AA. VV. Gramsci: los intelectuales y la sociedad actual.

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Gramsci: Y LA SOCIEDAD ACTUA L LOS INTELECTUALES

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Este libro recoge los trabajos presentados por un grupo de académicos de Cuba e Italia sobre la vida y obra del teórico comunista italiano Antonio Gramsci.

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  • Gramsci:Y LA SOCIEDAD ACTUAL

    LOS INTELECTUALES

  • Edicin: Lic. Rosario Esteva y Rosario ParodiRealizacin computarizada: Rosario ParodiAsesor consultante: Jorge Luis AcandaDiseo de cubierta: Hugo Vergara Fernndez

    Centro de Investigacin y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2005

    Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar suopinin por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

    ISBN 959-242-066-1

    Centro de Investigacin y Desarrollode la Cultura Cubana Juan MarinelloAve. de Rancho Boyeros Nm. 63, Plaza de la Revolucin,Ciudad de La Habana, 10600, Cuba

  • 5Hace poco ms de un ao, en una tarde del otoo milans,a pocos metros de la imponente Plaza del Duomo, surgi laidea de reunirnos en Cuba para analizar y debatir la significa-cin actual del legado del gran pensador comunista italianoAntonio Gramsci. De inmediato, mi amigo Luigi Pestalozzacomenz a trabajar en el proyecto, mientras que por nuestraparte encomendamos la tarea al Centro de Investigacin yDesarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. Hoy que elproyecto se convierte en realidad, me complace sumamentedar a los amigos italianos la ms clida bienvenida a nuestropas y me embarga el orgullo de compartir con ustedes lacerteza de que este encuentro no tiene nada que ver con losejercicios retricos acadmicos. Hablar de Gramsci en Cuba,en la Cuba de hoy, en estos cruciales aos de la dcada de los90, adquiere una significacin simblica. Es hacer un acto defe en la redencin humana, apostar por la justicia social, com-prometernos con un futuro mejor para el Hombre. Es tener aGramsci vivo, actuante, como lo necesitamos los revolucio-narios, los que creemos que la utopa revolucionaria es posi-

    Armando Hart Dvalos

    Apertura del Encuentro*

    *Estas palabras fueron pronunciadas por Armando HartDvalos en la Apertura del Encuentro cientfico sobre el pen-samiento de Antonio Gramsci, coauspiciado por la Asocia-cin Cultural Marxista de Italia, el Departamento de Filosofade la Universidad de Pavia, Italia y el Centro de Investigaciny Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, celebradoen La Habana del 18 al 21 de febrero de 1997.

  • 6ble. Como necesitamos que permanezcan eternamente vivos yactuantes, siempre renovados, Marx, Engels y Lenin, el peruanoJos Carlos Maritegui, el argentino Abel Ponce y, por supues-to, el Che y Fidel.

    La obra intelectual y poltica de Antonio Gramsci nos sobre-coge por su significacin dramtica al quedar trunca con sutemprana muerte. A los 46 aos, aquel cerebro dej de pensar, secumpli as el pedido del fiscal en los juicios que le condenarona prisin, cuando dijo: No debemos permitir que este cerebrocontine pensando. Pocas veces se ha hecho por un adversa-rio un elogio mejor a un pensador.

    Simblicamente, y de modo trgico, no fue slo el cerebrodel comunista italiano el que dej de pensar. El movimiento co-munista internacional que en los aos 20 y 30 haba adquiridouna fuerza relevante en el terreno de las ideas, desemboc, trasel desenlace de la Segunda Guerra Mundial, en un camino biendistinto al enfoque de Gramsci sobre los temas de la democracia,la cultura, el socialismo y, por tanto, de los enfrentamientos po-lticos e ideolgicos que tena ante s el ideario de Marx, Engelsy Lenin.

    Conoca la historia y la vida del fundador del Partido Comu-nista de Italia y uno de los ms importantes --pienso que el msimportante pensador marxista europeo tras la muerte de Lenin,en los tiempos de entreguerras.

    Preso y enfermo en las crceles fascistas, continu pensan-do y luchando hasta su muerte. Asumi su posicin comunistay su visin del mundo en una poca en que el desarrollo delcapitalismo haba adquirido formas nuevas muy diferentes a lasde los tiempos de Marx y Engels e incluso, del propio Lenin.

    Conoci, por tanto, con ms profundidad y precisin, losproblemas de la democracia y el socialismo en Europa que elforjador de la Revolucin de Octubre y que los padres fundado-res del pensamiento socialista.

    Hace aos, alguien afirm que la poltica cultural cubana y,en especial, su carcter socialista y democrtico y su forma de

  • 7abordar las relaciones del Estado y el Partido con los intelec-tuales, tena fundamentos en Gramsci.

    En realidad, las ideas cubanas al respecto eran hijas delpensamiento martiano y venan de nuestra historia cultural.A m, particularmente, se me enriquecieron con las experien-cias del trabajo educativo y de masas de los primeros seisaos de la Revolucin.

    All llegu a apreciar la necesidad de una amplia participa-cin popular y, a su vez, de un empeo pedaggico e intelec-tual de rigor y profundidad. Para esto disponamos de la enor-me riqueza de ideas que la larga historia de la escuela cubanamostr ante nosotros. Con el Enero victorioso de 1959, losmtodos polticos de la Revolucin Cubana que se revelanen toda la obra creadora de Fidel y que, en especial, se mani-festaron en el campo de la cultura y el arte en sus clebresPalabras a los intelectuales, de 1961, venan tambin a sig-nificar una luz importantsima.

    El gigantesco movimiento de masas que gener la Revo-lucin en la educacin y la cultura, fueron decisivos paracomprender las lneas bsicas que requera una poltica acer-tada en este frente situado en la espina dorsal de las necesi-dades que el socialismo debe satisfacer si quiere mantenersevivo y pujante.

    En el Ministerio de Cultura, y en contacto con lo mejor dela intelectualidad cubana y con la poblacin abordando losms complejos temas del arte y la cultura, se me fue confir-mando la esencia de esa poltica. Por estas razones, ante elsealamiento de que nuestra poltica estaba fundamentadaen Gramsci, aclar que provena de la historia y la experienciacubanas.

    A esta afirmacin nuestra, un intelectual cubano argu-mentaba, con razn, que si esto era as, ello vena a corrobo-rar la validez del pensamiento cultural de Antonio Gramsci.Por tal circunstancia, decid conocer, en detalles, diversosmatices del pensamiento revolucionario del fundador del Par-

  • 8tido Comunista de Italia, y as pude constatar que, en efecto,se haba producido una coincidencia esencial entre conclu-siones derivadas de la historia cultural de Cuba y las delpensamiento gramsciano.

    Sent satisfaccin porque una vez ms comprobaba la cer-teza de nuestras ideas. Realmente, Gramsci haba profundiza-do en el tema en el plano filosfico con tal rigor que hoypodemos considerarlo como uno de los clsicos del pensa-miento socialista. En el terreno especfico de la cultura y delas relaciones del Partido y el Estado con los intelectuales,hace un aporte singular. Marx, Engels y Lenin sentaron lasbases filosficas, econmicas, sociales y polticas, pero nopudieron apreciar con tal sutileza y en toda su dimensin laproblemtica de los intelectuales y la cultura. Sencillamente,porque no la tuvieron nunca ante s en la forma en que sepresent en tiempos de Gramsci.

    Obviamente, sin la solidez del pensamiento de Marx, Engelsy Lenin, no se hubieran producido los aportes, a los queGramsci llam filosofa de la prctica, que no es ms que laprctica del marxismo en la poca del impetuoso desarrollocapitalista del siglo XX.

    Lenin denunci y caracteriz al imperialismo desde Rusiaque era una de las regiones ms atrasadas del viejo continente.Estaba propiamente en la periferia del sistema capitalista mundial.

    Marx y Engels estudiaron la cuestin en el pasado siglo.Gramsci, ms contemporneo a nosotros, situ su enfoqueclave en el tema cultural. Dnde est la esencia de su plan-teamiento? Dira, desde luego, alrededor de las relacionesentre cultura-intelectuales y sociedad-revolucin.

    Movido por un inters de nuestra poltica inmediata, hellegado a la conclusin de que la esencia del planteamientode Gramsci se halla en estudiar cmo la comunicacin entre lalabor de los intelectuales y la prctica social transformadoraes un tema central de la poltica, y que es en ella y no en otraparte, donde se resuelve o complica su problemtica.

  • 9Para entenderlo as, hay que partir de la caracterizacin delas capas intelectuales como el vasto campo de la poblacin --enCuba ha crecido de manera notable-- que se ocupa concreta-mente de realizar su labor a partir de la inteligencia y la cultura. Esdecir, que para l, intelectual es todo aquel que ejerce un oficioen el que el peso decisivo es la cultura y la inteligencia.

    Es en la poltica donde hay que librar la batalla decisiva decarcter intelectual para poder tener una sociedad sana. En elorden de las Ciencias Sociales y Humansticas, la poltica esla forma en que se materializa el pensamiento y las conclusio-nes cientficas a que se llega. La poltica es la prctica desintetizar todo el pensamiento social, econmico y culturalen general.

    La clave de una poltica revolucionaria sabia estar, pues,en promover una comunicacin en el seno de los estamentosintelectuales y de todos ellos con el resto de la sociedad. Estaes una labor de cultura y la esencia de ella es una responsabi-lidad concreta de la poltica.

    De forma prctica, se observa que all donde se interrum-pi el nexo o la comunicacin de las capas intelectuales en-tendidas en su ms vasto alcance, y el resto de la pobla-cin, signific la muerte de las revoluciones. Podemos ponermuchos ejemplos.

    Tanto entre los intelectuales como en todo el pueblo, haypersonas que actan con vocacin de servicio y espritucreativo y hay personas egostas que proceden a la inversa.En la prctica, todo esto est muy mezclado y en el anlisis deesta mezcla est, precisamente, el sentido de una tica polti-ca profunda.

    La tica, cuyo valor ms alto para los cubanos y los socia-listas en el mundo, es el sentido de la justicia. El tema tico seha convertido en una de las cuestiones clave de la polticamoderna. Obviamente, cuando en el seno de las capas inte-lectuales se opera con falta de tica, se tiene ms poder paraimponer el mal.

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    Si se produce una interrupcin entre cultura y poltica,cualquiera que sea la razn, tendr su origen en una limita-cin o un enfoque equivocado de la poltica. A los polticoscorresponde esta responsabilidad de sntesis, y si no tienelugar, el fallo no es de los artistas, de los escritores, de losmdicos o de los cientficos, es de la poltica y de los polticos.

    En Cuba, la identidad entre vanguardia poltica y cultural,en general, ha sido una realidad que tiene sus races en elmismo proceso de formacin de la nacin cubana. No pode-mos olvidar cmo Flix Varela, el primer gran pensadorindependentista fue, a su vez, una de las figuras cimeras delmundo intelectual cubano de la primera mitad del siglo XIX. Yah est la sntesis prodigiosa de Jos Mart, a quien quisira-mos promover en Europa con la ayuda de ustedes.

    En la literatura martiana, encontramos el compromiso pa-tritico y la hermosura de su palabra mgica integrando unaidentidad, que lo hace dialogar con su escritura y decir: Ver-so, o nos condenan juntos o nos salvamos los dos. En estaafirmacin, hay un sello imborrable del diseo de nuestracultura.

