Acto Humano

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ACTO HUMANO Con el término «acto humano» se quiere designar el obrar propio del hombre que, en cuanto tal, puede convertirse en objeto de valoración moral. Esta definición tiene su origen en la distinción, ya presente en la teología medieval, entre actus hominis y actus humanus. El primero es un acto puesto por el hombre, que sin embargo no depende (al menos inmediatamente) de su voluntad deliberada. Pertenecen a esta categoría los diversos procesos fisiológicos y el conjunto de las acciones provocadas por dinamismos biopsíquicos no controlables (los sueños, los tics nerviosos, etc.). El segundo, por el contrario, es un acto que brota directamente de las facultades superiores del hombre (la inteligencia y la voluntad) y del que él es, por consiguiente, responsable. La teología moral se interesa evidentemente sólo por esta última tipología de actos, en cuanto que en ellos se implica la libertad del hombre. 1. Las estructuras del obrar humano.- El acto humano exige por tanto un juicio moral. Pero no puede darse este juicio ético sin una profunda penetración de su significado. En efecto, es evidente que el grado de conocimiento y de libertad varía según la diversa consistencia objetiva de los actos y según el diverso grado de participación subjetiva en los mismos. La reflexión moral ha puesto siempre en evidencia la necesidad de considerar, por un lado, el dato objetivo (materia) y por otro, el subjetivo

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ACTO HUMANOCon el término «acto humano» se quiere designar el obrar propio del hombre que, en cuanto tal, puede convertirse en objeto de valoración moral. Esta definición tiene su origen en la distinción, ya presente en la teología medieval, entre actus hominis y actus humanus. El primero es un acto puesto por el hombre, que sin embargo no depende (al menos inmediatamente) de su voluntad deliberada. Pertenecen a esta categoría los diversos procesos fisiológicos y el conjunto de las acciones provocadas por dinamismos biopsíquicos no controlables (los sueños, los tics nerviosos, etc.). El segundo, por el contrario, es un acto que brota directamente de las facultades superiores del hombre (la inteligencia y la voluntad) y del que él es, por consiguiente, responsable. La teología moral se interesa evidentemente sólo por esta última tipología de actos, en cuanto que en ellos se implica la libertad del hombre.

 

1. Las estructuras del obrar humano.- El acto humano exige por tanto un juicio moral. Pero no puede darse este juicio ético sin una profunda penetración de su significado. En efecto, es evidente que el grado de conocimiento y de libertad varía según la diversa consistencia objetiva de los actos y según el diverso grado de participación subjetiva en los mismos. La reflexión moral ha puesto siempre en evidencia la necesidad de considerar, por un lado, el dato objetivo (materia) y por otro, el subjetivo (advertencia y consentimiento). La valoración del acto humano debe darse relacionando entre sí estos dos aspectos, ya que ambos contribuyen a determinar su eticidad. En los manuales tradicionales, a partir del s. XVII, prevaleció, sin embargo, la tendencia a dar mayor importancia al aspecto objetivo-material, infravalorando (y a veces incluso olvidando por completo) el aspecto subjetivo. La reflexión moral contemporánea, por el contrario, concede cada vez mayor importancia a la dimensión formal-personal del obrar, esforzándose por remontarse

del acto al mundo del sujeto, para captar sus niveles efectivos de autoconciencia y de libertad, de intencionalidad y de finalidad.

En esta perspectiva, el acto humano se relaciona estrechamente con el mundo interior de la persona, captada en toda la riqueza de su dinamismo expresivo. Se trata, por consiguiente, de un momento de un amplio proceso de autorrealización personal, que debe ser analizado cuidadosamente, tanto en el plano diacrónico como en el sincrónico, para llegar a penetrar su significado más profundo. En esta óptica, adquieren cada vez mayor importancia las actitudes que subyacen al mismo y, más radicalmente, el proyecto de conjunto de vida ( >Opción fundamental) Esta forma nueva y más penetrante de interpretar el acto humano, introduciéndose en su estructura más íntima, permite superar la tentación de una «moral de los actos» que acaba «cosificando» y “atomizando" el obrar humano.

 

2. Los elementos de definición del acto humano.- En la raíz de la valoración moral del obrar están los elementos de conocimiento y de libertad, a los que hay que añadir, en la visión cristiana, la realidad de la gracia. Los tres interactúan entre sí sobre todo según un dinamismo unitario, que, en cierta medida, puede descomponerse. El elemento cognoscitivo reviste una importancia decisiva. Pero hay que recordar que el conocimiento moral no se identifica con el simple conocimiento intelectual; se trata de un conocimiento que compromete mucho más existencialmente y que supone una apreciación subjetiva del valor. En otras palabras, es un conocimiento estimativo que nace de la asimilación del valor en la experiencia personal y que se refuerza en la praxis.

De forma análoga, la libertad, que está siempre situada y por tanto condicionada, no se da una vez para siempre, sino que se desarrolla y crece en el interior de un camino caracterizado por etapas diversas y por modalidades diferentes de actuación. Todavía resulta más misteriosa la influencia de la gracia, que actúa en lo más profundo del hombre como elemento que

respeta el conjunto de los datos naturales y que interactúa al mismo tiempo sobre ellos, estimulando al hombre al ejercicio de la caridad como autoentrega de sí mismo a Dios y a los hermanos. El acto humano es, en definitiva, el resultado de una trama compleja de factores que hay que sopesar atentamente en su incidencia, intentando captar las mutuas interacciones en el marco de una lectura global.

 

3. Los criterios de la valoración moral.- La atención que se dirige privilegiadamente al aspecto subjetivo del acto no debe hacer olvidar la importancia que tiene el dato objetivo. De lo contrario, se corre el riesgo de caer en una moral de la “pura intención”, que prescinde de la densidad real de la acción. Es verdad que, en último análisis, la moralidad es la que pertenece a la interioridad del sujeto y que él expresa, con mayor o menor acierto, en sus actos. Pero no por eso hay, que ignorar la importancia decisiva de la accion, que tiene por sí misma repercusiones, positivas o negativas. sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo. Esto quiere decir que el acto, en su contenido material, no es de suyo indiferente.

La actitud interior y el comportamiento externo son juntamente datos constitutivos de la moralidad, la cual es entonces el fruto de la intersección de la intencionalidad con la eficacia histórica. La primacía que se concede a la actitud (buena o mala) no anula la exigencia de verificación del comportamiento (recto o erróneo). Por otra parte. hay que reconocer que la entidad de la materia sobre la que recae la opción es también normalmente decisiva en orden a la determinación de la actitud subjetiva. Cuando la acción es en sí misma más comprometedora hay que suponer generalmente que debe existir un mayor compromiso en el sujeto.

El juicio moral del acto humano es, por consiguiente, el resultado de una aplicación correcta de los diversos criterios, sin olvidar por otra parte la prioridad de la persona y de su mundo interior, que nunca puede objetivarse por completo.

EL ACTO MORAL. Los actos realizados por el hombre son reveladores, más o menos profundos y exhaustivos, de la riqueza de la persona y contribuyen a perfeccionarla. El espacio de las actividades del hombre se extiende desde los actos que deciden clara y definitivamente su destino (como la elección del martirio o del estado propio de vida) a los que, sustraídos al control de la inteligencia y de la voluntad, no implican la intimidad humana y parecen agotarse en la esfera de la corporeidad (como la respiración, el latido cardíaco) o de la vida psíquica (instintos, sentimientos, pasiones) o de los condiciOnamientos socio-culturales (prejuicios, convenciones sociales, modelos de comportamiento interiorizados, etc.).

a) Visión escolástica. Los manuales clásicos distinguen ante todo las "acciones humanas", que tienen su raíz en el centro de la persona que recibe el valor moral y decide libremente, y las "acciones del hombre", sustraídas a la responsabilidad personal porque se realizan sin la advertencia y sin la necesaria libertad y, en consecuencia, no alcanzan el nivel específico de la vida espiritual del hombre.

Una segunda distinción, que explica el hecho de que el hombre es unidad corpórea y espiritual, destaca la diferencia entre las acciones humanas realizadas en el interior del hombre, donde se polarizan también las energías psicoflsicas de la persona, y las acciones que, partiendo de la intimidad, se abren al mundo exterior al hombre con la mediación de los órganos corpóreos (Háring las llama, respectivamente, "actos" y "acciones": cf La ley de Cristo I, 235-236). Es evidente que la moralidad del acto es constituida plenamente por el acto interno y que la acción externa añade un complemento y una valencia moral ulterior al acto humano ya existente.

El acto humano se califica como bueno o malo según que se refiera más o menos al fin último. El entendimiento que penetra el significado ético del acto y la libre libertad que decide sin coacciones son

los elementos de que dispone el hombre para realizar su moralidad en cada uno de los actos unificados por el fin último. Los diversos condiclonamientos que coartan el entendimiento o la voluntad darán origen a los diversos grados de moralidad y de responsabilidad de la persona en sus elecciones morales.

b) Visión personalista. En la perspectiva personalista, ampliamente tomada de la reflexión teológicomoral actual, la atención se desplaza del acto considerado en sí mismo a la persona y del objeto moral a la motivación que empuja al sujeto a decidirse. Ese desplazamiento de óptica es motivado sobre todo por los resultados de las disciplinas antropológicas (ciencias psicológicas, ciencias de lo social, antropología cultural, etc.) a propósito de los dinamismos complejos que interactúan en el obrar humano. Estas ciencias manifiestan que en la base de la acción, más que en el conocimiento racional objetivo, se encuentra concretamente la motivación subjetiva, es decir, aquel "conjunto de factores internos a la persona que da energía y dirección a su comportamiento; es el dinamismo de la persona proyectado hacia un valor futuro. El motivo se encuentra ante todo en las necesidades tanto fisiológicas (experimentadas de modo cíclico por períodos: ej., el hambre), ya no fisiológicas (que admiten sólo satisfacción parcial: ej., curiosidad, afirmación de sí). El motivo selecciona entre las conductas posibles las que se demuestran más eficientes para el propio fin; mantienen la propia actividad hasta que el motivo quede satisfecho. La motivación conduce una acción a su fin, haciéndola apropiada respecto a él, persistente e indagadora" (GOFFI, Corso di morale 1, 391392).

El haz motivacional no sólo impulsa al hombre a obrar, sino que lleva a cabo la unificación de la persona y la coordinación de sus dinamismos (biológicos, fisiológicos, psicológicos, espirituales, de relación) para la consecución de la realización de sí mismo. La acción se convierte así en la epifanía de la persona, de sus potencialidades y del grado de

madurez moral que ha alcanzado. "La acción humana es propia de la persona que se muestra simultáneamente independiente y sometida a los condicionamientos tanto bio-psíquicos como espacio-temporales; que obra por propia iniciativa bajo los influjos comunitarios de los demás y entre los demás; que vive solitaria y se realiza como momento del vivir eclesial; que sabe ser hijo autónomo de Dios, aunque sea también como miembro del cuerpo integral del Señor" (GOFFI, ib, 392).

La perspectiva personalista, más que contraponer los actos internos a los externos de la persona, acentúa el hecho de que la persona en cuanto tal está constituida por la relación primordial de palabra-amor que hace que afloren y se comuniquen entre sí el yo, el tú y el nosotros; el fundamento último del ethos personal coincidirá con la realización plena de esa relación. Releamos las agudas reflexiones de K. Wojtyla sobre el valor personalista del acto humano como premisa para la comprensión de su valor ético: "Nos sentimos movidos a establecer una comparación con el planteamiento tradicional, que en la ciencia sobre los actos humanos (de actibus humanis) distinguía el voluntarium perfectum del voluntarium fmperfectum. El término voluntarium indicaba la voluntad como facultad de la cual dependen los actos. Este estudio vincula el acto y su cumplimiento a la persona y no rechaza aquel planteamiento, sino que sólo intenta completarlo, es decir, como meditar sobre él hasta el fondo. Pues la voluntad, en cuanto facultad, está inserta en la persona, en su autodeterminación, a través de la cual la persona revela su propia estructura. Por tanto, reducir el significado del voluntarium a la sola voluntad en cuanto facultad puede entrañar un cierto empobrecimiento de aquella realidad que es el acto... La concepción personalista del acto que hemos intentado delinear... nos convence del valor personalista auténtico. Éste no es todavía un valor ético, sino que tiene su origen en la interioridad dinámica de la persona, la revela y la confirma, lo cual, a su vez, nos permite también comprender mejor los valores éticos en su estrecha

correspondencia con la persona y con todo el `mundo de la persona"' (Persona y acto, 303).

c) Enfoque teológico. En los manuales tradicionales, el tratado de los actos humanos se concentra en el análisis filosófico de la naturaleza y del dinamismo de la actividad humana; las consideraciones sobre su valor sobrenatural se limitan casi siempre a la cuestión del "mérito": se aborda la cuestión de si las obras colocadas bajo el influjo de la gracia son meritorias y si el mérito es "de congruo" (=de conveniencia) o "de condigno" (=una verdadera exigencia de justicia, también ella don de Dios, para recibir en el presente un aumento de gracia y en la vida futura el premio eterno).

Hoy el esfuerzo por encontrar lo l específico de la moral cristiana tiene como campo particular de aplicación el tratado de los actos humanos. Las posiciones teóricas de los autores se reflejarán en la valoración cristiana de la actividad moral. Todos están de acuerdo en afirmar que desde el punto de vista formal el ethos cristiano se distingue del ethos humano porque la adhesión a Cristo mediante la fe y el bautismo da origen a una situación nueva de existencia; la "persona en Cristo" se situará ante los valores éticos y el ideal ético que debe perseguir en una relación cualitativamente diversa del no cristiano. Muchos teólogos contemporáneos estiman que no existen contenidos morales categoriales específicamente cristianos, distintos de los propios de la moralidad humana; la actividad moral humana asumiría el significado cristiano cuando la persona en Cristo se mueve hacia su plenitud de vida movida por el dinamismo propio de la tríada fe-esperanza-caridad.

