Alemania, Los Cuatro Lados (Errores) de Un Cuadrado (III)

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Alemania, los Cuatro Lados (Errores) de un Cuadrado (III) (Carta Abierta para Angela Merkel) Tercer Lado-Error: República de Weimar, Tercer Reich, II Guerra Mundial Muy Poderosa y Acerada Nueva Señora Financiera y Socio-Política de Europa, Frau Kanzerlin Merkel: Tal y como le prometí hace casi un año, reanudamos la serie de “Cartas- Clase” a vos dirigidas por mi parte, a modo de informal “Curso de Verano...” Perdonad el retraso tanto Su Excelencia como mis Amables y Pacientes Lectores, pero me hallaba sumamente ocupado atendiendo a mis alumnos de pago, el primero de mis ensayos sobre una Teoría Biofísica para la Hipótesis de Campos Mórficos de Rupert Sheldrake y a la inspiración de mi Musa Oscura Erzsébet Báthory, esta vez publicada en papel al “modo tradicional Gütembergiano”, gran genio alemán, por cierto (este, por fortuna, un

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Tercera entrega de la serie de ensayos a modo de "cartas-clase" originales del autor, dirigidos a Angela Merkel sobre la Historia y los "errores" de los sucesivos Reich alemanes. En esta ocasión centrada en la República de Weimar y el ascenso de HItler al poder.

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Alemania, los Cuatro Lados (Errores) de un Cuadrado (III)

(Carta Abierta para Angela Merkel)

Tercer Lado-Error: República de Weimar, Tercer Reich, II Guerra Mundial

Muy Poderosa y Acerada Nueva Señora Financiera y Socio-Política de Europa, Frau Kanzerlin Merkel:

Tal y como le prometí hace casi un año, reanudamos la serie de “Cartas-Clase” a vos dirigidas por mi parte, a modo de informal “Curso de Verano...”

Perdonad el retraso tanto Su Excelencia como mis Amables y Pacientes Lectores, pero me hallaba sumamente ocupado atendiendo a mis alumnos de pago, el primero de mis ensayos sobre una Teoría Biofísica para la Hipótesis de Campos Mórficos de Rupert Sheldrake y a la inspiración de mi Musa Oscura Erzsébet Báthory, esta vez publicada en papel al “modo tradicional Gütembergiano”, gran genio alemán, por cierto (este, por fortuna, un

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selecto “mutante” de gloriosa cabeza redonda).

Esta Musa es muy fecunda, y hay que atender a los “bebés abismales”...

Ello nos obliga a resumir o acortar las clases, pero espero no así la densidad o “jugosidad” de su contenido, a fin de que éstas finalicen antes de las cercanas “Elecciones Imperiales del IV Reich”.

Por ende, no examinaremos en esta sesión los innumerables disparates, errores táctico-estratégicos de bulto, atrocidades y desastrosos golpes de timón del III Reich comandado por el singular, grotesco y más que nefasto personaje llamado Adolf Hitler: Se trata de un asunto muy trillado, sobresaturado ya en las mentes o procesadores de memes de todos Vds en general y de nuestra Frau Kanzerlin en particular, sin duda. Supongo que ya se encargaron sus viejos profesores comunistas del Este y Herr Kohl de “aleccionarla” al respecto de forma más que exhaustiva, desde tan rotundos como diversos y complementarios puntos de vista, por añadidura.

Lo interesante es abordar con suma minuciosidad cómo fue posible que la por entonces segunda gran potencia tecnológico-industrial de Europa – pese a haber sido vencida, humillada y arruinada terriblemente en el trágico Ocaso del II Reich, ya estudiado con amplitud en el Semestre anterior –, y la primera en términos de avance cultural-científico de vanguardia, libertades políticas y derechos cívico-sociales, al menos sobre el papel constitucional, llegara a elegir a semejante engendro esquizo-paranoide rodeado de otros tantos dementes como él de manera rigurosamente democrática.

Una vez acontecido tan espantoso y pasmoso hecho, en cierto modo el nuevo Ciclo de Destino Fatal (el Tercero) ya estaba escrito..., antes o

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después, pese a los aparentes y vistosos “triunfos iniciales” del Nazismo.

El contenido de la clase se centrará – pues – en el análisis de la República de Weimar.

Weimarer Republik (República de Weimar): Un Tormentoso Amanecer (1918-1919)

La Revolución de Noviembre

El otrora orgulloso, potente y desafiante II Reich alemán perece: Mientras se desarrolla la ofensiva final aliada en su contra (a partir del 14 de Agosto de 1918), el caos militar y el colapso económico aniquilan su frágil capacidad de resistencia. En consecuencia, el Alto Mando germano se reúne en su cuartel general de Spa y decide con frío realismo que no puede continuar una Gran Guerra ya perdida. Así, opta por conservar una mínima integridad y poder operativo interno del Ejército a costa de sacrificar el Régimen Imperial, iniciando una desesperada negociación terminal con el enemigo.

Entretanto, en el seno de la Coalición Aliada, la decadencia progresiva del Imperio Británico y la creciente relevancia y poderío fáctico, económico, militar y político de la emergente Potencia Norteamericana se reflejan en el hecho de que el vigésimo octavo Presidente de los Estados Unidos, el demócrata, liberal, pro-sudista “sospechoso” de fuertes simpatías juveniles con el Ku Klux Klan, pre-globalizador y “pacifista” pero diplomáticamente pragmático Thomas Woodrow Wilson, a espaldas o sin consultar a los restantes miembros de su alianza (“Triple Entente”), acaba de proclamar en Enero de 1918 sus famosos “Catorce Puntos”, cuales propuesta para lograr el

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fin de la I Guerra Mundial.

Conviene detenernos a enumerar el contenido de los “Catorce Puntos de Wilson” en cuestión, porque son – a mi juicio – una excelente guía de lo que debió hacerse y no se hizo desde antes, durante y después de la sangrienta y masiva Gran Conflagración tristemente célebre por el horror de desgaste en sus trincheras de muerte y dolor infernal sin fin...

Los Catorce Puntos de Wilson: Una Gran Oportunidad Perdida por causa de la ceguera, avaricia, egoísmo

demagógico nacionalista, revanchismo y necedad de los “vencedores” europeos, en especial la Gran Bretaña y

Francia...

(Quienes, empero, jamás hubieran derrotado sin ayuda norteamericana ni al Segundo ni al Tercer Reich)

• Libertad de navegación y comercio a nivel mundial• Desaparición de las barreras arancelarias y económicas

• Reducción progresiva y concertada de los armamentos militares• Reglamentación internacional sobre las rivalidades coloniales

• Evacuación de Rusia• Restitución de la soberanía de Bélgica

• Restitución de Alsacia y Lorena a Francia• Reajuste de las fronteras de Italia

• Autonomía de los pueblos del Imperio Austro-Húngaro• Evacuación de Rumanía, Serbia y Montenegro

• Autonomía de los pueblos del Imperio Otomano• Restitución de la soberanía de Polonia

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• El final de la diplomacia secreta• La creación de una Liga de Naciones, claro antecedente de la Sociedad

de Naciones y de la actual ONU

Como sin duda apreciaréis, Poderosa Señora, el tal Wilson – pese a sus “activos memes confederacionistas nostálgicos”, típicos por entonces en un demócrata “WASP” (“Blanco, Anglosajón, Protestante”) del Sur (virginiano de pura cepa, en concreto) –, no tenía mal amueblada la cabeza precisamente... Hasta el extremo de adelantarse décadas – casi un siglo – a lo que aún hoy, en buena parte, ni usted ni sus predecesores a los mandos de la “locomotora de la nueva Unión Europea”, ni otros líderes europeos, han sabido ni saben resolver hasta el presente. Y ahí están el vergonzoso y repugnante conflicto balcánico de fin del siglo anterior y la penosa situación de Macro-Crisis Europea Crítica de ahora mismo para demostrarlo... Entre otros dislates que se mencionarán en la “misiva-clase” posterior.

Pues bien, aunque parezca mentira, el Alto Mando del Ejército Alemán – esos mismos “cabezotas hiper-cúbicas” herederos de los Junkers a los que describíamos en clases anteriores –, aceptaron los Catorce Puntos de Wilson casi literalmente a la hora de pedir el armisticio. Y así lo dejaron claro nada más y nada menos que Paul von Hindenburg y Erich Ludendorf al informar al (des)Gobierno Imperial el 27 de Septiembre de 1918 sobre su petición de alto el fuego inmediato sobre la base de los citados puntos propuestos por el inquilino de la Casa Blanca. Sorprende, pero menos, porque como bien decimos por estas tierras castellanas de “vagos deudores del Sur”, “la necesidad agudiza el ingenio”... Y, en consecuencia, el mero instinto de supervivencia debe iluminar la inteligencia hasta de los cerebros más “cuadrados”, por lógica proporción...

La “clase política”, comprendiendo en virtud de idéntico principio que el II

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Reich Alemán estaba muerto, se apresuraron en proclamar un nuevo gobierno parlamentario y nombraron nuevo Canciller al príncipe Maximilian von Baden, conocido (y antes objeto de duras críticas) por su abierto talante liberal y pacifista. Este procedió a negociar la paz, pero Wilson – una vez más “por libre” y sin contar con la opinión de sus “rancios” aliados del Viejo Mundo –, exigió como condición inexcusable la transformación profunda y efectiva de las estructuras e instituciones políticas y militares del fracasado Reich. O sea, su conversión real y definitiva en una auténtica democracia burguesa parlamentaria lo más próxima posible al libre mercado, dotada además de plenos derechos individuales y civiles o ciudadanos. Esto formaba parte de su doctrina intervencionista-internacionalista-globalista, conocida como “idealismo wilsoniano”, el eje de su política exterior durante sus ocho años de mandato. Desde una óptica táctico-realista, tan cara a posteriores “herederos” de la Administración USA – entre los que destacan el binomio Nixon-Kissinger en pleno “Mediodía Tardío” del Apogeo “Imperial” Norteamericano en el siglo pasado – como a su ilustrísimo predecesor y Padre del II Reich Herr Otto von Bismarck, esta postura por parte de Wilson puede parecer absurda, rígida e inconveniente: Y lo fue, sin duda alguna; Este “idealismo intervencionista” - similar a la necia y venenosa teoría de la “ingeniería internacional para imponer-construir democracias” utilizada por los “neo-con” cuasi-actuales de Bush “Hijo” en orden a justificar el colosal error de la Segunda Guerra de Irak, cuyo único resultado aberrante ha sido fortalecer al chiísmo internacional más integrista comandado y financiado por Irán -, forma parte de la “cara tenebrosa” de Woodrow Wilson; Su “faz luminosa” reside en el poder visionario y racional de su Globalismo Mundialista Liberal Anticipado, pero ambas constituyen las dos “facies” de un mismo cristal... El mismo que fundamentó su estúpida y contraproducente legislación persecutora del consumo de alcohol (“Ley Seca”), cuyo único beneficiario fue la Mafia. Todas ellas consecuencias de la peculiar psicología y tendencias

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ideológicas profundas de un “perfecto caballero del Sur” educado en el más estricto puritanismo calvinista... ¿Le suena de algo, Frau Merkel? Quizás si cambiamos un país por otro y... “Sur” por... “Este”...?

Un error induce otros reactivos, Poderosa Canciller, y más aún en receptores apenas liberados de la “cuadratura mental” por el puro y simple miedo a la irrelevancia u otra cosa peor derivadas de la más aplastante de las derrotas... Así, la mayoría de los altos oficiales del Ejército alemán se negaron a aceptar las condiciones adicionales de Wilson. Ludendorf dimitió de manera un tanto teatral y escandalosa, e hizo algo mucho más dañino todavía: Difundir el mito de la “traición de los políticos civiles sumisos a las intolerables y vejatorias imposiciones extranjeras” para así justificar su vergonzoso comportamiento, la inutilidad del Ejército y ganarse adeptos populares de cara al futuro. Este fue el Primer Gran Error del Tercer Lado-Error del Cuadrado Inmortal Germano”..., obviamente. Como de costumbre, tozudez, orgullo ciego, “muchos ijares y poco cerebro a medio-largo plazo”... Ni que decir tiene que la propagación de tan peligrosa falsedad interesada constituyó una gran ayuda para la escalada ulterior de Hitler y sus “arios muchachotes” al poder.Por su lado, los socialdemócratas – muy bien organizados e instalados ya en la antesala misma del Gobierno – aguardaban fría y calculadoramente a que el “ínclito” Kaiser Guillermito II” abdicara, paladeando el día en que su “principito liberal-pacifista” preferido le sucediese en el trono manteniendo el régimen imperial “pro-forma”, pero bajo su absoluto control parlamentario basado en una amplia mayoría electoral, de la mano ejecutiva de un nuevo Canciller de su partido, por supuesto.Entonces, la increíble y “muy tópico-tipicamente cúbico-prusiana” suprema torpeza ridícula de un oficial militar de la Marina Imperial precipitó los acontecimientos de modo dramático: En Kiel, el Jefe Supremo del Alto Mando de la Flota, almirante Reinhard Sheer se propuso “hacerse el héroe”

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a deshoras, ordenando a la Hochseeflotte (Flota de Alta Mar) que zarpara para atacar en un “duelo final de honor” a la Royal Navy británica. Esta medida provocó un violento motín entre las tropas naturalmente desmoralizadas, exhaustas e indignadas. El Alto Mando de la Marina reaccionó bloqueando la orden ofensiva pero haciendo volver los barcos a Kiel para juzgar por alta traición a los soldados de marina rebeldes. Los sindicatos se concentraron pidiendo su liberación, hubo enfrentamientos callejeros, las sedes sindicales fueron clausuradas por la fuerza y el 3 de Noviembre las manifestaciones públicas se reprimieron con salvaje y desproporcionada dureza, causando la muerte a tiro limpio de al menos nueve integrantes de la protesta. Un marino replicó el fuego eliminando a un oficial. Esto fue el detonante que transformó la rebelión en una revuelta ciudadana generalizada..., apoyada por un creciente e incontenible derrame de marineros, soldados de infantería y caballería enviados como tropa represora, además de un cada vez mayor número de oficiales de variado rango entre ellos inclusive.

El “Segundo Error dentro del Tercer Gran Error” se había consumado.

Pronto, Kiel se encontró en manos de una masa iracunda y enaltecida de 40000 militares y civiles (fundamentalmente trabajadores) insurrectos y levantados en armas contra el Alto Estado Mayor y el Gobierno del tambaleante Káiser. La noche del 4 de Noviembre llegó a la ciudad Gustav Noske, diputado del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán). Su misión: Negociar una salida pacífica del conflicto, tomar las riendas de la autoridad y evitar de tal forma una Revolución. El “Consejo Popular Ciudadano de Kiel” recién constituido – dirigido por los sindicatos – creía tener al nuevo Gobierno civil de su parte, por lo cual nombró a Noske “Gobernador” aquella misma madrugada. Consecuentemente, la Revolución murió antes de nacer al filo del amanecer siguiente. Sin embargo, la rebelión de masas se

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extendía con vigor como un incendio por el amplio territorio del agonizante II Reich Alemán: Los cuarteles se levantaban y deponían por la fuerza a los mandos, las huelgas solidarias con la insurrección estallaban en los cuatro puntos cardinales de su multiforme geografía física y política, siguiendo el camino de las llamas desde la costa al interior, saltando la chispa de ciudad en ciudad. La secuencia de huelga general, motín militar enardecido, asalto popular furibundo a las cárceles y proclamación entusiasta de improvisados “Consejos” formados entre obreros y soldados se reprodujo como un mecanismo inexorable de población en población, de comarca en comarca, de Länder en Länder... Ahora bien, a diferencia de los recientemente triunfantes soviets bolcheviques rusos, tales “Consejos Revolucionarios” o “Ratebewegungen” se hallaban predominantemente controlados por soldados y oficiales rebeldes de baja-media graduación, no por los “proletarios”... El germano – como bien os consta, y supongo tiene muy en cuenta, como todos sus antecesores sea cual haya sido su grado de astucia e inteligencia respecto a vos, poderosa Frau Kanzerlin –, es “disciplinado-cuadrangular”, hasta cuando el Caos Desastroso más absoluto le obliga a echarse a las calles vociferando emblemas revolucionarios...Por descontado, este rasgo profundamente firme y constante en el “acervo de memes alemán” era entonces también muy bien conocido por los líderes socialdemócratas, y les venía como anillo al dedo para conseguir sus propósitos de convertirse en los grandes pescadores ganadores en aquel inflamable río revuelto de fuego colectivo...

Uno tras otro, gobernadores, aristócratas aún semi-feudales, príncipes y reyes a la cabeza de los altamente diversos territorios integrados en el moribundo Segundo Imperio Germano donde la explosión revolucionaria era más intensa fueron dimitiendo, abdicando o huyendo, a poder ser con la bolsa lo más repleta posible: El primero fue el Gran Duque de la Baja Sajonia, en Brunswick; Después le imitaron todos los demás con

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independencia de lo ampuloso y nobiliario de su título, destacando entre ellos el Rey Luis III de Baviera – directo heredero de famoso “Rey Loco” mecenas de Wagner y arquitecto de desmesuradas maravillas arquitectónicas a costa de la ruina total del erario público – : Éste “puso pies en polvorosa” como decimos los españoles, el 7 de Noviembre, sin más ceremonias, acarreando todo lo de valor de lo que pudo hacer acopio...; Allí se produjo algo que fue síntoma ominoso de la futura y extrema debilidad de la naciente República: A la jornada siguiente se instituyó un Consejo de soldados, obreros y campesinos dirigido por Kurt Eisner, socialista independiente separado de la dirección oficial del SPD por considerar su línea demasiado “moderada” y “comprometida con la burguesía y el régimen imperial”.

Esta desunión interna y profunda infiltración del marxismo extremista a lo bolchevique o de otras tendencias radicales socialistas utópicas en el seno de la izquierda presuntamente democrática alemana fue el Tercer Error dentro del Tercer Gran Lado-Error del Cuadrado Germano...

El 9 de Noviembre la irresistible oleada revolucionaria alcanzó por fin el núcleo mismo del Poder: Berlín; En breves horas, el Canciller y príncipe Maximilian von Baden anunció la abdicación del infausto Káiser Wilhelm II y el Kronprinz (príncipe heredero). Asimismo, nombró sucesor suyo al máximo dirigente socialdemócrata Friedrich Ebert.

Así llegó a la jefatura del Estado el primer político de origen netamente obrero en el devenir de Alemania: Por vía no democrática de emergencia, de la mano o mejor dicho dedo de un príncipe de sangre imperial y en medio de la peor “tormenta social perfecta” concebible, pues cual bien sabéis, Señora, la Historia es “mefistofélicamente” irónica...

Asustados por la magnitud de la “olímpica derrota o Caída de los Dioses

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Wagnerianos” y el ejemplo de la recién nacida Unión Soviética, los restantes príncipes y aristócratas gobernantes de los diferentes Estados Alemanes abdicaron ese mismo día de modo simultáneo. Y, como una Sombra de Fatalidad, derivada del Tercer Error dentro del Tercer Gran Error al que antes aludía, cual una tara congénita en verdad de la neonata República de Weimar, esta es proclamada de forma bicéfala, esquizofrénica, dividida, desde el mismo instante de su alumbramiento: El ex-ministro imperial Philipp Scheidemann – en compañía del flamante Canciller Ebert – certifica el nacimiento de la República desde el Reichstag; Y apenas dos horas más tarde, los líderes de la Liga Espartaquista (socialistas marxistas radicales anti-burgueses y reacios al sistema parlamentario), Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, penetran en el Palacio Imperial rodeados por masas de sus partidarios y anuncian la instauración de la República Libre y Socialista Alemana. En aquel momento, la gran mayoría del pueblo anhelaba una auténtica y regeneradora democracia con fuertes tintes sociales, algo muy natural y lógico dadas las circunstancias. El Partido Socialdemócrata (SPD) – por tanto – era la tendencia predominante, y en este sentido la designación de Herr Ebert como Jefe del Gobierno provisional hasta la convocatoria de las elecciones generales que otorgaran por fin legitimidad a la naciente República había sido acertada. Pero, desgraciadamente, el socialismo estaba dividido, porque los marxistas y utópicos extremistas no aceptaban la “democracia burguesa parlamentaria” y, en diversa medida, abrogaban por métodos violentos de asalto al poder, sistemas asamblearios directos o, de manera franca, por la “dictadura del proletariado” al estilo soviético.

Por ello, existían tres corrientes socialistas enfrentadas en cambiante grado las unas contras las otras:

• SPD (Socialdemócratas): Amplia, firme, numerosa y establemente

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consolidados y organizados entre las capas de trabajadores, obreros, y técnicos de bajo grado, provistos adicionalmente con sólidos “tentáculos” y simpatías entre la pequeña burguesía urbana, los profesionales, intelectuales y la clase media, representaban la “izquierda moderada, racional, realista e institucionalizada”: Integrados formal y legislativamente en el Viejo Régimen del II Reich, en cuyo Parlamento habían llegado a acumular hasta el 35% de los escaños, hasta el punto de apoyar al Káiser en su belicismo “por puro patriotismo o sentido de Estado”, pese a diferir profundamente con él y sus adeptos en múltiples aspectos de su política general y exterior en particular, pretendían un cambio reformista, democrático y gradual pero vigoroso desde las agónicas estructuras feudales y militaristas alemanas hasta una gran nación federal dotada de plenas libertades civiles e individuales (suspendidas por causa de la guerra), así como incrementar con decisión la sozialpolitik o política del Estado de Bienestar ya claramente establecida e iniciada por el mismísimo Bismarck. En coherencia con estas líneas, los socialdemócratas se oponían frontalmente al modelo soviético bolchevique de revolución armada y dictadura del proletariado, además de mostrar un talante negociador con otras fuerzas políticas dispuestas a la reforma y modernización democrática de las estructuras e instituciones del Estado y la sociedad germana.

• USPD (Socialistas Independientes): Escindidos del SPD en 1917, debido a la postura “excesivamente seguidista y dócil” del mismo para con el Régimen Imperial y el apoyo de los líderes socialdemócratas a la movilización popular de las tropas para alimentar las trincheras de la I Guerra Mundial, defendían a la vez el parlamentarismo y los consejos o asambleas revolucionarias, intentando resolver tan descomunal incoherencia funcional argumentando que los segundos habían de

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actuar como una especie de “supervisores” del Parlamento. Compartían con el SPD los objetivos fundamentales de política de bienestar social, pero luchaban por conseguirlo de forma más rápida y extensiva que mediante un progresivo reformismo legislativo y acción sindical pacífica, a través de la nacionalización parcial por decreto de ciertos sectores clave de la economía, cuales los grandes bancos y la industria pesada, aunque manteniendo la propiedad privada del comercio tanto interior como exterior. Por otro lado, coincidían con el SPD en rechazar la colectivización de la tierra, pero proponían un programa de redistribución a favor de los pequeños agricultores y campesinos más pobres. Su oposición a instituciones “burguesas” y poderes fácticos tradicionales tales cuales la alta oficialidad ennoblecida del Ejército, las Iglesias, los grandes banqueros, magnates capitalistas industriales y semejantes era mucho más intensa y explícita que la del SPD, a quien acusaban de “revisionistas” y “colaboracionistas” con las clases dominantes del Viejo Régimen Imperial. En clave más “interna”, criticaban y despreciaban el “burocratismo” de instituciones políticas y sindicatos, en agudo contraste con los socialdemócratas, quienes contaban con buena parte de sus más leales y mejor “situados” partidarios entre el funcionariado estatal de bajo-medio nivel y las cada vez más poderosas estructuras sindicales.

• Liga Espartaquista: Rama independizada a su vez del USPD, transformados en un minoritario pero muy activo partido marxista revolucionario. Detestaban el “revisionismo reformista y aburguesado” socialdemócrata, estimando la Revolución de Noviembre como “un primer paso” para la “auténtica Revolución Socialista y Dictadura del Proletariado”. Admiraban la Revolución Bolchevique rusa como ejemplo o modelo general a imitar, si bien matizando o corrigiendo “los excesos de Lenin contra las libertades individuales”, no tanto las

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asociadas a la propiedad o libre empresa – las cuales ellos también deploraban – sino más bien a sus aspectos personales, morales o culturales. En este último sentido, cabe reseñar su “precoz” reivindicación de los derechos, libertades e igualdad real de la mujer, evidentemente influenciada por el liderato de Rosa Luxemburgo. De esta manera postulaban que “los proletarios debían tomar el control de las instituciones e instrumentos de gobierno burgueses, sustituyéndolos por sus propios órganos representativos”. Pero, al mismo tiempo, rechazaban el terror y la represión como métodos para materializar sus fines.

Los Espartaquistas – reproduciendo con ello fielmente la típica “tozudez idealista fanática” alemana que tan increíble y persistente daño histórico ha hecho tanto entre germanos como españoles, quienes por desgracia compartimos tal “mutación deletérea” en nuestros correspondientes acervos meméticos colectivos – no se percataban de que – contemplado el panorama con perspectiva estratégica –, no tenían nada que hacer con sus intransigentes y “puristas” posturas: El pueblo alemán – incluso la mayoría de la masa obrera movilizada en su “conciencia reivindicativa de clase” y sindicada – desconfiaba y desconfía todavía hoy por hoy de todo lo que provenga de Rusia, un duro y cruel enemigo ancestral en el inconsciente colectivo germánico por obvios y buen fundamentados motivos históricos, entre otros la singular costumbre de los “guerreros eslavos” de aplicar la táctica de “tierra quemada y mujeres violadas” en sus invasiones o incursiones en el territorio de cualquier adversario. Además, tal sentimiento instintivo se veía reforzado en términos conscientes y racionales objetivos por el hecho de que muchas de las atrocidades y abusos de los soviets contra las minorías étnicas, grupos de ciudadanos incómodos ante el nuevo Poder Absoluto Bolchevique y extensos sectores de las mismas clases populares “rebeldes” o perjudicadas por las arrolladoras y draconianas medidas

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adoptadas por el Gobierno comunista ya habían llegado a conocimiento de la opinión pública alemana.

