Antropología Filosófica_CPEM 23
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Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 2
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA- PRESENTACIÓN
La siguiente unidad presenta un panorama general e introductorio, desde
una visión histórico-sistemática, de algunas concepciones filosóficas clásicas
y contemporáneas del hombre y la mujer. Particularmente se centra en el
análisis problemático de una caracterización del individuo en sí mismo, del
individuo en relación con el mundo y finalmente del individuo en su relación
con los otros.
La unidad en primer lugar presentará diversas concepciones filosóficas del
hombre/ mujer y posiciones acerca de la posibilidad de una antropología
filosófica. A partir de allí el eje de la materia se centrará en la caracterización
de un sujeto moderno cartesiano racional introspectivo para dar lugar a
diversas maneras de reinterpretar al hombre y a la mujer teniendo como
horizonte una concepción integral del/la mismo/a en donde razón y
emoción estén presentes como constitutivos del individuo, un individuo
eminentemente social desde su nacimiento como condición de su
constitución y por ende con consecuencias en el mundo político-social.
El tema de diversas concepciones del cuerpo y su relación con el mundo, así
como el modo en que se presenta la intersubjetividad también tematizados
en la medida en que suponen un modo concreto de comprender al hombre.
Por último y no menos importante se presenta la concepción
latinoamericana de hombre y la mujer y se debate sobre la posibilidad de
un “a priori” latinoamericano y los avatares que conlleva esta manera de
filosofar en este lugar concreto del mundo.
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EL HOMBRE COMO
PROBLEMA
OBSERVACIONES PRELIMINARES SOBRE EL LÍMITE DE
LO HUMANO
Definir algo es establecer su esencia. Y por eso, cuando se busca delimitar
la esencia de cualquier cosa, se termina optando por una de sus posibles
interpretaciones como si fuese la verdadera.
¿Esto significa que no existe una naturaleza humana?
En principio, si hubiera una naturaleza humana, habría que decidir dónde
poner el límite.
O, mejor dicho, habría que decidir con respecto a qué poner el límite.
Habría que decidir también qué es lo no humano.
Por ejemplo, Aristóteles sostenía que el hombre/ mujer es un animal
racional, y así, el límite, lo trazamos con los animales.
El hombre y la mujer comparten rasgos con cualquier animal, pero poseen
una característica esencial que lo diferencia del resto. Piensan.
El hombre y la mujer son seres vivos. Y comparten con todos ellos la
mayoría de sus funciones vitales.
Por eso tienen, según Aristóteles, una serie de funciones parecidas al
resto.
Por ejemplo, una función vegetativa, que le permite reproducirse o
nutrirse, al igual que las plantas. Pero también tiene una función sensitiva,
que comparte con los animales, y que le permite desear y sentir dolor y
placer.
Ahora, lo diferencial de los seres humanos, su función, que no comparte
con nadie, es la función del pensamiento.
El alma se ha constituido, a lo largo de la historia de occidente, en aquel
elemento que aun siendo externo a lo biológico es quien más
propiamente nos hace humanos.
Lo paradójico es que resulta ser un elemento extranatural quien mejor
nos instala en nuestra naturaleza humana.
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Sostener la tesis del alma supone una metafísica. Esto es, la existencia de
una zona de sentido de las cosas más allá de la física.
El alma se complementa, así, con una serie de elementos metafísicos,
como Dios o la inmortalidad.
Y es por eso que las religiones sostienen una idea de lo humano que está
más cerca de lo divino que de lo animal. El que el hombre y la mujer
habiten en un cuerpo es casi una casualidad.
Pero hay otra forma de pensar el límite. Pensar, por ejemplo, si el
hombre y la mujer son, por naturaleza, previo a la sociedad, o si en la
naturaleza de lo humano está el vivir en sociedad.
La tradición antigua va insistir en el carácter social de la naturaleza
humana.
No hay hombres y mujeres por fuera del marco social; la sociedad es
como una gran familia-- La sociedad es como una gran familia, pero
expandida.
En la modernidad, en teorías como la de Hobbes, el origen de lo social se
lo piensa de un modo inverso.
El hombre y la mujer, por naturaleza, son seres aislados, egoístas e
individualistas.
Ya hay humanidad previa al orden social. Hobbes entiende que los
hombres y las mujeres estamos como lanzados a la satisfacción de
nuestros deseos, como si fuésemos lobos hambrientos.
De este modo, por temer a la muerte y poseer capacidad racional, el
hombre/ mujer teme la posibilidad de llegar a una guerra de todos contra
todos.
Para que esto no suceda, el hombre y la mujer deciden pactar con el otro
y constituir una sociedad regida por una ley que lo limite y lo ordene.
¿Somos los hombres y mujeres egoístas por naturaleza?
Pero, de nuevo, ¿hay una naturaleza humana? Marx cuestiona esta
pregunta y nos habla del hombre alienado.
La alienación es un estado por el cual los factores de poder que hay en
toda sociedad hacen todo lo posible para que el sometido naturalice su
condición de dominado.
La alienación logra su propósito cuando el hombre y la mujer internalizan
valores, creencias e ideas como si fueran una creación propia e
independiente.
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¿Cómo se aliena a cada ser humano en particular?
Por medio de toda una serie de dispositivos institucionales que instalan un
imaginario sobre las cosas. Como por ejemplo con la misma idea de
humanidad, que se vuelve otro producto del poder, para sostener al
actual sistema capitalista.
Porque al sistema capitalista le es funcional una idea de hombre y mujer
que se sostenga desde el individualismo y la meritocracia.
Del mismo modo que le es funcional la idea de libertad individual como
única opción de libertad.
O la idea de propiedad privada como única forma de propiedad.
Pero entonces ¿se puede pensar lo humano desde otro lugar?
¿Y si el hombre y la mujer no son más que un animal, y punto?
Un animal que se cree diferente.
Hay un sentido común que cree que el hombre/ mujer no es más que un
animal, pero con el cerebro más desarrollado y un cuerpo más eficiente
para el dominio de la naturaleza.
Así, nuestra superioridad sobre el resto de los seres vivos se hallaría
justificada.
Sin embargo, la teoría darwinista no postula, como se cree, que en la
lucha por la existencia sobreviven solo los que mejor se adaptan a los
cambios naturales por generar mutaciones, sino que es exactamente a la
inversa.
Los seres vivos, por puro azar, generamos variaciones y modificamos
ciertos rasgos. Y por ello, cuando se produce un cambio natural
imprevisible, los que por azar hayamos mutado y podamos adaptarnos
mejor a los cambios seremos los que sobrevivamos.
No hay merecimientos ni evolución preprogramada en la naturaleza, sino
azar. Contingencia.
No hay criaturas superiores a otras. Los hombres y mujeres someterán a
las vacas, pero las bacterias someten a los hombres y a las mujeres. Todo
es contingente. Es decir, que no responde a ningún tipo de evolucionismo
pensado desde el progreso, o desde el mejoramiento de la especie.
¿Dónde comienza lo humano? ¿Qué es la naturaleza humana?
El hombre/ mujer piensa. ¿Y si pensar es para el hombre/ mujer lo que
otros mecanismos neurológicos son para el animal?
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¿Y si el nido es, para el hornero, lo que un edificio es a lo humano? Sólo se
trataría de una cuestión de proporciones. Y sin embargo nos creemos
superiores.
No hay un hombre o una mujer cerrados. Como trasmite Roberto
Espósito, "La naturaleza del hombre es estar todo el tiempo
transformando nuestra propia naturaleza".
No hay un modelo de lo humano. Lo humano se reinventa todo el tiempo.
El hombre/ mujer, desde la técnica, vive modificando su entorno y
modificándose a sí mismo.
De lo que se trata, tal vez, es de salirnos de la omnipotencia. Nietzsche,
para eso, nos hablaba del superhombre, pero no como una categoría
superior, sino como la posibilidad de pensar lo humano más allá del modo
en que la idea de hombre/ mujer viene rigiendo en occidente.
Pensar lo humano como cambio, como vida, como contingencia, como
un horizonte abierto.
EN DEFINITIVA, ¿QUÉ ES LA
ANTROPOLOGÍA?
Es una reflexión filosófica que considera al hombre y la
mujer (ἄνθρωπος, anthropos) como objeto de estudio en
una perspectiva global.
Como reflexión filosófica no es una ciencia, sino un análisis
de los fundamentos de la misma noción de ser humano, y de
la consideración de éste como punto de partida de todo
conocimiento sobre sí mismo y sobre el mundo. En este
sentido es, como dice Max Scheler, «un puente entre las
ciencias y la metafísica». Por ello, no es una disciplina
filosófica que trate de establecer apriorísticamente 1 las
características de una pretendida esencia humana inmutable,
1 Definición de “a priori” y “a posteriori”: Desde el s. XVII, se aplica a dos clases
distintas de enunciados, cuando se considera la manera cómo llegamos a saber su verdad. Son a priori aquellos enunciados cuya verdad se origina en la misma razón, mientras que son a posteriori aquellos cuya verdad procede de su concordancia con la experiencia. A priori significa, por tanto, con anterioridad a la experiencia, o independientemente de ella, no en sentido psicológico, sino en sentido lógico: no es necesario recurrir a la experiencia para conocer que un enunciado es verdadero. A posteriori significa con posterioridad a la experiencia. Así pues, lo necesario puede conocerse a priori, mientras que lo contingente sólo se conoce a posteriori. No es necesario recurrir a la experiencia para saber con certeza
Guayasamín- Homenaje al Hombre
Americano- Mosaico de cristal veneciano
(1954)
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sino que parte de las ciencias humanas, tales como la antropología física,
la antropología cultural, la psicología, la lingüística, la sociología, etc., para
elaborar una reflexión sobre el ser humano en su globalidad, capaz de
explicar cómo este ser humano es la condición de posibilidad de tales
ciencias y, en general, de la conducta humana: lenguaje, arte, ciencia,
religión, mitos, acción moral, agresividad.
Por ello, no se trata de un estudio particular sobre las características
humanas, sino una reflexión filosófica y holística acerca del ser humano.
El énfasis que se ponga en el carácter de sujeto trascendental del ser
humano (ver el Yo trascendental, ver el “Yo pienso”), o en su historicidad
(Ver texto de Marx 1,), o en su carácter de ser social definido
esencialmente por el trabajo (ver texto de Marx 2), o en su carácter de ser
carencial para la acción (ver texto de Gehlen), o en su carácter de homo
faber (ver texto de Bergson), o en su carácter de ser simbólico (ver texto
de Cassirer); el énfasis que se ponga en considerar la existencia como
prioritaria, por encima de una hipotética esencia (ver existencialismo),
etc., determinará las distintas orientaciones de la antropología filosófica.
YO TRASCENDENTAL2- KANT
En Kant, la condición fundamental de todo
conocimiento, la primera y más radical condición de
posibilidad de la experiencia, supuesto de todo
conocer; sólo desde la unidad de conciencia de un
sujeto es posible llegar a conocer objetos. Lo
denomina también «sujeto trascendental»,
«apercepción pura» o «unidad sintética de la
conciencia», lo describe como un «yo pienso», y es la
conciencia que acompaña a toda «representación»,
esto es, a todo conocimiento. No debe confundirse
este yo trascendental, que tiene carácter lógico, y
que es el sujeto de la apercepción, con el yo
psicológico o empírico, sujeto de toda percepción.
que «si alguien es soltero, entonces no está casado», basta con conocer sólo el significado de los términos, mientras que para saber si hay «solteros infelices» es necesario recurrir a los hechos. (Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni, 1996) 2 Fuente: (Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni, 1996). El subrayado es
nuestro.
Immanuel Kant- Fuente: Squashed Philosophers.
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EXISTENCIALISMO
Conjunto de tendencias filosóficas modernas, que, pese a sus
divergencias, coinciden en entender por existencia, no la mera actualidad
de unas cosas o el simple hecho de existir, sino aquello que constituye la
esencia misma del hombre y la mujer. El hombre/ mujer, en esta
perspectiva, no es la especie humana o una noción general, sino el
individuo humano considerado en su absoluta singularidad.
