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AMÉRICA LATINA: ¿IDENTIDAD O MESTIZAJE? LA NACIÓN EN JUEGO Desacatos Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social - ISSN: 1405-9274 MÉXICO

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  • AMRICA LATINA: IDENTIDAD O

    MESTIZAJE? LA NACIN EN JUEGO

    Desacatos

    Centro de Investigaciones y Estudios Superiores

    en Antropologa Social - ISSN: 1405-9274

    MXICO

  • DesacatosCentro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social [email protected]: 1405-9274MXICO

    2002Christian Gros

    AMRICA LATINA: IDENTIDAD O MESTIZAJE? LA NACIN EN JUEGO Desacatos, otoo-invierno, nmero 010

    Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social Distrito Federal, Mxico

    pp. 127-147

  • En este artculo el autor examina el lugar que se ha dado a las poblaciones indias en el proyecto na-cional de los pases latinoamericanos, durante el periodo que va desde la independencia hasta lasreformas constitucionales actuales. Despus analiza lo que puede significar el reconocimiento dela historicidad de los pueblos indgenas: cundo se constituyen, cmo interviene un nuevo actortnico y en qu sentido el Estado modifica su poltica indigenista. Por ltimo, explora la posibilidadde encontrarnos ante la construccin efectiva de nuevas fronteras en el seno de las naciones queen lo sucesivo se llamarn multiculturales.

    In this article the author examines the place granted to the Indian peoples in the Latin-Americancountries national project, during the period from their Independence to the current constitutionalreforms.He then goes on to analyze what the recognition of the historicism of the indigenous peo-ples can signify: when they establish themselves, how a new ethnic actor intervenes and in whatsense the State modifies its Indian affairs policy. Lastly, he explores the possibility of our facing theeffective construction of new frontiers in the heart of nations which from now on will be desig-nated as "multi-cultural".

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    Amrica Latina: identidad o mestizaje?La nacin en juego

    Christian Gros

    christian gros: Institut de Hautes tudes de lAmrique Latine, Universit de Pars III.Ctedra patrimonial, CIESAS-Conacyt, Mxico.

    Traduccin de Isabelle Marmasse.

    Desacatos, nm. 10, otoo-invierno 2002, pp. 127-147.

    Este texto tuvo por origen una ponencia presentada bajo el ttulo De la nacin mestiza a la nacin plural: el nuevo discurso de las identidadesen un contexto de globalizacin, en el coloquio Museo, memoria y nacin, Bogot, noviembre de 1999. Es una versin ampliada y profunda-mente reelaborada del texto publicado en espaol en las actas del coloquio (Snchez, Wills, 2000).P

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  • E n una Amrica Latina que no imaginaba laposibilidad de otros proyectos de nacin msque aqulla de la nacin mestiza (Len Portilla,1979), este fin de siglo quedar siempre en la memoriacomo el tiempo de crtica radical.

    Hoy en da, cuando podramos suponer que el granproyecto asimilacionista estara prcticamente conclui-do y que la apertura al gran mercado desocializado y a suracionalismo transnacional iban a terminar de una vez portodas con el trabajo de disolucin de identidades tnicasconsideradas como residuales, sucede lo contrario!

    En todos los pases vemos que se han organizado po-blaciones indgenas que afirman, con mayor o menorfuerza, su presencia y sobre todo su derecho a existir co-mo entidades culturalmente diferentes y autnomas enel seno de una nacin, reivindicando su futuro, su histo-ria. Es decir, a ser reconocidas como parte de puebloso nacionalidades dentro de naciones multiculturales.

    En Amrica Latina, la cuestin indgena se sali de-finitivamente del campo del indigenismo tradicional don-de estuvo encasillada desde la independencia.Alcanz unanueva visibilidad, se politiz y obtuvo fuertes apoyos enlugares nuevos,sobre todo en el mbito internacional,don-de se conjug con otras temticas globales que van desdelos derechos humanos hasta la ecologa (Hale, 1997).

    Ms sorprendente an, un cierto proyecto, que se orien-taba hacia la construccin de nuevas fronteras tnicas alinterior de distintos pases de la regin, se vio ratificadopor un creciente nmero de pases que modificaron susleyes y sus constituciones para autoidentificarseen lo sucesivo como pluritnicos y multiculturales (Itu-rralde, 1997). La presencia de grupos tnicos, que hastahace poco eran un elemento sociolgico o cultural queni la ley ni el discurso nacional queran tomar en cuenta,se volvieron la base sobre la cual se pretenda construirun nuevo proyecto nacional, un nuevo imaginario.

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    Kikapoo / Archivo INAH, facilitado por el Instituto Estatal de Documentacin de Coahuila

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    Sin duda, queda un largo y azaroso camino por reco-rrer entre esta nueva definicin de nacin y su traduccinefectiva en numerosos dominios de la realidad econ-mica, social y poltica.

    Sin embargo, no se puede subestimar la dimensinsimblica y de desempeo de dicho reconocimiento:estamos ante la discontinuidad de cara a un proyectohistrico que data de dos siglos. La ruptura con el grandiscurso de la nacin como una entidad homogneasegn el modelo clsico: un pueblo, un idioma, una cul-tura, un territorio (Habermas, 1998; Touraine, 1992).

    Para los latinoamericanos que fueron socializados enun habitus distinto, nadie duda que sea difcil hacer suyoeste reconocimiento oficial de su diversidad cultural y,por lo mismo, aceptar la existencia de derechos particu-lares para los indgenas, los afroamericanos que nosean los mismos para todos de la comunidad nacional.Esta crtica del concepto de identidad se refuerza cuandoel reconocimiento se acompaa de otras transformacio-nes inducidas a travs del colapso del Estado benefactory de la aceleracin de la globalizacin.

    En este texto examinar primero el lugar que se hadado a las poblaciones indias en el proyecto nacional, du-rante el largo periodo que va desde la independencia has-ta las reformas actuales. Despus, intentar comprenderlo que puede significar el reconocimiento de la histori-cidad de los pueblos indgenas: cundo se constituyen,cmo interviene un nuevo actor tnico y en qu senti-do el Estado modifica su poltica indigenista. Por ltimo,exploro la posibilidad de encontrarnos ante la construc-cin efectiva de nuevas fronteras en el seno de las nacio-nes que en lo sucesivo se llamarn multiculturales.

    Estoy consciente del carcter azaroso y reductor de talempresa. Cmo es posible dar cuenta en slo algunaspginas de la diversidad de esta regin: diversidad geo-grfica, histrica, de poblacin, econmica? Qu tienenen comn, desde el punto de vista que nos atae, pasescon poblaciones indgenas numerosas y mayoritarias ensus campos, con otros en donde los indgenas hoy porhoy son y seguirn siendo escasos en trminos numri-cos? Quiz precisamente y he all mi hiptesis elhecho de haber compartido a lo largo de toda su histo-ria un mismo concepto de comunidad como nacin y,

    hoy en da, el hecho de que deben encauzarla nueva-mente ms o menos en la misma direccin Es almenos la idea que defiendo, limitando mi ambicin aesbozar aqu algunos argumentos nodales que sin dudamerecen un desarrollo ms amplio.

    1. NUEVO MUNDO,VIEJAS NACIONES

    Para entender la dimensin de las recientes transforma-ciones es necesario tomar en cuenta que Amrica Latinase conforma de pases que entraron muy temprano en elproceso de constituirse en naciones modernas. En estaregin surgieron Estados organizados como nacionesantes de que en Europa se consolidara la unidad Italia yse construyera la Alemania de Bismarck.Las nacionesamericanas independientes ya existan formalmente ensus fronteras cuando las grandes potencias colonialesan no se haban repartido, en la conferencia de Berln,el continente africano, y cerca de un siglo y medio antesde que el proceso de descolonizacin viniera a redefinirel mapa poltico del planeta.

    En su famosa carta de Jamaica,1 Simn Bolvar expre-s lo que llamar el dilema latinoamericano:No somosdijo ni indios ni espaoles, somos una suerte de in-termediario entre los legtimos dueos del pas (es decir,los indios CG) y los usurpadores espaoles (Bolvar,1996, pp. 112-128). Y, sin embargo, era esta especie inter-mediaria los criollos que no eran los legtimosdueos del pas y quienes, a principios del siglo XIX, sesentan portadores del proyecto histrico de construirnuevas naciones!

    El problema para Bolvar2 y su casta o clase no era f-cil: sobre qu principios polticos se asegurara la le-gitimidad de sus proyectos de independencia?, cmoconcebir la nacin en el Nuevo Mundo?

    No era posible pensarla como una comunidad de san-gre como se hizo ms tarde en la Europa del siglo XIX

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    1 Kingston, 6 de septiembre de 1815; y en trminos muy similares ensu discurso de Angostura el 15 de febrero de 1819, para la inaugura-cin del Segundo Congreso Nacional Venezolano, pp. 35-55.2 Para un anlisis de la postura fluctuante de Bolvar a este respectovase Favre, 1986.