Visto lo cual, ocurrió lo fácilmente predecible: Los socialdemócratas se aliaron con los socialistas independientes en el naciente Parlamento. Esta nueva mayoría política bicéfala constituyó un Gobierno Provisional, cuyo primer acto fue la firma del Armisticio de Compiégne el 11 de Noviembre, asumiendo lo fundamental de las tesis wilsonianas. Creó también un Consejo Ejecutivo Provisional el cual se precipitó en promulgar un programa de gobierno enfocado en la reconstrucción nacional. Este Consejo se suponía un vínculo entre los Consejos Populares Revolucionarios y el Ejecutivo dirigido por Herr Ebert, pero en la práctica se encontraba por completo controlado por los socialdemócratas, muy superiores en penetración e influencia social, preparación técnico-burocrática, nivel de organización y número de afiliados ansiosos por “tocar poder”. Por descontado, dicho órgano acató sin rechistar las propuestas y línea de acción del Gobierno del flamante Canciller, ignorando y aislando toda propuesta de origen o “aroma” espartaquista y operando de hecho como un potente resorte destinado a “apagar la Revolución” y limitar los cambios a una transición pacífica de la forma de Estado y la consolidación del nuevo Canciller en los mecanismos profundos del Poder, “tranquilizando” y acercándose y de modo descarado a las capas burguesas liberales de las grandes ciudades. Lo que – por otra parte – era justo lo que analítica, pragmática, posibilista y racionalmente debían hacer.

Desgraciadamente, la Alemania del recién devastado II Reich se parecía mucho a la España convulsa, fracturada y en ebullición social que inauguró a principios de los años 30 del siglo XX la II República, y muy poco a la que sostuvo e hizo posible la admirable Transición Española posterior a la muerte del dictador Francisco Franco en 1975... La misma enfermedad básica taró

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los “memes maestros” de los “bebés republicanos” germano y español desde sus cunas: Una fatal y deletérea combinación de extremismo idealista irracional y extrema delgadez de las clases medias urbanas, generados a su vez por la anacrónica y letal supervivencia de estructuras cuasi-feudales en plena Era Industrial..., agravada encima por fuertes tendencias centrífugas territoriales. Y por más que el desarrollo tecno-industrial, científico y por tanto económico de Alemania y su capacidad de producción y trabajo fueran entonces como ahora muy superiores a las de España, tal factor no compensa la tremenda malignidad de los otros... Ahí está la Historia para demostrarlo, Frau Merkel... Tome buen apunte de ello.

Pero, de momento al menos, “los chicos de Ebert” se portaron bien, logrando que el recién nacido diera sus primeros pasos sin aparentes minusvalías graves: Consiguieron que la Revolución se “descabezara a sí misma con elegancia”, y así el “Congreso Panalemán de Consejos” celebrado en Berlín entre los días 16 al 20 de Diciembre apoya por amplia mayoría las propuestas del SPD, auto-disolviéndose y entregando el destino de la República a la convocatoria de elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente. Con ello, los espartaquistas quedaron por entero relegados del poder real, pues por añadidura a su nula conexión con los poderes fácticos, su escasez de militancia cualificada y bajo grado de organización, tampoco contaron con el apoyo popular, al obtener unos exiguos 10 delegados de un total de 489 en el citado Congreso.

Al principio – como ocurre igualmente con la mayor parte de las taras genéticas – los inexorables “errores de fábrica” del “ADN de memes” de la naciente República no se manifestaron en su funcionamiento o “fenotipo extendido” inicial de su infancia y primera juventud: Se firmó un muy sensato, equilibrado y firme pacto entre sindicatos y patronal, lo que relajó el miedo de la burguesía a la inminencia de una Revolución “tipo

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Bolchevique”: Los trabajadores obtuvieron la universalización de la jornada de 8 horas diarias sin reducción de salarios – un auténtico y avanzado logro por aquel entonces si comparamos con el promedio europeo de la época –, la instauración de los reglamentos de trabajo mediante convenios colectivos y la renuncia de los patronos a emprender acciones coactivas contra los sindicatos; Los grandes empresarios e industriales se aseguraron – por contra – el “exorcismo” del “demonio” de su “gran terror”: El estallido de una “Revolución a la Soviética” y su consiguiente socialización de la economía y abolición de la propiedad privada de los medios de producción y comercio. En la misma “onda conciliadora”, el Canciller y los suyos pactaron con la alta oficialidad del antiguo y humillado Ejército Imperial Monárquico, en aras de cimentar un “gobierno fuerte de orden” y combatir la “amenaza bolchevique”. Pues resultaba patente – en especial mirando a lo ocurrido en Rusia – que las primeras víctimas del triunfo violento de una Revolución estilo bolchevique serían los oficiales de rango medio-superior de las anteriores Fuerzas Armadas y los socialistas moderados democráticos. “Enemigo común hace extraños compañeros de cama”, cual bien sabe Su Excelencia...

En el otro extremo del arco ideológico, la vieja casta política imperial – agudamente desprestigiada y desarbolada en principio como cabe imaginar – se debatía entre la aceptación forzosa del nuevo e incontenible escenario y su negativa formal – muy “cúbico-cefálica” y “orgullosa de absurdo honor” –, a aceptar el nuevo régimen republicano. Como puede ver – Frau Kanzerlin –, no sólo las izquierdas, sino la derecha tradicional germana y la española se asemejan asimismo mucho, por desgracia para nuestras dos grandes pero torpes naciones...

Se comprueba que la Sombra Fatal de los Habsburgo es alargada...

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De esta manera, los partidos “diestros” curiosa e irónicamente llamados “populares” ¿le recuerda alguna sumisa amistad periférica, Señora?, se dividieron en facciones multiformes, a saber:

• Deutsche Nationalen Volkspartei (Partido Nacional del Pueblo Alemán), DNVP: Nacionalistas de extrema derecha, anti-republicanos ultra-conservadores y pangermanistas.

• Deutsche Volkspartei (Partido del Pueblo Alemán), DVP: Liberales conservadores.

• Deutsche Demokratische Partei (Partido Demócrata Alemán), DDP: Liberales “radicales” o “de izquierda”.

• Zentrumspartei (Partido del Centro), ZP: Católico y centrista, el único en mantener su nombre anterior y apenas alterar su ideario y programa.

De ellos, únicamente los tres últimos aceptaban al menos en teoría y asumían la nueva situación formalmente.

Sin embargo, los partidos de derecha no-liberal y hasta buena fracción de los “liberal-conservadores” y el “centro católico” se hallaban poderosamente influidos por la involucionista, retrógrada, tozuda, miope y peligrosa visión (o mejor dicho, “ceguera cefálico-cuadrada aguda”) del denominado “Movimiento Revolucionario Conservador”, ultra-tradicionalista, nacionalista fanático, anti-republicano y pangermanista nostálgico con fatales y nefastas vetas de racismo...

La semilla del Gran Mal posterior, el Huevo de la Sierpe Venenosa incubado por necios y obcecados personajes “totalmente cúbico-craneanos” cuales Ludendorf, Hindenburg, Schleicher, Hugenberg o Papen...

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No obstante, entre el momento de la decisión de transferencia del poder a una Asamblea Constituyente y la fecha de su entrada en vigor oficial – el 19 de Enero de 1919 – la expresión de los “malos memes” del acervo sociopolítico-cultural de la neonata República emergieron ya de forma explosiva en su “fenotipo”: Estalló el último “coletazo” de la “Revolución de Noviembre (Novemberrevolution); Los Espartaquistas – furiosos por el cambio de rumbo “aburguesado” de la transición de régimen y envalentonados a causa de que la nueva situación marginaba a los Socialistas Independientes, debido a su postura intermedia conciliadora y poco coherente a la par entre las dominantes posiciones de los Socialdemócratas y su propio radicalismo marxista –, se levantaron en “rebeldía popular”. El origen último del alzamiento fueron las medidas tomadas por el ejecutivo provisional controlado por el SPD, quien, de acuerdo con los mandos del Ejército, disolvieron los Consejos Revolucionarios, restablecieron la autoridad de los oficiales militares y procedieron a requisar las armas en manos de los civiles. Como suele ocurrir en típica y siempre estúpida “reacción de péndulo”, los espartaquistas se tornaron aún más extremistas, convocando al “pueblo obrero y campesino a lanzarse a las calles para detener la “contrarrevolución”; Es más, con el propósito de exhibir con claridad su predilección por el modelo soviético, cambiaron su nombre de clásicas resonancias romanas por el de KPD (Kommunistiche Partei Deustchlands, o Partido Comunista Alemán)...

“Las cosas, claras, y el chocolate, espeso”... como afirma el viejo refranero castellano.

Por si fuera poco, combinaron su apasionado llamamiento a la insurrección de masas con la renuncia a participar en las elecciones democráticas constituyentes del 19 de Enero (pues sabían bien que sus expectativas de

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voto eran pésimas), y proclamaron a los cuatro vientos sus “metas revolucionarias máximas” vinculadas con la abolición de la propiedad privada, la nacionalización de bancos e industrias y la dictadura “real” del proletariado.

Para la mayoría de los ciudadanos germanos – en especial los integrantes de la clase media, profesionales e incluso los trabajadores socialdemócratas – ello era la prueba definitiva de que los ultra-conservadores “tenían toda o parte al menos de la razón”, al relacionar “democracia” con la “primacía de la turba descontrolada” y la “tiranía de los demagogos”...

Tan abismal error de los radicales de izquierda, como de costumbre “perfectamente complementario a nivel funcional” en sus devastadores efectos tóxicos con las soflamas de la extrema derecha reaccionaria, pues a ambos polos opuestos les une su absoluto desprecio por la democracia y “cromosómica” tendencia al irracionalismo – generó un inmenso e irreversible “daño orgánico prematuro” en el jovencísimo cuerpo del “bebé republicano germánico”... Un daño del que jamás se recuperaría del todo, allanando el camino de la locura organizada de Hitler a la cima del Poder.

El Convulso y Sangriento Parto de la República

La cascada de acontecimientos nefastos regidos por la Ley de Acción/Reacción no se hicieron esperar, lógicamente: Los nacionalistas radicales conservadores del DVNP percibieron que “esta era su oportunidad”: Volvieron a sacar a relucir y acuñar con firmeza la odiosa leyenda de la “puñalada civil por la espalda al honor del pueblo alemán”,

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sosteniéndose en el aumento de apoyo popular irreflexivo y emocional que ello les brindaba para vociferar que “había que impedir a toda costa la instauración del Estado Socialista”. Para conseguir sus objetivos tácticos, pese a ser un partido de ideología profunda y sustancialmente antidemocrática, presentaron un programa electoral de aparente corte liberal y respetuoso con los derechos civiles. Pero en la mente de sus líderes la estrategia a medio plazo estaba clara como el agua del más puro manantial: Apoyar el régimen parlamentario de modo transitorio, con el exclusivo objetivo de ganarse a los “moderados”, desplazar a los socialdemócratas del poder, afianzarse ellos en su lugar, y luego aniquilar ese mismo parlamentarismo democrático más adelante. Lo que, en definitiva, acabaron haciendo Adolf Hitler y su Partido Nazi por ellos.Al mismo tiempo, los comunistas seguían empeñados en conquistar el poder por la fuerza, ya fuera con la ayuda de la joven Unión Soviética o sin ella: Así, en las Navidades de 1918 una “milicia popular”, bautizada como “División de Marinos del Pueblo (Volksmarinedivision)”, recorrió las calles de Berlín amenazando al gobierno, asaltó el Palacio Imperial, haciéndose fuerte en él, llegando a acorralar al Canciller en su despacho. Ebert – presa del pánico como es natural – pidió el auxilio de una compañía de caballería desmontada de la antigua Guardia Real, comandada por un general de sangre azul, la cual se hallaba acantonada a las afueras de la capital en espera de ser disuelta. Se produjo un violento combate y los rebeldes fueron reprimidos, pero de inmediato el Ejecutivo ordenó la retirada de los efectivos, porque algunos de sus miembros – y en especial los pertenecientes a los decadentes Socialistas Independientes (USPD) –, no deseaban llevar a cabo una masacre contra sus viejos camaradas. Este incidente aterró a los dirigentes del citado partido, quienes consideraron inevitable el triunfo de los comunistas, por lo cual se apresuraron de manera un tanto vergonzante a retirar su apoyo al SPD, obligando a cesar a sus tres comisarios. Creían que mediante este movimiento se abrían las puertas a una futura negociación para

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aliarse con el KPD en el nuevo Parlamento surgido de las elecciones. Esto dejó en total soledad a los Socialdemócratas en el poder, lo que a su vez provocó una deriva aún mayor hacia posturas “burguesas o conservadoras”.En la misma línea de reacción, el 4 de Enero de 1919 dimitió el socialista independiente Emil Eichhorn como Jefe Superior de Policía, lo que desencadenó una Huelga General el día 6 de Enero. Dicha jornada paralizó Berlín, y militantes enardecidos del KPD y el USPD – unidos ahora contra el Gobierno – dominaron el centro de la ciudad. Ambos partidos de extrema izquierda formaron un débil, titubeante e inestable Comité Central, pero incluso así el nuevo movimiento se extendió a muchas de las principales regiones y ciudades germanas: Baviera, Hamburgo, Sajonia, Bremen, Magdegburgo y Sarre. En el seno del nuevo Comité Central Revolucionario, dirigido por los comunistas, sus dos principales líderes defendían opciones discordantes: Mientras Liebknecht proponía derribar por la fuerza al Gobierno del Canciller Ebert lo más rápido posible, Rosa Luxemburgo prefería negociar con él para obligarlo a pactar con ellos, convocar elecciones anticipadas y conformar un nuevo ejecutivo “virado a la izquierda”, sin romper formalmente por el momento con el régimen parlamentario. Como buena mujer, Frau Kanzerlin, más sensible y astuta, fue consciente de la fuerte oposición popular de las capas medias y los numerosos obreros, operarios y funcionarios socialdemócratas a una clara y brusca primacía comunista totalitaria en el Poder. Le recomiendo que la imite en ese aspecto..., pues tan destructivo es un fundamentalismo socialista como otro ultra-liberal y sacralizador de un “suicidio por austeridad”, sobre todo cuando no es coherente con su propia política interior... Pues..., a la larga, ¿de qué sirve una locomotora productiva sin vagones-clientes internos en el seno de la UE, exterminados por “descapitalización mortal”?...

Pero no adelantemos el contenido de la sucesiva “Lección”... Sigamos al borde de la segunda década del siglo anterior...

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Las exigencias de Luxemburgo – presionada al alza por su “camarada” – son tan extremas que casi suponen aplicar en la práctica el original programa nacionalizador masivo espartaquista. Como es natural, Ebert se niega a lo que sería una rendición en toda regla y su segura muerte política.Fracasadas las negociaciones, los comunistas llaman a los obreros a tomar las armas. La misma vida del Canciller corre peligro.Ante tan desesperado escenario, el ministro de Defensa, Gustav Noske, decide a su pesar recurrir a los Freikorps. Estos son organizaciones armadas paramilitares antirrepublicanas de extrema derecha compuestas por veteranos de guerra del viejo Ejército Imperial: Una vez llamados para aplastar el levantamiento, ya no hay vuelta atrás; Desde el 8 al 13 de Enero tales tropas mercenarias se lanzan como lobos largo tiempo hambrientos y encadenados sobre Berlín, reconquistando la capital con brutal eficacia. Pero el coste humano y político es inmenso: Cientos y cientos de revolucionarios extremistas son asesinados, incluyendo en la sangrienta lista a Herr Liebknecht y Frau Luxemburgo. Varios prominentes personajes políticos, financieros, industriales y grandes empresarios colaboran con el ministro en su “reclutamiento y pago” de los paramilitares; Uno de ellos destacará entre ellos en breve, constituyendo una de las personalidades más relevantes, interesantes y sugestivas de la “Era de Weimar”: El judío-alemán y dirigente de los liberales de izquierda Walter Rathenau, quien – trágico-sardónicamente – sería asesinado a manos de esos mismos Freikorps años más tarde.

Justo en aquel clímax de caos, al calor de su demencia social eclosionó el Gran Huevo Maligno que ya llevaba largo tiempo incubando: El 5 de Enero de 1919 se fundó el Partido Obrero Alemán – futuro Partido Nacionalsocialista o Nazi – de la mano del mecánico ferroviario Anton Drexler, junto al periodista y esoterista (miembro de la Sociedad Thule) Karl

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Herrer, el frustrado médico, periodista y escritor Dietrich Eckard, el ingeniero civil, gran orador y político profesional Gottfried Feder, el redactor, ilustrador y editor periodístico Hermann Esser y el ingeniero técnico superior, activo ideólogo, editor y político Alfred Rosenberg. A finales de mismo año, en Noviembre, un joven, oscuro, resentido y casi indigente Adolf Hitler – según las últimas investigaciones de historiadores y biógrafos con la misión de espiar los movimientos de extrema derecha en calidad de soplón o confidente del Ejército aprovechando sus antiguos contactos como veterano de guerra condecorado –, ingresaba en sus filas. En ellas – gracias a una retórica vibrante y unas innegables dotes de seducción de masas casi hipnóticas, así como al “patronazgo”, protección, “reeducación social” en ambientes burgueses y promoción de Eckhart, quien fue fascinado por los talentos del recién llegado militante –, iniciaría una fulgurante carrera política que le conduciría en breve a liderar el hasta entonces diminuto, contradictorio e irrelevante partido, al que cambiaría el nombre por el de National Sozialistiche Deutsche Arbeiterpartei, Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP).

Entretanto, la apurada y poco airosa victoria gubernamental permitió la celebración de Elecciones Generales Constituyentes, las cuales ganaron por mayoría simple o relativa los socialdemócratas. Los resultados concretos fueron: SPD = 37.9% (165 escaños), ZP (Centro Católico) = 19.7% (91 escaños), DDP (Liberales de Izquierda) = 18.6% (75 escaños), DVNP (Nacionalistas de Extrema Derecha) = 10.3% (44 escaños), USPD (Socialistas Independientes) = 7.8% (33 escaños) y DVP (Liberal-Conservadores) = 4.4% (19 escaños).

Por consiguiente, el SPD se vio obligado pactar con el centro católico y los liberales de izquierda para poder gobernar. La resultante Weimarer Koalition (Coalición de Weimar), representaba una satisfactoria mayoría de

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la sociedad alemana, amén de los tres partidos más seriamente comprometidos con la reforma democrática, de posturas más “sensatas” y más sinceros en su respeto por los derechos civiles y el régimen parlamentario. Y legitimado por un admirable índice de participación (casi 83%), sobre todo teniendo en cuenta las terribles circunstancias... Una legitimidad a pie de urna que ya quisiérais vos y vuestros colegas de la actual y desangelada UE..., si me permitís el comentario, Poderosa Señora...Ebert fue investido Presidente por 277 votos favorables, 51 en contra e igual número de abstenciones. Schleidemann fue elegido Jefe de Gobierno. Las sesiones de la Asamblea Constituyente se ultimaron con aceptable normalidad, y la República de Weimar fue proclamada oficialmente estrenando Constitución.

El Horrible Parto concluyó mejor de lo que se esperaba... Pero con cesárea sanguinolenta bajo la “protección mercenaria” de los Freikorps...

Un niño brillante en múltiples aspectos, como ahora analizaremos, pero tarado para siempre desde su concepción...

En efecto, la Constitución de Weimar reconocía teórica o legislativamente un amplio catálogo de derechos sociales e individuales, era muy abierta en lo cultural y la permisión de plena libertad de expresión, reunión, opinión, sindicación, y otros derechos ciudadanos y políticos básicas, equilibrada entre los intereses de los trabajadores y empresarios o patronos y respetuosa con la libre iniciativa y la propiedad privada, pero adolecía de un defecto fundamental: Con objeto de asegurarse los apoyos necesarios, al tratar de “lograr el consenso y concordia mayoritarios”, su texto pecaba en general de indefinición, falta de claridad y no pocas dosis de ambigüedad. En la práctica, consagraba un cambio de forma del Antiguo Régimen Imperial, sin llegar a constituir un Estado Nuevo de modo pleno. Incluso conservó la

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vieja denominación de Deustche Reich de modo oficial. Y el pueblo así lo percibió con meridiana nitidez. Zarandeado por las soflamas y violencias intimidatorias y engañosas de extremismos opuestos, jamás sintió como propia tal Carta Magna ni el régimen republicano derivado de ella, sino como una nueva “máscara” del Viejo Reich impuesta por la clase política y las élites fácticas.

Además, ni el SPD ni sus aliados católicos de ideología descafeinada, ni tampoco los liberales de izquierda poseían un “ADN memético” profundo preparado para afrontar la descomunal tarea que se les echaba encima...No eran partidos de ideología ni formación original democrática y liberal en un sentido pleno, lo que sin embargo necesitaba más que nunca la nueva Alemania emergente de la mayor catástrofe colectiva de su Historia hasta el momento. En verdad, tan sólo el DVP liderado por Gustav Stresemann - monárquico, pero liberal, conservador y librecambista, a diferencia de la fatal tendencia al proteccionismo y autarquía económica preconizada por todos los restantes grupos parlamentarios, incluyendo curiosamente ambos extremos a diestra y siniestra –, podría haber dado el decisivo aunque muy doloroso “golpe radical de timón a contracorriente” necesario, pero carecía de la más mínima base social, electoral y entidad organizativa y estructural para hacerlo.

Aquí tenemos el Cuarto Error dentro del Gran Tercer Lado-Error del “Cuadrado Germánico”: La absoluta ausencia de vigor o dominancia de sus “memes cosmopolitas, internacionalistas, liberales y librecambistas”, ligada por supuesto a la endémica y enfermiza “delgadez” en poder ideológico y socio-político fáctico de su clase media profesional burguesa y la patógena pervivencia prevalente de los “memes nacionalistas, tradicionalistas religiosos, militaristas, feudales, económicamente aislacionistas o imperialistas-expansivos” y , en definitiva, obsoletos en el Nuevo Mundo

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que inauguraba el siglo XX.

Como puede apreciar, Frau Merkel, “prima hermana de España”...Fatal parentesco de la “Herencia Habsburgo”...

Menos mal para ustedes que tienen mayor población, tuvieron más temprano desarrollo urbano e industrial moderno, son más disciplinados y se les dan mejor las Ciencias...

Suficiente para el Notable, pero no para el Sobresaliente en la Nueva Era Tecnocrático-Liberal Capital-Mundialista...

Por eso sus “cromosomas meméticos” nunca les han permitido ni les permiten ahora encabezar un auténtico Imperio Global..., e idéntico motivo por el que España perdió el suyo con desalentadora premura y desastroso balance contable.

Pese a todo, observad que no incluyo en la “lista de errores” ni el sangriento y poco elegante “procedimiento” de “cesárea del parto” ni el alumbramiento de la Constitución de Weimar propiamente dicho, aunque me consta que muchos historiadores – alemanes incluidos – culpan a esta última del nefasto desarrollo posterior del “niño republicano”.Comparto la opinión de otros expertos que señalan con justicia que la citada Carta Magna fue una de las más avanzadas y “modernas” de la Europa de su tiempo, la más progresiva en ciertos puntos, inclusive, pese a sus “limitaciones pro-consenso”...Lo que ocurrió es que los protagonistas políticos y sociales destinados a ejecutarla, consolidarla y madurarla no se hallaban “genético-meméticamente” programados para ello: Interpretaron bien – dentro de lo diabólicamente difícil y adverso de las circunstancias limitantes del entorno

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tanto interno como externo –, el “papel de liberales-demócratas”, hasta cierto punto. Pero eran “actores impostados”, no sentían dichos valores fundamentales como propios de verdad. Los SOCIALdemócratas, porque aún eran demasiado “SOCIALISTAS” y menos demócratas en sus bases de lo que debieran – por eso escribo su nomenclátor de esta manera –, a diferencia de lo que ocurrió después de la II Guerra Mundial con Herr Brandt y su equipo, quienes sí aprendieron por fin de veras la lección; Los del “Centro CATÓLICO” a causa de su adjetivo confesional, obviamente; Y los Liberales de Izquierda porque pretendían abarcar todo y contentar a todos al mismo tiempo, y eso solo conduce a perder lo que se anhela demasiado rápido ganar.En suma, “rigidez mental y exceso de ambición irreflexiva”... Y esto ya está incluido en los “errores-raíz” del “genoma de memes alemán” desde los tiempos del Sacro Imperio.

En cuanto al asunto de la “cesárea sangrienta” operada por los Freikorps, no lo estimo un auténtico error, dado que lo totalmente desesperado y atroz de las circunstancias lo justifica como “mal menor”, bajo mi punto de vista. Y argumento lo dicho – que escandalizará a los necios “buenistas” actuales, por desgracia tan abundantes – en una doble vertiente: 1) Humana y personal: No se le puede pedir ni mucho menos exigir – ni a Herr Ebert ni a nadie – que sea un héroe; 2) Por elemental razón de Estado: Nunca es admisible que grupos violentos armados sectarios – y menos todavía con francos propósitos totalitarios, ya sean éstos de derechas o de izquierdas – dobleguen la autoridad del Gobierno legalmente constituido, por más débil que sea su legitimidad. Y mucho menos si tal Gobierno es transitorio y muestra clara voluntad de abocar a un proceso democrático constituyente. Defender lo contrario conduce al Caos, aun cuando la represión consecuente provoque víctimas relativamente inocentes o “muertes injustas”.

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Pues, como bien sentenció el Gran Genio Germánico, el Inmortal Goethe, “Natur will eher Unrecht als Chaos (La Naturaleza prefiere la Injusticia al Caos)”...

La Joven República: Un Crecimiento Imposible contra un Medio Ambiente Máximamente Hostil

A todo lo dicho hasta ahora, se unía una maléfica convergencia de variados factores negativos ambientales tanto internos como externos que – con cualquier Constitución por perfecta que fuese – convertían en imposible que el crecimiento del “niño Republicano llamado Weimar” se desarrollase con unas mínimas probabilidades de éxito.En primer lugar, el “procedimiento de cesárea” había deteriorado monstruosamente la “imagen moral” de los socialdemócratas, sobre todo entre sus bases obreras y sectores más populares o humildes y, por ello mismo, proporcionalmente más propensos a caer víctimas de los sofismas extremistas y antidemocráticos propagados por ambos polos opuestos del complejo arco político-ideológico alemán. Por otra parte, este hecho aisló y empujó al SPD a depender en exceso de su precaria alianza con “fuerzas oscuras” vinculadas a la extrema derecha antirrepublicana y anti-parlamentaria, fuertemente ligadas a la oficialidad del Ejército y la Policía, en quienes no obstante los gobernantes socialdemócratas y sus aliados debían apoyarse estrechamente para sostener un mínimo orden interno en el convulso, variopinto y extenso territorio germano. De manera que los socialdemócratas – por ejemplo – únicamente consiguieron formar gobierno regional en la crucial Prusia y otros importantes Länder gracias al apoyo táctico de los nacionalistas surtidamente infiltrados en el Ejército Imperial transformado en Reichswehr y de los Freikorps. Ni que decir tiene que,

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desde ese mismo instante, se hallaron a merced del poder fáctico de la extrema derecha, el cual alcanzaba mucho más allá y más profundamente que el derivado de la representación parlamentaria. En realidad, el verdadero escenario era una lucha feroz y a muerte entre dos grupos minoritarios de extremistas – el nacionalista-pangermanista de derechas dotado de un enorme poder armado interior, y el de izquierda marxista-comunista apoyado desde el extranjero por Rusia y el reciente régimen bolchevique húngaro dirigido por Béla Kun –, ninguno de los cuales respetaba ni deseaba la democracia para el futuro de Alemania. Más bien consideraban a ésta y su República parlamentaria como un simple campo de juego para su visceral enfrentamiento por el Poder Absoluto. Una vez ganada la partida por uno de los dos, no dudaría en arrasar todo rastro de libertades, como así ocurrió en efecto a principios de la década siguiente.

