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    VIVIENDO UNA HORA LATINOAMERICANA.

    ACERCA DE RUPTURAS Y CONTINUIDADES EN EL

    PENSAMIENTO EN LOS AOS VEINTE Y SESENTA(1)

    WALDO ANSALDI(2)y PATRICIA FUNES(3)

    Dijiste que queras una revolucin. Bueno, ya sabes, todos queremos cambiar el mundo.

    The Beatles,Revolution.

    Introduccin

    Sea que se considere la duracin convencional (1901-2000), sea que se tome el breve(1914-1991) propuesto por Eric Hobsbawm, el siglo XX presenta dos dcadasinequvocamente diferenciadas: la de 1920 y la de 1960. Ambas corresponden a tiempos detransgresin, innovacin, crtica, compromiso, transformaciones y expectativas. Compartenla desilusin por la democracia liberal y la confianza en la accin liberadora de la mquina-como se dice en los veinte- y la tcnica -como se prefiere en los sesenta. Pero tambin elgusto por mostrar y admirar las piernas femeninas, que en los veinte dejan ver los vestidoscortos y en los sesenta amplan las minifaldas, como tambin la pasin por los bailesfrenticamente movedizos, sea el charleston, en un caso, sean el rock-and-roll -"el idioma

    universal de la cultura juvenil", como bien le llama Eric Hobsbawm- y el twist, en el otro.

    Los aos veinte son los del surgimiento de la cultura de masas, que proyectan a stas -sinmengua de las persistencias de las fronteras materiales entre las clases- a niveles de disfrutede bienes culturales como nunca antes, aunque, coherente con la matriz capitalista, se tratade un acceso desigualmente distribuido, tanto en el interior de cada una de las sociedadescomo entre stas en la escala planetaria. La produccin en serie, el incremento del consumoy las innovaciones tecnolgicas en materia de medios de comunicacin -en particular, laradiofona, la fotografa en diarios y peridicos y, sobre todo, el cinematgrafo, "casi desdeel principio, un medio internacional de masas", dice Hobsbawm- contribuyendecisivamente a los cambios culturales, su difusin e inclusividad, aun teniendo en cuenta

    el recorte producido (en razn de su costo) por la menor difusin del gramfono,preparando las bases de una tendencia globalizadora que se apreciar con ms nitidez yfuerza en los noventa.

    Si hay en el mundo una ciudad que descuella en los veinte, sa es Berln, convertida en lamxima encarnacin de la modernidad y el locus donde la cultura alcanza un nivelinigualable e irrepetible. Segn Lionel Richard, entre 1923 y 1930 Berln es "una metrpolicultural". Junto con Pars, son las dos nicas ciudades europeas con una vida artstica rica y

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    diversa sin igual. En esa misma Alemania, y hasta el acceso del nazismo al poder, laBauhaus (1919-1933), fusin de las Escuelas de Bellas Artes y de Oficios Artsticos, marcatoda una poca de innovacin en materia de diseo, especialmente despus de 1923(impacto del constructivista Lzl Moholy-Nagy). La apuesta es por una sntesis de arte eindustria, con una concepcin socializadora del diseo. El resultado es una nueva esttica

    de los objetos utilizados en la vida cotidiana y de la arquitectura. En sta -que vienerevolucionndose desde el comienzo mismo del siglo con Frank Lloyd Wright y su"esttica de la mquina"-, los veinte son tambin los aos de Le Corbusier, con su originalsntesis conceptual basada en el urbanismo de Tony Garnier, el empleo del hormignarmado de Auguste Perret, la tecnologa de la mquina de Peter Behrens y el refinadodiseo viens de Josef Hoffmann.

    Los aos locos rompen con los moldes de la rgida e hipcrita moral victoriana. Pordoquier, en el Occidente desarrollado, las muchachas buscan revancha de la tristeza de laguerra. No slo estrenan el derecho al sufragio, obtenido entre 1917 y 1920 en la UninSovitica, Canad, Gran Bretaa, Austria, Polonia, Alemania, Checoslovaquia y EstadosUnidos. As, en New York, por caso, se imponen las polleras y el pelo cortos, los abrigosde pieles, el charleston, el jazz, los bares clandestinos (devenidos mticos en la Chicago deAl Capone), la celebracin de los grandes hroes deportivos (Jack Dempsey, Babe Ruth,Bill Tilden)... El incremento de la productividad y de la produccin en serie lanzan almercado automviles -paradigma de la tcnica, frecuentemente asociados, en fotografas,con el desnudo femenino-, cigarrillos, ropas y cosmticos, complementados por el whiskyde contrabando (efecto de la prohibicin de 1919). En palabras de Gerald Early, es la pocade lasflappers, las chicas liberadas, esas que encuentran su arquetipo en la estrella del cinemudo Clare Bow: pelo corto y revuelto, boca seductora, collar largo de cuentas, piernasdesnudas, caderas estrechas y notable vocacin por el escndalo. Por todas partes,muchsimas mujeres "mueren" por Rodolfo Valentino.

    En Berln surge un nuevo tipo de mujer: peinada a lo garon, deportiva, liberadasexualmente. Se trata, en buena medida de uno de los resultados de la "reforma sexual", elmovimiento iniciado en 1905 por Helene Stoecker y devenido moda en los veinte. Lareforma brega por la distincin entre sexualidad y procreacin, propugna cursos deeducacin sexual en las escuelas, lucha por la derogacin de la penalizacin del aborto ydel concubinato, reclama atencin mdica gratuita para las enfermedades venreas, elogiala ciruga esttica, reclama la instalacin de playas nudistas y la apertura de centros deplanificacin familiar... La "nueva mujer" acude a los bailes y elige al hombre sin sercatalogada "actriz" y/o "mujer fcil". El cabaretberlins -tan bien reflejado en los cuadrosde Otto Dix, como El saln (1921), La gran ciudad (1927-1928), pero tambin enRecuerdo de las salas de los espejos en Bruselas (1921)- es emblemtico de estos aos.Claro es, sta es una situacin no generalizada entre las mujeres, la mayora de las cuales,pertenecientes a las clases media y proletaria, vive en condiciones harto difciles ydiscriminatorias (sus salarios, en el caso de las trabajadoras, son entre 30 y 40 por cientomenores a los de los hombres; su jornada laboral, incluyendo el trabajo domstico en elhogar, llega a las dieciocho horas) y tiene como primera preocupacin "disponer de unrincn propio, a falta de una cama en exclusiva, en viviendas exiguas" (Marianne Walle).Para esa mayora de muchachas, el sueo es convertirse en mecangrafa...

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    En Paris, la norteamericana Josephine Baker, la "Venus de bano", se torna -en 1925, enapenas tres meses y con slo 19 aos- en la mujer ms amada y deseada. Primero, con LaRevue Ngre, un espectculo que mezcla fantasa colonial con jazz y en el cual ella bailasemi desnuda con una energa tal que, como dice un crtico entusiasta, "[p]arece que emanaun torrente de ritmo de su cuerpo, con sus dislocaciones atrevidas y sus movimientos

    elsticos". Despus, en elFolies Bergre, con la "danza de la banana", que ejecuta vestidaslo con una "pollera" hecha con esta fruta. Si los hombres la desean, las mujeres la imitanalisndose el cabello y untndose la piel con aceite de nuez para darle un tono oscuro.

    En otro plano, la revolucionaria bolchevique Aleksandra Mijajlnova Kollonti -durantemedio ao, en 1927, embajadora de la Unin Sovitica en Mxico- es tambin paradigmade la nueva mujer, de cuya condicin es notable pensadora. Menos famosa, la italiana TinaModotti, igualmente vinculada al Mxico de los aos veinte, es otro de los grandes nombresde las nuevas mujeres. En Amrica Latina, la escala de los cambios es, para las mujeres,mucho ms modesta, aun en la muy eureopezada Argentina y su orgullosa capital, eincluso en el Mxico revolucionario.

    Tal vez sea Francis Scott Fitzgerald quien mejor sintetiza el spleen de los aos locos(aunque, en rigor, pareciera ms ajustada a los noventa que a los veinte): "Una generacinnueva, que se dedica ms que la ltima a temer a la pobreza y a adorar el xito; crece paraencontrar muertos a todos los dioses, tiene hechas todas las guerras y debilitadas todas lascreencias del hombre".

    Los veinte son aos de notables innovaciones, contradicciones, esperanzas y frustraciones.La Sociedad de las Naciones, el gran sueo de Woodrow Wilson, comienza a sesionar ennoviembre de 1920 buscando el desarme mundial, el respeto de la independencia nacional,la apelacin a las negociaciones y arbitrajes y hasta la mejora de las relaciones entreburgueses y proletarios. En la misma lnea idealista, el pacto Kellog-Briand, firmado porquince Estados en agosto de 1929, proclama la abolicin formal de la guerra. Por otra parte,no escasean las conmociones polticas: en Irlanda, el Ejrcito Republicano Irlands (IRA) ylos Black and Tans, una fuerza especial de polica, abren, el "domingo sangriento" (21noviembre 1920), el largo captulo de la violencia religiosa. En Italia, 40.000 "camisasnegras" fascistas marchan sobre Roma (28 octubre 1922) e inducen al rey VittorioEmanuelle III a convocar a su jefe, el renegado del socialismo Benito Mussolini, paraformar nuevo gobierno. En Alemania, paramilitares de derecha asesinan al ministro deAsuntos Exteriores, el socialista Walther Rathenau, hijo del fundador de la compaaelctrica AEG (20 junio 1922), y los nazis fracasan en la realizacin de una "marcha sobreBerln" (putsch de la cervecera de Mnich, 8 noviembre 1923). En Estados Unidos, el KuKlux Klan acrecienta su fuerza (cuatro millones de miembros en 1925, reducidos a 100.000en 1930) y su campaa de terror contra los afroamericanos, mientras el pas asiste al granescndalo de corrupcin ministerial del Teapot Dome, con su secuela de muerte (lamisteriosa del presidente Warren Harding, ajeno a l, y el suicidio de dos de sus consejeros,Jess Smith y Charles Cramer) y prisin (de Albert Fall, secretario del Interior, CharlesForbes, director del Departamento de Ex combatientes, y Thomas Miller, guardia deseguridad, acusados de estafar al gobierno). En la Unin Sovitica, muere Vladimir IlichUlianov, Lenin (1924), y Joseph Stalin, desplaza de la lnea de sucesin a Len Trotsky, elcomandante del Ejrcito Rojo y el gran candidato, y a Lev Kamenev y Grigory Zinoviev,

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    despojados de sus cargos y expulsados del comit central del PCUS (1925), maniobra queculmina en 1929 con el destierro de Trotsky. En Gran Bretaa se constituye, brevemente, elprimer gobierno laborista (octubre 1923-agosto 1924), cuya cada est vinculada alreconocimiento diplomtico de la Unin Sovitica, acompaado del otorgamiento de uncrdito y la consideracin econmica de nacin favorecida. En Turqua, Mustaf Kemal

    Ataturk moderniza el pas (desde 1923), tendencia que intentan seguir, con resultados mspobres, Reza Pahlevi en Persia (luego Irn) y el ras Tafari Makonnen, quien dice serdescendiente de Salomn y la reina de Saba, en Etiopia. En 1929, el tratado de Letrnpermite el surgimiento del Estado Vaticano.

