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    DOSSIERUNA PIEZA CLAVE EN LOS PLANES DEL MAGNO

    38 EN EL OBJETIVOASEGURANDO LA RETAGUARDIA

    PorJOS MIGUEL PARRA

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    Alejandro en Egipto

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    2/19EN EL OBJETIVO

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    Egipto, con su enorme riqueza agrcola, estuvo en el radar de las potenciasde Oriente Medio y Prximo milenios antes de la llegada de Alejandro.JOS MIGUEL PARRA, DOCTOR EN HISTORIA ANTIGUA Y ESCRITOR

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    DOSSIER

    Justo a finales del Reino Nuevo,el Mediterrneo entr en un pe-rodo de inestabilidad econmi-ca y poltica en el que tuvieronmucho que ver los llamados Pue-

    blos del Mar. Por suerte para Egipto, Ram-ss III los derrot por completo en unabatalla terrestre y naval que puso fin a sus

    correras e impidi que se asentaran en elvalle del Nilo. Fue, por as decirlo, el primery ltimo hurra de lo que sera un largoreinado, en el que las tensiones sociales yeconmicas fueron socavando cada vezms el mundo faranico.Sus sucesores inmediatos, todos ellos lla-mados Ramss, no tuvieron reinados msfecundos, y cuando falleci el ltimo deellos, Egipto entr en lo que se conoce co-mo el Tercer Perodo Intermedio. De la xxidinasta a la xxv, el poder de los faraonesdisminuy constantemente, hasta el pun-

    to de que, durante la mayor parte de esa

    etapa, hubo dos entidades polticas inde-pendientes. Una tena su capital en Tanis,en el Delta, y ejerca su poder sobre elBajo Egipto, mientras que en el sur, losgrandes sacerdotes del templo de Amnconsiguieron tanto poder como para con-

    vertirse en los gobernantes independien-tes del Alto Egipto. No llegaron a procla-

    marse faraones, pero lo fueron en todoexcepto en la titulatura. Con el tiempoaparecieron incluso otros centros de poderpoltico, como la ciudad de HeraclepolisMagna, en El Fayum, que controlaba elcentro del pas, o la ciudad de Sais, en laque surgi la xxivdinasta.Mientras, en Nubia, independizada deldominio que los egipcios llevaban ejer-ciendo sobre ella desde el Reino Medio,sus reyes observaban con horror el pano-rama poltico del valle del Nilo. Eran in-dependientes, s, pero los milenios de

    control y presencia faranica haban acul-

    turado hasta tal punto su civilizacin quesus modos e ideologa eran plenamenteegipcios. Tanto que, viendo el desastre queasolaba a sus vecinos, llegaron a conside-rarse los herederos directos del poder fa-ranico y decidieron tomar cartas en elasunto: conquistaran el valle del Nilopara acabar con las disensiones y fracturas

    y devolveran a Egipto su antiguo esplen-dor, como le corresponda. Y as lo hicieron,convirtindose en la xxvdinasta. Su sis-tema de reunificacin del poder funcionbien cerca de cien aos, durante los cuales

    volvieron a recuperar influencia comercialy poltica en Siria-Palestina..., donde tro-pezaron con la potencia dominante de laregin por entonces, los asirios.

    La apisonadora asiriaEl avasallador poder poltico asirio no sor-prenda a los egipcios: su rpido crecimien-

    to fue uno de los motivos que llevaron a

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    ALEJANDRO

    estos y a los hititas a firmar un acuerdo depaz tras la batalla de Qadesh. Intuyendoel peligro que podan suponer los recinllegados, Ramss II y Hatusil III decidieronaliarse para no debilitar sus posturas ymantener controlados a los asirios. Lejosquedaban los tiempos en los que los reyesmesopotmicos escriban a Akhenatn

    quejndose de que el faran los haca demenos y no los consideraba tanto como aotros soberanos contemporneos.El caso es que los asirios decidieron termi-nar con la presencia egipcia y se lanzarona dominar el valle del Nilo. No tuvieronproblemas en conquistar Menfis, haciendohuir al faran Taharqa a Tebas. A pesar denombrar gobernadores y convertir el pasen una provincia, la muerte de su rey im-pidi que esta se consolidara, lo cual pro-pici incluso rebeliones de sus propiosgobernadores en el Delta. Al final, un fa-

    ran kushita termin por reconquistar

    todo Egipto, para ser derrotado sin palia-tivos por el nuevo monarca asirio, Asur-banipal, que lleg a saquear Tebas. Porfortuna para los egipcios, en Mesopotamiaestallaron entonces diversos alzamientosque requirieron toda la atencin y recursosde los asirios. Estos terminaron por aban-donar Egipto, a lo que contribuy la insu-

    rreccin encabezada por el primero de lossoberanos de la xxvidinasta, Psamtico.Con ella comenzaba la Baja poca.La sata sera la ltima dinasta autctonaegipcia que gobern en el valle del Niloantes de la conquista total del mismo porotro imperio extranjero. Fue una poca derenacimiento para Egipto, que recupertodo su prestigio y podero internacionales.En la Biblia aparecen varias de las campa-as de los faraones por tierras de Siria-Palestina. En el plano cultural, los gober-nantes satas recurrieron a modelos del

    Reino Antiguo como referencia. Sin em-

    bargo, un nuevo poder poltico se estabaimplantando en la regin, y no era peque-o: Persia. La amenaza era de tal magnitudque Egipto, la Lidia de Creso, Esparta y loscaldeos decidieron unirse en una alianzapara intentar mantenerla a raya. No obs-tante, Cambises II, el rey persa aquemni-da, supo jugar muy bien sus bazas polticas,y la coalicin no resisti mucho tiempocomo tal. As, tras su victoria en la batallade Pelusio, Cambises entr en Menfis pa-ra recibir la rendicin de Psamtico III.

