Andrés Bello

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ISSN 1132-0265 Philologia Hispalensis 25 (2011) 65-76 LA POESÍA VIAJA A AMÉRICA: LA “ALOCUCIÓN” LÍRICA DE ANDRÉS BELLO Vicente Cervera Salinas Universidad de Murcia Resumen: Una visión completa del fenómeno histórico de la Independencia de los países americanos no puede desatender el universo poético. El gran polí- grafo y humanista venezolano Andrés Bello publicó la “silva” “Alocución a la poesía” en la revista que él mismo fundó durante su larga estancia londinense de diecinueve años, la mítica Biblioteca Americana en su primer número de 1823. Este artículo recupera aquella publicación y analiza sus elementos compositi- vos, formales e históricos. En ella, Bello reclama el viaje del género lírico a la prometedora tierra de América, donde renovará sus energías, ya marchitas en el Viejo Mundo, y contribuirá a robustecer la “autonomía cultural”, compañera y guía de la “autonomía política” de “Nuestra América”. Palabras clave: Andrés Bello, poesía, revistas americanas, autonomía cultural, Filosofía de la Historia. Abstract: A complete overview of the historical phenomenon of the Independ- ence of Latin American countries cannot disregard the poetic universe. e great Venezuelan humanist and polygraph Andrés Bello published the “silva” “Alocución a la Poesía” in the magazine he founded during his nineteen-year stay in London, the legendary Biblioteca Americana, in its first issue in 1823. is article recovers that publication and analyzes its compositional, formal and historic elements. In it, Bello claims the journey of poetry to the promised land of America, where it will renew its energies, withered in the Old World, and contribute to strengthen the “cultural autonomy”, companion and guide of the “political autonomy” of “Nuestra América”. Keywords: Andrés Bello, poetry, American magazines, cultural autonomy, Phi- losophy of History. Que la poesía sea un arma cargada de futuro es declaración de principios por todos conocida y por algunos aceptada. Que el sentido de dicho verso tenga un valor plurivalente puede ser, empero, motivo de reflexión. Un futuro que no se asocie unívocamente al territorio de lo fáctico o de las realidades empíricas po- dría involucrar acepciones múltiples a la orientación de ese futuro que la poesía como cuerpo verbal encarna. Arma de conocimiento filosófico y aun científico

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    La poesa viaja a amrica:La aLocucin Lrica de andrs BeLLo

    Vicente Cervera SalinasUniversidad de Murcia

    Resumen: Una visin completa del fenmeno histrico de la Independencia de los pases americanos no puede desatender el universo potico. El gran pol-grafo y humanista venezolano Andrs Bello public la silva Alocucin a la poesa en la revista que l mismo fund durante su larga estancia londinense de diecinueve aos, la mtica Biblioteca Americana en su primer nmero de 1823. Este artculo recupera aquella publicacin y analiza sus elementos compositi-vos, formales e histricos. En ella, Bello reclama el viaje del gnero lrico a la prometedora tierra de Amrica, donde renovar sus energas, ya marchitas en el Viejo Mundo, y contribuir a robustecer la autonoma cultural, compaera y gua de la autonoma poltica de Nuestra Amrica.Palabras clave: Andrs Bello, poesa, revistas americanas, autonoma cultural, Filosofa de la Historia.

    Abstract: A complete overview of the historical phenomenon of the Independ-ence of Latin American countries cannot disregard the poetic universe. The great Venezuelan humanist and polygraph Andrs Bello published the silva Alocucin a la Poesa in the magazine he founded during his nineteen-year stay in London, the legendary Biblioteca Americana, in its first issue in 1823. This article recovers that publication and analyzes its compositional, formal and historic elements. In it, Bello claims the journey of poetry to the promised land of America, where it will renew its energies, withered in the Old World, and contribute to strengthen the cultural autonomy, companion and guide of the political autonomy of Nuestra Amrica.Keywords: Andrs Bello, poetry, American magazines, cultural autonomy, Phi-losophy of History.

    Que la poesa sea un arma cargada de futuro es declaracin de principios por todos conocida y por algunos aceptada. Que el sentido de dicho verso tenga un valor plurivalente puede ser, empero, motivo de reflexin. Un futuro que no se asocie unvocamente al territorio de lo fctico o de las realidades empricas po-dra involucrar acepciones mltiples a la orientacin de ese futuro que la poesa como cuerpo verbal encarna. Arma de conocimiento filosfico y aun cientfico

