Angie Stanton-Snowed Over

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Angie Stanton

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Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y

para fans.

Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones

en las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados

con alguna editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los

staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño,

sea de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están

adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda

apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu

localidad.

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Staff Moderadora de Traducción

CrissViz

Traducción Ale Rose

Apolineah17

CrissViz

Katiliz94

Pily

VicHerondale

Moderadora de Corrección Steffanye

Corrección

AriannysG

Katiliz94

Lucero

Pidgeon Herondale

Pilar Wesc

Vicsibet

Steffanye

Recopilación y Revisión Katiliz94

Diseño Paula Mayfair

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Índice Staff

Índice

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Nochevieja

Sobre La Autora

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Sinopsis Para la estudiante de preparatoria, Katie Brandt “ir a casa para

Navidad” sonaba como el infierno. Cuando sus padres se separaron, sus

vacaciones tradicionales se rompieron igual que una esfera cayendo

del árbol de Navidad. ¿Qué podría ser peor que celebrar las fiestas con

el nuevo novio de mama y su recientemente mama soltera?

Alex Walker, un chico comprometido de 20 años, tenía terror de ir a

casa por sus propias razones. Tenía una desalentadora tarea por hacer

y deseaba poder evadir las fiestas. Así que cuando un amigo de su

amigo necesitaba un aventón al norte, Alex se encontró teniendo a la

hermosa Katie sentada a su lado, demostrando ser la distracción que

necesitaba.

Un simple aventón a casa para Navidad se volvió una pesadilla, cuando

una ligera nieve se volvió una tormenta a gran escala. Katie y Alex se

quedaron atascados y una cabaña vacía se volvió un refugio para

escapar de la tormenta.

Bajo diferentes circunstancias, el tiempo a solas con Alex sería el mejor

regalo de Navidad, pero Katie sabía que Alex estaba comprometido y

debería esconder su creciente atracción.

De cualquier forma, Alex guardaba un secreto que podría cambiar las

fiestas de la peor Noche Buena a la mejor.

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Capítulo 1

Traducido por Apolineah17

Corregido SOS por sttefanye

ada ráfaga de viento lanzó diminutos fragmentos de

aguanieve al rostro ya congelado de Katie Brandt. Todavía

no había visto al chico que la llevaría, Alex Walker, pero ya no

le agradaba. Él dijo que a las dos en punto, y ya eran veinte

minutos después. Si había algo que ella odiase, era no mantener su

palabra. Si dices algo, por el amor de Dios, hazlo. Especialmente si eso

significa que estás dejando a alguien afuera para morirse de frío.

Katie agarró su café frío y se reforzó contra el viento penetrante,

mientras esperaba fuera en el Memorial Union por su largo viaje hacia el

norte con un completo desconocido. Nada acerca de estas

vacaciones se sentía familiar o correcto.

Desde la repentina separación de sus padres el junio pasado, su

madre había empezado a comportarse diferente. Decidió arrastrar a

Katie y a su pequeña hermana hasta la cabaña de algún tipo llamado

Tom para las vacaciones de Navidad. Katie tembló.

Así que se vio obligada a esperar en este profundo congelamiento

para que la llevara un estudiante universitario que realmente no

conocía. Aparentemente, la ciudad natal de Alex, En Medio de

Ninguna Maldita Parte, Wisconsin, no estaba lejos de la casa de Tom.

Su madre se refirió a Tom como solo un amigo, pero Katie no era

estúpida. Las mujeres de cuarenta y tantos años, recién divorciadas no

forzaban repentinamente a sus poco dispuestos hijos a alejarse de todas

las tradiciones festivas que siempre habían conocido para pasar el rato

con un amigo.

Los dientes de Katie castañearon mientras le daba la espalda a otra

ráfaga de viento bajo cero. Su largo cabello se enredó en el viento.

C

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Sacó su teléfono del bolsillo de su abrigo, comprobando de nuevo por

un texto o un mensaje que explicara la extrema tardanza de Alex.

Nada. El hermano de su compañera de cuarto compartía casa con

Alex y algunos otros chicos. Lindsey había dicho que Alex era muy

inteligente, totalmente caliente y que estaba comprometido con una

chica en casa. Lo que sea. Él estaba retrasado.

Mientras Katie temblaba y estaba al pendiente de su camioneta

azul, pensó en lo perfecta que había sido la vida hasta dos semanas

después de su graduación, cuando su padre abruptamente se mudó

atravesando la ciudad, y su madre comenzó a vestirse demasiado joven

para su edad y empezó a salir todo el tiempo.

El teléfono de Katie sonó. Ya era malditamente hora. Sus dedos

entumecidos titubearon con el teléfono. Comprobó el identificador de

llamadas y suspiró.

—Hola, mamá.

—Hola, cariño. ¿Todavía estás en camino? Tom dijo que si no te vas

pronto, vas a toparte con la nieve. Se suponía que iría al norte, pero

ahora está cambiando de dirección.

Katie rodó los ojos.

—Estoy esperando al chico que me llevará.

—Dime otra vez, ¿con quién estás yendo? ¿Y cómo es que lo

conoces? Realmente no estoy muy cómoda con que hayas aceptado

que te llevara un total desconocido.

—Te lo dije. Su nombre es Alex, y mi compañera de cuarto conoce a

su familia. —Una mentira total—. Así es como los estudiantes

universitarios viajan con frecuencia, mamá. Si no me estuvieras

obligando a ir al otro lado del estado, no estaría viajando con un

completo desconocido. —Katie sintió un poco de remordimiento por sus

comentarios sarcásticos, pero esto era completamente culpa de su

madre. Katie merecía comportarse como una adolescente huraña.

Su mamá ignoró su tono.

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—Me gustaría que hubieras podido llegar con Tom, con tu hermana

y conmigo el jueves. La universidad no debería programar los exámenes

tan cerca de Navidad.

Katie prefería viajar con un desconocido estudiante universitario que

con Tom, a quien había apodado, El No Novio.

—¿Cuál es su número de teléfono? Al menos debería tener eso —

preguntó su madre.

—¡No! Eso no va a suceder. Simplemente lo llamarás para darle

información meteorológica actualizada cada diez minutos.

—No soy tan mala —dijo su madre.

Katie no respondió.

—Bueno, tal vez lo soy, pero solo es porque te quiero y quiero que

estés a salvo.

Katie resopló. Si su madre la quisiera tanto, le habría dicho qué

demonios le pasó a su familia en los últimos seis meses. En lugar de eso,

su madre seguía fingiendo que la vida era normal, cuando era todo lo

contrario.

—Mamá, mis dedos se están congelando. Te veré en cinco o seis

horas.

—Muy bien, pero asegúrate de que él conduzca con cuidado. Y si

empieza a nevar, quiero que se detenga, y si hay problemas con el

coche, llámame, y te daré mi número del club de coches. ¿Tienes

dinero para detenerte a comer algo?

—Lo tengo bajo control. Voy a colgar. Adiós. —Katie terminó la

llamada. ¿Cómo iba a aguantar cuatro días con su madre? Ellas solían

llevarse bien, pero desde que sus padres se separaron, apenas podía

soportar estar alrededor de ella. Estar lejos, en la universidad, había sido

su salvación.

Solo unos pocos estudiantes se quedaban en el campus tan cerca

de Navidad, y la mayoría de ellos tenían la inteligencia de permanecer

en el interior. Katie miró con nostalgia hacia las puertas de Union y

pensó en entrar para calentarse, pero no quería perder de vista a Alex.

Con los dedos de los pies congelados, deseó haberse puesto las botas

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que estaban enterradas profundamente en su bolsa de lona, en lugar

de sus zapatos deportivos. Tiró su café casi congelado en el contenedor

de basura.

El estallido de un claxon le llamó la atención. Se dio la vuelta. Una

vieja y azul camioneta estaba parada ociosamente en la acera. El

chico en su interior saludó con la mano. Finalmente. Ella se ajustó la

atiborrada mochila en el hombro y levantó su bolsa de lona de la

congelada acera mientras trataba de no olvidar su bolso y su bolsa de

compras llena de regalos de Navidad.

Se las arregló para abrir la puerta del pasajero.

—Hola, ¿Katie? —Su despeinado cabello castaño estaba levantado

en la parte superior como si acabara de pasar las manos a través de él.

Sus expresivos y oscuros ojos danzaban sobre ella. Lindsey había dicho

que este chico era de buen ver, y no había exagerado.

—Sí, ¿eres Alex? —Apuesto o no, Katie se obligó a sí misma a no

gritarle por casi hacerla morirse de frío.

Él asintió con amabilidad, pero con una breve sonrisa real. Salió de la

camioneta vistiendo solo una sudadera gris con capucha de la

Universidad de Wisconsin sobre sus anchos hombros. Parecía inmune al

clima mientras se daba la vuelta y lanzaba su pesada bolsa llena de

ropa para lavar en la parte trasera de la camioneta. Notó una pala

para la nieve, algunas grandes cubetas cubiertas y una enorme bolsa

de lona en la parte trasera de la camioneta. Alex se puso de pie, alto y

esbelto, tal vez medía un metro ochenta con sus botas. Tomó su

mochila, pero ella la alejó.

—Gracias, pero la voy a llevar conmigo. Mi laptop está ahí.

—Está bien. —Él tomó la bolsa de compras.

—También voy a llevar ésta en la parte delantera. Son regalos. —No

podía imaginar lo regalos cuidadosamente envueltos rodando en la

parte trasera de su sucia camioneta.

Él levantó una ceja.

—Como quieras. —Se dio la vuelta y se metió de nuevo mientras

Katie maniobraba con las bolsas restantes en la cabina del camión. Fue

difícil caber bien con el abrigo y los guantes en el asiento y con su

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mochila y un par de otras bolsas más amontonadas en el suelo. Apretó

sus bolsas en el suelo a sus pies y miró su café caliente. Debería ser

agradable.

Se limpió con el guante helado a través de la nariz que moqueaba.

—Rayos, qué frío está haciendo allá afuera. —Katie se abrochó el

cinturón de seguridad, agradecida de estar finalmente en la cálida

cabina y fuera de la profunda congelación. Se quitó los guantes y el

sombrero, girando las rejillas de aire caliente hacia ella, y frotándose las

manos frente al aire caliente. ¿No iba, al menos, a disculparse por llegar

tan tarde?

—Aquí, déjame encenderlo. —Alex ajustó la ventilación para que

soplara a toda velocidad. La temperatura ya estaba en el nivel más

cálido. Sus ojos encontraron los de ella, y le ofreció una sonrisa amistosa.

—Gracias. —Suspiró mientras el aire caliente descongelaba sus

dedos.

Katie no estaba preparada para sus ojos conmovedores

enmarcados por cejas oscuras, y tenía la forma de la boca más

perfecta. ¿Cómo se suponía que iba a pasar cinco horas con este

chico? Al lado de él se veía como una perdedora total con su nariz

goteante y sus ojos llorosos. Se echó hacia atrás y se concentró en la

carretera. Él estaba comprometido, fuera de los límites. Además, su

llegada con retraso era un gran punto en su contra.

—Así que, ¿eres una amiga de la hermana pequeña de Matt? —

Puso la camioneta en marcha y se alejó de la acera.

—Sí, Lindsey. Somos compañeras de habitación. Gracias por

llevarme. Me salvaste de dos muy largos viajes en autobús que habrían

parado en cada pueblo rural, tomándome todo el día.

—No hay problema. Crystal River está a solo diecinueve kilómetros

de la casa de mis padres.

Alcanzó en el bolsillo de su abrigo un pañuelo y se sonó la nariz. Se

imaginó que su nariz se habría vuelto de color rojo brillante. Siempre lo

hacía cuando tenía frío. No sabía qué decirle a este chico, y ellos iban a

pasar muchas horas juntos. Se limpió la nariz y tiró el pañuelo.

—¿Y cuál es tu especialidad?

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—Ingeniería. ¿Y la tuya?

—Finanzas.

—¿En serio?

—Sí, ¿qué hay de malo con eso?

—Nada. —Él sonrió y se le iluminó todo el rostro. Sus ojos brillaron y un

pequeño hoyuelo apareció en un lado de su mejilla. Ella se sintió como

un trol a su lado.

—Simplemente no pareces el tipo de chica de números.

Ella frunció el ceño.

—Bueno, lo soy. —¿Qué aspecto tenía para él?

—No era mi intención hacerte sentir mal. Pareces más del tipo

creativo. —Hizo un gesto hacia los regalos envueltos en papel brillante

que salían de su bolso y el diseño de cachemira de su mochila.

—También soy creativa. Simplemente me gusta cuando las cosas

tienen sentido. Cuando algo está correcto o incorrecto. Todo siempre es

congruente, y cuando no lo es, puedes arreglarlo.

Él miró el espejo lateral y se incorporó a la autopista.

—Suena como si estuvieras en el camino correcto.

—Gracias. —Ella aspiró.

—¿Te importa si escucho el partido de hockey?

Katie estaba bastante segura de que ese era un código para Ya no

quiero charlar contigo.

—No. Adelante.

Después de unos minutos escuchando el zumbido de la cobertura

del partido de hockey, deslizó los audífonos y le subió el volumen a su

música. Se había quedado despierta hasta la mitad de la noche

estudiando para su examen de Estadística. Inclinó la cabeza hacia

atrás, usando su abrigo como una almohada y cerró los ojos.

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Alex miró y le sonrió a su pasajera dormida. Sus audífonos se habían

caído y su cabeza colgaba hacia un lado, con la boca abierta. Debía

estar realmente muy cansada para dormir durante los dos primeros

períodos del partido de hockey.

Katie parecía una típica estudiante de primer año, joven y

despistada. La novedad de la universidad aún no había desaparecido.

Estaba ansiosa, nerviosa y claramente motivada. No es que él fuera

demasiado viejo y mundano en su segundo año, pero los últimos siete

meses lo habían empujado a través del infierno y de regreso.

Miró a Katie de nuevo. Sus largas pestañas yacían sobre sus mejillas

sonrosadas como alas de mariposa. No llevaba mucho maquillaje, y a él

le gustaba eso.

Su teléfono sonó y rápidamente lo agarró para no despertar a Katie.

—Hola —dijo en voz baja.

—Por favor, dime que ya casi estás aquí.

Frunció el ceño al escuchar la voz molestamente familiar.

—Ni siquiera estoy cerca.

—Pero le dije a mi madre que estarías a tiempo para la cena.

Suspiró.

—Trina, te dije que no llegaría a tiempo para comer y que me iba a

quedar en casa esta noche. Acabo de terminar mi último final esta

mañana. Necesito un descanso.

—Bueno, yo no. No te he visto desde Acción de Gracias y luego mi

abuela murió y se estropeó todo el fin de semana.

Alex no podía creer que había accedido a casarse con ella; dado

por hecho, lo había engañado, pero él iba a remediar esa situación

muy pronto. Esta vez no iba a dejar que Trina lo arruinara cuando tratara

de terminar con ella. Su relación había durado demasiado tiempo y por

todas las razones equivocadas.

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—Estaré allí en la tarde de la víspera de Navidad. Tú y yo

necesitamos hablar —dijo.

—¿Te estás transfiriendo para acá? ¡Oh por Dios! Ese sería el mejor

regalo de Navidad.

—No, no me estoy transfiriendo. Me voy a quedar en Madison. —Ella

sabía porque él quería hablar y se seguía engañando a sí misma de que

esto no iba a terminar.

—Odio Madison. Desde que llegaste allí has cambiado. De repente

quieres cosas diferentes. —Su tono quejumbroso rechinaba como uñas

sobre una pizarra.

Salir de Ashland fue la mejor cosa que alguna vez hizo. Le abrió los

ojos a todo lo que la vida tenía para ofrecer.

—¡Oh! Antes de que lo olvide. —Trina cambiaba de tema más rápido

que lo que los músicos cambiaban de clave—. Hoy estuve en el centro

comercial y vi un abrigo súper lindo con una capucha forrada de piel.

Estaba retenido para alguien en las cajas registradoras. El feo empleado

con una gran nariz dijo que era el único que quedaba y que yo no

podía tenerlo.

Alex supo, sin escuchar otra palabra, que Trina había intimidado al

pobre empleado para que se lo vendiera.

—¡Pero hice que me lo vendiera! ¡No puedo esperar para que lo

veas! ¡Es increíble!

Después de un silencio incómodo, el incesante parloteo de Trina

continuó.

—Entonces, ¿qué me compraste?

—Trina, vamos a hablar mañana. ¿Tu madre y tu padre van a estar

allí?

—¿Por qué? ¡Oh por Dios! ¡Quieres fijar una fecha! —gritó en el

teléfono y Alex deseó poder aplastar la maldita cosa en pedazos—. Voy

a mantenerme despierta toda la noche para esperarte a ti y a tus

padres.

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—No. ¡No quiero fijar una fecha y no voy a ir! Escucha, no voy a

llegar a casa hasta tarde, tengo que llevar… —Miró a Katie—, a un

amigo.

—No es justo. —La voz de Trina se convirtió en un mohín—. Pero

tienes que venir el día de Navidad. Le dije a mamá que pasarías todo el

día conmigo. Ella quiere que la ayude a preparar la cena. Si tú estás

aquí, no voy a tener que hacerlo.

Alex suspiró.

—Sabes que no puedo hacer eso. Siempre ayudo a servir la cena en

el centro para personas mayores el día de Navidad.

Katie se movió y abrió los ojos. En el instante en que vio a Alex, se

sentó y miró hacia el frente.

—Escucha. Tengo que irme. Hablamos pronto. —Colgó antes de que

Trina pudiera discutir u obligarlo a prometer algo que no podría cumplir.

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Capítulo 2

Traducido por Ale Rose

Corregido SOS por sttefanye

atie bostezó y se desperezó.

Él deslizó el teléfono en su soporte de vaso.

—¿Tuviste una buena siesta?

—Sí, estaba muy agotada. —Parpadeó un par de veces—.

¿Cuánto tiempo he dormido?

—Una hora y media. Debes haber estado muy cansada. Es eso, o no

te gusta el hockey. —Él vio las comisuras de su boca curvase—. ¿No te

gusta el hockey? ¡Por favor! Tendré que golpearte y echarte.

Ella abrió los ojos por un instante y luego una sonrisa apareció en su

cara bonita. Se giró en su asiento para mirarlo.

—Lo siento. No entiendo el hockey. Fui a un partido una vez, y

pasaron todo el tiempo patinando y patinado, y luego, de repente,

alguien intentó disparar un gol. Sucedió tan rápido, que ni siquiera lo vi.

—Eso es porque se supone que debes prestar mucha atención.

—Y ahí está el quid de la cuestión.

—¿El quid ? —Él inclinó la cabeza en pregunta.

—Sí, el quid.

—¿Sabes lo que eso significa ? —Él se rió y vio la frente de ella

arrugarse.

—Quiere decir, el punto del problema, el centro del problema. No lo

sé. Es solo una palabra —dijo ella, aturdida.

K

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Alex miró el tráfico, con una sonrisa. Disfrutaba molestarla. Era un

blanco fácil.

—Estamos llegando a una salida. Pararé en una gasolinera. ¿Quieres

algo de comer o ir al baño?

—Sí. Me muero de hambre.

Encendió el intermitente y salió de la carretera.

De regreso en la carretera con el tanque lleno, la vejiga vacía y con

comida caliente, Katie metió la mano en su hamburguesa y en una

bolsa de Cheetos. Alex trató de conducir y comer su hamburguesa con

queso al mismo tiempo.

—¿Puedo ayudarte con eso? —Ella ofreció entre bocado y bocado.

—Puedo solo. —Él no dejó de mirar a la carretera y regresar a la

hamburguesa que estaba descansando encima de la bolsa.

—¿Qué estás tratando de hacer? —Vio como él hizo un lío con su

hamburguesa.

—Estoy tratando de poner dos aros de cebolla y el pan en la parte

superior.

—Déjame ayudarte. —Ella se acercó, agregó dos aros de cebolla y

puso el pan de nuevo.

—Gracias. —Tomó la hamburguesa de gran tamaño y le dio un

mordisco.

—Nunca he visto a alguien poner aros de cebolla en una

hamburguesa.

—Deberías probarlo. Está muy bueno —dijo, masticando.

—Lo haré alguna vez.

—Pruébelo ahora. Hay un montón. Sírvete. —Hizo un gesto hacia los

aros de cebolla con la hamburguesa en la mano.

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—Está bien. —Añadió un anillo de cebolla y puso el pan de vuelta.

—No, tienes que añadir dos, para una máxima contracción.

Ella negó con la cabeza y añadió otro, luego apretó el pan y le dio

un mordisco.

—¿Y bien?

Asintió y siguió masticando. Se tapó la boca con la mano.

—Está bueno.

—Sí. Quédate conmigo y aprenderás todo tipo de cosas.

Si fuera tan simple. No podía empezar a imaginar salir con Alex, un

chico totalmente caliente.

Comieron en silencio cómodo, a excepción de la estación de

música country que Alex sintonizó. La comida grasienta estaba

buenísima, pero ella anhelaba la comida casera de su madre. ¿O sería

la comida de Tom? Ese pensamiento le puso un nudo en el estómago.

—¿Te gusta Madison? —preguntó Alex.

—Me encanta. No estoy muy contenta en subir Bascom Hill para

llegar a clases, pero por lo demás, es genial.

—Ese cerro es una bestia.

El teléfono de Katie sonó. Se limpió los dedos en una servilleta,

comprobó la pantalla, y respondió.

—¿Qué pasa?

—Hola, cariño. Solo chequeo por dónde vienes.

—Mamá, estás llamando para asegurarte de que no estamos en la

zanja o envueltos alrededor de un poste de teléfono. —Miró a Alex y

puso los ojos en blanco.

—No lo diría de esa manera dramática, pero sí, quería asegurarme

de que estás a salvo y bien en el camino.

—Sí y sí —le espetó, un poco más fuerte de lo que pretendía.

—Bueno. ¿Dónde estás ahora?

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—Alex, a mi madre le gustaría saber nuestra ubicación exacta en

este momento.

—Katie, no es necesario que le dijeras que pregunté —dijo su madre.

Alex se rió entre dientes.

—Acabamos de pasar Wausau. Diría que otro par de horas.

—¿Has oído eso? —dijo Katie a su madre.

—Gracias. Debes saber que ya está nevando aquí y se acumula

bastante rápido. Tom dice que entrarás en la nevada pronto, así que

ten mucho cuidado.

—Sí, mamá. —Katie quería decirle lo que Tom podía hacer con la

nieve.

—Katie, lo digo en serio.

Se dio la vuelta en su asiento.

—Alex, mi madre quiere que sepas que está nevando en el norte, y

Tom dice que estaremos dirigiéndonos hacia la nieve pronto. Tienes que

conducir con mucho cuidado. Habla en serio.

—Copiado —respondió él, divertido.

—Es evidente que no estás lista para hablarme razonablemente. —Su

madre sonaba irritada, hecho que a Katie no le importaba.

Katie respondió con voz alegre.

—Está bien, suena bien. Nos vemos pronto. —Colgó rápido. Sabía

que debía sentirse mal por ello, pero su madre tenía la culpa al

mantener a Katie en la oscuridad acerca de la separación. Su madre

solo quería hablar cuando no se trataba del desastre familiar. ¿Por qué

era tan importante este tipo que Katie se veía obligada a conducir a

través de una tormenta de nieve en Navidad?

Metió el teléfono en la parte inferior de su bolso donde no lo oiría

sonar.

—Y, ¿quién es Tom? —preguntó Alex.

—Es una larga historia.

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—Tengo mucho tiempo. —Una canción country ñoña sobre un chico

y su perro sonaba en la radio.

—En realidad no lo sé. Mamá dice que no está saliendo con él, pero

nos hace mover nuestros traseros hasta Crystal River para pasar la

Navidad con él, y ni siquiera lo hemos conocido.

—Y supongo que no quieres conocerlo.

—No, no quiero.

—¿Y tus padres están divorciados?

—Esa es una excelente pregunta. No lo creo, pero las cosas se

mueven tan rápido, quién sabe. —Ninguno de sus padres decía algo

sobre ello. Hablándole de un montón de mierda sobre aun querer a sus

hijos, solo que necesitaban un cambio en sus vidas, o nuevo aire, o

alguna otra mierda.

—Déjame adivinar. Esta es tu primera Navidad con tus padres

separados.

—Así es.

—Eso es una mierda. —Alex frunció el ceño.

—A lo grande.

Viajaron en silencio afable y escucharon la música natal de Alex.

Una media hora más tarde, comenzaron las ráfagas, y dentro de unos

minutos, la nieve ligera se transformó en grandes copos, lluvias azotaron

el parabrisas.

—Aquí vamos. —Alex deslizó su refresco de nuevo en el soporte de

vaso y se sentó un poco más erguido mientras se enfocaba en ver con

la visibilidad reducida.

Katie tiró de sus piernas debajo de ella y vio la nieve, llenando las

calles que estaban todavía limpias.

—Ya es hora de que tengamos una Navidad blanca. —Había algo

excitante en una gran nevada. En los últimos años, las fuertes nevadas

habían sido pocas y distantes entre sí. Pero ahora el viento giraba la

nieve salvajemente en oleadas, como el agua en un mar embravecido.

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—Mi hermano, Jason, tiene que estar amando esto. Tendrá su arado

aparejado y listo para funcionar. Es como un niño pequeño cuando se

trata de la nieve —dijo Alex.

—¿Conduce un camión también?

Alex inclinó la cabeza y la comisura de su boca se levantó. Le

brillaron los ojos mientras sonreía de una manera que solo se podía

describir como sexy.

—En el norte todo el mundo conduce un camión.

A Katie le gustó este lado más ligero de Alex. Parecía educado, pero

preocupado antes, especialmente después de su llamada telefónica.

—Jason se muerde las uñas para salir a arar y sacar los coches de la

zanja. Es el mejor regalo de Navidad que podrías pedir.

