Alejandro murgia las invasiones inglesas y la literatura (1)

9
1 Las Invasiones Inglesas y la Literatura Por: Alejandro Murgia Resumen A doscientos años de distancia, las invasiones inglesas siguen siendo un episodio difícil de clasificar en el imaginario nacional. Las fuerzas en pugna son complejas, y se resisten a un análisis superficial. Más enigmáticos se vuelven los protagonistas de esta historia cuanto más pasa el tiempo y las distancias culturales entre ellos y nosotros se ahondan. Esos hombres vivieron en un clima espiritual muy distinto del nuestro, y quien esté auténticamente interesado en comprenderlos debe realizar un notable esfuerzo por despojarse de preconceptos propios de nuestros tiempos. A lo largo del siglo XX la ciencia de la Historia ha ido apartándose cada vez más de su tradicional rol de estudio centrado en la vida de los grandes hombres, para ocuparse de anónimos fenómenos económicos y sociales. Y eso le deja a la Literatura, y a ella sola tal vez, el deber de iluminar la memoria de aquellos personajes. Es lo que ella ha hecho y hace con suerte dispar, en especial la novela histórica. En su recreación del pasado, la literatura ha ido como en un péndulo, sin saber encontrar el punto de equilibrio. Detectaremos dos extremos: el de la exaltación de los protagonistas al nivel de inmaculados héroes alineados con las consignas ideológicas del autor, y el de la desmitificación ensañada de esos supuestos héroes, desmitificación que se regodea en endilgarles la misma ruindad que detectan en los personajes públicos del presente. En este trabajo recorreremos diferentes manifestaciones literarias que a lo largo de estos doscientos años han inspirado las Invasiones Inglesas, sometiéndolas al examen de la dicotomía anteriormente anunciada. Vicente López y Planes, Pantaleón Rivarola, Paul Groussac, Manuel Gálvez, y Arturo Capdevilla serán los principales autores tratados. Introducción Pocos episodios de la vida nacional son tan ricos, tan cargados de tensiones culturales, como los agitados meses de las invasiones inglesas. Buenos Aires, esa somnolienta aldea, aislada, perdida en un rincón lejano del mundo, de un día para el otro pasa a estar en el centro de la escena, y vive en carne propia las tensiones políticas y las crisis culturales de su tiempo. Comerciantes y abogados, gente que ocupaba hasta entonces su tiempo en rencillas de protocolo y etiqueta, o en permisos aduaneros, experimentan algo nuevo: el embriagante licor del heroísmo. Las invasiones inglesas marcan la despedida definitiva de una idílica vida sencilla y apacible, una vida de inocencia política y religiosa (o de retraso colonial, como dirían los apasionados amantes del progreso). Cierra una etapa e inaugura otra muy diferente A doscientos años de aquellos hechos, las invasiones inglesas siguen siendo un episodio difícil de clasificar en el imaginario nacional. Las fuerzas en pugna son complejas, y se resisten a un análisis superficial que se preocupe meramente por descubrir quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Para el lector curioso, los documentos y fuentes que nos han llegado de aquellos tiempos son realmente fascinantes. En especial los personajes que pueblan esta historia, son extremadamente novelescos: desde los jefes ingleses, como Beresford, Popham, o Whitelocke, pasando por el marqués de Sobremonte, sus parientes y acólitos, y llegando, por supuesto, el más fascinante de todos, Santiago de Liniers, un héroe de otro tiempo, salido de alguna novela de caballería, con sus gestos nobles, sus costados más humanos, y su fin trágico. Son personajes novelescos y enigmáticos. Y más enigmáticos se vuelven cuanto más pasa el tiempo y las distancias culturales entre ellos y nosotros se ahondan. Estos hombres vivieron en un clima espiritual muy distinto del nuestro, y quien esté auténticamente interesado en comprenderlos debe hacer un esfuerzo por despojarse de preconceptos propios de nuestros tiempos; de lo contrario, interpretará erróneamente los móviles de sus acciones. Lamentablemente se ve mucho este defecto en

Transcript of Alejandro murgia las invasiones inglesas y la literatura (1)

Page 1: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

1

Las Invasiones Inglesas y la LiteraturaPor: Alejandro Murgia

ResumenA doscientos años de distancia, las invasiones inglesas siguen siendo un episodio difícil de

clasificar en el imaginario nacional. Las fuerzas en pugna son complejas, y se resisten a un análisissuperficial. Más enigmáticos se vuelven los protagonistas de esta historia cuanto más pasa el tiempo ylas distancias culturales entre ellos y nosotros se ahondan. Esos hombres vivieron en un clima espiritualmuy distinto del nuestro, y quien esté auténticamente interesado en comprenderlos debe realizar unnotable esfuerzo por despojarse de preconceptos propios de nuestros tiempos.

