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ALFABETIZACION Y MILITANCIA. EL «DESCUBRIMIENTO» DE LOS ANALFABETOS DE BARCELONA DURANTE LA SEGUNDA REPUBLICA MERCEDES VILANOVA (") Para comprender el significado del abstencionismo electoral y de la militancia en Cataluña durante los años 30, hemos realizado una serie de estudios electorales y de empresa de la que, finalmente, ha emergido con fuerza la personalidad de la población analfabeta. En este artículo abordamos, en primer lugar y someramen- te, los conceptos de alfabetización e iletrismo, reseñamos algunas implicaciones políticas o cognitivas de la alfabetización de Occidente y, por último, describimos la trayectoria metodológica que nos llevó a «descubrir» a los analfabetos y analfa- betas de Barcelona, tal vez como un grupo determinante de nuestro pasado más reciente. ALFABETIZACION E ILETRISMO La alfabetización parece un saber fácilmente identificable que se considera la base de la educación desde que la lectura y la escritura se consagraron en los siste- mas escolares como el modo universal de acceder a todo conocimiento. No obs- tante, saber descifrar las palabras escritas no quiere decir, ni mucho menos, saber entender un texto, y saber firmar el propio nombre no implica la posibilidad de comunicarse por escrito (1). El concepto global de alfabetización es excesivamente amplio y no permite diferenciar niveles de lectura y escritura que sólo tienen sen- tido en relación estrecha con cada situación histórica, porque no son saberes atemporales ni su evolución ha sido lineal o similar en todas partes; de ahí la im- portancia de estudios puntuales que nos aproximen a la vivencia de la población analfabeta en momentos y lugares concretos. Han hecho falta varias oleadas alfabetizadoras para que tuviera sentido la in- vención reciente de la palabra «iletrismo». El analfabetismo funcional o iletrismo (*) Universidad de Barcelona. (1) La opinion común considera analfabeto al que desconoce la lectura y la escritura. Junto a este concepto, que es el de analfabeto absoluto o instrumental, existe el de analfabeto relativo o funcional (ver la Enciclopedia de la Cultura Española, Madrid, 1963). Revista de Educaoón, núm. 288 (1989). págs. 255-270 255

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ALFABETIZACION Y MILITANCIA. EL «DESCUBRIMIENTO» DE LOSANALFABETOS DE BARCELONA DURANTE LA SEGUNDA REPUBLICA

MERCEDES VILANOVA (")

Para comprender el significado del abstencionismo electoral y de la militanciaen Cataluña durante los años 30, hemos realizado una serie de estudios electoralesy de empresa de la que, finalmente, ha emergido con fuerza la personalidad de lapoblación analfabeta. En este artículo abordamos, en primer lugar y someramen-te, los conceptos de alfabetización e iletrismo, reseñamos algunas implicacionespolíticas o cognitivas de la alfabetización de Occidente y, por último, describimosla trayectoria metodológica que nos llevó a «descubrir» a los analfabetos y analfa-betas de Barcelona, tal vez como un grupo determinante de nuestro pasado másreciente.

ALFABETIZACION E ILETRISMO

La alfabetización parece un saber fácilmente identificable que se considera labase de la educación desde que la lectura y la escritura se consagraron en los siste-mas escolares como el modo universal de acceder a todo conocimiento. No obs-tante, saber descifrar las palabras escritas no quiere decir, ni mucho menos, saberentender un texto, y saber firmar el propio nombre no implica la posibilidad decomunicarse por escrito (1). El concepto global de alfabetización es excesivamenteamplio y no permite diferenciar niveles de lectura y escritura que sólo tienen sen-tido en relación estrecha con cada situación histórica, porque no son saberesatemporales ni su evolución ha sido lineal o similar en todas partes; de ahí la im-portancia de estudios puntuales que nos aproximen a la vivencia de la poblaciónanalfabeta en momentos y lugares concretos.

Han hecho falta varias oleadas alfabetizadoras para que tuviera sentido la in-vención reciente de la palabra «iletrismo». El analfabetismo funcional o iletrismo

(*) Universidad de Barcelona.(1) La opinion común considera analfabeto al que desconoce la lectura y la escritura. Junto a este

concepto, que es el de analfabeto absoluto o instrumental, existe el de analfabeto relativo o funcional(ver la Enciclopedia de la Cultura Española, Madrid, 1963).

Revista de Educaoón, núm. 288 (1989). págs. 255-270 255

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designa las dificultades especificas de una parte de la población frente al lenguajeescrito en sociedades escolarizadas durante generaciones. Es importante no con-fundir el iletrismo actual de los países desarrollados, o incapacidad relativa de unapoblación escolarizada para utilizar eficazmente sus posibilidades de comprenderla cultura escrita corriente, con la incapacidad de descifrar un texto, que era la ca-racterística del campesinado en algunos países desarrollados de Occidente duranteel siglo pasado (2).

Jack Goody se ha referido a una alfabetización parcial o restringida, propia deaquellas sociedades en las que la apropiación de lo escrito está todavía sumergidaen la comunicación oral (3). En estos casos, el lenguaje escrito permanece para de-terminados géneros como una transcripción del lenguaje oral y la lectura se conci-be en términos de audición, más que de apropiación individual en voz baja (4). Encontraposición, pan Hébrard se refiere a la alfabetización generalizada, cuandotoda la población adulta ha sido escolarizada durante generaciones. Hébrard tam-bién distingue una alfabetización lateral, no aprendida en la escuela y propia deindividuos autodidactas; una alfabetización pasiva, cuando el aprendizaje de la lec-tura está sometido a estrictas normas sociales y religiosas y controlado en ciertomodo por los diversos catecismos, y una alfabetización activa, en la que el domi-nio de la escritura permite la liberación y la evasión, es decir, la afirmación de lapropia identidad (5).

Para matizar lo que significa la alfabetización es esencial tener en cuenta la se-mialfabetización y profundizar en las posibilidades de lectura que históricamentese han desarrollado. Más allá de las estadísticas, que nos aportan unas tasas nece-sarias para situar el tema cronológica y espacialmente, pero cuya interpretación esdifícil, se requiere elaborar una historia de la lectura que se reinstaure en el cora-zón mismo de una historia de la edición y del libro. Por lo mismo, actualmenteprevalece la tendencia a considerar las limitaciones de una historia de la alfabeti-zación meramente cuantitativa y el énfasis se pone en un análisis cualitativo bási-camente por dos razones: porque la distribución de los índices de alfabetizacióninforman poco sobre su utilización real y porque es posible que aumentos progre-sivos en los porcentajes de alfabetización no se hayan correspondido con unaumento en los niveles cualitativos de lectura y escritura en la mayoría de la po-blación. Por estas razones debería relativizarse el pretendido declive actual de lastasas de alfabetización mundial (6).