La mayoría de autores se remiten a Søren
Kierkegaard (1813-1855), como punto de referencia
inicial. Señala éste el momento de la rebelión contra
el idealismo de Hegel y su espíritu de sistema, frente
al cual esgrime el valor del pensamiento subjetivo y
del «singular». No son puntos de referencia
existencialista menores su sentido de la angustia y
de la soledad humanas.
Al hombre/ mujer singular, al modo de existir el
individuo, llama el existencialismo sin más
«existencia». Analizar esta existencia es labor de la
filosofía existencialista o de la existencia. El hombre/
mujer - Dasein, «ser ahí», Existenz, «ser para sí»- es el
único que propiamente existe, o el único cuya esencia consiste en
preguntarse por su existencia. No es ésta algo dado y acabado, sino sólo
proyecto, o posibilidad que se cumple a lo largo del tiempo, no sin la
angustia que proviene del desamparo en el que se siente el hombre y la
mujer para lograr hacerlo; la temporalidad y la historicidad son esa misma
existencia.
LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA MODERNA
La antopología filosófica apareció en la época moderna, ya que sólo a
partir del siglo XVII pudo empezarse a considerar al hombre y a la mujer
independientemente de la teología, y desde sus inicios estuvo
fuertemente marcada por el dualismo cartesiano y por el enfoque
kantiano. (ver antropología). No obstante, aunque moderna como
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disciplina filosófica, la reflexión sobre el hombre/ mujer es tan antigua
como la filosofía misma, razón por la cual la antropología se ha
contagiado de la anfibología que presenta este término (ver texto de
Scheler). En cierto sentido, enlaza con el ideal socrático del «conócete a ti
mismo» y de la concepción aristotélica del hombre y la mujer entendido
como «animal racional», como «animal político» y como «animal que
habla» (ver texto de Aristóteles), y surge del esfuerzo constante de la
filosofía -con dos momentos particularmente antropocéntricos: el
Renacimiento y la Ilustración- por aclarar el concepto que el hombre/
mujer tiene de sí mismo, y su situación en el mundo -momentos en los que
también se pone en duda el carácter naturalmente político del hombre/
mujer, como en el caso de Hobbes, por ejemplo (ver texto de Hobbes). Si
la filosofía antigua giraba fundamentalmente alrededor de la noción de
«cosmos» y reflexionaba sobre la humanidad en relación con la
naturaleza, y la filosofía medieval entendía al hombre/mujer como una
parte del orden divino, solamente la filosofía moderna ha permitido
desatar al hombre y a la mujer de estas ligaduras a la vez que, con ello,
crecía la noción de sujeto y de individuo (no en vano la filosofía moderna
nace con la afirmación del «yo» cartesiano). En definitiva, pues, si es cierto
que en toda filosofía hay una reflexión sobre el hombre/mujer (que puede
provenir de rasgos mítico-religiosos o ser fruto de la reflexión filosófica
propiamente dicha), solamente a partir de la época moderna se abre una
nueva perspectiva: el hombre/ mujer ya no se entiende solamente desde su
hipotética naturaleza, ni desde una perspectiva sobrenatural, sino que se
liga a su acción: a sus producciones, a sus obras y a sus relaciones con los
otros hombres y mujeres.
El tema del hombre/mujer aparece en la filosofía moderna entendido
como «sujeto» o como «razón» y como último eslabón de todo preguntar
filosófico. Las preguntas de Kant al respecto hacen clásico el
planteamiento y señalan este giro antropológico:
«¿Qué puedo saber?
¿Qué puedo hacer?
¿Qué puedo esperar?
¿Qué es el hombre?3»
A la primera cuestión, responde la metafísica; a la segunda, la moral; a la
tercera, la religión y, a la cuarta, la antropología. Sin embargo, en el
3 Fuente: (Kant I. , Crítica de la razón pura, 2007, pág. 820)
Antropología Filosófica-
Tapa del libro de Ernst
Cassirer.
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fondo, se podría poner todo esto a cuenta de la antropología, porque las
tres primeras cuestiones se refieren a la última.
Pero Kant, a pesar de su distinción entre una antropología fisiológica y
una antropología en sentido pragmático, distinción que señala las dos
grandes direcciones de la antropología física y de la antropología cultural
y social, no llega a tematizar una antropología filosófica, aunque abre las
puertas a esta disciplina. Las primeras reflexiones pertenecientes a una
antropología filosófica se sitúan en el último Schelling, en Feuerbach, en
Kierkegaard, en Marx y en Nietzsche.
LA POSICIÓN DE FEUERBACH
Especialmente relevante es la posición de Feuerbach, para quien el
hombre/mujer es el único objeto universal de la filosofía, razón por la
cual la antropología deviene la única ciencia universal a la que deben
reducirse tanto la teología como la religión, y la única ciencia capaz de
determinar claramente la separación entre el hombre/mujer y el animal
(ver Feuerbach 1 y Feuerbach 2). Más tarde, la teoría de Darwin, al
señalar el puesto biológico de la especie humana dentro del contexto de
la evolución de las especies y el psicoanálisis de Freud, al señalar el
inconsciente como motor de la conducta humana, abrieron nuevas
perspectivas en la consideración del ser humano.
ANTROPOLOGÍA
El dualismo psico-físico cartesiano condujo a la antropología hacia el
estudio de estos dos polos: el alma y el cuerpo. A partir de ahí se originó la
separación entre una antropología física y una antropología del espíritu o
filosófica que, marcadas por aquel dualismo, se mantuvieron separadas y
sin apenas conexiones entre sí. De esta manera, al haber tratado el
cuerpo humano como sustancia extensa y al haberlo separado del
pensamiento, Descartes legará a la posteridad un dualismo extremo entre
el hombre máquina y el «fantasma en la máquina». Pero este
planteamiento, al tratar el cuerpo como mera extensión, tenía la ventaja
de desvincular el cuerpo humano de la correspondencia mágica entre
macrocosmos y microcosmos, y de dejar de considerar al hombre/mujer
como imagen de Dios. De esta manera, incluso con su dualismo a cuestas,
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el hombre/mujer cartesiano y postcartesiano se integraba en el mundo
natural.
HOMBRE MÁQUINA
Expresión elaborada por Julien Offray de La Mettrie (1709-1751) que, en su
obra L´homme machine (1747), desarrolla consecuentemente las
concepciones del materialismo mecanicista que le permiten considerar al
hombre/mujer como una máquina.
A partir del siglo XVII, los grandes avances en la mecánica fomentan una
corriente de pensamiento fuertemente mecanicista o mecanista (término
acuñado por Boyle en 1661) que se introduce como modelo explicativo
general que generaliza en el ámbito del pensamiento las analogías entre
el mundo y las máquinas, ampliamente utilizadas durante el siglo XVI, y se
opone al modelo mágico y animista. De hecho, ya Nicolás de Oresme
hablaba de una «máquina del cielo», y Kepler concebía plenamente el
universo entero como una gran máquina. El dualismo cartesiano ya
consideró los animales como meras máquinas, y también consideró el
cuerpo humano de manera estrictamente mecánica. Este mecanicismo
fue fuertemente sustentado y reforzado por Hobbes.
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MAX SCHELER Y LA FUNDACIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA
FILOSÓFICA ESTRICTA
Se considera, no obstante, a Max Scheler (1875-1928) como el
iniciador de una antropología filosófica que tiene plenamente en
cuenta el fenómeno de la cultura y la historia (El puesto del
hombre en el cosmos, 1928). Para Scheler, la antropología
filosófica debe tratar al hombre y a la mujer no solamente como
naturaleza o como vida; no solamente como voluntad, como
sujeto o como razón, sino como hombre/mujer en su totalidad.
La misión de la antropología filosófica es la de explicar, a partir
de la estructura fundamental del ser humano, todas las
funciones y obras específicamente humanas: el lenguaje, la
moralidad, el Estado, las armas, la guerra, los instrumentos, la
técnica, la religión, el arte, la ciencia y la filosofía misma. A
partir de aquí, Scheler otorga al hombre/mujer un lugar especial
en el cosmos, por su intencionalidad, su apertura al mundo, su
libertad y por la capacidad de poder trascender lo inmediato. En
el aspecto biológico Scheler considera que no hay diferencias
esenciales entre el hombre/mujer y los animales, sino
solamente diferencias de grado. Pero Scheler insiste en la
existencia en el ser humano de una dimensión, en cierto modo opuesta a
la vida, que es la dimensión del espíritu que lo separa de la mera
animalidad. Por ella, el hombre/mujer es el ser capaz de «decir no», capaz
de desligarse de sus instintos y de adaptar el medio ambiente a sus
necesidades en lugar de adaptarse él al medio ambiente como hacen los
animales. En resumen, Scheler afirma que, mientras la imaginación, la
memoria, la sensibilidad y el sentimiento son fenómenos vitales no muy
distintos de los propiamente biológicos -razón por la cual, en este
aspecto, la diferencia entre el hombre/mujer y los animales es solamente
de grado-, en el hombre/mujer aparece una dimensión diferente: la
dimensión del «espíritu», opuesta en cierto sentido a la vida, y que
permite al hombre/mujer reprimir y controlar sus impulsos, de manera
que el «espíritu» se ve potenciado por esta autonegación ascética. Este
planteamiento metafísico, y todavía tradicional -puesto que sigue siendo
dualista, al oponer el cuerpo animado y el espíritu-, se verá superado por
un enfoque que insiste más en la dimensión biológico-antropológica (Ver
texto de Scheler y Gehlen).
Este movimiento se inicia también en Alemania, después de la segunda
guerra mundial, sobre todo por obra de Helmuth Plessner (Antropología
Tapa del libro “El puesto del
hombre en el cosmos” de Max
Scheler.
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filosófica, 1971). Parte de la consideración de la base biológica, verdadera
condición humana, desde la cual se constituye el hombre/mujer en la
historia, y propugna la independencia de la antropología filosófica
respecto de cualquier otra ciencia.
Parecida línea de planteamiento siguen los trabajos de Arnold Gehlen,
filósofo y sociólogo (Investigaciones antropológicas, 1961). Gehlen insiste
en el aspecto inacabado del ser humano, caracterizado como ser
biológicamente no especializado y con una larga infancia dependiente de
los adultos. Esta caracterización del hombre/mujer como «ser carencial»,
expresión ya utilizada por Herder (ver texto de Gehlen ), o como «animal
no fijado» (expresión que Gehlen extrae de Nietzsche), es la que
determina tanto su capacidad de aprendizaje como su capacidad de
transformación de la naturaleza. En dicha capacidad se manifiesta el
carácter fundamental del ser humano, a saber, la «acción». Este principio
de la «acción» (que recibe Gehlen a partir del pragmatismo americano y
de la filosofía de Bergson) le permite eliminar el dualismo que estaba en
la base de la antropología filosófica desde Descartes, Kant y Scheler, ya
que en la acción confluyen todos los aspectos del ser humano: su cuerpo,
su naturaleza, su inteligencia, su sociabilidad y su cultura.
LA MIRADA DE HEIDEGGER
Por otra parte, Heidegger con su obra (Ser y tiempo), al
fundamentar la filosofía sobre la base del tipo de ser que es el ser
humano, abre también una fructífera reflexión antropológica. No
obstante, Heidegger mismo, en Kant y los problemas de la
metafísica, señala las dificultades de una antropología filosófica
pues, si desde un punto de vista holístico y antropológico se puede
considerar que «nada es comprendido hasta no ser aclarado
antropológicamente»4, y si consideramos que «la totalidad del ente
puede referirse al hombre en alguna forma», «la antropología se
hace tan amplia que se pierde en la más completa
indeterminación»5 (ver texto de Heidegger).
