Anécdotas de la Vida

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Las fábulas aquí relatadas tienen origen en la ficción del autor de la obra, quien buscó por intermedio de ellas narrar los instantes frugales de lo frecuente de la vida popular, inventando los personajes y las historias que envolvieron las alegorías del libro. No debe ser considerado como responsabilidad del mismo, que algunas semejanzas, sean estas en parte o en un todo, al ser encontradas por el lector, éste se identifique de alguna manera con los hechos narrados en el andar de los cuentos. Entre tanto, es posible que frecuentemente algunas personas tengan vivenciado acontecimientos similares, o posean una relativa analogía con la descripción física de algún individuo de algunas de las ficciones. Sin embargo, el lector debe considerar que, al ser parte integrante de una sociedad diversificada, también está sometido a su oculta comparación con los hechos de la vida.

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Carlos B. Delfante

… Mi recelo, para después de muerto,

es el remordimiento de no haber vivido

plenamente feliz.

Omar Khaiame

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Page 3: Anécdotas de la Vida

ÍNDICE

La Mala Suerte 6

Vidas Dilapidadas 17

El Fruto del Desencanto 34

Vacaciones 46

Advertida Incertidumbre 57

Insólito Homicidio 72

Ingratitud 85

Vital Resignación 99

Los Nuevos Amigos 110

Abnegación 127

El Dicharachero 138

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Error de Interpretación 150

Biografía 163

La gente, en general, soporta mucho

mejor que se hablen de sus vicios y

crímenes, que de sus fracasos y

debilidades.

Conde de Chesterfield

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Nota del Autor

Las fábulas aquí relatadas tienen origen en la ficción

del autor de la obra, quien buscó por intermedio de ellas

narrar los instantes frugales de lo frecuente de la vida

popular, inventando los personajes y las historias que

envolvieron las alegorías del libro.

No debe ser considerado como responsabilidad del

mismo, que algunas semejanzas, sean estas en parte o en

un todo, al ser encontradas por el lector, éste se identifique

de alguna manera con los hechos narrados en el andar de

los cuentos.

Entre tanto, es posible que frecuentemente algunas

personas tengan vivenciado acontecimientos similares, o

posean una relativa analogía con la descripción física de

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algún individuo de algunas de las ficciones. Sin embargo,

el lector debe considerar que, al ser parte integrante de una

sociedad diversificada, también está sometido a su oculta

comparación con los hechos de la vida.

La Mala Suerte

-¡No lo pudo creer! -gritó de repente entre el

entusiasmo y la sorpresa.

Miguel se quedó pasmado con lo que acabara de

escuchar, y apresurado intentó corroborar la relación de

números que había oído mencionar en el noticiero. Bajo

el asombro inicial, se puso a cambiar el dial del aparato

saltando la frecuencia de una a otra emisora en una

búsqueda afanosa por sintonizar a tiempo algún otro

informativo, mientras aguardaba con el corazón en la

boca a que un otro locutor pronunciase nuevamente la

lista correspondiente al sorteo de la Lotería Nacional de

aquél día.

Sintió que la adrenalina había tomado cuenta de su

cuerpo, cuando la ansiedad por querer certificarse de que

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había alcanzado a escuchar correctamente los guarismos

anunciados, le estaba ocasionado una angustia desmedida

que ya comenzaba a provocarle un sudor frío en los

temporales.

De igual modo, percibió que las manos se le habían

puesto húmedas; la boca, reseca, revelaba un gusto a

hiel; los batimientos cardíacos comenzaron a golpearle

pecho como si fuesen realizados por un martillo

siniestro; las piernas le tiritaban de tal modo que hacían

que sus rodillas se cacheteasen entre sí. Era todo temblor

que lo inundaba de arriba abajo y le ofuscaba la

capacidad de raciocinar derecho

El pedazo de papel que sujetaba entre sus dedos, se

movía en un trémulo subibaja pareciendo ser un abanico

de cartón pronto a refrescar el ambiente con la brisa

captada por los rápidos movimientos a que lo sometían.

Se dio cuenta que tenía la camisa alrededor de las

axilas, totalmente mojada por la transpiración que ya le

emanaba por los poros en un torrente de secreción salada

y acuosa, la que era producida por su hemostático

sentimiento con mezcla de pánico y felicidad

desenfrenada.

Se negaba a aceptar que sus oídos lo hubiesen

vendido. Estaba cierto de haber escuchado claramente

los cinco dígitos que componían la cifra correspondiente

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Page 8: Anécdotas de la Vida

al primer premio de la lotería. Siendo así, no había lugar

a dudas que él era el ganador del sorteo; el único

bienaventurado que se iría alzar con la millonada toda.

-¡Mi Dios…! Es un milagro que eso me ocurra

ahora, -expresó en un silencioso pensamiento.

Mientras tanto, el locutor de la radio sintonizada

continuaba narrando un rosario de informaciones que a él

le parecían inexpresivas, ya que le llegaban en una

perorata hueca por causa del anhelo que lo invadía… Y

nada del hombre anunciar los números que indicarían

cual era el número ganador de aquél día. La espera ya le

parecía interminable e infinita.

-¡Cállense un poco!, –llegó a gritar intempestivo, en

una tentativa de pedir silencio a los de casa para que no

le pasase inadvertida la voz del locutor; aunque de tan

próximo que se encontraba del aparato, tenía su oreja

derecha casi adentro del receptor.

De pronto, más de mil ideas comenzaron a invadir

su mente en virtud de la posibilidad de ser realmente el

individuo afortunado que iría ser premiado por la gracia

Divina. Pero no quería precipitar los acontecimientos,

llegando a especular que no debía contar nada a nadie

hasta que no confirmarse la noticia.

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Page 9: Anécdotas de la Vida

-¡Vaya a saber si no fue un engaño! -caviló consigo

mismo, mientras abanaba la cabeza de un lado a otro

negándose a admitir la superchería.

Pocos instantes después, la sorprendida esposa

acudió a la habitación con pasos apresurados. De alguna

manera estaba sugestionada por los bramidos del absorto

marido.

Al entrar, lo encontró casi adherido al receptor en

una simbiosis hombre-máquina que la asombró. Notó

que Miguel tenía un aire entremezclado de júbilo y

aprensión en su rostro, con las facciones contraídas, y

una leve sonrisa estampada en su mirada. No en tanto,

percibió que inmensas gotas de sudor corrían por las

sienes de su enajenado marido.

-¿Qué te pasó Miguel?... ¿Qué gritería es esa? ¿Por

qué tanto desazón?... ¿Qué fue lo que ocurrió?... Habla

de una vez, ¡hombre! –le fue diciendo agitada y en un

recitado fusionado que iba enmendando pregunta con

pregunta, sin dar tiempo a que el marido se pronunciase.

-¡Nada Teresita!... Es que no consigo escuchar las

noticias. Parece que van anunciar algo importante y

quiero saber… ¡Nada más!

-¿Y para qué nos mandaste callar? -le preguntó.

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-Lo que pasa, es que ustedes hablan que ni cotorras y

no consigo… -el respondió Miguel contrariado, en un

timbre de voz encima de lo normal.

-¿Y por eso estás con esa cara de difunto alegre? -

inquirió ella sin dejar que él terminase la alegación.

-¿Qué ha sucedido?... ¿Te sentís bien? -le preguntó

acongojada por verlo en ese estado de espíritu medio

sobresaltado y aturdido.

-¡Bueno!... Mejor qué me dejes tranquilo. Más tarde

te cuento… ¡Ahora lárgate de aquí!, que después te

explico que pasó, –llegó a expresar Miguel con una voz

hosca y severa, al buscar esconder tras la dicción, cuál

era el verdadero sentimiento que lo degradaba.

A decir verdad, doña Teresita dio de hombros y se

retiró de la habitación más ensimismada que cuando

había entrado en el recinto. Pero aquél tratamiento la

dejó más preocupada que antes, por haber visto a su

marido con esa apariencia disímil, llegando a especular

que bajo aquel semblante alterado de su esposo estaría

ocurriendo algún hecho más agobiante capaz de causar

esa intranquilidad y esa loca neurosis por querer oír las

noticias.

–¿Vaya uno a saber? Cada día que pasa, éste hombre

me deja más desatinada, -Teresita salió diciendo corredor

afuera refunfuñando en su psiquis.

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Page 11: Anécdotas de la Vida

En ese entretanto, el hombre continuaba recluido a

las palabras del locutor del momento, nada más por

demorar en informar el resultado del sorteo.

–¡Dale, desgraciado! No me mates de agonía… ¿Por

qué no cantas de una vez esos números? -se puso a

despotricar Miguel hablando solo, demostrando una

ansiedad sin parangón que iba creciendo que ni un

torbellino que se le antojó cruzar por entero dentro de su

ser, mientras se expresaba en una voz de susurro casi

afónico, como pretendiendo no dejar escapar la sorpresa

antes de corroborarla.

-¿Qué me importa a mí, lo que le paso a fulano o a

mengano?... ¡Canta! ¡Dale pirulo! ¡Canta!, -proseguía

blasfemando en un cuchicheo secreto, envuelto de una

verbosidad de irritación por la demora.

Y así prosiguió durante algunos minutos más, hasta

que llegó al punto que no aguantó más esa congoja que

lo consumía por dentro, que le ahogaba el pecho e iba

robándole el aire de su alrededor. Pero como tenía de

boca seca, halló mejor ir a tomar agua. No en tanto,

atolondradamente se levantó y corrió hacia la puerta y se

precipitó a la calle.

-Me voy al kiosco para ver si ya tienen el resultado.

No puede ser que demoren así, -se dijo para sí, en el

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Page 12: Anécdotas de la Vida

mismo instante en que había saltado de la silla y se

largaba en loca carrera por el corredor de su casa.

Una vez en la calle, primero comenzó a andar a

pasos largos. La ansiedad hizo que pronto se convirtieran

en una carrera. Pero al correr escasos treinta o cuarenta

metros, ya sentía que le dolían las piernas. Advirtió que

estaba como acalambrado, que los músculos de la

pantorrilla se le habían endurecido como garrote. No

conseguía casi correr, pues su cuerpo todo estaba

inundado por la adrenalina segregada desde la masa

medular suprarrenal.

Empero, mientras intentaba perpetuar de alguna

manera su carrera, discernía que la sangre le hervía en las

venas, que se le dilataban los bronquios, que el corazón

quería escapársele por la boca.

Sin embargo, un estridente bocinazo lo sorprendió

cuando cruzaba la calle.

-¡Que mierda…! –alcanzó a gritar para él mismo.

-¡Era sólo lo que me faltaba! -continuó pensando

mientras de reojo veía pasar a quien le había bocinado.

-¡Maldito desgraciado! -despotricó entre dientes-. Si

no lo esquivo, -pensó-, este animal era capaz de

matarme, y lo peor, es que dejaría a esta bruja con una

montaña de plata mientras yo me pudro dentro de un

cajón, -llegó a cavilar en su esquizofrenia alborozada.

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Sin embargo, minutos antes, doña Teresita se asustó

al notar la sombra de su marido lanzándose a la carrear

hacia la calle. Y tras oír el golpazo de la puerta, salió al

zaguán para ver lo que había sucedido.

-¿Será que declararon alguna guerra? ¿Será que

derrocaron el gobierno? A lo mejor se murió don

Antonio, ¡pobrecito!, -suspiró ella.

-Estaba tan débil últimamente, que bien capaz que su

corazón no aguantó más… ¡Que Dios lo guarde!, -

finalizó ella persignándose tres veces, en cuanto iba

articulando las palabras en un acento de perplejidad y

asombro, y hablando para sí misma mientras marchaba

anhelante hacia la puerta de calle, creyendo encontrar allí

el dictamen de tanta enajenación.

Miguel ya no aguantaba más correr, y de pronto paró

bajo la sombra de un plátano, intentando allí recobrar el

aliento que le faltaba, y ansiando aún más recuperar las

fuerzas de sus piernas.

-¡No corrí ni dos cuadras, y ya estoy muerto de

cansancio! -llegó a cuestionarse apoyado al tronco del

viejo árbol, totalmente delirante en la turbación de sus

pensamientos, mientras jadeante en una respiración

entrecortada, hurgaba por aspirar el aire de su contorno,

que de alguna manera sentía que le mortificaba al

penetrar en sus pulmones.

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-¡Me falta sólo una cuadra!... ¡Un cachito nomás! -

protestó-. Necesito recomponerme, no sea que todavía

me dé un infarto aquí mismo, -deliberaba con su

conciencia, como justificando la necesidad de dominar

su ansiedad y su desespero.

-Juro que si saqué la grande, soy capaz de darle un

beso en la boca a este calentón del Tano, -alcanzó a

murmurar, pensando dentro de la propia embriaguez de

optimismo que lo envolvía, sobre el dueño del kiosco

donde él siempre compraba los billetes de lotería.

-No… ¡Mejor ni digo nada! -recapacitó-. Agarro a la

vieja y me las tomo de aquí… Es bien probable que

aparezcan estos hipócritas del barrio, sólo para pedirme

favores y plata prestada.

-¡Lo único que me faltaba! Sobre seguro que cuando

sepan que gané, se vendrán como abejas a la miel.

-¡Uf!... -suspiró de inmediato-. Ni que hablar de la

familia, que cuando nosotros estábamos en la mismísima

“eme”, nadie apareció para preguntarnos nada.

-No, ¡al diablo con todos! -determinó airado-. Ya

sean amigos, vecinos o parientes, hoy mismo de noche

nos vamos los dos y chau, si te he visto no me acuerdo, –

estableció silencioso, mientras cambiaba el pie con el

cual estaba apoyando el peso del cuerpo.

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Page 15: Anécdotas de la Vida

-¡Bien que la flaca se lo merece! -recapacitó,

dejando que una sonrisa oportuna se dibujase en sus

labios al pensar en su mujer.

Sumergido en ese albedrío de pensamientos, Miguel

pronto se encontró deliberando sobre el tipo de

contratiempos que se avecinaban por tan solo haber

ganado la lotería, y sin querer, fue recapacitando sobre

cuál sería la mejor actitud que debería asumir, en cuanto

indagaba por alternativas que no llegasen a despertar

sospecha inmediata de su expedita fortuna; o quizás, que

le permitiese escapar de los embrollones que ensayarían

dar un mejor fin a su premio con la misma rapidez de un

rayo.

-Bueno, ¡ya estoy mejor! Mejor sigo –reconsideró

segundos después.

-Quizás me doy una corridita leve, paso disimulado

por la frente y observo de soslayo en la pizarra cual es el

número ganador, no sea que el loco del Tano se dé

cuenta que fui yo el que ganó, y el muy chismoso

termine por contarle a todo el mundo, antes de que yo

pueda tomar una aptitud, –continuó pensando para sí

antes de animarse a dar los primeros pasos.

Y así fue que nuevamente Miguel se largó a correr

por la vereda en dirección al local de su objetivo, cuando

sorprendentemente un dolor agudo le paralizo las

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Page 16: Anécdotas de la Vida

piernas, y de pronto cayó estático al suelo sintiendo los

músculos de las pantorrillas agarrotados mientras el

dolor lo dilaceraba por dentro. Entretanto, el pavor se le

dibujó patentemente en el rostro.

En ese momento Miguel pensó en lo peor, pero el

dolor le ahogaba la voz y le obstaculizaba emitir un grito

de socorro, apenas quedándole fuerzas para, sentado en

la vereda, apretarse fuertemente los músculos con sus

manos y dejar que las abundantes lágrimas le corriesen

sueltas por las mejillas, acompañadas de un lloriqueo

infantil y de desahogo. -¡Me muero! -gritó.

En ese momento creyó escuchar la voz de su mujer,

Teresita, que le golpeaba el hombro y preguntaba en una

exclamación de desconcierto al sentirse preocupada por

el motivo de su gimoteo, notando que su marido estaba

empapado de un sudor frío, sentado en medio de la cama

y con las manos sujetándose las pantorrillas:

-¿Pero qué te pasa hombre?... ¿Te sentís mal? Estás

agitado y llorando –le preguntó ella mientras buscaba

encender la lamparita de cabecera.

-¡Nada, mujer!... No pasa nada –Miguel le respondió

melancólico, y cerrando los ojos por causa de aquel

relámpago de la luz repentina en su cara.

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-¿Pero si te estás agarrando las piernas y estás

sudando que ni un condenado?... ¿Te duele algo? –

interpeló la esposa con cara de asustada.

-No sé. Debe haber sido un calambre –le explicó el

marido, acompañando las palabras con una mueca.

-¿Estás seguro, Miguel? -insistió ella, que no se

había quedado conforme con la disculpa.

-Sí. Quédate tranquila, mujer. Apaga la luz y dormí,

que lo mío no es nada -Miguel dijo con desgana.

-¿Estás seguro? -insistió ella-. No me cuesta nada

traerte una píldora -sugirió a seguir, volviendo a cerrar

los ojos para no despabilarse.

-Es que si yo te cuento lo que estaba soñando… -

agregó Miguel luego después que Teresita había apagado

la luz.

No hubo respuesta y un resoplido se alcanzó a

escuchar en el silencio del cuarto.

-No me lo vas a creer… ¡Y lo peor!... ¡Es que no se

si gane o no! -discursó Miguel en lo oscuro.

Pero doña Teresita ya había cerrado los ojos para

intentar conciliar el sueño, sin llegar a escuchar lo que le

decía su marido.

No en tanto, Miguel, en lugar de entregarse a su

descanso, continuó acostado y a llorar en silencio, pero

no de dolor...

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Page 18: Anécdotas de la Vida

Ahora era de rabia.

Vidas Dilapidadas

Ese día se despertó temprano, como en realidad era

de costumbre, y notó que aún faltaban algunos minutos

para las 6:15 am. No necesitaba del despertador, pero así

mismo, aunque supiese de antemano, una automatización

inconsciente hacía que siempre pusiese la alarma para

que la campanilla del reloj disparase en ese horario. Ya

estaba acostumbrada desde muchos años atrás a esa

misma rutina de igual originalidad. Lo venía haciendo

repetitivamente desde la ocasión en que se determinó en

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Page 19: Anécdotas de la Vida

la vida a realizar siempre los ejercicios físicos antes de

desayunar.

Desechó con ágil movimiento el leve camisón de

tejido floreado que utilizaba para dormir, colocándolo

maquinalmente sobre el respaldar de una silla. Al mismo

tiempo, instintivamente pasó los brazos por dentro de su

camiseta blanca de algodón, cubrió sus piernas con el

pantalón de nylon azul para gimnasia y vistió la chaqueta

del mismo conjunto deportivo. A seguir, buscó calzar las

grises y desgastadas zapatillas de atletismo, se ajustó

sobre la cabeza un gorro de paño rojo que simulaba un

plagio de los que utilizan los jugadores de béisbol

americano, y se lo compuso dejando salir por el ojal

trasero del sombrero un largo mechón de cabellos color

de miel.

El sol, en la lejanía, inauguraba el día mostrando

apenas su fase de media forma, comenzando a esparcir

sobre la línea del horizonte una volátil coloración dorada,

difundiendo una calidez temprana que templaba la brisa

del amanecer. Sin lugar a dudas, la alborada indicaba que

ese sería más uno de esos bonitos días calurosos. Mismo

así, ella pensó como le resultaba placentero ejercitarse a

través de una larga caminata por alrededor de la laguna,

permitiéndose apreciar los difusos colores del crepúsculo

matutino.

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Page 20: Anécdotas de la Vida

Empero, antes de salir para dar inicio a su marcha,

extendió una bucólica mirada de contemplación sobre

aquel soñador panorama, mientras saboreaba el instante

de suerte que la predestinación le había proporcionado

cuando surgiera la sorprendente oportunidad de adquirir

aquel departamento. Esto no ocurrió solamente porque él

era suficientemente confortable para sus célibes

necesidades, sino más bien por la entrecortada vista del

paisaje que se distinguía por las ventanas, y por la

favorable ubicación del barrio donde éste se situaba.

Reconocía que su edificio no era una construcción

nueva, pero sin lugar a dudas sabía que en la ocasión de

la compra la suerte le había concedido una excelente

oportunidad de negociación. De igual forma, cuando lo

fue a ver, el diseño de los espacios la atrapó, pues le

permitiría obtener aposentos espaciosos, ventilados y

claros por la luminosidad que recibían.

El casco de la estructura mostraba una edificación

de cuatro pisos, en el que se acomodaban cuatro

residencias por cada suelo; sin ascensores y con una

larga y ancha escalera de granito monolítico localizada

en el centro de cada pavimento. Las cocheras de

aparcamiento quedaban al fondo del terreno y en la parte

frontal del inmueble. También, había un gracioso jardín

cubierto por una delgada hierba de un verde perenne, que

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Page 21: Anécdotas de la Vida

a su vez acogía discretamente unos hermosos canteros de

tornasolados pensamientos y refulgentes rosales de las

más dulzonas fragancias.

El predio estaba situado en una calmosa calle

paralela de la misma avenida que marginaba el estuario,

y como el apartamento de ella quedaba ubicado a los

fondos del tercer piso, eso le permitía apreciar sólo una

vista parcial de la laguna. En todo caso, le era suficiente

aunque fuese una panorámica restringida entre las otras

edificaciones similares y las frondosas arboledas de

cinamomos que se izaban en la arteria principal,

sombreando las veredas que le entrecortaban la visión

del estuario.

Cuanto a su entrenamiento, ella tenía suficiente

intuición para comprender que el ejercicio matinal le

proporcionaba la debida acción de movimientos que se

contraponían frente a la pasividad ejercida durante el

resto de la jornada. Desde mucho tiempo atrás había

adquirido el discernimiento de que la práctica de algún

deporte le suministraba las energías suficientes para

compensarle las largas horas consumidas en la quietud

muscular que la envolvía. Ya había intentado practicar

natación, gimnasia aeróbica, y un sinnúmero de otros

deportes, todos practicados en recintos cerrados, algo que

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Page 22: Anécdotas de la Vida

la obligaban a tener que suspender constantemente sus

tareas y transferir la concentración.

Pero al mudarse para su nueva vivienda, había

descubierto la experiencia diaria de las caminadas, las

que le permitían como coadyuvante al ejercicio, poder

entregarse deslumbrada a apreciar le hermosa vista que

la rodeaba, y extasiando su mirada por el ensanchado

estuario.

Asimismo, había aprendido a calcular el tiempo

que le dedicaba al deporte por intermedio de algunas

contingencias que iban ocurriendo metódicamente a cada

mañana, yendo desde el flemático despegue del sol en el

horizonte, o por el total de los pasos del recorrido de ida

y vuelta que realizaba. Todo lo calculaba por intermedio

del lento aumento del movimiento de personas por las

calles, o el hecho de notar el espeso tránsito que se

enfatizaba con el transcurso de los iniciales minutos de la

mañana. Ya no hallaba necesario consultar el cronometro

que llevaba en su pulso, para deducir el tiempo dedicado

a su ejercicio.

Los únicos días en que se permitía suspender su

rutina mañanera, eran aquellos en que la lluvia insistía en

precipitarse diligente, terminando por encharcar los

paseos e embarrando las veredas; pero probablemente su

decisión se apoyaba en el motivo de no encontrar en su

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Page 23: Anécdotas de la Vida

camino el trinar insistente de los zorzales, el revoloteo

despreocupado y holgazán de las palomas, el remolón

agitar de los gorriones, todos precipitados en conquistar

su primer alimento del día; o por no poder apreciar la

propia luminosidad anaranjada de un sol en su despertar.

Invariable, terminada la caminata, al regresar al

departamento se duchaba lentamente, demorándose más

de lo normal para lograr así reanimar su cuerpo bajo la

aspersión de una llovizna refrescante, mientras se frotaba

la piel con un aromático jabón hidratante. Concluida la

higiene, envuelta en su holgada bata de seda carmesí,

preparaba un desayuno nutriente, que invariablemente

consistía en una dosis de yogurt descremado, al que le

agregaba algunas porciones de fruta fragmentada, una

taza de té con leche, tres tostadas de pan integral

revestidas con queso ricota, y untadas con una leve

camada de mermelada o jalea light que iba variando de

sabor conforme su apetencia del momento.

Su departamento tenía dos dormitorios y una sala

espaciosa, que a su vez estaba dividida por un biombo de

cáñamo de delicadas iconografías florales pintadas a

mano, permitiendo que éste formase dos estructuras

ambientales independientes entre sí, separándolas del

área correspondiente a la cocina. En la entrada de ella

había instalado un balcón con una tapa de mármol negro

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Page 24: Anécdotas de la Vida

sobrepuesto, que la dejaba desplegada y abierta hacia el

salón, dándole un aspecto de mayor espacio a la pieza.

La vivienda se completaba con una pequeña área

de servicio y el cuarto de baño. Estos dos ambientes

menores estaban orientados hacia una columna de

ventilación, pareciendo un hueco ciego en la estructura

interna de la edificación.

Luego después de haber adquirido el inmueble, ella

había mandado realizar una amplia reforma para poder

dejarlo con el aspecto actual. En ese entonces, dispuso

que pintasen las paredes de coloraciones pasteles de

tonos claros, y a los pisos de la sala y los dormitorios,

que eran de parqué, los había hecho pulir y revestir con

un barniz trasparente y brillante. Del mismo modo, había

ordenado derribar la mitad de la pared de la cocina que

daba hacia el salón, cuando entonces mandó colocar la

piedra oscura imitando un mostrador, el que resaltaba por

ser más oscuro, contrastando con el color durazno que

decoraba los muros del recinto mayor.

Las ventanas estaban recubiertas desde el techo al

suelo, con unas delicadas cortinas de satén de un color un

poco más fuerte que el tono de la pintura que revestían

las paredes. En las mismas, había colgado algunos

cuadros de un atractivo un poco excéntrico, pero que ella

había adquirido con cierta vacilación en la propia feria de

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Page 25: Anécdotas de la Vida

artesanos de la ciudad. En realidad, toda la decoración

era un poco sobria y monocromática, pareciendo un lugar

sin espíritu y desguarnecido de colores que hicieran de

alguna forma destacar el contexto sencillo del local.

