Agustín Codazzi- Las Memorias

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Estado de Providencia a mi regreso y de las fuerzas listas para partir, expedición de Ferrari al desaguadero del río San Juan en Nicaragua. Climas, usos y costumbres de los indios mosquitos y nuestra permanencia entre ellos -Llegada a Providencia y a Cartagena - Capitulación de aquella plaza -. Feliz término de las operaciones en Colombia y retomo a Providencia - Muerte de Aury, consecuencias de ella - Arribo del ministro y secretario general y nuestra dimisión del servicio.

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MEMORIAS DE AGUSTÍN CODAZZI

Editadas en su original italiano por Mario Longhena y traducidas alcastellano por Andrés Soriano Lleras y Fr. Alberto Lee López 

- XI  – 

Estado de Providencia a mi regreso y de las fuerzas listas para partir, expediciónde Ferrari al desaguadero del río San Juan en Nicaragua. Partida de la divisiónpara el Chocó. Rendición en Candelaria de una flotilla española. marcha por elAtrato y derrota de los españoles en el fuerte. Combate de Nóvita. Retirada deMorales. Ferrari es enviado como comandante del fuerte de Providencia. Entradade la división en el Valle del Cauca. Travesía del Quindío y descenso por elMagdalena hasta Honda. Mi partida a Santafé y retorno a Providencia por elChocó. La Flota parte para Tolú y se concentra en Sabanilla con los colombianos,con los cuales se toma a Santa Marta. 

(De la página 270 a la página 296)

Encontré a providencia muy distinta de lo que la había dejado, ya que se había formado unapequeña ciudad con el nombre de Isabela, donde vivían las mujeres que todos los oficiales del mary de tierra se habían buscado en Jamaica y santo Domingo, todas mulatas, jóvenes y bienpresentadas (1). El cuartel general había sido trasladado a una colina que miraba al puerto y quedaba sobre la ciudad. Se habían hecho una iglesia y un hospital y todo estaba construido concasas de madera de un solo piso, mandadas traer expresamente de los Estados Unidos en piezas

que se ensamblan entre sí, de modo que en pocos días quedaba hecha una habitación hermosa ycómoda donde antes todo era desierto. El fuerte Libertad estaba terminado y mucho habíacooperado a ello el comandante Ferrari, que estaba allí de guarnición con su batallón. Un cuerpode guías con buenos caballos formaba un pequeño escuadrón al mando del Coronel Marcelin.Otros dos batallones de tropas bien organizadas se hallaban en los Campos Americanos bajo lasórdenes de Cambassades y Garbons. Una compañía de cañoneros y otra de obreros y de escoltaformaban el cuerpo de artillería, comandado por el coronel Valy, y todos los habitantes y artesanos,que habían acudido en gran número a este establecimiento, formaban compañías nacionales bajolas inmediatas órdenes del comandante de la plaza coronel Grenier. La marina estaba toda bienarmada y equipada y constaba de la corbeta el Congreso, los bricks Marte, Tribuno, Espartano,Neptuno, Amazonas y Belona, de la goleta La Guerrera, el Cazador, la Atrevida, la Falucha, laSerpiente y el bote el Terrible, divididos en dos escuadras bajo las órdenes de los comandantesCourtois y Henry (2) ; el jefe de Estado Mayor para la marina era Dowater. Todo estaba ,listo parapartir, pero enterados de las dificultades que se encontraban en la navegación del Atrato, tanto acausa de las continuas lluvias y mal clima como por la longitud y rapidez del río, se decidióconseguir las canoas necesarias para no desguarnecer de sus esquifes y chalupas a los barcos deguerra, y para no exponer a fatigas insoportables a nuestros marineros y soldados se determinóconseguir indios sujetos a los españoles y prácticos en semejante navegación. De hecho seordenó inmediatamente una expedición sobre el río San Juan de Nicaragua, dicho el Desaguadero,para tomar allí lo necesario (3) .

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El comandante Courtois partió con tres barcos y Ferrari con su batallón. Llevaban en su compañíala pequeña goleta inglesa que me había conducido al Darién, la que sirvió mucho en estaoperación, ya que Ferrari disfrazado con veinte hombres se metió con ella en el puerto que formala desembocadura del Desaguadero, con la bandera inglesa. Un sargento vino a bordo con treshombres y al momento se apoderaron de ellos y Ferrari, con doce hombres bien decididos y con elsargento, se dirigió a tierra en la lancha de la goleta, hacia el punto donde estaba el puesto de

guardia de la vigía, la cual, viendo venir a su sargento y no sospechando por otra parte nada de unpequeño barco mercante inglés, creyó que eran el capitán y los marineros que venían a tierra, demodo que sin tomar las armas corrieron todos a la playa, curiosos de saber noticias, donde,saltando de improviso a tierra con las armas escondidas, los amenazaron de muerte si se movían.Sorprendidos en esta forma no pudieron huir y fueron enviados a bordo prisioneros en número deveinte. Hacia la tarde llegaron al puerto los' dos barcos de guerra comandados por Courtois y a lamañana siguiente, con las mismas piraguas de la vigía y las lanchas de los barcos, se dirigióFerrari con sus soldados hacia una segunda vigía diez millas río arriba. Penosa fue la navegaciónporque debían subir contra una impetuosa corriente, por lo que se empleó todo el día y una partede la noche. Esperaron en un bosque vecino devorados por los insectos, que aquí abundan comoen el Atrato, y al despuntar el día sorprendieron a los españoles y se apoderaron de todo el puesto,formado por un oficial, treinta soldados y muchas canoas. Habiendo obtenido mi compañero lasinformaciones necesarias y puesto en seguridad a los prisioneros, a los que envió amarrados a

bordo de los barcos, con los guías de este mismo puesto avanzó más de quince millas hasta laúltima vigía, comandada por un capitán con cincuenta hombres. Navegó diligentemente todo el díay la noche, llevando siempre a buena distancia por delante una pequeña piragua para descubrir alos que pudieran descender, y antes de que amaneciera la encontró, es más, había pasadoadelante de la vigía, de lo que se dio cuenta solo por la mañana al sonido de los tambores quetocaban la diana. Atravesó al, momento el río y a favor de la corriente se precipitó sobre ellos en elmomento en que pasaban lista. La sorpresa fue tan grande que no tuvieron tiempo de hacer fuegoy quedaron todos prisioneros. Sorprendidos con tan 'buena fortuna estos puestos avanzados,hubiera podido también intentar la captura del fuerte de San Carlos, que distaba poco más deveinte millas, pero allí había altos muros, buena artillería y mucha guarnición, por lo que le parecióa Ferrari que ya había ultrapasado las instrucciones y descendió el río con una gran cantidad decanoas que encontró en todos aquellos puestos y desviando por un ramal del río entre la segunday la tercera vigía, navegó durante medio día y llegó a una población indígena, cuyos habitantes sedieron a la fuga dejando unos. pocos prisioneros, los cuales condujo consigo junto con todas lascanoas de aquella población. Regresó cargado con todas estas pequeñas embarcaciones y conmás de cien prisioneros. Las primeras se cargaron sobre los barcos una sobre otra y algunas sellevaron a remolque, con lo que los barcos quedaron tan ocupados que nadie se podía mover.También los prisioneros fueron embarcados y se hizo a la vela para Providencia, donde fueronacogidos con gran júbilo y alegría.

Mientras se realizaba esta hermosa operación en el río San Juan, una goleta se dirigía a toda velaa Jamaica para dar cuenta al ministro de mi misión, de las medidas que habían sido tomadas por elgeneral para poder ejecutar su encargo y de que solo se esperaba su aprobación, que no tardó enllegar, ratificando en todas su partes las acertadas disposiciones del general en jefe, quien por unaorden del día anunció nuestra entrada en campaña y sobre el continente de la nueva República de

Colombia 

(3 bis)

 . Los obreros de todos los barcos trabajaban e instalaban pequeños cañones en lasproas de las canoas más grandes, que fueron distribuidas entre los diferentes barcos, en los cualesse cargaron provisiones de guerra y de boca. Se distribuyeron también entre ellos los prisioneros ylos soldados de la división, todos menos una pequeña guarnición que quedó en la isla con elgobernador Faiquer y el coronel Grenier, dejando también en tierra los caballos, a los que no habíamodo de conducir por el río Atrato. Entre los gritos de júbilo de los soldados y marineros y lassalvas de artillería dé los fuertes y de los barcos, a velas llenas, salió la hermosa división, que ibacon el ansia de batirse con el enemigo. En pocos días llegamos al golfo del Darién y procuramosentrar de noche para no ser vistos. La flota ancló entre la isla de Oro  (4) y la costa india,deshabitada y cubierta de espesas selvas, donde la vigía no nos podía divisar. Apenas amaneció

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bajé con una piragua al río Titumate, donde habitaba un indio conocido mío, el cual me informó quehacía dos días que muchos pequeños barcos españoles habían entrado en la bahía de Candelariay que creía se dirigían sobre Citará. A esta noticia lo conduje conmigo a donde el general, el cualme ordenó dirigirme con 20 hombres escogidos de buena voluntad para que me apoderara de lavigía misma y que al alba del día siguiente atacaría él a los españoles; en efecto partíinmediatamente costeando siempre la larga isla, porque en e] Atrato no se puede navegar y entrar

sino por el brazo de Barbacoas (5)

 . Después de almuerzo me detuve porque descubrí la flotillaespañola anclada en la bahía de la Candelaria y al oscurecer pasé a lo largo de ella y entré en elbrazo de Barbacoas. El fuego me indicaba el lugar de la vigía, la oscuridad y la lluvia me ayudaronenormemente, de modo que desembarcando silenciosamente en la pequeña isla, detuve alcentinela y, colocándome a la puerta del cuerpo de guardia, les declaré que todos eran misprisioneros. Los fusiles de los míos prontos a hacer fuego, la sorpresa y el sueño de la mayorparte, los hicieron rendirse al momento. Fueron saliendo de dos en dos y a medida que salían losiban atando con bejucos a los árboles, porque eran superiores en número a los míos. Por el oficialsupe que el general republicano Valdés se había apoderado de la provincia del Chocó (6) y queahora era gobernada por el coronel patriota Cancino, por lo cual una expedición enviada deCartagena había salido el día antes río arriba para reconquistar el fuerte y a Citará, y de allíreunirse con Morales, quien desde las montañas de Popayán debía bajar y expulsar a losrepublicanos de toda la provincia y de todo el valle del Cauca  (7) . Quedé sorprendido con esta

noticia y me di cuenta de lo interesante que era mi posición para que no pudiese llegar ningúnaviso a los españoles, pero temía por el poco número de los míos; sin embargo me fiaba delpequeño cañón de mi canoa, del cual, puesto en tierra, esperaba una gran ventaja en casonecesario. Advertí a los prisioneros que al primero que se moviese del lugar donde estaba otratase 'de huir serían todos pasados a la bayoneta. Al primer resplandor del alba hice sonar ladiana española como de costumbre, la que fue repetida por los barcos enemigos y por un tiro decañón, y todo esto anunció a Aury el lugar en donde estábamos anclados. Este dividió los barcosen tres columnas y con un viento fresco y favorable rodeó desde lejos la Candelaria. La sorpresade los españoles fue pues completa; querían defenderse y se confundían, de modo que a losprimeros golpes de cañón todos se arrojaron a los botes para salvarse en la vigía. Pero el general,que había previsto esta fuga, hizo señas a los barcos más ligeros para que les cortaran la retiraday, viéndose perdidos, se entraron por un brazo del Atrato donde quedaron encallados en la arena.Algunos llegaron a la vigía, pero recibidos con disparos de cañón y con un fuego vivo, izaronpañuelos blancos y se rindieron a una goleta que los perseguía. Ni uno siquiera se salvó para darla noticia de su derrota y de nuestra llegada, ni a Cartagena ni a los que estaban en el Atrato.Algunos habían huido a las pequeñas islas que forma el río, pero privados de embarcacionesvinieron por si mismos a rendirse. Seis goletas y un brick formaban la pequeña flotilla española,bien armada y provista de víveres, pero con pocos marineros. La vigía parecía un arsenal, ya quese estaban acomodando las canoas con pequeñas cabañas cubiertas de hojas de ranchera quebuscábamos en la otra orilla; de modo que al día siguiente todo estaba listo con víveres, pequeñoscañones y las necesarias municiones; éramos seiscientos hombres de desembarco y cienprisioneros de Nicaragua para conducir las cuarenta canoas, diez de ellas amadas con pequeñaspiezas de artillería. Se dividió todo en tres columnas, una a órdenes de Ferrari, otra a las de VaIz yla otra a las de Marcelin; yo con unas canoas pequeñas y ligeras iba de vanguardia y servía deguía principal. Como práctico del río iba a buena distancia de la división para descubrir antes que

ellos al enemigo. Los marineros quedaron de guardia en la vigía y, puestos a buen recaudo losprisioneros españoles y asegurados los barcos con doble anda, se armaron de paciencia en estelugar de soledad y de lluvia; mantenían sin embargo un barco de atalaya en la isla del Oro y otroen la otra orilla del golfo, para no ser sorprendidos en la misma forma en que ellos habíansorprendido a los españoles. La lluvia, los truenos, el zumbido de los insectos, los chillidos de losanimales y de las fieras, fueron la música que no cesó un minuto durante ocho largos días. Meapoderé sin estrépito de la segunda vigía, porque estaba al tanto del santo y seña, que habíaencontrado en la primera. Así al noveno día nos acercamos al fuerte, donde sentíamos disparos decañón de una violencia desacostumbrada. Habiendo llegado finalmente a una vuelta desde dondese podía observar el fuerte y a los españoles, subimos con el general a un árbol y observamos con

