6. El Publico de Montt y Su Contrato de Lectura

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El público de Montt y su contrato de lectura El objetivo de este capítulo es realizar un aporte al estudio de la recepción de historietas, ya que, tal como explica Laura Vazquez (2012), “resulta significativo dar cuenta de sus contratos de lectura, del campo de producción y circulación en el que se insertan y de sus públicos específicos” 1 ; y al analizar estos procesos es necesario tener en cuenta la existencia de una asimetría crucial entre las condiciones de producción y las condiciones de recepción. “En el discurso, una vez producido en determinadas condiciones, éstas últimas permanecen y permanecerán siempre las mismas. La recepción, el consumo, por el contrario, están “condenados” a modificarse indefinidamente. (Verón, 1993:21)” 2 . El corpus a partir del cual se desarrollará el análisis entorno al público de Alberto Montt y su contrato de lectura estará integrado por las interacciones que los mismos mantienen a través de las redes sociales, debido a que la propia estructura de éstas “(…) habilita la observación, a través de un objeto concreto, de la tan mentada “actividad de las audiencias” en espacios en los que ellas mismas se han agrupado, con la ventaja 1 VAZQUEZ, Laura. “La construcción de la historieta como objeto de estudio en la argentina: comunicación, lenguaje y política (1960-1980)”, en Narrativa gráfica, 2012. 2 GAGO, Sebastián. (2010). “Significaciones en las lecturas de la obra de Héctor Germán Oesterheld”. Ponencia presentada en el 1er Congreso Internacional de Historietas Viñetas Serias. Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Argentina. Recuperado de: http://www.vinetas-sueltas.com.ar/congreso/pdf/Oesterheld/gago.pdf

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El contrato de lectura en la obra de Alberto Montt

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El pblico de Montt y su contrato de lecturaEl objetivo de este captulo es realizar un aporte al estudio de la recepcin de historietas, ya que, tal como explica Laura Vazquez (2012), resulta significativo dar cuenta de sus contratos de lectura, del campo de produccin y circulacin en el que se insertan y de sus pblicos especficos; y al analizar estos procesos es necesario tener en cuenta la existencia de una asimetra crucial entre las condiciones de produccin y las condiciones de recepcin. En el discurso, una vez producido en determinadas condiciones, stas ltimas permanecen y permanecern siempre las mismas. La recepcin, el consumo, por el contrario, estn condenados a modificarse indefinidamente. (Vern, 1993:21).El corpus a partir del cual se desarrollar el anlisis entorno al pblico de Alberto Montt y su contrato de lectura estar integrado por las interacciones que los mismos mantienen a travs de las redes sociales, debido a que la propia estructura de stas () habilita la observacin, a travs de un objeto concreto, de la tan mentada actividad de las audiencias en espacios en los que ellas mismas se han agrupado, con la ventaja adicional de que, por el dispositivo involucrado, las prcticas en cuestin son necesariamente textuales y no es preciso registrarlas mediante las tcnicas etnogrficas tradicionales. Este enfoque hace posible no slo la reflexin sobre la dinmica de la interaccin entre el pblico y el autor, sino adems respecto a las nuevas prcticas de sociabilidad y la conformacin de identidades y comunidades gracias a la mediacin de las plataformas digitales. Es decir que en la actualidad la web es el dominio en el cual resulta posible indagar la fisonoma de la produccin de vnculos, ya que, si bien es cierto que el usuario se encuentra siempre en posicin de reconocimiento, sus decisiones en la web tienen consecuencias a nivel de la produccin. Esto -segn Sandra Valdettaro (2009)- hace necesario apelar a tcnicas empricas que tengan en cuenta los inditos niveles de complejidad de la digitalizacin de los vnculos, ya que las distintas pantallas (televisin, computadoras, celular, etc.) suponen la puesta en acto de distintos tipos de consumos que habilitan una pluralidad de imaginarios y percepciones del entorno. La diferenciacin entre las instancias de produccin y de reconocimiento contina siendo vlida en el caso de las plataformas digitales, considerando que los investigadores estamos siempre situados en reconocimiento y es desde dicha posicin donde podemos analizar los distintos tipos de consumos en la web. Teniendo en cuenta que ms all de que es cuestionable que el cmic, en Argentina, haya efectivamente llegado a ser considerado sin discusiones como parte efectiva del campo artstico (), no hay dudas de que forma parte del campo de la produccin cultural, es necesario analizar las diversas perspectivas existentes entorno al concepto de consumo cultural. Tal como explica Guillermo Sunkel (2002), los estudios de Jess Martn Barbero y Nstor Garca Canclini fueron fundacionales respecto a esta temtica en Amrica Latina, ya que detectaron la importancia del consumo cultural en un momento en que la preocupacin dominante en los estudios sobre cultura y comunicacin en la regin se encontraba reducida al anlisis de los mensajes en los medios masivos en tanto soportes de la ideologa de la dominacin.

Nstor Garca Canclini, por su parte, comienza el captulo de El consumo sirve para pensar (1991) con una visin crtica de la definicin conductista del consumo, en la cual ste es reducido a una mera relacin entre necesidades y bienes creados para satisfacerlas: una zona propicia para comprobar que el sentido comn no coincide con el "buen sentido" es el consumo. En el lenguaje ordinario, consumir suele asociarse a gastos intiles y compulsiones irracionales. El autor reafirma que la hegemona cultural no se realiza mediante acciones verticales en las que los dominadores apresan a los receptores, sino que entre ambos hay mediadores como la familia, el barrio y el grupo de trabajo. Con el propsito de comprender el consumo desde una concepcin sociocultural, en la que puedan incluirse los procesos de comunicacin y recepcin de bienes simblicos, Garca Canclini define al mismo como () el conjunto de procesos de apropiacin y uso de productos en los que el valor simblico prevalece sobre los valores de uso y de cambio o dnde al menos estos ltimos se configuran subordinados a la dimensin simblica. De este modo, considera al consumo como una prctica sociocultural cuya funcin esencial es su capacidad de dar sentido, de construir significados. El valor mercantil no es algo intrnseco a los objetos, sino resultante de las interacciones socioculturales en que los hombres los usan. El intercambio de objetos, entonces, es consecuencia de las necesidades fijadas culturalmente, () para integrarnos con otros y para distinguirnos de ellos, para realizar deseos y para pensar nuestra situacin en el mundo, para controlar el flujo errtico de los deseos y darles constancia o seguridad en instituciones y ritos.

