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PERSONAL:

DrnECTORA ...•.•••••••••

SUBDIRECTORA .••...•••

SECRETARIA •••.•.••••••

CORRESPONSAL •••• ••.••

M. Cristina Osorio A. América Marticorena P. Adela Guifíerman T. Lucía Carrasco M.

11 las niñas del liceo N. º 4, habla "Cascadas Bulliciosas"

Lectorcita simpática, no esperaba tener en tí una acogida tan magnífica. Esto me alienta y me da un nuevo impulso para seguir firme y segura en mi intención optimista. . Aunque apenas hace un mes que he salido a luz ya se ha desa-rrollado en mí la tendencia al trabajo y pienso subir, aunque lenta-mente, uno a uno los grados de! progreso.

Mas, al querer yo conseguir esto, noto. que me hace falta un firme apoyo. Y este apoyo que tanto necesito, no es nada más que un poco de tu buena voluntad, un poco de tu entusiasmo.

¡Ojalá yo pudiese conseguir de tí, esto! Mas, me he dado cuenta, con cierta pena, que te dejas agobiar

por ese malsano pesimismo, duermes un sueño egoísta, un sueño inú-til. iPor qué no destierras lejos ese velo pesimista en que te envuel-ves y ofreces tu generosa cooperación'?

¡Oh, lectora! Si crees tú sentir cariño, amor grande por el Liceo, en el cual, tal vez, has pasado o pasarás posiblemente los más d eli-ciosos días de tu vida; si crees tú quererlo realmente, porque él hará de tí una correcta señorita. ¡Interésate! ¡ Ayuda! al progreso de su revista «Cascadas Bulliciosas» y escribe en ella, con verdadero en-tusiasmo, todas las impresiones que él te sugiere.

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/ '

..

-- -- -· Jo -- !';!,

CONDOLENC!fl fl la señora Berta T. de Johnson.

Ese dolor . .. ese enorme dolor que tan cruolmento la ha herido en su corazón, ha despertado en nosotras sentimientos de sincera compasión hacia nstecl.

Su amargura nos ha hecho sufrir, nos ha hecho llo-rar, hemos sentido como usted la nostalgia del a,usonte. Sin saber .. por qué nos hemos sentido también tristes, solas, huérfanas... Y ¡cómo no sentirnos! Si es usted para nosotras una madre buena, que, con santa, abne-gación y ternura, consume por nosotras, la frescura do sus años.

Oh, señora Berta, comprendemos su dolor, senti-mos su amargura y lloramos con usted.

¡Qué triste! ¡Qué sensible! es en verdad la pérdida, ele un sér amado que se aleja para siempre de oshL ,TiclcL, dejando una familia atribulada, dejando corazones quo sufren por su partida, y ojos que lloran su fat;;Ll auson-

. ' cia ... . ¡Cómo poder ser para usfed un consuelo' ¡Cómo mitigar su pena, entregándolo a él vivo on

sus brazos cariñosos!!! Mas, no queda más que someterse a la, Voluntad

Divina; ella, seguramente, · lo ha, llevado a un nnovo y tranquilo hogar. ¡Feliz él! que va al encnonho do lo desconocido, tal vez de la dicha eterna ...

¡Conformidad, serenidad, señora B erta,!!

MUSEO PEDAGOGICO DE CHILE

N .0 de orden-_ - ------- ------ -' DonanM-_,. _ "' t •A ~~~vas- -r-.-n:a.- - ----

' ,e' ~•I- . . Ci uda8.ANT-IA00,--2S~¡..;l-96a•

CoA.

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~e ~ t ~ ~ iEXffMEN! ~ \

~ ¡Caramba! ya voy llegando ~-y la puerta esta abierta. Las piernas me están temblando

~ el corazón me esta saltando

~ . y el susto se me despierta.

~ Entro, el sombrero coloco ~ encima de mi estante

h y mi asiento, poco a poco,

~ va sintiendo el peso foco • de un susto horripilante.

~ Me nombran, salgo adelante

~ y una facha quiero tomar Mas no alcanzo, pues al instante me toca una retumbante

~ pregunta que conteslar.

~ ¿Dónde murió Carlos Quinto?