    Faraones persasA lo que parece, Cambises decidi conver-tirse en faran de Egipto con todas las dela ley, coronndose como tal para ser acep-

    tado por los habitantes del valle del Nilo.Tampoco tuvo escrpulos en ascender anativos a cargos administrativos impor-tantes, e incluso enterr con toda la pom-pa y el boato a un toro Apis. Pero, pese ademostrar deseos de conservar y respetarla religin y las costumbres egipcias, tam-

    bin quiso que su tesoro recibiera todoslos impuestos que le correspondan. Pu-blic entonces un decreto mediante el cualintent acabar con parte de los privilegios,en especial fiscales, de los que disfrutabantemplos y sacerdotes. Como era de esperar,esto le granje pocas simpatas, y sin dudainfluy en las fuentes egipcias, que descri-

    ben su gobierno como el de un personajeimpo. Quiz por eso, a su muerte estalluna rebelin que apenas liber Egipto du-rante tres aos, hasta que lleg Daro I consu ejrcito. No obstante, entra en lo po-sible que esta imagen oscura del persa ledeba ms a las propias fuentes aquem-nidas que a la realidad histrica. Estashabran exagerado los puntos negativosde Cambises para destacar como intacha-ble la imagen de su padre y fundador dela dinasta, Ciro II el Grande.El reinado del nuevo emperador persa fue

    largo y duradero, casi cuarenta aos, du-

    EL PERSA CAMBISES IIYA DECIDI CORONARSEFARAN PARA SER

    ACEPTADO POR LOSHABITANTES DEL PAS

    TEMPLO de Karnak, Tebas. En la pg. anterior,el persa Cambises II en Egipto, por J. A. Guignet.

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    rante los cuales Daro se mostr especial-mente preocupado por mantener el controlde Egipto. Como no poda ser de otro mo-do, decidi no solo coronarse como sulegtimo faran, sino ganarse definitiva-

    mente a la clase sacerdotal, para lo cualcomenz una decidida poltica de cons-truccin y mejora de los templos: el deSais, donde haba una escuela mdica, elde Amn de Hibis en el oasis de Kharga(desierto occidental), el de Busiris, el Se-rapeo en Saqqara... Pero, en cuanto a obraspblicas, lo ms destacado, sin duda, esque termin el canal entre el Nilo y el marRojo que haba comenzado aos atrs Ne-cao II. No fue simple poltica de relacionespblicas, porque, gracias a ello, los barcos,desde el feraz valle del Nilo, podan alcan-

    zar con facilidad el sur de Mesopotamia

    y Elam, llegando al corazn del Imperiopersa con rapidez. Y es que uno de los mo-tivos por los cuales se conquist Egipto erasu relevancia econmica.Daro I se dio cuenta de que el sistema

    administrativo egipcio llevaba largo tiem-po funcionando y llenando el tesoro realde los faraones, por lo que resultaba porcompleto innecesario modificarlo o aa-dirle enmiendas. As pues, respet la es-tructura existente y mantuvo en sus pues-tos a los funcionarios nativos. Al fin y alcabo, era su legtimo faran, y a l debanrendirle cuentas. Bueno, a l concreta-mente no, sino a su representante en loque se haba convertido en una provinciams del Imperio. Cada una de ellas estabagobernada por un strapa, un miembro

    de la lite persa, de las ms nobles familias

    de la corte, nombrado por el emperadorpara actuar como virrey.El strapa encargado del gobierno del va-lle del Nilo tena su residencia en la antiguacapital, Menfis, y contaba con una canci-llera a cargo de un canciller y un escriba.De ah para abajo, lo nico que hizo Darofue incrustar en el organigrama adminis-trativo a los mnimos funcionarios persaspara supervisar el trabajo de los egipcios.Por supuesto, como al vigilante hay que

    vigilarlo, se repartan por la satrapa unaserie de inspectores persas, nombradospor la corte, llamados ojos del rey, u oi-dores. Se encargaban de mantener alcorriente directamente al emperador aque-mnida de lo que suceda en el pas.

    Flujo de talentosEl principal cambio que el gobierno persaimpuso en Egipto fue el idioma empleadoen los documentos de la cancillera, que,lgicamente, fue el propio de la adminis-tracin persa en todo el Imperio, el arameo.Esto requiri el uso constante de traduc-tores egipcios. Por otra parte, dado que setrataba de un imperio que los aquemnidasintentaban consolidar, estos no se mostra-ron tmidos a la hora de incorporar en loscargos que consideraran oportunos a per-

    sonas no nativas del valle del Nilo, y asfue creciendo el nmero de extranjeroscon poder en Egipto. Como demuestra elcaso de Udjahorresnet, la circulacin depersonajes destacados tuvo doble sentido.Este egipcio, que ya haba sido funcionariodurante la dinasta sata, se encarg decrear la titulatura de Daro I como faranantes de residir en Susa como consejeroimperial, un claro ejemplo de que ni muchomenos vieron los egipcios cortado el acce-so a los puestos ms importantes. Otro

    caso de lo ms interesante es el de Ptah-hotep, que en el siglo va. C. era el jefedel Tesoro, nada menos que el directorde finanzas de la satrapa.Por cierto, que no solo fueron personajesde postn originarios del valle del Nilolos que terminaron trabajando en la cor-te persa: una gran estatua de cuerpoentero de Daro I encontrada en Susamuestra al faran vestido a la persa, pe-ro est tallada al modo egipcio y luce unainscripcin en persa, elamita, acadio yegipcio jeroglfico. Est claro que Daro

    quiso aprovechar al mximo todos los

    RELIEVE DE DARO I EL GRANDE, tercer rey de la dinasta aquemnida de Persia. Museo Nacional de Irn.

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    ALEJANDRO

    BAJOEGIPTO

    ALTO

    EGIPTO

    NUBIA

    ASIRIA

    SIRIA

    MACEDONIA

    GRECIA

    BABILONIA ELAM

    MESOPOTAMIA

    PALE

    STIN

    A

    CANA

    N

    PERSIA

    GEDROSIA

    SATAGIDIA

    ARIABactra

    Kabul

    Tebas(Luxor)

    Karnak

    Alejandra

    Atenas

    Esparta

    MenfisHeraclepolisMagnaOasis

    de Amn(Siwa)