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los anteojos de larga vista las posiciones de los españoles, que estaban sobre la orilla derecha, aun tiro de cañón del fuerte, con cuatro lanchas cañoneras armadas con piezas de grueso calibre,con las que trataban de llenar de pavor a los inexpertos cañoneros republicanos, quienes con unfuego no muy vivo y mal dirigido respondían al enemigo. Se decidió esperar hasta el día siguienteal amanecer para atacarlos, porque la oscuridad de la no, che podía volver fatal para nosotros lasorpresa que se les debía dar a los españoles por la espalda. Caminamos en silencio durante la

noche y cuando creí que estábamos cerca del enemigo (que por temor no tenía ningún fuegoencendido que pudiese servir de señal del acampamento) me detuve y fui alcanzado por el generalcon toda la división. Aquí esperamos pacientemente hasta la llegada del alba, que fue anunciadacon cuatro tiros de cañón y con una bellísima diana.

Entonces todas nuestras canoas se movieron a toda marcha, sin temor de ser vistas por elenemigo, porque una densa niebla, común en estos lugares, las envolvían en su oscuridad. Nohabían alcanzado a terminar su diana cuando nosotros comenzamos la nuestra al son de cañonesy de mosquetería, saltando inmediatamente a tierra y persiguiendo por todas partes al enemigo, elcual opuso resistencia, pero no pudo salvar la vida, que le fue negada por nuestros soldadossedientos de sangre y enardecidos por una contienda de solo media hora. Pocos fueron lossobrevivientes y ninguno pudo huir, porque aquellos solitarios e intransitables bosques no dejabany los grandes pantanos no lo permitían. Esta sorpresa fue honrosa para Aury, en cuanto libraba la

provincia del Chocó doblemente invadida por las tropas españolas, ya que el general Morales  (8) ,que se había refugiado en los Andes e impedía el paso para Popayán, descendió imprevistamentede los montes y en la noche sorprendió a los republicanos comandados por el general Valdés,acuartelado en Cali y en sus cercanías. Su bajada fue como la de un torrente que se precipita delas montañas y viene a inundar las llanuras. En la misma forma Morales invadió y saqueó todo elvalle del Cauca y, como no debía ignorar que las tropas de Cartagena se dirigirían al Chocó, por lavía de Anserma se apoderó de Nóvita y estaba para caer sobre Citará, cuando el coronel Cancino,gobernador de esta ciudad, se dirigió con todas sus fuerzas al istmo de San Juan  (9) paradisputarle el paso. En este punto estaban las cosas cuando nosotros libertamos el fuerte y dejamosencerrados en él a los pocos sobrevivientes españoles, que pertenecían al regimiento de Leóncomandado por Muñoz, y nos pusimos prontamente en marcha hacia la capital que nos acogió congran fiesta y júbilo. No descansamos sino esa noche y al asomar el alba seguimos la marcha por elrío Quibdó y con nuevos indios navegamos día y noche para llegar a tiempo de socorrer al coronelCancino, que tenía noticia de nuestra marcha y nos espetaba con impaciencia.

Infinitas fueron las gracias que le dio a Aury y le aseguró que sin su venida hubiera estado a puntode perder la provincia que le había sido confiada. En efecto, el haberse sostenido en el fuerte deCitará no fue obra de los negros que lo guarnecían, sino de la resolución de un oficial piamontésllamado Salogal (9 bis) , que apuntaba él mismo las piezas e inspiraba coraje con su sangre fría a losque más temor tenían; seguramente si nos hubiéramos demorado un día más, probablemente esteintrépido oficial hubiera sido víctima de su coraje, porque no había ninguno que lo secundara.Inmediatamente Aury y Cancino determinaron correr sobre Nóvita y atacar a Morales. En efecto, seembarcaron todas las tropas, descendimos por el San Juan y remontamos día y noche elTamaná (10) hasta pocas millas antes de Nóvita, en donde desembarcó Cancino Con los suyos demadrugada y por senderos y derrumbaderos se dirigió a lo alto de un monte a espaldas de Nóvita,

mientras que todas las piraguas comandadas por Aury deberían hacerse ver en la orilla opuesta,por el caserío de la Bodega, pasar adelante y hacer creer al enemigo que se quería desembarcarpor la parte de arriba. En efecto las tropas estaban parte en la playa, parte sobre la montaña deNóvita. Sin disparar un solo tiro, antes recibiendo los del enemigo, pasamos velozmente por frentea la Bodega amagando atravesar el río. El enemigo, que creyó que allí iban todas las fuerzas, bajódel monte y vino sobre la playa y los que la guardaban avanzaron a lo largo del río para impedir eldesembarco. Pero habiéndolos dejado correr en esta forma más de una milla, de repente se oyó lafusilería que hacía el coronel Cancino sobre los españoles, con lo que repentinamente noslanzamos al descenso, siguiendo la corriente que nos llevó en un momento a tierra en la orillaopuesta. Terrible hubiera sido el primer encuentro si los enemigos hubieran estado allí bien

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organizados para recibirnos; pero andaban como a la desbandada corriendo por aquellas ríspidasy boscosas orillas. Apenas descendían se organizaban los nuestros en columnas y con increíbledisciplina avanzaban sobre el enemigo, él cual llenó de terror al encontrarse entre dos fuegos, sedirigió inmediatamente a una colina para no ser sacrificado sobre la playa. Ejecutaron rápidamenteesta maniobra, porque si hubieran tardado un solos instante, estaban seguros de que una columnade los nuestros la hubiese ocupado y entonces no hubieran tenido modo de retirarse. La posición

era inatacable, de manera que nosotros, dueños del caserío y de la ciudad, acampamos a lasfaldas del montecillo en el que estaba desplegado el enemigo. En la noche se avanzaron algunascolumnas para ocupar las posiciones que lo dominaban, pero él se batió en retirada y se dirigió allugar llamado Juntas. Lo perseguimos en seguida, pero con aquellas precauciones que requeríanlos montes, bosques e intrincados senderos de aquel camino, así que empleamos varios días y ledimos tiempo de fortificarse en Juntas. Había dejado descubierto el lugar y se había atrincheradoen la orilla opuesta que queda cerca, entre esta y un brazo del río, protegida la izquierda por unbosque impenetrable, de modo que además de las trincheras su línea estaba protegida por el río.Apenas llegamos al lugar se examinó la posición del enemigo y al día siguiente al despuntar el albase pasó inmediatamente el río por cuatro puntos aunque el agua nos llegaba hasta el pecho. Elfuego del enemigo era vivo y los nuestros marchaban por entre el agua sin responder, resueltos aVencer. Una vez llegados a la playa el fuego se redobló, pero los nuestros, que soportaban mal lafusilería enemiga, se arrojaron como tigres sobre las trincheras, que en momento fueron nuestras.

El enemigo se retiró en buen orden y lo favorecía en su retirada un terreno montañoso, lleno deprecipicios, cubierto de horribles selvas que se vuelven impracticables por la gran cantidad debejucos. Los perseguimos hasta la cima de un monte, pero para subir a otro que lo dominaba nohabla otro medio que un camino bordeado por horrendos precipicios que infunden temor. Colocadomilitarmente el enemigo en el acceso superior de este monte podía solo con piedras impedir acualquier ejército pasar adelante. Por consiguiente tuvimos que contentarnos con acampar yfortificamos en los alrededores para esperar que con el tiempo se retirara. Fue aquí donde nosllegó la noticia, traída por un chasqui, o sea por un expreso, de que en La Habana se preparabauna expedición para apoderarse de la isla de Providencia. Los despachos eran del ministro, quepedía que se enviasen inmediatamente refuerzos a aquel establecimiento para no perderlo. Aurycreyó que no podía confiar mejor la defensa de aquel importante lugar que a mi compañero Ferrari,al cual se le dio orden de retroceder a Providencia inmediatamente con toda la flota y con subatallón, que había sufrido más que los otros. por causa del clima, de los insectos y de lasincomodidades. Debía tomar el mando del fuerte principal llamado Libertad y se le nombró tambiénvice-gobernador militar. Provisto de las instrucciones necesarias partió hacia nuestro importantebaluarte. No se pensó entre tanto en enviar una columna por el camino de San Agustín para queatravesase los Andes y viniese por Roldanillo (11) y el Hato de León sobre Anserma y de allí tomaseal enemigo por la espalda, y esto a causa de que los españoles ocupaban con sus fuerzas todosaquellos lugares y tenían una buena guarnición en Cartago. Finalmente el enemigo se retiró y soloen Anserma se tuvo un encuentro de vanguardia en el que llevó la peor parte el enemigo y que learrebato de las manos la ciudad, que fue entregada a las llamas por los ensañados españoles. Elgeneral Morales hizo pasar a una parte de sus tropas el río Cauca y tomó la orilla derecha,mientras que en la izquierda retenía el camino para Hato de León. Se detuvieron allí y enNaranjos (12) y Roldanillo, mientras los españoles que estaban en Cartago por orden de Morales seretiraron sobre aquellas poblaciones. Nosotros nos establecimos en Cartago y el coronel Cancino

en Anserma 

(13)

 . No se podían encontrar caballos para hacer montar a nuestros lanceros y alestado mayor, porque Morales los había requisado todos y enviado a Cali. Era necesario puesatenerse a los refuerzos de Ibagué (14) , a donde se había retirado Valdés con su ejército, porquenosotros éramos un puñado de gentes en proporción a las fuerzas de Morales, reunidas todas entorno a Roldanillo, y no teníamos otra esperanza qué arrojarnos sobre la Balsa [hoy Alcalá], en lasmontañas, y el coronel Cancino sobre el mismo lugar abandonado por el enemigo, al lado de acáde Juntas. Entre tanto Valdés, después de reunir su división, descendía del páramo del Quindíopara -tomar la ofensiva y se unía a Aury, que a una con Cancino perseguía al enemigo, y lepresentaba batalla en los hermosos llanos de Naranjos, pero éste lo evitó diestramente y en plenaretirada se dirigió a Popayán (15) mientras Valdés se establecía con su cuartel general en

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Cali (16). Nosotros quedamos divididos entre Roldanillo, Naranjos, Cajamarca, Hato de León,Anserma y Cartago. Cancino se retiró por Nóvita al Citará. Nuevos cuerpos vinieron a reforzar aValdés, de modo que el número de sus fuerzas subió a cinco mil hombres. Nosotros nos reunimosdespués todos en Cartago y aguardábamos con impaciencia las nuevas disposiciones que seesperaban de Santafe para conocer el objetivo de nuestra campaña. Entonces se recibierondespachos del Vice-Presidente Santander en que se nos ordenaba marchar sobre Honda para

reunirnos allí con el ejército que debía descender por el río Magdalena a Cartagena.