Tal como explica Garca Canclini, en el consumo se producen movimientos de asimilacin, rechazo, negociacin y refuncionalizacin de aquello que los emisores proponen; el consumidor no es un creador puro, pero tampoco el emisor es omnipotente. En el consumo se construye parte de la racionalidad integrativa y comunicativa de una sociedad, es por esto que indagar lo que ocurre en los consumos es interrogarse tambin sobre las maneras y las proporciones en que cada uno participa en el proceso de construccin social del sentido. Comprar objetos, colgrselos en el cuerpo o distribuirlos por la casa, asignarles un lugar en un orden, atribuirles funciones en la comunicacin con los otros, son los recursos para pensar el propio cuerpo, el inestable orden social y las interacciones inciertas con los dems. Consumir es hacer ms inteligible un mundo donde lo slido se evapora. El consumo sirve para pensar, porque los bienes -adems de ser tiles para expandir el mercado y reproducir la fuerza de trabajo, para distinguirnos de los dems y comunicarnos con ellos- forman parte de un proceso en el que los deseos se convierten en demandas y en actos regulados a nivel social. Algunos consumidores quieren ser ciudadanos, explica Garca Canclini; vincular el consumo con la ciudadana requiere reubicar el mercado en la sociedad, intentar la reconquista de los espacios pblicos, del inters por lo pblico. As el consumo se mostrar como un lugar de valor cognitivo, til para pensar y actuar significativa, renovadoramente, en la vida social.

Desde la perspectiva de los estudios de comunicacin, Jess Martn Barbero (1987) explica que: () el consumo no es slo reproduccin de fuerzas, sino tambin produccin de sentidos: lugar de una lucha que no se agota en la posesin de los objetos, pues pasa an ms decisivamente por los usos que les dan forma social y en los que se inscriben demandas y dispositivos de accin que provienen de diferentes competencias culturales. El autor propone reubicar el estudio de la recepcin en el campo de la cultura, analizando los procesos de comunicacin desde las mediaciones y la recepcin, es decir, () desde los usos que la gente hace de lo que recibe de los medios, pero tambin desde sus modos y formas de comunicacin. Las mediaciones son entendidas entonces como un espacio cultural en el que se articula el sentido, son articulaciones entre prcticas de comunicacin y movimientos sociales -vistos como lugar en el que se produce el sentido de los usos-, diferentes temporalidades y pluralidad de matrices culturales, son el lugar desde el que es posible percibir y comprender la interaccin entre el espacio de la produccin y el de la recepcin. Esto indica una propuesta terico-metodolgica que privilegia el anlisis del poder de la audiencia y su papel estratgico en la configuracin de su propio mundo: la comunicacin se convirti en una cuestin de mediaciones ms que de medios, en una cuestin de cultura y, por tanto, no slo de conocimientos, sino de re-conocimiento.

Desde esta perspectiva, lo central en el anlisis ya no es la interpretacin en s de los discursos mediticos o su vnculo con lo empresarial, sino qu tipo de recepcin tiene lugar, qu hacen los receptores con esos medios y qu mediaciones se establecen entre ambas instancias. Tal como explica Laura Vazquez (2009), () en este sentido, el anlisis de la comunicacin de masas slo puede entenderse a partir de dos conceptos claves: hegemona y mediacin. Todo producto cultural, y por lo tanto la historieta, puede entenderse como el resultado del cruce de fuerzas distintas y an contradictorias, lo cual implica la necesidad de estudiar los objetos culturales como procesos y no como resultados.

Desde la teora sociolgica, Pierre Bourdieu (1988) reflexiona sobre los gustos, las costumbres y las prcticas de las diferentes fracciones de clase; y explica que dentro de cada campo se hallan agentes que ocupan distintas posiciones y desarrollan estrategias para cambiarlas o mantenerlas. Los sujetos producen prcticas enclasadas y enclasables: el habitus es a la vez, en efecto, el principio generador de prcticas objetivamente enclasables y el sistema de enclasamiento de esas prcticas. Es en la relacin entre las dos capacidades que definen al habitus -la capacidad de producir unas prcticas enclasables y de diferenciar y de apreciar estas prcticas y estos productos (gusto)- donde se constituye el mundo social representado, esto es, el espacio de los estilos de vida. Al respecto, Roberto von Sprecher (2010) realiza un anlisis del campo de los comics a partir de la dcada de 1990 en Argentina y halla diversas modificaciones en los habitus de los consumidores de los mismos (las cuales fueron desarrolladas en el captulo 5 del presente trabajo), causadas principalmente por la alteracin del campo y de las posiciones de los agentes.

Partiendo de la perspectiva bourdiana, el consumo se ubica dentro de las prcticas mencionadas por el autor, y las historietas son objetos de consumo que pueden (o no) funcionar como smbolo de distincin: () pueden distinguirse as, si nos atenemos a las oposiciones ms importantes, tres universos de gustos que se corresponden en gran medida con los niveles escolares y con las clases sociales: el gusto legtimo, es decir, el gusto por las obras legtimas () aumenta con el nivel escolar (); el gusto medio, que rene las obras menores de las artes mayores () es ms frecuente en las clases medias que en las clases populares o que en las fracciones intelectuales de la clase dominante; y el gusto popular encuentra su frecuencia mxima en las clases populares y vara en razn inversa al capital escolar. De este modo, para el autor, los gustos son la afirmacin prctica de una diferencia inevitable, porque toda especie de gusto unifica y separa; () al ser el producto de unos condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia, une a todos los que son producto condiciones semejantes, pero distinguindolos de todos los dems ().

Teniendo en cuenta los aportes desarrollados, es necesario realizar un recorrido por las diversas conceptualizaciones entorno a la recepcin y las audiencias. Umberto Eco (1987) destaca que un autor, para organizar su estrategia textual, debe referirse a una serie de competencias capaces de dar contenido a las expresiones que utiliza y que ese mismo conjunto de competencias es el mismo al que se refiere su lector. Por consiguiente, deber prever un Lector Modelo capaz de cooperar en la actualizacin textual de la manera prevista por l, lo cual significa construir el texto de modo tal que a la vez construya un determinado lector.

Para lograrlo, el autor recurre a mltiples medios: la eleccin de una lengua (que excluye obviamente a quien no la habla), la eleccin de un tipo de contenido bibliogrfico referencial, y la eleccin de un determinado patrimonio lxico y estilstico. Es decir que, segn Eco, el Lector Modelo es un conjunto de condiciones establecidas textualmente, que deben satisfacerse para que el contenido potencial de un texto quede plenamente actualizado. El autor y el lector modelo son dos estrategias textuales: por un lado, el autor formula una hiptesis del Lector Modelo y, al traducirla al lenguaje de su propia estrategia, se caracteriza a s mismo en cuanto sujeto del enunciado, con un lenguaje igualmente "estratgico". Pero, por otro lado, tambin el lector debe fabricarse una hiptesis del Autor, deducindola de los datos de la estrategia textual. La configuracin del Autor Modelo depende de determinadas huellas textuales, pero tambin involucra al universo que est detrs del texto, detrs del destinatario y probablemente, tambin ante el texto y ante el proceso de cooperacin ().