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    fue la poesa para los pensadores griegos de la era presocrtica, cuando el vate ritmaba en pies mtricos y rfagas de inspiracin su concepcin sobre la natu-raleza y sus elementos generadores, determinando con autores como Parmni-des de Elea las categoras de la verdad y la apariencia. Para el pueblo latino la poesa fue un arma repleta de documentacin histrica (Tito Livio), de ficcin poltica (Virgilio) y de lucubracin materialista (Lucrecio) y en la literatura me-dieval activ todos los resortes de la teologa, con el Alighieri a la cabeza, para desembocar en instrumento de construccin del ser cortesano en su versin ca-balleresca profana o mstica a partir del Renacimiento. Bien mirado, hasta el si-glo XIX, con el despertar romntico, siempre fue la poesa estandarte del futuro y vehculo para la accin. A partir de la potica de Hegel y de la identificacin entre poesa lrica y sujeto e interioridad, pareci relegarse su mbito al recreo intimista de las emociones, evocaciones y sentimientos del ser que conjuraba con la palabra musical las experiencias y los sueos, aunque tambin es notaria la aficin romntica al discurso de estirpe idealista y de entonacin universal. No es de extraar, por tanto, que tambin en la lrica hispanoamericana pueda asociarse la propensin armada del gnero potico con el pensamiento henchido de fuerza en pos de un ideal de alcance histrico, poltico y continental, como sucede en el repertorio potico de Andrs Bello y, ms concretamente, en su Alocucin a la poesa, donde, de modo difano y vehemente, fluye el verso ha-cia un futuro que l mismo activa en aventura visionaria y, a la vez, de fuerte ca-lado intelectual. Firmemente convencido de que el discurso estrfico propende a emancipar la realidad, crea el nclito humanista americano una extraordina-ria silva donde la conviccin de su pensamiento dispara municiones y saetas que materializan un porvenir inspiradamente vislumbrado por las almas liber-tarias que disearon la historia de la independencia americana. La Alocucin a la poesa despliega en s misma un manifiesto, reviste la naturaleza de un en-sayo transubstanciado en expresin potica y funda semntica y culturalmente un concepto axial en la historia hispanoamericana: el concepto de epifana in-terna. Con l quiero aludir al proceso de auto-conocimiento o auto-gnosis que experimentaron las naciones y pueblos de Amrica en la voluntad de manifes-tarse ante s mismas, aspirando a reconocerse y descubrir quines y cmo eran sin necesidad de recurrir a modelos forneos o a dependencias ajenas. Este pro-ceso es paralelo histricamente, pero inverso en su orientacin, al que se produjo en el momento de la colonizacin, durante los primeros siglos de la conquista; es decir, la simtrica y opuesta epifana externa, mediante la cual Amrica se dio a conocer urbi et orbi al Viejo Mundo, a travs de las noticias que llegaban de los conquistadores y, sobre todo, gracias a la inmensa labor de los Cronistas de Indias. La epifana interna, por el contrario, incoa un sentido ntido de in-dependencia, de autonoma, no slo poltica, sino tambin cultural. Este hecho, remarcado en los estudios sobre Bello, fue especialmente distinguido por Pedro Henrquez Urea que plasm las concomitancias entre la Alocucin de Bello

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    y el famoso discurso The American Scholar de Ralph Waldo Emerson, como ensayos seminales en el mbito de las dos Amricas, pletricos de vigor en la sa-lutacin optimista a un despertar, a un alba, a un inicio esperanzado para las na-ciones que entraban en su mayora de edad1. De hecho, en las pginas de crtica literaria que conforman el corpus te-rico del erudito venezolano es frecuente hallar referencias al fenmeno de la es-critura en verso como prembulo de una arqueologa del saber donde la poesa funga de transmisin de la historia con sus sucesivos mecanismos de transfor-macin del mundo, procedimiento que l aplicar en esta silva. Dice al respecto Bello en su fino anlisis de la obra pica de Alonso de Ercilla: Los rapsodos griegos, los escaldos germnicos, los bardos bretones, los troveres franceses, y los antiguos romanceros castellanos, pertenecieron desde luego a la clase de poetas historiadores, que al principio se propusieron simplemente versificar la historia: que la llenaron de cuentos maravillosos y de tradiciones populares, adoptados sin examen y generalmente credos; y que despus, engalanndola con sus pro-pias invenciones, crearon poco a poco y sin designio un nuevo gnero, el de la historia ficticia2. A un tercer subgnero de la poesa de raigambre pica correspondera la silva Alocucin a la poesa, que el polgrafo publicara en la revista que l mismo fund durante su larga estancia londinense de diecinueve aos, la mtica Bi-blioteca Americana, junto al colombiano Juan Garca del Ro, en su primer n-mero de 18233. Me refiero a la poesa histrico-visionaria, forjada como arma cargada de porvenir inminente, ya que su construccin verbal sostiene el anda-

    1 Como Emerson en su conferencia sobre The American Scholar (1837), piensa (Bello) que hemos prestado demasiada atencin a las cortesanas musas de Europa. Procede a describir la ri-queza natural del Nuevo Mundo y la proeza de los libertadores, que estaban librando an su l-tima campaa. Eran stos nuevos temas de poesa. Las pacficas sombras imperiales de Virgilio y Horacio son sus guas en este intento revolucionario, juntamente con los escritores dieciochescos que hacen literatura de los temas cientficos. P. Henrquez Urea, Historia cultural y literaria de la Amrica Hispnica, edicin de V. Cervera Salinas, Madrid, Verbum, 2007, 121-122.

