Analisis Sociopolítico de Montería: GRUPOS POLITICOS, PARAMILITARES Y REFLEXIONES SOBRE...

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Este libro analiza diversos problemas que han afectado a la ciudad de Montería, entre ellos el paramilitarismo y su alianza con grupos políticos.

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  • Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre liderazgo, participacin y compromiso ciudadano -1

    Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre

    VICTOR NEGRETE BARRERA - MIGUEL GARCS PRETELT

  • 2- Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre liderazgo, participacin y compromiso ciudadano

    Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre liderazgo, participacin y compromiso ciudadano Vctor Negrete Barrera - Miguel Efrn Garcs Pretelt

    Ediciones Universidad del Sin - Elas Bechara Zainum / Fundacin del SinCentro de Estudios Sociales y Polticos - Universidad del Sin E.B.Z.Fundacin del Sin

    UNIVERSIDAD DEL SINU - ELIAS BECHARA ZAINUMCra. 1W Calle 38 Barrio Juan XXIIIP.B.X. (4) 7840340 Montera - Colombiae-mail: [email protected] UNISINURamiro A. Navarro [email protected]

    Direccin Editorial: Miguel Garcs PreteltPortada: Mixgeneracin

    Obra tridimensional de la artista visual Olga Gmez A.Diseo, diagramacin ycorreccin de estilo: Analuz Navarro Gardeazbal

    ISBN 978-958-44-6803-1

    2010, Vctor Negrete Barrera - Miguel Efrn Garcs PretltHecho en ColombiaDerechos reservados. Queda prohibida toda reproduccin por cualquier medio sin previa autorizacin de los autores.

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    Una mirada histrica al pasado y presente delcontexto social y poltico de Montera1. Revisin documental sobre la historia de la culturapoltica y los procesos de participacin ciudadana enMontera (siglo XVIII principios del siglo XX).

    2. Grupos polticos, conflicto armado y narcotrfico(mediados del siglo XX principios del siglo XXI).

    3. El proceso de negociacin Gobierno AutodefensasUnidas de Colombia (AUC) 2003 -2006.

    4. Conflicto sociopoltico y dinmicas de participaciny movilizacin social en Montera.

    5. Hacia dnde ha crecido la ciudad de Montera?

    6. La desmovilizacion de las AUC o el principio de otroproceso de violencia que est en consolidacin.

    7. La situacin actual de Crdoba requiere con urgen-cia un manejo integral.

    8. Breve anlisis de los procesos de participacin en elCaribe desde las experiencias vividas en Montera.

    PRLOGO

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    C O N T E N I D O

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    Reflexiones sobre liderazgo y dinmicas ciudadanas

    1. Liderazgo y organizacin comunitaria

    2. Las redes ciudadanas: una nueva visin del trabajocomunitario

    Sistematizacin de experiencias de participacin so-cial y comunitaria en Montera

    1. Tercer encuentro de lderes comunitarios deCrdoba.

    2. Encuentro de lderes comunitarios con gobiernos.

    Propuestas finales

    1. Propuestas para la construccin de un nuevo mode-lo de ciudad y ciudadana en Montera desde la comu-nicacin y la cultura.

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    Conoc a Vctor Negrete hace ms de cinco aos en uno delos tantos eventos y reuniones que l suele organizar paratrabajar por las necesidades del departamento de Crdoba.Conocerlo y escucharlo me llev a reactivar viejos desafos y gratosrecuerdos de la Unidad Cristiana Universitaria, un movimiento es-tudiantil cristiano en donde aprend mucho de lo que ahora s comoprofesional y como investigador con vocacin y compromiso con eldesarrollo de las comunidades, en especial, de las que viven en si-tuacin de vulnerabilidad.

    Desde el primer da en que hablamos, hubo empata, empata queno tiene nada que ver con qumica emotiva, pues la qumica de Vctorno est supedita a un apellido, a un ttulo o a una posicin social. AVctor le encanta ser simptico y crear camaradera con las personasque desean sentir visceralmente a su Departamento, a esas convocay rene para forjar amistad y planear iniciativas sociales que se tra-ducen en encuentros, foros, creacin de corporaciones, talleres co-munitarios, espacios de discusin, escuelas de liderazgo, redes ciu-dadanas, publicaciones, reflexiones acadmicas e investigaciones,entre miles de cosas ms, que tanto bien le ha hecho a la historia delDepartamento.

    Vctor Negrete, sigue enriquecindonos con un legado de alto valorque combina la sensibilidad del cordobs que ama incansablementea su tierra y su herencia -y que no se cansa de luchar por hacer de suDepartamento un territorio de paz libre de pobreza y exclusin-,con una capacidad intelectual envidiable, que asienta sus races enun conocimiento claro de la historia de su regin. Historia que nosolo ha ledo y estudiado a fondo, sino que ha vivido en carne pro-pia, y aun as, en medio de alegras y logros, de dolores y prdidas,

    P R L O G O

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    de esperanzas y desnimos, de intentos e impotencias, nos siguedesafiando a hacer una academia viva y eficaz, que concilia la inves-tigacin con el desarrollo social y humano; que pone la buena re-flexin de la mano con el compromiso activo con la vida y las din-micas de las comunidades; que pone en el mismo sancocho el dis-curso acadmico con la tica y la integridad.Qu pertinente es para Crdoba mantener este legado Negretianoequilibrado entre academia fina y responsabilidad social. De seguroque si en Crdoba proliferara esta herencia intelectual, de los Cen-tros de Educacin Superior podra emerger un profesional distinto,comprometido con la transformacin de su entorno, mucho mshumano, sensible y alejado de propuestas de corrupcin o de egos-mo que tanto dao le han hecho a un Departamento como el nuestrocon una gran biodiversidad y el que a pesar de poseer las tierrasms frtiles del pas y una variedad de recursos hdricos, recibe yforma intelectuales, que en muchos casos han puesto su conocimientoal servicio de la muerte, el clientelismo y la politiquera, y en otroshan decidido encerrarse en oficinas o claustros para pensar en me-ras agendas domsticas o personales, dejando a un lado la preocu-pacin por el Departamento y su gente.Me siento muy honrado de hacer parte, junto con l, de la edicin deeste libro, que llega en buena hora bajo el titulo Anlisis Sociopolticoy propuestas sobre Liderazgo, Participacin y Compromiso Ciuda-dano. Este documento rene la reflexin social seria, que busca te-jer un hilo integrador entre la historia de Crdoba y su realidad pre-sente con los debates acadmicos y el compromiso social concretoque han surgido entre profesionales y lderes de algunas organiza-ciones sociales y comunitarias en los ltimos aos. Pero tambin, sise me permite, esta obra es una dedicatoria que reconoce el invaluabletrabajo del investigador Negrete, su legado humanista y su ejem-plar talante como cientfico social, acadmico, lder y amigo perso-nal.

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    Espero disfruten al recorrer las pginas de este libro que ha sidoeditado de maneras digital e impresa para facilitar su difusin que-dando disponible a toda la comunidad cordobesa y pblico en ge-neral interesado en estos temas y en multiplicar estas acciones y re-flexiones.

    El presente libro consta de cuatro captulos estructurados de la si-guiente forma:

    El captulo 1 lleva por nombreUna mirada histrica al pasado y presen-te del contexto social y poltico de Montera. En l estn cinco artculos,que servirn de material de estudio para entender el contexto socio-histrico de la ciudad, atravesada por problemas socialmente rele-vantes como: la pobreza, el control terrateniente, el desplazamiento,la acumulacin de tierras, la violencia social y poltica, el impactodel paramilitarismo y el crecimiento de la economa informal, entreotros. Tambin recopila momentos claves de movilizacin social quese han dado y que vale la pena recuperar, al igual que lecciones,experiencias y desafos que revelan la situacin actual de Crdoba,los procesos de desmovilizacin paramilitar y las dinmicas de par-ticipacin ciudadana.

    El captulo 2 titulado Reflexiones sobre liderazgo y dinmicas ciudada-nas contiene dos artculos que analizan las significativas accionesciudadanas que se han venido desarrollando desde la dcada del 70hasta nuestros das, -incluyendo el trabajo actual de las redes ciuda-danas-, adems de los tipos de liderazgo que han sobresalido en lahistoria de Montera, capital del departamento de Crdoba.

    El captulo 3 denominado Sistematizacin de experiencias de participa-cin social y comunitaria en Montera, es un trabajo de compilacin dedos encuentros comunitarios realizados en el mes de febrero de 2008.En el primer encuentro, se reunieron personas de organizaciones

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    sociales y comunitarias de diferentes municipios del departamentode Crdoba para debatir sobre el papel de los lderes y las organiza-ciones en tiempos de pobreza, conflicto y globalizacin. En el se-gundo, se lograron plantear propuestas a las autoridades, gobier-nos locales, gremios, academia, iglesias, grupos polticos y mediosde comunicacin que asistieron, en aras de construir un Departa-mento con menos tasa de pobreza, marginacin y violencia social.Este captulo recopila los aspectos centrales debatidos en estos dosencuentros de interlocucin y participacin ciudadana.

    El captulo 4 titulado Propuestas Finales, guarda la misma intencindel anterior: hacer una lectura de la realidad de Crdoba y desdeall plantear propuestas de cultura ciudadana que contribuyan a laconstruccin de un nuevo modelo de desarrollo, desde la comuni-cacin y el desarrollo social, que incluya, humanice y dignifique alas comunidades de Crdoba y especficamente de Montera que esa donde van dirigidas las propuestas.

    Montera, Enero 25 de 2010.

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    C A P T U L O 1Una mirada histrica al pasado ypresente del contexto social y

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    Revisin documentalsobre cultura poltica e iniciativas ciudadanasen la historia de Montera (Siglos XVIII - XX)

    1.1.

    El departamento de Crdoba durante la colonia perteneci ala Gobernacin de Cartagena, luego de la independencia form parte de la provincia de Cartagena, en 1821 hizo partedel departamento del Magdalena, en 1831 retorn a la provincia deCartagena que en 1857 volvi al estado federal hasta crearse comodepartamento en 1886. Pero es slo hasta 1952 cuando fue creado eldepartamento de Crdoba y Montera escogida como su capital.