(2) Hébrard, J. «Lire aujourd'hui», en A. M. Christin, Espaces de la Lecture, Centre Pompidou, 1988.También de Jean Hébrarci, el articulo que se publica traducido en este mismo volumen, «La scolarisa-tion des savoirs elementaires à l'epoque moderne».

(3) Goody, J. y Watt, 1. «The consequences of literacy», en Comparative Studies in History and Society, 5,1962, pp. 304-305. Goody, J. The Domestication of the Savage Mind. Cambridge, Londres, 1977; The Logic ofWriting and (he Organization of Society, Cambridge University Press, 1986; The Interface Between the Writtenand (he Oral, Cambridge University Press, 1987.

(4) Quéniart, J. «De l'oral à l'écrit, les modalites d'une mutation», en Histoire de l'Education, I, enero1984, pp. 12.35.

(5) Sobre estos temas ver el debate entre Roger Chartier y Jean Hebrard, «La lecture: pratiquesaciennes, crise actuelle?», en Noroit, septiembre, noviembre y diciembre de 1984.

(6) Baudelot, C. y Establet, R. Le niveau monte, Editions du Seuil, 1989, y Poulain, M. «Lecture et lec-

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La población que lee puede practicar, además de una lectura oral o silencio-sa, una lectura intensiva o extensiva en función de los textos leidos y una lecturaimpresa o manuscrita en función del tipo de letra utilizada. La lectura tradicio-nal e intensiva se caracteriza por que los mismos textos, Biblias, libros de piedady almanaques son leídos y releídos, con frecuencia en voz alta, en las familias.Son textos memorizados, interiorizados al modo de plegarias, por lo que su lec-tura consiste en descifrar palabras ya conocidas oralmente. Es una lectura inten-sa que se convierte en una referencia obligada, porque tiende a construir toda lapersonalidad en torno a ciertos esquemas de comprensión o narración. Este tipode lectura caracteriza a la población de los países protestantes durante los siglosXVI, XVII y parte del xvm, pero Chartier piensa que sus características son gene-ralizables a la población católica francesa de la misma época a pesar de que faltela «espina dorsal de la Biblia». En contraste con la lectura intensiva, a finales delsiglo xvm en Alemania y principios del xix en los Estados Unidos surge y se des-arrolla otro tipo de lectura, que es ya el nuestro. Una lectura extensiva que seopone punto por punto al modelo de lectura del Antiguo Régimen. Es una lectu-ra confrontada a muchos textos (que además proliferan sin cesar) que cobraautonomía como acto cultural, que pierde el sentido de la reverencia y de lo sa-grado y se convierte en un acto desenvuelto y liberado en el que se tiende a rom-per progresivamente los horizontes de referencia previos para pasar definitiva-mente la barrera de la cultura oral. Una lectura que, en definitiva, marca menosprofundamente al individuo (7).

El analfabetismo secundario o recurrente, o analfabetismo por desuso, esaquel analfabetismo que surge cuando se ha olvidado lo aprendido en la escue-la. Para definir esta realidad social, que básicamente atañe a los países desarro-llados de Occidente, se han inventado palabras nuevas como analfabetismo fun-cional o iletrismo. Definir este tipo de analfabetismo es muy difícil, si no imposi-ble, excepto tal vez en términos militares (8). Para Harvey Graff, además, el con-cepto tiende a introducir una dicotomía simplificadora que divide a la sociedaden dos tipos de personas: no sólo opone analfabetos a alfabetizados, sino queademás carga emotivamente los términos con otras connotaciones, cómo perso-nas cultas e incultas, civilizadas y salvajes, cultivadas o rudas, etc.; por lo quehace falta un ejercicio mental activo para sobreponerse a estos obstáculos termi-nológicos y epistemológicos. La alfabetización funcional representa una gama dehabilidades o conocimientos que pueden conllevar, o no, características persona-les o psicosociológicas, de modo que su significado ha de precisarse en contex-tos históricos concretos (9).

También para Harman, intentar definir de forma abstracta al analfabeto fun-cional es imposible, porque, como en un paseo hacia el horizonte, su significado

teurs», en la obra colectiva dirigida por José Vidal . Beneyto y Bernard Cassen, Lire en Europe, Estrasbur.go, 1988.

(7) Ver nota 2.(8) Sticht, T. G.; Amstrong, W. B.; Hickey, D. T. y Caylor, J. S. Cast-off youth, policy and training methods

from the military experience. Nueva York, Praeger, 1987.(9) Graff, H. The Legarles of Literacy, Continuities and Con tradictions in Western Culture and Society. Indiana

University Press, 1987, pp. 373-374.

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se nos escapa (10). Hunter y Harman consideran que la alfabetización funcionalabarca dos grupos de necesidades y establecen dos tipos de niveles: el que deno-minan alfabetización funcional externa y que se refiere a los conocimientos nece-sarios para «funcionar» en la sociedad diariamente, y el de la alfabetización funcio-nal interna, que se refiere a los niveles de alfabetización que las personas se impo-nen a sí mismas y que está relacionado con las esperanzas, ambiciones y opcionesde cada uno (11). En un trabajo más reciente, Carmen St. John Hunter ha sintetiza-do tres aproximaciones a la alfabetización funcional: la alfabetización como unconjunto de habilidades y competencias, la alfabetización como necesaria parauna mejor calidad de vida y la alfabetización como un reflejo de realidades políti-cas y estructurales. Las definiciones, que subrayan habilidades o competencias,preocupaciones humanísticas o el contexto social, no se excluyen totalmente, peroel punto de partida o la definición elegida tiene una importancia decisiva a la horade determinar el tipo de política seguida para alfabetizar (12).