A lo largo del siglo XX la ciencia de la Historia ha ido apartándose cada vez más de su tradicionalrol de estudio centrado en la vida de los grandes hombres, para ocuparse de anónimos fenómenoseconómicos y sociales. Y eso le deja a la Literatura, y a ella sola tal vez, el deber de iluminar lamemoria de aquellos personajes. Es lo que ella ha hecho y hace con suerte dispar, en especial la novelahistórica. En su recreación del pasado, la literatura ha ido como en un péndulo, sin saber encontrar elpunto de equilibrio. Detectaremos dos extremos: el de la exaltación de los protagonistas al nivel deinmaculados héroes alineados con las consignas ideológicas del autor, y el de la desmitificaciónensañada de esos supuestos héroes, desmitificación que se regodea en endilgarles la misma ruindadque detectan en los personajes públicos del presente.

En este trabajo recorreremos diferentes manifestaciones literarias que a lo largo de estosdoscientos años han inspirado las Invasiones Inglesas, sometiéndolas al examen de la dicotomíaanteriormente anunciada. Vicente López y Planes, Pantaleón Rivarola, Paul Groussac, Manuel Gálvez,y Arturo Capdevilla serán los principales autores tratados.

IntroducciónPocos episodios de la vida nacional son tan ricos, tan cargados de tensiones culturales, como los

agitados meses de las invasiones inglesas. Buenos Aires, esa somnolienta aldea, aislada, perdida en unrincón lejano del mundo, de un día para el otro pasa a estar en el centro de la escena, y vive en carnepropia las tensiones políticas y las crisis culturales de su tiempo. Comerciantes y abogados, gente queocupaba hasta entonces su tiempo en rencillas de protocolo y etiqueta, o en permisos aduaneros,experimentan algo nuevo: el embriagante licor del heroísmo. Las invasiones inglesas marcan ladespedida definitiva de una idílica vida sencilla y apacible, una vida de inocencia política y religiosa (ode retraso colonial, como dirían los apasionados amantes del progreso). Cierra una etapa e inauguraotra muy diferente

A doscientos años de aquellos hechos, las invasiones inglesas siguen siendo un episodio difícil declasificar en el imaginario nacional. Las fuerzas en pugna son complejas, y se resisten a un análisissuperficial que se preocupe meramente por descubrir quiénes eran los buenos y quiénes los malos.

Para el lector curioso, los documentos y fuentes que nos han llegado de aquellos tiempos sonrealmente fascinantes. En especial los personajes que pueblan esta historia, son extremadamentenovelescos: desde los jefes ingleses, como Beresford, Popham, o Whitelocke, pasando por el marquésde Sobremonte, sus parientes y acólitos, y llegando, por supuesto, el más fascinante de todos, Santiagode Liniers, un héroe de otro tiempo, salido de alguna novela de caballería, con sus gestos nobles, suscostados más humanos, y su fin trágico.

Son personajes novelescos y enigmáticos. Y más enigmáticos se vuelven cuanto más pasa eltiempo y las distancias culturales entre ellos y nosotros se ahondan. Estos hombres vivieron en unclima espiritual muy distinto del nuestro, y quien esté auténticamente interesado en comprenderlosdebe hacer un esfuerzo por despojarse de preconceptos propios de nuestros tiempos; de lo contrario,interpretará erróneamente los móviles de sus acciones. Lamentablemente se ve mucho este defecto en

Page 2: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

2

la divulgación histórica popular de estos días, donde los hombres de 1800 aparecen razonando comoposmodernos del siglo XXI. Yo pienso que esta pseudo-historia de best-seller que nos toca sufrir, máspreocupada en el escándalo que en la verdad, y en copiar y pegar más que en la investigación, sólopuede prosperar debido al abismo de ignorancia en que ha caído la sociedad actual.

