Análisis crítico del discurso político, Xavier Laborda

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Xavier Laborda Gil Lingüística. Universidad de Barcelona ANALISIS CRITICO DEL DISCURSO POLITICO: LAGRIMAS DE COCODRILO Y OTROS CONTRATOS COMUNICATIVOS Xavier Laborda Índice 1. Lágrimas y otros efectos de la comunicación 2. Promesas de sinceridad 3. La política como conversación 4. Malas noticias del Sur 5. Lágrimas de cocodrilo 6. Teatro del mundo 7. Conclusión: Contratos comunicativos Fuentes Bibliografía 1. Lágrimas y otros efectos de la comunicación

Transcript of Análisis crítico del discurso político, Xavier Laborda

  Xavier Laborda Gil  Lingüística. Universidad

de Barcelona 

ANALISIS CRITICO DEL DISCURSO POLITICO:

 

LAGRIMAS DE COCODRILO Y OTROS CONTRATOS COMUNICATIVOS

 

Xavier Laborda

  

Índice

 1. Lágrimas y otros efectos de la comunicación 2. Promesas de sinceridad 3. La política como conversación 4. Malas noticias del Sur 5. Lágrimas de cocodrilo 6. Teatro del mundo 7. Conclusión: Contratos comunicativos Fuentes Bibliografía

    

1. Lágrimas y otros efectos de la comunicación  

Este libro contiene cinco estudios de análisis del discurso público, en sus vertientes política, periodística y científica. En sus páginas tratamos de cuestiones como la sinceridad en la comunicación política y la persuasión que ejerce el político cuando se presenta en clave personal. También nos ocupamos del tratamiento de noticias internacionales sobre el Magreb y África Central, como fuentes ambivalentes de información intercultural y de

estereotipos dominantes. Y consideramos en último lugar los rasgos discursivos de un trabajo científico en cartografía, como muestra histórica de la representación eurocéntrica del mundo. Son materiales de la comunicación social y de la comunicación del conocimiento que nos brindan la oportunidad de realizar un análisis crítico de sus discursos.

Habríamos de decir, en primer lugar, por qué analizamos discursos. Quitando formalidad al seco término del análisis, podemos añadir que analizar un discurso supone leerlo con atención, con la intención de distanciarse de sus palabras. El distanciamiento y la atención permiten seguir su razonamiento y considerar mejor cuál es la coherencia de sus sentidos, sus generalizaciones o sus inferencias. Analizar, es decir, leer comporta sopesar términos, comparar textos de una misma campaña informativa o publicística, relacionar formatos y reparar en las pautas de los géneros. También significa “descubrir mentiras, confusiones y generalizaciones exageradas, detectar malos usos de la lógica y del sentido común”, como sentencia el teórico de la comunicación Neil Postman (1985).

Los comentarios que proponemos surgen de una perspectiva interpretativa, la del análisis crítico del discurso (Dijk 1993; Fairclough, Wodak 1997). Y tienen por finalidad seguir el hilo de las argumentaciones que se divulgan en discursos institucionales y en medios de comunicación social, para reconocer las relaciones de poder, de desigualdad o de resistencia que se producen en tales discursos. Aplicamos para ello conceptos de la retórica y de la pragmática, dos disciplinas lingüísticas que estudian el uso del lenguaje y los principios que regulan la comunicación. De este modo, el análisis crítico del discurso es interdisciplinar, pues reúne aportaciones de diversas ciencias. Y también tiene un carácter aplicado, es decir, que considera no ya la comunicación en abstracto sino problemas sociales. Por ejemplo, considera cómo se presenta desde la política los roles públicos del político o cómo se defiende y legitima desde la prensa un proyecto ideológico. También puede tratar sobre cuestiones interculturales y de los valores de grupos étnicos o de género, en especial cuando se proyecta en los medios de comunicación una imagen alienante y discriminatoria de éstos como otros, una imagen estereotipada y empobrecedora.

Con estos ejemplos ya damos una noticia del contenido de los capítulos. Los capítulos 2 y 3 tratan de la política y de su presentación en los medios mediante la entrevista periodística. Son las declaraciones del diputado Baltasar Garzón a la prensa en las que trata sobre el rol del político como sujeto comunicativo. ¿Qué debe hacer el buen político cuando se dirige a los ciudadanos? ¿Es lícito hacer promesas? ¿Puede hacer afirmaciones rotundas? Al responder a estas preguntas, Garzón formula un código retórico del político, el código de su responsabilidad discursiva ante los ciudadanos, y que fundamenta en la obligación ética de la sinceridad. De ello tratamos en el capítulo 2, “Promesas de sinceridad”, en el que realizamos unas observaciones pragmáticas sobre la coherencia de la propuesta.

En el siguiente, “La política como conversación”, estudiamos una entrevista del mismo político en que desarrolla una intensa labor ideológica. Defiende en ella un modelo regeneracionista de la política, que ilustra con respuestas reveladoras sobre su persona y su rica experiencia como ex juez y como parlamentario recién llegado. De este interesante discurso de 1993 nos ha

interesado destacar tres planos, que enumeramos del más concreto al más abstracto. Por una parte, está la personalidad del locutor y el contenido de sus declaraciones, pues se da el caso de que reúne en su persona el conocimiento de las dos facetas públicas ya indicadas, la judicial y la política, de las cuales habla y compara provechosamente. Por otra parte, hallamos una muestra extraordinaria del género de la entrevista periodística, que pone al político Baltasar Garzón al habla con los lectores, y lo hace en un tono cercano, casi susurrante, que revela la identidad de toda una celebridad en clave personal. Finalmente, está la parte del análisis, pues la interpretación de la entrevista permite describir los nueve principios del análisis crítico del discurso. Decimos que son nueve los principios, aunque su número puede variar según la presentación. Lo importante para nosotros en este caso es utilizar un material discursivo interesante, por su contenido y por su representación del formato de la entrevista, para explicar el sentido de los principios que orientan la interpretación crítica. Estos principios vienen a sostener tres puntos:

 

primero— la realidad se construye discursivamente;

segundo— la intervención del discurso sobre lo real es mediata, es decir, indirecta y compleja, pues inciden mediaciones instrumentales e históricas;

tercero— la investigación discursiva tiene un compromiso crítico, que implica el dominio de técnicas de análisis interdisciplinares, el estudio de problemas sociales y la formación de una consciencia personal.

 

Los capítulos siguientes, 4 y 5, tratan de otro tipo de género discursivo, el de las noticias de prensa, y tienen en común el problema de la interculturalidad o, mejor dicho, el problema de su representación. En “Malas noticias del Sur” tratamos de las noticias aparecidas en diarios españoles sobre el Magreb durante un tercio de la década de los años noventa. Lo que se desprende de la lectura de estos textos es una imagen de conflicto y de desconocimiento, cuando no de rechazo, de los valores culturales de las comunidades del Magreb. En el capítulo 5, “Lágrimas de cocodrilo”, nos ocupamos de las noticias de un período mucho más corto, entre noviembre y diciembre de 1996, en que se produce la crisis de los Grandes Lagos africanos, en Ruanda y el antiguo Zaire, entre otros países, por el desplazamiento de un millón de refugiados. De la campaña periodística sobre el conflicto, nos interesa comentar el uso discursivo que se hace de las fotografías, en especial las de niños. De las observaciones pragmáticas sobre la iconografía extrapolamos algunos juicios sobre la campaña misma, en el sentido de que resulta confusa y engañosa. Resulta así que la tragedia de los refugiados incita a las lágrimas de cocodrilo y, a la vez, da una idea simplista del problema e implícitamente reafirma un estereotipo eurocéntrico y discriminador.

A continuación, el capítulo 6, “Teatro del mundo”, expone una visión de la ciencia como una retórica, como un gran instrumento social de conocimiento de lo real a partir de unas reglas de construcción de sus discursos y de las operaciones previas de exploración y comprobación. Tomamos como motivo de estudio un material de la ciencia del siglo XVII, en concreto, un mapamundi y la

portada de un atlas o “teatro del mundo”, dos obras realizadas por el cartógrafo holandés Willem Blaeu. Con esta aproximación historiográfica, reconocemos las filiaciones retóricas de una cartografía esplendorosa en su tiempo y, a pesar de las deficiencias detectadas con posterioridad, vigente todavía en diversos usos y ámbitos de la comunicación. La iconografía de esas láminas expresa una representación científica del mundo físico, y en su admirable gusto artístico se aprecia el indicio de una función suntuaria. En cada uno de estas funciones, la científica y la mundana, hallamos elementos de la ciencia como una construcción retórica, como una construcción discursiva de la realidad, como una tradición que descubre unas raíces históricas muy tenaces.

En las palabras de la “Conclusión: Contratos comunicativos” —capítulo 7— seguimos un plan distinto al del resto de los capítulos, pero complementario. Diseminamos las propuestas prácticas de análisis sobre discursos breves y que corresponden a diferentes géneros, con el propósito de insistir en la convicción de que el análisis es inacabable. Así lo pide la consciencia persuasiva del receptor, que no puede permanecer desatenta ni indiferente a la acción social que se ejerce en la comunicación.

Los ensayos que componen este volumen son la respuesta que he acertado a dar en la docencia de la retórica, la pragmática y la historia de la ideas lingüisticas, en las aulas de la Universidad de Barcelona. Analizan discursos que tienen un evidente valor comunicativo sobre campos diversos, sean éstos los de la política, la información de prensa y el conocimiento cientifico. Pero esos discursos tienen para mi algo más que un interés objetivo, pues he de reconocer que los he escogido impulsado por ciertos efectos de la comunicación: curiosidad, desasosiego, compunción y embeleso. La curiosidad irrefrenable por la celebridad me puso en las manos las entrevistas del diputado Garzón, que guardé en una carpeta con la vaga idea de analizarlas en otro momento. El desasosiego hasta el hastío y la laboriosa plática entre colegas fue la causa del acopio de noticias sobre el Magreb y su seca interpretación. Mis lágrimas de cocodrilo precedieron el trabajo sobre el conflicto de los Grandes Lagos, que quiso ser una respuesta airada pero meditada al descontento con los mensajeros y la compunción por el mensaje. Las láminas de cartografía me fascinaron, en la visita que giré a una exposición que reflejaba el esplendor científico de los Países Bajos en el siglo XVII, y creí que eran un motivo fascinante para pensar en la ciencia como casa de la retórica y como morada de la historiografía. Esos trabajos tomaron cuerpo como artículos en revistas universitarias, como detalladamente consta en la sección de Fuentes, y de algunos de los cuales hemos dado aquí una versión acorde con el propósito de la obra, que es presentar el teatro de la política, de la información y del conocimiento —tres vertientes de la comunicación pública—, bajo el punto de vista del análisis crítico del discurso.

Quiero expresar mi agradecimiento a los atentos y bondadosos lectores de aquellos artículos, pues con sus observaciones y su solicitud han fomentado estas páginas. En primer lugar, la gratitud a los editores de las revistas en que se publicaron los ensayos, Anna M. Mussons, Antonio M. Bañón, María Helena Fernández Prat y Carles Duarte. La valiosa aportación de Anna Fernández Planas, Josep Antoni Clua, Teresa Velázquez y Albert Bastardas permitió enderezar el manuscrito. En último término, pero sin dudar el más importante, deseo agradecer la cordial acogida dispensada a estos ensayos por Catherine

Geens, Jesús Tuson, Lourdes Lesteiro y también por los estudiantes e investigadores con que en este tiempo he compartido controversias y afanes.

     

2. Promesas de sinceridad

   

2.1. Un mito romántico en la política

La sinceridad es un valor que está vigente en nuestra imaginación social. El filósofo José María Valverde (1994) señala su raíz histórica y su sentido equívoco. Sobre su origen, tal como concebimos hoy la sinceridad, Valverde indica que es un mito del romanticismo que atribuye a la sinceridad un valor supremo. Y añade algo más sobre su concepto, que considera engañoso. “¿Hasta dónde tiene sentido preguntarse si los actos de alguien son sinceros, o nacen de una presión social, de un hábito o de un tejido de conveniencias?” Para Valverde, es improcedente que alguien afirme que es sincero, pues tales promesas de sinceridad son idemostrables. Como afirma, lo que sí procede es ser coherente. ¿Qué hemos de preferir entonces?, ¿la coherencia o la sinceridad? Para formanos un juicio, vamos a comparar esta postura con unas declaraciones de un político sobre la veracidad y la sinceridad en la política.

Este capítulo contiene un comentario pragmático de las manifestaciones públicas de un político sobre el tópico de la veracidad discursiva. En ellas, el emisor público que hemos escogido se pregunta qué es mentir y qué es ser honesto. En las correspondientes respuestas se extiende sobre cómo se ha de comportar un político ante su audiencia y cómo puede acogerse a algunas reservas mentales sin que por ello se le trate de mendaz. El asunto es apasionante, ya que en los argumentos esgrimidos se invoca la sinceridad, la franqueza y la coherencia, tres conceptos sobre el comportamiento verbal muy diferentes, que requieren una explicación apropiada. Nos brinda la explicación el diputado Baltasar Garzón.1[1]

Hemos entresacado tales manifestaciones de dos entrevistas que mantuvo Baltasar Garzón, a la sazón diputado por el PSOE, con periodistas de El País en julio de 1993 y marzo de 1994, antes de volver a la función judicial en la Audiencia Nacional2[2]. Son los enunciados de varios turnos de palabra que se

1[1] Baltasar Garzón, en la actualidad reincorporado a la función judicial de la sala penal de la Audiencia Nacional de Madrid, entró en política como número dos de la lista de Madrid del PSOE, en las elecciones parlamentarias del 6 de junio de 1993. En la lista electoral le precedía Felipe González y le seguía Javier Solana, quien pasó después a desempeñar el cargo de secretario general de la OTAN.Una vez escogido diputado del Parlamento, Baltasar Garzón concedió la primera entrevista a El País Semanal (25-07-93). Al poco, fue nombrado delegado del Plan Nacional sobre Drogas. Después de hacer públicos diversos desacuerdos con la política de su Gobierno, en mayo de 1994 vuelve a la carrera judicial, a la que se reintegra inmediatamente.2[2] La referencia de las publicaciones utilizadas es como sigue. Soledad Alameda: “Garzón, el último boy scout”, El País Semanal, 25 de julio de 1993, pp. 10-19. José Yoldi, Mariló R. de Elvira: “Baltasar Garzón, delegado del

refieren a la verdad, el engaño o la promesa, y que le llevan a concluir con esta proscripción de la mentira en política: “Lo único que la gente no perdona [al político] es la mentira; perdona los errores si se le explican. (...) Nunca hay que mentir, aunque cueste; y si eso es ser un ingenuo en política, voy a seguir siéndolo.”

En el capítulo glosamos la totalidad de los enunciados metadiscursivos de las dos entrevistas, es decir, las afirmaciones referidas al propio lenguaje y a los usos que hacen de él los hablantes. También observamos por qué las apreciaciones de Garzón son asimilables a la máxima de calidad discursiva, aquella que indica que hay que ser veraz. Finalmente, registramos la distinción que estable Garzón entre aseveraciones y promesas, para concluir nuestra aportación con un análisis sobre la coherencia de las ideas que el político expone sobre la comunicación veraz de los agentes públicos. En este sentido, examinamos las definiciones de rol público que se pronuncian y se coteja con lo que paradójicamente resulta un incumplimiento por parte del hablante de su porpio código dialógico.

En conjunto, el objetivo del escrutinio es presentar las aseveraciones de una celebridad, la figura política y judicial de Baltasar Garzón, para considerar la complejidad que caracteriza la cuestión de la veracidad. La conclusión es que Garzón incurre durante la entrevista en siete infracciones, que han de entenderse no ya como indicio de hipocresía o mendacidad, sino como la quiebra de un pensamiento superficial, confuso y reductivo. La indagación lleva a formular las siguientes hipótesis. Por una parte, que el hecho de incurrir en tales infracciones no está necesariamente reñido con la eficacia comunicativa, probablement porque lo que cuenta es la persuasión en el lector de la honda conciencia ética que mueve al orador. Y por la otra, que una causa de esta contradictoria reunión de desacierto conceptual y fortuna comunicativa puede surgir precisamente de la evocación de clichés orales y privados, esto es, de tópicos acríticos e informales que resultan inconsistentes en un debate y descuidados para un contexto público.

Procedemos de la siguiente manera. Pasamos a conocer y a glosar las mencionadas manifestaciones metadiscursivas, asimilables a la máxima de veracidad discursiva. Y a continuación, examinamos las definiciones de rol público que se pronuncian —cómo ha de comportarse el político— y, lo más importante de todo, el cumplimiento que el propio emisor observa de su código en otros pasajes de las entrevistas. Transcribimos estos dos fragmentos. El de la primera entrevista dice:

 

(P36)— Se le veía cortado [en su primer mitin], como si pensara tanto las palabras que no le salían.

(R36)— Es la consecuencia de ser juez, estás acostumbrado a decir las palabras justas y exactas para no pillarte los dedos. Hacer afirmaciones políticas me daba un miedo terrible. Prometer es duro; si prometo algo,

Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas: Sigo estando más a la izquierda que el PSOE”, El País, 12 de marzo de 1994, pp. 18-9. La notable extensión de la entrevistas —55 y 38 preguntas, respectivamente— obliga a reproducir tan sólo los fragmentos alusivos a la cuestión. Las preguntas (P) y respuestas (R) de la primera entrevista van acompañadas del número correlativo (la numeración es nuestra). Para distinguir las preguntas y respuestas de la segunda entrevista, hemos añadido la referencia b, con lo que se indica que pertenecen al corpus b. Por ejemplo, (P36) indica que se trata de la pregunta 36 de la primera entrevista; i (R9b), la respuesta 9 de la segunda entrevista.

quiero cumplirlo; y desde luego voy a tratar que se cumpla. Cuando veo a tantas personas que cifran su ilusión en el cumplimiento de las propuestas electorales siento que hay que dar la piel, si hace falta, para cumplir lo que has prometido. Y siento la vergüenza que pasaría si me señalaran con el dedo diciendo: me has engañado.

(P37)— ¿Piensa que la gente se cree a pies juntillas todo lo que escucha en campaña electoral?

(R37)— Si no es así, habrá que cambiarlo. Yo he procurado decir aquello a lo que podía comprometerme, ni un àpice más. He intentado transmitir confianza; decir que la voluntad de cambio era cierta, que la regeneración de la vida pública es posible.

 

Y el de la segunda entrevista añade lo siguiente

 

(P7b)— Se le ve ahora más suelto hablando en público.

(R7b)— Las circunstancias te obligan a ello. No es tanto que me vea más suelto sino que quizá tengo más confianza política en la expresión y antes me expresaba más con la racionalidad del juez.

(P8b)— ¿En la política se aprende a mentir con más facilidad?

(R8b)— No. Creo que no se debe mentir y menos aún en la política. Bajo ningún concepto. Todo lo más puedes no decir la verdad.

(P9b)— Que es una forma de mentir.

(R9b)— Sí, es una forma de mentir. Yo soy de la opinión de que si no quieres contestar a algo es mejor decir que no quieres contestar que dar la impresión de que no lo sabes o enganar al interlocutor.

 

El motivo de nuestra elección es presentar las aseveraciones de una celebridad para considerar la complejidad que caracteriza la cuestión, aparentemente simple si nos atenemos a la prescrición de no mentir nunca. Sin embargo, como tendremos ocasión de señalar, Garzón incurre durante la entrevista en siete infracciones, lo cual no ha de interpretarse como indicio de hipocresía o mendacidad, sino como la quiebra de un pensamiento superficial. Precisamente, nos llamó la atención el presente material lingüístico por lo que de confuso y reductivo tiene, aunque también puede ser un mérito de persuasión política. Según nuestra hipótesis, la paradójica reunión de desacierto conceptual y logro comunicativo surge de la evocación de clichés orales y privados, esto es, de tópicos acríticos e informales que resultan inconsistentes en un debate y descuidados para un contexto público.

2.2. Notas sobre pragmática del discurso político

Puestos a comparar los dos fragmentos, las coincidencias son notables. Éstos arrancan con (i) la referencia a la actuación en público del político, pasan por (ii) la definición de los roles discursivos de juez y político, y acaban con (iii) la cuestión de fondo sobre la verdad y la mentira. La curiosa identidad del

esquema no sorprende cuando se coteja los dos discursos en su totalidad3[3], actividad que arroja un saldo de similitudes. Anotamos los contenidos de las tres secciones indicadas.

 

(i) Actuación en público del político

La calificación que merecen sus intervenciones mejora en la segunda ocasión: “se le ve más suelto” que antes, en que “se le veía cortado”. Los términos coloquiales “suelto” y “cortado” resultan chocantes en una entrevista con un cargo de la Administración, a no ser que se entienda que el marco conversacional acordado es revelatorio o franco, lo cual implica dos factores dialógicos: la ficción de la paridad entre los interlocutores y el trato familiar con la celebridad. A la vista está la incompatilibidad de los factores, puesto que la presencia de la celebridad determina una diferencia de roles y la disparidad o relación asimétrica entre los hablantes. No obstante ello, sucede que el político se aviene al mencionado fingimiento, pues es una convención que incrementa su capital persusivo ante el público4[4].

Importa también anotar que los adjetivos “suelto” y “cortado” están en relación con un patrón de elocuencia específico, el del discurso epidíctico o espectacular, como es el caso del mitin de campaña electoral o un acontecimiento político y partidista. Como describió la retórica clásica, el discurso epidíctico busca la adhesión del auditorio, para lo cual se vale de recursos verbales canónicos o de repertorio. Así, en un mitin se considera elocuente hablar con fluidez, vehemencia, claridad y progresión. Por todo ello se entiende que, según los entrevistadores, el ex juez no ha tenido unas actuaciones adecuadas a la situación, aunque este extremo personal sea banal para nuestro comentario.

 

(ii) Roles de los agentes públicos

La explicación que ofrece Garzón de su laconismo involucra un segundo género discursivo —forense—, al tiempo que apela a una circunstancia personal. El género forense y, en concreto, el de la autoridad que da un veredicto, es secundario e impersonal, es decir, opuesto al anterior. Decimos que es secundario porque el magistrado dictamina después de que hablen las partes, de modo que durante la mayor parte del tiempo es oyente y durante la menor, representante. Y se predica la impersonalidad porque se juzga sobre cosa ajena, con la obligada exhibición de maneras ponderadas y circunspectas. Así, el patetismo del juez o su identificación y solidaridad con los presentes invalidaría un proceso, por la misma razón que la parsimonia y la fría argumentación puede arruinar un acto electoral por parecer inseguridad e

3[3] Realizamos una interpretación extensa de la entrevista de Soledad Alameda (25.07.93) en el siguiente capítulo, bajo el punto de vista de la crítica de la representación ideológica y de sus mecanismos públicos de control.4[4] La idea de fingimiento, aplicada a la construcción de los géneros discursivos y la prosa elaborada, procede de Roland Barthes (1970): “La retórica antigua” (A.1.3), en Barthes, La aventura semiológica, Barcelona, Paidós, 1990, p. 90. La expresión de “relación mediata entre texto y sociedad” aparece en Norman Fairclough y Ruth Wodak (1997): “Critical Discourse Analysis”, en T. V. Dijk, ed., Discourse studies. Discourse as a social interaction, Londres, Sage, Vol II, p. 258-284. Un ejemplo de relación mediata es el de la entrevista a la celebridad en clave confesional o existencial, como indican Fairclough y Wodak (p. 278). El tono confesional o existencial es aquel que sugiere una conversación franca y confidencial, entre los interlocutores, y contrasta con la entrevista oficial, de carácter protocolario y con una mayor distancia simbólica entre los hablantes.

indiferencia, de lo que se extrae que la elocuencia de un género se trueca en estolidez en el otro, si se aplica ciegamente.

Por otra parte, la circunstancia de su actuación es un homenaje a dichos géneros, con la particularidad de que su torpeza podría ser una querencia, una preferencia. Como reconoce, “antes me expresaba más con la racionalidad del juez” (R7b), defecto que ha superado al conseguir “más confianza política en la expresión” (aunque debería decir “más confianza en la expresión política”). La justificación que ofrece Garzón no se ciñe a su caso sino que se vuelve sobre los mismos géneros, para enjuiciarlos severamente. Sin denostar abiertamente lo epidíctico, elogia las maneras judiciales. La racionalidad de éstas contrasta implícitamente con la emotividad de lo político, y la precisión del veredicto (“las palabras justas y exactas”, R36) con el capcioso instrumento epidíctico de la promesa (“prometer es duro; si prometo algo, quiero cumplirlo”, R36). O sea, el control de la razón frente al desorden del sentimiento, la fiabilidad de los enunciados constativos frente a la precariedad de los enuncidados compromisivos, todo lo cual reanima un esquema tópico que está reñido con la perspicacia.

Releyendo las entrevistas se comprueba que Garzón hace extensivo su reparto de elogios y reproches a los respectivos agentes. Sin embargo, es evidente que los recursos del discurso judicial son inapropiados para lograr los fines de adhesión e identificación política, como el de “transmitir confianza e ilusión” por un movimiento de “regeneración de la vida política” (R37).

 

(iii) Máxima de cualidad o veracidad en política

El primer elemento de la cuestión es la mención que Garzón hace del engaño (“me has engañado”, R36), como efecto o perlocución de una estrategia de la mentira, la promesa electoral incumplida. A continuación, la periodista ensancha el asunto con la referencia al escepticismo del público:

 

(P37)— ¿Piensa que la gente se cree a pies juntillas todo lo que escucha en campaña electoral?

(R37)— Si no es así, habrá que cambiarlo. Yo he procurado decir aquello a lo que podía comprometerme...

 

La argumentación del diálogo presupone la creencia de que los políticos mienten a menudo, lo cual queda bien claro en la segunda entrevista (P8b). Sin embargo, el lector ha de objetar algo a la resolución de Garzón de acabar con la incredulidad del votante, y es que de la erradicación de la promesa mendaz —como parece que propone— no se sigue necesariamente que los políticos recuperen la credibilidad, por la simple razón de que una cosa es argumentar o prometer con honradez y otra es convencer o persuadir, puesto que la intención no asegura el efecto.

Y una objeción más. Es razonable que Garzón sugiera restringir las promesas a aquello que es factible y cuyo cumplimiento está en el ánimo del político. Pero esta noción de sentido común no sólo hace caso omiso de la naturaleza

compromisiva de toda campaña electoral, sino también de la inseparable posibilidad de prevaricación, esto es, la capacidad de mentir o decir cosas sin sentido. Vayamos por partes. Nuestra crítica general consiste en señalar la superficialidad del razonamiento del entrevistado: asevera algo tan evidente como gratuito. Más concretamente, si la prevaricación es un rasgo del lenguaje, ¿acaso justifica ello que el hablante reitere sus recelos sobre la veracidad en todo acto comunicativo? Hemos de entender que la sospecha de Garzón recae en la promesa y en las afirmaciones políticas (“hacer afirmaciones políticas me daba un miedo terrible”, R36). Ahora bien, los lances de los comicios —de los discursos en campo abierto, como calificaba Manuel Azaña, presidente de la II República— se valen fundamentalmente de esos recursos: la promesa y la aseveración sobre la realidad. En concreto, se promete cuando se propone realizar futuras acciones de gobierno que serán de interés o en beneficio del público. Y, también, se formula aseveraciones políticas cuando se esgrimen unas razones legitimadoras y se promueve el sentimiento o la conciencia de unas identidades colectivas.

Pero dejemos estas acotaciones críticas y pasemos a enunciar los elementos de la máxima de verdad que extraemos de las respuestas del diputado Garzón arriba reproducidas. Su propuesta se resume en no mentir, un mandamaiento que admite ciertos matices, como el de la reserva mental (cláusula 1) y de la prudencia ante los compromisos (cláusula 2). Lo que el político propone es esto:

 

máxima: No mientas.

cláusula 1) Si no quieres decir toda la verdad, di que no quieres contestar.

cláusula 2) Si prometes o haces afirmaciones políticas, di aquello a lo que puedas comprometerte, ni un ápice más.

 

El articulado de la máxima introduce una cláusula (1) contra la ambigüedad y una especificación profesional (2) relativa a los actos de habla más frecuentes. Esta última se corresponde con las submáximas de Grice que prescriben no decir lo que se crea falso ni aquello de lo que no se tenga certeza. También cabe destacar que Garzón adopta la enunciación negativa para la máxima (no mientas), a diferencia de la tradición pragmática sobre la cooperación y la cortesía, que presenta máximas positivas (sé veraz). La omisión de otras máximas sobre orden, cantidad y relación comporta dos consecuencias. Primera: la cualidad o verdad es el único contenido del principio de cooperación dialógica. Y segunda, que con un principio tan estrecho las contradicciones son flagrantes e inevitables, como pasamos a indicar en el siguiente epígrafe de infracciones.

2.3. Ambigüedad y reticencia

La cláusula contra la ambigüedad (1) dispone que, si no quieres decir toda la verdad, di que no quieres contestar, porque incluso callar da pie a equívocos, pues “es una forma de mentir” (R9b). Así lo corrobora el entrevistado, con una severidad que se ha de tornar contra él, si confrontamos su código con estos cinco enunciados infractores.

 

Enunciado infractor 1

A la pregunta sobre su futuro destino en el Gobierno responde que carece de información. De ser cierto lo que dice, se habrá sentido incómodo cuando, cinco días después de publicarse la entrevista, es nombrado delegado del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas. La situación parece inverosímil si se tiene en cuenta que el organismo del Plan Nacional sobre Drogas se crea según el proyecto de Garzón:

 

(P1)— ¿Se le destinará finalmente a ese organismo para la lucha contra la criminalidad organizada del que se ha hablado?

(R1)— No tengo más indicios de que se creará dicho organismo que el hecho de que aparezca en el programa del PSOE. Trabajo en la idea de lo que puede ser su plasmación legislativa. Pero no sé si pedirán mi colaboración.

 

Enunciado infractor 2

Interrogado sobre su posición respecto de la corrupción política, un asunto principal en su campaña de regeneración política, se muestra reacio a aclarar el sentido de sus palabrar y el rol desde el que habla:

 

(P54)— (...) Dígame, ¿qué se hace con Filesa [un caso de financiación ilegal del PSOE]?

(R54)— Cada político sabe qué responsabilidad le corresponde en este tema; hay una investigación judicial, y cuando se establezcan las conclusiones, se podrá hacer valoraciones.

(P55)— ¿Está contestando sólo el juez?

(R55)— Estoy diciendo que cada político tendrá que asumir la parte de responsabilidades que le competa en una situación como ésta. Y de ahí saca las conclusiones que quieras.

 

Enunciado infractor 3

Los parlamentarios suelen votar lo que indica su partido, bajo una estricta disciplina de sanciones y expulsión en el caso de no plegarse a esta práctica. La periodista tantea con escasa fortuna el grado de independencia del diputado:

 

(P34)— En el grupo parlamentario pueden pedir su voto para cosas que no le gusten, ¿qué hará?

(R34)— Habrá que esperar que eso se produzca. He dicho que mantendré mi independencia; pero será la mía, no la que quieran indicarme desde

fuera. Puede pasar que, siendo coherente conmigo mismo, algunos sectores digan que estoy quebrantando mi independencia.

 

Enunciado infractor 4

Corrupción política y coherencia ideológica, una combinación de los asuntos de los puntos 2 y 3 que merece por respuesta una adivinanza algo adusta:

 

(P34b)— ¿Qué opinión le merece el eventual indulto de los policías Amedo y Domínguez condenados por su pertenencia a los GAL?

(R34b)— Es un tema que aún no se ha planteado. (...) Pero, personalmente, creo que no se debe otorgar. En cualquier caso, si se produce esta circunstancia, tendré que ser coherente con mis principios y mis planteamientos.

(P35b)— ¿Quiere decir que dimitirá?

(R29b)— Que seré coherente.

 

Enunciado infractor 5

La entrega gratuita de droga o la forma de escamotear lo que momentos antes ofecía:

 

(P14b)— ¿En qué está pensando?

(R14b)— Me estoy refiriendo al debate (...) sobre la entrega controlada y gratuita de sustancias estupefacientes cuando fracasen los métodos de recuperación tradicionales, de los programas libres de drogas.

(P15b)— ¿Es partidario de ellos?

(R15b)— No, no estoy diciendo esto, sino que es necesario abordar ese problema para ver si es necesario adoptar medidas de este tipo.

 

En estos cinco pasajes hallamos causa para dudar de la veracidad del entrevistado, a la luz de su código. No acepta los términos de las preguntas ni tampoco manifiesta su deseo de no contestar. Sea por azar o por arte de la periodista, los casos 1 y 2 corresponden a la primera y última priegunta de la entrevista de julio de 1993, por lo que el lector bien puede apercibirse de una simetría: la renuencia que muestra el político al inicio y al cierre de la conversación. La ambigüedad del ejemplo 2, que se vale de un juicio obvio y a la vez enigmático, nos brinda el dilema de si expresa la elocuencia de un orador incisivo o el marasmo del interlocutor desorientado.

La tautología “mantendré mi independencia, pero será la mía” —ejemplo 3— oscurece el concepto de independencia y siembra la zozobra en el lector cuando advierte que, haga lo que haga, siempre habrá quien dude de su integridad. En los fragmentos 4 y 5, extraídos de la entrevista de marzo de 1994, los periodistas dejan rastros de su sensación de estar hablando con un

político elusivo, esquivo; nos referimos a sus peticiones de aclaración: ¿Quiere decir que dimitirá? / ¿En qué está pensando? / ¿Es partidario de ellos? No obstante su insistencia, sería aventurado decir que le sonsacan alguna respuesta cierta.

2.4. Afirmaciones y promesas

También suscita algunas observaciones la segunda cláusula de la máxima, que reza así: si prometes o haces afirmaciones políticas, di aquello a lo que puedas comprometerte, ni un ápice más. En realidad, las infracciones de los casos precedentes se desvanecen cuando suprimimos la exigencia de la primera cláusula y las recalificamos como negociaciones de asertos políticos. Serían, por lo tanto, manifestaciones de prudencia política que proponen respuestas abiertas —quizá titubeantes, si no timoratas— en asuntos de iniciativas legislativas, depuración política y asistencia a drogadictos. El riesgo de la precaución es que se la confunda con la astucia de politico artero. Pero cuesta comprender, por señalar un ejemplo, cómo se arriesga a mencionar los “programas libres de droga” si no puede precisar otra cosa que una tibia hipótesis. La reconvención es oportuna si consideramos que el Delegado gubernamental del Plan Nacional sobre Drogas bien podría tener un juicio formado sobre una opción que no es una novedad.

Escogemos una muestra de cada tipo de acto de habla, una aseveración y una promesa, para considerar si respetan la submáxima antedicha.

 

Enunciado infractor 6

Definición del concepto política:

 

(P38)— Usted ya sabe que la política es el arte de lo posible, que (sic) a veces es difícil cumplir todo lo que se dice.

(R38)— Debemos aspirar a lo imposible. No siempre se obtienen todos los objetivos, pero lo que no se puede es actuar dando por hecho desde el principio que no se va a conseguir, y que por tanto no vas a luchar. Hay que hacer lo contrario, y si no se llega a la meta, que no sea por falta de voluntad.

 

En el primer epígrafe reproducimos las respuestas que preceden a ésta, de cuya consulta se puede extraer un curioso encadenamiento de intervenciones. El político acaba de exponer la submáxima 2 (R36) y de proclamar que él la respeta escrupulosamente (R37), en el sentido de que no afirma o promete en vano, como, por ejemplo, “que la regeneración de la vida política es posible”. A continuación (P38), la periodista aprovecha el término “posible” para hacer una réplica admirable, a pesar de la desmañada sintaxis de subordinación. El calado de dicha réplica varía según consideremos que incluye todas o alguna de los siguientes juicios:

 

(a) Usted no siempre podrá cumplir lo que promete.

(b) Que algo sea posible, como la regeneración política, no implica que sea factible; y, si es legítimo aseverar que algo es posible o conveniente, también es excusable no lograr todo lo propuesto.

(c) Por consiguiente, la submáxima segunda es inapropiada.

 

Deducimos, pues, que la crítica puede referirse a (a) la acción personal del interlocutor , (b) las contingencias y límites de las acción colectiva o (c) el enunciado metalingüístico o submáxima. De todos los puntos, el último tiene un interés mayor, porque es resumen del conjunto y expresión de un grado superior de abstracción. En efecto, si pretende desestimar o al menos revisar la submáxima, la alusión contendrá una concesión y una impugnación. Sea la concesión: es justo instar al cumplimiento de las obligaciones discursivas, para no incurrir en la prevaricación y el infortunio. Y sea la impugnación: si bien las afirmaciones y promesas pueden incurrir en tales infracciones, su discernimiento en el discurso político no es inmediato ni preciso.

Es decir, que la crítica de la periodista podría rechazar la cláusula por su futilidad. Para decirlo de otra manera, nos permitimos apelar al conocido refrán “para este viaje no hace falta alforjas”, pues Garzón recuerda algo obvio —la reprensión de la promesa irrealizable o sin intención de cumplir—, equipara desacertadamente el discurso político al habla interpersonal y deja las cosas en la confusión. Como menosprecia la complejidad de la producción del discurso político, plantea un principio inaceptable, cosa que demuestra él mismo con una reducción al absurdo de la que quizá no es consciente. Volvamos al ejemplo 6. La periodista define la política: “es el arte de lo posible” (P38); y a continuación el diputado Garzón afirma lo contrario: “debemos aspirar a lo imposible” (R38) o, lo que viene a ser lo mismo, “la política ha de ser el arte de lo imposible”. Cuando se asevera a y no a, sin que cunda la alarma, es que nos hallamos ante una realidad ideológica, que se construye discursivamente y que es una forma de acción social5[5]. Sin embargo, si nos atenemos al rpincipio de Garzón, uno de los dos interlocutores está siendo irresponsable. ¿Qué hemos de inferir?, ¿que la política es el pragmatismo de lo posible o la utopía de lo imposible? ¿O bien se plantea elegir entre conformismo y ambición?, ¿entre prudencia y atrevimiento?

Hay que notar una diferencia temporal entre ambas definiciones. La periodista se refiere al presente y describe una tradición, mientras que el diputado indica el deber de un futuro cambiante, todo lo cual, a la postre, no refleja sino la diversidad de la realidad. Y comporta una consecuencia: nos disuade de confiar en fórmulas simples pero ilusorias6[6]. Algo de este razonamiento es aplicable al código que examinamos. Es más, si las afirmaciones políticas están ligadas a un sistema de valores y a una concepción de la acción, las promesas son su expresión canónica, es decir, de aplicación ordinaria, como podemos apreciar en el siguiente ejemplo de Baltasar Garzón.

5[5] Apuntamos en este pasaje principios del análisis crítico del discurso. Véase la obra de Fairclough y Wodak (citada en la nota anterior) o la de R. Wodak (1995): “Critical lingüistics and critical discourse analysis”, en Verschuren y Blommaert, eds., Handbook of pragmatics, Amsterdam, Benjamins, pp. 204-210.6[6] La definición de política es un ejercicio inagotable de propuestas y análisis, de ahí que no sea un disparate entenderla como arte “de lo posible” (Sol Alameda), “de lo imposible” (Baltasar Garzón), “de la representación” (Miquel Porta: La Vanguardia, 6 de junio de 1997, p. 45) o “el arte de dictar la moral y no cumplirla” (Eduardo Haro Tecglen: El País, “Visto/oído”, junio de 1997).

 

Enunciado infractor 7

Sobre su iniciativa de lucha contra la droga ilegal:

 

(P4)— Ningún país acaba con las organizaciones [del narcotráfico]. Falcone decía que a lo sumo podemos aspirar a tener un cierto control.

(R4)— Pero hay que intentarlo, el único modo de lograrlo es con una coordinación firme y decidida. Y debemos saber que no vamos a acabar con el problema de la droga, ni con el narcotráfico; pero que al menos lo encauzaremos hacia unos límites que no nos desborden. Así tendremos controlado al monstruo dentro de una jaula más o menos amplia. Otra posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la realidad.

 

Para enjuiciar el compromiso o promesa que encierra este turno de palabra (R4), debemos recordar que Garzón propone durante la campaña electoral crear un organismo estatal contra las drogas, que se hace realidad en el ya mencionado Plan Nacional sobre Drogas, para atender a los drogodependientes y atacar las mafias del narcotráfico. En ello se cifra su principal interés político y su ofrecimiento como especialista en la persecución penal de los narcos7[7]. Cerramos el comentario intertextual, afecto a la dimensión histórica del discurso, y volvemos al texto reproducido, en el que distinguimos dos tipos de actos, que son una afirmación política y una promesa.