Para J. Fuchs, "la intencionalidad cristiana, entendida como decisión actual por Cristo y el Padre de Jesucristo, conscientemente presente en el comportamiento moral de todos los días, ha de considerarse como el elemento más importante y cualificador de la moral del cristiano... En el ámbito categorial, la moral cristiana es fundamental y

sustancialmente un humanum, por tanto una moral de auténtica humanidad; ... mas no se trata de un humanum inmanente, pues el hombre está abierto a Dios y a su voluntad, sino que es justamente la voluntad de Dios la que pide que el hombre mismo elabore por sí un proyecto de auténtico comportamiento humano, que éste tome en sus manos la realidad del hombre y de su mundo para conseguir lo mejor en términos humanos" (Esiste una morare cristiana?, 19-23).

No faltan, sin embargo, autores que enumeran una serie de contenidos típicamente cristianos del obrar moral, que pueden resumirse en el "radicalismo cristiano", como, por ejemplo, la humildad, la renuncia a las riquezas, el amor a la cruz, la obediencia hasta la muerte, la virginidad elegida por el reino de los cielos, etc.

En los actos morales concretos se revela enteramente la ambivalencia de la existencia cristiana, se la puede percibir ordinariamente como encarnada en lo humano y a través de lo humano; pero es portadora de un misterio, el de la intencionalidad y las motivaciones solicitadas por la absoluta "novedad cristiana", en la cual está inmerso el creyente.

4. LA ESTRUCTURA DEL ACTO MORAL. El análisis atento y sutil con que los manuales estudian el obrar humano, realizado por la interacción de facultades diversas, puede hacer perder de vista que el punto de vista unificador es la persona en el misterio de su devenir ético. No existe separación neta entre las funciones corpóreas, psíquicas y espirituales del hombre; la persona humana es unidad orgánica e integrada que utiliza las diversas funciones, las armoniza y las orienta a la consecución de su fin.

a) Los elementos estructurales. Para que el acto humano esté bajo el dominio de la persona es preciso que la intimidad del yo lo impregne íntimamente, haciendo presente en él la iluminación de la inteligencia, la decisión de la voluntad, la carga

de los sentimientos y el dinamismo que nace de la presencia del Espíritu en nosotros.

-Conocimiento. La actividad cognoscitiva del entendimiento reconoce en la acción que hay que realizar un bien moral, es decir, una posibilidad de conseguir un valor ético relacionado con la plena maduración del yo. No se trata de un conocimiento teórico frío, sino de la percepción de un valor todavía exterior a la persona, pero que corresponde a las aspiraciones más íntimas del yo. La intervención de la inteligencia es pluriforme y funde a la vez la ciencia moral del sujeto, la advertencia del valor implícito en la acción que hay que realizar y el discernimiento de las modalidades en las que se encarna el bien en el "aquí-ahora-para mí" del horizonte existencial. Las modalidades del conocimiento pueden ser diversas: desde el puro razonamiento a la intuición inmediata, desde un cierto sentido innato de los valores a la confrontación crítica realizada por la reflexión ética. También el contenido del bien conocido puede variar desde el descubrimiento del valor ético fundamental que constituye a la persona como personalidad ética al descubrimiento de un determinado valor (p.ej., justicia, veracidad, humildad) o bien a la percepción de cómo un valor puede realizarse en una circunstancia particular.

-Voluntad. Los escolásticos definían la voluntad "facultas electiva mediorum servato ordine finis" (la facultad que elige los medios respetando el orden del fin). El acto del querer canaliza las energías del hombre (psico-físicas, intelectivas, de relación) hacia la realización de un fin. El agente es la persona, pues es la persona quien enlaza la luz de la inteligencia =que descubre el fin y la relación entre medios y fin- y la fuerza de decisión y de acción de la voluntad. Este misterioso entrelazamiento, en el que se concentró durante siglos la reflexión moral, es la intención que manifiesta el grado de madurez moral y del dominio de sí alcanzado por la persona.

Se recuerdan aquí algunas distinciones escolásticas que especifican los diversos modos de intervención de la voluntad en la acción concreta: voluntario perfecto e imperfecto; voluntario actual, virtual y habitual; voluntario explícito e implícito; voluntario en sí y en causa. Si el acto humano es libre, pero está condicionado por la intervención del conocimiento y de la voluntad, todo lo que influye en una de estas dos facultades modificará el acto mismo, haciéndolo más o menos personal y libre.

-Sentimientos. Un acto humano no es nunca una simple fusión de inteligencia y de voluntad; posee siempre una resonancia afectiva más o menos amplia, profunda y duradera. Esta esfera de nuestra existencia no existe netamente separada de la intimidad del hombre, sino que es el mismo hombre visto en cuanto está envuelto y connotado por la dimensión psicológica. Ya santo Tomás en la Summa Theologiae dedicaba un amplio espacio al tratado de las "pasiones" (1-Il, qq. 22-48), como precisión tanto de la actividad humana como de la libertad y de la responsabilidad de la persona.

Hoy la aportación de las ciencias psicológicas y antropológicas es insustituible para comprender cómo la psique humana impregna de sí misma nuestra corporeidad, haciendo de mediación entre la intimidad del yo y la actividad consciente y libre de la persona en cuanto individuo y miembro de una comunidad humana. Por eso la vida afectiva, componente esencial de la estructura antropológicomoral, nos revela no sólo una serie de condicionamientos del voluntarium, sino que nos permite conocer un potencial riquísimo presente en toda persona, que espera ser utilizado enteramente cuando la persona realiza sus elecciones morales.

-Presencia del Espíritu. La nueva criatura "nacida del agua y del Espíritu" (Jn 3,5) funda su ser y su obrar en el misterio pascual de Cristo. El dinamismo de muerte y de resurrección hace que las facultades del hombre (entendimiento, voluntad, esfera psicológica) experimenten un proceso de cristificación mediante

la acción continua del Espíritu Santo. "El Espíritu Santo, que habita en la mente, no sólo enseña lo que debemos hacer, iluminando el entendimiento, sino que inclina la voluntad a obrar rectamente" (SANTO TOMAS, Com. in Rom. 8,2, lect. 1). La caridad, principio activo que unifica el ethos del cristiano, es esencialmente presencia y don del Espíritu: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5,5). Es, pues, el Espíritu el que potencia la inteligencia con la luz de la fe e instruye interiormente al cristiano sobre el bien que ha de hacer, guiándolo a la verdad completa (cf Jn 14,26); el Espíritu es quien refuerza la voluntad del creyente con el dinamismo de la caridad, que orienta la libertad del hombre hacia la comunión perfecta con Dios y con sus hermanos; el Espíritu es quien asume los dinamismos psicológicos de la persona para hacerlos vibrar al unísono con los de Cristo: "Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Flp 2,5). El obrar moral del cristiano reflejará la múltiple riqueza de sus estructuras de existencia y su unificación bajo el dominio de la voluntad, rodeada de luz y de la fuerza del Espíritu de amor.

b) El elemento constitutivo: la libertad. La libertad humana es la raíz y el constitutivo característico del obrar moral. Sin libertad no hay vida moral. En general, podemos describir la libertad como capacidad esencial de realizar el bien. La posibilidad de decidirse por el mal o de permanecer indiferentes respecto al bien o al mal, de por sí no pertenece a la esencia de la libertad, sino a los límites de toda persona en cuanto criatura, que pueden conducirla incluso a su fracaso.

J. Fuchs distingue dos niveles de libertad humana: 0 la libertad fundamental (o trascendental), que se identifica con la persona, "permite y fuerza a la persona a autodeterminarse como tal (toda) para convertirse así en una persona que se autodecide a ser tal, abierta al bien, al hombre, al Señor, a su mensaje y a su llamada, al señorío del Dios-amor" (Essere del Signore 116); 0 la libertad categorial, que

es la misma persona-libertad, pero expresada en las elecciones categoriales o en los actos morales particulares. La libertad fundamental de la persona se expresa en las elecciones categoriales con tanta mayor amplitud cuanto menores son los límites y los condicionamientos de la persona misma. No se trata, pues, de dos libertades esencialmente diversas entre sí, sino de una sola libertad referida bien a la totalidad de la persona, bien a sus elecciones categoriales. Sin embargo, es propio de la ambivalencia de la condición humana que nuestra libertad única siga direcciones diversas, por ejemplo cuando a nivel fundamental orienta hacia el bien absoluto de la persona, mientras que a nivel categorial realiza una acción sectorial que contrasta con el verdadero bien del individuo. Por eso la persona será existencialmente libre si en los diversos sectores de su existencia (religioso, moral, jurídico, económico, político, cultural, etc.), se le reconoce aquel espacio de libertad que, sin contrastar con los derechos de otras personas, permite su reconocimiento y maduración.

Así como el hecho de que la persona sea "imagen de Dios" funda su libertad, que es fuerza para realizar el bien, igualmente el hecho de que el cristiano sea persona en Cristo funda su libertad como participación en el señorío de Cristo sobre el mal, sobre el pecado, sobre el demonio, sobre la muerte y, como plena expansión, dentro de los límites de nuestra condición de criaturas, del dinamismo de la caridad y de la comunión con Dios y con el prójimo. "La grandeza de la libertad humana se manifiesta de modo más sublime cuando se abandona plenamente a la dirección de la gracia, adquiriendo así la fuerza de decirle a Dios en Cristo el sí de la obediencia filial en el amor. La escarpada cumbre de la libertad, que se asoma al abismo, se revela de modo espantoso en la terrible posibilidad de decidirse contra Cristo, de expulsar de sí aquel Espíritu divino del cual ha recibido el don amoroso" (B. Ht1RING, La ley de Cristo 1,146-147).

c) La elección moral: opción fundamental y elecciones categoriales. La reflexión escolástica concedió amplio espacio a la profundización del proceso deliberativo. La posición de santo Tomás (1-11, qq. 8-17), que establece en este proceso doce momentos consecutivos, la hacen suya también los autores neoescolásticos, que intentan también penetrar más allá de la dinámica de los actos humanos hasta el dinamismo misterioso de la conversión a la fe cristiana y a la aceptación de la gracia divina. A. Gardeil, siguiendo a los comentaristas de santo Tomás, presenta en paralelo los actos de la inteligencia y de la voluntad que se suceden y entrelazan entre sí, primero en el orden de la intención y luego en el orden de la ejecución del acto humano. La intención resulta de la polarización paralela del entendimiento y de la libertad en una primera fase respecto al fin que hay que alcanzar (simplex apprehensio, simplex volitio, iudicium de possibilitate, intentio), en una segunda fase en torno a los medios que hay que escoger (consilium, consensus, iudicium practicum, electio); la ejecución une el entendimiento y la voluntad en otros cuatro momentos (imperium, usus activus, usus passivus, fruitio) (Arte, en DThC I, 343).

Prescindiendo del excesivo esquematismo, queda el hecho de que la escolástica ha identificado la originalidad del proceso deliberativo, reconociendo que, esencialmente, en el momento de la intención y de la deliberación el acto moral reside formalmente en el entendimiento y en la voluntad, mientras que en el orden de la ejecución se encuentran interesados otros elementos de la esfera física, psicológica y social del hombre.

Los autores profundizan el tema del acto voluntario, bien recurriendo al análisis fenomenológico (Wojtyla, Ricoeur, De Finance), bien evidenciando el carácter central y el valor unificador de la persona frente al riesgo de una excesiva fragmentación del análisis del proceso deliberativo, causada por la contribución no siempre convergente de las disciplinas antropológicas.

Punto de encuentro de estas reflexiones éticas, que tienen repercusiones también en el campo de la teología dogmática, es el tema de la i opción fundamental. En el nivel de libertad fundamental, la primera decisión de la persona es una autodecisión, un disponer totalmente de sí frente al bien considerado explícita o implícitamente como absoluto. La tendencia hacia el bien absoluto surge de la intuición y de la experiencia de la condición de criatura y de los límites de la persona, que anhela trascenderse para llegar a la plenitud de la propia personalidad.

La opción fundamental expresa enteramente las posibilidades y la ambivalencia de la libertad fundamental; por eso la persona puede escoger la orientación fundamental de su vida tanto en el sentido del bien y de lo absoluto como del mal y del rechazo de lo absoluto. La opción fundamental no es, pues, un momento de nuestra existencia que fácilmente cae en el olvido, sino que es la manera nueva y original en que el hombre, llegado a un cierto grado de madurez ética, se unifica a sí mismo en orden a su futuro de manera que cada una de sus elecciones libres pueda recibir una nueva intencionalidad y orientación hacia o en contra del bien absoluto. Algunos moralistas, para precisar que la opción fundamental no es un acto separado de la persona, prefieren llamarla intención fundamental. Dada la naturaleza de la opción fundamental, que traduce en orientación de decisión la identidad moral de la persona, el cambio desde la opción fundamental negativa por el mal a la positiva por el absoluto (y viceversa) no puede ocurrir con facilidad y en el espacio de un corto tiempo, ya que es necesario modificar profundamente las expresiones de la libertad fundamental antes de obtener una conversión profunda y definitiva de la persona.