Otros autores, como Martin Buber, Landsberg, Nicolai Hartmann,
Groethuysen, o Ernst Cassirer, han hecho contribuciones
importantes a la moderna antropología filosófica. El psicoanálisis
tendrá también un lugar fundamental en la antropología, especialmente
por su concepción del inconsciente, lo que permite elaborar toda una
4 Fuente: (Heidegger, 2012, pág. 241)
5 Fuente: (Heidegger, 2012, pág. 241)
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concepción de los mitos, los ritos, las prohibiciones, los tabúes y, en
definitiva, elaborar una concepción del hombre/mujer y de la cultura. Se
puede hablar también de una antropología existencialista, ya que las
filosofías existencialistas en conjunto (bajo la influencia inicial de
Heidegger y Sartre, especialmente) estudian las condiciones más
íntimamente constitutivas del hombre/mujer desde las cuales éste ha de
desarrollarse como proyecto.
Puede hablarse también de una antropología estructuralista que
cuestiona la noción general de sujeto humano y que procede
fundamentalmente de la antropología cultural francesa y, en general, del
movimiento estructuralista.
EL ESTRUCTURALISMO DE LÉVI-STRAUSS
De entre los teóricos del estructuralismo destaca Lévi-Strauss
quien, al dar la primacía al sistema por encima de sus elementos,
considera que la estructura trasciende la realidad empírica y es la
que da fundamento a los modelos construidos sobre ella. Así, las
relaciones sociales situadas en el nivel de lo real, se asientan
sobre las estructuras sociales, situadas en el nivel de lo
simbólico. De esta manera, el nivel simbólico e inconsciente es la
auténtica base de lo real, ya que solamente la estructura es la que
posibilita la inteligibilidad de las relaciones sociales. Con ello,
además, se limita el papel del sujeto, ya que éste no tiene
significado por sí mismo, sino solamente en relación con las
estructuras sociales y culturales que son las que lo dotan de
sentido. El sujeto, «el niño mimado que ha ocupado demasiado
tiempo la escena filosófica», cede su lugar a las estructuras
simbólicas que lo trascienden, las únicas que son plenamente
objeto del estudio científico, ya que son las que pueden dar explicación de
los fenómenos sociales. Por ello, Lévi-Strauss proclamaba de forma
provocadora que «el fin último de las ciencias humanas no es constituir al
hombre, sino disolverlo»6 (ver texto de Lévi-Strauss).
EL APORTE DE FOUCAULT
Por otra parte, también dentro de la corriente estructuralista es
destacable la concepción defendida por Foucault, que sostiene que «en 6 Fuente: (Lévi-Strauss, 1997, pág. 357), el subrayado es nuestro.
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nuestros días lo que se afirma es el fin del hombre, su dispersión
absoluta» ya que, por otra parte, «el hombre no es el problema más
antiguo ni el más constante que se haya planteado el saber humano. […]
El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda
facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su
próximo fin»7 (ver texto de Foucault). Foucault señala que en realidad el
hombre/mujer no es propiamente el objeto de estudio de ninguna de las
ciencias que afirman estudiarlo, ya que aquello que realmente estudian
estas ciencias son las estructuras económicas, psicoanalíticas, lingüísticas,
de parentesco, etc., en las que vive el
hombre/mujer. De esta manera,
según Foucault, más que estudiar el
hombre/mujer estas ciencias, lo
fragmentan y reducen a estructura.
Ante esta fragmentación también se
alzan voces, como las de Edgar
Morin, por ejemplo, que señalan que
lo que ha muerto no es el hombre o la
mujer, sino la imagen autoidolatrada
del hombre y la mujer que sólo se
admira en la ramplona imagen de su
racionalidad, y que se ha reducido a su mero aspecto técnico de homo
faber y de homo sapiens, despreciando otras dimensiones tan
importantes como la afectividad, la desmesura o la fiesta. Por ello, señala
este autor que el auténtico hombre/mujer se halla en la dialéctica entre
(ver texto de Morin). En el estudio de la constitución de la noción
fundante de sujeto en la modernidad, y en su deconstrucción, destaca
también la obra de filósofos como Deleuze y Derrida.
7 Fuente: (Foucault, 1968, pág. 375), el subrayado es nuestro.
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pág. 16
Unidad Nº 2
Antropología Filosófica
TEXTOS
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MAX SCHELER : LA MISIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA 8
«La misión de una antropología filosófica es mostrar exactamente cómo la
estructura fundamental del ser humano [...] explica todos los monopolios,
todas las funciones y obras específicas del hombre: el lenguaje, la
conciencia moral, las herramientas, las armas, las ideas de justicia y de
injusticia, el Estado, la administración, las funciones representativas de las
artes, el mito, la religión y la ciencia, la historicidad y la sociabilidad. Por
ello, no se trata de un estudio particular sobre
las características humanas, sino una reflexión
filosófica y holística acerca del ser humano.
[...]
Cuando el hombre se ha colocado fuera de la
naturaleza y ha hecho de ella su “objeto” —y
ello pertenece a la esencia del hombre y es el
acto mismo de la humanificación— se vuelve en
torno suyo, estremeciéndose, por decirlo así, y
pregunta: ¿Dónde estoy yo mismo? ¿Cuál es mi
puesto?” El hombre ya no puede decir con
propiedad: “Soy una parte del mundo; estoy
cercado por el mundo”; pues el ser actual de su
espíritu y de su persona es superior incluso a las
formas del ser propias de este “mundo” en el
espacio y en el tiempo. En esta vuelta en torno
suyo, el hombre hunde su vista en la nada, por
decirlo así. Descubre en esta mirada la posibilidad de la “nada absoluta”; y
esto le impulsa a seguir preguntando: “¿Por qué hay un mundo? ¿Por qué
y cómo existo «yo»?” Repárese en la rigurosa necesidad esencial de esta
conexión, que existe entre la conciencia del mundo y la conciencia de sí
mismo [...]»
8 Fuente: (Scheler, 1971, págs. 108-109) el subrayado es nuestro.
Fuente: El puesto del hombre en el cosmos-
Revista Caos.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 18
KANT EL «YO PIENSO»9
«El Yo pienso tiene que poder acompañar todas mis representaciones. De
lo contrario, sería representado en mí algo que no podría ser pensado, lo
que equivale a decir que la representación, o bien sería imposible o, al
menos, no sería nada para mí. [...] La llamo apercepción pura para
distinguirla de la empírica, o también apercepción originaria, ya que ésta
es una autoconciencia que, al dar lugar a la representación Yo pienso, [...]
no puede estar acompañada por ninguna otra representación.
Igualmente, llamo a la unidad de apercepción la unidad trascendental de
la conciencia, a fin de señalar la posibilidad de conocer a priori partiendo
de ella»
MARX: EL TRABAJO DIFERENCIA ENTRE EL HOMBRE Y EL
ANIMAL 10
«La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente
Ia existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado
de hecho comprobable es, por tanto, la organización corpórea
de estos individuos y, como consecuencia de ello, su
comportamiento hacia el resto de la naturaleza. No podemos
entrar a examinar aquí, naturalmente, ni la contextura física de
los hombres mismos ni las condiciones naturales con que los
hombres se encuentran: las geológicas, las oro-hidrográficas,
las climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía tiene
necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y
de la modificación que experimentan en el curso de la historia
por la acción de los hombres.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la
conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el
hombre mismo se diferencia de los animales a partir del
momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso
éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al
producir sus medios de vida, el hombre produce
indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante
todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran 9 Fuente: (Kant I. , Crítica de la razón pura, 2007, pág. 202). El subrayado es nuestro.
10 Fuente: (Marx, Karl y Engels, Friedrich, 1970, págs. 19-20) el subrayado es
nuestro.
Karl Marx- Retrato realizado por
Carmelo Mendiz.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 19
y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe
considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia
física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la
actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su
vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los
individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por
consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el
modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de
las condiciones materiales de su producción».
MARX: EL TRABAJO COMO PROY ECTO11
«El trabajo es en primer término, un proceso entre la naturaleza y el
hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su
propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este
proceso, el hombre se enfrenta como un
poder natural con la materia de la
naturaleza. Pone en acción las fuerzas
naturales que forman su corporeidad, los
brazos y las piernas, la cabeza y la mano,
para de ese modo asimilarse, bajo una
forma útil para su propia vida, las materias
que la naturaleza le brinda. Y a la par que
de ese modo actúa sobre la naturaleza
exterior a él y la transforma, transforma
su propia naturaleza, desarrollando las
potencias que dormitan en él y
sometiendo el juego de de mercancías
como vendedor de su propia fuerza de
trabajo, aparece, en un fondo prehistórico,
la fase en que el trabajo humano no se ha
sus fuerzas a su propia disciplina. Aquí, no vamos a ocuparnos, pues no
nos interesan, de las primeras formas de trabajo, formas instintivas y de
tipo animal. Detrás de la fase en que el obrero se presenta en el mercado
desprendido aún de su primera forma instintiva. Aquí, partimos del
supuesto del trabajo plasmado ya bajo una forma en la que pertenece
exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que semejan a
las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las
abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de
obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde
11
Fuente: (Marx, 1973, págs. 130-131)
Arando- Óleo sobre tela- Autor: Pedro Castaño.
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pág. 20
luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la
construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo,
brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la
mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El
obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la
naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe
que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene
necesariamente que supeditar su voluntad. Y esta supeditación no
constituye un acto aislado. Mientras permanezca trabajando, además de
esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad
consciente del fin a que llamamos atención, atención que deberá ser tanto
más reconcentrada cuanto menos atractivo sea el trabajo, por su carácter
o por su ejecución, para quien lo realiza, es decir, cuanto menos disfrute
de él el obrero como de un juego de sus fuerzas físicas y espirituales».
A.GEHLEN: EL HOMBRE COMO SER C ARENCIAL12
«Hace ya mucho tiempo, se observó que el hombre considerado
morfológicamente constituye, por así decirlo, un caso excepcional. En los
demás casos, los progresos de la naturaleza consisten en la
especialización orgánica de sus
especies, o sea, en la formación de
adaptaciones naturales, cada vez más
eficaces, a determinados ambientes.
Gracias a su constitución específica, un
organismo animal «se mantiene» en una
multitud de condiciones a las cuales
está «ajustado» sin que vayamos a
preguntar aquí cómo se produjo esta
armonía. Ahora bien, si se considera al
ser humano teóricamente, adviértense
algunas características que enumeraremos.
12
Fuente: (Gehlen, Antropología filosófica, 1993, págs. 63-66) el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 21
1. Está «orgánicamente desvalido», sin armas naturales, sin órganos de
ataque, defensa o huida, con sentidos de una eficacia no muy significativa;
los órganos especializados de los animales superan con creces cada uno
de nuestros sentidos. No está revestido de pelaje ni preparado para la
intemperie, y ni siquiera muchos siglos de auto observación le han
aclarado si en verdad posee
instintos, y cuáles son. Esto se
comprobó hace mucho tiempo;
lo señalaron tanto Herder
(1772) como Kant (1784). [...]
Esta «retardación», a la cual le
debe el hombre un exterior
como quien dice embrionario,
es un elemento aclaratorio
sumamente valioso, porque
permite comprender también
otras propiedades humanas,
sobre todo el período
desproporcionadamente largo
de desarrollo, la prolongada
etapa de desvalimiento del
niño, la tardía maduración sexual, etc. Todas estas características se
engloban bajo el concepto de «falta de especialización», que justifica el
describir y comparar al hombre en oposición al animal. [...]
2. Adondequiera que miremos, vemos al ser humano propagado por toda
la tierra y sojuzgando cada vez más la naturaleza, a pesar de su
desvalimiento físico. No es posible indicar un «ambiente», una suma de
condiciones naturales y originarias indispensables para que el hombre
pueda vivir, sino que lo vemos «conservarse» en todas partes: en el polo y
en el ecuador, en el agua y en la tierra, en el bosque, en el pantano, la
montaña y la estepa. Vive como «ser cultural», es decir, de los productos
de su actividad previsora, planificada y mancomunada, que le permite
procurarse, transformando previsora y activamente, conjuntos muy
diversos de condiciones naturales. De ahí que se pueda llamar esfera
cultural a la respectiva suma de condiciones iniciales modificadas por su
actividad, en las cuales sólo el hombre vive y puede vivir. Por eso, algunas
técnicas de obtención y elaboración de alimentos; algunas armas,
actividades y medidas comunes organizadas para protegerse de
enemigos, de la intemperie, etc., forman parte del haber cultural aún de
las civilizaciones más rudimentarias, y en rigor no hay hombres
propiamente «primitivos», esto es, sin ningún grado de cultura.
