Agua en Las Veguillas Juncos en la Fuente...

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Juncos, trigo y agua estan en nuestro escudo. Este último elemento tiene su templo en el Pilar; La fuente de los 4 caños que se nutre del manantial situado en los álamos, a pie del camino de Madrid. Agua clara y cristalina que nos acompaña desde siempre en nuestro pueblo, que brota de los pozos de Jarape, de la fuente primera y que se recoge en las Veguillas, junto a ” las Lunas”, para partir por el arroyo Guatén al rio Tajo. Agua en Las Veguillas Juncos en la Fuente primera Cereal en el Cerro de la aguililla Prado y Pilar son los dos barrios del pueblo, juncos , agua y cereal nuestras señas de identidad. A todos vosotros, vecinos y visitantes de esta web, amigos ante todo, va dirigido este relato de nuestra historia, esperando que disfruteis leyendolo como yo he disfrutado escribiendolo. J.Carta.

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Juncos, trigo y agua estan en nuestro escudo. Este último elemento tiene su templo en el

Pilar; La fuente de los 4 caños que se nutre del manantial situado en los álamos, a pie del

camino de Madrid. Agua clara y cristalina que nos acompaña desde siempre en nuestro

pueblo, que brota de los pozos de Jarape, de la fuente primera y que se recoge en las

Veguillas, junto a ” las Lunas”, para partir por el arroyo Guatén al rio Tajo.

Agua en Las Veguillas Juncos en la Fuente primera

Cereal en el Cerro de la aguililla

Prado y Pilar son los dos barrios del pueblo, juncos , agua y cereal nuestras señas de

identidad.

A todos vosotros, vecinos y visitantes de esta web, amigos ante todo, va dirigido este

relato de nuestra historia, esperando que disfruteis leyendolo como yo he disfrutado

escribiendolo.

J.Carta.

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RELATO BREVE DE LA HISTORIA DE YUNCLER

Alrededor de una lumbre, resguardándose del relente de la noche, estaban reunidos

todos los guerrilleros, cada uno con su atuendo particular; no era el uniforme propio de un

ejército al uso, pero tampoco era muy importante dado el tipo de guerra que se estaba

haciendo contra el invasor; la diversidad de ropajes daba un colorido especial a la noche, a

pesar de que con la sola luz del reflejo de la hoguera los colores eran difíciles de discernir.

Palarea, el único uniformado, miraba indistintamente la claridad de la luna y el rojo del fuego

mientras pensaba en los últimos dos años de su vida, en lo rápido y sorprendente que habían

transcurrido sus días, cómo en ese tiempo había pasado de ser un médico rural afincado en

Villaluenga de la Sagra prestando servicio a los ciudadanos de la comarca sagreña, a

encontrarse, esa noche concretamente, en las ruinas de un abandonado castillo medieval en lo

alto de aquel cerro que daba cobijo a las poblaciones próximas entre las que se encuentra el

pequeño pueblo de Yuncler. Pensaba, con una ligera sonrisa esbozada en los labios, en el día

en que decidió dejar el oráculo de la medicina para dedicarse a combatir a los franceses

invasores, enajenó todos sus bienes y se lanzó a la lucha armada con las armas y el ejército de

que disponía; ya antes les había hecho la lucha moral distribuyendo panfletos de propaganda

contra el ocupante; se le vino a la mente el día de su bautismo de fuego cuando volvía campo a

través con sus hombres desde Casarrubios del Monte hacia Carranque y tuvo que enfrentarse

a un destacamento enemigo en el camino de Cedillo aquel 7 de julio y cómo a partir de

entonces se sucedieron todos los acontecimientos de manera tan vertiginosa; recordaba

también cómo a los pocos días, el 8 de septiembre interceptó un correo del emperador en

