A52 C U LT U R A Proyecto UNAM

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A52 CULTURA Viernes 30 de octubre de 2020 EL UNIVERSAL Proyecto UNAM Primer problema oncológico del país para las mujeres ::::: De acuerdo con Alejandro Zentella Dehesa, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, en México, el cáncer de mama es la primera causa de muerte en mujeres en edad reproductiva. “Todos los días, entre una y dos mujeres fallecen por este problema oncológico”, s eñaló. ESPECIAL Abre primer centro de préstamo de equipo de cómputo e Internet ::::: La UNAM abrió el primer Centro de Acceso PC PUMA en la FES Acatlán. En él se ofrecen a los alumnos y al cuerpo docente (sin importar la escuela o dependencia pu- ma donde se esté matriculado o se imparta clases), 90 chro- mebo oks y 60 laptops para ac- ceder a las clases en línea o realizar actividades escolares con apego a las medidas sani- tarias vigentes. Los alumnos y profesores deben hacer su cita a través de una aplicación y podrán acceder al equipo y utilizarlo en el Centro. CORTESÍA UNAM Estación solarimétrica de la UNAM se integra al BSRN ::::: Por su contribución en la medición, el estu- dio y la evaluación de los parámetros relaciona- dos con la radiación solar, la Estación Solari- métrica Selegua del Instituto de Geofísica de la UNAM ya forma parte de la red de Referencia de Radiación Solar en Superficie (BSRN), en la que participan científicos de todo el mundo. CORTESÍA UNAM LOS POBRES DE LA CIUDAD DE MÉXICO Una historiadora puma estudia las políticas sociales que se adoptaron en los años 30 para combatir la pobreza y que repercutieron en años posteriores en el resto del país Texto: ROBERTO GUTIÉRREZ ALCALÁ [email protected] L a pobreza —o la carencia permanente de los sufi- cientes medios económi- cos para solventar las nece- sidades básicas— ha ago- biado a grandes sectores poblacionales del país práctica- mente desde que éste se hizo in- dependiente en 1821. Para tratar de combatir el azote que representa se han puesto en marcha diversas acciones de pro- tección y políticas sociales finan- ciadas no sólo por el Estado, sino también por las Iglesias, las orga- nizaciones de la sociedad civil y la iniciativa privada. Si bien durante el Porfiriato —caracterizado por la escandalo- sa desigualdad social y económi- ca que propició— se crearon ins- tituciones y programas para lle- var a cabo acciones que paliaran la pobreza, no fue hasta después de la Revolución Mexicana cuan- do este fenómeno comenzó a abordarse con una visión acadé- mica y científica. María Dolores Lorenzo Río, in- vestigadora del Instituto de In- vestigaciones Históricas de la UNAM, estudia la pobreza y las políticas sociales que se adopta- ron específicamente en la Ciudad de México en la década de los años 30 del siglo pasado para combatirla. “Me he enfocado en esa déca- da porque representa una bisagra entre la incipiente creación de políticas sociales de la inmediata posrevolución y la moderniza- ción de los sistemas asistenciales a cargo del Estado. Además, en esos años, la protección social ideada en México coincidió con el interés mundial en reducir el desempleo, cubrir la carencia de vivienda y erradicar la mendici- dad”, explica. Beneficiarios En 1910, el Distrito Federal tenía 720 mil habitantes; y en 1930, casi un millón 30 mil. Este creci- miento considerable de la pobla- ción capitalina obedeció, en bue- na medida, al cada vez más in- tenso proceso de urbanización desencadenado, sobre todo, por la migración interna, el abando- no del campo y la búsqueda de mejores condiciones de vida en la ciudad. Como consecuencia de este crecimiento poblacional, au- mentó el desempleo entre opera- rios, obreros y pequeños contra- tistas y, con ello, el número de personas en condiciones paupé- rrimas. Pero entonces no se me- día la pobreza, como ahora. Al respecto, la investigadora apunta: “Las mediciones de la pobreza son un elemento nuevo de las políticas sociales. Antes, los responsables de los programas de protección social sabían, más o menos con cierta certeza, cuán- tos beneficiarios podían atender. Por ejemplo, en el caso de los pro- gramas contra la mendicidad, se calculaba que había alrededor de mil mendigos en la calle, pero, por la precaria infraestructura asistencial, menos de la mitad re- cibía auxilio en los hospitales, asi- los y hospicios.” Algunos estudiosos estiman que, en esos años, 70% de la po- blación de la ciudad pertenecía a los sectores populares, muchos de los cuales se clasificaban den- tro del rubro de los pobres, es de- cir, de aquellos que carecían de ingresos suficientes para subsis- tir, de una red familiar que los apoyara en caso de necesidad o de las capacidades físicas y men- tales para laborar. “No tenemos una cifra