Por si fuera poco el fatal error de la opción autárquico-proteccionista avalada por los economistas socialdemócratas y “centristas” abocó a la nación – unido a las terribles, desmedidas, abusivas e injustas condiciones de paz impuestas por los Aliados vencedores en el Tratado de Versalles, en las que nos detendremos en breve –, a la más cruel y devastadora ruina económica y social. Así, las empobrecidas, humilladas, confundidas y sufrientes masas no vieron otra salida a la espantosa Crisis que lo propugnado por los radicales de extrema derecha nacionalista: Retornar a la “vieja pasada grandeza imperial del Reich” por medio de la política expansiva imperialista y belicista del lebensraum (ampliación del “espacio vital” germano).

Lo que puso en bandeja a Hitler su futura victoria electoral.

Por si fuera poco, Separatismos o Presiones Centrífugas: La Crisis de Baviera

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Otro de los “complejos de memes deletéreos” crónicos en el acervo sociocultural y político alemán empezó a expresar su nocivo código con fuerza: Tras la Asamblea Nacional Constituyente de Weimar, el periodista y estadista judío-alemán Kurt Eisner, fundador del Partido Socialdemócrata Independiente Alemán y cabeza visible de la Revolución de Noviembre en el Estado de Baviera, se convirtió el “campeón de los nacionalismos regionales” contra el “centralismo de Berlín”, según él y otros incrementado por el nuevo texto constitucional. Ello – en su autoridad como Primer Ministro-Presidente de la República de Baviera celoso de perder sus potestades autónomas rayanas en la independencia –, le llevó a enfrentarse con dureza al Gobierno de Ebert, a pesar de haberse encontrado muy próximo al SPD en sus orígenes. De hecho, se disponía a presentar su dimisión ante el Parlamento Bávaro cual protesta justo cuando un extremista fanático de derechas – el aristócrata Anton Graf (Conde) von Arco auf Valley – le asesinó disparándole por la espalda. Este crimen precipitó un alud de desastrosos eventos en veloz sucesión: Los Consejos locales bávaros – que en gran parte debido a la carismática personalidad de Eisner y por otra a un tradicional sustrato cultural regionalista siempre vigente en Baviera desde la Edad Media –, aún mantenían un nivel de actividad superior al del resto de Alemania, no tardaron en marginar a la conservadora Dieta Bávara (Landtag), intentando aprovechar la oleada de indignación popular provocada por el cobarde magnicidio para tomar el control. Asesorados y apoyados por los rusos soviéticos y los comunistas húngaros, proclamaron el 7 de Abril una “República Consejista Bávara Independiente” de corte anarco-bolchevique. Igualmente, manifestaron su intención de imponer la “Revolución Socialista Bávara”, pero el grado de idealismo irreal, radicalismo y falta de contacto con la realidad social que les embriagaba era tan elevado que ni el propio Partido Comunista Alemán les secundó desde Berlín ni ningún otro territorio alemán. Hasta el punto que los mismos comunistas – antiguos espartaquistas – locales se rebelaron contra ellos, en un

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último y desaforado intento por salvar la autonomía de la República Bávara ante la previsible y rotunda reacción del Gobierno central. Ésta se produjo de inmediato, capitaneada por el primer ministro (del SPD), Hoffman, quien, utilizando de nuevo al Ejército y los Freikorps, aplastó todo rastro de rebelión secesionista en menos de dos semanas. Las ejecuciones por alta traición se contaron por varios cientos.A partir de entonces, aniquilado todo vestigio de oposición de ultra-izquierda anarquista y bolchevique, Baviera en general y su próspera capital Múnich en particular, pasaron a ser el “Paraíso de los radicales de derecha ultra-conservadora, antirrepublicana y antidemocrática”, pronta y cálida incubadora del movimiento Nazi en sus plazas públicas, escuelas técnicas o profesionales y cervecerías... Porque en ellas se refugió el sentimiento de “singularidad resentida” y “odio contra Berlín” subyacente.

De nacimientos e infancias tarados, traumáticos y violentos proceden nuevos desórdenes cancerosos o degenerativos, pero ya no hay modo de evitarlos... Y la brutal “cirugía mayor” no puede evitar su reproducción o metástasis en nuevas formas...

De hecho, cuando – bajo presión de los Aliados – el Ejecutivo central aprobó una Ley que imponía la entrega de armas de fuego en manos de particulares en todo el país, el Länder de Baviera se negó a acatarla. La ulterior crisis duró desde agosto de 1920 hasta bien entrado el año siguiente.

El “Macro-Error Exterior”: Esta vez los “cefalo-cúbicos” no fueron solo alemanes: El Tratado de Versalles, o el Triunfo

de la Estupidez...

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Otro insigne genio creador germano, el maravilloso poeta Schiller, escribió: “Contra la estupidez, hasta los mismos dioses luchan en vano”.

Pues bien, no cabe concebir algo más estúpido, perjudicial y portador de consecuencias trágicas para Alemania, Europa y a la larga el resto del mundo que el tristemente célebre “Tratado de Versalles”.

Dicho Tratado de Paz entre los Aliados victoriosos y la derrotada Alemania fue firmado el fatídico día 28 de Junio de 1919 en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles (París), justo un lustro después del atentado mortal perpetrado en Sarajevo contra el archiduque Franz Ferdinand (Francisco Fernando), heredero oficial del Imperio Austro-Húngaro en plena decadencia. El autor del magnicidio fue Gavrilo Princip, un fanático nacionalista serbio miembro de la organización terrorista La Mano Negra. El luctuoso suceso fue nefando por doble motivo: Su víctima proyectaba convertir el declinante Imperio en una Federación moderna, además de insistir en la necesidad urgente de profundas reformas políticas y militares democratizadoras y progresistas en la estructura del viejo Imperio multi-étnico y multi-cultural (otro “avanzado”, como Wilson). De hecho, estaba convencido – y con patente razón objetiva, no por arrogancia –, que el obsoleto Estado Habsburgo y su Dinastía no sobrevivirían a una gran conflagración europea sin antes adoptar tales cambios internos. Por ello se esforzó en influir sobre el Emperador Francisco José en mantener una política exterior contenida y pacífica hasta que muriese o abdicara, lo que evitó la participación de Austria-Hungría en la Guerra Balcánica de 1912-1913. Como es obvio, tal figura no interesaba a las ambiciones ciegas de poder de las grandes potencias – con el agresivo y necio Káiser Guillermo II a la cabeza –, ni a los no menos ineptos, miopes y “cúbico-céfalos” sectores más

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rancios y conservadores de la Corte y las Fuerzas Armadas de Viena, ni mucho menos a los desalmados y poderosos intereses de los traficantes de armas de alto nivel como Basil Zaharoff.

Siempre hay “bandas terroristas” y “locos” oportunos al servicio de tales fuerzas retrógradas y tenebrosas...

Y no es conspiranoia, sino pura verdad histórica constante.

El asesinato – además – provocó la declaración de hostilidades del Imperio Austro-Húngaro contra Serbia, aliada de Rusia y de Francia, lo que puso en marcha el infernal mecanismo de reacciones y choques de intereses geopolíticos que desembocarían en la I Guerra Mundial...

Para beneficio de inmovilistas y mercaderes de la muerte.

En resumen, tras seis meses de arduas negociaciones, y cumpliéndose tan sombrío aniversario, el Tratado fue rubricado por fin, entrando en vigor el 10 de Enero de 1920.

Muy desafortunadamente, el emergente poderío norteamericano – decisivo para ganar la guerra – aún no estaba, sin embargo, maduro, conservándose un mayor grado de influencia diplomática, presión político-económica, experiencia, astucia negociadora y redes de contactos e intereses en la suma de poder de los grandes Imperios Coloniales Británico y Francés, por ese orden. Ni la forma ni el espíritu de los Catorce Puntos de Wilson se aplicaron jamás: La Gran Bretaña y Francia impusieron una disposiciones durísimas, revanchistas, crueles y rapazmente abusivas contra el bando perdedor en general y fundamentalmente contra Alemania: De este modo, exigieron que el Reich y sus aliados asumieran toda la culpa moral y

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responsabilidad colectiva por el inicio de la conflagración – lo que era una injusta falsedad – y, a través de sus funestamente famosos Artículos 231-248, les obligaron a desarmarse, realizar desproporcionadas concesiones territoriales y a pagar excesivas y gravosísimas indemnizaciones económicas y en entrega de materias primas a las naciones vencedoras. No se trataba de aquilatar un tratado de paz mínimamente justo y sensato, sino de aplastar, humillar y arruinar a la potencia germánica y su área de influencia para siempre.

Este gigantesco Macro-Error Aliado fue de tal calibre que iguala o supera a la suma de todos los demás Errores que articulan el Tercer Gran Lado-Error del “Cuadrado Alemán”...

Naturalmente, esto no justifica la cadena de disparates internos que cometió la República de Weimar, sus dirigentes y su pueblo, y menos todavía el último y más terrible de todos ellos, la elección democrática de Adolf Hitler y sus secuaces, pero sí atenúa su carga culpable en sensible medida.

Algo que hasta hace poco no se atrevían a decir alto y claro ni los propios alemanes...

Pero dejemos para otra “clase” la “desorbitada explotación hasta la náusea” de ciertos victimismos... Porque, a veces, los padres, madres, nietos o familiares de las víctimas, sus viudas y sus huérfanos cuando crecen – por más justas que sean sus reivindicaciones como damnificados –, son peores que los carroñeros o los buitres, y más vengativos que los elefantes... Porque no se debe “castrar bajo toneladas de culpa eterna” a varias generaciones de una etnia, una familia, un clan, una clase social o un país entero por los pecados de una sola de ellas, por más “inhumanos” o espantosos que éstos fueren ... Ya lo hagan los sionistas de Tel-Aviv y sus mundiales y poderosos

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tentáculos financiero-culturales..., o las “Madres de Mayo” en Buenos Aires...

Lo lamentable es que ahora los propios germanos parecen no haber aprendido la lección, pese a que ellos ya hicieron a los más elevados linajes de la Hungría de principios del siglo XVII lo que les hicieron a ellos después de 1945...

“Justicia Poética”, Frau Kanzerlin. El Karma Histórico no perdona.

Y no me importa afirmarlo con absoluta rotundidad, pues no he venido a este mundo ni a ser “políticamente correcto” – actitud que me repugna –, ni mucho menos a darle palmaditas en la espalda a los santurrones hipócritas, sean de la raza, etnia, patria, ideología o religión que sean.

Niñez-Pubertad Difícil: (1919-1923)

Dadas las desastrosas condiciones internas e injustas y destructivas variables externas derivadas del infausto Tratado de Versalles, no cabe sorprendernos de que el desarrollo de la “infantil” y ya “congénitamente” tarada República de Weimar fuera extraordinariamente difícil.

La Crisis política, económica, social, financiera, monetaria, territorial y moral era de una magnitud desoladora. Poco podían hacer los débiles y a su vez contradictorios y dependientes gobernantes para remediarlo. De forma que fueron brutalmente presionados, chantajeados, vilipendiados, acosados,

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zarandeados y golpeados desde todos los frentes posibles: La burguesía nacionalista conservadora, los separatistas de uno u otro signo, el Ejército, los grupos radicales armados tanto de extrema derecha como de no menos extrema izquierda y sus homólogos falsamente parlamentarios, el propio y comprensible furor e indignación populares de unos ciudadanos desalentados, indignados, sin esperanza, empobrecidos hasta la miseria, quienes por primera vez tras largas décadas de progreso, sabían o creían saber con certeza que – si el rumbo se mantenía como hasta el momento – ellos y sus hijos vivirían mucho peor que sus padres...

Tome nota de lo destacado en cursivas..., Señora Canciller actual del IV Reich económico de la UE...

Tome buena nota... y rectifique, antes de que sea tarde.

Una vez pasada la sublevación bávara, el ministro de Defensa Noske – convencido de que el principal enemigo a batir era el comunismo – intentó ejecutar un plan para aniquilarlo sin contemplaciones.

Este fue el Quinto Error dentro del Tercer Gran Error...

No se puede acorralar a un perro rabioso ya herido de muerte... Mejor vigilarlo, cercarlo, aislarlo “socio-sanitariamente” y dejarlo morir “por sí solo”...Y, mucho menos, a costa de dejar libre a otros “perros salvajes” igual o más venenosos, solo que de otra “raza” (nunca mejor dicho)...

Ciego y exasperado, el torpe ministro socialdemócrata vuelve a aliarse una vez más con los Freikorps poniéndose al frente de una nueva represión sangrienta, esta vez contra una huelga. En el transcurso de la refriega, el nuevo líder comunista Leo Jogiches es asesinado en Berlín (10 de Marzo de

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1919), al lado de varios cientos de obreros manifestantes. Similares acciones tiñen de rojo las calles de Magdeburgo y Leizpig, entre otras grandes ciudades. Al mismo tiempo, en diferentes Länder como Sajonia la situación es de anarquía total, dominada por los grupos terroristas de extrema izquierda.

Oportunismo Rapaz inmediato ante el Error de Moske: La Reacción Ultra-Derechista y el Golpe de Kapp

Envalentonados por la atmósfera contrarrevolucionaria creada por el propio Gobierno, los ultraderechistas atacaron con ímpetu y de frente el régimen republicano: La oposición parlamentaria de derechas - en particular el DVNP y su máximo líder el ex-ministro imperial Helfferich –, montó una feroz campaña para desacreditar personal y políticamente al ministro de finanzas, Matthias Erzberger. Se produjo un proceso judicial por difamación, que se dilató hasta Marzo de 1920, el cual inundó la prensa y enardeció a la opinión pública. En medio del escándalo, un jovencito descerebrado de ideología nacionalista fanática intentó sin éxito matar al ministro, pero lo más grave sucedió cuando la sentencia de un tribunal formado por una mayoría de magistrados conservadores condenó a éste sin paliativos, dando la razón en todo a las acusaciones de Helfferich. Erzberger se retiró temporalmente de la política, pero el tremendo daño contra las ya de por sí desprestigiadas instituciones democráticas republicanas ya estaba hecho. Aprovechando la oleada de descontento de las masas y aún más agudo disgusto del Ejército, al amanecer siguiente, el 13 de Marzo a las 6 de la mañana, el general Walther von Lüttwitz y el alto funcionario prusiano Wolfgang Kapp, trataron de llevar a cabo un Golpe de Estado. La

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Reichswehr no se encontraba hondamente indignada y molesta contra el Gobierno y la República tan sólo por el “caso Erzberger”: Se sentía objetivamente amenazada por la incesante reducción de personal y tropas férreamente reclamada por el Tratado de Versalles, así como por la de extradición de ciertos de sus miembros como “criminales de guerra” para ser juzgados en tribunales extranjeros. Por si no fuera bastante, el Gobierno proyectaba disolver cuerpos en cuyas filas dominaban extremistas y ultranacionalistas antirrepublicanos especialmente virulentos, como las dos “Brigadas Erhardt”, acuarteladas en Silesia, las cuales – de hecho – ya portaban cruces gamadas como emblemas en sus estandartes. Utilizando todos estos elementos, Lüttwitz y Kapp se propusieron instaurar una dictadura militar. Aquella mañana, la Brigada de Marina irrumpió por la fuerza en Berlín, tomando los ministerios y centros de poder. Noske dio la orden al Ejército de sofocar la rebelión mediante las armas, pero uno de los Jefes de Estado Mayor, Hans von Seeckt, se negó, alegando que “La Reichswehr no dispara sobre la Reichswehr”. Wolfgang Kapp fue proclamado Canciller, y el Gobierno huyó a Dresde y luego a Stuttgar.

No obstante, la población rechazó con vigor el “cuartelazo”. Estalló una huelga general violenta, paralizando con rapidez la capital. La resistencia armada de obreros y sindicatos de izquierda y extrema izquierda – esta vez todos unidos contra el enemigo común – fue masiva y aplastante; Al cabo de cuatro días, los golpistas se rindieron. Esto fortaleció a los sectores más radicales o menos moderados dentro del mismo SPD, por lo que Noske perdió el puesto.

Error sobre error, de uno derivan otros en árbol fractal incontenible...

A la vez y en franca, insólita y desesperante contradicción, temeroso de que la intentona se repitiera y ansioso por “calmar al Ejército”, un acobardado y

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frágil Canciller concede a los insurrectos una amnistía general, promociona al traidor Seeckt como Jefe Supremo del Estado Mayor y paraliza la indispensable reestructuración del Ejército, que lo hubiera limpiado de agentes antidemocráticos.

Sexto y Fatal Error dentro del Tercer Gran Error. Y no es única la opinión de este “diletante” librepensador: Múltiples historiadores consideran que la indulgencia sistemática de los gobiernos de Weimar con los extremistas de derechas, en la creencia de que eran los únicos capaces de derrotar al bolchevismo, fue uno de los factores determinantes en la Caída Final Y Fatal de la República en las garras de Hitler y los suyos.

La Contra-Reacción de la Extrema Izquierda

La inexorable Ley Pendular de Acción/Reacción impulsó de inmediato un recrudecimiento de los levantamientos obreros radicales violentos, que en todo caso no dejaron de golpear a la joven República desde 1919 a 1923. Justo tras el Golpe de Kapp, una facción disidente y aún más extremista del Partido Comunista Alemán, capitaneada por Max Holz, armó y alzó a los obreros – sobre todo parados – en la rica y poderosa cuenca industrial del Ruhr. Formaron así el temido “Ejército Rojo del Ruhr”, que ocupó varias ciudades industriales, sus complejos fabriles y se extendió con fuerza y celeridad a través de Sajonia y Turingia. Los contingentes de tales “tropas” llegaron a ser de más de 15000 obreros y siguieron ascendiendo, pero a pesar del terror que provocaron y la posterior y no menos brutal y sangrienta represión que el Ejército oficial desencadenó contra ellos, su movimiento no llegó a “contagiar” al resto de la Alemania altamente industrializada. Los

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trabajadores estaban exhaustos y hartos de violencia, miseria y caos. Y, por otra parte, hasta la misma dirección nacional del Partido Comunista desaprobaba las acciones de Holz. En consecuencia, el 31 de Marzo todo había concluido, a costa de un mar de sangre, como por desgracia ya era casi costumbre. Holz escapó, pero fue detenido y condenado pocos meses más tarde.

He aquí el Séptimo Error dentro del Tercer Gran Lado-Error del Cuadrado Germano: Los fanáticos bolcheviques y radicales entre los radicales de izquierdas no se percataban, en su muy “cúbico-cefálica” ceguera obstinada, de que el proletariado alemán no quería la Revolución a costa de mayor pobreza aún, ni el caos y las muertes continuas... No entendían los “memes” sustancialmente ordenados, pragmáticos y metódicos de su propio pueblo... Esto los desacreditó aún más veloz y críticamente que a los socialdemócratas... Al final, toda la izquierda y la democracia liberal misma quedaron horriblemente desprestigiadas...

Lo que “llevó de la mano” a Adolf Hitler al Poder una década después, al “regalarle” muchos de los votos de los obreros.

Adolescencia Mísera y Violenta: El Fin de la Coalición de Weimar; Las Elecciones Anticipadas de 1920

Lo intolerable del escenario empujó a la coalición gobernante a adelantar las elecciones generales, lo que fue su fin como entidad política y gubernativa: La Asamblea Nacional Constituyente – que aún se encontraba

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reunida – se disolvió y, tras la jornada electoral, se constituyó el primer Parlamento o Reichstag propiamente dicho (6/6/1920). El pueblo – aterrado , indignado y angustiado por el caos reinante – castigó con dureza a los anteriores vencedores en general y, particularmente, a los socialdemócratas. El ascenso de los partidos de derecha liberal y nacionalista fue notable, así como en menor medida el de los socialistas independientes y comunistas. Pese a ello, el Centro Católico (ZP), dirigido por Fehrenbach bajó menos, pues su desgaste en el accidentado mandato anterior había sido muy inferior, obteniendo el liderato de la nueva “Coalición Burguesa”. El Partido Liberal de Izquierdas – liderado y en gran parte financiado por Walther Rathenau – adquirió fuerte protagonismo – en especial en el plano las relaciones exteriores, la organización industrial y reconstrucción nacional y el campo científico-cultural, el único este último donde la República de Weimar brilló con admirable esplendor propio – . Más que por el “peso” de su fuerza electoral, por la conciencia de los centristas de que necesitaban “limpiar” la imagen internacional de Alemania y a causa del elevado carisma, talento tecnocrático, nivel de relaciones cosmopolitas y fuerte personalidad de Rathenau.

Walther Rathenau, el “Tuerto en el País de los Ciegos”, o una gran oportunidad perdida para la Weimarer Republik

Walther Rathenau no es un “santo laico”, ni su trayectoria estuvo exenta de crasos errores... Pero – en mi opinión – fue, junto a Stresemann, el personaje más inteligente, idóneo y esclarecido del proceloso, turbio, sucio y desalentador paisaje político-social de le “Era de Weimar”... Por eso lo llamo “Tuerto en el País de los Ciegos”... Otro “adagio” de la sabiduría

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popular de estos “Vagos del Sur”...

Brillante escritor y polemista, exitoso empresario e industrial, culto, irónico, sofisticado, sibilino y refinado diplomático, ambicioso político, Rathenau nació en Berlín el 29 de Septiembre de 1867 (otro “Libra tempranero”, como quien esto escribe – 5/10/1967 – , pero justo un siglo anterior). Hijo del empresario Emil Rathenau y de una hija de Benjamin Liebermann (o sea, de ascendencia judía por línea paterna y materna, “doblete” en la mezcla más clásica de los “genios de Weimar”, y de sus homólogos austro-húngaros contemporáneos, a su vez juntos la “crema y nata” de la excelencia intelectual y creativa occidental en el siglo XX, dicho sea de paso...).Su progenitor fue nada menos que el presidente-fundador de la aún hoy poderosa y emblemática AEG (Sociedad General de Electricidad Germana). Esto ocurrió cuando el chico tenía 16 años y, tras un destacado paso por la Universidad, trabajó en varias empresas electroquímicas lejos de su ciudad natal, tanto alemanas como suizas. En 1899 retornó al hogar, emprendiendo un activo papel en negocios internacionales, hasta que heredó el cargo de Presidente de la AEG al fallecer su padre en 1915. Pronto se transformó en uno de los más prominentes industriales del Reich. Prueba de ello es que durante la I Guerra Mundial, fue nombrado Director de la Oficina Imperial de Suministros, encargada de la distribución de materias primas para alimentar la maquinaria bélica germana. Desempeñó su función de modo brillante e impecable: Movilizó a otros poderosos hombres de negocios judíos, como Albert Ballin, en la ingente tarea, reuniéndose y trabando fuerte relación personal con el ministro imperial de la Guerra, Herr Falkenhayn, proponiéndole un audaz y sin embargo realista plan para poner toda la economía nacional al servicio de la conflagración con criterios, medidas y objetivos absolutamente innovadores y modernos. De hecho, su trabajo fue tan bueno que consiguió casi “un milagro”: Sostener la resistencia alemana en la “guerra de desgaste de trincheras” en varios frentes,

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pese al estricto bloqueo británico que estrangulaba los suministros de materia prima hacia el Ejército del Káiser.

En un mundo dominado por una pesada mayoría de necios “cúbico-cefálicos”, tanto su brillantez intelectual, elegancia, refinamiento, cultura, ideas liberales avanzadas que no contentaban a los “rebaños establecidos” y, por descontado, su origen judío y su riqueza, molestaban. Máxime en un desgraciado y miserable tiempo derrotado y derrotista, mísero y majadero, en el que el anticapitalismo, el antisemitismo y el nacionalismo ciego y descerebrado dominaban Alemania sin remisión.No obstante, él era un patriota alemán sincero, incluso apasionado, quien anhelaba la plena integración de los judíos en en la sociedad y la cultura germánicas, hasta el punto de rechazar el sionismo tanto como el socialismo, ambos movimientos literalmente “plagados” de miembros y “mestizos” de su etnia. Fue célebre y controvertido su desprecio por “el extremismo judío religioso-cultural ortodoxo”, que, en su opinión “aislaba y estigmatizaba a los propios judíos voluntariamente, al negarse ellos mismos a integrarse”. Sobre éstos, dijo: “No son más que una banda de extranjeros vestidos de manera demasiado extravagante, que hacen banda aparte”. En suma, un individuo excepcional, librepensador y por ende ajeno y odiado por toda clase de estúpidas e intolerantes ovejas de diversos rebaños... Justo el tipo de persona que más merece mis elogios, Frau Kanzerlin..., y que más molesta a los demagogos, profetas fanáticos y pastores...

No pretendo ofenderla, pero todos sabemos que su padre fue pastor. El mío y mi abuelo Hans, ambos librepensadores...

Hay está la “marca genética y memética de nacimiento” que nos diferencia..., pese a vuestra reconocida excelencia intelectual “cuántica”

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universitaria, habilidad manipuladora, astucia maniobrera y sagaz inteligencia práctica...

A menos que vos fuérais tan “Heroica en Rebelión” como Nietzsche, por ejemplo...

Pero de esos hay muy pocos... Menos todavía que quienes heredamos la sagrada e inapreciablemente valiosa libertad de espíritu de nuestros ancestros directos, tal cual Mr. Darwin, Herr Rathenau..., o este modesto profesor.

Lógicamente, el “bueno de Walther” aspiraba al poder, como muchos grandes empresarios y patronos industriales alemanes de su tiempo. Lo cual es un rasgo específico de las sociedades embargadas en deudas y hondas crisis de valores, recordad a vuestro “querido amigo” Silvio Berlusconi...

