Anibal Quijano (2001) Las últimas elecciones del fujimorismo

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Aníbal Quijano Las últimas elecciones del fujimorismo Artículo aparecido en Anuario Social y Político de América Latina y el Caribe Nro. 4, Flacso / Unesco / Nueva Sociedad, Caracas, 2000, pp 26-38 Nueva Sociedad Separatas NUEVA SOCIEDAD Apartado 61.712, Caracas 1060-A, Venezuela. Telfs.: (58-212) 267.3189 / 265.0593, Fax: 267.3397 Correo E: [email protected] Web: www.nuevasoc.org.ve es un proyecto de la © Nueva Sociedad

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Aníbal QuijanoLas últimas elecciones del fujimorismo

Artículo aparecido en

Anuario Social y Político de América Latina y el Caribe Nro. 4, Flacso /Unesco / Nueva Sociedad, Caracas, 2000, pp 26-38

Nueva SociedadSeparatas

NUEVA SOCIEDADApartado 61.712, Caracas 1060-A, Venezuela.

Telfs.: (58-212) 267.3189 / 265.0593, Fax: 267.3397Correo E: [email protected]

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Las últimas elecciones del fujimorismo

Algunos procesos electorales 2000

El 8 de abril de 2001 comenzaron las primeras elecciones del posfujimorismoen el Perú. Los nuevos parlamentarios quedaron electos, pero no el presidentede la República, ya que ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría absolutade por lo menos 50%+1 de los votos válidos, que la ley requiere. Los doscandidatos más votados, Alejandro Toledo y Alan García, deberán medirseen una segunda ronda en fecha aún no decidida, pero no más tarde que acomienzos del próximo junio.

Es cierto que por primera vez desde 1992 estas elecciones no son frau-dulentas. Pero se hacen en las fechas decretadas por Fujimori antes de fugarseal Japón, con el aparato electoral del fujimorismo y con sus respectivas leyes.Y toda la escena electoral, con sus candidaturas, sus campañas, sus intrigas,sus discursos, incluso con los propios resultados de la primera vuelta de laselecciones, muestra las viscosas adherencias del fujimorismo. Muestra tam-bién a las desconcertadas gentes peruanas sin saber cómo defenderse de laangustiosa náusea que produce la cartelera de los «vladivideos»1 que dejan al

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1. Este es el nombre acuñado para los videos (me niego a usar la tilde que los castellanos quierenimponer para que se diga «vídeos», remedando la pronunciación gringa en contra del usolatinoamericano) filmados por Vladimiro Ilich Montesinos, el capo de la mafia militar-tecnocrática que logró controlar el Estado peruano y producir el más siniestro gobierno dela historia republicana del Perú. Esos vladivideos documentan la asociación delictiva entre elfujimorismo y los banqueros, los empresarios, los periodistas, los dueños de canales de TV,los «congresistas», los jueces, los miembros del sistema electoral, los políticos de «oposición»,para el control y la manipulación de la prensa, de los tribunales judiciales, del «Congreso»,del Ministerio Público, de la Contraloría General, en fin de cada una de las instituciones delliberalismo, usando los recursos fiscales y las ganancias del tráfico de armas, de drogas y de

Sociólogo peruano. Reconocido especialista en problemas del desarrolloy sociología política latinoamericana

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aire, sin atenuantes, la repulsiva entraña de la faunadominante en el Perú, de sus Fuerzas Armadas y de su«clase política». Porque desocultan por igual los tur-bios sueños de poder y de riqueza a cualquier precioque la combinación de la colonialidad del poder conel raquítico capitalismo local ha logrado imponer,sobre todo, pero no solo, en los grupos mercantiles ytecnocráticos de las nuevas capas medias peruanas.Porque es con ellos y con su atuendo de rastrero prag-matismo, de radical desnudez de todo escrúpulo, detorcido ventajismo individualista contra la pobreza yla humillación de los más, que la trama del fujimoris-mo fue urdida.Y todo el mundo sabe que esos virussiguen activos en la nervadura misma del poder, sobretodo en la banca, en los tribunales judiciales, en lasFuerzas Armadas y policiales, en la prensa, incluso enbuena parte de las coaliciones electorales y candidatu-ras que disputan el control de lo que puede quedar delEstado en el Perú. La sombra ominosa del fujimoris-mo no ha soltado aún el camino de los peruanos. Paraentender tal escenario y sus posibles tendencias próxi-mas es necesario indagar por qué y cómo se constituyó.

LA CONSOLIDACIÓN DE LA ALIANZA FMI/SINEN EL FUJIMORISMO

Desde las fraudulentas elecciones de 1995 hasta me-diados de 1996, el fujimorismo procesó un conflictointerno que culminó con la victoria de dos fraccionesasociadas2. Una formada por los empresarios y tecnó-cratas directamente al servicio del capital internacio-nal especulativo y de su Fondo Monetario Internacio-nal (FMI), cuya sede organizacional era sobre todo elMinisterio de Economía, y cuyo representante, en esemomento, era el ministro Jorge Camet, empresario dela construcción y especulador financiero.

Los derrotados respectivos fueron ante todo gru-pos tecnocráticos conocidos como los «populistas» delrégimen, porque proponían algunas tímidas medidasde apoyo a los empresarios industriales y comerciales,cuyo mercado principal era local, para paliar los efec-tos del extremo neoliberalismo impuesto desde el 9 deagosto de 1990. Esas propuestas encontraron la enér-gica resistencia del FMI, hecha pública en una carta deCamdessus al ministro Camet (La República, 3/3/96).La consecuencia inmediata fue la salida del GabineteCórdoba Blanco, acusado de tal «populismo» y cuyomás conocido representante era Absalón Vásquez Vi-llanueva, su ministro de Agricultura, dejando las ma-nos libres al ministro Camet, incondicional explícitodel FMI.

También quedó neutralizado un grupo formadoprincipalmente por los parientes y clientes cercanosdel propio Fujimori (organizados en la FundaciónApenkai para el trasiego de recursos entre Japón y Pe-rú), que controlaban lo que era su entorno inmediatoen la administración estatal, pero que también ejer-cían influencia en los tribunales judiciales y en el

«Congreso». El principal personaje en ese grupo eraSantiago Fujimori, hermano del «presidente», el máscercano e influyente de sus «asesores» durante los pri-meros años y que esta vez fue forzado a salir del esce-nario del Gobierno.

La otra fracción victoriosa estaba formada por lossectores militares y tecnocráticos, que controlaban lasFFAA y las fuerzas policiales y que respaldaban la polí-tica del FMI. Estaban nucleados en el Servicio de Inte-ligencia Nacional (SIN) bajo la jefatura del ex-capitánMontesinos. Su victoria consistió en la extensión y enla sistematización de la expurgación de todos losoficiales de las FFAA y policiales que no estabanintegrados o no eran deseados en esa fracción, logran-do finalmente de ese modo el control absoluto de esasfuerzas. Puesto que ellas formaban la estructura básicadel fujimorismo desde el comienzo mismo del régi-men, la fracción victoriosa también obtenía ahora elcompleto control interno del fujimorismo.

La eliminación selectiva de los oficiales considera-dos no del todo leales a esa fracción continuó el restodel periodo, pasando por encima de cualquier dere-cho de rango, antigüedad, honores y desempeños,hasta que los montesinistas se aseguraron del control.Culminó 1999 en la buñuelesca ceremonia, filmadaen numerosos vladivideos ahora públicos, en la cualcientos de oficiales de todas las graduaciones interme-dias y superiores de las tres ramas de las FFAA(Ejército, Marina y Aviación) y de la Policía Nacional,desfilan delante del ex-capitán Montesinos –proba-damente agente de la CIA desde comienzos de losaños 70, degradado y expulsado de las FFAA por esarazón, abogado de narcotraficantes, asesor principalde Fujimori desde las elecciones de 1990, socio y mástarde capo del narcotráfico, traficante de armas y deinfluencias, jefe real del SIN– estampando su sello yfirmando un documento en el cual se comprometena defender el golpe de Estado del 5 de abril de 1992,a ser siempre leales al fujimorismo y a defenderse re-cíprocamente de toda acusación de violaciones de de-rechos humanos3.

influencias políticas. Se sabe que son varios miles. Una parte deellos fue sacada del Perú por Fujimori, en su fuga al Japón. Otraparte sin duda está con Montesinos, y una parte menor está enpoder de los fiscales, los jueces y los parlamentarios, y son menosaún los que son mostrados al público.

2. Sobre esos hechos v. de este autor: «El fujimorismo en la encru-cijada» en Sergio Villena (ed.): Neopopulismo y democracia,Flacso, San José de Costa Rica, enero de 1997, pp. 67-77, textoescrito en 1996 para una frustrada publicación francesa de esemismo año y publicado en 1997, integrado a un texto más am-plio en el libro de Villena. Acerca del fraude en las elecciones de1995, remito a «El fujimorismo en el Perú» en La República, 13/3/95, y a la entrevista en Qué hacer, 4/95.

