Amalgama de Sentimientos 0-1

7/24/2019 Amalgama de Sentimientos 0-1

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malgama de sentimientos

Cuando no se conoce el amor

riana Romans


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PRLOGO

Agapea, principios de Noviembre de 1990

Tena tantas ganas de ver a su familia que ltimamente loseventos sociales a los que estaba acostumbrado a asistir habancomenzado a aburrirle. Ni siquiera las bellas damiselas querevoloteaban a su alrededor conseguan entretenerlo.

Seis meses! Ms de seis meses fuera de casa! No era de

extraar que estuviera tan entusiasmado por regresar.Afortunadamente, no se sentira como pez fuera del aguacuando retomara sus actividades sociales. Su madre le habaescrito a menudo contndole los chismes ms candentes de loscrculos sociales por los que se movan. Su hermana tambin lehaba escrito, menos que su madre y quizs slo porcompromiso.

Por fin, vislumbr el parque de Agapea, que a esas horas de

la noche sola estar desierto, o eso pareca porque en realidadlos amantes solan citarse all, y muy especialmente en la zonadonde grandes setos formaban pequeos laberintos. l lo habahecho ms de una vez.

Y cuando finalmente entr al barrio Las dos torres,despus del largo rodeo que haba que dar al parque, unasensacin de placer le dijo que ya estaba en casa. Nada habacambiado. Incluso el perro de los Ramiralta, un doberman

completamente negro, caminaba de un lado para otro de laverja, a la expectativa de que alguien apareciera para soltar susfuertes ladridos.

Cinco minutos despus, el taxi lo dej frente a su hogar. Unamagnfica residencia que perteneca a su familia desde que sutatarabuelo la comprara a un aristcrata arruinado. Y es que la

burguesa haba brotado como la mala hierba, y haba hechodesaparecer la poca nobleza que an quedaba en Agapea.

Se deca que la ciudad se haba fundado exclusivamente paraconvertirse en lugar de ocio de los aristcratas. El clima


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mediterrneo, ideal para aquellos que no soportaban veranosbochornosos o inviernos a temperaturas bajo cero, haba

contribuido a ello.Sin embargo, con el paso del tiempo, las costumbres

arraigadas de la nobleza estancaron a Agapea. Los comercios noprosperaban y lo nico que la aristocracia haca era divertirse.

Hasta que la burguesa se alz.Poco a poco, fueron comprando terrenos fuera de la ciudad,

edificando sus enormes plantas, modernizando los comercios, yde un momento a otro, pas a tener la voz cantante.

La aristocracia, que haba mermado considerablemente, fuevendiendo sus tierras y alejndose de esa ciudad, que de lanoche a la maana haba pasado a ser completamente industrial.

Las grandes residencias se mantuvieron intactas, y ahora enellas viva la crme de la crme de la burguesa.

Felipe Cruz estaba orgulloso de esa casa. Su madre siemprele haba contado que era una de las ms antiguas de la ciudad, y

que si decidieran venderla, la compraran en un suspiro y alprecio que ellos impusieran.-Seor Cruz, no lo esperbamos! exclam el mayordomo

de la casa. Pocas veces conseguan pillarlo desprevenido. Sufalta de sosiego le dijo a Felipe que esta haba sido una de esasveces.

-He adelantado mi vuelta, Richard respondi sin ocultaruna amplia sonrisa de triunfo-. Dnde estn todos?

-Bueno, su padre no est en casa. Y su madre y su hermanaestn en el saln. Estarn muy contentas de verlo contest elhombre, obviando la petulancia de su seor y volviendo a ponersu cara de pingino.

-Eso espero, Richard dijo caminando hacia all-. Meapetece ver ms caras de asombro aadi para fastidiar almayordomo, pero ste apenas pestae. Volva a ser el estiradode siempre.

-Desea algo especial para la cena?


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-Todo lo que Doris cocina est deliciosoreplic Cruz antesde desaparecer.

La seora Cruz estaba entretenida con el ltimo nmero dela revista del corazn ms vendida de Agapea, La gaceta, quedej a un lado para correr hacia su hijo y abrazarlo convehemencia.

-Darrick! Qu alegra, hijo!Su hermana en cambio cerr el libro que tena entre sus

manos, colocando la mano en medio para no perder la pginaque estaba leyendo, y observ la escena desde el cmodo sillnque haba cerca de la ventana.

-Bienvenido, Felipedijo.-Patricia Cruz, ven a saludar a tu hermano como es debido.La joven se levant, y despus de dar un casto beso a la

mejilla a su hermano, volvi a su cmodo silln y continuleyendo.

La seora Cruz iba a protestar otra vez, pero Felipe la

detuvo. l saba que no poda exigirle a su hermana gestos decario, despus de todo, seis meses separados y vidascompletamente paralelas, no podan afianzar la relacin entredos hermanos.

-Tienes que contarme las ltimas novedades, madre. Voy aquedarme un tiempo y no quiero meter la pata con algncomentario.

-Por supuesto, hijo cogi la mano de Felipe y lo llev al

sof ms cercano.Cruz escuch con atencin los escndalos ms jugosos que sumadre, orgullosa, le estaba contando al detalle, pero que cuandole preguntasen o le hablaran de ello, fingira no conocer oapenas haber odo hablar de ello. Y es que la buena educacinen Agapea, dictaba estar enterado de cuanto suceda, pero nuncaalardear de ello.