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    con la visin romntica alemana, ya que en esta tierracolonizada tal comunidad no exista. Tampoco era posi-ble concebir la nacin sobre la base de una comunidadcultural, cultura que habra sido compartida por un pue-blo oprimido. El mundo colonial que se buscaba abolirhaba desarrollado cuidadosamente la organizacin y per-petuacin de una sociedad de castas en la cual las fron-teras entre los grupos se identificaban gracias a lasfronteras culturales. No olvidemos que en esto ltimo,como en toda sociedad del antiguo rgimen, las culturasdeban mantener sus diferencias para permitir la repro-duccin del sistema (Gellner, 1989).3 Adems, en el m-bito latinoamericano, la elite criolla que nutra el proyec-to de emancipacin era hija de Espaa y de su cultura,comparta con el poder colonial el mismo idioma elcastellano y la misma religin el catolicismo(An-derson, 1983).

    La nacin tampoco poda pensarse bajo una formapolticamente conservadora o reaccionaria, tal como sehizo despus en otras partes, es decir como la prolonga-cin natural de un espacio social y poltico heredado delantiguo rgimen. Una nacin en la cual cada uno de losgrupos sociales permaneciera en su lugar, con su fuero,su representacin poltica, sus privilegios. Al contrario,para la elite criolla el proyecto de construccin nacionalminaba su legitimidad en el encauce de un orden colo-nial considerado injusto, discriminatorio e incapaz detraer el progreso. Para esta elite, la independencia signi-ficaba negarse al pactismo y su orden, y deba favorecerla construccin de una nueva sociedad organizada en tor-no a un proyecto poltico igualitario y por ende moderno.

    De tal suerte que la solucin al dilema bolivariano fueaqulla del lugar y del momento, inspirada por el libera-lismo anglosajn (la Independencia estadounidense dabaun ejemplo muy cercano) y por la Revolucin francesa.La independencia se justificaba porque deba culminaren la creacin de una nacin de individuos, individuoslibres e iguales, fraternos, unidos por el mismo proyecto,

    por un mismo contrato o Constitucin, por un mismomercado. No pudiendo ser una comunidad basada en elmito del origen comn, entonces sera una comunidadpoltica construida alrededor de una utopa. Utopa por-que la realidad social y cultural de la poca estaba muyalejada de la nacin que se quera crear. De hecho, en elmomento de la independencia, no exista ninguna igual-dad econmica y social entre los descendientes de las an-tiguas castas que poblaban los pases recientementeemancipados, y a principios del siglo XIX no haba nadaque pudiera concebirse como una cultura comn.

    Parafraseando la carta de Massimo dAngelo que de-ca, hablando de la nueva Italia: Creamos Italia, ahoranos falta crear a los italianos (Hobsbawm, 1992), Bol-var hubiera podido decir para cada nuevo Estado inde-pendiente: Creamos Colombia, Per, Bolivia, ahora nosfalta crear a los colombianos, peruanos, bolivianos,etctera. Un programa vasto y difcil

    2. EL PROYECTO LIBERAL

    Para hacer coincidir el pas real con el formal, parasalvar este abismo analizado con tanto talento por Oc-tavio Paz hablando de Mxico (en El laberinto de lasoledad), la propuesta liberal fue asimilar a los indgenas(y a los negros), convertir este mundo salvaje y peligro-so, degenerado por el servilismo y la esclavitud inheren-tes al orden colonial, en un pueblo de ciudadanos. Pero,cmo lograrlo?

    Acabando con la territorialidad indgena (y con el pa-go del tributo) que iba en contra de una sociedad com-puesta por individuos libres de toda filiacin comuni-taria,4 individuos dueos de sus tierras o de su fuerza detrabajo y reunidos en el mercado (de all el ataque fron-tal que, desde la independencia recin adquirida, se hizoen contra de la comunidad indgena y de sus tierras co-lectivas heredadas de la poca colonial); trabajando en eldesarrollo de una educacin separada de la Iglesia y

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    3 Lo que no impidi que poco despus se produjera el mestizaje, co-mo bien lo ha mostrado S. Gruzinski en su trabajo dedicado a Mxi-co. Sobre la organizacin de distintos grupos de la sociedad colonial,consltese el trabajo esclarecedor de C. Bernand (2000).

    4 Con el fin del orden comunitario, el indio deba ser liberado de sucondicin, como el negro deba serlo con la abolicin de la esclavitud.

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    capaz de crear una comunidad de culturas fundada en eluso de un mismo idioma por todos, as como en la en-seanza de las Luces, de la Razn;5 en fin, favoreciendoel mestizaje biolgico y cultural entre los distintos com-ponentes de la sociedad (una manera de barajar las car-tas y de proteger en el futuro a una nueva comunidad desangre) Es decir, este programa vasto y ambicioso, querequera tiempo, se enfrent a las reacciones conserva-doras y, muy a menudo, a la hostilidad de los indgenas.

    Vemos entonces cmo, en realidad, no haba cabida nifuturo para la poblacin indgena como tal en ese pro-yecto nacional. sta, privada de toda historicidad, exista

    como una categora social en tutela,6 la herencia de unpasado que se quera abolir, una mancha que haba queeliminar. Deba desaparecer lo ms pronto posible en larepblica de los sueos liberales.

    No obstante, un siglo despus de la independencia, esmenester confirmar que ese proyecto asimilador y conintenciones generosas an estaba lejos de realizarse. Laenorme mayora de la poblacin no entenda el espaolo lo hablaba muy mal, an no saba leer y escribir, y noestaba ms que parcialmente ligada al mercado. Asimis-mo, la poblacin india (puesto que es de sta de la quese trat primero), aunque guard sus tierras y filiacionescomunitarias o viva como peones ligados a una hacien-da, todava no poda considerarse, desde el punto de vis-ta liberal, que formara parte de la Repblica. Apartadosdel voto y de la eleccin a causa del analfabetismo,7 fal-ta de propiedad privada o de libertad, segua estandosubordinada, apartada de la familia poltica, fuera delcontrato social. Si bien exista el Estado, la nacin an es-taba en vas de llegar a ser.

    3. LA FUSIN NACIONAL-POPULISTA

    Si nos desplazamos ahora hacia un tiempo mucho mscercano, aquel del nacional-populismo grosso modo lasdcadas de 1930-19608 vemos que hubo apenas mayorcabida para el reconocimiento poltico de las poblacio-nes indgenas. Cuando comenz esta poca, tras la GranCrisis, el reto del proyecto liberal era patente. Una pobla-cin india numricamente importante an viva alejadade la civilizacin. Al parecer, quedaba todo por hacer.

    No obstante, esta vez podra pensarse que el proyectode creacin de naciones verdaderas, modernas e inde-pendientes, tales como las que se imaginaron durante el

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    Petrograbados El Pelillal, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila /Foto de Jan Kuijt

    5 Utilitarismo y positivismo harn buena mancuerna en los proyec-tos de educacin liberal.6 Hasta fecha muy reciente, en Brasil, Colombia y otras partes, los in-dios no civilizados estaban bajo la proteccin del Estado que los con-sideraba como minusvlidos, y ejerci sobre ellos su tutela.

    7 El derecho al voto a los analfabetos no se acord hasta 1979 enEcuador, y en 1988 en Brasil, cuando ambos pases democratizaronsus instituciones.8 Si bien la crisis de 1929, as como los cambios econmicos y polti-cos que provoc marcan clsicamente el principio del nacional-po-pulismo, el fin del modelo, en sus distintas variantes, es menos fcilde fechar. Pases como Per, Ecuador o Panam conocieron en la d-cada de los aos setenta un nacional-populismo tardo, en tanto quedesde 1964 Brasil entr en una dictadura (Touraine, 1988).

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    siglo anterior, podra por fin realizarse y permitir la pe-ruanizacin o mexicanizacin, es decir, la nacionali-zacin" definitiva de todos aquellos que vivieran en Pero en Mxico o en cualquier otra parte. Puesto que aho-ra ya no sera la vieja elite dominante, la oligarqua li-beral o conservadora, la que controlara y orientara elproyecto nacional sino el Estado: un Estado nuevo,9

    fuerte, modernizador, emprendedor, corporativista y au-toritario; un Estado capaz de extender la educacin en elmundo rural, de proceder a una indispensable reformaagraria, de favorecer la migracin hacia las ciudades, dedesarrollar economas hacia adentro y de organizar elmundo del trabajo con sus nuevas filiaciones; un Estadocapaz de movilizar polticamente a las masas en torno asu jefe y a su partido, es decir, que podra hacer lo necesa-rio para establecer la democracia que se quera orgni-ca, real, y volver a fundar la nacin (Touraine, 1983).

    La poltica indigenista, sobre la cual el Mxico de Cr-denas ejerciera su liderazgo, tena que organizarse duran-te este periodo en torno a ese objetivo, y su propsitoexplcito, de una punta a la otra del continente, sera laasimilacin definitiva de la poblacin india: la transmu-tacin del indio pobre en miembro con todos los dere-chos de una comunidad nacional pensada explcitamentecomo mestiza. Debidamente educado, dotado de tierras,o habiendo partido a emplearse en las ciudades, en elmarco de una organizacin corporativista, el indio de-bera entonces abandonar su atraso cultural para trans-formarse en campesino, obrero o empleado. As, y sloas, podra trabajar en la construccin nacional y partici-par en su proyecto colectivo.