Collage de culturas- Fuente: La lupa cultural.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 22
Los productos de esta actividad planificada y transformadora, incluidos
los respectivos materiales y recursos intelectuales -ideas, imágenes-,
deben contarse entre las condiciones de vida físicas del hombre,
enunciado que no rige para ningún animal. Las construcciones del castor,
los nidos de las aves, etc., nunca
están planificadas de antemano, sino
que resultan de actividades
puramente instintivas. De ahí que
llamar al hombre Prometeo tenga un
sentido exacto y razonable. [...]
Así pues, el hombre es un «ser
carencial» orgánicamente (Herder),
no apto para vivir en ningún
ambiente natural, de modo que debe
empezar por fabricarse una segunda
naturaleza, un mundo substitutivo
elaborado y adaptado artificialmente
que compense su deficiente equipamiento orgánico. Esto es lo que hace
dondequiera que lo vemos. Vive, como quien dice, en una naturaleza
artificialmente convertida por él en inofensiva, manejable y útil a su vida,
que es justamente la esfera cultural. También se puede decir que él se ve
biológicamente obligado a dominar la naturaleza».
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 23
BERGSON: EL HOMO FABER 13
«¿A qué tiempo hacemos remontar la aparición del hombre sobre la
tierra? Indudablemente, a aquel en que se fabricaron las primeras armas,
los primeros útiles. [...] Veremos que al lado de muchos actos explicables
por la imitación, o por la asociación automática de imágenes, los hay que
no dudamos en declarar inteligentes; figuran en primera línea los que
testimonian un pensamiento de fabricación, ya porque el animal llegue a
fabricar él mismo un basto instrumento ya porque
utilice en su provecho un instrumento fabricado por
el hombre. [...] Sin duda, hay inteligencia allí donde
hay también inferencia; pero la inferencia, que
consiste en una flexión de la experiencia pasada en
el sentido de la experiencia presente, es ya un
comienzo de invención. La invención se hace
completa cuando se materializa en un instrumento
fabricado. A esto tiende la inteligencia de los
animales como a un ideal. Y si, de ordinario, no
alcanza a fabricar objetos artificiales y a servirse de
ellos, se prepara en este sentido por las variaciones
mismas que ejecuta sobre los instintos que le son
suministrados por la naturaleza. En lo que se refiere
a la inteligencia humana, no se ha hecho notar lo
bastante que la invención mecánica ha sido su paso
esencial y que todavía hoy nuestra vida social gravita
en torno a la fabricación y utilización de
instrumentos artificiales que las invenciones que
jalonan la ruta del progreso han trazado también su dirección. Tenemos
dificultades en darnos cuenta de ello, porque las modificaciones de la
humanidad retrasan de ordinario las transformaciones de sus útiles.
Nuestros hábitos individuales e incluso sociales sobreviven mucho tiempo
a las circunstancias para las que estaban hechos, de suerte que los efectos
profundos de una invención se dejan ver cuando hemos perdido ya de
vista la novedad. Ha pasado un siglo desde el invento de la máquina de
vapor y aún comenzamos a experimentar la sacudida que nos ha
producido. La revolución que ha operado en la industria ha alterado las
relaciones entre los hombres. Surgen nuevas ideas y sentimientos nuevos
están a punto de nacer. Dentro de miles de años, cuando la perspectiva
del pasado no se perciba sino en grandes líneas, nuestras guerras y
13
Fuente: (Bergson, 1963, págs. 557-558) el subrayado es nuestro.
El hombre como fabricante- Imagen de Juan Carlos
Sastre.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 24
nuestras revoluciones contarán poco, suponiendo que exista el recuerdo
de ellas; pero de la máquina de vapor, con su cortejo de invenciones de
todo género, se hablará quizá como se habla del bronce o de la piedra
tallada; servirá para definir una edad. Si pudiésemos prescindir de nuestro
orgullo, si para definir nuestra especie nos atuviésemos estrictamente a lo
que la historia y la prehistoria nos presentan como característica
constante del hombre y de la inteligencia, no hablaríamos del hombre
como homo sapiens, sino como homo faber. En definitiva, la inteligencia,
considerada en lo que parece ser su marcha original, es la facultad de
fabricar instrumentos artificiales, en particular útiles para hacer útiles, y
variar indefinidamente su fabricación».
CASSIRER: EL HOMBRE COMO ANIMAL SIMBÓLICO 14
En el mundo humano encontramos una característica nueva que parece
constituir la marca distintiva de la vida del hombre. Su círculo funcional no
sólo se ha ampliado cuantitativamente, sino que ha sufrido también un
cambio cualitativo. El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un
nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y
el efector, que se encuentran en todas las
especies animales, hallamos en él como
eslabón intermedio algo que podemos
señalar como sistema «simbólico». Esta
nueva adquisición transforma la totalidad
de la vida humana. Comparado con los
demás animales el hombre no sólo vive
en una realidad más amplia sino, por
decirlo así, en una nueva dimensión de la
realidad. Existe una diferencia innegable
entre las reacciones orgánicas y las
respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta directa e
inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es
demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y
complicado de pensamiento. [...] ...El hombre ... ya no vive solamente en
un puro universo físico, sino en universo simbólico. El lenguaje, el mito, el
arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos
hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la especie
humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza
esta red. El hombre no puede ya enfrentarse con la realidad de un modo
inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. ... (El hombre)
14
Fuente: (Cassirer, 1974, págs. 47-49) el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 25
en lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido conversa
constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en
imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en tal forma
que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de este
medio artificial. Su situación es la
misma en la esfera teórica que en la
práctica. Tampoco en esta vive en un
mundo de crudos hechos o a tenor de
sus necesidades y deseos inmediatos.
Vive, más bien, en medio de emociones
y esperanzas y temores, ilusiones y
desilusiones imaginarias, en medio de
sus fantasías y sus sueños. [...]
Desde el punto de vista al que acabamos de llegar podemos corregir y
ampliar la definición clásica de hombre. A pesar de todos los esfuerzos del
irracionalismo moderno, la definición del hombre como animal racional no
ha perdido su fuerza. (Pero) la razón es un término verdaderamente
inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su
riqueza y diversidad, pero todas estas formas son formas simbólicas. Por
lo tanto, en lugar de definir al hombre como un animal racional lo
definiremos como un animal simbólico. De este modo podemos designar
su diferencia específica y podemos comprender el nuevo camino abierto
al hombre: el camino de la civilización».
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 26
MAX SCHELER : ANFIBOLOGÍA DE HOMBR E15
«Si se pregunta a un europeo culto lo que piensa al oír la palabra hombre,
casi siempre empezarán a rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas,
totalmente inconciliables entre sí. Primero, el círculo de ideas de la
tradición judeocristiana: Adán y Eva, la creación, el Paraíso, la caída.
Segundo, el círculo de ideas de la antigüedad clásica; aquí la conciencia
que el hombre tiene de sí mismo se elevó por primera vez en el mundo a
un concepto de su posición singular mediante la tesis de que el hombre es
hombre porque posee «razón», logos, fronesis, ratio, mens, etc., donde
logos significa tanto la palabra como la facultad de apresar el «qué» de
todas las cosas. Con esta concepción se enlaza estrechamente la doctrina
de que el universo entero tiene por fondo una «razón» sobrehumana, de
la cual participa el hombre y sólo el hombre entre todos los seres. El
tercer círculo de ideas es el círculo de las ideas forjadas por la ciencia
moderna de la naturaleza y por la psicología genética y que se han hecho
tradicionales también hace mucho tiempo; según estas ideas, el hombre
sería un producto final y muy tardío de la evolución del planeta Tierra, un
ser que sólo se distinguiría de sus precursores en el reino animal por el
grado de complicación con que se combinarían en él energía y facultades
que en sí ya existen en la naturaleza infrahumana. Esos tres círculos de
ideas carecen entre sí de toda unidad. Poseemos, pues, una antropología
científica, otra filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de
otra. Pero no poseemos una idea unitaria del hombre. Por otra parte, la
multitud siempre creciente de ciencias especiales que se ocupan del
hombre, ocultan la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan, por
valiosas que sean. [...] en ninguna época de la historia ha resultado el
hombre tan problemático para si mismo como en la actualidad. Por eso me
15
Fuente: (Scheler, 1971, págs. 23-26) el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 27
he propuesto el ensayo de una nueva antropología filosófica sobre la más
amplia base. En lo que sigue quisiera dilucidar tan sólo algunos puntos
concernientes a la esencia del hombre, en su relación con el animal y con la
planta, y al singular puesto metafísico del hombre -apuntando una pequeña
parte de los resultados a que he llegado.
Ya el término y el concepto de hombre encierran una pérfida anfibología,
sin aclarar la cual ni siquiera se puede acometer la cuestión del singular
puesto del hombre. La palabra hombre indica en primer lugar los
caracteres morfológicos distintivos que posee el hombre como subgrupo
de los vertebrados y de los mamíferos. Es claro que -cualquiera que sea el
resultado que ofrezca este modo de formar el concepto de hombre el ser
vivo llamado hombre, no sólo está subordinado al concepto de animal,
sino constituye también una provincia
relativamente muy pequeña del reino
animal. [...] Mas prescindiendo por
completo de semejante concepto, que
junta en la unidad del hombre la marcha
erecta, la transformación de la columna
vertebral, el equilibrio del cráneo, el
potente desarrollo cerebral del hombre y
las transformaciones orgánicas que la
marcha erecta tuvo por consecuencia
(como la mano de pulgar oponible, el retroceso de la mandíbula y de los
dientes, etc.), la misma palabra «hombre» designa en el lenguaje corriente
y en todos los pueblos cultos, algo tan totalmente distinto, que apenas se
encontrará otra voz del lenguaje humano en que se dé análoga
anfibología. La palabra hombre designa, en efecto, asimismo un conjunto
de cosas que se oponen del modo más riguroso al concepto de «animal en
general» y, por lo tanto, también a todos los mamíferos y vertebrados
[...]. Es claro que este segundo concepto del hombre ha de tener un
sentido y un origen completamente distintos del primero, que designa
sólo un rincón muy pequeño de la rama de los vertebrados. Llamaré a
este segundo concepto el concepto esencial del hombre, en oposición a
aquel primer concepto sistemático natural. El tema de nuestra conferencia
es: si ese segundo concepto, que concede al hombre como tal un puesto
singular, incomparable con el puesto que ocupan las demás especies
vivas, tiene alguna base legítima»
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 28
ARISTÓTELES : EL HOMBRE ANIMAL RACIONAL
«Son tres las cosas que hacen a los hombres buenos y virtuosos: la
naturaleza, la costumbre y la razón. Lo primero que hace falta es que la
naturaleza lo haga nacer hombre y no animal; también es necesario que
ella le dé ciertas cualidades del alma y del cuerpo. Algunas de estas
cualidades no son de ninguna
utilidad, pues la costumbre las
cambia y modifica. Es la
costumbre, en efecto, lo que
desarrolla las cualidades
naturales, dándoles una
tendencia al bien o al mal.
