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ITINERARIO DE LOS ESTUDIOS DE GÉNERO Y MIGRACIÓN EN MÉXICO MARINA ARIZA INTRODUCCIÓN Desde que irrumpiera la crítica feminista al saber académico, entrada ya la década de los setenta, ha seguido un camino irre- gular, nunca exento de tropiezos. Los señalamientos del carác- ter ideológico del conocimiento producido (gender blind), la invitación al replanteamiento crítico —teórico y metodológico— del quehacer científico, y el perenne esfuerzo por transgredir los límites disciplinarios no siempre han sido acogidos con be- neplácito. Como lo señalaran Stacey y Thorne (1985) hace muchos años, ha sido distinta la porosidad de las diversas dis- ciplinas a la perspectiva de género, como variable ha sido también su evolución en los diversos campos temáticos. Si hiciéramos un esfuerzo por ubicar a las disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades en un continuum de acuerdo con su mayor o menor receptividad a la mirada de género, la antropología, se- guida por la historia y la literatura figurarían como las más sensibles al permitir la incorporación de sus presupuestos al núcleo mismo de sus respectivos corpus teóricos; en el extremo

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ITINERARIO DE LOS ESTUDIOS

DE GÉNERO Y MIGRACIÓN EN MÉXICO

MARINA ARIZA

INTRODUCCIÓN

Desde que irrumpiera la crítica feminista al saber académico,entrada ya la década de los setenta, ha seguido un camino irre-gular, nunca exento de tropiezos. Los señalamientos del carác-ter ideológico del conocimiento producido (gender blind), lainvitación al replanteamiento crítico —teórico y metodológico—del quehacer científico, y el perenne esfuerzo por transgredirlos límites disciplinarios no siempre han sido acogidos con be-neplácito. Como lo señalaran Stacey y Thorne (1985) hacemuchos años, ha sido distinta la porosidad de las diversas dis-ciplinas a la perspectiva de género, como variable ha sido tambiénsu evolución en los diversos campos temáticos. Si hiciéramosun esfuerzo por ubicar a las disciplinas de las ciencias sociales ylas humanidades en un continuum de acuerdo con su mayor omenor receptividad a la mirada de género, la antropología, se-guida por la historia y la literatura figurarían como las mássensibles al permitir la incorporación de sus presupuestos alnúcleo mismo de sus respectivos corpus teóricos; en el extremo

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opuesto se encontrarían la economía y la ciencia política, áreasque gozan por lo demás de una clara hegemonía masculina.Una ponderación semejante podría hacerse al intentar clasificarlos distintos campos temáticos de los estudios de género segúnsu nivel de consolidación relativa (Oliveira y Ariza, 1999a).

A lo largo de las décadas transcurridas desde que aquellaprimera sacudida feminista cimbrara el ámbito del establish-ment académico, se han producido innumerables investigacionesempíricas encaminadas a mostrar los distintos ribetes de la ine-quidad entre hombres y mujeres que hay en las más variadasesferas de la vida social. Otro tanto se ha escrito en el empeñopor dejar al descubierto la manera en que la construcción de gé-nero se vincula con una variedad de procesos sociales. Másescasos han sido los esfuerzos de reflexión teórica o metodoló-gica, o los de evaluación crítica del conocimiento producido(García, 1999; Oliveira y Ariza, 1999a; Urrutia, 2002).

Ubicándose en esta última línea de análisis, el presente capí-tulo tiene por objeto una exposición detallada del curso segui-do por los estudios que —desde diversas ópticas analíticas— seabocan al examen de las complejas relaciones entre la construc-ción social del género y los procesos migratorios. El análisis secircunscribe a la producción académica generada en el ámbitonacional en las tres últimas décadas, aun cuando se recogen conpropósitos analíticos algunos de los desarrollos teóricos recien-tes en la investigación internacional. En la primera parte sedescribe la evolución temática y cronológica seguida por el ob-jeto de estudio, destacando las elaboraciones conceptuales másimportantes hasta mediados de los años noventa. En la segundaparte se emprende un análisis más detenido del periodo com-prendido entre 1996 y 2005. Concluimos en la última partecon una sucinta valoración crítica del camino recorrido con lafinalidad de señalar sus debilidades y fortalezas, así como losdesafíos por enfrentar.

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Evolución temática y cronológica

En un esfuerzo de generalización, y en aras de la claridad ana-lítica, pueden trazarse tres momentos en el curso seguidopor los estudios que vinculan el género y la migración en el país.Si tomamos como punto de partida de esta cronología losaños setenta, podemos ubicar un primer momento de surgimien-to del campo temático que se extendería hasta mediados de losaños ochenta, seguido de una segunda fase que podríamosllamar de consolidación, desde la segunda mitad de los ochentaal primer lustro de los noventa, en la que proliferan los estudiosempíricos. Por último, una tercera etapa arrancaría de media-dos de los años noventa a la actualidad, caracterizada por un de-cisivo impulso a la investigación que ha terminado por renovarel campo temático. Estas dos últimas fases han estado acom-pañadas de un proceso de institucionalización del ámbito dereflexión de los estudios de género en el país, palpable en el desa-rrollo de diversos centros de investigación y docencia. De estaperiodización nos servimos en la exposición que hacemos acontinuación, en la que se destacan los principales desarrollosocurridos en el último lapso (1996-2005), dado que sobre losanteriores existen reflexiones previas (Arias, 1995; Szasz, 1995,1999; Ariza, 2000).

1. EMERGENCIA Y CONSOLIDACIÓN (1974-1985; 1986-1995)

En éste, como en otros campos sociales, el surgimiento de lapreocupación intelectual por la situación de las mujeres tieneun referente temporal muy claro: la segunda ola del movimientofeminista durante el siglo XX, que si bien detonó en Europa yEstados Unidos en la década de los sesenta, tuvo sus primerosecos en América Latina unos cuantos años después. Como lo haseñalado Hobsbawm (1994) en su monumental reflexión sobrela evolución de la pasada centuria, la irrupción de las mujeres

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en la arena pública —una de las notas distintivas de lo que hadado en llamar la revolución social de la segunda mitad delsiglo XX— sólo adquiere inteligibilidad cuando se sopesan losprogresos ocurridos en la escolarización de la población feme-nina, en el control de la reproducción y en su inserción en laactividad económica remunerada, entre otros aspectos.

Son, por tanto, de modo general los años setenta, los prime-ros que atestiguan la emergencia en el país del inédito interésacadémico por la otra mitad de la población. En el terreno de losestudios de migración podemos tomar como punto de partidala reunión celebrada en 1974 por la Academia Americana deAntropología, en la Ciudad de México, con el tema “La mujeren el proceso migratorio” (Ariza, 2000). La divisa que guiaba losesfuerzos analíticos en aquellos primeros años tenía comolema otorgar visibilidad a las mujeres migrantes. Se trataba desubsanar las enormes lagunas en el conocimiento a que habíaconducido el sesgo ideológico por construcción de género. A lapar de este interés se hacían esfuerzos por evitar la tipificaciónestereotipada de la migración femenina como exclusivamenteasociacional; es decir, dependiente de y realizada por otros, sub-sumiendo todos los desplazamientos migratorios de mujeresbajo una misma rúbrica.

Para la adecuada interpretación de las tendencias que a con-tinuación se enumeran es importante no perder de vista elcontexto socioeconómico en el que se enmarcan las reflexio-nes. Grosso modo, los años que van desde principio de los cuaren-ta a finales de los sesenta de la centuria pasada, denominadosusualmente como de crecimiento estabilizador, representaronpara el país un período de hondas transformaciones, manifiestoen el alto dinamismo económico, las elevadas tasas de urba-nización, el cambio sectorial de la economía (de predominioagrícola a industrial y terciaria), la importante movilidad espa-cial de la población y las elevadas tasas de fecundidad, entreotros aspectos. Como es sabido, muchas de estas transforma-

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ciones fueron impulsadas por la vigencia del esquema decrecimiento por sustitución de importaciones, paradigma eco-nómico destinado a promover el desarrollo en los países de laregión. Los años setenta, en cambio, marcaron el fin de esteperiodo de relativa bonanza haciendo patente las limitacionesdel modelo de crecimiento en boga para promover un desarrolloendógeno y sustentable. Representaron también el punto departida de un periodo incierto de crisis recurrentes, inestabili-dad económica y ausencia de dinamismo, que se extenderá —conmatices y breves intervalos de expansión— hasta nuestros días.

Cuatro rasgos caracterizan esta primera fase de emergenciadel objeto de estudio en el país: 1) la focalización del análisisen los desplazamientos internos de población; 2) la antropolo-gía y la sociodemografía como las dos tradiciones disciplinariasde las que emanan la mayoría de los estudios (Szasz, 1999);3) la hegemonía del paradigma histórico-estructural como marcointerpretativo; 4) la preocupación por los efectos diferencialesdel desarrollo sobre la fuerza de trabajo femenina y, en sentidogeneral, sobre la condición de la mujer.

Varios factores explican el predominio de la migración internaen el análisis de la migración femenina en este primer período.1

El primero, se asocia con las grandes transferencias de poblacióndel campo a la ciudad que dio lugar al despegue del desarrolloeconómico. Gracias a estas transferencias se conformaron lasgrandes metrópolis latinoamericanas y los sistemas urbanosnacionales con alta primacía. El segundo factor se relaciona conla alta selectividad femenina de la inmigración urbana enAmérica Latina durante esos mismos años.2 El tercero, con el

1 Fue la emergencia de la migración femenina como objeto de estudio la víade entrada por excelencia de la crítica de género al análisis de los desplazamien-tos de población.

