Adolescencia entre lo posible y lo imposible.

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Piedad Ortega

Adolescencia: entre lo posible y lo imposible

Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 13, marzo, 2002, pp. 66-70,

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

Ecuador

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Piedad Ortega*

Efectos de la modernidad en niños y adolescentes

Hace algunos meses en una revista de Guayaquilapareció una entrevista a la directora de un colegiode la localidad, quien al preguntarle si los jóvenesde hoy eran iguales a los de hace 25 años respon-dió que los tiempos habían cambiado y que elloseran “diferentes”. ¿Qué es lo que ha cambiado?Empezaré planteando los cambios suscitados enlas familias de hoy. Señalaré algunos aspectos queme han parecido llamativos en mi función de en-trevistar a padres dentro de una institución educa-tiva y dentro del marco de curas psicoanalíticas: a)un número importante de niños y jóvenes no vi-ven con su padre y madre por razones de divorcioo trabajo (migraciones); b) los que viven con suspadres no necesariamente pasan tiempo en comúnen razón de las distintas ocupaciones de cada cual;c) a los padres les resulta difícil utilizar los pocosmomentos en común para hacer algún seguimien-to de la vida de sus hijos; d) en los padres se ob-serva una tendencia a querer ser “amigos” de sushijos, dejando de lado la figura paterna.

En consecuencia, los niños y adolescentes pa-san mucho tiempo solos, sin mayores oportunida-des para establecer intercambios simbólicos conlos mayores, intercambios que les permitan soste-nerse cuando afrontan dilemas en sus existencias.Podemos decir que lo que manifiestan hoy los jó-

venes con sus conductas más o menos espectacu-lares y provocativas de ruptura y conflictos con elmundo social, escolar y familiar, no son más quemodos de respuesta a su mundo actual. Un mun-do caracterizado por, al menos, los siguientes pro-cesos:

Globalización: donde las particularidades decada uno y las de su grupo étnico o social desapa-recen frente a un modo tipo de ser y de producir,donde la tecnología ha intervenido en la modela-ción de nuevos códigos, formas de relación con elconocimiento, tiempos de afectividad e inclusoformas de nacer o de morir y así ha redefinido laexperiencia social y cultural de los sujetos y, en par-ticular, la de los sujetos de la educación. Frente alos cambios vertiginosos, la educación parece insta-larse en un tiempo más lento, un tiempo que -po-dría plantearse- es más histórico que tecnológico.

Ruptura de ideales: sabemos que los idealesson fuente de cohesión entre las personas, permi-ten crear identidades grupales que se constituyenen redes de apoyo social y emocional a través deltiempo. Desde el psicoanálisis, la función del idealestá estrechamente vinculada al tránsito entre loindividual y lo colectivo social, función encarna-da en y facilitada por los padres. Pero para poderencarnar esa función, es necesario la existencia deun padre -o sustituto- que pueda demostrar cómosaber-hacer con la vida, con el trabajo, con losplaceres, con las pareja; es decir, un padre que tie-ne posibilidades de “hacer su vida”, pero que tam-bién es sensible a los deseos y necesidades de losotros a quienes responde con su afecto y respon-sabilidad. La declinación de esta función paternaestá vinculada estrechamente a otros hechos que

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* Psicoanalista.

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son también característicos de la era actual.Ausencia de respeto: los adolescentes de hoy

claman porque se los respete, aún cuando ellostienen dificultar para cumplir con ello. Si existeuna crisis de autoridad en la etapa de la adolescen-cia, no es solamente por la declinación de la fun-ción paterna, sino también debido a los cambioscorporales y emocionales tan drásticos en esta eta-pa: el adolescente es un extraño para sí mismo, seconfronta con una diferencia de gran envergadu-ra dentro de sí, una diferencia que la maneja congran dificultad y que le es difícil respetarla puestoque no puede hacerla coincidir con ningún saberque lo ha tenido de antemano (los de su infancia)y tiene que inventar algo nuevo para responder acómo ser varón, cómo ser mujer, cómo saber-ha-cer para elegir una pareja, cómo elegir un futuroque conjugue el placer lúdico de la diversión conla responsabilidad. Preguntas desconcertantes pa-ra algunos, y aterradoras para otros.