La opción fundamental se realiza en las varias elecciones categoriales, pero sin confundirse con ellas. Se suele distinguir entre los actos categoriales los que tienen por objeto un valor en sí globalmente considerados, y en las elecciones concretas, en las

cuales los valores se consiguen en la fragmentación de lo concreto cotidiano. Entre opción fundamental y elecciones categoriales no existe separación neta: la opción fundamental que expresa la bondad de la persona vive en las decisiones categoriales y, a través de ellas, lleva a su madurez la eticidad de la persona. Y puesto que la vida moral está enteramente bajo el influjo de la caridad, la realización ética operada por la opción fundamental no cerrará egoístamente la persona en sí misma, sino que la abrirá al amor-comunión con Dios y con el prójimo.

La declaración persona humana, de la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe, pone en guardia ante una concepción de la opción fundamental que, reduciendo todo imperativo ético a una exhortación genérica a la ley del amor, realiza un deslizamiento hacia un subjetivismo exagerado que relativiza el valor de la norma moral (cf Ench Val 5, 1722.1736).

Las objeciones de los autores respecto a la opción fundamental surgen, por ejemplo, de que no se la puede conocer directamente, porque no aflora en su totalidad a la conciencia del yo; ni el conocimiento indirecto obtenido a través de las elecciones categoriales particulares es garantía de opción fundamental, ya que en la persona estas elecciones carecen a menudo de plena coherencia y están condicionadas por dinamismos que escapan al control del yo. No faltan además objeciones de naturaleza teológica: si la certeza de la opción fundamental equivale a la certeza absoluta de haber unificado hacia el absoluto el propio yo, y por tanto de estar en gracia de Dios, ¿quién puede en esta vida tener esa certeza que se parece a estar confirmados en gracia? Y si la persona no puede llegar nunca a saber si la vida moral está totalmente animada por la opción fundamental, ¿no corre ésta el riesgo de quedarse en una simple hipótesis teórica, aunque atrayente y sugestiva?

M. Vidal, en su enfoque fuertemente inspirado en el personalismo, distingue tres niveles del comportamiento humano responsable: 0 la opción fundamental, que consiste en el sí o en el no de la persona frente al absoluto y, en sentido cristiano, se expresa en el radicalismo ético de Jesús; las actitudes morales, es decir, las disposiciones habituales éticopsicológicas con que la persona concretiza la opción fundamental en algún sector de su existencia; 0 los actos morales, que manifiestan tanto la opción fundamental como las actitudes morales en las situaciones concretas de la vida, y que pueden ser actos morales graves o menos graves según que procedan preferentemente del centro libre del yo y traduzcan el hecho de que la persona en esas elecciones dispone libremente de sí misma respecto al fin último (Moral de actitudes I, 399ss).

LOS ACTOS HUMANOS

DEFINICION DEL ACTO HUMANO

   Los actos humanos son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con conocimiento y libre voluntad (cfr. S.Th., I-II, q.1, a.1,c.) En ellos interviene primero el entendimiento, porque no se puede querer o desear lo que no se conoce: con el entendimiento el hombre advierte el objeto y delibera si puede y debe tender a él, o no. Una vez conocido el objeto, la voluntad se inclina hacia ‚l porque lo desea, o se aparta de él, rechazándolo.

Sólo en este caso cuando intervienen entendimiento y voluntad el hombre es dueño de sus actos, y por tanto, plenamente responsable de ellos. Y sólo en los actos humanos puede darse valoración moral.

   No todos los actos que realiza el hombre son propiamente humanos, ya que como hemos señalado antes, pueden ser también:

1) meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son comunes con los animales: p. ej., la nutrición, circulación de la sangre,

respiración, la percepción visual o auditiva, el sentir dolor o placer, etc.;

2) actos del hombre: los que proceden del hombre, pero faltando ya la advertencia (locos, niños pequeños, distracción total), ya la voluntariedad (por coacción física, p. ej.), ya ambas (p. ej., en el que duerme).

 DIVISION DEL ACTO HUMANO

   Por su relación con la moralidad, el acto humano puede ser:

1) bueno o lícito, si est conforme con la ley moral (p. ej., el dar limosna);

2) malo o ilícito, si le es contrario (p. ej., mentir);

3) indiferente, cuando ni le es contrario ni conforme (p.ej., el caminar; cfr.2.6.1).

   Aunque ésta es la división más importante, interesa señalar también que, en razón de las facultades que lo perfeccionan, el acto puede ser:

a) interno: el realizado a través de las facultades internas del hombre, entendimiento, memoria, imaginación..., p. ej., el recuerdo de una acción pasada, o el deseo de algo futuro;

b) externo: cuando intervienen también los órganos y sentidos del cuerpo (p. ej., comer o leer).

 ELEMENTOS DEL ACTO HUMANO

LA ADVERTENCIA Y EL CONSENTIMIENTO

   Ya hemos dicho que el acto humano exige la intervención de las potencias racionales, inteligencia y voluntad, que determinan sus elementos constitutivos: la advertencia en la inteligencia y el consentimiento en la voluntad.

 LA ADVERTENCIA

   Por la advertencia el hombre percibe la acción que va a realizar, o que ya est

realizando. Esta advertencia puede ser plena o semiplena, según se advierta la acción con toda perfección o sólo imperfectamente (p. ej., estando semi-dormido).

   Obviamente, todo acto humano requiere necesariamente de esa advertencia, de tal modo que un hombre que actúa a tal punto distraído que no advierte de ninguna manera lo que hace, no realizaría un acto humano.

   No basta, sin embargo, que el acto sea advertido para que pueda ser imputado moralmente: en este caso es necesaria, además, la advertencia de la relación que tiene el acto con la moralidad (p. ej., el que advierte que est comiendo carne, pero no se da cuenta que es vigilia, realiza un acto humano que, sin embargo, no es imputable moralmente).

   La advertencia, pues, ha de ser doble: advertencia del acto en sí y advertencia de la moralidad del acto.

 EL CONSENTIMIENTO

   Lleva al hombre a querer realizar ese acto previamente conocido, buscando con ello un fin. Como señala Santo Tomás (S. Th, I-II, q. 6, a. 1), acto voluntario o consentido es “el que procede de un principio intrínseco con conocimiento del fin”.

   Ese acto voluntario –consentido- puede ser perfecto o imperfecto -según se realice con pleno o semipleno consentimiento- y directo o indirecto. Por la importancia que tiene en la práctica, estudiaremos con más detenimiento lo que se entiende por acto voluntario indirecto y directo.

 EL ACTO VOLUNTARIO INDIRECTO

   El acto voluntario indirecto se da cuando al realizar una acción, además del efecto que se persigue de modo directo con ella, se sigue otro efecto adicional, que no se pretende sino sólo se tolera por venir unido al primero (p. ej., el militar que bombardea una ciudad enemiga, a sabiendas de que morirán muchos inocentes: quiere directamente destruir al enemigo -voluntario directo-, y tolera la muerte de inocentes -voluntario indirecto-).

   Es un acto, por tanto, del que se sigue un efecto bueno y otro malo, y por

eso se le llama también voluntario de doble efecto.

   Es importante percatarse de que no es un acto hecho con doble fin (p. ej., robar al rico para darle al pobre), sino un acto del que se siguen dos efectos: doble efecto, no doble fin.

   "Robín Hood" o "Chucho el Roto" realizan acciones con doble fin: el fin inmediato es robar al rico: el fin mediato es darle ese dinero a los pobres. No es una acción de doble efecto, sino una acción con un fin propio y un fin ulterior.

   Hay casos en que es lícito realizar acciones en que, junto a un efecto bueno se seguirá otro malo. Para que sea lícito realizar una acción de la que se siguen dos efectos, bueno uno (voluntario directo) y malo el otro (voluntario indirecto), es necesario que se reúnan determinadas condiciones:

1o. Que la acción sea buena en sí misma, o al menos indiferente.

   Así, nunca es lícito realizar acciones malas (p. ej., mentir, jurar en falso, etc.), aunque con ellas se alcanzaran óptimos efectos, ya que el fin nunca justifica los medios, y por tanto no se puede hacer el mal para obtener un bien.

   Para saber si la acción es buena o indiferente habrá que atender, como se ver más adelante, a su objeto, fin y circunstancias.

2o. Que el efecto inmediato o primero que se produce sea el bueno, y el malo sea sólo su consecuencia necesaria.

   Es un principio que se deriva del anterior: es necesario que el buen efecto derive directamente de la acción, y no del efecto malo (p. ej., no sería lícito que por salvar la fama de una muchacha se procurara el aborto, pues el efecto primero es el aborto; no sería lícito matar a un inocente para después llegar hasta donde está el culpable, porque el efecto primero es la muerte del inocente).

3o. Que uno se proponga el fin bueno, es decir, el resultado del efecto bueno, y no el malo, que solamente se tolera.

   Si se intentara el fin malo, aunque fuera a través del bueno, la acción sería

inmoral, por la perversidad de la intención. El fin malo sólo se tolera, por ser imposible separarlo del bueno, con disgusto o desagrado.

   Ni siquiera es lícito intentar los dos efectos, sino únicamente el bueno, permitiendo el malo solamente por su absoluta inseparabilidad del primero (p. ej., el empleado que amenazado de muerte da el dinero a los asaltantes, ha de tener como fin salvar su vida, y no que le roben al patrón). Aun teniendo los dos fines a la vez, el acto sería inmoral.

4o. Que haya un motivo proporcionado para permitir el efecto malo.

   Porque el efecto malo -aunque vaya junto con el bueno y se le permita sólo de modo indirecto- es siempre materialmente malo, y el pecado material -en el que no existe voluntariedad de pecar- no se puede permitir sin causa proporcionada.

   No sería lícito, por ejemplo, que para conseguir un pequeño arsenal de municiones del ejército enemigo haya que arrasar a todo un pueblo: el motivo no es proporcionado al efecto malo.

 OBSTACULOS AL ACTO HUMANO

   Se trata ahora de analizar algunos factores que afectan a los actos humanos, ya impidiendo el debido conocimiento de la acción, ya la libre elección de la voluntad; es decir, las causas que de alguna manera pueden modificar el acto humano en cuanto a su voluntariedad o a su advertencia y, por tanto, en relación con su moralidad.

   Algunas de esas causas afectan al elemento cognoscitivo del acto humano (la advertencia), y otras al elemento volitivo (el consentimiento).

   Estos obstáculos pueden incluso llegar a hacer que un “acto humano” pase a ser tan sólo “acto del hombre” (ver 2.1).

 OBSTACULO POR PARTE DEL CONOCIMIENTO:

   LA IGNORANCIA

A. Noción de ignorancia. Por ignorancia se entiende falta de conocimiento de

una obligación.

   En Teología Moral suele definirse como la falta de la debida ciencia moral en un sujeto capaz; es decir, la ausencia de un conocimiento moral que se podría y debería tener. De este modo podemos distinguirla de:

la nesciencia, o falta de conocimientos no obligatorios (p. Ej., de la medicina en quienes no son médicos);

la inadvertencia, o falta de atención actual a una cosa que se conoce habitualmente;

el olvido, o privación –actual o habitual- de un conocimiento que se tuvo anteriormente.

el error, o juicio equivocado sobre la verdad de una cosa.

B. División de la ignorancia. La ignorancia puede ser vencible o invencible.

a) Ignorancia vencible: es aquella que se podría y debería superar, si se pudiera un esfuerzo razonable (p. Ej., consultando, estudiando, pensando, etc.). Se subdivide en:

simplemente vencible; si se puso algún esfuerzo para vencerla, pero insuficiente e incompleto.

crasa o supina; si no se hizo nada o casi nada por salir de ella y, por tanto, nace de un grave descuido en aprender las principales verdades de la fe y la moral, o los deberes propios del estado y oficio.

afectada; cuando no se quiere hacer nada para superarla con objeto de pecar con mayor libertad; es, pues, una ignorancia plenamente voluntaria.

b) Ignorancia invencible; es aquella que no puede ser superada por el sujeto que la padece, ya sea porque de ninguna manera la advierte(p. Ej., el aborígen que no advierte la ilicitud de la venganza), o bien porque ha intentado en vano de salir de ella (preguntando o estudiando).

   En ocasiones puede equipararse a la ignorancia invencible el olvido o la

inadvertencia (p. Ej., el que come carne en el día de vigilia sin saberlo, de manera que no la comería si supiera).

   La ignorancia invencible se da sobre todo en gente ruda e incivil. En una persona con preparación humana y escolar, la ignorancia en materia de fe y moral es casi siempre vencible.

C. Principios morales sobre la ignorancia

1º. La ignorancia invencible quita toda responsabilidad ante Dios, ya que es

involuntaria y por tanto inculpable ante quien conoce el fondo de nuestros corazones (p. Ej., no peca el niño pequeño que sin saber hace una cosa mala). Es fácil entender este principio moral si se considera el adagio escolástico nihil volitum nisi praecognitum (“ nada es deseado si antes no es conocido” Ver Dz. 1292).

2o. La ignorancia vencible es siempre culpable, en mayor o menor grado según la negligencia en averiguar la verdad. Así, es mayor la responsabilidad de una mala acción realizada con ignorancia crasa, que con simplemente vencible. Consecuentemente, puede ser pecado mortal si nace de descuidos graves.

3o. La ignorancia afectada, lejos de disminuir la responsabilidad, la aumenta, por la mayor malicia que supone.

D. Deber de conocer la Ley Moral

   Como ya quedó señalado, la ignorancia puede a veces eximir de culpa y, en consecuencia, de responsabilidad moral. Sin embargo, es conveniente añadir que existe el deber de conocer la ley moral, para ir adecuando a ella nuestras acciones.