3. En el debate peruano posfujimorista esa ceremonia ha sidocomparada con la firma de la famosa «acta de sujeción personal»a Abimael Guzmán, el «presidente Gonzalo», que los nuevosmiembros debían firmar al incorporarse a Sendero Luminoso.La sangría de cientos de oficiales de las FFAA y policiales co-menzó en el momento mismo en que Fujimori se hizo cargo de

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El SIN, esto es, Montesinos, amplió entonces sucontrol directo del conjunto de las instituciones de laparafernalia liberal del despotismo militar-tecnocrá-tico en que consistió el fujimorismo desde su partida:«Congreso», «tribunales judiciales», «contraloría nacio-nal», «ministerio público», inclusive el sistema de re-caudación de impuestos, Sunat, donde impuso unalista secreta y al que usó como instrumento de chanta-je y de represión contra rivales y críticos. Y, desde luego,de toda, absolutamente toda la TV de señal abierta, detodos los periódicos menos dos, de todos los magazinespolíticos menos uno, del sistema postal y telefónicopúblico y privado y, por supuesto, del correo electró-nico4.

Uno de los resultados del conflicto fue también ladecisión de imponer lo que según la propia Constitu-ción fujimorista era ilegal: la reelección de Fujimoripor tercera vez. Así, el representante público de la dic-tadura militar-tecnocrática se convertía en virtualcandidato a las elecciones de 2000, con cuatro años deantelación.

EL CONTEXTO MUNDIAL Y GLOBAL DEL CONFLICTO

El conflicto provenía, en primer término, de lastensiones que provocaba en las más importantes frac-ciones del fujimorismo, y ante todo entre los agentesy socios de la banca internacional, el descontentopopular creciente que comenzaba a entrecruzarse conel malestar y la crítica de los empresarios industrialesy comerciales, cuyo principal o único mercado era elinterno, así como de la mayor parte de las capasmedias profesionales. Estaban en juego considerablescuotas de poder entre grupos burgueses y sus respec-tivos lobbies y agentes en el fujimorismo. Pero eseconflicto daba también cuenta de las disputas entre lasvarias fracciones por las cuotas de poder en torno deltráfico de cocaína, del comercio de armas, del contra-bando comercial, del tráfico de influencias para favo-recer negocios privados y litigios judiciales, del saqueode los recursos fiscales provenientes de los impuestosy del remate de los bienes públicos en favor de gruposde capitalistas, precisamente menos concernidos conel destino del país y de los trabajadores.

Entre los trabajadores, el descontento popular sedebía principalmente a la desocupación creciente y alcontinuo y exacerbado aumento de la pobreza y delnúmero de pobres. Entre los empresarios vinculadosal mercado interno, sobre todo los industriales de es-tratos formales e informales, a que estaban siendo lle-vados a la quiebra y a la desintegración como sectorsocial específico. Y entre las gentes de las capas mediasprofesionales a que, en su mayoría, perdían empleosy salarios adecuados, e incluso los que apoyaban elneoliberalismo comenzaban a sentirse incómodos conel autoritarismo, la arbitrariedad y la corrupción delfujimorismo. Y esas reacciones tenderían necesaria-mente a extenderse y a hacerse más agrias a medida

que los problemas del capital financiero fueran agra-vándose en Asia, en Rusia, en Brasil y en Argentina.

En julio de 1995 Fujimori había jurado de nuevocomo presidente de la República. Su reelección fuepublicitada como prueba del contento y del apoyo dela mayoría de la población. Sin embargo, había sufi-ciente documentación sobre el carácter fraudulentode esas elecciones y en particular de la composicióndel «Congreso»5. Hoy los vladivideos muestran sinduda alguna que esa reelección fue impuesta por laacción concertada de todas las instituciones estatales,incluido el Jurado Nacional de Elecciones, bajo con-trol y dirección del SIN y de las FFAA y policiales. Noobstante, apenas tres meses después de la «reelección»todos los candidatos del fujimorismo fueron derrota-dos sin excepción en las elecciones municipales, entodas las ciudades del país, como reiteración de que elfujimorismo no podía ganar, y no ganó jamás, ningu-na elección legítima desde abril de 1992. Paralelamen-te los trabajadores volvían a las calles en demanda deempleo y de salarios.

Desde comienzos de 1996 el descontento se hizomás manifiesto. Por eso se agudizó dentro del fuji-morismo el conflicto que terminó con la victoria delos agentes del FMI y de los sectores más autoritariosy corruptos del régimen. Ya desde febrero de 1996 elFMI había hecho públicas sus críticas contra los gas-tos electorales «populistas» en las elecciones de 1995,así como sus recomendaciones para limitar los gastosestatales y para evitar toda medida de ese cariz. Y lassucesivas crisis financieras internacionales gravitaronhacia la virtual paralización del ya reducido flujo decapital internacional hacia una raquitizada economíacomo la peruana, que comenzó su incesante declina-ción desde fines de los años 60 y cuya producciónindustrial y agropecuaria se había desmantelado bajoel régimen de Fujimori. Peor, para favorecer a su pa-rentela y a su clientela japonesa, coreana y china, el fu-jimorismo aplastó las tarifas de la importación de ve-

la presidencia el 28 de julio de 1990 y continuó durante todo elfujimorismo. Sin duda no era mera coincidencia que, como enotros casos históricos, los oficiales purgados fueran casi siemprelos «espadas de honor» de cada promoción y en general los máscapaces, en favor de una fauna mediocre y omnívora de leales alfujimorismo y a Montesinos. Entre muchas otras cosas, en el as-pecto militar esa es una de las explicaciones necesarias de la de-rrota militar frente a Ecuador y, en otro plano, de que la co-rrupción del comando de las FFAA y policiales llegara a ser tansistemática y absoluta como se ha hecha público en los vladivideosincautados tras la desintegración del fujimorismo.

4. Esa enumeración quizá parece inverosímil o delirante para losque no residen en el Perú. Pero es apenas la incompleta men-ción de todo lo que documentan los miles (más de 1.700 en elPerú y miles más en poder de Fujimori, tal como lo declaró alinstalarse en el Japón, y miles más en poder de Montesinos,quién sabe dónde) de vladivideos que forman la caudalosa car-telera de la infamia que todos los días espectamos los peruanos.

5. V. entrevista en Qué hacer, cit. V. tb. «Las opciones frente alfraude electoral», publicado con otros títulos en los diarios li-meños La República, 20/3/00 y Liberación, 26/3/00.

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hículos usados, chatarra en realidad, desde Japón, y demercadería textil y de confecciones de la más baja cali-dad posible desde China y Corea del Sur, logrando lavirtual desintegración de la producción local y de laburguesía «informal», pequeña y grande. El resultadofue la caída de la actividad económica hasta su totalestancamiento a partir de 1998, con todas sus impli-caciones sobre la estructura productiva, el empleo, ladistribución de ingresos y la extensión de la pobrezaen el país. Y, por supuesto, la agravación del descon-tento. Por primera vez desde 1992, las encuestas deopinión pública, en las cuales el régimen fundaba sulegitimidad, no podían ocultar que la popularidad deFujimori no pasaba de 30%.

Fue precisamente en ese momento que un co-mando del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru(MRTA) ocupó por sorpresa la Embajada de Japón enLima, el 16 de diciembre de 1996, y secuestró a cien-tos de asistentes a una fiesta6. El impacto de esos he-chos y de la agitada secuela de fingidas negociacionesde la dictadura con los secuestradores y con diversospaíses, Japón y Cuba entre ellos, así como del san-griento desenlance que terminó, en mayo de 1997, conel desalojo de la Embajada y la ejecución de los mi-litantes del MRTA ya desarmados y rendidos, produ-jo el repliegue temporal de la resistencia7. Cesaron porun tiempo las manifestaciones callejeras y se asordinóla crítica de los opositores en la prensa y en los gremiosde empresarios industriales. Esa situación fue aprove-chada por las fracciones victoriosas del fujimorismopara consolidar su control de todas las institucionesdel régimen. Y, al mismo tiempo, para acelerar el sa-queo de los recursos estatales y el tráfico de cocaína, dearmas y de influencias, para exportar en los años si-guientes los recursos ilícitamente obtenidos a refugiosfinancieros, principalmente en Suiza, Panamá, Uru-guay, Gran Caimán, Japón y países del Sudeste asiá-tico, como ahora se sabe según se despliega la escanda-losa cartelera de la más siniestra y corrupta dictaduradel siglo XX peruano.

El repliegue de la población descontenta no podía,sin embargo, perdurar mucho. Todas las tendenciasnegativas de la economía se agravaron, y los peoresrasgos del fujimorismo, en especial el abuso de poder,la arbitrariedad y la corrupción, se magnificaron y sehicieron más visibles para todos, dentro y fuera delpaís, en particular por la ostentación de la prepotenciay del cinismo del régimen. La protesta popular reco-menzó, aunque incipiente y dispersa, así como tam-bién la crítica explícita de los sectores empresarialesvíctimas de la política económica del régimen, y elmalestar de las capas medias profesionales e intelec-tuales por el despotismo y la corrupción. El desarrollode tales tendencias conducía a la inestabilidad del ré-gimen. Y dadas las crecientes dificultades económicasmundiales, la extensión de la resistencia contra elneoliberalismo, la creciente movilización de los tra-bajadores en toda Sudamérica y sus efectos en la esta-

bilidad política regional, las tendencias conflictivasdel fujimorismo no podrían ser controladas, muchomenos detenidas8.

