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Política de Dios y Gobierno de Cristo: Quevedo contra Maquiavelo José Rafael Hernández Arias Entre los estudiosos del tratado de Quevedo Política de Dios y Gobierno de Cristo existe una doble polémica. Por una parte, se ha producido un debate en torno a la originalidad o singularidad de la obra, por otra, se estudian las fuentes o, mejor, el armazón erudito que apuntala el núcleo argumentativo de Quevedo, para determinar hasta qué punto esas fuentes pueden aportar datos fiables que aclaren su posición política. Respecto a la originalidad de la obra, la mayoría de los especialistas coinciden en denegársela. José Luis Aranguren, en su Lectura política de Quevedo, ha denominado al escritor español un «profundo re-pensador» 1 y ha subrayado, respecto a su Política de Dios, la falta de sistema y la escasa capacidad creadora del autor. Uno de los más radicales en su enjuiciamiento ha sido Tierno Galván. En el orden político, considera la obra de poco mérito, sin escaparse del «tópico más vulgar» y «reiterado». En la introducción a una antología del pensamiento político del Siglo de Oro, justifica la inclusión de un fragmen- to de la obra de Quevedo por el hecho de su fama, pero no por su supuesto valor teórico. Esta opinión, sin embargo, queda relativizada, ya que Tierno Galván le ha negado al pensamiento político español del Siglo de Oro la mínima capacidad creadora, y le ha atribuido una absoluta falta de originalidad «de base» 2 . Esta tendencia alcanzó cierta difusión más allá de los ámbitos especializados gracias a Jorge Luis Borges, que, en su volumen Otras Inquisiciones*, destacó lo «arbitrario» del método de Quevedo y la «trivialidad» de sus conclusiones. No obstante, siempre ha habido intentos de reivindicar la originalidad de la obra de Quevedo o, al menos, su consistencia intelectual. Entre otros podemos mencionar a Osvaldo Lira, con una reivindicación político moral 4 , a Gonzalo Fernández de la Mora, que sitúa a Quevedo en el frente contrarreformista español, caracterizado no sólo por un enfoque dogmático del pensamiento político, sino también por un enfoque racional, lo que se reflejó en la lucha contra el maquiavelismo 5 . También se podría mencionar en esta misma línea a Monroe Z. Hafter que descubre la 1 Aranguren, José L., «Lectura política de Quevedo», Revista de Estudios Políticos, XXIX, 1950,157- 167. 2 Tierno Galván, E., «Introducción», en Antología de escritores políticos del Siglo de Oro, Madrid, 1966. 3 Borges, J. L., Otras Inquisiciones, Buenos Aires, 1960, 55-64. 4 Osvaldo Lira, Visión política de Quevedo, Madrid, 1948. 5 Fernández de la Mora, G., «Maquiavelo, visto por los tratadistas políticos españoles de la Contrarreforma», Arbor, 43-44, t. 13, 1949,417-449. AISO. Actas V (1999). José Rafael HERNÁNDEZ ARIAS. Política de Dios y Gobierno d...

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  • Poltica de Dios y Gobierno de Cristo:Quevedo contra Maquiavelo