Dentro de ese estilo circunspecto y moderado, lo

único que resaltaba eran las alfombras de estambre

teñido que tenía esparcidas por las habitaciones, casi de

un idéntico matiz que hacía juego con los muebles que la

decoraban. Por lo demás, en el dormitorio para

huéspedes había ordenado colocar un gran armario de

cedro, donde había acondicionado una biblioteca con su

extensa colección de libros, además de contener algunos

viejos manuscritos de la época de estudiante.

Frecuentemente, al terminar su desayuno, mientras

ella aireaba sus cabellos con el secador, prestaba cuidado

a las noticias en el primer resumen informativo de la

televisión, dando oídos a una reproducción de hechos

idénticos al de todos los días, donde desfilaban reseñas

de robos, asaltos, desfalcos, accidentes, reproches

políticos, fracasados atentados de grupos sediciosos, las

condiciones matutinas del tránsito, además del presagio

climático. No en tanto, lo hacía en una aptitud que

parecía prestarle más atención a las crónicas que

despertaban algún interés que valiese la pena seguirla,

dándole sólo a éstas la debida consideración.

Anécdotas de la Vida Página 25

Page 26: Anécdotas de la Vida

De cualquier manera, enterarse de las noticias era

un hábito que realizaba para distraerse y llenar los

espacios silenciosos del ambiente con algún sonido,

mientras ella se entretenía en las mecánicas rutinas de

cada mañana. Una vez que finalizaba el trato mañoso en

sus cabellos, separaba meticulosamente sobre la cama la

ropa que pretendía vestir ese día.

Vale decir que su cuerpo era delgado, mientras se

apoyaba en un par de piernas largas que poseían escasa

carnosidad alrededor de sus alargados huesos, lo que

hacía resaltar una musculatura firme en las pantorrillas y

en los muslos, asemejándola a una esbelta garza zancuda.

El cuidado con su nutrición y el constante entrenamiento

físico, le permitían mantener un alineamiento corpóreo

armonioso dentro de su desvaída figura, dejando

aparecer una atractiva belleza dentro de los límites

existentes entre lo sutil y lo grácil de la hermosura.

Sus cabellos lacios y dorados combinaban en color

juntamente a un par de ojos redondeados que se ubicaban

entre unos párpados elípticos, pero que mostraban una

mirada circunspecta y penetrante, retirando de su

lánguido rostro una beldad suficiente y garbosa. La tez,

que una vez había sido clara en demasía, ahora exhibía

una tonalidad que variaba entre rojiza y cetrina por causa

de la penetración de los rayos ultravioletas, aunque ella

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Page 27: Anécdotas de la Vida

demostraba claramente la plena salud que se desprendía

de su cuerpo.

Daba preferencia a vestirse con indumentarias en

de tonos oscuros que variaban entre el rojo, el azul o el

verde, y solamente se permitía alternar entonaciones y la

propia característica de los tejidos. Sus ropajes

invariablemente consistían en trajecitos o combinaciones

de blazer que armonizaban con polleras o pantalones más

bien holgados, y blusas de la misma tonalidad en

progresión de color. Eventualmente, hacía armonizar sus

trajecitos con alguna camisa blanca de popelín o de seda,

pero eternamente utilizaba zapatos cerrados con tacos de

mediana altura, buscando no desentonar demasiadamente

con su alto cuerpo.

Cada mañana, dando continuidad al preparo de su

embelesamiento, se empolvaba levemente el rostro,

delineaba las cejas con un lápiz color marrón oscuro, y

humedecía cuidadosamente con un lápiz labial de color

púrpura, un par de labios pre delineados y delicados.

Normalmente, en el lóbulo de sus orejas pendían

unos pequeños aros de oro, pero para el día, pretendía

hacerlos combinar con una delicada gargantilla, de la

cual colgaba una diminuta piedra esmeralda que, cuando

se la colocó, se destacaba a media altura del pecho, entre

el cuello y la comisura de sus senos. Para combinar, se

Anécdotas de la Vida Página 27

Page 28: Anécdotas de la Vida

puso un fino y delicado brazalete de oro en la muñeca

derecha, y en el opuesto ajustó un diminuto reloj pulsera

de cuero blanco que armonizaba con la propia esfera del

mismo. No llevaba anillos ni sortijas en sus largos dedos.

Nunca se permitía extravagancias fuera de un estilo

discreto y del propio comportamiento comedidamente

monocromático de todas sus actitudes, porque hallaba

que no necesitaba de algún determinado tipo de

reafirmación, por considerarse una mujer que sabía lo

que hacía en cada momento del día. Ése día había

decidido que iría vestida con un conjunto de lino de un

acentuado verde limón sobre una blusa con coloración

análoga que era de un tono de musgo que combinaba con

el reflejo de la gema de su pendiente.

Una vez que finalizó la tarea cadenciosa de

arreglarse y vestirse, antes de partir, fue hasta la cocina

para repasar la previa lista mental de las necesidades de

alimentos e insumos que debería sustituir en su alacena.

Para rectificar sus pensamientos, se entregó a revisar

meticulosamente armarios, frasqueras y el refrigerador,

confeccionando una lista con los artículos requeridos

para más algunos días de sustento, que los iba anotando

apresurada en una diminuta libreta que siempre destinaba

para apuntar todo lo sugerido.

Anécdotas de la Vida Página 28

Page 29: Anécdotas de la Vida

Planeaba para el final de su expediente, pasar por

el mercado central y realizar allí las compras necesarias

antes de regresar a su hogar. Imperceptiblemente, en el

mismo instante que idealizó dicho deseo, un tenue

escalofrío corrió por su espina dorsal, como si fuese un

presagio de mal augurio que en el momento no le dio la

debida importancia, pensando que el leve temblor

percibido tal vez fuese alguna corriente de aire que la

había sorprendido desprevenida.

Volvió a la sala y fue en busca de su espacioso

bolso de cuero castaño fusco. Introdujo en él la libreta de

anotaciones, revisó el porta documentos, su monedero y

los valores que conservaba en su interior, calculando

mentalmente si estos mismos fondos serían suficientes

para los gastos pretendidos. Repasó visualmente si estaba

en poder de su estuche de maquillaje y los otros

pormenores que normalmente abundan en la cartera de

una mujer. Al constatar que todo estaba en orden, cerró

la boca de su bolso y lo pendió elegantemente sobre su

hombro izquierdo.

Antes de partir, reparó visualmente el interior del

departamento para certificarse que todo conservaba la

deseada simetría de disposición. Enseguida, abrió la

puerta externa de su residencia, salió al corredor y

posteriormente la cerró suavemente. Después de bajar el

Anécdotas de la Vida Página 29

Page 30: Anécdotas de la Vida

tramo de escaleras, se dirigió al coche aparcado en el

trasfondo del edificio. Era un sedán blanco de cuatro

puertas, a medio uso, pero en un estado impecable de

conservación.

Dio partida al coche y, a continuación, se introdujo

con cuidado en el enmarañado tránsito que a la 8.30 de

una mañana que ya anunciaba un expectante bullicio de

seres semejantes que de igual forma se dislocaban para

sus múltiples quehaceres diarios, cada uno sobrellevando

en sus conciencias la incertidumbre de los días actuales.

Contenciosa y atenta, dirigió por las avenidas de la

ciudad, regulando la velocidad del vehículo para evitar

los congestionamientos desordenados que la obligasen a

detenerse inesperadamente en algún paraje o local

vulnerable de esa enloquecida urbe. Al llegar al edificio

de la organización que trabajaba, estacionó el automóvil

en el subsuelo y se encaminó hacia los elevadores de

acero que la transportarían hasta el quinto piso del Banco

Nacional. Sin lugar a dudas, un local seguro donde

pasaba inadvertidamente largas horas del día.

Trabajaba en una pequeña antecámara protegida

por transparentes vidrios que le proporcionaban un

relativo amparo del resto del salón, por donde se

extendían lustrosos escritorios e infinidad de monitores

de ordenadores ligados conjuntamente al cerebro central

Anécdotas de la Vida Página 30

Page 31: Anécdotas de la Vida

del banco. Ella era la responsable analítica de los

procesos de trasferencia de fondos interbancarios. Un

procedimiento que la obligaba a mantener una ordenada

meticulosidad de observación en unos interminables

sumarios de cuentas, códigos y valores de extensas

cifras.

La extenuante tarea se prolongaba diariamente

hasta las dieciocho horas; pero a veces, su labor era

entrecortada por intranquilas reuniones de trabajo y

lacónicas determinaciones que la obligaban a emitir

nuevos y sucintos análisis antes de finalizar la labor del

día. Minutos más, minutos menos, siempre alrededor del

mismo horario, ella partía para realizar sus compras

previamente programadas, o para el cumplimiento de los

compromisos anteriormente organizados.

En este día, por una ironía del destino, una última

obligación retrasó su partida durante un poco más de

treinta minutos, motivo que le fastidió el humor y le

arrebató la concentración, pues le importunaba tener que

realizar las compras con el mercado abarrotado de gentes

que, en ese horario, ya estarían deambulando por los

apretados negocios del local.

Al partir, dirigió el coche con la debida cautela de

siempre, pero al llegar cerca del recinto del mercado, se

vio obligada a estacionar un poco apartada del lugar

Anécdotas de la Vida Página 31

Page 32: Anécdotas de la Vida

donde siempre lo hacía. Algo mortificada, recorrió la

distancia que la separaba, con el pensamiento absorto en

la lista de compras que iría a realizar, y llegó a quedar

estupefacta por el gentío que en ese momento se

concentraba en tareas idénticas, lo que la hizo

reprocharse silenciosamente por el atraso acontecido.

Todo ese movimiento de pedestres obligaba a la

multitud a circular entre un constante empujarse de gente

contra gente, de los que iban y venían, de tener que

cruzar por entre filas de espera, entre sonidos de voces

estridentes de algunas que ofrecían entre medio de las

que compraban, por entremedio de personas cargando

paquetes, de individuos con bolsas o envoltorios

colgados sobre las espaldas, por una mezcla de olores

dulces, rancios, ahumados, condimentados; todo al

mismo tiempo aconteciendo bajo un atento observar de

la guardia nacional que buscaba dar una cierta seguridad

al perímetro.

Ella ya había conseguido adquirir un par de

artículos que constaban en su lista, y ahora se encontraba

en otra tienda, luego atrás de una joven que ya estaba

siendo atendida. Cuando la muchacha se retiró, no

percibió una bolsa de mimbre que estaba depositada

junto a sus pies; la cual permanecía allí como olvidada

inadvertidamente por algún apresurado comprador. Al

Anécdotas de la Vida Página 32

Page 33: Anécdotas de la Vida

notarla, rápidamente, como si tuviese aguzado su instinto

de preservación, avisó acuciosamente al dependiente que

la atendía, en una tentativa de descubrir el dueño del

objeto olvidado.

En ese mismo instante, ella no alcanzó a percatar la

mueca de espanto estampada en el rostro del muchacho,

porque en ese intervalo, primero surgió una enorme y

descomunal claridad que se propagó espontáneamente, la

cual se vio acompañada de una violenta onda de un

poderosísimo ventarrón infernal que arrasó todo lo que

existía en el entorno del mercado.

En décimas fracciones de segundos, de lejos se

llegó a escuchar resonar un ensordecedor estruendo que

había dejado a su paso una desolada penumbra, tras la

cual se escondían promontorios de hierros retorcidos,

montes de escombros apilados de los más diversos

materiales, una pesada nube de polvo blanquecino, y

espantosos gritos de horror y dolor seguidos de llantos y

gemidos, de cuerpos despedazados, y el inmenso pavor

generado por un cobarde atentado que tan radicalmente

terminó por arrebatarle la vida sin que ella se percatase.

Anécdotas de la Vida Página 33

Page 34: Anécdotas de la Vida

El Fruto del Desencanto

Era una niña de un primoroso perfil acomodado

cándidamente dentro de sus escasos dos años de edad; la

cual, con sus cortitas piernas temblorosas, al caminar,

buscaba mantenerse erecta balanceando su quebrantable

cuerpito como queriendo encontrar un cierto equilibrio,

intentando quizás hallarlo al buscar cachear el aire de su

entorno, realizando un meneo descompasado y graciosos

con sus dos bracitos.

Una sedosa piel blanquecina le rodeaba toda su

forma dándole un aire de cierta gracia y fragilidad, en

donde se destacaba una cabecita redonda, contornada en

Anécdotas de la Vida Página 34

Page 35: Anécdotas de la Vida

el cráneo por un ensortijado y rizado cabello formado por

finísimos hilos del más puro oro. Sus cachetes redondos

y regordetes parecían pintados de un acentuado color

rosáceo que escondían la sutil naricita de cereza, la cual

se asemejaba a una apetitosa fruta incrustada en una

deliciosa magdalena.

Sus ojos más bien parecían dos pequeñas bolitas

hechas de almíbar de miel, por su coloración y por la

dulzura que de ellos emanaba, y estaban contorneados

por largas pestañas de tonalidad semitransparente. Su

semblante, desde un par de labios tersos, dejaba escapar

por la boca risueña una fina vocecita que le salía

hilvanada en un cántico de melodiosas arpas.

Ése día ella estaba vestida con una engalanada

jardinera de terciopelo de un suave color amarillo patito,

sobrepuesta a una camiseta de diminutas mangas cortas

que le dejaban expuestos los rollitos de carne de sus

extremidades, que por su vez, le destacaban aún más el

suave color de la epidermis. En el frente de la parte

superior del pantaloncito estaba bordada la diminuta

figura de un alegre payasito de variados matices. La

parte inferior del mismo, le ceñía los pañales en un

abultado paquete que le dejaba las nalgas ensanchadas.

Calzaba unas sandalias de lona que combinaban

con la misma tonalidad de su ropita; pues si éstas eran

Anécdotas de la Vida Página 35

Page 36: Anécdotas de la Vida

amarillas, las diminutas medias que vestía combinaban

en color, contrastando en cierta forma con el límpido

blanco de su camisetita.

Sus tiernos bracitos pendían flojos desde un

cuerpito de contextura fuerte, los que terminaban en unas

manitos rollizas de cortitos dedos que, mismo siendo

gorditos, carecían de resistencia y estabilidad para

practicar graciosamente sus juegos.

Quién observase ésta frágil y graciosa criatura, sólo

podía imaginar que tan delicado ángel era el más puro

fruto de una idílica pasión surgida entre dos seres que se

habían consumido en los efusivos ardores del amor. No

en tanto, su historia, y la de sus padres, nos remite a un

contexto de circunstancias inextricables, más bien por

causa del comportamiento etéreo que ambos progenitores

disfrutaban.

Sobre el muchacho, padre biológico de la niña,

podía detallarse que pertenecía a una paupérrima familia

de ocho hermanos de muy pocos recursos; crecidos todos

entre la promiscuidad de dos aposentos que habían sido

levantados de tabla y zinc de un destartalado cuchitril

construido como guarida, y localizado en la periferia de

la ciudad. Una edificación semejante a esa enormidad de

viviendas que nos habituamos a observar solamente con

la frialdad inconmovible de nuestros sentimientos.

Anécdotas de la Vida Página 36

Page 37: Anécdotas de la Vida

En esa soledad de desparpajos, él fuera criado entre

la constante falta de alimentos y atavíos, y creciendo

como un paria que no tuvo oportunidad de conocer las

facilidades de la vida moderna; dividiendo tan sólo

indigencia e ignorancias en un lugar donde prevalecía la

valentía y la fuerza bruta para permitir que predominase

la subsistencia y desechar así el infortunio.

Poseedor de cortos estudios, apenas cosechados en

la miserable escuela del arrabal, había logrado aprender

solamente las letras y los números en suficiente

asimilación, sin llegar a una instrucción completa para

evitar una casi total ignorancia.

De igual modo, tuvo que acostumbrarse a dormitar,

desde niño, dividiendo el lecho juntamente a otros dos

cuerpos y abrigarse tan sólo con el propio calor de sus

complexiones. Pero al adentrarse en la adolescencia,

todos los hermanos se sintieron obligados a pelear de

alguna manera por su propia existencia, buscando con los

puños la manera de evitar los desengaños y aminorar los

sueños. A partir de ese momento, él aprendió más en la

escuela de la calle, que de todo lo que había conseguido

aprender en el pobre colegio primario que frecuentó, tal

vez porque le sobraba voluntad y cobijaba ilusiones.

El temperamento antagonista de su mocedad, que

era el más puro resultado de la convivencia entre

Anécdotas de la Vida Página 37

Page 38: Anécdotas de la Vida

ignorantes, con el tiempo fue quedando adormilado en su

entelequia, haciendo surgir en su interior una esencia

más apacible, aunque todavía tosca, como resultado de la

responsabilidad de dividir las horas entre individuos de

mejores poses y superior conciencia, de los que pudo

absorber nuevos conocimientos y domar la índole

discrepante que poseía.

Ahora esbozaba un cuerpo delgado y una altura un

poco por debajo de la media para su edad, todo en

consecuencia de su raquítico pasado. No obstante, por

entre el descarnado cuerpo ahora le saltaban músculos

resistentes y firmes en corolario de las acostumbradas

tareas del día a día. De ojos vivarachos y mirada suave,

desprendida de un semblante barbilampiño, mantenía un

astuto atisbo en todo lo que lo rodeaba, como queriendo

cautivar todo su entorno con su presencia escuálida.

Por otro lado, la muchacha, que era la madre de la

adorable niñita, también había sido un ser semejante a

ese impresionante batallón de desnutridos que anidan en

las barriadas humildes de los alrededores de cualquier

ciudad. Pero de mejor suerte que él, tuvo la oportunidad

de gozar de una estrella superior durante su niñez, una

vez que la familia a la cual pertenecía no era tan

numerosa, y las cualidades de la vivienda no eran tan

exiguas; pero de la misma forma, disfrutó la posibilidad

Anécdotas de la Vida Página 38

Page 39: Anécdotas de la Vida

de repartir los descarnados recursos que su familia

obtenía para subsistir.

Asimismo, en el seno de esa familia no llegó a

existir tan profunda ignorancia y penuria, así como

tampoco la promiscuidad, que es un procedimiento algo

común entre los que les desborda el analfabetismo y les

falta la mínima instrucción. En todo caso, el entorno del

lugar no contribuía en lo más mínimo para que aflorase

en ella un comportamiento más sustancial y verosímil,

como el que habitualmente se vislumbra entre los

pertenecientes a las castas más pudientes; pues del

mismo modo, aunque no lo conociese en su casa, a diario

le penetraba por los ojos y oídos llegando a inundarle la

visión, historias de un proceder menos púdico y recatado,

como aquellas que abarrotaban los alrededores de su

residencia.

El tiempo fue pasando, y ella fue creciendo en ese

ambiente heterogéneo, donde de algún modo se permitió

progresar clandestinamente entre el emanar de actitudes

promiscuas, y acostumbrándose desde muy jovencita a

enamoriscarse a las escondidas, cuando aún su pubertad

era apenas un tenue esbozo que se dibujaba en un

organismo en ebullición, para muy pronto convertirse en

una integrante adicional al ya vasto escuadrón de

adolescentes de fáciles entretenimientos.

Anécdotas de la Vida Página 39

Page 40: Anécdotas de la Vida

Podría ser apuntado que el comportamiento de ella

no era más que una actitud de reemplazo a la vagancia, a

modo de poder ocupar el tiempo con irresponsabilidades,

y cosechando aventuras inmaduras; aquellas que por lo

general constan dentro de la falta de educación en la

oquedad del contexto de los arrabales. Y así fue

sustituyendo de a poco la ociosidad de las horas, por

otras recreaciones menos dignas de una jovenzuela; que

a su vez carecía de alguna provechosa distracción y de

una tutela más firme por parte de sus progenitores.

Sin mucho estudio y menos recursos, al igual que

muchas otras chiquilinas de igual talante, la pubertad le

llegó de vez encontrándola en una ocupación de servicios

domésticos para familias más pudientes; un hecho

positivo que posibilitó un socorro a los ingresos de la

casa, y le inculcó un cambio en su anterior conducta,

haciéndola asumir una postura de cordura y ponderación,

al abandonar de vez los antiguos desatinos.

Esa mudanza de aplomo pronto la convirtió en una

lozana moza de largos cabellos trigueños ligeramente

ensortijados, y con un par de ojos relucientes que

brillaban por detrás de un miramiento gracioso y alegre;

los que por su vez, estaban encarcelados en un rostro

oval. Tenía el cuerpo totalmente recubierto con una tez

pálida y suavemente aceitunada. Pero aquella mudanza

Anécdotas de la Vida Página 40

Page 41: Anécdotas de la Vida

de ambiente y de ocupaciones, contribuyeron de alguna

manera para ejercer una mutación de comportamiento,

sin robarle la antigua oficiosidad de enamoradiza.

No obstante, en un determinado momento de sus

vidas, el destino quiso que se cruzaran esas dos almas

voluntariosas, sentenciándolas a formar una pareja de

disímil apariencia. Se conocieron por casualidad, sin

interferencias ajenas, probablemente como conclusión de

una eventualidad predispuesta; pues al instante que se

miraron por la primera vez, germinó entre ellos una

pasión intensa, la que luego los condujo sin titubeos a

buscar apaciguar la fogosidad sentida por intermedio de

un amor impetuoso y frenético.

A partir de ese momento, ellos se amaron y

sedujeron intensamente, mientras acordados amoldaban

el sueño de construir un hogar inmarcesible, diferente al

que los había cobijado en sus pasados. Sin embargo,

escondieron el uno del otro los episodios más hoscos y

adustos de su inicial juventud, como si con ello

pretendieran apagar un pasado en desacuerdo con sus

actuales espejismos.

De igual modo, los dineros de sus labores eran

mínimos para saciar los deseos y sueños en un corto

plazo, sobrándoles apenas la ilusión y faltándoles la

condición esencial para cumplir con las pretensiones.

Anécdotas de la Vida Página 41

Page 42: Anécdotas de la Vida

Empero, durante algún tiempo continuaron a entregarse

arrebatadamente a fruiciones, de manera que sus actos

pudiesen apaciguar de alguna manera su idilio, y

postergando el cumplimiento de sus esperanzas para,

quien sabe, encontrar la manera de solucionarlas a su

determinado momento.

Sin embargo, los escasos instantes de descanso que

disfrutaban, eran muy prontamente disipados con el

entretenimiento de complacencias y placeres, los que

eran realizados frenéticamente a través de un intenso

regodeo con el que buscaba apaciguar el ardor que

llevaban en sus entrañas. Todo fue así, hasta que un

determinado día, aquellos intensos recreos de un amor

que tanto los complacía, imprevistamente les concedió el

germen de la vida, haciendo fructificar en ella un

embarazo inesperado.

Nada que resultase en un hecho inusual entre los

que se entregan al placer del cuerpo, pero ciertamente lo

es para todos aquellos que creen estar inmunes a las

consecuencias más infaustas que pueden surgir de las

aventuras practicadas. Tal vez, aquello ocurrió en

consecuencia de la falta de visión futura, de la ineptitud

imberbe de sus mentes, de la incapacidad de

planificación de sus pretéritas vidas, de la falta de

Anécdotas de la Vida Página 42

Page 43: Anécdotas de la Vida

clarividencia para proteger la existencia posterior del ser

en gestación… Pero ocurrió.

Puede que para los que así proceden, sea una

punición y un escarmiento divino a ser sobrellevado por

el resto de sus días; el que tarde o temprano terminará

por abrazarles los sentimientos haciéndolos sentirse

culpados por los actos torpes que fueron obrados en un

determinado momento de su existencia.

Se dice que la vida es la escuela del dolor, y que en

ella se tiene que pagar el precio de la sorpresa y el

desencanto; y cuando un hecho así sucede, muchas veces

nos hace nacer sentimientos inocuos o conmociones

intrínsecas que pueden ir desde un pleno estado de

regocijo, hasta la propia etapa de sentir un pavor

descontrolado.

Por tanto, muy pronto la aprehensión tomó cuenta

de sus semblantes ante tan inesperada noticia, pues

estaban al tanto que sería imposible asumir una

obligación tan responsable, no por la incapacidad del

intelecto de ellos, sino por carecer de contexto y recursos

económicos como para querer adjudicarse tan profunda

contrariedad para el resto de sus existencias. No

obstante, los meses fueron transcurriendo, mientras el

génesis de una nueva criatura se iba desarrollando dentro

de aquel cuerpo semidelgado y esbelto de otrora,

Anécdotas de la Vida Página 43

Page 44: Anécdotas de la Vida

despojándole las delicadas curvas que exteriorizaba, y

que poco a poco le fue ensanchando las formas de su

complexión física.

Del mismo modo, tampoco durante esos meses

encontraron alguna alternativa viable para solucionar el

profundo enigma que se le avecinaba, y prontamente

comenzaron a florecer entre ellos las discusiones, las

controversias, las intimidaciones y hasta las propias

amenazas; como si el fruto en gestación fuese un

inconveniente imposible de transponer, y obrase como el

único causante de todos los desencantos y contrariedades

por las cuales atravesaban.

De repente, todo se precipitó en un torrente de

antagonismos, derrumbando de vez los sueños pueriles

de un momento al otro. La situación obligó a que la

muchacha cesase su trabajo hasta después que tuviese el

alumbramiento, lo que la despojó de inmediato de los

recursos tan necesarios para el sustento y los gastos

adicionales que ya se aproximaban, mientras pasó a

reivindicar a su futuro compañero la obligación de

procurar los estipendios que demandaba la cuestión.