Emprendimos la fatigosa marcha por el páramo del Quindío (17) y al llegar a Ibagué descansamosun día, de allí proseguimos por Piedras (18) y en Guataquí (19) se empezaron a hacer balsas congruesos árboles, sirviéndonos principalmente, de cañas de guadua (20) y del árbol de cumacá, muyligero y fácil para trabajar. Varios indios expertos iban en las balsas, cada una con capacidad paratres personas. Provistos de escasas provisiones descendimos por el Magdalena, y es sorprendentela manera con que estos indios saben evitar con sus largos palos los escollos que se encuentran,los árboles derribados sobre las orillas o los que son arrastrados por la corriente. Estas balsasestán formadas por un piso de cañas gruesas, parecidas a nuestros álamos, amarradas confuertes bejucos y aseguradas con otras atravesadas. Sobre este se forma otro piso del árbolcumacá bien unido y despojado de todas sus ramas y amarrado con bejucos, que se asegurantambién con otros árboles atravesados; finalmente otro piso de cañas termina la balsa; en ellas

iban todos los soldados menos el general y su estado mayor que iban en una canoa grande.Encontramos varias cascadas de más de diez pies de altura (21) , en donde los indios procurabandirigir la balsa hacia tierra y apenas podían acercarse saltaban a ella y con cuerdas retenían labalsa para que no cayese en el precipicio. Una vez que todos los soldados habían desembarcado,algunos indios pasaban a la parte inferior de la catarata mientras los otros soltaban las cuerdas ydejaban las balsas a merced de la corriente, en cuyas aguas se precipitaban, mientras que losotros indios nadando rápidamente las rescataban y tirando de las cuerdas las arrastraban a tierra,o bien montaban sobre ellas y procuraban con sus palos tomar tierra. Esta maniobra se haciarápidamente de modo que apenas daban materialmente tiempo a la tropa para pasar, de piedra enpiedra y a través del precipicio, al otro lado de la cascada. En esta forma navegaban unoscuatrocientos hombres, que por su coraje valían por cuatro mil, conducidos por el intrépido Aury.Cuando llegamos a Honda encontró Aury una orden para que enviara un oficial a Santafé a recibirinstrucciones y llevarlas a Providencia, para que toda la flota de Buenos Aires se dirigiese aCartagena. Inmediatamente me fue ordenado que me dirigiera a Santafé por la vía deSerrezuela (22) ; esta montaña tiene un hermoso camino, ya que era la que más frecuentaban losnegociantes que de Cartagena iban a Santafé. Montando a caballo durante cuatro días seguidosfui subiendo hasta Zipaquirá (22 bis) , donde esperaba encontrar una fuerte bajada, pero se mepresentó delante la dilatada sabana de Santafé y por una lápida colocada en el camino supe queeste altiplano tiene 1.400 toesas sobre el nivel del mar, más alto que nuestro paso de Mont Cenis.Cuando llegué a Santafé recibí orden de tomar la vía de Ibagué, Anserma, Nóvita y Citará ydirigirme al golfo del Darién, para pasar de allí a Providencia, tomar a todos los hombres quehubiera allí disponibles, venir con toda la flota sobre Tolú, tomar la plaza, destacar una patrulla dereconocimiento hasta el Magdalena para obtener información sobre las fuerzas que debíandescender desde Honda (23) y, en caso de que aquellas fuerzas no hubieran llegado, sostenermeen Tolú para, apenas tuviera conocimiento de la liberación del Magdalena, venir con la flota frente

a la entrada del puerto de Sabanilla. Provisto de las órdenes necesarias partí al instante y al llegara la bahía de Candelaria tomé una de las naves correo, de las dos nuestras que estacionábamossiempre allí para llevar y traer órdenes a la isla de Providencia. Me dirigí a Mangles y San Andréspara retirar las guarniciones que había allí y así pude hacer llegar aviso a mi compañero de miarribo inminente. En efecto fue un consuelo para los dos volvernos a abrazar. Aquí supe queefectivamente los españoles habían hecho circular ciertamente la voz, pero que nunca se habíanpreparado para la supuesta expedición, como lo aseguraban las últimas cartas del ministro.

Así pude tomar conmigo con más tranquilidad todos los hombres disponibles, junto con el mismoFerrari, y habiéndonos embarcado con la división nos hicimos a la vela para nuestro destino. Nos

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acercábamos a Tolú cuando supimos, por un barco inglés, que los republicanos habían tomado aSabanilla desde hacia algún tiempo; de modo que nos dirigimos inmediatamente hacia aquellaparte pasando por delante de Cartagena. De hecho nos encontramos en Galerazamba (24) toda laflota de Brión y allí se nos notificó que según las órdenes de Bolívar el coronel Montilla esperabaen la Margarita a la división del general Devreux, que debía venir de Londres para actuar sobre lascostas de la Nueva Granada. En efecto, apenas llegado allá tuvo que partir, aunque no estaba el

general porque se había quedado en Jamaica. Desembarcó pues con Brión y después de tomar aRiohacha en la provincia de Santa Marta, siguiendo las instrucciones marchó inmediatamente porel valle de Upar para unirse con una columna que debía venir de Ocaña. Pero habiendo llegadoMontilla cerca de la ciudad de los Reyes sin encontrar ninguna columna de republicanos yhabiendo sabido en cambio que las tropas de Cartagena y Santa Marta se habían unido paracortarle la retirada sobre Riohacha, tuvo que replegarse inmediatamente sobre esta plaza, a dondellegó al mismo tiempo que el enemigo, el cual se dispuso inmediatamente a bloquearía. Eranecesario hacer una salida al día siguiente para batirlo y expulsarlo, pero los ingleses se negaronexigiendo que antes se les pagara no solo por todo el tiempo que habían servido sino también losveinte escudos por cabeza que se les habían prometido en Londres como gratificación, pagaderaen el momento en que pusieran el pie en el continente americano. A causa de este incidente elcoronel Montilla salió de la plaza con trescientos margariteños y otros tantos marineros y batió alenemigo, que a pesar de todo no quería abandonar la posición. Al día siguiente se resolvió

pagarles, pero como no había dinero, se usó de una estratagema que en aquel momento era elmal menor. Se reunió a los ochocientos ingleses desarmados en la plaza del Castillo, losmargariteños se apoderaron inmediatamente de sus armas e incontinenti Montilla ordenó que seembarcaran en algunos barcos mercantes ingleses y americanos que estaban en el puerto,quienes tuvieron que transportarlos inmediatamente a Jamaica. Hacía pocos días que estosfascinerosos habían partido, cuando llegó el general Devreux y, donde esperaba encontrar uncomando, se halló privado hasta de los hombres que él había conducido desde Londres, de modoque de jefe vino a quedar simplemente agregado a la columna de Montilla para poder subsistir, yaque Montilla, no pudiendo conservar más tiempo la plaza, se embarcó y con la división de Brión sehizo a la vela hacia el. río Magdalena. Habiendo llegado al puerto de Sabanilla, este hizodesembarcar a sus trescientos soldados y con ellos se acercó a un reducto que protegía la radaylos españoles que debían defenderlo se dieron a la fuga. Marchó sobre Barranquilla, ciudad distante cinco leguas, donde fue recibido con grandes aclamaciones y todos los hombres 

empuñaron las mismas armas que se habían tomado a los soldados ingleses. La población de los pueblos vecinos se sublevó en masa, de modo que los españoles no se atrevían a salir de 

Cartagena, cuando en Tenerife  (25)

 , sobre el Magdalena, tuvo lugar una batalla decisiva, que hizo perder a los españoles todas sus flecheras, o sea las embarcaciones armadas del río Magdalena, y las tropas que estaban sobre la playa fueron destrozadas. La victoria se debió más al valor de 

todos que a las buenas disposiciones del general Ulanetta  (26)

 , a cuyas órdenes comandaba Aury su pequeña división. Con este hecho quedó libre la navegación del Magdalena en el mismo 

momento en que nosotros comparecíamos delante de Sabanilla. Habiendo bajado yo a tierra y dirigídome a Barranquilla, encontré al general, quien me dio orden de embarcar nuestras tropas y 

tener la división lista para darse a la vela. En efecto él mismo vino a bordo y nos dirigimos todos delante de Cartagena para impedir que pudiese entrar algún barco llevando víveres. Lo mismo hizo la flota de Brión, y así sosteníamos por mar un cerco estrechísimo mientras que Bolívar, que había 

venido de Santafé por el Magdalena, bloqueaba por tierra, estableciendo el cuartel general del coronel Montilla, quien debía comandar el sitio, en la ciudad de Turbaco  (27)

 . Hecho esto volvió a 

partir hacia Ocaña y de allí se dirigió a Mérida, conquistada desde hacía mucho tiempo por el ejército de Cúcuta comandado por el general Urdaneta, que había tomado también a Trujillo y 

Gibraltar. En esta última ciudad se formaba una división para atravesar el lago y dirigirse a Maracaibo. Habiendo llegado Bolívar allí encontró que la división ya habla partido para la orilla 

opuesta, y en consecuencia, encontrándose dueño de Venezuela, entró en la provincia de Caracas, la única que le quedaba a Morillo, porque las de Cumaná y Barcelona  

(28) habían sido 

invadidas por los generales Soublette y Bermúdez y sostenidas por la flota comandada por el 

general Arismendi que conservaba a Angostura, y los llanos estaban todos en poder de Páez que 

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se hallaba en la ciudad de' San Carlos. El interior estaba completamente libre y solo quedaba 

Morales en 'las montañas de Popayán impidiendo el paso para Pasto y la provincia de Quito.Todas las plazas fuertes y los puertos principales estaban en poder de los españoles, como Puerto 

Cabello, Cartagena  (29)

 , Santa Marta, Maracaibo, Portobelo, Chagres y Panamá; pero había quien estrechaba para la pronta rendición de todas ellas. Entre tanto nosotros habíamos recibido orden 

de desembarcar cerca del fuerte de Bocachica en la bahía de Cartagena y de establecernos allí 

para cortar la comunicación por tierra con la ciudad, mientras que el bravo coronel Padilla  

(30)

 con numerosas flecheras se introducía de noche por un estrecho canal a la gran bahía cartagenera y se unía a nosotros para poder tener comunicación con las tropas de Montilla situadas al otro lado.Las dos escuadras de Colombia y Buenos Aires bloqueaban estrechamente el puerto cuando un 

día llegó la orden de tomar inmediatamente a Santa Marta, por lo cual se envió una columna comandada por el coronel Carrero para que diera un rodeo a través de la laguna llamada la 

ciénaga, mientras el coronel Padilla debía forzar la misma laguna, al mismo tiempo que nosotros estaríamos desembarcando con Brión sobre la playa y así atacar por tres puntos la plaza de 

Ciénaga, muy fortificada por su posición en medio del agua y por un fuerte de tierra con foso y palizada situado en medio de una llanura arenosa. Nos reembarcamos y muy temprano llegamos 

delante de Ciénaga, mientras Padilla rompía los palos que habían sido colocados a la entrada del lago y arrojándose con los suyos en un pantano corría sobre los cañones enemigos y los tomaba a viva fuerza; nosotros desembarcamos después de haber cañoneado la playa, entre repetidos gritos 

y redobles de tambor, y no obstante la fusilería enemiga poníamos pie a tierra en el mismo momento en que el coronel Carrero irrumpía del bosque y desembarazándose del enemigo que 

tenía delante, ocupaba la llanura. Estuvo tan bien combinado el movimiento de los dos coroneles Carrero y Padilla, que entre los dos tomaron el fuerte y nosotros llegamos detrás de ellos  

(31). 

Inmediatamente todas las tropas marcharon sobre Santa Marta y Brión con las dos escuadras se presentó delante del puerto y lo forzó a capitular. Nosotros llegamos al día siguiente y encontramos a Brión dueño ya de la ciudad sin haber probado el fuego enemigo. Aury estaba con las tropas de 

tierra y recibimos los honores debidos a los vencedores. Al día siguiente llegó el coronel Montilla y estableció en esta ciudad su cuartel general. La flota de Brión fue enviada a continuar el bloqueo y 

nosotros nos quedamos en Santa Marta y una parte en Sabanilla.  

No tardó mucho en llegar la noticia por el Magdalena a Santafé y pronto se recibió la promoción de generales para los coroneles Montilla, Carrero y Padilla, concedida por Santander. El primero como 

 jefe del bloqueo y de la provincia de Cartagena, el segundo con el mando de la provincia de Santa Marta y el tercero con el comando en jefe de la flotilla del río Magdalena. De nuestra división y de 

Aury no se hablaba) por lo que resentido éste se resolvió a marchar a Santafé para hablar con Santander, pues consideraba que por los servicios prestados hasta entonces se le debía conceder al menos la Orden de los Libertadores de Cundinamarca  

(32) , y que, por cuanto hasta entonces sus 

soldados y su flota habían actuado en favor de la república, debían tener algún derecho al reconocimiento público y ser mencionados en los boletines oficiales y en las órdenes del día, que 

nunca hablaban de nosotros como si no existiéramos.