Lo interesante de este planteo es indagar qu tipo de Lector Modelo construye Alberto Montt, qu caractersticas poseen sus lectores, qu esperan stos de las producciones de Montt y si comparten un mismo imaginario sobre los objetos y las experiencias representadas en sus historietas.

Respecto a la instancia de recepcin, Eliseo Vern (1985) destaca diversos obstculos para abordar su anlisis: el primero de ellos proviene de la lingstica, que en tanto teora de la gramtica no ha distinguido entre locutor y alocutario, es decir entre el proceso de emisin y el de recepcin. () Un punto de vista semejante, transferido al dominio del funcionamiento social del lenguaje, no ha estimulado un anlisis de la especificidad de la recepcin de los discursos en relacin a su produccin. A esto el autor agrega un segundo factor, referido a que la lingstica ha privilegiado siempre la palabra sobre la escritura; una razn adicional para no reflexionar sobre los procesos de la lectura. La semitica, por su parte, se ha interesado sobre todo en las obras literarias consideradas excepcionales, lo cual la ha llevado automticamente a una especie de fascinacin por la obra y, a travs de ella, por el autor; esto tiene como correlativo un desinters semitico por los lectores. Finalmente, la sociologa, a pesar de haber estudiado a los lectores, no se ha interrogado por el funcionamiento social de los textos ni por el proceso de lectura.

Estos obstculos llevan a Eliseo Vern a afirmar que los conocimientos se constituyen entonces, por una parte (y sobre todo) sobre los lectores, y por otra, sobre los textos, de modo que estos dos saberes empricos han estado siempre separados. Tal como explica el autor, es necesario comprender la relacin entre los soportes y los lectores, analizar la lectura misma, como prctica social y actividad significante, en tanto que proceso socio-cultural de captura del sentido de un texto, de un discurso. Para lograrlo, propone indagar el denominado contrato de lectura, es decir, la relacin entre un soporte y su lectura. El discurso del soporte por una parte, y sus lectores, por la otra. Ellas son las dos partes, entre las cuales se establece, como en todo contrato, un nexo, el de la lectura. En el caso de las comunicaciones de masa, es el medio el que propone el contrato. Desde esta perspectiva, la historieta -siendo un producto masivo de la industria cultural- propone determinados contratos de lectura, que no son nicos ni definitivos.

El Contrato de lectura nunca es explcito, y su objetivo es que los lectores continen consumiendo el medio por un largo perodo en el tiempo. Es decir que el xito de un soporte se mide por su capacidad de proponer un contrato que se articule correctamente a las expectativas, las motivaciones, los intereses y los contenidos del imaginario de los lectores y de su grupo social de pertenencia. En similitud con lo explicado por Umberto Eco, desde la perspectiva de Vern un discurso construye una cierta imagen del enunciador y del destinatario, del nexo entre ambos. El enunciador, a su vez, posiciona de una manera particular al destinatario.

Desde los aportes de los Estudios Culturales, David Morley (1996) analiza los procesos de produccin de sentidos en su articulacin con el contexto institucional, econmico y material; ya que los fundamentos sociales y materiales son imposibles de separar del anlisis de los fenmenos culturales. Es por esto que establece que en la recepcin de los mensajes de los medios, intervienen y condicionan diversos cdigos culturales, () la posicin estructural de los receptores brinda parmetros para la adquisicin de cdigos culturales, que estructuraran, posteriormente, el proceso decodificador. Morley retoma el concepto de subculturas propuesto por Murdock (1973) y explica que las mismas refieren a los sistemas de sentido y los modos de expresin elaborados por grupos en sectores particulares de la estructura social, es decir que representan los sentidos y los medios de expresin a travs de los cuales los grupos subordinados intentan negociar u oponerse al sistema de sentido dominante. De este modo, los miembros de cierta subcultura tendern a compartir una orientacin cultural a decodificar mensajes de un modo particular. Sus lecturas individuales estarn enmarcadas por formaciones y prcticas culturales compartidas, que a su vez estarn determinadas por la posicin objetiva que ocupa el individuo en la estructura social. El autor sostiene que sera conveniente no concebir a la audiencia como una masa indiferenciada de individuos sino como una compleja configuracin de subculturas y subgrupos superpuestos, en los que se sitan los individuos, lo cual implica que al indagar el proceso de recepcin en relacin con los medios se deben examinar los mecanismos por los cuales la audiencia incorpora y construye los sentidos que el medio le ofrece. Desde esta perspectiva todo consumo implica la produccin de sentidos por parte del consumidor, el consumo es un proceso general de la construccin de sentido y es por esto que el investigador realiza una lectura de las lecturas, interpretando los sentidos que las audiencias construyen.

Al comprender el consumo cultural como () un proceso en el que los actores sociales se apropian y hacen circular los objetos atendiendo a su valor simblico y a travs de este valor simblico interactan, resignifican y asignan sentido a sus relaciones y construyen sus identidades y diferencias, las historietas -como objetos culturales- ya no son slo productos materiales, sino que poseen un valor simblico que se genera en la trama de relaciones intersubjetivas entre los sujetos. La historieta () participa activamente en la conformacin de subjetividades y en la construccin de identidades, construye imaginarios y los proyecta. Teniendo en cuenta que las identidades son representaciones socialmente construidas y que, en tanto unidades de sentido, las representaciones sociales organizan la percepcin de la experiencia, (...) orientan y dan sentido a las prcticas sociales que esos actores desarrollan en relacin con ellas, y son modificadas a travs de tales prcticas y que el discurso no surge de la nada. () El discurso refleja sus puntos de vista, su visin del mundo. Comprender el discurso es comprender esta visin del mundo, el anlisis que se desarrollar en este captulo acerca del pblico consumidor de las obras de Alberto Montt y su vnculo con el autor, incluye la indagacin sobre los tipos de imaginarios que el autor construye en sus historietas, las reacciones y respuestas de los lectores ante stos y si se observan modificaciones respecto a los imaginarios que Montt transmite a lo largo del tiempo, con el fin de proporcionar una mirada integral del discurso all presente, los sentidos que habilita y los que se propone clausurar.

Los aportes desarrollados por diversas lneas de investigacin durante fines del siglo XX y principios del siglo XXI son retomados y profundizados hasta el presente, por autores que de algn modo reactualizan las teoras y metodologas propuestas, tomando como objeto de estudio los nuevos medios de comunicacin y los procesos socioculturales que stos conllevan. Sebastin Gago (2012) explica que es necesario indagar la lectura de historietas como un proceso de significacin en el cual la construccin social de sentido no se circunscribe slo al proceso de produccin realizado por el codificador sino que tambin abarca las prcticas de consumo de los decodificadores. En coincidencia con David Morley (1996), el autor seala que en la historieta hay una mediacin y un condicionamiento de cdigos culturales, construidos en relacin con los distintos perodos histricos de consumo, los grupos de referencia social (dentro de los cuales son significativas la transmisin hereditaria y la adquisicin de recursos intelectuales) y los poderes que all se ponen en juego, todos ellos factores contextuales que combinados con las condiciones de sexo, edad y la estructura de clases sociales, contribuyen a entender la posibilidad de mltiples lecturas en presencia de un discurso.