2 Se estima que durante las décadas de 1960 y 1970 entraban a las ciu-dades latinoamericanas cuatro mujeres migrantes por cada tres hombres(Singelman, 1991).

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carácter masivamente masculino (y temporal) de la migraciónmexicana a Estados Unidos por ese entonces.

Dentro de la vertiente antropológica de los estudios sobremigración destacan en estos primeros años los trabajos semi-nales de Lourdes Arizpe (1975, 1977, 1978, 1980); dentro dela sociodemográfica (y sociológica), el de Gloria Leff (1976).Desde cualquiera de estos dos enfoques disciplinarios, la preocu-pación intelectual en aquellos años se centraba en dilucidar losefectos diferenciales del desarrollo sobre la gestación de los des-plazamientos femeninos, ya fuera por sus consecuencias deses-tructuradoras sobre la unidad campesina y las actividadeseconómicas de las mujeres en el medio rural, o por la confor-mación de mercados de trabajo urbanos demandantes defuerza de trabajo femenina, en especial el servicio doméstico yel comercio ambulante. En el primer caso se ponía énfasis en lasrelaciones de funcionalidad entre la unidad económica campe-sina y la inserción laboral de los migrantes en los centros urba-nos; en el segundo, en la fuerza organizadora de los mercadosde trabajo para impulsar la movilidad espacial de la población,sin que ambas perspectivas fueran necesariamente excluyen-tes. Ambas líneas de reflexión son deudoras del paradigmahistórico-estructural como marco interpretativo de los procesossociales, desde el cual la migración laboral es esencialmente en-tendida como una expresión espacial de la reordenación delcapital y, en última instancia, de la conformación de clasessociales antagónicas en un sentido histórico.

Directa o indirectamente, muchas de estas reflexiones teníancomo contrapunto el trabajo de Boserup (1970), Women’sRole in Economic Development, verdadero parteaguas en losestudios feministas sobre la condición de la mujer. Desde unaperspectiva neoclásica, y teniendo como base una exhaustivainvestigación comparativa, dicha autora mostraba que el desa-rrollo había tenido en términos generales efectos contra-producentes para las mujeres: abrió oportunidades diferenciales

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para ellas que a la postre representaron una pérdida relativade estatus con respecto a los hombres y una disminución delabanico de opciones de trabajo disponibles.3 Cuando estosmismos procesos eran abordados desde una óptica marxista,el énfasis se colocaba en la descripción de los factores que ex-plican la generación de una sobrepoblación relativa femenina,de una fuerza de trabajo superflua integrada por mujeres quepasó a colmar los centros urbanos en expansión (Young, 1982).

En la que podríamos llamar propiamente la fase de conso-lidación, comprendida a grandes rasgos desde mediados de losochenta al primer lustro de los noventa, sigue siendo la migra-ción interna el foco de interés de la mayoría de las investi-gaciones, pero surgen por primera vez esfuerzos de problema-tización teórica de las migraciones femeninas como objeto dereflexión independiente, al margen de la migración masculi-na (Arizpe, 1989).4 Cobran importancia en este periodo estudiosde carácter empírico de la migración de mujeres a determinadoscontextos urbanos (Oliveira, 1984; Carrillo y Hernández, 1985;Corona y Rodríguez, 1991; González et al., 1995), junto a loscuales coexisten los de corte más demográfico (López, Izázolay Gómez de León, 1991).

3 Para una exposición más amplia de la relación entre el desarrollo y lacondición de la mujer, véase Oliveira y Ariza, 1999b.

4 Para Arizpe, el tipo de desarrollo que subordinó la agricultura a la industriano previó que la caída del ingreso de los campesinos produciría mayor migra-ción femenina que masculina. En sus palabras: “[…] El efecto diferencial debidoal género sobre el desempleo, la migración y la especialización laboral hicieronmás aguda la tendencia a la terciarización en las economías urbanas. De ahí laimportancia de que se analice la migración rural femenina en su relación conlas estructuras agrarias de producción y la división genérica del trabajo al interiordel hogar campesino…” (Arizpe, 1989, p. 224). Para ella, el análisis de la mi-gración femenina debe tener en cuenta tanto los procesos de desarrollo, comoel efecto diferencial de las políticas agrarias de los Estados, y la división del trabajopor género en la unidad campesina.

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¿Qué es lo singular de los desplazamientos femeninos enoposición a los masculinos?, ¿por qué se desplazan unas mujeresy otras no?, ¿cómo construir analíticamente la categoría mujer-migración?, son algunas de las preocupaciones que concitan elinterés de los estudiosos del tema. Ya no se trata sólo de otorgarvisibilidad a las mujeres migrantes, de mostrar que ellas tambiénse desplazan, sino de describir la diversidad de traslados en losque se inscriben y ofrecer hipótesis interpretativas acerca de suespecificidad. De este modo, una de las premisas que guía lareflexión es la de resaltar la heterogeneidad y la singularidad delos desplazamientos migratorios femeninos en oposición a losmasculinos, a tono, por lo demás, con el curso seguido por lainvestigación en el resto de la región (Orlansky y Dubrovsky,1977; Recchini, 1988).

Si bien el paradigma histórico estructural continúa siendoel marco interpretativo en el que se sustentan la mayoría delos estudios empíricos, surge una línea de reflexión que adqui-rirá enorme vigencia en la investigación mexicana (y latino-americana) de esos años: el análisis de las unidades domésticasy del modo en que la migración interviene en su reproducción(Ramírez y Ávila, 1988; Szasz, 1992). Al menos tres son losantecedentes de este importante enfoque analítico: 1) los estu-dios antropológicos de las unidades campesinas sujetas afuertes procesos de transformación por efecto del desarrollo eco-nómico; 2) las investigaciones centradas en las condiciones devida de los sectores urbanos marginales en América Latina, enespecial los que se interesan por las estrategias de sobreviven-cia; 3) la propuesta metodológica de la unidad doméstica comoinstancia mediadora entre las aproximaciones macro y micro-estructurales en el análisis de la migración (Oliveira y Ariza,1999b; Ariza, 2000). Detengámonos brevemente en cada unode estos aspectos.

El énfasis que los estudios sobre el campesinado otorgaban ala unidad doméstica hallaba su explicación en la condición de los

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hogares rurales de ser al mismo tiempo unidades de consumoy de producción. De ahí que el estudio de los cambios que elcapitalismo propiciaba en la agricultura tenía necesariamenteque pasar por el análisis del modo en que alteraba estas dosfunciones básicas. La valoración del equilibro relativo entreel consumo y la producción, el modo en que la unidad domés-tica lo modificaba como respuesta al cambio de las condicionesexternas, pasó a ser el esquema analítico básico detrás de losestudios de la migración campo-ciudad. Este esquema se conju-gó de forma más o menos variable con la noción de estrategiade sobrevivencia.

En su formulación inicial, el concepto de estrategia de so-brevivencia perseguía entender el modo en que los pobresurbanos lograban su reproducción y su (sobre)vivencia encondiciones de marginalidad en momentos en que —para-dójicamente— las economías latinoamericanas registrabantasas positivas de crecimiento (Duque y Pastrana, 1972). Lospobres urbanos sobrevivían a pesar del desarrollo económico,gracias a las acciones (estrategias) que desplegaban en los con-textos adversos a que el mismo desarrollo los había relegado.Dicho concepto se planteaba como una crítica a la eficacia delas estrategias de desarrollo para garantizar la reproducción de losindividuos y sus familias.

En paralelo a estos planteamientos conceptuales, dentro dela tradición de los estudios de migración cobró auge durante losaños ochenta un enfoque analítico que privilegiaba a la unidaddoméstica como la vía metodológica para salvar tanto el indi-vidualismo psicologizante de los enfoques neoclásicos, como eldeterminismo social del paradigma histórico-estructural (Wood,1982). Con respecto al primero, la migración era concebidacomo el producto de la decisión racional de actores individua-les animados por una lógica costo-beneficio que les impelía adesplazarse a aquellos lugares donde era posible maximizar elinterés personal; en el segundo enfoque, la acción individual

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quedaba sobredeterminada por las estructuras, que a su vezrespondían inexorablemete a la lógica de la acumulación capita-lista. En pocas palabras, los desplazamientos humanos sóloadquirían sentido como parte de la lógica más inclusiva de laproducción capitalista en la que la decisión personal carecíade importancia (Ariza, 2000).

Con mayor o menor filiación en algunas de estas tres tra-diciones de investigación, varios de los análisis empíricos em-prendidos en este segundo periodo se preocupan por uno ovarios de los siguientes aspectos: desentrañar el papel quedesempeña la migración en la reproducción de las unidadesdomésticas (campesinas o no);5 entender la manera en que ladivisión sexual del trabajo incide en la decisión (colectiva) deque las mujeres migren; o, menos frecuentemente, describir elmodo en que la migración trastoca el lugar que ellas ocupan endicha unidad (Oliveira, 1984; Szasz, 1992; Ramírez y Ávila,1988). En cualquiera de estas situaciones, el presupuesto comúnes que la migración femenina constituye una estrategia de la uni-dad doméstica para enfrentar situaciones adversas en virtud desu papel mediador en la estructura social y de la importanciade la división sexual del trabajo en su organización.

