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1 LOS CONSUMOS DESDE LA SOCIOLOGÍA. ACERCAMIENTOS CONCEPTUALES. Dra. C. Alicia de la C. Martínez Tena. 1 [email protected] Dra. Tereza de Jesús Andrade. 2 [email protected]. Dr. Elpidio Expósito García. [email protected] 3 Resumen. Las investigaciones sobre consumos se han multiplicado al punto de que hoy se advierten diferentes perspectivas de análisis que reproducen la compartimentación y fragmentación desde las ciencias sociales. Conocemos de teorías económicas, psicosociales y antropológicas sobre los consumos; teorías literarias y de la comunicación que abordan estos procesos desde los estudios de audiencias; así como teorías socioculturales que enfatizan los consumos desde la significación. Los autores de este presente trabajo realizan una sistematización sociológica del consumo desde el proceso de reproducción social para connotar dos perspectivas de análisis: el consumo como estratificación social y el consumo como estilo de vida. Palabras claves. Consumos culturales, estratificación social, reproducción social, consumo como apropiación, consumos como estilos de vida. Introducción. En la construcción de un marco teórico para explicar los procesos del consumo cultural, se ubica con mayor fuerza el de asumir al consumo como apropiación. Ello hace distinguir que las prácticas y conductas sociales se orientan por pautas y normas 1 Doctora en Ciencias Filosóficas y profesora Titular de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba. 2 Psicóloga Clínica del Hospital Baptista de Sousa y Docente de la Universidad Lusófona y de la Universidad de Mindelo, San Vicente, Cabo Verde 3 Dr. en Ciencias económicas, Profesor Titular y Consultante de la Universidad de Ciencias Pedagógicas de Santiago de Cuba.

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LOS CONSUMOS DESDE LA SOCIOLOGÍA. ACERCAMIENTOS

CONCEPTUALES.

Dra. C. Alicia de la C. Martínez Tena.1

[email protected]

Dra. Tereza de Jesús Andrade.2

[email protected].

Dr. Elpidio Expósito García.

[email protected]

Resumen.

Las investigaciones sobre consumos se han multiplicado al punto de que hoy se

advierten diferentes perspectivas de análisis que reproducen la compartimentación y

fragmentación desde las ciencias sociales. Conocemos de teorías económicas,

psicosociales y antropológicas sobre los consumos; teorías literarias y de la

comunicación que abordan estos procesos desde los estudios de audiencias; así como

teorías socioculturales que enfatizan los consumos desde la significación. Los autores

de este presente trabajo realizan una sistematización sociológica del consumo desde el

proceso de reproducción social para connotar dos perspectivas de análisis: el consumo

como estratificación social y el consumo como estilo de vida.

Palabras claves.

Consumos culturales, estratificación social, reproducción social, consumo como

apropiación, consumos como estilos de vida.

Introducción.

En la construcción de un marco teórico para explicar los procesos del consumo cultural,

se ubica con mayor fuerza el de asumir al consumo como apropiación. Ello hace

distinguir que las prácticas y conductas sociales se orientan por pautas y normas

1Doctora en Ciencias Filosóficas y profesora Titular de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba,

Cuba.

2Psicóloga Clínica del Hospital Baptista de Sousa y Docente de la Universidad Lusófona y de la

Universidad de Mindelo, San Vicente, Cabo Verde

3 Dr. en Ciencias económicas, Profesor Titular y Consultante de la Universidad de Ciencias Pedagógicas

de Santiago de Cuba.

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sociales, el cual sugiere la recuperación de los conceptos de uso, formas y estrategias

pues permiten observar el consumo desde dos caras: como formas y como estrategias

de consumo. Preguntarnos por las formas de consumo de un objeto significa adentrarnos

a las vivencias temporales y espaciales de tal consumo y a su vez, advertir el proceso de

estructuración y la manera en que un determinado sector social vive su posición en la

estructura social.

Esta aseveración contribuye a entender el estudio del consumo cultural no sólo como la

indagación estadística del modo en que se compran las mercancías, sino también el

conocimiento de las operaciones con que los actores sociales seleccionan y combinan

los productos y los mensajes, conocer cómo los consumidores mezclan las estrategias de

quienes fabrican y comercian los bienes con las tácticas necesarias para adaptarlos a la

dinámica de la vida cotidiana. Las prácticas culturales reproducen la relación entre la

acción y la estructura, pues ellas sólo existen en y mediante las actividades de los

agentes humanos y que se hace posible debido a la existencia de normas y recursos, A.

Giddens (2010)

En el presente artículo se realiza una sistematización sociológica del consumo desde el

proceso de reproducción social para connotar dos perspectivas de análisis: el consumo

como estratificación social y el consumo como estilo de vida.

1.1.- El consumo cultural en los estudios sociológicos: de la alineación a la apropiación.

El consumo y consumo cultural son dos conceptos que la sociología ha incorporado a

sus desarrollos teóricos y en torno a ellos se han construido teorías que explican los

complejos procesos de la realidad contemporánea. Esta idea permite aseverar que el

fenómeno del consumo ha devenido un tema de interés para todos los que han

reflexionado sobre las transformaciones de la modernidad, que si bien para algunos

estudiosos esta materia no ha llegado a constituirse en un marco conceptual sólido (J.

Callejo, 1995; A. Martínez, 1998, 1999; G. Sunkel, 2002), los recorridos que se han

realizado desde la sociología clásica ofrecen sustantivos recursos para ubicar encuadres

teórico y metodológico cuando de consumo y consumos culturales se trata. (K. Marx, -

el fetichismo como mercancía-1973; M. Weber,- la ciudad como consumo- 1971; G.

