Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo - El Necio Bien Afortunado

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ALONSO DE SALAS BARBADILLO  El Neci o bien afo rtuna do  El Neci o bien afo rtunado

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  • ALONSO DE SALAS BARBADILLOEl Necio bien afortunadoEl Necio bien afortunado

  • [Preliminares] ............................................................................................................................. 3 Captulo Primero ......................................................................................................................... 8 Captulo IICuenta su vida el necio un amigo suyocon la ocasin del suceso referido ............................................................................................ 18 Captulo IIIProsigue su historia y cuentalo que le sucedi en la Corte siendo paje,hasta que sali de este pecado,y varios sucesos en Salamanca. ................................................................................................ 28 Captulo IVCuenta la vida que tuvo siendo juezy despus pretendiente en la Corte ........................................................................................... 39 Captulo VDa cuenta el Necio D. Flixde sus amores con doa Dorotea,que fueron la principal ocasin de este discurso. ..................................................................... 48 Captulo VIExamina el doctor la constancia de Dorotea ............................................................................. 53 Captulo VIIProsigue con el discurso el doctor Ceudo,y dase fin al libro y no la historia ........................................................................................... 59 Captulo VIIIPrenden al doctor Ceudo instancia de sus enemigos ...................................................................................................... 63

  • [PRELIMINARES]

    EL NECIO BIEN AFORTUNADO D. FRANCISCO

    Y D. ANDRS FIESCOCaballeros de la nobilsima Repblica de Gnova.

    AUTORALONSO JERNIMO DE SALAS BARBADILLOVecino y natural de esta Villa de Madrid.

    CON PRIVILEGIOEn Madrid, por la viuda de Cosme Delgado. Ao 1621.

    A COSTA DEANDRS DE CARRASQUILLA

    Mercader de libros

    APROBACIN DEL ORDINARIOHe hecho ver el libro intitulado El Necio bien afortunado, y no hallo en l cosa que ofenda la

    religin cristiana y buenas costumbres, y as doy licencia para que se imprima.En Madrid 31 de Octubre de 1620.

    DR. D. DIEGO VELA.

    APROBACIN DE D. JUAN VARONA ZAPATACAPELLN DEL REY NUESTRO SEOR

    Este libro, intitulado El Necio bien afortunado, he visto por mandado de V. A.: no hallo en l cosa que la piedad cristiana ni la modestia de las buenas costumbres pueda ser de ofensa; antes cada da, en el ingenio de su autor, nuevos mritos, que da siempre ocasiones de admiracin y alabanza. Bien digno es de que V. A. le honre con hacerle la merced que suplica.

    En Madrid 8 de noviembre de 1620.D. JUAN VARONA ZAPATA.

    SUMA DEL PRIVILEGIOTiene licencia y privilegio por diez aos Alonso Jernimo de Salas Barbadillo para que ninguna

    persona, sin su licencia, pueda imprimir este libro, intitulado El Necio bien afortunado, so graves penas, como en el dicho privilegio ms largamente se contiene.

    Su fecha en Madrid en 31 de diciembre de 1620.Pas en el oficio de

    HERNANDO DE VALLEJO,Escribano de Cmara.

    REFRENDADO DE

  • PEDRO DE CONTRERAS,Secretario del Rey nuestro seor.

    FE DE ERRATASEste libro, intitulado El Necio bien afortunado, est bien y fielmente impreso con su original.En Madrid 20 de Junio de 1621.

    LDO. MURCIA DE LA LLANA.

    SUMA DE LA TASAEste libro, intitulado El Necio bien afortunado, est tasado por los seores del Real Consejo

    cuatro maraveds cada pliego, en papel, el cual tiene catorce pliegos, que al dicho precio monta cincuenta y seis maraveds.

    De que dio feHERNANDO DE VALLEJO,Escribano de Cmara.

    En Madrid en 21 de Junio de 1621.

    A D. FRANCISCO Y D. ANDRS FIESCONo es tan ilustre el blasn de los grandes Prncipes que reinando se hacen temer y admirar, como

    el de los caballeros generosos que, con gallarda de nimo, se conquistan noble imperio en los corazones, estableciendo la grandeza de sus hados sobre las voluntades: Monarqua tanto ms digna de estimacin, cuanto es cierto que es prdiga donacin del cielo. Siendo esto verdad, nadie ha llegado poseerla con tan justas razones como vs. ms., que con obras admirables supieron adquirirla, dando en ellas claros testigos al mundo de su nobilsima sangre, de quien dir con brevedad alguna parte de las que yo alcanzo. Es la casa Fiesca antiqusima ilustrada desde sus principios, por haber procedido de ella Pontfices, Cardenales, Condes y muchos grandes varones, que as en el estado eclesistico como en el secular fueron elegidos las dignidades supremas de la Serensima Repblica de Gnova, y justamente colocados en el sublime trono del sagrado Imperio Romano.

    Su calidad recibe el origen de Alemania, pasando su noticia Francia, y con no menos admiracin Italia y Espaa, donde se precian de tener ramos, que en sus provincias florezcan eternamente, de tan generoso rbol. La casa Justiniana tambin lo es de ms de cuatrocientos aos, como tantas historias antiguas lo publican, y una superioridad se les debe por ser caballeros de tan excelsa y admirable Repblica, que el valor de ella compite con los ms dilatados imperios, como lo manifiesta su lustrosa pompa, su autoridad establecida y antigua nobleza, por tantas martimas victorias y belicosos sucesos eternizada. Y el seor Sinibaldo Fiesco, que de estos insignes triunfos goza su merecida parte, es padre de vs. ms.; varn tan generosamente conocido, como la Corte lo confiesa, por la estimacin que hicieron de su vida y el sentimiento que tuvieron de su muerte, de quien fue digna compaa la seora Doa Tomasina Justiniana, cuya ejemplar vida resplandece siempre tan altamente en las virtudes. De tales fuentes en su claridad proporcionadas, traen vs. ms. su nacimiento dichoso, haciendo cada da en sus obras indubitable fe de su nobleza, siendo tales que aun halagan los nimos de sus mayores mulos, que vencidos de la razn alaban sus entendimientos singulares, viendo que en tan floridos aos poseen sazonado y maduro fruto de prudencia, haciendo con la liberalidad el piadoso oficio de la Providencia, que con solcito cuidado enriquece de dones la pobreza ms desconsolada; mientras estn tan lejos de la ostentacin vanagloriosa, que no buscan ms premio del hacer bien que el gusto de verse ocupados en tan digno empleo. Oh cmo extendiera yo el vuelo y dilatara la pluma en este campo ameno y tan ilustremente adornado de sus merecimientos, no conocer que todos los colores que puede dar el pincel de la Retrica son ornamentos pobres y desnudos para vestir tan ricas obras! Estas me obligan; que en todos tiempos me consagr vs. ms.,

  • ofrecindoles ahora este pequeo libro, confiado en el nimo grande de vs. ms., quien guarde nuestro Seor por largos siglos, tan prsperamente dichosos como yo su servidor deseo.

    En Madrid 20 de Junio de 1621 aos.

    DE D. JULIN RABASCHEROSONETO

    Este de erudicin campo florido,Cuyo (en mtrico acento desatado)Numeroso cristal, hoy ha limadoCuantas flores engendran Pafo y Gnido,Sonora es suspensin del Dios mentidoEn dulzuras del pjaro nevado;Culta es admiracin del que ha dejadoEl dulce leo en Delfos suspendido.T, que lira de nieve, plectro de oro(Ceido Salas de laurel y oliva)Suave envidia das, vences sonoro,Canta, y muda tendrs la voz altivaDel que inspirado del Aonio coroFrigia llama cant con tropa Argiva.

    TOMAS SIVORIEN ALABANZA DE ALONSO DE SALAS

    SONETO EN TOSCANOVedo la fama gir nel' alto cielo,Che la voce di Alonso spiega intorno,Ch' a noi rimena assai pi vago il giorno,Mentre disgombra a gli occhi nostri il velo.Indora il verdeggiante e lieto steloLa chiara luce, ch' al bel sol fa scorno;E mentre sorge il fortunato adorno,Contemplo i raggi dil suo nobil zelo.Et indi ascolto il pletro, e '1 dolce suono,Che per le orecchi mi rapisce il coreQual divo Orfeo, con real decoro;Ma se il suon mi rapisce, il bel tesoroI suoi bei raggi infonde al mi splendore,E assai pi da che non toglie il suo dono.

    D. DIEGO CARRILLO DE MENDOZASONETO

    Suspendi dulcemente tristes penasImpelido valor, si ruego al cultoDemtrico en las aras su bultoLira sacrific, rompi cadenas.Obeliscos esfricos, almenasHospedan de ciudad, que el pastor culto,Si remoras acentos forz oculto

  • Materia al muro aun de terrestres venas.Etreo asiento simulacro ofreceA las treguas que puso su tormentoMemoria observan del tebano Piras,Honras debidas al que ms merece,Oh Alfonso! ti de nuestra edad portento,Lustre de Iberia, pues Apolo aspiras.

    SEBASTIN FRANCISCO DE MEDRANOLIRAS REALES

    (Advirtese que empiezan los versoscon las letras del nombre del autor.)

    A tus divinas sienes Luciente Apolo cia de esmeralda, Oh t! que slo tienes Nombre de Sol en la Elicona falda, Siendo tu nombre al suelo, O gloria de la luz, luz del cielo. Generoso y bizarro Estatuas de oro el tiempo te levante, Rindindote su carro, Olvidando Virgilio, al Tracio amante, Nunca tu entendimiento Ingrato el bronce de inmortal aliento, Mudo el cielo te alabe, Oyendo de tu voz la armona, Dulce, sonora y grave; En cuanto el aire purifica el da, Ser mayor la gloria A cuantos celebraron tu memoria. Los libros que has escrito Alas sern que toquen las estrellas, Si bien su gran distrito Breve alfombra ser para tus huellas, A quien por tu elocuencia Respeta el Sol, admira y reverencia; Vuelen de gente en gente, Acreditando de Madrid el clima, Donde dichosamente Ingenios nacen de tan alta estima; Llore la envidia fiera, O viviendo por ti tu sombra muera.

    DE ANDRS DE CARRASQUILLANATURAL DE CRDOBA

    Con vuestros rayos de oro,Los de Febo y su belleza,Hacina vuestra grandezaHoy en el celeste coro;

  • Vuestro ingenio es el tesoro,Donde cualquiera valiente,Para ser ms eminente,Imitaros solicita;Que vuestra luz le habilitaY le hace ms excelente.

    AL NECIO Y PRESUMIDO LECTORQu cierto es, necio y presumido lector, que en leyendo el ttulo de este prlogo hars muy del

    melindroso y volvers la hoja, como dando entender que no habla contigo, declarndote ms en lo mismo que piensas encubrirte; con que vendr haber escrito estos renglones en vano! Mas por si acaso alguna vez divertido pusieres en l los ojos sin saber lo que te haces, cosa que muchas veces te sucede, te ruego que adviertas en cunta obligacin me quedas para todas las ocasiones que se me ofrecieren contigo, por haber intentado ser en sta tu cronista, bien que mancamente, porque yo no soy hbil para referir todas las necedades que t eres poderoso para hacer. Corrige este retrato contigo propio, que eres el original, y enmindale de las imperfecciones que ha tenido en copiar tus imperfecciones; censrame, si eres crtico, con escandalosos visajes; flchame con las ignorancias de alguna venenosa apologa; estrgame las mrgenes con necedades pedantescas: que todo ser darme materia para la segunda parte de tu historia, aunque antes saldr el prometido Don Diego de noche, cuyos pasos seguir La Incasable mal casada, y los de sta, El Cortesano descorts, pesar de algunos hipcritas holgazanes, que tienen por ms virtud roer las haciendas y vidas ajenas, que darle al mundo, con ingenio y sal cortesana, sutil, apacible y honesto entretenimiento.