Es llamativo observar prácticas de un lenguajecon modismos propios, ropaje un tanto extrava-gante, tatuajes y piercing, cuyo objetivo se encuen-tra vinculado a la posibilidad de crearse una iden-tidad propia que marque límites precisos, en unaedad caracterizada por lo inconmensurable. Ri-tuales y modismos acompañan al adolescente conmás fuerza cuando la apertura de los otros, losadultos, fracasa, cuando no valoran estos hechospara ofrecer posibilidades creativas y promisoriasde un porvenir.

Así, el adolescente, a falta de espacio humani-zado donde alojar su pregunta y su ser, donde po-dría verse a sí mismo como digno de ser amado,puede encontrar la salida en la identificación conuna banda: ante la dificultad de encontrar un es-pacio de inclusión dentro de lo social, ante la fal-ta de lugares y modelos basados en el respecto y ladiferencia, aparece la exclusión, la segregación y laruptura como respuestas fallidas para la construc-ción de un modo alternativo de existencia.

Crear un espacio para la conversación entreadultos y jóvenes, retomando su cultura y sus mo-dos de expresión, permite re-introducirlos en elcircuito de la palabra para que, paulatinamente,puedan ir construyendo una respuesta sobre quié-nes son y plantearse un porvenir.

Adolescentes, escolaridad y autoridad

Otra expectativa importante es la generada por laprolongada etapa de escolaridad que mantiene a lageneración actual como económicamente impro-ductiva por muchos años. Los costos de la educa-ción se convierten en una inversión considerable,de tal forma que la retribución que se espera delos jóvenes es aún mayor. Y si a esto se une el he-cho de que las familias actuales son más cortas, lapercepción de que menos hijos tengan que reali-zar el futuro de sus padres es más grande. Cuandolas familias son más numerosas la dispersión delos vínculos entre los miembros es más amplia, detal forma que los conflictos entre los miembros nose cristalizan tanto. Así, asistimos hoy a un hechomuy singular: la población joven se convierte ca-da vez más en un “bien escaso y caro”, que se pre-tende que brinde todo tipo de satisfacciones.

Estas características comunes en los núcleosfamiliares de hoy son productoras de una serie desíntomas en niños y adolescentes enfrentados aresponder sobre lo que a cada cual le resulta im-posible de tolerar. Por el lado de los padres, antelas dificultades de asumir las funciones de guía yde autoridad, desde muy temprano demandanmadurez, independencia y responsabilidad a losniños y adolescentes. Así, es común escuchar de-cir a padres de niños de 11 años, al entrar a la se-cundaria, que deben manejarse solos porque yaestán grandes. El resto es asunto del colegio. Vea-mos el relato decidor de Jorge, un joven que estáfurioso porque su papá lo ha castigado. Jorgecuenta que un día su padre, al llegar del trabajomuy por la tarde, le ha dicho: “¿por qué no te hasbañado? ¡No has hecho el deber! ¿Y me quedasmirando con esa cara? ¡Estás castigado!”... “Nome dio tiempo para decirle que nos habían corta-do el agua y que se le había olvidado de comprar-me el libro y que no pude recordárselo, porque elteléfono estaba cortado”.

El caso muestra cómo se confunde la indepen-dencia física con la independencia emocional, ydesaparece así el referente simbólico que permiteestructurar la vida de un niño -que empieza a en-carar los enigmas de la sexualidad y los de inscrip-ción social-. Un púber o un adolescente depende

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de un adulto, no para sobrevivir, sino en cuanto ala escucha, el respeto, las normas y el afecto quepermitan una forma de transmisión en el contex-to de lo humano.

He hablado de la función de guía del adultoen la vida de un adolescente. Cabe ahora pregun-tarse sobre la función de autoridad en el ámbitode la educación, puesto que a las institucioneseducativas les toca recibir a estos niños y jóvenesadvenidos en estas nuevas modalidades de rela-ción. Los maestros manifiestan sus dificultadespara dar una instrucción adecuada, allí donde enfrecuentes ocasiones hace falta inscribir un uni-verso de normas y respetos esenciales en el actodocente. La utilidad del saber escolar para los jó-venes está esencialmente vinculada al hecho deque ellos comprendan que esto constituirá un ins-trumento para sus vidas, y no una acumulación desaberes sin ninguna relación con su mundo actualo para el porvenir.

