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La estructura piramidal de la sociedad aparece reflejada en la obra. Sánchez se detiene en los pasajes en los que se cita a los reyes: Carlos I, Felipe II y Felipe III. Iglesia, mar o casa real eran las profesiones que ofrecían ascenso al español medio. Estos tres son los caminos que eligen los hermanos del cuento del Capitán Cautivo y ahí se detiene Sánchez para seguir nombrando los distintos miembros eclesiásticos que circulan por el libro. Los marginados es el último de los grupos sociales estudiados. Sánchez opina que Cervantes los ve con "[...] un matiz de comprensión, tolerancia o piedad, nada frecuentes en su tiempo" (p.140), apoyándose para emitir este juicio en esta obra y en otras cervantinas. Entre ellos están: moriscos, gitanos, cristianos nuevos, pobres y delincuentes (galeotes y bandoleros). María Jesús Fontela Fernández Universidad de Vigo Andrés Trapiello, Al morir don Quijote, Barcelona: Ediciones Destino, 2004, 412 pp. Once años después de la publicación de luis vidas de Miguel de Cervantes (Barcelona: Planeta, 1993), Andrés Trapiello vuelve a explorar el universo cervantino siguiendo los pasos de los muchos autores que, desde la publicación de la novela anónima Homicidio de la fidelidad y defensa del honor (París, 1609), recrean el Quijote mediante la escritura de novelas y cuentos que amplían, continúan, parafrasean o imitan la obra original. De una manera más concreta, Al morir don Quijote se adscribe al grupo de las continuaciones que yo denomino "conservadoras", en las que los personajes cervantinos siguen los pasos del protagonista después de su muerte, narrada en el último capítulo del Quijote. No nos consta, al menos en la narrativa hispánica, que haya una obra de este grupo anterior a las Adiciones a la historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha publicadas en 1786 por Jacinto Alaría Delgado, en las que Sancho Panza toma el BOLETÍN ASOC. CERVANTISTAS I/2 (2004). Santiago LÓPEZ NAVIA. Andrés Trapiello, «AI morir d...

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La estructura piramidal de la sociedad aparece reflejada en la obra. Sánchez se detiene en los pasajes en los que se cita a los reyes: Carlos I, Felipe II y Felipe III.

Iglesia, mar o casa real eran las profesiones que ofrecían ascenso al español medio. Estos tres son los caminos que eligen los hermanos del cuento del Capitán Cautivo y ahí se detiene Sánchez para seguir nombrando los distintos miembros eclesiásticos que circulan por el l ibro.

Los marginados es el último de los grupos sociales estudiados. Sánchez opina que Cervantes los ve con "[...] un matiz de comprensión, tolerancia o piedad, nada frecuentes en su t iempo" (p.140), apoyándose para emitir este juicio en esta obra y en otras cervantinas. Entre ellos están: moriscos, gitanos, cristianos nuevos, pobres y delincuentes (galeotes y bandoleros) .

María Jesús Fontela Fernández Universidad de Vigo

Andrés Trapiello, Al morir don Quijote, Barcelona: Ediciones Destino, 2004, 412 pp.

Once años después de la publicación de luis vidas de Miguel de Cervantes (Barcelona: Planeta, 1993), Andrés Trapiello vuelve a explorar el universo cervantino siguiendo los pasos de los muchos autores que, desde la publicación de la novela anónima Homicidio de la fidelidad y defensa del honor (París, 1609), recrean el Quijote mediante la escritura de novelas y cuentos que amplían, continúan, parafrasean o imitan la obra original.

De una manera más concreta, Al morir don Quijote se adscribe al grupo de las continuaciones que yo denomino "conservadoras", en las que los personajes cervantinos siguen los pasos del protagonista después de su muerte, narrada en el último capítulo del Quijote. No nos consta, al menos en la narrativa hispánica, que haya una obra de este grupo anterior a las Adiciones a la historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha publicadas en 1786 por Jacinto Alaría Delgado, en las que Sancho Panza toma el

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relevo de su amo como protagonista de la novela. En la misma línea, y a finales del mismo siglo, Pedro Gatell publica la Historia del más famoso escudero Sancho Patina (1798). Hasta el principio del siglo XX, y tras un siglo XIX especialmente fecundo en imitaciones del Quijote, no encontramos una nueva continuación conservadora protagonizada por alguno de los personajes principales de la novela original, y en 1901 nos reencontramos con el bachiller Sansón Carrasco protagonizando la Historia de varios sucesos ocurridos en la aldea después de la muerte del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de José Abaurre y Mesa. En 1940, Sancho Panza retoma el protagonismo en el Anti-Quijote de Tomás Borras, novela en la que, a diferencia de las anteriores, hay un momento menor de ruptura de la línea conservadora con la aparición del fantasma de don Quijote, venido del más allá para vapulear a maese Nicolás, el incrédulo barbero que le recuerda constantemente a Sancho Panza el error de volver por donde solía su amo.