Simmel-la moda en la cultura del consumo; B. Veblen- la acumulación dineraria y

clase ociosa- ; M. Mauss –formas de intercambio económico como instituciones

sociales-1923; M. Auge –el consumo en la interacción en los espacios del anonimato-,

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2000; P. Bourdieu –la dimensión simbólica de las prácticas sociales, disposición

adquirida para apreciar y diferenciar- 1979, Baudrillard – el consumo como un modo de

actividad sistemática y de respuesta global en el cual se funda todo nuestro sistema

cultural- 2009; M. Featherstone, 2000- los consumos de los bienes significan antes que

los propios bienes, los “burgueses bohemios”- 1991; García Canclini- el consumo

cultural como construcción identitaria- 1989, 1994; M. Barbero como producción de

sentidos, por los usos que le dan forma social; G. Sunkel, Soldevilla, 2002; 2006; A.

Martínez- M. Tamayo, 2013, G. Castells, 2013; Lipovesky, 2008, con el análisis de la

sociedad como decepción.

Los desarrollos que ha alcanzado la sociología contemporánea en los últimos 70 años ha

permitido abrir un campo disciplinar que centra sus análisis en la cultura donde el

consumo aparece como concepto dentro del proceso de la reproducción social .Con ello

asistimos a un cambio de paradigma: el paso del consumo como alineación al consumo

como apropiación, al considerar al consumidor como un agente activo, donde adquieren

connotaciones argumentativas los conceptos de usos, apropiaciones y estrategias.

En este recorrido se advierten teorías clásicas y escuelas de pensamiento que

repercutieron en las maneras de analizar el consumo, no sólo como concepto sino

también como elemento fundamental en la transformación de la sociedad capitalista. Un

conjunto de corrientes, sobre todo dentro de la sociología, la economía, la filosofía, la

psicología y la antropología, han facilitado el contexto de la conformación del concepto

consumo, cuyos basamentos se hallan en el siglo XIX.

Estas teorías comienzan a obtener expresividad, especialmente, a partir de los aportes de

la Escuela de Frankfurt (Téllez: 2013). La apropiación, traducción y reformulación de

teorías de la cultura surgidas en la Europa de la post guerra - los trabajos de la escuela

de Frankfurt con Erich Fromm, Herbert Marcuse, Theodor Adorno, Walter Benjamín,

Marx Horkheimer)4 con una tradición marxista, expresaban que los puntos de vista de

4 La Teoría Crítica deviene en un importante espacio en el que se hallan nuevas explicaciones a las

dinámicas sociales ante un nuevo replanteamiento de los problemas de la teoría y de la práctica en su

aplicación a la nueva Sociedad de Masas. Precisamente, el desarrollo de una nueva fase del capitalismo, a

la que V. I. Lenin, denominó imperialismo, reveló una fuerte economía de demanda y de consumo, que

puso en cuestión numerosas previsiones hechas por el Marxismo clásico. La búsqueda de un tipo de

construcción teórica en la que la ruptura con la "teoría tradicional" abriera la posibilidad de abarcar las

complejísimas interacciones del capitalismo avanzado, aparece como la génesis de los primeros

frankfurtianos. Conceptos como industrias culturales, ideología, cultura de masas, dialéctica de lo

objetivo y subjetivo, aportaron elementos a los estudios del consumo.

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K. Marx precisaban de ser radicalmente revisitados para poder ser aplicados en la

actualidad, al argumentar que Marx no había dado una atención suficiente a la

influencia de la cultura en la sociedad capitalista (Giddens: 2008, pp. 465).

Cambiaron entonces las perspectivas, pues, en lugar de una orientación exclusivamente

hacia los estudios marxistas como fue originalmente, se programaron investigaciones

interdisciplinarias, dando lugar a la que fue llamada "teoría crítica". Se constituyó como

su proyecto al retomar y profundizar la teoría de Marx (como teoría crítica del

capitalismo), e incorporan a través de Fromm y Marcuse, el psicoanálisis y los

desarrollos de S. Freud en lo relativo a la sociedad, a la teoría crítica; el nuevo

marxismo de Louis Althusser, Antonio Gramsci; los estudios culturales británicos

(Muñoz: 2009) de Raymond Williams, Richard Hoggart y Stuart Hall.5

La trayectoria histórica por las principales aportaciones al análisis sociológico del

consumo permite advertir dos líneas temáticas que de conjunto ofrecen un corpus

sociológico disciplinar: la sociología del consumo y la sociología del consumo cultural

desde corrientes como el funcionalismo, constructivismo estructural, neofuncionalismo,

teorías culturales y de la comunicación.

Para las autoras de este trabajo el eje que ha permitido articular el desarrollo de los

estudios sociológicos del consumo es la tríada usos, formas y estrategias y por

consiguiente, el principal fundamento para exponer y argumentar el marco de

explicación en el proceso de reproducción social. Con este encuadre se explicitan el

consumo y el consumo cultural, y que a su vez, con el empleo de estos conceptos se

posibilitan encontrar respuestas a las nuevas prácticas de consumos culturales que

comienzan a caracterizar a una buena parte de nuestras sociedades.

5 Surgen en el contexto de la democratización de la cultura que acompaña la posguerra. Estos autores,

particularmente, Raymond Williams y Richard Hoggart provienen de familias obreras, preocupados en

estudiar las influencias de la cultura popular en la formación de las mentalidades de la clase obrera.

Donde el primer espacio académico sobre los estudios culturales contemporáneos y donde se trabajó

sistemáticamente, fue fundado en Birmingham por R. Hoggard. En Ob. Cit. De ahí emerge la Escuela de

Cultural Studies en finales de los años 50, en Inglaterra. Un aspecto clave fue la transposición de las

coordenadas estéticas y éticas, asociadas a la crítica literaria, para la práctica de las culturas vivas o

populares. En: Reflexões sobre indústrias culturais (imprensa, rádio, televisão, internet, cinema,

videojogos, música, livros, centros comerciais) e criativas (museus, exposições, teatro, espectáculos).

