"Al otro lado, el sueño americano de un patzunero"

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1 “AL OTRO LADO, EL SUEÑO AMERICANO DE UN PATZUNERO Esto que voy a contarles es algo que yo viví, pero contarlo no ha sido tan fácil. Recordarme de lo que pasé es algo muy doloroso, porque es muy sufrido, pero cuando se desea algo y no se deja de pensar en eso, se logra y llega uno a la meta. Y cuando tenemos ese deseo de superación y no se deslumbra un horizonte donde nos toque vivir, la única opción es “el otro lado”. Todo empezó cuando yo no encontraba un trabajo. Yo soy graduado. Pude obtener un título y suponía que sería fácil conseguir un trabajo en mi país con ese “cartón”, pero fue así. Por eso tomé la decisión de venirme a los Estados Unidos, a vivir al área de Nueva York, a 3,300 kilómetros de distancia de mi pueblo, Patzún, en el departamento de Chimaltenango, Guatemala. Yo salí de mi casa un día del mes de julio a eso de las tres de la tarde. No dije nada a nadie, solo mis familiares mas cercanos sabían que yo me iba a ir al otro lado. Pensé que no me apoyarían cuando les conté que había tomado la decisión de irme a trabajar al norte. Lo logré gracias a mi papá que me apoyó. Me vine de mi pueblo sin saber que cuando yo salía, ese país de destino celebraba su independencia. Yo me sentí libre de poder ir a probar en otro lugar con más oportunidades que las que tenía en Guatemala. Al resto de mi familia y a mis amigos les dije que me había salido un trabajo fuera del departamento de Chimaltenango. Me despedí del resto de mi familia y les dije que no sabía cuándo iba a regresar, que volvería de visita dentro de un mes o algo así, pero no fue así. Salí de mi casa para ir donde la señora con quien yo hice los arreglos sobre cómo se iba a pagar por mi viaje, cómo se iba a sacar el dinero para pagare al coyote. Ella ya tenía contactos con los coyotes (traficantes del movimiento de personas hacia los Estados Unidos). A eso de las cinco de la tarde llegó el prestamista. Este nos dijo que él nos iba a dar el dinero, platicamos de cómo le íbamos a pagar y qué porcentaje le íbamos a dar por adelantado. Quince minutos después llegó el coyote. Después de las seis de la tarde salimos de la casa de la señora rumbo a Huehuetenango, el coyote y nosotros los tres emigrantes. Supuestamente íbamos a subir en un bus, pero no fue así, tomamos un taxi desde Patzún hasta Patzicía. Esa tarde me despedí de mi madre que no pudo resistir el llanto. Para ella era muy duro. Después de decirle adiós a mi padre nos fuimos rumbo a Patzicía, que está a 13 kilómetros de distancia, donde se suponía que tomaríamos un bus hacia Huehuetenango y así fue, después de 20 minutos en Patzicía ya íbamos con el coyote buscando la frontera con México. El recorrido fue largo. Durante el viaje nos fueron dando instrucciones de cómo era el camino, yo pensaba que íbamos a estar solos en un hotel, pero no fue así. Estuvimos una noche y un día esperando a unos dominicanos con quienes íbamos a ir juntos hacia el norte, ellos y los tres de Es Patzún de mis recuerdos, Nunca más podré olvidarte, Me hace falta tu presencia, Para sentirme feliz. Son guatemalteco

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““AALL OOTTRROO LLAADDOO””,, EELL SSUUEEÑÑOO AAMMEERRIICCAANNOO DDEE UUNN PPAATTZZUUNNEERROO

Esto que voy a contarles es algo que yo viví, pero contarlo no ha sido tan fácil. Recordarme de lo que pasé es algo muy doloroso, porque es muy sufrido, pero cuando se desea algo y no se deja de pensar en eso, se logra y llega uno a la meta. Y cuando tenemos ese deseo de superación y no se deslumbra un horizonte donde nos toque vivir, la única opción es “el otro lado”.

Todo empezó cuando yo no encontraba un trabajo.

Yo soy graduado. Pude obtener un título y suponía que sería fácil conseguir un trabajo en mi país con ese “cartón”, pero fue así. Por eso tomé la decisión de venirme a los Estados Unidos, a vivir al área de Nueva York, a 3,300 kilómetros de distancia de mi pueblo, Patzún, en el departamento de Chimaltenango, Guatemala.

Yo salí de mi casa un día del mes de julio a eso de las tres de la tarde. No dije nada a nadie, solo mis familiares mas cercanos sabían que yo me iba a ir al otro lado.

Pensé que no me apoyarían cuando les conté que había tomado la decisión de irme a trabajar al norte. Lo logré gracias a mi papá que me apoyó. Me vine de mi pueblo sin saber que cuando yo salía, ese país de destino celebraba su independencia. Yo me sentí libre de poder ir a probar en otro lugar con más oportunidades que las que tenía en Guatemala. Al resto de mi familia y a mis amigos les dije que me había salido un trabajo fuera del departamento de Chimaltenango. Me despedí del resto de mi familia y les dije que no sabía cuándo iba a regresar, que volvería de visita dentro de un mes o algo así, pero no fue así.

Salí de mi casa para ir donde la señora con quien yo hice los arreglos sobre cómo se iba a pagar por mi viaje, cómo se iba a sacar el dinero para pagare al coyote. Ella ya tenía contactos con los coyotes (traficantes del movimiento de personas hacia los Estados Unidos).

A eso de las cinco de la tarde llegó el prestamista. Este nos dijo que él nos iba a dar el dinero, platicamos de cómo le íbamos a pagar y qué porcentaje le íbamos a dar por adelantado. Quince minutos después llegó el coyote.

Después de las seis de la tarde salimos de la casa de la señora rumbo a Huehuetenango, el coyote y nosotros los tres emigrantes. Supuestamente íbamos a subir en un bus, pero no fue así, tomamos un taxi desde Patzún hasta Patzicía.

Esa tarde me despedí de mi madre que no pudo resistir el llanto. Para ella era muy duro. Después de decirle adiós a mi padre nos fuimos rumbo a Patzicía, que está a 13 kilómetros de distancia, donde se suponía que tomaríamos un bus hacia Huehuetenango y así fue, después de 20 minutos en Patzicía ya íbamos con el coyote buscando la frontera con México. El recorrido fue largo. Durante el viaje nos fueron dando instrucciones de cómo era el camino, yo pensaba que íbamos a estar solos en un hotel, pero no fue así. Estuvimos una noche y un día esperando a unos dominicanos con quienes íbamos a ir juntos hacia el norte, ellos y los tres de

Es Patzún de mis recuerdos, Nunca más podré olvidarte, Me hace falta tu presencia, Para sentirme feliz.

Son guatemalteco

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Patzún. Después entendí que ese era un hotel para esconder a la gente que igual que nosotros se querían ir para el norte.

Los dominicanos llegaron a eso de las diez de la noche, eran cuatro, nos llamaron y fuimos al último piso del hotel. Luego salió un señor lleno de cadenas de oro en el cuello y anillos en los dedos. Yo creí que era quien nos llevaba para el norte, pero no, este señor era el jefe de la banda que pasaba gente para el norte. El señor de las cadenas le pagaba a los guías que se llevaban a la gente. Nos habló de cómo era el camino y nos preguntó a cada uno si estábamos decididos a ir, si estábamos decididos para el viaje o no. Nos preguntó uno por uno y cada uno contestó que sí. Por dentro yo tenía muchas dudas, pero yo estaba dispuesto a enfrentar todos los riesgos y los grandes obstáculos en el camino. El impedimento más grande ya lo había superado, endeudar a mi familia para pagar el coyote. Luego me puse a pesar que no era justo, que mi país no era justo, que a pesar de haberle puesto todo mi empeño a ser un buen estudiante y haberme graduado de algo, mi propio país no me ofrecía la oportunidad de superarme dignamente a pesar de mis logros académicos puestos en un pedazo de cartón.

El hombre del sombrero tejano, el señor de las cadenas terminó su sermón, nos echó otra de sus miradas amenazantes, habló con los guías y se retiró… nunca lo volvimos a ver, la madrugada siguiente salimos para la primera frontera.

