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    AFECCIONES DESORDENADAS1EN EL LIBRO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

    1.QU ES UN AFECCIN?

    Afeccin(RAE)(Del lat. affecto, -nis).

    1. f.afecto2.2. f. Aficin, inclinacin, apego.

    La afeccin en lenguaje ignaciano, no es otra cosa que elpoco o mucho amorhacia una personao cosa [184, 338]. Puede ser ordenado y por tanto estamos hablando de amor sobrenatural:

    1 regla. La primera es que aquel amor que me mueve y me hace elegir la tal cosa, descienda dearriba del amor de Dios, de forma que el que elige sienta primero en s que aquel amor ms o menosque tiene a la cosa que elige es slo por su Criador y Seor. [184]3

    O desordenado, o sea amor puramente humano; hablando de las afecciones desordenadasdice el P.Casanovas: San Ignacio da ese nombre al amor, poco o mucho, que tenemos a las personas o a lascosas4[184-188] del que a veces no nos damos cuenta, pero que en la hora de las deliberaciones nosinclina a un lado o a otro, despertando en nosotros ganas, deseoso repugnanciasinspiradas porl desde lo ms oculto del corazn donde se asienta.

    Quitar de s todas las afecciones desordenadas, es lo mismo que ordenar los amores,amando lo que se ama, en Dios y por Dios.

    Hablando puntualmente del gusto de los sentidos, lo afirma San Juan de la Cruz con otraspalabras5:

    Cualquiera gusto que se le ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y gloriade Dios, renncielo y qudese vaco de l por amor de Jesucristo. 1S 13, 4

    2.IMPORTANCIA DADA POR SAN IGNACIO

    San Ignacio es hombre de pocas palabras, pero stas substanciales. El ttulo mismo del libro yla primera anotacin nos dicen ya el fin que se propone.

    1Sigo casi a la letra al P. Ignacio Casanovas en su Comentario y explanacin de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio deLoyola, tomo I y II (textos entresacados de los dos tomos).2Afecto 1. m. Cada una de las pasiones del nimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o elcario.3 Segundo modo para hacer una buena y sana eleccin; la [338] est en las reglas para distribuir limosnas y diceprcticamente lo mismo.4Entindase amor no por amor a Dios, como se clarifica leyendo el punto que cita, el 184.5En definitiva todo el camino de negacin (de las nadas) del cual habla el Santo, no se refiere a otra cosa que aesto que venimos diciendo, nada que no sea como medio para llegar a Dios.

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    radical y que lo detestemos por su misma fealdad y malicia. Cuantos se acostumbren a mirar lascosas penetrndolas hasta lo ms profundo, estarn ciertamente muy lejos de quebrantar o echar enolvido ley ninguna, divina o humana que prohibiendo algo, hace que esto sea formalmente pecado.

    Algunos ejemplos que l mismo trae aclaran del todo su pensamiento. Un eclesistico sesiente movido a buscar un beneficio no por el honor y gloria de Dios nuestro Seor, ni por la salud

    espiritual de las nimas, mas por sus propios provechos e intereses temporales [16]. Muchos eligenprimero casarse, lo cual es medio, y secundario servir a Dios nuestro Seor en el casamiento, el cualservir a Dios es fin... stos no van derechos a Dios, mas quieren que Dios venga derecho a susafecciones desordenadas, y por consiguiente, hacen del fin medio y del medio fin [169]. Otro tieneoficio de repartir limosnas y se siente inclinado y aficionado a algunas personas a las cuales quieredistribuir [342], de forma que aun tratndose tal vez de los mismos pobres, no se mueve a elloprincipalmente por el mayor servicio de Dios, sino por su aficin hacia aquellas personas. Unhombre ha adquirido o conserva cierta cantidad de dinero, justamente y sin la menor ofensa denadie, pero no con aquella tan pura intencin que slo mire al servicio de Dios [150].