Bloguero desde 26 de Diciembre de 2002. Enderezo electrónico: Rogério Santos.

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Gráfico No 1. El consumidor como agente activo.

Fuente: Alicia Martínez y Teresa de Jesús Andrade.

Las ideas que sustentan este encuadre son las siguientes:

El consumo es un hecho social total (Marcel Mauss). Las sociedades se

organizan también simbólicamente.

El tránsito del consumo como alineación al consumo como apropiación

(subjetivación de lo objetivo en las que emergen los conceptos de usos, formas y

apropiaciones). Desde K. Marx la concepción del uso y el consumo como

apropiación se presentaron como articuladores de hábitos y aspiraciones vitales.

El consumidor es un agente activo. Los significados que los sujetos dan a esas

realidades expresan una acción estructurada y repetida en el tiempo.

Los usos se configuran como los lugares claves entre agentes y mercancías. Las

formas de consumo recoge el concepto de habitus; las estrategias que asume el

concepto de aspiraciones vitales y las apropiaciones material y simbólica.

Es en la estructura social donde los usos encuentran su principio ordenador,

capaz de sintetizarlas.

En la relación del consumidor con los objetos de consumo se producen las

apropiaciones, así como la posición del consumidor con otras posiciones

sociales (reproducción social)

Las estrategias que se elaboran son formas estructurantes de consumo.

Las formas estructuradas de consumo encierran los significados de una práctica

social.

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La trayectoria histórica por las principales aportaciones al análisis sociológico del

consumo que se expone mediante el gráfico solo adquiere sentido si la situamos en una

doble perspectiva contextual: por un lado, debemos tener en cuenta los propios avances

en la teoría sociológica que tiende a otorgar un carácter más activo a los sujetos en la

construcción de la realidad social (T. Veblen, 1974; G. Simmel, 1976, 1999;

Baudrillard 2009), y por otro, las transformaciones que experimentan las sociedades

capitalistas hasta el punto de poder distinguir distintas fases o etapas en la sociedad de

consumo (De Certeau, 2000; M. Augé, García Canclini, 1989, 2000; M. Barbero; M

Bisbal, 2006).

Para las autoras se significa que solamente teniendo en cuenta el entorno social y

cultural más amplio, podremos entender ese deslizamiento o transición teórica del

análisis sociológico del consumo desde una concepción de éste como mero marcador o

expresión de la posición económica y donde el valor de uso orienta las prácticas, al

énfasis en el consumo cultural, como marcador simbólico, a partir del cual se

configuran la identidad individual y social. (López de Ayala: 2004, Tamayo Téllez:

2013; Gómez Castells: 2013).

El recorrido del concepto permite precisar dos momentos: la práctica de consumo bajo

la orientación del valor de uso y la práctica de consumo bajo la orientación del valor

simbólico.

A continuación se explican los momentos de la trayectoria del consumo, asociados a los

conceptos de usos, formas y estrategias, conceptos que marcan la transición del

consumo desde el proceso de producción, al proceso de reproducción simbólica. En este

recorrido los conceptos son los que revelan las corrientes de pensamiento sociológicas,

en su afán de atrapar las realidades.

II.- Los consumos desde la estratificación social.

El estudio del consumo desde la perspectiva sociológica más tradicional ha venido muy

vinculado al análisis de la clase social como categoría sociológica básica, en la

búsqueda de correlatos entre el acceso diferencial al consumo y la estratificación en

clases sociales de las sociedades capitalistas industriales. (K. Marx; M. Weber G.

Simmel, T. Veblen; M. Mauss). De esta manera una primera línea de análisis del

consumo puede ser vinculado con la estratificación social, desde un modelo que se

inicia con la tradición economicista. En esta perspectiva adquiere importancia el

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concepto de mercancía trabajado por K. Marx para ahondar en las variadas

connotaciones que la transacción comercial lleva implícitas.

Las mercancías vienen al mundo bajo la forma de valores de uso u objetos

materiales: hierro, tela, trigo, etc. (…) Sin embargo si son mercancías es

por encerrar una doble significación: la de objetos útiles y, a la par, la de

materializaciones de valor. Por tanto, solo se presentan como mercancías,

solo revisten el carácter de mercancías, cuando poseen esta doble forma: su

forma natural y la forma de valor. (K. Marx, 1973: 15)

Con el análisis que Marx plantea en El Capital la sociología clásica introduce una

diferenciación en el concepto de dinero, en tanto que el valor de uso instrumental

le añade el valor de cambio o precio. Dicha asociación lleva a la cosificación, a

considerar al trabajador como mercancía y al capital como sujeto, del que se

desprende el fetichismo de la mercancía.

A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos

evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos que son objetos muy

intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos.

Considerada como valor de uso, la mercancía no encierra nada de

misterioso, dando lo mismo que la contemplemos desde el punto de

vista de un objeto apto para satisfacer necesidades del hombre o que

enfoquemos esta propiedad suya como producto del trabajo humano.

(Ibíd.: 38)

En este contexto de desarrollo del capitalismo, el sujeto ha perdido la relación directa

con el objeto de su trabajo. Se produce así una alineación respecto a la propia actividad

de producción, en la que se articulan las mercancías, su producción y necesidades de

consumos. Marx pone al descubierto desde las primeras páginas de El capital cómo se

atribuye valor a la mercancía, que es solamente un valor producido por los mismos

hombres en el proceso de relaciones de producción.

K. Marx traza el análisis del sistema capitalista partiendo del paradigma de la

producción y, sin embargo, al analizar la esencia misma de la mercancía resultado de

este nuevo modo, inicia ya el fundamento crítico de la fase capitalista del consumo. La

forma mercancía constituye un modelo estructurante de las relaciones sociales en su

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conjunto, donde se convierte el uso en trascendente al propio valor de cambio y abre la

posibilidad de existencia de valor de uso sin necesidad de valor de cambio y sin su

reciproca relación. (Callejas: 1996).