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Agapea, Febrero de 1991

Todo el que se preciaba deba vivir en uno de los barriosms fastuosos y antiguos de Agapea, una ciudad del noreste deEspaa. Las dos torres, al oeste, y Los castillos, al este,eran dos de estos barrios, y estaban separados por el parque msgrande de la ciudad: El parque de Agapea.

Los Cruz eran una de esas familias. Nadie poda negar lainfluencia que tenan y el cuantioso patrimonio que posean. Sinembargo, un gran infortunio estaba a punto de instalarse en elhogar de esa familia.

El funeral de Ricardo Cruz fue discreto y familiar. No tenahermanos y sus padres ya haban fallecido, as que sloasistieron su familia y algunos socios. Nadie derram lgrimaalguna, al menos en la residencia de los Cruz porque, no muy

lejos de all, en los lmites, aferrndose a la verja, una damiselalloraba como magdalena. Haba sido la ltima amante deldifunto, que no tuvo tiempo de romperle el corazn, y es que unfatdico accidente de coche le haba arrancado la vida, y a nadiele extra que su aficin a la bebida fuera la responsable.

Cualquiera que no perteneciera a esa familia dira que esaera la desdicha que haba cado sobre ellos. Pero para los Cruzese sera el menor de sus problemas porque, dos semanas

despus del funeral, Felipe Cruz, el primognito, recibi elinforme de la situacin econmica en la que se encontraban,deudas y ms deudas.

Felipe an no acababa de asimilar que su padre hubieraderrochado todo lo que la familia Cruz haba conseguido contanto esmero. Ya haba perdido la cuenta de las veces que lohaba maldecido, y tambin a s mismo por haber vivido la sopa

boba desde que terminara la universidad.Las responsabilidades que deba acarrear de ahora en

adelante: las fbricas Cruz, cuidar de su madre y su hermana


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pequea, que estaba preparndose para ingresar a launiversidad, eran demasiado para l.

Por fin, entenda porque su padre lo haba alejado de all. lsaba que si hubiera conocido la situacin econmica queatravesaban, habra vuelto y tomado las riendas del problema.

Ricardo Cruz conoca muy bien la devocin que l tena porsu madre y su hermana, y por lo tanto hubiera recortado el

presupuesto destinado a fiestas y distracciones innecesarias,cosa que su padre no habra tolerado en absoluto.

Felipe haba disfrutado tanto de la vida cmoda que le habaofrecido su progenitor, que no se haba preocupado en lo msmnimo por el negocio familiar. Y ahora, a sus veintinueveaos, no era ms que una sanguijuela que no tena la menor ideade cmo funcionaban los negocios de su familia.

Saba que con un poco de esfuerzo poda aprender, peromientras tanto necesitaba un remedio rpido para aquellasituacin.

Al fin, despus de comerse el coco durante varias horas, lasolucin lleg por si sola a sus manos: una invitacin a la fiestade cumpleaos de ngela Paredes.

Lo que acababa de ocurrrsele no lo entusiasmaba enabsoluto, principalmente, porque tendra que dejar su vida demujeriego al menos por un tiempo. Pero, se repiti una y otravez que era un sacrificio necesario.

Los Paredes eran nuevos ricos. Despus de fundar una

empresa desde cero, haban invertido en otras. Pero, era staprimera, dedicada a fabricar productos qumicos, la que leshaba llenado los bolsillos.

ngela Paredes no sola frecuentar los crculos por los que lse mova, as que no la conoca. An as, desde que estaba all,haba odo hablar de ella y estaba ansioso por descubrir si lo quese rumoreaba era cierto.


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No quera una fiesta de cumpleaos de tales magnitudes, conuna pequea reunin familiar hubiera bastado. Sin embargo, sus

padres, o mejor dicho, su madre, haban invitado a todas lasfamilias importantes de la ciudad. Y lo ms significativo:

buenos partidos.Caridad Paredes quera que la mediana de sus hijas se

casara, y no iba a desistir hasta que lo hubiera conseguido. Laverdad, ngela no entenda porque estaba siendo tan obstinadacon ese tema. Haba demostrado que poda valerse por s mismasin la necesidad de un hombre a su lado, mas su madre lerepeta una y otra vez que slo tena que darse la oportunidad deconocer a alguien para que cambiase de opinin. Ella, porsupuesto, no estaba para nada de acuerdo con ese parecer.

Los firmes golpes en la puerta hicieron que ngela Paredesabandonara sus reflexiones.

La habitacin donde trabajaba era rectangular y de sobriadecoracin. Destacaban los colores marrones y rojizos oscuros.

