Agueros-Escritores Mexicanos Contemporanios

275

description

escritores mexicanos

Transcript of Agueros-Escritores Mexicanos Contemporanios

E S C R I T O R E S M E X I C A N O S C O N T E M P O R Á N E O S .

E S C R I T O R E S M E X I C A N ( ) S

C O N T E M P O R Á N E O S

V I C T O R I A N O A G Ü E R O S

M É X I C O

I M P R E N T A D E I G N A C I O E S C A L A N T E

l j ; i j o s de S . A g u s t i n n. i

I S S o

Edición de doscientos cincuenta e jemplares .

A L A M E M O R I A

de l i lus t re escr i to r e s p a ñ o l

D. A N S E L M O DE LA P O R T I L L A

H o m e n a j e c a r i ñ o s o d e g r a t i t u d .

V. A.

P R O L O G O

A S biografías de Escritores Mexicanos Con-¿et?iporá?icos contenidas en este volumen,

forman parte de un libro que me propongo pu­blicar más tarde con el título de ESCRITORES MEXICANOS D E L SIGLO XIX; y salen hoy á luz, con

el fin únicamente de complacer á diversas per­sonas respetables, que habiendo leído algunas en La Ilustración Española y Americana de Ma­drid, han deseado verlas reunidas en un cuerpo.

Creo que la acogida que el público ilustrado de México se digne dispensar á estas humildes muestras que le ofrezco, me indicará con segu­ridad la que á su tiempo pueda conceder á los demás trabajos del mismo género que preparo, relativos á otras de nuestras notabilidades litera­rias; y así, séame permitido reclamar desde aho­ra su generosa benevolencia.

Corta es la galería biográfica que aparece en el presente tomo, —primera serie tal vez de las que pienso formar con nuestros literatos;— y en ella se echarán menos muchos nombres que gozan de merecida reputación; pero sin embar­go, espero que bastará para dar idea del progre­so de las letras en México, y de algunos de los escritores que más honran á nuestra patria en la actualidad.—Casi todas las ramas de la literatura tienen sus representantes, por decirlo así, en las personas de quienes trato en este libro; y nadie podrá negar que es respetable y escogido el gru­po que ellas forman. Poetas y periodistas, críti­cos y filólogos, cultivadores de los estudios clá­sicos y escritores de historia: de todo encontrará algo en estas páginas, quien quiera formarse juicio de la literatura mexicana contemporánea.

Por lo demás, habría yo querido que la In­troducción que va después de este Prólogo, llena­se las condiciones que su objeto exige; pero to­dos saben que la historia de nuestra literatura está todavía por escribir, y que no tenemos ni aun los materiales que se necesitan para empe­zar la tarea.—Hace tres años formé unos apun­tes sobre esta materia, incorrectísimos, incom­pletos y desordenados, que no obstante su falta de interés, me animé á sacar á luz en mis Cartas Literarias publicadas en 1877. Posteriormente los incluí en las Correspondencias literarias de

México que, para dará conocer algo en el extran­jero el estado de nuestra literatura, remití al Sr. D. Abelardo de Carlos, Director propietario de La Ilustración Española y Americana; las cuales tuvo la bondad de recibir y publicar de una ma­nera que ha obligado profundamente mi grati­tud.—Hoy me veo en la necesidad de hacer otra vez uso de aquellos mismos apuntes, aunque su­primiéndoles algo y agregándoles nuevos nom­bres y noticias. De buena gana, como decia an­tes, habría yo procurado dar mayor extensión á este pobre trabajo, entrando en estudios y en in­vestigaciones minuciosas; pero ni he tenido el tiempo suficiente para ello, ni (lo que es más gra­ve) cuento con los materiales)' los conocimientos necesarios para este género de labores.—El lec­tor me perdonará, por lo mismo, lo defectuoso é incompleto de la mencionada Introducción.

Y para que me perdone también la aridez y monotonía de estos artículos biográficos, ¿habré menester ponerle á la vista las dificultades con que he tenido que luchar, y que más de una vez me han desalentado?—Trabajos de esta índole son de suyo laboriosos, por lo escondidas que suelen estar las noticias; y los trabajos aumen­tan, por más que parezca raro, cuando viven todavía las personas de que aquellos son objeto, pues generalmente son ellas las primeras en es­casear al biógrafo los datos que necesita. En el

presente caso, he tenido que batallar con la mo­destia de unos, con la humildad de otros, y aun hubo quienes al fin no me dieron una sola no­ticia de su vida ó de sus obras: tuve que buscar­las en otra parte. Sirva esto de disculpa á la pobreza que se notará en algunas biografías, y sirva también de explicación á las personas que hallen incompletas ó equivocadas mis palabras.

Las apreciaciones literarias sobre escritores con­temporáneos, sobre todo cuando aún están vivos y los encontramos á cada paso, suelen ser espi­nosas para quien desea revelarlas al público: de­bo decir que para mí no lo han sido. Y o he es­crito aquí lo que he juzgado por mí mismo, con entera independencia, con libertad, sin pasión, y sin dejarme llevar de las simpatías ó de la gratitud.

Diré, por último, que al dedicar este libro á la memoria del Sr. Portilla, no solo satisfago un deseo de mi corazón agradecido, por los lazos de cariño que á él me unieron y los favores que al comenzar mi humilde carrera literaria le debí, sino que cumplo también con un deber, ponien­do su nombre al frente de una obra que fué el primero en aprobar y apoyar con la influencia de su nombre, de su talento y de su bondad.

M é x i c o , J u n i o 1 5 de 1880 .

I N T R O D U C C I Ó N

I .

L G U N O S de nuestros escritores antiguos, y no po­cos de los modernos, al hablar de las cosas de lo que fué imperio azteca, ponderan el g r a d o de cul­

tura intelectual que habían a lcanzado los mexicanos á la l l e g a d a de los conquistadores ; y se refieren pr incipalmente á ciertos cantares ó composiciones literarias que, y a por la tradición, y a por los s ignos gerogl í í icos conservados , pu­dieron conocer los e s p a ñ o l e s . — E l P. S a h a g u n , en su His­

toria general ilclas cosas de A'//e7,a España, y F r . Gerón imo de Mendieta en l a Historia Eclesiástica Indiana, citan y trascriben detenidamente a lgunos discursos, exhortaciones ó consejos que los antiguos mexicanos acostumbraban reci­tar en ocasiones solemnes, c o m o el nacimiento de un prín-pe, l a coronación de un rey, el casamiento de una hija, e tc . ; notables todos por sus sanas doctrinas, su sencillez y pinto-

I í

resco lengua je , i I joturini dice 2 que h a b i a poetas que en

metro heroico referían los hechos gloriosos de los guerreros ;

historiadores que l l evaban memor ia de los acontecimientos

notables por medio de cordones y nudos diferentemente

combinados ; 3 fabulistas que , val iéndose de matáforas é in­

geniosas a legor ías , d a b a n lecciones útiles al pueblo, y a ri­

dicul izando ó crit icando las costumbres y los vicios, y a elo­

g i a n d o las virtudes de los buenos c iudadanos . L o s cantares

de los poetas, según el mismo autor, se div idían en " p r i n ­

cipalmente históricos, aunque tal vez mezclados de fábulas

divinas, y en otros meramente p o é t i c o s ; " pudiéndose clasi­

ficar, por consiguiente, entre unos y otros, los himnos que

se cantaban en las fiestas de los dioses, pues también á las

divinidades las hacían objeto de entusiastas c á n t i c o s . — L a

c iudad donde seña ladamente floreció l a poesía , dicen los

historiadores C l a v i g c r o y V e y t i a , fué T e x c o c o , la A t e n a s

de l N u e v o Mundo , como l a l l amaron entonces: al l í existió

una A c a d e m i a ó Co leg io en que se cult ivaban las artes y

en que se l l a m a b a á públ ico certamen á los hombres de cla­

ro entendimiento ; a l l í estaba el g r a n d e é inmortal Netza­

hualcóyot l , una de las más bel las figuras de nuestra histo­

ria ant igua , d a n d o ca lor y v ida á aquel hermoso centro de

i lustración; a l l í se ent regaba él á sus contemplaciones as­

tronómicas, y se recreaba dulcemente en los magníf icos

espectáculos que le ofrecían el Popocatepet l y el Ix tac ihuat l ,

coronados de resplandeciente nieve, los mansos y bri l lantes

l agos , sus márgenes pobladas de pintorescas a ldeas y de ri-

1 V é a s e la no ta d e la pág. 1 72 .

2 htva de ana nueva Historia General de la América Septen­

trional, par. X V . 3 I Jotur ini , i n d u d a b l e m e n t e , c o m e t i ó en esto un e r r o r , p u e s n in­

g ú n o t r o c r o n i s t a h a c e m e n c i ó n d e los ta l es c o r d o n e s . fc\ inca G a r -c i laso d e la V e g a , h i s t o r i a d o r de l P e r ú , d i c e q u e los u s a r o n los in­d ios d e a q u e l i m p e r i o .

1 1 1

sueños jardines. Ante naturaleza tan florida y majestuosa,

preciso era, en efecto, que no solo Netzahualcóyot l , sino

cuantos habitaban aquel las fecundas regiones, prorumpie-

sen en arrebatados cantos de admirac ión. C u a n d o aquel

ilustre soberano, en medio de sus silenciosas meditaciones,

l legó á comprender que existia un solo Cr iador y Soberano

de todo el Universo , y se propuso tributarle adoración y

sincero a m o r , compuso en honor suyo sesenta cánticos, se­

gún refieren los historiadores, de los cuales no nos que­

dan sino a lgunos fragmentos sa lvados dichosamente de los

borrascosos tiempos de la conquista, ó trasmitidos por la

tradición. E n el los, lo mismo que en otro que se conserva ,

y (¡ue trata de la volubi l idad de la v ida h u m a n a , no solo

se descubre lo que era la poesía azteca, sino que se pueden

admirar también las pr iv i leg iadas dotes morales de Netza­

hualcóyot l , y su a l m a e levada y pensadora . A u n q u e es se­

guro que esos fragmentos han venido sufriendo alteraciones

con el t iempo, y los traductores, por otra parte, les han co­

municado nuevas bellezas, y o creo, sin e m b a r g o , que con­

servan todavía a l g o de su forma pr imera , a l g o de su natu­

ral sencillez, de su perfume nat ivo, pues la verdad es que

nos admiran y nos encantan. T ienen cierta dulce y apaci­

ble melancol ía , propia de una a l m a que ha sufrido y es

visitada por recuerdos dolorosos, por pensamientos tristes:

las imágenes , por lo genera l , son agradables y modestas ,

l lenas de la e m b a l s a m a d a frescura de los c a m p o s ; encier­

ran verdad a lgunas reflexiones, y es profunda y espontánea

su filosofía. L a s g a l a s de esos cantares las tomaba su autor

de los verjeles del va l l e ; sus armonías , de los bosques y las

montañas ; su dulzura , de la bondad de nuestro c l i m a ; y

las ideas, en fin, venían g a l l a r d a s y libres, al suave ca lor

de la inspiración ó de la medi tac ión .—Conv iene a g r e g a r

también en e log io de este rey, y á propósito del asunto que

nos ocupa , que no era su a m o r á la poesía el único mérito

r v

que le a d o r n a b a y que hoy hace tan s impát ica su m e m o r i a ,

sino que, a d e m á s , se dist inguía por l a benevolencia y el

cariño con que trataba á los que , c o m o él , se ded icaban á

cul t ivar la . Uoturini refiere, 4 que habiendo sido condenado

á muerte un reo en cierta ocasión, éste compuso en poco

t iempo un be l lo , sentido y conmovedor p o e m a de despedi­

d a , que fué escuchado por el m o n a r c a : prendado de su be­

lleza, y en premio á la feliz inspiración del poeta, le per­

donó gustoso la v ida .

A h o r a bien: cuanto queda dicho acerca de la poesía az­

teca, de Netzahualcóyot l y sus cantares , lo m i s m o que de

la importancia l iteraria de T e x c o c o , es n e g a d o en nuestros

dias por respetables escritores, quienes j u z g a n que no de­

bemos d a r entero crédito á lo que sobre este punto nos di­

cen los antiguos historiadores y cronistas. F u n d a n su dic­

tamen, en pr imer lugar , en l a falta de aquel los medios ,

indispensables y necesarios p a r a crear una l iteratura, en que

se encontraban los aztecas, — c o m o el conocimiento del al­

fabeto, la escritura, e t c . ; — y después, en lo sospechosísimo

de la fuente en que todos los ant iguos escritores bebieran las

noticias relat ivas á la cultura intelectual de los vencidos.

A q u e l l a fuente fué Ixt l i lxóchit l , escritor ind ígena que flore­

ció mucho t iempo después de l a conquista, quien conside­

rándose, c o m o es sabido, descendiente de la familia real de

T e x c o c o , no hizo otra cosa en sus obras , sino ensalzar á su

patr ia , ponderar su civi l ización y su g r a n d e z a , poner la su­

perior á Méx ico en ilustración y en todo género de ade lan­

tos, y trazar, en fin, la a p o l o g í a de sus antepasados , de sus

conciudadanos y de las obras que d e j a r o n . — S e a de esto lo

que fuere, y sin detenerme m á s en una cuestión qtie solo

nuestros eruditos deben resolver (yo la he tocado aquí úni­

camente c o m o un punto curioso), lo cierto es que aquel la

4 O b r a y par. c i t a d o s .

V

r a m a J e la civil ización azteca se secó por completo , y nin­

g u n a inñuencia piulo tener en el nacimiento, desarrol lo y

formación de lo que más tarde vino á ser l i teratura me­

x icana .

I I .

T e r m i n a d a la conquista , y c u a n d o se trató de p o n e r los

primeros cimientos de la sociedad que iba á formarse, p a ­

saron á N u e v a E s p a ñ a los soldados de la cruz, los misione­

ros encargados de sembrar en el pa ís l a semil la de la civi­

lización e v a n g é l i c a : al estruendo de los combates , s iguieron

las pacíficas tareas de la enseñanza ; al ruido de las armas ,

el suave murmul lo de los niños indios que se instruían y re­

citaban sus pr imeras oraciones ; y el horizonte, poco antes

c a r g a d o de vapores sangrientos, se i l u m i n a b a ahora con la

luz que venia á disipar las sombras de l a barbar ie y de la

ignorancia . Y unas veces entre las ruinas, otras bajo la som­

bra de frondosos árboles ; y a en las ori l las de los lagos ó en

medio de los j a rd ines ; y a en humildes c a b a n a s ó bajo el

rústico techo de improvisados templos, los G a n t e , los J I o -

tolinía, los S a h a g u n , y otros beneméritos varones , doc­

trinaban á los infelices aztecas, quienes sorprendidos del

poder que h a l l a b a n en la p a l a b r a de aquel los hombres ve­

nerables, cobraban a m o r á la instrucción, á las letras, á los

preceptos de salud que los consolaban y fortalecían. H a ­

biendo luego aprendido con infinita abnegac ión los idiomas

indígenas , 5 comenzaron á predicar en el los, c ircularon

5 A l p e n s a r en la m a r a v i l l o s a p r o n t i t u d c o n q u e a q u e l l o s santos v a r o n e s a p r e n d i e r o n los c o m p l i c a d o s i d i o m a s d e los indios , t a m o m á s d i f íc i les p a r a e l los c u a n t o q u e c a r e c í a n d e m a e s t r o s q u e se los e n s e ñ a r a n con m é t o d o , no p u e d e u n o m e n o s d e t r a e r á la m e m o r i a l a s p a l a b r a s q u e J e s u c r i s t o d i r i g i ó á sus a p ó s t o l e s al m a n d a r l o s d p r e d i c a r su d o c t r i n a p o r el m u n d o . " I d — l e s d i j o ; — p r e d i c a d el

Y [

manuscritas a lgunas oraciones traducidas, y cosecharon de

este modo tan preciosos y abundantes frutos, que en breve

tuvieron necesidad de auxi l iares poderosísimos que los se­

cundaran . L a Providencia les m a n d ó entonces la imprenta,

y en tan oportuna sazón l legó á Méx ico , C> que pronto pu­

dieron imprimir los numerosos vocabular ios , catecismos,

artes, etc . , que usaban en sus tareas ; método que dio ma­

ravil losos resultados, pues merced á él , creció extraordina­

riamente en todas partes el número de los indios converti­

dos'. L o s neófitos fueron á su vez predicadores y misioneros,

y a y u d a n d o á los frailes que á ellos los habian sa lvado , la

N u e v a E s p a ñ a pudo estar al fin bajo el imperio de la Cruz

y de la paz.

L o s religiosos, cumpl ido este pr imer y pr incipal ís imo

deber, no permanecieron ociosos, antes sus admirables tra­

bajos filológicos les sirvieron de estímulo para emprender

otros nuevos, sin que por esto dejaran desatendida su obra

m á s gloriosa y meritoria. Quisieron escribir las memor ias

del país conquistado, y aun se empeñaron en que tomaran

parte en esta labor , los indios que por sus dotes y cir­

cunstancias part iculares, eran capaces de desempeñar la :

E v a n g e l i o á t o d a s las c r i a t u r a s A los q u e c r e y e r e n , a c o m p a ­ñ a r á n estos m i l a g r o s : en mi n o m b r e l a n z a r á n los d e m o n i o s ; h a b l a r á n n u e v a s l e n g u a s . " (S. M a r c o s , X V I , 15 y 1 7 . ) — ¿ N o p o d r e m o s c r e e r , q u e e n t r e las m a r a v i l l a s q u e se r e a l i z a r o n en A m é r i c a en a q u e l si­g l o , h u b o l a d e q u e el Espí r i tu S a n t o b a j a r a s o b r e es tos h o m b r e s h u m i l d e s , p a r a in fund i r l e s la v i r t u d d e c o n o c e r unas l e n g u a s e x t r a ­ñ a s q u e j a m á s h a b i a n o í d o n o m b r a r ? — E l P . M e n d i e t a d e c í a : q u e al a p r e n d e r la l e n g u a m e x i c a n a , " q u e j a m á s h a b l a sab ido , l e i d o 111

o í d o , se le v e n i a á la m e m o r i a per qnodam reiuinisci, p o r un p a r t i ­c u l a r r e c u e r d o , c o m o d e cosa q u e h a b í a s a b i d o o t r a v e z y v o l v í a á la m e m o r i a p o r p a r t i c u l a r a c t o d e r e c o r d a c i ó n . " [l'orq neniada,

"Monarquía Indiana.")

6 F u é m a n d a d a t r a e r p o r el v i r e y D . A n t o n i o d e M e n d o z a , á p e ­t ición d e los ob i spos : s i e n d o N u e v a E s p a ñ a la p r i m e r a nación d e A m é r i c a q u e la t u v o .

V I I

unos y otros, en efecto, se dedicaron con heroico y loable

afán, con infatigable y detenida di l igencia , á reunir datos y

noticias, y á escribir la historia ant igua de nuestro país : es­

tudiaron los monumentos , recogieron empeñosamente cu­

riosas tradiciones, descifraron a lgunos g e r o g l í í k o s y pintu­

ras, y trazaron interesantísimas pág inas que todavía hoy son

consultadas por eruditos y anticuarios. E l P . Bernardina*

de S a h a g u n pudo por esto dejarnos sus libros sobre las an­

tigüedades de la tierra, 7 E r . Tor ib io de B e n a v e n t e su in­

apreciable Historia de los Indios de Nueva España, S Pe­

dro Mártir de A n g l e r í a , sus Décadas, r iquísimas en curiosas

noticias; Ov iedo , una Historia de las ludias Occidentales,

y así otros muchos , c o m o los frailes misioneros, A l o n s o de

Mol ina , Maturino Gi lbert i , A n d r é s de Olmos , 9 F ranc isco

Zcpeda , J u a n de C ó r d o b a , J u a n de G a o n a , A l o n s o de la

Veracruz, Benito Fer n ández , J u a n de la Anunc iac ión , y

cien más, que escribieron é imprimieron, p a r a enseñanza

de los indios, Vocabularios, Gramáticas, Arles de lenguas ,

Doctrinas, Catecismos, Sermonarios, en los diferentes idio­

mas que se h a b l a b a n en el p a í s . — A l g u n o s hijos de la tier-

7 Historia general de tas cosas de A'uei>a España ti Historia de

ta Conquista de México. F u e r o n p u b l i c a d a s p o r L o r d K i n s b o r o u g h un su fa.nio.sa. c o l e c c i ó n ¿Intitjuitics oj Me.vico ( 1 8 3 0 - 1 8 4 8 , 9 vo l . g r . ful,}, y D . C a r l o s M a r í a d e J j u s u u n a n t e las diú á luz con n o t a s y su­p l e m e n t o s en 1 8 2 9 - 1 S 3 0 .

8 L a p u b l i c ó t a m b i é n p o r p r i m e r a v e z , t r u n c a , L o r d K i n s b o ­r o u g h . El S r . G a r c í a I c a z b a l e e t a , el a u t o r m á s e r u d i t o y e m p e ñ o s o q u e t e n e m o s , l a i m p r i m i ó c o m p l e t a en su Colección de Documen­

tes para ta Historia de México ( 1 8 5 8 - 1 8 0 6 , 2 v o l . 4. 0 ) p r e c e d i d a d e unas Noticias de la zuda y escritos de T'r. Toribio de Uenaventet

ó Motolinia, p o r el S r . D . J o s é F e r n a n d o R a m í r e z .

9 L o s escr i tos d e es te r e l ig ioso n o h a n l l e g a d o á nosot ros , a u n q u e el Sr. ( Jarcia I c a z b a l e e t a c r e e q u e a l g ú n d i a se l o g r a r a el h a l l a z g o d e e l los , p o r h a b e r s e e n v i a d o á F s p a n a en su t i e m p o tres ó cuatro

copias. {Hist. Kcl. Ind. d e M e n d i e t a , Introducción.)

V I I I

ra, por su parte , escribieron también, ba jo la dirección y

consejo de aquel los sabios maestros, diversas crónicas , rela­

ciones y memorias que pueden mencionarse con honor, á

pesar de que pocas se imprimieron y muchas quedaron iné­

ditas, ó se perdieron. F e r n a n d o de A l v a Ixt l i lxóchit l , tex-

cucano , l l a m a d o por Prescott el T i t o L i v i o del A n á h u a c ,

compuso una Historia Chichimeca, 10 la Relación histórica

de la Nación tulleca, un Compendio histórico del reino de

Texcoco, y otras obras igua lmente apreciables : los t laxca l ­

tecas T a d e o de N i z a y D i e g o Muñoz C a m a r g o , escribieron

respect ivamente una Historia de la- Conquista de México y

una Historia de Tlaxcala; F e r n a n d o de A l v a r a d o Tezozo-

m o c , escribió su Crónica Mexicana; n J u a n Baut i s ta P o ­

m a r , u n a Relación de la ciudad de Texcoco; 12 Gabr ie l

A y a l a , unos Apuntes históricos de la Nación mexicana; Cris­

tóbal del Cast i l lo , un Viaje de los Aztecas al país del Aná­

huac; Hui tz imengar i , unas Me/norias del Reino de Michoa-

can; Z a p a t a , u n a Crónica de Tlaxcala; e tc . , e tc . : conjunto

a d m i r a b l e que revela el espíritu de investigación y laboriosi­

d a d de los misioneros, hábi lmente comunicado á los indí­

genas , y en el cual indudablemente puede decirse que tuvo

or igen y nacimiento la l i teratura m e x i c a n a .

M á s tarde, esto es, á fines del s iglo X V I y principios del

X V I I , s iguiendo aquel e jemplo y val iéndose en g r a n parte

de las noticias cons ignadas en manuscritos, ó en a l g u n a s

de las obras anteriores que se habían impreso, vinieron otros

1 0 L a p u b l i c ó L o r d K i n s b o r o u g h en su c o l e c c i ó n c i t a d a . M r . T e r -n a i t x - C o m p a n s la t r a d u j o al í r a n e e s , y la incluye» en sus Viajes, Re­

laciones y Memorias 07-Íginales para la Historia de América.

( P a r i s , 1 8 3 7 - 1 8 4 1 , 20 t o m . 8 o )

1 1 T a m b i é n la p u b l i c ó L o r d K i n s b o r o u g h en su c o l e c c i ó n , y M r . T e r n a u x - C o m p a n s la t r a d u j o ( P a r í s , 1 8 4 7 - 1 8 4 9 , 2 t o m . 8 o . ; A c t u a l ­m e n t e s a l e á luz en la Biblioteca Histórica de l S r . V i g i l , con una In­t r o d u c c i ó n d e I.). M a n u e l O r o z c o y P e r r a .

12 M a n u s c r i t o en p o d e r d e l S r . G a r c í a l e a z b a l c e t a .

I X

escritores más hábi les y entendidos, que compusieron di­

versos libros sobre diferentes materias . K m re ellos merecen

citarse: Kr . G e r ó n i m o de Mendieta , autor de la Historia

Eclesiástica indiana; 1 3 Kr . J u a n de T o r q u e m a d a , que es­

cribió su Monarquía Indiana; 14 el P . A c o s t a , que formó

una Historia Naturaly Moral de las Indias; D á v i l a Pa­

di l la , autor de la Historia de la Fundación y Discurso de

la Provincia de Santiago de México; F r . D i e g o D u r a n , que

por 1 5 8 1 redactaba una Historia de las indias de A'nei'a

España c Islas adyacentes; 15 Kr . Agust in Karfan, autor de

un Tratado de Medicina, y otros muchos que seria l a rgo

citar, pero que dan ventajosa idea del extraordinario movi­

miento literario del s ig lo X V I , a l imentado , sostenido y di­

r igido únicamente por los humildes rel igiosos. A ellos se

deben los más importantes anales de nuestra historia ; á

ellos la conservación de tradiciones y datos para escr ibir la ;

á ellos el conocimiento de las l enguas de los indios, de sus

usos, costumbres y rel ig iones; á ellos se debe , en fin, cuan­

to en los siglos pasados ha serv ido, y en los futuros ser­

virá, á los sabios, á los historiadores, á los arqueólogos , á

los l ingüistas, p a r a emprender invest igaciones y escribir

obras sobre l a historia ant igua de Méx ico .

1 3 E s t a o b r a ú t i l í s ima y c o m p l e t a , q u e se c o n s i d e r a b a p e r d i d a , fué p u b l i c a d a en 1870 p o r el S r . G a r c í a l c a z b a l c e t a con una e r u d i t a luir adúcelo n.

14 L a p r i m e r a ed ic ión es d e S e v i l l a , 1 6 1 5 , 3 tom. en ful. [A'ota

del Sr. García lea Calceta.)

1 5 El p r i m e r t o m o d e es ta i m p o r t a n t í s i m a o b r a fué p u b l i c a d " en 1867 por el S r . D . J o s é F e r n a n d o R a m í r e z . — H:>y se i m p r i m e el Lo­

m o s e g u n d o p o r c u e n t a de l M u s e o N a c i o n a l .

b

X

I I I .

N o se crea por lo dicho hasta aquí , que á las labores his­

tóricas y á los l ibros de esta especie, quedó reducido única­

mente por entonces el cult ivo de las letras en N u e v a E s p a ñ a .

Un insigne escritor, honra de nuestra patr ia y de nuestro

episcopado, dec ia en ocasión so lemne: 1 0 " I m p o s i b l e pare­

cería , si no fuera un hecho tan manifiesto, que México , ape­

nas conquistado, contr ibuyera á la g lor ia l iteraria de E s p a ­

ña, con tan copioso y dist inguido contingente. Cua lqu ie ra

creería que el fragor de l a s a r m a s habr ía impedido que las

letras floreciesen en las nuevas colonias , y que la sed de

riquezas no podría hermanarse con la ciencia. Y , sin em­

b a r g o , no fué así. L a s letras, y el saber , y las artes, vinie­

ron juntamente con las máquinas de g u e r r a ; y no solo fué

México el teatro de las hazañas mayores que h a y a n visto

los siglos, sino también la palestra donde desde luego se

ejercitaron los ingenios más bril lantes que produjera esa

época , tan gloriosa p a r a las l e t r a s . "

E n efecto, aparte de las innumerables escuelas y colegios

fundados por los rel igiosos, c o m o los de T l a l t e l o l c o , de

San J u a n de Le t ran y la Concepc ión , México tuvo Univer­

sidad casi al mismo tiempo que se establecía definitivamen­

te el Gobierno vireinal , y á esa fuente de las ciencias y de

los estudios pudieron pronto acudir los que a m a b a n y de­

seaban los trabajos intelectuales. 17 E n poco t iempo se for-

16 El l i m o . Sr . O b i s p o M o n t e s d e O c a , Oración fúnebre.

17 C a r l o s V , p o r c é d u l a d e 2 1 d e S e t i e m b r e d e 1 5 5 1 , o r d e n ó la fundac ión d e la U n i v e r s i d a d d e M é x i c o , d o t á n d o l a c o n v e n i e n t e ­m e n t e y c o n c e d i é n d o l e los p r i v i l e g i o s y f r anqu ic ias d e q u e g o z a b a la d e S a l a m a n c a . El 3 d e J u n i o d e 1 5 5 3 se a t i r i e ron los es tudios , s i e n d o las m a t e r i a s d e e n s e ñ a n z a las s i g u i e n t e s ; l ' r i m a d e Teo log ía ,

X [

marón en aquel plantel hombres aprovechados , de vastos

conocimientos literarios, doctos, famil iarizados con los clá­

sicos y los autores modernos , y de s ingular aptitud p a r a

seguir su huel las , acomet iendo y l l evando á cabo obras de

e levado mérito . 18

Estudiando aquel la época , se observa q u e , hija nuestra

literatura de la española , no era en real idad más que un

reflejo exact ís imo de e l l a ; pues los poetas y escritores solo

tenían, para imitar , á los que venían de la P e n í n s u l a . — Y co­

mo á la sazón estuviesen en su m a y o r popular idad en E s p a ñ a

las representaciones dramático-rel ig iosas , hubo naturalmen­

te aquí quien se dedicara á aquel género de l i teratura, á fin

de que los indios pudieran tomar parte en e l las , y regoci­

jarse viendo las p o m p a s y el aparato de las fiestas de la nue­

va religión que profesaban. A l principio, los misioneros

" s e vieron obl igados á componer ellos mismos las piezas

que habian de representarse, ó por lo menos , á traducir las

y acomodar las á la capac idad de los oyentes ; tarea en que

más adelante les ayudaron los colegia les indios de T l a l t e -

S a g r a d a E s c r i t u r a , P r i m a d e C á n o n e s , D e c r e t o , Ins t i tu ía , A r t e s , R e t ó r i c a y G r a m á t i c a . L a s c á t e d r a s s e fueron a u m e n t a n d o con el t i e m p o , y a l c o m e n z a r el s ig lo a c t u a l h a b i a v e i n t i c u a t r o , e n t r e e l l a s las d e i d i o m a s m e x i c a n o y o tomí , f u n d a d a s en 1640. ( H á l l a n s e é s t a s y o t ras n o t i c i a s s o b r e la U n i v e r s i d a d , en el cur ios í s imo l i b r o M'¿Lv/-

co en 15^4, d e l S r G a r c i a I c a z b a l c e t u . — Introducción al Diálogo

Primero.)

18 l?.l S r . G a r c i a I c a z b a l c e t a . en su l ib ro c i t a d o México en 1 554 ,

renueva, c o m o él d i c e , la memoria de algunos fenómenos de eru­

dición q u e se v i e r o n en la U n i v e r s i d a d , c o m o el P . S o l i s y H a r o , q u e á los catorce afios p u d o se r a b o g a d o d e la R e a l A u d i e n c i a , á los diez y seis y medio l i c e n c i a d o y d o c t o r en c á n o n e s , c a t e d r á t i c o v a r i a s v e c e s , y a l fin r e c t o r d e la m i s m a U n i v e r s i d a d ; D. P e d r o d e P a z V a s c o n c e l o s , m e x i c a n o y ciego de nacimiento, q u e con so lo la as i s tenc ia á las c á t e d r a s , a p r e n d i ó g r a m á t i c a , r e t ó r i c a , filosofía y teo log ía , m á s t a r d e j u r i s p r u d e n c i a en el e s tud io p a r t i c u l a r d e un

X I I

l o l c o . " 19 Después, hubo otros poetas que escribieran e^tas

piezas; y el que más se distinguió entre todos el los , fué el

Presbítero F e r n á n Gonzá lez de l is ia va , autor de diez y seis

Coloquios Espirituales y Sacramentales, escritos entre los

años de 1 5 6 7 y 1 5 9 9 ó i ó o o , notables é interesantes todos

por su mérito l iterario: en ellos se nota fac i l idad, l impieza

y buen lenguaje . Este mismo poeta , uno de los pocos del

s iglo X V I que conocemos por completo , merced al Sr . G a r ­

cía Icazbalceta , 20 escribió también multitud de canciones,

changonetas y villancicos sobre diversos asuntos, especial­

mente re l ig iosos .—Diego Mej ía , que floreció en este t iempo,

merece igua lmente citarse: de él nos quedan a lgunas tra­

ducciones de Ovidio , entre otras, l a de la Epístola de Safo

á Eaou, 21 bastante buena.

a b o g a d o , y á los diez y nueve años d e e d a d se opuso á la c á t e d r a d e V í s p e r a s d e Fi losof ía ; D . A n t o n i o C a l d e r ó n , q u e l u e g o q u e le ía un l ib ro le v e n d í a , p u e s no v o l v í a á n e c e s i t a r d e él p o r q u e d a r l e f i rmes las m a t e r i a s q u e t r a t a b a ; F r . F r a n c i s c o N a r a n j o , q u e en c i e r t a ocas ión d i c t ó a l t e r n a t i v a m e n t e á c u a t r o e sc r ib ien tes , sin d e ­t e n e r s e ni p r e g u n t a r n a d a , c u a t r o d i s e r t a c i o n e s p e r f e c t a s , c a d a u n a d e d i v e r s a m a t e r i a , y p o r ú l t i m o , el Dr. D . A n t o n i o L o r e n z o L ó p e z P o r t i l l o y G a l i n d o , q u e sus tentó d u r a n t e seis d í a s s e g u i d o s o t ros t a n ­tos a c t o s d i s t in tos , o b t e n i e n d o d e la U n i v e r s i d a d l a s c u a t r o b o r l a s d e M a e s t r o d e A r t e s , y d e D o c t o r en T e o l o g í a , C á n o n e s y L e y e s .

19 G a r c . I c a z b . — I n t r o d . á los Coloquios d e E s l a v a . 20 Es te b e n e m é r i t o e s c r i t o r , á q u i e n n u e s t r a l i t e r a t u r a d e b e s in­

g u l a r e s é i m p o r t a n t í s i m o s s e r v i c i o s , p u b l i c ó en 1877 , con u n a Intro­

ducción tan i n t e r e s a n t e c o m o b e l l a m e n t e e s c r i t a , los Coloquios Es­

pirituales y Sacramentales y Poesías Sagradas de l P . E s l a v a , d e d i c a n d o la e d i c i ó n á la R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a .

21 Y o l a s h e v i s to en el Parnaso Mexicano, c o l e c c i ó n d e p o e s í a s e s c o g i d a s d e s d e los a n t i g u o s a z t e c a s h a s t a p r i n c i p i o s de l s ig lo p r e ­s e n t e , q u e el S r . D . J o s é J o a q u í n P e s a d o p u b l i c ó en 1 8 5 5 (1 t om. 4 0 } — Q u e d ó i n c o m p l e t a .

X I I I

I V .

E n el s iglo X V I I , el movimiento literario de Méx ico si­

guió siendo extraordinario y a n i m a d o . " S e continuó, — d i ­

ce un escritor, 2 2 — la impresión de l ibros en lenguas indí­

genas , y comenzó l a de crónicas de las diversas órdenes

religiosas. H á l l a n s e libros piadosos y edificantes, v idas de

varones e jemplares , sermones y tratados de c iencia , en es­

pecial de teología y mora l , y a l g u n a s obras de recreación

y a m e n a l iteratura. E n este mismo s ig lo puede fijarse el

principio de las publ icaciones periódicas en M é x i c o . " E n ­

tre las crónicas que se escribieron en aquel t iempo (aunque

no todas se publ icaron) mencionaré las s iguientes: Reperto­

rio de los tiempos, de E n r i c o Mart ínez ; Historia de Ckiapas

y Guatemala, de R e m e s a l ; Crónica de la Orden de San

Agustín en ¿Viteva España, de Kr. J u a n de G r i j a l v a ; Cró­

nica de la Orden de San Francisco en Alichoacan, de L a

R e a ; Palestra historial, de l i u r g o a ; Historia de Michoa-

can y Crónica de Michoacan, de Basa lenque la pr imera y de

Beaumont la s e g u n d a ; el Teatro Mexicano, del que forma

parte el Menologio Franciscano, célebres obras de F r a y

xVgustin de V e t a n c u r t ; Crónica de la Provincia de San Die­

go, con vidas de ilustres y venerables varones, de M e d i n a ;

Historia de la Provincia de la Compañía de "Jesús, de F l o ­

rencia ; una Vida del Apóstol Santiago, de L e z a m i s , e t c . ; li­

bros todos útilísimos á l a historia patr ia , por los datos de

que están llenos, y porque son documentos importantes para

la l iteratura ant igua de Méx ico .

P o r lo demás , los que entonces acudian á los estableci-

22 G a r c . Icazb . , a r t . Tipografía Mexicana, en el Dice. Univ. de

llist. y Gcogr.

X I V

mientos de instrucción públ ica , se dedicaban con ardor á

todo género de estudios; eran frecuentes en la Univers idad

los actos y certámenes ; cult ivábanse con esmero las ciencias

y las letras, así sagradas como profanas, y se enriquecian

los anales de la nación con bril lantes y elocuentes pág inas .

De aquellos Coleg ios sal ían profundos teólogos, literatos-

insignes, prelados eminentes y humanistas notables, que

después de ser el asombro de sus maestros y condiscípulos,

iban á ocupar altos lugares en la sociedad de su patr ia y

aun en la de la metrópol i . F i g u r a b a n con lucimiento en la

corte vireinal , como observó ya el erudito D . Luis Fernán­

dez Guerra y Orbe, en su libro sobre A l a r c o n : el Dr . J u a n

M i j a n g o s ; el jesuita J u a n de T o v a r , l l a m a d o por sus con­

temporáneos el Cicerón Mexicano, quien ademñs de cono­

cer a lgunos idiomas indígenas , era también e legante histo­

r iador ; D . R o d r i g o de A g u i a r y A c u ñ a , " á quien, por su

dominio en la especial legislación amer icana , l l a m a b a n el

T r i b o n i a n o del N u e v o M u n d o ; " los indígenas Pedro J u á ­

rez, autor de un Memorial; C h i m a l p a i n , Antonio de T o v a r

Moctezuma IxtHlxóchit l ; F r . J u a n Bautista , que tradujo al

náhuat l el K'empis, y-escribió para recreación y enseñanza

de los indios, tiernos Dramas Espirituales; y finalmente,

F r . Martin de A c e v e d o , autor de Dramas Alegóricos en

l e n g u a chocha , y Autos Sacramentales en l e n g u a misteca.

E n cuanto á los poetas, fueron tantos los que hubo en

N u e v a E s p a ñ a en aque l la época , según es sabido, que , á

uno de los certámenes en que triunfó Ra lbuena , acudieron

m á s de trescientos. 23 — E s t a b a aquí á la sazón nuestro gran

poeta dramát ico Ruiz de Alarcon y Mendoza , que después

de frecuentar las aulas de S a l a m a n c a y a b o g a r en los tri­

bunales de Sev i l l a , hab ia regresado á su patria en 1 6 0 8 .

Un año después, á 2 1 de Febrero de 1 6 0 9 , habíase gradua-

23 G u e r r a y O r b e . Atar<o)¡.

X V

(lo ele l icenciado en leyes en la Univers idad , entrando lue­

go á la vida act iva, y mezclándose en la florida y rica ju ­

ventud que manten ia en ca lor las letras nacionales . T a m b i é n

lucia, con indecible resplandor, el v i rgüiano B e r n a r d o de

l ía lbuena , poeta insigne que cantó la Grandeza Mexicana,

y que en los desiertos de Cul iacan compuso su Siglo de Oro

y su poema del Bernardo.

Pero es fuerza decir que la genera l idad de aquel los poe­

tas, aunque estaban dotados de numen, de imaginación y

de otras buenas cual idades , se ha l l aban muy Icios de me­

recer que la posteridad recogiera sus nombres y los admi­

rara ; porque aquí , lo mismo que en E s p a ñ a , el mal gusto

marchitaba los ingenios y los l levaba por un camino extra­

v iado y verdaderamente fatal : los vates mexicanos , en sus

composiciones, eran por lo común a m a n e r a d o s y confusos,

se ha l laban viciados en las ex t ravaganc ias introducidas por

G ó n g o r a en la poesía española , y de sus liras no podían

salir , por lo mismo, aquel los angél icos acentos que se ha­

bían oído en E s p a ñ a en época no muy le jana. A b u n d a b a n

entonces las Exequias, Arcos triunfales, Entradas, Cano­

nizaciones, yuras, Certámenes, e tc . , en que " s e nota — d i c e

el S r . G a r c í a I c a z b a l c e t a — cómo esta r a m a m e x i c a n a , aun­

que tan apar tada del tronco (la l iteratura española) , seguia la

misma suerte de éste, y le i g u a l a b a , ó acaso le superaba, en

decadencia . V e r d a d e r a m e n t e espanta ver en esos libros las

hazañas que ejecutaban aquel los poetas en laberintos, rue­

das , estrellas, acrósticos y qué sé y o cuántas otras combina­

ciones increíbles, caste l lanas , latinas y hasta gr iegas , pro­

duciendo al fin unas composiciones tan laboriosas c o m o in­

inteligibles, que causan pena al lector, por aquel lastimoso

despilfarro de ingenio en tan absurda y estéril gimnasia del

entendimiento como la l l a m a un escritor moderno, y al mis­

mo tiempo le asombran por la copia de estudios que reve­

l a n . " Pero , sin e m b a r g o , diré con otro est imable escritor

X V I

mexicano , 24 esa l iteratura fué grande por la pureza de sus

sentimientos y las enérgicas vibraciones de su p i e d a d , en

México , que vivia tan solo de su fe r e l i g i o s a . — R a z ó n ha-

bía , por otra parte , p a r a que aquí la l iteratura careciese de

v igor y magnif icencia : la española , modelo de las colonia-

les en A m é r i c a , estaba á la sazón en igual g r a d o de pobre-

za ; habia l l egado para el la una época de terrible decaden-

cia. Los ingenios del siglo X V [ , Garc i l a so y "Francisco de

la T o r r e ; Kr. Luis de León, Herrera y R i o j a ; los A r g e n s o l a ,

Cervantes y L o p e de V e g a , habían pasado y a , dejando al

mundo embelesado y al parecer atónito, y á sus discípulos

sin ánimo ni fuerzas p a r a lanzarse á los espacios en que

ellos habían buscado la inspiración. — Los poetas españoles ,

posteriores á ellos, no imitaron aquel las composiciones sen-

ci l las , correctas y ga lanas , con que a c a b a b a de enriquecerse

la poesía castel lana, ni cuidaron de h e r m a n a r á una forma

severa y l impia un pensamiento g r a n d i o s o ; sino que cor-

rompieron el gusto, el estilo y el lenguaie con el cultera-

nismo de G ó n g o r a , falsearon los atavíos l iterarios, y hasta

el idioma y la significación propia de las p a l a b r a s . — E n

México , pues, c u y a l i teratura, c o m o y a he dicho, se al imen-

taba únicamente de la española , no podía dejar de sentirse

una influencia tan l amentab le .

Sin e m b a r g o , por dicha nuestra y p a r a honor de nuestra

patria, un grande ingenio, un verdadero portento, marav i -

l la del s ig lo X V I I , se abrió paso por entre los humildes

poetas de la colonia, p a r a d a r vida, animación y v igor á la

poesía m e x i c a n a : la célebre monja Si ж J U A N A I X K S 1>K L A

C R U Z . 25 — E s t a inmortal poetisa, l l a m a d a por sus contem-

24 F.l S r . Тле. D . J o s é d e J e s ú s C u e v a s , Discurso sobre Sor Jua­

na f/it's de la Cruz,

25 N a c i ó el a ñ o d e 1651 en S a n M i g u e l N e p a n l l a , p u e b l o á a l g u ­

nas l e g u a s al S. E. d e M é x i c o , v m u r i ó el 17 d e A b r i l d e 1695 en

el C o n v e n t o d e S a n G e r ó n i m o d e esta c u i d a d .

X V I r

pora neos la décima /misa, bri l la desde entonces con encen­

dido esplendor en el cielo literario de M é x i c o , por su genio

incomparable , su vast ís imaerudic iou y sus magní f i casobras .

E d u c a d a en el claustro, y entregada all í á su amoroso ca­

lor, á los apacibles goces del estudio, supo elevarse en

alas de su imaginación pr iv i leg iada y poderosa, á las regio­

nes de la sabidur ía , para escribir después aquel las admira­

bles, profundas y eruditas páginas que todav ía hoy leemos

con a s o m b r o . — S o r J u a n a es la madre de nuestra poesía,

la fundadora de nuestra l i teratura, l a única que s iguiendo

su inspiración propia fué la pr imera en dotar la de obras que

la enriquecieran y la h o n r a r a n ; pues aunque antes de e l la ,

según hemos visto, había habido innumerables poetas de

inspiración ó numen, l a verdad es que todos estaban domi­

nados por el mal gusto de la época , y sus vibraciones solo

eran eco de las liras de la Penínsu la ; e m p a p a d a s aquel las

vibraciones, es cierto también, en la m á s ardiente piedad

religiosa, pero faltas absolutamente de aquel las g a l a s de

pensamiento y de forma, de aquel los enérgicos y vigorosos

atavíos, que hacen imperecederas las creaciones de l verda­

dero g e n i o . — N o son perfectas las obras de Sor J u a n a , ni

creo y o que puedan servir de modelo á la juventud estudio­

sa ; pues aunque en el las h a y fluidez, novedad y no pocas

bellezas del lenguaje , la verdad es que incurrió también en

las faltas del gongor is ino, siendo á veces sobrado artificiosa,

y á veces sutil, confusa é in inte l ig ib le .—Su colosal ta lento,

sin e m b a r g o , hace desaparecer estos defectos; su inspira­

ción' enérg ica y viril no de ja t iempo de observarlos, y de

igual manera pone admirac ión la escogida riqueza de sus

conocimientos, discretamente diseminados en sus obras,

con oportunidad y sin pedanter ía . 26 J \ r

0 ha habido en

26 Fe i j . ' o d e c i a : " S o n m u c h o s los p o e t a s e s p a ñ o l e s q u e la h a c e n v e n t a j a en el n u m e n ; pero ninguno acaso la igualó en la univer­

salidad de noticias de todas facultades.''1

X V I I I

M é x i c o desde entonces un talento que iguale al de S o r

J u a n a .

A p a r t e de l a poes ía , cu l t ivada ca lurosamente por otros

autores, aunque con m a l resultado, otros ramos importan­

tes del saljer h u m a n o eran objeto de los desvelos de distin­

guidos sabios, lo cual h a b l a en favor de aquellos t iempos

l l a m a d o s de oscurantismo por la ignoranc ia ó la m a l a fe:

citaré solo á D . C a r l o s de S igüenza y G ó n g o r a , sabio pro­

fundo y erudito, que escribió numerosas obras sobre todas

materias , historia, ant igüedades , matemát icas , poesía , crí­

tica, e tc . ; s iendo él una de las autor idades l iterarias m á s

respetables de su t iempo.

V .

E n el s ig lo pasado , s iglo de oro de la l i teratura mexica­

na, según a lgunos le han l l a m a d o , ésta se alzó v igorosa y

br i l lante, impulsada por los esfuerzos y trabajos de talen­

tos i lustrados. A d e m á s de muchos escritores anónimos que

siguieron explotando el rico venero de l a historia nac iona l ,

aparec ieron: D . J u a n J o s é de E g u i a r a , teólogo, canonista ,

jurisconsulto, filósofo, orador y matemát ico , que escribió

en latín su famosa Biblioteca Mexicana, la pr imera que se

registra en nuestros anales l i terarios; el poeta F r a n c i s c o

Kuiz de L e ó n , autor de un precioso poemita religioso titu­

lado Mirra dulce; 27 de La Tebaida Indiana, (descripción

del Desierto de los P P . Carmel i tas Descalzos de M é x i c o ) ;

de un p o e m a épico La Hernaiidia, ó Conquista de México,

por J/ern/m Cortés, 28 y de dos tomos de Poesías varias

27 S e i m p r i m i ó en S a n t a F e d e B o g o t á , a ñ o 1 7 9 1 .

28 P u b l i c a d o en M a d r i d , 1 7 5 5 .

X I X

que quedaron manuscr i tas ; 29 el P . Franc isco J a v i e r A l e g r e ,

jesuíta, que tradujo la /liada de P lomero en exámetros la­

tinos, y de quien conozco también u n a de l icada traducción

libre de la o d a de H o r a c i o que empieza : Bcatus Ule; D o n

Manue l C a l d e r ó n de l a B a r c a , que dejó una Oda, b u e n a

por cierto, en la coronado/i de Carlos IV; D o n F r a n c i s c o

Bustos, e legante y feliz traductor del p o e m a La Gracia, de

Lu i s R a c i n e ; y también A m a b l e , S o t o m a y o r , Sartorio , y

A r r i ó l a , este último inspirado poeta guana jua tense ; V e l á z -

quez de L e ó n , G a m b o a y L a r d i z á b a l ; C l a v i g e r o , 3 o V e y t i a

y L e ó n y G a m a ; benemérito el pr imero de la miner ía en

Méx ico y famoso matemát ico , 3 1 y los dos siguientes hábi ­

les escritores de jur isprudencia , notables historiadores y an­

ticuarios los últ imos; el P. A n d r é s C a v o , autor de Los tres

siglos de México; 32 el instruido y laborioso Berista in, que

redactó y formó con perseverancia inaudita , su inestimable

cuanto important ís ima Biblioteca- Ilispano-Aiuericana Sep­

tentrional, 33 d a n d o en e l la noticias de cerca de cuatro mil

escritores; y f inalmente, el sabio naturalista B u s t a m a n t e ,

29 B e r i s t a i n , Biblioteca.

30 D . F r a n c i s c o J a v i e r C l a v i g e r o , j e s u i t a ins igne , n a c i ó en V e r a -c r u z el 9 d e S e t i e m b r e d e 1 7 3 1 , y fué e x p u l s a d o de l país en 1767,

en v i r t u d d e l a o r d e n f u l m i n a d a c o n t r a la C o m p a ñ í a p o r C a r l o s I I I . E s c r i b i ó en B o l o n i a su Historia Antigua de México ( en i t a l i a n o ; , o b r a c l á s i c a m u y e b t i m a d a p o r n u e s t r o s e sc r i to res , en la c u a l se n o ­ta s u m a l a b o r i o s i d a d y u n a c r i t i c a s a n a é i l u s t r a d a . M u r i ó en la m i s ­m a c i u d a d d e B o l o n i a el 2 d e A b r i l d e 1 7 8 7 .

3 1 " V e l á z q u e z d e L e ó n h izo p o r si so lo la o b s e r v a c i ó n de l p a s o d e V e n u s p o r el d i sco d e l sol, q u e t u v o l u g a r el 5 d e J u n i o d e 1 7 6 9 . "

—Dice. Univ. de Hist. y Geogr.

32 E s t a o b r a , q u e fué e s c r i t a en R o m a , l a p u b l i c ó en M é x i c o D . C a r l o s M . d e B u s t a m a n t e ( 183Ó-1838, 4 t om. en 4. 0 )

33 S a l i ó á luz el t o m o 1 en 1 8 1 7 , en c u y o a ñ o (23 d e M a r z o ) m u ­r i ó el a u t o r . C o n c l u y ó s e la i m p r e s i ó n en 1 S 2 1 , f o r m a n d o la o b r a t r e s t o m o s .

X X

D. J o s é Rafae l R a r r a ñ a g a que tradujo todas las obras de

Virg i l io , y otros muchos que y a es inútil citar.

Dist inguióse, sobre todo, en este t iempo, el P. D . J o s é

Antonio Álzate , que con su Diario Literario, sus Gacetas de

liti-ratura y otras obras, mantuvo y an imó el movimiento

intelectual de la época . " L a s Gacetas — d i c e el Sr . G a r c í a

Icazbaleeta — bastarían p a r a crear la reputación de un sa­

bio: su lectura es muy interesante á pesar de su desa l iñado

esti lo; defecto que se o lv ida p a r a admirar el ardiente deseo

de ser útil á la patria y á la h u m a n i d a d que todas aquel las

pág inas r e s p i r a n . " 34

A u n q u e á mediados del s iglo pasado , L u z a n , I r iarte ,

C a d a l s o , y después Meléndcz y los dos Moratin, trabajaron

con empeño para levantar la l iteratura de su patria de ¡a

postración en que se h a l l a b a ; en México no se sintió, sin

e m b a r g o , n inguna influencia favorable al desarrol lo y me­

joramiento de la nuestra: los que aquí se dedicaban á ta­

reas literarias siguieron imitando los malos modelos espa­

ñoles y sirviéndose de las reg las que acaso ellos mismos se

d a b a n ; por consiguiente, ningún poeta notable y extraor­

dinario sobresalió en esta época .

V a á principios del s iglo actual , comenzaron á oírse nue­

vos acentos poéticos, preludios de una época mejor, y can­

tos que prometían animación y v ida . L a dulce y tierna lira

del P . N a v a r r e t e ; 35 á poco las de Ochoa , 36 Sánchez de

T a g l e , y Ortega , dieron el feliz anuncio de que iba á l l e g a r

34 T a m b i é n D . M a n u e l A n t o n i o V a l d é s p u b l i c ó d e s d e 1784 h a s t a 1809 u n a Gaceta de Mé.vico, q u e a c a s o p u e d a r e p u t a r s e c o m o el p r i m e r o d e los p e r i ó d i c o s o f ic ia les d e n u e s t r o pa ís .

35 R e l i g i o s o f ranc i scano q u e n a c i ó en Z a m o r a ; M i c h o a c a n ) el 18

d e J u n i o d e 1768: fué un p o e t a d e g r a n e n t o n a c i ó n y s e n t i m i e n t o , y su p o e m a , lil alma privada de la gloria, es d e m u c h o m é r i t o . M u r i ó el 17 d e J u l i o d e 1S09: sus o b r a s se p u b l i c a r o n en M é x i c o en 1823 y d e s p u é s en P a r i s en 1 8 3 5 .

36 P r e s b í t e r o A n a s t a s i o M a r í a O c h o a , p o e t a s a t í r i c o d e e x c e l e n -

X X 1

una era bri l lante y verdaderamente magníf ica p a r a nuestra

l iteratura. Notóse, por otra parte, cierto entusiasmo inusi­

tado y vehementís imos deseos de ensanchar los horizontes

en que hasta entonces había g i r a d o la poesía : se fundó la

Anadia literaria mexicana, asociación de amigos aficiona­

dos á las letras, en la cual se estudiaba, se discutia y se juz­

g a b a n las composiciones presentadas por los socios; se es­

tableció también El Diario de México que las publ icaba ,

y hubo, en fin, gran entusiasmo por la lectura y el estudio.

— E s t a animación, sin e m b a r g o , acabó muy pronto, por

falta de los indispensables elementos de v i d a : la guerra de

la Independencia se encendió, y desaparecieron con este

motivo la tranqui l idad, el sosiego de espíritu, los medios

todos que se necesitan para las empresas l iterarias.

V í .

E m p e r o , aquel era el momento en que podia vigorizarse

y enriquecerse verdaderamente nuestra l i teratura: consu­

m a d a la independencia , humeantes aún los campos de ba­

tal la , y resonando por todas partes entusiastas himnos de

regocijo y de victoria, era de esperarse que aquí hubie­

sen aparec ido obras de inmenso va lor , semejantes á las que

los mismos acontecimientos inspiraron á los poetas s u d ­

amer icanos : los nuestros debieron ver entonces ante sí m a g ­

níficos é infinitos horizontes. L a s heroicas hazañas de nues­

tros guerreros, los triunfos de nuestros ejércitos, y sobre

todo, las nobles esperanzas de un pueblo y a l ibre, eran ma­

nantiales fecundos de hermosa y enérg ica poesía ; pero des­

grac iadamente , las continuas guerras y agitaciones polít icas

tes do tes y a b u n d a n t e v e n a : n a c i ó en H u i c h a p a n el 27 d e A b r i l d e 1783 y m u r i ó el 4 d e S e t i e m b r e d e 1833 . 'Tradujo Las Hervidas, d e O v i d i o .

X X I I

que siguieron á aquel g rande acontecimiento, fueron insu­

perable obstáculo que impidió á los amantes de las letras

dedicarse tranqui la y sosegadamente á l a g ra ta tarea de

c u l t i v a r l a s . — N o se crea , sin e m b a r g o , que fué estéril y po­

bre aquel la época de nuestra l i teratura: ésta registra en los

modestos anales de su historia muchos nombres de poetas

y escritores dist inguidos que reanimaron con su enseñanza

y su e jemplo el anterior entusiasmo; aunque a lgunos de

el los, por una fatal idad deplorable , fallecieron antes de que

el completo desarrol lo de sus dotes hubiera d a d o m a y o r

g lor ia á la patr ia é impulsos más eficaces á las letras, — c o ­

m o sucedió con el m a l o g r a d o R o d r í g u e z G a l v a n , muerto

en tierra extranjera, cuando todav ía se esperaban de sus

excelentes disposiciones obras de importanc ia . 37 E l y 1).

Manue l E d u a r d o de Gorostiza, el Bretón Mexicano, c o m o

le h a l l a m a d o un escritor, que h a b í a vuelto de E s p a ñ a por

entonces ; 3 3 y más tarde P e s a d o , y C a r p i ó , dieron inequí­

voco testimonio de su ingenio é inspiración, escribiendo los

pr imeros obras p a r a el teatro, y haciéndose notar los se­

gundos c o m o sentidísimos poetas . A n t i c i p a d a m e n t e habían

aparec ido D . A n d r é s Quintana R o o , que por su saber y el

aliento de a lgunas de sus composiciones, se asemejaba a l g o

al Quintana español su contemporáneo ; l o s S r e s . L a c u n z a ,

Olaguíbe l y D . F e r n a n d o C a l d e r ó n ; D . Manue l de la Peña

y P e ñ a , jurisconsulto eminente ; U . J o s é B e r n a r d o C o u t o ,

D . J o s é M a r í a l i e r a d i a , poeta nac ido en C u b a ; D . L u i s G .

C u e v a s ; y a lgunos años después D . A l e j a n d r o A r a n g o y

E s c a n d o n , D . G u i l l e r m o Pr ieto , D . J o s é M a r í a L a f r a g u a ,

37 N a c i ó el 22 cíe M a r z o d e 1 8 1 6 y m u r i ó en la H a b a n a el 25 d e J u l i o de 1842.

38 Kl S r . G o r o s t i z a . h i jo d e V e r a c r u z , [nació el 13 d e o c t u b r e d e 1798; se d i s t i n g u i ó n o t a b l e m e n t e en M a d r i d p o r sus p r o d u c c i o n e s d r a m á t i c a s , y r e g r e s ó á su p a t r i a en 1 S 3 3 . — M u r i ó el 23 d e O c t u b r e d e 1 8 5 1 .

X X I I I

etc. , e l e ; y continuaron a l l a d o de estos literatos, prestan­

do sus luces y su a y u d a al progreso de nuestra poesía a l g u ­

nos de los escritores que en el período anterior se habían dis­

t inguido, á saber : U c h o a , Ortega y Sánchez de T a g l e . 39 —

Entre todos sobresal ía , c o m o observa el Sr . Contó , el céle­

bre I l e r e d i a , que t raba jaba y estudiaba con ahinco, publ i­

cando al mismo tiempo en su periódico La Miscelánea,

herniosas composiciones poéticas, que alentaban fructuosa­

mente á la juventud : su fe, su espontáneo entusiasmo, su

a m o r á nuestro país y sus deseos y esfuerzos p a r a que pro­

gresara , hacen de H e r e d i a u n a figura s i m p á t i c a . q u e se

recordará s iempre en Méx ico con grat i tud.

¿V cuál era entonces el estado de nuestra l iteratura, es­

pecialmente el de nuestra poesía? L a s composiciones de

fines del s ig lo X V I I I y las de principios de l actual , a d e m á s

de los defectos propios de toda imitación, abundaban en

incorrecciones de l engua je , sobre todo en lo que se referia

á la prosodia : la inobservancia de las reglas de ésta (muy

disimttlable por otra par le ) , hac ia que los versos fuesen en

extremo defectuosos, desiguales , pesados y de poca ó nin­

g u n a a rmonía . Vinieron á desterrar este g rave mal , prime­

ro las Lecciones de Ortología, de Sic i l ia , y después l a Poética

Española, de Mart ínez de l a R o s a ; obras ardientemente

recomendadas por (Quintana R o o , y que produjeron una re­

volución eficaz entre los literatos y los poetas, a l u m b r a n d o

39 L a m a y o r p a r t e d e los p o e t a s y e s c r i t o r e s c i t a d o s , fueron m i e m b r o s f u n d a d o r e s d e la Academia de Lelran ( 1 S 3 6 — 1 8 5 6 ; , S o ­c i e d a d l i t e r a r i a f a m o s a en los a n a l e s d e n u e s t r a s l e t r a s . — C o r r e s ­p o n d e n t a m b i é n á e sa é p o c a : I ) . J o s é J o a q u í n F e r n á n d e z d e L i -zard i , c o n o c i d o con el s e u d ó n i m o d e El Pe asador Mexicano, a u t o r d e El Periquillo y d e o t r a s o b r a s p o p u l a r e s , y b u e n f a bu l i s t a ; el Dr. D . J o s é L u i s M o r a , e s c r i t o r p o l í t i c o ; D . L o r e n z o d e Z a v a l a , h i s t o r i a d o r ; D . C a r l o s M a r í a d e B u s t a m a n t e , q u e se d e b e c o n s i d e ­r a r c o m o a u t o r y e d i t o r d e d i v e r s a s o b r a s h i s tó r i cas , e tc .