exacta de cuántos pobres había enton- ces en la capital, pero sí una idea de cuántas personas considera- FOTOTECA NACIONAL, COLECCIÓN SALUD PÚBLICA Mendigos formados para recibir alimentos (1940). das pobres eran apoyadas por los programas de protección social: de mil a 3 mil.” Programas asistenciales Con todo, las primeras políticas de protección de la gente de la ca- lle en la década de los 30 no tu- vieron nada que ver con apoyos y ayudas para que superara la po- breza; consistieron en campañas muy violentas en las que se le per- siguió y encerró. Sin embargo, los sociólogos, los antropólogos y los inspectores sociales pronto empezaron a dar su opinión acerca de cómo de- bían ser tratadas esas personas y a participar, con el Departamento del Distrito Federal y la Benefi- cencia Pública, en la organiza- ción de programas de protección s o cial. “Fue así como poco tiempo después se decidió no perseguir y encerrar a esas personas, sino en- viarlas a hospitales, asilos y hos- picios de la ciudad. Incluso se for- mó un grupo de trabajadoras so- ciales que rescató a muchas de ellas de la cárcel y las llevó a esas instituciones del Estado, donde recibieron ayudas para paliar su pobreza y sus condiciones de de- sempleo, enfermedad o discapa- cidad, alcoholismo... De este mo- do se fue adoptando una nueva mirada para atender la pobreza”, dice Lorenzo Río. Ahora bien, esos programas eran asistenciales, o sea, se encar- gaban de cubrir las carencias co- yunturales; no eran programas integrales en contra de la pobre- za. Por si fuera poco, su cobertura no alcanzaba ni siquiera a 1% de la población del país. En este sen- tido hacían lo que podían, como ofrecer dormitorios públicos a los mendigos o dar café y colchas en la noche a quienes no contaban con un techo o el apoyo de una red familiar o de parentesco; asi- mismo, lanzaban campañas con- tra la mendicidad y la pobreza vi- sible en las calles. “Los mendigos se convirtieron en depositarios de la asistencia social y, a pesar de que se les es- tigmatizó por su miseria, en tér- minos de construcción de un Es- tado social fueron muy impor- tantes porque evidenciaron que existía un segmento de la pobla- ción que requería la asistencia, la protección y el cuidado del Esta- do, que no era culpa de los pobres vivir en tan deplorables circuns- tancias y que el gobierno debía hacerse cargo de modificar las condiciones estructurales en contextos específicos para sacar de la pobreza a esas personas que hoy en día llamaríamos vulnera- ble s”, indica la investigadora. Avance A partir de pequeños programas contra la mendicidad, a favor de la educación de la niñez, de dis- tribución de alimentos y de ser- vicios de apoyo para las madres trabajadoras, las políticas socia- les en México fueron progresan- do fragmentariamente a lo largo del siglo XX, hasta que se inte- graron, lo cual permitió crear la Secretaría de Asistencia Pública en 1937 y la Secretaría de Salubri- dad y Asistencia y el Instituto Mexicano del Seguro Social en los años 40. “La propuesta de avanzar hacia la universalización de los derechos sociales me pare- ce favorable. Es verdad que la cobertura de las actuales polí- ticas sociales aún resulta insu- ficiente, pero algunos grupos, como los ancianos, los niños de cierta edad y los discapaci- tados, son derechohabientes y reciben beneficios concretos. Esto no es una concesión, ni una forma de caridad del Es- tado, sino un avance hacia la consecución de los derechos sociales por parte de los gru- pos vulnerables. Creo que el camino que se ha tomado pue- de conducir a buenos resulta- dos, aunque habrá que ver có- mo se desarrollan estas políti- cas sociales y con qué se sos- tienen, porque uno de los grandes dilemas históricos es dilucidar de qué manera un Estado pobre, con bases fisca- les estrechas, puede tener pro- gramas de protección social para paliar las carencias de los sectores de la población más necesitados”, finaliza María Dolores Lorenzo Río. b MARÍA DOLORES LORENZO RÍO Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM “Los mendigos se conviertieron en depositarios de la asistencia social...” En situación de pandemia b En el proceso de cons- trucción de las políticas so- ciales, la profesionalización de la burocracia asistencial juega un papel de primer orden. “Y en esta situación de pandemia que estamos vi- viendo, el tema de la for- mación de trabajadores so- ciales, enfermeras, médicos y psicólogos es fundamen- tal debido, por un lado, a la sobrecarga de trabajo que se ha tenido en el campo de la salud y, por el otro, a la necesidad de am- pliar no solamente los pro- gramas de protección so- cial, sino también el núme- ro de gente preparada pa- ra distribuirlos, sostenerlos e institucionalizarlos”, co- menta Lorenzo Río.