En un estudio realizado en Francia sobre «El iletrismo y la televisión», y refi-riéndose a su origen, se definen dos tipos de iletrismo: uno endógeno, unido a lahistoria individual y a la noción de fracaso afectivo, escolar o social (en los adul-tos), que tiende a acumular un sentimiento de culpabilidad personal y a ser malasumido, y un iletrismo exógeno, ligado a las circunstancias de la vida (nacimientoen un lugar específico en donde el analfabetismo es habitual), que no implica unfracaso personal, es «inocente», aunque no excluye un sentimiento de vergüenzahacia el exterior o hacia una parte del propio entorno (en los niños, por ejemplo).Las implicaciones de un iletrismo y otro, de cara a la enseñanza, son distintas. Elendógeno tiende a producir una actitud vacilante, entusiasta al principio y pocodespués desesperanzada, reproduciendo y justificando los fracasos del pasado, obien una actitud voluntarista en la que la lectura es considerada como una victoriasobre el pasado y una ruptura con el fracaso, otorgando un soporte personal nue-vo que puede ser extendido como un nacimiento social. El iletrismo exógeno sevive de una manera menos traumatizante, con un voluntarismo menos marcado,porque no se trata de una ruptura sino, más bien, de una «normalización», conuna proyección hacia el futuro que pasa menos por la propia persona que por loshijos, que sí sabrán leer (13).

Es difícil determinar exactamente cuándo las dos palabras, «alfabetización» y«funcional», se unieron por primera vez. La noción de un nivel de alfabetizaciónmás sofisticado que la posibilidad de escribir el propio nombre o leer un mensa-je muy sencillo parece haberse abierto paso durante la Segunda Guerra Mun-

(10) Harman, D. Illiteracy: A National Dilemma Cambridge Book Company, 1987, p. 3.(11) St. John Hunter, C. y Harman, D. Adult Illiteracy in the United States. A Report to the Ford Founda-

tion. McGraw-Hill Book Company, 1985, p. 12.(12) St. John Hunter, C. «Literacy: What do the definitions teil us?», en Margaret Gayfer (Ed.), Litera-

cy in Industrialized Countries. A Focus on Practice. Toronto, International Council of Adult Education, 1986,pp. 23-26.

(13) Capogna, G. B. filetrisme et Télévision: L'écriture sur écran de type Antiope pour una population endifficulté face a l'écriL Una elude realisi a la demande du Groupe Permanent de Lutte contre l'Illetrisme, octu.bre 1988.

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dial, cuando el ejército norteamericano definió a los analfabetos como «aquellaspersonas incapaces de comprender las instrucciones escritas necesarias paraefectuar funciones militares básicas». La alfabetización funcional ha hecho fortu-na tal vez por ser un concepto elástico, ambiguo y polisémico que permite unconsenso ilusorio y confortable. Además, «funcional» induce a pensar que se es«activo» y «efectivo» y que, inteligentemente, se va a por algo y, por lo mismo,permite connotaciones positivas sobre la alfabetización funcional de la sociedad,aunque al mismo tiempo impide la noción de una alfabetización de «sobreviven-cia» (14). Hay que tener en cuenta que la alfabetización es un bien social comple-jo y que nadie posee hoy las múltiples «alfabetizaciones» necesarias, lo que im-plica que indefectiblemente todos somos en parte analfabetos. Asimismo, aque-llos que poseen las habilidades y no las usan, o los que poseyendo informaciónla ocultan, para Levine no deben considerarse alfabetizados, como ocurre en so-ciedades en las que las grandes mayorías permanecen sistemáticamente exclui-das de la información.

ALGUNAS RUPTURAS EN LA ALFABETIZACION DE OCCIDENTE

Políticos e investigadores polemizan en torno al significado de la alfabetiza-ción desde un punto de vista histórico y actual para describirla, comprenderla einterpretarla en sus múltiples facetas y coyunturas y para paliar el analfabetismoconsiderado como causa de marginación social. En todos ha arraigado la con-ciencia de que alfabetizar es una tarea urgente, ya que, según se afirma, permiteel pensamiento lógico y analítico, la utilización del lenguaje abstracto, el pensa-miento crítico y racional, una actitud escéptica e interrogante, el reconocimientode la importancia del tiempo y del espacio y una diferenciación entre mito e his-toria. Además, impulsa gobiernos complejos, democráticos y modernos, la rique-za y la productividad, la estabilidad política, la urbanización y el control de la na-talidad. Nos hace innovadores, bien orientados, cosmopolitas, liberales y huma-nos, menos aptos para la delincuencia y más propicios para aceptar responsable-mente derechos y deberes. A pesar del arraigo de muchas de estas ideas, cuyoorigen inmediato hay que buscarlo en el pensamiento de la Ilustración, no haypruebas que las avalen y los ejemplos históricos más bien sugieren todo lo con-trario. Por esto, Scribner y Cole, Graff y muchos otros han podido referirse almito de la alfabetización (16).

En las escuelas de nuestras sociedades democráticas, la neutralidad culturalque se le supone al acto de lectura y su aparente instrumentalidad son las garan-tías de su eficacia social. Desde la época de las Reformas en el siglo xvi a la Ilus-

(14) Levine, K. «Functional Literacy: Fond Illusions and False Economies». Harvard Educational Re-

view, 52(3), 1982.(15) Ver el comentario de Hunter a Levin, en Literacy in Industrialized Countries, op. cit.

(16) Ver las criticas a The Legacies of Literacy de Harvey Graff, especialmente la de James Paul Gee,«The Legacies of Literacy: From Plato to Freire through Harvey Graff», en Harvard Educational Review,

58 (2), mayo 1988, en la que también discute las tesis de Scribner y Cole en The Psychology of Literacy,

Cambridge University Press, 1981.

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tración y las Luces en el XVIII y a la expansión escolar del xix, cada política educa-tiva ha estado plenamente convencida de que la enseñanza de la lectura es un me-dio para transformar los valores y los hábitos de los diversos grupos sociales. Laspolíticas de alfabetización, del cariz que sean, sin una reflexión previa sobre lo quesignifica la lectura, mantienen un optimismo pedagógico inquebrantable (17). Poresto, ha podido proclamarse una y otra vez que la enseñanza es el «servicio públi-co más grande», o que «el crecimiento de la institución escolar es la conquista delpueblo» (18).

Los historiadores han aportado _muchos ejemplos que contradicen esta visiónoptimista de la alfabetización y de la escuela. Esquematizando, podemos resumirsus argumentos en cuatro tipos: ideológicos, muy ligados a la relación entre el len-guaje escrito y el lenguaje oral y a la supuesta independencia crítica de la personaalfabetizada; económicos, muy unidos a las teorías del desarrollo, de la industriali-zación y del urbanismo; políticos, basados en la presunción de que el elector anal-fabeto es un votante sin capacidad decisoria, y sociales, que pueden ir desde lacreencia de que la pobreza depende de la alfabetización hasta la consideración delos analfabetos como «salvajes, primitivos o rudos».