    2 A. Bello, Antologa, edicin, introduccin y notas de G. Bellini, Madrid, Castalia, 2009, 152.3 Como precisamente documenta Pedro Henrquez Urea en Las corrientes literarias de la

    Amrica Hispnica., muchos aos despus, el argentino Juan Mara Gutirrez, crtico e historia-dor de la cultura, reprodujo el poema como introduccin declaratoria en nuestra primera gran antologa, la Amrica potica (Valparaso, 1846) (Op. cit., 122). Por su parte, Antonio Cussen re-lata as la aparicin del poema: El primer nmero de la Biblioteca Americana, publicada en julio de 1823, fue un lujoso volumen de 470 pginas con varias estampas a color de escenas del Nuevo Mundo. Frente a la primera pgina hay una litografa que muestra una mujer en atavo clsico que visita a una mujer indgena de pechos desnudos y plumas en la cabeza. (...) La primera pieza en el nmero inaugural de la Biblioteca es un poema de Bello: Alocucin a la Poesa, en que se intro-ducen las alabanzas de los pueblos americanas que ms se han distinguido en la guerra de la in-dependencia. (Fragmento de un poema indito titulado Amrica). En el primer volumen, Bello public los primeros 447 versos del poema. Los restantes 387 versos abran el segundo volumen de la publicacin. Los originales manuscritos de la Alocucin revelan que Bello complet una porcin grande del poema entre 1821 y 1823, es decir, durante los aos cuando trabaj como asis-tente de Irisarri. A. Cussen, Bello y Bolvar, Mxico, FCE, 1998, 119-120.

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    miaje de la independencia cultural americana, extensin necesaria de los hechos reales que pautaron la historia de la emancipacin poltica, legislativa e institu-cional. La obra potica de Andrs Bello encomiada por referentes en la cr-tica filolgica del XIX, como Miguel Antonio Caro, que realiz un enjundioso prefacio a un volumen de su lrica publicado en Madrid en 1881, y Marcelino Menndez Pelayo, en el primer volumen de su Historia de la poesa hispano-ame-ricana, completar de este modo un proceso de insurgencia independentista, que la propia prosa ensaystica del autor produjo como aporte indiscutible a su desarrollo4. Y al hablar de prosa cabra incluir en su repertorio no slo los ensa-yos especficos, discursos y artculos de prensa, sino tambin su labor educativa, vital para el conocimiento genuino de nuestro autor, y la correlativa actividad in-telectual como gramtico de la lengua, como jurista y como filsofo, tareas to-das ellas que tenan como centro neurlgico de esa esfera el sentimiento de lo propiamente americano y la bsqueda denodada de la autonoma cultural para el continente5. Y as, la lengua espaola sistematizada en su Gramtica vertebrara la di-versidad continental de los pueblos; las leyes determinaran el espritu nacional, en la tradicin de los filsofos de la Enciclopedia, y muy especialmente en Mon-tesquieu, y el pensamiento racional tendera a intensificar el vuelo especulativo de ese espritu a travs de una muy aquilatada Filosofa del entendimiento, donde

    4 Dice el erudito cntabro: El carcter de estas Silvas de Bello ha sido perfectamente definido por D. Miguel A. Caro, llamndolas poesa cientfica, no en el sentido de que den la enseanza de ningn arte o ciencia, en cuyo caso seran muy cientficas, pero no poesa; sino en el sentido de que dan bella y viva y concreta realizacin a ciertos conceptos sobre la naturaleza, la moral y la histo-ria, y se engalana con hermosas descripciones de objetos naturales y de labores humanas, fielmente ajustadas a la precisin y al rigor del conocimiento cientfico, pero interpretado y transformado ste por el espritu potico, que es una manera ideal y bella de concebir, sentir y expresar las cosas, cualesquiera que ella sean. Y ms adelante, aade con sutileza sin prejuicios: Tal linaje de poesa es ciertamente tan legtimo como cualquier otro, cuando el poeta sabe encontrarle; y no hay ra-zn para restringir los dominios del poeta... (Menndez Pelayo, Historia de la poesa hispano-ame-ricana, Madrid-Santander, CSIC, 1948, 369-370). Cabra conjeturar hasta qu punto no existi una cierta identificacin de naturalezas cientfico-literarias entre el americano y el santanderino por parte de este ltimo, sobre todo atendiendo a la defensa que de Bello realiza contra el ataque de quienes le vituperaron su excesiva formacin y cultura, ya que segn Menndez Pelayo- por haber representado en Amrica un tipo ms puro de la educacin clsica, y la ms alta magistra-tura en lo tocante a la lengua, fue aquel gran maestro blanco de las iras de todos los insurrectos literarios, de todos los niveladores democrticos, y hubo quien, como el famoso argentino Sar-miento, se atreviese a pedir en letras de molde su perpetuo ostracismo de Amrica por el crimen capital e inexpiable de saber demasiado y de ser demasiado literato (ibid., 357).