No era tan fácil el camino, para algunos tal vez lo era, pero otras veces se desesperan y no aguantan, así que nos dijo que si no estábamos decididos, que mejor lo dejáramos. Casi todos dijeron que sí. Ahí estábamos unas veinte personas.

Yo pude dudar un poco, pero como tenía claro lo que quería y estaba decidido, no me importaba lo que él dijera.

A los dominicanos les llamó la atención porque cuando venían en el avión de República Dominicana a Guatemala tuvieron problemas en el aeropuerto pues venían hablando mucho durante el vuelo. En el aeropuerto los detuvieron y el coyote tuvo que pagar seis mil dólares por cada uno para dejarlos ir de Guatemala. El coyote estaba disgustado pues por hablar demasiado él tuvo que pagar ese dinero por ellos.

Estos dominicanos se pelaban y no paraban de hablar, no parecían ser conscientes de lo iban a hacer, quizás en su país la gente es así de bulliciosa.

El coyote nos habló de cómo trabajaban ellos. Nos explicó que a Huehuetenango nos vendría a traer un guía, luego de México nos dejaban en manos de otro guía y así nos explicó de cómo llegar hasta Nueva York. Pero en ese momento nos dijo que con el guía podíamos hablar solo por clave. Luego nos proporcionó la clave de nuestro grupo que era “Chico Méndez”, que quiere decir júntense la gente de Chico. Otra clave era “árbol” y “raíz”, árbol significaba nosotros y raíz significaba gente de Chico Méndez. Nos dijo que cada vez que el guía gritaba árbol, nosotros respondíamos raíz, así el guía se daría cuenta donde estaba el grupo.

También nos explicó que cuando estuviéramos en México no se podía hacer llamadas de ninguna clase, aunque estuviéramos en una emergencia, que solo los guías podrían hacer llamadas. Si nosotros hacíamos una llamada entonces los

El retorno de inmigrantes guatemaltecos continúa en aumento. Aunque las tácticas han cambiado un poco con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, siguen las redadas y las deportaciones de inmigrantes.

Empacó un par de camisas, un sombrero, su vocación de aventurero, 6 consejos, 7 fotos, mil recuerdos. Empacó sus ganas de quedarse, su condición de transformarse en el hombre que soñó y no ha logrado.

Mojado (Ricardo Arjona)

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estafadores interceptaban la llamada y así ellos podían llamar a la familia de uno y pedirles dinero, haciéndose pasar por migración. Y eso no querían que pasara.

Después de esa explicación nos fuimos a dormir, aunque esa noche casi no dormí porque pensaba cómo iba a ser el viaje, pensaba que si era fácil o no. En ese hotel de la primera noche dormíamos en habitaciones dobles los tres compañeros que íbamos juntos.

Cuando llegó la hora nos empezamos a preparar para ir. A eso de las 3 de la mañana llegó un bus cerca del hotel y nos metieron a escondidas en ese bus.

El viaje fue por un bosque que conducía de Huehuetenango hacia Gracias a Dios, fueron como ocho o nueve horas de camino. Llegamos como a las doce de medio día, sin comer nada en la mañana. En el recorrido del camino tuvimos dos paradas, pero solo para ir al baño. Al llegar a Gracias a Dios el guía nos compró comida, y ahí fue donde comimos algo. Luego el guía nos dijo que en ese lugar teníamos que cambiar el dinero que llevábamos cada uno por pesos mexicanos, que en mi caso eran quinientos quetzales, porque ya estando en territorio mexicano no se podría cambiar dinero.

Comimos primero y luego busqué donde cambiar el dinero. Después el guía estuvo hablando por teléfono. Terminando de comer, diez minutos después, llegó un carro negro picop último modelo. Habló con los dueños y luego nos llamó a nosotros para subir al picop. En total éramos siete personas, cuatro dominicanos y tres patzuneros.

Yo no supe como se llamaba el lugar donde nos fueron a dejar. Era un lugar que estaba lejos de Gracias a Dios, aproximadamente como ocho kilómetros, eso era territorio de Guatemala, pero esa aldea estaba muy lejos de Gracias a Dios. Llegamos como a las dos de la tarde. Nos dejaron en una casa para descasar y dormir un poco, mientras el guía hablaba por teléfono comunicándose o reportándose a cada momento. Luego nos dijo que a las seis de la tarde había levantón, o sea, nos sacaban de ese lugar (levantón es cuando nos iban a sacar o a traer de un lugar a otro).

Estuvimos esperando hasta las seis de la tarde, pero el guía recibió una llamada en la que habló por más de una hora. Al terminar de hablar le platicó al dueño de la casa donde estábamos para que nos preparara comida y así comer algo. Luego nos dijo que había levantón a las diez de la noche, que tendríamos que comer para salir a esa hora.

Yo solo llevaba una mochila, un pantalón y una camisa, ninguna papelería de nada, nada de nada, ni celular, ni número apuntado, ni identificación ni nada. Solo mi reloj de muñeca que lo tenía escondido en el zapato para que no me lo vieran. En cambio los dominicanos llevaban de todo, celulares, mucha ropa, y el guía les quitó todo y les dijo que no podían llevar nada de nada.

En ese lugar nos prepararon la comida, nos sirvieron huevos revueltos, frijoles y queso y bien cocinado, por lo que comí muy bien, sin saber que era la última vez que iba a comer esas tres cosas. Al terminar, el guía volvió a llamar para reportarse. Mientras él hablaba, llegó un grupo de personas muy grande, aproximadamente de cuarenta personas, para descansar a ese lugar.

Actualmente un coyote recibe 5,500 USD o Q. 45,000 por llevar alguien al “Norte” y una vez allí tardan varios meses en ganar dinero para pagar esta deuda

Municipio Gracias a Dios, Huehuetenango

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Casi la mayoría de la gente llegaba a descansar y comer de diferentes lados, pero con diferente coyote. En los grupos había mujeres, hombres, hasta niños.

Después el guía nos juntó y nos dijo que el levantón era a las diez de la noche. Mientras el otro grupo comía. Al terminar de comer para ellos hubo levantón, se fueron primero que nosotros, mientras nosotros solo esperábamos que llegaran las diez. Mientras esperábamos de nuevo llegó otro grupo de unas veinte personas, solo descansaron unos quince minutos y se fueron y nosotros esperando que llegaran las diez viendo marchar a todos. Eso nos ponía nerviosos, pero así habían sido las órdenes que nos dieron.

Los dominicanos eran los que más hablaban porque ya no querían esperar más pues estaban viendo que solo llegaba gente, más gente, y que todos se iban. Ellos eran muy diferentes a nosotros. Me llamaba mucho la atención pues nunca había compartido con gente de otros países tanto tiempo ni tantas experiencias. Quizás ellos son diferentes a nosotros los centroamericanos, los guatemaltecos, los indígenas.

Eran como las diez menos cuarto de la noche, cuando el guía nos dijo que nos preparáramos porque en cualquier momento había levantón. Yo alisté mi mochila, lo único que yo llevaba, mientras los dominicanos llevaban mucha ropa. Ya eran como las diez y veinte cuando el guía nos dijo que formáramos de dos en dos para no perdernos porque ya nos íbamos a ir. Así fue, nos formamos como él dijo y nos explicó que si alguien se quedaba, sólo tenía que decir la clave para poder esperar porque íbamos a caminar cuarenta y cinco minutos sin linterna y nada de luz. Caminaríamos a oscuras, dijo el guía.

El guía vio que ya estábamos listos y empezamos a caminar por un camino lleno de piedras tropezándonos a cada momento. Algunos gritaban y el guía rápido decía que se callaran. En total éramos siete más el guía. Yo iba caminando pero veía a mi alrededor que todo era una montaña. Era como un bosque donde sí pasaba carro pues por donde caminábamos era un camino ancho. Íbamos caminando, después de los cuarenta y cinco minutos llegamos cerca de un cerco, en donde no podíamos pasar, pero el guía nos dijo que nos agacháramos para caminar. Después de unos diez pasos agachados llegamos a la entrada para pasar del otro lado, pero ese camino que seguíamos terminaba ahí. Pasamos debajo del cerco de alambre de espinos. Yo tuve que sacar mi mochila de la espalda para pasar debajo y vi todo a mi alrededor que seguía siendo un bosque o montaña con árboles grandes, creí que no había camino, pero los guías sabían el camino y ellos fueron los que nos condujeron por los bosques en la oscuridad.