El interés por la alfabetización entre historiadores, antropólogos, psicólogos,lingüistas y sociólogos surge cuando la que ha sido denominada primera genera-ción de estudiosos de la alfabetización publica sus obras maestras. En la década delos 60, Stóne, Cipolla, Shofield y Goody establecen las primeras series cronológicasde la difusión de la alfabetización, identifican las fuentes necesarias, avanzan haciaestudios comparativos y plantean, a veces de forma especulativa, los factores másdecisivos y sus impactos y consecuencias cognitivas y sociales. Poco después apare-ce la segunda generación con los trabajos de Egil Johansson, Lockridge, Furet yOzouf, Cressy, Stevenens, Stoltow, Houston y Graff y las obras posteriores de Sho-field y Goody. Sus estudios se caracterizan por intentar completar las series esta-dísticas, por una mayor preocupación por el contexto en los modelos de cambiosocioeconómico, por la consideración de los sistemas de escolarización y determi-nados sucesos de relevancia histórica, como la Revolución Francesa, y por la cre-ciente conciencia de las dificultades que supone el fenómeno de la alfabetización.Son obras coetáneas de autores como Eisenstein, Chartier o Hébrard que se inte-resan por la historia de la imprenta, del libro y de la edición y que se preguntanpor los niveles de lectura y escritura y por la complejidad de las relaciones que seestablecen entre el lenguaje oral y el escrito (19).

En la historia de la alfabetización occidental se han dado varias rupturas funda-mentales, unas son cognitivas y sus máximos exponentes han sido jack Goody yElisabeth Eisenstein. Estudian las mutaciones producidas por el alfabeto griego opor la difusión de la imprenta en la estructura del pensamiento y en la escritura

(17) Hebrard, J. «Comment Valentin Jamerey-Duval apprit-il ä lire? L'autodidaxie exemplaire», enRoger Chartier, Pratiques de la lecture. Marsella, Rivages, 1985.

(18) Prost, A. Histoire de l'enseignement en France 1800-1967. Armand Colin, 1968.(19) Graff, H. The Labyrinths of Literaoy. Reflections of Lileracy Past and Present. The Falmer Press, 1987.

Ver el último capítulo titulado «The History of Literacy: Toward the Third Generation».

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hasta plasmar el libro tal como hoy lo conocemos y en las diversas formas de es-cribir y de apropiarse los textos por la lectura. Desde un punto de vista social sonfundamentales las dos grandes oleadas alfabetizadoras: la primera, urbana y res-tringida, de los siglos XIII y m y, y la segunda, rural y generalizada, de los siglos )(INy XX. Finalmente hay que tener en cuenta la importancia política de la alfabetiza-ción, entendida como arma y utilizada por todas las escuelas desde las Reformasdel siglo XvI hasta nuestros días.

Escritura y lectura son unas técnicas de comunicación que pueden abrirnoshacia el mundo social exterior o hacia el mundo personal e interior y que in-fluyen en la memoria individual y colectiva. Es por estas razones por las que laalfabetización de las sociedades ha supuesto una transformación decisiva e irre-versible que, no obstante, se ha producido lentamente y, según los lugares y lasépocas, son ritmos y contenidos muy diferenciados. Para Jack Goody, la escrituramodifica el soporte del conocimiento, las condiciones del ejercicio de la memo-ria y, por lo mismo, de la lengua y de la estructura del pensamiento. Por estasrazones, se refiere a la alfabetización como a la línea divisoria más significativade la humanidad. Desde su punto de vista, que lo escrito sea manuscrito o im-preso no tiene una importancia decisiva, lo que importa es la representación omanipulación gráfica del pensamiento. Recientemente se le ha criticado a Goo-dy el justificar un modelo «autónomo» de la alfabetización. Ha sido sobre todoBrian V. Street quien tal vez más brillantemente ha propuesto un modelo «ideo-lógico» de la alfabetización (20).

El libro, tal como hoy lo conocemos, es una invención de la Baja Edad Anti-gua, surgido de dos grandes innovaciones del siglo la sustitución del rollo porel volumen en librillos, como lo conocemos en la actualidad, y el abandono delpapiro, demasiado fino, por el pergamino. Estos avances acabaron con el mundocerrado de los rollos de papiro e introdujeron el universo infinito de los libros,que se conservan mejor, se consultan y se copian más fácilmente, y que ademáspermiten los índices, la vuelta atrás en la lectura y la localización de los textos. Aestos avances hay que añadir otra ruptura de enorme trascendencia: el descubri-miento de la lectura visual, individual y en silencio, que permitió no sólo leer másrápidamente, sino que además sustrajo al individuo a la presión colectiva de la lec-tura oral en público y le facilitó una apropiación personal del texto, liberando almismo tiempo el pensamiento. Aparecida desde la Baja Antigüedad en los medioscristianos, la lectura silenciosa se generalizó en los escritorios monásticos en los si-glos xi y xii, entre los clérigos y universitarios desde fines del siglo xli, ganando ala sociedad aristocrática a mediados del xiv y a las masas populares a partir . del si-glo xix en algunos países de Occidente (21).

El descubrimiento de la imprenta por Guttenberg surgió de la coexistencia deun hecho económico y otro cultural; sigrhficó la emergencia de una economía ba-sada en la tecnología del papel y el impulso de una sociedad inmersa en una cultu-

(20) Street, B. V. Literacy in Theory and Practice. Cambridge Studies in Oral and Literate Culture, Cam-

bridge University Press, 1984.(21) Queniart, J., op. cit., p. 14.