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A52 C U LT U R A Viernes 30 de octubre de 2020 EL UNIVERSAL

Proyecto UNAM

Primer problema oncológicodel país para las mujeres::::: De acuerdo con Alejandro Zentella Dehesa,del Instituto de Investigaciones Biomédicas dela UNAM, en México, el cáncer de mama es laprimera causa de muerte en mujeres en edadreproductiva. “Todos los días, entre una y dosmujeres fallecen por este problema oncológico”,s eñaló.

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C I A L Abre primer centro

de préstamo deequipo de cómputoe Internet::::: La UNAM abrió el primerCentro de Acceso PC PUMAen la FES Acatlán. En él seofrecen a los alumnos y alcuerpo docente (sin importarla escuela o dependencia pu-ma donde se esté matriculadoo se imparta clases), 90 chro -mebo oks y 60 laptops para ac-ceder a las clases en línea orealizar actividades escolarescon apego a las medidas sani-tarias vigentes. Los alumnos yprofesores deben hacer su citaa través de una aplicación ypodrán acceder al equipo yutilizarlo en el Centro.

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AM Estación solarimétrica de la UNAMse integra al BSRN::::: Por su contribución en la medición, el estu-dio y la evaluación de los parámetros relaciona-dos con la radiación solar, la Estación Solari-métrica Selegua del Instituto de Geofísica de laUNAM ya forma parte de la red de Referenciade Radiación Solar en Superficie (BSRN), en laque participan científicos de todo el mundo.

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LOS P O B R ES DELA CIUDAD DE MÉXICOUna historiadorapuma estudia laspolíticas socialesque se adoptaronen los años 30para combatir lapobreza y querepercutieron enaños posterioresen el resto del país

Texto: RO B E RT OGUTIÉRREZ ALCALÁ—ro [email protected]

La pobreza —o la carenciapermanente de los sufi-cientes medios económi-cos para solventar las nece-sidades básicas— ha ago-biado a grandes sectores

poblacionales del país práctica-mente desde que éste se hizo in-dependiente en 1821.

Para tratar de combatir el azoteque representa se han puesto enmarcha diversas acciones de pro-tección y políticas sociales finan-ciadas no sólo por el Estado, sinotambién por las Iglesias, las orga-nizaciones de la sociedad civil y lainiciativa privada.

Si bien durante el Porfiriato—caracterizado por la escandalo-sa desigualdad social y económi-ca que propició— se crearon ins-tituciones y programas para lle-var a cabo acciones que paliaranla pobreza, no fue hasta despuésde la Revolución Mexicana cuan-do este fenómeno comenzó aabordarse con una visión acadé-mica y científica.

María Dolores Lorenzo Río, in-vestigadora del Instituto de In-vestigaciones Históricas de laUNAM, estudia la pobreza y laspolíticas sociales que se adopta-ron específicamente en la Ciudadde México en la década de losaños 30 del siglo pasado paracombatirla.

“Me he enfocado en esa déca-da porque representa una bisagraentre la incipiente creación depolíticas sociales de la inmediataposrevolución y la moderniza-ción de los sistemas asistencialesa cargo del Estado. Además, enesos años, la protección socialideada en México coincidió conel interés mundial en reducir eldesempleo, cubrir la carencia devivienda y erradicar la mendici-dad”, explica.

B e n ef i c i a r i osEn 1910, el Distrito Federal tenía720 mil habitantes; y en 1930, casiun millón 30 mil. Este creci-miento considerable de la pobla-ción capitalina obedeció, en bue-na medida, al cada vez más in-tenso proceso de urbanizacióndesencadenado, sobre todo, porla migración interna, el abando-no del campo y la búsqueda de

mejores condiciones de vida enla ciudad.

Como consecuencia de estecrecimiento poblacional, au-mentó el desempleo entre opera-rios, obreros y pequeños contra-tistas y, con ello, el número depersonas en condiciones paupé-rrimas. Pero entonces no se me-día la pobreza, como ahora.

Al respecto, la investigadoraapunta: “Las mediciones de lapobreza son un elemento nuevode las políticas sociales. Antes, losresponsables de los programas deprotección social sabían, más omenos con cierta certeza, cuán-tos beneficiarios podían atender.Por ejemplo, en el caso de los pro-gramas contra la mendicidad, secalculaba que había alrededor demil mendigos en la calle, pero,por la precaria infraestructuraasistencial, menos de la mitad re-cibía auxilio en los hospitales, asi-los y hospicios.”

Algunos estudiosos estimanque, en esos años, 70% de la po-blación de la ciudad pertenecía alos sectores populares, muchosde los cuales se clasificaban den-tro del rubro de los pobres, es de-cir, de aquellos que carecían deingresos suficientes para subsis-tir, de una red familiar que losapoyara en caso de necesidad ode las capacidades físicas y men-tales para laborar.