    Inaugurado en Mxico, retomado despus con diver-sos nombres, este modelo sirvi de referencia. As, en1952 en Bolivia tras la revolucin y reforma agraria, PazEstenssoro declar que, en lo sucesivo, ya no habraindios en su pas. Veinte aos ms tarde en Per el gene-ral Velasco hizo lo mismo: expropi las tierras de lasgrandes haciendas y promulg una ley de comunidadescampesinas que reorganizaba el mundo rural; decret,casi ciento cincuenta aos despus de San Martn, el fin

    del problema indio.10 Antes que ellos Justo Sierra, funda-dor de la Universidad Nacional de Mxico (ahora UNAM),respondiendo a travs del tiempo a Simn Bolvar yadeca: Somos mexicanos porque no somos ni indios niespaoles (Aguirre Beltrn, 1983), lo que significaba cla-ramente que, a la inversa, un indio no poda ser reconoci-do como mexicanoa menos que abandonara su idioma,se mestizara y aprendiera la nacin en los pupitres de laescuela

    Cabe destacar que en la dcada de los aos sesenta laizquierda latinoamericana, que denunciaba una nuevadependencia en Amrica Latina, se adhiri ampliamen-te a este proyecto nacional (Gros, 1991; Le Bot, 1993): conel advenimiento del socialismo, el fin de la dependenciay de su corolario, el colonialismo interno; con la demo-cracia en Mxico u otra parte, los obstculos estruc-turales que mantenan a la poblacin indgena en sucondicin subordinada deban desaparecer y con elloslas formas de enajenacin cultural que alimentaban suexplotacin. En esta nueva sociedad se crea que la po-blacin de origen india poda, como proletariado desin-dianizado, participar en trminos de igualdad en el granproyecto nacional de liberacin social.11

    Puede decirse hoy en da que, como en el caso ante-rior, este proyecto asimilacionista de construccin denacin fue otro fracaso? La respuesta merece ser cuandomenos matizada. Si se analiza con objetividad lo que seprodujo durante estas dcadas en un pas como Mxico,y en menor medida en otros como Per, Bolivia, Ecua-dor o Chile (para incluir pases con fuerte poblacin in-dia), es cierto que fueron muchos, entre los miembros delas comunidades indgenas, los que tomaron la va indi-cada por el poder. Durante esa poca, en Amrica Lati-na, muchos se movilizaron y participaron en un proyectode cambio social que les signific el fin de una discri-minacin y la nica posibilidad de participar en la gran

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    9 Para retomar la expresin brasilea de Estado nuovo que se refierea la nueva era que se abre con el gobierno de G. Vargas.

    10 Piensa realizar en el medio agrario el programa de Maritegui, quiendeclaraba que la cuestin india se resolvera con la reforma agraria.San Martn, en 1821. En 1857, por decreto, los indios desaparecieronde los textos en Ecuador (Guerrero, 97), y pas lo mismo en Mxicoen 1922.11 Es el caso especial de Guatemala; entre los movimientos de luchaarmada, tras la contrarrevolucin que sigui a la cada de Arbenz.

  • sociedad. En resumidas cuentas, millones de hombres ymujeres optaron por el idioma espaol que se enseaba enlas escuelas, en el campo se afiliaron a las organizacionescampesinas que no reivindicaban una identidad india, ose fueron a las ciudades con la esperanza de una vida di-ferente dentro de una nueva comunidad mestiza.

    Dicho esto, a finales del siglo XX los censos llevados acabo en los distintos pases de la regin muestran quela poblacin india nunca antes fue tan numerosa (Celade,1994).12 Entonces, no todos pudieron o quisieron asimi-larse. Y en adelante se perfil un proceso diferente: hom-bres y mujeres (a veces eran ellos mismos, o con sus hijos),en nmero creciente, sin perder una ciudadana recien-temente adquirida, reivindicaron en el campo e inclusoen las ciudades (Aravena, 2000)13 su filiacin indgena(como mapuches, aymars, quichuas, mayas, mixtecos,etctera); y otros, ms numerosos todava, que se habanquedado encerrados en una filiacin comunitaria, o almargen en lejanas regiones de refugio pretendieron enlo sucesivo integrarse y tener acceso a una nueva ciudada-na mediante la promocin de su identidad particular.

    Entonces, el proyecto nacional-populista de integra-cin nacional, va el mestizaje cultural y la asimilacin,pareciera alejarse. Impugnado por un creciente nmerode intelectuales, rechazado pblicamente por las organi-zaciones indgenas, el proyecto estaba adems desapro-bado, en lo ms alto, mediante un conjunto de reformasconstitucionales que hicieron referencia explcita al ca-rcter pluritnico y multicultural de la nacin.

    4. REVOLUCIN CONSTITUCIONAL

    En dnde, mejor que en una constitucin, vemos per-filarse el proyecto de nacin que persigue y reivindica unpas? Sobre todo en una Amrica Latina, mula de Seyes,

    que desde su independencia no ha cesado de legislar enla materia.

    A la fecha, la mayora de los pases han reformado oadoptado nuevas constituciones y se reconocen comonaciones pluritnicas y multiculturales. Iniciado en 1987por una Nicaragua en guerra que institucionaliz surevolucin y reconoci un estatuto de autonoma parala poblacin de la costa atlntica, el movimiento siguien Brasil, que en 1988 concluy la fase de transicin de-mocrtica tras la cada de los militares. Toc despus aColombia, que en 1991 adopt una nueva carta magnacon la esperanza de as abrir un espacio democrtico fa-vorable a la solucin de los conflictos que la afligan, y deMxico que reform el artculo 4 de su Constitucin(vase recuadro). En 1992, con el quinto centenario delencuentro de dos mundos, fecha muy simblica quemoviliz a las organizaciones indgenas de un extremo aotro del continente, Paraguay sigui el movimiento.

    MxicoReforma constitucional de 1992

    Artculo 4. La Nacin mexicana tiene una compo-sicin pluricultural sustentada originalmente enpueblos indgenas. La Ley proteger y promover eldesarrollo de sus lenguas, culturas, usos, costumbres,recursos y formas especficas de organizacin social ygarantizar a sus integrantes el efectivo acceso a la ju-risdiccin del Estado. En los juicios y procedimientosagrarios en que aquellos sean parte, se tomarn encuenta sus prcticas y costumbres jurdicas en los tr-minos que establezca la ley. El varn y la mujer soniguales ante la ley. sta proteger la organizacin y eldesarrollo de la familia.

    Despus le toc a Per (1993), a Bolivia (1994) y a Ecua-dor en 1998. En el ao 2000 este proceso encontr sueplogo provisorio en Venezuela que, desde el prembu-lo de su nueva Constitucin, se reconoci en el procesode formacin de una nacin bolivariana, pluritnica y

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    saberes y razones

    12 El enorme crecimiento demogrfico que conocen los pueblos ind-genas es responsable de este fenmeno. Compens ms que la pr-dida debido a las migraciones hacia las ciudades o al extranjero.13 Para la sorpresa general, en el censo de 1992 en Chile, 44 por cien-to de las 928 000 personas que se identifican como mapuches vivanen la capital.

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    multicultural.14 Entonces un vasto movimiento15 a lafecha, un total de 14 pases estn directamente implica-dosque se reforz con la ratificacin de la convencin169 de la OIT,Convencin relativa a los pueblos indge-nas y tribales. Dicha convencin, que constituye la pie-dra angular del derecho positivo internacional en materiade derechos colectivos para los pueblos tribales e ind-genas, rompi con el carcter asimilacionista propio dela convencin 107 que la precedi.16 Observemos, ya queesto es significante en la nueva orientacin tomada por

    Amrica Latina en esta materia, que de los 14 pases queratificaron la convencin 169, diez son latinoamerica-nos.17 Observemos tambin que est en curso la redac-cin de un Proyecto de declaracin americana sobre losderechos de los pueblos indgenas, en el marco de la OEA,convencin que debe retomar, al reforzarlas, las disposi-ciones principales de la convencin 169 (OEA, 99).

    Esta redefinicin de nacin podra tener slo un valorsimblico pero no olvidemos que la nacin, como co-munidad imaginada (Anderson, 1983), se compone desmbolos de este tipo, si no se acompaa generalmente

    134 Hacha y flechas / Museo de Desierto, Saltillo; Foto de Jan Kuijt

    14 Cf. supra; Venezuela, Prembulo.15 No obstante, sealemos dos excepciones notables, aunque de natu-raleza distinta: Chile, que a falta de poder modificar a la fecha unaconstitucin redactada en la poca de la dictadura militar, se conten-ta con una ley (la Ley nm. 19253 de 1993, llamada Ley Indgena) yno ha ratificado la convencin 169; y Guatemala, que despus de losacuerdos firmados con la UNRG en marzo de 1995 ratific la conven-cin 169 en 1996, pero en 1999 rechaz por referndum su reconoci-miento formal como nacin multitnica.16 La convencin 107 relativa a las poblaciones indgenas y tribales,adoptada en 1957.