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ra predominantemente humanista y religiosa. En el momento de este descubri-miento los primeros libros impresos formaban un conjunto perfectamente homo-géneo con los libros manuscritos que venían a sustituir. Pero su éxito y difusiónprovocó un gran impacto en la historia cultural de Occidente. Ha sido sobre todoElisabeth Eisenstein quien, contrariamente a la opinión mantenida por Goody, hadefendido que la transformación fundamental de la cultura de Occidente no sedio con la difusión de la alfabetización restringida de los griegos, sino a partir dela imprenta, tanto por las transformaciones radicales que supuso en las condicio-nes de producción del libro como por las operaciones intelectuales que permitió.Para Eisenstein, la difusión de la imprenta alteró las relaciones de los hombrescon la divinidad, con la naturaleza y entre ellos mismos y cambió la manera depensar y de sentir. La revolución en el sistema de comunicación que significó loimpreso se proyectó en los tres grandes hechos de la civilización que caracterizanlos tiempos modernos: el retorno a la Antigüedad y la afirmación de las nuevasformas de pensar, las reformas religiosas y la revolución científica. El libro impre-so marca una frontera fundamental entre dos tipos de «renacimientos». El delCuatrocento pertenecía todavía a «una cultura de escribas», es decir, a unos me-dios cerrados que escribían por delegación; se limitó a unos focos italianos, fuesólo humanista y estuvo amenazado de desaparición como los renacimientos delos siglos 1x y xi. A partir de la imprenta, el Renacimiento constituye un hechouniversal, se extiende a todos los campos del conocimiento y a todos los países deEuropa y, al mismo tiempo, inaugura un saber acumulativo que escapa al riesgode desaparición. El aumento de la oferta, hasta límites entonces inimaginables,crea nuevos focos de cultura, fija y universaliza el lenguaje, permite la reproduc-ción idéntica, posibilita un aparato crítico, ahorra el tiempo y el tedio de la copia yestá en el origen de la emergencia de un grupo nuevo que conlleva un poder nue-vo: la intelectualidad (22).

Si la imprenta marca una ruptura fundamental, no es tanto porque sea un ins-trumento de divulgación, sino porque ha provocado la redefinición del utillaje yde los procesos del pensamiento. Trescientos años después de Guttenberg, el mo-tor principal de todas las transformaciones de impresión que puedan afectar lasestrategias editoriales, las condiciones de producción o las formas mismas del li-bro sigue siendo el mercado. La posibilidad de un público cada vez más amplioentra en Francia con la Ilustración en una fase nueva, sobre todo a partir de 1770.Ya no es la difusión restringida del tiempo de las grandes creaciones, sino la de lavulgarización que amplía en olas sucesivas la clientela de los textos de los «filóso-fos». Se opera así una transformación profunda que afecta a muchos autores, y eneste momento, además, es cuando aparece la nueva figura del intelectual expertoal servicio del Estado.

Después de Guttenberg, la siguiente gran etapa en la historia de la impresiónse dio hacia 1830, cuando unas innovaciones tecnológicas significaron el fin del

(22) Ver la crítica de Roger Chartier al libro de Elisabeth Eisenstein, The printing press as an agent of

change. Communications and cultural transformations in early-modern Europe, 2 vols., Cambridge UniversityPress, 1979, en Annales ESC, marzo-abril 1981, «L'Ancien Régime Typographique: Réflexions sur quel-ques travaux récents».

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«antiguo régimen tipográfico» y abrieron nuevas perspectivas a la edición. Sihasta entonces la producción de libros había estado unida a la existencia de loscomerciantes libreros y a los maestros tipógrafos, ahora surgiría la figura deleditor de enorme porvenir. Además, a partir de estos años empezaría la alfabeti-zación a gran escala, o la segunda oleada de alfabetización, que a diferencia dela alfabetización urbana de la Baja Edad Media, es una alfabetización con preten-siones de universalidad, se dirige a todos los grupos y regiones no alfabetizadospreviamente (básicamente el campo, las mujeres y los pobres), y que en los pai-ses desarrollados, grosso modo, concluye en torno a la Primera Guerra Mundial.Será a partir de la conclusión de esta segunda oleada cuando las personas anal-fabetas sean vistas como «anormales» y cuando el analfabetismo pase a ser con-siderado un estigma a erradicar.

EL «DESCUBRIMIENTO» DE LOS ANALFABETOS DE BARCELONADURANTE LA SEGUNDA REPUBLICA

Durante el siglo XVII en España, según las estimaciones de Bennassar, pareceprobable que el porcentaje de alfabetizados fuera comparable al de Francia o In-

glaterra. Era una alfabetización predominantemente masculina, urbana y extendi-da prioritariamente en torno a determinados núcleos comerciales. Sin embargo,el analfabetismo femenino fue más tenaz que en los paises del noroeste de Euro-pa y el campo fue sensiblemente menos alfabetizado que las ciudades, especial-mente en los pueblos pequeños (23). Para Viriao Frago, del siglo XVII al xix se dandos fases de estancamiento o regresión en la alfabetización, seguidas por otras deexpansión: la primera entre 1620/40 y 1730/40, la segunda entre la Guerra de laIndependencia y 1840. Viñao Frago, al analizar el impacto de la Ilustración en laalfabetización de la sociedad española durante la segunda mitad del siglo xvm,concluye que habría que referirse más bien a grupos ilustrados, a «francotirado-res», y no a Ilustración, porque no hubo en España suficientes cambios socioeco-nómicos para impulsar globalmente la escolarización y/o alfabetización; se tratósiempre de experiencias aisladas (24).

En 1860 se publicó el primer censo con datos sobre la alfabetización y elenorme retraso de España se hizo estadísticamente evidente. Con un 75 por 100de analfabetos, España se situaba lejos de la mayor parte de los países europeos,detrás de Bélgica, Austria e Italia. Bennassar atribuye este atraso a las desamorti-zaciones de Mendizábal y Madoz, que desmantelaron el aparato de enseñanzaelemental auspiciado por las municipalidades o (en casos más raros) por las igle-sias. Julia Melcón subraya el distinto ritmo de la evolución de la instrucción pri-maria a partir del reinado de Isabel II, de tal modo que cuando se promulga laLey Moyano de 1857, que establece la enseñanza obligatoria de seis a nueve

(23) Bennassar, B. «Las resistencias mentales», en Bartolome Bennassar et al. Orígenes del arraso econó-

mico español, Ariel, 1985.(24) Vitiao Frago, A. «Alfabetización e Ilustración: Difusión y usos de la cultura escrita». Revista de

Educación, número extraordinario, 1988.

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años, resulta ya desfasada y atrasada en su programación, si la comparamos condeterminados países europeos. A partir de 1860 la persistencia de la políticade los gobiernos moderados, a excepción del sexenio revolucionario, agrava laposición relativa de España, dejando que la alfabetización sea una tarea delsiglo xx (25).