N. B. Todo esto se deduce de la hoja de servicios y del pasaporte recibido del mismo Santander para dirigirme a Providencia, visado en todas las plazas por donde he pasado.

(1) Ya en otra parte había hecho alusión a la costumbre de tener mujeres provisionales, la cual, más que una costumbre es unaseñal de la poca rigidez de costumbres de una población mixta.

Sobre los edificios construidos en Vieja Providencia durante los cuatro meses de ausencia de Codazzi, véase el mapa trazadopor el mismo.

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(2) De Courtois se hace mención en otra parte y es quien queda con el mando de la flota después de la muerte de Aury; de Henrysolo se hace mención aquí.

(3) El río San Juan es el desaguadero del lago de Nicaragua. Con una longitud de 224 km., incluyendo la parte en que es afluentedel lago, es interesante desde el punto de vista de sus vicisitudes como curso de agua. En su desembocadura, en delta, surgíaun puerto, el antiguo San Juan del Norte -hoy Greytown- al fondo de una laguna bien protegida contra los vientos del lago. Y

hasta mediados del siglo pasado buena era la rada y bueno el ingreso. Pero la sedimentación del San Juan ha cerrado elingreso y el puerto en parte. El actual puerto -Greytown- está un poco al N. de San Juan del Norte.

(3bis)

[Todo lo que aquí relata Codazzi sobre una expedición al mando personal de Aury por el Chocó y posterior descenso, por elMagdalena en 1820, carece de comprobación documental que lo confirme. Nota del traductor].

(4) Es una isla pequeña que surge cerca de la costa occidental del golfo de Urabá, antes de las bocas del Atrato (y. el mapa deCodazzi).

(5) Varias islas surgen en la desembocadura del Atrato, formando varios brazos; Codazzi menciona dos, el de la Candelaria y elde Barbacoas; este es más oriental y sobre un islote estaba la vigía.

(6) Son completamente nuevas las noticias que da aquí Codazzi sobre los diversos movimientos de los ejércitos republicano yespañol. No hemos podido confrontarlas con datos oficiales y los libros que hemos consultado se desentienden de estaempresa del Chocó.

(7) Esta palabra [baje], se refiere aquí al declive que hay desde las montañas de Popayán hasta las orillas del río Cauca.

[La nota es redundante, pues el profesor Longhena no cayó en la cuenta de que la palabra italiana baje, que aparece en elmanuscrito de Codazzi, no puede significar otra cosa que una extraña grafía para nuestra castellanísima palabra valle. Notadel traductor].

(8) Sobre Morales, de humilde origen, sostenedor de la causa española (1781-1844) ya se ha hablado. Las noticias que ofreceaquí Codazzi confirman la interpretación que hemos dado a las palabras "il baje del Cauca".[No está por demás repetir que el general realista Francisco Tomás Morales no actuó por estas fechas en territorio granadino,

sino en Venezuela. En este punto la información de Codazzi está equivocada. El jefe de las tropas realistas en el Valle delCauca a fines de 1819 y en 1820 fue el coronel Sebastián de la Calzada. Nota del traductor].

(9) Se trata del istmo entre el río Quibdó y el San Juan, entre la Bodega de San Pablo y la de San Juan, que en el viajeprecedente, que había a realizado solo, fue recorrido por Codazzi en un par de horas. Véase el capítulo 9.

(9bis)

[No hemos podido identificar a este oficial, cuyo apellido sin duda ha sido mal transcrito por Longhena. Nota del traductor].

(10) El río Tamaná (Codazzi escribe también Timaná) es un afluente del San Juan por la banda izquierda [Longhena, por una malalecturas transcribe siempre Jamaná o Jimaná]. La Bodega a la que se refiere aquí está un poco más abajo de Nóvita. Elpueblo de Juntas [Longhena, no sabemos por qué, escribe Tres Puntas, nombre que no aparece en el relato de Codazzi],quedaba ciertamente sobre la orilla derecha del río, si nos atenemos a la descripción del hecho de armas. Probablemente es

uno de tantos caseríos que no se señalan en los mapas.

(11) Roldanillo, al occidente del Cauca sobre el flanco de la Cordillera Occidental, fue un lugar tranquilo donde encontraron refugiodurante la guerra muchas familias de la región del Cauca; hoy es un lugar de veraneo muy frecuentado.

(12) Naranjo, a la derecha del Cauca, sobre un afluente de éste, casi a mitad de camino entre Roldanillo y Cartago [hay Obando].

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(13) Anserma -ciudad de la sal- la primera se levanta donde el Cauca desaparece entre profundas gargantas, a la izquierda del río,a 850 m. de altura: es Anserma Viejo; Ansermanuevo está cerca de Cartago, hacia el N.

(14) Capital del departamento del Tolima, fundada en 1550 por Andrés López Galarza. Está situada entré los ríos Chipalo yCombeima, afluentes del Coello, sobre una llanura ligeramente inclinada (y. Jeografia física i política del Estado del Tolima,Bogotá, 1863).

(15) Las montañas entre el Cauca y el Magdalena, o sea la Cordillera Central, en la que se abre el paso del Quindío y donde seelevan las grandes cimas, el Tolima, etc. Quizá aquí se haga referencia a las primeras alturas -le baje- que anteceden a lagran cadena.

(16) Capital del departamento del Valle del Cauca, a la derecha del río [sic] y sobre las últimas laderas de la Cordillera Occidental,a 1.040 m. de altura. Fue fundada en el mismo año que Popayán (1536) y es la ciudad más importante del Valle del Cauca porsu comunicación con el Pacífico. En efecto, en 1914 quedó unida a Buenaventura por medio de un ferrocarril.

(17) El paso del Quindío tiene una altura de 3.260 m.; el páramo (paisaje montañoso caracterizado por un peculiar manto vegetal)está entre los afluentes del Magdalena y del Cauca.

(18) Piedras, está situada en un llano cerca del río Opía, en la vía de Ibagué a Guataquí. En 1863 tenía 5.575 habitantes. Está a340 m. de altura.

(19) Guataquí, sobre el Magdalena.

(20) Guadua (bambusa guadua), tiene un tronco alto y l iso, pero es flexible y liviana.

(21) Todo el curso del Magdalena abunda en rápidos. Nace en el altiplano central y tiene en sus cabeceras una soberbia cascadade 100 m., después a través de rápidos desciende gradualmente hasta el valle.

[Por esta nota y la siguiente sé ve claramente que el profesor Longhena considera al río Funza o Bogotá como fuente y origendel Magdalena. Nota del traductor].

(22) Serrezuela es un afluente del río de Bogotá (Magdalena) sobre la banda derecha y quizá en sus orillas hay una población (nose ha podido determinar su posición).

El cauce de este río es seguido por el ferrocarril Bogotá-Facatativá, desde donde varios caminos conducen al Magdalena. Porconsiguiente por Serrezuela pasa la vía de Bogotá a Cartagena.

[Es de alabar el interés del profesor Longhena en identificar los nombres y lugares geográficos citados por Codazzi y no es deextrañar que, dados los escasos medios de consulta de que pudo disponer, no hubiera acertado muchas veces. Serrezuela noes ningún río, sino el nombre antiguo del actual municipio de Madrid, en la sabana de Bogotá, entre esta ciudad y Facatativá.Nota del traductor].

(22bis)

[sic, debe ser Facatativá. Nota del traductor].

(23) Honda era el punto terminal del camino de Bogotá y en ella hacían escala, en tiempos pasados, las mercancías provenientesde Cartagena y destinadas al S. o al SE. Hoy una vía férrea evita los saltos de Honda y la navegación comienza más abajo, enLa Dorada, donde está el denominado Puerto Bogotá.La navegación comercial del Magdalena ha desaparecido hace varios decenios. Hoy el comercio se hace por carretera y por larecién construida vía férrea La Dorada-Santa Marta. Nota del traductor].

(24) Está casi a mitad de camino entre Cartagena y Sabanilla (hoy Puerto Colombia). La bahía está formada por una punta de tierraen forma de gancho que defiende la ensenada por el norte. Se denomina Galerazamba a la isla que continúa el saliente

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continental.

(25) Es una localidad en el curso del bajo Magdalena, sobre la orilla derecha, arriba de la ciénaga de Sapayán.

(26) De este oficial solo se hace mención aquí y en alguna otra parte en otro capítulo. El texto de Codazzi dice claramente Ulanetta.Es un error de Codazzi ¿o se quiere indicar una persona distinta del general Urdaneta?

(27) Pequeño centro al SE. de Cartagena, sobre el ferrocarril Calamar-Cartagena.

(28) Dos provincias del NE. de Venezuela sobre la costa.

(29) Cartagena no es un solo puerto sino una serie de puertos. El que se abre al 5. de la ciudad tiene dividida la entrada en dos porla isla de Tierrabomba, que determina dos estrechos. El más angosto, el de Bocachica, está defendido por dos fuertes, elfuerte San Bernardo al N. [sic; es el castillo de San Fernando de Bocachica y el de San José al S.

(30) José Padilla, general colombiano nacido en Riohacha en 1778 y fusilado en Santa Fe de Bogotá en 1828. Se enroló en lamarina libertadora y se encontró siempre en todas las luchas por la independencia. Defendió en 1815 a Cartagena durante el

famoso asedio que le mereció a la ciudad el título de "heroica", después se unió a Bolívar y asistió a la caída de Riohacha(1820), derrotó a Sánchez Lima en la Laguna Salada y venció también en Pueblo Viejo, La Barra y Ciénaga de Santa Marta.[La más gloriosa acción naval dirigida por Padilla fue la toma de Maracaibo el 24 de julio de 1823. Nota del traductor].

(31) Se trata de la batalla a que nos referimos en la nota precedente en último lugar. La Ciénaga, o Ciénaga de Santa Marta, esuna laguna formada por un brazo derecho del Magdalena.

(32) Es la orden de caballería instituida por Bolívar; el nombre de Cundinamarca era el de la región donde se fundó Bogotá, nombreque ha "sido siempre el corazón de Colombia, cuya historia se identifica con la de la república".

- XIII -

Climas, usos y costumbres de los indios mosquitos y nuestra permanencia

entre ellos -Llegada a Providencia y a Cartagena - Capitulación de aquella

plaza - Se me confía una expedición para apoderarnos de Omoa y del castillo

de San Felipe - Partida en un pequeño barco y peligros corridos - Llegada a

Omoa en cuya plaza hice un interesante descubrimiento - Unión, en el

Triángulo, con Courtois y toma del fuerte de San Pablo, en la bahía de Santo

Tomás, con dos barcos de guerra; marcha sobre San Felipe - Sorpresa deaquella plaza - Recibimos un refuerzo y se concluye un tratado con la nueva

república de Guatemala para restituirle la plaza - Feliz término de las

operaciones en Colombia y retomo a Providencia - Muerte de Aury,

consecuencias de ella - Arribo del ministro y secretario general y nuestra

dimisión del servicio.