Ella apostó que a Alex le gustaba la nieve, tanto como a su

hermano.

—¿Y qué es lo que quieres para Navidad?

Él la miró y luego de vuelta a la carretera. La nieve comenzó a

acumularse. Resopló.

—¿Yo? Quiero una nueva vida. —Él se pasó una mano por el pelo y

miró fijamente al material blanco arremolinada.

Katie se preguntó, ¿qué quería decir? ¿No podía esperar para

casarse? Parecía perdido en sus pensamientos mientras conducía.

Él podría querer una nueva vida, pero más que nada, Katie quería su

antigua vida. Nuevo no era como se pintaba. Quería pasar las fiestas y

las vacaciones de invierno en su antigua casa, con sus dos padres y su

hermana pequeña, Nichole. No con nuevas personas obligada a verlas.

La estación de radio crujió. Alex le echó una mirada.

—¿Quieres encontrar una nueva estación?

—Por supuesto. —Ella se estiró sobre la chaqueta y equipaje para

ajustar los diales. Se dio cuenta de lo bien que olía él, como loción

después del afeitado o tal vez un muy buen desodorante.

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—No vas a encontrar mucho tan al norte. Puede que encuentres

una estación de Minocqua o de Park Falls.

Katie rodó lentamente la perilla del radio de la vieja camioneta,

escuchándose una ruptura en la estática. A pocos centímetros a su

izquierda, la mano de Alex sostenía casualmente el volante. Notó un par

de vellos en sus largos dedos. Tenía las uñas recortadas. La manga de la

sudadera con capucha estaba gastada en el borde y un poco sucia.

—Regresa. Pasaste algo. —Alex señaló con su dedo índice.

Se volvió y captó una estación de radio tocando Navidad en

Sarejvo de Trans-Siberian Orchestra. Era una canción muy navideña,

pensó que a Alex le gustaría también. Katie se echó hacia atrás en su

asiento.

Alex subió el volumen y dio unos golpecitos con el dedo sobre el

volante mientras la música sonaba a través de los altavoces.

—Me encantan estos chicos. Son tan impresionantes. ¿Los has visto

alguna vez en concierto? —le preguntó ella.

—Ni siquiera sabía que tuvieron uno.

—Todos los años hacen una gran gira de Navidad a partir de

noviembre hasta principios de enero. Este es el primer año desde que

era pequeña que no he ido. —Ella ignoró el giro en sus entrañas

recordándole que la tradición familiar sencilla había terminado para

siempre.

—¿Por qué no fuiste este año? —Su cabeza se balanceaba al ritmo

de la canción.

Ella suspiró.

—La ruptura.

—Eso apesta.

—Sí. Nada es lo mismo. Mamá me está arrastrando a un lugar en

medio de la nada. Sin ánimo de ofender. —Le miró por el rabillo del ojo.

No quiso ofender la casa de su infancia.

Alex la miró y sonrió.

—No te preocupes.

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—Ahora tengo que pasar cuatro días, incluyendo la Navidad, con un

tipo que nunca he conocido. Mi madre ni siquiera sabe cómo llamarlo.

Dice que no es su novio.

Alex levantó una ceja.

—¡Lo sé! —Katie alzó las manos en el aire—. ¿Qué demonios es eso?

¿Cuán estúpida cree que soy? Y después de esa pesadilla, me tengo

que ir a la nueva casa de mi padre y celebrar la Navidad con él, su

nueva novia, Marie, y sus tres hijos pequeños.

—Auch. —Alex se encogió.

—Lo que yo daría por correr y saltarme las vacaciones.

—Tú y yo, ambos —murmuró.

La canción terminó y el locutor habló.

—Esa fue Navidad en Sarejvo por Trans -Siberian Orchestra. Luego

vamos a oír más música de navidad, pero ahora escuchemos una

actualización del tiempo.

Katie se inclinó hacia delante mientras Alex subió el volumen.

—Toda la región del Norte está bajo una advertencia oficial de clima

y a partir de las siete de esta tarde va a cambiar con el paso de las

ventriscas durante toda la noche y hasta mañana.

Katie lanzó una rápida mirada a Alex. Él escuchaba con atención,

pero no parecía demasiado preocupado.

—Se esperan fuertes vientos con nevadas esta tarde de seis a diez

metros, y una adicional caída de nieve durante la noche de ocho a

doce metros, terminando por la tarde. Las temperaturas bajarán,

llegando a números negativos, junto con viento importante y

acumulación de nieve.

—Mierda. Supongo que mamá tenía razón en un cambio. —Katie

miró con los ojos abiertos a través de la cabina del camión. Una blanca

Navidad era una cosa, una tormenta de nieve era otra.

—Así que, amigos. Si no tienen que salir, no lo hagan. Y si estáis

fuera, regresad a casa tan pronto como podáis. Este es el momento

perfecto para acurrucarse y disfrutar de un ponche caliente y una

Page 23: Angie Stanton-Snowed Over

23

blanca Navidad. Y con esa información, he aquí Bing Crosby. —Las

cadenas empezaron a tocar y la voz de Bing Crosby cantando White

Christmas sonó en la cabina.

—Lo bueno es que he puesto un peso extra en la parte trasera del

camión la última vez que estuve en casa. Esto va a tardar más en llegar

de lo que pensaba.

Katie se retorció en su asiento para ver los dos grandes cubos de

plástico a cada lado del camión, nieve acumulándose a su alrededor y

en su bolsa de lona de lienzo.

—¿Cuánto tiempo tomará?

—Diría que una hora, tal vez una hora y media.

—Probablemente debería llamar a mamá y así me dará una

actualización. —Sacó el teléfono de su bolso y lo encendió. La luz pulsó

varias veces en busca de una señal, pero no había ninguna.

—¿No hay servicio? —preguntó Alex.

—Ninguno.

—Imaginé que esto iba a pasar. Hay servicio de telefonía aquí, y con

la tormenta, la única cosa que funcionará es un teléfono fijo.

Katie dejó caer el teléfono en el bolso, sin estar segura de si estaba

decepcionada de no hablar a su madre o aliviada.

—Bueno, eso me deja sin el chequeo de mamá sobre tu

conducción, las condiciones de nieve actuales, y si he usado hilo dental

en los dientes.

—Nunca puedes usar el hilo dental lo suficiente —bromeó Alex.

Katie le lanzó un Cheeto. A pesar del hecho de que estaba

conduciendo, Alex agarró el Cheeto y se lo metió en la boca. Él le

dirigió una sonrisa arrogante. Katie sonrió y negó con la cabeza.

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24

Capítulo 3

Traducido por katiliz94

Corregido por Lucero

lex no había visto una tormenta de invierno así de mala en

años. Las condiciones de la carretera habían cambiado de

malas a apenas visibles, y durante los últimos kilómetros,

apenas vio otros coches en la carretera. La nieve caía en un

constante manto blanco. Los faros iluminaban la nieve, y los copos se

precipitaban a toda velocidad como si fueran una nave espacial en

una película de ciencia ficción.

—¿Por qué no lo araron? —preguntó Katie desde el otro lado de la

oscura cabina.

—Podrían estar esperando hasta que más nieve se acumule o quizás

no han llegado aún a esta carretera. —Otra gran ráfaga golpeó la

camioneta, causando que Alex agarrase el volante con más fuerza. Los

vientos aullaban—. A veces cuando hay grandes vientos, las roturas son

sacadas hasta que las condiciones ceden.

—Eso parece una mala idea.

—Lo es si estás varada ahí —respondió él centrándose en la

carretera.

A

Page 25: Angie Stanton-Snowed Over

25

—Como nosotros —dijo ella.

Él detectó la presión en su voz.

—Nada por lo que preocuparse. Te llevaré de una sola pieza. —

Quería extender el brazo y palmear su pierna en confortación pero

imaginó que dos manos en el volante serían mejor.

—Tengo esperanza de que lo hagas —tentó ella.

Él se rió por lo bajo.

—No hay problema. En Ashland, tenemos grandes lagos hechos de

nieve proveniente del Lago Superior. Confía en mí. Tengo un doctorado

en conducir carreteras cubiertas de nieve.

Una hora después, solo habían pasado cincuenta kilómetros. El hielo

se había acumulado bajo el parabrisas. Incluso con el descongelante

en alto, el hielo acumulado hacía difícil ver la carretera.

Miró a Katie y la encontró agarrando el reposabrazos.

—¿Crees que deberíamos desviarnos por algún otro lugar? —

preguntó ella.

Alex no quería admitir la derrota cuando estaban demasiado cerca,

pero las carreteras definitivamente se habían deteriorado.

—Solo tenemos otros veinticuatro kilómetros, y creo que podemos

llegar sin problemas. Pero va a llevar un tiempo, a menos que la nieve se

manifieste y aclare un camino.

En la distancia, visualizó el borroso brillo de las luces a un lado de la

carretera. Un minuto después llegaron a una combinación de

gasolinera/tienda de alimentos. El brillo de las luces superiores de la

estación iluminó el edificio cubierto de nieve.

—¿Qué dices de desviarnos a un lado y ver si hay un actualizador

del tiempo?

—Me parece bien.

Además, después de esa enorme soda, podía usar el baño. Alguien

había arado la estación hacia no mucho tiempo, así que estaba mucho

mejor que la actual carretera. Alex fue al lugar de aparcamiento frente

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26

a la tienda. Los fuertes vientos habían perforado la nieve a un lado del

edificio y lo limpiaron hasta aclararlo en otro.

—¿Por qué no vas primero? Si ambos abrimos las puertas al mismo

tiempo el viento podría soplar todo aquí afuera —dijo Alex.

Kate se deslizó en el abrigo y agarró el bolso.

—Todo equipado. —Salió; el viento sopló su cabello directamente

hacia atrás mientras empujaba la puerta para cerrarla y corrió hacia

dentro.

Alex forzó su puerta hasta abrirla. Perforando el frío aire en su

exhalación. Entrecerró los ojos para evitar que la nieve perforara sus ojos

y corrió unos pocos pasos hasta la puerta de entrada.

—¡Oh! —Tembló y sacudió la cabeza. La nieve le cayó del pelo

como un mal caso de caspa.

—Oh Dios mío, está helando ahí fuera. —Katie se abrazó a si misma

del frio mientras se dirigía al servicio.

Las coloreadas luces de Navidades centellearon desde las ventanas

de la tienda, iluminando un expositor de tabaco de mascar. El

mostrador de ventas incluía multitudes de expositores de mecheros,

duros caramelos de vacaciones, dulce de leche de Amish, y una

docena de otras impulsivas gangas. Un anciano, tal vez en los sesenta,

vistiendo una camiseta roja de franela y gafas que a Alex le recordaba

a su abuelo, permanecía detrás del mostrador. La guirnalda de papel

rojo decoraba las paredes de cigarros.

—Es muy molesto conducir ahí fuera —comentó el hombre.

—Los últimos kilómetros han sido lo peor. ¿Ha escuchado algunas

mejoras? —preguntó Alex.

El radar mostraba una amplia masa de nieve de precipitación cubrir

lo más alto de Wisconsin y extenderse por Minnesota. Cuando Alex

revisó el radar esa mañana, las predicciones de nevada eran bajas.

—Pensé que la tormenta estaría al norte de nosotros. —Miró a la

nube blanca que cubría la mayor parte del monitor.

—Los hombres del tiempo de hoy no son mejores que los de hace

treinta años. Todo ese equipo de alta tecnología y solo predijeron ocho

Page 27: Angie Stanton-Snowed Over

27

centímetros de nieve. Ahora están diciendo de doce a veinte antes de

que esta cosa esté hecha.

Alex miró fuera a las condiciones pasadas.

—¿Ha visto algo de arado? Solo nos quedan veinticuatro kilómetros

para ir y un arado de seguro nos haría la vida más fácil.

—No durante un tiempo. Es difícil decir lo que harán con eso al ser las

vacaciones y demás.

Katie apareció llevando una sonrisa encantadora. Notó el radar.

—¡Mierda Santa! Mira eso.

Alex contuvo la sonrisa mientras ella miraba la pantalla. Su brillante

cabello castaño fluía sobre sus hombros. Ella giró los ojos ámbar hacia

él, con las largas y oscuras pestañas agitadas.

—¿Qué piensas? ¿Podemos atravesarlo?

—Eso es de lo que estábamos hablando. Si no intentamos

atravesarlo ahora, no sé cuándo lo haremos. Este es el único frente al

final de la tormenta. Va a durar mucho rato.

Katie frunció los labios mientras se concentraba en la pantalla del

radar.

—Si no quieres conducir más esta noche, hay un pequeño motel, en

el Do Drop Inn, delante de la carretera a unos dos kilómetros o así. —El

empleado gesticuló hacia el norte.

Alex prefería conducir a través de la nieve y llegar por la noche, en

lugar de esperar hasta que la nieve se detuviera, pero sentía que

también debería escuchar los pensamientos de Katie.

—¿Qué piensas? ¿Do Drop Inn o conducción a cuatro ruedas?

—¿Qué tan lejos? —preguntó ella, aparentemente considerando las

opciones.

Alex se preguntó si se preocupaba más en pasar la noche con él en

una habitación de hotel o en no llegar a casa para ver a su madre por

la noche.

Page 28: Angie Stanton-Snowed Over

28

—Si es realmente malo, cuarenta y cinco minutos, quizás una hora

como mucho.

—¿Te das cuenta de que vas a tener que quedarte en la noche? Mi

madre nunca te dejaría seguir conduciendo con un tiempo como este.

—Te refieres a quedarme con, ¿cómo lo llamaste? ¿El no novio,

Tom? No lo sé. —Por un lado, si le afectaba, tendría que ser capaz de

posponer la ruptura con Trina. Una noche en un bungalow con un

montón de extraños sería completamente malo. Además, Katie parecía

muy agradable y de poco drama.

Brillantes luces iluminadas aparecieron en el exterior, seguidas de un

enorme quitanieves.

—Mira, hay un arador. —Katie señaló hacia afuera de la ventana.

—Y va dirigido en la dirección correcta. ¿Qué dices? ¿Quieres ir por

ahí? —preguntó Alex, ansioso por regresar a la carretera.

—Totalmente. Sin tripas, sin gloria. —La cara de Katie se iluminó.

Sostuvo en alto la mano y Alex le chocó los cinco.

—Chicos, ¿tenéis suministros de emergencia en caso de que tengais

problemas? —preguntó el anciano.

—Sí, tengo arena en la parte trasera y una pala de nieve.

—¿Qué hay de agua y mantas? —preguntó el dependiente.

—Tengo la mitad de mi guardarropa en la bolsa de ropa sucia, pero

llevaré un par de botellas de agua.

—No se preocupe. Estaremos bien. No estamos lejos de nuestro

destino —explicó Alex.

—Estoy seguro de que estaréis bien, pero nunca hace daño estar

preparado. —Apartó el ordenador del mostrador.

Mientras Katie pagaba, Alex escaneó los estantes de la tienda por

algún regalo de último minuto para su prometida. Estaría molesta si le

daba un bolígrafo iluminado con un Santa Claus vestido en un jersey de

Empaquetador. El dulce de leche no estaría en su dieta o un bote

gigante de palomitas. De cualquier manera, una vez que rompiese su

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29

compromiso, probablemente ella le arrojaría el regalo en la cara. Siguió

a Katie fuera hasta la camioneta.

El arado apartaba los altos centímetros de nieve de las carreteras. El

avance aún era lento, pero Alex se sentía satisfecho porque pronto

dejaría a Katie en su destino. Divisó el giro gracias a una luz en la

intersección.

—La buena noticia es que encontramos River Road. Estamos

acercándonos —dijo Alex.

—¿Y las malas noticias?

Con lentitud tomó el giro.

—River Road no ha sido arado. —La camioneta patinó mientras él

tomaba la curva.

—¡Oye, no hagas eso! —Katie se agarró el salpicadero.

—Lo siento. —Alex miró fuera al abismo, la intacta nieve ante ellos.

Alguien había conducido desde la otra dirección hace no mucho; usó

las cadenas de neumáticos para ayudar a guiar el camino.

—Entonces, ¿dónde está el rio? —Katie miró a la oscuridad con

nada más que la nieve volando alrededor.

—No lo sé. Nunca antes he estado en este camino. Por todo lo que

sé, podría estar justo a nuestro lado. Apenas puedo ver la carretera. —

Alex se aferró al volante y miró a través de la cautivante nieve.

—A este paso, vas a terminar pasando la noche conmigo en el

disfuncional campamento. ¡Ja! —Lo provocó ella, sonando más

nerviosa mientras se acercaban a su destino.

—¿Eso te gustaría, verdad? ¿Hacerme sufrir a tu lado? —No le podría

importar quedarse en casa de ella. Cuanto más se acercaba a llegar a

casa, más temía lo que seguía.

Page 30: Angie Stanton-Snowed Over

30

—Cualquier cosa para salvarme de enfrentar a mamá y al No Novio.

Siento como si fuera a condenarme a la muerte, no a celebrar la

Navidad. ¿Qué tan desastroso es eso?

—Muy desastroso, pero ¿no es eso para lo que son las vacaciones?

Familias forzándose a pasar tiempo juntos y que puedan recordar lo

extraños que son todos. —Así es como él se sentía con Trina. Ella solía ser

guapa y divertida, pero ahora iba por caminos que no eran buenos.

—Interesante teoría. Siempre pensé que mi familia era muy normal.

Pero ahora que lo mencionas, tengo a Tía Liz. —Rió con nerviosismo.

—¿Qué? —Miró por encima para ver el rostro de ella iluminado por

las luces del salpicadero.

—Cada vez que Tía Liz se hospedaba en Navidad, durante el postre

sacaba esa vieja jarra llena de lo que parecía un oscuro y mugriento

zumo de manzana. Ya ves, después de que mi abuelo muriera,

encontraron tres jarras en la bodega de cuando él hacía licor casero.

Tía Liz ponía pequeños vasos de alcohol y vertía a todos los que

quisieran un trago. Un par de ellos y estaban perdidos. Es muy

estresante.

Alex había visto a sus padres achispados unas pocas veces y

también se les unió en un par de ocasiones.

—¿Alguna vez has probado el licor de tu abuelo?

—Una vez di un sorbo. Sabía a estanque sucio. Pensé que

seguramente iba a quemarme la pared del estómago.

—¿No eres una bebedora?

—En realidad no. he estado en unas pocas fiestas en la universidad,

pero todos beben muy rápido. Es divertido en ese momento, pero el día

siguiente es horrible, juro que nunca beberé de nuevo.

—Hasta la próxima fiesta —añadió Alex.

—Exacto.

Katie recordó su primer año y todas las diabluras que hizo.

—¡Oh, a Tía Liz le gusta desnudarse! —Katie volvió a reír.

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—¿En serio? —Alex deseó que no estuviese atrapado conduciendo

en una tormenta de nieve. Hubiera preferido centrarse en Katie, ¿sabía

ella como se iluminaba su cara cuando recordaba viejos tiempos?

—Elimina lo visual que estés pensando, porque estás equivocado. Tía

Liz es una mujer muy grande y de cincuenta años. Canta en alto,

canciones crudas y finge que es del doble de tamaño, de una

cabaretera de las Vegas —dijo Katie.

Alex rió y sonrió a Kate. Ella sonrió y se encogió de hombros, después

miró hacia adelante.

—¡Cuidado! —gritó.

Él levantó la cabeza hacia el frente. Un ciervo permanecía en medio

de la carretera, mirando paralizado a los faros. La camioneta viró

bruscamente hacia adelante.

—¡Mierda! —Pisó el freno. Incapaz de conseguir alguna tracción, la

camioneta se deslizó, girando a un lado. El impulso a cuatro ruedas fue

inútil en la profunda nieve.

Alex giró el volante para mantener los neumáticos puestos hacia

adelante. Pulsó la bocina. El ciervo salió huyendo. Se esforzó por tener la

camioneta bajo control.

Un segundo ciervo atravesó el camino. Este no fue tan suertudo. Alex

no tuvo opción. La camioneta golpeó los cuartos traseros del ciervo y los

envió girando.

La camioneta viró como un auto loco, y con la pesada nieve

cayendo, no tenía ni idea de que dirección estaba adelante, o si

estaban a punto de chocar con un árbol.

—¡Aguanta!

La camioneta salió de la carretera, de regreso al final del principio,

después giró a un lado. Él estaba seguro de que la camioneta daría la

vuelta. Alargó el brazo derecho para mantener a Katie en su lugar.

Cada nanosegundo pasó en lento movimiento.

La camioneta rebotó en un empinado terraplén, girando hacia

adelante y finalmente deslizándose hasta detenerse.

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Entonces Katie gritó como él nunca había escuchado gritar a nadie

antes.

Los faros revelaron salpicaduras de agua deslizándose frente a la

camioneta.

Capítulo 4

Traducido por katiliz94

Corregido por vicsibet

h mierda! —Alex intentó volver hacia atrás en su

asiento para evitar la oscura y furiosa agua

envolviendo su camioneta, pero el cinturón lo mantuvo

en su lugar.

—¡El río va a tragarnos! —gritó Katie con pánico.

Alex miró alrededor con franqueza. El extremo del frente de la

camioneta era claro en el agua. ¿Se deslizaría dentro toda la

camioneta? ¿Tenía razón Katie, esa fuerza de la corriente le llevaría más

lejos?

—¡Tenemos que salir! —Katie casi lloraba.

—¡O

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—Déjame intentar dar marcha atrás. Tal vez nos saque un poco del

agua.

—¡No! No toques nada. ¡Nos tragará!

La adrenalina bombeó a través de Alex. Tenía que moverse con

rapidez. Cautelosamente dio marcha atrás a la camioneta y retrocedió

levemente sobre el acelerador.

La camioneta se tambaleó hacia atrás durante un segundo, pero

entonces se deslizó atrás a su lugar. Miró a Katie, su cara aterrorizada, su

mano agarrando la puerta de la camioneta y la otra plantada

firmemente en el salpicadero.

Lo intentó una vez más, pisando más el acelerador. El camión se

balanceó hacia atrás una fracción y después se volvió a deslizar hacia

adelante.

—¡Para, para, para! ¡Por favor no hagas más eso! Vas a meternos

más rápido en el río.

—Está bien. —Alex puso el camión en el parque y puso el freno,

esperando que los mantuviese en ese lugar. Con un suspiro, apagó el

motor—. Tenemos que salir de aquí. —Escaneó la camioneta por mejor

resolución—. Vas a tener que ir o por la puerta, la cual está más cerca

del agua, o la cabina de la ventana. No estoy seguro de que pueda

pasar a través de eso.

—No quiero quedar atrapada en esa diminuta ventana si el río de

repente nos empuja dentro —dijo Katie.

Alex no podía parar de mirar al agua mientras fluía. Abrió la puerta

unos pocos centímetros. Una oleada de viento frío sopló dentro.

—El agua en mi puerta está solo a unos pocos metros de

profundidad.

Golpeó la puerta y se giró hacia Katie.

—Pon todas tus cosas de invierno y salgamos de aquí mientras

podamos. —Con rapidez se deslizó en su abrigo, el gorro y los guantes.

Katie parecía lista, excepto por tirar frenéticamente las cosas de su

bolso y metérselas en los bolsillos de la chaqueta.

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34

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Alex con incredulidad.

—Estoy agarrando tantos regalos como sean posibles.

—Tienes que estar bromeando conmigo.

—Si tu camioneta es arrastrada, no voy a perder todas mis cosas.

Alex alargó el brazo para pasarlo sobre las piernas de ella hasta el

salpicadero.

—Discúlpame. —Lo abrió, agarró una linterna y lo cerró de golpe.

—Buena idea. —Katie rellenó un par de largas y estrechas bolsas de

pan bajo el frente de su chaqueta y lo cerró.

—¿Planeaste darle a alguien pan para Navidad? —Él deslizó la

linterna en la mochila y se puso una de las tiras sobre el hombro.

—Es una tradición familiar. Mi abuelo solía tener una pastelería.

Además, podríamos necesitarlo más tarde.

—Buen punto. Ahora vamos a salir de aquí.

Alex se desabrochó el cinturón y se balanceó entre el asiento y el

volante. Miró a Katie y el miedo en sus ojos.

Probó una mirada valiente.

—Aquí vamos.

Katie se desabrochó y se puso de pie con torpeza en la inclinada

cabina de la camioneta. El corazón casi se le salió del cuerpo.

Alex abrió la puerta. El viento frío rugió. Agarró el mango de la

camioneta mientras salía. Katie notó que llevaba botas. Chico listo. Al

instante se arrepintió de su pobre elección de zapatos. Con la mochila

conteniendo el portátil sujeta a su espalda, se apeó en el lado de la

puerta del conductor. De ninguna forma permitiría que Alex saliera de

su visión.

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35

Él salió y se tropezó sobre sus rodillas. Se puso de pie y se apoyó en la

camioneta como ayuda mientras se las arreglaba para alejarse unos

pocos metros de la puerta. Extendió la mano.

—Las rocas están cubiertas de hielo sólido. Agárrate a la camioneta

cuando salgas y después agarra mi mano —gritó por encima del viento.

Katie miró hacia la oscura y agitada agua. Podrían haberse

ahogado si se deslizaban más rápido dentro. El frío y mordaz viento la

amenazaba con empujarla dentro de la camioneta.

Se agarró a la camioneta con una mano y a la correa del cinturón

de seguridad con la otra. Katie salió y hundió el delgado cristal en agua

glaciar que instantáneamente le humedeció el pie. Plantó el otro pie

más lejos, en varios centímetros de nieve.

—Buen trabajo. Lo conseguiste. —Él mantuvo la mano extendida, el

rostro alentador.

Katie dejó ir la correa del cinturón de seguridad y dio un largo paso

hacia Alex. Casi llegaba a él, entonces su pie se deslizo y cayó.

Fuerte.

—¡Katie! —gritó Alex, revolviéndose sobre las resbaladizas rocas.