Lo cierto es que a lo largo del siglo XX la ciencia de la Historia, la verdadera Historia, ha idoapartándose cada vez más de una tradición de estudio centrado en la vida de los grandes hombres paraocuparse de anónimos fenómenos económicos y sociales. Y eso le deja a la Literatura, y a ella sola talvez, el deber de iluminar la memoria de aquellos personajes.

Es lo que ha hecho y hace, pero con suerte dispar. En su recreación del pasado, la literatura ha idocomo en un péndulo, sin saber encontrar el punto de equilibrio. Detectaremos dos extremos:

1. La exaltación de aquellos hombres al grado de héroes inmaculados, movidos por ideales quecuriosamente coinciden en su extensión y significado con los defendidos por el autor, aunque ésteescriba en una época muy posterior. Este extremo transforma a nuestros personajes en figuras decartón, sin relieve, ni interés humano, y deforma los auténticos móviles que les sirvieron de impulso,oscureciendo la verdad.

2. El otro extremo es la ensañada desmitificación de los supuestos héroes, desmitificación que seregodea en endilgarles la misma ruindad que cree detectar en los personajes públicos del presente.Premisa: hoy en día, todos los hombres públicos son corruptos, cínicos, farsantes, traidores. ¿Esposible que los hombres del pasado fueran mejores? No, esa visión ennoblecida ha de ser un invento delos historiadores. Por lo tanto, los hombres del pasado eran –sin necesidad de demostrarlo condocumentos- corruptos, cínicos, farsantes, traidores. Hay un regodeo en esta supuesta revelación, elregodeo del sumergirse en la ciénaga, muy característico del momento espiritual que vivimos. Hay unatendencia abusada hasta el cansancio de explorar las raíces de nuestros vicios, remontándolos de modosimplista al pasado colonial, y presentar tal lugar común con la exaltación de quien acaba de realizar ungran descubrimiento. El error que más lamento en este extremo es la despreocupada creencia de que loshombres son siempre iguales, en la época que sea, que nuestros ancestros coloniales razonaban ysentían exactamente como nosotros, y por supuesto lamento la falta absoluta de respeto por la memoriade hombres que ya no están para defenderse de las más absurdas acusaciones. Este extremo está tanlejos de la verdad como el otro.

En sus peores manifestaciones, este segundo extremo agudiza otra tendencia muy típica: haycontradecir todo lo que se ha sostenido en el extremo opuesto. Si alguien era caracterizado comobueno, tiene que ser malo, y si era caracterizado como malo, eso basta para que se gane nuestrasinmediatas simpatías. Es el síndrome del revisionismo de cafetín, que subido al peldaño de un infladoorgullo intelectual contempla con sorna la Historia Oficial, abanderándose en una supuesta contra-cultura más lúcida y desmitificadora. Resulta patética la proliferación de títulos con expresiones comola historia que nos ocultaron, o las verdades que nadie nos contó, cuyas páginas no contienenabsolutamente ninguna investigación original, y repiten datos que cualquiera puede leer en librospublicados hace más de setenta años, sólo que con mucho menos rigor intelectual. ¿Quién es el que nonos contó esas supuestas verdades? ¿Nuestra maestra de primer grado? Es doloroso constatar cómoalgunos de nuestros más populares divulgadores de historia y su público lector parecen ponen el listónde la cultura argentina al nivel de la educación primaria.

Yo espero para la literatura otra actitud, una actitud que puedo sintetizar con una frase de Spinozaque es desde hace muchos años mi lema, y que dice: he procurado no reírme de las acciones humanas,ni indignarme, ni abominar de ellas, sino comprenderlas. No me cabe duda de que el novelista debeajustarse a esta regla, de lo contrario, difícilmente haga auténtica literatura.

Page 3: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

3

Periplo literario de las Invasiones InglesasDel puñado de autores contemporáneos a los hechos que hicieron literatura inspirándose en las

invasiones inglesas mencionaremos a Vicente López y Planes y al presbítero Pantaleón Rivarola,ambos criollos.

