6 rumbos de la educación superior 2007

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LOS RUMBOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR LA FORMACIÓN PROFESIONAL Presenta: Lic. Micaela González Delgado.

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LOS RUMBOS DE LA

EDUCACIÓN SUPERIOR

LA FORMACIÓN PROFESIONAL

Presenta: Lic. Micaela González Delgado.

Los escenarios:

Rearticulan y ocultan la complejidad de sus procesos con la denominación de crisis (Puiggrós, 1997: 71-139) y se habla de crisis social, económica, educativa, cultural y humana.

Podemos enunciar que las transformaciones se gestan en planos ideológicos en donde es posible ocultar y al mismo tiempo identificar el dominio y manipulación a través de los discursos, representaciones, valoraciones que hacen posible concebir y justificar lo que vivimos como efecto de la dinámica de la globalización sus tendencias y contradicciones como fenómeno político e ideológico.

Para poder analizar este fenómeno es necesario, además tomar en cuenta el efecto del pensamiento moderno y posmoderno y la autoridad de su discurso, así como el peso de la imagen de la cultura del mercado que ha influido en la condición política y de alguna manera la ha absorbido.

Contextualización:

Modernidad Posmodernidad Fe en el progreso

Plena confianza en la razón

Valoración exagerada de lo nuevo

Crisis universal (humanismo),

deshumanización (Heidegger) Visión unitaria del sentido de la historia

Vuelta a lo primitivo

Es un ambiente y un espíritu

Cambio radical y profundo

El ser moderno se convierte en un valor y se

reduce a una época. Racionalización de la vida pública debilita y

vacía la esfera personal, al punto que el sujeto individual se hunde en las sombras.

La experiencia personal y cultural en el mundo

contemporáneo implica tensiones y ambigüedades diversas, cuya característica distintiva implica contradicción, fluidez y fragmentaciones.

La cultura de la modernidad: es una forma de

construcción-de-mundo, marcada por el rechazo de las fronteras fijas tradicionales.

La formación de la propia identidad esta

íntimamente ligada a los procesos sociales

generales, que son mundiales en su impacto.

Legado radical de los 60’s

El concepto de progreso pierde trascendencia

y se ha reducido a un simple desarrollo rutinario (secularización del progreso)

Ya no hay novedad (forma parte de la post-

historia futuro = post anterior =modo) crisis del valor de lo nuevo

Fin de la historia y se reduce a una simple

sucesión de acontecimientos Imperio de lo irracional (dominio exclusivo de

la sensibilidad y la fantasía) Rompe con el principio lógico y ético. No

existen fronteras ni leyes Plantea la realidad en términos no progresivos

(fabulación)

Liberación de lo simbólico (alucinación,

ficción, lo prohibido) Vació existencial

El ser humano pierde su identidad

Una fe ciega en los metadiscursos del

conocimiento científico y de la legitimación tecnológica.

La cultura posmoderna: búsqueda obsesiva,

suplanta la autenticidad por las copias, la

realidad por las imágenes. Imágenes y copias, “simulacros”

La posmodernidad como modernidad sin

ilusiones.

Complejidad

En particular estás características nos llevan a entender la condición moderna y posmoderna como forma de pensamiento que operan a través del discurso y de formas prácticas de los sujetos dando lugar a un conjunto de implicaciones y dinámicas que desencadenan la complejidad de lo social por lo que estoy de acuerdo con Derrida en que:

Además “incidir en la actualidad” y “pensar su tiempo” no es lo mismo. En ambos casos, habría que hacer algo, algo más, o algo distinto, que comprobar y describir: formar parte, tomar partido y pertenecer. A partir de ahí, se “incide” y, por consiguiente, se transforma, por poco que sea, se “interviene”, como suele decirse, en un tiempo que ni está ante uno ni está dado de antemano. Nunca hay normas preestablecidas para estar seguros de que se “incide en la actualidad” o, por utilizar su expresión, de que se “piensa su tiempo”.

En consecuencia, de qué manera incidimos los sujetos sociales en las formas del mundo moderno y posmoderno, así como la globalización y el neoliberalismo, la mundialización y la planetarización que permean todos los ámbitos como el culturalismo (Sánchez, 2006:193-225), la ecología, la “crisis educativa”, los derechos humanos, la diversidad cultural, los populismos, los valores universales, el dilema de la nacionalidad y las utopías, al vivir, ver e insertarnos a este mundo en que nos toca vivir.

La cuestión nos atañe directamente, pero cabe preguntar si, ¿nos-damos-cuenta de la realidad para asumir, responsabilizarse y comprometerse a entender el contexto para decidir?

