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Chern, Mxico: matar a los narcos, echar a los polticos, lidiar con uno mismo, por Alejandro Almazn 15 octubre, 2012

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Uno

Antao la vida era distinta aqu: el cerro de San Miguel se cubra de pinos corpulentos y los burros

cargados con leos desafiaban los caminos de tierra. Las plantas medicinales y los hongos de un naranja

imposible solventaban la buena fama de los curanderos, los pobladores bajaban y suban las colinas con

la paz de quien no conoce la muerte violenta, y las serpientes alisaban con mansedumbre el bosque. Los

abuelos sealaban los rboles que deban morir y los comuneros, mientras los serruchaban, silbaban

canciones purpechas, amaban las formas del viento y almorzaban juntos. Juntos, tambin, observaron

con el paso de los aos cmo algunos cambiaron los burros y la madera comenz a llenar camiones.

Aquellos s fueron buenos tiempos. Pero bien dicen que Dios es un especialista en desastres y un da

apareci un narco con sus cuernos de chivo en bandolera y su vocacin asesina. Les dijo: Este cerro es

mo y vamos a sembrar mota y aguacates. Entonces otro viento, sin patria ni compasin, cambi deprisa

la fisonoma del lugar. El capo y sus sicarios los talamontes marcaron todo, guillotinaron cuanto pino se

les cruz en estas 7 mil hectreas, y la gente vio cmo los das trajeron consigo motosierras, noches para

velar cadveres, gasolina para incendiar el bosque y, sobre todo, miedo para doblar la esquina.

Bienvenidos a Chern.

Dos

Cmo se llama?

Me dicen doa Chepa.

Y cuntos aos tiene?

Estoy pasadita de los cincuenta.

Y qu est haciendo?

Orita? Avisndoles por el radio a los comuneros que se bajen del cerro porque dicen que los malos van

pall.

Doa Chepa era una de esas mujeres que creen que Dios se compadeci de ellas y les dio el don de parir.

En abril de 2011, sin embargo, doa Chepa dej de conocer la vuelta atrs y, tal vez, hasta la vacilacin.

Hoy, como integrante de Bienes Comunales, pasa la mayor parte del da frente a una vetusta radio de onda

corta, la nica comunicacin que existe entre el pueblo y los comuneros que diario, cuando suben al cerro

a reforestarlo de pinos, salen con rezos para encarar la vida y despistar a la muerte.

Me cuenta doa Chepa con su voz suave, aunque cargada de autoridad:

El padre Antonio nos los deca en misa todos los domingos: Seoras, no miran que los malos les han

quitado los cerros?, no les importa que levanten a los comuneros y los maten?; dganles a sus maridos

que el presidente municipal no va a detener la tala; l les regal el cerro de San Miguel a los malos, con

eso les pag todo el dinero

que recibi en su campaa.

Yo saba que el padrecito,

que ya no est en el pueblo,

nos hablaba con la verdad.

Roberto Bautista (el ex

alcalde) nos tena como esos

pjaros que noms estn

esperando a que alguien les

aviente una piedra y los

mate. A l no le importaban

los talamontes ni los narcos.

Es ms, hasta los defenda. Por eso el desespero era harto en el pueblo. Me acuerdo cuando a Tirso

Madrigal lo desaparecieron en febrero del dos mil once. l fue el primero de cinco desaparecidos que

llevamos desdentonces. Unos compaeros llegaron a pedirle a Roberto que lo buscara, pero l noms les

dijo: Ese Tirso se ha de haber ido de borracho. Despuesito de eso mataron a otro de los compaeros y

todos nos encerramos en las casas. Hubieras visto qu feos fueron esos das. Los malos empezaron a

quemar el cerro y entraron al pueblo como si lo hicieran por la puerta. Ah fue cuando conocimos el miedo.