    Saqqara

    BACTRIANA

    SOGDIANA

    Hit itas

    Caldeos

    LIDIA

    CAPADOCIA

    JONIA

    TRACIA

    Nucratis Tanis

    Babilonia

    Ecbatana

    Sais Susa

    Perspolis

    Salamina

    Artemisio

    Pelusio

    Qadesh

    Issos GaugamelaMileto

    ARABIA

    INDIA

    Wadi

    Hammamat

    Nabateos

    Sina

    Escitas

    EscitasMasagetas

    MEDIA

    SAGARTIA

    PARTIA

    ARMENIA

    BizancioSnope

    Trebisonda

    0 400 km

    Mar R

    ojoN

    ilo

    Golfo

    Prsico

    M a r M e d i t e r r n e o

    M a r N e g r o

    Marde Aral

    M a r A r b i g o

    Indo

    Tigr

    is

    Oxus

    Mar C

    asp

    io

    EL REINO INDEPENDIENTE Y LAS ETAPAS DE DOMINIO O SOMETIMIENTO A LOS VECINOS

    Egipto antes del Magno

    Durante casi tres milenios, el reino del valledel Nilo atraviesa por varios procesos de ex-pansin y de prdidas territoriales en las re-giones de Nubia y Siria-Palestina, hasta caerbajo el dominio de sucesivas potencias riva-les, en especial, la del Imperio persa, el granenemigo del mundo heleno.

    Reino Medioc 2050-1750 a. C.Metuhotep II reunifica Egipto tras poco msde un siglo de divisin. Durante el Reino Me-dio, Kush (Nubia) cae bajo la rbita egipcia,de la que no se independizara hasta el TercerPerodo Intermedio.

    Segundo PerodoIntermedioc 1800-1550 a. C.

    Egipto vuelve a dividirse por la debilidad desus soberanos. Los hicsos, llegados desdeOriente Prximo hacia el siglo XVIIIa. C., se

    hacen con el poder en el tercio norte del pas,

    hasta que son derrocados finalmente poruna dinasta local tebana.

    Reino Nuevoc 1550-c 1070 a. C.

    Reunificado el pas con Ahmose I, las nuevasamenazas proceden del tambin oriental pue-blo hitita. La batalla de Qadesh, en 1274 a. C.,

    deja en tablas el enfrentamiento entre ambosimperios. Si Ramss III, en el siglo XIIa. C., selas ver con los Pueblos del Mar, ser una di-nasta de origen libio la que ponga fin al Rei-no Nuevo a la muerte de Ramss XI.

    Tercer PerodoIntermedioc 1070-c 664 a. C.

    Egipto se divide de nuevo en varios centrosde poder poltico, siendo el principal el de ladinasta XXIItanita (libia) en el Delta. Ya en elsiglo VIIa. C., soberanos procedentes de Kushtomarn las riendas de todo el pas tras unifi-

    carlo. La gran potencia del momento, Asiria,

    logra conquistar el valle del Nilo durante algu-nos aos, hasta que problemas internos y ex-ternos la llevan a abandonar el pas.

    Baja pocac 664-332 a. C.

    La dinasta sata instaurada por Psamtico Iinaugura la Baja poca, o Perodo Tardo. El

    tercer faran de la estirpe se rinde ante el per-sa Cambises II tras la batalla de Pelusio en525 a. C. Daro I (arriba, su imperio) encarna-ra un largo dominio sobre la provincia egipciahasta su muerte, a finales del siglo Va. C. Suhijo Jerjes I continuar enfrentado con losgriegos en las guerras mdicas, que termina-rn, ya con Artajerjes I, con la victoria helenaen 449 a. C. Tras un parntesis de unos se-senta aos de independencia, en 343 a. C. elrey persa Artajerjes III vuelve a apoderarse delpas. No ser por mucho tiempo: el macedo-nio Alejandro Magno se hace con Egipto enel ao 332 a. C. Los aquemnidas no volvern

    a poner un pie en el valle del Nilo.

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    frutos de sus nuevas conquistas, entreellos, los artistas y artesanos.Dados los antecedentes que tenan losegipcios de sublevarse contra sus domina-dores, por ms que estos usaran guante deterciopelo, Daro se encarg de que nofaltara el puo de hierro. En Egipto siem-pre hubo acantonadas las fuerzas militaresnecesarias para mantenerlo controlado.Por otra parte, su inclusin en el mapa de

    las satrapas del Imperio, nada menos que

    como la sexta en importancia, implic queel emperador utilizase al ejrcito egipcioen sus operaciones militares cuando loconsider conveniente. As, particip consus naves en el asedio a Mileto (hoy enTurqua), pero tambin en los grandesasaltos tanto terrestres como martimoscontra la Grecia continental.Durante su largo reinado, Daro parecehaber realizado una importante laborlegislativa en Egipto. Deseaba mantenerlas costumbres propias del pas y regirlode acuerdo con sus normas, pero se en-contr con el problema de que no existaun cdigo con el que sus legisladores pu-dieran trabajar. As pues, segn nos cuen-ta la Crnica demtica, orden a un grupo

    de sabios recopilar el derecho consuetu-dinario egipcio y transformarlo en leyesescritas. Una tarea ardua que requiricasi veinte aos para ser completada.Cuando lo estuvo, el resultado fue lleva-do a la capital del Imperio para recibir el

    visto bueno del emperador antes de serexpuesto pblicamente.Este trato generoso con los egipcios pare-ce observarse tambin en el escaso im-puesto anual que deba pagar la satrapa,el equivalente a 700 talentos. Teniendoen cuenta que el talento equivala a unos

    treinta kilos aproximadamente, puesvari mucho dependiendo de la regin yla poca y conociendo la riqueza de Egip-to, no parece que fuera una carga exage-rada para el pas. En especial, porque lospersas no se limitaron a explotar los re-cursos egipcios; tambin se interesaronen la mejora de su productividad. Encon-tramos un ejemplo de ello en la impor-tante regin minera del Wadi Hammamat,que experiment un renacimiento de suactividad, y no fue la nica.

    Tensa independenciaDe todos modos, por mucho que la clasealta egipcia parezca haber aceptado bienla presencia persa, cuyos gobernantes res-petaban sus costumbres y reconocan laantigedad y la preeminencia culturalegipcias, no podemos saber hasta qu pun-to fue tolerada por parte del pueblo llano.El recuerdo del dominio hicso, aunquemuy lejano, era poderoso en la mentalidadegipcia, lo mismo que el mucho ms cer-cano de los asirios. Sumado esto a las am-

    biciones de poder que, sin duda, alberga-

    ran personajes egipcios principales, no esde extraar que, en cuanto se present laoportunidad de librarse del yugo persa,por ligero que este fuera, la aprovecharan.