Federico Reggiani (2010) toma como eje los aportes de Eliseo Vern y utiliza en el anlisis de las historietas ciertas herramientas conceptuales de la lingstica y la semitica; indaga el modo en que historietas concretas proponen un contrato de lectura a partir de la construccin de una instancia de enunciacin que incluye todos los materiales significantes: los modos de publicacin -revistas, libros, diarios, internet- y sus correspondientes paratextos. Propone entonces dos lneas de anlisis: por un lado la enunciacin enunciada, los modos explcitos en que un relato se da a conocer (por ejemplo, cuando un personaje se hace cargo de la situacin enunciativa), que abarcan no slo los decticos sino todo el material significante. Por otro lado es necesario analizar la instancia superior e impersonal que se halla detrs de cualquier narrador que instaure una historieta: quin organiza la pgina? Quin dibuja, quin encuadra?. Al complementar estos ejes de indagacin sobre los modos en que una historieta muestra su instancia de enunciacin, Reggiani (2010) concluye: () la historieta establece siempre una enunciacin mltiple, no personalizable, como en la literatura, pero sin un foco unificador como el cine. La historieta es un medio polifnico en su propia constitucin como lenguaje. En segundo lugar, la historieta exhibe su carcter de construccin al mostrar sobre la pgina el montaje de todos los elementos que la conforman y, sobre todo, al volcar sobre el plano la sucesin.

Carlos Scolari (2008) retoma la propuesta analtica de Jess Martn Barbero e indaga las hipermediaciones, definidas stas como una () trama de reenvos, hibridaciones y contaminaciones que la tecnologa digital, al reducir todas las textualidades a una masa de bits, permite articular dentro del ecosistema meditico. Las hipermediaciones, entonces, llevan a indagar la emergencia de nuevas configuraciones, que van ms all de los medios tradicionales. En el contexto de la comunicacin digital, el usuario se convierte en el eje de los procesos comunicativos, el contenido es la identidad de los medios, el multimedia es el nuevo lenguaje y el hipertexto es la gramtica. Las nuevas formas de comunicacin se diferencian de las tradicionales debido a:

La transformacin tecnolgica (digitalizacin), que refiere al tipo de materialidad que subyace a las nuevas formas de comunicacin. La configuracin muchos-a-muchos (reticularidad). Las estructuras textuales no secuenciales (hipertextualidad).

La convergencia de medios y lenguajes (multimedialidad).

La participacin activa de los usuarios en una red (interactividad).

El autor destaca adems que, en los medios digitales, los usuarios tienden a convertirse en productores textuales y, al interactuar en red, aumentan la entropa del sistema: la interactividad de los medios digitales acenta an ms la disolucin de algunas categoras de anlisis, como emisor y receptor. Este nuevo tipo de subjetividad se puede resumir en la figura hbrida del prosumidor, una combinacin entre el productor y el consumidor.

El nuevo ecosistema comunicacional reconfigura los procesos de intercambio simblico, ya que las tecnologas digitales han puesto en marcha dinmicas cognitivas y culturales a las que debe prestarse atencin, pasando del objeto al proceso. A diferencia del consumo contrahegemnico de las mediaciones, en las hipermediaciones () el usuario colabora en la produccin textual, la creacin de enlaces y la jerarquizacin de la informacin. El estudio de las mediaciones se insertaba adems en un contexto donde los medios de masas, segn Barbero, cumplan un rol fundamental; ese proceso -segn Scolari- hoy est en discusin: ni las identidades colectivas ni los medios masivos tienen el poder o la homogeneidad de aquel entonces. Asistimos a una desmasificacin de la informacin y a una fragmentacin de las identidades. Por otro lado, las hipermediaciones se centran en la confluencia de lenguajes, la reconfiguracin de gneros y la aparicin de nuevos sistemas semiticos, y no en ciertos medios como la radio o la prensa, o en determinados lenguajes como el televisivo o el cinematogrfico. A pesar de estas divergencias, Scolari aclara que las hipermediaciones no niegan las mediaciones a las que refiere Barbero, sino que observan y ponen en discurso los procesos comunicacionales desde una perspectiva diferente, que tambin reivindica el rol activo del receptor: las hipermediaciones emergen del ecosistema de los medios masivos y lo transforman. En relacin con los cambios mencionados por Scolari entorno a la comunicacin digital, David Caldevilla Domnguez (2010) destaca que las Redes son formas de interaccin social, definida como un intercambio dinmico entre personas, grupos e instituciones en contextos de complejidad. Un sistema abierto y en construccin permanente que involucra a conjuntos que se identifican en las mismas necesidades y problemticas y que se organizan para potenciar sus recursos (). El autor enlaza esta idea con la cultura de la web 2.0, donde las redes sociales nacen como una reunin de personas, conocidas o desconocidas, que interactuarn entre s, redefiniendo al grupo y retroalimentndolo.Caldevilla Domnguez destaca cuatro fines que fomentan el uso de las redes sociales:

- Mantenimiento de amistades: refiere a la posibilidad que las redes ofrecen respecto a seguir en contacto con personas que, de no ser por estas plataformas web, iran perdiendo relacin.

- Nueva creacin de amistades: si bien las redes incitan a mantener el contacto entre personas que se conocen, cada una de las personas que participa relaciona de una forma u otra a sus contactos con segundas o terceras personas, que pueden a su vez interactuar y conocerse.

- Entretenimiento: aunque las redes sociales sirven para interactuar y acrecentar las relaciones, tambin hay un perfil de usuarios que las utiliza como portal de entretenimiento.

