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A la orilla de todos los lagos Yenny León

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A la orilla de todos los lagos

Yenny León

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Comité editor: Néstor Mendoza

Geraudí González Olivares Cristian Garzón

Yenny León

A la orilla de todos los lagos

Esta edición se realiza bajo la Licencia Creative Commons.

Incentivamos la difusión total o parcial del contenido de este libro por los medios que la astucia, la imaginación y la técnica

permitan, siempre y cuando se mencionen las fuentes y se realice sin fines de lucro.

Diagramación: El Taller Blanco Ediciones

Contacto: [email protected] Diseño de portada: Deisy Marcela Vargas

Impreso en Bogotá, Colombia, 2020

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Yenny León

A la orilla de todos los lagos

(Antología)

COLECCIÓN Voz Aislada

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Las imágenes nacen, son creadas, existen y, en un abrir y cerrar de ojos, mueren.

Bill Viola

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TRAS LA ESPUMA Compongo un silabario que tiene la edad de sus tintas gastadas me desnuda el hambre leo tras la espuma: estás rota recuerdo por qué huyo de la materia: no puedo reconciliarme con el hastío.

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Mi mano es inocente, ignora cuán horrible es verse sin pausa. La hundo en el cielo mojado que asfixia la planicie del color. Ni una pulgada de tierra marchita, ni un detalle dejado al azar, el temblor me agobia como una necesidad de hierro.

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Mi rostro no me corresponde. Me resulta imposible sonreír a mi reflejo con plenitud. El madero que se deja sepultar por el fango se humilla ante el menor sacrificio; al negro le confiero más realidad que a mí misma.

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COLIBRÍ El colibrí es la reacción de la naturaleza ante lo que muere en el centro del árbol su aleteo son trinos para los pájaros carpinteros que se trenzan con las hendiduras en la madera el colibrí es una sensación oculta como un parpadeo bajo el agua o una sonrisa ante la bala que te atraviesa.

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MUJER DE AGUA A Helena Araújo Soy la mujer sentada a la orilla de todos los lagos. Los restos del árbol están impresos en las yemas de mis dedos. Me resbalo por la piel de la cigarra; con mi delantal abanico el alma de la hoja. Cruzo mis gruesos tobillos; busco selva la luna. Me repito seis veces dentro de mí misma en el umbral donde los mundos se funden. Creo el huevo en la mitad de dos manos que se abrazan sin tocarse. Mientras dibujo el último círculo, aparece una segunda vida; maraña de brazos, piernas y bocas. No tengo otro papel para escribir que la roca sobre la cual naufrago.

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MÁS ALLÁ DEL SOL A Herminia, in memoriam Quizá como la muerte en los labios la caverna se detenga. Tal vez la noche se carbonice entre tus dedos como quien descubre en su consumación la ventana abierta por donde cruzan las huellas No sé quién te ha atado en el pecho un campanario de cenizas ni cómo mis cabellos están hechos de ti Hoy te reconoce la lluvia junto a la belleza lenta del árbol te escoge la hoja al convertirte en su otra mitad se disuelve tu cuerpo en el aire para nacer más allá del sol.

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Es imposible vivir un error sin helar todos los gestos verdaderos. Debo proteger la luz de su propia sangre.

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El negro tiene demasiada profundidad para estallar en los espejos. Mendigo, quejumbroso, aísla su cuerpo, reanima ambiciones dormidas, recoge sus huellas. Así, ese sol que ven a mis espaldas desaparece.

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Mientras me tallo una vida, un olor a pasto quemado ahoga el rigor mineral del amarillo y el rojo. Entumecido de sueño recobro la misión de arrancar las cosas a su noche.

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De pronto el sur oscila. El sol es un enorme saco de ruinas que fermenta la misma piedra una y otra vez. La vida de los hombres suda, se esponja, segrega musgos y líquenes; todo hormiguea en esa enorme cloaca mal cocida, hinchada, hendida. Mi cara nudosa nace de un temblor cerrado.