    Sera bueno aqu poner pasar por este tamiz nuestros anhelos, deseos, quereres

    Realmente es digna de consideracin esta nomenclatura de San Ignacio. En lenguaje corriente,tenemos por pecaminoso lo que claramente es pecado, o al menos es ocasin o tentacin que noslleva al pecado. Pero el Santo es mucho ms exigente y califica de desordenado o simplemente dedesorden, a toda accin, deliberacin, aficin o inclinacin que directa y plenamente no seconforme con las normas primarias y ltimas del servicio de Dios.

    Partiendo de la base cierta de que todos hemos sido creados para un fin supremo, absoluto ynico, saca San Ignacio la conclusin siguiente: el ordenest en que ese fin impere siempre y sinlimitacin de ningn gnero en todas nuestras acciones; y el desorden, en que alguna de ellas no sedirija con la mayor intensidady purezaposibles a ese mismo fin. En consecuencia debe tenerse pordesordenada toda accin, deliberacin, aficin o inclinacin que no se encamine a ese finltimopuray simplemente, o lo haga sin la intensidadque pide la luz que el alma tiene recibida de Diosen aquel momento.

    Ser desordenado todo lo que le arrastre al aprecio y uso de las personas y de las cosas,por motivos bien diferentes de la gloria de Dios y de la salvacin del alma, o por otros que

    derechamente no conocen ni vienen a parar a este fin supremo. sta es la mente y ste el

    lenguaje ordinario de San Ignacio en sus Ejercicios.

    Invito de nuevo al lector a una reflexin profunda. Aqu, desorden no quiere decirpropiamente pecado, sino carencia de perfeccin, y por lo tanto San Ignacio en los Ejercicios nos llamaa la ms alta perfeccin y santidad. Y esto por dos razones; en primer lugar porque lo est pidiendola cosa misma, y en segundo porque esa perfecta ordenacin de nuestras aficiones, la toma l comopreparacin para otro fin mucho ms alto, cual es buscar y hallar la voluntad divina en ladisposicin de su vida y de todas las otras cosas particulares. Quien as disponga su voluntad, bien

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    purificada de todas las aficiones desordenadas, puede vivir confiado en que Dios le hablar o le dara conocer cul sea su santa voluntad.

    4.EL TRABAJO DEL EJERCITANTE

    Justamente en la lucha contra estas afecciones se encuentra la medida de la generosidad del

    ejercitante. Comentando la nota 16 dice el P. Casanovas: este ejemplo y las palabras con que loexpone el Santo, nos quitan toda duda sobre lo que l quiere decirnos, cuando nos repite e inculca,que nuestro deseo al entrar en Ejercicios, sea generoso con Dios Nuestro Seor. De donde resulta,que el coraje hay que guardarlo para hacer frente a las tentaciones, y fantasmas del enemigo; ygenerosidad para ir contra las afecciones desordenadas de nuestro propio corazn.

    COMENTARIO (A LA ANOTACIN 1). Con esto quedan perfectamente determinadas las trespartesque corresponden a nuestra actividad, a saber: 1, preparar nuestra alma y disponerla paraquitar las afecciones desordenadas; 2, quitar de hecho las tales afecciones; 3, una vez logrado el

    propsito, buscar y hallar la voluntad divina. Ntese que las tres cosas son del todo necesarias en losEjercicios tpicos de San Ignacio y que ninguna de ellas puede faltar.

    Adems, las tres han de practicarse segn el orden sealado sin que ste se pueda variar oinvertir; pues tan absurdo sera querer buscar la voluntad divina sin quitar antes las afeccionesdesordenadas, como pensar en lograr esto ltimo prescindiendo de la preparacin y disposicin queello requiere.

    Las dos primeras, disponer el alma para quitar las afecciones y quitarlas efectivamenteencierran el vencerse a si mismos que pide San Ignacio. El hombre consta de dos partes, una

    espiritual y la otra material, y para que se pueda decir con toda verdad que se ha vencido a smismo, es necesario que las tenga dominadas a las dos. La voluntad es la parte espiritual, y desta se dir que ya est vencida slo cuando el hombre prepara y dispone su alma para quitar de stodas las afecciones desordenadas[1], y luego, de hecho las quita. La parte materialconsta de muchoselementos que San Ignacio indica cuando dice que la penitencia se hace para que la sensualidadobedezca a la razn y todas partes inferiores estn ms sometidas a las superiores; y esto dice quees vencer a s mismo [87].