    17 La OIT considera como pueblos indgenas a los que viven en pa-ses independientes y que son descendientes de las poblaciones quehabitaban el pas, o una regin geogrfica a la cual pertenece el pas,en la poca de la conquista o de la colonizacin o el establecimiento delas fronteras actuales del Estado, y que cualquiera que sea su estatusjurdico, conservan sus instituciones sociales, econmicas, culturalesy polticas propias o algunas de ellas (art. 1). El mismo artculo agre-ga: El sentimiento de pertenencia indgena o tribal debe considerarsecomo un criterio fundamental para determinar los grupos a los cua-les se aplican las disposiciones de la presente convencin.

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    del reconocimiento de un conjunto de derechos colec-tivos para los pueblos indgenas. Citemos los ms nota-bles: derechos territoriales sobre las tierras ancestrales;reconocimiento a las comunidades como sujetos de dere-cho dotados de una personalidad jurdica; derecho a lasformas especficas de organizacin y de gobierno res-petando las autoridades consuetudinarias; derechos cul-turales que engloban el uso de una lengua nativa y elderecho a las formas especficas de educacin bilinge y

    bicultural; reconocimiento a la validez jurdica y al ejer-cicio del derecho consuetudinario dentro de las comu-nidades (siempre y cuando no contradigan los derechoshumanos); derechos particulares en materia de propie-dad intelectual, de riquezas naturales renovables y no re-novables, etctera.

    Ahora bien, admitamos aqu que no todo es igual yque si bien en algunos pases estos nuevos derechos sepueden traducir de manera radical en hechos mediante

    Art. 1: El Ecuador es un estado social de derecho, sobe-rano, unitario, independiente, democrtico, pluricul-tural y multitnico. [] El Estado respeta y estimula eldesarrollo de todas las lenguas de los ecuatorianos. Elcastellano es el idioma oficial. El quichua, el shuar ylos dems idiomas ancestrales son de uso oficial para lospueblos indgenas, en los trminos que fija la ley.

    Art. 84: El Estado reconocer y garantizar a los pue-blos indgenas, de conformidad con esta Constituciny la ley, el respeto al orden pblico y a los derechos hu-manos, los siguientes derechos colectivos:

    1. Mantener, desarrollar y fortalecer su identidad y tra-diciones en lo espiritual, cultural, lingstico, social,poltico y econmico.

    2. Conservar la propiedad imprescriptible de las tierrascomunitarias, que sern inalienables, inembargablese indivisibles, salvo la facultad del Estado para decla-rar su utilidad pblica. Estas tierras estarn exentasdel pago del impuesto predial.

    3. Mantener la posesin ancestral de las tierras comu-nitarias y a obtener su adjudicacin gratuita, confor-me a la ley.

    4. Participar en el uso, usufructo, administracin y con-servacin de los recursos naturales renovables quese hallen en sus tierras.

    5. Ser consultados sobre planes y programas de pros-peccin y explotacin de recursos no renovables quese hallen en sus tierras.

    6. Conservar y promover sus prcticas de manejo de labiodiversidad y de su entorno natural.

    7. Conservar y desarrollar sus formas tradicionales deconvivencia y organizacin social, de generacin yejercicio de la autoridad.

    8. A no ser desplazados, como pueblos, de sus tierras.9. A la propiedad intelectual colectiva de sus conoci-

    mientos ancestrales; a su valoracin, uso y desarro-llo conforme a la ley.

    10. Mantener, desarrollar y administrar su patrimoniocultural e histrico.

    11. Acceder a una educacin de calidad. Contar con elsistema de educacin intercultural bilinge.

    12. A sus sistemas, conocimientos y prcticas de medi-cina tradicional, incluido el derecho a la proteccinde los lugares rituales y sagrados, plantas, animales,minerales y ecosistemas de inters vital desde el pun-to de vista de aquella.

    13. Formular prioridades en planes y proyectos para eldesarrollo y mejoramiento de sus condiciones eco-nmicas y sociales; y a un adecuado financiamien-to del Estado.

    14. Participar, mediante representantes, en los organis-mos oficiales que determine la ley.

    15. Usar smbolos y emblemas que los identifiquen.

    Art. 85: El Estado reconocer y garantizar a los pue-blos negros o afroecuatorianos, los derechos determi-nados en el artculo anterior, en todo aquello que lessea aplicable.

    Ecuador, Constitucin de 1998. Reconocimiento de los derechos colectivos

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    polticas ad hoc, en otros tantos apenas se llega ms allque reconocer los grandes ideales. Pero, para quedarseprecisamente en el campo de los grandes ideales, resultaevidente que con el reconocimiento de los derechos cul-turales para los pueblos indgenas, nos encontramosante un esquema holstico que da la espalda a lo que es-taba en el centro del proyecto liberal y despus en el na-cional-populista, y parece renovarse con las polticas deproteccin y de los fueros el antiguo rgimen. Primero,por la idea misma de los derechos colectivos, ya que elcuadro liberal no quera hablar ms que en trminos dederechos individuales. Despus, y ms concretamentean, la cuestin central de la comunidad indgena comoforma vlida de organizacin social y filiacin personal:una (neo)comunidad, que se territorializ otra vez, dis-pona de una autonoma relativa reconocida en domi-nios importantes y vio sus tierras salir del mercado(por lo general las tierras indgenas se reconocen comoinalienables e imprescriptibles).18 Una comunidad en lacual los miembros, sometidos al imperio renovado dela costumbre, dependa de las autoridades tradiciona-les. Ruptura en fin si consideramos tambin la cuestinlingstica y educativa, en la cual hemos visto la posi-cin clave que ocupaba en el proyecto nacional: deba per-mitir el mestizaje cultural y favorecer la creacin de unaidentidad nacional. Ahora bien, en lo sucesivo, se preten-de defender el uso de las lenguas indgenas y se admitela legitimidad de una educacin diferente dentro del sis-tema escolar segn su pertenencia tnica.

    Ciertamente, en ninguna parte se plantea que la po-blacin indgena no dispone tambin y, en primer lugar,de los derechos individuales, y las nuevas constitucionespretendan todava, tal como las anteriores, instaurarnaciones igualitarias compuestas de ciudadanos que dis-pusieran de los mismos derechos civiles y polticos. Por

    otra parte, el mundo indgena mismo ha cambiado pro-fundamente y nos equivocaramos al pensar que el re-conocimiento de los derechos colectivos equivale a unatentativa de restauracin pura y simple de la comunidadindgena. No obstante, en lo sucesivo la nacin debatener en cuenta su historia compartida y la presencia ensu territorio de los indgenas (y afroamericanos), supues-tos descendientes de los primeros habitantes del lugar yposeedores por ende de derechos particulares. Indgenasque ya no tenan ms por destino el mestizaje y la asim-ilacin, y que el Estado deba promover, al contrario, ensu especificidad y en sus derechos. As, la Constitucincolombiana adoptada en 1991 declara: La cultura en susdiversas manifestaciones es fundamento de la nacionali-dad. El Estado reconoce la igualdad y dignidad de todaslas que conviven en el pas (artculo 70).

    En este nuevo orden constitucional, el individualismoliberal y el comunitarismo deben hacer una buena man-cuerna y conjugar el universalismo de las luces con laaceptacin de los particularismos de la identidad. Sinlugar a duda, en este fin de siglo Latinoamrica ha entra-do en una nueva fase de su historia.

    5. NUEVA COYUNTURA

    Quisiera subrayar aqu cmo esta redefinicin de la na-cin se inserta en una nueva coyuntura que, iniciada enla dcada de los aos ochenta tom toda su fuerza en ladcada de los aos noventa,19 viene a definir un contextogeneral favorable a la movilizacin india y propicia parala redaccin de nuevas constituciones.

    La aceleracin del proceso de globalizacin, la adhe-sin a los principios neoliberales, y el imperativo demo-crtico son los vectores principales.

    a) El proceso de globalizacin no es nuevo: no ha cesa-do desde la invencin del capitalismo y su lgica de

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    18 En pases como Brasil, Colombia, Ecuador, Bolivia y Per, despusde la demarcacin de las tierras indgenas, millones de hectreas sevuelven en lo sucesivo inalienables. Pero en otros, el reconocimientode los derechos colectivos para las poblaciones indgenas se acompa-a de disposiciones que abren una brecha en el carcter inalienablede las tierras comunitarias: la reforma al artculo 27 en Mxico, queautoriza con condiciones el desmembramiento de los ejidos; la Ley24656 de Per, que hace lo mismo para las comunidades campesinas.

    19 Un giro simblico se marca en 1992, el quinto centenario del des-cubrimiento del Nuevo Mundo y el otorgamiento del Premio Nobela Rigoberta Mench, india maya de Guatemala, eventos simblicosque poco tiempo despus provocan que la ONU decrete la dcada delas poblaciones indgenas.

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    reproduccin ampliada. Sin embargo, en este fin de si-glo entramos incuestionablemente en una nueva fasemarcada por el libre comercio entre los Estados, la cir-culacin acelerada del capital financiero, la difusin pla-netaria de la informacin, la extensin de los derechoshumanos como imperativo universal, la conciencia de laecologa como problema global, todo esto yendo conuna drstica reduccin de la ecuacin tiempo-espacioen lo que, de manera sugerente, hemos denominado laaldea planetaria.