Emerge también en esta fase de consolidación una línea dereflexión que adquirirá más solidez entrados los años noventa:el examen puntual de la inserción de las mujeres migrantes en laindustria de exportación mexicana (agrícola y no agrícola),actividad económica que andando el tiempo se convertiría enun factor importante de diversificación de los flujos migratoriosfemeninos y, en general, del perfil laboral de las mujeres. Es eneste período cuando se publican por vez primera dos obras

5 El trabajo que paradigmáticamente recoge esta aproximación, La migra-ción por relevos y la reproducción social del campesinado, de Lourdes Arizpe, es enrealidad de 1980. Su objetivo analítico, sin embargo, no es explicar la migra-ción femenina, sino el modo en que la migración a la ciudad hace posible lareproducción del campesinado como entidad colectiva.

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monográficas dedicadas íntegra o parcialmente al análisis de lasrelaciones entre la migración, la inserción laboral y las relacionesde género (González, Ruiz, Velasco y Woo, 1995; González ySalles, 1995). La sola publicación de estos dos textos mono-gráficos denota el espacio ganado por el objeto de estudio; enotras palabras, el grado de consolidación alcanzado en el ámbitonacional.

Durante estos años surgen también los primeros análisis de lamigración internacional femenina, así como los que se intere-san por el impacto de la migración internacional masculinasobre las mujeres que permanecen en los lugares de origen, casisiempre las esposas (Palacios, 1984; Mummert, 1986; D’Aube-terre, 1995; Woo, 1995; Aguiar, 1995; Canales, 1995; Ruiz,1995). Esta última línea de reflexión adquirirá un vigorosodesarrollo en la década siguiente.

Cuando esta segunda fase culmina, se han producido al menosdos cambios importantes en el escenario migratorio nacional:1) una pérdida de intensidad de las migraciones campo-ciudad;2) un aumento sostenido de la migración internacional con unaparticipación creciente de las mujeres y de otros grupos pobla-cionales, como los indígenas. En ese interregno cambió tambiénradicalmente el entorno socioeconómico, pues a la inestabili-dad, la crisis y la ausencia de dinamismo, se sumaron las trans-formaciones inducidas por el proceso de globalización. Todosestos factores configurarían un entorno migratorio distintoque, junto al surgimiento de una nueva perspectiva analítica,explican el giro en el foco de atención de los estudios sobremigración y género desde mediados de los años noventa.

LA RENOVACIÓN DEL CAMPO TEMÁTICO (1996-2005)

Entre 1996 y 2005, el último de los períodos que hemosdestacado, asistimos a un florecimiento de la investigación sobre

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migración y género que exhibe entre sus rasgos distintivos elpredominio de la migración internacional sobre la migracióninterna, una mayor flexibilidad analítica expresada en el aban-dono del paradigma histórico-estructural y, en menor medida,del enfoque de la unidad doméstica en favor de la perspectiva dela transnacionalidad y de un mayor eclecticismo metodológi-co; la reformulación y, en otros casos, el relegamiento de lapreocupación por el desarrollo, y una diversificación de las áreastemáticas y las dimensiones de análisis. Estos cambios han pro-movido en conjunto una aproximación menos economicistade la migración en su relación con el género. Ha sido tambiénun lapso marcado por el renacimiento de la vertiente antro-pológica de los estudios de migración, explicable por el papelcentral de esta disciplina en los primeros estudios sobre trans-nacionalismo. Desde nuestro punto de vista, existe más de unaafinidad analítica entre ambos enfoques, género y transnacio-nalismo, situación que ha empezado a rendir frutos en la pro-ducción académica nacional. A continuación pasaremos revistaa algunos de los aspectos mencionados.

La hegemonía de la migración internacionaly el cambio en el marco interpretativo

El giro hacia la hegemonía de la migración internacional enel campo de los estudios de género guarda relación tanto con elcambio de perfil de la migración mexicana, como con la emer-gencia del transnacionalismo como perspectiva de análisis;procesos, por lo demás, claramente interrelacionados.

Tal y como queda de manifiesto en los trabajos de Durand,y de Roberts y Hamilton en este volumen, en el curso de lasúltimas décadas la migración mexicana a Estados Unidos haregistrado un crecimiento espectacular. En la actualidad se esti-ma que son alrededor de 400 000 los mexicanos que aban-donan cada año el país para ingresar a territorio norteamericano

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(Tuirán et al., 2001).6 Dicho crecimiento ha estado acom-pañado de la diversificación de los puntos de expulsión yatracción, y de la creciente participación de las mujeres y de losindígenas (Cerrutti y Massey, 2001; Stephen, 2002). Junto alcarácter cada vez más masivo de la migración internacional,ésta ha abandonado su cariz marcadamente regional para con-vertirse en un fenómeno de proporciones nacionales (véanselos capítulos uno y dos).

A estos sucesos subyacen factores de carácter estructural quehan estimulado de forma general la migración internacional.Es conocido el vínculo intrínseco entre globalización econó-mica y dinamismo de la migración laboral internacional (Portes,1996; Castles y Miller, 1993; Guarnizo, 1998), en cuya génesisse encuentran los cambios en la organización del trabajo y en lademanda laboral en el contexto de la reestructuración econó-mica.7 De acuerdo con Castles y Miller (1993: 8), cada vez máspaíses se ven afectados simultáneamente por los desplazamientos,y en la mayoría de las regiones del mundo el volumen de lasmigraciones no deja de crecer.8

En cambio, es menos perceptible el nexo entre globaliza-ción y feminización de la migración internacional. Según refiere

6 Estimaciones del CONAPO señalan que la población nacida en el país,pero residente en Estados Unidos, pasó de 5 413 082 en 1990 a 10 230 089en 2004 (citado por Lozano y Olivera, en este volumen).

7 Dichos cambios han implicado una transformación de la oferta laboralhacia la expansión de los trabajos con bajos niveles salariales, especialmente en lossectores menos calificados de los servicios, dando lugar a la polarizarización delos ingresos y las ocupaciones (Sassen-Koob, 1985; 1986; y 1995; Robertset al., 1999; Portes, 1996 y 1999; Canales y Zlolniski, 2001).

8 Las cifras de las Naciones Unidas estiman que en 2005 existían 191 millo-nes de migrantes internacionales en el mundo. Casi la mitad son mujeres, ymás del 50% vive en países desarrollados. Entre 1990 y 2005, el número demigrantes internacionales ha estado creciendo a un ritmo anual de 1.4%, siendolos países desarrollados los que absorben casi todo el incremento (NacionesUnidas, 2006).

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Martínez Pizarro (2003: 19), desde 1990 las mujeres excedena los hombres en el porcentaje de migrantes en las dos principa-les regiones de inmigración: Europa y Estados Unidos. En lasregiones en desarrrollo, América Latina ostenta la mayor pro-porción de mujeres entre los migrantes internacionales (ibidem).Por diferentes vías, la dinámica económica en curso ha es-timulado la inserción de mujeres provenientes de distintos paísesen actividades de baja calidad en la industria, los servicios (eincluso la agricultura), para las cuales la oferta local es menguan-te o inexistente (Hondagneu-Sotelo, 2001; Ehrenreich y RussellHoschschild, 2003; Ariza, 2004b). Se han documentado asíempíricamente los nexos entre la globalización y la reactiva-ción de mercados femeninos altamente segmentados, como elservicio doméstico en sus distintas modalidades (limpieza de lacasa, cuidado de niños y ancianos), y el trabajo sexual. Los es-pecialistas en el tema han logrado trazar mapas de las principalesrutas de la migración femenina a escala global hacia mercadosparticulares.9 En el caso de la migración mexicana, a estos fac-tores se añaden otros de índole política relacionados con losefectos de los cambios en la política migratoria estadounidensesobre la movilidad femenina vía el estímulo a la reunificaciónfamiliar; en concreto, la Ley de Amnistía y Naturalización de1987.

En el plano de la discusión teórica, los inicios del deceniode 1990 presenciaron la emergencia de un nuevo esquema

9 Desde el sur de Asia hacia la zona del Golfo Pérsico se trasladan mujeresa trabajar en el servicio doméstico (de Indonesia, las Filipinas, Tailandia, la Indiay Sri Lanka a Arabia Saudita y Kuwait), pero también van a Italia, España yGrecia, donde además trabajan en la prostitución. De África hay mujeresnigerianas, etíopes y marroquíes que se desplazan tanto al servicio domésticocomo al trabajo sexual en España, Italia y Grecia. Las mexicanas y centroameri-canas van al servicio doméstico a Estados Unidos y Canadá, y las caribeñas, entreellas las dominicanas, tanto a éste como a la prostitución en España, Italia, Suiza,Bélgica y Alemania, entre otros países (véase Ehrenreich y Russell Hoschschild,2003: 276-280; Ariza, 2004b).

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interpretativo que representó un verdadero parteaguas: el trans-nacionalismo. Preocupados por la insuficiencia de las aproxi-maciones tradicionales, un conjunto de investigadores acuñaronen una de tantas reuniones académicas un término para lo queentendían una nueva realidad: la conformación de un espaciosocial caracterizado por intensos vínculos sociales que enlazan alos que se trasladan y a los que se quedan en una estructura in-tangible de densas redes de comunicación entre dos o más países.Los hombres y mujeres que edifican cotidianamente tales espa-cios reciben el nombre de trasnmigrantes (Glick, Schiller, Basch,y Blanc-Szanton, 1992; Kearney, 1995; Guarnizo y Smith,1998; Faist, 2000).10

Partiendo de una crítica a la teoría de la asimilación comoel marco interpretativo más socorrido en la evaluación delproceso de integración social de los migrantes a la sociedad recep-tora (Glick, Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992), el trans-nacionalismo ofrece una mirada metodológica distinta paraaprehender las características de la migración actual. Una mira-da más centrada en los aspectos culturales que económicos; enla agencia que en la estructura; en las redes, las organizacionessociales de base, las comunidades y las familias, que en losmercados, las macroestructuras, los Estados o las naciones.