Estupefacta, le llevó un segundo darse cuenta de lo que acababa

de ocurrir. El agua fría congelándose le mojó las piernas y se filtró por

encima de la parte delantera de su abrigo. El codo le dolía como el

infierno.

—¡Katie! ¿Estás bien? —Alex apareció a su lado.

—Sí —dijo ella, sorprendida al encontrarse en el agua.

Las manos de Alex se deslizaron bajo sus brazos y la salvaron.

—Te tengo. —La levantó sobre sus pies y la recostó contra la

camioneta. El viento y la nieve se arremolinaron entorno a ellos. Él se

acercó más a su rostro—. Vas a estar bien. ¿Entendido?

Ella asintió, absorbiendo la afirmación de sus ojos. El agua fría del río

le goteaba por las piernas.

—Bien. Permanece cerca de mí. Vamos a regresar a la carretera.

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Katie se balanceó contra el otro lado de la camioneta mientras se

pusieron en camino a la peor de las rocas más grandes. Alex los

condujo al inclinado terraplén, en ocasiones deteniéndose para

ayudarla. Bajo varias capaz de nieve acumulada, la maleza mojada

ayudaba a asegurar su caminata. Se deslizó y cayó un par de veces, y

sus vaqueros se mojaron con rapidez con la nieve.

A lo alto del terraplén, miraron a la camioneta. Ambos neumáticos

delanteros descansaban en el río. Gracias a Dios que estaban a salvo

lejos de la terrorífica agua, pero a Katie tampoco le gustaba la rareza

de estar fuera en una tormenta de nieve. Temblando, se giró hacia Alex.

—Estamos en una profunda mierda.

—Eso es una finura. —Él se desabrochó el abrigo y lo estiró en alto

para cubrirse las orejas.

Katie se abrazó a sí misma en un intento fallido por permanecer en

calor. Sus piernas estaban entumecidas. Luchó por mantenerse erguida

contra el viento golpeando, su abrigo ya no siendo una barrera contra

el frío.

—¿Qué estás haciendo? ¿Estás bien? —Revisó Alex sobre ella, con

las cejas bajas ante una idea.

—Además de congelarme hasta morir, estoy bi-bi-bi-bien. —Sus

dientes castañearon.

La preocupación nubló los ojos de él. Le tendió la bufanda, la roja

que obtuvo las navidades anteriores. La volvió a envolver entorno a su

cuello, esta vez cubriéndole la boca y la nariz.

—Tenemos que tener la esperanza de que alguien llegue realmente

pronto o de encontrar algún refugio, y rápido. —Ató los extremos de la

bufanda en un ajuste.

—¿Por qué dirección deberíamos ir? —Ella quería salir de ese frío tan

rápido como fuera posible.

—No pasamos nada durante un tiempo en esta carretera, así que

vamos a seguir moviéndonos hacia adelante. —Alex se subió la mochila

más alto y partió, abrazando su cuerpo contra el fuerte viento.

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37

Katie caminó por detrás. Apreciaba a Alex por intentar servir como

refugio contra el viento, pero no parecía que hubiera mucha diferencia.

En minutos, sus pantalones estaban congelados, el congelado material

frotándose contra su piel como papel de lija. La mordaz nieve

golpeándole el rostro como diminutas agujas. Tiró de la bufanda más

alto, así todo se cubriría menos sus ojos. Ojala tuviese un gorro.

Cada paso se convertía en una agonía mientras avanzaban. Katie

no podía sentir más los dedos de los pies y los pies se sentían como si

fueran a romperse con el siguiente paso. Los dedos se convirtieron en

ramas congeladas. El frío se filtraba por cada poro. Si no encontraban

pronto un refugio, estaba en peligro de congelación o hipotermia.

Después de lo que pareció una hora de caminar pero que podrían

haber sido solo diez minutos, Alex paró. Katie llegó hasta él.

—Lo siento —murmuró.

Alex se giró hacia ella, su rostro rojo por el fiero viento. Se metió las

manos debajo de los brazos y giró sobre el huracanado viento.

—¿Cómo lo estás llevando?

Katie se limpió los mocos helados de la nariz.

—Realmente estoy congelada. ¿Ves algo? —Los dientes aun

castañeaban.

—No, solo árboles en ese lado. Al otro lado está el río. Con el tiempo

tiene que haber una entrada a una cabina o una casa. Normalmente

no puedes estar dos minutos sin correr hacia una cabaña de pesca o

una cabaña de verano en esta área.

Tal vez deberían haberse quedado en la camioneta. No podía creer

que en realidad estuviese divirtiéndose ante esa idea. La camioneta

podría ser arrastrada en el río en ese instante. Pero al menos en la

camioneta, podrían haber encendido el motor para permanecer en

calor.

—¿Sabes cómo construir un iglú? —bromeó ella, pero lo decía en

serio.

—Ojala lo supiese. Tenemos que salir de este frío, y pronto.

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El viento aulló a través de los árboles que se alineaban al lado

izquierdo de la carretera.

—Vamos. Tengo miedo de que si nos detenemos por mucho tiempo

no seremos capaces de continuar —dijo ella.

Alex puso el brazo alrededor de ella y la acercó, prácticamente

manteniéndola recta. Ella apretó su cuerpo contra el de él, lo cual de

alguna manera bloqueó algo de viento. Caminaron hacia adelante

como zombis aturdidos a través de la penetrante nieve, rezando por

una abertura en la línea de árboles que indicaría una entrada.

Pocos minutos después, cuando la mochila de ella se sentía como el

peso del mundo, Alex señaló.

—¿Qué es eso?

Katie entrecerró los ojos y divisó una sombra de algo al lado de la

carretera. Unos pocos pasos más y el corazón le dio un vuelco.

—¡Un buzón!

Capítulo 5

Traducido por Pily

Corregido por Pilar wesc

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39

fectivamente, una ruptura delgada en los árboles reveló un

camino estrecho que serpenteaba fuera de la vista. Los

pensamientos de morir congelados desaparecieron. En su lugar

Katie imaginó una fogata, chocolate caliente y una gran cena.

Mantuvieron su ritmo y siguieron el camino que les conduciría a la

salvación. Eso esperaba.

La nieve aquí apilada era mayor. Parecía que nadie había arado

esta calzada en toda la temporada, así que en lugar de tratar solo con

la tormenta de hoy, tenían toda la nieve para disminuir su progreso.

Incluso con Alex abriendo el camino y creando un rastro, Katie todavía

tenía que levantar las piernas para pasar. Cada paso se convirtió en la

tortura cuando los jeans congelados frotaban sus piernas. Apretó los

dientes y siguió adelante.

—¡Ahí está! —gritó Alex con renovada energía.

Katie hizo una pausa para recuperar el aliento, espiando la cabaña

distante.

—Gracias a Dios. —No sabía cuánto tiempo más podría seguir.

Más adelante, en un pequeño claro, se situaba una cabaña

pintoresca recubierta de nieve como una casa de jengibre con

glaseado goteando de un lado. Lo único que lo sacó de su cuento de

hadas fue la falta de transmisión de humo de la chimenea y la ausencia

de luz brillando cálidamente desde el interior.

Katie se dio cuenta de un cobertizo con una larga fila de leña

revestida de nieve a un lado del mismo. Se arrastraron a través de la

nieve profunda a la puerta de la cabaña.

—¿Alguna posibilidad de que dejaran la puerta abierta para

nosotros? —gritó ella sobre el silbido del viento.

Alex empujó la nieve del mosquitero de la puerta con su bota.

—Dudo que tengamos tanta suerte.

Él tiró del mosquitero hasta que abrió lo suficiente para alcanzar el

picaporte.

—Cerrado.

E

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40

Katie suspiró. Quería estar fuera de los elementos. Ahora.

—Voy a tener que romper una ventana. —Alex dejó la puerta

principal y caminó alrededor de la cabaña.

—¿Qué estás haciendo? —Katie le siguió de nuevo en la nieve

profunda.

—Prefiero romper una ventana en una habitación y no en la parte

principal de la cabaña. Será difícil contener el viento y la nieve una vez

que forcemos la entrada.

Katie asintió, abrazándose a sí misma, agradeciendo estar con un

tipo tan inteligente e ingenioso.

Caminaron alrededor del perímetro tratando de averiguar qué

ventana podría ser un dormitorio. La primera ventana a la que Alex se

asomó parecía una cocina. Un par de grandes ventanales indicaban

una sala principal que probablemente daba a una vista panorámica,

pero cualquiera que fuera la vista en un día soleado, fue arrasada por la

oscuridad y la nieve que soplaba.

Llegaron al otro lado y descubrieron dos ventanas más pequeñas.

—Creo que esta es nuestra mejor oportunidad —dijo Alex.

El borde inferior de la ventana estaba a unos cuatro metros del

suelo, e incluso con la nieve, no tenían mucha ventaja. Katie se dio

cuenta de un mosquitero que cubría la ventana.

—¿Cómo vamos a conseguir ir más allá del mosquitero?

—¿Tienes una navaja? —Sonrió Alex y pese a su cara roja irritada y

sus horribles circunstancias, no pudo evitar sonreír de nuevo. Incluso

cubierto de nieve y prácticamente muriendo de frío, Alex se veía sexy

como el infierno.

—Claro, aquí con mi termo de chocolate caliente y calentadores de

manos. —Debía de estar alucinando por el frío. ¿Por qué si no iba a

estar pensando en su buena apariencia en un momento como este?

Alex se quitó un guante y buscó en el bolsillo. Sacó las llaves del

coche. Le entregó su guante y la pasó sobre el mosquetero, su mano

temblando por el frío. La llave creó un hueco en el metal del viejo

mosquetero, pero no se rompió. La pasó por el lado donde la malla

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estaba pegada al marco, pero no hubo suerte.

Miró a Katie. Ella vio su determinación. Volvió a agarrar las llaves en

la mano y sabía que se estaba congelandose los dedos. Clavó la llave

recta en la malla en lugar de en ángulo y pichó. Arrastró la llave desde

abajo, con fuerza. El metal se rasgó. Hizo un desgarro de diez

centímetros y se metió las llaves en los bolsillos. Deslizó los dedos por el

hueco y tiró con fuerza del mosquitero, creando una abertura más y

más grande.

Gracias a Dios.

Alex se llevó la mano desnuda a la boca y sopló aire caliente sobre

ella.

—Oye, ¿quieres ponerte tu guante de nuevo?

Asintió, con la cara roja, y deslizó la mano dentro. Luego arrancó la

pantalla de la ventana.

—Un paso atrás. Voy a tratar de romperla con el hombro.

—Eso suena peligroso. Podrías cortarte.

—¿Tienes una mejor idea? ¿Ves algún ladrillo por ahí? —Recorrió la

zona.

—No, pero vi una pila de madera detrás del cobertizo. Tal vez un

pedazo de madera funcionará.

Alex asintió.

—Voy a buscar un pedazo. —Ella dio la vuelta para ir a buscar la

leña.

Alex la agarró del brazo y la detuvo.

—No. Apenas podrás. Yo la agarraré. Espera aquí.

Literalmente, él la apoyó contra el costado de la cabaña y

desapareció por la esquina. No discutió, sus pies se sentían como el

plomo y su cuerpo estaba tan frío que apenas podía moverse.

Un par de minutos más tarde, Alex volvió con un trozo de madera.

—Es mejor que des un paso atrás, solo en caso de que los vidrios

caigan como moscas por todas partes.

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Agarró la madera en sus manos enguantadas y golpeó firme contra

la ventana. Nada. Golpeó de nuevo, más fuerte, creando una grieta.

Luego se volvió de nuevo con fuerza y clavó.

El cristal se hizo añicos. Quitó la madera en los bordes interiores del

marco de la ventana para golpear el cristal irregular en el camino. Rozó

los fragmentos dispersos por el lateral y se volvió hacia Katie.

—Vamos a dormir en el interior esta noche.

Suspiró aliviada, agradecida de que finalmente encontraran un

refugio seguro.

—Voy a subir y vengo a abrir la puerta.

Eso estaba bien para ella. No sabía si podía subir sus tiesos miembros

congelados a través de la ventana.

Alex rozó el borde del alféizar de nuevo, puso las manos

enguantadas en él y se levantó. Agachó la cabeza y desapareció en el

interior, con las piernas raspando el borde mientras lo hacía.

Katie contuvo el aliento, rezando para que estuviera bien. Un par de

segundos después, él apareció, con la mirada más feliz que había

tenido en todo el viaje.

—Da la vuelta, a la puerta de atrás. Nos encontraremos allí.

Agarró el trozo de leña y lo abrazó, corriendo lo mejor que pudo

hasta la puerta. Por un instante, sintió pánico, miedo de que él no

estuviera allí para dejarla entrar, que estaría atrapada fuera. Pero sus

temores resultaron falsos cuando la puerta se abrió de golpe, y Alex se

adelantó para ayudarla a entrar.

Cerró la puerta tras ella, bloqueando los vientos gélidos. Suspiró,

exhausta y fría por su caminata. Miró alrededor de la sala oscura,

aturdida por el silencio de la cabaña en comparación con el exterior.

Estaban de pie en una cocina con un contador que sobresalía. Las

sombras de los muebles se alzaban en el espacio más allá.

Alex se quitó los guantes y se frotó las manos.

—Estoy tan frío que mis dedos se pueden caer.

—No creo que pueda llegar a sentir calor de nuevo. Oh, aquí. Pensé

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que íbamos a necesitar esto. —Puso el pedazo de leña sobre el

mostrador, la mochila y el bolso lo siguieron.

Alex buscó en los bolsillos del abrigo y sacó la linterna.

—Vamos a dar una mirada alrededor y ver lo que tenemos. No hay

electricidad, lo he comprobado. O el dueño lo apagó cuando se fue, o

la tormenta derribó las líneas de energía.

Dirigió la luz poco a poco alrededor de la cabaña, dejando al

descubierto una pequeña cocina que se abría hacia un salón principal.

Un gran y viejo sofá marrón estaba anclado en la habitación con una

mesa de centro sobre una gran alfombra trenzada en frente de una

chimenea de piedra.

—¡Bingo! —Alex se volvió hacia ella, con una voz tan brillante que

podía imaginar su gran sonrisa.

Gracias a Dios. Examinaron la chimenea y encontraron un atizador y

cepillo en un soporte, una cesta de periódicos viejos y en la repisa una

lámpara de queroseno antigua. Se preguntó si se trataba de una

decoración antigua o algo que podrían utilizar realmente. Encontró un

par de fotos enmarcadas, probablemente de los propietarios en cuya

vivienda acababan de irrumpir, y una gran caja de cerillas de madera.

—Vamos a hacer fuego de inmediato. —Katie no pudo evitar la

urgencia de su voz. Se trasladó a la cocina para agarrar el trozo de

madera. Sus jeans se sentían como cartón duro contra su piel

congelada.

Alex se arrodilló ante la chimenea con la rejilla abierta, arrugando el

periódico.

—Aquí, toma la linterna y mira si hay alguna leña apilada por allí.

Katie dirigió el haz hacia el otro lado de la chimenea y descubrió un

cubo de metal con madera. Lo arrastró.

—Hay solo tres piezas.

—Gracias. Eso será suficiente para obtener un incendio. Voy por más

madera en pocos minutos.

—Puedo traer un poco ahora —ofreció.

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—No, tú necesitas entrar en calor. Estás temblando.

Katie resistió el impulso de abrazarlo. Realmente no quería volver a

salir.

—Gracias.

Mientras que él organizaba el periódico y la madera, ella apuntó el

haz de la linterna hacia la chimenea.

Encendió un fósforo y los bordes del papel.

—Eso es. Prende, nena, Prende.

Las diminutas llamas se extendieron rápidamente, atrapando más

papel en el fuego. Katie se acercó más, anhelando el calor. En un

minuto, el papel fue engullido por las llamas, pero a los pocos segundos,

el humo llenó la habitación.

Capítulo 6

Traducido por Apolineah17

Corregido por Pidgeon Herondale

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atie tosió y retrocedió.

—¡Oh, mierda! Olvidé abrir la gripe. —Él metió la mano en la

chimenea.

—¿La qué? —Ella ondeó la mano a través del humo que se

elevó desde la chimenea.

—La gripe, el regulador de tiro de la chimenea. Se mantiene cerrado

para conservar el aire cuando la chimenea no está en uso. —Él

jugueteó por debajo y tosió. Eventualmente, el humo dejó de

serpentear dentro de la habitación y se desvaneció por la chimenea en

su lugar—. Aquí, eso debería hacerlo.

Katie se arrodilló al lado de Alex para observar las pequeñas llamas

mientras éstas devoraban el periódico y atrapaban las esquinas de la

madera. Mantuvieron sus manos cerca del creciente fuego. Katie dejó

que un susurro de calor tocara sus dedos.

—Ahora, de eso es de lo que estoy hablando.

Alex la miró y sonrió.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Nada. Me haces reír. No se necesita mucho para hacerte feliz,

¿verdad?

Ella arrugó la frente.

—Así como, ¿sobrevivir a una experiencia cercana a la muerte?

—No iba a dejar que te murieras. Siempre estarías a salvo conmigo.

—Le dio un empujón con el hombro.

—Sí, hasta que condujiste tu camioneta dentro de un río y me hiciste

caminar dieciséis kilómetros a través de una tormenta de nieve con la

ropa mojada, la cual por cierto, ahora está congelada. —Arqueó una

ceja.

—Mi error. —Se rió él entre dientes—. Solo por eso, ¿iré a traer más

leña?

—¿No quieres esperar y calentarte un poco primero?

K

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—No. Prefiero abastecerme ahora y no tener que salir por un tiempo.

—Tomó sus guantes y desapareció en el exterior, en el frío abismo.

Katie se limpió la nariz con la manga ya que se encontraba sin

pañuelos. Despejó una zona junto a la chimenea para hacerle espacio

a la madera. A pesar de que todavía no podía dejar de temblar, se

abrió la cremallera de su abrigo y sacó los ligeramente aplastados

panes de masa agria. Afortunadamente no parecían estar mojados.

Estarían comiendo pronto.

La puerta se abrió de golpe. Junto con una ráfaga helada de viento

y nieve, Alex trajo una enorme pila de madera. No estaba bromeando

cuando dijo que se estaba abasteciendo.

—Por aquí. Despejé un lugar.

Él cruzó la habitación, descansó la pila sobre la chimenea de piedra

y salió por más. Ella apiló la madera en un montón ordenado y arrojó

dos piezas más en el fuego, para asegurarse de que su preciosa fuente

de calor no se extinguiera.

Alex llevó dos cargas más, y en medio de la organización de la

madera, y para descongelarse a sí misma en el fuego, Katie trasladó sus

pertenencias al lado del sofá.

—Esto nos debería mantener calientes durante un tiempo. —Él bajó

la última pila de madera al suelo y después se puso de pie delante de

las llamas.

—Buen trabajo. En realidad se siente más cálido aquí dentro. —Ella

se estremeció por la fría humedad en sus vaqueros descongelados.

Alex se dio cuenta.

—Tienes que buscar algo de ropa seca. Ambos debemos hacerlo. —

La nieve cubría sus vaqueros más allá de las rodillas desde donde había

pisoteado a través de los montones de madera—. Puede que haya un

poco de ropa en ese cuarto de atrás.

—Voy a echar un vistazo. —Ella agarró la linterna y abrió la puerta

del dormitorio. Un viento frío sopló. El cuarto helado succionó toda la

calidez que había logrado retener en su cuerpo. Vidrios de la ventana

rota cubrían el suelo, y la nieve estaba espolvoreada por la pequeña

habitación. Los propietarios no iban a estar felices, pero Alex y ella no

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47

tenían otra opción. Era irrumpir a la fuerza o morir. Sabía que sus padres

pagarían por los daños. Entonces pensó en su madre y en lo

preocupada que debía estar y en lo más preocupada que estaría

cuando no se presentaran. Katie nunca le dio el número de teléfono de

Alex a su madre, así que tampoco podría tratar de ponerse en contacto

con él.

Abrió el cajón superior de la cómoda para encontrar diversos

artículos como gafas de sol, binoculares, y un libro sobre la pesca. El

siguiente cajón contenía un par de camisetas, algunos calcetines y un

par de bóxer muy grandes. Pero el último cajón contenía la carga de la

madre. Tomó un par de artículos y los llevó a la sala donde Alex estaba

sentado junto al fuego con el abrigo abierto.

—Encontré unos pantalones de pijama y un par de pantalones de

chándal, junto con un par de camisas y lo que parecen ser calcetines

de caza. Creo que nuestro anfitrión está dentro de las cosas de caza.

—Y también de pesca. —Alex levantó los pantalones de pijama con

dibujos de diferentes tipos de peces—. Esperemos que estos fueran un

regalo de broma de Navidad y no los verdaderos gustos de ropa de

este chico.

—Voy a tomar los pantalones de chándal. —Katie los tomó de la pila

de ropa antes de que Alex pudiera hacerlo.

—Está bien. Soy piscis. Voy a hacer a los peces de franela sentirse

orgullosos. —Los levantó, admirando los diferentes tipos de peces.

—La habitación es un desastre con los cristales rotos y la nieve. Me

pregunto si deberíamos tratar de limpiarla y de bloquear la ventana. Tal

vez podríamos empujar la cómoda delante de ella para mantener algo

de nieve fuera.

—Iré a hacerlo. —Lanzó los pantalones de pescados silvestres en la

mesa de café.

—Te ayudaré. —Se sorbió la nariz goteante.

—¿Por qué no te cambias mientras me ocupo de ello? No me

importa hacerlo.

—Gracias. —Katie deseó ser de más ayuda. Hasta ahora lo único

que había hecho era apilar la madera. Alex desapareció y ella se quitó

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con cuidado los zapatos congelados, dejándolos en la puerta. Sus pies

estaban tan fríos y tiesos que dolían. Se bajó los vaqueros por los muslos.

Su piel se sentía profundamente congelada en sus huesos. Necesitaría

una ducha caliente o un jacuzzi para calentarla. Lo que no daría por

una bebida caliente. Se puso los pantalones de chándal. La tela suave

y fría se deslizó por sus piernas. Incluso aunque su altura estaba por

encima del promedio, los pantalones eran demasiado largos. Tiró del

cordón, lo ató de forma ajustada, y luego enrolló la parte de la cintura

varias veces.

Katie se sentó en la repisa de la chimenea y se cubrió los pies

helados con los calcetines gruesos. Mejor. Se quitó el abrigo para que el

calor de la chimenea pudiera calentarla más rápido, acercó una silla y

colgó sus jeans sobre ella para que se secaran. Katie se rió de sí misma

porque había visto que la gente hacía exactamente lo mismo en las

películas.

—¿Estás presentable? —dijo Alex desde la esquina.

Ella sonrió.

—La costa está despejada. No verás la luna esta noche.

—Maldita sea, me encanta la luna llena. —Emergió de la esquina

con los brazos llenos de mantas.

¿Él estaba coqueteando? O quizás tenía hipotermia y estaba

delirando.

—Pensé que deberíamos sacar lo que necesitáramos del dormitorio

antes de que la nieve llenara la habitación. Traje las mantas y las

almohadas de la cama.

—Buena idea. Voy a revisar el baño por algo útil mientras te

cambias. —Ella tomó la linterna y lo dejó sólo.

El baño era una pequeña habitación con una regadera, un lavabo y

un inodoro. Intentó abrir el agua pero no funcionó. No era ninguna

sorpresa. Los propietarios habían cerrado el agua para evitar que las

tuberías se congelaran. Se abrazó a sí misma en la pequeña y fría

habitación. El gabinete de las medicinas contenía lo usual; jabón,

repuestos para navajas de afeitar, analgésicos, curitas, ¡una botella de

viagra! Puso la botella en la parte de atrás, con la certeza de que no

necesitarían ninguna de esas pequeñas pastillas.

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Debajo del lavabo encontró más papel higiénico, toallas de papel,

un bote de limpiador y un destapador de inodoro. El cajón estaba

mucho mejor. Encontró una caja de pañuelos y un cirio. Tomó un

pañuelo y se sonó la nariz. Desde que llegaron se había estado

limpiando la nariz con la manga cuando Alex no estaba viendo.

Recogió su pequeño botín, a punto de preguntarle a Alex si estaba

listo. Tan pronto como estuvo parada en el pequeño vestíbulo, el aire

frío sopló por debajo de la puerta de la habitación. Retrocedió y agarró

la alfombra del baño, la dobló y la empujó contra la pared del

dormitorio. Eso debería ayudar a impedir la entrada del frío.

—Listo o no, aquí voy —le dijo a Alex. Secretamente esperaba que él

no estuviera listo.

Con un rostro como el suyo, su cuerpo también prometía tener un

malditamente buen aspecto. Dio un paso alrededor de la esquina, para

su decepción, él estaba completamente vestido.

—No te ves muy bien. —Ella se rió disimuladamente de Alex

modelando los pantalones de pijama amarillos con peces verdes. El

hecho era que se veía muy bien, incluso con el pelo despeinado por

haber usado un sombrero. Llevaba una camiseta gris que se le ajustaba

tan bien que ella se mordió el labio inferior. O bien lo trabajaba mucho

o naturalmente tenía un cuerpo asombroso.

—No cualquier hombre puede lucir unos pantalones como estos. —

Posó, ofreciendo su mejor pose de Blue Steel.

Ella se echó a reír.

—No, definitivamente no cualquiera puede. —Se dio cuenta de que

su ropa estaba tendida sobre una silla junto a la de ella y pensó que se

veían como un conjunto combinado. Una pareja. Lo que no eran. Él

estaba comprometido y ella solo era una extraña a la que se había

ofrecido a llevar.

—Encontré una vela. —La puso sobre la mesa de café y se unió a

Alex al lado de la chimenea encendida.

Finalmente, la habitación comenzó a calentarse. Katie se puso frente

al fuego, dejando que el calor penetrara sus piernas. Todavía se sentían

como mármol frío. Al cabo de un minuto se dio la vuelta para

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calentarse la espalda, Alex tomó el atizador para ajustar la leña. Notó

una mancha roja en su muñeca.