    Tiempo despus de que en 1923 subiera al escalafn de municipio,en todos estos procesos poltico-administrativos es posible observara lo largo y ancho de la historia diferentes facetas de ciudad y deciudadana en sus habitantes que vale la pena analizar condetenimiento para poder entender desde la historia, la situacin ac-tual que rodea la Cultura Social y Poltica de los monterianos a par-tir de los roles y actuaciones que se han tenido en las distintas po-cas durante y posterior al proceso de fundacin.

    La participacin de los nativosen la gnesis de la ciudad en el Siglo XVIIIEntre 1759 y 1762 estn los aos en que los historiadores cordobesescoinciden se inician los intentos por fundar al poblado que hoy esMontera. Esta iniciativa se da por los mismos indgenas de las zo-nas contiguas, quienes entran en un largo proceso de dilogo e in-

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    sistencia ante las autoridades de gobierno en Cartagena, que slollega a tener fruto en el ao de 1777, fecha en la cual es comisionadoel oficial Antonio de la Torre y Miranda, por orden del gobernadorJuan Torrezar Daz para trasladarse al lugar donde se debera fun-dar el pueblo (AHNC, Tomo VIII).

    Los valles del Sin y del San Jorge eran habitados por los Zenes,perteneciendo el territorio que en la actualidad ocupa la ciudad deMontera, desde pocas precolombinas, al cacicazgo de Finzen. Lahistoria consignada en el texto de Jaime Castro (2003) expone am-pliamente cmo fue el proceso para que se le reconociera en prime-ra instancia el estatus formal de poblado, habiendo tres factores de-cisivos para la organizacin de este primer conglomerado social: laabundancia de alimentos, las migraciones y las dos gestiones reali-zadas por un grupo de indgenas del sitio de Barro Colorado, unaen 1759 y la otra en 1772. Posteriormente se emprende el proceso detitulacin Parroquial que se hace realidad en 1783, abrindose pasoa construcciones urbanas propias de la arquitectura colonial, siguien-do la ordenanza de Carlos I de Espaa y bajo el trazado urbano delmodelo de Felipe II.

    Efectivamente, este era el procedimiento que se haca en un contex-to de gobierno centralizado. La solicitud que provena de maneraautogestionaria de los nativos, cumpla cabalmente con el protocolocolonial para el reconocimiento oficial del poblado candidato a as-cender a la categora de parroquia, que slo se hizo efectivo seisaos despus. Ascender a la categora de parroquia supona contarsegn Surez (2005) con:

    Territorio, por lo cual, en el proceso de documentacin se de-ba informar claramente acerca de las caractersticas geogrfi-cas de la poblacin y sus linderos, si stos eran sitios o acciden-tes geogrficos (ros, quebradas, cerros, entre otros).

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    Una iglesia. La parroquialidad entrega ciertos derechos comolos de gozar del beneficio eclesistico, tener pila bautismal in-dependiente, confesionario, santsimo sacramento, conservar lossantos leos y levantar su propia cruz ante el cabildo de la cate-dral.Fieles, estos son el sustento demogrfico de la parroquia y elloshan de ser lo suficientemente pudientes y numerosos comopara responder a las cargas de la fundacin. El prroco deballevar un control de los fieles a travs de los padronesparroquiales (censos). Estos detallaban nmero de personas, defamilias, criados, sexo y grupo tnico.Un prroco propio, que es el Sacerdote o persona moral a quiense ha conferido con ttulo una parroquia, con el oficio de cuidarlas almas bajo la autoridad del ordinario del lugar o por la di-recta sujecin del soberano pontfice (Martnez, 1975, p.218, ci-tado por Surez, 2005);Una dote, que era la renta fija necesaria para el sustento del p-rroco y los gastos normales y propios de la parroquia.

    Este protocolo fue evidente en el accionar del fundador Antonio dela Torre y Miranda. La historia registra datos de la comunicacincon sus superiores en el proceso de fundacin de Montera, afirman-do de que era necesario trasladar el poblado a un sitio en mejorescondiciones ya que segn l: estaba en terreno anegadizo, y a dosleguas de distancia internada en las cinagas (AGI, 1784), anas, sin desconocer lo complejo de la zona, tambin era posible queesta fuese una justificacin diplomtica, que buscaba no entrar enchoque con la comunidad indgena que gestionaba con fuerte insis-tencia el proceso de solicitud de fundacin, pues la legislacin tra-zada en el modelo de Felipe II denominado Plan de OrdenamientoUrbano para las Indias avalado por el Consejo de Indias en 1573,

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    ordenaba hacer una seleccin adecuada del lugar para ubicar losasentamientos y no ocupar tierras con asentamientos de indios paraconstruir ciudades, ya que ello podra traer perjuicios culturales deconvivencia (Hardoy, 1985).

    Dicho plan de ordenamiento implicaba, como tarea fundamental enla construccin de la ciudad, el trazado de la Plaza Mayor o de Ar-mas a eje y cordel, de donde deban salir cuatro calles principalesdestinadas al comercio, tambin toda la ciudad tena que disponerde mltiples calles, cuadras y solares bien delimitados. El modelo,en resumen, dispona crear espacios puestos en rejilla, con plazas enel centro y calles perpendiculares y paralelas, en donde las familiasse localizaran a mayor o menor distancia del centro, segn su condi-cin econmica y social.

    Los ciudadanos en la Montera colonial

    En sus inicios es posible percibir tres tipos de grupos sociales: Enprimer lugar, se destacan los habitantes activos con talante degestionadores, que eran abiertos a aceptar y proponer en medio deun sistema de gobierno colonial- dictatorial. Este grupo lo confor-man los indgenas habitantes de Barro Colorado (en jurisdiccinde lo que hoy es el municipio de Valencia,) comandados por los ca-ciques Sebastin Alequenete y Ventura Molleda que desde 1759 in-sisten de diversas maneras al gobierno colonial que sus territoriossean reconocidos legtimamente. Estos indgenas escriben, solicitan,gestionan, viajan hasta el centro de gobierno en Cartagena y se vuel-ven persistentes en aras de conseguir sus objetivos (Moreno de n-gel, 1993).La respuesta a esta solicitud lleg el 1 de mayo de 1777, con la fun-dacin del poblado bajo el nombre de San Jernimo de Buenavista,

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    a donde se trasladaron un total de 884 personas agrupadas en 170familias, pero luego cazadores, pescadores y madereros proceden-tes de Cuchurubi, La Ceiba, Mocar y Ceret impusieron su nombreoriginal: Montera (Valencia, 1987, p.25), que haca referencia al actode montear, actividad de subsistencia que comunica la idea de abrirtrocha en el monte para cazar. En otras palabras, la comunidad mis-ma tuvo la capacidad de resignificar los cdigos forneos, tratandode contextualizar el nombre de la poblacin a un significado asenta-do en la misma dinmica de vida de los pobladores, que no cono-can quin era San Jernimo, pero que s saban qu era la caza, elmonte, la siembra y la cosecha. De esa semntica cotidiana nace elnombre Montera.

    En segundo lugar, estaban los habitantes pasivos que eran la granmayora de pobladores que al enfrentarse a una nueva dinmica y auna visin de territorio distinta optaron por asumir una actitud con-formista frente al sistema, desarrollando una Cultura Poltica Sb-dita en la que no se evidenciaba retos polticos; no conocan clara-mente el funcionamiento de la estructura de gobierno colonial acabalidad y optaron por aceptar y someterse sin reparos a las auto-ridades y prcticas de poder establecido, algo de esta situacin esmencionada por Jaime Castro en sus publicaciones, cuando definela ciudad en sus inicios como habitada por poblacin blanca, escla-va y libres de diversas razas compuesta de habitantes que sucum-bieron ante el letargo y el olvido por ms de un siglo lo que generun estilo de vida conformista y una pasividad que se vieron refleja-dos en una psima calidad de vida, que a la postre estancaron alpoblado, que no repercuti a nivel nacional y de departamento(Castro, 2003, p.27). Esta pasividad se fortaleci an ms, no sloporque en sus inicios el poblado no fue prioridad en trminos deinversin social y urbana, pues otras regiones eran ms atractivaspara los espaoles, sino tambin por el control social que se ejerca,fundando asentamientos en aras de mantener a los indgenas con-

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    gregados en un sitio, lo que evitaba la dispersin de la comunidady favoreca la tarea de entrenamiento y pacificacin para el some-timiento absoluto a la Corona.

    Los opositores del proceso de fundacin colonial

    Paralelo a estos dos grupos sociales, coexistan las elites y los etno-rebeldes que se caracterizaban por no sentirse identificado, ni in-cluido, ni estaban de acuerdo con la fundacin y organizacin quese le daba al nuevo poblado.

    En las elites, estaban los que Antonio de la Torre denomin magna-tes, por ser grandes terratenientes, dueos de muchas propiedades,con los que estaba indignado por la oposicin que le hacan, ya queno estaban de acuerdo con la fundacin de Montera, se sentanamenazados en sus intereses y teman perder autonoma al tenerpueblos vecinos. De la Torre sent las bases de una transformacineconmica y social regional, con una especie de reforma agrariapopular inducida por una sustancial redistribucin de la tierra acce-sible pero al mismo tiempo reforz el control estatal e impusopolticas gubernamentales y fiscales centralizadoras en la regin yen los pueblos que daaron el ambiente libre y arcaico de los prime-ros tiempos. Los pueblos empezaron a funcionar con cabildos, alcal-des y prrocos supeditados a celosos superiores jerrquicos (FalsBorda, 1986, citado por Negrete, 2007, p.13).

    Los magnates estaban preocupados por perder autonoma y susinmensos privilegios relacionados con el ejercicio de fundar pue-blos, de apropiarse de las buenas tierras y mostrarse entre la gentecomo dadivosos, con poder para repartir pequeas parcelas, ade-ms de influyentes ante el gobierno Colonial eran capaces de con-

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    trolar el sistema poltico-administrativo de la regin usando cual-quier mtodo posible (sobornos, chantajes, mentiras, falsas prome-sas) con tal de subir al poder o de poner personas de su conve-niencia o inters. Esto se aprecia claramente en el informe que envaen 1783 el mismo Antonio de la Torre y Miranda (refundador deMontera) a sus superiores respecto a los problemas que estaba te-niendo con este grupo elite: Solo resta advertir que las poblacio-nes que fund en el ro Sin no fueron a gusto de los que tenan pormagnates de aquel partido por lo que cada una de ellas tuvo infini-tas oposiciones los magnates, conocan que reducidos a pobla-cin no tendran tanta proporcin para sacrificar a los infelices, apro-pindose de cualesquiera pretexto cuando tena aquel a quien per-seguan, quedando indultado por este medio del delito que le su-ponan, por lo que al tiempo de las elecciones de jueces en aquelpartido, usan el soborno porque se les elija de alcaldes (Pala-cios, 1994, p.10).