    5 Interesante resulta la comparacin que anota Fernando Murillo en su biografa del enciclo-pedista Bello, entre su caudaloso pensamiento y el ro del pas donde naci: Haba sido com-parado al Orinoco, por el caudal poderoso de su mente, prodigado como las aguas del gran ro en muchos afluentes. Unos siguieron su curso y regaron los terrenos en que deba surgir la gran transformacin del pas. Otros dieron vida en una accin que tom muchos aos a los frutos de su estudio, los que pueden llamarse sus obras mayores. F. Murillo, Andrs Bello, Madrid, Histo-ria 16-Quorum, 1987, 87.

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    hallamos segn Jos Gaos lo ms granado del pensamiento reflexivo ame-ricano6, y que para Juan David Garca Bacca coronara la voluntad de articu-lar un sistema completo de conocimiento que en vano haba esperado hicieran otros en Francia, Inglaterra o Espaa7. Al respecto, resulta altamente ilustrativo el ensayo que public Bello en el diario chileno El Araucano, ya en 1848, cuando la definicin de esa autonoma cultural era imperativo categrico de la reali-dad americana, y savia natural de su reconocimiento ante el mundo y, sobre todo, ante s propia. Y as, casi medio siglo antes de que Jos Mart donase al mundo su emblemtico ensayo Nuestra Amrica, declaraba el venezolano: Nuestra civi-lizacin ser tambin juzgada por sus obras; y si se la ve copiar servilmente a la europea aun en lo que sta no tiene de aplicable, cul ser el juicio que formar de nosotros, un Michelet, un Guizot? Dirn: la Amrica no ha sacudido an sus cadenas; se arrastra sobre nuestras huellas con los ojos vendados; no respira en sus obras un pensamiento propio, nada original, nada caracterstico; remeda las formas de nuestra filosofa, y no se apropia su espritu. Su civilizacin es una planta extica que o ha chupado todava sus jugos a la tierra que la sostiene8. Esta hermosa declaracin de principios, este ensayo fue originalmente pu-blicado bajo el ttulo de Modo de escribir la historia. El tiempo, no obstante, ha ido modificndolo en su transmisin, legndose a las siguientes generacio-nes como Autonoma cultural de Amrica, trmino afianzado por Pedro Hen-rquez Urea y sancionado por Leopoldo Zea en su antolgica edicin de las Fuentes de la cultura latinoamericana. Finsimo en su modo de perfilar el pro-blema de la independencia cultural, Bello articula de modo implcito una su-til distincin que ser desarrollada explcitamente por Germn Arciniegas, un siglo ms tarde, en su monogrfico ensayo El pensamiento vivo de Andrs Bello (1946), donde establece la necesidad de diferenciar las dos columnas del proceso emancipador, es decir, la especfica de la accin blica y la no siempre bien dis-tinguida de la revolucin mental y espiritual que, en suma, fue la que pudo pro-piciar la primera. As lo expresa el colombiano:

    6 Porque en la historia del pensamiento en lengua espaola, la Filosofa del entendimiento re-presenta la manifestacin ms importante de la filosofa hispanoamericana influida por la euro-pea anterior al idealismo alemn y contemporneo de sta hasta la positivista. Gaos en A. Bello, Filosofa del entendimiento, introduccin de J. Gaos, Mxico, FCE, 2006, 10.

    7 Filosofa comprenda, pues, segn Bello, dos partes: 1) Filosofa del entendimiento, integrada por Psicologa Mental y Lgica; y 2) Filosofa moral, cuyas partes tenan que ser Psicologa moral y tica.

    No emprende, pues, Bello, la redaccin ni de un Ensayo, ni de unos Elementos, o de un Tra-tado sobre los principios; sino una obra en grande y total: una Filosofa. (...) Desgraciadamente slo pude terminar la primera parte de su plan. Garca Bacca en A. Bello, Filosofa del entendi-miento, en Obras Completas, vol. III, prlogo de J. D. Garca Bacca, Caracas, Ministerios de Edu-cacin, 1951, xxxii.

    8 A. Bello, Las repblicas hispanoamericanas y Autonoma cultural de Amrica, en L. Zea, comp., Fuentes de la cultura latinoamericana, vol. I, Mxico, FCE, 1995, 194.

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    En la historia de Amrica hay dos hechos de orden muy diferente: el uno es la Revolucin de Independencia y el otro es la Guerra de Independencia. En los libros, estos dos hechos suelen confundirse por falta de un criterio cient-fico que venga a disociar trminos que, algunas veces, llegan a ser contradic-torios. La revolucin no se reduce a provocar el desprendimiento poltico de Espaa. Quiere reaccionar contra un sistema de filosofa que considera caduco, abomina de una escolstica que juzga insuficiente, tiene la ambicin de preci-pitar a las nuevas generaciones de Amrica en la corriente vertiginosa de las ciencias contemporneas, se enamora de las matemticas, de las ciencias natu-rales, opone el contrato social de Rousseau al derecho divino de los reyes, im-plica una revisin de todos los conceptos tradicionales9.