Las paredes estaban cubiertas de grandes estanteras llenas delibros. Un robusto escritorio, siempre lleno de papeles, justomirando hacia la puerta pero al otro extremo de sta, y dos sillascompletaban el juego de oficina. Al entrar, justo a la derecha,haba un sof de tres plazas con una mesita delante, reservado

para visitas ms numerosas, y, un poco ms alejado de todo esemobiliario, un silln con una gran lmpara de pie; un lugar

perfecto para leer. Por ltimo, una gran ventana hacia al jardn

trasero de la casa, con las cortinas corridas en ese momento,dejaba entrar los ltimos rayos del da.-Seorita, le traigo una taza de t anunci Mara, el ama de

llaves, desde el vano de la puerta. Todos saban que nosoportaba el caf.

ngela levant la vista y se apoy en el respaldo de la silla,soltando un profundo suspiro nada femenino.

-Gracias replic, y despus de una pausa, aadi-. Mi

madre sigue organizndolo todo para maana, verdad?


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aunque ya conoca la respuesta, la esperanza era lo ltimo quese perda.

-Me temo que s, seorita respondi la mujer acercndoseal escritorio, y dejando la bandeja en un pequeo espacio sin

papeles.Mara era una persona llena de energa, de unos cincuenta

aos y ojos verdes plidos que armonizaban maravillosamentecon su cabello rubio ceniza. Era regordeta y unos centmetrosms alta que su seora. Llevaba un vestido azul oscuro con lasmangas recogidas hasta los codos, y encima, un delantal blancoque, a esas horas del da, ya tena manchas por los quehacerescotidianos.

La joven coloc la cabeza entre sus manos y se frot lassienes.

-Por qu no quiere escucharme? musit a nadie enparticular.

-Seorita, djeme darle un consejodijo acercando una taza

de t a su jefa, que la recibi y asinti esperando quecontinuara-. Asista a su fiesta de cumpleaos y divirtase. Estoysegura que sus padres slo desean que conozca un hombre

bueno que-Precisamente eso es lo que no quiero. No me interesa

conocer a nadiesolt sin pensar.Dej la taza de t sobre el escritorio, se puso de pie con

mpetu, y se acerc a la ventana para mirar hacia el jardn.

Cuando se dio cuenta de su comportamiento pueril, se gir paradisculparse-Lo siento, Mara.-No se preocupe, seorita la mujer saba que su jefa sola

mostrarse as de irascible cuando el agotamiento estaba a puntode consumirla-. No debera trabajar tantomusit.

-Lo s, necesito unas vacaciones. Desde que mont laempresa no he tenido tiempo para m su voz son rasposa y

mustia.


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-Pues ya va siendo horala anim Mara sonriendo-. La dejopara que siga trabajando. Vendr despus por la bandeja de t.

ngela se encontraba realmente hecha polvo. Volvi asentarse y a sumirse en sus pensamientos. Haba tomado lasriendas de su vida y no iba a permitir que sus padresinterfirieran en ella, con una vez haba tenido suficiente.

Adems, no necesito un hombre en mi vida, pens para s.Maana cumplira veintisiete aos y, desde que poda

recordar, sus padres siempre la haban apoyado en susdecisiones. No esperaba que llegara el da en que se opusieran auna de ellas, pero, as haba sido.

Pensado que no perda nada por intentarlo, y como no tenaninguna idea preconcebida del asunto en cuestin, dej que sumadre le presentara a un apuesto joven, mas no termin bien.

Ella siempre se haba formado sus propias opiniones,observando, escuchando y viviendo sus propias experiencias. Y,hasta ahora, haba tenido un juicio parecido al de sus padres. No

obstante, despus de aquello, su criterio respecto a pasar el restode su vida con alguien, no tena nada que ver con el de ellos. Esms, cuando pensaba en ello, volva a reafirmarse que nuncaunira su vida a la de nadie.

Por fin, al ver que no dejaban de insistir, hablo con ellossobre lo que opinaba. Su madre, puso el grito en el cielo y, su

padre, aunque no dijo nada, su silencio le hizo saber que estabade acuerdo con su esposa.

As pues, por primera vez, all estaba, enfrentando a suspadres. Ellos saban que era muy testaruda y que no cedera. Lomalo era que haba heredado esa tozudez de su madre, queestaba decidida a encontrarle su media naranja y, comohaba visto que no iba a dar su brazo a torcer, le estabaorganizando una deslumbrante fiesta de cumpleaos.


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-Vamos a llegar tarde! se quej Dora Cruz-. Tu hermanaest impaciente y yo igual. Queremos conocer a ngela

Paredes. Supongo que ya sabes que apenas se deja ver. Si nosretrasamos ms tiempo, habr tanta gente que ser muy difcilverla. Tenemos que darnos prisa!

Dora Cruz haba irrumpido en la habitacin de su hijo y nodejaba de caminar de un lado a otro, impaciente. l tambinquera conocer a ngela Paredes y estudiarla detenidamente,

pero no iba a mostrarse ansioso. As que, con extrema lentitudcomenz a colocarse la corbata.

-La fiesta no se mover, madre le asegur el seor Cruz asu madre, y se gir para sonrerle amablemente y, quizs, conun poco de malicia tambin.

-No se trata de eso. Es que no acabas de escuchar que serms difcil verla cuanta ms gente halla?replic la mujer muyseria.

-Est bien, madre. Esperadme abajo, no tardar ms de cinco

minutosprometi Felipe. Quera rer a carcajada limpia al verla seriedad en la cara de su progenitora.Su familia no conoca la situacin econmica en la que se

encontraban y, mientras estuviera en sus manos seguira as. Eralo nico que le quedaba, su madre y su hermana, y no iba amortificarlas.