    Era evidente la influencia que tena este grupo en las poblaciones,no slo no pagaban impuestos a la Corona, sino que tambin busca-ban el control terrateniente y poltico de la regin, ascendiendo a losms altos cargos en los gobiernos y en los espacios de poder military clerical. El historiador Vctor Negrete (2007), uno de los pensado-res monterianos que ha analizado estos fenmenos de colonizacina profundidad, cita las palabras de Moreno de ngel cuando diceque esta situacin de privilegio de unos cuantos que tenan no sloel poder material, sino que llegaban a definir el modo de vida delcomn de las gentes, debe sealarse como una de las causas que dossiglos despus, pudieran estar traumatizando vastas zonas de la re-gin Caribe colombiana. Los orgenes de la violencia, de la pobrezade la poblacin y la casi desesperanza que se han alegado como ra-zones de la crisis social que se abate en zonas aparentemente muyricas y prosperas del valle del Sin, hunde sus races en los privile-gios de los magnates, que el congregador denunci a las autoridadesvirreinales, en la segunda mitad del siglo XVIII (Negrete, 2007, p.9).

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    El otro aspecto relacionado con esta actitud de oposicin de losmagnates tal vez tenia que ver con la idea de que como descen-dientes de espaoles saban que el derecho comn aplicable enoperaciones de conquista contemplaba por tradicin, el derecho delos pobladores a recuperar sus tierras, o de ser indemnizados me-diante el pago de su valor, cuando despus de la rendicin se man-tuvieran fieles al vencedor (Navarro, 2006); esto sin duda amena-zaba sus proyectos de expansin, que se podan truncar cuando lospueblos vecinos defendieran sus derechos como nativos al usar lastierras como parte de su patrimonio sociocultural.

    Documentos histricos muestran que la mayora de los colonizado-res, como tambin de las familias pudientes con fuertes relacionescon la corona, no pretendan otra cosa que hacer all sus hogares,con tierras suficientes que les dieran la heredad que no haban podi-do recibir en la pennsula y ello lo hicieron con la fundacin de ciu-dades (Enciclopedia Libre Universal). Estas elites catalogadas comomagnates tal como se mencion anteriormente, contaban con fuer-te influencia y poder poltico, ya que la mayora eran espaoles conestrechos lazos familiares entre s y con cercana con miembros de laCorona, entre ellos con el virrey Sebastian Eslava. Este grupo fueacusado por De la Torre como autor intelectual de la conspiracinen contra del proceso de fundacin.

    Por otra parte, entre los etno-rebeldes es posible ubicar a un grupode zambos e indgenas del Daren que no se sentan parte del pobla-do ni estaban dispuestos a someterse a la autoridad colonial; ellosplanearon una estrategia de ataque liderada por el Zambo Manuel,quien se haba radicado en el pueblo y conoca bien sus terrenos, enunin con indgenas del Sin que compartan las mismas ideas setomaron la poblacin en septiembre de 1783. La historia cuenta quelos indios bajaron a lo largo del ro Nan y se ocultaron en lasestribaciones de la Sierra Chiquita, cuando alcanzaron la iglesia se

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    apoderaron de los vasos sagrados, de las joyas, as como de la ima-gen de San Jernimo, la cual posteriormente arrojaron en el remoli-no de Los Botijos. Luego procedieron a quemar la iglesia y las casasde la poblacin. Los habitantes no tuvieron otro recurso de defensasino el de ocultarse en los bosques cercanos, hasta cuando llegaronauxilios del Regidor Real de San Jos de Gaita, don Pedro de Toro(Negrete, 2002, p.5). Este suceso hizo que la autoridad de gobiernoaos despus reforzara la seguridad de la ciudad instaurando doscompaas de milicia en sitios estratgicos para evitar que se repi-tieran hechos similares y para declarar abiertamente la guerra a losindios con el nimo de exterminarlos (AHNC, Tomo 76).

    Una caracterstica antidemocrtica del sistema colonial gobernadopor el rgimen espaol era precisamente no negociar con opositoresy rebeldes; los grupos tnicos colonizados no tenan una opcin dis-tinta a la de someterse a las normas gubernamentales y a la forma-cin religiosa impartida por los misioneros enviados en tareaevangelizadora para que les respetasen sus vidas. En este sentido elreconocimiento ciudadano en trminos de participacin social ypoltica era inexistente, todas las directrices y estrategias de gobier-no emanaban desde arriba, siendo inadmisible cualquier postura oideologa contraria al rgimen.

    Los ciudadanos monterianos del Siglo XIXLa lucha emancipadora de independencia

    En 1807 la poblacin asciende a la categora de Villa no slo por elcrecimiento urbano y demogrfico, sino tambin por la capacidadproductiva en trminos de potenciacin de la economa agropecuariaque se internacionaliza dcadas despus exportando bovinos a dife-

  • 20- Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre liderazgo, participacin y compromiso ciudadano

    rentes pases del Caribe. Dicho ascenso le permiti tener una refor-ma en su sistema poltico-administrativo, disponiendo ya de Alcal-de propio.En esa misma dcada, diferentes partes del mundo estaban vivien-do fuertes cambios a nivel tecnolgico, social y poltico que por su-puesto afectaban el orden nacional. Por ejemplo, en EE.UU habagran expectativa con la primera prueba de su barco de vapor en elpuerto de Nueva York gracias al ingeniero estadounidense RobertoFulton (1807); en Espaa se viva una gran conmocin con la llegadade Jos Bonaparte, hermano de Napolen Bonaparte, quien fue pro-clamado rey en Madrid desde 1808, y luego abandona Madrid parair hacia Francia tras la derrota en la batalla de los Arapiles (1812). Enlo nacional, se dan dos sucesos importantes: uno, ocurrido el 20 dejulio de 1810 con el Grito de Independencia de Colombia, en SantaFe, capital del Nuevo Reino de Granada, por el incidente del Florerode Llorente, que termina con la independencia de la Nueva Grana-da, hoy Colombia, en 1819; el segundo evento fue ese mismo ao enSanta Rosa de Viterbo (Boyac), territorio que fue impactado por unmeteorito.Sin embargo, en lo que concerniente al periodo inicial de la inde-pendencia, la documentacin histrica apunta a que en susconmocionados inicios, la amplia mayora de habitantes de la po-blacin de Montera estaban a espaldas de estos sucesos, slo msadelante se logran visibilizar personas comprometidas con la causaenmancipatoria liderada por Simn Bolvar. Las razones dadas porlos estudiosos del tema para que en Montera tuviera poco impactoeste movimiento nacional de liberacin del yugo espaol son diver-sas, entre ellas se destacan: la concentracin del poder econmico,poltico, militar y social en ciudades como Santa F, Mompox yCartagena, esto haca de Montera un pueblo de pocos habitantesfcilmente controlable; el desconocimiento de los monterianos delas bases ideolgicas de tan importante suceso; y lo otro, era que

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    cualquier suceso de insurreccin que se diera en Montera era repe-lido sin dificultad (Castro, 2003, p.74). A esto, es pertinente aadirque el pasivismo frente a los procesos de independencia, tena quever conque buena parte de la poblacin de negros e indgenas eranesclavos (lo que los anulaba polticamente), condicin que se pro-long en Montera treinta y seis aos despus de que se aboliera laesclavitud en Colombia, con la ley 21 de 1851 bajo el gobierno deJos Hilario Lpez. Es probable que esta prolongacin haya sidoporque estas poblaciones oprimidas se enteraron tardamente dedicha abolicin, a pesar de que en la sede central de gobierno enCartagena en 1810 se haban logrado expulsar a las autoridadesespaolas, estableciendo de hecho su independencia del gobiernometropolitano (Mnera, 1998, p.20). Pero an as, cuando tuvieronconocimiento, tampoco ces del todo el problema, a tal punto queFals Borda (1975) seala las diversas estrategias a las que recurranlos amos y las elites terratenientes para mantener el yugo, desdehacer caso omiso a la legislacin, hasta hacer prstamos con altosintereses y maniobras de engao para que las personas se declaranimpedidas para saldar la deuda y tuvieran que seguir en la servi-dumbre, o bien entregarles sus tierras y posesiones.

    Difcilmente se puede hablar de cultura poltica o de participacinsocial ciudadana en este periodo marcado por esclavitud, controlsocial y una cultura del terror que no aceptaba ninguna oposicin alrgimen espaol. Aos despus, el panorama no pareci mejorar enlo social y lo poltico, ni para Montera ni mucho menos para el Ca-ribe con la llegada a estas tierras de un sangriento militar con altaexperiencia en guerras, llamado Pablo Morillo, apodado despusEl Pacificador, quien fue designado por el rey Fernando VII comojefe de la Expedicin Pacificadora destinada a Venezuela y NuevaGranada, buscando recuperar los territorios que empezaron a reto-mar los criollos y adeptos a la causa libertaria de Bolvar, aplicandode forma estricta la legislacin y las resoluciones de los tribunales

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    de justicia y administracin virreinal. Morillo llega a Nueva Grana-da y la toma a finales de abril de 1815 conquistando as la plazafortificada de Cartagena de Indias.

    La estrategia militar de Morillo consista en diezmar a la oposicinpoltica capturando o asesinando a los lderes del movimientoindependentista y a las oligarquas criollas. De esta manera fueronasesinados brutalmente cientos de personas, algunas decapitadas,otras fusiladas. Dentro de las grandes y duras prdidas que tuvo elmovimiento emancipador a nivel nacional, se encontraba la de Ca-milo Torres Tenorio quien fue presidente de la Nueva Granada has-ta marzo de 1816, acusado de ser uno de los cabecillas intelectualesdel movimiento de la independencia y condenado a muerte el 5 deoctubre de 1816, bajo fusilamiento de cara, luego fue cortada sucabeza y exhibida durante varios das a la entrada de Bogot, en elbarrio de San Victorino, bajo el escarmiento de aves de rapia devo-rando su cuerpo (Ibez, 2004, p.12); tambin fusilados cayeronese mismo mes varios lderes y figuras reconocidas por sus aportesa niveles cientfico y acadmico, entre ellos el sabio Francisco Josde Caldas, ante cuyo inminente fusilamiento algunas personas pi-dieron al oficial y a las autoridades que le perdonaran la vida, res-pondiendo stas cnicamente: Espaa no necesita de sabios, e hizocumplir la sentencia condenatoria sin indultar a sus idelogos(Bencomo, 1997).