López y Planes publicó en 1808 su Triunfo Argentino, largo poema épico de más de mil versosendecasílabos celebrando los hechos militares de la reconquista y la defensa de Buenos Aires. De estilonetamente neoclásico, el Triunfo Argentino iguala hiperbólicamente a Liniers y al vecindario deBuenos Aires con lo héroes mitológicos de la antigüedad grecolatina. Llama la atención el virtuosismocon el que López, que a la sazón contaba con tan sólo veintidós años, escribe esta página que parecesacada de La Eneida, haciendo gala de una sólida cultura clásica y perfecto dominio del estilo. Por logeneral, los críticos literarios han tendido una actitud despectiva hacia el poema, justamente por supesado andamiaje neoclásico que lo lleva a dedicarle más versos al panteón romano y las alusionesmitológicas que a los hechos concretos ocurridos en Buenos Aires, pero desde un punto de vistaestrictamente literario, no se puede negar el pulso firme del autor y su adecuación a los cánones delgénero, como tampoco el cuantioso vocabulario que poseía, lo que habla muy bien de la educaciónrecibida en el Colegio de San Carlos primero, y en la Universidad de Chuquisaca después.

El hecho de que un poema de lectura difícil como el Triunfo Argentino haya sido tan popular ensu tiempo nos invita a replantearnos la supuesta orfandad cultural en que estarían sumidos loshabitantes del Río de la Plata. Difícilmente salgamos bien parados de una comparación entre aquellostiempos y los nuestros en cuanto al bagaje cultural de los escritores en boga y sus lectores, aunque losmedios de acceso a la cultura de aquellos días fueran desesperadamente escasos comparados con losactuales.

Lo más relevante de El Triunfo Argentino fue el espaldarazo definitivo que el poema le dio altérmino argentino.

¿Vosotros sois los célebres britanosQue os gloriáis de haber solos resistidoDe Napoleón el soberano esfuerzo?¿Vosotros sois aquellos que habéis dichoA la faz de la Europa que un britanoEs bastante a rendir cuatro argentinos?

¿Se debió a un cálculo político del joven Vicente López y Planes, o simplemente a una necesidadimpuesta por las reglas de la composición poética, el hecho de que eligiera casi con exclusividad eltérmino argentinos para referirse a los defensores del suelo patrio? Una sola vez en el poema aparece lapalabra España, y una sola vez se utiliza bonaerenses, palabra poco eufónica y difícil de ajustar en unendecasílabo. Al parecer, porteño no era aún voz corriente o suficientemente formal. Es interesantedetenerse un instante sobre el hecho de que los más de quinientos versos pares del poema riman conuna misma rima asonante I-O, y que en ese esquema, nada encaja tan perfectamente como argentino,que además era un cultismo muy apropiado para el estilo del texto. Lo cierto es que este poema fue elprincipal responsable de que el término comenzase a circular en el habla común, ya instaurado comogentilicio, para referirse a los habitantes del Río de la Plata.

El presbítero Pantaleón Rivarola era profesor del colegio de San Carlos, y aunque al parecerestuvo en Chile durante los episodios bélicos, narra los hechos con detalles más concretos que Lópezen sus obras Romance heroico… y La gloriosa defensa de la ciudad de Buenos Aires…, publicadastambién en 1808.

Rivarola reconoce que un poema heroico es algo que está más allá de su capacidad literaria, por locual opta por el romance, como género más popular y llano. Pero su obra, si bien carece del ornato de

Page 4: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

4

la de López, es tanto o más colorida, y se lee aún hoy con agilidad e interés. Cito un fragmento queilustra la expresividad del canónigo, y su habilidad para cargar las tintas en el sentimiento anti-inglés.

No se puede ponderarcon expresiones ni acentoslos trabajos y fatigas,los clamores y lamentosde tantas pobres familiasque vagando sin sustentoy desnudas, con sus hijosvan del enemigo huyendo,por entre espinas y lodo,por entre zanjas y cercos,perdidos todos sus bienes,ropa, muebles y dinero.Si los bárbaros del Norte,o los más feroces negros;si los turcos o los moros,si los indios más sangrientos;al fin, si los hotentotesmás salvajes y mas fierosasí cometido hubiesenatentados tan horrendos,delitos tan execrables,y tan criminales hechos,nada habría que admirarde naciones tan incultas,de tan ignorantes pueblos.Pero que gente ilustrada,nación culta, sabio reino,que en sus papeles anunciahacer felices los pueblos,tales horrores practique,cometa tales excesosa la faz de todo el mundo,a vista del orbe entero,¿qué resta sino que todosa voz en cuello gritemos,que son la afrenta del hombre,el horror del universo,y de todos para siemprela execración y el desprecio?