    En sus versos Yugo y estrella, la imagen potica asumeuna dimensin filosfica y tica con tal fuerza de universali-dad que deja el alma en suspenso y asumimos lo que objeti-vamente somos: piezas de la larga evolucin de la historianatural. Se llega, en medio de nuestra insignificancia indivi-dual, a sentir como deber sagrado el de continuar luchandopor un paso de avance en la historia social del Hombre. Loexperimentamos tambin en el Cntico Csmico de ErnestoCardenal. La esencia de este pensar y sentir martianos seconcreta y se ensambla en su prodigiosa percepcin del arte.Aqu tica, filosofa y arte como una joya de nuestra historiacultural, muestran otro sello clave de la identidad nacional.

    En el pensamiento martiano hicieron sntesis el ideal denacin y la utopa universal del Hombre que como las msaltas aspiraciones de la edad moderna han estado vivas en

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    los nobles corazones desde los das de Fray Bartolom de lasCasas, hace ms de 500 aos, hasta los de Ernesto Che Guevara,en la segunda mitad del siglo XX.

    Esto es, amigos de Gramsci, lo que intenta extraernos delalma a los cubanos aquellos que sin conocer nuestra historiatratan de dictarnos desde fuera modelos que corresponden ala peor herencia de la humanidad moderna. S, debemos reno-var, pero para ser ms radicales y consecuentes con JosMart y su significado universal. Fue el Apstol el autor inte-lectual de nuestra Revolucin y es sta la que nos permitiestudiar, amar y relacionarnos con las figuras ms democrti-cas y humanistas de la Historia; entre ellas, se encuentra enun lugar de honor Antonio Gramsci.

    Sin la Revolucin, no tendramos la amplitud de miras paraencontrar los nexos del pensamiento gramsciano con las ideasdemocrticas y revolucionarias cubanas. Esta y no otra es laapertura que viene desarrollando Cuba desde hace casi 40aos y se desarrolla con mayor fuerza an, en las ideas queestn por venir. Renovar para facilitar vnculos cada vez msamplios a favor de la tradicin revolucionaria que Gramsci enEuropa y Maritegui en Amrica, representaron entre las dosgrandes guerras, cuando, precisamente, comenz el caminoque desemboc en el derrumbe del socialismo real. As y sloas, podremos tener la verdadera apertura ante el mundo. Ycul sera la historia real que hoy recordramos de haber al-canzado consenso las ideas de Antonio Gramsci?

    Desde un punto de vista prctico, esta pregunta es inne-cesaria, pero para una poltica mejor en el presente y hacia elmaana es imprescindible estudiar la obra intelectual del pen-sador italiano.

    Nunca imaginaron nuestros enemigos que, sobre la basede la autenticidad de nuestro pensamiento revolucionario,daramos la batalla por la renovacin de las ideas. Renova-cin para nosotros no es hacer tabla rasa del pasado, destruirla Historia, renegar absolutamente de todo. Renovar es con-

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    servar los mejores hallazgos de la obra precedente y disearnuevos contenidos y, a su vez, nuevas formas en la conquis-ta de los espacios de libertad, justicia, solidaridad y amor quefundamentan la aspiracin ms elevada.

    La vida ha mostrado que no es colocando ismos ideolo-gizantes a continuacin del nombre de los sabios, como pue-den alcanzarse victorias estratgicas. Es abrindose en aba-nico hacia el estudio de las figuras ms creativas del pasadocomo se asegurar el triunfo definitivo de sus ideas lumino-sas. Entre estas figuras estn los nombres de Jos CarlosMaritegui, Antonio Gramsci y Ernesto Guevara. Entre esasenseanzas, se encuentra la de Fidel y la Revolucin Cubanaque, desde la dcada del 60, advirti los males esenciales quetena el socialismo real y seal que ellos se relacionaban conel tema que ha resultado esencial de nuestra poca: la cues-tin tica. Tema, a su vez, muy vinculado a otra clave esen-cial: la idea de la democracia.

    Gramsci concibi un diseo democrtico para enfrentarlos debates de ideas a favor del socialismo. Se fundamentabaen el papel de la cultura. Socialismo, cultura y democraciaconstituyen una triloga del pensamiento gramsciano. Sinembargo, el curso que siguieron las luchas socialistas des-pus de la muerte del forjador del Partido Comunista de Italiaech por la borda el enlace entre estas tres categoras y, dehecho, tuvo lugar un proceso, que, en ltima instancia, con-dujo a la utilizacin de mtodos impositivos. Tales mtodosacabaron imponindose en la lucha por el socialismo.

    El carcter irreconciliable de las luchas de clases y la ideamarxista esencialmente vlida de que la violencia es la parterade la Historia, serva como fondo al drama, o como justifica-cin a una concepcin voluntarista, reduccionista, acercade estos conceptos. Se pas por alto que la necesidad de laviolencia se origina en la accin y la conducta de los enemi-gos de los trabajadores y que los socialistas no pueden apa-recer como propiciadores de los mtodos impositivos. Slo

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    es el pueblo el que emplea en los casos imprescindibles, laviolencia contra los sistemas de explotacin.

    En el fondo, se subestim la cultura porque se le concebaal modo relajante y superficial, como conciliadora, y es obvioque con los enemigos de los pueblos no debemos conciliar.Puede haber, y la hay, una cultura liberadora y ella es, porejemplo, exponente de la expresin pura de la cultura nacio-nal cubana.

    Desde luego, la cultura a escala social obliga a la bsque-da democrtica del equilibrio, pero equilibrar no es conciliar.Mart seal que la bsqueda del equilibrio normaba todoslos actos de su vida y ella le llev, en las especficas condi-ciones de Cuba de finales del pasado siglo, a la guerra nece-saria, humanitaria y breve, iniciada en 1895.

    Sobre los fundamentos de la movilizacin y participacinpopular, el Apstol organiz una guerra enteramente justa. Elconcepto martiano de la Guerra de Independencia de Cubatiene un basamento de carcter cultural.

    El equilibrio que sirve para normar los actos de una vidarevolucionaria slo puede alcanzarse por vas democrticas,y a m me parece que aqu hay una relacin entre el pensa-miento martiano de la repblica con todos y para el bien detodos y la idea gramsciana del consenso como fuerza decisi-va para un crecimiento democrtico de honda raz popular.

    Pueblo y cultura estn en la esencia de toda la concep-cin gramsciana de los caminos de la revolucin. Recorde-mos la idea martiana de que ser cultos es el nico modo deser libres. Pienso que Gramsci se haba abrazado a este pen-samiento.

    En el ascenso de la conciencia poltica de las masas quees, en esencia, cultura, y en el enfrentamiento a las ideasconservadoras y reaccionarias sobre fundamentos cultura-les, se hallan elementos bsicos del pensar gramsciano. Es-tos elementos estn vivos en el pensamiento martiano. Seproduce una coincidencia esencial entre el forjador del Parti-

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    do Comunista de Italia y el creador del Partido Revoluciona-rio Cubano de 1892. Merece la pena que estudiosos italianosy cubanos investiguen estas conexiones, porque no slo setrata de un homenaje a Gramsci sino, especialmente, de anali-zar a partir de sus aportes, los nuevos caminos que tiene querecorrer el movimiento revolucionario. Gramsci es una de lasllaves maestras para encontrar las nuevas vas que necesitael socialismo.

    Efectivamente, Gramsci planteaba partir de la lgica delenemigo para mostrar su inconsecuencia e hipocresa. Unaspecto medular de las desviaciones que impidieron un dise-o adecuado en los enfrentamientos ideolgicos gira en tor-no a la necesidad de combatir las tesis de nuestros enemigoscon mtodos dialcticos que son los propiamente radicales.El enemigo genera una tergiversacin de verdades importan-tes con el objetivo de enarbolarlas hipcritamente como ban-dera de su causa injusta y enfrentarlas as al pensamientorevolucionario. Esto ha estado siempre presente en la histo-ria de las ideas. Lo ms grave se encuentra en el hecho de quelos argumentos que el enemigo tergiversa estn dialc-ticamente enlazados con verdades esenciales que los revolu-cionarios defendemos. Si hacemos un rechazo dogmtico yse renuncia al anlisis dialctico, estaremos dejando en ma-nos reaccionarias las mejores banderas de la humanidad. Asdramticamente sucedi.

    Se produce de esta forma, un desmontaje de nuestras msconsecuentes y radicales ideas. De ello, podemos poner al-gunos ejemplos prcticos. La idea de los derechos humanos,de la democracia y de la sociedad civil ha venido siendo ter-giversada por los reaccionarios para privar al socialismo desus ms puras esencias, porque en estas expresiones se mue-ven los ms grandes descubrimientos y sueos del socialis-mo de Marx y Engels. De cmo se empleen estas palabras yen direccin a qu objetivo se dirijan, estar la decisin sobresi se sigue un camino socialista o el de su negacin reaccio-

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    naria. Pero lo que nunca debe hacerse es renunciar a estaspalabras. Ello equivale a renunciar a la cultura. No podemoshacerlo por el hecho de que el enemigo las emplee. Por elcontrario, debemos tener muy en cuenta que ellos las usanporque estas ideas poseen una gran vitalidad, y lo hacen enel sentido retrico y en forma tergiversada para servir a suspropsitos. La negacin dogmtica de los argumentos con-servadores hace perder la fecundidad a las tesis socialistas.Su negacin dialctica, a partir de asumir el lenguaje forjadopor la cultura universal como un valor revolucionario, es loms radical y efectivo. La mejor propaganda revolucionariasera aquella capaz de analizar dialcticamente los argumen-tos contrarrevolucionarios.

    Derechos humanos necesitamos para 5 mil millones dehombres que pueblan el planeta. Democracia significa --comodijo Lincoln-- gobierno del pueblo, por el pueblo y para elpueblo. Y la inmensa mayora del pueblo es trabajador y po-bre. Sociedad civil necesitamos, pero orientada en direccina los objetivos socialistas, que son los que representan lainmensa mayora del pueblo.

    Tenemos que reflexionar sobre el pasado, no para regodear-nos en una crtica intelectualizada, sino para avanzar y encontrarcaminos concretos que nos faciliten marchar hacia adelante. Estoslo se puede hacer con xito a partir de la cultura.

    Cuando se inici la perestroika en la URSS, alguien dijoque haba llegado el momento de rescatar a Marx como valorcultural. Y yo pens: por ah empezaron Marx, Engels, Lenin yMart, pero, sin embargo, la perestroika no condujo a la cultu-ra, sino a la incultura y la ignorancia. Por qu? Porque recha-zaron dogmticamente el pasado, y el dogmatismo los condu-jo a sus hermanos gemelos: la conciliacin y el entreguismo.

    El valor de una cultura se mide por su poder de asimila-cin crtica y de superarse ante las nuevas realidades. Lasideas de los sabios no valen en s mismas, sino por su poten-cialidad para descubrir, a partir de sus hallazgos, nuevas ver-

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    dades. Las ms elevadas y trascendentes ideas son piezasmaestras del edificio que va construyendo la humanidad enla historia de la cultura y sus bases estn en constante cam-bio y movimiento. Su trascendencia se encuentra en que re-sisten la prueba del tiempo, tienen algo importante que apor-tar y mantienen su valor por encima de coyunturas.