Pero en un abrir y cerrar de ojos, actuando bajo el

impacto psicológico y sobre el efecto de la presión

ejercida por la mujer, el muchacho sintió su mente

invadida por una inconcebible onda de pánico, y de

Anécdotas de la Vida Página 44

Page 45: Anécdotas de la Vida

pronto la cobardía hizo que casi al instante se escabullera

bajo las brumas de su universo, desapareciendo como por

encanto de la fase de la tierra, y abandonase a cualquier

fatalidad la futura suerte de la muchacha e del hijo que

estaba por nacer.

Indudablemente, esa actitud imprudente colocó de

pronto al descubierto el perfil egoísta, insensato,

mezquino, sórdido e irresponsable de su carácter, y el

que tan deshonestamente había escondido en él hasta ese

momento.

Frente a tamaña adversidad, la cualidad del

muchacho despertó en ella una condición similar a la de

él, cuando avivó en su íntimo una silueta insensata, vil,

innoble y cicatera, revelando un pensamiento de

inmadurez que le incitó la osadía de abandonar a su hija

en el mismo instante en que ésta naciese. Su deliberación

fue la condición que se impuso mentalmente, para lograr

librarse de inmediato del pesado fardo que debería cargar

por el resto de sus días.

Ya transcurrieron dos años de la realización de

aquel acto rastrero que la madre de la niña soezmente le

proporcionó, y así conocí hoy a ese benjamín, retozando

alegremente entre otras muchas criaturas similares que,

en un determinado momento de sus infantas vidas,

fueron abandonadas en el orfanato de la ciudad, y las que

Anécdotas de la Vida Página 45

Page 46: Anécdotas de la Vida

todavía aguardan optimistas por un nuevo hogar que les

brinde el cariño y el amor que se merecen.

Vacaciones

Esta era una de las formalidades que realizábamos

frecuentemente al dilatar nuestras frecuentes caminatas

por donde quiera que nos hallásemos. Un hecho que

ambos nos acostumbramos a concebirlo casi a cotidiano,

y que lo efectuábamos gratamente de manos dadas,

conversando, acompañando nuestras ilusiones e utopías,

debatiendo incertidumbres, proyectando nuestras vidas,

intercambiando sentimientos mientas disfrutábamos en

medio de determinados paisajes bucólicos.

Por así decir, ella y yo llevábamos la vida

cultivando lo que cada lugar nos ofrecía, cuando nos

entregándonos por momentos a mojar nuestros pies en la

Anécdotas de la Vida Página 46

Page 47: Anécdotas de la Vida

orla del mar, mientras otras veces nos encontrábamos

deambulando por parques esplendorosos. Por tanto,

muchas de las veces lo hacíamos transitando por calles

viejas y extrañas, mientras nos agraciábamos la

contemplación al observar vistas deslumbrantes, o hasta

contemplando aquellos distritos más desventurados; pero

siempre llenando nuestros ojos con la simplicidad de la

vida en cuanto atiborrábamos el corazón con el

reemplazo de las horas vividas entre la insensatez

mundana, y aguardando expectantes por nuevos

momentos de exaltación.

Ciertas veces llegábamos a contener nuestros

cuerpos y nuestra imaginación por largos periodos de

tiempo, para estimular los sentidos con los alrededores

de un local placentero, y poder gravar en nuestra mente,

como si ella fuese una máquina fotográfica especial, una

determinada visión agradable, y hasta buscando apreciar

mejor las coloquiales costumbres, y de esa manera lograr

empaparnos con los hábitos de personas de simple vivir.

Bien podía mencionar que a menudo teníamos la

mala costumbre de ponernos a escudriñar por lugares con

aglomeración de personas placenteramente sentadas,

próximo a alguna mesa de bar, o reclinados sobre los

duros bancos de cualquier plaza, y hasta por qué no, en

los hangares de alguna estación de tren, o mismo

Anécdotas de la Vida Página 47

Page 48: Anécdotas de la Vida

sentados sobre el banco de algún jardín; entregados tan

sólo a abandonar el tiempo, para que éste se escapara

lentamente por entre las inmovilizadas miradas que

adjudicábamos, y en los comentarios insubstanciales que

expresábamos. Como por ejemplo:

-¡Mira! ¡Mira! Aprecia como ese sujeto que viene

por allá, tiene cara de extravagante. Parece que el tipo

disfruta de un espíritu alegre. Hasta yo diría que suplica -

llegaba a comentarle a mi esposa mientras me reía por

determinados momento, siempre intentando llamarle la

atención sobre alguna cosa de aspecto extraño que se

aproximaba.

-Julio, vos siempre igual… Para ti, o son todos

extremadamente alegres, o demasiado tristes ¡Sos un

criticón! –ella me contrariaba como si con su expresión

quisiese discordar de mi comentario banal.

-Pero Carla, ¡fíjate!… -insistía-. El tipo se hamaca

para caminar… ¡Mira como revolea las caderas! ¿No me

digas que no es un suplicante? -le exhortaba aseverando

mi identificación clandestina sobre cualquier sujeto que

se acercaba por alguno de los lados, mientras buscaba

demostrarle los movimientos con un ademán de mano.

-Julio, ¡no insistas…! Ese pobre hombre debe tener

pie plano. ¡No es un maricón! -protestaba ella para

contrariarme-. Además, para ser un afeminado, como vos

Anécdotas de la Vida Página 48

Page 49: Anécdotas de la Vida

insinúas, tendría que vestirse con otro tipo de ropa,

imagino –me retrucaba, como si ella fuese una gran

conocedora de los hábitos profanos, a la vez que fruncía

el rostro en una mueca de media sonrisa.

Y así, divagando entre esa pauta de comentarios

frívolos, ciertas veces dejábamos pasar frente a nosotros

algunos de esos individuos con fisonomías enervadas,

fragorosas, cansadas, de rostros agitados, con semblantes

taciturnos. Nada más, eran que personas de expresiones y

gesticulaciones aburridas, alegres, estremecidas.

En realidad, todo resultaba ser en un verdadero

desfile de prototipos humanos con perfiles que estaban

envueltos en un inmutable carnaval de coloraciones y

sentimientos sin fin.

Donde estuviésemos, era posible encontrar, además

de la gente, la misma miscelánea de colores, de sabores,

de prácticas y costumbres que se encontraban de alguna

manera enraizados entre los más variados aromas y

matices del lugar, y que desfilaban en esa circulación de

ida o vuelta que era producía con el intenso y bullicioso

trajinar de las personas a nuestro alrededor.

De repente, ciertas veces yo escuchaba que Carla

me decía: -¿Vistes como en la moda actual? Ahora se

combinan los colores más contrastantes… Bien que

podíamos comprar algo así… o quizás como aquello allá,

Anécdotas de la Vida Página 49

Page 50: Anécdotas de la Vida

-que además de comentarlo, me lo señalaba apuntando

hacia al frente con la punta de su pera, mientras movía

intencionalmente la cabeza para agrandar el meneo. Con

la mano no, porque según ella, era cosa de maleducados.

-¿Llegaste a reparar en el tipo de mocasines que te

dije? -me preguntaba en otra ocasión, haciendo valer su

condición femenina.

-No. Para nada. Hasta porque en verdad, ni lo

recordaba -le respondía sin mirarle el rostro, no fuese

que ella notase mi hipocresía.

-¡Ah, Julio! -protestaba con voz melosa, hasta que

segundos después se exaltaba al decirme-: ¿Te fijaste?

La señora que pasó recién delante nuestro, tenía unos

casi iguales… ¿No la vistes? -insistía cuando el asunto le

interesaba.

Yo, obvio, no decía nada. En ese tipo de asuntos, la

experiencia ya me había mostrado que lo mejor era

quedarse callado.

-¡Julio! Aquí en la vidriera hay unos lindísimos…

¡Míralos! ¡Están chiquérrimos!... Elegantísimos… ¿No

son un amor? -se le antojaba insistir poco después, como

si estuviese intentando atraparme en el asunto.

Por casualidad, al ponerme a escribir este relato, el

momento pertenece a un atardecer normal de un día

cualquiera de este caluroso verano, y sé que en la calle,

Anécdotas de la Vida Página 50

Page 51: Anécdotas de la Vida

al igual que horas antes, los prójimos deben continuar a

entremezclarse y a dislocarse llevando en su interior los

misterios de su vida, sus intranquilidades, sus angustias,

sus logros, su prosperidad o sus tristezas, como suele

ocurrir en cualquier metrópoli.

Empero, lo que pretendo resaltar, es que mientras

caminábamos más temprano, yo había notado que

algunas personas les encantaba hablar en voz baja

mientras otros menos educados adoraban hablar gritando,

lo que contrastaban con un sin número que andaban

silenciosos y de cabeza baja. Aunque otra de las

particularidades que me había sorprendido, fue observar

que algunos cargaban en sus brazos volúmenes de mayor

o menor tamaño, mientras otros, de manos libres llevan

sus bultos escondidos en sus conciencias.

Yo comento esto, para retomar de alguna manera el

tema que surgió más temprano en nuestro paseo, cuando

a Carla se le ocurrió decirme de repente:

-¿Te distes cuenta, Julio, que ni todos se fueron a la

playa en este verano?

-Puede ser porque sus responsabilidades no se lo

permitieron… O tal vez por falta de plata -le respondí

inconsciente, sin llegar a percibir lo que vendría después.

-¡Sós un infame, Julio! Si vos no hubieses insistido

tanto en cambiar de coche, bien que nosotros podríamos

Anécdotas de la Vida Página 51

Page 52: Anécdotas de la Vida

haber ido de vacaciones a la playa –me dijo lanzándome

una mirada regada por un rencor desagradable, y con una

voz encolerizada que se depositó sobre mi sombra de

manera impertinente.

Al momento decidí no responderle nada, mientras

observa a los individuos que partían o regresaban de sus

responsabilidades y obligaciones, reparando que unos

caminaban, otros corrían, mientras muchos simplemente

impelían sus cuerpos hacia delante entre la agitada

muchedumbre, como que renunciando a querer ser

llevados por el tiempo o eludiendo los reveses que

abultan sus tormentos.

-¿Cuántos de éstos tipos tendrán el mismo dilema

que yo? –me entregué a pensar sórdidamente sin perder

de vista los pasos de Carla, y sin dejarla que percibiera

mis reflexiones, que de cierta forma estaban estampadas

en mi semblante.

En ese entretanto, vi un carnaval de folklóricas

vestimentas que se destacaba en algarabía de gamas y

colores, donde se contrarrestaba el mocerío que usaba

holgadas ropas, de los adultos con su circunspecto vestir.

Otros tantos vestían los atuendos posibles, mientras ellos

iban caminando subordinados a sus propios encargos e

insuficiencias, inventando introspecciones multicolores

en sus estampas.

Anécdotas de la Vida Página 52

Page 53: Anécdotas de la Vida

Ya con las neuronas en funcionamiento, me decidí

por hablarle y le manifesté: -Pero cuando tú vas a la casa

de tu madre, bien que te gusta mostrárselo a tu cuñado…

Siempre vi el brillo de tus ojos cuando insistís en

preguntarle: ¿Ya vistes el coche que nos compramos? –

pero tomé el cuidado de pronunciar las palabras en un

tono jocoso, de manera que con esa entonación se le

aplacase un poco la ira.

-Julio, vos bien sabes que yo se lo digo, porque él

siempre anda exhibiéndose con sus majaderías, y

haciendo algún alarde para refregarnos en la cara las

estupideces que hace… Y por qué igualmente es un

presumido, –Carla me contestó agriamente.

-Además, nosotros no vamos a la playa, por tu

culpa y tu egoísmo… Sólo porque el año pasado te pedí

para ir por dos o tres semanas para Aruba o Cancún…

¡Pero no!, a vos se te antojó cambiar el coche y pronto…

aquí estamos, caminando que ni bobos entre este gentío -

me fue diciendo sin ton ni son, mientras continuaba la

discusión sobre sus reflexiones, y culpándome por causa

de mi egolatría.

-Pero querida, -atiné a decirle con voz remilgada-,

sabes que fue un negocio de oportunidad… y hasta vos

misma concordaste en que era el momento justo de

hacerlo… ¿O me lo vas a negar ahora? –le respondí

Anécdotas de la Vida Página 53

Page 54: Anécdotas de la Vida

buscando hacerla razonar de alguna manera sobre un

tema que ya era axiomático para los dos.

-En aquel momento… -comenzó a decirme con

cara avinagrada, pero paró de sopetón-, …tú me

afirmaste que las vacaciones estaban garantidas, -dijo a

seguir, expresando la última frase con una voz un tanto

más cordial. Eso me hizo pensar que ella no quería

pelear.

-Garantidas están, Carla, pero todo será a su debido

momento… –le respondí de inmediato, intentado que ella

volviese a reflexionar sobre lo que ya habíamos discutido

antes, -Será después del verano –asentí al final.

-¡Aja! ¿Entonces para qué vamos a ir?... ¿Para ti

poder pescar?... Imagino que será por ese motivo que tú

estás pensando ir, pues bien sabes que el sol no será el

mismo en esa época del año, –argumentó Carla,

utilizando para responderme la magistral lógica que ella

siempre esgrime para deliberar exclusivamente sobre los

asuntos de su interés.

En todo caso, el cielo ya empezaba a tornasolar los

matices enrojecidos del atardecer, haciendo que las

sombras de los edificios se fuesen proyectando más

oblicuamente sobre el asfalto, forjándome a percibir el

simulacro de mi silueta y la de ella, estiradas lánguidas

por la vereda mientras acompañaban simultáneamente

Anécdotas de la Vida Página 54

Page 55: Anécdotas de la Vida

nuestros pasos y se enredaban con los movimientos de

otros transeúntes.

-Estuve dando una pesquisada -alcancé a

comentarle aleatoriamente-. Encontré unos hoteles lindos

en el litoral, y los precios para la semana de turismo

están óptimos… Hasta podemos ir en coche y aprovechar

la estadía para recorrer otros locales… ¿Qué te parece la

idea? –le expresé con una amabilidad, como para poder

demostrarle que continuaba preocupándome del tema.

-¡Estás loco, Julio! -Carla me respondió en un

bramido intempestivo-. ¿No estarás pensando que yo voy

aceptar ir allí en fines de abril? ¿O será que vos queres

que yo termine por enfermarme del reuma? ¿Vos estás

chiflado? ¡Imaginen! Vos tenés cada idea desequilibrada,

Julio –me expuso en un estrépito de voz acústico que

llegó de lleno hasta mis oídos, sobreponiéndose al

intenso barullo de la calle.

Como ya estábamos atravesando la plaza, para

aplacar mi ánimo me distraje observando quienes estaban

deglutiendo unos suculentos tentempiés en un carrito, y

charlaban mientras degustaban diferenciados bocadillos

moviendo indelicadamente sus mandíbulas, para luego a

seguir sorber gélidos refrescos. Eso me dio la impresión

de que todos estaban ejecutando determinadas actitudes

Anécdotas de la Vida Página 55

Page 56: Anécdotas de la Vida

como si fomentando las ansias, o buscasen apagar algún

vestigio para burlar su prisa.

-Ahora, -me interrumpió Carla-, si vos me dijeses

que en marzo nos alquilamos una casita en Punta…,

todavía soy capaz de pensarlo, pero…, -otra vez estaba

ella intentando usar su buena lógica como si ella fuese

una anestesia para su preocupación,

-Allí también podemos ir con el coche… -agregó

mientras yo mantenía la mirada en la gente al rededor del

carrito de comidas-, sabes que allí hay lugares divinos

para visitar… y ni hace falta que hable de los locales de

pesca que vas a encontrar… -continuaba discurriendo

metódicamente entre pausa y pausa.

-Y mientras vos pescas…, yo puedo ir al casino…

¿O quien sabe, alcanzamos a encontrarnos con…?

Cuando ella tocó ese punto, ya estábamos en la

puerta de nuestro edificio, y entonces decidí entregarme

al abandono de cualquier respuesta.

Lo que en realidad quería, era poder recordar sin

prisa mi exuberante caminada, cuando regalé mi visión

en un confortable observar de desemejantes hábitos y

costumbres por alrededor, cuando pude percatar una

miscelánea de razas y culturas, y encontrar en ellos la

inevitable mezcolanza del que tiene poses y el que poco

Anécdotas de la Vida Página 56

Page 57: Anécdotas de la Vida

disfruta, todo fermentado en el mismo calderón de

emociones de esta vida terrenal… ¡Sublime!

Advertida Incertidumbre

Al observarlo detenidamente, pude notar que bajo

una clara señal de incertidumbre y aprehensión que aquel

notable hombre que tenía por delante, estaba buscando

afanosamente en sus pensamientos la manera de poder

dar con una refutación correcta con la que fuese posible

responder a mi bizarra interrogación. Percibía que no

encontraba las palabras de una manera tácita o hipotética

que le facilitase lograr explicar notoriamente la supuesta

cuestión. Yo bien sabía, o pensaba intuir, que si ella me

fuese promulgada en otros tiempos, la contestación le

habría salido prontamente desde su boca en un estilo

claro y locuaz.

Es posible que en ese instante, de una manera

inadvertida y oculta, yo haya descubierto la expiración

Anécdotas de la Vida Página 57

Page 58: Anécdotas de la Vida

de la distante agilidad retórica que otrora poseía, pues

con su comportamiento actual, sólo me demostraba estar

fecundando el inicio de un lento proceso de deterioro

cerebral.

La verdad, es que esa situación posteriormente se

confirmó, cuando a partir de la cual nos pasó a dejar a

todos en la familia lo suficientemente estupefactos con

algunos de los actos y los episodios en cuales pasó a

envolverse inadvertidamente. Pero eso ocurrió después.

En aquel momento, calculé que él debería tener

alrededor de sesenta y nueve años, que los llevaba dentro

de un cuerpo que insistía en exhibirse a cada día más

flácido y pellejudo, y en el cual ahora se desparramaban

rugosidades por una epidermis que anteriormente había

estado estirada encima de una superficie corpulenta.

El estado anímico actual, conforme su relato y

respetando su propia opinión, decía ser la consecuencia

de la insuficiencia coronaria que le había robado la

destreza de antes, lo que fue amplificando su aflicción

por la inoportuna influencia de los medicamentos que

consumía para controlar los batimientos cardiacos.

Por entonces ostentaba un cráneo totalmente calvo,

que mantenía una estrecha aureola de cabello albino

emergiendo lúgubremente sobre la piel de los laterales de

la cabeza y en la parte posterior de la misma, dejándole

Anécdotas de la Vida Página 58

Page 59: Anécdotas de la Vida

totalmente desprotegida una mollera cubierta con una

dermis de coloración rojiza brillante; como si ésta

hubiese sido protegida con algún aceitoso lubricante

capilar especial.

Su rostro, de una similitud aovada, tenía unas

bastas cejas espesas y peludas que se juntaban en el

entrecejo, permitiendo esconder por detrás de ellas unos

ojos deslucidos y semicerrados, dejando disimular unos

parpados que parecían estar hechos en dobladillos de piel

rugosa.

La frente mostraba unos largos surcos horizontales

extendiéndose rectos desde un lado al otro de los huesos

temporales, los que parecían haber sido tallados de

manera profunda sobre las facciones, tal era el volumen

de piel rolliza acumulada entre los bordes de las ranuras.

El aspecto de los maxilares eran como dos

eminencias angulosas sobrepuestas en las laterales de

una nariz aguileña y fina, que por su vez le bajaba

delicadamente hacia los labios descarnados que tenían un

color más rosado que el propio tono del rosado de su

epidermis. Por debajo de esa piel transparente y sedosa

del rostro, se advertían innumerables y finísimos ríos de

color azulado por donde era posible notar que le fluía

lentamente la sangre.

Anécdotas de la Vida Página 59

Page 60: Anécdotas de la Vida

Al estar cómodamente sentado en un voluminoso

almohadón que le habían colocado sobre el asiento de

una poltrona de apoyos altos, descansaba a gusto sus

brazos sobre estos, dejando extendidas hacia mi frente

unas manos rugosas y desvigorizadas, con dedos largos y

crispados por la consecuencia de la artrosis deformante

que lo incomodaba.

Según él, al notar que se los observaba, me

comentó que en los días de frío o humedad elevada, bien

le parecía que alguien se los torcía, forjando para que se

le anudasen las juntas, lo que de por sí le causaba una

molestia dolorosa y punzante que le impacientaba el

humor y le robaba la voluntad.

En mi atisbo, percibí una mirada triste en aquel

semblante senil, pero durante su relato, me afirmó que

todo era resultante de la debilidad que poseía su

organismo y el propio efecto de la dosificación de los

remedios que lo obligaban a tomar. De cualquier modo,

él insistía en confirmar que se mantenía lúcido y la voz

permanecía firme, metálica y sonora como en el pasado,

y así mismo, pese a su edad, aún no era necesario que

utilizara cualquier tipo de anteojos, vanagloriándose de

no requerir ni de aquellos que se estilan usar

comúnmente para la lectura, pues todavía identificaba la

Anécdotas de la Vida Página 60

Page 61: Anécdotas de la Vida

nitidez de las imágenes por más pequeñas que éstas

fuesen.

Sobre los hábitos de lectura, una rutina que tanto

practicaba en tiempos pasados, me explicó que ya no lo

hacía con mucha regularidad, pues el cansancio lo vencía

y terminaba dormitando, no más allá de media docena de

páginas leídas. No obstante, en la actualidad, -insistía en

apuntarme-, sólo se dedicaba a apreciar buenas obras

literarias, mismo que fuesen romances o novelas, porque

había abandonado la vieja costumbre de concentrarse tan

solamente en la lectura técnica o científica, pues ésta no

le era más necesaria para su día a día.

En su consciente relato, continuó a manifestar toda

la contrariedad que lo afligía, por causa de la escasez de

visitas que ahora recibía de aquellos que antes tanto lo

habían ensalzado. Expresaba palabras de sentimiento

que, evidentemente, me permitían considerar que las

personas tal vez no las realizasen, evitando tener que

perturbarle el sosiego con algunas inquisiciones sobre los

irrefutables conocimientos que él poseía; pero de igual

modo, consideraba que tampoco esas mismas personas

las consumaban, aunque más fuese para entretenerse

ensanchando las horas entre descansados palabreados.

Mientras escuchaba atentamente su relato, que más

se parecía a un monólogo que a un diálogo entre dos

Anécdotas de la Vida Página 61

Page 62: Anécdotas de la Vida

humanos, pude apreciar en el aposento un halo medio

decadente, no en el sentido de empobrecimiento del

contexto, o de estar deteriorado por la mala conservación

o falta de aseo; más bien, lo notaba como que estuviese

eclipsado y marchito por la falta de evolución del tiempo

dentro de la casa.

Asimismo, advertía como si evidentemente él se

permitiese una carencia de ilusión, o hasta de una

privación de voluntad para renovar dentro de la

prosperidad y del progreso que la vida actual

proporciona a los individuos.

En cuanto todas estas cavilaciones iban sucediendo

en mi subconsciente, creí entender que el vivo retrato

que emanaba de esos ambientes, más se asemejaba al de

un espejo que insistía en reflejar la propia imagen de los

habitantes de la residencia, exteriorizando por intermedio

del reflejo, un claro perfil de los avanzados años de éstos

y de la propia decrepitud de los mismos.

Por otro lado, aquellos aposentos no asentaban una

uniformidad de estilos entre los diversos mobiliarios y

utensilios que estaban esparcidos por los recintos, salas y

alcobas de la residencia. Se apreciaba una relativa

promiscuidad de formas y géneros contrastando entre

modelos Luis XV, Imperial y Moderno, sin alcanzar a

mantener una armonía en todo el conjunto de la vivienda.

Anécdotas de la Vida Página 62

Page 63: Anécdotas de la Vida

Al observarlos inadvertidamente, no se lograba

distinguir la predilección de sus dueños, y no se percibía

claramente la enunciación o una tendencia de gusto

definido, o una cierta complacencia por algún género

predominante de decoración.

Extendiendo mi perspicacia analítica, evalúe que la

construcción de la vivienda en sí, no era vetusta ni mal

conservada, pero tampoco exhibía una línea de estilo

específico que la destacase dentro de las demás

construcciones que se extendían por el resto de aquella

calle; así como del mismo modo no presentaba una

coloración determinada en la textura de sus paredes y

aberturas; pero de igual forma, no podía negar que era

una residencia vistosa y alegre, edificada en medio de un

jardín bien conservado, en donde se lucían alborozados

macizos de nardos, clavelinas, rosales y petunias.

Entre tanto, la conversación entre nosotros se iba

desarrollando de manera placida con los ocasionales

comentarios de las amenidades de la vida, y entrecortada

por opiniones de sucesos acaecidos recientemente en

nuestras familias, o por algunos de los ocurridos por el

resto de la humanidad, como una manera de poder

entretener confortablemente la irregularidad de nuestro

encuentro y saltear las horas. Pero de pronto su voz me

embistió grave y envuelta en un razonamiento sin nexo,

Anécdotas de la Vida Página 63

Page 64: Anécdotas de la Vida

no existiendo en sus palabras enunciadas ninguna

conexión con los temas en alocución.

