Anécdotas de Próceres Argentinos - Grupo 4

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Belgrano Antes de morir, escribió su autobiografía -según confesó- no sólo para que fuera útil a sus paisanos, sino también para “ponerme a cubierto de la maledicencia”. Y es que no pocos enemigos se había ganado este criollo a lo largo de las luchas independentistas. El 23 octubre 1854, parado frente a su tumba,pronunció la elogiosa arenga fúnebre al general José María Paz. El "veterano de Mayo", tal como lo definía , había fallecido un día antes, y fue enterrado con los más altos honores de la patria. El general Paz había nacido en 1791 y sus primeros 20 años de vida los había dedicado por entero a su formación intelectual: filosofía, teología, matemáticas y jurisprudencia. Pero la Revolución de Mayo causó un brusco giro en la vida de todos aquellos jóvenes criollos que, como el general Paz, decidieron tomar parte de los acontecimientos. En 1811, fue incorporado al Ejército del Norte, a las órdenes del general Juan José Viamonte y de Manuel Belgrano. En aquellas luchas recibiría la herida que le daría el apodo de "el manco Paz". Más tarde, ya como coronel, fue protagonista de las guerras civiles, intentando deponer a las fuerzas federales de Estanislao López. Una década más tarde, sus éxitos en la guerra contra el Brasil le permiten acceder a la jefatura del Estado Mayor General, siendo el primer comandante general de carrera en el país. De la mano del general Juan Galo de Lavalle, formó parte del gobierno unitario que intervino en varias provincias. Gobernador de Córdoba, jefe de "La Liga del Interior", avanzó sobre los caudillos federales aliados a Rosas, pero en Santa Fe fue apresado y mantenido en esa condición durante ocho años. Vuelto a las huestes unitarias, combatió al rosismo en su última década, desde Entre Ríos, Corrientes y Uruguay. La derrota de

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Belgrano

Antes de morir, escribió su autobiografía -según confesó- no sólo para que fuera útil a sus paisanos, sino también para “ponerme a cubierto de la maledicencia”. Y es que no pocos enemigos se había ganado este criollo a lo largo de las luchas independentistas.

El 23 octubre 1854, parado frente a su tumba,pronunció la elogiosa arenga fúnebre al general José María Paz. El "veterano de Mayo", tal como lo definía , había fallecido un día antes, y fue enterrado con los más altos honores de la patria. El general Paz había nacido en 1791 y sus primeros 20 años de vida los había dedicado por entero a su formación intelectual: filosofía, teología, matemáticas y jurisprudencia. Pero la Revolución de Mayo causó un brusco giro en la vida de todos aquellos jóvenes criollos que, como el general Paz, decidieron tomar parte de los acontecimientos. En 1811, fue incorporado al Ejército del Norte, a las órdenes del general Juan José Viamonte y de Manuel Belgrano. En aquellas luchas recibiría la herida que le daría el apodo de "el manco Paz". Más tarde, ya como coronel, fue protagonista de las guerras civiles, intentando deponer a las fuerzas federales de Estanislao López. Una década más tarde, sus éxitos en la guerra contra el Brasil le permiten acceder a la jefatura del Estado Mayor General, siendo el primer comandante general de carrera en el país. De la mano del general Juan Galo de Lavalle, formó parte del gobierno unitario que intervino en varias provincias. Gobernador de Córdoba, jefe de "La Liga del Interior", avanzó sobre los caudillos federales aliados a Rosas, pero en Santa Fe fue apresado y mantenido en esa condición durante ocho años. Vuelto a las huestes unitarias, combatió al rosismo en su última década, desde Entre Ríos, Corrientes y Uruguay. La derrota de Rosas a manos de Urquiza lo encontró en el exilio en Río de Janeiro, sumergido en la pobreza. Al volver, defendió la causa porteña, encontrándose entre sus dirigidos Bartolomé Mitre, con cuyas palabras se cerró su historia.

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"La Historia de Grecia la estudié de memoria, y la de Roma en seguida (...); y esto mientras vendía yerba y azúcar, y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para vivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora pasaba para la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban siempre, día a día, mes a mes, con este niño inmóvil insensible a toda perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza, decía en su casa: "¡Este mocito no debe ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no los leería con tanto ahinco!"

En enero de 1817, el ejército popular de más de cinco mil hombres que habían reunido los patriotas José de San Martín y, partió hacia Chile. A punto de cruzar la cordillera de los Andes, San Martín había sostenido: “lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”. Sortear aquellos peligros y obtener la liberación de Chile era para San Martín un paso fundamental para sus planes futuros.

El 26 de septiembre de 1820, la recientemente conformada Junta de Representantes eligió al general Martín Rodríguez como gobernador de Buenos Aires, luego de la dura batalla que éste, junto a Juan Manuel de Rosas, mantuviera contra el ex gobernador Manuel Dorrego. Al asumir, se ponía fin, de alguna forma, a una etapa que fue conocida como la “anarquía del año 20”, cuyo rasgo más visible fue la rápida sucesión de casi diez gobernadores bonaerenses. Así, Buenos Aires conocería “la feliz experiencia”, con la creación de nuevas instituciones, el mejoramiento del comercio y de cierta calidad de vida en la población. Con el manejo de las rentas de la Aduana y los negocios del puerto, Rodríguez nombró ministros a y a Manuel García y consiguió pronto “facultades extraordinarias sin límite de duración”. En este período de relativa calma, se consolidaba la desvinculación política con España, mientras se iniciaba un largo y

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perdurable vínculo de dependencia económica con Gran Bretaña. En su rol de ministro, (quien luego sería electo presidente de las Provincias Unidas), llamaba a dejar atrás los tiempos de la revolución, sin importar que José de San Martín se mantenía, todavía, en el Alto Perú, luchando contra los últimos reductos de resistencia realista.

A pesar de su destacada actuación militar, Belgrano no era un militar de carrera, era abogado. Se educó en el Real Colegio de San Carlos, aprendiendo junto con las primeras letras "la gramática latina, filosofía y algo de teología". Partió luego a España, a estudiar leyes en Salamanca, Valladolid y Madrid donde se recibió de abogado.

Nunca quiso dedicarse a la abogacía y mucho menos a la guerra, su principal interés era la economía. En su Autobiografía, dirá: "Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como en el estudio de los idiomas vivos, de la economía política y al derecho público".

Luego de Chacabuco, se permitió una venganza humorística contra los realistas . Un fanático fraile agustino, haciendo un juego de palabras, había predicado contra él durante el período de Marcó. "¡! ¡ Su nombre es una blasfemia!", había exclamado desde el púlpito sagrado . Llamado a su presencia y con ademán terrible, fulminando con su mirada, lo apóstrofo: "¡Como! ¡Usted me ha comparado a Lutero, quitándome el ! ¡Como se llama usted?" "Zapata", respondió el fraile, humildemente. "Pues desde hoy le quito el Za, en castigo, y lo fusiló si alguien le da su antiguo apellido". Al salir a la calle un correligionario le llamó por su nombre. El fraile aterrado, le tapó la boca y prorrumpió en voz baja: "¡No! ¡no soy el padre Zapata, sino el padre Pata! ¡ Me va en ello la vida!".

Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un

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mueble una medalla de la pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó. − ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?

A pesar de su destacada actuación militar, Belgrano no era un militar de carrera, era abogado. Se educó en el Real Colegio de San Carlos, aprendiendo junto con las primeras letras "la gramática latina, filosofía y algo de teología". Partió luego a España, a estudiar leyes en Salamanca, Valladolid y Madrid donde se recibió de abogado