Apenas haban pasado unas semanas desde la muerte de supadre, y su madre y su hermana no parecan en absoluto

afectadas. A l tampoco le importaba la ausencia de RicardoCruz, pero, por si acaso le tuvieran un poco de cario alfallecido, no iba a angustiarlas con otra desventura ms.

Desde luego, no pareca que la persona que haba muertofuera el pilar principal de la familia, y es que el seor Cruznunca haba intentado ser un padre para sus hijos, o un marido

para su mujer.Felipe saba que sus padres haban sido felices al principio

de su matrimonio, pero que con el tiempo algo cambi y seconvirtieron en completos desconocidos. Nunca haba


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preguntado por qu y, no lo hara ahora. Ese tema simplementenunca deba mencionarse.

As pues, la nica figura paterna que haba tenido se llamabaDora Cruz, que haba sido padre y madre a la vez. El susodichonunca se haba mostrado carioso o atento con su hermana o l,mas, eso s, nunca les haba negado nada material.

Todos decan que los Cruz haban sido una familia muyunida. Solamente los implicados eran conocedores del abismoinmenso que haba existido entre ellos.

La residencia Paredes era enorme. Estaba compuesta de dosplantas y se encontraba en uno de los barrios ms exquisitos dela ciudad, Los Castillos.

La casa estaba rodeada de un extenso jardn, dividido por uncamino de piedra que conduca a la entrada principal. A los

lados haba pequeas arboledas de color rojizo y farolas bienubicadas que iluminaban todo el trayecto hacia el domicilio. Lavivienda era de color ladrillo y tena grandes ventanales.

Mientras Felipe Cruz entregaba las llaves de su vehculo almuchacho que se encargara de estacionarlo, su madre y suhermana ya suban los cuatro escalones que conducan a laentrada principal, a duras penas las alcanz.

En el vestbulo se encontraron con los seores Paredes que

estaban encargndose de recibir a los invitados.Caridad Paredes era una mujer de unos cincuenta aos,cabello castao ondulado, ojos color avellana, nariz patricia convarias pecas desperdigas por ella y parte de sus mejillas.

Alberto Paredes era alto y de complexin fuerte. Su pelo ysus ojos eran negros. Su piel morena expresaba salud yvitalidad. Sin embargo, pareca no estar a gusto all, o al menoseso indicaba la expresin seria de su rostro.

A Felipe le simpatizaron, aunque la verdad no les prestmucha atencin. Esperaba el momento en que le presentaran a


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ngela Paredes, empero, tanto su familia como l se extraaroncuando les indicaron la entrada al saln principal, y no hubo ni

un nfimo rastro de la homenajeada.

ngela estaba absorta contemplndose en el espejo. Hacatanto tiempo que no se pona algo as. Con ese vestido verdeesmeralda era completamente otra. Su madre lo haba mandadohacer exclusivamente para ella, seguramente de algn conocidodiseador. La verdad era que mientras le gustara lo que se

pusiera, no le importaba quien lo hubiera hecho.El escote tena forma de corazn y las mangas no eran para

cubrir, sino ms bien un adorno de la prenda. Una bonita cintadebajo del busto le daba al vestido ms vitalidad y, debajo desta se formaban largos pliegues hasta las rodillas.

La seora Paredes saba que su hija nunca se pondra un

vestido ceido, as que haba optado por uno suelto peroelegante. Por supuesto, no se haba olvidado de los zapatos ypendientes a juego.

Sus ojos marrones estaban maquillados con una ligerasombra beige, y una lnea verde manzana recorra todo el

prpado mvil. Le haban recogido el cabello castao oscuro enun peinado sencillo con mechones sueltos para que suavizaransus facciones.

-Est lista, seorita?-S, entraMara se detuvo en seco apenas vio a su seora-.Bueno, cmo estoy?dijo sonrojndose.

-Est bellsimacontest la mujer.-Graciasreplic ngela en apenas un susurro.Momentos como estos afloraban su timidez-Hace ms de dos aos que no me vesta asdej de hablar

para verse en el espejo otra vez-. Me veo tantan extraa con

un fuerte suspiro se dio la vuelta-. Bueno, mi madre haconseguido lo que queramusit resignada para s.


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-Todos la estn esperando Mara se qued callada unossegundos, no saba si decir lo que le haban ordenado.

La verdad era que su jefa no pareca nada a gusto con esafiesta. Poda estar muy guapa, pero la incomodidad quedesprenda era notable

-La verdad es que su madre est bueno, impaciente. Me haordenado que venga por usted. Creo que no le gust que llegaratan tarde de trabajar.

-No voy a sentirme culpable por eso. Tiene que entender quela fbrica no descansa se mir por ltima vez en el espejo yrespir hondo-. Bueno, ya estoy lista.

Sin embargo, no lo estaba. Una cosa era tener que hablardelante de veinte personas por motivos laborales, y otra muydistinta enfrentarse a Ni siquiera saba cuntas personas

haba invitado su madre! , exclam dentro de s.Dej de avanzar. Bajar esas escaleras la llevaran, sin duda

alguna, a una tortura segura.

