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  • Estudios Pblicos, 42 (otoo 1991).

    ENSAYO

    ACERCA DE UN ENSAYO DESUSAN SONTAG

    LA ESTTICA DEL SILENCIO

    Gonzalo Contreras

    usan Sontag es una de las intelectuales americanas ms ledas ycomentadas hoy en da. Sus dos ltimos libros ensaysticos, La enfermedady sus metforas y El Sida y sus metforas, lcidas y originales aproxi-maciones al tema de la patologa y su consecuencia social, han puesto otravez de actualidad a esta escritora que pareca haber hecho su cosecha en lasdcadas del sesenta y setenta. Porque resulta por lo menos curioso que un

    En La esttica del silencio, ensayo publicado en 1967, SusanSontag define los objetivos ticos y estticos del arte moderno,segn los cuales la tarea del artista, considerada como actividadabsoluta, en su bsqueda por expandir los lmites de la concienciahumana debe forzosamente concluir en el silencio, la abstraccintotal, la total autonoma del mensaje y, finalmente, la ruptura delpropio instrumento. Este texto, muy de poca, es sin embargo unbuen punto de partida, argumenta Gonzalo Contreras, para hacer unanlisis del estado actual del arte y del quiebre dramtico con losmotores vitales que movilizaron la creacin artstica durante toda lallamada modernidad.

    GONZALO CONTRERAS. Escritor y periodista. Autor de La Danza Ejecutada (EdicionesParalelo, 1986) y La Ciudad Anterior (prxima a aparecer). Colaborador literario de diversaspublicaciones.

    S

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    pensamiento que gast su artillera en las batallas de aquella poca, hayalogrado penetrar indemne a la contemporaneidad. Este es sin duda el casode Susan Sontag. Por cuestiones de estilo, la Sontag suele ser catalogadacomo una figura paradigmtica del intelectual americano de la poca beat.Este espcimen, hoy en franca retaguardia, que subsiste acaso como datode poca a travs de algn melanclico personaje de una pelcula del cinecult americano, fue una de las producciones ms arquetpicas de la volublecultura del pas del norte. El intelectual radical, contestario, el desveladode la justicia en el mundo, ese objeto impuro, americano y dotado a la vezde un palpitante corazn de izquierda, en fin, ese intelectual que PaulJohnson delezna, un artculo suntuario de la cultura occidental, pero no porello menos vicioso y corruptor.

    Susan Sontag enarbol todas las banderas de lucha de su genera-cin: pacifismo a ultranza, antiamericanismo visceral como prueba de sugenuina mala conciencia, proselitismo sexual, sentimentalismo tercermun-dista, vanguardismo en materia de arte, iluminismo en materia poltica yuna ofuscacin terminal ante cualquier forma de poder. A la luz de loshechos y las ideas que hoy se transan en el mercado, muchas de estasproposiciones pueden parecer voluntaristas, frvolas, ingenuas y hasta men-daces. Sin embargo, qu nostalgia de aquella poca! (Un mundo inteligibley bsicamente bien compartimentado.) Los intelectuales del mundo cerran-do filas, al parecer, junto a los ms dbiles, y los poderosos del mundoarrinconados en su lbrega soledad.

    Esas tensiones, al menos expresadas de ese modo, hoy no existen yha sido necesario un gran valor intelectual para escapar a los maniquesmosde la hora. En el caso de Susan Sontag, fue su genuina y esencial radicali-dad lo que le permiti salir airosa de esa enrarecida atmsfera. Se trata sinduda de una de las voces ms resueltas, independientes y vitales que haproducido Estados Unidos en las ltimas dcadas. Muy tempranamentemostraba sus reservas acerca del nihilismo civilizado de Camus y osabacalificarlo como escritor mediocre, y como pensador, un epgono extraor-dinariamente talentoso y culto. Escribe en contra de la tosquedad deLukcs, cuando ste era la referencia obligada de la crtica literaria, ydispara contra las obviedades superfluas y la suntuosa vanidad de Iones-co. Si de Brecht dice que es didctico, Arthur Miller escribe como unacaricatura de publicacin de izquierdas. De la hipertrofia de la obra sar-treana Susan Sontag tiene la lucidez suficiente para discernir lo mejor de lopeor. Su constante crispamiento intelectual la deja a salvo de las modas ylos sentimentalismos obligados de la poca, y si hoy resulta tan fcil carica-turizar y sepultar las discusiones de esos aos, las opciones de la Sontag,

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    pese a toda la retrica de poca que se deja sentir por aqu y por all en susescritos, no han perdido vigencia o son, al menos, una referencia ineludiblepara apreciar los fenmenos culturales de esta parte del siglo.