    No hay ms salida para los intelectuales: buscar la verdaden el pueblo. Esto se suele decir en forma retrica, Gramsci loafirm con rigor cientfico. Seal cmo a partir de las verda-des del sentido comn y su anlisis dialctico, se pueden irelevando a categora filosfica los ms profundos descubri-mientos y hallazgos del pueblo. El hablaba de que el sentidocomn equivala al folclor de la Filosofa. Pongamos algunosejemplos, introduzcmonos en un dilogo acerca de la verdadsencilla, concreta e irrebatible de que el Hombre necesita pri-mero comer, vestir, tener un techo y despus hacer filosofa,arte, religin y cultura.

    El mrito de Marx no estuvo en descubrir esta verdadconocida por cualquier persona antes o despus de l; estu-vo en elevarla a categora filosfica, extraerle consecuenciasprcticas y elaborar todo un amplsimo sistema de ideas abier-tas en funcin de este hecho concreto.

    A lo largo de los siglos, los poderosos intereses armaronuna enorme confusin intelectual sobre estos temas filosfi-cos y de la cultura. Se situ de forma distorsionada lo espiri-tual y lo material, pasando por alto su relacin dialctica. Lohicieron para impedir que los pobres y explotados tuvieranacceso a las verdades ms profundas que eran necesariaspara luchar por la libertad y la independencia. Marx extrae dela maleza ideolgica de siglos este hecho sencillo, le da carc-ter filosfico y elabora, a partir de l, toda su cosmovisin delmundo.

    La Filosofa desprovista de esta verdad esencial no podaser empleada a plenitud a favor de la liberacin humana. A suvez, los reaccionarios sacralizaron la filosofa, la cultura y la

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    vida espiritual del Hombre. Estas se hacan inaccesibles y nose entendan como propia creacin humana.

    Hoy, siguiendo el consejo de Gramsci, vayamos a analizarotra verdad del sentido comn o del buen sentido: sin vidacultural no existe humanidad. Si no se ubica lo espiritual en elnacimiento y desarrollo de las grandes civilizaciones, no po-dramos confirmar en la poca actual las esencias del materia-lismo de Marx, porque ellas han demostrado su existenciareal y su importancia prctica en los procesos histricos delsiglo XX y porque se necesita una alta conciencia universalpara enfrentar el drama del Hombre sobre la Tierra.

    Hace aos me pregunt: Para andar por la vida promo-viendo la justicia entre los hombres basta con las sabias de-finiciones de Marx, Engels y Lenin? Mart, siempre Mart, medio la respuesta cuando plante en la primera lnea en que serefiri a Carlos Marx: Como se puso del lado de los dbiles,merece honor. Hay ya, pues, una opcin tica porque nobasta con un mtodo cientfico o una gua para la accin, esnecesario emplearlos en funcin de la liberacin humana.Empecemos, pues, por recorrer un camino a favor del socia-lismo.

    Slo a partir de ellas, tendremos posibilidades de un es-clarecimiento de ideas y de una accin poltica para enfrentarel presente y el provenir, y esto slo se puede hacer sobre elfundamento de la cultura. Esta es la experiencia que podemosmostrar a ustedes y lo que nos interesa debatir en el presenteencuentro.

    Gramsci ser, por tanto, texto y pretexto, meta y punto departida para un ejercicio legtimo que se inserta en las mejorestradiciones de nuestra prctica revolucionaria.

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    Quiero expresar la satisfaccin y la gratitud por estar enCuba, para hablar sobre Antonio Gramsci, en nombre de laAsociacin Cultural Marxista, representada por su presiden-te, Mario Vegetti, quien ha organizado este encuentro por laparte italiana; en nombre del Departamento de Filosofa de laUniversidad de Pavia y, tambin, en nombre de todos los miem-bros de la delegacin italiana y de los colegas extranjerosparticipantes.

    Para nosotros, que estamos convencidos de la fuerza y dela eficacia prctica, poltica e ideal de su pensamiento en elconflicto de hoy en el mundo, es una satisfaccin poder razo-nar y discutir sobre Gramsci en Cuba, y participar en un hechode gran significado precisamente gramsciano; quiero decir, enrealidad, que contra la estrategia de divisin y aislamiento quellevan adelante en el mundo actual las fuerzas conservadoras,nos encontramos en Cuba con sus intelectuales, que es comodecir, gramscianamente, con su pueblo, para trabajar juntosen la construccin de una nueva cultura antagonista, con unsentido comn, opuesto al dominante en el mundo.

    Y esto es muy significativo, muy importante, y nos produ-ce una gran satisfaccin. Nos hace recordar, entre otras co-sas, del modo ms vivo, la muerte hace sesenta aos, deGramsci; pero, deca tambin, gratitud. Gratitud hacia nues-tros anfitriones cubanos, por haber pensado y deseado estacita. En primer lugar, Armando Hart, como Ministro de Cultu-ra. A l, va dirigido mi saludo personal, amistoso. Nuestro

    Saludo de la delegacin visitante

    Luigi Pestalozza

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    agradecimiento, tambin, al amigo Pablo Pacheco Lpez, Di-rector del Centro de Investigacin y Desarrollo de la CulturaCubana Juan Marinello, por haberlo organizado y, en particu-lar, por haberse ocupado de la parte cientfica, lo que nos hapermitido el encuentro con los estudiosos cubanos de Gramsci,con la investigacin que han realizado sobre su pensamiento,que sabemos ha sido con gran esmero y valor.

    Sin embargo, es un encuentro para continuar encontrn-donos. Hemos venido a La Habana --lo digo con particularconviccin a Abel Prieto, otro amigo y nuevo Ministro deCultura--, con el propsito de avanzar, de sentar las bases deun trabajo comn que prosiga, se desarrolle, siempre en lalgica del movimiento por cambiar la situacin presente en elmundo, lo que fundamentalmente nos une. Y, por lo dems, esuna buena seal que en Italia exista, en el mundo de la culturay de la poltica democrtica, una gran atencin por nuestroEncuentro, como lo ha demostrado tambin la solicitud, cadavez mayor, de participar en l y que no hemos podido satisfa-cer, pero que bien promete para el futuro.

    Y, por otra parte, nuestra delegacin, que, entre otros, estintegrada por Giorgio Baratta, vicepresidente de la Asocia-cin Internacional de Estudios sobre Gramsci, hubiera sidoms amplia, si algunos colegas hubiesen podido venir, perorazones de salud o compromisos universitarios impidieron supresencia, como sucedi con Jaques Texier y GiuseppePrestipino. Este ltimo, me ha confiado su contribucin, titu-lada La guerra de posiciones en la fase del capitalismo glo-bal; tambin, Jos Barata-Moura ha debido renunciar porinconvenientes en la organizacin del viaje, pero envi tam-bin su ponencia, titulada El materialismo filosfico comoproblema y los Cuadernos de Antonio Gramsci. Un serio eimprevisto compromiso familiar retiene en Roma a AntonioSantucci, quien ha confiado a Guido Liguori el texto de suintervencin para que la leyera en su nombre. Por ltimo, otrosdos participantes previstos y, tambin, de primer rango, Do-

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    menico Losurdo y Edoardo Sanguneti, tampoco han podidoasistir a este Evento, al igual que Giuseppe Vacca, director delInstituto Gramsci, por coincidir con el Congreso nacional desu partido, el PDS. Y somos nosotros los primeros que senti-mos pesar por esta ausencia.

    Permtanme decir, que en este Encuentro he trabajado, demodo especial, reflexionando tambin sobre aquello de lo quesiempre he estado muy convencido, o sea, que saber organi-zar las propias acciones, los propios hechos, es la forma prin-cipal y ms fuerte de antagonismo que puede y debe practicarel intelectual contra quien, desde siempre, trabaja para pri-varnos de esta capacidad organizativa.

    Gramsci, por otra parte, nos ha enseado esto: no slo serlibres, sino, sobre todo, autnomos, como l lo fue cuando loprivaron de la libertad, no de su autonoma. Por lo tanto, lesdeseo buen trabajo, colegas y compaeros.

    La Habana, 18-21 de febrero de 1997

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    Intercambio tericosobre la vigenciadel pensamiento

    de Antonio Gramsci

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    Al intervenir en este Encuentro sobre Gramsci, y al parti-cipar junto al Centro de Investigacin y Desarrollo de la Cul-tura Cubana Juan Marinello, me limitar a hacer algunas con-sideraciones. Comenzando por el ttulo que he dado a esta in-tervencin, Por qu Gramsci hoy?, que quiere decir tam-bin, o sobre todo, Por qu hoy aqu, en Cuba, cubanos eitalianos hablan de Gramsci?

    Podra decir que, al igual que para ustedes, los cubanos,es Jos Mart, para nosotros, los italianos, Antonio Gramscies el pensador revolucionario que ha planteado la cuestinde la nacin considerando y abordando las mismas relacio-nes mundiales. Temas que propondra para otro Encuentro,que podramos celebrar en un futuro.

    Gramsci, al plantear la cuestin nacional, la ha planteadocomo marxista, es decir, en trminos actuales, hoy ms quenunca, tiles para nuestro antagonismo que ataca el capita-lismo como se configura actualmente en el mundo, como pro-cede, dado que, en realidad, hoy est en accin un procesode globalizacin capitalista, de mundializacin capitalista,neoliberal de la economa, cuya consecuencia orgnica, es-tructural, es el gobierno internacional de la economa mun-dial, o sea, es un estado de dimensin internacional (el esta-do de las multinacionales, del capital financiero de dimensinmundial), por lo cual nuestro mismo antagonismo, no puededejar de considerar el cambio de la situacin presente en elmundo, no puede dejar de plantear inmediatamente tambin

    Por qu Gramsci hoy?

    Luigi Pestalozza

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    la cuestin nacional como cuestin de dimensin mundial: osea, no puede no hacerla llegar a ser verdaderamente revolu-cionaria en un sentido mundial. Pero, precisamente Gramscise plantea la cuestin de la revolucin como cuestin nacio-nal que inmediatamente considera el mundo, las relacionespresentes en l, o que es, por consiguiente, cuestin de luchaen la dimensin y en la dinmica del capitalismo, as que estambin en esta dimensin que nos hallamos aqu y ahorapara razonar sobre Gramsci, sobre por qu Gramsci hoy.

    En resumen, no por placer acadmico, sino verdadera-mente por la conciencia que compartimos, de la presenciaactiva del pensamiento de Gramsci en la situacin hoy pre-sente en el mundo, en el movimiento por cambiarlo, comenza-r tambin esta vez, como en la introduccin del libro El mar-xismo de Gramsci (Il marxismo di Gramsci), que se ha depublicar aqu en Cuba, con una observacin de EricHobsbawm, quien, al hacer la introduccin, a su vez, de unaseleccin suya de escritos sobre Gramsci, publicados en elmundo, observa cmo fuera de Italia Gramsci ha sido objeto,en ste, nuestro medio siglo, de una suerte cada vez mayor,ante todo como pensador comunista que ofreca una estra-tegia marxista adaptada a los pases en los que la Revolucinde Octubre poda fungir como inspiracin, pero no represen-taba un modelo: excepto que hoy la observacin hecha porHobsbawm es vlida tambin para pases como Italia, por locual, por otra parte, es verdaderamente en el orden de unasituacin mundial diferente en lo que respecta a la relacincentro-periferia en el mundo, que los propios comunistas ita-lianos proyectan hoy en una escala mundial su proyectoanticapitalista. En realidad, el proceso capitalista en accinhoy en el mundo, de mundializacin de la economa, lleva auna escala mundial los trminos del conflicto y los mismossujetos del antagonismo de clase, o sea, conjuga dentro deese antagonismo los nuevos sujetos que precisamente pro-duce esta fase capitalista. Y pienso en el aumento, en el mun-

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    do, de la nueva pobreza producida orgnicamente por el de-sarrollo mundial del capital financiero; por lo tanto, pienso enla inmensa masa de nuevos pobres en el mundo sin ms fron-teras, que es el resultado de esto; o, por ltimo, pienso encmo todo conduce precisamente a la cada de las divisiones,categoras, vlidas hasta ayer, como Norte y Sur del mun-do, o Tercer Mundo, etctera: as que entonces la propiaItalia se encuentra hoy formando parte de las nuevas divisio-nes sociales, culturales, materiales, en una dimensin mun-dial, o de un conflicto de clase dentro del cual, pues, el anta-gonismo comunista puede y debe concebirse y ejercerse sloen tal nivel mundial.