   Ese conocimiento no debe limitarse a una determinada‚ poca de la vida la niñez o la juventud, sino que ha de desarrollarse a lo largo de toda la existencia humana, haciendo una especial referencia al trabajo que cada uno desarrolla en la sociedad. De aquí se deriva el concepto de moral profesional, como una aplicación de los principios morales generales a las circunstancias concretas de un ambiente determinado. Por lo tanto, el deber de salir de la

ignorancia adquiere especial obligatoriedad en todo lo que se refiere al campo profesional y a los deberes de estado de cada persona.

 OBSTACULOS POR PARTE DE LA VOLUNTAD

   Los obstáculos que dificultan la libre elección de la voluntad son: el miedo, las pasiones, la violencia y los hábitos.

A. El miedo. Es una vacilación del ánimo ante un mal presente o futuro que nos amenaza, y que influye en la voluntad del que actúa.

   En general, el miedo -aunque sea grande- no destruye el acto voluntario, a menos que su intensidad haga perder el uso de razón.

   El miedo no es razón suficiente para cometer un acto malo, aunque el motivo sea considerable: salvar la propia vida, o la fama, etc. Sería ilícito, por ejemplo, renegar de la fe por miedo al castigo o a la muerte, o emplear medios anticonceptivos por temor a consecuencias graves en la salud ante un nuevo embarazo, etc.

   Por el contrario, si a pesar del miedo el sujeto realiza la acción buena, es mayor el valor moral de esa acción.

   A lo largo de la historia de la Iglesia se han dado incontables casos de personas con un natural m s bien tímido y poco audaz que han superado el miedo para cumplir la voluntad de Dios. Es el caso, por ejemplo, de José de Arimatea que, siendo discípulo oculto de Cristo “por temor a los judíos” (Jn. 19, 38), sabe vencerse y dar la cara cuando otros huyen: reclama “audacter”, audazmente (Mc. 15, 43) de Pilato el cuerpo muerto del Señor.

   A veces, sin embargo, el miedo puede excusar del cumplimiento de leyes positivas (es decir, de leyes puramente eclesiásticas) que mandan practicar un acto bueno, si causan gran incomodidad, porque en estos casos se sobreentiende que el legislador no tiene intención de obligar. Sería el caso, p. ej., de la esposa que para evitar un grave conflicto familiar deja de ayunar o de ir a Misa. Es una aplicación del principio que dice que las leyes positivas no obligan con grave incomodidad.

   Nótese que se trata sólo de leyes positivas o meramente eclesiásticas. El

cumplimiento de la ley divina -p.ej., amar a Dios sobre todas las cosas- obliga siempre, aun a costa de la propia vida (p. ej., los santos martirizados por negarse a incensar a los ídolos).

B. Las pasiones. Designan las emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o no obrar. Son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar de paso entre la vida sensible y la vida del espíritu.

   Ejemplos de pasiones son el amor y el odio, el deseo y el temos, la alegría, la tristeza y la ira.

   Las pasiones son en sí mismas indiferentes, pero se convierten en buenas o malas según el objeto al que tiendan. Por eso, deben ser dirigidas por la razón y regidas por la voluntad, para que no conduzcan al mal.

   P. ej., la ira es santa si lleva a defender los bienes de Dios (es la ira de Jesucristo cuando expulsa a los vendedores del templo: cfr. Mc. 11, 15-19); el odio agrada a Dios si es odio al pecado; el placer es bueno si est regido por la recta razón. Si los objetos a que tienden las pasiones son malos, nos apartan del fin último: odio al prójimo, ira por motivos egoístas, placer desordenado, etc.

   Si las pasiones se producen antes de que se realice la acción e influyen en ella, disminuyen la libertad por el ofuscamiento que suponen para la razón; incluso en arrebatos muy violentos, pueden llegar a destruir esa libertad (p. ej., el padre que llevado por la ira golpea mortalmente a su hijo pequeño).

   Si se producen como consecuencia de la acción y son directamente provocadas, aumentan la voluntariedad (p. ej., el que recuerda las ofensas recibidas para aumentar la ira y el deseo de venganza).

   Cuando surge un movimiento pasional que nos inclina al mal, la voluntad puede actuar de dos formas:

negativamente, no aceptándolo ni rechazándolo;

positivamente, aceptándolo o rechazándolo con un acto formal.

   Para luchar eficazmente contra las pasiones desordenadas no basta una resistencia negativa, puesto que supone quedar expuesto al peligro de consentir en ellas. Es necesario rechazarlas formalmente llevando el ánimo a otra cosa: es el medio más fácil y seguro, sobre todo para combatir los movimientos de sensualidad y de ira.

   El naturalismo es la falsa doctrina que invita a no poner ninguna traba a las pasiones humanas, bajo pretextos pseudo-psicológicos (dar origen a traumas, p. ej.). Cae en el error base de olvidar que el hombre tiene, como consecuencia del pecado original, las pasiones desordenadas y proclives al pecado. La recta razón, como potencia superior, iluminada y fortalecida por la gracia, ha de someter y regir esos movimientos en el hombre.

C. La violencia. Es el impulso de un factor exterior que nos lleva a actuar en contra de nuestra voluntad.

   Ese factor exterior puede ser físico (golpes, etc.) o moral (promesas, halagos, ruegos insistentes e inoportunos, etc.), que da lugar a la violencia física o moral.

   La violencia física absoluta -que se da cuando la persona violentada ha opuesto toda la resistencia posible, sin poder vencerla- destruye la voluntariedad, con tal de que se resista interiormente para no consentir el mal.

   La violencia moral nunca destruye la voluntariedad pues bajo ella el hombre permanece en todo momento dueño de su libertad.

   La violencia física relativa disminuye la voluntariedad, en proporción a la resistencia que se opuso.

D. Los hábitos. Muy relacionados con el consentimiento están los hábitos o costumbres contraídas por la repetición de actos, y que se definen como firme y constante tendencia a actuar de una determinada forma. Esos hábitos pueden ser buenos y en ese caso los llamamos virtudes o malos: estos últimos constituyen los vicios.

   El hábito de pecar -un vicio arraigado- disminuye la responsabilidad si hay

esfuerzo por combatirlo, pero no de otra manera, ya que quien no lucha por desarraigar un hábito malo contraído voluntariamente se hace responsable no sólo de los actos que comete con advertencia, sino también de los inadvertidos: cuando no se combate la causa, al querer la causa se quiere el efecto.

   Por el contrario, quien lucha contra sus vicios es responsable de los pecados que comete con advertencia, pero no de los que comete inadvertidamente, porque ya no hay voluntario en causa.

 LA MORALIDAD DEL ACTO HUMANO

   El acto humano no es una estructura simple, sino integrada por elementos diversos. ¿En cuáles de ellos estriba la moralidad de la acción? La pregunta anterior, clave para el estudio de la ciencia moral, se responde diciendo que, en el juicio sobre la bondad o maldad de un acto, es preciso considerar:

a) el objeto del acto en sí mismo,

b) las circunstancias que lo rodean, y

c) la finalidad que el sujeto se propone con ese acto.

   Para dictaminar la moralidad de cualquier acción, hay que reflexionar antes sobre estos tres aspectos.

 EL OBJETO

   El objeto constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto, pero tomada bajo su consideración moral.

   Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de acuerdo a su calificativo moral. Un mismo acto físico puede tener objetos muy diversos, como se aprecia en los ejemplos siguientes:

ACTO OBJETOS DIVERSOS

matar asesinatodefensa propia

abortopena de muertehablar mentirrezarinsultaradularbendecirdifamarjurarblasfemar

   La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es malo, el acto ser necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto ser bueno si lo son las circunstancias y la finalidad.

   Por ejemplo, nunca es lícito blasfemar, perjurar, calumniar, etc., por más que las circunstancias o la finalidad sean muy buenas.

   Si el objeto del acto no tiene en sí mismo moralidad alguna (p. ej., pasear), la recibe de la finalidad que se intente (p. ej., para descansar y conservar la salud), o de las circunstancias que lo acompañan (p. ej., con una mala compañía).

   La Teología Moral enseña que, aun cuando pueden darse objetos morales indiferentes en sí mismos ni buenos ni malos, sin embargo, en la práctica no existen acciones indiferentes (su calificativo moral procede en este caso del fin o de las circunstancias). De ahí que en concreto toda acción o es buena o es mala.

 LAS CIRCUNSTANCIAS

A. Noción

   Las circunstancias (circum-stare = hallarse alrededor) son diversos factores o modificaciones que afectan al acto humano. Se pueden considerar en concreto las siguientes (cfr. S. Th. I-II, q. 7, a. 3):

1) quién realiza la acción (p. ej., peca más gravemente quien teniendo autoridad da mal ejemplo);

2) las consecuencias o efectos que se siguen de la acción (un leve descuido del médico puede ocasionar la muerte del paciente);

3) qué cosa: designa la cualidad de un objeto (p. ej., el robo de una cosa sagrada) o su cantidad (p. ej., el monto de lo robado);

4) dónde: el lugar donde se realiza la acción (p. ej., un pecado cometido en público es más grave, por el escándalo que supone);

5) con qué medios se realizó la acción (p. ej., si hubo fraude o engaño, o si se utilizó la violencia);

6) el modo como se realizó el acto (p. ej., rezar con atención o distraídamente, castigar a los hijos con exceso de crueldad);

7) cuándo se realizó la acción, ya que en ocasiones el tiempo influye en la moralidad (p. ej., comer carne en día de vigilia).

B. Influjo de las circunstancias en la moralidad

   Hay circunstancias que atenúan la moralidad del acto, circunstancias que la agravan y, finalmente, circunstancias que añaden otras connotaciones morales a ese acto. Por ejemplo, actuar a impulso de una pasión puede -según los casos- atenuar o agravar la culpabilidad. Insultar es siempre malo: pero insultar a un semejante es mucho menos grave que insultar a una persona enferma.

   Es claro que en el examen de los actos morales sólo deben tenerse en cuenta aquellas circunstancias que posean un influjo moral. Así, p. ej., en el caso del robo, da lo mismo que haya sido en martes o en jueves, etc.

1) Circunstancias que añaden connotación moral al pecado, haciendo que en un solo acto se cometan dos o m s pecados específicamente distintos (p. ej., el que roba un cáliz bendecido comete dos pecados: hurto y sacrilegio). La circunstancia que añade nueva connotación moral es la circunstancia “qué cosa”, en este caso la cualidad del cáliz, que estaba consagrado (de robo se muda en robo y en sacrilegio).

2) Circunstancias que cambian la especie teológica del pecado haciendo que un pecado pase de mortal a venial o al contrario (p. ej., el monto de lo robado indica si un pecado es venial o mortal).

3) Circunstancias que agravan o disminuyen el pecado sin cambiar su especie (p. ej., es más grave dar mal ejemplo a los niños que a los adultos; es menos grave la ofensa que procede de un brote repentino de ira al hacer deporte, etc.).

 LA FINALIDAD

   La finalidad es la intención que tiene el hombre al realizar un acto, y puede coincidir o no con el objeto de la acción.

   No coincide, p. ej., cuando camino por el campo (objeto) para recuperar la salud (fin). Si coincide, en cambio, en aquel que se emborracha (objeto) con el deseo de emborracharse (fin).

En relación a la moralidad, el fin del que actúa puede influir de modos diversos:

a) si el fin es bueno, agrega al acto bueno una nueva bondad (p. ej., oír Misa -objeto bueno- en reparación por los pecados -fin bueno-);

b) si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto (p. ej., ir a Misa -objeto bueno- sólo para criticar a los asistentes -fin malo-);

c) cuando el acto es de suyo indiferente el fin lo convierte en bueno o en malo (p. ej., pasear frente al banco -objeto indiferente- para preparar el próximo robo -fin malo-);

d) si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto de suyo malo (p. ej., robar -objeto malo- para después embriagarse -fin malo-);

e) el fin bueno del que actúa nunca puede convertir en buena una acción de suyo mala. Dice San Pablo: no deben hacerse cosas malas para que resulten bienes (cfr. Rom. 8,3); (p. ej., no se puede jurar en falso -objeto malo- para salvar a un inocente -fin bueno-, o dar muerte a alguien para liberarlo de sus dolores, o robar al rico para dar a los pobres, etc.).

 DETERMINACION DE LA MORALIDAD DEL ACTO HUMANO

El principio básico para juzgar la moralidad es el siguiente:

   Para que una acción sea buena, es necesario que lo sean sus tres elementos: objeto bueno, fin bueno y circunstancias buenas; para que el acto sea malo, basta que lo sea cualquiera de sus elementos (“bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu”: el bien nace de la rectitud total; el mal nace de un sólo defecto; S. Th., I-II, q. 18, a. 4, ad. 3).

   La razón es clara: estos tres elementos forman una unidad indisoluble en el acto humano, y aunque uno solo de ellos sea contrario a la ley divina, si la voluntad obra a pesar de esta oposición, el acto es moralmente malo.