    Y surgi tras la derrota persa en las guerrasmdicas, que haban dejado tocado el Im-perio. Con ayuda de los espartanos, unsata llamado Amirteo expuls a los persasde Egipto y fund la dinasta xxviii, de laque fue el nico monarca. La xxixfue algoms longeva, pues cont con tres monarcas

    que controlaron Egipto durante unos vein-te aos; justo la mitad que la siguiente,cuyos tres soberanos Nectanebo I, Teosy Nectanebo II fueron los ltimos egipciosen ejercer el cargo de faran.Si bien, constructivamente, la poltica delos soberanos de laxxxdinasta se deja vercon claridad en Egipto, no tuvieron tantasuerte en lo que respecta al teatro interna-cional, donde intentaron recuperar gloriaspasadas. Teos consigui volver a llevar losejrcitos faranicos hasta Siria. No es quetuviera inters por convertirse de nuevo en

    una potencia mediterrnea, sino que do-

    La Baja poca, revisitadacon mayor detalle.

    NO TANDECADENTE

    TRAS EL ESTADOperfecta-mente organizado que llev a losegipcios a construir las pirmides y eltemplo de Karnak y a dominar AsiaMenor, es innegable que la Baja po-ca, con sus faraones extranjerosnubios, nada menos! y la prdidade los territorios al norte del Sina,parece una poca decadente, menor,si se quiere, de la historia egipcia. Pe-

    ro quiz la cosa no sea para tanto.

    FIJMONOS EN PRIMERlu-gar en las tumbas, smbolo de saludeconmica, porque es en esta pocacuando se construyeron y excavaronen la orilla occidental de Tebas lastumbas privadas ms grandes de lahistoria egipcia, pertenecientes a losmayordomos de la divina adoratrizde Amn. Por otra parte, los sobera-nos satas organizaron desde la corteun regreso a las formas clsicas delReino Antiguo para las cuestiones

    artsticas. Tanto es as que en ocasio-nes resulta difcil, sin contexto, decirde qu perodo es un relieve.

    FUERON TAMBIN LOSfaraones satas los que se aprove-charon de la situacin poltica enSiria-Palestina para lanzarse a suconquista, por ms que efmera, pa-ra luego resistir los embates babilo-nios antes de sucumbir a la presinconquistadora persa. No parece unmal balance para una poca de su-puesta decadencia.

    NECTANEBO II, ltimo rey de la dinasta XXX, en unaofrenda a Osiris Hemag. Behbeit el-Hagar, Egipto.

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    minar las tierras de Canan le proporcio-naba un colchn contra los inminentesintentos persas por recuperar el control del

    valle del Nilo. Desgraciadamente, su inten-to termin en fracaso. Desde ese momen-to hasta 343 a. C., cuando Artajerjes III

    volvi a apoderarse de Egipto, la supervi-vencia de los ltimos faraones autctonosestuvo envuelta en una gran tensin. Para

    entonces, la presencia griega en el valle delNilo, tanto de mercenarios como de colonosen la ciudad de Nucratis, en el Delta,se haba convertido en una constante.

    Un yugo peor?Fue apenas un decenio lo que dur estasegunda parte del dominio persa sobreEgipto, pero hizo olvidar con rapidez losrespetuosos aos de la primera. Todas las

    fuentes coinciden en describir un gobier-

    no basado en los caprichos y arbitrarieda-des de los administradores forneos. Unapoltica que alien a los egipcios contrasus conquistadores... O as podra parecer,pues conviene detenerse a analizar el con-tenido de tales fuentes.Existen textos egipcios que se esfuerzanpor presentar el dominio persa de un mo-do benigno, de modo que la presencia de

    los aquemnidas resultara lo menos des-agradable posible al pueblo. Son docu-mentos donde se presenta a los faraonescomo hombres de bien, interesados enconservar la esencia egipcia, como demues-tra que se coronaran. No obstante, en otrostextos egipcios se critica a ciertos empera-dores como tiranos y explotadores del

    valle del Nilo, carentes de legitimidaddinstica para ello. Como es lgico, las

    fuentes griegas solo recogen esta segunda

    opinin. En su constante lucha contra lospersas, la invasin de Egipto y los abusosen el pas del Nilo fueron un elemento dela guerra propagandstica. Tenan todo elinters en mostrar a los persas como go-bernantes sin corazn, y a otro, AlejandroMagno, como el libertador que acab conla tirana de un pueblo sometido y llevde nuevo al pas la libertad y la alegra.Uno de los aspectos ms interesantes de laBaja poca, pese a la presencia de persas

    primero y macedonios despus, es que ladecadencia visible en las reconstruccioneshistricas del perodo en realidad no fuetanta. Lo cierto es que durante esos aosla civilizacin faranica se mantuvo fuertey pujante. No solo fue capaz de sobreviviren un mundo en el que ya no era la granpotencia, sino que incluso se atrevi a in-tentar recuperar parte de su antiguo do-minio sobre Siria-Palestina... Hasta que lallegada final de Alejandro termin porincorporar el pas al mundo helensticocomo uno de los puntos de referencia eco-

    nmicos y culturales del Mediterrneo.

    LA INVASIN PERSA DE EGIPTO SIRVI A LOS GRIEGOS

    COMO ELEMENTO DE LA GUERRA PROPAGANDSTICA

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    ASEGURANDO LA

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    La jugada de Alejandro Magno al tomar Egipto poco tena que ver con la

    conquista per sey mucho con propinar un revs estratgico a su rival: Persia.

