Africa nueva-colonizacion

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EL MUNDO. DOMINGO 6 DE JUNIO DE 2010 MUNDO 28 PABLO PARDO / Washington Especial para EL MUNDO Durante la mayor parte de su vida, Phil Heilberg fue un trader como cualquier otro. Su currículum reve- la que tiene un MBA por Wharton –la escuela de negocios más presti- giosa de EEUU– y que trabajó en Salomon Brothers, un broker de Wall Street cuyas prácticas inspira- ron el bestseller El póker del menti- roso, una novela en la que su autor, Michael Lewis, denunciaba el capi- talismo financiero de los 80, y que ahora es parte de Citigroup. Heilberg también hizo trading de materias primas y divisas en la divi- sión de Asia de AIG, en su día la ma- yor aseguradora del mundo y actual- mente nacionalizada por el Gobier- no de EEUU. En 1999, con ayuda financiera del Banco Mundial, AIG creó AIF, un fondo especializado en inversiones en infraestructura en África. Y, entonces, Heilberg descu- brió un activo con un potencial de crecimiento mucho mayor que los bonos: la tierra. En un mundo en rá- pida industrialización, con casi 3.000 millones de personas saliendo de la pobreza y con una crisis energética en la que los biocombustibles se pre- sentan como sustitutos del petróleo, la agricultura a gran escala para pro- ducir alimentos estaba a punto de convertirse en una fuente de riqueza de primera magnitud. Hoy Heilberg es responsable de Jarch Capital, un fondo de inversión con sede en Nueva York, al que las autoridades del sur de Sudán, un te- rritorio que en marzo decidirá en re- feréndum su independencia, han arrendado 800.000 hectáreas (8.000 kilómetros cuadrados) de tierra. Jarch insiste en que la mano de obra que emplee será sudanesa y que el 10% de sus beneficios serán reinvertidos en la región, que es es- pantosamente pobre. Pero los ante- cedentes del acuerdo cuestionan esas buenas intenciones. La mitad de esa propiedad ha sido adquirida al general Paulino Matip, el número dos de la guerrilla Ejército para la Liberación de los Pueblos del Sur de Sudán, que ha sido acusado de gra- ves violaciones de los derechos hu- manos. Un portavoz de Jarch decla- ró a EL MUNDO el viernes que la política de su empresa es «no hacer declaraciones a la prensa». El caso de Jarch no es único. Jus- to 50 años después de que las anti- guas metrópolis dieran la indepen- dencia a sus colonias, la recoloniza- ción de África ha recomenzado, esta vez a golpe de talonario. En los últi- mos dos años, el Banco Mundial ha registrado al menos 370 contratos de compra y alquiler de tierras en paí- ses en vías de desarrollo, que han dado a empresas extranjeras dere- chos de propiedad sobre 370.000 ki- lómetros cuadrados. Sólo en el norte de Sudán, el Go- bierno musulmán de Jartum ha en- tregado cerca de un millón de hectá- reas a empresas del Golfo. El objeti- vo es convertir al país en el granero del Golfo Pérsico, una región que es- tá experimentando un crecimiento demográfico y económico exponen- cial pero que tiene que importar ca- si todos los alimentos que consume. En ese contexto, y dado que du- rante la guerra civil sudanesa los paí- ses árabes apoyaron a Jartum y EEUU al sur, parece que cada parte del conflicto está pagando en tierra a sus antiguos patrocinadores. De hecho, entre los socios de Jarch hay ex embajadores de EEUU en África, altos funcionarios de la ONU y ex agentes de la CIA. Este fenómeno, conocido como land grabbing –apropiación de tie- rras– está arrojando un chorro de di- nero sobre los países más pobres del mundo. El objetivo es destinar esas tierras a la producción de alimentos, pasta de papel y plantas como la ja- trofa, que tiene un enorme potencial para producir biocombustibles. Los compradores son empresas occidentales que operan en esos sectores, fondos especulativos –co- mo Jarch– y, sobre todo, países asiá- ticos que se están industrializando y que están obsesionados con la segu- ridad alimentaria de su población. Y las perspectivas financieras son for- midables. La demanda de productos agrícolas en el mundo crecerá en un 50% en los próximos 10 años, y la oferta actual no cubre la demanda. En teoría, parece algo bueno, pe- ro en la práctica las cosas son más complicadas. En primer lugar, los países que ceden las tierras no tie- nen sus necesidades alimentarias cubiertas, pero esa producción se destinará a la exportación. Además, los Estados que alquilan sus tierras no tienen sistemas jurídicos que re- gulen esas inversiones, y si los tie- nen, carecen de recursos para po- nerlos en práctica ante compradores con los bolsillos repletos. Aun si se da esta última condición, la corrup- ción de muchos de esos gobiernos hace que los compradores actúen con plena libertad. Por último, las co- munidades que viven en las regiones que están siendo alquiladas no sa- ben lo que ocurre con sus tierras, que a menudo explotan de forma co- munal y sobre las que no tienen de- rechos de propiedad formales. Desde luego, compradores no fal- tan. Los días 6 y 7 de mayo, 300 di- rectivos que representaban a empre- sas y fondos que gestionan activos por 800.000 millones de dólares, además del propio Banco Mundial, se reunieron en el Hotel Roosevelt de Nueva York para discutir sus pla- nes y estrategias de inversión. Allí se desarrollaron una serie de debates, que recordaban a la Conferencia de Berlín, de 1883, en la que las poten- cias europeas se repartieron África. La única diferencia es que ahora son empresas privadas y Gobiernos de ex colonias quienes están recoloni- zando el continente. La nueva colonización de África Grupos extranjeros hacen negocio invirtiendo en tierras en países en vías de desarrollo El 81% de las inversio- nes se ha concentrado en África. Y eso no se debe a la casualidad, sino a la estructura de la propiedad en ese continente. En mu- chos países africanos, hasta el 90% de la tie- rra es propiedad de los Gobiernos. Eso no quiere decir que nadie la trabaje, sino que és- ta está gestionada por comunidades locales que no tienen títulos de propiedad. Así pues, desde un punto de vista estric- tamente legal, esos te- rritorios están vacan- tes. Es, paradójica- mente, el mismo argu- mento que se utilizó para justificar, prime- ro, la expansión colo- nial y, luego, la crea- ción de parques nacio- nales por los británi- cos en África Oriental, o por los nuevos go- biernos tras la inde- pendencia. Por poner un ejem- plo, ni los masai del Se- rengeti tanzano ni los bosquimanos del Ka- lahari o del Okavango de Botsuana tenían re- gistrada en ninguna notaría que aquellas tierras que se iban a entregar a los anima- les y a los operadores turísticos eran suyas. Hoy, siguen sin serlo. Y esas comunidades vi- ven, expulsadas de sus territorios, como guías turísticos, como furti- vos o como agriculto- res de subsistencia en los bordes de los par- ques, donde además son vistos como un en- gorro por los conser- vacionistas. Ahora, la misma dinámica ame- naza con repetirse. Las ventajas del continente africano Un capataz chino supervisa los trabajos de construcción de unas viviendas donadas por China a Guinea Bissau. / AP La demanda de productos agrícolas crecerá un 50% en los próximos 10 años Los países que ceden sus tierras no tienen sus necesidades alimentarias cubiertas