—¿Estás sangrando?

—¿Qué? ¿Dónde? —Se detuvo, mirando hacia sus brazos, pero no

giró sus manos.

—Tu muñeca. Aquí, déjame ver. —Katie alcanzó su mano derecha.

Quitó el atizador de su agarre, lo puso sobre la anudada alfombra y

examinó su muñeca. Su mano era grande y todavía estaba fría al

tacto—. Oh, Dios mío. Te cortaste.

—¿Lo hice? —Se inclinó para echar un vistazo a la sangre seca sobre

uno de los lados de su muñeca, pero la dejó sostener su mano—. Mira

eso. Desde antes me di cuenta de que mi muñeca dolía, pero no até

cabos. Debió haber ocurrido cuando me arrastré por la ventana.

Katie tomó su mano entre las suyas.

—Necesitamos limpiar eso. Deberías recibir una vacuna contra el

tétanos. Siéntate para que pueda verlo más de cerca.

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Capítulo 7

Traducido por katiliz94

Corregido por AriannysG

reo que voy a tener algunos problemas al conseguir

esa vacuna del tétano pronto, en cualquier

momento. —Alex se sentó cerca de Katie en la

cálida chimenea y sus piernas rozaron las de ella. Se

dio cuenta de que ella no se apartó.

Ella inclinó la cabeza, examinando la muñeca de él. El corte no

parecía demasiado, pero una chica guapa querría preocuparse por él,

sin duda él no se quejaría. Después del susto de la camioneta casi

deslizándose al río y tras eso Katie cayendo el agua helada, casi había

sufrido un ataque al corazón. Ser cuidado era un agradable cambio de

tranquilidad.

—No puedo decir si hay algo de cristal dentro. Necesitamos algo de

agua para limpiar la sangre.

—Si quieres agua, tendremos que derretir algo, ya que, de cualquier

manera, necesitamos algo que hacer para beber.

—¡Oh, espera! Tengo una botella de agua en la mochila. ¿Ahora, no

estás contento de que la trajera? —Katie brincó para ir a buscar el

agua.

Él contuvo la sonrisa, entretenido por como de intensa se

encontraba ella por un pequeño rasguño.

—Muy bien.

Ella regresó con la botella de agua.

—No seré capaz de ver nada si hacemos esto sobre el lavabo, y en

realidad no quiero derramar el agua en el suelo. Déjame agarrar una

toalla.

—C

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Él observó mientras ella desaparecía en el cuarto de baño y después

en la cocina, hurgando en un par de cajones antes de volver.

—Bien, listo. ¿Por qué no te sientas aquí en la mesa de café y así

puedo ver en la luz de la chimenea?

—Como usted diga, doctora. —Alex se movió a la mesa de café

mientras Katie situaba los utensilios entre ambos.

—Más tarde me lo agradecerás. No quiero que termines con sangre

envenenando o el tétano.

Él contuvo la risa por la extrema preocupación de ella.

—No, señora, no.

Katie dirigió la mano sobre el cuenco y destapó la botella. Levantó

una ceja.

—Sé que te estás riendo de mí.

—Lo siento —se disculpó él, intentando ser serio.

—No, no lo sientes. —Ella contuvo una sonrisa y él vio la risa en sus

ojos.

Alex sintió un golpe en el corazón que no había sentido jamás con

Trina. Romper su compromiso definitivamente fue el movimiento

correcto.

Katie vertió el agua sobre su muñeca y dio ligeros toques en el corte

con un pañuelo húmedo. Después se puso un poco de jabón en la

mano y suavemente masajeó el área de la muñeca, cuidadosamente

frotando la tela sobre el corte. El escozor casi le hizo encogerse de

dolor, pero se negó a permitir que Katie pensara que era menos que

invencible.

Mientras se concentraba, su oscuro pelo cubrió hacia adelante

como una sedosa cortina que él quería toca. Ella mantuvo su mano

cautiva con sus delicados dedos, y él se encontró a sí mismo respirando

con más pesadez que lo normal. Ella aplicó más agua fría para limpiar el

jabón, después lo secó con una toalla de cocina blanca y situó una

tirita sobre el corte.

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—Ahí. Esto debería hacer el resto, ¿Algunos cortes más de los que

quieras hablarme? —Levantó la mirada, aún en modo de doctora.

La luz del fuego bailaba en sus ojos.

—Ninguno que sepa.

—Vamos a ver tu otra mano.

Él lo ofreció sin reservas. La giró y después miró más de cerca sus

uñas.

—¿Qué es esto? ¿Sangre en las uñas?

—¿Hay? —Apartó la mano. Con bastante seguridad, descubrió la

sangre seca bajo las uñas—. Me pregunto cómo llego eso ahí.

Katie lo examinó con renovado interés, revisando cada una de sus

manos, luego estudiándose el cuello y la cara.

—Gira la cabeza en la otra dirección —instruccionó ella.

Él obedeció.

—Tienes un corte en la mejilla, cerca de la raíz del pelo. Has sido

rasguñado. —La voz de ella sonaba cerca de su oreja, dándole un

inesperado estremecimiento por la espalda. Ella cogió la bayeta y la

botella de agua—. Acércate más para que así pueda verlo mejor.

—Como que primero aterrizo la cara cuando caiga por la ventana.

—Se movió con lentitud e inclinó la cabeza más cerca de Katie—. Esto

da un completo significado nuevo a girar la otra mejilla.

Katie se rió entre dientes y se inclinó para examinar el corte. Se pasó

el pelo sobre el hombro y dio unos golpes a la herida con el húmedo

trapo. Su respiración le calentó la mejilla. Con el dedo, ella apartó el

pelo de él de la herida. Su toque agradaba.

—No se ve mal. —Dio al corte un último toquecito y él se encogió

accidentalmente—. Vamos, eso no podía haber dolido —dijo ella.

—¿Qué puedo decir? Soy un chico sensible. —Con las cabezas

juntas, él le sostuvo la mirada y notó las brillantes motas en sus ojos. Unos

pocos segundos después, ella apartó la mirada. Un sonrosado sonrojo

coloreó su rostro.

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—Sólo intenta no tocarlo más. —Dudó antes de reunir las cosas y

retirarse a la cocina.

—Lo que usted diga, jefa —dijo él tras ella. Si tenía que estar

encallado, eso no era la mitad de malo al hacerlo.

—Voy a revisar los armarios para ver si hay algo para comer —dijo

Katie desde la cocina.

—Adelante. ¿Ves algunas ollas o sartenes que pueda usar para

derretir la nieve? Alguien gastó nuestra única buena agua para beber.

—Levantó una ceja acusatoria hacia ella.

Katie sacó la lengua y golpeó un par de ollas del mostrador.

Alex se puso de pie y se deslizó las botas húmedas.

—Gracias —ofreció él mientras pasaba, en un humor mejor que el

que había tenido todo el día, y recogió las ollas.

En el momento que él volvió con las ollas de nieve, una vela

iluminaba el mostrador, y Katie extendió una variedad de latas y tarros.

Se apresuró a cerrar la puerta. Alex se quitó las botas, puso las ollas

cerca del fuego y añadió más leña a las llamas.

—Bueno, las opciones no son geniales, pero considerando la

situación, creo que sobreviviremos —dijo Katie.

—¿Qué encontraste? —Puso el abrigo en la silla y se unió a ella.

—Varias latas de judías horneadas, una lata de atún, dos latas de

sopa de tomate.

—¿Palomitas con crema? —Alex señaló a la lata con disgusto—.

Preferiría pasar hambre a comer ese pringue.

—Sin bromear. Se vuelve peor. Sopa de guisantes. —Arrugó la cara

mientras sostenía la lata—. La buena noticia es que tenemos gelatina de

uvas, galletas saladas, mezcla de tortitas y lo último pero no final,

estofado de carne, para no ser confundido con la enlatada comida

canina.

Él cogió las galletas, y como temía, el borde había sido masticado.

Se lo entregó a Katie.

—Podrías querer pasar de las galletas saladas.

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—¡Oh, mierda! ¡Y quería poner atún sobre ellas!

—Aún puedes, pero podrías tener unos pocos desechos de ratón en

el camino. —Los ondeó más cerca.

Katie chillo y se apartó.

—¡Saca eso de aquí!

—Podemos usar las galletas para atrapar a los ratones y cocinarlos

en el fuego.

—¡Oh Dios mío! Para de hablar. Eso es tan disgustante. Mejor si no

hubiera ratones aquí.

—¿O qué? —Se rió él.

—O estaré fuera de esa puerta y regresaré a tu camioneta.

—No avanzarás diez metros y estarás de regreso aquí. No te

preocupes. Te protegeré si vemos algunos ratones asesinos.

—Claro. —Katie espió entorno a la cabaña en busca de ratones.

—Entonces, ¿qué hay para cenar? Estoy realmente hambriento.

Pensé que estaría en casa para ahora disfrutar de un gran plato de

espaguetis y pan de ajo. —La madre de Alex siempre cocinaba

espaguetis su primera noche en casa tras la universidad. Odiaba

perdérselo.

—Eso suena delicioso. No sé qué se supone que va a haber esta

noche, pero estoy segura de que habría sido un mejor despliegue que

esto. ¿Crees que nuestros padres están realmente preocupados por

nosotros? —Cogió el atún.

Él frunció el ceño.

—Sí. Estoy seguro de que hasta ahora tu madre llamó a las

autoridades para reportarnos como desaparecidos. —Sé preguntaba

cuánto tiempo pasaría hasta que sus padres comenzaran a

preocuparse.

—Mi madre debe estar enloquecida. Me siento algo mal por gritarle

antes. No quería pasar las Navidades con ella y el No Novio. —Rodó la

fina lata sobre el mostrador.

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—Parece que tu deseo podría hacerse realidad. —Y también el suyo.

Había estado temiendo ver a Trina y romperle el corazón. No era una

chica horrible, pero era la peor chica.

—¿No crees que deberíamos salir de aquí antes de Navidad? —

preguntó Katie.

Él no estaba seguro de si ella estaba aliviada o no.

—Difícil de decir. El hombre en la gasolinera dijo que la tormenta se

supone que se propagaría durante toda la noche, y cuando la nieve

termine, el viento se levantara. Creo que vamos a quedarnos aquí

durante un día al menos, tal vez dos. También podríamos establecer un

campamento y agacharnos debajo.

Katie sonrió con suficiencia.

—¿Acabas de decir agacharnos?

—¿Sí? ¿Tienes un problema con eso? —Situó ambas manos en el

mostrador y se inclinó hacia ella.

—Nunca he escuchado a un chico, mucho menos a uno alto, ya

sabes, como tú. —Ondeó las manos en el aire alrededor de él—, decir

agachar. —Sonrió.

Él rió.

—Y ahora sí. Entonces en el proceso de agacharnos, estoy pensando

en una lata de carne asada que sabría genial justo ahora. —Agarró la

lata de carne asada, la lanzó al aire y la atrapó.

Katie sonrió.

—Está bien. Y podemos cortar en rebanadas algo del amargo pan

pastoso que traje. —Sacó una de las barras de la funda de papel y lo

revisó por encima—. Está apretada, pero al menos está seca.

—El pan apretado es mejor que no tener pan —dijo él.

Trabajaron lado a lado preparando la cena. En breve, una sartén

cubierta descansaba al borde del fuego. El aroma de la carne asada

pronto llenó el aire. El estómago de Alex gruñó. Katie añadió algunas

amargas rebanadas de pan pastoso envueltas en papel de aluminio y

las situó en los bordes de las llamas donde se calentarían, pero no

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arderían. Unos pocos minutos después se acurrucaron ante el fuego,

cada uno con un humeante bol de estofado y pan caliente.

—No es la mitad de malo. —Katie metió el pan en el estofado y dio

un mordisco sin derramar una gota.

Al exterior el viendo aullaba, recordando a Alex cómo de

afortunados fueron al encontrar la cabaña.

—Estar hambriento definitivamente ayuda al sabor.

Otra ráfaga golpeó contra las ventanas. El frío aire se filtró,

previniendo a la cabaña de mantener el calor a excepción del área

cerca de la chimenea.

—Escucha ese viento. Estoy contenta de que ya no estuviéramos ahí

fuera. —Katie miró fuera de la ventana, fascinada por la nieve

turbulenta pasar—. A propósito, gracias por mantenernos a salvo aquí

dentro. No puedo imaginar estar atascada en la tormenta. —Descansó

sus coloreados ojos caramelos en él.

—No tienes que agradecérmelo. Casi te dio hipotermia. Si hubiese

bajado la velocidad o parado cuando tuvimos la oportunidad, esto

nunca habría ocurrido.

Alex enterró otra cucharada de estofado en la boca para evitar

admitir que había asustado a lo peor de sí mismo. Hubo momentos en

los que no estaba seguro de si la había metido dentro y calentado lo

bastante rápido. Sabía cómo de peligroso era estar fuera en los

elementos. No tenía derecho a sentirse protector de Katie, pero no

podía evitar más el sentirse atraído por ella.

—En realidad es muy divertido. Quiero decir, ahora que sé que

ambos estamos bien —dijo Katie—. Además, si no puedo tener mi

tradicional cena familiar de Navidad en casa en Madison, esta es una

alternativa mucho mejor que a la que iba a ir. Sólo me siento mal

porque no llegaras a casa para ver a tu familia y a tu prometida. Eso

tiene que ser una lástima. Realmente deber ser difícil estar lejos de ella.

No tanto como piensas.

—No, está bien. ¿Quieres algo de agua? —dijo él para cambiar de

tema.

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—Claro. —Ella le pasó el vaso y él lo llenó. Trasladaron el agua

derretida de la olla, y después añadieron más nieve a la olla, así que

siempre tendrían más agua.

Katie puso el estofado a un lado y buscó su bolso.

—Lo único por lo que me siento mal es por mi madre. Debe estar

volviéndose loca. Revisó el teléfono—. Sin señal. —Lo dejó caer en la

mochila.

—Lo sé. Es un momento horrible para desaparecer, justo antes de

Navidad. ¿Alguien más al que necesites contactar?

—No, en realidad no. Mi padre está ocupado con su nueva amante.

—¿No hay un novio al que necesites llamar? —Intentó decirlo como

si fuera una idea tardía y no una pregunta directa que había estado

teniendo ganas de preguntar.

Ella cogió el bol.

—Ni de cerca.

Alex se iluminó.

—¿En serio? Había pensado que una chica como tú tendría a todo

tipo de chicos alrededor.

La frente de Katie se arrugó.

—¿A qué te refieres con una chica como yo?

—Ya sabes divertida, extrovertida, y guapa. —Katie se sonrojó, y él

sonrió al ver cómo de dulce y despistada se parecía sobre sí misma.

—No sé qué Kool-Aid1 has estado bebiendo, pero no voy a

quejarme. —Dio otro mordisco.

—Entonces, ¿Por qué no tienes un novio?

Mojó el pan en el bol.

—Primero de todo, no estoy buscando un novio. En realidad quiero

hacerlo bien en la universidad y tener un novio sería una distracción.

1 Kool-Aid: Bebida

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59

Además, imagino que si se supone que ocurriese, ocurrirá. —Estiró sus

largas piernas—. Y segundo, la mayoría de los chicos en la universidad

son idiotas. —Lo miró con una sonrisa impasiva.

—¿Oh, en serio?

—Eso no es verdad. Hay muchos chicos agradables, pero los únicos

mayormente lo que quieren hacer es salir, conseguir cargar, y acostarse

con alguna chica al azar. Así no soy yo. Hubo un chico en clase que

realmente me gusto. Pensé que yo a él también, pero entonces se

acostó con mi compañera de cuarto.

Katie se merecía algo mejor que esos estúpidos de primer año.

—Ouch. Eso apesta. Me temo que eso es el primer año para ti. Todos

entran en la universidad y quieren hacer todo lo que nunca

consiguieron en casa. Yo pasé la mayor parte de mi primer semestre

borracho.

—Ah, eres un chico fiestero.

Él leyó la decisión en su rostro.

—Ya no. —Se rió—. Pagué mis cuotas en grandes ocasiones. Después

de casi suspender dos de las clases, decidí limpiar mi acto o ser enviado

a casa, lo cual era la última cosa que quería.

—Debes haber sido popular con las chicas. —Ella rozó su bol limpio y

lo puso a un lado.

—No, no lo era. —Se rió—. Fui el perfecto novio de Trina. Me dediqué

desde cada jueves a domingo, pero nunca la engañé. Jamás.

—Debes amarla tanto para querer casarte así de joven.

En realidad él no quería hablar sobre su desafortunada relación. Las

cosas habían estado acabadas durante mucho tiempo, pero Trina no le

dejaría marchar.

—Esa es una historia completamente distinta por la que no quiero ir

esta noche. —Trina había cambiado. Mucho. Manipulaba a las

personas para conseguir lo que quería en la vida. Él no podía estar con

una chica así.

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60

—Oh. Está bien —dijo ella, sonando reprendida, y él se sintió un poco

mal. Ella no sabía sobre sus problemas con Trina.

Aún necesitaba averiguar cómo conseguir que Trina entendiera que

ellos, bajo ninguna circunstancia, se casarían.

Katie bostezó y se cubrió la boca. El largo día finalmente había

acabado con ella.

—Lo siento. El fuego debe estar volviéndome soñolienta.

—Eso o el hecho de que tuvieses una experiencia cercana a la

muerte, caído al río, y caminado dos millas en una tormenta. —Probó

Alex y después sonrió en la más dulce de las formas que mostraba sus

hoyuelos.

Trina era una chica afortunada. Katie deseó tener una oportunidad

con Alex.

Al instante se reprendió. ¿No era algún tipo de pecado el codiciar el

novio de alguien más?

—De cualquier manera, ¿sabes qué hora es?

Alex observó el reloj.

—Un cuarto para las doce. Oficialmente es el veinticuatro de

Diciembre, Nochebuena.

—Es tarde. No es de extrañar que esté cansada. —Miró alrededor de

la habitación, preguntándose cómo iban a arreglárselas para conseguir

dormir. Sin duda no podían usar los dormitorios con las ventanas

abiertas. Alex debió haber leído sus pensamientos o al menos notado la

incertidumbre en su rostro.

—Vamos a sacar la mesa de café del camino. Puedes dormir en el

sofá y yo me pondré en el suelo.

Katie sabía que debería ofrecerle el sofá, pero le dolía todo el

cuerpo y dormir en el frío suelo sonaba horrible.

Page 61: Angie Stanton-Snowed Over

61

—¿Estás seguro? Me siento terrible haciéndote dormir en el suelo. —

Pero el sofá no aguantaría a dos personas a menos que se pusieran

juntos como el regaliz rojo.

—Está bien. A menos… —Miró el sofá marrón con el tapizado

estampado de hojas. Levantó el cojín central—… ¡es un sofá cama! —

Quitó los otros cojines para revelar un mango y el colchón escondido

dentro. Se giró hacia Katie con una sonrisa malvada y preguntó—:

¿Quieres dormir conmigo?

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62

Capítulo 8

Traducido SOS por CrissViz

Corregido por Lucero

or un segundo, Katie pensó que le estaba hablando a alguien

más, pero luego vio el diabólico brillo en sus ojos y se dio

cuenta que la estaba provocando de nuevo. No podía

imaginar dormir bien a un lado de Alex con su hermosa cara y

sus oscuros ojos sexis. Pero no podía pedirle que durmiera en el suelo

cuando estaba disponible una confortable cama. Era estúpido. ¿Por

qué estaba dudando?

—Pensé que nunca preguntarías —contestó.

Alex sonrió.

—¿Lo ves? Los deseos de navidad se vuelven realidad.

Él estaba tan contento por el acuerdo para dormir. Ella sonrió y

asintió con la cabeza.

—Quieres echarme una mano para mover la mesa del centro y

después sacar a este chico grande.

Después de mover la mesa, no podía ignorar más la urgencia de ir al

baño. Se puso el abrigo.

—Voy afuera a traer más leña.

Alex vio la pila de troncos de buen tamaño. La esquina de su boca

se elevó con su familiar sonrisa de superioridad.

—Me estaba preguntando cuanto más ibas a poder aguantar. Si vas

al lado derecho de la casa, el viento mantiene los montones de nieve al

mínimo.

Katie sintió su cara tornarse roja.

—Gracias. —Rápidamente se puso los zapatos y salió por la puerta.

P

Page 63: Angie Stanton-Snowed Over

63

—Una cosa más.

—¿Si? —miró hacia atrás, esperando poder escapar.

—Cuídate de no llenarte de nieve amarilla.

Puso los ojos en blanco y lo dejó solo con su risa.

Afuera, la tormenta se hacía más fuerte. Deseaba tener una

televisión o internet para poder ver el radar y saber que tan pronto

terminaría. El viento azotaba a la derecha a través de sus pantalones.

Alex tenía razón. Si se quedaba cerca al lado de la cabaña, había

muchísima menos nieve. Rodeó la esquina y miró alrededor buscando

algunos ojos fisgones. Duh. No había nadie más aquí, en el medio de la

nada, para verla ir al baño.

Agarro la pretina y la bajó, los pantalones y sus pantis en un solo y

rápido jalón. Se puso en cuclillas, trato de relajarse y hacer pipí, pero el

aire gélido soplaba sobre sus partes privadas, una sensación que

seguramente nunca había experimentado antes. El aire se sentía tan frío

que se preguntó si su pipí se había congelado antes de que tocara la

nieve. Vio el bosque que estaba alrededor. ¿Qué tipo de animales

salvajes había ahí fuera? ¿Venados? ¿Osos? ¿Coyotes? Trató de

apurarse y regresar dentro antes de que alguna grande y furiosa

criatura la atacara.

De regreso en la cabaña, Katie quitó la nieve que cubría sus botas.

—¡Santo Dios!, está frio allá afuera.

Alex estaba de pie a un lado del sofá que había preparado con

cobijas y almohadas del cuarto y tiró las almohadas de un lado del sofá.

La escena parecía salida de una película de romance cursi.

—Está bien, ¿esto es raro? ¿Cierto? —preguntó.

—Digamos que un poco. —Ella dejó su abrigo en la silla y se frotó las

manos frías cerca del fuego.

—Caminaré afuera por un minuto. Volveré pronto. —Él se deslizó

dentro de su abrigo.

Alex desapareció, dándole a Katie un minuto para adaptarse. Solo

había una cama. Se sentó en un lado y tocó la suavidad del material de

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64

la cobija. Reprimió una sonrisa. Iba a dormir en una cama con Alex. Su

compañera de cuarto, Lindsey, iba amar esto. Se metió dentro y tiró de

las mantas sobre ella, teniendo cuidado de no acapararlas. Una barra

de metal cruzaba en el medio de su espalda, recordándole que era

una cama desplegable barata.

Alex apareció y sacudió fuera la nieve que estaba sobre su abrigo.

—Querida, estoy en casa.

Katie escondió su sonrisa.

—¡Llegas tarde! —respondió.

Alex puso más leña en el fuego y una gran reja de protección frente

a la chimenea.

—Supongo que no necesitamos quemar el lugar.

Alex se sentó en su lado de la cama dándole la espalda. Katie se

mordió por dentro el labio. Abrió las mantas y se metió a un lado de ella.

Katie se acostó con los brazos a su costado, tratando de no respirar

muy fuerte. Sintió que Alex la miraba. Giró su cabeza. Su hermosa cara

estaba a solo sesenta centímetros de ella.

—¿Lo estas llevando bien? —preguntó Alex con sinceridad en la voz.

—Estoy bien. —Ella sonrió y se relajó, moviéndose para estar cómoda

en el delgado colchón.

—Bien. —Él giró la cabeza hacia el techo.

Katie miró hacia arriba y notó, por primera vez, una lámpara de

araña hecha con el asta de un ciervo.

Se acostaron en silencio, mirando hacia el fuego que danzaba en el

techo.

—¿Trina se volverá loca porque dormiste con alguien más? ¿Incluso

si solo estamos durmiendo?

—Trina no se volverá loca. Perderá los estribos.

Mierda.

—Lo siento.

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65

—No es tu culpa. Trina es la más grande reina del drama. Se vuelve

loca cuando se rompe una uña o cuando está lloviendo. Siempre

pierde el control.

—Oh. —Katie no podía imaginar porque estaba con una chica así.

—No tienes por qué preocuparte por Trina. Lo tengo bajo control. O

al menos lo tendré pronto.

Ella se preguntó que significaba eso. ¿Tendrían una gran pelea? ¿La

llenaría con besos para disculparse? ¿Le haría un berrinche? Katie se dio

cuenta que finalmente había descubierto una característica que no le

gustaba de Alex, estar con una chica que no era buena para él.

Otro minuto pasó antes de que Alex hablara.

—¿Solo soy yo o nuestros pies están más alto que nuestras cabezas?

Es como si me acostara sobre una pendiente. Creo que tendré dolor de

cabeza por toda la sangre que se irá a mi cerebro.

Katie rió.

—Yo también lo noté.

Se miraron uno al otro a través de las almohadas.

—¿Quieres cambiar al otro lado?—Preguntó, como un niño pequeño

dentro de una aventura.

—Sí.

Salieron de la cama, tiraron las almohadas al suelo. Juntos quitaron

las sabanas y las mantas poniéndolas abajo y escondiéndolas en el

borde del sofá. Regresaron las almohadas poniéndolas al pie de la

cama. Sus cabezas estaban más cerca del fuego en lugar de sus pies.

—Me siento como en una fiesta de pijamas. —Katie esponjó su

almohada y puso la cabeza en ella.

Alex se giró un par de veces, la cama rechinaba con cada

movimiento y se acomodó frente a ella.

—Esta es la cama más incómoda en la que he dormido.

—El fuego está calentando. —Katie se quitó de encima dos cobijas

haciéndolas a un lado.