- Gestin interna de organizaciones empresariales: refiere a empresas dentro de cuya estructura se crean redes sociales privadas para agilizar trmites, comunicaciones, conferencias, informes o se crean otras redes simplemente para poder estar en contacto con profesionales del sector, tanto a nivel laboral como personal. Estas caractersticas dan cuenta del alto nivel de interaccin y masividad que logran las redes sociales gracias a los propios usuarios, cuya relacin entre s () pasa de ser vertical a ser horizontal, posibilitando una igualdad ficticia, que propicia el caldo de cultivo necesario para que cualquier internauta se convierta tanto en emisor, produciendo sus propios contenidos, como transmisor () e incluso como receptor de informacin. Es decir que, en estrecho vnculo con la interactividad, Caldevilla Domnguez destaca la multiedicin y retroalimentacin, en referencia a la participacin colectiva en la creacin de contenidos e informacin que circula en las redes sociales. Mariana Maestri (2009) propone analizar las redes sociales, los blogs y las comunidades virtuales utilizando las herramientas tericas elaboradas por Erving Goffman. A partir de su investigacin sobre la presentacin del yo en la vida cotidiana, Goffman analiza las interacciones mediadas por las tecnologas. Partiendo de este enfoque, el blog o las redes sociales son el escenario en el que el yo pone en accin diversas estrategias de presentacin de s mismo. De este modo, al interactuar, cada usuario desarrolla una representacin que est ligada a una rutina preestablecida. Estos espacios digitales, explica Maestri, podran entenderse como la fachada en la cual se visibiliza el rol y la apariencia que se desea representar. Teniendo en cuenta que es en las redes sociales donde se puede observar concretamente la interaccin entre usuarios -ya sean productores o receptores de los contenidos difundidos-, y que del total de usuarios de Internet en Amrica Latina, 32,5 por ciento tienen entre 15 y 24 aos de edad; y 28,2 por ciento tienen entre 25 y 34 aos de edad, es importante hacer referencia al concepto de nativos digitales. El mismo remite a aquellos individuos que nacieron y fueron educados en un contexto determinado por las tecnologas, las cuales imponen () modos perceptuales, formas de relacionarse con los otros y maneras de acceder y conectarse con la realidad y que por lo tanto poseen nuevas competencias cognitivas y perceptuales. Al respecto, ya en el ao 1999 Martn Barbero afirmaba que () estamos ante un cambio en los protocolos y procesos de lectura, que no significa, no puede significar, la simple sustitucin de un modo de leer por otro, sino la compleja articulacin de uno y otro, de la lectura de textos y la de hipertextos () y dentro de este proceso el autor distingua a los jvenes como () sujetos dotados de una 'plasticidad neuronal' y elasticidad cultural que () es ms bien apertura a muy diversas formas, camalenica adaptacin a los ms diversos contextos y una enorme facilidad para los 'idiomas' del video y el computador. La plasticidad neuronal a la que refiere Barbero, justamente, est vinculada a la sensibilidad que se construye a travs de la prctica, de la experiencia y el contacto desde la infancia con determinadas tecnologas, cuyo lenguaje es diferente al que poseen los medios de masas tradicionales. Sandra Valdettaro (2009) explica que en el presente asistimos a una complejizacin de la mediatizacin, en la cual los conceptos de lector modelo de Umberto Eco y contrato de lectura de Eliseo Vern no logran por s mismos dilucidar las lgicas de la recepcin, porque lo que ha mutado, justamente, son las condiciones del reconocimiento. Las audiencias actuales -quiero decir los usuarios empricos, reales- no tienen nada que ver con la audiencia en tanto artefacto construido por tcnicas estadsticas o cualitativas. La autora propone entonces a la sociosemitica como el enfoque que permite optimizar los conocimientos producidos tanto por el cuantitativismo como por el cualitativismo-culturalista: una de las hiptesis de dicha semitica es la de la radical asimetra entre produccin y reconocimiento, y la articulacin entre ambas instancias es su objeto de estudio, es decir que esta perspectiva apunta a dilucidar las modalidades del vnculo establecido entre audiencias y formatos mediticos en el marco de la vida social de los lenguajes. Valdettaro explica que es en el caso de la web donde la diferencia entre produccin y reconocimiento adquiere mayores grados de complejidad: siendo Internet un meta-medio, no resulta posible analizarlo en general, sino que cada vez supone operaciones metodolgicas especficas de construccin de corpus. La autora advierte que la adjetivacin de estas redes como interactivas o colaborativas puede llevar a adjudicar un alto grado de libertad a las prcticas de consumo de los usuarios y, por lo tanto, a un borramiento de las fronteras entre produccin y recepcin. Si bien el aumento del grado de libertad en recepcin en la web es real comparndolo con otros medios, los contenidos promovidos por las redes suponen operaciones de indicacin de itinerarios y recorridos que van reglando la actividad de los usuarios y produciendo un efecto de institucionalizacin.

Al identificar y caracterizar los colectivos de enunciacin actuantes y sus relaciones con los usuarios, la autora distingue entre los colectivos de enunciacin corporativos -los cuales estn fuertemente institucionalizados y cuyas estrategias retricas no difieren demasiado de las de los colectivos tradicionales de otros formatos audiovisuales o visuales (el texto impreso, por ejemplo) y que, por lo tanto, podran abordarse con las herramientas clsicas de las disciplinas ya mencionadas- y las opciones de comunicacin de tono colaborativo -expresadas en las llamadas redes sociales. Respecto a stas ltimas, Valdettaro sostiene que los tipos de componentes que se enlazan en las redes sociales generan dominios de diverso tipo: psicolgicos, afectivos, identitarios, econmicos, jurdicos, estticos, religiosos. El tipo de conexin que se establece en las redes depende de las caractersticas de dichos componentes, en tanto pegamentos de las asociaciones. Por lo tanto, la tarea de definir los colectivos actuantes en la red (es decir, la produccin de un nosotros), depender de la capacidad del analista de captar la especificidad de los ingredientes que amalgaman los vnculos. Partiendo de esta perspectiva, () el enfoque que ms se adeca a la investigacin es, en trminos de Latour (2008), una sociologa de las asociaciones, o una teora del actor-red () basadas en operaciones de traduccin de los detalles que ensamblan los vnculos.La propuesta metodolgica de la autora, para estudiar las actuales audiencias, consiste en operaciones que implican una vigilancia epistemolgica continua y un control emprico sistemtico: situarse en la interfaz produccin/reconocimiento e intentar determinar, cada vez, su fisonoma; rastrear la gramtica de los vnculos que en cada caso est operando; inferir, a partir de ello, los distintos tipos de efectos producidos.