 

1. Afirmación: “Lo que hay que hacer es desmantelar las organizaciones” del narcotráfico (R3).

1.2. Antítesis o réplica de la periodista: “Ningún país acaba con las organizaciones” (P4).

1.3. Síntesis: “Pero hay que intentarlo” (R4).

1.4. Y concesión: “No vamos a acabar con el problema de la droga, ni del narcotráfico” (R4).

 

2. Promesa: “Pero al menos lo encauzaremos [el problema] hacia unos límites que no nos desborden”.

2.1. Confirmación: “Así tendremos controlado el monstruo dentro de una jaula más o menos amplia”.

2.2. Desestimación: “Otra posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la realidad”.

 

7[7] Revalida su papel de experto en el ensayo Narco (Editorial Germanía, 1997), del que son autores Eusebio Megías y el propio Garzón.

Obsérvese en la desestimación (2.2) cómo, según el emisor, en la lucha contra la droga ilegal no es pertinente vindicar una política utópica o que ambicione conseguir lo que se cree imposible (R38). Esta flagrante contradicción deja al lector en la ignorancia sobre qué significa “aspirar a lo imposible”, ya que Garzón no da ninguna pista y, además, sólo trata a efectos prácticos del narcotráfico. Trancurridos los meses, tantea un cambio de tal desestimación con la idea del reparto de droga gratuita a sujetos con historial dedependencia crónica (R14b).

 

Por su parte, la promesa expresa una voluntad y una capacidad.

Primero— Encauzaremos: voluntad de control del problema, lo cual implica que en la actualidad el problema nos desborda o está a punto de hacerlo.

Segundo— Límites: la capacidad de control es originalmente relativa a unos límites, de cuya magnitud no tenemos más referencia que la ambigua metáfora de “una jaula más o menos amplia” (2.1).

 

En definitiva, disponemos de dos metáforas como enunciados proposicionales de la promesa, lo cual lleva la cuestión a un ámbito figurado que resulta tan sugestivo como impreciso. Las imágenes de la riada que precisa ser encauzada o de la del monstruo que ha de ser enjaulado presenta dos fenómenos catastróficos, connotados de una naturalidad que incita a soslayar la revisión de sus causas. Sea como fuere, esa discutible noción de estragos por la furia del agua o de un ser anómalo no aclara qué podemos entender por cauce y jaula, es decir, por límites aceptables. Sin dudar de la buena intención del político, hemos de concluir que, si prometer significa “obligarse a hacer, decir o dar alguna cosa”, su ofrecimiento no le obliga a nada determinado. Al menos, a nada que tenga unas referencias precisas de comprobación.

Garzón podría refutar esta censura con una premisa verosímil, que figura en sus declaraciones periodísticas: nuevas leyes y una mejor coordinación de jueces y gobierno pueden comportar que el narcotráfico esté más controlado. Pero la fuerza persuasora de esta nueva aseveración política dependerá de si aceptamos antes todos los extremos de la otra afirmación (1) y la promesa (2), lo cual podría ser mucho suponer. En todo caso, lo que importa es preguntarse si la promesa de Garzón es un acto responsable, tal como predica en su código, o bien se trata de un acto gratuito, en el que se confunden la imposibilidad de cumplimiento y la de comprobación.

2.5. Aseveraciones, promesas y veracidad

Los siete ejemplos aducidos como infracciones del propio código discursivo nos sugieren una explicación, necesariamente breve por razón de espacio. En realidad, según criterios de la máxima de relevancia de cooperación dialógica, tales ejemplos no merecerían ser censurados si se demuestra la propiedad o relación de estas estrategias: ejemplo 1/ respeto de la confidencialidad; 2/ prudencia política ante un asunto judicial; 3 y 4/ suspensión del juicio ante un futurible; 5/ coherencia con el contendio del ejemplo siete; 6/ afirmación del

regeneracionismo como recurso contra la corrupción política; 7/ prohibicionismo y penalidad, como compromiso de acción.

Lo que se deduce es que Garzón no atenta contra las máximas usuales de comunicación en política, pero si manifiesta falta de perspicacia cuando prescribe normas dialógicas. Por la ingenuidad de la inexperiencia o por una arrogancia redentorista, hace caso omiso de las reglas de los géneros y se adentra en un campo inconsistente porque sus normas se reducen a la máxima de veracidad e, implícitamente, remiten a los confusos tópicos de la franqueza y la sinceridad, propios de una conversación desorientada. La paradoja está en que mientras desdeña metadiscursivamente la tradición, con su irregular actuación respeta los géneros epidíctico y deliberativo. En conclusión, tenemos aquí las palabras de un político que exhibe suficiencia discursiva junto a impericia metadiscursiva, fórmula sin duda descompensada que merma su capital retórico.

Volvemos al punto de arranque del capítulo y al problema de la sinceridad como mito del imaginario colectivo. Sobre ello hablaba el filósofo. Evocando el pensamiento de José María Valverde (1994: 66), comprobamos la lucidez y precisión de su crítica de la idea de sinceridad. Transcribimos sus palabras, que nos brindan una lección sobre las promesas de sinceridad:

 

Ya era hora de que la crítica literaria (...) revisara el mito romántico de la sinceridad como valor supremo del arte. Si se mira de cerca, la sinceridad es algo de que no se debería hablar jamás: ¿cómo podemos decir que un escritor es sincero si no sabemos lo que siente y piensa, antes y al margen de su obra? Y da la casualidad de que su obra es el único camino de que disponemos para asomarnos al interior de su espíritu (aún dando por supuesto -que es lo más dudoso de todo- que el escritor sea capaz de conocer plenamente su sentir).

En cualquier caso, nadie podrá asomarse a su fuero interno si no es a través de lo que nos diga él mismo. Pero, ¿es eso lo que pedimos, la sinceridad? ¿No es más bien una coherencia interna en el sentido de su obra —y por tanto, una armónica estructura—, aunque él no lo sienta de veras y no esté adherido a ello en el secreto de su personalidad moral, e incluso, aunque él mismo se engañe y crea estar diciendo otra cosa?

De hecho, el problema acaba siendo el mismo en todos los hombres: ¿hasta dónde tiene sentido preguntarse si los actos de alguien son sinceros, o nacen de una presión social, de un hábito o de un tejido de conveniencias?

     

3. La política como conversación

  

 

3.1. Al habla con la celebridad

Hay declaraciones de políticos que, con independencia del peso institucional o de la importancia ideológica que alcancen, algunos de nosotros leemos o escuchamos con vivo interés. La razón es doble, por la forma que tienen de expresarse y por las ideas que nos proponen. Sus palabras francas y algo apasionadas despiertan nuestra atención. Y complacen un íntimo deseo nuestro de comunicación con el proyecto público de aquellas celebridades. Esa es la experiencia que tuve cuando leía una entrevista del entonces ex juez y recién elegido diputado Baltasar Garzón (El País Semanal, 25-07-1993) y que parcialmente hemos comentado en el capítulo anterior. La entrevista, que lleva por título “Garzón: el último boy scout”, trata en un tono informal de la doble faceta política y jurídica del entrevistado, quien aprovecha la oportunidad para realizar una persuasiva justificación personal e ideológica.8[8]

Los aspectos principales de este capítulo son el material de análisis —la entrevista— y el punto de vista interpretativo que guía nuestra exposición. En efecto, por una parte, tenemos la entrevista, en la que los interlocutores hablan de actividades políticas y de las relaciones con los medios de comunicación, de la ley y el orden democrático. De su provechoso contenido llama en particular la atención las didácticas explicaciones del diputado y jurista sobre la retórica del discurso público y las relaciones dialógicas entre los agentes del poder y los ciudadanos. Por otra parte, y considerando que un texto es un proceso inacabado porque necesita de la participación del lector para alcanzar un sentido, aplicamos en este trabajo las prácticas y principios del análisis crítico del discurso. Dicho análisis es una rama interdisciplinar de la interpretación, mediante la cual los investigadores clarifican el sentido de las prácticas discursivas de políticos y otros agentes a través de los medios de comunicación con el fin de avivar la conciencia de quienes soportan sus efectos de presión y dominio.

Tras una introducción, el estudio se refiere a cada uno de los ocho principios que orientan las actividades del análisis crítico del discurso, explicados en cada apartado junto con los comentarios sobre la entrevista y sobre los procedimientos retóricos utilizados en ella. Estos ocho principios son: el análisis crítico trata de problemas sociales, las relaciones de poder son discursivas, el discurso constituye la sociedad, el discurso realiza una tarea ideológica, el discurso es histórico, la relación entre texto y sociedad es mediata, el análisis del discurso es interpretativo y explicativo, y el discurso es una forma de acción social.

8[8] SOLEDAD ALAMEDA: “Entrevista. Garzón: el último boy scout”, El País Semanal [revista de fin de semana del diario El País], domingo 25 de julio de 1993, p. 10-19. Fotografías de Chema Conesa. Si bien habría sido muy útil incorporar a nuestro artículo un anexo con el texto íntegro de la entrevista, para mayor comodidad e independencia de criterio del lector, no obstante ello, hay que añadir que solamente los fragmentos que transcribimos para justificar nuestros comentarios suman 42 respuestas —cinco de ellas, parcialmente—; hemos excluido 13 respuestas, en la mayoría de los casos breves y redundantes. Para facilitar la identificación y la correlación de los fragmentos, hemos numerado las 55 preguntas y sus correspondientes respuestas, de manera abreviada. Así, la pregunta 7 figurará como P7; de igual modo, la respuesta 7 se indica mediante la forma R7.Como se ha dicho, la entrevista aparecía a finales de julio de 1993, y Garzón había sido elegido diputado por las listas del PSOE en las elecciones al Parlamento español del seis de junio. Valga esta indicación como referencia histórica del momento de su carrera política.

3.2. El punto de vista del análisis crítico del discurso (ACD)

Por una larga tradición en la ciencia, que al menos se remonta al dualismo cartesiano, se considera que hay elementos y propósitos que caen fuera de la investigación y el conocimiento. Es decir, que son incompatibles con el espíritu científico. Este es el caso del compromiso político y de los análisis dirigidos a entender y superar luchas sociales, ya que no sería ortodoxo reunir propósitos personales y valores sociales —que forman una dimensión vivencial del sujeto— con la tarea cognoscitiva y neutra del descubrimiento de realidades objetivas. Sin embargo, en la década de los años noventa una comunidad creciente de investigadores, entre los cuales se cuentan sociólogos, lingüistas, psicólogos y otros más, dedican sus capacidades intelectuales a la consecución de objetivos como los que mencionábamos, y ello a pesar de que pudieran parecer absurdos y ajenos al programa científico. Estos investigadores se proponen estudiar enunciados y discursos, preferentemente pronunciados por emisores públicos, para descubrir desigualdades o injusticias, para desmitificar estructuras de poder y para desnaturalizar ideologías (Wodak 1995: 204). El estudio comporta interpretar y comprender los sentidos de prácticas discursivas de políticos y otros agentes a través de los medios de comunicación social, con el fin de avivar la consciencia de los que padecen sus efectos de presión y dominio.

Como se podrá entender a continuación, la mención que hacemos de la línea de investigación en análisis crítico del discurso o ACD9[9] tiene aquí una función positiva y central, ya que permite delimitar el marco de nuestro estudio, al tiempo que ejemplifica la naturaleza ideológica de la ciencia. Comenzando por este último punto de la retoricidad de la ciencia —por el que nos interesamos específicamente en el penúltimo capítulo—, comprobamos que los conceptos de objetividad y de veritación, que hasta ahora exigían el desconocimiento del contexto y de las convenciones que regulan la propia investigación, son rebatibles o, como poco, revisables. En definitiva, lo que argumentamos es la naturaleza retórica de toda disciplina científica, o sea, la reducción del saber a un conjunto de instrumentos discursivos, los cuales generan los objetos de las disciplinas y las reglas de verificación y validación. El debate que evocan las líneas inmediatas quiebra la hegemonía epistemológica y sitúa el problema del conocimiento en el campo de la construcción social y de la antropología cultural.10[10]

9[9] El acrónimo en inglés, por el cual se le conoce usualmente en la literatura estándar, es CDA. Los trabajos en análisis crítico del discurso tienen un marcado carácter aplicado y son múltiples, según su orientación. Indicamos aquí algunos de sus más reconocidos autores, con la mención de una obra. N. FAIRCLOUGH (1995): Critical Discourse Analysis, Londres, Longman. N. FAIRCLOUGH y R. WODAK (1997): “Critical Discourse Analysis”, en T. V. Dijk, ed., Discourse studies. Discourse as social interaction, Londres, Sage, Vol II, p. 258-284. M. PÊCHEUX (1982): Language Semantics and Ideology, Londres, Macmillan. T. VAN DIJK (1993): Discourse and Elite Racism, Londres, Sage. R. WODAK (1995): “Critical lingüistics and critical discourse analysis”, a Verschuren & Blommaert, eds., Handbook of pragmatics, Amsterdam, Benjamin, p. 204-210.10[10] Para ilustrar este episodio mayéutico de la ciencia contemporánea, sugerimos la consulta de las críticas a los modelos positivista y popperiano formuladas por la hermenéutica del derecho, la filosofía y la historiografía, de entre cuyos autores nos complace destacar los siguientes nombres: H. G. GADAMER (1960): Verdad y método, Slamanca, Ed. Sígueme, 1977. R. USHER, I. BRIANT (1989): La educación de adultos como teoría, práctica e investigación, Madrid, Morata, 1992. E. LLEDÓ (1991, 1998): El silencio de la escritura, Madrid, Austral. X. LABORDA (1997): “Hermenéutica de los lugares. Nueve principios y un epílogo”, en Escavy y Hernández, eds., Homenaje al profesor A. Roldán Pérez, Murcia, Universidad de Murcia, p. 753-765.

En segundo lugar, conviene delimitar las características de nuestro estudio, encuadrado en el análisis crítico del discurso y sus principios interpretativos. Según Fairclough y Wodak (1997: 271-280), los ocho principios que orientan las actividades del análisis crítico del discurso presentan un programa de investigación interdisciplinar y que está referido a problemas sociales. El objetivo último de tal programa es una teoría crítica del lenguaje, que aspira formular a partir de los estudios particulares. El enunciado de los principios es como sigue:

 

1. El análisis crítico del discurso trata de problemas sociales.

2. Las relaciones de poder son discursivas.

3. El discurso constituye la sociedad y la cultura.

4. El discurso realiza una tarea ideológica.

5. El discurso es histórico.

6. La relación entre texto y sociedad es mediata.

7. El análisis crítico del discurso es interpretativo y explicativo.

8. El discurso es una forma de acción social.

 

Vamos a explicar el contenido de estos principios en este mismo orden de la lista y, lo que nos parece más interesante, de una manera práctica, al hilo de la lectura de la entrevista de Baltasar Garzón. No obstante ello, es oportuno en este punto dar cuenta de su sentido global. Consideramos que tres rasgos ofrecen una semblanza útil del conjunto. Son los rasgos de (i) la construcción, (ii) las mediaciones y (iii) el compromiso, que definimos de manera sucinta.

 

(i) Construcción discursiva de la realidad

La realidad, que es una construcción en continuo proceso, se vale del instrumento complejo del discurso. En otras palabras, el discurso es acción. Un aspecto principal de esta producción social es la lucha política para abarcar y controlar las fuentes públicas de comunicación y de creación ideológica.

(ii) Mediaciones discursivas

La intervención del discurso sobre el mundo es indirecta, ya que actúa en la historicidad de las épocas y de los instrumentos comunicativos. Para entender el poso temporal de las épocas se precisa de una perspectiva histórica. Y para hacer otro tanto con los instrumentos hay que examinar los géneros discursivos y los mas media, en los cuales se concentra la poderosa industria de la conciencia.

(iii) Compromiso de la investigación

En tercer lugar, una vez configurado socialmente lo que nos circunda y sus problemas —el objeto de estudio—, entra en escena la investigación y su perspectiva científica, que definimos como comprometida, aplicada, interdisciplinar y crítica. El compromiso comporta rechazar, per falaz, el tópico

de la neutralidad investigadora. Más aún, comporta la constitución de un nuevo objeto científico: el estudio de relaciones de poder y de desigualdades en los discursos. Por lo tanto, tiene una naturaleza aplicada, porque se orienta hacia problemas sociales; y una naturaleza también interdisciplinar, porque orquesta las aportaciones de gentes de diferentes campos de estudio. Finalmente, quiere adquirir una función crítica puesto que, en su búsqueda de una teoría holística del lenguaje,11[11] fusiona reflexivamente técnica y conciencia personal.

3.3. Discurso analizado: entrevista con el político franco

La periodista Soledad Alameda entrevista a Baltasar Garzón cuando éste apenas se ha estrenado como diputado independiente, avalado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).12[12] Antes de las elecciones parlamentarias el señor Garzón ya era un personaje público, per su tarea como juez de la Audiencia Nacional y la difusión en los medios de comunicación de resonantes sumarios que él había incoado sobre narcotráfico y terrorismo. Era un “juez estrella”, según había sido bautizado por los media. Como el interés informativo sobre su persona se mantiene en esta nueva etapa pública, ahora en las funciones de político y legislador, la entrevistadora indaga sobre las actitudes y los proyectos del ex juez Garzón, a la vez que le propone comparar las dos vertientes que ha conocido en su persona, la judicial y la política, para hacer con ello finalmente un balance profesional.

La entrevista consta de dos partes, la de la presentación y la del interrogatorio. La presentación se vale de un encabezamiento o lead, a modo de resumen de la situación, y de una pieza introductoria que describe en un tono elogioso la figura del diputado Baltasar Garzón. A continuación siguen cincuenta y cinco preguntas o intervenciones de la periodista, con las correspondientes respuestas, esta vez sin comentarios al margen o sobrepuestos por Alameda. Desde el punto de vista textual es, por lo tanto, una entrevista al uso, diríamos que canónica, lo cual significa que hay una elaboración notable del discurso y que tal elaboración puede pasar desapercibida tras el hábito inmemorial de la conversación y bajo el manto de la autenticidad que teje dicho hábito.

Hallamos un indicio menor, pero no por ello menos significativo, de esta elaboración en la presencia de tres tipos de material complementario, ya que la entrevista se acompaña de dos fotografías de gran formato en las que aparece

11[11] Sobre una defensa de una perspectiva sincrética y holística, véase A. BASTARDAS (1996): Ecologia de les llengües, Barcelona, Edicions Proa.12[12] Como hemos indicado, fue elegido diputado del Parlamento español en los comicios del 6 de junio de 1993. La proximidad de esta fecha con la entrevista concedida a Soledad Alameda y publicada el 25 de julio es obvia. Inmediatamente, el 30 de julio del mismo año, fue nombrado delegado del Plan Nacional sobre Drogas, un cargo ésta que resulta perfectamente congruente con el contenido de las manifestaciones hechas en la mencionada entrevista. En el mes de diciembre siguiente, sus competencias pasaron del Ministerio de Asuntos Sociales al Ministerio del Interior, y su cargo adquirió el rango superior de Secretario de Estado. Sin dolerle prendas en manifestar reiterados desacuerdos con la política del Gobierno en que participaba, Garzón dejó en mayo de 1994 su cargo en el ejecutivo y su escaño, y retornó a la Audiencia Nacional.La experiencia de Garzón en la política parlamentaria duró un año escaso. Durante estos meses, entre otras declaraciones públicas, firma el artículo “Lucha contra la droga: ¿y ahora, qué?” (El País, 11-10-1993, p. 13) y concede la entrevista —que hemos examinado arriba— a José Yoldi y Marió R. de Elvira. “Baltasar Garzón, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas” (El País, 12-03-1994). Además del material precedente, hemos consultado las páginas en que Manuel Vázquez Montalbán (1996) refleja las impresiones y palabras de un encuentro periodístico con Garzón, concretamente las del capítulo “Pisar sobre cadáveres” (p- 288-300).

Garzón posando en solitario en el hemiciclo de los diputados, además de diversos recortes de prensa —extraídos de la hemeroteca del diario— y de un inserto o texto independiente sobre la corrupción política. Hay que desmentir, en consecuencia, con tal relación de elementos semióticos, la impresión de aparente simplicidad del mensaje a la que nos inducen una excelente redacción y una compendiosa maquetación. Tanteando la envergadura de una lectura crítica del material, tan sólo el análisis de las imágenes podría acaparar disponible. Pero es prioritario el examen del texto a partir de los principios del ACD, y en ese cometido nos centramos. Los epígrafes que siguen expresan el contenido de tales principios, comenzando por el primero, referido a la relación entre análisis crítico y los problemas sociales.

3.4. El análisis crítico trata de problemas sociales

Esta entrevista a una celebridad elogiada y también vituperada por los media tiene una intención reveladora, ya que nos presenta al político en clave personal. “El ex superjuez descubre sus inquietudes políticas”, leemos en el esquemático resumen que figura en el índice de la revista. Así, la periodista realiza una indagación existencial, es decir, una aproximación al verdadero proyecto del diputado Garzón, y éste responde en un registro de conversación y unos términos casi informales, lo cual produce la sensación de una comunicación fluida y muy franca. Hallamos el anuncio de este guión de confidencias en el encabezamiento o entradilla del texto:

 

Garzón: el último ‘boy scout’. Ha sido el ‘superjuez’. Puso al Gobierno contra las cuerdas con el proceso contra los GAL., encabezó la mayor operación contra el narcotráfico y despertó pasiones contradictorias por formar parte de las listas electorales del PSOE. Ahora, desde el Parlamento y con el Gobierno, le llega su otra hora de la verdad.

 

Las líneas precedentes, además de identificar el tenor que rezuma la entrevista, son un meticuloso índice de los tres asuntos que se tratan, a saber, la lucha contra la delincuencia organizada, los aspectos políticos del paso de un juez al Parlamento y las críticas que ha recibido su persona por alguna de estas actividades. Tales tópicos reciben un tratamiento temporal propio de la demostración (el presente) y la deliberación (el futuro). Importa lo inmediato, lo que sucede ahora o está a punto de suceder, y los interlocutores se desinteresan del pasado y de lo que supera este contexto histórico tan próximo. Y es comprensible que obren así, puesto que la acción política en curso de la nueva legislatura resulta claramente noticiable. El gran cambio de rol político del protagonista y su incorporación a las disputas partidistas de los grupos parlamentarios son de por sí un asunto de actualidad. La incógnita que probablemente quiere resolver la periodista es el futuro inmediato de Garzón. Sin embargo, y a pesar de la concesión que hacen estas breves reflexiones, la elección de ese presente inmediato no favorece una conversación crítica sobre cosas mencionadas en la entradilla que acabamos de leer, por ejemplo, respecto de los GAL y las acusaciones de corrupción y terrorismo contra el Estado español.

Sabemos que una entrevista no es un debate, si bien la voz de la entrevistadora puede hacer creer que adopta un punto de vista contradictorio e inquisidor. Por una razón de género periodístico, entre Alameda y Garzón hay un acuerdo dialógico previo, que consiste en delimitar un marco de discusión, quizá también un tenor. En el caso que nos ocupa, el marco temático es el futuro de un parlamentario destinado a asumir ciertas tareas en el poder ejecutivo. Así pues, en el transcurso de la entrevista se combina presente y futuro, es decir, que se habla sobre quién es Garzón y, también, qué quiere hacer. Las manifestaciones que hablan de quién se vinculan al género discursivo epidíctico o demostrativo, particularmente idóneo para el elogio o la denostación.13[13] Dicho de otro modo, hablar de su perfil psicológico y de su bagaje profesional es un procedimiento de presentación de una figura ética, ya sea para considerarla digna de credibilidad (elogio) o indigna (denostación). Las convenciones periodísticas prescriben la inhibición del periodista, en favor del juicio independiente del lector, si bien se otorga a la primera la función de proveedora de los medios retóricos convenientes para juzgar. Por un lado, pues, la entrevista retara o describe un estado de cosas, actual y dinámico, que se denomina la personalidad del emisor, el diputado Garzón. Por otro lado, y no separadamente, se plantean aspectos de futuro, proyectos y razonamientos de la acción, cosas todas ellas ligadas a la deliberación. Son las dos vertientes de una misma realidad, la vertiente personal y la pública. La exposición de la primera orienta y confiere credibilidad a los proyectos políticos de Baltasar Garzón.

La presencia en clave personal del político personaliza la política, le atribuye sentimientos, virtudes, voluntad y valores (Arfuch 1995: 117). Y la despoja de la nefasta idea de pugna sorda entre facciones o de la opacidad que surge de la concurrencia de aparatos de partido y de sistemas jurídicos. Es el simulacro de la política de la persona, mejor dicho, de la personalidad, de esa celebridad que se expresa llanamente, con la facilidad de los ejemplos cotidianos, las expresiones populares y las imágenes familiares. Es la divulgación política, que simplifica los términos, adelgaza las explicaciones y remite finalmente a la persona el sentido del mensaje. La celebridad, además, se siente apeada de la obligación del rigor y la coherencia, a cambio de la creación de efectos espectaculares, de la complicidad en la fascinación mediática. Y ello, a pesar de que paradójicamente se sienta utilizado por los medios de comunicación.

Hay también un punto que aglutina y trasciende estos aspectos particulares de la personalidad y de los proyectos legislativos de un diputado. En efecto, contra el trasfondo de la descripción psicológica y del programa político, se perfila la representación de una ideología de Estado y, concretamente, de unos poderes y de los agentes, de la jerarquía de problemas y de cómo resolver los conflictos que amenazan dicho Estado. En consecuencia, el asunto global de la entrevista no es tanto un perfil personal como la explicación concisa y práctica que propone esta persona sobre qué significa impartir justicia, emprender iniciativas legislaturas y ejecutar programas gubernamentales.

Según esta concepción de la entrevista concedida por el diputado Garzón, lo que se vierte son valoraciones sobre la ley, el orden y un gobierno fuerte y

13[13] Mas adelante, en el epígrafe sobre el principio número siete del ACD, substituimos esta interpretación binaria de los géneros (epidíctico—deliberativo) por la clásica composición ternaria de la retórica, que habla de los géneros judicial, epidíctico y deliberativo.

atento a los peligros que asedian el sistema democrático, de manera que se proporciona una definición ideológica muy interesante. El interés de esta propuesta ideológica yace en el hecho de que sobrepasa el ámbito personal de quien lo esboza y sintoniza o evoca una concepción tan dilatada que resulta de difícil catalogación. Es asumida por su grupo parlamentario, el socialista, pero también podría encajar en el ideario de diferentes grupos políticos de centro y conservadores. El hecho de que las afirmaciones de Garzón no parezcan distintivas de su grupo parlamentario puede deberse a dos razones. La primera consiste en el carácter independiente del diputado: no está afiliado al PSOE y, además, declara que ejercerá su libertad de voto. La otra podría responder a las limitaciones de la entrevista, en cuanto al espacio disponible y también al orden discursivo que marcan las preguntas. Pero lo cierto es que el proyecto resulta impreciso, carente como está de referencias y de un plan de desarrollo de sus objetivos. Más allá de las proclama abstracta de una voluntad regeneracionista, los objetivos se reducen a uno solo, el de la lucha contra el narcotráfico.

Sin embargo, no hemos de pensar que la ambigüedad y la constricción del discurso de Garzón sean un defecto sino, bien al contrario, su misma expresión de la fuerza de un proyecto cuyo alcance es transparlamentario. Es decir, que el rasgo más destacado del proyecto radica en su idoneidad para un gran arco parlamentario de partidos. He aquí, pues, el sentido de una propuesta ideológica que puede suscitar un amplio consenso y que se fundamenta en tres líneas de argumentación implícitas: la conservadora, la romántica y la populista. Se apela a la tradición conservadora cuando se pone el énfasis en la ley y el gobierno fuerte como solución de los problemas sociales, sean los de la drogodependencia y las mafias del tráfico de estupefacientes. Esta razonamiento reafirma la preeminencia del circuito que se establece entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y descarta o infravalora otras opciones, a pesar de las observaciones que denuncian la ineficacia de la política represiva. En segundo lugar, la proclama de la independencia del diputado Garzón invoca el principio romántico de la independencia del individuo. Con este argumento seductor —y sin embargo equívoco— basa el compromiso ético de la campaña contra la corrupción. Y es equívoco porque fomenta un ideal del liberalismo que se contradice con el modelo institucional del punto precedente y con la práctica grupal que lo caracteriza, al votar los parlamentarios según el criterio de su grupo. Finalmente, se puede observar en las manifestaciones del entrevistado elementos de estilo, como por ejemplo coloquialismos y referencias a la vida cotidiana que facilitan la identificación popular con el personaje. En conjunto, el proyecto ideológico del diputado Garzón es una pieza de un ideario neoliberal, que predica un reparto de instancias estatales y de libre iniciativa personal y empresarial, según los asuntos en cuestión.

3.5. Las relaciones de poder son discursivas

Las relaciones de poder no se dan en abstracto, sino que son negociadas y ejercidas en el seno del discurso. Y, en la cultura de masas, el formato discursivo más influyente es el mediático. Los políticos usan los media y a su vez los media los usan a ellos, lo cual no quiere decir que haya una relación transitiva sino que entre estos dos polos se establecen luchas y acuerdos para fijar el poder de cada cual. No importa tanto saber si los políticos explotan a los

media o si por el contrario los media poseen el dominio efectivo; no importando tanto ello —los hechos pueden ser más complejos y remitirnos a una invención conjunta— como dilucidar los procesos de negociación entre las dos partes.

En una entrevista periodística destacan diversos aspectos relacionados con el poder. En primer lugar, cuenta la accesibilidad al medio de comunicación. No aparece en él quien quiere sino quien puede y esa capacidad de hacerse presente, como cuerpo y diálogo, en unas páginas está relacionada con la proyección pública del personaje político.14[14] En segundo lugar, “el poder sobre el discurso es también una cuestión de capacidad para controlar y cambiar las normas básicas de las prácticas discursivas” (Fairclough y Wodak 1997: 237), lo cual significa que el orden y los elementos de la entrevista que mantienen la periodista y el diputado son el resultado de la tradición periodística, pero también de las relaciones de poder entre ellos dos, en el claustro específico del encuentro. A la periodista y a la empresa editora les corresponde escoger la extensión de la comunicación (cuánto), los asuntos (qué) y el tratamiento (cómo). De todos estos, el tratamiento acoge el aspecto más hondo de la autonomía mediática, puesto que el tono con que se presentan las manifestaciones del político y la estrategia o el hilo que sigue la periodista en el interrogatorio determinan el sentido global. Una muestra de los recursos de tratamiento de la información se halla en el exordio que realiza Sol Alameda. Lo forman tres párrafos de presentación, el primero de los cuales dice así:

 

Pasará tiempo antes de que la costumbre convierta al juez Garzón en el diputado Garzón. Pero la osadía, la fortaleza y la capacidad de trabajo que le hicieron más famoso que una estrella de rock, según escribió un corresponsal extranjero, se pusieron en duda el mismo día (sic.) que se anunció que quería ser diputado del PSOE. Él, que no cree que la buena fe sea virtud de todo el mundo, a pesar de tener nombre de rey mago, se sorprendió de la virulencia de la crítica. Tras ser estandarte de la honradez y la independencia, la representación del cargo público decente se transformó de la noche a la mañana en un Macbeth; el más ambicioso y más traidor de los personajes literarios. (p. 13)

 

Es fácilmente interpretable el fragmento como una síntesis de los hechos recientemente acaecidos, y que cumple con el requisito de informar sobre el contexto, sin olvidar algo tan substancial como la estimulación del interés en el lector, lo cual consigue al invocar dos cosas: la celebridad del personaje y los conflictos en que se ve inmerso. El marco que abraza toda la información se asemeja a una trama de suspense, que insufla el conflicto entre la bonanza o plenitud del pasado y las dificultades del nuevo destino. No es, sin embargo, una incertidumbre hiriente, ya que el personaje queda definido según unos rasgos psicológicos fuertes y positivos. Posiblemente, como se lee en el lector párrafo de la presentación —si continuamos con el texto—, su probidad y

14[14] Si es evidente la diferente accesibilidad a los media entre un ciudadano anónimo y un político, también hay grados entre personajes que comparten les misma circunstancias políticas. Es el caso de la catedrática de ética Victòria Camps y del juez de la Audiencia Nacional Ventura Pérez Mariño, quienes también concurrieron con éxito a las mismas elecciones legislativas de 1993 por el Partido Socialista pero que, sin embargo, no tuvieron la notoriedad de Garzón.

determinación le conducirán con acierto en la “regeneración de la vida política”, porque:

 

como creyente tibio piensa dejarse la piel en ello. Eso le salva de cualquier tentación de vanidad, le redime de la ambición que, seguramente, también anida en su corazón. Su cuerpo, sólido como una proa de granito, anuncia lo intransigente que se puede poner el juez si lo que él piensa que se prometió cumplir termina por no cumplirse.

 

La destacable solemnidad con que se describe la situación, en un tono épico, puede resultar desmesurada y sospechosa a los ojos del lector. Para deshacer esta posible sensación de desapego, la periodista inserta expresiones coloquiales, que presentan un brusco contraste de registros. Es cuando escribe que “le hicieron más famoso que una estrella de rock”, que era “el juez de moda” y “un tipo que necesita retos”, y por ello Felipe González “le lanzó una idea que era como un caramelo de fresa”. El cromatismo estilístico, por decirlo de un modo benigno, va acompañado de discordancias semánticas, como sucede en la primera frase del fragmento precedente: “como un creyente tibio piensa dejarse la piel”; o bien esta otra, de una ingenuidad pragmática sorprendente: “no cree que la buena fe sea virtud de todo el mundo, a pesar de tener nombre de rey mago”. Como todos saben, es incoherente relacionar el nombre de la persona con las cualidades del referente religioso, de la misma manera que resulta irrelevante demostrar el compromiso de alguien (“dejarse la piel”) aduciendo su condición no ya de creyente sino de creyente tibio. Sin embargo, haríamos bien en descartar el examen aislado y meticuloso de los enunciados, ya que su sentido se desprende del tono general o, como queríamos ejemplificar, del tratamiento que se aplica a la información y al personaje.

Si el tratamiento —elogioso y enfático, aquí— es un mecanismo de la autonomía de la periodista, al entrevistado, por su parte, le corresponden otros procedimientos de poder. Uno, de carácter infractor, consiste en la desestimación de las pautas que propone la periodista; por ejemplo, no cediendo la palabra o bien transformando una conversación en un discurso político. Otro procedimiento, positivo esta vez o manifiestamente cooperativo, se basará en el uso de la capacidad persuasiva, verdadero capital cultural amasado por el hablante. Fácil es imaginar la necesidad de estos procedimientos cuando el entrevistado se halle ante una pregunta inconveniente —es decir, no prevista o cuya respuesta no ha sido suficientemente preparada— o bien desee explayarse sobre un asunto que no aparece en el cuestionario, dos situaciones corrientes, por cierto. Curiosamente, la entrevista se abre y se cierra con una colisión de intereses entre los interlocutores, a juzgar por las respuestas elusivas que leemos, lo cual abunda en nuestra apreciación sobre la frecuencia de dichas clase de situaciones. La primera se refiere a su futuro inmediato en el ejecutivo.

 

(Pregunta 1: P1)— ¿Se le destinará finalmente a ese organismo para la lucha contra la criminalidad organizada del que se ha hablado?

(Respuesta 1: R1)— No tengo más indicios de que se creará dicho organismo que el hecho de que aparezca en el programa del PSOE. Trabajo en la idea de lo que puede ser su plasmación legislativa. Pero no sé si pedirán mi colaboración.15[15]

 

Y la última intervención, en la que se le pide que especifique a partir de qué rol público habla, clausura un conjunto de respuesta ambiguas sobre Filesa, un proceso penal entonces en curso que, como se ha dicho, había sido incoado por financiamiento ilegal de su partido.

 

(P55)— ¿Está contestando sólo el juez?

(R55)— Estoy diciendo que cada político tendrá que asumir la parte de responsabilidades que le competa en una situación como ésta. Y de ahí saca las conclusiones que quieras.

 

Garzón no acepta los términos de la pregunta y opta por proferir un anuncio en el que se escucha resonancias de oráculo. Para conocer si este mensaje, al tiempo obvio y enigmático, es la expresión de la elocuencia o el garabato de un orador atrapado, es preciso examinar la totalidad del discurso.

3.6. El discurso constituye la sociedad

Así como hemos comprobado que una entrevista es el resultado de una negociación interpersonal de roles y de significados, una negociación que reafirma o modifica en cada momento los aspectos discursivos y las relaciones de poder, desde una perspectiva social también observamos un proceso equiparable de interacciones culturales. Lo que podemos extraer de las dos posiciones es que las relaciones discursivas y de poder son dinámicas; utilizan convenciones que no son permanentes ni monolíticas. “Cualquier caso de uso lingüístico realiza una pequeña contribución a la reproducción o transformación de la sociedad y la cultura, incluyendo los mecanismos de poder”, indican Fairclough y Wodak (1997: 273).

Si clasificamos los discurso según los dominios sociales, diremos que intervenimos en la reproducción y transformación de la realidad cuando a) presentamos identidades de los individuos, b) definimos o calificamos las relaciones de rol interpersonales y c) elaboramos representaciones del mundo. En la entrevista entre Alameda y Garzón, hallamos enunciados que corresponden a estos tres apartados, como apuntan los ejemplos siguientes:

 

a) Identidades personales

 

(P35)— Dígame cómo se sentía cuando subió a dar su primer mitin

(R35)— Estaba nervioso; no miento, no, lo estaba. Me impresionó ver tanta gente allí, esperando, mientras yo, de pie, casi paralizado por la

15[15] El 30 de julio de 1993, cinco días después de publicarse la entrevista, Garzón es nombrado delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.

responsabilidad, siempre necesitaba variar el discurso que había preparado. Sobre todo sentía la responsabilidad, porque la gente estaba convencida de que el cambio del cambio era posible y yo sabía que de alguna manera encarnaba a esa persona que podía traer algo nuevo a la política.

 

b) Relaciones de rol interpersonales

 

(P36)— Se le veía cortado, como si pensara tanto las palabras que no le salían.

(R36)— Es la consecuencia de ser juez, estás acostumbrado a decir las palabras justas y exactas para no pillarte los dedos. Hacer afirmaciones políticas me daba un miedo terrible. Prometer es duro; si prometo algo, quiero cumplirlo; y desde luego voy a tratar que (sic) se cumpla. Cuando veo a tantas personas que cifran su ilusión en el cumplimiento de las propuestas electorales siento que hay que dar la piel, si hace falta, para cumplir lo que has prometido. Y siento la vergüenza que pasaría si me señalaran con el dedo diciendo: me has engañado.

 

c) Representaciones del mundo

 

(P38)— Usted ya sabe que la política es el arte de lo posible, que a veces es difícil cumplir todo lo que se dice.

(R38)— Debemos aspirar a lo imposible. No siempre se obtienen todos los objetivos, pero lo que no se puede es actuar dando por hecho desde el principio que no se va a conseguir, y que por tanto no vas a luchar. Hay que hacer lo contrario, y si no se llega a la meta, que no sea por falta de voluntad.

 

En este pasaje, que abarca los turnos de palabra del 35 al 38 (exceptuando el 37, que hemos obviado por ser reiterativo), apreciamos y desgajamos tres secuencias. La identidad del individuo se compone de elementos personales (psicológicos y éticos) y sociales. En la primera de las intervenciones (R35), se da la descripción de un estado de ánimo de nerviosismo, que define explícitamente un rasgo ético del hablante, su responsabilidad, y implícitamente la prudencia y sensatez con que concibe su deber. La misma respuesta introduce también un elemento de identidad social del hablante, ya que su sentimiento está en relación con un rol público. Precisamente, la responsabilidad nace de una consciencia de conformidad. Garzón declara que conocía lo que se esperaba de él y que aceptaba sus obligaciones.

La identifación del sujeto prepara las distinciones de rol del intercambio siguiente (36). Por una parte está el político, que aparece en la tribuna y hace un parlamento y, por la otra, está el público, que se manifiesta como un solo sujeto, si bien un sujeto colectivo. El político y el público son agentes diferentes, como diferentes son las normas de su acción discursiva. Cuando el

político habla a la audiencia, hace “declaraciones políticas”, lo cual significa hacer promesas, aclara inmediatamente. Si las promesas tienen por objeto “transmitir confianza e ilusión” (r37), como indica con acierto desde un punto de vista pragmático, más tarde, cuando los votantes le pidan cuentas de su cumplimiento, puede suceder que el político irresponsable haya de sentirse profundamente avergonzado al ser objeto de la sentencia popular: “me has engañado”.