    Se trata, pues, de derogar la simplicidad a la hora de abordar el fenmeno in-dependentista hispanoamericano, en favor de una mirada lcida que constate la trascendencia que tuvo lo que, en trminos de Arciniegas, fuera la emancipa-cin espiritual. Recordemos que Bello est produciendo lo ms granado de su obra, atendiendo a esta direccin concreta que aqu propongo, en la dcada de los aos treinta y cuarenta del XIX, figurando, por tanto, como un pionero en la funcin seminal que tendr la literatura y el ensayismo en todo el frente his-trico de la separacin poltica10. Y, en este contexto, es necesario insistir en la capital firmeza que para tal empresa cabe atribuir a su obra potica y, ms con-cretamente, a su Alocucin a la poesa, que ser, de todas las suyas, la silva donde el pensamiento se imbrica de modo ms cabal y slido con la novedad del impulso lrico y, a su vez, donde dicha motivacin involucra fuerzas generatri-ces que conformarn la realidad futura. La poesa, en este caso, por lo tanto, no slo abarca la dimensin expresiva en su versin ms elevada y urea, sino que activa resortes mgicos para transformar el dictum lrico en formas vivas de la realidad (no desacertaba Arciniegas al concebir genricamente su obra como el pensamiento vivo de Andrs Bello). Poesa, al fin, como epos histrico-visiona-rio, segn la definicin anterior, o si lo preferimos, poesa como arma col-mada de futuro. Y ello se evidencia en las primeras estrofas de la Alocucin, aquellas que entonan apstrofes a la divina poesa para que renuncie a su mo-rada europea y viaje, transocenica, hasta los parajes del feraz y aun enigmtico

    9 G. Arciniegas, El pensamiento vivo de Andrs Bello, Buenos Aires, Losada, 1958, 9.10 En 1829 embarc con su familia desde Londres hasta Valparaso. En Chile residira hasta

    su muerte, acaecida el 15 de octubre de 1865. Estos aos publica, entre otras muchas, sus Princi-pios de derecho de gentes (1832), Principios de ortologa y mtrica de la lengua castellana (1835), Gra-mtica castellana destinada al uso de los americanos (1847), adems de sus numerossimos ensayos y su participacin en el diario chileno El Araucano, del que sera nombrado director en 1850. Ade-ms, en 1842 dictara su curso de filosofa, que sera el germen de su magna obra Filosofa del en-tendimiento, publicada pstuma e ntegramente en 1881. Mas, como dice Fernando Murillo, todo lo dicho sobre cuanto ocup sus das en la ltima y ms larga etapa de su vida no debe hacer olvi-dar que Bello fue un poeta, algo que no eclips su consagracin a materias cientficas ni su desvelo para ser til en la transformacin social. As, en Chile escribi mucha poesa o continu versio-nes al castellano de obras de otros poetas que haba comenzado antes (Murillo, op. cit., 110-111).

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    lar americano11. Habitadora, segn Bello, de la soledad, trmino embriagado de resonancias gongorinas, es invocada la Poesa, de raz siempre sobrehumana, a desdear la culta Europa, / que tu nativa rustiquez desama, dirigiendo el vuelo propicio adonde te abre/ el mundo de Coln su grande escena. La ino-cente Natura, que activa el paradigma del imaginario americano en el poema, se opone a la regin de luz y miseria, en la que establece Bello el paradigma opuesto, es decir, el europeo, en esa curiosa asociacin de complementos, luz y miseria, donde cabe reconocer las grandeza del pensamiento liberal, masnico y enciclopdico que dict el siglo de las luces y de las revoluciones, al mismo lado de a la miseria de un modelo de pensamiento ajeno al mbito de lo na-tural. En tal modelo ya periclitado para la existencia potica se enseorea, en cambio, su ms cara rival, la Filosofa, que en la silva se presenta como una sui generis reina de la noche que somete la virtud a clculo y cuyo imperio es do-minado por los atributos de la inversin de los valores estrictamente puros y na-turales. Es decir, la filosofa como duea y seora del orbe europeo propicia el reino del cambio y la dislocacin del pensamiento recto y la justa actuacin en las naciones, por lo que los principios se mudan y trastruecan en un delirio pro-pio de los infamantes sueos quevedescos: donde la libertad vano delirio, / fe, la servilidad, grandeza el fasto, / la corrupcin cultura se apellida12. Lase, el do-minio de los intereses creados, el teatro de las maravillas que ensalza la impos-tura coronndola en la ctedra de una verdad falsaria y fementida. El paradigma inverso sera, siguiendo el argumento, el mbito preclaro en que la libertad, la fe, la grandeza y la cultura son originarias, no han sido an mancilladas por el peso de los contratos sociales y brillan en su prstino y nativo fulgor. Es decir, el lugar todava con lmites que faculta el resurgimiento de una nueva edad para la poesa y aun para la vida, espacio utpico, pero al mismo tiempo real, en que los frutos naturales y la inocencia de la Natura rimen y ritmen con los dones ya granados de la evolucin espiritual de la sociedad: la mens sana de la poesa, liberada del lastre de una filosofa utilitarista y pragmtica, en el corpore sano de un territorio, de un continente puro y virginal. Es decir, Amrica. No olvi-demos que el poema fue escrito entre lgubres paredes londinenses, en la poca