  • EL NECIO BIEN AFORTUNADO

    CAPTULO PRIMERO

    Madres, las que tenis hijos necios, odme todas, si ya no parece licenciosa ambicin solicitar tanto nmero de oyentes. Recibid el parabin de vuestra felicidad. Oh tres y cuatro veces venturosas las que disteis al mundo fruto de majadera, satisfechas consigo mismas y consoladas! De tales partos se os seguirn lucidos honores y estimaciones grandes. Desengaaos, y advertid que en todos tiempos quien enriquece, quien honra, quien levanta un linaje, es un hijo necio; porque la fortuna apadrina sus imperfecciones y halaga sus desaciertos, por hacer ostentacin de sus fuerzas en lo ms indigno.

    Mas qu cierto es que no estis vosotras dudosas de esta verdad, pues habis multiplicado tanto el nmero de los ignorantes!

    Ea! Califiquemos nuestra opinin con una historia verdadera, sucedida en nuestros tiempos, y por eso ms sabrosa.

    Digo, pues, que en nuestra edad hubo un gentil majadern, que fue milagro conocerle por tal, por ser hombre tan entregado los libros, que ms pareca letra que dueo de ellos. Fue la dicha, que se acompa con un socarrn hijo de vecino de Madrid, su nombre D. Leonardo de Vargas, y con un arrogante andaluz, pretendiente, llamado el Ldo. Campuzano, que traa todo un Lucifer en la cabeza y se perfumaba con azufre el rostro para hacerle plido; dejaba crecer la barba, afectaba severidad, engulla la risa, arqueaba las cejas, y con esto, y menear la cabeza de cuando en cuando y decir bien est y algo dice, pasaba por el ms sabio del mundo. Su mayor asistencia era en las libreras, particularmente en una que hay enfrente de San Felipe, donde entonces se solan juntar grande nmero de curiosos de buenas letras.

    Aqu, pues, concurrieron una tarde, vspera de Navidad, los dos amigos, socarrn y arrogante. Y despus de haber registrado las mejores maravillas de la hermosura, que entonces paseaba la calle Mayor en diferentes coches, obligles el ocio de los ojos pedir entretenimiento la lengua. Acordse D. Leonardo de preguntar al Licenciado por el Dr. Ceudo, un hombre bien opinado en lo crespo de las letras; respondi que haba muchos das que se hurtaba aquel concurso y que tema estuviese ausente enfermo.

    Cierto que me pesara replic D. Leonardo porque siendo esta Corte tan copiosa de todas las cosas de gusto, no tiene ninguna que me lo d tan grande como ver que an hay en ella quien la fertilice de risa, cual es ese Doctor, por quien mejor que del otro Emperador se puede decir que naci para el regalo del gnero humano. Yo pienso que si este hombre hubiera nacido en la Repblica de los atenienses, que le alimentaran de gastos pblicos en el Prytaneo, como hacan todos los varones quien reconocan alguna deuda. Hay cosa que importe tanto en una Repblica como la risa? Todos los cuidados de la vida van encaminados este fin. El ambicioso pierde el sueo; el codicioso, el juicio; el fcil, la hacienda y honra, slo por este idolillo, por el gusto, cuyo mayor testigo es la risa. Qu tena Epicuro que quebrarnos la cabeza, examinando cul era la mayor felicidad, sabiendo que haba risa en el mundo: que cuando no tuviera otro abono de su parte ms de que ningn hombre, mientras est risueo y alegre, ha hecho delito que merezca ceo, le bastaba para llamarse el mayor bien de tejas abajo? Qu virtud no se halla en un hombre alegre? Luego le veris liberal, y luego apacible, corts, agradecido, entretenido, cuerdo; finalmente, agradable. Hasta hoy se ha visto hombre melanclico que no tenga alguna falta que le ocasione la melancola? Filsofo hay que funda en la razn natural los delitos feos, y piensa que proceden de la melancola. Tengo por sin duda que si hubiera muchos hombres de stos en el mundo, hubiera pocos vicios.

  • No diga eso v. m. replic el Licenciado muy enojado. Psame que lo diga un hombre tan bien entendido. V. m. no echa de ver que la demasiada alegra afemina los nimos y que es indigna de un varn prudente y sabio?

    Qu llama v. m. afeminar los nimos? dijo D. Leonardo. Yo he ledo que los lacedemonios llevaban sus batallas instrumentos msicos, bailes y canciones alegres con que, recreados primero los soldados, acometan despus en los encuentros con ms gallarda: ahora sabe v. m. que el temor y la tristeza andan juntos. Por qu piensa, que no se cuenta, que ningn borracho huyese jams en las pendencias que cada instante les ocasiona el vino? La alegra de aquel dulce licor es quien los anima y esfuerza. No suelen decir cuando una persona est triste que tiene apretado el corazn? Luego, al revs, cuando est alegre, le tendr desocupado y libre.

    Ahora, Sr. D. Leonardo, eso es meternos en Filosofa dijo el Licenciado, y no es para este lugar: ms despacio hablaremos de esto en otra parte; que le prometo que tengo hecho un trabajo sobre este punto que se ha de holgar de verle.

    De esta manera se escapaba de los aprietos nuestro arrogante; y vindose desahuciado de respuesta D. Leonardo, le dijo:

    Si v. m. quiere tener buenas Pascuas, vngase conmigo ver al Dr. Ceudo, que yo s su posada, y ver el mejor hombre que ha visto en su vida.

    Vamos norabuena dijo el Licenciado, que ya yo tengo noticia de l y l la tiene de m, y le prometo v. m. que si no se singularizase en algunas opiniones, que muestra un ingenio muy delgado y no estril elocuencia, que es el mayor esmalte de un dorado ingenio; mas l ha tomado el camino de la alabanza por el atajo, como dicen, que es diciendo mal de todos y contradiciendo lo bien advertido de otros. Hay hombres de stos que no les parece bien delgado concepto, si no toca en hereja no se dice en lengua remendada adrede, como capa de pobre; mas all se lo hayan, que lo que entiendo es que no se entienden; que por donde piensan dilatar su fama la han de acortar, porque sus obras han de morir con ellos mismos, porque faltando quien las lea con glosa, ha de faltar quien las oiga con paciencia.

    Iba D. Leonardo divertido, y con decir, ya que le pareci que paraba el trueno, all dars, rayo, cerr la conversacin y llegaron la posada del Dr. Ceudo: llamaron la puerta; respondi un mozuelo, al parecer paje del Doctor:

    Dice mi seor que no est en casa.Rieron mucho la simpleza, y replicando que le dijese como estaba all el seor Ldo. Campuzano y

    D. Leonardo, fue con el recado el mozo, y antes de abrir la puerta replicles que quin era el Ldo. Campuzano.

    Aqu pens perder el juicio el buen Licenciado, y acometiendo decirlo D. Leonardo,No lo diga v. m. dijo l, que mis obras lo dirn algn da; y si hasta hoy no he dado

    muchas la estampa, ha sido detenido de mi modestia. Esto nos perdemos los forasteros, que por mucho que nos hayamos quemado las cejas, no tiene nadie noticia ni aun del humo, con ser tan licencioso. Mucho me espanto que el seor Doctor dude quin soy, pues en ms de una conversacin lo puede haber sabido.

    No se enoje v. m. replic el rapaz, que no es el Doctor, mi seor, quien lo duda, sino yo solo, que tengo orden suya para negarle todos los que no fueren de su profesin y entretenimiento, y aun ahora no sabe que estn vs. ms. aqu.

    Eso creo yo muy bien, dijo el Licenciado; y mesurndose un poco, pasaron un zagun pequeo y una antesala bien socorrida de sillas, bufetes y esculturas y pinturas, y habiendo acercado el odo el paje la llave de una puerta que estaba cerrada, dijo:

    No es ocasin ahora de ver mi amo, porque est meditando voces: entretnganse vs. ms. aqu un rato, vulvanse por ac otro da; que yo dir como han venido hacerle esta merced.

    Entretengmonos con lo mucho que hay aqu que admirar dijo el Licenciado, que yo vengo tan deseoso de verle, que dar por muy perdido el tiempo que no diere su conversacin.

  • As estuvieron deleitando los ojos en varias pinturas. Mas temiendo D. Leonardo algn desatino del Licenciado, acercse la puerta para ver si podan entrar. Repar en que estaba la llave de la parte de afuera; y como no hubiese quien se lo estorbase, porque el paje se haba salido de all mucho rato antes, abri, y haciendo sea al Licenciado, entraron juntos una pieza muy curiosamente hermosa de libros, pinturas, maravillas de vidrios de Venecia y barros de Estremoz, muchas curiosidades muy graciosas de bronce y de papeln.

    Apenas entraron, cuando de golpe se volvi cerrar la puerta con llave. Estaba el aposento poco claro, porque, aunque era de da, tena cerradas las ventanas, y slo le daba luz un candil de tres ojos.

    Al ruido de la puerta, se levant el Dr. Ceudo, que estuvo hasta entonces suspenso con un libro en la mano.

    Beso las manos de v. m., dijo el Licenciado.Arrug la frente el Doctor, y con un tonillo melindroso, sin responder la cortesa, dijo:Hola! Vulgo fuera!Apenas pronunci esta voz, cuando, sin saber por dnde, vieron venir dos hombres de

    desesperada grandeza, vestidos lo romano, enfaldados los brazos y piernas, su tez negra y vellosa, coronados de unas sierpes enroscadas; traa cada uno una gentil penca en la mano, con que mostrando enojo celebrado de varios y disformes gestos, dieron sobre el pobre Licenciado, con tantas ganas, que le quitaron como por la mano las que traa de ver al Doctor.

    Hallronse aturdidos los visitadores de ver semejante visin, y mucho ms el Licenciado, que la palpaba con sus costillas; decan ambos entre dientes todo el calendario: no pensara nadie hasta entonces que el Licenciado saba tanto de historias de santos.

    Hizo all el miedo bizarra ostentacin de su saber: invocaba San Antn con grandes veras y San Jernimo, y todo el Flos Sanctorum le vena estrecho. Parecile al Doctor que estaba bien castigado; hizo una sea los verdugos, y al instante se hundieron en el propio aposento.

    A dnde me ha trado v. m., Sr. D. Leonardo? Qu infierno es ste? No pens que estaba en la Corte tan cerca del infierno.

    Le prometo v. m., seor Licenciado, que yo tambin he sido engaado en esta venida; que nunca pens que un hombre tan cristiano como el seor Doctor diera en hechicero.

    Sosiguense vs. ms. dijo entonces el Doctor con voz severa; sosiguense y sintense, que hay mucho que decir ese propsito.

    Por escrito podr v. m. satisfacernos, si fuere servido; que no es esta conversacin para de asiento.

    Esto deca, acercndose la puerta y haciendo sus diligencias para abrirla; mas no pudo, porque, como dije, estaba cerrada con llave.

