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La alabanza al poder, la evocación suntuosa y las

dimensiones descomunales son los ingredientes

principales de este icono estadounidense.

por Jean-paul Krammer

y las Black HillsRushmore Monte| rasgos

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“¡Este es el lugar! Aquí la historia de los Estados Unidos marchará a lo largo del horizonte”, gritó el escultor Gut-

zon Borglum. Acto seguido, y ante el asombro de quienes lo rodeaban, clavó la bandera de las barras y las estrellas en una grieta que se hundía sobre la superficie del Monte Rushmore.

El gesto, que bien puede ser interpretado como la toma de posesión del lugar, fue más un sentimiento de júbilo con el que se daba inicio a una ficción que años más tarde se transforma-ría en una escultura, que debido a sus colosales dimensiones es considerada una de las obras de arte más grandes que el hom-bre ha realizado.

El patriotismo monumEntalLa arrogancia que despiden estas cuatro figuras hechiza y enaniza al observador al tiempo que fomenta la adicción óp-tica y la admiración por la historia de los Estados Unidos. Sin reducir el arte a actualidades políticas e ideológicas, este mo-numento ha logrado solidificar el patriotismo concediéndoles a los héroes ahí representados el aura de lo infalible. Y así como algunos lo catalogan como una de las grandes creaciones de la humanidad, otros lo definen como una simple golosina visual.

El origen del monumento lo encontramos en una mañana de invierno de 1916, cuando al leer el periódico, el secretario y superintendente de la Sociedad Histórica de Dakota del Sur, Johan Leroy “Doane” Robinson encontró una nota que captó

durante siete años hasta convertirla en un insólito proyecto en el que utilizaría como materia prima unas extrañas formaciones basálticas conocidas como The Needles (las agujas), ubicadas en las Black Hills, en Dakota del Sur.

En agosto de 1924 el proyecto contó con la aprobación del influyente senador Peter Norbeck, lo que llevó a Robinson a es-cudriñar el horizonte escultórico de los Estados Unidos con el fin de hallar un artista que pudiera afrontar la ambiciosa tarea. La elección recayó en Gutzon Borglum. Nacido en Idaho de pa-dres daneses, Borglum era un escultor que presumía de haber estudiado en París, donde conoció a Auguste Rodin. Seducido por las obras monumentales y convencido de que a los héroes hay que sacralizarlos, Borglum se identificó inmediatamente con el proyecto, confiando en que la vida le ofrecía la posibi-lidad de tomar un desquite por el fracaso que había sufrido en Stone Mountain, en Georgia.

Guiado por un entusiasmo que parecía no tener límites y acompañado por su hijo Lincoln, Borglum de inmediato se tras-ladó a Dakota del Sur para recorrer las Black Hills. Permaneció un par de semanas estudiando meticulosamente la geograf ía del lugar hasta que llegó a la conclusión de que la zona de The Needles presentaba un inconveniente: las rocas eran frágiles y quebradizas debido a la erosión que habían sufrido. Sin embar-go, Borglum pertenecía a esa estirpe de individuos que no se rinde y ese contratiempo no fue otra cosa que la espuela que lo

su atención. Una asociación femenina que tenía como finali-dad honrar y preservar la memoria de aquellos que dieron su vida por los Estados Confederados de América (los estados esclavistas), había tenido la ocurrencia de tallar en la Stone Mountain en Georgia, las efigies al galope de los caudillos mi-litares Robert E. Lee, Jonathan “Stonewall” Jackson y Jefferson Davies. El bajorrelieve presumía medidas faraónicas: se des-plegaría en una superficie de 58 metros de longitud por 27 de altura, se levantaría a una altitud de 120 metros sobre el nivel del suelo y estaría excavado 13 metros dentro de la montaña; Gutzon Borglum sería el artista encargado de llevar a cabo la majestuosa obra.

Al terminar de leer, la mente de Robinson se emocionó, por lo que comenzó a bosquejar una idea que fue enriqueciendo

incitó a continuar su búsqueda por la zona, hasta que dio con una montaña de granito de 1,708 metros de altura que pertene-cía al abogado neoyorquino Charles Rushmore. Tan pronto vio la silueta rocosa, supo que ese sería el lugar ideal donde algunos años más tarde insertaría esos recios rostros (estudios recientes muestran que la formación de ese granito ocurrió hace 1.6 bi-llones de años y su dureza permite un desgaste de tan sólo una pulgada por cada 10 mil años).