X X I V

el camino que debían seguir . Desde entonces, el gusto del

públ ico y de la juventud literaria comenzó á ser puro, el

lenguaje correcto, la locución c la ra y hasta e legante . I-as

composiciones se seña laban y a por su sencil lez, su natural

frescura, su sobriedad y su l impieza; de manera que la poe­

sía m e x i c a n a pareció entrar en una senda feliz que de per­

feccionamiento en perfeccionamiento deber ía conducir la

á un esplendor sin igua l . Sin e m b a r g o , no sucedió así :

detuvo estos progresos el romantic ismo, introducido bacín

poco en A l e m a n i a por Goethe , en F r a n c i a por Víctor M u g o

y en E s p a ñ a por el Duque de R i v a s , el ce lebrado autor

de D. Alvaro y de los Romances históricos. A q u e l l a secta

literaria hal ló entre nosotros dos ardientes partidarios, R o ­

dríguez C a l v a n y D . F e r n a n d o C a l d e r ó n , quienes siguie­

ron sus huel las en a lgunas obras d r a m á t i c a s . — E l buen gus­

to sufrió mucho con tal n o v e d a d ; y al poco t iempo, c o m o

era natural que sucediese, la poesía fué d e c a y e n d o hasta

verse en un estado verdaderamente lamentable . H a b l a n d o

de esto el Sr . D . B e r n a r d o Couto , y refiriéndose al resta­

blecimiento del arte poético entre nosotros, se expresa de

este m o d o : "Neces i tábase p a r a eso abrir nuevos caminos ;

tocar asuntos nobles ; unir el entusiasmo y la entonación

con la corrección y el gus to ; enriquecer la r i m a ; hacer mues­

tra de la magnif icencia del hab la caste l lana . Afor tunada­

mente vinieron á t iempo dos hombres capaces de ejecutar­

lo : Pesado y C a r p i ó . A l e jemplo de ambos deben las letras

el renacimiento de la poesía en M é x i c o ; l a sociedad y la

rel igión les deben el que sus hermosos versos h a y a n servicio

de vehículo p a r a que se propaguen pensamientos e levados y

afectos p u r o s . " 4 0 — K n efecto, ¿qué habria sido de la poe­

sía m e x i c a n a sin los esfuerzos, sin el e jemplo , sin las luces

de aquellos dos poetas insignes? Ciertamente no habria pe-

40 Biografía ¡te P. Manuel Carpió.

X X V

reculo, porque e l la , como todos los sentimientos que la

inspiran, es inmortal y eternamente be l l a ; pero sin d u d a

se habría retardado mucho su progreso, y hoy la juventud

no tendría los excelentes y clásicos modelos que ellos deja­

ron en sus obras . Hi r iendo las de l icadas fibras del senti­

miento rel igioso, cantando con inspirados acentos las excel­

sas bellezas del crist ianismo, y trasportándonos, ora á los

primitivos tiempos de nuestro culto, ora al imperecedero

teatro de las escenas de la redención h u m a n a , C a r p i ó y

Pesado despertaron y reanimaron poderosamente en la so­

c iedad el a m o r á todo lo bel lo , á lo bueno y á lo g r a n d e .

¡Bendi ta sea su memoria ! 41

V I I .

L a historia de la l i teratura m e x i c a n a durante aquel pe­

ríodo (desde 1 S 4 0 hasta la revolución de Ayut la ) se en­

cuentra toda entera en los periódicos religiosos y literarios

que sal ian á luz en la cap i ta l : a l l í están las muestras de la

laborios idad de unos, de los estudios de otros, de las dis­

posiciones de todos; al l í se puede conocer el movimiento

intelectual y l iterario de la época , l a importancia que tenia,

sus tendencias, y también, el espíritu que en él d o m i n a b a

y las personas que lo sostenían; pues no existiendo los me­

dios ni los estímulos indispensables p a r a presentar al pú­

blico las producciones en libros bien ordenados y completos ,

todos acudían al periodismo deseosos de tener un desahogo

41 N a c i ó D . M a n u e l C a r p i ó en C o s a m a l o a p a n , E s t a d o d e V e r a -cruz , el 1. 0 d e M a r z o d e 1 7 9 1 ; m u r i ó en M é x i c o el ir d e F e b r e r o d e 1 8 6 0 . — D . J o s é J o a q u i n P e s a d o n a c i ó en S a n A g u s t í n de l P a l ­m a r , E s t a d o d e P u e b l a , el 9 d e F e b r e r o d e 1801 , y m u r i ó el 3 d e M a y o d e 18Ó1. F u é m i e m b r o C o r r e s p o n d i e n t e d e la R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a .

d

X X V I

y un teatro donde ejercitar su entendimiento; cosa que su­

cede todavía hoy .

En los últimos meses de 1 S 4 0 , por iniciativa del C o n d e

de la Cort ina y de I ) . Á n g e l Ca lderón de la b a r c a , minis­

tro de E s p a ñ a en M é x i c o ; —-estos mismos señores, y el D r .

D . Migue l Valentín, D. Franc isco Ortega , L i c . D. J u a n

G ó m e z de Navarre te , D . Luis G . Cuevas , Quintana R o o ,

Moreno y J o v e , y otros, concibieron el proyecto de formar

una reunión amistosa, en la que, proporcionándose al pue­

blo los medios de instruirse sin gastos, se fomentase el es­

píritu de asociación. 42 Se organizó , en efecto, la reunión

con el título de Ateneo Mexicano; tuvo una buena biblio­

teca, estableció cátedras , dio lecturas públicas y fundó un

semanar io , ó r g a n o suyo , l l a m a d o también El Ateneo. E n

él se publ icaron los discursos, poesías y artículos leídos en

las juntas de la corporación, por personas tan i lustradas y

entendidas c o m o D . J o s é Mar ía L a fragua, D . Cas imiro

C o l l a d o , D . Mar iano Otero (sobre jur isprudencia) , Lacul i ­

za D. J o s é M a r í a (sobre historia), ambos N a v a r r o , ( D . J u a n

y D , J o a q u í n ) , Cor t ina , A r a n g o y Escandon , C a r p i ó , a m ­

bos Ortega ( D . Franc isco y D . Kula l io) , A l c a r á z , E s c a l a n ­

te, T o r n e l , Díaz Mirón, Prieto, P a y n o , y otros muchos .

Aparec ie ron también El Ario Nuevo, El Recreo de las

familias, El J¡fusco Popular, El Repertorio, El Semanario

de las Señoritas, El Apuntador, El Panorama, El Liceo

Mexicano, y muchos que sucesivamente iban sal iendo de

las prensas de D , I g n a c i o C u m p l i d o , c o m o El Museo Me-

42 L o s a u t o r e s d e es ta i d e a , q u e a c a b a b a n d e l l e g a r d e E s p a ñ a , se insp i ra ron s e g u r a m e n t e en el b r i l l a n t e é x i t o q u e b a b i a a l c a n z a d o el Ateneo de Madrid, i n a u g u r a d o con t o d a s o l e m n i d a d el 6 d e D i ­c i e m b r e d e 1 8 3 5 , y al cua l p e r t e n e c i e r o n ' l i t e r a t o s y p o e t a s c o m o A l c a l á G a l i a n o , D u q u e d e R i v a s , O l ó z a g a , M e s o n e r o R o m a n o s , M a r t í n e z d e la R o s a , D o n o s o C o r t é s , G a l l e g o , Q u i n t a n a , E s p r o n -c e d a , B r e t ó n d e los H e r r e r o s , e tc .

X X V 1 I

xicauo, El Mosaico Mexicano, El Álbum Mexicano, La

Ilustración Mexicana, e tc . : publicaciones todas importan­

tísimas y curiosas que recogían una cantidad inmensa y ver­

daderamente prodigiosa de versos, leyendas , novelas , artí­

culos de costumbres, relaciones de viajes, biograf ías , crít icas,

historias, estudios arqueológicos , de jur isprudencia , de lite­

ratura, etc . , etc . , firmados por muchos de los que después

han l l egado á ser g a l a , ornamento y g lor ia de las letras

mexicanas . 4 3 — E n los Estados , el movimiento literario se­

guía al de la C a p i t a l : en J a l a p a existia una Sociedad de

Amigos, á que perlenecian R o a B a r c e n a y D . Franc isco

de P. C é s a r ; en Veracruz figuraban D . J o s é de Je sús Diaz ,

I ) . Manuel Diaz Mirón y D . J o s é M a r í a E s t e v a , sentidos

y ga lanos poetas los primeros, y el últ imo, feliz pintor

de las costumbres de la costa, m u y semejantes á las an­

da luzas ; en Morel ia había una Academia que se u fanaba

de contar entre sus miembros al sabio M u n g u í a y al inteli­

gente A g u i l a r y M a r o c h o ; en P u e b l a , los dos Orozco y

B e r r a (T). Manuel y D . F e r n a n d o ) ; D. Manuel M. de Z a .

m a c o n a y D . Manuel Pérez S a l a z a r eran d ignos miembros

de otra Sociedad Literaria, y así en otras muchas c iudades

del país .

V o l v i e n d o á Méx ico , encontramos á nuestro grande his­

tor iador A l a m á n , que escribe y publ ica ( 1 8 4 4 y 1 8 5 2 ) sus

Disertaciones sobre la Historia de. ta República Mexicana,

y su Historia de México desde los primeros movimientos que

prepararon su independencia; el célebre y ameri tado Conde

de la Cort ina , consumado habl ista , que arreg la un Diccio-

43 A d e m á s d e los e s c r i t o r e s c i t a d o s an tes , figuraban t a m b i é n pol­oste t i e m p o : D . J o s é M a r i a T o r n e ! , n o b l e v g e n e r o s o p r o t e c t o r d e R o d r í g u e z C a l v a n ; D. F r a n c i s c o Z a r c o , q u e v i n o á se r con el t i e m ­po u n a v e r d a d e r a n o t a b i l i d a d en el p e r i o d i s m o ; 13. A l e j a n d r o R i -v e r o y D . F e d e r i c o l í e l l o , p o e t a s e s p a ñ o l e s d e g r a n m é r i t o ; D . A g u s t í n A . F r a n c o , D . J u a n 13. M o r a l e s \Pl Gallo Pitagórico), e t c .

X X V I I T

na rio de sinónimos castellanos, y que en su inolv idable pe­

riódico El Zurriago ejerce con aplauso genera l y p r o v e c h o

de muchos el difícil y escabroso magister io de la c r í t i ca :

G r a n a d o s M a l d o n a d o , poeta que sabe sentir y pintar, y t ra­

duce los poemas de üss ian y El Paraíso Perdido, de M ü t o n ;

Ürozco y Berra ( D . M a n u e l ) , A n d r a d e , Bassoco, G a r c í a

I cazba lce la , Pesado , D . F e r n a n d o R a m í r e z , D . M a r i a n o

D á v i l a , que enriquecen el Diccionario Universal de His­

toria y Geografía publ icado por A n d r a d e con m u y intere­

santes artículos sobre M é x i c o ; el citado Sr . G a r c í a I cazba l -

ceta que traduce e legantemente é ilustra con curiosas notas

la Historia de la Conquista del Perú, de Prescott ; 1). J o a ­

quín N a v a r r o , que traduce también la Conquista de México

del mismo autor, y la d a á luz con unas importantes y eru­

ditas Xotasy Esclarecimientos del sabio anticuario L>. J o s é

F e r n a n d o R a m í r e z ; I ) . Manue l C a r p i ó , que d o m i n a d o por

su humi ldad y su modest ia , seguía d a n d o á conocer sus

composiciones sin f irma de autor en los Calendarios de

C a l v a n . 4 4 — E n el teatro f iguraban 1). J o s é I g n a c i o de A m e -

vas , D. Panta leon T o v a r , D . Car los Hipó l i to Serán , autor

de la notable pieza dramát ica Los Ceros sociales, y D . F r a n ­

cisco Gonzá lez B o c a n e g r a , que también dejó un d r a m a ca­

bal leresco, Vasco iVúuez de Balboa; y en cuanto á la novela ,

entre todos los que la cu l t ivaban , sobresal ían F lorencio

M a r í a del Cast i l lo , talento melancól ico y s impático que

anal izaba los sentimientos del corazón ; J u a n Diaz C a v a r -

rúbias, E m i l i o R e y , quizá más notable c o m o poeta , M a n u e l

44 El S r . P e s a d o f o r m ó u n a c o l e c c i ó n con las o b r a s p o é t i c a s d e C a r p i ó , y l a p u b l i c ó en un t o m o en 1849 con p r ó l o g o s u y o . — P o r a q u e l l a é p o c a s a l i e r o n t a m b i é n c o l e c c i o n a d a s las poes ías d e l m i s ­m o P e s a d o , y las o b r a s c o m p l e t a s d e R o d r í g u e z C a l v a n , D . F e r ­n a n d o C a l d e r ó n , G r a n a d o s M a l d o n a d o , y o t ros . H o y son m u y r a ­r a s esas e d i c i o n e s .

X X I X

P a y n o y F e m a n d o Orozco y Perra , el infortuiuulo autor ele

La Guerra de Ire'uita a/los.—Todos contr ibuyeron de un

modo brillante y eficaz á mantener vivo en el público el

entusiasmo por las letras, el a m o r al buen gusto, y la afi­

ción, creciente a u l a dia , a l a s distracciones y deleites de la

lectura.

V I I I .

L a guerra civil l l a m a d a de l a Re forma , pr imero ; y des­

pués l a q u e siguió con motivo del establecimiento en Méx ico

del Imper io de M a x i m i l i a n o , impidieron que continuase

aquel provechoso movimiento l iterario, pues el huracán de

la pol ít ica dispersó en poco t iempo los elementos que ha­

bían venido reuniéndose para robustecer nuestra l iteratura.

Encendidas las pasiones, vivos los odios de part ido, ag i ta­

dos los ánimos con lo extraordinario de los sucesos y las

ardientes discusiones de la tribuna y de la prensa ; en fin,

sin sosiego ni ca l ina aquel la época de t remendas luchas ,

— t o d o hizo que enmudecieran por más de diez años las l i­

ras de los poetas, y que de jaran de oírse en las academias

y liceos tranquilas conversaciones sobre artes, c iencias ó

l iteratura: tan solo h a l l a b a el público p a r a su distracción

partes de batal las , proc lamas , discursos en los clubs, ó cró­

nicas de las sesiones del Congreso . L o s sabios no comuni­

caban y a á la juventud el fruto de sus estudios y de sus

meditaciones ; sino que, retirados unos al fondo de sus ho­

gares y otros tomando parte en el combate , se abstenían de

poner su a y u d a en favor / de nuestro progreso l iterario. Si

a l g ú n trabajo d a b a n á luz, era porque lo ex ig ían las cir­

cunstancias, porque se servia con él á determinada causa ;

s iendo d igno de notar , que la sociedad mex icana recibía

s iempre con seña ladas muestras de a g r a d o estas obras de l

X X X

espíritu, y se complac ía y se dele i taba en las creaciones de

la fantasía poética. ¡ E r a n c o m o frescas flores cuyo perfume

se desea en medio de los desastres y los espesos vapores de

un c a m p o de bata l la !

L o s conflictos que en esta época estallan entre l a Ig les ia

y el E s t a d o , sacan á luz ante la nación á un verdadero por­

tento de nuestros dias, á un prelado insigne c u y o solo nom­

bre es una g lor ia p a r a Méx ico , y que entregado humilde­

mente á las tareas de la enseñanza en lejano Seminar io , no

habia tenido ocasión de hacer resonar su nombre por toda

la Repúb l i ca . " N o m b r a d o Obispo, — d i c e el Sr . Montes de

O c a 4 5 — j u z g a no deberse prestar al principio á cierta fór­

mula de j u r a m e n t o , que cree atentatoria á los derechos de

l a Ig les ia , y con sorprendente fecundidad publ ica n a d a me­

nos que un volumen en apo log ía de su conducta . R e c i b i d a

la consagración episcopal , no se contenta con dirigir á los

fieles una que otra pastoral a is lada, sino que compi la va­

rios tomos de instrucciones sobre casi todos los puntos del

d o g m a catól ico, y ded ica á sus seminaristas unos volumino­

sos P r o l e g ó m e n o s á la Teología Moral. E n t r a en conflicto

el E s t a d o con la Ig les ia , y de la p l u m a del doctís imo Pre­

l a d o salen las protestas y defensas, que y a á nombre suyo

propio, y a al de todo el E p i s c o p a d o , contienen el torrente

y ponen en salvo las c o n c i e n c i a s . " — T a l fué el I I . M O . S u .

D . C L E M E N T E D E J E S Ú S M U N G U I A , Arzobispo de Michoa-

can , que publ icó , y a en esta C i u d a d , y a en More l ia , obras

muy notables sobre filosofía, m o r a l , re l igión, teología , ju ­

risprudencia, l iteratura, crít ica, oratoria , etc . , capaces por

sí solas de suplir una bibl ioteca. P o r su vasto y profun­

do saber ; por l a ac i ca lada corrección de sus escritos; pol­

los servicios inmensos que con ellos prestó á l a religión y á

la Ig les ia , y por la g rande influencia que ejerció en la mar-

45 Oración fiiliebre

X X X I

cha de las ideas, de las letras y de la educac ión , este me­

xicano ilustre fué al mismo tiempo un sabio dist inguido

en toda clase de conocimientos, un literato erudito y de

buen gusto, inspirado filósofo, notabi l idad en la cátedra , y

lumbrera de la Ig les ia catól ica en nuestra patr ia . Con so­

brado acierto, pues, un escritor español , de g ra ta é inolvi­

dable memor ia para México , 46 l l a m ó al S r . M u n g u í a el

P A L M E S M E X I C A N O , a g r e g a n d o que, si hubiera sido bien

conocido en la Península , tal vez nadie habría vac i lado en

apel l idar al autor de El Protestantismo comparado con

el Catolicismo, el M U N G U Í A E S P A Ñ O L . N O cabe hacer ma­

yor e log io del Pastor de M i c h o a c a n .

Otros astros bril lantes y magníf icos giraron al derredor

de aquel sol, sal iendo á la defensa de la doctr ina catól ica

tan combat ida por la impiedad y la revolución de la época .

En La Voz de la Religión escribían 1.). Manue l A n d r a d e

y D . A n s e l m o de la Port i l la ; en / : / Católico, El Observa­

dor, El Universal y Iji Sociedad, D. L ú e a s A l a m a n , D .

Manuel Diez de B o n i l l a , D . I g n a c i o A g u i l a r y M a r o c h o ,

I ) . Rafae l Ra fae l , D . J o s é M a r í a R o a B a r c e n a ; y en La

Cruz, el más importante de todos, el de m a y o r brío en las

polémicas , el que á su p r o g r a m a de combate unia la más

escogida amenidad literaria, se dist inguía la importante y

respetable figura de D . J o s é J o a q u í n Pesado , controversista

incansable , expositor y defensor ardiente de l a verdad y de

la justicia. 47 E l y el Sr . R o a B a r c e n a , eficazmente a y u d a ­

dos por escritores dist inguidos, enriquecieron las p á g i n a s

de aquel semanar io con trabajos de inestimable va lor , como

los siguientes: el p o e m a épico Alaría, de P e s a d o ; un folle­

to sobre Cristóbal C o l o n , un estudio biográfico acerca del

P. E r . J u n í p e r o S e n a , otro histórico sobre Antonio Pérez ,

46 D . A n s e l m o d e la P o r t i l l a .

47 V é a s e a d e l a n t e la b iogra f í a de l S r . R o a B a r c e n a , p a r . V .

X X X I í

y varias l eyendas y poesías l íricas de R o a B a r c e n a ; el En­

sayo histórico sobre Fr. Luis de Icón, debido á l a docta

p l u m a del Sr . L i c . P . A l e j a n d r o A r a n g o ; 4 8 e l Discurso

sobre la. Constitución de la Iglesia, de D . J o s é B e r n a r d o

Couto , pieza p a r a la cual todos los e logios son pál idos ; y

en fin, el Examen de los ^'Apuntamientos sobre derecho pú­

blico eclesiástico, del lie. D. Manuel Baranda,'''' por el sabio

magis t rado D . José J u l i á n T o r n e l .

E n 1 S 5 8 y 1866 el Sr . D . J o a q u í n G a r c í a Tcnzbalceta dio

á luz su rica é inapreciable Colección de Documentos para la

Historia de México, más rica aún por las introducciones y

notas de que la adornó. 49 E n 1 S 6 2 el Sr . R o a B a r c e n a

presentó al público un tomo de leyendas Mexicanas y áten­

los y baladas del ¿Voris de Europa, en verso ; y aparecieron

también en este mismo a ñ o : el Cuadro descriptivo y compa­

rativo de las lenguas indígenas de México, por D . F r a n c i s c o

P i m e n t e l ; l a Geografía de las lenguas y Carta etnográfica

de México, Memoria para la Carta hidrográfica del Valle

de México y Memoria para el plano de la Ciudad de México,

por D . Manuel Orozco y B e r r a ; diversas obras de literatu­

ra y jur isprudencia , de D . R a f a e l R o a B a r c e n a , h e r m a n o

de D . J o s é M a r í a ; aparte de otra multitud de escritos de

po lémica por a lgunos periodistas.

L a l l e g a d a al país de M a x i m i l i a n o y de su esposa, y la

presencia en México del gran poeta T). J o s é Zorr i l la , saca­

ron á los nuestros del silencio que g u a r d a b a n , y les hicie­

ron prorumpir en entusiastas cantos : muchos de ellos fue-

48 Este i m p o r t a n t e e s tud io v a l i ó á su a u t o r el se r n o m b r a d o m i e m ­b r o C o r r e s p o n d i e n t e d e la R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a . ( V é a s e a d e ­l a n t e su b i o g r a f í a ) .

49 T a m b i é n se p u b l i c ó en es ta c o l e c c i ó n un t r a b a j o o r i g i n a l de l S r . D J o s é F e r n a n d o R a m í r e z s o b r e la í'/da y Escritos de /'V. To-

ribio de Benavente [Motolinia\, según se d i j o en la n o t a S, p á g i ­n a V i l .

X X X I I I

ron notables por su inspiración y va lent ía .—Г,a guerra , sin

e m b a r g o , aca l ló una vez más á la musa m e x i c a n a .

I X .

Pasados aquel los años de fiebre revolucionaria y de san-

grientos rencores, y al restablecerse la R e p ú b l i c a en 1 S 6 7 ,

se despertó en todos de un modo extraordinario el a m o r y

la afición á la l i teratura; pero el movimiento que esto pro-

dujo, no estaba y a presidido, c o m o en años anteriores, por

poetas c o m o Pesado y C a r p i ó ; por literatos doctos c o m o el

Sr . Couto y el Sr . M u n g u í a ; por publicistas c o m o los insig-

nes A l a m a n , C u e v a s y L a r e s : todos habian muerto, ó esta-

ban ausentes, proscritos, condenados al retraimiento y la

oscuridad.

Otros escritores, los del partido l iberal triunfante, entre

los cuales-se contaban guerreros de las últimas c a m p a ñ a s ,

ocuparon el lugar de aquel los , y comenzaron á introducir

l ibremente en el periodismo, en la poesía, en las novelas y

hasta en el teatro, con el entusiasmo que infunde la victo-

ria, otras ideas y otras tendencias, distintas de las que hasta

entonces habian d o m i n a d o en nuestra l i teratura. F u n d a -

ron diversos periódicos políticos y l i terarios; se establecie-

ron a l g u n a s sociedades, y aun se dieron lecturas públicas

en casas par t i cu lares .—Poco t iempo después, diversos escri-

tores del partido opuesto comenzaron á salir de su encogi-

miento, y á medida que las pasiones políticas se c a l m a b a n ,

iban d a n d o á luz obras notables que merecen citarse con

aprecio en esta imperfectís ima revista. D . Cas imiro d e l

C o l l a d o dio á la es tampa sus Poesías; D . J o a q u i n Arróniz

(hijo) escribió una Historia de Orizaba, y en G u a n a j u a t o

el Sr . D . I g n a c i o Montes de O c a , hoy dignís imo Obispo de

Linares , publ icó una magníf ica traducción de los Idilios de

X X- X I V

Bion de Sminiti, y D. J o s é M a r i a de L i c é a g a sus Apuntes

y rectificaciones d la "Historia de Mexico" de D. Lucas

A/amau. lin los periódicos literarios aparec ieron: una tra­

ducción del poema Mazepa, de L o r d B y r o n , por el Sr . R o a

B a r c e n a ; otra de El Canto fúnebre de Bion, idilio de Mos-

cho de Siracusa, por el entendido helenista Ipandro A c a i c o

(el Sr . Obispo Montes de O c a ) ; otra de las /'arábalas, del

poeta a lemán K r u m i n a c h e r , por el Sr . D. J o s é Sebast ian

S e g u r a ; otra de a lgunos idilios de Gessner, por I ) . I g n a c i o

M. A l t a mir a n o , y diversos artículos biográficos, críticos y

literarios, y también a lgunas novelas , del m i s m o ; la Bio­

grafía y Critica de los principales poetas mexicanos, de D .

Francisco l ' imentel ; un Estudio sobre Sor Juana Inés tu­

la Cruz, del Sr . D. J o s é de Je sús C u e v a s ; numerosas críti­

cas teatrales del Sr . D. Manue l I 'eredo; estudios arqueoló­

gicos é históricos de I ) . Manuel Orozco y Ber ra y del P.

D . Manuel Herrera y Pérez ; una traducción de La Jéru­

salem Libertada, por el S r . D . Francisco G ó m e z del P a l a ­

c io ; una serie de artículos sobre los Grandes Historiadores

(Salustio, T á c i t o , J u l i o César , X e n o f o n t e , etc . ) , por D . J u ­

lio Z a r a t e ; y en tomos separados salieron á luz : la Histo­

ria Eclesiástica Indiana, de F r . G e r ó n i m o de M e n d i e l a ,

publ icada por primera vez, con una important ís ima intro­

ducción, por el Sr . G a r c í a Icazba lceta ; las Rimas, del S r .

A l t a m i r a n o ; las Poesías y los Romances históricos Mexica­

nos, de D . J o s é Peón y Contreras : un Diálogo sobre la his­

toria de la Pintura en México, e legantemente escrito por

el S r . D . J o s é B e r n a r d o C o u t o ; 5 o el p o e m a Nezahualpilli

50 F u é " o b r a p o s t u m a de l a u t o r , p u b l i c a d a p o r su s e ñ o r a v i u d a . L i b r o i n t e r e s a n t e , y b e l l a ed ic ión , d e q u e se t i r a r o n m u y p o c o s e j e m p l a r e s , y n i n g u n o se puso en v e n t a . " [ATota tomada del Sr.

García Icazbalceta.)—Kl S r . C o u t o f a l l ec ió el ri d e N o v i e m b r e d e 1 8 6 2 : fué m i e m b r o C o r r e s p o n d i e n t e d e la A c a d e m i a E s p a ñ o l a .

X X X V

(imitación de Los Mártires, de Chateaubr iand) , por Don

José L u i s T e r c e r o ; el Arpa Bíblica, canLos religiosos, de

D . Nicanor Contreras E l i z a l d e ; Poesías de varios autores ,

entre cuyas colecciones son d ignas de especial mención las

de D . A l e j a n d r o A r a n g o , por su esmerado c las ic i smo;

las del l i m o . S r . Montes de Oca , de D . J o s é M a r í a R o a Bar­

cena, D . J o s é Sebast ian S e g u r a , D . Manuel Pérez S a l a z a r

y Venegas , D . T i rso R a f a e l C ó r d o b a , D . Manuel L lores ,

D . J o s é R o s a s , 51 D . fosé T . de C u e l l a r , y otros muchos.

N o debo o lv idar t ampoco las eruditas y nunca bastante

a l a b a d a s publicaciones del Sr . G a r c í a Icazbalceta . M I Í X I C O

E N 1^54 (tres, diálogos latinos, de Francisco Cervantes Sa-

lazar) y C O L O Q U I O S E S I«I R I T U A L E S Y S A C R A M E N T A L E S ,

Y P O E S Í A S S A G R A D A S , del P. Fernán González de Eslava,

enriquecidas con introducciones y notas del g rande escri­

tor ; las Biografías de D . J o s é J o a q u í n Pesado y de Don

Manue l E d u a r d o de Gorost iza , por el Sr . R o a B a r c e n a ; la

traducción completa de los Bucólicos Griegos, con notas

expl icat ivas , crít icas y f i lológicas, por Tpandro A c a i c o , y a

menc ionado antes ; y por últ imo, las Me/norias de la Aca­

demia Mexicana Correspondiente, estimables por los traba­

jos que se registran en el las . 5=

51 U n o d e los p o e t a s más i n s p i r a d o s q u e t e n e m o s . En estos ú l t i ­

mos a ñ o s h a escr i to y p u b l i c a d o u n a v a l i o s í s i m a s e r i e d e o b r i t a s

p a r a los n iños , en q u e r e s p l a n d e c e n la más p u r a m o r a l i d a d y las

g a l a s l i t e r a r i a s m á s e x q u i s i t a s , r e a l z a d a s p o r u n a e n c a n t a d o r a t e r ­

n u r a . El Sr . R o s a s d e b i a h a b e r s ido o b j e t o d e un a r t í c u l o p a r a es ta

primera serie d e e s c r i t o r e s c o n t e m p o r á n e o s ; p e r o no fué p o s i b l e

l o g r a r d e él los d a t o s ni las o b r a s q u e y o n e c e s i t a b a , y le pedí p o r

c o n d u c t o d e uno d e sus a m i g o s . Q u i z á t e n g a m e j o r é x i t o mi e m p e ­

ñ o c u a n d o d é á luz la Segunda serie.

52 D e j o d e m e n c i o n a r aqu í , con g r a n s e n t i m i e n t o , p o r no a l a r g a r

más es te t r a b a j o , o t r a m u l t i t u d d e p r o d u c c i o n e s l i t e r a r i a s , — n o v e ­

las , l e y e n d a s , v e r s o s , es tudios c r í t icos , b iogra f ías , e t c . . — q u e h a n

a p a r e c i d o en M é x i c o d e 1867 á la f echa .

E n el teatro, donde antes se representaban exc lus ivamen­

te obras de autores españoles, c o m o Bretón de los Herreros ,

T a m a y o y B a u s , G a s p a r , A y a l a , h a sobresal ido de un mo­

do notable el Sr . Peón y Contreras , poeta l ír ico de g r a n

al iento. Este escritor dist inguido, con sus d r a m a s cabal le­

rescos é interesantes, con sus hermosos cuadros, su r ica fan­

tasía, sus g a l l a r d a s figuras, e n g a l a n a d o y realzado todo con

una versificación espléndida , ha restaurado en momento feliz

la escena m e x i c a n a , recordando los tiempos en que Rodr í ­

guez C a l v a n y F e r n a n d o C a l d e r ó n ensayaban la formación

de un T e a t r o esencialmente nac iona l .—Otros ingenios, si­

gu iendo el e jemplo del Sr . Peón y Contreras , y estimula­

dos acaso por la gloria que él ha a lcanzado con sus obras ,

le siguen en su camino y presentan al público nuevas pro­

ducciones dramát icas .

X .

Si se atiende á la r iqueza de nuestros elementos literarios,

y á lo poco que , re lat ivamente h a b l a n d o , han producido

nuestros escritores, acaso se podrá decir que l a l i teratura

m e x i c a n a ha tenido escasos progresos en todo el t iempo

que l l e v a m o s de ser independientes, y lo que es m á s triste

todav ía , que su porvenir no es muy ha lagüeño ni muy con­

solador . Y esto, no porque h a y a n faltado en M é x i c o hom­

bres de intel igencia bien cu l t i vada , de talento c la ro , de

natural y e scog ida apt i tud; sino porque desgrac iadamente

las continuas turbulencias en que hemos v iv ido , el m a l gus­

to del públ ico , la falta de estímulos, y más que de éstos,

de elementos p a r a publ icar , han puesto s iempre obstáculos

al desarrol lo natural y lento, pero ordenado y seguro, de

l a l i teratura m e x i c a n a . L o cua l ha hecho también que di­

versos trabajos de importancia no se h a y a n publ i cado á su

X X X V I I

t iempo ni con oportunidad, y que otros vean ia luz públ ica ,

no en libros c o m o debiera ser, sino en las hojas sueltas del

per iódico, exponiéndose así á perderse y á olv idarse , c o m o

se pierden y se o lv idan las fugitivas producciones del pe­

r iodismo. Y en la actua l idad , triste es decir lo, éste tiene la

predilección de autores y lectores: el que escribe se siente

atra ído por las fáciles g lor ias con que le conv ida , por la

popular idad que le ofrece, por los triunfos tan vanos c o m o

pasajeros que le da en c a m b i o de un art ículo ó de unos

versos; el que lee , h a l l a ep el periódico ventajas que no

tiene el l ibro, y en él encuentra un género de escritos que

se avienen perfectamente al t iempo de que dispone, á su

gusto, y quizá á sus inc l inac iones .—El periodismo es, pues,

por esta razón, el m a y o r enemigo de la buena l i teratura,

el que impide todo. ade lanto y perfeccionamiento, el que

no consiente estudio, meditación ni c a l m a en los escritores.

E l periodismo es también el que difunde y sostiene conti­

nuamente el m a l gusto g e n e r a l , este otro antagonista de

todo adelanto l iterario.

L a juventud, de quien en todas partes se espera el reme­

dio de los males , debe ser aquí igua lmente la l l a m a d a á

producir u n a reacción favorab le ; mas , p a r a que la l leve

á buen término, es fuerza que se penetre bien de las necesi­

dades de nuestra l iteratura, y que estudie y se dedique á

e l l a con empeño . E l sistema de educación l iteraria, seguido

hoy en las aulas , en el cual faltan casi por completo las

tareas de humanidades , el ex t rav ío de gusto é incl inaciones,

tan extendido por ciertas obras francesas ; los modelos que

genera lmente se tienen en las manos y se quieren seguir ,

con exclusión absoluta de nuestros antiguos c lás icos ; las

a labanzas prod igadas con la rgueza por los per iódicos , y

que tanto h a l a g a n el a m o r propio, son lodos obstáculos que

es necesario combat i r y vencer p a r a preparar dias de ver­

d a d e r a g lor ia á l a l i teratura nac ional . Porque si esto no se

X X X V [ 1 I

hace , ¿qué contingente podremos l l evar á la urna de nues­

tros tesoros literarios? ¿Qué género de impulso v a m o s á d a r

más tarde á nuestro movimiento inte lectua l?—Por otra par­

te, la tendencia á imitar las l iteraturas extranjeras , hace es­

tériles completamente las fuerzas y el brío de una i m a g i n a ­

ción poderosa, los sentimientos d e un corazón apas ionado ,

el anhelo de un ingenio c laro y o r ig ina l ; y quita , por consi­

guiente, á las obras , l a espontaneidad, la frescura, el encanto

nat ivo que de otra m a n e r a podr ían t e n e r . — C o n v i e n e que

la juventud medite todo esto, y que se convenza de que no

h a menester acudir á tierras extrañas p a r a ejercitar sus fuer­

zas: tenemos terreno propio, r ico, extenso, magní f ico , que

permanece todav ía v i rgen, c o m o nuestro territorio; y en el

cual se encuentran objetos nobles, asuntos e levados y subli­

mes, d ignos de la poesía y aun de la e p o p e y a . l'ensar alto,

sentir hondo, hablar claro, c o m o decía el poeta español : 53

hé aquí lo que debe hacer nuestra j u v e n t u d ; h é aquí el ca­

mino que debe seguir , el único seguro y recto, si quiere ser

un dia la regenadora de nuestra l iteratura, y desea engran­

decer la con sus trabajos .

Concluiré este l a rgo y pesado escrito, d a n d o una noticia

histórica de la A c a d e m i a Mex icana Correspondiente , y a

que la m a y o r parte de los escritores de quienes trato en este

l ibro , son de el la d ignís imos m i e m b r o s . — L a R e a l A c a d e u . i a

E s p a ñ o l a , en junta de 24 de N o v i e m b r e de 1 8 7 0 , y á pro­

puesta de los Sres. Marqués de Molins, su Director entonces ;

D . Patricio de l a E s c o s u r a , D . J u a n E u g e n i o I i a r tzenbusch ,

D . F e r m í n de la Puente y A p e z e c h e a , y a lgunos otros seño­

res A c a d é m i c o s , acordó la creación de A c a d e m i a s Corres­

pondientes A m e r i c a n a s . 54 Propúsose con esto, según e l la

53 El D u q u e d e R i v a s . 54 El v e r d a d e r o i n i c i a d o r y más e n t u s i a s t a c o o p e r a d o r de l e s t a ­

b l e c i m i e n t o d e Acadcaiiaa .kmi'ticaiias, íué el S r . d e la P u e n t e y

X X X I X

misma dijo, " r e a l i z a r fácilmente lo que para las a rmas y aun

p a r a la misma d ip lomac ia es y a completamente i m p o s i b l e , "

es toes , " r e a n u d a r los v iolentamente rotos vínculos de la fra­

ternidad entre amer icanos y españoles ; restablecer la man­

c o m u n i d a d de g lor ia y de intereses literarios, que nunca hu­

biera debido de jar de existir entre nosotros; y por lin, opo­

ner un dique, más poderoso tal vez que las bayonetas

mismas, al espíritu invasor de la raza a n g l o - s a j o n a en el

mundo por Colon d e s c u b i e r t o . " L a celosa y di l igente C o r ­

poración manifestó desde luego deseos de que se es tab le ­

cieran A c a d e m i a s en C o l o m b i a , Venezuela y E c u a d o r ,

Centro A m é r i c a , l 'erú, B o l i v i a , Ch i l e , R e p ú b l i c a Argent ina

y U r u g u a y , y M é x i c o ; siendo de sentir que la de nuestro

país no quedase formal y definit ivamente insta lada sino

hasta el I I de Set iembre de 1875. L o s académicos corres­

pondientes de -México, n o m b r a d o s por l a R e a l E s p a ñ o l a

p a r a formarla , fueron los Señores D . A l e j a n d r o A r a n g o y

E s c a n d o n ; D. J o a q u í n G a r c í a I c a z b a l c e t a ; D . J u a n Bau­

tista O r m a e c h e a , Obispo de T u l a n c i n g o ; I ) . Sebastian Ler ­

d o de T e j a d a ; D . J o s é M a r í a de B a s s o c o ; O. Cas imiro

C o l l a d o ; D . Manue l -Moreno y J o v e ; 1). J o s é Sebast ian S e ­

g u r a ; 1). J o a q u i n C a r d o s o y D . J o s é F e r n a n d o R a m í r e z .

X o todos asistieron á las juntas previas ni á la insta lac ión,

pues a lgunos habian fallecido y otros estaban ausentes ; de

manera que p a r a completar el número de A c a d é m i c o s

prevenido por el R e g l a m e n t o , que por término medio se

acordó fuera el de 12, los presentes nombraron á los Sres^

D. Franc isco Pimentel , D. J o s é M a r í a R o a B a r c e n a , I ) . R a ­

fael Á n g e l de la P e ñ a , D . Manue l Peredo y D . M a n u e l

Orozco y B e r r a . Estos nombramientos fueron a p r o b a d o s

por la R e a l A c a d e m i a Españo la . E n la junta de 25 de Se-

A p e z e c h e a , m e x i c a n o , c u y a m u e r t e l a m e n t a n t o d a v í a y l a m e n t a r á n s i e m p r e las l e t r a s e s p a ñ o l a s .

X I .

t iembre del mismo año de 1 8 7 5 , quedaron electos : Direc­

tor, S r . I ) . J o s é Mar ía de B a s s o c o : Secretario, S r . D . J o a ­

quín G a r c í a I c a z b a l c e t a ; Bibliotecario, S r . D . A l e j a n d r o

A r a n g o y E s c a n d o n ; Censor, Sr . D . Manuel Peredo , y Te­

sorero, Sr . D . J o s é M a r í a R o a B a r c e n a . P o r muerte del S r .

Bassoco , acaec ida el 18 de N o v i e m b r e de 1 S 7 7 , fué electo

Director el Sr . A r a n g o . E l Sr . D . A n s e l m o de la Port i l la ,

que ocupó aquel la vacante el 28 de E n e r o de 1 8 7 8 , falle­

ció también un año después , e l 3 de Marzo del año próxi ­

m o pasado .—Poster iormente han sido l l amados al seno d e

l a A c a d e m i a M e x i c a n a , otros escritores distinguidos, y en

la ac tua l idad la forman los señores:

A C A D É M I C O S D E N U M E R O : — L i c . D . A l e j a n d r o A r a n g o

y E s c a n d o n , Director; D . J o a q u í n G a r c í a Icazbalceta , Se­

cretario; l i m o . Sr . Obispo de T u l a n c i n g o , D . J u a n Bautis­

ta O r m a e c h e a , ausente de la capital; L i c . D . Sebast ian L e r ­

do de T e j a d a , amenté; O . J o s é M a r í a R o a B a r c e n a , D .

R a f a e l Á n g e l de la P e ñ a , L i c . D . Manue l Orozco y B e r r a ;

Ingeniero , D . J o s é Sebast ian S e g u r a , D. Cas imiro C o l l a d o ,

ausente; 55 D r . D . Manuel Peredo, Censor; D . F ranc i sco

P imente l , L i e s . D . Franc isco de P. G u z m a n y D . J o a q u í n

Cardoso .

C O R R E S P O N D I E N T E S M E X I C A N O S : — l i m o . Sr . Obispo de

L inares , D . I g n a c i o Montes de Oca y Obregon , que es tam­

bién Correspondiente extranjero de la E s p a ñ o l a , residente

en Montcrey; Presb . D . Melesio de J . V á z q u e z , residente en

Tulancingo.

A C A D É M I C O S H O N O R A R I O S : — S r . D . Migue l Antonio C a ­

ro, Director de la A c a d e m i a C o l o m b i a n a ( B o g o t á ) ; Sr . D .

Rufino J o s é C u e r v o (también de B o g o t á ) , y S r . D . Al fonso

H e r r e r a , de M é x i c o .

55 A c t u a l m e n t e está en M a d r i d , en d o n d e a c a b a d e p u b l i c a r u n a s e g u n d a ed ic ión d e sus Poesías ( c o r r e g i d a s y a u m e n t a d a s ) , con p r ó ­logo del S r . D . M a r c e l i n o M e n é n d e z P e l a y o .

X I , T

El trabajo principal á que ha estado dedicada esta res­

petable Corporac ión, y que sigue ocupándola en sus jun­

tas, es el estudio del Diccionario de la Lengua, á fin.de con­

tribuir con adiciones y enmiendas para la nueva edición

que la Rea l A c a d e m i a prepara . De tales estudios ha remi­

tido y a á ésta los artículos correspondientes hasta una par­

te de la letra E, muchos de ellos a c o m p a ñ a d o s de etimo­

logías y autoridades, y a españolas , y a mex icanas . - -En las

Memorias que anualmente publ ica , ha d a d o á luz trabajos

importantís imos de sus miembros , y a relativos al idioma

castel lano y su g r a m á t i c a , como varias disertaciones de los

Señores Peña y Bassoco, y a dest inados á servir más tarde

de material para escribir la historia de la l iteratura mexica­

na. E n este último caso se encuentran: un estudio biográ­

fico y crítico sobre nuestro poeta Gorosl iza , del Sr . R o a

B a r c e n a ; la Biografía de D. ¡Manuel Carpió, por el Sr . D .

J o s é B e r n a r d o Couto , y un notabil ís imo discurso sobre Las

'•'-Bibliotecas,'''' de Kgttiara y Berislaiu, por el Sr . G a r c í a

Icazbalceta .

Estos trabajos, otros que se han le ído en las juntas, y las

obras que separadamente han publ i cado a lgunos Señores

académicos , dan segura garant ía de los valiosos servicios y

del sólido progreso que puede esperar de ellos la literatura

mex icana .

I E M O . S E Ñ O R

D O N I G N A C I O M O N T E S D E OCA.

I N S I G N E S prelados han honrado en todas épocas

el episcopado mex icano , d a n d o lustre á l a patr ia

y g lor ia imperecedera á su nombre , no sólo por la

magnif icencia y alteza de sus virtudes apostól icas, sino tam­

bién por las bri l lantes luces de su inte l igencia , su copioso

y universal saber y las sobresalientes dotes l iterarias que á

a lgunos adornaron. Ocupa hoy m u y dist inguido l u g a r

entre todos los respetables Pastores de la Ig les ia m e x i c a n a ,

por su juventud y temprana sabidur ía , sus marav i l losas y

excelsas facultades poéticas, los numerosos laureles de g l o ­

ria que y a cubren sus sienes, el l i m o . Sr . D . I g n a c i o Montes

de Oca y O b r e g o n , Obispo que fué de T a m a u l i p a s y pre­

conizado últ imamente p a r a la Diócesis de l i n a r e s .

Vio la pr imera luz en la c iudad de G u a n a j u a t o , capi ta l

del E s a t d o del mismo nombre en esta R e p ú b l i c a , el 26 de

ro J u n i o de 1 S 4 0 , s iendo sus padres I X Demetr io Montes d e

Oca , sabio jurisconsulto y honradís imo a b o g a d o , y D ! 1 M a ­

ría de la Luz- O b r e g o n . A los doce años fué env iado á In­

g laterra , y al l í hizo, con extraordinario aprovechamiento ,

sus estudios preparatorios , terminados los cuales regresó á

su patr ia en busca de a l g ú n descanso en el seno de la fa­

mil ia . Es tuvo por este t iempo, 1 S 5 6 , pocos meses en el S e ­

minario Conc i l i a r de Méx ico . V o l v i ó en seguida á E u r o p a ,

y en R o m a cursó las mater ias eclesiásticas, graduándose d e

Doctor en T e o l o g í a en 1 8 6 2 y ordenándole de subdiácono

el l i m o . Sr . M u n g u í a , pr imer Arzobispo de M i c h o a c a m

una de las intel igencias m á s pr iv i leg iadas que ha produci­

do la nación mex icana en el presente s ig lo . L a dedicación

del Sr . Montes de O c a era tal , y tan g rande también su

aptitud para los estudios superiores, que con razón fué e l

asombro de sus maestros y condiscípulos, complac iéndose

todos en profesarle cordial y sincera est imación. E n poco

t iempo conc luyó sus cursos de la m a n e r a más bri l lante y

satisfactoria. Rec ib ió el orden del presbiterado el 28 de

Eebrero de 1 8 6 3 , en la basí l ica de S a n J u a n de L e t r a n , d e

manos del cardenal Patrizzi, vicario de Su S a n t i d a d , y en

1S65 obtuvo el g r a d o de doctor en ambos derechos. E u é

cura párroco de Ipswich (Inglaterra) , y m á s tarde de G u a -

na juato , su ciudad nata l : tuvo también el nombramiento

de C a p e l l á n de las tropas pontificias y de P r o m o t o r fiscal

de la curia de Méx ico . E l e m p e r a d o r M a x i m i l i a n o le hizo

su C a p e l l á n de honor, y el Santo Padre Pió I X , su C a m a ­

rero secreto en 1 8 C 3 ; cargos todos que demuestran el g ran­

de aprecio en que era tenido el S r . Montes de Oca, así en

su patria como en R o m a , y la seña lada distinción que se

hac ia de sus relevantes méritos.

E l inmortal Pontífice P ió I X , c u y a muerte l lora todavía

y l lorará siempre la crist iandad, tuvo al Sr . Montes de Oca-

part icular y cariñosís imo afecto; de manera que al asignar

I I

á Tamaidipas un prelado propio y elevarla al rango de las

demás diócesis de la- República mexicana,*' no pudo o lv idar ­

se de é l ; ¡oven eclesiástico, en cuyos ojos ardia el más ve­

hemente celo apostólico, intel igencia nutrida de la alta e n ­

señanza de los Santos Padres , corazón tierno y generoso

que derramar ía copiosos torrentes de p iedad y de a m o r

evangé l i co sobre los que hablan de ser sus hijos en J e s u ­

cristo. F u é , pues, e leg ido , p a r a ocupar la sil la episcopal

de T a m a u l i p a s . " N o s h a l l á b a m o s entonces en la Eterna

C i u d a d — d e c í a el señor Obispo á sus diocesanos con en­

cantadora sencillez en su Primera- Caria, pastoral,— pre­

senciando el más g rande acontecimiento de este s ig lo : la

celebración del Conci l io E c u m é n i c o V a t i c a n o . Diversas

causas retardaron nuestra preconización; entre otras, la caí­

da de R o m a en poder de los enemigos de la Ig les ia , y la

prisión á que tuvo en consecuencia que sujetarse nuestro

augusto Pontífice desde el 2 0 de Setiembre del año s iempre

infausto de 1 8 7 0 . Este funesto suceso nos hizo ir á buscar

en el C a l v a r i o los consuelos que y a no nos suministraban

los sepulcros de los mártires, hol lados por sacr i legas p lan­

tas. Part imos p a r a T i e r r a Santa , y sepultamos nuestro do­

lor entre los puros goces de Be lén y la dulce a m a r g u r a de

Getsemaní . Recorr imos más de una vez las a ldeas y pue­

blos por donde Nuestro Divino S a l v a d o r pasó d e r r a m a n d o

beneficios, anunciando el E v a n g e l i o á los pobres y ense*

fiando sus santísimas doctrinas. ¡Cuántas fuerzas adquiri­

mos meditando la Pasión de Nuestro Redentor en los mis­

mos lugares regados por su S a n g r e preciosa! ¡Cuánto v a ­

lor nos infundieron las l a r g a s horas pasadas en santa con­

templación dentro del sepulcro glorioso del triunfante J e ­

sus! E l deber nos l l a m ó otra vez á la esc lavizada R o m a , y

el 6 de M a r z o del presente año ( 1 8 7 1 ) , penetrando por en

* A n t e s e r a V i c a r i a t o a p o s t ó l i c o .

1 2

medio de las guard ias que c i r cundan el que fué pa lac io , y

hoy es cárcel del Soberano Pontífice, fuimos revestidos por

el gran P ió I X con el roquete de candido l ino, e m b l e m a

de nuestra jurisdicción, después ele haber sido so lemnemen­

te preconizado pr imer Obispo de T a m a u l i p a s . U n alt ís imo

honor, una nueva d icha , un insigne favor nos a g u a r d a b a ,

de que antes que Nos ningún compatr iota h a b i a g o z a d o ,

con que, fuera de Nos, solo uno nac ido en el continente

amer icano ha sido dist inguido. N o contento P ió I X con

las grac ias que y a h a b i a a c u m u l a d o en nuestra humilde

persona, no satisfecho con los dones esparcidos sobre los

mexicanos , quiso honrarnos , ¡oh hermanos é hijos nuestros!

y honrarnos á N o s mismo, por vosotros y p a r a vosotros,

consagrando con sus propias augustas manos al pr imer P a s ­

tor de T a m a u l i p a s , y confiriéndole él mismo directamente

la plenitud del sacerdocio. N o podemos dis imularos, her­

manos é hijos nuestros, el inefable gozo que inundó nues­

tra a l m a l a inolv idable m a ñ a n a del 1 2 de Marzo, fiesta de l

g r a n Pontífice San G r e g o r i o M a g n o . E n el oratorio parti­

cular de l a habitación del P a p a prisionero, se verificó pri­

v a d a m e n t e la majestuosa ceremonia de nuestra consagra­

ción episcopal . Si s iempre es imponente, sea quien fuere el

Obispo que derrame el óleo sacrosanto, sean cuales fueren

las c ircunstancias , la época y el lugar en que el nuevo Pas -

tor recibe la unción sacramenta] , figuraos la indeleble im­

presión que dejaría en Nos y los pocos que fueron admiti­

dos á presenciar lo , el acto en que el Pontífice caut ivo im­

puso las manos sobre el Obispo misionero y le entregó las

insignias de su autoridad y jur i sd icc ión. "

T a m a u l i p a s es una región del territorio mexicano, situa­

d a al Nor te , bastante extensa, en muchas partes despobla­

d a y l lena de g r a n d e s bel lezas naturales . E n espaciosas

l l anuras encuéntranse diseminadas solitarias a ldeas , pobres

cortijos y a lgunas c iudades de escasa importanc ia ; el c l ima

1 3

es ardiente y enfermizo, malsanas las costas, y tan difíciles

como pel igrosas las comunicaciones . Mas , sin e m b a r g o de

estas circunstancias, el S r . Montes de O c a aceptó gustosísi­

mo el gobierno espiritual de aquel la tierra que el Santo

Padre le e n c o m e n d a b a . L a novedad del l u g a r , lo desco­

nocido de las costumbres y del carácter del pueblo , las fati­

gas apostólicas, las peregrinaciones , todo presentaba p a r a

él misteriosos y dulces atract ivos ; de manera que no es de

extrañar , que más de una vez se soñara evange l i zando á la

multitud en las oril las de los pintorescos rios y u n g i é n d o l a

con el cr isma de sa lvación bajo los frondosos árboles de

las escarpadas sierras.

C o n s a g r a d o Obispo el Sr . Montes de Oca , y sin aprove­

charse de los cien dias que aun le era permitido peruuine-

cer junto á la tiunba del Principe de los apóstoles, partió sin

dilación, rumbo á su diócesis, como él mismo d ice , toman­

do posesión de el la el 8 de J u n i o del propio año de 1 8 7 1 .

Dedicóse desde luego , con u n a constancia, un celo y un ar­

dor sin igua l , al desempeño de su santo ministerio, dir igien­

do pr imeramente á sus diocesanos una paternal y tierna

salutación. Su carácter manso y bondadoso , su amante so­

licitud para satisfacer pronta y eficazmente las necesida­

des espirituales, su p a l a b r a fácil, cariñosa y persuasiva , hi­

cieron que en poco t iempo el j o v e n Obispo fuese el ídolo

de los fieles de T a m a u l i p a s . Su lozana y fresca constitu­

ción, embe l l ec ida aún por las g rac ias de la juventud , y su

v igor y perfecta sa lud, le permitieron visitar con deteni­

miento sus vastos dominios, conocer todos los pueblos , y

derramar en todas partes los tesoros de la predicación evan­

gél ica y las ricas mercedes del cristianismo. H a vis i tado

las c iudades y v i l las , ha penetrado en los bosques, ascen­

dido á las montañas y cruzado las corrientes de impetuosos

rios: por donde quiera h a ido, por donde quiera ha resona­

do su v o z ; y ora ba jo la sombra de las pa lmeras y de los

naranjos, ora en sencillos y humildes templos de a l d e a ; y a

en las p l a y a s del mar , y a en las silenciosas florestas de l a

costa, h a adminis t rado con celoso fervor los Santos S a c r a ­

mentos.

L o s sueños que en R o m a acar ic ió el preconizado Obispo,

han tenido, pues, su más exacto cumpl imiento ; y y a hoy

puede glor iarse el l i m o . Sr . Montes de O c a de haber l le­

nado su misión, d a n d o c ima á sus sagrados deberes. E l

movimiento religioso de T a m a u ü p a s , en la actua l idad , es

asombroso ; hánse a v i v a d o la fe y la p iedad de los fieles,

se han mejorado las costumbres, y la instrucción públi­

ca , sobre todo, ha adquir ido un desarrol lo y una importan­

cia notables, fecundos en consoladoras esperanzas. Y cuen­

ta que el Obispado se fundó en medio de las circunstan­

cias más difíciles y azarosas, siendo suma l a escasez de

recursos y de colaboradores en las tareas apostól icas . P e r o

el c laro talento, la abnegac ión y ardiente celo del señor

Obispo, han suplido con venta ja aquel las y otras faltas: su

act iv idad infatigable le ha l l evado donde quiera que ha s ido

necesaria su presencia p a r a remediar males , instruir y en­

señar, fomentar obras buenas y levantar instituciones pia­

dosas. " G r a n d e s han sido — e x c l a m a con emoción y rego­

cijo el pastor cr i s t iano— los frutos que hemos recogido, y

abundantes las bendiciones que el Señor h a d e r r a m a d o so­

bre Nos y sobre nuestro pueblo . C u a n d o consideramos los

innumerables beneficios que el Dios de las misericordias ha

querido dispensar por nuestras manos pecadoras , no pode­

mos menos que deshacernos en l á g r i m a s de confusión y de

g r a t i t u d . " ¡Cuántas conversiones h a hecho al l í la inspirada

pa labra del Sr . Montes de O c a ; c ó m o ha huido el c i sma de

entre sus diocesanos; c ó m o , los que antes eran indiferentes

ó escépticos, se han tornado en piadosos creyentes y en hu­

mildes y buenos hijos de l a Ig les ia !

A p a r t e de estos inapreciables bienes, T a m a u l i p a s debe á

*5 su Pre lado otros que harán por siempre quer ida y venerada

su memor ia : él ha levantado desde los cimientos el Co leg io

Seminar io del Obispado en la capita l de l a Diócesis , C iu­

dad Victoria, y actualmente construye la C a t e d r a l ; n u m e ­

rosas iglesias han sido restauradas y e n g r a n d e c i d a s ; el cul­

to ha adquir ido g r a n p o m p a y majestad, y hasta parece que

se ha redoblado el celo de los párrocos: todo lo cua l es de­

bido al e jemplo , á la car idad , y á la constante dedicación

del virtuoso Sr. Montes de Oca. ¡Dichosos los pueblos que

tienen tales pastores!

Este es el Obispo. V e a m o s ahora al poeta , al orador , a l

l iterato.

I I

Pocos ingenios han podido atesorar, á la edad del l i m o .

Sr . Montes de Oca , los profundos y vastos conocimientos

que él revela en sus obras , y pocos también podrán glor iar­

se de haber hecho en corto t iempo una carrera tan bri l lan­

te y magní f ica c o m o la suya . " O c u p a d o desde niño en es­

tudios serios y en el extranjero, — c o m o dice en el pró logo

de sus p o e s í a s ; — encerrado m u y j o v e n en austero S e m i n a ­

rio, y ordenado sacerdote á los veintidós a ñ o s , " — nuestro

insigne Pre lado ha sabido adquirir , con marav i l losa pron-

tihid, una selecta educación l iteraria. Distinguióse en el

colegio de Ing la terra entre los más aprovechados discípu­

los; pues á su s ingular talento, su rica imaginac ión , su in­

genio c laro y peregrino, uníanse una apl icación y empeño

extraordinarios, acreditados á c a d a momento con los triun­

fos que obtenía en las aulas . F o r m ó all í su buen gusto, le­

yendo y estudiando detenidamente los autores c lás icos ; y

ora ejercitaba su entendimiento en las labores de la crít ica,

ó vertia á nuestro id ioma las bel lezas de la poesía g r i e g a y

lat ina; ora se ensayaba en la l ira p a r a modular sentidos y

1 6

armoniosos cantos. Sus estudios de R o m a le l levaron á

otros horizontes, ampl ios y l lenos de atract ivo p a r a una in­

tel igencia juveni l dest inada á ejercer espiritual jur isdicc ión:

al l í otras fuentes :!e enseñanza, otros estímulos y otros triun­

fos le a g u a r d a b a n al l ado mismo del venerable J e f e de l a

cr ist iandad. Abriéronsele las copiosas y sa ludables p á g i n a s

de los teólogos y los doctores, de los Santos Padres y los

apologistas ; su a l m a se sumergió , por decirlo así, en aque l

océano de sabiduría , y conoció luego todas las r a m a s de las

ciencias s a g r a d a s : tan alta lectura dio á su espíritu el v i g o r

y la energ ía de l verdadero s a b e r . — Y a hemos visto an­

tes cuan rico y val ioso fué el premio que por sus crecidos

afanes recogió el Sr . Montes de O c a : el Santo Padre P i ó I X

le dist inguió con su car iño, le e levó á la a l ta d i g n i d a d epis­

copal en los frescos años de su juventud, y le consagró con

sus propias augustas /nanos primer Pastor de Tamaulipas,

precisamente c u a n d o el Soberano Pontífice se h a l l a b a más

afligido y contr istado: merced s ingular í s ima que no á m u ­

chos es d a d o a lcanzar . A l saberse en Méx ico cuántos hono­

res conquistaba el Sr . Montes de O c a y c ó m o h o n r a b a á la

patr ia en el extranjero, todas las s impatías fueron p a r a él ,

cobrándole , los que conocían sus triunfos, el más entusiasta

y cordial afecto. Sus glor ias se reflejaban en el país que le

h a b í a visto nacer , y éste se sentía orgul loso con just ic ia ,

l i é aquí ahora las obras del ilustre Obispo :

E n 1 8 6 S fundó en G u a n a j u a l o una Revista Católica, que

redactó él solo, durante dos años, y de l a cual l l egaron á

salir dos tomos. P o r ese mismo a ñ o , el 1 9 de J u l i o , predi­

có en S a n L u i s Potosí un Panegírico de San Vicente de J\nd

l leno de unción y fervor evangé l i co , con cuadros interesan­

tes y v ivamente dibujados , sembrado de juic ios y reflexio­

nes oportunas, y e n g a l a n a d o de exquisitas flores. E n Octu­

bre pronunció , en l a parroquia de su c iudad na ta l , el Elo­

gio fúnebre de la Sra. Doña Francisca de Paula Pérez Gal-

1 7

vez y Obregon, virtuosa d a m a , que prod igó los tesoros de su

ardiente piedad y crecido patr imonio en favor de los des­

graciados . A m b a s piezas son dos c a n t o s a la ca r idad .

H a b i e n d o m a r c h a d o á R o m a en 1 S 6 9 , á presenciar lo

que él l l a m a con justicia el m a y o r acontecimiento de este

s iglo, — e l Santo Conci l io E c u m é n i c o Vat icano,—- remitió

con regular idad al periódico La Revista Universal, de esta

c iudad, unas Correspondencias interesantísimas relat ivas á

las del iberaciones y trabajos de aquel la A s a m b l e a cristiana

y a cuantos sucesos se l i gaban con e l la .