    En Amrica Latina, Estados Unidos intervienen militarmente en Nicaragua, apoyando a losconservadores. La lucha contra los marines es declarada por el Partido Liberal, cabeza deuna insurreccin (1926) que, empero, le lleva a una conciliacin con los conservadores,bien mirada por los norteamericanos. Contra ella se levanta Csar Augusto Sandino,desencantado de su partido, quien define a los dirigentes de unos y otros como "pandilla decanallas, cobardes y traidores, incapaces de gobernar a un pueblo valiente y patritico". Alfrente de un pequeo ejrcito, el "general de hombres libres" lleva adelante una lucha quese torna smbolo de la resistencia antiimperialista, incluso ms all de su asesinato en 1933.

    En Brasil, los tenentes se insurreccionan contra el rgimen oligrquico de la RepblicaVelha en 1922 (Forte de Copacabana), siendo fcilmente derrotados. Mas en 1924, unnuevo levantamiento, en los estados de So Paulo y Rio Grande do Sul, da lugar a unacampaa de mayor envergadura, generando acciones de guerrilla y, sobre todo, la pica dela larga marcha encabezada por el capitn Luis Carlos Prestes, columna que recorre, entreoctubre de 1924 y febrero de 1927, casi 25.000 kilmetros, atravesando Gois, MatoGrosso, el norte de la Amazonia, para finalmente entrar en territorio boliviano, donde sedisuelve. En una sociedad simultneamente sacudida, en el plano cultural, por la Semana doArte Moderno (So Paulo, 1922), acta de nacimiento del modernismo, considerado poralgunos una verdadera revolucin intelectual, la Columna Prestes se convierte, pese a sufracaso inmediato, en la manifestacin ms ntida de la crisis de la dominacin oligrquica.

    En Mxico, los catlicos reaccionan contra la poltica de Plutarco Calles, quien pone envigencia los artculos de la Constitucin de 1917 que afectan a la Iglesia, entre ellos lanacionalizacin de sus bienes, cierre de conventos, seminarios y colegios religiosos, amnde otras medidas anticlericales. La reaccin, conocida como La Cristiada o la guerra de loscristeros, se extiende entre 1926 y 1928, siendo finalmente sofocada por el ejrcito federal,el que emplea una notable violencia.

    En 1921-1922, los trabajadores rurales de la Patagonia argentina, de filiacin anarquista,son brutalmente reprimidos por fuerzas del ejrcito, en cumplimiento de rdenes delpresidente Hiplito Yrigoyen, generando uno de los ms terribles golpes contra elmovimiento obrero y un peligroso antecedente de convocatoria a los militares para resolverun tpico conflicto de la cuestin socialde esos aos.

    A escala de occidente, los veinte son, asimismo, aos de singular innovacin en la pintura,con el art dec y el surrealismo, y la literatura. En sta, en 1920, Sinclair Lewis publicaMain Street(Calle mayor), una obra en la cual desmitifica a los pueblos norteamericanos,

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    presentados hasta entonces como limpios, virtuosos y con pobladores solidarios einteresados por los dems. Cinco aos ms tarde, su compatriota Francis Scott Fizgerald daa conocerEl gran Gatsby, notable retrato de esos aos, a los cuales el autor llama "la eradel jazz". En Espaa descuella Ramn del Valle Incln, iniciador de una forma de crticaliteraria llamada esperpento. En Inglaterra, en 1922 se conoce la novela de Jules Joyce

    Ulises, considerada por muchos la obra ms importante del siglo XX. Ese mismo ao, soneditados Sidharta, de Hermann Hesse,Anna Christie yEl mono sellado, de Eugene O'Neill,Saga de los Forsyte, de John John Galsworthy, y la gran obra del "poeta de la desolacin",Thomas S. Elliot, La tierra balda, expresin de la fragmentacin que vive la poca. En1925 es publicadoEl proceso, del checo Franz Kafka. Al ao siguiente, Ernest Hemingwayse consagra con El sol tambin se pone, en cuyo prlogo define como la "generacinperdida" norteamericana a la que viven los veinte con el paisaje moral definido por la GranGuerra. En la dcada descuellan tambin William B. Yeats, Rainer Mara Rilke, EzraPound, Andr Gide...

    Segn Gerald Early, Elliot y Joyce rompen la sintaxis y la semntica y mezclan "el lenguajeesotrico de lo sagrado con la lengua vulgar de las calles", muy a tono con esos veinteempeados en reunir, en lo artstico, lo "elevado" y lo "inferior". En este nivel han estadohasta entonces las culturas africanas y afroamericanas. Ahora son reconsideradaspositivamente, no slo porque muchos afroamericanos nacidos en Estados Unidos hanpeleado (aunque segregados) en las trincheras europeas, durante la Gran Guerra, y ahorareclaman por su condicin, a veces militantemente, como en los casos de Marcus Garvey yDu Bois, partidarios del nacionalismo negro y del panafricanismo, respectivamente. Lo son,asimismo, por el impacto que su msica (y hasta su esttica, aunque en menor medida)tiene entre los blancos. Eljazz -"una forma artstica enormemente impura inventada por unsector de la poblacin totalmente marginal", segn Early- se instala en buena parte de lasociedad, influye en otras expresiones musicales (como en el jazz sinfnico, en la obra deGeorge Gershwin -cuya Rapsodia en azul, estrenada en 1924, es paradigmtica de esahibridacin entre jazz y "msica clsica"-, y en Stravinski), y deja bien en claro que seconstruye -sobre la base de una esttica simple: ritmo sincopado, "sentimiento"melanclico, libertad en el interior de un grupo, improvisacin dentro de ciertos lmites yen torno al blues, la marcha, el himno o la cancin popular- sobre la igualdad y lospreceptos democrticos. Seguramente por eso, los conservadores se oponen aljazz, al cualconsideran un peligro, en tanto lleva a la mestizacin de hombres y mujeres, de uno y otrocolor (el significado original de la palabra jazz es, justamente, copulacin) y de la cultura.En ese sentido, en efecto, la cultura de masas tiende al mestizaje.(4) De algn modo, losafroamericanos, en tanto otros, son "descubiertos" como tales.

    En Amrica Latina, los ritmos del tango argentino y el samba brasileo dan identidadmusical a ambos pases y los proyectan al mundo. El tango, en verdad ms porteo queargentino, ve diluida su connotacin pecaminosa y marginal (en tanto propia de losburdeles, como el jazz) cuando Carlos Gardel lo impone en Paris. El samba, en rigor mscarioca que brasileo (y con ms componentes africanos que el tango, que tambin lostiene), nace en conjuncin con la democratizacin del carnaval y queda inescindiblementeasociado a l.

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    Empero, los afroamericanos -ni en Estados Unidos ni en Amrica Latina- no tienenefectivos reconocimientos en materia de derechos de ciudadana. En buena medida, laimpronta racista y despreciativa del positivismo sigue siendo notable, incluso en pensadoresprogresistas.

    Los veinte muestran, en fin, una especial atencin por los nios: Jean Piaget publica en1923 El lenguaje y el pensamiento en el nio, piedra angular de la ms importante teorasobre el desarrollo humano elaborada durante el siglo XX. Segn ella, atenta a la madurezde los nios, el aprendizaje se produce a lo largo de cuatro fases, proceso que culmina en lacapacidad de razonamiento abstracto. Su influencia en la educacin se hace sentir muypronto, decisivamente. Esa preocupacin lo es igualmente de los sesenta, en este caso de lapediatra: ahora, el objetivo es hacer felices a los nios. El doctor Benjamin Spock seconvierte en la mxima autoridad, un verdadero gur en la materia, incidiendo a nivelesformidables en la nueva crianza.

    Antes de la dureza de la crisis de Wall Street y de las locuras totalitarias de los treinta

    (algunas de las cuales, como el fascismo y el salazarismo se inician en los veinte), laExposicin Internacional de Barcelona -una de las ciudades ms conflictivas y violentas delmundo- celebra, precisamente en 1929, la apoteosis del capitalismo.

    A su turno, los sesenta son tambin pletricos de transformaciones, incluso ms que losveinte. Ello traen: The Beatles el power flower, el LSD, la pldora anticonceptiva, ladespenalizacin de la homosexualidad en varios pases (entre ellos Gran Bretaa, Canad,Alemania, Australia, algunos estados norteamericanos),la bossa nova y el tropicalismobrasileos, las baladas folkde Joan Bez y las innovaciones musicales de Bob Dylan, laconsagracin del saxofonista John Coltrane, los Rolling Stones, las primeras canciones deJoan Manuel Serrat, la Feria de Msica y Arte de Woodstock. Son los aos del triunfo deljean (popularizado por Brigitte Bardot) y de la minifalda, el peinado con spray, lainauguracin de Braslia ("la capital de la esperanza", como la llama Andr Malraux), laaparicin deMafalda (la gran creacin de Quino), el boom de la literatura latinoamericana,el boxeo casi exquisito de Cassius Clay/Muhammad Al (malgr Julio Cortzar), la magiade Pel, elpop art(Roy Lichtenstein, Claes Oldenburg y, sobre todo, Andy Warhol).