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(De la pág. 324 a la página 355)

Los indios mosquitos (1) no sólo compartieron con nosotros sus cabañas, sus lechos y sualimentación, sino que nos prestaron a sus mujeres y a sus hijas. Allí es costumbre que a losforasteros de mérito se les haga este último obsequio y guay si no se acepta; seria la más grandeofensa que se les pudiera hacer. Ciertamente que tal demostración no se le hizo sino a losprincipales oficiales, los cuales, obligados por esta costumbre, acogieron de buen grado aquellasindias, que les fueron presentadas enteramente desnudas, a excepción de un pequeño taparrabodel tamaño de una hoja de papel, colocado más por bizarría que para cubrir las partes pudendas.Se duerme en hamacas tejidas de finas cuerdas sacadas del caraguate (2) , semejante al ananás,pero de hojas más largas, de las que se sirven como nosotros del cáñamo. Las hamacas son unaespecie de red del tamaño de un hombre, en cuyos extremos se reúnen todas las cuerdas y seamarran a dos anillas, a las que se amarran también dos cuerdas, que a su vez se fijan a las vigasde las paredes. Así se duerme colgado para gozar del fresco tan necesario en estas cálidas

regiones. La mujer amarra su hamaca vecina a la tuya y espera que tú emplees alguna hora endesahogo de la lubricidad. Estas indias son altas, bien formadas, con ojos pequeños, frentepequeña, nariz aquilina, barbilla rendonda, cabellos muy negros, largos y flotantes sobre la espaldaTienen caderas anchas, nalgas redondas, muslos torneados, hermosas piernas, pies pequeños yun color de nuez clara. No tienen ninguna sensibilidad atractiva ni notable y son las esclavasabsolutas de los hombres. Estos las someten a las más rudas fatigas, ya sea obligándolas aseguirlos á la cacería para recoger los animales muertos, ya a ir al bosque para hacer leña, ya arecoger la pesca en las piraguas y a prepararla en la playa, ya a recoger las frutas, cocinar y hacertodo lo que es necesario para la familia, y hasta tienen la desvergüenza de meterse en la hamaca yfingir dolores como si estuvieran ellos en el trance, mientras sus mujeres dan a luz. Estas infelices,protegidas por la naturaleza, dan a luz sus pequeñuelos sin grandes dolores y sin necesidad deninguna ayuda, retirándose a alguna arboleda y entre la hierba, a la orilla de un arroyo o de un río.Lavan a sus hijos, los colocan dentro de una corteza de árbol que se amarran a la espalda y

regresan, como si no hubiera pasado nada, a los trabajos domésticos. Son ellas las que hacen elpan con la yuca amarga que llaman cazabe (3) , las que fabrican las ollas de barro que cuecen enpequeños hornillos; en resumen todo el peso de la vida cae sobre ellas y el marido no tiene otrocuidado que el de fabricar sus karbet, o barracas, ir de cacería, de pesca y a la guerra. Estos indiosson más gallardos y más altos que los dé San Blas (4) , y llevan el cabello cortado encima de lafrente muy corto, del ancho de una mano. Se conoce que son de un entendimiento muy estrecho.Nada perturba su tranquilidad y su corazón es tan insensible a la desgracia como a la prosperidad.Van enteramente desnudos, menos una pequeña corteza que les Cubre las partes genitales, yviven contentos con su situación, cuidándose poco de las riquezas y de la autoridad. De pocohalago son para ellos el interés y el honor, resortes tan poderosos de nuestras acciones. Ellimitadísimo número de ideas que poseen no se extiende más allá de sus necesidades. Por estarazón muestran un carácter de muy manifiesta insensibilidad. Son golosos cuando tienen con quésaciarse, temperantes cuando a ello los obliga la necesidad, valerosos cuando están seguros de

vencer, tímidos y pusilánimes si no lo están. Aborrecen la fatiga y por una cosa de nada soncapaces de sufrir las más grandes incomodidades. No saben prever, no tienen reflexión, y pasansu vida sin objeto y sin criterio, ocupados sólo en la caza, la pesca y un amor bestial. Manifiestansu alegría con carcajadas estrepitosas y saltos infantiles, y pasan de ella al llanto si el jefe loquiere, o vuelven a la risa, con una indiferencia tal que parece que lo hacen más por costumbreque por sentimiento. Las madres acostumbran a sus hijos desde la más tierna edad, llevándolos ala espalda o en los brazos, 'a ver los precipicios y a soportar los efectos de un sol abrasador, y losungen con aceite de palma, del cual todos los indios hacen uso para prevenir las injurias de unclima destructor. A los seis años ya son aguerridos como cachorros de león. Las hijas acompañan

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a la madre y los varones llevan las flechas y el arco del padre. Trepan las montañas, atraviesan lostorrentes y se divierten sin ningún temor con. las olas que vuelcan sus débiles canoas. Si hieren aun pez se arrojan inmediatamente al agua y, ágiles como él, se escurren siguiendo la flecha,alcanzan la presa, la capturan y la arrojan a la playa.

Conocen las virtudes de las plantas, su veneno, y los encantos para atraer toda suerte de

animales. Con la planta hiavan(5)

 colocada en pequeña cantidad en los lagos, los peces flotansobre el agua privados de movimiento. Si le tiran a un pájaro en medio del más espeso bosque,apuntan la flecha en parábola y no directamente, para que venga a caer perpendicularmente sobrela presa, lo que se hace a causa de los intrincados bejucos y espesos árboles que con sus ramasimpedirían el curso directo de la flecha. Por estos diversos y tan extraños particulares diré, comocierto viajero, que estos pueblos tienen ojos de águila, oídos de oso, pies de ciervo, sagacidad deperro de caza y la destreza de una divinidad. Obedecen a varios caciques, jefes de las aldeas quedependen del Rey Jorge (6) , coronado con este nombre por los ingleses de Jamaica, después dehaberlo tenido algunos años educándose en aquel establecimiento para civilizarlo, pero quienapenas regresó en medio de los suyos arrojó los uniformes de general que le habían regalado ycontentándose con una camisa roja y un sombrero de paja vive como sus indios. Sin embargo hadistribuido grados de general, de coronel y de capitán a sus mejores guerreros, que manejanbastante bien el arco y un poco el arcabuz. El territorio de este vasto reino es todo plano, cubierto

de llanuras, de bosques y de pantanos. El calor es ardiente y se encuentran aquí todas lasproducciones de los países cálidos, como en las provincias de Cartagena y del Chocó. Cultivan elcacao, el ñame, las patatas, y comercian con los ingleses la zarzaparrilla y conchas de tortuga,cambiándolas por tabaco, ron, pólvora, municiones, escopetas, armas blancas, vidrios, espejos ypañuelos. Cualquiera que cultive un campo adquiere el derecho de que ninguno vaya a tocarlo,pero si lo abandona de hecho, cualquiera está en capacidad de ocuparlo. Al entrar en sus cabañases permitido comer y sentarse sin pedir permiso. Este es uno de los principios de la granhospitalidad que los caracteriza, superior en este punto a la de nosotros los europeos. De modoque con estos buenos, simples y cordiales patrones pasábamos bastante bien nuestro tiempo ysoportábamos el peso de la desgracia, ya yendo con ellos a la pesca o a la caza; ya admirando lamanera en que fabrican sus piraguas con hachuelas de hierro o de piedra, mediante el fuego queencienden sobre los mismos árboles, una vez derribados y cortados, para obtener más fácilmentela cavidad; ya el modo de hacer el pan de cazabe (7) , para el que toman la yuca amarga yvenenosa y la rallan sobre una especie de doble sierra de leña, colocando después las partículasralladas en una red en cuyo extremo hay un pedazo de piedra que la mantiene bien tensa hacia latierra desde el árbol en que está colgada. Agregando después con frecuencia agua la hacenexpeler el amargo que es la causa del veneno, hacen un emplasto que extienden en platos anchosde tierra fabricados por ellos y encendiendo un gran fuego hacen cocer la masa que viene aresultar así buena y nutritiva. También nos complacíamos mucho en ver cómo hacen la chicha (8) ,especie de bebida refrescante y agradable. Reúnen a todas las viejas, les hacen masticarmandioca, la que arrojan en un vaso en el que se fermenta y se convierte en una especie decerveza mitigada con un poco de panela, que es el extracto, sin purificar de la caña de azúcar.Hacen también el sirope (9) y el guarapo (10) , bebidas de maíz machacado y puesto a fermentar, yotra con los bananos pasados. Asimismo es admirable la iniciación de los guerreros, a' los cualeshacen sufrir los más grandes tormentos y vejaciones para tratar de hacerlos prorrumpir aunque sea

en un sólo lamento o suspiro, lo que señalaría al candidato como indigno de aquel titulo. Susmatrimonios se celebran con fiestas y cantos y el esposo viene a vivir vecino a la casa de laesposa, construyéndose su karbet y la piragua para ir a la pesca. A ambos se les da tormento paraver si saben soportarlo sin quejarse, y así saber de antemano si serán buenos y fuertesprogenitores. Sus fiestas siempre terminan sentándose en sus hamacas y embriagándose hasta nopoder tenerse en pie y sus mujeres siguen todavía ofreciéndoles el sirope para hacerles perdercada vez más la razón, y con grandes carcajadas manifiestan el placer que sienten de ver a susmaridos en' aquel estado, pero las más de las veces suceden que son bien apaleadas por susconsortes irritados y fuera de sentido. Con frecuencia por razón de celos entre ellos tiran a matarsey no hay peligro de que ninguno se entrometa a pacificarlos, ya que ninguna ley les prohibe atentar

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contra sus semejantes, de modo que las venganzas se hacen entre parientes y parientes y no porintermedio de la justicia pública, de la que no tienen idea. Son enteramente libres y se manejan asu placer y sus querellas, que son raras, son decididas por los viejos. La autoridad de los caciquesno es sino para conducirlos en tiempo de guerra contra el enemigo, consistiendo su modo deguerrear por lo general en sorpresas, en las cuales son expertos por el conocimiento de los lugaresy la destreza de sus espías, que gateando entre la hierba se arrastran hasta cerca del enemigo

para espiar su número, su posición y movimientos; y no atacan si no están seguros de vencer. Encaso contrario se substraen al peligro con una rápida huida y si llegan a verse rodeados venden suvida a caro precio.

Mientras pasábamos nuestros días entre estos indios, que acostumbran tener muchas mujeres yhermosas muchachas, el capitán Franz con la lancha provista de una buena vela y de intrépidosmarineros navegaba hacia Providencia para llevar la triste noticia y solicitar una pronta liberación.Gran disgusto causó la pérdida del barco y al instante vino el Marte a recogernos de este lugar,que dejábamos sin embargo con desagrado por haber probado allí momentos de paz, detranquilidad y de una libertad que el hombre sólo puede encontrar en medio de los bosques y desemejante gente. Pocos días permanecimos en Providencia y navegamos en buen orden haciaCartagena, que, estrechamente bloqueada por mar y por tierra, mostraba querer capitular.Nuestras fuerzas llegaron a punto para infundir mayor temor y para exigir la entrega de la

plaza (11) . De hecho esta se rindió a los republicanos, que aceptaron dejar salir a la guarnición conlos honores de guerra y enviarla en barcos a la isla de Cuba. El pacto se cumplió, pero uno de losbarcos se perdió en una borrasca en Sabanilla (12), donde nosotros habíamos naufragadoúltimamente, y el otro aportó a la costa de Mosquitos, donde los recibieron como amigos; pero,queriendo más tarde ir por tierra a Trujillo, fueron masacrados en el camino por los indios y sóloseis tuvieron la suerte de llegar a aquella ciudad y referir el infeliz fin de sus compañeros. Con larendición de Cartagena vino nuestro ministro y en la misma ciudad convino con Aury en enviar unacolumna sobre la plaza de Omoa, porque según las noticias llegadas a Jamaica parecía que lasprovincias de Guatemala se habían en parte rebelado. El quería apoderarse de una plaza fuertepara ponerse a cubierto de los gastos de la primera expedición.

El encargo de conducir esta columna me fue confiado a mí y para ello se me dieron lasinstrucciones necesarias a fin de conseguir tomar por sorpresa o el fuerte de Omoa o el de SanFelipe. Partí disfrazado en un pequeñísimo barco francés comprado a propósito, con tres expertosoficiales de marina, provisto de baratijas de bisutería francesa. En esta forma debíamosintroducirnos en la Plaza de Omoa (13), reconocerla de cerca y estudiar los medios de dar lasorpresa prevista. Debíamos esperar en la isla del Triángulo al comandante de marina, Courtois,con los bricks de Marte, Amazonas y Neptuno, y ciento veinte hombres de tropa de desembarco almando del coronel Marcelin. Me hice a la vela en el pequeñísimo barco y poco faltó para quefuésemos todos pasto de peces a causa de un golpe de viento. Para llegar más pronto a nuestrodestino pasamos cerca del cabo Gracias a Dios (14), al que una infinidad de escollos a hecho llamarasí para indicar que después de doblarlo se pueden dar gracias a Dios por haber escapado.También aquí tuvimos peligro de encallar, tanto por causa de un temporal que no nos permitíadarnos cuenta de nuestra crítica situación dada la oscuridad del cielo y la cantidad de lluvia, comoporque, llevando la vela desplegada, fuimos obligados por el fuerte viento, contra nuestra voluntad,

a anclar en medio de aquellos peligrosísimos escollos. La noche se aproximaba y estábamosimposibilitados para salir de aquel horrible laberinto mientras las olas venían orgullosas a rompersesobre la punta de los escollos, que se veían a flor de agua como otras tantas puntas de diamantes.Si hubiera sido de día no hubiera habido nada qué temer, porque con el pequeño barco se podíatransitar por cualquier parte, pero de noche, si por desgracia se rompía la maroma de la pequeñaanda, estábamos irremediablemente perdidos, porque, arrojados sobre aquellas rocas, en menosde lo que se dice el frágil barco hubiera quedado destrozado. Los truenos, los relámpagos; elviento, la lluvia, el bramido del mar y el rumor de las olas que batían contra los escollos hacíanaquella noche horrenda y espantosa. A cada momento nos parecía que la gúmena se había roto,

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ya que con el continuo movimiento de las aguas era destrozada por las puntas de las rocas queforman el fondo en esta parte.