    Jos Rafael Hernndez Arias

    Entre los estudiosos del tratado de Quevedo Poltica de Dios y Gobierno de Cristo existeuna doble polmica. Por una parte, se ha producido un debate en torno a la originalidado singularidad de la obra, por otra, se estudian las fuentes o, mejor, el armazn eruditoque apuntala el ncleo argumentativo de Quevedo, para determinar hasta qu punto esasfuentes pueden aportar datos fiables que aclaren su posicin poltica. Respecto a laoriginalidad de la obra, la mayora de los especialistas coinciden en denegrsela. JosLuis Aranguren, en su Lectura poltica de Quevedo, ha denominado al escritor espaolun profundo re-pensador1 y ha subrayado, respecto a su Poltica de Dios, la falta desistema y la escasa capacidad creadora del autor. Uno de los ms radicales en suenjuiciamiento ha sido Tierno Galvn. En el orden poltico, considera la obra de pocomrito, sin escaparse del tpico ms vulgar y reiterado. En la introduccin a unaantologa del pensamiento poltico del Siglo de Oro, justifica la inclusin de un fragmen-to de la obra de Quevedo por el hecho de su fama, pero no por su supuesto valor terico.Esta opinin, sin embargo, queda relativizada, ya que Tierno Galvn le ha negado alpensamiento poltico espaol del Siglo de Oro la mnima capacidad creadora, y le haatribuido una absoluta falta de originalidad de base2. Esta tendencia alcanz ciertadifusin ms all de los mbitos especializados gracias a Jorge Luis Borges, que, en suvolumen Otras Inquisiciones*, destac lo arbitrario del mtodo de Quevedo y latrivialidad de sus conclusiones. No obstante, siempre ha habido intentos de reivindicarla originalidad de la obra de Quevedo o, al menos, su consistencia intelectual. Entreotros podemos mencionar a Osvaldo Lira, con una reivindicacin poltico moral4, aGonzalo Fernndez de la Mora, que sita a Quevedo en el frente contrarreformistaespaol, caracterizado no slo por un enfoque dogmtico del pensamiento poltico, sinotambin por un enfoque racional, lo que se reflej en la lucha contra el maquiavelismo5.Tambin se podra mencionar en esta misma lnea a Monroe Z. Hafter que descubre la

    1 Aranguren, Jos L., Lectura poltica de Quevedo, Revista de Estudios Polticos, XXIX, 1950,157-167.

    2 Tierno Galvn, E., Introduccin, en Antologa de escritores polticos del Siglo de Oro, Madrid,1966.

    3 Borges, J. L., Otras Inquisiciones, Buenos Aires, 1960, 55-64.4 Osvaldo Lira, Visin poltica de Quevedo, Madrid, 1948.5 Fernndez de la Mora, G., Maquiavelo, visto por los tratadistas polticos espaoles de la

    Contrarreforma, Arbor, 43-44, t. 13, 1949,417-449.

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    originalidad de Quevedo en la inquietud del autor, que ha dejado profunda huella en loslugares comunes de la doctrina que expone6.

    En lo que se refiere a las fuentes, la polmica se centra en la valoracin de suempresa, en si su inters por amurallar sus ideas polticas con un material esencialmentecristiano se deba auna conviccin, amero oportunismo o, como se ha insinuado, aunapersonalidad escindida. Estudiosos como Astrana Marn, Ettinghausen o Crosby, entreotros, han analizado las circunstancias que rodearon el origen de la obra. De este modose ha conocido la impronta que dej aron las vicisitudes histricas y biogrficas en el textode Quevedo. Pero aqu no profundizaremos en estos problemas. Nos limitaremos arealizar algunas reflexiones en torno al ttulo, Poltica de Dios, Gobierno de Cristo yTirana de Satans, tal y como apareci en las primeras impresiones, para, mediante suanlisis, intentar describir el mundo poltico en el que se desenvolva Quevedo, losprincipios que determinaban su pensamiento, as como las contradicciones argumentati-vas forzadas por un mundo que experimentaba profundos cambios. En nuestro anlisisevitaremos el empleo de trminos como conservadurismo, nacionalismo o antise-mitismo, inaplicables por su ineficacia, histrica o semntica, para penetrar en elmundo de Quevedo. El concepto conservador es impreciso, el de nacionalismo esimpropio para la poca que nos ocupa, y Quevedo no fue antisemita, su pensamientose incardina en el antijudasmo, de races y consecuencias muy distintas al antise-mitismo.

