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Contenido

La basura y sus posibilidadesNuestras ciudades acumulan miles de toneladas de basura al día. La mayoría de ellas ha optado por las soluciones más fáciles, pero insostenibles y nocivas: los rellenos “sanitarios” o la incineración. A través de un recorrido por los caminos de la basura, Nicolás Cuvi nos invita a reflexionar sobre estas prácticas y cambiarlas por otras más eficaces e inteligentes.

La frontera verticalCientos de miles de personas en busca del “sueño americano” han transitado la distancia que separa Guatemala de la frontera entre México y Estados Unidos. Muchos lo han hecho de forma clandestina sobre “la Bestia”, el tren que se traga a muchos de ellos. Acompañado por su cámara, Felipe Jácome se aventuró en este viaje para traernos una historia de patente humanidad.

Colonso ChalupasTras los páramos de Chalupas, al oriente del Cotopaxi, se descuelgan algunos de los bosques más diversos del mundo. Es un manto ininterrumpido de selvas que se extiende hasta las afueras del Tena. Uno de los primeros científicos en explorar estas regiones, Leonardo Ordóñez, comparte con nosotros impresiones de primera mano sobre la historia y el futuro de esta flamante reserva biológica.

AdemásAllimicuna: chamburadaNuestra fauna: rana torrentícola de TapichalacaPublicaciones ¿Qué lugar es este?Humor verde

Portada: La gitana/Magna, retrato hecho de materiales recuperados de una minadora de Jardim Gramacho, el botadero de basura de Río de Janeiro. Foto: Vik Muniz / VAGA

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Derecha. El tiranito de cola larga (Colonia colonus) vive en márgenes de bosque y

anida en huecos de árboles viejos.

M e despierto. Llovió toda la noche, hace algo de frío. Son las cinco de la mañana, hora ineludible para le-

vantarse a escuchar y observar aves. Como en los días anteriores, me vuelve esa placentera y asombrosa sensación de descubrir cosas nue-vas. En un lugar como este, es fácil sentirlo. Tomo mis binoculares, grabadora, micrófono y el libro de aves, compañero infaltable de todas mis excursiones. Apenas abandono la carpa, me adentro en el bosque.

Es noviembre de 2009, estoy dentro del bosque protector Colonso, declarado como tal en 1998, cuando se lo conocía poco o nada. Llegué aquí porque soy parte del equipo de in-vestigadores que está levantando información biológica de la zona. Aunque el Colonso ha sido poco explorado, se sospecha que alberga una enorme biodiversidad y se sabe que tiene gran importancia para las comunidades y ciudades cercanas. Por ejemplo, el agua que se consume en Tena y Archidona proviene en su mayoría de los ríos que nacen en estas montañas.

Pese a estar muy cerca de una capital de provincia –Tena–, me llama la atención la ex-tensión de bosques que todavía permanecen en pie, sin rastros de tala. Puedo caminar horas en su interior sin dejar de sorprenderme con tanto árbol imponente, con semejante envoltura de lianas, musgos y epifitas de diferentes formas, tamaños y colores, con tal cantidad de palmas.

Desde luego, todo este bosque es genial para un aficionado a las aves como yo. Jaime Grefa –nuestro guía y guardaparque del área– explica que las comunidades naporunas y colonas de las inmediaciones del Colonso decidieron cui-dar el bosque y que las decisiones colectivas se respetan. Creen que este bosque y sus recursos en algún momento brindarán nuevas opciones de sustento. Ven al turismo como una alter-nativa productiva que, si se le pone las ganas suficientes y se trabaja duro, puede ser cierta.