Fue aquí únicamente donde por primera vez llegué a considerar la muerte de cerca, porque si biena cada momento la esperaba con serenidad y ya me parecía yerme presa de las olas, lo que medolía más que cualquiera otra cosa era que mi compañero y mis amigos no habrían sabido nuestro

miserable fin. Finalmente un alba rosada vino a disipar cualquier triste temor y habiendo levantadoel anda vimos con gran sorpresa nuestra que la gúmena estaba sostenida sólo de un cabo y quelos otros tres ya estaban rotos. Si la noche se hubiera prolongado una hora más' ciertamentehubiéramos estado perdidos. De este afortunado suceso presagiamos un feliz éxito en nuestrapeligrosa expedición y habiendo llegado a Omoa anclamos en el puerto con bandera francesa,donde después de haber sido visitados por un oficial de la aduana bajamos a tierra. Yo hacía elpapel de cocinero y me había tiznado toda la cara, porque temía en cualquier momento serConocido por alguno de los prisioneros que habíamos hecho en la última expedición. Me habíaamarrado un pañuelo negro a un ojo, que hacía llorar frecuentemente con un poco de limón, dandoa entender que lo tenía malo. En esta forma impedía ,que mi fisonomía fuese reconocida; elcapitán fue a donde el gobernador para mostrar sus papeles y obtener permiso para vender lapequeña bisutería que teníamos y entre tanto yo, haciéndome el borracho, lo esperaba en lapuerta, en la que había un guardia. El capitán le regaló un aderezo para el cuello a la mujer del

gobernador y cuando salió empecé a insultarlo y me lancé contra él para golpearlo fingiendo quequería el dinero. El se defendió lo mejor que pudo y volviendo a entrar donde el gobernador lesuplicó me encerrase por una noche en el fuerte para que me pasase la borrachera, porque en talestado podía ser peligroso no sólo para él sino para cualquiera de los habitantes, tan feroz eracuando el licor me privaba del sentido. En vista del regalo que había recibido para su mujer elgobernador condescendió en ello y, capturado a viva fuerza por el guardia, fui conducido al fuerte yhasta maltratado; apenas llegado allí le ofrecí dinero al sargento de guardia para que fuese acomprar ron para que bebiera con los soldados que estaban de guardia. Ellos se creyeron de queyo estaba borracho y de que tenía dinero, por lo que me invitaron a jugar y yo, fingiendo siempreuna embriaguez muy real, me dejaba vencer por ellos, que, con las cartas y con el ron, sedivirtieron bastante bien a costillas mías. Hacia la tarde me tendí sobre una plataforma cerca de uncañón y fingí dormir. Y ellos persuadidos de que mi arresto no tenía otra causa que el haber bebidodemasiado, me dejaron reposar tranquilamente.

Hacia la media noche fingí despertarme y, conversando con los diversos centinelas que estaban enlos baluartes, me mostré sorprendido del lugar en que me hallaba y los interrogué hábilmentesobre cuanto me importaba saber, sin provocar sospechas. Pude medir los muros con un hilo y uncuchillo, ver cómo se hacía el servicio y saber la cantidad de hombres que estaban allí de guardia.Por la mañana se bebió con todos aquellos soldados "la mañana", o sea ron, y se comenzó ahablar de varias cosas. Allí supe que el interior de Honduras se había rebelado y había declaradosu independencia, que el golpe había tenido lugar en la ciudad de Comayagua (15) , cuyo coronelgobernador se había hecho jefe de partido y marchaba con un ejército sobre Guatemala, al mismotiempo que un oficial suyo con un fuerte contingente de hombres armados se acercaba aOmoa (16) para apoderarse de la plaza y proclamar Ja independencia. Una parte de aquellossoldados eran caribes, muy contentos de este afortunado cambió y hablaban todavía

elogiosamente de la expedición de Aury, y los pocos españoles que allí estaban se lamentaban deque tardasen en llegar de la bahía de Santo Tomás (17) al golfo de Honduras un brick y una goletade guerra que habían ido allí a disposición del capitán general de Guatemala, quien se temía que acausa de los disturbios pudiese partir para la isla de Cuba. Con tales noticias comprendí lainutilidad de obrar sobre Omoa, la que quizá antes de que nosotros llegáramos habría sidoentregada en manos de los republicanos; por consiguiente no encontré otra solución que dirigirmeinmediatamente a San Felipe para apoderarme de él, pero por estar en aquel golfo un brick y unagoleta de guerra anclados en la bahía de Santo Tomás, bajo la protección del fuerte de San Pablo,era necesario antes de todo tomar este fuerte y los dos barcos, para no ser cogidos por la espalda,y en seguida dirigirse inmediatamente por el río San Felipe y por sorpresa y a viva fuerza

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apoderarse rápidamente de aquella importante posición. El tiempo urgía y por esto, habiendosalido del fuerte, comuniqué a los oficiales de marina mi plan, con lo que se procuró venderinmediatamente a un solo negociante las pocas mercancías por las que habíamos pagadoderechos de aduana; salimos inmediatamente y nos hicimos a la vela para la isla del Triángulo. Allíencontramos nuestras fuerzas navales y, después de consultarlo mejor con el comandanteCourtois y el coronel Marcelin, nos hicimos a la vela para el cabo Tres Puntas (18) , donde anclamos

a la caída de la noche.

Partí en una pequeña barquita con ocho marineros, para introducirme durante la noche en la bahíade Santo Tomás y reconocer la posición de la misma y del fuerte. Pero apenas nos habíamosalejado de los barcos cuando se levantó impetuosamente un viento huracanado por el que pocofaltó que fuésemos volcados. Nuestros barcos se vieron obligados a darse a la vela y a alejarse dela costa. Sin embargo proseguí en mi expedición y después de media noche llegué a la bahía. Unaluz que apenas se alcanzaba a ver me indicó claramente que por allí estarían los barcos o elfuerte, por lo cual descendí a tierra en la costa izquierda, cubierta de espeso bosque. Escondimosentre él el pequeño esquife y esperamos con impaciencia el día. Apenas se pudieron distinguir losobjetos que nos rodeaban me encaramé a un árbol con mi anteojo de larga vista y pude ver bien elfuerte, que consistía en un simple reducto abierto por un lado, cerca del cual corría un riachuelo yque por esa parte estaba defendido sólo por débiles palizadas. Al frente había doce piezas de

cañón a diferentes niveles. A la izquierda surgía de entre el agua una isleta cubierta de boscaje,detrás de la cual estaban anclados el brick y la goleta de guerra española. Fuera de los cuerpos deguardia no se veía ninguna otra habitación y en torno no había sino montañas muy altas cubiertasde selva. A uno y otro lados tierras bajas, pantanosas y boscosas rodeaban la profunda bahía deSanto Tomás. Esperé que cayese la noche y apenas hubo extendido su velo me dispuse a salir deaquel lugar. Pero no habíamos hecho media milla cuando el esquife, golpeado continuamente porel ímpetu de las olas que venían contra nosotros, se rompió y fue necesario retornar a tierra,habiéndose arrojado todos los marineros al mar y quedando yo solo dentro de él con el agua a lacintura. Así, lleno de agua, fue tirado a tierra, donde desbaratamos nuestras camisas y tratamos dereparar las grietas que se le habían hecho. Nos lanzamos de nuevo al agua pero fue menestervolver otra vez a tierra. Entonces escondimos el barquichuelo en el bosque y tomamos ladeterminación de hacer el camino a lo largo de la playa, por donde había que ir unas veces sobrepuntas rocosas, otras por entre intrincados mangles, otras con el agua hasta las rodillas, por lo queno tardé mucho en perder los zapatos y yerme obligado a caminar descalzo por entre rocas, ramassecas, espinas, piedras, arena y agua, hasta que aclaró el día. Entonces empezamos a pensarmás seriamente en nuestra peligrosa situación, ya que nos encontrábamos en tierra enemiga, sinesperanza de poder alejarnos de ella si no encontrábamos nuestros barcos, y sin medios paradefendernos porque nuestras armas estaban todas mojadas lo mismo que las cartucheras. Nospusimos pues a desbaratar estas últimas, a secar la pólvora al sol y a limpiar nuestras carabinas.Volvimos a hacer las cargas lo mejor que pudimos y, como se había conservado bastante bien enmi pequeña cartuchera, de la pólvora que había allí puse un poco en cada carga para que por lomenos las armas pudieran dar fuego. Nos alimentamos de cocos y su agua dulce mitigaba la sedque sufríamos, agobiados por un clima ardiente y por una marcha de las más fatigosas. Senecesitaron dos días para llegar a Tres Puntas, donde pensábamos encontrar a nuestroscompañeros. pero por más que nuestros ojos y los anteojos giraban sobre el ondulado horizonte

nada se descubría; entonces decidimos seguir a lo largo de la costa para ver si por lo menosencontrábamos alguna habitación de indios, apoderarnos de una piragua y así tener los mediospara ir a La Valija, establecimiento inglés que se encuentra a la otra parte del golfo de Honduras. Elcuarto día vimos un barco e inmediatamente encendimos un gran fuego sobre la playa,agregándole gran cantidad de hojas y de hierba verde para producir una inmensa columna dehumo, a fin de que los del navío creyeran que allí había un caserío de indios, de quienes pudieranobtener alguna información sobre el enemigo. Era el Marte, que a alguna distancia de tierra sepuso de flanco y mandó una lancha con veinte hombres para reconocernos. Pero cual no fue susorpresa cuando en vez de indios nos vieron a nosotros, que teníamos más semejanza deanimales que de hombres, tanto nos habían desfigurado en pocos días los trabajos os, las fatigas y

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el hambre. Nos dirigimos inmediatamente a bordo y nos recobramos. No tardaron en llegar losotros dos barcos y todos juntos doblamos el cabo Tres Puntas y7habiendo entrado en el golfo, nosdirigimos hacia la bahía de Santo Tomás en cuya entrada estábamos al caer el sol. Allí pudimoscon gran placer volver a contemplar al enemigo, que ya no podía escapársenos. Por la noche seintrodujeron hasta la isleta varias canoas armadas para averiguar si había algún peligro o algúnescollo. Por la mañana nuestra diana comenzó con salvas de artillería contra el fuerte y los barcos;

y uno y otro nos respondieron vivamente. El cañoneo del enemigo y el nuestro no hizo más queretumbar hasta las diez y ambos nos hicimos poco mal. Entonces me resolví a hacer desembarcarrápidamente las tropas, las que se dirigieron al extremo derecho de la bahía a~ fin de flanquear ellugar y acercarse sin mucho riesgo al río que separa el fuerte de la tierra. Entonces toda la artilleríaenemiga comprendió que había llegado el momento decisivo y se puso a hacer un fuego vivísimosobre las embarcaciones, pero con el comandante Courtois (19) nos apresuramos a levar anclas avelas llenas y nos dirigimos sobre el brick y la goleta para abordarlos; espantados con esto losespañoles buscaron su salvación en tierra, parte a nado y parte en las chalupas mientras nosotrosabordábamos los primeros el brick, en el mismo momento en que una mecha encendida ydespidiendo espeso humo amenazaba incendiar la santabárbara, o sea el depósito de municiones.Era demasiado tarde para alejarnos, el peligró era inminente y no había tiempo que perder.Consciente de la importancia de que todos nos salváramos, me lanzo a la cámara, cojo la mecha,que ardía sobre una gran cantidad de barriles que estaban en la santabárbara abierta, y volando

sobre el puente la arrojo al agua, y así salvo el barco enemigo y nuestras vidas. Sin pensar enmás, salto a una canoa y me dirijo hacia los nuestros que entonces llegaban al río. El comandanteCourtois cañoneaba el fuerte y nosotros, atravesando con el agua hasta el pecho, tumbamos laspalizadas y quedamos dueños del reducto.

