posiciones de hecho, la pregunta “dónde estoy?”estaría desprovista de sentido, no implicaría ninguna respuesta: “estoy allí donde estoy” solo es una tautología. La respuesta suponen aquí que esta posición efectiva puede ser situada con relación a otra de la cual es el centro de referencia; la respuesta como la pregunta lo presupone siempre implícitamente. Volveré de nuevo sobre este problema.
30
Lo que significa que “habitando” cualquier lugar en donde esté el hombre se refiere siempre a
su residencia y que, a cambio, ésta se convierte en el denominador común (y el único positivo) de
todas estas posiciones de hecho, que están todas igualmente relacionadas con esta posición de
derecho (todas, incluida aquella que coincide con la residencia). Denominador de “exclusión” -
que relaciona aquello que le es externo - si se lo compara con ese denominador de “inclusión”
que representa la ecumene (el país). Aquí, todas las posiciones se sitúan también en el mismo
hábitat; allí, todas las posiciones por fuera del hábitat se relacionan igualmente con él.
Estos prolegómenos a la residencia plantean inmediatamente dos interrogantes: ¿Cuál es esta
“presencia de derecho en nombre de la cual se opera esta división del medio ambiente humano en
dos zonas marcadas cada una respectivamente con el signo negativo o positivo en cuanto a dicha
presencia? ¿Cuál es el operador que relaciona al hombre con su residencia, en otras palabras,
todas sus posiciones de hecho con una sola posición de derecho?
La respuesta a la primera pregunta es casi inmediata: todos los lugares del medio ambiente del hombree son
vitalmente (existencialmente) equivalentes. La residencia esa el lugar de la presencia social.
La primera pregunta, conduce casi por si misma a su respuesta. Como lo habíamos visto en la
introducción, no existen actividades específicas a la residencia, función que ella misma requería.
Sería este además el caso en el cual en el que al menos todas estas actividades son vitalmente
equivalentes, igualmente necesarias para existir. Puede haber entre ellas diferencias de “más” a
“menos ” y no “de nada” a “todo”. Ninguna de ellas contiene nada propio para convertirse en
sinónimo de presencia, para jugar el papel de pars pro toto: en cuanto a la presencia vital, en
ninguna parte estoy ni “más” ni “mejor” (a menudo incluso y mucho “menos” y sobre todo
“menos bien”; de ahí el deseo de evasión); estoy allí en donde estoy, es decir siempre y en todas
partes en mi ecumene (suponiendo que no sea un ser errante que posee un medio ambiente
estable).
En cuanto a mi presencia vital, si todos los lugares de mi ecumene son válidos, no ocurre lo
mismo en cuanto a mi presencia social: mi residencia en donde no estoy presente de una manera
particular ni en mí mismo ni en las cosas representa el lugar donde estoy de derecho presente ante
los otros. Ante esta colectividad humana de la cual soy miembro. La residencia es el lugar de
convergencia de la presencia de las unos hacia los otros, de los miembros de uno comunidad
social. Es un lugar donde me encuentro porque me reencuentro con los otros: en el seno de mi
comunidad “interna”, por una parte (una familia más o menos grande), y es entonces la tienda, la
choza, la casa, etc.; por otra, con aquellos de mi comunidad familiar si se trata de la casa; con
31
aquellos de mi grupo social si se trata del pueblo, de la ciudad o del campamento. ¿Y
contrariamente es un lugar en donde los otros saben que pueden encontrarme (dónde está usted
actualmente? “Estoy en mi casa”): mis parientes, mis amigos, el cartero, la casamentera, el
recaudador, la policía (significado social de la “dirección”).
Es porque ella es el lugar en donde el hombre está presente para los otros que la residencia
puede volverse suya (su “casa de él”).
Es porque ella representa el lugar en donde estoy para los otros, porque ella es reconocida como tal, que mi
residencia puede convertirse en mi “mi casa”, “mi lugar”, un espacio “privado” considerado por mi como mi
propiedad.