    Historiadores coinciden en que estos viles asesinatos, no slo enlu-taron el mundo cientfico, al quitarle de su seno a estas mentes bri-llantes, sino que tambin detuvieron procesos importantes, entre ellosel de la Real Expedicin Botnica del Nuevo Reino de Granada, quese vio afectada en la tarea de seguir explorando la biodiversidadnacional. La Expedicin Botnica fue una de las empresas cientficasde gran inters por la corona espaola durante la poca colonial, suspropsitos centrales estaban ligados a la tarea de conocer a fondo

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    las plantas tiles de Amrica. Al respecto, Saravia (2009) relata queen el Virreinato de la Nueva Granada a diario, con la direccin deJos Celestino Mutis y de los ms importantes cientficos criollos dela poca, laboraban a diario cerca de veinte pintores: 288 das tilesal ao; cada da se trabajaban las mejores nueve horas de luz, bajoun silencio absoluto. All naci la Escuela Gratuita de Dibujo, y deall salieron para Espaa, salvndose de la destruccin, las lminasde la Real Expedicin Botnica que casi corren la misma suerte dealgunas obras literarias y artsticas que fueron destruidas o quema-das bajo la orden de Morillo.

    A nivel local, en la ciudad de Montera estos sanguinarios procesosde retoma del control social liderados por Pablo Morillo tambinllegaron cubiertos de dolor y temor, obstaculizando la libertad pol-tica e ideolgica de ciudadanos y ciudadanas, mediante la instaura-cin de la amenaza y el fusilamiento a todos aquellos que compar-tan las ideas de la oposicin o se unan a su causa. Uno de los suce-sos ms recordados en la historia de la ciudad de Montera fue elfusilamiento de Jos de la Cruz Gmez, el 27 de septiembre de 1815,quien en ese momento se desempeaba como Alcalde, acusado deconspirador y propagador de las ideas rebeldes de losindependentistas. Tambin por esa misma va, fueron condenados amuerte en los tres aos siguientes, altos mandos oficiales, entre ellosel Coronel Feliciano Otero, el capitn Felipe Madrid y el TenienteNepomuceno, todas estas personas a pesar de pertenecer al gobier-no, crean en el proyecto emancipador y en sus grandes reformas enlo social y poltico que confrontaban los intereses de los magnatesy de la clase poltica dominante.

    Por todo lo anterior, se puede considerar que tanto en el siglo XVIII,perodo en que se da la fundacin de Montera y su ascenso a Parro-quia, como en el siglo XIX cuando llega a ser villa y posteriormentecabecera de distrito, la mayora de sus habitantes, con contadas ex-

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    cepciones, ejercieron una ciudadana sbdita (teniendo en cuentala definicin que hizo Pineda (2009)) conforme con su condicin decolonizados, con una visin del desarrollo que viene de afuera yque ha delegado su dinmica poltico-administrativa a extranjeros,ya sea por imposicin o por temor en razn del proyecto colonial,que pona en prisin o asesinaba a las personas que queran cambiarel sistema, y que adems no dio espacios a los locales y a los sectorespopulares para que se formaran en centros educativos y pudieranas llevar las riendas de su territorio o bien para que participaran delas estancias de poder administrativo y gubernamental existentesen la poca (cabildos, ayuntamientos, capitanas, reales audiencias)por cuanto lo educativo y legislativo eran de acceso exclusivo a losque comprobaran su pureza racial o heredaran el apellido de pu-dientes o magnates (Solano, 1998). Otro posible factor incidente enese pasivismo es que el monteriano nativo se resign a ser excluidode esos espacios de liderazgo y poder poltico pensando en que otrospodran asumir la tarea, y optando por llevar una vida de depen-dencia sin complicaciones ni riesgo.Por otra parte, algunos acadmicos consideran que Montera es hijade la ilustracin no slo porque surge en la poca en donde se gestaesta corriente intelectual de pensamiento en el siglo XVII-XVIII enEuropa, sino porque es tambin durante ese perodo cuando lapoblacin adquiere reconocimiento de la corona como poblado for-malmente constituido, y recibe tiempo despus a intelectuales pro-cedentes de diferentes puntos del viejo continente, generndose unproceso de hibridizacin importante que contribuy en la cultura yeducacin de la regin, y por supuesto incidi en que se reactivarala economa a mediados del siglo XIX con la creacin de grandescompaas y empresas que brindaron nuevas oportunidades de vidaa los habitantes, y aportaron tambin al crecimiento intelectual dela poblacin, incitando a los ciudadanos a formarse a otros niveles,considerando la educacin como un factor importante para el desa-

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    rrollo social, econmico y cultural. La ilustracin es consideradapor algunos como factor clave en los procesos de emancipacinsurgidos en toda Colombia, y alcanz en alguna medida a sentirseen Montera y en otras zonas contiguas como Lrica, en donde seasentaron buena parte de la comunidad siriolibanesa y algunas fa-milias francesas. La ilustracin, -dentro de la tradicin interpretativadominante-, fue entendida como un proceso de formacin de la con-ciencia poltica criolla, que tendra como resultado necesario la se-paracin de Espaa y la organizacin republicana (Silva, 2000), loque sirvi de caldo de cultivo para que en la segunda mitad en elsiglo XIX surgiera una nueva estructura poltico-administrativa entodas las ciudades de Colombia, incluyendo la ciudad de Monte-ra.

    La ciudad y la ciudadana monterianas del siglo XX

    Los inicios del siglo XX,un periodo de fuertes cambios y nuevas iniciativas

    ciudadanas

    El Socialismo posicionado en Europa desde finales del siglo XVIIIcon la Revolucin Francesa (1789), extiende sus ideales durante lossiglos XIX y XX y hace posible el surgimiento de movimientos obre-ros que reclamaban seguridad laboral y salarial. Con la revolucintambin se haba logrado la cada de la clase feudal francesa, y laascensin al poder de la burguesa. Surgen entonces el Partido So-cial-Democrtico alemn (1875), el Partido Socialista Obrero Espa-ol, la Federacin del Partido de los Trabajadores de Francia (1879),los partidos socialistas de Austria, Suiza y Dinamarca (1880), el Par-

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    tido Obrero Belga (1885), el Partido Socialdemcrata Sueco (1889),el Partido Socialista Italiano (1892), el Partido Socialista Holands(1894) y el Partido Social Demcrata Ruso (1898), entre otros; esteltimo luego se divide y logra en 1917, por medio de losBolcheviques, en cabeza de Lenin, el derrocamiento del gobiernoprovisional de Aleksandr Krenski y la proclamacin del gran triunfode la revolucin rusa.

    En lo nacional, las luchas sociales que se estaban dando en las dca-das finales del siglo XIX y parte del XX, tenan que ver en buenamedida con los temas de la tierra, la crisis de los partidos tradiciona-les y las luchas obreras por sus derechos laborales. En este contexto,el socialismo toma fuerza, despus de las guerras civiles y la sece-sin de Panam, al mostrarse como un movimiento alternativo, enun perodo en el que las personas queran volver los ojos a la tierray descubrir los valores de su pueblo. Eso no lo ofreca el bipartidismo,preocupado por mantener sus vnculos externos y el monopolio delgobierno, sino el socialismo moderno, sobre bases autctonas, queentra de frente a la lid poltica con sus propios hombres e ideas.Adems, en la dcada de 1920 a 1930 el bipartidismo de la PrimeraRepblica hizo crisis: por una parte el conservatismo se haba co-rrompido con los excesos del poder y del dinero; y por la otra, elliberalismo haba quedado hurfano de iniciativas con que atacar alsistema decadente y volver a gobernar (Fals, 2003, p.8). El socialis-mo sin duda alguna, lleg a tener una gran acogida, pues muchosde sus lderes viajaban a diferentes regiones del pas para entrar encontacto con la gente, en aras de construir planes y programas cohe-rentes con las necesidades de los pueblos; tambin le haban aposta-do a un proyecto de comunicacin social definido, que dio comoresultado la produccin de ms de cuarenta peridicos socialistasque buscaban enterar a las personas de la visin poltica y de lo queaconteca en las ciudades y en los congresos socialistas e iniciativasobreras.

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    Otros estudiosos del tema reafirman el gran auge que tuvo el socia-lismo en Colombia, sealando que a mediados de los aos diez lasemilla del socialismo fructific en un terreno abonado tanto por elsurgimiento de organizaciones obreras como por la creciente agita-cin social que se present en el pas a finales de la primera GuerraMundial. Las organizaciones obreras comenzaron a modificarse aprincipios de siglo al abandonar el privilegio de la caridad que brin-daban las sociedades de mutua ayuda. As surgi en 1904 la Uninde Industriales y Obreros (UNIO) que abogaba por polticas protec-cionistas en favor de artesanos y empresarios. En 1910, por impulsode dicha organizacin, se form un efmero Partido Obrero en Bo-got que cont con simpatas artesanas y liberales. Su programa era,de nuevo, el proteccionismo estatal en los moldes esbozados porUribe Uribe. Estos intentos de formar agrupaciones polticas inde-pendientes fueron continuos en los primeros decenios, pero rpida-mente decayeron (Archila, 2005, p.1).

