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Estos sociólogos culturales contemporáneos pueden conce- birse de manera inexacta como inspirados por un marco «neo» o «post» durkheimiano. Con todo, también han arrancado de muy diferentes tradiciones teóricas, no sólo desde el análisis cognitivo de los signos del estructuralismo y del giro lingüístico, sino de la antropología simbólica y su insistencia en la relevan- cia emocional y moral de los mecanismos delimitadores que conservan la pureza y alejan el peligro. Estimulados por teóri- cos literarios como Northrop Frye, Frederik Jameson, Hayden White, y por teóricos aristotélicos como Ricoeur y MacIntyre, estos escritores se han preocupado progresivamente por el pa- pel de las narrativas y el género en las instituciones y la vida ordinaria. Entre las figuras consolidadas, uno piensa aquí, en concreto, en los recientes trabajos de Viviana Zelizer, Michele Lamont, William Gibson, Barry Schwartz, William Sewell Jr., Wendy Griswold, Robin Wagner-Pacifici, Margaret Somers, William Gibson y Steven Seidman. Menos conocida pero igual- mente significativa es la obra de jóvenes sociólogos como Philip Smith, Anne Kane y Mustafa Emirbayer. Yo concibo mis pro- pios estudios teóricos e interpretativos sobre el caso Watergate, la tecnología y la sociedad civil desde la congruencia con esta línea de trabajo. Es importante destacar que mientras los textos saturados de significado ocupan un lugar central en la tendencia postdurkei- miana, los contextos no caen en el olvido. Estratificación, domi- nación, raza, género y violencia aparecen destacadamente en estos estudios. No se tratan, sin embargo, como fuerzas en sí mismas, sino como instituciones y procesos que refractan los textos culturales de un modo altamente significativo y también como meta-textos culturales por sí mismos. El reciente trabajo de Roger Friendland y Richard Hecht To rule Jerusalem. sumi- nistra un poderoso ejemplo del tipo de interpretación de texto y contexto, de poder y cultura que tengo en mente. El trabajo de estos sociólogos -y muchos otros a los que no he mencionado- da lugar a la posibilidad de que el paulatino viraje de la disciplina hacia la cultura conduzca a una sociolo- gía genuinamente cultural. La alternativa será únicamente agregación de otro subsistema a la división del trabajo de la disciplina, el cual puede llamarse sociología de la cultura. 36 ¿SOCIOLOGÍA CULTURAL O SOCIOLOGÍA DE LA CULTURA? HACIA UN PROGRAMA FUERTE PARA LA SEGUNDA TENTATIVA DE LA SOCIOLOGÍA (en colab. con Philip Smith) Si la sociología como un todo está modificando sus orien- taciones como disciplina y está abriéndose a una segunda ge- neración, esta novedad no sobresale en ningún caso más que en el estudio de la cultura. Razón por la cual el mundo de la cultura ha desplazado enérgicamente su trayectoria hacia la escena central de la investigación y debate sociológicos. Como todo viraje intelectual, éste ha sido un proceso caracterizado por escándalos, por retrocesos y desarrollos desiguales. En el Reino Unido, por ejemplo, la cultura ha avanzado hasta pri- meros de los años setenta. En Estados Unidos el progreso co- menzó a verificarse más tarde, a mitad de los años ochenta. Lo que ocurre en la Europa continental es que la cultura real- mente nunca desapareció. A pesar de este recurrente renaci- miento del interés no existe sino consenso entre los sociólogos especializados en el área respecto a lo que significa el concep- to y al modo en que él se relaciona con la disciplina como tradicionalmente se la entiende. Estas diferencias de parecer pueden explicarse, sólo parcialmente, por referencia a las con- tingencias geográficas y cronológicas y a las tradiciones na- cionales. Cuando analizamos minuciosamente la teoría en sí encontramos que las disputas territoriales superficiales son realmente manifestaciones de profundas contradicciones vin- culadas a las lógicas axiomáticas y de fundamentos en la 37

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Estos sociólogos culturales contemporáneos pueden conce-birse de manera inexacta como inspirados por un marco «neo»o «post» durkheimiano. Con todo, también han arrancado demuy diferentes tradiciones teóricas, no sólo desde el análisiscognitivo de los signos del estructuralismo y del giro lingüístico,sino de la antropología simbólica y su insistencia en la relevan-cia emocional y moral de los mecanismos delimitadores queconservan la pureza y alejan el peligro. Estimulados por teóri-cos literarios como Northrop Frye, Frederik Jameson, HaydenWhite, y por teóricos aristotélicos como Ricoeur y MacIntyre,estos escritores se han preocupado progresivamente por el pa-pel de las narrativas y el género en las instituciones y la vidaordinaria. Entre las figuras consolidadas, uno piensa aquí, enconcreto, en los recientes trabajos de Viviana Zelizer, MicheleLamont, William Gibson, Barry Schwartz, William Sewell Jr.,Wendy Griswold, Robin Wagner-Pacifici, Margaret Somers,William Gibson y Steven Seidman. Menos conocida pero igual-mente significativa es la obra de jóvenes sociólogos como PhilipSmith, Anne Kane y Mustafa Emirbayer. Yo concibo mis pro-pios estudios teóricos e interpretativos sobre el caso Watergate,la tecnología y la sociedad civil desde la congruencia con estalínea de trabajo.