~ ~ ¿Carlos Quinto? pregunto yo, ¡Caramba con el laberinto!

~ ¡ffyúdame! ¡ffy! instinto

~ Mas , ya es tarde, ¡ya me rajó!

El profesor me examina ~ ~ riéndose de placer

~ y en su rostro hay inquina J como diciendo para su ... "intima" ¡Qué estúpido! ¡Hay que ver!

~ MID:Jj ~~ lj]

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CASCADAS BULLICIOSAS 5

flmor de madre ,

La señ ora D epuonst se encontraba recostada en un sillón, )' su vista se fijaba en un retrato que repi'espntaba a no joven clA v eintitres aúos más o menos, de penetrante mirada, de ojo;; srdiaclo-res, talvez dPmasiado simpático y que era el único objeto ele ::;u preocupación.

Esta señora era Yiuda hacía yarios años y ha' ,ía recibido una pequeña fortuna qne su marido le dejara al morir. ~:rn r¡uc•rith clr• todos los que la conoclan, pero era demasiado condbcendienle con su hijo úni90. R ndolfo.

Estaba su(nida en hondas refü,xion<'s~ c-uam1n s0 alJrÍ,·l de• gol-pe la pul:'rta. La sr0 11orn Depucmst s<· ,-ol\·Íó a,-ustatln. ¡wrn su e,;¡nr·-si ón camhió cuando rPc·onocÍ() al reeiún llegm1() _Y con voz temblo-rosa le diju: -«Hijo, <·res tú. t.C'ómo te ha c1o'> A lo que él rr·s-pondió:-Lo mi::;mo <Jtll' siempre, madre•. el viej > no con,-,i<'ntr· r¡11e

m e case con la chica, hasta 'Jlle yo no tenga esa plata. y Cd. ~alJP. madre. que no tenclró nach hasta que ed. se 11n1erl. .. y yo ma-dre . . . quiero tanto a la chiea, <1ne ;;i no me caso con ella ... me marr-, madre.

La señora De¡rnom,t miró a su hijo, y cc>n t·,ürntfa tp1·1111ra le dijo: -«Hijo mío, por tll 1eliciclacl soy capaz <l.t' tod(). 8i tú 0res feliz cas.inclotP con esa clitca, mañana tendrás ,,l dinero dr"-<':tdo, pero Le pi<l.o nn favor. un último favor ...... .:\Lítume e::;ta Jl<lclw ... Sí, no me dig;1s nada, yo sé <1ne tú sufres l·n silc•ncio; y si yo sny la única que puP1lo remi>diar U1 dolor, ¿_por qué no h:1e¡_.,rlc,·~ Sí, má-tame, qne si bú no lo lrnc1-'s , yo lo haré, ¿lo oyes? Estoy dispt)esta a matarme, a dC'jannP matar por tu felicidad».

R odolf,J SL> q11ecli'l mirándola, pei-o nada conte~tc'l. Fu6 OSL' u silenc10 trúgi co, un silPncio cuya afirmación era clara, d onde se comprobaLa el gran amor de una nrndre.

Al otro día los diarios anunciaron el trágico fallecimiento d1: la señora Depuonst y días después el compromiso de su hijo RodoHo.

NEGRA .

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6 CASCADAS BULLICIOSAS

Doña Paula Jaraquemada (De la poesía de don Ismael Parraguez)

PREÁMBULO

Con sagrado respPto supimos forjar en nuestros pechos un nido de extraño cariño para esta mujer.

Nuestro corazón la quería, la respetaba, la arrullaba con sus constantes latidos, y suavemente le brindaba su calor. Sus actos de asombrosa abnegación, supieron siempre darnos gran valor para afrontar, con serena actitud, las pesadas horas de trabajo.

Ella era para nosotrns un modelo perfecto de muj er heroica; la llevábamos aqní, muy cerca de nuestro corazón, tratando siempre de imitar su sano orgullo, ses sacrificios sin nombre, su heroismo.

Y hoy, a pesar que su nombre no encabeza la portada de nuestro Liceo, le dedicamos este pequeño articulo .

Era la hora imprescindible del «mate» eh aquella casa de aspecto triste y colonial, que apenas dejábase ver entre el verdor tupido de aquellos árboles colosales.