    Se viva entonces en el pas, un ambiente socialista marcado por ex-presiones de lucha reivindicatorias, destacndose: la huelga de losbraceros de Barranquilla (1910), que protestaron en las calles por eldesmejoramiento de sus salarios, -suceso que inspira otras huelgasque entre 1919 y 1921 llegan casi a 50-; las continas manifestacio-nes de trabajadores de medios de transporte del ro Magdalena; larealizacin de tres congresos de trabajadores entre 1924 y 1926, queposibilit la creacin del Partido Socialista Revolucionario, que lue-go de sufrir el asesinato de muchos de sus dirigentes por sus inten-tos de aportar a la poltica Colombiana y de tratar de derrocar elconservatismo imperante, se convierte en el Partido Comunista deColombia. Todo esto demuestra que las razones del decaimiento quetuvo esta dinmica social en las dcadas siguientes estn asociadasa dos aspectos que Fals Borda (2003) menciona con acierto: la repre-sin violenta con matanza de obreros y campesinos, y la cooptacinde ideas y dirigentes, a raz del gran nivel de formacin y fluidez

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    que tenan muchos de sus representantes (algunos por las fuerzasde sus ideas y discursos, otros por su coraje y compromiso con eltrabajo comunitario de base), entre los que sobresalen figuras comoRal Mahecha, Mara Cano, Luis Tejada, Carlos Melquizo, ManuelQuintn Lame, Toms Uribe Mrquez, Vicente Adamo y Juana JuliaGuzmn, entre otros, estando estos dos ltimos comprometidos conel proyecto socialista y feminista en la ciudad de Montera.

    A todas estas mentes brillantes, se sum un grupo anti lite de ori-gen oligrquico que segn Fals Borda, se identific con las metas eintereses de las luchas populares y sus reivindicaciones, destacn-dose: Luis Cano, director en ese entonces de El Espectador; RobertoGarcia Pea; los escritores Sanin Cano y Zalamea Borda; el poetaLen de Greiff y el joven poltico Jorge Elicer Gaitan (autor del pri-mer estudio sobre Socialismo), muchos de ellos hicieron del Socia-lismo un movimiento sobresaliente, que aunque nunca lleg al go-bierno como partido, gener aportes ideolgicos y proyectos polti-cos relevantes que los partidos tradicionales luego copiaron o adop-taron, algunos concientes de su pertinencia, otros simplemente paraganar adeptos desencantados por los discursos de la vieja poltica.

    En lo regional, la Costa Atlntica estaba viviendo cambios drsticosen su economa: los grandes latifundios que empezaron a consoli-darse a finales del siglo pasado, estaban desplazando la economaagraria para entronizar el reinado de la ganadera, lo que significla expulsin de importantes contingentes de poblacin campesina,que hasta ese momento haban compartido el suelo con los ganade-ros. Esto implic la subordinacin de los campesinos a la siembra depastos, la prioridad de los grandes ganaderos y la prohibicin desembrar cultivos permanentes (como cacao, pltano y caa de az-car). Los hacendados solo permitan el cultivo de productos de sub-sistencia que requiere corto tiempo y empleaban ganado para inva-dir las pequeas parcelas, lo que prcticamente hacia incompatibles

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    a la ganadera y a la economa campesina (Palacios, 1983, citadopor Vega, 2004, p.5).

    Era evidente que la acumulacin de tierras, la produccin de lashaciendas ganaderas y la explotacin laboral urbana fueron las cons-tantes durante la primera mitad del siglo XX, por parte no slo deganaderos y empresarios oriundos del Caribe y de Antioquia, sinotambin por personal extranjero y compaas internacionales quetenan un fuerte control de la tierra y la fuerza de trabajo, simila-res a los que en otros lugares del pas haban empleado los empresa-rios, comerciantes y terratenientes nacionales. En donde uno de losmedios principales era la apropiacin de grandes terrenos baldos,lo que originaba el desplazamiento de los campesinos de sus tierrasy cultivos, como suceda en la regin de San Jacinto, donde los habi-tantes denunciaban desde los primeros aos del siglo XX la intromi-sin de compaas norteamericanas (Vega, 2004, p.35).

    Montera empieza el siglo XX intentando reponerse del cruel am-biente de tensin y prdida que dej en toda Colombia la Guerra delos Mil Das (1899-1902), confrontacin blica por el poder, entremiembros del Partido Liberal Colombiano y el gobierno Conserva-dor Nacionalista del presidente Manuel Antonio Sanclemente, en lacual se estima que lleg a 80.000 el nmero de personas desapareci-das, sobre una poblacin de 4000.000 de habitantes.

    Pese a ello, la ciudad entra en los albores del nuevo siglo, acogiendonuevos avances tecnolgicos que le dan un aire ms citadino y quelogran mejoras en el sistema de comunicacin, el fortalecimiento delas industrias creadas desde el siglo anterior y la apertura de empre-sas que posibilitaron la generacin de nuevas fuentes de empleo ycrecimiento econmico. Dentro de estos avances tecnolgicos valela pena resaltar: la creacin de la primera empresa de telfonos fun-dada por Lus Lacharme y Lorenzo Gmez (1907); la llegada de la

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    segunda imprenta trada por Rafael Grandeth, donde se imprimiel peridico Fiat Lux (1910) y la inauguracin del servicio de ener-ga elctrica (1911), entre otros.

    Tambin en este perodo, movimientos sociales con ideasemancipadoras, que buscan transformar el sistema poltico y las re-laciones de poder y de gnero, empiezan a gestar manifestaciones yprocesos de participacin social autnomos. Uno de esos inicialesmovimientos, marca el origen de una de las primeras organizacio-nes populares de la poblacin: la Sociedad de Obreros y Artesanosde Montera (Soam), que se crea el 22 de abril de 1918 con la direc-cin de Vicente Adamo, un italiano con ideas socialistas, que haballegado a Barranquilla en 1903 movido por la causa poltica, paraformar grupos y movimientos con dicha ideologa. Luego se radicaen Panam y posteriormente vuelve a Colombia.

    La primera mitad del siglo XX,nuevas expresiones sociales en Montera

    Las protestas sociales y los movimientos que surgieron en Monteratenan que ver con muchas de las problemticas sentidas a nivelesnacional y regional, es decir, la sobreexplotacin agraria y la labo-ral, y la necesidad de una poltica emergente-. En este contexto, lle-ga Vicente Adamo, considerado el pionero de las ideas socialistasen Montera y de las luchas proletarias en Colombia, despus demadurar su visin revolucionaria a travs de una larga experienciade trabajo social en Italia, Mxico, Cuba, Panam y luego enBarranquilla, -en donde contribuy a la organizacin de movimien-tos obreros y campesinos-.

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    Vicente Adamo, llega a Montera en 1915 y se desempea comopen en haciendas y luego como trabajador en el matadero pblicoy en la plaza de mercado (AGN, t.212). Esto le facilita la cercanacon personas del comn, y muy seguramente el ganarse la simpatade diversos grupos de artesanos, obreros y campesinos a quienespudo convencer para que se incorporaran al proyecto socialista, ycon quienes crea la ya mencionada Sociedad de Obreros y Artesa-nos, generando todo un movimiento ciudadano empoderado conuna alta cultura poltica participativa con aires de educacin yactivismo popular. Adamo, debi seguir de cerca el triunfo de losbolcheviques en Rusia pues tan solo cinco meses y cinco das des-pus del ascenso de stos al poder concibi la idea de agremiar alos zapateros, talabarteros, carpinteros, herreros y vendedores delmercado pblico de Montera en una sociedad de obreros y artesa-nos. Posteriormente agremi a las mujeres empleadas del serviciodomestico y convoc a una asamblea general de campesinos coste-os en Montera (Castro, 2003, p. 103).

    Dentro de los objetivos centrales que tena esta asociacin en laregin del Sin estaban:

    Combatir las injusticias provenientes de la Matrcula, -com-promiso del amo con su pen, celebrado ante las autoridadesde gobierno, con el fin de garantizar alimentacin, vestido,atencin mdica y jornal en efectivo ($20 diarios) al liberto, acambio, ste prestaba servicios de mantenimiento a la hacien-da y a la casa del amo- que se convirti en fuente de explota-cin, maltrato y engao, condenando a los peones a nuncaquedar libres de oficios esclavizantes, pues los amos astuta-mente les prestaban dineros o les vendan productos a intere-ses y precios exorbitantes para que nunca se liberaran de susdeudas y compromisos de servidumbre.

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    La eliminacin de toda forma de maltrato y abuso, derivadodel ejercicio de la Matrcula, buscando de esta manera dignifi-car la vida del trabajador respetando su integridad como per-sona.Reconocimiento a la dignidad de la mujer como sujeto socialde derechos en igual condicin que los hombres, a los que seles exige respeto.Eliminacin del machismo y de toda expresin antisocial queamenace la integridad y el valor de la mujer, esto bajo la consig-na por la emancipacin de la mujer organizando sociedadesfeministas.

    En este ltimo punto, fue clave Juana Julia Guzmn, una corozaleraque se convirti en la mano derecha de Vicente Adamo y a quienpor su trabajo desde Montera se le ha catalogado como una de laspioneras del movimiento feminista en Colombia. Ella, con el avaldel italiano, crea y lidera el 7 de febrero de 1919 la Sociedad de Obre-ras Redencin de la Mujer, como un movimiento social organizadoque trabajaba por la emancipacin de la mujer y su reconocimientosocial y poltico, en un contexto dominado y controlado por la figu-ra masculina que las marginaba de todo protagonismo ciudadano.El movimiento feminista se estructur siguiendo los mismoslineamientos de la Sociedad de Obreros y Artesanos (Fals Borda,1986). Como agremiacin logr reunir a un importante grupo demujeres, entre ellas: Agustina Medrano, Pacha Ferias, AntoniaEspitia, la mtica bailadora de fandangos Mara Barilla y a Merce-des Vidal.

    Paralelo a los movimientos social obrero y feminista, surgi el Co-mit Socialista de Montera (1919) como un brazo extendido del Par-tido Socialista de Bogot, del que hacan parte Vicente Adamo y JuanaJulia Guzmn, y siguiendo los acuerdos y lineamientos de la Asam-

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    blea Obrera, reunida en Bogot en el mes de mayo de 1919. Tiempodespus, el 27 de enero de 1921, sucede la Asamblea Mixta Obreradel Litoral Atlntico, como un escenario de encuentro ms abiertoque trasciende de lo local a lo regional, al recibir representantes dediferentes ciudades de la Costa Caribe para trabajar por varias me-tas claves, entre las que se destacan: la abolicin de la Matrcula, laextensin de la organizacin en toda la Costa, la estructuracin delproyecto para la creacin de un partido poltico propio, y la luchapor la tierra, en especial contra la expansin terrateniente en el Siny en todo el Caribe en general.