10 La relativa “novedad” de las prácticas transnacionales fue un aspectoque enfrentó a los especialistas del tema en las primeras formulaciones deltransnacionalismo. En la medida en que los migrantes se han esforzado siemprepor preservar los vínculos con sus países de origen, ¿hasta qué punto podíahablarse de algo inédito como para que ameritara una aproximación analíticadistinta? La respuesta de Guarnizo (1998: 49) es que aun cuando formalmen-te se parecen, las prácticas transnacionales de finales del siglo XX están insertas encontextos globales y locales distintos, y aquellos que las practican poseencaracterísticas étniconacionales y sociales que difieren muchos de los inmigran-tes de principios de la centuria pasada. Se argumenta también que las facilidadesde comunicación y transporte actuales imprimen al fenómeno una escala eintensidad distintas.

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Si bien desde sus formulaciones iniciales los promotoresde esta perspectiva de análisis colocaron al género como uno delos ejes analíticos con una importancia estratégica en el estudiode la transnacionalidad (Mahler, 1999), su presencia continuósiendo marginal durante mucho tiempo, como amargamentelo han reconocido algunas de sus más connotadas representantes(Hondagneu-Sotelo y Ávila, 1997; Alicea, 1997). Desde nuestropunto de vista, entre estas dos aproximaciones analíticas, géne-ro y transnacionalismo, existe más de una relación de afinidad:1) ambas se sitúan en un nivel messo de análisis; 2) rescatan losaspectos no económicos de la acción social; 3) otorgan centrali-dad a las redes, las familias, las comunidades y al lugar diferencialde los sujetos en ellas; 4) comparten el presupuesto de que losprocesos que estudian están atravesados por relaciones asimé-tricas, relaciones de poder; 5) privilegian la agencia social sobrela estructura, aspecto que retomaremos más adelante. Las dos,además, han tenido que librar una ardua batalla para ganarseun espacio de reconocimiento dentro del saber académico insti-tucional. Esta suerte de complementariedad entre ambas perspec-tivas analíticas ha resultado altamente provechosa al promoverestudios contextualizados de la migración en los que se destaca,entre otras cosas, el papel de los migrantes como actores queparticipan en redes de relaciones sociales atravesadas por relacio-nes de poder.

Desde cualquier punto de vista que se observe, sería difícilexagerar el efecto de revitalización intelectual sobre los estu-dios de migración promovido por esta nueva aproximaciónanalítica. Cualquier inspección somera de los artículos, libros,conferencias y proyectos generados en los últimos diez añosalrededor del tema dejaría pasmado al más indiferente de loslectores. La producción académica mexicana no ha sido laexcepción, y ha dado lugar a una diversificación de las áreastemáticas y las dimensiones analíticas en el estudio del géneroy la migración

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La diversificación de las áreas temáticasy las dimensiones de análisis

Nos detendremos a continuación en una exposición detalladade las nuevas líneas temáticas a que ha dado lugar la investiga-ción sobre género y migración en cada subcampo de especia-lización, según se desprende de la revisión de la mayoría de laproducción académica realizada en el país entre 1996 y 2005.11

Culminamos esta segunda parte con una somera reflexiónacerca de algunas implicaciones conceptuales y metodológicasque se desprenden del análisis.

Las áreas temáticas

Una simple y no exhaustiva relación de los principales temasque atraen la atención de los especialistas revela, junto a las preo-cupaciones clásicas que permanecen en los estudios —muchasveces replanteadas—, otras emergentes. Igual que antes, hoyson objeto de interés tópicos tales como la reproducción socialde los migrantes, las estrategias desplegadas en el seno de launidad doméstica, la organización de los flujos migratorios,sus rasgos sociodemográficos, las pautas de fecundidad y la in-serción laboral diferencial en los lugares de destino. Emergen,entre otras: la maternidad, la paternidad y las familias trans-nacionales, el régimen de sentimientos, la afectividad, el costoemocional de la migración y los códigos morales, la sexualidady el manejo del cuerpo, la participación política, las remesas, laciudadanía y las organizaciones sociales transnacionales.12

11 Se hizo un esfuerzo por abarcar la mayoría de la producción académicarealizada en el país durante estos nueve años, pero con seguridad no la cubretoda. Sin embargo, creemos que los textos registrados, más de 80, permiten trazarlas líneas y desarrollos conceptuales más importantes.

12 No queremos insinuar que algunos de estos temas no fueran objeto deinterés previamente, pero su tratamiento, o bien se hacía desde otra ópticaanalítica, o no constituía una preocupación consistente en los estudios del tema.

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RELACIÓN TEMÁTICA DE LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA

MEXICANA SOBRE GÉNERO Y MIGRACIÓN, 1996-2005*

Temas Número de textos Perspectiva predominante

Familia /unidad doméstica/ 18 Antropológicareproducción social/rolesfamiliares/paternidad /maternidad**

Patrones migratorios/caracterización 9 Sociodemográfica y sociológica de la migración

Mercados de trabajo e inserción 16 Sociodemográfica y sociológicalaboral/empoderamiento femenino

Migración /remesas / 11 Antropológica desarrollo comunitario/empoderamiento femenino

Fecundidad/ salud reproductiva/ 7 Antropológica ysexualidad sociodemográfica

Participación política/ organizaciones/ 7 Antropológicatransnacionales y ciudadanía

Migración y procesos identatarios/ 11 Antropológica y sociológicay aculturación/ subjetividad/afectividad/representaciones/sentimientos /emociones/ códigosmorales

Etnicidad 7 Antropológica

Reflexiones teórico-metodológicas 4 Sociológica y sociodemográfica

TOTAL 90

* Un mismo texto puede encontrarse en más de una celda.** Aparecen en negritas las nuevas temáticas dentro de un mismo subcampo de reflexión.

Esta evolución guarda relación con los desarrollos ocurridostanto en los estudios de género, como en la teoría misma de lamigración. Pasemos revista brevemente a algunas de las viejasy nuevas temáticas. Una mera observación cuantitativa como ladel cuadro anterior denota el peso importante que conservanlos temas clásicos del estudio de la migración, los cuales sonresponsables de alrededor de la mitad de los productos acadé-micos generados en el país en esos nueve años. También deja aldescubierto cuáles son las preocupaciones emergentes y cómoéstas han reformulado las viejas temáticas.

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Así, por ejemplo, en el ámbito de los estudios de familia,unidad doméstica y reproducción social, los cuales conforman unnúcleo de reflexión, el interés no se dirige ahora a explorar úni-camente el modo en que dichas unidades están funcionalmenteintegradas a la economía capitalista y logran su reproducciónsocial, sino a describir las situaciones de tensión y conflictivi-dad desencadenadas por el proceso migratorio en el seno de lavida familiar. Este giro en la mirada analítica sin duda guardarelación con la crítica feminista a la ideologización del mundofamiliar como espacio armónico e igualitario, crítica que fuetomando cuerpo a medida que avanzaba el desarrollo de losestudios de género.13 En vista del carácter históricamente mas-culino de la migración mexicana a Estados Unidos, son muchaslas investigaciones que se centran en las consecuencias —mate-riales y afectivas— que traen los desplazamientos migratoriosde los hombres para las mujeres que se quedan y las formas enque ellas negocian su situación con los cónyuges ausentes y losparientes que permanecen en el lugar de origen (Fagetti, 2000;Marroni, 2000; D’Aubeterre, 2000). También es objeto deatención el cambio en el ejercicio de los roles familiares a quepuede dar lugar la migración. Un trabajo pionero en esta líneafue el de Mummert (1986), centrado en los roles diferencialesde las mujeres migrantes y las esposas de los migrantes enMichoacán.

Lejos de las visiones que festivamente anticiparon un efectoliberador de la migración sobre la situación de las mujeres, al-gunas de estas investigaciones revelan que la migración del varónpuede sumirlas en la pobreza y multiplicar extraordinariamentesus cargas de trabajo, incluido el llamado trabajo de parentesco.14

13 Se constata incluso un cambio en la terminología empleada, ahora tiendea hablarse más de familias que de unidades domésticas.

14 El trabajo de parentesco formaría parte del trabajo de subsistencia, integra-do por el trabajo creador y sustentador de la vida física y el bienestar psicológico(Di Leonardo, citado por Alicea, 1997: 610).

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Las investigaciones demuestran que la irregularidad y/o la insu-ficiencia en el arribo de las remesas monetarias pueden hacereste escenario algo más que probable (Marroni, 2000). En situa-ciones en las que todo el grupo doméstico se traslada porquela mujer es la que se inserta como jornalera en la agroindustriade exportación nacional, al extenuante trabajo en los camposse añaden las indelegables tareas domésticas, lo cual eleva sus-tancialmente la carga total de trabajo sobre ellas y los menores(Méndez Morales, 2000; Velasco Ortiz, 2000). En tales situa-ciones, la superposición entre las esferas de la producción y lareproducción, inherente al carácter familiar del trabajo agrícolaen los campos del noroeste de México, refuerza las condicionesde subordinación en que se encuentran.