    Como en los veinte respecto de los afroamericanos, los sesenta del Primer Mundo seencuentran con esos otros que son los pueblos del Tercer Mundo, tal como se aprecia, enparticular, en el terreno de la poltica. En sta, en efecto, descuellan la descolonizacinafricana (con el martirologio de Patrice Lumumba), la revolucin argelina, la revolucincubana y su proyeccin en las guerrillas latinoamericanas, la Alianza para el Progreso, losasesinatos de los hermanos John y Robert Kennedy y de Martin Luther King. La "guerrafra" se exacerba, como lo muestran Playa Girn, la "crisis de los misiles" (octubre 1962),la guerra de Vietnam, el muro de Berln. La caribea Repblica Dominicana asiste al lgidoproceso asesinato del dictador Rafael Lenidas Trujillo (1961) interinato de JoaqunBalaguer triunfo, breve gobierno y derrocamiento de Juan Bosch (1962-1963) intento derestablecerlo en el cargo, guerra civil e invasin de la isla por marines yankis (1965). Sonaos de lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en los Estados Unidos -expresada en el pacifismo de Martin Luther King y el humanismo de ngela Davis, y en lavertiente violenta de las Panteras Negras y Malcom X)-, el liderazgo del general Charles

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    De Gaulle en la France, la "revolucin cultural" china, la "Primavera de Praga" (el"socialismo con rostro humano" aniquilado por la invasin sovitica a Checoslovaquia), elenfrentamiento chino-sovitico, las primeras dictaduras institucionales de las fuerzasarmadas, basadas en la "doctrina de la seguridad nacional" (Brasil, 1964; Argentina, 1966),la "guerra de los seis das", el golpe de los coroneles griegos y el de Khadafi en Libia, los

    "captulos" africano y boliviano del Che, su muerte alevosa y su conversin en mito. EnPanam y Per, militares "nacionalistas" (encabezados por Omar Torrijos y Juan VelascoAlvarado, respectivamente) impulsan una poltica de reformas, mucho ms intensa en elpas andino, donde termina con la larga dominacin oligrquica. En ese contexto, la dcadase cierra con formidables acciones de masas -como el mayo francs, la movilizacin de losestudiantes mexicanos y la brutal represin de Tlatelolco, el cordobazo- y con la absurda"guerra del futbol" entre hondureos y salvadoreos...

    En el plano de las ideas, se destacan la renovacin catlica impulsada por el ConcilioVaticano II, las obras de Jean-Paul Sartre, Louis Althusser y Herbert Marcuse, laantropologa estructural de Claude Lvi-Strauss, el dilogo marxismo-cristianismo, laTeologa de la Liberacin, mientras en Amrica Latina florece un original desarrollo de lasciencias sociales.

    El notable desarrollo de la cinematografa permite una amplsimo despliegue demanifestaciones, tendencias, gneros y estilos, desde el cine militante hasta los western-spaghetti, definiendo en su historia un perodo conocido como la "dcada prodigiosa"(1959-1970). Free cinema y nouvelle vague son expresin de una verdadera conmocindentro del arte-industria, sin olvidar la corriente underground (John Cassavetes, Brian dePalma). El cine de autor se despleiga en las obras de Federico Fellini, Luchino Visconti,Mauro Bolognini, Bernardo Bertolucci, Pier Paolo Pasolini, Gillo Pontecorvo, IngmarBerman, Constantin Costa Gavras, Claude Chabrol, Franois Truffaut, Jean Luc Godard,Louis Malle, Agns Varda, Luis Bueuel, Roman Polanski... El mundo de las starts abundaen nombres: la muerte turbia de Marilyn Monroe, ese gran mito sexo-ertico de loscincuenta (1962) es sentida por millones de hombres, para muchos de los cuales no hayconsuelo ni siquiera en los grandes y mltiples sex symbols de la dcada: Brigitte Bardot,Claudia Cardinale, Anita Ekberg, Sofa Loren... Las mujeres, a su vez, crean clubes de fansde Jean-Paul Belmondo, Alain Delon, Robert Redford... En Amrica Latina, lacinematografa se hace eco de la politizacin de las sociedades y produce en buena medidauna filmografa interesada, como dice Glauber Rocha, por los problemas de los lcidos, nopor el de los neurticos. En ella descuella en particular el cinema novo brasileo,encabezado, justamente, por Rocha, y comienza el notable desarrollo del cubano, enparticular con la produccin de Toms Gutirrez Alea. En menor medida, el argentino hacesu aporte a travs de Leonardo Favio, del "realismo social" de Birri y, ms comprometidopolticamente, el Grupo Cine Liberacin (Fernando Solanas y Octavio Getino).

    Asimismo, en franco contraste, los sesenta son aos del hombre y de la mujer (la pioneraValentina Tereskhova) en el espacio y en la Luna, del xito del combate contra lapoliomielitis (vacuna Sabin) y la hambruna en Biafra...

    Miradas desde la perspectiva latinoamericana, ambas dcadas muestran, entre otroscomunes denominadores, una fuerte apuesta, precisamente, por Amrica Latina y su

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    venturoso futuro, asociado a modificaciones estructurales, a la revolucin. As, los jvenescordobeses que producen la Reforma Universitaria de 1918 proclaman altivos y orgullosos:

    Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazn nos lo advierten, estamos pisandosobre una Revolucin, estamos viviendo una hora americana.(5)

    A su turno, casi medio siglo ms tarde, los revolucionarios cubanos sostienen, an msorgullosa y altivamente:

    Porque esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar y su marcha de gigante ya no sedetendr hasta conquistar la independencia, por la que ya han muerto ms de una vezintilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran morirn como los de Cuba, los de PlayaGirn, morirn por su nica, verdadera, irrenunciable independencia.(6)

    Las dos citas -con toda la arbitrariedad de su escogimiento- muestran un aspecto quecomparten ambas dcadas: la combinacin de lo singular de la hora latinoamericana con laproyeccin de universalidad y la apuesta a un maana de rupturas conquistadas por la

    voluntad y por la accin, al menos para aquellos que, en ambas dcadas, creen y compartenla conviccin proclamada por Roberto Arlt en otro momento: "el futuro es nuestro porprepotencia de trabajo".

    I. Los aos veinte en Amrica Latina(7)

    En la dcada del veinte encontramos nudos fundacionales de gran parte de loscontemporneos pensamiento poltico y reflexin sobre Amrica Latina. Son aos deflorecimiento cultural e intelectual, de audacias del pensamiento, de esperanzas en elfuturo. En la literatura, en las artes y en la poltica surgen tendencias conceptuales, estticasy filosficas, tal vez an sin contornos definidos ni perfiles precisos, pero que sern unamatriz del desarrollo cultural e intelectual posterior. Razones de espacio impiden analizaraqu, con ciertos detalles, ese proceso. A nuestros fines, slo destacaremos el particularrelieve de la reivindicacin de los intelectuales por generar -no exento de tensin- unpensamiento simultneamente original y ecumnico.

    Son aos de cambios, protestas e impugnaciones que varan en las distintas situacionesnacionales. Si exceptuamos el caso mexicano, en el que la destruccin del EstadoOligrquico es producto de un proceso revolucionario, en el resto de Amrica Latina laruptura es gradual y ms tarda. En este sentido, a lo largo de la dcada se registranmovimientos polticos conducidos, sobre todo, por las clases medias urbanas, referidosesencialmente a la extensin del derecho de ciudadana y a la participacin en la toma dedecisiones. As, se consolidan las experiencias de ampliacin de la base de poder estatal enArgentina, Uruguay y Chile. En Brasil, las insurrecciones tenentistas no logran romper elorden oligrquico de la Repblica Velha, pero comienzan a preparar los cambios de ladcada siguiente. Mxico institucionaliza su revolucin a partir de la poltica de lossonorenses y la creacin del PNR. En el resto de Amrica Latina el paisaje poltico estdominado por regmenes excluyentes y dictatoriales (el oncenio de Legua en el Per, losveinticinco aos del gobierno de Gmez en Venezuela). En Centroamrica y el Caribe lapoltica est fuertemente sesgada por la presin de los enclaves econmicos y lasnecesidades geopolticas de los Estados Unidos. En los veinte, adems de las frecuentes

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    intervenciones de la Marina de Guerra, se instala el mecanismo de los ejrcitos supletoriosque formarn los cuadros poltico-militares gobernantes de esos pases desde los treinta.

    Los veinte son aos contestatarios. La Gran Guerra ha provocado una ruptura de losparadigmas, las ideas y las concepciones sobre la sociedad, la poltica, la "civilizacin". La

    crisis del orden liberal lleva a drsticas y dramticas revisiones. Si Europa se "suicidaba" enuna guerra, al decir de Ingenieros, el concepto de civilizacin poda ser puesto en tela dejuicio. Conceptualmente, el binomio dicotmico de buena parte del siglo XIX se invierte enuna lnea de interpretacin segn la cual la ciudad es sinnimo de "cosmopolitismo",extraamiento, dudas, en sntesis, temores sobre los efectos disgregadores de lamodernidad, y lo rural (generalmente sublimado nostlgicamente) una va posible para ladefinicin de Amrica Latina.

    Algunos mascullan tristes y apocalpticos futuros, inaugurando una corriente depensamiento posibilista, nacionalista-reaccionaria, ligada a soluciones autoritarias y segnla cual, despus de la guerra:

    Se vive como se puede, no como se quiere o como se debe: y aqu estn la razn y ladignidad de la fuerza.(8)

    Para otros, sobre los "escombros" de la guerra se abren nuevas perspectivas para pensaroriginalmente (de "origen y de nuevo") las sociedades latinoamericanas:

    este movimiento se presenta ntimamente conectado con la recia marejada posblica. Lasesperanzas mesinicas, los sentimientos revolucionarios, las pasiones msticas propias de la

    posguerra repercutan particularmente en la juventud universitaria. El concepto difuso deque el mundo entraba en un nuevo ciclo despertaba en los jvenes la ambicin de cumpliruna misin heroica y de realizar una obra histrica.(9)

    La Guerra, la Revolucin Sovitica, la Revolucin Mexicana (previa en el tiempo, pero deponderacin ms tarda) remueven las certidumbres en las que, precariamente, se pensabala poltica (la matriz histrica e ideolgica del pensamiento liberal), lo social (exclusin"natural" de las mayoras), la economa (el colapso de la guerra en muchas de lasproducciones primarias del subcontinente evidencia la fragilidad del modelo primarioexportador), el mundo cultural (permeado de "europesmo" y cosmopolitismo).

