7. RS_La Ciudad Abierta

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Nº 11, otoño 2007

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Nº 11, otoño 2007

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D Pensamiento urbano

26 OTRA PARTE

La ciudad abierta

De cómo se podría transformar la ciudad del sistema cerrado en '. __ espacio urbano de participación. .. ichard Sennet

El sistema cerrado y la Ciudad Frágil. Las ciuda­des donde todos quisieran vivir deberían ser lim­pias y seguras, tener servicios públicos eficientes, apoyarse en una econollÚa dinámica, proveer es­tímulos culturales y, al mismo tiempo, esforzarse por remediar las divisiones sociales de raza, cla­se y origen étnico. No son las ciudades en que vivitnos. Las ciudades fracasan en todos estos as­pectos a causa de políticas gubernamentales, ma­les sociales irreparables y fuerzas económicas que escapan al control local. La ciudad no es dueña de sí misma. Aun así, algo ha fallado, y radical­mente, en relación con nuestra idea de lo que debería ser la ciudad como tal. Es necesario que imaginemos qué aspecto tendría en concreto una ciudad limpia, segura, eficiente, dinámica, esti­mulante y justa -y que esas imágenes enfrenten críticamente a nuestras autoridades con lo que deberían hacer-, pero precisamente la imagina­ción crítica de la ciudad es débil. Esa debilidad es un problema particularmente moderno: el arte de diseñar ciudades decayó de manera drástica a mitad del siglo xx. He aqui una paradoja, ya que los que hoy planifican cuentan cori un arsenal de herramientas tecnológicas -desde la ilumina­ción hasta la edificación de puentes y túneles, pasando por los materiales de construcción- que hace apenas cien años los urbanistas no habían empezado siquiera a concebir: disponernos de más recursos que en el pasado, pero no los usa­mos con gran creatividad.

Podemos seguir el rastro de esa paradoja hasta llegar a una gran falla: la sobredeterminación, tanto de las formas visuales de la ciudad como de

sus funciones sociales. Las tecnologías, que ha­cen que la experimentación sea posible, han si- .. do subordinadas a un régimen de poder que ne­cesita orden y control. En todo el mundo, los urbanistas previeron la "manía del control" del Nuevo Laborismo con más de medio siglo de antelación; atenazada por imágenes rígidas y tra­zados precisos, la imaginación urbana perdió vi­talidad. En particular, lo que falta en el urbanis­nlO moderno es sentido del tiempo; no el de la retrospección nostálgica sino el tienlpo con mi­ras al futuro, la ciudad entendida como proceso y con el imaginario que cambia por el uso, un producto de la imaginación urbana formado por la anticipación, abierto a la sorpresa. A mediados de los veinte, el Plan Voisin que Le Corbusier concibió para París fue un presagio del congela­miento de la imaginación urbana. Se trataba de reemplazar una amplia franja del centro históri­co de la ciudad con edificios uniformes en for­ma de X; se eliminaría la vida pública del nivel de la calle y el uso de todos los edificios estaría coordinado por un único plan maestro. No sólo es que su arquitectura sea una especie de manu­factura industrial de edjflcios; con el Plan Voisin, Le Corbusier intentó, eliminando la vida no re­gulada a nivel del suelo, destruir precisamente ' aquellos elementos sociales de la ciudad que obran cambios a lo largo del tiempo; la gente vive y trabaja, aislada, más arriba.

Esta disto pía se materializó de varias maneras. El tipo de edificación del Plan modeló la vivienda pública desde Chicago hasta Moscú, en forma de urbanizaciones cuyas viviendas parecían

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galpones para los pobres. La destrucción delibe­rada de la vibrante vida callejera propuesta por Le Corbusier se hizo realidad en el crecimiento de suburbios para las clases medias, donde las calles comerciales fueron reemplazadas por shoppillg rnalls monofuncionales, por comunidades cerca­das, por escuelas y hospitales construidos COOlO

campus aislados. La proliferación de regulaciones de zonificación durance el siglo xx no tiene pre­cedentes en la historia del diseño urbano, y esa sobreabundancia de reglas y regulaciones buro­cráticas ha imposibilitado la innOVAción local y el cre­cimienro y ha congelado la ciudad en el tiempo.