Los demás animales siguen,
sobre todo, el instinto de la
naturaleza; otros, no muchos, obedecen al imperio de la costumbre;
solamente el hombre es igualmente influido por la naturaleza y la
costumbre, guiándose además por la razón; es el único ser dotado de
razón. Importa pues que haya entre estas tres cosas acuerdo y armonía,
pues la razón es la que obliga a los hombres a hacer cosas contrarias a la
costumbre adquirida y aun a la naturaleza»16
«[...] Se ve de una manera evidente por qué el hombre es un animal
político o social, aún en mayor grado que las abejas y cuantos animales
viven reunidos. La
naturaleza, como decimos,
no hace nada en vano. Entre
todos los animales, el uso de
la palabra no lo tiene más
que el hombre; la voz se les
ha dado también a los otros
animales, porque es signo
del dolor y del placer. Todos
los animales están
organizados para
experimentar sentimientos
de dolor y de placer y para hacérselo comprender los unos a los otros;
pero la palabra tiene por objeto hacer comprender lo que es útil o
16
Fuente: (Aristóteles, 1932, págs. 188-189), el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 29
perjudicial y, por consiguiente, justo o injusto. Lo que distingue
singularmente al hombre es que conoce el bien y el mal, lo justo y lo
injusto, como todos los sentimientos cuya comunicación constituye
precisamente la familia del Estado.
[...]
Evidentemente el Estado se halla dentro del orden natural y es antes que
el individuo; porque si cada individuo aislado no puede bastarse a sí
mismo, lo propio sucederá con las otras partes con relación al todo. Ahora
bien; el que no puede vivir en sociedad, o el que no necesita de nada ni de
nadie porque se basta a sí mismo, no forma parte del Estado: es un bruto
o es un dios»17
HOBBES: EL HOMBRE NO ES UN ANIMAL POLÍTICO 18
«La mayor parte de los hombres que han
escrito algo acerca de los Estados suponen,
o nos piden que creamos, que el hombre es
una criatura que desde su nacimiento es
apta para vivir en sociedad. Los griegos le
llaman ζῷον πoλιτικόν; y, basándose en
esto, construyen la doctrina de la sociedad
civil, como si para preservar la paz y el
gobierno de la sociedad no necesitara más
cosa que el que los hombres acordaran
establecer ciertos pactos y condiciones a los
cuales ellos mismos llamarán después leyes.
Pero este axioma, aunque es aceptado por muchos, es, desde luego,
falso; es un error que proviene de nuestra observación demasiado
superficial de la naturaleza humana.
Pues quienes miran con mayor detenimiento las causas de que los
hombres se junten y disfruten de su mutua compañía verán claramente
que eso no ocurre porque naturalmente no podría ocurrir de otra manera,
sino por accidente»
17
Fuente: (Aristóteles, 1932, págs. 5-6), el subrayado es nuestro. 18
Fuente: (Hobbes, De cive, 2000, págs. 54-55), el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 30
THOMAS HOBBES , LA NATURALEZA HUMANA Y LA
GUERRA 19
«Así pues, encontramos tres causas principales de riña en la naturaleza
del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad; tercero, gloria.
El primero hace que los hombres invadan por ganancia; el segundo, por
seguridad; y el tercero, por
reputación. Los primeros usan de
la violencia para hacerse dueños
de las personas, esposas, hijos y
ganado de otros hombres; los
segundos para defenderlos; los
terceros, por pequeñeces, como
una palabra, una sonrisa, una
opinión distinta, y cualquier otro
signo de subvaloración, ya sea
directamente de su persona, o
por reflejo en su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre.
Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin
un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella
condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra
todo hombre. Pues la GUERRA no consiste sólo en batallas, o en el acto
de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en
batalla es suficientemente conocida. Y, por tanto, la noción de tiempo
debe considerarse en la naturaleza de la guerra; como está en la
naturaleza del tiempo atmosférico. Pues así como la naturaleza del mal
tiempo no está en un chaparrón o dos, sino en una inclinación hacia la
lluvia de muchos días en conjunto, así la naturaleza de la guerra no
consiste en el hecho de la lucha, sino en la disposición conocida hacia ella,
durante todo el tiempo en que no hay seguridad de lo contrario. Todo
otro tiempo es PAZ»
19
Fuente: (Hobbes, Leviatán, 1980) el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 31
FEUERBACH: LA REDUCCIÓN DE LA T EOLOGÍA A
ANTROPOLOGÍA 20
«El secreto de la teología es la antropología, pero el secreto de la filosofía
especulativa es la teología -la teología especulativa-, que se distingue de la
teología común en que traspone a lo aquende la esencia divina,
es decir, actualiza, determina y realiza la esencia divina, que ésta,
por miedo a la incomprensión, transfiere a la esencia divina
distanciada en lo allende. [...]
El método de la crítica reformadora de la filosofía especulativa en
general no se distingue del método empleado en la filosofía de la
religión. Basta con convertir el predicado en sujeto y a éste, en
tanto que sujeto, en objeto y principio -es decir, sólo debemos
invertir la filosofía especulativa, para obtener la verdad desvelada, pura y
desnuda. [...]
La lógica hegeliana es la teología vertida a la razón y al presente, la teología
hecha lógica. Así como el ser divino de la teología es el conjunto ideal o
abstracto de todas las realidades, es decir, de todas las determinaciones y
finitudes, así también la lógica. Todo lo terrenal se encuentra de nuevo en
el cielo de la teología; así también todo lo que es en la naturaleza se
encuentra de nuevo en el cielo de la lógica divina: cualidad, cantidad,
medida, esencia, quimismo, mecanismo, organismo. En la teología todo lo
tenemos por partida doble, una abstracta, la otra concreta; todo es doble
en la filosofía hegeliana:
como objeto de la lógica y
luego, una vez más, como
objeto de la filosofía de la
naturaleza y del espíritu.
La esencia de la teología
es la esencia trascendente
del hombre, puesta fuera del hombre; la esencia de la lógica de Hegel es
el pensar trascendente, el pensar del hombre puesto fuera del hombre.
De la misma manera que la teología escinde y aliena al hombre, para
reidentificar después con él la esencia alienada, así también Hegel
multiplica y disgrega la esencia simple de la naturaleza y del hombre,
idéntica consigo misma, para mediatizar después por la violencia lo que
con violencia ha sido separado.
20
Fuente: (Feuerbach L. A., 1976) la selección del texto está hecha con los escritos de las pp. 3-26.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 32
La metafísica o lógica sólo es una ciencia real, inmanente, cuando no se
separa del llamado espíritu subjetivo. La metafísica es la psicología
esotérica. ¡Qué arbitrariedad, qué barbaridad considerar la cualidad para
sí, la sensación para sí,
escindiéndolas en
ciencias especiales,
como si la cualidad
fuese algo sin la
sensación, y la
sensación algo sin la
cualidad! [...]
Abstraer significa poner la esencia de la naturaleza fuera de la naturaleza,
la esencia del hombre fuera del hombre, la esencia del pensamiento fuera
del acto de pensar. La filosofía hegeliana ha alienado al hombre de sí mismo
en la medida en que todo su sistema se basa sobre estos actos de
abstracción. Ella identifica de nuevo, ciertamente, lo que separa, más sólo
de una manera a su vez separable, mediata. La filosofía [hegeliana] carece
de unidad inmediata, de certeza inmediata, de verdad inmediata. [...]
La filosofía que infiere lo finito de lo infinito, lo determinado de lo
indeterminado nunca llega a una verdadera posición de lo finito y lo
determinado. Lo finito se infiere de lo infinito, es decir: lo infinito, lo
indeterminado es determinándose admite que lo infinito sin
determinación, es decir, sin finitud es nada; se pone lo finito como la
realidad de lo infinito. Mas el negativo no-ser de lo absoluto sigue
subyacente y la finitud puesta siempre será, por consiguiente,
nuevamente suprimida. Lo finito es la negación de lo infinito, y a su vez lo
infinito la negación de lo finito. La filosofía de lo absoluto es una
contradicción. [...]
La tarea de la verdadera filosofía no consiste en reconocer lo infinito
como lo finito, sino en reconocer lo finito como lo no finito, como lo
infinito; en otras palabras, en no poner lo finito en lo infinito, sino lo
infinito en lo finito.
El comienzo de la filosofía no es Dios, ni lo absoluto ni el ser como
predicado de lo absoluto o de la idea -el comienzo de la filosofía es lo
finito, lo determinado, lo real. Lo infinito no puede pensarse de ningún
modo sin lo finito. ¿Se puede pensar la cualidad, definirla, sin pensar en
una cualidad determinada? Por consiguiente, lo primero no es lo
indeterminado, sino lo determinado, pues la cualidad determinada no es
otra cosa que la cualidad real; a la cualidad pensada precede la cualidad
real [...]
Sello Numismático
conmemorativo para los
doscientos años del
nacimiento de Ludwig
Feuerbach-
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 33
El ser con el que comienza la filosofía no puede ser separado de la
conciencia ni la conciencia del ser. Así como la realidad de la sensación es
la cualidad, e inversamente la
sensación es la realidad de la
cualidad así también el ser es
la realidad de la conciencia,
pero del mismo modo
inversamente la conciencia es
la realidad del ser -sólo la
conciencia en el ser real.
Únicamente la conciencia es
la unidad real del espíritu y de la naturaleza. [...]
Espacio y tiempo son las formas de existencia de todo ser. Sólo es
existencia la existencia en el espacio y el tiempo. La negación del espacio
y el tiempo siempre es la sola negación de sus límites, no la de su ser. Una
sensación intemporal, una voluntad intemporal, un ser intemporal, son
absurdos. Quien carece de tiempo en general, carece también de tiempo y
apremio para querer y para pensar.
La negación del espacio y del tiempo en la metafísica, en el ser de las
cosas, conduce a las más perniciosas consecuencias prácticas. Sólo quien
se coloca, dondequiera que esté, en el punto de vista del espacio y del
tiempo, tiene también tacto y entendimiento práctico en la vida. Un
pueblo que excluya el tiempo de su metafísica y divinice la existencia
eterna, es decir, abstracta, separada del tiempo, también excluye, por
consiguiente, de su política al tiempo y diviniza el principio antihistórico
de la estabilidad,
antagónico al derecho y a
la razón. [...]
El filósofo tiene que
incorporar al texto de la
filosofía, lo que en el
hombre no filosofa, lo
que más bien está contra
la filosofía, se opone al pensamiento abstracto; por consiguiente, lo que
en Hegel es rebajado a mera nota. Sólo así la filosofía podrá devenir un
poder universal, omnipotente, irrefutable e irresistible. La filosofía no tiene
pues que comenzar consigo misma, sino con su antítesis, con la no filosofa.
Este ser distinto del pensamiento, no filosófico, absolutamente
antiescolástico en nosotros es el principio del sensualismo. [...]
La verdadera relación entre el pensamiento y el ser es únicamente la
siguiente: el ser es sujeto el pensamiento es predicado. El pensamiento
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 34
proviene del ser, pero no el ser del pensamiento. El ser es a partir de sí y
por sí; el ser sólo es dado por el ser; el ser tiene en sí su fundamento,
porque sólo el ser es sentido,
razón, necesidad, verdad, en
resumen, es todo en todo. El
ser es, porque el no-ser es no-
ser, es decir, nada, carente de
sentido. [...]
La nueva filosofía, la única
filosofía positiva, es la negación
de toda filosofía de escuela, y
pese a contener en sí misma la
verdad de la misma, es la
negación de la filosofía como cualidad abstracta, especial, es decir,
escolástica. ella no tiene ni contraseña, ni lenguaje especial, ni nombre
especial, ni principio especial; ella es el hombre pensante mismo, el hombre
que es y se sabe cómo la esencia autoconsciente de la naturaleza, la
esencia de la historia, la esencia de los estados, la esencia de la religión; el
hombre que es y se sabe cómo la identidad real (no imaginaria) absoluta de
todos los principios y contradicciones, de todas las cualidades activas y
pasivas, espirituales y sensibles, políticas y sociales; el hombre que sabe
que el ser panteísta, que los filósofos especulativos o más bien los
teólogos separaban del hombre y objetivaban como un ser abstracto, no
es más que su propia esencia indeterminada, pero susceptible de infinitas
determinaciones. [...]
La filosofía tiene que unirse nuevamente con las ciencias naturales y las
ciencias naturales con la filosofía. Esta unión fundada en una necesidad
mutua, en una necesidad interna, será más duradera, más afortunada y
fecunda que el maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y la
teología. [...]
