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    El Padrenuestro.Interpretacin catequticaantigua y modernaANTOLOGA EXEGTICA DEL PADRENUESTRO

    Sabugal Garca, Santos

    Ediciones Sgueme, S.A.1 ed., 6 Impresin 1997

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    TABLA DE CONTENIDO

    PADRENUESTRO ............................................................................................ 4

    I. Dos hechos (o ejercicios) motivadores ..................................................... 4

    II. El texto del padrenuestro y su contexto.................................................. 6

    III. El tejido del texto ................................................................................... 7

    IV. Mensaje global y catequesis del padrenuestro ...................................... 8

    V. El padrenuestro en las etapas de la catequesis ......................................10

    ANTOLOGA EXEGTICA DEL PADRENUESTRO ..............................................14

    Padre nuestro que ests en los cielos ...........................................................23

    Santificado sea tu Nombre ...........................................................................41

    Venga tu reinado ..........................................................................................71

    Hgase tu voluntad as en la tierra como en el cielo ...................................118

    El pan nuestro de cada da dnosle hoy ......................................................153

    Perdnanos nuestras deudas, as como nosotros hemos perdonado a

    nuestros deudores ......................................................................................195

    Y haz que no sucumbamos a la tentacin ...................................................233

    Ms lbranos del Maligno............................................................................267

    Conclusin ..................................................................................................288

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    PADRENUESTRONDC

    SUMARIO: I. Dos hechos (o ejercicios) motivadores: 1. Para que conozcas el fundamento

    de las enseanzas que has recibido (Le 1,4); 2. Nombre y apellidos del padrenuestro. II. Eltexto del padrenuestro y su contexto. III. El tejido del texto. IV. Mensaje global y catequesisdel padrenuestro. V. El padrenuestro en las etapas de la catequesis: 1. Etapa de la familia: elpadrenuestro vivido; 2. Etapa de la infancia y de la niez: el padrenuestro aprendido; 3.Etapa de la juventud: el padrenuestro comprendido; 4. La catequesis de adultos: elpadrenuestro encarnado.

    El tratamiento de esta catequesis del padrenuestro se ha intentado elaborar no de formaexpositiva, sino ms bien de manera catequtica. As, el propio catequista en su ejercicio deasimilacin de estas pginas reelaborar creativamente en cada lectura todas las temticasimplicadas en la expresin catequesis del padrenuestro. El ltimo apartado no quiere serfinal de esta catequesis, sino punto de partida de un nuevo itinerario catequtico delpadrenuestro, porque, como se indica en el Directorio general para la catequesis, espedaggicamente eficaz hacer referencia a la catequesis de adultos y, a su luz, orientar lacatequesis de las otras etapas de la vida (DGC 171).

    I. Dos hechos (o ejercicios) motivadores

    1. PARA QUE CONOZCAS EL FUNDAMENTO DE LAS ENSEANZAS QUE HASRECIBIDO (Lc 1,4). En todas las pocas de la historia de la comunidad cristiana, y desdetodas las pticas y lenguas, puede hoy un catequista encontrar y saborear un comentario al

    padrenuestro. El espacio aqu dedicado no sera suficiente para citar tan solo las referenciasbibliogrficas de tales comentarios1. Resulta gratificante descubrir que en todo tiempo ylugar, los seguidores de Jess han expresado de formas y maneras tan variadas laexperiencia de la fe, la certeza de saberse y de sentirse hijos del nico Padre y hermanos dela misma familia. Esta confesin de fe, hecha tradicin viva en los comentarios alpadrenuestro, es testimonio existencial del telogo y del catequista, del exegeta y delhistoriador, del pastor y del liturgista, del educador y del homileta, del mstico y delmisionero, del profeta y del filsofo, del catlico y del protestante, del oriental y deloccidental... Cmo no ver, pues, en este hecho un signo de unidad que rompe toda fronterade lengua, ideologa, sexo, religin, rito, cultura... y hace de los seguidores de Jess unacomunidad de hermanos?

    Esta elemental constatacin histrica y teolgica nos indica que fueron (y siguen siendo)firmes aquellos cimientos slidos de la fe cristiana que se iban colocando en las etapas de lacatequesis bautismal, como nos lo recuerdan y actualizan estos textos del ltimo ysignificativo documento eclesial sobre la catequesis: El tiempo de purificacin e iluminacin,que proporciona una preparacin ms intensa a los sacramentos de la iniciacin, y en el quetiene lugar la entrega del Smbolo y la entrega de la oracin del Seor (DGC 88). Lapreparacin inmediata al bautismo, por medio de una catequesis doctrinal, que explicaba elSmbolo y el padrenuestro, recin entregados, con sus implicaciones morales (DGC 89).