    Es as como Gramsci deviene el marxista de nuestro siglo,quien, quizs, mejor nos ayuda a comprender la propia formaen accin, en un nivel mundial, del conflicto; pero precisa-mente porque su propuesta de una estrategia revolucionariamarxista como la especifica Eric Hobsbawm no atae slo aciertos pases, como quiera que sea, ajenos a Italia, ajenosa la misma Europa, sino que tiene que ver con todo el mundo,con todas las mismas fuerzas revolucionarias, comunistas enprimer lugar, que en l no encuentran hoy un modelo, porquede todos modos no podran encontrarlo. Entonces no es ca-sual que, en esta fase de difusin y mayor importancia de laactividad financiera del sistema econmico capitalista de laeconoma mundial, o, por consiguiente, de una estrategia suyade control o dominio global del mundo que configura un nue-vo imperialismo, sino tambin nuevas contradicciones en suseno, se celebre aqu en Cuba, ste, nuestro Encuentro grams-ciano, que es en realidad gramsciano, pues en lo que respectaa determinarlo, a organizarlo, contribuye la posibilidad real detrabajar en comn para la construccin de una nueva culturade la transformacin, del antagonismo anticapitalista hoy, peroprecisamente para comenzar en realidad con la cuestin per-fectamente gramsciana de los intelectuales, del papel quedesempean y de su responsabilidad en la sociedad en la

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    cual se desenvuelven: y hoy, sin duda, en la sociedad asalta-da por la globalizacin liberal que, naturalmente, Gramsci noconoca; l nos sirve, verdaderamente hoy, en esta situacinactual, al igual que ayer su marxismo ha entrado en relacincon los procesos generales que entonces actuaban en elmundo. Y, por ejemplo, pienso en particular en cmo verdade-ramente el desplome de la capacidad general operada en elmundo desde la Revolucin de Octubre, ha penetrado de modoactivo en su estrategia marxista, o sea, en su teora de latransformacin, y del propio socialismo, construida, sin em-bargo, ante todo, sobre el estado particular de la lucha declases, y poltica, presente en Italia. Por lo cual, hasta lasgeneralizaciones ms amplias (cito todava a Hobsbawm) es-tn siempre en relacin con la investigacin de las condicio-nes prcticas para transformar el mundo con la poltica en lascircunstancias especficas en las que l escriba. Exceptoque, precisamente Gramsci escriba en las circunstancias deun pas que a pesar de pertenecer al centro capitalista delmundo, a pesar de su historia de dominio mundial, era mscercano, por la forma de su desarrollo retardado, a la situa-cin de su periferia: lo que, sin dudas, ha favorecido el hechode que las generalizaciones gramscianas en relacin con elcambio, con la formacin de la nueva sociedad, hayan termi-nado por concernir, de un modo por lo dems indito en elmarxismo europeo, a las zonas precisamente perifricas delmundo capitalista.

    De aqu la actualidad de Gramsci, de su estrategia marxis-ta, en el mundo que ha sufrido cambios despus de la ltimaguerra, es decir, en el mundo donde los propios pasesperifricos son invadidos por protagonistas del resquebra-jamiento del orden histrico dominante hasta ahora: por loque entonces no es casual que precisamente en ellos hayanaparecido antes que en muchos pases centrales, consisten-tes antologas de sus Cuadernos de la crcel: o que, porconsiguiente, en estos pases tambin se haya formado, de

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    un modo gramsciano, una intelectualidad revolucionaria par-tidaria del estado local de la situacin presente, que luegosiempre ha planteado significativamente la cuestin grams-ciana de la relacin entre intelectuales y simples: donde lossimples son el rea de composicin abigarrada de los subal-ternos (desde el obrero hasta el marginado), y donde los inte-lectuales son aquellos que desempean un papel de direc-cin cultural, formativo de conciencia antagonista, pero pre-cisamente como parte del movimiento de transformacin dela sociedad.

    Detalle, este ltimo, notable, importante, puesto que ver-daderamente aqu se ha revelado --lo sabemos--, un significa-do equvoco. Aquel por el cual, para Gramsci, los intelectua-les seran los nicos sujetos reales de la accin revoluciona-ria, o sea, seran los protagonistas de una regresin iluminista,marcada entre otras cosas, precisamente por lo contrario delpensamiento gramsciano sobre la cultura de la transforma-cin y sus sujetos; es decir, marcada por las formas de divi-sin stalinistas entre aquel que piensa y aquel que ejecuta lahistoria. Al contrario, Gramsci introduce en la cuestin de larelacin entre intelectuales y simples, y de hecho porque paral los simples son los sujetos reales del antagonismo, de larevolucin, la cuestin de la hegemona o, por tanto, de lademocracia. Escribe Gramsci, en realidad, en el prrafo 191 delCuaderno 8, titulado precisamente Hegemona y democra-cia: Entre los muchos significados de democracia, me pare-ce que aquel ms realista y concreto es el que se puede ex-traer en relacin con el concepto de hegemona. En el sistemahegemnico, existe democracia entre el grupo dirigente y losgrupos dirigidos, en la medida en que (el desarrollo de laeconoma y por tanto) la legislacin (que explica tal desarro-llo) favorece el paso (molecular) de los grupos dirigidos algrupo dirigente. Salvo que entonces es aqu que, ms quenunca, hoy el intelectual democrtico, es decir, activo en elmovimiento por cambiar el estado de cosas presente, se dife-

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    rencia de aquel integrado en el proceso de regresin histri-ca, o postmoderno como lo llama Edward W. Said: es decir,es aqu que, segn Gramsci, el intelectual de la democraciarelacionada con la hegemona se diferencia en trminos prc-ticos por una serie de comportamientos que encontramos pre-cisados en algunos prrafos del Cuaderno 20: salvo queestos mismos prrafos hacen pensar preliminarmente en laestimulante sintona entre el Gramsci que conjuga democra-cia y hegemona, dirigentes y dirigidos en una relacin org-nica de construccin de la nueva sociedad antagonista, diga-mos anticapitalista, y la Cuba revolucionaria de hoy que mien-tras se niega a encerrarse en un utpico aislamiento, asumeun papel antagonista preciso en el mundo donde el dominiodel capital financiero quiere decir aquel liberalismo radical yautoritario que Ignacio Ramonet llama religin del merca-do; o sea, quiere decir que en trminos de recada social enel mundo de aquel mercado elevado a religin, al uno porciento de ricos corresponde la mayora de los pobres, pobrestambin cuando trabajan (y cito a un politlogo estadouni-dense de derecha, Edward Luttwak); o, todava, quiere decirque, por ejemplo, precisamente tambin en Italia la implica-cin en aquella estrategia capitalista de empobrecimiento cre-ciente, de produccin de pobreza masiva, cambia la propianaturaleza y la propia forma del conflicto: de hecho, tambinen Italia, como en el resto de Europa, la pobreza y el empobre-cimiento cada vez mayor de estratos siempre nuevos de lapoblacin, deviene parte del antagonismo de clase, de supraxis, de su teora. Salvo que entonces vemos aqu de nuevola actualidad de Gramsci, que en el prrafo 3 del Cuaderno20,aconseja no aceptar la pobreza como una fatalidad debidaa la inevitable divisin social, o, por consiguiente, recomien-da substraerse a la concepcin pasiva que se tiene de ella, yque difunde, el catolicismo. O sea, ms all del mismo catoli-cismo, Gramsci ve ya con claridad que una concepcin pasi-va de la pobreza impide ver cmo en realidad ella sea parte

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    necesaria de la estrategia imperialista del capital mundial, ocmo, pues, ella sea parte y pueda/deba devenir sujeto acti-vo del conflicto: as, me parece entonces que, de nuevo, aqu,Gramsci y Cuba, y su Revolucin, se encuentran, en el senti-do de que si Cuba ha sido obligada a la pobreza y precisa-mente por no renunciar a su Revolucin, tanto por deberlateorizar y practicar como parte de su negativa revolucionariade ceder a la lgica y a la violencia del imperialismo norteame-ricano; no obstante, la praxis y las teoras revolucionarias,cubanas, de la pobreza, son lo contrario de aquellas del mun-do que, a su vez, la organiza estratgicamente, la produce. Enotras palabras, Cuba, su Revolucin, por decirlo as, parecehaber ejecutado, haber puesto en prctica, el consejo deGramsci sobre la pobreza; dado que sobre la pobreza que sele ha impuesto por el contexto o el conflicto mundial, ha cons-truido su antagonismo, su sociedad opuesta, en la cual lapobreza no es concebida pasivamente, sino como su factoractivo. Excepto que mientras en Italia, y henos aqu de nuevoen el orden generalmente significativo de nuestras relacio-nes, los comunistas que regresan a Marx considerando tam-bin a Gramsci capaz del anlisis terico que implica activa-mente en el conflicto las reas de pobreza y de marginacinde la sociedad italiana, captan el sentido mundial de esta en-seanza, de este marxismo gramsciano, hasta comprender yafirmar la dimensin necesariamente mundial del proyecto deellos de superacin del capitalismo italiano. O sea, hasta con-siderar la pobreza cada vez mayor del mundo como el estadode cosas presente que se puede cambiar.

    Gramsci es, pues, el pensador marxista de este nuevo di-logo de clase, verdaderamente de ablandamiento, entre suje-tos diferentes, realidades diferentes, antagonismos distan-tes: pero, por ltimo, en el sentido que el dilogo de la claseobrera tradicional y nueva, como va formndose hoy en elmundo, tiene lugar con las nuevas realidades y subjetivida-des sociales que un marxismo como el gramsciano, por decir-

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    lo as fundador de una antropologa cultural marxista, con-siente en volver a conducir el conflicto con sentido y valorantagnico.