Dos líneas de reflexión novedosas dentro de este subcampotemático exploran las repercusiones de la migración sobre lasrelaciones conyugales y la constitución de formas de paternidady maternidad transnacionales (Mummert, 1999, y 2005; Mar-tínez Medrano, 2000; D’Aubeterre, 2000b y 2000a; 20004ay 2004b; 2005; Asakura, 2005). Los numerosos trabajos deD’Aubeterre centrados en una comunidad poblana de origennahua abordan distintos ribetes de la conyugalidad en contex-tos de migración. Destacan entre sus hallazgos la forma en quelas mujeres negocian la reunificación familiar fortaleciendo depaso los lazos de parentesco, dimensión crucial para la comuni-dad transnacional. Al definir la parentalidad transnacional comoaquellos arreglos en los que los ámbitos de la producción y lareproducción de las familias se encuentran dispersos a través delas fronteras nacionales, Mummert (2005: 2) se detiene a explo-rar su naturaleza volátil, elusiva, destacando las diferencias en elejercicio masculino y femenino de los roles parentales. Mientrasla idea de paternidad tiene como núcleo la provisión de lasnecesidades materiales, la de maternidad incorpora a la dimen-sión material la de soporte emocional y guía moral (ibidem).Ella, como otras autoras (D’Aubeterre, 2005), constata un

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cambio en la representación social de la paternidad en lasnuevas generaciones de mexicanos, expresado en el reclamo deun mayor involucramiento emocional y afectivo. La crítica pro-gresiva a la imagen del padre cheque, palpable a partir de losaños noventa, emblematiza la insatisfacción con el ejerciciotradicional de la paternidad.

En cambio, las investigaciones que versan sobre los patro-nes migratorios, las características de la migración, y las que secentran en la inserción laboral de los migrantes en los mercados detrabajo, de considerable cuantía, han permanecido más fieles ala mirada tradicional de los estudios sobre migración, dandocuenta de una menor diversificación relativa en sus áreas de inte-rés y en su aproximación metodológica. Esta aparente menorporosidad a la mirada de género de los estudios centrados en losmercados de trabajo y en la movilidad espacial de la pobla-ción, no obstante que dicha perspectiva forma parte explícitade los supuestos teóricos que comparten, expresa algunas delas importantes barreras metodológicas que las aproximacio-nes más cuantitativas y estandarizadas propias de los análisismacroestructurales, especialmente los sociodemográficos,erigen a una comprensión auténticamente genérica de la reali-dad social. Una de las consecuencias más claras de esta dificultades la recurrencia a un uso meramente nominal del género, o sufrecuente reducción a una variable, aspecto que retomaremosdespués. Si bien es cierto que algunos rasgos de la disciplinaantropológica, tales como la centralidad del parentesco, la fo-calización en sociedades preliterarias o menos complejas y laimportancia de los aspectos sociosimbólicos, le permitenincorporar con relativa facilidad al género como principio es-tructurante (Stacey y Thorne, 1985), ello no explica sufi-cientemente los magros resultados de los estudios de cortemás cuantitativo, transcurridas ya más de tres décadas deinvestigación sobre el tema.

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Una naciente línea de investigación explora los procesos denegociación y las posibilidades de empoderamiento o subor-dinación que propicia la dependencia de las mujeres del envío deremesas (Suárez y Zapata, 2004a, vol. I y II). Los hallazgosempíricos muestran que no existe una relación lineal entreambos procesos, y que el efecto de los envíos monetarios sobreel bienestar de las mujeres es variable y depende, entre otros fac-tores, de la antigüedad de la migración. Aun cuando el acceso auna porción de los recursos generados por los maridos ausentesy el hecho de constituirse en jefas de facto pueden granjearlesuna elevación de su autoestima y un cierto margen de controldentro del ámbito familiar, la situación de incertidumbre aque dan lugar la distancia y la imprevisibilidad en el envío delas remesas, junto con la necesidad imperiosa de atender lasdemandas cotidianas del hogar, pueden profundizar la asimetríaentre el marido ausente y la mujer presente, elevando consi-derablemente la carga de trabajo que pesa sobre ella, aunque enalgunas ocasiones hagan posible, en efecto, traspasar el umbralde la pobreza (Peña y Santa Ana, 2004). En la generalidad delos casos los ingresos se destinan básicamente a la reproduccióndoméstica (Harm Bult, 2004). En este proceso, los hijos cons-tituyen la carta de negociación de la cual la mujer se vale paraexigir del marido el envío regular y suficiente del dinero, unanegociación que nunca se hace en nombre propio porque nose considera legítimo reclamar nada para sí (Harm Bult, 2004).Estos estudios, de orientación casi siempre antropológica, hancontribuido a desmitificar a las remesas como opción de empo-deramiento femenino o de desarrollo local, pues es precisamentea través de esta línea de reflexión, la del impacto de las remesassobre las comunidades expulsoras, como se conserva vigente ennuestros días la vieja discusión acerca de la relación entremigración y desarrollo, ahora replanteada.

Dando continuidad a uno de los temas permanentes dereflexión del vínculo entre la condición de género y la migración,

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algunas investigaciones constatan la ocurrencia de cambios enlas fronteras sociales de género y/o en la autorrepresentaciónde las mujeres migrantes que apuntarían hacia un aumento desu poder de decisión o al cuestionamiento de las imágenes tradi-cionales de mujer, cuando se accede al trabajo extradomésticovía la movilidad espacial (Freyermuth y Manca, 2000; Maier,2000; Vázquez García, 2000; Mora Ledesma, 2000). Caberesaltar que, en contraste con los estudios que abordan lasrepercusiones de la migración sobre las mujeres que permane-cen en las comunidades de origen, antes reseñados, en todoslos casos en que se reporta este relativo empoderamiento se tratade desplazamientos migratorios en los que quienes se trasladancomo trabajadoras son las mujeres (migración independiente). Enla mayoría de las situaciones reportadas, los desplazamientostienen lugar dentro de las fronteras nacionales, están impulsadospor una determinación laboral y son de carácter rural-urbano. Elcontraste entre estos resultados y aquellos en que el impacto dela migración se evalúa indirectamente a través del efecto quepropicia la ausencia del marido migrante en las relaciones degénero, nos recuerda la necesidad metodológica —reiteradamen-te señalada en la investigación sobre el tema— de distinguir entrela migración femenina asociacional y aquella que las mujeresrealizan de manera autónoma. En todo caso, la relación entreempoderamiento y migración femenina es de naturaleza com-pleja, pues como lo señalan Cerrutti y Massey (2001), si bienel impulso laboral no es el móvil expreso de los desplazamientosde la mayoría de las mexicanas que se trasladan a Estados Uni-dos,15 una vez en territorio estadounidense son muy altas lasprobabilidades de que pasen a trabajar.

Una veta interesante de reflexión se abre a partir del estudioempírico emprendido por Vidal Fernández et. al. (2002) de las

15 Ello obedece a la importancia de la reunificación familiar en el conjuntode la migración femenina mexicana a ese país.

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mujeres tabasqueñas que se trasladan a Carolina del Norte atrabajar en el despulpe de la jaiba. Se trata de una migración legal,independiente y de carácter temporal, que nace en una localidadmuy concreta del estado de Tabasco16 y que empieza a exhibirya efectos disruptores sobre la dinámica familiar similares a losencontrados en contextos de alta migración femenina (Grego-rio Gil, 1995; Ariza, 2002). En casos como los de RepúblicaDominicana, de dispersión espacial del hogar por efecto de lamigración internacional de las mujeres-madres, se documentancondiciones de vulnerabilidad de los menores que permanecenen el lugar de origen, manifiestas en: efectos regresivos sobre elproceso de enseñanza-aprendizaje, abandono escolar, emba-razo adolescente, desentendimiento del cónyuge de sus deberesfiliales, y dilapidación del dinero enviado por las migrantes.Dado que la migración internacional mexicana ha sido hastaahora abrumadoramente masculina, y gran parte de los tras-lados femeninos han estado orientados por una lógica de reuni-ficación familiar, no habíamos tenido oportunidad de observarlos efectos dispares sobre las familias y los menores dependiendode quién encabece el desplazamiento, las mujeres o los varonestrabajadores, madres o padres de familia.

Las investigaciones en torno a la fecundidad y la salud repro-ductiva amplían su horizonte de análisis para incluir, junto a lapreocupación tradicional por los cambios que la migración in-troduce en las pautas de fecundidad, la manera en que incidesobre la sexualidad. ¿Promueve acaso la migración una mayorautonomía en la relación con el cuerpo sexuado, ámbito a todasluces estratégico en la dominación de género? (Freyermuth yManca, 2000; Marroni, 2000; Pérez, Paredes, 2001; Tuñón

16 Según lo refieren las autoras, dicho flujo dio inicio en 1989, con ungrupo de 24 mujeres provenientes de los municipios de Jalapa de Méndez yParaíso, en Tabasco, alcanzando hoy día cerca de 400 mujeres (Vidal Fernándezet al., 2002: 30).

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Pablos, 2001; Maier, 2004; Castañeda y Zavella, 2004; Asakura,2005).17 Como era de esperarse, tampoco aquí los resultadosde investigación alientan una postura triunfalista. Aun cuandose constatan leves cambios en las prácticas reproductivas entérminos de la posposición del primer embarazo y la edad delmatrimonio (Freyermerth y Manca, 2000: 225), el ejercicio dela sexualidad continúa siendo uno de los bastiones que conmayor firmeza garantizan el control de las mujeres y de sucapacidad reproductiva. Estudios de corte cualitativo realizadosen México muestran la vigencia de la prescripción normativa queinhibe a las mujeres autoconcebirse a sí mismas como sujetosde deseo, en contraste con el carácter intrínsecamente sexuado dela identidad masculina (Amuchástegui, 2001).