Es importante destacar que mientras los textos saturados designificado ocupan un lugar central en la tendencia postdurkei-miana, los contextos no caen en el olvido. Estratificación, domi-nación, raza, género y violencia aparecen destacadamente enestos estudios. No se tratan, sin embargo, como fuerzas en símismas, sino como instituciones y procesos que refractan lostextos culturales de un modo altamente significativo y tambiéncomo meta-textos culturales por sí mismos. El reciente trabajode Roger Friendland y Richard Hecht To rule Jerusalem. sumi-nistra un poderoso ejemplo del tipo de interpretación de texto ycontexto, de poder y cultura que tengo en mente.

El trabajo de estos sociólogos -y muchos otros a los que nohe mencionado- da lugar a la posibilidad de que el paulatinoviraje de la disciplina hacia la cultura conduzca a una sociolo-gía genuinamente cultural. La alternativa será únicamenteagregación de otro subsistema a la división del trabajo de ladisciplina, el cual puede llamarse sociología de la cultura.

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¿SOCIOLOGÍA CULTURAL O SOCIOLOGÍADE LA CULTURA? HACIA UN PROGRAMA

FUERTE PARA LA SEGUNDATENTATIVA DE LA SOCIOLOGÍA

(en colab. con Philip Smith)

Si la sociología como un todo está modificando sus orien-taciones como disciplina y está abriéndose a una segunda ge-neración, esta novedad no sobresale en ningún caso más queen el estudio de la cultura. Razón por la cual el mundo de lacultura ha desplazado enérgicamente su trayectoria hacia laescena central de la investigación y debate sociológicos. Comotodo viraje intelectual, éste ha sido un proceso caracterizadopor escándalos, por retrocesos y desarrollos desiguales. En elReino Unido, por ejemplo, la cultura ha avanzado hasta pri-meros de los años setenta. En Estados Unidos el progreso co-menzó a verificarse más tarde, a mitad de los años ochenta.Lo que ocurre en la Europa continental es que la cultura real-mente nunca desapareció. A pesar de este recurrente renaci-miento del interés no existe sino consenso entre los sociólogosespecializados en el área respecto a lo que significa el concep-to y al modo en que él se relaciona con la disciplina comotradicionalmente se la entiende. Estas diferencias de parecerpueden explicarse, sólo parcialmente, por referencia a las con-tingencias geográficas y cronológicas y a las tradiciones na-cionales. Cuando analizamos minuciosamente la teoría en síencontramos que las disputas territoriales superficiales sonrealmente manifestaciones de profundas contradicciones vin-culadas a las lógicas axiomáticas y de fundamentos en la

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aproximación a la cultura. En este trabajo exploramos algu-nos de estos argumentos.

Léví-Strauss (1974) escribió acertadamente que el estudiode la cultura debía ser como el estudio de la geología. De acuer-do con este dictamen, el análisis debía dar razón de la variaciónen términos de profundos principios generativos, al modo enque la geomorfología explica la distribución de las plantas, laformación de las montañas y los modelos de drenaje provoca-dos por los ríos en términos de geología subyacente. Aquí verti-mos este principio bajo un modo tanto reflexivo como de diag-nóstico, atendiendo a la tentativa de la sociología cultural con-temporánea. Nuestra pretensión no es tanto la de revisar el ám-bito y documentar su diversidad como comprometerse con unmovimiento sismográfico que seguirá una línea defectuosa a lolargo de su recorrido. Comprender esta línea defectuosa y susimplicaciones teoréticas nos permite, no sólo reducir la comple-jidad, sino también trascender un modo meramente taxonórni-co del discurso. Ello nos aporta una herramienta solvente paraacceder al corazón de las controversias actuales y comprenderlos equívocos e inestabilidades que continúan atormentando alnúcleo de la cuestión cultural.

Contra Lévi-Strauss, nosotros no contemplamos nuestra cues-tión como un ejercicio científicamente desinteresado. Nuestrodiscurso es abiertamente polémico, nuestro lenguaje ligeramentecoloreado. Más que afectar a la neutralidad nosotros concedemosprioridad a un modo particular de sociología cultural-un «pro-grama fuerte»- como la corriente más importante y prometedo-ra dentro de la «segunda tentativa».

La línea defectuosa y sus consecuencias

La línea defectuosa que transita el corazón de los debatesactuales se encuentra entre la «sociología cultural» y la «socio-logía de la cultura». Creer en la posibilidad de una «sociologíacultural» supone suscribir la idea de que toda acción, indepen-dientemente de su carácter instrumental, reflexivo o coercitivorespecto a los entornos externos (Alexander 1988a) se materiali-za en un horizonte emotivo y significativo. Este entorno internohace factible que el actor nunca sea totalmente instrumental o

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reflexivo. Es, más bien, un recurso ideal que posibilita y constri-ñe parcialmente la acción, suministrando rutina y creatividad ypermitiendo la reproducción y la transformación de la estructu-ra (Sewell 1992). De igual modo, una creencia en la posibilidadde una «sociología cultural» implica que las instituciones, inde-pendientemente de su carácter impersonal o tecnocrático, tie-nen fundamentos ideales que conforman su organización, obje-tivos y legitimación. Descrito en e! idioma particularista del po-sitivismo, se podría decir que la idea de sociología cultural giraen torno a la intuición de que la cultura opera como una «varia-ble independiente» en la conformación de acciones e institucio-nes, disponiendo de inputs cualquier enclave, ya sean las fuer-zas vitales como las materiales e intrumentales.

