Antropogonías o mitos de creación del hombre

5
140 Un mito del principio y el fin que rodean el mundo. Odín es «soberano de los dioses» y dueño de las runas. 61. Cf. estrofa 8, donde los dioses juegan a algo parecido al ajedrez o las damas. 62. Baldr y Hod, el hermano que inocentemente le dio muerte, retornan ahora al mundo pacificado. Hropt: Odín, cuya «sala de guerra» es el Valhalla. 63. Honir: cf. estrofa 18. En esta nueva era posee el don de predecir el futuro. Tveggi: Odín, «el doble», cuyos hermanos son Vili y Ve. Vindbeim: el cielo, «la morada del viento». 64. Gimle: una sala techada de oro en que morarán los justos en la nueva era. 65. La estrofa resulta oscura. No se dice el nombre del nuevo soberano. 66. Nidhógg: El dragón de la estrofa 39. Nidarfjoll: los «negros peñascos». H. A. Bellows, The Poetic Edda (Nueva York 1923) 3-6, 8-26, con notas de D. Rnipe. C. LA CREACIÓN DEL HOMBRE 62. CREACIÓN DE LA MUJER DE LA TIERRA MADRE (maoríes) Para producir al hombre, por consiguiente, fue necesario que el dios Tañe, el Fecundador, modelara de tierra una figura de aspecto humano sobre el cuerpo de la Madre Tierra, y que luego la vivi- ficara. Este acontecimiento ocurrió de la siguiente manera (se- gún Best, este relato «se recoge tal como fue narrado por un viejo nativo»): Tañe se dirigió al puke (mons veneris) de Papa (la Tierra) y allí modeló en figura humana una forma sobre la tierra. Su siguiente tarea consistió en dotar de vida a la figura, una vida como la que conocen los seres humanos, y ha de notarse que en el relato de esta acción se habla de él como de Tañe te waiora. Era la luz del sol que fecunda a la Madre Tierra. En la imagen inerte fueron implantados wairua (espíritu) y manawa ora (aliento vital), obtenidos de lo, el ser supremo. El aliento de Tañe se dirigió a la imagen, y su calor la afectó. La figura absorbió la vida, un débil suspiro de vida se escuchó, el espíritu vital se ma- nifestó, y Hine-ahu-one, la Doncella formada de la Tierra, estor- nudó, abrió los ojos y se levantó. Era una mujer. Tal es el origen de la mujer, formada de la sustancia de la Tierra Madre, pero animada por el Espíritu divino emanado del ser supremo, lo el grande, lo el del rostro oculto, lo el padre, lo el ingénito. E. S. Craighill Handy, Polynesian Religión (Honolulú 1927) 39, citando a E. Best, Maori Personifications: «Journal of the Polynesian Society» 32 (1923) 110- 111. 63. EL GÉNESIS ZUÑÍ: CREACIÓN Y APARICIÓN DEL HOMBRE Un mito de los indios zuñis de Nuevo México. Antes de la nueva creación, sólo Awonawilona (el Hacedor de todas las cosas, el que todas las llevaba en sí, el Padre de toda paternidad) poseía el ser. No existía ninguna otra cosa en todo

description

Versiones de los mitos de creación en diferentes culturas según M. Eliade.

Transcript of Antropogonías o mitos de creación del hombre

140 Un mito del principio y el fin

que rodean el mundo. Odín es «soberano de los dioses» y dueño de las runas.

61. Cf. estrofa 8, donde los dioses juegan a algo parecido al ajedrez o las damas.

62. Baldr y Hod, el hermano que inocentemente le dio muerte, retornan ahora al mundo pacificado. Hropt: Odín, cuya «sala de guerra» es el Valhalla.

63. Honir: cf. estrofa 18. En esta nueva era posee el don de predecir el futuro. Tveggi: Odín, «el doble», cuyos hermanos son Vili y Ve. Vindbeim: el cielo, «la morada del viento».

64. Gimle: una sala techada de oro en que morarán los justos en la nueva era.

65. La estrofa resulta oscura. No se dice el nombre del nuevo soberano. 66. Nidhógg: El dragón de la estrofa 39. Nidarfjoll: los «negros peñascos».