    Aqu pens morirse el afligido Licenciado; mas viendo que no poda llevarse aquello por voces, en lugar donde las cortesas se responda con pencas, hizo, como dicen, de la necesidad virtud. Ablandse, y sentronse todos tres, como si tal no hubiera pasado. Prosigui el Doctor entonces:

    Yo, seores, en mis primeros aos, como lo sabe el mundo, fui poeta cmico; hice algunas comedias que, impresas despus, fueron asombro de Italia, Alemania y Francia: eran todas de estilo, lenguaje y espritu levantado, muy bizarras de novedades, muy pomposas de versos y muy floridas de conceptos; mas como el vulgo no dilata el vuelo de su discurso tan levantadas esferas, y es su centro la ignorancia, comenz extraar la lengua como extraa, la traza como extranjera y los versos como peregrinos. No par aqu el desprecio. Silbronlas con descarados silbos, y fueron tantos y tan fuertes, que levantaron borrasca en mi opinin, que la aneg en profundo desprecio hasta hoy da.

    Qued yo del caso, como el mercader codicioso que, habiendo pasado las Indias y cargado las piedras de mayor precio, llegando de vuelta al puerto, donde pens satisfacer la sed de sus deseos, vendiendo dichosamente toda su riqueza, ganada ms precio de peligros que cambio de hacienda, naufrag el opulento navo, tropezando en oculta pea, que acechaba entre las ondas su destrozo, y desperdicindose entre las aguas sus diamantes, plata, cristales y perlas, no le queda ms que el

  • escarmiento, de que an no desdeoso procura salvar su vida, confindola una tabla, pensando que an lleva riquezas al puerto de sus desengaos.

    De stos me val, y puse silencio mi inclinacin, mas no mi enojo: ste, que me durar toda la vida, me ense la venganza contra el inquieto y brbaro vulgo. De aqu me naci la contradiccin que tenazmente hago todas sus cosas. No hay palabra aprobada por esta bestia que yo no juzgue hereja. No me pareci bastante mi ingenio para tan grande enemigo, y andando atormentado de este cuidado, supe cmo haba llegado esta Corte un famoso hechicero, conducido de cierto poderoso, para facilitar ambiciones hidrpicas. Tuve suerte en tener entonces un amigo, que lo era ntimo suyo. Este me llev verle; apadrin mi intento; djele cmo era de tener algn familiar que, imitacin de aquel demonio de Scrates que le deca la oreja muchos de sus atrevimientos dichosos, como escriben Platn, Plutarco y Apuleyo, me advirtiese m razones y modos con que contradecir al vulgo y sus dislates.

    El oro, los ruegos y cierta conformidad aconsejada por las estrellas, le hicieron corts la voluntad, de manera que me dio un anillo con tales conjuros labrados y en tal influencia de estrellas hecho, que tiene vinculada virtud, para que todas las veces que yo le moviere en este dedo del corazn y pusiere el sello, en que est esculpida la imagen de Saturno, hacia fuera, vengan los demonios necesarios mi intento. Estos unas veces parecen en la forma que ahora han parecido; otras veces, sin tomar forma alguna visible, me dicen la oreja razones y argumentos jams imaginados de ingenio humano, para contraminar las opiniones del necio vulgo. Mas nada tienen que tanto merezca mi agradecimiento, como una virtud que he experimentado, y es que nadie los ha visto hasta hoy que no lo guarde en perpetuo secreto, si lo publica, no padezca grandes martirios de sus manos. V. m., seor Licenciado, entr ahora con una necedad del vulgo temeraria, diciendo que me besaba las manos. Qu quiere decir en esto? No echa de ver que es disparate?

    Seor mo replic el Licenciado algo turbado: besar la mano es seal de obediencia, es confesar superioridad.

    Bien estoy con eso dijo el Doctor: besar la mano seal es de vasallaje sujecin; pero decir que besa las manos y no besarlas, es cosa muy diferente. Sepa saludar. Nunca Dios le d salud! Imite la prudencia antigua, que con un salve saludaba, que quiere decir lo mismo que el Dios os guarde que usan los entendidos; mas por ser primerizo, no quiero apretar ms la mano. V. m. se enmendar, lo menos cuando se hallare con gente culta.

    Esta es cortesa tan recibida en el vulgo dijo el Licenciado, que pareciera temeridad apartarnos de ella.

    De manera replic el Doctor, qu slo con que la usa el vulgo le parece que est bien apadrinada? Mire qu Platn Aristteles alega por padre! Ahora dejemos esto, y dgame v. m. qu es lo que le trae este pobre albergue.

    Slo dar v. m. las buenas Pascuas dijo el Licenciado; y al mismo punto, haciendo otro melindre el Doctor an hay ms vulgo! se vio levantado hasta el techo en una como nube manchada de pardas sombras, vueltas de muchas llamas confusas, con larga copia de humo. No qued entonces con nimo ni aun para pedirle los Santos. El aturdido Licenciado qued plido y desmayado, sin poder ni aun despedir el aliento.

    D. Leonardo, que vea al compaero tan cerca del techo que quitaba las telaraas las vigas con la cabeza, pens que an l no estaba seguro con su silencio. Hinc ambas rodillas, puso las manos, arque las cejas, clavle los ojos entre respeto y miedo, y dijo:

    Seor Doctor, este caballero ha venido en confianza ma; es un grande apasionado de v. m. ingenio digno de mayor estimacin; es forastero y recin venido; no est en las leyes que v. m. ha puesto los entendidos: srvase, por quien es, de perdonarle algunos descuidos y de publicar la ley antes que la pena.

    Vlgale su forastera dijo el Doctor.Y al punto se deshizo todo aquel nublado.

  • Apese el Licenciado de aquella dignidad por fuerza. Quedse en la silla en que estaba, sin color ni pulsos.

    Gentil bisoera! dijo el Doctor. Es decir, que me viene dar las Pascuas, como si ellas no hubieran llegado dos das antes! Y si dice que me las viene dar buenas, cmo piensa hacerlo? qu pavos capones me trae? qu buenas nuevas? Sabe lo que dice? No es temeridad decir lo que no siente, sentir lo que no dice?

    Seor Doctor, por las llagas de Dios dijo D. Leonardo, que le deje v. m., sino, es darle garrote, para que vuelva del desmayo.

    Ms le cost Platn la sabidura replic el Doctor: no importa pase por estos trances, que por mayores peligros pas aquel sabio, pues naveg la mayor parte del mar y rode lo ms de la tierra.

    Ya haba vuelto el Licenciado de aquel aturdimiento, y deca como si hablara entre s:Oh cunto me cuestas, virgen hija de Jpiter y madre de la verdad! Sacra sabidura, cunto

    me cuestas! Mas quin dio alcance al oro sin romper montaas de piedra? Quin lleg las Indias sin pasar los miedos del mar? Bien empleados peligros, dichosas solicitudes que me facilitaron tan gran tesoro de verdades! Basta! Que es cierto cuanto como entre sueos he pensado de Zoroastres! Basta! Que es poderosa la magia para tales transformaciones! Basta! Que los demonios andan entre nosotros, lado lado, y no los conocemos! Basta! Que Madrid est tan cerca del abismo que respira por ella sus alientos de fuego! Oh grande nobleza del alma, que tiene su imperio los infernales espritus; su imperio, aun no bien declarado, sino por seas y entre dudas, se mueven estos demonios, y al instante toman formas de jayanes para obedecerla! Sabio Doctor, no creas de mi ingenio que ha de concebir enojos de lo que merece gracias. Yo tena alguna noticia de tu ingenio, pero pequea y no comparable la experiencia que me has dado; si antes dese verte como orculo, si te aplaud antes, slo atento tu opinin, y opinin tan corta, qu har despus de haber experimentado tus maravillas? Hombres como t desprecia el vulgo; varones tan excelentes no vener; olvida el uso y gloria de las estatuas en tiempo que t vives. Qu mayor muestra de su ignorancia, de su envidia, de su barbaridad? Yo, lo menos, para serle porfiado enemigo, no he menester ms agravios que los que tu ilustre ingenio ha hecho, pues en l estn injuriados todos los ilustres ingenios; todos les cabe, si no el golpe de este agravio, lo menos el eco. Que de la manera que el laurel que se da un benemrito, corona igualmente todos los que lo son, as el castigo injurioso los afrenta igualmente. No quiero pedir que me tengas en tu gracia, porque yo me contento y tengo suma felicidad servirte siempre sin ms correspondencia, porque fuera desprecio de tu ingenio pedirle que no sea ingrato.

    Jurara yo dijo el Doctor, que amigo del Sr. D. Leonardo haba de imitarle en el ingenio: nunca creci la amistad entre desiguales. Yo condeno mi clera en no haber dado lugar que v. m. hablase; que es, sin duda, que le conociera al punto, y le hubiera dado el lugar que merece en mi estimacin.

    Ya que se acab la borrasca dijo D. Leonardo, dgame v. m. cmo est.Apenas dijo esto, cuando de un salto se puso su lado un mono de terrible cuerpo, jugando con la

    cola y cocando con extraos meneos: traa en la mano un orinal de vidrio lleno de aguas menores.Qu manda v. m.? dijo con gentil donaire D. Leonardo. Pues sabe cun dcil soy para

    qu me quiere ensear, tan costa ma, cosa que tengamos otra escarapela?Esto deca, y el mono porfiaba ponerle el orinal delante de los ojos y muy cerca de ellos; tema

    el pobre caballero que se lo quera dar beber, y aun estaba determinado no replicar temiendo mayor castigo. Tomle para obedecer, y ya le acercaba la boca, diciendo:

    Fuerte cosa es que use v. m. tan mal de nuestra paciencia, por ser sus amigos y tan apasionados. Pudiera burlarse ms cortesanamente y mereciera, en los mismos desprecios, mucho agrado de nuestra parte; mas estas burlas no se pueden hacer con un pcaro.

    V. m., Sr. D. Leonardo, no me pregunt cmo estaba? dijo el Doctor. Con qu intento me lo pregunt?

  • Con qu intento lo he de preguntar sino de saberlo? replic D. Leonardo.Pues eso, cmo se puede saber mejor que mirando la orina? dijo el Doctor. Y si eso no

    basta, pregntelo al pulso con los dedos.No es mejor y ms fcil replic D. Leonardo, preguntrselo v. m. y que me lo diga?

    Cierto que es terrible!No, seor dijo el Doctor: ahora est en eso, porque yo estoy en la cama plido y flaco

    cuando me lo pregunta, alegre y gordo sentado en una silla, como estoy ahora. En el primer caso, no hay que preguntar si tengo salud: que la fisonoma dice que no la tengo; pues si esto es cierto, la pregunta no viene desear saber eso, sino en qu estado est el humor que causa mi enfermedad, si est de partida si de asiento. Esto no hay enfermo que pueda saberlo para decirlo: slo la orina y el pulso entienden de esto. En el segundo caso es ms necia la pregunta, porque es fiel el rostro lo que queda en el cuerpo, y entonces no hay que preguntar por la salud, porque l lo dice y merece crdito, por ser lo ms noble de nuestro cuerpo, es infiel, y, pareciendo alegre y gordo, encubre malos humores, y tampoco entonces puede responder ni dar razn de su salud; porque las enfermedades que prometen salud en el rostro y liberalidad de los miembros son tan traidoras, que no slo engaan los dems, sino al mismo que las padece. Segn eso, es tan oculto dueo, que ni l tampoco podr responder esa pregunta. Luego forzoso es que de aqu adelante se pregunte eso tomando el pulso pidiendo el orinal: vulvasele v. m. ese enfermero mo, si ha conjeturado ya el estado de mi humor.

