A Tiro Limpio I

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Año I - N o 1 - Ejemplar de distribución gratuita. Ramón Díaz Eterovic y Lorenzo Silva: LOS COMISARIOS El Cine Negro en la historia y la sociedad El detective: un caballero andante con un Ford y una 38 El Halcón Maltés LA CÁMARA NEGRA: El caso Dubois Bartolomé Leal: cine negro y novela negra, ¿cuál vino antes? Poli Délano: La novela negra, ¿un género menor? Cristian Cottet El último misterio de Charles Dickens COSECHA ROJA: SANTIAGO NEGRO: una fiesta para todos Raymond Chandler y Hollywood: de dulce y agraz LA CÁMARA NEGRA: EL CAREO: Detalle de novela negra con pendiente, de Sergio Gómez. 15 de agosto de 2009

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Revista del Primer Festival Internacional de Novela Negra - Santiago Negro. Versión 2009.

Transcript of A Tiro Limpio I

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Año I - No 1 - Ejemplar de distribución gratuita.

Ramón Díaz Eterovic y Lorenzo Silva:LOS COMISARIOS

El Cine Negro en la historia y la sociedad

El detective: un caballero andante con un Ford y una 38

El Halcón Maltés

LA CÁMARA NEGRA:

El caso Dubois

Bartolomé Leal:cine negro y novela negra, ¿cuál vino antes?

Poli Délano:La novela negra, ¿un género menor?

Cristian Cottet

El último misteriode Charles Dickens

COSECHA ROJA:

SANTIAGO NEGRO:una fi esta para todos

Raymond Chandlery Hollywood:de dulce y agraz

LA CÁMARA NEGRA:

EL CAREO:

Detalle de novela negra con pendiente, de Sergio Gómez.

15 de agosto de 2009

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Gijón, Barcelona, Madrid, Munich, pero también Alicante, Getafe, LLoseta, Besançon, Saint Quentin… Todos estos nombres se corresponden con ciudades, unas grandes y conocidas y otras más discretas y pequeñas, que tienen algo en común: acogen la celebración de Festi-

vales de novela negra o policíaca. Una tradición la de estos festivales cada vez más extendida y que atrae a mayor cantidad de personas. A la Semana Negra de Gijón, por citar un ejemplo ya tradicional y que ha superado las fronteras de esta pequeña ciudad del norte de España, asisten más de un millón de personas y escritores de uno y otro lado del Atlántico.

En esta ocasión vamos a hablarles de otro festival de novela negra. Un festival que no se celebrará en alguna ciudad europea o en México o en Buenos Aires, un festival que quizá no llegue al millón de participantes, pero que se celebrará aquí, en nuestra ciudad. Santiago Negro es el festival de la ciudad que recorre Heredia, es el festival de la ciudad que visitarán Cayetano Brulé o los Guardias Civiles Bevilacqua y Chamorro, es el festival que recordará a Sam Spade y a Pepe Carvalho. Es nuestro festival de novela negra, que invita a todo Santiago y a todo Chile a reunirse con novelistas y detectives, policías y periodistas.

Y ustedes podrán pensar, bueno, después de esa cantidad de ciudades nombradas al inicio, ¿tiene sentido otro festival más? Déjenme que les responda citando al novelista español Juan Madrid, quien en una ocasión, al referirse a la novela negra, dijo que “necesitamos que nos cuenten la realidad subte-rránea frente al discurso ofi cial, pues la literatura negra es la novela social de nuestro tiempo”. Desde esta perspectiva, el sentido de nuestro festival adquiere unos tintes tan complejos y profundos como el tiempo que nos ha tocado vivir, y sin duda esta razón justifi ca la creación de tantos festivales como ciudades, regiones o países componen nuestro mundo.

No quiero, en todo caso, ponerme fi losófi co, y no es este el lugar apropiado para ello. Por eso, déjen-me decirles que Santiago Negro será una fi esta. Una fi esta de celebración de un género tan necesario como a veces denostado. Una fi esta para todos aquellos que amamos esas novelas crueles, sangrientas y oscuras, y que siempre hemos soñado con ser esos detectives duros e implacables, que de la misma forma que se toman un whisky doble o pegan unos cuantos tiros, seducen con una sola de sus miradas a la dama más deslumbrante del local.

Por último, quiero agradecer el entusiasmo de Ramón Díaz Eterovic y Lorenzo Silva, los comisarios del Festival, y el apoyo de la Biblioteca de Santiago, Centro Cultural Mapocho y la Universidad Die-go Portales, que junto al Centro Cultural de España harán posible esta loca aventura.

Andrés Sánchez Pérez-Morate Director del Centro Cultural de España

S u m a r i o

FESTIVAL

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN 1

EL CAREO

BALAS DE PAPEL

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1 0

1 6

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LÍNEA DE INVESTIGACIÓN 2

ARCHIVO DE HUELLAS

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN 3

3

Santiago Negro: una para los escritores y sus lectores

El Cine Negro en la historia y la sociedad

Ramón Díaz Eterovicy Lorenzo Silva:los comisarios

Sergio Gómez

La Novela Policíaca

El caso Dubois

Un caballero andante con un Ford y una 38

2 2LA CÁMARA NEGRA

COSECHA ROJA

MAGAZINE

Festival Internacional Santiago Negro. Institución organizadora: Centro

Cultural de España en Chile. Instituciones colaboradoras: Biblioteca de Santiago,

Centro Cultural Estación Mapocho y Universidad Diego Portales. Página web:

www.santiagonegro.cl

A tiro limpio es una revista quincenal sobre la novela negra, publicada en el

marco del Festival Internacional de Novela Negra, Santiago Negro. Consejo

Editorial: Ramón Díaz Eterovic, Lorenzo Silva, Héctor Hidalgo e Ismael Bermúdez.

Edición y redacción: Héctor Hidalgo e Ismael Bermúdez. Diseño y diagramación:

Felipe Infante. Colaboradores de este número: Cristian Cottet, Sergio Gómez,

Ramón Díaz Eterovic, Lorenzo Silva, Bartolomé Leal, Poli Délano, Andrés Sán-

chez Pérez-Morate y Matías Ghiboher. Sugerencias y comentarios criminales:

[email protected].

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E l Centro Cultural de España, la Biblioteca de Santiago, el Cen-tro Cultural Estación Mapocho

y la Universidad Diego Portales, se unen para realizar un evento inédito en las letras chilenas, el Primer Festival Internacional de Novela Negra San-tiago Negro, actividad que se suma a otros encuentros de similares carac-terísticas, como la Semana Negra de Barcelona, la Semana Negra de Gijón y Getafe Negro.

El Festival Internacional de Novela Negra Santiago Negro será una opor-tunidad única para conocer y dialogar con los principales exponentes de la novela negra de Chile y España, quie-nes animarán un atractivo y singular programa de mesas redondas, talleres y lecturas que se realizarán entre los días 14 y 18 de octubre de 2009, en las sedes de las entidades organiza-doras.

A la fecha se encuentra comprometi-

da la participación de los escritores es-pañoles: Juan Madrid, Andreu Martín, Domingo Villar, Lorenzo Silva, Reyes Calderón, Paco Camarasa y Juan Bo-lea, y para los próximos días se espera la confi rmación de otros dos invitados españoles. Todos ellos constituyen una destacada muestra de la narrativa poli-cial española y gozan de una merecida acogida entre los lectores hispanos.

La representación chilena, hasta la fecha, está integrada por los escritores Poli Délano, Ramón Díaz Eterovic, Bar-tolomé Leal, José Gai, Sergio Gómez, Mauro Yberra, Antonio Rojas Gómez, Roberto Ampuero, Carlos Tromben, Gre-gory Cohen, José Miguel Vallejo, Gonza-lo Hernández, Cristian Cottet, Gabriela Aguilera, Orietta de la Barra, Myra Silva-Labarca, Francisco Miranda, Sonia Gon-

zález Valdenegro, Pedro Guillermo Jara, Álvaro Bisama, Carlos Almonte, Helios Murialdo, Eduardo Contreras, Eduardo Soto Díaz, César Farah y Martín Pérez. También participarán los profesores de literatura Mirian Pinto, Clemens Franken, Patricia Espinoza y Adolfo Bisama.

Los autores participarán en el de-sarrollo de mesas redondas, lecturas, conversaciones con el público y ta-lleres. Junto a lo anterior se exhibirán películas y series de televisión relacio-nadas con el género negro. Se contará con números musicales, presentacio-nes de libros y actuaciones de cuenta cuentos, más otras actividades dirigi-das a los lectores de todas las edades.

Las mesas redondas estarán dedi-

cadas a conversar sobre el estado de

la novela negra en Chile y en España; los secretos y las motivaciones de los autores de novela negra; la literatura policial y los jóvenes lectores; la pre-sencia de las mujeres en la creación de novelas policíacas; las huellas de los principales autores del género; y las claves para la creación de un detec-tive de ficción, entre otros atractivos temas.

También se ha programado una se-rie de talleres dirigidos a estudiantes y público en general que tratarán sobre “los secretos para escribir una novela negra” y “las claves para ser un buen lector de narrativa policial”. Además, la Universidad Diego Portales dedi-cará su “Cátedra Bolaño” a uno de los autores españoles invitados, quien ex-pondrá sobre su obra.

El Festival Santiago Negro tendrá una feria del libro dedicada exclusi-vamente a la exposición y venta de narrativa policíaca, tanto de autores chilenos, como extranjeros. Y la entra-da a todas las actividades del Festival Santiago Negro será gratuita en todos sus escenarios.

En una próxima edición de A Tiro Limpio se dará a conocer el programa detallado del festival, que en su con-junto está concebido como un even-to destinado a fomentar la lectura y ampliar el conocimiento de los lecto-res acerca de un género literario que tiene adeptos en todo el mundo. Será el evento literario más importante del año y una oportunidad única para co-nocer y dialogar con destacados expo-nentes del género.

Santiago Negro tendrá una feria del libro dedicada exclusi-vamente a la exposición y venta de narrativa policíaca, tanto de autores chilenos, como extranjeros. Y la entra-da a todas las actividades del Festival

será gratuita en todos

En una próxima edición de A Tiro se dará a conocer el programa

detallado del festival, que en su con-junto está concebido como un even-to destinado a fomentar la lectura y ampliar el conocimiento de los lecto-res acerca de un género literario que tiene adeptos en todo el mundo. Será el evento literario más importante del año y una oportunidad única para co-nocer y dialogar con destacados expo-

Santiago Negro: una para los escritores y sus lectores

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En una próxima edi-ción de A Tiro Limpio se dará a conocer el programa detallado del festival.

Todo crimen tiene

un escenario:

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El cine negro es un modo de re-presentación de la realidad so-cial e histórica de una época

marcada por hechos plenamente dis-tintivos sucedidos en los Estados Uni-dos de América, en la primera mitad del siglo XX.

En un sentido más inmediato, el cine negro se orienta a mostrar la extensión del crimen y la corrupción de la socie-dad y en un aspecto más amplio y con connotaciones más profundas, se dirige a la constatación de la transformación de los valores de un país sorprendido, en primer término, por la rápida evolu-ción hacia el desarrollo industrial y, por otra parte, por el esfuerzo bélico que conllevó su integración en la II Guerra Mundial.

Pero más que constituirse en una crónica histórica, el cine negro ameri-cano presenta con nitidez las contra-dicciones éticas generadas en la socie-dad americana de la primera mitad del siglo XX.

Los referentes históricos y sociales en la gestación del cine negro

Estados Unidos se convirtió en la pri-mera potencia económica mundial tras el desenlace de la I Guerra Mundial, gracias a la derrota de Alemania y el grave endeudamiento fi nanciero de In-glaterra y Francia. Por esta razón, la sociedad estadounidense experimenta durante la década siguiente al término de la Primera Guerra Mundial un creci-miento industrial y económico sin pre-cedentes, con lo que Estados Unidos se convertirá en la primera sociedad de consumo de masas.

Tal momento de prosperidad inusitada permite, entre otras cosas, la incorpora-ción de la mujer al trabajo y facilita la entrada en los hoga-res americanos de la radio, el automóvil y los primeros electro-domésticos. Todo esto conduce a la libertad de mercado y a un espíritu empresarial e innovador propios de la nueva situación de progreso que vive el país.

Pero, mientras tanto, la corrupción aprovechó esta fase de desarrollo ca-pitalista para extender su poder por todas las esferas de la Administración. Así, surge, una serie de factores muy correlacionados entre ellos, el desarro-llo económico, la corrupción política y administrativa. Estos hechos atraen a las ciudades a una masa de deshere-dados que buscan la posibilidad de un enriquecimiento rápido, sin importar el modo de lograrlo.

Por aquel tiempo y como consecuen-cia de lo expuesto, el gansterismo se convierte en un fenómeno que se ex-tiende progresivamente e invade las ciu-dades aprovechándose, especialmente, de la Ley Seca o Ley Volstead, de 1919, que prohíbe el consumo, venta y distri-bución de bebidas que contengan más de un 0.5 % de alcohol. De este modo, amplios sectores de la sociedad nor-teamericana, se podría decir, se con-vierten en delincuentes habituales, ya que consumen bebidas alcohólicas en

bares clandestinos, cuyos propietarios no pueden recurrir a la policía para su defen-sa, pues son extorsio-nados por las bandas de gánsteres que, además, controlan la venta y distribución de este tipo de bebi-das; es decir, todo se constituye en un cir-cuito que nace y con-cluye en las manos de delincuentes.

Como consecuen-cia de lo relatado, durante la época de la Ley Seca (1919-1933), Chicago se hizo famosa por el contrabando de licores y por los enfrentamientos entre bandas de gánsteres, entre los que destacó la fi gura de Al Capone (Alphonse Gabriel Capone, 1899 - 1947), protagonista de la masacre de San Valentín de 1929, he-cho en el que murieron siete integrantes de una familia rival (los Morán).