Es efectivamente en nuestro siglo cuando el analfabetismo pierde su carácterde elemento definidor del nivel de instrucción de la población española (65 por100 de analfabetos en 1887, 6 por 100 en 1981). Hasta 1920 la disminución es gra-dual, para acelerarse en la década que le sigue (ver tabla 1); a pesar de lo cual, aúnen 1950, después de haber transcurrido cuarenta años desde el establecimiento dela gratuidad de la enseñanza primaria y casi un siglo desde su obligatoriedad, elpanorama sigue siendo desolador. A lo largo del siglo se ha ido acumulando el dé-ficit en escuelas no obstante el esfuerzo realizado durante la República. En 1920hacían falta 17.429; en 1950, 57.525. Las causas del analfabetismo, según AdolfoMaillo, siguen siendo básicamente las mismas de siempre: la falta de recursos eco-nómicos, ejemplificados en el trabajo infantil (26). Las correlaciones que encuentraCerrolaza para estos mismos años centrales del siglo son altamente significativasentre analfabetismo y número de escuelas, renta o existencia de latifundios (27). Elrégimen franquista, sin duda influido por las campañas contra el analfabetismo enlos países del Tercer Mundo emancipados a raíz de la Segunda Guerra Mundial,decide crear en 1950 la Junta Nacional contra el Analfabetismo, así como otrasJuntas Provinciales y Locales. Su objetivo es combatir «el analfabetismo, vieja en-fermedad», que «lleva consigo casi siempre una falta absoluta de prácticas de mo-ral y de carácter religioso». Por lo mismo, se patrocina «una labor alfabetizadora yevangelizadora por medio de equipos misionales», justificándose el atraso por las«etapas laicistas anteriores que puso al descubierto nuestra Guerra de Libera-ción» (28). La década de los años 60 presencia el máximo ritmo de descenso delanalfabetismo de todo el siglo: el incremento del nivel de vida se traduce en unadisminución sensible de la tasa de iletrados. El nivel de descenso será mucho másmoderado en la década siguiente (tabla 1).

A pesar de la importancia histórica del analfabetismo, cuando iniciamos nues-tros estudios sobre la clase obrera catalana, no fuimos conscientes de lo que podíasignificar un porcentaje global de analfabetismo. Nos interesaba comprender lafuerza del movimiento obrero y el planteamiento de su estrategia. Después de leer

(25) Agradezco a Julia Melcón Beltrán el haberme dejado consultar su tesis doctoral inédita presen•tada en la Universidad de Barcelona en 1988: «La enseñanza elemental y la formación del profesoradoen los orígenes de la España contemporánea: renovación pedagógica y enseñanza de la geografia».

(26) Maíllo, A. «Causas del analfabetismo», Revista de Educación, 18, 1956, pp. 11-16.(27) Guzmán Reina, A.; Rodríguez Garrido, F. y Cerrolaza Asenjo, A. Causas y Remedios del Analfabetis-

mo en España, Madrid, 1955.(28) Documenta, Dirección General de Prensa, Cuaderno n.° 671, 1954.(29) VV.AA., Causas y Remedios del Analfabetismo en España, Madrid, 1955.(30) Luzuriaga, L. El analfabetismo en España, Madrid, 1926 (2. ed.).(31) Martínez Cuadrado, M. La burguesía conservadora (1874-1931), Madrid, 1975.(32) Turión de Lara, M. La España del siglo XX, París, 1973.(33) Tusell, J. «El siglo XX», en Comellas (Ed.), Historia de España, Barcelona, 1980.

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la literatura sobre el tema, no dudamos de las gestas mayoritarias ejemplificadasen la construcción de un sindicalismo masivo y combativo, el impulso de colectivi-zaciones rurales e industriales modélicas o el encauzamiento de la espontaneidadrevolucionaria que cristalizó en la etapa de doble poder del verano de 1936. Tam-poco parecía haber duda de la gran incidencia de la CNT sobre el electorado a tra-vés de su consigna «no votar». Nuestro punto de partida había sido comprenderlas vicisitudes de la clase obrera, no sólo teniendo en cuenta su vanguardia, sinotambién alcanzando al mayor porcentaje posible de personas. Y es así como, esca-lón a escalón, fuimos pasando de los líderes de empresa a los militantes, de éstosa los afiliados y al electorado en general, para finalmente descubrir a los analfabe-tos y analfabetas como un grupo mayoritario y desconocido, y creemos que social-mente decisivo, durante los años 30.

En la historia contemporánea de España, a los analfabetos nunca se les habíadado la importancia que merecían por sus características tan diferenciadoras ypor la fuerza de su número. Llegar a ellos ha significado bajar del pedestal de laestadística y de la retórica de las verdades escritas para entrevistarlos e intentarcomprender qué significó para ellos el trabajo y la vida cotidiana, la democraciaparlamentaria, la revolución social y la guerra. Posiblemente son el escalón másbajo, más marginal de la sociedad, y constituyen un reto para la historia escrita,precisamente porque hasta ahora se les ha ignorado. No obstante, para llegar alconvencimiento de que históricamente el analfabetismo es una pieza crucial de lasociedad, hemos tenido que recorrer antes una serie de etapas, que muy sucinta-mente describimos a continuación.

Partimos de la hipótesis de que las masas eran espontáneamente revolucio-narias y que supieron instaurar, en cuanto se inició la guerra civil, colectividadesmodelo. Elegimos La Escala, con fuerte componente ácrata, y Beuda, con fuertecomponente tradicionalista, como primeros pueblos a estudiar. Concluimos queno se colectivizó siempre, dependiendo muchas veces de la estructura de la pro-piedad agraria y, sobre todo, de si los propietarios estaban presentes o habíanhuido. La finalidad de las colectivizaciones, que no abarcaron ni mucho menos atoda la población, fue asegurar primordialmente un jornal a los más desposeí-dos. Por otra parte, los comités, encargados de poner en marcha el proceso co-lectivizador, se formaron por personas previamente encuadradas en organizacio-nes de clase (34).

A partir de estas constataciones decidimos estudiar el impacto social de laCNT a través de la verificación de la hipótesis de la abstención libertaria. Esta hi-pótesis se estudió en los mismos pueblos analizando las trayectorias electorales detoda la población durante la Segunda República. Posteriormente, este estudio seamplió a Sant Feliú de Guixols y a Barcelona ciudad. En total se estudiaron lastrayectorias electorales de más de treinta mil electores. Y a nivel global, se estudia-ron todos los municipios de Cataluña. Se extrajo como conclusión que el slogan

(34) Vilanova, M. La propiedad territorial en dos pueblos de la provincia de Gerona (1930-1940). Posibilidadesde la ficha perforada manual Primeras Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas, San-tiago de Compostela, 1973.