    No obstante, entonces el mismo bloque histrico grams-ciano sale hoy del mbito estrechamente occidental, euro-peo, en el cual lo hemos limitado nosotros, los italianos, enprimer lugar. En cambio, lo descubrimos hoy, como Gramsci lohaba pensado, proyectado en el conflicto, en las contradic-ciones del mundo ya en su tiempo dividido de modo comple-jo, que, entre otras cosas, comprometa, y comprometi aGramsci en primer lugar, a pensar y practicar una nueva cultu-ra antagonista: la cuestin de los intelectuales, y tambin porcmo hemos llegado a ella nosotros a partir de este Encuen-tro gramsciano cubano/italiano, no puede ser encerrada en ladecisiva cualidad crtica, antes bien, dialctica, que reconocea Gramsci un lcido estudioso suyo estadounidense, JosephButtigieg, cuando subraya la aguda sensibilidad de Gramscipor las relaciones entrelazadas entre las diversas esferas deinvestigacin y de produccin de la cultura, la amplia gamade sus intereses y los esfuerzos realizados por introducir elpunto de vista de los grupos subalternos, derrotados y mar-ginalizados en el estudio de la historia. Si en realidad nosdetuvisemos aqu, el mrito de Gramsci sera grande de to-dos modos, pero dentro de la praxis del mundo de interpretary no necesariamente de cambiar; mientras que, en cambio,porque Gramsci pensaba y obraba como intelectual del cam-bio tiene, entre otras cosas, un lugar central, mientras traba-jaba en el sentido de Buttigieg, el papel pedaggico, la res-ponsabilidad formativa, la funcin de educacin del intelec-tual antagonista, que precisamente por eso, a su vez, se edu-ca, se forma, aprende, estando en el interior de los grupossubalternos, derrotados, marginados. As, en la Nota IV delCuaderno II (XVIII) 1932-33 (Introduccin al estudio de lafilosofa), y despus del inicio donde se dice que Crear unacultura nueva (...) significa tambin y de manera especial,

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    difundir crticamente las verdades ya descubiertas, sociali-zarlas, por as decirlo, y por lo tanto, hacer que lleguen a serbase de acciones vitales, elemento de coordinacin y de or-den intelectual y moral, Gramsci habla, entre otras cosas, delas necesidades determinadas para cada movimiento cultu-ral que tienda a substituir el sentido comn y las viejas con-cepciones del mundo en general, y recomienda en particulartrabajar incesantemente por elevar intelectualmente estra-tos populares cada vez ms vastos, es decir, por dar persona-lidad al elemento amorfo de masa, lo que significa trabajarpara promover lites de intelectuales de un tipo nuevo quesurjan directamente de la masa, pero permaneciendo en con-tacto con ella para devenir las ballenas del corset.

    Esta segunda necesidad, si es satisfecha, es la que ver-daderamente modifica el panorama ideolgico de una poca.As Gramsci concluia el pasaje, con una indicacin importan-te, precisa, que, entre otras cosas, desmiente a quien, comoSaid esta vez en evidente vicio ideolgico, considera quepara Gramsci sean los intelectuales y no ya las clases el ejesobre el que gira la sociedad moderna; salvo que Said com-parte de este modo la tendencia difundida en la izquierda noantagonista occidental al asumir al intelectual antagonista deGramsci en el rea separada de la cultura, de la lite intelectualcomo sujeto social autoreferente, en fin, portador de una rela-cin jerrquica del todo tradicional, que de todos modos com-prueba la idea y la prctica de la sociedad dividida, jerar-quizada.

    En cambio no, es cierto lo contrario, como lo indica elpasaje citado, o sea, por cmo tambin en l Gramsci no vin-cula ni siquiera al intelectual antagonista, su tarea formativade un sentido comn alternativo, a la inmediatez del conflictode la clase, sino a la masa como dimensin social real delcapitalismo que a la vez que la asume en su economa y portanto hace de ella precisamente su referente social, la deseaamorfa, pasiva, tanto privada de subjetividad intelectual o

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    por consiguiente crtica, para neutralizar en su acefala la mis-ma clase antagnica, el mismo antagonismo de clase. O sea,Gramsci es plenamente consciente en aquellos primeros aosde la dcada del treinta --en los cuales piensa en los intelec-tuales-- de que el conflicto de clase en la fase del desarrollocapitalista, implica la formacin de una sociedad suya, mun-dial de masa, pero contextualmente al frente de la dimensinmundial que con el Octubre sovitico ha asumido la revolu-cin, el rompimiento con la historia nicamente capitalista delmundo, se desarrolla y se decide sobre el terreno de la masa,ya inmensa de los hombres complicados ya todos en susnuevas contradicciones. En otras palabras, a partir de la con-ciencia jams perdida de la estructura de clase que tiene ymantiene el conflicto, Gramsci se ha planteado la cuestin delconsenso, de la dimensin de masa del conflicto, por lo cuales, por consiguiente, en este nivel que se sustituye el sentidocomn y con l las viejas concepciones del mundo en gene-ral: por lo que el intelectual precisamente como intelectual delantagonismo, de la construccin de una nueva cultura y deuna nueva sociedad, cuando se plantea hoy el problema de laformacin de una adecuada conciencia crtica de masa, en-cuentra hoy ms que nunca en Gramsci la referencia paracomprender quin es y para entrar en la justa relacin prcti-ca y terica con los movimientos de cambio del mundo, consus sujetos reales de clase. Excepto que entonces, no es porcasualidad que nos encontremos aqu en Cuba para razonarsobre Gramsci, antes bien, sobre los intelectuales y sobre lasociedad a travs de Gramsci. Aqu, en Cuba, la investiga-cin y la construccin del consenso, del nuevo sentido co-mn antagonista, constructivo, de una nueva cultura, de unanueva sociedad, parecen haber tenido y continan teniendoconnotados gramscianos. Y tambin por esto, encontrarnosaqu en Cuba para razonar sobre Gramsci, quiere decir tam-bin, por consiguiente, razonar sobre la estrategia comn deconstruccin de un mundo antagonista.

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    La crisis planetaria del socialismo y del marxismo no po-da hacer una excepcin con Gramsci, as la impronta de supensamiento ha recibido tambin, inevitablemente, los emba-tes de la marginalizacin que hoy sufre la concepcin elabo-rada por Marx y Engels. Pero, es tambin natural que, en losesfuerzos que se realizan aqu y all para no dejar desapare-cer la teora revolucionaria de nuestra poca, se inscriba, porderecho propio, el quehacer terico y poltico del agudo yoriginal pensador de la revolucin en Occidente.

    Muchos son los mritos de Gramsci, sobre todo, porqueen el plano de la teora se adentr en terrenos poco escudri-ados en la obra de los clsicos y, en ocasiones, apenastratados. Su penetrante anlisis se vio llevado as a recorreraspectos y relaciones que por el hecho terico mismo deplantearse preguntas y cuestiones representaban ya, en sumomento, una contribucin duradera al marxismo y al leninis-mo.

    Sin dudas, una de las dimensiones ms fructferas de suactividad concierne a sus anlisis y descubrimientos en elplano de la superestructura y de la cultura en general. Suobra, en este ltimo punto, represent, junto con otros auto-res, una contribucin apreciable que llenaba en parte un va-co del que adoleca el marxismo originario. Cabe, no obstanterecordar, en este sentido, que, contrariamente, a lo que confrecuencia se ha pretendido --tanto fuera como dentro decierto marxismo--, Gramsci no fue el creador ni el iniciador de

    Sociedad civil yhegemona en Gramsci

    Isabel Monal

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    una lnea antimaterialista basada en la cultura, ni tampococay en la supuesta fetichizacin de la superestructura que,en ocasiones, se le adjudica.1 Si la concepcin de Marx sobrela historia es la de una visin de totalidades, el marxismodeba ocuparse, por razones de consistencia terica y epis-temolgica, de todos aquellos aspectos que, fuera de la eco-noma y la poltica, apenas concitaron la atencin de sus fun-dadores y de muchos de los ms conspicuos marxistas deprincipios de siglo.

    En este orden de cosas, cabe subrayar que Gramsci, aligual que la mayora de sus contemporneos marxistas, esta-ba fundamentalmente interesado en el trnsito del capitalis-mo al socialismo, es decir, en el problema de la revolucin yde todo el conjunto de problemas estratgicos y tcticos quede tal empeo se derivaban. El inters del poltico italiano porla cultura y la superestructura no emanaban solamente delinters legtimo que ellas despertaban sino, en gran medidatambin, porque fueron los propios resultados a los que fuellegando en sus diagnsticos y anlisis sobre las posibilida-des y perspectivas de la revolucin en Occidente los que locondujeron, en coherencia terica y prctica, a adentrarse enel terreno de la cultura.

    Como es sabido, los descalabros de los intentos poste-riores a la Revolucin de Octubre en Europa pusieron en elorden del da el problema de las posibilidades reales de larevolucin en Occidente, es decir, en los pases capitalistasdesarrollados con la existencia de democracias parlamenta-rias que se hacan cada vez ms estables. Para muchos, eraevidente que el modelo de Octubre, que haba funcionado enla Rusia zarista, no era --como tal-- vlido para Europa y, enconsecuencia, sin ignorar las enseanzas de Octubre, se ha-ca necesario un ingente esfuerzo de anlisis y reflexin queabriera las posibilidades de la revolucin en Occidente.

    Es en este contexto de proyeccin en esencia revolucio-naria que se inscribe el esfuerzo de Gramsci. Y es fundamen-

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    talmente en los artculos de LOrdine Nuovo y en los Cua-dernos de la crcel que se encuentra el fruto de sus descu-brimientos.

    Las caractersticas diferenciadas entre Oriente y Occiden-te respecto a la problemtica de la sociedad civil y el Estado,as como la cuestin de la naturaleza diversa de las relacionesentre ambas es un punto de partida clave de la incursin en lavisin revolucionaria de Gramsci. Porque va a ser en unamedida significativa a travs de su ptica sobre esta cuestinque se enfrentarn los problemas planteados.

    El anlisis y comprensin de lo que Gramsci realmentepensaba sobre la problemtica de la sociedad civil y el Estadoes sumamente difcil y complejo. No vale la pena abundarsobre las ambigedades y contradicciones en que incurrino pocas veces sobre esta y otras cuestiones en sus Cuader-nos de la Crcel; todo ello como consecuencia, tanto de lascondiciones carcelarias en que desarrollaba su labor, comopor el hecho de que aquellas reflexiones deban constituir labase de textos ms organizados. No obstante, si la preocupa-cin principal va ms all de la til y pertinente necesidad decomprenderlo, entonces es posible, abordndolo con un es-pritu a la vez crtico y de comprensin, tratar de extraer losricos e innumerables matices y facetas de sus indagacionesque nos permitan no dejar a Gramsci hoy abandonado en elcamino de la recuperacin de lo ms valioso de la tradicinmarxista.

