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Estudios Políticos ISSN: 0185-1616 [email protected] Universidad Nacional Autónoma de México México Mirón Lince, Rosa María; Urbina CortØs, Gustavo Adolfo Ciudadanía, capital político y calidad democrática: escenarios de bancarrota política en México Estudios Políticos, vol. 9, núm. 22, enero-abril, 2011, pp. 41-63 Universidad Nacional Autónoma de México Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=426439543003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Estudios Políticos

ISSN: 0185-1616

[email protected]

Universidad Nacional Autónoma de

México

México

Mirón Lince, Rosa María; Urbina CortØs, Gustavo Adolfo

Ciudadanía, capital político y calidad democrática: escenarios de bancarrota política en

México

Estudios Políticos, vol. 9, núm. 22, enero-abril, 2011, pp. 41-63

Universidad Nacional Autónoma de México

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=426439543003

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ESTUDIOS POLÍTICOS, NÚM. 22, NOVENA ÉPOCA, ENERO-ABRIL, 2011, pp. 41-63

Ciudadanía, capital político y calidaddemocrática: escenarios de bancarrota

política en México*

Rosa María Mirón Lince**Gustavo Adolfo Urbina CortØs***

ResumenEn el presente artículo, los autores hablan de la importancia de la participación política parael desarrollo de regímenes democráticos que buscan lograr que sus estándares de legiti-midad y de funcionalidad sistémica sean positivos. Concluyen que es necesario incluir en elsistema político aquellas estrategias que ayuden a disminuir las condiciones de desigualdadsocial imperante en la sociedad mexicana.

Palabras clave: Participación política, desarrollo institucional, sistema político, México,ciudadanía.

AbstractIn this article, the authors discuss the importance of political participation for the deve-lopment of democratic regimes that seek to achieve their standards of legitimacy and theirpositive systemic functionality. They conclude that it is necessary to include in the politicalsystem, those strategies that helps to reduce social inequality prevailing in Mexican society.

Palabras clave: Political participation, institutional envelopment, political system, Mexico,citizenship.

* Una versión previa de este trabajo fue presentada como ponencia en el II CongresoNacional de Ciencias Sociales, Oaxaca, Oax., octubre 20-23, 2009.

** Doctora en Ciencia Política por la UNAM. Profesora de Tiempo Completo en la Facul-tad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investiga-dores Nivel II. Responsable del proyecto PAPIIT “Partidos, elecciones y reformas en México,2006-2011”.

*** Estudiante en la Maestría en Estudios Políticos y Sociales del Programa de Posgradode la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

1. Introducción

as transiciones democráticas ocurridas durante las últimas décadasen América Latina han puesto en claro la necesidad de colocar lamirada sobre las desavenencias estructurales que persisten en el

seno de los sistemas políticos y sociales donde la democracia pretendeser implantada.

L

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Al margen de las condiciones de apertura que anteceden las posibi-lidades de cambio, la democratización se extiende como un reto de am-plio alcance en donde sus atributos sustantivos y prácticos exigen deuna ciudadanía participante e involucrada en los asuntos públicos de sucontexto social.

En adición a la conformación de una masa de votantes, una demo-cracia de calidad exige de ciudadanos activos que, en ejercicio de susderechos y obligaciones, logren establecer espacios y equilibrios queconfluyan con los otros componentes del sistema político. No obstante,sociedades altamente desestructuradas y desiguales tienden a carecerde un capital político y social preponderante, que exhibe disfunciones yciclos perniciosos que impiden un flujo adecuado de poder que permitagenerar un interés real por los asuntos políticos, y lazos solidarios queredunden en una participación prolífica e incidente en la agenda pública.

El propio caso mexicano exhibe que las debilidades del sistema so-cial se traducen en serias extenuaciones de un sistema democrático enciernes. De ahí que este texto tenga como objetivo analizar los impactosde la transformación de las estructuras políticas de participación y de ladesigualdad, sobre la construcción de una ciudadanía, la calidad demo-crática y la constitución de un capital político fructífero.

Para ello, se tomarán en consideración los aportes que desde la pers-pectiva norteamericana han venido haciendo autores como Robert F. Put-nam (1993), Charles Tilly (2007), John Booth y Patricia Bayer (2007) res-pecto de la categoría de “capital político” y su impacto en el desarrollodemocrático; complementando su tratamiento conceptual con la discu-sión sobre los procesos de articulación política descritos por LeonardoMorlino (2005), y la articulación social señalada por Claus Offe (1995).El desahogo teórico auspiciará mediante la referencia a los procesospolíticos y a los indicadores principales de desigualdad en México, laidentificación de los principales efectos que las asimetrías sociales, eco-nómicas y culturales representan para la concreción de una democracia decalidad. Para ello, un referente constante serán los resultados obtenidosen la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanasrealizada por la Secretaría de Gobernación durante los años 2007 y 2008.

En la primera parte, se expondrá la importancia de la participaciónpolítica para el desarrollo de regímenes democráticos con un alto gradode legitimidad y de funcionalidad sistémica, destacando el nivel de sig-nificación de una ciudadanía política y socialmente implicada en los pro-cesos endógenos de la sociedad en que se sitúa. Para abono de nuestro

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caso, en esta sección se detallarán algunas consideraciones puntualessobre las pautas de participación política en México.

En la segunda parte, se discutirá el impacto que los esquemas de-sigualitarios de poder social y económico tienen sobre la articulación ola inhibición del capital político y social, echando mano de los indicadoresque para el caso mexicano permitan caracterizar el peso de las asime-trías sobre un proceso fructífero o fallido de construcción de ciudadanía.