El resultado de la sobredeterminación es lo que podría llamarse Ciudad Frágil: los ambientes ur­banos modernos se deterioran con mucha más rapidez que e! tejido urbano heredado de otros tiempos. Hoy, a medida que los usos cambian, se destruye los edificios en vez de adaptarlos; la 50-

breespecificación de forma y función vuelve el ambiente urbano moderno especialmente sus­ceptible al deterioro. En Gran Brecaña, la vida útil promedio de las nuevas viviendas públicas es de 40 aüos; la de los nuevos rascacielos neoyor­quinos es de 35.

Podlía parecer que en realidad la Ciudad Frágil estimula el crecimiento urbano, hoy que 10 nue­vo arrasa más rápidamente con lo viejo, pero los hechos también refi.ltan esta impresión. En Estados Unidos la gente huye de los suburbios en deca­dencia en lugar de reinvertir en ellos; en Gran Bretaila y el resto de Europa, como en Estados Unidos, "renovar" zonas urbanas deprimidas sig­nifica. a. menudo desplazar a quienes han vivido allí hasta el momento. El "crecimiento" en un

ambieme urbano consiste en algo mucho más complicado que el simple reemplazo de lo pre­cedente; requiere de un diálogo entre el pasado y el presente, es un asunto de evolución antes que de supresión. Este principio vale tanto para lo social como para lo arquitectónico. No se pue­de invocar los lazos comunitarios en un instan­te, con un trazo del lápIz del que planifica; tam­bién ellos requieren tiempo para desarrollarse, Los modos actuales de construir ciudades -se-

Pensamiento ufbaf'lo D

gregar funciones, homogeneizar la población, ocupar por medio de la zonificación y la regu­lación del significado de! lugar a fin de ejercer la opción de compra- no consiguen proveer a las comumdades del tiempo y el espacio necesa­rios para el crecimiento. La Ciudad Frágil es un sÍntOrrL1: representa una visión de la sociedad mis­ma como sistema cerrado. El concepto de siste­ma cerrado persiguió al socialismo de Estado du­rante todo el siglo XX tanto como dio forma al capitalismo burocrático. Es una visión de la so­ciedad con dos atributos esenciales: equilibrio e integración.

El sistema cerrado regido por el equilibrio de­riva de una idea prekeynesiana de cómo funcio­na el mercado. Supone la existencia de algo así como un resultado final en el que ingresos y gas­eas se equilibran. En la planificación estatal, se presume, los circuitos de retroalimentación de la información y los mercados internos aseguran que en los programas no "se asigne de más" ni que "un agujero negro trague recursos"; este es el lenguaje que se empleó en reformas recientes al servicio de salud, y los urbanistas lo conocen por el modo en que se asignan los recursos pa­ra infraestructura de transporte. Los línútes para hacer algo realmente bien los marca el temor de dejar de hacer otras tareas. En un sistema cerra­do sucede un poco de todo al mismo tiempo. En segundo lugar, se supone que un sistema ce­rrado debe ser un sistema integrado. Idealmente, cada parte del sistema tiene un lugar en el dise­ño total; la consecuencia de ese ideal es el re­chazo, la expulsión de las experiencias que se destacan porque contestan o desorientan; se res .. la valor a las cosas que "no encapn". Evidentemente, el énfasis en la integración es un obstáculo para el experimento; como observó una vez John Seely Brown, el inventor del íco­no de computadora, el nacimiento de cada avan­ce tecnológico plantea una amenaza de trastor­no y disfunción a un sistema más amplio. Las rnismas excepciones amenazadoras se producen en el ambiente urbano, y la ciudad moderna ha tratado de evitarlas acumnlando una montaña de

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reglas que definen el contexro histórico, arqui­tectónico, econ6rn ico y social; "contexto" es una

palabra amable pero potente para reprinúr cual­quier cosa que no encaje, en tanto el contexto

asegura gue nada sobresalga, ofenda o presente

un desafio. Así, la coherencia está plagada de los pecados del equilibrio y la integración, tamo pa­ra los pJ;mificadores educativos como para los ur­

banistas, ya que los pecados de la planificación han cruzado la línea que divide e'l capitalismo de Estado y el socialismo de Estado. De este modo el sistema cerrado delata el horror que el buró­

crata del siglo xx le tiene al desorden.

rios de -Londres y de Nueva York que más rui­dosamente se quejan de las restricciones de zo­nificación son especialistas en utilizarlas a expensas de las comunidades. Lo opuesto al sistema cerra­do consiste no en una brutal iniciativa privada

sino en otro tipo de sistema social, un sistema so­

cial abierto. En este ensayo me propongo explo­rar las características de este si,stema y su imple­

nlt:!ntación en una ciudad abierta.