    Los procesos de consolidacin de la agremiacin se fueron dandotanto en su estructura organizativa como en su extensin a la comu-nidad, de esta manera en plena marcha del Comit Socialista crea-ron la Biblioteca Popular, con mas de 300 libros de consulta; la Es-cuela Obrera, con educacin primaria, y el Hospital Socialista, conseis camas, dos mdicos y varias enfermeras. Estas organizacionespopulares llegaron a contar con oficinas propias en donde frecuen-taban personas de diversos lugares, incluyendo los campesinos delos asentamientos de colonizacin puesto que ellos no contaban conasociaciones propias (Negrete, 2007, p.29). Algo adicional para re-saltar de estas agremiaciones, era su capacidad para desarrollar es-trategias de comunicacin y de educacin popular de gran impactoen las comunidades; basados en la experiencia del Partido Socialistatena sus propios rganos informativos, el movimiento socialista enMontera sac su peridico, La Libertad, en donde se difundanlas ideas de la asociacin y se mantena informada a la sociedadmonteriana sobre los eventos y actividades desarrolladas y en eje-cucin.

    El Comit Socialista de Montera junto a otras agremiaciones confines reivindicatorios, fueron enrgicos al denunciar atropellos e irre-gularidades en contra de la clase obrera y campesina, bajo su lema

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    Libertad y fraternidad instaban a obreros, campesinos y jornale-ros agrcolas a que: No trabajaran en haciendas donde halla ceposo traten mal a los trabajadores, No trabajar con amos que cobrendoble valor por el da que no se trabaje, No trabajar con amos quepaguen un jornal menor de un peso oro, No trabajar con amos queno den buena y abundante alimentacin, No trabajar con amos queno den medicinas en caso de enfermedad, No trabajar con amos queden dinero a inters de un 10% mensual (Peridico La Libertad,Montera mayo 20 de 1920, citado por Negrete, 1981, p.36).

    Esta lucha jug un papel importante en la derogatoria en 1921 de laordenanza que cre la Matrcula, otra de las tareas fundamentalesque asumi el Comit y las sociedades obreras fue el apoyo que brin-daron a grupos de colonos ocupantes de baldos desde haca ms deveinte aos, amenazados de desalojo por parte de hacendados an-siosos de expandir propiedades. Las colonias campesinas estabansituadas en Lomagrande (cerca a Montera, bautizada despus Ba-luarte Rojo), Pir (Tierralta, bautizada Tierra Libre, hoy Callejas) yCanalete (bautizada Nueva Galia). A cada una de estas coloniasenviaban sus lderes para orientar cmo enfrentar los intentos dedesalojo y los alegatos jurdicos (Negrete, 2003, p.6).

    Los procesos de resistencia y logros, -en especial el haber obtenidocon xito la abolicin de la Matrcula, gracias a las denuncias pre-sentadas ante la Asamblea departamental de Bolvar y el gobiernocentral en Bogot, y la propuesta de derogacin hecha por los dipu-tados Remberto Burgos y Anibal Badel-, generaron por parte de losterratenientes y del gobierno local una ola de persecucin y reaccio-nes violentas en contra del movimiento social y de las colonias cam-pesinas, en especial la ubicada en Lomagrande.

    Al respecto se conoce que para perseguir a los miembros del Ba-luarte Rojo, el gobierno nombr al teniente de la polica Alfredo

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    Navas, conocido por su sectarismo conservador y la persecucinde todos aquellos que no pertenecieran a su partido. En septiem-bre de 1921 se dispuso el ataque contra Lomagrande (el BaluarteRojo) siendo salvajemente asesinado un joven hijo del dirigenteobrero Urbano de Castro. Pero en el enfrentamiento entre las fuer-zas de polica muri Alfredo Navas, vctima de las balas de la pro-pia polica, como resultado de un plan previamente acordado entrelos terratenientes y las autoridades. Este era el hecho que se necesi-taba para generalizar la persecucin contra todos aquellos que ha-ban osado enfrentar al poder terrateniente. Como consecuenciaVicente Adamo y otros miembros de las organizaciones obreras ypopulares fueron encarcelados, permanecieron tres aos en la cr-cel, a pesar de que las pruebas tcnicas demostraron que Navashaba cado muerto por las balas de la polica, hasta que en 1924recobraron la libertad, y nuevamente fue ocupada Lomagrande(Vega, 2004, p.39).

    De regreso a la libertad, Adamo y los otros retoman sus dinmicasde organizacin y acompaamiento a los procesos de transforma-cin socialista, y de esta manera reabren en 1925 la Sociedad de Obre-ros de Montera, que se dedica a trabajar por la defensa de los dere-chos de los obreros explotados y con salarios mal remunerados, ade-ms promova la necesidad de hacer una reforma agraria con equi-dad y justicia social. Mientras, los terratenientes insistan a nivel ju-rdico, en la necesidad de acusar a Vicente Adamo como un peligro-so socialista con ideas revolucionarias que amenazaban el orden ylas buenas costumbres. De esta manera se organiz un juicio contraAdamo por ser un extranjero pernicioso, como resultado se le ex-puls del pas (durante la Presidencia de Abada Mndez) de mane-ra arbitraria. A finales de la dcada de 1930, Adamo intento regre-sar sin xito a Colombia y despus de eso nunca se volvi a saberms de su destino. Mientras tanto las colonias agrcolas seguansoportando la presin de los empresarios, encaminada a controlar

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    la fuerza de trabajo de sus habitantes. Mediante diversos mecanis-mos la mayora de los campesinos se convirtieron en peones y tra-bajadores asalariados y una minora se convirti en campesinosmedios y ricos. Nuevamente se inici el ciclo de los tres pasos delos habitantes rurales de Crdoba que persiste sangrientamentehasta el da de hoy y mediante el cual los grandes terratenientes(viejos y nuevos) han expulsado a los campesinos pobres de sustierras, para dedicarlas a la ganadera y al narcotrfico (Vega, 2004,p.40).

    A manera de cierre

    Teniendo en cuenta lo anterior, vale la pena continuar recopilandoinformacin sobre el impacto del perodo de La Violencia en la ciu-dad de Montera, en la segunda mitad del siglo XX, y la aparicinposterior de otros actores armados (guerrilla, paramilitarismo),adems de cmo se afectaron las dinmicas de participacin de losciudadanos monterianos; as mismo, se requiere analizar las nuevasmutaciones del conflicto armado en la ciudad y todo el Departa-mento, en este nuevo siglo, y por supuesto, las expresiones ciudada-nas que han surgido a favor de las polticas de paz y de la construc-cin de tejidos sociales democrticos, incluyentes y participativos.Por lo pronto, deseo cerrar este anlisis, que abarc situaciones muyconcretas que se presentaron en materia poltico-ciudadana en lossiglos XVIII, XIX y principios del siglo XX, concluyendo en variosaspectos:

    Desde la colonia hasta nuestros das, buena parte del poderpoltico de Crdoba y en especial de Montera no reposa preci-samente en manos de lderes oriundos de Crdoba. Los nati-vos, incluyendo familias campesinas y minoras tnicas, hantenido muy pocas oportunidades de ejercer poder y liderazgopoltico en la ciudad. Mas bien, el poder y el control de la par-

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    ticipacin, tanto poltica como ciudadana, han estado concen-trados en elites familiares o clases polticas pudientes que ma-nejan grandes capitales y tierras, y han logrado tener injeren-cia en el sistema poltico y militar para cumplir con xito susproyectos y planes de dominio.

    El rol de los nativos fue clave en el proceso de fundacin ydesarrollo de la ciudad de Montera, y as lo ha sido siempreque las organizaciones comunitarias y los lideres de base hanasumido su responsabilidad como ciudadanos, y han decidocomprometerse con el mejoramiento de la vida de sus comuni-dades sin ceder a propuestas politiqueras o individualistas. Elpapel de los indgenas en sus inicios, y el papel del movimien-to socialista son una prueba clara de la potestad de la diversi-dad y la unidad a la hora romper con estructuras opresoras yexcluyentes.

    Desde sus inicios en Montera han convergido diferentes tiposde culturas polticas y distintas clases de ciudadanos: unos ac-tivos y otros pasivos; algunos inconformes con el sistema pol-tico y trabajando por hacer cambios y proponer nuevas alter-nativas; otros, conformes con lo que est y sometindose a lavoluntad y a los caprichos de las elites de poder dominante. Esclaro, que la realidad histrica sigue demostrando que el pre-sente y futuro poltico social de la ciudad puede todava cami-nar hacia un desarrollo humano, social, sociocultural y econ-mico sustentable y sostenible, en la medida en que sus habitan-tes decidan abrirse a otra lgica poltica, con nuevas perspecti-vas, con otros sentidos y comprensiones del desarrollo, connuevos actores, alejados de cualquier tradicin de politique-ra y corrupcin, que se dispongan a servir bajo intereses co-lectivos en donde el bien general prime sobre el particular.

  • 38- Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre liderazgo, participacin y compromiso ciudadano

    Las reflexiones de Negrete (2007) cada vez toman ms fuerza yrelevancia en este tiempo, en especial aquella que apunta a se-alar que la concentracin de la tenencia de la tierra, por unospocos privilegiados en el valle aluvial del Sin, tuvo como con-secuencia el desplazamiento masivos de poblacin indgena ymestiza. Es para sorprenderse, hace ms de 225 aos en el Sinya empezaba a concentrase en pocas manos; un reducido n-mero de familias manejaban los cargos del gobierno, la miliciay el clero, abusaban de los indgenas y los pobres en general,bajo su jurisdiccin exista corrupcin y trafico de influencia,rechazaban y se oponan a todo intento por disminuir sus pri-vilegios, cualquier parecido con la realidad actual de Crdobay su capital, rodeada an de desplazamientos por violenciapoltica y econmica, es pura coincidencia?

    Todava la lucha por evitar la concentracin de tierras, el poderpoltico y las riquezas en manos de clases polticas y clanes fa-miliares tradicionales; la lucha por conciliar los proyectos pol-ticos con el desarrollo social a gran escala; la lucha por apostar-le a una seguridad militar que no desplace la seguridad social;la lucha por obtener buena salud, vivienda, alimentacin y edu-cacin, siguen en el tintero y requieren trabajar por implementarpolticas pblicas que las hagan posible y que no sean solodiscursos y proyectos por construir, ni sueos imposibles dealcanzar.