E n 1 8 7 7 apareció su version métrica de los Poetas Bu­

cólicos Griegos, obra admirab le , a c o m p a ñ a d a de eruditas y

curiosas notas expl icat ivas , críticas y f i lológicas, que a lcan­

zó el honor de que la A c a d e m i a Mex icana , correspondien­

te de la R e a l E s p a ñ o l a , hiciese suya la edición. F o r m a un

lujoso volumen de más de cuatrocientas pág inas de impre­

sión l impia y correcta, y comprende : veintisiete idilios de

Teócr i to , nueve de l í ion de Sinirna, y otros tantos de Mos­

co de S iracusa . L a s notas ocupan unas ochenta y seis pá­

ginas, y todas convidan á leerlas por su g rande interés his­

tórico y l i t e ra r io .—Incapaz y o de j u z g a r tan concienzudo

trabajo, me contentaré con manifestar la admirac ión que

me causa. L o s inteligentes dicen que es l a vers ion 'castel la­

na más completa y e legante que se ha hecho de los bucó­

licos gr iegos , y a g r e g a n que n inguna otra ha reproducido

con tanta v e r d a d , la innata belleza, el de l icado adorno,

los primores poéticos del or ig ina l . C o m p a r a n d o , en efecto,

la traduccioiü del sabio P r e l a d o m e x i c a n o , con otras que

existen de diversos autores, se notan desde luego diferen­

cias esenciales que realzan notablemente el mérito de la

pr imera : así, por e jemplo , no encontramos en ésta, ni los

pasajes, ni los idilios que ofenden el pudor ; y por lo demás ,

todo en el la es sencil lo é inocente: los cuadros respiran

aquel a m a b l e candor de los pastores, aquel la frescura de las

i8

costumbres primitivas, aquel la inefable delicia de las esce­

nas de l a natura leza ; y la grac iosa ingenuidad , l a r iqueza

de lenguaje y la magnif icencia de descripción que caracte­

rizan á T e ó c r i t o , parecen conservarse con toda propiedad .

Por últ imo, de esta magní f ica obra de l S r . Montes de Oca ,

útil ísima á la juventud l iteraria de nuestro t iempo, porque

con e l la trata de restaurar los buenos estudios sobre su an­

t igua y sól ida base, c o m o dice un escritor d is t inguido; de

esta obra puede repetirse lo que su mismo autor di jo, no h á

mucho , del Siglo de Oro de B a l b u e n a : " N o solo quitó cui­

dadosamente los abrojos de las rosas espléndidas que nos

ofrecía c o m o aconseja San Bas i l io , sino que s iguió aun más

escrupulosamente sus instrucciones. " ¿ N o veis , dice este

" P a d r e , no veis á las abe jas c ó m o escogen el zumo de las

" f iores de que han de formar su dulc í s ima miel? N i á to­

a d a s vuelan, ni en todas se paran , ni en todas igua lmente

" s e detienen. D e unas beben más , de otras m e n o s ; y cuan-

" d o han l ibado el j u g o de que han menester p a r a formar

" s u pana l , tornan sin tardanza á l a co lmena . A s í es fuer­

z a que h a g a m o s nosotros, si tenemos juicio y asp i ramos

" á la verdadera sabiduría , con los libros de los g e n t i l e s . "

— V así lo ha hecho el S r . Obispo de T a m a u l i p a s : no se

contentó ion traducir, ni aun arrancando las espinas de in­

moralidad de que están erizadas las rosas que se ha l l an en

los poetas bucólicos gr iegos . Tomó de ellos cuanto necesi­

taba- para formar una colección de poemas pastoriles, dul­

ces, gratos y mora les ; y si cantó los sencillos afectos de apa­

sionados pastorcillos, procuró no apartarse de las huellas

que Salomón nos trazara en su Cántico y expresarlos con

frases pulcras que no hirieran oídos del icados . * S i , pues,

* Estas f rases q u e y o a p l i c o a l l i m o . S r . M o n t e s d e O c a , las d e ­

d icó él al a u t o r de l Bernardo y d e La Grandeza mexicana en la

Oración fúnebre d e q u e a d e l a n t e m e o c u p o .

1 9

nuestro P r e l a d o - p o e t a no hubiese conquistado antes con

otras obras fama y renombre imperecederos, sin d u d a ha­

bría bastado para asegurárselos esta espléndida versión de

los Bucól icos Gr iegos .

E n el ejercicio de su s a g r a d o ministerio en T a m a u l i p a ^ ,

el l i m o . Sr . Montes de Oca ha publ icado tres Carlas Pas­

torales (una de el las sobre la f rancmasoner ía) ; multitud de

Car/as á los Párrocos, haciéndoles eficaces recomendacio­

nes acerca de asuntos religiosos, y especialmente acerca de

la educación de la niñez; varios Discursos; una //omitía

bell ís ima, pred icada en la iglesia de C i u d a d Victor ia con

• motivo ele la apertura del Co leg io Seminar io del O b i s p a d o ;

dos Edictos; un Sermón sobre el Sagrado Corazón de Je-

sus, predicado en la iglesia de S a n Lorenzo de México , el

3 0 de Set iembre de 1 8 7 7 ; otro Discurso, pronunciado en la

solemne consagrac ión del a ltar m a y o r de la iglesia matriz

de T a m p i c o ; y por últ imo, El Elogio fúnebre de nuestro

Santísimo Padre el Papa Pió IX, que oyeron los fieles de

la misma c iudad el 8 de Marzo de 1 8 7 8 , en las solemnes exe­

quias ce lebradas en honor del inmortal Pontíf ice. Y mere­

cen también citarse otras dos H o m i l í a s , ricas en bel lezas li­

terarias, sobre La Tempestad en el Lago de Tiberiades y En

la ordenación de un joven Sacerdote.

E l S r . Montes de O c a , que es poeta de a l ta inspiración,

cantando apacienta su rebaño (*); pues en medio de sus

tareas apostólicas no a b a n d o n a sus aficiones l iterarias ni deja

de pulsar l a l ira. Antes , al contrario, cult iva aquel las con

más ca lor que nunca en sus horas de soledad y de aisla­

miento, p a r a dulce y pacífica distracción de su ánimo: y si

el Obispo de P u e r t o - R i c o , D . B e r n a r d o de B a l b u e n a , ein-

* El m i s m o S r . M o n t e s d e O c a se a p l i c a es tas p a l a b r a s , q u e s e h a l l a n en el Id i l io I II d e M o s c o , i n t i t u l a d o Canto fúnebre de Bion,

t r a d u c i d o p o r él .

20

p i c a b a el t iempo <¡ue le quedaba libre en escribir sus cantos

del Bernardo y del Siglo de Oro, el Obispo de T a m a u l i p a s

ocupa el suyo cantando en caste l lano los apas ionados afec­

tos de los antiguos pastorci l los de l a G r e c i a , para d a r á la

juventud m e x i c a n a buenos modelos que formen su gusto.

Úl t imamente h a d a d o á luz un precioso tomito que contiene

sus composiciones poéticas, y que él , modestamente , califica

de Ocios. Es tá div idido en cuatro l ibros; el pr imero com­

prende diez sonetos, escritos antes de los veinte años, y no­

venta, escritos después de los treinta y c inco ; el segundo ,

una Epístola moral; el tercero, un pequeño poema heroico

intitulado Fiesco, trazado á los diez y nueve años ; y por úl­

t imo, el cuarto, una colección de odas, himnos y canciones,

cuyos títulos, asuntos y estilo •—-dice el a u t o r — " r e v e l a n que

son producion de un e s t u d i a n t e . " E n un cuaderno suelto

aparec ió después la sentida Elegía que escribió con motivo

de la muerte del l i m o Sr . Obispo de OÍ inda (Brasi l ) .

Uno de los m a y o r e s y más bri l lantes triunfos que se re­

gistran en la v ida l iteraria del l i m o . Sr . Montes de Oca , es

sin d u d a el que obtuvo el dia 3 del últ imo A g o s t o ( 1 S 7 8 ) ,

en la ig les ia de la Profesa de esta capi ta l . C o n motivo de

las honras ce lebradas por l a A c a d e m i a M e x i c a n a en me­

moria de D . J u a n R u i z de A l a r c o n y Mendoza , y demás

ingenios nacionales y españoles que en ambos mundos cul­

tivaron las letras castel lanas, aquel la docta Corporac ión en­

c o m e n d ó al l i m o . Sr . Obispo la oración fúnebre que debia

decirse en dicha fiesta rel igiosa y l i teraria . L o más selecto

de nuestra sociedad, l a prensa de todos los part idos, las ce­

lebr idades m á s notables de Méx ico , se agruparon a l rededor

de la cátedra s a g r a d a p a r a oir al que es honra y g lor ia de

nuestra l iteratura y de nuestro respetable episcopado. Su

p a l a b r a caut ivó durante hora y media al escogido auditorio,

presentándole bajo e legant ís ima forma una serie de admi­

rables juicios y de g a l l a r d o s pensamientos, de fundadas sen-

2 Í

tundas y maravi l losos panegír icos ; " e n l a z a d o s todos, c o m o

dijo un escritor, con cadena de oro y de ñores, expresados

con puro y correcto l engua je , sin afectación y sin miedo,

sin aparato y sin pretens iones . " Después de un magníf ico y

oportuno exordio , el eminente orador hizo el e logio de D .

luán Ruiz de A l a r c o n y Mendoza , de Sor J u a n a Inés de la

Cruz y del célebre cantor de la Grandeza ¿Mexicana D. ber­

nardo de R a l b u e n a , d ibu jando rápidamente con rasgos

maestros y vigorosos la historia de su v ida y de sus obras.

Viniendo á los tiempos modernos, hab ló con una erudición,

una prudencia y tacto asombrosos, de nuestro gran histo­

riador A l a m a n , de nuestro insigne literato y poeta Pesado,

y de D. C lemente de Je sús M u n g u í a , i lustrísimo y eminen­

tísimo Arzobispo de M i c h o a c a n . Y h a y que notar que la

posición del orador era difícil : pronunciar un discurso lite­

rario en un templo, dar le forma a d e c u a d a , revestirlo de

ga la s que lo hiciesen d igno del pulpito y de un recinto aca­

démico al mismo t iempo, eran dificultades grav í s imas que

solo á los talentos superiores es d a d o v e n c e r ; pero el Sr .

Montes de O c a las venció todas con facil idad sorprendente;

supo dar á su oración fúnebre, atractivos que de igual ma­

nera cautivaron a l literato y al poeta, al historiador v al

crítico, al cristiano y al filósofo. S u lenguaje fué pulcro y

castizo, exento enteramente de inútiles adornos, é incon­

table el número de sus bellezas l iterarias y de pensamiento .

I.a A c a d e m i a M e x i c a n a , á propuesta de su Director el S r .

A r a n g o y E s c a n d o n , dirigió a lgunos dias después al insigne

Obispo un honrosís imo oficio, que era p r e n d a s e g u r a de l

entusiasmo que causó entre sus miembros el inspirado dis­

curso, y del júbi lo y complacenc ia con que vieron el acer­

tado desempeño del e n c a r g o del orador .

Nuestro dist inguido pre lado es miembro de l a A r c a d i a de

R o m a desde 1 8 6 5 , ba jo el nombre de Ipandro Acaico (con

el cual quiere ser conocido en el m u n d o literario), y lo fué

2 2

de la A c a d e m i a de Ciencias y L i teratura de Méx ico , fun­

d a d a por el emperador M a x i m i l i a n o . Pertenece igua lmente

á ia Soc iedad M e x i c a n a de G e o g r a f í a y Estadíst ica , y en

1 8 7 7 fué n o m b r a d o a c a d é m i c o correspondiente de la Mexi ­

cana y de la R e a l E s p a ñ o l a de Madr id .

C o n c l u y o este art ículo insertando el juic io que del Sr .

Montes de O c a formó D . A n s e l m o de l a Port i l la , el inol­

v idable escritor á quien nuestra literatura debió grandes é

importantísimos servicios.*

" E l .Sr. Montes de Oca — d i c e — c o m o Obispo, c o m o

orador y como poeta, es una de las figuras más s impáticas

de esta R e p ú b l i c a . L a naturaleza le ha dotado de todas las

cual idades que requiere el feliz desempeño de este triple

pape l , y el arte h a comple tado á m a r a v i l l a en su persona la

obra de la naturaleza.

" Obispo de una comarca inmensa, mal p o b l a d a á trechos

por gentes casi bárbaras , y solo en pequeña parte por otras

civi l izadas y cultas, tiene la constancia y sabiduría necesarias

para infundir la luz del E v a n g e l i o á las pr imeras ; la filosofía

y el prestigio indispensables p a r a convertir en creyentes á

los descreídos, que a b u n d a n entre las segundas ; y tiene tam­

bién l a robustez y el v igor que h a menester para soportar

los rudos trabajos de su v ida pastoral por los desiertos de

su diócesis. E s un apóstol del t iempo ant iguo, sin el sem­

blante d e m a c r a d o , ni el hábito ra ído , ni las arrugas de la

frente; antes bien, con las e legantes y at i ldadas formas ex­

teriores de l a sociedad m á s refinada de nuestro t iempo.

T i e n e el entusiasmo de su apostolado, y hasta l a vocac ión

del mart ir io , como lo da á entender en a l g u n a de sus com­

posiciones poéticas, lo cual no impide que su noble faz anun­

cie con perenne sonrisa l a serenidad y el contento de su a l m a .

* F u é esc r i to e x p r e s a m e n t e á pe t i c ión de l a u t o r , p a r a i n s e r t a r l o

en es ta b iogra f í a .

2 3

" C o m o orador s a g r a d o , posee las dotes de espíritu que

la oratoria requiere: c larís imo talento, vasta y a m e n a eru­

dición, exquisito gusto l i terario; y con estas dotes del es­

píritu junta en felicísimo consorcio las condiciones físicas

que sirven para rea lzar las : g a l l a r d a presencia, noble ade­

man, meta l de voz que parece música, todo aquel lo , en lin,

que constituye el encanto irresistible de la e locuencia. T o ­

das estas cua l idades br i l laron con nunca visto fulgor en su

famosa Oración fúnebre de los literatos difuntos; magníf ica

novedad , que hará época en los anales de la oratoria sa­

g r a d a de M é x i c o .

" E l Sr . Montes de Oca escribe tan e legantemente en pro­

sa como en verso, y de él se puede decir lo que Chateau­

briand decia de D e Font.anes, que tiene las dos l iras. Dé­

la e leganc ia de su prosa dan testimonio, a d e m á s de otros

escritos literarios y de po lémica , sus pastorales y sus ser­

mones. D e la excelencia de sus versos serán testigos irrecu­

sables su traducción de los bucólicos gr iegos y la colección

de poesías originales que a c a b a de dar á luz con el título

de Ocios poéticos. E l estro del Sr . Montes de O c a es fácil,

abundante y florido. N o h a y ciegos arrebatos en su poesía,

ni pasiones ardientes, ni pel igrosas intemperancias . T i e n e

la sencillez g r i e g a , la g rac ia ant igua , el sel lo clásico y la

entonación g r a v e . Se revela en sus composiciones el poeta

e n a m o r a d o de la ant igüedad clásica y el pastor de la I g l e ­

sia. -Son notables , además , por lo correcto del l engua je , pol­

lo castizo de la dicción, sin afectaciones de a rca í smo, y pol­

la alteza de los pensamientos, impregnados siempre de un­

ción piadosa y filosofía cristiana. E s t a colección de poesías

asegura al Sr . Montes de Oca , dist inguido l u g a r entre los

mejores poetas de nuestro t iempo.

" E l Obispo de T a m a u l i p a s está en l a fuerza y en la ma­

durez de la e d a d , y ha de hacer m u c h o todav ía p a r a honra

y g lor ia de su clase, de las letras y de su p a t r i a . "

D O N

A L E J A N D R O A R A N G O Y E S C A N D O N .

L actual Director de l a A c a d e m i a M e x i c a n a nació

en l a c iudad de P u e b l a de los A n g e l e s el dia i o de

J u l i o de 1 8 2 1 . Fueron sus padres D . A l e j a n d r o Mar ía A r a n g o , sargento m a y o r del R e g i m i e n t o de Estre-niadura y nac ido en el pueb lo de Cudi l lero (pr incipado de Asturias), y D * G u a d a l u p e E s c a n d o n , natura l de Orizaba en esta R e p ú b l i c a . E n 1 8 3 1 fué env iado á E s p a ñ a , y en el R e a l C o l e g i o de H u m a n i d a d e s de M a d r i d , situado en l a cal le de l a M a d e r a ba ja , estudió g r a m á t i c a lat ina y filoso­fía, habiendo tenido el honor de que en uno de sus exáme­nes fuese s inodal suyo el insigne poeta D . J u a n Nicas io G a l l e g o . — E n esta m i s m a época , las relaciones y b u e n a amistad que le unieron con su condiscípulo D . Eustaquio Fernandez de N a v a r r e t e , nieto de l célebre D . Mart in F e r ­nandez de N a v a r r e t e , y que tanto se dist inguió después pbr

1

26

sus trabajos históricos y críticos, permitieron al Sr . A r a n g o

conocer personalmente á varios de los literatos y poetas m á s

notables de aquel t iempo, c o m o L i s t a , Quintana , Bre tón

de los Herreros y otros.

E n 1 8 3 6 se trasladó á Par is p a r a continuar a l l í sus estu­

dios ; pero en Set iembre del año siguiente regresó á Méx i ­

co, entrando desde luego a l Seminar io Conci l iar de esta

capita l . E n él cursó las cátedras de ambos derechos, c i v i l -

r o m a n o y c a n ó n i c o . — L a Academia de Leirán, asociación

l iteraria de que formaban parte muchos de los que después

han l l e g a d o á ser rico ornamento de la l i teratura m e x i c a n a ,

l l a m ó con gusto á su seno al S r . A r a n g o ; y a l l í se distin­

guió siempre por su instrucción, de l icado gusto y entusias­

mo por las letras. H i z o sus estudios de derecho públ ico

con el célebre jurisconsulto IX M a n u e l de l a P e ñ a y P e ñ a ,

y su práct ica de foro con el D r . D . J o s é B e r n a r d o Couto ,

uno de los sabios más eminentes que ha tenido nuestra pa­

tria. H e oído referir que el Sr . P e ñ a y P e ñ a e n c a r g ó en

cierta ocasión á c a d a uno de sus discípulos que hiciese u n a

disertación sobre diversos puntos tratados en cátedra , á fin

de que reunidas todas formasen un Curso completo de De­

recho Pilblico Mexicano. Cumpl ie ron todos, y el Sr . A r a n ­

go tuvo l a honra de que su maestro le comis ionara p a r a

enlazar y corregir los trabajos , s iendo preferido á sus com­

pañeros , que los tenia m u y dist inguidos. T a m b i é n por este

t iempo dióle el S r . Couto seña lado testimonio del aprecio

en que y a tenia su instrucción y gusto l iterario, p a s a n d o á

su e x a m e n una traducción del Dies Irte del poeta m e x i c a ­

no Sánchez de T a g l e ; la cual no podia revisar el S r . C o u t o

por sus muchas ocupaciones . T a n feliz y acertado estuvo

el S r D . A l e j a n d r o en las correcciones que hizo, que me­

recieron todas la aprobac ión de su sabio maestro , y el mis­

m o Sánchez de T a g l e las ap laud ió , j u z g á n d o l a s obra del

Sr . Couto .

2 7

Esto no es de extrañar en quien habia recibido una edu­

cación r igurosamente c lás ica , bajo la dirección de entendi­

dos y severos maestros, ni en quien á los doce años sabia

de memoria todas las obras poéticas de E r a y Lu i s de L e ó n ,

de Garc i l aso , de A r g e n s o l a y otros ingenios españoles del

siglo X V I .

I I .

Previos los exámenes de ley , sustentados con extraordi­

nario lucimiento, el Sr . A r a n g o y E s c a n d o n recibió el título

de a b o g a d o en A g o s t o de 1 8 4 4 . — D e s d e entonces comenzó

á desempeñar diversos cargos públicos de importancia , así

en el orden político y administrat ivo, como en el jud ic ia l ,

á saber : dos veces fué n o m b r a d o S índico pr imero del A y u n ­

tamiento de esta capita l y otras tantas Presidente de la

misma C o r p o r a c i ó n ; tuvo á su ca rgo la cátedra de h u m a ­

nidades de l a Univers idad ; formó parte del S u p r e m o T r i ­

bunal de Just ic ia , y fué Secretario de la A s a m b l e a de N o ­

tables reunida en México p a r a decidir la forma de gobierno

que debería adoptar la n a c i ó n . — E n el último per íodo del

imperio de M a x i m i l i a n o , que fué el más difícil y pel igroso

para cuantos de buena fe rodeaban al monarca , el Sr .

A r a n g o era miembro del Consejo de E s t a d o , y con este

carácter se distinguió por sus rasgos de energ ía y de va lor .

Sabido es que c u a n d o los E s t a d o s - U n i d o s del Norte obli­

garon á N a p o l e ó n I I I á retirar de Méx ico sus ejércitos,

quiso éste que Max imi l i ano abd icara , á fin de cubrir así la

verdadera causa de l embarque de sus tropas: Baza ine y

Caste lnau trabajaron aquí p a r a que se cumpl iera l a volun­

tad del emperador de los franceses. E l proyecto de abdi­

cación, á haberse real izado, habr ía deshonrado al imperio

y á Max imi l i ano m i s m o : por eso su ministerio y su Consejo

28

ele Es tado se opusieron á é l . — E l Sr . A r a n g o , al d a r su voto

contra la abdicación, pronunció un breve discurso, cuyos

conceptos le hacen d i g n o del sincero aprecio de todos los

hombres honrados, porque demuestran sus cabal lerosos y

nobles sentimientos, y la firmeza de su espíritu. E n la junta

que discutía el proyecto , y de la cual formaba parte el mis­

mo mariscal Baza ine , el S r . A r a n g o d i j o :

" M e gustan, Señores, las reminiscencias históricas.

" E n el siglo X V I el P a p a Pau lo I V dec laró l a guerra á

Fe l ipe I I . T r a t a b a de hacer va ler ciertos derechos en el

reino de Ñapóles , en posesión del cual estaba el R e y C a t ó ­

lico, á quien no era en verdad fácil hacer prescindir de nin­

g u n a de sus adquisiciones. E l P a p a se buscó auxi l iares , y

los hal ló en F r a n c i a . L a cuestión interesaba v ivamente ,

como saben todos, á esta nac ión ; y su rey Enr ique I I , com­

prendiéndolo así, envió á I ta l ia buen go lpe de gente . M a n ­

d á b a l a el D u q u e de G u i s a , noble , entendido, val iente ca­

pitán, y además de esto, señor Mar i sca l , * m u y catól ico . Pero

el D u q u e de A l b a , que va l i a tanto al menos como el gene­

ral S h e r m a n , m a n d a b a los tercios españoles , que v a h a n a l g o

m á s que los filibusteros que han ocupado á Matamoros . L a

suerte fué adversa á los a l iados del Pontífice: el D u q u e de

A l b a , de victoria en victoria, l l egó á p lantar sus reales á

las puertas de R o m a .

" S a b é i s , Reñores, c ó m o se formaban entonces los ejérci­

tos: a l rededor de un pequeño grupo de tropas regulares y

discipl inadas se reunía tupido en jambre de aventureros,

cuyas p a g a s a n d a b a n siempre atrasadas , y que no se pro­

ponían más que enriquecerse con el botín y los despojos

de los pueblos que tenían l a desgrac ia de recibirlos. G e n t e

sin Dios y sin ley , ra ra vez respetaba á sus jefes. R o m a y a

los conocía , y el terror se apoderó de sus moradores . P a u l o

* I íaza ine . Y a s e d i jo q u e e s t a b a p r e s e n t e .

2 9

IV , sin e m b a r g o , descansaba tranquilo, esperando mucho

t ¡dav ía de sus bravos auxil iares y sobre todo de los trata­

dos. ¡Pobre P a p a !

" L a s cosas, entretanto, se habían compl icado en el Norte

de F r a n c i a , y Enr ique TI ordenó al D u q u e de ( lu isa , que,

abandonando al Pontífice, viniese presto en su propio auxi­

lio. E l D u q u e comunicó la noticia al P a p a , y se dispuso á

ejecutar la o rden ; y la historia no le culpa por esto, señor

Mariscal , pues que no le tocaba más que obedecer ; aunque

agrega que no pesaba al D u q u e de poner término á una

campaña , como aquel la , muy escasa de laureles p a r a él.

" E n aquel los terribles momentos , P a u l o I V , t o m a n d o

consejo de su ira, que nadie negará fuese justís ima, dir igió

al general francés estas memorables pa labras , que y o , en

nombre del m o n a r c a ofendido de México , en nombre de

esta nación que , c o m o P a u l o I V , no tiene tampoco más

culpa que la de haber fiado demas iado en el extranjero, me

creo autorizado á repetir ahora á V . E . : Idos: nada impor­

ta. Habéis hecho muy poco por 7/uestro soberano; menos aún

por la Iglesia; nada, absolutamente nada por vuestra honra.

" Señor Mar i sca l : los que hemos hecho cuanto hemos po­

dido por el a ltar , cuanto hemos podido por el trono, y es­

tamos ciertos de que conservamos ileso el honor : los que en

la lucha presente hemos compromet ido la fortuna, l a v ida ,

dando así una prueba de que a m a m o s á nuestra patria con

un ardor igual á la magni tud de sus desdichas, tenemos de­

recho á proc lamar , que no es á nosotros á quienes ni ahora

ni en el porvenir podrán aplicarse esas p a l a b r a s . "

I I I .

C a y ó al fin el imperio de l infortunado M a x i m i l i a n o , y

entonces el S r . A r a n g o , después de sufrir una prisión de

tres meses, y l a pérd ida de no pequeña parte de sus bienes,

sal ió desterrado p a r a el extranjero, en donde vivió un a ñ o .

D e s d e su vuelta á la patr ia en 1868 ha v iv ido completa­

mente a le jado de los negocios públ icos ; y debo decir aquí

en cumpl ido e logio de tan ilustre m e x i c a n o , que en todos

los importantes puestos que h a ocupado , j a m á s h a cobrado

sueldo a l g u n o : cosa rara hoy d ia , y que le honra sobrema­

n e r a .

. E l S r . A r a n g o sal ió de su carrera públ ica con l a con­

ciencia l impia , a d m i r a d o de sus compañeros en polít ica,

considerado y respetado profundamente por sus adversarios .

N a d i e h a tenido p a r a él una p a l a b r a de censura, porque

todos reconocen la buena fe y la rectitud de sus conviccio­

nes, y el noble patriotismo que le ha g u i a d o en todos sus

actos.

H a escrito m u y poco , y por un sentimiento de timidez y

de modest ia , natura l en todos los hombres de verdadero

va ler , y que m á s realza su mérito, h a de jado de publ icar

muchos trabajos importantes sobre diversos puntos de his­

toria, crít ica y l i teratura que permanecen inéditos. Su ins­

trucción es vast ís ima, su gusto fino y de l i cado , y conoce

c o m o pocos las l i teraturas c lás icas de todos los pueblos ; es

su bibl ioteca una de las m á s ricas y escogidas del país . H a

tenido siempre part icular e m p e ñ o en que se cultiven en M é ­

xico los estudios orientales, y tal vez puede decirse que él

es el único que ha puesto los medios p a r a introducirlos;

porque en 1867 publ icó á su costa una Gramática Hebrea,

y a y u d ó á que saliese á luz otra del id ioma gr iego , contri-

3 i

huyendo Hberalmente p a r a los gastos de impresión. Puso

también p r ó l o g o á un Oficio Parvo de la V i r g e n M a r í a pu­

bl icado en 1 8 7 0 por D . J o s é M a r i a n o L a r a , en ocho i d i o .

mas: hebreo, g r iego , lat ín , i tal iano, inglés , francés, a l e m á n

y español. T r a d u j o en verso c a s t e l l a n o / ? / OV/de C o m e d i e

y La Conjuración de los Pazzi, de Al f ier i ; mas no h a d a d o

á la estampa sino fragmentos de una y otra versión.

E n el periódico catól ico La Cruz publ icó por pr imera

vez su importantís imo trabajo sobre F r a y Lu i s de L e ó n ,

que en 1 8 6 6 sal ió de nuevo en un vo lumen, correg ido y

notablemente a u m e n t a d o . — N o es este l u g a r oportuno, ni

cabria t ampoco en los cortos límites de que puedo disponer ,

estampar el juic io que l a obra del Sr . A r a n g o ha merec ido

de personas competentes ; básteme decir que las R e a l e s A c a ­

demias de la Histor ia y de la L e n g u a , hac iendo justicia á

la erudición y diligencia que en su estimable trabajo acredita

el autor* abrieron á éste sus puertas, l a u n a con fecha 28

de Nov iembre de 1 8 5 7 y la otra el I O de J u l i o de 1 8 7 0 . —

En efecto, br i l lan en las pág inas de l l ibro, según decia el

Señor Marqués de Morante , " t a n t o el estudio profundo que

el Sr . A r a n g o hizo de las obras y de la época del insigne

F r a y Lu i s de L e ó n , y l a imparc ia l idad y sana crítica, cuanto

el estilo correcto y la modestia con que asienta sus opinio­

n e s . " — P r o p ó n e s e el S r . D . A l e j a n d r o en su obra , después

de e x a m i n a r detenida y concienzudamente el proceso del

autor de La vida del campo, p robar " q u e ni el maestro León

careció de culpa , ni se g u a r d ó por sus jueces la deb ida pro­

porción entre esa cu lpa y l a pena que por e l la le hicieron

sufr ir ; " y creo que lo consigue, pues la abundanc ia y peso

de sus razones hacen que el lector aprecie del mismo modo

* Son p a l a b r a s d e l E x c m o . S r . D . M a n u e l Br ton d e los H e r r e ­ros , S e c r e t a r i o q u e fué d e la A c a d e m i a E s p a ñ o l a , en oficio q u e por a c u e r d o d e la m i s m a d i r i g i ó el 6 d e F e b r e r o d e 1S57 el E x c m o . S r . M a r q u é s d e M o r a n t e , q u e p r e s e n t ó la o b r a .

3 2

que él aquel los memorables acontecimientos. Antes que el

Sr . A r a n g o , n inguno habia j u z g a d o así A F r a y L u i s de

L e ó n ; y es de notar que en esto ha tenido l a aprobac ión

de personas respetables por su carácter y sever idad de doc­

trina. B a j o el punto de vista meramente l iterario, el Ensa­

yo histórico sobre Eray Luis de León, es mode lo de l engua je :

su pureza, e l eganc ia é intachable corrección lo hacen d i g n o

del m a y o r e log io .

E l Sr . A r a n g o ha d a d o también á luz un tomo de Versos,

magníf icos todos, y ricos por los nobles sentimientos de pie­

d a d y de fe que los inspiraron. A l g ú n escritor español ha

d icho que parecen escritos en el s ig lo de oro de la poesía

caste l lana , y es l a v e r d a d . — Sus odas tienen todo el sabor

de las de F r a y L u i s , l a m i s m a entonación, i gua l l impieza

y sobr iedad; sus traducciones del i tal iano Til Caballo de

Estreinadura y La venganza (dos l e y e n d a s de L u i s Carrer )

conservan l a g rac ia y l a frescura del or ig ina l , y de esto es­

tán revestidas también sus l indas poesías eróticas, c o m o El

l^aje y Rosaura. E n cuanto á sus sonetos de sátira pol í t i ­

ca , son notables por l a a m a r g a censura y l a a g u d a inten­

ción que se esconden bajo una forma castiza y e legante .

I V .

L a justicia de la historia debe á nuestro autor un impor­

tante servicio.

Posee la c iudad de México , desde h a c e tres años, en uno

de sus más hermosos paseos, merced á l a generosa munifi­

cencia del capital ista mex icano Sr . D . A n t o n i o E s c a n d o n ,

un grandioso monumento ded icado á Cr is tóbal C o l o n .

Compónese de dos cuerpos pr incipales : el superior es un

pedestal en que descansa l a estatua del inmortal Descubr i ­

dor de l N u e v o - M u n d o , y el inferior, un g r a n basamento

3 3

cuadrado, en cuyos ángulos aparecen cuatro figuras deco­

rativas que representan á los religiosos F r a y Juan Pérez de

Marchena , el inolvidable guard ián del Convento de la R á ­

bida, el a m i g o de C o l o n , único que le consoló y a l iv ió en

sus advers idades ; F r a y D i e g o de Deza , varón docto que

defendió los proyectos del genovés en el celebre consejo de

S a l a m a n c a , comisionado por el rey para e x a m i n a r l o s ; F r a y

Bartolomé de las Casas y F r a y Tor ib io de B c n a v e n t e (¿Mo-

¿o/uiia), protectores y amigos de los indios, que pueden y

deben considerarse c o m o los más celosos y ardientes após­

toles de l a civi l ización cristiana en el mundo a m e r i c a n o . *

L a elección de estas cuatro figuras (pie d ignamente acom­

pañan a l a de Co lon en ese soberbio monumento l evantado

á su g lor ia ; elección acertadís ima, como pueden compren­

derlo todos los que estén versados en l a historia de estas

tierras, corresponde al S r . A r a n g o , sobrino del Sr . E s c a n -

don, por quien fué consul tado; y e l la prueba su g r a n d e

amor á la justicia y á las g lor ias de E s p a ñ a , y su grat i tud

á los santos misioneros que sembraron aquí la semil la del

catol icismo.

E l S r . A r a n g o ha pertenecido á todas las sociedades li­

terarias m á s importantes de México , y ha obtenido de cor­

poraciones extranjeras distinciones tan honrosas c o m o me­

r e c i d a s . — Y a dije antes que es A c a d é m i c o correspondiente

de las de la L e n g u a y de l a Histor ia , y Director de l a M e ­

xicana. Pertenece también á los A r c a d e s de R o m a , entre

los cuales es conocido con el nombre de Secta Neocosmco.

E s miembro honorar io de l a Soc iedad M e x i c a n a de G e o ­

grafía y Estadíst ica y de l L i c e o - H i d a l g o de esta c a p i t a l ;

* El P. M o t o l i n i a fué el f u n d a d o r d e la c i u d a d d e P u e b l a d e los A n g e l e s , p a t r i a de l S r . A r a n g o . — E l p r o y e c t o p r i m i t i v o de l S r . E s -c a n d o n i n d i c a b a q u e las e s t a t u a s d e c o r a t i v a s d e l m o n u m e n t o r e ­p r e s e n t a s e n c u a t r o d e los p r i n c i p a l e s r ios d e A m é r i c a ; p e r o el S r . A r a n g o lo r e f o r m ó en el s e n t i d o q u e q u e d a d i c h o .

4

3 4

fué oficial de l a Imper ia l Orden de G u a d a l u p e , establecida

por M a x i m i l i a n o , y Su Sant idad el Sr . P ió I X le n o m b r ó

Caba l l e ro de segunda clase de la Orden de San G r e g o r i o

M^igno, con fecha 5 de Set iembre de 1 8 6 5 ; y más tarde

C o m e n d a d o r de su propia Orden .

E l S r . A r a n g o es de carácter afable y bondadoso , pro­

tege y estimula á la juventud , la a l ienta con sus consejos,

y su corazón está s iempre abierto p a r a oír las quejas del

desgrac iado, y consolarle y remediar le . V i v e pací f icamente

entregado al estudio, s irviéndole de c o m p a ñ í a su est imable

esposa D * L e o c a d i a Mol inos del C a m p o , señora de gran­

des virtudes y v i v a p iedad , que casó con él en 1 8 5 1 . — E n

l a actua l idad , el Sr . A r a n g o prepara u n a tercera edición

de su Fray Luis de I_eon, enr iqueciéndola con piezas y do­

cumentos de sumo interés que ha puesto en sus manos la

R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a .

D O N

J O A Q U I N G A R C I A I C A Z B A L C E T A .

IA importancia de los estudios históricos amer icanos no puede desconocerse ni ser n e g a d a por nadie .

' Descubierto un m u n d o nuevo por C o l o n ; conquis­tado después por u n a raza de héroes ; c ivi l izado en seguida , engrandecido y c a m b i a d o totalmente en su ser m o r a l por unos cuantos misioneros que serán la perpetua admirac ión de la h u m a n i d a d ; convert idas luego las fuentes de b a r b a ­rie y de l a más repugnante idolatr ía en sa ludables veneros de paz y bienestar ; modif icadas las costumbres, destruidas las monstruosas creencias ; organizadas en famil ias las tri­bus antes separadas por el odio y el rencor ; formada una sola nación con los diversos pueblos diseminados en territorios inmensos ; confundidos, por últ imo, en un solo interés los intereses de todos, con leyes y costumbres nue­vas, con grandes y nobles aspiraciones p a r a el porvenir , el

3<3

mundo americano despierta y despertará s iempre en todos

ansia inextinguible de conocer su historia. Desea estudiarla

el estadista p a r a saber d a r leyes convenientes y eficaces á

estos países, donde todav ía se cuentan mil lones de indíge­

nas, descendientes de los primitivos habitantes del conti­

nente, y que conservan aun a l g o de los instintos de su raza,

de la noble y alt iva independencia de su carácter . Desean

estudiarla también el poeta y el artista, p a r a inspirarse en

aquellos sucesos interesantísimos, en aquel las luchas heroi­

cas entre una rel igión suave y de paz , y otras l lenas de ab­

surdos y ritos horrorosos; entre los apóstoles de la car idad

y el amor , y los sacerdotes que inmolaban v íct imas huma­

n a s ; entre los albores v irg inales y purís imos de u n a época

que el cristianismo har ia dichosa, y las negras sombras del

error en que hab ían estado envueltos hasta entonces los

pintorescos países de los Moctezumas y los Incas . Y al his­

toriador, g r a v e y profundo siempre en sus meditaciones,

¡ qué c a m p o tan rico, generoso y fecundo se le presen 'a en

la historia de estos pueblos p a r a emprender provechosísimos

t raba jos ! ¡Cuántos episodios tiene que referir, y a con la sen­

ci l la y candorosa p l u m a del cronista, y a con el buril severo

del g r a n T á c i t o ; episodios y sucesos que a l mismo t iempo

que pueden recrear a l lector frivolo y v a n o , pueden hacer

meditar al filósofo ! ¡ Cuántas cuestiones de trascendental

importancia le convidan á examinar las detenidamente, á

descifrar manuscritos , á interpretar códices, á estudiar y leer

u n a y cien veces crónicas ant iguas ! Porque todo lo que en­

tonces se hizo fué raíz de la sociedad actual , y n a d a hubo

en aquel t iempo que p u e d a h o y ser indiferente al que trate

de descubrir la v e r d a d . — L a fundación de una ig les ia ó de

un convento, de una escuela ó de un hospital , estaban ín­

t imamente l i g a d a s al porvenir y engrandec imiento de la

raza conquistada : no eran manifestaciones del fanatismo de

la época , como creen a lgunos l levados de su ignorancia ,

37

ingratitud ó m a l a fé; no significaban tampoco a lardes va­

nos de la r iqueza y poderío de los vencedores : no. E r a n ,

por el contrario, asilos santos donde se enseñaba al indio á

buscar el consuelo de sus penas, donde se le acos tumbraba

al trabajo, donde se le d a b a el sabroso pan y la benéfica

luz de la instrucción, donde se le curaba de sus dolencias

con una b landura y suav idad que no habia conocido. C a s a s

de bendición eran aquel las que sucesivamente iban d a n d o

á la patria varones sabios, prez y honra de la A m é r i c a ; pre­

lados insignes, que se extendían por la tierra l lenos de ar­

dor apostólico, p a r a l levar á sus hermanos los tesoros pre­

ciosos de la piedad y de l a fé; hombres de paz, en fin, que

h a l l a b a n dulce deleite en l a práctica del bien, que discutían

en los consejos de gobierno, que d a b a n leyes y reg lamen­

tos, y que atentos s iempre á la felicidad de todos, indicaban

prontamente las disposiciones que debían tomarse.

Sin d u d a los primitivos misioneros, y más tarde todos los

gobernantes de la A m é r i c a E s p a ñ o l a , comprendieron el

sumo interés que para el historiador futuro tendrían tales

trabajos, pues quisieron que quedase memor ia de el los, no

s implemente para mostrar el car iño y predilección que es­

tos pueblos les merecieron, sino también, y en especial , p a r a

facilitar su conocimiento y el de sus necesidades. l i é aquí

por qué en aquellos siglos, y sobre todo en el X V I , en que

se trató de dar forma, y se dio , á numerosos pueblos que no

la tenían ni la habían tenido acaso, se escribieron tantas

crónicas é historias: hé aquí por qué fué éste el pr imer ra

rao de l iteratura que se cult ivó en el N u e v o M u n d o . T o c a

á la bibl iograf ía formar una noticia exacta y completa de

todo lo que entonces se escribió; y en cuanto á Méx ico , bas­

tará recordar a lgunos nombres de los que pr incipalmente

se distinguieron por sus o b r a s . — O c u p a n el primer l u g a r los

cronistas, que los hubo entre los mismos conquistadores, y

entre los santos varones que luego vinieron á consumar la

3 §

victoria por medio de la cruz y la p a l a b r a e v a n g é l i c a ; c o m o

Bernal Diaz del Cast i l lo , G o m a r a , Oviedo , el P a d r e D u r a n ,

S a h a g u n , Motol inia , L a s Casas , e tc . ; y mult itud de cronis­

tas part iculares : L a r r e a , A r l e g u i , Esp inosa , Arr ic iv i ta , M e ­

dina , D á v i l a P a d i l l a , R e m e s a l , B e a u m o n t y Mota P a d i l l a .

- - H u b o otros escritores, cuyas obras demuestran más orden

y cu idado : T o r q u e m a d a , Betancourt , A c o s t a , Pedro M á r ­

tir de A n g l e r í a , e tc . ; y a l l l egar á siglos posteriores, obsér­

vase con pena que no fué y a tan v ivo ni tan ardiente el en­

tusiasmo por los estudios históricos: tan solo D . Car los de

S igüenza y G ó n g o r a , D . Mar iano V e y t i a , C l a v i g e r o , C a v o ,

L e ó n y G a m a , y a lgunos otros, volv ieron á emprender la ­

boriosas investigaciones, de jando var ios manuscritos nota-

liles. V e y t i a escribió u n a Historia de México, que dejó sin

concluir , pero que muchos años después completé y publ i­

có el literato mex icano D . Franc isco O r t e g a ; y L e ó n y G a m a

dio á luz en 1 7 9 2 , una erudita disertación histórica á propó­

sito de ' ' d o s piedras que se hal laron en l a p laza pr incipal

de Méx ico el año de 1 7 9 0 . " ( * ) — D i s t i n g t ü ó s e también, y

mucho , el Sr . D e a n de la Catedra l de Méx ico , D . J o s é M a ­

riano Beristain de Souza , c u y a famosa Biblioteca Hispano-

Ama-icana, p u b l i c a d a en esta c iudad el año 1 8 1 6 , es hasta

hoy el único ca tá logo de escritores que tenemos, y que, no

obstante sus defectos, puede calificarse de precioso por la

r iqueza y lo raro de sus noticias. D . C a r l o s M a r í a de B u s -

tamante v ino después ; publ icó manuscritos hasta entonces

inéditos, y re impr imió obras y a pub l i cadas , anotándo las ;

pero por desgrac ia , su extraño carácter , mezc la incompren­

sible de c a n d o r y de mal i c ia , unido á ciertas preocupac io­

nes que le a p a r t a b a n de l a serena imparc ia l idad del histo­

r iador , hicieron que sus trabajos no tuvieran l a importan -

* U n a d e estas p i e d r a s fué la q u e g e n e r a l m e n t e se c o n o c e con el n o m b r e d e C a l e n d a r i o A z t e c a .

39

cia que era de desearse : han venido á ser completamente

inútiles y aun perjudiciales, porque todo lo desarreg ló y

confundió, cortando los textos ó adulterándolos donde me­

jor le p a r e c í a . — E n 1 8 4 4 y 1 8 4 9 1 ) . L ú e a s A l a m á n dio á

la e s tampa sus Disertaciones sobre la- Historia de la Repú­

blica Mexicana, hasta la independencia ; y en 1 8 4 9 y 1 S 5 2 ,

su Historia de México desde 1 S 0 S hasta 1 8 2 1 ; } ' aunque

a lgunos no conceden autor idad á estas obras, fundados en

que el autor es m u y parc ia l en favor de E s p a ñ a , y o creo

que la tienen m u y g r a n d e , y que con el las el Sr . A l a m á n

hizo adelantar mucho entre nosotros los conocimientos his­

tóricos. L a di l igencia que pone en rectificar errores, la

ab un da n c ia de los documentos nuevos .que presenta y exa­

mina , y otras c ircunstancias que recomiendan a m b a s His­

torias, las hacen d ignas , á mi juic io , del estudio y de las

consultas del sabio.

Antes de las guerras civiles de la R e f o r m a , a b u n d a b a n

en Méx ico elementos para emprender obras acerca de la

historia patr ia : las bibliotecas de los conventos eran riquí­

simas en manuscritos, códices, l ibros impresos en los pri­

meros años de la dominación española en A m é r i c a , verda­

deros tesoros bibliográficos que solo al l í se encontraban : y

si bien existían en E u r o p a , d iseminados en bibliotecas pú­

blicas y part iculares otros muchos preciosos materiales que

nuestra historia r e c l a m a b a , l a verdad era que los que aquí

poseíamos bastaban p a r a satisfacer, hasta cierto punto, el

afán del más celoso, di l igente y curioso invest igador . Pres-

cott, en efecto, no dejó de aprovecharse de el los p a r a escri­

bir su ce lebrada Historia de la Conquista de México, aun­

que 110 ignoro que consultó también los principales archivos

de la P e n í n s u l a . — S u p r i m i d o s los conventos por las leyes

de R e f o r m a , confiscados los bienes del clero y cerradas sus

bibliotecas, natural e ra que lo más est imable de el las pere­

ciera en el naufragio , y que muchas obras se perdieran pa-

40

ra s iempre ; cíe manera que si antes encontraban dificulta­

des p a r a sus consultas los aficionados á los estudios histó­

ricos, hoy , debido á aquel la circunstancia, tienen que tro­

pezar con otras verdaderamente insuperables. Muchos ma­

nuscritos de nuestros cronistas primitivos, y diversas obras

de que solo se tenia noticia, pasaron desde su t iempo al

A r c h i v o de Indias , al de S imancas , á las Bibl iotecas de

V i e n a , del V a t i c a n o y de L o n d r e s ; y a lgunos de los que

m á s tarde se descubrieron en A m é r i c a pasaron también á

manos extranjeras ; y hoy , p a r a d a r con ellos y servirse de

sus noticias, tienen que emplearse trabajos, invest igacio­

nes y gastos enormes, muchas veces inúti lmente.

A h o r a bien; sin e m b a r g o de estas dificultades, tenemos

en México un sabio dist inguido, que ha l o g r a d o vencer g r a n ­

des obstáculos, y que ha i lustrado, c o m o nadie lo h a b i a

hecho hasta hoy, los interesantes anales de la A m é r i c a , ora

enriqueciéndolos con preciosos descubrimientos, ora tra­

y e n d o noticias enteramente desconocidas y curiosas; y a

a c l a r a n d o puntos oscuros y difíciles de la bibl iograf ía , y a

presentando á nuestra admirac ión , hombres , sucesos y cir­

cunstancias gloriosas que r e c l a m a n p a r a esta tierra las ben­

diciones del c i e l o . — E s t e ilustre mex icano es el S r . D . J o a ­

quín G a r c í a Icazba lceta .

I I .

N a c i ó en esta c iudad de Méx ico , el 2 1 de A g o s t o de 1 8 2 5 ,

hiio de los Sres. D . Ensebio G a r c í a , natural de la R i o j a

y honradís imo comerciante , y D * A n a Icazba lceta , m e ­

x i c a n a , hi ja de padres vizcaínos. F u é el menor de cinco

hermanos y cinco hermanas . — E m a n c i p a d a hac ia poco

nuestra patr ia de su a n t i g u a Metrópol i , y confiados á sus

propios hijos sus destinos, no estaba por entonces el pa í s

4 1

muy en sosiego, pues aquel los disputábanse frecuentemente

los asientos del gobierno. D e aquí que los padres de nues­

tro D . J o a q u í n decidieran e m i g r a r , h u y e n d o de las turbu­

lencias polít icas que amenazaban ser c a d a dia más pel igro­

sas ; y , en efecto, pasó la familia á los E s t a d o s - U n i d o s , de

donde se trasladó á E s p a ñ a , después de una corta perma­

nencia a l l í , en E n e r o de 1 8 2 9 . R a d i c ó s e en C á d i z hasta

1 8 3 6 , en que regresó á la R e p ú b l i c a .

" N u n c a he estudiado en parte a l g u n a , ni aun he pisado

una escuela de pr imeras l e t r a s , " — m e dice el Si*, l c a z b a b

ceta en los apuntes que á ruegos y repetidas instancias mias

ha tenido la bondad de d a r m e ; — " n a d a aproveché tam-'

poco con los maestros que me proporcionaron mis buenos

padres . Después , arrepentido de mi pereza, procuré apren­

der a lgunos idiomas en los ratos que me de jaban libres mis

ocupaciones, y desde 1 S 4 6 me dediqué al estudio de la his­

toria de M é x i c o . " — M u c h a y muy d e l i c a d a modest ia reve­

lan estas p a l a b r a s ; pero lo cierto es, que quien las dice es­

tuvo del todo consagrado , desde (pie vo lv ió de E s p a ñ a , á

los trabajos de escritorio, consumiendo casi todo su t iempo

en los negocios de su señor padre . Q u e d á b a n l e p a r a el des­

canso solo a lgunas horas de la m a ñ a n a y de la noche ; y

cuando, est imulado por un afecto purís imo que nació en su

corazón, decidió aprovechar el t iempo en otro género de

quehaceres, empleó aquel las horas en el estudio del inglés,

con notable y s ingular aprovechamiento , á tal g r a d o , que

pudo _ traducir a lgunos años después, correcta y e legante­

mente, l a Historia de la Conquista del Peni, de W i l l i a m

l í . Prescott. L o s profundos conocimientos que acerca de

tan interesante mater ia h a b i a adquir ido en poco t iempo el

Sr . I cazba lceta , merced á su infatigable constancia en el es­

tudio, le permitieron a g r e g a r á esta obra un val iosís imo

Apéndice, rico en erudición y en e leganc ia de estilo, en que

se continúa la narrac ión interrumpida por Prescott en l a

5

42

pacificación del Perú por el presidente G a s e a . L o s capítu­

los a g r e g a d o s por el inteligente traductor comprenden des:

de el regreso de aquel á la Península , h a s t a la muerte del

últ imo I n c a . S igue después otro Apéndice con la relación

de Pedro S a n c h o , t raducida del i tal iano, de R a m u s i o , y

concluye con una curiosa tab la a l fabét ica de todo el l ibro.

— Ant ic ipadamente habia publ i cado nuestro autor en el

periódico El Álbum iMcxicano un razonado juicio crítico de

esta obra , ocultándose modestamente bajo las iniciales K.

M . ; y nótase en este trabajo desde luego un raro talento

p a r a la investigación y el anális is ; g r a n entusiasmo por los

estudios americanos , y sobresaliente aptitud p a r a mane jar

con maestr ía la p l u m a del historiador imparc ia l y concien­

z u d o ; cual idades que , robustecidas con el t iempo, han d a d o

al Sr . I cazba lceta , de parte de todos los bibl iógrafos del

mundo , el d ictado de pr imera autoridad que en asuntos de

A m é r i c a se conoce .

E l Sr . G a r c í a Icazba lceta tomó parte después en la pu­

blicación de un g r a n Diccionario Universal de Historia y

Geografía (México , 1 S 5 2 - 1 8 5 6 , 1 0 tomos 4 . ° m a y o r ) , reim­

preso por el S r . D . J o s é M a r í a A n d r a d e , i lustrado l ibrero á

quien la l i teratura m e x i c a n a debe m u y importantes servi­

cios, que quiso que la obra se completara con noticias refe­

rentes á este país . Puede decirse con entera exactitud que

los artículos del S r . G a r c í a fueron de los más estimables é

interesantes, por la n o v e d a d , l a g a l a n u r a de estilo y la g r a n

modest ia que reve laba el autor a l manifestar t ímidamente

sus opiniones, no obstante que todas eran fruto de constan­

tes y afanosas v igi l ias . Sus Biografías pueden calificarse

de excelentes m o d e l o s ; n a d a hay en e l las que esté de

más , n a d a que distraiga la atención del lector, y s iempre

se refieren á los m á s insignes é inolvidables personajes de

A m é r i c a y E s p a ñ a . H é aquí a l g u n a s : A l a r c o n ( H e r n a n d o ) ,

A l b o r n o z ( R o d r i g o de) , A l c e d o ( D . Anton io) , A l c e d o ( D .

43

Dionisio) , A l va rado (Pedro), A n g l e r í a (P. Mártir) , A n z a

( D . J u a n J íautista), A t a h u a l p a , B a l b o a (Miguel C a b e l l o ) ,

B a l b o a (Vasco Núfiez), B a l b u e n a ( D . B ernardo) , B a r c i a

( D . Andrés ) , Ber is la in , Bustamante (1). Car los M a r í a ) ,

Cervantes Sa lazar , Co lon ( D . B a r t o l o m é ) , Colon ( D . Cris­

tóbal) , B e m a l D i a z del Cast i l lo , "Estrada (Fr . J u a n ) , F e r ­

nandez (Alonso) , Fernandez (Diego) , F i g u e r o a (Fr . F r a n ­

cisco), Fonte (Fr . B a r t o l o m é ) , F u c a ( J u a n ) , ( ¡ornara ,

CUenies ( R e v i l l a g i g e d o ) , I l a k l u y t , Her re ra ( A n t o n i o ) ,

Histor iadores de M é x i c o , Martínez de Castro ( L u i s ) ,

Mendoza ( D . A n t o n i o d e ) , Mota Pad i l l a , Muñoz C a -

m a r g o , M é x i c o (ar t í cu lo Tipografía mexicana), y otros

m u c h o s . — ¡ C u á n t a di l igencia demuestran estos trabajos !

¡Cuánto a m o r á la justicia y á la historia! L a biograf ía de

Cristóbal Co lon es una obra l lena de atractivo y de cre­

ciente y vivo interés; y en cuanto á su historia de la im­

prenta en Méx ico ( sabido es que aquí se estableció la pri­

mera que v ino al N u e v o - M u n d o ) , me bastará decir que es

uno de los trabajos más est imados de nuestro autor, así en

E u r o p a como en A m é r i c a ; pues en él no se l imitó al asunto

que expresa su título, sino que se extendió á tratar de las

primeras publ icaciones que se hicieron, su objeto, su im­

portancia , su destino, y otrai noticias bibliográficas tan cu­

riosas como interesantes. U n escritor a lemán asegura que

ha visto c i tada y usada frecuentemente esta disertación pol­

los autores extranjeros más acreditados .en la materia . ¡V

sin e m b a r g o , el Sr . Tcazbalceta dice en los apuntes de que

hab lé antes, que quisiera borrar todos los artículos que es­

cribió para este Diccionario, cal i f icándolos de malos y atra­

sados . . . . !

44

I I T .

E n pocos años logró reunir una copiosa biblioteca, for­

m a d a , en su m a y o r parte , de obras ant iguas relativas á la

historia de A m é r i c a , manuscritos y documentos rar ís imos;

s iendo por esto su colección una de las más completas y

abundantes (pie existen. Su marav i l loso talento crítico,

unido al más de l icado tino y notable s a g a c i d a d , le han he­

cho aprec iar s iempre en su justo va lor los mater ia les que

l legan á sus manos ; de manera que el acopio que de el los

posee es verdaderamente selecto y r i co .—Deseoso de con­

tribuir al mejor cult ivo de nuestra historia con el resultado

de sus investigaciones de muchos años, el Sr . G a r c í a I caz -

balceta emprendió la publ icación de una Colección de Do­

cumentos para la Historia de México (2 tomos, 4 . 0 m a y o r ,

185S- - 1866) . E n e l la , según él mismo dice, fué colector ,

copista, corrector, y en mucha parte caj ista; pues aquí hay

que advert ir que desde m u y joven tuvo g r a n d e afición al

arte tipográfico, el cual aprendió sólo, y que l l egó á tener

en su propia casa una pequeña imprenta p a r a distracción.

Más tarde le sirvió también para ejecutar a lgunas de sus pu­

blicaciones. A c a d a uno de los tomos de que consta esta

Colección de Documentos, puso el Sr , Teazbaleeta una eru

dita y notable introducción con el sencil lo título de Noti­

cias de las piezas contenidas en este volumen; pero que, en

rea l idad , según h a dicho con acierto el escritor á que an­

tes he a ludido, " s o n n a d a menos que u n a serie de juicios

críticos y disertaciones histórico- l i terar ias , que tratan con

profundo saber, y ba jo puntos de vista en muchos casos en­

teramente nuevos, el rico material de esta c o l e c c i ó n . " —

Y o diré que no hal lo qué admirar más en las Noticias, si la

act iv idad y conocimientos que el Sr . I cazba lceta demuestra

45

ene-l las , ó el orden, c lar idad y pr imores de dicción de que

supo e n g a l a n a r l a s . ¡OLIÓ oportunas reflexiones, qué a t i n a ­

dos pareceres, qué cuidado en elegir las autor idades y d a r

á sus pa labras el valor que realmente tienen!—-El pr imer

tomo de esta colección comprende : la Historia de los in­

dios de Nueva -España, por E r a y Tor ib io de Renave n te

conocido genera lmente por Motolinia, precedida de u n a

magníf ica y comple ta noticia de la v ida y escritos del au­

tor, por el insigne sabio mex icano , IX [osé F e r n a n d o R a ­

mírez. S iguen después D O C U M E N T O S D K L S I C I . O x v i : Iti­

nerario de Grij-iha y Relación del Conquistador Anónimo,

traducidas a m b a s piezas del i ta l iano, y a c o m p a ñ a d a s del

texto or ig ina l ; una Vida de Hernán Cortés ( fragmento anó­

nimo) , t raducida del latin y a c o m p a ñ a d a también del texto

or ig ina l ; diversas Cartas del L i c . Zua/.o, de D i e g o Y e l a z -

quez, del ejército de Cortés al E m p e r a d o r , p idiéndole que

no quitase a l Conquistador la gobernac ión, e tc . ; un /'roce-

so y Pesquisa, de la Real Audiencia de la Española; u n a

J^robanza hecha en la villa Segura de la Frontera, por [uan

Ochoa de L e j a i d e á nombre de Cortés ; l a Demanda de

Ceballos contra el mismo H e r n á n Cortés ; las Ordenanzas

militares y civiles mandadas pregonar por el Conquistador

en Flaxcala, e tc . ; y una Carta inédita de C o r t é s . — " E n t r e

los manuscritos que he reunido, dice nuestro autor, ningu­

n o estimo tanto c o i u u ul original de esta carta . Consta de

cuatro fojas en folio, de las que hay escritas siete p á g i n a s :

el sobrescrito ocupa la octava . L a letra es m u y pequeña

y c lara , siendo únicamente de puño de Cortés la f i r m a y

las pa labras que la precédela. . . E s t a preciosa carta , e ra no

solo inédita, sino enteramente d e s c o n o c i d a . " — T o c a , pues ,

al S r . G a r c í a Icazba lceta la g lor ia de haber la descubierto

y d a d o á conocer, porque con e l la se han enriquecido los

anales de la historia amer icana . H i z o en 1 8 5 5 , por sus

propias manos, una edición d e este raro documento en su

4 6

imprenta part icular ; pero no habiéndole agradar lo , recogió

y destruyó cuantos e jemplares pudo, de los sesenta que se

imprimieron, A fin de hacer otra á su gusto. Y , en efec­

to, en 1865 repitió la edición en número de setenta e jem­

plares, hecha con pequeños caracteres góticos de los usa-

d >s en el s iglo x v i , imitando perfectamente hasta en el pa­

pel , con una l impieza y propiedad admirables , las impre­

siones de aquel t iempo. F u é verdaderamente un bel lo ju ­

guete tipográfico, de los más primorosos y raros que pue­

den encontrarse .— C o n motivo de esta carta , que también

aparece en el tomo I I de la Colección de Documentos, el S r .

Icazbalceta hace una relación minuciosa y exacta de todo

lo que escribió Cortés, lo mismo que de las ediciones y tra­

ducciones que de sus escritos se han hecho. " E l estudio de

e-tas materias, ha dicho el escritor á que y a he a lud ido , ha

ocupado las p lumas de los primeros bibl iógrafos de F r a n ­

cia y A l e m a n i a , l l a m a n d o mucho la atención que lo mejor

escrito sobre el las y lo más completo , h a y a sa l ido de Mé­

xico, donde los recursos literarios son tan e s c a s o s . " — E l se­

g u n d o volumen de. la Colección- que v e n g o e x a m i n a n d o ,

comprende otros D O C U M E N T O S D E L S K ; L O X V I , tales c o m o

los siguientes: Cartas de G e r ó n i m o E ó p e z al E m p e r a d o r ;

de f r a y Martin de V a l e n c i a ; dos del L i c . Franc isco C e y -

nos; de l*Yay D o m i n g o de Betanzos ; de la c iudad de Mi-

c h o a c a n ; d e F r a y G e r ó n i m o de M e n d i e t a ; del L i c . M a r c o s

de A g u i l a r , y piezas anexas con facsímiles; multitud de in­

teresantes Relaciones: de los servicios de l Marqués del Va­

lle, que de su orden presentó el L i c . Núñez á S. M . ; de la en­

trada de Ñ u ñ o de G u z m a n á la N u e v a G a l i c i a ; de la Con­

quista de los T e u l e s ch ichimecas ; dos anónimas relat ivas

al mismo Ñ u ñ o de G u z m a n ; una del m e x i c a n o Franc i sco

S a n d o v a l Acaz i t l i ; otra de A n d r é s de T a p i a ; y por úl t imo,

tres Memoriales del Padre B a r t o l o m é de las Casas , uno de

A lonso Zurita , y fragmentos (veinte capítulos) de una /lis-

47

loria de la Nueva Galicia, escrita en 1 6 5 0 , por el P a d r e

f r a y A n t o n i o T e l l o , franciscano. T o d o s estos documentos

permanecían inéditos, y aun desconocidos, con excepción

de dos, de corta extensión, que y a se habían p u b l i c a d o ; y

no hay necesidad de encarecer el servicio que el Sr . l e a z -

baleeta hizo á la historia con sacar los á luz. " E s cosa no­

table, dice, que de unos treinta y cinco documentos que

comprende el tomo, solo tres he conseguido en Méx ico ; to­

dos los demás los he hecho venir del extranjero. Muchos-

de ellos los tengo originales , y no es fácil que a l g u n o se

figure el costo y el trabajo (pie me ha ocas ionado la reu­

nión, copia , confrontación, anotación é impresión de tan-

fas p iezas , e jecutado por mí solo, sin a y u d a siquiera de un

escribiente; aun la parte m a y o r de la composición t ipográ­

fica es obra de mis m a n o s . "

E n el mismo año de 1S66 en que sal ió á luz el segundo

vo lumen de la Colección de Documentos, imprimió el S r .