Santa Cruz de Retamar dirigido a algunos de sus oficiales lo que le supuso el nombramiento de

alférez de la 7ª partida de patriotas voluntarios de Castilla y cómo no recordar, ¡está tan fresco

en la memoria!, lo acaecido en aquel arroyo de Yuncler que llaman de “la Solana” ya bajo las

distinciones de teniente coronel; había sido hasta ahora su actuación más importante y le

supuso la condecoración con la cruz laureada de San Fernando. Qué lejos quedaban aquellos

días en Murcia como estudiante, la universidad, sus padres, el primer viaje a tierras de Toledo;

una ráfaga de melancolía invadió, de súbito, sus pensamientos. Valoraba si había merecido la

pena desprenderse de todo y comenzar a luchar, pero no tenía ninguna duda, la decisión había

sido la correcta; un estremecimiento de emoción, como un rayo electrizante, le recorrió todo

el cuerpo a la vez que se le erizaba el vello de la piel y los ojos se le tornaban vidriosos, más

cristalinos aún al resplandor de la hoguera, dio la espalda a sus hombres para que no le

delatara una lágrima que resbalaba por su mejilla dejando tras de sí una estela fría y húmeda y

limpió la lágrima delatora con el envés de su diestra , luego se acarició la barbilla aún sin

afeitar , el contacto con su cara fue frío a causa del aire gélido que soplaba en lo alto de del

cerro a pesar del resguardo de los muros del viejo castillo; revivió por un momento detalle a

detalle cada uno de los segundos transcurridos en la batalla de Yuncler: desde el instante en

que aquellos hombres llegaron portadores de la noticia que había de pasar un convoy con

trigo requisado en la comarca por el camino real se puso a pensar de qué manera

interceptarlo conociendo que había destacamentos en Yuncos, Illescas y Cabañas; la forma le

pareció fácil:

“-habría que atacarlos en Yuncler, si, en Yuncler, a la altura del barranco, en el arroyo;

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Sus hombres lo miraban asombrados, los ojos parecían querer escapárseles de las

cuencas, ante la rapidez con que había dispuesto la estrategia, su reacción había sido

fulminante. Si, a por ellos; -gritaba toda la tropa a la vez que levantaban sus brazos y los

blandían al aire de la noche– a por ellos. Viva “el médico”, “viva España”.

Acto seguido “el médico” se agachó al suelo y reunió a todos los hombres a su

alrededor para dibujar en la arena la disposición táctica del ataque y que todos, sin excepción,

lo vieran, no se podía dejar ningún detalle al azar, la preparación había de ser muy minuciosa.

Aprovecharían la arboleda que crece al lado del arroyo para estar ocultos y salir en tromba a

por el enemigo a la voz de mando de Palarea; mandaría unos 30 hombres a Yuncos y Cabañas

para evitar la salida de los enemigos guarnecidos en Illescas y Olías caso de que les llegara la

noticia y así poder atacar con más tranquilidad.

Arroyo de la solana, junto al camino viejo de Madrid Juan Palarea “el médico “

Llegó el día del ataque, los hombres estaban dispuestos por entre la maleza del arroyo

observando el trajinar diario del camino, aún se cernía la oscuridad sobre aquel 19 de octubre

de 1810; sonaba entre el piar de los primeros pájaros y el chocar de las hojas con el viento, el

rechinar de las ruedas de las carretas que pasaban y el crujir de la madera forzada por el

excesivo peso; en el camino había inmiscuidos carreteros y carros aliados encargados de dar

la señal de alarma cuando se acercara el convoy, eran parte de la estrategia, entre ellos

algunos vecinos de Yuncler.