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Una nube opaca bajo mis pies me separa de la tierra: emerjo, sola, en el azul. El viento se engolfa bajo la manta con la que trato de envolverme. Olores, luces y sombras se propagan en ondas turbias en mis venas hasta que el ruido de mi sangre deshace el rumor del musgo: hiervo de grillos que se devoran entre sí y crujen sobre mis pasos.

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¿Con qué flauta cosí mi casa? En mi antiguo jardín no se oían los árboles enrojecidos. A mi puerta ciega no llegaba el aullido del sol. Ahora, presto al sur el paso de las percas // adopto en mis raíces el peso perpetuo de esta construcción abandonada que son mis manos.

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Creo en la vida como terredad, como gracia o desgracia. Eugenio Montejo y otra vez va el dolor en el pecho un nido de espinas que se entierra en un sol quebradizo. sucumbo en las corrientes de aire cuando las luces y los sonidos se beben a sí mismos en mi rostro aún me acecha la terredad del desierto.

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SYLVIA El no ser perfecta, me hiere. Sylvia Plath Sé que a veces no soy sólida soy sólo el negativo de una ola un hueco sin sombra que olvidó el lenguaje de la espera A veces salgo de casa con la impresión de que soy pluma en caída un suspiro de rama seca en la boca de otro que me piensa A veces me hundo en cobijas de humo creadas por mí para sanar en secreto las llagas de una vida sin ofrendas ni santuarios Suelo sentarme en los umbrales de las puertas para habitar el límite exacto entre lo hallado y lo perdido Hoy amanecí con los labios blancos de tanto robarle horas al aire Sabiduría gitana del errante me abrasa la inmortalidad ardiente mil manos para un nuevo comienzo.

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la gota parte en mares la piedra el tiempo cede su pico oscuro como fiel rehén de la superficie el rumor cancelado de las hojas vibra en la madera su pesada desnudez el último árbol expulsa sus cenizas el universo se apaga.

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SOBRE EL ALIENTO DEL SUEÑO REMOTO A Elizabeth Bishop Este es el cristal del sueño remoto. Este es el aliento que está en el cristal del sueño remoto. Este es el talismán de la sacerdotisa que está en el cristal del sueño remoto. Esta es la antorcha que da la luz de la sacerdotisa alucinada que está en el cristal del sueño remoto. Este es el guardián que usa la antorcha que da la luz de la sacerdotisa tan celebrada que está en el cristal del sueño remoto. Este es la pared hecha de lluvia adonde llega el guardián que usa la antorcha que da la luz de la anciana gitana que está en el cristal del sueño remoto. Estos son los siglos y la piel del tiempo, el porvenir y las nubes de la pared hecha de lluvia navegada por el guardián que usa la antorcha que da la luz del horizonte que está en el cristal del sueño remoto. Este es un espíritu con un gorro de papel periódico que baila llorando por el dormitorio sobre la pared de lluvia más allá del guardián que enciende la antorcha

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que da la luz de la sacerdotisa cruel que está en el cristal del sueño remoto. Este es un universo de libros desinflados. Este un espíritu con un gorro de papel periódico que baila llorando por el dormitorio sobre la rechinante pared de lluvia del guardián ido que enciende la antorcha que da la luz de la sacerdotisa atareada que está en el cristal del sueño remoto. Estos son los años y los muros y la puerta que se cierran sobre una muchacha que golpetea el piso para saber si el mundo está allí y si es plano. Este es un espíritu con un gorro de papel periódico que baila alegremente por el dormitorio en la pared hecha de tabla que va más allá del guardián de los ojos en blanco que sacude la antorcha que da la luz del poeta y la sacerdotisa que está en el cristal del sueño remoto. Este es el soldado que vuelve de la guerra. Estos son los años y los muros y la puerta que se cierran sobre una muchacha que golpetea el piso para saber si el mundo es plano o redondo. Este es un espíritu con un gorro de papel periódico que baila con cuidado por el dormitorio caminando sobre la tabla de un ataúd con el guardián enloquecido que muestra la antorcha que da la luz del desdichado que está en el cristal del sueño remoto.