ALERTA EN EL IMPERIO

Esas tendencias causaron inmediata preocupación po-lítica entre los empresarios locales asociados al fujimo-rismo y alertaron también a los mandantes mundialesdel régimen, en especial los grupos de capital finan-ciero global y Estados Unidos, este último no solo ensu condición de Estado hegemónico del bloque impe-rial global9, sino sobre todo por sus ya explícitos de-signios imperiales a mediano plazo para el conjunto deAmérica Latina (a través del ALCA), y en lo inmediatode ampliar y asegurar el control directo del área an-dino-amazónica, con el pretexto de la lucha contra elnarcotráfico, para lo cual se diseñó finalmente el PlanColombia10.

En todo caso, había indicaciones de que hacia fi-nes de 1997 los agentes del capital financiero global enel Perú, así como EEUU, parecían admitir ya que elfujimorismo era demasiado conflictivo, su despotis-mo y su corrupción no solo demasiado evidentes, sinotambién políticamente muy costosos dado el rechazocreciente en la población. Esos agentes no podíandejar de notar que, dado el universal descontento y elcomienzo de la movilización de los trabajadores, lareelección anunciada de Fujimori en 2000 sería im-posible de imponer sin un fraude aun más abierto queen 1995 y encontraría resistencia. En esas condicio-nes, el fujimorismo no ofrecía las garantías de estabi-lidad política para perpetuar los resultados de lapolítica de ajuste, de internacionalización del controldel país. Los mandantes internacionales del régimen

6. He discutido la secuencia de esos hechos que terminaron cincomeses después con el sangriento desalojo de la Embajada –in-cluida la ejecución de militantes del MRTA ya rendidos ydesarmados– en «Las navidades de Fujimori» en Jornal doBrasil, 18/12/96, Río de Janeiro, reproducido en La República,27/12/96. Tb. en «¿La razón de cuál Estado?» en La República,30/12/96; «Voto en contra» en La República 30/5/97; y «Post-scriptum I de populismo y fujimorismo» en Felipe Burbano deLara (ed.): El fantasma del populismo, Nueva Sociedad, Caracas,1998.

7. La denuncia de esos hechos en «Voto en contra», cit., fue en esemomento no solo minoritaria, sino casi aislada. El temor fren-te a la represión era aún muy fuerte. Ahora, sin embargo, estánen pleno curso las investigaciones judiciales, y testimonios pú-blicos de ex-rehenes, como el del profesor japonés Omura, yperitajes forenses prueban esas ejecuciones.

8. V. mi texto «Si no cambia, no será estable» en Ideele N° 100, re-vista del Instituto de Defensa Legal, 8/1997, Lima.

9. Sobre los conceptos de bloque imperial global y de su Estadohegemónico, v. mi estudio Colonialidad del poder, globalizacióny democracia, que está en prensa en varias revistas y en variospaíses. V. tb., «por ejemplo» en Novos Rumos año 16 N° 34, SanPablo, 2001.

10. Sobre esa cuestión remito a mi «¿Sobrevivera America Latina?»en São Paulo em Perspectiva vol. 7 N° 2, San Pablo, pp. 60-66.

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fujimorista no podían simplemente apoyarlo sin re-servas, como hasta entonces, sin arriesgar la estabili-dad de sus intereses.

Con seguridad fue ese contexto lo que motivó ypermitió al entonces embajador de EEUU en el Perú,Denis Jett, ejercer de crítico del autoritarismo y de laarbitrariedad del régimen, tan abierta y frecuentemen-te como si fuese un opositor democrático peruano. Yla ausencia pública de toda corriente de opinión quepusiera en tela de juicio la legitimidad del patrón depoder impuesto con el nombre de «globalización», hizotambién que esa curiosa conducta del diplomático deEEUU no solo no fuera rechazada, sino que fuera re-cibida como una muestra del apoyo de ese país a laincipiente y dispersa oposición democrática. Y, porsupuesto, todos los demás «analistas» (la nueva pro-fesión inventada en los mass media peruanos) admi-tían ahora la necesidad de control del autoritarismo,mientras insistían en que las correcciones por hacer ala política económica tenían que ser solo puntuales,pues el país no debía apartarse en modo alguno delcamino principal seguido en la política económica delfujimorismo: si no todo el sacrificio hecho por los pe-ruanos con tanta paciencia habría sido inútil y no sele podía hacer semejante cosa a ese paciente pueblo. Lafrecuente consigna, inclusive entre los críticos pun-tuales del régimen, era la necesidad de un fujimorismosin Fujimori.

No dejó de ser anotado entonces11 que esa coyun-tura peruana específica entre julio de 1995 y julio de1997, y en especial el desenlace del conflicto internodel fujimorismo en 1996, desataba en el régimen ten-dencias que, de no controlarse, podían conducirlo afuturos riesgos de desintegración. Desde el privilegia-do mirador de hoy, no es quizá del todo impertinenteseñalar que la desintegración del fujimorismo, tres añosdespués, entre abril y septiembre de 2000, es en buenamedida resultado de la maduración de aquellas ten-dencias en el nuevo contexto mundial con que termi-naba el siglo XX.

EL «TRABAJO SUCIO» DEL FUJIMORISMO EN EL PERÚ

La preocupación de los mandantes imperiales y de lossocios y agentes locales del capital especulativo, sobresi convenía o no apoyar la reelección de Fujimori en2000, no estaba por supuesto descaminada. La poten-cial inestabilidad próxima del Perú arriesgaba la re-producción, la culminación y la estabilización defini-tiva de las ventajas conseguidas en el país gracias a laobra del fujimorismo. Y después de todo, este régimenya no solo no era indispensable, sino que comenzabaa ser un riesgo para la estabilidad política del Perú, contodas las implicaciones obvias en una región sacudidade una punta a la otra por conflictos sociales y políticos.

El fujimorismo había cumplido con éxito el tra-bajo sucio necesario para los fines e intereses de la re-concentración mundial de control de recursos y de la

autoridad pública que se conoce con el nombre de«globalización»12. En términos de los recursos, habíalogrado: 1) el remate de las empresas estatales a favordel capital internacional, vendiéndolas a precios muybajos en medio de una recesión prolongada (en buenamedida para esos fines), con el nombre de reprivati-zación; 2) el cuasi total desmantelamiento de la es-tructura de producción industrial formal; 3) la repri-marización de la producción y de la exportación; 4) laeliminación de las leyes e instituciones que permitíana los trabajadores negociar el precio de su fuerza detrabajo, anulando la jornada de ocho horas e impo-niendo la total flexibilización y precarización del tra-bajo, y la extensión de las formas más perversas desubcontratación, que remiten a la ferocidad del «en-ganche» colonial y poscolonial; 5) el desmantelamien-to de los servicios estatales en educación, salud y se-guridad social y su mercantización; 6) un desempleocercano a 10% de la PEA y un subempleo de 87%; ladrástica concentración del salario (solo 5 de cada 100personas tiene salario considerado «adecuado»); 7) laextensión de la pobreza en la población peruana hastauna proporción jamás alcanzada antes (de cada 100peruanos, 56 no llegan a tener un dólar diario para susgastos, y casi 30 de cada 100 no alcanzan a 0,50 ctvs.de dólar)13.

En el lado del Estado, estaba muy avanzada la de-sintegración sistemática de la institucionalidad estataldebido a: 1) el debilitamiento y la fragmentación delas bases de representatividad social del Estado por ladesintegración, la fragmentación o la reclasificaciónde amplios sectores sociales, en especial de los gruposde la población asalariada, obrera, burocrática y pro-fesional, los cuales eran empujados sin remedio hacialos estratos sociales más pobres y de menos prestigio;2) la sistemática desintegración de una parte ampliade la administración pública, en especial la que estabadestinada a la producción y gestión de servicios públi-cos (sobre todo, educación, salud, seguridad social,servicios urbanos y de vivienda) y también a la inves-tigación de la realidad nacional y a la planificacióneconómico-social; 3) la represión y la desintegración delas organizaciones políticas y las organizaciones sindi-cales; 4) el control militar-tecnocrático directo y con-tinuo de las instituciones liberales (Congreso, tribu-nales judiciales, contraloría, aduanas, fiscales, sistemaelectoral); 5) el control directo de casi todos los me-dios de comunicación masiva, TV, radio y prensa, etc.Puesto que todo eso fue realizado al servicio de loscapitalistas especuladores internacionales, de sus so-cios o agentes locales, a cuya sombra se organizó unamalla de carácter mafioso para el uso corrupto de losrecursos fiscales, del narcotráfico, del tráfico de armas

11. «El fujimorismo en la encrucijada», cit.12. Remito a Colonialidad del poder,..., cit.13. Instituto Nacional de Estadística e Informática: Estado de la

población del Perú, Lima, 1999-2000.

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y de influencias, la inferencia pertinente es que setrataba no solo de una reconcentración del control delEstado, ya profundamente debilitado, sino de todauna reprivatización del Estado peruano14 en contra dela abrumadora mayoría de la población del país.