En ese bosque solo se escuchaban ranas, grillos, sapos. Llegamos a eso de las once y media de la noche a nuestro lugar de destino, pero antes tuvimos que pasar una finca donde había luces, teníamos que pasar agachados para no darse cuenta el dueño de la finca. Al pasar la finca, caminamos como quince minutos más y llegamos a un lugar donde parecía un campo de futbol y ahí descansamos. De repente escuchamos maullidos de un coyote, pensábamos que era un coyote de verdad, pero no fue así, porque el guía que iba con nosotros respondió igual, con aullidos, para ellos era una forma de comunicarse. Luego el guía nos llamó como a veinticinco metros donde estábamos descansando y ahí nos estaban esperando varios picop y más gente y más guías.

“No habrá reforma migratoria hasta el 2010”, dijo el Presidente Obama recientemente.

Más de 18,000 guatemaltecos han sido deportados desde EEUU en lo que va de año, mientras que la presión sobre empleadores de mano de obra indocumentada va en aumento.

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Cuando vi a mi alrededor había gente con armas que llevaban ametralladoras, nos estaban cuidando para que no nos pasara nada porque en ese lugar había ladrones y así no era fácil que nos robaran.

Cuando llegamos a ese lugar era como un campo. Yo no me había percatado, pero todo estaba rodeado por hombres armados, entonces el guía comenzó a hacer como coyote, nos llamó y nos dijo que fuéramos hacia él.

Aquí me empecé a dar cuenta del peligro que suponía venirse “al otro lado”. Yo imaginaba que sería duro, pero de verdad lo sentí cuando vi armas, hambre, sufrimiento, muerte.

Frente a mí como a veinticinco pasos había unos picop negros y camiones. Yo le pregunté al otro compañero, quien ya había viajado para el norte, que para qué estaban esos caros. Y él me contestó que en estos carros y camiones nos íbamos a ir al otro lado pues ya estábamos en tierra mexicana. Descansamos quince minutos más y luego nos metieron a los carros, pero yo me metí al picop, en la palangana, acostado. Sobre mí me echaron a otras dos personas. Yo me quedé boca abajo y el otro que estaba encima de mi quedó boca arriba. El siguiente después del él era el último, pero no se cómo estuvo pues estaba gritando de dolor. Luego nos echaron una lona para que nadie se diera cuenta que en ese picop llevaban gente.

A mi se me estaba terminando el aire y aun no había arrancado el picop. A la demás gente los metieron al camión, mujeres, niños, a todos los metieron ahí. En el picop en el que yo iba arrancó, pero aproximadamente a un kilómetro empezó a gritar la gente que iban encima de mí pues se les estaba terminado el aire y no podían respirar. El picop paró junto con los camiones, nos bajaron y nos metieron al camión. Como fuimos parados yo veía todo el camino por donde íbamos pasando. Era un camino de terracería que conducía por las montañas. Yo calculo que a eso de las tres de la mañana dejamos las montañas y comenzó un camino de carretera asfaltada, pero cada vez que pasábamos en un lugar con casas nos agachábamos. Frente a nosotros iba un picop y este avisaba al chofer del camión si había policía o si estaba libre el camino. El camión iba a tanta velocidad que cuando encontraba una curva rechinaban las llantas.

Casi llegando al lugar donde nos iban a dejar, el picop que iba delante de nosotros no se dio cuenta que había policía escondida en la orilla de la carretera, mientras que el camión en donde nosotros íbamos si se había dado cuenta. Este paró, pegó la vuelta en plena carretera y casi a nos íbamos a voltear. En el camión íbamos como cincuenta personas, pero atrás iban otros dos camiones más.

Nuestro camión casi iba a chocar con el otro camión que iba lleno de gente. Toda la gente gritaba y el guía a su vez nos gritaba que nos calláramos. La policía nos persiguió pero los camiones eran muy veloces y no logró alcanzarnos, así que el camión tuvo que buscar otro camino para llegar a nuestro destino.

Llegamos como a las seis de la mañana a San Cristóbal, Veracruz. Nos bajaron del camión pero fue todo muy rápido. Donde nos metieron creí que era un establo que tenía animales, pero resultó que no. Al entrar estaba lleno de gente ilegal, unas doscientas o trescientas personas de todos lados.

La crisis financiera mundial afectó a los migrantes y a las familias que dependen de sus remesas para sobrevivir. En Guatemala, la situación no es diferente. Según el análisis de Caballeros, los beneficios de la migración internacional en el país comenzaron a disminuir -de US$ 4.313 millones en 2008, pasó a US$ 3.912 en 2009.

San Cristóbal Veracruz, México

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Al entrar nos dijeron que allí nos íbamos a quedar hasta nueva orden.

El guía nos dio algunas recomendaciones para estar en ese lugar. Nos dijo que no podíamos salir de ahí ni podíamos asomarnos en el cerco, que estaba prohibido.

En ese lugar estuvimos dos noches y dos días. Era un lugar lejos de un pueblo donde metían a toda la gente, sería como una aldea. Allí podíamos bañarnos y ducharnos. Era como un hotel pero con forma de establo donde dormíamos en el suelo todos juntos para darnos calor, pero realmente no podíamos dormir por el frío que hacía. Esa zona era como tierra fría, era una loma y ahí pegaba un aire tan fuerte que uno no se calentaba.

Allí comimos tortillas y no se si llamarle comida, porque no tenía sabor a comida. Era como comida de perro. A los dos días empezaron a cargar gente, pero nosotros estuvimos otro día más para esperar más gente y así juntarnos un grupo grande. Hablábamos con gente de otros lados, dominicanos, brasileños, salvadoreños, de todas partes, algunos ya habían pasado por segunda vez, mujeres, niños, mamás embarazadas. Nos juntamos nuestro grupo y de ahí salimos un grupo mayor.

Ese día nos cargaron en unos camioncitos pequeños. En ese camioncito cabían veinte personas, pero los guías metieron veintitrés personas. Durante el camino la gente empezó a marearse y a vomitar. Como todos estábamos agachados en el camión y el camión tenía lonas, no entraba el aire, la gente ya no aguataba estar dentro. La gente gritaba y vomitaba manchando a los demás. Aproximadamente a cinco kilómetros nos paramos y abrieron la puerta del camión para bajar, pero cuando bajamos del camión estábamos en una montaña. Nos bajaron rápido porque era a la orilla de la carretera y corrimos a escondernos en unos arbustos. A los diez minutos de estar ahí llegó la Policía Federal de México. Yo creo que se dieron cuenta cuando íbamos en el camión por la carretera por el ruido que hacía la gente al vomitar. Cuando vi el camión de la policía rápidamente pensé que me iba a regresar a Guatemala, pero gracias a Dios que no fue así.

El policía bajó y fue directo hacia nosotros. Al llegar dijo que para dónde íbamos y todos respondieron que para el otro lado. Preguntó nuevamente que quien era el coyote y quien nos traía a todos, pero le respondimos que veníamos solos y queríamos cruzar del otro lado. Luego el policía llamó a otro compañero, este bajó y preguntó lo mismo, que quién era el coyote. Todos respondimos que veníamos solos. El coyote estaba a la par mío. Luego dijo el policía que si queríamos seguir o nos echaban para atrás. El policía dijo que si le dejábamos mil quinientos pesos nos iba a dejar ir, pero el guía que era quien iba a pagar eso ya no llevaba dinero, así que lo juntamos entre todos, aunque solo recaudamos mil pesos. Le entregamos el dinero al policía y este respondió:¿solo esto tienen? Le respondimos que si y el policía nuevamente dijo, está bien, váyanse y no los quiero ver nunca más.

El coyote nos dijo que nos metiéramos más adentro del bosque y así fue. Empezamos a correr más adentro. Cuando llegamos vimos que allí había más gente esperando para irse. Nosotros, que éramos veinte personas, esperamos aproximadamente treinta minutos. Luego vimos llegar un furgón que pensamos iba a descansar en ese lugar, pero el guía nos dijo que en ese furgón nos íbamos

Red Casas del Migrante Scalabrini http://www.migrante.com.mx/index.php

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nosotros a ir rumbo a Puebla y que el viaje duraba aproximadamente dieciocho horas, aunque aseguraría que fueron más de dieciocho horas.