Otra área temática que ofrece desarrollos novedosos es laque engloba las investigaciones alrededor de la participación polí-tica y la ciudadanía. ¿Ha propiciado la ausencia del varón procesosde participación y conciencia política en las mujeres que se quedan?¿Cómo ha afectado la migración —en su conexión con otros procesossociales— la construcción de la ciudadanía? ¿Qué rasgos imprimeel género al ejercicio cívico cotidiano de hombres y mujeres mi-grantes en los espacios transnacionalizados?¿Abre la migraciónposibilidades para la gestación de ámbitos de acción femenina?, sonalgunas de las interrogantes que motivan la preocupación in-telectual de los estudiosos del tema (Besserer, 1999, y 2000;Goldring, 2001; Zárate Vidal, 2000; D’Aubeterre, 2000, y 2005;Velasco Ortiz, 2000, 2002, 2004; Maldonado y Artía, 2004).

17 El campo de la salud reproductiva ha sido sin duda uno de los que mayo-res transformaciones ha sufrido dentro de la perspectiva de género. El aspectomás elocuente es quizás el tránsito de una noción individualizada de lareproducción, centrada única y exclusivamente en la capacidad biológica dela mujer, a otra eminentemente social, como espacio compartido por hombresy mujeres en tanto seres sociales dotados de la capacidad de procrear. De unaaproximación biologicista a una idea de procreación como derecho humanoinalienable del que todos puedan participar en calidad de co-constructores dela sociedad.

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Una vez más las transformaciones encontradas están lejosde ser radicales y constituyen una invitación a temperar nuestroentusiasmo. Si bien la ausencia del varón puede propiciarla emergencia de espacios de enunciación para las mujeres, odar lugar a la disputa por el reconocimiento de su agencia social(Zárate Vidal, 2000; Maldonado y Artía, 2004), implica unasobrecarga de trabajo si a las funciones domésticas y de parentes-co se añade el trabajo comunitario realizado casi siempre enrepresentación de los maridos ausentes. Más aún, el inéditoejercicio de los roles públicos por parte de la mujeres para nadales garantiza el acceso a una ciudadanía plena (D’Aubeterre,2005), pues la noción de ciudadanía puede reajustarse fácil-mente para dar cabida a ciertas categorías emergentes de mujeres,preservando al mismo tiempo las fronteras básicas de la jerar-quía de género. Esto es así porque la presencia de las mujeres enla arena pública sólo es posible en virtud de la mediación de unafigura masculina (ibidem). Aún más, cuando el género, la etni-cidad y el contexto adverso del lugar de recepción se potencian,pueden llegar a producirse situaciones de considerable vulne-rabilidad para ellas, como ocurre, por ejemplo, entre las tra-bajadoras mixtecas en Baja California. En este caso, a pesarde que la migración propicia la ampliación de los espacios deinteracción de las mujeres, el acceso a ellos sigue dependiendode la negociación con los varones, simbolizada en la figura del“permiso”. En la mirada de Velasco Ortiz (2000, 2004), seránel modo local en que se construyen los espacios doméstico, la-boral y público-comunitario, y la mayor o menor superpo-sición entre la esfera doméstica y extradoméstica, algunos delos factores que mediarán en la posibilidad de acción colectivade las mujeres.

La acuñación del concepto de “ciudadanía práctica” pararesaltar la participación cívica ejercida de forma cotidiana porlos migrantes, en oposición a la ciudadanía sustantiva (Gol-dring, 1999: 298), ha sido aprovechada por los estudios de

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género para destacar el trabajo comunitario (en los sistemasde cargo, en las obligaciones civiles, en las actividades barriales)que desempeñan las mujeres en pro del mantenimiento de lacolectividad. Se trata de una de las elaboraciones conceptualesmás novedosas a que ha dado lugar este ámbito de reflexión. Lacontraposición entre las distintas dimensiones de ciudadanía apartir de la crítica feminista al planteamiento original de Marshall(Goldring, 2001: 510),18 ha permitido entrever el modo en queel género incide en las prácticas cívicas en los espacios transnacio-nales. Mientras en Estados Unidos los hombres encuentran enlas organizaciones transnacionales un ámbito privilegiado para elejercicio de prácticas ciudadanas que elevan su estatus social (yde género), las mujeres —excluidas de tales actividades— ejercencon más frecuencia la ciudadanía social sustantiva (ibidem).En virtud de esta diferenciación, ellos adquieren notoriedadpública al convertirse en interlocutores de las organizacionestransnacionales con los Estados expulsores en sus distintos nive-les de competencia (municipal, estatal o federal), mientras queellas encauzan su activismo hacia el Estado del país receptor víalos programas de asistencia para minorías y grupos vulnerables.Se reproduce así, en el espacio transnacional, una suerte de se-gregación genérica, de diferenciación sexual, en el tipo deciudadanía práctica que pueden llegar a ejercer los hombres ylas mujeres migrantes.19

18 Goldring (2001) señala que la reformulación feminista de la ciudadaníala define como algo práctico, antes que de estatus, argumentando que debe serentendida en un sentido dinámico, como luchas y negociaciones referidas no sóloal Estado, sino a otros niveles de la autoridad, desde lo local hasta lo internacional

19 De acuerdo con Goldring (2001: 508), uno de los factores que favorecela práctica de la ciudadanía social de las migrantes mexicanas en Estados Unidos,en contraste con México, es su contacto con los actores estatales a través del interéspor la educación y la salud de los hijos, y el uso de los programas de atención encasos de alcoholismo y violencia doméstica.

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Otra de las áreas que se ha mostrado prolífica en esta últimafase del curso seguido por los estudios de género y migraciónen el país es la que se aboca al análisis de las representacionessociales, la identidad, la afectividad, los sentimientos y los códigosmorales. Se trata de un giro hacia la dimensión más subjetiva delproceso migratorio en el que confluyen al menos dos factores:1) el vuelco hacia los aspectos más interpretativos de la acciónsocial experimentado por las ciencias sociales en las últimas dé-cadas del siglo XX, en parte como reacción a los planteamientosexcesivamente cuantitativistas que dominaron el escenario aca-démico desde la posguerra, y 2) el incuestionable liderazgo dela antropología en los estudios iniciales sobre transnacionalismo.

Originadas en uno de estos factores o en ambos, las inves-tigaciones ancladas en esta dimensión de la migración arrojanaportaciones muy sugestivas. Tomando como eje la migracióncampo-ciudad, algunos trabajos inquieren si la migración intro-duce rupturas culturales en los procesos identitarios, destacandolas limitaciones que opone a la conformación de la identidad ladiversidad de orígenes sociales y de trayectorias de vida (Oliveiray Pepin Lehalleur, 2000). Otros se detienen a narrar los dramassociales que suscita la subversión del orden sentimental en co-munidades indígenas de alta migración internacional (Besserer,2000), dando por sentado que tanto el poder estatal, como elfamiliar, se sustentan en un orden sentimental que reproduce lasdesigualdades. De acuerdo con este último autor, perturbado-ras nociones de amor romántico, de libertad de elección entrelos cónyuges, y de respeto hacia las mujeres, trastocan la esta-bilidad del orden sentimental tradicional entreabriendo la po-sibilidad de un nuevo tipo de ciudadanía para las mujeres quese quedan.

A su vez, Malkin (1999) otorga una importancia crucial ala construcción de personas “morales”, de personas socialmenterespetables, como móvil de los desplazamientos y pauta inter-pretativa de la conducta, en apariencia contradictoria, de las

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mujeres en la sociedad receptora.20 Los límites impuestos porlos códigos que construyen personas morales refrenan en ciertomodo las posibilidades de reelaboración de la construcción degénero. Así, si es la lucha por la familia como valor comunitariolo que otorga respetabilidad a la mujer migrante en su comu-nidad, ése será el límite hasta el que estará dispuesta a llegar, sintrasponerlo, en el arduo proceso de negociación de las fronterasde género a que el contexto de inmigración puede dar lugar.

Dentro de esta línea de reflexión, otros autores se preguntanacerca de la singularidad que el género imprime al significadoque los migrantes atribuyan a la experiencia de migrar en sushistorias de vida: qué patrones de significación promueven lamasculinidad o la feminidad en la ponderación personal delo que entienden representó la migración en sus vidas (Ariza,2004a, 2005). Así, por ejemplo, si bien la familia es uno de losvalores señeros en pro del cual tanto hombres como mujeresse desplazan, para ellos constituye esencialmente el medio parareafirmar su presencia pública al permitirles refrendar el doble rolde proveedores y representantes del hogar ante la colectividad;para ellas es, ante todo, en el ámbito de realización de la maternidad.

Los estudios sobre etnicidad han comenzado a ganar espaciodentro de las reflexiones sobre migración y género a medida quelos indígenas han pasado a ser un grupo con creciente partici-pación en los desplazamientos migratorios al país del norte(Velasco, 1999, y 2002; Fox y Rivera-Salgado, 2004; véase

20 En palabras de la autora: “[…] Las mujeres y los hombres intentanconstruir su respetabilidad y estatus al asumir distintos papeles morales. Lasprácticas que no cumplen con estos papeles —y por lo tanto no aumentan elrespeto— tienen que ser negociadas por el individuo y la dificultad que estoimplica puede causar bastantes problemas y ansiedad a nivel personal y social.Así, las prácticas que podrían ser catalogadas por el/la investigador/a comoliberadoras o facultadoras, no lo son necesariamente si van en contra de las con-ceptualizaciones de lo que representa una persona moral: una representaciónque genera el estatus y el respeto…” (Malkin, 1999, p. 486).