Ese proceso había llevado tan lejos como a la pér-dida, por primera vez en los casi 200 años de su his-toria, de la autonomía política del Estado peruano,pues el fujimorismo la había negociado y había admi-tido su formal monitoreo político por parte de la OEAy de EEUU a cambio de la legitimación del golpe del5 de abril de 1992. Y esto había ocurrido precisamenteen la reunión de la OEA, celebrada en Las Bahamasese mismo año, para decidir el destino del Estado pe-ruano15.

LA MAQUINARIA DEL FRAUDE EN 2000

Aunque el SIN ya estaba activo en las elecciones desde1995, para enfrentar y dominar el masivo y universaldescontento popular en 2000 amplió y sistematizó sumaquinaria de control político. Como se ha docu-mentado hasta la náusea con los vladivideos, Montesi-nos controlaba y dirigía todos los canales de TV deseñal abierta, pagando a los dueños millones de dóla-res en billetes, y filmando videos de las entregas comoen las series gringas sobre las mafias, o moviendo re-sortes judiciales para dirimir a favor de los empresa-rios litigios de propiedades millonarias. Dirigía y fi-nanciaba una media docena de periódicos «amarillos»(«prensa chicha» en el habla peruana de hoy) de supropia hechura, para difamar, chantajear y sobre tododesinformar a la población. Manejaba un sofisticadoaparato de fonocapción y de control de la correspon-dencia postal y electrónica de miles de gentes. Ade-más, como varios vladivideos lo han mostrado ante elasombro de los peruanos, la totalidad de la oficialidadde todas las ramas de las FFAA y policiales se confa-buló con el SIN y con Montesinos, firmando un actade protección mutua para emplear los recursos delEstado y toda su estructura institucional nacional, afin de asegurar la reelección de Fujimori. Se trataba,en verdad, de una vasta, organizada e inescrupulosamaquinaria para forzar o torcer la voluntad popular,como ya había ocurrido en 1995.

Sin embargo, no todas las fracciones del fujimoris-mo se beneficiaban o participaban de esa estrategia.Una de las que fueron derrotadas entre 1995-1996 procu-ró ganar fuerza propia en connivencia con el propioFujimori, que así mostraba que no confiaba del todoen su sociedad con Montesinos para proteger a susparientes y clientes más próximos. «Congresistas» y«ediles» ligados a Vásquez Villanueva, ex-ministro deAgricultura y vocero de los «populistas» derrotados en1996, instalaron una auténtica fábrica de falsificaciónde firmas, la cual usando los registros electorales an-teriores produjo más de un millón de firmas falsifica-das para inscribir en el Registro Electoral Nacional

una agrupación desconocida hasta la víspera y llama-da Movimiento Independiente Perú 2000. Ya en1999, el propio Vásquez fue acusado de inscribir, poridénticos medios, otra agrupación llamada VamosVecino para participar en las elecciones municipalesde ese año. Pero las acusaciones no llevaron a ningunainvestigación. Vamos Vecino y su líder aparecieroncon un discurso «nacionalista» y «populista» y actuan-do como una suerte de fuerza de choque contra laoposición antifujimorista en plena extensión. Poresos medios, logró el control de numerosos munici-pios en los pueblos de la provincia y en varias barriadasde Lima e impuso luego, ilegalmente, su control sobrela Asociación Nacional de Municipalidades, hasta esemomento dirigida por alcaldes de las ciudades impor-tantes, todos opuestos al fujimorismo. De ese modo,emergía una fuerza política «popular» nada desdeña-ble como contrapeso al SIN y a Montesinos dentro delfujimorismo, y además directamente ligada a Fujimo-ri, quien así obtenía fuerza política propia y espacioarbitral entre las fracciones del régimen y podía nego-ciar con el SIN y con Montesinos. Las diferencias ytensiones que llevaron al conflicto posterior a las elec-ciones de 1995 emergían de nuevo.

La candidatura presidencial oficialista fue inscritacomo representación de la Alianza Perú 2000, forma-da por la previa agrupación de Fujimori, Cambio 90-Nueva Mayoría, el Movimiento Independiente Perú2000 y Vamos Vecino. Pero aquellas viejas tensionesno tardaron en salir a flote. Pronto, sospechablementepor acción del SIN, aparecieron algunos de los quetrabajaron en la falsificación de firmas para la inscrip-ción de Perú 2000 denunciando el fraude en la TV yel principal diario del país, El Comercio, alegando quesus motivaciones democráticas los habían llevado aarrepentirse de su participación en ese fraude (!). Elescándalo estalló, la falsificación fue probada. El Mo-vimiento Independiente Perú 2000 tuvo que retirarsedel Registro Electoral, su dirigente formal, un desco-nocido médico de apellido Chuan, tuvo que renun-ciar a su candidatura a «congresista» y el «congresista»Medelius, el notario preferido del fujimorismo, a sureelección.

Según la ley electoral del propio régimen, toda laAlianza Perú 2000 fundada en esa falsificación erailegal, así como sus candidatos a la «presidencia» y al«Congreso». Pero la dictadura no cedió un ápice. Sal-vo ese médico y el notario, todos los demás mantu-vieron sus candidaturas. Y encima el nombre de Perú2000 quedó como denominación oficial de las listasfujimoristas. Se hizo una breve finta de investigaciónsobre la falsificación. Hasta hoy, ninguno de los acu-sados está enjuiciado o preso.

14. Esas tendencias fueron registradas desde 1995. V. El fujimoris-mo y el Perú, Sedes, Lima, 1995. Tb. «El fujimorismo, la OEAy el Perú» en América Latina en movimiento, ALAI, 25/7/2000.

15. Ibíd.

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¿FUJIMORISMO CON O SIN FUJIMORI?

Desde 1998 se formaron las nuevas coaliciones polí-ticas que disputarían con Fujimori las elecciones pre-vistas para 2000. Las dos que inicialmente aparecie-ron con más presencia pública eran Somos Perú, cuyocandidato era el alcalde de Lima, Alberto Andrade, ySolidaridad Nacional, cuyo candidato era Luis Casta-ñeda, quien había ganado prestigio de tecnócrata efi-caz como gerente del Instituto del Seguro Social, acuyo cargo renunció en discrepancia con la políticaoficial de desmantelar totalmente ese servicio, una vezque se se entregaron a las Administradoras Privadas dePensiones los fondos de retiro de los trabajadores.Con menor impacto inicial aparecía la candidatura deAlejandro Toledo, economista graduado en Stanford,funcionario del Banco Mundial, profesor de la Es-cuela de Administración de Negocios y asesor de em-presas.

Andrade, mediano empresario exitoso, había ga-nado fama de buen administrador como alcalde deldistrito de Miraflores, y de líder enérgico frente a unacto terrorista de Sendero Luminoso en ese distritocon muchas víctimas entre gentes de la clase mediatradicional limeña. Fundó un movimiento políticollamado Somos Lima para competir, en 1997, en laselecciones por la Alcaldía de la capital peruana. Lohizo con éxito derrotando al candidato fujimorista,Jaime Yoshiyama, comerciante y especulador urbano,en ese momento considerado el delfín de Fujimori.Enfrentando una abierta oposición del fujimorismo,incluido el sabotaje financiero y legal, hizo una admi-nistración municipal aplaudida por todos los secto-res, sobre todo porque logró convencer a los miles decomerciantes ambulantes de despejar el llamado «cen-tro histórico» limeño y reconcentrarse en mercadoscerrados. Con ese afianzado prestigio, fue reelecto al-calde de Lima en 1999 contra el candidato del fuji-morismo, Juan Carlos Hurtado, primer ministro yministro de Economía del primer gabinete de Fuji-mori y autor del fujishock del 9 de agosto de 1990, enese momento el más extremo y perverso de los «ajustesestructurales» del mundo.

Andrade emergió, de ese modo, como el más im-portante de los potenciales candidatos de oposición ala presidencia de la República. No tardó en rebautizarsu agrupación política con el nombre de Somos Perú,juntando en sus filas a muchos de los empresarios in-dustriales descontentos, a generales retirados que soloentonces hacían públicas sus críticas al régimen, y aalgunos tecnócratas eficientes. Esas presencias facili-taron para Somos Perú una imagen de sólida base so-cial burguesa, de moderación en el discurso y en laconducta política y de contar con un equipo tecnocrá-tico eficiente. «Somos un buen equipo» rezaba uno desus eslogans de campaña. Cuando las elecciones de2000 fueron oficialmente convocadas, Andrade for-malizó su candidatura, pero su programa político nun-

ca fue formulado con claridad ni expuesto en realidad,y su discurso no salió de la ambigüedad, más allá de suapelación a su condición de empresario exitoso y a suprestigio de administrador municipal eficaz, para se-ñalar, vagamente, que era como todos los demás crí-ticos partidario de un neoliberalismo moderado.

En el caso de Castañeda y su agrupación Solidari-dad Nacional, su discurso era aún más vago, tantocomo la imagen de su agrupación política. La presen-cia de algunos economistas de «centro», que aparecie-ron como sus asesores, dio a su candidatura algunasemblanza, enteramente injustificada, de una posiciónmás de centro y menos de «derecha» que la de Andra-de. Y eso atrajo alguna atención inicial a esa candi-datura. Las críticas de Andrade y de Castañeda al fu-jimorismo no eran, sin embargo, muy diferentes. Semantenían dentro del neoliberalismo, admitían el man-tenimiento de la política financiera, de las privati-zaciones de empresas y de recursos públicos, vaga-mente preconizando ajustes puntuales en la políticaeconómica para apoyar a los empresarios ligados almercado interno y, sabedores todos del mayor clamorpopular de entonces, «para proporcionar más empleo». Sureclamo principal se dirigía contra el autoritarismo yla arbitrariedad, sin que eso implicara una posturaabiertamente antifujimorista.