    11 Cuando se habla de poesa europea, cabra subrayar la manifiesta aversin de nuestro poeta hacia la afectacin y el manierismo retrico de la poesa espaola y, por ende, de la americana que prosegua su modelo. La nueva expresin que invoca Bello en relacin a la poesa en lengua es-paola promovera segn Fernando Paz Castillo, en su edicin del primer volumen de las Obras Completas del venezolano, editadas en Caracas en los aos cincuenta del siglo xx la reaccin ante la mimesis de formalismos retricos, aprendidos de segunda mano en imitadores de Gngora, sin que esto expresara nobleza alguna de diccin, ni penetrase en la inmensidad de la naturaleza del Nuevo Mundo, llena de majestad imponente e inesperada mansedumbre. Para Bello tales afecta-ciones venan de la decadente poesa espaola. De all que dijera en su clebre Alocucin que era llegado el tiempo para que las Musas dejaran la culta Europa y se volvieran al mundo de Coln. Paz Castillo en Bello, Poesas, en Obras Completas, vol. I., prlogo de F. Paz Castillo, Caracas, Mi-nisterio de Educacin, 1952, lxii-lviii.

    12 Bello, 2009, op. cit., 74-75.

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    tan certeramente recreada por Arturo Uslar Pietri en su ensayo biogrfico, An-drs Bello, el desterrado13. Nuestro humanista insta y aun exige a la poesa iniciar ese recorrido geogr-fico pero, sobre todo, histrico y revolucionario, para reconocer con l el triunfo real de una emancipacin en la dimensin del pensamiento y para levantar, en suma, el edificio de la ya mentada autonoma cultural. Y sobre el vasto Atln-tico tendiendo/ las vagarosas alas, a otro cielo, / a otro mundo, a otras gente te encamina, / do viste an su primitivo traje/ la tierra, al hombre sometida apenas (vv. 53-67)14. Una libertad, en este caso la de la tierra, que se ensalza para agra-dar al propio itinerario de la poesa, que habr de reconocer en esta gran finca del porvenir, tal como concibe el humanista a Amrica, su lugar atvico de ori-gen, pudiendo al cabo radicar, liberndose de las hojas muertas pero tambin de las races podridas, que le impedan seguir creciendo en Europa y, an es ms, que la desposean de su riqueza, desalmndola en su esencia. El modelo que pre-side el imaginario lrico del poeta supone, empero, un regreso a la fuente prs-tina del canto lrico, ya que el lugar nativo de las rustiqueces poticas quedar asimilado en el poema al que decretaran los lricos latinos, y en especial Hora-cio y, sobre todo, Virgilio, cuyas obras fueran admiradas y traducidas por Bello15. La exaltacin virgiliana del paisaje rural halla cobijo en la imaginacin del poeta americano como el locus amoenus ideal al que regresar en este viaje de ida y vuelta de la poesa que en su alocucin nos propone. Una ida, un viaje hacia Amrica que plantea real y efectivo: un viaje que, en verdad, ser extraordinaria-mente reconocido por la gran obra potica hispanoamericana de finales del XIX

    13 Aquel hombre hermoso, robusto y tranquilo que llega a Londres en el umbral de la trein-tena, acaba de abandonar su paisaje, su familia, sus costumbres, su lengua. Ya no va por las calles soleadas y coloridas de la Caracas de su adolescencia, sino por las hmedas y neblinosas aveni-das donde a la media tarde flotan los faroles como cogulos de luz amortecida. (...) En lugar de los bosques del Catuche y de Chacao, de los rojos bucares, de los inmensos cedros, de las mecidas palmeras, las fantasmales arboledas esfumadas en niebla y agua de Hyde Park; y en vez del ma-terno castellano criollo con sus claras slabas abiertas, lo rodeaba el ahogado rumor de aquella len-gua gutural y apelmazada.

    Aquella nueva etapa de su vida, que lleg a ser larga de diecinueve aos, fue la de la pobreza, el abandono y la soledad. Despus de unos breves meses esplendorosos en los que Bolvar derro-chaba el dinero en los que se reunan con las con las ms clebres personalidades en la casa de Mi-randa en Grafton Square (...) vinieron los largos aos de pobreza y de estudio, de mucha niebla, muchos libros y pan escaso, en que el hombre de traje rado se refugiaba en su mesa del British Museum.... A. Uslar Pietri, Andrs Bello el desterrado, en L. Zea, comp., Fuentes de la cultura latinoamericana, vol. II, Mxico, FCE, 1995, 461.

    14 Bello, 2009, op. cit., 75.15 Sobre la inmensa obra traductora de Andrs Bello, es interesante rescatar unas iluminado-

    ras pginas de la introduccin de Pedro Grases a la edicin de su Obra literaria en Ayacucho (P. Grases en Bello, 1985, xxxviii-xxxix), donde no slo encomia la traduccin propiamente dicha, sino tambin los juiciosos apuntes sobre el arte de traducir, partiendo de las versiones que reali-zara de los poetas clsicos latinos y griegos. Segn Grases, tal vez el ms notable logro del pol-grafo en esta disciplina humanstica lo hallaramos en su versin del poema La oracin de Todos, de su admirado Vctor Hugo.