I cazba lceta en su propia casa, y en número de sesenta e jem­

plares , un librito de g r a n v a l í a , que puede reputarse c o m o

una j o y a bibl iográfica y l iteraria. T i túlase Apuntes para un

Catálogo de escritores en lenguas indígenas de America, y

obtuvo entre los sabios de E u r o p a y los Es tados Unidos u n a

a c o g i d a tan honrosa y l isonjera, como merec ida , anuncián­

dose en a lgunos catá logos á doce y catorce pesos. E s un

tomito en 1 2 . ° , de ciento setenta pág inas , y contiene la

descripción de ciento setenta y c inco obras .

IV.

E n 1 S 7 0 , la antigua inclinación á salvar del olvido una-

parte siquiera de nuestros documentos históricos, y el hábito

adquirido de no estar un instante ocioso, hicieron que nues­

tro D . J o a q u í n publ icase en lujosa edición la Historia Hele-

4 S

siásfica Indi a na, obra escrita á fines del siglo X V I por el

fraile franciscano ( Je rónimo de Mendie ía , y que se consi­

deraba totalmente perdida : á nuestro autor corresponde

también esta vez el honor de haber la d a d o á luz. L a His­

toria está precedida de unas jYoiia'as del Autor y de la ol>ra,

g a l a n a y c lás icamente escritas; hál lase después una impor­

tantísima y laboriosa Tabla de correspondencias entre la

H I S T O R I A E C L E S I Á S T I C A I N D I A N A de Fr. Gerónimo de

Mendieta y la M O N A R Q U Í A I N D I A N A de Fr. Juan de Tor-

quemada, la cual prueba que este últ imo se aprovechó de

la obra del pr imero para componer l a s u y a ; y el tomo con­

chive con un índice al fabético de las cosas notables que se

hal lan en é l : trabajo de gran mérito y en extremo útil al

lector, que por su medio puede encontrar desde luego las

pág inas en que se h a b l a de un mismo asunto.

M É X I C O E N 1 5 5 4 . Tres Diálogos latinos que Francisco

Cervantes Sal azar escribió é imprimió en México en dicho

año. R e i m p r i m i ó este curiosísimo l ibro el Sr . I cazba lce ta ,

con traducción caste l lana y notas, el año de 1 S 7 5 , acom­

pañándole de las indispensables Noticias del Autor y de la

obra. A c a d a Diálogo precede una introducción de nuestro

sabio escritor, en que se exp l ica con toda precisión el objeto

de aquel : y en e l la , lo mismo que en las notas que van des­

pués, se a m p l í a n , modifican ó ac laran las noticias de Cer­

vantes Sal azar, y a sobre lugares y edificios, fundaciones ó

sucesos: y a sobre otros muchos puntos de curiosidad é inte­

rés histórico relativos á esta ciudad de Méx ico . Escas í s imas

son las noticias que de este autor se ha l lan d iseminadas en

los l ibros; y , no obstante, la biograf ía que de él presenta el

Sr . I cazba lceta es interesante, a g r a d a b l e y de g r a n prove­

cho p a r a toda clase de lectores.

E n 1 8 7 7 sacó también del o lv ido en que y a c i a , y reim­

p r i m i ó nuestro infat igable escritor, u n a r iquís ima j o y a de

la l iteratura m e x i c a n a del s iglo X V I , que da fiel idea de la

49

cultura de aque l la época : los Coloquios espirituales y sacra­

mentales y Poesías sagradas del Padre Fernán Gonzá lez

de E s l a v a . L a introducción que puso á esta edición el Sr .

Icazbalceta es notable , notabi l ís ima ba jo todos aspectos:

ila en e l la detal les m u y curiosos y enteramente nuevos del

género de espectáculos á que d a b a n l u g a r en Méx ico aque­

llos Coloquios, género de l iteratura m u y en b o g a á la sazón,

y que servia p a r a mora l izar y entretener honestamente al

pueblo sencillo y fiel. E s t a obra fué recibida con gran ap lau­

so y entusiasmo en los círculos más i lustrados de E u r o p a ,

especialmente en l a R e a l A c a d e m i a de la L e n g u a .

Apar te de las obras hasta aquí mencionadas , el erudi­

to Secretar io de l a A c a d e m i a M e x i c a n a h a d a d o á luz un

precioso devocionar io con el título de El alma en el Tem­

plo, que desde su pr imera edición hecha en 1 8 5 2 ( a h o r a

corre l a sét ima), obtuvo de las a l m a s piadosas s e ñ a l a d a

predi lección. Este librito tiene p a r a el autor recuerdos de

m u y íntimas tristezas, y su historia se l i g a á desgrac ias de

familia. S u producto pertenece enteramente á los pobres.

E n el Boletín de la Sociedad Mexicana- de Geografía y Es­

tadística de esta c iudad se encuentran a lgunos trabajos suel­

tos de nuestro D . J o a q u í n , tales c o m o u n a Crítica de la

"Biblioteca Hispajio-Americana," de Beristain, y una l a r g a

traducción de Viajes de ingleses á la Nueva-España en el

siglo XVI, con interesantes prólogos acerca de estos docu­

mentos históricos. E n la edición de l a Historia de iVuezm

Galicia, de M o t a P a d i l l a , que publ icó l a m i s m a Soc iedad

en 1 8 7 0 , puso l a b iograf ía del autor, que no por ser corta

deja de causar admirac ión por las dificultades que había

que vencer p a r a adquirir a l g u n o s datos. Su Discurso sobre

las "Bibliotecas" de Eguiara y Beristain, inserto en el to­

mo I de las Memorias de la Academia Mexicana, es una

pieza admirab le , d i g n a de su profundo conocimiento de

nuestra historia y de nuestra l iteratura, d i g n a de su correcta

6

5 °

y e legante p l u m a : sobriedad y pureza en el estilo, seneilla

natura l idad , r iqueza de noticias y novedad en el asunto,

tales son las cual idades de este discurso, muestra prodigio­

sa del saber y discreción de nuestro insigne anticuario. l í a

escrito también muchos pró logos de obras , artículos de pe­

riódico, e t c . ; y p a r a coronar d ignamente v ida tan laborio­

sa, trabaja actua lmente en l a Biografía de Fr. Juan de

Zuniárraga y en una Bibliografía Mexicana del siglo XV/,

obras cuyos títulos indican por sí mismos su importancia ,

sus trascendentales fines, su extraordinar ia y marav i l losa

riqueza de documentos y noticias. L a pr imera destruirá mil

errores y preocupaciones, y presentará á la admirac ión de

las a l m a s agradec idas una de las figuras m á s respetables ,

insignes y benéficas que l a metrópol i m a n d ó á esta N u e v a

E s p a ñ a . I rá i lustrada l a s e g u n d a con copias foto-litográfi-

cas de portadas de l ibros de aquel t iempo, e jecutadas por

su hijo Luis , que de afición se ha ded icado á esta clase de

l a b o r e s . — P a r a el sabio, p a r a el historiador y el filósofo,

n inguna época de nuestro pasado puede ofrecer tan alto in­

terés como aquel s iglo X V I , fecundo en acontecimientos

que suscitaban problemas arduos é importantes. E l misio­

nero consolaba á los indios; los hacia nacer á una nueva v i­

d a , abria ampl ios horizontes á su entendimiento y á su al­

m a ; el guerrero queríase entregar a l descanso después de

las fatigas y sinsabores de la conquista ; los ayuntamientos

tenían que atender á las necesidades de los pueblos , cuidar

del orden y m o r a l i d a d ; los gobernantes no podian á su vez

prescindir un solo d ia de d a r leyes y reg lamentos , de vigi­

l a r á los descontentos, de proveer a l bienestar de la raza

que habia sido venc ida Y así todos; á unos corres­

pondía m a n d a r , á otros obedecer ; á éstos instruir y conso­

l a r ; á aquel los , ennoblecerse por medio del trabajo y del

estudio; á todos, finalmente, contribuir al establecimiento

de una nueva sociedad, á la regeneración de un pueblo , al

5 i

V .

Profano y o enteramente en las materias históricas que han

sido el constante objeto d e l Sr . G a r c í a Icazbalceta , me es

imposible aprec iar en justicia, y j u z g a r , siquiera fuese m e ­

dianamente , los val iosos trabajos con que h a enriquecido la

historia de A m é r i c a , y en part icular l a de Méx ico . Es te h a

sido mi m a y o r pesar al escribir el presente art ículo ; que de

escritores c o m o él , en que se reúnen en feliz concierto las

más relevantes cua l idades y los más distinguidos méritos,

solo deben h a b l a r los que pueden l lenar cumpl idamente las

prescripciones severas de la cr í t ica ; y en mí no concurren,

por desgrac ia , las indispensables dotes.

engrandecimiento del N u e v o M u n d o ! Q u e d a b a n , y debían

quedar huel las de todo esto en la l i teratura; y p a r a c o n o ­

cer ahora el espíritu de la época , las tendencias de vence­

dores y vencidos, los trabajos y heroicos esfuerzos de nues­

tros padres , sus luchas y sufrimientos, sus esperanzas y sus

consuelos, sus aspiraciones y sus progresos, necesítase con­

sultar aquel las huel las , estudiarlas y e x a m i n a r l a s atenta­

mente, con l a rectitud y buena fé de los corazones honra­

dos. E l S r . I cazba lceta v a á facilitarnos con su obra estos

estudios, y no con otro objeto la h a e m p r e n d i d o : ¡con cuán­

ta ansiedad l a esperamos y a ! S e r á un acontecimiento en el

m u n d o de las letras ; honrará é inmortal izará su n o m b r e ;

honrará á E s p a ñ a y á M é x i c o ; será precioso ornamento de

la l i teratura caste l lana, y un tributo de eterna gratitud á

los insignes fundadores de esta sociedad, á los que nos die­

ron fé, civi l ización y d icha !

S 2

H o m b r e de infatigable estudio el S r . I cazba lce ta , de sin

igual constancia, de ardentís imo celo, de verdadero a m o r

á la justicia histórica, ha pasado los m á s bel los años de su

v ida en el retiro silencioso del sabio, c o n s a g r a d o á hones­

tas y provechosas tareas. L o s bienes que heredó de sus pa­

dres no le apartaron de l a recta senda eme seguía , l leván­

dole , como á otros, por el torcido camino de las disipacio­

nes y l a oc ios idad; antes le sirvieron p a r a tener en los ne­

gocios una fuente constante de trabajo , c o m o sucede hasta

el d i a ; p a r a asegurar su bienestar, y cult ivar en el tranqui­

lo y dulce sosiego del hogar domést ico los estudios predi­

lectos de su entendimiento. H a s ido, pues, su existencia

pacíf ica y senci l la , exenta de aquel las ambiciones y de

aquel los desengaños cute tan á menudo se encuentran en

el m u n d o ; l lena de a m o r á los goces y encantos de l a fa-

mil ia ; á las recreaciones del e s t u d i o , a l esparcimiento

que las a l m a s generosas encuentran en el o lv ido del bu­

l l icio de la sociedad. Desde sus primeros años, según he­

mos visto, su afición á la historia nac ional le hizo acopiar

documentos , l ibros, .manuscritos y obras rarísimas, encami­

nadas á satisfacer su anhelo y curiosidad de sabio ; y m á s

tarde, la r iqueza de estos materia les le indujo á dupl icar sus

afanes, entregándose y a , á medida que iba creciendo su

saber , á trabajos importantes, nuevos completamente mu­

chos de el los entre nosotros, y de positiva trascendencia

en las cuestiones históricas del N u e v o M u n d o : de manera

que en nuestro autor se reúnen dos raras circunstancias:

perseverancia infat igable p a r a compi lar documentos, y ha­

bi l idad suma p a r a aprovechar los . E l dice con u n a modes­

tia, que es sin d u d a uno de los rasgos m á s bel los de su ta­

lento, que jamas ha escrito ninguna obra original, l imitán­

dose á publicar las de otros autores. Mas , ¡qué subido va lor

tienen las p á g i n a s con que las ha enriquecido! Su escrupu­

losidad, su g r a n modest ia , esa desconfianza que de sí mis-

5 3

mos tienen los talentos superiores, el temor de incurrir en

inútiles repeticiones, han sido causas s iempre de que el S r .

I cazba lceta no escriba obras formales sobre mater ias y a

tratadas por otros, aunque él mismo conozca que hay mu -

cho nuevo que decir y que e n m e n d a r . Se h a conformado

con d a r notas y apuntes sueltos, hacer rectificaciones, ex­

tender noticias posteriormente descubriertas, á propósito de

a lgún documento ó l ibro que viene á sus manos ; y de aquí

que en tales casos sus producciones se refieran á asuntos

aislados de l a historia, y que en el las observe un orden seña­

l a d o por el mismo incidente ó circunstancia que las mot iva .

Sin e m b a r g o , ha publ icado y a tanto nuestro autor, que fá­

ci lmente podr ían enlazarse sus obras á fin de que formasen

un cuerpo completo de doctr ina ; porque no h a y punto que

el Sr . I cazba lceta toque sin de jar lo totalmente d i luc idado ,

a c l a r a d o y a g o t a d o , con una precisión y c lar idad admira­

bles, condensando en pocas pa labras todo lo eme acerca

de él se h a l l a esparcido en cien libros diversos. J a m á s se

o lv ida de corregir un error, de señalar un defecto, de ex­

pl icar a l g u n a d u d a ; ni asienta una aserción sin a p o y a r l a

con testimonios verdaderos é irrecusables, en lo cual se ve

siempre la sincera imparc ia l idad que le g u i a . — P o r lo de­

más, ¡cuánto se encuentra en los trabajos del Sr . Icazbal ­

ceta, d igno de admiración y de estudio! ¡Cuánto mere­

cen celebrarse las bellezas de todo género que los adornan!

C a d a escrito suyo es un venero riquísimo é inagotable de

noticias curiosas, de datos interesantes, de oportunos con­

ceptos ; en c a d a una de sus frases ¡cuánto h a y que ap laudir

y celebrar! ¡Qué c lar idad! ¡Qué método! ¡Qué sobriedad

de inútiles adornos! I.a dicción es selecta y verdaderamen­

te c lás ica , tersa y l impia , sin afectación ni ahuecamiento ;

el estilo es natural y fácil, sencil lo y e legante , s embrado

de todos los pr imores del id ioma caste l lano; y en sus pa­

labras se revela el consumado habl ista , el literato enten-

54

dido, el conocedor profundo de los secretos del lenguaje . V

luego , ¡qué vasta erudición, tan bien e m p l e a d a y tan opor­

tunamente traída! ¡Qué acierto en los juicios, qué conc ien­

zudo criterio, qué s a g a c i d a d y discreción, qué g a l a n u r a y

g a l l a r d í a en el d e c i r ! — L a s obras de nuestro autor deleitan

y admiran al mismo tiempo á cuantos recorren sus pág inas :

en el las se conoce cuántos son su ciencia y su saber . N a d i e

c o m o él sabe dónde están las mejores fuentes de nuestra

historia, ni nadie t ampoco c o m o él sabe aprovechar las : es

s ingular y asombrosa la aptitud que demuestra a l escoger

lo cierto, desechar lo incierto, ac la ra r lo dudoso. ¡Qué in­

geniosa faci l idad para descubrir la verdad de un hecho por

medio de comparac iones de textos y de estilos, cómputos

de fechas, i g u a l d a d ó semejanza en el carácter de letra de

los manuscritos! L a segur idad con que el S r . I cazba lceta

procede en estas arduas y difíciles ac larac iones , es y a tan

conocida , y tiene tal autor idad ante los inteligentes en l a

mater ia , que el sabio bibl iógrafo amer icano J o h n Russel l

Bar l lett ha d icho : " A u n q u e el S r . I cazba lce ta no presen­

te la prueba de sus aserciones, las admit imos sin la m e ­

nor reserva, convencidos de que d e b e n ser verdaderas pol­

la exactitud y prudencia que se nota en todas sus p a l a ­

b r a s . "

L a merecida y jus ta fama de que goza nuestro autor, le

ha puesto en relación con los más distinguidos bibl iógrafos

del m u n d o , manteniendo con ellos frecuente corresponden­

c ia : casi s iempre acuden á su i lustrada bondad en asuntos

en que solo él puede entender. E l escritor amer icano l í e n r i

Harr isse , autor de l a famosa Biblioteca Americana Velits-

tissima, debió no pequeña parte del mater ia l de esta obra

c lás ica , según afirmación de un escritor, al Sr . I cazba lceta ,

y " l e dist inguió de u n a m a n e r a seña lada entre los co labo­

radores que tuvo (y habia muchos entre las pr imeras auto­

ridades de Londres , Par is , Ber l ín , V i e n a , etc . ) , incorpo-

55

rancio varias de las comunicaciones de Icazba lceta , no en

su texto, contó lo hizo con las demás , sino l i teralmente, con

el nombre del autor, y recomendándolas por su estilo y mé­

t o d o . " — S e ve por todo esto que el Sr . G a r c í a Tcazbalceta

h a obtenido en su v ida l iteraria triunfos que no á tocios

es d a d o a l c a n z a r ; y no obstante esto, le recomiendan to­

d a v í a más que su saber, su ce lo , su infat igable perseveran­

cia , una modest ia y sencil lez encantadoras . Su m a y o r elo­

gio está en que, sin haber frecuentado nunca las aulas , sin

haber tenido maestros, y debiéndolo lodo á sí mismo, á su

apl icación y estudio, ha l l e g a d o á ser una de las figuras

l iterarias más est imadas y respetadas en tino y otro conti­

nente.

E l Sr . I cazba lce ta j a m á s ha o c u p a d o un pttesto públ ico ;

ha tenido siempre horror á la pol ít ica, prefiriendo la dulce

paz del h o g a r y los serenos goces del estudio. I la formado

parte , sí, de varias asociaciones de c a r i d a d . — Desde 1 8 5 0

pertenece á la Soc iedad M e x i c a n a de Geogra f ía y Estadís­

tica de Méx ico , c o m o individuo de número ; fué miembro

de la J u n t a Direct iva de l a A c a d e m i a de Nobles Artes de

San Car los en esta c i u d a d , y perteneció también á la A c a ­

d e m i a Imper ia l de Ciencias y l i t e r a t u r a , c reada por el E in -

p e r a d o r Max imi l i ano en 1 8 6 5 . E n 1 4 de Diciembre de 1 8 7 0 ,

la R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a , á propuesta de los Sres. D .

Manue l C a ñ e t e , D . C á n d i d o Noceda l y D . J u a n Va lora , le

nombró su individuo correspondiente, y con igual distin­

ción le honró la A c a d e m i a de la Histor ia en 9 de Eebrero

de 1 S 7 2 . E n la actual idad es Secretario de la A c a d e m i a

M e x i c a n a , por elección hecha el 25 de Setiembre de 1 8 7 5 ;

y tiene además el título de miembro honorar io de la C o ­

l o m b i a n a Correspondiente.

E l S r . I cazba lceta fué casado con la virtuosa y noble S ra .

D * F i l o m e n a Pimente l y l l e r a s , á quien tuvo el dolor de

perder súbitamente en J u n i o de 1 8 6 2 . D e su matr imonio

58

Castro , IX Cástulo N a v a r r o , D. Manuel T e j a d a , D. Manuel

Herrera , D . A n d r é s Manue l del R i o y 1). T o m á s R a m ó n

del M o r a l . L l a m ó mucho la atención este acto públ ico, y

los señores sinodales quedaron asombrados del ext raordi ­

nario lucimiento con que el j o v e n S e g u r a sustentó el exa­

men. P a s a d a su recepc ión , continuó desempeñando el

importante ca rgo de E n s a y a d o r de p la ta y oro en el dis­

trito de P a c h u c a , hasta el año de 1 8 6 0 , en que se tras ladó

á México , habiendo merecido el título de R e s t a u r a d o r de

aquel mineral por los trabajos que emprendió en el l aboreo

de las más famosas minas, que habían permanec ido a b a n d o ­

nadas . Durante su permanencia a l l í , c o n s a g r a b a sus ratos

de ocio al estudio de las bel las letras, sin descuidar el ejer­

cicio de su profesión; y tradujo por entonces de id iomas ex ­

tranjeros a lgunas obritas, entre las cuales recuerdo las Pes-

pitesías breves y familiares á las objeciones contra la Reli­

gión, del Sr . S e g u r . — E n las publ icaciones l iterarias de la

época , como La Aurora, III Año nureo, el Presente amis­

toso, y otras, aparecieron sus primeros ensayos poéticos y

a lgunos artículos en prosa ; los cuales hicieron que var ias

A c a d e m i a s y L iceos lo l l amasen á su seno. E n La Ilustra­

ción Mexicana (tom. I.) se registra el discurso que pronun­

ció al ingresar al L iceo H i d a l g o , sobre los caracteres de la

poesía romántica, pagana y hebrea; pieza de mérito, por el

esmero de su dicción y las juiciosas observaciones que con­

tiene.

Nuestro autor publ icó en 1 8 7 2 sus Poesías, que forman

un tomo de 500 pág inas , de l impia y e legante impres ión.

" A los diez y seis años de e d a d , — d i c e en el p r ó l o g o , —

entre las frias fórmulas del c á l c u l o infinitesimal, t razadas

en mi negra pizarra, escribí la pr imera parte de este vo­

lumen, ignorando absolutamente las reg las m á s triviales

de literatura. U n sueño me hizo poeta . M á s adelante , cua­

tro años después, en mi práct ica de ingeniero de m i n a s , en

59

las montañas ilcl Real del Monte y P a c h u c a , compuse casi

toda la segunda y la tercera. E n 1S60 preparaba la edición

de mis coplas , recibidas con indulgencia por los lectores que

las habían recorrido en los periódicos; pero las circunstan­

cias de la época , y t remendas desgrac ias de famil ia , dieron

al traste con mis manuscritos, y perdí no pocos sonetos bí­

blicos, de los cuales se escaparon los que hoy es tampo.

Nuevos infortunios vinieron á revivir mis ant iguos sinsabo­

res, y para divertirlos consagré a lgunos ratos al aprendiza je

de la hermosa y c lás ica l engua de la culta A l e m a n i a , y me

prometo que con las ñores de Schi l ler , t ras ladadas á nues­

tra sonora y varonil h a b l a caste l lana , y con las recog idas

en las márgenes del Sena , del T á m e s i s , del T í b e r y del E u ­

frates, no aparecerá mi l ibro tan ár ido c o m o las pr imeras

páginas que de mi pobre cosecha le c o m p o n e n . " — N o son,

en verdad , escasas de mérito, c o m o él dice, las composi­

ciones que forman la pr imera parte de las Poesías del Sr .

S e g u r a ; porque, si bien se notan en a l g u n a s de e l las ciertas

incorrecciones y faltas, propias de la edad en que fueron es­

critas, les sirven de recomendación, por otra parte, los sua­

ves sentimientos que las inspiraron, y cierta b l a n d a tristeza

que todas respiran. A q u í canta el poeta sus amores , las gra­

cias y encantos de la mujer quer ida , los apas ionados afectos

que se ocultan en su pecho, y las ilusiones que l lenan su

imaginación juveni l . Véanse los versos con que comienza

su ingeniosa composición, El primer amor:

E n u n a tarde serena,

A la s o m b r a de una p a l m a ,

Oue en pomposos abanicos

Enhiesta luce sus g a l a s ,

Me reclino sobre el césped,

B o r d a d o de dores varias ,

6o

Que los sentidos deleitan

Con el perfume que e x h a l a n .

E l sol , sin d i a d e m a de oro

V sin manto de escar lata ,

I b a á trasponer los montes ,

C u a l destronado m o n a r c a .

P o r el Oriente l a luna

Sube en su carro de p la ta ,

Precedida de la estrella

Oe la diosa de las grac ias .

P'inge el poeta quedarse dormido , y entonces un á n g e ! ,

a c o m p a ñ a d o de una mujer que

Ostenta túnica b lanca

C o m o el candor de la nieve

Y tenue cual la del a lba ,

l e predice las desventuras que en l a v ida le esperan; pero

d e j a en su a l m a la semil la del pr imer amor , que después

s e r á p a r a él manant ia l fecundo de r e g a l a d o s consuelos.

E n sus composic iones Córdoba, Las bodas de Laura, f,a

Ultima cita, Adiós para siempre, h a y del icadeza de sen­

timiento y felices imágenes . L a dicción, en genera l , es cor­

recta y esmerada .

R e g í s t r a n s e en la segunda parte del l ibro traducciones

de los mejores poetas ital ianos, y su elección da á conocer

desde luego el buen gusto del Sr . S e g u r a . — E n t r e el las me­

rece mencionarse la de los tres primeros cantos de la Di­

vina Comedia de l D a n t e ; notable , en mi sentir, por su fide­

l idad y pulcr i tud . E s t á ded icada al insigne poeta D . J o s é

6I

Joaquín Pesado, á quien e] entendido traductor dec ia : " N o

conociendo en castel lano una versión de la Divina Come­

dia del D a n t e , aunque se h a b l a de una que hizo en el s iglo

X V cierto arcediano de T o l e d o l l a m a d o F e r n a n d o de T o ­

ledo, la cual ignoro si l l egó á publ icarse , acometí la empre­

sa de traducir esa obra del cé lebre poeta i ta l iano. T e r m i ­

né seis cantos del Infierno, de los que se me han extrav iado

tres. E m p r e n d i d a la obra en los mejores años de mi moce­

d a d , no me siento h o y con fuerzas p a r a d a r l a c a b a l rema­

t e . " — P a r a que el lector p u e d a formarse ¡dea de la traduc­

ción del Sr . S e g u r a , copiaré a lgunos tercetos del canto 1:

E n medio del c a m i n o de l a v ida

H a l l ó m e solo en u n a selva oscura,

Perdido el paso recto sin sa l ida :

¡Oh, c ó m o e l descr ibir la es cosa dura!

Q u e es se lva montaraz , áspera y fuerte,

Que l l ena el pensamiento de pavura .

Su memor ia es más triste que la muerte ;

M a s p a r a h a b l a r del bien que all í me avino,

Otras cosas diré con varia suerte.

Del canto I I :

A l dec l inar el sol, tiniebla umbría

Preparaba á los seres de la tierra

D u l c e descanso, y solo el a l m a mia

S e a p a r e j a b a á sostener l a guerra ,

Y a del triste c a m i n o , y a del l loro,

Q u e expresara l a mente que no yerra .

¡ O h musa ! ¡oh c laro ingenio! ¡yo te imploro!

¡Oh numen que escribiste lo que v ía :

H a z aquí manifiesto tu decoro.

6 2

E l Sr . S e g u r a ha traducido también del inglés la Invo­

cación del Paraíso Perdido, de Mi l ton: y del a l e m á n , La

Canción de la Campana, El Buzo, una Fantasía Fúnebre

y otras composiciones de Schi l l e r ; en prosa varias Pan/bo­

las de K r u m m a c h e r ; dos f-Iimnos Guerreros de T i r teo , va­

rias Odas de H o r a c i o y a lgunas Églogas de Virg i l io .

Entre sus obras poéticas originales de a l g u n a extensión,

merece citarse su p o e m a Susana, en cinco cantos ; y son dig­

nas también de e logio sus poesías religiosas y su traducción

de los S a l m o s .

E l Sr . S e g u r a manifestó desd.e joven a l g u n a inclinación

á la l iteratura d r a m á t i c a ; pero se apartó de su cultivo cuan­

do de orden suprema se prohibió la representación de su

comedia en verso t i tulada: Los caballeros de industria, ba jo

el pretexto de que crit icaba las instituciones l iberales. - E n

A g o s t o de 1876.se representó en el T e a t r o Principal de esta

c i u d a d , su nueva comedia en tres actos, Ambición)' Coi/¡ic­

tismo, a p l a u d i d a por el públ ico y por la prensa.

E l S r . S e g u r a fué d iputado a l Congreso genera l de 1849 ,

y formó también parte de la A s a m b l e a de Notab les . Defen­

dió entonces, y ha defendido s iempre, los principios de la

escuela conservadora , c o n s a g r a n d o su p l u m a por muchos

años á la propagac ión de las doctrinas catól icas. A su re­

greso de E u r o p a , en los últ imos meses de 1 8 6 6 , se encon­

tró con el país en serias dificultades, y desde entonces no

ha vuelto á escribir en los periódicos n a d a relativo á la po­

lít ica. Permanece ent regado á negocios p a r t i c u l a r e s . — L a

R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a le honró con el título de indi­

viduo correspondiente, y pertenece, además , á otras A c a d e ­

mias Nacionales .

" S e g u r a —me dice un respetable a m i g o suyo — n o sola­

mente es un excelente Ingeniero de minas, sino también un

literato consumado. S a b e las l enguas francesa, inglesa ,

i tal iana, a l e m a n a , lat ina, g r i e g a y hebrea ; no le son des-

« 3

conocidas las orientales ni la mex icana . T i e n e buenos co­

nocimientos en ciencias filosóficas y s a g r a d a s , y es versadí­

simo en literatura española y otras de E u r o p a , especialmen­

te i ta l iana, a l e m a n a , francesa y en las antiguas. A mi

juicio, es persona de tan var ia c o m o profunda erudición, y

es lást ima que no h a y a escrito m á s . "

D O N

J O S K M A R I A R O A B A R C E N A .

I

S T I M A B L E y s impática es la figura que ahora me

loea presentar ai lec lor ; est imable por sus prendas

personales , su saber y su modest ia ; s impática por

el papel que ha desempeñado en las luchas del periodismo

mexicano y en la m a r c h a y progresos de nuestra l iteratura,

no menos que por la índole y tendencias de torios sus es­

critos. N a c i d o en una de las c iudades más hermosas y pin­

torescas de l Es tado de Veracruz en esta R e p ú b l i c a , donde

la naturaleza d e r r a m ó pród igamente las bel lezas de la más

rica y espléndida vegetac ión, puede decirse que el S r . R o a

Barcena fué poeta desde n iño : desde los pr imeros años de

su juventud se le ve cantando en sentidas composiciones los

paisajes de su pa ís nata l , el ardiente sol de los trópicos, las

flores, y cuanto convierte en un paraíso esa tierra encanta­

dora. E d u c a d o bajo la severa v ig i lancia de sus padres y

de un varón sabio por su virtud y por su ciencia, su a l m a

66

se a l imentó de generosos v nobles sentimientos, de eleva-

dís imas ideas morales , y su corazón a m ó todo lo bueno y

todo lo bel lo , est imulado por los excelentes e jemplos que

recibía. ¿Qué extraño, pues, (pie las fibras de su espíritu se

templasen en las mansas aguas de la dulce moral cr ist iana,

y que su entendimiento buscara , p a r a a l imentarse y v igo­

rizarse, fuentes cristalinas y puras? Práctico y a en la escue­

la de la honradez , y v iendo á su patr ia envue l ta en revo­

luciones y conflictos, a m e n a z a d a de tremendas desgrac ias ,

deja la lira con que había cantado sus impresiones juveni ­

les, y toma la p luma del periodista p a r a lanzarse á las pe­

l igrosas batal las de la prensa: durante diez años no descansa

en la l u c h a ; d iar iamente ilustra con su buen juic io y con

las nobles inspiraciones de su patr iot ismo las cuestiones más

g r a v e s y trascendentales que agitan á los hombres de la

época . T r a b a j a d o r incansable en pro de la causa que d e ­

fiende, ap laude con júbi lo cuanto puede traer su triunfo, y

reprueba enérg icamente lo que la per judica , sin que para

manifestar su descontento le detengan j a m á s reprensiones

ni amenazas . V e n c i d o el part ido bajo cuyas banderas ha­

bía mil i tado con una constancia infat igable , se retira á la

v ida pr ivada , satisfecho de haber l l enado su deber y de no

de jar entre sus adversar ios un solo e n e m i g o : la estimación

y el respeto de cuantos le vieron combat ir le a c o m p a ñ a n

hasta el h o g a r . V así en medio de la v ida públ ica c o m o en

los momentos que dedica al descanso, es su conducta siem­

pre intachable y d i g n a , exenta enteramente de esos odios,

rencores y perturbaciones que e n g e n d r a la po lémica : los

trabajos literarios que emprende y sus cantos de poeta, traen

ut i l idad, honra y bri l lo á la l i teratura mex icana .

T a l ha sido y es el Sr . D. J o s é M a r í a R o a B a r c e n a : él

pertenece á la escogida p l é y a d e de mexicanos ilustres en

que se distinguieron controversistas c o m o el pr imer Arzo­

bispo de Michoacau y O. J o s é J o a q u í n Pesado ; poetas co-

6 ?

mo I ) . Manuel C a r p i ó ; estadistas e x i m o I >. Lúeas A l a m a n

y 1). Luis G . C u e v a s ; sabios c o m o D . J o s é Bernardo Cou lo ;

"patr ic ios en quienes la pol í t ica-no mató ni resfrió el a m o r

á las letras ; sabios que, en bien de la sociedad y de la pa­

tria, pusieron en circulación el tesoro de sus conocimientos ,

apl icándolos á todas las cuestiones importantes de su tiem­

po; escritores á quienes la g randeza de las ideas y la inten­

sidad de los afectos no hicieron descuidar la c lar idad y ga­

lanura de la frase; hombres notables , de consiguiente, en

su triple carácter de c iudadanos , literatos y a r t i s t a s . "

I I .

Vio la pr imera luz el Sr . R o a Barcena en j a l a p a , el 3 de

Setiembre de 1 8 2 7 , siendo sus padres 1). J o s é Mar ía R o ­

dríguez R o a y D ; i M a r í a de la Concepc ión B a r c e n a . El

primero fué un c iudadano útil á su patr ia , dist inguido y de

grandes méritos por los servicios que le prestó, pues duran­

te muchos años tuvo á su c a r g o la Secretar ía del A y u n t a ­

miento, y desempeñó otros empleos de importanc ia , tales

como los de Je fe polít ico de su distrito, Je fe de H a c i e n d a

del Depar tamento (hoy Es tado) de Veracruz , y d iputado á

su legis latura y á diversas juntas departamenta les . D e d i c ó ­

se al comercio el j o v e n D . J o s é M a r í a , y solo de afición se

dio á la lectura y al estudio. E l aprovechamiento que de

éstos sacó , lo d a n á entender sus composiciones de aquel

t iempo, que se publ icaron en a lgunos periódicos del Es ta ­

do, y fueron recibidas con aplauso por el público intel igen­

te; dist inguiéndose entre sus poesías líricas los Fragmentos

de un poema intitulado "Memorias de un peregrino,"'' y una

68

preciosa l e y e n d a , Diana; y entre sus escritos en prosa, su

novel ita Una Flor en su sepulcro.

N o estaba bien que un joven de tan bril lantes disposicio­

nes l iterarias, y á quien el porvenir parecia prometer mul ­

tiplicados triunfos, permaneciese en una c iudad de provin­

c ia ; y así, a b a n d o n ó l a tierra natal en 1 8 5 3 , v iniendo á

radicarse á México . A n c h o c a m p o se le ofreció aquí p a r a

ejercitar las dotes de su entendimiento: luchaban á la sazón

los partidos políticos, disputándose el gobierno del país ,

más bien que el establecimiento en M é x i c o de determina­

das ideas y teorías administrat ivas , sin acordarse desgra­

c iadamente de que tal sistema de continuas discordias trae­

ría infaliblemente el re inado de la anarquía . Los hombres

pensadores y patriotas veian cerca el p e l i g r o ; mas , impo­

tentes acaso para conjurar lo , se conformaban con preparar

al pueblo é ilustrar su opinión, d a n d o así l u g a r á que las

facciones que buscaban su lucro per judicando á la sociedad,

hal lasen en aquel un enemigo poderoso, que destruyera á

t iempo sus maquinaciones . A engrosar las filas de esos sen­

satos mexicanos fue-desde luego el Sr . R o a B a r c e n a , distin­

guiéndose pronto en sus trabajos, por la energ ía , el brío y

el acierto que demostraba . Los principales periódicos de la

época , que estaban redactados por los hombres más emi­

nentes de la nación, acogieron con a g r a d o los escritos del

joven R o a , v iendo en él un valeroso campeón de la socie­

dad y de la justicia. D o s años escribió en El Universal, al

lado de escritores tan dist inguidos como D . I g n a c i o A g u i l a r

y D. A n s e l m o de la Port i l la . E n 1 8 5 5 pasó á La Cruz,

y all í tuvo la g lor ia de combat i r en c o m p a ñ í a del insigne

Munguía , del esc larecido Pesado, del docto y eminente

C o u t o : el Sr . R o a B a r c e n a , con sus escritos, dio g r a n inte­

rés al periódico, pues durante mucho t iempo amenizó sus

co lumnas con hermosos art ículos literarios y sostuvo impor­

tantes polémicas con diversos escritores del part ido l iberal .

6g

" D e l i c a d a y espinosa fué la misión fie este periódico di-

ce el mismo Sr . R o a Barcena en su Biografía de O. Josr

Joaquín Pesado— y grande su influjo en la opinión públi-

ca, y acaso hasta en el ánimo de algunos de los personajes

que figuraban en el G o b i e r n o . " E n él " s e presentaban en

su verdadero aspecto las cuestiones pol í t ico-rel ig iosas de-

batidas, resolviéndolas radica lmente en contra de la admi-

nistración y del partido preponderante ; y respecto de mo-

deración y de tacto, baste decir que la publicación á que

me refiero duró casi tres años en el foco de los más opues-

tos intereses y de las pasiones más exa l tadas , sin que uno

solo de sus adversarios pudiera ([nejarse del menor anravio

personal, y sin que la hiriera una sola providencia guber-

nativa, á pesar de que la tolerancia en materia de impren-

ta distaba mucho de ser lo que h o y . " — C o n c l u i d a la publi-

cación de La Cruz, nuestro autor pasó á dirigir El Eco

S'acionaly La Sociedad, redactando sólo, durante mucho

tiempo, este último diario, y d a n d o pruebas, c o m o s iempre,

de una laborios idad asombrosa y de un tacto y energía ex-

traordinarios. " A p o y ó la intervención y el imperio • - se

lee en unos apuntes — y fué miembro de la J u n t a de Nota-

bles; pero al ver que Maximi l i ano se apartaba de los prin-

cipios conservadores , cesó de a p o y a r l o , censuró muchos de

los actos de su gobierno, anunció su ca ída , se negó á ad-

mitir empleo a l g u n o de él , y recibió fuertes extrañamien-

tos del cuartel genera l francés y del gabinete imperia l . Л

la caída de M a x i m i l i a n o , habia vuelto á las ocupaciones

mercantiles en que continúa, y sufrió prisión de a lgunos me-

ses, no obstante que la prensa l iberal a b o g ó en favor s u y o . "

El Sr . R o a B a r c e n a , en polít ica, perteneció siempre á la

escuela conservadora , defendiendo el catolicismo y p r o p u g -

nando las ideas administrativas del ilustre mexicano Поп

laicas A l a m a n .

7o

I I I .

Kn lóelas las obras que nuestro autor ha d a d o á l i u nó­

tase una tendencia dec id ida á favorecer el desarrol lo de

nuestra l i teratura; á serle útil, cu l t ivando a lgunos géneros

que otros ven con indiferencia y descuido. A s í , en su pri­

mer tomo de poesías l íricas, publ icado en 1 8 5 8 ; en sus Le­

yendas y sus Novelas, describe con exactitud y facil idad

a l g u n a s de nuestras costumbres populares y muchos de

nuestros bellos paisajes ; y en sus libros posteriores aprove­

cha con gran fortuna el rico venero de nuestra historia na­

cional , sobre todo, en lo que se refiere á la vida y obras de

distinguidos ingenios mexicanos .

L a s poesías á que a c a b o de hacer referencia, escritas mu­

chas de e l las en la j u v e n t u d , a g r a d a n por la.sencil lez de su

forma y el de l icado sentimiento que respiran: bien se ve

que son obra de un adolescente que sueña con el amor , que

liene car iño á todo lo que es hermoso y puro , y que se de­

leita contemplando los bel los espectáculos de la naturaleza.

Su leyenda Ithainar tiene rasgos bel l ís imos y cierto perfu­

me peculiar de los p o e m a s orientales, y en Diana abundan

las p ince ladas del verdadero poeta, y hay toda l a frescura

juvenil de una v igorosa fantasía, lis la composic ión favo­

rita de l autor.

Kn 1 8 6 0 dio á luz un Catecismo elemental de Geografía

(Inií'ersal, y aquel mismo año comenzó su Catecismo de

Historia de México, su obra más laboriosa , que se publ icó

tres años después.

Ded icado de t iempo atrás el Sr . R o a Márcena á loses lu-

ti ios históricos do México , concibió la feliz idea de poner

en verso a lgunos de los sucesos más interesantes y notables,

á fin de formar una colección de poemas históricos nacio­

nales. " L o s que acuden á la l iteratura de otros países,

— d e c í a — en busca de instrucción y solaz, bien es que den

una o jeada á la propia , que en su r a m o de historia contie­

ne bellezas de pr imer orden, á juic io de los más sabios crí­

ticos. L o s anales de T u l a , T e x c o c o y México , en los dias

precedentes á la conquista española , no deben ser desco­

nocidos de los actuales habitantes del ant iguo A n á h u a c , y

antes de estudiar la ascendencia y el origen de pueblos ex­

traños, parece que convendr ía estar al tanto de todo aquel lo

que dice relación con el n u e s t r o . " E n efecto, poca ha sido

la atención que en general han puesto los escritores mexi­

canos para cult ivar la historia nac ional , dedicándose más

bien á ramos de otro género ó á estudios que los europeos

lian tratado y a . D e aquí que se desconozcan mil aconteci­

mientos importantes, y que el pueblo no se acostumbre á

admirar á los antiguos héroes, á inspirarse en su e jemplo

ni á sacar de él lecciones útiles y provechosas . Apar te de

esto, ¡cuántas bel las tradiciones se encuentran en la histo­

ria de los pueblos de esta parte de la A m é r i c a ! ¡Cuántas

figuras e n g a l a n a d a s con el hermoso ropaje de la poesía!

Aquel las tremendas guerras , aquellos odios y tragedias ,

aquellos hombres del país que conquistó Cortés, interesan

vivamente á cuantos los conocen en los l ibros. E l Sr . R o a

Barcena recogió las más preciosas noticias acerca de los

pueblos del A n á h u a c , y empleando un estilo natural , fácil

y adecuado al asunto, formó su precioso Ensayo de una

Historia Anecdótica de México, dividido en tres partes: la

primera comprende desde el establecimiento de los pr ime­

ros pobladores de A m é r i c a , hacia el Norte de Cal i fornia,

hasta la ruina de la monarquía tolteca: la segunda desde

la formación del imperio chichimeca, en A n á h u a c , hasta la

7 2

fundación de Méx ico : v la tercera, desde el comienzo de !a

monarquía azteca ó mex icana , hasta el desembarco de los

conquistadores españoles en Veracruz .

E s t a obra está escrita en prosa ; pero nuestro autor , que

no se o lv idaba de su primit ivo deseo de formar pequeños

poemas históricos, escribió otra en verso, inspirándose en

el mismo asunto: y en 1 8 6 2 la publ icó con el título de Le­

yendas Mexicanas, comprendiendo siete: Xóchitl, ó La

Ruina de Tula; Emigración de los aztecas hacia el Aná-

huac; División de los aztecas durante su peregrinación; Es­

clavitud y emancipicion de los aztecas en Colhuacan; Fun­

dación de México; Casamiento de Netzahualcóyotl y La Prin­

cesa Papantzin; preciosa colección de tradiciones y de cua­

dros, que encanta por su n o v e d a d , su interés, el fresco

colorido y los pr imores l iterarios de que está s e m b r a d a .

" M i l e y e n d a Xóchitl, — d i c e el a u t o r — d a idea d e la des­

trucción de la monarqu ía tolteca, que precedió á las d e m á s

establecidas en el A n á h u a c . Después de cons ignar las tra­

diciones relativas á la emigrac ión , el v ia je , la l l e g a d a , es­

c lavi tud y emanc ipac ión de los aztecas y á la fundación d e

México , trazo a lgunas de sus costumbres domést icas y so­

ciales en Fl Casamiento de Netzahualcóyotl; paso á descri­

bir en La Princesa Papantzin los presagios de la venida de

los europeos y los pr imeros s íntomas del g r a n c a m b i o efec­

tuado con la conquista española , e t c . " Se ve por todo esto

la importancia del l ibro del Sr . R o a Barcena . S iguen á las

Leyendas, c o m o Apéndice, a l gunas Baladas v Cuentos del

Norte de Europa, t raducidos de autores célebres , y var ias

composiciones sueltas or ig ina les .

73

IV.

E l Sr . R o a B a r c e n a es buen poeta ; pero en México to­

dos están de acuerdo en a c l a m a r l o como uno de los mejores

y más correctos prosistas que tenemos. De el lo dan testimo­

nio, en efecto, sus Novelas originales y traducidas, publica­

das en 1 8 7 0 ; sus Datos y Apuntamientos para la biografía de

D. Manuel Eduardo de Gorostiza ( 1 8 7 6 ) , su Biografía de D.

José Joaquín Pesado, su cuento Lanchitas, y otros trabajos

sueltos que se registran en los periódicos.

E l tomo de Novelas c o m p r e n d e las siguientes: or igina­

les, Noche al raso, Una flor en su sepulcro, A minia Pave­

ro, Buondelmonti, y La Quinta modelo: t raducidas , Prime-

meras impresiones, ha dicha en eljuego y Maese Martin y

sus obreros, las dos últ imas de Hoffmann. Caracterizan al

Sr. R o a B a r c e n a , c o m o prosista, u n a sencillez y una natu­

ralidad verdaderamente clásicas, y en sus preciosas nove­

las casi me atrever ía á decir eme hay ciertos rasgos de in­

genio de un aire cervantesco . Noche al raso es una colec-

cioncita de cuadros de costumbres del país y de originalísi-

mas anécdotas referidas con una facil idad y una grac ia

encantadoras . L o s tipos que retrata, — u n procurador ó

agente de negocios , un mil i tar ret irado, un boticario y un

a l m o n e d e r o ; — el l engua je que les hace h a b l a r ; las escenas

que con el los f o r m a ; y todo, en fin, lo que puede d a r idea

de una época y de los usos de una parte de la soc iedad ,

aparece en l a composic ión del Sr . R o a con exacta fidelidad

y marcado color loca l . Una flor en su sepulcro es una bo­

nita l e y e n d a románt ica , sin las exagerac iones de sentimen-

9

74

tal ismo ni demás ridiculeces que tanto perjudicaron en

E s p a ñ a y en Méx ico el cult ivo de la buena l i teratura. El

teatro de los acontecimientos es u n a pintoresca c iudad de

prov inc ia , y la nove la , en sustancia , no es m a s q u e " e l re­

lato de una desgrac ia harto común en la v ida , c u y o patri­

monio es el d o l o r ; " pero las a l m a s sensibles ha l l an g rande

atract ivo y deleite en sus pág inas , pues que "escr i tas bajo

la influencia de un recuerdo debi l i tado por el t iempo, pue

den ser consideradas c o m o el estudio de las fluctuaciones

del corazón en esa época de la v i d a en que exper imenta la

necesidad del a m o r , y no encontrando el objeto á que deba

consagrar lo , se ag i ta como la a g u j a tocada al imán , cuan­

do una m a n o inquieta le impide señalar h a c i a el N o r t e . "

E l estilo es pintoresco y bel l í s imo, acaso el m á s a g r a d a b l e

de este género de l i teratura: la narración tiene forma de

diar io. E s un joven soñador , de imaginac ión v i v a y cora­

zón afectuoso, que se e n a m o r a de una niña morenita y gua­

pa , c u y a cuna se meció en medio de las se lvas tropicales ,

" d e hermoso cabel lo negro , que en dos fajas descendía so­

bre la pá l ida tez de sus mej i l l a s ; de modales exquis i tamen­

te linos y con ese aire inefable que solo comunican una

educación esmerada y el trato de una sociedad e s c o g i d a . "

E l apas ionado a m a n t e describe d iar iamente sus impresio­

nes, ora en senci l la y g a l a n a prosa, ora en e legantes y sen­

tidos versos, y lentamente v a formando una historia, que

a c a b a en el sepulcro. E l Sr . R o a B a r c e n a sintió sin duda

mucho de lo que en esta novel i ta se l ee ; la escribió en su

juventud, entre las apac ib les florestas de J a l a p a , rodeado

de cuanto hechiza y e n a m o r a á los corazones juveni les ; y

así, no es extraño que con tanta fidelidad hubiese compen­

d iado , en pocas pa labras , ese m u n d o de rosados ensueños,

de ansias amorosas y demás apas ionados afectos que llenan

el corazón del hombre en la j u v e n t u d . — E s t o mismo puede

decirse, aunque en menor esca la , de Aminta Rovero y Buon-

75

tlelmon'i: y en cuanto á La Quinta Modele, es una novela

tle circunstancias, por decir lo así. E n el la se ridiculiza á

uno de aquel los l iberales exa l tados é intolerantes que a p a ­

recieron en nuestra patr ia hace más de veinte años, y se po-

nen ele maniliesto las terribles consecuencias que trae con­

sigo al hogar y á la familia ese empeño absurdo que a lgunos

tienen de introducir determinadas reformas eu el orden so­

cial, en la educac ión , en el régimen doméstico, y hasta en

las costumbres y gobierno de la casa . L a censura es ¡u.^ta,

y en los hechos que la motivan no hay inexactitudes ni exa­

geraciones.

V.

Los Datos y Apuntamientos para la biogrtijia de I). Ma­

nuel Eduardo de Corostiza se componen de un e legante ,

discreto y correctís imo discurso leido en el L iceo H i d a l g o

de esta c iudad , y de un Apéndice. E n el primero traza el

Sr. R o a B a r c e n a á g randes rasgos, pero d a n d o cabal idea

de toda e l la , la v i d a de nuestro insigne dramát ico , exami­

na a lgunas de sus obras , y hace el juicio crítico del autor

con notable acierto. L a s reflexiones y comparaciones que

acerca de este punto hace para descubrir el verdadero va­

lor é importancia de las comedias de Corost iza, acreditan

al erudito b iógra fo de profundo conocedor del teatro con­

temporáneo. E n el Apéndice están cons ignadas otras noti­

cias personales y l i terarias, que por ser de mero detal le no

cabían bien en el Discurso; y de este m o d o , aquel y éste

se completan mutuamente . E l tacto del Sr . R o a B a r c e n a ,

su c laro ju ic io , el orden que observa en las materias , hacen

que este l ibro sea una verdadera biograf ía ; no obstante que

7 6

él , con su modest ia , lo calif ica de s imples datos y apunta­

mientos, c o m o lo dice el t ítulo.

L a Biografía de D. José Joaquín Pesado es, á mi juic io ,

la mejor obra de nuestro autor: estilo rico, vasta erudición,

método admirab le , severa imparc ia l idad en los juicios, pro­

fundó conocimiento de la época y del indiv iduo, y otras

cua l idades propias de las buenas obras de este género , ha­

cen de l a del Sr . R o a B a r c e n a una j o y a inestimable, un

a c a b a d o m o d e l o de biograf ías que enriquece y e n g a l a ­

na lujosamente la literatura m e x i c a n a . H é aquí a lgunos

párrafos de un art ículo que escribí en 1 8 7 8 sobre esta Bio­

grafía:

" U n i d o el nombre del Sr . Pesado á los acontecimientos

principales de la época , el entendido biógrafo hace de ésta

un estudio completo y detenido, presentando á la vista del

lector todo lo que en e l la hubo de interesante y g r a v e , to­

do lo que de a l g u n a m a n e r a influyó en la m a r c h a y las mo­

dificaciones de la sociedad m e x i c a n a . H o m b r e s , sucesos y

cambios pol í t icos ; luchas en el P a r l a m e n t o y en el c a m p o

del per iod i smo; agi tac iones del pueblo y de los part idos ;

instituciones, l i teratura, d i p l o m a c i a ; todo lo estudia y exa­

m i n a el Sr . R o a B a r c e n a con una hab i l idad , orden y mé­

todo d ignos del m a y o r e log io : de aquí que p u e d a decirse

con entera exactitud que su l ibro es la historia de aquellos

años, de aquel la época fecunda en enseñanza y en e jemplos .

Y en medio de todo, el autor no se o lv ida del carácter y

objeto de su escrito: v a s iempre d ibu jando con precisión los

cambios que suces ivamente se efectúan en el teatro en que

figura su héroe, y cu ida de presentarlo constantemente, tra­

b a j a n d o en pro de la patr ia , interesándose en su progreso

y prosper idad, impulsando con sus obras el ade lanto de la

l i teratura y formando el buen gusto de la j u v e n t u d : unas

veces le vemos entregado á los arduos trabajos del ministe­

rio y otras pu l sando l a armoniosa lira del p o e t a ; y a en su

77

vida pr ivada se nos manifiesta tierno y amoroso, buen es­

poso y excelente padre de famil ia , y a en su vida pública

da muestras de entereza y energ ía extraordinarias y de alto

patr iot i smo.—Entre otros puntos de la Biografía d ignos de

estudio, merecen citarse: las curiosas noticias acerca del es­

tablecimiento de las sociedades secretas en México , y de la

influencia que l legaron á tener en las disposiciones de los

gobiernos, en las leyes y en el porvenir del pa ís ; la pintura

de la situación pol ít ica en 1 8 3 8 , en que tuvieron l u g a r las

graves compl icac iones con F r a n c i a ; l o s j u i c i o s y comentarios

acerca de las mismas y de la guerra con los Estados Uni­

dos; el capítulo d e d i c a d o á e x a m i n a r un incidente y un do­

cumento que figuran en la historia eclesiástica de México ,

notable por su copiosa erudición y rectitud de criterio; lo

mismo que el estudio crítico de todas las obras l iterarias de

Pesado, en que se ve la justicia é imparc ia l idad del biógra­

fo, y la pericia, sana intención y c laro saber del literato

docto y entendido. Pero lo más notable sin duda del libro

es lo que se refiere á la últ ima c a m p a n a periodística de Pe­

sado: h a y tal método , tal c la r idad , tan at inadas observa­

ciones, con tanta precisión describe el Sr . R o a Hárcena el

espíritu y m a n e r a de las discusiones, la influencia que ejer­

cían en el públ ico , la impresión que causaban en amigos y

enemigos, que el lector no puede menos de ver con honda y

sincera s impat ía á aquel bata l l ador incansable de la idea

cristiana, á aquel anc iano venerable y sabio, al par que enér­

gico, ([ue media sus a rmas con las de los hombres del parti­

do contrario, los de más prestigio y poder ; aquel literato y

poeta dist inguido, que e m p l e a b a sus dotes en beneficio de la

Inicua causa , en favor de la patria y de la soc iedad. T o d o

esto lo consigue el b iógrafo , merced á su tino y excelente

método. —Por lo demás , se comprende fácilmente que la

notable producción del Sr . R o a Hárcena, es de positiva im­

portancia, y a se la considere bajo el aspecto puramente li-

78

V I .

Del cuento Lanchitas y de las Muevas Poesías ( 1 8 7 5 ) de l

Sr . R o a B a r c e n a , nada diré y a , por no hacer más l a r g o es­

te art ículo. Básteme apuntar , en cuanto al pr imero, que es

d igno de su p l u m a de e legante y fácil nar rador ; y respecto

de las segundas , véase el juic io que de e l las emit ió el S r .

D. Francisco S o s a . — " F o r m a n ese búcaro de per fumadas

flores poéticas, dice este escritor, más de cuarenta c o m p o ­

siciones del y a justamente renombrado bardo j a l a p e ñ o . Di­

fícilmente podría presentarse otra colección de poesías en

la que, como en ésta, pudiesen admirarse en bel lo m a r i d a ­

je, la inspiración y la corrección, el sentimiento y la ver­

d a d . ¡Qué gusto tan exquisito revela el S r . R o a B a r c e n a

en la elección del tema p a r a sus poesías ; qué sonoridad en

sus versos; qué imágenes tan felices y oportunas ; qué pu­

reza en la dicción, y qué ternura tan natura] y espontánea

se descubre en c a d a uno de sus c a n t o s ! "

Diré p a r a concluir , que nuestro autor h a traducido en

verso caste l lano , del francés, el Cántico de la. Campana, de

Sch i l l e r ; de l inglés, el p o e m a Mazepa de B y r o n , y otras

piezas de las l iteraturas a l e m a n a , i ta l iana y francesa, l i a

p u b l i c a d o a d e m á s , ú l t imamente , un p o e m a , Vasco .Vúñez

de Balboa, c u y o mérito lo hace acreedor á los aplausos de

terario, y a bajo el interés histórico en que abunda . Obras

como la suya son de las que ha manester la juventud de nues­

tro país, para que las imite en sus trabajos, se inspire en los

altos e jemplos de insignes mexicanos , y se convenza de que

nuestra historia encierra preciosísimos tesoros, con que pue­

de enriquecer, si quiere buscarlos, la l iteratura n a c i o n a l . "

79

la cr ít ica; y en / ' / Sig/o XIX da hoy á luz unos interesan­

tes artículos históricos con el título de Recuerdos de la inva­

sión norte-americana, 1846 y 1847, que con el t iempo

formarán una obra inest imable por la abundanc ia y no­

vedad de las noticias que contienen.

E l Sr . R o a B a r c e n a , que es miembro de varias socieda­

des l iterarias de Méx ico , fué n o m b r a d o en 1 8 7 6 individuo

de la A c a d e m i a M e x i c a n a correspondiente de la R e a l Es­

pañola de M a d r i d ; val ioso título que merece justamente, y

que es c o m o el premio á sus afanes por el adelanto de la

l iteratura h i s p a n o - a m e r i c a n a .

D O N

J O S É M A R Í A I) K H A S S O C O .

I.

L continente amer icano , y a por.su universal y me­

recida fama de rico y de hermoso, ya por haber

sido el teatro de hazañas gloriosas para el va lor

castel lano, ha atra ído poderosamente en todas épocas las

imaginaciones juveni les y ardientes de la Península . E n

unas han servido de est ímulo e! trabajo y la r iqueza, en

otras los deseos de g l o r i a ; en a lgunas las s impatías y el

anhelo de dedicar á esta tierra virgen y venturosa ¡os fru­

tos de una bien cu l t ivada intel igencia. Tras de las heroicas

legiones de Cortés y de P'izarro, de A l m a g r o y de V a l d i v i a

y de otros esforzados capitanes , vinieron enjambres de aven­

tureros y de gente laboriosa á buscar , sí, el codic iado o r o :

pero también á d e r r a m a r su s a n g r e generosa , á c o n s u m a r

admirables hechos y á sufrir en bien de la raza venc ida ,

todo género de penas y de tribulaciones. De este modo la

conquista pudo al fin terminarse ; y entonces se comenzó

la g rande é imperecedera obra de los misioneros, la obra

de la regeneración de todo un continente. C imentáronse las

1 0

8 2

bases tle cien nuevas soc iedades , se formaron los vínculos

entre castel lanos é ind ígenas , diéronse á conocer á éstos los

beneficios de una civi l ización superior, y se estableció en­

tre ellos el orden domést ico y de famil ia conforme á los

preceptos de creencias p u r a s y santas . Conc lu ido y a todo,

y estando en perfecta segur idad el G o b i e r n o vireinal , no

cesó, sin e m b a r g o , la ansiedad de los peninsulares por pa­

sar á A m é r i c a ; antes parece que se acrecentó de una ma­

nera extraordinar ia . T o d o s querían conocer el teatro de las

l egendar ias hazañas rea l izadas heroicamente por los solda­

dos españoles ; todos querían a t ravesar el o c é a n o p a r a ve­

nir á respirar el per fumado ambiente a m e r i c a n o , ver este

cielo azul , penetrar en los umbríos bosques y ascender á las

montañas coronadas de n ieve : de aquí las emigrac iones que

tanto disminuyeron el poder y las fuerzas de la Metrópol i .

Ho mb r es de todas clases, y de distinta posición en la socie­

dad española , a b a n d o n a b a n patr ia , h o g a r , bienestar y fa­

mil ia para venir á establecerse á las nuevas c iudades levan­

tadas en A m é r i c a : y a eran artesanos y comerciantes , escrito­

res y artistas; y a opulentos magnates y humildes y sencillos

labr iegos , los que, deseosos del engrandec imiento de estos

lejanos dominios de Kspaña , traían un contingente precioso

para conseguir lo . R e s u l t a d o de todo esto fué, que florecie­

ran aquí las artes y las letras con a d m i r a b l e prontitud, y

que en pocos años ios frutos obtenidos en los d e m á s ramos

de la act iv idad h u m a n a pudieran compet ir casi con ventaja

con los mismos de la Península . Y aquel afán-de los espa­

ñoles no se entibió j a m á s durante los tres s iglos que duró

la d o m i n a c i ó n ; no se entibió tampoco después de la inde­

pendencia , ni se ent ibiará ni a c a b a r á en los t iempos veni­

deros, porque A m é r i c a será s iempre la tierra de las sim­

patías de los españoles . A q u í están las más puras g lor ias ,

las más honrosas tradiciones de K s p a ñ a ; y al reconocer

sus hijos en nuestros usos, en nuestras costumbres , en el

« 3

lenguaje , y hasta en nuestras preocupaciones y defectos,

los suyos, amer icanos y españoles se sentirán siempre co­

mo en familia, unidos todos por tiernos y fraternales vín­

culos.