En 1933 la Ley Seca tuvo que ser derogada, pues, según reconocieron las autoridades, el grado de injusticias y co-rrupción generado era inadmisible. Las consecuencias fueron terribles: 30.000 muertos por envenenamientos debidos al alcohol metílico y otros adulteran-tes; 100.000 personas víctimas de ce-guera, parálisis, etc.; 45.000 personas detenidas por motivos relacionados con la prohibición; aparición de orga-nizaciones del crimen que aún perdu-ran en la actualidad, y que ahora están dedicadas principalmente al tráfi co de drogas; 35% de agentes encargados de velar por la prohibición, con expedien-

tes abiertos por corrupción y casi un 10% de expulsados de su servicio. Un Ministro de Interior y uno de Justicia fueron condenados por conexión con mafi as y por delitos de contrabando.

El mismo año en que se abolió la Ley Volstead, el crimen violento descendió dos tercios, sin volver a alcanzar los mismos niveles hasta después de la II Guerra Mundial.

El cine negro:una conceptualización difícil

El cine negro es probablemente el gé-nero cinematográfi co más difícil de describir por la cantidad de subgéneros que abarca, entre los que se engloba el thriller (más cerca del cine de terror, el término thrill signifi ca escalofrío), las películas de detectives, el cine de sus-pense, o las películas de gángsteres. La expresión fi lm noir fue acuñada por el crítico italiano de origen suizo Nino Frank (1946), para referirse a esas pe-lículas que reinaron entre los años 40 y 50 en los Estados Unidos de Norteamé-rica, y que se caracterizaban por tener argumentos y personajes de índole cri-minal.

Generalmente, las películas carac-terizadas como de cine negro giran en torno a hechos delictivos y criminales con un fuerte contenido expresivo y una distintiva estilización visual.

Influencia estética europea

Está claro que la construcción formal del cine negro es muy cercana al expre-sionismo europeo, en gran parte, debido a la infl uencia que dejaron los cineas-tas que llegaron a USA desde Alema-

El Cine Negro:en la historia y la sociedad

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Imagen de policías desbaratando la comer-cialización del alcohol prohibido por la Ley Seca o “La Prohibición” (1919-1933). Con muchas de estas prohibiciones, poco o nada se lograba.

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nia, tras la persecución nazi a los judíos (Fritz Lang, Robert Siodmak o Michael Curtiz).

Estos directores llevaron a Holly-wood las nuevas técnicas de ilumina-ción que pretendían ilustrar un estado psicológico y un nuevo modo de acer-camiento a la puesta en escena, reali-zando algunos de los primeros clásicos del cine negro. Así, por ejemplo, la obra maestra de Fritz Lang M, el vam-piro de Düsseldorf (1931), es una de las primeras películas de la era del so-nido en adoptar la estética y los argu-mentos característicos del cine negro, como la presentación de un protago-nista con rasgos criminales; Lang diri-ge también La mujer del cuadro (1944) y Perversidad (1945).

Hacia 1931 llega a Estados Unidos Michael Curtiz (cineasta de naciona-lidad húngara radicado en Alemania), huyendo de la situación invasiva y pe-ligrosa de los nazis. El prolífi co Curtiz cuando llevaba ya en Hollywood cinco años logró rodar hasta seis películas por año. Algunos de estos fi lms como 20.000 años en Sing Sing (1932), Án-geles con caras sucias (1938) y Alma en suplicio (1945), podrían clasifi carse como de cine negro. Además, en 1942 dirigió la famosa Casablanca.

En estos inicios del cine negro ameri-cano, también hay que tener en cuenta a Josef von Sternberg, austríaco de origen judío que trabajaba en Hollywood y que dirigió películas como El expreso de Shangai (1932) o El diablo es una mu-jer (1935). Estas películas, que expresan una buena dosis de erotismo y estilo vi-sual barroco, anticipan algunos de los elementos centrales del cine negro.

Del expresionismo proveniente de Europa, el cine negro americano reci-be una fuerte influencia. Por ejemplo, el empleo de un lenguaje elíptico y metafórico donde se describe la esce-na caracterizada por una iluminación tenebrosa en claroscuro y escenas nocturnas con humedad en el am-biente; también se juega con el uso de sombras para exaltar la psicología de los personajes. Algunos de estos efectos eran especialmente impactan-tes en blanco y negro.

No olvidemos que en el cine negro las fronteras entre buenos y malos se difuminan y el héroe acostumbra a ser un antihéroe atenazado por un pasado oscuro.

Por lo tanto, el cine negro o film noir presenta una sociedad violenta, cínica y corrompida que amenaza no sólo al héroe/protagonista de los fil-ms, sino también a otros personajes, dentro de un ambiente de pesimismo fatalista. Los finales suelen ser agri-dulces, cuando no presentan direc-tamente el fracaso del protagonista. Otro punto característico del cine ne-gro es la presencia de la femme fatal, la mujer fatal que, aparentemente in-ofensiva, puede conducir a sus vícti-mas al peligro o a la muerte.

Las novelas de Dashiell Hammett y de Raymond Chandler, con sus detec-tives Spade y Marlowe, son frecuen-tes fuentes de los guiones del género negro, porque, no se puede olvidar que, tanto el cine negro como la no-vela negra tienen características afi-nes y se desarrollan en circunstancias sociales, estéticas e históricas simila-res. ATL

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Cine negroy novela negra,¿cuál vino antes?

Por Bartolomé Leal

La filiación entre “cine negro” y “novela negra” esconde la

clásica disyuntiva del huevo o la gallina. Como esa paradoja no tiene solución, veamos algu-nos “hechos y números” relevantes. El llamado “cine negro” es el que se produjo en Hollywood entre los años 30 y 50, y puede decirse que es ante todo un conjunto de películas sobre gáns-teres, detectives privados y agentes de policía. Un cine en blanco y negro, moralista en los con-tenidos (aunque fue ganando ambigüedad) y expresionista en el estilo. Basándose en relatos y personajes de los pulp (narraciones populares de bajo precio), logró un fenomenal éxito de público, cosa que encantó a los productores.

Vino luego el éxito artístico, en Francia primero. En particular, el cine de detectives de los años 40. Los inteligentes críticos quisieron saber de los escritores que había detrás, a los cuales tra-dujeron, publicaron y hasta importaron. Nació así un apelativo, el “roman noir” (novela negra), que es el que se utiliza hasta hoy. Los france-ses apreciaron a Woolrich, Himes, Hammett, Cain y los otros, bastante más que los propios gringos. Tanto disfrutaron los franceses, que un movimiento cinematográfico, la “nouvelle vague” (nueva ola) se dedicó a hacer “cine ne-gro” de autor, con carácter experimental, en los años 60, adaptando de manera impertinente y más bien intelectual, a Goodis, Thompson, Williams y los mencionados. Estos realizadores se llamaron Truffaut, Godard, Chabrol, Clouzot, Melville...

El tema da para más, pero he allí dos momentos claves de lo “negro” en cine y narrativa.

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Mucho se ha escrito sobre este género y sus autores principales. Demasiado quizá, tratándose de un tipo de novela considerado menor por académicos y novelistas. Obviamente, todo resulta según el color del cristal por el que

se mira y, en este caso, el negro sólo se refi ere a la temática y no a la acogida por parte de los lectores y, desde hace un tiempo, por parte incluso de los estudiosos de la literatura.

Lo primero que llama la atención sobre este género son los diversos nombres con los que se le denomina: novela policíaca, negra, de detectives, criminal, de intriga… Si le preguntáramos a los primeros protagonistas de estas historias nos responderían que no tienen tiempo para perderlo, después, eso sí, de tomarse su tiempo para encender un cigarrillo y ajustar su sombrero. Ahora bien, si citáramos a compartir un trago a Sherlock Holmes o Hércules Poirot con Philip Marlowe o Sam Spade, no creo que se entendieran muy bien. Y es que a pesar de que ambos tipos de detectives poseen la misma sangre y un buen puñado de genes en común, ya se sabe que no siempre los hijos siguen el dictado de los progenitores.

El relato de detectives

El relato o novela de detectives o de intriga, es decir la que practicaron por ejem-plo Conan Doyle o Agatha Christie, nace de una realidad histórica muy concreta, como es la ilustración, el racionalismo y el desarrollo del método científi co. En defi nitiva, la aplicación de la razón y su arma más poderosa, la deducción. Paralelo a esta evolución del pensamiento, se da también un hecho social y político como la creación de los primeros cuerpos de policía. En Francia, por citar un caso curioso, encargaron la organización del cuerpo y la vigilancia de París a Vidoq, un célebre delincuente, el cual reclutó a sus secuaces para el trabajo. Finalmente, el cuerpo fue disuelto, pues a pesar de su efi cacia, los métodos que empleaban no eran muy ortodoxos.

Recopilando ilustración, racionalismo y método científi co, desarrollo policial y por último el capitalismo que, según W. Benjamin, al aplicarse a la literatura produjo su masifi cación o “mercantilización”. Así nacen los folletines del s. XIX, publicaciones de bajo costo y amplias tiradas, unas veces independientes y otras asociadas a los periódicos del momento. En estos folletines se publicaban distin-tos tipos de historias y las más populares eran las de amor y las de aventuras, con mucha acción y no poca dosis de misterio. Conan Doyle, por ejemplo, publicó las historias de Sherlock Holmes en uno de estos magazines, The Strand Magazine.

Dentro del ámbito propio de la literatura, Edgar Allan Poe es considerado el padre de este tipo de historias, con la creación de su detective Auguste Dupin, pro-tagonista de sus cuentos Los asesinatos de la calle Morgue, La carta robada y El asesinato de Marie Roget. Poe no alcanzó el éxito o la cantidad de lectores de Co-nan Doyle, pero fue el primero en fi jar las características más importantes de este tipo de relatos y de su protagonista, el detective.

Quién lo hizo o cómo se construye un jarrón veneciano

Esta es la pregunta central y el motor más importante que mueve la acción de los re-latos de detectives. Los otros dos agentes principales son: el detective y el asesino. El primero es un ser superior al resto, principalmente a los policías, con una capaci-dad deductiva e intelectual casi sobrehumana y que, por tanto, no necesita moverse de su estudio para resolver el enigma, ya que sólo con aplicar su lógica infalible es capaz de encontrar la clave que la policía no vio. Este personaje es un insigne re-

presentante de la clase so-cial alta, con mucho tiempo libre y formación científi ca, que no haya mejor pasatiempo que colaborar con la policía para esclarecer los misterios sin resolver. El segundo es el antagonista. Un antisocial, perteneciente a la clase baja, al que hay que descubrir para que la sociedad, siempre a través de la justicia, lo castigue, devolviendo de este modo el equilibrio que se alteró con el asesinato.

El espacio propio de estas historias es interior y ce-rrado, y la realidad de la época o de la ciudad apenas se percibe a través de los cristales de los carruajes en los que se desplaza el detective protagonista. Lo importante es el “mecanismo” milimétrico, detallista y perfecto desarrollado en la trama, aunque a veces parezca un tanto exagerado e irreal. Por este motivo, Chandler, al hablar del género y su evolución, denominó irónicamente a estas historias “jarrones venecianos”.

El relato negro

El siglo XX vio evolucionar muchas disciplinas y movimientos de muy distinto tipo. Uno de ellos fue la novela de detectives, que, al tratarse de una expresión ar-tística, cambió para acomodarse a los postulados de una nueva realidad social.

El contexto histórico en el que nace la novela negra o criminal se corresponde con la década de 1920 en EE.UU. Curiosamente, se trata de los llamados “felices años 20” y el charleston. Sin embargo, también se trata del período de entreguerras o post Primera Guerra Mundial, con la Ley Seca en plena vigencia. Lo que para unos fue una época del Carpe Diem, para otros fue una época de represión y crimen organizado. Una época, en todo caso, de individualismo y supervivencia, de gran-des ciudades y edifi cios, pero también de barrios y suburbios con mucha violencia y enfrentamientos armados. En medio de esta violencia surge la fi gura de un tipo de detective que se vale de las mismas armas que los criminales: una buena pistola, un cuero a prueba de golpes y una intuición de sabueso.

¿Cómo y por qué lo hizo o el simple arte de matar?

“Hammett sacó el crimen del jarrón veneciano y lo tiró en medio de la calle. De-volvió el asesinato a las manos de la gente que lo comete por razones sólidas y no para proporcionar un cadáver a su autor”. Estas palabras de Chandler grafi can de manera muy certera lo que sucede con el género. Decíamos que las novelas de detectives respondían a un quién, en cambio ahora, la pregunta supera a ese quién, que también existe, para centrar su interés principal en cómo y por qué. Es decir, el centro de gravedad pasa de la persona (el asesino y el detective) a la sociedad y de un momento casi atemporal (expresado en espacios cerrados más o menos genéri-cos) a un momento concreto con unos problemas muy precisos.

Si antes la resolución del asesinato suponía la vuelta del equilibrio social, ahora hay algo que huele a podrido y el asesinato provoca que la fuente del mal olor emerja a la superfi cie. El detective se empeña en que la causa del olor no se evapore de nuevo y reciba su merecido, y para ello no duda en utilizar las técnicas propias de los criminales. Y mientras seguimos sus pasos por la ciudad, el narrador da bue-na cuenta de las miserias que aquejan cada resquicio y cada alma.

LA NOVELA

presentante de la clase so-cial alta, con mucho tiempo libre y formación científi ca, que no haya mejor pasatiempo que colaborar con la policía para esclarecer los misterios sin resolver. El segundo es el antagonista. Un antisocial, perteneciente a la clase baja, al que hay que descubrir para que la sociedad, siempre a través de la justicia, lo castigue, devolviendo de este modo el equilibrio que se alteró con el asesinato.

El espacio propio de estas historias es interior y ce-rrado, y la realidad de la época o de la ciudad apenas se percibe a través de los cristales de los carruajes en los que se desplaza el detective protagonista. Lo importante es el “mecanismo”

Dashiell Hammett(1894-1961).

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POLICÍACA

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Cuando bordeaba la edad de quince años, hacia 1950, me convertí en un lector fanático de la revista Seleccio-

nes policíacas y de misterio, que se editaba en México mensualmente, dirigida por José Sotres, uno de los más grandes divulgadores de la literatura de este género en nuestro idioma. Yo vivía en Santiago, y mi padre me enviaba cada mes, desde México, un paquete con unos cincuenta ejemplares de cada número. Dejaba uno para devorármelo y luego incorporarlo a mi incipiente biblioteca, y el resto lo distribuía entre unos diez kioscos de diarios para su venta. Con las ganancias pagaba mis vicios.