 LA ILICITUD DE OBRAR SOLO POR PLACER

   La ilicitud de obrar sólo por placer es un principio moral que tiene en la vida práctica muchas consecuencias. Las premisas son las siguientes:

a) Dios ha querido que algunas acciones vayan acompañadas por el placer, dada la importancia para la conservación del individuo o de la especie.

b) Por eso mismo, el placer no tiene en sí razón de fin, sino que es sólo un medio que facilita la práctica de esos actos: “Delectatio est propter operationem et non et converso” (La delectación es para la operación y no al contrario: C.G., 3, c. 26).

c) Poner el deleite como fin de un acto implica trastocar el orden de las cosas señalado por Dios, y esa acción queda corrompida más o menos gravemente. Por ello, nunca es lícito obrar solamente por placer (p. ej., comer y beber por el solo placer es pecado; igualmente realizar el acto conyugal exclusivamente por el deleite que lo acompaña; cfr. Dz. 1158 y 1159).

d) Se puede actuar con placer, pero no siendo el deleite la realidad pretendida en sí misma (p. ej., es lícito el placer conyugal en orden a los fines del matrimonio, pero no cuando se busca como única finalidad. Lo mismo puede decirse de aquel que busca divertirse por divertirse).

e) Para que los actos tengan rectitud es siempre bueno referirlos a Dios, fin último del hombre, al menos de manera implícita: “Ya comáis ya bebáis, hacedlo por la gloria de Dios” (I Cor. 10, 31). Si se excluye en algún acto la intención de agradar a Dios, sería pecaminoso, aunque esta exclusión de la voluntad de agradar a Dios hace el acto pecaminoso si se efectúa de modo directo, no si se omite por inadvertencia.

LA RECTA COMPRENSION DE LA LIBERTAD

   Una de las notas propias de la persona -entre todos los seres visibles que habitan la tierra sólo el hombre es persona- es la libertad. Con ella, el hombre escapa del reino de la necesidad y es capaz de amar y lograr méritos. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos: sólo en la libertad el hombre es “padre” de sus actos.

   En ocasiones puede considerarse la libertad como la capacidad de hacer lo que se quiera sin norma ni freno. Eso sería una especie de corrupción de la libertad, como el tumor cancerígeno lo es en un cuerpo. La libertad verdadera tiene un sentido y una orientación:

   La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar por sí mismo acciones deliberadas(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1731).

   La libertad es posterior a la inteligencia y a la voluntad, radica en ellas, es decir, en el ser espiritual del hombre. Por tanto, la libertad ha de obedecer al modo de ser propio del hombre, siendo en el una fuerza de crecimiento y maduración en la verdad y la bondad. En otras palabras, alcanza su perfección cuando se ordena a Dios.

   “Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto de crecer en perfección o de flaquear y pecar. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1732).

   A la libertad que engrandece se llama libertad de calidad. Esa libertad engrandece al hombre, por ser sequi naturam, es decir, en conformidad con la naturaleza, que no debemos entender como una inclinación de orden

biológico, pues concierne principalmente a la naturaleza racional, caracterizada por la apertura a la Verdad y al Bien y a la comunicación con los dem s hombres. En otras palabras, la libertad de calidad es posterior a la razón, se apoya en ella y de ella extrae sus principios. Exactamente al revés del concepto erróneo de libertad como libertad de indiferencia, en que la libertad est antes de la razón, y puede ir impunemente contra ella. Es la libertad que no est sujeta a norma ni a freno, aquella que postula la autonomía de la indeterminación. Un libertinaje ilusorio e inabarcable, pero destructivo del hombre y su felicidad.

EL ACTO MORAL

No tiene sentido aplicar normas morales a las cosas que sólo pueden suceder de una manera. No podemos decir que el fuego es malo, sino que quema; que el agua es buena cuando riega y mala cuando inunda, sino que nos beneficia o nos perjudica; que el hongo productor de la penicilina es bueno y el virus del SIDA es moralmente malo, sino que sus estructuras y funcionamiento biológicos tienen consecuencias buenas o malas para nosotros. Es cierto que usamos estas expresiones habitualmente, pero lo hacemos en un sentido figurado. Ni el fuego, ni el agua, ni la penicilina, ni el virus del SIDA pueden actuar de un modo diferente al modo en que lo hacen en cada caso concreto. La imposibilidad de elegir modos de actuación diferentes hace imposible valorar estos objetos desde el punto de vista moral. Sin embargo, sabemos que los seres humanos somos capaces de actuar de muchas formas ante cada situación y que, por eso, nuestros actos son valorables moralmente. ¿Es todo lo humano valorable moralmente? Algunos autores han distinguido, intentando ser coherentes con lo dicho en el párrafo anterior, entre actos humanos y actos del hombre. Los actos del hombre son aquellos que no tienen significado moral, los que no podemos elegir -respirar, hacer la digestión y cosas por el estilo-. Los actos humanos son aquellos que podemos o no escoger. Pues bien, actos propiamente morales son sólo estos últimos.

ACTIVIDAD 1: Compara las acciones de un ladrón de joyas y una urraca (un pájaro de la familia de los cuervos que tiene la costumbre de llevar a su nido todos los objetos brillantes que encuentra). ¿Podemos valorarlas de la misma manera? ¿Por qué?

Los actos morales son actos humanos, voluntarios, que podemos elegir realizar o no, y que podemos valorar según las normas y criterios morales que hayamos asumido previamente. Ante la posibilidad de elegir, el primer

elemento de estos actos que se nos muestra es la existencia de un motivo para los mismos. El motivo es la causa directa de la realización del acto, la respuesta a la pregunta '¿por qué?'. Además, este tipo de actos tiene un fin, esto es, la representación o anticipación mental del resultado que se pretende alcanzar con la acción. El fin se hallaría respondiendo a la pregunta '¿para qué?' Pero la finalidad que se pretende conseguir con cualquiera de estos actos ha de conseguirse de algún modo. Cuando hablamos de los pasos que hay que seguir necesariamente para completar el acto moral, para conseguir el fin propuesto, estamos hablando de los medios. Estos se hallan respondiendo a la pregunta '¿cómo?' El elemento que completa la estructura de los actos morales es el resultado efectivo de los mismos, sus consecuencias.

Podemos distinguir entre motivos conscientes y motivos inconscientes. Los primeros los pensamos antes de que nos hagan actuar. De los segundos no tenemos esta representación previa a la actuación: pueden ser derivados del hábito, del capricho o de la misma biología del ser humano, pero también pueden ser aquellos que no nos atrevemos a reconocer ni ante nosotros mismos, y que ocultamos tras de otros más dignos que los justifican -a veces, por envidia o celos, atacamos a otras personas, y lo hacemos convencidos de que éstas actúan mal y deben ser reprendidas-. Contrariamente a lo que pudiera parecer, la inconsciencia de los motivos no anula totalmente el carácter moral de un acto humano.

Aunque a veces puedan confundirse, los motivos y los fines no son lo mismo. El fin de una acción es la representación anticipada de sus consecuencias, lo que se pretende conseguir con dicha acción. En este sentido, es un elemento fundamental para la valoración moral de la misma. Dependiendo de que la finalidad de nuestros actos, nuestra intención, sea buena o mala, así serán también los mismos.

ACTIVIDAD 2: Intenta establecer los motivos y los fines por los que pudieron manifestarse millones de personas contra la invasión de Irak por Estados Unidos en el año 2003.

Por otra parte, no basta con la intención. Nuestras acciones se desarrollan en la realidad y, por tanto, dependen de la utilización de unos medios y producen unas consecuencias. La elección de los

medios adecuados para la consecución de nuestros fines es fundamental para la valoración moral de nuestras acciones. Podemos afirmar que el fin no justifica los medios y, en este sentido valorar negativamente toda acción que utilice malos medios.

ACTIVIDAD 3: Haz un breve informe para iniciar un debate con los argumentos que usarías para justificar tu respuesta a la siguiente cuestión: "¿es justificable utilizar la violencia como medio para obtener algo?"

Las consecuencias reales de nuestras acciones son también muy importantes para valorarlas moralmente. Como seres con conciencia podemos prever en gran medida estas consecuencias y, al menos, estamos obligados a intentarlo. Por ejemplo: cuando nos excusamos por alguna acción culpando a otra persona esto influye sobre su reputación, cuando dejamos el grifo abierto mientras nos cepillamos los dientes estamos tirando unos cuantos litros de agua potable a las alcantarillas, cuando recogemos el agua del suelo del cuarto de baño después de ducharnos evitamos que otra persona tenga que hacerlo...

La conciencia de las posibles consecuencias de nuestros actos es importante para la valoración moral de los mismos, pero la ignorancia de éstas no siempre nos exime de toda responsabilidad. A veces es imposible prever determinadas consecuencias de algunas acciones, pero, en general, no sólo es posible sino que estamos obligados a conocerlas. Por ejemplo, si una persona está tomando medicamentos, debe informarse sobre los efectos de los mismos y sobre los alimentos y bebidas que no puede consumir mientras los toma. La ignorancia de esos efectos e incompatibilidades no hace que la persona sea menos responsable de las consecuencias de ignorarlos. Sin embargo, el camarero de un restaurante no es responsable del daño que pueda sufrir esa misma persona por tomar algunos de esos alimentos y bebidas incompatibles con su medicación.

ACTIVIDAD 4: Confecciona, junto con tu grupo de trabajo, una lista de situaciones en las que estamos obligados a conocer las posibles consecuencias de nuestros actos, (por ejemplo: beber alcohol cuando se va a conducir).

1. Los Problemas de la Ética

La existencia de las normas morales siempre ha afectado a la persona humana, ya que desde pequeños captamos por diversos medios la existencia de dichas normas, y de hecho, siempre somos afectados por ellas en forma de consejo, de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero siempre con el fin de tratar de orientar e incluso determinar la conducta humana.

Ya que las normas morales existen en la conciencia de cada uno, esto provoca que existan diferentes puntos de vista y por ende problemas en el momento de considerar las diferentes respuestas existenciales que ejercen las personas frente a ellas. Estos problemas se mencionan a continuación.

1. El Problema de la Diversidad de Sistemas Morales. Este se da debido al pluralismo que existe en las tendencias frente a un mismo acto, esto es que, para cuando algunas personas un acto es lo correcto, para otros es inmoral, por ejemplo el divorcio, el aborto, la eutanasia, etc. O sea la pregunta que normalmente se hace una persona que rige su conducta en base a las normas morales es ¿cuál es el criterio para escoger una norma o la contraria?

2. El Problema de la Libertad Humana. La libertad humana no es del todo real, ya que todo individuo está de cierta forma condicionado por una sociedad en la cual toda persona actúa bajo una presión social, cultural o

laboral; aunque considerando a la ética y la moral, permite conservar una conciencia, misma que permite a una persona actuar en base a un criterio propio. El problema está en la incompatibilidad de la libertad humana y las normas morales, o sea en el ser y el deber ser.

3. El Problema de los Valores. De este problema surgen numerosos cuestionamientos pero el problema radica principalmente en la objetividad y subjetividad de los valores, o sea, que existen cuestionamientos sobre si ¿los valores son objetivos?, ¿los valores existen fuera de la mente de tal manera que todo hombre deba acatar los valores ya definidos?, o si los valores son subjetivos porque ¿dependen de la mentalidad de cada sujeto?. También existe otro aspecto, su conocimiento, ¿cómo podemos conocer los valores? y en sí ¿cuál es su esencia?

4. El Problema del Fin y los Medios. Muchos sostienen la importancia del fin de tal modo que cualquier medio es bueno si se ejecuta para obtener un fin bueno, esto se conoce como la tesis maquiavélica "El fin justifica los medios", pero con esto lo único que ocurre es que se sobre valoran las "buenas intenciones " de un acto, que es parte del interior del ser y se descuida el aspecto externo del acto (intenciones y finalidades). Con esto quiero decir que "El fin jamás va a justificar los medios".

5. El Problema de la Obligación Moral. Esto está íntimanete ligado con el tema de los valores ya que normalmente se dice que lo que se hace por obligación, pierde todo mérito , en cambio, cuando se realiza por propio convencimiento, adquiere valor moral. Con esto se da a entender que la obligación moral le quita al hombre la única posibilidad de ser el mismo, de cuerdo con su propia moralidad y con su propio criterio. Pero hay que clarar también que una cosa es la obligación entendida como coreción externa y otra como la obligación basada en la presión interna que ejercen los valores en la conciencia de una persona.

6. La Diferencia entre Ética y Moral. Este es un problema que yo creo que a la mayoría de las personas nos ha ocurrido y nos hemos preguntado ¿qué no es lo mismo?. Pues no, por definición de raíces significan lo mismo (costumbre), pero en la actualidad se han ido diversificando y lo que hoy conocemos como Ética son el conjunto de normas que nos vienen del interior y la Moral las normas que nos vienen del exterior, o sea de la sociedad.

2. La Ética y su Método

El Carácter Científico y Racional de la Ética

La palabra ética viene del griego ethos, que significa costumbre y la palabra moral viene del latín mos, moris que también significa costumbre. Por lo tanto como ya se mencionó en capítulo anterior ética y moral etimológicamente significan lo mismo. Las dos palabras se refieren a las costumbres. Por lo que la definición nominal de ética sería la cienciade las costumbres. Pero lo que en realidad le interesa a la ética es estudiar la bondad o maldad de los actos humano, sin interesarse en otros aspectos o enfoques. Por lo tanto podemos determinar que su objeto material de estudio son los actos humanos y su objeto formal es la bondad o maldad de dichos actos. Con esto podemos da una definición real de la ética como la Ciencia que estudia la bondad o maldad de

los actos humanos. Con esta definición tenemos que la Ética posee dos aspectos, uno de carácter científico y otro de carácter racional

El carácter científico que da fundamentado en que la ética es una ciencia, pero ¿por qué una ciencia?, ¿por que no una técnica?. Bueno pues para aclarar esta duda tenemos que definir lo que es una ciencia; la ciencia es un paradigma fundamentado, paradigma porque establece un modelo universal o patrón de comportamiento de la realidad y nos puede decir como se va a comportar dicha realidad, o sea que la ciencia puede predecir el comportamiento de un objeto debido a que proporciona el modelo bajo el cual actúa, así pues la ciencia no nos "indica" como se comporta un objeto sino como "debe" actuar un objeto. Es fundamentado ya que utiliza el método científico, que es el encargado de corroborar por todos los medios posibles la adecuación del modelo con la realidad. Recordemos que el modelo inicial que propone la ciencia es una hipótesis y que gracias al método científico, la hipótesis puede comprobarse y en ese momento se trata ya de un modelo fundamentado. En fin el carácter científico de la ética queda fundamentado en virtud de que esta disciplina presenta un paradigma de conducta valiosa que el hombre debe realizar

El carácter racional viene por el uso de la razón. La ética no es una ciencia experimental, sino racional ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Ésta razón nos proporciona causas, razones, el porqué de la bondad en una conducta realizada.