    Entendemos cmo cada uno de estos temas afecta laconcepcin que tenamos de la nacin soberana y puedeenlazarse tambin con la nueva orientacin que toma lacuestin indgena que se encuentra por s misma glo-balizada, en el sentido de que escapa a las definicionessimples y a las polticas locales y est dotada de una visi-bilidad excepcional a nivel internacional. Al filo de losaos, los pueblos indgenas se han vuelto sujeto de dere-cho positivo internacional, y han adquirido, a los ojos deuna parte de la opinin pblica occidental, un fuertecapital simblico (Albert, 1997; Gros, 1999; Wade, 1999).Ecolgicamente correctos, defensores de la Tierra-ma-dre frente a un capitalismo altamente predador, practi-caran una democracia real dentro de sus comunidadesy defenderan el derecho a la diversidad cultural, se opon-dran por su presencia y sus reivindicaciones al procesode homogeneizacin impuesto del exterior. De all estaparadoja: si la globalizacin desde la cumbre pareceinducir mltiples efectos contrarios a los intereses de laspoblaciones indgenas, poniendo en juego su superviven-cia en tanto que son entidades diferentes, y por ende pue-de explicar parcialmente su movilizacin, les da tambindesde la base nuevos instrumentos que les permitenafirmar su existencia y encontrar aliados. As, el Estado-nacin entendido en su concepto tradicional es criticadodesde el exterior por las grandes transformaciones ligadasa la mundializacin y desde el interior por el aumento delos movimientos tnicos.

    b) El neoliberalismo, por su parte, no debe confundirsecon el proceso anterior aunque, como resulta evidente,se presentan juntos y como respuesta a su aparente nece-sidad. El hecho es que la adopcin del credo neoliberal

    constituye una potente ruptura con la antigua doctrinadel Estado fuerte e independiente que estaba al centro delproyecto nacional-populista. En esta nueva situacin, elEstado, como dice Bell, es demasiado fuerte para las co-sas pequeas y demasiado chico para las grandes, y estacrisis que lo atraviesa repercute en el proyecto nacionalen s. En lo sucesivo hay que repensar el Estado-nacin ensus funciones tradicionales: el Estado soberano,espaciode proteccin (Elias, 1991) y de control; la Nacin comoidentidad cultural. Si bien el Estado no desaparece nimucho menos, a causa de ello tiene que revisar su ambi-cin a la baja, repensar sus formas de intervencin, suanhelo de regular todo, de organizar a la sociedad en tor-no a su sola voluntad. Confrontado, desde la dcada delos aos ochenta, con la difcil situacin econmica en lacual se encuentra sumida toda la regin, abri su eco-noma y ejerci polticas de ajuste estructural y de pri-vatizacin de los servicios pblicos, lo que se tradujo enuna disminucin drstica de los presupuestos sociales ala vez que asisti a una explosin de las desigualdadessociales y a un empobrecimiento considerable de unaparte importante de la poblacin, sobre todo en el cam-po. A esto se agreg el declive del modelo corporativistade gestin social y la corrupcin invasora, y ambos de-bilitaron su legitimidad.

    No se trata de desarrollar aqu los efectos del neolibe-ralismo dominante y de la mundializacin en el conjuntode las formas organizacionales que estructuran el camposocial. No obstante, sin duda la brutal apertura econmi-ca, los ajustes polticos, la crtica al corporativismo sindi-cal y la crisis de los actores de clase, aunados al crecienterepliegue del Estado protector provocaron en la reginlo que Zermeo llama un gran desorden (Zermeo,1996), as como la necesidad de una recomposicin deltejido social. Entonces proponemos que es posible enten-der el proceso de cambio que toca a las comunidades in-dgenas como parte de esta dinmica y de estos patrones.Hiptesis que, con las reivindicaciones de identidad quepreceden o acompaan al neoliberalismo del Estado nosencontramos, por una parte, ante actitudes defensivasde cara a una crisis que pega con potencia al mundo ind-gena, pero tambin, y ms fuerte an, ante una necesi-dad interna de cambio y de una voluntad de apertura,

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    de integracin y de modernizacin por vas nuevas: so-bre todo la construccin de una etnicidad moderna ypotentemente instrumentada.

    Sin un gran proyecto nacional capaz de aglutinar a lasmasas, el Estado neoliberal enfrent, de su parte, un gra-ve problema de gobernabilidad. Para mantenerse y actuar,dentro de un contexto democrtico (vase arriba), tuvoque modificar sus formas de intervencin, su articu-lacin con la sociedad. Las polticas de descentralizacinpoltico-administrativas, establecidas por los gobiernoslatinoamericanos durante estos ltimos aos con el apo-yo de los grandes organismos internacionales, constitu-yen otras tantas reformas que deben entenderse en estenuevo contexto, y va de s la definicin de una nuevapoltica indigenista con la cual, como se ver ms ade-lante, estn relacionadas.

    c) Esto nos lleva al tercer punto: el proceso de democrati-zacin. Durante la dcada de los aos ochenta, AmricaLatina conoci una ola de democratizacin que, ini-ciada antes de la cada del muro de Berln, puso fin a unperiodo de regmenes autoritarios represivos que en nu-merosos pases cerraron por s mismos el periodo na-cional-populista.20 Sin embargo, esta democratizacinno puede entenderse como un simple retorno a una nor-malidad anterior. Se trata, como apuntan ciertos auto-res, de una reinvencin de la democracia, el encuentrode vastos sectores de la sociedad antes movilizados porel populismo o partcipes de la izquierda radical en losprincipios de la democracia liberal representativa. Unademocracia, que supone el reconocimiento de los dere-chos individuales (los derechos humanos), debe contarcon la opinin pblica, debe aceptar la existencia de unasociedad civil (es decir, sobre todo de los actores orga-nizados fuera del control del Estado corporativista) yalimentarse de la presencia de nuevos movimientos so-ciales (Eckstein, 1989; Escobar, 1992; Offe, 1985), movi-mientos entre los cuales encontraremos bien ubicadoal movimiento indgena. En la mayora de los pases

    ahora existen nuevos espacios locales y regionales queanteriormente escapaban al debate democrtico. Estosespacios son accesibles a las poblaciones locales a raz delas reformas introducidas en la organizacin poltico-ad-ministrativa (elecciones de gobernadores de provincia ode departamento, elecciones de presidentes municipales,elecciones de autoridades a nivel infra-municipal pa-rroquia, comunidad indgena, ejido, etctera).Y esta aper-tura democrtica se combin con una descentralizacinde las competencias y los recursos en su direccin. Obser-vemos que esta extensin del sufragio y de las eleccionesa los espacios que les eran prohibidos tiene una relacinestrecha con la doble cuestin de la legitimidad y de lagobernabilidad planteada por la puesta en prctica delas polticas liberales. Coherente con el proceso de descen-tralizacin emprendido (transferencia de los poderes dedecisin a las bases), se reforz y propuso refundar la le-gitimidad del poder, introduciendo los principios de unademocracia participativa. En las regiones indias se in-vit a la poblacin a ejercer sus derechos ciudadanos y,por eleccin, a participar del poder.

    Globalizacin, neoliberalismo y democratizacin, estostres argumentos nodales combinan as sus efectos paradesestabilizar el modelo populista y autoritario de la na-cin que domin hasta ahora, y favorecer la crtica de laidentidad en el aumento de las reivindicaciones tnicas.

    6. EL NACIMIENTO DE UN ACTOR INDGENA

    En varios ensayos (Gros, 1997, 1999) he intentado darcuenta de la lgica a la cual obedece la creciente movi-lizacin poltica en torno a una identidad india, lo quellamo la etnicidad. Cmo, en la dcada de los aos se-tenta, las comunidades en crisis pero paulatinamente li-beradas de las antiguas formas de dominacin simblicatuvieron que, frente a un Estado desprovisto de un pro-yecto coherente y creble, definir poco a poco un nuevoproyecto con la sociedad nacional. Cmo, con el desa-rrollo de la educacin, la crisis de las haciendas, la aper-tura al mercado, las experiencias ms o menos logradasde las reformas agrarias, el cambio de postura de la Igle-sia catlica y de la teologa de la liberacin, la creciente

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    20 Iniciado en Brasil, se remata actualmente con la transicin demo-crtica en Mxico.

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    presencia de nuevos actores nacionales e internacionales(ONGs de desarrollo, de derechos humanos, ecologistas,etctera), se form un nueva elite indgena que, con susasesores (antroplogos, juristas, tcnicos de desarrollo),estableci un nuevo tipo de organizacin indgena, su-pracomunitario, y construy un nuevo discurso.