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MUJER SENTADA CON SU RODILLA FLEXIONADA Primero, entiende que estás a leguas de una mujer tirada en el piso a la que nadie le celebra la vida y tiene un ciempiés enredado en su oído izquierdo. Segundo, busca piedrecillas para tirar al lago y no las encuentres jamás. Tercero, siéntate en ninguna señal, dobla tu rodilla izquierda, trata de ver dentro de tus ojos y date cuenta de que, como los niños, no evitas tu soledad, la transpiras. Cuarto, siente tu cabello castaño, un caracol que retrocede sobre sí mismo. Recuesta tu cabeza sobre tu rodilla izquierda. Quinto, tu blusa verde transpira bosque y ondea hierba sobre la intemperie a la vez que tus medias de oscuro arcángel enmascaran los pliegues de otras horas. Sexto, abraza con ambas manos tu pierna izquierda doblegada. La mano izquierda debe quedar sobre la mano derecha erigiendo un gesto fantasmal de anfiteatro que se extiende hasta los pies, difuminándolos. Séptimo, el blanco es el error, está instalado en el espacio y con su hielo ya no es materia de castillos de papel. Permaneces entonces en la casa blanca que bebe del cielo inagotable. Lentamente te fundes con ella. Ya no queda ni el vocablo ni la muerte y quiebras así la incomprensible maquinaria del mundo.

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XUL SOLAR Con su lento fluir de agua verde, maestro de simulacros, el Lago de Como. Frente a él, en un corto restaurante milanés, Alejandro Xul Solar retrocede sistemáticamente en las letras del Kybalion y repasa las siete leyes herméticas de Hermes Trismegisto, con sumo cuidado. Es una tarde tranquila de 1920. Inmóvil para todos los vientos, él es consciente de que durante su larga permanencia en Europa aprendió a dominar perfectamente la acuarela y de que, en Italia, Pettouri, su amigo escultor, no mentía al decir que su “Reptil que sube” no entabla conversaciones con una realidad subyugada a la física, sino que la extiende. Primera ley: “El todo es mente. El universo es mental”. Xul recuerda que en las colinas de Buenos Aires, su pueblo, los muertos tienen domicilio fijo, que antes del viaje al continente más antiguo se sentía como una astilla en la piel de la tierra habitando un polo magnético hacia donde giran todas las agujas del dolor. Y sí, su mente siempre fue arena húmeda, la errancia era necesaria para afincarlo en un espacio estético donde las ciencias ocultas encontrarían forma. Esta noche tiene su primera muestra artística. A sus 33 años piensa que volver a casa sería más que un desacierto, pues recién descubre la síntesis geométrica del trazo, la no figuración de la vida. Segunda ley: “Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”. El símbolo no tiene dirección. El Principio de Correspondencia marcó el “Nido de fénices”. Donde antes hubo naufragio, ahora hay madera, pino y refugios tallados en