Muchos de los españoles que han venido á Méx ico estos

últimos años, se han dist inguido aquí por su talento y por sus

obras, no menos que por la var iedad de sus estudios y por

su laborios idad. Su g lor ia es g lor ia de E s p a ñ a y ole nues­

tra patria, del mismo modo que es común para ambos pue­

blos la de A l a r c o n y Gorost iza ; y hé aquí por qué no he

vac i lado en d a r cab ida en esta g a l e r í a biográfica á tres ilus­

tres escritores, que , habiendo nacido en E s p a ñ a , pasaron á

México desde niños, en Méx ico se educaron y formaron,

dieron el fruto de su talento y crearon una familia, y dos

de ellos aquí encontraron car iñosa t u m b a . — T a l e s son el

Sr . Bassoco , objeto de este a r t í cu lo , 1). A n s e l m o de la

Porti l la y D . Cas imiro C o l l a d o .

I I .

1) . |osé Mar ía de Bassoco, C o n d e de Bassoco, vio la pri­

mera luz en M a d r i d , el o, de Ecbrern de 1 7 9 5 . Hizo sus

primeros estudios en el co legio Seminar io de Verga ra, y

al l í se distinguió siempre por su apl icación y s ingular apro­

vechamiento , hab iendo obtenido las mejores calificaciones

en todas sus c lases , y aun en a l g u n a ele el las el único pre­

mio; pero d e s g r a c i a d a m e n t e , cuando comenzaba á hacerse

notable por estos adelantos , inaugurando así una bri l lante

carrera l i teraria, y d a n d o pruebas de su talento precoz, pro­

fundo y reflexivo, se vio ob l igado á salir de E s p a ñ a por

causa de la invasión de B o n a p a r t e : pasó á Méx ico , y l l e g ó

aquí en A g o s t o de 1 S 1 0 , c u a n d o contaba quince años.

8 4

L a guerra de independencia le obl igó á tomar las a r m a s ,

impidiéndole reanudar sus estudios; y formó parte enton­

ces del segundo de los dos escuadrones de caba l le r ía , que

en unión de tres batal lones de infantería formó el virey

Y e n e g a s al principio de la insurrección para a tacar la . En

el los sirvió el Sr . B a s s o c o al l ado de otros jóvenes que tam­

bién se al istaron, pertenecientes á las pr incipales familias

españolas de M é x i c o ; ascendiendo en J u l i o de 1 8 1 2 á sub­

teniente s e g u n d o y en Set iembre del mismo año á subte­

niente p r i m e r o . — L u e g o , con mot ivo de los bienes que en

1 8 1 4 heredó de sus parientes el C o n d e de B a s s o c o y su es­

posa la Marquesa de Castañiza , se dedicó á los estudios

agr íco las p a r a poder atender con m á s eficacia sus propie­

dades de c a m p o ; y una vez a d o p t a d a por él la profesión

de agr icul tor , continuó en e l l a hasta su muerte.

N a d a , pues, hac ia esperar , c o m o se ve por el género y

carácter de aquel las ocupaciones , que el S r . Bassoco se dis­

t inguiría con el t iempo c o m o entendido y profundo g r a m á ­

tico, c o m o excelente conocedor de la l i teratura c lás ica , y

c o m o un hombre de vastos y var iados estudios que h a b í a

de ilustrar notablemente con sus conocimientos las más im­

portantes cuestiones históricas, l i terarias, sociales y econó­

micas tratadas en M é x i c o durante el presente s ig lo . Y fué

que él , en medio de sus quehaceres , se dedicó á la lec lnra

con extraordinar io afán. Su r ica intel igencia, su c laro juic io ,

su dec id ida afición á las tareas intelectuales, le l levaron á

cult ivar distintos ramos de h u m a n i d a d e s ; y de este m o d o ,

casi solo y sin a y u d a de nadie , aprendió el latin con admi­

rable perfección. L e traducía y h a b l a b a correctamente, y

escribía en él con e leganc ia intachable , según lo demostró

en varios escritos que no han visto la luz públ ica . H i z o

también muy laboriosos estudios del id ioma cas ta l l ano , que

fueron los favoritos de toda su v ida, espec ia lmente en lo

relativo á la g r a m á t i c a ; y sobre esta mater ia escribió m u -

«5

chos art ículos, e log iados j)or los inteligentes. A l g u n o s han

q u e d a d o inéditos.

Publ icó en los periódicos Siglo XIX, Heraldo, Sociedad

y otros, diversos trabajos que merecen aquí un recuerdo:

Manaría sobre el abasto de carnes á la ciudad de México,

a p r o b a d a por el A y u n t a m i e n t o , y que val ió á su autor un

honrosísimo oficio en que esta Corporac ión dec la raba " h a ­

ber merecido el S r . Bassoco bien de la M u n i c i p a l i d a d ; " una

Exposición al Ministerio de Fomento ( 1854)001 1 motivo de

un decreto del G o b i e r n o sobre terrenos; varios Estudios

muy notables y curiosos sobre la propiedad y la agricultu­

ra en México; un juic io crít ico de la Biografía de D. An­

tonio Alcalá Galiana p u b l i c a d a por El Diario de ta Mari­

na de la H a b a n a , y otros escritos sueltos sobre diversas

m a t e r i a s . — E n el Diccionario l hiiversal de Historia y Geo­

grafía, pub l i cado por el Sr . A n d r a d e , clió á luz también

algunos art ículos, siendo el más extenso de todos la Bio-

erafía jVecro/ógica de D., Lúeas A laman, obra d i g n a de

elogio por su método, c l a r idad , imparc ia l idad , y corrección

de lengua je . Pero lo más importante sin d u d a que dejó el

Sr . Bassoco. y que lo hizo célebre entre los literatos mexi­

canos d e la época , fué su colección de estudios gramat ica ­

les, ramo en que era él autoridad competent ís ima, y acaso

la más respetable que se h a l l a b a en México .

E r a el Sr . Bassoco m u y celoso de la l impieza é integridad

del id ioma, y del cumpl imiento exacto de las reg las ; cu idaba

ile que los escritores e m p l e a r a n bien las voces, dándoles su

verdadera significación, y de que no introdujeran en el uso

modismos ni construcciones extran jeras ; y estaba atento,

por últ imo, á las dudas y dificultades que se presentaban

sobre cuestiones f i lológicas y g ramat ica le s , para i lustrarlas,

ac larar las ó resolverlas con la autor idad que le d a b a s u pro­

fundo saber . — L l e v a d o de aquel los intentos, dio á luz en

el periódico La Sociedad muy eruditos y curiosos artículos,

86

uno sobre la pa labra baldíos; otro sobre los verbos adeudar-

deber: otro sobre las pa labras interceptación é intercepción:

otro sobre la m a l a traducción hecha del latín de un párrafo

de M a r c o Aure l io , ap l i cado á la cuestión de confiscaciones:

y los m á s notables de todos fueron, los que publ icó en í.a

iberia sobre Los usos del pronombre El en su casos oblicuos

sin preposición.—Tienen tanta importancia estos últimos por

su severidad de doctr ina , la enseñanza que contienen, la

c lar idad y pureza con que están escritos, que la A c a d e m i a

M e x i c a n a Correspondiente c r e y ó de ut i l idad reproducir los

en sus Memorias; y con razón, pues el los pueden ejercer

benéfica influencia en el buen cult ivo de las letras en

M é x i c o .

R e s u m i e n d o diré : que fué el S r . Bassoco insigne y con­

s u m a d o humanista , aunque solo frecuentó poco t iempo en

su juventud las a u l a s ; atesoró vast ís imos conocimientos so­

bre l iteratura clásica, así lat ina c o m o española , y en mate­

ria de lengua je , gozó fama de pr imera autor idad. F u é ce­

losísimo guard ián de la pureza del id ioma caste l lano en

Méx ico , y con sus escritos contr ibuyó á difundir las buenas

reg las , d a n d o al mismo t iempo en ellos e jemplo de su ob­

servancia . Escr ib ió poco , porque era enemigo de la publi­

c i d a d ; mas á nad ie , l l e g a d o el caso, negó nunca que se

a p r o v e c h a r a del rico c a u d a l de sus conocimientos . - - - I .a

A c a d e m i a E s p a ñ o l a hizo, pues, m u y bien en n o m b r a r al

Sr . Bassoco su indiv iduo correspondiente, y la M e x i c a n a

rindió un tributo de respeto á su ciencia e l ig iéndole su pri­

mer Director.

Murió el 1 8 de N o v i e m b r e de 1 8 7 7 á la edad de ochenta

y dos años .

D O N

F R A N C I S C O P I M E N '1' E L.

1

S T E sabio l i lólogo mexicano, cuyo nombre l igara

d ignamente entre los lingüistas más notables con­

temporáneos, y que con sus obras se ha conquistado

la est imación y el respeto de las principales corporaciones

literarias del extranjero, nació el 2 de Dic iembre de 1 8 3 2

en Aguasca l ientes , capital del E s t a d o del mismo nombre

en nuestra R e p ú b l i c a ; hijo de los Sres. D . T o m á s L o p e /

l ' imentel y D o ñ a M a r i a n a H e r a s S o t o ; ambos de familias

muy dist inguidas y de a l ta posición en la sociedad. E l pri­

mero era mexicano, descendiente de español , y la segunda

habia nac ido en Santander , de la casa del C o n d e de I leras .

— E n 1 8 3 3 vinieron á radicarse á Méx ico abandonando á

Aguasca l ientes , con el objeto seguramente de proporcionar

á sus hijos una educación esmerada , y aquí permanecieron

hasta 1 8 4 6 , en que la guerra con los americanos les obl igó

á retirarse á More l ia . Esto cortó desgrac iadamente el curso

9 o

ral é intelectual de los individuos, sus elementos de ilustra­

ción y de progreso, y cuantas señales pueden caracter izar

á una nación y á una raza ; pues que s irviendo los id iomas

para que los hombres se comuniquen entre sí, y las diferen­

tes generaciones se trasmitan sus conocimientos , sus ideas

y los adelantos que van a l canzando , natural y lógico es

que en ellos queden huellas de las trasformaciones y c a m ­

bios que sucesivamente se verifican en el seno de las socie­

dades . De aquí el a l t ís imo interés que para los sabios, y

sobre todo p a r a los historiadores, tienen los estudios de la

l ingüística. Y poco importa que en ocasiones aquellos idio­

mas desaparezcan ó se pierdan, que se corrompan con el

trascurso del t iempo, ó que reciban nuevo vigor y nueva

v ida de extrañas y más ricas l enguas ; pues por m a s q u e l a con­

fusión se apodere de e l las , vienen la fi lología y la sana crí­

tica á emprender una reconstrucción labor iosa ; recogen las

huellas y los restos que quedan , e x a m i n a n los cambios que

se han verif icado, y auxi l iándose eficazmente de la filosofía

de la historia, lo estudian y lo anal izan todo, establecen

comparac iones , invest igan la raíz y el origen de las voces,

y de este m o d o la luz aparece , las cuestiones históricas se

ilustran, se ac laran las dudas , las vaci laciones desaparecen,

y se c o n f i r m a n ó desmienten las c o n j e t u r a s . — T a l e s son los

admirables resultados que con facilidad sorprendente con­

sigue la l ingüíst ica; y tal es también la p lena segur idad de

que está revestida la enseñanza que de ja este género de es­

tudios.

T r a t á n d o s e de A m é r i c a y de sus lenguas ind ígenas , ¡cuán­

to más crece el interés de las investigaciones fi lológicas!

A q u í donde una raza extraña vino á mezclarse con las que

pob laban este continente, t rayendo idioma propio y usos y

costumbres nuevas ; aquí donde existían centenares de len­

guas y dialectos subdivididos hasta el infinito y compl ica­

dos todos entre sí, de tal m a n e r a , que esto d a b a origen á

9 1

confusiones de razas y de famil ias ; aquí , en fin, donde po­

co á poco el castel lano fué estableciéndose c o m o el único

medio de comunicación entre vencedores y vencidos ; aquí

l a cuestión de los idiomas indígenas tiene y ha tenido siem­

pre una importancia capi ta l , decis iva, y ele verdadera

trascendencia en l a resolución de los problemas históricos.

— L o s sabios se veían antes detenidos á c a d a paso en sus

investigaciones por dificultades de todo punto insuperables,

porque para todos era un misterio el intrincado laberinto

de las lenguas indígenas de M é x i c o : no h a b i a una base fija

p a r a estudiarlas, no era posible seguir un sistema, ni menos

se conocía la filiación de todas e l las y de los dialectos. D e ­

bido á esto, quedaban con frecuencia envueltos en las nu­

bes de la incertidumbre muchos sucesos de nuestra historia

ant igua , tales como los que se referían al origen de las ra­

zas, á sus emigrac iones y divisiones, á sus costumbres y es­

tablecimiento en los territorios que ocupaban . N a d a de esto

podia expl icarse satisfactoriamente, mientras l a filología

no e x a m i n a r a y estudiara las diversas ramas del lenguaje

mexicano. Es ta imperiosa necesidad se hac ia sentir tanto

más , cuanto que. áridos en sí mismos estos estudios, Lenian

pocos cult ivadores, y los elementos que p a r a emprender los

eran menester, se ha l l aban diseminados en Méx ico , estaban

en pel igro de perderse, y eran además raros y difíciles de

encontrar .

A remediar esta necesidad y á l lenar tan lamentab le va­

cío, acudió generosamente el Sr . P imente l ; p a r a lo cual le

sirvieron de seguro g u í a , c o m o antes he d icho, los tesoros

bibliográficos coleccionados por el Sr . I c a z b a l c e t a . — L o s

primitivos misioneros españoles que vinieron á A m é r i c a ,

l lenos de ce lo por abrir los ojos de los indios á la luz de la

civil ización cristiana, no perdonaron medio ni sacrificio a l ­

guno p a r a l lenar completa y d ignamente su misión, pot­

ólas que inauditas dificultades y penosos contrat iempos in-

9 2

tentaran detenerlos en su c a m i n o . U n a de aaue l las , acaso

la m a y o r , fué su ignorancia de las lenguas de los indios. Pe­

ro no retrocedieron, antes parece que se redobló su ardor ,

que se av ivó su entusiasmo, y que creció más y más la su­

blime car idad de que estaban an imados . Con una pacien­

cia y una abnegación dignas de las recompensas del c ie lo ,

aquellos beneméritos varones se dedicaron á aprender los

idiomas indígenas , á fin de (pie la pa labra e v a n g é l i c a fue­

ra más s impática al corazón de los neófitos y se asiera con

m a y o r facilidad á su memoria Y n o contentos luego con

haber visto cumpl idos sus deseos, quisieron ensanchar sus

trabajos para que así pudieran der ramar mayores beneficios;

entonces comenzaron á escribir libros de enseñanza religio­

sa y de otros géneros en los mismos idiomas de los indios;

l ibros que, c o m o es sabido, fueron impresos en las pr imeras

imprentas que vinieron al nuevo mundo . - A l frente de es­

tos sacerdotes bienhechores de la h u m a n i d a d , aparece la

s impática figura del P. Fr . A n d r é s de Olmos, verdadero ti­

po de los misioneros de A m é r i c a , que • 'sobre todos tuvo

don de lenguas , según Mendieta , porque en la m e x i c a n a

compuso el arte más copioso y provechoso de los que se

han hecho, é hizo vocabular io y otras muchas obras , y lo

mesmo hizo en la l engua totonaca y en la guasteca , y entien­

do que supo otras lenguas de chichimecos, porque anduvo

mucho t iempo entre e l l o s . " * A su lado pueden citarse d ig­

namente los P P . F r . A lonso de Herrera , A lonso R c n g e l ,

A r n a l d o de Bassac io , J u a n de G a o n a , Pernardino de Sa l ía -

gun , profundo y habil ís imo en la l engua mex icana , según el

mismo Mendieta ; F r . A lonso de Esca lona , A lonso de Moli­

na , Lu i s R o d r í g u e z , J u a n de R o m a n o u e s , Maturino Gilbert i

que escribió en tarasco, y F r . Francisco de T o r a l que fué

el pr imero en aprender la l engua p o p o l u c a : F r . A n d r é s de

* H i s t o r i a Ec les iás t ica I n d i a n a , cup . X L I V .

93

Castro que compuso un arte y vocabular io , y doctrinas y

sermones en mat laz íngo, y F r . Pedro de Palacios en o t o m í ;

y así otros muchos .

Imposible es hoy, después de los s iglos que han trascur­

rido, formarse idea de aquel los hercúleos trabajos filológi­

cos de los primeros misioneros, c o m o los califica un emi­

nente escritor nacional , é imposible también saber aprec iar

justamente la heroica paciencia , la incansable labor ios idad,

la sorprendente y a d m i r a b l e abnegac ión de aquel los subli­

mes soldados de la cruz. F m p e r o , fácil es reconocer que

sin el los los indios no habr ían recibido tan pronta y eficaz­

mente la luz e v a n g é l i c a , ni hoy seria posible e m p r e n d e r

trabajo a l g u n o filológico relativo á los idiomas indígenas .

Instruidos y a en el cristianismo los hijos de estas tierras,

acostumbrados al m o d o de h a b l a r español , y hab iendo mu­

chos de el los " o l v i d a d o el que usaron sus padres , y abue­

los, y a n t e p a s a d o s , " * se a b a n d o n a r o n en Méx ico los estu­

dios l ingüísticos, y durante los tres s iglos, tan solo por l a

tradición, por los libros de los misioneros y las aficiones de

a lgunos sabios, se mantuvieron y se vinieron trasmitiendo

aquel la clase de conocimientos ; pero por desgrac ia , la im­

perfección de este sistema extrav ió á los invest igadores , de

modo que, habiendo a g o t a d o sus fuerzas en inútiles com­

paraciones, único medio e m p l e a d o por ellos en sus estudios,

" l l e g a r o n exánimes al s iglo X I X , sin traernos otro resulta­

do que la reproducción del prodig io de B a b e l en l a confu­

sa masa de sus discordantes s i s t e m a s . " — E n los últimos

tiempos, el sabio y benemérito carmel i ta m e x i c a n o , F r . M a ­

nuel de S a n J u a n Cr isóstomo Na je ra, D . J o s é F e r n a n d o

R a m í r e z , D. Faust ino C h i m a l p o p o c a , y tal vez a lgunos

otros, eran los únicos que en materia de f i lología m e x i c a n a

disfrutaban de autor idad ; mas lo que ellos hicieron, el ór-

* M e n d i e t a , obra- c i t a d a .

94

den seguido en sus trabajos y lo incompleto de éstos, no

bastaban á l lenar las necesidades de que adolec ía nuestra

historia; y hé aquí el or igen de la resolución del Señor

P imente l , de formar u n a obra completa que pudiera auxi­

liar eficazmente á nuestros sabios y á nuestros historiadores.

E n el la adoptó un plan lóg ico y razonado, se ciñó á los

preceptos que la crít ica establece para este género de labo­

res, y s iguió en todo el método y el s istema que r e c l a m a n

los adelantos modernos de la ciencia de la l ingüística. " E s

necesario -d ice el sabio filólogo a l e m á n S c h l e i c h e r — no

solo estudiar las lenguas , sino también c o m p a r a r l a s entre

s í ; y tan cierto es esto, que no seria posible conocer una sola

sin poseer el conocimiento de todas las otras, a b a r c á n d o l a s

con una o jeada general y p e n e t r a n t e . "

S igu iendo, pues, el Sr . P imente l estos consejos, escribió

su Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indíge­

nas de México, ba jo el s iguiente acertadís imo p lan : en la

pr imera parte , que l l a m a " d e s c r i p t i v a , " exp l ica con preci­

sión y c lar idad los idiomas mexicanos con la pureza posi­

ble, esto es, separándolos , hasta donde es permit ido hacer­

lo h o y á la l ingüística, de las formas lat inas y españolas

con que las desfiguraron los ant iguos g r a m á t i c o s ; en la se­

g u n d a , " c o m p a r a t i v a , " c o m p a r a y clasifica los i d i o m a s i n -

d ígenas , según lo aconsejan los principios de la filología

m o d e r n a ; y por últ imo, en la tercera, " c r í t i c a , " j u z g a los

mismos idiomas conforme á las reglas del buen criterio, y

les apl ica las teorías actuales sobre el lenguaje p a r a ver si

las confirman ó las desmienten.

l i s ta obra laboriosa, c u y o solo p lan basta para recono­

cer su importancia , h a proporc ionado al S r . Pimentel tr iun­

fos y satisfacciones- m u y lisonjeras, y h a merecido por e l la

honrosísimas y espontáneas d i s t inc iones .—Cuando aparec ió

el primer tomo, la S o c i e d a d M e x i c a n a de G e o g r a f í a y E s ­

tadística nombró en comisión p a r a que lo e x a m i n a r a n á los

95

Sres. D . J o s é F e r n a n d o R a m í r e z , D r . D. J o s é G u a d a l u p e

R o m e r o y D. Manuel Orozco y B e r r a , quienes presentaron

un dictamen que honra y hace c u m p l i d a justicia al autor ;

y el Instituto Imper ia l de F r a n c i a le invitó en N o v i e m b r e

de iS6j para que presentara su libro en el concurso de lin­

güíst ica abierto anualmente por esa Corporac ión . T a m b i é n

el Barón de G a g e r n , en su Apelación de los mexicanos á

Europa; el sabio a l e m á n Jus to Perthes, en las Comunica­

ciones del Instituto Geográfico, y el D r . B u s c h m a n n , de l a

A c a d e m i a de Ber l ín , en m u y expresivas cartas, tributaron

merecidos e logios a l laborioso fdólogo mex icano , l l egando

el último á decir : que " n u n c a hubiera pensado que se ha­

l lara en México un hombre que juntase tantas l enguas in­

d ígenas , y con tanta habi l idad de c o n c e p t o . "

A l aparecer el segundo tomo, la misma Sociedad Mex i ­

cana de G e o g r a f í a y l istad ística premió al Sr . Pimentel

con una meda l l a , y el cé lebre T r ü h n e r dijo en Londres lo

siguiente en su Revista Americana y Oriental: " L a obra

de Pimentel es, sin disputa, el más rico presente que se h a

hecho á los l ingüistas americanos desde que apareció el ter­

cer tomo del iMitridates de A d e l u n g . Sobrepuja , en v e r d a d ,

á-cuanto hasta aquí se conoce de los escritores mexicanos ,

aun entrando en p a r a n g ó n e l mérito indisputable del P .

N á je r a , quien se l imitó al estudio de la l e n g u a otomí, mien­

tras que D. Francisco Pimentel anal iza en el pr imer tomo

de su obra n a d a menos que doce id iomas , sin contar la in­

mensa superioridad que sus conocimientos en l a ciencia de

la l e n g u a , y su e smerada erudición respecto á los últimos

resultados de la escuela europea , le dan sobre su distingui­

do p r e d e c e s o r . — L a introducción á la obra es m á s bien una

o jeada acerca del conocimiento de la historia y de la cien­

cia moderna de la lengua , con relación á la f i lología a m e ­

r icana. E s t á escrita con c lar idad y buen ju ic io , y en e l la

se descubre que el autor conoce profundamente á los l in-

9 6

güistas de E u r o p a , aun los más modernos, como A . Schlei-

cher, A l h . W e b e r y o í ros ; lo cual sorprenderá á los euro­

peos que están acostumbrados á ver á México como un país

apenas sal ido de las tinieblas de la i g n o r a n c i a . " E l misino

T r ü l m e r a g r e g ó después, con mot ivo del análisis que hizo

del segundo tomo del Cuadro descriptivo, " q u e los jueces

más competentes é imparcia les proc lamaban la obra del

filólogo mexicano c o m o la m á s importante que sobre lin­

güíst ica había aparec ido en A m é r i c a . "

" M á s extensamente — d i c e un biógrafo del Sr . Pimen-

tel — la comisión de l ingüística de París, representada por

Mr . Aubin , presentó su juic io sobre la obra de que veni­

mos h a b l a n d o ; juicio muy favorable que consta en los ar­

chivos de la Comisión científica de México . Mr. Aubin ha­

ce a l autor a l g u n a s observaciones de poca importancia so­

bre puntos secundarios y de fácil contestación: pero maní- .

fiesta que considera á Pimentel c o m o un sabio, igua lmente

simpático por la e levación de su carácter como por la

extensión de sus conocimientos ; reconoce en la Introduc­

ción una de las mejores partes de la obra , recomendable

por su orden, exactitud y moderna erudic ión; v cree, en

fin, que los detal les son prueba de un profundo a m o r al

estudio, de una v iva intel igencia y de una aptitud notable

para los trabajos l ingüíst icos . ' '

Por últ imo, habiendo presentado el S r . Pimentel su obra

al concurso de filología c o m p a r a d a , ce lebrado en Par is en

Octubre de 1876 , y al de filología V o l n e y , c o n v o c a d o por

el Instituto de F r a n c i a , fué premiada en a m b o s con una

m e d a l l a de o ro ; pruebas evidentes de que todos reconocen

el saber profundo y la vasta erudición filológica de este me­

xicano dist inguido.

E n 1 8 7 4 - 1 S 7 5 se hizo una nueva edición del Cuadro

descriptivo, en la cual las anteriores fueron mejoradas y

enr iquecidas notablemente por el autor .

97

I I I .

C o m o descanso á aquel los trabajos l ingüísticos, que prin­

c ipa lmente han ocupado la atención del Sr . Finiente! ,

nuestro autor ha escrito y publ icado en diversas épocas otras

obras l iterarias, que, siendo de g rande influencia y util idad

en la l iteratura y en las cuestiones históricas y sociales de

la Repúbl ica , han contribuido mucho á afirmar y aumen­

tar su reputac ión .—En 1864 dio á luz una Memoria sóbre­

la raza indígena de Aíéxico, d iv id ida en cuatro partes : los

indios en la ant igüedad, — l a conquista y la predicación

del E v a n g e l i o , - - l a s leyes de Ind ias— y situación actual

de los indios ; l ibro que mereció entusiastas e logios de la

prensa, y del cual se ocuparon detenidamente a lgunos es­

critores mexicanos , y otros de A l e m a n i a , F r a n c i a y los Es­

tados Unidos. Después publicó otro curioso estudio con el

título de í,a l'.conomía política aplicada á la propiedad terri­

torial de A/cxico, que también íué juzgado favorablemente,

merced á sus observaciones juiciosas y oportunas, y ¡i la

c lar idad y acierto con que aparecen expuestas. En el pe­

riódico literario El Renacimiento, y más tarde 'en El Do­

mingo, comenzó á ofrecer al público su interesante é ines­

t imable Biografía y crítica délos principales poetas mexi­

canos, que es una serie de estudios literarios, llenos de no­

vedad y de atract ivo, de fundados juicios y a m e n a erudición,

d ignos de figurar en primer término entre los materiales

que más tarde han de servir para formar la historia de la

literatura mex icana . S e g ú n el plan de esta obra , el Sr . V'\-

mentel e x a m i n a r á á la luz de una crítica i lustrada, impar­

cial y severa, las composiciones de Sor Juana Inés de la

1 2

9 8

Cruz , Sartorio, Navarre te , Ochoa , G r i e g a , Sánchez de T a -

g le , R o d r í g u e z G a l v a n , Goros l iza , C a l d e r ó n , Pesado , Car­

pió y Va l l e . Has ta hoy, el público solo ha podido leer al­

gunos de estos estudios.

Entre los trabajos sueltos del Sr . P imente l , merecen par ­

ticular mención las disertaciones y dictámenes leídos en la

Sociedad de Historia N a t u r a l , y en la A c a d e m i a Mexica­

na de ciencias y l iteratura, á saber : una, " s o b r e si la lin­

güística puede considerarse como una ciencia natura l , c o m o

lo quieren a lgunos s a b i o s ; " otra, sobre la v ida y méritos lite­

rarios de la poetisa Sa fo ; un juicio crítico de las Fábulas de I ) .

J o s é Rosas , y otro sobre una composición poética de i). J o ­

sé M o n r o y ; un discurso sobre el otoiul; y finalmente, un

notable opúsculo de 1 2 7 páginas sobre la poesía erótica de

los gr iegos , que sirve de impugnac ión á otro discurso de \ ) .

Ignacio Ra mír ez leído en el L i c e o H i d a l g o de esta c iudad.

Este escrito del Sr . Pimentel es, en mi sentir, una pieza li­

teraria de gran va l ía , por su abundante erudición clásica,

sus juicios rectos y severos, su g a l a n u r a de dicción y el gran

caudal de noticias literarias que contiene, y que verdadera­

mente instruyen y deleitan al lector; por él se ponen de re­

l ieve, a d e m á s , la ilustración del autor, y la profundidad,

var iedad y solidez de sus conocimientos.

H o y el Sr . Pimentel continúa escribiendo su Biografía

y crítica- (te los poetas mexicanos; p repara p a r a la prensa

sus Escritos Diversos que dividirá en cuatro partes: His to­

ria, Literatura, Lingüíst ica , E c o n o m í a polít ica, y se o c u p a

en formar una Historia de la literatura de México, amena

y científica, aprovechando los numerosos trabajos que y a

ha publ icado en los periódicos.

Concluiré este art ículo dic iendo, que el S r . Pimentel fué

nombrado en 1 8 6 5 Ministro de Méx ico en M a d r i d por el

e m p e r a d o r Max imi l i ano , puesto que no l l e g ó á o c u p a r ; y

que es miembro de catorce corporaciones literarias nació-

09

nales y de doce extranjeras, f igurando entre las primeras

la Sociedad de Geogra f ía y Estadística y la A c a d e m i a Me­

x icana Correspondiente ; y entre las segundas , la A c a d e m i a

Histór ica de N u e v a Y o r k , la de Anticuar ios de Fi ladel í ia ,

la Soc iedad Antropológ ica de N u e v a Y o r k , la de Arqueo­

logía A m e r i c a n a y la Etnográf ica de Franc ia , la Sociedad

Geográ f ica de Y i e n a . y otras tan sabias como respetables y

dist inguidas.

/

C A S I M I R O C O L L A D O .

| A C T O el Sr . C o l l a d o en el puerto de S a n t a n d e r (l is-

paña) el 4 de Marzo de 1 8 2 2 ; y fueron sus padres

el L i c . D . Franc isco G u i l l e r m o del C o l l a d o , deca­

no que fué de aquel Ilustre C o l e g i o de A b o g a d o s , y Doña

Cipr iana del A l b o , señora m u y virtuosa y dist inguida. Mi­

zo all í sus primeros estudios con notable aprovechamiento ,

y cursó luego lat inidad con el Presbítero D . C l a u d i o de la

Piedra, cura ecónomo de L i e n d o e n la misma provincia de

Santander , muy entendido en aquel la l e n g u a . — P a s ó des­

pués a l C o l e g i o de Esco lap ios en V i l l acar r iedo , y luego á

Burgos , en donde tuvo por compañero a l S r . D . A n s e l m o

de la Port i l la , que tanto se había de distinguir después en

M é x i c o ; y en el Co leg io de aque l la c iudad comple tó sus

estudios de filosofía, retórica y poética. E n 1 8 3 6 dejó á su

patria, y se tras ladó á esta R e p ú b l i c a . A q u í se dedicó á ocupaciones mercant i les ; pero como el que a l g u n a vez ha

102

(.unido aficiones literarias tarde ó nunca las o lv ida , el Sr .

C o l l a d o dedicaba al estudio sus ratos desocupados, y mer­

ced á esto, pudo aprender los idiomas inglés, francés é ita­

l iano. F o r m ó también su exquisito gusto con la lectura de

los buenos ingenios españoles ; y como á la sazón se ha l la ­

ba en la edad juveni l , dotado de excelente y rica inspira­

ción poética, en medio de una naturaleza espléndida , l lena

de grandes bellezas y de pomposa majestad, pronto sintió

deseos de ensayarse en la lira y de t ras ladar á sus cantos

los afectuosos sentimientos de su c o r a z ó n . — E n 1 S 4 1 publ i­

có El Apuntador, periódico de l i teratura y crít ica teatral ,

en colaboración con I ) . J o s é M a r í a L a f r a g u a , y a l l í apare­

cieron sus pr imeras composiciones poét icas . F u é también

redactor de El Liceo Mexicano, uno de nuestros periódicos

literarios más es t imados ; usando en aquel el seudónimo de

" F a b r i c i o N ú ñ e z , " y en éste, otro que no recuerdo.

E s t a b a entonces de m o d a el romant ic i smo; se habian de­

jado á un lado la escuela clásica y sus modelos , se seguía

la corriente de l a novedad, y todos los que se dedicaban

al cult ivo de l a l i teratura iban á buscar la fuente de sus

inspiraciones á mundos extraños y hasta entonces o lv idados

quizás por la poesía . A l g u n o s se complac ían , ext rav iando

l a m e n t a b l e m e n t e los f i n e s del arte, en d a r á s u s composi­

ciones un tinte sombrío y desconsolador, inspirado por fú­

nebres ideas, por prematuros desengaños de la v ida, por

deseos raros é inexpl icables s iempre, y a lgunas veces no con­

formes con lo eme dictan la recta razón y un corazón sano.

C a n t a b a n la tristeza de los sepulcros ; pero en vez de en­

contrar en el la pensamientos e levados , prorumpian en que­

j a s y lamentaciones de ningún fruto p a r a el a l m a : canta­

ban las grac ias de la mujer ; pero en esto también se extra­

v i a b a n , porque no la querían tal como es y debe ser, —

candorosa , sencil la, e n t r e g a d a á l lenar su deslino en la tier­

r a ; — sino que se empeñaban en creerla revestida de dotes

1 0 3

tan solo soñadas por sus enfermizas imaginac iones ; en una

pa labra , los poetas románticos, que tan felices sátiras ins­

piraron á los ingenios jocosos de la época , eran lánguidos

al mismu tiempo que escépticos, de una melanco l í a empa­

lagosa é insufrible, sin verdad en los sentimientos (pie que­

rían expresar . L a natura l idad y la sencillez estaban dester­

radas de sus obras ; y una vez escogido el tema que habían

de desarrol lar , el cual estaba siempre en la d u d a y en la

desesperación, ó bien en las fúnebres sombras de una iglesia

ó de un cementerio, lo revestían de una forma ininteligible

y hueca, adoptaban un estilo h inchado, y todo era exc la ­

maciones y lamentos .

T a l fué la época en que aparec ió el Sr . C o l l a d o ; y pre­

ciso es decir que se sintió arrastrado, aunque contra su vo­

luntad tal vez, por la poderosa corriente; y que dio á sus

composiciones a l g o de la sustancia y de la forma de la es­

cuela románt ica . Pero , ¡qué distinto camino siguió él ! Su

romanticismo fué de buena ley , sin los defectos señalados

antes, e x p u r g a d o de exagerac iones y falseamientos por la

severidad de una razón i lustrada, y sobre todo, por las exi­

gencias de un finísimo y de l icado gusto. L a s composicio­

nes del Sr . C o l l a d o en aquel la época lo reve lan : en el las

hay sana y espontánea inspiración; sentimientos verdade­

ros expresados con ingenua faci l idad; una dicción castiza,

tersa y bien cu idada , y altos pensamientos que producen en

el án imo melancó l i ca impresión y dulce y apac ib le tristeza.

Bien se comprende que en el corazón del poeta no habia

fingidas ternuras, ni falsos y desconsoladores desengaños .

A h o r a , por lo que hace á la forma de este género de

composiciones del Sr . C o l l a d o , véase el siguiente autoriza­

do juicio que formó el .Sr. R o a B a r c e n a : — " S e e n g a ñ a r í a ,

díce, quien, sin conocerlas , j u z g a r a de la forma de las. poe­

sías románticas de C o l l a d o , por las muestras que la igno­

rancia y el mal gusto dejaron en el c a m p o del románticas-

1 0 4

m i ) , y que aún suelen tener imitadores. N o lo fué C o l l a d o

de quienes parece que cifraron el mérito de sus composi­

ciones en la oscuridad y la hinchazón, y en el quebranta­

miento de las reglas todas de l arte, sin excepción de las

g ramat ica les ; produciendo monstruos como el de que h a b l a

Horac io en su Epís to la á los Pisones, y sustituyendo una

jer igonza infernal á la noble y rica h a b l a de los R io ja y

Argenso la . Si por una parte cedió al torrente de la m o d a

literaria, t iránica c o m o todas las modas , infiérese que eslu­

dió los modelos latinos y los del s iglo de oro de la litera­

tura caste l lana, de l hecho innegable de haber mostrado

juicio y buen gusto en la m a y o r parte de sus composic io­

nes. A semejanza del D u q u e de R i v a s y de a lgunos otros

escritores contemporáneos , tomó del romantic ismo lo que

en real idad tenia de b u e n o : la profundidad en el sentimien­

to, la v iveza en las imágenes , la energía en la e locución,

la novedad y la bril lantez en el conjunto; y á esto se debió ,

sin duda , el a g r a d o con que fueron acogidos y con que hoy

mismo se leen sus primeros e n s a y o s . "

E n efecto: revestidas de estas cual idades las primeras

obras poéticas de nuestro a u t o r , — r e c o m e n d a b l e s s iempre,

pero en aquel la época más, porque formaban contraste con

las de otros poetas escasos de inspiración y de juic io , — e s

por demás a g r e g a r que l l amaron ex l raordinar iamenle la

atención de los inteligentes y que causaron positivo entu­

siasmo en los corazones juveniles amantes de las bel las le­

tras. E n breve t iempo se hizo popular el nombre del S r .

C o l l a d o , c o m o lo eran los de Pesado , Carp ió y otros; y en

los círculos i lustrados de Méx ico fué visto también con es­

timación y s impatías . T o d o s leían embelesados sus produc­

ciones d a d a s á luz en El Liceo Mexicano, y eran repetidas,

a d m i r a d a s y ensalzadas por las personas de buen gusto

apreciadoras del verdadero mérito.

Ci taré ahora , en confirmación de los juicios anteriores,

105

a lgunas fio las más bel las composiciones románticas <le nues­

tro p o e t a . — S u s Orientales y su leyenda Zelmira tienen el

perfume y la entonación peculiares de la l iteratura en que

este género poético se inspira ; las fantasías Su Oración, Los

Muertos (imitación de Zorri l la) y Esperanza perdida, son

ingeniosas y de l icadas , y c o m o modelos de poesía descrip­

tiva pueden ponerse , por su sencillez y c l a r idad , a l g u n a s

estrofas de Laura en el templo, Las Palmas. Pensamientos

del Crepúsculo, Dia nublado y Paisaje. H a y hermosas ideas

filosóficas, ternura de sentimientos, y muy felices y bri l lan­

tes imágenes en Era un sueno, Una mujer triste, La flor

muerta, Un niño que llora, Esperanza de la vida y En la

iglesia de***; siendo notables en todas estas piezas la g a l a ­

nura de la dicción y la propiedad de los epítetos. En la

muerte de mi hermana, le ída en la A c a d e m i a de San Juan

ele I.<etran, es una composición muy sentida y del icadís ima

que respira piedad cristiana y b l a n d a y suave tristeza. Dice

el poeta:

Del a lba las neblinas,

D e la tarde las nubes

Alzanse á las esferas cristalinas.

T i e n d e hac ia a l lá el espíritu su vuelo :

A l l á ¡santa oración! temblando subes ;

A l l á tornan alegres los querubes :

Q u e es patria de los ángeles el cielo.

L a s magníf icas octavas al Amor y la poesía t i tu lada :

Veintiún años, merecen especial menc ión ; la pr imera por

sus acertados pensamientos, y la s e g u n d a por su m e l a n c o ­

lía, su riqueza de ideas, su fácil y armoniosa r ima. V é a n s e

los versos con que comienza la ú l t ima:

13

1 0 6

F ina lmente , su poesía s a g r a d a Cult*a y Pena es conmo­

vedora , y está l lena de unción p iadosa : sus romances Tal

agravio tal venganza, y Un rey caballero, tienen interés dra­

mát ico ; y sus composic iones Luto y Gloria (al 2 de M a y o

de 1808) y America, le ída ésta en la sesión inaugural del

A t e n e o de México , se distinguen por su inspiración enérgi­

ca y v i g o r o s a . — R a estrechez del espacio de que puedo dis­

poner no me permite copiar , c o m o quisiera, a lgunas de las

más bel las estrofas.

I I .

R é s t a m e solamente hab lar de las composiciones que el

Sr . C o l l a d o escribió en la s e g u n d a época de su v ida lite­

rar ia , c u a n d o , apartándose de la escuela romántica , siguió

las huellas de los clásicos, y escogió asuntos y formas de

¡Venid á mí , recuerdos d e la infancia;

Ven id , memor ias de la e d a d tranqui la ,

Kn que , cual r ica fuente por el m á r m o l ,

Por la inocencia resbaló mi v ida !

Venid á m í ; pasad ante mis ojos,

Ref le jándoos en mi á n i m a tan vivas

C o m o en las quietas aguas de los lagos

Ras rojas nubes que en los aires g i ran :

Y cual p a s a n d o v a n , sin que en las ondas

1 .a débil huel la de su sombra i m p r i m a n ;

As í pasad fantásticas, borrando

De vuestras huel las la señal impía .

107

distinto género, sazonados ya unos y otras por más deteni­dos estudios, y razonamientos más severos y delicados. -Estas nuevas obras de nuestro poeta "muestran, —como observad Sr. Roa Barcena,— un conocimiento más profun­do y un manejo más franco y expedito del idioma y del arte poética, lo cual se revela en la mayor claridad y pre­cisión de la frase, en la riqueza de la rima y en la elegan­cia verdaderamente horaciana de giros y períodos. Estima­mos propicia para la fama del autor y para el adelanta­miento de nuestra bella literatura, la circunstancia de que hoy pueda aquel aunar en sus composiciones á la unidad, sencillez, claridad y aticismo de que la Grecia dio al mun­do lecciones que no caducan ni caducarán, el vigor de ins­piración y de estilo que constituye acaso el rasgo más ca­racterístico de estos versos, y cuyo germen, si bien ha de existir en la índole misma del poeta, es casi seguro que se desarrolló en los cármenes del romanticismo, cuyo trazo es debido á ingenios de la categoría del Dante y de Shakes­peare."

Entre eslas composiciones clásicas del Sr. Collado ocu pan distinguido lugar dos Meditaciones, y las tituladas A7 sueño del infortunio, El sueño de la prosperidad, dos Ele­

gías (una con motivo de la muerte de D. Manuel Carpió) y sus dos famosas Odas á España y á México. —"Cualquie­ra de estas composiciones, —continúa el Sr. Roa Barce­na,— por sí sola habría bastado para conquistar el lauro á su autor; así como las dos ó tres de Fernando de Herrera que conserva el parnaso español bastan á la generación ac­tual para admirarle. En El sueño del infortunio y en A7 sueño de la prosperidad brillan la filosofía y la caridad en versos acabadísimos y cuya elegancia los constituye acaso en los mejores del tomo á tal respecto. Eas Odas á España y á México llenan las condiciones de su género: inspiración ó numen, grandeza de pensamientos é imágenes, valentía

i o 8

ele conceptos, el ordenado desorden causado por los arreba­tos del entusiasmo, la pulcritud y nobleza de la frase, lo escogido de la rima, la rotundidad y melodía de los versos; todo reúnen ambas odas." En la dedicada á México, "la pintura del aspecto físico del país con la variedad de sus zonas y productos, con sus volcanes, sus torrentes, sus rios y lagos, sus fieras y aves, sus minas, sus terremotos y su es­pléndido cielo, constituye un cuadro de mano maestra eje­cutado con amore, como dicen los italianos; y en que se admiran el colorido, el tono, la armonía y la vida que ofre­cen los paisajes de Claudio de Lorena y algunos de los ad­mirables lienzos de nuestro Landesio."

Esta inspirada y bellísima Oda á México lia conquista­do al Sr. Collado el título de "Cantor del Anáhuac."— Véase su introducción:

Tú, cuya frente se remonta al cielo Emula de sus grandes luminares, De perdurable hielo Circundada con nítida corona, Morena Venus de la indiana zona, Salida de la espuma de dos mares; Oye la voz de agradecido bardo Que por bella é infeliz dos veces te ama: Quizás, cual del cansancio olvido pone Sombra de fresno en caluroso Junio, El himno rudo que mi amor entone Breve espacio suspenda tu infortunio. ¡Ojalá que del vate el sacrificio Tornase el cielo á tu anhelar propicio!

Y sigue luego e.ita magnífica descripción:

roo,

¡Con qué grandiosa majestad ostenta De hermosura y poder la doble pompa Natura aquí risueña y opulenta! En breve espacio abarca De opuestas zonas los distantes climas; Desde la baja, tórrida comarca Que con lengua salobre el ponto adula, Hasta la alta región en cuyas cimas, Escollo á los marinos huracanes, Coronadas de témpanos de hielo Llevan hasta las márgenes del cielo Sus multiformes crestas los volcanes.

De ellos las aguas límpidas descienden Que en frescas ondas la planicie inundan: Las fértiles cañadas dó se extienden, Los anchos valles que al pasar fecundan, Tapizan flores de carmín y gualda, Praderas de esmeralda, Mieses de dulce caña ó rubia espiga, Las plantas todas que en perenne Mayo El suelo de los trópicos prodiga.

En 1 S 7 0 y 1 8 7 1 escribió el Sr. Collado algunas nuevas composiciones que dio áluz en El Domingo; y en Octubre de 1 8 7 5 remitió á Madrid su sentida y elocuente elegía En la muerte del gran poeta Don Gabriel García Tassara pa­

ra que formara parte de su Corona literaria, —correspon­diendo así el Sr. Collado á la invitación que para tal obje­to le habia hecho el inolvidable D. Fermín de la Puente y Apezechea, mexicano.

El Sr. Collado es una de las figuras más simpáticas de nuestra literatura; su amor á México, su entusiasmo por e] adelanto y embellecimiento de su poesía, no menos que sus

I I O

particulares aficiones y gustos, han hecho que en todas épo cas haya él tomado parte en nuestro movimiento literario: su nombre está unido al de los que con sus consejos y su ejemplo han guiado por buen sendero á la juventud estos últimos años.—A todos ha alentado con su benevolencia; todos le estiman y consideran, porque saben que á una mo­destia excesiva, une las cualidades del verdadero literato y de un hidalgo y cumplido caballero; y aunque por aquella circunstancia su nombre suena menos que otros muchos, nadie en México ignora el señalado lugar que ocupa en nuestra literatura contemporánea.

Actualmente el Sr. Collado forma parte de la Academia Mexicana Correspondiente, en la cual se ha distinguido por sus vastos conocimientos literarios y por sus trabajos.

D O N

I G N A C I O A G U Í L A R Y C A R O C H O .

I

RANDHS males, y de todos géneros, causan siem­pre á la sociedad las revoluciones y las discordias políticas; pero entre todos ellos no hay quizá uno

de tan grave trascendencia, como el injusto aislamiento en que después suelen quedar los hombres notables y los entendimientos superiores que de alguna manera se mez­clan en aquellas. De nada servirá que estén revestidos de sobresalientes méritos y de cívicas virtudes; en vano se re­conocerán sus excelentes dotes administrativas y de go­bierno, su honradez, su energía; y en vano también las per­sonas sensatas y juiciosas, con el deseo de que esos hombres distinguidos tomen parte en los negocios públicos, podrán recordar y alegar á la faz de los partidos vencedores, los servicios que han prestado á la sociedad y á la patria. Un estigma de maldición parece haber caído sobre sus frentes, pues tal es el desden, la indiferencia con que se les ve des-

I 1 2

pues ríe su denota; olvidándose los que tal hacen, de que este sistema de conducta impide por completo el mayor concurso de inteligencias ilustradas para trabajar en bien de los intereses nacionales. Y hé aquí por qué vemos cine en México, los hombres verdaderamente ameritados y pa­triotas, de vastos conocimientos y de gran reputación cien­tífica, viven en la oscuridad y en el silencio, alejados de todo movimiento político, sin participación alguna en los asuntos que ellos podrían desempeñar mejor sin duda que las inexpertas manos que suelen tenerlos á su cargo.

Nuestras discordias civiles, y con especialidad las guer­ras de la reforma y de la intervención, vinieron á ahondar más y más el abismo que ya existia entre los que no profe­saban las mismas ideas en religión y en política. Debido á esto, ¡cuántos generales del antiguo ejército, ilustrados, va­lientes y pundonorosos, están hoy en el abandono y el olvido! ¡Cuántos estadistas insignes, cuántos sabios juris, consultos, cuántos doctos literatos y humanistas permane­cen en la oscuridad y no dejan oir su voz, acallada por los odios de partido! A ellos no se les piden sus luces ni su ayuda para acrecer y dar animación al movimiento inte­lectual de nuestro país. Porque as! son las injusticias hu­manas; ¡como si la patria no mereciera que en su altar sa­grado se sacrificasen los resentimientos y rencores, para que solo hubiese entre sus hijos vínculos de concordia y de fra­ternal amor. .. .!

El eminente hombre de Estado, el sabio y castizo escri­tor, el patricio esclarecido cuya vida ha estado siempre dedicada al servicio de la nación mexicana; el Sr. Aguilar y Marocho, objeto de este artículo, ha sido una de las víc­timas más ilustres de nuestras revoluciones civiles; y por eso hoy con gusto escribo su nombre en este libro, descosí) de que alguna vez el verdadero mérito salga de su retiro, y de que se le haga por sus compatriotas la debida justicia.

»•3

1 1 .

K! Sr. O. Ignacio Aguilar y Marocho nació en la ciudad de Moi-elia, antes Valladolid, el 1 5 de Setiembre de 1 8 1 3 ; y sus padres fueron D. José María Aguilar y Montenegro y Doña Carmen Marocho y Camina, personas notables por su educación y sus excelentes costumbres. Recibió la ins­trucción primaria en una escuela gratuita que servían los religiosos agustinos en su convento, y luego en otra soste­nida probablemente por los fondos municipales. Empren­dió sus estudios secundarios en 1 8 2 4 , asistiendo como alum­no externo al Seminario Conciliar, que acababa de repa­rarse de los estragos de la guerra de independencia. Su claro y precoz talento, de que daba repelidas muestras en las aulas, y su ardiente aplicación y provechoso estudio, lucieron que á los dos años entrase al mismo plantel como colegial pensionista; y el Venerable Cabildo Eclesiástico, visto el brillantísimo desempeño de su acto público de ló­gica y metafísica, lo agració con una beca de merced. Con­tinuó obteniendo siempre los primeros lugares y premios de sus cátedras, con gran admiración de maestros y condiscí­pulos; de tal manera, que estudiando todavía segundo año de jurisprudencia, fué nombrado espontáneamente por el limo. Sr. Obispo Portugal, profesor propietario de gramá­tica castellana, y en seguida catedrático de toda latinidad. —Por este tiempo, abrióse por disposición del Diocesano un concurso para proveer la cátedra de filosofía; y á pesar de que fueron varios los aspirantes, y algunos de ellos ecle­siásticos, el Sr. Aguilar obtuvo por unanimidad aquel im­portante cargo, el cual desempeñó durante tres años bajo

14

H 4

sistema y autores modernos, que eran, por decirlo así, la última expresión de la ciencia. Merced áesta circunstancia, y al singular adelanto de los alumnos, el curso aventajó con mucho á todos los precedentes. También al siguien­te año fué nombrado por el Sr. Portugal catedrático inte -riño del curso de filosofía, siguiente al que habia enseñado el año anterior, por haber fallecido el profesor propietario: un éxito igual coronó sus esfuerzos.

El Sr. Aguilar habia concluido ya sus estudios, lo mismo que su compañero el Sr. Munguía que más tarde habia de ser Arzobispo de Michoacan; pero aquellos trabajos le im­pedían preparar su examen profesional. Ambos pidieron entonces una licencia que les fué concedida, y juntos se re­cibieron de abogados, con diferencia de unos cuantos dias, en Abril de 1838.—Cuando volvió al Seminario, recibió los cargos de profesor de Derecho Patrio y Derecho Canónico; y presidió además una Academia de Procedimientos Civi­les, y suplió algunas veces la cátedra de literatura. * En toda esta época, y aun desde sus estudios de lógica, se dis­tinguió por algunas composiciones eii prosa y verso, así la­tinas como españolas, que fueron recibidas con general aplauso.

Intima y cordial amistad unia á los distinguidos letrados Aguilar y Munguía; amistad que cada día robustecían más y más la conformidad de ideas, el gusto por los estudios clásicos, y sobre todo, los trabajos de la profesión.—Si jun­tos, pues, habían proseguido sus estudios y los habían ter­minado de un modo brillante, juntos se propusieron ejercer las difíciles y delicadas tareas que se les encomendaran: eran dos figuras que honraban altamente el foro de More-1 ia. Pero en 1 8 4 1 le fué preciso al Sr. Aguilar separarse del

* Hizo , pues , lo «lile en a q u e l t i e m p o se l l a m a b a en el p r o f e s o r a ­d o d e los eo leg ios , carrera <tr cátcil'rus.

" 5

colegio y aun de su ciudad natal, porque los negocios de su numerosa clientela reclamaban su presencia en Guana-juato y San Luis Potosí. Radicóse en esta última, y tuvo la honra de que sus vecinos depositaran en él desde luego su confianza, eligiéndolo patrono de sus asuntos y prodi­gándole otras señaladas muestras de afectuosa estimación. Allí contrajo matrimonio nuestro D. Ignacio con la virtuo­sísima Señora Doña Josefa Agttirre, sobrina del Coronel D. Matías Martin y Aguirre, tan conocido en los fastos de nuestra primera revolución.

Grande fué el concepto de inteligencia y probidad que entre los potosinos adquirió el Sr. Aguilar; concepto que, lejos de desmentir, confirmó y robusteció en el desempeño de los cargos á que fué llamado. Se le nombró asesor pro­pietario del Tribunal Mercantil; en seguida Secretario de Gobierno, y al último, asesor general del Estado; empleos todos importantes, difíciles y laboriosos á causa de que en aquella época San Luis Potosí estaba floreciente ensu comer­cio y era una plaza importante, cuya situación política no dejaba de ser por eso bastante azarosa algunas veces.—Sin embargo de tales circunstancias, el Sr. Aguilar se daba tiem­po, en medio de sus múltiples ocupaciones, para consagrar­se gratuitamente á la enseñanza de la juventud en su pro-pía casa, cuando, por razones que no es del caso relatar, se cerró el Colegio Guadalupano Josefino, único con que por entonces contaba la capital de San Luis.

Michoacan, entre tanto, no ponia en olvido al hijo que de aquel modo le honraba; y así, en 1 8 4 6 fué electo dipu­tado al Congreso de la Union.—Este incidente obligó al Sr. Aguilar á dejar á San Luis para trasladarse á México.

IIÓ

. I I I .

Comienza aquí la vida pública del Sr. Lic. Aguilur y . Marocho; la cual, como veremos luego, es importantí­sima, y la que acaso ha contribuido más que nada á der­ramar sobre su nombre una gran celebridad, no menos que á eclipsar en cierto modo y á hacer olvidar sus dotes de es­critor correcto y distinguido. En él, el político ha domina­do al literato.

Desde años atrás, como es sabido, la situación política v social de nuestro país se hallaba en un estado completo de desastre y anarquía; ardian furiosamente las guerras civi­les provocadas por los partidos que se disputaban el poder; época terrible en cpie una tempestad de odios, ambiciones y venganzas se habia desencadenado sobre la patria, para cegar en su fuente todos los elementos de riqueza y bien­estar; época terrible también, porque todos olvidaban sus deberes, para buscar solo su interés propio y dar rienda suelta á su egoísmo y sus pasiones.—"Por tal época, —dice el Sr. Roa Jíárcena,*— el horizonte político se oscurecía con las nubes de una de tantas revoluciones que ha tenido el país, y cuyo guarismo es tan grande cuanto nula ha sido su eficacia para la curación de los males públicos. Más que cambios de linterna mágica, los políticos semejaban por su repetición y rapidez, la sucesión de visos de móvil prisma que deleita y asombra á los niños. El elemento militar pa­recía determinar exclusivamente tales cambios, recordán­donos las más tristes épocas del imperio romano, en que el

* n i í w m f i a d e D. J o s é J o : i . ] U Í n P e s a d o , p á g i n a s 6 6 y ÓÜ.

1 1 7

solio de Augusto habia quedado á merced de los jefes de la guardia preloriana. —Tal circunstancia, —íigi"ega el mismo escritor,— vino á difundir en las principales clases de nues­tra sociedad, la opinión á que abrió cauce el opúsculo de 1). José María Gutiérrez de Estrada en 1 840 , de que ni en la forma republicana ni en los solos elementos del país halla-riau remedio eficaz nuestros males, haciéndose necesaria una nueva institución monárquica bajo la protección de las potencias europeas."

Muchos años después de esto, en una época parecida en todo á la anterior, el Sr. Aguiíar llegaba á México, y afli­gido profundamente ante las desgracias que asolaban á la patria, y deseoso de encontrar una manera enérgica y efi­caz de ponerles término, creyó de su deber formar parte de los que de aquella manera pensaban; y en efecto, se afi­lió desde luego en el partido que aspiraba á una monarquía, llevándole el prestigio de su nombre, el contingente de su talento y de su sensatez política, y aun el de su pa labra y de su pluma. En la Cámara luchó con ardor defendiendo sus principios y atacando á los que prescindían de las ideas para fijarse solo en accidentes secundarios; y allí, como una prueba del aprecio en que tenían todos sus dotes políticas, le hicieron miembro de las comisiones de puntos constitu­cionales y gobernación, acaso las más importantes y deli­cadas en aquella época. Cupiéronle al Sr. Aguilar, por es­treno de sus trabajos parlamentarios, aquellas borrascosas y célebres sesiones del Congreso Mexicano, en que á ve­ces hasta la vida peligraba. Vinieron luego la guerra lla­mada de los polkas y la invasión norte-americana, lo cual trajo naturalmente nuevos conflictos y nuevas dificultades: entonces aquel Cuerpo tuvo que emigrar á Querétaro para discutir la paz, en cuyos trabajos nuestro D. Ignacio tuvo alguna parte.

Fué reelecto para la legislatura siguiente, y durante ese

u 8

tiempo redactó uno de los periódicos más célebres en la historia de nuestra prensa, intitulado El Universal, tenien­do por compañeros y colaboradores á literatos tan distin­guidos como Alaman, Portilla, Diez de Bonilla, Rafael Rafael y Roa Barcena. Trascurrido poco tiempo, recibió el nombramiento de Oficial Mayor de la Secretaría del Tri­bunal Pleno y Primera Sala de la Suprema Corte de Justi­cia; empleo este último que desempeñó hasta que por causa de enfermedad y prescripción de los médicos, se separó con licencia temporal. Ausentóse á San Luis Potosí; y dias des­pués, á instancias de muchas familias respetables y de las casas de comercio más fuertes que le ofrecieron encargarle sus negocios, pidió y obtuvo una licencia ilimitada de la mis­ma Corte, y resolvió entonces establecerse de nuevo en aquella capital. Pero no bien habia trasladado á ella su fa­milia, cuando se le llamó de México por el último Gobierno dictatorial del general Santa Ana para encargarle la carte­ra de Gobernación, la cual despachó hasta que aquel jefe abandonó el poder y el país á un mismo tiempo.—En esa época fué condecorado con la Cruz de Comendador de la Orden de Guadalupe; con la medalla que se decretó para premiar el mérito distinguido en la Instrucción Pública, é igualmente se le honró con la borla de doctor en Derecho Civil de la Universidad, al reinstalarse ésta el 3 1 de Di­ciembre de 1 8 5 4 , en unión de los Licenciados D. José Ber­nardo Couto, D. Juan N. Rodríguez de San Miguel, D. Teodosio Lares, I). Leopoldo Rio de la Loza y otras per­sonas verdaderamente notables por sus luces y su inteli­gencia.

i ig

I V.

Cayó, como ducia ánies, á consecuencia de la revolución de Ayu.Ua, el gobierno del general Santa-Ana, y el partido victorioso persiguió encarnizadamente á los principales fun­cionarios de la administración vencida; de cuyas resultas, el Sr. Aguilar se dirigió de incógnito al puerto de San Illas, embarcándose con dirección á Panamá para pasar á los Estados Unidos; pero un recio temporal le arrojó á las cos­tas de Tehuantepee, y de allí resolvió internarse de nuevo en el territorio para procurar su evasión por Veracruz. Sin embargo, no lo consiguió; pues en la travesía, una orden de D. Benito Juárez, gobernador de Oaxaca á la sazón, le hi­zo caer preso en el pueblo de Don Dominguillo, siendo lue­go conducido á ¡México por una escolta. Aquí fué puesto en libertad al poco tiempo.

No se crea, empero, que acabaron en esto las penalida­des del antiguo Ministro de Santa Ana: en México, por des­gracia, es costumbre de los partidos preponderantes hosti­lizar y molestar con exceso á los que pertenecieron al bando contrario.—Como el Sr. Aguilar había tomado parte en las convulsiones políticas que siguieron á la caída de Santa Ana, señaladamente en las que comenzaron el año de iSc¡6, se le hizo una persecución constante y tenaz, que le puso en la alternativa de sufrir, ó las molestias de una prisión, ó las dolorosas amarguras de la vida azarosa del proscrito. *

* D u r a n t e el g o b i e r n o del g e n e r a l M i r a m o n , h a b l a s ido min is t ro p r o p i e t a r i o d e la S u p r e m a C o r t e d e J u s t i c i a , c a r g o d e <jue le a r r o ­j ó una n u e v a r e v o l u c i ó n .