    Este movimiento inici en las regiones amaznicasde Ecuador, en donde a partir de mediados de la dcada delos aos sesenta la poblacin shuar confrontada con elempuje de la colonizacin estableci, con la ayuda de lossalesianos, una organizacin social totalmente nueva ydestinada a permitir el control de su territorio y su su-pervivencia econmica articulada con el mercado na-cional. Su punta de lanza fue un programa de educacinbilinge orientado hacia la formacin de una nuevaelite indgena capaz de manejar las relaciones de su gru-po con la comunidad nacional. Desde las tierras bajas,el movimiento indgena se extendi paulatinamente alresto del pas, sobre todo entre las poblaciones indias

    campesinas de las montaas que hasta entonces estabanorganizadas en el marco de un sindicalismo campesinode tipo clasista (Santana, 1992). El movimiento indgenaen Ecuador fue el primero (y por mucho tiempo el ni-co) en reivindicar, a travs de los grupos tnicos que loconformaban, el estatus de nacionalidad y de pueblo,traduciendo por ello la voluntad explcita de redefinir lanacin dentro de sus fronteras territoriales, para haceruna nacin de naciones. Su fuerza resida, por aadidu-ra, en su capacidad de poner en prctica una eficaz redde alianzas con otros sectores organizados del pas, alian-zas que se manifestaban en el curso de los grandes le-vantamientos indgenas que en varias ocasiones hicieronvacilar al poder (Karakras A., 1998). La Constitucin de1998, sobre la cual imprimi su marca, constituye unpaso significativo en direccin de un reconocimiento ins-titucional de la diversidad cultural; y su participacin enel golpe de estado frustrado de enero del 2000 indica, pa-ra quien lo duda, que en lo sucesivo la cuestin indgenase halla en el centro de la poltica ecuatoriana. Pero, siEcuador fue el primero en construir un actor tnico y que-darse a la vanguardia del movimiento, no fue el nico.

    Colombia, desde 1971, vio aparecer en su montaas aun Consejo Indgena (Gros, 1991, 1996)21 que luchabapor recuperar sus tierras comunitarias; estableci sus pro-pias escuelas y, poco a poco, fue imitado por los distintosgrupos tnicos que se encontraban esparcidos por todoel territorio nacional. Aunque dbil por su nmero (alre-dedor del 2 por ciento de la poblacin), en un pas conun profundo mestizaje, no por ello el movimiento indiocolombiano pesa significativamente menos en la vida po-ltica nacional. En 1991, fueron estos dos componentesindgenas, debidamente electos al sufragio universal, losque lucharon por el reconocimiento del carcter pluri-tnico del pas y la adopcin de los derechos colectivospara su poblacin india (y afrocolombiana).

    En Bolivia, desde la revolucin de 1952, dos actores es-tructuraron el debate social: los mineros del estao, fuer-temente organizados en el marco del sindicalismo quetom su fuerza del control ejercido sobre la primera

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    Bolso / Museo de Desierto; Foto Jan Kuijt

    21 El Consejo Regional Indgena de Cauca (CRIC).

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    riqueza nacional, y los campesinos quichua y aymarsurgidos de la reforma agraria. Esta estructura fue en-causada por la crisis minera y un aumento de reivindi-caciones tnicas en el movimiento campesino, que des-de entonces rompi con el poder. Si bien, hoy en da, elkatarismo, que fue la expresin ms organizada, ya no eslo que era, la etnizacin de las demandas campesinasse mantiene (Le Bot, 1993; Stebele-Gregor, 1994). En ladcada de los aos noventa, la reivindicacin de identi-dad se sustituy en parte por la organizacin, sobre unabase claramente tnica, de las poblaciones indias quevivan en las tierras bajas o selvas tropicales. La eleccinpor primera vez en este pas (en 1994) de un vicepresi-dente aymar proveniente del katarismo se acompa dela promulgacin de una nueva Constitucin. Con ella,un gobierno que diriga una poltica neoliberal empren-di paralelamente el reconocimiento de los derechos co-lectivos indgenas (Alb, 1994; De Gregori C. I., 1999).

    El caso de Per, muy cercano, es marcadamente dis-tinto. En la dcada de los aos setenta fue el Estadovelasquista el que tom la iniciativa de una profunda re-forma de los mbitos del campo y la selva. Tanto en losAndes como en la costa se procedi a una reforma agra-ria radical y se promulg la Ley de comunidades campe-sinas (1974) que proporcionaba el marco institucionalpara la organizacin de las poblaciones de la Sierra (sobre

    todo quichua y aymar) las cuales, a raz de esto, perdieronde manera oficial su calidad de indgenas. Paralelamen-te, se tom la iniciativa de reconocer una territorialidadindia para los grupos tnicos que vivan en las tierras ba-jas, grupos que se reorganizaron sobre la base comuni-taria mediante la Ley de las comunidades nativas (1978),destinada especialmente a ellos. Este dispositivo jurdicoparticular vino a ratificar la separacin histrica que exis-te entre las poblaciones andinas campesinas y las na-tivas de la selva, separacin que se confirma, desde ladcada de los aos ochenta, cuando en las tierras bajasaparecieron las primeras organizaciones indias que rei-vindicaban su carcter tnico. Contrario a los casos an-teriores, la unin no se hizo con las comunidades indiascampesinas que seguan organizadas alrededor del sin-dicalismo y que no daba cabida a tal etnicidad. Si bien laConstitucin de 1993 reconoci en lo sucesivo el carcterpluritnico y multicultural del pas, mantuvo la separa-cin entre las comunidades campesinas y nativas. Hoy enda apenas se esboza un movimiento de acercamientoentre las organizaciones tnicas o nativas y las organiza-ciones campesinas, acercamiento que tiene lugar en uncontexto poltico hostil a las reivindicaciones indgenasy cuando, de hecho, las organizaciones campesinas salie-ron arruinadas de la guerra librada por Sendero Lumi-noso (De Gregori, 1999).

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    Hacienda / Fondo Azocena

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    Estos cuatro ejemplos muestran la diversidad de situa-ciones que prevalecen en la regin, pero tambin indicanque la aparicin de nuevas organizaciones que agrupana las poblaciones indgenas con una base tnica no es uncaso particular de un solo pas. Asimismo, muestran queen todas partes la creacin de un actor indgena ante-cede a la adopcin de reformas constitucionales.

    Falta lugar para estudiar las distintas variantes de estefenmeno en Chile, Centroamrica, Mxico y otras par-tes. Digamos simplemente que este actor indgena puedeconsiderarse como nuevo en tanto se conformabade grupos que se aglutinaron sobre la base de una iden-tidad tnica (una comunidad de cultura simbolizada amenudo por una comunidad de lengua), y genrica (lagran comunidad imaginada de los pueblos indgenas)que iba mucho ms all de la comunidad local a la cual selimitaba hasta entonces, en la mayora de los casos, el sen-timiento de pertenencia comunitaria. Y tambin es nuevopor la naturaleza de sus demandas econmicas, sociales,culturales, as como en lo que interviene y se proyecta enun universo poltico que ya no es estrechamente locali-zado sino que es nacional, entindase transnacional.

    Agreguemos que la construccin de este nuevo actortiene lugar sobre la base de una instrumentalizacin y deuna polarizacin de identidad que es, adems, muy sig-nificante en la poca actual. Participa en el cuestiona-miento del Estado-nacin que debe reconocer la diver-sidad cultural y la historicidad de las poblaciones indias;tambin se encuentra unida a la invencin de la demo-cracia puesto que, sacando partido del espacio polticorecin abierto, pretende aadir el hacerse cargo de losderechos colectivos especficos y pone en duda ms am-pliamente el funcionamiento de la democracia y sus for-mas de representacin (Gossiaux, 1997; Gudieri, 1988;Scherzer, 1991). Adems, las demandas indgenas estn atono con el proceso de globalizacin y, por ende, se en-cuentran eficazmente relevadas y/o en parte inducidaspor los grupos de presin nacionales e internacionalesque con frecuencia las asocian a la lucha que ellos llevancontra el neoliberalismo y la mundializacin. El caso deChiapas es ejemplar en esto. El impacto nacional de larevuelta zapatista le debe muchsimo a su utilizacinde los medios y a la simpata que suscit debido a su

    dimensin india. Pero su eficacia en la opinin se debitambin al hecho de que se asoci con las reivindica-ciones culturales indgenas, con una lucha por la demo-cratizacin de Mxico y con la crtica de las polticasneoliberales introducidas por Salinas, que se embarcen un tratado de libre comercio con sus poderosos ve-cinos del norte.

    7. NUEVO INDIGENISMO?

    La efervescencia del mundo indgena, de amplitud desi-gual pero real, antecede por lo general a la adopcinde nuevas constituciones y al reconocimiento de los de-rechos colectivos. Sin embargo, no podra explicar to-talmente el nuevo curso dado al indigenismo con laconclusin oficial de su proyecto asimilacionista. El neo-indigenismo y el movimiento indgena participan de unamisma coyuntura para la cual he sealado con anterio-ridad los principales argumentos nodales. Por ende, entreel movimiento indgena y las polticas pblicas se orga-niza una dialctica que contribuye fuertemente a deter-minar la orientacin tomada por la cuestin tnica en suconjunto. El Estado, confrontado con un aumento dedemandas tnicas, establece una poltica especfica y, asu vez, su respuesta se orienta hacia las demandas quele hacen

    Aqu propongo la tesis de que el neoindigenismo sepresenta como una poltica sectorial que debe favorecerla puesta en marcha de una poltica neoliberal a nivelnacional, concilindola con los imperativos generales degobernabilidad y legitimidad que son las suyas en estapoca de democratizacin.