    Para quitar las afecciones desordenas deber pues trabajar con el mayor empeo paradesarraigar ese amorque en el estado de nuestra cada naturaleza, nos es natural y nos lleva a lo

    malo y peligroso. En esto no nos hemos de detener hasta tanto que lleguemos a aborrecerlas6;pasando despus ms adelante an, hasta despojarnos del amor a las mismas cosas inocentes obuenas, cuando a ellas no nos mueva el agradar al Seor, sino que las buscamos o las queremosguardar movidos por motivos naturales y humanos, no puramente por el mayor servicio de Dios yprovecho espiritual de nuestras almas. Sin duda apunta muy alto San Ignacio

    Si el hombre no ha echado de s semejantes afecciones, que no intente buscar, ni mucho

    6Fin de la primera semana.

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    menos hallar la voluntad divina en la disposicin de su vida y en las dems cosas, porque comoagudamente lo apunta San Agustn, amor meus pondus meum, el peso de esas afecciones inclinar de unlado la balanza de la deliberacin aun sin darnos nosotros cuenta de ello.

    Incluso en el caso de un religioso que con permiso de un superior acceda a hacer algo que leatrae mucho, o por el contario por obediencia lleva adelante alguna actividad que le repulsa

    demasiado, en ambos caso deber cuidar de hacer sloy cuntole conduzca al fin. En el caso de quele atraiga lo que hace, si no vigila fcilmente podr por ej. tomar ms tiempo de lo necesario, odemasiadas energas, o solicitud (pensar demasiado en eso)7. Si le repulsa, de no estar atengo harjustamente lo contrario: dedicar menos tiempo del necesario, energa, etc.

    COMENTARIO A LA 16.Dado, como est dicho ms arriba, que las afecciones desordenadasson el nico estorbo que Dios halla para mostrarnos su voluntad, consiguientemente ordena quemientras el hombre descubra en s alguna de ellas, aplique todas sus fuerzas a vencerla del todo,echando mano de la gran estrategia de hacer el oppositum per diametrum; es decir, de inclinarseresueltamente a la parte contraria para llegar de este modo al justo medio.

    Para esto se ha de servir de actos de voluntad muchas veces repetidos y de oracionesfervorosas (de mucho servirn los nn 16; 157), poniendo de su parte la conveniente disposicinpara que venga Dios a l y con su suave y poderosa gracia le imponga su amor clavando de modoinmutable en su alma el deseo pursimo de buscar slo la gloria y servicio de su Seor.

    En el diario vivir el oppositum per diametrumno es otra cosa que aquello de San Juan de la Cruz:

    Procurar siempre inclinarse no a lo ms fcil, sino a lo ms dificultoso. No a lo ms sabroso, sino alo ms desabrido; no a lo ms gustoso, sino a lo que no da gusto. No inclinarse a lo que es descanso,

    sino a lo ms trabajoso. No a lo que es consuelo, sino a lo que no es consuelo; no a lo ms, sino a lomenos. No a lo ms alto y precioso, sino a lo ms bajo y despreciado. No a lo que es querer algo, sinoa lo que no es querer nada. No andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y traer desnudez yvaco y pobreza por Jesucristo de cuanto hay en el mundo8.

    Volviendo a los Ejercicios Espirituales, al encontrar en el ejercitante una afeccin desordenadael Director no debe atenerse a la reserva o indiferencia que se le recomendaba en la anotacin 159;antes cumpliendo con la fidelidad que debe tanto a Dios como al ejercitante, procure moverle aluchar contra la afeccin desordenada, exhortndole y prestndole cuanta ayuda pueda para arrancarde cuajo aquella mala raz.