Sin embargo, una lectura más acuciosa de esta obra en su primer capítulo dedicado a la

Mercancía y Dinero (Marx: pp. 3-109), en el que el consumo es planteado desde el

proceso de producción, el concepto de uso puede ya ser ubicado en el ámbito de la

apropiación (subjetivación de lo objetivo), valoración no sólo realizada por los autores

del presente artículo, sino que es también compartida por otros sociólogos y que son

referenciados en esta investigación (Baudrillard: 1970; Veblen, 1974; Bourdieu: 2003,

García Canclini: 1989, Callejas:1996, Martínez: 1998, Téllez:2013) . Desde Marx se

accede a una concepción del uso y el consumo como apropiación, capaz de articular

hábitos y aspiraciones vitales, de articular las formas de consumo y las estrategias

sociales en las que se incluye tal consumo (Téllez:2013)

El primer trabajo sobre la distinción social a través de consumo se debe a Thorstein

Veblen, para el cual las bases de la buena reputación del ciudadano en sociedad yacen

tanto en su capacidad pecuniaria, como en su disposición al consumo ostentoso. En

otras palabras, las dos formas privilegiadas de indicar el estatus pecuniario de uno, de

acuerdo con Veblen, son el ocio y el consumo conspicuo. Por ello, Veblen es el primer

autor que defiende expresamente que los fenómenos del consumo dependen de la

estructura social, y no de las necesidades naturales y de su libre satisfacción por parte

del consumidor a través del mercado. (Soldevilla, 2002)

T. Veblen sigue la tendencia desarrollada por K. Marx. Su obra más conocida Teoría de

la clase ociosa (1974)6, centra sus análisis en los modelos de consumidor, también

enfocado en la categoría sociológica de clase social, a la que denomina consumidor

ostentoso y ciudadano distinguido, clase fuera del proceso productivo y la ubica dentro

de la intelectualidad como clase destinada a la no productividad. Para Veblen, las

sociedades se dividen irreparablemente en clases. Si bien existen varias de ellas dentro

de un grupo extenso, por lo general adquieren una tendencia bipolar a constituirse en

dos principales: la productiva-técnica y la ociosa.

6 La teoría de la Clase ociosa obra que por sí misma resalta entre otras cosas el papel de los intelectuales

como clase destinada a la no productividad. Explica y describe con lujo de detalles, la influencia que los

intelectuales han tenido a lo largo de los años en diferentes sociedades. La obra de referencia, comienza

con un prólogo del ya fallecido Kenneth Galbraith que dice así “sólo hay que tomar en cuenta que, si se

desea apreciar a Veblen, se le debe leer muy cuidadosa y lentamente. Veblen ilustra, divierte y deleita,

pero sólo si se le dedica bastante tiempo” (Galbraith, XX, en Veblen, 1974).

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Distingue el trabajo productivo del trabajo de los servicios. La clase ociosa surge de la

concatenación de diversas variables. La primera y la más importante, la variable de

propiedad con la cual obtiene como dato la ostentación de riqueza, aspecto éste de

transferencia simbólica. Veblen, lo escribe muy claramente “la posesión de la riqueza

confiere honor; es una distinción valorativa (individuos distinción)” (1974: 32). Esta

necesidad de ostentar bienes los cuales toman un sentido simbólico, llevan

indefectiblemente al “consumo conspicuo”. Precisamente, éste es uno de los valores

más presentes y distintivos de la “clase ociosa”. Los individuos que forman parte de la

clase ociosa se interesan por las cuestiones teóricas y abstractas, en cierta forman

establecen ciertos códigos y normas de modales para adoctrinar a las clases productivas.

Por tanto para Veblen, conforman en general a este grupo: gobernantes, deportistas,

clérigos, militares e intelectuales. “En el proceso de la evolución cultural, la aparición

de una clase ociosa coincide con el comienzo de la propiedad. Es necesario que así

ocurra porque ambas instituciones son resultado de la misma conjunción de fuerzas

económicas. En la fase preliminar de su desarrollo no son sino aspectos diferentes de los

mismos hechos generales de la estructura social. (…) El ocio y la propiedad nos

interesan para nuestro propósito en cuantos elementos de la cultura social -hechos

convencionales (…) (ibíd.: 26)

El ocio para el autor no significa otra cosa que “pasar el tiempo sin hacer nada

productivo: 1) por un sentido de la indignidad del trabajo productivo, y 2) como

demostración de una capacidad pecuniaria que permite una vida de ociosidad” (Ibíd.:

51). Con Veblen podemos entender el consumo como el ritual que nos permite

reproducir la estructura social mediante la ostentación, a partir del estudio realizado en

la sociedad norteamericana, donde la tenencia de la propiedad, constituyó el principal

recurso para su clasificación dentro de la teoría de clases, cuyo valor instrumental se

mantiene hasta nuestros días.

K. Marx y T. Veblen configuran los pilares de una sociología del consumo

pluridimensional y que hallamos en dos de las obras más importantes del pensamiento

social de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX y lo que va del siglo XXI: El

capital y Teoría de la clase ociosa, respectivamente. Estas obras continúan suscitando

reflexiones críticas para llegar todos a la conclusión de que sus ideas constituyen bases

para realizar estudios de consumos en sociedades cada vez mas segmentadas y

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diferenciadas por el lugar que ocupan los grupos dentro del proceso de producción de

bienes materiales y de servicios. Los conceptos de mercancía, necesidad y clase ociosa

permitieron y permiten graficar relaciones de clases que siguen ordenándose no sólo por

el tipo de propiedad, sino también, por el sentido que se le imprime a lo que se posee y

que le condiciona una determinada distinción.