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    La riqueza de la tradicin patrstica y la de los catecismos confluye en la catequesis actualde la Iglesia, enriquecindola tanto en su misma concepcin como en sus contenidos.Recuerdan a la catequesis los siete elementos bsicos que la configuran: las tres etapas dela narracin de la historia de la salvacin: el Antiguo Testamento, la vida de Jesucristo y lahistoria de la Iglesia; y los cuatro pilares de la exposicin: el smbolo, los sacramentos, eldeclogo y el padrenuestro. Con estas siete piezas maestras, base tanto del proceso de la

    catequesis de iniciacin como del proceso permanente de maduracin cristiana, puedenconstruirse edificios de diversa arquitectura o articulacin, segn los destinatarios o lasdiferentes situaciones culturales (DGC 130; cf IC 40-43).

    2. NOMBRE Y APELLIDOS DEL PADRE NUESTRO. Junto al primer ejercicio realizado conel objetivo de constatar la pluralidad de comentarios del padrenuestro, resultara interesanteacercarse a alguno de ellos e ir tomando nota de cmo se le denomina al padrenuestro, esdecir, con qu apellidos se va precisando su nombre de padrenuestro y su identidad dentrode la fe cristiana. A modo de inicio de esta propuesta, ofrecemos algunas sugerencias. Nosacercamos al amplio comentario del ltimo catecismo eclesial, y lo primero queencontramos, ya en el ttulo, es esta identidad de nombre y apellidos del padrenuestro: laoracin del Seor. Poco despus, el siguiente texto nos lo aclara: "La oracin dominical es,en verdad, el resumen de todo el evangelio" (Tertuliano, Or. 1). "Cuando el Seor hubolegado esta frmula de oracin, aadi: `Pedid y se os dar' (Lc 11,9). Por tanto, cada unopuede dirigir al cielo diversas oraciones segn sus necesidades, pero comenzando siemprepor la oracin del Seor que sigue siendo la oracin fundamental" (Tertuliano, Or. 10) (CCE2761).

    Esta oracin dominical, resumen de todo el evangelio, es la ms perfecta de las oraciones,la oracin del cristiano o el compendio de toda nuestra oracin, como bien expresabasanto Toms (Sum. Theol. II-II 83, 14 ad 3); y confirma el ltimo Directorio: El padrenuestro,condensando la esencia del evangelio, sintetiza y jerarquiza las inmensas riquezas deoracin contenidas en la Sagrada Escritura y en toda la vida de la Iglesia. Esta oracin,propuesta a sus discpulos por el propio Jess, trasluce la confianza filial y los deseos msprofundos con que una persona puede dirigirse a Dios (DGC 115).

    Con apellidos semejantes califica la identidad del padrenuestro santa Teresa, que exhortabaa sus hermanas a rezar el padrenuestro como gua segura de oracin vocal y contemplativa(Camino de perfeccin, 24). En este mismo sentido, y sirvindose de una preciosa imagenevanglica y bautismal, se expresaba la Asamblea sinodal de Berna (Suiza) en 1532: Elpadrenuestro es la verdadera oracin cristiana, el odre o recipiente de agua para queextraigamos la gracia de su fuente, que es Jesucristo, y llene nuestro corazn (BRSK 53).Y es conveniente recordar, por su profundo y significativo sentido ecumnico, que paraLutero el padrenuestro es fuente perenne de espiritualidad: Pues yo, an hoy en da, mamodel padrenuestro como un lactante, bebo y engullo como un viejo y no puedo saciarme 2.

    Una vez esbozado el ejercicio de bsqueda de los que hemos llamado apellidos delpadrenuestro, dejamos que sea el lector y catequista quien lo prosiga en su tarea depermanente formacin y enriquecimiento. Pero antes, y a modo de sntesis, podemosretener estas dos sugerencias de los estudiosos. La primera, de Ulrich Luz: El usoconstante del padrenuestro ha hecho que apenas exista un texto cristiano con tan ampliainfluencia en la espiritualidad, culto divino, instruccin y dogmtica3. La segunda, de Santos

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    Sabugal: El padrenuestro, incesantemente comentado y explicado a lo largo de suveintisecular historia, es la plegaria propia y exclusiva del cristiano, la oracin paradigmticadel cristianismo y del ecumenismo, la ms bella y sublime oracin de la Iglesia4.

    Por fin, antes de adentrarnos en la abundante riqueza del texto del padrenuestro, ysiguiendo al dictado la pedagoga de los tradicionales catecismos, podemos decir del

    padrenuestro que es el modelo de oracin, un compendio de dogmtica, la sntesis de lacatequesis, la oracin personal y de la Iglesia y la teologa del evangelio.