No había leído aún las novelas de Agatha Christie, Ellery Queen o Si-menon, pero empecé a familiarizarme con William Irish, su “hermano siamés” Cornell Woolrich, James M. Cain, A.A. Fair, Carroll John Daly, pionero de la novela negra, el francés Thomas Narcejac y otros autores de fascinantes relatos de suspenso policial que me sumergían en ese mundo que no es agradable pero que “es el mundo en que usted y yo vivimos”, como dijo Raymond Chandler. Hasta me enteré que varias nouvelles sobre las aventuras del detective Phillip Dane, fi rmadas por Mortimer Gray, eran de mi propio padre, Luis Enri-que Délano. Empecé a buscar novelas más largas de los autores que me iban gustando y así llegué –no de la noche a la mañana- a Chandler, Hammett, Horace McCoy, Simenon, James Hadley Chase, Jim Thomson y otros a quienes he seguido por largos años. La lista sería extensa.

Algunos académicos necios han sostenido que la novela poli-ciaca es “sub-literatura”, igual que la novela rosa o el “western”. Que lean y analicen El halcón maltés (Hammett), El largo adiós (Chandler) o Carta a mi juez (Simenon). Que entre estos géneros puede haber mucha bazofi a, de acuerdo, pero también la hay en la literatura “seria”. Tengo la sospecha de que hasta en las vi-ñas del señor se cuecen habas.

Aquí aparece la diferencia más importante respecto de las novelas de intriga anteriores. Éstas son un juego de ingenio en el que no interesa el refl ejo de una realidad ordenada y positiva, hija de todas las revoluciones que marcan el inicio de la época moderna y en la que aún permanece intacta la fe en el progreso y en el ser humano. En cambio, en la novela negra, el protagonista lucha por sobrevivir en una realidad cancerígena que es re-tratada de forma cruda y directa. Una realidad marcada por el horror de la Primera Gran Guerra, por el fracaso de las revoluciones y la pérdida de la esperanza.

El detective afi cionado de las historias de intriga resuelve el acertijo y deja el trabajo en manos de la justicia, en la que confía plenamente. El detective privado de la novela negra no puede confi ar en las instituciones públicas ni privadas, pues el cáncer social alcanza desde la propia policía hasta las cortes de justicia y las grandes corporaciones de orden económi-co. Por ello, no es de extrañar que les mande un recado de vez en cuando en forma de hampón con unas cuantas balas en el cuerpo.

El origen del cambio: los “Pulp” estadounidenses

Chandler, al igual que tantos estudiosos del género, citan a Hammett como el padre de la novela negra. Y sin duda alguna esto es muy cierto, aunque no fue el primero. Para hacer justicia, hay que mencionar a las historias por entregas que se publicaban en revistas conocidas como “Pulp”. En estas revistas apareció por primera vez un personaje que podía res-ponder al apelativo de hardboiled dick, un tipo violento y testarudo que no confía en el largo plazo, y cuya mejor compañera es su pisto-la. Probablemente, el primero en responder a estas características fue Race Williams, detective creado por Carroll John Daly. Y como Race Williams hubo otros personajes, pero fue Hammett quien lo hizo más na-tural e irónico.

Hammett escribió para estas revistas, pero a diferencia de otros autores, aprovechó su experiencia como detective privado para otorgar mayor realis-mo y contundencia a sus personajes y sus historias. Así creó al agente de la Continental, a Ned Beaumont, a Sam Spade y a Nick Charles. Y todas las historias fueron escritas y publicadas entre 1922 y 1930. En la última de las historias, The thin man, aparece un detective, Nick Charles, que se está des-pidiendo, sus sentimientos encontrados son más importantes que la propia trama de la novela, una mera excusa, y es que los tiempos han cambiado. El crack del 29 sacude tan radicalmente a la sociedad, que el individualismo y el sálvese quien pueda se transforma en solidaridad y lucha en común para salir del agujero. En estas circunstancias, los protagonistas de Hammett entienden que su tiempo se ha terminado. Pero vinieron para quedarse y así lo demuestra la otra gran fi gura, tan grande como Hammett, que sigue su postulado y desde la LITERATURA con mayúsculas toma el relevo del primer gran maestro: Raymond Chandler y su Philip Marlowe, un personaje solitario, duro a la vez que tierno, y cínico y desencantado a la vez que buena persona, que será el modelo de una segunda generación de autores que ya no experimentaron en primera persona el ofi cio, pero que entendieron muy bien el género. ATL

¿Un género menor?Poli Délano

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Ramón Díaz Eterovic, para quien aún no lo conozca, es el creador del de-tective Heredia, protagonista de hasta ahora trece novelas por las que ha reci-bido entre otros el premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1995), el Premio Municipal de Santiago (1996, 2002 y 2007) y el Premio Altazor 2009; recibió también el Premio Anna Seg-hers, de la Academia de Arte de Alema-nia (1987), y el Premio Las Dos Orillas, del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (2000). Sus novelas han sido pu-blicadas en Portugal, España, Grecia, Francia, Holanda, Alemania, Croacia, Argentina e Italia. El año 2005, Televi-sión Nacional de Chile exhibió la serie Heredia & Asociados, basada en sus no-velas del detective Heredia.

Lorenzo Silva es un escritor español, nacido en Madrid, que ha publicado también unas cuantas novelas cuyos protagonistas son el sargento de la Guardia Civil, Bevilacqua y la cabo de la Guardia Civil, Chamorro. Con su no-vela La fl aqueza del bolchevique quedó Finalista del Premio Nadal en 1997; con El lejano país de los estanques obtuvo el Premio Ojo Crítico en 1998; con El alqui-mista impaciente ganó el Premio Nadal en el 2000; con El nombre de los nues-tros quedó Finalista del Premio Ciudad de Cartagena de Novela Histórica en el 2002; con el álbum Laura y el corazón de las cosas (ilustrado por Jordi Sábat) ob-tuvo el Premio Destino Infantil-Apel.les Mestres 2002-2003; y con Carta Blanca, el Premio Primavera 2004. Su obra ha sido traducida al ruso, francés, alemán, italiano, catalán, portugués, danés y ára-be. Desde 2008 es comisario de Getafe Negro, Festival de novela policiaca de Madrid.-¿Cómo surge Santiago Negro y por

qué son España y Chile los paí-

RDE: “Santiago Negro” es una iniciati-va del Centro Cultural de España (CCE), y de su director, Andrés Pérez. Por mi parte, desde el año 2002 en que or-ganicé un encuentro latinoamericano de novela policial, tenía el deseo de organizar un festival de mayor enver-gadura, similar a algunos de los que he asistido en España y México. Dado que el organizador es el CCE, esta pri-mera versión del festival es con invita-dos españoles, y esperamos que una segunda versión sea con escritores latinoamericanos y españoles. La idea de Andrés Pérez es que este festival se pueda hacer cada dos años.

LS: En cuanto al impulso institucio-nal, Ramón ya lo ha dicho, y por mi parte sólo me gustaría subrayar lo novedoso y el valor que tiene que un Centro Cultural de España traba-je activamente en este tipo de iniciativas, que a mi jui-cio suponen la creación efectiva de esos puentes trasatlánticos que tan-to necesita la cultura en español y que nunca terminamos de consolidar (como, por ejemplo, lo están ese tipo de vínculos en la cul-tura anglosajona). Mi creencia en que ésa es una de las tareas pendientes que tenemos los que vivimos y traba-jamos en esta lengua, mi interés por la cultura chilena y mi implicación en el género negro como autor e impul-sor de iniciativas semejantes en Espa-ña, aparte de la invitación de Andrés Pérez, son lo que me trae aquí.

Ramón, ¿a qué atribuye el escaso éxito de un género como la Nove-la Negra en Chile? En cambio, en España hay o ha habido una bue-na nómina de autores, como García

Pavón, González Ledesma, Alicia Giménez Bartlet, Juan Madrid, An-dreu Martín, Vázquez Montalbán, y un largo etc. Lorenzo, ¿a qué cree que se debe este interés por el gé-nero en España?

RDE: No comparto la apreciación. A partir de la década de los 80’, el género policial se reinstala en la narrativa chile-na y tiene una presencia muy destaca-da. Muchos de sus cultores tienen una amplia recepción entre los lectores, y otros han obtenido los principales pre-mios que se otorgan en el medio litera-rio chileno. También me parece que el género tiene una buena recepción en la crítica y me consta que muchas nove-las policíacas son materia de estudio en las universidades y liceos. Por lo tanto, sostengo que el género en Chile goza de buena salud y estimo que se seguirá ampliando en los años venideros.

Por otra parte, me parece que en los casos de España y Chile hay una similitud en cuanto a que el género tiene un auge al término de dos dictaduras, como la de Franco y Pinochet, lo que habla de las posibilidades del género para explorar en las expresiones criminales que afec-tan a una sociedad y que provienen de los poderes políticos y económicos.

LS: El interés a escala masiva por el gé-nero negro, en España, es relativamente reciente. En la Transición tuvo un inne-gable apogeo, basado en el talento in-dividual de esos autores que mencionas y en cómo supieron ser refl ejo crítico de esa dictadura que en aquel momento se trataba de superar, pero no llegó a cons-tituirse como un género consolidado. De hecho, en los 90 los editores dejaron de creer en él, se cerraron las colecciones que se habían abierto sobre novela ne-gra y escribir dentro de este género, que

nunca dio mucho prestigio académico, pasó a estar incluso mal visto. A eso ha-bría que sumar unas ventas que no pasa-ban de ser discretas, en la mayoría de los casos. Es a partir del año 2000 cuando re-surge el género en España, y lo hace con tal fuerza entre los lectores que ahora mismo entre los 10 libros más vendidos en España puede haber 6 ó 7 de temáti-ca negra o criminal, con cientos de miles de ejemplares despachados. Esto creo que tiene que ver con cómo el género ha sabido convertirse en vía privilegia-da, dentro de la expresión literaria, para atestiguar e indagar este complejo nue-vo mundo que nos ha traído la globaliza-ción, donde la criminalidad es expresión de las tensiones a veces insoportables a que están sometidos los individuos y las sociedades.

Además de autores, también encon-tramos en España algunos festi-vales como los de Gijón, Barcelona, Alicante, Getafe o el recién aca-bado en Madrid ¿cuál es el festi-val que están tomando como modelo para Santiago Negro?

RDE: Creo que estamos programan-do actividades que son habituales en cualquier encuentro literario: mesas redondas, lecturas, pre-sentaciones de libros, talleres, música, cine, feria de libros, etc. Acti-vidades de este tipo se realizan en la Semana Negra de Gijón y también en Getafe Negro.

LS: No puedo negar que mi experien-cia como comisario de Getafe negro es determinante para mí. El modelo bási-co es el de todas las grandes citas más o menos consolidadas (como Barcelo-na o Gijón, que fue la pionera y con la que todos estaremos siempre en deu-da). Pero sobre ese modelo, Getafe ha intentado hacer el suyo propio, un mo-delo que trata de ser a la vez compacto y excepcionalmente abierto. No sólo vamos más allá de las lindes del género negro (abarcando a la literatura en ge-neral) sino extramuros de la literatura para explorar todas las formas de ex-

El Careo

Ramón Díaz Eterovicy Lorenzo Silva: ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN

ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMENESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR

Ramón Díaz Eterovic

los comisarios.

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No se sorprendan, que no les ha subido la fi ebre aún a las autoridades chilenas, nombrando a Ra-

món y Lorenzo comisarios honorífi cos. Estos destacados escritores son los comisarios del Festival

Santiago Negro, o lo que es lo mismo, coordinadores del evento. Y por ello, los hemos sometido a

un interrogatorio en tercer grado sobre lo humano y lo divino relacionado con los alrededores de la novela

negra. Por razones de economía de espacio, tan de moda en los tiempos que corren, pueden encontrar el

careo completo en la página web del festival www.santiagonegro.cl .

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presión artística, consolidadas o en vías de estarlo (desde el cine y la música, al cómic o el videojuego) y sin hacer ascos al periodismo, la televisión, etcétera. Tratamos de conjugar el rigor (por eso es crucial para nosotros la complicidad de la Universidad Carlos III en Getafe Negro o de la Diego Portales en Santia-go Negro) con la participación popular y las actividades de interés general (y de nuevo, aquí es clave la implicación de agentes culturales-populares, como Estación Mapocho y la Biblioteca de Santiago aquí, o la red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid en Getafe).

Está previsto que se realicen eventos del festival en distintas localizaciones de Santiago. ¿La dispersión de sedes no desalentará al público? ¿Cuál es la de esta diversidad espacial?

RDE: Es un riesgo y un desafío, pero queremos que la novela negra se tome el centro de Santiago por algunos días, y pensamos que cada una de las sedes del festival tiene un público propio que deberá interesarse por el programa.

LS: Yo, que soy el forastero, he podido comprobar que las distintas sedes no

están mal comunicadas entre sí. Y que haya varios centros de agitación me parece positivo, en la línea, que apunta Ramón, de convertir a la propia ciudad en escenario del festival y que la gente lo haga suyo.

En su experiencia, como comisa-rios o participantes, ¿cuál es la importancia de un festival de es-tas características?

RDE: Su importancia radica en que acer-ca el género policial a los lectores y fo-menta el hábito lector. En términos más específi cos es una gran oportunidad para que el público chileno conozca a una delegación que representa a lo me-jor del género en España, y con autores chilenos que trabajan el género y que van desde autores muy conocidos hasta otros que están haciendo sus primeras armas. También será una instancia de diálogo entre los autores españoles y chilenos.

LS: Ramón lo ha explicado magnífi -camente. Se trata de llevar la cultura a sus dueños, la gente, los lectores, y que quienes escriben tengan la ocasión de cruzar impresiones y experiencias con los destinatarios de su trabajo, y éstos sentirse más implicados y protagonistas del fenómeno de comunión entre seres humanos que representa la creación artística y su disfrute. Y también insisti-ría en ese puente sobre el océano, que permita que nos asumamos recíproca-mente como algo propio, y no sólo en casos excepcionales, como ocurre has-ta ahora. Mi ilusión sería que un autor chileno fuera leído en España como “uno de casa” y vi-ceversa.