III.- El consumo como estilo de vida.

Dentro de la misma orientación dada por el modelo económico, en el que el valor de uso

es el marcador del consumo, la sociología se enriquece con la postura que desarrolla G.

Simmel, al considerar el consumo como una práctica de diferenciación de grupos, clases

y culturas, para continuar profundizando la perspectiva de la reproducción social. Con

Simmel, el concepto de uso adquiere nuevos contenidos al comenzar un giro en el

consumo desde su dimensión social. La mirada penetrante de Simmel a las dinámicas

citadinas, favoreció de manera extraordinaria el desarrollo de la teoría del consumo. El

caleidoscopio sociológico contempló una diversidad de imágenes que fueron

convertidas en valiosos datos para explicar los nuevos fenómenos de una sociedad más

plural y significativa.

La sociedad de la que participa se encuentra en el momento de transición, rico en

tensiones latentes, entre una industrialización consolidada y los efectos no previstos de

la misma. Simmel vive entre el capitalismo de producción, triunfante en apariencia, y

las primeras crisis de éste. Como Veblen, Simmel se enfrenta a un modelo de sociedad

que es el del consumo conspicuo, el consumo distinguido y notable: el consumo de la

distinción, (…) es decir una calidad determinada, casi siempre considerada como innata

(se habla de «distinción natural»), del porte y de los modales, de hecho no es más que

diferencia, desviación, rasgo distintivo, en pocas palabras, propiedad relacional que tan

sólo existe en y a través de la relación con otras propiedades (…)” (P. Bourdieu: 1997,

p. 16). Una sociedad en la que la acumulación dineraria de la industrialización engendra

una nueva clase ociosa. Pero para Simmel, los consumos conforman y matizan estilos

de vida.

La mirada de Simmel es pionera en el análisis de la sociedad de consumo precisamente

porque es el primero en plegarse a la vida de las cosas, a lo fugaz que adviene, a los

sujetos sociales fabricados por la nueva cultura, catapultados por las incipientes

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industrias del consumo: el periódico, las revistas, el cine mudo, cuyos productos

adquieren fisonomías en las arterias comerciales. Su peculiar método de análisis de la

realidad -viajar, caminar por las calles, observar y anotar las cosas, escribir ensayos-

(Marinas: 2000) le permitió desarrollar la capacidad de asociación y desplegar una alta

sensibilidad necesaria para percibir las nuevas relaciones que se construyeron alrededor

de objetos con una temporalidad efímera, como lo es la moda. El sujeto del consumo no

es el individuo, sino el entramado de relaciones reales y simbólicas que éste mantiene

con cosas y que Simmel etiquetó como estilo de vida. El objeto del consumo no es el

bien que se compra, sino una red mayor de pautas culturales, de relatos y signos en la

que los objetos se presentan y adquieren argumento, esto es, sentido, por el uso que se le

otorga.

De estos rasgos de su contexto, de un capitalismo pujante, vertiginoso, acosador, se

sigue bien el derrotero teórico y metodológico de Simmel al abordar la cultura del

sistema capitalista, en la medida en que va apareciendo como un sistema no sólo de

producción, sino como un modo de vida que abarca las esferas de la cotidianidad. La

mirada simmeliana captó una amplia variedad de materiales dados por la realidad

vivida por él, con los cuales logró explicar el silencioso advenimiento de la sociedad de

consumo. Los nuevos escenarios mediados por el dinero y la lógica de la mercancía, los

espacios urbanos con sus arterias comerciales, los estilos y la moda, son hoy recursos

imprescindibles en la incursión de los estudios del consumo dentro del proceso de

reproducción social. Simmel ha dejado una agenda aún sin ser escudriñada en su

integralidad por la sociología.

En La filosofía del dinero (1976) se vislumbra la lógica interna de la incipiente sociedad

de consumo, en el que se destacan el carácter global y no sólo económico del consumo

y del intercambio representado en el dinero; la superación del concepto de necesidad y

la atención al deseo en la relación con las mercancías; la fundamentación de un

concepto de mercancía y de valor que pretende leer los implícitos de Marx; la lectura

del consumo desde el concepto de estilo de vida.

“Mientras las modas —y no se trata aquí sólo de modas en la

vestimenta—duraban aún cierto tiempo y mantenían cohesionados

círculos relativamente reducidos, podía darse, por así decirlo, una

relación personal entre el sujeto y los contenidos singulares de

aquélla... [el cambio hoy radica en] la multiplicidad de estilos que nos

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encontramos en los objetos de la vida cotidiana, desde la arquitectura

de las viviendas a la impresión de los libros, desde las esculturas a los

jardines, y la decoración de habitaciones en las que se acumulan al

mismo tiempo el Renacimiento y el orientalismo, el barroco y el estilo

imperio, el prerrafaelismo y la regularidad del realismo” (1976:581-

582)

Simmel pudo percatarse que el sujeto moderno está afectado por la fragmentación de la

vida en las ciudades. Con ello incorpora a la sociología el lado social del consumo. El

consumidor construye su propio estilo de vida el cual reproduce. Se está en presencia de

nuevas prácticas de consumo, diseminadas en las ofertas de servicios engendradas por

las vidrieras, escaparates, casas de modas, recintos para el ocio, inserto en una

amalgama de significado en el que se nota el uso dado por el consumidor.

En Simmel el concepto de uso se constituye desde las prácticas cotidianas de los

individuos y grupos; desde esa materialidad que son las relaciones sociales a partir de la

posición ocupada en la estructura social, donde la adquisición de la mercancía marca un

lugar dentro de las clases. Al uso se le otorga un carácter estructural, pues distingue y

diferencia un grupo de otro, pero también los usos destacan las formas de hacer.