    Para comenzar diremos que el ttulo, obedeciendo al carcter pendenciero deQuevedo, representa una declaracin de principios y un mensaje polmico. Las posicio-nes de Quevedo son muchas veces fruto del combate intelectual, por eso en sus Migajassentenciosas se puede leer: Siempre los enemigos nos hacen mejores y ms avisados7.En el ttulo que eligi Quevedo se reflejan de un modo excepcional, como en unnegativo, sus enemigos, las corrientes de pensamiento contra las que luchaba. Y noexageramos al decir que precisamente el ttulo es lo ms acertado del tratado de Queve-do. Aqu me sumo a la opinin de Don Francisco Morovelli de Puebla, uno de losprimeros crticos de la Poltica de Dios, que lo califica en sus Anotaciones de grandio-so, misterioso y sentencioso. Aadiendo: alabemos con admiracin el ttulo, que lomerece su grandeza. El contenido, sin embargo, le produjo una profunda decepcin8.Pero centrmonos ahora en los enemigos de Quevedo, inspiradores de tan magnficottulo. En primer lugar habra que empezar por Maquiavelo. A este nombre se asocianuna serie de conceptos, como el de Estado, Razn de Estado, Polticos, tirana,atesmo o paganismo contra los que Quevedo adopta una posicin clara. El nombreMaquiavelo termina as por despersonicarse y convertirse en un concepto difuso,que pierde su precisin terminolgica y pasa a ser un arma polmica. Otros de sus

    6 Hafter, Monroe Z., Sobre la singularidad de la Poltica de Dios, Nueva Revista de FilologaHispnica, XIII, 1959, 101-104.

    7 Francisco de Quevedo y Villegas, Obras Completas, Madrid, 1958,1, 1015.8 Ibidem, II, 1108-1118.

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    enemigos son los denominados polticos, quienes, en aras de fortalecer el poderestatal, adoptan una postura tolerante frente a otras confesiones. La figura central paraQuevedo en este grupo es Bodino, a quien arroja, siguiendo una estrategia preconcebida,en el mismo saco que Maquiavelo. Indirectamente, el ttulo de la obra que nos ocupava tambin dirigido contra todas las teologas polticas sustentadas por los distintosgrupos de la Reforma, el luteranismo, el calvinismo, el puritanismo o el anabaptismopolticos, todos movimientos que, con una actitud ms o menos agresiva, intentabantransformar el orden poltico tradicional. En una polmica ms terica que realista, elttulo se opone al monotesmo poltico judo, que postulaba una teocracia como formaideal de dominio poltico y, en la prctica, contra ciertas lites judas, que trataban desobrevivir en la dispora desarrollando teoras polticas tolerantes o, como las denomina-ramos hoy, liberales o pluralistas. Hay otra corriente de pensamiento, contra la quetambin se dirige el ttulo, la de los Tacitistas. Quevedo reacciona ante ella de unamanera ambigua, unas veces la critica y otras la reinterpreta, segn sus preferencias eintereses ocasionales. No obstante, en el ttulo se puede reconocer un claro rechazo alTacitismo, incluso en la versin ms neutral de su admirado Justus Lipsius, que, enla obra De Politicorum sive civilis doctrinae libri sex, argumenta con sentencias paganasincluso cuando se refiere al culto divino cristiano.