Con todo esto se puede decir que a la Ética le concierne proporcionar las razones por las que ciertas conductas son buenas y por lo tanto dignas de realizarse, también de argumentar en contra de conductas malas como el homicidio, la drogadicción, el engaño, el robo, etc.

La Ética es una Ciencia Normativa

La Ética también es una ciencia normativa ya que estudia lo que es normal, pero no lo normal de hecho, que es lo que suele suceder, sino lo normal de derecho, o sea lo que debería suceder, por lo tanto la Ética es una ciencia que estudia lo normal de derecho. Entonces podemos decir que se está actuando de un modo ético cuando en esta conducta lo normal de hecho coincide con lo normal de derecho.

El Método de la Ética

La Ética como toda ciencia posee un método por medio del cual se tenga un conocimiento profundo de la conducta humana. El cual consiste en los siguiente pasos:

1. Observación. Este paso también es propio del método científico. La observación no solo consiste en acercarse al hecho real y percibir a través de los sentidos en forma penetrante y amplia.

2. Evaluación. A partir de la percepción del acto por medio de la observación, se emiten un juicio de valor moral, es decir tratar de catalogar el acto observado dentro de las categorías morales previamente establecidas estudiadas como pueden ser: reprobable, honesto, obligatorio, bueno, amable, recomendable, etc. Es necesario existan matrices de valoración moral para así poder catalogar con más detalle el acto estudiado.

3. Percepción axiológica. Es este aspecto se trata de descubrir en forma personal los valores que todavía no se ha sido capaz de descubrir o percibir en este acto. Una vez hecho esto podemos darle un valor al acto estudiado de acuerdo a una escala de valores.

Conceptualización y conocimiento holístico en Ética

Existen dos conceptos que aclaran el modo de cómo son captadas en la mente los temas propios de la Ética. Los conceptos son dos vocablos alemanes, Verstand y Vernunft .

Verstand significa intelecto. Se trata de la inteligencia o sea la conceptualización, análisis, razonamiento y percepción con toda claridad de un significado. El concepto claramente percibido es una ventaja en el terreno científico pero cuando se trata de captar la realidad en toda su riqueza, sus aspectos y dimensiones, es una desventaja ya que está demasiado delimitado o definido con precisión. Esto es que no podemos aplicar el Verstand a una obra de arte, ya que se puede hacer una descripción oral y perfecta de dicha obra pera no es suficiente para que logre atraer a nuestra mente todo lo que contiene esa obra, ya sea una novela, pieza de teatro, pintura, sinfonía, etc. Esto mismo sucede cuando se trata de captar valores, ya sean morales, estéticos o intelectuales. La Verstand nos puede dar el concepto de un valor, pero nunca hacernos percibir le valor en sí mismo. Es ahí donde entra el concepto Vernunft.

Vernunft se refiere a un tipo de conocimiento totalmente opuesto al Verstand ya al de la razón precisa y rigurosa. Vernunft es un modo de captar la realidad sin necesidad de conceptos.. En el caso de los valores ocurre cuando ya se sabe la definición del valor, se acepta y se asimila, mas no necesariamente se puede actuar con valor. Esto es por ejemplo, un campesino que no ha ido a la escuela, nunca ha tomado una clase de ética, pero eso no quiere decir que no sepa lo que es ser bueno, honesto, íntegro. Pudiera ser que no sepa definir con palabras esos valores, mas sin embargo los ha aceptado como parte de su conducta humana. En la Psicología a este tipo de conocimiento (Vernunft) también se le ha llamado Conocimiento Holístico. En Pedagogía se le ha citado cuando se hace referencia a la síntesis, llamada en alemán Aufhenbung y consiste unir los significados que parecían oponerse y excluirse. Por ejemplo la tesis y la antítesis captadas por medios de Verstand, o sea de manera conceptual, se contraponen y excluyen, en cambio por medio de Vernunft, estas se fusionan en un significado unitario, superior, armónico, holístico.

3. Los Criterios de la Conducta Humana

A lo largo de su vida el hombre puede utilizar una enorme variedad de criterios orientadores para elegir su propia conducta, aunque muchos de ellos no tengan que ver con la ética y la moral. Pueden distinguirse seis niveles o tipos de criterio:

1. El placer y los instintos. 2. Las normas inconsistentes y el Super Yo. 3. La presión social. 4. Las normas morales y civiles. 5. Los valores apreciados por sí mismo. 6. El Yo Profundo.

1. El Criterio basado en el placer y los instintos. Con este criterio el hombre, desde niño, busca lo agradable y evita lo desagradable, o sea, buscar placer y evitar dolor. Este nivel de placer instintivo, es el normal entre niños y adultos que no han recibido una educación que les haya mostrado una apertura hacia otros valores superiores. Pero tampoco hay que desechar por completo este criterio cuando se trata de escoger una diversión, pasatiempo o un tema de conversación, ya que este nivel es un auténtico criterio que sirve como orientación en muchos casos de forma legítima. El problema o el error por así decirlo es cuando se va a los dos extremos, es decir, 1) el uso exclusivo de este nivel en cualquier situación de la vida, o 2) la eliminación absoluta de este criterio, como si el placer fuera algo malo. Por el contrario, el placer es un valor sin duda alguna ya que busca la satisfacción de las necesidades vitales del ser humano.

2. El Criterio basado en el Super Yo. Este criterio se reconoce con facilidad ya que el sujeto se deja orientar rígidamente por ciertas normas o valores que las autoridades le han inducido desde la infancia. Y como son desde la infancia esas normas y valores ya forman parte del inconsciente del sujeto y por esa razón tienen un carácter autoritario, rígido, exagerado. De hecho este tipo de criterio impide al sujeto de hacer excepciones cuando se encuentra en una situación dudosa. La orientación que este experimenta ya es mecánica y ni el mismo puede saber el porqué tener que actuar por necesidad en determinado sentido o dirección. Existe un gran conflicto entre el primer nivel y el segundo.

Los tres niveles o criterios mencionados anteriormente son los que se podrían llamar básicos o de uso generalizado. Los que se explicarán a continuación son de orden superior y mucho más valiosos para la Ética.

3. El Criterio basado en la presión social. Este reside en la absorción de todas las normas y valores que el medio ambiente o sociedad influyen en el individuo en forma de "presión social". La guía de conducta dentro de una sociedad es pues la moda y la propaganda. La presión social es la principal fuente que orienta y empuja la conducta de las personas cultas. En muchas ocasiones esa conducta no tiene nada de objetable, pero en muchas ocasiones la gente se pregunta se un individuo que actuó con cierta conducta, lo hico por responsabilidad o por simple inercia, y si pudo haber actuado de manera diferente. Normalmente si confundimos la "obligación" como la "presión social", pero la verdadera obligación es la que da origen a méritos de carácter ético, o sea, no es la obligación que proviene del exterior, si no la que tiene que venir de nuestro interior, la que uno se impone, de una autónoma y en función de los valores que hemos asimilado. Es por esto que este criterio es muy generalizado y de escaso valor ético, sin embargo es superior a los otros criterios debido a que se trata de una orientación consciente (aun que no siempre en su totalidad). Por ejemplo: una persona usa un determinado tipo de ropa porque es lo que ve, está de moda o lo que oye en la propagando; en cambio, no está consciente del origen de las normas y valores inculcados en su infancia por los cuales puede llegar a ser muy puntual, muy aseado o muy ahorrativo.

Encontramos entonces defectos en los niveles anteriores (Super Yo y Legal) , los cuales son su rigidez y su falta de adecuación a los casos

singulares, cuyas características particulares no pueden ser tomadas en cuenta por disposiciones de orden general. Pero no todo es malo, lo fuerte del nivel Legal es la apertura y su capacidad de difusión de la ley.

4. El Criterio Legal. Este consiste en orientar y dirigir la conducta por medio de normas y leyes establecidos por terceros en algún código. En cierto aspecto este tipo de criterio resulta ser muy cómodo, pues uno puede consultar la ley y decide conforme a ella sin mayor discusión. En atención a dicha ley o conjunto de normas el individuo está dispuesto a contravenir lo que dicen a sus instintos, su inconsciencia (Super Yo) y la presión social. Se puede decir que al hacer esto se tiene cierta garantía del valor de su conducta, sin embargo, el apego y la fidelidad a la ley no constituyen la esencia del valor moral. Con esto podemos decir que pueden llegar a existir verdaderas diferencias entre un código civil y un código moral, los cuales podrían quedar en una verdadera contraposición. Por ejemplo puede existir una ley que permita el aborto, pero sin embargo, el individuo en su código moral no lo permite, y podría regirse por ese criterio. O también una persona condenada a varios años en prisión conforme a las leyes de su país, pero es inocente desde el punto de vista de su propia conciencia moral. Con esto entendemos que existe una enorme variedad de criterios de orden legal que pueden llegar a originar una verdadera confusión en la mentalidad de una persona. Pero el hecho de que existan códigos escritos ofrecen la posibilidad de la amplia difusión de la ley con el mínimo de distorsión, puede plantearse de manera universal y por tanto enseñarse y difundirse de generación en generación. No hay que tampoco apegarnos tanto a este criterio, ya que al apegarnos a este criterio en realidad nos estamos apegando en exceso a la letra y no al propio espíritu de la ley, es aquí donde surge el legalismo, que podría ser considerado como la falla principal de esta ley.

5. El Criterio Axiológico. Este criterio se basa en los valores internamente percibido y apreciados como tales, este criterio coincide con lo que se llama "actuar por propio convencimiento". Con este criterio una persona puede descubrir algunos valores y los aprecia como tales, en función de esos valores puede juzgar su situación y orientar su conducta, aún cuando tenga que ir en contra de las leyes, la presión social y sus costumbres o instintos. Una propiedad notable de este criterio es la capacidad de eliminar aquellos conflictos que puedan surgir en los niveles previos y actuar con serenidad y responsabilidad, pues su conciencia ya no está dividida, sino que elige y actúa conforme a lo que el percibe como valioso. Por este motivo, su conducta adquiere un valor ético. El criterio axiológico es el más adecuado para la Ética, ya que los cuatro niveles anteriores pueden diferir con respecto a lo que la persona considera valioso en su fuero interior. Sin embargo el criterio axiológico muestra algunos defectos. El primero es la limitación de los valores sustentados, una persona normalmente descubre los valores que se practican en su ambiente, pero nada más, se tiene que hacer uso del Yo Profundo (nivel 6) para ser capaz de vislumbrar un amplio horizonte de valores. El segundo defecto es su individualismo, este criterio trata de una Ética individual y para que pueda ser colectiva se tiene que hacer uso nuevamente del Yo profundo.

6. El Criterio basado en el Yo Profundo. Este criterio se caracteriza por que el sujeto se guía en sus decisiones a partir de la percepción axiológica que

se obtiene durante la captación de su Yo Profundo. El Yo profundo es el núcleo del ser humano, es la persona, el plano del ser, difiere a lo del plano del tener, que son las cualidades de la personalidad entre las cuales se encuentran el estatus, los conocimientos, el inconsciente, el grado de inteligencia y belleza, etc. El Yo profundo es lo verdaderamente distingue a cada individuo, ya que no reside en lo que se cree ser y valer. La importancia del Yo profundo destaca por varias razones:

Cuando una persona enfoca su Yo Profundo con los otros niveles de criterios el horizonte axiológico o repertorio de valores se amplía, por lo tanto, el individuo puede actuar en función de otros valores más profundos, elevados y comunitarios.

La captación del Yo Profundo crea un mayor sentido de responsabilidad al tener una conciencia más clara de su Yo como sujeto y autor de su conducta.

También, esta captación permite el descubrimiento de los valores propiamente humanos, comunitarios y con validez universal.

Con el uso del Yo Profundo, el valor moral de una persona puede quedar incrementado. Desde le punto de vista práctico es importante tomar la actitud adecuada para poder captar al Yo Profundo y, con ello, al conjunto de valores que allí están implicados.

Es importante destacar que debe existir una relación entre los seis criterios de conducta en la evoluciónde a cada individuo ya que no es extraño que un bebé se instale en el criterio de los instintos y un niño de siete años elija conforme al criterio del Super Yo, o que un adolescente se oriente principalmente por el criterio de la presión social y sólo en función de cierta educación es posible saltar a los tres niveles superiores: la Ley, el Valor y el Yo profundo. Esto no quiere decir que un adulto tenga que seguir un criterio determinado, lo aconsejable es que dejen las decisiones importantes a los niveles superiores y las mayorías de sus orientaciones cotidianas las dejen a cargo de los niveles inferiores. Es por esto que no debemos quedarnos fijos en un solo nivel, y es recomendable usar la reflexión para revisar los hechos personales pasados y los criterios utilizados, para así poder realizar una adecuación a nuestra conducta y que amerite un nivel superior. La mejor manera de alcanzar estos niveles superiores es la meditación mediante la cual podemos captar y asimilar los valore superiores y los comunitarios que influyen en la vida humana.