El sistema abierto. La idea de una ciudad abier-

ta no es mía; es mérito de la gran urbanista Jane

Jacobs y forma parte de sus argumentos contra

Argen-t¡rlien, weltweit dasbeste Reiseziel i

b VISlon urbana de Le

Corbllsier. Jacobs intentó com­prender qué ocurre cuando los espacios se vnelven a L1n tiem­po densos y diversos, como las calles y plazas repletas, y sus funciones son a la vez públicas

y privadas; de condiciones ta­

les surgen el encuentro inespe­rado, el descubrimiento fortui­

tO, la 10novación. Creía, según la

feliz síntesis de William Empson que "las artes surgen de la su­

perpoblación". Jacobs imentó definir estrategias paniculares para el desarrollo urbano, una

vez que se libera a una ciudad tanto de las restricciones del equilibrio como de las de la in­tegración. Algunas de clla·s er;¡n

28 OTRA PARTE

Lo que contrasta socialmente con el sistema

cerrado no es el mercado libre; rampoco un bu­gar regido por promotores inmobIliarios es la al­ternativa a la Ciudad Frágil . Esa oposición no es

en realid:ld lo que parece. La astllcia del neoli­beralismo en general, y del thatcherismo en par­ticular, consistió en hablar el lenguaje de la li­bertad mientras mampulabJ si ,temas burocráticos

cerrados para beneficio particular de una elite. Del mislno modo, de acuerdo con mi experien­

cia como planificador, los promotores inmob.i"lía-

/ ' alentar los agregados o adapta-

ciones estrafalarias y mal construidas a edificios existentes; propiciar usos de'! espacio público no del todo compatibles entre sí, como el de insta­lar un asilo para enfermos de sida en medio die una calle comercial. En su opinión, el gran capi­

talismo y !OS poderosos promotores inmobiliarios tienden a favorecer la homogeneidad: determi­nada, predecible y equi1ibrada en su forma . El ~)a­

pe! del planificador radical, entonces, es el de pa­ladín de la disonanCIa. Como dice en su famosa declaración : " Si la densidad y la diversidad dan

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vida, la vida que alimentan es desordenada". La

ciudad abier,ta recuerda a Nápoles; la cerrada,

Franc[ort.

Por mucho tiempo trabajé felizmt:mc a la som­

bra de Jacobs, tanto por su cnemistad hacia el sis­

tema cerrado (el concepto formal es mío, en rea­

lidad) como por su defensa de la complejidad, la

diversidad y la disonancia. Pero hace poco, rele­

yendo su trabajo, detecté destellos de algo laten­

te bajo ese marcado contraste. Si Janc Jacobs es

UBa anarquista urbana, como a menudo se dicc,

entonces es una anarquista muy particular cuyos

lazos espirituales la acercan más a Edmund lJurke

que a Emma Goldmann. Para Jacobs, en una ciu­

dad abierta, así como en el mundo natural, las formas sociales y visuales rblman a través de va­

riaciones fortuitas; la gen,te puede :tbsorber el cambio, participar de él y adaptarse mejor si su­

cede al paso de la v,ida. Se trJJta del tiempo ur­bano evolutivo, el lenco tiempo necesario para

que una cultura urbana ",rraigue, y luego acoja

el azar y el cambio y los asimile. E$ por esta ra­

zón que Nápoles, El Cairo o el Lower East Side

de Nueva York, pese a su pobreza de recursos,

(Qdavía "funcionan", en el sentido de que a sus

habit.1rntes les importa mucho el lugar en que vi­vello La gente vive den/ro de esos espacios, como

si anidara en dios . El tiempo al'imenta ese apego

31 lugaL En mi propia reflexión, me he pregun­

tado qué cipo de formas visuales podrían pro·

mover esa experiencia del tiempo. ¿Pueden los

arquitectos diseiiar ese apego? ¿Qué diseiios po­

drían inducir relaciones sociales perdurables, pre­

cisamente por su capacidad de evolucionar y mu­

tar? Una de las propiedades del sistema de la ciudad abierta es la de esrructmar visualmente el tiempo evolutivo. Para hacer más concreta esta

;¡firmacíón, quisiera describir tres elementos sis­ten1áticos dc una ciudad abierta: 1) los territorios

de pasaje, 2) la forma i.ncompleL.. y 3) los relatos

de desarrollo.