Fue en ese instante, que escuché aquella voz

inquebrantable, ronca, inalterada, que me preguntaba

sorpresivamente:

-¡Me gustaría que tú interpretases el siguiente

enigma!, -cuando pasó sin más a recitarme a

continuación la siguiente narrativa:

-Cierto día, un hombre, al salir de su casa por la

mañana y atravesar la vereda del jardín, se encontró con

un enorme caracol que estaba atravesando lentamente la

misma. De pronto, desprevenidamente, éste se agachó, lo

tomó entre sus dedos y lo arrojó violentamente hacia

atrás y por arriba del techo de su casa, haciendo que el

pobre animal se despeñase en el patio del trasfondo de la

residencia… -hizo una breve pausa para tomar aliento, y

continuó-: El asustado caracol, después del evidente

desplome y afectado por el fuerte impacto que recibió,

permaneció durante algún tiempo desvanecido y sin

sentidos por entre los yuyos del huerto. Cuando por fin

despertó de su desmayo, notó que tenía fragmentada una

parte del caparazón, motivo que lo imposibilitaba de

poder retomar de inmediato sus movimientos normales…

-realizó una nueva pausa para recuperar el aliento, y

prosiguió diciendo-: En razón de los hematomas

Anécdotas de la Vida Página 64

Page 65: Anécdotas de la Vida

recibidos, el desdichado caracol desdió primeramente

recuperarse de las heridas y aguardar en reposo hasta

recobrar el estado normal de su cuerpo, escogiendo para

ello ocultarse entre las rizomas de algunas plantas que se

encontraban cerca de allí… -entonces efectuó otra corta

pausa, y agregó-: Transcurrieron meses y meses para

poder sanar medianamente sus contusiones; y cuando un

cierto día, percibió que ya se encontraba en condiciones

de poder aventurarse a salir al exterior y retomar sus

andanzas; salió de su escondrijo para enfrentar otra vez

la vida.

-¡Bueno!, -me indicó con un ademán de brazos

como buscando abreviar la historia, o tomar un nuevo

aliento, y prosiguió con la narración:- El lento animal,

flanqueado por su parsimonioso arrastrarse, demoró más

algunos meses para poder llegar nuevamente al frente de

la casa y poder atravesar de manera anónima la vereda

del jardín. De cualquier modo, -me garantizó mirándome

fijo a los ojos, -no podemos olvidar que ya se había

pasado casi un año desde aquel trágico incidente que casi

lo destruyó definitivamente, y como en una exacta

repetición del destino, esa cierta mañana, el hombre

volvió a salir de su casa y advirtió al indiferente caracol

languidecido en el medio de la calzada… Absorto por

encontrarlo allí, éste lo miró fijamente y le preguntó:

Anécdotas de la Vida Página 65

Page 66: Anécdotas de la Vida

¿Hay algún problema entre tú y yo?, pues si no lo hay…

¿por qué motivo tú insistes en perseguirme?

A bien de la verdad, yo aún estaba concentrado y

anhelante por pretender enterarme del final de su relato,

cuando él me sorprendió desconcertado, intimándome

casi provocadoramente con una nueva pregunta:

-¿Entendiste el misterio de la narración?... Si la

alcanzas a vislumbrar, entonces tú debes responderme la

interpretación que le das al escondido enigma de este

hecho -puntualizó con mirada avizora.

En verdad, yo me quedé estupefacto por la

incoherencia de la narración y por la propia paráfrasis

que debería darle a la misma, pues lo cierto, es que yo

notaba que no existía un vínculo o motivo coligado al

hecho, a no ser por la propia comicidad del cuento, y por

notar que esa utopía tampoco poseía una metáfora

explícita en todo su contexto.

La perplejidad que me causó el motivo de intentar

descubrir el impulso que lo había llevado a contarme la

historia, y la de ambicionar interpelarme para buscar en

ella algún misterioso enigma, pronto me despertó en la

conciencia una leve desconfianza de su senectud

desvariada, induciéndome a pensar de que tal vez ya

comenzase a fallarle la coordinación de las ideas y la

correcta ordenación del razonamiento.

Anécdotas de la Vida Página 66

Page 67: Anécdotas de la Vida

En pocos instantes percibí que yo estaba intentando

analizar los motivos, concluyendo que sería posible que

esa actitud fuese un posible reflejo involuntario que tenía

origen en la propia dosificación de los compuestos

medicinales que le eran suministrados, y de que éstos

probablemente fuesen los responsables directos por los

determinados actos indescifrables que él me expresaba.

No sé, es probable que en mi cavilación sólo

hubiesen transcurrido algunos escasos segundos, pero de

pronto percibí estampado en su rostro, que lo había

invadido una exagerada perplejidad por yo estar

manifestando una demora en la respuesta, y exponiendo

una preocupación innecesaria e inverosímil para quien

hasta ese entonces, pensaba que había mantenido un

correcto comportamiento.

La actitud por él asumida, significaba que yo había

sido el responsable por exteriorizar una probable

ignorancia frente a un delicado misterio que tan

necesariamente aguardaba por un categórico e despectivo

juzgamiento de algún erudito.

No en tanto, cuando le expuse con toda franqueza

que no encontraba un sentido explícito o un conexo

coherente en la charada por él descripta, presentí la

dureza repentina de su voz, con la que exhibió una

reciedumbre encolerizada y agria hacia mi actitud, como

Anécdotas de la Vida Página 67

Page 68: Anécdotas de la Vida

si estuviese acusándome de que me faltase la convenida

probidad y la honestidad, para qué, por lo menos, yo

intentara mantener un diálogo en un nivel intelectual

para su merecida altura.

Sentí que prontamente lo había invadido una

desmedida acrimonia ahora cincelada en las facciones, y

con una dureza inexplicable que venía acompañada de

frases críticas e insolentes para con mi compostura,

donde enarboló un sinfín de improperios sueltos entre

palabras amargas y desconectas, como las que se pueden

percibir en todas aquellas personas que aguardan con

determinada certitud, por la rectificación de una

respuesta de acuerdo con sus ordenados pensamientos.

Repentinamente, como si nada hubiese ocurrido

entre él y yo, mudó la lucidez del semblante en una

rapidez espasmódica, retornando a exhibir la misma

imagen aplacible y abatida con que me recibió al inicio

de mi visita, cuando retomó nuevamente la conversación

coloquial desde una frase lejana, en donde fue

rememorando algunos hechos del pasado, y en muchos

de los cuales ya ni me acordaba que estos tuviesen

ocurrido.

Esas idas y venidas de genio y pensamiento que

exteriorizaba su temperamento, me despertó una tácita

incertidumbre sobre su verdadero estado de espíritu y la

Anécdotas de la Vida Página 68

Page 69: Anécdotas de la Vida

correcta conexión intelectual de los hechos acaecidos,

donde demostraba, o tal vez yo percibía, que existía un

ligero deterioro o disminución sutil de la capacidad de

funcionamiento de su cerebro.

Es probable que en ese momento, mi perspicacia

careciese de la experiencia de poder comprender

claramente si sus actos eran meros achaques de

petulancia, o una demencia que principiaba a

desarrollarse, permitiendo embotar mi análisis en una

única y simple reflexión, describiéndolo mentalmente

como tratándose de un viejo arrogante y engreído, donde

la intelectualidad de otrora no le consentía sosiego de

ánimo.

Absorto en mi indagación mental, casi no percibí

que nuevamente estaba expresando un balbuceo de frases

duras y acerbas, en las cuales me incriminaba por estar

incluido entre el rol de los familiares que proyectaban

eliminarlo, para luego después de su muerte, poder

dividir su patrimonio, acusándome de que mi visita sólo

servía como un motivo de investigación de las

actividades que él ejecutaba en sus solitarias jornadas.

Luego de inmediato presentí una mirada frívola

que partía desde la indiferencia de sus ojos, haciendo que

ésta penetrase punzantemente por mi corteza, y con la

cual me trasmitía con su contemplación una sensación de

Anécdotas de la Vida Página 69

Page 70: Anécdotas de la Vida

sentimiento de odio reprimido que me causó un profundo

malestar.

Comencé a sentirme incómodo frente a estas

actitudes y por el propio tratamiento que él me destinaba,

siendo embarazoso para mí el hecho de tener que

continuar impávido a contener mis palabras y demostrar

una total insensibilidad ante tan gratuitos agravios.

Sin más ni menos, rápidamente inventé una

disculpa educada para expresarle la apresurada necesidad

que requería para dar por terminada mi visita, pues ideé

que había recordado que debería apresurarme para

concurrir a una improvisada cita con una muchacha que

había conocido recientemente, la cual me estimulaba

muchísimo interés, tanto por la belleza como por la

intelectualidad que ésta poseía.

Al terminar mi fantasiosa narrativa, descubrí que

desde sus ojos se desprendía una pequeña lágrima que

lentamente iba rodando por sus arrugadas mejillas; y

desde su boca emitió un tenue sollozo envuelto en una

voz de susurro, en la que distinguí que él lamentaba

sinceramente mi repentina decisión de abandonar su

compañía, como si presagiase que mi decisión era una

disculpa establecida para alejarme de la reunión.

Sin lugar a dudas, ese escenario me causó un

profundo sentimiento de culpabilidad, al que puedo

Anécdotas de la Vida Página 70

Page 71: Anécdotas de la Vida

afirmar con relativa seguridad, que de una manera

precipitada, éste se delineó muy explícitamente en mi

semblante, causándome una aprehensión perturbable

desde el punto de vista emocional.

De cualquier modo, tuve las suficientes fuerzas

para mantener mi sentencia de retirarme del local, sin

necesidad de continuar a escuchar las perturbaciones de

su espíritu.

Después de la despedida, partí empeñado bajo la

promesa de repetir mis visitas más asiduamente, y con el

firme compromiso de poder debatir conjuntamente

algunos temas concernientes y vinculados a la lectura de

sus libros, como si estuviese asumiendo una deuda moral

para reparar el daño que le causé con mi repentina y

menoscabada partida. En todo caso, continúe mi

caminata con la incertidumbre interior que éste longevo

hombre había causado en mí.

Anécdotas de la Vida Página 71

Page 72: Anécdotas de la Vida

Insólito Homicidio

Al abrir la puerta de la vivienda, sin duda que el

primer estremecimiento que irrumpía en la mirada de

cualquier persona, era la imagen de aquel cuerpo

recostado en el sofá, con la cabeza inerte pendiéndole

hacia el costado derecho, como queriendo interpretar el

icono de un individuo de entrada edad entregado

placenteramente a un despreocupado descanso de una

mañana cualquiera de su vejez.

A decir verdad, el cuadro allí desdibujado no era

justamente aquello que se percibía en la primera

contemplación, pues aquella armonización caracterizada

pertenecía meramente a un organismo inerte, a una

esfinge ya sin vida, exánime totalmente de movimientos.

Virtualmente, todo allí hacía parte de un impotente

diagrama que se desenvolvía frente a la inicial fetidez

Anécdotas de la Vida Página 72

Page 73: Anécdotas de la Vida

que emanaba por el ambiente putrefacto, proveniente del

propio proceso de descomposición del cadáver.

Pero antes de poder emitir un fallo preliminar

solamente con base en las informaciones de esa primera

reflexión, me resultaba menester descubrir la

clarificación del episodio ocurrido, revisando todo lo

contiguo al contexto de aquella morada, llevando en

cuenta que el local del crimen se trataba de una casa

demasiado común, que estaba situada en una calle

polvorienta, sin una clara dilucidación de lo que era la

propia calle o la misma vereda que limitaba las viviendas

simples que componían toda la barriada de aquella zona.

En aquél distrito estaba situada una comunidad

compuesta de gente humilde, con habitaciones hechas de

a pedazos, uno de cada vez; en los que se notaba que

cada uno de ellos se habían ido construyendo de acuerdo

con las disponibilidades económicas que ésos habitantes

disfrutaban en los diversos momentos de sus vidas.

Construcciones que sin duda eran levantadas con

una precariedad de elementos y materiales, y los que

primeramente deberían caber en cuantificación de

valores dentro del bolsillo, para después ir repitiendo

idéntica operación para cada determinado instante en que

ocurrían las diversas etapas de la edificación.

Anécdotas de la Vida Página 73

Page 74: Anécdotas de la Vida

Para ser sincero, bastaba una mera mirada, para

notar que por allí no existían lujos o extravagancias, ni

por afuera ni por adentro de esos hogares, visto que estos

nativos se concentraban en poseer lo mínimo necesario

para una amoldada subsistencia, y conformándose en

disfrutar la vida con los propios recursos con que

alcanzaban a complacerse.

En una rápida ojeada por los alrededores, se notaba

que los que poseían algún bien de determinado valor

implícito; el mismo se resumía a un vetusto automóvil

con el esqueleto externo transformado en chatarra, y

totalmente carcomido por el herrumbre, y sumándose a

esto, se notaban los claros señales de deterioro interno de

los mismos. En verdad, muchos de esos carromatos

estaban con los motores desarmados y con llantas sin

surcos; los cuales, en la mayoría de los casos,

permanecían estacionados a la intemperie, como

pretendiendo querer ostentar el baluarte de propiedad de

esa familia que, posiblemente en sus mentes, sirviese

para reflejar un cierto mayorazgo ante sus vecinos.

La vivienda en que nos encontrábamos, era hecha

de ladrillos simples, donde cada pieza estaba encadenada

por unos enmarañados de elementos de adobe dispares

entre sí, donde algunos presentaban un tono rojizo tan

anticuado, que desentonaba en color y tamaño cuando

Anécdotas de la Vida Página 74

Page 75: Anécdotas de la Vida

estaban contrapuestos frente a otros de más reciente

fabricación. Algunas de las ventanas habían sido

fabricadas con madera, en cuanto otras habían sido

confeccionadas con hierro y chapas de metal ondulado.

Algo muy similar a lo que era posible notar en las

propias ventanas y puertas de la casa de los aledaños.

La propiedad en cuestión estaba cercada por una

pocas líneas de alambrado en condiciones bastante

deteriorada, y que parecían estar allí por el simple hecho

de intentar delimitar territorialmente el contorno

rectangular de tierra que pertenecía al anciano. Era un

terreno donde en alguna época, alguien había comenzado

el asentamiento de la vivienda. No había plantas ni flores

desparramadas por los diversos espacios vacíos de la

finca, como del mismo modo, tampoco existían árboles o

matorrales que protegiesen el perímetro.

Tampoco se divisaba por los alrededores del local,

la existencia de cualquier animal doméstico como gato,

perro o ave que sirviese de compañía para el victimado.

Ni mismo existían las simples gallinas, que normalmente

deambulan siseando por esos espacios libres, hasta que

un determinado día, por la gracia de Dios, consiguen

alcanzar peso suficiente y entonces, posteriormente

mueren súbitamente dentro de una cacerola.

Anécdotas de la Vida Página 75

Page 76: Anécdotas de la Vida

Internamente, aquella casa mantenía la misma

precariedad de todo el contexto del vecindario;

poseyendo paredes desnudas y sin revoque de argamasa,

con techos sin recubrir con cielorraso, y los que admitían

mansamente poder observar en la penumbra del

ambiente, los pequeños puntos de luminosidad que se

colaban por los diminutos orificios de las chapas de zinc

del techado. Las puertas que separaban las habitaciones

parecería que, desde mucho tiempo atrás, habían sido

sustituidas por pesadas cortinas de cáñamo, y el piso del

pavimento había sido construido con una miscelánea de

embaldosados desiguales y desparejos.

El dormitorio de la casa era bastante escaso de

muebles en su interior. Resumiendo, había un camastro

tradicional cubierto por un amasijo de sábanas y frazadas

que permitía notar que estas hacían mucho tiempo que no

eran oreadas y ordenadas. Había también un ropero de

madera medio destartalado, donde las puertas del mismo

no cabían dentro de los espacios del armazón, lo que

permitía que las mismas insistiesen en pender cerradas a

medias. De igual forma, en el mismo recinto existía una

pequeña mesita de cabecera que ostentaba, irónica, una

vela a medio usar que reposaba en pie sobre un plato de

arcilla colmado de cerillas de cigarrillos ya consumidos,

como queriendo de esa manera adornar unas fotografías

Anécdotas de la Vida Página 76

Page 77: Anécdotas de la Vida

viejas y amarillentas que parecían estar olvidadas por

detrás de ella desde vaya a saber cuánto tiempo atrás.

En una de las desnudas paredes del dormitorio

estaba colgado únicamente un solitario cuadro con la

imagen del Sagrado Corazón de Jesús, donde se reparaba

que el vidrio que lo cubría estaba quebrado y astillado en

una de sus puntas, pero nada que denotase ser algún

hecho reciente.

Por otro lado, las vestimentas que la víctima tenía

aparentemente para uso cotidiano, estaban depositadas

sobre el respaldo de una silla de madera que estaba

ubicada al lado derecho de la cama.

En otro ambiente de aquella casa, el espacio que

fuera reservado a la cocina, la apariencia allí dejaba

percibir que no era muy diferente a la de las otras

habitaciones, ya que en el local había una heladera

maltrecha donde, con un poco de imaginación, se podía

conjeturar que en algún momento el caparazón del

mismo había estado pintado con una tonalidad celeste.

Sobre un mostrador construido de material tosco,

se notaban desparramados algunos utensilios que se

encontraban descansando dentro de una pileta rebosada

de platos, cubiertos y ollas, y aguardaban pacientemente

que en algún determinado día o semana, les efectuasen

su higienización.

Anécdotas de la Vida Página 77

Page 78: Anécdotas de la Vida

Había también una cocinilla de dos hornallas con

un diminuto horno; la que me imagino serviría para la

preparación de los alimentos. Completaba el reducido

espacio una destartalada alacena que estaba repleta de

diversos trastos viejos, donde un escuadrón de avispadas

cucarachas deambulaba pacíficamente por entre los

restos y la mugre del local.

La sala, donde aún se preservaba el cuerpo inerte y

sin vida, tenía unos escasos muebles estropeados por el

tiempo, lo que hacía difícil que en todo el conjunto se

pudiese combinar una determinada igualdad, pues se

constituían de un vetusto bargueño de madera oscura,

una mesa redonda construida en madera de pino bruto, a

la que acompañaba un juego de cuatro sillas simples con

asiento de paja. Completaba el ambiente un sofá de dos

asientos, donde yacía el fallecido en su descanso eterno,

que por su vez, se hallaba recostado sobre unas

almohadillas que parecían ya haber sido forradas de un

tipo de tejido sintético deslucido y viejo.

Sobre una de las esquinas de la sala había una

pequeña mesita con un televisor tan antiguo como su

dueño. En las paredes estaban colgadas, a la derecha, una

cartulina descolorida con la imagen de un equipo de

futbol que había sido campeón nacional en 1957; y por

sobre el sofá, había un cuadro en donde, a través de la

Anécdotas de la Vida Página 78

Page 79: Anécdotas de la Vida

humedad y con algo de imaginación, era posible percibir

que aparecía una imagen nebulosa de una playa

imposible de poder identificar su localización.

Analizando toda la perspectiva que rodeaba el local

del asesinato, desde ya podíamos eliminar un claro

motivo externo que pudiese incitar nuestra mente a

pensar en tratarse de una víctima que fuera empujada a

ese trance por alguna motivación de carácter económico

por parte del homicida, pues conforme daba para

constatar, en la vivienda no existían posesiones, bienes o

valores que pudiesen provocar en cualquier sujeto una

determinada codicia, tal era la precariedad del inmueble

y de los propios aposentos.

Descartada esa posibilidad, me detuve a observar

atentamente la posición del hombre y las características

de la herida que lo había ultimado. Entonces pude

percatarme de que un delgado filete de sangre había

corrido débilmente desde su oído derecho, dejándole un

fino hilo de un reseco carmesí, que se había quedado

marchito entre los pelos de una barba blanquecina.

Los ojos estaban con los parpados cerrados como

en posición de dormitar. El fallecido permanecía con la

boca entreabierta en una actitud a partir de la cual se

esbozaba una casi imperceptible mueca de padecimiento.

Anécdotas de la Vida Página 79

Page 80: Anécdotas de la Vida

El cadáver del anciano mantenía las manos con los

dos puños crispados, contraídos de manera cómo quien

se prepara para una lucha a trompadas, significando que

era posible que hubiese intentado algún acto de defensa

frente al malhechor que lo atacó. Pero tampoco se notaba

por allí alguna señal de forcejeo o altercado que

expusiese alrededor, un explícito cuadro de reyerta.

A simple vista, se interpretaba, tomando como base

la colocación adoptada por el cuerpo, que el hombre se

ubicó directamente en el sillón por sus propias fuerzas,

tal vez haciéndolo solamente algunos instantes después

de una supuesta agresión y un poco antes de fallecer. Era

una condición que permitía dilucidar que, si hubo un acto

de violencia, evidentemente éste no se habría practicado

en esa posición.

Una revista más minuciosa del cuerpo hacía

posible eliminar la identificación inicial de algún señal

de magulladura o contusión que proyectara desde su

orificio un mínimo caudal de sangre que indicase el local

de la herida; pues en el caso de que ésta hubiese sido

practicada por alguna arma de fuego, cuchillo o cualquier

otro objeto contundente, expeditamente se observaría un

vestigio, y pudiese existir una abertura por donde hubiese

escurrido el líquido rojo de la vida.

Anécdotas de la Vida Página 80

Page 81: Anécdotas de la Vida

Pero lo que me había llegado a intrigar, era la

mancha cardenal que le subía propagándose desde el

pecho hacia el cuello y una parte de la carótida izquierda,

que le dejaba bajo una piel arrugada un tono violáceo

oscuro mucho más intenso que el color desvaído y

cadavérico de todo su cuerpo.

Tampoco se notaban indicaciones de qué alguna

soga, alambre, cable u objeto similar hubiese sido

utilizado para inmovilizarlo, pues al operar de ésta

manera, invariablemente, esa estratagema tendría dejado

determinadas marcas perceptibles a simple vista. Del

mismo modo, no había ninguna demostración, fuera de la

suciedad de las mismas, de que las ropas que vestían la

víctima estuviesen ajadas o rasgadas, lo que dejaba claro

poder evaluar que no hubo, o no existió, forcejeo o

combate entre los contrincantes.

Como el cuerpo inerte estaba totalmente vestido y

en sus pies llevaba unos calzados simples y bastante

deteriorados, alcancé a conjeturar en el momento, que el

crimen, era bien probable que se hubiese practicado

durante el transcurso del día; pues sería obvio deducir,

que si el hombre tuviese sido sorprendido en la

madrugada, sus vestimentas serían bien diferentes a las

que llevaba en el momento de su muerte.

Anécdotas de la Vida Página 81

Page 82: Anécdotas de la Vida

Fuera del desorden normal que existía en los

escasos objetos internos de la vivienda, podía percibirse

claramente la falta de una limpieza y esmero más

obstinado por parte del habitante del local; pero todo allí

guardaba un aparente orden simétrico, sin notarse

papeles desparramados aleatoriamente por el suelo o

cajones dados vuelta en señal de una búsqueda

apresurada; así como tampoco habían muebles, objetos o

elementos en desaliño que pudiese despertar la inmediata

atención de quien los observase. Aparentemente todo

estaba en su lugar.

De la misma manera, en la parte externa de la casa,

no había asomo que despertase repentinamente la

atención. No había huellas estampadas en los pastizales,

o en el propio camino de tierra; de igual forma, no

encontré señales de ventanas abiertas de manera forzada,

o con signos de que la abertura de las mismas hubiese

sido realizada con el uso de violencia, como tampoco lo

había en la puerta de entrada.

Los vecinos lindantes más cercanos al domicilio,

tenían las edificaciones a escasos metros del local, pero

parecerían estar ensimismados en un silencio dentro de

sus pensamientos aletargados, pues ninguno de ellos

demostraba que en algún momento hubiesen notado algo

Anécdotas de la Vida Página 82

Page 83: Anécdotas de la Vida

insólito; ni cualquier movimiento de personas extrañas o

mismo conocidas.

De la misma manera, al ser interrogados, éstos

expusieron no tener el conocimiento, o mismo haber

escuchado cualquier barullo diferente a los que

usualmente eran percibidos en los alrededores, y algunos

agregaron alguna que otra indicación, sobre el

antigregario comportamiento del fallecido.

Esto también era algo que me dejaba intrigado y

perplejo, pues debido al tipo de precariedad de los

materiales con los que estaban construidas las moradas,

era de suponer que cualquier ruido extraño que ocurriese,

necesariamente éste debería escurrirse rápidamente por

los poros de esas precarias paredes y llegar claramente

hasta los oídos de los vecinos.

De tal modo, poco a poco fui descartando las

opciones axiomáticas e incontrovertibles del caso, y era

innegable que estábamos posicionados frente a un

misterio que demandaría mucha sagacidad y perspicacia

para lograr llegar a su elucidación. Un hecho que

indudablemente requeriría una minuciosa investigación y

un posterior y atento análisis de todos los aspectos que lo

circundaban. Sin lugar a dudas se trataba de un asunto

que pronto envolvería a una buena parte de todo el

equipo de especialistas que se verían involucrados en la

Anécdotas de la Vida Página 83

Page 84: Anécdotas de la Vida

clarificación de esta trama, especialmente intentando

descubrir aquellos imperceptibles detalles que escapaban

de la simple observación inicial.

Ciertamente que, en virtud de lo corroborado, sería

necesario aguardar por los levantamientos técnicos y las

pericias a realizar, juntándolas con las informaciones que

estaban siendo realizadas en el perímetro, así como

también era imperioso esperar por el resultado de los

análisis provenientes de la disección del cadáver, y de la

interpretación que el médico legista daría cuando

finalizase la autopsia, para sólo entonces poder dar

seguimiento a la investigación.

De cualquier manera, el hecho en sí, no dejaba de

ser un claro desafío profesional para mi corta carrera de

investigador, aunque obviamente, por la dificultad que

presentaba la circunstancia de no poder encontrar

fácilmente la motivación y el responsable, o responsables

por el asesinato, estaba convicto que haría del mismo un

caso más, y que dentro de muy poco tiempo este se

sumaría a los otros tantos que dormitaban en los

polvorientos anaqueles de la comisaría en la que yo

trabajaba.

Infaliblemente, con el pasar de los meses, la

referida carpeta de este proceso tendría la ingrata

oportunidad de tener que competir con los demás casos

Anécdotas de la Vida Página 84

Page 85: Anécdotas de la Vida

insolubles, donde pasarían a disputar entre sí la

acumulación del polvo y la humedad entre los estantes de

la misma.