Comenzaba a clarear el día; las primeras luces del alba, sonrosadas, empezaban a dejar

paso a los primeros rayos de sol cuando un carretero vislumbró en el horizonte el convoy y dió

la voz de alarma. Venía escoltado por dos filas de granaderos, una a cada lado del carro que

transportaba el trigo. Al llegar a la altura deseada “el médico” hizo la señal de ataque y sus

hombres se lanzaron con tal ímpetu que poco pudieron hacer los franceses sino parapetarse

tras el carruaje y posteriormente, los que quedaron con vida, salir corriendo hasta la próxima

ermita de San Sebastián ( Actual cementerio ) en Yuncler; fueron tantas las prisas que no

acertaron a cerrar tras de sí las puertas del sagrado recinto, lo que aprovechó Palarea para

mandar a sus hombres fuego sin cuartel y de esta manera impedir que salieran o cerraran la

puerta. Instó al mando de los franceses por medio de un parlamentario a que se rindiera hasta

tres veces pero de nada sirvió y en la última vez uno de los granaderos lanzó una granada

contra el parlamentario de Palarea que le costó la vida y llenó de indignación a los españoles

jurando no dejar un francés con vida. Llegaron noticias de que se aproximaba por Yuncos una

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guarnición en socorro de los pertrechados en la ermita, para lo cual Palarea marchó hacia

Yuncos dejando a cargo de la empresa a su lugarteniente José Rivero. Tras hacer huir a los

franceses en Yuncos volvió a las inmediaciones de la ermita y decidió acabar cuanto antes con

aquello no fuera a ser que llegaran más refuerzos. Amontonó ramaje y leña seca para quemar

la ermita, pero la lenta combustión impacientó al guerrillero que decidió, aprovechando el

viento que soplaba favorable hacia la puerta de la ermita para tramar un ardid, echar al fuego

pimentón y azufre traído por Juliana Carrillo, vecina del pueblo, lo cual hizo salir a los franceses

que fueron pasados por las armas según aparecían por la puerta de la ermita”.

A la vez que recordaba los hechos miraba la cruz laureada de San Fernando que

colgaba de su uniforme, cruz que le fue entregada como reconocimiento al mérito obtenido en

la batalla de Yuncler. Mientras amanecía veía nuestro pueblo a lo lejos entre aquel cerrito

pequeño que llaman de la aguililla y la colina donde aún se reconocen los restos de la ermita

de San Sebastián que le sirvió de morada a los franceses en sus últimos momentos; pensaba en

el orgullo, patriotismo y otros sentimientos que embargaban su pecho en esos momentos.

Miró la media naranja de la iglesia, la torre del campanario y pensó en como se mantenía

erguida a pesar de la guerra, su esbeltez seguía intacta, y se alegraba de ello, pues era de

reciente construcción toda ella menos el campanario que fue lo único que se libró del incendio

del 19 de octubre de 1788. Siguió con la vista el cauce del arroyo Tocenaque que lamía la

ladera donde descansaban las casas e imaginó el discurrir del agua cristalina por la blanca

arena con su sonido limpio y claro. Observaba matas de juncos por casi toda la geografía que

rodeaba al pueblo, juncos que en otro tiempo habían sido el embrión del nombre que ahora

ostenta; pensó un momento en quién podría haber sido el primero en nombrarle. Su nombre

estaba muy ligado a Villaluenga y al castillo del Águila pero siempre había sentido una extraña

atracción por aquel pequeño pueblo vecino.

Representación de la batalla de Yuncler (1.810) en la fachada del ayuntamiento

Para llegar a este hecho que hemos narrado anteriormente y que supone el súmmun o

punto álgido de la historia de nuestro querido Yuncler han tenido que pasar muchas cosas,

antes y después:

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Todo empezó en una época muy lejana de la prehistoria. La Sagra, comarca sobre la

que asienta sus pilares nuestro pueblo se formó en el Mioceno con materiales detríticos y

arenas arcósicas muy arcillosas de leve color rojizo y gris, su clima templado ronda los 2 grados

centígrados en invierno y los 34 grados centígrados en verano con primaveras y otoños muy

agradables. Sus paisajes son llanos y limpios, con poca vegetación autóctona de árboles y

arbustos salvo en las cuencas de los arroyos de la Solana y Tocenaque. Lo que sí es bastante

característico de nuestro pueblo son los juncos y más concretamente el “Scirpus

holoschoenus” gran delator del agua dulce y que daría nombre a nuestro pueblo (Ocner,