Las relaciones sociales entre los individuos que figuran en la secuencia central hacen una doble distinción. En un lado se hallan los ciudadanos y, en el otro, que es el de las instancias públicas, están los políticos y los jueces. La diferencia entre políticos y jueces estriba en que los primeros formulan promesas y estos otros tienen por costumbre “decir las palabras justas y exactas”. De la comparación se desprenden una ideas subyacentes —implicaturas— muy ilustrativas, cuyo comentario reservamos para más abajo, en el epígrafe sobre la historicidad del discurso. En definitiva, es obvio el juicio que transmite Garzón del mundo político, marcado por un gran poder y también un alto riesgo, en contraste con el juicio que le merece lo judicial, moderado y ecuánime.

La muestra sobre representaciones del mundo, que figura como el intercambio 38, expresa opciones ideológicas de los hablantes. Cuando estos manifiestan un compromiso con la verdad de sus palabras, es decir, que afirman saber o creer que la realidad es tal como dicen, hacen lo que la pragmática denomina un acto representativo. El asunto del que hablan es la política y, curiosamente, aunque los interlocutores la definen de manera contradictoria, se sella un acuerdo entre ellos: “la política es el arte de lo posible” (Alameda); “debemos aspirar a lo imposible” (Garzón). ¿Por qué? Porque los enunciados representativos cubren una amplia gama conceptual que va desde las descripciones de lo que es (la política como un arte pragmático) hasta las proclamas de lo que podría ser (la política como un arte utópico), lo cual plantea la siguiente tesis radical de la pragmática lingüística: la representación de la realidad es axiológica. Dicho en otros términos, la realidad es conformada no ya por su descripción sino por las representaciones ideológicas que producimos discursivamente. La cúpula o parte más llamativa de las producciones ideológicas es la de las representaciones sobre el mundo, de las cuales nos ocupamos en el epígrafe que sigue a éste. No obstante, también hablan del mundo y cumplen una idéntica tarea constructiva las manifestaciones de los otros dominios sociales, los de las relaciones de rol y de las identidades de los individuos.

Para entender el papel de las tres clases de manifestación y de sus ligámenes persuasivos, conviene recordar el principio argumentativo de la retórica. Aseveraba Aristóteles que la fuerza de las palabras no radica tanto en las cosas que demuestran o parecen demostrar como en el carácter o personalidad del hablante. Y añadía que la forma de hablar que adopta el orador puede constituir la prueba principal de su alegato, cuando lo expresa “de manera que lo hace digno de fe” (I, 1365a), es decir, fiable por la autoridad moral que inspira, merced al pensamiento prudente, a la aseveración veraz y la expresión de sentimientos bondadosos.16[16] Es la fórmula de la probidad del

16[16] Aristóteles, en Retórica (II, 1378a), habla de prudencia, virtud y benevolencia. Véase un análisis pragmático de estos elementos de la demostración ética en Laborda (1996a), p. 34 y ss.

hablante, de composición ternaria, que tiene el valor de orientarnos sobre los procedimientos de legitimación que utiliza el sujeto para merecer el crédito de la audiencia.

En consecuencia, podemos considerar que la identidad de los individuos es la fuente primaria de interacción entre el discurso, por un costado, y la sociedad y la cultura, por el otro. ¿Quién es el que habla? ¿Qué piensa y qué quiere? ¿Como siente lo que dice? ¿Habla como juez o como político? Nos hacemos estas preguntas para discernir si hay que escuchar y, después, creer a la persona que responde las preguntas de la periodista, a pesar de que Garzón ya sea un personaje. Es un procedimiento tan usual como lo son las muestras o pistas “éticas” que se disponen en la entrevista, hasta el punto de que un tercio de ésta se halla dedicada a la definición de la personalidad del diputado. Digámoslo una vez más; es la visita al político en clave personal, por supuesto. Y haríamos mal si creyéramos superfluo o irrelevante el elenco de manifestaciones sobre las cualidades éticas del entrevistado, que resumimos en los rasgos siguientes:

 

Valeroso o corajudo:

(P28)— El miedo físico ¿ha sido uno de los motivos para que dejara la judicatura?

(R28)— (...) Cuando trabajas en el centro del huracán no te paras a pensar que esos asuntos pueden traer problemas graves para ti o tu familia. Me dan miedo las actitudes sectarias, la traición de los que dicen que te apoyan.

 

Tenaz y fuerte:

(P39)— A los 31 años se encontró con los GAL. Luego le han pasado muchas cosas, muchos sumarios. ¿Todavía conserva la ilusión?

(R39)— La misma ilusión, la misma tenacidad. Depende del carácter, y soy de esos que se rehacen con los reveses; no soy depresivo. Ahora tengo más experiencia, pero siempre he sido intransigente conmigo mismo. Soy mi mayor y mejor censor.17[17]

 

Desconfiado pero prudente:

(P41)— Esta dureza, ¿hasta qué punto se ha convertido en una deformación profesional que se prolonga fuera del trabajo?

(R41)— Sí. Me he vuelto progresivamente más retraído. Desconfío, me cuesta abrirme a los demás por miedo a ser traicionado. En un test de esos que hacen en el colegio decían que soy emotivo, activo, primario; colérico puro. Y sigo siendo así, con el mismo carácter abierto. Pero temo que el acercamiento no sea sincero.18[18]

17[17] El término “intransigente” probablemente quiera significar aquí la cualidad de autoexigencia y esfuerzo personales, y no la de quien rechaza hacer concesiones para llegar a acuerdos, ja que en política la transigencia puede ser valiosa.

 

Idealista y prudente:

(R42)— (...) Mi mujer está ilusionada, como yo; pero es más radical. Le preocupa que las cosas no sean como creemos que son. Es más realista.

(P43)— Y le tacha a usted de idealista.

(R43)— Eso dice, pero tengo los pies en el suelo.

 

Y sincero:

(P51)— Desconfía, pero es muy transparente. Justo lo contrario que un político profesional. Parece que necesita ser sincero.

(R51)— Lo único que la gente no perdona es la mentira; perdona los errores si se le explican. Lo he visto, por ejemplo, con las imputaciones que se hacen a los políticos. Lo que no aguantan es que digas que todas las imputaciones son falsas. Nunca hay que mentir, aunque cueste; y si eso es ser un ingenuo en política, voy a seguir siéndolo.

 

Además de los rasgos que el entrevistado ha predicado arriba de su persona, también invoca la coherencia (“debes trabajar con respeto hacia la propia coherencia y la forma de pensar”, r33), independencia (“he dicho que mantendré mi independencia”, r34) y la responsabilidad (sobre todo sentía la responsabilidad”, r35), tres elementos que perfilan la competencia con que puede ejercer eficientemente un rol público.

Todas estas manifestaciones moldean la imagen del político Garzón o, en palabras de la retórica, su carácter ético, que es lo que le vuelve creíble y que constituye la cabeza de puente de la persuasión ideológica. El procedimiento que siguen los interlocutores para producir el efecto ético no es precisamente simple o directo, sino que se vale de a) confrontaciones, b) reiteraciones y c) contrastes. No en vano la periodista evita hacer una petición tan superficial y aburrida como la de “preséntese”, puesto que opta por proponer un juego de confrontaciones. Alameda hace un reproche o un comentario desaprobatorio y, como es previsible, Garzón convierte la invectiva en un elogio indirecto, fruto de un obligado movimiento de defensa. Así, la afirmación de su coraje o valentía aparta del camino la insinuación del miedo a sufrir un atentado; la tenacidad desmiente la sospecha de deterioro o pérdida de la ilusión; la prudencia del desconfiado responde al juicio negativo de la deformación profesional, o el idealismo pragmático, al reproche de idealista soñador.

La confrontación como procedimiento retórico de legitimación, ya que sitúa al interlocutor en un terreno de autodefensa contra imputaciones injustas, aparece a lo largo de la entrevista. Una modalidad irónica de la confrontación, por débil y inconsecuente porque puede permitir cualquier respuesta, consiste en recordar opiniones adversas de otros. Como ésta:

18[18] La contradicción entre el progresivo retraimiento y su carácter abierto, primario, pasa desapercibida a los interlocutores, como no sea que signifique un grado superior de madurez personal y de diligencia profesional, ya que combina la sinceridad personal con el celo o recelo del buen magistrado.

 

(P31)— Su primo dijo: “Baltasar es inmaduro”.

(R31)— Dice que soy inocente por creer que en política puedo cambiar las cosas. El tiempo lo dirá. Mi primo habla con el corazón; no le gustaría verme destrozado, tiene miedo de que, si me equivoco, eso me haga sufrir.

 

La periodista ha recordado aquí la descalificación que hizo el primo de Garzón, que lleva el mismo apellido y era parlamentario de otro grupo, Izquierda Unida.19[19]. E insiste en este punto negativo (“es un ingenuo, dice también su primo”, en la introducción), pero, como no aporta más argumentos, el reproche psicológico puede mudarse en un motivo de vindicación de una política ambiciosa y de un proyecto personal.

 

(P32)— Mucha gente lo ha pensado [“es inmaduro”].

(R32)— Sí, lo sé. Pero se puede reflexionar de otro modo: que tal vez fuera bueno que la ingenuidad entrara de forma generalizada en la vida pública.

 

La reiteración de la inmadurez propicia que el interrogado alegue dos razones éticas en descargo de una acusación que sorprende al lector per su inverosimilitud. En primer lugar (r31), justifica a su primo con la disculpa de que a aquel le mueve una intención buena, pero parcial; ¿se puede pensar solamente con el corazón?, parece preguntarse. A continuación, después de mostrarse benevolente, apela a la prudencia para proponer un modelo político inusual y de regeneración, en el cual cree fervientemente.

Hay otras reiteraciones, como cuando la periodista insiste en la capacidad creativa del personaje (“es un tipo que necesita retos y que éstos varíen”), un luchador vehemente (“cree que puede luchar por un cambio que le fascina, por una regeneración de la vida pública”), pero todas se resumen en una sola reincidencia, la abundante presencia de enunciados sobre las cualidades éticas de Garzón.

Un tercer procedimiento imprime impulso dialéctico a la credibilidad del individuo: el de los contrastes. En efecto, la presentación de contrastes otorga dinamismo a una figura que, en un proceso de crecimiento, se debate entre múltiples oposiciones o juegos de contrastes: las temporales, las personales y las políticas.

19[19] Las citaciones o voces de escucha son recursos de comunión, es decir, de identificación con el contenido de la cita. Este efecto se ve reforzado en el caso del primo de Garzón porque es una voz que aparece en cinco ocasiones, por ejemplo: (P23)— Su primo dijo: “Baltasar se equivoca, contra la corrupción lucharía mejor como juez que como político. (P26)— Su primo también ha dicho que se iba de la Audiencia porque estaba cansado.Sin embargo, el uso de las citas es irónico ya que sirve para montar la defensa y el elogio del personaje, que, como se ha anunciado reiteradamente, es motivo de una tempestuosa polémica en los medios de comunicación.

En lo que se refiere a la secuenciación temporal, hay una tensión entre el pasado de juez y el presente de diputado (“pasará tiempo antes de que la costumbre convierta al juez Garzón en el diputado Garzón”), con la particularidad de que el primero ha merecido elogios (“la osadía, la fortaleza y la capacidad de trabajo que le hicieron más famoso que...”) y el segundo recibe vituperios (“se transformó de la noche a la mañana en un Macbeth, el más ambicioso y más traidor de los personajes literarios”). Sin embargo, el planteamiento es asimétrico porque la periodista inserta las críticas en un plano figurado, gracias a un analogía literaria, mientras que los elogios se depositan sobre un plano real e incuestionable.

También su persona sostiene una dicotomía, la del carácter y la del cuerpo. El espíritu y la corporeidad entran aquí en comparación y, a lo que se ve, en armoniosa reunión. Si en lo que se refiere al carácter podemos imaginarlo falible y humano —atribulado por la “tentación de vanidad” o la “ambición”, y sin embargo nunca vencido por éstas—, su cuerpo es una cosa aparte, misteriosamente mineral, como un recinto fortificado, según se lee en la introducción:

 

Su cuerpo, sólido como una proa de granito, anuncia lo intransigente que se puede poner el juez si lo que él piensa que se prometió cumplir termina por no cumplirse. Su cuerpo avisa, sigue siendo el mismo, aunque se haya convertido en diputado.

 

El sentido del pasaje es claro, aunque considerando una a una sus partes se revelen incoherentes, tal como sucede con la metáfora de astillero, “proa de granito”, porque no hay nada memos marinero que un piedra y tan poco resistente como el duro granito. Además, el afán justiciero o el ardor guerrero implícitos, que podrían asociarse a la tarea de instructor penal cuando estaba en al Audiencia Nacional, difícilmente pueden extrapolarse fuera de la esfera judicial, cuando menos mientras el incumplimiento de las promesas no sea tipificada como una figura delictiva.

El innegable empuje del discurso disuelve las objeciones de esta clase puesto que supera las oposiciones precedentes para proponer otras nuevas. Así, la dicotomía entre el carácter y el cuerpo aminora la incertidumbre del presente político, porque proyecta una continuidad física y moral, pero deja la incógnita de los instrumentos de los que se valdrá para llevar a buen puerto su notable proyecto. Para resolver este punto se introduce en el discurso otro contraste: frente al político profesional puede oponerse el político moral e independiente, guiado por su conciencia y liberado de los dictados del grupo parlamentaria:

 

(P34)— En el grupo parlamentario pueden pedir su voto para cosas que no le gusten, ¿qué hará?

(R34)— Habrá que esperar que eso se produzca. He dicho que mantendré mi independencia; pero será la mía, no la que quieran indicarme desde fuera. Puede pasar que, siendo coherente conmigo

mismo, algunos sectores digan que estoy quebrantando mi independencia.

 

La idea de superar individualmente las limitaciones del político usual, no tanto partícipe de una tarea como instrumento cautivo de su grupo, nos conduce a una cuestión mediática, que la que puede explicar el alcance de una alabanza romántica de la política. A este respecto, nos podemos preguntar sobre qué poder tienen los mass media para fomentar el personalismo, para crear personalidades con carisma y para propalar tópicos neoliberales. Precisamente, la definición de la figura del propio Garzón tiene una vertiente mediática, además de la personal y la profesional, y a la cual se hace referencia muchas veces a lo largo de la conversación. Son prueba de ello los comentarios sobre su fama o el hecho de haberse convertido en el estandarte de la honradez. Si públicamente es así y por esta razón Felipe González le propuso ser diputado de su partido, tal como la periodista le sondea, ¿se siente Garzón un mito, un símbolo? Y responde de este modo:

 

(P9)— Eso [entrar en política] es aceptar haberse convertido en un símbolo de honradez.

(R9)— No soy partidario de los mitos. La honradez se presume en todos.

(P11)— Ser un símbolo, aceptarse como tal, ¿es molesto?

(R11)— Siempre lo ha sido, he criticado esta situación. Por otra parte, entiendo que se produzca porque a las noticias hay que ponerlas un apellido y un rostro. Pero de ese modo la noticia está más en la persona que en los hechos, y a eso soy contrario.

(P13)— Y usted, ¿piensa que ha sido considerado un símbolo del cambio en la carrera judicial más que como una excepción?

(R13)— Sí, lo creo. Pero no es verdad que yo pudiera cambiar un sistema, aunque lo pareciera. (...) Lo que ocurre es que, en la rama del crimen organizado, cualquier actuación se convierte en espectacular. Y mientras que en cualquier juzgado sólo de vez en cuando hay algún asunto que polariza la atención, en la Audiencia Nacional casi todos los casos son importantes y atraen la atención social.

 

Realidad y mediaciones de los medios industriales de comunicación. Didactismo, espectáculos y efectos hiperbólicos sobre la imagen de personalidades. Después de tratar sobre esto, el entrevistado no puede resistirse a aceptar las consecuencias.

 

(P14)— ¿Es consciente de que le convirtieron en mito porque servía para lanzarlo contra el Gobierno?

(R14)— Probablemente es verdad. Pero será responsabilidad de quienes lo hicieron.

(P15)— Ahora, ¿lo tiene claro?

(R15)— No me he puesto a analizarlo. Encontré unos asuntos en mi juzgado y realicé un trabajo, mejor o peor. (...) Entonces, si, como consecuencia de un asunto determinado, se inicia la proyección de mi persona, como una especie de mito o de símbolo de honradez e independencia, los que crearon la plataforma son quienes tienen que responder. Luego, han tenido que sufrir la decepción de que se les haya derrumbado su gigante. Pero el gigante nunca creyó serlo.

 

Garzón se ha convertido en un mito, un símbolo, un gigante, y estos atributos suyos, a pesar de no ser existenciales o íntimos sino públicos, forman una identidad edificada con rasgos personales y sociales. El conflicto se presenta cuando los mismos mecanismos mediáticos, que han formado parte en la promoción de esta identidad, la deshacen y zahieren la credibilidad adquirida, como leemos en el intercambio siguiente:

 

(P16)— El director de El Mundo le escribió una carta para que no aceptara la oferta de González. Él dijo que era la carta de un amigo a otro amigo.

(R16)—No quiero hablar de eso. Pero mis amigos no me abandonan (...).

(P17)— Pero usted conocía cuál iba a ser la reacción, ¿no?

(R17)— Sabía que sería un choque, socialmente hablando. Pero pensé que, pasado el susto, se impondría el respeto a una decisión personal. Cuando han tratado de destruir toda la obra de una persona, desde lo más íntimo a lo profesional, y de destruir su credibilidad, algunos han asumido una grave responsabilidad.

(P18)— ¿Ha sufrido por ello?

(R18)— No soy de piedra, me duelen las cosas, pero unas más que otras. La crítica siempre me ha parecido positiva. Lo que me saca de quicio es la intolerancia, que se niegue un derecho. Como dijo Bertolt Brech: los intolerantes primero aniquilaron el pensamiento; después enlodaron los adjetivos, secuestraron al verbo y, al fin, vinieron a por el sujeto. Creo que refleja lo que se hizo conmigo.

 

La narración de la intensa actividad de los media alrededor de Garzón y, en ciertos casos, contra su imagen aporta indicios sobre tres aspectos: a) la dificultad de separar el componente social del propiamente personal en las identidades individuales y de atribuir libremente a estos componentes las propias decisiones; b) la vastedad de las operaciones discursivas que tienen por objeto la credibilidad, directamente ligada a la identidad, hasta el punto de que el sujeto puede experimentar con ansiedad e, inclusive, como una amenaza de muerte civil las manifestaciones oprobiosas y alienantes; c) los recursos discursivos de que dispone el individuo para definir prestigiosamente su identidad e incrementar el crédito social, por ejemplo concediendo una entrevista periodística centrada en los aspectos de autoridad moral. Eso es precisamente lo que ha hecho Garzón.

3.7. El discurso realiza una tarea ideológica

Desde el análisis crítico del discurso se concibe las ideologías como instrumentos dinámicos de representación que cohesionan identidades sociales. “Las ideologías son instrumentos específicos de representación y construcción sociales que reproducen relaciones desiguales de poder, relaciones de dominio y explotación” (Fairclough y Wodak 1997: 275). La naturaleza dinámica o de proceso es fundamental, puesto que permite amalgamar representaciones e identidades particulares en torno a las representaciones del mundo.

En la entrevista podemos destacar dos aspectos de la producción ideológica, el temático y el formal. El temático reúne asuntos —la persecución del narcotráfico y los poderes públicos— y el formal afecta a las modalidades enunciativas de regulación, en particular las deónticas. Sobre este último aspecto, conviene recordar que con la proferencia de enunciados los hablantes realizan actos muy diversos y que ideológicamente resultan trascendentes. Ello acontece, por ejemplo, cuando estos aseveran, suponen o deniegan, porque realizan actos de representación de la realidad. Pero, también, cuando solicitan, ordenan o preguntan, con lo que constituyen actos de habla directivos o petitivos, destinados a la determinar la conducta de los receptores.

Ahora bien, si tomamos la proposición: “debemos aspirar a lo imposible”; no está fuera de lugar preguntarnos sobre qué tipo de acto realiza. ¿Directivo, porque prescribe una conducta? ¿Representativo, porque expresa el compromiso del emisor con una verdad? Probablemente, los dos a la vez, ya que interpretamos que lo imposible es alcanzable y que es preciso salir en su búsqueda. Según esta observación pragmática, los siguientes enunciados de Baltasar Garzón —las cursivas son nuestras, para identificar el núcleo deóntico— responden a una función combinada de representación y petición:

 

(R23)— [...] Contra la corrupción tenemos que luchar todos.

(R25)— [...] Hay que dictar las normas que impiden (sic) comportamientos de corrupción. La política debe ser limpia.

(R30)— Hay que ofrecer un frente común sin fisuras. El enemigo está frente a nosotros, no entre nosotros. Y eso tiene que saberse. [...]

(R38)— Debemos aspirar a lo imposible. [...]

(R51)— [...] Nunca hay que mentir, aunque cueste. Y si eso es ser un ingenuo en política, voy a seguir siéndolo.

 

Las perífrasis “tenemos que”, “hay que” o “debemos” —más infinitivo— identifican enunciados deónticos o relativos a los deberes e imperativos morales. Los deónticos, al tiempo que exhortan a observar ciertos comportamientos o adoptar unas actitudes, invocan con convicción la validez de las representaciones implicadas. Participan de la naturaleza axiomática, la que arranca de una premisa indemostrada pero verosímil. Dicho de otro modo, sostienen un razonamiento entimémico —o silogismo incompleto— que no tan solo se resienten de la parcialidad proposicional sino que tienen una fuerza

primordial, como lo demuestra la determinante posición que ganan en el texto: al principio (30, 38) o al final de la respuesta (23, 25, 51). En conclusión, los enunciados deónticos asumen la función de obertura o cierre fuertes, de modo que desarrollan un doble papel regulador sobre los contenidos y el procedimiento de la discusión, sobre tema y forma.

En lo que se refiere a la parte temática de la ideología, destaca el asunto de la lucha contra la “criminalidad organizada”, en el cual el político concentra su programa como explica en el inicio de la entrevista:

 

(R2)— [...] Es verdad que la situación del país es difícil en otros ámbitos, la crisis económica, el paro, pero el problema de la criminalidad organizada se va extendiendo larvadamente. Es casi imperceptible hasta que lo tienes encima y ya no hay solución. Geográficamente estamos en una situación inmejorable para que se enraíce, para que se acomode. No voy a decir que tengamos los problemas de otros países, pero desde luego, hay signos de poder tenerlos. Insisto en plantear que, por una vez, nos adelantemos a una situación que lamentaremos cuando tengamos que ir poniendo parches. Se quiere ir por esta línea desde ámbitos judiciales y policiales; lo que hace falta es que la legislación la apoye.

 

Si bien el político aprecia problemas económicos y laborales, escoge la esfera penal para su acción desde el poder legislativo. El hecho de que su campo sea tan específico como la represión del narcotráfico no restringe la importancia política por una razón compartida por una mayoría social y que evoca elípticamente: las redes del narcotráfico no solamente corrompen a los servidores públicos sino que también ponen en peligro el Estado de derecho. Si miramos hacia aquellos “otros países” con problemas, podemos entrever las convulsiones que provocan las mafias en Italia (y el mortal episodio del atentado contra el juez Falcone, perseguidor y víctima) o los cárteles en América Central y del Norte.

La periodista aduce una objeción a los instrumentos de dicha política cuando recuerda los pobres resultados del tratamiento policial del problema, que Garzón acepta para argumentar así la necesidad de una escalada penal. Los enunciados deónticos —nuestras son las cursivas— salvan los puntos delicados del razonamiento.

 

(P3)— Se calcula que sólo se captura el 10% de la droga que entra en este país; si es verdad, tenemos droga hasta en los ojos.

(R3)— Es verdad. La proporción es un 10% o un 15%. Hay que abandonar la cultura del alijo que tiene la sociedad. Es muy bonito decir que se ha cogido el mayor alijo de cocaína de Europa, es una noticia que genera confianza; pero lo que hay que hacer es desmantelar las organizaciones.

(P4)— Ningún país acaba con las organizaciones. Falcone decía que a lo sumo podemos aspirar a tener un cierto control.

(R4)— Pero hay que intentarlo, y el único modo de lograrlo es con una coordinación firme y decidida. Y debemos saber que no vamos a acabar con el problema de la droga, ni con el narcotráfico; pero que al menos lo encauzaremos hacia unos límites que no nos desborden. Así tendremos controlado el monstruo dentro de una jaula más o menos amplia. Otra posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la realidad.

 

Se produce una confrontación entre la ya comentada apología de un apolítica que aspire a lo imposible y el presente llamamiento al principio de realidad en la lucha contra la droga, con una frase redundante: “Otra posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la realidad”. La paradoja es que el diputado, si bien en otro momento reivindica un ambiguo idealismo y voluntarismo, cuando trata de un problema concreto desestima de plano lo que ha afirmado y, lo cual es aún más llamativo, se desentiende así de la propuesta central de su programa político. Al obviar toda aclaración sobre la otra posibilidad, que consiste en la legalización de la venta de estupefacientes, está orillando un debate ideológico sobre la indeterminación del concepto de droga y de los criterios prohibicionistas, al mismo tiempo que se concede un beneficioso y sesgado mandato en el que los objetivos específicos y los plazos para realizarlos no están trazados. “Hay que intentarlo y el único medio es con una coordinación firme y decidida”, declara como si tratase de una opción nueva, exceptuando quizá el organismo ejecutivo de coordinación, para cuya dirección implícitamente se postula.

Sin embargo, la objeción principal a la argumentación no recae en estos u otros términos —por ejemplo, sobre cuáles son los límites tolerables, que significa un buen control y qué se ha de entender por jaula— que depositan inadvertidamente contenidos ideológicos. Ni tampoco importa tanto descubrir que los augurios de un tiempo en que “tendremos el monstruo controlado”, tienen la naturaleza expresiva de una promesa política, cuyo cumplimiento es de difícil o imposible verificación. Porque lo que se escamotea en la conversación es un debate que señale las opciones en su raíz, en vez de dejar en la penumbra la tesis oponente, aquella que está de acuerdo con las consecuencias (la democracia, en peligro), pero interpreta de modo diferente las causas del mal político (el prohibicionismo) y el historial de los métodos (el fracaso de la vía policial).

Los comentarios críticos sugiere el análisis del discurso, como los precedentes sobre argumentaciones implícitas, pretenden no ya abarcar el debate social sino desvelar procesos e instrumentos de legitimación ideológica. De continuar en esta indagación, podríamos examinar por qué un programa de regeneración política como el de Garzón justifica ignorar los asuntos de corrupción política20[20] o también, preguntarnos sobre cómo incide el organismo de coordinación penal que propone en las funciones de los poderes públicos y la naturaleza del Estado.20[20] El programa brinda iniciativas penales aplicables al narcotráfico, pero no a causas de corrupción por financiación ilegal de partidos —Filesa, Calvià— o terrorismo de Estado —GAL— porque son resolubles dentro de las prácticas ordinarias del poder judicial. Las leemos en este pasaje: 

(P23)— Su primo dijo: “Baltasar se equivoca, contra la corrupción lucharía mejor como juez que como político”.

3.8. El discurso es histórico

Una razón más del dinamismo ideológico del discurso es su dimensión histórica, que puede entenderse en los términos específicos del contexto o los más amplios de la tradición o la intertextualidad. Todo ello nos remite a la mediación histórica como fuente de influencia o de rupturas. Las referencias y citas indican claramente esta vertiente relativizadora de todo discurso respecto de muchos otros discursos, pero también términos y locuciones que piden refrescar la memoria para captar su sentido. Así, el eslogan de campaña “el cambio del cambio” remite a un antigua lema propagandístico ahora revisado,21

[21] los nombres de sumarios de la Audiencia (Nécora, Gal, Filesa) evidencian rasgos de la organización judicial o, por su parte, la comparación entre el juez y el parlamentario divulga fragmentos de teoría política.

La periodista presenta la dualidad profesional del personaje como un detalle enriquecedor, por la excepcional experiencia de éste en el seno de la estructura del Estado. Y le interroga para que Garzón refleje su pericia.

 

(P5)— Ha cambiado de profesión: de juez a político. ¿Debe cambiar su mentalidad?

(R5)— Sí, pero me cuesta trabajo. Un juez está acostumbrado a lo concreto, su campo de visión es más particular que el de un político. El juez se mueve dentro de los límites estrictos de la legalidad, mientras que el político se mueve en el ámbito de la opinión, actúa de cara al ciudadano. El juez se debe al cumplimiento de la norma, de los casos concretos que le llegan; un político se debe a sus votantes. Luego hay aspectos comunes, como que se trabaja dentro del respeto a la democracia.

(P6)— Unos aplican la ley, otros la crean. ¿Qué le resulta más complicado?

(R23)— En los asuntos que he tratado, ninguno se refería a temas de corrupción. Quizá se me haga acreedor de eso por mi independencia, y por la creación del mito. Contra la corrupción hemos de luchar todos.

(P24)— Los jueces italianos debatieron sobre qué sería mejor: si llevar los procesos hasta el final, arriesgando el propio sistema, o apoyar una ley de perdón. ¿Cuál es su opinión?

(R24)— El sistema democrático tiene capacidad para autorregenerarse y limpiarse las heridas. Si se descomponen los partidos políticos, peligra el sistema; pero si ese comportamiento irregular atañe a personas que viven dentro de los partidos, el sistema democrático, a través del poder judicial, sólo tiene que aplicar los mecanismos legales.

21[21] Cuando está haciendo una intervención constativa o descriptiva de unos hechos, el diputado inserta el eslogan, expresivo y de promesa, de manera que, si la incongruente combinación pasa desapercibida, produce un juego erístico muy eficaz: “[...] la gente estaba convencida de que el cambio del cambio era posible y yo sabía que de alguna manera encarnaba a esa persona que podía traer algo nuevo a la política” (r35). El oxímoron o juego de palabras del eslogan no deja perplejo al receptor que ha estado expuesto a la propaganda, y esta familiaridad mediática —descoyuntadora de absurdos o petulancias publicitarias— convierte la frase en una verdad sobre la que se encabalgan otras.

(R6)— Legislar; una norma se aplica a una generalidad de personas, a todo un país, y tu parte de responsabilidad no puede diluirse por el hecho de que sea el Parlamento quien la apruebe. Eres corresponsable, puesto que has votado. En cambio, el juez analiza el caso concreto y, aunque tiene que hacerlo de acuerdo con la situación social, se encuentra inmerso dentro de los límites de la legalidad. La responsabilidad del político es mayor, mucho más amplia.

 

Las respuestas recorren al constitucionalismo y al esquema de Montesquieu sobre la tripartición de los poderes públicos. Aquí se contrapone al poder jurisdiccional con el tándem político de parlamentario y miembro del gobierno: el campo del primero es concreto y determinado, mientras que el otro comporta una tarea abierta; el juez está limitado por la obligación de aplicar la legalidad a los casos que se le presentan, a diferencia del parlamentario, que no tiene límites definidos, y sus iniciativas han de responder al espíritu y aspiraciones de los representados. En la conclusión, la naturaleza primaria y original del legislador decanta su comparación hacia éste. Sin embargo, más adelante habla admirativamente de la independencia personal y la prudencia discursiva del juez, que contrastan con la sumisión grupal o la mendacidad a que equivalen las promesas gratuitas de algunos políticos.22[22] “Ser juez te hace enmudecer” (r41), asevera hiperbólicamente por mor del didactismo. Y, a la pregunta sobre si un juez es más dueño de sí mismo, responde:

 

(R33)— Sí, dominas la situación y el asunto. En la política eres dominado, estás dentro de un marasmo que no abarcas en su totalidad. Pero en ambas actividades debes trabajar con respeto hacia la propia coherencia y la forma de pensar.

(R34)— En el grupo parlamentario pueden pedir su voto para cosas que no le gusten, ¿qué hará?

(R34)— Habrá que esperar que eso se produzca. He dicho que mantendré mi independencia; pero será la mía, no la que quieran indicarme desde fuera.

 

Por lo tanto, los límites de la jurisdicción no constriñen al juez sino que le deparan una preciada independencia y un orden que ahuyenta el marasmo, la disipación consuntiva de la política. El elogio de la discreción judicial, tanto en sus palabras como en los hechos, trasluce las reservas profesionales del jurista sobre la competencia de los políticos. Sin embargo, no todos comparten el panegírico, como le recuerda la periodista con una crítica ad hominem:

 

(P30)— Últimamente han dicho que su sumario de Sito Miñanco era demasiado largo y por tanto farragoso.

(R30)— Hay que ofrecer un frente común, sin fisuras. El enemigo está frente a nosotros, no entre nosotros. Y eso tiene que saberse. Trabajar contra la delincuencia organizada exige dedicación, y no me importa que

22[22] Véase la respuesta 36, reproducida bajo el epígrafe 3.6, “El discurso constituye la sociedad”.

sean siete u ocho mil folios; son los que tienen que ser. Y las organizaciones son las que son. Ni me las invento, ni las puedo partir. Lo que hay que hacer es sistematizar el trabajo, aumentar, por ejemplo el número de magistrados que enjuicien. Creo que las causas que he instruido tienen sus justos límites y cuando se ha podido desgajar alguna, como ésta en concreto, se ha desgajado de otro sumario más amplio. Porque la causa del apodado Sito Miñanco está desgajada de la llamada Operación Nécora, y sólo tenía 12 procesados.

 

La explicación de Garzón entra en dos puntos, el sumario y la Audiencia, es decir, acción procesal y marco jurisdiccional. Sobre el primero, considera que el mismo ha respetado los límites apropiados, a pesar de haber reconocido poco antes una incertidumbre genérica: “En temas complejos, de criminalidad organizada, el límite de la investigación siempre está por llegar, nunca sabemos dónde está ese límite” (r15). Y sobre el segundo o marco, hace una concesión menor al reconocer un déficit de funcionarios, lo cual le sirve para dejar intacta la estructura de la Audiencia y destaca una doble trascendencia jurídica y espectacular: “En la Audiencia Nacional casi todos los casos son importantes y atraen la atención social” (r13). Pero no le parece deseable la repercusión mediática de sus casos, que relaciona negativamente con la cualidad de la justicia: “Yo digo que cuando los temas de la justicia no sean de primera página, será que la justicia funciona mejor”.

En estos pasajes, los interlocutores no tan solo hablan de las cuestiones indicadas, sino que también y por encima de todo tratan de las relaciones sociales entre los individuos. Y de qué agentes sociales hay y qué roles desarrollan. Unos ejercen los poderes públicos, pero mientras los jueces padecen las interferencias de los medios de comunicación, los políticos se benefician o, al menos en una época de personalismos, precisan materialmente de dichos medios para constituirse en representantes de los depositarios de la soberanía popular, los ciudadanos. Así, desde el pensamiento de Garzón, políticos y audiencia pública forman un conjunto inseparable y, en algunos casos reprobable, como sucede con las promesas arriesgadas o demagógicas. La audiencia la constituye el público, a quien le corresponde un papel limitado en los actos al uso; en campaña, puede asistir a los mítines y demostrar allí de manera colectiva su atención, aprobación o rechazo. “Me impresionó ver tanta gente allí, esperando”, dice Garzón en referencia a un discurso en campo abierto, “mientras yo, de pie, casi paralizado por la responsabilidad, siempre necesitaba variar el discurso que había preparado” (r35). Es lo que el orador elocuente domina, la improvisación o la variación a partir de un guión conocido.

La faceta política del ex juez nos exhibe un orador impresionable e inquieto, que siente la necesidad de hacer variaciones del guión pensado para persuadir y provocar la adhesión. La situación completamente distinta en los tribunales, donde el juez indaga y escucha reservadamente a los justiciables y los testimonios, a quienes corresponde una parte principal de la acción discursiva. Es cierto también que accede el público a la sala de sesiones cuando se declara audiencia pública, pero no pasa de ser un elemento simbólico; en efecto, el principio garantista de la publicidad de las causas, aplicado con limitaciones severas, acoge trazos de la escenografía de plaza pública a la vez que cierra el paso al ámbito participativo y priva al público de influir sobra la

cosa juzgable. En el caso del político, conviene el discurso que los rétores llaman epidíctico, que comporta la censura de los adversarios y el elogio de los compañeros de partido, del programa común y de la audiencia, hecho ello según el sentido del espectáculo y del ritual bien ensayado. En el otro, se trata del discurso forense, regulado por el derecho procesal y las convenciones persuasivas de la tradición judicial. Y, si en aquel es legítimo transmitir “confianza e ilusión” (r37) porque es inherente a su función cívica, en éste es preceptivo “decir las palabras justas y exactas” (r36) ya que mediante providencias, resoluciones o sentencias se declara y constituye un nuevo estado de cosas.23[23]

Y sien embargo, no todo ha se ser un juego de oposiciones, puesto que la eminente repercusión de la vida pública sobre la comunidad requiere de sus agentes —jueces, parlamentarios y del ejecutivo— una cualificación y un ánimo espléndidos, como modestamente predica de sí mismo el diputado:

 

(P40)— ¿Nunca le cansa tanta exigencia?

(R40)— Para mí [la autoexigencia] es una virtud, no quiero facilidades. Creo que una persona dedicada a la vida pública, de cuya dedicación dependen cosas tan importantes como la libertad, la hacienda, el patrimonio, debe ser intransigente. Cuando tengo una idea fija, la mantengo y casi nunca me relajo. Hay mucha tensión en mi trabajo.

 

Quien deseara negar a Garzón el reconocimiento de hombre competente y de temple habría de aportar una información inédita y convincente. Pero ello, por lo que llevamos leído, parece una posibilidad remota. En consecuencia, su autor nos merece el juicio de hombre virtuoso.

3.9. La relación entre texto y sociedad es mediata

Lo que ya no resulta tan simple es explicar de qué manera habría llegado el público a saber de los méritos de Baltasar Garzón y a concederle en tanto que electores su confianza, si no perteneciese a la plantilla de la Audiencia Nacional y si este tribunal no despertase un interés perturbador en los medios de comunicación social. Hay jurisdicciones de mayor influencia en la vida pública que la Audiencia Nacional, como el Tribunal Supremo o el Constitucional, pero son sobrepasados por el precedente en casos noticiables. El interés público —el que afecta a los ciudadanos y su comunidad— queda superado por el interés del público —el que distrae a los espectadores— sobre terrorismo, delitos monetarios, narcotráfico y otros sumarios que por

23[23] El prontuario de retórica de Garzón no especifica las características de un tercer género público, el deliberativo o parlamentario, probablemente por el influjo de la experiencia profesional como juez y la más inmediata e intensa del candidato a las elecciones. La tripartición de la retórica clásica en discursos epidíctico, judicial y deliberativo se debe a cinco diferencias: auditorio, tiempo, asunto tratado, argumentos empleados y finalidad discursiva. Según esta pauta, la alocución epidíctica se dirige al público (auditorio) para discurrir sobre lo que es (tiempo actual) hermoso o siniestro (asunto) mediante ejemplos y amplificaciones temáticas (argumentos) para alabar o vituperar su motivo (finalidad). El alegato judicial quiere convencer a los jueces sobre la justicia o la injusticia de una cosa acontecida, con entimemas o argumentaciones verosímiles, para acusar o defender al justiciable. Finalmente, el parlamento deliberativo tiene por audiencia la asamblea y trata a través de ejemplos de lo que será útil o perjudicial, para aconsejar o desaconsejar alguna cosa, ley o acción (Laborda 1993: 49-68).

especialidad y territorialidad supraprovincial corresponden a la controvertida jurisdicción de la Audiencia Nacional.

De la perversión de ciertos espejismos mediáticos es propiamente consciente el ex juez, cuando por ejemplo denosta el culto a la personalidad y a los mitos:

 

(R11)— [...] Pero de este modo la noticia está más en la persona que en los hechos, y a eso soy contrario. Porque un sistema, en este caso el judicial, que base toda su posible efectividad en la existencia de dos o tres personas que hagan bien las cosas, es un sistema que trata de ocultar sus deficiencias. Sí, porque el ciudadano se queda en el umbral, diciendo: si este hombre lo hace fenomenal, será que todo el conjunto funciona muy bien.

(P12)— Pero la gente personaliza en todo; el PSOE también ha ganado las elecciones porque ha personalizado en Felipe González.

(R12)— Eso es el ámbito de la política. Simbolizar no es bueno, distorsiona la realidad, permite que la gente olvide la realidad.

 

Como indica el entrevistado, esta es precisamente la cuestión: ¿cómo se puede conocer la realidad, sin que la deforme la producción discursiva de agentes sociales y la reproducción mediante instrumentos industriales de comunicación? De la misma reflexión de Garzón se extraen dos conclusiones. La primera, que se da una relación, cuando menos de factum, entre discurso y realidad social. Y esta relación es mediata, indirecta y compleja. La segunda, que la influencia de los medios de comunicación sobre la representación de la sociedad puede ser negativa y narcotizante. En este sentido, sostiene Garzón que tal influencia “distorsiona la realidad, permite que la gente olvide la realidad” (r12).