La religión cristiana ha unido el nombre del hombre y el nombre de Dios
en el nombre del hombre-Dios, y, por consiguiente, ha elevado el nombre
del hombre a atributo del ser supremo. La nueva filosofía ha convertido,
de acuerdo con la verdad, este atributo en substancia y el predicado en
sujeto -la nueva filosofía es la idea realizada- la verdad del cristianismo.
Más justamente, al contener en sí la esencia del cristianismo renuncia al
nombre del cristianismo. El cristianismo ha enunciado la verdad sólo en
contradicción con la verdad. La verdad no contradictoria, pura y no
falsificada, es una verdad nueva -un acto nuevo y autónomo de la
humanidad»
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 35
FEUERBACH: DIFERENCIA ENTRE EL HOMBRE Y EL ANIMAL
«¿En qué consiste esa diferencia esencial que existe entre el hombre y el
animal? La respuesta más simple, más general y también más popular a
esta cuestión es: en la
conciencia, pero conciencia
entendida en sentido
estricto; puesto que la
conciencia entendida como
sentimiento de sí mismo,
como facultad de distinción
de lo sensible, de la
percepción e incluso del
juicio sobre las cosas externas, según determinadas características
sensibles, no puede negarse a los animales. La conciencia, en sentido
estricto, sólo existe allí donde un ser tiene como objeto su propio género
su propia esencialidad. El animal puede devenir objeto de sí mismo en
cuanto individuo -por eso posee sentimiento de sí mismo-, pero no en
cuanto género -por eso carece de conciencia, nombre derivado de saber-.
Por eso, donde hay conciencia, hay también aptitud para la ciencia. La
ciencia es la conciencia de los géneros. En la vida tratamos con individuos,
en la ciencia con géneros. Pero sólo un ser que tiene como objeto su
propio género, su esencialidad, puede convertir en objeto otras cosas,
otros seres, según su naturaleza esencial. El animal, por consiguiente,
tiene una única vida; el hombre, una vida doble; en el animal la vida
interior y exterior se identifican; el hombre, sin embargo, posee una vida
interior y otra exterior. La vida interior del hombre es la vida en relación a
su especie, a su esencia. El hombre piensa, es decir, conversa, habla
consigo mismo. El animal no puede realizar ninguna función genérica sin
otro individuo exterior a él; el hombre, sin embargo, puede realizar las
funciones genéricas del pensar y hablar, que son verdaderas funciones
genéricas, independiente de otro individuo. El hombre es, al mismo
tiempo, para sí mismo el yo y el tú; él puede ponerse en el lugar del otro,
precisamente porque su objeto no es solamente su individualidad, sino
también su especie genérica, su esencia.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 36
La esencia del hombre, a diferencia de la del animal, es no sólo el
fundamento de la religión, sino también su objeto. La religión es la
conciencia de lo infinito; es y sólo puede ser la conciencia que el hombre
tiene de su esencia, no finita y limitada, sino infinita. Un ser realmente
finito no tiene ni el
más remoto
presentimiento ni,
por supuesto,
conciencia, de un ser
infinito, pues la
limitación del ser
implica la limitación
de la conciencia. La
conciencia de una
oruga, cuya vida y cuyo ser están limitados en el estrecho círculo de una
determinada especie de plantas, no se extiende tampoco más allá de este
ámbito limitado; distingue perfectamente esta planta de las otras, pero
no sabe nada más. Semejante conciencia limitada, infalible, sin posibilidad
de error, en razón de su limitación, la llamamos instinto y no conciencia.
Conciencia, en sentido propio, riguroso, y conciencia de lo infinito son
sinónimos; conciencia limitada no es conciencia; la conciencia es
esencialmente universal, naturaleza infinita. La conciencia de lo infinito
sólo puede ser conciencia de la infinitud de la conciencia. Con otras
palabras, en la conciencia de lo infinito, el hombre consciente tiene por
objeto la infinitud de su propia esencia.
¿Qué es, entonces, la esencia del hombre, de la que éste es consciente, o
qué es lo que constituye en el hombre el género de la humanidad
propiamente dicha? La razón, la voluntad, el corazón. El hombre perfecto
debe poseer la facultad del pensamiento, la facultad de la voluntad, la
facultad del corazón. La
facultad del pensamiento
es la luz del
conocimiento, la facultad
de la voluntad es la
energía del carácter y la
facultad del corazón es el
amor. Razón, amor y
voluntad son perfecciones, son facultades supremas, constituyen la
esencia absoluta del hombre en cuanto hombre y el fin de su existencia. El
hombre existe para conocer, para amar, para querer. Pero, ¿cuál es el fin
de la razón? La razón misma. ¿Y del amor? El amor. ¿Y el de la voluntad? La
libertad de querer. Conocemos para conocer, amamos para amar,
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 37
queremos para querer, es decir, para ser libres. El verdadero ser es el ser
que piensa, ama, quiere. Verdadero, perfecto, divino es solamente lo que
existe para sí mismo. Pero así es el amor, así la razón, así la voluntad. La
trinidad divina en el hombre, por encima del hombre individual, es la
unidad de razón, amor y voluntad. Razón (imaginación, fantasía, ideas,
opinión), voluntad, amor o corazón no son facultades que el hombre
tiene -pues él es nada sin ellas; el hombre es lo que es solamente por ellas-
; son los elementos que fundamentan su ser, ser que él ni tiene ni hace,
fuerzas que lo animan, determinan y dominan, fuerzas absolutas, divinas,
a las que no puede oponer resistencia alguna»21
«El hombre no se distingue de ningún modo del animal solamente por el
pensar. Todo su ser constituye más bien su diferencia con respecto al
animal.
Ciertamente,
quien no piensa,
no es hombre;
mas no porque
el pensar sea la
causa del ser,
sino únicamente
porque es un
efecto y una
particularidad
necesaria del ser
humano.
De ahí que tampoco aquí tengamos necesidad de rebasar el dominio de la
sensibilidad para reconocer al hombre como ser que está por encima de
los animales. El hombre no es un ser particular, como lo es el animal, sino
un ser universal y, por ello, no es un ser limitado y no-libre, sino un ser
ilimitado y libre; pues universalidad, ilimitación y libertad son
inseparables. Y esta libertad no existe, por ejemplo, en una facultad
particular, en la voluntad, del mismo modo que esta universalidad no
reside en una facultad particular de la capacidad de pensar, en la razón -
esta libertad y esta universalidad se extienden a todo su ser. Los sentidos
de los animales son, ciertamente, más agudos que los del hombre, pero
sólo en relación con determinadas cosas que están en necesaria conexión
con las necesidades de los animales, y son más agudos precisamente en
21
Fuente: (Feuerbach L. , La esencia del Cristianismo. Crítica filosófica de la religión, 1941, págs. 15-17), el subrayado es nuestro.
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pág. 38
virtud de esta determinación, de esta delimitación exclusiva a algo
determinado. El hombre no tiene el olfato de un perro de caza, ni el de un
cuervo; pero ello es así únicamente porque su olfato es un sentido que
comprende toda clase de olores, siendo así un sentido más libre e
indiferente respecto de olores particulares. Allí donde, empero, un
sentido se eleva por encima de los límites de la particularidad y su
dependencia de la necesidad, allí también se eleva a un significado y una
dignidad autónomas y teoréticas: el sentido universal es entendimiento, la
sensibilidad universal es espiritualidad. Incluso los sentidos inferiores, el
olfato y el gusto, se elevan en el hombre a actos espirituales, a actos
científicos. El olor y el sabor de las cosas son objetos de las ciencias
naturales. Incluso el estómago del hombre, a pesar del menosprecio con
que lo consideramos, no es un ser animal, sino humano, pues es un ser
universal no limitado a determinadas clases de alimentos. Precisamente
en virtud de esto es libre el hombre de la furia voraz con que el animal se
lanza sobre su presa. Déjale al hombre su cabeza, pero ponle el estómago
de un león o de un caballo -sin duda, dejará de ser un hombre. Un
estómago limitado sólo se aviene con un sentido limitado, esto es, animal.
La relación moral y razonable del hombre con el estómago reside, pues,
también en el sólo hecho de tratarlo como un ser humano, y no como un
ser animal. Quien considera que la humanidad termina en el estómago y
rebaja el estómago a la clase de los animales, también autoriza al hombre
a la bestialidad en el comer»22
MAX SCHELER : DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y EL
ANIMAL 23.
«En este punto surge la
cuestión decisiva para
nuestro problema. Si se
concede la inteligencia al
animal, ¿existe más que
una diferencia de grado
entre el hombre y el
animal? ¿Existe una
diferencia esencial? ... Aquí
es donde los caminos se separan más netamente. Los unos quieren
reservar la inteligencia y la elección al hombre y negarlas al animal.
22
Fuente: (Feuerbach L. , Principios de la filosofía del futuro, 1977), el subrayado es nuestro. 23
Fuente: (Scheler, 1971, págs. 53-55), el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 39
Afirman, pues, sin duda, una diferencia esencial; pero la afirman donde, a
mi juicio, no existe. Los otros, en especial todos los evolucionistas de las
escuelas de Darwin y de Lamarck, niegan que haya una última
diferencia entre el hombre y el animal, porque el animal posee ya
inteligencia. Son, por tanto, partidarios en una u otra forma, de la gran
teoría monista sobre el hombre, designada con el nombre de teoría
del homo faber; y no conocen, naturalmente, ninguna clase de ser
metafísico, ni metafísica alguna del hombre, esto es, ninguna relación
característica del hombre como tal con el fondo del universo.
Por lo que a mi toca, no puedo por menos de rechazar resueltamente
ambas doctrinas. Yo sostengo que la esencia del hombre y lo que
podríamos llamar su puesto singular están muy por encima de lo que
llamamos inteligencia y facultad de elegir, y no podrían ser
alcanzados aunque imaginásemos esta inteligencia y facultad de elegir
acrecentadas cualitativamente incluso hasta el infinito. Pero también
sería representarse ese quid nuevo, que hace del hombre un hombre,
simplemente como otro grado esencial de las funciones y facultades
pertenecientes a la esfera vital... No. El nuevo principio que hace del
hombre un hombre, es ajeno a todo lo que podemos llamar vida, en el
más amplio sentido. [...] Lo que hace del hombre un hombre es un
principio que se opone a toda vida en general; un principio que, como
tal, no puede reducirse a la «evolución natural de la vida», sino que, si ha
de ser reducido a algo, sólo puede serlo al fundamento supremo de las
cosas, o sea, al mismo fundamento del cual también la «vida» es una
manifestación parcial. Ya los griegos sostuvieron la existencia de tal
principio y lo llamaron «razón». Nosotros preferimos emplear, para
designar esta X, una palabra más comprensiva, una palabra que
comprende el concepto de la razón, pero que, junto al pensar ideas,
comprende también una determinada especie de intuición, la intuición de
los fenómenos primarios o esencias, y además una determinada clase de
actos emocionales y volitivos: por ejemplo, la bondad, el amor, el
arrepentimiento, la veneración, etc. Esa palabra es espíritu»
ARNOLD GEHLEN , REFIRIÉNDOSE AL TEXT O ANTERIOR DE
SCHELER , AFIRMA24:
«Les pido recordar como nuevos resultados de Scheler los siguientes:
delineó sobre el trasfondo de la vida animal la tesis de la apertura del
hombre al mundo; afirmó que lo anímico -esto es, sensibilidad, fantasía,
24
Fuente: (Gehlen, Antropología filosófica, 1993, pág. 31)
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
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memoria, sentimiento, etc.- serían fenómenos vitales no esencialmente
distintos de los propiamente biológicos, mientras que el espíritu
significaría decididamente otra cosa. Todo esto era muy convincente y
estaba expuesto en forma magistral. Más de inmediato se ve que, en el
fondo, Scheler sólo desplazaba el dualismo, conocido desde antiguo. Este
ya no se establecía entre «cuerpo» y «alma», sino entre «espíritu», por un
lado, y «cuerpo animado», por otro. Llegó incluso a agudizarlo al extremo
de oponer explícitamente el espíritu a la vida»
HEIDEGGER: LOS PROBLEMAS DE LA ANTROPOLOGÍA
FILOSÓFICA 25
«La pregunta por la esencia de la metafísica es la pregunta por la unidad
de las facultades
fundamentales del
«espíritu» humano. La
fundamentación kantiana
revela lo siguiente: fundar
la metafísica es igual a
preguntar por el hombre,
es decir, es antropología.
