Adicta al aborto

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Adicta al A borto LA PUERTORRIQUEÑA IRENE VILAR ABORTÓ 15 VECES EN 16 AÑOS. ¿PUEDE LA INTERRUPCIÓN DE UN EMBARAZO ENTENDERSE COMO UNA CONDUCTA ADICTIVA? UN DRAMA FAMILIAR, POLÍTICO Y SOCIAL. POR CRISTIAN H. SAVIO SOCIEDAD es un caso muy frecuente, recuerda alguna historia de abortos múltiples. Como el de una “señora muy distinguida, que hoy ten- dría 85 años” que una vez le comentó que ella se había hecho 12 abortos. “No creo que esta mujer haya tenido una adicción por el aborto”, dice el presidente de la Asociación Argentina de Ginecología y Obstetricia Psi- cosomática, “sino que el sexo sin protec- ción, puesto que no la había en esa época, debe haber sido algo muy complicado y el aborto absolutamente frecuente y no per- seguido como hoy”. Vilar aclara que el término “adicción” que eligió es “una exageración, una herra- mienta literaria”, más que una precisión 35 años mayor del que se enamoró apenas entró a la universidad. Y quien le había de- jado claro que, si quería estar con él y vivir como intelectual, no podía tener hijos. Hoy, a los 43, Vilar es editora literaria y acaba de recibir una beca Guggenheim para escribir su tercer libro. Los dos pri- meros abordaron dos tabúes: el suicidio y el aborto. El próximo tratará sobre la ma- ternidad. Porque después de interrumpir 15 embarazos, Vilar se convirtió en madre en 2004 y hoy tiene dos hijas de las que pretende ser la “mejor amiga”. Conocerla en el ambiente familiar en que recibe a Newsweek, en el departamento de Recole- ta que habitó durante su estadía en Bue- nos Aires junto a su esposo Dan y las pequeñas Loretta Mae (7) y Lolita (5), hace difícil imaginarla en sus tiempos de auto- flagelación, tres intentos de suicidio y ne- gación de la maternidad. Pero en el embarazo, el “lo quiero” y “no lo quiero” conviven “como fuerzas antagó- nicas hasta que se decide seguir o se decide interrumpir”, explica a Newsweek Mario Sebastiani, obstetra del Hospital Italiano y docente de la UBA. A Sebastiani, la historia de Vilar le resulta “un campo a explorar muy interesante” y, aunque admite que no DIEZ AÑOS ATRÁS, IRENE VILAR entendió que lo suyo era una adicción. Tenía 32 años y había regresado a Puerto Rico para visitar a su hermano Alfonso, a quien en- contró la tarde en que ella dejó el hospital. Iban en el auto y Fonsito, que llevaba dos días sin consumir heroína, tuvo una crisis de abstinencia. Comenzó a sacudirse, a sentir escalofríos y a vomitar, y pidió a su hermana que lo llevara a un lugar donde pudiera conseguir su droga. “Lo esperé en un restaurante y cuando regresó, se quedó dormido en mi falda, pidiéndome perdón por lo que me había hecho”, recuerda Ire- ne. “Pero ahí me di cuenta de que no había diferencia entre lo que él estaba haciendo con su cuerpo y lo que hacía yo con el mío”. La adicción de Irene no era a la he- roína, ni a ninguna otra droga. Ella era adicta al aborto. En el hospital donde ella había perma- necido internada los tres días anteriores, se había practicado su decimoquinto aborto. El último de la serie que comenzó cuando apenas tenía 16. El único en su tierra natal, bajo condiciones de ilegalidad: los anterio- res 14 habían sido en Estados Unidos, don- de vivía. Doce de los 15 fueron durante su “relación tóxica” con el profesor argentino 38 Newsweek 9 de Mayo, 2012 Irene Vilar vino a Buenos Aires para presentar Maternidad imposible a la Feria del Libro. A los 43, es madre de dos hijas. 301 - Adicta al aborto.indd 22 08/05/2012 06:58:53 p.m.

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La puertorriqueña Irene Vilar abortó 15 veces en 16 años. ¿Puede la interrupción de un embarazo entenderse como una conducta adictiva? Un drama familiar, político y social.

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Adicta alAborto

LA PUERTORRIQUEÑA IRENE VILAR ABORTÓ 15 VECES EN 16 AÑOS. ¿PUEDE LA INTERRUPCIÓN DE UN

EMBARAZO ENTENDERSE COMO UNA CONDUCTA ADICTIVA? UN DRAMA FAMILIAR, POLÍTICO Y SOCIAL.

POR CRISTIAN H. SAVIO

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SOCIEDAD

es un caso muy frecuente, recuerda alguna historia de abortos múltiples. Como el de una “señora muy distinguida, que hoy ten-dría 85 años” que una vez le comentó que ella se había hecho 12 abortos. “No creo que esta mujer haya tenido una adicción por el aborto”, dice el presidente de la Asociación Argentina de Ginecología y Obstetricia Psi-cosomática, “sino que el sexo sin protec-ción, puesto que no la había en esa época, debe haber sido algo muy complicado y el aborto absolutamente frecuente y no per-seguido como hoy”.