    Empezaremos, pues, por Poltica de Dios. Lo primero que nos sugiere esta expresines una intencin poltico-teolgica, es decir a travs de ella Quevedo afirma que eldiscurso acerca de Dios tiene que ser, por necesidad, un discurso poltico y viceversa.Entre la esfera metafsica y la terrenal existe, por consiguiente, un vnculo analgico.Esta teora cobr cierta importancia en la poca del Barroco, sobre todo por el auge dela teologa tripartita de Varrn, conocida a travs de San Agustn. Por ejemplo, Vossiuspublica en 1641 su De theologia gentili, yMorhoff, en 1662, su obra Theologia gentiumpoltica. En Quevedo este inters queda documentado en sus escritos sobre Epcteto,al que intentaba liberar de los cargos de politesmo y, por consiguiente, de idolatrapoltica: Esto fortalezco -cita Quevedo- con las palabras de un fragmento de MarcoVarrn, que dice: Hay tres Teologas: una de la repblica, otra para las cosas, otra parael teatro. La seria es la primera, la popular la segunda, la licenciosa la tercera9. Comoen el ttulo escogido por Quevedo se habla, naturalmente, de un solo Dios, entramos enel mbito de lo que se ha denominado monotesmo poltico, cuyos fundamentos, comohan analizado Erik Peterson10 y Eric Voegelin1', se pueden encontrar en la revolucinde Amarna y en la Revelacin a Moiss, culminando en el helenismo poltico y en laidea dantesca del imperio universal. No obstante, la expresin de Quevedo Poltica deDios surge de un sentimiento de prdida, con ella no fundamenta un orden, sino quelo defiende, o mejor, lo pretende restaurar. Se trata de una reflexin que presupone laruptura de la sacralidad poltica. Qu fuerzas han propiciado -para Quevedo- esta

    9 Ibidem, 11, 801.10 Der Monotheismus ais politisches Problem, en Theologische Traktate, Mnchen, 1951,45-147.11 Order and History I, Lousiana, 1956.

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    ruptura entre la verdad cosmolgica y la verdad existencial? Todos los elementos de losque se nutri Maquiavelo para escribir El prncipe: una atomizacin del orden, unapluralidad de formas polticas, inestabilidad social, descomposicin de las tradiciones,una labilidad metafsica, conflictos de soberana, el cambio de una legitimidad dinsticapor una territorial, en definitiva la preponderancia de un mundo poltico vivo e incierto,que ya no se somete al principio religioso. En el carcter abstracto de la frmulaPoltica de Dios Quevedo no renuncia al Universalismo poltico de Dante en su DeMonarchia o de Campanella en su Monarchia hispnica. Su ideal universalista semantiene, aunque choca frontalmente con el nuevo mundo plural que se avecina y quele obliga a realizar concesiones para no perder el vnculo con la realidad. La obra deMaquiavelo, sin embargo, s que supo captar las nuevas tendencias, de ah su xito. Elfuturo perteneca a una nueva forma poltica, el Estado nacional, que se vea obligadoa convivir con otros Estados nacionales, lo que para Quevedo equivala a un pluralismometafsico, a una recada en el paganismo, que quebraba la unidad de la sacralidadmonrquica. Por esta razn, el libro de Quevedo carece de originalidad, pues se escribicontra el espritu del tiempo. Incluso se podra decir que su originalidad consistaprecisamente en no incluir ninguna novedad, ninguna nueva realidad poltica. En unorden perfecto la innovacin es peligrosa, es un pecado. El orden poltico de Quevedorepite analgicamente el orden metafsico, el establecimiento de un nuevo orden supone,segn esta lgica, un nuevo ensayo de creacin del mundo.

    Ahora nos centraremos en el trmino poltica. Qu se entenda en el siglo XVIIpor poltica y qu sentido le quiso dar Quevedo? En primer lugar podemos afirmarque el trmino poltica en los tiempos de Quevedo ya haba perdido la inocencia. Enel estudio de Dolf Sternberger sobre las tres races de la poltica12 se analiza el caminodel trmino a travs de la historia y se constata que, en el siglo XVII, coexisten tressignificados, uno de ellos se puede reproducir con trminos como prudencia,reserva o juicio, otro adquiere un matiz claramente negativo: hipocresa,astucia o simulacin. A estos dos se aade un tercero, neutral, que designa la nuevaciencia de la poltica. De estos tres significados se deduce que poda haber una falsay una verdadera poltica. A Maquiavelo se le imput esa falsa poltica, a pesar de queen El prncipe no cita el trmino en ninguna ocasin. El trmino Politicus se convirti,as, en un arma difamatoria, que recay tambin en los juristas franceses que pusieronlas bases tericas del Estado moderno. Maquiavelo era poltico porque recomendabamedios amorales para mantenerse en el poder, porque en su teora poltica no hacareferencia alguna al Derecho Natural ni a las Escrituras. Los polticos recibieron esenombre porque, como juristas laicos, haban abandonado los postulados teolgicos comomedio para resolver conflictos internos, y defendan los intereses del Estado para superarlas guerras confesionales. Con su elocuencia poltica se haban convertido en defenso-res de la tolerancia religiosa y haban renunciado al Universalismo poltico en favor de