¿Pero acaso al hacer el
primer intento de
aprehender más
originariamente la
fundamentación kantiana
no se desechó su reducción a la antropología? Sin duda, pues se mostró
que todo lo que la antropología ofrece en materia de interpretación del
conocimiento y de sus dos fuentes había sido revelado, en forma más
originaria, precisamente por la Crítica de la razón pura. Pero, por el
momento, sólo se concluye de esto que la antropología desarrollada por
Kant es una antropología empírica y no una antropología que satisfaga la
problemática trascendental, es decir, una antropología «pura». Este hecho
acentúa precisamente la necesidad de una antropología satisfactoria, es
decir, «filosófica», para los fines de la fundamentación de la metafísica.
Las propias palabras de Kant sirven, sin duda alguna, para comprobar que
el resultado de la fundamentación kantiana consiste en la comprensión de
la conexión necesaria entre la antropología y la metafísica. La
fundamentación kantiana de la metafísica tiende a fundar «la metafísica
25
Fuente: (Heidegger, 2012, págs. 237-244; 248-250), el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
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en su finalidad última», es decir, la metaphysica specialis, de la que
forman parte las tres disciplinas: cosmología, psicología y teología. Pero
esta fundamentación, como crítica de la razón pura, debe comprender
estas últimas según su esencia interna, si se debe comprender la
metafísica como «disposición natural del hombre» en sus límites y en su
posibilidad. La esencia interior de la razón humana se manifiesta en
aquellos intereses que la mueven siempre, en tanto es humana. «Todo
interés de mi razón (tanto lo especulativo como lo práctico) se resume en
las tres preguntas siguientes:
1) ¿Qué puedo saber?
2) ¿Qué debo hacer?
3) ¿Qué me es
permitido esperar?» (A
804 s., B 832 s.)
Estas tres preguntas
son las que se han
asignado a las tres
disciplinas de la
metafísica propiamente
dicha, es decir, a la
metaphysica specialis. El
saber humano se
refiere a la naturaleza en el sentido más amplio de lo ante los ojos
(cosmología), el hacer [Tun] es la actividad [Handeln] del hombre y
concierne a su personalidad y libertad (psicología), el esperar tiende a la
inmortalidad como felicidad, es decir, hacia la unión con Dios (teología).
Estos tres intereses originales determinan al hombre, no como ser
natural, sino como «ciudadano del mundo». Constituyen el objeto de la
filosofía «de intención cosmopolita», es decir, constituyen el campo de la
filosofía propiamente dicha. Por eso dice Kant en la introducción a su
curso de lógica, donde desarrolla el concepto de la filosofía en general: «El
campo de la filosofía en este sentido cosmopolita se deja resumir en las
siguientes preguntas:
1) ¿Qué puedo saber?
2) ¿Qué debo hacer?
3) ¿Qué me es permitido esperar?
4) ¿Qué es el hombre?»
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
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Surge aquí una cuarta pregunta, que se agrega a las tres ya mencionadas.
Pero esta cuarta pregunta acerca del hombre ¿no queda como agregada
exteriormente a las otras tres y como superflua, por lo tanto, si se
considera que la psychologia rationalis, como disciplina de la metaphysica
specialis, trata ya del hombre?
Pero Kant no añade simplemente esta cuarta pregunta a las tres
anteriores, sino que dice: «En el fondo, todo esto se podría incluir en la
antropología, pues las tres primeras preguntas se refieren a la última.»
Con esto Kant expresó inequívocamente el verdadero resultado de su
fundamentación de la metafísica. Y por ello, la tentativa de una repetición
de
la
fun
dam
enta
ción
reci
bió
una
adv
ertencia clara respecto a su tarea. A decir verdad, Kant no habla de la
antropología sino en términos generales. Sin embargo, según lo dicho
anteriormente, está fuera de duda que únicamente una antropología
filosófica es capaz de hacerse cargo de la fundamentación de la filosofía
propiamente dicha, de la metaphysica generalis. ¿No será que la
repetición de la fundamentación kantiana tiene como tarea específica el
desarrollo sistemático de la «antropología filosófica», y deberá, por lo
tanto, determinar antes la idea de la misma?
§ 37. La idea de una antropología filosófica
¿Qué es lo que corresponde a una antropología filosófica? ¿Qué es, en
general, la antropología y cómo se convierte en filosófica? Antropología
quiere decir ciencia del hombre. Abarca todo lo que puede investigarse
acerca de la naturaleza del hombre, en su calidad de ser dotado de
cuerpo, alma y espíritu. Pero en el dominio de la antropología caen no
solamente las propiedades del hombre comprobables como ante los ojos,
que lo diferencian como especie determinada frente al animal y a la
planta, sino también sus disposiciones latentes y las diferencias de
carácter, raza, sexo. Y en cuanto que el hombre no se presenta solamente
como un ser natural, sino que además actúa y crea, la antropología debe
tratar de comprender lo que el hombre, como ser actuante, «hace de sí
mismo», lo que puede y lo que debe hacer. Su poder y deber, siempre,
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 43
estriban finalmente en posiciones básicas, que el hombre como tal puede
adoptar, y que nosotros llamamos Weltanschauungen, cuya «psicología»
abarca el conjunto de la ciencia del hombre.
Como la antropología debe ser una reflexión sobre el hombre bajo su
aspecto somático, biológico y psicológico, la caracterología, el
psicoanálisis, la etnología, la psicología pedagógica, la morfología de la
cultura y la tipología de las concepciones del mundo (Weltanschauungen)
deben convergir en ella. No solamente no es posible abarcar con la vista el
contenido, sino que además es esencialmente diferente por la manera de
plantear el problema, por lo que se pretende verificar, por el objetivo de
la exposición, por la forma en que se expresa y finalmente por los
supuestos que dirigen la investigación. Pero en tanto que todo esto, y por
último la totalidad del ente, pueda referirse al hombre en alguna forma,
incluyéndoselos por lo mismo en la antropología, esta última se hace tan
amplia que su idea se pierde en la más completa indeterminación.
Así pues la antropología no es ya solamente el nombre de una disciplina,
sino que la palabra designa hoy una tendencia fundamental de la posición
actual que el hombre ocupa frente a sí mismo y en la totalidad del ente.
De acuerdo con esta posición fundamental, nada es conocido y
comprendido hasta no ser aclarado antropológicamente. Actualmente, la
antropología no busca sólo la verdad acerca del hombre, sino que
pretende decidir sobre el significado de la verdad en general.
En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al
hombre como en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento
acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en
ésta. Ninguna época, hasta la fecha, ha sido capaz de hacer accesible este
saber con la rapidez y facilidad que la nuestra. Y, sin embargo, en ningún
tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. «En ninguna
época ha sido el hombre tan problemático como en la actual26 »
26
Cf. (Scheler, 1971, pág. 18)
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 44
Pero ¿no serán precisamente la amplitud e incertidumbre con que se
plantean las preguntas antropológicas una garantía para hacer surgir una
antropología filosófica y dar una fuerza especial a tales esfuerzos? ¿No se
ha ganado, con la idea de una antropología filosófica, la disciplina en la
que ha de concentrarse toda la filosofía?
Hace ya años que Max Scheler habló acerca de esta antropología
filosófica. «En cierto sentido todos los problemas centrales de la filosofía
pueden resumirse en la pregunta por lo que el hombre es y qué lugar y
puesto metafísico ocupa dentro de la totalidad del ser, del mundo y en
Dios.» Pero al mismo tiempo Scheler vio también, con singular agudeza,
que la diversidad de las determinaciones acerca de la esencia del hombre
no se deja encerrar simplemente en una definición común: «El hombre es
algo tan amplio, abigarrado y diverso que escapa a toda definición. Tiene
demasiados cabos» Y de esta suerte los esfuerzos de Scheler, acentuados
en sus últimos años y empleados en una nueva inspiración fecunda,
fueron dedicados no solamente a conseguir una idea unitaria del hombre,
sino a destacar también las dificultades esenciales y las complicaciones de
semejante tarea.
Pero tal vez la dificultad fundamental de una antropología filosófica no
radica en la tarea de lograr una unidad sistemática de las determinaciones
esenciales sobre esta esencia diversa, sino más bien en su concepto
mismo, dificultad que no pueden hacernos olvidar siquiera los
conocimientos antropológicos más extensos y «pomposos».
En resumidas cuentas ¿qué es lo que convierte en filosófica una
antropología? ¿Estriba acaso la diferencia solamente en que sus
conocimientos adquieren un grado de generalidad mayor que los
empíricos, sin que se pueda precisar en qué grado de generalidad termina
el conocimiento empírico y dónde comienza el filosófico?
Sin duda, una antropología puede llamarse filosófica si su método es
filosófico, en el sentido de una consideración de la esencia del hombre.
Ésta se propondría diferenciar al ente que llamamos hombre de la planta,
del animal y de las demás regiones del ente, poniendo de manifiesto la
constitución esencial específica de esta región determinada del ente. La
antropología filosófica se convierte, pues, en una ontología regional del
hombre, coordinada con las otras ontologías, que se reparten con ella el
dominio total del ente. Una antropología así entendida no puede ser sin
más el centro de la filosofía, y menos aún si se funda en la estructura
interna de su problemática.
También es posible que la antropología sea filosófica si, como
antropología, determina ya sea el fin o el punto de partida de la filosofía,
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 45
o bien ambos a la vez. Si se considera que el fin de la filosofía es
desarrollar una Weltanschauung, la antropología deberá delimitar «el
puesto del hombre en el cosmos'. Y si se toma al hombre como aquél ente
que -dentro del orden que implica el fundamentar un conocimiento
absolutamente positivo- es sencillamente lo primero y más cierto, una
filosofía, concebida y planeada en tal forma, tiene que asignar a la
subjetividad humana una importancia central. La primera tarea puede ser
conciliada con la segunda, y ambas como consideraciones antropológicas,
pueden servirse del método y de los resultados de una ontología regional
del hombre.
Pero precisamente estas diversas posibilidades de definir el carácter
filosófico de una antropología muestran la imprecisión de esta idea. Esta
imprecisión aumenta al tomarse en cuenta la diversidad de los
conocimientos empírico-antropológicos en los que se basa, cuando
menos en principio, toda antropología filosófica.
Por más natural y clara que sea la idea de una antropología filosófica, a
pesar de su carácter equívoco, y por más irresistiblemente que se
imponga, el «antropologismo» será inevitablemente combatido en la
filosofía y los ataques se renovarán constantemente. La idea de una
antropología filosófica no solamente carece de determinación suficiente,
sino que su función en el conjunto de la filosofía queda oscura e indecisa».
[...]
«Sólo podremos plantear esta cuarta pregunta tal como debe ser
planteada si la desarrollamos, como pregunta, a partir de la comprensión
que hemos obtenido sobre el resultado de la fundamentación, y si
renunciamos a una respuesta prematura.
Se trata de preguntar por qué las tres preguntas (1. ¿Qué puedo saber? 2.
¿Qué debo hacer? 3. ¿Qué me es permitido esperar?) «se dejan reducir» a
la cuarta? ¿Por qué «puede incluirse todo esto en la antropología»? ¿Qué
tienen de común estas tres preguntas, bajo qué aspecto son una, de tal
modo que pueda reducírselas a la cuarta? ¿Cómo debe formularse esta
cuarta pregunta para que pueda englobar y llevar en su unidad a las otras
tres?» [...]