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  • 42- Anlisis sociopoltico de Montera y propuestas sobre liderazgo, participacin y compromiso ciudadano

    2.2. Grupos polticos,conflicto armado y narcotrfico

    (mediados del siglo XX principios del siglo XXI)

    Crdoba es el departamento de Colombia situado al sur de laCosta Caribe, con un rea de 25.020 kilmetros cuadrados y su poblacin de 1.472.699 habitantes (censo nacional del2005), la mitad de los cuales vive en el rea rural. La actividad eco-nmica es fundamentalmente agropecuaria y el modelo econmicoque ha prevalecido est basado en la ganadera extensiva (el 60%del rea es pasto con 1.3 cabezas de ganado por hectrea) que, parasu expansin, ha derribado bosques, desecado humedales, dismi-nuido biodiversidad y reducido tierra y produccin campesina. El45% de los suelos es de fertilidad moderada y alta y el resto de ferti-lidad baja. Tiene tres ros principales (Sin, 437 kilmetros desde sunacimiento en Antioquia; San Jorge, 347 kilmetros, tambin naceen Antioquia y Canalete con 90 kilmetros), 124 kilmetros de pla-ya, planicies y tres serranas que lo recorren de sur a norte. Poseeyacimientos de ferronquel, carbn y calizas, territorios indgenas yla mayor parte del Parque nacional natural Paramillo con 460.000hectreas.

    Desde que Crdoba es departamento hace cincuenta y ocho aos hapadecido el conflicto armado por la actividad de diversos gruposarmados presentes en la zona. Aunque ha habido avances impor-tantes en cuanto al proceso de pacificacin, la presencia y controlde estos grupos, con mtodos, ideologa y acciones diferentes, hangenerado cambios coyunturales y duraderos en lo econmico, so-cial, ambiental, cultural y poltico en el conjunto de la poblacin.

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    La otra preocupacin es la pobreza, un milln cien mil de sus habi-tantes (las tres cuartas partes de su poblacin), se encuentran en estasituacin y la mayora padece la consecuencia ms cercana: la des-nutricin. Los datos son alarmantes 15% de los menores de 5 aospresentan retardo en su crecimiento, el 52% del total de la poblacintiene deficiencia de protena y el 55.4% vive con inseguridadalimentaria, siendo ms grave en el rea rural con el 58% (Dane,citado por Negrete, 2008, p.10)

    Permanencia y territorios del conflicto armado

    El departamento de Crdoba ha pasado por sucesivos perodos deconflicto armado, varios acuerdos de paz y un proceso de negocia-cin que han involucrado a poblaciones de distintos municipios.Los actores comprometidos y su permanencia en el tiempo nos de-jan profundas enseanzas que se deben conocer y asimilar. Vea-mos cules han sido:

    Enfrentamiento liberal-conservador, con formacin de guerri-llas liberales (1949-1959) en Montera, Tierralta (incluyendoSaiza), Canalete, Montelibano, Puerto Libertador, San Carlos,Chim, Ayapel.Expansin terrateniente (1960-1966) en Montelbano y PuertoLibertador.Surgimiento y desmovilizacin de la guerrilla de izquierda(1967 - 1991- 1994 ) en el alto Sin (Tierralta, Valencia), SanJorge (Puerto Libertador, Montelbano, Ayapel, Planeta Rica,Buenavista, Pueblo Nuevo), Urab cordobs (Canalete, Mon-tera) y Sabanas (Chin y San Andrs de Sotavento). Persisten-cia de las FARC.

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    Presencia del narcotrfico y formacin de grupos armados pri-vados. (1980-1994) en Montelbano, Buenavista, Ceret,Canalete, Ayapel, Montera, Valencia, Tierralta.Surgimiento y fortalecimiento de la contrainsurgencia privadaligada con el narcotrfico y la dirigencia poltica (1994-2003),en la mayora de los municipios.Proceso de negociacin del Gobierno con las Autodefensas Uni-das de Colombia (2003-2006) y la posdesmovilizacin (2006-en adelante).

    Cmo se ha desenvuelto el conflicto armado a travs de los aos?,Cul ha sido la influencia del narcotrfico y por qu se mantiene lapobreza?, Qu papel han cumplido los grupos polticos ante estasituacin?. Es lo que se intenta aclarar en este documento medianteun breve repaso a la historia vieja y reciente por la que ha pasado eldepartamento de Crdoba.

    Enfrentamiento liberal-conservador

    Este perodo es conocido tambin con el nombre de Violenciabipartidista. Empez en 1949, tres aos antes de la creacin del de-partamento de Crdoba, segregado del de Bolvar.

    A la sazn los gobiernos del departamento de Bolvar y el munici-pio de Montera estaban en manos de los conservadores. Sus gober-nantes y directorios polticos controlaban toda la situacin. EnCartagena sobresalan Juan Pupo Villa, Alfredo Arajo Grau, Chepede la Vega y Ramn P. de Hoyos y en Montera Ignacio, Priscilianoy Eusebio Cabrales, Miguel Escobar Mndez, Francisco Burgos, Ra-mn Berrocal Failach, Manuel Antonio Buelvas y Horacio Guzmn,entre otros.

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    La disputa por el control de los organismos y cargos gubernamen-tales, la posesin de la tierra, los privilegios familiares, el electora-do de las cabeceras y el campo y una que otras diferencias sobrederechos sociales y autoridad, fueron las razones principales queenfrentaron a los liberales y conservadores en las reas urbanas yrurales de las zonas del Sin y San Jorge.

    Los liberales acusaban a los conservadores en el poder de descono-cerles sus derechos ciudadanos, ordenar abusos a la polica y engeneral aprobar tropelas y agresiones contra los miembros de sucolectividad.

    Ante los atropellos los liberales respondieron de distintas maneras.Explicable por la diversidad de matices ideolgicos que siempre losha caracterizado, el grado de compromiso con el partido, la grave-dad de la agresin y la lejana o aislamiento del lugar donde se en-contraban.

    Algunos dirigentes y miembros del directorio liberal de Montera,por ejemplo, fueron encarcelados o buscaron refugio en otras ciuda-des por un tiempo prudencial. Tales fueron los casos de AntonioNavarro, Eugenio Giraldo, Hctor Lorduy y Jess Rodrguez Corra-les. Otros sobrellevaron la situacin por vnculos de amistad, pa-rentesco o negocios con la dirigencia conservadora local.

    En sitios del alto Sin y San Jorge, as como en Canalete y en lmitescon Antioquia por la serrana de Abibe, los lderes conformaron gru-pos guerrilleros. Estos lugares tenan algo en comn: el alto SanJorge con tradicin de rebelda desde la poca de la colonia; el altoSin con historias de luchas por la tierra y una abundante poblacinde colonos y pequeos productores inconformes y Canalete con an-tecedentes de luchas por la tierra y una masa campesina decidida acontinuarlas.

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    En el San Jorge oper Julio Guerra hasta 1959 cuando lleg a acuer-dos con el gobierno nacional. En Tierralta, Mariano Sandn y enValencia, Evaristo Calonge: ambos amnistiados por el gobierno delgeneral Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). En Canalete y parte delUrab antioqueo, Oscar Domnguez, Tiburcio Len, Cartagena,Rudas, Fuentes y Pozzo, entre otros. Unos cayeron en combate mien-tras otros fueron apresados o abandonaron la insubordinacin.Los directorios polticos de Cartagena y Montera vieron con reser-vas la organizacin y acciones de estos grupos y aunque la mayorade sus miembros no estuvo de acuerdo con ellos, evitaron las censu-ras y rechazos pblicos.Eran conscientes de la defensa que hacan de los intereses e ideolo-ga liberal pero para evitar contradicciones irreconciliables con lacpula conservadora, el poco apoyo que les prestaron fue a ttulopersonal y de manera subrepticia. Al parecer el propsito era man-tener el control poltico de los directorios y preservar sus jerarquas.Las bases, mandos medios, dirigentes y lderes guerrilleros, en es-pecial de los pueblos y el rea rural, individual o en grupos, debie-ron sortear la situacin con sus propios esfuerzos y criterios, sin con-tar con el apoyo y orientacin de los jefes.En los pueblos hubo dirigentes destacados que fueron apresados oacusados por hacer parte de las guerrillas. En Valencia es conocidoel caso de Quique Silgado y en Canalete el de Diego VellojnMedrano.Derrocada la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla e instauradoel Frente Nacional o la paridad entre los partidos (1958-1974), losgrupos polticos de Crdoba acordaron alianzas o coaliciones con elobjeto de obtener mejores resultados en las elecciones para las cor-poraciones pblicas.

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    Los conservadores laureanistas (de Laureano Gmez) se agrupa-ron en torno a Manuel Antonio Buelvas y Ramn Martnez Vallejoy los ospinistas (de Ospina Prez) con Remberto Burgos Puche,Amaury Garca y Enn Burgos.

    Mientras los liberales navarristas (de Antonio Navarro) lo hicieroncon Antonio Navarro, Libardo y Edmundo Lpez, Alfonso De LaEspriella y los aministas (de Jos Gabriel Amin) con Jos GabrielAmin, Germn Bula Hoyos, Marcos Daz Castillo, Jess RodrguezCorrales.

    En un principio fueron coaliciones entre fracciones de un mismogrupo. En el transcurso del Frente Nacional las coaliciones se hicie-ron entre fracciones de los dos grupos por conveniencia electoral y,por ende, mayores posibilidades de acceder al poder. Una de lasms estables fue la de Remberto Burgos (conservador)- Germn Bula(liberal) y Miguel Escobar (conservador)- Libardo Lpez (liberal).

    Posteriormente del bulismo (Bula) se desprendieron Francisco Jattinde Lorica, Salomn Nder y Jorge Elas Nder de Sahagn; lo quequed del burguismo (Burgos) y escobarismo (Escobar) lo ha reco-gido Julio Manzur de Ceret, aunque un sector se mantiene fiel alburguismo; el lopismo (Lpez) sigue en manos de la familia bajo ladireccin de Juan Manuel de Montera y el grupo de Miguel De laEspriella de Ceret que no tiene aliados fijos o permanentes.