Vilar aclara que el término “adicción” que eligió es “una exageración, una herra-mienta literaria”, más que una precisión

35 años mayor del que se enamoró apenas entró a la universidad. Y quien le había de-jado claro que, si quería estar con él y vivir como intelectual, no podía tener hijos.

Hoy, a los 43, Vilar es editora literaria y acaba de recibir una beca Guggenheim para escribir su tercer libro. Los dos pri-meros abordaron dos tabúes: el suicidio y el aborto. El próximo tratará sobre la ma-ternidad. Porque después de interrumpir 15 embarazos, Vilar se convirtió en madre en 2004 y hoy tiene dos hijas de las que pretende ser la “mejor amiga”. Conocerla en el ambiente familiar en que recibe a Newsweek, en el departamento de Recole-ta que habitó durante su estadía en Bue-nos Aires junto a su esposo Dan y las pequeñas Loretta Mae (7) y Lolita (5), hace difícil imaginarla en sus tiempos de auto-flagelación, tres intentos de suicidio y ne-gación de la maternidad.

Pero en el embarazo, el “lo quiero” y “no lo quiero” conviven “como fuerzas antagó-nicas hasta que se decide seguir o se decide interrumpir”, explica a Newsweek Mario Sebastiani, obstetra del Hospital Italiano y docente de la UBA. A Sebastiani, la historia de Vilar le resulta “un campo a explorar muy interesante” y, aunque admite que no

DIEZ AÑOS ATRÁS, IRENE VILAR entendió que lo suyo era una adicción. Tenía 32 años y había regresado a Puerto Rico para visitar a su hermano Alfonso, a quien en-contró la tarde en que ella dejó el hospital. Iban en el auto y Fonsito, que llevaba dos días sin consumir heroína, tuvo una crisis de abstinencia. Comenzó a sacudirse, a sentir escalofríos y a vomitar, y pidió a su hermana que lo llevara a un lugar donde pudiera conseguir su droga. “Lo esperé en un restaurante y cuando regresó, se quedó dormido en mi falda, pidiéndome perdón por lo que me había hecho”, recuerda Ire-ne. “Pero ahí me di cuenta de que no había diferencia entre lo que él estaba haciendo con su cuerpo y lo que hacía yo con el mío”. La adicción de Irene no era a la he-roína, ni a ninguna otra droga. Ella era adicta al aborto.

En el hospital donde ella había perma-necido internada los tres días anteriores, se había practicado su decimoquinto aborto. El último de la serie que comenzó cuando apenas tenía 16. El único en su tierra natal, bajo condiciones de ilegalidad: los anterio-res 14 habían sido en Estados Unidos, don-de vivía. Doce de los 15 fueron durante su “relación tóxica” con el profesor argentino

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Irene Vilar vino a Buenos Aires para presentar Maternidad imposible a la Feria del Libro. A los 43, es madre de dos hijas.

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y dijo a su esposo que no tendría al bebé. “El cuerpo tiene memoria cuando has pa-sado por algo que crea un hábito”, dice. Sebastiani concuerda que ese período es el momento donde las mujeres perciben cla-ramente que se encuentran embarazadas. “Si bien hoy la falta de menstruación es el signo más claro, recién suelen hacerse el test a las 5 ó 6 semanas”, explica.

Vilar cuenta su historia en Maternidad imposible (Lengua de Trapo), segunda parte de sus memorias, que acaba de pre-sentar en la Feria del Libro. En su primer obra, Galería de mujeres, narraba la histo-ria de vida de tres generaciones de muje-res, desde su abuela, la heroína

mentos traumáticos de la vida”.Desde el primero de sus embarazos, Vi-

lar vivió la fantasía de la maternidad. En-traba a las tiendas de ropa para bebés a elegir prendas para su hijo, para quien es-cribía en su diario cartas imaginarias, y so-ñaba con un rostro “de ojos negros inmensos, pestañas larguísimas que abani-caban una mirada entrañable y amorosa”. Pero indefectiblemente decidía interrum-pir su embarazo.

Hasta que en 2003 conoce a su actual esposo, se casan, y el 5 de mayo de 2004 nace Loretta. “Tuve dudas durante ese em-barazo”, admite, y recuerda que entre la sexta y la séptima semana sufrió una crisis

médica. Su diagnosis, dice, es depresión crónica. Encuentra explicación en los tra-bajos sobre estrés postraumático del psi-quiatra Bessel van der Kolk, y la idea de que se repite el proceso traumático o se crea el drama para poder experimentar nuevamente el sufrimiento. Pero también resalta un correlato entre sus sentimientos y el hábito de la adicción. “Hay un alto y un bajo en el proceso”, cuenta. “En mí estaba la fantasía de la maternidad, ese sentido de amor y autoestima que sentía cuando esta-ba embarazada. Después entraba en pánico porque mi pareja me dejaría si tenía el hijo, ése era el bajón: uno se siente una basura y psicológicamente se identifica con los mo-

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nominan ‘pro-vida’ la atacan”, señala a Newsweek Estela Díaz, integrante de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. “Requiere una lectura comprensiva. Hay valentía de ella en con-tarlo. No sé si estas historias tan particula-res son las ideales para avanzar en el debate, pero hay que dejar de lado la hipo-cresía”. “Los anti-derecho se agarran de cualquier cosa, nos van a correr por algún lado siempre”, advierte la investigadora del CONICET Mariana Romero, otra activista de la causa. Y coincide en la necesidad de leerlo como un caso particular, atravesado por la historia familiar y política.