Doña Paula, en un rincón de su amplio dormitorio y hundida en su magnífic,i butaca, chupaba con cierta ansiedad la leche gusto a y erba que subfa hasta su boca por la bombilla de plata.

De pronto la solemne serenidad de esta casa fué interrumpida por unos desesperados y terribles golpes que hicieron arrojar lejos a doña Paula el mate que en esos momentos cebaba.

R epuesta luego del susto, vióse frente a su más íntimo amigo, Manuel Rochíguez, que con el pelo en desorden y la respiración jadeante, apenas podía explicar el motivo de su inoportuna y atre-vida visita.

- Me persiguen .... señora Jara .... me persiguen para cortarme la cabeza ... V os no permitiréis que hagan esto conmigo ... Yo sé que me daréis un refugio seguro en vuestra casa ... ¡Sé que lo ha-réis! porque conozco vuestro patriotismo, vuestra grandeza de alma ...

Sin titubear ni por un momento, doña Paula, un tanto emo-cionada, llevó a su querido amigo Manuel hasta la bodega de su casa y allí lo dejó encerrado en medio de los sacos de frejoles.

D espués de dejarlo bien seguro bajo una doble vuelta de llave, retiróse nuevamente a deleitar su boca con aquel sabor tan especial del mate de leche.

No tardó mucho en sentirse un nuevo y recio golpe en el por-tón de la casa que provenia de manos de aquellos terribles españo-les, de aquellos bandidos que pagaban a precio de oro la cabeza de Manuel. ~Comprendiendo doña Paula la intención de éstos, salió, lucien-

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CASCADAS BULLICIOSAS 7

do _su gentil porte, al encuentro de aquel simpático pero cruel capitán.

-¿ Qué deseabais, señor? ---!Deseo, señora, alojamient-o y víveres para mis hombres can-

sados. Dadme, pronto, las llaves de Ja bodega ... ! -¿ Qué decís, señor? -¡Ya! Pronto, ligero las llaves, deseo. -¡Ni por nada os las daré!!! -Miren ... qué señora. Inmediatamente tendréis que dárme-

las, o si no, yo y mis hombres perforarán tu bello cuerpo y tu J cara ...

-¡Podéis hacerlo! ¡Qué importa! Pero yo no abandonaré mis llaves en tus manos criminales.

-Pero, señora. ¡Dádmelas! Si no lo hacéis pronto, incendiaré entonces vuestra casa.

-También podéis hacerlo. ¡Qué importa!! Viendo, entonces, el capitán, que toda insi3tencia o amenaza

no resultaría, porque aquella mujer no cedería jamás, resolvió reti-rarse, herido en su orgullosa altivez. Jamás en su vida habíase en-contrado ante una mujer de este temple; tan altiva, tan hermosa en su heroismo y que tuviese tanto valor para permanecer serena e inmutab]e ante la amenaza terrible de la muerte.

Era, en realidad, asombroso!

ÚOA.

Niñitas del I Primario .

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CASCADAS BULLICIOSAS

Perucha Era sordo-mmla la pobre muchachita; pero no por esto dejaba

de te1wr un comz<>n. ' Pv1 uclrn, c¡1H' a:-d se llamaba, había perdido a sus padres a muy

temprana e1bcl y 1'sbÜJa al c 11 idado ele una sciiora, q ue, por tenerla con el\,1. la hacía Lr,1 bajar en pago do esto .

La ¡•olm' ¡W <[tl1'11a no tenía un sMo momento ele d escanso aun-que t:1u1pocr1 lo élcscaha; pues ni siquiera tenía eu qué entreten erse.

J<:,¡ una 1_icasi,, 11 salic'i ele p_asPO fa patl'ona con t odá su .fam ilia y s<'r ídumlire y 1:,ólo 1¡necló en casa nna vieja cuidadora y nues-lrn nii'lltn.

Poi' íin la pohl'erit-a logró un momento d e descanso y corrió pres11rnsa vn i>11sca ele l\Jiciguz, u1r mouono gatito, al cual. ella le procli g/lha trn C'sper·ial c-11idaclo. Mas, e norm e fuó s u disgusto a l no e11co11t1 :11-lo ('!l la lilan1b camita que con tant-,o cariño ella le había proporc-i >na do.