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cenetista o ácrata no fue apenas seguido y que los libertarios nunca influyeron enlos escrutinios, aunque es cierto que hubo un grupo reducidísimo que mantuvo laabstención ideológica (35).

En todos los municipios tienden a coexistir muy cerca las clases sociales y elestudio concreto de un determinado grupo puede quedar diluido, sobre todo enlos análisis electorales. Por este motivo, decidimos estudiar una empresa del sec-tor metalúrgico, con una plantilla de mil seiscientas personas, ubicada en Barce-lona, que fue colectivizada durante la guerra civil. Esta colectivización se estudióminuciosamente a través de fuentes escritas y orales y así pudimos definir las ac-titudes del liderazgo y de la gestión, los porcentajes de militancia y afiliación, lastendencias políticas y las vicisitudes de la lucha asamblearia y la posterior repre-sión franquista (36).

Ulteriormente proyectamos las trayectorias electorales vividas durante la Re-pública por los trabajadores de la colectivización metalúrgica que habíamos estu-diado sobre los comportamientos sociopolíticos de estos mismos trabajadores du-rante la guerra civil. El resultado fue espectacular, porque a cada tipo de trayecto-ria correspondía un tipo de liderazgo y de militancia e incluso un tipo de repre-sión durante la época franquista (37).

El siguiente paso fue entrevistar a los obreros cuyas trayectorias electorales co-nocíamos. Decidimos agrupar los testimonios por trayectoria electoral (votanteconstante, abstencionista constante y votante intermitente), teniendo en cuentaademás las otras variables que conocíamos, como el sexo, el tipo de trabajo (mer-cantil o manual), las características políticas (militancia o afiliación) y si eran, o no,analfabetos. Este último grupo resultó ser decisivo, porque por primera vez iniciá-bamos un tipo de entrevista privilegiando una característica que hasta entoncesnos había pasado desapercibida, aunque la habíamos retenido siempre como undato estadístico más.

No fue fácil concertar las primeras entrevistas con personas analfabetas. Lasexcusas brotaban en cascada cada vez que intentaba aproximarme por teléfono auna persona analfabeta. Todas se ponían repentinamente enfermas, eran hospita-lizadas, estaban paralizadas y no podían abrir la puerta o partían para un viaje in-mediato. Si nos presentábamos directamente en sus casas, no contestaban al inter-fono; si lo hacían, no abrían la puerta y si la abrían, no nos dejaban pasar. Fue pre-ciso, pues, poner en marcha el método de la bola de nieve para conseguir las en-trevistas, con el agravante de que, dado el estrecho círculo social en que se mo-vían, para cada testimonio era preciso iniciar una serie de relaciones a través delas farmacias, de las parroquias o de algún vecino casualmente conocido. En oca-siones, estos trámites duraron meses y fue preciso realizar muchos viajes y contac-tos para llevar a cabo la entrevista, que en determinados casos, podía durar muypocos minutos.

(35) Vilanova, M. Atlas electoral de Catalunya duran! la Segona República Barcelona, 1986.

(36) Monjo, A. y Vega, C. Els treballadors i la guerra civil. Barcelona, 1986.(37) Monjo, A.; Vega, C. y Vilanova, M. «Trajectoires electorales, leaders et masses sous la Heme Ré-

publique en Catalogne (1934)». 11 Pol itico, año 48, I, 1983.

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Finalmente pude realizar la primera entrevista con una persona analfabeta:mujer, obrera del sector metalúrgico, afiliada a la CNT y votante constante duran-te la República. Llegué a la casa y tuve suerte; me atendió el nieto, un chico joveny abierto que había militado en la CNT; su madre me hizo pasar al pequeño sa-lón-comedor en donde estaba la abuela a quien yo quería entrevistar. Así, en fa-milia, empecé la entrevista y al poco rato me di cuenta de que nada de lo que ha-blábamos era coherente. Yo iba a la entrevista muy preparada, sabía incluso losnombres y apellidos de las personas que habían compartido su sección de la fábri-ca, conocía su trayectoria electoral y sabía el contenido de los conflictos asamblea-nos que esta mujer había vivido. Iba a la entrevista con el apoyo de mi equipo,con la sensación de poder dialogar por fin con un testimonio buscado duranteaños y, posiblemente por todas estas razones, estaba excesivamente tensa y ner-viosa. Tensión y nervios que aumentaron a medida que la persona negaba cuantosabíamos documentalmente y muy especialmente el dato sobre la filiación sindicaly la trayectoria electoral.

Esta mujer analfabeta era una persona con otras características muy definito-rias de su personalidad. Siendo muy pequeña había emigrado con sus padres aBarcelona, y había empezado a trabajar a los once arios. Afiliada a la CNT, votósiempre en las elecciones que se celebraron durante la Segunda República y du-rante la gerra civil y participó en la experiencia colectivizadora. Según nuestrospresupuestos, era una persona «atípica». Como mujer, como obrera y como perso-na afiliada a la CNT, y además analfabeta, lo más probable es que no hubiera vo-tado nunca o sólo alguna vez. Decidimos entrevistarla básicamente para desvelaresta incógnita, para saber por qué razones había participado de una manera cons-tante en el proceso electoral.

Sucintamente, su relato fue el siguiente. Su padre y hermano eran contra-bandistas, carlistas o anarquistas, imposible precisar el concepto. Su marido mu-rió a los dos años de casados y, como se negó a tomar los sacramentos, fue ente-rrado en el cementerio protestante. La proclamación de la República fue «comotocar el cielo», pero ella nunca había votado; punto en el que insistió una y otravez. Los «cabecillas» o líderes obreros durante la revolución fueron malos por-que querían deshonrar a las mujeres. Ella se exilió porque se llevaban a todoslos niños y decidió irse con su hijo. En el exilio estuvo en un pueblo, cuyo nom-bre no pudo precisar, en donde ella estableció relaciones con el alcalde y el se-cretario; lo que le facilitó la vida. Más tarde regresó en camión a España, perma-neciendo un día encerrada en Montjuich, pero sin mayores problemas. Al aca-bar la entrevista, intentó convencerme para que la ayudara en la tramitación desu pensión de jubilación.