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blanda roca. El nido del fénix es el árbol incendiado. Así como es la cola del ave en ascuas, tal cual su pico luminoso. De igual modo, el mundo, esa máquina infame, esa blasfemia química que se retuerce en armonía universal. Tercera ley: “Nada está inmóvil, todo se mueve; todo vibra”. Los sentidos giran, así la vibración del color. El pincel es un rostro que se aleja y vuelve desde lo hondo y lo oscuro. La mancha borrosa es todo lo que queda. En “Paisaje con Monumento” el verde siempre está yéndose, la superficie es una estocada al fondo de la tierra que no cesa de temblar y el cielo es turbio, como un arma barata. Cuarta ley: “Todo es doble, todo tiene dos polos”. No es cierto que el alma es desalojada del cuerpo antes de morir. Alma y cuerpo son dos polos que deben nacer y desaparecer juntos. El problema siempre está en identificar la sustancia de los dobles, su correspondencia natural. El Principio de Polaridad le atribuye a “Entierro” su fuerza volcánica, la caminata impalpable de los espíritus que se contraponen a lo vital, la marcha circular del fuego en medio de la nada. La pregunta es entonces: ¿Con qué ojos se está viendo si solo la vibración da señales verdaderas? Quinta ley: “Todo asciende y desciende, todo se mueve como un péndulo”. Xul tiene la precaución o la suerte de echarse a volar a su propio ritmo. En “Ofrenda cuori” la cadencia la da el pálpito hecho fuego en la cabeza, el pecho y las manos que se agitan como océanos pálidos y vigorosos. Las miradas acunadas en las ascuas tienen la intensidad de la sangre. El arriba y el abajo se conectan y se funden como manchas solares encadenadas. Ambos personajes vienen al cuadro a beber luz. El Principio del ritmo deslumbra como estallido de sol y Xul recuerda sus viajes por Marsella, Génova, Zoagli buscando un principio antiguo que le ayudara a unir en un mismo cuadro cuerpos que ascienden y descienden a un mismo tiempo.

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Sexta ley: “Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa”. Y él quiere conocer la causa primera en el lenguaje. Considera que solo con la creación de un lenguaje único y universal se pueden aunar los efectos y sus causas más allá de lo luminoso y lo oscuro. La panlingua es necesaria para que la memoria deje de ser impalpable y los seres comuniquen sus apariencias y profundidades sin temer a la huida. El Principio de Causa y Efecto se resume en la lengua universal. Al fin lo animado se comprende con lo infértil. En definitiva, es la clave para comprender el círculo de la vida y sus diálogos encriptados. Séptima ley: “Todo tiene su principio masculino y femenino”. En “Dos anjos” se complementan los opuestos en un par de seres que unifican el Principio de género. Sus alas andróginas se extienden como hojas secas que fueron desenterradas antes del salto final. La mirada del espectador sostiene los cuerpos suspendidos en llamas azules que semejan la respiración del agua. Este par de ángeles simbolizan el conocimiento en el silencio y cada uno lo lleva encarnado en sus manos. Y vienen a la mente de Xul, París y Turín, dos ciudades con doble brillo, femenino y masculino, que se han quedado inmóviles sosteniendo antorchas paganas, carnes endurecidas y secretos esotéricos que únicamente pueden ser leídos con la humildad del fuego. Xul Solar se levanta de la mesa y camina. Oye el rumor leve del Lago Como y alcanza a escuchar esa otra voz, dentro de su voz, que canta suavemente. Aligera sus pasos al mismo tiempo que la vida y la suelta así como ella lo ha soltado a él. Lago y hombre son uno para siempre. Se ha cerrado el círculo de la vida, el animal oscuro bebe de la mancha solar.

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INVOCACIÓN

Ven. Construye mi mirada

con la inocente ceguera

de quien busca revelar

los secretos del agua.

Acércate. Pero antes de develarte

dale la vuelta a mi sombra

para que no se venga abajo

cuando se entere

de que estamos

irremediablemente destinadas.

Sé que tu invisibilidad no te niega,

pues cuando estás cerca

una lanza me atraviesa los párpados.

Ninfa, ven.

Celebremos lo que no existe.

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QUETIAPINA 25 MG La quetiapina tiene sus aristas en ningún lugar. Se abre al agua del cuerpo y te ayuda a posar la mirada sobre la piedra en retroceso. En la lengua borda una luz como una pepita de oro que crece en el preciso instante en el que los animales alzan la cabeza. Después de que invade el cuerpo sientes espasmos en las coyunturas de los ojos. Te paras de la sala y arrastras los pies insomnes hasta la habitación. Cuando abres la puerta, te encuentras con hongos ocultos en el reflejo de la tierra, saltamontes que dejan su piel en un delirio de espumas y aves divergentes que se congelan en pleno vuelo. La quetiapina es rosa. Permite que fusiones con huevos de araña que dejan ver espantos de luz y el infinito coagulado.