A los quince minutos nos cargaron en ese furgón y este se llenó de gente, incluso hubo gente que se quedó afuera. En ese momento estábamos como doscientas personas adentro, había niños, mujeres, hasta ancianos.

Cuando entramos solo podíamos agarrar lazos entrecruzados que colgaban de arriba y de las paredes. Yo creí que íbamos a ir sentados, pero no fue así, fuimos parados en todo el recorrido. Salimos a eso de las cuatro de la tarde. Nos dijeron que nadie hiciera ningún tipo de ruido durante el viaje. Entonces cerraron el furgón, arrancó y nos fuimos.

Solo podíamos ver el techo porque tenía cedazo para que entrara aire, pero el aire no entraba. La gente no podía respirar, se desmayaban, todos buscaban la forma de cómo respirar. La gente que estaba enfrente se desmayaba más porque hacia más calor que atrás. También cuando el furgón frenaba, todos se echaban para adelante, los de atrás empujaban a los de adelante. Yo solo tomaba agua para hidratarme.

En ese furgón me arrepentí de haberme venido al norte, era la primera vez que me arrepentí de estar ahí porque la gente empujaba, vomitaba, se desmayaban y orinaban en envases y lo dejaban ahí tirado. Pasaban muchos recuerdos por mi cabeza de mi vida en Patzún, mi familia, mis cuates, los estudios, el trabajo y ahora aquí entre la vida, la cárcel o la muerte.

En ese furgón hubo un muerto, no aguantó de tanto calor y murió ahí, ese fue el primer muerto. La policía nos paró aproximadamente después de dos horas de camino. Nosotros solo escuchábamos la sirena de la patrulla.

Antes de pararnos la policía habló por la bocina diciéndole al furgón que se parara. Este se paró y el policía le preguntó por la bocina que qué llevaba ahí, que si podía abrir el furgón. Luego bajó el chofer del furgón y le indicó que llevaba verduras, pero el policía pidió abrir el furgón y comprobar si eran verduras o no. Toda la gente suplicaba a Dios que no abriera el furgón. Solo escuchábamos la conversación entre el chofer y el policía. Luego el policía tocó el furgón, preguntando o inventándose algún nombre, gritando, “..estás ahí Juan, quieres agua.. si quieres te ayudo… contéstame… Este era un truco que ellos hacían solo para saber si llevan gente y si alguien contestaba entonces nos regresaríamos todos a nuestro país.

Pero nosotros ya sabíamos que el era el policía y nadie respondía.

Todos se quedaron callados, aunque al final casi nos iban a bajar porque hubo alguien que estornudó y el policía dijo que llevaba gente. Pero el chofer que llevaba una mujer en la cabina del furgón dijo que era su mujer la que había estornudado y así nos dejaron ir.

Nuevamente arrancó y nos fuimos.

A los dos kilómetros nos paró otra patrulla diciendo nuevamente que tenía que abrir la puerta. El chofer del furgón no quiso y el policía dijo que tendría que acompañarlo a la Delegación. El furgón se dio la vuelta rumbo a la Delegación.

Napolitano (Jefa de la policía federal de inmigración y aduanas ICE) está ampliando las mismas políticas e inmorales promovidas por Bush, conocidas como 287(g). Anunció la expansión de un programa que obliga a los departamentos de policía locales a reportar a inmigrantes sin autorización que detengan por cualquier razón, por insignificante que esta sea.

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Aproximadamente a un kilómetro paró. La policía bajó de la patrulla y llamó al chofer, allí estuvimos por más de una hora. No se que acuerdo llegaron, pero la gente se desesperó y creyeron que nos habían abandonado. La gente se estaba muriendo de sed y de calor. Algunos estaban despidiéndose de sus familiares que iban con ellos, pues el furgón no arrancaba, pero no sabíamos si el policía o el chofer se lo habían llevado para otro lugar. Después de una hora arrancó el furgón y empezó a andar. Ya casi amaneciendo y después de unas veinte horas llegamos a Puebla.

El furgón entró en un lugar que parecía una finca, allí nos bajamos. Cuando vi a mi alrededor toda la gente estaba sucia, vomitaba. También vi como sacaban al hombre que había muerto en el furgón durante el viaje.

Donde nos bajaron había ganado, caballos, ovejas. Había una casa de tres niveles donde nos metieron a todos. Nos dieron agua, comida y al fin pudimos dormir un poco. Nos dijeron que esa misma tarde nos llevarían a otro lado de grupo en grupo. Poco a poco la gente se fue yendo de ese lugar. Estuvimos todo el día encerrados en esa casa, cansados, sucios y si ir al baño. Antes de entrar al furgón nos dieron unas pastillas para no ir al baño y nos dijeron que el efecto de esas pastillas duraba setenta y dos horas. Nuestro grupo fue el último que salió de esa casa en Puebla para irnos esa tarde al Distrito Federal.

Nos sacaron en camioncitos pequeños y nos acostaron uno sobre el otro, un total de veinte personas. Ya acostados no logramos ver el recorrido, solo sentimos que entramos a otra casa. Cuando bajamos uno por uno logramos ver que era un taller que se encontraba en la orilla de la carretera. Supongo que se encontraba a la orilla de la carretera, porque se oía los carros pasar.

Este era un taller grande que siempre se mantenía cerrado, al menos eso decían los mecánicos que allí estaban. Allí estuvimos esperando como media hora y estaba ya estaba oscuro. Luego entró un camión grande, se estacionó, abrieron las puertas y al abrirlo nos percatamos que era paja empacada. Pensé que estaba lleno de paja, pero simplemente eran las dos filas de atrás, adelante no tenía nada. Ahí fue donde nos metieron, sin agua ni comida, no se por cuanto tiempo pues no nos dijeron nada. Una vez dentro cerraron el camión con las dos filas de paja empacada atrás y le echaron la lona encima. Me imagino que por fuera si uno miraba creía que estaba lleno de paja, pero no era así. Íbamos veinte personas adentro.

Salimos esa noche y pensé que íbamos a llegar a la madrugada del otro día, pero no fue así. Estuvo caminando toda la noche, todo el día siguiente y otra noche hasta llegar la madrugada del siguiente día. Sin agua y sin comida todos nos estábamos muriendo de sed y de hambre.

Llegamos ese día al Distrito Federal como a las cuatro de la tarde. No logramos ver donde entramos, pero cuando nos bajaron vimos que era una bodega llena de paja. Nos bajaron, salió un señor ya grande con barba, que en la cintura llevaba una pistola y nos dijo que habláramos en voz baja, que pronto nos iban a sacar de ese lugar. Ese lugar estaba lleno de basura y olía mal. Después de descargar todo lo que llevaba el camión este se fue. Mientras el señor se comunicaba por teléfono y por radio. A los quince minutos llegó un picop a traer a cinco personas y así de

México Distrito Federal

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cinco en cinco nos fueron sacando. Este era un picop con camper que estaba todo oscuro.

Yo me quedé en el último grupo, al final el señor nos dijo que pronto íbamos a comer a y tomarnos un baño y cambiarnos de ropa. Hasta ahí seguía llevando la misma ropa con la que habíamos salido.

Luego llegó un picop a traernos, pero este picop era diferente que los de antes. Entramos y nos dijeron que a cuatro cuadras nos estaba esperando un taxi que ya sabía donde tenía que llevarnos, que no tuviéramos miedo.

Arrancó el picop y a cuatro cuadras ya estaba el taxi. Nos hicieron bajar del picop y entrar en el taxi muy rápido, o de volada. Subimos al taxi y este nos llevó a otro lugar. Cuando llegamos nos dijo el taxista que ahí era donde debíamos esperar. El taxista dijo: “..primero voy a tocar la puerta y cuando la abran se bajan rápido del taxi y se meten en la casa”.., y así fue.

Cuando entramos a la casa vi que esta era muy bonita y lujosa, parecía un hotel. Al entrar el dueño nos dijo que la casa tenía algunas reglas que había que respetar, como por ejemplo que no se debía hablar en voz alta ni asomarse por las ventanas y que la basura había que dejarla en los botes de basura. En esa casa solo estábamos los cinco del picop, pero había otros cinco más ahí. Luego dijo que él iba a comprar comida y que mientras nosotros nos podíamos bañar en el patio de su casa y cambiarnos de ropa pues íbamos todos sucios. Nos indicó que hiciéramos todo lo que nos decía porque de aquí no se sabe cuando vendrían a traernos y que necesitaríamos tomar mucho líquido porque el camino para recorrer iba a ser largo. Teníamos mucho que caminar.