    12 Drei Wurzeln der Politik, Frankfurt a/M, 1978.

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    un mundo multinacional, guiado por el principio del equilibrio y de las alianzas, en lasque el principio religioso ya no desempeaba un papel esencial. Los enemigos de lospolticos eran aquellos poderes que se resistan a estas tendencias, entre ellos estabanlos jesutas y Espaa, que no abandonaba su vocacin universalista. Uno de los objetivosde la Contrarreforma consisti en la ocupacin semntica de la terminologa empleadapor los polticos, ya que sta haba logrado imponerse. As, por ejemplo, en Espaaencontramos ttulos de obras como Poltica espaola de Juan de Salazar, las Empresaspolticas o idea de un prncipe poltico cristiano de Saavedra Fajardo, El polticoFernando de Baltasar Gracin etc. Aqu el catolicismo poltico se apodera de unaterminologa y crea al prncipe poltico, que hasta ese momento, terminolgicamentehablando, no haba existido, insertando, como ha destacado Sternberger, un elementodemonaco en el concepto de lo poltico. En la frmula de Quevedo Poltica de Diosesta estrategia se radicaliza. El escritor espaol escribe sobre la razn de Estado deHeredes, inventada por Lucifer, sobre Pilatos, que se preciaba de grande poltico,de la materia de Estado, que fue el mayor enemigo de Cristo, de la infernalpoltica; al mismo tiempo, sin embargo, intenta dar a los trminos un giro positivo, laRazn de Estado no es ms que la ciencia civil o el Estado no es ms que laconvivencia de cada uno en su estado. La nueva terminologa necesita, para Quevedoy el frente contrarreformista, de un antdoto, no existe la poltica en s, sino la polticacristiana, ni la razn de Estado, sino la verdadera razn de Estado. En suma, Queve-do no concibe un Estado nacional en el que se imponga, con todas sus consecuencias,la legitimidad territorial, sino un monarca al que estn sometidos mltiples Estados yNaciones, que acte, como Vicario de Dios, sometido al principio religioso y a unapoltica mesinica.

    Nos ocuparemos a continuacin de la frmula Gobierno de Cristo, de claro sabormedieval. La palabra gobierno tiene su origen en los vocablos latinos gubernareo gubernator, que posean una correspondencia en el trmino griego Kybernetes,y que hacan referencia a la actividad nutica: gubernare navem. Activado el meca-nismo metafrico, se pas a gubernare rempublicam. As, el gubernator navis, cuyamisin consista en navem salvam in portan perducere, encuentra en el mundopoltico una correlacin en el gubernator imperii. Aqu simplemente nos interesadestacar que el trmino gobierno queda asociado, en virtud de su etimologa, a launidad de mando y a la responsabilidad absoluta, es decir a la soberana, a la plenitudopotestatis. As pues, Quevedo afirma la soberana de Cristo y revive la cristologapoltica medieval que acentuaba la misin del rey como christomimetes, comorepresentante e imitador de Cristo (in officio et figura imago Christi et Dei). ErnstKantorowicz ha descrito magistralmente el alcance y trascendencia de esta teora en sulibro The King 's Two Bodies. En relacin a Quevedo hay que destacar que tambinautores estoicos como Sneca insistieron en la imitatio deorum por parte de losEmperadores. Pero fue Eusebio de Cesrea el que, con la cristianizacin de Augusto ysu inters por hacer compatible el Cristianismo con el Imperio romano, cre un terrenofrtil para el desarrollo de una cristologa poltica. En Quevedo encontramos huellas de