¿Novela negra, policíaca, de in-triga, de misterio. ¿Con qué de-nominación se quedan y qué dife-rencias existen a su juicio?

RDE: Para no entrar en grandes disqui-siciones me quedo con el término de novela criminal que a mi juicio englo-ba la novela policial, la novela negra y la de intriga. Una novela que gira en torno a un hecho delictual y que per-

mite analizar la sociedad en que éste acontece.

LS: A mí también me parece más pro-pia y precisa la palabra criminal. Es la que abarca todas las manifestaciones. Pero ha hecho fortuna el negro (como en Italia el amarillo, esto del color es ca-prichoso). En cualquier caso, nunca me pelearía por una denominación.

¿El disparo seco y certero de Ham-mett o el irónico y estético de Chandler?

RDE: Me quedó con los dos autores. Chandler, al igual que Hammett, ense-ñó que se puede hacer buena literatu-ra a partir de los códigos de la novela criminal, hecho que fue asimilado por muchos autores posteriores y que ha permitido que la novela criminal alcan-ce importantes niveles de excelencia literaria, a través del trabajo de auto-res que se preocupan de desarrollar un enigma, pero también, y en primer lu-gar, de escribir novelas de calidad.

LS: Yo confi eso que siempre tuve más cerca de mi corazón a Chandler, por lo que apunta Ramón, y también porque era un sentimental, como yo, y Ham-mett es a veces demasiado frío. Pero no puedo, siendo objetivo, discutir que los dos son cruciales y posiblemente las dos columnas sobre las que irremedia-blemente se asienta este tinglado.

Vázquez Montalbán destacaba la importancia del “realismo” en la novela policíaca, un realismo que se ofrece al lector a través de la óptica o el punto de vis-ta del detective, un vividor, un mirón… ¿qué importancia posee para ustedes la crítica de la realidad en la novela negra?

RDE: La novela negra se nutre de la realidad y permite refl exionar so-bre esa realidad. Es la novela social de nues-tro tiempo, y los autores, a través de sus personajes, son testigos privile-giados de las redes que tejen la crimi-nalidad en la sociedad actual.

LS: Yo no concibo la literatura, ni siquiera el arte, sin una visión

crítica de la realidad. El que crea, quiere cambiar la realidad aportando a ella algo que no existe, para empezar. Ese impulso nace de una disconformi-dad radical con lo que a uno le viene dado. El arte que no es crítico se con-vierte en propaganda. Puede tener es-pléndida factura técnica, pero su alma queda tocada. Y la novela negra no puede no trasladar una visión crítica sobre un mundo en el que, demasiado a menudo, el paso nos lo marcan ver-daderos delincuentes. Sin ir más lejos, piénsese en quienes nos han sumido en el cataclismo económico global. Ma-doff es un símbolo, o un cabeza de tur-co. Hay muchos más como él, que quizá no fueron tan groseros, pero han sido igual de perniciosos.

Nombren cinco claves para lo-grar una buena novela negra.

RDE: Buenos protagonistas y perso-najes secundarios; un buen enigma; adecuada ambientación de los he-chos; verisimilitud en la trama; y la mejor pluma posible que pueda ofre-cer el autor.

LS: Totalmente de acuerdo. El enigma puede no ser necesario si el asunto es lo bastante intenso (o digamos que el enigma no tiene por qué ser el clásico “quién lo hizo”). Pero todo lo demás me parece inexcusable.

Nombren cinco de sus autores preferidos de Novela Negra.

RDE: Georges Simenon, Giorgio Sce-barnenco, Ross MacDonald, Sjöwall y Wahlöö, Horace McCoy y un largo etcé-tera.

LS: Difícil. Los indiscutibles: Chandler, Hammett, Thompson. Luego, pondría también a Maj Sjöwall y Per Wahlöö, una pareja crucial para comprender lo que vino después en Suecia. Y me gusta mucho la francesa Fred Vargas, con su toque extraño. ATL

ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN están mal comunicadas entre sí. Y que haya varios centros de agitación me

mite analizar la sociedad en que éste acontece.

ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN

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ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMENESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR ESCENA DEL CRIMEN - NO PASAR

Lorenzo

Silva

Hammett, Thompson. Luego, pondría también a Maj Sjöwall y Per Wahlöö, una pareja crucial para comprender lo que vino después en Suecia. Y me gusta mucho la francesa Fred Vargas, con su toque extraño. ATLATL

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Recordaré esta mañana, de eso estoy se-guro. Rememoraré este día, repitiéndolo, secretamente, como si estuviera haciendo

con él un depósito en mi conciencia para resguardarlo para mejores tiempos, como el mejor de los bancos. Es que hoy, 26 de marzo de 1906 fusilarán al asesino en serie Emilio Dubois.

Me encuentro en la cárcel pública de Valparaíso desde muy temprano, diría que llegué como a las seis de la mañana y soy uno de los cien privilegiados que podrá presenciar el fusilamiento. Fuera de la cárcel los curiosos rodean los muros del recinto y se agolpan detrás del portón y muchos están encaramados en los techos de las casas vecinas, aten-tos a todo lo que ocurre, porque no quieren perderse detalle de la ejecución. No vuela ni una mosca. Todo parece una imagen fi jada por un daguerrotipo, recién confi gurada, después de la explosión del polvo de plata que la fi jó para siempre. Ni siquiera produce algún rumor la presencia destacada por lo lla-mativa de las vestimentas de los sesenta guardias que lucen sus brillantes cascos prusianos, mientras se sitúan en lugares estratégicos para vigilar que no se produzca ningún desorden.

He dormido poco, anoche me entretuve en los bares del puerto: vino, conversación interminable, cigarrillos, todo para esperar esta mañana. Hace bastante frío y el viento choca con la enorme mole de la cárcel públi-ca. Todavía está deteriorada por el terremoto del año pasado. Otro hecho que tengo muy bien guardado. Cómo no, si soy un reportero. Un acumula-dor de hechos, de los escombros, de la basura, de las muertes, de la sangre del puerto. Recuerdo muy bien ese terrible suceso. Ya estaba oscuro, diría que como a las ocho de la noche. 6 de agosto de 1906, vaya otra fecha para mi colección. Se escuchó un rumor ronco y terrible, al mismo tiempo que un remezón que todos dicen que duró cuatro minutos. Los edificios se vi-nieron abajo, reventaron las cañerías del agua, el gas, se derrumbaron los muros de las casas, se precipitaron las cornisas y extensas nubes de humo y polvo se elevaron por los cerros. Se vio una enorme luminosidad de un tono rojizo, atribuida a los numerosos incendios y al polvo levantado. Lue-go hubo otro remezón que duró un minuto y que completó la escena de destrucción y muerte. El puerto quedó sin comunicación y nadie se supo que el terremoto había asolado otras ciudades aledañas como Viña del Mar, Quillota, Quilpué, Villa Alemana y hasta en Santiago, donde se sintió con gran intensidad y provocó numerosas víctimas.

Ya para el terremoto Dubois se encontraba en la Cárcel Pública y debido al tumulto y destrozos corrió el rumor de que se había fugado, por lo que se dio

orden de hacer un registro minucioso, y lo en-contraron debajo de unas latas, completamente transformado, y abrigado con un poncho. Ade-más, se había afeitado la barbilla, para cambiar su rostro. Los grillos y las esposas habían sido limados. Cuando lo interrogaron, contestó que

un compañero de prisión le había proporcionado un poncho y un sombrero y que había hecho las

limaduras, pues lo querían para que encabezara la huida, pero dijo, que no tenía intención de fugarse. Ha aparecido Dubois y lo traen dos vigilantes que

lo resguardan con celo teatral acercándolo al muro en-ladrillado del patio de la herrería de la cárcel. Se ve altivo,

sereno, muy entero para una circunstancia como aquella. De estatura mediana y contextura bien organizada. Bigote y pe-

rilla rubia y peinada hacia atrás. Su mirada y frente denotan al-tivez y audacia. Dubois siempre se defendió y se declaró inocente

de todos los crímenes que se le imputan, sin considerar las notables evidencias de sus acciones. Ha sido un caso muy bullado y con repercu-

siones públicas muy grandes. Con entrevistas, prensa, declaraciones y defen-sas increíbles, hasta los grupos anarquistas lo han defendido: han dicho que Dubois no debe ser castigado, porque le ha robado a los ricos, a los explota-dores de los pobres, un verdadero Robin Hood. En los últimos alegatos, antes de ser declarado culpable y condenado a pena de muerte, Dubois se defendió prácticamente solo y lo hizo con mucha habilidad. Si el juez le sentencia por cuatro crímenes, él jamás se declaró culpable de ellos: fueron el de Ernesto Lafontaine, el único cometido en Santiago, ocurrido en marzo de 1905 en su ofi cina de calle Huérfanos; el del comerciante Reinaldo Tillmanns, el cuatro de septiembre del mismo año; el del ciudadano alemán Gustavo Titius, el 14 de octubre de 1905; y el del francés Isidoro Challe, dueño de una tienda en la calle Condell, el 14 de abril de 1906. Pero fue un acto fallido el que hizo caer a Dubois en manos de la justicia, una tarde de junio de 1906, cuando un conocido dentista de apellido Davies, en la puerta de su domicilio de Plaza Aníbal Pinto, puso resistencia a un individuo, que al ver malogrado su ataque, emprendió fuga por calles Melgarejo, Blanco y Errázuriz, para ser fi nalmente capturado y llevado a la comisaría. En su huida dejó caer una daga de acero que se ataba a la muñeca, un manojo de llaves ganzúas, el garrote de goma y una linterna, evidencias tremendamente incuestionables de sus actos.

Dubois está hablando, formula su último deseo. Hace un gesto para que no le venden los ojos, se escucha un murmullo de asombro, Dubois quiere encarar su muerte con un acto de enorme temeridad. Cruza sus ojos claros por el entorno donde se agolpan los invitados a su muerte. No se le mueve ni un músculo, se fuma uno de sus cigarros marca Yolanda y pide unos minutos para hablar. De nuevo, los murmullos y él, con fi rmeza silencia a la gente y con voz segura repite que es inocente, luego pide consideración para con su hijo y su mujer; recuerdo que se ha casado con la colombiana Úrsula Morales, la madre de su hijo, tan solo ayer. Luego mira al pelotón y al público y re-

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Por Matías Ghiboher

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Emilio Dubois: un mito porteño

Para enterrar a Emilio Dubois se pagaron seis pesos por los derechos correspondientes al pe-ríodo de un año. Se sepultó con el nombre de Luis Emilio Brihier Lacroix, el 26 de marzo de

1907 en el Cementerio Nº 3 de Playa Ancha, correspondiéndole la sepultura Nº 1 de la Corrida 1 del Cuartel Nº 7. Un funcionario del cementerio escribió sobre la lápida del nicho gruesos ca-racteres al rojo: “Alias, Dubois” y las primeras flores las colocó Úrsula Morales. Pero no fueron las últimas. Con la muerte del Dubois nació un mito porteño. Nació “una animita”, que es venerada, saludada y respetada por miles de personas durante más un siglo, desde su muerte.

Louis Amadeo Brihier Lacroix, nacido en Étaples, Pas-de-Calais, Francia, el 29 de abril de 1867 y muerto en Valparaíso, el 26 de marzo de 1907, es un personaje verdaderamente tan novelesco como enigmático: se cuenta que el primer asesinato lo realizó tras cumplir 18 años, época en que mató con un garrote al padre de su novia. Aún estando en Francia, eliminó al mayordomo de una mina, luego de un altercado. Entonces, huyó a América. Su primera parada la hizo en Colombia, país en el que cambió su nombre por el de Emilio Dubois. Allí asesinó a un comerciante para robarle. Luego huyó a Bolivia, donde su irresistible tendencia a la sangre cobró la víctima de uno de sus compañeros de trabajo, a quien sustrajo los ahorros reunidos durante dos años para su matrimonio. Con el fin de evadir cualquier vinculación con el caso, se trasladó a Valparaíso, ciudad en que se acercó a los más altos círculos sociales, fingiendo ser un europeo adinerado y dispuesto a invertir en negocios. Esta careta le permitió seguir en su senda criminal, asesinando a prominentes co-merciantes porteños.

¿Qué misterio hace que la gente transforme a ciertas personas en perso-najes de veneración una vez muerta? Luego, nace el mito costumbrista de las animitas y los agradecimientos por los favores concedidos”. Nunca faltan las velas, las flores y las inscripciones de agradecimiento. Y ahí está Dubois, como animita, saludado, respetado, recibiendo oraciones, petitorios, conce-diendo favores que las personas atribuyen a actos milagrosos.

Y el mito crece, perdura, se niega a desaparecer. No sólo es una popular “ani-mita”, también le han escrito canciones, poemas; el poeta Carlos Pezoa Véliz es-cribió unas décimas en su honor. Se han escrito novelas, como la de Carlos Droguett, Todas esas gentes (1971), o la de Patricio Manns La vida privada de Emile Dubois (2004).

clama concluyendo, con pasmosa serenidad: “Se necesitaba un hombre que respondiese de los crímenes que se cometieron, y ese hombre he sido yo. Muero pues inocente, no por haber cometido yo esos crímenes, sino porque esos crímenes se cometieron”. Después sentenció: “Apunten bien al corazón, ejecuten ese momento”.

Cuatro disparos dan en el blanco y han concluido con su vida, claro, más el tiro de gracia disparado en la sien por el ofi cial que dirige el pelotón. Du-bois se desploma, la gente permanece silenciosa. ¿Cuántos habrán dudado

en ese momento? ¿A cuántos les recorrerá como un frío hilo de agua sobre la espalda sus últimas palabras tan llenas de convicción, seguridad y aplomo? Son poco más de las ocho de esta fría mañana otoñal en el puerto. Salgo de la cárcel y en la calle la gente se va retirando, silenciosa, conmocionada por los disparos, imaginando al enigmático Dubois sucumbiendo a las balas. Ahora me iré a un bar, desayunaré algo y escribiré la crónica para mañana. No sé por qué siento un sabor amargo en mi boca. ¿Será la trasnochada? ¿Será el vino de anoche? ¿Será que he dormido poco? ¿Qué será…? ATL

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Después del robo de los pendientes, el brasilero se sentó en el borde de la terraza de su habitación en el Cutter Hotel. Podía ver los techos de Vertiente Baquedano y los colgadores de ropa como ahorcados si-

guiendo el viento. Dejó pasar la mañana fumando en el balcón. Al mediodía bajó a almorzar.