La expresión de los cambios y las transformaciones permiten la enunciación y traducción de nuevas significaciones sociales que articulan tensiones y contradicciones en el orden global como elaborados por una mano invisible extraída del pasado, de lo social y lo cultural, fracturando desde posiciones políticas y, por tanto históricas, de manera que no podemos dejar de lado lo que plantea Sánchez Parga (2006:195):

Como si todos los efectos destructivos y transformadores de la “sociedad societal” en una “sociedad de mercado” (exclusión social, ruptura del vínculo social, desigualdades y luchas sociales...)pudieran quedar en parte encubiertos y en parte compensados o sustituidos por las diversas formas del culturalismo: pertenencia e identidades culturales, interculturalidad, diferencias y luchas culturales.

Tal vez, sea un problema complejo que encierra múltiples problemas desde lo que se

condensa en el espacio de la noción y articulación de los fenómenos de globalización, neoliberalismo, modernidad y posmodernidad en el despliegue de nuestras prácticas sociales y la incidencia, marca y huella que imprimimos a la realidad, por lo que no tenemos que perder de vista que contienen cargas perceptuales que dan forma y configuran el contexto en que vivimos.

De ahí que sea necesario conocer esos cambios perceptuales para conocer los

procesos y profundizar en las nuevas interconexiones de la estructura social y cultural,

ambiente y aprendizajes en términos de vínculos entre fuerzas productivas, desarrollo

sustentable, integración mundial de producción, organización del trabajo, nuevos tipos

de empresas, cambios en la dinamización del despliegue del capital, en las nuevas

dimensiones del trabajo, el problema de las identidades y cambios en los sujetos.

Esto significa reconocer la complejidad de las sociedades y las culturas del mundo, sus

procesos históricos y la organización del mundo, pues vivimos un desfase desde las

dimensiones espaciales que reorganizan los modelos educativos en América Latina

que parten de las estructuras jerárquicas del fordismo.

Es menester pensar qué elementos del pasado y del presente deben conservarse;

cómo juegan las nuevas configuraciones de lo social y lo educativo; a partir de qué se

generan nuevos entramados que movilizan nuevas representaciones que circulan a

través del lenguaje; de qué manera participamos los seres sociales en estas nuevas

construcciones cómo y qué nos jugamos en la empresa de vivir y educar-nos en este

mundo.

En discurso somos simultáneamente ciudadanos del mundo y parte de la democracia como forma de regulación social que hace viable la política de reordenamiento social global y neoliberal que toma los derechos humanos como escudo y abrogan las garantías, siendo detentores y detractores de su defensa las potencias mundiales para proteger al mundo y a los países débiles para la seguridad humana.

Así, se camufla un discurso con lenguaje populista que en el fondo defiende la propiedad privada y está en contra de la democracia, ya que mientras se divulga la integración de redes mundiales, lo que se coloca a cuestionamiento es qué tipo de integración y para quién, puesto que al integrar se excluye y tenemos que pensar en qué se incluye y qué se excluye, qué se diluye en las representaciones de lo social que emergen en los centros y periferias, sus límites y fronteras puestas al margen con sus dolorosas consecuencias y la situación de los individuos.

Entonces, me viene a la mente una frase de Ha Joo Chang (1999) acerca de que las ideologías no se combaten con políticas de respuesta, esto desde mi perspectiva nos lleva a plantear la construcción de la solidaridad social como alternativa y como forma de resistencia para enfrentar los procesos que no han llegado a su término, a través de una gestión social democrática participativa e incluyente que genere nuevos movimientos y prácticas político sociales, tal vez un retorno a la primacía de la sociedad civil.

Los giros y complejización de la estructura ocupacional:

Actividades físicas-manuales desplazadas en operaciones de control y vigilancia tanto de resultado del trabajo efectuado por las máquinas como del funcionamiento y optimización de las mismas.

Cambio en el contenido del trabajo, en la definición de puestos, interdependencia de funciones y en roles que aumentan la polivalencia.

Competencias técnicas y profesionales.

Cambio de contenido de las calificaciones laborales.

Aquí tendremos que reflexionar en el cambio de contenido de la noción de trabajo y retornar a Marx para reconocer el reduccionismo en que se le ha transformado y generado imaginarios que en los individuos no permite reconocer:

Diversas formas que se inscriben en una noción que debe ser trabajada desde la presentación, reelaboración, discusión temática como compromiso, como promesa y responsabilidad asumida en donde circulan saberes, promesas y lugares vivos en el conflicto de las facultades al producir efectos en lo social que es el lugar del acontecimiento y el tener-lugar (Derrida, 2002) .