-Necesito unos minutos, Mara ngela se percat que suama de llaves dudaba si dejarla all. No te preocupes, no sernms que unos minutos.

-Est bien, seorita la mujer no tuvo ms remedio queobedecer, despus de todo, era su jefa.

Cuando se qued sola cerr los ojos, tena que calmarse. Yano era la muchacha tmida que se sonrojaba con facilidad. Todoeso haba quedado atrs cuando fund las empresas Paredes.

Esos primeros meses fueron desastrosos para sus nervios, pero,poco a poco, fue aprendiendo y dejando atrs sus miedos einseguridades.

Sin embargo, por ms que lo intent, all estaban otra vezesas sensaciones recorriendo su cuerpo. Finalmente, decidi

bajar por las escaleras secundarias y, desde las sombras,analizar el panorama.

Haba, por lo menos, unas cincuenta personas y,

seguramente, el nmero aumentara. No, definitivamente noestaba preparada para eso. Retrocedi lentamente y, en lugar de


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regresar por las escaleras, cogi el pasillo en penumbras haciasu despacho.

Estaba un poco triste porque saba que sus hermanas estaranen la fiesta y le hubiera encantado verlas. ltimamente, apenashaban coincidido y quera hablar con ellas del terrible empeode su madre por emparejarla. No quera que intervinieran, porsupuesto, tan solo necesitaba desahogarse.

Completamente absorta en las dificultades que tena con sumadre, no se percat de la presencia de un hombre apoyado enla pared.

-Se encuentra bien?ngela se sorprendi tanto que dio un pequeo respingo.

Mir al hombre realmente desconcertada.Qu demonios haca alguien all?Repar que era alto, de complexin atltica, hombros

anchos, cabello oscuro y unas facciones masculinas quengela reaccion, carraspe un poco para asegurarse que su voz

saliera fuerte y clara.-S, perfectamente. Lo que no entiendo es que hace ustedaqu. La fiesta est cruzando esa puertaespet sealndola.

El hombre la miraba con una ligera sonrisa, como si seestuviera divirtiendo a su costa. Bueno, se dijo a s misma, aella que ms le daba, mientras no se moviera de all.

Comenz a caminar, pero tuvo que frenar cuando el intrusose situ delante.

-Lo s, pero, no cree que hay demasiada gente? Adems, elmotivo de la fiesta es ms que evidente -ngela frunci elentrecejo-. Los nuevos ricos no se dan cuenta de que hay queser discreto con la decoracin si se quiere mostrar clase, hayque invitar slo a las familias ms influyentes para que nosuceda esa aglomeracin de all afuera Felipe sonri-.Perdone, -ngela sinti como la examinaban de la cabeza a los

pies-. Perdn, que maleducado soy, Felipe Cruz le cogi la

mano y se la bes.


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ngela intent recuperarla, pero l no se lo permiti. Estabacomenzando a irritarse, y no porque hubiera criticado la fiesta

que haba organizado su madre, si supiera los motivos reales deesa fiesta, pens la joven para s, sino porque no tena tiempoque perder. Adems, no le gustaba que la miraran as.

-ngela Paredes cuando termin de decir su nombre, sumano qued libre, y, rpidamente, coloc las dos tras de s,lejos de l.

Entonces, vio como los ojos de Felipe Cruz se agrandaban,pero, no poda ser. Por qu provocara ella una impresin as?A menos que se hubiera dado cuenta que haba dichocomentarios que podan haberla ofendido, pero la clase desorpresa que vea en esos ojos era de una naturaleza biendistinta, nada que ver con arrepentimiento o vergenza.

-Si me disculpa no poda quedarse ms tiempo all, o sumadre acabara encontrndola. Tendra que dejar a un lado lacuriosidad.

Intent reanudar su camino, pero l volvi a impedrselo.-No debera estar recibiendo a sus invitados?As que era eso, pero no iba a dar explicaciones, y menos a

un desconocido. La actitud petulante que desprenda, como sifuese una persona intachable, y la sonrisa de oreja a orejaaumentaron su enfado.

Se estaba burlando de ella?-No, no deberarespondi secamente-. Ahora djeme pasar.

-En ese caso, djeme acompaarla. No debera pasar sucumpleaos sola no cree?-Gracias, pero no necesito la compaa de nadie no le

gustaba para nada el aura de ese hombre. La forma como leimpeda el paso haca que se sintiera vulnerable e insignificante.

-Vamos! Dnde est su amabilidad? Compadzcase de m.-No creo que lo haga, no despus de sus comentarios la

expresin del seor Cruz fue genuina, pero suficiente para

advertir que acababa de darse cuenta que la haba ofendido.Pues, no le iba a dar tiempo para que se disculpara-. Por qu ha


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venido si no quiere estar en la fiesta? No creo que lo hayantrado a la fuerza.

-Es verdad, tiene razn Felipe ampli su sonrisa. Alparecer, no iba ni siquiera a intentar disculparse-. Pero no podadejar a mi madre y a mi hermana a su suerte.

-Las mujeres sabemos cuidarnos solas protest ngela.Cada vez tena ms ganas de golpear a ese hombre.