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EL MUNDO. DOMINGO 6 DE JUNIO DE 2010

MUNDO28

PABLO PARDO / WashingtonEspecial para EL MUNDO

Durante la mayor parte de su vida,Phil Heilberg fue un trader comocualquier otro. Su currículum reve-la que tiene un MBA por Wharton–la escuela de negocios más presti-giosa de EEUU– y que trabajó enSalomon Brothers, un broker deWall Street cuyas prácticas inspira-ron el bestseller El póker del menti-roso, una novela en la que su autor,Michael Lewis, denunciaba el capi-talismo financiero de los 80, y queahora es parte de Citigroup.

Heilberg también hizo trading dematerias primas y divisas en la divi-sión de Asia de AIG, en su día la ma-yor aseguradora del mundo y actual-mente nacionalizada por el Gobier-no de EEUU. En 1999, con ayudafinanciera del Banco Mundial, AIGcreó AIF, un fondo especializado eninversiones en infraestructura enÁfrica. Y, entonces, Heilberg descu-brió un activo con un potencial decrecimiento mucho mayor que losbonos: la tierra. En un mundo en rá-pida industrialización, con casi 3.000millones de personas saliendo de lapobreza y con una crisis energéticaen la que los biocombustibles se pre-sentan como sustitutos del petróleo,la agricultura a gran escala para pro-ducir alimentos estaba a punto deconvertirse en una fuente de riquezade primera magnitud.

Hoy Heilberg es responsable deJarch Capital, un fondo de inversióncon sede en Nueva York, al que lasautoridades del sur de Sudán, un te-rritorio que en marzo decidirá en re-feréndum su independencia, hanarrendado 800.000 hectáreas (8.000kilómetros cuadrados) de tierra.

Jarch insiste en que la mano deobra que emplee será sudanesa yque el 10% de sus beneficios seránreinvertidos en la región, que es es-pantosamente pobre. Pero los ante-cedentes del acuerdo cuestionanesas buenas intenciones. La mitadde esa propiedad ha sido adquiridaal general Paulino Matip, el númerodos de la guerrilla Ejército para laLiberación de los Pueblos del Sur deSudán, que ha sido acusado de gra-ves violaciones de los derechos hu-manos. Un portavoz de Jarch decla-ró a EL MUNDO el viernes que lapolítica de su empresa es «no hacerdeclaraciones a la prensa».