Empez a vivir entre nosotros. Nos torturaba. Y nosotros mismos lo alimentbamos. Cmo te dir? Entre

los chismes y pensamientos siempre elegimos los peores y as le dimos de tragar al miedo. Hubo seoras

que abortaron por el miedo. Fue feo. Muy feo. Hasta escalofros me dan noms de acordarme. Un da, el

15 de abril pacerte clara, yo estaba barriendo cuando mir hartos camiones llenos de madera. Me le qued

viendo a uno de los malos y l Cmo te dir? l puso cara de burla, como de poder, y yo me met a

llorar mi coraje. Dios mo, danos valor!, rec y luego sal a buscar a las compaeras que habamos estado

platicando pacer algo. Yo creo que fue bueno nunca decirles nada a nuestros maridos ni hijos porque

vieras cmo nos juntamos las mujeres en un ratito. Unas fueron a la iglesia del Calvario a tocar las

campanas. Otras pusimos piedras en el camino y las que sobraron fueron por cuetes de esos que truenan

recio cuando los avientan al cielo. Con eso salimos a defendernos de los malos. Pa cuando atajamos la

primera camioneta, los hombres del pueblo ya nos estaban apoyando. Les quemamos como seis camiones,

a uno de los malos le reventamos la barriga con un cuete y retuvimos a cinco sicarios. Uno de ellos nos

lleg a decir: Mtenme de una vez, yo soy secuestrador en San Luis Potos. No lo matamos, pero lo

golpeamos hasta que nos dolieron las manos. As fue como empez todo. No te estoy echando mentiras.

Fue el desespero y el miedo que nos llevaron a defendernos.

Posdata:

La historia, sin embargo, no comenz ni termin el 15 de abril de 2011. Don Jos y Salvador, dos de los

doce integrantes del Concejo Mayor, me platicaron que, desde tres aos antes, ciertos comuneros

entendieron que la pobreza exista para enriquecerse y comenzaron a talar pinos con desmesura. El pueblo

tuvo la empata de quienes interpretan el delito como una forma de tradicin o de sobrevivencia, y nadie

se opuso al paulatino exterminio del bosque. Por esos tiempos, los partidos polticos contribuyeron con su

gotita de sangre: el PRI y la izquierda dividida en PRD, PT y Convergencia llenaron de rencores a los

pobladores. En esa ruptura de ideales apareci otro personaje ms horrendo: el Gero Paracho, un narco

de La Familia Michoacana que engord a los comuneros con tratos y adulaciones antes de llevarlos al

matadero. l traa mucho dinero y, en tierra de pobres, el dinero es el rey. La divisin poltica y la

ambicin fueron los orgenes de nuestro mal, me dijo don Jos y yo entend que el tono opaco de su voz

admita el

descalabro. El Gero Paracho impuso la ley a punta de fuerza fctica y fue con el gobierno de Roberto

Bautista que gan la fama del azote del pueblo. Los mafiosos se enriquecieron a costa de sus paisanos y

los prestigiados brujos de Chern nada pudieron hacer con sus rezos y sus pcimas. En el pueblo

empezaron las manifestaciones, pero ni el entonces gobernador Leonel Godoy ni Felipe Caldern los

oyeron. La polica municipal tampoco quiso defenderlos: estaba controlada por el Gero Paracho. As

pasaron tres aos. Entonces lleg el clebre 15 de abril de 2011. Ah en el pueblo siguen las osamentas de

las camionetas quemadas como para dignificar el movimiento. En los meses siguientes, los pobladores

padecieron ms muertes van 15 hasta el momento. La guerra no perdon a nadie. Como al alcalde lo

motiv siempre el poder, se aferr a l hasta el 3 de noviembre de ese ao cuando hubo nuevas elecciones.

En Chern, sin embargo, decidieron que nunca ms entrara un partido poltico a sus tierras y optaron por

los usos y costumbres. Eligieron a sus keris y an esperan que la Suprema Corte avale su autonoma. Pero

ni colorn ni colorado: el Gero Paracho sigue sin llevarse la violencia a otra parte. Todava es una flor

que brota en la podredumbre del sistema poltico michoacano. Bautista es una muestra de ello: nunca se

le ha investigado y hoy, gracias a esa rotacin de camarillas priistas, ha logrado perpetuarse en el gobierno

de Fausto Vallejo. Ahora es el director de informacin del Centro Estatal para el Desarrollo Municipal.

Tres

Alguien trajo la noticia de que en la noche los narcos quemaran el pueblo. Otro se haba enterado de que

los policas municipales haban dejado Chern slo para regresar armados y rajarles la garganta a los

comuneros. Nadie, sin embargo, supo a ciencia cierta qu les deparaba despus de aquel 15 de abril. Los

rumores slo agotaron a todo el mundo, tens los nervios y arrebat la capacidad de razonar. El pueblo

temblaba de miedo. La gente no saba cmo arreglrselas con la realidad que los rodeaba. Unos sugirieron

pedir ayuda al presidente, pero los pragmticos ordenaron cerrar el pueblo. Fue entonces que los

pobladores levantaron barricadas y organizaron fogatas en cada bocacalle. El pueblo se prepar para el

sitio.