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la introducción a este libro). En ocasiones, sin embargo, lareflexión en torno a la tríada género-etnicidad-migración seencuentra entreverada con otros tópicos de interés, tales comola participación política femenina en distintos niveles (comuni-tario, partidario, u organizacional en el contexto transnacional)o las posibilidades de agencia social y empoderamiento quepropician determinados contextos migratorios (Velasco, 2000y 2004; Maldonado y Artía, 2004; Velásquez, 2004). En algunoscasos se describen los matices que adquiere la desigualdad degénero entre los indígenas como grupo social sui generis en elconjunto de los migrantes; en otros, las complejidades que revis-te la presencia pública de las mujeres en contextos étnicos en losque existe más de un régimen de participación política (el elec-toral versus el de usos y costumbres; Velásquez, 2004). Unaidea que subyace a la mayoría de las investigaciones es que enla situación de las mujeres indígenas confluyen varios tipos desubordinación, lo cual arroja resultados variables. Recibe aten-ción especial la presencia de las mujeres migrantes en las orga-nizaciones transnacionales de base indígena, como ámbitode representación pública que puede albergar condiciones demayor flexibilidad respecto de las instancias de representaciónpolítica tradicionales. No obstante, desde el punto de vista dealgunos autores es imperioso otorgar a la etnicidad un estatusespistemológico propio en los estudios sobre migración (véasela contribución de Martha Judith Sánchez en este volumen).

Finalmente, también tienen lugar en este periodo unos pocosejercicios de reflexión teórica y de evaluación crítica del cono-cimiento producido (Szasz, 1999; Ariza, 2000; Suárez y Zapata,2004b), que en cierto modo continúan los esfuerzos pionerosde Oliveira (1984) y Arizpe (1989).

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DIMENSIONES, NIVELES DE ANÁLISIS

Y ALGUNOS CONCEPTOS EMERGENTES

Luego de esta breve mirada panorámica a la evolución seguidapor las distintas áreas temáticas, conviene detenernos a reflexio-nar —sin pretensión de exhaustividad— en algunos aspectosmetodológicos que afloran como recursos estratégicos para lacomprensión del carácter genérico de la migración.

En lo que atañe a los niveles y las dimensiones de análisis, ysuscribiendo la propuesta que presenta Hondegneu-Soteloen este volumen, el género no debe ser equiparado a la esfera do-méstica, al mundo familiar. Es necesario buscar su conexiónsistémica con otros ejes de diferenciación y otros planos de lavida social. Algunas líneas de reflexión previas, como aquellasque procuran encontrar los puntos de continuidad entre el gé-nero y otros ejes de desigualdad social (clase, etnia), tanto desdeun punto de vista teórico como desde uno empírico, pueden re-sultar de gran utilidad analítica (Chafetz, 1984; Grusky, 1994;Wermuth y Monges, 2002).21 Hemos insistido excesivamenteen encontrar el impacto de la migración en la mujer o en susrelaciones familiares, sin reparar en la manera en que el cambiode contexto de vida que la migración propicia altera simultánea-mente los vasos comunicantes de diversas instancias: el individuo-la familia-el trabajo-el espacio comunitario de referencia-la relación

21 Al construir tipológicamente los modelos de sociedad por estratificaciónde género, Wermuth y Monges (2002) señalan a las sociedades agrarias comoaquéllas en las que existe el mayor grado de inequidad relativo entre los sexos.En las sociedades preclasistas, con un medio ambiente favorable a la participa-ción productiva de las mujeres, y en ausencia de un Estado centralizado yburocrático, las probabilidades para una mayor ascendencia de las mujeresserían mayores. En las sociedades postindustriales, donde predominan las fa-milias nucleares estratificadas por clase, habría mayor igualdad relativa que enlas agrarias, pero con grados de inequidad comparables a los de las sociedadeshorticultoras avanzadas.

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con el Estado. Se trata de apelar a una aproximación más proce-sual y compleja que se esfuerce por rastrear las mediaciones entrela desigualdad de género, la migración y otros ámbitos sociales,y supere el reduccionismo al que nos repliegan nuestros sabe-res disciplinarios. Como lo señalara Bordieu (2000: 15), si bienla familia es uno de los lugares más visibles del ejercicio de laviolencia simbólica, el principio de su perpetuación no resideprincipalmente en ella, sino en instancias que en cierto modo lasuperan (el Estado, la escuela), lugares de elaboración y deimposición de los principios de dominación que se practicanen el interior del más privado de los universos.

La comunidad y el sistema de cargos son dos dimensiones deanálisis de nivel messo de crucial importancia realzadas por elanálisis antropológico reciente.22 El modo en que se estructu-ran las jerarquías de parentesco con los órdenes cívicos y reli-giosos en las comunidades de origen indígena, la superposiciónentre sus distintas estructuras de poder, y la manera en que lamigración ha trastocado la dinámica de usos y costumbres alte-rando las fronteras entre hombres y mujeres, revelan sin amba-ges los engranajes del sistema de dominación de género, segúnha quedado elocuentemente expresado en los diversos trabajosde D’Aubeterrre (2005, 2004a, 20004b, 2000a). Sin duda, laubicuidad de la dominación masculina (Bordieu, 2000: 13)plantea una seria dificultad al analista, dada su eficacia en ladeshistorización de la división sexual del trabajo. Las sociedadesmenos complejas ofrecen, hasta cierto punto, un escenario en elque resultan más reconocibles en principio las vinculacionessistémicas, estructurales, entre la subordinación femenina, lamigración y el mantenimiento del status quo. No obstante, el de-safío metodológico consiste en lograr el nivel de distanciamien-

22 Se trata, por supuesto, de dimensiones analíticas de vieja data dentro deesta tradición del conocimiento, cuya relevancia para los estudios de géneroy migración, sin embargo, no había sido ponderada hasta hace poco.

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to necesario para develar las conexiones entre tales procesosen las sociedades globalizadas del siglo XXI.

La dimensión del ejercicio práctico de la ciudadanía en susdiferentes acepciones (social, cívica, política, práctica, sustan-tiva), vinculada al modo en que los Estados y las comunidadesse relacionan con los hombres y las mujeres migrantes, ha re-sultado a su vez de gran utilidad analítica. Este cambio en el focode reflexión nos ha permitido entender mejor, siguiendo aGoldring (2001), aquel hallazgo recurrente en la literatura deque las mujeres tienden con más frecuencia a querer quedarseen Estados Unidos, y los hombres a regresar al país de origen.En la hipótesis de esta autora, no se trata sólo de la apertura delas opciones laborales y el empoderamiento que el trabajo asala-riado puede proporcionar, sino del ensanchamiento de la acciónde las mujeres a través del ejercicio de un tipo de ciudadanía so-cial práctica. Cuando las mujeres migrantes entran en contac-to con las instancias locales para aprovechar algunos derechossociales que el Estado de bienestar otorga (escolaridad, atencióna grupos especiales, salud, protección contra la discriminación,la violencia doméstica o el alcoholismo), valoran positivamenteel fortalecimiento de la agencia social que el contexto de re-cepción les facilita, aunque sea casi siempre la satisfacción delas necesidades familiares lo que en realidad las moviliza.

Por último, algunos desarrollos conceptuales recientes en elcampo de la investigación sobre globalización y feminizaciónde la migración internacional pueden orientarnos para vencerla resistencia de los estudios macro a la incorporación del gé-nero. En la línea de reflexión desarrollada por Saskia Sassen(2000, 2002) se intenta explicar la creciente presencia de lasmujeres en la migración internacional a través del concepto decontra-geografías de la globalización. Se trata de circuitos23

23 Al utilizar la noción de circuitos, la autora quiere subrayar el hecho deque no se trata simplemente de la acción agregada de muchos individuos,

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transfronterizos que proliferan en los intersticios del sistemay que constituyen el rostro sombrío de la integración econó-mica global. Constituyen la otra cara de la moneda, el contraespejo al proceso de formación de mercados globales, laintensificación de las redes internacionales y el desarrollo de lastecnologías de la comunicación. Se caracterizan por ser espa-cios de sobrevivencia en los que se integran los más desprote-gidos, en especial las mujeres. Las actividades que a través deesos circuitos desempeñan constituyen tanto un medio de vida,como un negocio y un mecanismo para el acopio de monedaextranjera (remesas). Figuran entre ellas la prostitución, el trá-fico ilegal de mujeres y niños para la industria del sexo, y la mi-gración laboral (documentada e indocumentada).24 De acuerdocon Saskia (2000: 506), tales circuitos podrían ser considera-dos como la expresión parcial de la feminización de la sobre-vivencia en el contexto global, ya que sobre los hombros delas mujeres descansa gran parte de la reproducción de los hoga-res y las comunidades de los países expulsores. Desde una pers-pectiva de género, el desafío es explicar cuál es el vínculoestructural entre la globalización y la internacionalización delos mercados de trabajo femeninos en expansión. ¿Qué los dina-miza y por qué se reactivan ahora? La hipótesis de Saskia (2000)es que existen vínculos sistémicos entre el crecimiento de talescircuitos de sobrevivencia alternativos (feminizados), y los efec-tos corrosivos de la globalización sobre las condiciones devida de los países en desarrollo.