1) Los lerritorios de pasaje. Quisiera describir con

cierto Jetall·e 1.a experiencia de atravesar diferen­

tes territorios de una ciudad, no sólo porque ese

Pens;¡;¡¡mien10

acto nos hace conocer la ciudad como un codo,

sino también por las dificultades que tienen pla­

nificadores y arquitectos para diseñar la expe­

riencia del pasaje de un lugar a otro. Comenzaré

con los muros, que en apariel1cia son estructuras

que inhiben el p-asaje, y luego exploraré las [ar­

mas en que los bordes del territorio urbano fun­

cionan como muros.

Sorprenderá que incluya aquÍ el muro, una

construcción mbana que literalmente encierra a

la ciudad. Hasta la invención de la arcilleria, la gente se refugiaba tras los muros durante los ata­

ques; las puerras que se \es ablÍan servían además pa­

ra regular el cOInercio entranre y a menüdo co­

mo lugares para la recaudación de impuestos. Tal

vez las grandes murallas medievales, como las que

sobreviven en Aix-en-Provence O en ROru.1, pro­

porcionen una imagerl general engañosa; las an­

ciguas murallas griegas eran más bajas y delgadas.

Pero también nos imaginamos erróneamente có­

mo funcionaban las murallas medievales. Si bien

se cerraban por complero, servían también co­

mo sedes del desarrollo no regulado de la ciu­dad: a ambos lados de las murallas de l'a ciudad

medieval se construían vÍv1endas; a su amparo bro­

taban mercados informales aonde se vendían bie­

nes libres de impuestos o propios del mercado ne­

gro ; y en los aledaños de las muraBas tendían a gravitar los herejes, los extranjeros exiliados y otroS

inadaprados, ellos también lejos de los comroles

del centro. Eran espacios que habrían atraído a la anárquica Jane Jacobs, pero también tcrritorj,os

que podrían haberse ;úustado a su temperamen­

ro orgánico. En buena medida los muros fun­

cionaban cmno membranas celulares, a la vez po­

rosas y reslstenres. La cualidad dual de la membrana

es, en mi opinión, un principio importante para

visualizar arras formas de VIda urbana moderna.

Siempre que se construye una barrera, hay que

prever que sea porosa; la distinción entre el in­

terior y el exterior debe ser transgredible, si no

ambigua.

El uso contemporáneo de placas de vidrio

para la construcción de muros no satisface ese

requerimiemo; es verdad que a nivel del suelo

el urbano 1_.

OTRA PARTE 29

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o PCflsamicnto urbano

30 OTRA PARTE

se puede ver lo que hay denao del edificio, pe­ro no es posible tocar, oler ni oír nada. Habitualmente las placas se fijan de manera rí­gida, con lo que sólo existe un acceso regulado al interior. La consecuencia es que a ambos lados de esos muros transparentes no se desarrolla gran cosa, como en el edificio Seagram de Mies van der Rohe, en Nueva York, o en el lluevo ayun­tamiento de Londres diseñado por Norman Foster: a ambos lados del muro hay espacio muer­to; la vida del edificio se acumula allí. Por el con­trario, en el siglo XIX el arquitecto Louis SuJJivan utilizó placas de vidrio mucho más primitivas de un modo más flexible, como invitaciones a reu­nirse, a ingresar en el edificio o morar en Los bor­des; sus paneles de vidrio funcionan como muros porosos. Este contraste resalta la accual falra de ima­ginación para que lU1 material moderno tenga efec­tos sociales. La idea de una pared ce1u.b.r, a la vez porosa y resistente, puede extenderse desde edifi­cios aisiados hasta zonas en que se r:eúnen las dí­ferentes comunidades de una ciudad.

2) La forma incompleta. La discusión sobre los muros y las fromeras conduce por lógica a una segunda característica sistemá,tica de la ciudad abierta: la (orma incompleta. El inacabado pue­de parecer enemigo de la estructura, pero no es así. El diseí'íador necesita crear formas físicas de tipo particular, "incompletas" de una manera es­pecial. Cuando se diseña una cJille, por ejempto, con la intención de que los edificios queden re­tirados respecto de un muro callejero, el espacio abierto que se deja al frente no es espacio pú­blico; lo que en verdad pasa es que el edificio ha sido retirado de la calle. Se conocen bien las con­secuencias prácticas: JO$ peatones tienden a evi­tar esos recovecos. El diseíio mejora si el edificio se levanta más adelante, en el conrexto de otros edificios; si bien se volverá parte del tejido urba­no, ahora algunos de sus elementos voLumétri­cos quedarán a la vista en forma incompleta. Hay algo inacabado en la percepción del objeto. El carácter incompleto de la forma se extiende al propio contexto de los edificios. En la Roma clá-