Yo no iba pensando en eso, pero anoche llegu a una de las tres barricadas que hay en Chern y Pancho

comenz a contarme la historia. Pancho, como la mayora con quienes habl, me repiti que tuviera

cuidado: nada de apellidos, ni siquiera la descripcin de una cara, si alto, si bajo, si flaco, si la mirada

No queremos que los malos nos ubiquen, me dijo. No creo que se moleste si menciono que su rifle era

negro como un cuervo y que Pancho pareca ms matar su propio miedo que dispararle a los narcos.

Pancho tambin me cont que al menos un da por semana hay intercambio de fuego con los sicarios.

Luego vienen persiguiendo a los compaeros y tenemos que defenderlos. Al da gana 153 pesos y

siempre piensa que tal vez se sea el ltimo de su vida. Yo s que deberamos estar en el campo, pero

estamos obligados a defendernos, me dijo mientras yo pensaba que cuando los cheranenses obtuvieran la

tranquilidad, el pueblo se llenara de turismo. Por ahora no hay quien quiera visitarlo y no se oye ms que

los ladridos de unos perros. Quise preguntarle a Pancho si era cierto que los del EPR les han estado

enseando a disparar. l, sin embargo, levant la ceja y encendi un cigarrillo, y yo entend que esa era

su forma de decir que no quera saber ms del asunto.

No slo en Chern se escuchan esas historias del EPR. En pueblos aledaos como Tanaco o en municipios

como Nahuatzen, los rumores dicen que unos

guerrilleros estn armando a la gente para

defenderse de los narcos. Sobre todo de los que

pertenecen a la Familia Michoacana, ese crtel

depredador cuyos platos favoritos se han

compuesto de asesinatos de pesadilla, violencia

infinita y cuentos siniestros. Se viene algo ms

cabrn, me dijo un poblador de Tanaco. Chern

apenas es apenas el principio; la gente est

despertando. Se dice, incluso, que los Caballeros Templarios, unos narcos que rompieron con la Familia

e hicieron su propio crtel, estaran dispuestos a ayudarles a los pueblos, aunque no tanto por filantropa.

Lo haran porque aqu es el paso a Jalisco y la droga por un lado debe salir. De hecho, la fuente de las

desgracias de Chern no ha sido sino su fatal geografa. Bastara echar un ojo al mapa para darse cuenta

que los ms de 15 mil habitantes estn en medio de la cueva del lobo.

Pero como a Pancho no le interes todo este asunto, prefer preguntarle en qu piensa cada vez que debe

venir a la barricada con su fusil.

En mis hijos. Pienso que ellos estn ms seguros, que pueden jugar, que pueden salir a la calle. Si muero,

s que fue por una causa.

Cunto sufrimiento, no?

Lo s, pero nosotros no queramos esta guerra. Noms que los malos ya nos tenan hartos.

Los rifles, los rostros de unos comuneros llenos de un terror desconocido, la esperanza de que todo va a

estar bien, todo eso est aqu, en esta barricada al norte del pueblo, en aquel lugar que parece estar solo

contra el mundo.

Cuatro

Eugenio Snchez sola hacer menos de cuarenta minutos cuando bajaba del cerro San Miguel. El 15 de

abril de 2011, sin embargo, se entretuvo platicando con uno de sus primos. Mientras Eugenio le contaba

que las vacas estaban muy flacas y que por eso no daban la leche que l esperaba vender, a unos tres

kilmetros monte abajo, los sicarios del Gero Paracho se haban detenido en las orillas de Chern para

presumirle a los pobladores sus proezas de machos. Mientras los sicarios destapaban unas cervezas y

arrancaban sus camionetas cargadas de madera, las mujeres del pueblo se organizaban para detenerlos.

Mientras las mujeres tocaban las campanas de la iglesia y los sicarios doblaban por la calle Guerrero, en

vez de Allende, Eugenio se encontr a unos amigos y stos le dijeron que ah dejara la leche y los ayudara

a encender unos cuetes. Mientras Eugenio bajaba por la calle Guerrero y las mujeres comenzaban a detener

a los sicarios, los policas municipales subieron por Allende, pero se dieron cuenta de su error y se

dirigieron a Guerrero. Todo eso mientras Eugenio lanzaba un par de cuetes y los policas les disparaban a

los del pueblo.

Y si slo una cosa hubiese sido diferente?