J) e l'"' nt.o no_,rí divisar en ei tejado un bulto negro que ret,ro-cec1ía tímido y Ps¡io11jac1o ... l•;ra. en r eali clacl su g11tito precioso. Te-mernsa clr• r¡ llP ¡nllliP;;e sufri r algún clañn, hizo un g ran esfuerzo por llam:,rl(J por su 1101nhre. :Mas .. . Ella no podía habla!'; era sor-do-muela:,\· gn"'s,u; lágrima" rodaron por s us clescolorjdas mejillas.

Li.wgfl cli\·isr'> una e,ica l0l'a ªl1oyada en la pared e inmediata-ment0 se dispuso a sul>ir [)Ol' ella. Y una vez al'riba, t,qué vería'? . .. ¡nrnn, rnun! Un tr('mendo y fero,, p01TO bu ll-c1og con las fauces abiPrtas .Y listas ¡iarn 1natar al gato y ahajo un grupo ele muchachos que animal>a11 al animal.

(Juiso tcirnar al gafo entre sus manos para librarlo de un feroz mordisco: 1wro, como este estaba tan asustado, al querer esqui varle cayó junto al pr•rro.

EstP ar1·m·e9h<'> la ocasión para morderl o hasta 'dejarlo exhausto ontre sns pata~ .

Los nii'íos gritaban de alegría al ver satisfechos sus deseos. l\lientrns l \·rndin, ¡ay! pob re P erucba! Se quedó corno sonámbula mirando a sn gato q110 yacía inmóvil en el suelo. ¡Oh! Era terrible , su {rnico rompaii1'ro Jia\Jfa muerto!

D2sp1tés ele un momento ele muela contemplación ten dió sus manitos e11 ::;ei'ínl de ::,úp'ica hclcia los niños; pei·o éstos por toda res-¡nie~ta,i 1(0 hic<r·rnn g0stos ele burlas y continuaron sus juegos.

l\•¡-¡¡cha. ya no podía más; sentía cier to malestar en su cora-z<m . luego perdió los sentidos y su débil cuerpecito fué a chocar co • tra el duro pa-vnnento.

NANETTE.

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CASCADAS BULLICIOSAS 9

~¡ primera maestra f1 la Sra. Be,ta R. de Mardones

A l entrar al colegio por vez primera, cuando aún no tenía la capacidad intelectual n ecesaria para comprender lo quo ó::;te era, mr encontraba muy extraña al no hallar en ól más q11e caras desco-nocidas para .mí.

Hacia apenas dos años que había muerto mi madre, y aún no estaba completamente repuesta del más granclr ele ]n ,; dolores, cuando me tuvieron que separar do mi familia para atrncler a mi educación, mandándome a un liceo.

Entre tantos rostros desco nocidos y entre tantas miradas ex-trañas y curiosas, encontré una r¡ue me pa1·(0 ci<'> corno si fupsc ck mi madre, era de la que iba a ser mi maestra. En rPalida,cl, no me equivocaba al creer esto, porrine fuó buena y amorosa y con irre-prochable abnegación me CLlÍd,1ha corno ~i fuese una hija.

Era joven, de porte distmguido, de pelo castaiio obscuro. casi negro, y de mirada penetrante y dulce.

Empezó a enseñarme las primeras letras con un car i1lo y alme-gación que jamás olvidaré.

¡Oh, con cuánto amor recuerdo esos días1 Cuando sentacl,1 junto a ella oía sus sabios consejos que cariñosamente me clab:t. Y otras veces, cuando sentía un frío intenso en mi alma al recordar a mi madre y gruesas lágrimas corrían por mis mcj illas, a llí estaba ell a, la maestra buena y cariñosa, dándome palabras ele consue lo, ayu-dándome a llevar ese dolor que tarde o tem¡)l'a,no tendría que pasar.

Por eso a tí, Sei'íor, te pido con todo mi coraz(m que protejas siempr0 el nido de la maestra ele rni amor.

NEGH.A.

-Pero, hombre, ¿cómo se le ocurre fumar aqul adentro? ¿No ve Ud. ese let,rero~

- Es que .. . señor, disculpe . .. soy corLo clé \'Ísta.