sica, el Panteón de Adriano coexistía con los edj­ficios menos distinguidos que 10 rodeaban en el tejido urbano, pese a que los arquitectos del em­per-ador lo habían concebido como lm objeto au­torre(erencial. La misma Coexistencia se apreóa en muchos otros monumentos arquitectónicos: la catedral de Saint Paul en Londres, el Rockefeller Center en Nueva York, la Maison Arabe en París, todos ellos grandes obras que estimulan la. cons­trucción a su alrededor. En términos urbanos cuenta más ese esúrnulo que el hecho de que los edificios sean de menor calidad: la existencia de un edificio locahzado de tal modo que aliente el crecimiento de otras construcciones a su alrede­dor. El valor específicamenre urbano de los edi­ficios deriva hoy de su relación mutua; conside­rados aí~ladamente, por sí núsmos, con el tiempo se vuelven formas incompletas.

La forma incompleta es sobre todo un credo creaóvo. En las artes plásticas, se manifiesta en la escultura que se deja deliberadamencc inacaba­da; en la poesía, par::t utilizar la frase de Wallace Stevens, se manifrcsta en "la ingenieóa dd frag­mento". El arquitecto Peter Eisenman apela en parte al mismo credo en la exp.resión "arquitec.~ tUFa liviana", referida. a una arquitectura diseña­da para soportar añadidos o, más importante, pa­ra que pueda ser revisada internamente según cambien las necesidades habitacionales. Este cre­do se opone al simple reemplazo de formas que caracteriz..1. a la Ciudad Frágil.

3) Los relatos de desarrollo, Nuestro trabajo co­mo urbaniscas apunta antes (Jue nada a dar (or­ma a los relatos del desarrollo urbano. Con esto quiero deór que nos concentramos en las etapas en que un proyecm se despliega. Específicameme, intentamos entender qué eleme¡,}ms deben tener lugar primero y cuáles son las consecuencias del movÍmienro inicial. Más que marchar a paso fu­me hacia el logro de un fin único, observamos las posibilidades diferentes y contlictivas que debería, abrir cada etapa del proceso. Mantener intactas esas posibiHdades, poner en j,ucgo los ele­memos de conflicto, son actitudes que abren el

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sistema de diseño. No pretendemos que esta con­cepción sea o riginal . Si un novelista empezara el reJato diciendo " pasará estO, a los personajes les su­cederá aquello y la historia significa esto otro", inmediatamente cerraríamos el libro. Toda buena narración tiene la propiedad del descubrimiento, de explorar lo imprevisto; el arte del novelista es dar forma al proceso de esa exploración. El arte del diseñador urbano es afino En suma, se puede definir un sistema abierto como aquel en el cual el crecimiento admite el conflicto y la disonan­cia . Esta defini ción se encuentra en el núcleo del modo en que Darwin explica la evolución; en vez de poner el énfasis en la supervivencia del más apto (o del más bello), Darwin lo puso en el proceso de crecimiento como lucha continua en­tre el equilibrio y el desequilibrio. Un ambien­te rígido en su forma y estático en su programa está condenado en el tiempo; en cambio la bio­diversidad otorga al mu ndo narural los recursos

+

Pen •• mlento ~tb.no D

para Cmlbiar el sustento. Esta visión ecológica es igualmente válida pan los asentamientos huma­nos, pero no es la que guió la planificación esta­tal del siglo xx. Ni el capitalismo de Estado ni el socialismo de Estado adoptaron el crecimien­to tal como 10 había entendido Darwin para el mundo natural, en medios que perm.itieran in­teracruar a organismos con diferentes funciones y dotados de poderes distintos.

4) El espacio d~m(J(rático. Cuando la ciudad fun­ciona como un sistema abierto - incorporando los principios de porosidad del territo rio, inde­terminación narrativa y forma incompleta- , se vuelve democrática, no en un sentido legal sino en tanto experiencia fisica. En el pasado, el pen­santiento sobre la democracia se concentraba en cuestiones de gobernabilidad formal; hoy, en la ciudadanía y en cuestiones de participación. Este último es un tema muy relacionado con la ciu-

OTItAPARTE 3 1

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D Pens.amiento urb.lno

Imágenes. Lux Lindner, de la serie" Las Princesas

Vivirán, <Las Terroristas Morirán".