Yunquer). En medio de su llanura se alzan los montes del Águila como un paquidermo que

durmiera plácidamente en su jergón de suelo; completaba la cumbre del cerro donde hoy se

encuentra la cementera, como una corona regia, el hoy desaparecido castillo del Águila. A esta

comarca, más concretamente al pueblo que nos refiere, en la Sagra Baja, Yuncler. Dos colonias

de homo sapiens sapiens, entonces aún nómadas, llegaron y se establecieron en estas tierras

tan ricas para el cultivo de cereales; unos en el paraje conocido como “el balconcillo”,

asentamiento que duró desde la edad del bronce hasta la baja edad media como demuestran

los hallazgos localizados; y otro en el paraje de “las Lunas”, de reciente descubrimiento, cerca

de “las veguillas”, humedal antaño rico en caza menor ; este asentamiento permaneció hasta

época romana; ha aportado interesantes hallazgos a la arqueología, tanto de la época del

bronce como de la época romana . En él se han hallado hachas, pulseras, fíbulas, restos de

unas veinte chozas circulares y diferentes objetos de la época del bronce que delatan las

relaciones atlántico mediterráneas, lo que le convierte en un ejemplo destacado para el

estudio de esa época en el centro de la península ibérica, hecho que demuestra los distintos

trabajos de exposición realizados por los arqueólogos; así como cerámica de sigilata, cuentas

de telar, lucernas, un molino de mano y vestigios de un fresco de la época romana en un muro

caído. También se hallaron restos de una especie de horno o parrilla, cuencos en buen estado

de conservación, cuentas de telar y un culo de vasija con la inscripción KEPA IUNTILII,( en una

opinión particular, Kepa podría ser un nombre propio, la firma del alguien e “Iuntilii”, sabiendo

que en latín junco se nombraba “iuncus”, “Iuntilii” podría venir a ser un gentilicio, “el de los

juncos”, Kepa el de los juncos; que Posteriormente en época mozárabe derivaría en Ocner y

posteriormente en Yunquer(como evidencian documentos mozárabes fechados en 1179, 1197

y 1212) para acabar en Yuncler, nombre que posee en la actualidad. El humedal que había al

lado de las “Lunas”, “las veguillas” era una zona rica en juncos, así como otras zonas del

pueblo. Estos al encontrarse al lado del agua dulce eran lugares idóneos para que nuestros

ancestros se asentasen y allí formasen las primeras colonias.

Restos de la edad del bronce (1.ooo años antes de Cristo) hallados en el yacimiento las lunas de Yuncler.

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De la época romana sabemos que se

asentaron encima del poblado Sapiens de las lunas. Allí

se encontraron vestigios de una hacienda romana

dedicada a la ganadería. Esta estaba guardada por

esclavos griegos, que alternaban el cultivo del trigo

con la cría del ganado. Los restos visigodos son escasos

o nulos porque la Sagra en esa época estaba

despoblada debido a las guerras y a la peste. En el

siglo VIII, Yuncler aparece como alquería, y

posteriormente, tras la toma de la ciudad de Toledo

por Alfonso VI siguieron ocupándola los mozárabes. Se

tiene constancia de que se realizaban razzias por estas

tierras desde la ciudad toledana. De esta época es el

edificio más antiguo de nuestro pueblo; la Torre

mudéjar de la Iglesia, construida en el siglo XII.

Yuncler tras la reconquista pasa a ser de realengo,

quedando sus tierras bajo jurisdicción regia y repartida a quiñón en lotes entre los pobladores.