H. A. Bellows, The Poetic Edda (Nueva York 1923) 3-6, 8-26, con notas de D. Rnipe.

C. LA CREACIÓN DEL HOMBRE

6 2 . CREACIÓN DE LA MUJER DE LA TIERRA MADRE

(maoríes)

Para producir al hombre, por consiguiente, fue necesario que el dios Tañe, el Fecundador, modelara de tierra una figura de aspecto humano sobre el cuerpo de la Madre Tierra, y que luego la vivi­ficara. Este acontecimiento ocurrió de la siguiente manera (se­gún Best, este relato «se recoge tal como fue narrado por un viejo nativo»):

Tañe se dirigió al puke (mons veneris) de Papa (la Tierra) y allí modeló en figura humana una forma sobre la tierra. Su siguiente tarea consistió en dotar de vida a la figura, una vida como la que conocen los seres humanos, y ha de notarse que en el relato de esta acción se habla de él como de Tañe te waiora. Era la luz del sol que fecunda a la Madre Tierra. En la imagen inerte fueron implantados wairua (espíritu) y manawa ora (aliento vital), obtenidos de lo, el ser supremo. El aliento de Tañe se dirigió a la imagen, y su calor la afectó. La figura absorbió la vida, un débil suspiro de vida se escuchó, el espíritu vital se ma­nifestó, y Hine-ahu-one, la Doncella formada de la Tierra, estor­nudó, abrió los ojos y se levantó. Era una mujer.

Tal es el origen de la mujer, formada de la sustancia de la Tierra Madre, pero animada por el Espíritu divino emanado del ser supremo, lo el grande, lo el del rostro oculto, lo el padre, lo el ingénito.

E. S. Craighill Handy, Polynesian Religión (Honolulú 1927) 39, citando a E. Best, Maori Personifications: «Journal of the Polynesian Society» 32 (1923) 110-111.

6 3 . EL GÉNESIS ZUÑÍ: CREACIÓN Y APARICIÓN DEL HOMBRE

Un mito de los indios zuñis de Nuevo México.

Antes de la nueva creación, sólo Awonawilona (el Hacedor de todas las cosas, el que todas las llevaba en sí, el Padre de toda paternidad) poseía el ser. No existía ninguna otra cosa en todo

142 La creación del hombre

el gran espacio de las edades sino unas negras tinieblas y desola­ción vacía por todas partes.

En el principio de la nueva creación, Awonawilona concibió dentro de sí mismo y pensó en alto en el espacio, por lo que se desarrollaron y se alzaron los vapores del crecimiento, las nieblas poderosas del desarrollo. Así, mediante su conocimiento innato, el que todo lo contiene se dio la forma y la persona del sol, del que nosotros aseguramos que es nuestro padre, y de este modo empezó a existir y a manifestarse. Con su aparición empezaron a brillar de luz los espacios, y con el brillar de los espacios se condensaron las nubes del agua y cayeron a tierra, de donde se desarrolló el agua en el agua, sí, y el mar que sostiene la tierra.

Con la sustancia de carne arrancada de la superficie de su persona, el Padre Sol formó el tejido seminal de los dos mundos, impregnando con ella las grandes aguas, y he aquí que con el calor de su luz, aquellas aguas del mar se volvieron verdes y sobre ellas apareció la espuma, que se ensanchó y adquirió peso hasta que se convirtió en Awitelin Tsita, la «Tierra Madre cuá­druple que contiene (las cosas)» y Apoyan Tá'chu, el «Padre Cielo que todo lo abarca».

Formación de los hombres y de las restantes criaturas:

Al acostarse juntos estos dos sobre las aguas del mundo, con su efecto vitalizador fue concebida así la vida terrestre; de este modo empezaron a existir todos los seres de la tierra, los hom­bres y las restantes criaturas, en el vientre cuádruple del mundo.

Después de esto, la Madre Tierra rechazó al Padre Cielo, al aumentar de volumen y hundirse en el abrazo de las aguas infe­riores, separándose de este modo del Padre Cielo en el abrazo de las aguas superiores. Como una madre procura evitar cual­quier mal a su hijo primogénito aun antes de que nazca, lo mismo hizo la Madre Tierra, reteniendo la progenie de sus mil criaturas e impidiendo que nacieran; trató al mismo tiempo de aconsejarse con el Padre Cielo. «¿Cómo», se decían entre sí, «distinguirán nuestros hijos, cuando nazcan, un lugar de otros, aunque sea con ayuda de la luz blanca del Padre Sol?».

Pero la Madre Tierra y el Padre Cielo, como todos los seres superiores, eran lhlimna (cambiantes), como el humo en el aire, capaces de transmutarse como el pensamiento y de manifestarse en cualquier forma a su voluntad, como hacen los danzantes con sus máscaras.