Ingratitud

El boliche continuaba a estar localizado en la

misma esquina del barrio desde muchas décadas atrás;

probablemente desde que se había fundado aquella

barriada; aunque, elemental, que su presente dueño no

fuese el precursor de ese preciso negocio.

Quién actualmente se encargaba de explorarlo

comercialmente, era el gallego Manuel, que desde hacía

casi cuatro décadas había comprado el establecimiento a

los antiguos propietarios, justo en el momento en que,

inquebrantable, había determinado que estaba en la hora

de trabajar para otros, pasando de ahí en adelante a

administrar su propias dependencias. Aunque con su

determinación, estaba dando proseguimiento a la

Anécdotas de la Vida Página 85

Page 86: Anécdotas de la Vida

ejecución del mismo tipo de labores que aprendió a

desempeñar desde que había emigrado un día de su

madre patria.

El local, en realidad servía de reunión casi diaria y

asidua de los mismos individuos que residían por las

calles aledañas. Los había de todas las cualidades y

conductas, pero la mayoría acostumbraba reunirse allí

para matar el ocio que les sobraba en sus vidas, cuando

pasaban a entretenerse por horas alrededor de mesas

abarrotas de similares gentes que competían entre ellas al

recrearse en el juego de carteado, que podía ser el

chinchón o el truco, o jugando al dominó. Más alejado y

en un rincón del salón, también había una mesa grande

de paño verde donde se jugaba al billar; un otro de los

espacios que reunía un sinfín de holgazanes aficionados.

Prácticamente, todos los clientes acudían al bar en

el periodo vespertino, cuando la mayoría retornaba de

sus labores y, por algún motivo intrínseco, huían hasta

allí para ensanchar las horas sobrantes, dilapidando el

tiempo entre diversas recreaciones y aperitivos, y hasta

ocasionalmente degustando algunas fruslerías.

Mientras tanto, una vez allí, iban contándose

historias, inventando cuentos, relatando memorias,

conversando de amenidades o enarbolando comentarios

deportivos o políticos, conforme fuese el tema principal

Anécdotas de la Vida Página 86

Page 87: Anécdotas de la Vida

del momento. Varias veces allí se organizaban tremendas

comilonas entre los propios integrantes más allegados a

la barra de amigos.

Entretanto, don Manuel, recubierto con su capa de

santa paciencia de monje franciscano, estoico y

ganancioso, se encargaba de servirles vueltas y más

vueltas de vino, grapa, caña, vermut, y hasta whisky para

los más pudientes. Y con el mismo etilo cordial, servía

cervezas para los más jóvenes, o refrescos para los más

precavidos, o enfermizos; y a todos los despachaba con

algunos potecitos de maní, o sirviéndoles sándwiches de

mortadela, medialunas de jamón, empanadas de carne

picada, y otras amenidades que ayudaban a matar el

hambre y engordar su caja.

Vale decir que el ambiente del local era de amistad,

camaradería y compañerismo entre todos los que allí

acudían, pues algunos de los mismos hasta eran

consanguíneos entre sí, o allegados en afinidad por causa

del destino que un día los había unido en un parentesco

familiar como consecuencia de los cruzamientos entre

esas castas que se desparramaban dentro de la misma

jurisdicción de aquella barriada.

Muchos de sus antiguos clientes ya habían partido

por causas de sus propias demandas; o se habían muerto

de viejos, o terminaron por cambiar de parajes por

Anécdotas de la Vida Página 87

Page 88: Anécdotas de la Vida

diversas razones; por tanto, muy pocas veces aparecía en

el lugar algún individuo extraño o desconocido de todos,

o mismo, alguien que no hiciera parte de esa comunidad.

Los que allí concurrían, eran siempre las mismas

caras, que tenían las mismas razones, los mismísimos

motivos que los hacían reunir al borde del mostrador

para contar sus odiseas, sus desesperanzas, sus afanes,

sus propias peloteras.

Algunos de éstos prosaicos clientes se apoyaban en

el borde del largo mostrador como si fuesen “caballo de

policía”, dejando que el peso del cuerpo descansase

sobre una pierna, mientras que la otra permanecía

flexionada y recogida.

Pero la verdadera historia nada tiene a ver con el

bolichero, ni con el propio negocio en sí, porque la razón

de la misma se atiene a un caso específico sobre uno de

los antiguos clientes del bar, quien, inusitadamente, le

había tocado vivir una contingencia insólita después de

tantos años de existencia parrandera.

En el bar todos lo llamaban de Seca, porque su

nombre era José Carlos y, como José Carlos es muy

largo para pronunciar, se lo habían reducido a ese apodo

de cuatro letras con que él siempre respondía. En todo

caso, era un ser humano alborotador, divertido, jaranero,

Anécdotas de la Vida Página 88

Page 89: Anécdotas de la Vida

humorista y hasta bonachón por así decir, dentro de sus

cuarenta y algunos años.

En verdad, Seca parecía más avejentado de lo que

era, por causa de su prominente barriga, su cabeza casi

calva, y su ropa medio desprolija.

Lo cierto, es que un buen día, o mejor noche, por

causa que el encuentro se dio en el luzco fusco del ocaso,

cuando Seca se encontraba cómodamente recostado en la

barra del mostrador paladeando su primer vasito de caña

con vermut, reunido con toda su pandilla de compadres

del albedrío, de pronto vio pasar por la acera del frente

del bar, la figura de un viejo conocido de parrandas.

Inmediatamente, como tocado por un resorte

invisible, corrió hasta la puerta y gritó:

-¡Neneeé! ¿Qué haces por estos pagos… Andás

perdido?

El hombre, sorprendido al oír el grito y su apellido,

pronto paró su parsimoniosa caminata y volvió la cabeza

para identificar quién lo llamara. Turulato, encontró

figura de su antiguo camarada de francachelas de

juventud, parado estático como estatua de general en

plaza pública, bajo la luz opaca de la puerta del boliche,

y con los brazos alzados al cielo en señal de súplica.

Tenía una sonrisa que se mostraba de oreja a oreja, en un

rostro redondo como pelota de futbol.

Anécdotas de la Vida Página 89

Page 90: Anécdotas de la Vida

El individuo volvió sobre sus mismos pasos y fue

al encuentro de éste, que, con una fisonomía medio

conturbada, lo escuchó decir:

-¿Cómo andas, Poliomielitis?... ¡Cuánto tiempo,

no!, -le dijo Seca, porque en realidad, el apodo de él en la

época de juventud, era ese mismo. A los amigos se les

había ocurrido llamarlo así por causa de que, cuando

enamoraba, le gustaba atacar a las más jovencitas.

Al momento, Seca lo observó reparando en su

viejo amigo, una juventud que se desprendía dentro de

un cuerpo atlético. Notó que no tenía casi barriga, el pelo

oscuro y ondulado todavía estaba todo sobre la cabeza.

El hombre era altivo y bien trajeado, de camisa celeste a

listitas blancas y una corbata roja como la sangre, sin

ninguna arruga en el rostro, liso, liso.

Los dos tenían la misma edad, aunque sin embargo,

el otro parecía que había sido beneficiado por la mano de

Dios para poder conservar todavía aquella frescura de

mocedad en su estampa.

Al encontrarse, ambos se abrazaron envolviendo

los cuerpos con sus brazos y dándose efusivos golpecitos

de mano en las espaldas. Al inicio, los dos se quedaron

mirándose por escasos segundos y riendo, hasta que Seca

resuelve romper el silencio y le dice:

Anécdotas de la Vida Página 90

Page 91: Anécdotas de la Vida

-¡Qué haces máaacho!... ¿Cuánto tiempo sin verte?,

debe hacer como…

-Veinte años… O algunos pocos más tal vez, -le

respondió Diego, que era el nombre verdadero de Nené.

-¡Sí, por abajo!..., deben ser unos veintitrés ya… -

asintió Seca confirmando en tono afirmativo.

-Ya ni me acuerdo más de la última vez que nos

vimos… ¿Creo que fue en el baile del Cheche?, después

de aquella batahola que se armó… -expuso Diego con

una sonrisa sarcástica.

-En realidad, vos no te podes acordarte de lo que

ocurrió aquella noche… Estabas más borracho que tonel

de vino, y vivías abrazado de aquellas pituquitas de mala

muerte –le retrucó Seca con la misma sonrisa de su

amigo.

-Exactamente, ¡fue ahí! -le confirmó el Diego con

su pinta de muchachón joven.

-En todo caso, vos eras terrible con las nenas… Un

flor de sinvergüenza, eso sí… ¡Hee!, todos te

envidábamos porque tu desfachatez era insuperable. No

se te escapaba nada que pesase arriba de cuarenta kilos y

caminase… -continuó ratificando Seca, sacando del baúl

de la memoria recuerdos del pasado.

Anécdotas de la Vida Página 91

Page 92: Anécdotas de la Vida

-¡No digas eso, José Carlos! Fue una otra época…

–apuntó Diego, expresándose con una voz modesta y una

sonrisa medio forzada.

-Pero… contame loco… ¿Qué haces aquí por mi

barrio?... Veníii, tomate un trago con mis amigos y así

charlamos un poco más. -insistió Seca.

-En verdad, yo iba para tu casa… –Diego le

respondió de sopetón, mientras acompañaba sus palabras

con una mirada mansa y especulativa.

Para abreviar la historia, allá se fueron charlando

los dos a la casa del otro y, al llegar, entró Seca por el

corredor de los apartamentos donde vivía, arrastrando su

viejo amigo por el brazo, mientras desde la puerta le

gritaba a su mujer:

-¡Viejaaa…! ¡Mirá con quien me encontré en la

esquina!, ni lo vas a creer –vociferaba con una exagerada

alegría estampada en su rostro.

Al llegar a la sala, Maruja, que era la esposa de

Seca, no lo reconoció. En verdad, nunca lo había visto en

la vida. Por tanto, era imposible que lo conociera.

-Pero es Nené, vieja… ¿No te acordas que yo

siempre hablaba de él?… ¿Qué siempre lo nombraba

cuando te contaba las farras de soltero?

Sin que Maruja alcanzase a decir un ay, Seca se

volvió para su amigo, y lo fusiló con una pregunta: -¿Vos

Anécdotas de la Vida Página 92

Page 93: Anécdotas de la Vida

te acordas de aquella vez que estábamos en un

casamiento, mamados hasta la médula y rodeados de…,

ni me acuerdo de qué muchachas, y vos le hiciste la

zancadilla al mozo, y el tipo se desparramó con la

bandeja de masitas y sándwiches arriba de aquellas

viejas coquetonas…? -a Seca las palabras no le salían

clara, pues las pronunciaba en medio carcajadas que

hacían parecer aquel rostro redondo y blanco como si

fuera una luna llena.

Antes que Diego pudiese defenderse del dislocado

e inoportuno comentario, el diálogo fue cortado por una

delicada voz femenina:

-¿Pero, quién es Nené? –preguntó Maruja, un poco

absorta por la visita que el marido le traía a su casa.

-¿Poliomielitis? ¿Quién más?

En ese instante, Seca se desparramó riendo en el

sofá, y soltando otra vez una sonora carcajada, después

que había llamado a su amigo por el apodo de juventud

notando la expresión de síncope que se había estampado

de rayano en el rostro.

-Pero vos tampoco eras sopa, mi amigo. No te

perdías ninguna jarana… –halló oportuno retrucar Diego,

al intentar apagar la imagen destorcida que la palabra

pronunciada podría generar en la mente de la jovial

mujer, esposa de Seca.

Anécdotas de la Vida Página 93

Page 94: Anécdotas de la Vida

-¡Veníii!... Sentáte conmigo aquí en el sillón y

vamos recordar un poco los viejos tiempos, –insistió el

anfitrión, emanando felicidad por los poros.

-No… Es que no sé… Mejor… -inició a responder

Diego tartamudeando sin saber qué hacer.

La mujer, que se sentía medio dislocada en medio

de aquella repentina reunión, buscó con palabras corteses

emitir alguna disculpa que le permitiese escaparse hasta

la cocina para preparar la cena, pues tenía la intención de

finalizar los arreglos para recibir y agasajar a su hija y el

novio, que los vendría a visitar.

-¡Viejaaa…! Traéte dos vasos con hielo para que

me pueda tomar un aperitivo con Nené, -Seca le pidió a

la esposa, aprovechando su ida para la cocina.

Al quedarse solos en la sala, Seca retoma otra vez

la conversación y le comenta al amigo:

-Fijáte que justo hoy, viene la Chola… ¡Cholita, mi

hija…! ¿Te acordas? Ella nos trae al novio para que lo

conozcamos… Parece hasta mentira que soy casi suegro.

Apresuradamente, sin permitir que Diego esbozase

algún comentario, vuelve a interpelarlo diciendo:

-¿Vos te acordás de la nena, no?, ¡Cristinita!, a

quien cariñosamente llamamos de Chola, pero creció,

ella ya anda por los veintidós años… El tiempo se pasa

volando, amigo.

Anécdotas de la Vida Página 94

Page 95: Anécdotas de la Vida

-¡Sí, la conozco! –Diego le respondió seco,

taxativo, exponiendo una entonación reservada y con una

mirada fija en los ojos del amigo.

Pero después del corto silencio que se interpuso

ante las miradas absortas de los dos, Seca meneó la

cabeza y haya por bien preguntarle:

-¿Qué era lo que vos venias a hacer aquí en casa?

-¿Yo? -responde Diego, sorprendido.

-Sí, vos… ¿No dijiste que venías para mi casa?

-A decir verdad, José Carlos… Venía a hablar

contigo…

-¿Algún motivo importante? -indagó Seca en voz

baja, ensimismado por el encuentro y la visita.

-¡Yo soy el novio de Cristina! -le expuso Diego de

manera firme y contundente.

Un gran mutismo tomó cuenta del lugar, justo en el

momento en que Maruja llegaba con los vasos en una

bandejita, y al verlos así, pregunta:

-¡Eééé!, que silencio, que caras… ¿Ya se acabaron

las reminiscencias?, -les pregunto incrédula, mirando

aquellas fisonomías taciturnas, consternadas, tétricas,

hurañas… Mudas.

Los tres continuaron algunos segundos sin decir

palabra, en una extensión de tiempo que más parecía ser

Anécdotas de la Vida Página 95

Page 96: Anécdotas de la Vida

horas, cuando entonces Diego resuelve quebrar la

monotonía diciendo:

-Bueno… ¿Qué te parece? ¿En qué estás pensando,

Seca?

-Para decirte la verdad… No sé si te rompo la cara

a trompadas, o te doy un tiro y… –alcanzó a gritar el

padre de la nena… Su querida Cholita, ya con veintidós

años recién cumplidos.

-¿Por qué? Tanto te impresionó mi actitud y la

de… -pero Diego no alcanzó a terminar su frase.

-¡Qué cosa…! ¿Qué les paso a ustedes dos?

Apenas salgo por algunos minutos, y ustedes ya están en

posición de beligerancia, -los interpeló Maruja, la mujer.

-¡Nada…! Lo nuestro es pelea antigua… No te

metas, -le responde el marido.

-¡No, yo sé que no lo es! -retrucó ella-. ¿Pasan

veinte años sin verse, y cuando se encuentran quieren

agarrarse a trompadas? Aprovechen, hombres, tómense

un aperitivo, recuperen historias perdidas, al fin de

cuentas… -buscó decirles como intentado apaciguar la

situación.

En ese momento, Seca mantenía la mirada perdida,

la cual divagaba entre el taje azul marino y la corbata

roja que Diego exhibía en su gallarda estampa, y los

Anécdotas de la Vida Página 96

Page 97: Anécdotas de la Vida

colores de la acuarela del cuadro que estaba colgado por

detrás de su amigo.

Sólo para quebrar el silencio sepulcral que había en

la sala, a la mujer se le da por comentar:

-Nuestra hija nos dijo que hoy viene a visitarnos su

novio… Fíjese esa juventud de hoy… Sólo nos cuenta

las cosas cuando ya son un hecho… ¡Bueno!, otras ni eso

hacen… Hago votos para que salga casamiento.

Cuando la mujer terminó de pronunciar la última

palabra, en ese instante Seca salta desde su lugar

confortable y le grita con una voz aguda:

-¡No, no viene, nooo!

-¿Pero, cómo sabes?... ¿Llamó por teléfono?... ¿Por

qué no dijiste? –alcanzó a preguntar absorta doña

Maruja, envuelta en palabras de consternación.

-¿Cómo era que decíamos cuando salíamos de

noche por ahí? ¡Familias, tranquen a sus hijas que

soltaron los…! –llegó a pronunciar Seca un poco

reminiscente, sin responder a su esposa.

-No… ¡No digas eso! Ella es una chica maravillosa

y yo estoy locamente enamorado de ella, –le confiesa

Diego.

-Haceme el favor, pará de una vez con esa

conversación canallesca… No me vengas con esa de

Anécdotas de la Vida Página 97

Page 98: Anécdotas de la Vida

mujer asombrosa, ni con pasión de vejez… Asumí tu

idiosincrasia de hijo de p…..

Y Maruja, allí parada en medio de la sala, absorta

en ese diálogo de palabras duras, y sin conseguir

entender nada de lo que pasaba.

-¡Yo no tengo la culpa! –intentó disculparse Diego,

añadiendo: –de que hoy, vos estés del otro lado… ¡La

vida es así!

-¡Salí de mi casa! Andate de aquí antes que te de

una patada en donde tu vieja te metía el termómetro…, y

por encima, termine reventándote a trompadas… Me das

asco con esa pinta de…. –comenzó a insultarlo Seca.

En eso, la mujer tomó rápidamente a Diego por el

brazo y lo acompañó hasta la puerta, donándole media

docena de palabras amables para intentar justificar el

genio rancio de su marido.

Cuando Maruja volvió a la sala, escuchó la

expresión del marido preguntando:

-¿Por qué yo no tengo un traje azul como el de él?,

-y lo vio dejarse caer pesadamente en el sillón, con la

mirada perdida en la acuarela colgada de la pared.

Él, que en su juventud había sido el “Rey de la

Cumbia”, que hoy era el campeón de truco en pareja, que

ahora se sentía inmensamente más viejo que su

Anécdotas de la Vida Página 98

Page 99: Anécdotas de la Vida

inolvidable amigo Nené, estaba en ese momento, con la

mirada muerta y el corazón apagado, como quien

proyecta una señal de quien ya se entregó al destino.

Vital Resignación

En el silencio de la pieza, recostado en el espacioso

sillón de la habitación, se había entregado a consagrar el

instante actual tratando de meditar profundamente sobre

los futuros pasos de su vida, sin llegar a percatarse que la

música de su tocadiscos ya había cesado de emitir los

armoniosos compases que cadenciosamente se diluían en

la circunspección del momento.

Sin embargo, el motivo del letargo requería que su

mente se concentrase en la intención de poder arrancar

de inmediato una trascendental resolución con la cual

podría escoger correctamente su posterior y problemático

camino. Por tanto, tenía la presunción de poder decidir su

enigmático destino, y así encontrar el sosiego para su

atribulado espíritu. Efectivamente, estaba determinado a

Anécdotas de la Vida Página 99

Page 100: Anécdotas de la Vida

que aquellos momentos de soledad le sirviesen para

especular por alternativas que lo transportasen a

satisfacer esas aspiraciones.

Por lapsos continuos de tiempo, con el mentón

reposado sobre su mano y el brazo apoyado en la

protección lateral del cómodo sillón, dejaba vagar su

vista por la opacidad de la habitación, por momentos

deteniéndola frente al ventanal o sobre la estantería

desbordada de variados libros y textos de estudio, sin

conseguir alcanzar a tropezar en la respuesta que al

menos lo redimiese de estar ante tan profundo transe.

Dentro de ese contexto, como la tarde ya iba

dejando pasar las horas para encontrarse de vez con el

anochecer, el sol había renunciado a querer penetrar por

la diáfana abertura de la ventana, permitiendo que los

rayos moribundos del día se fugasen de la forzosa

existencia. De cualquier modo, él no lo divisaba, como

no tampoco lograba descubrir el más elemental alivio

para la tremenda desconsolación que lo ahuyentaba de

una vida palpitante.

Inmerso en esa profunda modorra, de pronto, en un

aburrido arrebato de movimientos de su entumecido

estado, fue inclinando el cuerpo para intentar suplantar

en el gramófono aquel disco ya concluido, pasando a

escudriñar entre otras obras similares, por una nueva

Anécdotas de la Vida Página 100

Page 101: Anécdotas de la Vida

melodía que hiciese con que el sonido de la composición

sustituyese el momento que insistía en continuar a

columpiarlo entre el letargo y la desdicha.

Una vez que encontró el ritmo que lo complacía,

dio inicio a la reproducción sonora de tales modulaciones

allí gravadas, para luego a continuación retroceder hasta

el diván que lo acogía, y enfáticamente retomar al

confortable descanso corporal y cerebral que lo

mantendría alejado de la realidad del instante.

Pero antes de retornar nuevamente a su confortable

asiento, halló por bien detener rápidamente sus

movimientos y, en cortas pasadas, dirigirse a la mesa

donde tenía depositada la botella de whisky a medio

beber, junto a una caja de sus cigarrillos ya casi

consumida. Esa visión lo llevó a deliberar por algunos

segundos con su inconsciente, discurriendo sobre esa

imprecisa voluntad que lo invadía; hasta que abandonó la

interrogante y resolvió servirse otra vez de una holgada

dosis de aquella gratificante bebida que tenía a su frente.

Terminadas las tareas que lo habían proscripto de

su entorpecimiento anímico, retomó su vivificante lugar

en el sillón y, entre la humareda de un nuevo cigarrillo,

comenzaron a colársele distintas ideas trastocadas a sus

pensamientos marchitos, dejando que la resolución se le

evaporase entre los velos de una niebla cenicienta

Anécdotas de la Vida Página 101

Page 102: Anécdotas de la Vida

proveniente del tabaco calcinado que no hacía más que

aumentar la nebulosa transparencia de la habitación, en

la que ya se percibe la oscuridad por causa de un sol casi

ido y moribundo.

Entregado a esos persistentes cuestionamientos de

su entelequia, remojados ahora por los alcohólicos

sorbos, y enardecidos por la aspiración de la sublimación

del tabaco quemado, se entregó a pensar en los

momentos de su pasado, llegando a rememorar con

angustia las nostalgias sublimes de antaño, sin conseguir

obtener la debida concentración que sus vacilaciones en

el momento requerían.

Su semblante taciturno ya dejaba florecer una

insipiente barba cetrina que trataba de despuntar en su

rostro, y agregándole un aspecto de mayor melancolía a

su fisonomía, a la que se sumaban las ensombrecidas

ojeras oscuras bajo un par de ojos trigueños y un cabello

castaño todo desgreñado que insistía tenazmente en

desparramarse sobre su frente.

El pantalón arrugado y la camisa ajada y

desabotonada, dejaban trasparentar las disímiles horas

que la vida lo postrara en ese estado de completo

desfallecimiento de in voluntades, haciéndolo alejarse de

una realidad que fue absorbiéndole de a poco el arrojo y

Anécdotas de la Vida Página 102

Page 103: Anécdotas de la Vida

la energía, de manera de asemejarlo ahora a un pobre

hombre sin carácter.

En su cabeza comenzaba a pulsar un agudo dolor

de palpitantes ráfagas de fastidio, provenientes de la

desproporción entre las cantidades de dosis ingeridas y

los muchos cigarrillos fumados, yuxtapuestos a la

completa falta de alimento en su estómago, y aumentado

por la respiración de un hediondo ambiente. Lo que, todo

sumado, le provocaba el sufrimiento de neuralgias

dilacerantes, no logrando de manera alguna remover el

actual estado de zozobra anímica que lo dominaba.

Con las piernas entumecidas, estiradas sobre una

silla, no hacía más que amplificar la esfinge de la

desolación y del desamparo, permitiendo que su alma

implorase desesperadamente por llegar a una solución

urgente para el apabullante enigma que lo estaba

torturando internamente; el que hasta ese preciso

momento le había embalsamado hasta la última

convulsión de brío.

Intentó que su percepción fluyese ávidamente para

encontrar la resolución final, la cual se encontraba latente

entre la decisión de apelar a un subterfugio inmediato

teniendo que asumir a través de él un evasivo

comportamiento para encarar un huidizo escape a la

realidad de los hechos, o resolverse a enfrentar una

Anécdotas de la Vida Página 103

Page 104: Anécdotas de la Vida

verdad que, sabidamente a posterior, le causaría un

irreparable sufrimiento colindante con el mismo

momento en que emitiera su fallo.

Pero cuanto más examinaba y razonaba sobre su

decisión, mayor era el malestar físico que le perforaba la

lucidez en continuas fisgadas que le iban taladrando los

sentidos, y lo conducían a una desesperada apatía para

postergar nuevamente el procedimiento a escoger,

llegando a cuestionarse si no sería mejor relegar la

decisión para un futuro cercano, donde claramente

entendía, le llegaría con igual denuedo y dejadez de

espíritu.

Repensando el último pensamiento, supo que no

podía huir de escoger el decreto final, pues ello sería la

postergación de sus sufrimientos psíquicos. Alcanzó a

deducir que seguramente su moral sería capaz de detener

un impúdico estado de coraje que le destrozaría los

sentidos si escogiese la disposición errada. Sabía también

que necesitaba ser ya; y ahora tenía que definir el camino

y enfrentar la realidad, lo que seguramente le causaría

más dolor, el dolor sentimental, el dolor espiritual,

diferente del que le estaba destrozando su cuerpo en ese

instante.