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    y, muy en especial, durante el siglo XX. A esta luz, la Alocucin se anticipara en su figuracin pico-visionaria a la aparicin de poetas que, de modo genuino y borgesiano, pueden hoy en da releerse a la luz del texto de Bello, como es el caso de Pablo Neruda y en concreto, de su Canto General. Estrechando un lazo invisible entre la gergica virgiliana, la gloga de Garcilaso y el cntico a la his-toria general americana de Neruda, pronostica el erudito el devenir de la poesa en Amrica, y fantasea con la deseada llegada de algn Marn americano que sea el amanuense del estro potico en el continente emancipado y, en cuya lira, tambin las mieses, los rebaos cante,/ el rico suelo al hombre avasallado,/ y las ddivas mil con que la zona/ de Febo amada al labrador corona16. Segn la lectura de Antonio Cussen, en su iluminador volumen Bello y Bo-lvar, no cabra duda acerca de la identificacin de dicha referencia virgiliana con el mismo autor del texto, siendo as los versos gergicos y picos de la Alo-cucin un anuncio de su siguiente poema, que le convertira en autor central en la lrica hispanoamericana del XIX, la silva Agricultura en la zona trrida, texto que tambin abrira las pginas de otra revista por l fundada, en este caso El Repertorio americano, en octubre de 1826. No se tratara, a mi entender, de ofuscar la claridad meridana en dicha ecuacin, pero s cabra matizar, desde el punto de vista que propongo en este trabajo, el sentido de los versos de Bello en una clave de porvenir que trascendera al autor histrico y que vendra a plantear el destino lrico del gnero en un continente que incorporar la creacin po-tica de un modo ya definitivo y autctono, respondiendo as al verdadero sentido de la alocucin, que no es sino la llamada a la mudanza geogrfica y, por ende, cultural de la poesa. De este modo, el Virgilio Marn de Amrica no debera ser circunscrito al autor del poema, sino que proyectara visionariamente nom-bres que seran convocados en sus estrofas y que, con el tiempo, responderan a su llamado: pensemos en Rubn Daro, en Alfonso Reyes o en el ya aludido Pa-blo Neruda, por citar tan slo figuras insignes y egregias de la expresin ame-ricana, en el sentido ms netamente lezamiano del trmino. Referencias que, a su vez, comportaran de modo extremo la acepcin ms lata del trmino h-roe, corroborando as el soplo pico que domina la segunda parte del poema, y sin olvidar la correlacin que estableciera Thomas Carlyle al conjugar la accin heroica en trminos literarios y humansticos. No en vano, crticos y editores actuales de la obra de Bello, como lo es Giu-seppe Bellini en la edicin antolgica de 2009, insisten en el estudio de la re-cepcin de la obra del venezolano en este escenario del cumplimiento de su presagio que estamparan grandes autores del siglo XX a partir de nociones in-coadas por Bello en su Alocucin, algunas de las cuales remiten a un concepto sensorial y anticipador de la literatura exuberante de la siguiente centuria: Ar-tista extraordinario, en este breve cuadro Bello dice Bellini refirindose a una descripcin de productos agrcolas en el seno de su Alocucin solicita en el

    16 Bello, 2009, op. cit., 80.

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    lector varios sentidos: vista, olfato, odo, debido a la armona del verso. Un bo-degn extraordinario, posible fuente de inspiracin, en el siglo XX, para Alejo Carpentier en su novela El recurso del mtodo (...). Y eso sin descartar aade Bellini la posible influencia, como punto de arranque, sobre Neruda, para su grandiosa celebracin de Amrica17. Al fin y al cabo, cabra deducir, An-drs Bello faculta en su Alocucin un puente potico para la gesta literaria; sa-luda como los poetas que en limbo dantesco vieron reaparecer a Virgilio ante ellos18 al altissimo poeta que vendr, dignificando la esencia renovada y la mudanza geogrfica de la Poesa. Pero en ese puente est l mismo cantando las glorias y hazaas de la independencia; pero en ese puente est inseminando las voces que despus de l habrn de completar el acto mgico-visionario del viaje, del traslado de la Divina Poesa hasta Amrica. En el pretil del mismo hallamos el arte potica del propio Bello, que, a su vez, viaja a la semilla latina y funda el gnero potico de la emancipacin americana. Est l, en efecto, pero acompa-ado por las sombras de Horacio y Virgilio, como tambin lo estuviera el Dante, y por las voces de los poetas que l convoc aunque no pudiera ver. Nosotros s podemos. La visin completa de este puente de palabras nos lo permite el de-venir del tiempo. Los ltimos versos de su vasta silva reflejan este aspecto de poeta-hacedor de realidades presentes y futuras, que abre en su poema una bre-cha que l mismo estima fecunda en la accin y prolongada en el tiempo: As el que osare con tan rico asunto/ medir las fuerzas, dudar qu nombre/ cante primero, qu virtud, qu hazaa; / y a quien la lira en l y la voz pruebe, / slo dado ser dejar vencida/ de tanto empeo alguna parte breve (vv. 793-798). No olvidemos la circunstancia de que la silva fue concebida como fragmento de un poema magno, que nunca llegara a completar, intitulado Amrica. Ahora bien, no podramos pensar que realmente ese poema magno est configurado por el corpus potico de la literatura hispanoamericana que se generara a partir del poema de Bello, es decir, a partir de la invitacin, de la casi exigencia por l ver-tida, a que la Divina Lira se desplazase al nuevo continente?, un texto lrico que l inici, amparndose en el legado clsico, pero cuya mayor fortuna estribara en su progresiva continuacin, ms all de su persona, allende la literal Alocu-cin? Y, no estaramos de esta manera sancionando el verdadero sentido visio-nario, futurista al fin, del poema?