Vista Con una cierta distancia, la «sociología de la cultura»ofrece el mismo tipo de paisaje que e! de la «sociología cultu-ral». Existe un repertorio conceptual común de términos comovalores, códigos y discursos. Ambas tradiciones sostienen que lacultura es algo importante en la sociedad, algo que requiereatención en el estudio sociológico. Ambas hablan del giro cultu-ral como un momento nuclear en la teoría social. Hablar de«sociología de la cultura» supone sugerir que la cultura es algoa explicar - y ser explicado por algo totalmente separado de!dominio del significado. Aquí el poder explicativo se extiende enel estudio de las variables «fuertes» de la estructura social,mientras los asentamientos estructurados de significados devie-nen las superestructuras e ideologías que están orientadas poresas fuerzas sociales más «reales» y tangibles. Desde esta apro-ximación, la cultura pasa a definirse como una variable depen-diente «blanda», cuyo poder explicativo consiste, en e! mejor delos casos, en participar en la re-producción de las relacionessociales.

El único desarrollo de importancia en la sociología postposí-tivista de la ciencia había sido el «programa fuerte» de Bloor-Barnes. Este sostenía que las ideas científicas son convencionestanto como invenciones, reflejos de procesos colectivos y socia-les de producción de sentido más que un espejo de la naturale-za. En este contexto de la sociología de la ciencia, el concepto«fuerte» apunta a un desacoplamiento radical entre el conteni-do cognitivo y la determinación natural. Aquí defendemos queUnprograma fuerte podría también constituirse en e! estudio de

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la cultura en sociología. Semejan iniciativa abogaría porradical desacoplamiento entre la y la estructura SOCi~Sólo una «sociología cultural», afunamos, puede ofrecer unpro~ma fuerte semejante en el el poder de la culturaconsistente en conformar la vida " se proclame con t~su fuerza. Por el contrario, la «so' gía de la cultura» ofreceun «programa débil» en el que la e es una variable tenueambivalente, su influencia se califi:anormalmente bajo u~forma codificada por juegos de leng¡iljeabstrusos.

El compromiso con una «social ' cultural» y la idea deautonomía cultural es la única cuali verdaderamente impor-tante de un programa fuerte. Exist sin embargo, otros dosrasgos que le definen. La especifici de un programa fuerteradica en la capacidad de recons . bermenéuticarnente tex-tos sociales de una forma rica y persuasiva.Aquí se necesitauna geertziana «descripción densa» celoscódigos, narrativas ysímbolos que constituyen redes de s':roificado,y no tanto una«descripción ligera» que reduce el ani/isis cultural al bosquejode descripciones abstractas tales com ralores, normas, ideolo-gía o fetichismo y yerra al llenar estO$recipientesvacíos con eljugoso vino de la significación. Metoiológicamente esto exigeponer entre paréntesis las omniabarcantesrelaciones socialesmientras fijamos la atención en la re cción del texto so-cial, en la mapificación de las estrucuras culturales (Rambo yChan 1990) que informan la vida soci Sólodespués de com-pletar este paso podríamos intentar de;:darel modo en que lacultura interactúa con otras fuerzas s<rilles,poder y razón ins-trumental entre ellas, en el mundo soci roncreto (Kane 1992).

Esto nos traslada a la tercera caracerstíca de un programafuerte. Lejos de mantener la ambigüedd o reserva respecto alespecífico modo en que la cultura estab una diferencia, lejosde hablar en términos de lógicas siste 'ticas abstractas comoprocesos causales (al modo de Lévi-S ),afirmamos que unprograma fuerte intenta hacer anclar lacausalidad en los acto-res y agencias próximos, especificando cIrlalladamenteel modoen que la cultura interfiere con lo que _ente ocurre. Por elcontrario, como E.P. Thompson (1978) puso de manifiesto, losprogramas débiles vacilan y tartamudeamsobre el asunto. Tien-den a desarrollar (de)fensas terminológsas elaboradas y abs-tractas que suministran la ilusión de UID mecanismo concreto

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. mo también la de haber encontrado solución a losfficoea . " Talespec . l bles de la libertad y la determmaclOn. y

Irreso u 1 alid ddilemasedice en el mundo de los grandes negocioS, a cu. acoma s rra en el detalle, y mantenemos que sólo resolVIendose encuens de detalle es cómo el análisis cultural puede parecer1 sunto ... taos a ibl a los intrusos realistas, escépticos Y empmcls s queplaulsI ~e continuo del poder de las fuerzas estructurales de lahabanociedad. . 1 . di . ess La idea de un programa fuerte lleva consigo as ID cacion

genda En lo que sigue vamos a hablar de esta agenda.de una a . . . d 1 t 'Con la mirada puesta, primeramente, en la histona e a eonasocial mostramos cómo esta agenda no acabó de brota~ ~astalos ,illos sesenta. En segundo lugar, exploramos tres tradi~lO~es

pulares contemporáneas en el análisis de la cultura. De en e-:os que, a pesar de las apariencias, cada una de ellas se com-

d ébíl do a la hora de encon-promete con un «programa e ». erran .'trar, de un modo u otro, una definición de los cnt~~os de un

Programa fuerte. Concluimos apuntando a una tr:adiclón emeér-

al li t rrargada en Aro -gente en la sociología cultur ,amp lamen e a drica, que, así lo pensamos, aporta las bases para lo que pue eser un programa fuerte continuado.

La cultura en la primera tentativa de la sociología:de los clásicos a los años sesenta

A lo largo de buena parte de su historia, la sociología, c?m~teoría y método ha padecido de insensibilidad respecto al sigru-ficado. Los eruditos con poca sensibilidad musical han repre-sentado la acción humana como groseramente instru~ental,construida sin referencia alguna a evaluaciones intemalizadasd 1

. . f . 1 arrativas omniabarcantese bien y mal, y SIDre erericias a as n ,bi t leolozías cro-que aportan referencias morales como tam ien e b-.

nológicas. Atendiendo a las crisis continuas de la mod~nudad,los fundadores de la disciplina creyeron que la mode~.dad.va-ciaba el mundo de significado. Capitalismo, industrIalIzacIón,secularización, racionalización, anomía y egoísmo --e~tos pro-

. di .d desonentadoscesas nucleares contribuyeron a crear ID VI UOS ....y tiranizados, a destruir las posibilidades de un telos sIgmficau-va, a eliminar el poder estructurante de lo sagrado y lo profano.