En efecto, así como no estoy en ninguna parte “más” o “menos” presente en cuanto a mi
medio ambiente (o al “nuestro” si se tiene en cuenta que es la etnia la verdadera propietaria de su
ecumene), así mismo ningún lugar de allí es más o menos mío. La noción de la propiedad se
relaciona sin distinción alguna a la totalidad del medio ambiente (el “nosotros étnico es
propietario de la totalidad de su ecumene en tanto “nosotros: totalidad colectiva indistinta),
desprovista de todo sentido cuando se aplica a algunos de sus fragmentos mas que a otros. Pero
ella adquiere sentido cuando se trata de aquéllos que comparten conmigo el mismo medio
ambiente y cuyo reconocimiento es indispensable a fin de que la relación entre yo y un fragmento
de este medio ambiente sea la del propietario con la cosa poseída30.
Esta relación del propietario con la cosa poseída distingue la habitación de los lugares donde la convergencia en la
presencia social se realiza por conveniencia.
Esta relación de derecho es permanente (mientras dure la habitación) entre el hombre y su
residencia como lugar de presencia social, la distingue esencialmente de todas las demás
porciones de la extensión en donde la convergencia social se realiza por “conveniencia”: lugares
de encuentro, puntos de adhesión, espacios de reunión. Aquí el vínculo entre los individuos y
tales lugares es puramente “fáctico” y contingente. La conveniencia colectiva que lo establece no
pretende establecer ninguna relación intrínseca entre el ego (o los ego) y el lugar en cuestión,
relación que solo podría decidir su atribución a la persona del ego, volverla “suya”.
30 Por supuesto, puedo también reivindicar la propiedad de un lugar contra la sociedad que me la niega. Pero esta reivindicación se dirige siempre a esos otros, se inscribe contra ellos y no contra los elementos del medio. Es pues siempre de naturaleza social. Además existe, como me esforzaré en demostrarlo mas adelante, un vínculo bastante significativo entre la habitación y la propiedad inmobiliaria, vínculo de dependencia que va de la una a la otra.
32
Además estos últimos están separados en el espacio físico, mientras que la residencia está separada en el espacio
social ( formado por este conjunto social del cual hace parte el individuo).
Pero además (e incluso sobre todo) este lugar designado por conveniencia está espacialmente
por su diferenciación física de la extensión ambiente con ayuda de los rasgos que los
caracterizan por oposición al resto del medio ambiente (“nos encontraremos bajo esta gran roca
ligeramente inclinada que se percibe a la izquierda cuando se rodea la montaña…”). Ahora bien,
el espacio al interior del cual se divide y se forma este lugar-residencia no es el espacio físico
sino social. Herederos y sucesores de las grandes civilizaciones “sedentarias”, tendemos a
identificar el lugar de la residencia con el sitio en el cual actualmente se instala, y a considerarla
así como separada en el espacio físico donde este sitio mismo se localiza, como formada a partir
de él. Es olvidar que dichas civilizaciones, aunque representan una etapa revolucionaria en la
historia del hábitat, sólo constituyen sin embargo un momento de ella. Antes de identificarse con
el suelo, la habitación se mantiene completamente libre en su condición, no haciendo más que
proyectarse. Es el caso de cualquier campamento nómada en donde la división del lugar
proyectándose en plano sobre el suelo no hace más que traducir y expresar la división del espacio
social, el mismo perfectamente independiente de cualquier lugar físico determinado.
La residencia está determinada diferencialmente por oposición a los otros elementos espaciales de este conjunto.
Primitivamente y por ello esencialmente - ya que ese “primitivismo” no la vuelve por ello
menos “habitable” - la residencia se refiere no al espacio físico donde se instala (o se origina)
sino al espacio social al interior del cual ella se delimita y donde ella se define siempre
diferencialmente por oposición a los otros elementos espaciales de este conjunto social31.