-Est bien, est bien, no tiene que ponerse as. Yo slo cuidode mi familia.

ngela se avergonz un poco, despus de todo, no conoca ala familia de ese hombre. Sacar a relucir sus opiniones en esemomento no estaba bien, pero es que explotaba cuando la gentela vea necesitada de alguien que la cuidara y, ese hombre

pareca querer hacerlo.-Quiz debera culparla a usted insinu Felipe cuando vio

el cambio de expresin de la joven.-A m?

-S, ahora mismo podra estar en mi casa, disfrutando de micama, pero mi madre y mi hermana tenan la esperanza deconocerla.

-Conocerme? No veo que inters puedan tener esta vez sque quera saber -. Explquemelo, por favor.

Felipe se haba decepcionado un poco al conocer a ngelaParedes. Era una muchacha inocente y, hablando en plata: unamojigata.

Sin embargo, al contemplarla, una atraccin hacia ella nodejaba de aumentar por momentos. Sus gestos, sus ojos, lasangelicales facciones de su rostro y, sobre todo, su afn pordeshacerse de l haban despertado una sensacin extraa deexplicar.

Seguramente estaba enfadada por sus crticas hacia laprimera fiesta que celebraban los Paredes, pero no se senta tanculpable, despus de todo, era verdad. Se haban pasado con la

decoracin y, era obvio el propsito de esa fiesta, el grannmero de hombres solteros presentes lo deca todo.


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Decidi que no sera ella la mujer con la que se casara,pero, quizs, una pequea aventura Desde luego, se senta

cautivado por ella, y no es que fuera una joven exuberante, perohaba algo que Lo pens mejor. Un idilio con una ingenua

poda acabar muy mal.-Parece que no est enteradaFelipe estaba encantado de ser

la persona que le informara lo que se deca de ella, se mora deganas por ver su expresin-. Pues, ver, todo el mundo quiereconocerla, es usted una mujer muy escurridiza. Apenas se dejaver por fiestas o actos sociales. Todos han venidoexclusivamente para conocerla.

Estaba bromeando, verdad? Tena que ser eso. No estabadispuesta a ser la distraccin de nadie. Se recompusorpidamente, aparentar indiferencia era lo mejor.

-Entiendo coment-. Disclpeme, pero, ahora mismo noquiero la compaa de nadie. As que

-Ests aqu! Por qu -la seora Paredes se call al darse

cuenta que su hija tena compaa-. Seor Cruz, Qu haceusted aqu?-Necesitaba descansar un poco.Caridad Paredes asinti, se acerc a su hija y cruz su brazo

con el de ella para que no escapara.ngela maldeca mentalmente mientras fulminaba con la

mirada a Felipe Cruz.-No creo que este sea un buen lugar. Si nos acompaa lo

guiar al jardn.La presencia de Felipe Cruz estaba evitando que su madrecomenzara a regaarla. Poda sentir el gran esfuerzo que estabahaciendo por contenerse. Sus gestos le decan que estaba a

punto de explotar.Cuando llegaron al saln de fiestas, ngela empez a buscar

alguna excusa, una va de escape, lo que fuera. Y, mientrascaminaban entre tanta gente, odiaba tener que admitirlo, pero el

seor Cruz tena razn, su madre se haba excedido con ladecoracin y el nmero de invitados. Aunque quizs, lo vea as


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porque no le gustaban las aglomeraciones y sus gustos eran msbien sencillos, su despacho era prueba de ello. Y, como el seor

Cruz haba dicho, todos la miraban. Odiaba aquello, era unaatraccin de feria y, lo peor de todo, era que no poda largarsede all.

Cuando dejaron al seor Cruz, su madre la llev a un rincndel saln, all nadie las escuchara.

-Intentabas escabullirte, verdad? Por qu no puedesintentarlo?le reproch en voz baja, pero firme. Su mirada erainflexible.

ngela lo haba intentado, de verdad que s, pero toda esamultitud no le inspiraba nada bueno. Adems, sus conviccionesle decan que todo aquello era insustancial, por lo que se lehaca imposible actuar con naturalidad. Por dentro, quera gritarde impotencia. Sin embargo, inspir hondo y comenz a hablarde la forma ms sosegada que pudo.

-Me gustara que t tambin intentaras comprenderme

susurr-. Mam, ced para que hicieras esta fiesta, pero nuncadije que estara presenteaadi.Caridad Paredes ni siquiera parpade, para ella ese

comentario estaba fuera de lugar.ngela suspir resignada.-Est bien, si no hay ms remedio participar en este circo,

pero no quiero or hablar de hacer otra fiesta as nunca ms.Apenas conocemos a estas personas. Estoy segura que todos

han venido para curiosear y divertirse a expensas mas habaintentado no sacar a relucir lo que senta en palabras, pero laclera haba podido ms que el aplomo.

-Por qu dices eso, hija?-Tus invitados slo han venido a conocer a la joven hizo

una pequea reverencia-, que no se deja ver en fiestas o actossociales. Adems, has invitado a demasiadas personas y te has

pasado con la decoracinaadi de paso.