Guadalupe Lpez y Clara Ciuffoli (2012) centra su anlisis en una red social especfica, Facebook, la cual es parte de un escenario cultural donde estamos recuperando formas del saber que habamos perdido, que nunca vuelven a ser como eran en la era previa a la digitalizacin, pero s reviven y reposicionan aspectos de la humanidad que an no se haban dado en los entornos virtuales, como por ejemplo la conversacin, la espontaneidad, la corporalidad y la bsqueda de una identidad con mltiples dimensiones. Las autoras definen esta red como (...) un espacio en el que convergen plataformas, herramientas, y formas de comunicacin que estaban presentes en el ecosistema meditico (), como por ejemplo, blogs, foros y otros espacios de conversacin en Internet; () no es un lugar en potencia, posible, sino que existe y tiene consecuencias en la vida de las personas que participan. (...) Facebook es, desde sus comienzos, un espacio de virtualizacin de las relaciones sociales. All trasladamos nuestra identidad offline a la red, ya que siempre hay un yo que comunica, que dice, que publica, que comenta, lo cual indica que esta plataforma constituye () una genuina expresin de las tecnologas del yo, en las que el autor, sin ningn tipo de intermediacin editorial y gracias a un sistema muy eficiente de gestin de contenidos, se convierte en un global publisher, una voz personal que puede hablarle a todo el mundo. Segn las autoras, en esta red social prevalece la metfora de la publicacin (muro, comentario, etc.) y la metfora de la conexin (ser amigo, ser fan, etc.). Lejos de la distante relacin autor/ lector propia de la cultura de lo impreso, "(...) no hay lugar para el pblico lector "imaginario". La participacin remite a identidades que estn por fuera de la red, que se reconstruyen y reafirman en Facebook. Las figuras del "comentador" y "circulador" de informacin adquieren relevancia en la vida de la red, relativizando la figura moderna del "autor" como "creador" y la idea de "obra cerrada", propias de la cultura impresa. Los textos, en Facebook, estn "amarrados" a su autor, y abiertos, a la vez, para ser tomados por comentadores y circuladores.

De este modo, la conversacin entre autor/ lector se instaura como un dilogo de ida y vuelta, inmediato y horizontal, puesto que dentro de la red todos tienen la misma jerarqua: la divisin entre autor y lector se desdibuja, y el lugar que cada uno adopta en el intercambio est dado por la posicin ocupada en cada conversacin en particular. Es decir que -desde el aporte de Guadalupe Lpez y Clara Ciuffoli- Facebook, por un lado, ha heredado caractersticas de la cultura del ciberespacio, como la fugacidad y la desterritorializacin, con fronteras ms difusas entre lo pblico-privado. Pero, por otro, intenta reproducir las restricciones y posibilidades de los lugares analgicos: la identificacin de espacios pblicos o de mayor circulacin (como el muro), lugares de reunin (como los grupos), y lugares de conversaciones privadas (como los mensajes). Mnica Eliana Garca Gil y Arturo Usctegui Maldonado (2011) explican que la mediacin tecnolgica posibilita nuevas formas de interaccin que implican una dimensin prctica, una dimensin cognitiva y una dimensin esttica. La primera de ellas refiere a las condiciones de organizacin social, a la definicin de medios, fines, objetos y relaciones intersubjetivas que las tecnologas propician. En tanto que prctica remite a los comportamientos, las actitudes y las representaciones de los usuarios directos o indirectos de las herramientas. La dimensin cognitiva remite a las condiciones empricas y trascendental-histricas del conocimiento, las cuales condicionan el desarrollo, la aplicacin de las destrezas y los usos tcnicos. La dimensin esttica est vinculada con la experiencia sensible que las tcnicas potencian o inhiben selectivamente. Tiene lugar entonces una informacin cada vez ms diversificada y especializada, consumida por audiencias fragmentadas que seleccionan sus mensajes, particularizando la oferta que reciben. Ya no se trata de una audiencia masiva frente a mensajes simultneos y uniformes, y esto conlleva cambios en las formas de produccin, representacin y relacin. Teniendo en cuenta que Facebook (1.110 millones de usuarios activos mensuales en el mundo) y Twitter (218 millones de usuarios activos al mes) son las redes sociales ms populares, es necesario retomar los aportes de Libertad Borda entorno al concepto de fan (o seguidor en el caso de Twitter), central en ambas plataformas. Segn la autora, en la actualidad el fanatismo puede considerarse como un fondo de recursos diversos disponible -integrado por prcticas, actitudes, expectativas y modos de relacin y comunicacin- para la construccin de identidades colectivas e individuales, tanto duraderas como fugaces. La disponibilidad de este fondo de recursos, explica Borda, abarca a todos los participantes en el circuito de distribucin de mercancas culturales, la fanificacin de las audiencias es un proceso en el que actan -con distintos intereses y objetivos- tanto consumidores como productores. La industria selecciona estratgicamente determinados rasgos del fondo de recursos, descartando aquellos que no le garanticen el control de la actividad que alientan en sus consumidores. Las prcticas fan estn () atravesadas por lgicas que les son propias, por ms que en muchos casos resultan funcionales a la industria, como el acento puesto en la reciprocidad ms que en la acumulacin, o en la performance, ms que en la mera difusin. Es decir que Borda concibe al fan como sociograma, concepto definido por Claude Duchet como un conjunto lbil, inestable, conflictivo, de representaciones parciales, centradas en torno a un ncleo, en interaccin unas con otras (citado en Angenot/Robin: 11). La inestabilidad mencionada refiere a que las recurrencias que participan en la construccin del sociograma nunca llegan a estabilizarse totalmente, puesto que siempre pueden ser contradichas por un nuevo enunciado. Los aportes de Libertad Borda son imprescindibles para abordar el anlisis de los lectores de Alberto Montt y su interaccin en las redes sociales, teniendo en cuenta que, hasta mayo del 2014, ms de 130.000 personas indicaron que les gusta la pgina Dosis Diarias de Alberto Montt.

Tal como explica la autora, desde su creacin en 2004 hasta abril de 2010, Facebook incluy como posibilidad el botn hazte fan de, aplicable a cualquier persona, objeto o sintagma que figurara como nombre de una pgina en el sistema. A pesar de que luego esta opcin haya sido reemplazada por el de me gusta, () ya nada puede borrar la ampliacin semntica que probablemente este uso haya impreso en el discurso social. De hecho, por ms que Facebook haya cambiado su botn, los sitios web que incluyen enlaces hacia esta red siguen diciendo: si quers hacerte fan de..... Sin embargo, declararse en las redes sociales como fan o seguidor de determinada persona, no implica estar de acuerdo con todo aquello que sta realiza u opina; los usuarios poseen una mirada crtica que suele expresarse a travs del espacio destinado a los comentarios. Al respecto, Alberto Montt, en su participacin en la mesa redonda sobre humor grfico que se realiz en la Feria del Libro el 3 de mayo de 2014, explic que estar expuestos en las redes sociales es como tener miles de jueces esperando a que cometas un error, y confes que al recibir crticas que no son constructivas opta por bloquear al fan/ seguidor en cuestin. Las redes sociales, al ser medios interactivos, () nos exigen identificarnos con la estructura mental de otro sujeto para comprender los contenidos que comparte, el motivo de su accionar, por qu decide ser fan de pginas y personajes especficos, etc. Esto implica que los fans de Montt, al elegir seguirlo y leerlo a travs de las redes sociales, presuponen que estarn expuestos a consumir un determinado estilo de humor, que se materializa en el tipo de contenidos que comparte y el modo en que lo hace. En trminos de Umberto Eco, podra establecerse que el Lector Modelo construido por Alberto Montt es, en principio, hispanohablante y latinoamericano. Ciertas ilustraciones creadas por Montt apelan al sentido de pertenencia a la cultura latina o, al menos, a la comprensin de ciertos sucesos pasados y contemporneos que ocurren dentro de la misma y a cmo la sociedad en general los tematiza. Esto, sin embargo, es complementado con personajes y consumos que pertenecen a otros pases, es decir que el autor tambin hace referencia a un pblico que paulatinamente comienza a reconocerse como transnacional.A modo de ejemplo:

Montt public estas vietas durante el derrumbe de la mina San Jos (Chile), ocurrida el jueves 5 de agosto de 2010, donde 33 mineros quedaron atrapados a unos 720 metros de profundidad durante 70 das.