    Francisco Jattin y el senador Jorge Elas Nder conformaron des-pus su propio movimiento, Insurgencia Liberal. Este recin creadomovimiento logr lo que pareca imposible: en un mismo perodolegislativo coloc a sus dos jefes en las presidencias de la Cmara yel Senado del Congreso de la Repblica.

    Poco tiempo despus el Consejo de Estado le declar la prdida deinvestidura a Francisco Jattin por conflicto de intereses en relacin

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    con la aprobacin de un proyecto de ley sobre la despenalizacindel enriquecimiento ilcito y la Corte Suprema de Justicia conden aJorge Elas Nder por enriquecimiento ilcito, inhabilitndolo pol-ticamente a aspirar a cargos pblicos. Por el mismo cargo fue con-denado Jaime Lara del grupo Mayoras Liberales que segua las orien-taciones del senador Juan Manuel Lpez.

    El caso del grupo Mayoras Liberales llama la atencin. Es uno delos de mayor votacin en el pas y el de ms tradicin en Crdoba.El bisabuelo del senador fue general de la repblica y prefecto de laprovincia del bajo Sin. Import la primera imprenta para difundirlas ideas liberales. Su abuelo qued invidente a los 30 aos de edadpero siempre mantuvo una estrecha relacin con polticos, comer-ciantes, ganaderos e intelectuales de Cartagena, donde decidi vi-vir. Su padre, Libardo, fue el creador del movimiento, ocup cargosoficiales importantes que le facilitaron conformar un grupo fuerte yestable. Sus tos y hermanos han sido ministros, embajadores, go-bernadores y alcaldes. En fin, han vivido hace varias generacionespara el partido liberal y la administracin pblica que la hanusufructuado con generosidad.

    El gobierno de Julio Cesar Turbay (1978-1982) enfrent a los gruposarmados y bajo el amparo del Estatuto de Seguridad, reprimi laprotesta popular y crecieron las violaciones a los derechos huma-nos. Pero adems empezaron a funcionar formalmente las llama-das comisiones, porcentajes en dinero como forma de pago por ac-ceder a puestos y contratos. Mediante ellas los funcionarios obtie-nen ganancias extras y favorecen a amigos, familiares y toda clasede personas cercanas a sus grupos polticos. En Crdoba, todos losgrupos, unos ms que otros, han hecho uso de ellas.

    Este nuevo elemento le entreg ms recursos a los grupos polticosy a las campaas electorales, dinamiz las coaliciones, estimul el

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    clientelismo y posteriormente contribuy a crear las famiempresaselectorales.

    Expansin terrateniente

    Al tiempo que el dirigente liberal del San Jorge Julio Guerra prepa-raba a sus hombres y le daba forma a su organizacin armada, ungrupo de activistas del Partido Comunista llegados del interior delpas adelantaba proselitismo poltico en la zona. De esta manera enel rea actuaron la guerrilla liberal de Julio Guerra y el Sindicato detrabajadores agrcolas del San Jorge orientado por los comunistas.

    Aunque existieron diferencias ideolgicas, por lo regular termina-ban uniendo esfuerzos para enfrentar los enemigos comunes: la po-lica conservadora y los hacendados inescrupulosos que explotabanel trabajo campesino o los despojaban de sus tierras.

    Desmovilizadas las fuerzas de Julio Guerra, desapareci el controlde entrada al rea. De inmediato se desat un deseo desaforado portierra que gener un nuevo conflicto. Hacendados, comerciantes yaventureros del San Jorge, Antioquia, San Marcos (hoy Sucre) y has-ta un finlands, adquirieron o engrandecieron predios con base enamenazas, engaos, intimidaciones y maniobras fraudulentas.

    Los miembros del Sindicato trataron por todos los medios de defen-der sus propiedades y recuperar las perdidas. Las colonias opueblitos organizados que haban establecido, cerca de 20, con po-blaciones entre 40 y 2000 habitantes, algunas de las cuales alcanza-ron a ser corregimientos, fueron desapareciendo bajo el fuego debandas de sicarios tradas del interior del pas, la ineficiencia de lajusticia local y departamental, la indiferencia de las administracio-nes gubernamentales y la complicidad de los grupos polticos.

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    La zona fue estigmatizada como guarida de asesinos, maleantes ycuatreros, donde todo se justific por ser tierra de nadie. Al finaldel perodo grandes extensiones de tierra quedaron en pocas ma-nos: conocidos e influyentes hacendados, comerciantes y polticosde ambos partidos. Aqu tal vez est la razn el por qu del silenciode los grupos polticos.

    Surgimiento y frustracin de la guerrilla de izquierda

    En 1964, producto de serias divergencias, un grupo de dirigentesabandonaron el Partido Comunista de Colombia y crearon el Parti-do Comunista Marxista Leninista (PCML) de orientacin maosta.Dos aos ms tarde, en un pleno de su comit central trazaron lalnea militar y seleccionaron los sitios posibles donde podran orga-nizarse y operar los primeros ncleos armados. Algunos de estoslugares fueron el Alto Sin y San Jorge, Urab, Bajo Cauca y sur deBolvar para mencionar los ms cercanos. En diciembre de 1967 elPCML anunci en una proclama el nacimiento de su brazo armado,el Ejrcito Popular de Liberacin (EPL), en la zona montaosa delAlto Sin y San Jorge. La base principal de su actividad poltica ymilitar fueron los Llanos del Tigre y Manso por la fcil comunica-cin entre el Sin y San Jorge y la experiencia ganada por los campe-sinos en la guerrilla liberal.

    Los primeros aos fueron traumticos. Perdieron idelogos, funda-dores y responsables militares. Sufrieron purgas, deserciones y elejrcito los acos con insistencia. (Uparela, 1995). A pesar de ellolograron sobreponerse y alcanzaron gran influencia en la organiza-cin y luchas campesinas, estudiantiles, sindicales, magisteriales,artsticas y culturales durante la primera mitad de la dcada de lossetenta. Como ejemplos aparecen la participacin, junto con otrasfuerzas de izquierda y movimientos sociales y comunitarios, en la

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    lucha por la tierra que adelant la Asociacin Nacional de UsuariosCampesinos de Colombia (ANUC) entre 1970 y 1974; la creacin dela Federacin de Estudiantes de Crdoba; el paro cvico de 1974que paraliz varios municipios por reivindicaciones relacionadascon educacin, servicios pblicos, derecho a la tierra, costo de viday mejores salarios, entre otras y el fortalecimiento de sindicatos dela educacin, vas nacionales, servicios pblicos, salud y comuni-caciones, especialmente.

    Por primera vez en la historia del departamento un grupo de orga-nizaciones de izquierda, bajo el liderazgo del PCML y el apoyo deamplios sectores de la poblacin, fueron protagonistas de reivindi-caciones sociales que cuestionaron las polticas y programas de losgobiernos nacional y departamental.

    Durante estos aos los directorios polticos no tomaron posicinoficial sobre los hechos sucedidos. Hubo pronunciamientos aisla-dos de algunos dirigentes y funcionarios solicitando la interven-cin del gobierno central para restablecer el orden perturbado ydarle solucin a algunas de las demandas exigidas.

    Solo la dirigencia local del Movimiento Revolucionario Liberal(MRL), disidencia del partido liberal que diriga Alfonso LpezMichelsen, se pronunci a favor de estas protestas y vio con buenosojos las acciones reivindicatorias que apoyaba la guerrilla.

    El grupo lo conformaban reconocidos profesionales y dirigentescomo Rafael Yances, Antonio Brunal Echenique, Hernando Santos,Eduardo Pastrana, Jorge Len y Garca y Edilberto Kergueln, en-tre otros. A travs del periodismo, la literatura y las ctedras quedictaban en el colegio Ateneo, fundado por ellos, dieron a conocersus opiniones y propuestas sociales. Aunque no lograron darle cuer-po a ninguna organizacin ni crear una corriente de opinin, losaportes que hicieron al periodismo y literatura son significativos.

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    Llama la atencin que en los grupos liberal y conservador no seprodujeron rupturas ni realinderamientos de ninguna clase. Sinduda alguna estos fueron los aos de la guerrilla de izquierda conideales revolucionarios que despertaron entusiasmo y ganaron sim-patas.

    Los aos siguientes fueron de divisiones, fusiones y desaparicio-nes de grupos en la izquierda colombiana. Del PCML, por ejem-plo, surgieron los grupos Proletario y Tendencia Marxista Leninis-ta. Estos a la vez, en corto tiempo, dieron origen o se sumaron aotros movimientos.

    Dos hechos le sealaran al PCML y su brazo armado sus nuevoscaminos a seguir. Nos referimos al Congreso del Partido en 1980donde tomaron la decisin de adelantar trabajo poltico y militar enlos centros urbanos y a la primera conferencia nacional del EPL en1981 donde insistieron en la necesidad de recaudar fondos por dis-tintos medios para poder crecer y mantener la guerra.

    Bajo esta orientacin las llamadas contribuciones voluntarias aganaderos, agricultores y empresarios en general aumentaron enprecio y nmero de contribuyentes. Ya no solo eran los ricos y pu-dientes, a los medianos tambin les toc meterse la mano al dril,segn la expresin popular. Las otras modalidades de recaudo eranla extorsin, robo, abigeo y secuestro. En caso de rechazo u oposi-cin eran vctimas de homicidios, ajusticiamiento, fusilamiento dereses o quema de fincas. Al narcotrfico le cobraban una especie deimpuesto o participacin por carga enviada al exterior.

    Este fue uno de los aspectos, no el nico, que contribuy a laradicalizacin de los ganaderos y la gnesis de las Autodefensas queterminaron confrontndolos y causando la desmovilizacin casi to-tal de esta fuerza beligerante.

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    De acuerdo con el documento La situacin de seguridad en la zonade influencia del bloque Crdoba de la Fundacin Seguridad y De-mocracia, 2006, citado por la Defensora del Pueblo seccional Cr-doba, en la primera mitad de los aos setenta las Farc conformaronel frente 5 en el Urab y ste a su turno, dio origen al 18 en la prime-ra mitad de los ochenta, el cual se asent en sus inicios en el sur deldepartamento. Aos despus se conformaron los frentes 35, 36 y 37en el nordeste antioqueo y el bajo Cauca. A finales de los ochentay principios de los noventa el frente 5 se expandi a la parte monta-osa del municipio de Tierralta, el frente 58 se ubic en jurisdic-cin del mismo municipio y parte del munic