López, Rivarola, y los demás autores contemporáneos a los hechos escriben en un tono muyparecido, ensalzando sin límites –como es natural- a los héroes de 1806-1807. En rigor, no podemosclasificarlos en ninguno de los dos movimientos del péndulo a que nos referimos en la introducción,puesto que no hay distancia temporal entre los autores y los hechos, ni intentos de reconstrucción de suideología. Hay simplemente un exaltado homenaje a coetáneos, cuyas virtudes y defectos se conocenpersonalmente sin necesidad de conjeturas.

Page 5: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

5

Cien años despuésEn 1907 Paul Groussac publicó su Santiago de Liniers. Si bien se trata de un ensayo histórico, su

cualidad literaria lo hace merecedor de una mención destacada en este breve recorrido. En efecto, vistodesde un cristal exclusivamente estético, tal vez se trate del mejor libro escrito sobre las InvasionesInglesas, o por lo menos, del libro mejor escrito. El análisis histórico y la compulsa de fuentes alternancon páginas imaginativas de gran vuelo y exquisito estilo. En Groussac, la evocación del Buenos Airescolonial encuentra una de sus mejores expresiones.

Los felices patricios de principios de siglo cavilaban poco, trabajaban algo,comían bien y dormían mejor. El Semanario fomentaba el sibaritismo hasta el gradode recetar el modo de tener sueños agradables, en un artículo que comenzaba así:“Como pasamos gran parte de la vida durmiendo…” […] De vez en cuando, unescándalo social de tamaño mayor rompía la telaraña de la crónica diaria: era unahumorada de Anita P…, la capitosa criolla de la isla de Francia, muy festejada delos hombres y abominada de las mujeres –sobre todo de las feas-; o una borrasca delcoronel Bourke, inglés que se daba por alemán, tahúr y espadachín, además deespía, y que desempeñaba a maravilla su triste papel… Esos y otros lances exóticoscaían en la juiciosa sociedad patricia como piedras en un estanque, levantando unoleaje de círculos concéntricos, cuyas últimas ondulaciones duraron hasta laRevolución.

Groussac es un escritor polémico y apasionado, que siempre toma partido, y en este caso lo hacepor su compatriota Liniers, a quien siente injustamente relegado por la historiografía argentina. Laíndole combativa de Groussac tal vez le reste eficacia como historiador, pero no como escritor. Supermanente espíritu crítico lo lleva a examinar con desconfianza lo que historiadores anteriores handicho, por lo cual parecería que podríamos asimilarlo al segundo movimiento de nuestro péndulo, perolo cierto es que no vemos en él los defectos apuntados en ese grupo, y como el sentido final de su obraes laudatorio (reivindicar la figura de Liniers), parecería más apropiado asimilarlo al primermovimiento. El solo hecho de que cueste encasillarlo nos demuestra que estamos ante un autor degenio muy personal. Lo que queda fuera de toda duda es que la lectura de su Santiago de Liniers esamenísima, lo que constituye el principal logro de una obra literaria.

Arturo Capdevila publicó en 1938 Las invasiones inglesas: crónica y evocación, una especie decollage semi-novelado en el estilo inconfundible del autor de Córdoba del recuerdo, donde alternandescripciones de tono casi lírico, diálogos anónimos, y citas de documentos de la época. El librocontiene no poca investigación original y demuestra conocimiento acabado de la literatura existentesobre los acontecimientos tratados. Tal vez la virtud más sobresaliente del Las invasiones inglesas es suconsustanciación con el sentimiento religioso del pueblo del virreinato, y la capacidad de su autor deexpresarlo poéticamente a más de ciento treinta años de distancia.

La postura ideológica del libro puede resumirse con palabras del propio Capdevila en el prólogo ala cuarta edición:

…sólo he procurado y procuro una cosa que estimo salvadora:reargentinizar a la Argentina en esta hora tan turbia del mundo y tan laxa de lanacionalidad, en que vemos cultivarse en la patria el más funesto espíritu deplagio, ora de derecha, ora de izquierda, a los vientos de la moda.

[…] Muchos somos ya los que pensamos que hoy como nunca debemos serfieles a nosotros mismos, si queremos ser salvos. Seguiré, pues, proponiendo a losargentinos en estas evocaciones mías la visión del pasado y en él las razonesrealmente profundas del porvenir.