Ambos, Andrade y Castañeda, provenían del Par-tido Popular Cristiano, el ala más conservadora y au-toritaria del socialcristianismo, defensora de una «eco-nomía de mercado», que alcanzó en un momentoalguna presencia en el debate político, pero votaciónmuy reducida en cuanta contienda electoral partici-pó. Por lo cual todos los que pretendían ganar algúncargo público por elecciones optaban por separarsefinalmente de su matriz política original, y ese era elcaso de Andrade y de Castañeda. Ninguno de los doslograba emerger como una alternativa nueva y con-vincente, pero en ausencia de otros eran los candida-tos no fujimoristas más importantes.

Toledo había sido candidato a la presidencia en1995, cuando la fraudulenta «reelección» de Fujimori.En esa campaña, apareció primero como nominadopor una agrupación llamada País Posible, pero no lo-gró obtener el número legalmente suficiente para ins-cribirse por su cuenta; entonces llegó a un acuerdo conotra agrupación ya inscrita llamada Coalición Demo-crática (CODE) para poder obtener la nominación.Los candidatos con más presencia en esas eleccionesde 1995 fueron Javier Pérez de Cuellar, ex-secretariogeneral de la Organización de las Naciones Unidas, yRicardo Belmont, popular periodista y deportista, dosveces alcalde de Lima contra candidatos del fujimo-rismo y por eso víctima del sabotaje administrativoy fiscal de la dictadura. Ambos fueron atacados sinreservas por la maquinaria del fraude fujimorista yambos también, junto a la prensa independiente, de-nunciaron el fraude, sobre el cual eran abundantes laspruebas fotográficas y documentales, incluido el des-

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cubrimiento de una fábrica de cientos de actas elec-torales falsas en Huánuco y en Juliaca, en favor de Fu-jimori y de sus candidatos. Hacia el final de la campa-ña amenazaron con retirarse para lograr la anulaciónde elecciones consideradas ilegales (la amenaza no sematerializó porque en la reunión decisiva Belmontse negó finalmente, se dice que con el argumento deque un buen deportista como él no podía abandonarla cancha).

En su campaña de 1995, Toledo no se plegó a esasdenuncias. Se concentró más bien en propalar unaimagen de «cholo exitoso»: economista graduado enStanford, funcionario del BM (inclusive sostuvo ha-ber sido profesor de Harvard, pero acusado desobrevender su imagen terminó admitiendo que ha-bía sido más bien miembro de un grupo de investiga-ción sobre educación y economía) a pesar de su origende campesino pobre y cholo16. No se proponía, comolos otros, como postulante de oposición, menos comouna opción alternativa, era un candidato de recambio,cuyo argumento central insistía en que era tiempo depasar de la estabilidad al desarrollo, pero continuandoen las mismas líneas básicas de la política económicade Fujimori. Al gobierno fujimorista lo presentabacomo bueno y exitoso en los mismos términos de laretórica de la dictadura: control de la inflación, derro-ta del terrorismo y reinserción del país dentro de lacomunidad financiera internacional. Durante las elec-ciones de 1995, Toledo era sin duda el candidato queencarnaba, más ceñidamente que los demás, el nuevoreclamo que comenzaba a extenderse entre los pre-ocupados beneficiarios del neoliberalismo: fujimoris-mo sin Fujimori. Pero ni su discurso, ni su presencia,ni su votación, fueron entonces muy notorios. Elfujimorismo tenía aún al mismísimo Fujimori comosu imagen más publicitada y legitimada.

Después de las elecciones de 1995, Toledo no sequedó inactivo. Se dedicó a organizar y a ampliar suagrupación política, a la que rebautizó como Perú Po-sible. Para las elecciones de 2000 logró inscribirla jun-to a su propia candidatura a la presidencia de la Re-pública. Y como para que no quedaran dudas acercade su propuesta implícita de fujimorismo sin Fujimo-ri, inscribió como su candidato a la primera vicepre-sidencia a Carlos Ferrero Costa, uno de los másconspicuos «congresistas» fujimoristas durante toda ladécada, aunque conocido también por ser infrecuentee inconsecuente crítico de los «excesos» de su régimen.Así, aunque dada su actuación en 1995 fue inicialmen-te percibido como el más débil de los candidatos, alcomenzar la campaña de las elecciones de 2000, Toledoera ya el líder de una agrupación más consistente.

Con todo el aparato del Estado, las FFAA, el SIN,la TV, la radio y los más baratos y populares periódi-cos, el fujimorismo se dedicó a la demolición de lascandidaturas de Andrade y de Castañeda, considera-das como las más importantes y en consecuencia peli-grosas, por medio de una masiva campaña de desin-

formación, de difamación, de espionaje y de chantaje,de control de todas las comunicaciones telefónicas,etc., todo organizado desde el SIN, como han docu-mentado los cientos de vladivideos tras la fuga de Fu-jimori y de Montesinos. La guerra sucia contra Andradey Castañeda fue notablemente eficaz, no solo porqueellos no tenían acceso a los medios masivos bajo con-trol, sino también porque no habían decidido pasar ala confrontación radical con el fujimorismo. En suslistas aparecían los nombres de importantes militaresen retiro y de muchos de los dirigentes de los gremiosempresariales industriales y comerciales desconten-tos. Todos ellos críticos de Fujimori, pero evitando servistos como realmente antifujimoristas o antineoli-berales. De ese modo, en el tramo final, antes de la pri-mera vuelta electoral la maquinaria del fraude habíalogrado que en la escena electoral quedaran práctica-mente solos, de un lado Fujimori y del otro Toledo,en apariencia el más débil de los candidatos de la opo-sición.

En ese momento, el fraude se había hecho tan es-candalosamente manifiesto, que el descontento uni-versal contra la política económica, contra el despotis-mo, la arbitrariedad y la corrupción, encontró por finun cauce de aglutinación en la protesta y movilizaciónpopular masiva contra el fraude. Toledo, finalmenteel único candidato real contra Fujimori, se encontrósúbitamente beneficiario de ese crecido caudal popu-lar que ahora se convertía en un movimiento antifu-jimorista.

Sin embargo, su discurso no había cambiado almismo ritmo y en la misma dirección del nuevo mo-vimiento popular antifujimorista. Hasta fines de mar-zo de 2000, Toledo seguía sosteniendo que se proponíacontinuar las líneas básicas de la política de Fujimori,usando para eso la imagen de que él quería construirsobre esos cimientos, e insistiendo en que no queríaacusar, ni enjuiciar, ni sancionar a nadie, ya que veníaa «curar heridas». Esa insistencia parecía sugerir unapromesa de impunidad para la mafia fujimorista17.

Toledo, sin embargo, había entrado en la arenacon nuevas armas. Eliane Karp, de origen belga y de

16. Cholo es una palabra que tiene en el Perú dos acepciones prin-cipales. Una, la más extendida, se refiere a los «mestizos» defacciones «indias» o «aindiadas» y es una expresión del racismode la sociedad peruana. Otra se refiere a una vertiente culturalque fue haciéndose activa sobre todo desde la Segunda GuerraMundial, formada por elementos de origen indio y europeo detodos los periodos y modalidades de los últimos 500 años, quetendía a constituirse no como una cultura mestiza, o híbrida,ni como una aculturación, sino que gravitaba hacia la forma-ción de una manera original y específica en el conflicto culturaldel país. Sobre eso, de este mismo autor: «Lo cholo en el con-flicto cultural peruano» en Dominación y cultura, Mosca Azul,Lima, 1964 y 1987. En el caso de la «choledad» de Toledo, lareferencia es casi exclusivamente racista/etnicista.

17. Esas propuestas se discuten en «¿La impunidad como progra-ma?» en La República, 1/4/00, y en América Latina en movi-miento N° 311, ALAI, 11/4/2000, Quito.

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«etnicidad» judía, divorciada de Toledo hacía 10 añosy residente fuera del Perú como funcionaria del BancoLeumi, de Israel, para sorpresa de muchos reaparecióal lado del candidato. La nueva reunión recibió unaamplia publicidad. Antropóloga, graduada en Stanforddonde conoció a Toledo y se casó con él, Karp se re-veló conocedora del Perú y de la historia prehispánicade la región, y elaboró para la imagen de su esposo unanueva parafernalia hecha de símbolos del Tawantinsuyo(la «chacana» o cruz andina, como símbolo de PerúPosible, el uso de imágenes tawantinsuyanas, como labandera, en la campaña; la formación de grupos dePerú Posible para llamar a Toledo en los mítines conel nombre de Pachacutec, el Inca al que se atribuyehaber organizado la extraordinaria estructura institu-cional del llamado imperio incaico y cuyo nombre setraduciría por «el que cambia el mundo»). Del recla-mo de la identidad india y chola, Karp entró, además,a participar directamente en la campaña electoral, o-cupó las mismas tribunas mostrando que era una efi-caz agitadora y no hay duda de que fue bien recibidapor la población, la esposa gringa, culta, inteligentedel «cholo exitoso». En realidad, con habla más fluiday consistente que la de su esposo, se convirtió en la máseficaz arma política del candidato. Eso no podía ocu-rrir sin consecuencias importantes sobre el discurso yla imagen del propio Toledo.