Así se dijeron uno a otro como si fueran un hombre y una

Indios zuñís de Nuevo México 143

mujer: «¡Mira!», dijo la Madre Tierra, y en ese momento apareció allí cerca un gran recipiente con terrazas y agua en su interior, «de este modo estarán dispuestos sobre mí los hogares de mis pe­queños hijos. Sobre la superficie de cada comarca del mundo van de un lado a otro, y se alzarán las montañas como terrazas, muchas en cada comarca, con lo que una tierra se distinguirá de otra, y un lugar de otro dentro de cada comarca. ¡Mira otra vez!», dijo ella, al mismo tiempo que escupía en el agua y la movía y agitaba con sus dedos. Se formó una espuma, que se fue juntando al borde de la superficie con terrazas y fue creciendo cada vez más. «Sí», dijo ella, «y de mi seno sacarán el alimento, pues obtendrán la sustan­cia de la vida de lo mismo que nosotros fuimos sustentados». Sopló entonces con su cálido aliento a través de las terrazas; se desprendieron blancos copos de espuma y, flotando por encima del agua, fueron disgregados por el frío aliento del Padre Cielo que aguardaba, y en seguida se derramaron hacia abajo la fina lluvia y el rocío. «Además de esto se elevarán de las grandes aguas las blancas nubes en los confines del mundo y, apiñadas en torno a las terrazas montañosas de todos los horizontes, serán llevadas de un lado a otro por los alientos del exceso de las almas y de los niños, y se endurecerán y se desmenuzarán por el frío, y caerán en forma de lluvia y rocío, el agua de la vida, hasta llenar los huecos de mi regazo. Porque ahí buscarán resguardo contra tu frío los hombres y todas las demás criaturas, nuestros hijos».

Y he aquí que hasta los árboles de las altas montañas, cerca de las nubes, y el Padre Cielo se inclinan hacia abajo en busca del calor y la protección de la Madre Tierra. Cálida es la Madre Tierra, frío el Padre Cielo, del mismo modo que la mujer es cálida y el varón es un ser frío.

Y dijo el Padre Cielo: «¡Sea así, pero no contarán sólo con tu ayuda nuestros hijos! Mira», y extendió su mano con la palma hacia abajo, y en todos los surcos y hendiduras puso la semejanza de unos brillantes granos amarillos de cereal; en la sombra de la primera aurora del mundo brillaban como centellas de fuego, y se desparramaban según se movía su mano sobre el recipiente, bri­llando y agitándose en las profundidades del agua. «¡Mira!», dijo él, señalando los siete granos sujetos entre su pulgar y los otros cuatro dedos, «por éstos se guiarán nuestros hijos, porque mira, como el Padre Sol no sale de noche, y tus terrazas son entonces como la misma oscuridad (pues están ocultas en ella), nuestros hijos se guiarán entonces por unas luminarias —parecidas a estas luces de las seis regiones que giran en torno a la que está en el centro—, ya que todas las demás regiones del espacio están en la región del

144 La creación del hombre

centro y en torno a ella, en que vivirán nuestros hijos. ¡Sí! Y del mismo modo que estos granos brillan en el agua, también otros granos de semillas semejantes a ellos, pero innumerables, brotarán de tu seno cuando sean tocados por mis aguas, para alimentar a nuestros hijos». De este y de otros muchos modos previeron todo lo necesario para su progenie.