Tengo la impresión de que este bosque protector tiene alguna deidad natural que lo cui-da y que hasta ahora no lo ha hecho nada mal. Al interés de las comunidades vecinas del bosque por conservarlo se ha juntado la voluntad del estado y de organizaciones de la sociedad civil para mejorar su gestión y manejo. Así, la fun-dación Bosques para la Conservación, la oficina regional del ministerio del Ambiente y comu-nidades como Santa Rita, Wambula, Colonso y Ayapata se han dado a la tarea de construir senderos y refugios, de formar guardabosques capacitados y de incrementar la voluntad de las comunidades por respetar y hacer respetar el bosque. Su trabajo sirvió de base para que en el año 2014 el estado reconozca la importancia de

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su conservación, decida incrementar el territorio protegido y le otorgue una categoría de manejo más apropiada. De esta forma se creó la novísima reserva biológica Colonso Chalupas, que abarca 93 mil hectáreas desde los bosques piemontanos hasta los páramos orientales. A más de la decla-ratoria de la reserva biológica, que de por sí es relevante, existe otro elemento que permite verla como un posible ejemplo de gestión a futuro: la naciente universidad regional amazónica Ikiam ha decidido tomarla como su área de investiga-ción. Su creación es el paso inicial para la con-servación del área, pero su consolidación tomará tiempo. En la zona baja asedia la creciente

frontera agropecuaria y la colonización ilegal, incluso en territorios de comunidades kichwas. En los páramos, las presiones son otras: incen-dios premeditados, pérdida de biodiversidad, desertificación.

Aunque gran parte de la reserva biológica Colonso Chalupas todavía se encuentra inex-plorada, en especial la porción norte y las zonas más altas, sabemos que alberga casi trescientas especies de vertebrados. Estoy convencido, sin embargo, de que estas cifras se pueden duplicar en el futuro, cuando el resto de la reserva sea estudiado en detalle. En el sureste, es decir en lo que corresponde a los ríos Colonso y Tena,

existen casi diez kiló-metros de senderos que deben visitarse con gen-te de las comunidades vecinas porque resulta fácil perderse en la vas-tedad de sus bosques, y porque los senderos son, en muchos casos, bas-tante exigentes. Uno de ellos, por ejemplo, nace en la captación de agua de la ciudad de Tena. Son tres kilómetros de un sendero que asciende desde ochocientos hasta 1 400 metros de altitud. Al coronarlo se tiene una espectacular vista de la ciudad del Tena, más ad-mirable si se la aprecia al amanecer o cuando cae la noche. Esos seiscientos metros de gradiente alti-tudinal ofrecen también un fantástico abrebocas a la biodiversidad del área. Con suficiente atención, se pueden encontrar 120 especies de aves en una mañana.

Dentro del bosque es común escuchar al atar-decer el inconfundible canto de la pava caruncu-lada (Aburria aburri) o

encontrar a la garza tigre barreteada (Tigrisoma fasciatum) y a la majestuosa garceta sol (Eurypyga helias) buscando crustáceos de agua dulce en los torrentes. Primates como el chichi-co del Napo (Saguinus graellsi) o el choron-go (Lagothrix lagotricha) se observan con un poco de suerte y mucho silencio. Una explora-ción nocturna ofrece la posibilidad de encon-trarse con la impresionante coral ornamentada (Micrurus ornatissimus) o con el raro y esqui-vo buhíto subtropical (Glaucidium parkeri). En cambio, un atento recorrido por cuerpos de agua, quebradas pequeñas y orillas de ríos puede ponernos cara a cara con la ranita que ha sido nominada como el símbolo de la reserva biológica: la rana venenosa de líneas amarillas (Ranitomeya ventrimaculata).

Para quienes gustan de los encantos más apacibles del Colonso está su diversa flora, muy distinta en cada sector de la reserva. Los pára-mos poseen gran cantidad de musgos, plantas

primitivas que actúan como esponjas y que proliferan por la elevada humedad existente. El interior del bosque, en cambio, alberga nu-merosísimos hongos. Los hay blancos, rosados, rojos, anaranjados; de formas planas, espiga-dos, en forma de taza, con grietas e intrincadas estructuras, gomosos o diminutos. Quién sabe si dentro de ellos se guarden fórmulas secretas que pondrían fin a varios males que aquejan a la humanidad.