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10 CASCADAS BULLICIOSAS

CancÍón del estudÍante Adiós!

Ya por raros caminos te alejas ... · qu ó pena, en el alma, tan honda me dejas Adiós, vacaciones! Adiós !!

En pos, has dej ado nostálgica huella, ensueños lejanos color de una estrella y pálidas caras frente al profesor .. .

Ese ogro feroz, que sin compasión nos eclipsa en la boca expontáneas risas, carcajadas locas,. que estallan tan francas desde el corazón.

Y adiós!! Qué no diera por irme contigo cruzando los miles y azules caminos del mundo infernal.

Mas . .. Sola te alejas ya en una ilusión y triste me dejas llorando un dolor. Adiós, vacaciones! Adiós!!

MatrÍmonÍo futurÍsta

ÜOA .

Diez años hace que está de novia una jovencita de 65 años de edad con un simpático joven de veinte.

El matrimonio se efectuará en breve y se ha fijado como fecha definitiva, el día del juicio final. •

A él, asistirán distinguidas personalidades, vestidas lujosamen -te: los i ó,'enes irán en traje de Adán y las señoritas en traj e de Eva, por ser óste un t raj e de lo más moderno y original.

Ya tienen terminado , con todo ·confort, el palacio en que van a vivir; en él _llama especialmente la atención un enorine dormitorio con vei11ticinco cunas ... ¡Oh, qué maravilla de palacio! ¡Qué_ decora-cion es! ¡C-;l,ué amueblado más regio! ¡Es todo una lindura! .

Lo único, lo único que le hace falta para estar completo son .... los cimien tos.

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CASCADAS BULLICIOSAS ll

Un sueno Siendo yo pequeña, fuí a pasar una temporada con mi abuelita

en su vetusta y solariega casa. Gritos de admiración y palabras de entusiasmo, al contemplar tantos y tan antiguos y clásicos cuadros: aquí una bella dama con empolvada peluca Luis XV; allá un[!, en-cantadora chiquitina, de blondos bucles y n acaradas mejillas, acu-llá un expléndido paisaje, donde el arroyuelo juguetón varecía correr I_>Or sobre la plateada arena, cantando una dulce y arrullado-ra canción.

Cierta vez, en un rincón de la estancia, cubierta de polvo, y relegado al olvido, encontré un retrato. Jamás en mi vida tendré una impresión más fuerte que la que tuve en aquel instante. El personaje que representaba era un hombre alto, bien proporcionado, vestido con un traje escarlata ·y cubierto su rostro por una careta de terciopelo, pero lo que más llamaba la atención en ól, eran sus pupilas, brillantes, magníficas, soberbias y con tal expresión de crueldad que me sentí invadida por un frío glacial.

Aquella noche acostéme nerviosa y mis ojos permanecieron obstinadamente abiertos, teniendo ante ellos la visión d.ominadoi·a de aquella orgullosa mirada.

Momentos después, los cortinajes de la pieza moviérouse tu-multuosamente y, al abrirse, dejaron paso alrojo caballero que en-tl'aba rodeado de fuego y brillánd?le más que nunca sus diabólic?.s pupilas. Acercábase lentamente a mi blanca camita y con voz to-nante decíame: ¡Glotoncilla! ¿Hasta cuándo van a gustarte las con-fituras? Y ya acercaba el brazo y rozábame el rostro, cuando mis mudos labios pudieron articular primero débil y después fuerte -mente unos gritos tan espantosos que .repercutieron por la mansión, despertando a todos sus habitantes.

¡Lo que es no ten er la conciencia tranquila! Esa tarde, después de la merienda, habíame ido al comedor a escondidas de los de casa, y ahí dime un hartazgo de caramelos, confites, mermeladas, etc.

Fné una buena y sabia lección, la que me dió el apuesto doncel de roja vestidura y mirada de fuego.

ANA.

OcurrencÍas de negros Dos n egritos, B esico y Chalo, se disponen a cortar un árbol. Chalo como más ocurrente, le dice, entonces, a su hermanito: -Mira, Besico, tú colta álbol desde abajo y yo subo ali.ba para

sosteneltelo. -¡Buena idea! le dice Besico, y ambos continúan en su tarea

de echar por tiena al árbol.