Es decir: si el alcalde no hubiera corrido a los policas que eran del mismo pueblo para contratar a unos

que estaban ligados al narco o si stos hubiesen subido directamente por la calle Guerrero; si Eugenio no

se hubiera encontrado a sus amigos o si los sicarios hubiesen circulado por donde siempre, por Allende;

si los sicarios no se hubieran detenido a dragonear o si Eugenio no hubiese platicado con su primo, Eugenio

hubiera llegado a casa con leche. Pero as como es la vida, por una serie de coincidencias que uno no puede

controlar, uno de los policas le dispar a Eugenio en la cara y el joven entr en coma.

Ahora que doa Hortensia, la madre de Eugenio, me platica la historia comprendo que hay veces que, sin

saberlo, uno va en curso de colisin y no puede hacer nada por cambiarlo.

Eugenio sali del coma, pero su sistema sicomotriz qued arruinado. Hasta hace poco pudo caminar. Los

brazos siguen rgidos y apenas balbucea. Parece un beb de treinta aos. El gobierno del estado pag slo

una de las dos operaciones y en el hospital lo dieron de alta apenas cobr el sentido. Doa Hortensia ha

costeado con animales la rehabilitacin de su hijo.

Vale la pena pelear junto al pueblo? le pregunto a doa Hortensia, una mujer que siempre que habla

extiende las manos con aspecto impotente.

El pueblo no nos ha ayudado en nada. Ust cree que orita yo voy a estar pensando en el pueblo?

Cinco

En la esquina de la calle de Galeana, doa Queta sola curar a la gente con hierbas y flores. Quien sufra

de esclerosis ola hojas de laurel. Quien estaba aquejado de hipertensin beba t de geranios. Quien pasaba

por una mala racha era limpiado con ruda y otros plantas de las que he olvidado su nombre. Doa Queta

seguira con sus curaciones, pero los sicarios quemaron el cerro y, salvo la maleza, nada volvi a crecer.

Cuando la conoc, me invit a sentarme frente a lo que fue una fogata. En los peores tiempos del conflicto,

lleg a haber en las bocacalles 264 chpri kri(como llama doa Queta a las fogatas en purpecha) y la

gente las bautiz segn su creatividad: a una le pusieron Pars, a otra Dignidad, a una le nombraron Ikiata

(coraje) y a otra La tierra es de quien la trabaja. sta, donde estoy con doa Queta, se llam simplemente

La fogata 35. Salvo una que est en la esquina de Galeana y Guerrero, los pobladores han dejado de

prenderlas. A veces llegan a hacerlo slo para que los fotgrafos y camargrafos del mundo se lleven una

buena imagen, pero han dejado de servir para vigilar el pueblo o para permitir que los pobladores trazaran

el plan que an tratan de seguir: exigir, a los gobiernos federal y estatal, justicia para los muertos y

desaparecidos, seguridad y recursos para la reconstitucin del cerro.

Del cerro es de lo que me habla doa Queta justo ahora que don Fidel, otro habitante del pueblo, enciende

la fogata y yo le miro esa barba blanca y puntiaguda como el maestro de artes marciales Pai Mei, el

personaje que interpreta Gordon Liu en Kill Bill 2.

Pero dejar que doa Queta sea quien hable, porque es una poeta:

Si no alcanzas a divisar el cerro es porque ya es de noche y la noche engaa a los ojos cuando no ests

acostumbrado a la oscurid. Pero el cerro est all, frente a nosotros. Siempre que chilla yo lo oigo. Es un

llanto como el de los nios enfermos. En serio, no me mires con esa cara. Yo qu gano con echarte

mentiras? Verd Fidel que los rboles chillan?.. Ya ves? A lo mejor t porque eres de ciud nunca los

has escuchado, pero uno que naci en lugares como stos, oye y ve cosas que ni te imaginas. Pero te deca:

los rboles llevan aos chillando. Los rboles son iguales a las personas y sufren cuando los mochan o los

queman. Alguna vez te has cortado? Alguna vez te has quemado? Pos eso mismo sienten los rboles.

No creas que chillan noms por qu s. No. Chillan porque los malos los han ido matando. Yo por eso ya

no voy al cerro. Me morira noms de ver sus esqueletos. Y la verd no entiendo por qu, si ellos no hacen

dao nunca a nadie. Los rboles, a mi manera de ver las cosas, no merecen ese trato. Ellos nos dan lea,

vientos, sombra, pjaros, agua. Nos dan la pinche vida. La pinche vida, noms.