Fundador y líder del Partido Demócrata Alemán – liberal de izquierdas – representaba un liberalismo abierto, reformista, moderno y genuinamente democrático, burgués y parlamentarista, aun cuando capaz de incorporar ciertos aspectos socialdemócratas, como el respeto a los sindicatos y el propiciar la participación de los obreros y trabajadores en general en la gestión directiva de las empresas.

Por todo ello, un “Zentrum” ansioso por “maquillar el feo rostro internacional” de Alemania, lograr mejores condiciones de pago y relaciones exteriores e impulsar la necrótica economía, inició la “Adolescencia de Weimar” otorgando poder a los “liberal-sociales”: Rathenau fue nombrado Ministro de Reconstrucción en 1921, departamento donde su labor fue tan magnífica pese a las tremendas trabas como en su anterior papel de “Suministrador Jefe” de pertrechos. Al año siguiente, fue “premiado” con el influyente y decisivo Ministerio de Asuntos Exteriores. Ejerciendo dicha

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función acudió a las Conferencias sobre Reparaciones de Guerra de Génova y Cannes, donde consiguió el complicado objetivo de reducir y aplazar los colosales pagos impuestos a la empobrecida Alemania por los vencedores gracias a su proverbial capacidad como negociador, buena imagen internacional y potentes contactos cosmopolitas...

En definitiva, era todo lo que le convenía a la República..., y lo que menos convenía a los ciegos, egoístas y avariciosos extremismos hambrientos de poder que pugnaban por apoderarse de Alemania aunque fuese a costa de prolongar su agonía.

Razón que explica con facilidad su triste, criminal, injusto y prematuro fin.

Su postura a favor de que Alemania debía pagar las indemnizaciones de guerra firmadas por más abusivas que fueran, por respeto a la legalidad internacional y cuestión de credibilidad mundial, enfurecía a los nacionalistas de derecha y a las masas de ineptos enardecidas por su verborrea explosiva e irresponsable. Su liberal-capitalismo enojaba a los socialistas y hacía recelar a los socialdemócratas. Su liberalismo cultural y social, así como su moderada tendencia a admitir ciertos aspectos socialdemócratas en la gestión de empresas e industrias hacía “oler azufre” a los simplistas y miopes católicos asustados y retroceder echándose mano a la cartera a sus colegas magnates más mediocres, torpes avaros y corto-placistas que él...

Y su singularidad, distinción riqueza y sangre judía provocaba el rechazo de todos, reconocido más o menos hipócritamente según colores y máscaras...

Incomprendido, brillante, ilustrado, envidiado por la mayoría asfixiante de mezquinos “cabezas cuadradas”, duramente criticado a diestra y siniestra, patriota nacionalista alemán impopular entre los propios nacionalistas

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germanos “de la vieja guardia”, judío extraño entre los mismos judíos sometidos al “rabinato”, su única compañía comprensiva eran los intelectuales, científicos y artistas que descollaban en la malherida República adolescente...

No es extraño que lo mataran. Y, con ello, la República de Weimar perdió a su única vía de salida para la supervivencia y una lejana pero cierta prosperidad.

Nada hay más idiota y suicida – aunque ellos lo llamen “honor”, “sacrificio”, “idealismo”, “martirio” y parecidas necedades ilusorias –, que un rebaño de ovejas humanas...De cualquier credo o condición.

El trágico desenlace final fue como sigue: Como era de esperar, Walther Rathenau criticaba y detestaba el régimen bolchevique. Pero como mente abierta, pragmática y racional que era, se esforzó por normalizar las relaciones diplomáticas, de colaboración militar e intercambios comerciales con la emergente y cada vez más poderosa Unión Soviética. La Rusia comunista acabó también por “rendirse” a sus altos dones de seducción negociadora, firmando con Alemania un tratado bastante ventajoso para los germanos, el cual restablecía las relaciones “amistosas” entre Embajadas y sellaba un programa de colaboración militar, abriendo puertas a un futuro mercado bajo en aranceles por ambas partes. Fue llamado el Tratado de Rapallo y, pese a ser uno de los grandes éxitos de la gestión del brillante ministro, por eso mismo selló su tumba, lo que suele ocurrir en el reino de los mediocres y fanáticos sin cerebro.

Él mismo lo sentenció con su habitual y espontánea genialidad dialéctica: “Estamos en la era de los mediocres, solo los políticos que frecuentan las

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tabernas tienen oportunidad de ganar”...Desolador..., y fatalmente profético: Recordemos cierta famosa cervecería de Múnich...

La ratificación del tratado con la URSS hizo estallar la rabia de los ultraconservadores nacionalistas. Su infatigable demagogia sucia y delirante pero efectiva entre las masas de borregos ignorantes y/o míseros presentó tan sobresaliente logro como “un paso decisivo en la conspiración judeo-comunista para apoderarse de Alemania”. Y uno de los grupos violentos de extrema derecha – la “Organización Cónsul” – acabó con su notable y productiva vida el 24 de Junio de 1922, dos meses después de estampar su firma en el tratado que le condenó. No voy a señalar los nombres de sus estúpidos y cobardes asesinos. No merecen tal distinción. La misma banda terrorista había asesinado poco más de un año antes – el 9 de Junio de 1921 – al socialista independiente y diputado del Landtag de Baviera Karl Gareis, y el 26 de Agosto del mismo año eliminaron al ex-ministro Erzberger. Sardónica y cruelmente, muchos de los miembros armados de tal organización político-paramilitar criminal eran veteranos Freikorps, a quienes el mismísimo Herr Rathenau hubo financiado como mercenarios antirrevolucionarios durante el levantamiento espartaquista...

Sobran comentarios.

La Ruina y la Humillación inflaman el Caos: El drama del Ruhr, La Hiperinflación...; Weimar: Una Juventud Trágica

A partir del 23 de Noviembre de 1922 el Gobierno pasó a estar presidido

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por el liberal-conservador Wilhelm Cuno, del DVP, con el SPD de nuevo como principal fuerza en la oposición. Cuno era el clásico capitalista industrial alemán de la época, ex-director de la potente compañía marítima Hamburg-Amerika. Su Ejecutivo se enfrentó con el grave problema del pago de las enormes indemnizaciones de guerra. La débil situación financiera del Estado germano y el fuerte ambiente político de enfurecido rechazo a los mismas por parte de la derecha nacionalista y la extrema derecha, unidos al consiguiente clamor popular en el mismo sentido. se coaligaron para provocar retrasos notables en dichos pagos. Una Francia liderada entonces por el abogado, economista y asimismo exaltado nacionalista de centro-derecha y miserable revanchista Raymond Poincaré en calidad de Primer Ministro – antes había sido Presidente de la República durante la I Guerra Mundial –, no dudó en aplicar al pie de la letra el texto del Tratado de Versalles e invadió militarmente el Ruhr en Enero de 1923. Como es patente, tan monstruosa humillación constituyó una horrible conmoción en Alemania, desarmada y arruinada, impotente para responder. Fue como verter aceite hirviendo en el fuego, o sal en las heridas..., avivando de golpe los fanatismos extremistas nacionalistas hasta su paroxismo. Y fue algo naturalmente muy presente en la mente y el corazón de todos los alemanes a la hora de más tarde virar definitivamente hacia el apoyo de las tesis a su vez radicalmente vengativas e hiper-expansionistas de Adolf Hitler. Espero que le alegrará hacer notar – Poderosa Canciller – que no todos los imbéciles mezquinos totalmente “cubificados” encefálicamente y a la par peligrosamente investidos de altísimos títulos y cargos han sido y son germánicos...

Es evidente que el Gobierno de Cuno cayó, siendo sustituido el 12 de Agosto por un nuevo Canciller, Gustav Stresemann, ante el profundo pasmo, hastiada indiferencia, colosal depresión mezclada con tremenda rabia y angustia de todo un pueblo en sus horas más bajas, comparables a lo

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ocurrido en España pocos decenios antes tras la Guerra de Cuba.

La República de Weimar se hacía joven adulta, de la forma más traumática, envilecedora y cruel posible.

Stresemann – dando muestras de cierta inteligencia a la desesperada – formó un Gobierno de Gran Coalición ¿le suena?, con el SPD, pero ya nada podía impedir el descenso de Alemania al fondo de su pozo infernal histórico más infamante.

La Catástrofe Económica no obedecía, además, en exclusiva a las duras exigencias de los acreedores aliados: Al inicio de la gran conflagración, el entonces poderoso Reichsbank – actual Bundesbank, le suena de nuevo, seguro, la Voz de su Amo – suspendió la convertibilidad del marco en oro, para así poder emitir ingentes cantidades de papel-moneda con las que sufragar los inmensos gastos bélicos. El balance de la contienda fue funesto: El Estado había consumido 185000 millones de marcos de la época (algo descomunal si lo “tradujésemos” a guarismos actuales), coste que en realidad equivalía al doble, pues la moneda nacional se había depreciado a la mitad de su valor inicial. Por si esto fuera poco, apenas la quinta parte de esa cifra procedía de la recaudación de impuestos (38000 millones); La mitad de la misma (97000 millones) fue proporcionada por préstamos, y el 27% (50000 millones) derivaba de emisión de bonos del tesoro a corto plazo. Al término del conflicto, el Reichsbank cargaba con una aplastante deuda flotante de 49000 millones de marcos, y una acumulada de 96000 millones. Al mismo tiempo, el dinero circulante había saltado desde 2900 a 18600 millones ¡en cuatro años...! En síntesis, el déficit presupuestario público se incrementó un 600% (6 veces su valor), así como un 500% (5 veces su valor) la masa monetaria en circulación. Una despiadada subida de la inflación era inevitable, pero hay que decir que, en principio, el disparo de los precios se

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contuvo, fue menor de lo predecible: Teniendo en cuenta adicionalmente que la depreciación del marco frente al dólar fue de aproximadamente la mitad de su valor inicial a principios de 1919, los precios sólo habían subido un 140% por las mismas fechas, una magnitud comparable a la soportada por el Reino Unido. Sin embargo, el Gran Disparate vino después, y es totalmente imputable a las directrices económicas de los sucesivos Gobiernos de la República. Para poder costear una política social destinada a “callar bocas hambrientas y/o indignadas” en las masas proletarias seducidas por los radicales de izquierda, sin por ello subir los impuestos para no enfurecer a los burgueses acomodados y magnates harto proclives al extremismo nacionalista de derechas, los diferentes ministros de Economía y Finanzas decidieron sin excepción imprimir más y más papel-moneda por decreto. Como pretexto, defendían que la caída del marco no se debía a la desbocada expansión monetaria circulante y crediticia, sino a la balanza de pagos negativa, algo por completo absurdo desde el punto de vista económico.

Esta “ceguera voluntaria” y ausencia absoluta de criterios liberales y competitivos, dolorosos pero imprescindibles para sanear la agonizante economía germana, por presión y miedo a los extremistas violentos de ambos extremos del arco político, fue el Octavo Gran Error dentro del Tercer Gran Lado-Error del Cuadrado Alemán...

Y quizás el más grande de todos ellos.

El nefasto resultado no se hizo esperar: A principios de 1922 los precios se dispararon de manera rápida y atroz: Un 70%, mientras la obstinada política del Gobierno sostenía un aumento salarial del 60% “contra viento y marea”: Ruinoso, y encima no llegaba a cumplir su objetivo de evitar el creciente descontento y escasez generalizados. La curva inflacionaria siguió creciendo

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a ritmo exponencial, devorando toda previsión y protección social a su paso, mientras el marco caía y caía en inversa proporción. Consumada la invasión francesa sobre el rico e industrial Ruhr, a comienzos del año siguiente, el ascenso de precios y el desplome de la moneda se descontrolaron del todo, tornándose abismales.En aquel momento, tanto la clase trabajadora como incluso la clase media habían perdido todos sus ahorros, y los contribuyentes – incluyendo los más acaudalados – se percataron de que, simplemente retrasando el pago de sus impuestos, casi instantáneamente canibalizados por el monstruoso déficit y la terrible deuda pública, la super-acelerada depreciación del marco los haría desaparecer.Terreno abonado para el fraude fiscal y la huida atropellada de capitales al extranjero.

El Gobierno – incapaz de otro modo de abonar los sueldos de sus funcionarios y las pensiones de los jubilados –, ya no podía hacer otra cosa que fabricar más y más papel-moneda, cada vez más irrisoriamente barato hasta casi la nulidad, lo que hacía más y más explosiva la hiper-inflación, en una espiral de ruina inexorable y auto-alimentada.Los datos al respecto son estremecedores: El derrumbe del marco fue tan colosal que dejó de operar como valor de cambio internacional, con el consiguiente colapso integral de la economía alemana. En Octubre de 1923, un ridículo 1% de los ingresos del Estado manaban de los impuestos y tasas habituales, y el 99% de la mera emisión de nueva moneda. ¡A mediados del mes siguiente, 1 dólar equivalía a la increíble cantidad de 4.2 billones de marcos! En aquellos días, una libra de pan costaba 3000 millones de marcos, una de carne 36000 millones, un vaso pequeño de cerveza, 4000 millones.

En esas condiciones, tan sólo los altos funcionarios estatales, particularmente los privilegiados mandos militares, muy cualificados profesionales liberales y

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altos ejecutivos o empleados de élite de la banca, la gran industria o la Universidad podían subsistir casi dignamente... Lo que para ellos – hasta ahora miembros de una cada vez más refinada clase media burguesa acomodada –, era también intolerable, recurriendo así a la evasión masiva de dinero al exterior y la “huelga fiscal” no declarada pero por ello no menos efectiva.Los demás, estaban hundidos en la más abyecta miseria. Como suele acontecer, únicamente los más acaudalados y poderosos se vieron beneficiados por la hiper-inflación: Las grandes empresas y compañías industriales se liberaron de sus deudas, al ser éstas reducidas a cero muy velozmente por la delirante caída libre del marco. Se crearon grandes trusts o corporaciones industriales, ya que fue posible comprar múltiples empresas y fábricas arruinadas a bajo precio a cargo de préstamos cuya posterior devolución en moneda super-devaluada suponía un coste diminuto. El gran poder económico capitalista, las mayores fortunas, ganaron más dinero aún con la hiper-inflación. En agudo y lacerante contraste, la clase media, pequeños empresarios y rentistas se arruinaron sin compasión. El “ideal del honrado y ahorrador trabajador o pequeño propietario alemán”, tan preconizado por la escala de valores germánica – tanto antes, como entonces, como ahora, no lo ignore, Frau Merkel – contempló, entre desesperada, iracunda, perpleja y angustiada –, cómo quienes “habían obrado correctamente según las normas y con grandes sacrificios” toda una vida de duro trabajo quedaban en la más espantosa indigencia, mientras pensiones, ayudas y subvenciones, la salud y la enseñanza públicas eran aniquiladas por la insolvencia del Estado cuando más necesidad perentoria de ellas había; Por el contrario, las “cigarras tipo sureños”, como usted demagógicamente farfulla, los “desviados”, los “malos alemanes”, quienes habían invertido y “despilfarrado” todo su dinero en comprar segundos inmuebles, bienes tangibles, ropa cara, joyas y otros lujos, se convertían ahora en los “nuevos ricos arrogantes”... Y más todavía que ellos figuras

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hondamente detestadas y despreciadas por el “complejo de memes dominante germano”: El pícaro, el “estafador legal”, el “ladrón de cuello blanco y almidonado”, el especulador...

Así, el resentimiento y polarización social aumentaron a tan grotescos niveles, que todo estuvo preparado para el “Advenimiento de la Bestia”...

Intentando frenar el desplome absoluto, el Presidente del Reichsbank, Hjalmar Schacht, un tecnócrata frío, culto y racionalista, aristócrata por parte de madre, cuya perenne, helada, severa y altiva mirada tras sus finas lentes seguramente provenía de verse siempre rodeado de trogloditas “capito-cuadrados” bien vestidos –, decidió lo único posible, dadas las circunstancias: Abandonó el colapsado e inservible marco para el mercado interno y lo sustituyó por una moneda de uso limitado dentro de las fronteras de la República, el Rentenmark, respaldada en exclusiva por la riqueza económica en general e industrial en particular de la nación. De modo complementario, creó el “nuevo marco” (Reichsmark), para reemplazar la vieja moneda oficial del país, el 11 de Octubre de 1924. Los antiguos billetes y monedas fueron eliminados definitivamente el 5 de Junio de 1925.

Esta medida de emergencia – bautizada como el “milagro del Rentenmark” – permitió al menos expulsar al “demonio de la hiper-inflación”, y los precios fueron descendiendo con notable prontitud.

La economía, en sus últimos estertores de muerte, se estabilizó y poco a poco fue acercándose a la senda de un débil y tímido crecimiento.

Pero el escenario que la catástrofe anterior dejaba tras de sí era sencillamente desolador: Una sociedad empobrecida casi al límite en sus sectores bajos y medios, letalmente dividida y llena de odios, con unas insoportables

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diferencias sociales y de rentas alimentando un sordo, reconcentrado y masivo furor.

En medio de tantas desgracias, dos componentes al menos de la sociedad germana, en evidente connivencia o relación de oferta-demanda de servicios con los aún más acelerada y desproporcionadamente enriquecidos magnates beneficiados por la Macro-Crisis, se vio potenciada y fuertemente promocionada por la compleja y terrible situación imperante en la todavía joven pero ya plenamente adulta Weimarer Republik: 1) El sector de la producción creativa-cultural en su conjunto y, en especial, la emergente industria del ocio de él derivada; 2) Y el del ocio y el placer en forma genérica.

Los motivos sociológicos de ello son simples y objetivos: Ante una crisis total de valores, un derrumbe del sistema educativo, un colapso del valor y dignidad de la profesionalidad y el “trabajo bien hecho” tan caro a los “memes alemanes”, ante una cancerosa expansión de la pobreza y la carestía generalizadas, se produce un espontáneo proceso de “hambre de evasión”.

Ello ha ocurrido y ocurre siempre en circunstancias análogas en cualquier comunidad humana.

Más aún en una obsesionada por “la disciplina, el valor y honor del deber y el cumplimiento de las obligaciones” como la germánica. Ideales en ese momento heridos de muerte por la evidencia práctica cotidiana.

Por ello las Grandes Crisis son periodos – empero – de esplendor de las vanguardias culturales y auge del hedonismo.

Productos ambos ávidamente consumidos por los antiguos y más aún por los

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“nuevos ricos” beneficiarios del Caos, ansiosos de “refinarse” y “ser sofisticados”.

Tendencia, que por primera vez junto a la también por entonces incipiente California Hollywoodiense en esta Nueva Era Moderna, se “socializaba” y “democratizaba” a escala simplificada, vulgarizada y abaratada para las capas medias atormentadas, ansiosas de “escapismo”, gracias a las nuevas tecnologías de los medios de comunicación de masas: Radio... y, sobre todo, el flamante Cinematógrafo...

Fue época - por tanto – de gran brillo y prosperidad para teatros, cines, clubes nocturnos y cabarets, y a la vez de sobresaliente y rutilante creatividad cultural innovadora de elevadísima calidad.

Pero de eso hablaremos con más detalle al final de la clase.

En medio de estos turbulentos y depresivos años se produjo también el esperpéntico “Putsch o Golpe de la Cervecería” o “de Múnich”, una fallida intentona golpista protagonizada por miembros del Partido Nazi, por la que fueron detenidos, procesados y encarcelados varios de sus dirigentes, entre ellos Adolf Hitler y su inseparable amigo, colaborador y confidente Rudolf Hess. El levantamiento se inició en una famosa cervecería de la capital bávara (Bürgerbräukeller), de ahí el nombre con el que ha quedado impreso en la Historia. La revuelta fue duramente aplastada, pero los líderes nacional-socialistas sobrevivieron sin sufrir daños. En el Juicio subsiguiente, fueron tratados con mayor suavidad o clemencia de la que merecían: Hitler en concreto fue condenado – por ejemplo – a cinco años de prisión, de los cuales tan sólo cumplió nueve meses, permitiendo además que recibiera visitas casi a diario y durante muchas horas. El máximo dirigente del NSDAP aprovechó su estancia en la cárcel para escribir su obra-panfleto

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ideológico-filosófica: Mein Kampf (“Mi Lucha”), venerada por los nazis tanto de su tiempo como por los minoritarios pero a veces ruidosos “nuevos cachorros” actuales.

Madurez de Weimar: La “Era Stresemann”

Como ocurre con las biografías y existencias corrientes de muchos individuos con infancias, adolescencias y juventudes cruelmente difíciles y traumáticas, el ciclo vital de la República de Weimar pareció mejorar y “enderezarse” con la llegada de su madurez.

Gran parte de ello se debió a la fuerte y positiva personalidad de su nuevo Canciller, Gustav Stresemann.

Hombre de esmerada formación – hijo del dueño de una cafetería-cervecería berlinesa, protestante y de ideas liberales como su padre –, este abogado, experto en Derecho Internacional y con amplios conocimientos de Economía fue el fundador del Partido Popular Alemán (centro-derecha). Siempre mantuvo ideas afines al libre mercado, abiertas y pragmáticas. Y jamás renegó de la democracia ni del parlamentarismo ni en los trances más perversos. Se llevaba bien con liberales de izquierda y progresistas burgueses, pero rechazaba con determinación tanto a la derecha nacionalista como a los socialdemócratas, y más aún, como es lógico, a los extremistas de ambos polos opuestos del espectro político. Era – pues – al mismo tiempo anti-autoritario y anti-marxista. Lo que no le impidió pactar con el SPD frente a la Crisis Absoluta de la Hiper-inflación. Una “cabeza redonda” adelantada a su triste tiempo, por consiguiente.

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No es raro que con él y Schacht – dos personajes muy distintos, pero sustancialmente armónicos en su racionalidad –, a los mandos de las dos principales maquinarias de poder de la nación, ésta comenzase a corregir paulatinamente su “rumbo autodestructivo”.

A finales de 1923 abandona el cargo de Canciller y pasa a ser Ministro de Asuntos Exteriores, puesto que ocupará hasta su muerte.

Pocos políticos como Gustav Stresemann hicieron tanto bien y de forma tan continuada a su patria. Quizás después de Otto von Bismarck y justo por delante de Konrad Adenauer, Willy Brandt y Helmut Kohl (estos tres últimos más o menos al mismo rasero), conforman la “estrella de cinco puntas” o “pentáculo dorado” de la historia de los grandes estadistas germanos.

Su primer logro en íntima colaboración con Schacht fue quebrar la maligna espiral hiper-inflacionista que a punto estuvo de aniquilar el Estado Alemán propiamente dicho. Desde esas fechas (finales de 1923) hasta 1926, reina un periodo de transición con altibajos y serios problemas tanto coyunturales como estructurales subsistentes, pero mucho más estable, saneado y relativamente próspero para la Weimarer Republik y toda la nación alemana.

Tal cual pasa con los pacientes gravísimos en estado pre-terminal, los duros tratamientos de choque necesarios para arrebatarlos de las ya cercanas garras de la Gran Segadora generan indeseables efectos secundarios casi tan dolorosos como la propia enfermedad: Así, el cese de la descontrolada y titánica inflación trajo consigo una brusca reducción de la casi ilimitada demanda de bienes y servicios de la etapa anterior, produciendo un vigoroso

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aumento de las tasas de paro. El número de desempleados llegó a ser de ¼ del total de la población activa en Diciembre de 1923. La misma cifra aproximadamente que la media actual española – Poderosa Señora – pero con un grado sensiblemente inferior de protección social, por más que ésta se halle altamente desvirtuada y reducida en la “Periferia Sureña” de su Nuevo IV Reich Económico-Financiero, en gran parte a causa de su férrea “política económica exterior contractiva” y obsesa con el déficit en exclusiva.

Entonces, por fin, alguna clase de ayuda efectiva llegó desde el exterior: Bajo los auspicios de los Estados Unidos de Norteamérica, se puso en marcha el llamado “Plan Dawes”, a mediados de 1924. El propósito del Plan – al que USA presionó con fuerza y clarividencia para que fuera aceptado por el resto de los Aliados y, fundamentalmente, los más poderosos, Francia y la Gran Bretaña –, era establecer unas condiciones financieras más favorables para Alemania, con objeto de que ésta pudiese pagar las reparaciones impuestas en Versalles y a la par recuperar su estabilidad y crecimiento económico, evitando así un estallido y descomposición social terminal de la maltrecha República. El encargado de coordinar y dirigir el comité que desarrollaría el mismo fue el primer director del flamante US Bureau of the Budget (Oficina del Presupuesto de Estados Unidos), Charles G. Dawes, de ahí el nombre del Plan. Los especialistas iniciaron su labor en Enero de 1924 y su programa de resoluciones se sometió a la Comisión de Reparaciones en Abril de dicho año. El Plan Dawes estipulaba que los pagos de las indemnizaciones serían efectuados de manera asumible para la débil situación de la economía germana, en fracciones “razonables” repartidas entre 1924 y 1929, y contando para ello con préstamos a largo plazo por parte de los vencedores – esencialmente, procedentes de la banca norteamericana, la cual concedería créditos al Gobierno Federal y éste a su vez se los transferiría al Estado Alemán – . De este modo, los germanos abonarían en principio unos

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primeros pagos de 1000 millones de marcos-oro anuales, de los cuales 800 millones serán recibidos previamente en forma de préstamos por el procedimiento antes descrito. Las cuotas se irían elevando a medida que creciese y se fortaleciese la economía alemana, llegando hasta un máximo de 2500 millones de marco-oro en 1929, según las previsiones de los especialistas. El resto pendiente de la deuda y sus intereses se satisfaría fijando una cifra-tope de acuerdo con la situación real de la economía germana. Además, se negoció la pronta devolución del Ruhr por parte de los franceses y belgas invasores, aún antes de recibirse el primer pago de 1000 millones. Adicionalmente, se exigía a Francia, Bélgica y el resto de los vencedores a no volver nunca a adoptar una medida unilateral de semejante naturaleza, excepto por incumplimiento flagrante de los nuevos acuerdos por parte de los alemanes, e incluso en tal caso sólo si todos los Estados acreedores reunidos así lo autorizaban de forma estrictamente unánime. En la misma línea, se revocaron las disposiciones del infame Tratado de Versalles que obligaban a Alemania a entregar parte de su “fabulosa deuda colectiva” en forma de materias primas y bienes muebles requisados, porque era obvio que dicho latrocinio legalizado haría insostenible a largo plazo la economía germana. A cambio, los alemanes debían aceptar que el Reichsbank fuera reorganizado bajo la supervisión de tecnócratas extranjeros y, para evitar una nueva escalada de la inflación, se le prohibía descontar los Bonos del Tesoro, así como era obligado a mantener unas reservas constantes de oro y moneda extranjera equivalentes, como mínimo, al 40% del papel-moneda emitido. Asimismo, para sustentar el resto de las reparaciones de guerra no cubierto por los préstamos exteriores, Alemania se comprometía a obtener el dinero necesario mediante impuestos directos al consumo (el famoso IVA actual), tributos aduaneros y otros especiales derivados de la explotación de los ferrocarriles (la red alemana era magnífica y su tráfico comercial y humano caudaloso, pese a la gigantesca depresión económica y los destrozos de la guerra).