La exposición de los distintos niveles y dimensiones de análisisque emergen como estratégicos a partir de la revisión de lainvestigación nacional reciente, sugiere que la reflexión debe

sino de que existe cierto nivel de institucionalización: muchas de estas acti-vidades se apoyan en la infraestructura institucional de la economía formal.

24 La autora destaca que las mujeres son clara mayoría en la prostitución yen el tráfico para la industria del sexo, y empiezan a serlo también en la mi-gración laboral internacional (Saskia Sassen, 2000: 506).

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avanzar hacia una mirada integral y compleja de la relaciónentre la migración y la desigualdad de género, una mirada querecupere las múltiples mediaciones entre esta manifestaciónespecífica de la desigualdad social y una diversidad de instanciasy procesos sociales.

EVALUACIÓN CRÍTICA DEL CAMINO RECORRIDO:A MODO DE CONCLUSIÓN

Como se desprende de la relación antes descrita, ha habidoindiscutibles avances empíricos y metodológicos en el campode los estudios de género y migración, avances que han mejo-rado nuestro conocimiento del proceso reafirmando de paso sucomplejidad. La diversificación de las áreas temáticas y las di-mensiones analíticas antes señaladas hablan por sí mismas deun campo de reflexión en proceso de maduración. Como hemostratado de destacar, entre los factores que explican esta evolu-ción se encuentran el nuevo escenario social de la migraciónmexicana y el estímulo proveniente de los estudios sobre trans-nacioanlismo; pero, por supuesto, no son los únicos. Figurantambién el curso seguido por el conjunto de los estudios degénero en las diferentes áreas disciplinarias, y los desarrollosconceptuales y metodológicos en el horizonte más amplio delas ciencias sociales, sin restarle valor a la acumulación de co-nocimiento luego de 36 años de investigación en y alrededorde la migración y el género.

Entre los aspectos positivos del camino recorrido hay dosque vale la pena resaltar: 1) el abandono de la creencia ingenuaen el potencial emancipatorio de la migración sobre las mujeres;2) la preferencia metodológica por la agencia social antes quepor la estructura. En efecto, en esta última fase son pocos losestudios que se apresuran a celebrar un efecto liberador dela migración sobre las relaciones de género. En la actualidad

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predomina más bien un tono de cautela, de prudente reserva,cuando no de franca oposición. Se tiende a hablar ahora másde reestructuración de las desigualdades, o de reacomodo delas fronteras de género en un nuevo escenario, sin dejar de reco-nocer que este reacomodo puede implicar ganancias relativaspara las mujeres. Esta actitud intelectual es un aspecto muysaludable, pues nos habla de una mayor objetividad científicay del abandono de ciertos presupuestos metateóricos. Algunasreconocidas investigadoras en el campo de los estudios de géneroy migración en el nivel internacional han llegado a reformularcon posterioridad sus apreciaciones iniciales sobre el impactode la migración en la situación de las mujeres (Pessar, 1999).25

La prioridad metodológica por la agencia social antes quepor la estructura, palpable con distinta fuerza en los estudios defamilia, unidad doméstica y parentalidad; los de sexualidad ysalud reproductiva; los de participación política y ciudadanía;y los de etnicidad, subjetividad y representaciones sociales, so-meramente revisados en este capítulo, forma parte de una orien-tación más general de las ciencias sociales en las últimas décadas(Pessar, 1999; Ariza, 2004a). Uno de los efectos positivos detomar partido por la agencia es que obliga a hacer un análisis

25 En palabras de la autora: “[...] In my earliest work on Dominican migra-tion, I was quite adamant about the gains I believed Dominican immigrantwomen had made. […] Yet, as I have come to both follow the lives of several ofthese women over the years and critically engage the comparative literatureon immigration and patriarchy, I have tempered my enthusiasm. I now con-clude that in general immigrant women´s gains have been modest” “([...] En misprimeros trabajos sobre la migración dominicana, me mantuve firme con respec-to a los logros que yo creía que las mujeres inmigrantes dominicanas habíanobtenido. Sin embargo, como he continuado observando, a lo largo de los años,las vidas de varias de estas mujeres, así como me he dedicado, de manera crítica,a analizar la literatura comparativa sobre inmigrantes y patriarcado, me hevisto obligada a suavizar mi entusiasmo. Ahora llego a la conclusión de que,en general, los logros de la mujeres inmigrantes han sido modestos) (Pessar,1999: 66).

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contextualmente situado en el que ha de admitirse lo con-tingente. Propicia, en otras palabras, cierta flexibilidad analíticaa tono por lo demás con el abandono de los esquemas inter-pretativos de tono economicista antes destacado. Los estudiossobre transnacionalismo dan cuenta de una explícita preferenciapor la agencia social, de tal suerte que, como hemos sugerido,en este punto las miradas de género y del transnacionalismose refuerzan.

Pero en este periodo ha habido también limitaciones quees preciso destacar: el reduccionismo del género a las mujeres,un uso laxo y poco sistemático del concepto, el carácter muchasveces anecdótico y asistemático del material etnográfico reco-gido en los estudios antropológicos de caso, la ausencia de me-diciones empíricas del nivel de desigualdad de las mujeresmigrantes en los mercados de trabajo urbanos, y la carencia deestudios comparativos.

En muchas investigaciones empíricas se sigue haciendo equi-parable el género a las mujeres, aunque teóricamente se procla-me que no es así. El hecho que mejor lo expresa es que, salvocontadas excepciones, los hombres conspicuamente siguen estan-do ausentes del análisis. En pocas palabras, es muy poco lo quesabemos acerca de las relaciones entre migración y masculi-nidad. Al respecto conviene recordar la llamada de atención deGutmann (1999) al señalar que debe entenderse el nexo género-migración como algo que va más allá de la estructura social.Estudiar el género, enfatiza, “[…] requiere investigar y entenderlas formas en las cuales las diferencias y semejanzas relaciona-das con la sexualidad física son comprendidas, discutidas,organizadas y practicadas por las sociedades…” (ibidem).

Si bien el escaso rigor y, en cierto modo, la vulgarización delconcepto de género, evidente en algunas investigaciones,pueden relacionarse parcialmente con las dificultades inheren-tes a la propia teoría del género (Connell, 1999), es importantetener conciencia de las implicaciones que la apuesta teórico-

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metodológica elegida encierra para el análisis.26 Lo que confrecuencia se observa es que el concepto de género empleadose da por sentado. Así, por ejemplo, en los trabajos revisadosencontramos autoras/es para los cuales el género es una instan-cia mediadora entre otros procesos sociales; otros lo visualizancomo un sistema de estratificación social o una dimensiónespecífica de la desigualdad social; y hay quienes lo entiendencomo un atributo, un rasgo de los individuos.

Pero no es el género el único concepto que adolece de faltade rigor; sucede lo mismo con el de redes, otra noción centralen los estudios de migración. En general, se da por supuestoque las redes son parte del proceso migratorio, que sin ellasdifícilmente se llevaría a cabo, pero sólo excepcionalmente seestudian de manera sistemática (Velasco, 1999). Al analizarlas,además, se tiende a exagerar sus aspectos positivos y a velarlos coactivos. Las redes también limitan el rango de posibilida-des de acción de los sujetos que se encuentran insertos en ellas,según lo ha mostrado Alejandro Portes en sus diferentes traba-jos. Hacen falta investigaciones que, continuando la línea dereflexión iniciada por Hondegneu-Sotelo (1994), rescaten ladiferenciación que el género introduce en el proceso de cons-trucción de redes como dimensión central del procesomigratorio.

A pesar de su enorme riqueza, en muchos de los análisis decorte etnográfico prima un uso anecdótico y descriptivo del ma-terial recogido, con poca capacidad heurística y escaso sustento

26 Dentro de la teoría del género existen puntos de vista discrepantesacerca de cuál es el aspecto central de éste y, por ende, sobre qué dimensión debenfocalizarse las investigaciones: las estructuras fundamentales de la conciencia,el proceso a través del cual se construye discursivamente la coherencia internadel sexo, o las prácticas cognitivas e interpretativas que crean, se apropian y re-crean la biología reproductiva, por mencionar tres de las más importantes.Para una buena síntesis de las diversas posturas, véase Debate Feminista, año 10,vol. 20, octubre, 1999.

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teórico. Una dificultad mayor reside en las limitaciones queerigen de los estudios de caso, muy frecuentes en la vertiente an-tropológica de la migración, que se imponen a la producción deun conocimiento que pueda generalizarse. Se corre el riesgo asíde reducir la producción académica a ser sólo un agregado desituaciones particulares, lo cual debilitaría su potencial heurístico.

Por su parte, las investigaciones empíricas de carácter so-ciodemográfico y sociológico muchas veces se quedan en elreconocimiento de que la migración es un factor de heteroge-neidad en los mercados de trabajo urbanos, cuando es el caso;o de que en su génesis se encuentran los enormes desequilibriosregionales, pero no llegan a realizar mediciones concretas delgrado de desigualdad de género que enfrentan las migrantesen los contextos urbanos de recepción.

Finalmente, hay una notoria escasez de estudios comparati-vos, ya sea en el nivel nacional o en el internacional, y son muypocos los que consideran el modo en que el género interactúacon otras formas de inequidad social. A pesar de las limitacio-nes señaladas, no cabe duda de que los estudios de géneroy migración en la actualidad transitan en México por uno desus momentos más evidentes de fortalecimiento y consolidación.

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