Pero la duda lo desconsolaba, lo despedazaba

anímicamente, concibiendo que si optaba por reconocer

Anécdotas de la Vida Página 104

Page 105: Anécdotas de la Vida

el lado de la verdad, que sería el que menos violentaría

su moral, el que mantendría su integridad intacta, el que

iba de encuentro a toda su educación de comportamiento

ético; era por su vez el que le quitaría la libertad, el que

lo engrillaría a un monótono convivir, que lo saturaría de

hastío, y el qué, según su observación, seguramente lo

conduciría al sometimiento de un estado apático por el

resto de sus días.

Por otro lado, si no era capaz de reconocer la

situación y la encaraba con una postura negativa, las

consecuencias posiblemente serían diferentes, y eso le

permitiría gozar del albedrío de sus jornadas, de

mantener una independencia total sin sumisión y

sometimiento, la que lo apartaría de esas monótonas

rutinas de sabor a nada; pero sería ciertamente la que le

recargaría la conciencia con un peso nefasto que

difícilmente se extinguiría de su cognición por el resto de

su vida.

Notó en medio a ese trance, que la habitación

estaba oscura como lo estaban sus sentimientos, y que

más un soplo de la vida se le había ido, que otra noche

había llegado a alcanzarlo sin que todavía pudiese

encontrase la decisión correcta.

En ese momento decretó de inmediato la necesidad

de encender la veladora para concederse un hilo de

Anécdotas de la Vida Página 105

Page 106: Anécdotas de la Vida

penumbra, como si ésta fuese una manera de poder

iluminar su dictamen. Estableció que era necesario

volver a colocar una nueva música que lo equilibrase en

el dilema, o que por lo menos lo resguardase de su

conflicto interno, permitiendo que el nuevo embalo le

concediese más una prorrogación de pensamientos.

Al deambular su mirada por el aposento, descubrió

su antídoto reposando sobre la mesa, y el que lo empuja

inconsciente a volver a derramar una nueva holgada

porción en su vaso, en una clara pretensión de querer

ahogar allí su falta de desembarazo y disposición.

Al dejarse estar nuevamente en la poltrona, muñido

de esos subterfugios medicamentosos para el alivio de

conciencia, se abrasó de su penúltimo cigarrillo, para

deparar que todo el drama le denotaba la urgente

necesidad de llegar a la conclusión de un resultado,

principalmente, porque ya no le quedaba ni bebida ni

cigarrillos con los que podría entretenerse.

Su cuerpo ya le duele por entero, no hay partes

incólumes o saludables, es un dolor uniforme en sus

músculos, tendones y discernimiento. La prolongada

postura en la inercia lo había dejado en completa

extenuación, su flojedad está impregnada análogamente

en su organismo, siente que le empiezan a faltar las

fuerzas para racionar correctamente, que se le confunde

Anécdotas de la Vida Página 106

Page 107: Anécdotas de la Vida

la ética con la razón y la moral entre sí, buscando

incorporar motivos o justificaciones para ese montón de

pensamientos enmarañados que lo circundaba.

Trastornado, comienza a recapitular que ya se le

fueron tres noches desde que recibió la impactante

noticia. Percibe que ha perdido un fin de semana entero

recostado en el sofá, todavía arropado con su misma

vestimenta de trabajo, sin una pizca de ánimo para

asearse, o simplemente alimentarse con algo más

consistente que le repusiese las energías consumidas. Se

da cuenta que está recubierto con un húmedo y pegajoso

sudor que le recubre el cuerpo, en una mixta secreción de

humedad, transpiración, miedo, ansia, y desasosiego.

Indeliberadamente, él se levanta de su estado

letárgico y pronuncia para sí con una voz casi inaudible y

consternada que venía acompañada de lágrimas en sus

mejillas, que la sentencia ya ha sido extirpada de su

conciencia, que la realidad lo obligará a ceder y claudicar

de su egoísta comportamiento, en detrimento a tener que

dividir su futuro con una congoja que seguramente le

asfixiaría el corazón.

Percibe que ahora qué se encuentra decidido, se le

hace necesario comunicarlo de inmediato. Finalmente, su

exilio de pensamientos había terminado.

Anécdotas de la Vida Página 107

Page 108: Anécdotas de la Vida

De golpe, descubre por de pronto que hay nuevos

cuestionamientos para hacer frente a las contingencias

que en ese exacto momento le urgen providenciar.

Se le hace menester intentar ordenar los

pensamientos en torbellino, decretar las prioridades de

sus acciones.

Se le acelera el corazón y siente la adrenalina

inundar su sien y su ímpetu. Presiente que está iniciando

en él un nuevo aliento renovado después de tan largo

periodo de desvalijamiento de impulsos.

Busca reordenar las ideas y determina que todo lo

hará en su programado momento. Ya que primeramente

preparará una comida rápida, se afeitará y tomará un

largo baño, buscará vestirse con ropas adecuadas al

momento y partirá directo a comunicar personalmente su

dictamen final.

Nada de llamadas telefónicas, eso también le había

quedado explícito en su mente en virtud de la apreciación

que el fallo requería.

De pronto se sirve de la última porción de whisky,

enciende el último cigarrillo medio rugoso que le

quedaba, ya incluyendo en la memoria la necesidad de

reponerlos en cuanto salga de allí para anunciar

solemnemente que finalmente la decisión fuera tomada,

de manera que con ella pudiese asumir las consecuencias

Anécdotas de la Vida Página 108

Page 109: Anécdotas de la Vida

sin imposición de reglas o exigencias adheridas a su

dictamen, y que pronto, con el apremio que demandan

esos casos, pasaría a coordinar los requerimientos que

sabidamente vendrían en un torrente de pretensiones y

obligaciones.

Al fin comprendiera que a partir de ese instante, su

existencia lo condicionaría a reciclar su inmaduro

comportamiento, claudicando de desvanecimientos de su

aventurera conducta. Pues en verdad, ser padre por

primera vez, es un hecho extraordinario en la vida de

todo hombre, mismo que ello signifique asumir un

casamiento para el cual muchos hombres no están

emocionalmente preparados.

Anécdotas de la Vida Página 109

Page 110: Anécdotas de la Vida

Los Nuevos Amigos

De repente tuvo que entrar al bar porque estaba

apremiado, y sin más, se dirigió instintivamente hacia el

cuartito del fondo dando pasos apresurados. Andaba con

las piernas apretadas, por causa de la inconveniente

necesidad de soltar la vejiga; una molestia que

últimamente lo venía atosigando en los momentos más

apremiantes. El médico ya lo había prevenido de la

apoplejía de incontinencia proveniente de su prostatitis,

enfermedad que normalmente acomete a los hombres de

su edad.

Pero al pasar alígero por entre las mesas del local a

la vez que buscaba esquivarse de posibles empellones o

atropellos por parte de las personas que por allí estaban,

Anécdotas de la Vida Página 110

Page 111: Anécdotas de la Vida

le pareció llegar a escuchar que alguien de lejos había

pronunciado su nombre; pero la necesidad apremiante

del momento no le permitió prestarle la debida atención.

-Será que escuché decir ¡Barbijo! –llegó a

indagarse mentalmente, mientras se entregaba feliz a

vaciar las ansias malamente contenidas.

-Sea quien sea, cuando salga, es posible que aún

esté en el salón… -continuó recapacitando-. ¡Ya veré

quien es! -concluyó, cuando sus dedos de la mano

derecha ya tiraban de la falleba para cerrar de vez la

bragueta.

Algunos minutos más tarde, al salir del baño, se

paró en la puerta y buscó extender la mirada a lo largo

del recinto, que era un ambiente mixto de rosticería,

pizzería y bar. Quiso así explorar con una rápida ojeada

por una indeterminada fisonomía que le fuese conocida,

y aspirando encontrarla entre los rostros de la multitud

que allí se encontraba.

El establecimiento, a esa hora estaba colmado de

clientes, todos reunidos en alegres grupos, riendo y

conversando sentados alrededor de mesas que estaban

servidas con bebidas y menudencias. En algunas de ellas

se apreciaban personas que estaba alimentándose con

algún tentempié diferente. El sonido del ambiente era de

una resonancia acústica que entremezclaba las voces de

Anécdotas de la Vida Página 111

Page 112: Anécdotas de la Vida

los individuos, sus risas y algarabías, mientras que por

unos altoparlantes emanaban los chirridos electrónicos

de guitarra y batería del U2, con la clara intención de que

la voz de Bono se sobrepusiese de alguna manera a ese

bochinche infernal.

-¡Que gentío, mi Dios...! –pensó para sí, en una

interjección de crítica dirigida sobre el ambiente y los

parroquianos que divisaba.

Entretanto, en ese instante alcanza a vislumbrar un

brazo extendido hacia el cielo meneándose en un

movimiento de abanico, y el que se hallaba situado en

medio a un grupo de jóvenes. Notó que la voz que

acompañaba el brazo, sobresalía entre el alboroto del

recinto, diciéndole:

-¡Eh, Barbijo!... ¡Aquí!... ¡Vení! –atestiguando que

quien le gritaban, lo estaba convidando para arrimarse

hasta el lugar.

Fue cuando apuró mejor su mirada y distinguió a

su amigo sentado plácidamente alrededor de una de las

mesas que se encontraban sobre la derecha de la puerta

de entrada al bar. Al percibir que era necesario pasar

cerca del lugar antes de retirarse, decidió llegar hasta él

para saludarlo.

-¡Hola, Menéndez! ¿Cómo te va? –le dijo cuándo

se aproximó, palabras que acompañó con una leve

Anécdotas de la Vida Página 112

Page 113: Anécdotas de la Vida

sonrisa que le quedó estampada en un rostro medio

constreñido por la situación con que se deparó.

El hombre debería tener más de sesenta y cinco

años, y él nunca se había enterado que su amigo fuese

una persona de andar participando de ambientes como

esos. Ni antes, ni después de su viudez -concluyó.

Pero ahora lo veía allí, rodeado de muchachas y

jóvenes, que bien podría afirmarse que eran sus nietos;

mientras que en una alegría arrebatada, sostenía un vaso

de whisky en una mano, y se levantaba para estrecharle

la otra, en cuanto buscaba con los ojos un espacio libre

para que Barbijo se sentase junto a él.

Ya de pie, oculto detrás de una amplia risa, el

amigo lo cumplimenta con la mano libre, mientras con la

otra distiende una amplia señal en semicírculo, y le dice:

-¡Te presento a mis amigos...! –en cuanto bajaba la

cabeza y miraba la chica que estaba sentada a su lado,

observándola con una cara de fascinación, al escuchar las

palabras que ella había acabado de pronunciar.

-¡Sentate a mi lado, Barbijo! -lo intimó, empujando

una silla para que el recién llegado se ubicase, al mismo

tiempo que lo tomaba del brazo y lo empujaba para que

se acomodase.

-¡Para! Te presento… ¡Ésta es la barra! –le explica

en cuanto señala al círculo de compañeros de mesa.

Anécdotas de la Vida Página 113

Page 114: Anécdotas de la Vida

En todo caso, Barbijo, impresionado con lo que

veía, decide preguntarle:

-¿Algunos de los que están acá es… mmm... tu

hijo, ooo... tal vez tu nieto? –expresando

entrecortadamente sus palabras y con una locución de

delicada suspicacia, como buscando ser gentil con las

frases que expresaba. Ya que a ojos vistos, allí nadie era

su pariente.

-¡No!, no lo creas, son únicamente mis amigos…,

Y aunque tú no lo puedas entender, te diré que ninguno

de ellos es de mi familia… ¡Ésta es mi barra!... Ahora –

afirmó subrayando la última palabra, y demostrando una

inmensa alegría desdibuja en el rostro que, por su vez,

Barbijo no supo definir si era por causa de la bebida

ingerida, o por el verdadero gozo de encontrarse entre los

mismos.

Fue entonces que Menéndez le acerca la boca hasta

su oído y le dice casi susurrando:

-¡Bueno!, yo la llamo de… “Mi barra sonora”,

claro… –como si lo que su amigo acabase de decir

significase un secreto muy particular que necesitaba ser

esclarecido anticipadamente.

-¿Barra sonora? –le preguntó Barbijo a su amigo,

no comprendiendo derecho lo que el otro quería decir

con eso.

Anécdotas de la Vida Página 114

Page 115: Anécdotas de la Vida

-Es que yo la llamo así, porque todas las semanas

nos encontramos aquí en el bar para charlar y oír música,

–Menéndez le explicó todo satisfecho.

-Cómo es qué…. –comenzó a preguntarle el

incrédulo Barbijo, cuando sorpresivamente el otro lo

interrumpe con un sonoro “Shhh”, por causa de la joven

que estaba sentada a su lado, y que había comenzado a

hablar.

En esos momentos, ya resonaba en el ambiente la

voz de Robert Plant sobresaliendo entre los acordes

estrepitosos de Led Zeppelin que estaban entonando

“Good Time, Bad Time”, en cuanto la jovenzuela

pronunciaba un dictado medio ecléctico, diciendo:

-¡Hoy estoy hecha una “niais”...! -¿Me entendiste?

–preguntó abriendo y cerrando ligeramente los parpados,

como quién busca despabilarse.

-¿No es sensacional? –le comentó Menéndez a su

amigo, exhibiendo un semblante embobado.

-¡Esto es un mundo maravilloso, Barbijo! Te

digo… ¡Maravilloso misssmo! -prosiguió diciendo.

-Bien, para decir…. –inicia a comentar Barbijo,

pero Menéndez lo detiene apoyando precipitadamente la

mano sobre el brazo de él.

-¿Tu ya notaste que los más jóvenes no hablan de

enfermedades?... Es una conversación sana… Un

Anécdotas de la Vida Página 115

Page 116: Anécdotas de la Vida

coloquio sin presión arterial… Una charla sin existencia

de tumores, sin problemas de circulación, sin quejas de

artrosis… Nada de carcomas o inflamaciones que los

preocupen… diabetes, osteoporosis… -le iba recitando

enardecido, mientras que su mano realizaba gestos por el

aire acompañada con onomatopeyas de dolores ficticios.

-En parte es… -intenta decirle Barbijo.

Pero justo en ese momento aparece el mozo y

deposita algunos platos repletos de milanesas cortadas,

chorizos trozados y papas fritas humeantes, delante de

cada uno de los presentes en la reunión. No en tanto,

sentado en la punta de la mesa, se encontraba uno que

tenía el pelo entretejido a la moda afro-reggae,

simulando pertenecer a la secta Rastafari, y al entender

de Barbijo, tenía una apariencia que lo asemejaba a Bob

Marley.

-¡Mira…! ¡Mira! –Menéndez comenzó a señalarle

maravillado, para que observase al muchacho que insistía

en colocar furiosamente mostaza y pimienta, sobre los

platos recién servidos.

-¿Decime la verdad?, ¿hace cuánto tiempo que tú

no ves una cosa así?... ¡Fíjate como los más jóvenes

comen picantes!... Y donde las cosas tienen condimentos,

ellos todavía le agregan más, –le decía Menéndez que

estaba como hechizado con lo que estaba viendo.

Anécdotas de la Vida Página 116

Page 117: Anécdotas de la Vida

No en tanto, Barbijo pensó que al observarlos, su

amigo se encontrase subyugado por los modales

demostrados por sus jóvenes amigos.

-Sí, pero no… -balbuceo nuevamente Barbijo, que

continuaba sin poder concluir sus frases.

-¡Comer con condimentos es maravilloso! ¡Sal es

la libertad!... Poder agregarle sabor a las comidas es

como savia en la vida de un ser humano… Un individuo

solamente puede considerarse libertado de cualquier

yugo, a partir del día que puede comer en cantidad, sin

remordimientos… sin restricciones… sin recelos –

insistía Menéndez al intentar explicarle su vana filosofía

de vida.

Para acentuar más el momento, ahora por los

potentes altoparlantes se escuchaba la voz del gritón de

Mick Jagger cantando “Miss you”, que con sus chillidos

ambicionaba mezclarse entre la confusión de los sonidos

que se desparramaban por el salón, ahora hamacados al

ritmo de los Rolling Stones.

De pronto el eufórico Menéndez vuelve el rostro

hacia la muchacha que estaba a su lado y le pregunta en

tono de intriga:

-¿Lo qué fue que tú dijiste, muñeca?

-Yo dije… Olvídate lo que dije… ¡El que no

escuchó, bailó…! ¿Me comprendes...? Que es igual que

Anécdotas de la Vida Página 117

Page 118: Anécdotas de la Vida

te dijera: ¡El que va a Melilla, pierde su silla! –ella le

respondió expresándose en una fraseología metafórica

llena de resentimiento.

-¡Fíjate Barbijo!, Con qué profundidad los jóvenes

de hoy se expresan… ¿Escuchaste lo que ella habló?...

¿Notaste que ellos no necesitan de rodeos para externar

sus sentimientos? –Buscando explicarle a su amigo como

si en verdad lo que acabara de oír fuese de una

exclamación grandilocuente.

-Pero Menéndez, ella sólo… -intentó murmurar de

nuevo Barbijo.

-¿Tu no comprendiste? Pues estos muchachos de

hoy, cuando hablan, van directo al asunto… No son

iguales a nosotros, que siempre nos quedamos

deambulando entre charlatanerías alrededor de asuntos

irracionales o de temas superficiales… Que perdemos el

tiempo y andamos llenando de vocablos la grandeza del

mundo o la simplicidad de la vida… Que hablamos de la

devaluación de la moneda, del valor de las acciones en la

bolsa, de las tasas de interés… No, mi amigo, ellos no

pierden tiempo en eso, bastan pocas palabras para que lo

digan todo –empezó a discurrir Menéndez acompañado

de un acento axiomático.

En eso estaban cuando de nuevo se aproxima el

mozo hasta ellos, para preguntarles si deseaban algo más;

Anécdotas de la Vida Página 118

Page 119: Anécdotas de la Vida

a lo que Menéndez ordena otro whisky para él y una

dosis de igual brebaje para su amigo.

-¡No! Para mí, solamente un agua mineral… con

gas… por favor, y si es posible con un cubito de hielo y

una rodajita de limón, solamente, -lo corrige Barbijo,

envuelto en una voz irrefutable.

Los ecos de música que emanaban de los altavoces

se desparramaban en ondas sobre el ambiente, intentando

entremezclar la voz de Rod Stewart entonando “If a had

you”, en medio del murmurio rimbombante del local.

-¡Pero, tomate algo caliente, hombre! –le recrimina

su Menéndez.

-La verdad, es que me gustaría, pero no puedo… -

le responde Barbijo, mientras con la mano se comprime

el lado derecho de su estómago.

Al notarle el gesto, el otro se inclina hasta su oído

y le comenta en ton de cuchicheo secreto:

-¿Ya te fijaste que los jóvenes no se palpan?... Que

ellos no andan todo el tiempo como nosotros, que

siempre nos estamos tocando por todas partes… que el

pecho, que la cabeza, que las piernas, que el hígado… o

por cualquier otro motivo… como si quisiésemos estar

seguros de que no nos robaron un pedazo… Para decir la

verdad, Barbijo… ellos sí sé tocan. Pero la diferencia

Anécdotas de la Vida Página 119

Page 120: Anécdotas de la Vida

está, que cuando se tocan... lo hacen entre ellos… unos a

los otros, ¡eso sí!

-¡Qué gloria, Dios mío! ¡Qué gloria! –continuó a

decirle con una sonrisa contagiosa y un semblante

sugestionado por lo que lo rodeaba.

Barbijo ya no aguantaba más todo aquello. Ahora

estaban escuchando “Walk this way”, en la onda de

Steven Tyler gritando por encima de las estridentes

guitarras y la batería de los Aerosmith. Sentía toda la

resonancia del ambiente batiendo dentro de su cabeza,

como si fuese un tambor de percusión.

Entonces, en ese instante se levantó de su lugar

como si hubiese sido catapultado inesperadamente, y

apoyando una mano sobre el hombro de Menéndez le

dice:

-¡Mira!, yo no sé cómo tu puedes aguantar ésta…

Pero no logró finalizar, pues su amigo lo

interrumpe y en medio de una sonrisa le pregunta:

-¿Ahora, escuchaste lo que ella dijo? ¿Escuchaste,

Barbijo? –al referirse sobre el nuevo comentario de la

muchacha; una joven esbelta y pálida, con un par de ojos

negros llenos de luz ardiente y lánguida en su interior.

-No, no conseguí oír con todo este barullo de locos,

en todo caso, yo… -pero otra vez fue interrumpido para

tener que escuchar lo que Menéndez le decía:

Anécdotas de la Vida Página 120

Page 121: Anécdotas de la Vida

-¡Bobeo…! ¡El lobo comió...! -le gritó Menéndez,

eufórico-. ¿No es magistral?... Ella es un poema, mi

amigo… Esa simplicidad, esa animosidad alegórica de

las palabras… ¡Ella es mi musa inspiradora! –terminó

por afirmar categórico y feliz.

-¡Entendí! -contestó Barbijo-. ¿Pero tú no podés

estar hablando en serio...? Me imagino que no es

prudente que tú te expreses de esa manera, a no ser que

no estés en tus cabales –le recriminó Barbijo en tono de

reprensión, por causa de todo ese extraño cuadro que

figuraba frente a sí, y por ver a su amigo en esa situación

absurda.

-¿Por qué...? ¿Vos tenés algún problema con mi

barra? –le respondió Menéndez con una mirada represora

y enigmática.

-Problema mismos, yo no tengo ninguno -expuso

Barbijo-. Y te digo más… hasta que ellos son unos tipos

espontáneos… un grupo alegre… campechanos. Tal vez

esa sea la palabra exacta para definirlos. Pero para mí, el

problema mismo reside en ti –termina por decirle en tono

de amonestación por causa de la actitud que demostraba

su amigo.

-¡Claro! -alegó el otro-, vos estarás pensando que

sería mejor que yo estuviese metido con gente de mi

edad… ¿No es eso? –le responde al reprobar las palabras

Anécdotas de la Vida Página 121

Page 122: Anécdotas de la Vida

del otro. Pero lo miró unos segundos en silencio, y le

zampó en la cara:

-¿Sabes por qué? ¿Querés que te lo diga?... Me

canse… Sí, me cansé… Abandoné el otro grupo…

aquella barra de fantasmagóricos… de gente sin espíritu,

de… -le salió recitando en un rosario de adjetivos in

calificados con los que pasó a definir aquellos que antes

eran parte de un grupo unísono de viejos amigos.

Pero estaba eufórico y no se calló. Así que

continuó a explicarle su filosofía:

-¡Aquella era la barra del ayer...! Te diría más, la

llamaría: “la barra luctuosa”, a manera de registrar mi

sentimiento, y hacerle un homenaje al comportamiento

que asumimos al reunirnos.

-¡No alcanzo a comprenderte, Menéndez! –le

responde Barbijo, que estaba incrédulo frente a las

palabras de su amigo.

-Al escucharte hablar así, no alcanzo a entender tu

explicación. Te acostumbraste a poner las cosas de una

manera peculiar… como si tu cabeza ahora funcionase

retroactivamente, –disertó Barbijo, quien intentaba de

alguna manera comprender aquel que otrora había sido

un intelectual dentro del grupo… un letrado en la

elucidación del convivir humano.

Anécdotas de la Vida Página 122

Page 123: Anécdotas de la Vida

-A decir verdad, -corrigió Menéndez-, yo la pasé a

denominar así, porque últimamente nos acostumbramos a

tropezarnos en los velorios… Pasamos un cierto tiempo

sin encontrarnos, y cuando lo hacemos… Allí estamos

los que restaron, -le explicó taxativo.

-No sé. Continúo sin comprenderte Menéndez, –

aseveró el otro.

-¡Ahí es que reside toda la cuestión, mi amigo!…

Porque si consideras bien lo que te expliqué, veras que

en suma, nosotros sólo nos reunimos en momentos

fúnebres. –intentó definir analíticamente su pensamiento.

Para Barbijo, aquella situación toda ya era

suficiente, y por encima tenía que escuchar a Eric

Clapton cantar “Tears In Haeven”, queriendo hacer

resonar la guitarra en medio del vocerío y las efusivas

celebraciones desparramadas alrededor de las mesas.

-No voy a discutir contigo sobre ese asunto, al final

de cuentas, ese es el fin esperado para nuestras vidas…

No es justo que tú digas… -pero de repente, Barbijo

busco silenciar sus palabras, porque en realidad se dio

cuenta que le faltaban argumentos convincentes.

-¡Piensa, Barbijo! ¡Piensa!... Cuando nos reunimos,

es solamente en aquellas veces que nos encontramos en

la fila para dar los pésames a la viuda… y luego a seguir,

¿qué hacemos?... sólo hablamos de cosas banales… de

Anécdotas de la Vida Página 123

Page 124: Anécdotas de la Vida

enfermedad… de sufrimientos… -fue ponderando

nuevamente Menéndez con un lacónico enunciado de

protesto.

-Y bueno, que le vamos hacer, ¡es la vida…! -

intento justificarse Barbijo bajando los ojos.

-Sí, justamente eso… ¡Es la vida!, ¿qué le vamos

hacer?... Esas son frases muy usadas por los que vamos

permaneciendo en la barra… O si no, expresamos

compungidos: ¡Otro más que se va! –disertaba Menéndez

en tono iracundo y gesticulando vehementemente, como

queriendo apartar de si todo pensamiento tétrico.

-Bueno Menéndez, el que se va soy yo, al final sólo

estaba pasando por aquí… ¡Hasta la próxima! –intentó

despedirse, extendiendo amablemente su mano hacia el

amigo.

-Te equivocaste, porque siempre nos despedimos

diciendo: “Otro de nosotros que se fue”… o… ¡Hasta el

próximo encuentro triste...!, -buscó corregirlo su amigo,

haciendo aspaviento sobre la manera que habitualmente

se despedían en el cementerio.

Pero finalmente se despiden con unos leves

golpecitos en las espaldas y, al salir a la calle, Barbijo se

marchó pensativo y ensimismado en los argumentos de

su amigo, mientras meditaba sobre las manifestaciones

que acababa de oír.