La noticia citada por el lector refiere a que, en esa misma semana en que Montt comparti la vieta, el hijo de Carlos Larran - ex senador y presidente de Renovacin Nacional (RN), perteneciente a una familia tradicional y aristocrtica de Chile- atropell y mat a un hombre al manejar alcoholizado y, supuestamente, la familia Larran presion econmicamente a la viuda para que retire los cargos.

El terremoto del Norte Grande de 2014 fue un movimiento telrico ocurrido el martes 1 de abril de ese ao, misma fecha en que Montt comparti la vieta.Montt apela a un lector poseedor de un determinado nivel cultural, sin el cual no estara habilitado a comprender determinados guios que el autor realiza respecto a grandes obras literarias y cientficas, sucesos polticos, autores y msicos consagrados:

El coronel no tiene quien le escriba es una novela corta publicada por el escritor colombiano Gabriel Garca Mrquez en 1961.

Para comprender ciertos dilogos e ilustraciones, el Lector Modelo construido por Montt tambin debe ser consumidor de determinados productos culturales o estar al tanto de sus caractersticas:

Chewbacca es un personaje ficticio del universo de La Guerra de las Galaxias. Montt hace referencia a su modo de hablar, compuesto en su gran mayora de gruidos.

Esta vieta hace referencia a George Raymond Richard Martin, escritor y guionista estadounidense, creador de la serie contempornea Game of Thrones (Juego de Tronos).

Ilustracin referida a Sauron, personaje ficticio que forma parte de la novela y pelcula El Seor de los Anillos.

En el universo ficticio de Star Wars, los Jedi son personajes de gran poder, guerreros con vocacin espiritual; mientras que el ttulo de Darth es un smbolo de poder, usado por aquellos Seores Oscuros que buscaron imponer su voluntad en los otros Maestros. Montt apela a un lector usuario de las redes sociales contemporneas, que conoce las caractersticas de las mismas y el modo en que son conceptualizadas socialmente: Estas referencias podran asociarse con lo expuesto por Mariana Maestri (2009) en cuanto a que Montt construye un Lector Modelo que coincide con las caractersticas de los nativos digitales, individuos que nacieron y fueron educados en un contexto determinado por las tecnologas o -en este caso- que utilizan las mismas como herramientas mediadoras y casi indispensables en su vida cotidiana.A travs de la observacin de la interaccin que los seguidores de Montt sostienen con ste y retomando los aportes de Eliseo Vern respecto a la correcta articulacin del contrato de lectura con las expectativas, las motivaciones, los intereses y los contenidos del imaginario de los lectores, podra establecerse que el soporte logra cierto xito, ya que en trminos generales los lectores comprenden los guios, sarcasmos e ironas que el autor propone, y, en aquellos casos donde algn seguidor no percibe o est en desacuerdo con el sentido que la vieta desea transmitir, el resto de los lectores suele mostrarse a favor de la idea que Montt intenta transmitir. A modo de ejemplo:

Los seguidores de Montt, adems, se interesan por la calidad y el equilibrio de los colores y la caligrafa, as como por las tcnicas que el autor utiliza en sus ilustraciones:

Vinculado a lo explicado por Laura Vazquez, en cuanto a que la historieta construye y proyecta imaginarios que paulatinamente integran la identidad de cada lector, en las siguientes vietas puede apreciarse cmo Montt transmite determinados imaginarios sociales:

En referencia al imaginario social entorno a que los matemticos realizan clculos complejos en situaciones cotidianas sencillas, por el mero hecho de ejercer dicha profesin. Refiere a la concepcin atea de que Dios es un ente imaginario creado por la religin.

Construye el imaginario socialmente reconocido entorno a la bsqueda de rdito por parte de los abogados.

Sugiere que las publicidades, para serlo, siempre son engaosas en algn aspecto.

En cuanto a la psicologa y los libros de autoayuda, Montt construye imaginarios a travs de una perspectiva sarcstica, basada en un discurso que apela a ridiculizarlos y mostrarlos como una prdida de dinero, ya que no aportaran soluciones reales.

En cuanto a las referencias respecto a las dirigencias polticas o al sistema democrtico en s mismo, Montt suele apelar y construir imaginarios vinculados a su falta de transparencia y coherencia. Al observar la interaccin que este tipo de discursos provocan entre los lectores, es posible afirmar que los mismos coinciden con las ideas enunciadas por el autor y utilizan el espacio designado a los comentarios para expresar su insatisfaccin respecto a los representantes polticos:

Es decir que, tal como destacan Guadalupe Lpez y Clara Ciuffoli, la interaccin entre autor/ lector se instaura como un dilogo de ida y vuelta, inmediato y horizontal:

Podra decirse entonces que Alberto Montt construye el vnculo con sus seguidores a travs de valores e imaginarios compartidos, apelando a la transmisin de sentidos especficos sobre cuestiones como el sistema poltico, la justicia, la religin, las nuevas tecnologas y la psicologa, entre otros. Montt refleja en sus vietas la pertenencia a la regin latinoamericana, pero tambin hace referencia a sucesos y protagonistas transnacionales; es decir que espera que sus lectores estn informados sobre lo que sucede local y globalmente. Para comprender los sentidos habilitados en sus producciones es necesario poseer un determinado nivel de conocimiento entorno a referentes y obras cientficos, literarios y musicales, as como tambin respecto a sucesos polticos y productos culturales extranjeros.

Sus seguidores demuestran inters en el estilo grfico, el cuidado de la imagen y la tipografa, el uso de colores y formas y las tcnicas con las que Montt crea sus producciones. A travs del espacio destinado a los comentarios hacen notar sus exigencias entorno a la calidad de las vietas y a las modificaciones en los rasgos de los personajes.