    Un primer punto a precisar consistira en mejor despejar larelacin de Marx y Gramsci sobre la cuestin de la sociedadcivil. Para ello, aunque sea brevemente, se hace necesariorecordar la visin de Marx al respecto y desechar algunosmalentendidos. No cabe duda de que la problemtica de lasociedad civil y el Estado concit de manera preponderantela atencin del joven Marx, sobre todo el de La CuestinJuda. Para Marx, con la desintegracin de la Edad Media y laaparicin del Estado moderno se haba producido una esci-

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    sin entre la sociedad civil y el Estado, en contraposicincon el medioevo, donde ambos se hallaban fundidos, pero enuna situacin de opresin y de no libertad. La teora polticay econmica, desde Adam Smith, haba consumado al nivelde las ideas (es decir, el liberalismo) lo que haba ocurrido enlos hechos histricos reales, de ah el postulado tpicamenteliberal de la conveniente y necesaria separacin entre socie-dad civil y Estado. La nueva sociedad, que entonces Marxdefina como emancipacin humana, deba superar esta esci-sin. Si bien en la madurez, Marx dej de poner en el centrodel proceso histrico de emancipacin el asunto de la rela-cin entre sociedad civil y Estado, la esencia de su tesis alrespecto nunca fue abandonada. Ya no se trataba, claro est,de emancipacin humana, ni era mucho menos una cuestinde que la superacin de la escisin fuera la piedra de toquede la revolucin y la nueva sociedad; pero la idea de que enesa nueva sociedad la escisin deba ser superada, como unade las condiciones necesarias para su realizacin, se mantu-vo en el marco del materialismo histrico desde que ste fueelaborado. Tambin hay que destacar que, para Marx, si bienla idea de sociedad civil estaba inicialmente identificada conla economa, es decir, la esfera de los intereses particulares,no es menos cierto que desde El Dieciocho Brumario y LaGuerra Civil en Francia incluy de modo difano el movi-miento asociativo y la relacin con la democracia. Para aquelMarx se trataba, pues, de que el Estado restituyera a la socie-dad civil lo que le haba sido expropiado y que se produjera lasuperacin de la escisin como nica forma de realizar la de-mocracia y superar la divisin entre el ciudadano y el indivi-duo privado.2

    Los textos de Gramsci dan la impresin de que l no iden-tific claramente la posicin de Marx en este sentido. Sobretodo, su falta de percepcin sobre la superacin de la esci-sin complica algo las cosas. En la poca en la que Gramsciescribe, las relaciones entre sociedad civil y Estado en Occi-

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    dente se han ido modificando, e independientemente, de supercepcin sobre Marx en este tema, no le faltaba razn aldestacar los importantes cambios que se haban producido.La clave del asunto est en que comprendi que la relacinentre ambos polos del binomio era una cuestin importanteen la teora de la revolucin y la visin de la nueva sociedad.El formidable desarrollo que estaban teniendo las agrupacio-nes de masas (sindicatos, partidos polticos, etctera) modifi-caban aspectos importantes de la ecuacin que Marx no ha-ba llegado a conocer. Por otra parte, no era menos cierto quelas interrelaciones e interpenetraciones entre la sociedad ci-vil y el Estado tambin se multiplicaban. Teniendo en cuentaesas dimensiones es por lo que no habra que interpretar laprolongacin gramsciana de la problemtica como una sendaque se apartaba de Marx sino que, en cambio, la llevaba msall, y de cuya complejidad parece haber tenido ms concien-cia que Marx.

    La insuficiencia de la posicin de Gramsci estara dada, encambio, por el peso excesivo que le otorg a esta problemti-ca en la teora especfica para la revolucin en Occidente quevena elaborando; una proyeccin que, a veces, recuerda laptica joven marxista, de la cual Gramsci no haba recibidoinfluencia.

    No obstante, en coherencia terica, no parece necesariotener que escoger entre la frmula de Marx y la de Gramsci,las cuales pueden resultar sabiamente complementarias y paralo que el pensador italiano llev a cabo anlisis que profundi-zan y tratan de aprehender la problemtica en su mayor com-plejidad, ms all de las bases aportadas por Marx. En estesentido, es bueno tambin recordar que, contrariamente a loque a veces se dice, Gramsci no reduce la sociedad civil a sudimensin tico-cultural ni excluye el aspecto econmico.Diversos estudios recientes al respecto dan pruebas sufi-cientes de lo contrario.3 Y ha quedado claro, por otra parte,que Marx no limit ese concepto a su contenido econmico

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    tal y como se especific en prrafos anteriores de este tra-bajo.

    Ahora bien, la sociedad civil es, para Gramsci, el lugardonde se realiza la hegemona. Y con ello se llega a uno de lospuntos cruciales de la intencin terico-poltica de Gramsci,porque el concepto de hegemona es una referencia esencialen la estrategia especfica que Gramsci va elaborando paradesbrozar el camino de la posibilidad del cambio o de la revo-lucin en Occidente.

    Una vez ms los textos de la crcel resultan con frecuen-cia enigmticos y con no escasas imprecisiones y contradic-ciones. Es oportuno recordar, no obstante, que el conceptode hegemona tena una significativa y larga vida dentro de latradicin marxista. Dejando de lado en este caso los usos deMarx, es obvio, como lo han mostrado numerosos estudios,que dicho concepto tuvo un papel clave entre los marxistasrusos, incluyendo a Plejanov y Lenin, y que era moneda co-rriente dentro de la socialdemocracia. Lo que interesa es elgiro especfico que le otorg Gramsci, despus de haberloutilizado en el sentido leninista como parte de la estrategiarevolucionaria y de la necesidad de la alianza entre el proleta-riado y el campesinado. S debe tenerse en cuenta, no obs-tante, que dominio de clase o clase dominante es unconcepto fundamental dentro de la teora revolucionaria deMarx y Engels y que no es correcto, como a veces ocurre,utilizarla alternativamente con dirigente. La palabra alema-na Herrschaft no permite esos intercambios promiscuos. Cla-ro, que todo esto tiene que ver con el concepto de dictaduradel proletariado, pero para el asunto que aqu nos interesano es necesario entrar en esas precisiones. Por otra parte, ysin nimo de provocar un debate, no es seguro que en lasprimeras dcadas del siglo, la comprensin que se tena de ladictadura del proletariado fuera exactamente lo que Marx yEngels haban querido decir. Me basta para el presente pro-psito mantener esta perspectiva en mente puesto que la

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    dictadura (de clase) identificada unvocamente como lacoercin y la fuerza no sera muy compatible con algunostextos de los fundadores.

    Gramsci parece desenvolverse dentro de la atmsfera pre-ponderante en aquellos aos en este orden de cosas. Lo queahora interesa es que para l queda claramente diferenciadala coercin del consentimiento, y que la hegemona es la for-ma en que el proletariado (en Occidente se entiende) ejercerasu funcin dirigente hacia las clases aliadas en contraposi-cin con el uso de la coercin que se reserva para las clasesenemigas, es decir, la burguesa. Por otra parte, y aqu esta-mos en presencia de un elemento lcido e importante delanlisis gramsciano, la burguesa en Occidente haba logradoejercer su poder de clase sobre las clases explotadas habien-do logrado el consentimiento de stas. Uno de los retos de larevolucin consista precisamente en cmo quebrar ese con-trol consentido, o consensus, de que disfrutaba la burguesaen las sociedades de la democracia parlamentaria. Y tambindeba precisarse cmo esa hegemona se proyectaba en elmbito especfico de la cultura (en el sentido que sta tenapara l); as, la guerra de posiciones que debe librar el pro-letariado para ganarle terreno a la burguesa se da en granmedida en el mbito de la cultura. He aqu, pues, a la cultura (ya la superestructura) de lleno en la disyuntiva revolucionariay en la imbricacin con la poltica y las luchas de clases, y heah, igualmente, uno de los fundamentos (aunque claro estno el nico) por lo que la teora de la revolucin no puededejar al margen la cultura. Se pona de manifiesto, adems, lacomprensin de la sociedad como totalidad, es decir, comoformacin econmico-social (aunque l no la definiera de esaforma). Los nexos orgnicos de este complejo argumental yconceptual gramsciano subrayan una dimensin amplia de larevolucin y de la nueva sociedad que ya quedara circuns-crita (aunque sea el fundamento) al mbito del modo de pro-duccin.

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    Esta concepcin que acaba de esbozarse en sus lneascentrales condujeron a Gramsci a un rico y matizado anlisissobre el poder, el modo de ejercerlo y de preservarlo. Partien-do de la tesis marxista del ejercicio del poder por una clase (oalianza de clases) el pensador italiano se adentr en aspectosantes apenas esbozados sobre cmo la burguesa en el Occi-dente ejerce su poder; el haberse percatado en toda su mag-nitud y complejidad de la existencia del consentimiento(consensus), as como de sus fundamentos, queda como unode los muchos preciosos legados que todava hoy dan mues-tra de lozana terica y prctica.

    Claro, que la cuestin clave que cabe entonces plantear-se, es hasta qu punto los descubrimientos de Gramsci eneste aspecto son vlidos o de alguna forma susceptibles deser generalizados (sin abandonar la dimensin especfica yparticular que lo ocupaba, esto es, la ruptura en Occidente)para la comprensin de cmo las clases dominantes ejercensu poder. La dialctica de la coercin y el consentimientoresultan claves para el ejercicio del dominio de clase. Cmo ysobre qu bases se establecen esos consentimientos a partirde un anlisis de las condiciones socio-econmicas concre-tas y en el marco de la teora de los modos de produccin.

    No obstante, no puede dejar de llamar la atencin la casiausencia de la dimensin del imperialismo en los Cuadernosde la crcel. Es difcil entender, que un analista tan preclaro,quien haba estado todo el tiempo consciente de la repercu-sin que para la teora y la estrategia revolucionarias implica-ba la existencia del imperialismo, haya podido explicar el con-sentimiento que obtiene la burguesa del proletariado y de-ms clases explotadas en Occidente sin introducir la presen-cia del imperialismo, un factor a todas luces fundamental paracomprender el fenmeno, el cual explicado solamente a partirde las situaciones internas, tal y como aparece en los Cua-dernos no logra, en realidad, llegar a una parte importante delmeollo. Cmo es posible que Gramsci, un ejercitador del pen-

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    sar complejo haya podido, en la cuestin de la sociedad civily la hegemona, circunscribirse en lo fundamental a los facto-res internos? Puede, quizs, el carcter fraccionario o inaca-bado de los Cuadernos dar la clave de la respuesta?

    Estas insuficiencias no le restan validez ni vigencia allegado siempre actual del gran revolucionario. De lo que setrata es de comprender cmo en las circunstancias de lamundializacin creciente, Gramsci no debe abandonarnos.Quizs, sus planteamientos estratgicos no sean hoy facti-bles para la realizacin de la revolucin en los pases de lasdemocracias parlamentarias. Pero, tanto para la teora de latoma del poder, como para la de la construccin del socialis-mo --inclusive de pases resultado de otras tradiciones y otrahistoria-- los anlisis de Gramsci tienen mucho que decir comolo evidencia el anlisis anterior y, al igual que Marx o Lenin,la relectura de su obra con los ojos de las recientes experien-cias del movimiento revolucionario mundial est en el ordendel da.

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    1. La posicin ms notoria en este sentido es, como sesabe, la de Bobbio, pero, desde entonces, otros le han segui-do.

    2. Las reflexiones expuestas en este prrafo sobre la socie-dad civil y el Estado se apoyan en otros textos en los que hetratado el tema.

    3. Ver el lcido estudio al respecto llevado a cabo porJacques Texier (Actual Marx. Nm. 5, 1989), en el que sedemuestra fehacientemente el punto de vista que el presentetexto sostiene en relacin con la dimensin econmica delconcepto de sociedad civil en Gramsci.

    Notas

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    Mi intervencin pretende honrar las presencias femeni-nas que con inteligencia y dedicacin han acompaado ladifcil vida de Antonio Gramsci.

    Los hechos que narro se basan en el testimonio, escrito y oral, dela sobrina Mimma Paulesu, hija de Teresina, la hermana menor deAntonio Gramsci, la que ms se le pareca por su agudeza intelectual.

    Mimma me ha encargado transmitir su saludo a los parti-cipantes de este Encuentro y de expresar todo su afecto alpueblo cubano, con el augurio de que pueda realizar plena-mente sus ideales, tambin con la ayuda del pensamiento ydel ejemplo de Antonio Gramsci.