    RETAGUARDIAJOS MIGUEL PARRA,DOCTOR EN HISTORIA ANTIGUA Y ESCRITOR

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    DOSSIER

    Cuando uno escucha hablar de

    Alejandro Magno, puede que-darse un poco anonadado antesu aparentemente insaciable sedde conquistas, su desmesurada

    ambicin y su impulso guerrero, que lollevaron a erigir el ms grande imperioconocido hasta entonces por el mundooccidental... Hasta que uno profundizaun poco y se encuentra con que las cosasno son exactamente como nos las cuentanlas fuentes. El hroe conquistador existe,es innegable, pero hay muchos maticesen sus supuestas ansias por apoderarse

    de los confines del mundo. El primero es

    que la campaa contra los aquemnidas

    no fue organizada por l, sino por su pa-dre, Filipo II, quien pretenda con ellavengar los intentos persas de ocupar Gre-cia siglo y medio antes. Fallecido Filipo IIen una conjura palaciega, su hijo y here-dero se hizo cargo de llevar a buen trmi-no la tarea. Si Alejandro cruz a Asia con32.000 soldados, fue para juntarse conlos 10.000 que ya haba desplazado hastaall su padre, y conseguir con ellos, ensolo un ao, su primer objetivo: liberar alas ciudades griegas de Asia del controlde los aquemnidas y vengar la invasin

    de Jerjes. Despus, en un movimiento que

    pareci extrao, pues Daro III segua vi-

    vo y refugiado en su imperio, Alejandrodecidi bajar por la costa del Mediterrneoy tomar Egipto. Y con buenos motivos,porque de este modo cortaba una impor-tante fuente de suministros a los persas,al tiempo que se haca con unas tierrasdonde los griegos situaban el origen dela sabidura y donde muchos realizabanun recorrido para culturizarse y aprender,como Platn, Galeno o Herdoto.

    Cuento de AlejandraLa entrada de Alejandro y sus ejrcitos en

    el valle del Nilo en el invierno de 332 a. C.

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    ALEJANDRO

    fue casi un paseo militar, porque el stra-

    pa persa que gobernaba la provincia aque-mnida, Mazaces, no opuso resistencia.No haba motivo. No tena fuerzas queoponer, y eran escasas sus ganas de morircomo hroe contra un ejrcito superior.La breve estancia en Egipto del macedoniono dio para demasiados acontecimientos,pero, sin duda, fueron destacados. El pri-mero consisti en la fundacin de Alejan-dra; el segundo, en su visita al orculo deldios Amn en el oasis de Siwa; y el tercero,en su entronizacin como faran de las DosTierras. El orden relativo de ellos es dudo-

    so, y cada historiador ofrece el suyo. Esto

    no deja de resultar peculiar, y muy bienpodra significar que alguno de ellos nosucedi nunca. Ciertas circunstancias, porejemplo, invitan a pensar que la ciudad de

    Alejandra no la fund Alejandro.Para empezar, las narraciones de la fun-dacin, como las del nacimiento de Ale-

    jandro, apenas tienen visos de realidad. Elhistoriador griego Plutarco (ss. i-iid. C.)nos habla de que el germen de la fundacinfue un sueo en el que un anciano repetaconstantemente a Alejandro un pasaje dela Odiseadonde se menciona la isla deFaros. Como era de prever, al despertarsequiso ver la isla y comprendi de inmedia-to que era un emplazamiento privilegiadopara convertirse en un punto de referencia

    comercial y cultural, por lo cual decidicrear frente a ella una ciudad. Segn cuen-tan, l mismo dibuj las trazas de su pe-rmetro con granos de cebada, que loshambrientos pjaros de la zona se apre-suraron a comer. Alejandro interpret lallegada de las aves como un mal augurio,cuando en realidad era justo lo contrario.Como posiblemente le informara Aristan-dro (su adivino de cmara), los pjaroseran una imagen del futuro, y represen-taban a todas las personas que vendranpronto de todas partes a poblar una ciudad

    que podra alimentarlos a todos.

    El problema es que la mayora de estas

    leyendas sobre la fundacin de la ciudadtienen su origen en tres fuentes alejandri-nas: Ptolomeo, general del Magno (la re-ferencia de Arriano), Cleitarco (la de Dio-doro Sculo y Curcio) y el Romance deAlejandro(annimo o atribuido al Pseu-docalstenes). Ptolomeo, que sera rey deEgipto, estaba deseoso de que su capital,boyante y maravillosa como era, tuvieraun fundador de relumbrn que la dotarade unos inicios dignos de la ciudad la msgrande del Mediterrneo hasta la llegadade Roma. Contar con un fundador mtico

    era algo bsico para el entramado ideol-

    LA AJETREADAVIDA DEL MAGNO

    356a. C. NACIMIENTOdeAlejandro. Al cabo de vein-

    te aos tienen lugar el asesinato deFilipo de Macedonia, padre de Alejan-dro, y la coronacin de este.

    334a. C. ALEJANDROliberalas ciudades griegas deAsia Menor del dominio persa.

    333a. C. BATALLAde Issosentre las fuerzas de Alejan-dro y Daro III, que huy del teatro deoperaciones. En el invierno de 332 a. C.,

    el macedonio conquista Egipto.

    331a. C. EL MAGNOvisita elorculo de Siwa en prima-vera. El 1 de octubre dirige la batallade Gaugamela contra los persas, conaplastante triunfo macedonio. El reyDaro III vuelve a escapar.

    330a. C. ALEJANDROentraen Perspolis, capital de lacorte aquemnida, y al ao siguientetoma Bactria y Sogdiana, las regionesms orientales del Imperio persa.

    327a. C. EL MAGNOse casacon Roxana, hija de un noblede Bactria. En 326 a. C., Alejandro cru-za el ro Indo, para regresar a Perspo-lis un ao despus.

    323a. C. ALEJANDROMagnoentra en Babilonia en pri-mavera. El 11 de junio muere el con-quistador macedonio. Su generalPtolomeo, que toma el testigo en Egip-to como gobernador, fundar una di-nasta propia en 305 a. C.

    LOS RELATOS SOBRE ELORIGEN DE ALEJANDRA,COMO EL DE PLUTARCO,APENAS TIENEN VISOSDE REALIDAD

    BATALLA DEL GRNICO entre Alejandro y Persia.En la pg. anterior, el Magno en un mosaico.

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    DOSSIER

    gico que sostena una polis. Esto se habaheredado de la poca de las colonizaciones,cuando el fundador de las polis en terrenoajeno a Grecia (Asia, Magna Grecia, pe-

    nnsula ibrica...) se converta a su muer-te en un hroe adorado. Lo mismo quisie-ron que sucediera en Alejandra, y ningnhroe mejor para ella que Alejandro.No hemos de olvidar tampoco que, a lolargo de su peregrinaje blico por Oriente,

    Alejandro fue creando diversos asenta-mientos, que por lo general reciban sunombre. Los documentos escritos permi-ten afirmar que fueron al menos veinte laslocalizaciones llamadas como la capitalde los Ptolomeos, Alejandra (si bien elexagerado de Plutarco dijo que el mace-

    donio estableci nada menos que setenta).