El enemigo huía por todas partes y perseguido estrechamente por nosotros, cayó en nuestro poderen su mayor parte. Dueños de estos dos soberbios barcos de guerra y del reducto de San Pablo,reuní a mis soldados e inmediatamente con una pequeña embarcación me dirigí hacia el río SanFelipe distante más de veinte millas de este lugar. Pero apenas estuve fuera de la bahía de SantoTomás encontré una piragua con dos hombres que parecían pescadores. Habiéndoles preguntadoquienes eran me dijeron que eran americanos españoles que buscaban pescado, pero por su portereconocí que eran soldados y al momento ordené que uno fuese llevado a tierra y fusilado y que siel otro no me decía en seguida la verdad tendría el mismo fin. Ya estaban para cumplir la sentenciacuando confesó que era soldado de la vigía de San Felipe así como su compañero, expresamenteenviados por el sargento comandante de aquel fuerte para ver cual era la causa del gran cañoneoque se sentía en San Pablo. Supe por ellos el santo y seña y abiertamente me dirigí a aquel puestoa donde llegamos hacia la media noche. Me adelanté con sólo ocho voluntarios y uno de estosprisioneros y habiendo llegado a la vigía me apoderé del centinela y sorprendí el puesto, a cuyosguardias hice todos prisioneros. Un fuego encendido indicó a los que me seguían que avanzaran yreunidos allí todos en silencio esperamos una ronda que debía venir del castillo de San Felipe. Enefecto vino después de media noche y también ella quedó prisionera.

Por el oficial de la ronda conocí mejor la posición que tenían, las tropas del castillo, lasreparaciones que se le habían hecho, así como las nuevas fortificaciones que le habían agregado.El castillo estaba cerrado por un simple rastrillo, porque nosotros en la primera expedición con el

general Aury habíamos quemado la puerta. Los muros habían sido reparados, y los reductoshabían sido reconstruidos en una posición más ventajosa que antes. El comandante habitabafrente a la iglesia, sin ninguna guardia, y la guarnición sumaba en total doscientos hombres,excluidos los treinta prisioneros que nosotros habíamos hecho en la vigía. Esperé que amanecieray, habiendo dejado algunos hombres para guardar a los prisioneros desarmados y encerrados enel cuerpo de guardia, con algunos guías me dirigí hacia el castillo. Navegamos con mucho ardor ydos horas antes del anochecer estábamos a pocas millas del fuerte, cuando una pequeña piragua,que con tres hombres y un prisionero iba a buena distancia mía para darme noticias de cuantopudiera descubrir o sentir, retrocedió indicándome que no lejos había una isleta en medio del río enla que, según decía el prisionero, se encontraban cinco hombres, que tenían orden de hacer fuego

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sobre cualquiera que avanzara, para dar la alarma al castillo. Semejante noticia me puso enaprehensión, tanto más que ninguno me había prevenido de que había que superar esta dificultad.Pero había que actuar para no echar a perder una acción de guerra tan bella. Era necesarioemplear pocos hombres para no despertar sospechas, y así ordené a un oficial americano, sobrinodel general Bermúdez, que fuera con dos soldados y uno de los prisioneros a apoderarse deaquellos cinco hombres, sin hacer fuego ni permitir que ellos lo hicieran. El se negó

inmediatamente a hacerlo diciéndome que era imposible. Entonces, olvidando mi grado y noviendo otra cosa que el buen éxito de la empresa, ordeno al coronel Marcelin que se mantengaoculto y quieto en las embarcaciones. Arrojo el casco y el uniforme, empuño mi sable y después deescoger a dos bravos soldados a quienes les hice empuñar solo el sable y llevar los brazosdesnudos, dándole a cada uno de los sombreros de paja de los prisioneros, entro en la pequeñapiragua y me pongo delante al prisionero, al cual le dije que si me descubría podía estar seguro deque moriría. A mis dos secuaces les ordené que se arrojaran inmediatamente sobre las armasreservándome yo el cuidado de detener al centinela. Pero cual no fue nuestra sorpresa cuando alacercarnos a la isla no vimos ninguna luz y sólo oímos gritar cerca del agua "quien vive", a lo querespondí inmediatamente Guatemala, pues este era el santo y seña. Se me ordena avanzar yencuentro en una piragua cinco hombres con los fusiles apuntados hacia nosotros, que en tonofirme nos preguntan quiénes somos y a dónde vamos. No me acobardo e inmediatamenterespondo que somos marineros huidos del brick de guerra de los españoles que había sido

atacado el día anterior por los insurgentes, quienes después de un cañoneo de los más vivos loabordaron, y que nosotros nos salvamos en tierra; que no contentos con su capturadesembarcaron y tomaron también el fuerte de San Pablo, por lo que en la confusión general nospudimos salvar en un pequeño esquife y llegar más muertos que vivos a la vigía, de donde elsargento nos enviaba con Pedro (así se llamaba el prisionero que llevaba delante de mí) paraavisar en seguida al comandante del castillo que mandara fuerzas a la vigía porque temía quetambién fueran atacados. Cayeron en el engaño y me hicieron muchas preguntas sobre el númeroy barcos de los insurgentes y después nos ordenaron que los siguiéramos a donde el comandante.Ya nos dirigíamos en nuestras piraguas hacia el castillo cuando, después de dejarle coger unapequeña delantera a la piragua enemiga, pude indicarles a mis dos compañeros que trataría deacercármele y que apenas estuviéramos cerca eliminaran a los que la ocupaban. En efectosupliqué que anduvieran un poco más despacio porque estábamos muy cansados y apenas nosemparejamos pedí un cigarro y un poco de fuego. Dos soldados acudieron a servirme y,poniéndonos nosotros de pie como un rayo, les dimos fuertes y repetidos golpes que los hicieronarrojarse rápidamente al agua de donde los sacamos heridos y los obligamos a subir de nuevo a lapiragua y a callar. Por ellos supimos que a media noche debía venir otra piragua con cincohombres para relevarlos, y que lo mismo se hacia al amanecer, a medio día y al caer el sol, acausa del temor que tenían de que los patriotas se introdujeran en San Felipe. No eran todavía lasonce de la noche, de modo que retrocedí y encontré mi columna con 'la cual, a remos forzados,nos acercamos al castillo, ya que ningún tropiezo podíamos encontrar hasta la media noche, horaen la cual ya estábamos frente a la punta en la que se asientan el reducto, el fuerte y la población.Lo divisábamos perfectamente y sentíamos hasta la tos de un centinela. No tardó mucho en verseuna luz que venía del reducto hacia la playa y en seguida se oyó el ruido de los canaletes de lapiragua que iba a la isleta a relevar a los que teníamos heridos en nuestro poder. Favorecidos porla sombra que a la luz de la luna arrojaban sobre las aguas. los rastrojos de la orilla, pasamos en

silencio frente al puerto y a alguna distancia de él atravesamos el golfo Dulce y fuimos adesembarcar a espaldas del pueblo. Apenas bajamos a tierra nos dividimos en dos columnas, unadirigida al castillo, la otra al reducto, la primera comandada por el coronel Marcelin, la segunda porel mayor Cambessedes. Una vez que los despaché a su destino me dirigí a la plaza con cuatrohombres, a la casa del comandante, que era un viejo capitán Quesada. La puerta estaba abierta yuna lámpara iluminaba el patio. El ladrido de los perros despertó a su ordenaza, que se acercaba ala puerta en camisa cuando yo con una mano le hice señal de que callara y con la otra le apunté elsable al pecho. Entré en la antecámara del comandante y allí esperé al primer ruido producido poralguna de las dos columnas para despertarlo. En efecto no tardó mucho en que se oyeran variostiros de fusil y algún grito. Entonces invité al señor comandante a que se levantara, manifestándole

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que era mi prisionero. Obedeció inmediatamente y yo, después de entregárselo a mis soldados,me dirigí hacia las fortificaciones que estaban ya en nuestro poder. Había dejado un oficial con unpelotón en el lugar del embarcadero para que ninguno de los habitantes pudiera huir con laspiraguas por el golfo Dulce. Puse al seguro inmediatamente a los prisioneros y envié patrullas alpueblo, del cual no huyó ninguno, excepto un ayudante que se escondió en el bosque y quedespués de pocos días vino a rendirse. La piragua que había ido a relevar el puesto de la isleta

regresó para advertir que no había encontrado a los compañeros, pero fueron ellos los quequedaron maravillados al encontrar al enemigo en el reducto. Al amanecer envié a tres hombrespara darle la noticia al comandante Courtois, el cual había hecho saltar el reducto de San Pablo yhabía venido a anclar en la desembocadura del río San Felipe. Se envió inmediatamente la goletaque se había tornado a los españoles, que era muy rápida, para dar cuenta al general Aury deléxito de la expedición y de la necesidad de nuevos refuerzos para mantenernos en el lugar. Pero élya había provisto a ello y había enviado otras tropas con el secretario general Perú de La Croix,provisto de plenos poderes para tratar el asunto con los republicanos de Guatemala. En virtud deestas disposiciones a los cuatro días fuimos reforzados por nuestros compañeros y supimos queen la fortaleza de Omoa no ondeaba ya la bandera española sino una blanca con una lista roja.Con esta noticia el secretario general se dirigió allá inmediatamente a tratar de la cesión de SanFelipe con tal de que le fueran compensados a la república de Buenos Aires los gastos de las dosexpediciones que había hecho para promover la libertad en la provincia de Honduras. Firmado y

ratificado el tratado fui reemplazado por los nuevos republicanos y embarcándome con los míos medirigí a la antigua Providencia, mientras Perú de La Croix se hacía a la vela para Cartagena, dondeestaba nuestro ministro en espera del resultado de la nueva expedición. El general Aury seencontraba con Ferrari en Porto Belo, junto con el general colombiano Carreño, que más tarde fuegobernador de Panamá, por haber el general español Santacruz firmado un tratado con él yentregado la provincia, y fue entonces cuando tuvo noticia de nuestro feliz éxito, que lo colmó de júbilo.

Al mismo tiempo gracias a las afortunadas operaciones de Bolívar, la república de Colombia habíahecho grandes progresos, limpiando de españoles todas las plazas, menos la de Puerto Cabello,pues el general Sucre (20) , que había sustituido a Valdés en el mando del ejército del sur, habíatomado a Popayán y Pasto y, después de libertar a Quito, se movía sobre Guayaquil, mientras quelos generales Páez y Soublette después de libertar a toda Venezuela, hablan entrado triunfantesen Caracas obligando al español Morales, que había reemplazado en el comando del ejército algeneral Latorre (21) después del armisticio, y había sido derrotado en Carabobo, a encerrarse enPuerto Cabello con los pocos restos de la soberbia expedición de Morillo. No tardó mucho en quetambién él tuviera que capitular y contentarse con ser llevado a las costas de la isla de Cuba.

La toma de San Felipe, de Omoa y de Santo Tomás, únicos lugares por donde el gobernadorespañol de Guatemala podía escaparse, hizo que él mismo ayudara a la revolución y enGuatemala se proclamó la independencia poco después de que nosotros nos habíamos hechodueños de San Felipe. Nuestra expedición, pues, además de haber instigado parte de aquellasprovincias a conseguir la libertad sin derramamiento de sangre, había hecho honor a las armasbonaerenses y había compensado a aquella república de los gastos de dos expedicionesrealizadas no directamente en favor de Colombia, sino de los pueblos que ahora se conocen bajo

el nombre de Provincias Unidas de la República del Centro.Al llegar a Providencia encontré que el general había caído de un caballo y no estaba muy bien. Nohabían pasado seis días cuando lo vi expirar en mis brazos entre los lamentos de su amante, deuna esclava y de otra mujer que lo hospedaba. La pérdida de este hombre era irreparable, ynuestra situación era de las más críticas, porque los soldados pedían su paga y otro tanto hacíanlos marineros. Cerca de tres años habían corrido sin que se me hubiera dado un solo centavo atítulo de paga, por lo cual podía recelarme de alguna revolución, tanto más que el comodoro de lamarina se encontraba arrestado por un acto de insubordinación y que este hombre podía sublevara todos los marineros, de quienes era ciertamente muy apreciado como su capitán y jefe. Escribí

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inmediatamente a Ferrari, quien comandaba el fuerte Libertad, que estuviera en guardia y que nodejara salir ningún barco sin orden mía. Avisé inmediatamente a las autoridades civiles y militares yal comandante de la plaza, y por medio de un ayudante de campo invité al comodoro de marina apresentarse en el cuartel general. Aquella noche la consternación fue universal y a la mañanasiguiente no se pensó sino en rendir al difunto los últimos honores, bien merecidos por su fama ysu coraje. Este hombre (22) de cuarenta años de edad, de mediana estatura, de buena complexión,

de espaldas anchas, con cabellos negros y cejas enarcadas, ojos negros, grandes patillas y bigote,tenía un corazón dulce, sentimientos nobles y elevados. Amante del bello sexo, no perdía sinembargo de vista los fines que se proponía, para obtener los cuales no lo intimidaban desgracias,adversidades, peligros, ni obstáculos de ninguna clase, antes parecía que mientras más obstáculosse le oponían, más persistía en vencerlos y superarlos. Era de gran coraje y de sangre fría, amabaa sus soldados, y era familiar con los oficiales; dormía poco y maduraba sus planes, que eran partede sus ideas, paseando continuamente. Ambicionaba adquirir fama y era desinteresado y muyamigo de recompensar a los demás. Se hubiera sentido pagado si hubiera obtenido el título delibertador de Cundinamarca y si le hubieran dado el mando de la escuadra de Colombia en la basede Cartagena, pero tenía como rival al almirante Brión, que murió pocos días antes en su patria, enla isla de Curazao, a donde había ido a desahogar su pesar, después de haber sido privado delmando de la marina y de haber caído en desgracia de Bolívar  (23) .