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El Gobierno alemán aceptó el Plan Dawes – un verdadero balón de oxígeno de urgencias para la enferma República –, el 17 de Abril de 1924, de acuerdo y sincronizadamente con la Administración estadounidense del Presidente republicano Calvin Coolidge, quien salió elegido el Noviembre del mismo año exhibiendo, entre otras cosas, las “nuevas oportunidades de inversión abiertas en Alemania”, dentro de su línea rigurosamente liberal, partidaria del libre comercio internacional. Y digo “elegido” y no “reelegido” porque – aunque ocupaba el Despacho Oval de la Casa Blanca desde principios de Agosto de 1923 –, había asumido el máximo cargo en su calidad de Vicepresidente a causa de la muerte del Presidente electo Warren G. Harding, fallecido sin concluir su primer y único mandato. El 24 de Abril de 1924 el Plan Dawes fue ratificado al mismo tiempo por los Gobiernos inglés, italiano y belga, fuertemente presionado este último por la diplomacia norteamericana. El “ínclito” Poincaré se resistía en la fortaleza de su radicalismo obtuso y soberbia nacionalista herida... Pero “la Grandeur” de Francia ya empezaba a declinar – aunque no tanto como ahora – y hubo de tragarse las bilis y firmar tan sólo un día más tarde el nuevo pacto, pues sabía que el aislamiento podía resultar fatal para un franco a la baja que amenazaba con desmoronarse. Por supuesto, luego, ante la opinión pública, culparía “a los mercantilistas y arrogantes yankis” de tal “humillación”, sin recordar que les debían la supervivencia de su nación independiente y su cada vez más decadente Imperio a esos “yankis simplones, avariciosos y metomentodos”, pues jamás hubieran vencido solos ni con el resto de los Aliados al Káiser y los suyos sin la intervención de las barras y estrellas...Exactamente igual, pero más críticamente todavía, pues en esta ocasión la intervención americana les “devolvió” literalmente el país ocupado y sometido por los nazis –, se repetiría en 1945, al fin de la II Guerra Mundial..., de la mano de un sagaz estadista, inteligente político y estratega

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pero también sibilino maniobrero y atroz demagogo nacionalista llamado Charles De Gaulle.No en vano la palabra “chovinista” es de origen galo.

Plan Dawes: Una poderosa medicina, pero con no menos fuertes efectos secundarios indeseables

El Plan Dawes supuso un tremendo alivio para las cargas económicas negativas soportadas por la Weimarer Republik. No en exclusiva ni en verdad principalmente por suavizar las condiciones y plazos de los pagos por reparaciones de guerra, sino porque implicó un notable aumento de las inversiones extranjeras – principalmente estadounidenses – en Alemania, así como la disponibilidad de fondos frescos para la financiación de la industria germana y su “relanzamiento” como gran exportadora de productos manufacturados de alta calidad y elevada cantidad en el mercado internacional. Entrando ahora en sinergia positiva o “espiral ascendente”, ello trajo consigo el renacimiento de la confianza mundial en el marco y los préstamos estatales y privados empezaron a fluir sobre Alemania, atraídos por los altos tipos de interés. Ello – unido a la devolución de la rica y fabril cuenca del Ruhr y la eliminación de los “pagos en especia” –, hizo posible que se iniciase la recuperación del crecimiento, que volviese a arrancar el “Gran Motor Industrial Germano”.

Pero el Plan Dawes – como todo fármaco terapéutico potente – conllevaba importante efectos secundarios o colaterales perjudiciales.

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En primer lugar, a corto plazo, obligaba a la industria alemana a solventar dos nuevos problemas: 1) Se tornó imprescindible adaptar la dinámica de equilibrio de producción desde un modelo volcado en el mercado de consumo o demanda interior – predominante por completo durante la guerra y la postguerra o “infancia-juventud de Weimar” –, a otro focalizado en el intercambio con el exterior y las exportaciones. Esta dificultad era menor en Alemania que en Inglaterra – por ello en este tiempo el ya también moderada pero sensiblemente declinante Imperio Post-Victoriano entró en crisis, aunque no tan aguda como Alemania –. No obstante, había importantes sectores industriales germanos que sí acusaron con fuerza el impacto negativo de dicho cambio, como los de los astilleros y el carbón. Sectores donde el paro se cebó debido a la reconversión, siendo además focos de intenso descontento y posible violencia social obrera; 2) Algunas inversiones tanto públicas como privadas emprendidas en el escenario anterior hiper-inflacionario volvían a ser ahora ruinosas bajo condiciones competitivas normalizadas. En consecuencia, la última mitad de la década de los “Locos 20” fue para Alemania un tiempo de “reajuste racionalizador”, durante el cual la economía fue curando sus espantosas heridas, patologías y disfunciones, empezando a crecer y producir beneficios y un tímido pero luego cada vez más firme y sustancioso superávit en las sedientas arcas estatales de la República y la cuenta corriente de las empresas y grandes industrias. Pero a costa de incrementar más que despiadada y peligrosamente el nivel de desempleo, que alcanzó su pico máximo en 1926. Ahora bien, después de esa fecha, la tasa de producción bruta y la excelente productividad o competitividad productiva típicamente germánica, espoleada al fin por un adecuado suministro de creciente inversión interna y externa, comenzó a dar sus primeros frutos: Al final de 1927 ya había sobrepasado claramente los niveles de los años justamente previos a la I Guerra Mundial, y continuó subiendo a ritmo cada vez más acelerado hasta

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principios de 1929. La clase media pudo recuperar en buena parte su anterior estatus de vida y las ganancias de los obreros y trabajadores se incrementaron 1/3 desde 1925 hasta 1929.Paralelamente, el insoportable grado de radicalización, furor y violencia colectiva fueron decayendo, a la vez que el apoyo electoral y de base social de los partidos extremistas – el Nazi incluido – iban menguando.

La Era Stresemann fue – sin duda – la Madurez Regeneradora de la desafortunada República de Weimar.

Pero la Sombra, Tara o Maldición que presidió su mismo nacimiento no tardaría en golpearla de nuevo en breve, esta vez condenándola a una prematura y aún más oscura y tempestuosa decrepitud y muerte anticipadas.

Y en parte, ello derivó del tercer efecto secundario perverso del por lo demás adecuado y eficaz “tratamiento Dawes” sobre el enfermizo cuerpo de la Alemania de entreguerras...

En efecto, el Plan Dawes “sanó” en apariencia a la Weimarer Republik. Pero, en contrapartida, la hizo excesivamente dependiente de la marcha económica de su principal benefactor y a la vez, a través del rédito de préstamos e inversiones, máximo beneficiario: Los Estados Unidos de América. Todo marchó aceptablemente bien mientras duró la bonanza norteamericana; Pero todo giró 180º cuando ésta se hundió, al estallar la Crisis Global o “Crack” de la Bolsa de Nueva York entre el Jueves Negro (24 de Octubre de 1929), y las igualmente abisales caídas de los mercados bursátiles del Lunes y el Martes Negro (28 y 29 de Octubre siguientes), y tras ella, las principales plazas financieras mundiales. Durante la prolongada, mundial y colosal Gran Depresión posterior – en algunos rasgos inquietantemente parecida a la actual Crisis Mundial y en otros netamente

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distinta, como en la siguiente carta-clase analizaremos –, la economía de los Estados Unidos sufrió la más terrible recesión de su Historia (incluyendo la presente Crisis, cuyo efecto se ha centrado y dilatado sobre todo en Europa hasta acercarla peligrosísimamente a una suerte de “Weimar x 27”...). Naturalmente, sus bancos no pudieron seguir prestando dinero a la Administración de Washington para que ella se los concediese a su vez a Alemania, y el progreso positivo de la República de Weimar se hundió con desesperante velocidad. En una bola de nieve de nuevos desastres, ello impidió al Estado germano mantener sus pagos al día a los Aliados. Estos reaccionaron – de nuevo bajo la batuta de los norteamericanos – sustituyendo el ahora inoperante Plan Dawes por el Plan Young, que fraccionaba y alargaba los plazos de pagos aún más, pero ya era tarde: Nada ni nadie podía detener la cascada de parálisis, terror proteccionista arancelario y quiebra de la solvencia del mercado internacional desencadenados por el pánico de la Macro-Crisis.

Golpe de Gracia a Weimar: Muerte de Stresemann, Nuevo Abismo Económico, Ascenso del Nazismo; La Decrepitud

Final de la República

Muerte de Stresemann

Por fortuna para él, a veces la Naturaleza o los “dioses” parecen mostrarse clementes: Gustav Stresemann murió escasas semanas antes de que el Monstruo Horrendo de la Gran Depresión se alzara sobre el ajedrez de las naciones, asolando en poco tiempo la magna obra recuperadora que el gran estadista tanto luchó, hasta enfermo y exhausto físicamente en sus últimos

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años, por consolidar... Y que por fin ya estaba empezando a sanar efectivamente el otrora agónico cuerpo social, económico y político de su amada patria. Stresemann – cuyo último gran éxito había sido la plena incorporación de Alemania a la Sociedad de Naciones –, abandonó este despiadado mundo por infarto cerebral el día 3 de Octubre de 1929. Su funeral de Estado fue majestuoso, lleno de respeto, imponente. Después de todo, aquel admirable hombre había conquistado con su tesón, infatigable trabajo, inteligencia y sacrificio el corazón de los alemanes, e incluso sus numerosos adversarios políticos honraron su tumba.

Antes de que acabara el maldito mes, toda su hercúlea, noble y excelente labor empezó a resquebrajarse bajo la “Tormenta Financiera Perfecta” multinacional...

Con él, se desvanecía la última Luz de la desdichada Weimarer Republik.

Nuevo Abismo Económico

En cuanto los préstamos dejaron de manar, las clases media y trabajadora alemana sufrieron el rápido retorno a la pobreza y el caos económico precedentes: Miles de pequeños negocios quebraron, el paro volvió a subir por millones, el mercado interno colapsó, la inversión y las exportaciones decayeron brutal y bruscamente y la producción se desplomó a más de la mitad en apenas tres años.

Esta Segunda Gran Desesperación fue la magna oportunidad que aguardaba el Partido Nazi para resucitar de la lenta consunción a la que se veía postergado durante los años “menos malos” de madurez de la República, la perdida y añorada “Era Stresemann” ahora para siempre fenecida.

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La Bestia, por fin, podía levantarse, pisar fuerte y rugir con arrogante prepotencia...

Como era de prever, pronto, en concreto en Marzo de 1930, el Gobierno de Gran Coalición presidido por el Canciller socialdemócrata Hermann Müller fue derribado al romperse la precaria alianza que lo sostenía. Le sucedió en el cargo el centrista católico Heinrich Brüning, nombrado por el Presidente de la República, el Mariscal y nacionalista conservador Paul von Hindenburg, siguiendo un consejo del General Kurt von Schleicher, personaje quien luego contribuiría empero a la caída del nuevo Canciller.

Acosado e impotente por la situación, Brüning fue incapaz de ver aprobados sus presupuestos en el Parlamento. Así, éstos fueron impuestos por decreto presidencial de Hindenburg, saltándose la autoridad del Reichstag. Este demandó de inmediato su retirada al Presidente, pero Hindenburg, a petición de Brüning, respondió utilizando sus potestades para disolver la cámara en Julio de 1930, convocando nuevas elecciones para el 14 de Septiembre. De inmediato los nacional-socialistas liderados por Adolf Hitler aprovecharon al máximo con su desaforada demagogia en campaña el comprensible repunte del disgusto e indignación de las masas...

Estas fatídicas elecciones lanzaron al Partido Nazi desde una casi marginal novena posición hasta el segundo lugar en orden de votos populares, desbordando incluso las expectativas de Hitler y sus más destacados colaboradores: ¡Pasaron de unos 800000 votos a cerca de 6500000, lo que se tradujo a ocupar de unos magros 12 escaños a 107. Los comunistas – lógicamente, al hallarse al otro extremo del radicalismo irracional –, también ganaron apoyos, pero en cantidad mucho más discreta. Los grandes perjudicados fueron los partidos “más moderados” a la derecha e izquierda, y

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el centro. Todos ellos casi totalmente abandonados por la desolada y furiosa clase media y buena parte de la obrera que les había sostenido. De ambas fuentes se alimentó el Leviatán Nazi, evidentemente.

El “sorprendente” resultado de las elecciones provocó otro cambio harto inconveniente: A partir de entonces, varios industriales importantes se acercaron al emergente poder hitleriano, contribuyendo de modo generoso a su financiación. Seguidos de cerca por algunos no menos ricos aristócratas, así como sobresalientes periodistas, intelectuales, científicos, autores y artistas y la emergente e influyente industria del ocio en general y el cine en particular... La Bestia empezaba a seducir a los poderes fácticos y medrar aceleradamente en la Élite.

Brüning, quien logró revalidar su cargo como cabeza de una debilitadísima nueva Coalición, se vio ahora por entero “atado de pies y manos”, pues carecía de mayoría parlamentaria para aprobar las Leyes. Así, su dependencia de Hindenburg se tornó absoluta y, como veremos, fatal.

He aquí el Noveno Error dentro del Tercer Gran Error: Un error que se resume en la nefasta, ciega, egoísta y destructiva personalidad asociada a un nombre: El prusiano “hiper-céfalo-cúbico” pero astuto como un zorro Paul von Hindenburg.

Uno de los hombres más nefandos de la historia de los dirigentes germanos.

Elecciones Presidenciales (1931-32): Otro “Annus Horribilis” para la precoz decrepitud de la República

El 1931 fue otro “Año Horrible” para Weimar: En plena eclosión de la

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Gran Depresión, la cifra de parados llegó a los 5 millones. Esto se vio acompañado por sucesivas bancarrotas de relevantes entidades bancarias del país y su entorno: El Credit-Anstalt – el principal banco austriaco con una amplia red de operadores en el territorio germano –, fue seguido por el Danat-Bank, hasta el momento uno de los más fuertes bancos alemanes, que hubo de ser intervenido por el Gobierno. A tan infernal debacle económica y financiera, se unió un nuevo problema institucional: El periodo de la Presidencia de Hindenburg finalizaba en la primavera del 1932, y aun cuando Hitler y los suyos no contaban con una mayoría suficiente para gobernar, sus opositores de la vieja y denostada “clase política central” de Weimar estaban tan neciamente desunidos, atrozmente desprestigiados y críticamente disminuidos, que la victoria de los nazis parecía inevitable.Para evitarlo, Brüning ideó una ambiciosa táctica, consistente en convencer al resto de los partidos y grupos políticos “moderados” en apoyar la suspensión de las elecciones presidenciales, justificándose en el “estado de emergencia de la nación”. Este “truco legal” permitiría alargar la Presidencia de Hindenburg indefinidamente hasta su muerte, pero tampoco supondría un aplazamiento excesivo porque el anciano Mariscal contaba ya con más de 84 años. Sus argumentos consiguieron el aval de los 2/3 de ambas Cámaras legislativas, el Reichstag (equivalente al Congreso) y el Reichsrat (Senado o Cámara Territorial), pues los líderes y ejecutivas de los partidos que eran incapaces de unirse de nuevo contra la catástrofe que arrasaba el país sí consintieron en “dilatar la agonía” por mero instinto de supervivencia. Ahora bien, el mandatario católico era bien consciente de que – una vez acontecido el fallecimiento del longevo Presidente –, el problema de Hitler y su patente amenaza contra la pervivencia misma del sistema democrático parlamentario seguiría estando ahí con igual o mayor fuerza. Por tanto, tramó otro proyecto político de envergadura para librarse por fin de él: En su vertiente interior, propuso al Parlamento reformar la Constitución de Weimar y transmutar la República en una Monarquía Constitucional, con

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Hindenburg como Regente vitalicio, para después – una vez consumado su fallecimiento –, coronar como Káiser a uno de los hijos del Príncipe Guillermo. Ello, además, dividiría profundamente a la derecha “templada” e incluso a los ultra-nacionalistas conservadores, muchos de ellos acendrados monárquicos, alejándolos del nazismo; Por otro lado, en política exterior pretendía exigir a los Aliados desarmarse al nivel de Alemania, como ordenaba el Tratado de Versalles en aras de una “nueva Era de Paz y Libre Comercio” inspirada en el idealismo Wilsoniano, punto del acuerdo que jamás se había cumplido, como cabía esperar. Puesto que era previsible la negativa de los vencedores, entonces Alemania se sentiría “libre de iniciar su rearme” como medio de reactivar la economía y afianzar su nuevo estatus jurídico internacional recobrado de “Estado independiente de pleno derecho”, miembro de la Sociedad de Naciones. Tal resolución sería muy popular y asimismo atraería y “calmaría” a la derecha nacionalista radical, debilitando en idéntica proporción a Hitler y sus secuaces.

La idea era buena y astuta, aunque osada y llena de dificultades, pero ante escenarios tan pésimos no cabe otra opción que arriesgarse con algo totalmente nuevo. Sin embargo, el “cabezota super-cuadrada” de Hindenburg fue el primero en negarse. No deseaba ver a otro miembro de la dinastía Hohenzollern en el trono excepto a Guillermo II, ¡y también le molestaba que un monarca se viese sometido a las limitaciones de poder inherentes a un régimen constitucional!...

Eso lo dice todo sobre la verdadera dimensión del primitivismo, cerrazón, absurdez y “absoluta cúbico-cefalia” del viejo Mariscal, quien jamás había aceptado ni asumido con sinceridad los principios democráticos y parlamentarios, por mucho que su pequeño pero eficiente partido bisagra, bien conectado con los profundos poderes fácticos germanos, se tildase de “Independiente”. Para rematar el asunto, Hindenburg comunicó a su

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antiguo “pupilo” que no planeaba presentarse de nuevo al cargo de Presidente.El otro gran obstáculo que se opuso al nuevo plan de Brüning fueron los nacionalistas de derecha presuntamente “moderados”, capitaneados por Alfred Hugenberg, cuyos escaños eran precisos para asegurar la mayoría legalmente requerida para ejecutarlo. Hugenburg rechazó la idea frontalmente, pero Adolf Hitler, en una sibilina e inteligente reacción maniobrera, escribió una carta al anciano Mariscal en la cual le condicionaba a propiciar la renuncia del Canciller Brüning para que accediese a seguir apoyando la postergación electoral. Hindenburg – quien pese a su relativa afinidad con el extremismo nacionalista pan-germánico nazi despreciaba a Hitler, al que llamaba “el cabo de Bohemia” aludiendo a la modesta graduación conseguida por el siniestro personaje en su servicio como combatiente en la I Guerra Mundial y a sus orígenes real y formalmente austriacos por el lugar de su nacimiento, de hecho aún no era un ciudadano alemán en términos estrictamente burocráticos –, le contestó a través de una fría misiva que no aceptaba el chantaje político planteado.Cercado por todos los frentes, Brüning suplicó a Hindenburg que se postulase otra vez como Presidente de la República. Este, tras hacerse de rogar mucho, accedió finalmente, pero quedó resentido contra su hasta entonces “querido hombre de paja”, porque culpaba al tambaleante Canciller centrista de haber negociado mal con Hitler, amén de haber perdido asimismo la confianza de los nacionalistas – el apoyo “natural” del viejo Mariscal –, quien debía ahora pactar el de los socialdemócratas, a quienes siempre había detestado y desdeñado.Este alejamiento de los conservadores no derivaba únicamente de sus fallidas “maniobras reconstituyentes”, sino de la puesta en marcha de una serie de planes estatales para acabar de una buena vez con las inmensas extensiones de tierras en manos de los Junkers, que no tan sólo eran perennemente improductivas, sino además generaban onerosas deudas

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públicas debido a la necesidad de subvencionarlas. Schleicher, otro militarista de ultraderecha, tampoco contemplaba ya con buenos ojos al “demasiado corrido a la izquierda” Brüning, y empezó a planear su caída, aunque de momento sostuvo su apoyo, porque los votos del Canciller eran imprescindibles para asegurar la reelección de Hindenburg.

Brüning – con el entusiasmo del apurado superviviente –, Schleicher por interesada convicción y, en menor medida los socialdemócratas y sus demás aliados se lanzaron a la campaña presidencial de Hindenburg, quien apenas participó en persona debido a su avanzada edad. Hitler se presentó como candidato alternativo, no sin antes dudarlo mucho, y tan sólo empujado por sus más allegados partidarios tras conseguir al fin su anhelada “carta de ciudadano del Deustches Reich con plenos derechos”.

Adolf Hitler y su Partido Nazi no contaban con la ayuda de ningún otro grupo político, pero sí con la de poderosos e influyentes industriales como Fritz Thyssen, entre otros, y corporaciones cuales la Aseguradora Allianz, así como potentes bancos privados como Deustche Bank y Dresdner Bank. Opulentos nombres que aún siguen sonando con fuerza en el presente, Frau Merkel, lo que demuestra que la Historia es completamente cínica, amoral y regida por el puro “darwinismo competitivo, cambiante y oportunista de los memes más aptos o adaptados al medio variante en cada momento”, hecho anticipado por Tsun Zú y Maquiavelo - por destacar solo los más célebres –, y conceptualizado al fin en términos científicos por Richard Dawkins.

Hindenburg – por su lado – recibió la ayuda política de los socialdemócratas, a la que se sumó la financiera de un imponente plantel de magnates y grandes empresarios e industriales, entre los que destacaron Karl Friedrich von Siemens (principal accionista y fundador de la Siemens AG), así como Karl Bosch ( de la IG Farben) y Karl Duisberg, ilustre químico este último y

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representantes ambos de la poderosa industria alemana de su ramo.

Un fascinante y muy equilibrado “Combate de Titanes” como puede verse, aunque ensombrecido por el triste hecho de que se trataba de elegir entre un “mal menor retrógrado e hiper-cefalo-cúbico” y un Mal Mayor integralmente monstruoso y demencial, por más que bien disfrazado por las más novedosas y refinadas técnicas de la demagogia, la propaganda, el simbolismo, la encendida retórica y la parafernalia espectacular de masas...

Tan equilibrado, que tal condición se reflejó de manera endiabladamente exacta en las urnas: El día de las elecciones (13 de Marzo de 1932), ¡el Viejo Mariscal Hindenburg ganó por unos 20 pun tos porcentuales, pero le faltó un 0.4% para acceder a la mayoría absoluta! En la segunda vuelta, convocada el 10 de Abril, ganó por poco más del 50% de los votos exigidos, pero Hitler conservó hasta un 37% de los mismos. Y ello pese a que en estos segundos comicios la minoría monárquica de Theodor Duesterberg retiró a éste como candidato, lo que provocó el traspaso de casi todos sus electores a favor de Hindenburg. Los comunistas mantuvieron a su aspirante y Presidente del Partido Ernst Thälmann, con pobres y declinantes resultados.

En número de votos populares, el balance era todavía más preocupante: Los nacional-socialistas habían acumulado cinco millones de votantes más que en las anteriores elecciones de 1930. Pese a este dato, Brüning creyó que era el momento adecuado para asestarles un fuerte golpe ilegalizando la rama sindicalista, “obrera” y a la vez paramilitar de su movimiento, las Sturmabteilung (SA), lideradas por el carismático, mitómano, militarista, fanático de la “perfección de la raza aria” y homosexual Ernst Röhm. Esta propuesta se basaba en los informes de los servicios secretos y de las policías prusiana y bávara, que acusaban al dirigente nazi de preparar un golpe de Estado. Hindenburg, asesorado por su Canciller y los mandos de los cuerpos

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de espionaje y seguridad por los que sentía gran respeto, firmó el decreto el 13 de Abril. Pero éste no se llegó a aplicar por la intervención del intrigante Schleicher, quien había estado reuniéndose más que discretamente con Röhm, convenciéndolo de transferir el mando de las SA al Estado. El General le mostró este proyecto a su antiguo tutor y mentor el asimismo General Groener, Ministro de Defensa del Gobierno y aliado de Brüning, pero su colega se negó en redondo a secundarlo. En ese mismo instante, el rapaz y traicionero Schleicher decidió en silencio eliminar de sus puestos tanto a Brüning como a su antiguo tutor en cuanto se le presentara la ocasión.

Esta oportunidad apareció muy pronto: El 24 de Abril, los nazis obtuvieron una clara mayoría en las elecciones de la Dieta Regional de Prusia. El Gobierno perdió el apoyo de tan relevante Estado, tornándose así mucho más inestable y vulnerable. Nada más que cuatro días más tarde, Schleicher se reunía en secreto con Adolf Hitler y el líder nazi aceptó apoyar una nueva coalición a cambio de que la abolición de las SA no se llevase a efecto y de “la cabeza de Brüning en bandeja de plata”. El sagaz y traicionero Schleicher ya se había adelantado a la jugada, comunicando a su amigo, el aristocrático General de la “Vieja Guardia” Kurt von Hammerstein-Equord, Jefe de Estado Mayor del Ejército, que la orden presidencial contra las SA no era ni debía ser acatada por la Reichswehr. Schleicher fue secundado en su maniobra por el Secretario del Presidente, Otto Meissner, y el propio hijo de Hindenburg, Oskar, quienes no dudaron en aproximarse al Partido Nazi de su mano.

Por consiguiente, Décimo Error dentro del Tercer Gran Lado-Error: Otra vez un sólo nombre y su fatal personalidad tóxica: Kurt von Schleicher.