    Los dos libros de ensayos crticos traducidos al espaol, Contra lainterpretacin (1965) (Seix Barral, 1984) y Estilos radicales (1967) (Mu-chnik, 1988) renen el grueso de la produccin de la Sontag en el perodoaludido. De este ltimo, nos interesa el ensayo titulado La esttica delsilencio, uno de los ms personales, originales y sintomticos trabajosacerca del espritu del arte contemporneo. Si bien con l la Sontag nopretende realizar un diagnstico, sino apenas un esbozo impresionista y aveces arbitrario de los estmulos que ella adverta a su alrededor, se puedeleer hoy como una inquietante sntesis, una especie de estado de cosasacerca de la labor del artista, del fenmeno de la creacin en un momentodado de la historia, pero que no ha perdido ninguna de sus resonancias si esque no se proyectan hasta nuestros das. La misma Sontag advierte en elposfacio a la edicin espaola de 1988: Considero que hoy es ms necesa-rio que nunca hacer proselitismo en favor de aquella concepcin de loradical del idealismo moral radical y de la esttica radical . Ascomo constata con gozo en su relectura, La euforia ante el descubrimientode que mi exaltada lealtad a los cnones de la alta cultura no chocaba conmi creencia en la seriedad moral de las estrategias de transgresin en el artey el pensamiento utpico, sino que hallaba apoyo en ella.

    Porque resulta tentador leer estos escritos por el solo placer de co-rroborar cmo la historia los ha desacreditado, y es justamente esa satisfac-cin precipitada de aquellos que han sepultado sin ms el pensamientocrtico lo que lleva de algn modo a aorar los aspectos saludables de dichapostura para salirle al paso al conformismo no menos maniqueo segn elcual no vale la pena siquiera plantearse ciertas cuestiones. El conjunto de laobra de la Sontag comprueba, por un lado, que muchos de los problemasplanteados en esa poca continan vigentes, o ms an, se han agudizado, yque el pensamiento crtico contina siendo una manera vlida de enfrentarla realidad. Las formulaciones de La esttica del silencio en este casoconstituyen un valioso instrumento para desentraar cuestiones del presenteque la Sontag tuvo el talento de vislumbrar.

    Afirma Susan Sontag que en la poca moderna, una de las metfo-ras ms trajinadas para el proyecto espiritual es el arte. Para despejar deentrada el concepto de espiritualidad, atengmonos al que maneja la mismaSontag: Espiritualidad=planes; terminologas; normas de conducta enca-minadas a resolver las dolorosas contradicciones estructurales inherentes ala situacin humana, a la consumacin de la conciencia humana, a la tras-

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    cendencia. Respecto de la primera afirmacin, es vlido plantearse cundoy cmo el arte, por un proceso de sustitucin, reemplaza a otras formasunificadoras de espiritualidad como pueden ser la religin. Desde el Rena-cimiento en adelante, de la Ilustracin, del Romanticismo, desde el fin deste? Unas pocas y otras han situado sus planos ideales, determinado susconflictos y los medios de resolverlos segn una determinada tica, si bienen la modernidad todos ellos han encontrado la respuesta en una crecienteemancipacin de la conciencia humana. Desde la ptica de la Sontag, laaventura potica de los simbolistas, de los surrealistas ms tarde, no cons-tituyen verdaderas conquistas del hombre en cuanto a ensanchar su mundocognitivo y a plantear misterios hasta entonces innombrados para el almahumana? Con diferentes intensidades, en distintos perodos, el arte, particu-larmente la poesa, ha gozado del espejeante atributo de ser un extremo dela experiencia humana, la ladera ms empinada por donde el hombre trepahacia la cima de s mismo. El artista como visionario, como mrtir, comodolorosa conciencia social, ha ido dando si no una espiritualidad con todolo que la palabra podra significar, al menos una modulacin a sus ideales yuna respuesta radical a sus conflictos. Hoy da ya es un lugar comn acua-do en dicha tradicin decir que el arte es un reflejo de la conciencia huma-na. Para la Sontag, la elevacin de las artes a la categora de arte generael mito principal sobre el arte, a saber, el que concierne a la naturalezaabsoluta de la actividad del artista.

    Esta descripcin responde a una idea sin duda un poco romnticadel arte y del artista, y ambos han sufrido, por supuesto, una pareja desacra-lizacin propia de los tiempos modernos. Pero es imposible pensar en elfenmeno sin considerar esa tradicin. Slo que en el supuesto que maneja-mos que el arte modula el proyecto espiritual esa desacralizacinarrastra en su cada ms material que el que debiera y el escalofro queprovoca alcanza una mayor onda expansiva. Es ah donde sita la Sontag elotro momento del problema. Porque en esta dimensin de la tarea artstica,sta se convierte en una actividad profundamente problemtica, en lamedida que la meta que se adjudica al arte, cualquiera sea, termina porsurtir un efecto restrictivo cuando se la coteja con las metas ms vastas dela conciencia. Porque en la versin contempornea, el arte no es una meraexpresin de la conciencia, la conciencia en busca de su propio conoci-miento, sino [d]icha versin del mito tiende a asociar el arte con la necesi-dad o capacidad de autoalienarse nsita en la mente. Ya no se interpreta elarte como la conciencia que se expresa y se afirma, por tanto, implcita-mente. El arte ya no es la conciencia per se, sino ms bien su antdoto,emanado del seno de la conciencia misma. Esta nocin trgica del arte e