En consecuencia, la existencia de una autori-dad es esencial para la construcción de los jóvenes.Sin embargo, conviene distinguir los distintosejercicio donde esta práctica se efectúa: la autori-dad natural se encuentra vinculada a la responsa-bilidad inherente a quien toma esa función. Así,un maestro tiene que estar implicado en su que-hacer en tanto no es un dispensador de conoci-mientos, sino un productor de un saber a la me-dida de los jóvenes que son sus alumnos. Los jó-venes perciben con facilidad los cambios de áni-mo de sus maestros, sus posibilidades, sus falen-cias, muchas veces más pronto que ellos con res-pecto a sus alumnos.

La autoridad “autoritaria” es aquella que, to-mando el nombre de la ley, de la norma o del pro-grama, es ejecutada sin tomar en cuenta el interéso las particularidades de aquellos que se preten-den educar. Para los jóvenes, la autoridad “autén-tica” proviene de aquellos maestros que son capa-ces de decirles cosas que tienen un valor para la vi-da, para sus vidas, y que entonces dan la impre-sión de que “el profesor sabe un montón de cosassobre el tema”. Ese estilo de transmisión, que per-mite una mayor libertad para formas de abordajede la cuestión educativa, hace que niños y jóvenesse orienten hacia ese “saber-hacer”; un escenariodonde la función del maestro tiene que variar, un

escenario que invita al ejercicio ingenioso, creati-vo y responsable que este más acorde con los inte-reses de cada cual (Lacadeé 2000).

Como se ve, autoridad y responsabilidad sondos caras de una misma moneda, y juntas son laúnica manera de incorporar al joven para gestio-narse en la cultura.

Usualmente se piensa que los problemas esco-lares son productos de sistemas didácticos inade-cuados. Se crean nuevas formas de enseñar, apare-cen adelantos tecnológicos, todo para responder ala preocupación por el inmenso índice de fracasoescolar. Incluso la medicina se une al intento: des-de la genética y la farmacología se afronta el pro-blema de una “infancia insana”. El maestro, aba-rrotado de actividades y de imperativos sociales,puede fácilmente rechazar su función; las institu-ciones educativas pueden no admitir a estos niñosy adolescentes que presentan dificultades, porquese alejan de los perfiles ideales de habilidades ydestrezas. Las consecuencias no se hacen esperar:largas filas de niños y jóvenes con problemas deaprendizaje, ADD, problemas de conducta, etc.,son enviados donde los “Psi” para su reeducación,y aquellos obturan la posibilidad de esclarecer loque no marcha en sus existencias.

Curiosa paradoja: a mayor adelanto de los sis-temas pedagógicos, mayor número de niños yadolescentes que engrosan las filas de los inadap-tados. Ante los limitados referentes simbólicos pa-ra los niños y adolescentes de hoy, se les delegauna libertad y una responsabilidad sin que hayanhecho un ejercicio de ellas. Estos referentes seconstruyen cuando en los actos de sus vidas hanrecibido el apoyo de adultos que, habiéndoles per-mitido ciertos riesgos, estuvieron listos a dar unaacogida a los interrogantes que dichas accionespuedan generar. Así se crean tanto sistemas de va-lores como leyes de intercambio social, estable-ciéndose límites comunes en la sociedad, formasde iniciar pactos que hacen susceptibles los proce-sos del aprendizaje; así el compromiso con susaprendizajes se produce de otra manera: es unpacto de generación de ideas y conceptos en don-de los lugares entre maestro y alumno son distin-tos, pero la relación con el saber es igual al porqué se hace posible una construcción conjunta.

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Lo inédito de la pubertad

Luego de establecer algunas características delos jóvenes, unas nuevas y otras “reediciones mo-dernas” de antiguos fenómenos, intentaré abordardesde la clínica psicoanalítica el tema de la puber-tad para poder plantear aquello que es del ordende los fenómenos y discriminarlos de los hechosde estructura.

En 1905, en sus Tres ensayos de teoría sexual,Freud plantea que después de la infancia se pre-senta cierto número de elecciones que no son de-finitivas y que son reactualizadas en la pubertad.Aquí, lo fundamental es que se realiza una rectifi-cación retroactiva de lo que en el tiempo-lógica dela infancia se construyó.

Jacques Lacan planteará, posteriormente, queel sujeto humano se construye en torno a una dia-léctica con el otro, caracterizada por un procesode alineación referido a la inscripción del sujetoen el lenguaje, y de separación del otro, como ob-jeto a, que llevará al sujeto, en su búsqueda resti-tutiva, a marcar todas las sustituciones posibles,en donde el deseo encuentra su razón de existir.Desde el punto de vista del psicoanálisis, esta ope-ración hace posible la emergencia del sujeto hu-mano, sujeto del inconsciente, sujeto del deseo.