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    esta corriente de pensamiento en las continuas referencias a San Juan Crisstomo,seguidor de Eusebio de Cesrea. Aqu, por razones de espacio, nos limitaremos a apuntarel problema dogmtico en el que se interna Quevedo. Ambas frmulas, Poltica deDios y Gobierno de Cristo, constituyen, al aparecer juntas, un intento de armoniza-cin de la titulatura medieval, atribuida al Papa y al Emperador, de rex vicarius Christio rex vicarius Dei. Con esta matizacin Quevedo huye del monotesmo judo eintroduce la persona de Cristo como factor determinante en la realidad poltica. Preci-samente este desdoblamiento es el tributo que debe pagar una cristologa poltica catlicaque se ve obligada a contar con el misterio de la Trinidad. Desde una perspectivateolgica supone exceder o forzar el dogma hasta los lmites de lo permisible, eludiendola sentencia bblica: Regnum meum non est de hoc mundo (San Juan, 18,36). SegnErik Peterson, el dogma de la Trinidad impide una teologa poltica catlica, porque enel mbito terrenal no existe una correspondencia analgica. Quevedo, no obstante,intent restaurar una teologa poltica basada en la Trinidad, probablemente espoleadopor la polmica, poniendo enjuego la ortodoxia de su empresa. El asunto, sin embargo,no pas a mayores, porque Quevedo no desarroll la idea en el libro, se limit a esqui-varla con una argumentacin superficial, dirigida a afirmar la plenitudo potestatis deun rey que, por su responsabilidad metafsica, debe reinar y gobernar. As, haca frentea la mxima rex regnat sed non gobernar, surgida alrededor del 1600 contra el reypolaco Segismundo III, y que Quevedo combate con el ttulo de su obra, lanzando, depaso, un venablo envenenado a la figura del valido.

    Los motivos que indujeron a Quevedo a jugar con fuego son varios. En la obra deMaquiavelo se produce una secularizacin de la poltica y de la sociedad. Se huye dela argumentacin teolgica y se suplanta por una argumentacin histrica, basada enlas experiencias de los autores clsicos. Por ejemplo, la antropologa poltica negativade Quevedo se fundamenta en el pecado hereditario, mientras que Maquiaveloconsidera la naturaleza humana como un material moldeable del que se sirve el Prncipepara sus fines. El hombre sigue siendo un factor incierto e, incluso, peligroso, peropierde toda trascendencia teolgica. Quevedo intenta contrarrestar esta tendenciaradicalizando su discurso, sacralizando no slo los fines, sino tambin los medios. Estainvasin del mbito terrenal por el discurso teolgico desemboca en un impresionismopoltico moral. En las nuevas tendencias polticas representadas por Maquiavelo,Espinosa y Hobbes se buscaba un mnimo de dogma, mientras que Quevedo aspirabaa un mximo, aunque para ello tuviera que dogmatizar espacios libres de una cons-triccin religiosa directa. Por esta causa, sus ejemplos y analogas son arbitrarios y,como ya se puso de manifiesto en las primeras crticas a su obra, es l quien habla atravs de los Evangelistas y no stos a travs de l, erigindose Quevedo en arbitro delo que es temporal y de lo que es espiritual.

    Esta tendencia de Quevedo puede encontrar una explicacin en la prdida delmonopolio lingstico por parte de la Iglesia catlica en el discurso cristolgico poltico.Los mltiples movimientos surgidos de la Reforma empleaban indiscriminadamente elnombre de Cristo y las Escrituras para legitimar sus aspiraciones polticas. En Quevedo

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    se observa una reaccin a esta estrategia, que slo poda desembocar en una relativiza-cin del mensaje cristiano. No obstante, Quevedo no se dedica a desenmascararla, o aimpugnar el empleo del nombre de Cristo como bandera de rebelda poltica, sino queasume ese tipo de argumentacin y lo emplea a su vez. Por esta razn, la retrica deQuevedo muestra tantos puntos en comn con la de Calvino e, incluso, con la delmovimiento puritano, empeado en instaurar el Reino de Cristo en la tierra y en regulartodo comportamiento por medio de las Escrituras. Quevedo asume el mismo discurso,olvidndose de su propio consejo: que las escrituras de Dios, las suele alegar el diablo13.