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En este periodo sólo ocasionalmente asomó una tenue luz deun programa fuerte. La sociología religiosa de Weber mostróque la cuestión de la salvación era una necesidad cultural Uni-versal cuyas diferentes soluciones han dadolugar forzosamentea dinámicas organizacionales y motivacionales en las civiliza_ciones del mundo. Las {armas elementales de la vida religiosa deDurkheim también promovió la idea de que la vida social tieneun componente espiritual ineluctable. Impregnados de la sinto-mática ambivalencia causal de un programa débil, los escritosdel joven Marx sobre las especies también defienden que lasfuerzas no-materiales ligan a los humanos en su conjunto a unproyecto y destino comunes.

Las sacudidas revolucionarias comunistas y fascistas quemarcaron la primera mitad de este siglo provocaron el enormetemor de que la modernidad minara la posibilidad de textossaturados de significado. Los pensadores comunistas y fascistasintentaron reconducir lo que veían como códigos estériles de lasociedad civil burguesa bajo formas nuevas y resacralizadasque podrían acomodar la tecnología y la razón dentro de am-plias y envolventes esferas de significado (Smith). En el sosiegoque imperó en el período de la postguerra, Talcott Parsons y suscolegas, por el contrario, comenzaron a pensar que la moderni-dad, por sí misma, no tendría que entenderse de una formacorrosiva. Partiendo de una premisa analítica más que escatoló-gíca, Parsons teorizó que los «valores» tenían un protagonismocentral en las acciones e instituciones siempre que una socie-dad fuera capaz de funcionar como un todocoherente. El resul-tado fue una teoría que ha sido objeto defrecuentes criticas pordisponer de una predisposición idealista, por ignorar el sustratocultural (Lockwood 1992). Aquí defendemos una lectura total-mente contraria. Desde un punto de vista de un programa fuer-te, Parsons debería leerse actualmente comoportador de insufi-ciencias en lo cultural, como carente de musicalidad. En ausen-cia de un momento musical, donde el textosocial se reconstru-ye en su forma más pura, el trabajo de Parsons carece de unadimensión hermenéutica poderosa. Mientras Parsons sosteníaque los valores eran importantes, no explicaba la naturaleza delos valores mismos. En lugar de comprometerse con el imagi-nario social. con los febriles códigos y narrativas que constitu-yen un texto social, él y sus colaboradores funcionalistas obser-

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. , sde el exterior e inducían la existencia de losvabanla a~clOn.de empleando marcos categoriales supuesta-valores onentauvo~r la necesidad funcional. Sin un ~~~trapeso

ente generados p nfrontamos a una pOslclon en lam . íón densa, nos co . b t Yd descnpCI , so'lo en un sentido a strac oe ul tiene autonomm

que la e rura . mos hacia el mundo empírico, encontra-

analítico. cuan~o VIfura. alista liga la forma cultural con la1 lÓgIca nCIOn d s

mOSque a. 1 1 dinámicas institucionales de mo. o que efunción SOCiay as drí ocupar un emp1azarruento con-. . r donde po na . .difícil nnagIila , de la cultura. El resultado fue una mge~o~aCreto la autonOmla ., hermenéuticamente debIl,. ue permanecIOteona de SIstemas q ti' de la autonomía a la que ofrecer unmuYdistante de la cu~s o:. ci~ del proyecto funcionalista la

Programa fuerte. La msu. CIen d sumo El mundo de los. 1 alternatIVas en gra o· .,

reprodUjeron as . , 1 conflicto y la confusIOn.caractenzo por e

años sesenta se . ifi á dose la teoría macro so-l fría fue mtensllC, noose. .

Cuando a ~erra ,.' del oder desde una posición unilate-da1 giró hacia el anahsls P interés en el proceso ma-ral y anticultural. Pensadores clo~ u~f' do cuando hablaban

, . . aron a slgnllca -cro-histonco se aproxlm t tándolo como un productode é1- a través de ~us conte:~~~e~~eamás «real». Para entditosde cierta fuerza SOCIalsupue 1 T'll Randa1 Collins y Mi-

. Moore Char es l y, dcomo Bamngton, so'lo en ténninos eul dría pensarse

chael Mann, la e tura po ás que en ténninosideologías, procesos y redes de ~~pos OITImoBlumer Goffman

. . 1 O'Ía teoncos c 'de textos. En mIcro-soCIOob-fl' ividad radical de los actores, Yy Garfinkel destacaron la re exi terior contra la que ellos

. . la cultura en entorno ex d 'convirtieron a . , serían «responsables» o ananformularon líneas de aCCIOnque ly pocas indicaciones

. . , Encontramos mtuna buena <<lmpresIOn». d 1 . bólico para desencade-en estas tradiciones del podedr ~l o SIm preceptos narrativos o

. . dentro e e comonar las InteraCCIOnes 'al' t rnalizada.a fuerza mor m enarrativas que acarrean un t en que la aproximación