    S, por cierto dijo D. Leonardo dndosele: bien he conjeturado el humor de v. m., que le gasta bueno.

    No le gasto, Sr. D. Leonardo replic el Doctor; mire v. m. cmo habla: yo no le gasto, sino emplele, y est en lo que dice. Gastar buen humor es de habladores, que hablan con buen humor sin aprovechar con l: eso es gastar propiamente. Emplearle es de hombres discretos que acaudalan siempre con l, agrado y aplauso en los oyentes, ensea los descuidados, como yo ahora vs. ms.

    Ya se haba desaparecido el mono, y estaban ms alentados los dos amigos; dijo el Licenciado:No me dir v. m. qu es la causa por qu un da tan alegre est tan encerrado en su aposento, y

    con luz artificial cuando la da el sol tan esplndida todo este hemisferio? Mil das ha que he notado que no frecuenta v. m. aquel pedazo de la calle Mayor, como sola. Qu novedad es sta? Que en los varones generosos cualquier mudanza arguye fuerte razn y valiente, pena de fciles.

    Mucho me ha preguntado v. m. dijo el Doctor, mucho me ha preguntado; y si no estuviera cerrada con llave la puerta, temiera que se me haban de ir antes que acabase de responder. Hay mucho que decir en eso. Vs. ms. ya habrn comido: de aqu las nueve de la noche hay muchas horas; no ser mala obra entretenrselas. Preguntan vs. ms. por qu estudio con luz artificial siendo de da? Pues si entrara la luz del sol en mi aposento, pudiera yo estudiar? No haba de divertirme considerar que aquella luz naca del sol, y que se aprovechaba de la cortesa del aire para derramarla por todo el universo, y que no slo la daba al mundo, sino tambin las estrellas, y que la luna la aprenda de l, como se ve en los eclipses, y que stos mostraban la redondez de la tierra, porque siendo causa su sombra interpuesta entre el sol y la luna, sta pareca siempre redonda? De aqu era fuerza considerar si estaba el agua sobre la tierra la tierra sobre el agua, y si hacan ambos elementos un cuerpo redondo. Pues cmo se me poda escapar luego de la memoria la opinin de aquel filsofo, que dijo que andaba el mundo sobre el agua como navo? Luego descendiera la del otro, que pens que era ms antigua y ms noble que la tierra, y que era la causa de la generacin de todas las cosas por la parte hmeda, en que se funda la vida. Pasara de ah la generacin de los animales y plantas. Parara en lo segundo, contemplando en la hermosura de las flores, que con tanta gracia y alegra publican la grandeza de Dios. Pensara luego, con Cicern, que cuando no hubiera otros testimonios de que haba Dios ms que la belleza del mundo, bastaba para acreditarle la majestad. Pues cmo me poda olvidar, llegando esto, de ser gramtico y advertir como mundo en latn es lo mismo que adorno en castellano, y que se llama as esta mquina por la hermosura que la

  • adorna? De manera que en ninguna manera pudiera yo estudiar, si viera la luz del da. A lo segundo, por qu estoy, yo lo dir; mas han de tener paciencia.

    Qu llama v. m. paciencia? dijo el Licenciado. Llmela gozo y acertar; est brotando perlas por la boca, y tiene por tan dormida nuestra codicia, que se para despertarla. Prosiga v. m.; suplcoselo, y est seguro de que no da las margaritas los puercos.

    Pensaba el Doctor que s, porque haba visto D. Leonardo determinado serlo con el orinal, y el Licenciado ola haberlo sido con el miedo de las visiones.

    Prosigui, pues, diciendo:Yo, seores, no estoy con estmago para digerir tan grandes yerros como los que miro cuando

    salgo espaciarme ese pedazo de Vizcaya en los muchos que tiene; provcanme el vmito; no puedo sufrirlo, y los que me ven vomitar hacen melindres; pues no tienen razn: que no es de hombres tener tan fuerte estmago, sino de avestruces elefantes, bestias, finalmente. Y si no todos les hacen mal como m, es porque estn criados con ese veneno, como el otro Rey, que no slo no le mataba, mas antes le sustentaba.

    Quin ha de sufrir aquella junta de necios con capa manteo de doctos? Yo bien pasara porque fueran todos necios, que pocos trato yo que no lo sean: lo que me enoja es que lo sean fingiendo ser doctos. Gente maldita! Los dems tontos del lugar disculpados estn con que no saben que hay sabidura en el mundo, si saben que la hay, la desprecian en su opinin y la tienen por una loca; mas que vosotros, que sabis entendis que la hay, y la veneris tanto que os ennoblecis con su apellido, no la sigis ni la veis jams, qu embeleco es este? Si la estimis, cmo no la segus? O si la segus, cmo no la alcanzis? No por falta de plumas, que no ha habido siglo tan dichoso ni tan prvido de ellas, como lo dice tanto nmero de libros: que exceden los cuerpos de los de esta edad las letras de los de aqulla que fue ilustre con tantos filsofos; no tampoco por falta de ingenio: que yo os veo ingeniosos en hallar las faltas ajenas; flojedad es vuestra, vanidad es vuestra, que os ha persuadido que la gloria y felicidad de la sabidura no consiste en ser sabios, sino en parecerlo. Os contentis con vana ostentacin de noticias de libros: alcanzis sta sin ms desvelo que llegndoos la tienda donde se venden y leer los rtulos, y cuando mucho, cansando al pobre librero para que os alcance ste el otro, para consultarlos la primera hoja y saber de ella lo que contiene todo el cuerpo, como por fisonoma.

    Dir v. m., seor Licenciado, que por qu no voy all lo que todos, divertirme viendo la gente que pasa: s hiciera, si yo tuviera paciencia para sufrirlo. Quin ha de sufrir ver all una escuadra de soldadillos guardando el decoro y concediendo toda veneracin muchos que tal vez en aquella parte concurren? Mas volviendo la chusma,- digo: stos, pues, que porque oyeron decir sus abuelos, contando cuentos, que haba guerras en el mundo y que se mataban en ellas unos hombres otros, nos vienen aqu mentir mil hazaas, que aun no saben ellos mismos si son posibles, nunca vieron la guerra ni insignias de ella, y lo peor es que ni aun son aficionados sus estruendos; chase de ver en que, si lo fueran, no vinieran martirizar la Lonja de San Felipe con tanto espacio, porque fue providencia del cielo adunar los grandes trabajos con darnos inclinacin ellos. Yo confieso que son intolerables los de la guerra; mas si hay inclinacin, no pueden serlo: de ah nace que muchos grandes Prncipes que pudieran vivir en el suave ocio de la Corte, le desprecian, llevados de su inclinacin, y escogen por mayor y ms blando entretenimiento aquel horror, aquellos miedos de las armas. Bien s que dicen que vienen que el Rey los premie sus servicios; mas para saber que no tienen ninguno, qu mayor acusador que su misma solicitud? Soldado amigo, si t lo fueras con toda el alma, en serlo hallaras el premio. Qu artfice mecnico no se da la norabuena y se tiene por dichoso el da que acaba alguna obra con acertada perfeccin? En su centro estn los hombres que se ocupan en el alcance de su natural: si el tuyo fuera de seguir las armas, no salieras de entre ellas.

    Saliste, y no te mueres por volver? No eres de aquel centro: pacfico eres; desnuda esa braveza y entendmonos; trescientos cuarenta y siete aos estuvo triunfante Roma despus de su fundacin, sin dar sueldo alguno los soldados: sin sueldo peleaban, sin sueldo dilataban los trminos de aquella Corona del mundo: acierto fue prvido, porque de esa manera suceda que nadie iba la guerra sin

  • inclinacin y denuedo natural; nadie iba llevado de la hambre y deseo del robo; generosidad de nimo era quien los alistaba en aquel venturoso ejrcito: de ah naca que todos eran valerosos, todos esforzados.

    Querr v. m. que me entretenga en ver los coches? No lo quiera Dios. Veo tantas cosas en ellos, que me llevan la paciencia por los ojos. De las mujeres no quiero decir nada, porque las he menester, y es el animal que ms se enoja de los desprecios y que ms se rinde las lisonjas: otro lo dir. Dgalo un poderoso: que le queda otra cosa con que agradarlas; por majadero que sea, haga este yerro, pues le queda con que dorarle; que los que nacimos aojados mal mirados de las estrellas, hemos menester mucha zalema para poder vivir. Debemos mucha cortesa las mujeres, y no es fineza, sino deuda forzosa en que pagamos todo el desvelo, con que ocupan das y noches en nuestros halagos, pulindose, afeitndose, previniendo lisonjeros regalos en la lengua; no tratan de otra cosa, no tienen otro cuidado, fuera de que vivieran una vida sumamente desconsolada, viendo sus imperfecciones y faltas, que mancamente las dej la naturaleza, si no las consolsemos y borrsemos de la memoria con estas lisonjas, que, por desenvueltas que sean, juzgan verdades, y se engaan con ellas.

    Mucho ms adelante pasara el Doctor, si no le cortara el hilo de su pltica un profundo suspiro del Licenciado, que arroj con algunos pasos de garganta.

    Qu le aflige v. m. dijo D. Leonardo, cuando ve la humanidad con que el seor Doctor nos comunica los partos de su fecundo ingenio? Ya no hay que temer ms visiones, fuera de que con callar se remedia todo.

    No es cosa de cuidado dijo el Licenciado, y dio otro suspiro con cola, detenindose al fin adelgazando el aliento.

    Qu, por vida ma! dijo el Doctor, qu, por vida ma! No se extrae v. m. mi amor, que es acusarle de poco fiel, y mire que est en parte donde no se encubre pensamiento alguno, por ms que se retire al corazn y se aparte de la boca. Mas para qu me canso yo en preguntar, habiendo mostrado el deseo de saber?

    Esto diciendo, corri una cortina pequea, y detrs pareci una figura de bronce, que pareca Cupido en la aljaba, venda y alas.

    Apenas la descubri, cuando se oy esta voz nacida de ella: El hombre est enamorado. Apenas oy esto el Licenciado, que ya tena ensayos para no temer visiones, cuando muy alentado dijo:

    Seor Doctor, el cielo me ha guiado hoy ver v. m. en el tiempo ms apretado que ha tenido mi corazn: lo que dice este espritu es la misma verdad; dirselo v. m. ms por extenso, porque espero remedio de su profunda ciencia, y sabr de camino que la causa porque hoy hay tan poco amor en el mundo, es porque le tengo yo todo: de manera que no queda amor para nadie. En mi pecho tiene toda su armera con ostentacin bizarra; all su templo y aras, con ms gallardas demostraciones, con ms piadosas ceremonias: que si la antigedad consagraba la lisonja de sus dioses sangre de animales brutos, aqu le derramo por vctima mi propia sangre, que poco poco y sin sentir me consume con su fuego ardiente.