    En 1891, cuando naci Antonio, hijo de Peppina yFrancesco Gramsci, su padre era director de la Oficina delRegistro de Ales, un poblado de Cerdea, pequeo, pero im-portante porque es sede episcopal.

    Aproximadamente dos meses despus, su padre fue tras-ladado a Srgono, cerca de Nuoro, un poblado que se halla a920 metros de altitud en la zona del Gennargentu. Aqu, losGramsci pasaron algunos aos tranquilos, durante los cualesnacieron otros tres hijos. Pero, precisamente en Srgono, dostrgicos sucesos marcaron el crecimiento de Antonio, y deja-ron huellas profundas no slo en su fsico: una grave enfer-medad y el arresto del padre.

    Nino --as se le llamaba a Antonio en familia-- era un niobellsimo y vivaz, pero, de repente, cuando tena cuatro aos,se le form un abultamiento en las espaldas.

    Presencias femeninasen la vida de Antonio Gramsci

    Silvia Vegetti Finzi

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    A partir de entonces, se manifest cada vez ms marca-damente una malformacin de la columna que continu pro-gresando, y de nada valieron los intentos de curarlo.

    Fue visitado por especialistas y se le someti en vano aejercicios de traccin, en particular aqul de la constriccinen un corset con suspensores, mediante el cual se colgaba alnio del techo durante aproximadamente una hora diaria.

    Slo en 1932, el profesor Arcangeli, al visitar a Gramsci enla crcel de Turi, diagnostic el Mal de Pott, una rara forma detuberculosis. De todos modos, la enfermedad de Nino sumia los padres en la angustia.

    A ella sigui, pocos aos despus, el arresto del padrepor irregularidad administrativa verificada, en la Oficina delRegistro de Srgono, por una inspeccin hecha en su ausen-cia y solicitada por la parte poltica, a la que l se haba opues-to en una reciente campaa electoral. Francesco fue suspen-dido del trabajo y, en espera del proceso, regres con la fami-lia a Ghilarza, a casa de Grazia Delogun, hermana de Peppinapor parte de madre. Lo arrestaron en 1898, y las formalidadesprocesales concluyeron con una condena de casi 6 aos deprisin, cumplida toda en la crcel de Gaeta.

    Nino tena 7 aos. A l y a sus hermanitos se les ocult elverdadero motivo de la ausencia del padre y, precisamente,esto lo hiri en lo profundo de su ser.

    En su mundo afectivo, la figura paterna fue empando-se, mientras aumentaba como relacin y ejemplo el modelo devida de su madre. Probablemente, el hecho de haber sidoeducado por una autoridad materna y de haber pasado suinfancia en una familia compuesta casi exclusivamente pormujeres ha influido en la modalidad, con la cual Gramsci siem-pre se ha dirigido al pueblo.

    Su poltica no es nunca paternalista ni autoritaria, noconsidera las masas como un nio malo al que hay quedominar y corregir, sino como una potencialidad que se hade desarrollar.

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    De su madre, Peppina Marcias, lo fascinaban la fuerza denimo y la combatividad, pero tambin la argucia y la vivaci-dad: su capacidad de recitar versos, narrar y representar congestos ancdotas de la tradicin sarda.

    Seremos capaces de hacer todo lo que ha hechola madre hace treinta y cinco aos? --escribir desde lacrcel-- de dedicarse ella sola, pobre mujer, contra unaterrible tormenta y de salvar a siete hijos? Es ciertoque su vida ha sido ejemplar para nosotros y nos hamostrado cunto vale la persistencia para superar difi-cultades que parecan insuperables incluso para hom-bres de gran resistencia... Ha trabajado para nosotrostoda la vida, sacrificndose de un modo extraordina-rio; si hubiese sido otra mujer, quin sabe qu hubierasido de todos nosotros desde nios: quizs ningunode nosotros estuviese vivo hoy.

    Grazia Delogu, de hecho, haba asegurado el techo paraella y sus hijos, pero se necesitaba mucho ms para alimen-tarlos, enviarlos a la escuela y, adems, era preciso pagar alos abogados por la defensa de Francesco. Peppina tenaslo una mquina de coser Singer, y se improvis como cos-turera. Saba cocinar bien y tena a algunos jubilados paraservirles las comidas principales; saba planchar sacando bri-llo a la ropa y se improvis tambin como planchadora. Eramuy orgullosa y no pidi ayuda a nadie. Trabajaba de la ma-ana a la noche con tenacidad, con voluntad determinada devencer contra la suerte adversa. Todos sus hijos aprendierona hacer cualquier cosa para ayudarla.

    Nino encontr trabajo en la oficina del Registro de Bie-nes:

    He comenzado a trabajar desde que tena once aos--recordar-- ganando nueve liras al mes (lo que, porotra parte, significaba un kilo de pan al da) durante

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    diez horas de trabajo diario, comprendida la maanadel domingo, y me la pasaba trasladando de un lugar aotro libros de asiento que pesaban ms que yo, y mu-chas noches lloraba porque me dola todo el cuerpo.

    Peppina estaba consciente de este sufrimiento. En casahaba poco, pero en aquel poco, lo mejor era para l. Lo habaenviado a la escuela a los siete aos, precisamente, porquetema que el esfuerzo escolar lo fatigase demasiado. Ninoapenas asista al segundo grado de la escuela primaria cuan-do una seora del poblado le regal la pequea biblioteca desu hijo, haba sido jorobado como l y haba muerto muyjoven. Nino dispuso con orden todos los libros en un viejoestante, y despus los lea con avidez. Haba transmitido supasin por la lectura a la hermana Teresina: Recuerdas cmoramos fanticos por leer y por escribir? y juntos hacamospequeas velas con cabos de cera para leer tambin cuandollegaba la oscuridad.

    Robinson Crusoe, La cabaa del to Tom...Nino quedfascinado por aquellas historias de hombres valientes que sehaban enfrentado a la naturaleza y contra las injusticias so-ciales. La lectura de la misteriosa Isla de Foe haba suscitadoen l el espritu de un intrpido precursor, y por eso sala decasa llevando siempre en el bolsillo una caja de fsforos y unpuado de granos, por si acaso pudiese ser lanzado en unaisla desierta y quedar abandonado a sus propios medios.

    En las relaciones con los hermanos y con los coetneosreaccionaba a su inferioridad fsica con viveza de ingenio ynotable sentido de la irona. A fin de medirse con los compa-eros de juegos, tambin en el plano fsico, por ejemplo, en ellanzamiento de piedras, se haba construido dos pesas depiedra para fortalecer los msculos de los brazos. Y despussuperaba a todos en las capacidades manuales.

    Sus exmenes de graduacin de la escuela primaria fue-ron un xito. Pero en Ghilarza no haba una escuela superior.

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    Francesco Gramsci estaba an en la crcel y Peppina no tenalos medios para enviarlo fuera de casa a proseguir los estu-dios. Antonio haba soportado hasta entonces muchas pri-vaciones, pero esta renuncia lo exasper. Recordar muchosaos ms tarde:

    Qu me ha salvado de llegar a ser, completamen-te un trapo almidonado? El instinto de rebelin, quedesde el principio era contra los ricos porque no podaestudiar, yo que haba sacado diez en todas las asig-naturas en la escuela primaria, mientras iban a estudiarel hijo del carnicero, del farmacutico, del comercianteen tejidos...

    Por fin, cuando se aproximaba la Pascua de 1904, Fran-cesco Gramsci regres a casa. No encontr trabajo y la situa-cin no mejor desde el punto de vista econmico, pero elambiente familiar se haba vuelto ms tranquilo y Peppina searriesg a esperar que algo cambiara. Por eso, decidieron en-viar a Nino a Santo Lussurgiu, un poblado a 15 kilmetros deGhilarza, para asistir a un Instituto de Enseanza Secundariade Humanidades* privado, donde tres profesores se encar-gaban de toda la enseanza para las cinco aulas.

    Durante una discusin con un profesor, le haba irritadosentirse tratado injustamente cuando, a su vez, saba quetena razn y sin ms sentirse considerado como supersticio-so en una cuestin que conoca por experiencia. Este episo-dio contribuy a hacer crecer en l --como afirmara de adulto-- la reaccin contra la autoridad puesta al servicio de la igno-rancia, segura de s misma. Un episodio marginal, pero sim-blico, para definir su carcter, que se iba formando con aque-llas peculiaridades que lo distinguirn tambin en la vida de

    *En italiano ginnasio (gimnasio): Instituto de EnseanzaSecundaria de Humanidades que precede al Liceo. (N. del T.).

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    adulto: la severidad y la seriedad en el trabajo y el estudio. Elamor por la verdad y la intransigencia consigo mismo y conlos otros, contra la superficialidad y la irmprovisacin. Y suexcepcional capacidad de tener voluntad. As lograr superarmuchos obstculos.

    No obstante la enfermedad, la deformidad fsica,las privaciones y las renuncias que han caracterizadola infancia de Gramsci --afirma Mimma Paulesu-- nologro imaginarlo como un nio infeliz. Mi madreTeresina, que ha sido su compaera de juegos y delectura, siempre nos ha hablado de l recordando epi-sodios en los que sobresalan su acercamiento positi-vo con la realidad, su vivacidad interior, su creativi-dad. En sus condiciones, quizs otro nio hubiera sidodestruido por la infelicidad fsica y moral. Pero Nino,con sus recursos intelectuales y sus capacidades crti-cas y volitivas logr superar este prodo de la vida--el ms difcil para cada ser humano-- fortificado en elcarcter y extraordinariamente maduro para afrontar elmaana.

    Pero las presencias femeninas de su familia, no slohan apoyado a Nino durante los difciles aos del creci-miento, de modos diversos, sino lo han acompaado du-rante toda la vida.

    En su juventud, tratar de hacerse autnomo del pasado,de contar slo con sus fuerzas.

    Cuando ms me percato de tener que atravesar difcilesmomentos, de ser dbil, de ver agravarse las dificultades,tanto ms me pongo rgido en la tensin de todas mis fuerzasvolitivas, escribe. Pero, en un cierto punto de su vida, reclui-do en la crcel y enfermo, no puede --como lo haba hecho enel perodo transcurrido en Turn-- vivir todo para el cerebroy nada para el corazn.

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    A fin de unirse a una realidad afectiva, se dirige entoncesa las mujeres que quedaron en Ghilarza, a Teresina, a Graziettay, sobre todo, a Peppina Marcias, para extraer fuerza de sumundo que le ha dado la vida y que puede ayudarlo en lavoluntad de resistir.

    No obstante los sufrimientos que ha experimentado, oprecisamente gracias a ellos, su madre es una orilla segura,es una imagen viva y caliente:Todos los recuerdos quetenemos de ti son de bondad y de fuerza --le escribe.Entre ellos se desarrolla una asidua correspondencia. Elsolicita noticias de lugares, hechos y personas del pobla-do; ella trata de tenerlo informado sobre todo, le mandalimones y mandarinas de la Tanca Regia y los bizcocohosy el pan, hechos con sus manos, para que se renueve elvnculo entre ellos tambin en los sabores y en los perfu-mes de casa.

