A Muerte

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A MUERTE Llora. Ella hace una hora que llora con la entrega a lo irremediable, en ese silencio trágico de lo que se sabe sin retorno. Ahora que todo pasó, ella llora y yo sufro. Lo que iba a ser una fiesta se transformó de pronto en tragedia. Estaba nerviosa por la fiesta, eso está claro. Lo que no comprendo todavía es como llegamos hasta este punto. Ya era de noche cuando empezó la pelea. La luz del farol de la calle entraba a través de la persiana, oblicua. Dibujaba círculos más claros en el parquet, en la puerta del armario, sobre la montaña de zapatos, de camisas tirados por el piso, sobre la cama. Estaba nerviosa por la fiesta, eso fue lo que pasó. Estaba nerviosa por la fiesta desde la mañana y yo ya sabía que íbamos a tener una pelea. La conozco. Hace tiempo que nos conocemos. Hay días que sé que, no importa lo que haga, no hay modo de escapar a esta locura. Y eso fue siempre lo terrible: la certeza de no tener escapatoria. Y ahí estábamos, los dos forcejeando, primero de pie, después tirados sobre la cama. Ella, casi desnuda, con el pelo mojado que le empapaba la remera, luchaba conmigo en silencio. Me tiraba de las piernas, me pellizcaba la cintura. Parecía una loca. No podía conmigo y con cada fracaso se ponía más y más furiosa. Yo ya la había visto otras veces así, la conozco. Ya la

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A MUERTELlora. Ella hace una hora que llora con la entrega a lo irremediable, en ese silencio trgico de lo que se sabe sin retorno. Ahora que todo pas, ella llora y yo sufro. Lo que iba a ser una fiesta se transform de pronto en tragedia. Estaba nerviosa por la fiesta, eso est claro. Lo que no comprendo todava es como llegamos hasta este punto. Ya era de noche cuando empez la pelea. La luz del farol de la calle entraba a travs de la persiana, oblicua. Dibujaba crculos ms claros en el parquet, en la puerta del armario, sobre la montaa de zapatos, de camisas tirados por el piso, sobre la cama. Estaba nerviosa por la fiesta, eso fue lo que pas. Estaba nerviosa por la fiesta desde la maana y yo ya saba que bamos a tener una pelea. La conozco. Hace tiempo que nos conocemos. Hay das que s que, no importa lo que haga, no hay modo de escapar a esta locura. Y eso fue siempre lo terrible: la certeza de no tener escapatoria. Y ah estbamos, los dos forcejeando, primero de pie, despus tirados sobre la cama. Ella, casi desnuda, con el pelo mojado que le empapaba la remera, luchaba conmigo en silencio. Me tiraba de las piernas, me pellizcaba la cintura. Pareca una loca. No poda conmigo y con cada fracaso se pona ms y ms furiosa. Yo ya la haba visto otras veces as, la conozco. Ya la haba visto as muchas veces y tarde o temprano yo, con menos recursos, terminaba por ceder. Pero esta vez fue distinto. Fue un combate cuerpo a cuerpo, terrible. Los dos somos duros. Tengo que reconocer, y ella tambin tiene que reconocerlo, aunque sea como un ltimo gesto, que si me eligi aquella vez por sobre todos los dems, si me eligi hace siete meses y nunca dej de elegirme, si era capaz de esperarme sentada sobre la mesada del lavadero o fumando frente a la estufa, fue justamente porque yo tambin soy duro, mucho ms duro de lo que todos creen, de lo contrario creo que ni siquiera me hubiera mirado, o que lo nuestro hubiera durado ni un round. Yo s lo que soy, diga de m lo que diga. Yo s lo que soy o por lo menos s lo que fui hasta hoy y s que era exactamente lo que ella buscaba cuando me encontr. Y soport mucho ms que tantos otros, que no la aguantaron ni un mes. As que eso que se me reprocha hoy, que no la complazco, que no cedo, es justamente aquello que ella valor en m al principio, por lo tanto no veo de qu tendra que arrepentirme. Sin embargo me arrepiento. Estoy lleno de culpa y de dolor.Afuera llova, eso complic todo. Y haca fro, mucho ms fro que ayer; como si en unas pocas horas se hubiera instalado el invierno, ms crudo, ms oscuro. Y eso tambin desencaden la cosa. A