Pidió agua de manzanilla y un destilado de boldo con hielo en un jarrón de un litro. Comió un plato de lentejas con queso rayado y perejil. Masticó lentamen-te, como le enseñó su dentista.

Después del almuerzo paseó por Sargento Aldea, la calle principal de Ver-tiente Baquedano. Se ocultaba en el pueblo hacía dos semanas. Confi aba en que no lo encontrarían en ese lugar. En la esquina de Antenao y Baquedano, en el paradero de la locomoción, pensó trasladarse a la ciudad de Parque De-portivo para comprar un arma, pero dudó unos segundos y el taxi se perdió por Antenao.

Compró cigarrillos y un número de lotería que dobló y caló en la entrada de la billetera para no olvidarlo.

Robarle a ladrones era un negocio limpio, sin remordimientos, pero peligro-so, pensó, rememorando una novela de Scott Dingger, Asesinos y solitarios, o intentando ajustar el argumento de la novela a lo que experimentaba en esos momentos.

En la entrada del Cutter se encontró un gato muerto en la vereda. Una veci-na dijo desde una puerta:

“El gato se cayó del tercer piso, eso prueba que también los gatos pueden morir sin contar las siete vidas que dicen tener”.

El brasilero sintió un vació en el estómago al escuchar esas palabras y la rigidez de sus músculos le hicieron presentir hechos funestos. La seguridad de la mañana entonces se le borró de la cara.

Subió hasta su habitación en el hotel y prefi rió no salir de allí. El sol brillaba inofensivo en la ventana, sin fuerza ni luz. Durmió algunos minutos. Se desper-tó y echó una mirada a todo lo que guardaba en la habitación.

Dejó caer la cabeza y los hombros en la almohada. Volvió a sentir cómo per-día la conciencia con un cosquilleo falso en el centro del cerebro. Medía casi dos metros y el fi nal de la cama se le hundió en la planta de los pies. El brasi-lero venía del zonal del Almendro en Minas Gerais, por eso, creía él, tenía la cara licuada y estirada, como si lo hubieran hecho rápidamente, con materiales simples y baratos.

El momento más odioso de la tarde entraba por la ventana, con el pulso del calor y la luz decaída y floja. Abajo, en los patios interiores del hotel, los toneles guardados se reventaron y el alpechín se escurrió como sangre por el piso de cemento. El brasilero olió el resol y el vinagre como si en verdad lo soñara.

Otra vez abrió los ojos. Observó las manchas irreales de humedad en el te-cho. Dibujaban perfectamente, según él, dos arbitrarias siluetas:

1. En una, el esfuerzo victorioso de cinco marine levantando una bandera en la cima del monte Suribachi, una mañana de febrero del 45. La escena entera, más tarde, se transformó en una escultura en el cementerio de Ar-lington.

2. La otra silueta se asemejaba al óleo Conte Barbares, que pintó Gau-guin, sifilítico, en una de las islas Marquesas. En el cuadro, un nativo sentado como buda exhibe un pendiente rojo igual al robado por el brasilero.

En la calle el calor sobre la gente era irreversible y desgastador. El brasile-ro se venció. Bajó otra vez los párpados y se dejó ir, como si por delante de sus ojos se cerraran ventanas hacia el interior, una tras otra.

Los tres hombres entraron rápidamente a la habitación. Fue mínimo el ruido al abrir mañosamente la puerta. El brasilero no escuchó los pasos que lo buscaban. En una coreografía precisa, cada uno de ellos se extendió a los lados de la cama, como un abanico español. El brasilero tardó en reaccionar, aunque tal vez nunca lo hizo y solo entendió, confundido, que todo aquello en su habitación era el comienzo de un sueño. El tercero de los hombres, más tardío en la llegada, le hundió el cuchillo en el centro del pecho buscan-do enseguida sitio, espacio por donde causar el mayor daño posible, aguje-reando, desgarrando hasta el estómago. El brasilero abrió los ojos y pensó que soñaba, que abría los ojos y se encontraba con tres hombres cerca de su cama. Un sueño absurdo, más o menos como todos los sueños. Después no debió pensar en nada más. Otro de los hombres, al costado, pero más cerca de su rostro, miró el detalle de los ojos negros, las pupilas derrotadas, incré-dulas y sorprendidas. El hombre se convenció: la última imagen que verían esos ojos serían sus propios ojos en sus pupilas.

El segundo hombre sostuvo firmemente la cabeza del brasilero en la al-mohada. El hombre que pensó en los ojos negros del que se moría, esta vez pensó en la precisión y destreza del segundo hombre para sostener la cabe-za del brasilero, sin vacilaciones y sin violencia alguna sino determinación. El tercero volvió a hundir el cuchillo sobre el pecho del brasilero, pero esta vez sin orden, solo para puntear y agujerear el cuerpo. A los tres les impre-sionó que la sangre no brotara enseguida y solo quedara expuesta y palpi-tante al borde de las heridas. Fue un momento de inmovilidad, un instante de dudas, antes de que se derramara entre las frazadas y las sábanas de la cama, y terminara apozada en el piso de madera.

Limpiaron la habitación. El brasilero quedó muerto, con el pecho abier-to, como si lo hubiera atacado un león africano. Limpiaron el cuchillo y lo dejaron donde minutos antes estuvieron los pendientes robados, junto a una lámpara con un abalorio de papel quemado que llevaba dibujado el encuentro de los exploradores Livingstone y Stanley en el lago Tanganyika.

De salida los hombres repitieron la coreografía. Cerraron la puerta de la habitación. Se observaron unos a otros todo rastro de sangre y se acomo-daron la ropa.

No sé si vale la pena contar lo que sigue. La habitación quedó vacía, como si el aire y los objetos fueran suficientes y no permitieran incluir nada más. El muerto en la cama se agregó a lo inanimado. Todo volvió a la armonía conciliatoria de los objetos muertos. Por eso, más tarde, el pintor Galindes Andrade tituló a su cuadro: Naturaleza muerta en un hotel de paso, 1977. Musée d’Odar. París, Francia (70x80).

lington.

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NEGRA CON PENDIENTE

Sergio Gómez

DETALLE DE NOVELA

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-ATL: Me llama la atención que has estudiado Derecho y Literatura. ¿Tiene esto algo que ver con tu pasión por el género criminal o es pura coinciden-cia?

-SG: La justicia (y sobre todo la in-justicia) no tiene que ver con leyes sino con moral, y eso está cercano a la literatura: elegir la verdad o la men-tira y trabajar entre medio de ambas, eso es literatura, ¿qué otra profesión puede hacer algo así?

-ATL: Autor de novelas para adultos, novela juvenil, cuentos, guión de cine, de televisión y además cronista de pe-riódicos. ¿Me falta algo? ¿Te aburre un solo formato creativo o cada contenido tiene su forma ideal?

-SG: Los formatos no son más que so-portes, tinglados. Pero en todos ellos se hace lo mismo: escribir, es decir, trabajar con estructuras que aparen-temente levantan otras estructuras, tramas, historias, personajes, para entregárselos a alguien que lo per-cibe de igual forma. Pero el formato que más práctico en realidad es el “onanismo escritural”, es decir, escri-bir mentalmente. Paso tardes enteras en eso, en el taco, en la cama, o cuan-do estoy frente a alguien demasiado aburrido. He escrito novelas enteras que, por supuesto, después me es im-posible recordar.

-ATL: Si tuvieras que quedarte con uno de los formatos, ¿cuál sería?

-SG: El que más me acomoda es el que acabo de señalar, la escritura onanis-

ta-mental-peripatética (esta última es su variante cuando troto), es lejos la más fácil de llevar, la más entretenida y más fácil de olvidar.

-ATL: Has sido fi nalista del premio ve-nezolano Rómulo Gallegos y del Plane-ta de Novela en Argentina; has ganado el Premio Lengua de Trapo en España y el Barco de Vapor en Chile. ¿También se cumple en tu caso aquello de que es difícil ser profeta en tu tierra? ¿Qué ha supuesto para tu literatura el hecho de destacar en estos premios?

-SG: Supongo que sería difícil para quien pretende ser “profeta”, yo con suerte espero seguir escribiendo y pu-blicando, y nada más. Los profetas han echado a perder la literatura del género que sea. Para mí esos premios han signifi cado dos cosas: 1. Plata. 2. Enemigos.

-ATL:: Quique Hache es un joven quin-ceañero que hace un curso de detective por correspondencia, que se anuncia en el periódico como detective y que es contratado. ¿Te han preguntado tus lectores de estas historias cómo pueden hacer para ser detectives? ¿Cuál es la situación más divertida en la que te has visto involucrado con los lectores de Quique Hache?

-SG: Esos cursos existen, ahora por Internet, antes lo avisaban por re-vista. Lo más común, y lo más en-cantador, es que me digan que fue la primera novela que leyeron, y uno es-pera temblando que no sea la última. Una vez me comentó alguien que ha-

bía pasado su adolescencia a fi nes de los 70 en el barrio de calle Juan Moya –donde se supone que vive Quique en las novelas-, allí este señor conoció un vecino, un joven de 15 años llama-do Quique. Me contó que ese Quique fi nalmente se había ido al norte don-de había muerto al pisar una mina en el desierto. Un fi nal bastante trágico, pero me encantó literariamente.

-ATL: ¿Por qué lugares fi cticios como Vertiente Baquedano y Santa Familia como espacios para tus historias?

-SG: Los lugares de una novela son mapas del cerebro y por lo tanto siempre son fi cticios pero que uno de-fi ende como propios. No existe San-tiago o New York en las novelas, sino su representación. Entonces, es más interesante exagerar esas mentiras y fundarlas en el cerebro de cada uno, incluso no necesariamente para utili-zarlas luego en literatura. Yo me ubi-co perfectamente en las calles de esos lugares, sé qué esquina cruza una avenida, sé que edifi cio está al frente de la plaza de Vertiente; pura demen-cia. En novelas como Neuromante o Snow Crash, por dar ejemplos clási-cos de un género afín (la ciencia fi c-ción) se tiene más claridad en eso de que los paisajes acotados y mentales permiten una cuota de egolatría y po-der falso, ilusorio, entonces el escritor se cree un poco “artífi ce”; pero, como sabemos, la verdad en literatura es relativa.

-ATL: Además, ambos pueden ser con-siderados microcosmos, pues uno es una ciudad de provincias y otro un barrio de la capital. ¿Tiene algo que ver con las prácticas de los primeros autores del gé-nero negro americano como Hammett y su “Poisonville” de Cosecha roja, por ejemplo, que pretendían representar a todo un país?

-SG: Como decía, me molestan y car-comen los predicadores, los profetas que levantan el bastón y previenen o dictaminan. La violencia de “Poison-ville” o “Personville” representando la nación en una época determinada, la deducimos nosotros los lectores; probablemente Hammett tenía en

mente ese traspaso de Ciudad Veneno a País Veneno, pero si nos quedára-mos con solo eso de la novela nos per-deríamos lo mejor que es, justamen-te, todo lo demás. (“Ciudad Veneno” era el título original de esa novela, no estaba mal)

-ATL: De entre todas las variantes de novela criminal que existen, ¿cuál crees que se ajusta más a tus novelas?

-SG: Obviamente aspiro a algo cerca-no al hardboiled. Existe una paradoja nacional: los detectives privados en la vida real no existen y lo que hay en realidad son poco literarios, encarga-dos de resolver infi delidades y robos industriales. Y durante años tampoco se podía optar a brigadas de policía institucionales como protagonistas de novelas porque era lo más temido por todos, nadie confi aba en algo oscuro y tenebroso, con siglas, como CNI por ejemplo. Entonces me gustaría expe-rimentar con aquello, hacer algo al respecto de esto último.

-ATL: Nombra cinco claves para lograr una buena novela negra

-SG: Solo me atrevo a 3:1. Leer a los siguientes autores: Au-

gusto Monterroso, John Cheever, Jorge Luis Borges, Manuel Rojas, Philip Roth, y una larga lista.

2. Leer y mirar a los siguientes guio-nistas y dibujantes: Oesterheld y Alberto Breccia; Jacques Tardi y Leo Malet; Abolí y Jordi Bernet.

3. Y mirar los 60 episodios, cinco tem-poradas, de la serie de televisión The Wire.

-ATL: Nombra cinco de tus autores preferidos de Novela Negra

-SG: Raymond Chandler, obvia-mente.- Patricia Highsmith.- Andrea Camilleri.- Giorgio Scerbanenco.- Manuel Vázquez Montalbán. - David Simon, periodista y escritor

de la serie más arriba comentada, The Wire.

Sergio Gómez (Temuco, 1962) es un polifacético escritor con tantos reconocimientos en países como España, Venezuela o Argentina, como enemigos le ha granjeado este éxito en Chile. Sabemos que

está cansado de hablar, a pesar de su juventud, por lo que no fue fácil que respondiera a estas preguntas. Prefi ere que hablen sus libros y trabajos para el cine y la televisión tales como Vidas ejemplares, El labio inferior, La obra literaria de Mario Valdini, La mujer del policía, y Patagonia y libros de cuentos como Adiós, Carlos Marx nos vemos en el cielo, Buenas noches a todos. Y los libros infantiles de la saga Quique Hache detective, Quique Hache y el caballo fantasma, Quique Hache y el mall embrujado, El canario polaco y Yo Simio. Como aperitivo, les hemos ofrecido una exquisitez en forma de cuento para abrir boca.