Ahí nos quedamos toda la noche y todo el día siguiente. En la tarde siguiente y hasta el amanecer empezó a irse la gente de tres en tres, ya que ahí estábamos unas diez personas.

A los dos compañeros de El Llano y a mi nos tocó salir hasta la tarde del otro día. El dueño de la casa hizo unas llamadas y luego nos sacó de su casa, nos llevó a una parada de bus donde ya nos estaban esperando. Ese bus nos iba a llevar a Cananea, Sonora.

Cuando nos metimos al bus toda la gente se nos quedó viendo porque no teníamos cara de mexicanos. Nos sentamos juntos con los compañeros, pero el ayudante del bus nos dio unas recomendaciones que no nos fuéramos a preocupar pues todo estaba arreglado con el coyote y además nos daba doscientos pesos mexicanos para poder darles a los policías por si los bajaban del bus. También nos dijo que no nos sentáramos juntos, mejor uno adelante, otro en medio y otro atrás, y si algún policía nos preguntaba si veníamos juntos le contestáramos que no, que le respondiéramos que viajábamos solos y que no les dijéramos que él nos había dado el dinero para no tener problemas. Y así arrancó el bus pensando que era un viaje corto, de unas horas, pero no fue así.

Fue un viaje de dos noches y dos días. Cuando íbamos en el camino pasábamos pueblos, pero sin saber los nombres. La policía nos paró por primera vez, solo registraron las maletas buscando drogas o armas y como no encontraron nada nos dejaron ir.

Todos los días aproximadamente 900 guatemaltecos y guatemaltecas cruzan la frontera con México con la meta de buscar trabajo en los Estados Unidos.

Cananea, Sonora (México)

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Yo había perdido la orientación y no sabía donde iba. Sabía que para arriba y que esto estaba encima de Guatemala, pero no sabía dónde ni cuándo llegaríamos. Solo veía de vez en cuando nombres de pueblos, de ciudades, cambiábamos de país, pero nada más. Ni sabía si los lugares eran pueblos grandes, pequeños, si Los Ángeles o Nueva York serían como Guate o como qué.

Durante el viaje yo llevaba mi reloj pero escondido en el zapato pues no dejaban que lleváramos nada.

La segunda vez que nos pararon nos registraron las maletas y pidieron identificación y la mala suerte que nos tocó a los tres y a otros más. Hubo una mujer atrás de mi que estaba durmiendo, la intentaron despertar, pero se hizo la dormida y no se despertó. El policía le dijo que sin no se despertaba se la llevaría con él y la mujer no se despertaba y el policía se cansó de gritar y la dejó durmiendo. A nosotros nos bajaron del bus y nos pusieron a la orilla de la carretera. Un policía se puso a nuestro lado y nos preguntó que a dónde íbamos y todos contestamos que a Estados Unidos. Nos preguntó que de donde éramos y cada uno respondió de donde era. Luego preguntó que si éramos conocidos de ahí y contestamos que no, que íbamos solos y el policía dijo que nos iba a regresar para atrás en ese momento.

Nuevamente yo pensé que me iba a regresar para Guatemala, pero hubo alguien que respondió que nos dejara ir ya que somos pobres y además no somos traficantes de drogas ni de armas, sino simplemente íbamos a trabajar. Y el policía solo se le quedó viendo.

El policía fue, habló con sus compañeros y al regresar nos dijo que nos dejaba ir pero que le dejáramos doscientos pesos por cada uno. Cada quien dejó ese dinero y así nos dejó ir sin ningún problema.

Al subir en el bus, el ayudante nos preguntó que si le dejamos el dinero o no y respondimos que si, entonces nos volvió a dar otros doscientos pesos para que recuperáramos ese dinero y que si en el transcurso del camino no nos paraban, entonces ese dinero se lo devolviéramos al ayudante. Y nuevamente como dicen los mexicanos …a volar llanta.

Al amanecer de ese día hicimos una parada de unos veinte minutos para comer algo, y luego otra vez a la carretera. Fue un viaje muy grande, muy cansado. Como ya dije, pasamos lugares que no supe como se llamaban. Era un paisaje desértico, todo seco.

Nuevamente a los tres kilómetros paramos otra vez para echar gasolina al bus donde estuvimos unos veinticinco minutos ya que el bus tenía desperfectos mecánicos. Después estuvimos caminando como otras dos horas y finalmente llegamos a un estacionamiento de bus. Ahí nos bajaron y estuvimos esperando otro bus para llevarnos a Cananea, Sonora, que era la frontera, donde solo faltaban veinte minutos para llegar. Luego llegó un bus para Sonora, pero ya era de noche, como la una de la madrugada. Este bus nos fue a dejar en el centro de ese pueblo, un pueblo pequeño, de ahí alguien fue a recogernos en taxi usando la contraseña Chico Méndez. Al mencionar esta contraseña ya sabíamos que era gente de Chico Méndez, y de ahí llevaron a un hotel.

Desde nuestro Centro Comunitario Digital los patzuneros pueden comunicarse con sus familiares en EEUU

www.patzun.gob.gt

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Cuando entramos al hotel nos dimos cuenta que ahí era un hotel de migrantes, estaba lleno de personas listas para cruzar la frontera pues estábamos cerca de la línea.

Estando allí no sé que sentía pues dudaba si estaba listo para ir o no. Mientras descansábamos ese rato me senté y dije “..hasta aquí no más.., ya no voy a ver a mi familia, mis compañeros, si logro cruzar, es mi decisión venir y espero que logre llegar…”, pero tenía que echarle ganas pues estaba cerca y eso decían los otros dos compañeros. De aquí saber cuantos años vamos a estar allá y luego saber cuando volveríamos. Yo les dije que se cuidaran pues ellos iban a Los Ángeles y yo para Nueva York.

Ahí descansamos esa noche. Al día siguiente todos los que estábamos ahí nos juntaron en el comedor para comer, pero la comida que nos dieron no tenía sal ni nada de condimento. Nos dieron frijol y huevo pero no podíamos comer porque no tenía nada de sabor. Al terminar llegó un señor alto, con sombrero y dos pistolas en la cintura, diciéndonos que esa tarde íbamos a salir para cruzar la frontera, pero si llegara a salir la migra frente a nosotros, teníamos que correr hacia delante y no para atrás y si a alguien lo lograban agarrar, que lo que primero que hiciera fuera llamar es a Chico Méndez y a este señor que nos estaba hablando, para ver si ellos lo podían sacar de las manos de migración. También nos dijo que si caíamos en manos de migración no llamáramos a nuestros familiares, pues ellos no pueden sacarlos de ahí.

En ese momento nos entregaron una mochila grande llena de comida, jugos, Gatorade y dos galones de agua pura a cada uno, un sudadero de color negro para el frío que era para que no pudieran ver en la noche y un número de teléfono por si nos lograra agarrar migración, puesto que solo caminaríamos de noche. Y así fue esa tarde, nos sacaron del hotel y nos llevaron lejos del pueblo, aproximadamente a tres kilómetros, para luego irnos en un camión.

Toda la gente que estaba ahí se dividió en grupos de unas cien personas o más. En ese hotel habría unas trescientas personas y algunas más que quedaron.

Nos sacaron en picop de diez en diez hasta juntarse el grupo. Nos fueron a dejar en una casa abandonada, ahí esperamos como treinta minutos. Luego llegó el camión, pero ese lugar ya era desierto. Nos metieron al camión tan rápido como se pudo. Estando dentro del camión caminamos como veinte minutos o más, de ahí nos fueron a dejar como en una finca. Ahí bajamos todos y estuvimos caminando unos tres o cuatro kilómetros en camión. En esa finca había tres guías, dos se quedaron con nosotros y otro iba delante para informar como iba el camino. Los guías nos dieron unas recomendaciones que eran que no había que hablar fuerte ni gritar, que si algo le pasaba a alguien que no gritara, que se aguantara el dolor porque esa noche saldríamos para escalar una montaña que estaba frente a nosotros. Una montaña de unos ochocientos metros llena de rocas, así que descansen, dijeron los guías, pues caminaríamos a pie toda la noche. Y al salir de esa montaña ya estaríamos en Estados Unidos. Pero en ese lugar la mayoría de la gente empezó a comer todo lo que llevan y solo guardaron un poco de comida.