Mitos y símbolos, campañas de promoción y celebridades, agendas temáticas de los medios y creación de opinión..., he aquí algunos de los procedimientos de mediación sobre el imaginario colectivo, también de legitimación y de prestigio ideológicos. La urdimbre de géneros, estilos y recursos expresivos proporciona un gran juego de variaciones. La entrevista de Soledad Alameda a Baltasar Garzón es un ejemplo de ello, que desmiente la idea ingenua de la que la realidad puede ser transmitida de un amanera natural y transparente. La comunicación entre la periodista y la celebridad política nos brinda los rasgos de una conversación, más que de un interrogatorio, por la fluidez de unos diálogos francos y reveladores, congruentemente sazonados de coloquialismos como los que consignamos: “no soy, como se ha tratado de dar a entender, un tipo con la espada flamígera en la mano” (r47); “siempre que no trates de liquidar un problema por el artículo 33, la tolerancia y la comprensión de los españoles es inmensa” (r52). Las preguntas sobre la vida cotidiana y el tuteo en las respuestas acercan y envuelven a los interlocutores en una atmósfera de camaradería.

 

(P49)— Cada mañana, cuando se mira al espejo, ¿tiene que gustarse?

(R49)— No necesariamente.

(P50)— No me refiero al aspecto físico.

(R50)— ¡Ah! Vaya, es terrible; pero, como te dije, siempre desconfío. Lo siento. Procuro aguantar mi mirada.

 

Lo más destacable es que ese espíritu de sinceridad y de la expresión en el personaje de su sentir existencial, perceptible a lo largo de toda la charla, no sufre ni siquiera una interferencia discursiva como las del género de las declaraciones políticas, en las que uno siente que asiste a la lectura de un plúmbeo comunicado. Nada de ello, pues aquí habla la persona, en un diálogo atento, sincero y fluido, y no el político que toma la pregunta como excusa para proclamar tediosamente su doctrina. Sin embargo, las dos son modalidades discursivas que, desarrolladas en el contexto apropiado, pueden alcanzar la misma eficacia; y muestran facetas de la relación mediata entre texto y sociedad.

3.10. El análisis del discurso es interpretativo y explicativo

La interpretación de un discurso es un proceso abierto y cambiante en busca de su sentido, según el caudal informativo del receptor y de los objetivos que le impelen. -El hecho es que la comprensión no puede ser estática ni definitiva porque se deriva de las acciones de un interpretante así como del conocimiento pragmático y del contexto que tiene presente. Se ha de convenir que cuando afirmamos el relativismo y el dinamismo de toda interpretación —como la que podamos extraer de la entrevista del diputado Garzón— no pensamos tanto en la falibilidad o refutabilidad de la comprensión como en el silencio de la escritura, expresión brillantísima del filósofo Emilio Lledó que define el estado insuficiente o latente de cualquier discurso si no tiene un destinatario que le confiera voz y sentido.24[24]

La presentación del nuevo diputado, a través del formato de la entrevista de prensa, ante los lectores cuenta como: a) La legitimación de su identidad, tanto psicológica como profesionalmente, para disipar la áspera polémica sobre su persona y sobre su reciente partidismo político. b) El alegato del programa político personal y personalista, decantado hacia la legislación penal y el orden público contra el narcotráfico. c) El elogio del sistema de poderes públicos, en particular el judicial, y la importancia de los agentes sociales en un modelo democrático. Sin embargo, estas tres funciones de justificación personal e ideológica son un recurso convincente, aunque también superficial —una vez ganadas las elecciones—, para comparecer mediáticamente en el nuevo papel público e inequívocamente dispuesto a ocupar un cargo ejecutivo.

El enunciado de las tres funciones indicadas no identifica las piezas separadas —consta incompatible con el formato de la entrevista y el propósito confesional que la anima— sino instancias del discurso, de manera que cada una recuerda por su lado las características de un género público, de acuerdo con las

24[24] Desde una posición hermenéutica, E. Lledó (1991) desestima el tópico de la objetividad y la autonomía de los discursos, por la razón de que los discurso tienen significado, pero no sentido, que se alcanza con la mediación del receptor. “La presunta objetividad del escrito —propone Lledó— fracasa por esta elemental estructura de la soledad de un lenguaje que, para serlo, requiere convertir en buena parte al receptor en emisor” (p. 52).

retórica clásica. La legitimación presenta el perfil del discurso judicial, por la defensa moral de los móviles que le han hecho entrar en política e, implícitamente, la denostación de los detractores (r16-18, r28-29). El alegato sigue un esquema claramente deliberativo, ya que expone una situación de emergencia a causa de les mafias (“pronto es demasiado tarde”, r2) y propone acciones urgentes. En tercer lugar, en sintonía con el género epidíctico, el elogio de los poderes públicos juzga con confianza un presente suficiente y vigoroso. Conviene decir que hemos tomado las referencias temporales como guía preferente para asignar género a las tres grandes acciones discursivas del entrevistado: lo judicial es al pasado, como lo deliberativo al futuro y lo epidíctico al presente, correlaciones estas ya sabidas.

Las mediaciones hacen del discurso de Garzón un material complejo: funciones de legitimación, alegato y elogio; rasgos de los géneros judicial, deliberativo y epidíctico; formato de entrevista reveladora. A este rico conjunto se ha de sumar un nuevo elemento, las contradicciones, es decir, los efectos paradójicos de las argumentaciones subyacentes o implícitas. Sobre ello, podemos señalar el comportamiento contradictorio de las identificaciones colectivas —nosotros— y las expulsiones y alienaciones sucesivas de este espacio cooperativo que introduce el término yo.

El político, el personaje con carisma, tiene la capacidad de aglutinar en una sola comunidad ideológica las identidades individuales del auditorio. Por ello establece un nosotros, que significará diferentes realidades: los ciudadanos, los votantes convencidos, los compañeros de partido, los jueces… Sin embargo, en ocasiones un nosotros unanimista, el que se refiere a todos, puede tener un efecto disolvente de la identidad, como cuando afirma que “contra la corrupción hemos de luchar todos” (r23), de manera que la responsabilidad de perseguir comportamientos ilícitos de la Administración es general, pero descoordinada y voluntarista, a no ser que el espíritu cívico inspire con acierto a los ciudadanos. Por contra, la lucha contra el narcotráfico, además de precisar acciones parlamentarias, demanda “un frente común” contra “el enemigo”, que por fortuna está “ante de nosotros, no entre nosotros” (r30). De resultas de las identificaciones dispares que opera el término nosotros, curiosamente se produce una misma consecuencia, la elusión del debate sobre al calificación que hace Garzón de la corrupción y de la droga como problemas ordinario y perentorio, respectivamente. Poco importa que para atajar la prevaricación o la supuesta “guerra sucia” —eufemismo que utiliza en vez de la expresión de “terrorismo de Estado”—, difícilmente demostrables y punibles judicialmente, se recomiende el decepcionante remedio de desmigajar la tarea entre todos. Poco importa que para detener lo estragos sociales del narcotráfico se diga que ese es un combate de política judicial, a pesar de que haya “otra posibilidad”, probablemente “utópica” porque pertenece a la política internacional; y a pesar también de que el derecho procesal y la jurisdicción específica de la Audiencia Nacional evidencian unas carencias quién sabe si estructurales. Por mera curiosidad, se puede uno preguntar en qué lugar hemos de situar a los drogadictos de substancias prohibidos, ¿con el enemigo o con nosotros?; ¿o quizá no son ni una cosa ni otra, sino lo contrario?

Más arriba hemos mencionado otra contradicción, la que se produce entre el continuismo en política de droga y un utopismo renovador predicado en general. Se fundamenta este último principio en una idea ética del político,

caracterizado por la responsabilidad moral, preparación técnica, fortaleza psicológica y voluntad de trabajo. Son valores que Garzón brinda a la comunidad política con sentido cooperativo: “He aceptado dar mi colaboración, no pretendo dar clases a nadie” (r10). No obstante ello, algunas iluminaciones elitistas desmienten la idea del equipo corresponsable: independiente en las listas del partido (r8), independiente en el Parlamento (r34), encarnación de la “persona que trae algo nuevo a la política” (r35) y “revulsivo” de la renovación (r48), a la vez que insiste en la necesidad de colaborar por la sencilla razón de que él no es tan poderoso:

 

(R47)— El sistema se regenera desde dentro, pero una persona sola no puede hacer mucho. Sólo aportar unas ideas, constituir el revulsivo en un momento determinado para que algo comience a crecer y trabajar con otros muchos. Porque si este cambio no cuenta con la decisión de muchas personas no se generará nada. Yo sólo puedo colaborar; no soy, como se ha tratado de dar a entender, un tipo con la espada flamígera en la mano.

 

No precisamos de otros comentarios para glosar la experiencia que Garzón tiene de los cometidos en la vida pública, en especial como funcionario judicial (“trabajas en el centro del huracán” r28, “hay mucha tensión en mi trabajo” r40), porque de las decisiones de las personas dedicadas a la vida pública “dependen cosas tan importantes como la libertad, la hacienda y el patrimonio” (r40). O lo que es lo mismo, la administración de cosas tan preciadas como el orden democrático, los bienes materiales de la comunidad y de los particulares, necesita de la autoridad y el dominio de los altos y selectos cuadros de la Administración. Paradójicamente, la lastimosa separación o divorcio entre sociedad y política, y por cuya superación abogaba el diputado (r8), queda otra vez revalidada por principios burocráticos.

3.11. El discurso es una forma de acción social

Es inevitable que especulemos sobre la intención de la periodista al titular la entrevista “Garzón: el último boy scout”, ya que igual puede contener un elogio de la benevolencia del diputado como proponer una ironía sobre la inocencia del neófito. Inocente es quien no conoce el mal o es fácil presa del engaño. Lo peor que se puede decir de un mozo escolta —afecto al legado asociativo del general Baden-Powel— que entra en liza con adultos es que no conoce ese mundo; ingenuidad, voluntarismo, individualismo o anacronismo son términos que en ocasiones se asocian al escultismo. ¿Garzón es todo eso? Según Soledad Alameda, puede ser un ingenuo que desconoce que la disciplina de partidos en el Parlamento asegura votaciones unánimes —la disidencia acaba arrinconada en el grupo mixto—, estrategias en bloque y lemas de grupo. Puede ser un voluntarista que aspira a mantener las organizaciones del narcotráfico en el límite tolerable. Puede ser un político fuera de lugar y de su tiempo que confía en la cualificación profesional y el prestigio mediático para gestar una política personal.

Sin embargo, la leyenda “Garzón: el último boy scout” propone una metáfora equívoca y gratuita. Si, como postula el análisis crítico, el discurso es una

forma de acción social, una forma de intervención en los dominios ideológicos, el diputado Garzón no se comporta como un simple boy scout —entendido el término como injusto tópico de desprecio—, sino que muy al contrario realiza a conciencia una acción social. Es la suya una acción de lucha política en defensa del proyecto personal y, subsidiariamente, del jefe del grupo socialista, González Márquez. Por esta motivación, exhibe un modelo “regeneracionista” (originario del siglo XIX), en el cual destaca un plan reformista en materia antidroga y un prolífico marco general de apelaciones a la probidad individual. Dentro de tal marco ético leemos el elogio de la voluntad de autoafirmación, el espíritu de superación, el anhelo de perfección, el amor al trabajo y la fortaleza ante las adversidades, virtudes todas ellas suficientemente reconocidas en las culturas helénica y cristiana, e incorporadas plenamente en el ideario de la tradición neoliberal. Lo más curioso de ello es que, si buscamos otras ideas sobre la cosa pública que no sean la exaltación del individualismo, no podemos registrar ninguna otra referencia política, a excepción del panegírico sobre los poderes del Estado y de los actores. Se puede pensar que estas limitaciones dependen del modelo de entrevista, pero también es razonable añadir que las omisiones o los silencios —respecto de un programa o de las ideas del adversario— resultan tan expresivas como la presencia de lo dicho. Así pues, la exposición de Baltasar Garzón resulta tan inconcreta o fragmentada que no parece creíble que haya negligido hasta ese extremo la difusión de su pensamiento, por lo cual la descripción de su oferta remite a un proyecto tecnócrata, selecto y conservador, envuelto de populismo mediante proclamas como éstas: contra la corrupción, honradez; contra la incuria politiquera, capacidad y voluntad de servicio; y contra o por encima de las luchas ideológicas, la postmodernidad liberal.

3.12. Por una teoría crítica del lenguaje

Una vez examinadas las partes del discurso e inventariados los aspectos relevantes, recomienza el análisis del conjunto, pero esta vez con un conocimiento del detalle que ha de facilitar la comprensión de la argumentación general. Nos movemos en un círculo interpretativo: la investigación de las partes conduce a la interpretación del conjunto y, a su vez, la del conjunto, a las partes. En verdad, el círculo —también, círculo hermenéutico— aspira a relacionar los discursos y los juicios que éstos provocan en el lector, afirmando la historicidad y el contexto de la producción ideológica. Para observar esta tendencia podríamos avanzar por dos caminos, el de las nuevas o posteriores manifestaciones de Baltasar Garzón y, también, el de las informaciones y opiniones de prensa sobre los asuntos tratados más arriba. En efecto, la recopilación y lectura de los dos fuentes de material suplementario, obviamente relacionadas, nos permitirán insistir en el principio del discurso como acción, es decir, en la fluencia de la realidad y en su causa como dialéctica de discursos. Las cosas cambian porque los hablantes rehacen la realidad sin solución de continuidad, porque se reafirman o modifican antiguas convicciones y se configuran los dominios sociales.

Puede ser el caso del juez Garzón. No en vano, poco antes de dimitir del cargo ejecutivo y de dejar el Parlamento, en la entrevista a J. Yoldi y M. R. de Elvira que ya conocemos, proclama ser más de izquierdas que el PSOE. Más tarde, en un esfuerzo por ser específico, critica por retrógrada la ley de asilo y por dudosamente constitucional la ley antiterrorista conocido como ley Corcuera o

del “golpe-de-pie-en-la-puerta”, y denuncia la nula intención del presidente González de investigar la corrupción política.25[25] Habla del poder político, de las corruptelas instigadas por la política antiterrorista y sus fondos reservados, de su disidencia parlamentaria y de asuntos relativos a sumarios de la Audiencia.

Volvemos a la idea de que el discurso es un fruto de su tiempo y de los tiempos pasados, por el camino que trazan los géneros y los tópicos. Y por ello recordamos que no es autónomo el informante del periodista y escritor, Vázquez Montalbán, ni tampoco son originales los tópicos de que trata. No lo es Garzón, ni seria concebible otra cosa, cuando sugiere consecuencias de la responsabilidad del poder ejecutivo, cuando avala la autonomía y la eficiencia del poder judicial o cuando propone la perfectibilidad de la vía judicial en política antidrogas. Pues todo ello remite a una multitud de referencias y de cosas dichas, como las que detectaría el lector de prensa si decidiera fijarse durante unas semanas en lo que le depara la actualidad y sometiera ese material a un examen conjunto y libre del apremio de la noticia. En primer lugar, su escrutinio le haría quizá más consciente de las estrategias de legitimación discursivas, aquellas que hacen creíble e inclusive carismático a un mortal, o esas otras que con rodeos sobre su persona le evitan justificar el meollo de su posición. Y, en segundo lugar, podría ir anotando el detalle de los asuntos de la contienda ideológica. Y, al respecto, hay una alta probabilidad de que diera con polémicas sobre la Audiencia Nacional, con colisiones entre los poderes judiciales y ejecutivos por razón de competencias y de lealtades, o con argumentos para rebatir la falacia de la política antidroga. Para pergeñar un comentario sobre la Audiencia, a modo de ejemplo de la lista, recordaremos la notable complejidad del órgano judicial de la Audiencia Nacional, que fue creado en 1977, según el modelo del franquista TOP (Tribunal de Orden Público), y que vio ampliadas sus competencias en 1979. La Audiencia Nacional ha tenido sus detractores y, en otra orden de cosas, una gran repercusión en la prensa, ya sea por la gran concentración de poder judicial de su jurisdicción —y de ahí, parte de las críticas—, sea por los graves sumarios incoados (Filesa, Lasa y Zabala, Marey, Sogecable, como se les denomina corrientemente) o por la consiguiente identidad estelar y controvertidas decisiones de sus jueces instructores (Moreiras, Gómez de Liaño, García Castellón o Garzón) y de sus fiscales (Márquez de Prado, Gordillo o Fungairiño). Justo es decir que el prestigio, la polémica y la arbitrariedad son tres factores que, aunque dispares, se han coaligado para poner de actualidad una tarea que, cuando menos formalmente —como nos recordaba Garzón—, debería realizarse en condiciones de serenidad y con la independencia que proporciona estar al margen de la presión informativa.

Es preciso tener en consideración el contexto, esto es, lo dicho sobre los asuntos y los agentes en controversia, una tarea nada simple, tampoco

25[25] Son opiniones expresadas a M. Vázquez Montalbán (1996), como las que se aprecian en el siguiente fragmento (p. 297):

Garzón— ¿Tú crees que González y los que le rodean son de izquierdas? [Pregunta retórica dirigida a Vázquez Montalbán.] Ésos no son de izquierdas desde Suresnes. Es un grupo de gente coaligada para llegar al poder y conservarlo todo el tiempo posible. Lo suyo es el poder. Hay caso GAL hasta el año 2015, a juzgar por el ritmo de las instrucciones de más de veinte sumarios posibles. Durante ese periodo van a salir más cosas. Damborenea ha abierto la caja de Pandora..

inmediata, con el propósito de describir los datos que podamos extraer del mundo periodístico (contexto) y de la actualidad (situación), para acceder así al terreno de una teoría crítica del lenguaje. Con los instrumentos de la semiótica social, la pragmática y la retórica de la argumentación, tal teoría crítica ha de informar sobre relaciones lingüísticas de dominio y de intervención ideológica. Con ese ánimo hemos intentado aplicar diversos instrumentos de interpretación a la entrevista política de Garzón, de la cual evocamos, para concluir, algunas de las observaciones que hemos esbozado. Las observaciones de síntesis están agrupadas bajo los epígrafes de los ocho principios del análisis crítico del discurso.

 

1. Problemas sociales

El proyecto ideológico defendido por Garzón, y dejando a un lado el reproche de levedad, conjuga tres elementos: el progresismo moral, pues exalta la soberanía de la conciencia individual y la participación de los sujetos; una política conservadora, que se apoya en los pies de la acción judicial y la policial; y un estilo verbal que estimula la identificación del receptor, mediante expresiones coloquiales e hiperbólicas, junto con referencias a su persona y su mundo cotidiano. La combinación de estos elementos parece una fórmula muy efectiva, a pesar de las desventajas de ser usual y ambigua.

 

2. Relaciones de poder

La condición de celebridad es un hecho en el que se concentran las relaciones de poder, que otorgan accesibilidad social al personaje y, sin embargo, lo someten a una servidumbre mediática. La accesibilidad es la llave industrial para explotar el capital retórico personal, mientras que la servidumbre respecto de la exposición pública explica los riesgos de erosión ética, si se da el caso de ser objeto de una campaña de acoso. De esto último se queja con dolido sentimiento, sin prescindir sin embargo de los beneficios políticos de celebridad, entre los que se cuentan la confianza de los electores, la independencia personal una vez elegido diputado, y la confianza presidencial al ser designado para un cargo ejecutivo.

 

3. Dominios sociales

En especial, observamos en la entrevista una magnífica operación de restitución de prestigio a la identidad del entrevistado, en consonancia con la modalidad existencial de la conversación en clave personal. La familiaridad con las cualidades éticas de la prudencia, la honradez y las mejores intenciones, presentan la faz de un orador creíble y lo arman de razones. No obstante ello, la identidad de la celebridad no resulta tan regular como parece a primera vista —de ahí nuestra duda sobre una postura irónica de la periodista—, ya que la inocencia del neófito, la apetencia del burócrata y la vanidad del personaje aclamado, enarbolan una segunda imagen, compleja y desproporcionada.26[26]

26[26] Apreciamos un indicio de la doblez de personalidad, muy propio de las celebridades, en el comportamiento social a que está obligado, tal como lo describe en una respuesta a Vázquez Montalbán (1996: 289) cuando ya ha retornado a la judicatura. Están hablando a la mesa de un restaurante, escenario que conocemos gracias a la brillante previsión descriptiva del escritor, y entre bocado y bocado se dicen

 

4. Tarea ideológica

El cometido de una política antidrogas reformista equivale a decir: “sí a lo imposible, pero en la política diaria solamente el posibilismo”. El sí pero… es la argumentación adversativa respecto de la proclama de utopismo. Más todavía; como sucede que las aserciones limitadoras —el principio de realidad aplicado a la droga— son más prolijas que el ideal político, este último se agosta por la desatención de su propio autor.

Sobre la política de drogas se puede detectar algunas argumentaciones indirectas, casi opacas, que tienen cierta importancia política. La entusiasta disponibilidad para perfeccionar el control del narcotráfico comporta la defensa de un modelo conservador y ampliamente ensayado. Pero decimos que es un modelo conservador, no tanto por la opción prohibicionista que apadrina, sino por la postergación del debate, por el silencio con que se envuelven las razones aducibles. El entrevistado no quiere o no cree necesario justificar su postura, y esta negligencia comporta algunos efectos graves en un debate sesgado, por no decir un debate inexistente. Sin mencionarlo, se da entender el argumento de que no se puede ser una isla permisiva en un mundo prohibicionista; este imperativo internacionalista trae consigo un sofisma grosero, que consiste en considerar tan solo los extremos, a saber, prohibicionismo o legalización plena. Por otro lado, se nos ocurre que no sólo hay implicados factores judiciales y protocolos internacionales, sino también de alta política, que juegan un papel fundamental en el desarrollo de la tecnología militar y la protección de la industria bélica (ligada a un nuevo marco de guerra), pero también en la legitimación de acciones contrainsurgentes de diversa condición, entre ellas, la desestabilización de democracias del tercer mundo o la remoción de gobernantes inconvenientes, sobre lo cual la actualidad depara múltiples ejemplos. Y aun descendiendo a la esfera de la política interna de cada país, el programa antidroga al uso tiene a veces un efecto perverso contra la democracia, cosa que también se silencia en la entrevista, y tal efecto se puede traducir en corrupción política y financiera, de la que no escapan bancos reputados, servicios de espionaje y mandos policiales. La política antidrogas también es provechosa para demonizar la inmigración, asociándola por una generalización absurda de algunos casos al tráfico de drogas. La arbitrariedad policial es otro de los efectos perversos en la vida cotidiana, así como la violación de los derechos de las minorías.27[27]

 

5. Historicidad

esto:VÁZQUEZ MONTALBÁN— ¿Qué te dicen cuando pasas veloz a través de un pasillo de curiosos y periodistas?GARZÓN— Unos me preguntan, otros me aplauden, algunos me increpan. Es como un paisaje en marcha del que ya no me doy ni cuenta.

27[27] Evitamos hacer mención de hechos y sentencias judiciales que prueban estos extremos, pues su conocimiento es público. Como una nota al respecto, sugerimos el artículo de M. Aguirre, “La droga, excusa de Washington en América Latina”, en Le Monde Diplomatique, edición española, abril de 1997, p. 4-5, que sostiene la tesis de que ante el fin de la guerra fría contra el comunismo se ha creado un escenario nuevo de intervención militar, hecho a medida del imperialismo ultraliberal que lidera Estados Unidos de América.

Los roles de los agentes sociales responden a patrones históricos y a los cambios infligidos. Un Garzón descriptivo contrapone la discreción del juez a la verbosidad del político en campaña. Y otro Garzón prescriptivo prudentemente advierte contra las promesas gratuitas y las mentiras, sin dejar de mencionar una tradición no muy responsable que historiográficamente se remonta hasta Cicerón.28[28] Pero si, como ha escrito Eduardo Haro Tecglen, la política es el arte de definir la moral y no cumplirla, Garzón se comporta como un maestro y un purista de las inveteradas prácticas cuando solventa las dudas sobre el problema de la droga con la promesa del control y la metáfora del desbordamiento fluvial. El alivio de los colegas no habrá sido pequeño al reconocer esta prestidigitación de las palabras y los principios. Y, desgraciadamente, la metáfora de la prevención del desbordamiento fluvial es refutada de plano por la tragedia de aquellos que pierden la dignidad, la salud o la vida, cuando tan corrientemente se desborda el río devastador de los narcóticos.29[29]

 

6- Mediaciones

Con respecto a las mediaciones discursivas, hemos apuntado diversas manifestaciones de esa modulación de los enunciados, sea por el género público, el formato, el tenor y la condición mediática. Sobre los géneros, destacaba su perfil de discurso epidíctico o de adhesión al personaje, si bien tenía también afinidades con los géneros judicial y deliberativo. El formato de la entrevista supone una especialización del género epidíctico, rica y sugestiva, que incluye tres polos, los de los interlocutores y el del público al que va destinada su conversación, que es en definitiva para quien hablan. El tenor se refiere al tratamiento en clave personal, que resulta cercano y revelador del mundo interior o privado del personaje. A ello se suma el efecto multiplicador del mensaje por la difusión periodística, condición incluida en los rasgos de géneros ya dichos; y también, por publicarse en el medio en que se publica, sea cual fuere, se atribuye al diálogo la eticidad o el prestigio del rotativo.

 

7. Interpretación y comprensión

La principal observación discursiva es el uso diverso, contradictorio, de las identificaciones que promueve el pronombre nosotros, a momentos inclusivo de las identidades de la audiencia, y otras veces alienante y selectivo, por lo que establece una barrera entre la audiencia y el colectivo que enuncia. En consecuencia, las manifestaciones de solidaridad e identidad son arrumbadas

28[28] Quinto Tulio Cicerón (s. I aC.): Breviario de campaña electoral (Commentariolum petitionis), Barcelona, Quaderns Crema, cap. XII. En esta amena e instructiva obra, Quinto dirige a su famoso hermano Marco, notable rétor y político, una epístola con consejos y ardides políticos. Sea por los provechosos consejos que recibe o por otras razones, es innegable que Cicerón conoció el éxito político, además de una fama perdurable como orador.29[29] Permítaseme la expansión de apuntar la crueldad de este estado de cosas sobre la droga, al mencionar el caso de Antoni G., a quien conocí siendo los dos niños, y de quien he sabido que murió en trágicas circunstancias y cuyos detalles deseo omitir por respeto a su memoria. Cuando ello sucedió, su hermano estaba preso por alguna causa relacionada con el problema público que tanto interesó al diputado Garzón. He de añadir que mi duelo por la muerte de Antoni incluye el sentimiento egoísta ante la violencia de lo que siega parte de la propia memoria, ni que sea ésta aparentemente circunstancial.

por otras de autoridad y segregación por mor del rol profesional y por las notables cualidades del magistrado.

 

8. Acción social

En síntesis, la contienda del diputado Garzón cuenta como una propuesta de superación del convulso trasfondo de la política, en una etapa calificada de crispada y caracterizada por las causas penales y el firme acoso de la oposición a la acción del gobierno del PSOE.

 

 

 

Para acabar este comentario, hay que añadir que la interesantísima entrevista nos sugiere contemplar un aspecto irónico de la actuación discursiva del diputado, relacionado con su ambivalente experiencia con los medios de comunicación social. Y es que la comparecencia del diputado ante la prensa, lejos de desmentir sus críticas a los media por la frivolidad con que mitifican o desprestigian a los personajes, por ejemplo los jueces estrella, ilustra elocuentemente el desplazamiento de la lucha de los idearios a la lucha de los media. Aquellos se vacían o excusan su presentación a fondo, mientras que éstos, los media y la industria de la conciencia que los pone en funcionamiento, se convierten en el centro de la contienda y en un fin en sí mismos. Son, en definitiva, el escenario inevitable al que una figura pública como la de Baltasar Garzón no puede renunciar. Como tampoco puede escapar al tratamiento de celebridad que se le otorga. Y ello, a pesar del riesgo, que con razón teme, de ser interpretado erróneamente, y de que su osada disposición sea confundido con la autocomplacencia o que su discreto programa político sea tenido por circunstancial e inconsistente.

     

4. Malas noticias del Sur

   

4.1. Magreb en la prensa y la representación del conflicto

Los comentarios de este capítulo sobre las noticias de la prensa gráfica sobre el Magreb suponen un desquite a la incómoda sensación que tengo como lector de las noticias internacionales. Se trata de una confusa sensación de incomprensión y de hastío por lo que leo. Pues, aunque duela reconocer esta incapacidad personal, sucede que entiendo el texto de los escritos pero no el sentido de los hechos narrados, ni su causa y sus consecuencias. Es como si necesitara más piezas de las suministradas para descifrar los mensajes en su conjunto. Y ello aumenta el aburrimiento y la extrañeza ante esas

informaciones de la sección internacional, sobre las que paso tan ligeramente como puedo. El hecho de que en alguna ocasión haya confiado esta desazón a personas que considero excelentes lectoras y que me hayan asegurado que les sucede algo similar, no prueba otra cosa que tiene interés, mucho interés, preguntarse qué es una noticia, para entender así cuál es su producción, sus recursos discursivos y los efectos persuasivos que tiene en los destinatarios.

Las noticias del Magreb han merecido en la década de los años noventa una notable atención para la comunidad de la Unión Europea y, en especial, para Francia, España e Italia. Aportan un conocimiento intercultural en que el conflicto resulta un aspecto central, que aparece relacionado con la acción política del islamismo en la región, la sangrienta crisis argelina o los movimientos migratorios hacia Europa.

Los antecedentes de esa actualidad informativa del Magreb en la década de los años noventa requieren una meticulosa exposición, en la que no nos detendremos aquí. A modo de trágico apunte, digamos que en ocho años de guerra civil en Argelia (1992-1999) se calculaba que ha habido cien mil muertos,30[30] con la ruina de las libertades públicas en prensa, las garantías judiciales y el respeto de los derechos humanos tanto por los contendientes institucionales como por las guerrillas.31[31] La suspensión en enero de 1992 de las elecciones parlamentarias en Argelia es el punto de arranque de esta espiral de barbarie y exterminio. Antes de ello, ya era un tópico informativo poderoso en los medios el anuncio del avance del islamismo fundamentalista, concebido como un agresivo frente opuesto al modelo occidental del laicismo, la igualdad entre géneros y del orden democrático.

Por otra parte, la presión migratoria del Magreb hacia Europa ha creado en los países de la frontera exterior el “efecto del gran foso”, que informativamente ha aportado la metáfora de la oleada migratoria. Hay que reconocer que la crisis social y económica de los países del sur del Mediterráneo influye en estos problemas. Y también en los movimientos islamistas, que han cambiado el escenario ideológico de la zona, como una respuesta al deterioro político y la desestructuración social. Las causas de estos movimientos sociales aparecen ya en los años ochenta, por la grave crisis económica mundial, con el severo efecto en el Magreb de la caída de las economías nacionales y la penuria de unas clases populares que han visto una provocación en la corrupción de la burocracia y la opulencia de sus élites.32[32]

Una investigación que realizamos un grupo de periodistas y lingüistas sobre la producción informativa y de opinión de los años 1994 a 1996 en un diario árabe y seis más europeos, recopiló un material provechoso y aportó los resultados que utilizamos aquí para decantar algunas conclusiones. Son conclusiones referidas únicamente a la noticia como construcción del acontecimiento, a los campos semánticos y el contexto con que se define y ahonda en los temas, los personajes que aparecen como agentes de los hechos y, en último lugar, la formidable persuasión que ejerce el relato de sucesos.33[33]

30[30] Pepa Roma, “Argelia se agrieta. Los argelinos empiezan a pedir cuentas por los 100.000 muertos en los últimos 8 años”, El País, 21-3-1999, “Domingo”, p. 1-4.31[31] “Argelia y los derechos humanos”, cuaderno de ocho artículos de Le Monde Diplomatique, marzo de 1996, edición española, p. 15-19.32[32]María Teresa de Borbón Parma, “La crisis en el Magreb”, El País, 16-4-1993, p. 10.

La cuestión que cierra esta propuesta de lectura crítica es la interculturalidad. Se entiende por interculturalidad el conjunto de procesos discursivos que ponen en relación diversas culturas. Es, pues, la interculturalidad una suerte de diálogo o de puesta al habla entre diferentes. Dicho de otro modo, es la comunicación que parte de la alteridad como presupuesto. Así, nuestro interlocutor no es simplemente alguien diferente a mí sino un otro del que me separan ámbitos mayores. Y, considerando en abstracto esta situación comunicativa entre extraños, cabe pensar dos resultados extremos: un entendimiento pleno o comunicación inclusiva —el otro es como yo, salvando las diferencias circunstanciales— o, también, el desencuentro, es decir, la alienación. Según esta concepción, los intercambios puedan arrojar resultados múltiples dentro del segmento indicado. No obstante, suele suceder que de la interculturalidad se deriven a menudo conflictos.

4.2. La noticia como creación del acontecimiento

Las páginas de política son una parte importante de los diarios, tanto por su intención como por su extensión y por el lugar preferente que ocupan. De estas páginas, la parte de política internacional destaca por ser una referencia principal del rango del rotativo. Precisamente, los diarios denominados de “élite” o de “referencia” obligada se distinguen por su capacidad para tratar ampliamente las noticias de política internacional. Tales diarios presentan o deberían presentar las noticias políticas con el rigor que exigen cinco acciones informativas básicas: objetividad, interpretación, creación de opinión, tematización y postura crítica.34[34] Sobre estas acciones, digamos en primer lugar que los diarios han de recoger y presentar informaciones objetivas. Luego, han de interpretar y explicar las informaciones. Deben, además, contribuir a la formación de la opinión pública. Pueden ayudar a fijar socialmente la agenda política de su país o de su comunidad; a ello se le llama acción tematizadora. Y finalmente, han de facilitar o ejercer el control público sobre el gobierno y las instituciones.

Según estos principios, los medios coordinan dos tareas. Una es la tarea informativa, al informar y explicar el sentido de las noticias. Y la otra cumple una función ideológica, que supone conformar la realidad política, cosa que sucede al promover una opinión pública, al señalar unos contenidos del temario político y al ejercer el papel de instrumento de control del poder político. La visión global de las dos tareas nos permite concebir los medios de comunicación como un ámbito que desarrolla una intensa actividad persuasiva, una actividad que busca convencer de la veracidad de su mensaje y de la legitimidad de su papel como medio y como agente social. Diremos, también e indistintamente, que lo que se desempeña es una acción persuasiva o, lo que es lo mismo, una acción ideológica, puesto que se selecciona lo noticiable y se revela una manera coherente y duradera de ver el mundo. Y, si hubiéramos de

33[33] La mencionada investigación ha versado sobre La identificación de los conflictos culturales: la UE y el Magreb, tal era su título. En ella han participado Dolors Cinca, Pilar Esperanza, Michel Faber, Marcial Murciano, Olga del Río, Amparo Tuñón y M. Mercedes Zamora, con la coordinación de Teresa Velázquez, y ha contado con el patrocinio de la Dgcyt (PB93-902-C02). Véase el informe de T. Velázquez y X. Laborda, “Magreb en la prensa: fingimiento de unos hechos”, presentado en el Congreso de la lengua y los medios (Universidad Complutense de Madrid, marzo de 1996).34[34] Ángel Benito (1995): La invención de la actualidad. Técnicas, usos y abusos de la información, Madrid, Fondo de Cultura Económica. Oza Bezunartea, Los límites de la información política, San Sebastián, Universidad del País Vasco, 1991, p. 28-29.

destacar una acción comunicativa de entre las cinco apuntadas, señalaríamos la de la tematización, esto es, la redacción de los temas de una agenda de interés político para la comunidad de lectores y de ciudadanos. Y esa es la elección que hemos tomado para leer las noticias sobre el Magreb en diarios españoles de referencia.

La nuestra ha sido una lectura personal y una lectura de oficio, que se ha centrado en períodos cortos de semanas o meses a lo largo de tres años, entre 1994 y 1996.35[35] Sorprendentemente, la primera impresión de este esfuerzo continuado ha sido la de no saber comprender con la claridad necesaria los acontecimientos políticos relatados, como si se diera el caso de que nuestra lectura topaba con una opacidad informativa meticulosamente aplicada por los medios. Esta impresión, que no resiste un examen crítico, se ha mantenido hasta el final del trabajo. Y no resiste una prueba porque las noticias y los artículos de opinión son muy diversos, y permiten, al menos sobre el papel, tener una rica perspectiva de esta etapa política de los años noventa. Sin embargo, podremos aducir algunas explicaciones de esta confusión. La segunda impresión es que el sentido general de las informaciones relativas a esta zona es negativo, pues viene asociado al conflicto, la quiebra de la legalidad y la barbarie. Y esta impresión sí se confirma como certera en el análisis de la tematización que hemos realizado.

Durante esos años que van de 1994 a 1996 —y aun antes, en especial desde 1991— en los diarios se ha dedicado muchas páginas a tratar del fenómeno del islamismo, de su giro fundamentalista y de la situación en el Magreb. Es difícil juzgar sobre el atractivo periodístico de estas noticias para la audiencia y sobre un aspecto directamente relacionado con éste, que es la implicación de la audiencia. Respecto de lo primero, los entendidos hablan de que un alto porcentaje de la información publicada sobre política apenas tiene interés periodístico, porque no se ejerce una selección en sus contenidos, quizá por una combinación de factores, técnicos algunos, como la dependencia de noticias de agencia, clientelares otros, y de presión política otros más. Por su parte, la implicación del público con la noticia tiene que ver con la proximidad del área geográfica y cultural de la que parte; así, nos resulta más cercana y atractiva una información sobre nuestro entorno local o nuestra tradición cultural que otras de diferente origen. La divulgación de otros dominios culturales ajenos a nuestro mundo mental y la práctica de la interculturalidad son méritos que a menudo los medios pueden exhibir justamente. Además, su trabajo de creación de opinión y su compromiso con la publicación objetiva de los hechos les obliga a acoger en sus pliegos muchas noticias internacionales y

35[35] Los rotativos consultados han sido: Al Quds al-Arabi, diario en lengua árabe publicado en Chipre, de difusión general y no oficialista; La Vanguardia, El País, Le Monde, La Reppublica, Frankfurter Algemeine Zeitung, The Times. La opción tomada por la prensa diaria de cinco países de la UE y otro más en lengua árabe se ha ajustado a criterios de independencia y de referencia o de élite, dentro de su ámbito territorial o cultural.El estudio consistía en un muestreo entre los años 1994 y 1996. Se ha recogido el material publicado en los citados rotativos durante tres períodos aleatoriamente designados: noviembre y diciembre de 1994, septiembre y octubre de 1995, y marzo y abril de 1996. Al tiempo que se elaboraban estos repertorios, hemos observado que algunos de los diarios no respondían a las expectativas, en el sentido de que no recogían noticias sobre el Magreb o tan sólo reflejaban algunos hechos violentos y luctuosos. Ese ha sido el caso del Frankfurter Algemeine Zeitung, The Times y, en menor medida, La Reppublica, por lo que se ha ampliado el seguimiento a otras cabeceras: Süddeutsche Zeitung, The Guardian y Corriere della Sera, respectivamente.

de política, contando ya con que esa labor no es fácil y a veces tampoco agradecida. Como es sabido, este trabajo no es sólo un reflejo de lo sucedido ni la transcripción de unas cosas a un código de palabras, sino que supone una elaboración notabilísima de lo real. Los periodistas convierten los hechos en acontecimientos informativos, en noticias, y transforman lo privado en algo social y objetivable.36[36] El proceso de tratamiento de las noticias no se detiene aquí y elabora productos más complejos. Las noticias no son independientes entre sí, a pesar de que su origen sea la imprevisibilidad y la originalidad, sino que entretejen un amplio espectro de imágenes y valores que pretenden representar y explicar el sentido de la realidad.

Estas pinceladas sobre la acción de los medios apuntan un escenario fascinante, porque en él se construye las versiones de que es la realidad y también se disputa por imponer una por encima de otras, es decir, que se lucha por construir una ortoversión. “Los medios constituyen o reflejan —afirma Venicio A. de Lima— los diferentes escenarios de representación en los que se definen cuestiones de clase, raza —sic—, sexo, deseo, placer e identidad, por consiguiente, reconstruyen la política”.37[37] La opinión de Lima reafirma nuestra convicción sobre el rol político de los medios, que va más allá de la notificación de los hechos y que se resume en la definición de qué es actual, es decir, qué importa de la realidad que acontece. Se trata, en términos de Ángel Benito (1995), de la “invención de la actualidad”.