Luego, en lo más profundo de las cuatro cavernas-vientres del mundo, la simiente de los hombres y de las demás criaturas fue creciendo y tomando forma. Y como ocurre con los huevos colo­cados en lugares cálidos, que aparecen en seguida los gusanos, y crecen y rompen sus cascaras y de ahí salen pájaros, renacuajos y serpientes, del mismo modo se desarrollaron los hombres y todas las demás criaturas, de muchas especies y en gran número. [Pero éstos eran aún seres imperfectos, amontonados y apiñados en la oscuridad, enroscándose unos sobre otros como reptiles, gruñendo y lamentándose, escupiendo y profiriendo palabras indecentes y ofensivas. Pero unos pocos trataron de escapar. Uno sobre todo, que se distingue de todos los demás como el más inteligente, es el señor sagrado, Poshaiyankya, que en cierto modo participa de la condición divina. Este sale a luz completamente solo después de haber atravesado una tras otra las cuatro cavernas-vientres de una gran isla húmeda e inestable, y se abre camino hacia el Padre Sol para implorarle que libere a la humanidad y a todas las demás criaturas que quedan allá abajo. El Sol repite entonces todo el proceso de la creación, pero esta vez se trata de una creación de otro tipo. El Sol quiere ahora producir seres inteligentes, libres y fuertes. Impregna de nuevo la espuma de la Tierra Madre, y de esta espuma nacen unos gemelos. El Sol les otorga toda clase de poderes mágicos y les ordena que sean antepasados y señores de los hombres]. Bien aleccionados por el Padre Sol, levantaron al Padre Cielo con su arco de nubes hasta la bóveda del cielo empí­reo, para que la tierra adquiriese calor y de este modo resultara más conveniente para la vida de sus hijos, los hombres y las demás criaturas. Entonces, siguiendo el rastro de Poshaiyankya, el que buscó el sol, retrocedieron rápidamente sobre su flotante escudo de niebla, encaminándose hacia el oeste, a la Montaña de la Genera­ción. Con los cuchillos mágicos del rayo abrieron las profundidades cerradas de la montaña, y, todavía sobre su escudo de niebla, del mismo modo que la araña baja por su tela, también ellos descen­dieron sin equivocarse hasta las tinieblas del mundo subterráneo. Allí se quedaron con los hombres y las demás criaturas, cuidando de ellos, conociéndolos y dándose a conocer de ellos como señores y padres, buscando de este modo la manera de sacarlos fuera.

Indios zuñís de Nuevo México 145

Nacimiento y parto de los hombres y de las demás criaturas:

En las profundidades se estaban desarrollando cosas como hier­bas y plantas trepadoras. Entonces los Gemelos Amados alentaron sobre los tallos de estas hierbas (que crecían altas, como ocurre siempre con las hierbas, que buscan la luz, bajo la abertura que habían practicado y por la que habían descendido), haciendo que se propagaran rápidamente, tirando de ellas y dando vueltas a su alrededor una y otra vez, estirándolas y enredándolas hacia arriba, hasta que lograron que salieran a la luz. Y cada vez que agarraban los tallos, se formaban costras y botones de donde brotaban ramas cubiertas de hojas. Luego hicieron entre los dos una gran escala por la que los hombres y las criaturas pudieron ascender hasta la segunda caverna, de forma que luego no fueran expulsados violen­tamente a causa de las convulsiones de la Madre Tierra, con lo que se convertirían en seres demoníacos y deformes.

Los hombres y las criaturas treparon por esta escala hasta la segunda caverna, siguiendo muy de cerca a los Gemelos pequeños pero poderosos. Pero muchos se cayeron y, perdidos en las tinie­blas, poblaron el mundo subterráneo, de donde más tarde serían expulsados entre horribles convulsiones de la tierra, convirtiéndose en los monstruos y seres terribles de la antigüedad. Pero en aquel segundo vientre todo era oscuridad como en las noches de la esta­ción de las tormentas, pero era más espaciosa y estaba más arriba, porque quedaba más cerca del ombligo de la Madre Tierra, y por eso se llama K'olin tebuli (el vientre umbilical o lugar de gesta­ción). Allí aumentó aún más el número de los hombres y de los otros seres, y el fragor de sus lamentos se hizo más fuerte e im­plorante. De nuevo los Gemelos, aumentando la altura de la gran escala, los guiaron hacia arriba, pero esta vez no a todos de un gol­pe, sino por tandas sucesivas, de forma que, con el tiempo, se con­virtieran en padres de las seis clases de hombres (los amarillos, los tostados, los rojos, los blancos, los mestizos y los negros), y con ellos los dioses y las criaturas de todos. Pero también esta vez, como la anterior, hubo muchos que se extraviaron o cayeron. La tercera gran caverna, a la que acababan de subir los hombres y las criaturas, era más espaciosa y estaba más alta que la segunda, y por ello tenía más luz, como un valle bajo el resplandor de las estrellas, y se llamaba Awisho tehuli (el vientre vaginal, o lugar de la generación sexual). Porque allí empezaron a multiplicarse los distintos pueblos y seres conforme a sus distintas clases. Y como las naciones y las tribus de los hombres, así como las criaturas por sus especies, se hacían cada vez más numerosas de nuevo, el lugar

10

146 La creación del hombre

se halló pronto superpoblado. Como las veces anteriores, las na­ciones de los hombres fueron sacadas de allí sucesivamente (y algu­nas también se perdieron, como antes ya había ocurrido) hasta la siguiente y última caverna del mundo, Tepahaian tehuli, el vientre del parto.