La enérgica personalidad de Borglum lo llevó a influir en la selección de las figuras a ser representadas. La idea original de Robinson fue atajada y los personajes del Viejo Oeste sucumbie-ron frente al póquer de ases del escultor: Washington, Jefferson, Roosevelt y Lincoln. El perfil de Washington aleccionaría sobre las virtudes de la libertad al tiempo que patentizaría la integri-dad del general y padre de la patria norteamericana. A Thomas Jefferson se le agradecería la inauguración de la expansión americana hacia el Oeste, mientras que la figura de Abraham Lincoln subrayaría la unión que debe existir entre los habitan-tes de cualquier nación. Theodor Roosevelt representaría el epítome del espíritu americano.

En 1927 comenzó la excavación de la montaña, que concluyó el 31 de octubre de 1941 con la inauguración de la obra en una ceremonia encabezada por el presidente Franklin Roosevelt. Du-rante los 14 años que se extendieron los trabajos, se calcula que 400 hombres intervinieron en la obra y 450 mil toneladas de

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una idea que fue enriqueciendo.

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roca fueron removidas utilizando dinamita. El resultado fue un monumento que, al reafirmar la transparencia de sus ideales, les permitió a estos próceres no sólo mantener su legado sino instalarse en la posteridad.

las Black HillsSagrado, espiritual y antiguo hogar de los Lakota-Sioux, las Co-linas Negras (Black Hills) de Dakota del Sur se extienden por un área de 15,540 kilómetros cuadrados. Engalanadas por bos-ques de pinos ponderosa, la zona acumula una gran cantidad de atractivos y actividades que anualmente convence a cerca de tres millones de visitantes.

Aquel que pensó que al haber visto Monte Rushmore, había contemplado el monumento más grande del mundo está en un error. Basta recorrer 13 kilómetros para llegar al Crazy Horse Memorial, una megaescultura aún en construcción, que honra la figura del guerrero sioux-oglala-lakota Caballo Loco. Cuando esté terminado, la pieza que presenta al guerrero indio (quien nunca fue fotografiado) a galope y señalando al horizonte, ten-drá una anchura de 195 metros y una altura de 172 metros. Tan sólo la cabeza del caudillo medirá 27 metros de altura (las del Monte Rushmore tienen una altura de 18 metros). Localizado en tierras consideradas sagradas por los nativos, el monumento contará también con un museo dedicado a los antiguos habi-tantes de Estados Unidos, así como con el interesante Centro Cultural Nativo Americano.

siEtE décadas dEspuésHoy, a 70 años de que el sitio fuera formalmente inaugurado y de la muerte del escultor (6 de marzo de 1941), Monte Rushmo-re indudablemente se erige como uno de los escenarios más

icónicos en los Estados Unidos. Además de las cuatro caras, el visitante puede darse una vuelta por el estudio de Borglum (dentro del parque y a los pies de las esculturas) y cada tarde, entre mayo y septiembre, conforme el sol se va ocultando de-trás de la montaña, los rostros son iluminados de manera gra-dual al tiempo que suenan las notas y las letras del himno de la Unión Americana. Sin duda un poderoso soplo patriótico que patrocina el culto por sus héroes nacionales.

Monte Rushmore ha sido el escenario de varias películas y series de televisión. En alguna ocasión el director Alfred Hitch-cock manifestó su deseo por “filmar una escena de acción en el Monte Rushmore”. Al filmar North by Northwest (1959), su deseo se vio cumplido. A pesar de que parte del rodaje se llevó a cabo en Monte Rushmore, la escena en la que Cary Grant persigue al villano interpretado por James Mason, tuvo que ser filmada en un set cinematográfico. Lo anterior debido a que el Servicio de Parques Nacionales le negó el permiso para filmar al director inglés, ya que consideró que un icono na-cional de esta envergadura no era el mejor lugar para recrear un asesinato. El que no tuvo ningún problema para filmar fue Ni-cholas Cage en National Treasure: Book of Secrets (2007).

Alfred Hitchcock manifestó su

deseo por “f i lmar una escena de

acción en el Monte Rushmore”.

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