Pues bien, cuando esa actualidad de los países del sur se mantiene durante años, con sus momentos de letargo y sus momentos de paroxismo, y a pesar de esa permanencia y esa familiaridad resulta confusa y se adhiere a un sentido calamitoso de la vida, entonces nos preguntamos cómo es posible que se produzcan estos efectos de sentido. Y si se deben a alguna deficiencia del lector, a una incapacidad nuestra para comprender los mensajes, o bien se trata de algo que obedece a la naturaleza de los propios mensajes. Nuestra conclusión, que podemos adelantar, es que la opacidad se halla en los mensajes publicados y la idea de conflicto que planea sobre ellos es un factor premeditado. Las siguientes explicaciones están encaminadas a justificar cómo hemos llegado a formarnos esa idea.

4.3. Tareas de la interpretación

Cuando se ha recopilado información de muchos días y se dispone de ella en una carpeta, que forma un solo cuerpo —por algo se denomina corpus el conjunto de textos recogidos—,38[38] con el inventario de los titulares y la reproducción completa de los artículos y de las noticias…, cuando se dispone de este material, suceden cosas distintas de las que depara la lectura diaria de los medios de comunicación. La primera es su inactualidad, pues tratan de un

36[36] Escribe al respecto Abraham Moles que “los periodistas o los emisarios de lo social que van al encuentro de los acontecimientos, equipados de una serie de criterios de apreciación para transformarlos en mensajes llamados noticias, juegan un papel considerable en la definición de lo que se llama un acontecimiento”. (Notes pour une typologie des événements, París, Seuil, 1966.)37[37] Venicio A. de Lima, Medios de comunicación y democracia, Madrid, Fundesco, 1992, p. 124.38[38] El procedimiento que se sigue consiste en elaborar una relación de las noticias y del material de opinión. La relación general contempla estos puntos, a modo de ficha de vaciado de cada diario: fecha; título, con antetítulo, título -en negritas, si es de opinión- y subtítulo; página; fuente, sea agencia, redacción o firma; procedencia o plaza; sección; género, según sea de opinión -editorial, artículo, cartas al director, revista de prensa, tira humorística- o bien informativa, como la noticia, la crónica, el reportaje, breves o sueltos.

tiempo pasado y de una actualidad que ha dejado de ser vigente. Ha perdido la aspereza o la urgencia del presente, con sus vuelcos imprevisibles y originales; es cosa hecha y cosa dicha. La segunda característica de la operación recopilatoria es su carácter compacto, único, pues forma una sola pieza discursiva, todo lo más dividida en días u otros períodos; con ello, deja de ser fragmentaria, dispersa, discontinua, azarosa. Todo lo publicado está ahí, y lo conocemos o lo podemos escrutar en el orden y con la intención que nos convenga.

Lo más interesante de todo ello es que con la recopilación la lectura puede ser más atenta, más perspicaz. Puede desentenderse del acontecimiento anunciados y concentrarse en los recursos expresivos que se han utilizado. De esta manera se pone el énfasis no ya en los hechos sino en las perspectivas desde las que se contemplan y se enjuician. Veamos un ejemplo de ello, extraído del repertorio de noticias de un diario árabe y seis europeos del mes de noviembre de 1994. Se trata de una cata escogida al azar, sin atender a ninguna característica especial del período. Consta de 245 entradas textuales, sean noticias o escritos de opinión, el 61% de los cuales proceden de los diarios europeos y el 39% restante aparece en el diario en árabe Al Quds al-Arabi. Éste último concentra una proporción tan considerable, con 95 textos, porque está tratando en ellos cuestiones que abarcan las secciones que en los otros diarios serían de información internacional y nacional. Si separamos estas dos fuentes, la europea y la escrita en lengua árabe para la ribera sur del Mediterráneo, podemos establecer una clasificación cualitativa de los textos, según unos descriptores temáticos del contenido y la frecuencia de su ocurrencia (figura 1).

 

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Diarios europeos

Conflictos por terrorismo y sucesos 72 textos

Política negativa respecto del Sur27

Política positiva respecto del Sur 26

Políticas bilaterales o trilaterales 12

Defensa europea frente al Sur 6

Arte, cultura, costumbres, deporte 5

Interés humanitario del Norte por el Sur 2

Diario Al Quds al-Arabi

Referencias a sucesos 22 textos

Visión negativa del Sur hacia el Norte 34

Visión negativa del Norte hacia ellos, denuncia16

Opinión positiva sobre sus propios asuntos 9

Política interna positiva 7

Ayuda externa 5

Resistencia frente al exterior 2

 

Figura 1. Agrupación de las unidades textuales del período de noviembre de 1994 bajo descriptores temáticos.

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Es llamativo el hecho de que la mitad de los textos de los diarios europeos correspondan a la representación de conflictos derivados del terrorismo y de otra clase de sucesos (el 48% de los casos). Si a esta categoría temática se le suma la que aparece en segundo lugar, referida a las repercusiones negativas en la política europea con los países del Magreb, y otra más del mismo signo, la de la defensa europea frene al Sur, se obtiene la amplia mayoría de un 70% de temas que expresan el antagonismo entre los dos frentes interculturales. Sus contenidos fomentan, por la razón de los hechos o por la que se quiera aplicar, una visión alienante del Sur, de modo que sus miembros quedan representados como los otros, los que no son como nosotros. Como contrapartida, el resto de los tópicos caen en lado positivo e identifican aspectos comunes o de diálogo, sean éstos la política positiva respecto del Sur, que elogia iniciativas y valores de los países del Magreb, los acuerdos bilaterales o multilaterales de cooperación, o el deferente interés del Norte hacia el Sur, que expresa humanitarismo y neutralidad política. Sin embargo, esta última categoría es una pura anécdota, como también lo es la que podría aportar un mejor conocimiento intercultural, que es la referida al arte y cultura de los países del Magreb, con un marginal porcentaje del 3% del total de entradas textuales.

En la sección árabe destacan dos temas que, una vez sumados, arrojan la cantidad porcentual de un 53%. Además de formar la mayoría, conviene señalar que son temas complementarios y, algo aun más importante, que reflejan un vivo conflicto identitario entre las dos comunidades culturales. Veamos cuáles son. En primer lugar está la visión negativa que desde el Sur se tiene de los países europeos, que supondría el retorno atenuado de las mismas críticas que se reciben, o que también puede entenderse como un inventario de diferencias disgregadoras. En un segundo orden de importancia se halla el tema de la denuncia que formulan contra la visión negativa y prejuiciosa que se tiene en el Norte de ellos. Vemos, pues, que estos dos tópicos proponen cuestiones alienantes, porque critican las características negativas de los otros del Norte y porque rechazan ciertos prejuicios culturales de aquellos. Ahora bien, este bloque que contiene dos flujos de construcción negativa de las identidades, está compensado por otros dos más, que suponen la otra mitad de los textos, y que aportan aspectos positivos y de actualidad. Comenzando por

éste de la actualidad, las referencias a sucesos (23%) exhiben, al menos formalmente, el carácter neutro de las informaciones, afectas a los hechos y sus consecuencias inmediatas. Y luego está un conjunto de temas (24%), cuya afinidad es su signo positivo y de auto afirmación, sea por la opinión positiva de sus propios asuntos, de su política interior, de factores de resistencia identitaria y, finalmente, de la lectura satisfactoria que merece la recepción de ayuda exterior.

Y, ¿cuál es la implicación o el interés de cada diario con estos asuntos? Una forma de responder a este interrogante es hacer una lista que indique el número de textos que cada cabecera publica en este período estudiado, el de noviembre de 1994. El cuadro cuantitativo (figura 2) está encabezado por Al Quds al-Arabi, con 95 textos y lo cierra el diario inglés The Times. Tal como habíamos observado, el que hace la mayor contribución es Al Quds al-Arabi, con un 39% del total (95 unidades textuales). Y en segundo y último lugar, respectivamente, están El País, con un substancioso 22% (53 textos), y The Times, que tan sólo representa el 3% (7 textos). Merece una mención especial el caso de La Vanguardia y de Le Monde, pues hay en esta muestra una anormalidad. En efecto, si comparamos estas cifras con las de otros meses, se observa algunas desviaciones a la baja en la presente cata de Le Monde y, de manera sorprendente, en La Vanguardia, ya que sus 12 unidades son una cantidad excepcionalmente baja. De todo ello el lector extrae claramente una prueba más de la invención de la actualidad, y de que su creación ideológica es relativa al grado de implicación de los destinatarios del periódico. Por razones obvias, el grado máximo está en Al Quds al-Arabi y el mínimo en The Times. La proximidad geográfica o del área de influencia y las consecuencias de lo referido son dos factores del interés y relevancia de la noticia. La especialización de intereses explica que la cabecera británica de The Times no considere relevante la geopolítica magrebí —y sí la de Oriente Medio y del subcontinente indio— y que la escala esté liderada por España y Francia, entre los países europeos, con una historia colonial, una proximidad geográfica y unas relaciones comerciales en el sector energético fundamentales.

 

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Al Quds al-Arabi 95

El País 53

Le Monde 34

Süddeutsche Zeitung 25

La Repubblica 19

La Vanguardia 12

The Times 7

 

Figura 2. Procedencia de las 245 unidades textuales.

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La implicación informativa de los países europeos con respecto del Magreb es cierta, pero variable. Y al examinar los textos recogidos se deshace una abstracción engañosa, la que dibuja un eje imaginario que atraviesa el Mediterráneo de norte a sur y traza una conexión entre dos regiones, la europea de la Unión Económica y la norteafricana del Magreb. Esta concepción simplista de la política queda desmentida por el mapa de la actualidad periodística, y también del sesgo que cada diario aplica a las noticias sobre esta zona. Y anotamos diversos tratamientos: la indiferencia de The Times; el tremendismo de La Repubblica, centrada en las facetas del conflicto —bajo las ideas de crisis y de terrorismo— y de la alta política entre Estados; el interés grande, constante y ponderado de Le Monde, por la política y otros aspectos culturales; y, a semejanza de Le Monde, los rotativos El País y La Vanguardia, si bien en éstos aparece más el conflicto que la vertiente cultural, probablemente porque la inmigración magrebí en España es sensiblemente menor que en Francia.

4.4. Una muestra española

Veamos ahora una muestra del diario El País, recogida en un período posterior al comentado. Se trata de un período extenso y múltiple, pues se compone de setenta y siete días consultados, en dos momentos de los años 1995 y 1996, que ofrecen una visión del proceso informativo. La muestra abarca los meses de septiembre y octubre de 1995 y, además, la primera quincena de marzo de 1996. En total, el inventario cubre 77 días, de los cuales sólo en 44 días aparecen noticias y artículos sobre los temas consultados (figura 3). Hay que decir que hemos incorporado a la temática los artículos que también se refieren a la comunidad magrebí o a alguno de sus miembros en España.

De los resultados obtenidos se observa que en la mitad de los días de la consulta, concretamente en un 57%, se publican noticias al respecto. El total de unidades textuales u ocurrencias es de 89, es decir, un 1’2% por día del período estudiado. Y su reparto temporal es muy diverso, ya que en septiembre contabilizamos 47 textos, en octubre registramos 17 y en marzo de 1996 son 25, unas cifras que guardan relación con el número de días con entradas efectivas de textos. La media es de dos textos por cada día en que se publica algo relacionado con la cuestión.

 

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Días consultados 77

 

Días con entradas efectivas 44 (total)

septiembre 23

octubre 8

marzo 13

 

Unidades textuales 89 (total)

septiembre 47 (de ellas, 5 de opinión)

octubre 17 (de ellas, 4 de opinión)

marzo 25 (de ellas, 1 de opinión)

 

Figura 3. Datos de la muestra de El País, de septiembre y octubre de 1995 y del 1 al 16 de marzo de 1996.

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Algunos textos son genéricos, pues tratan de la región del Magreb o de otros fenómenos, como la libertad de prensa o la inmigración hacia europea. Pero en algo más de la mitad de los textos aparecidos se hace mención específica de algún país de la zona o de sus naturales, de modo que visualiza ese origen o esa designación nacional (figura 4). Y resulta curioso comprobar el orden de la representación, que encabeza Argelia, con 34 menciones y una cuota del 59%, seguida de Marruecos (37%), Túnez (2%) y Libia, a quien corresponde un sorprendente 3% de cuota. Decimos que es sorprendente el caso de Libia porque, por un embargo informativo, que es un efecto político del aislamiento político decretado internacionalmente, resulta insólito que se haga alguna mención a su situación interna.39[39] Además de estos países, constatamos que permanecen informativamente sumergidos o ignorados Sáhara y Mauritania, una lista que se ensancha ordinariamente con Libia y Túnez. Esta proporción en la escala de la visibilidad informativa se compadece del conjunto de los muestreos, de manera que Argelia es objeto del máximo interés de la prensa española. Y Argelia y Marruecos resumen el espacio política y culturalmente activo, y a su alrededor se extiende un desierto informativo casi infranqueable.

 

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Argelia 34 (58%)

Marruecos 22 (37%)

Libia 2 (3%)

Túnez 1 (2%)

Sahara 0

Mauritania 0

total de menciones 59

 

Figura 4. Menciones específicas a países o ciudadanos del Magreb.

39[39] Es una rareza, pues, que se haga referencia a Libia, como sucede en estas dos noticias: “El integrismo prende en Libia. El régimen de Mouammar el Gaddafi vive los primeros síntomas del desafío islamista” (crónica de J. C. Gumucio, desde Ammán, El País, 11-9-1995). “Gaddafi inicia la expulsión de palestinos. España no permitirá la presencia de Libia en la cumbre euromediterránea” (noticia de agencias, El País, 30-9-1995). Además del evidente sentido negativo de los textos, el implícito anuncio de acontecimientos graves que contienen no se corresponderá con las noticias o mejor, la ausencia de noticias sobre Libia, en los meses y aun años posteriores.

 

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4.4.1. Campos semánticos

¿De qué hablan los textos recogidos? La respuesta es muy clara. Cuando resumimos sus contenidos en unos términos clave, obtenemos cinco campos semánticos, compuestos de una red de palabras afines que se ramifican en diversos sentidos y matices.40[40] Por orden de importancia, son los campos semánticos de la violencia, del islamismo radical, del orden policial, del difícil ejercicio del periodismo y, en último lugar, de la inmigración hacia Europa.

 

1. Violencia y terror (39 ocurrencias)

El campo de la violencia, con las 39 ocurrencias o entradas de términos afines, representa el contingente semántico más voluminoso: un 42% del total. Lo constituyen palabras y expresiones como éstas: asesinados, muertos, bombas, heridos, terror, terrorismo, terroristas, ataque, periodistas asesinados, mujeres asesinadas, guerra, tiros, venganza. La relación, que sigue un orden decreciente de apariciones, exhibe un terrible muestrario de violencia homicida, con sus categorías de tipificación jurídica y unos estragos que destacan sobre un fondo de guerra civil. De entre las víctimas, se selecciona en las noticias que éstas son también mujeres y periodistas, con lo que expresan la crudeza de una contienda que se ceba en la población civil, en razón de su género y de su profesión informativa. Los periodistas vuelven a aparecer en otro campo semántico más abajo.

 

2. Islamismo, integrismo (23 ocurrencias)

La religión islámica, asociada a la opción rigorista y explícitamente política del integrismo, viene en segundo lugar, con múltiples variantes de los términos o en asociación con otros de carácter bélico, que enlazan con el campo precedente. Son las términos islamismo, islamistas, Islam, integristas, radicales, comando integrista, guerrilla integrista, desafío integrista.

 

3. Orden, seguridad (14 ocurrencias)

El ámbito centrado en las acciones policiales de orden y seguridad consta de las vocablos policía, detenidos, encarcelar, seguridad y redada. Tales términos aparecen también en noticias procedentes de Europa concernientes al control

40[40] La fase analítica de los campos semánticos consiste en delimitar los términos clave de las noticias y los escritos de opinión. A tal fin se elabora para cada entrada una ficha de contenidos, que consta de una pestaña de identificación (diario, fecha, página, fuente, procedencia y género) y dos registros de términos, que se aplican al titular del escrito y al resto del texto. El registro del titular indaga sobre cuatro puntos: las palabras clave, según su literalidad o bien su sentido implícito (en este último caso, diremos que es una palabra extraída); su jerarquía (PC1, PC2, o palabras clave uno y dos); número de apariciones; y la connotación (positiva, neutra, negativa, indiscernible). A su vez, se realiza la misma operación terminológica con la parte central del texto, la parte de desarrollo (TXT1, TXT2 o palabras clave del texto número uno y dos). En conjunto, la ficha de contenido tiene 49 variables o entradas codificadas, a tenor de lo indicado. La confluencia de los datos de todos los registros y diarios arrojará una matriz en la que se resumen los datos semánticos y se observan ciertas constantes.

de la inmigración y, en particular, a grupos extremistas o incursos en problemas con la ley.

 

4. Periodismo (8 ocurrencias)

El periodismo gráfico vuelve a aparecer como campo específico. Mediante diversos términos —periodistas asesinados, prensa, huelga— se notifica el grave situación de la libertad de prensa, por mortal persecución de sus agentes y las trabas de la censura. La palabra “huelga” procede de la noticia de una huelga de periodistas en protesta contra esa mordaza legal y el acoso personal que sufren aquellos.

 

5. Inmigración ( 8 ocurrencias)

Los términos del campo semántico —inmigrantes, integración, ilegales, organización, oleada, abusos contra los inmigrantes— refieren el flujo de trabajadores inmigrantes a Europa, vinculado a razones de pobreza, a condiciones de ilegalidad, a la alarma por la oleada o desbordante llegada de estos sujetos y, también, la debilidad de los inmigrados ante la policía o los empresarios, que en ocasiones abusan de su precariedad.

4.4.2. El contexto

El estudio no puede concluir con el inventario de los principales campos semánticos y sus términos, sino que ha de observar cuál es su contexto y, dentro de él, qué sentido manifiestan. Volvemos al campo que titulamos “islamismo, integrismo” y, ampliando nuestra observación, anotamos estos enunciados, orientados todos, sin excepción, hacia un sentido negativo de los términos implicados:

 

“El integrismo islámico…”

“Un ‘comando’ integrista asesina/degüella…”

“El integrismo prende en Libia.”

“Los integristas radicales condenan a muerte a los habitantes de la ciudad x.”

“Los integristas atacan…”

“La guerrilla islámica mata…”

“Redada contra islamistas en Lyon.”

“Islamistas detenidos en Bélgica.”

“Un frente antiintegrista se moviliza para apoyar la elección de Zerual.”

 

Estos enunciados tienen un cariz netamente negativo, marcados como están por ominosas acciones, como las amenazas de muerte —”condenan a muerte”—, ataques, muertes, asesinatos y degollamientos; por colisiones con la legalidad, en redadas y detenciones de la policía; o por la virulencia de su propagación social, según la noticia —desmentida por un silencio total sobre

Libia, en los años sucesivos— de que la doctrina integrista “prendía” en el país. Destaca una excepción, que figura en el último enunciado, referido no ya al integrismo sino a su contrafigura política, un frente antiintegrista. De él se predica la legítima e intachable acción de la movilización cívica en defensa del candidato institucional del Estado argelino. En esta noticia sobre los sectores pro gubernamentales, sin embargo, el ambiguo perfil de sus componentes sociales y la idea de un bloque ideológico bien articulado resulta confusa e informativamente inconsistente.

4.4.3. Los personajes

No sólo hay vocablos clave y agrupaciones de estos en unidades de significación. No sólo hay términos en el contexto de su enunciado. Sino que también podemos reconocer unos retazos discursivos mayores, que apuntan una estructura narrativa, aun sin constituir propiamente un relato. De los propios enunciados arriba transcritos —cuanto más de su contexto amplio— se desprende que hay unos personajes o agentes que realizan unas acciones, mediante el uso de instrumentos, para conseguir determinadas metas. Y todo ello es referido por una voz o perspectiva periodística, para que el lector juzgue según un canon o principio de conveniencia y normalidad.

Es preciso insistir en que el contenido de las siguientes observaciones depende de la muestra recogida, lo cual conduce a afirma que no se puede generalizar sus resultados. Otra cuestión es que el investigador tenga la intuición de que hay una notable continuidad del tratamiento periodístico del tema en estos últimos años, una opinión que no es pertinente retener. En suma, de la muestra de El País de 77 días consultados en 1995 y 1996, identificamos tres grupos de personajes, los religiosos, los profesionales y los de la población civil.

 

Religiosos.— Responden a un ideario cerrado y absoluto, y están dedicados a la defensa de su religión. Reciben los nombres de islamistas, integristas y, en algún raro caso, también aparecen mencionados los católicos ultraconservadores. Las acciones de los primeros son, al menos, amenazantes para el orden establecido, y frecuentemente llegan a la aniquilación de los desafectos e incluso de manera arbitraria. La reiteración del detalle de la degollación como procedimiento homicida usual deja tras de si una leyenda de crueldad y proyecto en el imaginario colectivo un escenario de matadero.

 

Profesionales.— El trabajo define dos clases profesionales, la de los periodistas y la de los policías. Los primeros, esencialmente los periodistas argelinos, son víctimas de la sospecha y la violencia de los dos bandos, el oficial y el de resistencia integrista. Por su parte, el personaje policial, pertenezca al Magreb o a Europa, cumple un cometido de control y de policía judicial.

 

Población civil.— En este grupo, los personajes no tienen rasgos doctrinales ni profesionales; son población civil que padece las consecuencias directas o indirectas del conflicto. Consta de dos clases, las mujeres que son víctimas de la violencia en Argelia y los inmigrantes en Europa. El asesinato de las mujeres

o su secuestro para esclavizarlas como sirvientas y como objeto sexual de la guerrilla, además de ser una nota de indigna crueldad contra personas no combatientes, proclama la verdadera naturaleza de una guerra civil. A su vez, los inmigrantes aparecen ligados al conflicto de su entrada ilegal en el territorio de la Unión Europea, a la precariedad laboral y la falacia de su competencia desleal con los trabajadores y desempleados europeos, a los chocantes valores culturales que tienen, y a la desproporcionada metáfora de la oleada migratoria hacia el paraíso europeo. Y decimos que la metáfora es desproporcionada por la insolvente idea que da de avalancha y de riesgo económico o social para los europeos.41[41]

Este último comentario nos conduce a planetarnos cuestiones canónicas sobre los personajes, es decir, lo referente a la verdad y la normalidad de sus hechos y sus circunstancias. Se echa de menos en esta galería de personajes aquellos que representan las instituciones, los cargos militares o policiales, la voz de la magistratura. Se echa de menos en las noticias y artículos en que aparecen los actores que hemos indicado una continuidad expositiva que relacione los hechos y ofrezca una versión consistente. Lo que se tiene, por contra, es un conjunto casi anónimo de personajes en el paisaje sangriento del conflicto o de áspera huida por causas económicas. Alguna influencia en tal estado de cosas han de tener actitudes radicales, intransigentes y de acoso a la población, puesto que se aducen en las informaciones. Y alguna causalidad han de tener, también, los modelos teocráticos y autárquicos por los que luchan los integristas. En esta punto, el lector no puede dejar de contrastar los términos ordinarios de la paz con los de la guerra, la moderación con el radicalismo, el diálogo con la intransigencia, el respeto con el exterminio civil, el laicismo con el islamismo político, la democracia con la teocracia, la cooperación internacional con la autarquía. Estos intensos contrastes revelan dos mundos políticos y culturales o, al menos, lo que se considera que son Europa y el proyecto político del islamismo militante. Probablemente son contraposiciones simplistas y maniqueas, no en vano es un error grueso identificar el islamismo con una intención y una estructura políticas. Pero, el juego de contrastes suele ser didáctico y persuasivo.

4.5. Irresistible persuasión de la narración

Un procedimiento discursivo más complejo que la polarización ideológica y de un efecto persuasivo inadvertido y más duradero es la narración, es la acción de contar las cosas sucedidas.

En la producción periodística la narración tiene una gran fuerza demostrativa, en parte porque se entiende que se atiene a los hechos —función referencial—, por su naturaleza necesariamente concreta —quién, cuándo, dónde, qué, para qué— y acabada. Y más común que la narración larga y unitaria son las diversas narraciones que se siembran a lo largo del texto y de los textos. En estas piezas podemos observar la presencia de estereotipos y ciertas incoherencias pragmáticas en los discursos. Son relatos sobre la invisibilidad

41[41] Sobre el lenguaje metafórico de los corpora que aquí tratamos, con abundantes construcciones, como “noche de fuego” o “el polvorín magrebí”, es útil considerar la conocida propuesta de George Lakoff y Mark Johnson (1980): Metáforas de la vida cotidiana, Madrid, Cátedra, 1991. En ella se sostiene que la metáfora, más allá de ser un recurso lingüístico de figuración, aporta nuevos y substanciosos marcos de representación de la realidad.

del inmigrante (el caso Fabián Cobos), la argumentación ni-ni (la matanza de Setif) y la opacidad contextual

4.5.1. Invisibilidad del inmigrante

El caso ‘Fabián Cobos’, las agresiones a mujeres o el relato de los asesinatos reflejan tres modalidades narrativas, por su contenido. El primero atiende al comportamiento del nacional o europeo que, al afear la conducta abusiva de unos policías españoles contra un inmigrante marroquí, es detenido en comisaría durante dos días y denunciado por agresión a un agente. Los hechos (Viladecans -Barcelona-, 25.12.94) dan lugar a noticias sobre el incidente y sus primeros efectos sociales y judiciales, pero no informan sobre la conclusión del conflicto —algo harto corriente— y, lo que es más llamativo, ignoran la identidad y la suerte de aquel marroquí que en un día de Navidad:

 

...permanecía en el suelo con dos policías encima que intentaban esposarle. “Oí como le decían ‘moro de mierda’”, asegura Fabián Cobos. (...) “Uno de los agentes me dijo que si quería más datos que fuera a comisaría”. Cobos se plantó en comisaría. Entonces, asegura, empezó su calvario.

(El País, 12-01-95)

 

Pero este tipo de hechos, los hechos que suceden en España con inmigrantes y en su caso con nacionales —como Fabián Cobos—, resultan infrecuentes, a tenor de su escasa presencia en la prensa. Y lo que es peor, a tenor de su tratamiento sesgado. Una muestra ello aparece en la noticia sobre lo que parece un terrible sarcasmo del destino: la muerte accidental de un inmigrante magrebí en una granja porcina. No recogeremos aquí tal noticia sino la crítica que mereció de un lector, a través de una carta al director. Se trata de la carta de protesta del escritor Juan Goytisolo a la prensa, “Morir en una granja de cerdos” (El País, 21-5-1996), quien expresa su sentir por ese tratamiento inadecuado de la información, aunque ello sólo sea un leve mal que se añade a la penalidad del fatal accidente. Dice Goytisolo:

 

El diario valenciano Las Provincias del 24 de marzo de 1996 informaba brevemente de la muerte accidental de un “hombre de origen magrebí”, Kamal T. (su apellido es escamoteado a los lectores, así como su nacionalidad marroquí y otras muchas cosas), al volcarse en un barranco y caérsele encima el tractor-pala con el que realizaba tareas de limpieza de excrementos en una granja situada en la partida de El Campillo, de Cheste. Según la crónica del suceso, el dueño de la granja (cuyo nombre y apellidos no se mencionan), testigo del lance, permitía vivir muy generosamente a un grupo de magrebíes en su granja de cerdos.

 

Revela Goytisolo que conoce a la digna familia de Kamal Tantoui —ese era el apellido de la víctima— y se formula algunas de las preguntas escamoteadas

en la noticia sobre las bochornosas condiciones de explotación laboral, sobre las responsabilidades civiles y penales, o sobre el curso de las investigaciones policiales. Y concluye con la siguiente observación. “Kamal fue en busca de la imagen de la España imaginaria expuesta en nuestras televisiones y murió en la España real —colmo de sarcasmo para un musulmán—, limpiando estiércol en una granja de cerdos.”

4.5.2. Argumentación ni-ni

Un tópico frecuente en las crónicas del larguísimo conflicto argelino es el de las agresiones, raptos, violaciones y asesinatos de mujeres; un tópico frecuente, quizá porque la desgracia de estas víctimas civiles, a pesar de representar una pequeña parte de las víctimas, expresa con más fuerza la brutalidad del conflicto argelino. No importa que sean hechos recientes o antiguos; su crudeza narrativa no se corresponde con el tratamiento de otros sucesos entre tropa y grupos armados. Un ejemplo de la última recopilación que estamos elaborando es esta pieza narrativa que rememora la insurrección argelina del 8 de mayo de 1945 contra el colonialismo francés y narra un episodio de la matanza de Setif.

 

Unos recuerdan cómo un grupo de musulmanes cortó los testículos a un juez de paz y los introdujo en la boca de su mujer, violada delante de sus hijos. Otros, cómo un grupo de soldados franceses ejecutó a sangre fría a una docena larga de campesinos con chilaba. Nadie sabe con exactitud cuántas fueron las víctimas mortales. Los cálculos más verosímiles hablan de entre 100 y 300 colonos y de entre 1.500 y 20.000 musulmanes.

(El País, 13-03-96, p. 61, por Javier Valenzuela)

 

Los estereotipos narrativos no impiden que formulemos algunas preguntas sobre tanta crueldad y sangre derramada. Por un lado está la sangre fría de los soldados franceses y la disciplina que destila su acción ejecutoria. Por el otro, la sangre caliente, sádica y sexual, de los nativos. Los soldados no tienen entidad religiosa, los lugareños sí. Pero, ¿su comportamiento tiene algo que ver con la fe musulmana? El término grupo, referida al “grupo de musulmanes”, da una idea precisa de unidad e imprecisa de cantidad; ¿no se podría especificar mejor? ¿Vestían chilaba cuando agredieron a la familia del juez de paz? ¿Murió éste de resultas de la mutilación? (Cómo recuerda esto un pasaje de la novela Germinal, de E. Zola, en que las mujeres de un poblado minero se vengan de un rijoso comerciante.) ¿Respetó el grupo a los criados o criadas musulmanas de la casa? ¿Cuál fue el desenlace del ataque a la familia? ¿Fue un hecho aislado o común? La indicación de que las cifras de muertos recogidas son las verosímiles, sin embargo da por buena una holgura muy desigual, según las víctimas sean colonos o población autóctona.

La asimetría en el cálculo de víctimas de cada bando es comprensible por razones de la política colonial, de modo que resulta escrupulosa con los propios ciudadanos pero grosera, cuando no prevaricadora, con los “musulmanes” muertos en la represión militar. Y, sin embargo, esa desigual medida no se corresponde con el principio argumental “ni-ni” que emplea el

periodista, denominado así por Roland Barthes para designar una fórmula aparentemente equitativa.42[42] La argumentación ni-ni es una falacia retórica, pues propone la imagen de la balanza para justificar su equilibrado punto medio. Viene a decir que ni las razones de un bando ni las del otro, colocadas en los respectivos platillos de la balanza, son pertinentes, sino un punto medio, donde se sitúa el fiel. De este modo, sin duda artificioso, el orador reclama para sí una ecuanimidad que no está en los extremos de las cosas comparadas, lo cual le permite excluirlos y sostener que su posición es la razonablemente equidistante.

El procedimiento ni-ni es tan usual que se le tiene por una impecable fórmula de objetividad. En especial, cuando hay dos frentes en litigio. Basta con aducir algo sobre una y otro tanto sobre su antagónica, y el ponente o emisor se hace digno ante la audiencia del compromiso de imparcialidad con la realidad. Así, el periodista Javier Valenzuela zanja el episodio de la matanza de Setif en dos frases, que hablan de que “unos recuerdan cómo un grupo de musulmanes…” y que “otros, cómo un grupo de soldados franceses…”. Para mayor abundamiento, las frases son simétricas sintáctica y semánticamente. Un ejemplo perfecto de la retórica balanceada que impugna Barthes.

4.5.3. Opacidad contextual

El relato de los asesinatos puede incurrir en un estereotipo que destaca por tres notas: la ejemplaridad informativa, la truculencia escenográfica —por ejemplo, la escena de la crueldad innecesaria— y el esquivo y ambivalente lenguaje del comunicado policial. Veamos el contenido de estas notas, para examinar luego en un breve de prensa, “Tres mujeres degolladas en Argelia”, si es pertinente hablar del estereotipo de la opacidad contextual a que nos referimos. En primer lugar, es ejemplar lo que tiene un valor didáctico o encierra una enseñanza sobre una realidad; en el caso de Argelia, son ejemplares las noticias sobre asesinatos de mujeres o periodistas. En segundo lugar, la escena usual de crueldad ilimitada es la de la vejación y muerte de una mujer ante sus hijos. Finalmente, decimos aquí que es lenguaje policial ese modo seco y desinformador, proclive a reseñar indicios fuera de contexto, con que se da cuenta de una tragedia; en este último punto, la crítica no apunta tanto a las fuentes institucionales como al uso literal y acomodaticio que de sus comunicados hacen agencias de prensa y medios de comunicación.

Consideramos que en el siguiente breve o suelto se puede apreciar la presencia de los tres rasgos indicados. A la vez, avanzamos que la opacidad

42[42] Escribe Barthes en una de sus columnas de diario que, recopiladas, dieron lugar a su celebrado libro Mitologías (1957): 

Hemos podido leer, en uno de los primeros números de L’Express diario, una profesión de fe crítica (anónima) que era un soberbio fragmento de retórica balanceada. La idea que la sustentaba era que la crítica no debe ser “ni un juego de salón, ni un servicio municipal”, lo que debe entenderse en el sentido de que no debe ser ni reaccionaria, ni comunista, ni gratuita, ni política.

Se trata de una mecánica de doble exclusión que proviene en buena medida de esa pasión numérica que hemos encontrado muchas veces y que intentaré definir como un rasgo pequeñoburgués. Se hace la cuenta de los métodos con una balanza, cargando a voluntad los platillos con esos métodos.

contextual, es decir, el olvido de lo que antecede y rodea los hechos de la noticia, conforma un estereotipo informativo negativo y, además, usual. Decimos redundantemente que es un estereotipo negativo porque incumple el contrato de lectura que subscribe el medio con sus lectores y que le obliga a atenerse a aquellas cinco acciones informativas de las que hablábamos, que consisten en recoger la información, pero también en interpretarlas y en contribuir sin sesgos a la formación de la opinión pública. La noticia, transcrita íntegramente, dice así:

 

TRES MUJERES DEGOLLADAS EN ARGELIA

Tres mujeres fueron degolladas el miércoles en distintas localidades de Argelia, informaba ayer el diario El Watan, que atribuye los crímenes a presuntos guerrilleros integristas. Dos de los cadáveres fueron hallados en un barrio de Argel, y el de la tercera mujer, que fue degollada delante de sus hijos, en la ciudad de Tipaza.- Reuter

(El País, 04-02-96, internacional, p. 6)

 

Las mujeres quedan reflejadas como víctimas pasivas, en realidad, cadáveres abandonados que son hallados por no se sabe quién cuando tropieza con ellos. En el caso de la mujer de Tipaza, hay una ligera diferencia, pues la acción comienza un poco antes, cuando estando en manos de sus victimarios los hijos presencian la acción. Con todo, lo más tenebroso del cuadro es esa presencia múltiple, anónima, intangible, impune y errática de los asesinos, un efecto que de responder a la realidad se ahonda con la ablación del contexto, con la opacidad del contexto. Y, examinada la noticia según el detalle de su tres rasgos, observamos que lo ejemplar produce un efecto de asimilación o de generalización de los hechos. Tal generalización incluye una escenografía aterradora, algo que queda justificado en este y otros luctuosos casos, pero no como un horizonte común. Y, también, ese lenguaje finalista, de cosas sucedidas y sin continuidad informativa con su tiempo y su entorno, favorece la conmoción y la perplejidad, sensaciones éstas que, como veremos en la tragedia de los Grandes Lagos africanos, crean un estado de opinión contradictorio y quizá estéril.43[43]

Este tipo de informaciones no es fortuito. Responde a un guión planeado y propuesto en una circular gubernamental, que animaba a la prensa a “poner en evidencia el carácter inhumano de las bárbaras prácticas del terrorismo para

43[43] Los ejemplos sobre este estereotipo son tan corrientes que basta con repasar los ejemplares de pocos días para dar con noticias como ésta, que reproduce fielmente la estructura descrita. 

HALLADOS LOS CUERPOS DE 10 SECUESTRADOS EN ARGELIAArgel.— Los servicios de seguridad argelinos hallaron 10 cadáveres el miércoles pasado en el fondo de un pozo en la localidad de Sidi Moussa, a 30 kilómetros al sur de la capital argelina, según informaba ayer la prensa. Las víctimas habían sido secuestradas hace meses en un falso control de carreteras.—Efe (El Periódico, 22-12-1997) 

El mismo rotativo informaba en términos similares, una semana después (29-12-1997), del luctuoso asesinato de 22 personas a golpes de hacha en un pueblo argelino que había sido ya escenario de otras matanzas. Y añadía que también se había producido en otra localidad el secuestro de siete niños por un supuesto grupo terrorista.

llevar al reflejo colectivo el rechazo del terrorismo, machacando con el eslogan: el terrorismo no vencerá”.44[44] Según las precedentes observaciones sobre el estereotipo de la opacidad, esta estrategia comunicativa ha hecho mella en la prensa internacional, que hace creíble un guión realista pero descoyuntado. Y que puede tener en los lectores un efecto de confusión y de hastío, contraproducentes no ya para formarse una opinión sobre la actualidad sino para establecer un mejor diálogo entre culturas.

4.6. Discurso de la diferencia

¿Qué aprendemos de los otros en las noticias y artículos sobre el Magreb y sus inmigrantes entre nosotros? ¿Qué sabemos de ellos, de su cultura y su situación política? ¿Cómo dialogamos entre unos y otros? No es posible ni deseable generalizar, y así como hay noticias informativamente desafortunadas, por su opacidad contextual y por la dependencia de fuentes institucionales, también hay una proporción de literatura analítica en los escritos de opinión que merece ser valorada. Intuitivamente, sin embargo, parece que es mayor la influencia en la opinión pública de las impresionantes noticias de sucesos que las densas reflexiones de editorialistas y expertos.

Y es preocupante entrever, a lo largo de la lectura de los cuerpos de textos que hemos recolectado, unas tendencias temáticas y unos recursos de identificación (nosotros) y de alienación (ellos) que refuerzan una ideología de la diferencia y del conflicto, en vez del diálogo o la relación intercultural. El otro no deja de ser un extraño, por su religión, su guerra, su comercio de hachís, sus regímenes dudosamente democráticos, su censura de prensa o su emigración invasiva. O, sencillamente, su africanidad. Por supuesto, esta agenda de tópicos no hace justicia a la prensa, a toda la prensa, ni tampoco su contenido es un asunto privativo de la prensa, pero sí puede orientar, a partir de este punto, nuestra lectura del discurso intercultural y del discurso de la diferencia. 45[45]

Nuestro comentario se ha interesado por algunos aspectos estructurales en la construcción del discurso de la diferencia y del mensaje del conflicto. Sin duda, tales aspectos discursivos de la noticia tienen una gran repercusión cultural, según su sentido disuelva o refuerce los estereotipos alienantes del imaginario colectivo. La participación de los medios de comunicación en el proceso es considerable, por la selección de asuntos y de tono, el filtrado de la información o la fijación de las cuestiones de la actualidad dentro de los límites que se consideran apropiados. En concreto, de la lectura de noticias sobre el Magreb concluimos que la creación de opinión por los medios no está sujeta al azar de los acontecimientos. Y ello porque la noticia y sus comentarios en artículos no son una transposición de los hechos, sino la construcción de un sentido, un sentido de conflicto entre ellos y de extrañeza entre nosotros, que procede principalmente de los de criterios y premisas prefijados. Las cabeceras de 44[44] Ghania Mouffok. “Atentados contra la libertad de pensa”, Le Monde Diplomatique (marzo de 1996, ed. española, p.18-19). Esta periodista es también autora de Etre journaliste en Algérie (París, Reporteros sin fronteras, 1996).45[45] Una muestra de otro tipo de prensa está en Le Monde diplomatique, con páginas valiosas “Sobre los medios de comunicación” (Eduardo Galeano, enero de 1996, edición española) o acerca de la “Insostenible situación en Argelia”, sección que contiene los artículos de Salima Ghezalai, “Una insostenible demanda de paz”, y Bruno Callies, “Los espejismos de una victoria militar” (febrero de 1996, ed. Española). Destaca la sección del mes de marzo de 1996, “Argelia y los derechos humanos”, con ocho artículos críticos de la barbarie de los bandos y del feroz aparato de represión.

prensa coinciden en su postura con la política internacional de sus gobiernos. Adoptan una línea oficialista, lo cual explica el escaso interés por difundir otra información que no provenga de fuentes institucionales de Europa y del Magreb. Además, la implicación de las noticias está acordada a los planes geopolíticos de las cancillerías. De ahí que, desde la prensa española, durante la década de los años noventa, su implicación informativa se haya centrado en Argelia, por la larvada guerra civil, y secundariamente en Marruecos. En este último país, el grueso informativo ha estado dedicado a la llegada de “espaldas mojadas” y al efecto de la frontera cerrada, pero permeable, a la inmigración ilegal. En lo que atañe a los dos países, la información tiene en común un móvil de crisis.46[46] Y la implicación informativa con el resto de países del Magreb es tan leve que resulta insignificante.