    Pasendome una tarde de verano en un coche por el Prado de San Jernimo, ya no prado, sino monte, en que se cazan con lastimoso estrago, no fieras, sino hombres, ca en los lazos de unos cabellos; rendme las flechas de unos ojos; confeme de la risa de una boca; djeme llevar del agrado de unas mejillas con melindre rojas. Iba el dueo de estas armas en otro coche; aferramos el suyo con el mo; hubo concepto tierno de parte ma y donaire lozano de la suya. Nunca pens que en alientos lisonjeros podan venir vengativas llamas. Vinieron entonces en los de sus voces apacibles; qued por suyo; segula como dueo; supe su casa, su estado y el de sus padres; supe que tena un hermano igual en edad y gusto al mo; busqule la amistad por varios caminos; tuve entrada de esta manera en casa de Doa Dorotea, que as se llama aqulla que es feliz en todas las gracias; habiela tierno; respondime apacible; ley mis versos y celebrlos; dio entrada algunos regalos mos, todo lo cual pasaba con seguridad y resguardo para con los padres, en fe de que era amigo de su hermano. Pensaban que aquello era cortesa y no gala, voluntad y no amor. El tiempo, las ocasiones, el trato, me

  • hicieron cada da ms dichoso en su gracia: puedo asegurar que tuve primero esperanza que amor; tan anticipados anduvieron sus favores mis deseos. Salanles al camino, bastando para otro salir recibirlos. Finalmente, siendo esta dama, por ser la ms hermosa, la ms deseada de todo gnero de pretendientes, porque tena caudal para todos los deseos, hacienda para los codiciosos, nobleza para los nobles, hermosura para los galanes, virtud para los cuerdos y discrecin para los entendidos, yo solo fui el venturoso dueo de su amor, yo di saco al alczar de su pecho; gnela el corazn; mas no sin prdida y destrozo mo, si merece nombre tan severo accin tan apacible como darle en cambio de su corazn el mo. Majestad es de amor, que no sabe rendirse desiguales: otro amor ha de nacer, otro le ha de llamar desafo. Nunca sin amor se triunf de amor. De esta manera pasaba yo las ms alegres horas que puedo yo esperar en mi vida, cuando la fortuna, envidiosa justamente enojada de que humanos mritos tiranizasen partes tan divinas, me la hurt mis ojos y mi esperanza tres das ha: tres das ha que no estoy en m; tres das ha que vivo sin saber dnde estoy, porque no s dnde est la que es dueo de mis sentidos. Fui el primer da de Pascua visitarla con ocasin de ser Pascua: no la hall en casa; pregunt su madre por ella; djome estaba ver una ta suya; hall en la calle su padre; djome que ella y su madre estaban una novena al Santo Convento de Alcal. Ech de ver el engao en la discordia de los testigos; consult su hermano; hllele confuso; y no sospechando que me tocaba tanta parte del suceso, contme la mayor desventura que ha sucedido en el mundo. Oh pensiones de la hermosura, qu grandes sois! Nunca, divina Dorotea, nacieras hermosa, si habas de ser desdichada. Sin duda se precia de hermosa la fortuna, pues persigue tanto los que lo son. Ay estrella ma, jurara yo que me queras derribar con ms peligro, cuando me levantabas tan alta fortuna! Nunca las cosas sumamente perfectas y colmadas duran mucho. En la misma perfeccin est encubierto el peligro. En la misma altura est amenazando la ruina. El sol, en llegando al crespo signo donde est ms levantado, vuelve perder alturas: no dura en la mayor alteza ni un minuto. Contme como amigo en quien no esperaba desmayos, sino alientos, que faltaba su hermana desde la noche antes; que yendo en un coche con su madre los maitines, la vuelta, sin saber quin ni dnde, las apearon en una casa tan parecida la suya, en lo que permita la noche y el sueo, que engaadas se entraron en ella, y que al instante desapareci el coche, y ellas las cerraron en dos cuadras diferentes, bien aderezadas y que mostraban un poderoso dueo; que luego ofrecieron su madre una silla de manos para llevarla su casa, diciendo que ya su hija estaba en ella sin peligro ninguno; que callase; que el amor de un poderoso haba intentado cosa que le sali en vano; pero que, finalmente, Doa Dorotea estaba libre ya de todo miedo. Con esto se fue engaada su madre, y apenas los que la llevaban llegaron la calle donde vive, cuando la pidieron que se entrase sola en su casa, porque no queran ser conocidos acaso con las luces que saldran recibirla. Con esto se entr ella, y ellos se desaparecieron en un instante; de manera que cuando supo que no estaba en casa su hija y llam al padre y hermano para la venganza, no hallaron nadie en quien hacerla.

    Cuando yo o tan lastimosas nuevas, pens quedar difunto; pensaba el que las refera que lo haca por su amistad solamente; holgbase de hallar tan vivo el sentimiento, esperando que le ayudara buscarla como fiel amigo: as se lo promet; mas en vano, pues no hay ni sombra de ella; tres das ha que la busco con todo desvelo, mas ocupa la vergenza al cuidado; no hallo camino ni aun para mostrar solicitud. Tan desdichado soy, que ni aun puedo mostrar que tengo deseo de hallarla, cmo por qu camino, que no sea en grave afrenta suya: esto me tiene sin seso; esto es lo que no cabe en mi pecho y se sale entre suspiros; sta es la causa que me arroja tus pies, varn doctsimo ms que cuantos han nacido; dulate por Dios tan grave desdicha; no se alabe la fortuna de que tiene imperio sobre los sabios, pues hay quien diga que los sabios tienen imperio sobre la fortuna. Dime dnde est quien la ha robado, cmo se ha defendido, en qu ha de parar esta confusin. Consulta ese espritu que ha penetrado mis pensamientos; sepamos de l el fin de mis ansias, pues supo ya el principio de ellas.

    No quisiera haber escuchado tanto nuestro Doctor, porque le haba dado ms celos que palabras con su relacin; mas entabl la venganza de esto y de la soberbia con que se haba pintado nico dueo de la que lo era de todos, y fue de esta manera: que apenas ces el Licenciado, cuando

  • hundindose el idolillo que haba dado la primera respuesta, dej un vaco en la pared por donde poda pasar la vista seorilmente otra cuadra ricamente curiosa.

    V. m., seor Licenciado, se anime dijo el seor Doctor, y ver por sus ojos el estado de su desvelo: asmese por ese vaco y mire lo que pasa.

    Hzolo as el Licenciado, y vio Doa Dorotea que estaba en buena conversacin con un galn de buen talle y disposicin.

    Por ahora, esto basta y corri la cortina. V. m. sabr que esta dama est ya vencida; no puedo decirle la parte en que est, porque no conviene ni le importa, supuesto lo dicho. A sus padres podr decir que un astrlogo le ha pronosticado que se la volvern su casa dentro de muy pocos das; que no hagan ruido entre tanto, pues nadie le est peor que su honra. Psame que un hombre tan entendido se deje engaar de falsos halagos de una mujer. Sepa que nunca le ha querido sino slo para marido, ocupando el amor ms de su gruesa hacienda que de su persona.

    Estaba pasmado el arrogante galn, porque se le haban entrado por ojos y odos maravillas nunca pensadas: no saba qu decirse; ahogbale el enojo de ver aquel agravio y de or aquel desprecio.

    D. Leonardo, que no estaba menos admirado, parecindole que el hombre no estaba ya de provecho, levantse, despidindose del Doctor, con lo cual hizo lo mismo el Licenciado, sin acertar pronunciar razn alguna; al fin, dndole muchas gracias por agravios, se fueron los dos, cayendo y tropezando, y preguntndose el uno al otro si era verdad que haban visto las pasadas visiones.

  • CAPTULO IICuenta su vida el necio un amigo suyo

    con la ocasin del suceso referido

    No le encerraban nuestro Doctor los enfados de la calle Mayor, como haba dicho al Licenciado; que aqullos ms fcil remedio tenan, pues hay otras calles en Madrid ms sosegadas, y salidas en el campo ms apacibles.

    Amor era quien le pona su casa por crcel. Quin te lo dijo, historiador amigo? Cmo lo sabes? Pocos hay que respondan esta pregunta; mas yo soy tan amigo de quitar dudas, que salgo ella de muy buena gana.

    Djomelo un caballero natural de Madrid y amigo del Doctor, de los ms ceidos su confianza; su nombre, D. Flix del Prado: ste me cont su vida, y particularmente el maravilloso suceso que me dio ocasin escribirla.

    Daba cuidado D. Flix la tristeza y encerramiento del Doctor, que ya era notable entre todos sus amigos; habanse pasado las Pascuas y las alegras de ellas, sin que el Doctor hubiera alcanzado un bocado. En casa se estuvo siempre sin dejarse ver de nadie; y una vez que se entraron dos sin licencia, les cost larga pesadumbre, como he referido.

    Era este caballero de natural apacible, y perdido por hacer amistades; habaselas hecho muy buenas al Doctor en la ocasin de aquellos amores, hasta ser el tercero de ellos.

    Djole, pues, un da que le hall algo ms desahogado de suspiros:Por cierto, amigo, que no os entiendo: decs que estis perdido por esta mujer; tenisla en casa

    y sin riesgo alguno: qu os falta? Gozad la ocasin; declaraos con ella; dejmonos de embelecos.Bien veo yo dijo el Doctor, que tengo cercanos y fciles esos cristales para festejar mi

    sed; bien veo que puedo forzarla sin peligro, pues ella piensa que soy extranjero con el disfraz que he hecho, de que luego te dar larga cuenta; mas yo no derribo mis deseos tan humildes victorias; yo su amor deseo; su alma conquisto; no me pago de menores prendas; es el amor la sal de todos estos gustos: con el amor es gloriosa la vista de la dama, y aun la de las paredes de su casa; con el amor es dichosa la esperanza; con el amor es de estimacin cualquiera promesa, es regalo cualquier asomo, es dulce cualquier palabra; todo se sazona con el amor: si l falta, ni vale verla, ni hablarla, ni cuantas demasas puede asegurar el atrevimiento.

    Ahora digo replic D. Flix, que es gran desdicha ser discreto un hombre: si vos no lo fuerais tanto, no adelgazarais el discurso de esa forma; gozarais la ocasin, con que despicado dierais una higa al amor.

    Solos estamos dijo el Doctor , y con intento de no salir de casa ni recibir nadie que no fuere de ella. Yo estoy preado de ese pensamiento y experimentado de su verdad; dadme atencin por vida vuestra; escuchad el discurso de mi vida, y veris de camino cuan acertado habis andado en ese concepto; veris cmo todo el tiempo que fui necio, fui el ms dichoso hombre del mundo slo con serlo, por ms que me desampararon los hombres y la fortuna. Esta me desampar, aun cuando era necio, porque imaginaba que algn da haba de dejar de serlo.

    Yo no tengo cosa qu acudir dijo D. Flix, sino vuestros cuidados, y as me holgar que tambin me digis el origen de ellos, porque de esa manera camine yo con ms luz.

    Uno y otro sabris esta tarde, aunque lo ltimo es renovarme llagas, y no s si tendr sufrimiento. Yo, amigo, fui concebido en necedad original, y puedo decir que soy necio de todos cuatro costados, porque siendo mi padre un hombre bien nacido y graduado de Licenciado por Alcal, ya con el pie en el estribo para un muy honrado cargo, se enamor de mi madre, siendo una doncella mal nacida, pues naci de padres pobres, y necia por su persona. Estaba el bueno de mi padre perdigado en los rayos de sus ojuelos; perdase por ella; dio en pensar que poda engaarla; dila

  • palabra de casamiento, con intencin de dejarla con la media carta. Creyle ella fcilmente; ambos anduvieron necios, porque l qued despus casado por justicia, y ella tuvo casi en trances ltimos su honor. De esta necedad de ambos nac yo, en ocasin que el Consejo de Indias haba nombrado mi padre un gobierno de aquel Nuevo Mundo, que fue como matarle para ste: como yo era recin nacido, parecile que era aventurar mi vida embarcarme consigo, y as determin de dejarme en poder de un hermano suyo, Cura entonces de Odn, tres leguas de Madrid: hzolo as y partise con su mujer.