-Bueno, eso es porque nunca has querido ir su madresonrea, ngela no entenda por qu-. Cada semana recibes una


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o dos invitaciones, y antes llegaban muchas ms. Es normal quetodos quieran conocerte y, como tu madre, es mi deber

presentartela cogi del brazo, dio dos pasos, pero se detuvorepentinamente girndose hacia ella-. Y no he me he pasado conla decoracin. Las mujeres sabemos lo que hoy est de moda.Seguramente tu padre te ha dicho que me lo digas, verdad? Loshombres no saben de estas cosasespet orgullosa.

Arrastrada por todo el saln, su madre no la solt ni unsegundo, como un nio pequeo al que hay que cuidar. Nodejaba de preguntarse porque no poda entenderla. Apenas

poda mantenerse tranquila con todas esas miradas sobre ella.Desde luego, su madre haba invitado a las familias concaballeros disponibles y, a otras pocas, sin ellos. La diferenciadel nmero de caballeros y damas era evidente. Bueno, laverdad es que no le importaba, todo lo que quera era unadistraccin para largarse de all.

Felipe Cruz no sali al jardn, no despus de su accidental

encuentro con ngela Paredes. Se qued para contemplarla y,esbozar una sonrisa cada vez que la vea hacer un mohn cuandola seora Paredes no le prestaba atencin. Le gustaba lo quevea, slo haba un problema, era una mujer con pocaexperiencia.

Por lo que haba escuchado de ella, nunca la hubieraimaginado as. Era una mujer que diriga una empresa,demonios! Cmo haba conseguido consolidarla desde cero?

No tena carcter y su apariencia no inspiraba liderazgo. Nolograba imaginrsela dando rdenes.

Ah, s! Tambin estaba la desaprobacin de la seoraParedes. Haba notado claramente que no le haba gustadoencontrarlo con su hija. Seguramente conoca bien su

reputacin. Pero, entonces, por qu lo haba invitado? Eraobvio, no? Su familia an era importante. Todava nadie


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conoca su inminente bancarrota y, mientras estuviera en susmanos, seguira siendo as. Los Cruz volveran a ser poderosos,

no importaba a costa de quien.

ngela se escabull a la menor oportunidad. Un buennmero de personas se haba amontonado para conocerla,seoras ansiosas que lo nico que queran era escudriarla dearriba a abajo. Su madre se entretuvo tanto con ellas que, en un

pisps, con una tonta excusa, se apart del grupo.Estaba a punto de salir de all cuando tropez con una

jovencita unos diez centmetros ms alta que ella. Era muyhermosa. Sus ojos verdes parecan esmeraldas, y ese pelo tannegro los resaltaba con tanto bro.

-Lo siento, iba un poco despistada dijo al percatarse que sehaba quedado contemplndola.

-No se preocupe respondi la joven cortsmente-. Yotambin iba distrada. Estoy buscando a ngela Paredes, mehan dicho que anda por aqu. Usted la conoce?

ngela se ruboriz y mir por encima del hombro izquierdode la joven. La puerta que la refugiara de toda esa pantomimaestaba a menos de dos metros. Volvi a fijarse en la muchachade los ojos verdes y decidi que prefera su compaa a pasar unminuto ms en ese lugar.

-Deje que me presente, ngela Paredes musit con unamedia sonrisa. La cara de la joven se ilumin. Pareca que iba apegar un grito de victoria -. No llame la atencin, por favor.Ahora mismo lo nico que quiero es abandonar este lugar. Siquiere, puede acompaarme.

Patricia Cruz asinti invadida por la curiosidad, pero, sinllegar a entender porque la anfitriona quera abandonar su fiestade cumpleaos.

-Sgame.


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ngela senta las pisadas de la joven mientras caminabahacia su despacho, as que no se preocup por mirar atrs ni una

sola vez. Slo cuando estuvieron dentro de su despacho, segurasy con la llave girada, se dio la vuelta y sonri a la joven quetena delante.

-Esto es muy raro, verdad? Debes pensar que estoy loca.-Bueno, estoy segura que hay una muy buena explicacin

respondi, y sonri tambin.-Sentmonosdijo sealando el sof-. Veamospor donde

empiezo susurr ngela-. Vers, mi madre ha preparado esagran fiesta para m-. Observ a la joven un momento,debatindose si contarle o no los verdaderos motivos de suhuda-. No me gusta la ostentacin, lo que quiero decir es queno estoy acostumbrada a esos ambientes.

-Entonces, si ests intentando adaptarte, no deberas estarall?argument la joven.

ngela sonri de forma traviesa esta vez.

-Tienes razn, pero, vers, los motivos de esa fiesta son losque me alejan de all. Mi madre quiere que busque marido! exclam con voz aguda, como si acabaran de darle un pisotn.

-Entiendosusurr la joven intentando asimilarlo-. Es decir,no quieres casarte y por eso evitas la fiesta ngela asinti-. Ytu madre lo sabe, pero no le importa.

ngela volvi a asentir.-Llegamos a un acuerdo, le dejaba hacer la fiesta y, a

cambio, dejaba de sermonearme con encontrar marido guiun ojo pcaramente-, pero no hablamos si deba estar presente.-Mi madre tambin es muy exigente. Siempre acepta

invitaciones a mi nombre para que me vea obligada a asistir. Noentiende que prefiera mil veces quedarme en casa leyendo unlibro mir las estanteras que haban all-, y parece que a titambin.