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66

—¡Oye, yo no las quiero!¡Estoy sudando aquí —Empujó las cobijas

sobre sus pies.

—Lo siento. —se sentó y se quitó la camisa de franela, quedándose

en playera y pantalones.

—Hice el fuego para que durara toda la noche. No me di cuenta

que estaba creando un sauna.

Katie se acostó sobre su estómago, viendo lo que hacía el fuego.

Bostezo. Las llamas se levantaban altas. La madera se quemaba con

suaves crujidos y un ocasional rugido. La luz parpadeaba en la

habitación.

—Está bien. El fuego se ve bien.

Alex rodó, su codo rosaba el brazo de ella.

—Ese es un muy buen fuego.

Sonrió.

—El mejor que he visto.

—Te apuesto que no has visto muchos.

—Nop. —Al minuto, su sueño creció más.

—¿Sabes?, esto es lo más divertido que he hecho en mucho

tiempo. —Alex sonó relajado y feliz.

Sus ojos se cerraron.

—Umm hmm.

—Creo que estas a punto de quedarte dormida. —Katie escuchó un

poco de diversión en su voz.

—Umm hmm.

Alex despertó la siguiente mañana con el trasero frio, pero el pecho

tibio. Se acercó hacia la fuente de calor. Su cara rozó la cabeza con

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67

suave pelo. Abrió los parpados y encontró a Katie curvada en una bola

contra su pecho. Él sonrió.

Todas las cobijas fueron empujadas hacia el pie de la cama y, salvo

unas pocas brasas, el fuego estaba apagado. Resistió la urgencia de

acercarse a esa pequeña bola de calor. En lugar de eso, se movió tan

suavemente cómo fue posible de la cama para hacer el fuego. La

cama rechinó audiblemente, pero Katie no movió un musculo. Más

sueño pesado que el de uno.

El suelo se sentía frio como una cámara frigorífica y su aliento se

volvía humo blanco en el aire frio. Una mirada a la ventana reveló que

la fuerza de la tormenta continuaba azotando. Quitó la reja de

protección y puso más leña en la fogata. Salieron chispas mientras la

madera ardía.

Se arrastró de regreso a la chirriante cama y jalo las cobijas. Las

extendió sobre Katie primero, doblándolas cerca de su cara, la cual no

podía ver porque su pelo la cubría como si fuera el Tío Cosa. Se

extendió en su lado de la cama y se cubrió. El cuarto estaba

congelado. Miro a Katie, un lio caliente, profundamente dormida.

Cedió a su deseo de calidez y se movió cerca de ella. Como si fuera

una señal, ella se acurruco más cerca como si fuera un pequeño gatito.

Alex sonrió aunque sabía que no debería hacerlo. Abrigó con sus brazos

su pequeño cuerpo tibio y volvió a dormirse.

Un par de horas después, se despertó con un cuarto más cálido, un

enredo de sabanas y Katie extendida a lo largo de la cama. Su cuerpo

estirado con uno de sus brazos sobre la cabeza y su codo en la cara de

él. Ella había arrojado su otro brazo y colgaba de la cama. Con una

pierna descansando encima de él.

Ella empezó hacer pequeños ruidos, como si estuviera comiendo.

Alex contuvo la risa. Paso su mano sobre su cara, apartándole el pelo.

¿Así que esta es la forma en la que despierta la hermosa Katie por la

mañana, como un descuidado y ruidoso holgazán? ¿Echaría un gas?,

pero comenzó a canturrear. Esta vez sí soltó la carcajada.

Katie se quedó quieta pero él sabía que estaba despierta. Giró la

cabeza, solo para encontrar su cara a unas cuantas pulgadas. Sus ojos

abiertos. Se apartó y regresó a su lado de la cama.

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68

—Alguien es una acaparadora de camas —bromeó.

—¿Qué? No, no lo soy. —Gruñó en voz baja y gutural.

—¡Si lo eres!, incluso no tenía espacio para darme la vuelta.

Ella trató de salir de la cama, pero sus piernas estaban enredadas

entre las sabanas.

—¿Necesitas ayuda? —Ofreció.

Ella lo ignoró y pateó las sabanas a un lado.

—Vaya, parece que alguien se levantó del lado equivocado de la

cama. Literalmente.

Lo miró con ojos de puñales y pateó las cobijas lejos. Con los ojos

medio abiertos, caminaba a tropiezos hacia el baño. Escuchó que ella

murmuró, mierda. Reapareció un segundo después y jaló dos cobijas de

la pila en el suelo. Las enrolló sobre sus hombros y fue hacia la puerta. Se

puso las botas y sacó dos pañuelos desechables de la caja mientras

salía por la puerta principal.

La dulce y educada Katie, no era una persona de la mañana. Alex

se giró de espaldas y se rió.

Mientras ella estaba afuera, puso el último tronco en el fuego y puso

una jarra con agua para calentar. Con suerte habría un poco de café

en algunas de las alacenas.

Cuando regreso, estaba buscando en las alacenas.

—Mira lo que encontré. —Mostró un tarro casi vacío de café

instantáneo.

Katie se estremeció.

—Caray, esta helado afuera. —Empezó a sacarse las botas.

—Siempre y cuando estés lista para salir, ¿te importaría traer otra

jarra de nieve?

Ella le disparó con los ojos.

—Tú eres quien trae las botas puestas, tiene más sentido. —Le otorgó

una radiante sonrisa y puso una jarra vacía en sus manos—. Gracias,

eres la mejor.

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69

Jaló las cobijas más cerca, gruñendo y salió al congelador,

regresando en unos segundos con una jarra llena de nieve. Se quitó las

botas y llevó la nieve directo a la chimenea y la puso cerca para que se

derritiera. Se acurrucó en las cobijas y se sentó cerca del fuego.

—Cuidado, no te acerques tanto. Odiaría verte arder en llamas.

—¿Siempre estás tan alegre por las mañanas? —preguntó ella en

tono irritado.

—No. Solo cuando estoy aprisionado por la nieve en una cabaña

con una chica desconocida que ronca.

Su cabeza giró rápidamente hacia él.

—¿Qué? ¡Yo no ronco!

Él se encogió y negó con la cabeza.

—Solo lo digo. —Amó su mirada de horror.

Katie miró hacia el fuego, su pelo era una maraña y su maquillaje

debajo de los ojos estaba corrido. Murmuró tan bajo, que casi no la

escuchó.

—Yo no ronco.

Le dio la espalda y se echó a reír, luego cogió un par de tazas de

café y una jarra de metal estilo campamento.

—Te apuesto a que te sentirás más humana con un poco de cafeína

en tu sistema.

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70

Capítulo 9

Traducido SOS por katiliz94

Corregido por Vicsibet

iez minutos más tarde, sostenían humeantes tazas de

mediocre café mientras el viento silbaba a través de las

pequeñas grietas en los marcos de las ventanas.

—No es un Starbucks, pero seguro que el truco funciona

—dijo Alex.

Katie sorbió el brebaje y observó a Alex. Un rastro de barba

ensombrecía su rostro y le hacía verse incluso mejor, si eso era posible.

Su pelo se estiraba al azar en un tipo de forma sexy. Sus expresivos ojos

marrones estaban llenos de humor, especialmente cuando bromeaba

con ella. Sonrió mucho y estaba metiéndose bajo su piel. ¿Sabía él el

efecto que tenía en las chicas? ¿En ella?

La nieve se recolectaba en las esquinas de todas las ventanas,

como en los espectáculos de Navidad que solía ver como una niña.

—No creo que la tormenta vaya a parar pronto. Parece que va a

nevar sobre toda la cabina. Ojala pudiese enviar un mensaje a mi

madre. No quiero preocuparla cuando estamos completamente bien.

—Por ahora, mis padres estarán definitivamente preocupados. Odio

hacerles esto. Me pregunto si el arado ha estado en la carretera. Si es

así, tal vez el conductor vio mi camioneta y lo reportará.

—Eso espero. —Observó la nieve acumularse en las esquinas de la

ventana.

—En el lado brillante, pienso en como de felices estarán cuando

salgamos de aquí —dijo él.

D

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71

Katie imaginó a su madre abrazándola y diciéndole cuanto la

quería. Entonces su madre se disculparía por hacer ir a Katie al norte

para Navidad cuando deberían haberse quedado en casa como era

habitual. Katie imaginó un fresco comienzo con su madre.

Alex vació la taza de café y puso la jarra en el fregadero.

—Creo que saldré y cogeré más leña. —Cogió las botas de donde

ella las lanzó. Se las puso, junto con el abrigo y el gorro—. Regreso en un

rato.

Él destelló esa mirada sexy hacia ella cuando salió por la puerta. El

corazón de Katie se saltó un latido, y después se reprochó a sí misma.

Para de qué te guste el hombre de otra chica. No está bien.

Se revisó los vaqueros para encontrar que los tenía un poco

arrugados, pero totalmente secos. Rápidamente, antes de que Alex

regresara, se deslizó fuera de los transpirados de doble tamaño y dentro

de sus pantalones. La abrazaron con fuerza y se sintió mucho mejor.

Normal. Recuperó el bolso y rebuscó alrededor por la mochila de

maquillaje. Primero localizando el teléfono, jugó un largo trago y buscó

una señal. Mierda. No solo no había señal, sino que la batería estaba

muerta.

Eso era estúpido. Debería haberlo apagado. Lo empujó de nuevo a

la mochila y sacó el maquillaje. Miró en el espejo compacto para

descubrir las manchas de mascara bajo ambos ojos.

—¡Oh dios mío! —Se lamió un dedo y lo frotó debajo de cada ojo.

Mejor, pero necesitaba un paño. Fue a buscar uno en el pequeño

cuarto de baño, y captó un destello de sí misma en el oscuro espejo y

gimió. Su pelo se estiraba por todos lados. Había pensado que el pelo

de Alex parecía gracioso. No se preguntó porque Alex seguía riéndose

de ella. Aquí estaba ella pensando en cómo de caliente se veía él, y él

debió haber estado mirándola pensando que ruina de tren.

Se lavó la cara y se ahondó el pelo. Un par de minutos más tarde,

después de que se hubiera lavado los dientes y escupido el agua,

aplicó algo de máscara y un rápido movimiento de colorete. Alex llegó

con una carga de leña. Repitieron el patrón de ayer donde ella

amontonaba mientras que él entraba y salía. Cada vez que la puerta se

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72

abría, ella juraba que la temperatura de la cabaña caía otros diez

grados. Añadió más trozos al fuego.

El desayuno consistió en una aguada sopa de tomate. Ella quiso

hacer algo mejor, pero estaba guardando lo último del pan para esa

tarde, en caso de que no fueran rescatados. Ante la cantidad de nieve

cayendo, Alex podía tener razón y estarían aquí otro día.

—¿Sin tortitas? —preguntó Alex, sorbiendo la sopa.

Katie arrugó la nariz.

—Solo déjame decirte que los ratones dejaron algo pequeñito y

especial en la caja.

—Ya veo. Chico, esta sopa es increíble —dijo él.

Ella podría no haberle creído si no fuera por el parpadeo en sus

preciosos ojos oscuros. En su lugar se centró en su sopa.

—Estaba pensando que deberíamos revisar el resto de la cabaña

para ver si hay algo más que podamos utilizar —dijo Alex.

—¿Cómo una pala de nieve escondida?

—Es Navidad. ¿No se supone que los deseos se hacen realidad? —

Situó el bol vacío en la mesa de café.

—No lo sé, ¿fuiste un chico bueno o malo? —preguntó ella.

—Permíteme asegurarte que soy un chico muy bueno. —Contoneó

las cejas hacia ella en un tipo de forma traviesa.

Katie supo que se había dirigido justo a esa.

—Apuesto a que lo eres —respondió ella, fingiendo que no le

afectaba.

Tras lavar los platos en algo de agua caliente, revisaron los dos

armarios del recibidor. El primero contenía toallas, sabanas extra y

mantas, y unos pocos juegos. Alex escarbó en el otro armario.

—¡Este podría ser nuestro día de suerte! —Gritó por encima del

hombro.

—¿Qué? —Katie intentó dar un vistazo más allá de él, pero no podía

ver nada más allá de los mangos de escobas y las bolsas de basura.

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73

—Mira. —Él extendió un traje de nieve negro con cinta reflectora

estratégicamente situada.

Ella lo miró con escepticismo.

—¿Y cómo, exactamente, esto hace de éste nuestro día de suerte?

—Espera… —Alargó el brazo en la parte trasera del armario,

agachándose para coger algo del suelo. No pudo evitar más que notar

como los vaqueros le abrazaban el trasero. Alex se veía tan bien que

ella estaba realmente celosa de negarlo. Él se giró y mostró un casco

grande.

Ella miró al casco y después a Alex.

—Lo siento, me perdiste.

—Es un traje de motos de nieve y un casco. Así que, debe de haber

una moto de nieve en la caseta de fuera. Podemos salir de aquí y

puedo llevarte hasta tu madre y el No Novio para la Cena de

Nochebuena.

—¿Tú crees?, ¡Eso sería genial! —En cierto modo. Aunque en verdad

Katie quería ver a su madre, le gustaba pasar el rato con Alex y odiaba

ver el fin.

—¿Quieres ver si hay una moto de nieve ahí? —preguntó él.

La entusiasmada mirada en su cara era contagiosa. Sonrió.

—Claro.

En el exterior, lucharon contra el sentido. El viento todavía batía,

pero no se parecía a la nueva nieve, más como la nieve de la noche

anterior soplando por los alrededores. La puerta del cobertizo estaba

cerrada por la nevada. Trabajaron juntos apartando la nieve con las

manos, y entonces Alex usó la bota para limpiar la nieve más cercana al

suelo. Katie deseaba haber llevado el mohoso antiguo traje de moto de

nieve. Sus vaqueros ya estaban cubiertos de nieve. La bufanda se le

seguía escapando, enviándole un frío extra.

Alex tiró del mango de la puerta de metal, abriendo la puerta de

madera solo un par de centímetros. Katie cayó de rodillas, Alex abrió la

puerta lo suficiente para que se metieran dentro.

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Llevó un momento ajustar la tenue luz. Una pequeña ventana a

cada lado del cobertizo permitía la limitada luz.

Se giraron el uno hacia el otro en el mismo momento.

—Ahí está. ¡Lo sabía! —dijo él.

—O dios mío, ¿vamos a salir de aquí? —gritó ella ante la visión de la

moto de nieve.

Alex extendió los brazos y, sin pensar, Katie se metió en ellos,

recibiendo el emocionado abrazo de oso. Los fuertes brazos de él la

envolvieron, sosteniéndola con fuerza, en el musculoso pecho.

A pesar de que ambos estaban llevando abrigos de inviernos finos, el

abrazo parecía demasiado personal, como si debiese tener una

relación mucho más cercana con él que el del transporte compartido.

Pero a Katie no le importaba. Él la apretujo, y el lado de la cabeza de

ella le golpeó la barbilla. La liberó y ella dio un paso atrás, fingiendo que

su contacto no la había afectado.

Él miró más de cerca la gran máquina. El entusiasmo en su voz

decayó. Su frente se arrugó.

—Tenemos un problema. No veo ninguna llave.

—Deben estar por aquí en algún lado. —Miró las paredes del

cobertizo buscando un clavo en el que podrían estar colgadas. Sin

suerte.

Alex movió algunas tumbonas.

—A veces los dueños de las cabañas esconden las llaves en las

cosas en las que no se querría robar. Si el ladrón no puede encontrar las

llaves, es mucho más difícil robar algo.

Levantaron juntos los rastrillos, palas y cubos buscando las

escurridizas llaves.

—Su plan está funcionando. —No podía creer que se hubiesen

acercado tanto para salir de aquí solo al tener que solucionar el misterio

de las llaves escondidas.

Alex apartó una pequeña tumbona del camino. Nada. Katie intentó

mover una maceta grande llena de tierra y una ajada y reseca planta.

Page 75: Angie Stanton-Snowed Over

75

—¿Necesitas una mano? —Se sentó de cuclillas a su lado.

—Creo que lo tengo. —Le dio un tirón y se cayó de culo—. Tal vez

no. —Se rió.

—Déjame echarle un vistazo. —Alex agarró el otro lado de la

maceta de arcilla y torció con fuerza hasta moverla. Se cayó,

golpeándola en la espalda. Sostuvo un pedazo de la maceta en la

mano—. Oops.

Rodó al lado de ella sobre el congelado suelo.

—Lo siento. ¿Estás bien?

Se levantó sobre los codos.

—Oh, vamos. Un chico fuerte como tú debería ser capaz de

levantarse.

—¿Así que es eso? —Se apoyó sobre un codo, su cara a meras

pulgadas de distancia. Katie no se molestó en moverse. Temía respirar.

Alex la miró a los ojos, una sonrisa juguetona en su rostro. Y de repente,

su mirada no era juguetona. Se desplazó hacia algo más. Miró su boca y

antes de que ella pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, él bajó la

boca hasta la suya.

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76

Capítulo 10

Traducido y Corregido por katiliz94

us labios estaban fríos, pero su respiración se sentía cálida. La

besó tentativa y delicadamente, se apartó por un instante,

como considerando sus acciones, pero volvió. Sus besos eran

suaves, cortos, pausados. Estaba atrapada por los codos, sin

querer detenerlo, pero sabiendo que estaba mal. No le importaba. Al

menos no en ese momento. Su boca se sentía firme, sexy y ansiosa por

más.

Un millón de ideas atravesaron su mente como fuegos artificiales. Pero

solo una emoción ganó. No quería que esto terminase. No podía decirle

que parase. No quería. Era como si él disminuyese una protección de

deseo sobre ellos y ella estaba indefensa por sus besos. Y le gustaba.

Demasiado.

Él bajó la boca. Ella suspiró cuando el aire frio los separó. Sus oscuros

ojos marrones miraron en las profundidades de los de ella. Reconoció el

deseo que se reflejaba en los suyos propios. Pero él no le pertenecía.

Pertenecía a Trina. Estaba prometido con Trina. Y él lo vio en el minuto

que sus emociones cambiaron del deseo a la culpa, y se apartó.

La lógica regreso.

—Estás prometido, —acusó ella.

—Lo sé. —Se sentó.

—¿Qué tipo de chico besa a alguien cuando se han conocido en

menos de veinticuatro horas, cuando está prometido? —Se sentó y se

tocó la boca, con intención de limpiar sus besos, pero en su lugar se

S

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tocó los labios como para asegurarse de que realmente lo habían

hecho.

—No debería haber hecho eso. No lo pude evitar. —Dejó caer la

cabeza.

¿Le escuchó bien?

—¿No pudiste evitarlo? ¡Oh dios mío! ¿La engañas todo el tiempo?

Eres… eres… horrible. —Se puso de pie y se alejó de él.

—No, no es eso. Es complicado.

Pensamientos de los comentarios de sus padres colisionaron. Es

complicado, había dicho su padre cuando Katie preguntó si engañó a

su madre.

—¿Crees que por decir que tu vida es complicada está bien

engañar a tu prometida? Pensé que realmente eras un buen chico. No

puedo creer que en verdad estuviera celosa de ella. Ahora lo siento por

ella.

Katie empujó la puerta y dejó a Alex solo en el cobertizo con la moto

de nieve que no podían conducir.

¿Por qué ese divertido y guapísimo chico, quien estaba fuera del

mercado, había puesto su mundo patas arriba al besarla? Tomó ventaja

de ella, y no tenía derecho. Katie se merecía lo mejor. Eran las sombras

de su vida en familia reproduciéndose de nuevo, solo arrastrándola en

ella como un personaje principal. Las personas tenían mal

comportamiento y ella estaba atrapada en el medio. Estalló de regreso

a la cabaña.

—Ah, mierda. —Alex se pasó una mano por el pelo. ¿Qué diablos

estaba haciendo?

Pero lo sabía. Katie era tan malditamente guapa, lista y juguetona.

Era todo lo que Trina no era.

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Miró el lugar que ella había dejado. Su bufanda roja yacía toda

brillante y alegre en el frio y duro suelo. La levantó hasta su cara. La

suave tela se atrapó en su barbilla sin afeitar. El olor de algo afrutado

flotó desde la bufanda. Su champú, quizás. Lo inhaló profundamente y

después alborotó la prenda en su bolsillo.

Besar a Katie fue un movimiento estúpido, pero no se arrepentía.

Asumió, que había estropeado todo con ella, y tendría que explicar

todo el sórdido caos de Trina. Realmente quería poner toda esa

pesadilla detrás de sí. Lo que necesitaba hacer era plantarse de pies

con Trina y demostrar que quería decir lo que quiso decir cuando

rompió con ella. Más fácil de decir que de hacer.

Después de buscar en el cobertizo durante un rato las llaves, sin

suerte, tuvo la esperanza de que las encontraría en algún lugar de la

cabaña. Pero entonces descubrió una lata vacía de gasolina y se dio

cuenta de que mejor revisaría el nivel de gasolina de la moto de nieve.

En el calibrador se leía vacío.

Genial. Estaban atrapados.

Sabía que lo único que Katie quería era alejarse de él, y no la

culpaba. Pero entonces de nuevo, Katie dijo que había estado celosa

de Trina. ¿Significaba eso que estaba interesada en él? Al menos

interesada antes de que la besase y crease otro desastre.

Alex se rindió con el cobertizo, y salió al exterior. Una mirada a la

cabaña y decidió dar a Katie más tiempo para apaciguarse.

Katie caminó hasta la cabaña, cabreada con Alex por hacerla sentir

tan estúpida. Estaba prometido y no tenía sentido en besarla. Una

profunda mirada a sus ojos y cayó de cabo a rabo. Era una idiota. Y se

atrevió a besarla así cuando iba a casarse con otra chica.

Se arrancó los mojados pantalones que había estado llevando antes

y los cambió. Su fracasada farsa al exterior le dejó los pantalones

mojados de muslos abajo.

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Necesitaba algo para distraerse y mantener la mente ocupada. En

un minuto, Alex cruzaría la puerta viéndose todo alto y guapo con esos

profundos y enternecedores ojos suyos. No quería que él supiera cuanto

la afectaba.

Una mirada a los escasos recursos de comida en el mostrador, y

decidió revisar los armarios con más minuciosidad ahora que con el

chorro de la luz del día. Descubrió boles y platos, un cajón de antiguas

bolsas de plástico de compras. Los armarios estaban vacíos hasta que

llegó al armario de la esquina. Dentro descubrió algunas especias,

aceite de oliva, un frasco de caldo, vinagre, y otros materiales que no

eran exactamente comida, pero podría aprovechar los suministros

restantes.

Miró a la golpeada y extraída nevera dorada con el cable

desenchufado. Para revisarlo, abrió la puerta. Se quedó boquiabierta y

después tuvo una amplia sonrisa. Había descubierto una mina de oro.

Mientras que la nevera desenchufada no podría mantener la

comida fría, proveía un lugar seguro para almacenar buenas bebidas.

Entre los dulces, encontró un paquete de espaguetis, una caja de arroz

sazonado, barras de tentempié, paquetes de chocolate caliente y tres

botellas de vino.

Sacó los materiales afuera, abrazándolos contra su cuerpo. Si aún

estaban aquí esta noche, celebrarían las Navidades con un festín.

Alex sacó la bufanda de Katie, la envolvió entorno a su cuello y se

dirigió a la carretera principal. Tal vez el arado había sido atravesado y

podría haber bajado el coche. Cayó a través del lomo de nieve,

intentando quedarse cerca de los árboles donde la nieve no estaba tan

profunda.

El viento le condenó. No se había puesto el gorro porque no pensó

que estaría fuera durante tanto tiempo. Se puso la bufanda más arriba.

Tal vez esta era su penitencia por el dolor que pronto le causaría a Trina.

Oficialmente, no había roto su compromiso, pero Trina sabía que estaba

al llegar. Había luchado con él con uñas y dientes durante meses,

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pidiéndole perdonarla y no decirle a nadie que estaban mal. Él imagino

que la distancia de la universidad sería suficiente separación para que

ella hubiera perdido su crisis. En su lugar fue lo opuesto.

Finalmente llegó a la carretera, vio que un arado había atravesado

el mismo punto, pero la nieve fundiéndose se había amontonado en la

carretera, creando profundas olas, como un mar enfadado. La

predicción del tiempo parecía ser buena hasta ahora. No habría mucho

tráfico, si servía, en esta carretera durante un tiempo.

Gracias a dios habían encontrado la cabaña y suficiente comida

para verlos sobrepasar.

Si alguien visualizaba la camioneta abandonada, su madre se

volvería loca de preocupación. Quería dejar algún tipo de señal en

caso de que las autoridades estuvieran buscándoles. Se desenvolvió la

brillante bufanda de Katie y la ató con fuerza en el buzón. Eso debería

hacer el truco.

Puso el cuello de su abrigo más alto y metió las manos en

profundidad en los bolsillos cuando las envolvió contra el viento y siguió

el rastro de regreso a la cabaña. La nieve soplando ya estaba

eliminando sus huellas.

Veinte minutos más tarde, Katie dio un suspiro de alivio cuando Alex

volvió junto con un estallido de viento y nieve.

Sonrió brillantemente y fingió que su beso nunca ocurrió. Alex lo

acepto.

—Estaba comenzando a ponerme nerviosa. Te fuiste durante mucho

tiempo. Pensé que podría ir a buscarte. —O que fue rescatado y la dejó

atrás. Descartó esa idea. Alex nunca haría eso.

—Estaba bien. No necesitas preocuparte. —Se quitó las botas y

entonces se sacó los guantes y el abrigo, evitando el contacto visual.

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—Tal vez, pero en una mala ventisca en realidad las personas

caminarían justo por sus casas y ni siquiera sabrían que la perdieron.

Podrías haberte congelado hasta morir, —dijo ella.

Alex colgó el abrigo en una silla.

—Eso es porque Pa ató una cuerda en la puerta delantera del

cobertizo. —contuvo una sonrisa.

Ella le miró bizco.