En los años sesenta, en el ~omli~n o fue desapareciendo de. ilt al del funciona smo 'alparcialmente cm u~ , h b1aban del texto SOCI,

la sociología amencana, teonas. qUfle a. en Francia. A través. na gran In uenCIacomenzaron a ejercer u . d 1 li ..ística estruc-. taci Sn creativa e a mgui

de una errónea mterpre acio . ti ron la influencia (cau-J bson -y resis le etural de Saussure y aco . M Mauss+- pen-

telosamente oculta) del últimolDt~l~e: ~ y ~l primer Michaelsadores como Lévi-Strauss, Ro an a e

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Foucault dieron lugar a una revolución en las ciencias humaal í •• 1 al nasinsisnr en a textu idad de las instituciones y la naturaldi . d 1 ezascursrva e a acción humana. Cuando se contemplaban talesteorías desde una perspectiva contemporánea del programfuerte, como ~l.funcionalismo de Parsons, eran poco abstrac~y nada especlficadoras de dinámicas causales. Sin embargo,aportando recursos hermenéuticos y teóricos y abogando enér_gicamenn- por la autonomía de la cultura, constituyeron unpunto ~e ~ambio hacia la construcción de un programa fuerte.En la srguiente sección tratamos el modo en que este proyectoha degenerado en una serie de programas débiles que normsj,mente dominan en la investigación de la cultura y la sociedad.

Tres programas débiles en la segunda tentativade la sociología

Una de las primeras tradiciones de investigación que emplea-ron la teorización francesa nouvelle vague fuera del entorno pari-sino fue el Centre for Contemporary Cultural Studies, tambiénconocido como la Escuela de Birmingham. El golpe maestro deesta escuela fue verter las ideas sobre textos culturales dentrode una comprensión neo-gramsciana referida al papel de la he-gemonía en el mantenimiento de las relaciones sociales. Esto diopie al despertar de nuevas ideas relativas al funcionamiento de lacultura y su aplicación, de manera flexible, sobre una variedadde emplazamientos sin recaer en las reconfortantes viejas ideassobre la dominación de clase. El resultado fue un análisis de«sociología de la cultura» que vinculaba las formas culturales ala estructura social como manifestaciones de «hegemonía» (si alos ~alis~as no les gustaba lo que tenían ante los ojos) o «resis-tencia» (SIsí les gustaba). En el mejor de los casos, esta modali-dad sociológica podría ser notablemente esclarecedora. El estu-dio .etnográfico de Paul Willis sobre los jóvenes escolares perte-necientes a las clases trabajadoras fue relevante en su recons-trucción del espíritu de la época de los «muchachos». El estudioclásico de Hall el al. (1978) sobre el pánico moral referido a ladelicuencia en los años setenta en Inglaterra contribuyó brillan-temente en sus páginas iniciales a descifrar el discurso del decli-ve urbano y del racismo que consumó la quiebra del autoritaris-

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En un sentido, por tanto, el trabajo realizado en B~-I1lO. drí aproximarse a un «programa fuerte» en su capaci-haI1lpo na . .. d ivid D dg recrear textos sociales y significa os VIVIos. on e

dad p~ mbargo es en el área de la autonomía cultural (Sher-erra SIne , b 1 . .,y 00' t 1 1933). A pesar de los intentos de re asar a posicionwo e a. . ib 1 bí. t clá sica la teorización neo-gramsciana exhi e as am 1-I1lanosa , . al 1

..edades reveladoras del programa débil en referencI,a papegu 1 ultura que se atisban en Los cuadernos de la carcel. Con-de a c . la continzenciAmo «articulación» y «anclaje» aluden a a contingenciaceptos e . .. 1 ul P

desprende como resultado del eJerCICIOde a e tura. eroque se 1 ,. taltingencia se reduce, a menudo, a a razon mstrumenesta con ., .( 1Caso de élites que «articulan» un discurso para propósitosen e ., .,.hegemónicos) o algún tipo de ambigua causacion sístémíca oestructural (en el caso de que los discursos estén «anclados» enrelaciones de poder). . . ,

Al ignorar los obstáculos inherentes a la val~dacIOn de laautonomía cultural, la sociología-de-la-cultura denvada del pro-yecto del «marxismo occidental» proyecta una ambigü~dad fa-tal sobre el mecanismo a través del cual la cultura se VIncula ala estructura y acción sociales. No existe un eje~J?lo más clarode este último proceso que el de Policing the Crisis. Tras con~-truir un retrato detallado de la delincuencia y de su concorm-tante alarma social y sus resonancias simbólicas, el libro v~dando tumbos en una secuencia de torpes indicaciones relati-vas a que al pánico moral está ligado a la lógica econóITolicadelcapitalismo y su quiebra incipiente, por tanto, que funciona le-gitimando la ley y el orden político en las calles que esc~ndentendencias revolucionarias latentes. Con todo, los mecamsmosconcretos a través de los cuales la crisis incipiente del capitalis-mo (¿ha culminado ya?) toma cuerpo en las decision~s concr~-tas de los jueces, parlamentarios, editores de periódicos y ofi-ciales de policía, nunca han estado tan cerca de ser det~~dos.El resultado es una teoría que, a pesar de su bagage crítico ysus capacidades hermenéuticas superiores a las del funcionalis-mo clásico curiosamente recuerda al mismo Parsons en su ten-dencia a invocar influencias y procesos abstractos como expli-cación adecuada para las acciones sociales empíricas. .