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12 CASCADAS BULLICIOSAS

En esto, pasa un campesino que al ver al negro en la copa del árbol. le advierte:

-Mi amigo, bájese de ahí, porque Ud. se :va, a caer con árbol y todo y se va a matar.

-¡Bah! murmura el negrito-¡Qué oculencia! ¡Sólo Dios puede sabe! si yo me caigo y me mato!

E l campesino se aleja sonriendo y a poco andar sucede lo que éste había previsto. Al cortar Besico el árbol desde abajo, es claro que Chalito se vino al suelo junto con óste.

Mientras iba cayendo y en medio del susto pensó: «Dics no mús ha sido ese caballero blanco que ha adivinado quel el álbol se iba a cael y que yo me iba a mata!».

Y creyéndose muerto Chalito, después del choque contra el suelo, no se levanta más.

Su hermanito al verlo rígido e inmóvil corre entonces, lloran-do, a dar parte del accidente a sus demás compañeros. ·

'l'odos llegaron en tropel a novedosear y entre sollozos y llan-tos arman una camilla de cañitas secas, colocan a Chalito en ella y ~e lo llevan al panteón.

Pero mientras iban camino al cementerio, les obstaculiza el paso, un río de vertiginósa corriente.

Confusos los negritos no saben que hacer con el muerto; ¡Pa-sarlo por allá! ¡No pueden .. . ! Por acá, entonces! ¡'rampoco!! ¡Dejarlo botado en cualquier parte! ¡Oh, eso no puede ser!!

En esta confusión estaban, cuando se sienta el muerto en la camilla, al ver la turbación de sus hermanos y les dice:

-«Cuando yo estaba vivo, pasaba por allí!»

Ljj MUERTE

Se do rmirán mis ojos mirando lejanías y humillaré mis alas bajo tu capa negra me iré contigo triste, pues dejaré en la vida mi voz aün en botón ... afanes y promesas.

Y me darás un beso de nieYe; frío, frío, y clavarás tu vista en mi triste mirar lento ¡Ah, tu beso! ¡Ah, tus ojos! No sabré resistirlos y caeré en tus brazos rendida y sin aliento.

Y seré toda tuya, mi carne, mi cerebro, mis afanes y anhelos. ¿Qué harás con tanta cosa? me llevarás a un astro distante como un sueño, o dejarás que sea gusanos de una fosa?

¡No creo! ¿Dónde quedan, entonces, mis fatigas, mis ansias, mis proyectos, mis noches de desvelos'? ¿Para qué esta constante batalla de la vida, si llegaré tan sólo a ser un montón de huesos?

ÜOA.

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CASCADAS BULLICIOSAS 13

La Monjita I

Cierto día en que pasaba frente a las monjas Claras, me llamó la at~nción el gran número de autos r¡ue había, y el interior del templo que resplandecia de luces y guirnaldas ele rnsas blancas.

Entré, y supe que el convento estaba engalanado porque iba a recibir en su seno nna nueva sierva.

_ Yo nunca había vistcr osto, y por lo tanto le pedi a mamá nos quedáramos a la ceremonia.

Al poco rato vimos descender de un auto una n ovia encanta-dora; muy elegante en su traje do desposada. Entró del brazo de un anciano, que talvez sería su padre. En esos momentos rompió el órga.no con una dulce melodía, y ella con su cabeza inclinada, dejal).do arrastrar su regia cola y manto de desposada, subió las gra1:1as del altar, donde un sacerdote la bendijo.

Después se abrieron las rej as, tras la cual estaban las otras monjas esperándola. So la ll evaron a un reclinatorio todo blanco en el cual se hincó para orar. Desde afuera la veiam0s tan linda y con su vista clavada en el crucifijo del altar.

Un sacerdote desde el púlpito le dirigía la palabra haciéndole ver todo lo que dejaba en el mundo: sus padres ancian os que la reclamaban, sus hermanos, sus amigas, los placeres que le brinda-ba el mundo; y taml>ión le hizo ver las tristezas, las penas y amar-guras que debía llevar en su vida de monasterio, recluída en una fria celda y sin más compañia que el mudo crucifijo.