Comienzan a conectarse los conceptos de usos y formas, en una sociedad donde el

consumo marca diferencias.

Dentro de esta misma línea –el consumo como estilo de vida- M. Weber deja a la

sociología importantes lecturas recogidas en su texto La ciudad (1921). La ciudad no es

meramente el punto focal de la economía del dinero, es además la intersección de

círculos y redes sociales de la división de trabajo, que posibilita la autonomía y libertad

del individuo, a la vez que ámbito de la masificación, anonimato y alienación de los

individuos y sus fragmentarias imágenes de las cosas.

M. Weber apoyado por sus estudios de sociología de la y la sociología histórica, había

investigado los distintos tipos ideales de estilo de vida que, relacionados con formas de

vida y tipos de liderazgo, ofrecían las pistas para conceptualizar la noción de estatus. M.

Weber no sólo desarrolla una teoría de la estratificación social basada en los criterios de

gusto y diferenciación entre los distintos grupos sociales y ocupacionales, que facilitará

los ulteriores programas de investigación de W. Benjamin y P. Bourdieu; sino que,

además, despliega una teoría psicosocial de la acción frente a las consecuencias

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negativas de la modernización sociocultural, en la que una "personalidad valiosa" tiene

que orientar su acción hacia el "estilo de vida". De ahí, que la relevancia de las prácticas

de consumo, en Weber, siempre tengan como horizonte la estilización de la vida.

Por su parte M. de Certeau enriquece la noción de usos al identificar el uso que hacen

de los objetos, grupos e individuos. Para él (…) el análisis de las imágenes difundidas

por la televisión (representaciones) y del tiempo transcurrido en la inmovilidad frente al

receptor (un comportamiento) debe completarse con el estudio de lo que el consumidor

cultural "fabrica" durante estas horas y con estas imágenes. Ocurre lo mismo con lo que

se refiere al uso del espacio urbano, los productos adquiridos en el supermercado, o los

relatos y leyendas que distribuye el periódico (…). (De Certeau: 2000, p 35)

La presencia y la circulación de una representación (enseñada como el código de la

promoción socioeconómica por predicadores, educadores o vulgarizadores) para nada

indican lo que esa representación es para los usuarios. Insiste De Certeau que hace falta

analizar su manipulación por parte de los practicantes que no son sus fabricantes.

Solamente entonces se puede apreciar la diferencia o la similitud entre la producción de

la imagen y la producción secundaria que se esconde detrás de los procesos de su

utilización.

Usos y formas también desarrollados como conceptos por M. de Certeau devienen en

las "maneras de hacer" y que constituyen las mil prácticas a través de las cuales los

usuarios se reapropían del espacio organizado por los técnicos de la producción

sociocultural. Al ubicarse en la perspectiva de la enunciación, de Certeau privilegia”

(…) el acto de hablar: opera en el campo de un sistema lingüístico; pone en juego una

apropiación, o una reapropiación, de la lengua a través de los locutores; instaura un

presente relativo a un momento y a un lugar; y plantea un contrato con el otro (el

interlocutor) en una red de sitios y relaciones (...) (Ibíd.35-49)

Con P. Bourdieu7 la sociología del consumo se escinde para dar lugar a un nuevo corpus

con los conceptos de espacio social, capital cultural, habitus y campo, al introducir la

variable consumo cultural en la teoría de clases desarrollada en sus obras La Distinción.

7 En su obra tardía (desde principios de los 80 hasta fines de los 90, cuando murió) ha logrado dar con las

claves de la dominación a través de la cultura, centrándose en la educación. En una sociedad posmoderna

que se enfrenta a desigualdades, exclusiones y riesgos que ya no explican por la teoría tradicional,

Bourdieu ofrece desde la sociología de la cultura elementos que están cambiando la forma de entender lo

social. Bourdieu buscó en investigaciones empíricas la información y el estímulo para replantear el

materialismo

14

Criterios y bases sociales del gusto (1988), Razones prácticas sobre la teoría de la

acción (1997), Creencia artística y bienes simbólicos. Elementos para una sociología

de la cultura (2003). Demostró que para acceder a algunos consumos, nuevos,

frecuentes, se requieren de reiteradas instrucciones de uso y que son resultado de un

largo proceso de socialización, donde la familia, la escuela y otros dispositivos de la

comunicación intervienen en ellos; es en la estructura social donde los usos encuentran

su principio ordenador, a la que denominó habitus8.

Bourdieu retoma las tesis de Veblen (relaciones entre consumo conspicuo y estructura

social) y de Simmel y Weber (consumo, moda y preferencias de estilo de vida como

estrategias de distinción social), para estudiar "las bases sociales del gusto" que

intervienen en los comportamientos sociales del consumo, y que implican juicios

diferenciales que al mismo tiempo identifican y vuelven inteligibles y clasificables los

juicios y conductas de los individuos y de los grupos sociales.

Desarrolló minuciosamente los registros etnográficos lo que le permitió “(…) captar la

lógica más profunda del mundo social a condición de sumergirse en la particularidad de

una realidad empírica, históricamente situada y fechada, pero para elaborarla como

«caso particular de lo posible», en palabras de Gaston Bachelard, es decir como caso de

figura en un universo finito de configuraciones posibles. (…)”(Bourdieu, 1997, p. 12),

en los que se advierte una pluralidad de usos y formas de las apropiaciones simbólicas,

en palabras del autor, la relación entre las posiciones sociales (concepto relacional), las

disposiciones (o los habitus.) y las tomas de posición, las «elecciones» que los agentes

sociales llevan a cabo en los ámbitos más diferentes de la práctica. (Ibíd: 16)

Para P. Bourdieu “Hablar de consumo cultural es decir que hay una economía de los

bienes culturales, pero que ésta economía tiene una lógica específica (…) es un

momento de un proceso de comunicación, es decir, un acto de desciframiento, de

decodificación que supone el dominio práctico o explícito de una cifra o de un código”