Muy diferente a la Escuela de Birmingham, el trabajo dePierre Bourdieu tiene un enorme mérito. Mientras que mu-chos de los acólitos de aquélla carecían de fundamento en su

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metodología sociológica básica, la obra de Bourdieu se dispo-ne, de manera solvente, sobre proyectos de investigación dealcance medio de naturaleza cualitativa y cuantitativa. Sin em-bargo, sus conclusiones y afirmaciones son más modestas, me-nos tendenciosas.

y en la parte más brillante de su obra, como la descripcióndel hogar Kabyla o de la danza del campesinado francés (Bou-,dieu 1962, 1976), la descripción densa de Bourdieu le facultapara reconocer la musicalidad y decodificar un texto culturalque, al menos, es igual que el de los etnógrafos de Birmingham.A pesar de estas cualidades, la investigación de Bourdieu puededescribirse mejor como programa débil dedicado a la sociologíade la cultura más que a la sociología cultural. Una vez que hanhecho notar la espesura de la ambigüedad terminológica quesiempre define un programa débil, los comentaristas vienen acoincidir en que el espacio de la cultura de Bourdieu juega unpapel más importante en la reproducción de la desigualdad queen el estímulo para la innovación (Honneth 1986, Sewell 1992,Alexander 1995). En cuanto resultado, la cultura, forjada a tra-vés del habitus, opera más como una variable dependiente quecomo independiente. Es una caja de cambios, no un motor. Contodo, cuando se apresta a especificar con exactitud cómo se des-encadena ese proceso de reproducción, Bourdieu es confuso. Elhabitus produce una sensación de estilo, desenvoltura y aptitud.A pesar de todo urge conocer el modo en que esa estratificacióninfluyente se convierte en un estudio detallado de los obstáculosen las entrevistas de trabajo y las casas de publicidad, las diná-micas en las aulas y los procesos de citación judicial.

La comprensión de Bourdieu de los vínculos de la culturacon el poder resulta ser insuficiente para ajustarse al modelo deprograma fuerte. Para Bourdieu los sistemas de estratificaciónemplean estatus culturales que compiten entre sí en diferentesámbitos. El contenido de estas culturas tiene poco que ver conel modo en que se organiza la sociedad -no tiene un impactoconsiderable. Mientras Weber afirmaba que las formas de esca-tología habían determinado los modos en que se organizaba lavida social, para Bourdieu el contenido cultural es arbitrario.En su formulación siempre existirán sistemas de estratificacióndefinidos por la clase; la cultura se impone porque los gruposdominantes pueden emplear los códigos simbólicos para legiti-

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d ue lo ue tenemos ante nosotros esmar SUdominio. De m~a~t;amien~o de Veblen en la que la cul-

una visiÓ7~:~':?:s ~e~ursos estratégicos de los actoresti::~iwra sum de acción, más que un texto que co~s d latorna e).1:ern~proceso inmanente. Las personas se suven emundo en u .mplican directamente en ella. .cultura pero ~o se I . ael Foucault Yel programa teónc,o que

LoStrabajos de Mich débil que quenamos. . rt el tercer programa e b

ellos imcIaron, apo a ás encontramos el cuerpo de un tra a-exponer aquí. Una vez idic . que opta por no hacer frente ajo atravesado de contra lCCIOnes a fuerte Por un lado,las dificultades inherentes dauFnprogrltamLa'arque;logía del saber

t ' .cos e oucau , li .los grandes textos eon . rtante trabajo pre mi-d 1 aportan un impo e di

YEl orden e as cosas e fi ción de que los s-a fuerte con su a rma . . 1

nar para un program f bitrari as para clasIficar erti de ·ormas ar I e if

cursos operan ~ ~a ~r difici del conocimiento. Las rarm .ica-mundo y constituir e e I CIO di de todo elogio por

, . d t teoría son gnasciones empIncas e es a . a de un modo quehi tóri s de gran riquezs ,

haber reunido datos s orico . 'd t xto social. Hasta ahí. 1 nstruccIOn e un e . 1se aproXIma a a reco d d esto Lo esenCIa

d te no ocurre na a e . ..bien. Desafortuna amen 1'· de Foucault; su msis-de la cuestión es el método gen~a ~gltCO funden en poder/co-

Id el conocmuen o setencia en que e po er y 'd ccionista de razona-nacimiento. El resultado es u~a lml.eare (Burenner 1994) donde

1 1 del funciona ismo . dmiento aná oga a al· •.;tuciones flUJOSealooías con as msu 'los discursos presentan ans o'. ta en el nivel de'L tingencIa se concre

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tmgencia smcromca 1 . tit iones entre el po er1 lt ras Y as ms I UCI ,las fracturas entre as cu u.' 1 entre los textos Y las

y sus fundamentos simbólIcos tex~ua ~s, de esos textos. Esteinterpretaciones que los actores e ectüan. 1en el dispositif no

. 1 estructura SOCIa . 1vinculo del dIscurso con a . , de cc n ámbito cultura. . 1 prenslOn e como u . .deja espacio para a com 1 f ulación de sus JUl-

autónomo puede apoyar al a~to~ en a ormd ntales que ofreceisió d b1etlVostrascen ecios, crítica o provisi n e o J d d F cault es aquél don-

la vid . 1 El mun o e ou .,la textura de a Vl a SOCIa. h tra su expresIOn. d Nietzsc e encuende la cárcel de lenguaje e d dacio alguno para

1 o ha que a o espmaterial con fuerza ta que n e • , la autonomía de lala autonomía cultural y, por extensIOn, para

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acción. En respuesta a este tipo de criticismo, Foucault intentópensar la resistencia en la última parte de su obra. Sin embar-go, lo hizo bajo la forma de un ad hoc, conlemplando los actosde resistencia como disfunciones azarosas (Brenner 1994: 68)en detrimento de un estudio de las trayectorias que los marcosculturales pudieran permitir a los «intrusos» para generar ymantener la oposición al poder.