Hasta entonces, este había insistido machacona-mente en su imagen de cholo exitoso. Pero esa insis-tencia no le había ganado gran cosa, ni en 1995, ni alcomienzo en 2000. Con Karp el discurso tuvo un se-rio viraje cuyo énfasis recaería en la condición decholo y de «indio terco», apelando a la identificaciónde la vasta masa peruana discriminada por esas iden-tidades. Conforme el fraude y la manipulación fuji-morista comenzaban a presionar contra él, el candida-to fue acentuando ese reclamo. Inclusive llegó a deciren un mitin en la plaza principal del Cusco algo como«hace 500 años que esos nos dominan», en un ágoradonde esas imágenes no pueden ser usadas sin conse-cuencias de futuro y, por eso mismo, quizás tampocoimpunemente.

Cuando las masivas evidencias del fraude pasarona ser el eje del debate electoral, denunciadas inclusive,aunque con un lenguaje elíptico, por los observadoresoficiales de la OEA y frontalmente por los de otrosorganismos internacionales, y la protesta popular lle-vaba cientos de miles de gente a las calles de todas lasciudades del Perú, Toledo comenzó también, desdemarzo de 2000, la denuncia del fraude. En eso teníael apoyo de casi todos los grupos de la clase mediaprofesional e intelectual y de la mayoría de los gruposde la burguesía industrial. Esa denuncia convergió en-tre las masas populares con la imaginería nueva para re-presentar a Toledo y reclamar la identidad «chola» e «in-dia», y así se afirmó el apoyo popular a su candidatura.

Demolidas las otras candidaturas, las elecciones sepolarizaron rápidamente entre Fujimori y Toledo. Hacia

éste se encauzó entonces la inmensa mayoría del cau-dal electoral de la oposición democrática. Y no hayduda de que él fue el ganador en las elecciones del 9 deabril de 2000. Al cierre de la votación, todas las en-cuestas en boca de urna anunciaron unánimementeque Toledo ganaba la primera mayoría relativa, concifras diversas pero todas entre 40% y 50%. Pero a las10 pm ocurrió algo misterioso. Todas las encuestado-ras anunciaron, también de nuevo unánimemente,que se habían equivocado y que el ganador de las en-cuestas en boca de urna era Fujimori. Misteriosamen-te, también las cifras eran unánimes, casi 48%, comosi todas hubieran interrogado a las mismas personas.La maquinaria del fraude estaba en plenas funcio-nes18. Finalmente su Jurado Nacional de Eleccionesatribuyó a Fujimori casi 50% de los votos válidos yprobablemente tuvo que contenerse en el borde mis-mo de darle la mayoría absoluta, frente a la repulsauniversal de la población peruana y el rechazo unáni-me de la prensa internacional. Hubo que convocar auna segunda vuelta, para el 28 de mayo de 2000.

La campaña de la segunda vuelta se llevó a cabo enmedio de una creciente movilización callejera de lapoblación en protesta contra la ilegalidad y el fraudedel proceso. Hacia el final, el jefe de la Misión de Ob-servadores de la OEA, Eduardo Stein, ex-ministro deRREE de Guatemala, decidió retirarse de sus funcio-nes, alegando que las elecciones no cumplían con losestándares internacionales. Toledo, bajo presión deretirarse de la segunda vuelta y boicotear las eleccio-nes, vaciló hasta el final, y cuando decidió separarse elplazo legal para hacerlo había vencido y aunque noparticipó realmente en este turno, su nombre fue re-tenido en los formularios electorales. Fujimori, obvia-mente, fue finalmente declarado ganador de la segun-da vuelta y, en consecuencia, reelecto como «presidente».

CRISIS Y DESINTEGRACIÓN DEL FUJIMORISMO

Dados los riesgos abiertos de inestabilidad política, designos de protestas y de movilizaciones populares, a-demás del descontento de la mayoría de todos los sec-tores sociales, los participantes en las campañas y sus«analistas» esperaban probablemente que EEUU y laOEA no dejarían que el fujimorismo desplegara demodo tan abierto y prepotente su maquinaria de frau-de en las elecciones de 2000. Pero aunque los miem-bros de la Misión de Observadores de la OEA, sin serexplícitamente críticos (quizás no podían serlo), no de-jaban de mostrar que no apoyaban las medidas frau-dulentas, y todas las demás misiones no vacilaron encondenar abiertamente el fraude, no ocurrió lo mis-mo con los representantes oficiales de EEUU. El em-bajador Jett había sido cambiado un año antes y aldespedirse no dejó de hacer saber que su país no tenía

18. El Instituto de Defensa Legal de Lima ha logrado documentarmás de 300 situaciones vinculadas a dichas funciones.

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confianza en la capacidad de los candidatos de oposi-ción para controlar la situación peruana y garantizar laestabilidad política; EEUU consideraba que Fujimoriera el único que podría hacerlo. Obviamente por esoel siguiente embajador, John Hamilton, no ocultó suspreferencias por Fujimori y lo apoyó hasta que él yMontesinos se fugaron del país.

¿Qué había cambiado en un año en las relacionesentre el fujimorismo y EEUU o en todo caso en la per-cepción de éste acerca de la situación peruana? Proba-blemente dos elementos principales. Por una parte,los resultados del problema de Kosovo en las relacio-nes de EEUU con la Unión Europea, así como loscambios en las relaciones con los potenciales ejes deconflicto, a mediano y largo plazo, que en ese mismomomento se diseñaban en el Asia, con los acuerdosentre Rusia, China e India. Esos vientos inclinaban aEEUU a acelerar los pasos formales de integraciónimperial de América. Y a esas sombras del futuro seañadían la inestabilidad de todos los países sudameri-canos, en especial de Bolivia, Ecuador, Colombia yVenezuela, la presencia organizada de nuevos sectoressociales, indígenas y trabajadores informales en el áreaandina, el callejón sin salida de Argentina, los ampliosmovimientos sociales en Brasil y el tenso debate den-tro de la coalición gobernante en ese país respecto dela política con EEUU acerca del Amazonas y del ALCA19.En ese contexto, el interés de EEUU en el Perú era,como obviamente es hoy, ante todo la estabilidad po-lítica, muy en especial en el momento en que se ini-ciaba el despliegue final del Plan Colombia, parte deun más amplio y anterior designio de control directodel área andino-amazónica20.

Cuando el presidente Pastrana asumió el Gobier-no y se anunció el Plan Colombia, al mismo tiempoque el plan de pacificación y de negociaciones con lasguerrillas, Fujimori no perdió tiempo para criticar sindiplomacia esas negociaciones, proponer su políticacontra los «terroristas» peruanos como más exitosapara Colombia y enviar tropas a la frontera con esepaís. Es probable que esa conducta le haya valido elbeneplácito de los sectores militares y de inteligenciade EEUU. En todo caso, coincidió con las muestrasdiplomáticas de apoyo a su reelección.

Es cierto que aunque durante toda la campañaelectoral la abrumadora mayoría de la población pe-ruana había hecho clara su oposición a la reelección deFujimori, las grandes manifestaciones callejeras se ha-bían desarrollado de manera más bien pacífica, aunquetumultuosa. Inclusive, solo hacia el final de la pri-mera vuelta los candidatos convocaron a las masascontra el fraude. Pero no estaba en cuestión la políticaeconómica, y el carácter militar-tecnocrático y dicta-torial del fujimorismo no entró a fondo en el reclamode las multitudes sino después de la consumación delfraude en la primera vuelta. El carácter no antifuji-morista de todas las principales candidaturas que pro-curaban legitimarse como el recambio de Fujimori

sin desmontar el fujimorismo, y la total ausencia, porprimera vez desde 1930, de cualquier canal organi-zado de las propias masas populares, como ocurrióentre 1975 y 1985, fuera de «izquierda» o de «centro-izquierda» o «populista», fue sin duda un factor de-cisivo en esa conducta de las masas.

Sin embargo, cuando el 28 de mayo se imponía eltriunfo de Fujimori, en medio del escándalo mundialpor el fraude, sin la participación de Toledo, con laOEA y las otras misiones de observadores retiradas dela segunda vuelta para no legitimar las elecciones, elescenario se revolvió radicalmente. Cientos de milesde gente, sobre todo jóvenes, desfilaban todos los díaspor las calles de todas las ciudades del país. En su pro-testa, en sus consignas, ya no se trataba solamente delfraude, sino de la urgencia de recuperación de la de-mocracia, de la lucha abierta contra la corrupción,contra todas las condiciones imperantes en el país. Losdiscursos de los políticos de la heterogénea e incohe-rente oposición fueron sobrepasados por todas partes.Después de una década, la cuestión de la democraciaingresaba al debate peruano, de un modo distinto queen otras épocas, como una cuestión de control de lasociedad sobre el Estado. El propio Toledo fue empu-jado a un discurso antifujimorista, ya no solamentecontra el fraude como hasta entonces, sino contra elautoritarismo y la corrupción.