No ha de extrañar, pues, que un tratamiento tan desigual lleve a la conclusión, en la que coinciden por otro camino los expertos en sociología política, de que es errónea la idea de un Magreb unitario y comprensible como una región cohesionada. Sin embargo, desde nuestra posición de destinatarios de la información periodística, la metáfora del extraño parece válida para la región entera, impregnada por el sino del conflicto. ¿Cuáles son las posibilidades, entonces, de un diálogo cultural de la Europa mediterránea y los países del Magreb?, ¿y cuáles las del diálogo en Europa entre grupos e identidades de inmigrados? Quizá, mediante la recuperación de la memoria histórica, para reconocernos cultural y políticamente diversos. En esta crítica cabe incluir el modelo de democracia occidental, compañera indisociable del capitalismo avanzado, que podría ser una suerte de fundamentalismo político si no se atempera su idea impositiva de sistema supremo. Según el filósofo Josep Ramoneda, el diálogo intercultural tiene un carácter político, pero se trata de un debate que se genera en los medios de comunicación. “Ellos son el lugar propio de este debate —sentencia Ramoneda sobre los medios— y, sin embargo, cada vez tienen un carácter más sordo: hablan mucho pero escuchan poco.”47[47]

     

5. Lágrimas de cocodrilo

   

Vi el rostro de una criatura -sucio de mocos y de pena- que me miraba fijamente desde una fotografía.

(Josep Piera)

46[46] Véase los artículos que, bajo el epígrafe del “fundamentalismo”, publicó María Teresa de Borbón Parma, “Una quimera a nuestas puertas” y “La crisis en el Magreb” (El País, 15 y 16 de abril de 1993). En el mismo rotativo, son imprescindibles las frecuentes reflexiones de Gema Martín Muñoz, como por ejemplo “Violencia y negociación en Argelia” (3-10-1997). Sobre la metáfora del extraño, véase el artículo casi homónimo “La metáfora del extranjero”, de Bernabé López García y Carlos Celaya (El País, 11-7-1995).47[47] Josep Ramoneda, “Diálogo”, La Vanguardia, 20-2-1996.

 

5.1. Falacias discursivas

En el capítulo examinamos el tratamiento que merecieron en la prensa los penosos acontecimientos de la crisis política y el problema de los refugiados en la zona africana de los Grandes Lagos, en el antiguo Zaire y Ruanda, a finales de 1996. Aplicamos la metodología del análisis crítico del discurso, bajo la consideración fundamental de que la producción discursiva está articulada por instancias de poder y de ideología. Del análisis de las noticias e ilustraciones de la campaña de prensa surge el convencimiento de que se propagan algunas argumentaciones implícitas que resultan recusables porque reafirman estereotipos de discriminación. Como síntesis de la gran producción informativa sobre los refugiados ruandeses, una fotografía de un niño anónimo y desvalido ofrece la posibilidad de indagar sobre la quiebra de normas pragmáticas, en lo que afecta a la formalidad discursiva, y, llevando la prueba a la realidad social, plantea dudas sobre la eticidad del tratamiento informativo de ciertas campañas.El desconocimiento que tenemos de los otros es un inconveniente considerable para hacer algo en común o para compartir sentimientos positivos. El conocimiento del otro, el plurilingüismo y el intercambio cultural son cosas de la comunicación que construyen un mundo mejor. Los medios de información son imprescindibles en esta empresa. Sin embargo, también sucede que su cooperación en la ocultación de las causas y en la divulgación de hechos resonantes, pero incomprensibles, son dos formas eficaces de ensordecer al público.48[48]

5.2. Mirada al abismo

Una muestra de ello, que queremos exponer ahora, es la tragedia de los Grandes Lagos africanos, acaecida a finales de 1996. En ella se vieron envueltos centenares de millares de refugiados ruandeses huidos a los países vecinos, principalmente al antiguo Zaire, que se sentían amenazados por la comunidad tutsi y que en su huida arrostraban graves peligros. Poco antes, en 1994, Ruanda fue el escenario de un genocidio, con cerca de un millón de muertos, por la cruel persecución de hutus contra tutsis, dos etnias políticamente enfrentadas pero que habían convivido en paz hasta entonces. Vamos a comentar el tono con que se trató esos acontecimientos en la prensa, con el propósito de dilucidar si cumple con las máximas pragmáticas. Adelantamos nuestra consideración de que la comunicación de determinados sentidos implícitos y la sugestión de sentimientos muy intensos promovía un efecto tal en el público que resultaba difícil saber cómo reaccionar. Una reacción ante este fenómeno de noticias calamitosas y de fotografías

48[48] A propósito de la guerra en Yugoslavia, el filósofo Emilio Lledó manifestaba la que es la gran falacia comunicativa de los Estados dominantes. Asimilaba a ciertas prácticas usuales el caso del ataque de la OTAN contra Serbia en abril de 1999 para detener un genocidio contra los kosobares de origen albanés. “En el caso de esta intervención militar descubrimos que se repite el mismo esquema de manipulación de otros centenares de casos que yacen en las hemerotecas, y que tienen que ver con cazas de brujas, con persecuciones políticas —nazismo, fascismo, nacionalismos, fanatismos religiosos—. El principio que rige en estos casos podría expresarse así: convierte usted en un ser perverso al enemigo y así podrá dormir tranquilo cuando lo mate. Se nos ocultan, pues, datos importantes; no se explican suficientemente los hechos, las razones o las sinrazones del conflicto”. (El País, 4-4-1999)

desgarradoras es la confidencia que el escritor Josep Piera hacía a sus lectores. 

Llovía. Paseaba yo bajo la lluvia, bajo un paraguas, uno más (…). De repente, vi una enorme lazo negro que colgaba de la fachada de un edificio. Escrito en letras verdes, el lazo portaba un nombre, Zaire. (…) Vi el rostro de una criatura —sucio de mocos y de pena— que me miraba fijamente desde una fotografía, en la primera página del diario. No era yo quien lloraba mirándola. Era Barcelona, era la ciudad; era la noche. Ellos sí. Y pensaba: ¿qué podemos hacer nosotros que no sea llorar este drama? (Avui, “Llantos por Zaire”, 16-11-1996)

 Como describe Piera, fue una penosa conmoción, compuesta de perplejidad e impotencia, y que sin embargo movilizó a muchas personas en ayuda de los refugiados. Estos indicios alertan sobre la dificultad de interpretar con lucidez la información sobre el conflicto, por las dimensiones de la calamidad, por la profusión de textos publicados y, en especial, por un tratamiento que desprende patetismo, confusión y efectos discursivos muy espectaculares.Bajo el título de “Tragedia en los Grandes Lagos africanos” como subsección de internacional, los medios de comunicación trataron en noviembre y diciembre de 1996 sobre un conflicto que estalló en Zaire y otros países vecinos por la arribada de refugiados ruandeses. Formaban un multitud cercada por el hambre y la guerra. Se hablaba de seiscientos mil refugiados hutus y de la conveniencia de que intervenieran los organismos internacionales y de carácter humanitario. A finales de noviembre, se presentó el retorno masivo de los refugiados a Ruanda como el mejor desenlace posible de la tragedia y la razón para desestimar el uso de una fuerza militar internacional. Unas semanas después, la crisis perdió preferencia e intensidad comunicativas. La alarma de una masacre se había disuelto y, con ella, la súbita noticia de los Grandes Lagos, que irrumpió y luego se eclipsó sin conocerse con claridad qué causas la habían producido.Cuando describe Piera en la columna de prensa la impresionante fotografía de un niño desamparado que llora con desconsuelo, nos hallamos en el momento más alarmante del conflicto, en el que aparecen publicadas muchas fotografías de niños para ilustrar la situación. ¿A cuál se refiere? Quizá, una fotografía que presenta un niño sentado entre los despojos de un campo de refugiados, junto a los cadáveres de dos familiares. O bien otra de portada, con una niña ruandesa perdida en otro campo que llora sin consuelo. Hay otras, como la de la niña que transporta carretera adelante un colchón excesivamente voluminoso para su frágil cuerpo; la del niño que contempla a su madre, quien yace en el suelo exhausta después de días de marcha de regreso a Ruanda; el anuncio de dos cadenas de televisión, que ofrece un primer plano de un niño negro que mira fijamente, para agradecer la solidaridad de los espectadores por sus donativos en unos programas especiales. Otra fotografía más reproduce la imagen de una niña harapienta, apoyada en un bastón, que mira serenamente a la cámara, sobre un fondo desenfocado que deja adivinar la presencia de soldados y refugiados adultos. Del contenido de esta última imagen se ofrece algunos datos, cosa inusual en el conjunto gráfico, que informan que la niña se llama Tuyizere Matibere, tiene seis años y espera en

Gisenyi, un punto fronterizo de ingreso en Ruanda donde los soldados registran a los refugiados.49[49]

5.3. Niños

Son fotografías de criaturas, sucias de penas, que nos miran fijamente, pero ninguna de ellas parece coincidir con la que alude el afligido escritor. Aparecen bastantes más en estos días de crisis, y que ahora yacen en los fondos de las hemerotecas. Dos niños se recuperan en un hospital de sus heridas en las refriegas. O varios más que huyen de la ciudad ruandesa de Gisenyi sin detener su marcha miran un cadáver en la cuneta. Pero he aquí que, entre tantas criaturas fotografiadas, damos con un retrato en la portada de diferentes cabeceras —la del 30 de octubre, en el inicio de la crisis— que coincide del todo con el comentario que hemos leído. Es una imagen grande, pues ocupa un tercio de la primera plana, con una escueta leyenda a su pie: “Un niño hutu que ha perdido a su madre llora tras cruzar la frontera hacia Ruanda”. Como la foto brinda un primer plano del anónimo niño, es posible observar todos los detalles de su rostro, la profundidad de su mirada dirigida hacia nosotros o el rastro que las lágrimas y los mocos dejan en sus mejillas y sus labios. La composición fotográfica tiene una corrección de manual, pues capta el rostro mayormente desde un costado, para destacar su volumen y su expresión. Además, el enfoque presenta con nitidez la faz de la criatura, pero difumina todo lo demás, incluso los trazos de la oreja visible y del irregular corte de cabello; aun se adivina la silueta del cuello de una camisa clara, estampada con motivo geométricos de hexágonos y estrellas. Y ya nada más se aprecia en la imagen, pues el enfoque y el encuadre son tan selectivos que han eliminado el fondo. No hay fondo que observar ni situación que considerar, sino un rostro.Podría ser, por lo tanto, que Josep Piera se refiera a ese niño cuando dice: “La amarga luz de los ojos de una criatura me llegaba al corazón. La noche lloraba.” Haremos, pues, algunos comentarios orientados a su función comunicativa. Observamos en la fotografía una sinécdoque gráfica, una figura retórica que consiste en extender o proyectar su significado mediante el recurso de tomar la parte por el todo. Esta imagen es una sinécdoque de múltiples objetos, del niño retratado, de los víctimas infantiles, de la situación del conflicto y, si se quiere, del drama universal de la guerra. La primera interpretación que se nos ocurre es que la imagen presenta una víctima civil en representación de todas ellas, que no pueden ser captadas por el fotógrafo, porque son muchas y se hallan por doquier. Probablemente, la foto de muchas víctimas reunidas no alcanzaría la expresividad que tiene la el niño desamparado, por la eficacia del principio de economía, que proclama que poco es mucho y que aconseja utilizar parcos recursos. Por ejemplo, el recurso de la sinécdoque, esto es, la parte en vez de la totalidad. Si la fotografía es el parte, ¿qué o quien es el todo? El todo, según informa el cuerpo de la noticia que ilustra esta foto, son seiscientos mil refugiados hutus perdidos en Zaire y en peligro extremo, a los cuales hay que añadir cuatrocientos mil más que, aun estando localizados, “viven desesperados por la falta de alimentos” y la amenaza de epidemias.

49[49] Las fotografías mencionadas aparecen en El País, entre otros medios, en los días que van del 16 al 25 de noviembre. Es obvio que, por las fechas, tales instantáneas no pueden ser la que menciona Piera.

5.4. Dos veces víctima

Hay que reconocer que la sinécdoque que aquí describimos es intensa, radical. Y lo es porque no presenta un niño y su situación, sino un rostro arrasado por la pena, sobre un fondo neutro. Si no fuera por el pie de foto, cabría pensar que se trata de un niño cualquiera en llanto, quizá por una rabieta, fotografiado en el parque un día de fiesta en el barrio alegre de una ciudad próspera de un país en paz. Ninguna de estas suposiciones es válida, por supuesto, pero no por la foto sino por el texto. Con el nos hacemos cuenta de que el niño simboliza la noticia de una tragedia, bautizada por los medios de “bíblica” e “inaudita”, tal es el sentido que en ellos se juzga pertinente divulgar. La figura del niño, transformada en símbolo del flagelo que sufre un millón de refugiados, se ha hecho abstracta. Y ésta es la dolorosa ironía: el triste huérfano es alguien abstracto. No es nadie, salvo el símbolo del llanto y la impotencia. Pero, ¿de qué impotencia hablamos? De la que acontece a la persona con la privación de todo lo que tiene y es. No sabemos ni sabremos nada concreto de él —en la noticia del día ni en las posteriores—, luego nada concreto es ni tiene. No tiene identidad: sin nombre, sin edad ni filiación, solo podemos deducir alguna idea de la parcialísima foto. No se halla en un lugar concreto, pues solo es un transeúnte en el foso imaginario de una frontera, sin un entorno visualizable en la imagen ni descrito en la noticia que sugiera si ese lugar está despoblado o si es hostil. Tampoco se puede saber —en el caso de que uno tenga la absurda curiosidad— si le acompaña algún familiar y si el niño puede tener esperanzas de encontrar a su madre, porque ésta se haya extraviado y no haya muerto; la expresión del pie de foto sobre la madre perdida es torpemente ambigua. Pero sigamos con la relación de las privaciones que conducen a simbolizar con tanta eficacia la impotencia. Desde el punto de vista físico, podemos preguntarnos si el niño tiene un cuerpo y qué diría éste de su persona si lo pudiéramos contemplar. Y, por señalar un elemento más, añadiríamos a las preguntas otra casi anodina sobre un pañuelo. ¿No tiene un pañuelo para enjugarse las lágrimas y para sonarse? ¿No tiene o es que no repara en él ni en la idea de usarlo? Si no sabemos si está atendido, poco importará que insistamos en indagar si llora, además de por la calamidad y el miedo, por otros motivos, sea hambre, sea agotamiento… Podríamos dirigir estas preguntas al fotógrafo que tomó la instantánea, pero la referencia del autor en el pie de foto es un genérico de agencia (Apa/Efe). Podríamos escrutar alguna información en los diarios de esas semanas para conocer qué ha sido de un-niño-hutu-que-ha-perdido-a-su-madre pero, como hemos anticipado, absolutamente nada se dice de él. Apareció un día llorando y moqueando, con la boca entreabierta y unos ojos anegados de miedo y estupor, lo vieron muchos espectadores o leyeron algo sobre él en la glosa de Josep Piera, y sin embargo desapareció por siempre más del mismo modo anónimo y súbito. La paradoja de la sinécdoque es que todo un símbolo de la catástrofe, un afligido niño por la desgracia personal y general, resulta también una víctima de un tratamiento informativo superficial e irresponsable. No sólo padece la violencia de su entorno sino también de los medios, que a un tiempo lo exponen mediáticamente y lo ocultan como persona con su identidad, su memoria, su cuerpo, su circunstancia, su incierto mañana. Lo escogen para proclamar su dolor, que es común a muchos, pero lo excluyen de las noticias y lo devuelven a su abandono. Es conveniente aclarar que las observaciones precedentes no pretenden anteponer una vida o el cuidado por una sola

persona (la parte que es el niño de la imagen) a la suerte de un pueblo de refugiados (la totalidad), sino tan sólo ser coherentes con los recursos expresivos utilizados. El fotógrafo de agencia y el diario mismo abandonan a ese pequeño sin nombre, casi un niño irreal, a su aciaga circunstancia y a los imprevisibles acontecimientos. Ese abandono no tiene por qué equivaler a despreocupación, pues podría deberse a una imposible localización o por la satisfactoria causa de que se sabe que hay quien se ocupa de él. No obstante, sucede que el diario abandona a alguien más que al niño, y se trata del lector, quien, una vez que se ha enfrentado a la fotografía, no sabe cómo superar su desolación. Este lector es Josep Piera y muchos otros que deploran una realidad más cruel que la soledad y el llanto del refugiado; deploran la inapelable condición de una criatura olvidada y privada de tantas cosas, como una identidad, el relato de su vida, una voz propia y una voluntad que le doten de personalidad. En definitiva, deploran la ausencia en la noticia de esos rasgos personales que presenten al niño como uno de nosotros. Un ser singular, acongojado y desgraciado, pero similar a cualquier otro, y no sólo hecho de sentimientos penosos o mutilaciones simbólicas.Siguiendo esta línea de análisis, es razonable opinar que el uso mediático de fotografías como la que comentamos incitan a malentendidos. Muestran pero no argumentan ni tampoco demuestran nada. Y como lleguen a afectar al lector, por el lacerante dolor que captan, ese lector no podrá replicar ni buscar en el diálogo el consuelo que da comprender la razón del mal. Enfrentado al muro mediático del dolor, se le ofrecen dos opciones, la de la indiferencia y la de la confusión y abatimiento. “Los ojos humanos acaban por aceptar como natural lo que es patológico, ante la inundación de crueldad de nuestro tiempo”, afirma Emilio Lledó (1994: 150-4) a propósito de los usos de la imagen en los medios de comunicación social. Su juicio explica nuestro desconcierto ante una imagen cuyo mensaje, más allá de la anécdota, nos resulta incomprensible. ¿Y ello por qué? Porque la selección de su contenido es una mutilación informativa y porque esa noticia truncada, sin continuidad en lo que toca a la persona del niño, supone una brutalidad comunicativa. Continúa diciendo el filósofo que, “a pesar del falso tópico de que una imagen dice más que mil palabras, las imágenes no dicen”. Y ¿qué es lo que hacen?, nos preguntaremos. A su parecer, las imágenes “impresionan, desgarran, endulzan nuestra intimidad, pero no dicen”, sólo sirven o tributan en el discurso con que se acompañan. No hay una imagen comprensible sin una educación de la mirada, en lo cual se resume la historia de la estética y de nuestras preferencias estéticas en pintura y otros medios iconográficos. Cuando ese discurso que educa y orienta la mirada resulta insuficiente, porque no sea coherente o no relaciona las imágenes con el texto —que es lo que sucede en este caso del niño hutu—, entonces solamente nos alimentamos de explosiones visuales, que animan a los lectores a ser espectadores banales, espectadores sensibles a las descargas de patetismo, espectadores que derraman lágrimas, pero lágrimas de cocodrilo. De un magma informativamente incoherente principalmente puede esperarse una respuesta incoherente y estéril, como esas lágrimas insubstanciales.

5.5. Nuestra mirada sobre el discurso

De toda la campaña de prensa hemos considerado propiamente unas fotografías de niños y, en particular, aquella que causó tanta impresión a los

espectadores, representados aquí por el escritor Piera. Y nos hemos centrado en la información gráfica porque ésta es la sección más llamativa del magma incoherente que pueden producir los medios de comunicación social. El uso de los elementos gráficos resulta sesgado, incoherente e informativamente irrelevante. Deseamos enumerar las pautas que nos han guiado la interpretación hasta esa conclusión crítica. 1. El tópico socialLa información que se ha publicado en el prensa diaria —el tratamiento en algunas revistas es caso aparte— sobre este asunto de portada es abundante y diversa. Ha sido producida por un aparato de corresponsales y agencias, así como por articulistas de renombre y por lectores que envían cartas al director. El asunto del conflicto en los Grandes Lagos ha tenido una prioridad clara y una persistencia notable en la agenda de esos medios, lo cual lo ha convertido en un tópico social importante. 2. Discurso gráfico y niñosCuando por economía analítica nos fijamos en esa pequeña porción de las imágenes de niños, reparamos en la gran influencia que ejerce su iconografía en el mensaje que crea opinión pública. Como se observa, sucede que para reflejar una situación de crisis como esa, el motivo preponderante es el de niños captados en circunstancias muy penosas. Son circunstancias de un esfuerzo físico agotador, en la huida a pie con un equipaje excesivo; la proximidad de la muerte, presente en esos cadáveres que menudean a lo largo del camino; o la pérdida sufrida en propia carne, por las heridas de guerra o la desaparición de algún familiar. Y la reunión de estos elementos, a penas orientados por unos escuálidos pies de foto, sirve de símbolo del conjunto. 3. La visibilidad de las víctimasLo que se presenta en las imágenes es un mundo de víctimas, a cuya cabeza figuran los niños más cruelmente tocados por la calamidad. Con ser éstos los más débiles, posiblemente no han de estar solos y, sin embargo, los adultos raramente merecen la atención de la cámara, como no se hallen en grandes grupos. El patetismo de la representación infantil es obvio y queda vinculado a un concepto de urgencia, de inmediatez, sin relación alguna con un pasado reciente.Estas pautas iconográficas —selección del motivo infantil, exclusión de los adultos y del contexto, olvido de otros tiempos y sus causas— se siguen en otras imágenes de la campaña de los Grandes Lagos que no hemos podido comentar aquí. Ofrecemos un nuevo y canónico ejemplo. La imagen lleva una nota que dice que “un niño ruandés intenta alimentarse del pecho de su madre”, mientras presenta una criatura de unos dos años que succiona vanamente el pecho reseco de alguna mujer que cae fuera del encuadre. Vemos nada más y nada menos que la lucha entre un niño y un pecho vacío, quizá al final de una jornada de marcha, a juzgar por la luz artificial del flash. Una connotación patética añade el hecho de que la proximidad de la cámara y el fogonazo del foco no alteren la mirada ausente del niño. 4. Inexistencia de todo aquello que no es visible

La representación gráfica de otros sujetos que no sean las víctimas es insignificante. Esta concentración en un tipo de agentes, la de las víctimas, excluye o ignora los victimarios, las tropas en combate, las autoridades gubernamentales o el personal de las organizaciones internacionales de ayuda. La ausencia de victimarios induce a creer que se trata de una catástrofe natural e inevitable, ante la cual lo único razonable en lo que cabe pensar es en moderar sus efectos, ya que las causas, tan violentas como súbitas, caen fuera de la previsión humana y de la responsabilidad de las naciones poderosas. 5. Pulsiòn de patetismo y su mensaje implícitoLa insistencia en un tono patético, que se vale de muchos elementos enfáticos y extremos, como la sinécdoque —la del niño que ha perdido a su madre o la del que mama de un pecho sin cuerpo ni rostro— y los símbolos de males bíblicos —guerra, éxodo, hambre, enfermedad y muerte— inducen a concebir ciertas implicaciones, sin necesidad de argumentar sobre ellas. Entendemos que éstas son las principales ideas del mensaje implícito: 

a) la tragedia es injusta porque afecta especialmente a los niños;b) las causas de la tragedia son tan confusas como las imágenes de masas convulsas en éxodo o de individuos fulminados por un destino irreparable que se denomina África;c) se infiere también que en los países afectados no hay o no sirven sus funcionarios y sus recursos, en virtud de su nula visibilidad en los media.

 

5.6. Tres ideas equívocas

Y, sin embargo, estas conclusiones son erróneas, si confrontamos la información de la campaña con otras fuentes especializadas en política y ayuda internacional. 1. Sin recursosComenzando por la última apreciación, sobre la nulidad de recursos propios para resolver el conflicto, se ha destacado que la invisibilidad de funcionarios autóctonos y de medios no se corresponde con la realidad, si bien estos recursos y agentes son a todas luces insuficientes para resolver una problema tan grave. En estas circunstancias, la ayuda internacional es necesaria. Pero, como recuerdan algunos analistas, las aportaciones occidentales en socorro de las víctimas pueden tener consecuencias negativas sobre esos mismos servicios gubernamentales, que se ven ninguneados y disueltos por un tiempo indeterminado a causa de la brusca suplantación por entidades humanitarias. Estos efectos ambivalentes, que son a la vez de socorro efectivo a las víctimas y de derribo del edificio asistencial propio, se corresponden con la particular concepción en Occidente de que los países africanos carecen de todo y que todo necesitan. Parece que la invisibilidad en los medios de un tejido social autóctono que reaccione mal que bien a las crisis dista de la realidad. Los informadores y editores prefieren hablar del problema y de los esfuerzos que nosotros, los occidentales, realizamos en su ayuda. Los informadores y editores aplican, así, una sinédocque similar a la de la foto del niño-hutu-que-ha-perdido-a-su-madre, con unos efectos ideológicos idénticos: privación social de cuerpo, de identidad, de personalidad y de voluntad como país. La idea que

nos formamos de la realidad comunicada es muy cercana a la de un objeto: el mundo exterior o tercer mundo como objeto. 2. Sin causas conocidasSi pasamos a la segunda inferencia sobre ausencia de causas determinadas, reconocemos una continuidad argumental con lo precedente. Según ello, para entender el conflicto bastará con pensar en una región desmembrada y en una etnias con un odio tribal. Quizá el asesinato de más de las tres cuartas partes de la minoría tutsi varios años antes, entre abril y junio de 1994, satisfaga nuestra exigencia de una explicación. No obstante, hay voces que discrepan de esta apreciación simplista, en el sentido de que las causas no se resumen en los problemas de las gentes de la región, sino que se deriva también de intereses occidentales. O también, que el genocidio de tutsis de 1994 y el éxodo de hutus de 1997 no se producen de repente y espontáneamente, pues se ha probado que estos conflictos eran previsibles y evitables mediante la intervención de la comunidad internacional.50[50]

Un científico ruandés, hijo de hutu y tutsi, invitado por un fundación pacifista española, ha afirmado claramente que en las causas del genocidio y del éxodo hay una guerra económica entre Europa, en especial Francia, y los EUA, para controlar el comercio del continente africano. Sea como fuere, en los medios sí se aprecia en estas dos períodos de conflicto una pugna diplomática y propagandísticas entre esas potencias, uno de cuyos puntos de choque es la ONU y la designación de su secretario general. Y lo que algunos periodistas han añadido sobre ello es que los medios de comunicación dan la impresión de haberse puesto de acuerdo para esconder o distraer la atención sobre las verdaderas causas de las tragedias en África central (Jaumà 1996). Es más, como rezaba un editorial de The Washington Post (9-4-1999), en que el diario norteamericano interpelaba a la Administración Clinton sobre Ruanda, han transcurrido los años y no se sabe si ha habido una investigación al respecto ni tampoco la opinión pública ha obtenido una explicación oficial sobre las raíces del conflicto. Y, en efecto, es así pues no se conoce ninguna explicación veraz de los Gobiernos sobre sus raíces y sus diversas responsabilidades. Como ejemplificaba la sinécdoque de la comentada fotografía, la simplificación de los motivos o elementos que se exhiben y la ocultación del contexto histórico e internacional son un procedimiento común y desesperante de la información. La información se ha convertido en propaganda.51[51]

50[50] Merece la pena dejar la referencia también de una de las fotografías del genocidio de 1994, que recoge la imagen de un grupo de huérfanos que hace cola para ser vacunados. Es conmovedora y, curiosamente, sigue las pautas iconográficas ya indicadas, por la presencia de niños, la ausencia de adultos y la anulación del contexto. La fotografía fue tomada en junio de 1994 por Jacqueline Arzt para la agencia Associated Press (AP). Y de su interés habla el hecho de que fuera seleccionada para una exposición que celebraba el siglo y medio de la agencia (1848-1998). La instantánea aparece reproducida en La Vanguardia magazine (20-9-1998, p. 57) y en el libro conmemorativo de editorial Polígrafa.51[51] Josep M. Jaumà, “Llàgrimes de cocodril”, Els 4 Cantons (semanario de Sant Cugat del Vallès, Barcelona), 29-11-1996; artículo reproducido también en una recopilación del mismo autor (Jaumà 1996-1998). Es preciso declarar que debemos el título del capítulo a la agudeza de J. M. Jaumà.Citamos otras fuentes consultadas. Colette Braeckman, “La difícil reconstrucción de Ruanda: bajo la amenaza de una guerra regional”, Le Monde Diplomatique, julio-agosto de 1996, p. 13, ed. española. Vicenç Fises, “La agenda del día después”, El País, 22-11-1996, p. 14. “Lecciones de Ruanda”, editorial de The Washington Post (9-4-1999), reproducido en “Revista de Prensa” de El País (10-4-1999). También, el monográfico “La última guerra del Zaire” de Apuntes Sur Norte, núm. 3, 1-12-1996 (revista editada por La punta del Iceberg, desde el colegio de periodistas de Catalunya).

 3. Sólo niñosLa última inferencia por comentar es la de que los niños son las principales víctimas del conflicto. Esta idea es cierta, los niños padecen de modo implacable los estragos de la guerra, la hambruna, la enfermedad y la orfandad. No obstante ello, el interés por la suerte de los niños se consume en sentimentalismo y banalidad si no se considera conjuntamente con la suerte de los adultos, con la suerte de la población civil. En esta campaña informativa de los Grandes Lagos y en tantas otras similares, llama la atención la especial delectación que muestran los medios de comunicación al insistir en los infortunios de niños, no se sabe bien si porque la penalidad de un niño les parece una doble penalidad o porque apenas es destacable el dolor de sus mayores.52[52]

Pero los niños son, por estos usos periodísticos, la parte más visible de las víctimas de guerra, que son toda la población civil. La población sufre en los conflictos actuales mayor castigo y mortandad que los propios combatientes. A finales del siglo XX, la gente que huye de las zonas de combate o de represión en el mundo supera la cifra de setenta millones de refugiados. En guerra, ni los mismos niños y adolescentes se libran de ser enrolados, y son especialmente útiles en los frentes de mayor riesgo por su falta de miedo.53[53] Pero la explotación del niño no concluye con la guerra, sino que se extiende a tiempos de paz, bajo condiciones de miseria y de abandono en la calle, lo cual afecta a ciento veinte millones de niños en el mundo y es causa de la muerte de trece millones cada año.54[54] Y si se cuenta la población que pasa hambre, sin distinción de edad, se supera la cifra de ochocientos millones, según una estimación de la FAO. Como se sabe, el hambre es una estrategia de guerra que se utiliza sobradamente en la paz, y que suele ir acompañada de otra igualmente mortífera denominada “hambre oculta”, que se manifiesta por las enfermedades que conlleva, así como por la carencia de sistemas sanitarios y de medicinas, de higiene y de atención medioambiental, de educación y aun de la técnica primaria para tener cura de sí.55[55]

Sirva este apunte de datos y de conceptos no ya como una información suficiente sobre el problema sino como una prueba del llamativo desajuste entre la información que dan algunos medios y los hechos. Y hemos querido entresacar los contenidos del apunte de los mismos medios, para matizar que

52[52] El sagaz periodista Gregorio Morán, de quien hemos parafraseado esta frase, habla de esta desproporcionada preferencia por lo infantil refiriéndose a las crónicas de sucesos por asesinato. (G. Morán, “Una cuestión de carácter”, La Vanguardia, 10-4-1999, p. 27.)53[53] Amnistía Internacional calcula que en 1999 había en el mundo unos trescientos mil niños combatiendo en guerras cuya causa no entienden. Su destino como infantería dócil y fácil es sucumbir o convertirse en poco tiempo en verdugos; en todo caso, el informe asevera que los niños soldados quedan física o psicológicamente destruidos.54[54] Negu Gorriak y Ume Hilak, “Nens morts”, Tot Sant Cugat, 14-12-1996, p. 62. Sólo en los países latinoamericanos, ochenta millones de pequeños sufren la miseria, muchos de ellos niños de la calle (Begoña Piña, “Sanchís Sinisterra prepara una obra colectiva sobre los niños de la calle”, La Vanguardia, 21-12-1998, p. 44). Según la Unicef, la explotación laboral de niños entre 5 y 14 años es de doscientos cincuenta millones (El País, 12-12-1996, p. 30).55[55] Eduardo Haro Tecglen, “Los señores del hambre”, El País, 14-11-1996, p. 61.Sobre el uso devastador de la estrategia del hambre citamos un fragmento del editorial de The Washington Post (28-12-1995): “Un estudio de la ONU revela que medio millón de niños iraquíes han muerto a causa de las sanciones económicas internacionales desde la guerra del Golfo [marzo de 1991]. A este terrible dato hay que añadir la malnutrición y las enfermedades que afectan a muchos otros iraquíes aún vivos. Situación que podría ser considerada como una segunda guerra del Golfo.”

mucha información circula por ellos, pero no se difunde de igual manera ni con una intención similar. Para recapitular, decíamos que el uso de las fotografías en la campaña de los Grandes Lagos ilustra tales desproporciones y equívocos. La construcción del acontecimiento a que sirven oculta unos agentes institucionales e internacionales y destaca otros, que son los niños, especialmente huérfanos y físicamente consumidos. El sufrimiento de éstos es palpable, pero su suerte no debería desligarse de los adultos, ni de la región y su delicado orden político, como tampoco de la causas de padecimiento en tiempos de paz. Son fotografías que mueven a la compasión y a la lágrima fácil, pero que por lo general no tienen una correspondencia con el contenido de las noticias que supuestamente ilustran. En un corpus de noticias parcial y aleatorio que hemos recogido de cinco diarios españoles en estos meses de noviembre y diciembre de 1996, tan sólo aparecen dos noticias sobre los niños refugiados.56[56] La razón entre ese desfase entre las numerosas y especializadas fotografías que se exhiben y el cuerpo de las noticias puede deberse a una razón de pedagogía visual de la tragedia, para compensar el fárrago textual. Pedagogía o quizá espectáculo de la distracción, puesto que los textos periodísticos pugnan, con más voluntad que acierto, por poner al día al lector sobre los canviantes acontecimientos y las confusas gestiones desde instancias internacionales.

5.7. El patetismo, por todo mensaje

Si bien es cierto que las fotografías suelen presentar motivos que no coinciden con el cuerpo de las noticias, el conjunto de unas y otras tiene un sentido común, que es el de referir cuestiones de política internacional con un tono dramático y acorde a la situación. Así, las noticias tratan de esas cuestiones tan abstractas como las instancias de los organismos plurinacionales y de los Estados, de sus instrumentos de negociación diplomática y de intervención militar, a la vez que evocan los principios de la soberanía nacional y sus límites por razones humanitarias. Por su parte, las fotografías son los elementos discursivos más eficaces para pulsar ese tono dramático y para referir todo a un presente acuciante.Vistos de modo global los discursos de la campaña informativa de la tragedia, el mensaje que transmite más clara y fijamente es el del patetismo expresivo. Su efecto palpable, y no es necesario remitirnos de nuevo a la confidencia de Josep Piera, es la conmoción de un público inclinado a sentir una profunda compasión por esos niños, por esas pobres gentes. La perspectiva que ofrecen las fotografías presentan un elenco de prácticas impresivas o de impacto que resultan provechosas para los medios de comunicación. Y ello porque operan como refuerzo de su legitimidad, de su eticidad informativa; son vistos por la audiencia como medios veraces y comprometidos en la solución del conflicto, pues informan y además crean agenda política sobre la cual los ciudadanos pueden debatir y los gobiernos intervenir de acuerdo con un cometido solidario. Junto con esta mejora o sostenimiento de la buena imagen del medio, se ha de contar con un aumento de la atención de los lectores, lo cual es fundamental si se trata de crear opinión pública, algo que en nada estorba sino todo lo

56[56] Los diarios son La Vanguardia, Avui, El Mundo, El Periódico y El País en edición digital. Y éstos son los titulares de las dos noticias: “Cada día mueren 1.000 niños, denuncian Médicos sin Fronteras” (El País, 14-11-1996). “Pequeña carne de cañón. Miles de niños ‘no acompañados’ esperan en lugares de acogida a que el gobierno ruandés localice a sus familias” (La Vanguardia, 1-12-1996).

contrario a la preferencia y rentabilidad del rotativo. El proceso que marcan estas prácticas de la conmoción, después de favorecer la imagen y la atención, concluye con una interpretación parcial, pues se nutre preferentemente de apelaciones inmediatas y de breves narraciones, como la del niño-hutu-que-ha-perdido-a-su-madre, en vez de barajar aspectos argumentativos y relaciones, como las causas del conflicto y su posible prevención.La inversión mediática en emociones es muy golosa. Y quizá pocos lectores se sentirán defraudados por un incumplimiento del “contrato” de edición de la información, que de modo implícito rige las relaciones y la responsabilidad del medio ante su público. Con todo, conviene anotar que la información sobre la tragedia se resume en un mensaje engañoso: el conflicto de los Grandes Lagos es un problema étnico cuya solución consiste en una ayuda humanitaria. El mensaje parece aceptable, pero considerado con atención incurre en una simplificación grosera, pues selecciona desordenadamente los términos —se infringe la máxima de pertinencia— y burla la verdad de los hechos —conculca la máxima de veracidad—. Según algunos expertos, ni la causa original del conflicto es étnica ni su plena solución consiste en la ayuda humanitaria. Es una simplificación hablar de esa tragedia como algo repentino y circunstancial. Y desde el punto de vista comunicativo, añadiremos que es una simplificación rehuir la comprensión de los hechos cuando se obvia el contexto y la historicidad de la situación. Ello probablemente se deba a que la urgencia y el sentimentalismo son motivos más fuertes de consumo mediático que el desarrollo de los asuntos y el compromiso intelectual.Un escritor ha calificado de mentira mediática una estrategia muy común que consiste en construir un muro de hechos verídicos (Sánchez Ferlosio 1993). En el caso que nos ocupa, apreciamos que un muro de hechos verdaderos, como los que muestran las fotografías que inventariadas, otorgan una fuerza y una credibilidad difícilmente rebatibles a la falsedad pública con que se ha tratado la crisis de los refugiados ruandeses. La tragedia de los Grandes Lagos es cierta, declaraba el admirado periodista polaco Kapuscinski, pero no así la mayor parte de las cosas que se han dicho al respecto. Y la campaña de caridad desencadenada, aun teniendo una finalidad altruista, padecía del serio defecto de ignorar su longeva raíz política, una raíz compuesta de la conculcación de derechos civiles en la región y de la pugna de Estados Unidos y Francia por su suculento control. Para Claude Wauthier, el problema que estalló en la crisis no tiene una solución humanitaria sino política y que sobrepasa el ámbito de la región. Y lo sobrepasa puesto que las democracias africanas tienen las manos esposadas por una doble moral de los gobiernos occidentales, que hacen declaraciones retóricas de democracia pero actúan en la práctica de un modo muy diferente.57[57]

5.8. Discurso y realidad

Se olvida o se desconoce estas razones del conflicto. Con el tiempo también se olvidan otras cosas, como el rostro de aquella fotografía que reproducía un niño-hutu-que-perdió-a-su-madre-y-lloraba, una fotografía cuya presencia fue inevitable durante unas semanas. Si el niño ha sobrevivido, posiblemente sea

57[57] Ryszard Kapuscinski (El País, 8-11-1996, p. 19; La Vanguardia, 15-11-1996, p. 43). Claude Wauthier, “Duras pruebas para las democracias africanas”, Le Monde Diplomatique, edición española, noviembre de 1996, p. 20. Alfons Quintà, “El Zaire, un paradigma”, Avui, 2-11-1996, p. 10. Alfonso Armada, “Los pecados de la Iglesia en Ruanda”, El País, 12-1-1997, p. 12-3.

un “hijo del abismo” por causa de las atrocidades vistas. Parece ser que las reflejará en su mirada, en una mirada especial que tienen los niños de la guerra, según el informe para la ONU de Graça Machel. “La mirada de un niño después de la guerra es un abismo —declara Machel—. Son como hijos del abismo. Sobreviven, pero por dentro están rotos, y rotos todos sus vínculos familiares y sociales.”58[58]

Esta dolorosa observación también tiene cierta semejanza con el tratamiento informativo del conflicto. Ofrece mensajes troceados, como si las páginas nos llegaran deshechas, a jirones. En concreto, la perspectiva que se aplica es desproporcionada, deformante. También, se promociona o se atienden las voces que proceden de fuentes institucionales, pero se mitiga la difusión de voces críticas y divergentes; se propalan presuposiciones simplistas y empobrecedoras. Y, finalmente, se pone en juego estímulos tan fuertes de la sensibilidad como inhibidores de la crítica y de una opinión consistente. En la enumeración de las mediaciones discursivas, es decir, del tratamiento de los mensajes, hallamos una perspectiva deformante, un uso parcial de las fuentes, la comunicación de implicaciones sesgadas y la sacudida emocional. De estos elementos está hecho el tópico mediático de la tragedia de los Grandes Lagos, convertido en un magma doloroso, incoherente y desmemoriado. Es desmemoriado porque está destinado al olvido, a ser desechado en cuanto ya ha sido usado, y así difícilmente ejerce una influencia en la creación de una agenda de debate popular sobre política internacional, aunque en ello consista una de las funciones de la noticia. Es incoherente porque no relaciona el texto y la imagen, no ahonda en las causas ni en las referencias mundiales e históricas, y por tanto sólo puede prestar una ayuda my débil a otro cometido de la noticia, que es crear opinión pública. Finalmente, es dolorosa porque, quizá sin pretenderlo, se reafirman los estereotipos simplificadores y discriminatorios del Gran Sur, de esa África que simplistamente aparece como lugar de pobreza, conflicto e impotencia. A nadie se le oculta que estos rasgos definen el rol de inferioridad de una comunidad culturalmente diferente. Y, lo que es más, acercan la representación de esta gran comunidad a la cosificación y la naturalización (Silva: 1996). Se trata de la cosificación psicológica, que atribuye a sus miembros pasividad, servidumbre e incapacidad. También. la naturalización política de la pobreza y del conflicto, es decir, la creencia en la inevitabilidad de estos males.59[59]

Es de sentido común acabar diciendo que los estereotipos de esta índole, desgraciadamente reproducidos en la información general sobre la tragedia de los Grandes Lagos, son fuerzas destructoras de una sociedad multicultural, porque bajo el barniz humanitario transmiten tres productos que merecen el calificativo de recusables. Transmiten una ideología de la desigualdad, una subcultura de la discriminación, y una legitimidad que resulta eurocéntrica, patriarcal y dominadora. Son malas noticias para la interculturalidad.    