Finalmente, se concluirá remarcando la necesidad de desarrollar es-trategias paralelas que, por un lado, ayuden a paliar las condiciones dedesigualdad que persisten en casos como el de la novel democraciamexicana; y por otro, permitan implementar mecanismos compensato-rios y subsidiarios que incidan en la conformación de una ciudadaníaactiva y participativa.

2. Calidad democrÆtica y su articulación ciudadana:las pautas de la participación en MØxico

El furor democrático que acogió al mundo moderno durante los últimoscincuenta años, sin duda se explica por un amplio número de razones.Algunas de ellas podrán aducirse al vuelco ideológico de occidente so-bre el escenario global; otras tantas, al triunfo del pensamiento liberal; yquizá algunas otras, a la asimilación, poco concreta, que ciertos enfo-ques pregonaban entre democratización y desarrollo económico y social.

Sin embargo, hoy queda claro que la democracia cuenta con un sis-tema nítido de legitimidades que le permiten proyectarse como un ré-gimen político con adeptos y cualidades de ordenación e integraciónsocial, los cuales van más allá del principio de libre elección y la lógicade rotación de élites.

Al margen de su concepción procedimental, la democracia contem-poránea ofrece la posibilidad de entablar una relación más coordinadaentre gobernantes y gobernados, considerando la preponderancia delos principios de libertad y de igualdad como epicentros éticos de todopacto político, aun pensándose desde un espectro conservador o desdeuna línea más de carácter progresista.

El espíritu sustantivo de la democracia ofrece, tal y como lo sugiereMichelangelo Bovero, una gramática socio-política, por cuanto pone encontexto un conjunto de claves interpretativas que permiten repensar elestado de las relaciones sociales más primigenias y los espacios políti-cos más esenciales. La consonancia verbal de las formas políticas se

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articula, entonces, por cuanto la génesis de lo político permite elegir, re-presentar, deliberar y decidir,1 atribuciones que hacen eco necesario deuna ciudadanía activa, participativa e involucrada en los asuntos públicos.

La democracia en cualquiera de sus vetas, ya sea deliberativa oconsensual, atraviesa de manera obligada por la estructuración de uncuerpo político de gobernados que ostente capacidades críticas frenteal ejercicio del poder por parte de sus gobernantes. Sin la constituciónde un corpus cívico, los adjetivos y sustantivos de toda democracia re-sultan obsoletos, cuando no ajenos y carentes de sentido. Categoríascomo la transparencia, la rendición de cuentas, la eficiencia en la ges-tión y la propia certidumbre institucional se vacían de significado cuan-do los preceptos básicos de todo régimen democrático no encuentranresonancia en quienes más allá de la nomenclatura de electores, debe-rían constituirse al margen de lo formal como auténticos ciudadanos.

La ciudadanía como concepto adquiere dimensión en una democra-cia, si y sólo si, tal y como señalan autores como Morlino y Diamond, laparticipación se extiende desde el campo de lo electoral hasta el campode los partidos políticos, de las organizaciones sociales, de las discusio-nes de los asuntos públicos y el involucramiento en el campo de lolocal.2

Esa constitución ordenada de un cuerpo cívico, puede ser entendidadesde las aportaciones de autores contemporáneos como Robert F.Putnam, John Booth y Patricia Bayer, quienes a través de una perspec-tiva socio-política y cultural conciben al capital político como un conjun-to de redes sociales que enarbolan intereses comunes y referentes deconfianza respecto del sistema político.3 En clave democrática, esa con-formación de entramados sociales complejos que agregan intereses ytransfieren confianza al sistema, detonan una participación creciente queopera como un circuito periférico y sinérgico de la incidencia partidista einstitucional.

Sin embargo, la participación y los recursos que conforman el capi-tal político de la ciudadanía obedecen en gran parte a las formas preva-lecientes de articulación de los cuerpos políticos. Haciendo eco de auto-

1 Bovero, M., Una gramática de la democracia. Contra el gobierno de los peores, Ma-drid, Trotta, 2003.

2 Morlino, L. y L. Diamond, “The quality of democracy: an overview”, en Journal of De-mocracy, no. 15, Washington, John Hopkins University, 2004, pp. 20-31.

3 Putnam, R., Bowling Alone: the collapse and revival of American Community, NewYork, Simon and Schuster, 2000, y J. Booth y P. Bayer, Social and political capital in LatinAmerican democracies, Texas, Midwest Political Science Association, 2007.

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res como Claus Offe, los mecanismos de involucramiento en “lo político”se complejizan cuando en ausencia de canales lo suficientemente abar-cadores, surgen otros cuerpos que suplan estructuras previas, desapa-recidas o disfuncionales.4

De esa forma, son dos los factores clave en la articulación del capitalpolítico de una sociedad, los cuales se traducen en el involucramientociudadano: en primer lugar, las plataformas existentes de participación,y en segundo lugar, las condiciones de inclusión para la activación de laciudadanía.

Respecto de los primeros, existe bastante que abordar en esta pri-mera parte de este trabajo, por cuanto dichas plataformas coadyuvan ala extensión de elementos políticos para la democratización, tales como

1. El aprovechamiento o despliegue de recursos políticos.2. La acumulación o distribución de recursos materiales.3. Los lazos de solidaridad y compromiso a nivel grupal. Esos tres

rasgos identificados por Charles Tilly5 poseen una gran relevancia enlos esquemas democráticos en virtud del efecto que adquiere su conju-gación sobre las formas manifiestas de participación.