Si entonces hubiera vivido Aury, quien sabe si el Libertador, en vista de su constancia, no lohubiera acogido en su gracia, devolviéndole aquella amistad y estimación que tenía por él. Suscenizas fueron puestas en un mausoleo erigido en medio del fuerte Libertad, con una inscripciónfrancesa en la que se recordaban sus talentos, sus virtudes, su coraje, sus desgracias y susempresas.

Después de sellar todos sus papeles, efectos y archivo particular, se pensó en nombrar un consejoque asistiera al gobernador en el desempeño de todas las obligaciones que se le venían encimacon la muerte del general en jefe. Mientras llegaban ulteriores disposiciones de Cartagena, dondeestaban el ministro y el secretario general, se abrió su testamento, y nos encontramos con que yano había ejecutores testamentarios, pues el uno era un sobrino suyo, ya fallecido, y el otro unnegociante que vivía en Luisiana; por lo cual, reunido un consejo de sus más íntimos amigos y delas autoridades, nos nombraron de oficio al comandante Courtois y a mí, y nosotros procuramosdesempeñar nuestras respectivas funciones con la actividad y honradez que se debían a nuestro jefe y nuestro amigo. Se nombró una comisión para liquidar las cuentas entre Aury y los soldados ymarineros, entre el general y la pequeña república de Buenos Aires. Mientras esto se hacía enProvidencia, se escribió oficialmente al Almirante francés del puesto de Martinica, al Almirante yGobernador inglés de Jamaica, al Presidente Boyer en la isla de Santo Domingo y a Bolívar enColombia, y se envió expresamente un oficial a este último país para que pusiera todos losdespachos en manos del ministro, interesándolo para que viniera prontamente. En un principio laProvidencia parecía el caos, porque todos querían gobernar y ninguno obedecía. Se temía unarevuelta de los marineros y de las tropas para huir con los barcos y entregar al saqueo la ciudad ylas habitaciones. Fueron aquellos días de gran trabajo para mí, que llevaba el peso de jefe deEstado Mayor, de proveedor general y de ejecutor testamentario. Sin embargo con mucharesolución, destreza y presencia de espíritu supe conducir todo de modo que la paz y la

tranquilidad tornaron a la isla. La venida del ministro y del secretario general salvó todo, porquetenían una suma cobrada en Colombia para pagar a las tropas y a los marineros. Fue este elmomento en el que Ferrari y yo nos encontramos dueños de una suma, para nosotros militaresrespetable, si se considera que nuestras pagas sobrepasaban los cien escudos mensuales. MuertoAury a quien tanto queríamos y sabiendo que la división partiría para Buenos Aires, ya que pormomentos se esperaba a las fuerzas colombianas que tomarían posesión de la isla, pensamos enpedir la dimisión, que nos fue acordada a los dos, pero después de muchas súplicas yrecomendaciones, alegando yo la excusa de que tenía que dar cuenta a los herederos de Aury delo que le quedaba debiendo el gobierno, que ascendía a 44 mil escudos, y el compañero quenecesitaba restablecerse de una enfermedad de pecho que sufría desde hacía algún tiempo.

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Nuestra partida fue sentida por todos y de ello nos dieron prueba cuando nos embarcamos. Loshabitantes acudían a auguramos buen viaje, los marineros desde sus barcos nos saludaban conlas banderas y con salvas de artillería, los fuertes hacían otro tanto, mientras que muchos oficialesen pequeñas barcas nos acompañaban a bordo, donde habíamos cargado una cantidad degéneros coloniales comprados en la isla, por los cuales no habíamos pagado ningún derecho deaduana, y en esta forma habíamos empleado casi todo nuestro dinero para comenzar desde este

momento a pasar de la vida de militares a la de negociantes.

N. B. Todo se deduce de la hoja de servicios, de la carta de dimisión firmada por el gobernadorFaiquere a 29 de mayo de 1821 y del pasaporte de la misma fecha del Comandante gobernador,

(1) Se llama Costa de Mosquitos a la parte de Nicaragua que mira al Caribe.

Los mosquitos o moscos constituyen el grupo humano más numeroso, unos 8.000 hombres, en gran parte mezclados connegros. A mediados del siglo XIX Inglaterra habla creado allí un reino fantasma, que desapareció cuando en 1894 Nicaraguadecretó la anexión de la "reserva" de Mosquitos. La capital es Bluefields.

(2) La palma, o mejor diversas variedades de palmas, el agave y el ananás tienen hojas que dan fibras textiles. No es fácil decir acual de estas plantas se refiere. Pero como dice que es parecida al ananás, puede que sea una variedad de la misma; lasbromeliáceas, a las cuales pertenece el ananás, son machas; hay la B . karatas y la B . silvestris, que producen fibras bastas.

(3) En otra parte explica Codazzi como se hace para quitarle el veneno a la yuca amarga. Aquí se refiere al pan que se fabrica consus raíces; y en su Resumen (p. 180181) dice que el casabe son unas "tortas de 3/4 de libra de peso" que se cuecen al fuego yse dejan secar al sol.

(4) Queda en Panamá, un poco al este de Colón, sobre el Caribe.

(5) También en el Alto Amazonas -refiere Ratzel (El hombre u las razas, vol. 1, p. 586)- se aturde a los peces con hojas de unaTaullinia y de una Jacquinia. Quizá a esta última familia pertenezca la planta hiavan. 

(6) Como se ha dicho Inglaterra habla tratado desde el 700 de extender su autoridad sobre Mosquitia; y para colmo en el siglo XIXcreó un reino fantasma. Este rey, coronado en Bélice y llevado a Bluefields bajo la protección de la bandera inglesa, no durómucho. Pero entre los historiadores no hay pleno acuerdo, pues algunos dicen que fue a mediados del siglo cuando fuecoronado este rey y otros que después de 1824. Me parece que la noticia que da Codazzi corta toda duda; en 1821 ya debíaexistir esta sombra de rey y quizá su nombre no es otra cosa que la repetición del nombre del monarca inglés (Jorge III 1820,Jorge IV 1880), que se le dio aposta para acrecentar la autoridad de dicho rey.

(7) En otra parte se ha hablado de esta planta, la yuca amarga, y del pan o torta que se saca de ella. El pan se llama casabe (v.Ratzel, Las razas humanas, vol. 1, p. 590).

(8) Ratzel dice que la chicha se saca del vino de manzanas y a su vez denomina aloja a la cerveza de quinua.

(9) "De la semilla de esta planta -el maíz-" hace el indígena sus bebidas espirituosas, fermentando el maíz y endulzándole con el  jugo de la caña de azúcar. Los criollos también' hacen lo que llaman curato, bebida muy agradable, de que se usa comohorchata". Codazzi en su Resumen, p. 128.

(10)El guarapo es el zumo crudo de la caña de azúcar, mezclado con agua y fermentado en un gran recipiente de barro.

(11)Entre septiembre y noviembre de 1821 tienen lugar la rendición de Cumaná y la de Cartagena, mientras Panamá pasa

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espontáneamente a formar parte de Colombia.

(12)Sabanilla, cuya infortunada situación detrás de una punta arenosa ha hecho que sea abandonada. Puerto Colombia la hasustituido y allí llegan todos los grandes buques. [También Puerto Colombia ha sido cegado por la arena y ahora los grandesvapores llegan directamente al puerto fluvial y marítimo de Barranquilla, entrando por las Bocas de Ceniza. Nota del traductor].

(13)Esta sobre la orilla meridional del golfo de Honduras, al occidente de Puerto Cortés.

(14)Punta entre Honduras y Nicaragua, cerca de la desembocadura del río Coco o Segovia.

(15)La antigua Valladolid, fundada por Alonso Cáceres en 1540, situada casi en medio de los dos océanos. Está cerca de la orilladel río Humuya. Fue capital de Honduras.

(16)Véase la nota 18 de este capítulo.

(17)La bahía de Santo Tomás se abre al fondo del golfo de Honduras, cerca del río San Felipe, un poco al este del mismo.

(18)Seguramente se trata de la pequeña península trifurcada que avanza hacia el N.O. cerrando y resguardando la ensenada deSanto Tomás.

(19)Este nombre ya ha sido mencionado varias veces y lo será todavía en este capitulo.Courtois fue el que asumió el mando de la flota de Aury después de que esta perdió a su jefe, es quien lleva a Venezuela lasmilicias que hasta entonces habían hecho una guerra de piratería y obtiene que sean incorporadas en el ejército colombiano, lomismo que la flota. Apenas había entrado al servicio de Colombia cuando su compañero de armas Perú de la Croix (17801887)difundió contra él hojas difamatorias, que le valieron un juicio de prensa que se ventiló en Colombia. El de la Croix murió suicida.

(20)Observamos algunas inexactitudes en el relato de Codazzi y por ello referimos brevemente los mismos hechos. Desde 1820 -después de la batalla de Boyacá- Popayán y Guayaquil se habían sublevado, pero sus esfuerzos por apoderarse de Quito yPasto fallaron. Sucre, lugarteniente de Bolívar, enviado en socorro de Quito, no tuvo al principio mayor fortuna, pero después,desbaratados los españoles en Pichincha (24 de mayo de 1822), entró a la ciudad y la hizo votar la unión con Colombia.

(21)También en estos detalles hay desacuerdo entre los historiadores, así que señalaremos estas pequeñas diferencias. Morales(Francisco Tomás 17811844), que había sucedido a Latorre en el mando del ejército de Venezuela, conquistó a Maracaibo en1822, pero no logró conservar la ciudad y fue obligado a capitular el 8 de agosto del mismo año.

(22)Luis Aury es apellidado el corsario, o el filibustero; francés, parece que nació, según lo que refiere Codazzi, en 1781; murió enVieja Providencia el 6 de mayo de 1821; alguien da otra fecha. Aparece por primera vez en 1815. La prueba con la que debutaes la ocupación de la isla Amelia, después se le conoce siempre como oficial al servicio de Colombia. Aquí y allá, en escritoresde diversas nacionalidades -especialmente ingleses y españoles- se encuentra el nombre de Aury, y alguna vez acompañadode palabras honoríficas. Por ejemplo Barnett (Eduard Barnett, The west lndia Pilots, vol. 1, p. 277) lo l lama "capitán de mérito enla guerra de la independencia".Véase la nota 109, p. 505506 del ya citado libro de Schumacher y las observaciones hechas en las notas introductorias a estas"Memorias".

(23)También Brión muere en el mismo año y muere sin dejar con qué ser enterrado y después de haber sacrificado toda su fortunaal movimiento revolucionario.Estos dos hombres -Aury y Brión- se encontraron uno frente a otro; éste, en una obediencia ciega a Bolívar, mostró pocasimpatía por el otro, que no gozaba de la simpatía del Libertador; por tanto no se entendieron ni sumaron sus esfuerzos. El unoactuó valerosamente lejos del otro, que, aunque no le igualó en el valor y en la fortuna, no le fue inferior ni en la fidelidad ni ea elpatriotismo. Y Bolívar no apreció a Aury ni supo después estimar en su justo valor el sacrificio de Brión.