    Vistos en conjunto, estos asentamientospresentan caractersticas comunes: eranmeros puestos avanzados de pequeotamao donde Alejandro alojaba a los

    veteranos que iban abandonando su ejr-

    cito al ser reemplazados por nuevos re-clutas llegados desde Grecia.Sin duda, los veteranos estaban encanta-dos de dar carpetazo a una vida de com-bates y probar su suerte como colonos;pero no podan ignorar que la intencinde Alejandro era la de dejar una guarni-

    cin de soldados con experiencia en un

    territorio en el que poda producirse unainsurreccin. En modo alguno el objetivodel Magno fue crear una serie de centrospara el comercio; no habra tenido senti-

    do: el Imperio persa ya contaba con tales

    ncleos. De modo que resulta difcil ima-ginar por qu habra hecho algo por com-pleto diferente en Egipto.Cuando Egipto fue conquistada por Ale-

    jandro, la capital administrativa del mismose encontraba en Menfis, la mtica fun-dacin del faran Menes. Y desde all co-

    menz a gobernar, con el ttulo de strapa

    ALEJANDRO CRE AL MENOS VEINTE ALEJANDRAS,PERO ERAN PEQUEOS PUESTOS AVANZADOS

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    ALEJANDRO

    (heredado de la administracin persa), elgeneral Ptolomeo cuando muri Alejandro.Menfis mantuvo su categora administra-tiva hasta el ao 311, cuando, en un do-

    cumento conocido como laEstela del S-trapa, Ptolomeo nos informa de que habatrasladado la capital hasta la ciudad co-nocida como La Fortaleza del Rey Ale-

    jandro, llamada antes Rakotis, situada aorillas del Mediterrneo. Adems, tenien-do en cuenta que el museo y la bibliotecalos elementos bsicos que convirtieron

    Alejandra en un irresistible polo culturalsuelen considerarse obra de Ptolomeo II,no hay nada que permita sospechar que

    Alejandro creara la que durante siglossera la ciudad ms importante del Medi-

    terrneo, con permiso de Roma.

    En cambio, los dos otros dos episodiosdestacados de la breve presencia de Ale-

    jandro en Egipto parecen innegables. Em-pecemos por su visita al orculo de Amn

    en el oasis de Siwa. Los milenios de exis-tencia de la cultura faranica y el dominiode los egipcios sobre Nubia y Siria-Pales-tina haban terminado por convertir al dios

    Amn en una divinidad respetada en todoel Mediterrneo oriental. Su templo prin-cipal se encontraba en Tebas, y fue alldonde, a partir del Reino Nuevo, el dioscomenz a responder a las cuitas de susfieles cuando su estatua era sacada enprocesin desde el sanctasanctrum. Noest muy claro cmo se comunicaban esasrespuestas. Desde luego no como la pitia

    de Delfos, sino ms bien con una inclina-

    cin de la estatua hacia un lado para asen-

    tir y hacia el contrario para negar, o acasodejando las posibles respuestas en el sue-lo para que, al caminar por ellas los costa-leros que llevaban a la divinidad, estaexpresara su opinin.

    Un orculo convenienteEl caso es que, durante la xxvidinastaantes no hay restos de actividad farani-ca en el oasis, el faran Amosis decidique sera una buena poltica crear unasucursal del orculo de Amn que diera

    servicio a las ciudades griegas de la Cire-naica y el Delta, como Nucratis. Para ello,cre el templo principal del dios en Siwa,unido por la va procesional en la que elorculo se manifestaba a otro templo mspequeo erigido un par de siglos despuspor Nectanebo II (xxx dinasta).Si bien los egipcios viajaban y se comuni-caban con las poblaciones de los oasis deforma habitual, lo cierto es que Siwa seencontraba bastante a trasmano para ellos.En caso de necesitar la opinin del diospara tomar una decisin determinante en

    su vida, recurran siempre al orculo ori-

    Egipto, la cuna de la sabidura en el imaginario helenoUN MUSTPARA LOS GRIEGOS

    EL SITIO DE MODADurante el siglo XIXse dio entre jvenes debuena familia britnicos la costumbre derealizar el Grand Tour, un viaje por las zo-nas de mayor tradicin cultural de Europapara conocer de primera mano sus ma-ravillas, como Italia y Grecia, con una es-capada a Espaa para poner el toqueextico. Los hijos de buena familia de laGrecia clsica hicieron lo mismo, pero enel valle del Nilo, donde no solo iban a ma-ravillarse de sus monumentos, sino tam-bin a estudiar con sus sacerdotes y

    mdicos, pues los consideraban una de lasms antiguas civilizaciones del mundo, lle-na de sabidura. No hay ms que fijarse enlos kuroihelenos y compararlos con las t-picas estatuas egipcias para ver de dndesacaron los griegos la inspiracin.

    HARVARD ANTIGUATales de Mileto (a la dcha.) nos puede ser-vir de ejemplo, porque las fuentes hablan

    de que, de joven, antes de marchar a laciudad que lo apellida, estuvo formn-dose en Egipto como filsofo y apren-diendo matemticas. Adems, no cabeduda de que el concepto egipcio de queen las aguas primordiales del Nun resideel origen del mundo se refleja bien en laafirmacin de Tales de que el agua es elarkh, o principio de todo.

    PARECE INNEGABLE QUEALEJANDRO VISIT ELORCULO DE AMN ENSIWA, QUE AMOSIS HABACREADO SIGLOS ANTES

    COMPLEJO de Saqqara, con la pirmide de Zoser alfondo, cerca de la antigua ciudad de Menfis.