“No tenemos una cifra exactade cuántos pobres había enton-ces en la capital, pero sí una ideade cuántas personas considera-

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Mendigos formados para recibir alimentos (1940).

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Programas asistencialesCon todo, las primeras políticasde protección de la gente de la ca-lle en la década de los 30 no tu-vieron nada que ver con apoyos yayudas para que superara la po-breza; consistieron en campañasmuy violentas en las que se le per-siguió y encerró.

Sin embargo, los sociólogos,los antropólogos y los inspectoressociales pronto empezaron a darsu opinión acerca de cómo de-bían ser tratadas esas personas ya participar, con el Departamentodel Distrito Federal y la Benefi-cencia Pública, en la organiza-ción de programas de proteccións o cial.

“Fue así como poco tiempodespués se decidió no perseguir yencerrar a esas personas, sino en-

viarlas a hospitales, asilos y hos-picios de la ciudad. Incluso se for-mó un grupo de trabajadoras so-ciales que rescató a muchas deellas de la cárcel y las llevó a esasinstituciones del Estado, donderecibieron ayudas para paliar supobreza y sus condiciones de de-sempleo, enfermedad o discapa-cidad, alcoholismo... De este mo-do se fue adoptando una nuevamirada para atender la pobreza”,dice Lorenzo Río.

Ahora bien, esos programaseran asistenciales, o sea, se encar-gaban de cubrir las carencias co-yunturales; no eran programasintegrales en contra de la pobre-za. Por si fuera poco, su coberturano alcanzaba ni siquiera a 1% dela población del país. En este sen-tido hacían lo que podían, comoofrecer dormitorios públicos a losmendigos o dar café y colchas enla noche a quienes no contabancon un techo o el apoyo de unared familiar o de parentesco; asi-mismo, lanzaban campañas con-tra la mendicidad y la pobreza vi-sible en las calles.

“Los mendigos se convirtieronen depositarios de la asistenciasocial y, a pesar de que se les es-tigmatizó por su miseria, en tér-minos de construcción de un Es-tado social fueron muy impor-tantes porque evidenciaron queexistía un segmento de la pobla-ción que requería la asistencia, laprotección y el cuidado del Esta-do, que no era culpa de los pobresvivir en tan deplorables circuns-

tancias y que el gobierno debíahacerse cargo de modificar lascondiciones estructurales encontextos específicos para sacarde la pobreza a esas personas quehoy en día llamaríamos vulnera-ble s”, indica la investigadora.

Ava n ceA partir de pequeños programascontra la mendicidad, a favor dela educación de la niñez, de dis-tribución de alimentos y de ser-vicios de apoyo para las madrestrabajadoras, las políticas socia-les en México fueron progresan-do fragmentariamente a lo largodel siglo XX, hasta que se inte-graron, lo cual permitió crear laSecretaría de Asistencia Públicaen 1937 y la Secretaría de Salubri-dad y Asistencia y el InstitutoMexicano del Seguro Social enlos años 40.

“La propuesta de avanzarhacia la universalización delos derechos sociales me pare-ce favorable. Es verdad que lacobertura de las actuales polí-ticas sociales aún resulta insu-ficiente, pero algunos grupos,como los ancianos, los niñosde cierta edad y los discapaci-tados, son derechohabientes yreciben beneficios concretos.Esto no es una concesión, niuna forma de caridad del Es-tado, sino un avance hacia laconsecución de los derechossociales por parte de los gru-pos vulnerables. Creo que elcamino que se ha tomado pue-de conducir a buenos resulta-dos, aunque habrá que ver có-mo se desarrollan estas políti-cas sociales y con qué se sos-tienen, porque uno de losgrandes dilemas históricos esdilucidar de qué manera unEstado pobre, con bases fisca-les estrechas, puede tener pro-gramas de protección socialpara paliar las carencias de lossectores de la población másnece sitado s”, finaliza MaríaDolores Lorenzo Río. b

MARÍA DOLORESLORENZO RÍOInvestigadora del Institutode Investigaciones Históricasde la UNAM

“Los mendigos seconviertieron endepositarios de laasistencia social...”

En situaciónde pandemiab En el proceso de cons-trucción de las políticas so-ciales, la profesionalizaciónde la burocracia asistencialjuega un papel de primero rd e n .

“Y en esta situación depandemia que estamos vi-viendo, el tema de la for-mación de trabajadores so-ciales, enfermeras, médicosy psicólogos es fundamen-tal debido, por un lado, ala sobrecarga de trabajoque se ha tenido en elcampo de la salud y, por elotro, a la necesidad de am-pliar no solamente los pro-gramas de protección so-cial, sino también el núme-ro de gente preparada pa-ra distribuirlos, sostenerlose institucionalizarlos”, co-menta Lorenzo Río.