    Fue, pues, mi crianza en Odn los pechos de una labradora rolliza, de tosco parecer y lenguaje: veis aqu ganado el perdn, si en mi historia fuere poco aliado de palabras, qu gala haba yo de aprender de una mujer de esta traza? Dio me en la leche la quinta esencia de ajos, cebollas y vino con que ella se sustentaba: veisme aqu rstico de cuerpo y alma; mas como toma siempre el cielo ms su cargo quien desamparan los hombres, yo crec fuerte y robusto con esta aspereza; quedme, empero, la fisonoma del ama, la tez parda y un temerario ceo, acaso aprendido del que ella me pona siempre que me miraba: tanto puede la imaginacin! De tal manera se apoderaba de m el temor de su desabrimiento, que imaginando siempre en l, se me qued estampado en el rostro: fortalecime la cabeza puras descalabraduras, el sufrimiento puros enojos.

    Ya le pareca mi to, los siete aos, que era tiempo de aprender leer y escribir: ensemelo en compaa de otro sobrino que tena en casa, de los mismos aos. Mostraba yo, en el semblante, un ingenio contumaz y rebelde; contestaba con esto un silencio confuso, que hablaba contra m temerariamente, por donde en el lugar cortsmente me llamaban el Ceudo, por llamarme el tonto; era mi to spero de condicin, pero tena su trozo de imaginativa; y as, aunque azotaba cada instante mi condiscpulo por el descuido de la leccin, m no, sino muy de tarde en tarde, diciendo que yo que era tonto, disculpado estaba con mi rudeza; mas no el otro, porque mostraba desatado ingenio. Desde entonces me empez ser de provecho mi necedad, pues me ahorr tantos azotes y no perd nada, pues finalmente aprend tanto como el otro, porque l aprendi muy poco. Ochocientos ducados le vala el Curato mi to, y con todo era tan miserable, que se serva de nosotros en vez de criados y no tena otro alguno; nacme yo con no s qu soberbia escondida ac en el pecho, que me tiraba del brazo y reprenda todas las veces que haca cosa poco liberal. Envibame por vino, y yo, que era algo achacoso de estmago, haca la salva al jarro, y como aquel lugar es copioso de agua, pagbale doblado en el primer arroyo; reparaba mi to en el sabor algo desmayado, y daba en decir que por ser yo un tonto se atreva la tabernera darme de lo peor, y as no me envi ms por ello. Acuda estos recaudos mi compaero con gentil aire, porque naturalmente era apicarado y esparcido; mas no me sali de balde, porque me cost el cuidado de las campanas, cosa, en mi opinin, dursima, y que fuera imposible pasar adelante en aquella vida, si Dios no lo remediara y mi necedad no me socorriera. Quera ahorrar de Sacristn el bueno del Cura, y que lo pagase yo: no tena cabeza para subir y bajar tantas veces al da el caracol de la torre, ni sufrir el ruido de las campanas, porque como mam en la leche tanto vino y ajos, qudeseme en la cabeza una borrachera perpetua.

    Acurdome que, estando yo durmiendo en lo ms sabroso de la noche, lleg un labrador del lugar con brava prisa pedir mi to que mandase tocar parto, porque estaba su mujer para parir; despertme, pues, mi buen Cura, diciendo: Levntate, Perico, levntate y toca parto aprisa, aprisa. Levnteme, y como los tontos tenemos tanta memoria, quedseme en ella el aprisa, aprisa de manera que toqu las campanas tan aprisa, que los vecinos del lugar entendieron que tocaba fuego sin duda ninguna. Salieron todos de sus casas: unos con cntaros, otros con calderos, otros con herradas, otros con jeringas; banse todos derechos la torre, y preguntbanme: adonde, adonde? Yo responda: en casa de Fulano, pensando que queran saber dnde era el parto.

    Habase vuelto dormir el Cura; no tena yo quin me enmendase; fueron todos los vecinos, as prevenidos, con grande alboroto la casa de la parida; y como viesen salir grande copia de humo por la chimenea, porque acaso haba encendido su velado fuego de pajas, que es carbn de pobres para lo necesario, pensaron todos que se quemaba por all la casa; empezaron arrojar cntaros, calderos y jeringas de agua; destejar el tejado y romper la chimenea para ahogar el fuego; otros acudieron

  • romper las puertas con mucho ruido; y viendo la pobre mujer dar voces con los dolores en la cama, creyeron que lo haca del temor del fuego; sacronla en brazos la calle, sin que la bastasen satisfacciones ni ruegos. Cuando acudieron ver ms despacio dnde era el fuego, haba cado tanta multitud de tabiques sobre l, que imaginaron que se deba aquella buena diligencia la vida de la pobre parida, la cual pari delante de todo el lugar, en medio de la calle y de muchas luces, como si fuera el parto heredero de algn mayorazgo tramposo.

    No bast, para con el lugar, la relacin del marido, para pensar que no haba sido llamado para fuego, sino para parto; jurbalo una y mil veces y no le crean: tan ordinario es dar ms crdito un badajo que un hombre de bien! Harto me pes m de que no cayesen en que yo tena la culpa; pero sospechlo mi to, que era lo que mejor me estaba para mi descanso, pues viendo que no saba el oficio, me le haba de quitar pocos das; disimul entonces, porque no se enojasen las partes agraviadas.

    Muri de all pocos das un hombre de lo mejor del lugar, hijodalgo y bien emparentado; pero persona que se dejaba bufonizar del vino; de manera que, alegre, se sala los das de fiesta con tamboril y flauta hacer corro y baile las mozas y mancebos del lugar. Spolo mi to, y al punto fue m muy apresurado y dijo: Ea, Perico, ve tocar muerto, y sin pereza, por amor de Dio, alegremente, alegremente.

    Pensaba que yo entenda de campanas, y parecale que bastaba hacerme de seas; fui mi campanario muy cuidadoso de obedecerle con toda puntualidad, y repar en que me haba mandado que tocase muerto alegremente. Vlgame Dios! Sin duda ha muerto el Mdico del lugar el Escribano, pues quiere mi to que se celebre con tanta alegra. Acordme luego que el ms alegre son que haba mi parecer era la chacona, y toco una chacona dos manos, con dos campanas, tan al vivo y con tanto aire, que despus me juraron muchos que les haba hecho bailar. Los parientes del muerto dieron en pensar que era motejarle de tamboritero; toman sus chuzos y lanzas, y vanse derechos al campanario, y antes de llegar empezaron darme voces: Pcaro rapaz, no mirars lo que haces? Como yo me vi aquella cuadrilla junta, armada de todas armas, confirm mi sospecha y cre bien y fielmente que festejaban con algn torneo de pie la muerte de alguno de los dichos. Empec saborearme ms en el son, y ellos doblaban las voces. Par un poco por curiosidad y oigo que me dicen: Quin te lo mand, rapaz? Quin te mand que tocases de esa manera? Yo, que cre que lo celebraban, respond que mi to el Cura. Apenas lo oyeron, cuando parten hacia su casa: ya l vena, aldas en cinta, derecho la torre, corriendo, sudando la gota tan gorda, y dndome voces: Qu haces, tonto? Qu haces, bestia? Como le vi enojado, dej las campanas y l prosigui: Baja de ah, bestia, que me echas perder. Baj yo y hallo mi buen Cura rodeado de todos aquellos sayones; daban muchas voces; no o lo que decan; slo escuch que dijo mi to: El lo dir, dgalo l. Ya lo ha dicho, replicaban todos, y en esto llegronse m y dijo mi to: Ven ac: mndete yo que tocases la chacona, hijo de puta? No pudiera decirme ms mi padre; dije yo: El no me mand, que tocase alegremente, pues qu ms alegre lo quiere? Dio entonces all sus satisfacciones y jurmela. Quin dijera que esta necedad no haba de ser toda mi perdicin? Pues no fue sino todo mi remedio, porque mi to se le amans la clera, y echando de ver que lo haba hecho por ignorancia, no me castig el descuido; antes, por no verse en otra, me quit el oficio de ayo de las campanas, y se le dio mi primo y compaero.

    Tenale por sospechoso en esto de la golosina, y aunque por quererle ms que m le haba ocupado en el cuidado de la despensa, como el hombre era miserable, parecile que acertaba en mudar ministros: hzome, pues, su despensero; diome la llave de un aposento en que tena todos sus regalos. Veisme aqu dueo de todo mi descanso puras necedades. Dimelo todo por cuenta: quesos, miel, berenjenas en arrope, cajas de carne de membrillo, dos docenas de perniles y otras tantas de longanizas, y otras mil menudencias de monjas. Yo le sacaba al fin de cada comida algo de esto, y si deca misa temprano, cuidaba tambin de darle un bizcocho en vino; hacaseme de mal darlo todo sin dejar algo para m; tema que haba de conocer la falta mi to, y que me haba de quitar la llave y echarme al coro cantar bulto; di en una traza, y fue echar fama de que haba muchos ratones: con

  • esto coma lo que quera de quesos, bizcochos y tabletas. Era yo algo ms aficionado a los perniles: no me pareci que me podan disculpar los ratones en esto, porque ellos ordinariamente comen poco, porque se embarazan en las cortezas, y mi to entraba cada da en la despensa ver el estado en que estaba su regalo; djele, pues, una vez: Cierto que no se puede sufrir esta mala vecindad que nos hacen los ratones, porque siempre hallo algo goloseado: si v. m. le parece, bueno ser meter dentro de la despensa un gato que los d su pago. Parecile bien mi to el consejo: que estaba muy enojado con la tirana de los ratones; hice gatera en la puerta; entrbame yo servir de gato, y cortaba lo que se me antojaba de los perniles y longanizas, y mientras los dems estaban en la iglesia, y una viejecilla en la plaza por carne, me lo frea yo y sacaba el vientre de mal ao. Vena el Cura, notaba la falta y caa luego en que el gato lo haba comido; y aunque le haca ms mal, era tanto el enojo que tena con los ratones, que lo daba por bien empleado, y deca: No importa, trueque de que muera esta mala canalla. Tena yo cerrada siempre la gatera, porque como el gato y yo ramos entonces de un oficio, no quise que se me adelantase en nada.