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ABISMO DE TINTA El sótano ayuda a insistir en la furia invisible y desgasta el pensamiento. Su atmósfera invertida nos remonta a la bruma de las cavernas, en las que se podía escuchar la música al fondo de la vida. Allí la mano parafrasea la estrella, el ave silenciosa y cuenta la piel de otro universo. Es solo bajo la sustancia nocturna en su aire que se despliega la tinta y se recortan las figuras al tamaño de su verdadero misterio.

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el pez transforma su blanda sombra

al tragarse lentamente las espinas

que han de conformar la otredad de su cuerpo

el mar se hunde en el caracol

el único camino seguro

es el de arrancarse los ojos

que están por crecer cada noche

para acabar a la altura

de las semillas que mueren.

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En el otoño,

duerme el pasado,

se cubre de ambición,

se despoja de su corteza

para acoger el destino

de todos los matices:

follaje que cruje sobre el humo,

espesor incendiado en el mármol.

El rojo, huérfano de sí,

derrite la transparencia.

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Sucumbo ante las bajas

cortinas de hierro

que incendian

el horizonte.

Me elevo

sobre las aguas fangosas

destinadas

a una especie distinta.

Extingo ese color

en donde los siglos

petrificados

triunfan de la nada.

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Fieles a mi revolución

de verlo todo en este mundo,

las calles escapan del tiempo

en frases marmóreas.

Se abre el subsuelo de toda

nuestra experiencia

en nebulosas desgarradas.

Ni un momento muerto

frente a ese espacio desnudo

que parte la cabeza rumorosa

de recuerdos dorados y azules.

Triunfo

donde no crece

un sólo árbol.

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le entregaron

un horizonte sepultado

la luz olvidada de un pájaro

que no deja de picotear sus heridas

como años que caen sobre el pálido temblor de la tarde

ahora conoce la antigua plegaria

al latido de los remos rotos

que penden sobre la lluvia

la flama gemela

rueda por el borde de sus ojos

reencarnamos

en los últimos segundos

de un círculo.

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antes de sumergirte en el estanque

tu reflejo se eleva

como el más grande enemigo

antes de que germine

la semilla

palabra del árbol

astro sepultado en corrientes de aire

rompe el insomnio

nota sobre nota

cobra vida el atisbo de luz

pedazo a pedazo

caen los sonidos de la tierra.

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Y empeñados en proteger los bosques/ olvidamos/ que

mientras quede siquiera un árbol/ sobre la superficie de la

tierra la gente morirá asesinada con palos de madera.

Ryszard Kapuscinski

sus raíces

maestras de la vida subterránea

su tronco

doble cuerpo, canal de otros mundos

revoltijo de ombligos que conducen

al diálogo de

sus hojas materia oscura

puerta entreabierta al círculo

—la punta de la geometría—

esporas animales

estructura alterada

sangre seca.

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ANULACIÓN I

Cavo dentro del árbol caído

hallo el universo recostado

mientras soy niña

he de borrar al mundo.

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ANULACIÓN II

La saliva cae

sobre los cuerpos diminutos

se apagan los párpados

para encarcelar la transparencia

que nadie sabe,

para no ver a los niños

que duermen

sin saber

que su vista perderá el nombre

después de la última caricia.

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ANULACIÓN III

Las manos ebrias

se abalanzan sobre la piel temprana

que se extingue

a medida que el murmullo

agota el aire

no hay opción

sobre el cuerpo inmovilizado

por las manos inundadas de peste

por la cítara última que se repite

adentro y afuera

arruinando todas las melodías

ella se sume en la lámpara

la córnea viva

crea la pérdida.