Había allí luz como cuando rompe el día, y los hombres empe­zaron a percibir y saber cosas conforme a sus distintas complexio­nes, después de lo cual los Gemelos les enseñaron a buscar lo pri­mero de todo a nuestro Padre Sol, que les revelaría el saber y el conocimiento de las cosas de la vida, entre ellas el modo de procrear niños. Pero al igual que había ocurrido en las cavernas anteriores, también ésta quedó en seguida superpoblada de nuevos seres. Fi­nalmente, por tandas, los Gemelos fueron sacando de allí a las na­ciones de los hombres y a las especies de las criaturas, hasta llevar­las a este espacioso mundo superior, que se llama Tek'ohaian ulahnane, o mundo de la luz diseminada y del conocimiento o visión.

F. H. Cushing, Outlines of Zuñi Creation Myth (Washington 1896) 379-383.

6 4 . DIOS Y LAS CINCO MUJERES

Un mito de los orígenes de la tierra, el fuego, el agua y la mujer, de los indios Thompson de la Costa Norte del Pacífico.

El Anciano o Jefe bajó del mundo superior sobre una nube hasta la superficie del gran lago, o inmensidad acuosa que era todo cuanto existía. La nube se posó sobre el lago. El Anciano arrancó cinco cabellos de su cabeza y los arrojó abajo. Se convirtieron en cinco jóvenes mujeres perfectamente formadas. Les fue pregun­tando por turno qué querían ser.

La primera contestó: «Una mujer para criar hijos. Seré mala y loca, y no buscaré otra cosa que mi placer. Mis descendientes pelearán, robarán, matarán y cometerán adulterio». El Anciano replicó que esto le entristecía, pues a causa de la elección de la mujer entrarían en el mundo la muerte y el desorden.

La segunda contestó: «Una mujer para criar hijos. Seré buena y virtuosa. Mis descendientes serán sensatos, pacíficos, honrados, sinceros y castos». El Jefe la alabó, y dijo que su conducta triun­faría al final.

La tercera eligió ser Tierra. De ella, dijo el Anciano, brotarían todas las cosas, y a ella retornarían con la muerte.

Indios Thompson 147

La cuarta eligió ser fuego, en las hierbas, árboles y en los leños, para bien de los hombres. La quinta se convirtió en Agua, «para limpiar y hacer prudentes» a los hombres. «Yo ayudaré a todas las cosas sobre la tierra a mantener la vida».

Entonces el Jefe las transformó, primero la Tierra, luego el Agua y después el Fuego. Puso a las dos mujeres, la buena y la mala, sobre la tierra, y las hizo grávidas. Les dijo que serían pro­geni toras de todas las gentes. Los malos serían más numerosos al principio, pero prometió que los buenos terminarían por preva­lecer. Entonces llegaría el final, y todos los vivos y los muertos serían congregados. Tierra, Fuego y Agua recuperarían su forma original, serían transformadas y hechas de nuevo.

J. A. Teit, Mythology of the Thompson Indians (Leiden y Nueva York 1912) 322-324.

6 5 . MITO DE LA CREACIÓN DEL HOMBRE

(indios Thompson)

Antes de que fuera hecho el mundo, las estrellas, la luna y el sol vivían juntos (como la gente). La tierra era una mujer, y el sol era su marido. Ella andaba siempre sacándole faltas, diciendo que era feo, repulsivo y demasiado cálido. El sol terminó por cansarse de sus improperios y la dejó. Con él se marcharon las estrellas y la luna. La tierra-mujer se quedó muy triste.

Apareció el Anciano y transformó a aquella gente, dándoles la forma que hoy tienen. Destinó al sol, las estrellas y la luna al cielo, ordenándoles que en adelante no abandonaran nunca a la tie­rra. La tierra-mujer se convirtió en suelo firme; sus cabellos se vol­vieron árboles y hierbas, su carne es el barro, sus huesos son las rocas y su sangre son los manantiales de agua. «Serás la madre de las gentes, pues de ti brotarán sus cuerpos y a ti retornarán de nue­vo. Los hombres vivirán en tu regazo, y dormirán sobre tu piel. De ti sacarán su alimento y se servirán de todas las partes de tu cuerpo».