58[58] Entrevista a Graça Machel (El País, 23-11-1996, contraportada).59[59] Una brillante y escueta crítica de las políticas informativas de discriminación cultural figura en “África”, una carta al director de Juana-Mary Ribó y 29 firmas más (El País, 29-3-1999), que representa una muestra lúcida de las muchas que podrían citarse.

 

6. Teatro del mundo

   

6.1. Cartografía barroca y retórica del discurso

Tanto el discurso como la ciencia construyen la realidad. La misma ciencia es una construcción hecha de discursos, por ejemplo las normas sobre qué es investigar, demostrar y teorizar sobre la realidad; es decir, un conjunto de discursos sobre el estatuto de la ciencia. Así lo entiende la retórica, que es la disciplina que trata de los discursos de un modo comprehensivo. Según esta disciplina clásica, la ciencia es una retórica especializada. En el capítulo exploramos los principios de esta posición y nos preguntamos sobre qué afinidad hay entre el aparato científico y el modelo de la retórica. Y lo hacemos tomando como objeto de estudio unas imágenes de la ciencia y de la cartografía, producidas en los Países Bajos durante el siglo XVII por W. Blaeu, en una época calificada de período dorado de la cartografía.60[60]

El impresor y editor Willem Blaeu fue un hombre de ciencia, versado en la geografía y su representación cartográfica, e intervino decisivamente en la difusión del modelo creado por Gerard Mercator; un modelo que ha perdurado desde entonces como una referencia canónica, y ello a pesar de los cambios de escala introducidos en la representación plana desde mediados del siglo XX. Comentamos aquí su Mapamundi (1606) y el frontispicio de Le Theatre du Monde ou Nouvel Atlas (1635).

La lección que se extrae del estudio de las láminas y del repaso de la historia reciente de esta ciencia es que la nueva geografía, que emerge con el Renacimiento y que se fortalece con las artes visuales del Barroco, es la confirmación de los postulados retoricistas de la ciencia, incompatibles con el pensamiento positivista de la ciencia como reflejo de la realidad, al tiempo que muestra que algunos de los componentes de esa ciencia cartográfica eran y son no sólo la tecnología sino también fuentes mitológicas y prejuicios de diferente orden.

6.2. La geografía blaviana, edad de oro de la cartografía

Un brillante, esclarecedor, artículo de Paolo Fabbri y Bruno Latour61[61] sobre la retórica de la ciencia se inicia con la siguiente frase: “Con frecuencia se dice que la ciencia es el conjunto de los enunciados verdaderos (Wittgenstein)”, mediante la cual evocan la tesis formalista de un positivista lógico. La intención de los semiólogos Fabbri y Latour es rebatir tal tesis de raíz. Para ello analizan un escrito de endocrinología de frontera, es decir, de alta investigación, y presentan esta muestra de ciencias naturales como un ejemplo estrictamente

60[60] La redacción de este capítulo ha tenido el estímulo de la magnífica exposición cartográfica De Mercator a Blaeu. España y la edad de oro de la cartografía en las diecisiete provincias de los Países Bajos (Madrid, 1995; Barcelona, 1996) y del correspondiente catálogo, editado en castellano y catalán por la Fundación Carlos de Amberes y el Institut Cartogràfic de Catalunya (AA.VV. 1995).61[61] Paolo Fabbri y Bruno Latour (1977): “La retórica de la ciencia: poder y deber en un artículo de ciencia exacta”, Actes de la Recherche, París, nº 13. Artículo incluido en P. Fabbri, Tácticas de los signos, Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 265-279.

retórico, sometido a unas reglas discursivas. Como afirman, de las reglas de discurso surge todo lo demás: la condición de realidad, la calidad de experimentación, la capacidad de demostración, la consistencia de una teoría y el crédito científico que se consigue.

Su exposición es afín a la hermenéutica, que distingue entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, para así separar objeto, método y criterios de validación. Dilthey, Gadamer, Lledó o Rorty son representantes de esta corriente hermenéutica, y están interesados en el problema de la interpretación historiográfica y de las condiciones en que se construye el conocimiento. Impugnan el tópico cientifista del conocimiento como representación, como correspondencia directa de la idea con la cosa, como contacto inmediato con la realidad física; o el tópico del lenguaje como mero descriptor o traductor de la realidad, que se compondría de hechos y de juicios verdaderos o falsos acerca de éstos.

Para expresar de un modo escueto la conocida controversia, de un lado están los formalistas y del otro los retóricos. Los formalistas, con Platón a la cabeza y Wittgenstein o Popper al final de la relación, presentan la ciencia y las obras de los científicos como mensajeros de los hechos. Al respecto, Rafael Sánchez Ferlosio (1993: 98) se siente intrigado por esa concepción y pregunta:

 

¿Por qué me suscita siempre la impresión de un actor que sobreactúa quien declara no estar ejerciendo otro papel que el de objetivo expositor de la realidad o imparcial mensajero de los hechos?

 

La posición retórica o hermenéutica propone para su objeto de estudio unas reglas propias, que den sentido a su trabajo de comprensión de la historia, la filosofía, las comunidades humanas y sus usos lingüísticos. Pero aspira a algo más; aspira a rebatir el modelo de objetividad ahistórica y extrasocial del neurobiólogo —como hacen Fabbri y Latour— físico, filólogo, geógrafo o cualquier otro investigador.

Con estas referencias como trasfondo, deseamos comentar dos láminas cartográficas del siglo XVII, época crucial para la geografía moderna, para así examinar algunos rasgos de su constitución retórica y para rebatir el tópico de la objetiva relación de los productos de la ciencia con los hechos. Es decir, lo que se debate se resume en la tesis de que la cartografía es una edificación de la realidad geográfica de acuerdo con unas elecciones históricas y unos protocolos de presentación que, en el barroco, combinan técnica, mitología, suntuosidad y eurocentrismo. Las láminas son obra de W. Blaeu y corresponden al frontispicio del atlas y el mapamundi mencionados.

La edad de oro de la cartografía está afincada en los Países Bajos, desde mediados del XVI a finales del XVII. Su figura principal es Gerardus Mercator (1512-1594), con sus seguidores Jodocus Hondius y Willem J. Blaeu. Tal auge técnico y empresarial se debe a una feliz conjunción de factores; entre ellos, la reedición renacentista de obras clásicas y la función de las universidades, como la de Lovaina, impulsores del conocimiento astronómico, astrológico y geográfico; la creación de talleres de instrumentos matemáticos y de medición; o la emergencia de empresas de primerísima calidad que reúnen investigación

geográfica, técnicas de impresión y edición. Además, hay otra razón política en el interés estratégico para España de las diecisiete provincias de los Países Bajos, por su dominación y la sublevación posterior de Guillermo de Orange.62

[62]

La cartografía adquiere una importancia de Estado, con producciones secretas para uso militar. Pero también la tiene para las empresas dedicadas al transporte de cabotaje y el comercio de ultramar, en una época mercantil, de exploración geográfica y asentamiento colonial. Y aún adquiere otro valor para la burguesía, que es el suntuario, pues la posesión de globos terráqueos o mapamundis les confiere un prestigio, por su carestía y vistosidad ornamental. En este ambiente destacan las iniciativas científicas y técnicas de las casas editoriales de Mercator, Hondius, Janssonius y Blaeu, empresas familiares que se relevan en la supremacía del sector y mantienen una prolongada tradición. La repercusión de este período es muy grande por su originalidad y vigencia.63

[63]

El perfil del cartógrafo de los Países Bajos es complejo: artesano y artista, matemático e investigador de fuentes empíricas de información, editor y humanista. Sus antecedentes inmediatos están en los trabajos de Peter von Bienewitz o Apianus (1495-1552) y Gaspard van den Hayden (1496-1549), quienes presentan un método que relaciona la longitud geográfica con la posición de la luna y las estrellas fijas, y permite la triangulación y el levantamiento cartográfico. De ellos, junto con Van Deventer y Reiner Gemma, recibe el innovador Gerardus Mercator enseñanza y ayuda. Su nombre no latinizado es Gerard Cremer. Este flamenco, un experto grabador, instrumentista y científico, alcanza similar repercusión a la del alejandrino Ptolomeo (s. II) con un mapamundi para la navegación publicado en 1569. Roger-A. Blondeau define los rasgos técnicos de su mapa:

 

Mercator ideó el sistema de proyectar cilíndricamente el mapamundi en dos dimensiones que hoy conocemos como proyección Mercator, en la que los meridianos y paralelos se representan como líneas rectas, los paralelos equidistan del Ecuador y los meridianos son perpendiculares a ellos. En realidad los meridianos convergen hacia los polos y, por tanto, en esta proyección las longitudes se dilatan a medida que nos alejamos del Ecuador... Es cierto que la proyección Mercator puede ofrecer imágenes distorsionadas de las superficies a medida que nos acercamos

62[62] La cartografía fue una de las grandesy caras pasiones de la época. Felipe II tuvo una gran inclinación por el coleccionismo cartográfico, algo que compartía con sus contemporáneos. De ello da cuenta el católogo de la exposición extraordinaria, celebrada en Amsterdam en 1998 y 1999, bajo el título Esplendor de España, 1598-1648. De Cervantes a Velázquez (en edición de la Fundación De Nieuwe Kerk, los Ministerios españoles de Asuntos Exteriores y de Educación y Cultura, y Waanders Editores).63[63] Supone una refundación de la cartografía. Y hasta la actualidad se han mantenido vigentes los principios de representación marcados por Mercator. Si consideramos que tan sólo la propuesta de Arno Peters (1974: Die Länder der Erde in flächentreuer Darstellung) ha supuesto una modificación del modelo de Mercator, y aún así no adoptada con carácter general por la fuerza de los hábitos visuales adquiridos, se constata la magnitud de la obra de los cartógrafos del barroco. Ahora bien, precisamente esa comparación -y su desfase- entre lo propuesto por la tradición y las reservas que se mantienen frente a una innovación científicamente superior, como se demuestra en la nueva cartografía de Peters, apunta en la dirección de la retoricidad del conocimiento y de los discursos textuales y gráficos de la ciencia. Véase de A. Peters, La nueva cartografía (Barcelona, Vicens Vives, 1992).

a los polos; sin embargo, es muy útil para la navegación considerando que las líneas de unión entre dos lugares (curvas loxodrómicas o líneas de rumbo) cortarán los meridianos y paralelos siempre bajo el mismo ángulo tal y como sucede en realidad. Con una brújula es fácil para un navegante encontrar el rumbo correcto.64[64]

 

El procedimiento proyectivo de Mercator es gráfico, como ha sido tradición hasta el siglo XVIII, en que éste se trasvasa a fórmulas matemáticas que incorporan el cálculo integral y diferencial. Su mérito está en reducir una realidad esférica como es la Tierra a una figuración plana y rectangular, si bien incurre en distorsiones monumentales, que aumentan las tierras situadas en el hemisferio norte y empequeñecen las del sur. Así, Groenlandia (2,1 millones de km2) se ve similar a África (30 millones de km2) y bastante mayor que la India (3,3 millones de km2), la península arábiga (3,5 millones de km2) o América del Sur (17,8 millones de km2). Esto mismo sucede con otros territorios, como por ejemplo Europa, que aparece mayor que América del Sur, aun cuando ésta es doblemente extensa que aquella. “Como se sabe —escribe A. Peters—, el ecuador divide la Tierra en dos partes iguales. No obstante, si se localiza éste en la proyección de Mecator, entonces resulta claramente evidente que aquí se han dedicado dos tercios de la superficie del mapa para representar el hemisferio norte, mientras que el hemisferio sur ha de apretarse de un modo exagerado en el tercio restante” (1992:56, referencia en la nota 4). Además de la superficie, hay otras distorsiones de escala y proporción que colisionan con el propósito de universalidad. Sin embargo, la imagen legada por Mercator ha perdurado hasta nuestros días, con algunas correcciones aportadas por la exploración marítima posterior. Originalmente no aparecían Australia ni las islas de los mares del sur, la Antártida ni los polos, y la costa oeste de América del norte era una fantasía.

El mejor instrumento de representación terrestre es el globo. Fuera de él, es decir, mediante el planisferio la distorsión visual es inevitable, pero ello no impide que se pueda representar la superfície de la Tierra con proporción y fidelidad de ubicación, claridad y universalidad. Después de Mercator otros han intentado superar su visión distorsionada y eurocénticra, con logros y deficiencias que en la actualidad se siguen discutiendo; entre esos intentos se cuentan los mapas de Sanson (1650), Bonne (1752), Lambert (1772), Mollweide (1805), Hammer (1892), Eckert (1906), Googe (1923) o Peters (1974), en los que se aplica toda la gama geométricamente imaginable de meridianos: rectos, elípticos, circulares o sinusoidales.65[65] Pero el planisferio de Mercator mantiene unas cualidades que justifican la preferencia mayoritaria por él, como la fidelidad de ubicación relativa de los lugares (posición o correlación horizontal entre dos puntos equidistantes del ecuador, y eje o correlación vertical) y, sobre todo, su claridad de interpretación, que la ha convertido en una imagen armónica y difícilmente sustituible.64[64] Roger A. Blondeau, “Mercator, de Rupelmonde a Lovaina y Duisburg”, en AAVV. (1995): De Mercaator a Blaeu, p. 38.65[65] De todas estas propuestas destaca el modelo de Peters, que recoge la cuadrícula de Mercator pero alarga verticalmente la silueta de los continentes del hemisferio sur. La estilizada figura que compone es la llamativa apariencia de un trabajo de renovación cartográfica que se atiene por primera vez a la fidelidad de superficie y de ubicación, escalado, proporcionalidad, universalidad, claridad y adaptabilidad a una perspectiva no eurocentrista.

La exploración oceánica de Magallanes alrededor del mundo, que acabó en 1522 con el regreso de una de sus naves al puerto de Sevilla, puso fin a la imagen cristiana, inspirada en la Bíblia, de una superficie plana y circular como un plato u ovalada como una fuente. Había nacido el mapamundi moderno, que recogía la esfericidad terráquea y la supremacía de la superficie marina. En 1538 Mercator trazó su primer planisferio, con forma cordiforme o de corazón, que se hizo famoso porque llamaba América por primera vez al continente, tanto en su parte sur como norte.66[66] La figura definitva de su trabajo llegó en 1569, en la que recoge la red ortoédrica de coordenadas: un rectángulo apaisado es atravesado por meridianos y paralelos que se cortan perpendicularmente, con la particularidad de que la distancia entre los paralelos aumenta al acercase éstos a los polos. Los países europeos están representados en el centro, en un tamaño mayor al real. Este es el paradigma cartográfico que, con ligeras modificaciones, permanece vigente y alimenta nuestro imaginario.

Tras la muerte de Mercator, las planchas de cobre y los mapas de Mercator fueron adquiridos en subasta por Jodocus Hondius, un magnífico grabador asentado en Amsterdam, quien completó el atlas del primero hasta formar un total de 143 mapas y así editar, en 1606, el Atlas Mercator-Hondius. Continuado por su hijo Henricus, la obra alcanzó los once tomos y unos 500 mapas, con abundantes reediciones. Un competidor de los Hondius y continuador de Mercator es la familia Blaeu, con Willem Janszoon a la cabeza de la saga, que edita nuevos planisferios y atlas, a partir de las planchas de Mercator que compra en 1629. La producción de tres generaciones de Blaeu adquiere unos rasgos singulares, hasta constituir quizá la mayor empresa editorial de su época.67[67] En lo que se refiere a los materiales cartográficos, suprimen toda mención a Mercator, pero completan su obra y la dotan de una rica ornamentación y figuración. En definitiva, sus trabajos de edición consolidan la cartografía moderna y, lo que no es menos importante, la asocian a un giro estético propio del siglo XVII, en una relación inseparable. En efecto, son trabajos que pertenecen al gusto estético del barroco, dotado de un discurso iconográfico intenso, unas reminiscencias históricas eclécticas, un despliegue plástico subyugante y una teatralidad que concilia técnica y mitología. Éstos son los aspectos que nos interesa comentar a continuación, atendiendo a un atlas y a un mapamundi.

Precisamente, tomando la teatralidad como resumen del conjunto, cabe comentar que los atlas reciben el nombe de El teatro —más exactamente, las imágenes— del mundo o Nuevo atlas, como el editado por Willem y Joan Blaeu en 1635, que contiene unos mapas de gran belleza y cuidada tipografía y presenta una portada maravillosa. Por su parte, su mapamundi de mayor éxito es de 1648, a cargo de Joan con ocasión del fin de la guerra de los Treinta años. Se trata de la reedición de un mapa de 1606 publicado por el padre, Willem, que incorpora algunos descubrimientos, como el del estrecho de Le Maire, y conserva una orla decorativa sumamente interesante. Esta última obra

66[66] El bautizo con el nombre de América corresponde al cartógrafo Martin Waldseemüller, quien en 1507, un año después de la muerte de Colón, indica como un nuevo continente las tierras descubiertas por Colón, pero que erróneamente atribuye a Américo Vespucio.67[67] La empresa tuvo proyección internacional y supuso un prodigio técnico, cultural y político para Amsterdam. En su catálogo de 1659, por ejemplo, había más de doce mil títulos, entre los cuales figuraban los más suntuosos del siglo.

mural, mucho más asequible y exhibible que el Atlas divulga e impone definitivamente la proyección de Mercator.

6.3. Las imágenes o teatro del mundo

Los atlas que se editan en la casa Blaeu cubren una amplia gama: universales, de países o de ciudades. Por ejemplo, la descripción gráfica de las ciudades de una región es una forma imaginativa y laboriosísima de cartografía ilustrada, distintiva del barroco en países protestantes. Con la colaboración de topógrafos y dibujantes se reúne mapas, perspectivas de las poblaciones y vistas de palacios y monumentos, en obras pioneras sobre las ciudades de los Países Bajos o Italia. Su importancia y audacia radica no sólo en la destreza de los trabajos sobre el terreno, sino en la calidad del arte tipográfico y de estampación, en consonancia con el esplendor cultural que se vive en Amsterdam. Espoleados por la competencia, los descubrimientos y la demanda, confeccionan en sus talleres el atlas “más bello y más grande que jamás se haya publicado” afirma Günter Schilder,68[68] aparecido en las versiones neerlandesa, latina, francesa, alemana y española. Y añade con convicción el mismo ensayista: “Joan Blaeu alcanzó la cima absoluta de la producción de atlas en Amsterdam con la edición de su Atlas Maior, la obra de su vida. Este atlas, encuadernado con todo lujo de detalle, con 600 mapas en folio y 3.000 hojas de texto, era un auténtico símbolo de la riqueza cultural del período, una obra que no podía faltar en las colecciones de comerciantes prósperos, los mandatarios de los estados y todo tipo de coleccionistas.”

Los nombres pugnan a veces por apoderarse de la representación de un mismo objeto, y durante ese tiempo de conflicto nominal se dirimen sentidos que están despiertos y reconocibles por los espectadores. Luego esos matices se erosionan y olvidan. Es el caso del atlas. Tradicionalmente recibían la denominación de Theatrum Orbis Terrarum, el teatro o las imágenes de la Tierra, pero en esto también fue un innovador Mercator al introducir la forma que se ha de imponer: Atlas, no tanto por evocación del mitológico titán que sostiene la bóveda celeste por castigo de Zeus, como se ha creído y se ha justificado con ilustraciones alusivas, sino por la del no menos legendario rey de Mauritania, estudioso de la astronomia y supuesto artífice del primer globo terrestre. Así lo explica Mercator:

 

Me propuse consagrar todas mis capacidades y todas mis fuerzas a contemplar la cosmografía como elevada atalaya del espíritu con el fin de encontrar en las cosas todavía poco conocidas alguna verdad que contribuya al progreso de la Filosofía, me propuse imitar al rey Atlas, tan destacado por su erudición y su bondad como por su sabiduría.

 

A partir de entonces, es decir, a partir de 1602, en que Mercator publica el Atlas sive Cosmographicae Meditationis de Fabrica Mundi et Fabrica Figura, el término abandera la geografía nueva y designa un conjunto de mapas de formato y estilo uniformes. Sin embargo, como en su red ortoédrica de coordenadas, el neologismo tiene que compartir el frontispicio de las obras con

68[68] Günter Schilder, “Los Blaeu, una familia de cartógrafos y editores de mapas en el Amsterdam del siglo de oro”, en AAVV. (1995): De Mercator a Blaeu, opus cit., p. 88.

la denominación tradicional. Es una precaución redundante que perdura en las publicaciones de los Blaeu, como se lee en la portada de una obra suya de 1635: Le Theatre du monde Ou Nouvel Atlas Contenant Les Chartes et Descriptions de tous les Pais de la terre mis en lumiere Par Guillaume et Iean Blaeu.

El título citado pertenece a la edición francesa, aunque también hubo otras del mismo atlas en neerlandés, latín y alemán. Consta de dos volúmenes, de 500 por 330 milímetros, con un total de 208 mapas. La portada del segundo volumen es una joya del grabado y una muestra de la calidad alcanzada en los Países Bajos, sin duda, la primera en Europa. La técnica del aguafuerte y la pericia del dibujo plasman una policromía muy atractiva, que crea ambientes según los planos y las luces. Estamos describiendo rasgos de la ilustración del atlas de Blaeu y, también, de la producción plástica de su época. Pero, antes de profundizar en este punto, es peciso describir la ilustración del volumen segundo. Es un monumental frontis en cuyo centro figura el título de la obra; bajo éste, enmarcado en una cartela, el pie de imprenta; y a los lados y en la parte superior, diversos personajes —hasta un total de doce—, animales, esculturas, objetos geográficos y otros elementos simbólicos de poder y cultura. En definitiva, un conjunto tan animado como abigarrrado, teatral y dinámico, que exhibe una realidad pletórica, generosa, solar, y transmite un sentimiento vivaz y reconfortante.

No hay tenebrismo ni inquietud. La exhuberancia de seres y objetos, servidos en colores cálidos y bien iluminados, habla de un mundo que goza de la seguridad de un edificio clásico y del estímulo de un crecimiento ilimitado, que impulsa naturaleza, humanidad, ciencia y principios creadores. La feracidad de la naturaleza se representa con guirnaldas de hojas verdes y frutos maduros, animales imponentes, flores campaniformes y cintas rojas que flotan ondulantes. La feracidad frutal sugiere la oculta presencia de la diosa Pomona, y las silvestres guirnaldas atestiguan el entrelazamiento de todas las cosas que forma el mundo. La diversidad humana arracima etnias y culturas que cubren del oriente al poniente. La sapiencia de la ciencia geográfica se muestra en la actividad sosegada pero ininterrumpida de equipos de doctores y amanuenses que escrutan con el compás y la razón los globos terráqueo y celeste, y traducen la totalidad de la creación a geometría aplicada. Los principios originales del mundo, finalmente, regulan todo lo demás, pues son los cuatro elementales del aire, fuego, agua y tierra; y, por encima de éstos, reina la causa primera de la divinidad.

La importancia de las artes visuales queda perfectament reflejada en la portada del atlas de Blaeu. El frontis recuerda una fachada clásica, pero su arquitectura tiene la escenografía barroca de un altar, con su pesado zócalo, el esplendor de las columnas jaspeadas, la fronda de los capiteles compuestos y el detallismo de las molduras que decoran arquitrabe y cornisa. Es un escenario ampuloso en que se dispone dos plantas: la principal y la superior. La principal se eleva sobre un zócalo alto, atractivo por la perspectiva de sus partes entrantes y salientes y por el simbolismo decorativo de los frisos más adelantados. Está ocupada, en el centro, por el cartel de la obra, encuadrado por una liana frutal, colorista y sabrosa. Y los laterales acogen la cabeza de dos comitivas congregadas por los descubrimientos geográficos. Llegan por la izquierda reyes asiáticos, de presencia exquisita por su vestimenta y atributos

culturales, simbolizados en el libro abierto y la dulzura del sahumerio. En la derecha se ve a una pareja de indios, con la grandeza de lo primitivo, su vistoso plumaje y un cuerpo rotundo. Unos y otros portan varas y palmas de mando, y les siguen, respectivamente, un caballo y un elefante. Sobre ellos, en dos hornacinas, se alberga sendas esculturas alusivas a la mitología clásica, como Diana cazadora.

A su vez, en la planta superior, que corona el dificio, se desarrolla una alegoría del saber y de su fundamento natural. Así pues, los niveles separan, por un lado, al objeto del conocimiento: las Indias orientales y occidentales, y el producto o discurso que las describe, esto es, El teatro del mundo o nuevo Atlas; y por el otro lado, los sujetos legitimados para hablar: los geógrafos. El semblante y la actitud de indios y asiáticos expresa esa pose de figurantes, de testigos mudos que exhiben su realidad para corroborar lo fundamental, que se cifra en lo que queda redactado y representado en los mapas del atlas, y a lo cual deben finalmente su existencia y el tributo de sus mejores ofrendas. Todo lo contrario sucede en el escenario superior, del que disponen enteramente los personajes de la sintética alegoría, que son sujetos poseídos de afán científico (los geógrafos) o de serena generación de la realidad (las musas del arjé). En los laterales despachan los geógrafos sobre las cosas del cielo (izquierda) y de la tierra (derecha). En un lugar central, formando el círculo de la creación de la cosas, están los espíritus de los cuatro principios, aire, fuego, agua y tierra. Con los cabellos revueltos aparece el Aire, y el Fuego es una fogata, allá en lo alto, que prende con el pedernal. La Tierra es sedentaria y sus manos dadivosas asen una canastilla de frutas y un ramo de flores. El Agua tiene dos manifestaciones; aquella que fluye de los ubérrimos senos de una musa es el agua que mana del cielo; y también está la de la cuenca de los mares, identificada con el atributo del tridente. Una última y principal musa completa la rueda de elementos y le da unidad: se representa con una cítara y el plector o bara de punteo, puesto que la Música supone la armonía celestial. En el eje vertical de la ilustración, con una preeminencia palmaria, se sitúan la esfera armillar o armazón esferoidal con que la astronomía construye un modelo del cosmos y, por encima de ésta, la simbolización de la divinidad creadora de todo.

Los elementos que componen esta alegoría del mundo y su conocimiento son tópicos recurrentes en la figuración de la época, pues son comunes los indios y asiáticos o las escenas de los cuatro principios de la realidad. Pero las ilustraciones del atlas blaviano superan el estereotipo y alcanzan la apoteosis gráfica y escenográfica, por su cromatismo y sensualidad, el rico sentido del espacio y de la acción dramática, el uso de imágenes populares y sugestivas o la construcción de escenas claras y comprensibles.

6.4. Mapamundi

La pervivencia del mundo clásico queda explícita en las estatuas de las hornacinas y las musas del Atlas, pero es discreta y algo fría. Este mismo rasgo caracteriza el mapamundi de Willem Blaeu de 1606, que fue reeditado posteriormente por sus descendientes y alcanzó una difusión tan notable que se convirtió en la referencia principal de la nueva cartografía. En la parte superior se lee la leyenda que le da nombre y acredita la autoría: Nova Totius

Terrarum Orbis Geographica ac Hydrographica Tabula auct: Guiljelmo Blaeuw.69[69] Como se ha dicho más arriba, el editor omite la referencia a Mercator, si bien su mapamundi en folio sigue la proyección ortogonal de éste. De la comparación de la lámina de Blaeu con la de Mercator, publicada en 1569 en Duisburg, se extrae la fidelidad del modelo pero también destacan las diferencias en la calidad gráfica y ornamental, notablemente mejorada por el epígono. Tales cambios de presentación no son superficiales, en el sentido de que no se pueden separar del auge y prestigio que adquiere la cartografía ni tampoco de la retórica científica del barroco.

La sustitución de este mapa no se produjo hasta 1662, en que Joan Blaeu introdujo un mapa diferente en la obra magna Atlas Maior, seguramente forzado por la envergadura de las nuevas descripciones corográficas aportadas por exploradores y navegantes que por cualquier otra razón de caducidad. Es más, el valor técnico y discursivo de sus recursos gráficos y ornamentales no resultó afectado durante ese tiempo.

El contenido del mapa ha embebido tan intensamente nuestra tradición cultural que parece banal su descripción. No obstante, recordaremos que en la hoja, atravesada por meridianos y paralelos, destacan dos ejes. El vertical es el meridiano origen o línea de no variación, que corta el océano Atlántico por las islas de Cabo Verde, y el horizontal, el Ecuador o Circulus Aequinoctialis. Lo peculiar es que no se respeta la simetría del cuadro porque el ecuador está desplazado hacia la parte inferior, de modo que el hemisferio norte ocupa dos tercios del espacio. Esta elección ataca, además de la simetría, la proporción de los territorios, pues los del norte se ven mayores de lo que les corresponde. Las razones de esta deformación, que no pasaría desapercibida a Mercator, se resumen en un eurocentrismo justificado, mal que bien, por la elección de no seccionar contientes, encarar Europa y América o bien reflejar mejor la tierra conocida que la inexplorada del hemisferio sur. En los extremos inferiores del mapa se superponen dos hemisferios, que representan los lugares boreales y australes situados por encima de la latitud de los 50 grados; para proyectarlos con mayor precisión de la que permitía a Mercator la red ortogonal.

El mapa contiene tres leyendas, presentadas dentro de cartelas y distribuidas por las zonas periféricas de las que se disponía poca o ninguna información. Las leyendas se refieren al descubrimiento de América por Colón o a la expedición magallánica, entre otras. Las cartelas tienen una bella ornamentación, con filigranas geométricas, amorcillos, la estilizada silueta de un apareja de indios y un escudo de armas. Pero la ornamentación más llamativa está en la orla del mapa, que lo enmarca y lo complementa con información gráfica. En algunos mapas era habitual incluir en esta parte vistas de ciudades, monumentos y grupos de parejas engalanadas. En el mapamundi de 1606 la orla contiene cuatro secciones, una por lado. Todas ellas tienen en común la gran calidad de sus ilustraciones y, en lo que toca a su asunto, tienen una misma fuente de inspiración en la antigüedad clásica. La franja superior recoge el conjunto de los septem planeta, con siete medallones que representan a los dioses planetarios de la mitología: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. En idéntica presentación figuran, en la franja

69[69] Nueva carta geográfica e hidrográfica de todo el orbe de las tierras. El mapamundi de W. Blaeu se editó en Amsterdam en 1606, en formato de folio de 410 por 545 mm., a escala 1/21.400.000. El grabado calcográfico y el aguafuerte corresponden a J. van den Ende.

inferior, las septem mirabilia mundi: los jardines colgantes de Babilonia, el Coloso de Rodas, las pirámides de Egipto, el mausoleo de Halicarnaso, el templo de Diana en Éfeso, la estatua de Júpiter (o Zeus) en Olimpia y el faro de Alejandría. Los lados están divididos en cuatro cuadros. A la izquierda están las ilustraciones de los cuatro elementos o quatuor elementa, y a la izquierda las cuatro estaciones del año o quatuor anni tempestates. Estas ilustraciones tienen una gran sensualidad y una imaginación considerable, pues son producciones artísticas que recrean imágenes y leyendas heredadas. La autoría de las ilustraciones no es conocida ya que Blaeu aprovechó obras de artistas neerlandeses de finales del siglo XVI.

La intención ornamental y suntuaria de la orla no es óbice para que cumpla como perfecto compendio de los saberes arquetípicos que interesan a una visión geográfica general y que proceden de varias ciencias. La astronomía presenta el mundo estelar de los planetas, bajo la veladura artística de los dioses mitológicos. La cosmografía y la física —originalmente, filosfía— abarcan el mundo sublunar o terrestre, en lo tocante a las estaciones del año y los principios de la materia, personificados con idéntico recurso. Finalmente, el microcosmos humano tiene su representación en los hitos de una historia ejemplar, es decir, las siete maravillas del mundo clásico. De este modo queda atestiguada la correlación de la geografía con los tres orbes o esferas del universo, el estelar, el sublunar y el microcósmico, según se gusta representar en obras eruditas del barroco, como las de Athanasius Kircher.70[70] Las ciencias de la geometría y la perspectiva se incluyen indirectamente en el propio mapa, no ya con imágenes alusivas sino por obra de la proyección cartográfica. Este programa del conocimiento viene servido por unas ilustraciones tan atractivas por sí mismas que pueden llevar a engaño sobre su sentido. Su apariencia accesoria y un esteticismo claramente deudor del clasicismo y del mundo antiguo, son un efecto engañoso de la teatralidad expresiva, lograda plenamente. En realidad, se ha de entender que la imagen física del mundo que se vierte en el mapa no es una realidad autónoma, sino aquella surgida de unas fuentes precisas de la constitución e investigación astronómica, física, cosmológica e histórica. Ahora bien, la personificación de los dominios —el anciano invierno, el báquico otoño y el desnudo verano— hace placentera y comprensible la contemplación de la ornamentación.

Conviene añadir alguna precisión más sobre las imágenes de la orla. No son originales ni podían serlo. Pertenecen a una corriente cultural muy extendida y responden a sus tópicos. Uno de ellos es la naturaleza no experimental de sus modelos, porque éstos son puramente mitológicos. Este último aspecto tiene su interés a la hora de examinar nuestra comprensión del fenómeno, pues es sabido que el racionalismo del XVIII y el positivismo posterior han expulsado de la ciencia las modalidades plásticas y narrativas de representación. Con la

70[70] Athanasius Kircher (1602-1680), en Magnes sive de magnetica arte (La magnetita o el arte magnético), de 1643, presenta gráficamente el árbol luliano de las ciencias , que conecta mediante cadenas de anillos magnéticos las tres esferas del universo y los círculos del saber: teología, filosofía, física, poesía, retórica, cosmografía, mecánica, perspectiva, astronomía, música, geometría, magia natural y medicina. Sobre una banda del frontispicio de la obra se lee un texto latino que dice: “Todas las cosas descansan conectadas con nudos arcanos”. Véase al respecto la estupenda edición de Ed. Siruela (Madrid, 1986, 2 vol.) de Athanasisu Kircher. Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal , que contiene los comentarios de Ignacio Gómez de Liaño y una impresionante antología de ilustraciones de las obras del erudito alemán y jesuita (ilustración y cita, p. 17, vol. I).

periclitación del barroco se arrinconará por inútil su aparatosidad escénica. De ahí que el observador contemporáneo haya de saber cosas de su propia mirada; en su condescendencia está el prejuicio que identifica como ingenuidad decorativa y reminiscencia perturbadora la presencia de divinidades, musas y estampas fantasiosas. El juicio del observador actual puede ser particularmente negativo sobre esas vistas monumentales de las siete maravillas, pues las galas de la imaginación parecen esterilizar un afán de saber universal y trocarlo en el arrebato de un desvarío. ¿Cómo se puede calificar, si no, el atrevimiento de pintar los pensiles de Babilonia, el Coloso de Rodas o el faro de Alejandría, cuando son monumentos desaparecidos y de los que sólo se dispone de inapropiadas descripciones? Las mismas pirámides de Egipto, aun teniendo la ventaja de ser masas inamovibles y observables, son sorpendentemente reproducidas como torres o coloristas estelas.Sin embargo, estas objecciones son superficiales. No reparan en el alcance iconográfico del siglo XVII, que constituye el núcleo del saber de la época. El afán gráfico no es un ornamento sino un imperativo de su ciencia. Así lo atestigua la profusa labor investigadora de Athanasius Kircher (1602-1680). Sus obras versan sobre todos los campos imaginables: mecánica, arqueología, historia del arte, sinología, egiptología, geología, cartografía, lingüística, magia visual , magnetismo o música. Y todas tienen en común la matriz gráfica: el asunto tratado ha de ser presentado a la vista, con perspectiva y en acción. En Torre de Babel (1679) el sabio hace acopio de visiones, mejor que vistas —por la inventiva proyectada—, de esas maravillas de la historia; la primera es, por supuesto, la torre de Babel, y luego le siguen otras: la ciudad de Nínive, la tumba de Nino, los jardines colgantes de la reina Semíramis de Babilonia, las pirámides de Egipto, el mausoleo de Halicarnaso o el Coloso de Rodas.71[71] La mixtificación de estos grabados es evidente; su arquitectura y urbanismo son generalmente las del barroco, como se aprecia en el Coloso de Kircher y el de Blaeu, de gran parecido. La ilustración del faro del Coloso de Rodas, construido por Cares de Lindros en el siglo III aC. y destruido en el 223 aC., es un ejemplo del itinerario del éxtasis barroco que podemos recorrer en la orla del mapamundi blaviano: la inmensa estatua, erigida sobre los muelles circulares, sostiene en una mano una crátera llameante, con la que baliza la bocana del puerto que se abre bajo sus pierna. Anacronismo, fabulación, eclecticismo, mitología y metafísica. ¿Son virtudes o deficiencias?

Para responder la interrogación habríamos de ser más específicos. Recordemos escuetamente cuáles son las fuentes de información de que se vale Mercator para establecer el mapa que luego reproduciría Blaeu. Se inspira en Ptolomeo; el propio Mercator se encargó de recuperar y divulgar los mapas de Ptolomeo en la edición de Geografía (1578). Y también se basa en relatos medievales y documentos de su época, neerlandeses, ingleses, portugueses o españoles, que le permitieron depurar la información alejandrina y perfilar Asia y América. A este acopio de informaciones se suman las fuentes de Blaeu, “la

71[71] Athanasius Kircher (1679): Turris Babel sive Archontología qua Primo: Priscorum post diluvium hominum vita, mores rerumque gestarum magnitudo, Secundo: Turris fabrica civitatumque exstructio, confusio linguarum, et inde gentium transmigrationis, cum principalium inde enatorum idiomatum historia, multiplici eruditione describuntur et explicantur. Curiosamente, el pie de imprenta del libro -y de la mayoría de títulos de Kircher- indica que la impresión se hizo en la casa de un duro competidor de Blaeu, Johannes Janssonius (Waesbergiana). Reproducciones de figuras y comentarios en la obra citada en la nota anterior, Atahanasius Kircher. Itinerario del éxtasis ( pp. 101-124, vol I).

ayuda de muchos navegantes experimentados, valientes patronos de barco y hábiles pilotos”, que él mismo declara y agradece en un libro de cartas náuticas de 1608. En conclusión, y traslandando lo precedente a la cuestión sobre el valor de las ilustraciones, cabe aducir que las fuentes técnicas de Mercator y Blaeu no distan del eclecticismo gráfico y teórico de la nueva geografía.