¿Podría plantearse que ese proceso de verifica-ción pondría al púber en la posibilidad de volvera elegir en todos los aspectos y, por lo tanto, cons-tituirse en un momento de “todo lo posible” co-mo a veces quisieran creer los jóvenes en esos mo-mentos de euforia que a menudo podemos pre-senciar? ¿Por qué junto a dicho momento encon-tramos que los jóvenes se “deprimen” tanto, alpunto de plantearse la muerte como una alterna-tiva posible?

El psicoanálisis plantea que lo uno no desdicea lo otro. Por el lado de lo posible, se presenta elsinnúmero de respuestas que los púberes inventanpara responder a un imposible, que es la restitu-ción de ese “objeto a” perdido. Así, frente a la elec-ción del objeto de amor, ésta puede ser heterose-xual u homosexual, y aun cuando haya indicios dedicha elección de antemano, el púber debe decidiren este momento su elección para la vida.

El adolescente también tendrá que elegir sobresu posición sexuada: ser varón o ser mujer. Esto

no es asunto de la biología, aun cuando ella exis-te: acceder a una posición femenina o masculinaes un proceso que esta marcado por un sinnúme-ro de avatares que van desde la definición de unlugar sexual hasta la pregunta sobre cómo respon-der al otro desde cada lugar, lugar que ya no es so-lo el plano sexual sino también el social, con inci-dencias sobre la estruc-tura misma, y que enocasiones puede verifi-carse en una eventualorientación a la perver-sión.

Hasta aquí pode-mos plantear la adoles-cencia como modos derespuesta que los púbe-res intentan formularfrente a algo, algo queirrumpe de forma talque las palabras fallan.Éstas se quedan cortaspara nombrar y orde-nar un surgimiento dealgo totalmente nuevo,allí mismo donde noexiste una repuestapreexistente ¿Acaso la“originalidad” de losjóvenes podría darcuenta de esto?

¿Qué es lo nuevo que surge? A nivel de la ima-gen, los caracteres secundarios marcados por eldiscurso hacen aparecer al niño como distinto queantes y, a su vez, diferente a los otros, surgiendoasí un rompimiento con aquella primera imagen yobligándolo a producir ajustes o transformacio-nes. El cuerpo se vuelve un extraño para sí comotambién para los adultos tutelares, replanteándo-se, en el mejor de los casos, las formas de relacióndesde lo simbólico, que en lo sucesivo estaránmarcados por una separación de la figura de suspadres.

Las nuevas formas de relación del adolescentetomarán rasgo de otras personas y generalmenteno serán por simple identificaciones sino por pro-cesos bastante complejos donde esto pondrá enduda una buena parte de todo aquello que le vie-

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Si el sujeto se construye en

torno a una dialéctica con

el otro, caracterizada por un

proceso de alineación referido

a la inscripción del sujeto en el

lenguaje y de separación

del otro como objeto a, la

adolescencia puede plantearse

como momento de creación e

invención de respuestas de los

púberes frente a algo.

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ne de los adultos tutelares. “Los adolescentes soncuestionadores” frase comúnmente escuchada, dacuentas de estos procesos.

Sin embargo, la necesidad de que efectivamen-te existan algunas personas que puedan tomar esafunción de sostén y respeto frente a lo nuevo quesurge en los púberes es lo que haría posible eseproceso de búsqueda de respuestas frente a lo in-nombrable. De lo contrario, conductas como elalcohol, drogas y hasta el suicidio puedan surgircomo modo de respuesta frente a lo innombrablede la pubertad.

¿Qué sería lo innombrable? Jacques Lacan di-rá que lo innombrable es lo real entendido comola no-relación sexual. No se trata de decir que noexiste la copula, sino de que no hay un saber ins-tituido entre un hombre y una mujer: no hay unsaber sobre como hacer frente a los enigmas delotro sexo, por más revistas, tratados o compendioque intenten dar una respuesta. Cada sujeto ten-drá que inventar su propia respuesta y deberáaceptar que, después de todo, ella siempre será untanto fallida, de tal forma que siempre tendrá que

inventar y crear. ¿Podría haber entonces tituladoeste artículo “adolescentes e invención”?

Bibliografía

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Cottet, Serge, 1991, “Pubertad Catástrofe”,en Logogrifo, agosto, Caracas.

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