Me acordar de doa Queta la maana siguiente cuando los comuneros me lleven al cerro y, conforme

vayamos subiendo dolorosamente, observe que ah la pinche vida, en nombre de la muerte, los narcos se

la llevaron a fuego y motosierras.

Seis

El cerro est verde le dije a don Mario y l me mir como si tuviera enfrente a un tipo que haba

perdido la razn.

Los ojos son bien mentirosos me contest y yo tuve que disculparme en cuanto vi que aquel verde

era slo maleza que haba crecido en desorden con la lluvia. Entre ella haba miles de troncos quemados.

Aquel era un cementerio de madera al que slo le hacan falta flores y veladoras. Las lgrimas, al menos

la de don Mario, ya las tena.

rbol que cortan, rbol que le prenden fuego, me dijo don Mario mientras, hasta donde me daban los

ojos, segua viendo lo que restaba de las 7 mil hectreas. Es decir: 58 estadios Azteca llenos de rboles

fuertes y milenarios ahora eran maderos podridos. Lo que quieren los malos es que les tengamos miedo

y aceptemos que siembren aguacate pa traficar su mariguana.

Don Mario es uno de los comuneros voluntarios que hacen ronda por el cerro. Digamos que es una especie

de polica sin pistola, slo lleva valor. Se desplaza por los caminos como si fuera un 44 y siempre sabe

dnde queda el norte y el sur. Fue su vista de halcn la que nos llev hasta donde una docena de pobladores

trabajaban en la reforestacin del cerro. Ah desde donde se miraba el pueblo con sus calles tortuosas y

empinadas, y desde donde dicen que en las noches se ve al pueblo como si fuera un farolillo de papel

conoc a don Juan y a don Hache.

El primero es uno de esos viejos (tiene 76 aos) con la esmerada negrura de los que pasan mucho tiempo

bajo el sol.

Sus manos y

sus pies estn

speras como

la corteza de

los rboles.

Y, desde el

ao pasado

que empez

la

reforestacin,

ha de llevar

unos cinco

mil

sembrados.

Don Juan ha padecido los disparates del Gero Paracho: le mand a quemar sus dos hectreas y le rob

sus vacas.

Me pusieron una pistola, oiga, cmo iba a defender la tierra? me dijo, como disculpndose, apenas

lo salud.

Usted hizo lo que pudo, don Juan. No se agite, decimos en mi tierra.

Cmo no? Todo se acab, oiga.

Mejor piense en los pinos que est sembrando.

S pienso, oiga. Y sabe qu pienso? Que en veinte aos van a estar buenos y que yo no los ver, oiga.

Me voy a morir y el cerro seguir peln. Ust sabe lo que es eso pa un viejo como yo que traigo pegado

a los ojos lo bonito que era el cerro?

Don Hace as me pidi que lo llamase parece ser el otro lado de don Juan: no le entusiasma la

reforestacin y, cuando puede, les insiste a los del Concejo Mayor que deberan seguirle vendiendo madera

a los narcos.

Y eso por qu, don Hache?

chale cuentas me dice y empieza a contar con los dedos como si cada uno valiera cien pesos: aqu

ganamos ciento sesentaiocho pesos al da; o sea, mil pesos a la semana. Sabes cunto ganaba antes por

cargar madera a los camiones de los malos? Seiscientos pesos! Seiscientos! Y noms trabajaba tres horas.

Pero ya se quedaron sin cerro, don Hache.

Todava tenemos las hectreas de all y seala un cerro que aqu llaman La cofrada.

All, en La cofrada, estn los pinos ms viejos, los que, desde que el mundo es mundo, han acompaado

a los ojos de agua que le dan de beber al pueblo. Cuando los narcos empezaron a cortar rboles de ah, las

mujeres se levantaron.

El pueblo dice que La cofrada es sagrada, don Hache.

Ya s, pero yo les digo que si talamos de a poquito, el pueblo volver a tener dinero. Orita andamos

muy fregados todos. Nadien nos visita. El dinero noms est dando vueltas aqu mismo en el pueblo. El

hambre ya nos lleg al pescuezo.

Y no cree que vale la pena el esfuerzo?

Mis hijos dicen que yo no entiendo, que qu les voy a dejar a mis nietos. Y es cuando me entra el

sentimiento. Pero luego veo cmo estamos viviendo y me vienen otros pensamientos.