    En el plano de las ideas, la consideracin de las tendencias filosficas idealistas,relativistas, sensualistas, novomundistas se relaciona con cierto espritu "agnico", residuode la Guerra. En los veinte parece no haber fronteras ni para pensar el cosmos. Y las"revoluciones" tambin se dan en el orden de las "largusimas duraciones" braudelianas:mientras Einstein relativiza lo sagrado (el tiempo),(10) Hubble demuestra que el Universo seexpande. El mismo vrtigo propiciatorio de presagios y promesas se advierte en la msica(Shoenberg disuelve dodecafnicamente siglos de msica tonal y la sensacin desuspensividad-reposo que la haba pautado), la pintura, la perspectiva, incluso, la lgica delas palabras. Occidente es decadente, Amrica..., una promesa. En muchos casos, Spengler,Keiserling y Lawrence son los demiurgos a partir de los cuales se produce el encuentro conuna Amrica Latina vital y sensual. Como dice Jean Franco, es visible la conexin entre lavanguardia europea y la vuelta de los intelectuales a sus orgenes.(11)

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    En materia de ideas, tal vez ms significativa -y curiosa- sea la conversin experimentadaen Amrica Latina por Oswald Spengler. Alberto Flores Galindo lo ha advertido muy bien:La decadencia de Occidente, best selleren los pases hispanoparlantes, en buena medidamerced al entusiasta apoyo de Jos Ortega y Gasset, es un "texto reaccionario en Europa"que tiene "efectos imprevisiblemente revolucionarios en Amrica Latina, robusteciendo y

    afirmando a quienes hacan la crtica de lo europeo para reivindicar las races propias denuestra cultura. SinLa decadencia de Occidente, no se hubiera escrito de la misma maneraTempestad en los Andes", el libro de Luis Valcrcel (prologado por Jos Carlos Maritegui)que expone "las expresiones ms radicales del indigenismo".(12)

    La forma "ensayo" es elegida para retratar una Latinoamrica en la que se rescata lo rural,lo tnico y lo telrico. "El ensayo, fiel a su creador, Montaigne, tiene por caracterstica elrevelar algo de duda, un poco de escepticismo y una inclinacin del autor por considerarms de una posibilidad en cada caso".(13) Otro espacio que se redimensiona es el de lasrevistas literarias y polticas. Por citar un ejemplo, Claridad(es) mltiples, de directafiliacin barbussiana, aparecen en varios pases del subcontinente y su propio mentororiginal, el novelista francs Henri Barbusse, es considerado por Maritegui el paradigmade un nuevo tipo de intelectual, ese que -conforme el autor del Manifeste aux intellectuels(1927)- debe comprometer todo su esfuerzo en la lucha por el nacimiento de una sociedadnueva.

    El movimiento estudiantil universitario, a su vez, es escuela y momento de formacin deesta generacin de polticos enrolados en las corrientes crticas del perodo. Para quienes loconstituyen, la universidad y la cultura deben estar al servicio del pueblo, premisa que sirvede fundamento para la creacin de numerosas "universidades populares", la primera de lascuales -la establecida en Lima en 1921 (llamada Gonzlez Prada desde 1923)- proclama ensu lema no tener "otro dogma que la justicia social". Coherentes con el ideal barbussiano,los universitarios anuncian su disposicin a luchar "por el advenimiento de una nuevahumanidad, fundada sobre los principios modernos de justicia en el orden econmico y enel orden poltico", y a "destruir la explotacin del hombre por el hombre", segn la formalresolucin primera del Primer Congreso Internacional de Estudiantes, reunido en Mxicodurante los meses de setiembre y octubre de 1921, y en cuya sesin inaugural -realizada enel anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria- el delegado argentino Hctor RipaAlberdi brega "por el comienzo de una nueva vida americana".(14)

    Las Universidades Populares son producto de una nueva concepcin de la funcin y lasprcticas universitarias. Expresan los cambios en la cultura poltica de la dcada de 1920pero tambin son recreadoras e impulsoras de esos cambios. Ricardo Melgar Bao sealacuatro contribuciones especficas de estas experiencias.(15) En primera instancia, "laproyeccin de las bases de una cultura letrada de nuevo tipo, donde el peridico obrero oestudiantil abr[e] la percepcin de la simultaneidad de los eventos nacionales einternacionales". Las pginas de las revistas estudiantiles reflejan los grandes eventos de lapoca (la Reforma Universitaria, la Revolucin Mexicana, la insurgencia sandinista enNicaragua, la propia Revolucin Rusa, entre otros), al tiempo que se construyen nuevasgenealogas que discuten la cultura dominante (Bolvar, Mart, Rod, Ugarte, Ingenieros,

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    Palacios, mas tambin pensadores y guas obreros, como Kropotkin, Malatesta, Lenin,Trotsky). El segundo rasgo es "la construccin de espacios y prcticas educativas, artsticasy culturales cruzadas con las de carcter gremial o poltica". El tercero, "la circulacin yconsumo de una literatura de libros y folletos que borraron fronteras entre los distintoscampos disciplinarios, tanto por la va semiformal de las Universidades Populares como por

    los caminos propios del autodidactismo". El cuarto rasgo marca la construccin deidentidades y rituales, con sus respectivos espacios simblicos, "en los marcos de estasculturas subalternas o contrahegemnicas que permitieron armar memorias y clavesidentitarias, as como demandas sociales y utopas". El conjunto de estos rasgos sella unaexperiencia entre estudiantes y obreros que se desplegar con elocuencia en la dcada de1960.

    Para los universitarios contestatarios inspirados en los principios de la Reforma cordobesa,"el puro universitario es una cosa monstruosa", segn la posterior (1936) sentencia deDeodoro Roca. De all la mirada de declaraciones y de acciones en favor de la unin ylucha obrero-estudiantil.

    Critica, novedad, vanguardia. Juvenilismo generacional y reflexin sobre el lugar delintelectual

    De las instituciones de la sociedad tradicional, la Universidad pareca un lugar confiable.Cumpla con la formacin de los cuadros dirigentes, profesionales e intelectualesdemandados por una economa expansiva. Sin embargo, es caja de resonancia y motorgenerador de cuestionamientos del orden que le dio origen y legitimidad. Exceptuando laArgentina del yrigoyenismo, la democratizacin de las unidades acadmicas se enfrenta conlas "duras realidades de tiranos e intervencin extranjera". Esto evidencia la esterilidad deun reclamo sectorial y lleva al movimiento estudiantil a establecer una relacin con lasociedad y la poltica que el marco autoritario resignificar. El rayo lumnico del ManifiestoLiminar se descompone en un haz cromtico de corrimientos polticos que van desde el rojohasta el azul al pasar el prisma de las realidades sociales.

    De la mano de Ortega y Gasset, este criticismo juvenil encuentra un concepto continente: elde "generacin".

    Hemos nacido bajo la gida de la Reforma Universitaria [dice el argentino Julio V.Gonzlez]. Ella ha provocado nuestra aparicin en la vida pblica haciendo que en eltranscurso de ms de una dcada nos hallramos a nosotros mismos, nos reconociramoscomo generacin, es decir, como hombres llegados para trabajar en comn por ideascomunes (...). Adoptando la clasificacin que en "El Tema de Nuestro Tiempo" hace Ortegay Gasset, la que venimos a llenar nosotros (...) es una poca eliminatoria y nocumulativa.(16)

    La gran receptividad del pensamiento orteguiano puede encontrarse en el carcter histricode su reflexin filosfica, que ayuda a legitimar el campo intelectual vernculo. Al decir deLeopoldo Zea, "la filosofa de Ortega encontr en Amrica Hispana un fcil y rpido eco.El hispanoamericanismo, a travs de la obra de Ortega pudo afianzar su ya viejapreocupacin por la cultura y el hombre en esta Amrica y -al mismo tiempo- sentirsejustificado como miembro de la cultura en sentido universal".(17)

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    El marco contenedor de los intelectuales y polticos reformistas es, a comienzos de losveinte, autorreferentemente generacional. Esta adscripcin es tan fuerte como el carcter de"nueva" que la acompaa casi inexorablemente. As, la "nueva generacin" expresa una"nueva sensibilidad" portadora de valores polticos, sociales, ticos y estticosdiferenciados de sus "padres". Lo nuevo y lo joven se convierten en valores en si mismos:

    "hombres nuevos",

    (18)

    novomundismo y juvenilismo sern el tamiz a travs del cual estageneracin leer los procesos socioculturales y polticos de la regin.

    El repertorio de impugnaciones de esta generacin, de inicial sesgo idealista y suspensivo,da lugar a reformulaciones en las que la economa y la poltica ocupan una perentoriaurgencia. Hacia finales de la dcada, esta pertenencia generacional es revisada, cuando nodecididamente descartada por muchos de sus iniciales representantes. Las palabras deMaritegui, en 1928, muestran con claridad esa bifurcacin:

    Nueva Generacin, nuevo espritu, nueva sensibilidad, todos estos trminos hanenvejecido (...). Fueron buenos y nuevos en su hora. Nos hemos servido de ellos paraestablecer demarcaciones provisionales por razones contingentes de topografa y

    orientacin. Hoy resultan demasiado genricos y anfibolgicos.(19)

    Una preocupacin central de estos intelectuales es, precisamente, su definicin como tales yla redefinicin de sus funciones. As, Julio Antonio Mella escribe:

    Intelectual es el trabajador del pensamiento. El trabajador!, o sea, el nico hombre que ajuicio de Rod merece la vida, es aquel que empua la pluma para combatir las iniquidades,como otros empuan el arado para fecundizar la tierra, o la espada para libertar a los

    pueblos, o los puales para ajusticiar a los tiranos. A los que denigran su pensamientoesclavizndolo a la ignorancia convencional o la tirana oprobiosa no debe llamrseles

    jams intelectuales. guardemos las bellas palabras, que son pocas, para las cosas grandes,que son ms pocas todava.(20)

    En la misma frecuencia interpretativa, Csar Vallejo apunta:

    Un hombre pasa con un pan al hombro

    Voy a escribir, despus, sobre mi doble?

    ..........................................

    Alguien va en un entierro sollozando

    Cmo luego ingresar a la Academia?

    Alguien limpia un fusil en su cocina

    Con qu valor hablar del ms all?

    Alguien pasa contando con los dedos

    Cmo hablar del no-yo sin dar un grito?(21)

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    precedente en todos los planos, sobre todo el genrico campo de la experiencia liberal. Es labsqueda de un reemplazo lo que acicatea a estos intelectuales a bucear en nuevas formas ycontenidos, intentando trazar caminos tentativos frente a cierto desconcierto por el colapsoeuropeo. Una bsqueda que ha perdido provisoriamente el norte, como expres HenrquezUrea en 1925: "No es que tengamos brjula propia; es que hemos perdido la ajena".