En la corriente investigadora actual más influyente que pro-cede del legado foucaultiano podemos ver que la tensión latenteentre el Foucault de la Arqueología y su matar genealógico seresuelve decisivamente en favor de una configuración anti-cul-tural de la teoría. El trabajo sobre la «mentalidad gubernamen-tal» se centra en el control de las poblaciones (Miller y Rase1990; Rase 1993), pero para ello se sirve deuna elaboración delpapel de las técnicas administrativas y siaemas expertos. Sinduda alguna, hay un reconocimiento de que el «lenguaje» esimportante, que el gobierno tiene un «carácter díscursivo». Estosuena de manera convincente pero, con la ayuda de un examenriguroso, encontramos que el «lenguaje» queda simplificado alos modos de discurso a través de los cuales los discursos técni-cos e inexpresivos (gráficos, estadísticos, informativos, etc.)operan como tecnologías para permitir «evaluación, cálculo, in-tervención» a distancia (Miller y Rase 1990: 7). Hay aquí unpequeño esfuerzo por recuperar la naturaleza textual de los dis-cursos políticos. Ningún esfuerzo por rebasar una «descripcióntenue» e identificar las poderosas resonancias simbólicas, losapasionados y afectivos criterios a través de los cuales las políti-cas de control y coordinación se valoran del mismo modo porciudadanos y élites.

Hacia un programa fuerte

Considerado todo esto, conviene decir que la investigaciónsociológica de la cultura permanece dominada por «programasdébiles» caracterizados por una inadecuación hermenéutica yuna ambivalencia respecto a la autonomía cultural y por meca-nismos abstractos pobremente especificados para fundamentarla cultura en procesos concretos. En esta sección final, preten-demos traer a colación tendencias actuales en la sociología cul-

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.. 1 dieran brotar,1 que se adivinan signos de os que pu

tllral en as a fuerte auténtico. .finalmente, un program chenta a los noventa, vimos el resurgi-

Con el paso de los o 1 . 1 'a americana Y el ocaso deldI ultura- en a SOcIOogi

miento e a «e t-i , ulturales del pensamiento rnacro Y. . d las formas anu c d

prestlgIo e lí d trabajo con sus características e un pro-micra. Esta mea d e 0110 'ofrece la mejor expectativa de un~grama fuerte ~n e,sa~ultu~al que finalmente, pudiera consti-verdadera soclOlogIa adición de 'investigación. Con toda segu-ruirse como una gran tr

ddici orgam·zadas en tomo a la, o e tra telones

rídad. un buen numer d. de un poder considerable en. 1 ' d 1 cultura» isponen 1«SOCIOogia e a Unidos. Uno piensa, en concreto, en osel contexto de Estados di trl·bllción de la cultura

d . 'n consumo Y 1Sestudios de pro UCC10r • • nales más que en el. 1 contextos orgamzaCIO

que se detiene en o~ .fi d ( Blau 1989; Peterson 1985).contenido y en los sigm ea os. e:g. . or la tradición mar-Uno también piensa en el trad,baJ.o1~~p1raldcoaPmbioclutural con el

id al eten e víncuiar e exista OCCIent que pr . 1 ial te en el contexto de la. . d 1 apíta espeCI men . .funCIonamIento e c, d . 1995) Los neo-mst1-( D vis 1992· Gott einer .

forma urbana e.g.. a . ' ll1991) ven la clutura comotucionalistas (ver DIMaggIo yfupowe 1 ·t· adora sólo como un

'1 amo erza egi im esignificante, pero so o ~, mo un texto vivido. Y, por su-entorno externo de accion, no Cal rt neri canos de los Es-

. sos apósto es no ear epuesto, existen num~r~ . ( F 1 1987) que combinan contudios Culturales Bntamcos as h 1S(e , 1" as con reduccionis-mucho virtuosismo las lecturas erm~neul1c ente importante re-mos cuasi-materialistas. Con tod~, es 1dguamb ·0 que concede un

id comente e tra ajconocer que ha surgi o una dos de significadolugar mucho más destacado a los textos sat~l:al gas contemporá-

S íth 1998) Estos SOCIOoy autónomos (ver mi . ., de pensadores cul-.. d 1 rimera generaCIOn

neos son los «hiJOS» e a P e Sahlins son los principalesturalistas -Geertz, Bellah, Turner y 1 . nte reduccionis-

ibi ntra a comeentre ellos- quienes escn ieron co d lieve la textua-. t taron poner e reta de los sesenta y setenta e m en, . de las formas

lidad de la vida social y la autonorrua nec~sana nstatamos es-culturales. En la intelectualidad contemporanea co fu rte

d . as de un programa efuerzas para alinear estos os axiom . concretos a tra-

id tifi a los mecamsmoscon el tercero --que 1 en 1 evés de los cuales la clutura labra su obra. 1 uestión de los

No se han hecho esperar las respu~stas.~ a c·ti graciasmecanismos de transmisión, en una d1recclOn pOS1 va,

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al pragmatismo americano y las tradiciones empiricistas. La in-fluencia de la lingüística estructural sobre la intelectualidad eu-ropea sanciona un tipo de teoría cultural que puso la atenciónen la relación entre cultura y acción (cuando no fue atemperadapor los discursos «peligrosamente humanistas» del existencíg,lismo o la fenomenología). Simultáneamente, la formación filo-sófica de pensadores como Althusser y Foucault dio pie a undenso y tortuoso tipo de escritura, donde las cuestiones de cau.salidad y autonomía podían girar en tomo a infinitas y esquivasespirales de palabras. Por el contrario, el pragmatismo america-no ha suministrado el suelo fértil de un discurso donde se pre-mia la claridad, donde rige la creencia de que los juegos dellenguaje complejo pueden reducirse a afirmaciones simples,donde arraiga la idea de que los actores deben jugar algún pa-pel en la traducción de las estructuras culturales a las accionesconcretas e instituciones. Entretanto, la influencia del pragma-tismo puede encontrarse en la obra de Ann Swilder (1986), Wil-liam Sewell (1992) o Gary Alan Fine (1987), donde se realizanesfuerzos tendentes a vincular la cultura con la acción sin recu-rrir al reduccionismo materialista de la teoría de la praxis deBourdieu.