Detrás del arreglo de esos tres factores, el sociólogo norteamerica-no encuentra puntos de inflexión en el desenvolvimiento social queacompañan a la transición de grupos primarios sociales (gremios, sec-tores, agrupaciones vecinales) hacia la conformación de conglomeradospolíticos activos; es decir, que en la articulación de esos tres elementos,Tilly identifica parte de los recursos centrales que abonan al surgimientode estructuras políticas que más allá de los circuitos institucionales dela política promueven la participación in extenso de ciudadanos que sereconocen como parte sustantiva del sistema político y social, y que de-sarrollan conscientemente un entramado de derechos y obligaciones enmarcos políticos crecientemente democráticos en virtud de su capaci-dad de interrelación horizontal y vertical.

Esa conjugación, producto de un trayecto histórico de carácter políti-co y social, se convierte en un aspecto clave si se considera que almargen de los aparatos institucionales de un país, la ciudadanía comocuerpo de gobernados involucrados en los asuntos de carácter público

4 Offe, C., y Fuchs, S., “A decline of social capital? The german case”, en Democra-cies in flux, Oxford, Oxford University Press, 2002.

5 Tilly, Ch., Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 2007.

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también atraviesa por un periodo de madurez y consolidación que va másallá de su reconocimiento jurídico-formal y el otorgamiento de prerro-gativas como el derecho al voto.

Para el caso mexicano, las pautas de participación ciudadana se de-ben en gran medida a la naturaleza de la evolución y dinámica de lasinstituciones políticas nacionales. Evidentemente, durante el largo pe-riodo de concreción posrevolucionaria del Estado-nación mexicano, elaparato partidista del PRI fungiría como el enclave central de todo visode participación política. La estructura corporativa y sectorial del partidohegemónico se traduciría en la provisión de una plataforma centrípeta apartir de la cual los intereses primarios a los cuales alude Tilly en su in-vestigación se constituirían como ramales verticales de una jerarquíapolítica institucionalizada, donde la máxima envergadura correspondíaal titular del Ejecutivo y descendía hasta los cuerpos masivos de carác-ter multisectorial.

En ese sentido, si bien el priísmo no obstaculizó la existencia de for-mas periféricas de participación, resulta claro que los recursos políticosmás efectivos, el reparto de prebendas y recursos materiales, así comola estructura forzada de lealtades, difícilmente lograba escapar al con-trol del tricolor, motivo por el cual otras formas de agregación de intere-ses y de canalización de demandas eran asumidas como manifestacio-nes parasitarias, contraproducentes al sistema, o simplemente comofenómenos aislados de acción colectiva. Bajo esa misma lógica, el par-tido hegemónico sustentó en su estructura corporativa, un sistema delegitimidades que le permitió que, sobre el arquetipo de participaciónclientelar y vertical, sus defectos democráticos pudieran pasar inadver-tidos durante largo tiempo.

Y es que la pauta de participación del PRI dependió en gran parte desu constitución gradual como un partido “atrapa todo”. Su indisolubleconstrucción como binomio partido-gobierno dotó al tricolor de amplísi-mas facultades políticas que hacían de las corporaciones y entramadossectoriales voces sonantes que se conjugaban en las funciones de:

a) Representación masificada, creando canales de incorporación dedemandas de grupos sectoriales populares y gremiales (obreros, cam-pesinos, docentes, empleados del sector energético, entre otros).

b) Rotación controlada de élites, que dependía no sólo de los lide-razgos partidistas de carácter nacional, regional y local, sino también delpeso relativo de algunas corporaciones cuya capacidad de aglutinación

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fue traducida por el partido en una estructura permanente de captacióny movilización de apoyos.

c) Agregación de intereses y tematización de demandas, que permi-tía que cuando menos las agrupaciones sectoriales de mayor capacidadde movilización pudieran incidir de forma directa en la estructuración deproyectos de acción estatal, tales como reformas o paquetes de políti-cas públicas. De forma ejemplar, la actividad gremial gozó de una impor-tante interlocución frente al PRI, basándose en una relación de tensiónque iba de la dinamización de apoyos hasta los conatos de protesta(muchos de ellos pactados y ejercidos incluso de forma periódica).6

d) Sustento ideológico, el cual permitió configurar un discurso inclu-sivo que, basado en la premisa de “justicia social” promovía no sólo unanarrativa de legitimidad al interior y exterior del tricolor sino, sobre todo,dos efectos de gran preponderancia:

1. Un esquema de confianza basado en la ecuación de lealtad=movi-lidad social.

2. Una lógica informal de reparto basada en la correlación de fuerzasde los sectores (campesino, obrero y popular) aglutinados por la amal-gama pos-revolucionaria.

En consecuencia, si bien el Revolucionario Institucional carecía deelementos amplios como para aducirle al sistema político atributos decarácter democrático, al menos es de concederse una relación virtuosaentre “confianza” y “efectividad”, lo que en trabajos como los de RobertF. Putnam, permiten situar una conexión entre los esquemas de reci-procidad y compromiso mostrados por los arreglos grupales (en estecaso corporativos) al interior de un contexto socio-político.7 Dicha con-dición expresa lo que, a reserva de ser prejuzgado como un sobre-di-mensionamiento democratizador del PRI, al menos significó la construc-ción de un capital político importante que representó la base principalde legitimación, reproducción y mantenimiento del priismo durante unalarga etapa de la historia nacional.

A riesgo de exponer un argumento repetitivo, ésa fue pues la esen-cia de supervivencia del sistema de partido hegemónico hasta su crisismanifiesta, ya entrado el último tercio del siglo XX. Cuestión que implica

6 J. Mireles, Rituales políticos del PRI, México, UABJO, 2001.7 R. Putnam, op. cit., 2000.

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reconocer que las pautas de participación política, sin ser en sentidoalguno del todo democráticas, fungieron como un arreglo sólido, por mo-mentos parasitario y por otros tensionante hasta el punto de ser un fac-tor explícito de ruptura. Así, la confianza depositada en el sistema fuesiempre contingente y resultante de la dinámica, unas veces conciliado-ra y otras autoritaria, de un partido que en innumerables trabajos ha sidotildado de artífice de su propio cambio, su propia crisis y hasta de suresurrección.8

Lo vertido en los párrafos anteriores, conduce entonces a tres consi-deraciones de carácter analítico en materia de participación política, ca-pital político y ciudadanía.