    Tomemos como ejemplo las polticas de descentrali-zacin y de democracia participativa. Sealar el lugarque les corresponde hoy en da dentro de las polticaspblicas y sugerir que el neoindigenismo podra ser unade las variantes. Me explico. La descentralizacin quiereromper con el fuerte centralismo y autoritarismo pro-pios de la poca anterior y acercar el poder a los ciuda-danos. Para hacerlo, propone transferir las iniciativas ylas responsabilidades a nivel regional y local (regiones,municipios, comunidades). La idea es que el Estado no

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  • puede hacerlo todo, que el modelo de gestin vertical ycorporativista ya pas, y que los pases democrticos de-ben reconocer la diversidad de las demandas y de lassituaciones, as como la capacidad de los actores loca-les para dirigir su destino. Hoy en da, pocos pases seescapan de esta nueva situacin que supone una profun-da reorganizacin poltico-administrativa, aun cuandola descentralizacin es objeto de un cierto nmero de cr-ticas por parte de aquellos que temen un desmembra-miento del Estado y un mal empleo del poder local.22

    Sin embargo, al examinar ms de cerca, la descentrali-zacin participativa comparte elementos con el neoin-digenismo. Puesto que, si de ahora en adelante convieneaceptar la diversidad de las situaciones y permitir a lasorganizaciones territoriales de base a automanejarse endiversos dominios, por qu no reconocer esta posibi-lidad a las comunidades particulares que son comunida-des indgenas y dejarles la posibilidad de organizarse enfuncin de su propia cultura. No es casual que, en lasnuevas constituciones, el reconocimiento de los derechoscolectivos para las poblaciones indgenas generalmentese acompaa de una reorganizacin poltico-adminis-trativa favorable a la descentralizacin. Numerosos sonlos pases que en un mismo impulso se declaran en lo su-cesivo como formando repblicas descentralizadas, plu-ritnicas y multiculturales.

    Constitucin de VenezulelaPrembulo

    El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes crea-

    dores e invocando la proteccin de Dios, el ejemplo his-

    trico de nuestro Libertador Simn Bolvar y el herosmo

    y sacrificio de nuestros antepasados aborgenes y de los

    precursores y forjadores de una patria libre y soberana;

    con el fin supremo de refundar la Repblica para estable-

    cer una sociedad democrtica, participativa y protagni-

    ca, multitnica y pluricultural en un Estado de justicia,

    federal y descentralizado, etctera.

    Constitucin de Colombia

    Art. 1: Colombia es un Estado social de derecho, organi-zado en forma de Repblica unitaria, descentralizada,con autonoma de sus entidades territoriales, democrti-ca, participativa y pluralista, etctera.

    Art. 7: El Estado reconoce y protege la diversidad tnica ycultural de la Nacin colombiana.

    Al aceptar paulatinamente la existencia jurdica de unaterritorialidad indgena asociada con una forma especialde autoridad y con unos derechos especficos sobre los re-cursos naturales; al reconocer el derecho al uso de laslenguas indgenas y a una educacin bilinge y bicultu-ral; y al permitir el ejercicio del derecho consuetudinarioen el mbito de las comunidades, etctera es decir, re-conociendo una serie de derechos colectivos asociados auna cierta forma de autonoma, el Estado traza las l-neas de una poltica indigenista. sta ratifica la presen-cia de los grupos tnicos en su territorio, y transfiere ensu direccin una parte de las competencias y atributosque antes eran de su estricto monopolio. Practica unapoltica que se emparenta con una forma de gobiernoindirecto; poltica que, vista desde cierto ngulo, es co-herente con su nueva filosofa de descentralizacin y de-mocracia participativa. Colombia, Ecuador y Boliviailustran bien, cada uno a su manera, esta nueva orien-tacin. Colombia, que hizo del resguardo23 la base de suorganizacin poltico-administrativa descentralizada enlas regiones indias, reconoci una real autonoma y res-ponsabilidad en numerosos mbitos (tierras, eleccin deautoridades, derechos consuetudinarios, educacin, pro-gramas de desarrollo, etctera) y transfiri recursos

    esquinas Desacatos otoo-invierno 2002

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    22 De hecho, la descentralizacin no significa necesariamente menosEstados, pero s una manera diferente para que ste exista. Su propsi-to es traer el Estado a la base ya que las comunidades deben apropiarsee interiorizar buena parte de sus lgicas. Lo que explica por qu ciertos

    autores (Padilla, 1995; Gros, 1996) proponen que, encubierta como au-tonoma y de una transferencia de competencias, la descentraliza-cin en las tierras indias constituye el caballo de Troya por medio delcual el Estado se impone en el centro de los espacios que ha remode-lado. Recordemos que durante la Colonia la comunidad india, quegozaba de una autonoma relativa real, fue construida en torno a lasexigencias de la Corona y para el buen funcionamiento de su imperio.23 El resguardo es reconocido en la Constitucin de 1991 como partede una entidad poltico-administrativa.

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    pblicos. Bolivia apost a que las poblaciones indgenasse acogeieran a la Ley de participacin popular (1994)para revitalizar su tejido comunitario (las organizacio-nes territoriales de bases OTB fueron dotadas de unapersonalidad jurdica y podan reunir a toda la pobla-cin urbana o rural en un territorio determinado, te-nan asimismo competencias reconocidas en materia deeducacin, salud, medio ambiente, desarrollo, etctera).Ecuador introdujo en su ltima Constitucin (art. 228)la posibilidad para las poblaciones indgenas de formarcircunscripciones territoriales indgenas, entidades po-ltico-administrativas organizadas en una base consue-tudinaria y disponiendo poco o mucho de los mismosmedios y atribuciones que un municipio.24 Sin embargo,estos pases no son los nicos en el proceso de hacer en-trar su poltica indigenista en las lgicas de la descentrali-zacin participativa. En Mxico, pas de fuerte tradicincentralista, el estado de Oaxaca se dot de una Constitu-cin que reconoce ampliamente su carcter pluritnicoy multicultural, e introdujo la posibilidad de que sus mu-nicipios se organizaran polticamente en una forma con-suetudinaria.

    8. HACIA LA CONFORMACIN DE NUEVASFRONTERAS TNICAS?

    He sealado que las nuevas organizaciones intervienena un nivel supralocal regional, tnico o nacional,creando as nuevas solidaridades y alianzas. Pero el Es-tado, mediante su neoindigenismo, puede tambin con-tribuir en mucho a ratificar y a organizar la presencia ensu territorio nacional de nuevas delimitaciones. Su ac-cin se manifiesta a distintos niveles:

    El Estado interviene a nivel de la conformacin de unaidentidad genrica, pantnica, en la medida misma o,por razones prcticas, debe legislar e intervenir como siexistiese una sola comunidad indgena a nivel nacional(como corporate body); aunque en realidad existe una

    gran diversidad de grupos a veces muy alejados ya seadesde el punto de vista de su historia, su estructura social,su economa y forma de articulacin con la sociedadnacional o de sus problemas (en Colombia se censaronpor lo menos 84 grupos tnicos distintos, y en Brasil secuentan ms de 120). Al referirse a los pueblos indgenascomo si se tratara de un todo claramente diferenciadode los otros (los no indgenas), y haciendo de ellos unacategora comn de derecho positivo y debidos a una mis-ma poltica, el Estado traza, y por lo mismo establece yreconoce la presencia de una frontera objetiva y comnque atraviesa la sociedad. Cualquiera que sea la segmen-tacin y separacin actual de las comunidades indgenas,poco a poco esta frontera se volver parte de la nuevarealidad jurdica y poltica que viven y comparten losdistintos grupos que la afrontan o que son objeto de supoltica. La comunidad as inventada, regulada y ratifi-cada por el Estado tiene ms posibilidades de ser de aho-ra en adelante imaginada por los interesados.

    El Estado interviene tambin a nivel intermediario: el delas identidades pancomunitarias. Poniendo en prctica,con la participacin activa de expertos (arquelogos,historiadores, antroplogos y socilogos), el nuevo para-digma de la pluriculturalidad, detecta, reconoce y contri-buye as a la creacin (que puede ser una recreacin) delos grupos tnicos diferenciados que deben compartiruna misma cultura (objetivamente identificable), gruposque en lo sucesivo pueden existir como entidades supra-comunitarias. As, el Estado anticipa, acompaa o reney, en todo caso, ratifica las lgicas que se desarrollan alinterior de las organizaciones indgenas que hicieron desu etnia la base de su intervencin y representacin.25

    Y, por ltimo (pero no por ello menos importante), elEstado interviene tambin en lo que an constituye el es-pacio social primordial del mundo indgena en AmricaLatina: la comunidad local. A sta, que con mucha fre-cuencia atraviesa una fuerte crisis, se dirigir en el mar-co de una poltica ad hoc, que descansa en el postulado

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    24 La ley de aplicacin falta por definirse. 25 Para un mejor ejemplo de este fenmeno, vase A. Hemond, 1998.

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    de que se trata de una poblacin que merece un trata-miento especial debido a su naturaleza indgena (es de-cir, tnica) y de sus derechos relacionados.

    Significa que en el nuevo orden que se perfila vemosaparecer una nueva sociedad de castas? El peligro del en-cierro en un orden comunitario es real, pero las fronte-ras tnicas que se dibujan tienen lugar en el marco de lassociedades abiertas, y stas son por lo menos porosas. Ylas polticas de identidad no son las nicas en juego yaque nunca antes, pareciera, las hibridaciones y mestiza-jes fueron tan fuertes en la regin.