[Según Heidegger, la razón humana muestra su finitud en estas tres
preguntas, ya que, cuando un poder (1ª pregunta kantiana) es problemático;
cuando un deber (2ª pregunta) es problemático; y cuando un permitir (3ª
pregunta) es problemático, se muestra dicha finitud]
«Pero la razón humana no solamente acusa su finitud en estas preguntas,
sino que su interés más íntimo tiende hacia la finitud misma. Lejos de
empeñarse en eliminar aquel poder, deber y permitir, es decir, en eliminar
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 46
la finitud, se empeña en asegurarse de esta finitud para mantenerse en
ella.
La finitud, por lo tanto, no se adhiere sencillamente a la razón pura
humana, sino que su finitud es un hacerse finito, es decir, una «cura» por
el poder ser finito.
De ahí resulta que la razón humana no es solamente finita porque se
plantee las tres preguntas mencionadas, sino que, por el contrario,
plantea estas preguntas porque es finita, de tal suerte que, en su
racionalidad, le va por esta finitud misma. Debido a que las tres preguntas
interrogan por este [objeto] único: la finitud, estas preguntas «se dejan»
referir a la cuarta: ¿qué es el hombre?
Pero las tres preguntas no sólo se dejan referir a la cuarta, sino que no son
otra cosa que esta misma pregunta, es decir, deben de ser referidas a esta
pregunta, de acuerdo con su propia esencia. Pero esta referencia sólo es
necesariamente esencial cuando esta cuarta pregunta renuncia a la
universalidad e indeterminación que tiene a primera vista para adquirir
esa univocidad en virtud de la cual se pregunta en ella por la finitud del
hombre».
[...]
La fundamentación de la metafísica se basa en la pregunta por la finitud
del hombre, de tal modo que esta finitud puede ahora convertirse en
problema. La fundamentación de la metafísica es una «disociación»
(analítica) de nuestro conocimiento, es decir, del conocimiento finito en
sus elementos. Kant la llama un «estudio de nuestra naturaleza interna».
Este estudio sólo deja de ser un preguntar accidental y desorientado
acerca del hombre, para convertirse «antes bien en un deber del filósofo»,
a condición de que la problemática, por la que se guía esencialmente, sea
comprendida originariamente y con la suficiente amplitud y lleve a tomar
la «naturaleza interna» de «nuestra» mismidad como problema de la
finitud en el hombre.
Por múltiples y esenciales que sean los conocimientos que la
«antropología filosófica» aporte acerca del hombre, nunca podrá
pretender ser, con derecho, una disciplina fundamental de la filosofía por
la sola razón de ser antropología. Por el contrario, implica el constante
peligro de hacer pasar desapercibida la necesidad de elaborar como
problema la pregunta por el hombre, planteada en atención a una
fundamentación de la metafísica».
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LÉVI-STRAUSS: LA DISOLUCIÓN DEL SU JETO27
«[...] el fin último de las ciencias humanas no es constituir al hombre,
sino disolverlo. El valor eminente de la etnología es el de corresponder a
la primera etapa de una acción que comporta a otras: más allá de la
diversidad empírica de las sociedades humanas, el análisis etnográfico
quiere llegar a invariables, que, como muestra la presente obra, se sitúan
a veces en los puntos más imprevistos. Rousseau lo había presentido con
su habitual clarividencia: «Cuando se quiere estudiar a los hombres hay
que mirar cerca de sí; pero para estudiar al hombre, hay que aprender a
dirigir la vista a lo lejos; primero, hay que observar las diferencias, para
descubrir las propiedades». Sin embargo, no bastaría con haber resorbido
las humanidades particulares en una humanidad general; esta primera
empresa esboza otras, que
Rousseau no habría
admitido de tan buen
grado, y que incumben a
las ciencias exactas y
naturales: reintegrar a la
cultura en la naturaleza, y,
finalmente, a la vida en el
conjunto de sus condiciones físico-químicas.
Pero, a despecho del giro voluntariamente brutal dado a nuestra tesis, no
perdemos de vista que el verbo «disolver» no supone, de ninguna manera
(y aun excluye) la destrucción de las partes constitutivas del cuerpo
sometido a la acción de otro cuerpo. La solución de un sólido en un
líquido modifica la disposición de las moléculas del primero; ofrece
también, a menudo, un medio eficaz de ponerlas en reserva, para
recuperarlas cuando sea necesario y estudiar mejor sus propiedades. Las
reducciones que consideramos no serán, pues, legítimas, y ni siquiera
posibles, más que con dos condiciones, la primera de las cuales es la de no
empobrecer los fenómenos sometidos a reducción, y la de tener la
certidumbre de que, previamente, sea reunido alrededor de cada uno
todo lo que contribuye a su riqueza y a su originalidad distintivas: pues no
serviría de nada empuñar un martillo para pegar al lado del clavo.
En segundo lugar debe estar uno preparado a ver que cada reducción
cambia de pies a cabeza la idea preconcebida que podía uno formarse del
nivel, sea cual fuere, que uno trata de alcanzar. La idea de una humanidad
27
Fuente: (Lévi-Strauss, 1997, págs. 357-359, 361) el subrayado es nuestro.
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general, a la cual conduce la reducción etnográfica, no guardará ninguna
relación con la idea que nos habíamos formado antes. Y el día en que
lleguemos a comprender
la vida como una función
de la materia inerte, será
para descubrir que ésta
posee propiedades harto
diferentes de las que le
atribuíamos
anteriormente. Por tanto,
no podríamos clasificar los
niveles de reducción en
superiores e inferiores,
puesto que, por lo contrario, hay que esperar a que, por consecuencia de
la reducción, el nivel considerado superior comunique retroactivamente
algo de su riqueza al nivel inferior al cual Io habremos reducido. La
explicación científica no consiste en el paso de la complejidad a la
simplicidad, sino en la sustitución de una complejidad menos inteligible
por otra más inteligible.
En nuestra perspectiva, por consiguiente, el yo no se opone al otro, como
el hombre no se opone al mundo: las verdades captadas a través del
hombre son «del mundo» y son importantes por eso mismo. Entonces, se
comprende que descubramos en la etnología el principio de toda
investigación [...]
Quien empieza por instalarse en las pretendidas evidencias del yo ya no
sale de ahí. El conocimiento de los hombres les parece, a veces, más fácil a
quienes se dejan coger en la trampa de la identidad personal. Pero de esta
manera se cierran la puerta del conocimiento del hombre: toda
investigación etnográfica tiene su principio en «confesiones» escritas o
inconfesadas. De hecho, Sartre queda cautivo de su Cogito: el de
Descartes permitía el acceso a lo universal, pero a condición de ser
psicológico e individual; al sociologizar el Cogito, Sartre cambia solamente
de prisión. En lo sucesivo, el grupo y la época de cada sujeto harán para él
las veces de conciencia intemporal.
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FOUCAULT . LA ARQUEOLOGÍA DEL SABER: LAS CIENCIAS
HUMANAS EN LA EPISTEME MODERNA 28
«En todo caso, lo que manifiesta lo propio de las ciencias humanas no es,
como puede verse muy bien, este objeto privilegiado y singularmente
embrollado que es el hombre. Por la buena razón de que no es el hombre
el que las constituye y les ofrece un dominio específico, sino que es la
disposición general de la episteme la que les hace un lugar, las llama y las
instaura -permitiéndoles así constituir al hombre como su objeto. Se dirá,
pues, que hay «ciencia humana» no por todas aquellas partes en que se
trata del hombre, sino siempre que se analiza, en la dimensión propia de
lo inconsciente, las normas, las reglas, los conjuntos significativos que
develan a la conciencia las condiciones de sus formas y de sus contenidos.
Hablar de «ciencias del hombre» en cualquier otro caso es un puro y
simple abuso de lenguaje. Se mide por ello cuán vanas y ociosas son todas
las molestas discusiones para saber si tales conocimientos pueden ser
llamados científicos en realidad y a qué condiciones deberán sujetarse
para convertirse en tales. Las «ciencias del hombre» forman parte de la
episteme moderna como la química, la medicina o cualquier otra ciencia; o
también como la gramática y la historia
natural formaban parte de la episteme
clásica. Pero decir que forman parte del
campo epistemológico significa tan sólo que
su positividad está enraizada en él, que allí
encuentran su condición de existencia, que,
por tanto, no son únicamente ilusiones,
quimeras seudocientíficas, motivadas en el
nivel de las opiniones, de los intereses, de las
creencias, que no son lo que otros llaman,
usando un nombre caprichoso, «ideología».
Pero, a pesar de todo, esto no quiere decir
que sean ciencias.
Si es verdad que toda ciencia, sea la que fuere, al ser interrogada en el
nivel arqueológico y cuando se trata de desencallar el suelo de su
positividad, revela siempre la configuración epistemológica que la ha
hecho posible, en cambio toda configuración epistemológica, aun cuando
sea perfectamente asignable en su positividad, puede muy bien no ser
una ciencia: pero no por este hecho se reduce a una impostura. Hay que
distinguir con cuidado tres cosas: hay temas con pretensiones científicas
que pueden encontrarse en el nivel de las opiniones y que no forman
28
Fuente: (Foucault, 1968, págs. 353-355)
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 50
parte (o ya no la forman) de la red epistemológica de una cultura: a partir
del siglo XVII, por ejemplo, la magia natural dejó de pertenecer a la
episteme occidental, pero se prolongó durante largo tiempo en el juego
de las creencias y las valoraciones afectivas. En seguida encontramos las
figuras epistemológicas cuyo dibujo, posición y funcionamiento pueden
ser restituidos en su positividad por un análisis de tipo arqueológico; y a
su vez, pueden obedecer a dos grandes organizaciones diferentes: las
unas presentan los caracteres de objetividad y de sistematización que
permiten definirlas como ciencias; las otras no responden a estos
criterios, es decir, su forma de coherencia y su relación con su objeto
están determinadas por su positividad sola. Éstas bien pueden no poseer
los criterios formales de un conocimiento científico: pertenecen, sin
embargo, al dominio positivo del saber. Sería, pues, igualmente vano e
injusto el analizadas como fenómenos de opinión o el confrontadas por
medio de la historia o de la crítica con las formaciones propiamente
científicas; sería aún más absurdo el tratarlas como una combinación que
mezclaría de acuerdo con proporciones variables «elementos racionales''
y otros que no lo serían. Es necesario remplazarlas al nivel de la
positividad que las hace posibles y determina necesariamente su forma.
Así, pues, la arqueología tiene dos tareas con respecto a ellas: determinar
la manera en que se disponen en la episteme en la que están enraizadas;
mostrar también en qué se diferencia radicalmente su configuración de la
de las ciencias en sentido estricto. Esta configuración que les es particular
no debe ser tratada como un fenómeno negativo: no es la presencia de un
obstáculo, no es una deficiencia interna lo que las hace fracasar en el
umbral de las formas científicas. Constituyen en su figura propia, al lado
de las ciencias y sobre el mismo suelo arqueológico, otras configuraciones
del saber»
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
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EDGAR MORIN: CONTRA EL REDUCCIONISMO DEL
HOMBRE 29
«Lo que está muriendo en nuestros días no es la noción de hombre, sino
un concepto insular del hombre, cercenado de la naturaleza, incluso de la
suya propia. Lo que debe morir es la
autoidolatría del hombre que se
admira en la ramplona imagen de su
propia racionalidad [...]. Ante todo, el
hombre no puede verse reducido a su
aspecto técnico de homo faber, ni a
su aspecto racionalístico de homo
sapiens. Hay que ver en él también el
mito, la fiesta, la danza, el canto, el
éxtasis, el amor, muerte, la
desmesura, la guerra [...]. No deben
despreciarse la afectividad, el desorden, la neurosis, la aleatoriedad. El
auténtico hombre se halla en la dialéctica sapiens-demens»
29
Fuente: (Morin, 2005, págs. 227-235), el subrayado es nuestro.
Filosofía- C.P.E.M Nº 23 5º Año “A” Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
pág. 52
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