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ANULACIÓN IV

Se eleva el ala fracturada

las patas hechas cenizas se condensan

el vientre aún en ascuas

se pliega más allá del aire

una avalancha de sonidos

destruye el agua

siete años

y ya huye del día

porque la luz no merece

la médula extinta

en la necrópolis del tacto.

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Entre transeúntes

y calles deshabitadas

con vuelo de largo alcance

ciertos pájaros saben hablar

Testigo

del debut este tiempo

Llegará la luz al abrir la puerta:

esta presión

nos va a

reventar.

e

d

a

s

d

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Aceptar lo sucedido sin cavernas

Amenazada de

muerte

interesada en

cuestiones síquicas

con ambiciones

de violeta blanca

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¿Por qué cae el sol formando un hilo largo

que se enrolla en espiral?

¿Por qué sentimos el ron, los bailes y la

música al salir de la ducha?

¿Por qué zigzaguea la máquina verde al

resbalar por la ventana?

¿Por qué la lluvia se escribe al caer?

¿Por qué el cristal de una

lámpara de araña decolora los detalles

multicolores?

¿Por qué después

de haber mezclado

el té se junta luchas de

sangre en el centro de la taza

¿Por qué siempre aprende del hermano se

aprende a detectar la mentira

la miel

la poza del lodo?

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La venganza y el martillo

al rojo.

Sí: lo acepto.

Una milésima de mucho por hacer,

demasiadas ramas

sobre una raíz.

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El mundo según la brocha en la mirada

¡A ver, a ver, a ver!

hojilla de oro y plata,

exceso de lenguas

de fuego contra el ojo de la Virgen.

La vida oculta

de un secuestro

bajo el paraíso.

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Desde la infancia apren-

demos a

comunicarnos tejiendo el punto de partida

Yo defiendo la

sonámbula urbe

por lado y lado edición extraordinaria

glosario de futuro

permanente deidad de sudor condensado.

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¿¿

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es en la transparencia de los faros

donde se oculta la sombra

es en la antigüedad del árbol

donde nace la espera

el polvo anuda

su dolor

entre las piedras.

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el bosque inventa un coro de caídas

para quien, cansado

vuelve a levantarse entre sus musgos

abrazo de amatistas

la plenitud es mineral.

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oye la noche desmembrarse

el cristal que despierta

en el fondo de la madre

se integra el vacío

-cueva errante-

junto a la ola

haces parte de una sola mirada.

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Pude haber sido otro […] Árbol clavado en la tierra,

al que se aproxima un incendio

Wislawa Symborska

antes de incendiarse

un árbol divaga

en el insomnio

(el velo que oculta al mundo

se oscurece)

la llama

víctima del hambre

derrota el verdor de sus cielos

apaga su eclipse

y nos devuelve al reino imperfecto

de un pasado sin pasado.

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es verdad lo que ocurre al amanecer

cuando mis manos tempranas

desdibujan la piedra

escucha este fuego entrecortado

con el que mi voz te llama

años de sonido

arrancados de las garras del sueño

somos sólo un árbol difuso en el espejo

que se prende

o apaga

después de cada pesadilla.

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la hierba crece entre los adoquines

da todo lo que avanza

abre su latido

abandona las márgenes escondidas

de su vida profunda

para vislumbrar

la distancia

despegada de la tierra

entonces

grita.

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ÍNDICE

5 Tras la espuma

6 Mi mano es inocente

7 Mi rostro

8 Colibrí

9 Mujer de agua

10 Más allá del sol

11 Es imposible vivir un error

12 El negro tiene demasiada profundidad

13 Mientras me tallo una vida

14 De pronto

15 Una nube opaca

16 ¿Con qué flauta cosí mi casa?