Hitler les indicó que – con el pretexto de “reactivar la democracia

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parlamentaria”, debían presionar a Hindenburg para que disolviese el nuevo Parlamento una vez más, justo después de que Brüning abandonara la Cancillería.Pero faltaba deshacerse de Groener. Para ello, Schleicher no vaciló en emplear los más sucios métodos de las comadrejas “huele-braguetas”: Le contó al Viejo y ultra-conservador puritano Mariscal que el Ministro de Defensa había tenido un hijo ilegítimo a los cinco meses de su boda, al que había adoptado. Breves jornadas después le hizo creer que el “Frente de Hierro” – milicia del SPD – se estaba armando para desencadenar una Guerra Civil, lo que era completamente falso. Los “hombres de Hitler” difundieron ambas noticias – la auténtica e íntima y la irresponsable patraña –, con sus eficaces y habituales procedimientos. Groener fue humillado a cuenta de su “hijo putativo naturalizado” en el Parlamento a cargo de otro par de víboras de la alta dirección nazi, Göering y Goebbels, este último inteligente, despiadado y sutil Ministro de Propaganda en el futuro III Reich hitleriano. El General Groener fue acosado por ellos y por Schleicher, indicándole que el Ejército le consideraba “indigno” y pedía su renuncia por “cuestión de honor”. Finalmente, consiguieron que Hindenburg le diera la espalda, y Groener dimitió el 12 de Mayo.Pero la infame suciedad táctica de Schleicher alcanzó cotas muy superiores: Cuando Brüning, consciente de que su cabeza sería la siguiente en caer, intentó apuntarse una victoria política que le fortaleciese, viajando a Ginebra para acordar con el Primer Ministro francés André Tardieu unas nuevas mejoras en las condiciones y pagos de las deudas de guerra, el taimado General no tuvo escrúpulos en convertirse en un traidor a los intereses de esa “Patria Germánica” que tanto decía amar...; Así, envió un mensajero al dirigente galo informándole de que Brüning sería muy pronto destituido, por lo que era inútil negociar nada con él. Tardieu canceló el encuentro, alegando que se hallaba enfermo. Amargado y vencido con tan pestilentes mañas, Brüning volvió a Berlín, aguardando, inerme, que cayera la afilada

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hoja de su guillotina política. Hindenburg le llamó el 29 de Mayo, habiendo sido previamente persuadido por Meissner de que existía un curso de acción para desbloquear la vida parlamentaria, con tal de prescindir de Brüning para siempre. El Viejo Mariscal le espetó con severísimo tono reprobatorio y despectivo a su antiguo “protegido” que “había llegado a sus oídos de buenas fuentes que algunos de los ministros de su Gabinete eran bolcheviques encubiertos con ilegales y dañinos planes de socialización a la soviética” (la última infamia propalada por Schleicher y sus amigos militares y nazis). Por tanto, “ya no aprobaría más leyes suyas” – sentenció – .

El Canciller carecía de apoyos propios en el Parlamento y, con la oposición frontal del Presidente, sabía que no podría de ninguna forma ejercer sus funciones. En consecuencia, renunció al día siguiente.

Agudizando la prematura “demencia senil” de la República: El Gobierno de Papen y las Elecciones Parlamentarias de

1932

Consumada la atroz y cobarde felonía, fue designado nuevo Canciller Franz von Papen, en teoría otro centrista católico del ZP como el defenestrado Brüning, y que llegaba al poder ejecutivo de la misma manera que él, gracias a la influencia de Schleicher sobre Hindenburg. Mediante este nombramiento, el viejo zorro de Schleicher calculaba ganar el voto favorable de los centristas al nuevo Ejecutivo y, dado que los nazis ya se habían comprometido a apoyarlo, se recabaría la suma de escaños necesaria para permitirle gobernar. Pero no contaba conque Hitler era al menos, si no más, tan ladino y perspicaz como él, y con similar falta de respeto por la palabra de honor: El “cabo de Bohemia” no deseaba ver relacionado ante la opinión pública su “movimiento revolucionario” con un Gobierno presidido por un

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líder del impopular y desgastado ZP. Igualmente, los diputados y mandatarios del centrismo católico tampoco contemplaban con buenos ojos una alianza explícita y visible con un partido profundamente envuelto en una ideología “atea” y manifiestamente “racista-materialista”. Además, se rebelaban contra la idea de que los hitlerianos se limitaran a abstenerse para facilitar la gobernabilidad en minoría, porque en tal opción no asumirían los costes de las leyes impopulares que habrían de aprobarse. El posible acuerdo de legislatura se tornaba de esta manera imposible.

Consecuentemente, Papen se vio abandonado y huérfano de apoyos dentro de su propio grupo parlamentario, obligando a Hindenburg a buscar como fuera otros candidatos alternativos para formar su Gabinete bajo condiciones que obtuvieran el “aprobado” de Hitler. Para rematar la grotesca coyuntura, Papen era un hombre poco respetado y muy criticado desde el seno de su propio partido hasta todos los sectores del arco parlamentario, pues tenía justa fama de ser aún más maniobrero, poco de fiar e intrigante que Schleicher.

Por ello, como se justificará de sobra en las líneas siguientes, el Undécimo Error dentro del Tercer Gran Error lleva el infausto nombre de Franz von Papen.

Por tanto, el Viejo Mariscal casi únicamente encontró candidatos que aceptaran ser los ministros de Papen entre la rancia nobleza imperial. Por eso el nuevo y enésimo Gobierno de Weimar fue llamado con ácida burla “el Gabinete de los Barones”.

El Gobierno del Canciller Papen se enfrentó enseguida a su primer gran escollo: El 3 de Junio, la Dieta Prusiana sometió a votación una moción de censura contra el Gobierno regional democrático presidido por el

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socialdemócrata Otto Braun. Esta iniciativa, llevada a cabo por los comunistas, tan sólo hizo más poderosos a los nazis en el vital Länder de Prusia, propiciando el “golpe de gracia” efectivo al régimen republicano parlamentario... Como se ve, nada más “inteligente” que un fanático extremista ya fuere de izquierdas o de derechas...

Este “golpe Prusiano”, como fue tildado muy pronto, fue soportado sin rechistar por el disminuido SPD, pero aprovechado por los propios comunistas para llamar a un absurda y contraproducente huelga general... Desesperado intento de perdedores “invisibles” para hacerse notar,,,

Y Duodécimo Error “Terminal” dentro del Tercer Gran Error del “Cuadrado Alemán”...

“Terminal”, pues no en vano múltiples y reputados historiadores estiman que este esperpéntico, indignante y bufo episodio fue el verdadero “acto-disparate” final que acabó de “rematar” a la República..., aun cuando los nacional-socialistas no alcanzaron el Poder hasta 8 meses más adelante; La población, demostrando mucho más sentido común y sobre todo mortal hastío asqueado de tantos despropósitos, mezquindades y estupideces políticas, no acudió a la huelga. Hubo, no obstante, disturbios callejeros por los choques violentos entre las milicias nazis y bolcheviques, dando la excusa a Papen para emplear la fuerza y asumir el control central directo de la administración prusiana, consumando la infamia contra la democracia para regocijo de sus aliados encubiertos nacional-socialistas.

Entretanto, cumpliendo con lo pactado “reservadamente” con Hitler, el nefasto Canciller disolvió de nuevo el Reichstag y convocó otras nuevas elecciones más para Junio. Acto seguido, el “inefable” Schleicher – ahora poderoso Ministro de Defensa – convenció al ya muy anciano y fácilmente

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moldeable Hindenburg para que anulase la orden pendiente o “congelada” de disolución de las SA, que nunca había llegado a hacerse efectiva. El 15 de Junio el longevo Mariscal accedió a ello.

El resultado de las Elecciones del 31 de Julio de 1932 fueron los siguientes: El Partido Nazi se convirtió en el ganador en escaños (230) – al concentrar el voto de la clase media y buena fracción de la obrera, arrebatada a los comunistas y el SPD, en las circunscripciones de las grandes ciudades –, pero su relativa inferior penetración en los núcleos rurales más tradicionalistas le hizo sumar tan sólo el 38% del electorado. Pese a este dato en contra, Hitler se reunió con Schleicher el 5 de Agosto, demandándole la Cancillería. El diálogo entre serpientes venenosas fue sin duda digno de verse, pero aunque Adolf quedó convencido de que había doblegado la voluntad de la serpiente más veterana, sin duda “más sabe el Diablo por viejo que por Diablo” (de nuevo muy acertado el Refranero de los “Vagos del Sur”, habrá de reconocerlo, Frau Kanzerlin Merkel...): Llegado el 12 de Agosto, el escurridizo y “viscoso” General se negó a otorgar a Hitler el cargo de Canciller sin alcanzar por sí mismo la mayoría parlamentaria suficiente, conminándole a pactar con el centro. Un segundo y tenso encuentro entre ambos en presencia de Papen (de nuevo imagino espectacular como “escuela de perversidad y astucia política”), tampoco llegó a acuerdo alguno. Finalmente, el “cabo de Bohemia” fue llamado a Palacio por Hindenburg, quien, seco y gélido como de costumbre con el “advenedizo”, le reprochó “no haber cumplido su palabra de apoyar a Papen”.

Adolf Hitler y su descomunal ambición salieron malparados de este episodio: Por más crecimiento electoral, vigor social e ideológico e influencia popular que hubiese adquirido, el Nazismo no lograba “tocar poder real”. Esto retrajo parte de los apoyos y “mecenazgos” disfrutados, por lo cual, transformado ahora el NSDAP junto a la SA en una formidable y costosa

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maquinaria socio-política de masas, se vio angustiosamente escaso de fondos. Algunos de sus líderes, encabezados por el bávaro, farmacéutico, activista , ex-Freikorp y agitador profesional de masas Gregor Strasser – máxima figura del “ala izquierda” de tintes más “socialistas” del Partido junto al berlinés Joseph Goebbels, aunque, a diferencia de este último, mucho más independiente y crítico con el futuro “Führer” –, empezaron a manifestar su inquietud por ello, e incluso a dudar de la idoneidad del liderato de Adolf Hitler. Strasser se postuló entonces como “enlace negociador” entre su grupo y los centristas. A regañadientes, y para evitar una amenaza de división interna, Hitler aceptó emprender las conversaciones, aunque bajo su supervisión directa, claro está. Hábil, bastante más diplomático, distinguido, moderado y culto que Hitler, y considerablemente más cercano por origen familiar a la mentalidad católica germana, Strasser persuade con rapidez a los jefes del ZP para que le concedan elegir el Presidente del Parlamento. De esta forma llega a tan honorífico y vistoso puesto un rudimentario, hasta entonces poco relevante militante nazi y absolutamente “cúbico-céfalo” Hermann Göering. Este y Hitler pugnaron por forzar en ese momento un Gobierno de Coalición con el centro católico, pero el ZP no quiso comprometerse por temor a quedar “fagocitado” por los nazis y perder el poco rédito electoral que les quedaba. El ardiente anhelo de Hitler por acceder constitucionalmente a la Cancillería se frustraba una vez más.

Papen, temeroso de este limitado pero patente acercamiento entre el NSDAP y el ZP, argumentó ante Hindenburg que había un alto riesgo de que el centrismo y los nazis se aliaran excluyéndolo a él y los suyos del Poder. Lo que disgustaba en extremo al Viejo Mariscal, al hallarse coaligados con la derecha nacionalista “clásica” en general y la monárquica en particular, que él tanto estimaba. El cada vez más dúctil, torpe y manipulable Presidente consintió por “enésima + 1” vez disolver el Parlamento, orden

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por carta oficial firmada que el intrigante Canciller utilizó el 12 de Septiembre, cuando acudió al Reichstag y sufrió una previsible moción de censura, llamando así a otras Elecciones Generales más para el 6 de Noviembre. Von Papen confiaba – por completo ajeno a la realidad de la calle –, que para tal fecha las medidas económicas de su débil Gobierno habrían surtido efecto positivo. Strasser y su sector se sintieron fuertemente recelosos y preocupados ante estas nuevas votaciones, porque preveían – con razón – que el Partido Nazi empezaría a acusar cierto desgaste habida cuenta de su “pérdida de virginidad parlamentaria” ante los ojos de sus afines, sobre todo entre las capas medias modestas y obreras radicalizadas por su propio discurso radical demagógico “Anti-Sistema” anterior. Y así ocurrió en rigor: Los escaños del NSDAP descendieron desde 230 a 197, correspondiendo a una bajada de dos millones de votos populares. Fortalecido en sus tesis, Strasser osó reclamar públicamente a Hitler que renunciase a la exigencia de ser nombrado Canciller y se aviniese a compartir el poder. Ahora sumaba a sus partidarios dentro del Partido al destacado dirigente y ex-abogado de la policía muniqués Wilhelm Frick. Papen desde fuera se unió a esta presión interna, conminándole a negociar. El impaciente, iracundo y ambicioso líder del Nazismo aceptó, pero presentó una lista de demandas tales a cambio de su renuncia temporal al máximo cargo ejecutivo que Papen se vio obligado a denegarlas. Aun a sabiendas de que ello le colocaba en una situación de derrota política, pues contaba en ese caso con los exclusivos votos de la derecha nacionalista, que sumaban unos magros 50 escaños. De inmediato, el archi-traicionero y fluctuante Schleicher pidió su retirada, que se hizo oficial el 17 de Noviembre. Enseguida, obligado por el texto constitucional y por más que le incomodase, el Viejo Mariscal llamó a Adolf Hitler para intentar que formara un Gobierno de Coalición, como líder de la mayoría relativa o partido con más votos populares de Alemania. El Presidente – frío y enhiesto como una vara – ofreció al “cabo de Bohemia” el cargo de Canciller, pero a condición de que lograse forjar una mayoría parlamentaria

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suficiente. Por el contrario, le indicó con claridad que prefería que Papen siguiese gobernando en minoría mediante acuerdos puntuales. Durante una semana, prosiguieron las idas y venidas de Adolf y sus colaboradores a Palacio, sin resultado alguno. Al mismo tiempo, Schleicher se reunió con Strasser, quien le propuso su apoyo, prescindiendo de Papen, en contrapartida a formar un Gobierno con mayoría de ministros nazis “de su cuerda”; El 1 de Diciembre, Hindenburg convocó a Papen y a Schleicher a la par, mientras simultáneamente, en Weimar, Strasser y Frick luchaban por persuadir a Hitler para que apoyase un Gobierno de Schleicher, a lo que se opusieron Göring y Goebbels – iniciando así este último su cada vez más rápido alejamiento visible de la línea de Strasser. El invisible o mejor dicho discreto había empezado desde que aquél se atrevió a discutir francamente las decisiones de “su adorado Führer” –. En medio de todo esta dédalo caótico de intrigas y contra-intrigas, Papen se sostenía firme en su convicción de que Hindenburg le prefería a él en el despacho de la Cancillería, por lo que incluso se atrevió a proponer reformas a la Constitución durante su fragilísimo Gobierno. Schleicher, quien ahora deseaba prescindir de Papen como en el pasado había eliminado a Brüning, le prometió a un vacilante Hindenburg que él lograría dividir en dos el Partido Nazi a través de una sólida alianza con Strasser: La facción de éste y la suya propia, pactando una Coalición con los socialdemócratas, sumarían una mayoría holgada para gobernar. Ante la renuencia del anciano Presidente a dar su aprobación a dicho arreglo, el “General Serpiente” tiró de hilos y consiguió poner en contra del Canciller Papen a la mitad de su Gabinete, mientras alertaba a Hindenburg de que la situación era tan grave que resultaba inminente una Guerra Civil. El Viejo Mariscal, temeroso y cada vez más embotado y débil tanto física como mentalmente, se avino de nuevo a la poderosa y obsesivamente ambiciosa voluntad de Schleicher, aceptando destituir a Papen. Sin embargo, todavía mostraba cierta confianza en él y dudaba de las pretensiones de Schleicher, por lo cual, algunas semanas

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más tarde, el Canciller saliente pudo devolverle el golpe a su traidor Ministro de Defensa. Esto último, además, se vio favorecido porque la helada respuesta de Hitler a Schleicher llegó, aunque tarde: Los nazis no apoyarían su Gobierno y le recomendaban que no aceptase la Cancillería.

Fugaz Gobierno, Caída de Schlacher y Coalición Papen-Hitler: Decrepitud Final y Muerte de la República de

Weimar (1932-1933)

Desde los absurdos, insensatos y tristes sucesos del “Golpe de Prusia” la Weismarer Republik estaba definitivamente acabada tras su largo y prematuro envejecimiento y agonía. Totalmente agotada y necrótica en términos funcionales, políticos y morales, además de socio-económicos desde bastante antes.

Era – de hecho – un muerto viviente puramente formal-institucional.

Pero aún quedaba el Acto Postrero de su “Segunda” o “Definitiva Muerte”...

El golpe de gracia al cerebro semi-putrefacto, por seguir con la metáfora del Zombi tan popular en novelas, series de TV y estrenos de Hollywood últimamente.

El 3 de Diciembre, el recién aupado Canciller Schleicher se reunió en secreto con Strasser, ofreciéndole la Vice-Cancillería. Ese mismo día, en las elecciones regionales de Turingia, el NSDAP perdió el 40% de sus votos

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anteriores, confirmando los peores temores y predicciones del segundo. Strasser, debido a esta evidencia, y también naturalmente atraído por el poder, se convenció por completo de que si Hitler no abandonaba su rígida política de “todo o nada” el fin del Partido Nazi se encontraba próximo. Tan sólo dos jornadas después, en el lujoso Hotel Kaiserhof, trató de disuadir a Hitler de que apoyara por fin a Schleicher, sin éxito. Dos días más tarde, volvieron a parlamentar en el no menos exclusivo Hotel Excelsior. Pero en esta ocasión la discusión y el tono de la misma llegó a más, y Strasser se retiró a su confortable habitación lleno de rabia contra su líder. Impulsivamente, dimitió de todos sus cargos orgánicos ejecutivos en el Partido mediante una violenta carta, publicando al unísono en los periódicos su versión de los hechos, además de amenazar con escindir el NSDAP en dos, tal y como había alentado y previsto el viejo zorro de Schleicher desde que inició su “trabajo de seducción” con él. En realidad, Strasser tenía razón objetivamente hablando, pero su torpeza y “cuadratura craneana” fueron imperdonables desde un punto de vista estratégico. Adolf Hitler estalló en uno de sus posteriormente proverbiales ataques de cólera histérico-paranoide, en cuyo clímax aseguró a su “querido” Goebbels que “se suicidaría si el Partido se dividía”. Frick intentó reconciliarlo con Strasser, pero éste lo rechazó, orgulloso, en su errónea convicción de que Hitler no tardaría en rogarle su vuelta. De hecho, en un sentido literal además de figurado, porque se marchó a Múnich y luego de viaje a Italia. Gran fallo que le costó su carrera política y, a la larga, su misma cabeza, también en un sentido para nada metafórico, durante la “Noche de los Cuchillos Largos”...No tuvo en cuenta que su ausencia sería aprovechada con rotunda y presta eficacia por Hitler y sus más fieles seguidores, quienes se organizaron como irresistibles legiones de hormigas disciplinadas para acabar con el poder interno del “ furibundo viajero” en el Partido Nazi: Utilizando su mayoría en la ejecutiva, los líderes simpatizantes de Strasser fueron defenestrados, y los restantes, “tibios” o “equidistantes”, se vieron llamados al orden y

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obligados a firmar una declaración de fidelidad personal a Adolf Hitler. Adicionalmente, éste, Goebbels y otros dirigentes organizaron giras por toda Alemania, donde se reunieron a solas y celebraron multitudinarios mítines con los líderes locales, proclamando que “la Victoria estaba cerca”.

Por su parte, Papen lamía sus heridas, rumiando su venganza con el propósito de hacer caer al Canciller Schleicher: El 4 de Enero de 1933 se encontró con Hitler en privado, aunque los bien pagados y seleccionados espías del Canciller le informaron de la reunión. Papen le propuso un Gobierno donde Adolf sería por fin Canciller, pero los ministros se hallarían elegidos por él. Esta es la versión de la mayoría de los historiadores y biógrafos especializados. Pero una no menos reconocida minoría de ellos defiende que Papen no podía haber realizado esa oferta, porque sencillamente no contaba con los apoyos necesarios en el Reichstag, y Hitler lo sabía a la perfección. El propio Papen quiso “exculparse” después del fin de la II Guerra Mundial argumentando lo mismo. Lo que sí se ha confirmado es que a esa reunión acudieron poderosos industriales y personajes influyentes de los poderes fácticos del país, volviendo a comprometer su ayuda financiera al Partido Nazi, y que en tal operación el papel de mediador-promotor de Papen fue clave. Asimismo, se ha certificado que este último entregó al líder nacional-socialista otra arma, esta política, de gran calibre: Le informó de que Schleicher había obtenido el sillón de Canciller tan sólo bajo la condición de conservar una mayoría mínima suficiente al menos para poder gobernar, ya que Hindenburg se negaba en rotundo a ofrecerle otra orden más de disolución del Reichstag. De modo que si los nazis, el pequeño grupo de Papen y ciertos diputados socialdemócratas se aliaban – o los nazis y los comunistas a dúo –, Hitler conseguiría el Poder sin más dilaciones. Este dato crucial no podían conocerlo Hitler ni su camarilla sin el “soplo” de Papen, pues no estaban incluidos entre las personas de confianza y acceso

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privado al longevo Presidente... Y Schleicher y los suyos no iban a ser tan idiotas como para desvelar su tremenda debilidad.

El Veredicto de la Historia es – por ende – irrefutable: “Papen Culpable”, el último culpable, quizás, pero tanto, ni más ni menos, como los demás miembros de una larga, infame, multi-partidista y vergonzosa lista, por contribuir a liberar la Bestia sobre Alemania y aniquilar “definitiva e irreversiblemente” al cadáver ambulante en que ya habían convertido entre unos y otros a la desdichada República de Weimar...

Hacia mediados del primer mes del fatídico año 1933 la jugada de Schleicher destinada a romper en dos el NSDAP había fracasado, fortaleciendo además a Hitler como máximo líder sin discusión del Partido Nazi. El Canciller – quien sin duda merece más el apodo del “Trampero” que el propio Richard Nixon aquilatara casi cuatro decenios más tarde y varios miles de kilómetros al Oeste –, intentó entonces situar a Alfred Hugenberg en su Gabinete, con objeto de ganarse del todo a los nacionalistas conservadores, pero sus socios socialdemócratas se opusieron. La mayoría parlamentaria se escurría como agua entre sus dedos, tornando su posición ante el Presidente Hindenburg más y más inestable. Los inseparables y manipuladores secretario de confianza e hijo del Anciano Mariscal también se conjuraron contra la tenebrosa estrella de Schleicher en su ocaso final: El 22 de Enero, Oskar Hindenburg y Meissner se reunieron confidencialmente con Adolf Hitler y Franz von Papen en casa de un buen amigo de este último, así como magnífico ejemplar “de libro” de la “fauna capito-cuadrangular de Germania”: El militar, empresario de comercio, político nazi y diplomático “amateur” Joachim von Ribbentrop, cuyo único mérito notorio fue siempre servir como perro-alfombra adulador del “Invencible Führer”, siendo despreciado incluso por Goebbels (ya que el futuro Ministro de Propaganda del Tercer Reich lo hacía mejor y, sobre todo, con más clase y muy superior

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conocimiento de su especialidad).

No, no incluyo a Herr Ribbentrop como “Decimotercero Error” porque su vulgar personalidad no le merece otra consideración que la de “vistoso perchero de decorativos uniformes”.

Pues bien, los detalles precisos de las conversaciones conspirativas no se han trascendido a la Historia, pero sí que al término de la misma, mientras salían de la residencia, Oskar le comentó a Meissner que “los nazis debían asumir el Poder por el bien de Alemania”...

Sobran comentarios, excepto que tampoco incluyo a esta curiosa pareja entre los “Errores” articulantes del Gran Tercer Error porque los estimo aún más insignificantes que Ribbentrop, meras comparsas veleidosas hambrientas de influencia entre los vientos cambiantes de Schleicher, Papen y Hitler, a la sombra del “Gran Viejo” cada vez más incapacitado para ejercer su difícil tarea como Presidente de la “zombificada” República.

La tragicomedia siguió mientras la Weimarer Republik avanzaba a trompicones descoordinados, entre aspavientos y gruñidos de sedienta miseria, descomponiéndose por días...; El 23 del mismo mes, Schleicher, cabizbajo y humillado, en especial porque Papen se hallaba presente, se plantó ante Hindenburg reconociendo que no había logrado conformar una mayoría operativa para poder continuar gobernando; Su ahora feroz rival y enemigo se apresuró en afirmar entonces que si él ocupase el cargo de Canciller, “acorralaría a los nazis rápidamente si dirigiese un Gabinete con ellos”. El anciano Presidente no decidió nada en ese momento, pero concedió tan sólo unos pocos días más a Schleicher para seguir tratando de aglutinar un mínimo número de apoyos. Finalizados los mismos, el “General Serpiente”, fracasado y hundido, volvió ante Hindenburg y dimitió. Una

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vez más entre muchas, recaía bajo aquellos octogenarios hombros nombrar a un nuevo Canciller. Su inclinación personal era volver a elegir a Papen, pero tanto Schleicher como sus propios contactos en la Reichswehr le indicaban que tal decisión no sería bien acogida por los altos mandos del Ejército, entre cuyos oficiales proliferaban cada vez más los adeptos o simpatizantes del nazismo. Tales fuentes le recomendaron encomendar a Papen la formación de un Gobierno del Coalición con los nacional-socialistas, en el que Hitler ocupara la Cancillería pero la mayor parte de sus miembros fueran afines a Papen y los nacionalistas “tradicionales”. Y así lo hizo el Viejo Mariscal.

El 30 de Enero de 1933 Adolf Hitler fue nombrado Canciller, cumpliéndose así su largamente postergado sueño. Dirigía un Gabinete donde los nazis eran minoría, dominado por los ministros de Papen y la derecha “clásica”. Tanto Papen como Hindenburg pensaban que así “mantendrían controlado al cabo de Bohemia”, pero se equivocaban fatal y radicalmente.

Este sí fue el Decimotercero y terrible Error dentro del Tercer Gran Lado-Error del “Cuadrado Germánico” Histórico-Mundial.

El “Zombi de Weimar” ya no andaba, reptaba por los suelos con las fauces abiertas...