Anécdotas de la Vida Página 124

Page 125: Anécdotas de la Vida

Adentro del bar se habían quedado todos los otros

que ahora, entre el bullicio del ambiente, escuchaban a

Brian Johnson y los escandalosos AC/DC, entonando

“High Voltage”, dejándose estar entre el humo de los

cigarrillos y conversaciones insubstanciales.

En todo caso, no pasó mucho tiempo para que ellos

volviesen a encontrarse nuevamente. Fue en un velorio,

donde todos los que llegaban se iban juntando en un

rinconcito para colocar las noticias en día.

-¡Otro que se fue…!

-¡Es verdad!, también el pobre…

-Pero él no se cuidaba… -expresó uno de ellos.

-Dicen que tenía diabetes, pobre… -afirmó otro.

-Él siempre abusó del azúcar y los dulces… Con lo

que le gustaban… Pero siempre tenía que estar

controlándose, prohibiéndose de casi todo… Por un lado

hasta mejor que se haya muerto… Porque para vivir de

esa manera, mejor no vivir… -terminó diciendo Barbijo,

con voz embargada y cabizbajo por la emoción.

-¡Bobeo…! ¡El lobo comió! –expresó consternado

Menéndez, como si se sintiese descorazonado por la

partida de otro de sus viejos amigos.

-No se puede hacer nada contra eso, ¡Es la vida…!

-alguien respondió.

Anécdotas de la Vida Página 125

Page 126: Anécdotas de la Vida

Luego después de finalizada la ceremonia de

entierro, la barra toda estaba perfilada en una única fila,

para dar los pésames a la familia del fallecido, mostrando

rostros absortos, reflexivos, tristes, ensimismados en sus

propios pensamientos. Cuando llegó la vez de Menéndez,

se aproxima del amigo y tomándolo por el brazo le dice

casi en un susurro:

-¿Es o no es una barra luctuosa?... ¡Entendiste por

qué te lo dije el otro día!

Ya en la puerta del cementerio, Barbijo, medio

tristón, se le aproxima y le pregunta:

-¿A dónde vas ahora?

-Después de esto…, Mejor me voy a buscar a los

de mi barra sonora… ¿Por qué? –le responde taxativo.

-¡Espera que vamos juntos! –Barbijo le reveló

lacónico.

Anécdotas de la Vida Página 126

Page 127: Anécdotas de la Vida

Abnegación

Su padre era un renombrado médico cirujano que

poseía una dilatada experiencia en la profesión, por

medio de la cual ostentaba un reconocido enjuiciamiento

por los magnánimos servicios prestados en la comunidad

donde residía; pero qué, en su forma de comprender, lo

llevaba a razonar que disfrutaba de un temperamento

pusilánime en los actos que practicaba. Principalmente

en su hogar.

Desde muy niño, este hijo se había acostumbrado

con el meticuloso comportamiento demostrado por su

padre. El hombre era inexorable en sus palabras, exacto

en sus veredictos, concienzudo con sus juzgamientos,

tanto para con el chico, como para con la joven madre, su

esposa. Las largas horas que dispensaba a sus tareas

profesionales le despojaba íntegramente la posibilidad de

Anécdotas de la Vida Página 127

Page 128: Anécdotas de la Vida

participar de agradables momentos de un convivir

familiar junto a ellos.

Igualmente, desde su impúber época, el muchacho

sentía que desde los primeros tiempos de escuela, los

años se fueron sucediendo equivalentes entre sí en una

vertiginosa carrera, cuando precozmente adivinara que le

escaseaba el envolvimiento del padre en sus desafíos, en

sus estudios, en la intervención de éste en los juegos y

recreos de su infancia. Pasó el tiempo entero careciendo

del obsequio espontáneo de un cariño verdadero.

Recordaba que hasta en los extensos periodos

vacacionales, estos eran despojados de la presencia y

entretenimiento junto al padre. Llegó al punto de

discernir que por aquellos tiempos de su vida, sólo

alcanzaba a obtener la dulce compañía de su madre, que

dedicada, fragmentaba junto a él su insuperable y

taciturna soledad.

Sin embargo, aún estaba claro ante sus ojos la

inmensa casa en que habitaron, así como el vasto jardín

que la rodeaba, con sus islotes de densas arboledas.

Algunas veces se entregaba a evocar aquellos efusivos

momentos donde en un inquieto retozar, revolcaba sus

misteriosas ilusiones entre el verdeante césped que

cubría el vergel, dando rienda suelta a sus delirios de

espadachín misterioso, de interpretar algún bandolero

Anécdotas de la Vida Página 128

Page 129: Anécdotas de la Vida

inclemente, o superhéroe de incomprensibles figuras,

siempre alimentando sus espejismos pueriles entre los

misántropos juegos a los que se entregaba inconsciente

para cauterizar su desolado tiempo.

Inadvertidamente, en ese yermo vivir pese a las

circunstancias vividas, el niño fue desenvolviendo un

temperamento recluido y ceñudo, que se acentuó mucho

más profuso desde el día que su madre partió a raíz de

una muerte sorpresiva.

A continuación de ese trance, y encerrado en ese

estado solitario y entristecido que lo envolvía, notó aún

más el impenetrable abismo que lo separaba de su padre,

reparando estar desguarnecido de cualquier calor o

retribución de cariño para sí, hasta alcanzar a imputarle

pecaminosamente a éste, el motivo que ocasionó la

intempestiva defunción de su madre.

Enquistado frente al triste evento ocurrido en su

puericia edad, sus días pasaron a ser faltos de

entusiasmo, hoscos de afecto, esquivos de ternura o

carentes de exaltación. Con el correr del tempo fue

vislumbrando que su organismo estaba íntegramente

desguarnecido, totalmente recoleto, misógino del poco

amor y afición que antes le dedicaban.

A partir de ese instante, pasó a entrever en el

subconsciente, enclavado en una actitud ascética, que

Anécdotas de la Vida Página 129

Page 130: Anécdotas de la Vida

nunca más poder contar con instantes de delicadas

caricias, con tiernos besos, con las amenas palabras

solidarias y comprensivas que antes le embrujaban los

sentimientos ante cualquier relámpago de exacerbación.

Prontamente asimiló que dentro de una soledad

casi desértica a que había sido relegado, sus días futuros

serían privados del mínimo interés de cualquier extraño,

de cualquier cándido enunciado de vocablos hacia él, de

un vacío frente a las inquietas enunciaciones de sus

preguntas, o hasta alguien que se dispusiese a escuchar el

recitado de sus sueños juveniles. Sospechaba que a su

corta edad estaba destinado a ser participante de un

abandono de afectos, a una dejadez de devoción, a

cualquier beneplácito enunciado de piedad, decretada por

la apostasía de afecto que le ofrendaba su padre.

Por causa de la propia postura de aislamiento y

cordialidad que demostraba, no demoró mucho tiempo

para que le fuese impuesta total reclusión física en un

colegio de pupilaje, el que era destinado a encarcelar

hijos de abastados; adonde le fue prometido que la

privación afectiva que sobrellevaba ahora, prontamente

le sería compensada con la simpática amistad que

alcanzaría a desenvolver junto a sus iguales de perfil y

carácter. Sería una institución donde podría compartir

aficiones y aprecios entre sus pares, y un lugar en el que

Anécdotas de la Vida Página 130

Page 131: Anécdotas de la Vida

iría a conquistar apoyo decoroso e intelectual para

moldear eficientemente su apariencia.

Al ser obligado a ese impuesto aislamiento, donde

tuvo que concurrir desprovisto de cualquier intimidad

familiar, fue obligado a atravesar su juventud rodeándose

de un alegre consorcio de inquietas amistades que a su

semejanza, compartían íntegramente la desdicha de la

circunspección de sus años, permitiéndole en parte

fugarse de la adversidad que se le había impuesto por

orden del destino.

Mientras entregaba su púber tiempo a convertirlo

en juegos vigilados, prometió a sí mismo, de no reflejar

su temperamento en el espectro de su padre. De ninguna

manera se permitiría repetir a su semejanza, ni la

sabiduría ni el comportamiento de él.

Fue por esos años que pasó a buscar moldar su

índole, bajo la promesa de asumir una postura de

naturaleza extrovertida, locuaz, interactiva; mientras se

concedía regalarse con la constante meditación del

punzante dolor que inconscientemente su padre le había

infringido, como buscando la manera de recordar

inquebrantablemente sus dictámenes y sus pretensiones,

sin abdicar de su promesa tan vehementemente

dictaminada.

Anécdotas de la Vida Página 131

Page 132: Anécdotas de la Vida

Fue obstinado en el preciso cumplimiento de su

propósito, con una conducta insaciable durante el

desarrollar de su proyecto; y a medida que el tiempo le

fue floreciendo en el cuerpo, más se encaminaba para

conquistar el asombro y el respecto de sus análogos en el

forzado cautiverio, llegando a liderarlos en las acciones

para inventar nuevas agitaciones, en el ejercitar de

diferentes deportes, y hasta como embajador de la

defensa de sus pares ante casuales amonestamientos. Se

estaba tornando un paladín de los acongojados por el

desamor.

Mientras tanto, su actitud en los estudios

desentonaba de su jovial conducta, por causa de los

reparos que recibía en las materias que cursaba. Las

mismas eran de una insuficiencia escuálida en

cualificación, solamente esforzándose para alcanzar la

puntuación mínima requerida para no ser amonestado ni

reprendido. Se había ensimismado en cumplir el estricto

reglamento del pupilaje en lo concerniente a las tareas

básicas que debía estudiar, evitando ser regañado por

infringir las normas que lo catalogasen como rebelde o

agitador.

Volcaba sus bríos en la práctica de los deportes.

Los ejercía hasta la extenuación, participando

activamente en la alineación de los equipos, en la

Anécdotas de la Vida Página 132

Page 133: Anécdotas de la Vida

organización de efusivos torneos internos, en la

obtención estricta de los controles de la puntuación, en

los festejos de las conquistas propias y de sus

compañeros. No obstante, comprendía que para poder

disfrutar intensamente de ésta algarabía, le era menester

no descuidar sus rutinarias tareas y de los aborrecidos

estudios, y no estaba dispuesto a concederles la

oportunidad de que lo castigasen por sus testarudos

afanes.

Se había vuelto un perfecto apóstol de su

cognición, y sus actos pasaron a ser previamente

planeados y consientes bajo un carácter entusiasta y

alborotador, con el que se permitía disfrutar del gran

respecto de sus compañeros, y a su vez, despertaba la

incertidumbre de sus educadores. Por consecuencia,

comprendía que con esa conducta que asumía, por lo

menos alcanzaba a lacerar sutilmente la moral a su padre.

Pasados los años, llegando al ciclo final de su

cohibida y enclaustrada juventud, le fue menester

prepararse para la continuidad de sus estudios superiores.

Entendía que primero necesitaba seleccionar sus

enardecidos pensamientos y ambiciones para alcanzar los

objetivos, pues estaba claro que no quería repetir para

con sus descendientes lo que había sido su propio

pasado.

Anécdotas de la Vida Página 133

Page 134: Anécdotas de la Vida

Aun así, codiciaba ilustrarse en alguna profesión

que le proporcionase confort y seguridad. Juzgaba que

debería incurrir en alguna determinada carrera que le

consumiese sus anhelos y le proporcionase satisfacción,

y que de alguna forma, apoyado en esos conocimientos,

posteriormente lo proyectase en sus epopeyas, y lo

volviese un hombre envidiado y codiciado en sus propios

quehaceres.

Luego después de su salida de la institución

educativa en la que había sido internado, se negó a

compartir la morada junto a su padre, decidiéndose por

abandonar cualquier contacto afectivo con el mismo.

Bajo esa condición, se ubicó provisoriamente en un

remediado apartamento, subsidiando los gastos con los

recursos provenientes del legado materno, hasta quien

sabe, -pensaba-, poder alcanzar el momento adecuado de

poder sustentar sus próximos pasos.

Por esos tiempos, su silueta lo había convertido en

un joven apuesto, y su perfil ahora se asemejaba al de su

madre. De cabello claro y tez pálida, con un par de ojos

que lograban iluminar bajo el encanto de una fugaz

mirada, con un cuerpo delgado y de una musculatura

bien trabajada en los ejercicios que había realizado en su

pasado. Ahora ya vestía su figura de una manera más

elegante y aristocrática.

Anécdotas de la Vida Página 134

Page 135: Anécdotas de la Vida

Portador de una voz serena y pausada, pero firme y

absoluta, formada desde los tiempos de un anárquico

comportamiento que le permitía expresarse con

convicción y seguridad, careciendo de cualquier tono de

arrogancia o jactancia ente terceros; iba transmitiendo a

sus inadvertidos interlocutores, la perspectiva de estar

postrados frente de un auténtico adalid de sus

gobernados oyentes.

Está por demás exponer que la mayoría de las

veces, nos predisponemos a establecer determinados

horizontes para nuestras aflicciones o ambiciones, pero

en muchas de esas veces, el mismo destino nos adjudica

gratuitamente comprobadas sorpresas que los derrocan, y

que los hace cimbrar o prorrogar, como es el caso de lo

que a nuestro intérprete le sucedió.

Fue en una determinada noche, cuando el mismo

volvía negligentemente a su apartamento, que sucedió el

hecho inesperado. Un bando de mal encarados

bandoleros, estando allí al pasar, o tal vez asechando

maliciosos por su llegada, esperaban valerosos entre el

silencioso anonimato de la noche y apoyados por la

sorpresa de la oscuridad de las sombras, para de esa

manera, interceptarle el paso y llevar a cabo sus ladinos

instintos.

Anécdotas de la Vida Página 135

Page 136: Anécdotas de la Vida

En la acometida de los malhechores, y bajo el

impacto de la sorpresa del momento, sin poder esbozar

una mísera reacción, fue rendido precipitadamente y

vilmente vapuleado, groseramente zarandeado, y

soezmente acuchillado, para tan solamente posibilitar

que le robasen algunos pocas pertenencias que llevaba

junto a sí, sin permitir que por lo menos pudiese contar

con el aporte de un único testigo que pudiese

rápidamente conceder su auxilio.

Después de practicado el atraco, los bellacos

salteadores partieron presurosos del lugar, dejándolo

tendido en la implícita negrura de su sangre y entre la

opacidad de las tinieblas, consintiendo que soezmente

fuese lentamente dejando la vida y las fuerzas; no

logrando pedir auxilio por socorro, y por la requerida

ayuda que su estado demandaba tan urgentemente.

Ya debilitado e inconsciente, fue rescatado un par

de horas después por un atolondrado transeúnte, que al

notarlo tendido sobre la calzada, primeramente interpretó

como si fuese el cuerpo de algún ebrio en su delirante

embriaguez, y sólo posteriormente comprendió que se

trataba de un maltrecho individuo que habría sufrido un

sorpresivo accidente.

Dentro de la premura que su estado físico requería

por mayúsculos cuidados clínicos, le fue providenciado

Anécdotas de la Vida Página 136

Page 137: Anécdotas de la Vida

el apremiante transporte hasta un hospital cercano del

lugar, donde suministraron su entrada en un estado

inconsciente y severamente lastimado, sin cualquier tipo

de documentación que lo habilitase para ser previamente

identificado.

Providenciadas las primeras averiguaciones para

constatar las lesiones sufridas por el indigente cuerpo allí

extendido, los abnegados enfermeros notaron ser de

extrema necesidad que se le sometiese a una intervención

quirúrgica que al menos le posibilitase reparar los

órganos heridos y le suturasen las magulladuras

recibidas.

Al ingresar en la sala de operaciones de

emergencia, el médico cirujano jefe, que en esos

momentos era el responsable por los servicios de la

guardia, al llegar a la sala de procedimientos quirúrgicos,

se deparó atónito y estupefacto ante la constatación de su

hijo extendido desfalleciente en la camilla de la sala de

operaciones, se apresuró en luchar por querer recobrar la

vida de su amado hijo, que ya se iba escurriendo entre

sus manos.

Anécdotas de la Vida Página 137

Page 138: Anécdotas de la Vida

El Dicharachero

Desde lejos, el sonido de su voz se ensanchaba en

una duplicación de ecos, y alcanzaba a propagarse de

forma melódica por entre las calles del barrio. Era una

voz desvigorizada por el peso de los años, pero que a su

vez sonaba igualmente grave y armoniosa al escaparse de

su pecho, consiguiendo llegar de manera clara a los

tímpanos de los moradores, llevándoles a estos los dulces

sonidos con los que ofrecía las delicias de la estación.

-¡Barríiita, palíiito, vasíiiito, bombón helado…!

¡Heeeelederóooo! -se le oía vociferar alegremente en

medio del bucólico paisaje de los calurosos días

veraniegos.

Era la época más calurosa del año, y el hombre

marchaba a enfrentar su trabajo alrededor de la media

mañana, cuando estacionaba su carri-bicicleta en frente

Anécdotas de la Vida Página 138

Page 139: Anécdotas de la Vida

al colegio, cerca de la plaza mayor, aguardando allí por

la salida de los alegres estudiantes a que acudiesen en

busca de refrescar sus gargantas, y endulzarse con los

sabrosos helados que les vendía.

En el espacio de tiempo libre de los mediodías,

estacionaba en el jardín de la plaza, y bajo la sombra de

un frondoso tilo, comenzaba su invariable cantilena,

intentando atraer con su estribillo a los incautos

transeúntes, cuando intentaba despertarles determinada

apetencia para saciar la sed del momento.

Al llegar la media tarde, cuando por allí mermaba

el movimiento de personas, de pronto prorrumpía con su

engalanado armatoste y salía pedaleando por las calles

desiertas y somnolientas por causa del jadeante sol en su

cenit.

La chiquilinada, dentro de sus casas, escuchaba

desde lejos el estrépito de su voz mencionando aquellas

ofertas preladas de módicos precios que él aclamaba con

su boca marchita y labios arrugados por la vejez,

dándoles tiempo suficiente a que, con sus letanías, ellos

convenciesen sus madres a comprarles algunos álgidos

refrescos.

-¡Barríiita, palíiito, vasíiiito, bombón helado…!

¡Heeeeladeróooo! -repetía incansable por dos o tres

veces, de cuadra en cuadra, mientras iba pedaleando

Anécdotas de la Vida Página 139

Page 140: Anécdotas de la Vida

lentamente su velocípedo aparato. Solamente interrumpía

las exclamaciones para atender solícito a su variada

clientela, ya que de alguna manera podía sofocar las

quimeras infantiles de aquellos que habían prometido un

buen comportamiento al horario de la siesta, en cambio

de un refrescante helado con determinado sabor.

Infaliblemente, sobre su delgado cuerpo vestía una

casaquilla de tergal celeste y una bermuda azul marino,

acompañado de unas zapatillas de tejido blanco y suela

engomada, llevando en su cabeza un gorrito de paja. Con

esa indumentaria se permitía soportar el calor veraniego

y abrasador durante sus repetitivas jornadas, dejando a

muestra unos miembros finos y descarnados, pero que

eran vigorosos de músculos y tendones que se

encontraban escondidos por debajo de una piel curtida y

arrugada.

Axiomáticamente, repetía idéntico trajinar de lunes

a sábados, cuando recorría exactamente las mismas

calles y los mismos lugares en una reproducción de

hechos similares para atender cordialmente a los mismos

sueños y deseos de los consumidores, todos los días.

Pero si el domingo prometía ser lindo, allá estaba él, en

el parque de la cuidad, gritando aquel eterno llamado

característico para despertar apetencias.

Anécdotas de la Vida Página 140

Page 141: Anécdotas de la Vida

Lo que más llamaba la curiosidad, era el tipo de

vehículo que utilizaba para realizar el trabajo. Una

mezcla de bicicleta, a la que le habían acoplado un

carrito lateral de una sola rueda, que más se asemejaba a

un sidecar; sólo que éste estaba construido con un chasis

de hierro y un piso revestido con una plancha de madera,

donde él apoyaba el cajoncito para conservar enfriados

los helados.

Sobre las laterales de la caja le subían cuatro astas

de fierro, y arriba de ellas, se apoyaba un toldito de lona

colorida, de la cual colgaban unos pequeños cascabeles

que se balanceaban con la suave brisa al rodar el

vehículo, haciendo desprender un delicado tintineo, que

más parecía el sonido canoro de varias docenas de

diminutos grillos.

El individuo, normalmente permanecía de pie junto

a su incomparable artilugio, que lo llevaba todo pintado

de una tonalidad amarillo oro, que hacía resaltar aún más

el colorido de la lona listeada de azul y blanco. Pero

cuando circulaba por las calles, atendía a los clientes

sentado desde su cómodo asiento, el cual lo había

revestido con una almohada acolchonada.

Rodeado de una cierta dosis de intriga producida

por la mezcolanza de curiosidad y fascinación en mi

entelequia, cierto día me hallé detenido a observar el

Anécdotas de la Vida Página 141

Page 142: Anécdotas de la Vida

comportamiento afable de tan noble figura, cuando, ante

la estricta necesidad de saciarla, tomé por resolución

abordarlo para interpelarlo sobre los beneficios que

obtenía al utilizarse su vehículo, que desde mi óptica, me

parecía que su uso le infundía un excesivo esfuerzo a su

delgado cuerpo.

-¡Lo hice yo!, -me respondió secamente, poco

acostumbrado a ese tipo de sorpresiva indagación, y

entonando una voz grave pero cordial donde se apreciaba

lo campechano de su espíritu.

-Junté unos pedazos de mi vieja bicicleta y armé el

carrito uniéndole unos tramos de caños -prosiguió,

intentando demostrar con el amague de sus manos la

parte que había dispuesto.

-Entiendo… –le respondí-. ¿Pero debe haber

copiado la idea de algún manual, o un diestro maestro en

esa profesión se lo debe haber dibujado?, -le afirmé con

una nueva indagación.

-¡No, mi amigo!, yo fui ideando mentalmente toda

la estructura, de manera que pudiese utilizarlo el año

entero, -me aseveró-. Pero no se crea que fue fácil, lo

pensé durante mucho tiempo, y mucho tiempo más me

llevó concluirlo.

Al sentirme entusiasmado por su beneplácito

relato, me vi estimulado a comprarme un vasito de

Anécdotas de la Vida Página 142

Page 143: Anécdotas de la Vida

helado de frutilla, que mientras lo degustaba, podía

extender nuestro coloquio, teniendo en vista que mi

curiosidad se había potencializando bajo la resonancia de

su declaración.

-¡Sí!, comprendo… –le respondí-. ¿Pero helados no

se venden tanto así, en épocas menos cálidas? -continué

disertando, como pretendiendo buscar esclarecer el

motivo que lo llevaba a tener que utilizar semejante

aparato el resto del tiempo.

El hombre tuvo que suspender transitoriamente su

respuesta, en virtud de ser demandado para complacer a

dos muchachitas que se encontraban indecisas en la

resolución de comprar determinado sabor, y frente al tipo

de igualdad de productos similares.

-¡Yo no vendo únicamente helados!, mi amigo.

Cuando termina el verano, me las rebusco con la venta

de otras cosas, –me respondió de sopetón, luego de

atender a las simpáticas nenas.

–Le cambio la caja térmica, y coloco otros dos

tipos que inventé, -me dijo, explayándose como quien

quiere demostrar su habilidad de técnico erudito en la

creación de inventivas hazañas, que las acompañaba de

ademanes que simulaban querer demostrar el entresijo.

-¡Ah!, claro… ¿Imagino que deben ser mercaderías

más de acuerdo con la temporada? -intenté confirmar su

Anécdotas de la Vida Página 143

Page 144: Anécdotas de la Vida

verborragia y dándole cuerda para explorar su interés por

continuar avanzando sobre la declaración que me había

expuesto.

-Yo me jubilé hace muchos años… Trabajé como

ferroviario durante un incontable tiempo, pero la renta es

así de chiquitita… ¡No da para nada! –intentó ilustrarme

con los dedos mustios casi apretados, simbolizando la

niñería del valor que recibía por jubilación.

–Pero esto que hago ahora, -agregó con una

sonrisa-, me permite reforzar el valor de mi rédito,

aunque me queden pocas fuerzas para andar caminando

el tiempo entero, -continuó a explicar, señalando con sus

manos el estado físico que poseía.

A simple vista, era obvio notar que la delgadez y

los años vividos ya no le posibilitaban desempeñar

actividades o fatigosos ejercicios por largos periodos de

tiempo; si bien que, su apariencia no demostraba

representar a una persona de aspecto delicado o

enfermizo. Todo por lo contrario, dentro de aquel cuerpo

pequeño se advertía la robustez de su morfología.

-Y si usted no vende helados… ¿Para qué utiliza la

bicicleta? –le pregunté para traerlo a la realidad, evitando

que se explayase en querer disertar sobre otros temas de

su vida.

Anécdotas de la Vida Página 144

Page 145: Anécdotas de la Vida

-¡Es a eso que vamos, mi amigo! -me manifestó

formalmente-. Como le decía, mi experiencia con

herramientas me permitió crear mis instrumentos de

trabajo…, evitando la necesidad de tener que cargar peso

o forcejear involuntariamente.

-Así que me vi obligado a rebuscarme en otros

quehaceres, intenté fisgonear haciendo este tipo de

asunto… -comentó, haciendo una pausa para ver si se

acercaba algún comprador-, que no es más que vender

algunos chirimbolos para saciar las ansias de los más

jovencitos, que son los más fáciles de convencer y

siempre tienen algunas monedas en sus bolsillos, –me

explicó con su irrebatible filosofía de gran conocedor de

las ambiciones mundanas.

-Claro, en eso yo le reconozco su habilidad…

¿Pero aún no descubrí las otras mercaderías que vende…

ni como utiliza esto aquí?, -intenté corroborar con sus

sicología comercial, y a su vez insistiendo para que su

pronta respuesta acabase de vez con mi creciente intriga.