Aparece como Ocner en la partición de Azaña y en la descripción del camino real que

va desde Toledo a Madrid, denominado Camino Viejo, gracias a este camino debió de ser una

villa de paso lo que demuestra el hecho de que se documente ya una venta allá por el año

1576; por aquel entonces casi todos los vecinos son labradores y no gozan de privilegio y

libertad, compartimos cura con Villaluenga y se celebra la fiesta de San Gregorio (12 de

marzo), sus casas son de tapias de piedra y yeso y las cubiertas pajizas. Hay en el pueblo un

total de 130 vecinos, lo que supone un aumento considerable si tenemos en cuenta el hecho

de que en el siglo XV lapoblación era de 58. A pesar de ser una aldea con tan pocos vecinos en

el siglo XV, ese siglo pasará a los anales de nuestra historia por ser el tiempo en que a causa de

la continuas guerras para terminar la Reconquista, las pechas (tributos) ahogan a la población,

lo que supone una merma de habitantes (se marchaban de la aldea) y la queja de sus vecinos

como demuestran las ordenanzas de Yuncler del año 1492, consecuencia de esa política

tributaria, y que conlleva a una investigación por parte de Toledo por medio de su jurado

Francisco de Vargas (8 de enero de 1487) que se presentó ante Pedro González, alcalde de

Yuncler. Ese documento de las Ordenanzas de 1492 supone un documento único para el

tratado de la época y supuso un tema de estudio y exposición por parte de Pedro Andrés

Porrás Arboledas en la Universidad Complutense de Madrid. La historia de España es una

historia de guerras, hecho que demuestra que tras la reciente conquista de Granada, llegasen

las Comunidades que supuso la pérdida en Yuncler de uno de sus vecinos (Cristobal González)

tras algunas escaramuzas de uno y otro bando.

Yuncler es un ejemplo constante de rebeldía entre sus gentes a lo largo de nuestra

historia, desde los que se marchan porque no quieren pagar las pechas en el siglo XV, pasando

por los continuos pleitos con la iglesia, incluidos el monasterio de San Millán de la Cogolla e

incluso la catedral de Santiago, hasta la compra del pueblo por los vecinos a D. Francisco

Melchor de Luzón y Guzmán (antes este caballero lo había comprado al rey Felipe IV) que con

su tiranía obliga a sus habitantes a ir abandonando el lugar, hecho que insta a sus vecinos a

comprar el pueblo al hidalgo, para lo cual tienen que pedir un préstamo al convento de San

Torre Mudéjar

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Pablo (Toledo) que posteriormente les traerá más pleitos. Con nuestros vecinos de Villaluenga

hay una disputa en mayo de 1659 a causa de unos pastos , para resolverlo nos damos cita con

ellos en la raya entre los dos pueblos y así solventar el litigio.

Libro del concejo de Yuncler, 1595.

El libro del concejo de Yuncler es un manuscrito en pergamino de 147 hojas que trata

sobre la hacienda y el comercio en Yuncler a finales del siglo XVI. El Ayuntamiento controlaba

todo el comercio, por tanto quedaba todo registrado en este libro. Así la taberna, la tienda,

carnicería, mercería, panadería, etc… pagaban sus impuestos para poder contratar al médico,

barbero o al maestro. Este es un libro muy importante para entender la forma de vida de la

época.

Se da la curiosa anécdota de que desde 1640 hasta el año de 1697 las autoridades las

elige el convento de San Pablo a causa de la deuda contraída por el pueblo con el susodicho

convento para la compra a Melchor de Luzón, por lo que se busca un abogado que nos

aconseje y a partir de entonces se eligen las autoridades a votación por los miembros de la

legislatura saliente como representación de los vecinos del pueblo, teniendo el alcalde en

funciones voz y dos votos. Esto sucede hasta el 1728, fecha en la que en el pueblo se eligen

dos corporaciones municipales, una del pueblo llano y otra de nobleza a petición de Baltasar

de Orozco a la Real Chancillería de Valladolid y desde entonces hasta el año de 1810 es de esa

forma como se gobierna nuestro pueblo, sucediéndose distintos problemas entre unos y otros,

entre ellos como detalle curioso la ausencia en la toma de posesión de muchos de esos

alcaldes, uno incluso con orden de busca y captura. Posteriormente, a raiz de la Constitución

de 1812, se hicieron elecciones muy distintas, por supuesto, a como hoy las conocemos, aún

las mujeres no tenían derecho a voto.