Montt apela a una comunidad de lectores usuaria de las redes sociales y las nuevas tecnologas, conocedora de sus caractersticas, su modo de funcionamiento y los imaginarios sociales construidos entorno a las mismas. Son usuarios que a su vez descreen del profesionalismo, la capacidad resolutiva y la efectividad de los libros de autoayuda y la psicologa en general. Estas mismas estrategias de ridiculizacin y desconfianza son aplicadas respecto a los representantes polticos, el sistema democrtico y la justicia: todos ellos son personificados como corruptos, burocrticos y ajenos al apoyo social.

En general los lectores comparten la visin del mundo expresada en los dilogos y las ilustraciones de Alberto Montt, y cuando alguno de los seguidores expresa su desacuerdo con el modo en que est representado determinado imaginario, el autor suele responder de manera burlona, sarcstica y en algunos casos reacio a las crticas. Sin embargo, por lo general, el resto de los lectores festeja este tipo de interaccin y ridiculiza a quien no est de acuerdo con la vieta en cuestin, apelando a que quien lo critica no ha comprendido el estilo humorstico de Montt. Es decir que en el caso de Alberto Montt, tal como establece Umberto Eco, es posible hallar una particular estrategia textual (y grfica), ya que sus ilustraciones y los dilogos en ellas presentes hacen referencia a un lector portador de diversas competencias que hacen posible la comprensin del sentido expresado en las vietas. Con el fin de construir un determinado lector apela al uso de un idioma especfico, a la eleccin de contenidos que exigen la capacidad de recordar ciertos hitos cientficos, literarios, culturales o polticos, y al uso y consumo de medios de comunicacin contemporneos. A travs de estas estrategias, no slo formula una hiptesis del Lector Modelo, sino que se define a s mismo en cuanto sujeto enunciador, portador de determinadas caractersticas, gustos y consumos. Al respecto, Alberto Montt explica que ciertamente debe haber sintona entre sus propias motivaciones, inquietudes y consumos y los de sus lectores: () porque probablemente los libros que le yo son los mismos que leste t, tambin vi El Chavo del Ocho, tenemos los mismos conocimientos, vimos las mismas pelculas, nos gust la misma gente. () Vivimos las mismas penurias de ser un latinoamericano y las mismas bondades de ser un latinoamericano. Soy tremendamente bolivariano, yo amo Latinoamrica.

Tal como explica Andrs Valenzuela (2012), () lo que consigui el chileno fue aglutinar a un pblico que empez a conformarse lentamente con el ascenso de las redes sociales y que, a grandes rasgos, se podra caracterizar como jvenes (en sentido amplio) de clase media urbana e instruida (nuevamente, en sentido amplio) y con intereses artsticos afincados en la cultura pop.Las vietas, las temticas en ellas tratadas y el estilo humorstico de Montt son comprendidas por los lectores y provocan un alto nivel de interaccin, justamente, porque representan los consumos, las experiencias y los imaginarios de sus seguidores. Tanto el autor como sus lectores se muestran exigentes respecto a la calidad en el diseo y, a la hora del humor, ambos valoran la irona y el ingenio. No en vano muchos chistes estn vinculados con () el diseo, sea en alusiones a grficos, colores o esquemas; o a la cultura pop compartida, como La Guerra de las Galaxias o los superhroes, explica Andrs Valenzuela (2012). Es decir que, en los trminos de Sandra Valdettaro, en el caso de Alberto Montt y sus seguidores, los componentes que en este caso se enlazan en las redes sociales generan dominios de tipo identitario. Los recursos, personajes y tpicos recurrentes en las producciones del humorista trasandino hacen del lector un cmplice. Es un humor amplio, pero que involucra al lector, le hace sentir que debe entender o estar al tanto de ciertas cosas, sea ese algo un detalle sobre la creacin del mundo segn la Biblia, el color de los sables luz o ciertas expresiones idiomticas populares.Podra establecerse, a partir de los aportes de David Morley, que los seguidores de Alberto Montt pertenecen a una misma subcultura, ya que comparten sistemas de sentido y de expresin y es por ello que tienden a compartir una orientacin cultural que les permite decodificar de un modo particular los mensajes transmitidos por Montt. Esto no niega la posibilidad de que en muchos casos los lectores estn en desacuerdo con el discurso emitido por el autor, ya que todo consumo implica tambin la produccin de sentidos por parte del consumidor, el cual podra entenderse como un prosumidor, en trminos de Carlos Scolari. Los lectores utilizan el espacio dedicado a los comentarios para expresar su acuerdo o desacuerdo con el sentido transmitido en las vietas y, en algunos casos, para profundizar la temtica tratada e interactuar con el resto de los lectores.

Al respecto, es interesante observar que los seguidores de Montt no consumen sus producciones slo como modo de entretenimiento sino que en muchos casos evalan y debaten sobre los sentidos habilitados por las mismas.A partir de los aportes tericos desarrollados a lo largo de este captulo, es posible afirmar que tanto la semitica como los estudios culturales y las teoras de la recepcin continan siendo adecuados como herramientas de anlisis en el actual contexto del consumo, comprendiendo a ste como un proceso activo donde intervienen diversos factores, como las competencias culturales, las experiencias anteriores de consumo y las competencias textuales, entre otros. Como explica Federico Reggiani (2008), () la publicacin, la circulacin y el efecto de cada tira no se limitan por lo tanto a la aparicin en el diario y, eventualmente, en libros recopilatorios, sino que se incorporan a medios con un contrato de lectura impredecible, o por lo menos completamente diverso del que proponen los medios impresos. Tal como se menciona en el captulo 3 del presente trabajo, Internet y el libro no son meros formatos para la difusin de historietas, sino soportes que cambian la manera de producir y consumir las mismas, lo cual implica modificaciones en el contrato de lectura que se construye entre sus productores y consumidores. A travs de Internet, la relacin entre autor y lector se ha horizontalizado, la interaccin entre ambos es permanente y todo lector es partcipe, opina y se involucra, caractersticas todas estas visibles tambin en el caso de Alberto Montt y sus seguidores. Esta forma de relacionarse podra homologarse con el contrato de lectura de simetra propuesto por Eliseo Vern (1985), el cual -a diferencia del contrato de complementariedad- consiste bsicamente en una relacin de igual a igual, con estrategias que tienden a generar complicidad, confianza, familiaridad (registro informal, uso del tuteo, nosotros inclusivo, etc.). Esto, sin embargo, no excluye la existencia de algn grado de asimetra en la construccin de sentido, ya que la actividad del lector consiste siempre en la deconstruccin de la materialidad textual para encontrar las huellas, los indicios () que le permitan construir el discurso, tarea que puede recomenzar con cada nueva lectura del texto: Un discurso no es, pues, una realidad evidente, un objeto concreto ofrecido a la intuicin, sino el resultado de una construccin. VAZQUEZ, Laura. La construccin de la historieta como objeto de estudio en la argentina: comunicacin, lenguaje y poltica (1960-1980), en Narrativa grfica, 2012.

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