-S, es uno de mis pasatiempos favoritos manifest

orgullosa.-Bueno, an no me he presentado, Patricia Cr


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ngela interrumpi a su invitada con un ademn. No seequivoc. Se escuchaban pasos aproximndose. S levant, se

acerc a la puerta y peg un brinco cuando el picaportecomenz a moverse.

-ngela Paredes, abre la puerta ahora mismo!La aludida hizo un gesto a su invitada para que se levantara.-Es hora de irnos susurr-. Slo yo conozco esto, espero

guardes el secretole pidi mientras se acercaba al nico trozode pared que no estaba cubierto por libros.

Alarg la mano hacia la estantera de la izquierda e hizo elademn de coger un libro. Sucedi como en las pelculas, elmuro se desliz hacia arriba, dejando a la vista un pasillo en

penumbras.Como no haba tiempo que perder, ngela comenz a

caminar por el corredor y, para su suerte, su invitada se peg aella. Pronto, todo se qued en penumbras, y la joven se aferrcon fuerza a su brazo.

-No te asustes, conozco muy bien el camino le asegurdndole palmaditas en la mano.En menos de un minuto, llegaron a una habitacin al puro

estilo victoriano, la estancia preferida de la seorita Paredes.Un juego de sofs reina victoria y una mesa baja decoraban

el centro de la estancia. Junto a una de las paredes haba unabanqueta y, sobre ella, un hermoso cuadro de un paisaje florido.Las cortinas eran muy detalladas y combinaban con toda la

habitacin. En otra pared se poda ver una antigua vitrina conun delicado juego de t, vasos, copas y otros adornos.-Est es mi habitacin favoritadijo dirigindose a la vitrina

y sacando dos vasos-. Qu quieres tomar?-Un refresco estar bien, gracias.Las jvenes cogieron confianza enseguida. Pasaron casi dos

horas charlando de msica, libros y lugares que haban visitado.Patricia le coment su nerviosismo por empezar la

universidad y, ngela, las ganas que tena de tomarse unas


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vacaciones. Quien poda ocupar su lugar en la empresa era loque ms le impeda hacerlo.

-Es un tema delicado murmur pensativa-. Tiene que seralguien de confianza. Puedo preguntarle a mi hermano. Estoysegura que debe saber de estas cosas.

-No, no es necesario. Ya encontrar una solucin dijoincmoda. No le gustaba recibir ayuda de nadie, y deber favoresdespus-. Sera muy

-Nada de esola ataj sonriente-. Ya vers que es ms fcilde lo que parece.

-Gracias, Patricia.-Paty, llmame Paty.-Est bien, Patysonri-. Y t, llmame Angy.Patricia desvi la mirada al reloj antiguo colgado en la

pared.-Bueno, ya es muy tarde. Mi madre y mi hermano deben

estar preocupados se levant-. Por qu no vienes a visitarme

maana?ngela quera volver a pasar un rato agradable con esajoven, le haba simpatizado mucho, as que aceptentusiasmada.

-Espero que no sea muy tarde si me presento a las seis de latarderespondi.

-Claro que no, puedes quedarte a cenar.-Graciasla sonrisa de Angy fue nica.

Patricia estaba contenta de haber encontrado una personasincera, con la no haca falta hablar de trivialidades. Tenamuchas ganas de afianzar esa amistad.

Despus de dejar a Patricia frente a la puerta por donde sehaban escabullido, ngela regres a su habitacin.

Seguramente la fiesta ya haba terminado. Estaba satisfecha dehaber pasado la velada con esa joven, Patricia


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Vaya, no conoca su apellido!Mientras se preparaba para ir a dormir, ngela repar que

Paty le resultaba familiar, pero, lo olvid enseguida cuando sumadre irrumpi en la habitacin.

Estaba realmente molesta. Se mova como una fiera salvajeque acababan de enjaular y, mientras lo haca, no dejaba dereprochar su comportamiento. ngela prefiri no interrumpirla,y asentir cada vez que su madre la miraba.

Finalmente, la seora Paredes se detuvo y la observ con elceo fruncido.

-Qu vamos hacer? No has podido conocer a ningnhombre decentese quej la seora Paredes.

-Mam, ya no te preocupes por eso.El semblante de Caridad Paredes cambi.-Es que has conocido a alguien?-Bueno, s, pero no es lo que pien-Estupendo! Supongo que volvers a verlo ngela recibi

un abrazo y un beso en la frente-. Quiero que maana mecuentes todo. Buenas noches, cario la seora Paredes seapresur en marcharse, no iba a presionar ms a su hija. Si yahaba un candidato en el horno, ahora slo quedaba esperar.

ngela se qued con las palabras en la boca. La prisa con lase haba ido su madre haba sido muy repentina.

Suspir.Maana tendra que bajarla de las nubes. Aunque, si su

cabecita no le dijera que estaba haciendo mal, se lo ocultaratodo el tiempo que pudiera. Quizs un da o dos, para nosentirse culpable y librarse de los sermones de su madre, seranms que suficientes.

Amalgama de Sentimientos 0-1

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