Salí de este encuentro atónita. Tenía la impresión de haber trastocado los pa-peles. La acumulación de mentiras y mi exasperación me habían convertido enuna especie de policía que busca una confesión determinada de su testigo. Porotra parte, ninguna de mis preguntas tenía sentido, dado que no manejábamoslos mismos conceptos, hasta el punto de confundirse en la conversación pala-bras como anarquista, carlista y contrabandista. En el autobús que debía llevar-me otra vez al centro de la ciudad tenía la impresión diáfana de que esta entre-

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vista alteraría los presupuestos de nuestra investigación. Entre todas las caracte-rísticas de esta persona sobresalía con fuerza su condición de mujer analfabeta,porque pensaba que para nuestro diálogo este hecho había sido el decisivo. Apesar de todos los errores que hubiera podido cometer en la manera de presen-tarme y preguntar, no me cabía la menor duda de que me había encontrado porprimera vez frente a una barrera, la de la alfabetización/analfabetismo, para laque no estaba preparada.

Valorando la entrevista, rehicimos nuestras hipótesis. El exilio nos indicabaque posiblemente esta mujer había sido militante y no sólo afiliada, lo que podíaexplicar que votara siempre y, al mismo tiempo, que mintiera respecto a su acti-tud frente a los cabecillas y la colectivización en general. Pensamos que había esta-blecido relaciones de dependencia y de afecto con los «cabecillas», ayudándoles ensus tareas, como la gestión de los comedores populares del barrio, durante el pe-ríodo revolucionario; en concreto, supusimos que había sido la amante de un mili-tante destacado que fue ejecutado como represalia (hipótesis que pudimos com-probar en entrevistas sucesivas).

A partir de esta entrevista se produjo un cambio en nuestra línea de investiga-ción, porque nos pareció que la comprensión de lo que significa ser analfabetoera crucial desde un punto de vista histórico, social y político. No obstante, paratener mayor seguridad de que no se había cometido un error grave en la primeraentrevista con una persona analfabeta, otra persona del equipo entrevistó a otraanalfabeta con características similares. Esta vez, intentando obtener primero lahistoria de vida y pasando después el cuestionario en el que estábamos interesa-dos. El resultado fue muy parecido. La historia de vida no ofreció dificultades,pero en el momento de las preguntas puntuales fue imposible dialogar, entender-se, aclarar conceptos; de nuevo, todo fueron evasivas y mentiras (38).

Esta interpelación tan fuerte de la población analfabeta entrevistada nos hahecho repensar la situación de la entrevista y nuestros propios prejuicios. Frente ala «invisibilidad de ellos». «nuestras cabezas», que parecen «libros escritos», quie-ren imponerse con el poder de lo dogmático. Porque los analfabetos, en ciertamedida, se esconden, quieren pasar desapercibidos y operan con otros registros ysaberes que no son los nuestros. Entre estas diferencias y tránsitos ha vivido la so-ciedad española del siglo xx. Si es cierto que se nace alfabeto o alfabetizado y quepara cruzar irremisiblemente la frontera de lo escrito hacen falta tres generacio-nes, entonces gran parte de la población española ha vivido casi hasta hoy entre lacultura oral y la escrita.

Probablemente los exiliados españoles de posguerra civil y, sobre todo, loscentenares de miles de muertos fueron, además de un grupo mayoritariamentemasculino y «activo», un grupo alfabetizado y militante. Algunos, los muy fuer-tes, autodidactas, otros aprendieron en el sei •vicio militar o en la guerra sus pri-

(38) Un primer planteamiento e hipótesis en Dominique Willens y Mercedes Vilanova, «Lengua ypoder en Cataluña durante los años treinta», en Mercedes Vilanova (Ed.), El Poder en la Sociedad Barcelo-na, 1986.

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meras letras. Entre los que se quedaron, además de la miseria y el hambre, elanalfabetismo debió de ser también una característica duradera. Han sido los hi-jos y los nietos del proletariado industrial y agrícola quienes penosamente, en unpaís desmantelado de escuelas, han emprendido el lento camino hacia lo escrito.Y, posiblemente, estas mayorías analfabetas, sin sus cuadros naturales sacrifica-dos en la represión, constituyan una de las claves para entender el largo régi-men franquista.

Respecto al tiempo de la República, hemos podido comprobar que la pobla-ción analfabeta, que no necesitó ser alfabetizada para trabajar en las fábricas,votaba «correctamente», es decir, participaba en el proceso electoral confundidacon la mayoría, posiblemente orientándose con su voto hacia el vencedor y, entodo caso, con mayor tendencia a recorrer trayectorias extremas. O eran votan-tes constantes o abstencionistas constantes. Sin duda, porque seguían a los líde-res y, también, porque una fracción de los abstencionistas respondía a lo queAlan Lancelot denominó hace tiempo abstencionismo por marginación. Proba-blemente este tipo de abstencionismo sea el que explique que en Cataluña du-rante los años 30, la población analfabeta se abstuviera unos diez puntos másque el resto de la población. No obstante, no fue siempre así en todas partes. EnSant Feliú de Guixols, por ejemplo, María Victoria Goñi ha demostrado que losanalfabetos tendían a suavizar las curvas de participación votando con una elec-ción de retraso. Cuando los alfabetizados votaban más, los analfabetos se re-traían de acudir a las urnas y viceversa (39); mostrándose así, a través de estecomportamiento, que la característica de alfabetizado o de analfabeto implicaunas motivaciones políticas peculiares que pueden rastrearse en las actas de losescrutinios. Su militancia también parecía tener algunos rasgos propios. Si mili-taban, tendían a ser «radicales», «hombres de choque» y no «oradores» o «escri-bas». Quizá a falta del dominio de la palabra escrita, las patrullas de control ofre-cían cierta posibilidad de mostrarse útiles en un sindicato cuyos cuadros eran ló-gicamente alfabetizados. Respecto a la historia oral, la población analfabetaplantea el tema delicado de la incomunicación del poder o de los poderes de loescrito. Al interpelarnos, nos obliga a reescribir la historia intentando incorpo-rar una perspectiva sociocultural excesivamente desconocida hasta ahora, por lomenos en los círculos elitistas y académicos.

(39) Vilanova, M. Atlas electoral de Catalunya duran( la Segona República, op. cd., p. 170.

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