1 2 0

1 .os agentes liberales no le perdían de vista, y aun inventa­ban pretextos para quitarle el sosiego y la libertad; de mo­do que por sospechas de (pie había tenido participación en las agencias en Europa que dieron por resultado la in­tervención francesa, fué enviado ala prisión de Granaditas de Guanajuato, de donde salió poco antes del sitio de. Pue­bla por el ejército francés y de la entrada de éste en la ca­pital de la República.

Una vez consumada la ocupación de la parte principal del territorio, el Sr. Aguilar fué electo miembro de la (pie se llamó J:tnfa de los treinta v cinco, y en seguida de la mucho más numerosa de Notables. En ésta, ocupó la pre­sidencia de la Comisión encargada de presentar dictamen acerca de la forma de gobierno (pie al país convenia adop­tar.—Fué el autor de ese célebre Dictamen, sin duda el do­cumento más importante de nuestra historia contemporánea, según el análisis que luego haré de él; y el cual se acogió en aquella respetable Asamblea con aplauso y vivísimo en­tusiasmo, recibiendo el Sr. Aguilar numerosas felicitacio­nes de todos los puntos de la República.—Decidida la elec­ción de Maximiliano de Austria, la Regencia designó al Sr. Aguilar para que en unión de otros distinguidos mexicanos pasara á Europa á presentar un voto de gracias á Napo­león III , y en seguida á ofrecer á aquel la corona del nue­vo imperio de México.—Aceptada que fué, entre multitud de distinciones y pruebas de confianza del Soberano, al­canzó la de ser nombrado Enviado Extraordinario y Mi­nistro Plenipotenciario cerca de la Santa Sede, primero, y luego cerca de la Corte de Madrid, encargo aquel muy de­licado y difícil por las circunstancias de la época. Sin em­bargo, tanto por su comportamiento en Roma, como por el que observó con el gobierno de la Reina de España, el monarca prodigó al Sr. Aguilar en su correspondencia re­petidos testimonios de su cumplida satisfacción. También

1 2 1

como una prueba de ella y de su particular benevolencia, le condecoró con la (irán Cruz de la ()rden de Guadalupe. *

Atacado en Madrid nuestro D. Ignacio de una grave en­fermedad, el Emperador le permitió restituirse á México, no sin gran pesar suyo, porque los servicios que en ese puesto prestaba á la patria eran de la mayor importancia y trascendencia para el porvenir de la nación. Mas cuando tocó á nuestras playas, se retiraban precisamente los últi­mos restos del ejército francés, tanto, que ocupado ya por las fuerzas republicanas el camino de Veracruz á la capital. no pudo atravesarlo, y se vio obligado por este motivo á quedarse oculto en Puebla, donde pasó de esa manera el último sitio sufrido por aquella ciudad.—Los ánimos, al po­co tiempo de la catástrofe de Querétaro, quedaron muy apaciguados: pero á pesar de esto, el Sr. Aguilar sufrió to­davía algún tiempo de prisión, pues aquí es oportuno ob­servar, que debido acaso á sus altísimos méritos, él ha sido uno de los miembros del partido conservador, en quien más se han enconado los odios de las facciones liberales. Y na­da más injusto que esto: lejos de merecer el Sr. Aguilar el olvido en que hoy está; lejos de ser acreedor á los apasio­nados juicios que acerca de él se pronuncian, es digno de la estimación y gratitud de todos los mexicanos: su patrio­tismo ha sido en todas épocas tan sincero y puro como ar­diente, vivo y desinteresado; su honradez política, intacha­ble y digna de encomio; su amor al engrandecimiento y al bienestar de México, ardentísimo y contenido en los límites de la conveniencia aconsejada por la práctica, y un profun­do conocimiento del país; su carrera pública, en una pala­bra, ha estado dirigida siempre por los más severos princi­pios y las miras más elevadas y patrióticas. Todo lo ha

* D u r a n t e su p e r m a n e n c i a en la C o r t e d e E s p a ñ a p u b l i c ó un in­t e r é s a m e fo l le to con el t i tu lo d e : Ligero bosquejo de la situación de

A Té. vico. 1 5

1 2 2

sacrificado en bien de esta nación infortunada: salud, ri­quezas, bienestar, posición brillante, y hasta el sosiego que todos los hombres desean después de una época de conti­nuas luchas. Ha bajado de los puestos más elevados con la conciencia tranquila y las manos limpias, y hoy está pobre; ¡pobreza que le honra y que llama sobre él la admiración y el respeto de todos sus compatriotas!

V .

Puesto en libertad el Sr. Aguilar algunos meses des­pués de la caída del Imperio, volvió á sus trabajos polí­ticos y literarios, fundando La Sociedad Católica y redac­tando hasta hoy, en unión de otros escritores, el periódico religioso La Voz de México, que lleva más de diez años de salir á luz.—No siendo ya posible la lucha en otro terre­no, nuestro incansable D. Ignacio se acogió al periodismo, y en él continúa sirviendo á la patria, como pueden servir­la los que están dotados de su maravilloso talento crítico, pensador y práctico. Allí sostiene polémicas importantes y trascendentales en pro de la religión católica y de las re­glas que da la Iglesia para el buen gobierno de los pueblos; allí combate á los que pretenden imponer á la nación ideas absurdas y teorías peligrosas y nocivas; desde allí ilustra las más arduas cuestiones que se presentan en la política del país, en el parlamento, en la sociedad, en la literatura; y allí, en fin, se presenta él como decidido y ardiente defen­sor de la buena causa, la causa del catolicismo y de la patria.

Aparte de IJI Sociedad Católica, La Voz de México y al­gún otro diario que antes he mencionado, el Sr. Aguilar

1 2 3

lia escrito en otros muchos de distintas épocas y carácter. —políticos, religiosos, literarios y festivos;--- y en ellos ha publicado no pocas series de artículos sobre asuntos diver­sos que, coleccionados y enlazados entre sí debidamente, podrían formar tratados completos.—Es autor también de innumerables folletos políticos, disertaciones importantes sobre varios puntos de jurisprudencia criminal y civil, y de composiciones poéticas de distintos géneros, algunas de las cuales han quedado inéditas, pues solo unas cuantas han visto la luz pública. Entre éstas goza en México de crecida celebridad su ingeniosísima y aguda sátira Iji Batalla del Jueves Santo, relativa á un ruidoso episodio de la época de la Reforma.

Como escritor, el Sr. Aguilar goza de alta y merecida reputación, y sus mismos adversarios en política y en la prensa, reconocen la superioridad de su estilo, el brillo y tersura de su dicción, sus amenos rasgos y felices pensa­mientos; todo aquello, en fin, que hace que sea su pluma una de las más gallardas, ricas é ingeniosas que se encuen­tran en México.—Desgraciadamente, las vicisitudes de su vida y los desengaños que ellas le han traído, no le han de­jado nunca consagrarse á obras formales y acabadas, y se ha limitado, por consiguiente, á escritos de polémica, de política ó de exposición de doctrinas jurídicas y científicas, y aun éstos no están reunidos en un cuerpo ni colecciona­dos. Andan sueltos en periódicos y publicaciones que fue­ron de circunstancias, en cuadernos ó folletos, expuestos á perecer y á perderse en el olvido, sin que quizá más larde nuestra literatura pueda engalanarse con ellos.

1 2 4

V I .

Ocupa indudablemente el primer lugar entre todas las obras del Sr. Aguilar y Maroeho, el Dictamen presentado á. la Asamblea de Notables de que antes hice mérito.— Prescindiendo de la importancia y trascendencia política de este documento, y juzgándolo solo'como obra literaria, creo que él bastaría por sí mismo para dar á su autor una reputación inmensa y un título de gloria para su nombre; pues escrito en las pocas horas que la premura del tiempo permitía, sorprende cómo pudo el Sr. Aguilar atesorar en él tantos y tan oportunos recuerdos históricos, tantas ideas po­líticas de ellos deducidas, tantos rasgos felices de crítica filosófica en el compendiado y conciso análisis que hace de nuestras desgracias. Con un método admirable, con habi­lidad suma, con un espíritu de discernimiento elevadísinio, y con toda la sinceridad que inspiran el verdadero patrio­tismo y el anhelo de ver feliz á este país desventurado, el Sr. Aguilar estudia, examina, comenta y se detiene á me­ditar en la historia política de nuestro país desde 1 8 2 1 . Su mirada penetrante lo investiga todo; busca las causas que han detenido nuestro progreso y mejoramiento; se lamenta de los extravíos y mala fe en que han incurrido los gobier­nos mexicanos, y expone nuestras necesidades y conflictos para deducir de aquí nuestras aspiraciones; y cuando lo comprende todo, y todo se lo explica, su ardiente y patrio­ta corazón prorumpe, no en inútiles lamentaciones y quejas, sino en vigorosas invectivas contra los verdaderos autores de las desgracias que han aquejado á México, señalando, por último, los únicos medios que podrían salvarlo.—En es-

1 2 5

ta ojeada rápida, pero completa, á la larga serie de nuestras vicisitudes revolucionarias, se ve al hombre de Estado y al político profundo que desecha los detalles para solo fijarse en el origen y la raíz de los hechos. Es acertado y elocuen­te, cuando describe la triste situación á que llegan los pue­blos si los que están al frente de ellos se dejan guiar por sus pasiones y olvidan su deber; denota gran rectitud de criterio al hacer la apreciación de la obra que lentamente han venido formando los diversos bandos liberales que en México se han disputado el poder; y finalmente, la pintu­ra que hace de la reforma y sus estragos, es admirable, elocuentísima, conmovedora, por la vehemencia del estilo y la incólume verdad y dolorosa enseñanza que deja en el espíritu. Es esta una de las páginas más notables que han salido de la pluma de nuestro escritor, y la que mejor po­ne de manifiesto sus superiores dotes de político y literato.

No puedo resistir á la tentación de copiar en seguida los hermosísimos conceptos que el Sr. Aguilar dedica á Es­paña, la amada madre de las jóvenes naciones americanas. —"¡Cuánta gloria derrama la inmortalidad, —exclama el elegante escritor,— sobre la nación, señora de dos mundos, que plantando el estandarte de la cruz encima del ara de los humanos sacrificios, difundió sobre un gran pueblo el esplendor divino de la civilizaron evangélica! Contenien­do los arranques de nuestra ingrata severidad, y colocán­donos fuera del alcance de las pasiones, como cumple á críticos imparciales, ¡cuánto no tenemos que admirar entre las huellas que nos dejaron esa serie de soberanos que ex-tendian hasta México su cetro protector, al través de la in­mensidad de los mares! Una legislación especial, llena de prudencia y de sabiduría, colocó á los indígenas al abrigo de las tentativas de la malignidad, que nunca dejaría de hacer su presa y de sacar sus ventajas, de una nación hu­millada por la conquista, débil, ignorante y supersticiosa.

I 2 Ó

No fué el cuidado de un príncipe, sino la esmerada vigilan­cia de un padre, la que pudo descender en las leyes hasta el nivel de las costumbres y de los vicios habituales de los indios, para dulcificar las unas y precaver los otros, ate­nuando al mismo tiempo el extremo rigor de las penas or­dinarias. El individuo, la familia, las comunidades, las congregaciones, los pueblos formados por gente nativa del país, todo fué objeto del celo de los monarcas, constituidos hasta cierto punto en tutores de las personas y defensores de los bienes de una raza que consideraron digna de su amparo y de su asistencia. Hospicios, hospitales, colegios exclusivamente erigidos para proveer á las necesidades físi­cas y al cultivo de la inteligencia de sus nuevos subditos, no fueron los menores beneficios que les prodigó la solici­tud del Gobierno peninsular.—Ahora, sí paseamos nuestras miradas por la ancha superficie de nuestro suelo: si recor­remos los caminos; si bajamos á la profundidad de nues­tras minas; si observamos el aspecto de nuestros pobla­dos; por todas partes veremos impreso el sello de una au­toridad que se desvelaba por mejorar en todos sentidos la condición de las colonias. Los puentes y calzadas, las principales vías de comunicación, la fundación de ciudades magníficas, los soberbios acueductos, las majestuosas basí­licas, los bellísimos palacios, los multiplicados colegios é institutos para todos los ramos de enseñanza, los grandio­sos establecimientos de beneficencia para el alivio de todas las llagas de la humanidad. . . . interminable, señores, seria la Comisión, si intentara enumerar los gloriosos timbres de la sabiduría, piedad y munificencia de los soberanos espa­ñoles."

El Dictamen acaba, como todos saben, consultando el establecimiento de la monarquía en México.

1 27

V I I .

Ras tlíarias faligas del periodismo, y sinsabores y ocupa­ciones de otro genero, no impiden que los escritos que hoy publica el Sr. Aguilar, como redactor de La Voz de Méxi­

co, sean tan notables como los que anteriormente ha dado á luz: en ellos hay la misma abundancia de doctrina, igual erudición literaria y científica, elevada y sana crítica, esti­lo correcto y animado, y conocimiento profundo de la na­ción y de los individuos, de sus males, de sus necesidades y de sus elementos.—Su festivo ingenio, que mal se aviene al parecer con su melancólico semblante, ameniza todas las materias que trata, y nunca está desprovisto su estilo de aquella facilidad, sencillez y donaire que tanto agrada en­contrar en los trabajos de la prensa. Por lo demás, lo­dos en México reconocen en el Sr. Aguilar al escritor sa­tírico más hábil que tenemos. Su crítica es siempre fina, delicada, incisiva y de buen gusto; sus censuras justas y oportunas; sus observaciones, de una causticidad acerba y picante, pero contenida en los límites de lo decencia y la caballerosidad. En su Batalla del Jueves Santo y en al­gunos otros poemas burlescos que he tenido la fortuna de leer, y que aún permanecen inéditos, hay rasgos felicísimos, dignos de Quevedo.

Aunque el Sr. Aguilar ha sido constante enemigo de los gobiernos liberales que han regido á México, últimamente fué nombrado en comisión con otras dos personas para re­dactar el Código de Marina de la República; prueba evi­dente del aprecio en que se tienen su aptitud y su saber.

En suma: sagaz y profundo político; patriota, honrado,

1 2 8

entendido: literato insigne y periodista incansable , que á

su edad lucha todavía con encendido a rdor ; jurisconsulto,

crítico, poeta ; noble y cabal leroso adversar io que sabe aca­

tar las reglas de la discusión y la po lémica , el Sr . A g u i l a r

y Marocho es uno de los hombres que más honran á nues­

tra patria, y que mayores títulos reúne para ocupar distin­

guido lugar entre los mexicanos ilustres contemporáneos .

P K U S B . L I C .

DON T I R S O R A F A E L C O R D O B A .

T.

ACIÓ el Si\ D. Tirso Rafael Córdoba, ornamento §E©vl hoy del clero mexicano, y honra de nuestro foro y

de nuestras letras, el 28 de Enero de 1 8 3 8 , en la Villa de Zinapécuaro, del Estado de Michoacan. Sus pa­dres fueron D. Juan Bautista Córdoba y Doña María del Tránsito Escalante; pobres ambos, si bien de honrado y limpio linaje, y estimados siempre en la sociedad morelia-na por las virtudes y nobles prendas que los adornaban.— Abuelo paterno de nuestro D. Tirso fué el insigne médico y distinguido poeta D. Ignacio Fernández de Córdoba, cu­yo festivo ingenio, humanitarios sentimientos, y dulce y bon­dadoso trato, recuerdan todavía los michoacanos, señalán­dole como una de sus glorias literarias, pues fué de los pri­meros en cultivar en el país el difícil género de la fábula. De las muchas que compuso el D. Ignacio formóse un tomo, del cual se han hecho dos ediciones; pero de ellas son hoy

1 6

escasísimos los ejemplares. El satírico poeta, (pie habia vi­vido con holgura, murió en la más extremada pobreza; y acaso no dejó de tener en ello la parle principal, fuera del carácter desprendido del doctor, el haber servido á la cau­sa de la independencia, uniéndose en Valladolid al Cura Hidalgo en calidad de médico suyo. El Obispo de Michoa-can, D. Marcos Moriana y Zafrilla, distinguióle también con su amistad, y aun le debió su asistencia en los úllimos momentos.

Cuando nació el Sr. D. Tirso, su familia vivia acciden­talmente en la referida Villa de Zinapécuaro; pero á poco se trasladó á Morelia, capital del Estado, que era el lugar de su antigua residencia.—Allí estudió aquél los primeros elementos del saber, distinguiéndose entre los niños sus com­pañeros por su buena índole, por su ardiente y jovial ca­rácter, que no ha desmentido ni en las circunstancias más difíciles, y por su amor al estudio que le granjeó desde en­tonces señalados premios y la honrosa estima de personas importantes y beneméritas, como el limo. Sr. Munguía, Obispo entonces de Michoacan, el General Don José de ligarte, Gobernador que era del Eslado, y, sobre todo, el magnánimo y bondadosísimo Prelado que rige actualmen­te los destinos de la Arquidiócesis Mexicana. En efecto, al linio. Sr. Arzobispo, Dr. D. Pelagio Antonio de Labasticla y Dávalos debe el Sr. Córdoba, —como él dice,— "no solo su carrera social y literaria, sino los oficios del más tierno y cariñoso padre."

Era el año de 1 8 5 2 : D. Tirso Rafael contaba apenas ca­torce de edad y cursaba el aula de Prosodia latina en aquel gran Seminario Tridentino de Morelia, que al impulso del genio del Sr. Munguía y bajo la inmediata dirección del prudente y sabio Sr. Labastida, habia llegado á ser, por su acertado plan de estudios, por su régimen inlerior y por los brillanles resultados que en todas las carreras científicas ob-

* 3 l

ten i a n de él la Iglesia v el Estado, como una especie de Universidad que gozaba de gran crédito en toda la nación Más de quinientos alumnos asistían á sus aulas, y entre ellos los había de Monterey, Zacatecas, San Luis Potosí, Zamo­ra, Silao, Guanajualo, León y otros muchos puntos leja­nos de Morelia, sin exceptuar la misma capital de la Re­pública. *—A fines de ese año, el joven Córdoba sustentó, en unión de otros compañeros suyos tan estudiosos como él, una oposición pública de toda latinidad, que llamó extraor­dinariamente la atención de los concurrentes. Mostróse tan versado ya en los clásicos y en las humanidades, no obs­tante su corta edad; reveló tal ingenio y exquisito gusto en los primeros versos latinos que allí presentó, y tanto pla­cer tuvo la concurrencia por el despejo y lucimiento con que desempeñó el acto, que fué premiado luego con una beca de gracia por los Señores Munguía y Labastida, y es­te último se declaró, al saber la situación de la familia del joven Tirso, su decidido y constante protector.—Asegurada así su suerte, continuó dedicándose con tesón y magnífico éxito al estudio de la filosofía y también al de la bella lite­ratura; su pasión dominante y favorita desde entonces.

En 1 8 5 3 comenzaron á conocerse sus ensayos poéticos, que más tarde debían hacerle popular en Michoacan, y luego estimado en la nación y fuera de ella. **—En esa época, obtuvo la señalada distinción de ser nombrado socio del Liceo Lturhide, á pesar de que á el solo debían concur­rir Bachilleres y personas formadas ya en las letras. De ese

* R e justicia, es m e n c i o n a r aqui al v i r t u o s í s i m o , l a b o r i o s o v m u y e n t e n d i d o P a d r e D . M a r i a n o R j v a s , v e r d a d e r o r e f o r m a d o r del S e ­m i n a r i o , y á q u i e n se d e b i ó p r i n c i p a l m e n t e el g r a d o d e e s p l e n d o r q u e a q u e l e s t a b l e c i m i e n t o t u v o en la é p o c a á q u e m e re f i e ro .

** La Ilustración Española y Americana d e M a d r i d , dio en 1875

el r e t r a t o de l S r . C ó r d o b a , a c o m p a ñ a d o d e m u y l i son je ros e log ios a sus ve rsos .

1 3 2

Liceo era presidente entonces el distinguido y malogrado li­terato D. Agapito Ayala y Calvan, celoso y docto ecle­siástico, cuya pérdida lamenta todavía aquella Iglesia.

I I .

Hallábase nuestro D. Tirso próximo á concluir el estu­dio de filosofía, cuando en Junio de 1 8 5 5 el Sr. Labastida, que había sido electo Obispo de Puebla, dejó á Michoacan para trasladarse á su diócesis, llevándose consigo á nuestro poeta en calidad de familiar suyo.—Nuevos y más amplios horizontes abriéronse con esto á la carrera del vate michoa-cano, que bajo tan magníficos auspicios y alta protección, comenzó á darse á conocer en las buenas sociedades de Puebla y de México. La prensa periódica dio á luz algu­nas de sus composiciones poéticas, las cuales fueron vistas con positivo agrado por'cuantos las tuvieron en sus manos, aun maestros tan doctos y severos como el Conde de la Cor­tina, D. Manuel Pérez Salazar, D. Miguel Gerónimo Mar­tínez, y otros de grata memoria para las letras nacionales. Acrecentóse notablemente el buen concepto de inteligencia de que ya gozaba D. Tirso, con el acto público de toda filosofía que sustentó á fines de aquel año de 1 8 5 5 en el Seminario Conciliar Palafoxiano, siendo apadrinado por el limo. Sr. Labastida, y presidido el acto por el benemérito y sabio sacerdote D. José María Izquierdo y Reyes. Un gran triunfo coronó sus desvelos.

Después de esto, emprendió los estudios de jurispruden­cia con ánimo de estudiar en seguida las ciencias eclesiás­ticas; pero, por desgracia, en esos momentos comenzó á desatarse furiosamente la tormenta política sobre nuestra

1 3 3

patria.—Al triunfo del Plan de Ayutla, siguió el (¡obierno de Comonfort, y luego las hostilidades contra la Iglesia me­xicana. La ley del desafuero eclesiástico y militar, y otras medidas vejatorias y altamente inconvenientes y absurdas, determinaron el levantamiento del ejército, y con él, la apa­rición de aquellos caudillos reaccionarios que tanto influ­yeron con sus hazañas en los destinos político-religiosos de la nación. Esta comenzó á cruzar por tremenda crisis des­de el primer grito lanzado en Zacapoaxtla. Puebla fué tea­tro de sangrientas escenas; y el triunfo de Comonfort sobre ella trajo el destierro del limo. Sr. Labastida, á quien no pu­dieron escudar su inocencia y prudente conducta, de los ru­dos golpes de aquella revolución, precursora de la Reforma, que debia producir tantas ruinas y sacrificar tantas víctimas.

• El Sr. Córdoba, afectado por tan desgraciados sucesos, y sinceramente adicto á la causa de la religión perseguida, tomó parte en su defensa hasta donde sus fuerzas y circuns­tancias se lo permitieron; y mucho fué que su carrera no se truncase, y que las olas de aquel mar revolucionario embravecido no lo arrastrasen consigo, como aconteció desgraciadamente á otros muchos.—El Sr. Córdoba regre­só al país natal, donde, al escucharse aquel saludo poético de una de sus más bellas y sentidas composiciones,

¡Morelia, suelo querido! Al fin place á mi fortuna Que, como el ave á su nido, Torne á tí, vergel florido, Donde se meció mi cuna,

fué recibido por sus paisanos con grande entusiasmo y sim­patía. El Seminario volvió á abrirle sus puertas; y allí, du­rante los años de 1 8 5 7 y 1 8 5 8 , siguió cursando la jurispru­dencia con notable aprovechamiento. Al mismo tiempo

1 3 4

consagraba su pluma á la defensa de los principios sociales en unión de los Martínez, Terceros, Gómez, Ugartes, líe-lauzarán, Cardellacli y otros, que han conquistado justa Hombradía , y algunos de los cuales aun hoy son dignos man -tenedores de la buena causa. Los periódicos La Tempestad

y El Porvenir honraron sus columnas con los trabajos del Sr. D. Tirso, quien á poco fundó con los poetas Góngora y Novoa T.a Posa de Miehoacan; hermosa publicación litera­ria que mereció los elogios de los ilustres redactores de La Cruz.

La persecución contra la Iglesia crecia, á medida que el digno Episcopado Mexicano defendía los derechos de aquella con ardoroso celo y heroica energía. El Semina­rio de Morelia fué también rudamente atacado, hasta cer­rarle sus aulas y apoderarse luego el Gobierno del edificio, perdiendo muchos jóvenes sus carreras.— Esta desgracia obligó á nuestro poeta á trasladarse á México, para conti­nuar aquí sus estudios teóricos de leyes, y entró al Colegio de San Ildefonso, dirigido ese año ( 1859) por D. Sebastian Lerdo de Tejada. Graduado al poco tiempo de Bachiller en ambos derechos en la Universidad, pasó á Puebla á ha­cer su práctica de foro para recibirse de abogado, sirviendo entre tanto en aquel Seminario la cátedra de francés gana­da en una oposición; pero perdió toda esperanza de alean zar el logro de sus deseos, pues el poder constitucional po­nía infinitas trabas á los que habían hecho sus estudios en colegios del clero. D. Tirso entonces se dedicó al profeso­rado y á la enseñanza de la juventud, y estableció en la Sierra del Norte de Puebla (Zacapoaxtla) un Colegio Pre­paratorio que dio muy buenos frutos.—En ese mismo tiem­po se unió en matrimonio con la estimable Srita. Doña Guadalupe Loaiza, perteneciente á una de las más distin­guidas familias poblanas.

1 3 5

I I I .

Entre tanto, la guerra de la intervención se habia encen­dido, y nuestro D. Tirso tuvo que experimentar nuevos sin­sabores y contrariedades: era ya demasiado conocido por sus opiniones y escritos, para que dejaran de hacerlo obje­to de sus venganzas aquellos á quienes combatía, una vez establecido en Puebla el nuevo Gobierno, fué nombrado oficial primero de su Secretaría y redactor más tarde del Periódico Oficial.

Cuando regresó al país el Sr. Obispo Labastida, que no habia cesado de proteger al Señor Córdoba, si bien la­mentaba que no hubiera proseguido la carrera eclesiásti­ca, le previno que viniese á México á recibirse de abogado, lo cttal efectuó en 1 8 6 4 . — A la sazón, acababa de pasar aquella funesta crisis determinada por el tratado secreto de Miramar, que hizo revivir los elementos contrarios al cato­licismo de México. El Sr. Córdoba habia sufrido también en Puebla las consecuencias de esta ruptura, y con gusto se decidía ya á consagrarse únicamente á los trabajos del foro, sin acordarse de que la política es un terreno que atrae al que una vez lo ha pisado, cuando al cabo de algún tiempo de desempeñar el Juzgado de Tepeji de la Seda, fué llama­do á México por el Sr. Escudero y Echanove á servir el empleo de Jefe de la Sección 1 * del Ministerio de Justicia; y luego el Sr. Lares lo hizo además su Secretario particu­lar. * En seguida pasó á ser Secretario general del Gobier-

* Es te e n c a r g o lo h a b i a d e s e m p e ñ a d o a n t e s , c e r c a de l Sr . JMun-g u i a . U . T i r s o R a f a e l s i r v i ó t a m b i é n al l a d o d e los S r e s . V e l á z q u e z d e L e ó n y D . J o s é F e r n a n d o R a m í r e z , q u i e n e s le e n c a r g a r o n la for­m a c i ó n d e los Boletines ele I^yes d e a q u e l l a é p o c a .

1 3 6

no de Puebla, y en este alto puesto lo sorprendió la caída del Imperio, siendo perseguido á muerte á causa de sus es­critos y demás servicios prestados por él al partido vencido. Afortunadamente, el Sr. Lerdo de Tejada, miembro del nuevo Gobierno, y que profesaba á nuestro poeta grande estimación, hizo que pudiese consagrarse libre y pacífica­mente á sus negocios profesionales, retirándose ya á la vida privada en el Estado de Tlaxcala. Combatido todavía allí por el odio político, vínose á México; é infatigable en sus trabajos, fué uno de los fundadores de la Sociedad Católi­ca y del periódico de igual nombre, lo mismo que de La Voz de México, Ángel de la Guarda é Idea Católica. En

todos ellos dio á luz artículos de polémica religiosa y filo­sófica, y muy bellas poesías.

Su espíritu de propaganda y su carácter generoso y des­prendido, no le dejaron quieto mucho tiempo en la capital, y salió de ella para ir á fundar Sociedades Católicas en el antiguo teatro de sus luchas, Puebla, San Andrés Chalchi-comula, Cholula y Huamantla. De las dos primeras fué nombrado presidente, é inició en todas obras muy impor­tantes y benéficas.—El voto del Distrito de Teziutlan lo puso al frente de su jefatura política en 1 8 7 2 , y el de Za-capoaxtla lo elevó como Diputado á la Asamblea Legisla­tiva de Puebla; pero mal avenido con las trabas que el es­píritu de partido puso entonces á los católicos, especialmente la de la protesta á las leyes de Reforma, volvió de nuevo y para siempre á la vida privada, y á sus tareas en las so­ciedades católicas y en la prensa religiosa. En Puebla fun­dó el Liceo Carpió con muy aventajados discípulos suyos en jurisprudencia y literatura, y redactó varios periódicos, como El Obrero Católico, El Hijo del Obrero, La Lira

Poblana, El Ancora, La Oliva, y otros varios. Por último, habiendo tenido la desgracia de perder á su

esposa en 1 8 7 8 , abrazó el estado eclesiástico en 28 de Se-

' 3 7

tienihre del año próximo pasado. ¿Quién podrá expresar las diversas y encontradas emociones del Sr. Córdoba al salir de esta capital para dirigirse á Morelia á cantar allí su primera misa? El poeta volvía al patrio suelo después de veintiún años de ausencia, con una profunda herida en el alma y el corazón henchido de todo género de recuerdos; triste, solo, desengañado. .. . Iba á estrechar en sus brazos á su anciano padre que lo esperaba; iba á ver á sus amigos de la infancia y de la juventud, á recorrer lugares queridos que tal vez no había olvidado.... Y no era ya el estudian­te de otro tiempo, el mancebo entusiasta que soñaba con la gloria y el mundo, el cantor apasionado de las alegrías y venturas de la adolescencia: era ya otro; era el vetera­no de la vida, no obstante que se encontraba en la madurez de la edad; conocía las penas, la embriaguez del triun­fo, las dulzuras domésticas, las fatigas de la lucha, la amar­ga hiél del desengaño, todo, en una palabra; y á la sazón se veía sacerdote de Jesucristo, ministro de su altar, dispues­to á un nuevo género de lides. . . . ¡Cuántos motivos para sentir hondamente y bendecir al Señor. .. .!—Morelia, que no ignoraba los laureles conquistados por el Sr. Córdoba en su carrera, se puso de gala para recibir á su hijo queri­do, y todos se esmeraron en prodigarle finas y merecidas atenciones de cariño, especialmente su maestro el limo. Sr. Arzobispo de Michoacan, Dr. D. José Ignacio Artiga. Al­gunos dias después regresó á México.

Tal ha sido la vida del Sr. D. Tirso Rafael Córdoba; vida laboriosa, de continuas luchas, de infatigable propa­ganda, de sacrificios sin cuento en favor de causas tan no­bles como la religión, la patria, la literatura, el periodismo católico y la enseñanza de la juventud. Soldado y poeta, hombre de gobierno y de combate, político, letrado, escri­tor, este distinguido hijo de Michoacan es una de las glo­rias más puras de aquel suelo, patria de muchos que en

1 7

>38

este siglo lian ilustrado y honrado altamente la historia me­xicana.— Hoy nuestro D. Tirso reside en esta capital, para gala y ornamento del clero de México: el limo. Sr. Labas-tida lodistingue con un cariño de padre y con su benevo­lencia de Prelado: lo tiene cerca de sí como su Secretario par­ticular, y le ha dado además los cargos de Promotor Fiscal de la Curia Eclesiástica, de Secretario general del Óbolo de San Pedro y del Apostolado de la Oración, de catedrá­tico de literatura en el Seminario y Redactor del Mensaje­ro del Sagrado Corazón de Jesús. Otros empleos más altos le esperan sin duda en la carrera que tan brillantemente ha comenzado; pues sus méritos, su claro talento, su amor al estudio, su dedicación y celo para cumplir los deberes que el estado le impone, y otras circunstancias no comunes que en él concurren, le abren ancho porvenir en la Iglesia mexicana.

I V .

Veamos ahora las obras de nuestro 1). Tirso.—Aparte de los numerosos artículos políticos, religiosos y literarios que ha dado á luz en los periódicos, ha publicado los libros si­guientes: Poesías (un vol. 3 5 0 págs.: 1 8 7 4 y 2 * edición 1 8 7 8 ) ,

Cartas á Fausto, Manual de Literatura, Mosaico Alexica-

no (libro de lectura para las escuelas), Historia elemental

de México, Lavalle Mexicano (devocionario), varios dis­

cursos sueltos, y traducciones de los Cuentos de Navidad

de Carlos Dickens, de La Moral filosófica del P. Daniel, de El Clericalismo, y del opúsculo sobre Pió IX, de Luis Veuillot. En 1 8 7 6 puso prólogo alas obras poéticas de D.

T 3 9

Manuel Pérez Salazar y Venegas,- uno de los hombres más notables que ha producido Puebla.

Como poeta, el Sr. Córdoba ocupa uno de los primeros y más distinguidos lugares del parnaso mexicano: rica y ver­dadera inspiración, excelente gusto, amena y pintoresca fantasía, gran facilidad para la versificación, y sentimien­tos tan vivos como delicados: hé aquí las cualidades prin­cipales que lo caracterizan. Sus poesías sagradas rebosan piedad y dulzura; son candorosas y apacibles, y están lle­nas de nobles y profundos pensamientos que revelan al creyente apasionado de su religión, al filósofo que medita en las bases de la doctrina que profesa, al poeta, en fin, que ve en las creencias católicas, fecundos y hermosos ma­nantiales de suprema belleza y de exquisitas delicias para el alma. En esas poesías, además, hay magníficos arran­ques del más puro y encendido amor á Dios: hay unción mística; hay algo que permite adivinar la candida fe y la sencilla humildad del corazón del poeta,-que ante todo es un corazón cristiano. Sí: en esos himnos, en esas plegarias, en esos suaves y dulcísimos cantos, se refleja toda entera la bellísima alma de Tirso, dispuesta siempre á la bondad y á los sentimientos generosos.

El Sr. Córdoba es el cantor de la Virgen María, y á es­ta Señora Inmaculada ha dedicado los más armoniosos acentos de su lira. ¡Qué blanda y amorosa ternura tienen sus versos cuando ensalza las glorias de la Madre de Dios! ¡Cómo se enciende su corazón al dirigirle sus plegarias, al bendecirla, al entonar en honor suyo ardientes y sentidas alabanzas! Su inspiración, en esos casos, parece más espon­tánea que nunca; la forma de sus composiciones más ga­llarda y limpia; más frescas y propias las imágenes; exqui­sito el perfume de las flores de su ingenio.

Entre las muchas poesías sagradas y morales que podria mencionar aquí en confirmación de estos juicios, señalaré

140

únicamente las tituladas: A Marín, ¡'legaría á la ínmaeu-

latía Madre de Dios, Al Sagrada Corazón de María, El

Camino de la Amargura, y sobre todo, su bellísimo canto á La Caridad, ardiente, sentido y conmovedor. En La Ora­

ción de un anciano (traducción de un anónimo francés es­crito en prosa), no se sabe qué admirar más, si la tierna me­lancolía y dulce piedad de las ideas, ó el tono, el colorido, el armonioso conjunto de la corrección del lenguaje y de la inspiración poética. Y esto puede decirse también de su meditación En un Bosque, de Una Madre, La vuella al

hogar, Recuerdos, A ná hermano José al cantar su prime­

ra misa, Epístola al Sr. Lic. JV. Antonio Moran y Canción

epitalámica: composiciones todas llenas de sentimiento y regalada fragancia, en que el poeta deja ver discretamente los tesoros de su corazón; expansiones delicadas de una al­ma que ama y se recrea en todo lo bello; desahogos líricos, en tin, de una imaginación entusiasta y ardiente, sensible y soñadora. -Por lo demás, las Poesías del vate michoaca-no son tle una corrección y limpieza poco comunes en estos tiempos de corrupción literaria: la frase está siempre bien cuidada, las imágenes bien escogidas, los asuntos son ele­vados y nobles, dignos todos de una musa cristiana; y en general, la colección entera Tevela buenos estudios, esmera­do cultivo y afición decidida á la clásica poesía española. De manera que en el Sr. Córdoba se unen felizmente el hondo y exquisito sentir, la frescura y vehemencia juveniles, y la correcion, la severidad de la forma.

Como prosista, nuestro autor es igualmente de lo más notable que tenemos en México: su l'rólogo á las Poesías de Pérez Salazar, obra pequeña pero esmeradamente tra­bajada; sus Cartas á Eausto, sus obras didácticas, y aun sus traducciones, dan á conocer al buen hablista, al escri­tor fácil, de estilo claro, sencillo, sin manchas de galicismos ni giros forzados.

1 4 1

Honda sensación causaron en el periodismo mexicano las Carlas ilt.'l Cura de la Sierra dirigidas á Fauslo, seudóni­mo aquel bajo el cual se ocultó el Sr. Córdoba. He aquí la historia de estas Cartas:—Un escritor liberal, de talento y crecida influencia entre los literatos de su partido, publi­caba unos artículos con el título de Bosquejos, en los cua­les censuraba acremente y ridiculizaba con saña, el sistema antiguo de enseñanza, más por ser religioso que por otra cosa: ponia en caricatura á los eclesiásticos y á los maes­tros de escuela de aldea; se desataba en improperios contra el Padre Ripalda y su Catecismo; pedia la completa abo­lición de ese sistema, y aconsejaba la persecución de los (pie todavía lo practicaran; finalmente, concluía proclamando .sus ideas acerca de tan delicada materia, describiendo al mismo tiempo la escuela tal como á su juicio debe existir en el siglo X I X , la es-uela-modelo, como él la llamaba. Odiosidad contra la religión y el clero católico, y no un es­tudio imparcial y severo de la instrucción pública en Méxi­co, revelaban aquellos artículos; y la injusticia con que el autor procedía en sus juicios, causaba en los corazones la más amarga indignación.

El Sr. Córdoba salió á la defensa de la verdad, y se pu-so enfrente de aquel escritor, que de una manera tan infun­dada, atacaba Instituciones venerables: rebatió una á una todas sus ideas, con caballerosidad, con calma, con gran acopio de razones y de erudición literaria, filosófica é his­tórica.—Su crítica fué fina y aguda, sus sátiras oportunas y de buen gusto, sus razonamientos lucidos y vigorosos, fun­dados todos en la enseñanza de los más acreditados filóso­fos y de los más entendidos publicistas; en una palabra, deshizo con gran habilidad todos los conceptos de su con­trario, y lo venció en buena lid. Y fuese que el escritor li­beral no encontrara ya razones que oponer; fuese que por aquellos momentos hubiese decidido abandonar el perio-

1 4 2

dismo, la verdad es que guardó silencio y se retiró de la lucha, sin que en mucho tiempo volviera á tomar la plu­ma.—Fué éste un gran triunfo para el Sr. Córdoba, que todavía se recuerda en México con agrado por los que lo presenciaron.

El Ijwalle Mexicano es un devocionario precioso y en extremo útil para las almas piadosas, por la abundancia de sus oraciones y la unción cristiana que todas respiran: el lenguaje, además, es castizo, sencillo y adecuado al asunto.

Por último, su Manual de Literatura ha sido juzgado en los siguientes términos por dos autoridades competentísi­mas, los Sres. Arango y Esc andón y Aguilar y Marocho: —"Encerrar en breves términos, dicen estos insignes escri­tores, sin omitir parte alguna sustancial, cuanto sirve de materia á un arte 6 á una ciencia, es dado á pocos, por la razón muy obvia de que no son muchos los que llegan á tener pleno dominio de alguna ciencia ó arte. Tampoco es de todos escribir con sencillez y claridad; y el compendio por su misma naturaleza, y por el objeto á que se destina, es acaso el linaje de composición que más requiere un estilo claro y sencillo.—El Manual de Ijteratwa es completo, y está redactado con la precisión y claridad convenientes. I ,os preceptos que en él se enseñan están tomados de las me­jores fuentes, y son á todas luces cánones del buen gusto y de la verdadera belleza literaria. No era ésta la ocasión de escribir nec nova nec noviter; y ha hecho muy bien el au­tor en seguir las huellas de los mayores."—Tiene de par­ticular esta obra que los ejemplos que en ella pone el Sr. Córdoba para fundar y explicar sus preceptos, están loma­dos de autores nacionales únicamente.

Tal es, como poeta y escritor, el distinguido mexicano Sr. [). Tirso Rafael Córdoba.

D O N

M A N U K L O R O Z C O Y B E R R A .

I .

r

K aquí al más venerable y modesto* de los anticua­rios mexicanos, al entendido historiador y erudito bibliógrafo de reputación europea; hé aquí á uno de

los más laboriosos escritores que con infatigable celo ha pro­curado la ilustración de nuestra historia antigua, y que con sus obras ha enriquecido la literatura mexicana; hé aquí, finalmente, al sabio y digno compañero de D. José Fernan­do Ramírez, D. Joaquín García Icazbalceta y D. Francis­co Pimentel, maestros beneméritos, cuyos nombres deben pronunciarse con respeto por todos los que amen los estu­dios históricos nacionales y comprendan su importancia y trascendencia.—Veterano de nuestras letras, investigador constante de las fuentes primitivas de nuestra historia, de una vida consagrada enteramente al estudio de todas nuestras antigüedades, aficionado á sacar de ellas luz y provechosa enseñanza; el Sr. ürozco y Berra es digno de los hornería-

•44

jes que deben tributarse á quienes, como él, dedican su ac­tividad y sus desvelos al bien, honra y lucimiento de la patria que los vio nacer.

Tuvo su cuna en esta capital de México, y vino al mun­do el 8 de Junio de 1 8 1 6 ; hijo de 1). Juan N . Orozco y de Doña María del Carmen Berra. El primero militó en el ejército insurgente, sirviendo al lado del cura D. Mariano Matamoros como capitán del regimiento de San Pedro.— Después de recibir la instrucción primaria en la casa del profesor D. Octaviano Chousal, pasó al Colegio de Mine­ría en 1 8 2 9 , y allí se distinguió notablemente por su aplica­ción, tanto, que alcanzó á recibirse de ingeniero topógrafo seis años más tarde, sustentando con frecuencia actos pú­blicos y obteniendo en ellos señalados triunfos. Se trasladó luego á Puebla llevado por cuidados de familia; lo que no impidió que se dedicara á dar lecciones particulares de ma­temáticas y que recibiera el nombramiento de maestro de obras de la ciudad, sin embargo de eme todavía contaba pocos años.

El joven ingeniero amaba con particularidad los estudios y cifraba en los trabajos intelectuales sus mayores delicias; así, no es de extrañar que teniendo ya un título quisiera conquistar otro. Cursó, en efecto, jurisprudencia en el Se­minario de aquel Obispado, y asistió á hacer su práctica de foro al bufete del Lic. D. José Rafael ísunza, recilTiéndose de abogado en 1 8 4 7 . — A la sazón, el país estaba envuelto en los duros conflictos que sobre él habian traído las discor­dias civiles y la invasión norte-americana; y como el Sr. Orozco mostraba grandes dotes de inteligencia, patriotismo y energía, fué llamado á desempeñar la Secretaría del Go­bierno de Puebla, y con este carácter anduvo al lado del Sr. Tsunza, su maestro, durante la campaña, siguiéndole igualmente á Querélaro cuando se reunieron en esa ciudad los gobernadores de los Estados para arreglar la paz con

' 4 5

la República del Norte. Kl 3 0 de Abril de 1848 renunció aquel puesto, por haberse retirado del Gobierno el citado Sr. Isunza.

En Puebla, dice un biógrafo del Sr. Orozco y Berra, "hi­zo sus primeros ensayos literarios, pues en 1846 y 1 8 4 7 , fué él quien pronunció el discurso oficial en las festividades del 1 6 de Setiembre, y formó parte de la redacción de los pe­riódicos políticos El Porvenir, La Libertad, y otros. En unión de su hermano Fernando, redactó El Entreacto, y es­cribió, en compañía de D. Manuel María de Zamacona, El Saínete, y con otros el que llevaba por nombre: Uno de tan-

tos. Desempeñó en aquel Estado varias comisiones, entre ellas, la de la formación de la estadística militar; y fué nombrado asesor del juzgado de Tlaxcala."—Allí mismo tradujo en colaboración con el citado Sr. Zamacona, el dra­ma francés Andró Chcnier, y otro intitulado El Ministro.

En 1 8 5 1 vino el Sr. Orozco á México, con motivo de un negocio profesional en que tenia interés el general Santa -Ana; y concluido aquel, D. José Fernando Ramírez le nom­bró empleado en la Sección de Registros del Ministerio de Relaciones, y más tarde, Director del Archivo General. — Ea amistad de aquel distinguido hombre de Estado impul­só eficazmente en su carrera al Sr. Orozco; y éste desempe­ñó diversos empleos y comisiones científicas de importancia, tales como las siguientes: las de rectificar la Carta general de la República, de formar un Diccionario Geográfico y un Mapa del Valle de México, y de hacer el inventario de la rica biblioteca del Convento de San Francisco, acompaña­do del mismo Sr. Ramírez. Fué también Oficial Mayor del Ministerio de Fomento y luego Secretario de este ramo en 1 8 5 7 ; más tarde profesor de la Escuela Militar, Oficial Ma­yor nuevamente de Fomento, ingeniero en la construcción de fortificaciones de la capital, y por fin, ministro de la Su­prema Corte de justicia en 1 8 6 3 . - Estos últimos cargos los

18

I4Ó

tuvo bajo la administración, del Presidente Don Benito Juárez.

No habiendo podido seguir al Gobierno liberal en su pe­regrinación á Paso del Norte, por motivos de familia y es­casez de recursos, se quedó en México, donde, al estable­cerse el Imperio, recibió de Maximiliano señaladas muestras de aprecio, obteniendo los siguientes nombramientos: Sub­secretario de Fomento, Director del Museo Nacional, Ca­tedrático de historia de México en la Escuela de Minería, Académico de la de Ciencias y Literatura, Consejero de Estado, y Oficial de la Orden del Águila Mexicana.—En su carácter de Consejero, prestó importantes servicios al Go­bierno Imperial, sobre todo, al tratarse en las célebres con­ferencias de Orizaba de la conducta que debia seguir el So­berano. El mismo Archiduque dio al Sr. Orozco las gracias en una carta autógrafa que conserva, y en la cual recono­cía la lealtad y fidelidad que había prestado á su Gobierno.

Caído el Imperio, el Sr. Orozco y Berra sufrió algún tiempo de prisión en el Convento de la Enseñanza conver­tido en cárcel, retirándose definitivamente desde su salida de él á la vida privada, y no ocupando ya ningún puesto público. " l i a encontrado —dice el escritor á que he aludi­do,— verdadera protección, amistad, consideraciones y ar­rimo en los Sres. D. José Antonio y D. Bernardo Mendizá-bal, y en el Sr. D. Sebastian Camacho, quienes le han proporcionado un empleo en la Casa de Moneda, del cual ha vivido y vive;" dedicándose, en las horas que sus ocu­paciones le dejan Ubres, á sus predilectos quehaceres litera­rios y á la enseñanza de la juventud en el Colegio de la Paz (antiguo de las Vizcaínas) y en la Escuela Secundaria de Niñas.

147

1 1 .

La carrera literaria del Sr. Orozco y llena, que comen­zó en Puebla, según hemos visto, no ha sido nunca inter­rumpida por los numerosos puestos públicos, comisiones y empleos que en distintas épocas ha desempeñado; pues su clara inteligencia, ayudada de su grande amor al estudio y de su incansable laboriosidad, no le han dejado desatender las tareas del entendimiento, y sus deberes de ministro en nada turbaron jamás los trabajos del anticuario y del histo­riador.—Después de sus primeros ensayos, publicados mu­chos de ellos en los periódicos literarios más autorizados tle la época, como El Museo Mexicano, La Ilustración Mexi­

cana y otros, se dedicó con afán á los estudios históricos, logrando atesorar en poco tiempo preciosos y útiles conoci­mientos. Manifestó desde luego sobresaliente aptitud para la investigación; y debido á esta circunstancia, y á la de haberse consagrado especialmente al estudio minucioso de los orígenes primitivos de nuestra historia, pudo colaborar de una manera muy notable en el Diccionario Universal

de Historia y Geografía, publicado por el Sr. Andrade. Los artículos que en él dio á luz el Sr. Orozco, fueron todos relativos á la geografía de México, y algunos á los sucesos más importantes de la conquista; siendo digno de observar, que estos últimos, en su mayor parte, estaban revestidos de cierto interés novelesco propio para despertar la anima­ción del lector.—Por ese tiempo ( 1 8 5 3 ) , publicó también su iVoticia de la Conjuración del Marques del Valle, en la

cual hay crecida abundancia de episodios y pormenores, nuevos muchos de ellos enteramente, pues el Sr. Orozco tu-

1 4 8

vo á la vista documentos de importancia antes desconoci­dos. - Este libro es un estudio completo de aquella época ( 1 5 6 5 - 1 5 6 S ) . -- En 1 8 5 7 contribuyó á la formación de la Memoria del Ministerio de Fomento, dando para ella los siguientes trabajos: "Informe sobre la acuñación de las Ca­sas de Moneda de México," "Población de la República Mexicana," "Divisiones eclesiásticas" de la misma, y "Car­ta etnográfica." Después escribió multitud de artículos des­criptivos para la gran olirà Mexico y sus alrededores, ilus­trada con vistas litográíicas de lugares y edificios notables.

La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística acor­dó la publicación de una Memoria pirra la Carla hidrográ­

fica del Valle de Mexico; y al Sr. Orozco y Berra, uno de sus miembros más capaces y distinguidos, encomendó la formación de aquella, dándola á la estampa en 1 8 6 4 en un volumen en 4 . 0 , y reproduciéndola más tarde en su Boletín.

—A este trabajo acompañan algunos planos, indispensables para completarlo y hacer más perceptibles sus indicaciones.

De tiempo atrás, el Sr. Orozco habia venido formando una de sus obras más laboriosas é importantes, la primera de su índole en México, y de grandísima utilidad para los esludios históricos nacionales: Me refiero á su Geografia de

las lenguas y Carla etnográfica de México, de la cual habia presentado ya algunas muestras en la Memoria de Fomento de 1857.—Aflicciones y cuidados de familia, las estreche­ces de la pobreza y otras penosas dificultades que quitaban á nuestro autor el sosiego, le habian impedido proseguir sus investigaciones y terminar su obra. "De continuo esta­ba reducido —dice él mismo en el prólogo con ingenua y sencilla franqueza,— á una triste alternativa: si tenia pan, no tenia tiempo, si sobraba el tiempo carecía de pan. Luchando contra esta terrible contradicción ; bregando con­tra mis sentimientos íntimos por la muerte de mis hijas, proseguí, sin embargo, la tarea que me habia impuesto, con

149

ja tenacidad febril de la desesperación."—Ayudado más tarde por los Sres. D. José Fernando Ramírez y D. Joaquín García Icazbalceta, que pusieron liberalmente á su dispo­sición sus ricas bibliotecas y colección de manuscritos; pro­tegido luego por dos ministros ilustrados, sobre todo por el Sr. Salazar Ilarregui autorizado por Maximiliano, quie­nes conocían el mérito del insigne anticuario y la impor­tancia de la obra que traía entre manos, pudo al f in darle término en 1SÓ4; y se imprimió ese mismo año, en un tomo en 4 . a mayor, de 3 9 2 páginas ilustrado con una Carta.

La obra está dividida en tres partes, y cada una ofrece interés distinto por las materias de que trata; pero todas forman un conjunto, y se enlazan y completan mutuamen­te.—La primera es un Ensayo de clasificación de las lenguas

de México; la segunda, contiene Apuntes para- las inmigra­

ciones de las tribus de México; y la tercera, finalmente, tra­ta de la Geografía de las lenguas de México, ó sea de los lugares de nuestro país en que todavía se hablan los diver­sos idiomas indígenas y sus dialectos.—Basta esta simple enumeración, para comprender desde luego la gran impor­tancia del estimable trabajo del Sr. Orozco y Berra, su in­fluencia en las investigaciones lingüísticas é históricas de la nación, y la luz que puede derramar en esa clase de labo­res. Su obra, en efecto, es completa, de un valor subidísi­mo, y digna de los más ardientes aplausos de la crítica. La segunda parte contiene todo lo que se refiere á los poblado­res primitivos de esta parte de la América,— su origen, la formación y división de tribus, el parentesco ó afinidades de éstas entre sí, sus emigraciones, inmigraciones y viajes en busca de mejores climas y tierras más fértiles; sus cos­tumbres, religiones, el grado de civilización que cada una alcanzaba, su establecimiento en determinados territorios, sus guerras, su manera de gobernarse; todo, en fin, lo que puede dar idea de aquellas razas que encontraron en Méxi-

Co los españoles. V cuenta que este género de investigación presenta dificultades gravísimas, insuperables muchas ve­ces aun para la más celosa perseverancia. De manera, que para que el Sr. Orozco haya podido asentar sus conclusio­nes y realizar importantes descubrimientos, ¡cuánto no ten-dria antes que estudiar, analizar, leer y comentar! Todo lo examina; y para esto, llama en su auxilio las respetables autoridades que pueden darle alguna luz y fundar sus con­jeturas, aclarar sus dudas y guiarlo con seguridad por el erizado zarzal de la historia de las tribus de México; mo­numentos, ruinas, geroglíficos, manuscritos, crónicas, his­torias: tales son las fuentes y los materiales que sirven de base en sus trabajos al insigne y venerable anticuario. Y sin embargo de que ninguna de sus deducciones ofrece duda, él dice con la modestia del verdadero mérito que, "si bien la mayor parte de las premisas que establece se fundan en la autoridad histórica, las consecuencias no tienen otro pe­so que el que él mismo puede cumunicarles en virtud de su juicio particular." "Esta segunda fracción de mi libro — agrega después,— merece de las tres el menor crédito, y sin falsa modestia, es la menos meditada. El lector proce­derá con cordura, no admitiendo mis asertos sino después de un profundo examen y con todas las reservas convenien­tes. Lo que repulo por capital en mi libro, es la fracción relativa á la geografía de las lenguas. No presumo haber atinado en ella tan cumplidamente, que no haya sacado defectos; defectos que por precisión debe tener como todo trabajo de hombre, y que mi incapacidad y mi ignorancia no acerlaron á evitar, no obstante el haber puesto todo mi cuidado. Trabajos de esta clase son de suyo difíciles; en nueslro país, además, no son todavía comunes; es natural que cuando por primera vez se emprenden, se prohijen ma­yor número de errores, que así que son ya familiares."

Ardua y fatigosa era, en efecto, la labor; pero el Sr.

>5i

Orozco piulo ciarle felicísimo remate, merced á su constan­cia, á sus grandes conocimientos de la población indígena de la República, y al caudal de erudición histórica y ma­duros estudios que revela de los autores que han tratado aquellas materias.

I I I .

Kn la Memoria del Ministerio de Fomento correspondien­

te á 1 8 6 5 , regístranse dos trabajos importantes de nuestro autor: uno sobre -'Posiciones de varios puntos del Imperio Mexicano," y otro titulado "Alturas sobre el nivel del mar de varios puntos del Imperio de México." De ambos estu­dios científicos, emprendidos con la colaboración de dos ingenieros distinguidos, se hizo una edición separada.—Más tarde, en 1 8 6 7 , el Sr. Orozco y Berra publicó por disposi­ción del Ministerio de Fomento, su Memoria para el plano

de la ciudad de Jlfc.xico; libro curiosísimo y el único hasta hoy en nuestra capital que puede llenar el objeto á que fué destinado. Compeliese de dos partes: la primera, que pue­de llamarse científica, contiene todo lo relativo á la histo­ria cartográfica de la ciudad, levantamiento del plano, triangulación, vueltas del horizonte, posiciones geográficas, observaciones meteorológicas, evaporación, superficie de la ciudad, etc. La segunda es puramente histórica: en ella se dan noticias interesantes y por lo general desconocidas, de los establecimientos principales y edificios más notables de Méxicp, como iglesias, conventos, palacios, hospitales, co­legios, paseos, mercados, monumentos, etc., etc.—"Una

• i 5 2

nueva edición de este libro, —dice con justicia el Sr. Sosa — con las variaciones que el curso del tiempo ha hecho nece­sarias, lo convertirían en el mejor y más curioso Manual

del viajero en México."

En cuanto á los Materiales para una Cartografía mexi­

cana, publicados en 1 8 7 1 por el Sr. Orozco y Berra en un tomo, 4 . 0 mayor, de 3 3 8 págs., véase lo que dice aquel es­critor: "En esta obra se da razón de las ideas geográficas de los aztecas, de cómo representaban las aguas y las tier­ras, y cómo eran sus planos geográficos y topográficos; re-gístranse en ella tres mil cuatrocientas cartas generales, particulares, eclesiásticas, del territorio antiguo, hidrográ­ficas, de líneas divisorias, ignográficas, de vías de comuni­cación, planos científicos, planos etnográficos, administra­tivos, mapas históricos, de viajes y topográficos; compren­diéndose en ese número las de las correspondientes subdi­visiones de cada una de las diez y seis secciones en que el libro está dispuesto."

Aparte de estas obras, publicadas en forma de libro, el Sr. Orozco y Berra ha dado á luz otras muchas que andan sueltas en los periódicos; pues desgraciadamente su pobre­za no le ha permitido imprimirlas por separado. Tan con­cienzudos, tan laboriosos é interesantes estos trabajos como los que antes he mencionado, ellos son dignos del mayor aprecio y propios para servir de consulta á sabios y arqueó­logos, porque todos están encaminados á ilustrar nuestra historia antigua y á enriquecerla con nuevos descubrimien­tos.—Así, en el periódico El Mexicano, merecen citarse en­tre otros muchos, sus artículos: "Algunas nociones de Cro­nología," "Geografía," "Idea de las divisiones territoriales de México, desde los tiempos de la dominación española has­ta nuestros dias," y "Acuñación en México." En El Re­nacimiento, La Enseñanza, El Artista, /.os Anales del Mu­

seo Nacional, El Sistema L'ostal y La Rer'ista Científica

Mexicana, de la cual es redactor en jefe, ha publicado tam­bién numerosos estudios históricos, arqueológicos, geográ­ficos, estadísticos, etc.; siendo muchos de ellos únicos en su género hasta hoy en México, completos, curiosos y acaba­dos. Mencionaré aquí los principales.

En El Renacimiento: Conquistadores de México, Las

Ruinas de Tlalmanalco, Ijr Alhóndiga de Gran-xditas de

(iuanajuato, Euerta lateral del Convento de San Erancisco

de México, y Acuñación en México.—El artículo relativo á este último asunto, inserto en la Memoria del Minist, rio de /''omento de 1 8 5 7 , comprendía una Noticia general de la moneda fabricada en nuestro país desde 1 5 3 7 hasta fines de 1 8 5 6 , adelantando tres años más el trabajo dado á luz en el Diccionario Universal de Historia y Geografía bajo el

título de Moneda en México. Posteriormente, en 1866 , hi-' zo el Sr. Orozco nuevo resumen de la acuñación en las ca­sas de Moneda mexicanas, hasta 1 8 6 5 ; y en la Memoria publicada en el El Renacimiento de que acabo de hacer mé­rito, continuó su curioso trabajo.

En La Enseñanza: su Historia de la Geografía cu Mé­

xico, obra importantísima y laboriosa, llena de datos y no­ticias, en que el Sr. Orozco se extiende á tratar de los dis­tintos ramos de aquella ciencia en nuestro país, de los trabajos emprendidos por algunos sabios, y de los progre sos y descubrimientos alcanzados.—Es esta una de las obras más curiosas de nuestro autor, que hace honor á su saber y á sus estudios.

En El Artista: sus luminosos artículos acerca de La Ci­

vilización Mexicana y la Cruz del Palenque, en los cuales, después de detenidas investigaciones, el Sr. Orozco estable­ce las deducciones siguientes: 1 " Antes del descubrimiento de Cristóbal Colon, América tuvo algunas comunicaciones con el viejo mundo; 2 * Los pueblos americanos tuvieron su civilización propia y peculiar, en la cual vinieron á inger-

19

1 5 4

tnrse las ideas de las civilizaciones asiáticas, y más tarde las de la europea.

En los Anales del Musco Nacional: El Cuauhxicalli de

TÍZOC, estudio arqueológico sobre la piedra vulgarmente llamada "De los sacrificios;" Dedicación del Templo mayor

de México, también estudio arqueológico de una lápida con­memorativa de aquel acontecimiento; Códice Mendozino,

ó sea ensayo de descifracion geroglífica de este documento publicado en la famosa obra de Lord Kinsborough Anti-

quities of México; y finalmente, Doctrinas en gereoglíficos,

curiosísimo é interesante artículo sobre los medios emplea­dos en la escritura por los aztecas y aun por los misioneros dedicados á su enseñanza, para expresar sus ideas reli­giosas una vez iniciados en los preceptos de la civilización cristiana. El Sr. Orozco descifra aquí también un manus­crito que posee, el cual no es otra cosa que una compilación de oraciones expresadas por figuras dibujadas y combina­rlas de diversos modos.

En la Revista- Científica Mexicana continúan los artículos relativos á la Historia de la Geografía en, México; y por úl­

timo, en la Biblioteca Histórica Mexicana que publica ac­tualmente el Sr. D. José María Vigil, aparece un notable Estudio de Cronología Mexicana- debido á la pluma ríe nuestro anticuario, sirviendo como de introducción á la Cró­

nica de Tezozotnoc.