El Consejo Nacional de Atención al Migrante de Guatemala, es la instancia nacional que reúne a las autoridades del Estado de Guatemala responsables de la atención y protección de los derechos humanos y garantías individuales del guatemalteco en el extranjero...

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Yo pensaba que al salir de esa montaña ya estaba en Nueva York, pero no era así. Llegó la noche y nos preparamos para caminar. Al escalar esa montaña llena de rocas nos ordenaron de dos en dos como niños y empezamos a caminar. A un kilómetro y medio encontramos la línea entra México y Estados Unidos, pero tuvimos que esperar como un hora o más pues había soldados que cubrían la frontera con luces grandes. No se si estaban en carro o a pie, pues solo veía moverse la luz de izquierda a derecha. Como el primer guía estaba adelante, este veía todo lo que pasaba y se comunicaba por medio de la radio que cada uno llevaba.

Estuvimos ahí esperando como dos horas porque no se podía pasar. Cuando dijeron “…camino despejado…” empezamos a caminar rápido, tan rápido como se pudo, algunos tropezándose, otros gritando pues no sabían con quien chocaban, y así cruzamos los alambres con espinas. Unos pasaron por debajo y otros brincándolo, pero algunos se tropezaban por el miedo porque en cualquier momento aparecían los soldados o migración.

Y así cruzamos la línea.

Nos metimos en los árboles y caminamos. Luego de dos kilómetro de haber dejado la línea atrás, había una carretera que también estaba vigilada y era la otra línea. Ya estábamos en la orilla de la montaña que íbamos a escalar, el guía que iba delante veía todo e informaba de lo que pasaba, cuando decía “…camino despejado…”, nos echábamos a correr, pero cuando estábamos a punto de llegar a la carretera, salió un carro con luces y todos nos tiramos al suelo boca abajo para que no nos viera el carro, pues llevaba focos reflectantes.

La mochila se sentía muy pesada, había gente que al dejar Sonora tiraron la comida y otros lo comían rápido, pero al final estos casi se quedaron en el desierto.

Al irse el carro cruzamos la carretera rápido y comenzamos a escalar. Al subir la montaña fue muy duro pues uno tenía que adivinar donde ponía los pies y ver dónde agarrarse. Yo para apoyarme quería agarrar arbustos y agarré espinas, mi mano sangraba por las espinas. Las mujeres que iban con nosotros ya no aguantaban subir la montaña, pero nosotros las jalábamos de las manos para subirlas. Tropezaban con las rocas y solo se aguataban el dolor, no gritaban. Finalmente como las tres de la mañana llegamos a la punta de la montaña. Cuando estábamos encima solo veíamos del otro lado luces, que todos creíamos que era Los Ángeles, pero no era así.

No se como se llama ese lugar, pero lo que se es que ya estábamos en Estados Unidos.

Descansamos un buen rato, yo me limpié las manos llenas de sangre y nuevamente empezamos a caminar sobre la montaña y solo había rocas. Ahí íbamos las cien personas juntas.

Ya cuando estaba amaneciendo el guía nos dijo que íbamos a descansar otro poquito y luego caminaríamos frente a nosotros donde había una montaña con árboles grandes para escondernos ahí para que no nos encontrara la migra, decía el guía. Esa montaña estaba como un kilómetro frente a nosotros.

Guatemala ya cuenta con una Ley del Consejo Nacional de Atención al Migrante CONAMIGUA desde 2007

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Después de los quince minutos de descanso, volvimos a caminar y al fin llegamos a esa montaña. Allí al entrar había zapatos tiraros, ropa, mochilas, latas, etc., parecía un basurero, pues ahí descansa toda la gente. Ahí nosotros volvimos a descansar. El guía nos habló que ahí en ese lugar dormiríamos todo el día y si queríamos comer o beber, ahí lo podríamos hacer, porque ahí no nos podían ver pues más tarde enviarían helicópteros a buscarnos y ahí no nos iban a encontrar, solo que distribuidos de dos en dos, durmiendo debajo de los árboles para que no nos vieran. Y así fue.

Comimos algo y luego nos quedamos durmiendo todo el día, al medio día pasó un helicóptero buscando gente, pero no nos vio. En la noche nos juntamos nuevamente para caminar, esa noche yo no se donde ponía los pies, pero solo sé que pisaba piedras en ese bosque. No sé cuantos kilómetros caminamos, fue toda la noche y todos estábamos agotados, pero teníamos que caminar. Cuando amaneció al día siguiente pudimos descansar veinte minutos, de ahí empezamos a caminar todo el día para llegar al levantón. El calor era muy fuerte y solo podíamos tomar agua caminando.

Pero ese día ya no aguantábamos caminar y estuvimos descansando a cada rato. Había árboles y no se veía nada.

Esa noche que caminábamos por el bosque, el guía que iba delante nos informó por la radio que la migra andaba buscando gente y nos fuimos a esconder entre la maleza. Se dieron cuenta de la sangre que habíamos dejado atrás por las heridas que habíamos dejado todos, pero como era de noche, nosotros no veíamos nada.

Esa noche nos quedamos durmiendo ahí, pero en ese lugar olíamos algo mal y como no podíamos ver, nos quedamos dormidos. Cuando despertamos al otro día no aguantábamos el olor, un compañero se levantó y fue a ver a la orilla si había algo y cabal, a los cinco pasos vio que era una mujer muerta que ya estaba pudriéndose llena de gusanos. Eso era lo que olía mal y estaba a la par de donde nosotros dormíamos. Le avisamos al guía y el este dijo que no todos teníamos la misma suerte de llegar a nuestro destino final.

En ese rato el guía despertó a todos ya que venía un helicóptero, estaba amaneciendo, todos tomamos la mochila para tratar de escondernos ya que no había solo un helicóptero, sino varios rodeando el lugar.

Finalmente el guía que andaba al frente, habló por radio diciendo que el camino estaba despejado, y así empezamos a caminar, pero solo podíamos avanzar un kilómetro y nuevamente nos teníamos que parar a descansar porque los helicópteros no dejaban de rastrear, tanto en el aire como en la tierra, siempre había migra en esa montaña. Había mucha migra, pero los guías sabían donde escondernos a todos. Nos escondían bien, así pudimos llegar a la loma pequeña y desde ahí ver un globo en el aire que no se movía desde la noche, veíamos una luz arriba en el cielo, pero esa luz no se movía. El día iba avanzando poco a poco y al final logramos ver que era un globo con cámaras fijo en el cielo.

Frente a nosotros veíamos un pueblo muy hermoso que creímos que era Los Ángeles, pero no era así. Ese pueblo lo veíamos desde la loma de atrás, cuatro días atrás. Ahí estuvimos una media hora y luego volvimos a caminar, esta vez para llegar al lugar donde nos llegaban a traer, y fue cerca de una carretera.

El sentimiento antiinmigrante que ha prevalecido en el Congreso de los Estados Unidos, se ha visto reforzado por la aguda crisis económica y social que el país ha estado viviendo de una manera innegable desde al menos 2007.

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Nos metieron en una zanja para que la migra no nos encontrara. A los quince minutos llegó un carro cuatro por cuatro, color negro con vidrios polarizados, y los guías nos dijeron que cuando el carro se parara nos echáramos a correr lo más rápido que se pudiera y nos metiéramos en el carro. Y así fue, pero como en el carro no cabíamos todos nos quedamos cuatro personas y el guía. Él rápido habló por teléfono para que pudieran mandar otro carro y yo solo escuchaba lo que decían con curiosidad. Le decían que íbamos a esperar media hora, solo iban a cargar otra gente en otro lado y luego pasarían llevándonos a nosotros en el carro. Y estuvimos esperando casi la hora, nosotros bien escondidos para que no nos encontraran, pero nosotros ya no aguantábamos. El calor que hacía era tan espantoso que no se podía aguantar. Yo estaba sudando por el calor y me acabé el agua que llevaba, también los compañeros. Se dio cuenta el guía que ya no teníamos agua y ellos pidieron por teléfono más agua para que los compañeros se hidrataran. Venían por nosotros y a los cuarenta minutos llegaron a traernos, pero al entrar en el carro había más gente. Ahí nos metimos, estuvimos incómodos, pero nos metimos como que si fuéramos animales empujándonos unos a otros. Al estar en el carro a mi se me durmió una pierna pues alguien se sentó encima. Estuvimos en el carro una hora y el chofer decía a cada rato que ya íbamos a llegar. Era de día.