Page 6: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

6

Mirad a los cuatro puntos cardinales y creedme. No es mal consejo elretorno a Mayo y a sus vísperas. ¿Para qué? ¿Para que nos cristalicemos? No.Para saber entonces de verdad cuál es la senda de seguir adelante.

Conforme a este planteo, el libro apunta a exaltar el sentimiento nacionalista y los valores depertenencia religiosa que impulsaron la reconquista y la defensa. Es, pues, un exponente cabal delprimer movimiento del péndulo. Debe sin embargo destacarse en Capdevila la mesura en lasapreciaciones y su humano interés por comprender a todos los actores sin intentar juzgarlosinmediatamente (es muy valiosa en ese sentido su presentación del punto de vista de Córdoba en lasinvasiones y la participación de su gente acompañando al desafortunado marqués de Sobre Monte).

Debemos esperar hasta la publicación de La muerte en las calles, de Manuel Gálvez, en 1949,para encontrar la primera auténtica obra de ficción narrativa ambientada durante las invasionesinglesas. ¿Por qué este largo silencio? No es fácil dar la respuesta. ¿Desinterés generalizado por eltema? ¿Será, como dijimos antes, que las invasiones han sido siempre un episodio difícil de clasificaren el imaginario nacional?

Gálvez, novelista prolífico, aborda los episodios de 1806-1807 como parte del recorrido por lahistoria argentina que hubo de plasmar en una serie de novelas nacionales al estilo de Benito PérezGaldós. En La muerte en las calles se percibe una sólida documentación histórica y el respeto por unaconsigna básica de las novelas históricas, cual es la de presentar dos planos argumentales: 1. El de losprotagonistas, que son caracteres ficcionales cuyos actos acompañan los hechos históricos sin alterarlosni influirlos de manera decisiva. 2. El telón de fondo de los grandes personajes históricos, a quienesatisbamos indirectamente a través de la ocasional relación personal que los protagonistas mantienencon ellos.

La extensa novela (368 páginas) adolece de al menos dos defectos literarios importantes que elautor de novelas históricas debería evitar. Uno es el didactismo: los diálogos entre los personajes amenudo son una excusa para instruirnos de los hechos históricos, y se desenvuelven ostentando tantaprolijidad de detalle como poca naturalidad.

-Mañana –terminó con sus informes Esteve –salen para Perdriel los primerosenganchados.

[…]-Me he olvidado de anunciarles que contamos ya con un héroe.-¿Un héroe? –preguntaron varios.-El señor Juan de Dios Dozo. Por orden del señor don Martín ha entrado en la

logia masónica fundada por los herejes y denominada Southern Cross, que quieredecir Cruz del Sur

Todos miraron con admiración a Dozo[…]-Los ingleses –dijo Dozo, después de agradecer los elogios a su favor y con aire

de pobre hombre –han fundado un par de logias. Una se llama Estrella del Sur, nocomo aseguró el señor don Felipe, y está en la calle de San Carlos, frente a SanJuan; y la otra, Hijos de Hiram y está en la calle Ribas. He entrado en la primeraporque de ella forman parte algunos que se entienden con nuestros enemigos, comoel señor capitán don Saturnino Rodríguez Peña.

El segundo defecto –otro riesgo inherente a la novela histórica- es la tendencia de los personajes ala clarividencia, de la que Gálvez abusa. Se diría que todos en la novela tienen constantementepremoniciones de lo que va a pasar, no sólo en el futuro cercano, sino también en la gestaindependentista que comenzará unos años después, y hasta en el siglo venidero. Esta clarividencia está

Page 7: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

7

sazonada de evaluaciones con perspectiva histórica de los hechos que viven, como si en realidad lospersonajes fueran todos estudiosos de la Historia argentina trasladados en el tiempo.

-¡Sobremonte! –declaró don Anselmo -. Él nos hubiera salvado de caer bajoel dominio de un aventurero francés.

-¡Ca, hombre! Su marqués es un incapaz. Lo veremos pronto fracasar en laotra orilla. Huirá, o hará cualquier tontería irremediable.