Javier Diez-Canseco, ex-congresista en ese mo-mento, ahora reelecto y dirigente de uno de los peque-ños grupos sobrevivientes de la Izquierda Unida de losaños 80, propuso una movilización nacional de los«cuatro suyos» (Tawantinsuyo, el nombre del llamadoimperio inca, es traducible como «los cuatro rumbos»o «las cuatro regiones»). La idea fue tomada por todala oposición y aunque fue encabezada principalmentepor Perú Posible, la agrupación electoral de Toledo, serealizó con todas las fuerzas sociales y políticas orga-nizadas, como el APRA, o dispersas como los restos deuna «izquierda» que parecía volver a latir. Contra larepresión del fujimorismo, que despachó tropas paradetener a la gente que llegaba a Lima desde todas lasregiones o suyos del país, el 28 de julio de 2000 seconcentró en Lima una multitud de cientos de milescontra la toma de mando del «reelecto presidente»,mientras también se movilizaban en las demás ciuda-des, haciendo gala de una creatividad inusitada parahacer visible e impactante el acto, en especial por parte

19. Esas tensiones han ido tan lejos como para empujar al presiden-te Cardoso a tensar también las relaciones con el gobierno deBush. Primero, en ocasión de su visita a Washington y de suconferencia de prensa compartida con el presidente estadouni-dense, Cardoso dijo que así como para Bush EEUU era suprincipal interés, así también para él lo era el Brasil. En lareunión de Québec, Cardoso dejó saber, sin ambajes, que elALCA debe ser modificado y rediseñado, porque de otro modosería irrelevante o, peor, indeseable para Brasil y AméricaLatina.

20. Una primera discusión de este problema en «¿Sobrevivera Ame-rica Latina?», cit.

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de las mujeres y de los jóvenes. La estabilidad prome-tida por el fujimorismo y esperada por sus mandantesglobales, había terminado.

No obstante, en el corto plazo el fujimorismo aúnretuvo el control. Contestó la «marcha de los cuatrosuyos» con un criminal operativo de provocación. Lasede del Banco de la Nación, en el centro de Lima, fueincendiada deliberadamente por los militares y miem-bros del SIN con el propósito de culpar a los organi-zadores de la marcha, causando la muerte de seis tra-bajadores21. El fujimorismo trompeteó en su TV y ensu prensa que los organizadores y los participantes enla «marcha de los cuatro suyos» eran gente violenta yterrorista. Una parte de la oposición fue, sin duda,amedrentada y se replegó. De hecho, una onda de te-rror recorrió la fauna dominante, sus FFAA y su «clasepolítica». ¡La violencia de las masas estaba en la calle!La atemorizada oposición, bajo la dirección de PerúPosible y de Toledo, dejó de convocar a las masas a lacalle22. Desde entonces hasta el comienzo de las nue-vas elecciones de 2001, las grandes manifestaciones decalle han estado ausentes.

Con todo, la marcha de los cuatro suyos no tardóen causar sus efectos. Su explosión fortaleció la repulsamundial, incluida la del Departamento de Estado. LaOEA se vio en la obligación de hacer, de nuevo, unareunión para discutir la situación del Perú23, esta vezen Canadá. El principal resultado de la deliberaciónfue ambiguo. A pesar de una fuerte presión paradesconocer la legalidad de la reelección de Fujimori,la delegación fujimorista (encabezada por una ciuda-dana uruguaya) logró, con el apoyo de Brasil, Argen-tina, Chile y Venezuela, que se le reconociera comopresidente, pero a cambio, ya que el fraude era incon-testable, la OEA resolvió monitorear el proceso polí-tico peruano por medio de una misión encargada desupervisar la restauración de la institucionalidad de-mocrática, en cada área del Estado peruano, medianteun «diálogo» entre el fujimorismo y la oposición. Esediálogo comenzó en Lima el 21 de agosto de 2000. Laautonomía política del Perú había sido, de nuevo, ne-gociada y cedida por el fujimorismo a sus mandantesimperiales a cambio de la permanencia de Fujimoricomo su «presidente».

EL COMIENZO DEL FIN: PECATA Y FUGA DE

FUJIMORI-MONTESINOS

En el «diálogo» entre el fujimorismo y la oposición,con la OEA en calidad de patrocinante y moderadora,los representantes oficiales, ministros y congresistas, sededicaron con no poco éxito a dos maniobras. Una,prolongar todo lo necesario la toma de decisiones.Dos, buscar utilizar la OEA y el «diálogo» para ob-tener, como en 1992, que las demandas contra el au-toritarismo, la arbitrariedad y la corrupción dieranpaso a formas institucionales diseñadas, precisamen-te, para practicar esas políticas. La heterogeneidad de

intereses sociales y políticos de la oposición, por lasvariadas relaciones que cada grupo había mantenidocon el fujimorismo en toda la década y, sobre todo,con el neoliberalismo, la banca mundial y el FMI,trababa las decisiones y facilitaba la desnaturalizaciónde las demandas democráticas.

Confiando, probablemente, en el reconocimien-to de la legalidad de la tercera reelección de Fujimoripor parte de EEUU y de la OEA, así como en esaheterogeneidad y debilidad de la oposición, y en lasmasas replegadas ante el temor de la represión por lasmuertes en el local del Banco de la Nación, la duplaFujimori-Montesinos intentó una extraña maniobra,la cual solo podría ser caracterizada como una suertede fuite en avant del fujimorismo: ambos se presenta-ron a una sesión televisada, en compañía de los jefesde cada una de las ramas de las FFAA haciendo el pa-pel de mudos comparsas, para mostrar con documen-tos, imágenes y cuadros, que acababan de desmantelaruna banda de traficantes de armas entre Jordania y lasFARC, de Colombia, y que habían capturado a dos desus agentes peruanos.

La conmoción interna e internacional fue explo-siva y catastrófica para el fujimorismo. Sin duda en-tonces todo el escenario imperial y local se trastocóradicalmente en contra del régimen. En el Perú ya serumoreaba desde hacía por lo menos dos años quehabía un activo contrabando de armas para las FARC,bajo la dirección de Montesinos y los más altos jefesde las FFAA, y en el cual estaban también comprome-tidos «congresistas» y el «presidente». En La Repúbli-ca, el único diario opositor del país desde 1995, habíansalido a luz varios reportajes de investigación sobrecompras fraudulentas de armas.

La misma noche de la presentación de la duplaFujimori-Montesinos, la bomba estalló en su propiacara. Las autoridades jordanas declararon oficialmen-te que en efecto habían vendido armas al Perú, y condocumentos en la mano probaron que las vendierona las FFAA y al Estado. Y arguyeron que, dadas lascondiciones del Medio Oriente, no se movía ni unapaja sin que el Pentágono y la CIA estuvieran entera-dos. El Pentágono y el Departamento de Estado nopudieron menos que confirmar esos hechos al día si-guiente de la maniobra televisada. Sin remedio, la du-pla central del fujimorismo quedaba atrapada en supropia trampa. A la luz de la rápida secuencia de cam-bios políticos bruscos en la escena nacional, no hayduda de que en Washington y en los sectores menoscontentos de las FFAA peruanas llegaron a la conclu-

21. Finalmente, varios vladivideos han documentado la conjuradel SIN para esa provocación; allí están identificados sus auto-res intelectuales y sus sicarios. El principal jefe militar respon-sable directo está en prisión.

22. V. «Masas deben volver a las calles» en La República, 27/8/00.23. Acerca de esa reunión y de sus efectos, remito a «El fujimoris-

mo, la OEA y el Perú», cit.

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sión de que ya era un sin sentido mantener en el podera esos personajes y que era urgente removerlos, siem-pre que se mantuviera un control estricto del procesoen adelante, como en efecto ocurrió.

Pocos días después el primero de los vladivideosinauguraba la cartelera de la infamia. Un oficial de in-teligencia, se dice que de la Marina, habría entregadoa un periodista del Canal 2, elegido al Congreso enuna de las listas (la del Frente Independiente Morali-zador, FIM), un video en el cual Montesinos apareceentregándole más de 20.000 dólares como pago porpasarse a las filas del fujimorismo en el nuevo «Con-greso». Esta prueba de la ilegal manipulación de laselecciones y del Parlamento armó un escándalo que nisiquiera los fujimoristas podían defender.

El ex-primer ministro de ese momento, FedericoSalas, que había sido en esas elecciones candidato rivaly crítico de Fujimori, ha narrado después, con todoaplomo, que fue contratado por Montesinos para loscargos de primer ministro y ministro de Educaciónpor el pago de 30.000 dólares, más la garantía de queal cesar en esos cargos obtendría algún otro igualmen-te bien rentado en el Estado. Y ha narrado tambiénque al estallar ese escándalo del video, Fujimori nego-ciaba inseguro a través de él la salida de Montesinos yéste se resistía amenazando con un golpe militar. Final-mente, como se sabe en todo el mundo, fue ayudadoa fugarse a Panamá reteniendo el control de toda sured en el Perú. Fujimori intentó algunas maniobrasque lo mostraban ya fuera de control. Declaró a la prensaque viajaría a Venezuela a buscar asilo. Luego hizo unviaje apurado a Washington.