    Diez y seis aos gast en esta vida, sin saber que poda haber otra ms dichosa: no lo era poco para m, porque mientras un hombre no desea ms de lo que posee, puede decir que posee aun aquello que no desea. Senta yo en m cierta codicia de libros, que no me dejaba. Salame al campo con algunos de los que tena mi to, El Pcaro y Lazarillo y otros de este gnero; entretena con stos dulcemente todos los ratos desocupados, que eran muchos, en verano la sombra y al sol en invierno. Sucedi que en la ocasin de la fiesta que se suele hacer al Sacramento, estaba en la fortaleza de Odn preso un gran caballero, por cierta pendencia que con un poderoso haba tenido en la Corte; tom su cargo hacerla, y para eso trajo una compaa de comediantes de Madrid; los mismos que haban hecho all los autos: representaron en Odn dos de numeroso verso, de profundo concepto y sobre todo con grande adorno de vestidos. Qued yo pasmado de admiracin; andbame tras ellos la boca abierta, como si se me hubieran de entrar por ella todas aquellas gracias. Hicieron algunas comedias en la fortaleza para entretener aquel caballero; no perd ninguna ni estaba en mi mano; tres das que estuvieron all, vi que trataban de irse; tenan dos coches la puerta y ya se despedan del Alcalde: aqu pens perder el juicio; no quisiera haberlos visto; no me pareca que podra vivir en su amarga ausencia. Pudo tanto en m este deseo, que me rompi la cobarda y aquel encogimiento natural que siempre me embarazaba con torpe vergenza; llegume uno de los comediantes y pregntele dnde iban; djome que Madrid; repliqu si haban de representar all otras tantas veces; rise l y dijo: All, amigo, cada da hay dos comedias, y muchas veces ms de seis con los particulares. Ya yo tena noticia de que Madrid era el mayor lugar de Espaa; mas no saba en qu lo era qu le ilustraba, porque jams haba salido de Odn, ni yo tena opinin para que mi to me dejase salir. Cuando yo o que en Madrid haba de aquello cada da, y despus supe que era all cerca, pens que estaba muy cerca del cielo; maldeca mi suerte, que me haba privado diez y seis aos de un lugar, donde todos los das haba dos comedias y muchas veces seis con los particulares. Ya yo propona de decir la muerte, cuando viniese con el mandamiento de ejecucin para hacerla en la vida, que faltaban diez y seis aos, porque los que se me imputan que viv en Odn no fue vivir ni cosa que lo parezca. Qu! Es posible vivir entre estos brbaros que no tienen dos comedias cada da y muchas veces seis con los particulares? Esto repeta cada instante en mi imaginacin.

    Sucedi despus que como se alargase la prisin de aquel caballero que estaba en la fortaleza, venan hombres muy entretenidos y damas de muy buen talle visitarle. Andbame yo por all entre ellos hecho ojos, como si descubriera nuevo mundo. Tom amistad con un paje de mi edad, muy estrecha, con la codicia de que me informase de aquellas cosas. Djome que aqullos con quien su amo se entretena y engaaba la tristeza de la prisin, eran hombres que haban estudiado buenas letras y que hacan versos y aquellas comedias que poco antes se haban hecho all, y que tambin escriban los libros de entretenimiento de que ya yo tena noticia; pregntele si eran de Madrid ellos y aquellas damas; djome que s. Pregntele tambin con mucha simplicidad si se usaba en Madrid tener tantas mujeres los caballeros. Y aun los picaros tambin, dijo l, tienen cuantas pueden alcanzar con la industria con su dinero. Eso haba ledo yo, le dije, del gran Turco. Amigo, dijo l, ese

  • tinelas como mujeres propias; estos otros, no. Tanto que mejor, dije yo; mucho ms apacible me parece ese modo de gusto: ahora digo que el gran Turco no sabe holgarse. Cuando yo supe que en Madrid haba comedias, hombres entendidos y mujeres bizarras y hermosas, y que sin la pensin del casamiento se permitan precio de dinero industria, dime prisin de este deseo, rendle las armas y propuse que sera luego la partida; y como saba que no bastaba ir Madrid, si no iba el dinero conmigo, porque el pobre vive desterrado dentro de las calles, di en trazar cmo ir Madrid bien y fielmente.

    Enviaba todas las flotas mi padre hasta cuatrocientos escudos al Cura, mi to, para el gasto que le pareca que hara en m, tenindome en Salamanca oyendo la Facultad de Leyes, cosa que yo le haba encomendado por muchas cartas, que mi to responda que an estaba tonto; que esperaba que me descortezase un poco ms, porque all no fuese mofa y risa de todos. Vino en este tiempo la flota y con ella los cuatrocientos escudos: parecame que era lstima que se pagase con tanta liberalidad quien con tanta miseria me criaba; y como un deseo determinado nunca le falta un pedazo de Teologa que le d el pie, no me pareca caso de restitucin quitarle lo que vena para m: as lo hice, y con resguardo de mi opinin, que aun para hurtar es bueno tener opinin de necios. Pona los calzones donde tena la llave del dinero, debajo de la almohada, cuando se iba acostar mi to; era imposible abrir el escritorio sin grande escndalo; fue, pues, sta la industria: eran las dos de la noche; hacala obscura; levantme con gran silencio, y abro la puerta de la calle y todas las que haba hasta la pieza donde estaba el Cura, y luego vuelto mi cama empiezo dar voces: Seor to, seor to, ladrones, ladrones! Despert l, y oyendo mis voces en un punto se puso en el suelo y tom una espada que tena la cabecera, y alborotado dijo: Dnde los oyes, dnde estn? A la puerta de la calle hacen ruido, dije yo. Fuese con esto haca la puerta de la calle, que no estaba cerca, dicindome que me levantase encender una luz. Dorma todo esto mi primo; levnteme; visit las faltriqueras; hall la llave del escritorio donde estaban los cuatrocientos escudos recin venidos, y hallndolos en un bolsillo, dej el escritorio abierto; y aunque me pareci que haba hallado luz, fui encenderla, despus de haber puesto buen recado el bolsillo de mi alegra, mi vida y todo mi remedio. Como el Cura hall abiertas las puertas, ocupse en cerrar la de la calle primero con llave, que la tena de la parte de adentro entonces, y quitla de la cerradura, pensando que estaba el ladrn dentro y que con eso le impeda el paso y le coga con el hurto en las manos; daba voces: Mozo, daca esa luz, esa luz. Sal yo con ella y hallmele muy arrimado la puerta de la calle, puesto en forma de pelear, tirando tajos y reveses por aquellos aires, diciendo: Sacrlegos, al Cura, al Cura, sacrlegos! Llegada la luz, dijo: Ven ac, Perico; sgueme, vamos visitando cada cuadra de por s. As lo hicimos: bamos cerrndolas todas, hasta que llegamos donde se haba hecho el hurto. Cuando l vio su escritorio abierto, pens morirse; qued con un desmayo helado, como si le hubieran sacado la sangre, y no fue mucho, porque el oro sangre es de la vida, sin quien nadie puede respirar. Al cabo de un gran rato del arrobamiento de ver el robo, dijo: Esto es hecho; tarde piache. Lleg una naveta; vio que faltaba el bolsillo y dijo: Restirrexit, non est hic; jurralo yo: los ladrones son ya idos; ese fue el ruido que t sentiste la puerta; vamos al Alcalde, que haga la averiguacin del cuerpo del delito; pero no: qudate t en casa y cierra por dentro, no sea el diablo que mientras vuelvan por ms. Con esto se fue y yo mostr algn sentimiento del caso. Vino la justicia; hizo lo que suele en tales casos. Dej yo que pasasen algunos das, y uno que amaneci alegre y dorado, y de quien se poda tomar buen agero, confortado el lado del corazn con el bolsillo, tom el camino de Madrid. Iba pensando en el nuevo modo de vivir que me ofreca el cielo, y lo que me daba ms cuidado era el apellido de Hernndez, que hered de mis padres, y que Pedro Hernndez sonaba tonto de tablado; acordbame que deba ms mi ceo que mi padre, pues por l haba tomado tan descansada vida, y as propuse de llamarme siempre Pedro Ceudo.

    ntreme por la Puerta de la Vega; di luego con la Plazuela de San Salvador, y viendo all confuso nmero de gente, pregunt qu era: dijronme que Alguaciles y Escribanos; ya me pesaba de haber llegado lugar donde haba tanta justicia. Pecador de m! deca yo; no podamos vivir en mi lugar slo porque haba en l un Escribano: cmo vivir aqu donde hay tantos? A pocos pasos que di por

  • la Puerta de Guadalajara, encontr con el paje con quien haba trabado amistad en Odn. Alegrse mucho de verme. Djele que haba reido con el Cura y que vena determinado vivir en la Corte. A buen tiempo llegas, replic l, porque m me han encomendado en cierta parte que les busque un paje: si t quieres serlo, buen modo es para vivir. Repar en el consejo y que no me estaba mal, porque puesto que yo traa buen dinero, eso se gastara fcilmente si yo viviera desacomodado, y era mejor guardarlo para soldar faltas.

    Llevme la ropera; compr all sotanilla y ferreruelo de perpetan negro. Luego llegamos una tienda donde se vendan cuellos y puos aderezados: cmprelos tambin y pseme ms galn que un Narciso, porque Narciso nunca se puso cuellos tan bien aderezados. Desde entonces supe que el dinero era el mayor poderoso del mundo, y que remediaba la Naturaleza; pues un hombre que vena tan rstico como quien se haba criado entre las bestias del campo, en un instante, por virtud de este gran Prncipe, era galn airoso y cortesano.

    Llevme, pues, vistas. Era el dueo un caballero aragons, largo de talle y aos, y corto de vista; estaba casado con una nia de hasta diez y seis; pretenda en la Corte ttulo, y para calificarse, tena mucho cuidado con el nmero y adorno de los que le servan: as, como me vio bien vestido y con un semblante tan severo como un Alcalde de Corte, dijo: No me parece mal: de dnde sois? De Madrid soy natural, respond; y l: No seris necio, como si en Madrid no pudieran nacer necios. Quiso tratar del salario; y como yo no saba de aquello, dije: No repare v. m. en eso, que yo tengo por bastante inters honrarme con el ttulo de suyo.

    Veis aqu que an me aprovech all el saber poco; porque, obligado de la cortesa, el buen caballero me cobr voluntad y me daba cuanto haba menester con mano liberal; y si hubiera tratado de concierto, muy advertido como los dems, dirame el salario que los dems, en que no haba para zapatos.

    El nuevo traje y la ocasin despertaban en m no s qu luces divinas, que me hacan admirar de m mismo.

    Fui besar las manos mi seora: hall en ella el agrado que en su marido; hzome algunas preguntas, que satisfice breve y misteriosamente, mostrando siempre, en los colores del rostro, un honrado y modesto natural.

    Como era pretendiente mi amo, no paraba un punto en casa: pasbalo yo muy mal, porque no quera que se quedase paje ni lacayo alguno, pensando que perda su nobleza en perdiendo de vista cualquiera de nosotros.

    Ved cules son las honras del mundo y las ostentaciones que acreditan mritos, pues las dan unos viles lacayos y sucios pajecillos. Desde entonces empec filosofar que es posible que todos pasen por esta locura, y que se tenga por merecimiento y prenda de estimacin lo que es ajeno y de dueo tan escaso como la fortuna, mujer al fin avara y variable, que al primer melindre se le antoja decir: Esto es mo!

    Andbamos, pues, todo el da siguiendo un caballo, y deca yo entre m: Dnde vas? Dnde te dejas llevar? A una bestia sigues: no quieras ms pruebas de que no aciertas. Otras veces sala en coche mi pretendiente, y aunque le sobraba lugar en los estribos para cuatro pajes que ramos, no quera darnos esta honra, por no quedar sin la que le dbamos yendo pie alrededor del coche con nuestra librea verde, como lacayuelos de la tarasca. No descansaba la noche, porque lo ms de ella ocupaba en llevar billetes y recados ste y aquel poderoso, cosa insufrible para mi humor por las dificultades melindrosas que suele haber en las puertas de esta gente, y por las ceremonias que suele obligar su presencia. No poda yo sufrir aquello de hacerme danzar por fuerza con tanta reverencia y encorvado de todo el cuerpo; pues qu el hincar la rodilla un descuidado de stos que, por no volver los ojos, tendrn un hombre renegando con devocin?