• la capacidad de innovación,

• de creatividad,

• de transformación

intelectual, social, afectiva,

axiológica y planetaria.

De este punto, derivo que la formación de sujetos debe ser

visualizada dentro de este contexto y, sin perder de vista que la

violencia, resistencia al cambio, marginación, terrorismo, miedo,

exclusión, estigmatización, dolor, degradación, agresión hacia las

sociedades, lo social y las culturas, quizá se deba al modelo de

desarrollo económico y las formas de poder que de él proceden.

Esto origina descontento y malestar social ante cambios,

imposiciones y exclusiones entre los individuos, así los síntomas

se dejan a la vista derivados en los problemas emergentes que

los profesionistas tenemos que atender y que escapan a

nuestras manos.

Por lo tanto, esta formación debe contemplar y analizar cómo

median las instituciones y las legitimaciones sociales que se van

gestando a través de la internalización de las normas, de la

división del trabajo, de la habituación ideológica, de las

proyecciones de la realidad y las circunstancias que impactan

estos procesos de forma política, ideológica y social.

Las consecuencias han sido presentes en estrategias

competitivas de alcance regional, basadas en un cierto tipo de

recursividad, especialización racionalizada y capacidad de

gestión gerencial, procesos que contienen límites, tendencias y

desafíos en la “modernización del trabajo”.

De ahí que sea necesario plantear, ¿cuál es

papel de la educación en este contexto y ante la

cultura productiva emergente? ¿Cuál el papel del

trabajo, los esquemas en que se reduce la noción

y su relación con lo social, cultural y planetario?

Por lo anterior expuesto, puedo decir que las profundas transformaciones mundiales han llevado a reestructurar las universidades y con el nuevo orden internacional también han surgido mecanismos complejos de legitimación, reconocimiento, competencia e intercambio en las instituciones de educación superior. Así, se nos traza una serie de cuestionamientos como: ¿qué es la universidad y para qué tipo de mundo de vida se plantean sus funciones?

Nos encontramos ante problemas complejos sobre el trabajo que se

tiene que construir para los nuevos escenarios de desempeño laboral

que han de enfrentar los profesionistas que egresan de las

universidades y, al mismo tiempo el reto de las universidades y la

formación que tendrán que ofertar.

¿Quiénes son los profesionistas que formamos en las universidades

hoy? ¿Qué idea de universidad tenemos? ¿Por qué universalizar los

modelos de educación superior en México? ¿Qué significa formar para

trabajar en contextos globales, planetarios e internacionales? ¿Qué

perspectivas culturales se gestarán orientadas a la cooperación

internacional? ¿Qué actores educativos emergen en estos escenarios y

sus perfiles? ¿Qué implica el trabajo como noción y práctica social

ante los nuevos escenarios de desempeño profesional? ¿Qué papel

jugarán y cuál será el lugar de las ciencias sociales y humanidades

ante este contexto y cómo debe pensarse la formación de los

profesionales de estas áreas de conocimiento?

Para habitar este mundo, cabe replantear los proyectos de formación, la formación en sí misma, desde tomar distancia del espacio perceptual, nocional, simbólico y como significante que al interior guarda legitimidad, subjetividad y lógicas hegemónicas que en el terreno de lo educativo nos permiten percibir lógicas ideológicas y de poder que hacen visibles o tal vez ocultan tramas que implican el sacrificio de la particularidad a favor de la generalidad.

Este punto último me permite reflexionar acerca del tiempo y espacio pedagógico en el sentido de educar, en la intencionalidad, la memoria y el olvido de posibilidades e imposibilidades educativas con las que desplegamos nuestras prácticas docentes.

La tensión surge en el momento de indecibilidad entre el espacio público y privado que nos plantea problemas filosóficos y políticos (Derrida, 2002), pero que en las lógicas sociales se articula como un suplemento[1] y sin distinción, operándose la invisibilidad de la importancia de que sea una presencia que guarda un secreto coextensivo en la experiencia de la singularidad.

[1] Suplemento entendido a la forma de Derrida, falta de presencia como algo artificial.

El lugar de la formación en el terreno de lo profesional demanda entonces tener en cuenta la subjetividad de las tramas que gesta y estar contextualizados en el contexto, inscribir una huella o marca en el espacio y tiempo de los vínculos humanos en la transformación del mundo.

Reconocer, además, que la formación da lugar a alcances y límites en la intermediación de los anhelos y utopías de los otros y de sí mismos como seres humanos y profesionales.