Recorrimos como tres o cuatro kilómetros, cuando llegamos nos bajaron rápido del carro. Yo cuando bajé ya no podía caminar porque mi pierna se durmió y la sangre ya no circulaba. Nos fueron a dejar como a las once de la mañana en el desierto y nos dieron agua suficiente para el camino. Para nosotros era suficiente, sin pensar que se iba a acabar pronto.

Allí nos encontramos con el grupo que había salido antes que nosotros que estaban descansando debajo de unos árboles pues hacía un calor muy fuerte. El guía nos recomendó que tomáramos el agua poco a poco, que el calor no se soportaba. Cuando estábamos todo el grupo, unas cien personas, el guía nos dijo que el agua que se nos dio nos tenía que alcanzar hasta la noche, porque es ahí donde la gente moría mucho de deshidratación, porque se toman el agua rápido y cuando se termina ya no hay donde sacar agua, y que así mismo nos comiéramos el resto de la comida que quedaba en la mochila.

Estuvimos como veinte minutos descasando y luego el guía nos dijo que teníamos que caminar porque de lo contrario no llegaríamos al lugar donde nos iban a traer nuevamente. Así empezamos a caminar por el desierto y la gente al salir empezó a tomar agua, no obedeciendo al guía. No habíamos caminado mucho y la gente ya no tenía agua.

Todos ya querían agua. Yo llevaba un galón en la mochila y tenía medio galón en la mano que me tomaba poco a poco. El guía vio que yo tenía medio galón y me lo quitó y lo repartió entre las mujeres, pero yo tenía otro galón en la mochila y el guía no lo sabía. Había unos árboles que tenían unas hojas verdes, ahí descansamos por segunda vez. Luego nuevamente a caminar, pero ya sin agua y todas las mujeres ya no podían caminar más. Yo me tomaba agua a escondidas. El guía dijo que habíamos llegado a la mitad del camino y ya eran como las seis de la tarde y todavía nos faltaba la otra mitad. Ya todos sin agua. Yo tenía pero no quería que se diera cuenta nadie, pero el guía se dio cuenta que yo cargaba agua

Las organizaciones nacionales de cabildeo que han venido dominando la agenda de trabajo pro reforma migratoria desde e. año 2003, las cuales en el último año lanzaron la campaña dominada "Reform Inmigration for America (RIFA)", nunca antes habían tenido tantos recursos humanos, financieros y materiales para impulsar su agenda.

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en la mochila, me la sacó de la mochila y lo repartió entre todos y ye me quedé sin agua. Y esa agua que repartió ayudó a la gente a que caminara un poco más.

Había quienes cargaban a las mujeres para que pudiéramos llegar al lugar donde nos iban a traer, pero ya sin agua y cansados no podíamos caminar. Descansábamos un poco y caminábamos otro poco, y así logramos llegar a un pozo de aguas negras.

Todos creíamos que era agua limpia queríamos ir a tomar, pero el guía no quiso, no nos dejó. Juntó todos los galones de agua vacíos y se llevó con él solo a tres compañeros para llenar los galones, pero no tomamos mucho, no más un sorbo, pues el guía dijo que era agua sucia y nos podía hacer daño. Después de tomar un poco de agua nos dio fuerzas para seguir y pudimos llegar al lugar donde nos llegaban a traer.

Al llegar a ese lugar yo ya no podía caminar más, mis pies estaban llenos de ampollas y sangraba en mis zapatos. Cuando paramos de caminar y descansamos, me quité los zapatos y empecé a limpiar la sangre que estaba en mis pies. Ya estábamos cerca de una carretera donde se veían pasar otros carros y buses, pero al rato, después de 5 minutos la gente empezó a vomitar, no se si por el agua que tomaron o por el cansancio, pero la mayoría empezó a vomitar y otros se desmayaron.

Hubo otras cosas que vimos en el transcurso de la caminata por el desierto. Había muchas calaveras de gente que ha muerto en ese lugar, parecía un cementerio, pero bueno, gracias a Dios que nuestro grupo nadie murió. Pero hubo una mujer que estaba embarazada y fue la que ya no aguataba caminar y ya estaba por morirse, pero el guía fue quien la que cargó para llegar al lugar donde teníamos que llegar.

A eso de las once de la noche, llegaron dos carros con logotipos de una pizzería, no me recuerdo el nombre de la pizzería, pero era solo para apantallar. Nos metieron en los páneles nuevamente uno sobre otro para llevarnos a Phoenix, Arizona. Nos metimos como pudimos y luego de unos tres minutos la panel arrancó listos para llevarnos a Phoenix. En el camino nos siguió una patrulla y nos tuvieron que desviar de la carretera. Nos metieron a otro camino de terracería. Ahí la panel iba sin luces muy rápido y casi nos íbamos a matar pues chocó con una baranda a la orilla de la carretera, pero no paró, siguió su camino y todos gritamos adentro. Nos fueron a dejar bajo un puente por donde pasan trenes. Ahí nos quedamos por más de dos horas, luego llegaron nuevamente las páneles, pero esta vez ya eran cuatro. Así pudimos ir sentados y cómodos, porque el viaje a Phoenix era aproximadamente de tres horas. Este viaje fue muy bonito porque íbamos sentados viendo las luces entrando a la ciudad. Llegamos a las cinco de la mañana, nos metieron en una casa y ahí estuvimos durmiendo todo el día. Ahí éramos como unas veinte personas, todos provenientes de Guatemala y los tres dominicanos que aun seguían con nosotros.

Al día siguiente empezaron a sacar gente de cinco en cinco, rumbo a Los Ángeles. Nos llevaron en carros de último modelo y yo me quedé en el último grupo junto con mis compañeros, salimos como a las ocho de la mañana. Yo pensaba que era un viaje de tres o cuatro horas, pero no fue así, fue un viaje de un día y casi la

"El gran desafío será diseñar una política migratoria integral, que tenga en cuenta las diversas características de las migraciones en Guatemala como país de origen, destino, tránsito y retorno voluntario y forzado, mediante las deportaciones de sus inmigrantes, transmigrantes y migrantes internos". Esto es lo que concluye Álvaro Caballeros, de la Mesa Nacional para las Migraciones en Guatemala, en el análisis "Perspectivas migratorias en 2010: tendencias y desafíos"

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noche, yo me aburrí de estar sentado en el carro. Durante el transcurso del viaje todo el camino era un desierto, no tenía árboles solo habían rocas grandes y cactus. Al fin yo creo que el viaje fue muy largo, más largo de lo que creíamos, porque tardamos al final un día y parte de la noche, llegando como a eso de la una de la mañana. Al llegar nos metieron en una casa a un garaje, nos bajaron, nos metieron a un cuarto y nos dijeron que nos quitáramos toda la ropa que llevábamos, toda la mochila, los zapatos, playeras, todo lo que cargábamos, teníamos que sacarlo. Solo teníamos que estar ahí en ropa interior y ahí ya no se que hora era, pues mi reloj lo dejé en el zapato. Pero solo me recuerdo que llegamos ya de noche.

Luego de quitarnos toda la ropa nos dijeron que nos podíamos bañar de tres en tres. De ahí nos llevaron al segundo piso y nos quedamos en un cuarto grande donde había más gente. En ese lugar nos quedamos dos días y dos noches. Los coyotes empezaron a llamar o a hacer llamadas a nuestras familias para que depositaran el dinero acordado por el viaje, los casi cuarenta y cinco mil quetzales. Cuando me llamaron a mí para hablar con mi familia, yo no hablé con ellos sino con la señora con quien había hecho el trato, la enganchadora, para que depositara el dinero y así salir luego de ese lugar. Ella me dijo que lo depositaría a los dos días, por lo tanto estuve encerrado una semana pues no me dejaba salir hasta que no depositara el dinero.