    Ya el Manifiesto Liminar interpela a "los hombres libres de Amrica", colectivo que irprecisndose a lo largo de la dcada. Antiimperialismo y latinoamericanismo se adviertenembrionariamente en las resoluciones del ya citado Primer Congreso Internacional deEstudiantes, el cual -en su resolucin quinta- "condena las tendencias imperialistas y dehegemona y todos los hechos de conquista territorial y todos los atropellos de fuerza",invita a luchar "por la abolicin de las tendencias militaristas" y protesta contra "el avanceimperialista que sobre Santo Domingo y Nicaragua est ejerciendo el gobierno de losEstados Unidos".(24) Tal vez como residuo de un arielismo del que an no se despoja, esteantiimperialismo se refiere casi slo a la expansin de unos Estados Unidos fortalecidos y"manifiestos" a posteriori de la Gran Guerra, en el contexto de la poltica del big stick.Precisamente, "Contra el imperialismo yanqui" es el primero de los puntos programticosdel APRA, creado, simblicamente, en 1924 en el clima hospitalario del Mxico deVasconcelos. El movimiento, que se piensa a escala continental, resume en cinco puntos elconjunto de propuestas que representa al criticismo juvenil reformista de la dcada. Elcorrelato casi necesario del primer postulado es la "Unidad de Amrica Latina". El tercero("nacionalizacin de tierras e industrias") y el quinto ("solidaridad con todos los pueblos yclases oprimidas del mundo") muestran los alcances y lmites de la propuesta. Estospostulados, precisamente por el alto grado de amplitud, son pasibles de ms de unainterpretacin, lo que explica la adhesin inicial de gran parte de la franja contestataria. Sinlas intenciones polticas del APRA, pero en la misma sintona ideolgica, en 1925 se creaen Buenos Aires la Unin Latinoamericana, de orientacin socialista.

    El binomio Reforma-Revolucin es otra polmica del perodo. Si bien Mxico representauna contundente experiencia en curso, por su mismo estado coloidal no ha cristalizado ancomo referente revolucionario. La sedimentacin e institucionalizacin de un proceso dediez aos de guerra civil se transita no sin muchas contradicciones en estos aos, en mediode los enconados esfuerzos de Vasconcelos por consolidar un vigoroso plan cultural quecontribuya a definir esos contornos.

    Los horizontes, los tiempos y los sujetos del cambio social son cuestiones de las polmicasHaya de la Torre/Maritegui o Haya de la Torre/Mella, expresivas de las opcionesreformistas y revolucionarias. Por razones de espacio no podemos detenernos en ellas,(25)pero sealamos algunos hitos que ejemplifican los carriles por los que discurre buena partede las lecturas reformistas y revolucionarios. Haya y Maritegui comparten en un principioideales comunes, un mismo diagnstico de la realidad peruana y un explcito compromisotransformador. En sus respectivos escritos anteriores a 1928, ambos se reivindican en lamisma arena de discusin e intercambio. Son tres los aspectos ms significativos a partir delos cuales se separan las soluciones propuestas por Haya y Maritegui: la caracterizacin dela sociedad peruana en relacin al problema imperialista, los actores sociales protagonistasde su transformacin y los horizontes de la misma.

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    Tanto para Haya cuanto para Maritegui, en la sociedad peruana conviven feudalidad ycapitalismo. Pero si para el primero el imperialismo tiene un aspecto "constructivo", ya quecompleta el desarrollo capitalista del pas, para el segundo no hay tal aspecto positivo, puesel imperialismo articula funcionalmente capitalismo y feudalidad en una relacincomplementaria y por ello tendente a reproducirse. Este nudo conceptual se convierte en

    punto de fuga. De all en ms difieren, en ambas posturas, los actores y los objetivosltimos del cambio social. Si para Haya la lucha contra el imperialismo antecede acualquier otra oposicin, para Maritegui el curso a seguir es ms drstico. Aun cuandoconserva la idea de un frente policlasista, ste debe ser obrero-campesino (incluyendo, a losumo, a los "intelectuales progresistas" y excluyendo a la burguesa) bajo un liderazgodecididamente proletario. Para Haya, en cambio, el frente debe estar liderado por lossectores medios. El otro parte aguas definitorio es el modelo de transformacin, que en elcaso de Maritegui slo es posible a travs de una revolucin socialista:

    La revolucin latinoamericana (...) ser simple y puramente la revolucin socialista. A estapalabra agregad, segn los casos, todos los adjetivos que queris: "antiimperialista","agrarista", "nacionalista-revolucionaria". El socialismo los supone, los antecede, los abarca

    a todos.(26)

    Para Haya, por el contrario, "antes de la revolucin socialista que llevara al poder alproletariado -clase en formacin en Indoamrica-, nuestros pueblos deben pasar porperodos previos de transformacin econmica, poltica y quizs por una revolucin social -no socialista- que realice la emancipacin nacional contra el yugo imperialista."(27)

    Otro campo privilegiado en las preocupaciones intelectuales es el problema de la nacin.Tpico disputado por la vanguardia y la reaccin, es un tema que cruza intensamente laproduccin ensaystica de los veinte. Es en su tratamiento donde advertimos tanto lasseales de debilitamiento del orden oligrquico cuanto el esfuerzo por dotar de mayor

    volumen a los Estados latinoamericanos. En algn sentido, la nacin -apropiada y definidadesde lugares diversos- muestra la bsqueda de nuevas legitimidades y nuevas definicionessobre las sociedades latinoamericanas. "Salvar a la nacin" se erige en una tarea que losintelectuales explcitamente toman como parte de sus incumbencias. La expresin esrecurrente y alude a un estado de crisis que se refiere sobre todo a los efectospotencialmente centrfugos de la modernizacin. Esto guarda relacin con la aparicin en elterreno pblico de sectores sociales antes excludos que son visualizados como potencialesdisruptores del orden. As, la imbricacin entre nacin y pasado histrico lleva a lacontroversia por la reconstruccin de los orgenes, la historia y los sujetos a incluir oexcluir.

    En el ambiente revisionista y crtico de los veinte se delinea una reconsideracin de lourbano y lo rural en la constitucin de las naciones latinoamericanas. Para distintos actores,la modernidad tiene significados diferentes, al igual que la ciudad, tironeada entre losnostlgicos de la aldea y los futuristas que piensan que un automvil es ms bello "que laVictoria de Samotracia". Instala otros valores (pragmatismo, dinero, frivolidad), otrasformas de trabajo. Precisamente, "utilitarismo" y "cosmopolitismo" son sancionesfrecuentes en la problematizacin acerca de lo nacional, sobre todo por aquellos que, sinrenegar de los beneficios de la modernidad, no se resignan, sin embargo, a la prdida de las

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    certezas de una tradicin que construyen explcitamente. De modo relevante, la ciudad eslocus disruptor de la dominacin en sociedades profunda y dominantemente agrarias.Paradjicamente, el discurso del retorno a una arcadia rural no interpela a los sujetosrurales, antes bien est dirigido a neutralizar a los sujetos urbanos, lo cual provocareacciones diversas. En algunos casos, la reivindicacin de lo rural va acompaada de una

    actitud restauradora de ciertos valores tradicionales asociados a la nacin, expresin de suestado "puro", distorsionado por la orientacin "europesta" de las generaciones ilustradasdecimonnicas. En otros, se produce un "descubrimiento" de los valores rurales, a vecesacompaado de la recuperacin de sujetos sociales antes excludos de la cultura y la poltica(los campesinos, los esclavos). En uno u otro -por adhesin o rechazo- es advertible unareconsideracin de lo rural y lo urbano respecto de la nacin. A veces, asume lacontraposicin campo-ciudad, otras, la oposicin entre la capital y las provincias (o lasciudades de las provincias, como en el caso del Per) y en otras una reflexin acerca delproblema regional.

    El debate en el interior del movimiento modernista brasileo es expresivo de las tendenciasantes marcadas. Desde el lanzamiento del "Manifiesto regionalista del Nordeste", en 1926,el denominado grupo Verde-Amarelo reacciona contra el cosmopolitismo citadinoinstalando el debate (sobre todo con Mario de Andrade) en torno al problema delregionalismo y la nacin. En Mxico, una explosin de ruralidad marca la reflexin de esabsqueda intensa de una nacionalidad no reida con la "raza csmica" continental. En estesentido, Jos Vasconcelos, desde la Secretara de Educacin del gobierno de Obregn,promueve una recreacin del orden cultural del pas y alienta la reflexin sobre una"mexicanidad" en pleno proceso de reformulacin. Muestras de ello son la produccinacerca de la identidad mexicana del Ateneo de la Juventud, la reflexin "mestizfila" deAndrs Molina Enrquez, Antonio Caso con susDiscursos a la nacin mexicana, la primeraproduccin de Samuel Ramos, o el indigenismo de Manuel Gamio, entre otros.