    17 Bellini en Bello, ibid., 31-32.18 Al final de su ensayo Tres poetas filsofos plantea George Santayana un pensamiento similar,

    que ha sido inspiracin del mo. Al referirse al necesario poeta que otorgue voz y pensamiento a la filosofa del presente (no ya del pasado, como hicieran Lucrecio, Dante o Goethe), estampa el autor: Quin ser el poeta de esta nueva visin? No ha existido nunca, pero es, sin duda, ne-cesario. Ha llegado el momento de que aparezca algn genio que reconstituya la destrozada ima-gen del orbe. (...) Podemos saludar desde lejos este genio que necesitamos. Como los poetas en el limbo de Dante, cuando Virgilio reaparece ante ellos, podemos saludarle diciendo: Onorate laltissimo poeta. Honrad al ms alto poeta, honrad al ms alto poeta posible. Pero este supremo poeta est todava en el limbo. G. Santayana, Tres poetas filsofos, Mxico, Porra, 1994, 115.

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    Un arma colmada, plagada, plena de futuro fue la poesa para Andrs Bello. El libertador artstico de Amrica, en palabras de Henrquez Urea. Tal vez el discurso con que este gran heredero de Bello iniciara, no azarosamente, el ciclo de sus conferencias en la ctedra Charles Eliot Norton de Universidad de Har-vard, durante el curso acadmico 1940-41 sea, una vez ms, la confirmacin de mi hiptesis de lectura, de mi sospecha. Escuchemos al sabio dominicano:

    En una poca de duda y esperanza, cuando la independencia poltica an no se haba logrado por completo, los pueblos de la Amrica hispnica se decla-raron intelectualmente mayores de edad, volvieron los ojos a su propia vida y se lanzaron en busca de su propia expresin. Nuestra poesa, nuestra literatura, habran de reflejar con voz autntica nuestra propia personalidad. Europa era vieja; aqu haba una vida nueva, un nuevo mundo para la libertad, para la ini-ciativa y para la cancin. Tales eran la intencin y el significado de la gran oda, la primera de las Silvas americanas, que Andrs Bello public en 1823. Be-llo no era un improvisador, un advenedizo del romanticismo; era un sabio, un gran gramtico, traductor de Horacio y de Plauto, explorador adelantado en las selvas todava vrgenes de la literatura medieval. Su programa de indepen-dencia naci de una meditacin cuidadosa y un trabajo asiduo. Desde enton-ces, nuestros poetas y escritores han seguido en la bsqueda, acompaados, en aos recientes, por msicos, arquitectos y pintores. En las pginas que siguen hemos de ver cmo se ha cumplido este deber, y hasta qu punto se han col-mado esas esperanzas19.

    A partir de esta difana premisa, les he propuesto una relectura de la Alocu-cion de Andrs Bello en clave borgesiana. La de un solo autor inmortal, cuya voz multnime y polifnica se ramificara a partir de su particular origen, fun-giendo as de semilla y de puente. Y si en la historia de la literatura europea ese inmortal al que siempre regresamos y al que siempre citamos y plagiamos con mayor o menor fortuna, con menor o mayor conciencia sera Homero, reco-nocido en la lluvia que reinventa el recuerdo de su Ilada, posiblemente en la historia de la literatura hispanoamericana de la que surge a partir de la inde-pendencia poltica y cultural ese inmortal sea Andrs Bello, el pensamiento vivo de Bello. Mascarn de proa en el navo transocenico que lleva pintado en azul sobre lminas de metal el nombre de Poesa y cuya tripulacin la capitanea un solo hombre transubstanciado en una irradiacin de poetas. Los que cons-truyeron, y an prosiguen en su unnime labor, las rimas de la lira americana.

    BiBLiografa

    Arciniegas, G., El pensamiento vivo de Andrs Bello, Buenos Aires, Losada, 1958.Bello, A., Filosofa del entendimiento, en Obras Completas, vol. III, prlogo de J. D. Gar-

    ca Bacca, Caracas, Ministerios de Educacin, 1951.

    19 Henrquez Urea, op. cit., 10.

  • 76 Vicente Cervera Salinas

    ISSN 1132-0265 Philologia Hispalensis 25 (2011) 65-76

    , Poesas, en Obras Completas, vol. I., prlogo de F. Paz Castillo, Caracas, Ministerio de Educacin, 1952.

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