17 Y otra vez va el dolor en el pecho

18 Sylvia

19 La gota

20 Sobre el aliento del sueño remoto

22 Mujer sentada con rodilla flexionada

23 Xul Solar

26 Invocación

27 Quetiapina 25 mg

28 Abismo de tinta

29 El pez transforma su blanda sombra

30 En el otoño

31 Sucumbo ante las bajas

32 Fieles a mi revolución

33 Le entregaron

34 Antes de sumergirte en el estanque

35 sus raíces

36 Anulación I

37 Anulación II

38 Anulación III

39 Anulación IV

40 Tríptico

41 Playón de sal

42 Cola de escorpión

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43 Entre transeúntes

44 Aceptar lo sucedido sin cavernas

45 ¿Por qué cae el sol formando un hilo largo…?

46 La venganza y el martillo

47 El mundo según la brocha en la mirada

48 Desde la infancia aprendemos

49 Es en la transparencia de los faros

50 El bosque inventa un coro de caídas

51 Oye la noche desmembrarse

52 Antes de incendiarse

53 Es verdad lo que ocurre al amanecer

54 La hierba crece entre los adoquines

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Yenny León Colombia, Medellín, 1987. Docente de Literatura y Edición de textos en las universidades UPB y EAFIT. Magíster en Escrituras Creativas (Universidad EAFIT) y Filóloga Hispanista (Universidad de Antioquia). Obtuvo el I Premio de poesía Ciudad de Medellín, convocado por la Corporación de Arte y Poesía Prometeo (2011), la IX Beca a la Creación de Poesía de la Alcaldía de Medellín (2012), el primer puesto en el XXX Concurso Nacional Universitario de Poesía de la Universidad Externado de Colombia (2017), la Beca a la Creación de Literatura Infantil con enfoque de diversidad (2019) y el Estímulo de Presupuesto Participativo para creadores de la Alcaldía de Medellín (2019). Varios de sus poemas han sido publicados en revistas nacionales e internacionales. Libros publicados: Entre árboles y piedras (Bogotá: Planeta, 2013), Campanario de cenizas (El Salvador: La Chifurnia Editorial, 2016), La hierba abre su latido (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2018), Rastros-rostros: altares análogos (Medellín: Corporación La Bisagra, 2019), Margarita despierta (Medellín: Colección Historias Diversas de la Alcaldía de Medellín). Cocreadora de Milhojas, juegos de escritura (Medellín: Editorial EAFIT, 2019).

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Cobo Borda tiene razón cuando señala en Yenny León el trágico diálogo

entre hombre y naturaleza. Diálogo sesgado por sauces que implosionan,

por ramas quejumbrosas, por ríos moribundos, por un polen desvaído.

Y es como si todo un pálpito de vida estuviese abocado a la desaparición

o a la caída. En realidad, hay una tremenda noción de declive en estos

breves poemas que intentan conjurarse en la belleza de sus imágenes y

en la búsqueda de un silencio que es a la vez oscuro y luminoso. Porque

en esta poesía luz y penumbra intentan el abrazo. Y nos recuerda, como

bien dice Octavio Paz, que entre el árbol y la piedra no somos más que una exhalación.

Pablo Montoya

En cada palabra dura o dulce, en cada verso sereno o magistral, está la

niña grande desde la luz de su alma. Delicada, precisa. Sus poemas de

cierres perfectos y un halo misterioso que se me ocurre sube por la

espalda, liviano, denso, doloroso y esperanzador. Es la mujer carne y verso, piel y conocimiento.

Es su poesía una voz solidaria, apacible, que acude a su experiencia como

observadora y protagonista de la vida que nos corresponde. Y me

pregunto cómo la caricia certera en cada cerrojo, objetos de la más fina

textura, hecha hilo a hilo con las hebras de su aliento. Se permite el silencio para sentir mejor a los otros y entregarnos su visión.

Mery Yolanda Sánchez

Colección Voz Aislada