Es en 1812 los días 17 y 18 de octubre, siendo alcalde Juan García Carrasco, cuando se

hace una procesión cívica con un ejemplar de la Constitución traído por Don José González de

la Torre, vocal de la Junta Superior. Desfilan un retrato del Rey escoltado por soldados

portugueses y la Constitución en bandeja de plata seguida de todo el vecindario con música de

la Catedral de Toledo. Se lee el texto de la Constitución en la plaza pública que desde entonces

se llamará “plaza de la Constitución” y se representa por niños de ocho años una obra sobre la

acción que aconteció en término de Yuncler el 11 de abril de 1811 y que supuso el

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apresamiento del Príncipe Aremberg (comandante francés) por Juan Palarea, acaba la fiesta

con fuegos de artificio, salvas de escopeta y baile público.

Es en este período del siglo XIX , entre las sucesivas guerras carlistas que nos miran de

soslayo, cuando Yuncler se hace famosa por sus aguas entre los monarcas que sucesivamente

habitan el palacio de Aranjuez.

Fuente de los 4 caños. Construida en granito, cemento y ladrillo en el año 1.700 y restaurada posteriormente en 1.898

Es también en esta época cuando llega a nuestro pueblo el ferrocarril en una estación

compartida con nuestros vecinos de Villaluenga y que junto a la posterior inauguración de la

cementera ASLAND que supuso un hecho histórico en la geografía de nuestros alrededores; es

fácil imaginar a nuestros chiquillos corriendo campo a través para ver de pasar esa mole de

hierro que se desplaza por los raíles sobre ruedas soltando una nube de humo alegre, y

silbando, para que los chiquillos se percaten de su presencia; o para ver en persona al Rey

Alfonso XIII en la inauguración de la cementera que trajo consigo muchos puestos de trabajo a

la zona y la desaparición del Castillo del Águila; ya nunca más por sus muros resbalarían las

lágrimas de la nostalgia.

El Ferrocarril a su paso por los prados de Yuncler

En las postrimerías de ese siglo cuando nuestros antepasados tienen noticias de la

guerra de Cuba y el final pregonado de nuestro gran imperio que había empezado con Carlos I,

la guerra de Cuba suponía el fin del colonialismo español; nuestro pueblo había pasado de

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tener apenas 60 habitantes a juntar ya alrededor de 600 y empezábamos el siglo XX

dependiendo del campo y de las pequeñas industrias que comenzaban a aparecer; cerámica,

de transportes, de terrazos y pavimentos. Los chiquillos corrían en la plaza y por sus calles de

tierra y guijarros, las mujeres lavaban en los pilares y el “barranquillo” partía el paseo del

Prado con apostura de galán enamorado. También fue una época buena para la ganadería.

La guerra fue un lapsus que no supuso ningún acontecimiento importante salvo el ver

pasar los aviones alemanes y alguna que otra vez milicianos o militares de paso. La posguerra,

como en tantos sitios de España trajo un pueblo dividido, hambre, rencores y la brisa del

miedo pululando por nuestras calles, los vencidos resignados y los ganadores ufanos. Es tarea

de las generaciones que hemos llegado posteriormente el restaurar un clima de concordia,

solidaridad y altruismo entre nuestros vecinos para que la vida de unos y otros sea más plena.

El pueblo se ha ido ensanchando hacia los prados, se hicieron parcelas junto al arroyo

de Tocenaque para la emigración de los 60 ; en uno de esos prados se forjó la leyenda del

“Sagreño” que tantos domingos emocionó y aún sigue emocionando nuestros corazones;

Alfonso Ferrer ayudado de todos los vecinos construyó el mítico campo de fútbol, allá por los

años 50, donde tantas tardes de gloria ha disfrutado nuestra afición con las victorias del

“Sagreño”, que antaño fueron muchas y muy importantes con grandes jugadores salidos de

nuestra cantera como: Dalias, Guillermo, Seve, Pepe Zarra, Nanin, Bauti, David, Fernando,

Vicente y tantos otros que jugaron en segunda y tercera division.