Después de mucho hablarle, ella se levantó del reclinatorio y acompañada de dos monjas se perdió en las tinieblas del convento.

Pocos momentos después la vimos aparecer nuevamente; pero ya no era la dama elegante. sino una humilde monja vestida con un obscuro hábito y llevando sobre su cabeza un pequeüo manto negro. El reclinatorio fué cambiado por otro de rús tica madera. El sacerdote nuevamente la bendijo, y esta vez, acompañada de todas las monjas, abandonó la iglesia.

Quizás nunca más sus ojos volverán a ver a sus padres y pa-rientes sino a través del espeso velo.

CHITA.

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14 CASCADAS BULLICIOSAS

Justicia PoR CoA

-Con que te vas, Hualco ... -Sí, mujer, parto mañana con mi mujer y mi hijita a las sa-

litreras, porque en esta casa me es imposible vivir. ¡No puedo! Todo en ella se me hace insoportable.

-Pero hijo, ¿qué te pasa? Dí, quién te molesta ... -¿Quién? Pues tu presencia y también la de tu hija fea. -¡Qué cruel, eres Hualco! -Lo seré, pero nada me duele decirte estas cosas. Al fin y al

cabo tú no eres madre mía, tú sólo eres para mí una mujer como cualquiera, te llamo madre porque has sido compañera de mi padre, mientras él estaba vivo, pero ahora... ¿ Qué eres tú, en mi vida? ¿Crees que te quiero mucho? ¡Te engañas! En la vida, jamás yo te he querido y esos besos que suelo a veces darte, son besos fríos, sin ningún afecto.

Después de esta terrible confesión que acababa de hacerle «su hijo», como ella le llamaba, la pobre mujer consumida por la tisis, no tuvo valor de responder, ni de mirarle, mucho menos de be-sarle ...

Presa de angustia, de frío y de dolor, se revolvía entre las albas sábanas de su cama. ¡Ah, el ingrato! Ahora cuando más necesitaba de su ayuda, cuando más débil se encontraba, la abandonaba sin compasión. ¡ Ah, el ingrato!

Lloraba desconsoladamente con la- cara apoyada en la almo-hada, cuando entró de improviso su hija, haciendo como siempre gran bullicio.

-Mamá, viejita linda, figúrate que he encontrado en la plaza al doctor Betio y quedó de venir a verte. El te sanará, mamaíta, me lo ha prometido.

-¡Ay, hija! Que no venga mejor, porque ni él ni nadie podrá curar esta rara enfermedad que siento ahora ... tengo el alma en-ferma de dolor y nadie podrá sanarme; mejor es que me muera ...

La conversación de estas dos mujeres se prolongó hasta cerca de la media noche. Rendidas luego por el sueño se durmieron con los ojos muy húmedos.

Al amanecer fuernn despertadas bruscamente por la voz seca y ronca de Huako.

-¡Arriba mujeres! Ya me voy. ¡Arriba! Ya he embarcado a mi mujer con la institutriz y mi hijita y pronto voy a seguirlas ... ¡Adiós! '. K o las abrazo, porque me pueden contagiar la tisis.

_:_Pero, Hualco, por Dios. ¡Qué infame eres! Nos has hecho sufrir hasta el último momento.

-Qué vas a padecer tú, mujer. Ni tu hija imbécil, menos. -Ya, Hualco~ véte pronto. V éte y no alegues más

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CASCADAS BULLICIOSAS 15

' --Ah, con que me echan ahora ... Bien, pues. Me iré. Y el malvado salió, dejando tras de sí, dos mujeres que, a

pesar de todo, lo lloraron. Madre e. hija permanecieron largo rato abrazadas sin atinar a

decir palabra alguna. Pronto la voz de la madre estalló en una exclamación: ¡Nos ha dejado en la miseria el ingrato! ¡Qué vamos hacer! Yo tan enferma y tú no lo estás menos ...

1 (Continiiarcí en el próximo número).

Lea Ud. con interés la continiiación de «Jiisticia» y verá hasta dónde llega el corazón salvaje de este hombre.

lmportancÍa de los juegos El_ juego comtituye la forma de gimnasia más apropiada a las

indicaciones de la vida escolar, es a propósito para mejorar las apti-tudes físicas y morales del niño y es al mismo tiempo higiénico y recreativo.