—¿Leíste La Pequeña Casa de la Pradera?

Se calentó en el fuego.

—Mi madre solía leérnoslo como niños. —Sonrió—. Apuesto a que no

esperabas que conociese a Laura Ingalls Wilder.

—No. Me sorprendiste con eso. Ahora, te tengo una sorpresa. —Se

unió a él en hogar, contenta de estar con él después del extraño

momento en el granero. Uso una almohadilla caliente y vertió el agua

caliente en el hervidor en una agrietada taza de Green Bay Packer y en

otra taza anunciando anzuelos para pescar. Mezcló el contenido y le

tendió una taza de Packer.

Él lo miro con incredulidad.

—¿Es eso chocolate caliente?

—Sip.

Olió la bebida llena de vapor.

—¿Dónde lo has encontrado? —Estaba a punto de dar un sorbo y

entonces se detuvo—. ¿No hay heces de ratones en ella, ni estas

intentando vengarte de mí, verdad?

Se rió.

—No. resulta que la nevera estaba llena de comida. Al parecer, ahí

es donde escondes las cosas que no quieres que los bichos encuentren.

Tendremos un gran festín esta noche.

Alex se sentó cerca del fuego y dio un sorbo.

—O, esto está genial. —Cerró los ojos y saboreó el sabor. Su

satisfecha expresión recordó a Katie como se sintió cuando la beso.

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82

—Lo único mejor sería un trago de schnapps2. ¿Encontraste algo de

eso? —Preguntó él.

—Schnapps no, pero encontré tres botellas de vino.

—De ninguna manera. Eso es increíble. Parece que vamos a tener

una fiesta.

Katie se relajó, sabiendo que estaban superando la pelea anterior.

Después de una comida de gelatina en galletas saladas y más

chocolate caliente, se sentaron en la alfombra tejida en frente de la

mesa de café y jugaron al Scrabble. Alex levantó una palabra tras otra,

pero las únicas palabras que llegaban a Katie no las podía usar: amor,

abrazos, besos, labios.

Tomo toda su concentración dar con las palabras que no la harían

parecer una acosadora enamoradiza.

Alex interrumpió sus pensamientos.

—¿Qué dices? ¿Deberíamos abrir una botella de vino?

—Lo siento. Sé que está llevándome una eternidad. —Miró sus letras

y todo lo que vio fue C A C H A S.

—Tomate tu tiempo. Solo pensé que sería una buena forma de pasar

la tarde. Aun tendremos otra botella de vino para la cena.

—Claro. Probaré algo. —Su experiencia bebiendo consistía

principalmente en cerveza o vodkas aderezados mezclados con zumo

en las fiestas de la universidad. Solo había probado unos pocos sorbos

de vino en la boda de su primo.

Alex trajo una botella de vino abierta junto con dos copas de beber

disparejas.

—Deben mantener el cristal delicado en otro lugar. —Situó las copas

en la mesa de café y echo un poco de líquido rojo en cada copa.

Katie levantó la copa, girándola como una aficionada de vinos y la

olisqueó.

—Es de buena cosecha.

2 Tipo de vino.

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—Aquí dice que es llamado Satín Rojo, embotellado —giró la botella

buscando una fecha— de este año.

—Este fue un muy bien año… no, —añadió ella, pensando en el

divorcio de sus padres, la discreción y las nuevas actividades de

Navidades de su madre. Ahora Katie era el producto de un hogar

destrozado.

Alex levantó la copa.

—Un brindis por un año menos que estelar.

Ella chasqueó la copa con la de él.

—Beberé por eso. —Dio un sorbo tentativo, feliz por descubrir el

suave vino y fácil en los brotes de sabor. Alex tomo un sorbo y se sentó

frente a ella.

Le observó pasarse una mano por el pelo y suspiró.

—Sé por qué mi año se jodió, pero ¿qué estaba mal con el tuyo?

—Bueno, —dijo él—. Es una larga historia.

—Estamos seguros de que no vamos a ir a ninguna parte pronto. —El

fuego lanzó luz sobre las sombras de su rostro sin afeitar. Ella resistió la

urgencia de extender la mano y tocar la áspera barba de varios días.

Él se enfadó.

—¿Es la universidad? —Preguntó ella.

—No. La universidad es genial. Me encanta la universidad, Madison y

salir de Ashland. La universidad es la mejor decisión que siempre tome.

—Dio otro trago y situó la copa abajo—. Aw, diablos. Es un gran apiño

de mierda. —Se inclinó hacia adelante con la cabeza entre las manos.

Katie no podía imaginar lo que podría ir tan mal en su vida. Su

compañera de habitación dijo que estaba prometido. No menciono

nada sobre problemas familiares y obviamente no era la universidad.

—No tienes que hablar de ello si no quieres.

Él se pasó las manos por la cara.

—No. está bien. Tal vez si se lo cuento a alguien, será más fácil para

que lo afronte. Sabes sobre Trina.

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—Tu prometida. —Ella asintió.

Él rodó los ojos.

—¿No es tu prometida?

—No. Lo es. Al menos por el momento.

—Oh. —La verdad la atrajo—. Ya no quieres estar prometido.

La esperanza floreció en su interior.

Él sonrió.

—Exacto.

—Y planeas romper con ella.

Él asintió.

—¿En Navidad?

Asintió de nuevo.

Katie sintió vergüenza.

—Ouch. —Pero por dentro sintió un brinco de alegría. Del tipo como

si la Navidad llegase pronto. Se tocó la boca, pensando en el beso de

antes. Ahora no parecía tan malo.

—Lo sé. Está mal. —Alex tamborileó los dedos sobre la mesa de café.

—Entonces, ¿tienes que romperlo ahora? Quiero decir, no podrías

esperar hasta…

—¿Año Nuevo? ¿Por qué eso tampoco la heriría? ¿O justo antes de

volver a la universidad? —Sacudió la cabeza—. No importa lo que

haga, estoy jodido. Me quitaré como diez veces la estupidez. —

Comenzó a rebotar la pierna.

El pobre chico era un desastre. Tenía que estar de acuerdo, su

elección del momento oportuno no podía ser peor. A menos…

—¿Su cumpleaños no es en Navidad, verdad? Eso sería

rotundamente cruel.

—No. Ese es el por qué no rompí en Acción de Gracias.

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—Wow. Has estado pensando en esto durante un tiempo. —Dio un

largo trago de vino.

—Mucho, cada segundo desde que me dijo que perdió el bebe.

Capítulo 11

Traducido SOS por VicHerondale

Corregido por katiliz94

llí, él había dicho las palabras. Ella lo sabía.

Katie se atragantó con el vino y tosió.

—¿Bebé? ¡Vuelve a la camioneta! Empieza de nuevo.

Desde el principio —él tomó un poco de vino.

—He tenido problemas por el último año y medio. Trina y yo

empezamos a salir en nuestro tercer año de secundaria. Ella era la chica

caliente, y bueno, nos divertíamos juntos.

Una mirada a Katie y él supo que ella todavía estaba digiriendo el

comentario del bebé.

A

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86

―Después de la secundaria, yo quería ir a la universidad y seguir con

mi vida, pero Trina no quería que fuera a Madison. Ella quería que yo

fuera a algún lugar cerca de casa como Stugeon Bay o quizás Eau

Claire. Cuando descubrió que estaba por ir a Madison, dijo que si

alguien podía hacer que una relación a larga distancia funcionara,

éramos nosotros. Me gustaba mucho y yo era despistado, así que le dije

que estaba dispuesto a darle una oportunidad. Pero cuando estaba en

la universidad, ella se convirtió en una primadonna3 de pueblo

pequeño, actuando como si fuera mejor que todos los demás —miró a

Katie. Ella escuchaba y no decía ninguna palabra. No quería que ella

pensara mal de él. Todo sobre ella era ligero y refrescante. Le

preocupaba que compartir su vida de mierda con Katie causara que

ella se alejara.

―No sé si no lo vi antes o si Trina cambió. Probablemente era la chica

más popular de la escuela y ella lo sabía. Aun así, me imaginé que iba

hacer algo con su vida después de la graduación.

—¿Pero no lo hizo?

—No. Sólo se convirtió en alguien más egocéntrica y mala. Es como

si quisiera ser la abeja reina de toda la ciudad. Empezó metiendo la

nariz en los asuntos de otras personas y chisporroteando como una

anciana. Todo lo que ella quería para nosotros era que nos casáramos y

tuviéramos hijos. Incluso habló con su padre sobre que yo trabajaría

para él. Él es el dueño de la mayor compañía de registros en tres

condados. Trina tenía todo resuelto.

—Trina suena como una perra total en lo que a mí respecta —

murmuró Katie y luego levantó la vista—. Oh, ¿Lo dije en voz alta?

El sonrío débilmente.

—Me tomo un tiempo darme cuenta de lo que ella estaba

haciendo. Después de mi primer año cuando vine a casa por el verano,

supe que necesitábamos terminar. Ella quería que nos mudáramos a un

apartamento juntos. Era como si quisiera jugar a las casitas o algo así.

¡Teníamos diecinueve años! Cuanta más distancia trataba de poner

entre nosotros, más se aferraba. Estaba celosa de cualquier amigo que

tenía y siempre pensaba que la engañaba. No sé si ella estaba viendo

3 Chica de Sociedad/Diva

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87

esos reality show de Bridezilla4 o que. Mencionó que nos casáramos y

cuando vio la mirada de terror en mis ojos, se echó atrás.

—Pero terminaste comprometió de todos modos —dijo Katie.

—Sí. Quedó embarazada, lo cual era un milagro porque solo

habíamos estados juntos una vez desde que regrese de la universidad. Y

eso fue después de que me emborrachase en mi cumpleaños.

—Así que te ofreciste a casarte con ella.

—No quería ser el idiota que se alejaba de su propio hijo. Eso no

estaría bien. Antes de darme cuanta, Trina y su madre ya habían puesto

una fecha y salieron a comprar los vestidos.

Alex miró la expresión de Katie.

—¿Crees que soy un idiota por ilusionar a la chica con la que quería

romper?

—¡No! Me siento mal porque tú eres un tipo agradable y se

aprovecharon de ti.

Él rodó los ojos y tomo otro sorbo de vino.

—Cuando fijó la fecha de la boda para el día de San Valentín, sabía

que algo no estaba bien. Ella debería de estar cerca de los ocho meses

de embarazo en ese momento. Cuando le pregunté sobre eso, me dijo

que había perdido al bebe y comenzó a llorar. Al principio, yo estaba

desbastado, pero eso cambio de repente. Sentía alivio de que no sería

un padre adolescente y que no tenía que casarme.

—Alex, lo siento mucho —los hermosos ojos de Katie mostraron la

compasión que nunca vio en Trina.

Sus hombros se tensaron.

—Cuando empecé a hacer preguntas acerca de cuándo Trina

perdió al bebe, ella fue y espetó que en realidad nunca había estado

embarazada, solamente que su periodo había llegado tarde.

Los labios de Katie se curvaron en una mueca de desprecio.

4 Reality Show Americano, es una crónica de la vida de las mujeres comprometidas.

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—¡Esa sucia prostituta!

Él forzó una sonrisa y asintió con la cabeza. Katie se había dado en la

cabeza.

—Así que, ¿Por qué seguís juntos? ―preguntó Katie.

—Porque soy un idiota —Katie levantó una ceja.

—Trina me rogó que no rompiera con ella porque sería humillada y

sus padres tendrían el corazón roto. Dijo que podíamos resolverlo y se

comprometía a dejar de actuar celosa. Incluso habló de tomar clases

en la universidad del pueblo.

—¿Pero no querías comprometerte con ella?

—No.

—¿Pero terminaste comprometido igual?

Alex levantó las manos en el aire.

—Lo sé. Soy como un tapete. Imaginé que tan pronto como llegaría

a la universidad podría llamarla y romper con ella a partir de ahí. Si ella

no estaba cerca para manipularme, podía seguir adelante y hacer que

funcionase.

—¿Y? —preguntó Katie.

Él se puso de pie y comenzó a caminar.

—Y entonces su abuela murió. No podía romper con ella en ese

entonces. Llame a la madre de Trina para decirle cuanto lo sentía por

que su madre muriera, pero la madre de Trina siguió adelante y dijo

sobre lo feliz que estaba porque Trina y yo nos fuéramos a casar.

—¿Siempre eres una gran presa fácil? —Katie negó con la cabeza.

—¡No! Realmente no lo soy. Hay algo acerca de Trina. Ella siempre se

las arregla para conseguir lo que quiere. Es como si tuviera una maestría

en manipulación. Trina es una astuta mocosa malcriada que no

entiende la palabra no.

Katie se sirvió más vino en la copa y luego dejó la botella.

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—Yo solía cuidar niños para una familia y la niña siempre se salía con

la suya. No importaba que tan fuerte tratara de mantenerme firme, la

pequeña mierda siempre lo lograba.

—¡Así es Trina! —él cogió su vaso y bebió un sorbo—. Pero esta vez

será diferente.

—¿Y cómo es eso? —preguntó ella, dudando de él con claridad.

—Porque ella lo sabe —dijo él.

—¿Qué vas a romper?

—Sip. Le he enviado un correo electrónico y he intentado hablar con

teléfono con ella. Me sigue evadiendo y diciendo que una vez que

estemos juntos todo va a estar bien. Pero eso no va a suceder. He

terminado con ella —y era verdad. La había tenido hasta en los ojos.

—Realmente espero que lo hagas. Te mereces algo mejor. Pero,

¿qué va a ser diferente esta vez?

—Voy a sentarla junto a sus padres, y lo diré hasta que ella lo

entienda. Eso o hasta que su padre me eche.

—¡Ay! —ella se encogió.

—Sé que es duro, pero es la única manera que se me ocurre para

conseguirlo a través de su cabeza. Con una audiencia.

—Estoy segura de que no quisiera ser tu —dijo ella. La vio moviendo

su copa.

—En este punto, ya ni siquiera importa. Soy inmute a su drama.

Necesito esto.

—Eso explica porque no tenías ganas de volver a casa por Navidad.

Ambos se quedaron en silencio durante unos minutos, mirando el

fuego.

—¿Hay alguien en tu familia que lo sepa? —preguntó Katie.

—Mi hermano, Jason. Él lo sabe todo. El ayudará a interferir por mí.

Mis padres saben que ella mintió sobre el bebé. Estoy seguro de que

adivinaron el resto.

—¿El hermano que ama la nieve?

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—Ese es él. Jason solía acosarme para sacar la mierda de mí cuando

éramos niños, pero si alguien me daba problemas, él siempre me

defendía.

Katie miró por la ventana.

—¡Mira! Dejo de nevar —saltó y corrió hacia la ventana.

La nieve y el viento habían amainado. Una gruesa manta de nieve

cubría el patio y los árboles como un glaseado helado.

—Se ve como una tarjeta de navidad —dijo Alex.

—Es precioso. Me gustaría que mi teléfono no hubiese muerto. Me

gustaría sacar una foto.

—Déjame ver el mío —él fue por su bolsa y sacó su teléfono—.

Vamos a ver si este bebé puede encenderse —presiono algunos

botones y unos segundos más tarde su teléfono sonó con una melodía

como en tensión—. ¡Bingo!

—¿Tienes señal? —se asomó por encima de su hombro, su bonita

cara a unos pocos centímetros de la suya.

Alex hizo a un lado sus sentimientos. Katie no apreciaría que

estuviera con ella después de oír su poca convincente confesión.

Sostuvo el teléfono contra la ventana.

—No hay nada aquí —caminó alrededor de la cabaña mirando la

pantalla—. Nada. Ni siquiera una barra.

—¿Cómo vamos a salir de aquí?

—No te preocupes. Te sacaré de aquí y te devolveré a tu madre de

una sola pieza. Ten confianza, mujer de poca fe —apuntó el teléfono a

la ventana, tomó una foto de la bella escena y luego una foto rápida

de Katie en caso de que nunca la volviera a ver. Guardó el teléfono—.

Oh, me olvide de decirte. Tu pañuelo se cayó en el cobertizo. Lo até en

el buzón. Eso debería de ser una señal por si alguien nos busca. Espero

que este bien.

—Esa es una gran idea. Ahora que la nieve y el viento han parado,

los arados deben de estar a todo lo largo del camino. Además, mi

familia no es conocida por ser inactiva. Estoy seguro de que todo está

listo para enviar a un equipo de búsqueda —él podía imaginarse a su

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padre coordinando a todos sus amigos y vecinos, propagándose por

todas las carreteras del condado.

—Mi madre debe de estar volviéndose loca. Me siento mal —se

quedó mirando la prístina escena.

Alex puso su brazo alrededor de sus hombros y le dio un reconfortarle

apretón.

—Todo va a estar bien. Todo acabará pronto —le gustaba como

Katie encajaba bajo la curva de su barbilla.

—Gracias —ella puso los brazos alrededor de su cintura para un

rápido abrazo, pero luego los quito y se separó de él.

Él se alejó por lo que no tendría que hacer nada torpe.

—Sé lo que va a animarte. No puedo creer que no haya pensado en

eso hasta ahora —fue hacia su bolsa.

—¿Qué?

El sacó su laptop.

—Tengo música en mi laptop y suficiente batería para por lo menos

un par de horas —iban a divertirse esta noche, no importa que pasara.

Pronto se iba a enfrentar a la realidad, pero en este momento tenía este

susurro mágico de víspera de Navidad.

—¡Oh por Dios! Esa es una gran idea ¿Tienes música de navidad?,

porque yo tengo un montón —corrió a buscar su portátil, su rostro

brillante de emoción.

—No lo sé, vamos a ver —él lo encendió. Los sonidos y zumbidos

familiares llenaron el aire.

—Es raro escuchar los sonidos de la tecnología cuando hemos

estados tan tranquilos en la cabaña sin nada —dijo ella.

—Es música para mis oídos —él hizo varios clicks en su laptop—.

Tengo un montón de música, pero nada de Navidad.

Katie encendió su laptop.

—Supongo que tienes una gran cantidad de música country.

Él sonrío.

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—¿Y tienes un problema con la música country?

—Nada, tus gustos son un poco unidimensionales.

—A mí me gusta mucho la música, pero el country es mi favorita en

estos momentos.

Su laptop se iluminó y ella hizo clicks en varios íconos.

—Bueno, tengo una madre fanática de la música navideña.

Colecciona CDs de Navidad. ¿Quién sabe? Incluso podría haber un par

de canciones country de Navidad. Oh por Dios, esto es una conexión al

mundo real. Es increíble, aunque no podemos conseguir WI-FI. Casi

tengo ganas de besar la pantalla en estos momentos.

Y yo quiero besarte otra vez, pensó Alex, pero no se atrevió a decirlo.

Capítulo 12

Traducido por CrissViz

Corregido por katiliz94

on canciones navideñas sonando suavemente de su portátil y

la chimenea parpadeando, verdaderamente se sentía como

Noche Buena. Katie experimentaba el mismo entusiasmo

como si fuera una niña pequeña, solo que en lugar que fuera

por los regalos, este año esperaba con interés un tipo de Navidad con

Alex.

—¿Podrías pasarme el aceite de oliva? Gracias. —Cogió la botella y

formó una espiral con él sobre la sartén que había calentado sobre el

fuego. Su cara estaba roja de trabajar tan cerca de las flamas, pero no

C

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93

le importaba. Nunca se había divertido tanto preparando la cena y a

Alex le gustaba ayudar, lo cual hacia esto mucho mejor.

—Está bien, ahora pon la pasta.

Alex estaba encargado de preparar la pasta, lo que resultó ser

complicado. El agua apenas había hervido, pero finalmente estaba

cocida. Se acercó a Katie y puso los fideos pegajosos en su sartén. Ella

disfrutó de los mechones de pelo asomando por su playera, el aroma

de su piel y la forma en que su pelo se rizaba cerca de sus oídos.

—¿Qué es lo que estas preparando? —Preguntó él mientras

mezclaba los fideos, con el aceite de oliva y agregaba hojas secas de

perejil de un bote con especies.

—Se llama salteado, salvo que le falta la mayoría de los ingredientes.

Si tuviéramos algo de pollo o cebolla, eso ayudaría mucho. —

Espolvoreó ajo y cebolla en polvo por encima y suavemente sacudió la

sartén para sofreír la pasta. Las especias del armario fueron un bono—.

¿Quieres voltear de nuevo el pan con ajo?

—Claro. —Usó las pinzas y volteó cada pieza de pan. Ella roció

aceite de oliva sobre el resto de las rebanadas de pan junto con el ajo

en polvo y pimienta roja.

—Eso huele estupendo, —le dio una sonrisa hambrienta.

—Es el ajo. Me encanta el ajo. Muy bien. Creo que está listo. —Pasó

el salteado de pasta a un gran tazón y lo puso en la mesa de centro

que había decorado para la cena de Navidad. Una sábana blanca del

armario sirvió como mantel. Encontró una canasta de pinas en una

esquina y las arregló con ramas de pino de fuera. Y su casi consumada

vela en el centro de la mesa.

—¿Dónde quieres que ponga el pan?

—Aquí. —Le tendió un plato pequeño y él deslizó las rebanadas de

pan ahí.

—Se ve muy bueno, —dijo Alex, y ella no pudo más que estar de

acuerdo con él.

Ambos se sentaron y miraron su pequeño banquete.

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94

—Oh, casi lo olvido. —Tomó la lata de queso parmesano y la sacudió

hasta que el queso se soltó. Lo espolvoreó sobre la pasta—. Ahí está.

Katie regreso para que sonara la canción de Navidad de Josh

Groban, Believe.

—No es una mala elección considerando nuestra situación.

Alex llenó cada vaso con vino de una botella recién abierta.

—Esta es una de las más frías Navidades que he pasado. Creo que

nunca la olvidare. Probablemente le cuente a mis nietos sobre la Noche

Buena en la que quede atrapado con una hermosa chica en una

cabaña y que cocinamos nuestra propia cena sobre el fuego.

La cara de Katie se ruborizó y no fue por el calor de la chimenea.

—Este brindis es por los dueños de la cabaña. Gracias por dejarnos

comida. —Y levantaron los vasos.

—Brindaré por eso, —Alex dio un sorbo de su vino—.Me muero de

hambre.

Llenaron los platos con la cena creativa de Katie. El pan tostado y

crujiente de ajo. La pasta estaba un poco pegajosa, pero la

combinación del aceite de oliva y las especias sabían bien.

—Katie, sabe delicioso, —dijo Alex, enrollando la pasta en su

tenedor.

—Es por que estas realmente hambriento. Pero estoy de acuerdo, en

que resultó bastante buena, considerando que no tenemos una estufa

real.

—Si esta fuera una Noche Buena normal, ¿qué harías?, —preguntó

él, tomando otro bocado.

Ella se limpió la boca con una toalla de cocina.

—Estaría solo con mi familia más cercana. No vemos a nuestros

abuelos y primos hasta el día de Navidad. Es cuando tenemos una gran

cena con pierna. Mi madre tendría aperitivos como a las cuatro y

media de la tarde y haríamos juegos. Cuando éramos pequeñas

jugábamos a las cucharas. Los últimos años hemos jugado a “Oh,

diablos.”

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—¡Oh, diablos! —Alex río—. ¿Qué tipo de juego es ese para jugar en

Navidad?

—Es un juego de cartas. —Sonrió, recordando todas las horas

jugando con su familia—. Puede llegar a ser un juego muy frustrante, es

por eso que se llama así. —Y luego se dio cuenta que su familia nunca

celebraría otra Navidad de esa forma.

—Estas frunciendo el ceño. ¿Qué pasa? —preguntó él.

—No es nada, estaba pensando como todas las tradiciones con mi

familia se han ido.

Bajo su tenedor y se acercó tomando su mano.

—Sé que apesta que todo tenga que cambiar, pero no siempre se

sentirá así de horrible. —Dio un apretón a su mano y la soltó. Ella deseó

que no lo hiciera.

—Gracias, forzó una sonrisa, —pero no lo creyó. Extrañaba a su

padre, pero no quería hacerlo. Estaba segura de que él era el causante

de la repentina separación.

—Y puedes empezar con nuevas tradiciones. Como cocinar sobre

una fogata y dormir con un chico extraño que acabas de conocer.

El brillo travieso en sus ojos la hizo reír.

—Eso podría ser un poco difícil de organizar cada año. —Sacudió la

cabeza, imaginando repetir esto cada año.

—Bueno y ¿qué hace tu familia en Noche Buena?, —preguntó Katie,

para dejar de pensar en meterse en la cama con Alex esta noche.

Ahora que la había besado y que sabía que no estaba planeando

casarse, no estaba segura de como sentirse sobre meterse bajo las

sabanas con él.

—Vemos el Show de villancicos de los Muppets y nos damos un

atracón con galletas. Mi madre hornea como loca toda la temporada,

pero solo podemos comer esas galletas durante la fiesta o en el día de

Navidad. Eso siempre me vuelve loco.

Katie tomó otro pedazo de pan.

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96

—Mi madre hace una casa de pan de jengibre cada año. Se ve

muy cursi, pero hace un gran esfuerzo. Yo solía hacer una también, pero

no lo he hecho en el último par de años. No estoy segura del por

qué.

—Nosotros tenemos una tradición llamada esconde el pepinillo.

Katie lo miró escépticamente.

—Es una broma, ¿verdad?

—No, —se río—. Es una antigua tradición alemana del lado de la

familia de mi padre. Tenemos un adorno en forma parecida a la de un

pepinillo y mi padre lo esconde entre las ramas de los árboles. En la

mañana de Navidad, el primero que encuentre el pepinillo obtiene un

regalo extra.

—Suena divertido.

—Lo es, excepto que mi hermano casi siempre lo encuentra. Es muy

astuto el desgraciado.

—Eso es un fastidio.

—No, el regalo siempre termina siendo algo que se comparte para

toda la familia, así que todos ganamos a final de cuentas.

Katie masticó su pan de ajo y lo tragó.

—¿Qué le compraste a Trina como regalo de Navidad?