1. En primer lugar, tal y como ya han señalado algunos autores críti-cos al trabajo de Putnam, la relación entre confianza y democracia nosiempre es lineal y directamente proporcional, si se considera que aunen regímenes de un cariz autoritario y de competencia limitada o nula,puede existir una fuerte relación de reciprocidad entre la autoridad insti-tuida y algunas redes de agrupación social (para el caso mexicano lasplataformas corporativas). Ello si, nuevamente, se toma en cuenta quela reciprocidad puede devenir de esquemas de confianza derivados derelaciones clientelares complejas (el arreglo clásico de premios y casti-gos a la lealtad) o de estructuras altamente coercitivas (mediante el usode recursos tan variados que van desde la violencia explícita, la repre-sión o el control mediante recursos materiales y simbólicos, entre otros).

2. En segundo lugar, el PRI como el pilar principal de la articulación deuna participación política (arcaica en ocasiones y sofisticada en otras) dejóal paso de su crisis un vacío de ordenamiento de capital político queaún hoy repercute en una transición inconclusa de las viejas plata-formas corporativas hacia formas y métodos más horizontales, efectivosy democráticos de inclusión, interpelación e incidencia de carácter cívicoy social. Al respecto, es prudente puntualizar que si bien después de lahegemonía priísta se dan manifestaciones novedosas de articulaciónsocial que emanan desde el plano de la sociedad civil, actualmente sepadece una dislocación entre el entramado cívico y las estructuras insti-tucionales y partidistas que se expresa no sólo en resistencia a la par-ticipación por la vía electoral, sino también en la baja capacidad de inci-

8 R. Mirón, Muerte y resurrección del PRI, ¿ahora sí? Ponencia presentada en el ciclo deconferencias “Mitos y Leyendas de la Política Mexicana”, en la Facultad de Ciencias Polí-ticas y Sociales de la UNAM, 2008.

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dencia ciudadana en la deliberación de políticas públicas y estrategiasde realización del bienestar general. Como evidencia de ello se puedentomar tres indicadores:

• En primera instancia, la trayectoria de participación, abstención yvoto nulo durante los últimos años:9

0

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30

40

50

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1988 1991 1994 1997 2000 2003 2006 2009

% Participación

% Abstención

% Votos nulos

FUENTE: Elaboración propia con base en datos del Instituto Federal Electoral.

9 Varias de esas expresiones derivadas de grupos cuya estructura de movilización yredes estuvo en alguna época ligada a la propia base corporativa del PRI, como puede ser elcaso del Movimiento Urbano Popular. Para más sobre el tema, revisar el análisis general deE. Esquivel, Sociedad civil y poder político en México. Un análisis 1980-2005, México, MiguelÁngel Porrúa, 2008.

FUENTE: Elaboración propia con base en datos del Instituto Federal Electoral.

5.39

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% Votos nulos

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Los datos anteriores evidencian que la trayectoria de participaciónha sufrido una importante variación, probablemente también vinculada ala desarticulación de la base corporativa priísta, que si bien aún persisteen las estructuras tradicionales de la Confederación Nacional Campesi-na (CNC), la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y la Confe-deración Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), sus grupos agluti-nados carecen de capacidad de interlocución efectiva como para incidir enel sistema político, y más todavía para lograr las añejas espirales de mo-vilización social de sus jerarquías. Adicionalmente, y más allá de lasafectaciones particulares que dicho cambio representó para el PRI, tam-bién es necesario enfatizar que lo que subyace a la fuerte desviación enlos índices de participación electoral es una importante pérdida de legi-timidad del sistema político que se ha traducido en una apatía incre-mental. En cuanto al voto nulo, es de apuntarse, que su tendencia seha mantenido de forma estable, probablemente como consecuencia deque su impacto de castigo o evaluación al sistema político resulta am-pliamente limitado a razón de no ser tan expresivo como indicador, frentea las cifras de abstención electoral.

• Como segundo indicador general, se puede observar que más alláde los efectos del “des-corporativismo” priísta, los resultados recientesde las transformaciones políticas, partidistas y electorales han tenido unefecto muy disimulado sobre los niveles de confianza de la ciudadaníahacia el sistema político; cuestión que nuevamente se traduce en desin-centivos para la participación.

5%

28%

34%

20%

13%

Satisfacción con la democraciaMuy satisfecho Al satisfecho Poco satisfecho

Nada Satisfecho No sabe/no responde

FUENTE: Con base en datos de la Encuesta Nacional sobre Cultura Política (ENCUP, 2008).

Satisfacción con la democracia

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Echando mano de autores como Gabriel Badescu y Eric Uslaner(2004),10 cabría recordar que “ciudadanos con alta desconfianza se cons-tituyen como ciudadanos con alto desinterés en lo público”. Si se consi-dera, por una parte, que el sistema político y sus pinceladas democráticasno han sido capaces de lograr un aumento significativo de confianza enlas instituciones y procesos; y, por otro lado, que el desmoronamientode la estructura clientelar compleja del corporativismo priísta significó eldesplome de la principal plataforma de control, coerción y forzamientode la participación política, la posibilidad de lograr ciudadanos compro-metidos con la deliberación y su involucramiento se reduce considera-blemente.