    A continuacin, analizaremos brevemente la ltima frmula Tirana de Satans,que, en aras de la ortodoxia, el crtico Francisco Morovelli sugiri que se cambiase entirana del mundo, al menos as se salvara el espritu agustiniano. Quevedo, que tantodebe al pensamiento medieval, concibe al rey como una figura teolgica y lucha porreintroducirlo en este mbito. Con la teora de Maquiavelo nos encontramos, sinembargo, con el culto al genio, con el tirano emancipado que reclama una esferapropia de actuacin al margen de la moral religiosa. Este nuevo Prncipe no se sometea dogmas, sino que obra conforme a una tcnica poltica neutral, conforme a unaracionalidad autnoma. No nos puede extraar que, al enfrentarlo con el prncipecristiano, al primero se le atribuyera un carcter diablico, inaugurndose as untpico con fortuna. Uno de los primeros antimaquiavelistas, el cardenal Pole, as lodedujo en su obra Apologa, escrita diez aos despus de la muerte de Maquiavelo. Enella el escritor florentino es tildado de pagano e impo y, tras un anlisis de El prncipe,Pole llega a la conclusin de que el modelo presentado por Maquiavelo muestra unaextraordinaria similitud con el demonio. No se debe subestimar este tipo de argumenta-cin, en realidad se inscribe en una demonologa del poder que an posee actualidad.No slo Quevedo se hizo eco de ella, la encontramos en numerosos tratados polticose, incluso, en la literatura. Shakespeare14, en su Enrique VI o Marlowe en su Judo deMalta mencionan a Maquiavelo en este sentido. El pensamiento del italiano conmuevelos cimientos del orden civil medieval al poner la religin al servicio de la poltica. Yano es la Revelacin divina la que determina qu es bueno o malo desde una perspectivamoral, sino la autoridad poltica. Hobbes ha sintetizado esta doctrina en una sentenciaextraordinaria: auctoritas, non veritas facit legem. Quevedo, con su Tirana deSatans, ataca esta perfidia moral, calificada como poltica infernal, asignando a latirana una autonoma propia que la sita en el mismo plano que las dos frmulasanteriores Poltica de Dios y Gobierno de Cristo, lo que le obliga a contradecir unade las piedras angulares del pensamiento poltico medieval, non est enim potestas nisia Deo, y a dotar al mal de una potencia y autonoma que erosiona la ortodoxia catlica.En el mbito de lo poltico esto significa incrementar la tensin amigo-enemigo hastauna cota maniquea. Quevedo, radicalizando su argumentacin a causa de su profunda

    13 Migajas sentenciosas, I, 1110.14 Vid. Theodor Schieder, Shakespeare und Machiavelli, Archiv ir Kulturgeschichte, 1950,2, 131-

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    decepcin por la cada del imperio espaol y angustiado por el surgimiento de un nuevoorden poltico, adopta una actitud irreconciliable con las nuevas corrientes de pen-samiento. En el ttulo del tratado de Quevedo topamos, pues, con un ejemplo de ladureza intelectual con la que luchaban los representantes de los distintos frentes paraalcanzar una supremaca en el discurso poltico. Si bien el contenido de la obra, por elafn polmico del autor y cierta carencia de rigurosidad en la argumentacin, no ocupauno de los puestos privilegiados en la literatura poltica de la poca, el ttulo se puedeconcebir como un eptome excepcional, por su concisin y trascendencia, de unacorriente de pensamiento que domin durante siglos el espacio europeo y de la que, encierta medida, an seguimos siendo herederos.

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