Él le dio una mirada sarcástica.

—¿Qué? ¿Se supone que debo adivinar?, —dio un sorbo a su vino y

un segundo después, lo comprendió—. Oh, Dios. No le compraste nada.

Hizo una mueca.

—Estoy a punto de pedirle que me devuelva el anillo. Creo que darle

un regalo podría ser contraproducente.

—¿Le pedirás que te devuelva el anillo? —su boca cayó abierta—.

Eres un completo intransigente.

—No. Ella me mintió sobre estar embarazada. Además, el anillo

perteneció a mi abuela. No hay forma que le permita quedárselo.

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97

Katie sirvió dos vasos más de vino para ambos.

—Cierto. Creo que necesitas beber un poco más. Creía que mi

Navidad apestaba, pero la tuya suena peor. —Él sonrió y tomó un sorbo.

Katie dejó la botella en la mesa—. ¿Realmente crees que vamos a

poder salir de aquí mañana?

—Sí. Tomará tiempo despejar los caminos y por qué oscurecerá

temprano antes de que pare de nevar, va a ser difícil de detectar mi

camioneta o tu bufanda. Con suerte mañana, cuando esté más claro,

no va a tomar mucho tiempo. Sé que mi familia, con seguridad estará

buscándonos. Pero para estar seguros, deberíamos caminar hacia la

carretera y tratar de hacer señas a alguien.

Katie esperaba que su madre también estuviera buscándolos pero

considerando que no sabría por dónde empezar, probablemente se

quedaría cerca del teléfono, esperando. Pararse a fuera en el frio cerca

del camino podría ser una buena idea, pero no la entusiasmaba. De

cualquier forma, regresar a la civilización, con su familia, valía la pena.

—Está bien, tenemos un plan.

Alex levanto su vaso hacia ella y lo chocó. Y después recordó algo.

—¡Ah! ¡Tengo una sorpresa! ¡Hay postre! Casi lo olvido.

—No me digas que encontraste galletas de navidad en la nevera.

—Lo que tengo es mucho mejor. —Dejó su cálido lugar por la

chimenea y buscó en sus bolsas. Regresó con un paquete envuelto y lo

sostuvo para que Alex lo abriera.

Vio el papel plata y blanco.

—Estoy completamente seguro que esto no era realmente para mí,

porque hace dos días ni siquiera nos conocíamos.

—Se supone que era para él No Novio, pero como es Noche Buena y

necesito una excusa para no regalarle nada, creo que podrías abrirlo

tú.

—¿Estas segura? —Vio el paquete y supo que quería abrirlo.

—Seguro, me traerá gran alegría. —Sonrió satisfecha.

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—Si te hará feliz, entonces eso quiere decir, que lo abriré. —Arrebató

el regalo de sus manos y rasgó el papel, revelando una caja color

dorado. Levantó la tapa y gruñó—. Chocolate. Te amo.

El corazón de Katie dio un brinco, incluso si sabía que las palabras no

significaban nada.

—Supongo que lo necesitamos más que él. Son trufas.

—¿Qué es una trufa? —Sacó una bola de chocolate y la levantó.

—Es rico ganache de chocolate sumergido en más chocolate.

Alex hundió los dientes en la delicia decadente.

—No sé qué es lo que acabas de decir, pero esto sabe maravilloso.

—Dejó caer la cabeza hacia atrás, saboreando.

Katie tomó uno, dejándose caer a un lado de él en el sofá y le dio

una mordida.

—Dios, amo estas cosas.

—Si no te gusta este tipo, Tom, ¿por qué le das este regalo tan

grandioso?

—Tengo que hacerlo. ¿Qué tal si al final se convierte en mi nuevo

papaíto? —puso los ojos en blanco—. Además, esperaba que lo

compartiera.

—Me gusta como piensas. Nunca se me hubiera ocurrido regalar

comida para Navidad, pero ahora creo que es brillante. —Fue a su

mochila y trajo un pequeño paquete envuelto en periódico.

—Este no está envuelto tan bonito como el tuyo, pero el detalle es lo

que cuenta. —Y le ofreció el regalo.

—No te di los chocolates para hacerte sentir culpable. Además te

hice que los compartieras. ¿De quién se supone que es este? —vio el

regalo.

—Lo compré para mi madre, pero no le importará. Tan pronto como

esté en casa, estará feliz. Esto será lo de menos. Anda, ábrelo.

Katie aceptó el pequeño y pesado regalo.

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99

—¿Está envuelto en el periódico de la universidad?

Él se encogió de hombros y sonrió de la forma que la hacía feliz.

—Estoy a favor de cuidar el medio ambiente. —Se sentó de nuevo

con solo la caja chocolates entre ellos.

Katie arrancó el papel.

—Me siento horrible abriendo el regalo de tu madre.

—¿Te haría sentir mejor si te dijera que era de Trina? —inclinó la

cabeza con curiosidad.

—¡No! Bueno, tal vez. Se escuchaba como si fuera una persona

horrible. Lo siento. Supongo que es el vino hablando.

—Si toma un par de vasos de vino hacer que digas lo que piensas,

voy a seguir sirviéndote.

—No. No me gustaría tener el regalo de otra chica. Sería raro. —

Quería algo que él escogiera especialmente para ella.

—Entonces es algo bueno que no haya conseguido nada para ella.

Abrió el regalo y encontró una vela con aroma.

—Es grandiosa. ¡Adoro las velas! ¡Apuesto a que tu madre también!

—bromeó y suspiro—. Ah, huele increíble. Justo como la Navidad.

—Es de canela. Mi madre las adora. Le doy una cada año.

—Gracias y gracias a tu madre.

—De nada. ¿La vas a encender?

—Por supuesto. —Tomó las cerillas que estaban encima de la

chimenea, encendió la vela e inmediatamente la esencia de canela

flotó en todo el cuarto. Combinado con el fuego y las ramas frescas del

pino, el aire olía malditamente bien.

—Escuché que el chocolate va muy bien con el vino tinto, —ella

estiró las piernas sobre la mesa de centro, más feliz de lo que había

estado en mucho tiempo.

—No suena a una mala combinación. Déjame probarla, —Alex dio

un mordisco a la trufa y luego un sorbo de vino. Gimió—. Sí, es bueno.

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0

Katie probó también. El cremoso ganache se derretía en su boca y

la suavidad del vino agregaba una combinación de sabores que no

podía describir.

—Creo que moriré e iré al cielo.

Hermosos ritmos de música navideña flotaron desde su portátil

mientras comían trufas y tomaban vino. La vela parpadeaba y la

chimenea crujía. Todo era perfecto, excepto que no podía quitarse de

la mente a Alex.

—Siento mucho que las cosas estén tan mal entre tú y Trina.

—Es mi culpa. Debí haber dejado todo claro desde el principio. Lo

arreglaré todo y podre empezar mi vida de nuevo. Ha pasado mucho

tiempo desde que he estado cerca de una chica y creo que he

olvidado como hacerlo.

—Ah, eso lo dudo. —Basándose en su beso anterior, podía decir que

sabía exactamente que debía de hacer—. ¿No hay chicas en tu

universidad?

—¿En Madison? No. He sido fiel a Trina. Eso fue, hasta esta tarde en el

cobertizo. Perdón, por eso. —Le mostró una sonrisa traviesa. No parecía

que realmente lo sintiera.

—Está bien. —Ella bajó la cabeza—. Fue bonito. —Se mordió el labio.

No debió haber dicho eso. Se inclinó para tomar una trufa, para llenar

su boca con algo y parar de decir cosas estúpidas.

La mano de Alex cubrió la suya. La miró con algo más que interés

casual. Ella pasó saliva, queriéndolo, pero sabiendo que no debía

hacerlo.

Él se inclinó por encima de la caja de chocolates y la besó. Él sabía

a vino rojo y dulce, una combinación que nunca podría olvidar y que

siempre asociaría con la Navidad.

—Sé que aún no es oficial, pero en mi mente, soy soltero. Todo lo que

falta es decírselo al resto del mundo.

Katie asintió. No lo entendía, pero se seguía sintiendo como que

estaba cruzando una línea que no debía. Pero no le importaba. Alex

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1

estaba aquí, el chico más guapo que haya conocido. Su sonrisa era

como el aire libre y la fogata. Y sabía a milagro.

—Si no te importa, voy a besarte, otra vez. —Acarició su mejilla con

el pulgar.

—Está bien, —murmuró ella, incapaz de decir algo más coherente.

Alex quitó de en medio los chocolates y aliviado la tiró a sus brazos.

La besó con ternura y hambre, ella pensó que había explotado.

La envolvió con sus brazos como si fuera un listón de satén sobre un

preciado regalo y tiernamente le acarició la espalda. Acunó su mano

bajo su pelo y le provocó un cosquilleo en la nuca, todo el tiempo

besándola sin sentido. Ella suspiró en su boca y lo sintió sonreír.

—Sabes tan bien, —murmuró en su oído.

—¿Cómo a cebolla y a ajo? —Preguntó.

—No y no es que me importe, como sabes me encanta el ajo y la

cebolla. Sabes a postre. Dulce, picante y delicioso. —Capturó su boca

de nuevo y Katie perdió el sentido del tiempo.

Capítulo 13

Traducido por CrissViz

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2

Corregido por Lucero

n estruendo fuerte perturbó el sueño de Katie. Odiaba las

mañanas y odiaba despertarse temprano, especialmente

cuando estaba disfrutando de ese grandioso sueño. Le dolía

la cabeza por beber demasiado vino y su boca sabia

asquerosa. Alcanzó su nariz para rascarse. El aire enfrió su cara. Metió

de regreso su mano bajo las sábanas y se acomodó entre las suaves

mantas con el tibio cuerpo a su costado.

Los ojos de Katie se abrieron.

Alex estaba acostado frente a ella, un brazo bajo la almohada, el

otro sobre su cintura. Su cara, relajada y hermosa, puso a su corazón a

dar volteretas. Se tomó un minuto para disfrutar la vista de su pelo

despeinado y la forma perfecta de su boca. Durante el día, trataría de

no mirarlo para que no se diera cuenta, pero ahora… ah. ¡La forma en

la que ese hombre tenía de besar! Sonrió recordando su sesión liándose

y movió los dedos de sus pies.

Escuchó un ruido. Sonaba como la puerta de un coche cerrándose.

¡Oh, Dios! ¿Habían llegado a rescatarlos? Se sentó y el brazo de Alex se

deslizó sobre sus piernas desnudas. ¿Eran los dueños? Miró alrededor

hacia las botellas vacías, las envolturas de los chocolates y los platos de

la cena de Navidad. En lugar de botas colgadas sobre la chimenea,

estaba rodeada de ropa secándose sobre sillas. Habían desordenado el

lugar.

—Alex. Alguien está aquí. —Le dio un codazo.

Él se movió.

—¿Qué?

Alguien tocó la puerta en la cabaña. Katie se sobresaltó.

—¡Despierta! —movió a Alex de vuelta. Repentinamente la puerta se

abrió y un joven entró. Usaba un sobrero tejido, un abrigo grueso y no

traía guantes.

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —Sus ojos escanearon la cabaña e

inmediatamente aterrizaron en Katie, la cama y la espalda de Alex—.

U

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3

Oh. —Apartó la mirada—. Siento interrumpir. Estoy tratando de

encontrar a mí…

—¿Jason? —Alex se giró y se sentó, despertando inmediatamente.

El joven sonrió ampliamente.

—¡Alex! ¡Hijo de puta! —sacudió sus botas para quitar la nieve y

cruzó la habitación. Alex, usando nada más que su bóxer, se encontró a

medio camino con Jason. Se dieron un abrazo de oso y palmearon sus

espaldas.

Katie miró sus largas piernas, su delgada cintura y su musculoso

pecho. No podía creer que se hubiera acurrucado cerca de él toda la

noche. Se alisó su playera y deseó no haberse quitado el pantalón

anoche cuando hacía demasiado calor. El cuerpo de Alex irradiaba

calor como un horno. ¿Qué pensaría de ella su hermano?

—¿Por qué no me sorprende que hayas aparecido? —preguntó

Alex. Ambos hombres sonrieron y Katie vio el parecido de los hermanos.

—Nuevas llantas, quitanieves y la más grande tormenta en años,

¿Cómo podría no estar aquí?, además ver a mamá comerse las uñas,

tratando de no llorar y poner un freno a las vacaciones. Realmente

arruinaste la Navidad.

—Lo lamento —Alex se rascó la cabeza, desarreglándose a un más

el pelo—. Oh, mierda. Lo siento. Katie, este es mi hermano, Jason. Te dije

que le encanta jugar en la nieve.

—Hola —dijo, avergonzada de ser encontrada en la cama con su

hermano. Su cabeza palpitaba y sabía que lucía como el infierno.

Ciertamente se sentía así.

—Hola —le contestó él.

Notó que Jason trataba de ocultar una sonrisa, mientras se daba

cuenta del desorden de la habitación. Parecía que habían hecho más

de lo que realmente había sido.

Jason se giró hacia su hermano.

—Alex, debo advertirte…

Alex lo interrumpió antes de que pudiera terminar de hablar.

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4

—Jason, Katie hizo la más increíble cena anoche.

—Alex —Jason comenzó de nuevo, preocupado.

—No creerías lo que puede cocinar sobre el fuego.

—¡Alex! —gritó en voz alta para captar su atención.

—¿Qué? —contestó distraído.

—No vine solo —dijo en voz baja y señaló con su cabeza hacia la

puerta.

—¡Oh! —sus ojos se desorbitaron y volteó hacia Katie con expresión

de dolor.

¿Qué? ella deseaba poder leer su mente.

La puerta se abrió y repentinamente una chica apareció. Vestida

con un abrigo blanco, el filo de la capucha forrada en piel, podría

haber sido modelo para un anuncio de las botas Ugg que llevaba. Pelo

rubio, sedoso, brillo de labios rosa y largas pestanas oscuras

enmarcaban sus ojos.

Trina.

Katie miro estupefacta, al pequeño pastel de crema que había

invadido su secreta Navidad bajo la tormenta de nieve.

—¡Alex, Dios mío! —se lanzó inesperadamente a sus brazos—. Oh,

bebé. Estaba súper preocupada. No tienes ni idea. Anoche, de la

preocupación, por poco no abro mis regalos de Navidad. —Lo

abrazaba y besaba repetidamente, mientras él trataba de zafarse.

Katie quería evaporarse en el aire, pero no podía dejar de ver a Alex

y al tornado blanco envuelta alrededor de él.

Él la sostuvo fuerte, poniéndola sobre sus pies. Se limpió la boca y

miro a su hermano.

Jason se encogió de hombros.

—Cuando escuchó que estaba por salir al amanecer para buscarte,

insistió en venir. No aceptó un no por respuesta. Sabes como es.

—Estaba tan asustada. Lloré toda la noche —exclamó.

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5

Katie lo dudaba, basada en el brillo de sus ojos y en su apariencia de

porcelana.

Alex quitó los brazos de Trina de su cintura, pero ella se colgó de su

brazo. Miró a Katie, claramente avergonzado. Ella apartó la mirada y

tomó sus jeans de una silla cercana. ¿Podría alguna vez sacar de su

menta la imagen del sexy Alex en ropa interior y de la muy pulcra Trina?

¿Por qué tenía que estar aquí?

—¿Cómo nos encontraste? —le preguntó a Jason.

—La policía llamó anoche cuando encontraron tu camioneta en el

rio. De seguro sabes cómo asustar a la gente.

—Debiste haber estado en la camioneta. No fue exactamente un

paseo en trineo, ¿cierto? —Alex se giró hacia Katie.

Katie lo miró mientras se subía los jeans por la cadera. Trina

finalmente la notó por primera vez y se sorprendió como si Katie fuera

una espinilla en la punta de la nariz.

—¿Quién eres tú? —preguntó.

—Trina, ella es Katie. La estaba llevando con su madre, para pasar

Navidad.

Los ojos de Trina viajaron sobre la apariencia descuidada de Katie,

haciéndola sentir más incómoda que si un grupo de chicos de

fraternidad le lanzaran miradas lascivas.

—¡Dijiste que estabas llevando a un amigo, pero nunca dijiste que

ese amigo fuera una chica!

Trina notó las mantas desordenadas en el sofá cama. Miró a Katie,

quien ya se estaba abotonando los jeans, hacia Alex en bóxer.

—¡Dormiste con ella!

—No es lo que parece. —Sus ojos fueron directos hacia Katie. Y vio

tanto en la profundidad de su conflicto. ¿Era culpa, arrepentimiento o

vergüenza a secas por ser encontrado de esta forma?

—¿Me has engañado? —preguntó, su cara inundada de asombró.

—No, y de todas formas, no seria que te haya engañado, ¿verdad?

—preguntó intencionadamente.

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6

Ignorando su comentario, Trina vio los restos de la pequeña fiesta.

Frunció el ceño ante las botellas de vino vacías, luego con su uña con

manicura francesa movió la envoltura plateada y las envolturas de

chocolates. Katie no quería que Trina estuviera cerca de sus cosas,

donde podría ensuciar los recuerdos de su noche especial.

El labio inferior de Trina sobresalía, haciendo un puchero con brillo

rosa.

—¿Me compraste chocolates y luego dejaste que ella se los

comiera?

Alex puso los ojos en blanco.

—No. No todo es acerca de ti, Trina. Katie los compró y los compartió

conmigo.

Trina hizo un pequeño resoplido. Se acercó para alcanzar la vela de

canela, usada hasta la mitad en el frasco.

—Esto también es mío. —A pesar de que Katie lucía como una

persona sin hogar y probablemente oliera igual que una, cogió la vela.

No iba a permitir que esta mimada, “quiero ser una Kardashian” tocara

el regalo que le dio Alex. ¿Y por qué tenía tanto maquillaje? Estaban en

un pueblo alejado en el norte de Wisconsin, no en una alfombra roja de

premier en Los Ángeles, por amor de Dios.

—No parece que hayas sufrido mucho —Trina se quejó—. Te

imaginaba acurrucado en alguna cueva, en ninguna parte, solo. Pero

parece que me perdí de pasar un buen tiempo. ¿Cómo pudiste?

—Trina, déjalo —dijo Alex.

La temperatura en el cuarto se hizo glacial y no era porque el fuego

se hubiera apagado en la madrugada. Katie se cruzó de brazos y se

mordió el labio. No había hecho nada malo. Está bien, no era verdad.

Se había enamorado de Alex cuando él oficialmente aun pertenecía a

esta pequeña mocosa malvada.

—¡¿Qué?! Solo estoy diciendo… no creo que estuvieras

precisamente sufriendo. No puedo creer que yo no haya dormido por ti,

mientras que todo el tiempo te revolcabas con esta… —Trina le hizo una

seña despectiva a Katie—, persona. Ni siquiera sé que viste en ella.

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7

—¡Trina, suficiente! —Alex le gritó y ella se calló, pero siguió mirando

a Katie. Alex frunció el ceño y negó con la cabeza.

Katie evitó la mirada de Trina y miró a su alrededor en la cabaña, sus

ojos se detuvieron en Alex y después en su hermano.

—Bueno chicos, ¿queréis quedaros aquí todo el día o queréis ir a

casa? —preguntó Jason.

—Salgamos de aquí —dijo Alex, con la primer nota de optimismo

desde que Trina camino dentro de la cabaña.

—Sí, entre más pronto mejor —murmuró Katie.

Trina se dejó caer en una silla cerca de Alex y vió cada movimiento

de Katie. Alex negó con la cabeza.

—Trina, ¿por qué no esperas en la camioneta?

—No, me quedaré aquí. —Le dio una mirada helada y regresó los

ojos hacia Katie.

—Estoy seguro de que a Katie le gustaría vestirse sin ti.

—Pero tú te vas a quedar. No confío en ella —murmuró lo

suficientemente alto para que Katie pudiera escuchar.

—¡Por amor de Dios, Trina, espera en la maldita camioneta! Actúas

como una niña de dos años —la tomo del brazo y la levantó.

Jason dio un paso adelante.

—Vamos Trina. Esperemos en la camioneta, donde se está caliente.

Tengo la radio para avisar que los encontramos.

Trina pisoteó con sus botas de diseñador fuera de la cabaña,

cerrando la puerta detrás de ella.

—¡Vaya, es todo un caso! —dijo Katie. Para una chica que engañó a

su novio para que le propusiera matrimonio, continuaba actuando

como si éste le perteneciera. Si lo que había dicho Alex era verdad, él

había estado tratando de romper el compromiso, ella no lo dejaría ir.

—Te lo dije. —Alex se frotó las manos sobre la cara.

—¿Necesitais ayuda? Si no, estaré en la camioneta —dijo Jason,

con su mano en la puerta.

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8

—¿Puedes dejarle un mensaje a mi madre?

—Es por lo que estoy llamando por radio. El servicio de teléfono aquí

es en el mejor de los casos irregular. Tu madre reporto tu desaparición

anteanoche y dijo que estabas viajando con alguien llamado Alex. Los

policías pusieron el reporte juntos, mis padres y tu madre han estado en

contacto. Saben que estamos buscándoos.

—Gracias. Realmente lo aprecio. —Al menos, eso era un punto de

luz en medio de este lio.

—No hay problema. —Jason le sonrió con calidez, lo cual era un

agradable cambio después de Trina, la pequeña, arrogante e irritante.

Jason los dejó solos en la fría cabaña. Katie suspiró con alivio. Qué

manera de despertar. Anhelaba un par de analgésicos y un galón de

agua.

—Feliz Navidad —Alex hizo una mueca.

Ella le dio una sonrisa forzada.

—Feliz Navidad. —Se metió al baño y terminó de cambiarse. Cuando

Salió, Alex se había puesto sus jeans y se había puesto de nuevo su

sudadera. Estaba doblando la cama dentro del sofá.

—Déjame ayudarte. —Acomodó los cojines y dobló las cobijas.

—Sé que las cosas están hechas un lio con Triana y todo, pero

realmente disfruté pasar tiempo contigo. —Alex se veía tan serio

mientras doblaba mal una sábana.

—Yo también. —Lo único en lo que podía pensar era en las horas

que había pasado en sus brazos, besándose en frente de la chimenea.

—Siento mucho que Trina sea tan…

—¿Perra? —sugirió. A pesar de la pequeña actuación de Trina, era

claro que no le importaba nadie más que ella misma.

Se río.

—Sí, es correcto. No tiene derecho a hablarte de esa forma.

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9

—No hay problema, ella no es nada para mí. Me alegro que vayas a

arreglar tu situación y no te cases con ella. Serias muy infeliz. —Katie oró

para que todavía planeara romper con ella.

—Esquivé una bala con ella. Eso es seguro.

—¿Cuándo vas hacerlo? ¿Romper?

—Tan pronto como sea posible. No en mi casa, con mi familia.

Necesito que sea en su casa, donde sus padres estén para recoger sus

pedazos. Tiende a ser muy dramática.

—¡Caramba, no lo noté!

Recogieron los trastes y las botellas vacías.

—Me siento terrible dejando tanto desorden. Desearía que

pudiéramos hacer algo con la ventana rota y todas las cosas que nos

comimos.

—No te preocupes. Mi padre llamará a los policías para saber de

quién es este lugar. Probablemente estará aquí mañana instalando una

nueva ventana.

—¿Qué pasara con tu camioneta? Lo había olvidado. Espero que

esté bien.

—Si continua ahí, tendré que remolcarla. Espero que no haya sufrido

mucho daño.

—He tenido bastante por Navidad. Y pensar lo enfadada que

estaba por tener que ir al norte. Si no lo hubiera hecho. Nunca te

hubiera conocido.

—Me alegro que lo hicieras.

Recogieron sus bolsas, la vela estaba bien guardada en su mochila.

Era la única prueba que tenía Katie del tiempo pasado con Alex. Él no

había dicho nada de verse de nuevo. Tenía su equipaje sobre el

hombro y puesta una sonrisa en la cara.

—Bueno, creo que es todo.

—Sí, supongo que tenemos todo. —Se veía pensativo—. Sabes, tal

vez después…

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0

Una fuerte bocina de camioneta se escuchó.

Su corazón cayó. Quería que terminara lo que iba a decir, pero él no

lo hizo.

—Creo que Jason está listo.

—No. Esa era Trina.

—Ah.

—Supongo que es mejor irnos.

Tomó la bolsa que le quedaba. En la puerta, Alex se detuvo con la

mano en el pomo. Parecía que iba a decir algo, pero se escuchó otro

bocinazo. Abrió la puerta.

Katie pasó a centímetros de él, mas consiente de él que antes, de su

esencia, el ángulo de su quijada y su pelo despeinado.

Cruzó el umbral, luego miró hacia atrás una última vez. Cuando

pensara en Navidad, siempre recordaría su tiempo aquí.

Katie se dio la vuelta y entro en la fría realidad de un nuevo día.

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1

Capítulo 14

Traducido SOS por CrissViz

Corregido por Vicsibet

lex sonrió con satisfacción mientras la madre de Katie la

abrazaba con fuerza. Había salido corriendo sin abrigo en

el momento en que Jason había detenido la camioneta.

—Gracias a Dios estás a salvo, —dijo.

Katie no se alejó. Alex estaba contento de verlas felices y reunidas.

Su hermana menor abrazó a Katie por un lado mientras el No Novio

estaba de pie pareciendo complacido.

—Está bien mama. Estoy aquí. —Le dijo dándole palmaditas en la

espalda.

Su madre dio un paso hacia atrás y tomo entre sus manos la cara de

Katie.

—No tienes ni idea de lo asustada que estaba. De verdad. Juro que

nunca te voy a perder de vista. —La tiró en otro abrazo de oso.

Alex espero en silencio, con su hermano a un lado, mientras Trina se

ponía de mal humor esperando en la camioneta. Gracias a Dios que no

había bajado para reunirse con todos. Después de su odioso

comportamiento durante el trayecto, quería estrangularla. Durante el

viaje para llevar a Katie, Trina insistió en sentarse sobre sus piernas por

que la cabina de la camioneta estaba llena de gente. Siguió mirando

fijamente a Katie. No podía esperar más para sacarla de su regazo con

la suficiente rapidez.