4. Relación de la Ética con otras Disciplinas

Ya que se tiene definido lo que es la Ética, ahora hay que decir lo que es la ética, o sea, aclarar los límites de esta ciencia y mostrar los terrenos más allá de sus fronteras.

1. Relación de la Ética con la Psicología. La Psicología se parece a la Ética en cuanto a que también estudia los actos humanos, pero ésta los explica en el aspecto del hecho y la Ética solo se interesa en las normas de derecho de ese acto, es decir la psicología solo estudia el acto como objeto material, el por qué ocurre. La Ética en cambio estudia la bondad o maldad de dicho actos y dicta normas de cómo deben estos.

2. Relaciones entre la Ética y la Sociología. La sociología surgió en el siglo XIX gracias a las aportaciones de Augusto Comte y de Karl Marx. Estudia

el comportamiento del hombre en forma global, es una ciencia de hechos, mientras que la Ética es una ciencia de derechos.

3. Relaciones entre la Ética y el Derecho. El derecho es un conjunto de normas que rigen la conducta humana y en esto se parece a la Ética, sin embargo, difieren entre las normas propias de cada una. Existen cuatro diferencias principales:

a. Las normas de la Ética son autónomas (cada individuo debe darse sus normas propias) y las del Derecho son heterónomas (las normas provienen de una autoridad diferente al individuo).

b. Las normas de la Ética rigen aspectos internos y las del Derecho aspectos externos.

c. Las normas de la Ética son unilaterales (el cumplir una norma no implica el surgimiento de un derecho o una obligación por parte de otras personas), y las del Derecho son bilaterales (una obligación implica un derecho y viceversa).

d. Las normas de la Ética son incoercibles (aún cuando tienen un carácter obligatorio, generalmente no conllevan un castigo explícito en el caso de no cumplirlas) y las del Derecho son coercibles (la autoridad que ha establecido ciertas normas civiles, tiene la facultad de exigir el cumplimientos de ellas, y para llevar a cabo dicha tarea, impone vigilancia, fiscalización, sanciones, etc.).

1. Relaciones entre la Ética y la Economía. La Economía es la ciencia que trata de la producción, distribución y consumo de los bienes materiales. Sus temas son, el trabajo, la mercancía, el dinero, la ganancia, la utilización del trabajo, el comercio, etc. La Ética relacionada con esta ciencia en el aspecto de la vida del ser humano: su subsistencia, sus problemas pecuniarios, su lucha diaria por el alimento, la vivienda y la ropa. Todo esto está afectado por la explotación del asalariado, la injusticia en el pago de sueldos, la falta de higiene en las fábricas, la falta de esmero en el trabajo del obrero o la responsabilidad de los empleados. También como la Economía presenta un modelo ideal que hay que cumplir, como si fuera un proyecto que seguir –como la ley de la oferta y la demanda- aquí entra también la Ética ya que en más de una ocasión el modelo económico es el relato de una serie de abusos, como suele ser en la ley citada anteriormente. Los dos modelos, el económico y el Ético tienen que ir entrelazados para así evitar la explotación del trabajador, la marginación del asalariado, la usura en los intereses cobrados a los países del Tercermundistas, la colonización del trabajo, la producción y el gobierno de los países débiles. En fin la Ética tiene mucho que hacer en el campo de la Economía.

2. Relaciones entre la Ética y la Pedagogía. La Pedagogía es el estudio de la educación, el significado de la palabra educación proviene del vocablo educere, que significa conducir, guiar y también sacar hacia fuera, desarrollar lo que está implícito. También consiste en lograr que una persona haga, por sí misma, lo que debe hacer. En sí la educación es una disciplina que complementa a la Ética y viceversa. La Ética dicta que es lo que hay que hacer, en tanto que la educación muestra el modo en que podemos lograr lo propuesto por la ética. La educación es un arte en

tanto que la Ética es una ciencia. De acuerdo a los diferentes significados que puede tener la educación se puede decir que:

a. Cuando educación significa conducir o guiar, la Ética muestra un modelo de conducta a seguir y la educación dice como conducir al niño dentro de ese modelo.

b. Cuando educar significa saca hacia fuera, desarrollar lo que está implícito, se da a entender que el mismo educando (la persona a educar) es la causa principal de su educación, pues contiene en sí mismo las potencialidades que se van a actualizar. En este caso la Ética proporciona el modelo o guía de conducta humana buena, en tanto que la educación proporciona las reglas prácticas para enseñar u orientar al educando dentro de esa guía general.

c. Cuando educar significa lograr que una persona haga, por sí misma, lo que debe hacer, la educación dicta cómo se debe proceder con el educando a fin de lograr su autonomía, la madurez y la toma de responsabilidad por parte de éste. La Ética nos dice el qué hacer, mientras que la Pedagogía nos dice el cómo.

d. Educar es actuar de tal manera que el educando capte un sentido personal en la realización de valores, obligaciones y virtudes, los cuales constituye la Ética como un conjunto de principios y conceptos abstractos sin ninguna aplicación práctica.

1. Relaciones entre la Ética y la Metafísica. La Metafísica contiene el fundamento de toda ciencia; ella nos dice tienen tanta validez la matemática y la física, la Psicología y la Ética por supuesto. La Metafísica nos proporciona y explica nociones y conceptos indispensables para entender la Ética, tales como el de ser, bien, valor, acto, potencia, sustancia, accidente, materia, forma, etc. Mismo que nos sirve como instrumentos mentales para captar el fondo de la temática de la Ética. La relación Ética – Metafísica es la misma que la de ciencia y su fundamento definitivo.

2. Relaciones entre la Ética y la Teología. La Teología en este caso la teología Moral trata de la valoración moral de los actos humanos, mismo tema que el de la Ética, pero esta última utiliza la razón como instrumentos de su estudio y la Teología Moral además de la razón utiliza los datos de la fe como la Biblia y fuentes afines.

3. Relaciones entre la Ética y la Religión. La religión es la relación entre el hombre y Dios. Es un contacto íntimo de la persona con un Ser infinito, del cual procede y ante el cual puede ponerse gratificante y reconfortante. La Ética se relaciona con la religión en la siguiente manera:

a. Una persona que mantiene un contacto íntimo con Dios, normalmente obtiene en ese contacto la guía personal de su conducta correcta, se contacta simultáneamente el Ser absoluto, el terreno de los valores y la fortaleza de conducirse en la vida cotidiana.

b. La Religión institucionalizada contiene una serie de preceptos, la mayoría de ellos con un alto valor moral, como son la caridad, la humildad, el sentido comunitario, la compasión, la piedad, etc.

Es por esto qué la Ética y la Religión guardan una muy estrecha relación, pero la Ética científica y la filosófica procuran mantener su autonomía con respecto a las normas morales que pueden surgir, y de hecho han surgido, a partir de la Religión, sea esta última, una vivencia o una institución.

5. El Horizonte Filosófico de la Ética

La Filosofía representa un horizonte amplio que contiene y fundamenta a la ética. El significado de la palabra Filosofía ha evolucionado notablemente a lo largo de la historia, existen cuatro modos de definir a la Filosofía:

1. La Filosofía como Amor a la Sabiduría (Definición Nominal). La palabra Filosofía viene de dos raíces griegas, filos y sofia, que significan amor y sabiduría. Entonces entendemos que la Filosofía es amor a la sabiduría, es decir, afición, tendencia o adhesión a un tipo especial de conocimiento que se llama sabiduría.

2. La Filosofía como estudio de las Causas Supremas del Universo (Definición Real). De acuerdo con la Filosofía tradicional creada por Aristóteles y ampliada por Sto. Tomás de Aquino, la esencia de la Filosofía se define como "la ciencia de todas las cosas desde el punto de vista de sus causas supremas" de acuerdo con esta definición tenemos que:

a. La filosofía es una ciencia en tanto que hace referencia (aspectos importante de una ciencia) a las causas de los hechos estudiados.

b. La Filosofía estudia las cosas tanto materiales como espirituales, visible e invisible, mentales y extra mentales. En fin es la ciencia más universal que pueda existir.

c. La filosofía estudia las cosas desde el punto de vista de sus causas supremas, o sea que estudia la esencia de las cosas.

La filosofía es una ciencia o sea un paradigma fundamentado, y es la más universal de todas, ya que presenta un modelo del universo en su totalidad. Modelo universal es precisamente el significado de la palabra paradigma. En aspectos filosóficos a este modelo también se le llama Cosmovisión. El objeto material u horizonte de la Filosofía son "todas las cosas". En sí no hay nada que se escape al estudio de la Filosofía, la universalidad de la Filosofía se comprende en el momento de captar la potencialidad de nuestra mente. Ya que gracias a ella es posible designar a todas las cosas con la palabra ente, ya aquello que les da existencia con la palabra ser. La Metafísica (rama primordial de la Filosofía) trata de todos los entes, en lo que tienen de constitutivo común, a saber, el ser de los entes. Con esto bastaría para entender de qué manera la Filosofía le compete el estudio de todas las cosas. El objeto formal (aspecto que distingue a cada ciencia) de la Filosofía es el fundamento último o las causas supremas de todas las cosas, éstas causas se clasifican en: eficientes, (todo aquello que produce a otro ente), finales (meta u objetivo grabado en el mismo ente), materiales (contenido que constituye al ente) y formales (estructura que da sentido o inteligibilidad al ente).

La causa material y formal forman la esencia de un ente, con todo esto podemos definir a la Filosofía como el conocimiento racional, intuitivo, y científico de las esencias y de los primero principios de todo ente.

1. La Filosofía como Cosmovisión. Una cosmovisión es un conjunto de ideas que nos describen el modo en que percibimos el cosmos, el mundo, es

decir, las cosas, las personas y las situaciones que nos rodean. Cada persona tiene su propia cosmovisión, se puede decir entonces que cada uno tiene su propia Filosofía. La cosmovisión es entonces el conjunto de concepto, intuiciones, principios y valores que una persona ha adquirido a lo largo de la vida y que le sirven para tomar una postura frente a los hechos que la rodean.

2. La Filosofía como Criterio Axiológico. La Filosofía como Criterio Axiológico es como el lente que nos sirve para generar la cosmovisión, por medio de este cada sujeto imprime un colorido, un valor y una estructuración especial. En tanto que una cosmovisión es un conjunto de principios, conceptos y valores, la Filosofía es la forma o estructura (Gestalt) que el aparato cogniscitivo utiliza para general y expresar su cosmovisión. En fin, la Filosoía tomada como un criterio axiológico, es la "experiencia que le da al hombre maduro un toque de sabiduría".

Una vez definida la filosofía desde diferentes aspectos es importante mencionar su importancia:

a. La Filosofía explica la diversidad de criterios. La persona que estudia Filosofía se da cuenta desde el principio de la enorme diversidad de sistemas explicativos de la realidad.

b. La Filosofía ayuda a comprender el pensamiento de otras personas. Es el instrumento que ayuda a comprender la evolución de criterios entre dos o más personas y así al conocer las raíces de esos cambios es más fácil dialogar con esas diferencias, pues el camino a seguir ya no es el razocinio, si no la empatía.

c. Los conceptos filosóficos son instrumentos aptos para expresar las intuiciones de los filósofos. El trabajo del filósofo es doble. La primera etapa es la intuición, develar el ser. La segunda es la conceptualización, un intento de traducir y revestir los contenidos intuidos de modo que puedan expresarse y entenderse por otras personas.

Debido a la enorme variedad de seres en el universo la Filosofía se ha divido en diferentes ramas:

1. La Antropología Filosófica: estudia al ser humano desde el punto de vista de sus características esenciales. Sus temas fundamentales son: la personas humana, la conciencia, la libertad, los valores y la trascendencia humana.

2. La Lógica y la Teoría del Conocimiento estudian las características propias de un conocimiento correcto y verdadero, respectivamente.

3. La Ética es la rama de la Filosofía que estudia la conducta humana desde el punto de vista de su bondad o maldad. Esta rama ha sido, posiblemente, la más conocida y comentada en el género humano.

4. La Estética la esencia de la belleza y del arte. Entre sus temas más importantes se encuentra el estudio de la creatividad humana y de la experiencia estética, así como los diferentes géneros de las bellas artes.

5. La Metafísica es el estudio del ser en cuanto ser. Es el estudio más propio y profundo de la Filosofía. El ser es el constitutivo fundamental de todas las cosas (entes), lo que les da inteligibilidad y estructura. En el estudio de la Metafísica es donde adquiere la Filosofía su máximo nivel y valor.

6. La Teodicea o teología Natural (considerada como una parte de la Metafísica), es el estudio acerca de la esencia y existencia de Dios. Debe hacer la distinción entre Religión y Teología. La religión no es una ciencia, sino una institución que intenta la unión del hombre con Dios. La Teología sí es una ciencia, pero su fundamento principal está en la revelación y la fe.

7. Existen otras ramas de la Filosofía, tales como la Filosofía de la ciencia, la Filosofía de la naturaleza o Cosmología, la Filosofía del derecho, la Filosofía política, la Filosofía de la historia, etc. Que normalmente se estudian en cursos a nivel universitario.

La Ética al pertenecer a la Filosofía, participa de las características de esta disciplina y la coloca en un puesto más relevante debido a que le interesa el estudio de la esencia de los actos humanos, o sea, trata de esclarecer cuáles son las características propias de todo acto humano, una de ella es la libertad, sin ella no hay acto humano sino acto del hombre, la condición indispensable de un valor moral es el acto humano, es decir, un acto ejecutado libremente.