    Poco importa que la cosa de que se trata no sea en s mala, cual acontece con el ejemplo deloficio o beneficio de que aqu habla San Ignacio; basta con que se quiera, la cosa mirando a suprovecho e inters temporal y no simplemente a la honra y gloria de Dios nuestro Seor y a la saludespiritual de las almas.

    7Deca un sacerdote: cuando en una casa de familia me siento muy cmodo, ya entro a vigilarme8Subida al monte Carmelo, L1 cap. 39No mover al ejerctiante a pobreza o promesa, etc.

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    Doctrina es sta tan contraria a lo que da de s nuestra pobre naturaleza y tan opuesta a lasmximas que hoy triunfan o toman carta de naturaleza entre las gentes tenidas por buenas yespirituales, que deber ser muy grande el trabajo del Director para explicar debidamente, losfundamentos solidsimos donde la asienta San Ignacio, y descubrir el veneno que se oculta en ladoctrina contraria, capaz de matar todo el bien espiritual que se pretende sacar de los Ejercicios.

    5.HASTA DONDE PODEMOS LLEGAR CON NUESTRO TRABAJO

    La raz y fuente de estas afecciones desordenadas, es nuestra misma naturaleza cada por elpecado; por eso no est en nuestras manos quitar las causas de las mismas; pero sin duda es uno delos grados de la vida espiritual llegar a corregir ese desorden radical poniendo orden en aquelnuestro amor, e impidiendo que esas afecciones desordenadas del corazn obscurezcan laluz de nuestra inteligencia adelantndose a ella, o perturben la ordenada determinacin denuestra voluntad.

    Quitar de s todas las afecciones desordenadas es vivir la santa indiferencia. Dice el P.Casanovas: sabemos tambin que para poder poner en prctica esta regla de orden, es necesaria unalabor anterior que nos haga indiferentes con una indiferencia de voluntad, de inclinaciny deafeccinque quite de nosotros todas las afecciones desordenadas.

    Hasta qu punto podemos llegar a ser indiferentes? Puede servir en este sentido lo que refiereel P. Mauricio Meschler10:

    La indiferencia puede ser esencial o accidental; en otros trminos, indiferencia de voluntad oindiferencia de inclinacin. La indiferencia esenciales la disposicin constante de la voluntad, en virtud dela cual en la eleccin y en el uso de las criaturas no nos determinamos por el atractivo o la repulsinque ellas nos inspiren, ni por la natural aficin o repugnancia que sintamos hacia ellas, sino que a suvista quedamos naturales, sin inclinarnos con la voluntad a un lado ni a otro y suspendemos nuestraeleccin, mientas en ellas no veamos algo ms que su natural atraccin o repulsin con respecto anosotros11. En eso consiste la indiferencia. Su ejercicio, por lo tanto, es algo negativo; no elegir nada,con nada abrazarse, nada rechazar, en una palabra, no proceder a ningn acto electivo con respecto alas criaturas guindose nicamente por la atraccin o repulsin de ellas sin atender al fin. No es otracosa lo que entiende San Ignacio por la indiferencia; as se desprende de las palabras que emplea aldescribirla: es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido ala libertad de nuestro libre albedro [Que] Tiene, por lo tanto, su asiento esta indiferencia en la

    voluntad y debe estar sometida a nuestra libertad, salta a la vista cotejando los lugares paralelos, en queSan Ignacio habla de la indiferencia, como son: la anotacin 16; el segundo grado de humildad, donde

    10Jesuita, conocido comentarista de los Ejercicios Espirituales; citado por el P. Hurtado y de quien casi a la letra el P.Casanovas toma su comentario a la Aplicacin de sentido.11 San Ignacio explica en otro lugar esa disposicin de la voluntad con una semejanza muy propia y sensible,comparndola con el fiel de la balanza, que no se inclina ni a la derecha ni a la izquierda. Esta es al indiferencia devoluntad (primer modo de eleccin p. 2). El R. P. Roothaan declara la naturaleza de esta indiferencia (Explanat.Fundam. IV concl. Prctica a lin 2) por la respuesta que todo hombre formal dara a esta pregunta: qu quiere Ud.ms, vivir mucho o vivir poco? El contestar: lo uno y lo otro me puede daar o me puede ser til para mi salacin;mientas no vea claro lo que me conviene, no digo nada.