    Durme esta mala ventura mientras la opinin de entendido. El diablo me meti m en querer parecerlo y ser bachiller; porque confiado de esto, mi dueo enviaba conmigo todos los recaudos, de manera que no paraba un punto. Volvme necio y fui dichoso; el modo fue extremado: estaba yo tan cansado, como sola, una noche bien tarde; haba escrito una carta mi amo para enviar por la estafeta;

  • llambanle para cenar, y djome: Cierra t esta carta, ponle el sobrescrito y llvala la estafeta de Aragn, que me importa muchsimo.

    Fuese cenar y qued yo leyendo la carta: parecime que era de amores, porque despus de muchos requiebros tiernos, enviaba decir una mujer que, en todo caso, viniese verle, que por sus ocupaciones no poda l faltar de su casa. Deca la margen el nombre de la persona quien escriba, como suele hacerse ordinariamente, y con esto no me dijo el nombre que haba de poner en el sobrescrito, parecindole que yo echara de ver que era para una hermana suya en el nombre que dejaba escrito la margen.

    Haba cerca de nuestros barrios una dama de amores de stas que reciben visitas; persona tan amiga de los que se las hacan, que no poda vivir sin que la dejasen alguna prenda suya en que adorar sus memorias; estafaba descaradamente; era de Aragn, y llambanla por mote La Estafeta de Aragn.

    Como yo vi papel de amores y para la estafeta de Aragn, parecime que sin duda era para ella: cerrle; no quise ponerle sobrescrito, parecindome disparate ponrsele papel amoroso.

    Llvesele La Estafeta) preguntme cuyo era; respond que de un caballero de Aragn, cuyo nombre vena en el papel. Abrile muy amorosa, y ley as:

    Amiga ma: Para ser yo muy dichoso, no me falta ms de que t lo quieras y lo muestres viniendo verme; el camino es breve, y ojal yo estuviera desocupado, que yo te aseguro que le haba de andar todos los das: no faltar con qu regalarte los que quisieres venir alegrar sta tu casa. Y porque espero verte presto, no te doy cuenta de otros cuidados de mayor fondo. Dios te guarde. Madrid, etc.

    Qued ufana de la cortesa del papel, y codiciosa de cumplir cuanto la peda. Djome si me pareca ocasin aqulla. Respondla que s, porque mi amo mostr grandes deseos de que fuese al punto, cuando me envi llamarla. Hzome sentar en una silla, y llamando una criada medio mulata, se entr en otro aposento ms adentro; prevnose de manteo bordado con mucha bellaquera de oro; jubn de alegra de plata, guarnecido con disparates de lo mismo; chinelica juguetona, perfume hablador y baloncica gestera de lentejuela traviesa. Tom la criada de la mano, y tapadas de medio ojo llegaron al degolladero.

    Adelnteme prevenir mi amo; hllele cenando con su mujer; llegume la oreja y djele: Ya, seor, est aqu La Estafeta de Aragn. Qu dices? replic l. Que la traigo aqu, hermosa como mil oros. No saba el buen viejo que haba estafeta tan apacible: pensaba que todas eran barbadas; no me entenda; hubo mil rplicas, y tampoco le entenda yo; finalmente, le dije: Salga v. m., que en su aposento le espera, y no es cortesa tenerla as; menos tard ella en aliarse que v. m. en levantarse de esa silla.

    Levantse el buen viejo, hacindose cruces; baj su aposento, que tena cerca del zagun, bien aliado; hall en l La Estafeta, una moza de muy buena cara, mucha blandura en los ojos, mucho agrado en las mejillas, toda risa y entretenimiento; tena su papel en la mano, y despus de haberla hecho el viejo su cortesa, pasmado de la novedad, djole ella: Pues, seor mo, para mandar v. m. quien tiene tanta dicha ser suya, era menester papel tan corts? Cualquier recado bastaba en que me mandara servirle. Cay en el yerro, que poda haber all, el viejo, y algo alegre el corazn, pardiez! antojsele entretenerse y dar por muy acertado el engao.

    Mi seora, que haba notado el secreto que le dije en la mesa y que se levant alborotado de ella, qued con cuidado; envi una criada que acechase: sta la cont lo que vio y lo que no vio. Mi seor est amancebado, dijo, y Perico es el alcahuete; ella es la ms brava moza que hay en el lugar; fe que no es tan liberal con v. m. mi seor como con ella. Oh hi... de puta, y qu manteo de oro la ha dado; qu jubn de tela! Ver el viejo verde! Eso merece v. m. por su necedad. Estar despus muy fina, siendo servida de tantos seores! Dir despus: Y mi marido? Y el amor que le debo? Fuego en el mejor! Quin pensara que no bastaran los aos para ponerle vergenza? Miren, si ste es as, cul ser un maridico barbiponiente? Mal ao para la boba que se casare! No est el tiempo para fiarse de nadie. Por el siglo de mi madre, seora, que como le oa tan fro con v. m., pens que se

  • le haban olvidado los requiebros con la vejez. Mal fuego le queme! Que fe que no se le olvidan para quien quiere bien. Pens perder el juicio la pobre seora; mas viendo cuan vergonzosa cosa sera para ella que se supiese que un viejo podrido la despreciaba por una fcil mujercilla, disimul con la mayor cordura que pudo: no quiso darse por entendida, y dio muestras la criada de que no la crea.

    Fuese La Estafeta; llamme mi amo; rime; satisfcele; djele mi credulidad; y como no le haba estado mal, pas por ello y propuso de tenerme de all adelante en opinin de tonto; quitme los papeles y recados, temiendo otra necedad ms pesada.

    Veisme aqu ya descansado slo con una necedad. Mirad qu fuera si hiciera muchas! As como repar la fortuna en que era un necio, dio en mirarme con mejor semblante y tratarme como amigo por la semejanza.

    Habase ablandado mi seora los ruegos, cuidados, desvelos y finezas de un Prncipe que con igual poder y recato la serva. Dejbase rogar cortsmente; reciba sus regalos, sus comedias, sus fiestas, slo por no ser grosera. Responda sus billetes, por no ser descorts; finalmente, la pareca bien el mozo, porque la pareca mal el viejo. Tename m por secreto, cuerdo y disimulado. Gradume con la alcahuetera de su marido, y pidile que diese licencia para que yo acudiese su servicio, sus recaudos y acompaamiento, y que el paje que ella tena hasta entonces para esto, le servira l de lo que yo le serva. Holgse del trueque mi amo; pas por ello como quien se descartaba de un caballo.

    A pocos das del nuevo dueo, me llam aparte una duea en una cuadra sola, haciendo ojos todas partes ver si nos oa alguno; repar en la inquietud, y tuve por sin duda que me quera dar alguna fraterna por la alcahuetera pasada. Estaba la reverenda seora con sus tocas de pontifical, rosario de ermitao al cuello, un librico de devocin en la mano y dos vidrieras en los ojos. Tomme, pues, por el brazo y dijo: Aunque los hombres de bien no es menester advertirlos para que lo sean, porque su natural se lo est enseando, siempre, con todo eso, se deslizan en muchos yerros, por no saber el camino; ste os quiero yo ahora ensear, hijo mo. Vos estis en una casa muy principal y honrada; hasta ahora habis servido al dueo de ella; mas los descuidos que se hacen con ellos no son tan notables como los que se hacen con las seoras; mi seora servs, estad en esto; su gusto habis de acudir; su voluntad habis de hacer; los que sirven no han de disputar si es justo no lo que se manda: que eso ms es de Letrados que de pajes; si queris acertar, no habis menester ms norte que la obediencia y el secreto; obedeced, amigo, y callad, si queris ser obedecido algn da; muchos veis por esas calles muy bien servidos, slo porque sirvieron bien. Mi seora ha conocido que sois leal y secreto, porque lo habis sido con vuestro amo, y aunque esto ha sido en agravio suyo, os lo estima como es razn, considerando que tambin seris fiel con ella, siendo su criado de aqu adelante. A mi seora pasea un ttulo de esta Corte, persona poderosa y liberal: es mujer y mal casada; tiene algn agradecimiento al amor de este prncipe (djome el ttulo); vos le habis de llevar este papel, que es respuesta de otro suyo: que las albricias que l os diere os advertirn si es bueno servir con secreto; y porque no parece bien trataros con l siempre, desde ahora os prevengo que todos los recados que os dieren para la prima de mi seora, los llevis al Conde. Esto basta para primer leccin. Dile las gracias por la buena doctrina y llev el papel.

    All ech de ver cun perjudicial es un necio, pues por mi necedad vena aquella seora dejar de serlo, celosa y vengativa de su marido. Es la necedad en los hombres como el veneno en los animales venenosos, de quien escriben los naturales que nunca les hace mal el veneno ellos mismos, sino los dems. Yo engordaba con mis necedades, y otros se perdan con ellas; repar en que la facilidad de las mujeres casadas las ms veces era aprendida de sus maridos, porque como dice Plinio en el Panegrico Trajano, tienen por honra imitar sus maridos. Casado amigo, que dejas tu mujer las ms noches y vas buscar la ajena, no te fes en que es tu mujer muy obediente, que aun por eso te querr imitar con ms facilidad.

    Qu vida me pas tan regalada con el nuevo oficio! Los primeros pajes del mundo, aqullos que tomaron por eleccin suya esta ocupacin, y no por uso como ahora y ms no poder, fueron cebados

  • de esta prosperidad de los pajes; hablemos claro, de la alcahuetera; el paje que no es alcahuete no es paje, sino pretendiente de paje. Esta es la mayor fortuna; sta se encaminan todos sus deseos. El paje que vieres galn, alegre y lucido, ya ha llegado su perfeccin; los dems, rotos y descoloridos, an estn en jerga. Qu de comedias o! Qu de fiestas vi! En qu de meriendas me hall! Qu de doblones recib y qu de amistades gan! Y por dnde me vino esta dicha? Slo por la opinin de necio. Pensaba mi seora que no se me entenda cosa de lo que vea, y fibase de m, como si no fiara nada de m.

    Sucedime en este tiempo un caso gracioso.Estaba picado el caballerizo de una dama de entre dos luces, ni bien grave ni bien risuea; habala

    regalado como enamorado tierno; habala lucido las manos con algunos diamantes, en quien resplandeca su necedad. Pocos das antes, llegando con el recato que l pensaba convena, hallla ocupada con un seor ttulo; volvi otra noche; hallla con otro; qued con tan honrados celos muy hueco y casi para reventar. Entabl su venganza, pidindome que me pusiese el ms galn vestido de mi amo, que estaba en su poder, y acompaado de los dems pajes de casa la fuese visitar, fingindome Conde, y que la estafase cuanto pudiese por buen camino, porque era mujer que no slo sus joyas fiaba de los seores, mas aun s misma se entregaba con mucho crdito. Repar yo en que no quera, siendo tan grave, que la primer vez la visitase de noche, y quedamos de acuerdo que fuese de da y en el coche de mi amo, el cual entonces estaba tres leguas de Madrid ver la hermana, quien escriba, cuando llam La Estafeta. Encomendme, sobre todo, que me fingiese necio, porque con eso se confiara ms la loca de la rapaza. Hzose as: llegamos su casa, yo muy galn en la testera del coche y los pajes de acompaamiento; mand que dijesen cmo estaba all el Conde de la Rapia; pidi licencia, entramos, hice mi cortesa poca y mesurada, sentme y sin hablar palabra estveme mirndola de hito en hito un largo rato. Qu! Pensis que era de enamorado? Nunca tal me pas por la imaginac