    Indoamrica

    Otro rasgo destacado de las preocupaciones intelectuales del perodo es el de la reflexin deAmrica Latina como comunidad de destino y de proyectos. "Indoamrica" es el nombreque denotativa y connotativamente da cuenta de esa reflexin.Indoamrica/Indoamericanismo permite una clara diferenciacin del significado de otrostres nombres y corrientes:

    el Hispanoamericanismo corresponde a la poca colonial; el Latinoamericanismo a la

    Repblica y el Panamericanismo es la expresin imperialista yanqui.(28)

    Tal vez sea el aprismo quien mejor sintetiza las propuestas antiimperialista y la prdica deunidad poltica de "Indoamrica". Conservando el mismo eje lgico-discursivo, invierte laposicin leninista: para los pases de Amrica Latina el imperialismo no es "la etapasuperior" del capitalismo sino la primera, en funcin de su peculiar Espacio-TiempoHistrico. La prioridad aprista del frente de clases liderado por los sectores medios y sucarcter movimientista entra en colisin con las propuestas levantadas por los Partidos

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    Comunistas latinoamericanos: "contra el imperialismo yanqui" tiene su correlato en "launidad de Amrica Latina". La contracara de esta reflexin acerca del imperialismo es,entonces, la unidad poltica de Amrica Latina. Retomando el ideal bolivariano, dice:

    Amrica Latina unida, federada, formara uno de los pases ms poderosos del mundo (...).El nico camino de los pueblos latinoamericanos es unirse.(29)

    "Indoamrica" es la expresin acuada por Haya para referirse a eso que Orrego llama"Pueblo Continente". La reivindicacin del sustrato indgena tiene, en su pensamiento, dosvertientes. Por un lado supone la recuperacin y apropiacin de una historia de Amricaque se remonta a las culturas autctonas, es decir, considera una temporalidad y unahistoricidad propias, independientes de la cronologa unidireccional de Europa Occidental.Implica, a su vez, la reivindicacin de una cultura y de un pensamiento propios y undesarrollo econmico peculiar, en discrepancia con los anlisis europeos y europestas:

    Vuelve a tener la fuerza de un llamado a los intelectuales europeizantes de Amrica Latina,aquello que Rodrguez, el maestro de Bolvar, escriba (...): En lugar de pensar en Medos,

    en Persas, en Egipcios... pensemos en los Indios.(30)

    Por otra parte, la inclusin del campesinado indgena no es ajena a su proyecto poltico: elfrente de clases lo incorpora, si bien subordinadamente. El "problema indgena" es uno delos debates ms importantes del Per de los veinte. Si bien Haya de la Torre y Mariteguiseparan sus puntos de vista a partir de la ruptura de 1928, en esta cuestin parten delacuerdo: la cuestin no es tnico-racial ni educativa sino social y pasa fundamentalmentepor el acceso a la tierra. Indoamrica representa, tambin, semnticamente tiempos mixtos,desarrollos desiguales, dualidades en las que conviven "el tractor y el arado de palo". Estavisin de la dominacin externa recorta y define la fisonoma de una Amrica Latina que seve redescubierta, tematizada y resignificada en el pensamiento de los intelectuales,

    trascendiendo la mirada y el discurso poltico:

    En la juventud del continente hay en la actualidad un solo punto de mira: el de laindependencia efectiva, Se lucha contra el imperialismo de los EE. UU., se combaten lasdictaduras, se da batida al caudillismo (...). Yo vengo a ponerme bajo las banderas de esegrupo juvenil que lucha y sufre por la autonoma real e ideolgica de Amrica.(31)

    En el plano de la cultura, la indagacin sobre la fisiologa interna de la regin se hacetelrica e introspectiva: la tierra, el paisaje, los hombres comunes se tornan temasprivilegiados. Una de las vertientes es el indigenismo, una corriente no homognea querene orientaciones filantrpico-costumbristas, tnico-raciales y agraristas radicalizadas. Loque nos interesa subrayar aqu es el inters que desde las ciencias sociales y la cultura se

    manifiesta por el problema indgena.(32) La ruralidad es otro tema privilegiado por estanueva actitud narrativa que "descubre", en una vertiente telrica y nativista, a AmricaLatina.(33) Por otra parte, la negritud y la cultura africana se suman -aun con lmites- a esteintento de redefinir, desde la cultura, una identidad ms plural y ms cercana a los puebloslatinoamericanos.

    Un decidido espritu novomundista atraviesa la pregunta por la personalidad de lolatinoamericano. Tras las huellas de Jos Ortega y Gasset y Waldo Frank, el tema

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    novomundista se asocia al telurismo y a la potencialidad vital de un paisaje sanguneo,producto del choque entre culturas, que urge pensar en trminos de sntesis. En el perodode entreguerras parece haberle llegado al pensamiento latinoamericano la hora histrica deacceder a la autorreflexin, en clave filosfica. As, "genius loci", "emocin territorial","razas csmicas", "Pueblo-Continente" son desafos para la interpretacin del carcter y la

    personalidad de Amrica Latina.A propsito del papel de los intelectuales en las sociedades latinoamericanas de los aosveinte, algunas agudas anotaciones de Antonio Gramsci en sus Quaderni del carcerepermiten aproximarse a la cuestin desde la hiptesis de existencia (excepto en Argentina)de una fase deKulturkampfprimitiva, en la cual el Estado debe enfrentar un pasado clericaly militar fosilizado. As, en el Cuaderno 12 (1932) escribe:

    En la Amrica meridional y central la cuestin de los intelectuales me parece que debeexaminarse tomando en cuenta estas condiciones fundamentales: tampoco en la Amricameridional y central existe una vasta categora de intelectuales tradicionales, pero la cosa nose presenta en los mismos trminos de los Estados Unidos. En efecto, encontramos en la

    base del desarrollo de estos pases los cuadros de las civilizaciones espaola y portuguesade los siglos XVI y XVII, caracterizada por la Contrarreforma y el militarismo parasitario.Las cristalizaciones resistentes todava hoy en estos pases son el clero y una casta militar,dos categoras de intelectuales tradicionales fosilizadas en la forma de la madre patriaeuropea. La base industrial es muy restringida y no ha desarrollado superestructurascomplicadas: la mayor cantidad de intelectuales es de tipo rural y puesto que domina ellatifundio, con extensas propiedades eclesisticas, estos intelectuales estn vinculados alclero y a los grandes propietarios. La composicin nacional es muy desequilibrada inclusoentre los blancos, pero se complica por las masas notables de indios que en algunos pasesson la mayora de la poblacin. Puede decirse en general que en estas regiones existe anuna situacin de Kulturkampf y de proceso Dreyfus, o sea una situacin en la que elelemento laico y burgus no ha alcanzado an la fase de la subordinacin a la poltica laicadel Estado moderno de los intereses y de la influencia clerical y militarista. As sucede que

    por oposicin al jesuitismo tiene todava mucha influencia la masonera y el tipo deorganizacin cultural como la "Iglesia positivista". Los acontecimientos de estos ltimostiempos (noviembre de 1930), desde el Kulturkampf de Calles en Mxico a lasinsurrecciones militares-populares en Argentina, en Brasil, en Per, en Chile, en Bolivia,demuestran precisamente la exactitud de estas observaciones.(34)

    Para Gramsci, la lucha del Mxico revolucionario contra el clericalismo ejemplifica muybien la fase delKulturkampf. Por otra parte,

    La difusin de la cultura francesa est ligada a esta fase: se trata de la cultura masnica-iluminista, que ha dado lugar a las llamadas Iglesias positivistas, en las que participantambin muchos obreros aunque se llamen anarcosindicalistas. (...) Espaa hace grandesesfuerzos por reconquistar a Amrica del Sur en todos los campos: cultural, comercial,

    industrial, artstico. (Pero con qu resultado?). La hegemona cultural de Francia esamenazada por los anglosajones...(35)

    Pancho Aric percibi muy bien que en las pocas y dispersas notas de Gramsci sobreAmrica Latina hay "sagaces iluminaciones sobre la funcin de la casta religiosa, elproblema indgena y las limitaciones de una clase dominante incapaz de pasar por esa fasenecesaria de laicizacin de la sociedad y del gobierno que posibilitara la constitucin de unEstado moderno". As, seala ms adelante, la hiptesis de la fase de Kulturkampfpermite

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    advertir "la tentativa de traducir en clave de la experiencia mexicana -como forma peculiary sistemtica de constitucin de un bloque nacional-popular- la categora de reformaintelectual y moral que ha introducido en su examen crtico del Risorgimento italiano y ensus formulaciones ms generales de teora poltica. (...) La definicin de la fase como deKulturkampf (...) Sugiere el implcito reconocimiento por parte de Gramsci de dos rasgos

    que caracterizaron el proceso de constitucin de nuestros Estados nacionales: unaautonoma considerable de la esfera ideolgica y una evidente incapacidad deautoconstitucin de la sociedad".(36)

    La posibilidad de recurrir al utillaje gramsciano para analizar el papel de los intelectuales ysu relacin con las masas en Amrica Latina es muy amplia, pero aqu slo nos limitamos alas pocas observaciones precedentes y dejamos la cuestin pendiente de un tratamiento msdetenido.(37)

    II. Los sesenta: entre la revolucin y el realismo mgicoSi hay una nota claramente distintiva de los sesenta latinoamericanos, ella es la revolucincubana. Un grupo de jvenes barbudos, avanzando desde la sierra hacia las ciudades,empieza su historia en una lucha antidictatorial y concluye realizando el proceso detransformacin socio-poltico ms radical del continente, poniendo en la agenda de laregin la posibilidad de la revolucin socialista. Segn el balance de Ernesto Che Guevara,el proceso cubano aporta tres evidencias: a) las fuerzas populares pueden ganar una guerracontra el ejrcito, b) no es necesario que estn dadas todas las condiciones para el asalto alpoder, pues ellas pueden ser creadas por el foco guerrillero, c) en Amrica Latina, el terrenode la accin insurreccional debe ser el campo.

    De igual modo, es imposible escindir del estudio de los sesenta el notable fenmeno delboom literario que recorre toda la geografa de la regin y hace clebres autores y ttulosque exaltan el realismo mgico que la caracteriza y del cual Cien aos de soledad (1967,precedida de El coronel no tiene quien le escriba, 1961), del colombiano Gabriel GarcaMrquez, probablemente sea, dentro de una vasta produccin de buen nmero denovelistas, la obra paradigmtica. Pero sera injusto dejar de lado la de Guillermo CabreraInfante (As en la paz como en la guerra, 1960, y la mucho ms conocida Tres tristestigres, original de 1964, pero publicada recin en 1968), Alejo Carpentier (con suformidableEl siglo de las luces, 1962), Julio Cortzar (Rayuela, 1963), Carlos Fuentes (Lamuerte de Artemio Cruz, 1962), Jos Lezama Lima (Paradiso, 1966), Juan Carlos Onetti(El astillero, 1961), Mario Vargas Llosa (La ciudad y los perros, 1963, y La casa verde,1966), e incluso a Augusto Roa Bastos, aunque su Yo, el supremo es de 1974.

    En otros casos, la escritura se hace denuncia de crmenes cometidos contra luchadorespopulares, como en Operacin Masacre (1964), de Rodolfo Walsh, y La noche deTlatelolco (1971), de Elena Poniatowska.

    Mas si se trata de reflexionar sobre el pensamiento latinoamericano, ninguna aproximacinal mismo puede dejar de prestar atencin a la renovacin en el interior de las ciencias

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    sociales, dentro de las cuales es claramente perceptible la doble intencin de generar unpensamiento propio y de formar recursos humanos en la propia regin. En efecto, el climade la dcada muestra una preocupacin por la nacionalizacin/regionalizacin de lasciencias sociales y por la jerarquizacin de la enseanza y la investigacin cientfico-socialcoexistiendo con una fuerte preocupacin por cambiar radicalmente las estructuras de las

    sociedades, muy en la lnea de la onceava tesis marxiana sobre Feuerbach, que en el lmitese traduce en el abandono de la prctica cientfica en favor de la militancia y la prcticapolticas. De hecho, hay una tensin, una dialctica entre una y otra posicin y ambas sonpartes constitutivas del proceso de construccin de las ciencias sociales latinoamericanas.