(P. Bourdieu: 2003, p, 229-230)

8 La Distinción supone uno de los mayores acercamientos de la sociología a la psicología social de los

últimos tiempos, por el objeto de estudio, el método y la mirada que trata de impregnar en el elector a la

hora de entender los fenómenos de la sociedad en el nivel más elemental de interacción, a saber, la vida

cotidiana. Bourdieu propone de manera brillante una aplicación de sus conceptos de habitus y campo al

estudio de la relación de los distintos grupos sociales con la cultura, lo que convierte a este libro, por

méritos propios en un clásico del estudio sociopsicológico cultural

15

La teoría del consumo en la obra bourdieusiana permite notar el lado simbólico de la

reproducción social a partir de la conjunción de lo objetivo y subjetivo como par de

conceptos que desarrolla dentro de lo que él mismo denominó constructivismo

estructuralista, en la que los patrones de percepción, pensamiento y acción constituyen

el habitus, y por otro lado, las estructuras sociales, los campos. (Corcuff, 2003:31)

P. Bourdieu propone una diferenciación de clases atendiendo no únicamente a las

propiedades o a las relaciones de producción sino a la manera en que estas propiedades

en relación conforman un habitus de clase determinado y cómo éste se sostiene con las

prácticas de las que es producto. De una manera concreta, el habitus depende de las

relaciones que existen en un individuo / grupo entre el capital económico y el capital

cultural. Propone una diferenciación de los habitus en función de la clase social,

encontrándose en cada una, una multiplicidad de matices al modelo general (formas).

Las características propias de las sociedades modernas - que son sociedades

individualistas, liberales y clasistas fundadas en la economía de mercado - han exigido

sucesivas correcciones y readaptaciones del concepto de habitus, todas ellas orientadas a

atenuar sus funciones reproductivas y a subrayar su apertura, su creatividad y su

capacidad de improvisación.

El tratamiento dado por Bourdieu al concepto de habitus9 como disposiciones

duraderas, propicia el tratamiento sociológico del concepto de estrategia ligada al

mercado, con lo cual, se completa la trilogía usos/formas y estrategias conceptos con

los que se explican los consumos en la reproducción social.

Con la introducción del concepto espacio social Bourdieu permite desarrollar nuevas

consideraciones para la sociología del consumo. El espacio de las posiciones sociales y

el espacio de los estilos de vida son los dos principios de diferenciación en que los

agentes y grupos se distribuyen en función de su posición social, según el volumen

global del capital y su estructura. (Bourdieu, 1997, p. 15-19). Es en el espacio social

9 Bourdieu no presenta su concepto de habitus como un paradigma nuevo, sino como la explicitación de

una idea que siempre estuvo presente en la tradición filosófica y sociológica, y en cuanto tal

“predispuesta” a superar y a la vez conservar los paradigmas precedentes, incluyendo sus versiones

contemporáneas. El habitus se remonta a la hexis de Aristóteles, entendida como una disposición moral

generadora de actos. El uso sociológico del término con Durkheim, quien insiste sobre su carácter

general y duradero, por lo que le asigna un anclaje institucional: los colegios de los jesuitas y la

universidad medioeval. El precedente inmediato del habitus de Bourdieu se encuentra en la obra de E.

Panofsky (1967), quien recupera de la escolástica la noción de “hábito mental, como principio

organizador de las formas de expresión y de las creaciones de la cultura escolástica puede aplicarse

también a las prácticas simbólicas e ideológicas de las sociedades modernas caracterizadas por la

diferenciación de campos y la división en clases sociales. (Giménez: 1997)

16

donde toman posición las prácticas y los bienes que poseen los agentes, las prácticas y

sobre todo, las maneras en que ellas funcionan, como signos distintivos (formas). El

espacio social es una estructura de posiciones diferenciadas por el lugar que ocupan en

la distribución de un determinado capital.

Sin embargo, este análisis que desarrolla Bourdieu dentro de su concepción de clases, se

demarca cuidadosamente del marxismo en cuanto a la manera de concebir la estructura

de clases sociales. “(…) Pero ello no significa que constituyan una clase en el sentido de

Marx, es decir un grupo movilizado en pos de unos objetivos comunes y en particular

contra otra clase” (…) (Ibid. p, 23). Para Bourdieu lo que existe es un espacio social, un

espacio de diferencias, donde se construyen la cooperación y se reproducen los

conflictos.

Las clases se diferencian para él, igual que en el marxismo, por su relación con la

producción, por la propiedad de ciertos bienes, pero también por el aspecto simbólico

del consumo, o sea, por la manera de usar los bienes transmutándolos en signos. Esta

consideración constituye uno de los aportes de Bourdieu a la teoría sociológica de

clases. “(…) las clases que cabe producir separando regiones del espacio social agrupan

a unos agentes lo más homogéneos posible no sólo desde el punto de vista de sus

condiciones de existencia sino también desde la perspectiva de sus prácticas culturales,

de sus consumos, de sus opiniones políticas, etc”(…)(ibid.p.29)

Entonces para Bourdieu la clase social no puede ser definida únicamente por una sola

variable o propiedad. Significa que para conocerlas no es suficiente establecer cómo

participan en las relaciones de producción; también constituyen el modo de ser de una

clase o una fracción de clase, el barrio en que viven sus miembros, la escuela a la que

envían a sus hijos, los lugares a los que van de vacaciones, lo que comen y la manera en

que lo comen. Estas prácticas culturales son más que rasgos complementarios o

consecuencias secundarias de su ubicación en el proceso productivo; componen un

conjunto de "características auxiliares que, a modo de exigencias tácitas, pueden

funcionar como principios de selección o de exclusión reales sin ser jamás formalmente

enunciadas. (Bourdieu: 1988, p 18)- el valor simbólico del consumo.