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    San Ignacio hermana la indiferencia con el aborrecimiento eficaz y habitual de todo pecado venialdeliberado; el aborrecimiento tenaz y constante, que no es posible sin aquella indiferencia; finalmentelas reglas sobre la eleccin (punto 2 del primer modo).

    La indiferencia accidental no consiste en sentir o no sentir en nuestro interior los efectos delsentimiento natural, a la atraccin o repugnancia, sino en moderar poco a poco esos impulsos, encombatir la pujanza y demasas de esos sentimientos naturales, de tal suerte que no nos ponganobstculo ni peligros serios en la leccin y uso de las criaturas. La sensibilidad no est, como lavoluntad, en nuestra mano, de modo que podamos inclinarla a donde nos plazca, y as hemos decontentarnos con sobreponernos a ella y no establecer una distincin tan marcada en nuestraapreciacin sobre las criaturas, siendo as que todas ellas convienen en no ser ms que medios. Siprocedamos con seriedad, podemos y an debemos llegar ah. Motivos y medios suficientes paraconseguirlo, nos sobran [] Lo que hace falta son esfuerzos generosos y voluntad decidida.

    Es de suma importancia fijarse en la diferencia que hay entre la indiferencia de voluntad y laindiferencia de inclinacin, y en lo que se exige en cada una de ellas. De lo contrario hay peligro deimaginarse, al or hablar de la indiferencia, un grado de perfeccin tan alto que nos espante; siendo as

    que, segn la hemos descrito, est al alcance de cualquiera que cuenta con un poco de buenavoluntad12.

    5.EN MANOS DE DIOS

    Es tan alta la perfeccin de que estamos hablando, que podra parecer cosa del todo imposiblepoderla alcanzar en los pocos das que duran los Ejercicios. Ya San Ignacio dice de stos, y muyacertadamente, que son modos de preparar y disponer el nima para quitar de s todas lasafecciones desordenadas [1], y espera una gracia de Diosque responda, as a lo extraordinario del

    fin que se propone el ejercitante, como a los medios que pone en prctica para alcanzarlo. Quesemejante esperanza del Santo no puede ni debe tomarse por presuncin ni engao, lo hademostrado ms que suficientemente la historia de los Ejercicios. El Padre Nadal nos habla de lagracia de los Ejercicios teniendo de ella el mismo concepto que tenemos de la gracia de estado o lagracia de la vocacin.

    Poder llegar a semejante estado, es un don especialsimo de Dios y una creacin nueva delEspritu Santoemitte Spiritum tuum, et creabuntur; y lo que en este punto se propone San Ignacio ensus Ejercicios es, que nosotros nos preparemos y dispongamos para que Dios obre en nosotros talmaravilla, seguros de que l suplir lo que falte. Sola decir el Santo, que hay pocos hombres, y tal

    vez ninguno, que comprenda bien cunto estorbo ponemos a Dios, y cunto obrara l ennosotros si no le pusiramos impedimentos. Nuestro Seor le revel a Santa Catalina deGnova: Yo hara Santos a todos si se dejaran trabajar13.

    Claro es que la gracia divinaha de obrar mancomunadamente con estas nuestras actividades,

    12 P. MAURICIO MESCHLER, S.J., Comentario a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, Editorial Difusin,Buenos Aires, (1940), pp. 52-5313ANTONIO DE MONTERROSO O.F.M.CAP,Estado Religioso y la Santidad, Bs As 1967, p. 487.

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    pero es mayor xito suyo crear en nosotros un alma nueva, desnuda de afecciones desordenadas talvez antiguas, y ponerla en camino de hallar con seguridad la voluntad divina.

    A la Santsima Virgen le pedimos

    P. Gustavo Lombardo, IVE