Tales son las obras hasta hoy publicadas por el Sr. 1). Manuel Orozco y Berra. Inéditas aun conserva muchas, pues su increíble afición al trabajo y su dedicación al estu­dio, jamás le permiten descansar: el venerable anticuario halla en las investigaciones históricas su mayor encanto y sus más puras delicias.—Entre lo que el Sr. Orozco tiene sin publicar, solo mencionaré su Historia Antigua de Mé­xico; obra verdaderamente magua, llena de novedad y de atractivo, profunda, extensa y completa, que sin duda co-

1 5 5

roñará su reputación <le sabio, y será nuevo timbre de glo­ria para la literatura nacional, y valiosa joya que vendrá á aumentar el número de las que ya la enriquecen; pues creo que difícilmente podrá escribirse en mucho tiempo otra que le iguale en interés y originalidad. En cuatro partes está dividida: la primera trata de la civilización azteca, la se­gunda, del hombre primitivo en América, la tercera, de la bistoria antigua de los mexicanos, es decir, anterior á la llegada de los españoles, y la cuarta, de la conquista.—El plan no puede ser más vasto y acertado; y en cuanto al des­empeño, ya debe suponerse que será brillantísimo. El Sr. Orozco ha depositado en las páginas de su libro el fruto de los estudios de toda su vida, lo que ha penetrado en sus de­tenidas y profundas meditaciones, lo que le ha enseñado la experiencia, lo que ha descubierto, en fin, ayudado de las ciencias auxiliares de ¡a historia, como la lingüística, la ar­queología, la paleontología, y otras. También ha destruido innumerables errores, desechado teorías, aclarado dudas; ha rectificado, modificado, explicado las noticias dadas por cien autores respetables, hasta poner en claro la verdad y pre­sentar los hechos tales como fueron y sucedieron; ha puri­ficado, en suma, por medio del más elevado criterio y de la más lina sagacidad, los manantiales todos de la historia an­tigua de México. ¡Qué solidez de conocimientos revelan es­tos trabajos, y cómo se conoce que son familiares al Sr. ()rozco los autores que han escrito sobre nuestro país, desde los cronistas é historiadores primitivos hasta nuestros dias!— Yo estoy seguro de que la obra del Sr. Orozco y Berra y la que el Sr. García Icazbalceta prepara sóbrela Bibliografía

Mexicana del siglo XIV, serán los dos más grandes aconte-cimientos de nuestra literatura contemporánea, por el vacío que vienen á llenar, por la autoridad que les dá el saber de sus autores, por su amenidad y utilidad, y aun por lo escogido, elegante y castizo de la dicción. La Historia nos

I S 6

dirá todo lo relativo al pasado del pueblo que vencieron Cortés y sus legiones, todo lo que se refiera á sus orígenes, ci­vilización, costumbres, cultura, etc.; nos describirá aquellas guerras sangrientas, aquellos ritos de su religión y de sus usos guerreros, aquellos combates, en fin, entre los solda­dos de Castilla y las masas de indígenas; hambrientos, des-mulos, casi desarmados, pero valerosos y heroicos. La B i ­bliografía nos explicará cómo, una vez perdido por los aztecas su poder, se pusieron las bases de la sociedad actual, qué medios emplearon los dominadores para engrandecer­la y darle dicha, cómo se propagó la luz de la verdadera civilización entre los indios, quiénes se encargaron de esta obra meritoria y cómo lograron darle cima; la Bibliogra­

fía nos dirá, por último, de qué manera españoles y mexi­canos, vencedores y vencidos, se unieron y confundieron entre sí para formar un solo pueblo. Aquí presenciaremos otros combates y otras luchas, esfuerzos de otro género, y cuadros apacibles que harán asomar á nuestros ojos lágri­mas de gratitud y de ternura. No serán ya soldados, sino hombres de paz, los que estén en contacto con los antiguos subditos de Moctezuma, y las armas de estos enviados del Señor no serán homicidas como las otras, antes darán la salvación y la vida: ellos sólo emplearán la palabra, la dul­ce persuasión, la humildad, el sacrificio.... Veremos en aquellas páginas ancianos venerables y misioneros pacíficos evangelizando comarcas enteras, aprendiendo los idiomas del país para luego predicar en ellos y componer libros, consolando á los tristes y velando por todos. Iremos des­pués á las escuelas; y allí encontraremos rodeados de niños, como un padre cariñoso en medio de sus hijos, á Fr. Pedro de Cante, á Fr. Bernardino de Sahagun, á Fr. Toribio de Benavente, y á tantos otros cuyos nombres venera y bendi­ce la historia.

1 lé aquí, pues, por qué la Historia del Sr. Orozco y

1 5 7

Berra y la Bibliografía del Sr. García Icazbalceta, podrán considerarse como los dos primeros eslabones de la gran cadena de nuestras historias, las dos fuentes por donde ten­drá que comenzar á estudiar todo el que en los tiempos fu­turos quiera conocer por completo los anales de la nación mexicana. *

I V .

Torpe redundancia y ridicula vanidad parecerá tal vez intentar hacer el elogio del Sr. D. ¡Manuel ürozco y Berra, después de la anterior enumeración de sus obras y trabajos; porque bien se ve que estos bastan para acreditarlo de muy estudioso y entendido, de erudito y sagaz anticuario, de arqueólogo, historiador y literato diligente. Mi suma igno­rancia, además, en las materias tratadas por nuestro escri­tor, hará sin duda que aquel intento sea calificado de te­meraria audacia, no concediéndole por esta razón ninguna autoridad.—Sin embargo, séame lícito estampar aquí el juicio á que por sus notables méritos se ha hecho acreedor el Sr. Orozco y Berra; juicio que, puede estar seguro de ello el lector, no será más que el eco de los que en distiu-

* L a Historia Antigua (fe Mé.vico de l S r . O r o z c o y B e r r a es tá c o n c l u i d a h a c e t i e m p o ; p e r o la p o b r e z a del a u t o r , a n c i a n o c a r g a d o d e u n a fami l ia n u m e r o s a , le h a i m p e d i d o h a s t a h o y p u b l i c a r l a , y se lo i m p e d i r á , D i o s s a b e c u á n t o t i e m p o , si un M e c e n a s g e n e r o s o n o le t i e n d e la m a n o ; a u n q u e ú l t i m a m e n t e p a r e c e q u e el G o b i e r n o se d e ­c i d e á t o m a r la o b r a b a j o su p r o t e c c i ó n . E n t r e t a n t o , el m a n u s c r i t o y a c e en el o l v i d o ; p e r o el sab io a n t i c u a r i o no sé d e s a n i m a ; a n t e s ha c o m e n z a d o y a y t r a b a j a en o t r o l ib ro q u e t e n d r á por t í tu lo : Historia

iic ta Dominación española cu .UC.V/'LO.

i 5 8

tas ocasiones he oído de personas competentes y autori­zadas.

Es ya por demás encarecer la importancia y trascenden­cia de los estudios históricos americanos: nadie duda que en ellos se encuentra un venero riquísimo de hechos, de cuestiones y de recuerdos, propios no solo para engalanar magníficamente nuestros anales literarios, sino en particu­lar para explicarnos con claridad innumerables aconteci­mientos todavía no comprendidos, para hacer desaparecer groseros errores, ilustrar las conjeturas y las dudas, y dejar incólume la verdad. Pero por más que esto se conozca, ra­ros son en México los que demuestran alguna afición á aquel género de labores; nadie se anima á emprender in­vestigaciones, quizá por lo difíciles y costosas; nadie quiere proseguir los trabajos anteriormente comenzados por anti­cuarios insignes: todos se conforman por desgracia con se­guir leyendo los autores que hasta hoy han estado en boga, sin reflexionar que la marcha del tiempo, los progresos de las ciencias, trabajos posteriores y más detenidos estudios, han podido adelantar muchísimo las noticias dadas por aquellos. Y en efecto, ¡cuántas de éstas han quedado des­mentidas, cuántas han sido rectificadas, cambiadas ó mo­dificadas! Para muchos, por lo mismo, permanecen com­pletamente ignorados los descubrimientos bibliográficos del Sr. García Icazbalceta; descubrimientos que como se com­prende desde luego, han debido arrojar luz sobre un punto antes oscuro, ya se trate de una fecha ó de una persona, ya de un hecho ó de un lugar. De igual modo son desco­nocidas las enmiendas hechas á nuestros antiguos cronistas por sabios como D. Fernando Ramírez y I). Manuel Oroz-co y Perra, por lingüistas tan autorizados como el Sr. Pi-meutel. El olvido generalmente, —al menos el de la ma­yoría de los que leen en México,-— es lo único que en su patria alcanzan aquellos beneméritos escritores, después de

1 5 9

dar cima á sus trabajos; y en verdad que se necesita volun­tad heroica y bien arraigada, para perseveraren esa ingra­ta senda.—Va dije al principio de este artículo, que el Sr. Orozco y Berra es de los pocos que en nuestro país mantie­nen vivo el fuego sagrado de los estudios históricos: nada le ha hecho abandonarlo, ni la indiferencia de sus contem­poráneos, ni los desengaños que ha sufrido después de po­ner término á obras laboriosas. El Sr. Orozco estudia y es­cribe, aunque sepa que sus producciones permanecerán iné­ditas por falta de medios para publicarlas.

Tratándose de investigaciones, estudios y trabajos relati­vos á la historia del pueblo conquistado, antes de la llega­da de los españoles; tratándose de examinar las huellas que nos dejaron los aztecas de aquel tiempo, en monumentos, escrituras de piedra, geroglíficos, ruinas, etc.; las dificulta-des que encuentran los hombres estudiosos, suben de punto, y éstos tienen que luchar con obstáculos verdaderamente in­superables. ¿Cómo leer esas páginas, si casi puede decirse (pie desapareció la clave para descifrarlas? ¿Cómo estudiar y analizarlas figuras, si apenas quedaron indicios en la tra­dición de lo que con ellas querían significar y representar sus autores?—Por esto sin duda la lujosa y costosísima obra de Lord Kinsborough sobre antigüedades mexicanas en­cierra todavía misterios que nadie ha podido penetrar; y muchos de los códices allí contenidos, innumerables gero­glíficos, incomprensibles figuras que no carecen de impor­tancia, han permanecido y permanecen mudos.

Pues bien: el Sr. Orozco y Berra, convencido de (pie en todos aquellos materiales hay secretos y revelaciones desu­nió valor para la historia mexicana; convencido también de que los estudios arqueológicos no ofrecen atractivo para la generalidad, y que por lo mismo, nadie se dedicará á ellos para enriquecer nuestros anales con nuevas noticias, se propuso con abnegación llenar ese vucío y satisfacer esa

i 6 o

necesidad. De aquí que desde sus primeros años, guiado por el inolvidable Sr. Ramírez. (D. Fernando), se consagrase afanosamenLe á descifrar geroglíficos, á leer la escritura de las piedras, á buscar el sentido de antiguos y respetables códices, á meditar, en fin, ante las ruinas sembradas en nuestro territorio; pidiendo para todo esto su ayuda á los cronistas, á los filólogos misioneros, á los historiadores y lingüistas contemporáneos, á cuantos pudieran darle al­guna luz sobre las materias por él tratadas.—Tan extraor­dinaria diligencia, tan crecido amoral estudio, tantos es­fuerzos y laboriosidad, han traído al ilustre anticuario, como era de justicia, gratas satisfacciones, siendo sin duda las mayores de ellas los descubrimientos que ha hecho, y el conocimiento profundo que ha logrado alcanzar del anti­guo pueblo de Anáhuac con sus ritos y costumbres, su cul­tura y civilización, sus religiones, comercio, etc. Nadie co­mo él conoce la historia primitiva de nuestro país; y esto hace naturalmente que en ella se le considere como la pri­mera autoridad, del mismo modo que el Sr. García Icaz-balceta lo es en todo lo que se refiere al siglo X V I , y el Sr. Pimentel en los idiomas indígenas de México.—Por lo de­más, yo no me atrevo á decir una palabra sobre las con­clusiones que el Sr. Orozco y Berra ha llegado á establecer como fruto de sus estudios: tarea es ésta que corresponde á quienes pueden apreciarlas y juzgarlas.

Une nuestro autor á sus distinguidos méritos, aquella vir­tud que es compañera inseparable del que con toda verdad es acreedor al título de sabio: su modestia casi se confunde con la humildad; y aunque ha ocupado puestos muy eleva­dos en el Gobierno, como Secretario de Estado en el ramo de Fomento, jamás se le ha visto alterar en lo más mínimo su sencillísimo método de vida y sus modestas costumbres: la honrosa y absoluta pobreza en que vive, es prenda segu­ra de la limpieza con que han pasado por sus manos los

I6I

cuantiosos fondos de su ministerio. El Sr. Oro/eo y Berra ha recibido valiosos testimonios de consideración de las cor­poraciones científicas y literarias más respetables del país y del extranjero, entre las cuales las más notables son las siguientes. De México: Sociedad Ilumboldt, Sociedad de Historia Natural, Sociedad Minera, Liceo Hidalgo, Socie­dad de Geografía y Estadística (de la que es actualmente Presidente) y Academia Mexicana Correspondiente de la Española; del extranjero: Academia de la Historia de Ma­drid, Sociedad Arqueológica de Santiago de Chile, Socie­dad Geográfica de Roma, Sociedad Arqueológica de Paris y Congreso Internacional de Americanistas.

20

DON

R A F A E L Á N G E L D E LA PEÑA.

i.

ÍJO de esta ciudad de México, nació e! Sr. Peña el 23 de Diciembre de 1 8 3 7 , siendo sus padres Don Rafael G. de la Peña y Doña Dolores Pedraza.

Recibió de éstos muy buenos ejemplos de virtud; y debido á ellos y á la religión y la piedad en que fué educado, ad­quirió tlesde sus primeros años las inclinaciones que se han menester para ser útil á la sociedad y á la patria, consa­grándole todas las labores del espíritu y el tesoro de co­nocimientos que un estudio constante y detenido llega á reunir.—Un hermano suyo le guió en los primeros pasos de la instrucción primaria y parte de la secundaria; y tam­bién al señor su padre debió la enseñanza del idioma fran­cés, de la historia y de la geografía. Pero abandonando en sazón oportuna los estudios del hogar doméstico, entró, en Fuero de 1 8 5 2 , al Seminario Conciliar, y allí cursó brillan: tísimamente las siguientes materias: latín, retórica, lógica,

1 6 4

metafísica, ética, matemáticas, cosmografía, física, y teolo­gía apologética, moral y dogmática. En lo particular, y siendo ya pasante teólogo, se dedicó también al estudio del Derecho Civil y Canónico. Es de advertir, que no obstan­te la importancia y gravedad de estas ciencias, el Sr. Peña obtuvo siempre en todas ellas la calificación suprema por unanimidad de votos, y el primer premio en todas las cáte­dras del Establecimiento: así consta en los libros de actas respectivos, y así lo aseguran también los diversos triunfos que se registran en la vida literaria de este distinguido me­xicano; pues en edad todavía temprana ganó por oposición la Beca de Honor del Colegio en la Facultad de teología, y poco después, con la misma circunstancia, obtuvo la im­portante cátedra de Filosofía.—Desde 1 8 5 S se dedicó de una manera especial al estudio de las matemáticas, hacien­do esto que con el tiempo hubiera venido á ser en ellas una notabilidad y un consumado maestro, digno ciertamente del alto respeto y honrosas consideraciones con que lo han distinguido los profesores mexicanos de aquella ciencia.

El esmerado cultivo que en las aulas hizo el Sr. Peña de la lengua latina y de su literatura clásica, no menos que su ardiente afición y amor á ellas, le condujeron fácilmente á los estudios literarios, gramaticales y filológicos, sin aban­donar por esto los que han hecho siempre las delicias de su vida, que son principalmente los filosóficos y religiosos. Hace pocos años acometió la empresa de aprender el grie­go por sí solo; y á pesar de que sus multiplicadas ocupa­ciones solo le dejan cortos ratos de descanso, algún amigo suyo mé dice que son satisfactorios los resultados que le ha visto alcanzar.—Tan incansable perseverancia en el estudio, unida á su natural inclinación á trabajos de aquel género, hacen que el Sr. Peña sea una especialidad en materia de lenguaje; y la Academia Mexicana Correspondiente, de la cual es dignísimo miembro, está ufana de tenerlo en su se-

. 6 5

no, de oir su autorizada voz en las juntas, y de tomar en cuenta su dictamen en las cuestiones filológicas y gramati­cales que se ofrecen á su estudio.

Para concluir esta parte, diré que el Sr. Peña tuvo á su cargo durante tres años la cátedra de latinidad en el extin­guido Colegio de San Juan de Letrán; que en 1 S 6 S fué nom­brado Profesor de lógica en la Escuela Nacional Prepara­toria, y algún tiempo después, de gramática castellana. Por renuncia que hizo de la cátedra de lógica, pasó á desem­peñar la del Primer curso de matemáticas, continuando hasta el dia con ésta y con la de gramática.—El Sr. Peña es un excelente profesor: cumple sus deberes con irrepro­chable exactitud, se hace querer y respetar de sus discípu­los por su finura y su bondad, y emplea en sus lecciones un método tan sencillo y fácil, como fecundo en excelentes re­sultados. Los que bajo su dirección han frecuentado las aulas, le recuerdan con gratitud y con cariño; pues no ol­vidan ni la habilidad del maestro, ni la exquisita cortesía con '(pie recibieron de él útiles y valiosos conocimientos.

I I .

Como escritor, el Sr. Peña se distingue por la tendencia didáctica (pie imprime á sus producciones, eligiendo temas de alguna trascendencia que merecen estudio é investiga­ciones detenidas: es crítico, panegirista, filólogo, y á veces se detiene á examinar importantes puntos de filosofía, ana­lizándolos con admirable método y empleando gran acopio de fundados raciocinios. Su dicción es castiza y correcta, y en su estilo, bien cuidado siempre, aunque en ocasiones se no La en él sobrada pulcritud y pulimento, fácil es des­cubrir al buen hablista, al lector asiduo de los grandes mo­delos españoles, al conocedor profundo de los secretos del

166

lenguaje. La forma que da á sus escritos es elegantísima, tersa y limpia; observa un orden lógico y preciso, y emplea las razones, el esmero, la propiedad y oportunidad que se necesita para tratar un asunto literario.

Hé aquí ahora las obras del Sr. Peña.—Durante su per­manencia en el Seminario, escribió en latin los Panegíricos de Santo Tomás y de la Inmaculada Concepción de la Vir­gen María; varias Arengas pronunciadas en la Universidad, y el Discurso, también en latin, que leyó en el momento de abrir el curso de filosofía de que estuvo encargado. En el Colegio de San Juan de Letrán, donde el Sr. Peña se distinguió notablemente por la vasta y rica extensión de sus estudios de humanidades, pronunció igualmente una Diser­

tación Latina, cuya tesis fué filosófica; pero tanto esta como los anteriores trabajos, permanecen inéditos. Del mismo modo han quedado sin ver la luz pública otros dos discur­sos pronunciados en el Seminario conciliar, ó sean, oracio­nes sagradas sobre El Sepulcro de Nuestro Señor yesucristo,

una, y otra, sobre La Soledad de la Santísima Virgen.

Ya en 1 8 6 7 , el Sr. Peña se animó á publicar algunas obras de su docta pluma; y comenzó con un Apéndice á la

Sintaxis Latina, que por su raro mérito y buenas cualida­des didácticas, fué adoptado como libro de texto en algu­nos Colegios Nacionales. En los periódicos aparecieron los Elogios fúnebres de los Sres. D. Juan Duran, D. Gabriel Sagaceta, D. Miguel F. Jiménez y D. José María Vértiz, mexicanos ilustres y beneméritos de las ciencias entre nos­otros, á quienes el Sr. Peña dedicó sentidas frases de gra­titud y admiración, haciendo al mismo tiempo el debido elogio de sus virtudes y su saber.—Corren también impre­sos: un Discurso leído en la Escuela Preparatoria, con mo­tivo de un cuadro mural pintado por el artista D. Juan Cordero; y dos Dictámenes, referentes á una obra de ma­temáticas y á las Lecciones de Ortología del Sr. D. José Ma-

167

ría Marroquí; conservando inéditos, además, otros muchos trabajos gramaticales, y algunos filosóficos.

Si el Sr. Peña se habia distinguido siempre por la discre­ción, galanura y crecida utilidad que recomendaban sus producciones, conquistándose de este modo un honroso lu­gar entre nuestros literatos y nuestros profesores, más se ha hecho digno de admiración y aplauso, por las obras con que ha enriquecido la literatura mexicana desde que la Academia Correspondiente le llamó á su seno. Allí ha fi­gurado siempre como uno de los más celosos y fieles man­tenedores del brillo del idioma español, y también como uno de los que con mayor actividad y exactitud cumplen sus deberes y contribuyen al noble fin del instituto.—Su Discurso de recepción, que versó sobre los elementos constan­

tes y variables del lenguaje castellano, es verdaderamente

notable, porque en él resplandecen grandes conocimientos filológicos y un estilo elegante y castizo. En las Memorias

de la respetable Corporación, han aparecido dos eruditas disertaciones acerca del significado de las locuciones adver­

biales A 1 ' R I O R I y A P O S T E R I O R ' ; y por último, ha desem­peñado admirablemente y á toda satisfacción, la parte de trabajo que le fué señalada, en los vocablos, ya nuevos, ya corregidos, que deben remitirse á la Academia de Madrid para la edición del faccionario de la lengua que se prepa­ra. Muchos de estos trabajos han sido ya enviados; y según sé, el Sr. Peña ha recibido por los suyos ardientes felicita­ciones.

En 1 8 7 S publicó nuestro autor un Opúsculo con el título de 'Infiuencia de los métodos lógicos en los progresos de las

ciencias, y pronto deberá salir á luz en las Memorias de la Academia su último trabajo sobre los oficios ideológicos y

gramaticales del verbo.—El Sr. Peña, además del título de académico, tiene el de miembro del Liceo Plidalgo y de la Sociedad Humboldt de Historia Natural.

D O N

J O S É P E O N Y C O N T R 1*". R A S .

I.

^1 L Sr. Peón y Coniferas, insigne poeta lírico y el más

notable autor dramático con que se honra México en la actualidad, nació en la ciudad de Mérida, ca­

pital del Estado de Yucatán, el 1 2 de Enero de 1 8 4 3 ; y fueron sus padres, D. Juan Bautista Peón, hábil y entendi­do jurisconsulto, y Doña María del Pilar Contreras, señora de distinción por sus prendas y sus virtudes. Comenzó los estudios en edad temprana; y fué tal su dedicación, tal el brillante resultado que obtuvo en todos los cursos, que á los diez y nueve años recibió el título de Doctor en Medicina, sin que esto fuera obstáculo para que en sus horas desocu­padas ejercitase sus facultades poéticas.—Uno de sus pri­meros ensayos fué su leyenda fantástica, La Cruz del Pare­

dón, inspirada en las de Zorrilla, que no obstante sus defec­tos, naturales en quien comienza á pulsar la lira, anunciaba

ya un poeta de rica y pintoresca fantasía. También por es-•21

1 7 0

le tiempo dio á la escena tres piezas dramáticas: María í

Loca, E l Castigo de Dios y E l Conde ¡le Santiestcban. Ad

mirada la sociedad de Mérida de la precocidad del autor aplaudió con entusiasmo la representación de estas obras y dispensó desde luego al joven Peón la estimación que me recia.

En 1 863 vino á México, deseoso sin duda de buscar aqu fuentes de ilustración más fecundas y abundantes, y de peí feccionar sus estudios; y queriendo tener título de la Eacul tad Médica de la Capital, emprendió de nuevo los curse de medicina, ampliando y profundizando así los conoc mientos que anteriormente había adquirido.—Ocultó á lo ojos de sus compañeros su título de provincia, para que w le hiciesen objeto de amistosos epigramas, y obtuvo po oposición una plaza de practicante en el Hospital de Je sus de esta ciudad.* Logrados sus deseos, el Sr. Peón Contreras se dedicó al ejercicio de su profesión, cullivand las letras solo el tiempo que le dejaban libre sus ocupack nes. En 1867 obtuvo el cargo de médico Director del Ho¡ pital de Dementes de San Hipólito, en competencia co los notables alienistas mexicanos Dres. D. Lauro Mari Jiménez y D. José María de la Bandera. Durante tres añt fué también Director de la Vacuna.

"Lía sido varias v e c e s diputado al Congreso General,-dice uno de sus biógrafos,**— e n representación de alguui distritos electorales del Estado de Yucatán, al cual tambie representó en el Senado e n 1 8 7 5 y 1 8 7 6 ; habiéndose caj tado siempre el aprecio y consideración de sus compañerc de parlamento, por su carácter afable y complaciente, 1 mismo que por s u aptitud para el desempeño de las s e c r t

tarías de ambas Cámaras. No se ha ingerido mucho en 1

* El m i s m o q u e fundó H e r n á n C o r t é s . * * D. F r a n c i s c o J . G ó m e z F l o r e s .

<7*

I 1.

Dio á luz el Sr. Peón y Contreras un tomo de Poesías e\ año de iSóS; y en el folletín del periódico literario "El Do­mingo," publicó tres años después su hermosa é interesan­te colección de R O M A N C E S H I S T Ó R I C O S M K X I C A N O S , que comprende los siguientes: La Ruina de Atzcapotzatco, Tex-

cotzinco, lil Señor de Ecatepec, Tlahtticole, ñLoteuczoma Xo-

coyotzin y El Ultimo Azteca.—"En ellos, dice el escritor á que antes he aludido, se propuso Peón Contreras imitar el estilo del celebrado romancero del Duque de Rivas;" y agrega, que en estas composiciones "resplandecen pinturas y descripciones bellísimas, ya severamente majestuosas, va lánguidameu'e melancólicas; episodios y peripecias, ade-

tortuosa marcha de la política de México, pero se ha afa­nado siempre por la felicidad de su patria."—El Sr. Peón y Contreras, en efecto, ha llevado siempre una vida modes­ta y sosegada; de modo que no es de extrañar que falten en ella grandes acontecimientos que referir. Entregado con verdadera abnegación al noble sacerdocio de la medicina; amante de las dulzuras del hogar y de la familia, en la cual es modelo de esposos y de padres; cultivador apasionado del ameno y florido huerto de las bellas letras, —su ánimo no ha sido para distraerse en las luchas de los partidos, ni en las ambiciones que engendra la ceguedad política. Ca­si se puede decir que ha vivido alejado de ella; y por esto sin duda, todos le estiman y respetan, sin que jamás haya sentido conturbada su existencia por los odios y rencores que naturalmente sufre quien se mezcla de algún modo en los negocios públicos.

1 7 2

más de oportunos, llenos de interés y movimiento; la ver­dad histórica, fria y rigurosa, trasluciéndose á través de la ficción poética; y finalmente, el sentimiento patrio, sin en­tusiasmos ni arranques desordenados, delicadamente acen­tuado." Yo solo agregaré que en esta obra, el Sr. Peón y Contreras presenta con no común habilidad, revistiéndolas del galano ropaje de la poesía, las tradiciones más curiosas del antiguo Anáhuac, que es lo mismo que ha hecho el Sr. Roa Barcena en sus Leyendas Mexicanas*

La historia azteca, como las de otras razas de América, es un manantial fecundo de inspiración para los poetas y escritores: interesa conocer las costumbres, los usos y los diversos acontecimientos de aquellos antiguos moradores de estas regiones. La imaginación vuela á los remotos tiem­pos que precedieron á la Conquista; y si bien se aparta hor­rorizada de los sacrificios humanos y de otros hechos bár­baros, con deleite se detiene á contemplar la incomparable perspectiva de este valle de México, con sus jardines y sus lagos, su cielo azul y sus noches perfumadas; y luego bus­ca las pintorescas habitaciones en que se ven hermosas in­dias y gallardos mancebos; quiere adivinar episodios amo­rosos; se admira del lujo de los palacios, y lo halla todo grandioso y extraordinario.—De aquí que yo haya creído siempre que la literatura mexicana adelantaria mucho, si sus cultivadores se dedicaran á buscar, y á aprovecharse de ellos, los ricos filones que la historia nacional encierra; por­que de este modo, las obras de nuestros escritores tendrían cierta originalidad de que generalmente carecen: habria en

* El S r . D . J o s é J o a q u í n P e s a d o p u b l i c ó t a m b i é n en 1854, con el t i tu lo d e Las Aztecas, un t o m i t o d e v e r s i o n e s é i m i t a c i o n e s d e los a n ­t iguos c a n t a r e s m e x i c a n o s , d i v i d i d o en dos p a r t e s : l a p r i m e r a c o m ­p r e n d e Cantares varios, y l a s e g u n d a Cantos de Netzahualcóyotl,

rey de Texcoco, ú n i c o s q u e se c o n s e r v a n . — U n o s y o t r o s son m á s b i e n m o r a l e s y filosóficos q u e d e s c r i p t i v o s .

1 7 3

sus páginas novedad y encanlo, y copiando las espléndidas bellezas de nuestro suelo, tendrian un tinte esencialmente americano. ¡Bello seria, por otra parte, que en la hermosa lengua de Castilla, se cantasen las hazañas de los guerre­ros aztecas, se describiesen nuestras tlorestas y campiñas, y se pintasen la gracia y el hechizo de las beldades de Amé­rica!

Bien hizo, pues, el Sr. Peón y Contreras en escribir sus Romances históricos mexicanos; y ojalá que otros poetas, de no menos brillantes dotes que las suyas, continuasen la obra que él y el Sr. Roa Barcena han comenzado con tan feliz éxito. Su libro es una joya de la poesía hispano-ame-ricana: interés histórico, creciente en cada página; grave y adecuada entonación; magníficos rasgos descriptivos, y de dulce y apasionada ternura; habilidad suma para mezclar lo dramático con lo sentido y delicado; y en fin, notable corrección en el lenguaje, son las cualidades que princi­palmente engalanan la preciosa obra del Sr. Peón y Contre­ras, haciendo de ella una de las más notables y valiosas que en estos últimos años han salido á luz en México.

En cuanto á las Poesías de nuestro autor, publicadas en 1 8 6 S , según dije antes, y reproducidas más tarde en el fo­lletín del periódico La P a t r i a , el público solo ha tenido para ellas sinceros y entusiastas elogios, pues todas están inspiradas en los más nobles y bellos afectos, y están llenas, además, de delicadeza y de ternura.—La Oda á Hernán

Cortés, que fué premiada en un certamen literario convoca­do por el periodista español, Sr. Llanos y Alcaráz, es digna de un gran poeta, por su elevación de pensamiento, sus va­roniles galas, y la energía, entusiasmo y aliento que respi­ra. Merecen también citarse los apólogos: La flor del Café,

L.a Camelia, ¡Pobre Aladre!', Un Arroyo y otros, en que la gracia y la intención filosófica se unen á los más ricos pri­mores poéticos. Las elegías A Don Leopoldo Rio de la Lo-

1 7 4

za, A Don Rafael Martínez de la Torre, distinguidos me­xicanos, A Juan Clemente Zenea, y sobre todo, la Medita­

ción dedicada á la memoria de mi madre, conmueven pro­fundamente el alma, y rebosan tierna y honda melancolía; del mismo modo que deleitan las esmeradas descripciones de Las flores. El Salto de Barrio ATuevo, El Grija/va, El

Rio de T i l a p a , etc.; y finalmente, en sus composiciones eróticas, muéstrase el Sr. Peón y Conteras cariñoso y apa­sionado, de blando y exquisito sentir; y da á sus cantos amorosos, toda la suavidad y dulzura en que abunda un co­razón juvenil, cuando los encantos de una mujer hermosa le tienen cautivado.

I I I .

Sin embargo del indisputable mérito de estas obras de nuestro poeta, su nombre era poco conocido en México, y no le circundaba la aureola de merecida gloria que hoy le hace tan popular y tan querido. Fué preciso para esto que sus privilegiadas dotes se mostraran en otro género de lite­ratura, que ejercitase su actividad en un campo más exten­so y difícil, allí donde el público juzga con inflexible seve­ridad, y los triunfos se alcanzan solo por medio del verdadero mérito: en el teatro.

Nuestros escritores, no obstante su aptitud para toda cla­se de labores literarias, habían visto siempre con indiferen­cia y descuido el cultivo del género dramático, sin embar­go de que aquí se ofrece un ancho campo á los talentos privilegiados, para urdir obras interesantes y conmovedo­ras. "Y en verdad, —he dicho en otra parte,*— era de

* Corres/ofuleí/eia literaria de MCAÍCO d i r i g i d a a La Ilustración

Española y Americana.

1 7 5

sentirse esta timidez de nuestros ingenios, pues la historia nacional y las costumbres actuales de la sociedad mexica­na, convidan al poeta y al observador con sus entretenidos acontecimientos. Aquella época del vireinato es un manan­tial de inspiración, con su fe y con su piedad, con sus ar­dientes sentimientos religiosos, con sus amores ocultos, y sus damas y sus galanes: tiempos, sucesos y costumbres á propósito para inspirar obras como las inmortales de Cal­derón y de Lope." Además, las tradiciones de nuestro pueblo abundan en episodios bellísimos, engalanados de encantadora poesía, con los cuales pueden formarse esce­nas de palpitante interés y de un tinte caballeresco y origi­nal; y las pasiones de nuestra raza, avivadas y enardecidas al calor de los trópicos, bajo la influencia de nuestra natu­raleza exuberante y voluptuosa; los pensamientos nacidos también y desarrollados en medio de una sociedad joven todavía, no viciada como otras, y llena de nobles esperan­zas, son preciosos elementos para dar gallardía, gracia y robustez á las inspiraciones dramáticas. ¡Cuánto agradaría encontrar en ellas, junto á la entonación peculiar de la poe­sía española, algo de las pasiones propias, de los sentimien­tos y carácter de las almas americanas! Pero, sin embargo de esto, vuelvo á decir, nuestros escritores habían visto con abandono y descuido tan rico manantial; hasta que al lin un poeta de elevado numen, de gusto literario exquisito y de generosos deseos en pro del adelanto de nuestra lite­ratura,, comenzó á aprovecharse de él, y á demostrar con sus obras el valor de los tesoros que encerraba. Tal fué el Sr. Peón y Contreras, con cuyas felices producciones, el teatro de nuestro país, antes, tan pobre y decaído, renació súbita­mente á una nueva vida, adquiriendo desde luego grande y positiva importancia.

En 1 8 7 6 , nuestro poeta escribió su drama ¡Hasta el cielo!

en prosa, y fué representado en el Teatro Principal de esta

1 7 6

ciudad con el éxito más lisonjero; lo cual le animó decidi­damente á seguir cultivando este género de literatura.— Dio entonces pruebas de una fecundidad asombrosa, pues en un tiempo relativamente corto, se pusieron en escena con ligeros intervalos, sus dramas: El sacrificio de la vida,

Gil González de Avila, La Hija del Rey, Un. Amor de Her­

nán Corles, Luchas de honra y amor, Juan de Villalpan-

do. Impulsos del Corazón, Esperanza y Antón de Alaminas ;

todos en verso. Posteriormente se representaron también, en las nuevas temporadas dramáticas de la capital, El Con­

de de Peñalva, Entre mi lio y mi lia (comedia), I'or el jo­

yel del Sombrero, Doña Leonor de Sarabia, El Capitán Pe­

dreñales, y / Vivo ó muerto!; y prepara en la actualidad otros dos dramas, uno de los cuales llevará el título de El Al­caide de Palacio.

Aunque todas estas obras, y las extraordinarias bellezas que las engalanan, se prestan á un examen detenido, no diré aquí sino algo en general de todas ellas, por no per­mitirme otra cosa el coito espacio de que puedo disponer. —Pero antes de esto debo manifestar, que el Sr. Peón y Conlreras lia alcanzado en la representación de cada uno de sus dramas, triunfos tan espléndidos, tan ruidosos y sa­tisfactorios, como ningún otro poeta dramático los ha ob­tenido jamás en nuestra patria; y los cuales solo podrán compararse acaso con los de D. José Ecbegaray. En la cuarta representación de su hermoso drama La Hija del

Rey, la noche del 7 de Mayo de 1 8 7 6 , los escritores de Mé­xico tributaron al Sr. Peón y Contreras una ovación inusi­tada, presentándole como obsequio una pluma de oro y un honrosísimo diploma con esta leyenda: Al insigne poeta.

José Peón y Contreras, Restaurador del teatro en la patria

de Alarcony Gorosliza, por su magnifico drama L A H I J A

D E I . R E Y . — T e s t i m o n i o de aplauso y admiración de los Es­

critores de México.

1 7 7

I V .

Viniendo ahora al juicio crítico de las obras del Sr. Peón y Coutreras, diré desde luego que se nota en ellas singular y maravilloso talento dramático: conoce profundamente el corazón humano, es sagaz observador, y comprende las pa­siones y penetra sus secretos. Debido á esto, sabe conmover, interesar y deleitar con las escenas que concibe su fantasía. Cuando sus personajes hablan de los sentimientos de su al­ma; cuando describen sus recuerdos, sus anhelos, sus amar­guras, y exponen las ideas que los agitan é inquietan, la plu­ma del autor parece á veces un pincel que pinta con vivos colores los cuadros más dramáticos y terribles, y otras es la vara mágica que pone en labios de los actores, sonoros y cadenciosos períodos, y derrama sobre la escena el apacible encanto del idilio. Y siempre aquella facilidad admirable para desarrollar la acción; siempre un diálogo flexible, na­tural, elocuente; siempre aquella suave languidez y apasio­nada ternura en la descripción de los afectos.—Los vigo­rosos rasgos de que están sembrados sus cuadros, mueven sin esfuerzo las más íntimas y delicadas fibras del alma, y producen en ella las emociones en que se hace consistir ge­neralmente el mérito de toda producción dramática. Bus­cando siempre este resultado en el ánimo de los espectado­res, el Sr. Peón y Contreras hace luchar en la escena los sen­timientos más nobles y generosos, procurando por este medio que en todas ocasiones triunfe la virtud, que las almas buenas gocen, <[ue se alienten todas las esperanzas. Por eso en las obras de nuestro poeta resplandece siempre la más pura y es-

i 7 8

tricta moralidad, y sus personajes son todos simpáticos.— Nunca el Sr. Peón falsea los caracteres, ni presenta lo que no se halla en la naturaleza; mas sin que por esto se crea que desciende alguna vez al ingrato terreno en que cierta es­cuela busca sus inspiraciones. Al contrario, cuanto él pre­senta es bello, conmovedor, delicado y poético.

Por lo demás, en el Sr. Peón y Contreras todo es espon­táneo y natural, propio de la época y del lugar en que co­loca sus dramas: no hay en ellos afectación ni amanera­miento, impropiedad ni violencia en las imágenes, en el desarrollo y desenlace de la acción. Sus personajes se ex­presan conforme á las pasiones de que están animados, y sus enamoradas doncellas, figuras bellísimas todas eme re­claman el pincel de un pintor, hablan un lenguaje que en­canta por su dulzura y discreción. Risueñas descripciones, ensueños deliciosos, inefables ternuras, amorosos arroba­mientos, íntimas y conmovedoras expansiones: todo se en­cuentra en las escenas de amor que presenta el Sr. Peón. El oído, el alma, quedan suspensos de aquellas cascadas de armonía, de aquellos sublimes arranques líricos que tan á menudo tiene el ingenio de nuestro poeta.

Algunos censuran en las obras del Sr. Peón y Contreras la semejanza de los argumentos y el abuso de ciertos re­cursos dramáticos, atribuyendo á aquellos poca originali­dad, y á éstos falta de justificación y de propiedad; pero yo creo que esos mismos defectos (¿quién no incurre en algu­nos?) son debidos precisamente á la extraordinaria fecun­didad del autor, y aun al carácter lírico, por decirlo así, que en él domina; y ya se deja entender que en el teatro, no siempre podrá prescindir de ese género de inspiracio­nes. Con todo, aquellas faltas en nada disminuyen su mé­rito, el cual lo coloca indudablemente en uno de los prime­ros lugares de nuestros poetas líricos, y lo aclama como el más insigne y maravilloso de nuestros autores dramáticos.

t 7 9

V.

Últimamente lia publicado el Sr. l'eon un precioso tomo de Romances, dignos por todos títulos de su talento poéti­co: y sobre ellos debo decir algo, siquiera tenga que repe­tir conceptos anteriormente expresados. *

Catorce leyendas forman la colección, y aunque cortas, son todas riquísimas joyas en que galanamente se ostentan las más exquisitas y delicadas bellezas, lis la primera, en mi sentir, cierta originalidad en la forma bajo la cual el poeta envuelve un verdadero drama, una catástrofe terrible y dolorosa; un poema en que se agitan las grandes pasio­nes del alma, y se siente el suave soplo de los afectos más puros. La forma, digo; pero no refiriéndome precisamente al metro, —pues ya se comprende cuál ha de ser éste,— sino á la extensión del romance, al corte de la composición, á la manera empleada por el autor para exponer y desar­rollar su pensamiento. En estas primorosas baladas (que tal parecen), no hay detalles; porque el movimiento de la acción, la rapidez del desenlace, la violencia y precisión con que se destacan las figuras en la escena, exigen pocas pero enérgicas pinceladas, y no consienten digresiones ni descripciones largas y minuciosas de lugares y de personas: son como aquellas lindas miniaturas, cuyo mérito consiste en la exactitud, la limpieza, la gracia con que está repro­ducido el paisaje ó el cuadro, no obstante el pequeño espa­cio de que pudo disponer el artista. No hay tampoco allí

* C o p i o aquí p a r t e d e un a r t í c u l o q u e di á luz en lil Siglo .V/.V, s o b r e los Romances ilra/nál/tos á q u e m e r e f i e r o -

i 8 o

referencias inoportunas á tiempos anteriores al drama que se desarrolla; nada que distraiga al lector de las escenas eme el poeta le pone á la vista: todo es actual, por explicar­me así, y solo se asiste á la última catástrofe en que estalla una pasión ó un infortunio, al desenlace postrero de acon­tecimientos angustiosos.

Por lo demás, fácil es adivinar qué elementos son los que el Si'. Peón y Contreras emplea en sus romances dramá­ticos: el amor con sus ternuras, los celos con sus terribles estragos, la virtud con su poder, y sus luchas con la tenta­ción y el vicio, la energía de un corazón varonil, las tem­pestades que resultan de la honra mancillada, de la fe vio­lada, de la esperanza perdida. . . . todo eso que siente el alma en sus horas de dicha ó de desesperación. ¡Y qué cua­dros sabe dibujar de un solo rasgo; cómo nos trasporta á aquellos tiempos lejanos del honor castellano, de los casti­llos solitarios y retirados, de las ciudades sombrías y silen­ciosas; qué fuerza de colorido hay á veces en las escenas que pinta, y otras, qué encantadora ingenuidad, qué ado­rable sencillez, qué inocencia, qué gracia!—En suma, el Sr. Peón y Contreras ha enriquecido nuestra literatura con una verdadera joya, y por ella solo merece las más ardien­tes felicitaciones de la crítica.

D O N

M A N U E L P E R E D O .

I .

N'TRE los escritores que en México se dedican á la crítica literaria y los que con mayor maestría ma-nejan el idioma castellano, sobresale notablemente

el Sr. D. Manuel Pereció, por su erudición, su tacto y su rectitud, no menos que por la modestia y moderación con que asienta sus opiniones.

Nació en México el año de 1 S 3 0 ; y después de frecuen­tar con provecho las aulas de varios establecimientos par­ticulares de instrucción, ingresó al Seminario Conciliar pa­ra cursar latinidad y filosofía. Tuvo el primer premio en ambas facultades, y sustentó lucidamente en la Universi­dad el acto público de la segunda. Desde 1 8 5 0 se dedicó á los estudios de medicina, recibiendo el título de doctor en esta ciencia en 1 8 5 9 ; y merced á su aplicación, recto carácter y profundos conocimientos médicos, mereció que se le diese el cargo de Prefecto y facultativo de los alum-

1 8 2

nos de la Escuela. En su larga práctica ha obtenido tam­bién triunfos y consideraciones que su modestia le ha he­cho ocultar. "En 1 8 7 0 —dice un escritor,— en unión del Sr. Dr. D. Urbano Fonseca, trabajó en la fundación del Conservatorio, y formó el plan de estudios del Estableci­miento. Desde entonces le fué encomendada la cátedra de retórica y poética y de ejercicios prácticos de declamación; y con tal motivo, escribió la obra que sirve de texto en sus lecciones, y que es superior á todas cuantas se han escrito sobre la materia. De 18^3 á 1 S69 dirigió un Colegio de educación primaria y secundaria. En 1 8 7 2 sirvió la cáte­dra de gramática y retórica en la Escuela Central Munici­pal, y actualmente tiene igual encargo en la Escuela de Artes y Oficios del Tecpam."

El Sr. Teredo, desde muy niño, fué aficionadísimo á la lectura y á los trabajos literarios; dando pruebas en todo tiempo de la excelencia de sus dotes y de su incansable la­boriosidad. Siempre ha preferido la literatura dramática, y esta inclinación de su gusto le ha llevado á conocer las obras más notables que en este género poseen las literaturas de todos los pueblos, así antiguas como modernas. Casi todos sus escritos, por lo mismo, se refieren á este asunto, y son de mérito por la discreción y el gi*an caudal de co­nocimientos que revelan.—Ha figurado como redactor ó colaborador en los principales periódicos de México, tales como El Semanario Ilustrado, El Correo de México, El Si­

glo AYA", El Renacimiento, El Domingo, La Enseñanza, y

otros muchos. En lodos ellos ha dado á luz importantes y concienzudos estudios críticos de las piezas dramáticas que figuran en el teatro moderno; y ha juzgado con gran­de acierto las principales obras de Moratin, Ventura de la Vega, Bretón, Hartzenbusch, Tamayoy Baus, Gaspar, García Gutiérrez, y algunos autores franceses. Su RcT'ista

teatral más notable, y que basta per sí sola para acreditar-

i 8 3

le de muy entendido perito en materias de crítica, es la que dedicó á la tragedia Edipo, de Martínez de la Rosa, repre­sentada por la compañía de D. José Valero en esta capital el 2 1 de Agosto de 1 8 6 8 . Después de una oportuna y jui­ciosa introducción, el Sr. Peredo hace el estudio compara­tivo de las tres mejores tragedias que acerca de las desgra­cias de Edipo se han escrito, que son las de Sóphocles, Comedie y Voltaire; y examina luego detenidamente, com­parándola también con las anteriores, la que legó á la lite­ratura de su patria el ilustre autor de Aben-Hiumya. Véase cómo juzga el Sr. Peredo la obra del poeta español:

"En pocas obras —dice— se observa más fielmente la unidad de acción; y por lo mismo, pocas tragedias se acer­can más á la perfección que el Edipo de Martínez de la Ro­sa.—En los caracteres condújose con igual habilidad; en la pintura de ellos es verdaderamente original, y al crearlos dejó obrar á su inspiración propia. Su Edipo no es un hom­bre arrebatado y caviloso como el de Sóphocles, ni frivolo como el de Corneille, ni inconsecuente como el de Voltaire; el Edipo de Martínez de la Rosa es un hombre benévolo, amante de su pueblo, lleno de los más delicados sentimien­tos como esposo y como padre; un hombre, en fin, amable, tal como debía serlo para que sus desgracias inspirasen ma­yor compasión. En los otros poetas, Edipo no deja de ser un extraño para el espectador; en Martínez de la Rosa es un amigo; mira, pues, cuánto gana en interés pintado de esta manera. En Jocasta les aventajó mucho más; tierna, digna, noble, casi ideal, no se rebaja un solo instante, y hasta su infanticidio está casi expiado por lo sincero de su arrepentimiento. Su Forbas es más verosímil, ya en cuanto al carácter, ya en cuanto á la manera de ponerlo en juego; su ausencia, su llegada, están perfectamente motivadas, sin dar lugar á las contradicciones que sugieren los Eorbas de los otros poetas. Su gran Sacerdote, confidente de la divi-

1 8 4

nielad, suspendido entre la tierra y el cielo, es siempre ter­rible como un oráculo, inflexible como los dioses á quienes representa, y jamás doblega como el de Voltaire, aquella altiva cabeza consagrada por el ciego fanatismo del pue­blo.—En el desarrollo de la acción superó igualmente á sus antecesores; Voltaire confiesa que si inventó el episodio de Philoctétes y sus amores con la reina, fué porque no encon­tró con que llenar los tres primeros actos; Martínez de la Rosa los llena satisfactoriamente con la sola acción de Edi-po. El poeta español termina sus actos motivada y redon­damente; y la marcha de las escenas va deslizándose como por una suave pendiente, hasta llegar sin esfuerzo á la ca­tástrofe. Esta se prepara con naturalidad y caminando de sorpresa en sorpresa; de tal manera, que hasta el momento en que sobreviene, todos tienen aún algo que saber. Para ser completamente clásico, Martínez de la Rosacuidó aun las otras unidades de tiempo y de lugar, que sin gran in­conveniente pueden relajarse: la acción pasa toda en la pla­za, y dura veinticuatro horas.—En la versificación dejó un modelo de corrección, de pureza y de armonía; sus ende­casílabos tienen una entonación grave y perfectamente sos­tenida; no cansan, porque los personajes no hablan más de lo preciso, y el diálogo está animado á medida de la nece­sidad . . . —Ras situaciones y efectos teatrales están dispues­tos con toda la habilidad necesaria para causar impresión profunda. . . .—En resumen, Martínez de la Rosa expurgó el asunto, de los vicios en que sus antecesores habían incur­rido; tomó de éstos las principales bellezas; les superó en la pintura de los caracteres y en la manera de conducir la ac­ción; cábele, pues, la gloria de haber enriquecido á la lite­ratura española con una tragedia clásica, que seria perfec­ta sin la introducción del episodio del joven ebrio, que solo sirve para hacer brotar contradicciones."

««5

I I .

El Sr. Pereció ha escrito para el teatro una pieza en dos actos, El que todo lo quiere. . . ., que fué representada con aplauso en el Teatro Nacional en 1 8 6 9 ; y además, ha tra­ducido elegantemente El Duelo, del poeta italiano Ferra­ri, la Serafina, de Victoriano Sardón, y El Duque Gontran.

Acerca de aquella obra original de nuestro autor, el Sr. Al-tamirano dijo en su elogio estas palabras: —"La pieza de Peredo es tan delicada, que no tiene un solo verso que pue­da ofender el pudor más susceptible. Sus tipos están per­fectamente retratados, su verso corre fácil y sin estorbos, ni ripios ni licencias. Peredo, como poeta dramático, tiene porvenir, y está llamado á honrar la escena en que han brillado los Gorostiza, los Rodríguez Calvan y los Cal­

derón." Sus versiones castellanas antes citadas, y las que ha he­

cho en verso de La J\ision de Jesucristo, Santa Elena y otros dramas sacros de Metastasio; lo mismo que la del Can­to X X X I I I del Infierno del Dante, son de un mérito supe­rior, y podría decirse que no lo parecen en manera alguna, pues tanto así agradan la espontánea naturalidad y la de­licadeza de que están llenas, y lo clásico de la dicción. También ha traducido los Recuerdos de México, del 1 )r. IJasch, algunas obras científicas publicadas en La Ense­

ñanza, las Llumoradas Dominicales de D. Gustavo Gosl-kowski, los esludios sobre la literatura polaca del mismo, y La Noche de Aravidad, cuento fantástico de Hoffmann arre­glado á la escena por Jorge Sand.

En distintas épocas, el Sr. Peredo ha escrito algunas com-2 3

i 86

posiciones poéticas; las cuales, por más que la modestia del autor las haya hecho poco conocidas condenándolas á un in­justo olvido, son notables en mi sentir, por los felices ras­gos de inspiración y de lenguaje que las engalanan; y me­recen ciertamente más aplausos y circulación que otras mu­chas que se ven todos los dias. En ellas se revela un poeta de sentimiento, un literato de buen gusto, un ingenio fresco y sosegado; y la tina corrección y elegancia de que están re­vestirlas, son estimables prendas de las clásicas lecturas del Sr. Peredo, y acreditan, por otra parte, su envidiable repu­tación de buen hablista. Sus poesías La Eucaristía, A las

alumnas del Conservatorio, A la Noche, y Esperanza, abun­dan en gracia y delicadeza, y tienen cierta dulce melanco­lía que cautiva el corazón apaciblemente, haciendo notable contraste con las tituladas: A mis compañeros de colegio, El fin del año, Epístola á Ignacio AI. Allamirano sobre el

Can-can, y sus epigramas; pues en todas éstas hay el do­naire picaresco y juguetón de la musa festiva que inspiró á Quevedo y á otros satíricos españoles.

El Curso elemental de Arte métrica y poética, publicado por nuestro autor en 1 8 7 5 y luego por segunda vez en 1 8 7 8 , es precioso y útilísimo para la enseñanza, no solo por la abundancia de doctrina contenida en claros y concisos pre­ceptos, sino por el tino, el buen gusto, la excelente pericia con que fueron expuestos. En la primera parte de esta obrita, se trata de la prosodia; en la segunda se dan reglas para la versificación y las combinaciones métricas, y en la tercera, se definen, expbcan y estudian todas las cuestiones relati­vas á la poesía en general, á la poesía lírica y dramática, á la tragedia y la comedia; amenizando tan hermoso tra­tado con ejemplos tomados de distinguidos escritores me­xicanos.

Para dar ahora una idea de la manera con que el Sr. Peredo ejerce el difícil magisterio de la crítica, séame lícito

i8 7

copiar las siguientes palabras del Sr. Altamirano: —"Dota­do de un carácter benévolo y dulce, extraño á las pasiones violentas, lleno de sentimiento, á pesar de sus epigramas y de su sonrisa, jamás brota de su pluma una frase ofensiva, un chiste punzante y mortal, una sola palabra de esas que se clavan como dardo encendido. Peredo es el más cortés de los críticos, y siempre encuentra la manera de decir una verdad sin causar enfado, de corregir sin que el autor dé un brinco de dolor. La crítica en su boca suena como ad­vertencia maternal, y los autores por esa razón le profesan un cariño envidiable." *

El Sr. Peredo jamás se ha mezclado en la política, pues en vez de las turbulencias de los negocios públicos, ha pre­ferido siempre los pacíficos goces del estudio y de la ense­ñanza; unido lo cual á su excesiva modestia, que más bien podria llamarse humildad, hace que en México todos le es­timen cordialmente, le respeten y le consideren.—Es socio fundador de la Sociedad Médica Pedro Escobedo, miembro honorario de las Sociedades de Historia Natural, de (leo-grafía y Estadística, de la Filarmónica Mexicana, del Li­ceo Hidalgo, y de otras muchas corporaciones científicas y literarias. Pertenece igualmente á la Academia Mexicana Coi-respondiente, en la cual ocupa el rango de censor, con­tribuyendo de un modo notable al lucimiento tic los traba-ios que la ocupan, y al buen crédito de que en España y en América disfruta.

: ! : /\YT'/.V/(|.V l/trrarius ÍÍV .Ue.i.h 1368.

D O N

A N S E L M O D E L A P O R T I L L A .

I .

OR mucho tiempo fué España para los americanos objeto de acerbas é injustas antipatías, de odios y rencores, de crueles ataques y tremendas acusacio­

nes. Olvidábanse todos de los grandes beneficios que la me­trópoli habia derramado con pródiga mano en el nuevo mundo, y se dedicaban á calumniarla, aunque para esto tuvieran necesidad de falsear la historia, de negar los he­chos, de juzgar con pasión y sin lógica, interpretando mal, por consiguiente, las leyes y disposiciones de gobierno dic­tadas por los monarcas españoles: errores todos que no era difícil ver aplaudidos por personas que gozaban fama de ilustradas.—¡Cosa increíble! Aquellas hazañas de la con­quista que sorprendieron al mundo y que jamás se cansa el inundo de admirar; aquellos héroes, superiores en ocasio­nes á los mismos que cantó el inmortal Homero; aquellos combates, aquella sumisión de pueblos enteros al poder de

i g o

oscuros y desconocidos soldados; los trabajos apostólicos de misioneros humildes, maravillosos en extremo por la in­fluencia que llegaron á tener en la formación de una nue­va sociedad; todos aquellos hechos, en fm, que tanta gloria dieron á España en el siglo de Cortés, de Pizarro y de Val­divia, lejos de ser ensalzados y bendecidos por los hijos de la América, eran vistos con horror, con ira, con irritación implacable, por los mismos que solo deberían tener en sus labios palabras de ardiente y eterna gratitud. La época de la administración vireinal se recordaba con tan vivo des­agrado, que casi llegaba á la indignación: se empleaban para pintarla los más negros colores, y la respetable me­moria de los prelados, de los gobernantes, de los jueces, de los ayuntamientos, era traída á juicio únicamente para denigrarla y maldecirla.

Tan inaudita ceguedad era del todo incomprensible, en pueblos que conservaban huellas del paternal gobierno es­pañol, en territorios sembrados de gloriosos monumentos, de ciudades llenas de palacios, de escuelas, de templos y de hospitales, que con su muda elocuencia pregonaban la. solicitud y previsión de la generosa metrópoli de Castilla. Y sin embargo de esto, el odio y la ingratitud de los ame­ricanos hacia la madre patria, en vez de extinguirse con los años, en vez de calmarse con algunos gratos recuerdos, cre­cían de un modo extraordinario; y en la época que siguió á la emancipación de las que hoy son Repúblicas indepen­dientes, aquel rencor á España subió á un grado verdade­ramente indecible: en él se inspiraban los poetas, los ora­dores, los periodistas; de él eran hijas las calumnias y mal­diciones que diariamente se arrojaban contra la Península y los españoles residentes en América.

En México, Dios sabe cuánto habría durado esto, si una inteligencia superior, un corazón noble y magnánimo, una alma llena de bondad, de dulzura, de amor cristiano, no

lui

hubiese apagado aquellas pasiones, presentándose en medio de la sociedad mexicana con el imparcial libro de la his­toria en la mano, y palabras de concordia y olvido, de per­suasión y de honradez en los labios.—Tal fué el insigne escritor español Señor Don Anselmo de la Portilla, honra al mismo tiempo de la noble Iberia y de nuestra patria.

1 1 .

Nació en el pueblo de Sobremazas, Provincia de Santan­der, el 3 de Febrero de 1 8 1 6 , siendo sus padres D. Juan Ramón de la Portilla y Doña Teresa Rodríguez. Hizo los primeros estudios en Santa María de Cudeyo y después en un Colegio de Burgos; pero los abandonó al poco tiempo para venir á América, y en 1 8 4 0 desembarcó en Veracruz. —instruido ya perfectamente en la historia de estas tierras; conocedor de las glorias de su palria en el nuevo mundo; con una alma rica de ilusiones, una fantasía de poeta, una imaginación fresca, lozana y vigorosa, el joven Portilla sin­tió en su pecho dulces y tiernas emociones que le ensancha­ron de gozo el corazón; y al pisar por primera vez este con­tinente americano, teatro de las luchas y de los triunfos de los soldados españoles, saludó con entusiasmo las monta­ñas del Anáhuac, se recreó en sus verdes campiñas, respiró el ambiente de sus perfumadas florestas. Después, recorrió con respeto los sitios y lugares inmortalizados por la his­toria.

Concibió entonces la idea de escribiré! poema de la con-

i g 2

quista, tomar el buril del historiador, el pincel del poeta, y dibujar con ellos las escenas y los cuadros que la tierra de Moctezuma habia presenciado con asombro; asunto su­blime digno de un gran talento. * Sabiendo, por otra par­te, que España y los españoles eran mal vistos en México, por causas que él no acertaba á comprender, se propuso estudiar la manera de hacer desaparecer tan infundada an­tipatía, á fin de convertir en cordial amor aquel desvío, aquel odio, aquellos rencores que lastimaban sus sentimien­tos generosos. Pero pronto conoció que no eran poemas ni poesías lo que debian hacer aquí los españoles. "Lo que necesitábamos —decía—• eran velos para ingratas memo­rias, bálsamos para dolorosas heridas, lazos para desunidos corazones. Lo que necesitábamos era abnegación para estu­diar la historia, criterio imparcial y justo para explicarla, sentimientos fraternales para que la verdad fuera simpática en nuestra boca y en nuestra pluma cuando la dijéramos."— A esta alta y espinosa misión quiso desde luego consagrarse el joven Anselmo de la Portilla; pero antes, se vio obligado á entrar á una casa de comercio á servir el empleo de tenedor de libros. ** Allí ocupaba sus horas de descanso, que eran ge­neralmente las de la noche, en el estudio y en el cultivo de las letras, teniendo la satisfacción de que sus primeras com­posiciones, llenas de galanura y de sentimiento, le valieran muy lisonjeros triunfos y no pocas alabanzas de inteligen­tes y distinguidos literatos. Uno de ellos fué nuestro inol­vidable poeta dramático D. Manuel Eduardo de Gorostiza,

* A l g u n o s can tos c o m p u s o , p e r o j a m á s los dio á la e s t a m p a . E l S r . P o r t i l l a v i n o r e c o m e n d a d o d e Kspaf ia á I ) . A g u s t í n

F.guía, r i co h a c e n d a d o d e a q u e l t i e m p o , q u i e n lo r e c o m e n d ó a su v e z á D . J o s é R a m ó n I b a r r o l a . Es te e r a d u e ñ o d e u n a d e las t i e n d a s d e r o p a m á s a c r e d i t a d a s en M é x i c o , s i t u a d a en la c a l l e d e la M o n t e r i l l a y c o n o c i d a con el n o m b r e d e Los 7'rfs Xu7'ios: en a q u e l e s t a b l e c i m i e n t o e s t u v o el S r . P o r t i l l a .