veces es as: un detalle menor toma una relevancia impensada, y en este caso, las condiciones del clima, si bien no causaron nuestra tragedia, con seguridad la propiciaron. Ella buscaba en el placard la ropa de invierno y la cosa empez suave, como un simple capricho, pero se fue poniendo oscura, densa, y de pronto estbamos los dos, trenzados, encerrados en una situacin que para ella tena muy pocas alternativas y para m absolutamente ninguna. Ya dije que la haba visto muchas veces en ese estado, ser por eso que en un principio cre que se trataba de un enojo pasajero, de un enojo que iba a requerir de mi parte slo un poco ms de tolerancia que de costumbre. Me arm de paciencia y di todo de m pero ella, insatisfecha, exigi y exigi, sigui exigiendo hasta lo imposible. Afuera llova, como dije. Haca fro y ella, furiosa, peleaba conmigo. Pero al principio no era una pelea, al principio me busc, cantaba bajito, recin salida de la ducha, el pelo mojado le caa sobre la remera, que se le pegaba a los pechos. Me busc, y me acerc hacia ella, me apret contra su cadera, despus me desabroch el botn y me baj el cierre de la bragueta. Cantaba bajito y por momentos silbaba, todo iba bien, iba a ser una gran noche. A m me gusta cuando ella viene as, contenta, mansa, cuando no est apurada, como a la maana temprano y me dej hacer. Pero de a poco la cosa se puso espesa, la expresin de su cara fue cambiando a medida que yo no lograba satisfacerla, me encontr que me empujaba, me tironeaba y hasta me pute. Yo la dej hacer, como si no la escuchara. No es que no me importara todo ese maltrato, los insultos, si no que, no s por qu, senta una enorme pena por ella. Tal vez porque los dos sabamos, en el fondo, que a esa altura yo era la nica posibilidad que le quedaba. O quizs tampoco. Quizs lo ms terrible era reconocer que tampoco yo le quedaba realmente como posibilidad, haca mucho que yo ya no era una posibilidad real para ella, pero se negaba a admitirlo. Nunca fui tan fuerte como ella; y ella, bueno, a ella le cost siempre admitir la realidad, as que una vez ms, ced. Lo juro. Juro que di todo lo que tena para darle. No me reserv nada. No pude haber cedido un milmetro ms. Tirada en la cama, las piernas abiertas, el pelo desparramado sobre la manta, sobre la almohada, pareca una loca, se qued muy quieta, contuvo un rato largo la respiracin y al fin escuch sus gritos de satisfaccin, mientras todava luchaba un poco ms conmigo, agarrndome con toda su fuerza de la cintura, luchaba todava pero ahora con movimientos ms lentos, reptantes. Arrodillada sobre la cama, mova las piernas, las caderas y deca en voz baja algunas cosas que no llegu a escuchar o que al menos ahora no recuerdo, porque lo que yo senta en ese momento era un miedo enorme y una descarga elctrica en mi pierna que quemaba como el fuego. Vi que en mi carne se abri en un pequeo hiato y que todo su cuerpo aprisionado, al ver la oportunidad, aprovech a empujar con desesperacin, se apur a escapar por ah, liberndose, como una estampida. El dolor de mi cuerpo al desgarrarse era tan intenso que pens qu eso deba ser la muerte. Deshecho, totalmente vencido, abandon la pelea pero ella no; me mir con infinito desprecio, me agarr de las piernas, me zamarre dos, tres veces y me tir con violencia a este rincn, entre la mesa de luz y la puerta donde yazco, moribundo. Llora. Hace una hora que, tirada en la cama, llora. Cada tanto se levanta, sus pies me patean y oigo una especie de letana que repite, y ahora qu me pongo, ahora qu me pongo, pantaln de mierda ac es donde vuelve a patearme-, y despus a ella misma: gorda cerda, chancha inmunda, y despus a los gritos, a nadie: no voy un carajo, no voy un carajo, fiesta de mierda que se vayan todos a la puta que los re mil pari y siento una gran culpa por ella y mucha angustia por m. A pesar de todo, ella fue mi nica mujer, este es el nico hogar que tuve. Y ahora, viejo, roto y rechazado me pregunto qu destino me aguarda, quin me querr en este estado y qu ser de mis despojos.Flavia Pantanelli