La “Muerte Definitiva” de la República No-Muerta: Última Campaña Electoral, Incendio del Reichstag, Dictadura de

Hitler (1933)

Aunque Hitler era ya Canciller, su posición en el Poder aún resultaba

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precaria: Al carecer de mayoría propia de escaños, dependía de Hindenburg, al igual que los anteriores ocupantes de su elegante despacho oficial, para aprobar cada uno de sus decretos y leyes. Por ello, hubo de consentir que el número de ministros conservadores, nacionalistas y afectos a Papen en su Gabinete superaran al de los procedentes de su mismo Partido, por más que su propaganda sectaria calificara al nuevo Gobierno de “Gran Triunfo Revolucionario Nacional-Socialista”. De manera que, de once miembros, únicamente tres eran nazis, los demás eran hombres de Papen o del líder de la derecha nacionalista, Hugenberg. Una dificultad añadida a su auténtico poder ejecutivo radicaba en que el Movimiento Nazi era todavía mal mirado por muchos oficiales del Ejército y de la alta burguesía conservadora, rechazando sobre todo a los elementos “izquierdistas” congregados en torno a las SA (las tumultuosas, violentas y radicales “Camisas Pardas”), comandadas por Ernst Röhm. Por último – como todos sus antecesores en el puesto – debía afrontar la resistencia de los Gobiernos Regionales, unas fuerzas centrífugas y tendentes al separatismo que mantenían bastante poder en Alemania. En particular en dos Länder prósperos, altamente relevantes y harto proclives al orgullo regionalista y el independentismo en términos culturales y políticos respectivos: La industrial, bancaria y poderosa Prusia, como Estado Fundador-Integrador capitalino, aún nostálgico de la “Gloria Perdida de Bismarck y su II Reich”, resentida por si fuera poco a causa del disparate cometido por Papen recientemente al suprimir su gobierno autónomo; Y Baviera, el Estado de los “sureño-católicos germanos”, rica en materias primas y productos de consumo manufacturados – entre otros la mejor cerveza del planeta (en mi opinión) – históricamente singular, “rebelde” y “agraviada” por los sucesos caóticos acontecidos en la “década de Weimar” anterior. Tan singular, compleja y “diferente” que, habiendo sido hasta hacía muy poco el “gran nido de las águilas nazis” y del pan-germanismo extremista – tras haber acogido antes los radicalismos separatistas de izquierda anarquista y bolchevique más acendrados –, derivaba

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ahora hacia el rol de “fortaleza-refugio de los socialdemócratas”. O sea, “como fuere, pero en contra en cada caso del centralismo berlinés”.

Ante este complicado panorama, Hitler resolvió ocuparse en primer lugar del Parlamento. Decisión inteligente y certera desde una óptica estratégica, pues sin asegurarse una mayoría estable en cualquier momento podía verse bloqueado en su labor legislativa, o serle retirada la confianza de la Cámara, y ser depuesto así por un Presidente a quien de sobra sabía ni su persona ni su Movimiento le eran para nada gratos. En teoría, la única salida viable era trabar alianza sólida con el ZP o centro católico, liderado ahora nada menos que por un prelado de la Iglesia metido a político, Monseñor Ludwig Kaas, íntimo del Cardenal Eugenio Pacelli ( quien había sido Nuncio en Baviera y posteriormente en toda Alemania, desempeñaba el cargo de Secretario de Estado del Vaticano y fue elegido el siguiente Papa con el nombre de Pío XII). Pero incluso esa ardua solución – ya de por sí complicada, pues ni Kaas ni el sutil, diplomático y astuto Pacelli deseaban comprometerse abiertamente con los nazis –, no resultaba deseable tampoco para Adolf Hitler. Porque no le dejaría las manos libres para las profundas y radicales reformas que pretendía realizar. Además, era consciente de que la mayoría de su Gobierno ajena a su Partido no quería igualmente que él y los suyos gozaran de tal libertad. Por consiguiente, fingió animar una ronda de negociaciones con Kaas pero a la par se encargó de sabotearlas por debajo de la mesa, haciendo creer a su Gabinete que los centristas se hallaban cerrados a un pacto firme de legislatura en mayor medida aún de lo que realmente estaban (que ya es decir). Con esta misma versión acudió a Hindenburg, exponiendo que le era imposible formar una mayoría mínima que garantizase la gobernación, solicitando otra convocatoria electoral más. Asimismo, se apresuró en prometer enfáticamente a Papen y Hugenberg que, sin importar el resultado de las votaciones, mantendría en sus cargos a los ministros no-nazis en el nuevo Gabinete.

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La nueva convocatoria a las urnas fue fijada para el 5 de Marzo de 1933. Joseph Goebbels adquirió gran protagonismo en la campaña, hasta el punto de escribir en su diario con descarnado cinismo y anticipada euforia: “Ahora será más fácil llevar la campaña, porque podemos usar todos los recursos del Estado”.

El predicamento e influencia entre los resortes profundos de la élite y los poderes fácticos germanos del Nazismo crecía y crecía sin parar al mismo tiempo: El 20 de Febrero del año del Amanecer de Tinieblas del III Reich se organizó una selecta y decisiva reunión de potentados, industriales capitalistas y hombres de negocios en el Palacio Presidencial de Hermann Göering al que acudió Hitler el compañía de un nuevo e inesperado “adherente”, uno de los muchos intelectuales y hombres de merecido prestigio profesional e inteligencia racional, quienes, sin embargo, fueron fascinados por el seductor disfraz de la Bestia: El mismísimo Dr. Hjalmar Schacht, el autor del “milagro del Rentenmark”. Otra fuerte victoria de imagen del ahora refinado y falsamente “suave” y “distinguido” “Cabo de Bohemia”... Entre las docenas de flamantes mecenas y patrocinadores de Hitler que se arrimaban ahora al nuevo Canciller y la sombra de su poder, descollaba Gustav Krupp – el “Rey del Acero” –, hasta hacía un mes tenaz opositor a los nazis. Al final de su vigoroso y retórico discurso, apasionado aunque cuidadoso en las formas para no asustar a nadie (por el momento), Hitler prometió “acabar con la amenaza del marxismo, recuperar la dignidad y respeto internacionales para Alemania y rearmar el Ejército”. Un potente y sostenido aplauso culminó sus palabras. Göering – excitado y radiante – vaticinó, entusiasmado y rubicundo como una zanahoria – que “estas serían las últimas elecciones extraordinarias por los próximos 10 o 100 años”...

Acertó en la primera cifra, pero sencillamente porque ni él ni sus camaradas

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dejarían libertad alguna para que se celebrase ninguna clase de votaciones democráticas populares... (lo que se calló convenientemente).

Gracias a los diarios de Goebbels, sabemos que los dirigentes del aparato del NSDAP esperaban un levantamiento violento comunista, es más lo deseaban, para así disfrutar de la excusa ante la mayoría del pueblo para reprimirlo sin piedad y suprimir de una vez a los marxistas. Pero la “insurrección roja” no cuajaba. Entonces, los líderes nazis decidieron provocarla – la típica jugada del “incendiario bombero” –, emprendiendo una dura y sistemática persecución, acoso y derribo de las izquierdas en general, incluyendo a los socialdemócratas y los sindicatos obreros “tradicionales” (excepto los afines al Partido Nacional-Socialista, claro está). Las manifestaciones de estos grupos y partidos fueron prohibidas “por razones de seguridad nacional”. Sus publicaciones en prensa, entorpecidas y clausuradas con agobiante intermitencia por la menor nimiedad. Las “Camisas Pardas” fueron los encargados de materializar esta operación, que pronto se extendió a los centristas e incluso a los religiosos y párrocos “molestos”, sobre todo los católicos. En tal atmósfera tensa, violenta y agresiva, la campaña fue teñida pronto con sangre: En total, 51 opositores de diverso signo – en especial izquierdistas – murieron a lo largo de la misma. La reacción de las milicias de los objetivos atacados eliminó por su parte a 18 militantes nazis. Abusando de su puesto como Ministro del Interior, Hermann Göering creó una Policía Política paralela con 50000 hombres armados y bien entrenados en sus filas, todos ellos procedentes de grupos paramilitares nazis y ultra-nacionalistas de extrema derecha, como las SA, las SS y los “Cascos de Acero”. Por si fuera poco, presionó, amenazó, degradó, expulsó o purgó a todo agente de policía que se resistiese o negase a utilizar las armas contra las concentraciones y manifestaciones opositoras.Mas a pesar de tan gigantescos estímulos, la respuesta insurgente masiva no prendía. En parte, debido a que la oposición de izquierdas se encontraba

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honda e irreversiblemente dividida, amén de o bien desmoralizada y disminuida (los socialdemócratas), o bien totalmente delirante y fuera de la realidad (los comunistas, quienes se negaron a un pacto de unidad resistente con los primeros arguyendo que “antes debían dejar que los nazis tomaran todo el poder” – destruyendo una “democracia burguesa” en las que ellos tampoco creían –, “porque así las masas obreras y campesinas no tardarían en alzarse e imponer la “Dictadura del Proletariado”...

En fin, mejor no añadir nada más. El “astronómico” y asnal disparate clama por sí mismo...

Constituyendo el Decimocuarto Error dentro del Tercer Gran Error...

Tan impacientes y rabiosos por “morder grandes bocados de poder real” y no solo institucional como su Jefe Supremo y “Führer reverenciado”, los nazis optaron por “fabricar” las pruebas de que las izquierdas estaban planeando un golpe subversivo anti-democrático contra su Gobierno. Es decir, recurrieron a la asimismo vieja pero igualmente efectiva táctica de la auto-agresión con “bandera falsa” que tan bien les funcionó a los norteamericanos – un ejemplo entre otros muchos – pocos decenios antes para iniciar la Guerra de Cuba contra España. Este procedimiento les llevaría poco después a su Gran Triunfo Final y la Muerte Definitiva de la “República Zombi-Weimar”, de forma sangrienta, criminal y espectacular, pero de momento Göring, como era propio de su basta torpeza, se limitó a amagar mediante una vergonzosa chapuza: Como Ministro del Interior dio orden a la Policía de ocupar y registrar las vacías sedes del Partido Comunista de Alemania, que habían sido abandonadas por sus militantes y milicianos nada más Hitler aposentarse en la Cancillería. Este hecho no impidió que el borrico de Göring anunciase a bombo y platillo que habían hallado pruebas documentales de la “conspiración bolchevique

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en contra del Estado”. El “pequeño detalle de que, si fuera cierto, nadie sería tan necio y suicida como para dejar pruebas materiales incriminatorias en los locales desalojados, al parecer no se le pasó por su tan inútil como enorme cabezota – por no decir “testuz” – hiper-cuadrada. El asunto no pasó de anécdota jocosa en los pasillos del moribundo Parlamento y chascarrillo popular copón de cerveza en mano... Pues, naturalmente, no se lo creyeron ni los más fanáticos y devotos seguidores nacional-socialistas...

Golpe Terminal al “Cerebro Zombi” de la República: Incendio del Reichstag, la “Muerte Definitiva” de Weimar

La sombría, nubosa, fría y húmeda noche del 27 de Febrero de 1933 el macizo, severo y a su manera suntuoso edificio decimonónico del Reichstag, el Parlamento de la República, se incendió. De inmediato, varios miembros del Gobierno acudieron al escenario de caos, llamas y destrucción incontenibles, que los bomberos con la ayuda del Ejército apenas podían impedir se propagase devorando todo a su paso por las elegantes calles anejas a la sede del ya casi del todo inerme poder democrático representativo germánico. El primero en llegar fue el “brillante” Ministro del Interior, Hermann Göring, arrastrando su estupidez, su panza y su lengua de víbora embustera tras de sus pesados pasos como de costumbre. Teatralmente exaltado, no paró de acusar a los “malditos comunistas” del atentado durante toda la larga, terrible y trágica madrugada. La captura por parte de la policía cerca del abrasado edificio de un comunista holandés borracho y probablemente perturbado en sus facultades mentales quien días antes – según ciertos testigos –, había amenazado, beodo, en una cervecería, con

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“hacer arder el Reichstag hasta los cimientos”, bastó para desencadenar una histeria colectiva “anti-roja” por toda la capital, propagada luego al resto de Alemania a través de los sofisticados medios de propaganda coordinados por el genio del infundio y la manipulación informativa, Joseph Goebbels. Su camarada Göring aseguró además “contar con pruebas que implicaban a los comunistas”, pero nunca fueron presentadas.Sin embargo, ello le bastó para dar la tajante orden, tras decretar verbalmente el “estado de emergencia nacional”:

“Todo oficial comunista debe ser ejecutado donde aparezca”.

Todavía hoy por hoy no se conocen a ciencia cierta los detalles sobre el origen y responsables últimos del siniestro, pero hay fuertes indicios que apuntan a Göring como el ejecutor de tan monstruoso y simbólico acto de “auto-atentado con bandera falsa”, por orden de sus retorcidos, siniestros y astutos superiores en la Jerarquía del Partido, Goebbels y Hitler, supuestos autores intelectuales del plan.Como muestra, el posterior Jefe de la Gestapo Rudolf Diels, declaró que Göring le había ordenado, antes del luctuoso suceso, confeccionar una lista de dirigentes, líderes y cabecillas bolcheviques e izquierdistas en general “más activos y peligrosos”, con el objeto de ordenar su arresto después del incendio. Por otro lado, en la investigación del Juicio contra Van der Lubbe – el holandés acusado de incendiario –, se concluyó que éste no había podido llevar a cabo en solitario el atentado, pues el fuego brotó de varios focos a la vez casi al mismo tiempo en puntos bastante alejados entre sí. Ello no fue óbice para que el desgraciado sujeto – casi con toda seguridad una mera “cabeza de turco” no más responsable de otra cosa que de ser un bravucón, alcohólico y un auténtico bocazas –, fuera sentenciado culpable y decapitado.El líder comunista alemán Ernst Torgler y otros tres destacados bolcheviques

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búlgaros colaboradores suyos fueron arrestados o se entregaron ellos mismos cuando un embravecido Göring “sediento de venganza” les señaló con su temible dedo acusador en público. Estos cuatro últimos fueron declarados inocentes en el ulterior juicio, por ausencia absoluta de indicios probatorios tan siquiera, pero como el proceso duró más allá de la fecha de las Elecciones Generales Finales de la Weismarer Republik, el objetivo se había cumplido.

Lanzándose sobre la presa con la avidez de las pirañas, Adolf Hitler se levantó, aseó con primor, arregló meticulosamente y, con sus mejores galas (aún vestía de elegante civil), se plantó ante el Presidente Hindenburg radiante y aplicando todo su para nada escaso talento de comediante en un gesto de solemne disgusto y preocupación, como si de veras le doliera la aniquilación del emblema y sede oficial de una soberanía popular que despreciaba y en la que jamás había creído. Le pidió la firma de un nuevo y muy especial Decreto, el tristemente célebre “Decreto del Incendio del Reichstag”. Un Decreto que le otorgaba plenos poderes equivalentes a una Ley Marcial o Estado de Excepción. Con dicha arma legal en sus delicadas y expresivas manos sedientas sin embargo de brutal y arbitrario poder absoluto, el Canciller podría abolir todas las libertades y derechos civiles vigentes aunque en la práctica heridos de muerte en la República, desde la libre expresión, la libertad de reunión y manifestación, o la de prensa, hasta el derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones entre particulares y el respeto a la propiedad privada si se consideraba “expropiable en aras de la Seguridad Nacional”. También se hallaría facultado para suprimir y usurpar las funciones de los gobiernos regionales si lo estimaba preciso en virtud del mismo principio... En resumen, le estaba solicitando un documento que le otorgaba poderes totalitarios propios de un Dictador.

Hindenburg lo rubricó, asustado, viejo, casi senil, acabado...

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Podría calificarse este desastroso acto como el Decimoquinto y Terminal Error dentro del Tercer Gran Error, pero dudo en hacerlo, porque opino que el estado físico y mental del Viejo Mariscal era ya tan incapaz y decrépito, agravado por el sometimiento a tan monstruosas presiones, que no puede imputársele honestamente plena responsabilidad ni en un sentido psicológico ni jurídico.

En todo caso, la República-Zombi de Weimar acabó de morir por segunda e irreversible vez, de un certero disparo en el cráneo cuando ya casi no podía ni arrastrarse por el suelo.

Cual era previsible y anhelado por los nazis, bajo dichas condiciones una campaña electoral justa para socialdemócratas y comunistas resultaba una quimera. Ese mismo día, al filo de la tarde, la Policía y el Gobierno Prusianos – totalmente controlados por los nacional-socialistas –, declararon haber encontrado “documentos que demostraban una inminente conspiración para promover una insurrección comunista en el Länder justo tras el incendio”. Se aseguró que dichos documentos comprometedores serían expuestos al público en breve, pero jamás se llegó a cumplir el anuncio. Horrorizado por todos estos salvajes atropellos, el ex-Canciller Brüning – quien con todas sus limitaciones y defectos siempre fue un auténtico demócrata –, se atrevió a clamar al anciano Presidente para que “parase a Hitler”, pero recibió un ominoso silencio por respuesta.

Apoyándose en el infame Decreto, Hitler y sus secuaces pusieron en marcha el tercer gran golpe: Atacar al Gobierno Regional de Baviera, acusándolo de separatista. Había – a diferencia del escenario prusiano – algo de verdad en ello, porque era cierto que determinados sectores políticos y de la élite bávara pretendían nombrar al Príncipe Rodolfo de Baviera Jefe de Estado

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del singular Länder. El 9 de Marzo, de noche – inflamados por las medias verdades y medias mentiras con las que tan magistralmente jugaba Goebbels –, las SA marcharon por las calles de las principales ciudades de Baviera, invadiendo los edificios oficiales y colgando las banderas rojas con centro circular blanco estampado con la esvástica y otros pabellones e insignias nazis en las fachadas y balcones de los mismos. A lo largo de la madrugada usurparon el poder regional, en ocasiones sin violencia y otras empleando la intimidación y la viva fuerza contra los ministros y altos funcionarios que se resistían. El Príncipe Rodolfo, quien acababa de ser nombrado “Regente de Baviera” apoyado por buena parte de la burguesía liberal independentista local y los socialdemócratas, escapó a Grecia antes de despuntar el alba.

El 12 de Marzo, triunfante y cada vez más endiosado, Adolf Hitler dio un imponente mitin en Múnich, complacido por haber doblegado por fin a uno de los Länder más autónomos.

Hindenburg aprobó los actos de su Canciller.

Poco antes, el 5 de Marzo, se celebraron – se trata de un sarcástico verbo en esta ocasión –, las últimas Elecciones Generales de la Era de Weimar. Aun cuando esta vez los nazis jugaban con todas las ventajas legítimas e ilegítimas a su favor, el “cabo de Bohemia” empezaba ya a mostrar una parte de su auténtica faz de lobo debajo de su meticulosa máscara de cordero, por lo cual tampoco ahora consiguió la mayoría absoluta, si bien ascendió fuertemente, para rabia incrédula del líder y sus más cercanos acólitos, en particular Joseph Goebbels, responsable de propaganda y jefe de la campaña. Además, sus rivales centristas y socialdemócratas o bien experimentaron pérdidas muy ligeras, o mantuvieron o subieron discretamente sus votos. Los comunistas, en cambio, se hundieron por completo, llegando a perder un millón de votantes. Hitler hubo de aliarse con los nacionalistas conservadores una vez

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más.

En una reunión de Gabinete el día 15 de Marzo, a la vuelta de su “gira estelar” por Baviera, Hitler y sus ministros “resolvieron el problema de un plumazo”: Utilizando el Decreto del Incendio del Reichstag, suspendieron a los 81 diputados electos comunistas de sus escaños, sumando a ellos los diputados socialdemócratas considerados “más radicales”, hasta casi lograr el “número de oro” necesario. De esta manera, con los 340 diputados del NSDAP y los nacionalistas de derechas unidos, su coalición se aproximaba mucho a los 2/3 de la Cámara requeridos. Aglutinada esta potente mayoría en el Parlamento, Hitler proyectaba “seducir” a los centristas por lo menos hasta comprometer su abstención, asegurando de este modo por fin una mayoría cuasi-absoluta suficiente para gobernar a su práctico antojo y, a corto-medio plazo, obligar así al Reichstag a suicidarse.

Una vez aquilatada esta situación, el Gobierno presentó la denominada “Ley Habilitante” de 1933. Esta – de nuevo por causas de emergencia nacional y seguridad del Estado – proponía traspasar las funciones y poderes del Parlamento a la Cancillería por un periodo de cuatro años. Hugenberg realizó una maniobra de última hora, intentando convencer al ya penosamente deteriorado Hindenburg para que se incluyese a él como Presidente en la Ley, para de esta forma limitar el poder absoluto personal de Hitler, pero el “servicial” secretario Otto Meissner se encargó de evitarlo mediante una típica jugarreta dilatoria burocrática.

De poco hubiera servido, de todas maneras, dado el estado del Viejo Mariscal.

No satisfechos con contar con la “inestimable ayuda confidencial” del hijo y del secretario del longevo Presidente, Hitler y Goebbels se empeñaron en

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vincular su Gobierno nazi con la figura de Hindenburg, extraordinariamente declinante pero todavía respetada en múltiples círculos del Ejército y otras élites.Con dicho propósito, montaron una ceremonia de apertura del nuevo Reichstag en la Iglesia de la Guarnición de Postdam, histórico símbolo del perdido esplendor de la Monarquía Prusiana. A ella fueron invitados antiguos oficiales veteranos de alto rango de la I Guerra Mundial, la mayor parte de ellos de la misma generación que el Presidente, además de una selecta muestra de “aristócratas de la Vieja Guardia monárquica”, políticos nacional-socialistas y conservadores, altos funcionarios, celebridades y poderosos de toda índole afectos al ya palpable “Nuevo Régimen Nazi” en ciernes. Hindenburg, ante sus viejos compañeros de armas, visiblemente emocionado, casi senil, chocheando, como decimos por estas tierras del Vagos del Sur, ya a la vista de todos, derramó contenidas lágrimas ancianas. Luego, lanzó un discurso nítidamente favorable al Gobierno de Hitler, por primera vez de modo claro y público.Ni que decir tiene que Goebbels explotó al máximo tal reacción emocional a favor de su líder y los suyos.

Sesión de Kroll: Certificado de Defunción Definitiva de la República de Weimar, el fin de una Era

En el Palacio de la antigua Ópera de Kroll – nueva sede del Parlamento Alemán – el 23 de Marzo de 1933, se acabó de sellar oficialmente el Certificado de Defunción Definitiva de la Weimarer Republik.

La Ley habilitante fue presentada a la Cámara. Adolf Hitler – de nuevo reluciente, engominado y con el aspecto de un perfecto caballero –, pronunció en su defensa un discurso brillante, esmerado, moderado,

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asegurando que “dicha Ley tan sólo se aplicaría por el tiempo estipulado en casos y situaciones excepcionales gravemente comprometedoras de la estabilidad de nuestra Gran Nación o la seguridad misma del Estado”. El líder socialdemócrata, Otto Wells, fue el único que le respondió con clara contundencia: “Nosotros... – dijo – nos comprometemos en esta hora histórica a los principios de humanidad y justicia, de libertad y socialismo. Ninguna `Ley Habilitante´ puede darle el poder de destruir ideas que son eternas e indestructibles”.

Bellas palabras, pero perfectamente inútiles.

En la inmediatamente posterior votación, exclusivamente los 84 escaños socialdemócratas se opusieron a la Ley. El resto de los partidos y grupos del Reichstag la aprobaron. Hitler había logrado al final atraerse a los centristas católicos, prometiendo con falsedad que el Presidente Hindenburg podría vetar cualquier Ley o Decerto emitido por él mismo como Canciller.

Hitler estaba en la cima inicial de su Victoria: Desde ese momento, la República de Weimar se hallaba definitivamente muerta, porque el Canciller gozaba legalmente de los poderes efectivos de un Dictador.

Por tanto, aunque el Parlamento siguió operando formalmente hasta la caída de la Alemania Nazi al término de la II Guerra Mundial, se limitó a constituir un mero órgano decorativo, simbólico, carente de poder real alguno.

Evidentemente, al principio continuaban subsistiendo otros poderes y fuerzas sociales teóricamente “independientes” en el Nuevo III Reich Hitleriano, tales como la Presidencia, el Ejército, lo que quedaba de los Gobiernos Regionales o los sindicatos... Respecto al Presidente, cuando un

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año y medio después murió Paul von Hindengurg – el 2 de Agosto de 1934, aquejado de demencia senil –, desapareció el último y ya casi etéreo “obstáculo” para la asunción de todo el poder absoluto tanto efectivo como representativo en el Reich. Los sucesores en el cargo durante la Era Nazi no fueron más que simples marionetas del nuevo y “redentor Führer del Pueblo Alemán”...; En cuanto a los demás entes citados, fueron siendo amordazados, controlados y dominados por los nazis a lo largo de los meses siguientes con rapidez pasmosa y voraz, consolidando con ímpetu y solidez la Dictadura de Hitler.

La Bestia había vencido.

A partir de ahí, en cierto modo, ya estaba todo perdido. Y, Alemania, de una forma u otra, más tarde o temprano, condenada a un nuevo Cataclismo de Horror, Vergüenza, Caos y Humillación..., como discurrimos al principio de esta “carta-clase”.

Weismarer Republik, el “Jardín de las Delicias” de la Cultura y la Ciencia Germanas

El agudo, brusco, salvaje y extraordinariamente llamativo contraste entre la miseria política, económica, social y humana en general reinantes en la República de Weimar y el descollante fulgor de su creación cultural y científica de vanguardia – a la cabeza de su tiempo, la más sobresaliente, excelente y trascendental a escala mundial de la Historia del Mundo Germánico –, siempre han excitado el interés y fascinado a intelectuales,

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historiadores, analistas y germanistas al estudiar este periodo.

Pues en verdad tal contraste impresiona y atrae como un Gran Claroscuro Fatal y Arrebatador, digno de la violencia genial del mismo Caravaggio...

Ya se apuntaron unas posibles explicaciones sociológicas para este singular fenómeno “bipolar”, el cual además se observa, aun cuando por lo común de modo menos intensamente dispar, en otras etapas de la evolución histórica de muy variopintas culturas, naciones e incluso Civilizaciones.

A este modesto autor y humilde profesor le ha subyugado también, llegando además en su caso a rozar las proporciones del “hechizo”...

Quizás porque – en el plano subjetivo – algo muy hondo dentro de mi acervo personal de memes y de genes guarda memoria celular de mi abuelo, un librepensador alemán cuya vida fue destrozada entre las dos Guerras Mundiales y el par de canallas e ineptos que las protagonizaron: El Káiser del Segundo Reich Wilhelm II Hohenzollern y el Canciller y Führer del Tercer Reich, Adolf Hitler, alias el “Cabo de Bohemia”...