• Como tercer indicador —y extendiendo el argumento acerca de larelación entre desconfianza y participación—, los años de incipiente de-mocratización mexicana muestran a una ciudadanía que no sólo guardabajas expectativas de confianza sino que, al mismo tiempo, no se reco-noce como incidente en las decisiones de carácter público. Al respecto,es importante subrayar algunos de los resultados que se desprenden delas Encuestas Nacionales sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas,mismas que mostraron:

a) En 2001, que sólo el 37% de los ciudadanos encuestados consi-deraban que tendrían mayor oportunidades para contribuir en las deci-siones gubernamentales de cara al futuro, mientras que para 2003 dichoporcentaje sería de 48.5% y para 2005 de 49.74%.

FUENTE: Encuesta Nacional sobre Cultura Política 2008/Barómetro de las Américas 2008.

10 G. Badescu y E. Uslaner, Social capital and the transition to democracy, New York,Routledge, 2004.

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b) En complemento a lo anterior, para 2008, 50% de los ciudadanosencuestados considera que el voto es la única forma en que las perso-nas pueden canalizar y expresar sus opiniones y voluntades hacia susgobernantes; mientras 34% considera que existen otros canales, aun-que irónicamente sólo un promedio de 9% expresó haber participado enalgún mecanismo de acción colectiva y agregación de intereses (firmade cartas, mecanismos de presión social o protestas).

FUENTE: ENCUP, 2008.

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

2001 2003 2005

No

Ns/Nc

FUENTE: Elaboración propia con base en ENCUP 2001, 2003, 2005.

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3. Como tercer y último punto, habría que añadir que tomando encuenta el problema sobre desconfianza en el sistema político y su po-tencial traducción en apatía ciudadana, México se encuentra en un es-cenario de “bancarrota” en razón de su descapitalización política. Ladesarticulación del capital político que tanto puede contribuir a la even-tual conformación de una ciudadanía activa, responde no sólo a losconflictos que suscita la des-corporación de la sociedad, sino también ala ausencia de plataformas lo suficientemente funcionales como paraincentivar la inclusión participativa de los individuos. Más aún, por unlado, los partidos políticos han retraído sus prácticas hacia el ámbito delo interno, contribuyendo al divorcio entre grupos sociales e instanciasde agregación; mientras que, por otro, la propia participación se ha con-vertido en privilegio de pocos, en tanto se carece de una sociedad civilorganizada y bien delimitada, y de condiciones adecuadas para promoveren los ciudadanos el interés y la vinculación por los asuntos políticos.

Así, hemos afirmado que son dos los factores de la articulación delcapital político:

1. Las plataformas de participación.2. Las condiciones de inclusión para la activación de la ciudadanía.

De las primeras, esta sección ha abordado las desavenencias de unatransición democrática que no ha permitido fortalecer el vínculo de con-fianza entre ciudadanía y sistema político mediante la generación de nue-vas plataformas de participación no corporativas. Sobre las segundas,el siguiente apartado habrá de colocar el énfasis sobre el reto que la de-sigualdad plantea para la incorporación real de ciudadanos con oportu-nidades equitativas de ejercer sus derechos y cumplir con sus obliga-ciones en el terreno de lo público.

FUENTE: ENCUP, 2008

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3. Desigualdad social y desarticulación ciudadana

Ciertamente, México vio transformadas sus pautas de participación bajola cadencia de una apertura política gradual. Sin embargo, esa amplia-ción de la arena política, no significó necesariamente una inclusión másabierta, ordenada e institucionalizada de la ciudadanía.

Como se argumentó en párrafos precedentes, la apertura significóno sólo la desarticulación de las plataformas corporativas de aglutina-ción, sino que a su vez dio lugar a un vacío de canales de incorporaciónde actores, y dejó pendiente la inclusión de ciudadanos en la delibera-ción de los asuntos públicos. La escasa confianza en las instanciaspolíticas y las bajas expectativas de participación se suman a otra desa-venencia estructural que tiene que ver con la capacidad de inserción delsistema.

En buena medida, el sistema político y social se viene adaptando deforma paulatina a un esquema donde se suscita un traslape entre lasviejas prácticas arraigadas al régimen de partido hegemónico y los nue-vos mecanismos de rediseño democrático. Si bien el sistema político noha sido capaz de concretar instancias renovadas de participación, tam-bién es válido afirmar que el sistema social ha logrado poco en la creaciónde espacios y la consolidación de una sociedad civil activa y resonante.

Pese a las cualidades de competencia que privan actualmente, laciudadanía no sólo carga a cuestas con un desinterés predominante porlos asuntos de carácter político, sino que a su vez, debe afrontar elhecho de aceptar que no obstante el discurso democrático, hoy la parti-cipación es un privilegio de minorías.

La desigualdad social se ha traducido en un factor clave en el com-portamiento cívico por cuanto potencia o limita la capacidad de los ciu-dadanos para acceder a determinados recursos públicos, ejercer susderechos y cumplir con sus obligaciones. Las aspiraciones democráti-cas son legítimas en la medida en que más allá de una libertad electi-va, éstas se traducen en una libertad de acción, con posibilidades másequitativas y capacidades efectivas distribuidas y generadas con mayorprofundidad y penetración en los individuos que se asumen como partedel cuerpo político y social. Y es que como bien sostiene Amartya Sen,el debate es inevitable por cuanto “la imparcialidad y los intereses igua-les ofrecen, de una manera u otra, una base común a todas las pro-puestas éticas y políticas que siguen siendo apoyadas y defendidas”11

tales como la propia democracia.11 A. Sen, Nuevo examen de la desigualdad, Madrid, Alianza, 2004, p. 31.