J 9 3

quien ovó admirado un elocuente y sentido discurso del Sr. Portilla, leido por otra persona que habia recibido el encargo, en el acto de abrir la "Casa de Corrección para jóvenes delincuentes," que el autor de Indiligencia para- to­

dos, estableció en la capital por los años de 1 8 4 1 y 1 8 4 2 . —

Del mismo modo, dio renombre y fama con otros diversos escritos, á personas que no tenían escrúpulos en parecer lo que no eran; y en cambio, las composiciones que él intenta­ba publicar bajo su nombre, eran recibidas con indiferencia. Tal sucedió por entonces con unos artículos que remitió á La Hesperia y á La España- Artística y JMoniuncntal, los

cuales no quisieron publicar. También por aquellos días es­cribió unos versos dedicados á D. Salvador Bermúdez de Castro, Ministro de España en México, dándole la bienveni­da y saludándole como poeta; pero aquel Señor apenas se dignó ver al Sr. Portilla con desden. Y estas fueron las difi­cultades con que el gran escritor comenzó á luchar desde sus primeros pasos, para abrirse camino en medio de la oscuri­dad y aislamiento que todavía le rodeaban!. . . . Sin embar­go, los escritores de la época descubrieron bajo el anónimo de las primeras composiciones de aquel modesto y humilde joven, "al poeta y prosista de estudios clásicos, al razona­dor lógico y elocuente, al hablista de fácil, clara y simpática palabra, y lo que vale más todavía, al espíritu levantado y poderoso, al corazón noble y amante, cuyo defecto no era otro que la excesiva benevolencia." *

Algunas personas quisieron sacarle de aquella casa de comercio, donde se distinguió siempre por su dedicación y probidad,—porque comprendieron que era muy estrecha cárcel para su brillante inteligencia, y con el fin también de que con más libertad y reposo pudiera consograrse á tareas propias de su inclinación y de su gusto. Abandonó, en efec-

* F r a s e s de l Sr . D . J o s é M a r í a R o a B á r c t n a . '24

Í94

to, su destino, no .sin que antes hubiera costado gran tra­bajo á sus amigos vencer su extraordinaria modestia; y des­de entonces se consagró enteramente á la literatura y al periodismo. La primera composición suya, en verso, que vio la luz pública, fué el hermosísimo himno A la Divina

Providencia; composición notable por sus pensamientos nuevos, su forma gallarda y limpia, y el hondo y exquisi­to sentir que en ella resplandecía. Apareció en El Eco del Comercio, periódico entonces de los mejor recibidos y más acreditados en México, del cual era propietario D. Manuel Payno; y aquella producción poética del Sr. Portilla fué leída con general complacencia, valiéndole el ser llamado á formar parte de la redacción de dicho diario. Encargóse de la sección literaria y de las traducciones del inglés y fran­cés, idiomas (pie habia aprendido por sí solo y que poseía con perfección: y al mismo tiempo siguió publicando otros bellísimos versos, entre los cuales merecen citarse con par­ticularidad los intitulados Amor de Dios.

Cuando El Eco del Comercio desapareció, precisamente en los días de su mayor desarrollo y prestigio, el Sr. Por­tilla fué solicitado por D. Rafael Rafael para trabajar en las publicaciones que tenia fundadas ó pretendía fundar: y fué, en efecto, redactor del célebre periódico El Universal,

uno de los más respetables y distinguidos que ha habido en el país. En él escribió nuestro D. Anselmo con una labo­riosidad infatigable y casi heroica, sin descansar nunca, sin arredrarse ante los peligros de que entonces estaba rodeada la vida del periodista: ni un solo dia dejó de escribir para aquel diario, estudiando y analizando con profundo talen­to, con hábil sagacidad, con extraordinaria lucidez, todas las cuestiones y sucesos del dia, políticos, religiosos, socia­les, económicos, literarios, etc., siendo él por esto, en cier­to modo, el alma y centro del periódico. V cuenta que á su lado tenia á escritores tan eminentes como O. Laicas

J 9 5

Alaman, D. Ignacio Aguilar y Marocho, J). Manuel Diez de Bonilla, y otros muchos.

Por este tiempo fué también fundador, redactor ó cola­borador de los periódicos religiosos y literarios El Católico,

El Despertador Literario, El Espectador de México, en los

cuales dio á luz multitud de producciones de todos géneros; —novelas, críticas, biografías, artículos bibliográficos, his­tóricos, etc., que probaban los variados conocimientos que á su singular facilidad y elegancia para escribir unia el Sr. Portilla.—Entre estos trabajos merecen citarse: las intere­santes leyendas Lucia y Ricardo, La ATiua Limosnera, For­

taleza de una madre, La familia, dichosa, etc.; los artículos morales: La Religión guiando al hombre, Los - Afinos, La

Caridad, El huerto de Gethse/uaní, [ji resurrección del Se­

ñor, La fábulay la verdad; los estudios literarios y biográ­ficos sobre Los Poetas Malogrados, P^os Apellidos, L'J /es­pañólelo, Fr. Bartolomé ¿te las Casas, y numerosas traduc­ciones de buenos autores contemporáneos.—En 1848 se fun­dó la excelente Revista titulada: La Voz de la Religión, y en ella se reprodujeron con aplauso las primeras composi-siciones poéticas del Sr. Portilla. Conociendo luego su edi­tor las grandes aptitudes de éste para el periodismo, su amor al trabajo, su amena y esmerada instrucción, lo mis­mo que la brillantez de su estilo y la magia y la riqueza de su pluma, lo asoció á su empresa, comprendiendo lo mucho que ganaría el periódico en interés y en atractivo con tan va­liosa adquisición.—Nuestro D. Anselmo se hizo, pues, car­go de La Voz de la Religión desde 1 8 5 1 ; y redactó casi solo cinco gruesos tomos (folio menor) hasta 1 S 5 3 , en que un suceso desgraciado en la negociación hizo que desaparecie­ra aquel importante periódico; el cual tuvo una circulación inmensa en toda la República, fué muy bien aceptado pol­las clases más ilustradas de la sociedad, sobre todo por el clero déla nación, y contribuyó notablemente á derramar

1 9 6

luz, á impulsar el movimiento literario de la época, á en­cender y mantener viva la piedad, y á proporcionar á las familias honesto y útil recreo en lecturas sanas, saludables y llenas de verdaderas bellezas.

Larga es la lista de lo que en este periódico publicó el Sr. Portilla, pues su infinita diligencia y dedicación le ha­dan atender simultáneamente á todas las secciones de la publicación, dando á luz en ellas con oportunidad todo lo que podian desear los lectores más exigentes: poesías, le­yendas, biografías, bibliografías, crónicas del país y del ex­tranjero, escritos de polémica, de crítica, y descriptivos y sentimentales; estudios filosóficos, morales y artísticos; de todas materias, en suma; de tal manera, que debido á los trabajos del Sr. Portilla, La Voz de la Religión vino á ser en poco tiempo el periódico favorito de la buena sociedad mexicana; y en cuanto á ventajas pecuniarias, su ilustre redactor habría sin duda asegurado su porvenir en esta ocasión, si el suceso desgraciado á que antes aludí, no hu­biese venido á acabar con todo en sazón y circunstancias menos esperadas.—De las obras que del Sr. Port i l la se re­gistran en estos cinco volúmenes, mencionaré las principa­les; pues si quisiera citarlas todas, baria interminable la lista. La Magdalena es una bellísima y conmovedora leyen -da religiosa, escrita en variedad de metros, sembrada de primores de pensamiento, de inspiración y de lenguaje, á cual más galanos y delicados, impregnados todos de unción mística, de fervor y de fe. Este poema quedó desgraciada­mente sin concluir (Febrero de 1 849) , por el agudo dolor que causó en el alma del Sr. Portilla la muerte de su pri­mera esposa Doña Eulalia Villegas; pero dos años después, en Agosto de 1851, le agregó unas soberbias octavas, ex­plicando los motivos que le impedían acabar su obra. El poeta recuerda la época en que escribié» los primeros can­tos de su Magdalena, y dice:

1 9 7

Kra un tiempo en que leve todavía, como bajel mecido en la bonanza, se lanzaba mi ardiente fantasía por el florido edén de la esperanza; un tiempo en que risueño me ofrecía el porvenir hermoso en lontananza, coronas bellas de inocentes flores, tejidas por la flor de mis amores.

Aquella tremenda desgracia doméstica no deja ánimo al autor para seguir cantando los triunfos y los gozos dulcí­simos de la mujer purificada por Jesucristo, y se recoge en sí mismo y guarda silencio.—A ese drama íntimo y dolo­roso de su corazón dedicó también el Sr. Portilla un senti­do artículo que se registra en La Voz de la Religión con el título de Tristeza y Soledad, en el cual están agotadas to­llas las frases de la ternura, del cariño, del amor casto y cristiano, suavemente embalsamadas por el apacible aroma de la poesía. *

Finalmente, como obras importantes por su utilidad y mérito literario; como modelos de crítica en que campean la elevación de criterio y la pureza y elegancia en el decir, pueden citarse las piezas siguientes: La Virgen Maña, pro­

tectora de las bellas artes, El Tránsito de San "José, Moi­

sés, Critica literaria [La Conjuración de México, novela de D. Patricio de la Escosura), Bibliografías, Bossuet, Mas-

sillon, Eléchier, Homero, Daniel, La Hermana de la Ca­

ridad, La Virgen de Guadalupe, etc., etc.; siendo también del Sr. Portilla todos los artículos y leyendas que se publi­caron en la sección dedicada la juventud.—Tomó parte

* P o c o t i e m p o d e s p u é s , e! S r . P o r t i l l a c a s ó con la S r a . ü o f i a Del tina. V i l l e g a s , h e r m a n a d e su p r i m e r a esposa .

i g 8

I I I .

Aquellos trabajos llenaban por entonces de un modo ab­soluto la vida laboriosa del Sr. Portilla; mas no olvidaba su primitivo intento de dedicarse enteramente á extirpar por medio de una pacífica predicación en la prensa, el odio y la mala voluntad que, no por ser absurdos, dejaban de estar muy generalizados en México contra España y los es­pañoles. Elsle alto pensamiento preocupaba siempre á nues­tro Don Anselmo; y nunca perdia oportunidad de decir algo en los diversos periódicos que tenia a su cargo y ali­mentaba y sostenía con sus escritos, fuesen aquellos políti­cos y religiosos, ó literarios y puramente recreativos. Em­pero, esto no bastaba para satisfacer su ambición: él queria tener un periódico propio, órgano exclusivamente de su idea, español, para decirlo de una vez, desde el cual pudie­ra emprender su benéfica cruzada contra los errores de los que maldecían á España y desconocían sus glorias.—El amor á la patria, el amor á la verdad y el amor á la jus­ticia, le hicieron, pues, intentar algunos ensayos, llevándo­le al comienzo de la misión de paz y de fraternidad con que soñaba. En el fecundo campo de la prensa se propuso "vin­dicar la historia y las tradiciones de España en el nuevo

igualmente por aquellos años en la publicación del Diccio­nario Universal de Historia y Geografía del Sr. Andrade; y cuando se fundó La Cruz, notable revista religiosa y lite­raria, trabajó al lado de genios tan poderosos como el ilustre Munguía y el esclarecido Pesado, ambos sus amigos, com­pañeros y admiradores.—Algún tiempo escribió en L.a .So­ciedad.

i 9 9

muiulo ; combatir las preocupaciones hostiles al nombre español que existían en estas Repúblicas, y crear vínculos ríe fraternidad entre españoles y americanos."—Esas fueron la divisa y el programa que desde entonces adoptó y sostuvo el respetable Sr. Portilla, y vamos á ver en seguida cómo los cumplió.

Fundó en 1 8 5 0 El Español, y en él empleó un estilo sua­ve, amistoso, conciliador, que agradó en extremo á los me­xicanos. "Mi sistema —decia el escritor muchos años des­pués— era una verdadera novedad en el periodismo, y más en el periodismo español que hasta entonces había venti­lado las cuestiones americanas. Cayó bien, cayó en gracia ver que un periodista español no se enfurecia al combatir las preocupaciones de los hijos de América, y que en lugar de zaherir, procuraba convencer de su error á los preocu­pados."—Los españoles, sin embargo, no aprobaron ese sistema; querían otro enteramente distinto, que fuera como el eco de sus sentimientos ardientes y enérgicos, lleno de pa­sión, de saña implacable, para corresponder así al tralamien, to que de los nacionales recibían. El Sr. Portilla no cambió-porqué juzgó que estas exigencias serian contraproducen­tes, y que lejos de apagar los odios, los avivarían más y más. ¡Ah! nadie sabia que él, como los antiguos misioneros, habla venido de paz. No venia como Hernán Cortés y sus compañeros á conquistar imperios, ni como sus demás com­patriotas á buscar la riqueza en nuestras minas ó en nues­tros campos; venia, sí, á conquistar corazones y voluntades para España. El Sr. Portilla teníala paciencia de Fr. Pe­dro de Gante, la mansedumbre de Motolinía y de Saha-gun, el celo de Las Casas, el ardor evangélico de Fr. Mar­tín de Valencia; sin que por esto le faltaran la energía y el entusiasmo de los antiguos caballeros españoles para defen­der el buen nombre de su patria.

No era él, pues, á propósito para usar en sus escritos él

2 0 0

estilo que deseaban algunos; y por esta causa el periódico tuvo que desaparecer al poco tiempo. Pero este primer des­engaño, precursor ¡ay! de otros muchos, no desalentó en manera alguna al animoso escritor; antes viendo que el terreno, por parte de los mexicanos, estaba bien dispuesto, estableció en seguida El Eco de E s p a ñ a , admitiendo á su lado á D. Eduardo Asquerino.—Extrarordinario fué el en­tusiasmo que produjo en los españoles este periódico; pues la moderación, el tino, la suavidad con que estaban escri­tos los artículos que allí aparecían, daban excelentes resul­tados en el ánimo de los hijos de México; quienes ilustra­dos de aquel modo en las cuestiones históricas que solo con­fusamente conocían, se apresuraban á hacer justicia á Es­paña y á prodigar á los españoles las consideraciones de un fraternal cariño. Sin embargo, había en esto una cosa notable; ¿por qué siendo el espíritu del periódico igual al del anterior, no era recibido de la misma manera? ¿por qué aquel habia sido condenado y éste era aplaudido?—Don Anselmo de la Portilla, por una modestia excesiva que no le abandonó toda su vida, jamás firmaba sus artículos, y gustaba siempre de ocultarse en la oscuridad; de modo que en esta vez, los que daba á luz en El Eco de Esftaña, se atribuían equivocadamente al Sr. Asquerino. Para éste eran, por lo mismo, la gloria y los aplausos; él recibía las felici­taciones y aun los obsequios destinados al verdadero autor, sin que jamás hubiera hecho la más ligera rectificación. El Sr. Portilla, entretanto, era víctima del desden, déla indi­ferencia, del desvío de sus compatriotas; á pesar de que con una palabra podía haberlos sacado de su error. "Después de todo —decia— algo hubo de fortuna en aquella desgra­cia mia: en los dias más aciagos de mi carrera de escritor, cuando más hondo fué mi infortunio, más tétrico el aisla­miento y más oscuro el rincón en que me encerraba, tuve la satisfacción de ver alabado lo que hacia, siempre que la

2 0 1

casualidad ó la ocasión hicieron que saliera al amparo dé otra fortuna y de otro nombre. ¿Cómo habría tenido yo aquella triste satisfacción si siempre se hubiera creído que mis cosas eran mías?"

Decepciones como estas, no escasearon al Sr. Portilla en su vida de periodista, y en El Universal se repitieron al­gunas; por eso él solia decir en el seno de la intimidad y ile la confianza, que la memoria de nuestro Alarcon le era más querida que la de ningún otro escritor español, porque le sucedía algo parecido á lo que tantas veces le aconteció al inmortal autor de La Verdad Sospechosa: nadie ignora que todas las comedias malas que se silbaban en Madrid se\ atribuían á Alarcon, mientras que las buenas, aunque fue­sen suyas, se creían de Lope. "En cuanto al resultado ma­terial de aquellas mis empresas —decía también el Sr. Por­tilla con honda melancolía— siempre fué tristísimo. Nunca tuve un holgado rincón para pensar, ni una mesa regular para escribir, ni una buena silla en que sentarme, ni un li­bro que consultar, ni nada de lo que sirve de ayuda, de estímulo ó de premio á los que están empeñados en las du­ras tareas del periodismo."—¡La pobreza y el olvido!.... Pié aquí los únicos frutos que el escritor que lo mere­cía todo, se inclinaba á recoger en el triste sendero de su vida. . ..

Muerto El Eco de E s p a ñ a , el infatigable Sr. Portilla fundó otro periódico titulado El Español, como el prime­ro que tuvo; y así en éste como en una Iberia que redactó en union de Federico Bello, poeta tan grande como desco­nocido, sostuvo interesantísimas polémicas con diversos es­critores de la época; polémicas que sirvieron notablemente para "convertir en amigos de España y de los españoles á muchos que querían hasta sacarse de las venas la sangre española que por ellas corría."—Estos triunfos compensa­ban á nuestro Don Anselmo de sus amarguras: eran sus

•a

202

laureles, las palmas de su victoria, más caras á su corazón que las riquezas y los honores; y ante ellos, lo olvidaba todo.

I V .

En 1 8 5 8 hizo el Sr. Portilla un viaje á los Estados Uni­dos con su familia, y allí no se olvidó tampoco de su cons­tante propósito de unir en fraternal y estrecho abrazo á españoles y americanos. Fundó para esto en Nueva York un periódico, E l Occidente, que redactó solo.—En la mis­ma ciudad escribió su interesante libro México en iS'j¡6 y

185J, ó sea la historia del Gobierno del General Comon-fort, continuación de otra obra suya dada á luz anterior­mente en esta capital con el título de: La Revolución de

Ayutla. También compuso su novela Virginia Stezvard, y dirigió al Conde de la Cortina unas Carlas de Viaje que no llegaron á publicarse. *

Volvió al país en 1 8 6 2 , pasando por la Habana, en don­de años atrás habia dirigido, poco tiempo, E l Diario de la

M a r i n a , y donde debía haber fundado un periódico en com­pañía de D. José Zorrilla y del conocido editor D. Cipria­no de las Cagigas; proyecto que no se realizó por la muerte

* P r o p o n í a s e el S r . P o r t i l l a con estas c a r t a s f o r m a r m á s t a r d e un l i b r o , p a r a lo cua l e n c a r g ó a l S r . C o r t i n a q u e las c o n s e r v a s e . D e s ­g r a c i a d a m e n t e , c u a n d o r e g r e s ó á la R e p ú b l i c a , el C o n d e h a b i a fa­l l e c i d o y n o fué pos ib le r e c o b r a r los m a n u s c r i t o s . — L a p r i m e r a d e a q u e l l a s c a r t a s , c u y o b o r r a d o r c o n s e r v a b a p o r c a s u a l i d a d el a u t o r , se p u b l i c ó h a c e a l g u n o s a ñ o s en El Siglo XIX, y es p o r t o d o s c o n ­c e p t o s d i g n a d e su t a l e n t o c l a r o y o b s e r v a d o r , y d e su p l u m a tan e l e g a n t e c o m o d i s c r e t a y a m e n a .

2 0 3

de éste.—En dicho año, hallábase el General Prim en Ve-racruz al frente de las fuerzas españolas que el Gobierno de la Península había mandado al país para unirse á las de Francia é Inglaterra en la célebre intervención europea en México. El Sr. Portilla, lamentando que su patria estuvie­se mezclada en este asunto, y con el propósito de influir en que los negocios que habían provocado aquella, se arregla­sen pacíficamente, fundó un periódico, El Eco de E u r o p a , solicitando antes el permiso del general español. Fié aquí de qué modo refiere esto el mismo Sr. Portilla:

"Regresando yo á México con mi familia —dice— lle­gué á Veracruz cuando ya estaban cortadas las comunica­ciones con el interior del país. Obligado á detenerme allí por este motivo, me ocurrió establecer un periódico con el objeto de extirpar los temores que inspiraba la coalición europea, y de abogar por una solución pacífica; animán­dome á ello la circunstancia de que viniendo el General Prim al frente de la expedición española, el pensamiento de los aliados no podia ser otro que el de arreglar en paz las cuestiones de México.''

En su entrevista con el Conde de Reus, el Sr. Portilla dijo: —"Yo creo firmemente, Señor General, que si usted dis­

para aquí un cañonazo, si dispara usted un fusil, si derra m a usted una gota, una sola gota de sangre mexicana, acaba para siempre el prestigio del nombre español, no so­lo en México sino en toda América."

Obtuvo el Sr. Portilla el permiso que solicitaba; y des­pués agrega:

—"Leí á Prim el primer artículo, y no solo le pareció bien, sino que le prodigó elogios. Lo mismo hice con to­dos los demás, y nunca le ocurrió alterar una idea, ni una frase, ni una palabra, ni una tilde. Nunca Prim me sugirió una sola idea para el periódico: siempre escribí yo lo que bien me parecía, y jamás dejó de estar conforme con ello.

204

Era que ambos leniamos igual criterio en el asunto de la intervención y en las cuestiones que aquí debían resolverse."

En aquel periódico, en efecto, se trató la cuestión de una manera clara, precisa, lógica y amistosa, con el propósito de que las cosas de México se arreglaran sin derramar san­gre; y en las Cortes de Madrid causó viva sensación el pen­samiento que guiaba al juicioso redactor de £1 Eco.—El trascurso del tiempo, más tarde, realzó brillantísimamente su victoria.

Sabido es que el término de todo, fueron los Tratados de La Soledad y la retirada del General Prim con su ejército; y no hay necesidad de decir que este rasgo del héroe de los Castillejos fué agradecido y aplaudido calurosamente pol­los mexicanos; ni que, merced á él, se convirtieron en ami­gos de España y de los españoles, muchos de los que antes eran sus mortales enemigos. En esta obra de reconciliación y de cariño, el Sr. Portilla tuvo una parte importantísima, según acabamos de ver; y los mexicanos jamás olvidaron ni olvidarán la deuda de gratitud que con él contrajeron.

Al establecerse en México poco después el Imperio de Maximiliano, el Sr. Portilla publicó su libro De Miramar ó México, que no es más que la historia del viaje de aquel l'rín -cipe y de su esposa, y de los festejos con que fueron obsequia­dos en el país á su llegada: la curiosidad pública quedó por completo satisfecha con esta obra, la cual tenia además el atractivo de presentar en sus páginas los discursos y poesías que con motivo de la presencia de los soberanos se pronun­ciaron y escribieron por aquellos dias.—Maximiliano y Car­lota, con la inteligencia y perspicacia que poseían, cono­cieron desde luego la importancia, el mérito, el valer del Sr. Portilla, y procuraron atraérsele, distinguiéndole con finas consideraciones: leían sus profundos y bellos artículos publicados entonces en el periódico que tituló La Razón,

y haciendo que lo abandonara, le llamaron á su lado

205

V.

Llegamos ya á la página más herniosa de la vida perio­dística del Sr. Portilla; á la época en que el gran escritor, desplegando con ardor inusitado sus maravillosas facul­tades, entró de lleno y de una manera exclusiva, al plan­teamiento y desarrollo de la idea que perseguía: extinción de odios y rencores, y fraternidad eterna entre españoles y mexicanos: pensamiento generoso que nunca abandonaba; propósito levantado digno de un gran espíritu, obra de paz que constituía toda su ambición.

El i.° de Marzo de 18Ó7 fundó Pa I b e r i a , la inolvida­ble I b e r i a , que llegó á ser como el vínculo de reconcilia­ción y de concordia entre los que siendo miembros de una

para confiarle honrosas y difíciles comisiones. No era el Sr. Portilla partidario de la intervención; pero acudió al llamamiento, llevado de aquella su bondad de corazón que lo hacia ceder á todo, por más que en ocasiones causaran extrañeza sus aparentes cambios de opinión; pues como di­jo el Sr. Roa Barcena, su único defecto no era otro (pie la excesiva condescendencia. En la secretaría privada del Mo­narca trabajó con empeño, lealtad y eficacia, debiéndose á él muchas iniciativas importantes y no pocas disposiciones de gobierno: en la prensa, dirigió hábilmente el Diario del

Imperio; y también escribió las Revistas quincenales de

México que se mandaban al extranjero, y algunos otros opúsculos.—Maximiliano, en fin, depositó en el Sr. Portilla la mayor confianza, le tuvo cordialísimo aprecio, y halló siempre en él prendas y circunstancias de carácter no co­munes en quienes rodean á un gobernante.

2 0 6

misma familia, estaban separados por absurdos resentimien­tos. Este periódico, además, venia á llenar un vacío, á sa­tisfacer una necesidad de la colonia española de México; y á pesar de la modestia con que se presentó en el palenque periodístico, todos comprendieron desde luego su impor­tancia y la influencia que llegaría á ejercer en la opinión pública; porque para nadie eran desconocidos el nombre del Sr. Portilla ni la prudencia que le caracterizaba.—Des­de los primeros números comenzó á sostener polémicas, no solo en defensa de su patria y en vindicación de sus tradi­ciones históricas en América, sino también en defensa de México, como sucedió en cierta ocasión en que el periódico The Mexicaii Times estampó algunos conceptos injuriosos para nuestro país.

En sus discusiones con escritores mexicanos empleó aquel estilo blando, benévolo y sereno que le era peculiar; el cual, lejos de exaltar los ánimos y de confundir al adversario, obligaba á meditar para luego conocer y confesar la ver­dad. Inspiraba confianza, animaba al estudio y conducia insensiblemente al más perfecto convencimiento. Era opor­tuno en los recuerdos históricos, justo en las apreciaciones, imparcial en los juicios y controversias, indulgente con los que incurrían en algún error, ameno en sus discursos, bri­llante y hábil en los argumentos que aducia; siempre in­flexible para destruir una preocupación y para defender la verdad.—Por lo demás, grande seria el espacio de que ha­bría yo menenester aquí, si quisiera dar una idea de las di­versas polémicas que sostuvo el Sr. Portilla: básteme decir, que en todas ellas no se sabia qué admirar más, si la no­vedad y la claridad con que presentaba las cuestiones, ó el elevado criterio, la superioridad de miras, y la buena fe y nobleza que resplandecían en todas ellas. Contestaba los cargos que se hacían á España, á los conquistadores y á la administración vireinal, con acierto y prontitud; anali-

207

zaba los hechos, investigaba sus causas, y ponia en cla­ro la verdad; se despojaba de todo aquello que podía in­fluir en su manera de pensar, y juzgaba con imparcialidad, escogiendo en las mejores fuentes los testimonios que podian ilustrarlo ó desatar una dificultad; se trasportaba á aquellos tiempos de la conquista, presenciaba las hazañas, estudia­ba á los personajes, y de este modo encontraba el origen y la raíz de cosas que todos condenaban porque no podian explicárselas; en suma, defendiendo la verdad y la justicia, el elocuente escritor tenia siempre razones nuevas que opo­ner á sus adversarios: jamás se sentía débil.—"Nadie nos gana á nosotros, —decia dirigiéndose á un escritor que ha­bía hablado de ciertos hechos de los españoles,— á condenar sin reserva las atrocidades que se cometieron en aquellos descubrimientos y en aquellas conquistas. Ningún corazón salta más indignado que el nuestro contra los suplicios del valeroso Hatuei, de la bella Anacaona, del heroico Guati-motzin, y del magnífico y valeroso Atahualpa. Si hubiéra­mos vivido en aquella época, habríamos pensado y escrito como Er. Bartolomé de las Casas; habriamos tronado como él contra las Kncorniendas y los Encomenderos, y habríamos tomado la defensa de los débiles vencidos contra los abu­sos de los fuertes vencedores. Eloy no nos toca, puesto que de historia se trata, sino explicar los hechos, no conforme á nuestras ideas actuales, sino conforme á las ideas, las máxi­mas, los principios y las costumbres de aquel tiempo. Para nosotros toda conquista es una usurpación; para los hom­bres del siglo X V I era un derecho, con tal que se hiciera para extender la religión cristiana. A nosotros, que no acep­tamos aquel derecho, nos parece inicuo todo lo que se ha­cia ejerciéndole: ellos tenían por lícito tocio lo que fuera menester para asegurarle. . . . En fin, para nuestro siglo no es razón la circunstancia de extender la fe; al contrario, para muchos de los que hoy viven, lo peor de la conquista

2 ó 8

fué traer al Nuevo Mundo la religión cristiana. Todo esto prueba, que para juzgar con acierto en estas cuestiones, es necesario no perder de vista la conocida máxima de distin­guir los tiempos: distingue témpora el concordabis jura."

Pues bien: siguiendo este sistema, el ilustre redactor de La Iberia convencía á todos sus adversarios y los traía á sus ideas, haciéndoles amar á España y reconocer sus glo­rias en América.—Muchos, merced á esto, supieron lo que verdaderamente debe creerse acerca de la conquista y los conquistadores, de las encomiendas y tributos, de las Le­yes de Indias y su aplicación en México, de las obras ma­teriales ejecutadas en América con beneplácito de la metró­poli, de los indios y los misioneros que los evangelizaron, de los vireyes, de su gobierno, de sus hechos. . . . de todo eso, en fin, que antes era moda sacar á luz para deturpar á España.

"¡Oué época! ¡qué hechos! ¡qué hombres! —exclamaba el Sr. Portilla.—Allá vienen Ojeda, el paladín más gallardo de aquel siglo, los Pinzones, compañeros de Colon, y los Valdivias, que descubren y reconocen las costas orientales de la América del Sur. Por aquí avanzan Ponce de León y Hernando de Soto, que lidian con la raza más valerosa de los indígenas americanos; que descubren el inmenso Mississippí, y edifican la más antigua ciudad que tienen los Estados Unidos. Allí aparece en el Istmo de Darien, Vas­co Núflez de Balboa, de rodillas en la cumbre de la Mon­taña, con los brazos extendidos y dando gracias al cielo, porque acaba de aparecérsele el inmenso Océano Pacífico, resplandeciente con el fúlgido sol de una mañana. Allá van Pizarra y Almagro, torvos, rudos y codiciosos, sí; pero he­roicos y magníficos, á reemplazar con la pura civilización de Jesús la impura aunque poética civilización de los Incas. Aquí está Hernán Cortés, que quema las naves, que avan­za osado contra el imperio más poderoso y aguerrido del

2og

Nuevo Mundo; que encuentra héroe» como él y sus com­pañeros con quienes combatir, y que convierte el imperio azteca en una nueva España, tan bella y tan suntuosa como la antigua.—¿Quién puede avergonzarse de descender de aquellos hombres, ni qué motivos tendrían sus descendien­tes para aborrecerlos y despreciarlos?"

Este era el estilo empleado por el Sr. Portilla en las po­lémicas que sostenía. ¿Qué mucho, pues, que su natural encanto, su sencilla y magnífica elocuencia, aquella mane­ra de decir, que revelaba la hermosura de alma del escritor y la gallardía de su ingenio; qué mucho que todo esto cau­tivara á los periodistas, y diera á La Iberia el lugar elcva-dísimo que siempre tuvo en la prensa mexicana? Fué, en efecto, este periódico uno de los más queridos, respetados y autorizados que ha habido en la República; y se dice que el Presidente D. Benito Juárez lo prefería á todos los demás. Porque la verdad era, que en La Iberia encontraban eco todos los grandes pensamientos y tenían apoyo las más útiles y convenientes iniciativas; se discutían los asuntos de México con brillantez y acierto, y se encontraban en todo señales del interés que esta nación inspiraba al Sr. Portilla. La Iberia fué también el constante defensor, el adalid más solícito y patriota de la colonia española en México; y muchas veces libró á ésta, con una palabra de prudencia, de conflictos enojosos. Dejó de publicarse el 3 0 de Junio de 1 S 7 6 , después de nueve años de gloriosa vida, de trabajos, de combates diarios y de triunfos; después de haber habla­do de la patria ausente á los españoles de aquí, y de haber igualmente llenado la misión que se impuso su fundador. La prensa toda del país manifestó su sentimiento por la desaparición de un colega tan estimable; y el Sr. Portilla pudo ver que no dejaba una sola enemistad, y que todos te­nían para él palabras de consideración y de cariño.—"Al retirarme de la escena —decia— no solo voy consolado, si-

2 8

2 1 0

no que me siento feliz porque he hecho algo por mi patria, porque La Iberia muere abrazada de su pensamiento y de su bandera, y porque vive y vivirá su obra. Al lado de es­tos consuelos que me acompañan en la muerte, ¿que im­portan las otras penas que pueden quedarme en la vida?. . ."

¡Hermosas y nobles palabras que hacen el elogio de aquel apóstol de la fraternidad hispano-americana!

V I .

¿Logró su objeto el Sr. D. Anselmo de la Portilla, de ver vindicadas en el Nuevo Mundo la historia y las tradiciones de España? ¿Plan desaparecido realmente las preocupacio­nes hostiles al nombre español, que desde la independencia existían en estas Repúblicas? ¿Hay ahora lazos de frater­nal amor entre españoles y mexicanos?—Sí, en verdad; y el alma generosa del Sr. Portilla pudo todavía gozar de las satisfacciones del triunfo: el cielo le permitió ver coronada de la más espléndida victoria la causa que con extraordi­naria constancia sostuvo toda su vida. ¡Pero á costa de qué sacrificios!—Su carrera periodística es la más laboriosa, la más digna, la más brillante y limpia que jamás se ha visto en México; luchó con invencibles obstáculos, tuvo amargos desengaños, le acompañó siempre la pobreza; pero nunca desmayó ni se detuvo en su marcha. La Iberia fué, y de­bía ser, la gloria del Sr. Portilla, como fué igualmente el reflejo de las tristes impresiones de su corazón. Nunca se ha visto que periodista alguno haya sido tan estimado y admirado como él lo fué en México; nunca se han tributa­do á escritor público los honores y consideraciones que él recibía diariamente, ni habia palabra que fuese escuchada

2 1 1

y atendida con tanto agrado, respeto y complacencia como la suya; porque el Sr. Portilla era la más alta, y noble, y magnífica personificación del periodismo, é hizo de la pren­sa lo que conviene que sea en las sociedades modernas: un poder que lo abrace todo, algo como un sacerdocio que di­funda la verdad, una luz que lleve á los entendimientos ideas buenas, una voz serena que proclame las excelencias de la justicia. Y el Sr. Portilla, por fortuna, habia recibirlo de Dios todas aquellas virtudes y prendas que atraen pode­rosamente el ánimo de los demás, y les impulsan á seguir el camino de la persuasión y del estudio. Apacible, benévolo, sencillo, de una humildad encantadora; compasivo y dis­puesto siempre á todo lo bueno, sin transigir jamás con lo que no lo era; adversario generoso y leal que honraba á quien con él discutía; incapaz de abrigar odios contra na­die, sino más bien inclinado á perdonar y á amar á los que le hacian mal; admirador sincero de las buenas obras, fue­ra quien fuese su autor, y tan indulgente para lo mediano ó defectuoso, como severo con lo suyo propio; excelente amigo, en suma, esposo amantísimo, tierno y cariñoso pa­dre, bienhechor de los pobres, sin ostentación ni vanidad, —el Sr. Portilla era uno de aquellos varones que la Provi­dencia manda al mundo para ejemplo y edificación de quienes los conocen, y que son merecedores, por lo mismo, de la admiración de la sociedad y de la recompensa que Dios guarda para los justos. Su delicada sensibilidad con­movía; la hidalguía de su carácter y la alteza de sus propósi­tos infundian admiración; su ingenua bondad y mansedum­bre despertaba la confianza en los corazones tímidos; la sencillez de sus gustos, el sosiego de sus costumbres, sus tranquilas maneras convidaban á imitarlo; y en fin, sor­prendía y cautivaba su inagotable benevolencia. En sus es­critos se trasparentaban siempre estas bellezas de su alma, realzadas, si más era posible, por una caballerosidad ente-

2 1 2

ramente española: jamás se escapaba de su pluma una fra­se dura ni una palabra inconveniente; jamás estampaba un concepto que pudiese lastimar á alguien ó desalentarlo, ni nunca le faltaban un elogio para el verdadero mérito, un consejo para el que lo .necesitaba, una indicación prudente y discreta para quien se la pedia: sus juicios eran siempre justos sin pecar de severos. Revelábase, finalmente, en to­do lo que escribía el Sr. Portilla, la intención de hacer el bien, y su voz tenia la sencilla majestad, el irresistible prestigio del que predica la verdad. l ié aquí por qué no fueron estériles sus trabajos ni su frente dejó de verse coro­nada de los laureles de la victoria.—Mas ¡ay! hubo un tiempo en que, á pesar de haber consagrado el Sr. Portilla al servicio de España su florida juventud, su bienestar, su maravilloso talento, y acaso un porvenir dichoso, se exten­dieron repentinamente en torno de él y cayeron sobre su alma, el aislamiento, la soledad, el vacío, el hielo de la indiferencia, todos los velos del olvido, como si ya estuviera muerto ó como si no hubiera existido jamás. .. . Ea grati­tud, por desgracia, no es eterna en los corazones de los hombres, y éstos pronto se olvidan de lo que siempre de­berían tener presente, y ensalzar y bendecir. *—Fatigado,

* Un suceso q u e i n d u d a b l e m e n t e ' f a v o r e c i ó y h o n r ó al S r . P o r t i l l a en m u y a l t o g r a d o , fué tal v e z cat isa en a q u e l l a é p o c a ( 1 8 7 3 ] , d e las a m a r g u r a s q u e le a q u e j a r o n , las c u a l e s no t u v i e r o n t é r m i n o sino con su m u e r t e . — C o n m o t i v o d e u n a d e t a n t a s b r i l l a n t í s i m a s p o l é m i c a s q u e s o s t u v o en la p r e n s a , s o b r e la h i s t o r i a y las t r a d i c i o n e s d e E s p a ­ñ a en el N u e v o M u n d o , los e s p a ñ o l e s d e la R e p ú b l i c a (pus ie ron h a ­c e r l e u n a d e m o s t r a c i ó n d e e n t u s i a s m o , p o n i e n d o en sus m a n o s un v a l i o s o r e g a l o . D e s g r a c i a d a m e n t e , p o r u n a e s p e c i e d e f a t a l i d a d (pie no fa l tó j a m á s en las cosas de l S r . P o r t i l l a , se i n c l u y e r o n en la e s c r i t u r a d e la d o n a c i ó n d e u n a c a s a ( o b j e t o e l e g i d o p a r a el o b s e ­q u i o , , c i e r t a s c l á u s u l a s (pie él c r e y ó n o d e b e r a c e p t a r , p o r q u e en su c o n c e p t o a j a b a n sus s e n t i m i e n t o s d e c a b a l l e r o p u n d o n o r o s o y h o n ­r a d o . As í , pues , y c o m o d e c i a t r i s t e m e n t e el m i s m o S r . P o r t i l l a en

2 1 3

lleno de desaliento, sin salud y sin el fruto de su trabajo, el ilustre escritor se retiró del campo del periodismo con ánimo de buscar el descanso de sus fatigas en el seno amo­roso de su virtuosa familia; y todavía allí desahogaba su entendimiento, escribiendo de vez en cuando algunos artí­culos que publicaba en El Siglo XIX, y dando comienzo á una obra de que hablaré después, la Vida de JVasIiing-

ton. Aislado, triste, lejos completamente del trato del mun­do, del cual le habían apartado amarguísimos desengaños, —le sorprendió la muerte el 3 de Marzo de 1 8 7 9 , hallán­dole pobre, enfermo y desalentado, después de tantos años de lucha diaria; llena su frente de laureles, pero ensangren-tados sus pies con las espinas del áspero sendero de su vi­da. . . . * ¡Y así acabó aquella existencia noble, honrada, consumida toda entera en el bien de los demás y en glorio­sos servicios á su patria! —

A su muerte, fué llorado de todos; porque sus virtudes, sus merecimientos, su bondad generosa, su bellísimo carácter, su modestia, su amor á España y á los españoles, á México y á los mexicanos, le hicieron digno del cariño de cuantos co­nocían su nombre. Los periódicos vistieron luto, le dedi­caron expresivos y elocuentes artículos necrológicos, y los poetas nacionales más notables, honraron su memoria con sentidas elegías: todos, en fin, dieron señales del dolor, que

sus c o n v e r s a c i o n e s i n t i m a s , lo q u e d e b í a h a b e r s ido m o t i v o d e s a t i s ­facc ión y d e g o z o , s e c o n v i r t i ó en a m a r g a f u e n t e d e d i sgus tos y t o r ­mentos . A q u e l l a s c l á u s u l a s se m o d i f i c a r o n a l fin, y el r e g a l o fué a c e p t a d o ; p e r o el n o b l e e s c r i t o r no p u d o o l v i d a r n u n c a los d o l o r o s o s i n c i d e n t e s q u e h u b o en este n e g o c i o y se a b s t u v o d e m e n c i o n a r l o en La Iberia. ¡ T a n l a s t i m a d o así h a b i a q u e d a d o su c o r a z ó n ! Kn lo in­t i m o d e él a g r a d e c í a y a g r a d e c i ó s i e m p r e , a u n q u e j a m á s lo d i jo , el r e g a l o d e sus c o m p a t r i o t a s , q u e a s e g u r ó á su fami l ia un m o d e s t o b i e n e s t a r .

* R o a Márcena .

2 I 4

les causaba la ausencia eterna del Sr. Portilla, del grande amigo de México, del modelo de periodistas y de caballe­ros, del ilustre é incansable batallador de la verdad y de la justicia. ¡Era una pérdida inmensa para España, para Méxi­co, para las letras, para la prensa, para la historia! ¡Pérdida más inmensa todavía y verdaderamente irreparable para su familia y sus amigos!

Un mes después, para que á la gloria del Sr. Portilla na­da faltase, se presentó en el Congreso General una propo­sición pidiendo se declarara que el ilustre escritor español,

elinsigne fundador y director ¿/c 1 L A I l iERIA, Sr. I). Ansel­

mo de la Portilla, habla merecido bien de México: * hecho singular y honrosísimo que no tiene precedente en nuestra historia, y que constituirá en todo tiempo el timbre más glorioso de la familia del Sr. Portilla.

V i l .

Pudo sin duda éste dedicarse á otro género de labores literarias; y en vez de las fugitivas producciones del perio­dismo, que pronto se olvidan y desaparecen, fácil le habria sido dejar obras formales y concienzudas sobre diversar ma­terias, porque tenia fuerzas y dotes especiales para todo. "Portilla era —dijo no há mucho un distinguido escritor español**— un pensador profundo y altamente moral, un escritor inspirado, correcto y erudito, de buen gusto y de

* El a u t o r d e es ta p r o p o s i c i ó n fué el r e p u t a d o a h o g a d o S r . D .

J o a q u í n M . A l c a l d e , d i p u t a d o al C o n g r e s o d e la U n i o n ; y d e s p u é s

la hizo s u y a la D i p u t a c i ó n d e G u a n a j u a t o .

* * El S r . D . J o s é G ü e l y M e r c a d e r .

2 1 5

intención viril; gran conocedor del corazón humano; de ánimo abierto á todos los sentimientos nobles y levantados, y fácil á todas las impresiones del exterior que dejan en el alma huella provechosa. Periodista desde sus años juveni­les, conocía á fondo las ciencias políticas y sociales en todas sus fases; era filósofo, economista, jurisconsulto, diplomáti­co, hombre de gobierno y de administración. En España, afiliado en cualquiera de nuestros partidos políticos, fácil­mente habria llegado á ministro de la Corona."

El Sr. Portilla, sin embargo de todo esto, nada se reservó para sí: no se acordó de su nombre, ni quiso conquistarse un bienestar feliz: lo sacrificó todo en aras de la misión de paz que se propuso llenar en nuestra patria. ¿May por ven­tura más generosa abnegación? ¿Puede exigirse mejor pren­da de amor patrio?

El inolvidable redactor de La Iberia amaba á México como se ama la tierra donde se ha criado una familia, y se ha gozado y padecido: con encendido amor, con leal y en­tusiasta cariño. El sufría con las desgracias de esta Repú­blica, que es la patria de sus hijos, y se alegraba con sus triunfos, con sus progresos, con su engrandecimiento; se inquietaba por su porvenir, se interesaba en las cuestiones que de alguna manera pudieran influir en él, y prestaba el apoyo y la autoridad de su talento á cuanto pudiera favo­recerlo.

Nuestra literatura, sobre todo, le debió eficaces é impor­tantísimos servicios: su nombre vino figurando, como hemos visto, desde sus primeros años, en el movimiento intelectual de nuestro país, al lado de aquella magnífica pléyade en que brillaban Alaman, Pesado, Munguía, Aguilar y Maro-cho, Roa Barcena, y otros muchos.

El Sr. Portilla tenia estímulos para la juventud, animaba á los tímidos, disimulaba los defectos de sus ensayos y les daba generosa acogida en las columnas de sus periódicos,

2Í6

quizá en recuerdo de los desaires que él sufrió en sus prime­ros pasos literarios. ¡liien se vengó de ellos! Nadie asomó jamás á su puerta en busca de un nombre, de un reclamo, de un camino para las letras y la gloria, sin encontrarla de par en par abierta, como él decia; dispuesto su corazón y prontas su voz y su pluma para cumplir sus deseos. Su Iberia fué, mientras se publicó, el periódico único que ser­via á la juventud estudiosa para darse á conocer, pues el Sr. Portilla amaba con entrañable afecto á la naciente ge­neración literaria. A muchos escritores sacó de la oscuridad y el aislamiento, y les dio gloria, les prodigó aplausos, les conquistó un buen lugar en el concepto público, llamando sobre ellos la atención de los inteligentes. ¡Cuántos le de­ben una reputación! ¡Cuántos acudían á su lado en bttsca de consuelos y de consejos, seguros de ser recibidos con la confianza, con el interés y el cariño de un padre bonda­doso!

Los mexicanos, justo es decirlo, supieron corresponder dignamente á esta predilección del Sr. Portilla: lo veían con veneración y cariño profundísimo, y la gratitud que hacia él abrigaban, les llevó á cumplir en momentos solemnes, los más tristes deberes. Mexicanos hubo entre los amigos que le acompañaron en la última soledad de su vida, mexi­canos entre los que cerraron sus ojos y velaron su cadáver, entre los que le acompañaron á su última morada, y los que al último regaron su sepultura con lágrimas. . . . Y en el cementerio, mexicanos y españoles lloraron al recordar que aquel hombre virtuoso los habia unido con el abrazo de hermanos. . . .

2 1 7

V I I I .

Según he dicho antes, las ocupaciones del periodismo impidieron á nuestro D. Anselmo escribir algunas obras, con que en otras circunstancias habría enriquecido induda­blemente la literatura hispano-americana. Sin embargo, además de los libros que he mencionado en el curso de este artículo, — L a Revolución de Ayutla, México en J S 56-57,

De M'ira/uar á México y la novela Virginia Slivard,—

el Sr. Portilla escribió y publicó algunos capítulos de uno (pie prometía ser muy interesante, intitulado: E S P A Ñ A E N

M É X I C O , —Cuest iones históricas, políticas y sociales,— com­pletándolo con diversos artículos de polémica periodística.* —En sus últimos dias escribía la Vida de IVaslu'uglon, obra importantísima que trunca como quedó, será valioso orna-

* l ín el fol let ín d e Ln Iberia p u b l i c ó el S r . P o r t i l l a una i n t e r e ­s a n t e Biblioteca, histórica s o b r e cosas d e M é x i c o , en la cua l s a l i e ­ron á luz o b r a s t a n r a r a s y cu r iosas , c o m o las s i g u i e n t e s , con u n a in­t r o d u c c i ó n s u y a : Cartas de Hernán Cortés á Carlos V; Conquista

de ^léxico, d e G o m a r a , Conquista de la Nueva España, d e B e r n a l D í a z de l C a s t i l l o , Teatro Mexicano, d e V e t a n c u r t , Idea de una

nueva Historia General de la América Septentrional, d e Hotur in i , Escritos sueltos, d e H e r n á n C o r t é s , Instrucciones que los Vi rey es

de Nueva España dejaron á sus sucesores, Crónica de la Provin­

cia de Michoacan, d e l P . B e a u m o n t , é Información recibida en

México y Puebla el año de 1 5 6 5 , sobre los servicios que prestaron

los tlaxcaltecas á Hernán Cortés en la Conquista de México.—

M u c h a s d e estas obras , ó p e r m a n e c í a n i n é d i t a s , ó si se h a b í a n p u b l i ­c a d o , e r a n r a r a s y d i f í c i l e s d e e n c o n t r a r . El S r . P o r t i l l a p r e s t ó , p u e s , con su Biblioteca, un g r a n s e r v i c i o á la H i s t o r i a n a c i o n a l .

•2.1

2 l S

mentó de las letras españolas; pues el estilo castizo, la ele­gancia de la narración, la sana crítica y los incontables primores de lenguaje de que está sembrada, hacen de ella un monumento literario digno del gran hombre á quien es­tá dedicada.

Yo he tenido la fortuna de leer, merced á una bondado­sa distinción de la familia del Sr. Tortilla, que agradezco profundamente, el manuscrito de los ocho únicos capítu­los que el ilustre escritor dejó del todo terminados; y como en mi sentir la obra es de una importancia suma y de un mérito no común, el lector me permitirá que diga yo algo en especial sobre estos ocho capítulos.

No es este libro solo una biografía, ni el simple panegíri­co de Washington; participa de ambas cosas: es un canto bellísimo, un poema épico escrito en prosa, para honrar la memoria de uno de los hombres más admirables que ha producido la humanidad. En él se unen en feliz consorcio la majestad de la historia y la sublimidad de la poesía; la elevación de criterio del filósofo y los arranques líricos de un corazón entusiasta; la quietud y serenidad del investi­gador erudito, y la amenidad, el colorido, la encantadora animación del escritor de fantasía. Todo allí es interesante y magnífico: las descripciones son verdaderos cuadros, perspectivas grandiosas en que el lector no sabe en (pié ob­jetos detener los ojos, pues el cielo, las florestas, los rios con sus márgenes floridas, los callados montes, las embalsama­das noches, las mañanas resplandecientes, se ven con tal viveza y claridad, que parece uno encontrarse en las selvas vírgenes americanas. Y sorprende en verdad que tales pá­ginas, obra de un escritor que tenia ya sobre sí la nieve de los años y cuyo corazón habia sido azotado tantas veces por el ardiente soplo del infortunio, estén llenas de tan delicio­sa frescura, de tan embriagadora poesía, de tan fino, exqui­sito y delicado gusto. Al leer algunos capítulos de la Vida

2 ¡ ü

d¿ Washington, sin esfuerzo cree uno que está leyendo á Chateaubriand; al pasar la vista por ciertos pasajes en que el interés de la narración crece y crece sin cesar, parece que tenemos un libro de Washington Irving en las manos; al deleitarnos en los episodios puramente históricos, es Prescott quien nos habla; y en otras partes recordamos á los cronis­tas primitivos de México, Mendieta, Las Casas, Sahagutí, Motolinía, porque tal es la unción y la candorosa sencillez con que el autor se expresa: ya es una página como podia haberla escrito Macaulay, ya otra en que la profundidad y exactitud de una observación compiten con la claridad con que fué expuesta; observándose en el desarrollo de la obra un método maravilloso y una naturalidad verdaderamente encantadora. Por lo demás, ¡qué pureza hay en la dicción, qué selectos períodos, qué fluidez, qué arte, qué escogido lenguaje! ¡Cómo se ve allí la mano del literato, del hablis­ta distinguido, del crítico eminente y discreto, del historia­dor ameno, profundo y reposado!

Comienza su obra el Sr. Portilla dibujando á grandes pinceladas el establecimiento de las colonias inglesas en América, para preparar así el ánimo del lector y disponer el teatro en que va á figurar su héroe. En los capítulos se­gundo y tercero pinta con frescos y animados colores la niñez y la juventud de Washington, evoca los recuerdos de su familia, refiere algunos rasgos curiosos de su precocidad y buen juicio, y se detiene en aquellas circunstancias que todos gustamos de encontrar en las biografías de los gran­des hombres: son bellísimas y conmovedoras las palabras dedicadas á la madre de Washington.—Después, pasa á describir el carácter juvenil de éste, y cuenta sus primeros amores; habla de sus trabajos, de algunos viajes que hizo con motivo de sus conocimientos en agrimensura, de sus pesadumbres de familia y de sus cuidados como jefe de ella; concluyendo tan interesante relación con el siguiente par-

2 2 0

rafo, en que se compendia lo dicho hasta entonces: —"Todo lo que hizo Washington en su juventud parecía dispuesto para prepararle al gran papel que la Providencia le desti­naba en la edad madura. La caza, imagen de la guerra; los cuidados de la familia, imagen del gobierno; los tra-bajosde agrimensor, imagen de las durezas de la vida; todo fortificó su cuerpo, ilustró y templó su espíritu, formó su corazón y elevó su carácter á la altura que era menester para que fuera un dia el primer capitán, el primer legisla­dor, el primer hombre de Estado, el fundador en suma de un pueblo."

En el capítulo cuarto aparece ya Washington en la esce­na pública, desempeñando una comisión importante cerca del Gobernador de los colonos franceses del Ohio; y la his­toria de su viaje á través de las selvas, en que están pinta, dos con admirable propiedad los peligros á que se vio ex­puesto y las espléndidas bellezas del territorio, sus ásperos montes, sus rios helados, sus desiertos, sus soledades, y algo también de las costumbres de los salvajes, recuerda las pá­ginas más hermosas de la Átala y de Los Natclcz de Chateaubriand. Y da mayor atractivo á la narración la gallarda, la interesante, la legendaria figura de Washing­ton que allí se descubre en todos los cuadros.

Con motivo de la sangrienta guerra intercolonial, llama­da de los siete años, que estalló en 1 7 5 4 , el joven america­no comenzó á distinguirse en los combates de un modo extraordinario, triunfando primero de Jumonville que mu­rió en la refriega, y asistiendo luego á la célebre batalla en que quedó completamente derrotado el General Braddock por no haber seguido los prudentes consejos de Washing­ton. Allí peleó éste con admirable denuedo, y se salvó de la muerte providencialmente, como si Dios —dijo Samuel Davis—le señalara para prestar más tarde algún impor­

tante servicio á su país. Estos hechos y sus consecuencias,

2 2 1

con otros curiosos episodios, ocupan los capítulos quinto, sexto y sétimo; siendo de notar, que el interés jamás desfa­llece, antes subyuga y deleita la amenidad del relato, y agradan los detalles discretamente escogidos por el autor. En el octavo, en fin, se trata del casamiento de Washing­ton con Marta Custis, y es uno de los que con mayor deli­cadeza están escritos y de los que más simpatías inspiran hacia el grande hombre: en él aparece éste tal como era en sus sentimientos íntimos y en sus costumbres privadas. El biógrafo refiere cómo se conocieron Washington y Mar­ta, cuál era la correspondencia que estando lejos se trasmi­tían, qué aficiones y propósitos despertó en él aquel acto de su vida, cuáles eran las virtudes y prendas de la esposa, y por último, cómo se trataron ella y el patriarca americano. Léase, acerca de esto, el siguiente párrafo:—.. ."Su union con Marta fué venturosa. Dulce y amorosa compañera, ella fué el más bello adorno de su hogar en todas las situacio­nes de la vida. Encerrada en el rincón donde la mujer tiene su trono, rarísima vez sale á la escena en el gran teatro donde hizo el primer papel su marido. Dotada de carácter expansivo y amable, alegró con su presencia y dio tono de sencilla elegancia á la vida del campo en que pasó los primeros años de su matrimonio; y cuando más tarde fué llevada á los brillantes círculos del poder, y participó de las ovaciones con que el entusiasmo popular aclamó á su triunfante esposo, nunca perdió la modestia y humildad de sus costumbres. Fué, en una palabra, digna compañera del grande hombre á quien dio su mano.—Con Washing­ton y con Marta nos sucede lo que con nuestros abuelos: nunca los vemos jóvenes. El se nos representa en el invier­no de la vida, con su auréola de ancianidad y su venerable aspecto de patriarca: ella con su blanca cofia, su saya an­tigua y su bondadosa faz de abuela. No tuvieron hijos, pe­ro un pueblo entero que le llama padre á él, y ama y ve-

2 2 2

ñera su memoria, tributa también homenajes de cariño filial á la que fué su digna y noble compañera."

Este capítulo tiene en el manuscrito la fecha Enero 2 —

iSjS— y fué el último que escribió el Sr. Portilla, 'fres me­ses después de comenzada la obra, es decir, en el citado, le atacó una enfermedad penosa que le obligó á suspender su trabajo, cuando solo habia escrito la introducción y los ocho primeros capítulos. Ya no la pudo proseguir, porque desde entonces el mal siguió, hasta que la muerte vino á cortar aquella cara existencia.

Como se comprende desde luego, la Vida de. Washington

apenas quedó empezada: el manuscrito alcanza solo hasta el año de 1 7 5 9 , y el Cincinato de América murió en 1 7 9 9 , en cuya diferencia de cuarenta años cambió radicalmente el estado de las colonias y se sucedieron aquella serie de hechos memorables en que Washington fué el principal ac­tor, el centro, la causa de todos ellos. ¡Qué guerra aquella de la independencia, qué batallas, qué prodigios de valor y de perseverancia, qué austeridad de virtudes desplegada por Washington en los campamentos, qué triunfos, qué gloria! Aquel guerrero indomable y heroico, después de dar la libertad á su patria y poner las bases de su futuro en­grandecimiento, se retira, modesto y sencillo, á su casita de Mount-Vcrnon, con la conciencia de haber cumplido su deber, buscando las dulzuras de la vida doméstica y culti­vando, como el hombre más humilde del pueblo, sus férti­les heredades. ¡Qué páginas habría escrito el Sr. Portilla con estos asuntos; él, que comprendía y admiraba las gran­des virtudes de los grandes corazones! ¡Cómo habría pin­tado, con su pluma de oro, aquellos prodigiosos aconteci­mientos que conmovieron las selvas del nuevo mundo; aquellos hechos que elevaron á Washington á la altura en que lo ve la posteridad y lo verán siempre los siglos; aquellos soldados valerosos que sentían arder su sangre de entusias-

2 2 3

mu á la sola presencia de su general!. . . . í.o poco que deió escrito el Sr. Portilla de su obra, nos permite adivinar fácilmente las páginas que habría trazado después si la muerte no nos le hubiese arrebatado. . . .

Algunos de sus compatriotas, según él supo, "mostraron grande extrañeza porque iba á escribir la vida de Washing­ton, cuando tantos personajes españoles que ilustraron su nombre en el Nuevo Mundo, le brindaban con su genio, sus virtudes, sus hazañas y sus glorias."-—Los siguientes conceptos del prólogo explican la intención del Sr. Portilla, y yo no puedo hacer cosa mejor que copiarlos. Dicen así: •'Ouiero pagar la parte (pie á mí me toca en la deuda de gratitud que tenemos los españoles con los escritores de los Estados-Unidos. Los principales de ellos han elegido para sus obras asuntos de España, y han ilustrado con trabajos importantísimos, como no lo han hecho los nuestros, mu­chos de los más interesantes períodos de nuestra historia. * Yo quiero bosquejar el más interesante y bello de la suya: voy á escribir la vida de Washington."—El Sr. Portilla, además, tenia una deuda especial con los Estados Unidos. "Su historia —decía también en el prólogo,— sus hechos, sus costumbres, los discursos de sus oradores, las obras de sus literatos, los cantos de sus poetas, las opiniones de sus estadistas, han sido un arsenal inmenso de donde he saca­do yo en mi larga carrera de escritor, las más poderosas

* Y a se c o m p r e n d e q u e el S r . P o r t i l l a se r e f i e r e a q u i : :i W a s h i n g ­ton I r v i n g , q u e escr ib ió la Vida y Viajes de Cristóbal Colon, ¡'ta­

jes y descubrimientos de tos compañeros de Cristóbal Cotón, Le­

yendas de ta Alliavibra, e t c . ; á P r e s c o t t , q u e p u b l i c ó la Historia

de la Conquista de México, la Conquista del Perú, la Historia del

reinado de los Reyes Católicos y la / 'ida de Fclif>c II: ó T i c k n o r , por su Historia de la Literatura Española: á F e n i m o r e C o o p p e r , q u e c o m p u s o u n a d e sus m e j o r e s n o v e l a s con el t í tu lo d e Mercedes a'e

Castilla, y á o t ros m u c h o s q u e ¡i-;ría ktrsjro c i t a r .

2 2 4

armas para vindicar la historia y las tradiciones de mi pa­tria en el Nuevo Mundo, y combatir las preocupaciones hostiles al nombre español en las tierras donde más hizo para ser querido y respetado. Los sentimientos y conducta riel pueblo norte-americano, los hechos y dichos de sus hombres eminentes, sus homenajes á la verdad y á la jus­ticia de la historia, su tierna veneración á la memoria de sus padres, todo esto ha sido mi refugio cuando mis razo­nes no han valido, y siempre ha sido esto eficaz para im­poner silencio á las preocupaciones antiguas de la América Española, con cute he luchado constantemente en el esta­dio de la prensa."

Se ve, pues: que todavía en esta obra, al parecer extraña al pensamiento que fué objeto de los desvelos del Sr. Por­tilla, se proponía continuar su propaganda de fraternidad y de reconciliación, defendiendo con brillante celo los fue­ros de la verdad histórica. ¡Jamás aquel hombre virtuoso dejó de ser el apóstol de paz, el apóstol de una idea que en mayor grado puede engrandecer á los que la abriguen en su pecho! ¡Bendita sea su memoria!

I N D I C E

P á g s . D e d i c a t o r i a .

P r ó l o g o .

I n t r o d u c c i ó n 1

l i m o Sr . O b i s p o D . I g n a c i o M o n t e s d e O c a 9

ü . A l e j a n d r o A r a n g u y E s c a n d e n 25

D . J o a q u í n ( l a r d a I c a x b a l c c t a 35

D . J o s é S e b a s t i a n S e g u r a 57

D . J o s é M a r í a R o a P.árcena 05

D. J o s é M a r í a d e P a s s o c o 81

D . F r a n c i s c o P i m e n t e l 87

D . C a s i m i r o C o l l a d o 101

D . I g n a c i o A g u i l a r y M a r o c h o m

D . T i r s o R a f a e l C ó r d o b a 129

D . M a n u e l O r o z c o y P e r r a 143

D . R a f a e l Á n g e l d e la P e ñ a 1Ó3

D . J o s é P e ó n y C o n t r c r a s 169

D . M a n u e l P e r c d o 181

D . A n s e l m o d e la P o r t i l l a 189