Hay ms en el pueblo que creen que deben seguir vendindole madera a los narcos?

Habamos muchos, pero el Concejo meti en razn a varios. A otros los ha entregado a la polica de

Morelia porque siguieron haciendo tratos con los malos. Y orita todava habemos como unos diez que

seguimos de necios, pa qu ms que la verd.

Siete

Es mircoles 8 de agosto y hoy tendr la oportunidad de ver cmo la Casa de la Cultura se convierta en el

ombligo de Chern. La multitud crecer muy de prisa, casi en progresin geomtrica. Ser como si los

pobladores se fortalezcan, como si aumentara su valor. Lo necesitan: les han anunciado que el gobernador

Fausto Vallejo llegar a las diez de la maana. Esto s que es un acontecimiento: el anterior gobernador,

Leonel Godoy, crey innecesario subirse al helicptero en Morelia y viajar 110 kilmetros para escuchar

a un pueblo que, en 2005, vot por l en su mayora. As que la visita de Vallejo, un priista de 62 aos de

edad, merece un par de cuetes. Pero un momento. Vallejo no va a venir. Tal vez le interese el caso Chern,

pero hoy se quedar en Morelia para ver qu determina el Consejo General del IFE: la oposicin lo acusa

de difundir propaganda gubernamental en diarios locales durante el periodo de campaas electorales. As

que no prendan los cuetes. Con quien tendrn que hablar ser con el secretario de gobierno, Jess Reyna,

un hombre que siempre parece estar fastidiado. A l y a otros funcionarios tendrn que decirle sus

preocupaciones y ellos slo les contestarn con contradicciones. Es decir: mientras el Concejo asegure

que los militares y los policas federales no arrestan a quienes siguen bajando madera, ellos responden que

el Ejrcito y anexas no estn para perseguir a los talamontes, sino para proteger a la poblacin. Si el

Concejo dice que los narcos siguen matando a los comuneros, ellos les contestan que no tienen reporte al

respecto. Si el Concejo dice que de los 35 millones de pesos que han recibido de recursos, 30 han sido

para el pago de empleo temporal, ellos sospechan de un desvo de fondos. Si el Concejo dice que las viudas

no han recibido la ayuda prometida, ellos les responden que eso es mentira y presumen que, a cada una,

se le ha dado cien mil pesos y becas para sus hijos.

Doa Lourdes es el mejor instrumento para saber quin miente sobre el asunto de las viudas.

Su esposo, Urbano Macas, fue el ltimo comunero que, hasta el 13 de agosto pasado, haban matado los

sicarios. El pasado 8 de julio, Urbano sali temprano al monte a arrear los becerros. No volvi. Unos

rancheros encontraron su cadver cerca de El Cerecito, una ranchera controlada por el Gero Paracho. Le

dieron cuatro balazos.

Doa Lourdes me

recibi en su casa. Sus

dos hijos pequeos

traan los calcetines

grises de tanto andar

por la casa sin zapatos

y ella segua asustada.

Sus temores estn sin

duda justificados: en

Chern vive gente que

de una u otra manera

tienen relacin con los

sicarios y ella cree que si habla de ms no saldr viva de la historia. De todos modos mi esposo ya de por

vida se fue, me dijo.

Y por qu no se va del pueblo?

Adnde me voy a ir, oiga? Qu voyacer en otro lado? Irme? No, yo no soy la delincuente. Yo no

hice nada. A m fue a la que me dejaron abandonada. Sin nada. Ni los becerritos me dejaron.

El gobierno del estado no la ha ayudado?

Pos pusieron el cajn donde metimos a Urbano y noms.

Dicen que le dieron 100 mil pesos a cada viuda y becas para los nios.

Pos quin sabe a quin, pero a m no y tampoco a otras viudas que conozco. Ayer estbamos platicando

eso, porque lo vimos en la tele y dijimos: sos noms mienten. Pero, sabe? Yo no quiero nada. Yo no

voy a vender el alma de mi esposo. Yo quiero justicia. Noms eso. Yo pa qu quiero ese dinero? Pa

que luego vengan los malos y quieran matarme? Mejor as pobre. Eso pienso yo.

Posdata:

No puedo recordar el nombre de los quince muertos de Chern, pero por alguna extraa razn me acuerdo

que a ninguno le han perdonado el tiro de gracia.

Y otra posdata:

Cuando se public este relato, al Gero Paracho lo mataron en el cerro. Se dice que fueron narcos rivales.

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