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En esquemas como el mexicano, donde las viejas plataformas deintegración social se esfumaron al paso del debilitamiento corporativo,las presiones derivadas de la desigualdad juegan un papel clave a ra-zón de la relación que existe entre capital político, estructuras de orga-nización y movilización de recursos. Nuevamente evocando a Tilly, lasinteracciones entre la confianza, el entramado político y la lógica distri-butiva de los bienes materiales, constituyen flujos importantes de abonoal sistema de legitimidades políticas de un régimen en virtud del im-pacto que dicha interrelación tiene sobre la conformación de “desigual-dades categoriales”; estas últimas, entendidas como diferenciacionesperniciosas a partir de las cuales una sociedad establece ventajas paraun grupo (o un conjunto de grupos) particular ubicado en una fronteraespecífica del sistema complejo de clasificaciones sociales.12

En ese sentido, es claro que además de la falta de espacios y redesde inclusión cívica, una parte importante de la sociedad es ajena, ocuando menos se percibe de esa forma, frente a la deliberación de ca-rácter público. Las relaciones entre las inequidades en los niveles de in-greso y el acceso a la información y las instancias de participación polí-tica, no resultan fortuitas si se considera que los grupos en desventajaposeen menores oportunidades de ejercer sus prerrogativas ciudadanasy mayores obstáculos para destinar recursos económicos, sociales e in-cluso temporales para vincularse con los asuntos públicos. Como mues-tra de ello, y refiriéndonos de nuevo a la ENCUP de 2008, los resulta-dos revelan que los individuos con ingresos por debajo de la línea de lossiete salarios mínimos consideran que la autoridad se encuentra seria-mente distanciada de la ciudadanía a la que gobierna.

12 Tilly, op. cit., p. 111.

FUENTE: ENCUP, 2008.

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Las expectativas de participación de ciudadanos que asumen la vidapolítica de su país como una esfera completamente disímbola a sus in-tereses y prácticas cotidianas, replica en una sociedad despolitizadadonde la deliberación y la toma de decisiones son frecuentemente califi-cadas como una esfera hermética y altamente compleja. Al respecto, enla propia ENCUP de 2008, bajo la línea de los siete salarios mínimos,existe un alto porcentaje de ciudadanos que considera que la política estan complicada que dificulta el entendimiento de los procesos endóge-nos del sistema político.

De manera incidental, la calificación de la política como poco efecti-va y altamente compleja, se traduce en un desinterés variable, pero ge-neralizado en sectores en posiciones de desavenencia económica.

Más aún, la desigualdad se ha tornado en un factor clave de enten-dimiento del capital político y las pautas de participación política, en tantolas fracturas de carácter social que derivan de los esquemas inequita-tivos de reparto de privilegios y restricciones han dado lugar a incentivosnegativos que se concretan en formas perniciosas de incorporación ciu-dadana. La profundización de las redes clientelares, sin necesidad de susubordinación a añejas plataformas de orden corporativo, hoy se debeen gran medida a la relación que estratos desfavorecidos de la socie-dad establecen con el mundo político en función de una dinámica arcai-ca de compra y coacción de apoyos electorales. Lo que se quiere decircon ello, es que a diferencia de lo que señalan algunos autores comoDora Kostakopoulu, aún en el siglo XXI el ingreso continúa siendo un

Fuente: ENCUP, 2008.

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marcador esencial e inevitable para lograr el acceso a una ciudadaníaplena.13

En un país donde según los propios datos de INEGI en 2006, 21.7millones de mexicanos se sitúan en el nivel de pobreza de capacidades,en el cual el nivel de ingreso no es suficiente para cubrir alimentación,salud y educación, las expectativas de participación se reducen amplia-mente como consecuencia de una depauperación que impide al ciuda-dano transitar de una preocupación por derechos de sustentación bá-sicos hacia derechos políticos y sociales de tercera categoría. Más aún,las condiciones de pobreza están obviamente ligadas a circunstanciasgenerales de desconocimiento de la ley, bajo acceso a información parala toma de decisiones y desconocimiento de mecanismos de atenciónpara la cobertura de necesidades de carácter cívico. La desvinculación en-tre ciudadanía y gobernantes, pareciera ser entonces una consecuenciainevitable de condiciones donde la desigualdad, tal y como señala Tilly,traza fronteras si no imborrables sí cuando menos perdurables entre sec-tores de una misma sociedad.

13 Dora Kostakopoulu señala en su última entrega de investigación, que la riqueza yel nivel de ingreso eran considerados esenciales en el acceso a la ciudadanía sólo hastael siglo XIX, en tanto a partir del siglo XX, los derechos civiles fueron otorgados comoprerrogativas de carácter universal vía el establecimiento de regímenes democráticos libe-rales. Sin embargo, a razón contraria de lo que señala esta autora, la desigualdad introducecortes estratificatorios que a la larga se traducen en ciudadanías de primera, segunda ohasta cuarta categoría en función del impedimento que el nivel de ingreso puede imponeren el ejercicio de derechos civiles. Véase: D. Kostakopoulu, The future governance of citi-zenship, Cambridge, Cambridge University Press, 2008.

44.7

21.7

14.4

Pobreza patrimonial ($1,625 mensuales)

Pobreza de capacidades: ingresos que no cubren alimentación, salud y

educación

Pobreza alimentaria. Igresos por debajo del

valor de la canasta básica

Millones de Habitantes

FUENTE: Elaboración propia con base en INEGI 2006.

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Las articulaciones que en materia de democratización señalan auto-res como Morlino respecto de la legitimación de un régimen político apartir de una asimilación más estrecha de confianza por parte de los ciu-dadanos hacia los canales e instituciones del sistema,14 se vuelven com-plicadas mientras, como se ha discutido en este texto, no existan

1. Plataformas más efectivas de incorporación de la ciudadanía.2. Condiciones menos desigualitarias para promover una mayor cer-

canía entre entidades cívicas y políticas.