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Un caballero andante conun Ford y una 38

Investigador afi cionado, detective privado o policía (comisario, de-tective, guardia civil…) pueden

ser considerados pelajes distintos para un mismo tipo de personaje, aunque también habrá quien diga todo lo con-trario, que las características subyacen-tes en cada nombre son tan distintas que es posible hablar de géneros o historias diferentes. Desde luego, argumentos se pueden esgrimir a favor de ambas tesis, pues cualquier lector aprecia las diferen-cias entre Hércules Poirot y Philip Mar-lowe, pero a su vez se percata de que ambos personajes pretenden encontrar a un asesino o criminal, independien-temente de las implicaciones sociales que en cada caso se den. En este senti-do, Alejo Carpentier creó una frase muy acertada para describir la novela policía-ca, “el detective es al delincuente lo que el crítico de arte es al artista: el delin-cuente inventa, el detective explica.”

Más allá de esas disquisiciones, hay una pregunta que siempre me ha ronda-do la cabeza, por qué un personaje que primero era un aristócrata, por encima del bien y del mal y con un intelecto que dejaría en ridículo al propio Eins-tein (imagínense al lector); después, un personaje taimado, duro, irónico y con el golpe fácil, capaz de beber hasta casi reventar y que además se liga a la más hermosa; y por último, un personaje más bien gris y con un trabajo que no le gusta aunque lo prefi era a cualquier otra cosa; por qué un personaje así cautiva a tantos lectores de lugares tan lejanos y épocas tan diferentes. Quizá, y solo qui-zá, porque refl eja una aspiración básica para el ser humano como es la necesi-dad de sentir que no todo está perdido y que siempre habrá un loco caballero andante, un noble encopetado o un anti-héroe anónimo de no muy buena reputa-ción que desconfi ará lo sufi ciente de las apariencias como para seguir luchando. Ya lo dijo el gran Jim Thompson “hay treinta y dos maneras de contar una his-

toria (policíaca) y yo las he probado todas, pero sólo

hay una trama: las cosas no son lo que parecen”.

Con título nobiliario o sin él, bebedo-res o abstemios, duros o sensibles, que buscan hacer justicia o simplemente so-brevivir, dejemos que los que realmente saben de esto hablen directamente para dibujar un retrato sobre quién y cómo es nuestro protagonista:

Conan Doyle en Estudio en Escar-lata: “El detective debe aprender a adi-vinar a la primera ojeada la historia de un hombre y la profesión que ejerce. Por pueril que parezca este ejercicio, agudiza nuestras facultades de obser-vación y nos enseña a mirar y a ver. Las uñas, la manga del vestido, los za-patos, las rodilleras del pantalón, las callosidades del pulgar y el índice, los puños de la camisa, la expresión del rostro, todo nos puede indicar a qué se dedica una persona”.

Paul Auster: “El detective es al-guien que mira, que escucha, que se mueve a través de esa ciénaga de obje-tos y acontecimientos en busca del con-cepto, de la idea que unirá todas esas cosas y les dará sentido”.

Chandler en El sencillo arte de ma-tar: “El detective (…) es el protagonis-ta, lo es todo. Debe ser un hombre com-pleto y un hombre común, y al mismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, para usar una frase más bien traji-nada, un hombre de honor por instinto, por inevitabilidad, sin pensarlo, y por cierto que sin decirlo. Debe ser el mejor hombre de este mundo, y un hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Su vida privada no me importa mucho; creo que puede seducir a una duquesa, y estoy muy seguro de que no tocaría a una virgen. Si es un hombre de honor en una cosa, lo es en todas las cosas.

Es un hombre relativamente pobre, porque de lo contrario no sería detecti-ve. Es un hombre común, porque si no, no viviría entre gente común. (…) No

acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la co-rrespondiente y desapasionada vengan-za. Es un hombre solitario, y su orgullo consiste en que uno le trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. Habla como habla el hombre de su época, es decir, con tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por los fi ngi-mientos y con desprecio por mezquin-dad.

El relato es la aventura de este hom-bre en busca de una verdad oculta, y no sería una aventura si no le ocurriera a un hombre adecuado para las aventu-ras. Tiene una amplitud de conciencia que le asombra a uno, pero que le per-tenece por derecho propio, porque per-tenece al mundo en que vive. Si hubiera bastantes hombres como él, creo que el mundo sería un lugar más seguro en el que vivir, y sin embargo, no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él.

Philip Kerr en Unos por otros: “La labor de un detective se parece un poco a entrar a ver una película que ya ha comenzado. No sabes qué ha suce-dido y, mientras intentas encontrar tu butaca en medio de la oscuridad, inevi-tablemente pisas algunos pies e inter-fi eres de algún modo. En ocasiones la gente te insulta, pero la mayoría de las veces se limita a suspirar, chasquear la lengua y apartar las piernas y los abri-gos en un intento por hacer como si no estuvieras allí. Plantearle una pregunta a la persona que está sentada junto a ti puede resultar bien en una descripción detallada del argumento y el reparto, bien en un golpe seco en la boca con el programa enrollado. Tú pagas y corres tus riesgos.”

Petros Márkaris en Noticias de la noche: “El policía que ya no pega es como el fumador que ya no fuma. Aunque la lógica le diga que ha he-cho muy bien en dejarlo, por dentro se

muere de ganas por repartir unas cuantas hostias, como el ex fumador se muere de ganas por una caladita.”

Sam Spade en El halcón maltés: “Soy detective y suponer que voy a correr de-trás de los que quebrantan la ley y que los voy a soltar una vez agarrados, bue-no, eso es como esperar que un perro que ha alcanzado un conejo, lo suelte”. También: “Cuando matan al socio de alguien, se supone que ese alguien tiene que hacer algo. No importa en absoluto lo que pensara de él: se trata de su socio y se supone que algo debes hacer. Ade-más, ocurre que estamos en el ramo de los detectives. Pues bien, cuando matan a uno de tu empresa es muy mala prácti-ca dejar que el asesino se escape.”

Marlowe en El largo adiós: “Soy detective privado y tengo mi licencia desde hace bastante tiempo. Soy un tipo solitario, no estoy casado, estoy entrando en la edad madura y no soy rico. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de divorcios. Me gusta la bebida, las mujeres, el ajedrez y algunas otras cosas. No soy muy del agrado de los polizontes, pero conozco un par de ellos con los que me llevo bien. Soy hijo natural, mis padres han muerto, no tengo hermanos ni herma-nas, y si alguna vez llegan a dejarme tieso en una callejuela oscura, como puede pasarle a cualquiera en mi traba-jo, y en estos días que corren a mucha otra gente que se ocupa de cualquier cosa o de ninguna, nadie, ni hombre ni mujer, sentirá que ha desaparecido el motivo y fundamento de su vida”.

Kinsey Millhone, detective creada por Sue Grafton: “Soy inves-tigadora privada, con licencia en Cali-fornia. Tengo 32 años y dos divorcios. No tengo hijos, ni animales domés-ticos, ni plantas. Anteayer maté a al-guien, y no consigo quitarme ese peso de encima”.

toria (policíaca) y yo las he

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L íneadeinvestigacióntigatigaciónción3

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Díaz Eterovic dice sobre Heredia: “Heredia es un detective

privado que habita un departamen-to ubicado en unos de los más viejos

barrios de Santiago, (…). Es un lugar arrabalero –colorido de día, peligroso de noche- (…).

Heredia ama Santiago, sus ba-rrios tradicionales y su gente. Es un gran aficionado a la lectura y a las citas literarias (…). Ha sido caracterizado como un sujeto sen-sible, melancólico, testigo de las heridas de un Chile maltrecho por

Aunque pocos lo crean, hace sólo algunas décadas había un Chile sin televisión y la radio daba aún sus primarios pasos.

Escribir novelas policiales era negocio. Quizás el personaje más importante y que de mejor manera representa el periodo de cre-cimiento de este género en Chile es el Inspector Cortés, también conocido en el ambiente como “El Mono”. Hombre rudo, perseve-rante bebedor de cerveza y tragos fuertes, de contextura gruesa, tosco, de familia formal y que confi esa haber sido testigo de más exhumaciones que de bautizos, aunque esto no le quita el sueño ni le resta tranquilidad para enfrentar, más que a empujones y golpes con mucha racionalidad, los casos que debe investigar.

A menudo, estos “casos” tienen más que ver con su vida que con su responsabilidad social como detective, pero esto no lo amilana. Más que un inspector de la policía de investigaciones, Cortés viene a representar cierto alter ego que los chilenos no he-mos podido alcanzar y que me atrevo a resumir en “ser feo pero inteligente, pobre pero honrado, silencioso pero sabio, tan bueno como el mejor del centro”. Así, el Inspector Cortés resume las me-jores aspiraciones que el chileno de entonces poseía. Es el héroe que da forma a una sociedad contradictoria, confl ictiva y abruma-da, pero que se esconde tras un orden de “cuello y corbata”.

Pero la maravilla dura hasta que se nos viene abajo todo. Se termina el paradigma del servidor público, la separación de los poderes del Estado, el Chile desarrollista y ese primor glamoro-so de la clase media que nunca terminaba con las manos sucias. Se terminó el policía investigador, el sabueso, el desenfreno de-mocrático burgués de post guerra. Llegó la televisión con toda su fuerza y ahora las emociones son imagen y vida cotidiana. Se terminó el convencional investigador y James Bond se nos insta-la con los primeros vestigios del héroe triunfador, inmaculado y supra nacional. ¿Qué podía hacer entonces un hombre como el Inspector Cortés? “Nadie puede compartir la desesperación ni la locura”, reconoció en algún momento El Mono.

Los policías, más que escribir se dedican a perseguir a los es-tudiantes. Los criminales saltan de las novelas a los cuarteles y

de allí a los estelares de TV. El orden que habíamos alcanzado se desvanece entre los tiros de metralleta, el humo de las bombas y las lejanas voces del exilio.

Nos pusimos más silenciosos, descon-fi ados, atareados por saber “qué hacer”, parecía que lo único que hacíamos era esperar el término del siglo como único destino

Chile deja atrás el protagonismo popular. La alegría es el pa-radigma que se sazona con el mentado consenso y el hacerse el dormido cuando asesinan al vecino.

En este nuevo contexto aparece un nuevo personaje que habla de Chile pero que no lo nombra con todas sus letras: “La Candela era un prostíbulo de mala muerte cerca del río que atraviesa la ciu-dad”. No puede decir Mapocho. No. Tampoco puede decir a toda voz desaparecido, preso político o torturado. En el contexto del Chile más derrotado aparece un ex estudiante de leyes, borracho, putero, solitario y que se gana la vida como “detective privado”. Heredia, ese es su nombre. Ramón Díaz Eterovic su creador. Es otro mapa, otro discurso, otro recorrido cotidiano, otras las cir-cunstancias. Volviendo a nuestro admirado inspector Cortés, re-sulta difícil la comparación, ya que reconocemos más de él en Dagoberto Solís, también personaje de Díaz Eterovic que vuelve a instalarlo en sus novelas a modo de cita emotiva, que cierra un ciclo inevitable. Con la muerte no se juega y esto lo saben todos los involucrados en esta ceremonia. Este viejo detective, cansado de tanta modernidad, se encuentra simbólicamente con Heredia pero no puede hacer mucho por él. Cada uno se rasca con sus propias uñas.

Por Cristian Cottet

cunstancias. Volviendo a nuestro admirado inspector Cortés, re-sulta difícil la comparación, ya que reconocemos más de él en Dagoberto Solís, también personaje de Díaz Eterovic que vuelve a instalarlo en sus novelas a modo de cita emotiva, que cierra un ciclo inevitable. Con la muerte no se juega y esto lo saben todos los involucrados en esta ceremonia. Este viejo detective, cansado de tanta modernidad, se encuentra simbólicamente con Heredia pero no puede hacer mucho por él. Cada uno se rasca con sus

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los años de la dictadura. Dueño de un humor negro muy particular, de espíritu crítico y marcado escepti-cismo (…).” ATL

Dos detectives, dos paradigmas de vida buena

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Diez negritos

Con este título, Agatha Christie publicó la que es probablemente su novela más famosa y re-

conocida, que cumple este año la friolera cifra de 70 años y con una salud a prueba de prejuicios.

Historia publicada en 1939, fue escrita por la genial dama del crimen inglesa mientras traba-jaba en un hospital como enfermera durante la Primera Guerra Mundial. La corrección política y la vocación universal de esta obra, de la que se han vendido más de 10 millones de ejemplares, la llevaron a pasar por el quirófano de la ciru-

gía estética, obligada a cambiar su título para no ofender a los bienpensantes. Sirvan como apetito algunos cambios llamativos Y no quedó ninguno o Diez indiecitos.

Además, la editorial que publica la novela en España, RBA, ha lanzado un concurso para con-memorar este aniversario, consistente en propo-ner la reescritura del último capítulo del libro. El premio, un fi n de semana para dos personas en Londres. En todo caso, y más allá del concurso, una excelente ocasión para leer o releer una obra tan deliciosa como intrigante de la que para mu-chos es la Reina del crimen.

150 años deSherlock Doyle

Este año se celebra el ciento cincuenta aniversario del creador de uno de los personajes más conocidos de

la literatura universal, Sherlock Holmes, el inquilino del 221b de Baker Street. Su primera aventura vio la luz en 1887 en el Beeton’s Christmas Annual, y aunque no tuvo ninguna repercusión, fue la primera de muchas otras que sí la tuvieron, para “desgracia” de su autor. Así lo refl eja lo

que Doyle escribió a su madre en una carta, “preveo matar a Holmes en la sexta aventura. Él me impide que piense en cosas mejores”. Esas cosas mejores, en su opinión, son las novelas históricas, “God save the Queen”, como escribía su admi-rado Sir Walter Scott. Sin embargo, las peticiones de su madre y del público, y so-bre todo el dinero que procedía de las revistas americanas, permitieron a Holmes protagonizar una buena cantidad de historias, incluso después de muerto (el viejo truco de sucedió antes de…).

Relación curiosa entre creador y creatura. Quizá Sir Arthur intuyó que su perso-naje sería más famoso que él y, cual Profesor Moriarty, prefi rió deshacerse de él. Pero lo que no sabía su autor es que hay personajes que se revelan y cobran vida propia. Y muestra de ello es que hace un tiempo alguien me contaba que Conan Doyle fue elegido miembro de la Academia de Ciencias Inglesa por méritos de su más conocido personaje y los conocimientos de venenos y otras sustancias químicas que emplea en la resolución de los asesinatos. Hasta ahora no he podido corroborar el dato, por más que me he quemado las pestañas buscando. En todo caso, hay “verdades” que es mejor no comprobar, pues son expresión de una vita-lidad popular irónica y divertida. Lo dicho, se cumplen 150 años del nacimiento de Sherlock Doyle o Conan Holmes.