Residencia “solitaria” solo es un concepto negativo derivado directamente de la residencia social:
se habita solitariamente cuando se habita “aparte de los otros”. Esta soledad se relaciona
negativamente con el conjunto social a partir del cual se forma por desprendimiento y que supone
siempre para seguir siendo “solitaria”.
Allí donde la habitación deja de formar parte de un conjunto social, ella desaparece.
Cualquier residencia, por más solitaria que sea, conserva sin embargo al menos ese cordón
umbilical que la vincula a la sociedad al margen de la cual se ubica: el camino o la ruta que la
31 Como siempre en las civilizaciones primitivas esta dependencia orgánica de cada elemento del conjunto del cual forma parte es la más visible. Ella “es mucho más velada en las altas civilizaciones donde el suelo mismo se socializó y en donde, por consiguiente, se vuelve imposible de leer las estructuras sociales sin pasar por el suelo donde ellas se originaron.
33
comunicarse con ella. Allí donde logra sin embargo separarse (es el caso, por ejemplo, de
algunos eremitas que se “retiraron” definitivamente “del mundo”), proyectada fuera del horizonte
del mundo de los hombres, ella desaparece al igual que aquél que lo ocupa (la desaparición de
Lao Tseu más allá de los pasos del Oeste).
La habitación espacializa la sociedad; la habitación socializa el espacio.
Lugar de la presencia social, delimitada espacialmente en un conjunto social, la habitación
espacializa la sociedad, al mismo tiempo que socializa el espacio:
a) La habitación espacializa la sociedad expresando la organización social con ayuda y en
términos de organización estructural del espacio. La situación espacial respectiva de las
habitaciones, su situación con relación al “centro”, a la “periferia”, a 1a “dirección circular” o
“radiante”, etc., expresa la situación social de sus habitantes, su lugar en la comunidad de la cual
forman parte. Esta espacialización de la sociedad “nacida” en la habitación se generalizó en casi
todos los ámbitos de la vida social: en la disposición de una comida ceremonial o de una
audiencia en el tribunal, el orden de una marcha, en la organización de un juego o de una
ceremonia. Impregnó nuestra manera de pensar: hablamos “instintivamente” de hombres
“superiores” e “inferiores », evitamos cualquier “situación periférica », creemos todos que la
posición en el centro es naturalmente “central”, es decir, privilegiada, preeminente. Es olvidar
que al nivel de las cosas, la posición central no es que más significativa que cualquier otra (es
decir que en si misma está desprovista de todo significado), que aquellos “de arriba” no son allí
“superiores”, ni “aquellos de abajo”, “inferiores”; que es necesario en primer lugar que la
habitación organice socialmente el espacio para que las estructuras espaciales puedan a su vez
simbolizar el orden y el jerarquía.
b) La habitación socializa el espacio. No hay que confundir esta socialización con la
humanización de la extensión (decir “etnizacion” seria más exacto) que sigue siempre al
establecimiento de la relación etnia/país.
De ordinario, esta humanización del medio ambiente está bautizada por los sociólogos con el
término de “socialización del espacio”.
Por el contrario, esta socialización del espacio es consecutiva al establecimiento de la
relación de derecho entre el individuo y el lugar que, volviéndose “suyo” , puede en adelante
simbolizarlo; no como individuo sino como “persona”: elemento estructural de un conjunto
34
social. Puesto que cada persona posee “su” lugar, cada lugar requiere “su” persona: la del jefe, el
jefe, la del huésped, el huésped, etc. (ver la nota siguiente).
Algunas diferencias entre país y habitación: a) presencia vital - presencia social; b) relación del hombre con la
naturaleza - su relación con los otros hombres; c) relación que implica la organización técnica - relación que
implica la organización social) modificado por las mutaciones técnicas - o por los mutaciones sociales.