La comida que nos daban era una comida como si fuera de animales, nuevamente no tenía sal, no tenía sabor, nada, y eso estuvimos comiendo los siete días. Además en ese cuarto hacía un calor tremendo que te hacia sudar o más bien bañarte. A los siete días nos preguntaron el nombre del lugar donde íbamos y nos pusieron en grupo ya que esa tarde teníamos salida rumbo a Nueva York, unas 8 personas.

Pero antes de salir, tuve que comunicarme con la persona que iba a recibirme acá en Nueva York. Me dijo que no había ningún problema. Esa tarde salimos de Los Ángeles rumbo a Nueva York sin pensar que el viaje iba a ser largo. Allí nos dieron ropa nueva, zapatos nuevos, nos cambiamos y luego fuimos al garaje listos para el viaje. Nos acomodaron en el carro y este arrancó después de diez minutos, pero mis dos compañeros que eran de Patzún ya no iban conmigo porque ellos se quedaban allí en Los Ángeles. Yo me vine solo para Nueva York con otros siete compañeros que eran de diferentes países.

Durante todo ese tiempo con mis compañeros de Patzún no hablaba en Kaqchikel, habíamos acordado que no lo haríamos para que no vieran que éramos guatemaltecos, sino que pasáramos por mexicanos. Solo cuando estábamos los tres solos, entonces sí hablábamos en Kaqchikel, nuestra lengua que habíamos aprendido desde chiquitos en la casa con nuestros papás.

El carro salió de esa casa en la mañana. El chofer era el dueño de la casa, yo pensé que él nos iba a llevar hasta Nueva York, pero no fue así. Ahí en el centro de la ciudad de Los Ángeles nos fue a dejar en una gasolinera. Luego de un supermercado salió un compañero suyo que llevaba pan, francés y sodas. Después el chofer habló a su compañero, bajó del carro y fue el quien nos trajo hasta acá en Nueva York.

Los Ángeles, CA

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Esa mañana era una mañana muy fresca, yo iba sentado al frente, veía todo los edificios, las casas de la ciudad de Los Ángeles pero sin pensar que me iban a meter en el baúl del carro, pues mis compañeros que iban a mi lado iban molestando todo el tiempo.

Solo me recuerdo que me metieron de día y ahí ya no supe más si era de día o de noche y me sacaron al siguiente día. Estuve toda la noche en baúl donde hacía un calor que ya no soportaba. Ese día me sacaron del baúl del carro, me dieron agua y comida. Luego me pasaron al frente y a otro compañero lo metieron atrás igual que me hicieron a mi, ahí estuvo todo el día y toda la noche.

El chofer que conducía el carro ya no aguantaba el sueño y por poco se iba a chocar con un bus que venía frente a él ya que ese ratito se durmió, el bus arrancó el retrovisor del carro. Ese rato lo que hizo fue pararse y descansar un buen rato. Al despertar decía que si alguno de nosotros ya había venido a Nueva York y ya sabía un poco el camino y había alguien detrás de nosotros que dijo que si ya había estado cinco años en Nueva York, le preguntó que si podía manejar carro y le dijo que si. Entonces el chofer le dijo que manejara él y que él iba a descansar, y así fue.

Empezó a manejar y después de un día de estar manejando llegamos a un lugar donde había nuevamente edificios. Para mi ya había llegado a Nueva York, pero no fue así, no se donde estábamos. Ahí en ese lugar comimos y nuevamente a la carretera, solo estuvimos quince minutos, y al carro, parecía que era Los Ángeles, pero no era. Nuevamente el chofer que manejó primero tomó el carro, pero esta vez ya sin sueño.

Estuvimos caminando toda la noche viendo las luces, viendo en inmenso camino que estaba frente a nosotros y sin saber que día llegaríamos. Al siguiente día al amanecer el chofer nos preguntó el número de teléfono de la persona quien nos iba a recibir acá en Nueva York y fui el primero a quien preguntó. Estaba escribiendo todos los números, luego paró en una estación de buses y ahí es desde donde llamó a la persona que nos iba a recibir a cada uno. Había un compañero que ya tenía treinta años de estar en Nueva York pero su mujer estaba en su país y él dijo que se regresó solo por ir a ver a su esposa y sus hijos y vino nuevamente acá a Nueva York. El chofer estaba llamando diciendo que el otro día íbamos a llegar temprano a Nueva York, cuando yo escuché eso quería llorar, no se si de alegría o de tristeza, solo se que quería llorar y gritar fuerte.

Así sucesivamente llamó a los familiares de cada uno.

Ese día tuvimos que caminar todo el día y toda la noche, como a las cinco de la mañana nuevamente el carro paró en una estación de buses o una gasolinera. Ahí le echó gasolina al carro y nuevamente llamó a los familiares, pero esta vez el que me iba a recibir acá en Nueva York no contestó la llamada y decía que el chofer que tendría que ver como ir pues no contestaba. Nuevamente intentó llamar y no contestó. Al tercer intento contestó la persona que me recibiría, pero dijo al chofer que no podía recibirme porque estaba trabajando, entonces el chofer me dijo que tendría que buscar donde quedarme porque él no me podía recibir. El compañero que estaba detrás de mí que vivía en Brooklyn que podía quedarme con él mientras el compañero salía del trabajo y me iba a recoger a su casa. Nuevamente

MIGUA, movimiento de inmigrantes guatemaltecos en Estados Unidos http://miguainfo.blogspot.com/

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el chofer llamó al compañero que iba a recibirme y esta vez yo hablé con él par decirle donde me iba a quedar. Luego me dijo que no había problema, que solo le diera la dirección para ir a traerme.

Luego el carro arrancó. Ya entrando como a un kilómetro de Nueva York, casi la policía nos iba a agarrar. La patrulla empezó a escucharse y decía la policía en inglés que el carro verde se parara. Nos paró la policía, al chofer le pidió un documento, pero el chofer le dio un documento que era de Nueva York, no se cómo tenía eso, diciendo que él ya era residente acá. Pero el policía no se percató de las placas del carro que llevaba, eran placas de Los Ángeles, si el policía se hubiera percatado yo me imagino que nos hubiéramos regresado a nuestro país, pero gracias a Dios el policía no se percató de esto.

Así que entramos a Nueva York ya de día. Nos bajaron en el Bronx en una avenida que ya no me acuerdo, junto con el otro compañero con quien me iba a quedar todo el día. Este compañero llamó un taxi y me llevó en taxi del Bronx hasta Brooklyn. Al llegar cerca de su casa le dijo el taxista que esperara para pagarle, le pagó 50 dólares. Cuando nos metimos a la casa de él me decía, “…esta es mi casa”. Me dijo que si quería bañarme que ahí estaba el baño. Lo primero que hice fue bañarme tranquilamente y él me dio ropa nueva. Para mientras yo estaba bañándome, su hermano salió a comprar comida. Cuando yo salí del baño ya estaba en la mesa, esta vez ya si era comida de verdad. Ahí estuve todo el día viendo televisión, pero yo estaba cansado, necesitaba dormir, pero ese día no dormí.

El día 28 de julio, a eso de las seis de la tarde el compañero que me recibiría llamó a la casa de él diciéndome que llegaría en media hora y así fue. Yo estaba comiendo en la tarde cuando el llegó. Tocó la puerta y salió el compañero.

Para mi la persona que me iba a recibir alto, pero resultó que no era así, pero cuando él me recibió me dijo: “Bienvenido a Nueva York”.

Y ahí si lloré como un niño.

Y esta es mi historia, es real porque lo que así lo pasé, así que si alguien quiere venirse a los EE.UU. de esta manera, mejor que lo piense cuantas veces se pueda porque la vida acá es muy sufrida.

Yo creo que cada persona migrante tiene una historia que contar y cada persona ha sufrido todo por querer dar una buena vida a los hijos o un futuro mejor y esta ha sido mi historia, una más…

E.C.M.L, patzunero de 27 años de edad

(Con la colaboración de MIGUA, Movimiento de Inmigrantes Guatemaltecos en USA, y Centro Comunitario Digital de la Municipalidad de Patzún)

"Dame a tus cansados, tus pobres, tus masas hacinadas que anhelan respirar libres, los desdichados desechos de tus playas llenas. Envíame a estos, los destituidos, los abatidos por la tormenta, a mi: Yo levanto mi lámpara junto a la puerta de otro"

Leyenda al pie de la Estatua de La Libertad, NY