Black Masky lanovela negra

B lack Mask fue una revista del gé-nero Pulp fundada en 1920 por el

periodista H. L. Mencken. Esta revista publicaba no solo fi cción, dependien-do de la edición, lo hacía con historias de aventura, detectives, romances, y lo oculto.

Cuando Mencken vendió la revista a sus editores, Joseph Shaw se convir-tió en el editor responsable. Black Mask alcanzó su máximo en ventas en la década de 1930, pero luego, el interés popular comenzó a aumentar en los cómics, libros baratos de bolsillo, la radio y el cine. En 1936, no le quisieron pagar a los escritores, por lo que Shaw renunció como editor, y muchos de los escritores de alto nivel (como Carroll John Daly, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Erle Stanley Gar-dner y Hugh B. Cave) abandonaron la revista con él. Desde ese punto en adelante Black Mask entró en decadencia, y dejó de producirse en 1951.

Black Mask fue específi camente la revista de “pulp fi ction” que en 1994 inspiró a Quentin Tarantino a crear la película Pulp Fiction. Originalmente, el título de la película seria Black Mask, pero luego la producción decidió cambiarlo.

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MAGAZINE

El equipo de autores de Black Mask, foto de ene-ro 11, 1936. Atrás superior: Raymond J. Moff att*, Raymond Chandler, Herbert Stinson, Dwight Babcock, Eric Taylor, Dashiell HammettAbajo frente: Arthur Barnes, John K. Butler, W. T. Ballard, Horace McCoy, Norbert Davis.*Raymond J. Moff att no fue un autor de Black Mask.

Primera Guerra Mundial. La corrección política y la vocación universal de esta obra, de la que se han vendido más

200 años de espléndidasy atroces miserias

Hace dos siglos que nació un autor que fue un genio, también un incomprendi-do y un borracho. Si mediante la hipnosis, tal y como él mismo lo hizo con un

personaje, hubiéramos mantenido a Poe dormido todo este tiempo para desper-tarlo en nuestra época, no le hubiera hecho mucha gracia saber que se ha conver-tido en una referencia inexcusable para tantos autores consagrados (Baudelarie, Conan Doyle, Lovecraft, Cortázar, Borges…), por no hablar de tantos lectores que se han desvelado con sus historias, entre fascinados y aterrados. Sobre todo con el fi nal de la vida que le tocó en suerte, que perfectamente podría haber salido de uno de sus peores cuentos.

En lo que a nuestro tema respecta, Poe es considerado con justicia el padre del género con la creación de su personaje Auguste Dupin, protagonista de los cuentos “Los asesinatos de la calle Morgue”, “La carta robada” y “El asesinato de Marie Roget”, y síntesis primeras de las características que más tarde retomaría Conan Doyle.

Sigamos padeciendo sus “espléndidas y atroces maravillas” (en palabras del gran Borges) con las publicaciones que se vienen: la biografía Poe, una vida trun-cada, de Peter Ackroyd, publicada por Edhasa, la edición de los cuentos completos de Galaxia Gutemberg, con ilustraciones de Joan-Pere Viladecans, y el proyecto ambicioso y de lujo de Cuentos completos, de la editorial Páginas de Espuma, con la traducción insuperable de Cortázar, prólogos de Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, y comentarios a cada cuento a cargo, entre otros escritores, de Andrea Maturana, Álvaro Bisama, Alejandro Zambra, Marcelo Birmajer, Santiago Rocan-gliolo o Edmundo Paz Soldán.

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Lisbeth TamaraVilloslada Salander

Lisbeth Salander y Tamara Villoslada. Dos mujeres, una de fi cción y otra de carne y hueso. El nexo de unión entre ellas, otra persona de carne y hueso que, a estas

alturas del partido, podría pasar también por personaje de fi cción: Stieg Larsson. Me explico: Stieg Larsson es el autor de la archiconocida trilogía de Millenium, que en todo el mundo ha vendido más de 12 millones de ejemplares, y que murió re-pentinamente antes de que se publicaran sus novelas (hay quien ha comenzado a propagar por internet que está compartiendo departamento con Elvis).

Primero, este novelista sueco se inventa un personaje tan extraño como atra-yente para los lectores, llamado Lisbeth Salander, una chica andrógina y bisexual, pequeña, casi escuálida, tatuada y llena de piercings. Segundo, Tamara Villoslada es la mujer de carne y hueso que aparece en las tres cubiertas de las novelas de la edición en español. Cualquier lector una vez que cierra la última página del primer

libro y vuelve a mirar la cubierta siente la certeza de que Gino Rubert, el diseñador catalán de las cubiertas, conoce de veras a Lisbeth, pues la mujer de la ilustración po-see la misma mirada enigmática y la misma fi gura ambigua que Lisbeth. Sin embargo, y como sucede con todo lo relacionado con estos libros y principalmente con su autor, de nuevo nos encontramos caminando sobre una delgada línea que apenas si al-canza para separar la realidad de la fi cción, pues Rubert al diseñar las cubiertas retrató a su novia Tamara Villoslada, una diseña-dora argentina que ha reconocido que se siente muy identifi cada con el carácter en apariencia fuerte del personaje. Y nosotros nos preguntamos, ¿solo con el carácter?

Cameos en elcine negro

Un cameo es la aparición de una persona o un material conocido en una película, en una serie de televisión o en cualquier medio, sin que se refl eje

en los créditos de la misma, ni se cobre por ello. Normalmente son apariciones cortas y sin importancia para la trama. Hay directores de cine que manejaron el cameo con gran abundancia, como lo eran las apariciones inesperadas de Alfred Hitchcock en sus fi lms. Y no se quedó corto en apariciones, de sus 52 películas, en 37 aparece fugazmente. Tanto era el empeño en aparecer de sor-presa y por tan sólo unos instantes, que hacía las delicias de los espectadores que, casi por un deporte, lo buscaban en cada película. Por ejemplo, en Stran-gers on a Train (conocida para su distribución en español como Pacto siniestro o Extraños en un tren), aparece llevando un contrabajo y aborda el tren del que desciende Farley Granger.

El director Martin Scorsese también aparece en un cameo de su fi lm Taxi Driver. Allí representa a un furibundo cliente que sube al taxi del siniestro per-sonaje Travis Bickle (Robert De Niro), enfurecido por la infi delidad de su mujer.

Los actores que interpretarona Philip Marlowe

Es tan potente la identifi cación que se ha hecho de Humphrey Bogart como el Philip Marlowe cinematográ-fi co que parece que sólo Bogart interpretó al popular detective creado por Raymond Chandler, y nada más

lejos de la realidad. Una cantidad de grandes actores han interpretado a Marlowe: Robert Montgomery, James Garner, Elliott Gould, Robert Mitchum, James Caan... y, sin embargo, Chandler soñaba con la distinción natural y la estatura de Cary Grant.

Héroe y antihéroe al mismo tiempo, Philip Marlowe es un individualista que se mueve entre los bajos fondos de Los Ángeles y las lujosas villas de Hollywood: un insumiso, un rebelde sin ilusiones, un solitario, un símbolo de la otra América, negra, cínica, idealista.

edición en español. Cualquier lector una vez que cierra la última página del primer libro y vuelve a mirar la cubierta siente la certeza de que Gino Rubert, el diseñador catalán de las cubiertas, conoce de veras a Lisbeth, pues la mujer de la ilustración po-see la misma mirada enigmática y la misma fi gura ambigua que Lisbeth. Sin embargo, y como sucede con todo lo relacionado con estos libros y principalmente con su autor, de nuevo nos encontramos caminando sobre una delgada línea que apenas si al-canza para separar la realidad de la fi cción, pues Rubert al diseñar las cubiertas retrató a su novia Tamara Villoslada, una diseña-dora argentina que ha reconocido que se siente muy identifi cada con el carácter en apariencia fuerte del personaje. Y nosotros nos preguntamos, ¿solo con el carácter?

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Lisbeth Tamara

- “¿Cómo puede ser tan duro y

tan tierno a la vez?”

- Si no fuera duro, no podría

estar vivo. Si no fuera

tierno, no merecería

estarlo”.”

Playback, Raymond

Chandler

- “Hasta que recibí su llamada estaba convencida de que gente como usted no existía”.- “Existimos en las novelas y a veces asomamos nuestras narices en la vida real, o viceversa. Pero no se asuste, cuando trabajo no muerdo. Reservo los mordiscos para ocasiones más íntimas”.La memoria oscura de las armas, Ramón Díaz Eterovic

Alfred Hitchcock en uno de sus

famosos cameos. Extraños en un tren

(1951), fi lm basado en una novela de

Patricia Highsmith y con guión de

Raymond Chandler.

El director Martin Scorsese, a

quien le gusta mucho la actuación,

haciendo un cameo para su fi lm

Taxi driver (1976).

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Charles Dickens, el autor de inolvi-dables novelas como Grandes Espe-

ranzas y Oliver Twist, murió en julio de 1870, a los 58 años de edad. En abril de ese mismo año, dio a conocer la prime-ra entrega de El misterio de Edwin Dro-od, novela policial de la que alcanzaron a publicarse veintidós capítulos y que dejó sin terminar, originando uno de los misterios más comentados respecto a obras inconclusas.

Después de la muerte de Dickens hubo varios intentos de concluir la no-vela, de la que el autor no dejó más pista que lo publicado, algunas conver-saciones con el dibujante que la ilustra-ba para su edición por capítulos y una conversación privada con la mismísima Reina Victoria en la que se supone pudo revelar el fi nal del misterio a la sobera-na. Pero nada de eso arrojó luces sobre el desenlace de la historia y los autores que intentaron concluirla fracasaron, in-cluido uno que aseguraba haberse co-municado con Dickens a través de una médium. El último intento correspondió al autor León Garfi eld, en una edición publicada por la editorial Edhasa, el año 1986.

Como en todas las novelas de Dic-kens, El misterio de Edwin Drood es rica en personajes muy peculiares y en las

En la edición de BCNegra 2009 celebrada en febrero de este año, se otorgó el 4º Premio de novela negracriminal Pepe Carvalho a este escritor esta-

dounidense, sin duda una de las voces más aplaudidas en estos momentos tanto por los lectores como por los entendidos en la materia de la actualidad. Para quien no lo conozca a estas alturas, van las palabras de Ramón Díaz Ete-rovic, que sirven para entender el porqué ha sido objeto de este importante galardón literario.

Connelly: El coro de las voces olvidadas”Una ciudad que olvida a sus víctimas de asesinato es una ciudad perdida”, dice uno de sus colegas al detective Harry Bosch cuando después de tres años de inactividad se reincorpora a la policía de Los Ángeles y es asignado a la

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COSECHA

ROJA

observaciones que el autor hace sobre las costumbres de la sociedad inglesa de la época. La trama se sitúa en Clois-terham, un pueblito próximo a Londres que no tiene más atractivos que una vieja catedral y su cementerio, en el que se asegura deambulan algunos fantas-mas. Drood es un joven comprometido en matrimonio con Ros, una linda y algo ingenua muchacha que reside en una escuela para señoritas. El matrimonio ha sido acordado por los padres de los jóvenes, y cuando llega el momento de concretarlo, ellos deciden “oír a sus cora-zones” y dejan en nada el acuerdo. Am-bos jóvenes tienen sus respectivos tuto-res. En el caso de la joven es un singular y simpático abogado, Grewgious; y en el de Drood, un profesor de música, John Jasper, un personaje algo siniestro, afi -cionado al opio y con un temperamento proclive a la violencia. Para enredar aún más el entuerto, entra en escena un par de hermanos, Helena y Ned, que se sien-ten atraídos por los futuros esposos, a tal punto que Ned entra en disputa con Edwin Drood, hecho que rápidamente pasa a ser del dominio de la gente del pueblo. Entonces sucede lo que nadie espera. Edwin y Ros rompen su compro-miso, y el joven desaparece, sin dejar otro rastro que un reloj y un prendedor

El último misterio deCharles Dickens

de corbata abandonado en el le-cho del río que cruza el pueblo. Todos dan por hecho que el joven ha sido asesinado y los dardos apuntan hacia Ned, un personaje de personalidad débil y enfermiza. Pero eso no es todo, y la novela queda in-conclusa en el momento en que Jasper manifi esta su intención de vengarse de quien es considerado el asesino de su protegido, y al mismo tiempo, declara su amor por la prometida de éste.

¿Ned, Jasper o algún otro? El misterio acerca del posible asesino queda abier-to, como también la posibilidad de que Drood simplemente haya desapareci-do, impulsado por sus propios medios y por el hecho de sentirse culpable de no poder concretar el compromiso para el que supuestamente estaba prepara-do desde su infancia. El misterio de Ed-win Drood es una novela sin fi nal, lo que no atenta contra su atractivo, más bien al contrario, invita al lector a imaginar el desenlace que considere más plau-sible. En los últimos capítulos escritos por Dickens todo parece indicar que la culpa se orienta a Jasper, pero para un autor que gustaba de complicar sus tramas y solía sacar ases bajo la manga, éste sería un desenlace demasiado sim-ple y anunciado.

Se ha dicho que pudo ser una de las mejores novelas de Dickens y lo que podemos leer de ella da pie para estar de acuerdo. Los per-sonajes, las descripciones, el humor y la historia envolvente tienen el sello del mejor Dickens, aunque tal vez motivado por el carácter policial de la novela, todo aparece pintado con tonos oscuros e in-quietantes. Es un texto de un autor que se sabe al fi nal de su vida y tal vez por eso su prosa es más densa y su visión de las personas es menos optimista y alegre que en sus novelas anteriores. La novela tiene páginas notables, diálogos agudos y muchos de esos personajes a los que nos acostumbró Dickens en sus novelas y relatos anteriores. Personajes secundarios como el sepulturero y la institutriz son dignos de recuerdo. No por nada, un lector tan exigente como Borges, la publicó en su célebre colec-ción El Séptimo Círculo, y otros autores como G.K. Chesterton y Arthur Conan Doyle ocuparon parte de su tiempo en refl exionar sobre el último misterio de Charles Dickens.