A la Ética también le interesa el estudio de la esencia de los valores y, en especial del valor moral, tratar de ver en qué consiste un valor, sus propiedades y los propio de un valor moral.

Lo interesante del carácter filosófico de la Ética es el intento de penetración hasta la esencia de la bondad de la conducta humana.

En resumidas cuentas estudiar Ética es filosofar sobre los actos humanos, es investigar las causas supremas de los actos humanos, escudriñar en lo más íntimo de la conducta del hombre, en la esencia de las operaciones humanas para así, vislumbrar allí los aspectos de bondad, perfección o valor, que pueden encerrar en su misma naturaleza y en su calidad de creaciones humanas.

6. Diferencia entre Ética y Moral

El uso de la palabra Ética y la palabra Moral está sujeto a diversos convencionalismos y que cada autor, época o corriente filosófica las utilizan de diversas maneras. Pero para poder distinguir será necesario nombrar las características de cada una de estas palabras así como sus semejanzas y diferencias.

1. Características de la Moral. La Moral es el hecho real que encontramos en todas las sociedades, es un conjunto de normas a saber que se transmiten de generación en generación, evolucionan a lo largo del tiempo y poseen fuertes diferencias con respecto a las normas de otra sociedad y de otra época histórica, estas normas se utilizan para orientar la conducta de los integrantes de esa sociedad.

2. Características de la Ética. Es el hecho real que se da en la mentalidad de algunas personas, es un conjunto de normas a saber, principio y razones que un sujeto ha realizado y establecido como una línea directriz de su propia conducta.

3. Semejanzas y Diferencias entre Ética y Moral. Los puntos en los que confluyen son los siguientes:

En los dos casos se trata de normas, percepciones, deber ser.

La Moral es un conjunto de normas que una sociedad se encarga de transmitir de generación en generación y la Ética es un conjunto de normas que un sujeto ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad.

Ahora los puntos en los que difieren son los siguientes:

La Moral tiene una base social, es un conjunto de normas establecidas en el seno de una sociedad y como tal, ejerce una influencia muy poderosa en la conducta de cada uno de sus integrantes. En cambio la Ética surge como tal en la interioridad de una persona, como resultado de su propia reflexión y su propia elección.

Una segunda diferencia es que la Moral es un conjunto de normas que actúan en la conducta desde el exterior o desde el inconsciente. En cambio la Ética influye en la conducta de una persona pero desde si misma conciencia y voluntad.

Una tercera diferencia es el carácter axiológico de la ética. En las normas morales impera el aspecto prescriptivo, legal, obligatorio, impositivo, coercitivo y punitivo. Es decir en las normas morales destaca la presión externa, en cambio en las normas éticas destaca la presión del valor captado y apreciado internamente como tal. El fundamento de la norma Ética es el valor, no el valor impuesto desde el exterior, sino el descubierto internamente en la reflexión de un sujeto.

Con lo anterior podemos decir existen tres niveles de distinción.

1. El primer nivel está en la Moral, o sea, en las normas cuyo origen es externo y tienen una acción impositiva en la mentalidad del sujeto.

2. El segundo es la Ética conceptual, que es el conjunto de normas que tienen un origen interno en la mentalidad de un sujeto, pueden coincidir o no con la moral recibida, pero su característica mayor es su carácter interno, personal, autónomo y fundamentante.

3. El tercer nivel es el de la Ética axiológica que es el conjunto de normas originadas en una persona a raíz de su reflexión sobre los valores.

7. Los Actos Humanos

Existen dos tipos de actos, los Actos humanos y los Actos del hombre, ambos son ejecutados por el hombre pero poseen ciertas diferencias:

1. Los Actos Humanos. Son ejecutados consciente y libremente, es decir, en un nivel racional. Son originados en la parte típicamente humana del hombre, es decir, en sus facultades específicas, como son la inteligencia y la voluntad. Estos son el objeto material de la Ética y son los que pueden ser juzgados como buenos o malos desde el punto de vista de la Moral.

2. Los Actos del Hombre. Carecen de conciencia o de libertad o de ambas cosas, un ejemplo claro es por ejemplo la digestión, la respiración, etc. Los actos del hombre sólo pertenecen al hombre porque él los ha ejecutado, pero no son propiamente humanos porque su origen no está en el hombre en cuanto a hombre, sino en cuanto a animal. Estos actos carecen de moral (son amorales) por lo tanto no pueden juzgarse desde el punto de vista moral como buenos o malos, si pueden juzgarse como buenos o malos pero desde otro punto de vista, como por ejemplo el fisiológico.

Los actos, ya sean humanos o del hombre, tiene un cierto valor ontológico independiente del valor moral. El valor ontológico o metafísico de la conducta humana se refiere al hecho real, a la existencia, a la objetividad del acto. En cambio el valor moral depende de ciertas condiciones subjetivas y propias de la persona que ejecuta dicho acto, como la intención, la libertad, el grado conciencia, etc. El valor moral se encuentra solo en los actos humanos y el valor ontológico se encuentra en ambos.

Cuando se dice que un acto humano tiene un valor moral, se está implicando que este valor moral puede ser de signo positivo o de signo negativo. Trabajar, por ejemplo, tiene valor moral positivo, pero asesinar tiene un valor moral negativo. Normalmente hemos designado al valor moral negativo como "inmoral", pero esta palabra, en su etimología, indica mas bien un desligamiento del valor moral y los únicos actos que están desligados de los valores morales son los actos del hombre, pero estos ya han sido calificados como "amorales".

Todo acto humano tiene un elemento psíquico que también es motivo de una valoración moral, este es el "Fin" o "intención" que es el objetivo o finalidad por la cual se realiza un acto humano, por medio del fin o intención dos actos humanos idénticos pueden diferir notablemente por el autor que realizó cada acto.

La palabra "Fin" tiene varios significados, desde luego no se tomará en cuenta el que se refiere a lo último, lo extremo. La palabra fin significa intención, objetivo, finalidad.

La palabra fin tiene una doble división cuando significa objetivo o finalidad.

a. Cuando significa objetivo, suele considerarse el fin próximo (es el que se subordina a otros), el fin último (no se subordina a ningún otro), el fin intermedio (participa de los dos, o sea, se subordina al fin último y él mismo mantiene subordinado al fin próximo).

b. Cuando hablamos del fin como intención o finalidad, podemos referirnos al fin intrínseco del acto (es el que posee la acción misma de acuerdo a su propia naturaleza) o al fin del sujeto que ejecuta el acto (es el que de hecho intenta el actor de la acción, en algunas ocasiones este fin difiere con respecto al fin del acto).

Otro aspecto que ha estado conectado a la Ética desde los tiempo de Aristóteles es el tema de la felicidad. La felicidad es la actualización de las potencias humanas, es decir, la realización y el ejercicio de a facultades y demás capacidades del hombre. Cuando el hombre pone a funcionar sus potencialidades, la consecuencia natural es la felicidad. Además, éste es el fin propio del hombre. El hombre está hecho para ser feliz. Desde el punto de vista de la Filosofía y la Psicología, la felicidad es la consecuencia normal de un funcionamiento correcto del ser humano. Se pueden distinguir tres tipo o niveles de felicidad:

a. La Felicidad Sensible. Es la experiencia de satisfacción y beneplácito a partir de los sentidos.

b. La Felicidad Espiritual. Es superior a la sensible y se obtiene por el correcto funcionamiento de las potencialidades humanas en un nivel

suprasensible, como la inteligencia, la voluntad, el amar, la libertad, el arte, las virtudes, etc.

c. La Felicidad Profunda. Proviene del núcleo de identidad personal. Es una felicidad más refinada que las dos anteriores y sólo se percibe cuando el individuo capta su propio núcleo por medio de un conocimiento conceptual y atemático.

8. El Concepto de Libertad

La libertad humana se puede definir como la "autodeterminación axiológica". Esto significa que una persona libre se convierte, por ese mismo hecho, en el verdadero autor de su conducta, pues él mismo la determina en función de los valores que previamente ha asimilado. Cuando no se da la libertad, o se da en forma disminuida, entonces el sujeto actúa impedido por otros factores, circunstancias y personas, de modo que ya no puede decirse que es el verdadero autor de su propia conducta. De acuerdo con esto se dice que la condición previa de la libertad en un individuo es la captación y asimilación de los valores. En la medida en que un individuo amplía su horizonte axiológico, podrá ampliar paralelamente el campo de su propia libertad. Y en la medida en que una persona permanezca ciega a ciertos valores, se puede decir que posee una limitación en su libertad.

La libertad humana tiene que ir paralela con el sentido axiológico y el sentido de responsabilidad, de no ser así se convierte en libertinaje.

La postura que niega la libertad humana es el "determinismo", postura propuesta por Skinner que ha cobrado auge, este psicólogo conductista rechaza la libertad en función de un fenómeno también real: los condicionamientos en que vive inmersa la mayoría de la gente.

Uno de los aspectos más importantes en la vida de una persona es su proceso de liberación. La libertad puede aumentar o disminuir a lo largo de la vida. Los primeros factores que limitan la libertad del hombre son: los condicionamientos, el Super Yo, las manipulaciones ajenas, las emociones sofocantes y las ataduras de una filosofía pesimista.

El tipo de libertad del que estamos hablando es la libertad interior, ésta se rige por valores captados, también es llamada libertad axiológica una vez que se asimilan los valores. El hombre elige realizar algún valor o rechazarlo. La Libertad no existe cuando una persona es ciega para los valores. Actuar libremente significa inclinarse, adoptar y realizar un valor, o rechazarlo. Cuando no existe uno o varios valores en la mente del individuo, su conducta va a estar orientada, no por valores, sino por instintos, reflejos, condicionamientos, hábitos, inclinaciones surgidas del inconsciente, presiones externas, etc. La percepción de los valores es indispensable para que exista un acto libre. Existen dos modos de percibir lo valores:

a. En forma conceptual. Es la que se logra por medio de explicaciones teóricas o descripciones más o menos distantes del objeto valioso.

b. En forma intuitiva. Es la que se logra por medio de una vivencia en la cual se capta, se aprecia y se adopta ese valor como tal dentro del mundo personal del sujeto cognoscente.

Para que la libertad axiológica se pueda dar debe existir la posibilidad de un conocimiento holístico o intuitivo de uno o varios valores. Sin este tipo de conocimiento, muy diferente al conocimiento conceptual, no es posible que se dé la libertad que nos lleva al valor moral. En otras palabras: para elegir un valor, primero hay que conocerlo y apreciarlo en cuanto a tal.

Para un manejo sencillo de las clasificaciones de la libertad, esta se ha divido dos muy sencillas:

a. Libertad-de: Significa libertad de obstáculos, de vínculos o de restricciones, sean estos de orden físico o de orden moral.

b. Libertad-para: Significa libertad para alcanzar un objetivo o para realizar un valor o para llegar a una meta, es de tipo interna y reside en la voluntad.

La libertad humana no es absoluta. Existen varios obstáculos que disminuyen y, a veces, nulifican la libertad de la conducta humana. El Estudio de ellos proporciona mayor claridad para la comprensión de los actos humanos en la vida real. En la medida en que falta libertad, el acto humano pierde su calidad de humano y llega a convertirse en un simple acto del hombre. A pesar de esto, la libertad puede conquistarse e incrementarse a partir del nivel de desarrollo y madurez propio de cada uno. Afortunadamente existen procedimientos psicológicos que fomentan este gradual crecimiento de la libertad personal.

9. Los Obstáculos de la Libertad

Existen cinco obstáculos contra la libertad:

1. La Ignorancia. Consiste en la ausencia de conocimientos, es un obstáculo ya que para elegir algo, es preciso conocerlo. El mejor consejo para obtener la libertad es abrir horizontes, ilustrar acerca de nuevas posibilidades. Muchos fracasos en las carreras profesionales se deben a una elección incorrecta de ella por ignorar otras especialidades que estarían más de acuerdo con las cualidades del sujeto.

2. El Miedo. Consiste en la perturbación emocional producida por la amenaza de un peligro inminente y es un obstáculo ya que en casos extremos (pavor), puede producir una ofuscación completa de las facultades superiores, y todo lo que se ejecuta en esos momentos pierde el carácter de acto humano, pues el sujeto no puede responder de ello.

3. La Cólera y Otras Pasiones. La cólera, también llamada ira, enojo o coraje, al igual que otras emociones y pasiones producen una fuerte limitación en nuestra capacidad de elegir libremente. Las emociones como el odio, la tristeza, la alegría, los celos, la envidia y el enamoramiento, son respuestas orgánicas (de adecuación o de inadecuación, de aceptación o de rechazo) por parte del sujeto cuando percibe un objeto afín o discordante. La emoción llevada a los extremos recibe el nombre de pasión. La palabra "sentimiento" expresa casi siempre lo mismo que la palabra emoción, cuando se trata de un fenómeno persistente.

4. La Violencia. Es una fuerza externa, física o psíquica, ante la cual es difícil o imposible resistirse. Ésta puede debilitar la libertad del sujeto hasta el grado de suprimir toda responsabilidad en lo que se refiere a la conducta realizada en esos momentos.

5. Los Desajustes Psíquicos. Los desajustes psíquicos, entre los cuales sobresale la neurosis, debilitan la libertad debido a que la persona se

siente atada a ciertos patrones de conducta, a mecanismos de defensa, a lo que le dicta el autoconcepto o el Super Yo, a las emociones exageradas, como la ansiedad y la angustia, que ya hemos mencionado.