Lecturas. Richard Se,n net, es autor de nu merosos

artículos y libros, entre ellos: Carne y pjedro. El

cuerpo y /(1 ciudad en la civilización occidentol

(Madríd, Alianza " 1997); La corrosión del carácter.

Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo

capitalismo (Barcelona, Anagr~ma, 2000); Vida uro

bono e identidad personal (Barcelona, Península,

20m); El respeto. Sobre la dignidad del hombre en

un mundo de desigualdad (Barcelona, Anagrama,

2003); La cul/ura del nuevo capitalismo (Barcelona,

Anagrama, 2006). También ha escrito tres nove­

las: The Frog Who Dared to Croak (~ueva York,

Farrar, Strauss & Giroux, 1982), An Evening of

B'aJ1ms (N ueva York, Knopf. 1984) y Polais· Royal

tNueva York, Knopf, 1986; Barcelona, Versal,

1988).

Richard Sen nett (eh icago, 1943) es profesor de

Socio l'ogía en la London School of Economics

(donde dirige el Programa Ciudades) y eh el

Massachusetts I nstítute of Teohnology. Este ensa­

yo a pareci6 en Towo,d. on Urban Age, pu bl ¡cación

del ciclo Urban Age (IBerlín, noviembre de 2006).

Se publica en Otra parte por primera vez en espa­

ñol con a utorizaci6n del autor.

3'2 OTRA PARTE

dad fisica y su diseño. Por ejemplo, en la antigua polis, los atenienses hacían: un uso político del teatro semicircular, una forma arquitectó­nica que proveía de buena acústica y permitía ver claramente a los ora­

dores durante los debates; aun más, hacía posible oír las respuestas de arras personas. En los tiempos modernos no existe un modelo simi­lar de espacio democtático tú, ciertamente, una concepción clara d~ espacio urbano democrático. John Locke definió la democracia en términos de un cuerpo de leyes que podían llevarse a la práctica en

cualquier lugar. Pard Thomns ]e fferso n , la democracia era enemiga de la vida en lls ciudades; pensaba que los espacios que requería no po­-dían ser nuyores que una aldea_ Su concepción persiste. A 10 largo

de los siglos XIX y XX, los defensores de las prácticas democráticas las han identificado con las comunidades pequeñas, locale:<;, y con las relaciones cara a cara. La ciudad de hoyes enorme, está repleta de migrances y etnias diversas, y Jos habitantes pertenecen a mucbas co-­munidades diferentes a la vez: por trabajo, familia, hábitos de consu­mo y preferencias de diversión. Para ciudades como Londres y Nueva York, cuya escala lds ha transformado en globales, el problema de la panicipación ciudadana radica en cómo cada cual puede sentirse co­nectado con los demás cuando es necesariamente imposible que lo co­nozcan, "Espacio democrático" significa crear un foro para que estos extrail0$ interactúen,

U n buen ejemplo de cómo puede implernenca.rse esto se ha da.do en Londres, con la creación del corredor que conecta la catedral de SaÍtrt Paul y la Tate Modero Galler)' mediante el nuevo Puente del Milenio, Si bien está altamente definido, el corredor no es una for­ma cerrada; a lo largo de ambas márgenes del Támesis está incenti­vando la regeneración de edificios laterales no relacionados cOn sus prop ~os objetivos y su diseño. Casi inmediatamente después de su apertura, el corredor ha estimulado mezclas informales y conexiones eutre las personas que lo cruzan a pie y ha propiciado cierta facili­dad de trato entre extrailos, que es el fundamento para un sentido verdaderamente moderno del "nosotros", He ahí un espacio demo­crático. El problema que enfrenTan hoy las ciudades parcicipativas es cómo crear, en :tmbitos menos ceremoniales, algo de ese sentido de familia,ridad entre extraños. Es un problema de! diseño elle espacios públícos que ataúe a los hospitales, la construcción de escudas urba­nas, los grandes complejos de oflcllus. la renovación de las calles co­merciales y parücuJa,,'mente a las sedes de trabajo gubernamental. ¿Cómo abrir esos espacios? ¿ Cómo tel1der un puente entre e! interior y el exterior? ¿Cómo generar nuevo crecimiento a partir del diseño? ¿Cómo hacer para que la forma visual invite al compromiso y la iden­tificación? Estas son las apremiames preguntas que e'l dise .i'ío urbano debe responder en la Edad Urbana. @

Traducción de Silvina Cucc:;hi