Si no, cabe plantear, ¿para qué formo en este mundo del cual formo parte? ¿Cuál es el sentido de formar-me con esperanza en la incertidumbre que vivimos? ¿Cómo vivo cuando muero para renacer al transformar mi ejercicio docente al darme cuenta de la relevancia de la incidencia de mi intervención en los otros? ¿Quién es mi “alumno[1]” y quiénes somos los docentes que formamos hoy? ¿Quiénes son los nuevos sujetos que nacen en este contexto en el que educo y me educo?

[1] No comparto la idea de alumno, porque es un concepto que infantiliza a los adultos que vamos formando en la universidad y que de alguna manera ser adultos implica dejarlos ser, ser pensados como adultos y los jóvenes hoy se les vive retrasando su adultez, en aras de que les falta experiencia, experiencia para qué o sobre qué...pues ellos van acumulando como nosotros fragmentos de experiencia que da forma a sus propias biografías históricas.

Reflexiones finales:

Los rumbos de la educación superior son complejos, podemos decir incluso que en su complejidad se encierra su oscurantismo, sin embargo, de lo que no queda lugar a dudas, es que el impacto de las transformaciones sociales, culturales, políticas, educativas e ideológicas nos demandan a las universidades gestionar nuevas formas de entender las profesiones y la formación de profesionistas, la docencia, la educación y la pedagogía desde la complejidad de las tramas en que operan y se producen en la experiencia.

Quizá tenemos que reconocer que las disciplinas y las ciencias también han sido impactadas, se reacomodan y sus fronteras[1] y contornos se diluyen para ensancharse. Aquí cabe señalar la importancia de pensar formas distintas en que hay que pensar los problemas sociales, lo ambiental, lo social, lo ideológico, lo político, lo económico y lo histórico porque a partir de ahí los sujetos que emergimos no somos los mismos, nos configuramos nuevos sujetos.

[1] Mismas que son difusas porque son fronteras móviles y hay un deslizamiento de sus lógicas y contenidos.

Reflexiones finales:

Situación que nos compromete y responsabiliza a las universidades y a la docencia en consolidar nuevas formas de pensar una educación que utilice el concepto estructurante de trabajo (Puiggrós, 1997: 160), la formación y lo profesional que al articularse como formación profesional nos alude a la expresión de un complemento que orienta el acto educativo de que somos participes.

Pues en el acto educativo se juegan encuentros, reencuentros y desencuentros; responsabilidades, decisiones y sospecha frente a ellas[1]; insatisfacciones, gozos, y sufrimientos; nominaciones, elecciones y selecciones; integración, inclusión y exclusión; visibilidad e invisibilidad y borramiento; superficies de inscripción, exterioridad e interioridad; enajenación, recuperación y retorno a sí mismo...por medio de una especie de metamorfosis en el que se gestan perpetuas mudanzas e inscriben la subjetividad de los procesos sociales en el mundo de vida.

[1] Estoy de acuerdo con Derrida cuando alude que la responsabilidad y la decisión son sujetas a sospecha si se coloca en relación con otro que permanece inapropiable por el proceso de identificación. Esto implica que si la decisión es identificación se destruye porque no puede tomarse en nombre de una cosa(menos cuando el otro se convierte en objeto y fin de nuestros actos y los sujetos no son fin ni objetos son los procesos que gestamos y nuestras prácticas sociales que desplegamos nuestros objetos de intervención o de investigación en ciertos casos). De ese modo la responsabilidad debe ser una experiencia política en un sujeto trascendental en el sentido político que se cuestiona por qué y ante quién es responsable sin actitud mesiánica, puesto que el mesianismo se gesta en el momento en que abrimos la boca porque no hay lenguaje sin la dimensión performativa de la promesa y por eso cuando abrimos la boca ya estamos en la promesa por el grado de verdad que emitimos con nuestro juicio de valor.

Reflexiones finales:

Se requiere acceder a la propia morada, conversar con el contexto para construir rumbos distintos y alternativos y la tarea quizá empieza con la intención y la voluntad:

tanto política como social,

entre el acuerdo, el disenso y la creación de convicciones comunes por medio del

vínculo social,

el compromiso original (Freire, 1979) y la responsabilidad de transformar nuestras

prácticas educativas como un quehacer radical en la inserción de los destinos de la

humanidad y su condición planetaria,

de nuestro país y la integración latinoamericana,

el proyecto de universidad a través de la resignificación del papel del trabajo en la

transformación del hombre, del ser humano, del sujeto político y el trascendental que

debe emerger como parte de nuestra humanización como formas de producción, de

innovación y de creación de acontecimientos éticos, políticos, democráticos, educativos

y pedagógicos inscritos en lo social a través de la gestión del diálogo, la participación, la

comprensión y solidaridad en comunidad en el mundo de vida.

¡GRACIAS!

Lic. Micaela González Delgado