La madre de Katie finalmente la dejo ir. Katie se giró y sonrió

dulcemente a Alex como si solo la estuviera reservando para él y dijo:

A

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2

—Mama, él es Alex Walker. Si no hubiera encontrado la cabaña, no

sé qué hubiera pasado. Y éste es su hermano Jason.

—Muchas gracias por cuidar de Katie. ¿Está bien si os doy un

abrazo? Soy una abrazadora y estoy muy agradecida que la trajerais de

regreso.

—Seguro. —Alex sonrió y recibió su abrazo. Katie puso los ojos en

blanco. Él le guiñó un ojo. ¿Qué haría sin ella?

Su madre lo liberó del abrazo.

—Chicos, ¿os gustaría entrar y tomar algo de chocolate caliente o

algo de comer? —miro al No Novio como si estuviera buscando su

aprobación.

—Por supuesto. Nos gustaría escuchar la historia de vuestra aventura,

—dijo Tom.

—Gracias, pero mis padres están esperando y necesitamos regresar,

—dijo Alex, desenado tener más tiempo con Katie.

—Por supuesto. Estoy segura que están muy preocupados y es

Navidad.

Deseó un momento en privado con Katie pero sabía que eso no iba

a pasar. Todos los miraban, especialmente Trina.

—Tenemos que irnos, —sugirió Jason.

Alex quería decirle a Katie lo que había significado en su vida estos

dos últimos días y que nunca olvidaría su Noche Buena. Pero no podía

ponerlo en palabras. ¿Estaría bien que le diera un abrazo de

despedida? Parecía muy atrevido, incluso aunque su madre lo hubiera

abrazado. En lugar de hablar con el corazón, dijo bruscamente:

—Una vez que saque mi camioneta del rio, te traeré tu bolsa de viaje

y lo que hayas dejado también.

—Gracias. Seria genial. —Los ojos de Katie lo miraban fijamente, pero

sabía que una simple mirada no podía transmitir sus sentimientos.

—Conducid con cuidado, —dijo Tom, despidiéndose con la mano

de Jason y Alex. La madre de Katie estaba de pie temblando de frio,

con los brazos cruzados sobre el pecho para mantenerse caliente.

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3

—Sera mejor que nos vayamos. —Asintió con la cabeza hacia Katie.

Se veía preocupada. ¿Qué era lo que quería decirle? ¿Estaba contenta

de librarse de él? Probablemente. Especialmente después de lo que

hizo Trina.

Subió a la camioneta. Jason regresó por la angosta entrada. La

nieve se había juntado en ambos lados del camino. La madre de Katie

se dirigió hacia la calidez de su casa. Su corazón se apretaba mientras

ella desaparecía de su vista. La realidad de Alex estaba sentada a su

lado, su perfume lo asfixiaba.

Después de una larga ducha, algunas aspirinas y una siesta, Katie se

sentía humana de nuevo. Usaba los jeans de su hermana de dieciséis

años y una sudadera con capucha, se unió a su madre y a su hermana

en la mesa del comedor de la enorme cabaña del No Novio. Parecía

ser lo suficientemente agradable, pero su gusto en decoración era un

poco salvaje para ella.

Una cabeza de venado con una enorme cornamenta adornaba la

pared encima de la gran chimenea. Otra cabeza de venado en el

recibidor. Un pez, varios pájaros y un zorro fueron disecados para

montarse en toda la cabaña. Lo peor era que todos parecían estarla

mirando.

Su madre puso un tazón con verduras hervidas sobre la mesa entre

otros platos. Katie no sabía que eran.

—¿Qué es eso? No parecen ser patatas.

—Son tubérculos: nabo, chirivía y remolacha. Pruébalos, son buenos.

—Su madre se sentó, alcanzando su mano y dándole un apretón—. No

puedo creer por todo lo que has pasado. Es un milagro que los dos

estéis bien. Y Alex, que joven tan hábil.

—¡Y guapísimo! —agregó Nichole.

Katie le sonrió a su hermana. Seguro lo es. Seguía sin creer que había

pasado dos días con un chico que podría ser modelo de ropa interior.

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11

4

Tom apareció con un secador de manos sobre el hombro y un plato

servido en las manos.

—No puedo esperar a que pruebes la codorniz. Las cazé el otoño

pasado y han estado en el congelador para una ocasión especial

como esta. —Miró a su madre con una expresión de amor que debería

haber sido por parte de su padre.

Katie examinó el pequeño, pájaro sin cabeza y se tragó su asco.

—Mamá, ¿Dónde está la pierna? —preguntó en voz baja. Su madre

siempre servía pierna en miel y puré de patatas en Navidad.

—¿Alex hizo un movimiento contigo? —preguntó Nichole.

—¡Nichole! —su madre la regañó y miró a Tom para ver si había

escuchado.

—¿Qué? —se quejó—. Estuvo nevando durante dos días. Tendría que

haber algo mal con el chico si no intentara nada.

Katie miro a Nichole para que se callara, pero malinterpretó su

gesto y leyó más en él.

—¡Oh mi Dios! Se te lanzó, ¿cierto? —Nichole dejó caer su tenedor

sobre el plato, creando un estrepito.

Katie pensó en Alex besándola frente a la chimenea. Nunca había

experimentado nada más romántico en su vida. La mano de Alex había

vagado sobre ella mientras la besaba. Ella no lo había detenido.

—¡Te estas ruborizando! ¡No puedo creerlo! ¡Suéltalo! —dijo

golpeando la mesa.

Tom frunció el ceño. Su madre negó con la cabeza avergonzada.

Katie pateó a su hermana.

—Cállate, Nichole. No hay nada de qué hablar.

—Sí, seguro, —dijo con una sonrisa de satisfacción.

Tom regresó con otro platillo.

—¡Y como plato principal! —dijo con un mal acento francés y

poniendo un plato lleno del mas asqueroso pescado que haya visto.

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5

El pescado completo. Cabeza y cola intacta, sus ojos redondos

mirando.

¿Estas bromeando? le dio una rápida mirada de incredulidad a su

madre. Su madre no esperaba que comieran ese pez muerto. No eran

de la época de las cavernas. A ella le gustaba el pescado sin espinas y

sin huesos, empanado y cocinado.

Su madre, estaba usando mucho maquillaje, asintió con una sonrisa

forzada.

—¿No es maravilloso cuanto se ha esforzado Tom en prepararnos

esta cena silvestre por Navidad?

—No es nada, me encanta cocinar. Y esto se llama una cena de la

naturaleza, no silvestre. Todo lo que vamos a disfrutar esta noche crece

o vive en la naturaleza antes de que fuera recogida o cazada.

Te refieres a sacrificados. Katie miró hacia el cuerpo del pequeño

pájaro. Nunca vería de la misma forma a un petirrojo. Había comido la

cena más deliciosa en la cabaña con Alex.

Tom se sentó en la cabecera de la mesa.

—No seáis tímidas, comed. —Apuñaló a la codorniz con el tenedor y

la puso en su plato.

Katie y Nichole miraron con expectación a su madre.

—¿Mamá? —cuando no respondió, Katie dijo en voz baja—, es

Navidad. ¿No vamos a dar las gracias?

Su madre miro a Nichole y después a Katie. Su madre parecía

incomoda.

—Está bien querida. No tenemos que hacerlo cuando estamos en la

casa de alguien más, —murmuró.

—Pero es Navidad, —insistió Katie. Siempre daban las gracias antes

de cenar y parecía que era más importante en esta Navidad que antes.

—¿Qué se me ha olvidado? —preguntó Tom.

—No es nada. Las chicas normalmente dan las gracias antes de la

cena de Navidad. Pero está bien hacer las cosas de forma diferente, —

dijo en un tono ligero.

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6

—¡Es una tradición! —dijo bruscamente Nichole.

—Puedes orar. ¿Cómo lo hacéis? —él bajo los cubiertos.

—¿Te gustaría hacer la oración de gracias, Katie? —preguntó su

madre.

No, no quería decir la oración de gracias. Su padre siempre la hacía,

pero no estaba aquí y nunca estaría de nuevo. Nichole se sentó con los

hombros caídos y miró su vaso de vidrio con leche. Con Tom a la

cabeza de la mesa, ignorando lo dolorosa que había hecho la Navidad

para Katie y su hermana. Su madre adornaba el otro lado de la mesa,

usando un top ceñido diseñado para una mujer mucho más joven.

Estaba más interesada en mantener la atención de los ojos de Tom que

ayudar a sus hijas a sobre llevar la primera Navidad sin su padre.

—No, olvídalo. Está bien. —Necesitaba que terminara la noche.

—No me importa. Por favor, adelante, —urgió Tom.

Respira. ¿No ve lo que está mal? Debió haber mantenido la boca

cerrada.

—Katie, si quieres orar para dar gracias, es el tiempo de hacerlo. Tom

se esforzó mucho con esta comida y se está enfriando, —dijo su madre.

Katie sabía cuánto quería impresionar al No Novio. El timbre de la

puerta sonó, dándole un respiro.

—Yo atiendo. —Él puso la servilleta sobre la mesa y abrió la puerta,

mientras el pez muerto miraba fijamente a las chicas.

—¿Qué es lo que quieres Katie? —preguntó su madre.

—¿Yo? ¿Qué hay de ti? Papá siempre hace la oración de gracias en

Navidad. ¡Era una tradición! y ¿qué pasa con ésta comida? ¿Quién

come estas cosas?

—Hay alguien que quiere verte Katie, —dijo Tom desde el recibidor.

Katie se levantó confundida. ¿Quién podría estar en la puerta,

buscándola? Y entonces se dio cuenta de que solo podría ser Alex. Su

pulso se aceleró. Alex debió haber entendido por que estaba tan

alterada. Tal vez podría salvarla de este espectáculo de fenómenos.

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7

Dio la vuelta, incapaz de esconder su emoción. El hermano de Alex

estaba en el vestíbulo.

—Oh, hola Jason.

Él sintió su desilusión y le ofreció una media sonrisa.

—Hola. Alex me pidió que viniera a traerte tus cosas.

Vio su bolsa de viaje con ropa sucia y la bolsa de las compras hecha

jirones a sus pies. ¿No quiso Alex traerle sus cosas?

—Ah. Gracias. Ahora no tendré que pedirle ropa prestada a mi

hermana. —¿Dónde estaba Alex? No debía querer verla de nuevo—.

¿Cómo está su camioneta? —preguntó, pero lo que realmente quería

saber es porque no había venido Alex. Supuso que Trina se había

negado a hacerlo.

—Sorprendentemente bien. Fue capaz de manejar a casa una vez

que logro sacarla. Había muchísimo hielo dentro de ella.

—Apuesto a que sí.

—Hola Jason. —Su madre apareció con Nichole y Tom.

—Hola, señora Brandt. Mi padre me pidió que le dejara saber que

contactó al dueño de la cabaña y se encargó de reparar la ventana

rota.

—Gracias. Es muy generoso de su parte. Asegúrate de que me haga

saber si hay algo que pueda hacer, —dijo su madre.

—¿Dónde está Alex? —preguntó Nichole.

Jason miró rápidamente en la dirección de Katie.

—Está en casa de Trina.

Katie sintió que todos ponían sus ojos en ella.

—Gracias por traerme mis cosas. Realmente lo aprecio, —dijo, con

falso entusiasmo.

—No hay problema. Voy a regresar a casa. Vamos a celebrar la

Navidad esta noche.

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8

Katie regresó a la mesa en donde los otros comenzaron a comer.

Peleó contra sus emociones. Alex estaba con Trina ahora y ellos lo

sabían. Esperaba que estuviera rompiendo su compromiso, pero ¿y si no

lo hacía?

¿Había sido usada por un chico que no tenía intención de dejar a su

novia? Su garganta se apretó. Mantuvo los ojos enfocados en su plato

donde se había servido lo que debía ser nabo y un rollo integral. Tom

parloteaba sobre el tipo de arma que era utilizada para cazar un ciervo.

Luchó contra la urgencia de correr a su cuarto y enterrarse bajo las

cobijas.

Solo quería ir a casa.

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9

Capítulo 15

Traducido SOS por Apolineah

Corregido por katiliz94

l día siguiente, Katie estaba lista para arrancarse el pelo.

Esta monstruosa cabaña era demasiado grande, y todo allí

se sentía extraño. Tom se ofreció a llevarlas a pescar en el

hielo. ¿No se daba cuenta de que eran chicas de la

ciudad? Nichole se apiadó del hombre y, finalmente, accedió a

intentarlo.

Su madre se quedó con Katie y, después de una larga mañana de

evitarse entre sí, su madre se sentó en el extremo opuesto del sofá. Al

parecer era momento de tener una charla.

—Katie, ¿qué está pasando? Has estado desanimada. No es propio

de ti actuar grosera. —Su madre tomó su taza de café.

—Mamá, he estado desanimada desde que tú y papá os

separasteis. ¿Cómo podría estar de otro modo? —¿Y cómo su madre

podría no verlo?

Su madre se tensó, agarró la taza con más fuerza, y se quedó

mirando por la ventana.

A

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12

0

—¡Lo ves! Cada vez que mencionó que nuestras vidas han tomado

un giro de ciento ochenta grados, tú te quedas callada y finges que no

pasa nada.

—A veces las cosas cambian. No es tu culpa —dijo en un tono

condescendiente.

—Sé que no es mi culpa, pero ¿no me merezco al menos una

explicación de por qué un día tú y papá os reíais en mi fiesta de

graduación y dos semanas después él estaba en la entrada de la casa

peleando, con sus trajes en la parte de atrás de su coche? ¡He

escuchado esa mierda de “las cosas cambian” durante seis meses!

Su madre suspiró y negó con la cabeza.

—¿Por qué os separasteis? ¿Estás consiguiendo el divorcio? Supongo

que lo estás haciendo, ya que estás viviendo con… con Tom.

—Katie, eso está fuera de lugar. Y te lo dije…

—“Tom es sólo un amigo” —imitó Katie—. Mamá, no soy estúpida.

Deja de tratarme como si tuviera tres años. Nos arrastraste hasta aquí a

Nichole y a mí para pasar la Navidad más horrible de nuestras vidas.

¿Por qué nos castigas de esta manera? ¿No nos merecemos algo

normal?

Su madre dejó la taza sobre la mesita de café.

—La situación entre tu padre y yo no os concierne a ti y a tu

hermana, y sinceramente, los detalles no son de tu incumbencia.

Su madre bien podría haberla abofeteado en la cara.

—También es mi familia —dijo Katie en voz baja.

—Katie, después de veinte años, mi mundo se vino abajo. Esto es

todo lo que puedo hacer para sobrellevar cada día. No tienes ni idea

de lo que he pasado.

—Pero, ¿qué hay con lo que Nichole y yo hemos pasado?

—No pude hacer nada. Vosotras fuisteis un daño colateral.

—Suenas como Tom.

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1

—Siento que estés sufriendo, pero no hay nada que yo pueda hacer

al respecto. Me pasé toda la vida criándoos y reventándome la espalda

para tratar de complacer a tu padre. Después de todo este tiempo,

merezco tener mi vida de regreso. ¿Por qué no puedes ver que merezco

ser feliz?

—No estoy diciendo que no puedas ser feliz, pero quiero algunas

respuestas sobre las cosas que afectan mi vida. En un minuto estás con

papá y al minuto siguiente estás con Tom, insistiendo en que él no es tu

novio. Vamos. Tengo ojos. Mira cómo te vistes. —Su madre llevaba ropa

muy apretada, unos pantalones de diseño de baja altura y una blusa

ajustada muy escotada.

Su madre se enfadó.

—Lo que yo haga no es asunto tuyo. Soy una mujer adulta y no

tengo que explicar mis acciones.

—Bueno, no me gusta lo que estás haciendo. No está bien. Ni

siquiera estás divorciada aún. Estas durmiendo con otra persona, y

todavía sigues casada.

—Separada. Hay una gran diferencia. Y el divorcio será definitivo el

próximo mes.

La mandíbula de Katie cayó.

—¿Y cuándo ibas a decirmelo? ¿O pretendías hacerlo? ¿Mis

sentimientos no cuentan para nada? —Luchó contra las lágrimas que

brotaban.

—No lo entiendes, Katie. Esto no se trata sobre ti. Esto es acerca de

tu padre y de mí. Ambos somos felices de esta manera.

—Me alegra que alguien lo sea, porque estoy segura de que yo no

lo soy. ¿Cuánto tiempo más tengo que quedarme aquí?

—Hasta pasado mañana. —Su madre se levantó y cogió su taza—.

Veo que fue un error traerte aquí. Claramente no estás lista. —Y se alejó.

Katie la llamó.

—¿Eso crees? —¡Oh Dios mío!

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2

¿Cómo podría pensar su madre que Katie estaba dispuesta a

participar en su nuevo mundo? Aún no había llegado a un acuerdo

para decirle adiós al viejo mundo.

La puerta principal se abrió. Tom y Nichole entraron.

—¡Mira lo que atrapamos! —señaló Nichole hacia la cadena de

peces que Tom sostenía.

—¡El almuerzo! —se jactó Tom.

Nichole sonrió, aceptando claramente este nuevo cambio mejor

que Katie.

—Esto es genial. —Katie cogió su abrigo del armario y el teléfono de

la mesa de la entrada.

—¿A dónde vas? —preguntó su madre en tono irritado.

—A tomar un poco de aire. No puedo respirar aquí.

Katie se deslizó dentro de su abrigo y salió de la cabaña. El aire

fresco era un buen cambio del sofocante y conflictivo aire interior. El

aroma de los bosques le recordó la cabaña que había compartido con

Alex.

¿Eso había sido apenas ayer? La extrañaba y lo extrañaba a él, así

como el año en que fue al campamento de verano y tuvo que

despedirse de su nueva mejor amiga, Jessica. Le tomó mucho tiempo

dejar de extrañarla. Y ahora, Katie no podía imaginar superar alguna

vez sus sentimientos sobre esos dos días nevados con el chico más dulce

que había conocido.

Vagó por el largo camino de la entrada hacia la carretera principal.

El teléfono sonó, perturbando el inmaculado silencio. Lo sacó de su

bolsillo, medio esperando que la persona que llamara fuera su madre

regañándola o diciéndole que regresara.

En cambio, era Alex. Su corazón se hinchó.

—Hola.

—Hola, ¿cómo va tu Navidad? —Su voz sonaba como suave

terciopelo.

—Apesta. ¿Y la tuya? —dijo.

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3

—Lo mismo. ¿Qué estás haciendo?

Echó una mirada a la curva en el camino de la entrada.

—¿Ahora mismo? Huyendo.

Alex se echó a reír.

—¿En serio?

—No, pero lo haría si pudiera. —Dios, le encantaba escuchar su voz.

—Escucha, por la mañana iré de regreso a Madison para escapar

de la avalancha del infierno que he creado. ¿Existe alguna posibilidad

de que quieras que te lleve?

Ella se detuvo en seco.

—Por favor, dime que no me estás tomando el pelo, porque si lo

estás haciendo, voy a acabar contigo.

—Nunca haría eso —dijo.

—Lo juro, si estás bromeando, conduciré tu camioneta dentro del río.

—Demasiado tarde. Ya está hecho. Te recogeré a las nueve.

—¡No llegues tarde!

—Nunca.

*

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4

Capítulo 16

Traducido SOS por katiliz94

Corregido por Steffanye

legaba tarde! Katie observó de nuevo el reloj: 9:15 am.

Tembló. Si era lista, regresaría al interior de la cabina de

Tom para esperar, pero entonces tendría que enfrentarse

a su madre de nuevo. Estaba claro que no se verían cara

a cara en mucho tiempo.

Su madre no entendía como sus acciones no impactaban en sus

hijas. Durante una segunda discusión la última noche, mamá dijo eso

porque Katie tenía dieciocho años y era una adulta, su madre más o

menos terminó de criarla.

Lo que sea que hubiera habido entre los padres de Katie había

convertido a su madre en alguien a quien Katie no reconocía, o que

especialmente le gustase ahora. Al menos la actitud de su madre hizo

más fácil a Katie marcharse. De hecho, su madre pareció aliviada de

que no tendría que lidiar con Katie durante otros dos días.

El aire frío penetró en su abrigo. Como mínimo esta vez llevaba botas

y no zapatillas de deporte. Miró a la carretera y vio un vehículo llegar a

la vista. Un segundo después, reconoció la camioneta azul de Alex. El

índice de su corazón se aceleró.

La camioneta disminuyó y paró a su lado. Ella abrió la puerta.

—Hey, Katie. —Sonrió él, y ella volvió a enamorarse de su rostro.

—Hola. —Devolvió la sonrisa. ¿Había alguna posibilidad de que él

estuviera tan feliz de verla como ella de verlo a él?

Alex salió y caminó entorno a la camioneta.

—Aquí, déjame ayudarte. —Cogió su gran lona y la tiró en la parte

trasera. Alargó el brazo para coger la mochila, pero ella lo apartó.

¡L

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5

—Gracias, pero lo mantendré conmigo, el portátil está ahí.

—Bien. —Cogió la bolsa de compra.

—Esto también lo mantendré delante. Son regalos de mi madre y mi

hermana. No querría que les ocurriera nada. —Lo observó, esperando

alguna señal de que estaba contento de verla.

Alex levantó una ceja.

—Sírvete tú misma.

Él se detuvo y la miró. Ojala pudiese leer sus pensamientos. Él llegó al

bolsillo de su abrigo y sacó la bufanda roja. Se había olvidado de eso.

Con manos suaves, Alex envolvió la bufanda alrededor de su cuello

y la arropó. Ella sonrió. La bufanda olía a Alex. Sus dedos le acariciaron

la mejilla.

La miró a los ojos, después se inclinó adelante y capturó su boca. El

familiar toque de sus labios en los suyos envió cálidos temblores a través

de ella. La besó suave y largo. Ella saboreó su dulzura.

Los labios de él se apartaron. Alex dio un asentimiento satisfecho, dio

la vuelta y entró en la camioneta.

Katie resplandecía por todos lados. Perdiendo el tiempo, maniobró

las bolsas permanentes en la cabina y subió. Era un espacio apretado.

Apretujó las mochilas en el suelo y notó el posavasos.

Había dos tazas de café humeantes lado a lado.

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6

Nochevieja Traducido SOS por katiliz94

Corregido por Steffanye

amos, dame una pista. ¿A dónde vamos? —pidió

Katie a Alex que le dijera.

Él sonrió.

—Lo sabrás muy pronto.

Caminaron de la mano, sus dedos entrelazados. Él y Katie habían

salido un par de veces desde que volvieron a Madison hace unos pocos

días, pero esta era su primera cita oficial, y él planeaba hacer de ésta

una cita que ella nunca olvidaría.

Desde que Alex había roto con Trina el día de Navidad, nunca se

había sentido más feliz. Al sentarse en la mesa de la cocina de Trina

junto con los padres de ella había señalado las mentiras de Trina sobre

el embarazo y el hecho de que ahora eran personas diferentes de las

que lo fueron en el instituto. Trina se lo tomó mejor de lo que pensó. No

tuvo una rabieta o lo insultó. Su padre no lo golpeó, pero su madre lloró.

Trina se las arregló para meter un golpe cuando le devolvió el anillo.

Dijo que de todas formas siempre había querido un diamante más

grande. Él escuchó que al día siguiente estaba saliendo con otro chico.

Alex apretó la mano de Katie mientras giraban la esquina. Se unieron

a un gran torrente de personas caminando hacia el Kohl Center, el

complejo atlético de la universidad donde tomaban lugar todos los

grandes eventos.

—¿Vamos a un partido de hockey? —Preguntó ella.

Alex rió.

—No, esto será mucho mejor que un partido de hockey. Creí que

deberíamos comenzar una nueva tradición por nuestra cuenta.

—¿Cómo ir a la nieve en una cabaña cada Navidad?

—V

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7

—Sí, algo así.

Cruzaron la calle con una multitud de otros. Katie divisó autobuses

de tours.

—¿Es eso lo que crees? ¡Oh, Alex! —Lo acercó más hasta que pudo

conseguir una vista más cercana.

Una fila de autobuses de tour y semi-trailers se alinearon por la calle.

El logo de La Orquesta de Trans-Siberia estaba impreso en todos.

—¡No puedo creer que lo recordases! —lo abrazó.

—¿Cómo podría olvidarlo? Hablabas sin parar sobre ello.

—Ni siquiera note que estábamos en la ciudad. Imagino que con la

separación de mis padres, nunca presté atención cuando las franjas

estaban viniendo. Sabía que no iba a verlos.

—Bueno, ahora sí. —Bajó la frente hasta la de ella—. Tener que

subirte en mi camioneta es lo mejor que jamás me ha ocurrido.

Katie sonrió.

—A mí también.

Alex besó su dulce boca. La nieve comenzó a caer.

Katie lo condujo hacia el edificio.

—¡Venga! ¡Vamos! No queremos llegar tarde.

Fin

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8

Sobre La Autora

Angie Stanton

Angie Stanton vive en Wisconsin con su

familia, incluyendo perros y un gato travieso

con sobrepeso que no puede ser

molestado a menos que sea la hora de

comer.

Angie se crió en el campo, lejos de las

distracciones de amigos, el transporte y la

televisión por cable. Ella dominaba la

habilidad de soñar despierta desde una

edad muy temprana y por fin ha puesto

ese talento a trabajar.

Angie disfruta de los programas de televisión de realidad, en

particular los programas relacionados con la danza, con la

supervivencia de sobrevivir y de citas. Cuando no está a la deriva a otro

lugar en su cabeza, le encanta viajar tan a menudo como su marido y

su cartera se lo permiten.

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9

Traducido, Corregido y

Diseñado:

http://eyesofangels.foroactivo.com/