    Revolucin, realismo mgico y ciencias sociales crticas constituyen un entramado de lossesenta. No decimos el, sino uno de los posibles de reconstruirex post. El entralazamientode las tres perspectivas pone en el centro del debate y de la toma de posiciones una cuestinnada nueva, la del papel de los intelectuales, resignificada hasta el punto de la casiinexorable toma de posiciones definida por el dictum cubano: el deber de todorevolucionario es hacer la revolucin. No se trata de una apelacin retrica, pues "no es derevolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadver del imperialismo",tal como expresa la Segunda Declaracin de La Habana en 1962. Tampoco es unaocupacin temporaria o intermitente: segn sostiene el Che en 1965,

    El revolucionario, motor ideolgico de la revolucin dentro de su partido, se consume enuna actividad ininterrumpida que no tiene ms fin que la muerte, a menos que laconstruccin se logre en escala mundial. Si su afn de revolucionario se embota cuando lastareas ms apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida el internacionalismo

    proletario, la revolucin que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en unacmoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos, el imperialismo, que ganaterreno.(38)

    El mismo Guevara escribe, dos aos despus -en el Diario de su mortalmente truncaexperiencia poltico-militar en Bolivia-, texto cuyo contexto deriva del anterior, que laaccin guerrillera es el

    tipo de lucha [que] nos da la oportunidad de convertirnos en revolucionarios, el escalnms alto de la especie humana, pero tambin nos permite graduarnos de hombres: los queno pueden alcanzar uno de estos dos estados deben decirlo y dejar la lucha.(39)

    Aventando toda duda, el Congreso Cultural de La Habana, reunido en 1968, define lasfunciones que se esperan de los intelectuales en la perspectiva revolucionaria:

    El intelectual puede servir a la lucha revolucionaria desde diversos frentes: el ideolgico, el

    poltico, el militar. La actividad del intelectual resuelve por diversos caminos:proporcionando la ideologa de las clases revolucionarias, participando en la luchaideolgica, conquistando la naturaleza en beneficio del pueblo mediante la ciencia y latcnica, creando y divulgando obras artsticas y literarias y, llegado el caso,comprometindose directamente en la lucha armada.(40)

    Jean Franco tiene razn al sealar que "[n]o sorprende que esto haya producido unaconciencia culpable acerca de la verdadera responsabilidad del intelectualrevolucionario".(41) No es raro, tampoco, que, en efecto, muchos intelectuales elijan el

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    camino de la guerrilla, renunciando a una carrera en el campo de pertenencia original.(42)Los nombres constituyen una larga nmina, nada fcil de reconstruir, excepto en los casosde los detenidos, los muertos en combate o los desaparecidos por acciones represivas o,incluso, en circunstancias nunca aclaradas: los argentinos Jorge Ricardo Massetti(periodista), Francisco Urondo (poeta) y Rodolfo Walsh (periodista), el colombiano Camilo

    Torres (sacerdote), el guatemalteco Otto Ren Castillo, los peruanos Hctor Bjar(cientfico social) y Javier Heraud (poeta), el salvadoreo Roque Dalton (poeta), losvenezolanos Douglas Bravo (estudiante de derecho) y Teodoro Petkoff (economista), porcitar slo unos pocos nombres de entre los ms conocidos.

    En muchos casos, la opcin es clara; en otros, en cambio, no se puede zafar de unasituacin de conciencia escindida, que Tulio Halperin Donghi ilustra de la siguientemanera: "Entre Celso Furtado, que a comienzos de la dcada del sesenta comenzaba unapromisoria y bien pronto frustrada carrera pblica como timonel de la economa brasilea,y Camilo Torres, que iba luego a afrontar un fracaso prctico definido en trminos muydistintos, no poda dudarse que las preferencias instintivas de quienes cultivan tareas alcabo sedentarias, debera orientarse hacia el primero. Pero al mismo tiempo muchos destos no dejaban de percibir que la alternativa a ellos ms afn se tornaba cada vez msilusoria; si as estaban las cosas, la lgica propia de una concepcin de la ciencia social quesubrayaba su vocacin prctica inmediata pareca empujar a la disolucin de la actividadcientfica en la lucha poltica y aun -llevando el argumento a sus ltimas consecuencias- ala militar".(43)

    Si bien es cierto que los cientficos sociales no se enrolan en masa en las acciones militares,no menos cierto es que la reflexin de muchos de ellos se orienta, implcita oexplcitamente, en la direccin de generar una interpretacin del pasado y del presente delas sociedades latinoamericanas que sirviese de fundamento a la poltica revolucionaria.Entre otras, la querella sobre los modos de produccin y el carcter capitalista o feudal dela colonizacin del continente es bien ilustrativa al respecto; para todos quienes participande ella, sea en la produccin de los argumentos, sea en su difusin, la conclusin a la que searribe dicta un comportamiento poltico inequvoco: si Amrica Latina ha sido feudal y/omantiene residuos de ese pasado feudal, la tarea poltica es la revolucin democrtico-burguesa; si, en cambio, ella es capitalista (y por aadidura dependiente), la revolucin slopuede y debe ser socialista. Los ecos del "debate" Haya de la Torre-Maritegui, en losveinte, resuenan, resignificados, en los sesenta.

    Las ciencias sociales y la bsqueda de Amrica Latina(44)

    Amrica Latina se encuentra, durante la segunda posguerra, en una coyuntura signada porel comienzo del agotamiento de las respuestas que desde la dcada de 1920 se han dado alas limitaciones del modelo primario-exportador y, despus de 1929, a los desafos porsuperar sta, cuyos efectos, tras la recomposicin del capitalismo en los pases centrales seven atenuados por la segunda guerra mundial. Es su final, precisamente, el que termina conlas ilusiones y desnuda (una vez ms) la debilidad estructural de las economas delsubcontinente. As, al concluir la dcada de 1950, stas -con las excepciones de Mxico yBrasil- revelan claros indicadores de estancamiento, cuando no de regresin. Poltica ysocialmente, Amrica Latina -otra vez con la excepcin mexicana- no consigue afirmarse o

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    estabilizarse. Ni las dictaduras militares autocrticas, ni las experiencias populistas, ni lasexcepciones democrtico-liberales han podido conjurar crisis poltico-sociales renuentes atoda solucin ms o menos consolidada, con cierta permanencia o continuidad. Laconjuncin de crisis econmica y crisis poltica trona evidente una conclusin elementalfuertemente resistida por las clases y/o sectores tradicionalmente dominantes en la regin:

    los desequilibrios econmico-sociales producen problemas polticos, las tensiones aparecenen primer plano y no pueden ser resueltos con los tradicionales mecanismos de ejercicio delpoder. Clases sociales dominantes acostumbradas a tratar la cuestin social como unacuestin policial, se encuentran ahora en una encrucijada de ms difcil resolucin. Laefmera bonanza de la guerra y la posguerra acaba cuando el centro capitalista serecompone, recomposicin econmica cuyos efectos en las economas latinoamericanas seadvierten bien pronto: deuda externa (si bien todava muy lejos de los estragos de los 1980-1990-, balanzas de comercio y de pagos deficitarias, importacin de insumos industriales...Entrelazada con ella, el predominio norteamericano se expande y la guerra fra se tornauniversal.

    En dos sociedades predominantemente campesinas se intentan soluciones por la va de larevolucin: en Bolivia (1952), con xito relativo, y en Guatemala (1954) con un fracaso alque no ajeno el celo estadounidense por una alteracin supuestamente radical en su patiotrasero. En cambio, en otras dos, .mucho ms urbanas y con significativa presenciaproletaria- se intenta salir de la crisis mediante la aplicacin de la panacea deldesarrollismo, una concepcin que propugna una transformacin amplia de la economa,capaz de equilibrar la agricultura y la industria, los polos desarrollados y los marginales (esdecir, unificar sociedades duales) e integrar, social y polticamente a las masas asalariadasy, donde cabe, campesinas, todo ello (y sus efectos) dentro de, y sin modificarradicalmente, la matriz societal existente. Este populismo sofisticado se practicatemporariamente en Brasil y Argentina, bajo los gobiernos de Juscelino Kubitschek (1955-1960) y de Arturo Frondizi (1958-1962), respectivamente, si bien el primero tiene ciertacontinuidad hasta el golpe militar de 1964, que instaura una larga dictadura institucional delas fuerzas armadas. Antes de que se agote, al no poder vencer los lmites y las resistenciasal cambio estructural dentro del capitalismo, el desarrollismo encuentra adicionalmente, ycontra toda previsin ms o menos fundada, el formidable antagonismo generado a partir dela revolucin cubana.

    Es en este contexto que comienza, ya en la dcada de 1950, a pensarse de un mododiferente el conjunto de problemas y de soluciones necesarias, brutalmente puesto derelieve por el entramado de comienzo del agotamiento del modelo de industrializacin porsustitucin de importaciones, insurgencia social (sobre todo campesina, no ajenas al avancede las relaciones capitalistas en el agro), la recomposicin del capitalismo a escala mundialy la guerra fra. Es ah, precisamente, donde aparece la Comisin Econmica de AmricaLatina (CEPAL), tan estrechamente vinculada intelectualmente al economista argentinoRal Prebisch, cuya obra es la primera y la ms original de las explicaciones sobre losresultados del crecimiento desigual y del funcionamiento econmico de la periferialatinoamericana.

    La creacin de la CEPAL es decidida por la Organizacin de las Naciones Unidas en 1947.Su primera reunin tiene lugar en Santiago de Chile en junio de 1948. En 1950, sorteando

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    la oposicin de los Estados Unidos y apoyndose en el fuerte apoyo de los gobiernos deChile y, sobre todo, de Brasil, comienza a consolidarse bajo el largo liderazgo de Prebisch,quien ejerce la Secretara General entre 1950 y 1961. Con la CEPAL adquiere dimensinregional el proceso de construccin institucional y terica de las ciencias socialeslatinoamericanas, un proceso en el que interactan institutos universitarios, centros

    acadmicos independientes y organismos internacionales regionales, como, amn de lapropia CEPAL, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y el ConsejoLatinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), creados en 1957 y 1967,respectivamente.(45) Se trata de un entramado en el que los actores involucrados actanentre s con las sociedades de la regin, tensionado por las relaciones entre ciencia ypoltica. La construccin del conocimiento cientfico social latinoamericano, la prctica delas ciencias sociales y la aparicin, consolidacin e incluso desaparicin de instituciones aellas dedicadas han sido siempre partes de un proceso en el que el conocimiento haapuntado a la transformacin de las sociedades. Tambin, a menudo, el intento de impedirla prctica de estas ciencias est relacionado con la voluntad de impedir tal transformacino, por lo menos, impedir aquella que afecta a grupos sociales dominantes.