6.5. La ciencia, casa de la retórica

Aseveración a la manera de Wittgenstein: si la ciencia es el conjunto de los enunciados verdaderos, la nueva geografía será el conjunto de descripciones y representaciones verdaderas. Por extensión, su cartografía será verdadera si se verifica su exactitud y su utilidad, por ejemplo, en la determinación del rumbo y la orientación marítima. Según esto, el estilo científico se caracteriza por enunciados impersonales tales como “la proyección de M representa la realidad de T”. Sin embargo, los semiólogos Fabbri y Latour pretenden rebatir en su totalidad dicha aseveración, tarea mayéutica que inician con la siguiente observación: “Definir así [de impersonal] el estilo científico significa confundir la ciencia tal como la presentan los manuales de enseñanza con los escritos científicos que circulan en el interior del campo científico” (1995:265).

Los principales puntos retóricos que arguyen los semiólogos son éstos:

 

a) La generación de un nuevo campo de estudio o dominio comporta la adquisición de una autoridad indiscutible sobre él por su autor.

b) La demostración de la validez del nuevo dominio se sustentan sobre demostraciones o argumentaciones precedentes.

c) Parece imposible distinguir los datos, considerados duros, de las hipótesis o elementos blandos.

d) Las pruebas que se aducen, en forma de gráficos, diagramas o curvas, son juegos de escritura, es decir, variedades textuales.

 

Estos puntos (p. 281) desarrollan un programa opuesto a la epistemología o teoría del conocimiento en abstracto. Y afirman la tesis de que la ciencia es un desarrollo social que se fundamenta no tanto en el descubrimiento de hechos y leyes como en la aplicaciónón de procedimientos y discursos preestablecidos. De ahí que la ciencia no sea un ámbito impersonal que comercia exclusivamente con los objetos de estudio y los enunciados que los definen, como se pretende desde el positivismo lógico y experimental, sino que es una producción sociológica, atravesada por fuerzas personales y colectivas y sujeta a condiciones de verificación y de acumulación de autoridad. De acuerdo con estas asunciones, consideramos que:

 

A) La generación de una nueva proyección cartográfica proporciona una autoridad difícilmente discutible, no ya a Mercator porque su modelo tardó en imponerse, sino a los continuadores inmediatos que tuvo en las empresas editoriales de las familias Hondius y Blaeu.

B) La argumentación de Mercator para defender su propuesta se funda en otros textos, otros discursos de origen diverso, pero ni son exclusivas

las observaciones empíricas —por ejemplo, las aportadas por los viajes de circunvalación de Magallanes o Drake— ni tampoco son las predominantes.

C) Pues es razonable sostener que los componentes teóricos o hipotéticos sobre cómo ha de realizarse una proyección —y con qué deformaciones hay que transigi— son fundamentales e inseparables de los datos sobre cómo es en realidad el objeto de estudio.

D) En definitiva, el mapamundi de Mercator no es un reflejo directo de su objeto, la Tierra, sino una modalidad convencional de escritura sobre él, equivalente al texto de un artículo o de una encíclica, salvo que parece más idónea que la de estos otros. El mismo término de proyección es engañoso, si se toma por trazar sobre un papel el reflejo de una imagen producido por una luz, puesto que toda proyección cartográfica es una construcción.72[72]

 

El prestigio que en el siglo XVII obtiene la cartografía de los Países Bajos y la aceptación general del modelo de Gerardus Mercator durante cuatro siglos ponen en entredicho la concepción de que la ciencia es el conocimiento que se impone por la autoridad de los hechos. Esa cadena de acontecimientos anima, más bien, a discutir qué es el trabajo científico y cómo establecer una diferencia discernible entre la retórica y la demostración. En el caso de la cartografía moderna, descubrimos unas funciones de información geográfica más amplias de lo que sugiere su definición técnica. Por una parte, las guias marítimas dan cuenta de las novedades que aportan los viajes de descubrimiento. Luego está la información política que daban los mapas sobre guerras, asedios y expediciones militares, como las que ocurrían en la guerra de España en los Países Bajos. Los cambios del paisaje interior, al desecar marismas o crecer las ciudades, son otro motivo de expansión del comercio de mapas. De este modo, al interés humanista de intelectuales se suma el de índole práctica de navegantes, gobernantes, comerciantes y un público ávido por tener noticia de los acontecimientos geográficos que se producían en un mundo que se dilataba sin límites, al mismo tiempo que sus artes gráficas y cartográficas daban prueba de una notable capacidad de adaptación a tales necesidades. Lo dicho se refiere al prestigio social y auge técnico. En cuanto a la aceptación y perviviencia, hasta nuestros días, del modelo de Mercator, cabe recordar las razonadas críticas que ha recibido por la falta de fidelidad de superficie, escala y proporcionalidad, además de la rigidez de su eurocentrismo. No obstante ello, el paradigma de la geografia moderna lo es también para la contemporánea, cuando menos en facetas divulgativas, como se aprecia en la cartografía que aparece en enciclopedias o en medios masivos de comunicación.

Retenemos en la imaginación el mapamundi que nos legó el barroco: sus coordenadas de meridianos y paralelos, la asimetría de las partes cortadas por 72[72] “Es engañosa una doctrina acerca de la proyección cartográfica que ejemplifica los diferentes métodos de proyección por medio de una bombilla, puesto que en nuestra época los mapas ya no se proyectan, sino que se construyen. Ni siquiera la proyección de Mercatot puede llegar a obtenerse por semejante procedimiento(...). Lo que la cartografía necesita no es una exhaustiva teoría de la proyección, sino un principio general claro.” (A. Peters, La nueva cartografía, Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1992, p. 70s.)

el ecuador y los continentes. En ediciones posteriores ha sufrido retoques para mejorar la figura de los continentes y el reparto de los hemisferios, pero también se ha perdido por el camino la sugestiva iconografía. Hoy nos parecería ésta una forma elegante y lujosa de acompañar una mercancía preciada y una producción científica de frontera; y su supresión, una consecuencia natural del despojamiento de una moda aparatosa. Sin embargo, los recursos iconográficos de las dos muestras examinadas no son material secundario en el momento de la constitución del domino de la geografía nueva. Forman parte de la legitimidad a que aspiran sus artífices para asentar su autoridad, y que argumentan invocando las fuentes clásicas en las que original, pero no exclusivamente, beben. Invocan, pues, esas fuentes de un modo placentero, con la amenidad de las imágenes y los símbolos, expuestos con claridad y sin merma de la expresividad y de la sensualidad. Por la forma, su lenguaje apela a los sentidos con unas artes visuales que arman la retórica del discurso científico y, por el fondo, se somete al juicio de los humanistas, comprometidos con el legado clásico.

Los cambios que luego se han operado sobre las láminas originales de los mapas ha desdibujado, si no ha borrado casi por completo, esa intimidad entre los gráficos y las imágenes barrocas en una etapa fundacional. Esta depuración iconográfica ha jugado a favor de la concepción positivista, al liberar los objetos de la ciencia de compañías vergonzantes y restituirlos a su comunicación impersonal con los enunciados científicos. Pero se pierde una dimensión crítica. La que trata de los procesos de acopio o pérdida del crédito científico; y la que desenmascara la dominación que finge ser conocimiento. En palabras del filósofo Michel Foucault: “lo que para el positivismo hará las veces de objetividad no es más que la otra vertiente (del conocimiento), el resultado de la dominación”.73[73]

     

7. Conclusión: Contratos comunicativos

   

7.1. Lingüística crítica y conformidad ideológica

La comunicación es una invención (Matelart 1994). Dicho de otro modo, la comunicación es una construcción de naturaleza compleja, que combina dos vertientes, la política y la técnica. La vertiente política se refiere a la intencionalidad pública y la técnica afecta a los recursos. Y los cambios en una modifican la otra. Muestras de esa precisa elaboración política y técnica son la noticia, la entrevista periodística o la prosa científica. En efecto, hemos observado cómo la noticia construye el acontecimiento o cómo, a su vez, la entrevista en tono personal a una celebridad pone al habla la política con el ciudadano; también, en el caso del ensayo científico, apreciamos cómo un

73[73] M. Foucault (1972): Histoire de la folie à l’âge classique, Paris, Gallimard, p. 100.

género de especialidad produce nuevos enunciados que describen e interpretetan la realidad.

La comunicación es una invención, una construcción política y técnica ligada a proyectos ideológicos y a tendencias de poder. La lingüística y el análisis crítico del discurso se aproximan a este fenómeno social de la comunicación con el propósito —entre otros cometidos más formales— de desarrollar en el receptor de los mensajes de los media una consciencia de los recursos pragmáticos que utiliza esa invención y construcción. Ello significa que el estudio lingüístico de los medios de comunicación se interesa en especial por el uso que se hace de los elementos simbólicos. Entiende, además, este tipo de investigación que los media constituyen unos sistemas industriales de comunicación y de conformación de la conciencia.

7.2. Conciencia persuasiva y su ética

La vieja retórica es una respuesta lúcida, vigente hoy, a esta necesidad de conocer los recursos técnicos y políticos de la comunicación (Laborda 1993, 1996). Es decir, la retórica es la respuesta de los clásicos para dilucidar los procedimientos de confección de los discursos —vertiente técnica— y los efectos públicos de sus mensajes —vertiente política—. En relación con esta tradición, hay un modelo contemporáneo que plantea con sorprendente claridad el problema de la conciencia sobre los efectos de la comunicación, el problema de la conciencia persuasiva. Su autor, Olivier Reboul (1984), concibe un esquema simple y elocuente que consta de cuatro tipos de relación entre el emisor y el destinatario. Se trata de las variantes de una relación ética. Parte de la idea de que el intercambio entre esas dos partes depende de la conciencia o conocimiento que tengan éstas del alcance persuasivo del mensaje. Esta conciencia incluye, además de la comprensión del enunciado, el reconocimiento de las estrategias y de los móviles desplegados por el emisor. Aquí entendemos por emisor un hablante o también el medio de comunicación. Por ejemplo, en las entrevistas políticas a Baltasar Garzón, el emisor es la periodista o periodistas, pero también el diario, que es una persona social.

Reboul distingue estas cuatro relaciones éticas en el discurso:

 

1) Conciencia compartida entre los hablantes respecto del mensaje persuasivo. Por ejemplo, en la instrucción escolar, en la que maestro y alumno comparten o han de compartir determinadas destrezas o conocimientos. La comunicación didáctica se basa en un contrato comunicativo simétrico.

2) Predominio del emisor, pues éste está advertido sobre la intención de su mensaje, cosa que no se puede afirmar del destinatario. En ocasiones, la comunicación publicitaria y la propagandística pulsan estrategias de fascinación muy efectivas que pasan inadvertidas al público. Un caso extremo, y por ello prohibido, es la publicidad subliminal, aquella que actúa sin poder ser detectada.

3) Perspicacia o advertencia del receptor, e inadvertencia del emisor. Ello se da en las entrevistas consultivas entre psicólogo y cliente o bien en la lectura crítica de un discurso que hace una investigador.

4) Inadvertencia de los dos interlocutores, tanto emisor como destinatario. Ello sucede en las manifestaciones ideológicas, cuando expresan concepciones de la realidad, ya sean concepciones: a) científicas, como las que proporciona la cartografía; b) explícitamente ideológicas, según propone Garzón en un programa regeneracionista; c) estereotipos de gentes y regiones mundiales, como los introducidos en noticias del Gran Sur.

 

De estos cuatro tipos de relaciones dialógicas, según el conocimiento de los interlocutores de la carga persuasiva que contienen los mensajes, retenemos su esquema. Los interlocutores comparten una misma relación de conocimiento (1) o de inadvertencia (4). En estos casos diremos que establecen una relación simétrica, puesto que tienen posiciones dialógicamente equivalentes. Establecen un contrato comunicativo entre iguales, aunque por supuesto no entre idénticos. También se dan las relaciones de predominio del emisor (2) y de perspicacia de tan solo el destinatario (3), en las cuales no hay simetría sino complementariedad. Cada interlocutor tiene un rol, con un reparto desigual, pues uno es dominante y otro es subsidiario o dominado. Será subsidiario el del cliente que consulta con un especialista, al menos en una fase de la entrevista. Sin embargo, en una emisión publicitaria engañosa o en una noticia sesgada, la posición que tiene el receptor es de dominado.

Por relaciones de dominio como la señalada se interesa el análisis crítico del discurso. Desde este tipo de análisis, en plena coincidencia con el esquema de Reboul, se entiende que se establece una relación recusable o al menos una relación que merece ser identificada y examinada, cuando el destinatario no es consciente del calado persuasivo del mensaje. La razón de esta posición científica se halla en que el emisor no suele ser un sujeto sino una fuente industrial o institucional de la comunicación. Se trata, pues, de una persona social, pertrechada de recursos técnicos y de especialistas, que puede alcanzar una gran autoridad y una gran influencia social. Aquí, de nuevo, se aprecia una atención específica a las dos vertientes ya apuntadas de la comunicación, la más técnica de los recursos lingüísticos y de los géneros discursivos, y la de carácter político, relacionada con la industria de la información y sus fines de opinión pública y de agenda política.

7.3. El lector y el contrato de lectura

Si consideramos cómo se aplica el principio de la conciencia persuasiva en la prensa escrita, observamos que se producen situaciones en que los interlocutores comparten un conocimiento similar sobre el mensaje persuasivo, es decir, un conocimiento de sus efectos comunicativos. Así sucede cuando el diario o la revista despliega mecanismos de pedagogía de la información, de manera que identifica las secciones de noticias y de opinión, establece unos descriptores elementales y ordenados en todas las informaciones (quién, qué, donde, cuando, cómo, por qué y con qué), y fomenta o simula el diálogo en las cartas al director, comunicados, rectificaciones, concursos… Una segunda modalidad de relación, desde la asimetría, como se ha dicho, consiste en que tan sólo el emisor es consciente de la fuerza del mensaje. La propaganda y la publicidad extraen buena parte de su influencia de esa relación engañosa, inaparente, que por lo general está dispuesta en dos planos, el del mensaje

explícito y el del mensaje ulterior u oculto. En la prensa se aprecia este giro asimétrico en las agendas temáticas de cada empresa editorial, cuando insiste en ciertas cuestiones o bien brinda un tratamiento descuidado y sesgado de ciertos asuntos.

Resume esa estrategia de la incuria o del sesgo mercenario la técnica que —como habíamos sugerido en otro momento— Rafael Sánchez Ferlosio (1993) denomina “muro de hechos ciertos que levanta una falsedad general”. Pero también puede suceder que ni la misma empresa editora sea consciente de toda la codificación inscrita en sus mensajes. Entramos en el supuesto de la simetría de la inadvertencia. Resulta curioso, por no decir lamentable, observar cómo se clasifican determinadas noticias y qué asociaciones mentales llevan aparejadas. Así sucede con discursos racistas, sexistas o tecnólatras. En los sucesos aparece la reseña de delitos cometidos por inmigrantes, los cuales son identificados por su nacionalidad, como si tal dato tuviera alguna relevancia o el suceso fuera asimilable al resto de sus compatriotas; a partir de estas informaciones no ha de extrañar la asociación entre inmigrantes y una retahíla de estigmas, como narcotráfico, marginación, ilegalidad, violencia y desórdenes públicos, filias integristas o prácticas culturales aberrantes. La difusión del racismo y el sexismo comparten procedimientos ideológicos, que se resumen en la consideración de los otros no como seres simétricos sino complementarios, esto es, inferiores y dominados. En las mismas páginas de sucesos se puede leer crónicas de tribunales sobre delitos de violencia de género, es decir, agresiones a mujeres y niños. Y es corriente que los relatos del juicio, bajo un barniz de objetiva exposición, halaguen el gusto malicioso de los lectores con guiones eróticos. En este caso, la vista judicial se toma más como una excusa para satisfacer una lectura morbosa que como un motivo de conocimiento de un problema social que debería incluirse en la agenda política (Fernández Díaz: 1994). Los sucesos de agresiones a mujeres, tratados de ese modo sensacionalista, solo tiene una explicación comercial, que es la de añadir a la lectura un aliciente sexista para cierto público.

7.4. Tantas coincidencias

Veamos una muestra discursiva que ilustra cómo se divulgan los estereotipos sexistas, bajo una supuesta fidelidad a los hechos acontecidos. Se trata de la noticia que cerraba una larga investigación policial de un caso de asesinato. Leemos el texto íntegro.

 

DETENIDO EL ASESINO DE LA PROSTITUTA DE INTERNET

 

Almería.— Un agricultor de 30 años ha sido detenido en Almería tras inculparse del asesinado de la prostituta de lujo Patricia, que prestaba sus servicios a través de la red Internet. El móvil del crimen fue pasional. Patricia fue encontrada ocho días después de su muerte con 37 puñaladas en el cuerpo. La prostituta ofrecía servicios a través de Internet, donde mostraba su cuerpo y la forma de contactar con ella. El presunto asesino, José Luis Cruz López, se enamoró de la víctima pero no podía pagar sus servicios.

R. Amores. (La Vanguardia, 7 de febrero de 1997)

 

Sobre los enunciados del texto conviene hacer algunas aclaraciones:

 

1— “Un agricultor de 30 años ha sido detenido tras inculparse del asesinato”. La frase no quiere decir que el asesino se haya entregado a la justicia por propia voluntad, sino que tras seis meses de pesquisas y después de ser interrogado en varias ocasiones, se vio acorralado y confesó su culpabilidad. La expresión “ha sido detenido tras inculparse” responde a una concepción de policía judicial y manifiesta una secuencialidad causal: después de obtener la confesión de un sospechoso se le declara detenido o, dicho de otro modo, porque alguien confiesa pasa a la condición judicial de detenido.

 

2— “La prostituta de lujo Patricia”. La calificación de prostituta de lujo no significa una vida suntuaria sino algo tan modesto como que tenía recursos para ejercer su oficio: trabajaba en su casa, se anunciaba en algún sitio de Internet y quizá era cara. Sin embargo, el lujo es muy relativo si consideramos que vivía y trabajaba sola, como acertadamente da entender el hecho macabro de que “fue encontrada ocho días después de su muerte” en su propia casa. Ello sucedió cuando acudió su padre a visitarla extrañado por no tener entre tanto noticias de ella, según amplía la información de otro diario, El Periódico. Una soledad tan precaria se compadece mal del lujo.

 

3— “Prestaba sus servicios a través de Internet”. Los medios de comunicación destacan la curiosidad de que Patricia se anunciara a través de Internet, que no es lo mismo que prestar servicios virtuales. De ahí la denominación sensacionalista de “la prostituta de Internet”, que no aclara si es un caso original de visión comercial o si bien se trata de la primera prostituta asesinada que se anunciaba por ese medio. Lo cierto es que el contacto entre el asesino y la víctima no se produjo por Internet, como indican otras fuentes. Y, sin embargo, en la noticia se insiste en ese escenario exótico de la red electrónica. (Nótese que en 1997 la fascinación por Internet era grande y aún elitista.) Que la prostituta “mostraba su cuerpo” es el trazo irrelevante que perfila una figura de mujer provocativa y osada sobre el paisaje sugestivo del medio electrónico. Pero es del todo irrelevante asociar la víctima a Internet, salvo que se busque un juego capcioso de contrastes: el viejo oficio junto a la resplandeciente técnica, el mundo de lo carnal frente al de la inmaterial virtualidad, el destino casi insignificante de una muerte truculenta y el futuro prometedor de un foro multitudinario…

 

4— “El móvil del crimen fue pasional”. A pesar de lo se pueda entender, esto es, que la causa fue un arrebato pasional del asesino, la clave de este juicio paradójico está en la fuente de la información, que es la policía. Se trata de lenguaje policial y comunica más por lo que omite que por lo que dice. Lo que dice es obviamente sexista. Comunica que un individuo toma a la persona que le inspira amor por un objeto y, con un destructivo sentido patrimonial, la mata antes que aceptar estas tres cosas:

a) que la relación entre ellos es profesional o de prestación de servicios;

b) que no hay una correspondencia sentimental de la mujer;

c) que la mujer es un ser igual en dignidad y derechos, y en ello nada afecta la disposición de dinero.

Y decimos que el mensaje es sexista porque reproduce dos notas clarísimas del estereotipo discriminatorio de la mujer: la cosificación de la mujer (se le trata como objeto) y la presentación de la afectividad del asesino como atenuante de su crimen. Esto último, la afectividad como atenuante, queda patente en el delirante razonamiento que cierra la noticia: “El presunto asesino, José Luis Cruz López, se enamoró de la víctima pero no podía pagar sus servicios”. Y aun debería añadir lo que se sobreentiende: “Y por eso la mató”. Ni que decir tiene que el razonamiento es un puro sarcasmo, pues se viene a decir que el fatal desenlace se ha debido a la reunión de dos causas, la del enamoramiento del agricultor y la de la falta de dinero para suplir la indiferencia de la prostituta. El cinismo de mezclar dinero y amor es resonante, pero queda empequeñecido por la afirmación lapidaria que resume el caso: “El móvil del crimen fue pasional”.

Si consideramos el adjetivo pasional como todo lo referido u originado por los sentimientos, habremos de conceder que no quedaría acción humana fuera de esa lata acepción. Un robo se comete por un deseo o necesidad de bienes, y un adelantamiento temerario en carretera por una contrariedad. Sin embargo, no se comprende bien qué relación causal hay entre la inclinación vehemente que el hombre pudiera sentir por la mujer y el hecho de asestar 37 puñaladas a la víctima, huir del lugar y eludir la justicia en lo posible.

Pero hay otra manera de considerar la calificación de pasional, que es la de mirar qué excluye. Y aquí entramos a considerar implicaciones del lenguaje policial. Excluye un móvil de robo o de conflicto por otras causas delictivas —eufemísticamente denominado “ajuste de cuentas”—, como podría ser desavenencias con proxenetas o con una organización mafiosa dedicada al comercio de drogas. Según ello, el adjetivo pasional designa una acción individual, sin conexión alguna con otras causas delictivas u organizaciones, lo cual significa para la policía judicial tres ideas sobre el estado de la investigación, los móviles descartados y las conclusiones.

 

1) la investigación ha acabado pues el caso está resuelto con la detención anunciada ya que no hay otros implicados;

2) implícitamente se da a entender que se ha descartado otros móviles investigados, no sólo posibles sino supuestamente asociados en ocasiones a la marginalidad de la prostitución;

3) finalmente, se llega la conclusión de que el crimen es “pasional” tanto por exclusión de esos otros móviles como por elección de un estereotipo sexista, con lo cual se expone un juicio empobrecedor de la realidad y una coartada para el victimario.

 

Los estereotipos son muy activos en la formación del pensamiento discriminatorio de la interculturalidad (racista) o los géneros (sexista). Operan empobreciendo, simplificando la imagen de una colectividad, sea cultural o genéricamente diferente. Y simplifica porque anula la complejidad de la situación, de sus antecedentes y de sus desigualdades (Silva 1996). El estereotipo actúa como barrera mental e impide ver los conflictos que, en el caso del asesinato de la prostituta, son conflictos de género, de violencia ordinaria y frecuentes de hombres contra mujeres (Fernández Garrido 1997) Son conflictos de marginalidad y explotación. Son conflictos de asociación mental y de exposición real a nichos delictivos, como los descartados en la investigación.

Los estereotipos tienen difusión porque son provechosos para algún grupo, que permite considerar como inferior o complementario a otro grupo. Esta definición de roles de inferioridad (también de marginalidad, de posible trato con lo delictivo, etc.) es una justificación ideológica que facilita la dominación de los grupos superiores sobre los inferiores. No ha de extrañar, pues, que la calificación de crimen pasional en las conclusiones de la pesquisa tengan un doble componente, reduccionista por un lado —desestima la idea de crimen de género— y moralmente atenuante de la conducta del asesino, por el otro. Como motivo de reflexión, recordamos tan sólo la curiosa coincidencia de que las ya indicadas confusiones a que induce el texto de la noticia benefician al victimario (se ha inculpado, la mató porque se había enamorado) y enturbian la memoria de la víctima (prostituta de lujo, osada anunciante desde Internet y quizá provocadora de pasiones). Una coincidencia tan ordenada no puede ser casual. Es más, las reseñas de la noticia de la detención del asesino de otros diarios y escritas por otras manos son un calco de la nota de R. Amores. La pregunta que nos hacemos es por qué todos los escritos del día reproducen literal y acríticamente la información de la fuente policial. ¿Se trata de una torpe coincidencia o de la “natural” reproducción de unos estereotipos dominantes? Desconfiamos de la coincidencia, sobre todo cuando se convierte en una coincidencia habitual, y suponemos que se transmite una ideología de la desigualdad.74[74]

7.5. Ideal de la ilustración

La otra cara de estas noticias sórdidas e ideológicamente dominantes se refleja en ciertas noticias sobre el progreso tecnológico, que tienen por objeto elogiar de un modo acrítico el ideal tecnólatra. Hay magníficas informaciones de tecnología, pero también hay adoración de lo técnico. Nos referimos sólo a esto último, que representa otra fuente de estereotipos reducccionistas y abusivos. Sin ir más lejos, la noticia de la detención del asesino de la prostituta de Internet señala un tópico interesante: la incorporación social de la informática, incluyendo en ello la publicidad de la prostitución. En algunos diarios, la mencionada noticia compartía página con reportajes de Internet y una nota sobre el magnate Bill Gates. Sin duda, el vínculo entre la desaparecida prostituta y el desarrollo tecnológico es un capricho periodístico, pero sí hay

74[74] Los ejemplos no escasean. Remitimos a uno más, próximo al ya mencionado en el tiempo, en la truculencia de los hechos y en el estereotipo divulgado, que puede consultarse en la crónica de sucesos de Voro Maroto, “La comprometedora agenda de Ewa Striniak. Una veintena de políticos, empresarios y abogados declaran en comisaría tras el asesinato de una prostituta en Valencia” (El País, 2-5-1999, p. 31).

una razón para asociar esas noticias cuando consideramos la afinidad de dos estereotipos de dominación, el sexista y el tecnólatra.

Para tener una perspectiva más clara de la difusión del tópico de Internet en la prensa, es útil situarse en el momento en que circula la metáfora de las “autopistas de la comunicación”, a mediados de los años noventa. Se trata de un momento de esplendor publicístico y político de Internet. De lo publicístico da una idea esa celebrada, pero a todas luces exagerada, metáfora de las autopistas. Sobre lo político, cabe recordar que es un momento de acuerdos sobre su regulación internacional, con la cumbre del G-7 o grupo de los siete países más industrializados (Bruselas, 1996).

El mensaje que surge de esta actividad es que Internet es el instrumento de una nueva etapa de la Ilustración. Por su parte, las instituciones divulgan una suposición tecnológica razonable, la de que todo avance en comunicación trae esperanzas de revolución social. Y los medios de comunicación auguran con Internet un vuelco prodigioso en el trabajo, la educación, el conocimiento y los valores democráticos. Si un mensaje con un contenido tan deslumbrante resulta extraordinario, no lo es menos el tratamiento mediático que se le brinda. En concreto, tiene un tratamiento intenso y homogéneo. La intensidad tiene que ver con la cantidad de apariciones u ocurrencias en los medios de comunicación. Y la homogeneidad, con la calidad, en el sentido de que hay prácticamente unanimidad en la presentación elogiosa y en la manifestación de un ánimo entusiasta por los comentaristas. El elogio habla de la bondad del objeto, “la autopista de la comunicación”, y el entusiasmo refleja las marcas subjetivas del emisor, con una actitud entregada. La descripción que hacemos puede parecer trivial y, sin embargo, los en los medios se desarrolla una actividad ideológica ingente. Tantos y tan idénticos discursos de la campaña sobre Internet implican actos pragmáticos de tres tipos: representativos, expresivos y declarativos. Son actos representativos, pues declaran un compromiso con la veracidad de la realidad descrita; por ejemplo, se llega a afirmar que nos hallamos ante autopistas no ya de la comunicación sino del conocimiento. Son expresivos ya que manifiestan sin ambages sentimientos muy positivos. Y, también, son declarativos, esto es, que introducen un cambio en el estado de cosas, al manifestar que ha comenzado una nueva época. En realidad, al declararse de un modo tan intenso y homogéneo la convicción de que se ha iniciado esa nueva época para el conocimiento se le está dando estado de naturaleza: decir es hacer.

Hay dos aspectos más de los media que podemos considerar sobre la creación de un estereotipo tecnólatra. Los medios de comunicación ejercen un gran papel pedagógico y directivo. Son pedagógicos pues facilitan la comprensión material o técnica de Internet y también la comprensión social del fenómeno. Y son directivos porque orientan al público con pautas de comportamiento; le enseñan qué hacer en la red, por ejemplo qué sitios conviene visitar y cómo interactuar socialmente en foros temáticos y tertulias de circunstancia.

Considerada en conjunto, la campaña sobre Internet de mediados de los años noventa es una gran fuente tematizadora. Establece el tópico en la agenda de los medios, en especial en los de élite o de referencia. Promueve su conocimiento con un mensaje uniforme y admirativo. Y consigue una influencia social difícil de calibrar, pero considerable. El lema de la campaña es que la tecnología de la información supondrá un vuelco social. Y de su contenido extraemos el

enunciado de que las autopistas de la información brindan la posibilidad de una sociedad cada vez más inteligente, más libre y más solidaria. Lo sorprendente de esta predicción es su fiel coincidencia con el ideal de la Ilustración filosófica, proclamado por Kant y por los enciclopedistas franceses. La Ilustración defendía un proyecto de progreso racional y de emancipación personal, que se basaba y se basa, pues es vigente, en los principios sociales de la educación, la racionalidad y la igualdad. Pues bien, si comparamos este proyecto histórico con el esquema ideológico de la campaña de Internet, apreciamos una coincidencia pasmosa en los conceptos divulgados.

No es que digamos que ambos cuerpos ideológicos tengan la misma envergadura, sino que la comparación destaca semejanzas superficiales. Y que la campaña de Internet utiliza para su campaña de rendido elogio de la novedad tecnológica las ideas del progreso cognitivo y de la emancipación de los ciudadanos. Un nuevo nicho profesional y un modelo para el desarrollo ecológico y sostenible. Recursos educativos inauditos y posibilidades de acceso al conocimiento más igualitarias. Y unos instrumentos particularmente aptos para la defensa y propagación de los valores democráticos. ¡Ahí es nada!

Qué duda cabe que es muy atractivo el estereotipo tecnológico que proyectan los medios en la época a que nos referíamos. Ahora bien, con el mismo convencimiento podemos añadir que su tratamiento publicístico no satisface las condiciones para crear una conciencia crítica e independiente. Aquí no toca pronunciarnos sobre si con los años transcurridos se ha confirmado la exactitud de sus términos emancipadores o si se trataba de una campaña falaz y mercantilista. Ahora bien, la campaña fue técnicamente soberbia e ideológicamente tecnólatra. Y quizá ilustre a la perfección el esquema ético de la conciencia persuasiva, porque tiene componentes de todo tipo.

7.6. Tareas de la lingüística crítica

Los estereotipos y clichés ideológicos pueden pasar desapercibidos, ya que se tienen por el relato de la verdad misma. Así de natural parece el relato por la fuerza de la costumbre. Una perspectiva científica que se interesa por estos fenómenos es el análisis crítico del discurso, que definimos como: a) una perspectiva interpretativa, b) sobre la interacción comunicativa, c) considerada como producción ideológica, d) histórica, e) y mediata, es decir, con un gran elenco de recursos discursivos, f) que establece relaciones de poder, sean de dominación o de resistencia. Recordamos escuetamente el significado de estos términos que definen el análisis crítico del discurso.

 

a) Es una perspectiva porque para el análisis y la interpretación acoge instrumentos de diversas disciplinas: sociología, psicología o lingüística, entre otras.

 

b) El análisis crítico del discurso entiende la comunicación como una interacción, como un intercambio entre agentes sociales e individuales, y como una concurrencia de sus roles y estrategias persuasivas.

 

c) El análisis crítico del discurso concibe la comunicación como un espacio de producción ideológica, que resulta de factores contemporáneos: agentes, roles y estrategias, argumentaciones y sentidos implícitos.

 

d) La acción social del discurso también resulta de factores históricos, pues los géneros discursivos son obra de la tradición, así como los tópicos y los esquemas argumentativos.

 

e) Con su examen atento de los discursos, el análisis crítico busca conocer los procedimientos pragmáticos y retóricos, entre otros recursos discursivos, que intervienen en mediaciones sociales.

 

f) Y se interesa por desvelar e interpretar relaciones de poder, como por ejemplo las de predominio del emisor industrial o de inadvertencia ideológica de los interlocutores.

 

Podemos considerar estos términos como máximas de la interpretación crítica del discurso, ya que cada cual concentra una intención analítica. Cumplen el papel de orientar sobre una tarea abierta de búsqueda, en la que el investigador ha de decidir qué es menester aplicar para su propósito. En estos capítulos hemos desarrollado las máximas del principio del análisis crítico, con la intención de comprender algunos asuntos y problemas sociales. Son asuntos enmarcados en la comunicación pública que aporta la política, los medios de información social y la ciencia. A su vez, en cada uno de estos ámbitos públicos nos ha interesado un género: el de la entrevista, en el caso de la política; la noticia, en el campo de la información internacional; y la monografía cartográfica, una modalidad del ensayo, en el mundo de la ciencia.

También, como postula el análisis crítico del discurso, nos hemos centrado en problemas sociales. El primero ha sido el de la veracidad en la política, equívocamente denominada “sinceridad”. Las declaraciones de un agente político han presentado aspectos de la interacción social, en concreto, la obligación de veracidad discursiva que comporta su rol público. Otro problema o asunto analizado ha sido la producción ideológica y la historicidad del discurso, cosa que hemos hecho al leer la entrevista que concedía a la prensa esa misma celebridad política. En este punto, hemos destacado que las referencias éticas al propio emisor permiten soslayar la argumentación de los conceptos y fortalecen el carisma del político. Un tercer problema centra los capítulos sobre las noticias del Sur y del Gran Sur, en los que hemos examinado las mediaciones que el género de la noticia establece entre el mensaje y la sociedad. Tal mediación se conoce por construcción del acontecimiento. Y si un acontecimiento no tiene gran influencia social, su articulación como campaña o como tendencia sí proyecta una imagen colectiva, sea ésta de conflicto o de naturalización de la tragedia. Como hemos apuntado, esas imágenes simplificadoras pueden fomentar estereotipos de inferioridad, que actúan como barreras en una sociedad que querría ser

multicultural. Finalmente, el cuarto asunto que hemos presentado es el de la ciencia como una retórica que construye una concepción social de la realidad. En el caso de la cartografía renacentista y barroca, la proyección cartográfica ideada por Mercator supone un gran avance técnico, pero también fija una imagen eurocéntrica y deformada que, a pesar de todo, es usual hoy y permanece viva en nuestro imaginario colectivo. La selección geográfica que hace la imagen del mapamundi es una forma de delimitación cultural que actúa desde un plano persuasivo de inadvertencia ideológica y que, pensando ya en términos más generales, ilustra los procesos retóricos de la ciencia, al naturalizar su visión de la realidad.

Después de estos asuntos graves y amplios puede resultar una veleidad proponer una noticia breve de sucesos. Por su envergadura, el suceso y, en concreto, este suceso, ha de parecer un discurso menor y anecdótico. Y por su tono frívolo e inconsecuente con los hechos descritos, puede percibirse como una ocurrencia de dudoso gusto. En efecto, se trata de una noticia redactada sarcásticamente, pero avanzamos nuestro convencimiento de que no es una rareza ni un discurso anodino. Dice así:

 

PRISIÓN POR ARROJAR A SU HIJA POR LA VENTANA

Huelva— La Audiencia Provincial de Huelva ha condenado a cuatro años de prisión, privación de patria potestad y 500.000 pesetas de indemnización a una mujer que lanzó a su hija de 2 años por una ventana. Los hechos sucedieron el 20 de noviembre de 1996 en Huelva, cuando el padre pidió a la mujer que le echara el encendedor por la ventana, momento en que la madre arrojó a la hija a la calle, quien salvó la vida porque un toldo amortiguó la caída.

(El Periódico, 26-2-1998, p. 22 —sin firma ni fuente—.)

 

Aquí llama la atención una afirmación: “El padre pidió a la mujer que le echara el encendedor por la ventana, momento en que la madre arrojó a la hija a la calle”. Nos recuerda aquella otra de la noticia policial en que se razonaba de un modo igualmente absurdo que “el asesino se enamoró de la víctima pero no podía pagar sus servicios”. Es como si la noticia de tribunales quisiera decir que la mujer aprovechó la petición del padre para echarle la hija. Pero no es esa parte lo único destacable en un texto que nos parece inconcebible. Y es inconcebible, salvo que apliquemos conceptos del análisis crítico sobre estereotipos de género masculino y femenino, sobre el formato de la noticia breve, sobre la opacidad del contexto, sobre la perspectiva de la fuente informante y la razón de su gratuita fiabilidad, sobre una industria mediática que sucumbe no solo al sensacionalismo sino además a una manera de informar atroz. Atroz por absurda y por insensible, como muestra una noticia que no es precisamente una rareza de hemeroteca.

Al señalar estos ejemplos, el del suceso y de los otros textos examinados, estamos expresando la idea de que la realidad también se construye con el discurso, pues éste es una forma de acción que crea la visión del mundo. La intervención de los discursos sobre el mundo es indirecta, pues se vale del tiempo para crear géneros y tradición tópica, así como de los instrumentos de

comunicación social para forjar conciencia. Y al enumerar estos principios se define el programa científico que propone el análisis crítico del discurso, aplicado al estudio de problemas sociales desde su vertiente comunicativa y con el concurso de diversas disciplinas.

Hay que concluir. Y para cerrar este volumen, queremos recordar unas palabras de Neil Postman (1985: 69), que insisten en la importancia de una tarea nuestra como lectores y cómo destinatarios de información pública. La tarea consiste en prestar atención a los medios de comunicación social y la de leer sus mensajes de modo crítico, activo y creativo. Dice así:

 

Entender la palabra escrita quiere decir seguir un pensamiento, lo cual requiere muchos capacidades de clasificación, de hacer inferencias y razonamientos. Quiere decir descubrir mentiras, confusiones y generalizaciones exageradas, detectar malos usos de la lógica y del sentido común. También quiere decir pesar ideas, comparar y contrastar afirmaciones, conectar una generalización a otra. Para hacer esto, se ha de conseguir un cierto distanciamiento de las palabras en sí.

 

Postman describe así una lista de tareas para poder tratar con los discursos en una época contradictoria y repleta de espejismos, que califica de época del “show business”, del espectáculo, del golpe de efecto, de la campaña estridente. Son ocupaciones que nos devuelven al espíritu de la Ilustración, con su proyecto de progreso social y de emancipación personal. Y aun hace otra cosa más Postman, pues con palabras precisas y sencillas ha resumido como nadie la intención de nuestras páginas, que acaban aquí.

     

Fuentes

   Las fuentes propias utilizadas en la confección del libro son como siguen.  

Capítulo 2. “Promesas de sinceridad” 

“Notas sobre pragmática del discurso político: aseveraciones, promesas y veracidd”, Oralia. Análisis del discruso oral, 1 (1998) 199-211, Almería, Universidad de Almería/Arco Libros.

  Capítulo 3. “La política como conversación” 

“Discurs polític d’una celebritat i anàlisi crítica del discurs”, Revista de Llengua i Dret, 28 (XII-1997) 7-44, Barcelona, Generalitat de Catalunya.“La política como conversación. Análisis de un discurso de legitimación”, Revista digital Círculo. Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid, 1999. http://www.ucm.es/info/circulo/no2

  Capítulo 5. “Lágrimas de cocodrilo” 

“Fal·làcies discursives al conflicte dels Grans Llacs: mirades de fills de l’abisme”, Anuari de Filologia, vol. XIX, G-7 (1996) 85-93, Barcelona, Universitat de Barcelona.“Lágrimas de cocodrilo. Noticias de una tragedia africana”, en la Revista Tonos Digital (Universidad de Murcia), núm. 3, marzo de 2002; http://www.um.es/tonosdigital/znum3.

  Capítulo 6. “Teatro del mundo” 

“Cartografía barroca y la retórica del discurso”, en M. H. Fernández Prat, ed. Teoría/Crítica: Ciencias del lenguaje y de las lenguas naturales, 3 (1996) 353-370, Alicante, Universitat d’Alacant-Editorial Verbum.

  Capítulo 7. “Conclusión: Contratos comunicativos” 

Versión revisada y ampliada de “Consum i producció a la comunicació de masses”, Perspectiva Escolar, 207 (IX-1996) 2-8, Barcelona, Rosa Sensat.

     

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