Otras fuerzas también han jugado un importante papel en elsurgimiento del programa fuerte emergente en la sociologíacultural americana. Posiblemente lo más sorprendente de éstasha sido una vigorosa apreciación del trabajo del último Durk-heim, con su insistencia en los orígenes culturales más que es-tructurales de la solidaridad (para una consulta de esta literatu-ra ver Emirbayer 1996, Smith y Alexander 1996, Alexander1986b). Un atinado acoplamiento entre la oposición durkheimi-niana de lo sagrado y lo profano y las teorías estructuralistas delos sistemas de signos ha hecho posible que reflexiones de lateoría francesa pudieran traducirse en un discurso y tradiciónsociológica diferenciada, muy implicada con el impacto de loscódigos y codificaciones culturales. Numerosos estudios sobrela preservación del límite, por ejemplo, reflejan esta tendencia(ver Lamont y Fournier 1993) y es instructivo contrastarles conlas alternativas de un programa débil reduccionista respecto alos procesos de la «alteridad».

Las nuevas inspiraciones del programa fuerte son más inter-disciplinares. De manera más evidente ha crecido el interés en

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opólogos culturales como Mary Douglas, Victor Turner yantr d li biNi rshall Sahlins. Postmo emos y postestmctura stas tam ienh a jugado su papel, pero con un mayor sesgo de optimismo.E~udo entre poder y conoci~ento, que ha atro~a~o los pr~-

mas débiles europeos, ha SIdo destacado por teoncos amen-~os como Steven Seidman (1988). Para teóricos como Ri-chard Rorty el lenguaje tiende a considerarse como una fuerzacreativa para el imaginario social más que como una cárcel.Como resultado, los discursos y los actores están provistos deuna gran autonomía respecto al poder en la construcción de lasidentidades. Estas tendencias interdisciplinares son de sobraconocidas. Pero también existe un caballo oscuro de la interdis-ciplinariedad al que nos gustaría prestar atención. El aumentodel interés en la teoría sobre la narrativa y el género sugiere queésta pudiera convertirse en una fuerza decisiva en el período dela segunda tentativa. Sociólogos culturales como Robin Wag-ner-Pacifici y Barry Schwartz (1991), Margaret Somers (1995),Wendy Griswold (1983), Ronald Jacobs (1996) y los autores deeste artículo leen en la actualidad a teóricos como NorthropFrye y Frederic Jameson, historiadores como Heyden White yfilósofos aristotélicos como Ricoeur y MacIntyre. El recurso aesta teoría se encuentra sólo parcialmente en su afinidad conuna comprensión textual de la vida social. La sutil atracciónque ejerce obedece a que traduce muy bien en modelos forma-les lo que puede aplicarse sobre casos en el trabajo comparativoe histórico. Un estímulo suplementario para este acercamientoes el de que la autonomía cultural queda asegurada (en su senti-do analítico, véase Kane 1993) por la estructura interna de for-mas normativas con sus repertorios interpenetrados de caracte-res, líneas de argumentación y las consiguientes evaluacionesmorales.

Es importante destacar que mientras los textos saturados designificado ocupan un lugar central en esta corriente americanade la sociología del programa fuerte, los grandes contextos nose ignoran. Las estructuras objetivas y las luchas viscerales quecaracterizan el mundo social real se encuentran en todo frag-mento de manera tan significativa como en el trabajo de losprogramas débiles. Se han realizado contribuciones notables enáreas tales como la censura y exclusión (Beisel 1993), raza (Ja-cobs 1996), sexualidad (Seidman 1998) y violencia (Wagner-Pa-

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cifici 1995). Estos contextos se tratan, sin embargo, no cornofuerzas en sí mismas que determinan en última instancia el.contenido y la significación de los textos culturales. Con todoson considerados como instituciones y procesos que refrac~los textos culturales de un modo colmado de significado. Sonlos asideros en los que las fuerzas culturales se combinan opugnan con las condiciones materiales e intereses racionalespara producir resultados particulares. Y, más allá de esto, sonconsiderados como metatextos culturales por sí mismos, comoexpresiones concretas de los ideales omniabarcantes en curso.

Conclusiones

El argumento que hemos utilizado aquí en favor de un pro-grama fuerte en proceso de formación ha mantenido un tonopolémico. Esto no significa que despreciamos otras formas deacercarse a la cultura. Si la sociología aspira a mantener unestado saludable como disciplina, debería ser capaz de soportarun pluralismo teórico y un debate abierto. Algunas cuestionesrelativas a la investigación pudieran, incluso, responderse ha-ciendo uso de recursos teóricos derivados de los programas dé-biles. Mas, es igualmente importante dejar espacio para unasociología cultural. El paso más firme para su consecución es elde hablar contra los falsos ídolos, evitar el error de confundir lasociología reduccionista de las aproximaciones culturales conun genuino programa fuerte. Sólo de esta forma la promesa deuna sociología cultural puede llevarse a cabo a través de la se-gunda tentativa de la sociología.

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