    Este proceso constructivo incluye un dilogo en el interior de la propia regin, entreinstituciones e investigadores de diferentes disciplinas y pases; entre unas y otros de laregin y de fuera de ella. En este segundo caso, en dos planos diferentes: con sus iguales delos Estados Unidos y Europa Occidental; con los del Tercer Mundo, especialmente con losde frica. Particularmente significativas son las relaciones con los Estados Unidos, las queincluyen una gama de posibilidades, desde los contactos individuales hasta las polticas decooperacin formalmente acordadas entre instituciones, pasando por el accionar deagencias y fundaciones. Esas relaciones no siempre han sido fciles y a menudo han estadoenturbiadas por recelos, desconfianzas, escepticismos y actitudes errticas. A veces sinjustificativo, como en el caso de la generalizacin de la discriminacin de latinoamericanoshacia todos los investigadores e instituciones acadmicas norteamericanas, sin tener encuenta la integridad cientfica, el respeto y hasta la simpata de unos y otras por ms de unacausa de los cientficos sociales latinoamericanos.. Otras veces, en cambio, plenamentejustificadas, como en el sonado y lamentabilsimo episodio del Plan Camelot, en Chile, amediados de los aos sesenta.

    Las ciencias sociales de la regin no slo se desarrollan en trminos tericos,institucionales y profesionales a partir de una situacin de crisis de las sociedades de laregin, perceptible desde la segunda posguerra:; ellas se construyen en esos trminosmediante crisis sucesivas, por no decir permanentes. Las ciencias socialeslatinoamericanas estn en crisis desde que se consolidan a escala regional, en la segundamitad del siglo XX. Nacen, crecen, se desarrollan en y por las crisis. Dicho de otro modo,las ciencias sociales latinoamericanas viven en crisis permanente porque las sociedades dela regin tambin estn, al mismo tiempo, en crisis permanente, bien entendido que no sepostula una relacin causal directa, mecnica, ni siquiera en trminos de la reiteradareferencia a la relacin entre ciencia y poltica. Esas ciencias sociales plantean, abordan ydesarrollan cuestiones relevantes de las sociedades de la regin y algunos de talesabordajes, como el de la cuestin de la dependencia, les dan singularidad en el planomundial.

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    Cuando Ral Prebisch, Celso Furtado y otros pioneros del cepalismo plantean la bsquedade la especificidad de Amrica Latina, a partir de la original construccin de equivalenciaentre subdesarrollo la regin y destruccin econmica europea, encuentran la clave delprimero en la relacin centro-periferia y la solucin en el desarrollo. ste, a su vez, se basaen la industrializacin. Pero industrializacin y desarrollo son parte del pasaje de

    sociedades tradicionales, agrarias, a sociedades modernas. Este pasaje es la modernizacin,un proceso continuo de superacin creciente de valores, actitudes, etc., donde se destaca laracionalidad de los cambios y de los nuevos valores socioculturales. En Prebisch, Germaniy Jos Medina Echavarra la modernizacin es concebida como un proceso susceptible deplanificacin, capaz de facilitar el trnsito en tiempo y costos, estrategia que potencia elpapel del Estado como actor principal del cambio.

    Germani sostiene que es clara la existencia "de varios modelos de sociedad industrial yvarios modelos de transicin".(46) Ms an, los cambios tienen un carcter asincrnico y esaasincrona es mltiple: geogrfica, institucional, en los diferentes grupos sociales,motivacional. Otra certeza campea entre quienes sustentan la teora de la modernizacin:las sociedades latinoamericanas son estructuralmente duales, esto es, coexisten en ellasdimensiones "tradicionales" con "modernas", con una tendencia a la absorcin de lasprimeras por las segundas.

    Una derivacin de esta concepcin ser la del colonialismo interno, cuya elaboracin mssofisticada es realizada por el socilogo mexicano Pablo Gonzlez Casanova: segn ella, elcolonialismo no es slo internacional sino intranacional y como tal -esto es, comocolonialismo interno- designa a "una estructura de relaciones sociales de dominio yexplotacin ente grupos culturales homogneos, distintos", distinguible de la estructura declases por ser "una relacin de dominio y explotacin de una poblacin (con sus distintasclases, propietarios y trabajadores) por otra poblacin que tambin tiene distintas clases(propietarios y trabajadores)".(47)

    La nocin de sociedades duales impacta fuertemente en las ciencias sociales de los sesentaes objeto de rpidas objeciones. La polmica se sita en diferentes terrenos disciplinarios,en un verdadero entrecruce de ellos -data nada desdeable a la hora de analizar el campocientfico social de la regin-, incluyendo a la historia, toda vez que los partidarios de talcaracterizacin encuentran que la sociedad tradicional, agraria y estancada se origina en lostiempos coloniales y conserva importantes elementos socioculturales modelados durante losmismos; sus cambios son lentos, escasos y por aadidura impuestos desde fuera de ella porla sociedad moderna, urbana, industrializada, dinmica, progresista, en desarrollo. Unainterpretacin ms elaborada plantea la dicotoma en trminos feudal-capitalista: una de lassociedades es feudal y constituye el locus del conservadurismo social y poltico, de losterratenientes, oligarcas, caudillos...; la otra es capitalista, locus del progresismo de lossectores modernos como la burguesa nacional, las clases medias y el proletariadoindustrial. La tarea poltica es terminar con el feudalismo o sus resabios y desarrollar uncapitalismo progresista y autnomo, tarea que corresponde a la burguesa nacional -diferenciada de la aliada al capital extranjero o imperialismo- o, en algunas interpretacionestributarias de las de John J. Johnson, a las clases medias urbanas. Como muchos autores ytrabajos lo proclaman, las alternativas, en definitiva, son slo dos: reforma (que incluye la

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    que el viejo lenguaje leninista llamaba revolucin democrtico-burguesa) o revolucinsocialista.

    En la bsqueda de Amrica Latina, las hiptesis procurando aprehenderla con unpensamiento propio son mltiples. En este sentido, el momento de inflexin se produce a

    mediados de la dcada: la asociacin entre dos socilogos -un brasileo y un chileno- quese desempean como investigadores y docentes en el Instituto Latinoamericano dePlanificacin Econmica y Social de la CEPAL y mantienen un intenso dilogo coneconomistas y planificadores, produce entre 1966 y 1967 la primera versin de una nuevainterpretacin de la naturaleza social y poltica de los problemas de desarrollo de la regin,texto que tiene una cierta circulacin restringida a especialistas, hasta que en 1969 SigloVeintiuno Editores publica en Mxico la primera edicin de Dependencia y desarrollo enAmrica Latina. Ensayo de interpretacin sociolgica, un libro fundador, rpidamenteconvertido en clsico y de lectura obligada para todo quien tuviese, en la regin y ms all,inters en comprender qu es ella y por qu es como es. La intencin de los autores es

    reconsiderar los problemas del desarrollo econmico a partir de una perspectiva eintegracin que insiste en la naturaleza poltica de los procesos de transformacineconmica " y al mismo tiempo "demostrar que la referencia a las situaciones histricases esencial para la comprensin del significado de tales transformaciones, as como para elanlisis de sus lmites estructurales y de las condiciones que las hacen posibles".(48)

    El estimulante libro de Cardoso y Faletto abre varias lneas de anlisis terico-metodolgicos y empricos, no siempre bien continuadas por quienes se inspiran en l. Laprimera singularidad de Dependencia y desarrollo es la de ser un libro sobre el desarrolloeconmico, que es objeto de interpretacin sociolgica desde una perspectiva que potenciael anlisis histrico y el carcterpoltico que l tiene. Innegablemente, la interpretacin serealiza desde un cruce de disciplinas que es, en verdad, un notable caso de hibridacin de

    varias de ellas.

    Lo fundamental de nuestro ensayo [dirn Cardoso y Faletto algunos aos despus] es larelacin de las luchas polticas entre grupos y clases, por un lado, y la historia de lasestructuras polticas de dominacin, internas y externas, por otro. De este modo, nosinteresa menos catalogar los acontecimientos que inquirir, a travs de ellos, acerca delsentido de las relaciones estructurales bsicas y acerca de las fases de desarrollo de stas ensu doble determinacin: al nivel interno de los sistemas locales de dominacin y en surelacin con el orden internacional. Los procesos polticos y econmicos aparecen en estaltima como si fuesen la expresin de una lucha entre Estados-Naciones pero envuelventambin conflictos entre grupos y clases sociales.(49)

    La nocin de dependencia se sita en el centro de la atencin, el debate y la polmica de lasciencias sociales latinoamericanas. No slo genera discusin y estimula algunos estudiosconcretos: tambin es un corpus conceptual que constituye un verdadero momento deruptura en el desarrollo de aquellas y les otorga un rango distintivo a nivel mundial , alpunto que no son pocos -en la regin y fuera de ella- quienes hablan de una teora de ladependencia, posicin que Cardoso y Faletto no slo no comparten sino que rechazanexplcita y enfticamente: para ellos, se trata de analizar "situaciones de dependencia",siendo sta una categora de una teora del desarrollo o bien de una teora del imperialismo.A juicio de ambos, es necesario un anlisis histrico-estructural y rescatar la accin de los

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    sujetos en los procesos histricos. Como nocin, dependencia no es nueva, pero hastaentonces ha sido considerada una variable externa.

    La novedad de la hiptesis no est en el reconocimiento de la variable de dominacinexterna -proceso evidente-, sino en la caracterizacin de la forma que asume y los efectosdistintos, con referencia a las situaciones pasadas, de este tipo de relacin de dependencia

    sobre las clases y el Estado.(50)

    El gran aporte terico-metodolgico radica en centrar el papel de la estructura interna de lassociedades capitalistas dependientes, cuyo proceso constitutivo es una doble dialctica: lade su propia dinmica o conflictividad de clases y la del proces