Y también porque – más objetivamente – los rasgos de la “Cultura de Weimar” me han parecido siempre un “Paraíso a la par Mental y Sensual”, el intervalo más libre, exquisito y creativo del alma germánica, el auténtico “Jardín de las Delicias” para los “espíritus libres” neopaganos y luciferinos como quien esto suscribe, mein Frau Kanzerlin Merkel... Un “Edén para los Amigos de la Razón y la Libertad” (con mayúsculas), en cuyo transcurso, los grandes talentos alemanes – con la inestimable convergencia de otras colosales mentes emigradas del colapso asimismo abismal del Imperio Austro-Húngaro –, fueron los pioneros-maestros fundadores en cruciales y variados campos como la Mecánica Cuántica, la Teoría de la Relatividad, la

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Psicología Profunda del Inconsciente Arquetípico, las más avanzadas técnicas de condicionamiento mental/propaganda o el Cine Moderno y sus múltiples usos (confesables o no)... Todos ellos quedaron entonces y allí diseñados en lo esencial para todo el resto del siglo XX y el Globo entero...

A buena entendedora...

La lista de “luces estelares” en el firmamento de Weimar es realmente imponente y abrumadora: El cine de Fritz Lang, Ernst Lubitsch y El gabinete del Dr. Caligari... Inolvidables películas como “Metrópolis”, “Nosferatu”, “M”, “El Ángel Azul”..., combinan tal densidad conceptual-visual unida a una exquisita estética expresionista-simbolista ya próxima a un precoz surrealismo, que han dejado indeleble huella en las almas y corazones de millones de espectadores quienes hemos tenido el privilegio de visionarlas durante sucesivas generaciones... Y marcado estilo, tanto en contenidos como en forma, por supuesto. Ni otros genios posteriores como Hitchcock, Buñuel y Kubrik, por citar úicamente a mis tres preferidos, ni Hollywood entero antes o después, han logrado jamás superarlas, máxime teniendo en cuenta la diferencia de medios técnicos y recursos o efectos especiales. Es una auténtica lástima que por aquellos “locos y maravillosos 20” la biografía y mito de mi querida “Musa Oscura” la Condesa Erzsébet Báthory no hubieran sido “redescubiertos”..., pues sin duda su plasmación por mano y rudimentaria cámara muda de cualquiera de aquellos titanes del pensamiento reflejado en luces y sombras animadas hubiera sido algo tan prodigioso como “inefablemente tenebroso”. Hablando de “Musas”, también fue Weimar la “madre de los nuevos iconos/sex-symbols” femeninos del celuloide, con la enigmática, bellísima, ambigua y embrujadora Marlene Dietrich como primera “estrella de masas” del nuevo medio...; Pero no solo en la explosiva expansión de los flamantes mass-media y sus tremendas implicaciones psico-sociológicas sobresale la Weismarer Republik: En su etapa, también

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relumbran la literatura, el teatro y demás “artes clásicas”, en particular las plásticas y la arquitectura: En el universo de las letras y su entorno, se produjeron magnas obras cuales “La Ópera de Tres Peniques”, de Bertolt Brecht y el compositor Kurt Weill, así como las monumentales y hondas novelas revolucionadoras del género brotadas de las insignes plumas de Thomas Mann y Alfred Döblin. En esta casi década y media, lucen asimismo con derecho propio autores como Erich María Remarque, Lion Feutchwanger, Heinrich Mann, Hermann Hesse, Erich Kästner, Carl von Ossietzky, Kurt Tucholsky, Franz Werfel, Arnold y Stephen Zweig; En pintura, el “Nuevo Realismo” o la “Nueva Objetividad”, rompe todos los pudores y barreras moralistas, hipócritas y formales a la hora de representar el objeto y la forma unidos, por más feo, deforme o maligno que resulte, eleva la sátira social y humana más negra y corrosiva a las cotas de lo sublime, legándonos inmortales obras como las de Otto Dix, George Gras, Christian Shad, Karl Hubbuch, Georg Sehrimpf, Rudolf Schlichter, Georg Scholz, Franz Racizwill, Anton Raderscheidt... Igualmente, fue la “hora feliz” de dadaísmo alemán, sobre todo en Berlín y Colonia. Y, ¿cómo olvidar al noruego, pero grandioso inspirador del expresionismo tardío germano de los inicios de Weimar, Edvard Munch, cuya magnífica, profunda y abismal obra fue generosamente expuesta y patrocinada por la Academia de Bellas Artes de Berlín durante la República de la Libertad asesinada entre los egoísmos necios y las miopías cómplices, tanto internos como extranjeros, hasta ser entregada a la bestial bota de Hitler? ¿Cómo no recordar ese “Grito” eterno, atrayente y horrendo a la vez, que nos llega al fondo del espíritu, y que parece encarnar con escalofriante premonición el “Aullido Final” de la Muerte Definitiva de Weimar, los “bramidos de de la Bestia en Nüremberg” y los gemidos infernales de sus inocentes víctimas en el ulterior Holocausto?; Respecto a la arquitectura, la inolvidable Bauhaus (Informalismo), escuela de Artes Plásticas estatal de Weimar, fundada por Walter Gropius, constituyó una de las tendencias fundamentales de esta disciplina en el siglo XX, con

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indelebles influencias en su desarrollo futuro y actual. Y sus propuestas radicalmente innovadoras abarcaron también los terrenos de la escultura, el dibujo, diseño y artesanía. En sus aulas, estudios y talleres destacaron brillantes creadores pioneros como Wassily Kandinsky, Paul Klee, Lyonel Feininger, Oskar Schlemmer, László Moholy-Nagy, Johannes Itten o Josef Albers, entre otros. Su copernicana labor de “disolución de formas innecesarias” y “cánones clásicos”, libertad innovadora sin cortapisas de ningún tipo, unión de lo estético con lo funcional-industrial y unificación de las artes plásticas ha ejercido y ejerce aún un enorme impacto en las corrientes más rabiosamente actuales, conformando el cimiento o raíz del post-modernismo y esa “nueva modernidad líquida” de la tanto que nos hablan los artistas y filósofos más recientes; Pero es en el área de la música y el espectáculo donde con más claridad, fuerza característica y a la par sencillez popular nos deslumbra y seduce el delicioso, encantador, único e irrepetible magnetismo al mismo tiempo mental y sensual de la “Gran Fiesta Nocturna Berlinesa” de la República de Weimar... En este dorado tiempo por desgracia perdido, las barreras entre lo culto y lo popular o hasta vulgar se rompen, disolviéndose en un magma ardiente, fulgurante, embriagador, el Magma de Dioniso... Gran pena también, que en nuestra realidad de “carne y hueso” – al igual que mi “Musa-Maestra Oscura” desde la dimensión existencial virtual del Mito –, el colosal genio Friedrich Nietzsche – en mi opinión, el otro “Gran genio entre Genios” junto a Goethe de la Historia del Pensamiento y la Creación Germánicas –, tampoco pudiera “asistir” a tan soberbio Carnaval Colectivo de casi tres lustros... Ambos “se lo hubieran pasado estupendamente”... Y tal prodigio ocurre principalmente de la mano de dos monstruosos genios y “espíritus auténticamente libres” de la época, unidos en un “dúo” complementario realmente exuberante, divino, olímpico: El escritor, pensador y dramaturgo Bertolt Brecht y el compositor Kurt Weill: En las fantásticas y desenfrenadas noches de Weimar, durante los años 20, los tugurios y cabaret eran invadidos por las canciones compuestas

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por Weill con las ácidas, sardónicas, críticas, burlescas y a la par profundas, liberadoras e inquietantes letras de Brecht, recreadas e interpretadas por hermosas, tentadoras y magníficas “ninfas-sirenas” estilo “Ángel Azul”, como la escultural y rubia cantante Ute Lemper. Mas este fenómeno venía gestándose desde principios del siglo XX entre Viena y Berlín, y en todo el entorno del “universo cultural o macro-memético germánico-húngaro”... (Perdón a los austriacos, pero su cultura no es más que una versión de la germana, les guste o no, como prueba su identidad idiomática). Sencillamente, en la música-dramatización de consumo popular, el cine de masas, la psicología y la “nueva física” cristalizó antes y con un vigor irresistible. Este fresco, renovador y revolucionario movimiento llegó a su madurez y cumbre en el Berlín de Weimar (secundado a menor escala por Viena y Budapest – llamada por entonces el “París del Este” –, esta última por desgracia tan sólo hasta la fatal llegada de los bolcheviques), acompañados por el París y el eje Costa-Costa norteamericano Nueva York-Los Ángeles de los “Locos 20”. Entre los tres desplazaron del “Núcleo de las Vanguardias” y el “Dominio Intelectual-Científico” a Londres y su “victorianismo hipócrita”, benditas sean dichas ciudades por ello para siempre, lo digo de todo corazón. Centrándonos de nuevo en la música-dramatización-espectáculo, El Grupo Jinete Azul, en el que figuraban Kadinsky, Schoenberg y el atonalismo, pero asimismo el jazz y music hall procedentes de los Estados Unidos y el tango argentino, fue precoz en dicho sentido. En esta época, tales tendencias se tornaron muy poderosas y, centradas en Berlín y París, transformaron el mundo del Arte para siempre. Crearon el Arte Moderno. Nada más..., y nada menos. Luego vinieron los futuristas, cubistas, surrealistas, el art-decó, las Diosas de Hollywood, como mi querida Musa Estelar Marilyn Monroe, el Rock & Roll iniciado por “El Rey” Elvis, los Beatles, el Pop-Art, Salvador Dalí, Andy Warhol, la “Revolución Sexual-Cultural del 68” y el “Mayo Francés”, el existencialismo, el deconstructivismo, la “New Age”, el minimalismo o el

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“mundo líquido”..., entre una luenga y fecundísima lista, pero nada de todo eso hubiera sido posible sin los audaces genios pioneros de Weimar y el París de entreguerras. Y lo esencial puede resumirse en una corta y sencilla frase: Esta generación de titanes creadores aniquilaron la diferencia entre “Arte Alto, o Culto” y “Arte Bajo, o Popular”... Fueron los campeones de la democratización cultural irreversible y, por ello, los Maestros Fundadores de la Realidad Moderna, denominada por el gran filósofo Ortega y Gasset “La Rebelión de las Masas”. Por cierto, como muchos de los mejores intelectuales, científicos y artistas españoles de su tiempo, profundamente influenciado y atraído por el “volcán de memes mutantes en erupción de la Alemania de Weimar”.Así, en la “Gran Fiesta Nocturna, en el Gran Cabaret de las Delicias y Prodigios” del Berlín de Weimar, el París de los “Locos 20” y sus gigantescas áreas de irradiación, Stravinsky componía ragtimes y tangos, Weill incorporaba elementos del jazz y el music-hall y, a la vez, los artistas populares gozaban de un impulso y aceptación de sus obras que iban mucho más allá del mero pasatiempo más o menos burlesco o “pícaro”. Letras como “Münchaussen” y “Lili Marlene” aún resuenan en nuestros oídos y son versionadas por los compositores y cantantes actuales, sin perder su rabiosa vigencia ni dejar de asombrarnos por su elevado nivel de hondura emotiva, observación y análisis crítico.

Pero no hay cima sin base, ni árbol sin semilla: Cual antes se apuntó, el Eje Berlín-Viena-Budapest – por un lado – y el gran centro de irradiación parisino – por otro – ya contaban con una larga y adelantada tradición de cultivo de una estética y una creación de altas vanguardias desde comienzos del siglo XVIII. Ahora bien, en las hermosas y asimismo seductoras metrópolis francesa, austriaca y magiar esa radical innovación independiente, rompedora, y su exquisito e inapreciable fruto dorado de libertad, fresca sensualidad, ciencia sin cortapisas y osado buceo sin censuras en las

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oscuridades más insondables del alma y el subconsciente humanos y sus expresiones artísticas e intelectuales, se limitaba a ser disfrutado con variable discreción por ciertas élites restringidas de autores, artistas, sabios y su “clientela” de la alta burguesía urbana o de la aristocracia. Todos ellos agrupados mediante la etiqueta de “librepensadores”... Por el contrario, las grandes urbes de la Alemania de Weimar en general y muy particularmente Berlín – al igual y casi a la par que Nueva York y California (sobre todo Los Ángeles) al otro lado del planeta –, rompieron con esa restricción elitista para siempre de modo frontal, revolucionario: En la Weismarer Republik la gran mayoría de sus “grandes genios-maestros” apostaron por el pueblo, encabezados por el dramaturgo Brecht y el compositor Weill. Emergió un Arte Político – y a la vez – un Arte de Masas. Un Arte que reivindicaba ante los ciudadanos, por los ciudadanos y con los ciudadanos comunes y corrientes sus posturas progresistas ante determinados asuntos polémicos y candentes, tales cuales la justicia y la separación de poderes en el sistema democrático, los derechos de las mujeres y las minorías, las libertades de expresión, de creencias, de costumbres privadas, la sexualidad libre, la aceptación de la homosexualidad tanto masculina como femenina...Las partituras de Weill – a semejanza de los textos de Brecht – se expresaban por ello en un lenguaje sencillo, reproduciendo la simplicidad de los relatos, fábulas o melodías populares en su estructura interna. Y a ninguno de los dos ni a otras tantas docenas y docenas de selectos creativos les importó sino más bien les entusiasmó que sus obras ni ellos mismos obtuviesen su máxima difusión y representación en el escenario por antonomasia de ese nuevo y radicalmente renovado Arte Popular de Masas: El Cabaret.

Berlín no tardó en verse envuelto durante la Década Prodigiosa de los 20 e incluso hasta el más que decadente final de Weimar en un perfume propio y distintivo, con cuyos efluvios rivalizó y llegó a superar en su proyección de masas al mismísimo París: El aroma magnético y cálido del sexo y la lujuria.

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Mientras el marco se desvalorizaba hasta niveles despreciables, un gigantesco mercado negro nocturno servía todo tipo de drogas y placeres escapistas y anteriormente “prohibidos”. La noche berlinesa y tras ella la de otras importantes ciudades germanas se convirtió en un Jardín de las Delicias de resonancias dignas del Bosco, donde todo estaba permitido, densamente poblado por prostíbulos, salas de juego, primitivos cines pornográficos y libertinas así como “perversas” fiestas privadas aún más desenfrenadas que las que remotos siglos antes animaron las madrugadas del Imperio Romano o las veladas en los Palacios renacentistas de los Borgia. Berlín fue – antes que ninguna otra – la primera “ciudad moderna abierta toda la noche y a todo lo que encarna La Noche”, la primera Ciudad Sin Vergüenza de la Era Cristiana... No durante ciertas fechas del calendario o los Carnavales, ni en exclusiva para ciertas élites más o menos “ocultas”, sino todos los días del año para todo el mundo, cada madrugada, infatigable, sin descanso. El mismo Stephen Zweig – muy bien integrado en la “Interminable Oktoberfest” de Weimar pero suizo y por ende bajo la sombra calvinista al fin y al cabo –, comentaría, escandalizado: “Ni la Roma de Suetonio había conocido orgías como las de los bailes berlineses de travestidos de ambos sexos”.

Y, en aquella Inacabable Fiesta Colectiva, el cabaret era la imprescindible banda sonora.

“El cabaret – explica la propia Ute Lemper, ya anciana, a Diego Fischerman en una entrevista concedida en 2001 –, era, en su origen, simplemente un lugar. Ahora designa mucho más que eso. No es que se trate de un género, con características precisas. No hay un tipo de canciones en especial a las que se pueda caracterizar como canciones de cabaret. Pero sí hay algunos rasgos comunes, que tienen que ver con ese origen nocturno, casi prohibido, con la caída de los valores morales, con el derrumbe de una idea acerca del

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mundo que tuvo lugar en los años 20 y 30 y con las posteriores persecuciones políticas. La música de cabaret es irónica, las letras son crueles, sardónicas, satíricas, muchas veces llenas de explicitaciones sexuales, en ocasiones decadentes”.

Por último – si bien no lo último –, como dicen los anglosajones, el periodo de Weimar fue igualmente espléndido y “prodigioso” para la Ciencia de vanguardia alemana y la “importada” a través de muchos de los genios austro-húngaros que abandonaban el colosal naufragio ligeramente anterior de su devastado Imperio tras la I Guerra Mundial.

Resulta casi imposible enumerarlos a todos y sus cruciales aportaciones, pero bastará citar a los más descollantes entre ellos para refrescar nuestras memorias: Weimar es la Alemania de Albert Einstein en su pico máximo de creatividad, hasta que su condición de judío le obligó a marcharse a los Estados Unidos como tantos otros talentos de su perfil, de Max Planck en su plena madurez, de Werner Heisenberg, de Erwin Schrödinger, de Max Born... O sea, de los Padres de la Nueva Física: El de la Teoría de la Relatividad, y todos los de la Mecánica Cuántica – la que fue su especialidad , Dra. Merkel, espero que no la haya olvidado del todo –, excepto Niels Bohr (danés radicado en Copenhague) y el exquisito y polifacético aristócrata galo, séptimo Duque de Broglie, Par de Francia e historiador además de físico teórico Louis de Broglie (nacido en Dieppe y profesor y residente en París hasta su muerte); También fue la patria de acogida de sobresalientes científicos austro-húngaros de la misma especialidad, casi todos ellos de origen judío asimismo, entre los que brillan los magiares Edward Teller, Eugene Paul Wigner y Leó Szilárd, todos ellos posteriormente emigrados a Norteamérica huyendo de la Bestia nazi y participantes en el Proyecto Manhattan que acabó por desarrollar la primera bomba atómica de fisión, siendo además el primero el diseñador de su

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todavía más poderosa y terrible sucesora, la bomba de hidrógeno o de fusión termonuclear; En el campo de la Físico-Química y la Química, relumbran el prusiano (una vez más de familia judía) Fritz Haber, ilustre investigador y académico, famoso por haber logrado junto a Carl Bosch el método para la síntesis industrial del amoniaco, base de la producción de fertilizantes y explosivos, además del uso del gas dicloro y otros compuestos venenosos volátiles – por lo que se le considera el “progenitor” de la guerra química, al servicio del Káiser en el II Reich –, y luego activo promotor de instituciones estatales a favor de la Ciencia a lo largo de la República de Weimar. Junto a él relucen por derecho propio además de por su colaboración en el Instituto Alemán por el Avance de la Ciencia fundado por el primero el físico-químico Max von Laue y el electroquímico igualmente prusiano pero de madre polaca Walther Nernst. Otros grandes hombres de ciencia que desfilaron por dicha institución fueron el físico cuántico especialista en espectroscopía molecular James Franck, el químico Herbert Freundlich – autor de la célebre Isoterma de Adsorción que lleva su nombre – (este último de nuevo de origen judío y ambos exiliados, como el propio Haber, tras la llegada de Hitler al poder. Franck y Freundlich se fueron a los Estados Unidos cual la mayor parte de sus colegas en parecidas circunstancias y Haber – aun cuando los nazis le ofrecieron seguir financiando sus proyectos –, rechazó la oferta en solidaridad con sus compañeros del mismo origen étnico, por más que él se hubiera convertido de muy joven al cristianismo por conveniencia , y emprendió camino hacia el naciente Estado de Israel antes de su proclamación, cuando aún no constituía más que una serie de asentamientos pioneros en tierra Palestina. Pero falleció en Basilea antes de llegar por causa de un ataque al corazón); Asimismo fue excepcional miembro del grupo Michael Polanyi, cuyo polifacético y enorme talento varió desde la físico-química (cinética química, química de fibras, difracción de rayos X, procesos de adsorción de gases sobre sólidos) hasta la filosofía, pasando por la

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economía. Judío-húngaro converso al catolicismo a causa de su boda, se formó en Inglaterra, pero se trasladó a Alemania a principios de los Años 20 para trabajar en el Kaiser Wilhelm Institute (hoy Max Planck Institute) y en la Fundación Estatal dirigida por Haber antes citada –. Otro participante más en la Gran Fuga-Sangría de Cerebros sufrida por Alemania al lograr la Bestia conducir sus destinos, lo que fue una de las causas de la por otra parte predecible Macro-Derrota Final de su Tercer Reich, que él y sus camaradas de flagrante delirio creían determinado a durar mil años...; Terminamos la impresionante lista con Rudolf Ladenburg – por enésima ocasión germano de padre judío, también éste profesor y catedrático de química en las Universidades de Kiel y Breslau, respectivamente –. Especialista en física atómica, en concreto análisis de dispersión electrónica y luminosa, al huir de los nazis pasó a ser el principal coordinador de la ayuda y promoción del establecimiento de los numerosos científicos alemanes exiliados a los Estados Unidos; En Biología, la “Cosecha de Weimar” y sus inmediatos antecedentes también fue fecunda y de buen nivel, si bien hemos de reconocer que no tan “fulgurante” como la de las dos generaciones inmediatamente anteriores: Recordemos al botánico y genetista Carl Correns – redescubridor junto a Hugo de Vries de las Leyes de Mendel –, quien murió en 1933 y por desgracia la mayor parte de sus trabajos fueron destruidos por el fuego; Max Delbrück, físico nuclear y virólogo, trabajó en 1932 al lado de Lise Meitner y Otto Hahn en el bombardeo de neutrones sobre núcleos de uranio. En 1937 emigró a Estados Unidos en virtud de una “oportuna” beca de la Fundación Rockefeller y se consagra al estudio y aislamiento cristalográfico de los virus fagos; El eminente botánico y experto en ingeniería agrónoma, además de prominente sionista Otto Warburg; El ilustre microbiólogo y bacteriólogo de origen judío August von Wassermann, asistente de Robert Koch y elaborador de un método de fijación para detectar o aislar el patógeno de la sífilis aún utilizado en la actualidad, fallecido en 1925; El bávaro Max Westenhofer, patólogo y

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teórico evolucionista, discípulo de Robert Virchof, profesor de Anatomía Patológica en la Universidad de Berlín. Investigó y enseñó asimismo en la de Santiago de Chile, país y ciudad donde abandonó este mundo en 1957. Allí emitió las dos hipótesis por las que es famoso, al menos entre los amantes y/o profesionales de las Ciencias de la Vida: La primera – aún hoy en plena controversia – afirma que, en base a sus observaciones clínicas y estadísticas (epidemiológicas) de los efectos y propagación de la sífilis entre los nativos indígenas chilenos y los “blancos” o caucásicos europeos, se deduce que el agente patógeno es menos virulento entre los primeros que los segundos, de lo que Westenhofer infiere – contra el criterio habitual establecido –, que la enfermedad se hallaba ya presente en el Nuevo Mundo y de hecho desde un tiempo superior al de Europa, pues sus autóctonos parecen más inmunizados en promedio. Respecto a la segunda hipótesis, expuesta en su polémico y más que discutido libro “El Camino hacia el Hombre”, postula que el simio pre-homínido pasó por una etapa evolutiva en la cual nuestros ancestros se adaptaron al litoral, tornándose semi-acuáticos, lo que ocasionó la pérdida de vello corporal, el aumentos de grasa protectora del frío húmedo, la posición erecta... Luego, retornó a tierra firme. Al no hallarse pruebas paleontológicas de ningún tipo a favor de ello, hoy se estima como “pseudociencia”... Pero bien es cierto que los procesos específicos de “caída del vello” y erección bípeda siguen manteniendo profundas lagunas en nuestra filogenia, al no hallarse modelos que justifiquen con claridad sus ventajas en términos de Selección Natural en el supuesto escenario de un entorno terrestre para la evolución humana, aun cuando es obvio que en él debió ocurrir, a la vista de los numerosos y variados fósiles y restos encontrados. Tampoco se explica – mientras la hipótesis de este sabio sí lo haría – porqué si lanzamos un bebé primate al agua se ahoga y uno humano casi siempre nadaría espontáneamente, por ejemplo, o la razón de que nosotros buceamos sin mucha dificultad y ningún otro primate lo consigue. Por tanto, seamos cautos antes de desechar del todo la original idea del profesor, rememorando

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que es muy difícil hallar restos arcanos bajo el agua o en entorno costero altamente erosionado; Y, para concluir, Walter Zimmermann, botánico e histólogo bien conocido por su “Teoría del Teloma”, la cual afirma que los apéndices laterales de las plantas se desarrollaron evolutivamente a partir de ramas indiferenciadas. Estudió además la clasificación y filogenia de las embriofitas, siendo su “espiral hologenética” célebre entre estudiantes y profesores de su especialidad.Finalmente, en Psicología, el poderoso influjo sobre la cultura de Weimar, tanto a nivel conceptual, ideológico y “ambiental” como simbólico-estético, del Psicoanálisis del judío-austriaco Freud y su discípulo y posterior autor de la Psicología Profunda de los Arquetipos Colectivos, el suizo-germánico Carl Gustav Jung, son harto evidentes y no precisan mayor comentario.

Añadamos un único apunte más: También fue la década y media en que un joven ingeniero de familia perteneciente a la baja aristocracia (padre y madre barones), llamado Wernher von Braun empezó a ensayar de forma casera, auto-didacta y rudimentaria, junto a un grupo de entusiastas e igualmente casi imberbes pioneros como él, el lanzamiento de cohetes más allá de la atmósfera... El inicio de la Era Espacial...

En resumen y a modo de recapitulación, como bien asegura el prolífico y agudo escritor español contemporáneo Antonio Muñoz Molina acerca de la inmensa y duradera influencia del magnífico y polifacético legado cultural o “memético” de la Weismarer Republik: “Si admiramos un edificio, si nos conmueve una película, si nos desconcierta una forma de audacia, o nos seduce o nos repugna una idea política, es probable que siguiendo el hilo de su genealogía lleguemos a la Alemania de la República de Weimar”.

Y ese “milagro”, teniendo en cuenta las pésimas condiciones materiales y humanas en que se gestó, se nos antoja por ello todavía más precioso,

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singular y admirable, lamentando así con mayor desolación, impotencia y rabia aún su hecatombe final bajo las brutales, genocidas e irracionales botas de Adolf Hitler y sus secuaces.

Por lo que se torna más y más necesario recordar y analizar las turbadoras analogías entre lo ocurrido en Weimar y en la Europa actual en su conjunto en medio de esta nueva “Gran Depresión” Mundial... Pues bien sabido es que “quienes ignoran la Historia se hallan condenados a repetirla”.

Esta inquietante realidad – y la evocación/homenaje a tan maravilloso y efímero tiempo, Paraíso o Jardín de las Delicias para todo verdadero librepensador, además de época de la “segunda juventud adulta” de mi abuelo alemán –, han sido las motivaciones para escribirle a Vuestra Señoría, la nueva Canciller del IV Reich Socio-Político-Económico Alemán de la UE , esta tercera “carta-clase”...

A modo de advertencia...

Pero eso será ya el contenido de la Cuarta Lección. La que trata de “su” Gran lado-Error del hoy por hoy precisamente.

Saludos, Poderosa Frau Merkel, y a todos mis Amables y Pacientes Lectores.

Y hasta la próxima.

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Madrid, a 04/08/2013

06:27 A.M.

Por:

Juan Schreiber

(bioquímico y librepensador)

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