Antes de avanzar más en nuestro análisis del hábitat residencia, establezcamos una rápida
comparación entre el país y la habitación para recapitular sobre las principales diferencias
formales entre estas dos especies de lugar:
a) El país, ya lo vimos, da la presencia vital, mientras que la residencia da la presencia social.
b) El país implica la relación entre los hombres de la etnia y la naturaleza de su ecumene
(naturaleza que está ya humanizada por ellos pero que sin embargo se presenta ante ellos como
naturaleza)32; la residencia, la del hombre ante otros hombres, del individuo en la sociedad de la
cual forma parte. De esta relación depende la identidad social del hombre, la residencia que
traduce y representa espacialmente el rol que el individuo juega como “persona” o “personaje” en
el conjunto social al cual pertenece. Es decir, por una parte, en esta comunidad “interna” que es la
familia: lugar del jefe de familia, de su esposa (o de sus esposas), de los hijos, de los huéspedes,
etc; por el otro, en esta comunidad “ externa” que rodea o circunda la primera: chozas del jefe, de
las hijas, de las adolescentes, de los hogares, etc., solo por citar aquí el ejemplo de un pueblo
Bosquimano analizado por A. Leroi-Gourhan en su obra La Ciudad a través de la historia.
Por el contrario, aquellos que no habitan “en ninguna parte”, los vagabundos y los indigentes
son individuos socialmente inidentificables.
Esta dependencia intrínseca del personaje con “su” lugar se manifiesta en la estilización de las
actitudes y del comportamiento humano impuesto al individuo por este lugar: el mismo hombre
se comporta muy diferentemente frente otro según que “lo reciba” en su casa (el umbral” y la
“ley” de la hospitalidad), lo encuentre en su pueblo, o lo aborde “fuera”.
Además, esta relación entre la identidad social del hombre y su habitación juega no solamente
al nivel del individuo, sino también al de cualquier colectividad social. El ejemplo - citado por C.
32 Podría aquí plantearse la cuestión de saber si el pretendido totemismo no representa el producto de explicación teórica de esta relación - de oposición al mismo tiempo de correspondencia - entre el mundo humano y el mundo de la naturaleza, el primero procedente (como ya lo vimos) del segundo. Y eso sobre todo teniendo en cuenta que la ausencia de cualquier huella de totemismo en la superficie de las grandes civilizaciones de Asia y Europa, sin ser necesariamente significativa, es además preocupante. (Esas grandes civilizaciones que crean – como lo veremos más adelante - otra relación con la “naturaleza”, a la que es propia de los niveles técnicamente primitivos.)
35
Lévi Strauss en Tristes Trópicos de los Padres Salesianos que llegaron a desintegrar
completamente la sociedad Bororo (para “sostener” espiritualmente sus rebaños) reconstruyendo
según un plano rectangular sus pueblos construidos primitivamente sobre un plano concéntrico,
proporciona un sorprendente ilustración.
c) Relación que pone en juego aquí sobre todo la organización técnica (“civilización”
“material”); allí la organización social. Cada tipo de organización social presume la situación
respectiva de las habitaciones en el espacio social en el cual toman lugar: la estructura social se
proyecta en el espacio, ella es allí “legible”. Incluso su incoherencia y su anarquía se traduce -
negativamente – en él, como lo ilustra el fenómeno, analizado por A. Leroi-Gourhan, de las
aglomeraciones urbanas de hoy. (Otro ejemplo posible: pasar de la nitidez y de la rigidez del
plano de un pueblo Bororo al esquema libre y arbitrario de un emplazamiento esquimal, es pasar
de una sociedad socialmente y fuertemente ensamblada a una estructura social floja , una vez
franqueado el nivel de la familia conyugal.)
d) De ahí que en el primer caso, la naturaleza de la relación en cuestión es modificada por las
mutaciones técnicas; en el segundo caso, por mutaciones sociales. Los primeras condicionando
claro está las segundas. Pero es necesario que aquellas se reflejen primero sobre las estructuras
sociales para que esta repercusión se traduzca a su vez sobre la situación de la habitación en el
espacio social. Dicho de otra manera, es necesario que esta mutación técnica se vuelva social
para que actúe luego sobre la habitación.
36