A falta de espacios de incidencia, las circunstancias sociales de losindividuos operan como detonadores o inhibidores de la participación yla vinculación con los procesos de deliberación de asuntos públicos. Elterreno árido de la desigualdad para la consolidación de una ciudadaníaque fortalezca la calidad democrática en México, suscita así, al menostres comentarios de carácter analítico:

1. Primeramente, que en buena medida la sociedad civil en tantoespacio prolífico para la participación no se ha constituido como un en-torno clave de deliberación porque ambas condiciones antes aludidas,resultan elementos sustanciales para el fortalecimiento de la esferapública.15 Ciudadanos sin garantías mínimas para satisfacer sus necesi-dades básicas difícilmente podrán concentrarse en la construcción deconsensos y disensos por la vía de la discusión y el debate abierto en-tre colectivos cívicos. Más allá, aun cuando fuese del interés de los in-dividuos participar en la toma de decisiones, es claro que los sectores dela sociedad no cuentan con canales efectivos de incorporación de susdemandas, ni mucho menos de comunicación indirecta con instanciascomo partidos políticos y plataformas de ejercicio del poder público.

2. Aunado a lo anterior, tal y como observa Tilly en el trabajo refe-rido,16 sociedades con asimetrías tan profundas no logran encontrarcaudales efectivos de anclaje y articulación de capital político, en tantosu heterogeneidad se sustenta más por la desavenencia de sus estra-tificaciones económicas y categoriales, que por la convergencia de inte-reses diversos manifestados a partir de posicionamientos de carácter

14 L. Morlino, Democracias y democratizaciones, México, CEPCOM, 2001.15 R. Olvera (1996), “El concepto de sociedad civil en una perspectiva haberma-

siana”, en Sociedad Civil, Análisis y Debates, año 1, otoño, 1996.16 Tilly, op. cit., Cap. IV, Sobre Igualdad y Desigualdad.

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común. A la larga, las fracturas sociales que derivan de la desigualdad,se traducen en lazos solidarios minados que no son capaces de produ-cir confianza de los ciudadanos hacia las instituciones, y de las perso-nas hacia otros individuos. De ahí que el grado de satisfacción con elestado actual de las instituciones devenga en menor confianza y, portanto, en menor compromiso.

3. Finalmente, en términos de participación política, aunque la EN-CUP de 2008 señala que la democracia sigue siendo el régimen políticocon mayores adeptos entre la población, a pesar de los altos márgenesde insatisfacción económica, es preciso reconocer que las trayectoriasde inequidad creciente, suelen ir acompañadas de espirales de apatía;lo que en escenarios más complejos significa una alta pérdida de legi-timidad para un arreglo institucional que, al ser democrático, se nutre bá-sicamente de la validación que los ciudadanos conceden a la autoridadmediante su participación sistemática como residente soberano.

FUENTE: ENCUP 2008.

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FUENTE: ENCUP, 2008.

Así pues, la desigualdad juega un papel clave por cuanto se vuelveun detonante de desarticulación ciudadana al introducir restriccionesimportantes sobre la voluntad de participación de los individuos. El inte-rés público, y más aún el bienestar común, pasa a segundo términocuando las condiciones sociales no ofrecen mínimos de satisfacción bá-sica con los cuales los ciudadanos puedan arrancar de una base más omenos compartida que les permita ejercer sus derechos con menosobstáculos.

El problema aquí descrito lleva pues a replantearse una vez máslas vetas de discusión de la calidad democrática, en tanto éstas debanatravesar por un juicio crítico de las posibilidades mismas de genera-ción de capital político que se traduzca de forma efectiva en una ciuda-danía activa y participativa. El vínculo auténtico entre la deliberación ylos regímenes democráticos sólo tiene razón de ser cuando los ciuda-danos aspiran a incidir de forma efectiva y real en los procesos de tomade decisiones que afectan el curso de sus vidas y el de la nación de lacual forman parte.

En la articulación del capital político, no sólo reside un factor pre-ponderante de los anclajes que Morlino considera elementales para lapervivencia de la democracia (como el respeto a la ley, el desarrollo dela confianza interpersonal, entre otros); sino que más allá del debate so-bre la legitimidad del sistema político, existe una discusión sobre la fun-cionalidad misma del elemento ciudadano como un enclave de la propia

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toma de decisiones. Ciudadanos sin poder ni capacidad de injerenciaen el debate de los asuntos públicos, representan no sólo una flaquezademocrática, sino al mismo tiempo el síntoma latente de arreglos retar-datarios que no son capaces de estimular la inclusión y la cercanía en-tre gobernantes y gobernados.

La persistencia de viejas prácticas autoritarias combinada con lasaspiraciones democráticas no resulta fortuita por cuanto los ciudadanosencuentran mayores posibilidades de injerencia y movilidad social enentramados clientelares, que en la vinculación con organizaciones ema-nadas desde el seno de la sociedad civil. Incluso hoy, los resquicios delacarreo y la participación corporativa resultan funcionales frente a la au-sencia de mejores condiciones y plataformas más efectivas de encauza-miento de la voluntad cívica.

Los peligros de una democracia sin ciudadanos, se exacerban cuan-do la ausencia de un capital político real impide que más allá de las li-bertades electivas del voto, los individuos puedan sentar relaciones esta-bles y de colaboración en un régimen donde la confianza se convierteen el quid de prácticamente todas las transacciones políticas. En Mé-xico, sin un capital político articulado, la calidad democrática y la ciu-dadanía se desplazan sobre escenarios de bancarrota política.