Gálvez es el más fiel exponente del primer movimiento del péndulo. Los personajes históricos senos presentan idealizados y en pose, preparados a soltar discursos patrióticos. Desde su nacionalismopro-hispanista, el autor pinta con simpatía a los diversos grupos que se enfrentaron a los ingleses,superados ya los antagonismos que los tornaban problemáticos. Españoles viejos, patriciosrevolucionarios, Liniers, Álzaga, todos obtienen su bendición, o al menos su benevolencia, aunadoscontra el enemigo común. Los ingleses en cambio, son siempre en Gálvez lo otro, lo foráneo, lo que noforma parte de nuestra identidad nacional: mercantilsimo, imperialismo, codicia, soberbia.

El final de la novela constituye un buen resumen de los rasgos apuntados:

-¡Cuántas alegrías! La Patria y yo somos felices. Y todos, porque nos hemossalvado de ser ingleses y protestantes. ¿No es milagroso que esta humilde coloniaespañola haya vencido por dos veces al soberbio y poderoso imperio británico?Esto quiere decir que Dios nos ha ayudado, y también que somos un gran pueblo.Tenemos alma, fuerza, entusiasmo. Hemos evidenciado ante el mundo lo quesomos y lo que podemos hacer. Me siento tremendamente orgulloso de habernacido en esta tierra. Ahora sólo falta que echemos a los otros.

-¿A los godos?-¡Claro! Tenemos que prepararnos para ese gran día- Veo que llegará el

momento de nuestra independencia. Lo siento… Lo adivino…Antúnez miró a los ojos de su amigo y no se sorprendió al vérselos llenos de

lágrimas.

Manuel Mujica Láinez incluye en su Misteriosa Buenos Aires, de 1950, un relato, La casacerrada, cuya acción transcurre durante la defensa de la ciudad en julio de 1807. Se trata de un textobreve y muy expresivo, que sólo nos da un atisbo, aunque sugerente, de los hechos históricos. Ameritauna mención aquí en atención a que indudablemente se trata del texto más popular de cuantos integranel presente recorrido, y ha quedado en el recuerdo de sus muchos lectores.

-¡A la calle, a la calle, a Santo Domingo!Me ajusté el cinturón. Mis compañeros me llamaban. Me volví para

seguirles. Nada había cambiado en el fondo del aposento. La madre, sentada en ellecho, gemía tapándose los oídos. Detrás asomaba la cabeza diabólica, oscilante,babeante. Las dos hijas se abrazaban con miedo. Me miraron y adiviné en sucrispación anhelosa un ruego desesperado.

Fue como si súbitamente una oleada del fresco perfume de los jazmines meenvolviera en pleno mes de julio. Todavía me quedaba una bala en el fusil.Reverendo Padre, cualquier hombre hubiera hecho lo que hice. Un tiro seco, unsolo tiro seco... ¡A tantos otros había muerto ese mismo día desde la retirada de laPlaza de Toros: oficiales fuertes y esbeltos, soldados que apenas salían de laadolescencia, a tantos, a tantos! Cayó la cabeza espantosa, como en un juego,como si fuera una cabeza de cartón y de lana...

Page 8: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

8

Hasta hoy me persigue el alarido de la madre, hasta hoy, como me persiguióel 5 de julio de 1807 en mi fuga por la calle de Santo Domingo negra y roja decadáveres, lejos de la casa cuyas puertas había arrancado...”

Doscientos años despuésUn nuevo salto de cincuenta años nos lleva a la actualidad y al aniversario doscientos de las

invasiones inglesas. La fecha coincide con cierto auge de la novela histórica en la Argentina, y comoconsecuencia, tras un silencio de cincuenta años encontramos numerosas obras inspiradas por losacontecimientos de 1806-1807. Entre ellas, las más reconocidas han sido las de Alejo Brignole Elamante de rojo (2000), Jorge Castelli El delicado umbral de la tempestad (2001, Premio La NaciónNovela), y Miguel Wiñazki Sobremonte, una historia de codicia argentina (2001).

No es la intención de este trabajo realizar un análisis del auge de la nueva novela histórica. Melimitaré a señalar que en nuestro país el fenómeno –salvo excepciones- ha estado signado por lamediocridad. En cuanto a la recreación de un mundo pasado, difícilmente pueda compararse el nivel dedocumentación y compenetración con el espíritu de la época que manifiestan novelas históricaspublicadas en otras partes del mundo (pongamos por caso el de Patrick O’Brian en Inglaterra), con ladelgada pátina de historicidad que exhibe la mayor parte de los productos nacionales. Para el lectorestudioso de la historia, que se acerca a esos libros con el anhelo de ver cobrar vida un universo que lees caro, y que disfruta con la exactitud de la reconstrucción, la decepción suele ser inmediata. Estoslibros en realidad presuponen un público con una información previa muy elemental, y una tibiacuriosidad por el pasado, un público que no perciba como una peca –por ejemplo- el hallar en boca deun personaje de principios de siglo XIX términos y expresiones pertenecientes a épocas posteriores.