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    ginal, el de Karnak. Y este templo es el quehabra visitado Alejandro de haber queri-do consultar el orculo como medio deagraciarse a la poblacin egipcia, lo queno fue el caso. En realidad, el objetivo delmacedonio con su visita a Siwa fue ganarprestigio y autoridad entre esas poblacio-nes para las cuales se haba construido eltemplo en primer lugar: las colonias grie-gas de la Cirenaica, que llevaban libres deldominio persa desde el ao 404 a. C.Cuentan los cronistas que Alejandro reali-z dos preguntas al orculo. La primerafue si los asesinos de su padre haban sidocastigados por su crimen, y la segunda, sil llegara a dominar el mundo. La respues-ta a la segunda pregunta fue un s rotundo;

    mientras que a la primera fue que habansido castigados, pero que su padre no podaser daado por mortales al haberse con-

    vertido en un dios. Tal sentencia, oh, sor-presa!, fortaleca la historia de la ascen-dencia divina de Alejandro, como era suintencin con la visita. Una visita que, porotra parte, resulta tremendamente sospe-chosa en cuanto a las respuestas del orcu-lo, porque ya hemos visto cmo respondael dios egipcio a las preguntas que se leplanteaban. Lo que describen los cronistases un orculo al modo heleno. En realidad,

    la pitia de Delfos no lo podra haber hechomejor... De hecho, lo habra embarulladoms, como era su costumbre.

    Alejandro, faranSignifica esto que el viaje a Siwa tampocotuvo lugar? No, ms bien al contrario. Dala impresin de que se trat de una visitabien real y muy poltica, perfectamenteorquestada por todos sus protagonistas:los sacerdotes, Alejandro y sus consejeros.Por otra parte, si Alejandro pudo hablar

    con el dios por intermedio de los sacerdo-tes, y no durante una procesin, quiz fueporque el macedonio tena potestad paraello, al haber llegado al oasis. Y el nicomedio de que fuera as es que se hubieseconvertido en faran de Egipto, al coronar-se como tal antes de viajar al desierto.Lo peculiar de esta coronacin es que nin-guno de los cronistas de Alejandro la men-ciona, aunque s se refieren a ciertas cere-monias en las que particip el macedonio.Solo elRomance de Alejandroafirma queeste fue coronado por el sacerdote de Ptah

    en Menfis, la capital, adonde se dirigi

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    ALEJANDRO

    nada ms entrar en Egipto como no podaser de otro modo, si quera hacerse con lasriendas del poder y controlar la adminis-tracin. A su llegada se habra celebradoen la ciudad una ceremonia de un tipo noespecificado, continuada despus con unrecorrido de Alejandro ro arriba, que po-dra ser parte de la conocida como lacreacin de orden en todas las provincias.Durante la misma, una de las integrantes

    de los ritos de la coronacin, el faran via-jaba a los principales templos del valle delNilo. Finalmente, antes de abandonar laciudad, una ltima ceremonia habra te-nido lugar en Menfis con Alejandro comoprotagonista. Todo ello hace sospecharque, en efecto, fue coronado.

    Al transformarse en faran, el conquistadorse eriga msticamente en el conservadorde la maat(el orden) en Egipto y en elencargado de mantener alejado el caos;pero, lo que es ms importante, tambinen el intermediario entre el mundo de los

    dioses y el de los hombres. Con estas cre-

    denciales, Alejandro pudo dirigirse contotal seguridad a consultar el orculo deSiwa sabiendo que s poda hablar con eldios Amn y plantearle directamente suspreguntas, por ms que la respuesta lle-gara por intermedio de los sacerdotes.La coronacin de Alejandro tena otro m-

    rito importante. Gracias a ella, el macedo-nio dejaba de ser un extranjero para con-

    vertirse en un habitante del valle del Nilo.Desde siempre, la ideologa egipcia con-sider a los extranjeros agentes propaga-dores del caos, a los que haba que man-tener alejados del pas. Sin embargo,cuando esos extranjeros se asentaban enEgipto y reconocan la soberana del faran,eran aceptados socialmente, llegando in-cluso a ocupar cargos de mxima respon-sabilidad, como el de visir. Uno de los

    rasgos principales de ese deseo de arraigoera el cambio de nombre, el abandono desu patronmico forneo por uno egipcio.

    Y esa fue tambin una de las consecuenciasque tuvo para Alejandro la conversin enfaran, pues en el momento de la corona-cin, al ser presentado a sus sbditos, fueanunciada su titulatura regia. Una titula-tura que encontramos en los relieves enlos que aparece como faran coronado,con el ureusen la frente: en la capilla dela barca del templo de Luxor.Segn la ideologa egipcia, a pesar de que

    el culto diario lo realizaran los sacerdotes,

    COMO TODO EXTRANJEROQUE QUERA ASENTARSEEN EGIPTO, ALEJANDROTUVO QUE ADOPTAR UN

    PATRONMICO EGIPCIO

    OASIS DE SIWA. A la izqda., Alejandro como faran en un pilono del templo de Jnum. Elefantina, Egipto.

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    estos no dejaban de ser meros sustitutos,de modo que nicamente los faraonesaparecen representados en los templos

    junto a los dioses. Alejandro no solo figu-ra en Luxor ante Amn-Min, sino que lo

    hace identificado por los ttulos de reydel Alto y del Bajo Egipto, seor de lasDos Tierras (Amado de Amn, Elegidode Ra) e hijo de Ra (Poseedor de las Co-ronas, Alejandro). Es evidente que Ale-

    jandro no estaba sucumbiendo a los en-cantos de Oriente, como sugieren loscronistas grecorromanos, sino adoptandolas costumbres de un pueblo recin con-quistado para mejor gobernarlo.