Después de esto dio el ser la tierra a unos hombres que, por su forma, eran muy semejantes a nosotros, pero que no sabían nada ni necesitaban comer ni beber. No tenían apetitos, deseos o pen­samientos. El Anciano recorrió entonces el mundo y visitó a todos los pueblos, y les dio apetitos y deseos. Hizo aparecer toda clase de aves y pescados, a los que puso nombre y asignó funciones. En­señó a las mujeres a hacer cestos de mimbre, esteras y chozas, y a buscar raíces, recolectar bayas y sazonarlas. Enseñó a los hombres

148 La creación del hombre

a hacer fuego, pescar peces, cazar animales con trampas y fle­chas, etc. Aleccionó a las parejas sobre cómo debían unirse y pro­crear niños.

Cuando hubo terminado de aleccionar a la gente, se despidió de todos, diciéndoles: «Ahora os dejo, pero si... necesitáis mi ayuda, de nuevo volveré a vosotros. El sol es vuestro padre, la tierra es el cuerpo de vuestra madre. Algún día os cubrirá como un cobertor, bajo el que reposarán en paz vuestros huesos».

J. A. Teit, Mythology of the Thompson Indians (Leiden y Nueva York 1912) 321-322.

6 6 . MITO PAWNEE DE EXTRACCIÓN

La Madre Cereal saca a los primeros hombres a la superficie de la tierra.

Relato ritual comunicado por Cuatro Anillos, indio pawnee, al doctor Melvin Gilmore.

Antes de que el mundo existiera, todos nosotros estábamos dentro de la tierra.

La Madre Cereal produjo un movimiento. Nos dio la vida. Recibida la vida, nosotros nos movimos hacia la superficie: ¡Nos pondremos en pie como hombres! ¡El ser se ha hecho humano! ¡Es una persona! A la forma personal se añadió el vigor: Forma e inteligencia unidas, ya podemos avanzar. Pero Madre Cereal nos advierte que la tierra aún está inundada. Madre Cereal proclama luego que la inundación ha desaparecido,

y que la tierra ya verdea. Madre Cereal manda que la gente suba a la superficie. Madre Cereal los ha juntado; recorren medio camino hacia la su­

perficie; Madre Cereal los guía hasta cerca de la superficie de la tierra; Madre Cereal los lleva a la superficie. ¡Aparece la primera luz! Madre Cereal los saca fuera. Ya han salido hasta el pecho. Trepan hasta la superficie de la tierra. Todos han salido ya, y Madre Cereal los lleva desde el este hacia

el oeste. Madre Cereal los lleva hasta el lugar de su morada... ¡Todo está hecho! ¡Todo es perfecto!

H. B. Alexander, The World's Rim (Lincoln, Neb. 1953) 89.

6 7 . RELATO AFRICANO DE LA CREACIÓN DEL HOMBRE

(shilluks)

Volviendo a África, hallamos allí la leyenda de la humanidad crea­da de barro entre los shilluks del Nilo Blanco, que explican in­geniosamente los colores de las distintas razas por el color del barro con que fueron creadas. Dicen que Juok, el creador, hizo a todos los hombres de barro, y que mientras llevaba a cabo la obra de la creación recorría todo el mundo. En el país de los blancos halló una tierra o arena completamente blanca, y de ella modeló los hombres blancos. Pasó luego a la tierra de Egipto, y del limo del Nilo hizo los hombres rojos o morenos. Finalmente llegó al país de los shilluks, y como allí encontró tierra negra, de ella hizo a los negros. La forma en que modeló a los hombres fue ésta: Tomó una pella de barro y le dijo: «Quiero hacer un hombre, pero ha de ser capaz de caminar y correr y salir a los campos; por eso le daré largas piernas, como el flamenco». Después de hacerlo así, pensó: «El hombre ha de ser capaz de cultivar su mijo, así que le daré dos brazos, uno para sujetar la azada y el otro para arrancar las malas hierbas». Así que le dio dos brazos. Y pensó luego: «El hombre tendrá que ver su mijo, así que voy a darle dos ojos». Y lo hizo como había pensado. Pensó después: «El hombre tiene que ser capaz de comer su mijo. Le daré una boca». Y le dio una boca. Después de todo esto volvió a pensar para sí: «El hombre ha de ser capaz de danzar y hablar, cantar y gritar, y para todo esto necesita tener una lengua». En consecuencia, le dio una lengua. Finalmente, el dios se dijo para sus adentros: «El hombre tiene que escuchar el sonido de la danza y las sentencias de los grandes hombres, y para eso necesita dos orejas». Le dio, por tanto, dos orejas, y lo mandó salir al mundo como hombre perfecto.

J. G. Frazer, Folklore in the Oíd Testament I (Lon­dres 1919) 22-23.