Mientras que en los ejemplos antes reseñados el protagonismo recae sobre un solo personaje cervantino —Sancho Panza o Sansón Carrasco—, la continuación de Trapiello, cuyos treinta y siete capítulos arrancan desde el mismo momento de la muerte de don Quijote ("El ama, que había ido a la cocina a preparar unos gazpachos, oyó aquel hondísimo suspiro", p. 9) , lo reparte con adecuada proporción entre cuatro personajes, alguno de los cuales se nos revela, por fin, con su nombre. Es el caso de Quiteria, el ama, que comparte su importancia en la novela con Sancho Panza, el bachiller Sansón Carrasco, y Antonia, la sobrina de don Quijote.

Las circunstancias y sentimientos de estos cuatro personajes, reivindicadores de la huella profunda de don Quijote, son determinantes en la trama. Sabemos, así, que el ama Quiteria, que se reconciliará finalmente con una Antonia hasta entonces distante y displicente, estaba enamorada de su señor, y sabemos también de las abyectas ambiciones de Juan Cebadón — el mozo que conocemos desde el primer capítulo del Quijote-, que asedia a la confusa Antonia hasta el punto de seducirla y dejarla embarazada sin desestimar, al servicio de sus pretensiones, ni el

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chantaje ni la amenaza que pesan sobre la honra de la sobrina de Alonso Quijano. El conflicto sentimental de Antonia se acentúa porque, por si fuera poco, su frágil posición se encuentra también sometida a las pretensiones lascivas del escribano De Mal, y además está enamorada de Sansón Carrasco, en quien hace descansar sus esperanzas de zafarse del acoso de Juan. Finalmente se casará con el bachiller, que deja sus hábitos, con las negativas consecuencias que esta boda, como veremos, trae para su patrimonio. Al lado de los tres personajes anteriores, brilla con luz propia Sancho Panza, totalmente transformado y significativamente letraherido, que aprende a leer de la mano de Sansón Carrasco para poder conocer su propia historia, a cuya lectura reveladora se enfrenta con dolor.

En medio de las peripecias definidas por esta línea argumental, reaparecen los duques, que viajan al pueblo de don Quijote con un séquito desmesurado (elefante incluido), movidos por el único deseo de proseguir con sus burlas, ignorantes de la muerte de don Quijote, y finalmente escarmentados por Sansón Carrasco. Reaparece también el picaro Ginés de Pasamonte, que ahora ha adoptado la falsa identidad de un tal don Santiago de Mansilla y que se ha casado con la mismísima Aldonza Lorenzo, a quien acaba abandonando a su suerte cuando es desenmascarado y se descubre su intención de vivir explotando la memoria y la fama de don Quijote.

Finalmente, Sancho Panza y Sansón Carrasco viajan a Madrid para entregar a Catalina de Salazar, la viuda de Cervantes, doscientos setenta ducados, y parten a las Indias junto a Quiteria y Antonia, irremediablemente desheredada por su tío, que había dejado claramente dispuesto en su testamento que su heredera lo perdería todo si se casaba con alguien que tuviese la menor relación con los libros de caballerías.

Andrés Trapiello mantiene en su novela el secreto sobre "el lugar de la Mancha", que nunca se nombra, aunque el lector sabe, sin más detalles, que Sansón Carrasco se lo revela a Alvaro Tarfe. La reaparición de este personaje es una pieza significativa en el engranaje de una recreación en la que siempre queda muy clara la

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conciencia de la historia, entendida en el sentido cervantino de la palabra: la existencia de la primera parte de la obra de Cervantes, la espera de la segunda parte y la incómoda existencia del Quijote de Avellaneda —cuya falsedad, según quiere el mismo Sansón Carrasco, descubrirá el mismo Alvaro Tarfe cuando lea la verdadera segunda parte de la historia— y la sombra alargada de Cide Hamete Benengeli , "un zapatero de Toledo, muy amante de los cuentos", a cuyo conocimiento llegaron en su día las primeras hazañas de don Quijote y Sancho Panza, y "que las trasladó al papel por pasar el rato él y hacérselo pasar a sus amigos" (p. 36).

Sansón Carrasco, por otra parte, se convierte en garante de la pervivencia de la historia original, que se propone continuar a partir del momento en el que don Quijote y Sancho Panza deciden abrazar la vida pastoril, siendo como es, además, perfecto conocedor de la trascendencia de la primera parte de la novela, cuya importancia le encarece a Sancho Panza a t iempo de entregarle el mismo ejemplar que leyró don Quijote, donde podrá encontrar, "anotadas por su mano, mil consideraciones atinadísimas y mil majaderías, mil sentencias ponderadas y mil sandeces" (p. 323). El libro en el que Sancho aprende a leer es, así, la memoria de los personajes y la huella personal de su principal protagonista, que ha marcado el corazón de sus amigos, ahora encargados de perpetuar y mantener limpia una y otra como quienes encarnan una realidad que trasciende la de su mismo autor, "porque yo te digo que más reales son los personajes de un libro (...) que los autores que los destilaron del alambique de su cabeza" (p. 322). Y en esto precisamente consistirá la vivificadora realidad de la literatura que en este sentido representa la novela de Trapiello hasta que se escriba la próxima recreación del Quijote, que nunca será la última.

Santiago López Navia Asociación de Cervantistas y Universidad SEK (Segovia)

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