    9. DE LA NACIN MESTIZA A LA NACINPLURAL

    En este texto hemos examinado a grandes rasgos cmose pas recientemente del proyecto de una nacin homo-gnea, y por ende mestiza, al de una nacin que fuera ellugar comn de los grupos que se distinguen por sus di-ferencias tnicas y culturales. Sin embargo, este recono-cimiento de identidades mltiples se hace cuando, pordistintas razones, y como nunca antes, los contactos detodo tipo han sido tan intensos y favorables a las trans-formaciones, prstamos, adaptaciones entre pases y ensu seno, aparentemente disolviendo las identidades parti-culares. De all resulta, hoy en da, la presencia recurren-te de dos grandes discursos al parecer irreconciliables:uno se complace en revelar la fuerza desigual de los mes-tizajes y los procesos de hibridacin; el otro insiste en lasespecificidades culturales y la fuerza de sus identidadeslocales. Ahora bien, resulta evidente que, llevado al extre-mo, estos dos discursos son igualmente subversivos dela idea de nacin. Si todo es mestizaje, ya no hay cabidapara las culturas nacionales ni para las culturas indge-nas, y de entrada se sospecha de los que construyen susdiferencias y las politizan, a un nivel u otro, de caer ennacionalismos o en comunitarismos. Recordemos que sibien las naciones latinoamericanas se queran mestizas,tambin queran ser, cada una, el fruto de sntesis par-ticulares capaces de fundar una otredad que legitimarasus fronteras: el mexicano como producto de una fusin

    particular deba ser distinto de sus vecinos del norte ydel sur. Y era lo mismo en cada pas. Qu queda aho-ra de la nacin si sus fronteras pacientemente construi-das desaparecen al provecho de una cultura planetariadonde vemos demasiado claramente al sur del ro Bravoquin manipula y recoge las ventajas? Pero, qu quedatambin de la nacin, si en su seno se construyen gruposque afirman su otredad cultural y reivindican un desti-no separado?

    A este respecto conocemos bien el poder destructorde los etnonacionalismos en los espacios polticos orga-nizados sobre un principio igualitario. Ted Gurr (1993)dice que no prosperan con sus inclinaciones fatales salvocuando los grupos, con o sin razn, piensan que dichaigualdad de principio esconde de hecho una desigual-dad de trato (individuous distinction), y la dominacinejercida sobre ellos por aquellos que identifican con lacultura dominante. sta fue la razn de numerosos na-cionalismos que vinieron a criticar severamente a losantiguos imperios y es el de los etnonacionalismos queimpugnan a varios Estados-nacin hoy en da. Se en-cuentra all Amrica Latina? Constituyen sus reformasconstitucionales un esfuerzo desesperado para que lasituacin de una poblacin indgena, ignorada largotiempo en sus derechos ciudadanos y marginada del cre-cimiento y del progreso, no desemboque en una violenciaque sera fatal? Algunos lo creen y temen que sea dema-siado tarde. Otros piensan que, con el pretexto de recono-cer una especificidad cultural y una autonoma relativa,de hecho, se busca organizar un desarrollo separado quepermita alcanzar una sociedad a dos velocidades dispa-res, y la marginacin de aquellos que encerraran as ensu indianismo. Entonces, el Estado vuelto neoliberal po-dra lavarse las manos de sus antiguas promesas de inte-gracin. Estos riesgos son reales.

    Sin embargo, observamos que en la mayora de los pa-ses la expresin organizada de las demandas tnicas seprodujo antes de que el Estado modificara sus polticasindigenistas. Y subrayamos tambin que a la fecha estasdemandas fueron ms bien en el sentido de una volun-tad de integracin y de acceso a una modernidad nego-ciada. Finalmente, es de notar que si bien la aparicinde un actor tnico promete nuevos conflictos, stos se

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    acompaan de una reforma del derecho. No slo se po-nen en prctica nuevas constituciones que debenproporcionar el marco renovado dentro del cual se pue-den expresar y organizar las demandas tnicas, sino quevemos a los actores tomarlas y, apropindose del dere-cho, trabajar en el advenimiento de lo que algunos lla-man ahora una sociedad de derecho (Blanquer, 1996).Por eso, me parece que si bien el aumento de la etnici-dad es bastante conflictivo, tiene menos posibilidades dedesembocar, aqu, en una violencia irreprimible que tra-ducira un rechazo radical, de una de las partes, por elnuevo orden que se busca instaurar para todos.

    Cada pas debe entonces redefinir y desarrollar su pro-pia poltica. Amrica Latina funciona ahora como uninmenso laboratorio y, ante el reto que se le plantea, nopodemos olvidar que diez o quince aos son poca cosaante lo que significa querer construir, en un mundo siem-pre ms abierto, naciones multitnicas y pluriculturales.

    Para volver ahora a lo que decamos en la introduc-cin, parece que en adelante ser moderno, desarrolla-do y civilizado ya no pasa por la construccin de unproyecto nacional pensado exclusivamente en torno a

    individuos libres de todas las filiaciones comunitarias.Dicho de otro modo, la integracin del pueblo a la na-cin ya no debera, en el contexto latinoamericano, sig-nificar la disolucin necesaria de identidades y lealtadesparticularistas. En la nacin del maana, el mestizaje cul-tural dejar entonces de ser un imperativo categrico.Esto no significa que no se vuelvan a producir mestizajese hibridaciones (el movimiento indgena es en s mismoel ms perfecto de los ejemplos de este fenmeno), peroslo si consideramos legtimo construir sus diferenciasculturales en el seno de la nacin, de instrumentarlas y depolitizarlas, aunque aceptemos tambin el principiode un orden superior y la primaca de una ley comn.

    Sin embargo, para que esta utopa no sea una nuevaquimera, hay que evitar dos grandes peligros.

    Primero, que las comunidades indgenas, fuertementeafectadas por la crisis actual se encierren ellas mismas enfortalezas comunitarias, alrededor de una identidad ob-sesiva que rechaza a la otra y la excluya: esto ira al en-cuentro mismo de la creacin de una sociedad abierta ymulticultural. En la aldea planetaria, el riesgo es el de pen-sar que su aldea es todo el planeta! Las comunidades

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    Kikapoo / Archivo INAH, facilitado por el Instituto Estatal de Documentacin de Coahuila

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    culturales, tnicas, deben abrirse si no quieren que au-menten peligrosamente sus fracturas internas. Fracturaentre aquellos que suean con un mundo holstico yreclaman la tradicin como un orden inmutable e impo-nible a todos; aquellos que se proyectan como indivi-duos libres en un mercado desocializado y ya no quierensaber ms de filiaciones comunitarias; y aquellos, en fin,que piensan que es posible construir e instrumentar suidentidad, su pertenencia a una comunidad, como unaforma de ser a la vez s mismos e integrada a la sociedad.Es la razn por la cual si la nacin intenta el difcil ejerci-cio de querer combinar los derechos individuales con loscolectivos en una nueva comunidad propuesta, tambines necesario que esta voluntad no se detenga en las puer-tas de las comunidades, sino que las atraviese. Ya que esslo en la medida en que reconozcan el lugar del indi-viduo y sus derechos dentro del espacio comunitarioque podrn resistir las fuerzas centrfugas que las ame-nazan y participar en la gran obra colectiva. La ciudada-na tnica de la cual hablaban algunos (De la Pea, 1995;Rosaldo, 1994) debera tambin entenderse en este sen-tido: como el advenimiento del ciudadano en la comu-nidad y como la posibilidad de esta ltima de servir deapoyo a una demanda de integracin a una sociedadms vasta.

    El otro peligro sera que los Estados, con el pretexto dereconocer las diferencias culturales, se adhirieran a unrelativismo cultural absoluto (Todorov, 1989; Touraine,1997) que vendra a negar toda posibilidad de organizara la nacin en torno a los valores centrales y universaleses decir, compartidos por todos, valores sin los cua-les es imposible que prospere una comunidad de ciuda-danos (Schnapper, 1994), y la democracia. Esto significaque dichos valores centrales, universales, no puedan pre-sentarse como viniendo de un solo lado de la culturaoccidental; cultura que fcilmente podra identificar-se como aqulla de la clase dominante o del Imperio. Es-tos valores deben renovarse, enriquecerse del aporte delos que estaban excluidos o dominados porque pertene-cen a otro grupo, a otra cultura.

    El problema es difcil puesto que toca relaciones depoder y enfrentarlo supone voluntad e imaginacin:voluntad de pertenecer, ms all de su comunidad a un

    conjunto ms amplio que llamamos nacin; imagina-cin ya que la va que se abre es muy nueva. Todo mun-do est involucrado.

    Renan (1992), en su clebre ensayo, deca que la na-cin, como voluntad colectiva, se construa en la memo-ria y en el olvido: memoria de las catstrofes colectivas yde los duelos compartidos; y el olvido de lo que en lahistoria pudo oponer, dividir.

    En Amrica Latina, para que esta nacin pluritnica ymulticultural soada en las nuevas constituciones sevuelva realidad, hace falta mucha memoria y mucho ol-vido. Slo as podremos pasar de una comunidad imagi-nada a otra, de la nacin mestiza a la nacin plural.

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