Las alumnas estamos sometidas diariamente a un régimen de trabajo intelectual que se ejecuta en salas de clases, es decir en locales Cerrados e inadecuados, donde escasea el oxígeno y abunda el ácido carbónico. El trabajo intelectual que se lleva a efecto, ya sea escuchando al profesor, buscando respuestas, reteniendo fó rmu-las, etc., constituyen un gasto de fuerzas considerables, especial-mente para el cerebro. Las manos y los pies permanecen largo rato inmóviles y muchas veces fríos, produciendo así congestiones en el sistema circulatorio.

El juego es un preventivo de estos entorpecimientos y en com·-binación con otros agentes, como el aire y sol, contribuye a alcan-zar la salud o sea el equilibrio perfecto de todos los órganos.

Su influencia se extiende también a la voluntad, y a la inteli-gencia, sobre los cuales influye, haciéndonos cumplir ciertas reglas y respetando a nuestras compañeras.

Guiadas por el entusiasmo y comprendiendo la verdadera im-portancia del juego se creó en nuestro Liceo un club deportivo .

Para muchas este club, tal vez no tiene más importancia que la de una sencilla entretención, sin embargo, para quien lo com-prenda, realiza una gran acción pedagógica. .

Que llegue hasta las profei-oras, iniciadoras de este club, un sincero aplauso por su gran iniciativa e incansable labor de enseñar la Educación Física bajo todos sus aspectos.

En todo momento estaremos a vuestro lado llenas de entusias-mo y de nuevos ideal es, coóperaiido a tan noble labor.

M. T. V.

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18 CASCADAS BULLICIOSAR

Distracciones Un caballero, cuya mala dentadura había sido reemplazada

por una plancha de dientes, sale una mañana muy apurado a su oficina.

En su apresuramiento, se le olvidó colocarse su .plancha, y sólo vino a darse cabal cuenta de ello, cuando ya estaba en su oficina, ,

Escribió, entonces, una tárjeta a su madre en la siguie11-te for-ma: «Envíeme, con el portador, la plancha» .. .

La madre hace un paquete y se lo manda a su hijo. P ero, cuál no sería la sorpresa de éste cuando, al abrir el

paquete, se encuentra con una plancha eléctrica, en lugar de la de dientes .

Una profesora, sumamente preocupada y distraída, sube, en una ocasión, a un tranvía.

'En su preocupación, ella cree que ha entrado a una sala de clases y dice en voz muy alta, al entrar: «Buenos días, niñitas» .

Los• pasaj eros, entonces, lanzan una risotada general que la hizo volver en sí, y tan sólo recién pudo darse cuenta de su feno-menal equivocación.

Señora.- ¿Podría Ud., señor, llevarme a casa? Oochero.-¡Al momento, señora! ¿Y dónde vive Ud? Señora.-¡Miren qué intruso! ¡¡Atrevido!! ¿Qué le importa a

Ud. donde yo viva, canalla?

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CASCADAS BULLICIOSAS 19

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La pampa morena desmaya afiebrada en brazos de fuego de un sol infernal Los dos en su idilío no dejan a nadie hundirse en la arena, hollar el erial.

Mas, la atraviesa una pobre hai-apienta con un n ene enfermo junto al corazón Es largo el trayecto. La sed los agota, el :sol los soíoca ... y siguen l_Q~ _q.gs , . -4~~:: -

De pronto el pequeño}e~ 1t~~ntos estalla: -Mamita quiero agua ... a;gua quiero· yo-La madre angustiada lo besa erl la boca; mas, queman sus besos, aún mas que el del sol.

Y el nene tan lindo sediento agoniza junto a su regazo de rosa y amor; la madrn le moja con tibia saliva las sienes y llora, invocando al Señor!!

Y al fin el milagro surgió en esa pampa y pronto calmóse esa mártir muj'er al ver que su llanto, torrente de perlas, poi: fin mitigaba, de su hij? la sed.

Y en tanto la pampa prosigue en su idilio y desmaya afiebrada en brazos del sol, el niño le bebe anhelante, a su madre, sus lágrimas, mezclas de amor y dolor!!

ÜOA.

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MAESTRANZA 221

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