    Este vnculo de lo sardo, que haba existido siempreentre ellos, fue muy importante para los dos. Peppina siemprese haba dirigido a sus hijos hablando el idioma sardo, y enesta misma lengua hablaban con ella y entre ellos. Si es ciertoque la lengua materna no slo transmite las noticias del mun-do, sino que echa races en nuestro sentir e influye de mododeterminante en nuestro carcter, Peppina logr dar unaflexin particular a la conciencia de Nino y esto explica tam-bin su estrecha relacin cultural, social y afectiva con Cerdeay con los sardos. Fue as que, no obstante el alejamiento quese haba creado entre su mundo y aqul de Nino --devenidodirigente poltico e intelectual de nivel nacional y europeo--la matriz comn sarda ha permitido a Peppina Marcias mante-ner siempre con el hijo una relacion no slo afectiva, sinotambin cultural.

    A partir de 1933, la hermana, Teresina reemplaza a Peppina,despus de la muerte de la madre, la que se le oculta a Ninodurante algunos aos, por temor a repercusiones fatales so-bre su salud. Prosigue confeccionando los paquetes con las

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    perdices en aceite y los bizcochos y el pan hechos en casa.Se esfuerza por reproducir en sus cartas frases y observacio-nes ingeniosas que hubiera escrito la madre.

    Se descubre que se puede parecer egosta precisa-mente a aquellos que menos se pensaba de poderloparecer. Y se descubre el origen del error, que es ladebilidad de no haber sabido osar permanecer solos,de no crearse vnculos, afectos, relaciones. Llegadosa este punto es seguro que slo la indulgencia puededar una cierta tranquilidad que no sea la completa apa-ta y la indiferencia. Y deja alguna esperanza para elfuturo.

    Dos mujeres singulares, sumamente sensibles, respon-dieron al llamado casi desesperado que contiene esta cartade Gramsci de 1931: Giulia que, con el amor por l y por loshijos y con la abnegacin completa de toda una vida, supodarle aquella difcil indulgencia. Y Tatiana que lo sustrajo a laapata y a la indiferencia con su cooperacin discreta y supoayudarlo afectuosamente.

    De las cartas de la crcel aparece enseguida un dato parti-cular: son en total 430 y, de stas, 368 estn dirigidas a muje-res: Tatiana y Giulia Schucht, Peppina, Teresina y GraziettaGramsci.

    Durante los aos de su prisin estas presencias femeni-nas han sido un sostn determinante en su lucha gigantescacontra las enfermedades, y contra el aislamiento material ymoral.

    La cuada, Tatiana, a la que se dirigen ms de doscientascartas, representa un caso diferente.

    Viviendo en Roma, donde haba decidido establecerse tam-bin cuando toda la familia Schucht regres a la Unin Sovi-tica, fue la primera en saber el arresto de Nino y estuvo solacon l en la hora de su muerte.

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    Gramsci le escribe a Tatiana como a una hermana, como auna amiga, pero tambin, y sobre todo, como a una interlocutorade alto nivel, de la que tiene necesidad para sentirse estimuladoa pensar y con la cual confronta sus reflexiones culturales, pol-ticas, filosficas, las que hoy todos conocemos a travs de losCuadernos de la crcel.

    Toda mi formacin --escribe en 1930-- ha sido deorden polmico, tambin el pensar desinteresa-damente me es difcil, es decir, el estudio por elestudio...Ordinariamente me es necesario situarmedesde un punto de vista dialogstico o dialctico, deotro modo no siento ningn estmulo intelectual. Comote he dicho una vez, no me gusta tirar piedras en laoscuridad: quiero sentir un interlocutor o un adversa-rio en concreto.

    Tatiana est disponible para escucharlo todo, sobre supasado y su presente. Con ella puede utilizar tambin lostrminos ms crudos y a veces crueles, y descubrir su amar-gura, su clera y desaliento por la inutilidad de la lucha con-tra los males fsicos y morales que lo afligen.

    Otra de las tareas llevadas a cabo por Tatiana era la delcontacto entre Nino y sus familiares. Hubo ms tarde pero-dos en los que no se senta con nimos para escribir y enton-ces Tatiana, infatigable, lo reemplazaba para enviar a Ghilarzay a Mosc noticias detalladas sobre sus condiciones de sa-lud, cmo transcurran sus das, y las impresiones recibidasdurante sus visitas al prisionero.

    Con afecto, Tatiana se diriga a las mujeres que esperaban ysufran en Ghilarza. Y ellas acogan sus cartas con gratitud, sa-ban que podan contar con ella, con esta mujer que no habanvisto jams, pero a la que haban aprendido a amar y a estimar.

    Para hablar de Giulia, expresa Mimma Paulesu, debo refe-rirme brevemente a su primer encuentro con Gramsci en el

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    Bosco dArgento (Bosque de plata). Este nombre, como defbula, y romntico (en ruso: Sieriebriani bor), es el nombrede una clnica situada en las afueras de Mosc, en la queGramsci haba sido ingresado en el verano de 1922.

    Haba llegado a Mosc pocas semanas antes para la re-unin del Ejecutivo ampliado de la Internacional Comunista.Sala de un perodo de grandes luchas y despus de las reac-ciones antiobreras de los primeros aos de la dcada de 1920.

    Haban sido aos dursimos y no slo los obreros de Turn,que haban luchado contra los patronos, haban demostradoestar hechos de carne y hueso. No slo ellos haban padeci-do el hambre y el fro y no haban resistido la larga pruebafsica y moral, sino tambin su vanguardia, tambin los inte-lectuales revolucionarios como Gramsci: La reaccinantiobrera, en lugar de consolidar, ha debilitado nervios yvoluntades, admitir l mismo. Y prosigue: Tambin param, la vida que senta como siempre pendiente de un hilodurante dos aos, se ha quebrantado de repente, despus demi llegada a Mosc, cuando estaba seguro y poda estar tran-quilo.

    Todo en la vida, hasta aquellos das, haba sido difcilpara el joven Gramsci. Haba sometido su fsico enfermo ydeforme a esfuerzos y sacrificios enormes, primero en el estu-dio, y despus en el esfuerzo poltico, en la lucha y en laacicn. Slo en parte la simpata humana que lo haba ligadoa algunos obreros turineses haba mitigado su condicin desoledad afectiva, pero eso no haba bastado para hacerle su-perar la conviccin que, para l, exista una imposibilidadabsoluta, casi fatal, de poder ser amado.

    Por eso se haba reforzado en l la conviccin de que lanica va para superar todos los obstculos era la de compro-meter las propias capacidades crticas y volitivas. Esto le ha-ba enseado desde la infancia el ejemplo de la vida de sumadre. Para defenderse, en el mundo grande y terrible erapreciso ser intransigente consigo mismo y con los dems:

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    sta haba devenido su frrea regla de vida, y slo as siemprehaba logrado superar las crisis, vencer cada dificultad.

    Pero en aquel verano moscovita de 1922, le pareca habertocado verdaderamente el fondo. Le haba sobrevenido unacrisis gravsima: temblor en las manos, los brazos, las piernasy fiebre altsima, lo que lo extenuaba.

    Tambin despus de los cuidados asiduos a los que se lesometa, se senta agotado y no lograba trabajar debido a lascrisis de amnesia e insomnio.

    Le resultaban difciles los contactos con los dems hus-pedes de la clnica, dado que no conoca bien la lengua rusa.Despus, descubre entre ellos la presencia de EugeniaSchucht, que habla bien el italiano y el francs. Su hermanaGiulia va a visitarla con frecuencia y las horas que transcu-rren junto a las dos jvenes son agradables, serenas.

    Estar con Giulia significa para Gramsci redescubrir lascosas simples, los sentimientos.

    Y as, por primera vez en la vida, supera su crisis, ya no conla tensin de la voluntad crtica, sino entrando en el mundo deGiulia, que se compone de trmulas esperas, de paseos por lanieve, de claveles silvestres recogidos en el bosque, del estrenode la carretilla sarda, del rbol de Navidad construido con fsfo-ros. Es un mundo de impresiones frescas y vivaces, de vitalidadinmediata, y Giulia es el origen de esta vitalidad.

    Hasta aquellos das de Sieriebriani bor, Gramsci haba vivi-do todo para el cerebro y nada para el corazn, haba portadoconsigo huellas profundas de sus hbitos de vida y de su sole-dad. Giulia lo ayuda a liberarse de todo esto...y no me reconoz-co ms a m mismo, dir Gramsci. Conquistado por la jovenmujer del Bosco dArgento, por la msica apasionada, por laferviente compaera que haba vivido la Revolucin de Octubre,por quien ser la madre de Delio y de Giuliano, abandona suhabitual pesimismo y afirma que el amor es la razn ms bella,ms grande y ms fuerte del mundo. Mi compaera es valien-te, de carcter fuerte..., escribe a la madre en 1924.

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    Pero, despus del nacimiento de Giuliano, casi contem-porneamente con el arresto de Nino, Giulia se enferma degravedad. Slo ms tarde, le ser diagnosticada la epilepsia,despus de muchas tentativas de curacin, pero, de todosmodos, no puede afrontar un viaje a Italia por causa de suenfermedad que le provoca crisis imprevistas y violentas.Sus cartas son breves y llenas de angustia, con frecuenciacon largos intervalos de silencio.

    Ningn esfuerzo de imaginacin logra avivar en Antonioa la Giulia lejana, ni proporcionarle una sensacin concreta yviva de sus dos hijos. Quisiera poder captar lo nuevo de estaGiulia que se ha convertido en Giulia+Delio+Giuliano, qui-siera saber sobre sus lecturas, de su trabajo, de los juegos,los intereses, de las maanas y las tardes que viven ella y sushijos, pero el mundo de ellos se le escapa, inexorablemente.

    As, para Gramsci --a quien Tatiana protege al ocultarletambin la verdad sobre la enfermedad de Giulia-- su dulcecompaera llega a ser slo recuerdo, imgenes ya lejanas deun perodo feliz.

    Tatiana, Giulia, Teresina, Grazietta, Peppina, destinatariasde las cartas de la crcel, a pesar de ser tan lejanas y dismilesentre s, han vivido, han esperado, han sufrido juntas duran-te once interminables aos, mancomunadas por el amor quesienten por Gramsci, por la preocupacin por su suerte, por lavoluntad de darle todo lo que cada una de ellas saba dar paraayudarlo a resistir y a vencer la soledad y el dolor.

    Pero la relacin con Nino, concluye Mimma Paulesu, nobasta para hacer resaltar estas figuras femeninas en la luz quemerecen. Todas han sido importantes por s mismas, por cmohan vivido su vida. Sin embargo, si el mundo las conoce y lasestima, es porque la correspondencia que les ha vinculadodurante aos con Antonio Gramsci les ha hecho protagonis-tas de un suceso que va ms all de su casa, de Cerdea, perotambin, como demuestra este Encuentro, ms all de Italia yde la propia Europa.

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    El panorama del mundo actual, marcado por la globalizacinimperialista que cada ao trata de justificarse con algunosprricos indicadores de crecimiento macroeconmico, vlidossobre todo para los pases ms desarrollados, y con la osten-tacin de mercancas y de tecnologa sofisticada, se presentaacompaado de ese otro lado oscuro, en el que viven dostercios de la poblacin mundial, caracterizado por lasinequidades, las injusticias sociales, la reproduccin amplia-da de pobreza y el desempleo, la mengua de recursos para laeducacin, la salud y la seguridad social, la polarizacin de lariqueza en manos de la minora, la creciente desatencin a losnios y ancianos, el deterioro