El sábado 16 de septiembre de 2000, a su regresoa Lima, anunció inesperadamente, que recortaba a unaño su nuevo gobierno, llamaba a elecciones generalespara 2001 y ordenaba el desmantelamiento del SIN.La explosión de entusiasmo por esa medida del dicta-dor quedó impresa en el titular de la primera plana deLa República en su edición del domingo siguiente, 17de septiembre de 2000: «¡Sábado de Gloria!».

Aunque la parte más moderada de la oposición,los futuros candidatos más conservadores de la prime-ra vuelta de las elecciones de 2001, Lourdes Flores,entonces del Partido Popular Cristiano, y FernandoOlivera, del FIM, aplaudieron a Fujimori y pidieronque fuera él mismo quien presidiera las próximaselecciones, eso ya no podía ocurrir. Montesinos regre-só del exilio de Panamá y Fujimori montó un publi-citado aparato de persecución mientras buscaba de-sesperadamente apoderarse de videos, documentos,etc. que pudieran probar su participación en la vastacorrupción, y ordenó la destrucción de todo lo que nopodía llevarse. Llegó a asaltar el domicilio de la esposade Montesinos, fraguando de fiscal a uno de sus mili-tares asistentes, y tuvo la fortuna de encontrar allí mi-les de videos, de los cuales se llevó consigo todo lo quele concernía personalmente, y joyas y tesoros que dejóen Lima. Los videos que Fujimori o Montesinos no

pudieron llevarse, son los vladivideos que han comen-zado a ser exhibidos.

Montesinos volvió a salir del país. Todo pareceapuntar a Venezuela como el refugio escogido. Y Fuji-mori se fugó del país. Se refugió en el Japón, del cualnunca dejó de ser nacional como ahora fue finalmen-te documentado, con toda su familia, menos la hijamayor que fungía de «primera dama» después del di-vorcio de Susana Higuchi. Japón, por el momento, seha negado a enjuiciarlo o a extraditarlo al Perú, pero estambién cierto que el actual «gobierno de transición»no ha dado paso alguno para la extradición.

Tras la huida de Fujimori, pudo formarse una ma-yoría para elegir un presidente no fujimorista en elnuevo Congreso salido de la elección reciente. Muycuriosamente, para ese cargo no fue elegido ningunode los miembros de las agrupaciones políticas que ob-tuvieron la mayoría relativa, Perú Posible, de Toledo,el Apra y el FIM. Lejos de eso, fue designado presiden-te del Congreso el abogado Valentín Paniagua, el so-litario representante de Acción Popular (partido delex-presidente Belaúnde), llegado con una pequeña por-ción de votos, secretario general de Acción Popular,profesor en la Universidad Católica, demócrata-cris-tiano en su juventud. Bajo su mandato, el nuevo Con-greso declaró vacante la presidencia de la Repúblicapor «incapacidad moral» de Fujimori. Tras la renun-cia del segundo vicepresidente de Fujimori, la presi-dencia debía ser, legalmente, ejercida por Paniagua.Licenciado por el Congreso para ese efecto, por fin unrepresentante de la primera mayoría relativa en el mis-mo, el ex-candidato a la primera vicepresidencia deToledo y ex-fujimorista Carlos Ferrero, fue elegidopresidente del Congreso.

En esos días aparecieron, tan discretamente comoera posible, el subsecretario de Estado para Asuntos La-tinoamericanos, Peter Romero, y su adjunto, y pocosdías después el jefe del Comando Sur del Ejército deEEUU, y su adjunto. No se conocen, por el momen-to, las finalidades de esas misiones, ni los acuerdos quefueron tomados con las fuerzas políticas más presentesy con el nuevo gobierno de transición. Lo que quedavisible, de todos modos, es que en la escena peruanaactuaban tres actores principales: EEUU, las FFAAdel Perú y las coaliciones políticas y gremiales de laburguesía peruana y de sus capas medias asociadas.Desmovilizadas totalmente las masas populares, perosobre todo socialmente dispersas y políticamente de-sintegradas, muchos de sus más activos sectores noaún excarcelados de su condición de clientela del fu-jimorismo restante, o del toledismo emergente, no eranen ese momento siquiera el coro anónimo del drama.

De ese modo, la desintegración del fujimorismono abría las puertas al desenlace esperado por las masasde jóvenes que combatieron en las calles durante lostres meses antes de la imposición final de la reelecciónde Fujimori: la formación de nuevas fuerzas políticasorganizadas desde el seno de las masas de trabajadores,

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desde la vasta masa de pobres, que pudieran empujarel proceso no solo a la liberalización real de las institu-ciones del Estado, sino también y principalmente a lamodificación de las condiciones económicas y socialesproducidas por el largo dominio de los intereses pre-datorios del capital financiero y de sus corruptos so-cios y agentes en el fujimorismo. Y esa situación nopodrá variar en el corto plazo. Por eso, en las eleccio-nes en curso, decretadas por Fujimori antes de su fuga,las masas no han podido reaparecer sino como electo-res de candidatos que no dejan de prometer que suprimer cuidado serán los intereses de la banca interna-cional y el pago puntual de la deuda.

UNA CUESTIÓN FINAL

¿Qué impulsó a Fujimori-Montesinos, contra todaslas posibilidades de éxito, a dar un paso táctico tanaudaz como descabellado? Esa pregunta no es banal ydebe ser indagada. Aquí solo queda abierta. Como losvladivideos recientemente exhibidos revelan sin lugara dudas, en la dupla central del fujimorismo, Mon-tesinos ocupaba ya el lugar decisivo, como jefe real dela cúpula militar que controlaba las FFAA y policiales,el SIN, todos los aparatos importantes del Estado y lacasi totalidad de la prensa. Podría, pues, asegurarse,sin mucho temor de error, que fue Montesinos el in-geniero de ese entuerto. No es dudoso que su propó-sito fuera el de legitimar su imagen local e internacio-nal, sobre todo frente al imperio de la región, comocampeón de la lucha contra la subversión y contra elnarcotráfico y en consecuencia de la política de esta-bilidad que sabía era el interés prioritario de EEUU enese momento y en ese contexto.

Montesinos no podía, sin embargo, dejar de saberque sus movimientos, su corrupción y su ahora des-medida ambición de poder total no eran descono-cidos por sus mandantes, en especial por la CIA y elPentágono. Esas agencias habían usado a fondo lasambiciones y los torcidos talentos del personaje du-rante casi 30 años y estaban, obviamente, aún en dis-posición de continuar dándole buen uso. Si, no obs-tante, se aventuró a dar ese paso táctico que resultócatastrófico para todo el fujimorismo, la respuestadebe buscarse en las propias tendencias mentales deun personaje a quien un poder total sobre un país du-rante tantos años habrían conducido, como en de-masiados casos parecidos, a una confianza en su pro-pia fortuna y en sus propios talentos desprendida detodo realismo24.

El fuji-montesinismo, el actual nombre popular deldespotismo militar-tecnocrático con núcleo fascista,reveló ser el instrumento político idóneo para losintereses predatorios del capital financiero global ypara los intereses imperiales del Estado hegemónicodel bloque imperial global, en la región americana.Aunque la reacción liberal-democrática en contra deese régimen es muy extensa en el Perú y en todo elmundo, lo que caracteriza la propuesta y el discurso deesa reacción es la continuación de la línea liberal la-tinoamericana, y peruana en especial, durante dos si-glos: que la solución del problema y de la estabilidadde la democracia liberal reside en el diseño de institu-ciones y de leyes que impidan las dictaduras y sus co-rruptelas y en la educación de la gente en el respeto aesa institucionalidad. Así, la remoción de un patrónde poder donde la vasta mayoría de la población no essolamente explotada, sino dominada en relaciones decolonialidad del poder, y de un Estado que en conse-cuencia no puede llegar a ser nacional y, menos aún,democrático, no es siquiera planteada, queda fuera detoda relación con la cuestión de la democracia liberal.

La derrota mundial de los sistemas, organizacio-nes, movimientos e ideologías rivales y/o antagónicasal capitalismo permitió a regímenes como el fujimo-rismo iniciar, como parte de su trabajo sucio, la tareade legitimar entre las masas colonizadas de Perú el«sueño americano». Por obvias razones, semejante «sue-ño» en un país como el Perú no puede ser sino unagenuina pesadilla para la abrumadora y creciente ma-yoría de la población. Localmente, no ha surgido aúnnada más allá de una denuncia puntual contra los «ex-cesos» de esa pesadilla. Y en ese contexto parece que letoca ahora a un personaje que se pretende represen-tante de esas mismas masas colonizadas, los «cholos»e «indios» del Perú, la tarea de consolidar la adhesiónde ellos a ese «sueño», inclusive con el apoyo de susrivales que trabajan en la misma dirección. Pero comoya lo indica el crecimiento de la resistencia mundial,el tiempo de esos «sueños-pesadillas» no será durade-ro. Ni siquiera en el Perú.

Lima, abril de 2001

24. En «El fujimorismo, la OEA y el Perú», cit., dejé dicho que «Elpoder, entre sus privilegios, incluye un tipo particular de estu-pidez» que no permite percibir las áreas más complejas de larealidad.