4. A manera de conclusión

Según datos del propio Instituto Federal Electoral, del Tribunal Electoraldel Poder Judicial de la Federación, la FEPADE y otros institutos electo-rales, las elecciones intermedias de este 2009 costaron alrededor deveinte mil millones de pesos, lo que en promedio equivale a 13.3 millo-nes de pesos por cada funcionario electo (6 gobernadores, 500 diputa-dos, 433 legisladores locales y 565 alcaldes).17 Sin duda, el ardid sobreuna democracia costosa y poco efectiva no deja de resonar cuando mon-tos tan sorprendentes de gasto se reflejan en niveles tan míseros de con-fianza en las instituciones.

En un país donde el ingreso promedio de más del 60% de los hoga-res es de 6 mil 600 pesos al mes, con una altísima desigualdad,18 con-tiendas electorales que requieren de inversiones tales, no son vistas con

17 J. Zermeño, “Cuestan elecciones casi 20 mil millones” en Reforma, 2009. Dispo-nible en: http://www.reforma.com/enfoque/articulo/501/1001694/

18 INEGI, Resumen de análisis macroeconómico de coyuntura, 2009. Disponible en:http://www.inegi.org.mx/inegi/default.aspx?s=est&c=125

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buenas expectativas, ni mucho menos despiertan el interés y el com-promiso de la sociedad.

Es claro entonces que la apertura política suscitada en México du-rante finales del siglo XX ha redundado efectivamente en una democra-tización paulatina, que hoy en día padece los efectos de una transicióninacabada, donde el rediseño institucional y la creación de nuevas pla-taformas participativas, incluyentes e incidentes en la agenda públicatodavía tiene demasiado por concretar si es que se aspira a una demo-cracia de calidad.

La generación de un capital político fructífero hoy no representa másuna afrenta al viejo y estático régimen autoritario; por el contrario, ennuestros días es la pieza clave que se requiere para promover una ade-cuada inserción de la ciudadanía en los nuevos parámetros de compe-tencia y deliberación que todo régimen democrático requiere, no sólopara ser legítimo, sino para conservarse de forma funcional.

Dada esa preocupación, es que se vuelve tan urgente comenzar atrabajar en la generación de espacios de confluencia ciudadana quepermitan, que más allá de la profunda desigualdad en el terreno econó-mico, se acorten distancias en el terreno político y social. Al margen delas inequidades persistentes en materia de distribución del ingreso, esclaro que la participación política no goza de mayores apoyos por partedel Estado y de otras instancias paralelas al ámbito institucional quepermitan incluir los planteamientos, inquietudes, ideas y necesidades dequienes conforman un cuerpo cívico pasivo sin plataformas que permi-tan su aglutinación e incidencia en los temas de interés común.

Las percepciones todavía prevalecientes de una esfera política quese ubica lejana a los menesteres ciudadanos se deben en gran medidaa que en el actual arreglo democrático mexicano, los esfuerzos se hanconcentrado en evitar el detrimento de las instituciones, y no en fomen-tar la activación de los individuos más allá de su ejercicio del sufragio.

La política social que resulta ampliamente insuficiente para abatirlos rezagos que se desprenden de las asimetrías económicas en Mé-xico, hoy requiere de un proyecto paralelo que permita establecer apo-yos y mecanismos de encauzamiento de la participación política. Ellonecesariamente atraviesa tanto por la educación cívica como por el for-talecimiento de otros valores e instrumentos esenciales de carácter social,como lo son el respeto a la ley o el acceso a información de calidad vin-culada a la toma de decisiones políticas.

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Es claro entonces que la democratización mexicana requiere pen-sarse más allá de su simpleza procedimental y comenzar a construir ele-mentos de carácter social que imbuyan a la ciudadanía de los meca-nismos participativos y de ejercicio del poder público. La conformacióngradual de capital político implica en ese sentido lograr que más allá dela nomenclatura de electores, los ciudadanos puedan encontrar espa-cios de deliberación y discusión de políticas públicas, así como de eva-luación, análisis y debate del trabajo de la autoridad.

Si bien lo anterior demanda un redimensionamiento político, en elsentido de lograr un acercamiento tácito y efectivo entre gobernantes ygobernados, requiere a su vez que los individuos cuenten con las ins-tancias de soporte social que permitan promover un mayor conocimiento,información y vinculación con los procesos ocurrentes en el sistema social.

La democracia como un régimen integral, como una gramática en elsentido que la defiende Bovero, o como una articulación tal y como laentienden Morlino y Offe, necesita pues de un arreglo constructivo en elque sus principios se entiendan mucho más allá de una serie de pre-rrogativas jurídicas y electorales, y comiencen a asumirse como parteesencial de las prácticas cívicas que alimentan a la política desde suámbito institucional hasta su contexto social más elemental.

La preservación democrática y el funcionamiento político de las ins-tituciones urgen a no caer en el error de fomentar un régimen ajeno asu ciudadanía. La bancarrota puede ser superada siempre y cuando setrabaje en la articulación del espacio público y en el acortamiento de lasbrechas que derivan de la desigualdad social. Sólo en la medida en queambos cometidos sean bien logrados, el capital político podrá florecerpara concretar ciudadanos activos, responsables y plenamente compro-metidos con la dinámica que afecta a su entorno político y social. Deci-siones plurales, discursos incluyentes y condiciones de competencia apa-rentemente abiertas, resultan insuficientes, si el ciudadano prevalececomo un referente categórico, y no como un factor efectivo de inciden-cia en el ejercicio y conducción del poder. La calidad democrática, re-quiere de instituciones fuertes que no son más que el reflejo de una so-ciedad ordenada, capaz de expresar en su ciudadanía sus necesidades,fortalezas y retos a emprender.