Michael Connelly, premio

Unidad de Casos Abiertos, considerada el “último recurso” para resolver una extensa lista de asesinatos que permanecen sin aclarar. La Unidad de Casos Abiertos, piensa Bosch, es el coro de las voces olvidadas y su archivo el lugar donde están las mayores vergüenzas del cuerpo policial.

Harry Bosch, uno de los detectives de fi cción más afamados de los últimos tiempos, nació de la pluma de Michael Connelly (1956) y a la fecha es el prota-gonista de diecisiete novelas, entre las que se pueden mencionar Hielo negro, Ciudad de huesos, La rubia de hormigón, Deuda de Sangre, Más oscuro que la noche y El eco negro, novela que recibió el prestigioso Premio Edgar Allan Poe, que se otorga en los Estados Unidos a la mejor primera novela policial. Bosch es un detective al que le gusta trabajar siguiendo sus propios códigos y que tiene un pasado bastante particular que incluye ser hijo de una prostituta, la

Pepe Carvalho 2009

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La oscura memoria de las armas es la última novela hasta la fecha de Ramón Díaz Eterovic, publicada como las anteriores por LOM. Heredia comienza la historia

agotado por la cesantía forzosa a la que se ha visto obligado por la ausencia de casos que investigar. Pero siempre hay quien necesita al mejor sabueso de Santia-go “por dos pesos”, y en este caso es una profesora que no está de acuerdo con la investigación que la policía ha hecho a raíz de la muerte de su hermano a manos de unos ladrones a la salida de su trabajo. Esta muerte aparentemente casual esconde más de lo que se pudiera sospechar y como excusa, le sirve a Heredia, y al narrador, para escarbar en un pasado que no por lejano está cerrado. Aparece así uno de los temas predilectos de Díaz Eterovic, las heridas abiertas y mal curadas que causó la dictadura. Ya lo destaca en la cita que antecede la historia “(…) y un pasado que nunca será lo sufi cientemente lejano para olvidarlo”, tomada del reconocido escri-tor cubano-uruguayo Daniel Chavarría.

Díaz Eterovic, en la mejor tradición del género negro clásico, directamente im-portado de EE.UU., toma como excusa los pasos de Heredia para indagar en los peores recuerdos que guarda la ciudad, relacionados con Villa Grimaldi y algunos lugares similares, y con los militares que aún no han aparecido en ningún informe o juicio. Pero más allá de sonar a más de lo mismo o a discurso revanchista, la historia se encarna en personajes individuales y concretos, personajes anónimos y cotidia-nos, como los hay en cualquier ciudad y rincón del mundo, que simplemente vivie-ron y pensaron de forma diferente en el peor momento posible. Esta característica otorga a la novela un mayor poder dramático, por un lado, y un mayor poder sim-bólico y universal, por otro. Tal vez, en Chile aún no se ha hecho verdadera justicia por lo que ocurrió, y por eso Heredia siente rabia y frustración, pero más importante aún es la llamada de atención que nos envía a los lectores, para que una historia así no vuelva a repetirse.

Cabe añadir, por último, otra importante cualidad de las novelas de Díaz Eterovic, su ironía y sentido del humor. Muchos autores de novela negra son reconocidos por sus tramas y por su dominio de las técnicas narrativas, pero no todos crean diálogos irónicos e incisivos. Heredia no solo es un sabueso viejo y cansado, es todo un compendio de sabiduría popular y un gran conversador:

“—Primera vez que estoy cara a cara con un detective privado –dijo-. Hasta que recibí su llamada estaba convencida que gente como usted no existía.

—Existimos en las novelas y a veces asomamos nuestras narices en la vida real, o viceversa. Pero no se asuste, cuando trabajo no muerdo. Reservo los mordiscos para ocasiones más íntimas.”

experiencia de haber combatido en Vietnam y la sólida fama de ser un hueso duro de roer, algo tristón y cansado, pero dispuesto a hacer su trabajo hasta las últimas consecuencias (el lema de Bosch es “Levanta el trasero y sal a la calle”), aunque eso signifi que pasar por alto las normas que le imponen sus jefes, más interesados en sus carreras funcionarias que en la resolución de los crímenes.

Antes de consagrarse como escritor, Michael Connelly trabajó varios años como reportero policial lo que le permite desplegar un acabado conocimien-to de la manera de operar de la policía, cosa que se nota en la construcción de sus tramas, en las que todos los elementos siguen una pauta precisa y están dispuestos para potenciar el misterio y la atracción de los lectores. En tal sen-tido son novelas matizadas con muchos detalles que se dosifi can al correr de la historia y le otorgan gran verosimilitud.”

La delgada líneadel tiempo

La Trilogía Millennium ( Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, La reina

en el palacio de las corrientes de aire), del escritor sueco Stieg Larsson, arrasa con todo lo que encuentra a su paso y ha encontrado un públi-co que no distingue y menos le importa si se trata de novelas policiales. Para explicar el fenómeno las teorías hacen nata, desde las sospechosas: la muerte prematura del autor, una campaña premeditada y muy estudiada de las editoriales, o algunas más puristas e inocentes: el boca a boca.

Una explicación, tal vez la más importante, está en las mismas novelas y parece más simple al momento de leerlas en relación al género: reno-varse o morir. La literatura policial ha devenido en una variante netamente comercial, facilista, de escritura básica, complaciente pero orgullosamente ma-siva, frente a su variante más literaria e impoluta, que sigue anquilosada en sus propios lugares comunes del género, que antes eran sus fortalezas.

Larsson viene a entreverar ambos mundos, pero también a renovarlos con desparpajo. Mantiene inalterable la vértebra central de la literatura policial: rela-tar un proceso de búsqueda de verdad (que no siempre es la búsqueda del asesi-no). Hasta ahí nada nuevo. Desde la vertiente comercial su aporte es una escritu-ra ágil, desprovista de accesorios, con todos los intríngulis y zigzagueos de una investigación acabada, con entradas falsas, pistas dispersas y, sobre todo, un aire actual y modernillo, incorporando nuevas plataformas (Internet, telefonía y todo gadget), pero no como una excepcionalidad, sino alevosamente cotidiano.

El aporte a la vertiente literaria policial más respetada y artística lo hace con un guiño crítico, por remolona a los cambios, por insistir en los lugares comunes que de tanto repetirse terminaron exasperando: protagonistas outsider, solita-rios, olor a cigarrillos, saxofón, alcohol y rubias platinadas. Larsson tiene algo de eso, pero con protagonistas ambiciosos, egoístas, defensores de causas específi -cas y, por encima de todo, originales. Por supuesto, el aporte más sorprendente es Lisbeth Salander, uno de los personajes del género más inusuales y atractivos, de inteligencia especial, insociable, de emociones controladas, fría, impredeci-ble y en el límite de la sicopatía violenta. La acompañan otros personajes que escapan de aquellos maniqueos y prototípicos de la novela policial y lo acercan –y aquí otro acierto- a individuos muy actuales, muy reconocibles en cualquier parte.

Pero donde Larsson aporta sugerente y aleccionadoramente es en el alcance de lectores. Su narración es desmañada, nada de prolija, francamente poco litera-ria, pero atrapa por su agilidad, sus tramas tienen un interés que no decae, así se resisten con plenitud, sin aburrir ni un momento, a pesar de los tres ladrillos de su trilogía, y eso por suerte y por fi n, repito, por fi n, es un mérito muy literario.

en la paredTrilogía Millenniumde Stieg LarssonPor Sergio Gómez

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FILMOGRAFÍA DE RAYMOND CHANDLER,

COMO GUIONISTA:

• Detective privado (1977), Guionista. (Director: Michael Winner).

• El largo adiós (1973), Guionista y autor de la novela. (Director: Ro-bert Altman). Elliot Gould interpreta al detective Philip Marlowe.

• Marlowe, detective muy privado (1969), Guionista. (Director: Paul Bogart).

• Extraños en un tren (1951), Guionista, sobre la novela de Patricia Highsmith. (Director: Alfred Hitchcock).

• El sueño eterno (1946), Guionista y autor de la novela; también participa como guionista nada menos que William Faulkner. (Direc-tor: Howard Hawks). Humphrey Bogart interpreta al detective Philip Marlowe.

• Historia de un detective (1944), Guionista. (Director: Edward Dmytryk).

• Perdición (1944), Guionista, sobre la novela de James M. Cain. (Di-rector: Billy Wilder).

Quién iba a pensar que el fi lm El Halcón Maltés (1941), considerado ahora una obra maestra y

el gran inicio del cine negro, iba a nacer de una curiosa mezcla de obstinación, casualidad y error. Así fue, además de muchos otros hechos sorpren-dentes que ahora contamos.

ObstinaciónPara el “novato” John Huston (1906-1987), El Hal-cón Maltés era su primera película como director, de la que también fue guionista, basándose en la novela de Dashiell Hammett del mismo nombre (1930). Cuando propuso la dirección de El Halcón Maltés a la productora, causó sorpresa y desalien-to, porque esta película ya tenía dos versiones, una de 1931 y otra de 1936, ambas fueron completos fracasos; pero a los obstinados lo que les sobra es voluntad y fuerza y el novato director insistió en hacer una tercera versión de una película de poca fortuna.

Es que Huston fue un personaje verdaderamente inquieto, ya que fue también boxeador, periodista, novelista, militar, criador de caballos, cazador, coleccionista de arte. En su adolescencia llegó a ser un campeón de boxeo y ejerció como agrega-do militar estadounidense en el ejército mexicano. Contrajo su primer matrimonio a la temprana edad de 20 años. Vivió como pintor callejero en París durante una tem-porada, trabajó como actor y fue redactor en una revista neoyorquina. Comenzó en el cine como extra en algunas películas, como El testaferro, Santos del infi erno o The Storm. Gracias a su padre, que era actor, fue guionista de varias películas de William Wyler (La casa de la discordia o Jezabel) y trabajó en una cantidad impresionante de guiones durante los años 1930 y principios de los años 1940 (El sargento York, El doble crimen de la calle Morgue, El último refugio, entre otras). Entonces, su primera

película como director, de la que también fue guio-nista, El Halcón Maltés, considerada una obra maestra de la historia del cine.

La casualidad y el errorEntre los créditos actorales de El Halcón Maltés sur-gió un nombre casi por casualidad. Los productores le ofrecieron en un principio el papel a George Raft, (Scarface, el terror del hampa, 1932), quien por aque-llos años era una verdadera estrella y un excelente actor de papeles de gánsteres. Raft, guiado por el prejuicio comete el error de su vida, no quiere ha-cer una película con un primerizo como se mostraba

Huston. Pero, de nuevo la obstinación aparece en Huston, pues no quería a Raft para el papel de Sam Spade y con mucha energía rechaza la propuesta de la produc-ción. Así surgió Humphrey Bogart, un actor secundario que con su representación del famoso detective se llenó de gloria.

El Halcón Maltés, una obra maestra del cineEs una película clásica del cine negro, coprotagonizada por Humphrey Bogart, Mary Astor, y Peter Lorre, basada en la novela más popular de Dashiell Hammett. La histo-ria del halcón se remontaría hasta 1593, cuando los Caballeros de la Orden de Malta le regalaron al rey español Carlos I (V de Alemania) la estatua de un halcón fabrica-do de una pieza única de oro, y adornado con piedras preciosas. Sin embargo, al rey nunca le llegó el halcón porque unos piratas asaltaron el buque que llevaba el obsequio. Robada o perdida en muchas ocasiones, la pieza llega a San Francisco en la segunda década del siglo XX. Muchos criminales siguen su pista. En un rincón de la ciudad, un detective de poca monta, Sam Spade, recibe a una clienta que le pide que vigile a un hombre. En esa tarea —aparentemente rutinaria— su compañero y el blanco a seguir son asesinados. El sospechoso número uno es ahora Spade, quien se dedica a encontrar al verdadero asesino. Llega a la conclusión de que su clienta le mintió y que el centro de interés está en una fi gura de oro con forma de halcón. Por este tesoro mucha gente estará dispuesta a matar o morir, pero el valor real de la estatua es nulo. Se trata de una falsifi cación.

El halcón maltés fue una película nominada al Oscar en 1941. Si bien no obtuvo el premio, rápidamente se hizo inmensamente popular y prestigiosa y, desde luego, Humphry Bogart se transformó en el mejor intérprete del famoso Sam Spade.

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y Hollywood:de dulce y agraz

El Halcón Maltés: el primer gran paso en el cine negro

Las tormentosas relaciones de Ray-mond Chandler con Hollywood

ocupan un capítulo de La vida de Ray-mond Chandler, de Frank MacShane y, de forma más detallada, han sido ana-lizadas por Stephen Pendo en su libro Raymond Chandler: his novels into fi lm, un estudio comparativo de las adap-taciones realizadas a partir de novelas suyas, en las cuales nunca le ofrecieron participar, lo que dio origen a una de sus más grandes frustraciones. El primer trabajo de Chandler para el cine fue la adaptación de la novela de James M. Cain, Double indemnity (Perdición), que realizó en colaboración con Billy Wilder y que éste dirigiría. Chandler no conge-nió nunca con Wilder, pero, a pesar de sus diferencias personales, la película es

una clara muestra del mejor cine negro americano. La colaboración de Chan-dler con los grandes estudios duró siete años, durante los cuales trabajó en siete guiones. El último de ellos fue la adapta-ción de la primera novela de una joven escritora de Texas: Patricia Highsmith. La redacción del guión de Extraños en un tren fue también problemática y Hitchcock no quedó contento del tra-bajo de Chandler, cuya fi nalización en-cargó a Czenzi Ormonde, colaboradora habitual de Ben Hetch. Tampoco Patricia Highsmith aprobó la adaptación, a la que acusaba de simplifi car en exceso la novela y de modifi car innecesariamente el fi nal. Pese a todo, Extraños en un tren puede ser califi cada, sin ningún tipo de duda, como una obra maestra.

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