En rigor, no puede hablarse de auténtica novela histórica argentina en el sentido de literatura quepersigue la reconstrucción lo más fiel posible del pasado. Lo que hay es novelas de intención política,periodística, moralizante, o de estudio psicológico, que utilizan para sus propios fines un telón de fondohistórico.

El impacto de la accidentada historia argentina de los últimos cincuenta años es muy visible enestas novelas. La autocrítica y la búsqueda de síntomas de corrupción en nuestros antepasadosreemplazan el candor nacionalista de Gálvez. El segundo momento del péndulo se halla en su cénit.

Un rasgo interesante de las novelas mencionadas es que por primera vez hay espacio para unamirada simpática hacia los ingleses, lo que permite dar cuenta con más libertad de las interesantesexpresiones de admiración mutua que se produjeron durante el agitado año que duraron los intentosmilitares en el Río de la Plata. La mencionada obra de Jorge Castelli, por ejemplo, asume directamenteel punto de vista del general Withelocke en los hechos. Esta capacidad de asumir la voz del otroenriquece indudablemente la literatura.

Es muy temprano para aquilatar debidamente la trascendencia y valor de las novelas antedichas,exponentes de un movimiento que tal vez no se haya agotado aún. Lo cierto es que para losapasionados del Buenos Aires virreinal y de las Invasiones Inglesas, todavía hay anhelos literarios porsatisfacer, que esperan su pluma.

Alejandro MurgiaGraduado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, ha ejercido la docencia universitaria en

la Universidad del Museo Social Argentino. Actualmente se dedica al estudio del Buenos Airesvirreinal como investigador independiente y en función de su quehacer literario.

Page 9: Alejandro murgia   las invasiones inglesas y la literatura (1)

9

Bibliografía1. Romance heroico en que se hace relación circunstanciada de la gloriosa reconquista de la

ciudad de Buenos Aires, Capital del Virreinato de Río de la Plata, verificada el día 12 deAgosto de 1806, por un fiel vasallo de Su Majestad y amante de la Patria, quien lo dedica y loofrece a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad, Cabildo y Regimiento de esta Capital, BuenosAires, Real Imprenta de los Niños Expósitos, 1807.

2. La gloriosa defensa de la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata,verificada del 2 al 5 de Julio de 1807, Brevemente delineada en verso suelto, con notas, porun fiel vasallo y amante de la Patria, quien lo dedica al Sr. D. Santiago Liniers y Bremont,Brigadier de la Real Armada, Gobernador y Capitán General de estas provincias, y Generaldel Ejército Patriótico de la misma Capital, Buenos Aires : Imprenta de los Niños Expósitos,1807. [el autor de esta dos obras es Pantaleón Rivarola]

3. Vicente López y Planes, El triunfo argentino. Poema heroico en memoria de la gloriosadefensa de la Capital de Buenos Aires contra el ejército de 12.000 hombres que le atacaronlos días 2 a 6 de Julio de 1807, Buenos Aires: Imprenta de los Niños Expósitos, 1808.

4. Groussac, Paul, Santiago de Liniers. Conde de Buenos Aires. 1753-1810, Buenos Aires :Arnaldo Moen Editores, 1907

5. Capdevila, Arturo Las invasiones inglesas. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1941 [el texto citadoes del prólogo a la cuarta edición].

6. Gálvez, Manuel. La muerte en las calles: Novela de las invasiones inglesas (1806-1807)Buenos Aires, 1949.

7. Mujica Láinez, Manuel. Misteriosa Buenos Aires, Buenos Aires : Ed. Sudamericana, 1950.8. Brignole, Alejo. El amante de rojo, Buenos Aires : Ed. Sudamericana. 2000.9. Wiñazki, Miguel Sobremonte, una historia historia de codicia argentina. Buenos Aires : Ed.

Sudamericana, 2001.10. Castelli, Jorge El delicado umbral de la tempestad. Cuestiones de un general inglés. Buenos

Aires: Ed. Sudamericana, 2001.