    Grandes decisionesEn el plano de gobierno, la estancia de

    Alejandro fue muy corta como para acu-

    mular un gran nmero de acciones, perosus escasas disposiciones fueron funda-mentales. Antes de partir, dividi el poderdel pas de un modo que resulta lgico.Todo el ejrcito qued en manos de mace-

    donios, con las tropas del Alto Egipto, lasdel Bajo Egipto y la flota al mando de ungeneral distinto. En cambio, para el gobier-no civil recurri a personajes que conocanbien el lugar y las peculiaridades de suadministracin: un greco-egipcio, un per-sa con experiencia administrativa y unegipcio. El Magno dej el poder bien re-partido para evitar que, al alejarse y sabaque iba a estar mucho tiempo sin volver,surgieran en alguno de los responsablesganas de hacerse con el control del pas.Tras apenas ocho meses en Egipto, Alejan-

    dro lo abandon para no regresar a l nun-

    ca..., excepto como cadver glorificado diezaos despus, utilizado como sostn ideo-lgico de la nueva dinasta ptolemaica.Recorridos y apaciguados los ltimos con-fines del Imperio aquemnida pues en eso

    consisti la conquista de Alejandro, y noen lanzarse como un posedo a conquistartierras, el macedonio retorn a Babilonia.Por desgracia, unas fiebres lo atacaron ytermin sucumbiendo a ellas. Rondaba laedad a la que fallecan la mayora de loshombres por entonces. A pesar de ser unhombre fuerte, estaba muy castigado porlos combates y por varias heridas de dis-tinta gravedad. A su muerte, sus generales,sus ms prximos colaboradores, se reu-nieron y acordaron repartirse el imperiorecin conquistado, a la espera de que el

    hijo nonato de Alejandro pudiera heredar

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    ALEJANDRO

    el trono de su padre. Los didocos tuvieronsus dimes y diretes para conseguir la partedel len, pero al final llegaron a un acuer-do. En el reparto, Ptolomeo qued encar-gado de gobernar Egipto como strapa.

    Como era de esperar, dados los modos dehacer poltica de la corte macedonia, losherederos legtimos de Alejandro no tar-daron en ser asesinados, lo que desenca-den una lucha por el poder entre losdidocos desarrollada a lo largo de variosdecenios de guerras, enfrentamientos ycoaliciones. Al final, pese a que las luchasnunca terminaron del todo entre ellas,quedaron establecidas tres grandes dinas-tas: la ptolemaica (en Egipto), la selu-cida (en Oriente Prximo y Medio) y laantignida (en Macedonia y Grecia). Ha-

    ba nacido el mundo helenstico.

    La dualidad ptolemaicaPtolomeo I Ster (el Salvador) fue el crea-dor de la dinasta ptolemaica o lgida, puessu padre se llamaba Lagos, al autoprocla-marse en 305 a. C. rey de Egipto. El valledel Nilo era un territorio que haba elegidono solo por su riqueza, sino por ser ms

    fcilmente defendible de las inevitablesrencillas que mantendra con sus colegas,como se acab demostrando. La suya fueuna monarqua particular en cuanto a lopoltico, que en nada se pareca a las exis-tentes, pero de ellas tom todos sus elemen-tos constitutivos: la monarqua faranica,la persa e incluso las polis. Los Ptolomeosfueron unos monarcas bifaces, por as de-cirlo: faraones para algunos de sus sbditosy reyes para otros, pero siempre enlazandocon los monarcas anteriores. Al fin y al

    cabo, en la titulatura de Ptolomeo I encon-tramos elementos de la de Nectanebo,Alejandro, Filipo III y Alejandro IV.Esa dualidad que vemos en los monarcasptolemaicos la encontramos tambin enla sociedad del nuevo reino, donde sobreel estrato indgena faranico en sus mo-dos y formas se situ uno helnico for-mado por griegos y macedonios. Llegadosen gran nmero durante los primeros cienaos de gobierno ptolemaico, comenzarona instalarse en Egipto sin llegar a mezclar-se con la poblacin existente, como una

    lite dominante que ocupaba los principa-

    les puestos administrativos y econmicos.Por supuesto que hubo griegos que nonadaron en la abundancia, y que los msemprendedores de los egipcios consiguie-ron abrirse paso hasta las capas superioresdel confort econmico, pero la preponde-rancia de los helenos es abrumadora, tam-

    bin en la documentacin.As, poco a poco, transformado tambinen tierra de acogida de una relevante po-blacin juda, el Egipto helenstico acabconvertido en uno de los principales centroseconmicos del Mediterrneo. No solo eso,sino que, gracias a la inquietud cultural dePtolomeo II, con su biblioteca y su museo,tambin en el foco cultural ms pujantede la poca helenstica y romana. Y todoporque un macedonio decidi asegurar-se la retaguardia antes de lanzarse a la

    conquista del Imperio persa.

    BIOGRAFABOWDEN,Hugh.Alexander the Great: AVery Short Introduction.Oxford: OxfordUniversity Press, 2014. En ingls.

    ENSAYOAGUDO VILLANUEVA,Mario.Ao 360 a. C.Macedonia: la cuna de Alejandro Magno.Madrid: Laberinto, 2015.BOWMAN,Alan K.Egypt after the Pha-raohs, 332 BC-AD 642.Londres: BritishMuseum Press, 1996. En ingls.

    PARA SABER MS

    DINASTA POR INTEGRAR

    POR MUCHO QUEel mundo heleno con-siderara Egipto la cuna de la sabidura, no

    puede decirse que los macedonios, tras con-

    quistar Egipto, desearan crear una simbiosis

    con la cultura faranica. Basta decir que Cleo-

    patra VII, ltima de los lgidas, fue la primera

    en querer aprender la lengua egipcia, tres-

    cientos aos despus de conquistar su dinas-

    ta el pas! (A la izqda., Ptolomeo I instituye la

    biblioteca de Alejandra, por V. Camuccini).

    PENSANDO ENsus sbditos, los Pto-lomeos se esforzaron en aparentar un de-

    seo de egiptizarse: se coronaban faraonesy adoptaban la titulatura regia completa, al

    tiempo que mantenan contentos a los sacer-

    dotes, al no injerir demasiado en sus ocupa-

    El linaje de los Ptolomeos, mezcla de griego y faranico?

    ciones saban que ellos mantendran

    controlado al populacho. De hecho, in-

    cluso crearon un dios de la nada, Serapis,

    con rasgos funcionales de Osiris y de dios

    sanador, pero con el aspecto tpico de un

    dios heleno, para convertirlo en el patrn

    de la dinasta. Una figura que griegos y

    egipcios pudieran adorar y sirviera para

    aglutinarlos un poco ideolgicamente en

    torno a sus nuevos monarcas.

    ESTOS, SIN EMBARGO,aparte deadoptar el exceso y los lujos asiticos al-

    go no demasiado egipcio, poco hicieronpor integrarse. Egipto era tierra conquista-

    da y la cubrieron de un manto de helenis-

    mo, sin llegar a fundir ambas culturas.