-¡Bueno! A eso iba yo, don, -dijo cortando por lo

llano, y prosiguió:

-Es que cuando termina la temporada, le quito la

caja, y en el invierno le coloco una máquina de calentar

maníes, y paso a ocupar mi punto en los mismos locales

Anécdotas de la Vida Página 145

Page 146: Anécdotas de la Vida

y atendiendo los mismos clientes del verano… Pero

vendiéndoles otras cosas.

-¡Ah! -exclamé-. Indiscutiblemente, es una óptima

idea -fui obligado a responderle por causa de la

sagacidad demostrada.

-Y en lugar de estar empujando nada y cargando

nada… ando en mi bici y salgo por ahí ofreciéndolos:

-“Maníiii, maníiiii, calentito el maníiiiii…

Manicerooooo”… Y no me va a negar usted que es un

producto que en el frío sale bien… ¿No le parece don?, -

me interpeló como queriendo afirmar su sagacidad.

-A decir verdad… ¡Debe ser, si! -asentí satisfecho-,

pero yo no entiendo mucho de ese tema, y mi curiosidad

era adivinar la utilidad que usted le daba a este perspicaz

artefacto que construyó, -señalándole con mis manos su

ingenio.

-¡Mire don…! Es mejor que vender helado. Es un

producto que permite ganar más del doble…, pero con el

clima frío las personas salen menos a la calle, y al final

término ganado casi igual… Eso, si no me tocan varios

días con lluvia, que ahí sí que no se vende casi nada, –

continuó disertando con gran erudición sobre el tema de

vender y la reflexión que utilizaba para evaluar su

análisis.

Anécdotas de la Vida Página 146

Page 147: Anécdotas de la Vida

Lo que a mí más me admiraba, era aquella voz

canónica y la modulación con que acentuaba ciertas

palabras que, sin lugar a dudas, era su mayor

característica para despertar la atención de los

transeúntes.

-¡Lo comprendo…! -dije al confirmar su dictamen,

como para vanagloriarle su astucia mientras proseguí

dándole charla para matar mi ociosidad,

-Pero periodos de calor, calor, y de frío, frío… son

apenas unos seis a siete meses en el año… El resto del

tiempo, ¿usted descansa? –insistí ventilando otra análisis.

-¡Que va! Pobre no puede descansar, no puede

darse esos lujos… Cuando mucho, paro unas dos

semanitas, nada más… pero salteadas; y sólo descanso

en los días que estoy enfermo.

Otra vez fuimos interrumpidos con la llegada de

nuevos compradores, que esta vez se demoraron más que

lo normal por causa de la indecisión que tenían sobre la

compra que querían efectuar, instaurando un rosario de

preguntas que el simpático viejito parsimoniosamente se

las respondió.

-¡Me muero y le juro que todavía no vi todo! –

comentó luego después de la partida de los inoportunos,

cuando continuó a partir de punto anterior:

Anécdotas de la Vida Página 147

Page 148: Anécdotas de la Vida

-En esos meses, yo pongo otro tipo de caja menor y

salgo a ofrecer barquillos, -haciéndome un gesto con sus

dedos marchitos en forma de dibujar con su ademán en el

aire, el tipo de mercadería que vendía.

-¿Esos de mazapán…? -pregunté-. Que son hechos

de forma convexa, medios dulces… ¿No es eso?, -

mencioné intentando confirmar lo que yo había

comprendido con sus palabras y su demostración

figurada.

-¡Más o menos así…! Porque es una hoja delgada

de pasta que no lleva levadura, y que pueden tener la

forma de canutos, o plana… O, como usted mismo dice,

convexos… Pero hay que venderlos calentitos, para que

mantengan el sabor y estén crocantes… -que mientras

me explicaba, continuaba haciendo mímicas con sus

manos en una tentativa de demostrarme las formas de los

barquillos.

Yo fui obligado a interrumpirle la explicación,

pues en ese instante me vinieron a la memoria los viejos

tiempos de colegial y de los sabrosos barquillos que

degustaba en aquella época.

-¿Pero de ésos ya no se ven más?.. ¿O será que aún

son vendidos por ahí?, -le indiqué con mi expresión

envuelta en una nueva curiosidad.

Anécdotas de la Vida Página 148

Page 149: Anécdotas de la Vida

-¡Se venden sí! Y se venden muy bien, hasta mejor

que los maníes. El único problema es que ocupan mucho

espacio y hay que saber mantenerlos en la temperatura

ideal. Al final de cuentas, fue por eso que inventé mi

carrito con sus cacharpas todas.

-¡Ni me haga recordar! Me da agua a la boca sólo

de pensar. –alcancé a expresar con unas tremendas ganas

por degustarlos nuevamente.

-Si usted quiere, don… Vengase por aquí dentro de

un par de meses que ya será época de empezar a

venderlos, y le digo más… Los míos son deliciosos, -

como queriendo aguzar mis sentimientos nostálgicos y

provocándome la voluntad, en una demostración de

calidad de todo vendedor experto.

-Ni le confirmo, ni le niego la invitación, pero si

ando en la vuelta, le doy por seguro que aquí estaré, –me

apuré a confirmarle.

Ya saciada mi curiosidad y por encima

sintiéndome melancólico con mis pensamientos, le

estreché mi mano en despedida, apresurándome a

continuar con mi trabajo. Entonces me despedí de él y le

agradecí por sus doctos conocimientos.

-Vuelva siempre… –me dijo-. Yo, a ésta hora

estoy siempre por aquí –me respondió en medio de una

sonrisa amistosa y cordial.

Anécdotas de la Vida Página 149

Page 150: Anécdotas de la Vida

No bien me había alejado algunos pasos aun

repasando mentalmente nuestra entrevista, Me quedé

sorprendido cuando siento que me gritan:

-¡Hey don…! “Barquiiillos calientes téeeengo,

¡BARQUILLERÓOO!”

Error de Interpretación

Era unos de los mejores hospitales de la ciudad

para el tratamiento de enfermedades cardíacas. El más

conceptuado y el mejor equipado en infraestructura y en

profesionales para atender ese tipo de molestias

Alfredo no se merecía menos que eso, y cuando

sufrió la crisis, lo habían trasladado para allí. Bueno, no

había sido de inmediato, pues la ambulancia que lo

recogió, primero lo trasladó a otro nosocomio, para

después, en virtud de su estado crítico, doña Estela

gestionar la remoción para éste local.

Anécdotas de la Vida Página 150

Page 151: Anécdotas de la Vida

Ahora, ya hacía dos días que estaba internado en la

sala de tratamiento intensivo, incomunicado, dopado

bajo efecto de fuertes drogas, lleno de tubos y aparatos

ligados a su cuerpo, en un estado semiinconsciente que

lo mantenía dormido todo el tiempo.

La esposa, doña Estela, permanecía fiel en la sala

de espera del sanatorio, con el rostro dolido, atónita por

las circunstancias, y recibiendo a los allegados y los

familiares que recurrían a prestarle el debido homenaje a

su esposo. Dentro de su estado de tristeza incontenida,

aún no comprendía el motivo exacto del porqué su

querido Alfredo había sufrido tan repentino malestar que

casi lo victimó.

En verdad, él nunca había presentado síntomas de

cualquier molestia que fuese, aunque ella reconocía que

llevaba una vida parcialmente sedentaria para su edad,

sin practicar ejercicios físicos de manera periódica. El

hombre tenía treinta y cuatro años, de complexión fuerte,

robusto, sin llegar a ser obeso, de buen porte estructural;

tenía una nutrición sana, equilibrada, regular en los

horarios; nada que influenciase en el desenvolvimiento

de perturbaciones; y de joven, que ella recordase, nada

más que paperas y alguna otra enfermedad sin mayor

significando, o que fuese capaz de dejar secuelas para un

Anécdotas de la Vida Página 151

Page 152: Anécdotas de la Vida

futuro. Tampoco tomaba algún tipo de medicamento o

complemento vitamínico.

Ese era el relato que, al principio, la esposa fue

obligada a mencionarle al médico responsable del equipo

que lo atendía, cuando el mismo la había interpelado:

-Necesito que me informe los hábitos y costumbres

del paciente. Es muy importante para el diagnóstico y el

tratamiento que tendremos que darle posteriormente.

-¡Es muy extraño! –Le respondió el doctor-. ¿Por

acaso él tenía algún desasosiego que lo mortificase? –el

médico volvió a inquirir un poco irresoluto.

-¡Nada doctor! Alfredo siempre fue una persona

pacífica, de bien con la vida, hombre del hogar, dedicado

a la familia… ¿No sé si usted me comprende? –le

respondió la mujer, ansiosa por la situación.

-¡Bueno, ahora no se preocupe, señora! Con los

estudios que le haremos, pronto sabremos los motivos, y

si habrá secuelas en un futuro. ¡Quédese tranquila que yo

la mantendré informada! Por ahora su cuadro está

evolucionando bien… Tal vez… en uno o dos días ya lo

mandaremos para la sala común -expresó el médico

intentando darle ánimo y valor.

En realidad, lo único que ella sabía al respecto, era

que su marido había tenido un desmayo repentino

cuando estaba en el supermercado.

Anécdotas de la Vida Página 152

Page 153: Anécdotas de la Vida

Por otro lado, Alfredo era un conceptuado

ingeniero proyectista que trabajaba para una importante

empresa de construcciones. Un profesional dedicado a su

labor, muy bien relacionado en su círculo de actividad,

manteniendo una vida reglada, un esposo ejemplar, un

excelente padre de familia, un hombre consagrado sobre

todos los aspectos.

Tampoco tenía apremios financieros, disgustos que

le causasen depresiones, rivalidades profesionales, o

cualquier tipo de porfía que fuese capaz de originarle

algún tipo de angustias.

Nada había en su comportamiento o en su modo de

vivir, que lo incitase a provocar un malestar repentino.

–¿O será que él me escondía alguna preocupación?

–llegó a cuestionarse doña Estela, bastante desconsolada.

La sala de espera del hospital ya se asemejaba a un

templo parroquial donde los domingos se ven desfilar

fieles en procesión continua, tal era la cantidad de

parientes, amigos personales, compañeros, colegas o

colaboradores directos del enfermo. Todos habían sido

sorprendidos por las circunstancias, y querían prestar sus

homenajes a la familia.

-¿Pero, cómo fue? –la mayoría preguntaba atónita.

Anécdotas de la Vida Página 153

Page 154: Anécdotas de la Vida

-¡No sabemos nada! Fue de repente. -ella les

respondía a todos de manera cordial dentro de su

preocupación.

-Si necesita algo, ya sabe que es sólo pedirlo… -

decían todos al ofertar puntualmente sus favores y

demostrando estar condolidos con el caso.

Los más atrevidos pretendían investigar un poco

más profundamente la cuestión, y opinando sobre el tema

como si fuesen eruditos en el asunto.

-¡Él comía mucha cosa grasienta! –mencionaban.

-¡Debería tener un problema que lo atosigaba!...

-¡Creo que algo había salido mal en un proyecto!...

–los presentes comentaban en una interminable retahíla

de importunidades similares. Parecería que todos tenían

una opinión propia formada al respecto del drama que

Alfredo estaba viviendo.

Algunos se preocupaban por los hijos y por ella, y

hasta con la situación futura de la familia, como si

estuviesen previendo anticipadamente el fallecimiento de

Alfredo, o la postración definitiva del hombre. Otros

eran un poco más equilibrados y solícitos con la mujer.

-¿Cómo vas hacer con los nenes? ¿Con la escuela?

¿Con la alimentación de los chicos?... ¿Por qué no vas a

descansar un poco? ¡Alguien tiene que velar por el

futuro! –le recitaban insoportables cosas por el estilo,

Anécdotas de la Vida Página 154

Page 155: Anécdotas de la Vida

pero que demostraban un poco de afectuosidad y

comprensión por aquel trance que había acometido

repentinamente a la familia.

-¡Dios proveerá! ¡Todo saldrá bien! ¡Muchas

gracias por venir a verlo! ¡Soy joven, puedo soportarlo!

¡No se preocupen! -Eran las respuestas que demostraban

la fe y la fortaleza interna que Estela poseía. Una muralla

anímica construida para poder enfrentar el infortunio que

le había ocurrido tan sorpresivamente.

Mientras tanto, con el pasar de las horas y el efecto

directo de la medicación suministrada permitió que

Alfredo fuese superando aquel cuadro agudo de mal

estar, y paulatinamente se fue superando hasta alcanzar

el momento de que fue posible transferirlo para otra sala

del hospital.

Nuevamente, esa circunstancia permitió que la

misma peregrinación de familiares y allegados originase

un sequito de visitantes en las horas en que eran

permitidas las visitas en el nosocomio. Ahora querían

verlo, tocarlo. Querían ver el milagro divino de cerca.

Y otra vez los visitantes repetían las mismas

preguntas e indagaciones, las mismas inquietudes e

idénticos comentarios, pero ahora, realizados frente a

lecho del pobre hombre que aún continuaba sobre fuertes

efectos de calmantes y unido a equipos electrónicos que

Anécdotas de la Vida Página 155

Page 156: Anécdotas de la Vida

median su ritmo cardiaco, el nivel de oxigenación, y

cosas por el estilo.

Aquel bullicioso escenario llegó al punto de exigir

la restricción de las visitas a un pequeño número de

personas, principalmente, para que Alfredo no necesitase

conversar con todos los que allí acudían, y escuchar las

indagaciones y sugerencias a su alrededor. Los médicos

aún estaban preocupados, pues su presión arterial

aumentaba considerablemente, mismo estando sobre los

efectos directos de las drogas suministradas.

No obstante, los mismos médicos percibieron que

ese mismo cuadro no se enfatizaba solamente en los

momentos de visita. Era algo que se repetía en

determinados períodos del día, principalmente cuando el

paciente ya no estaba bajo el intenso efecto de la

medicación, cuando entonces conseguía reflexionar en su

interior, y esto le ocasionaba su descompensación.

Él no se animaba a contar la verdad. Sentía un

pavor profundo sólo en recordar la escena del momento,

de acordarse de los rostros de las personas observándolo

a su alrededor a continuación del desmayo, del murmullo

de la gente con fisonomías abismadas, la expresión de la

propia señora causadora del incidente, de su

irresponsable actitud, de su cualidad profana, y de un sin

fin de otros acontecimientos que envolvían el asunto.

Anécdotas de la Vida Página 156

Page 157: Anécdotas de la Vida

No sabía cómo encarar la realidad y contarle todo a

su esposa, a sus propios hijos que, de una manera

indirecta, estaban relacionados al caso.

No alcanzaba a comprender como había sido tan

relapso sobre el asunto, y de cómo había sido capaz de

reaccionar tan intempestivamente frente a una pregunta

tan obvia. Y esa meditación lo fastidiaba constantemente

y le impedía su restablecimiento.

-¡Como fui bajo! ¿Por qué tuve esa reacción tan

insolente? ¿Cómo voy a encarar a las personas ahora?

¿Qué les dirán a sus hijos en la escuela cuando sepan la

verdad? –Alfredo continuaba a pensar en su silencio

meditabundo sin alcanzar una solución, o encontrar la

fuerza suficiente para encarar la realidad.

Le dolía ver las facciones de su esposa, allí,

permanentemente velando por su recuperación, teniendo

que admitir su mirada de compasión y amor para con él,

sin que llegase a sospechar su villanía, su bajeza, la

bellaquería de sus actos. En realidad, todo el contexto

presente y futuro, lo atormentaba profundamente.

Pero la salida de pronto apareció frente a él como

si fuese un envío divino, como si fuese una providencia

celestial.

En un determinado momento, apareció junto a su

lecho un hombre intitulándose sacerdote de una

Anécdotas de la Vida Página 157

Page 158: Anécdotas de la Vida

congregación cristiana, dispuesto a tomar su confesión y

proporcionarle el sacramento de la eucaristía, no

solamente a él, sino también a su familia, si así se lo

solicitasen.

No siendo un católico practicante, estaba dispuesto

a dispensar los servicios ofrecidos, hasta que de pronto

se le iluminó la conciencia y pensó estar frente a la única

posibilidad de revelar su acto vil y ordinario.

-¡Padre! –Le dijo determinado-. Quiero confesar

mis pecados… Pero primero necesito relatarle un hecho

grave -expresándose con una voz consternada y sufrida.

-¡Hijo mío!... ¡Yo seré el portador de tu

arrepentimiento frente al Señor! Puedes abrir tu corazón,

que yo sabré comprenderte y… -pero fue interrumpido

abruptamente por el enfermo.

-Usted no comprendió Padre… Yo sólo le cuento

todo, si usted es capaz de interceder junto a mi esposa y a

mis hijos, relatándoles a ellos mi pecado, pues lo que

pretendo ahora es obtener el perdón de ellos primero,

para después buscar el perdón de Dios. –le solicitó con

los ojos húmedos por unas lágrimas que no llegan a

escaparse de las orbitas.

-¡Dime hijo mío! Abre tu alma que yo seré capaz

de comprender… Por qué no existe pecado en el mundo

para que nuestro Señor no lo perdone… Y por

Anécdotas de la Vida Página 158

Page 159: Anécdotas de la Vida

comprender tu congoja, sabré interceder frente a tu

familia para que ellos igual sepan perdonarte.

Al escuchar las suaves palabras del sacerdote, a

Alfredo le parecía que una grande parte del peso que le

oprimía el pecho se había evaporado, lo que le posibilitó

reunir la confianza suficiente para relatar su congoja.

-¡Padre! Siempre he sido fiel a mi esposa… Nunca

la engañé… No he tenido un desliz para con ella o

nuestro matrimonio… -fue diciendo mientras el clérigo

escuchaba atentamente el inicio del relato, enunciando

por veces un balbuceo en busca de incentivar al hombre

a continuar su confesión.

-Pero en verdad… Existió una única vez en que fui

capaz de cometer una traición a nuestros votos… Y esa

única vez… Es la causante de todos mis males… -ahora

las lágrimas surcaban sus mejillas y el pensamiento le

embargaba la voz.

-Hoy pago por mi pecado y por mi indiscreción…

y los castigo a ellos por mi infamia… Pero quiero que

usted se los explique… De manera que ellos lo sepan

comprender… y entiendan mi arrepentimiento –le

continuó hablando entrecortadamente entre un gimoteo y

otro para conseguir expresarse entre sollozos.

-¡Tienes que tener Fe! Nada es tan grave que no

merezca el perdón de los humanos, –el sacerdote lo

Anécdotas de la Vida Página 159

Page 160: Anécdotas de la Vida

reconfortaba y lo inspiraba, para que Alfredo encontrase

las fuerzas para desahogar su desdicha.

-Usted no es capaz de imaginarse aquellos ojos

congelados… Mirándome… Fijos en mi… Aquel rostro

de espanto a continuación de mi pregunta… El color rojo

profundo que tomó cuenta de sus mejillas al escuchar mi

relato… ¡Qué horror Padre! ¡Oh, qué horror! –continuó a

relatarle entre lloriqueos sofocados.

-¿A quién tú te refieres, hijo mío? –le preguntó

ansioso el santo hombre.

-Todo sucedió hace apenas algunos días atrás, no

sé bien cuando… Por qué no sé cuántos días hace que

estoy acá… –dijo, poniendo en duda el momento exacto

de su infortunio.

-Es que yo había ido al supermercado, necesitaba

buscar algunas cosas antes de retornar a mi hogar -

comenzó a relatar Alfredo-. De pronto, cuando estaba

estacionando mi coche, noté a una mujer rubia que desde

lejos me saluda efusivamente… Sin dar mucha razón al

asunto, pensé que ella debía estar engañada y terminé de

aparcar el vehículo normalmente… Pero una vez que

estaba dentro de la tienda, nuevamente noté a la mujer

joven, rubia, exuberante, escultural por así decir… Ella

estaba en la fila de la carnicería, llena de gente alrededor

del mostrador, y es cuando advertí que ella continuaba a

Anécdotas de la Vida Página 160

Page 161: Anécdotas de la Vida

saludarme con una sonrisa estampada en su rostro

angelical… ¡Oh!... Disculpe mi comparación Padre. –

pronunció Alfredo al notar su imprudencia al hablar.

Prosiguiendo su relato con la voz embargada le

dice: -Pensé más una vez que ella debía estar confundida,

y proseguí con mi caminata por entre las góndolas, hasta

que nuevamente ella me miró y me saludó con su brazo

en alto.

-Yo pensé que estaba engañado, pero… Para

cerciorarme, primero eché un vistazo hacia todos los

lados, hasta que me convencí de que el saludo se dirigía

realmente a mi persona… Entonces, acometido por mi

instinto de curiosidad… Decidí acercarme hasta ella para

saciar mi curiosidad.

-Padre… Cuando llegué a la fila donde se

encontraba la bella muchacha, muy suavemente la

interpelé preguntando: -Disculpe… ¿Será que nosotros

ya nos conocemos?

-Ella me respondió con una sonrisa encantadora y

aquella mirada hipnotizadora, diciendo: -Puede… O tal

vez yo esté equivocada y no sea usted la persona que yo

pienso que sea.

-Intentando ser cortés, le expongo que si ella es

capaz de relatarme su recelo, sería bien probable que los

dos pudiésemos elucidar de vez la duda que ella tenía.

Anécdotas de la Vida Página 161

Page 162: Anécdotas de la Vida

-Tengo la impresión que usted es el padre de uno

de mis niños –ella me respondió sin hesitación.

-¡Padre! En ese momento me quede boquiabierto…

Mi memoria comenzó a trabajar apresuradamente…

Intenté recordar de algún momento de mi pasado en que

tuviese cometido un acto fallido… En acordarme de

detalles de la única vez que fui infiel a mí esposa… y

todo mientras ella continuaba a observarme con aquellos

ojos atrayentes.

-Fue justo en ese momento que no me contuve, y

extrañado por la circunstancia le dije:

-¡Oh!... ¿No me diga que usted es aquella stripper

desnuda que apareció en la fiesta de soltero de mi amigo,

y que yo al final terminé por culearla encima de la mesa

de billar en medio de toda aquella tremenda orgía, todos

estúpidamente borrachos, mientras una de sus amigas me

flagelaba por detrás golpeándome las nalgas y

arrancándome los pelos del...

-Bueno… ¡No es exactamente eso! -ella me

respondió visiblemente avergonzada por mis palabras y

por la repugnancia que ellas contenían, mientras que su

mirada cayó de mi rostro al suelo y prosiguió:

-Cuando yo le dije que usted podría ser el padre de

uno de mis niños… le quise decir… ¡Que yo soy la

maestra de su hijo!

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Page 163: Anécdotas de la Vida

BIOGRAFÍA DEL AUTORNombre: Carlos Guillermo Basáñez DelfantePaís de origen: República Oriental del UruguayFecha de nacimiento: 10 de Febrero de 1949Ciudad: Montevideo

Nivel educacional: Cursó primer nivel escolar y secundario en el Instituto Sagrado Corazón.Efectuó preparatorio de Notariado en el Instituto Nocturno de Montevideo y dio inicio a estudios universitarios en la Facultad de Derecho en Uruguay. Participó de diversos cursos técnicos y seminarios en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos.

Experiencia profesional: Trabajó durante 26 años en Pepsico & Cia, donde se retiró como Vicepresidente de Ventas y Distribución, y posteriormente, 15 años en su propia empresa. Realizó para Pepsico consultoría de mercadeo y planificación en los mercados de México, Canadá, República Checa y Polonia.

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Page 164: Anécdotas de la Vida

Residencia: Desde 1971, está radicado en Brasil, donde vivió en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo. Actualmente mantiene residencia fija en Porto Alegre (Brasil) y ocasionalmente permanece algunos meses al año en Buenos Aires (Rep. Argentina) y en Montevideo (Uruguay).

Retórica Literaria: Elaboró el “Manual Básico de Operaciones” en 4 volúmenes en 1983, el “Manual de Entrenamiento para Vendedores” en 1984, confeccionó el “Guía Práctico para Gerentes” en 3 volúmenes en el año 1989. Concibió el “Guía Sistematizado para Administración Gerencial” en 1997 y “El Arte de Vender con Éxito” en 2006. Obras concebidas en portugués y para uso interno de la empresa y sus asociados.

Obras en Español: Principios Básicos del Arte de Vender – 2007Poemas del Pensamiento – 2007Cuentos del Cotidiano – 2007La Tía Cora y otros Cuentos – 2008Anécdotas de la Vida – 2008La Vida Como Ella Es – 2008 Flashes Mundanos – 2008Nimiedades Insólitas – 2009Crónicas del Blog – 2009Corazones en Conflicto – 2009Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. II – 2009Con un Poco de Humor - 2009Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. III – 2009Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IV – 2009Humor… una expresión de regocijo - 2010Risa… Un Remedio Infalible – 2010Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. V – 2010

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Page 165: Anécdotas de la Vida

Fobias Entre Delirios – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VI – 2010Aguardando el Doctor Garrido – 2010El Velorio de Nicanor – 2010 La Verdadera Historia de Pulgarcito - 2010Misterios en Piedras Verdes - 2010Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VII – 2010Una Flor Blanca en el Cardal - 2011Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VIII – 2011¿Es Posible Ejercer un Buen Liderazgo? - 2011Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IX – 2011Los Cuentos de Neiva, la Peluquera - 2012El Viaje Hacia el Real de San Felipe - 2012Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. X – 2012Logogrifos en el vagón del The Ghan - 2012Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XI – 2012El Sagaz Teniente Alférez José Cavalheiro Leite - 2012El Maldito Tesoro de la Fragata - 2013Carretas del Espectro - 2013Los Piratas del Lord Clive - 2013

Representación en la red:

Blogs:   AR http://blogs.clarin.com/taexplicado-/

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             UY http://participacion.elpais.com.uy/taexplicado/

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Page 166: Anécdotas de la Vida

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