Actualmente tenemos alrededor de 4.000 habitantes tras el boom del ladrillo que

experimentó La Sagra a principios del siglo XXI y afrontamos el futuro con optimismo siempre

innato en la sangre de nuestra gente. Hoy, además de por don Juan Palarea, somos conocidos

por el yacimiento de Las Lunas, el buen hacer de nuestro grupo Tradiciones, por esa peña

motera que enseñorea el nombre de nuestro pueblo por todos los rincones de la geografía

española y por todos esos personajes que han pasado de una manera u otra por la historia de

nuestro pueblo: Julio Orozco con el 9 a la espalda, artífice del gol número 2.000 del Atlético de

Madrid en aquel equipo mítico formado por Reina, Gárate o Luis Aragones entre otros, que

tantos aficionados hicieron en nuestro pueblo para el equipo rojiblanco. Gracias a esta afición

se fundó la Peña Super Lopez siempre fiel en la esquina del fondo norte del Calderón.

Seguramente a el y a otros muchos debemos que en nuestro pueblo tengamos buenos

futbolistas como Oscar Martín o Raul Aguilar y que yá en el año 1982 tuviesemos campo de

cesped natural, el primero de la provincia. Ese mismo año nos visitaron para las fiestas del

Carmen los árbitros del Mundial de fútbol que se celebraba en España. Ya eran famosas

nuestras verbenas por las calles del pueblo.

Jose Luis González es otro de nuestros vecinos ilustres, que desde joven se vino a vivir

con su mujer Fátima a la Calle Bailén y posteriormente al Camino de Recas. Desde este lugar

salía a entrenar todos los días del año, sin descanso. Este sacrificio tuvo su recompensa cuando

se proclamo subcampeon mundial de 1.500 en Roma, antes habia sido campeón de España de

1.500 m, 3.000 y 5.000 m. En la actualidad aún es plusmarquista nacional de la milla. Ha

llegado a participar en 3 Olimpiadas y obtener el Récord del mundo de 1.500 m en pista

cubierta. Su leyenda se forjó en nuestro pueblo, por donde no era difícil verle entrenar por el

camino bajo, buscando los llanos de Numancia y las veguillas. Félix Blazquez otro vecino que se

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convirtió en Campeón de España de los pesos pesados de boxeo, Nemesio Jiménez que

viviendo en nuestro pueblo con su mujer Toñi participó en la vuelta, el giro y el tour.

Tambien tenemos médicos ilustres: Santiago Kasem, Jose Carlos de Lucas, buenos

maestros como Don Alejandro o Don Remigio Laín al que honramos poniendo el nombre del

Colegio Público de nuestro pueblo.

Grandes cazadores de pelo y pluma tambien se forjaron en Yuncler, gracias a los llanos

de las traviesas, a los barrancos de la Solana y Tocenaque donde la perdiz y el conejo buscan

cobijo. El zorzal junto a la torcaz crían y viven en las olivas de Jarape, junto a los dos pinares.

Gracias a los cereales y a las legumbres de nuestra tierra nos visitan todos los años la codorniz

y proliferan la liebres y con ellos nuestros perros de caza; los perdigueros, el podenco y los

galgos, animales y amigos que nos dieron de comer en la posguerra cuando no había pan y la

liebre y el conejo eran lo único que se encontraba. Gracias al “canalla” y tantos otros

perrigalgos nuestros abuelos combatieron el hambre de esos duros años .

El galgo y la liebre dos animales característicos de Yuncler.

En los años 50 y 60 era normal encontrar paisanos trabajando en el terrazo y el

mosaico, trabajos muy duros y de largas jornadas. Luego llegarían las grandes fábricas de

ladrillos, de las cuales solo queda en la entrada del pueblo la gran chimenea del tejar de los

Aguilares. Posteriormente a mediados de los 70 se construyó Jumisa en el Camino de

Villaluenga, siendo la única ladrillera que está operativa en la actualidad.

Chimenea del Tejar de los Aguilares, la más alta de toda la Sagra.