El caso de Jarch no es único. Jus-to 50 años después de que las anti-guas metrópolis dieran la indepen-dencia a sus colonias, la recoloniza-ción de África ha recomenzado, estavez a golpe de talonario. En los últi-mos dos años, el Banco Mundial haregistrado al menos 370 contratos decompra y alquiler de tierras en paí-ses en vías de desarrollo, que handado a empresas extranjeras dere-chos de propiedad sobre 370.000 ki-lómetros cuadrados.

Sólo en el norte de Sudán, el Go-bierno musulmán de Jartum ha en-tregado cerca de un millón de hectá-reas a empresas del Golfo. El objeti-vo es convertir al país en el granerodel Golfo Pérsico, una región que es-tá experimentando un crecimientodemográfico y económico exponen-cial pero que tiene que importar ca-si todos los alimentos que consume.

En ese contexto, y dado que du-rante la guerra civil sudanesa los paí-ses árabes apoyaron a Jartum yEEUU al sur, parece que cada partedel conflicto está pagando en tierraa sus antiguos patrocinadores. Dehecho, entre los socios de Jarch hayex embajadores de EEUU en África,altos funcionarios de la ONU y exagentes de la CIA.

Este fenómeno, conocido comoland grabbing –apropiación de tie-rras– está arrojando un chorro de di-nero sobre los países más pobres delmundo. El objetivo es destinar esastierras a la producción de alimentos,pasta de papel y plantas como la ja-trofa, que tiene un enorme potencialpara producir biocombustibles.

Los compradores son empresasoccidentales que operan en esossectores, fondos especulativos –co-mo Jarch– y, sobre todo, países asiá-ticos que se están industrializando yque están obsesionados con la segu-ridad alimentaria de su población. Ylas perspectivas financieras son for-midables. La demanda de productosagrícolas en el mundo crecerá en un50% en los próximos 10 años, y laoferta actual no cubre la demanda.

En teoría, parece algo bueno, pe-ro en la práctica las cosas son máscomplicadas. En primer lugar, lospaíses que ceden las tierras no tie-nen sus necesidades alimentariascubiertas, pero esa producción sedestinará a la exportación. Además,los Estados que alquilan sus tierrasno tienen sistemas jurídicos que re-gulen esas inversiones, y si los tie-

nen, carecen de recursos para po-nerlos en práctica ante compradorescon los bolsillos repletos. Aun si seda esta última condición, la corrup-ción de muchos de esos gobiernoshace que los compradores actúencon plena libertad. Por último, las co-munidades que viven en las regionesque están siendo alquiladas no sa-ben lo que ocurre con sus tierras,que a menudo explotan de forma co-munal y sobre las que no tienen de-rechos de propiedad formales.

Desde luego, compradores no fal-tan. Los días 6 y 7 de mayo, 300 di-rectivos que representaban a empre-sas y fondos que gestionan activospor 800.000 millones de dólares,además del propio Banco Mundial,se reunieron en el Hotel Rooseveltde Nueva York para discutir sus pla-nes y estrategias de inversión. Allí sedesarrollaron una serie de debates,que recordaban a la Conferencia deBerlín, de 1883, en la que las poten-cias europeas se repartieron África.La única diferencia es que ahora sonempresas privadas y Gobiernos deex colonias quienes están recoloni-zando el continente.

La nueva colonización de ÁfricaGrupos extranjeros hacen negocio invirtiendo en tierras en países en vías de desarrollo

El 81% de las inversio-nes se ha concentradoen África. Y eso no sedebe a la casualidad,sino a la estructura dela propiedad en esecontinente. En mu-chos países africanos,hasta el 90% de la tie-rra es propiedad de losGobiernos. Eso noquiere decir que nadiela trabaje, sino que és-ta está gestionada por

comunidades localesque no tienen títulosde propiedad.

Así pues, desde unpunto de vista estric-tamente legal, esos te-rritorios están vacan-tes. Es, paradójica-mente, el mismo argu-mento que se utilizópara justificar, prime-ro, la expansión colo-nial y, luego, la crea-ción de parques nacio-

nales por los británi-cos en África Oriental,o por los nuevos go-biernos tras la inde-pendencia.

Por poner un ejem-plo,ni losmasaidelSe-rengeti tanzano ni losbosquimanos del Ka-lahari o del Okavangode Botsuana tenían re-gistrada en ningunanotaría que aquellastierras que se iban a

entregar a los anima-les y a los operadoresturísticos eran suyas.Hoy,siguensinserlo.Yesas comunidades vi-ven, expulsadas de susterritorios, como guíasturísticos, como furti-vos o como agriculto-res de subsistencia enlos bordes de los par-ques, donde ademásson vistos como un en-gorro por los conser-vacionistas. Ahora, lamisma dinámica ame-naza con repetirse.

Las ventajas del continente africano

Un capataz chino supervisa los trabajos de construcción de unas viviendas donadas por China a Guinea Bissau. / AP

La demanda deproductos agrícolascrecerá un 50% enlos próximos 10 años

Los países que cedensus tierras no tienensus necesidadesalimentarias cubiertas