Dentro del bosque, en especial en zonas donde el dosel forestal se ha quebrado y permi-te el paso de la luz solar, abundan los helechos. Hay tantos, que incluso dificultan el paso. En estos mismos claros del bosque proliferan las heliconias o platanillos. Sus singulares flores atraen a colibríes como los tímidos ermitaños del género Phaethornis o el inusual colibrí pico de hoz (Eutoxeres aquila). Los picos curvos de estos quindes calzan en las redondeadas estruc-turas que protegen a la flor y guardan el néctar. ¡Coevolución en directo!

Pablo Lozano, botánico lojano y amigo personal, identificó más de 210 especies de plantas, de las cuales sesenta y pico tienen di-ferentes usos a nivel local. Llama la atención,

Arriba. En los páramos de Chalupas nacen varios torrentes que drenan en el gran río Napo. Izquierda. La enorme diversidad vegetal del Colonso apenas se está descubriendo.M

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Leonardo Ordóñez es un biólogo lojano aficionado a la observación de aves e investigador del departamento de Ciencias Naturales de la Universidad Técnica Particular de Loja. [email protected]

Cómo llegar. Desde Tena se toma un camino asfaltado por el antiguo aeropuerto hacia el oeste, en dirección a la universidad Ikiam. Lleva menos de veinte minutos llegar al barrio Alto Tena y luego a la captación de agua de la ciudad, ya en la reserva. También se puede acceder desde el parque nacional Cotopaxi, por las vías de tercer orden que conducen a los páramos de Chalupas y al volcán Quilindaña.Qué llevar. Binoculares, botas de caucho, cámara de fotos, camisa de manga larga, cantimplora, protector solar, ropa ligera, sombrero y gafas. Ropa de abrigo para la parte alta.

por ejemplo, la existencia de al menos cuarenta frutos comestibles en el bosque, con aromas, texturas y sabores que complacen a los paladares más exigentes. Entre ellos, sobresalen los cacaos silvestres, guabillas, guayabas y más. Según los datos de Pablo, destacan también árboles de cua-trocientos años o más, que superan los cuarenta metros de estatura y varios metros de fuste. Y desde luego, están las palmas cuya importan-cia para la economía local es enorme dados sus diversos usos en la construcción, alimentación, como ornamentos o materia prima.

La parte alta de la reserva corresponde a los páramos de Chalupas y parte de los bosques

montanos de la cordillera de Guacamayos. En estos pára-mos nacen varios riachuelos que forman los ríos Colonso, Tena y Chalupas, entre otros, que al juntar sus aguas for-man el Napo, nuestro mayor río amazónico. Además, la re-serva está emparedada entre la reserva ecológica Antisana, al norte, y el parque nacional Llanganates, al sur. Entre las tres, forman un fantástico co-rredor de selvas, montañas y páramos protegidos que suman más de 430 mil hectáreas. Un poco más al norte están los parques nacionales Sumaco

Napo Galeras y Cayambe Coca. Esta zona po-see el mayor conjunto de áreas protegidas y ecosistemas naturales remanentes del país.

He tenido la suerte de visitar esta reserva varias veces desde aquella primera explora-ción en 2009. Una tarde, al final de un arduo pero gratificante día de trabajo, me preguntaba en silencio cómo lograr que el Colonso, lu-gar que atesoro gratamente, se conserve en el largo plazo. Luego vino la iniciativa de decla-rarlo como reserva biológica y la posibilidad de que una universidad se encargue de investi-garlo, ideas con las que congenio. Pienso que la oportunidad está servida; aprovecharla es responsabilidad de todos: el estado desde su gestión, las organizaciones de la sociedad civil a través de su capacidad de fortalecer al área protegida y los habitantes locales a partir de su conocimiento del territorio.

Espero pronto volver al Colonso, recorrer sus sendas conocidas, repasar las emociones vividas y descubrir otros caminos. Anhelo la oportunidad de aportar con lo que hago al traba-jo que ya está en marcha. Se lo debo al Colonso y, principalmente, a sus comunidades, por ha-ber plantado la semilla de este importantísimo proyecto de conservación

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