Las relaciones simbólicas que se dan entre las clases muestran las diferencias que se

reflejan en distinciones significantes. Las personas que componen una clase se

determinan en relación a unos "índices concretos" de lo que les corresponde o no como

17

clase. Estos índices son aplicados tanto en los objetos que consume como en la forma de

apropiación de esos objetos y esto se da en una relación de poder.

Usos, formas y estrategias explican estilos de vida y distinciones. En el tratamiento

sociológico de estos conceptos dados por Bourdieu es posible connotar importantes

ideas: establecer los vínculos entre producción, circulación y consumo; el desarrollo de

una teoría del valor trabajo, la articulación de lo económico y lo simbólico, la

determinación en última instancia y el concepto de clase social (Canclini: 2008). En la

reproducción de la estructura de la distribución del capital cultural se lleva a cabo en la

relación de las estrategias en las apropiaciones donde las instituciones familia y escuela

desempeñan un papel significativo, pues éstas instituciones permiten perpetuar las

diferencias sociales.

El tratamiento de estrategia permitió pensar la reproducción social más allá de todo

reduccionismo sociológico, no muchas veces reconocido (Wilkis: 2004; Gómez: 2013).

Con el concepto de estrategia Bourdieu dota a los agentes de una competencia

específica, una manera de estar ocupando un lugar en el espacio social, con lo cual los

agentes, reproducen un habitus de clase, de familia, de grupo. Las estrategias son el

sentido práctico, reflexivo, discursivo denotativo de ese habitus. Las estrategias orientan

objetivamente a las prácticas de consumos, sus usos y apropiaciones.

Con P. Bourdieu el análisis de los modos de producción cultural da cuenta que una

estructura global del mercado simbólico, configura las diferencias de gustos entre las

clases y también en la medida en que la sociedad organiza la distribución de los bienes

materiales y simbólicos, se estructuran en los espacios sociales las clases, grupos e

individuos; sus relaciones subjetivas, las aspiraciones, la conciencia de lo que cada uno

puede apropiarse.

En el proceso de reproducción social, con los consumos culturales como estilos de vida

en su devenir social – sociedades modernas- y en su construcción sociológica –la obra

bourdieusiana- se llega al modelo de consumo como marcador simbólico. Las

conjunciones de lo objetivo y subjetivo, producción y reproducción, espacio social y

diferenciación social, todos ellos desarrollados desde el constructivismo estructural y

desde una sociedad altamente desarrollada como lo es Francia, constituyen poderosos

recursos para continuar explicando los procesos de apropiaciones simbólicas.

Ubicar parte de la obra de Pierre Bourdieu para argumentar el tránsito del consumo

como valor de uso, a valor simbólico no significa dejar de reconocer que en casi la

18

totalidad de las investigaciones y estudios que retoman sus postulados lo asumimos

como un producto acabado, pues si bien es cierto que las herramientas son aún útiles

para explicar cómo se mueven las clases en los espacios sociales, un recorrido lento y

pausado a través de toda su producción, y auxiliado por juicios emitidos de sus

colaboradores más cercanos como Claude Grignon y Jean-Claude Passeron, permiten la

elaboración de críticas a su constructo. Respecto al material empírico obtenido afirmaba

Grignon: «sobre todo, el tiempo de las encuestas había pasado, no se llevaban a cabo

otras nuevas, y no por falta de medios financieros, la explotación en curso se alargaba,

se ponía en espera (...) había datos para la eternidad» (Grignon, 1996: 84). Por su parte

Passeron abandona la colaboración con Bourdieu por el cambio de perspectiva realizado

por el segundo, respecto a los vínculos que debían guardar la política y la sociología.

(Marqués: 2006)10

(Grignon, 1996: 84).

El pensamiento de P. Bourdieu fue resultado de un largo período de gestación, que

nunca se deslindó de su trayectoria individual, de sus orígenes y de su estrato social.

Como ya se anotó en líneas anteriores, en la construcción de su marco teórico es

perceptible rupturas con las corrientes intelectuales dominantes de su Francia natal y

como el mismo aseveró “(…) es cierto que soy un producto de la Escuela Normal que

traicionó la Escuela Normal (…)” (Gutiérrez: 2002)

Conclusiones.

El contexto sociohistórico va a marcar tanto las formas de pensar lo social, como la

propia evolución de las formas de consumo. Su lógica debe estar articulada con las

necesidades del sistema social para garantizar la estabilidad y reproducción de sus

estructuras.

Los estudios del consumo cultural han hecho significativo las nuevas realidades

socioculturales que se construyen en los espacios sociales como elemento activo en la

experiencia cotidiana de la gente y como el escenario que aparece entre la ciudadanía y

las instituciones. Se condensan las posibilidades y las problemáticas de la ciudad como

10

Marqués Perales realiza un exhaustivo estudio de la génesis conceptual de la teoría social del sociólogo

francés Pierre Bourdieu. Introduce una periodización de la producción intelectual, con abundantes datos y

valoraciones que ilustran el proceso de maduración de este importante intelectual. Nos descubre pasajes

que favorecen un mayor acercamiento a su producción y de manera particular, los puntos débiles de su

teoría social. Es un texto interesante y que no debería dejarse de leer.

19

referente de identidad urbana. Sin embargo, aun requerimos de ampliar el conocimiento

y profundizar la investigación sobre los usos y apropiaciones de los consumos dentro de

la trama de relaciones, de prácticas, de actores y de formas organizativas que surgen en

el espacio social.

En el consumo cultural están involucrados no solo el hecho de la apropiación, sino

también las variables de los usos sociales, la percepción / recepción, el reconocimiento

cultural, así como la «construcción » de ciudadanía en sentido de pluralidad, por tanto

de concepción democrática de la vida.

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