El caso de Vilar no puede estar desliga-do de esa “pobreza emocional” que ella ad-vierte no sólo en su familia, sino en su sociedad. En términos generales, Irene se considera hija de una generación de “muje-res bipolares”, producto de las campañas de esterilización masiva encaradas por Es-tados Unidos en Puerto Rico para dismi-nuir la población y frenar el brote independentista. “Las mujeres se esteriliza-ban para conseguir trabajo y volvían a casa con un frasco gratis de Valium”, cuenta. “Hasta mis 4 años, mi madre era maravillo-

sa. Después, un día me pegaba y al otro me ignoraba”.

En su Discurso sobre Esteri-lización Forzada en Puerto Rico Laura Briggs, profesora de Es-tudios Femeninos de la Univer-sidad de Arizona, se refi rió a esas campañas. “En los ‘70, en respuesta a las preocupaciones por un movimiento activista, algunas académicas feministas exploraron cuestiones raciales y de política internacional en el control de la natalidad. Puerto

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independentista Lolita Lebrón –que pasó 27 años en la cárcel porque en 1954 entró a los tiros al Congreso de Estados Unidos– a su madre, quien se suicidó cuando Irene tenía 8, “como el precio a pagar cuando un pueblo construye un mito”, dice. Y ella, “la chica joven que hereda esos dos modelos, el del martirio y el del suicidio, e intenta buscar la razón de todo internada en un psiquiátrico”.

Sin embargo, en esa obra (elegida Libro del Año por ¬ e Philadelphia Inquirer y Detroit Free Press) Vilar había dejado fuera el gran drama de su vida, los abortos, que entonces ya habían sido media docena.

Maternidad imposible llega a una Ar-gentina en la que el debate comprometido en torno a la despenalización del aborto está aún en ciernes. Cuando Vilar lo publi-có en Estados Unidos (2009) debió entrar en un programa de protección del estado de Colorado a raíz de las amenazas que re-cibió de los grupos anti-abortistas. “Decían que debía recibir un tiro por cada aborto, que debía colgárseme de un árbol, ape-drearme hasta la muerte, separarme de mis hijos para protegerlos de una serial killer”, recuerda. “Rechacé giras y presentaciones en TV. Mi editora casi me mata. Pero yo no escribí este libro para la gente que mira Fox News, que es el 52 por ciento del país. Lo escribí para los es-tudios de género, post-colonia-les y de psicología”.

Cómo puede ser recibido en este contexto argentino, es una incógnita. “Una historia tan compleja en este sentido favo-rece la estigmatización, y la lectura estigmatizante explica por qué los grupos que se de-

Rico emergía en esta literatura como un caso de estudio sobre cómo el control de la natalidad podía ser usado por la industria capitalista con fi nes raciales”.

Díaz advierte que esa cuestión fue un intenso debate en los ‘70, cuando incluso sectores de izquierda estuvieron en contra de las políticas de salud reproductiva por entenderlas como parte de un proyecto im-perialista. “Y lo sigue utilizado de argu-mento la Iglesia”, lamenta. “Pero afortunadamente se ha podido ir cambian-do de paradigma y ver que cuando se pien-sa en Derechos Humanos se ha enriquecido el discurso desde el movimiento de muje-res”. Vilar se considera feminista, pro-de-recho en cuanto al aborto, e independentista como puertorriqueña. “Pero no fundamentalista”, dice. Considera su libro como la historia de una chica joven que tiene que asumir su legado histórico y familiar, extirpar y purgar una relación tóxica y, al fi nal de cuentas, alcanza la “re-dención” con la maternidad. Pero aquí no termina su historia. Porque la abuela que se martiriza políticamente y la madre que se suicida son también “maternidades im-posibles”. Y la suya, con el sólo hecho de haber concebido, no alcanza para la reden-ción pretendida. No resulta casual que Ire-ne haya tenido dos hijas mujeres. La carga heredada todavía no se corta.

“Tal vez la redención se va a completar cuando vea a las hijas de sus hijas”, le digo.

“Sí. No lo había pensado de esa manera. Qué bonito. Eso me calma”.

Irene Vilar juega con Lolita y Loretta en el depar-tamento que alquiló en Recoleta para su estadía en Buenos Aires. Arriba: con su esposo, Dan, y las hijas de ambos, en una foto familiar.

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MATERNINDAD IMPOSIBLE

Editado por Lengua de Trapo, fue presentado en

la Feria del Libro.

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