    II. El texto del padrenuestro y su contexto

    El texto del padrenuestro slo aparece en dos libros del Nuevo Testamento: en losevangelios de Mateo y de Lucas. Segn Lucas (Le 11,1-4), una vez que Jess huboacabado su oracin, uno de los discpulos le pide que les ensee a orar al igual que Juanense a orar a los suyos. La respuesta de Jess a la peticin del discpulo es: Padre,santificado sea tu nombre, venga tu reino. Danos cada da el pan que necesitamos;

    perdnanos nuestros pecados porque tambin nosotros perdonamos a todo el que nosofende; y no nos dejes caer en la tentacin.

    Segn Mateo (Mt 5,17,29), es el propio Jess quien proclama a los discpulos y a lamuchedumbre reunida en el monte las novedosas bienaventuranzas. Dentro de este largoprimer discurso, que parece dibujar un programa alternativo al declogo del Sina, sealaJess las tres nuevas prcticas religiosas frente a las tres viejas prcticas del actuar delcreyente (limosna-oracin-ayuno). Este, el padrenuestro, es el modo peculiar de orar quepropone Jess: Cuando recis, no seis como los hipcritas (judasmo)... No os convirtisen charlatanes como los paganos (gentilidad)... Vosotros orad as: "Padre nuestro que estsen los cielos, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hgase tu voluntad en la

    tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada da, perdona nuestras ofensas comotambin nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentacin ylbranos del mal [del Malo]". Porque si vosotros perdonis a los hombres sus ofensas... (Mt6,5-15).

    Probablemente a finales del siglo 1 d.C. el texto del padrenuestro circulaba tambin enalgunas comunidades cristianas, segn se recoge en el escrito de la Didaj (8, 2s.), tambinllamada Doctrina de los doce apstoles, que es para muchos estudiosos como el primercatecismo posapostlico: Padre nuestro, que ests en el cielo: santificado sea tu nombre,venga tu Reino. Hgase tu voluntad, como en el cielo tambin sobre la tierra. El pan nuestrocotidiano dnosle hoy. Y perdnanos nuestra deuda, como tambin nosotros perdonamos a

    nuestros deudores. Y haz que no sucumbamos a la tentacin, sino lbranos del mal. Porquetuyo es el poder y la gloria por los siglos!. Esta ltima aadidura de la Didaj, utilizadasiempre por los protestantes y adoptada como aclamacin al final del embolismo en laliturgia de la misa catlica, se ha incluido tambin recientemente en el padrenuestroecumnico.

    Por fin, en la larga historia de la Iglesia de Jess el texto del padrenuestro ha idoexperimentando ligeros retoques. En nuestros das (27.11.1989), este texto en castellano,adoptado por todas las Conferencias episcopales de los 22pases de lengua espaola para

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    la unificacin de la liturgia queda fijado as: Padre nuestro, que ests en el cielo,santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hgase tu voluntad en la tierra comoen el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada da; perdona nuestras ofensas, como tambinnosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentacin, y lbranosdel mal.

    III. El tejido del texto

    La forma o composicin literaria de todas estas diferentes versiones del padrenuestro poseeelementos comunes (semejanzas) que conviene tener en cuenta para comprender en todasu extensin el contenido central y las peculiaridades (diferencias) del mensaje de estaoracin.

    La atenta lectura de estos textos pone en evidencia la presencia de algunos elementosconfiguradores del padrenuestro. Los dos elementos mayores seran: La invocacin (Padre)y las splicas. Y, estas splicas son, a su vez, de dos tipos: las primeras, de alabanza

    (santificacin del nombre, venida del Reino...) y las segundas, de peticin (del pan, delperdn, de no caer en tentacin...). Algunos exegetas prefieren no establecer diferenciasentre las splicas. Muchos otros investigadores slo califican como peticiones todo lo quesigue a la invocacin. Y todos sealan las dos partes o grupos en que se organizan dichassplicas o peticiones: las formuladas en singular y las expresadas en plural.

    Las diferencias en las diversas versiones del texto del padrenuestro estn presentes, amodo de precisiones o de ampliaciones, en los tres elementos configuradores antesindicados. La invocacin (Padre) se completa en cada versin del padrenuestro conprecisiones tpicas (nuestro, que ests en el cielo, que ests en los cielos). Lassplicas de alabanza se precisan (a nosotros) o se amplan (hgase tu voluntad...).

    Tambin las splicas de peticin se precisan (el pan-nuestro pan, pecados-deudas-ofensas) o se amplan (lbranos del mal [del Malo], pues si perdonis sus culpas a losdems..., porque tuyo es el poder...).

    La constatacin de estas semejanzas y diferencias, puesta de relieve por los estudiosexegticos, ilumina el objetivo a tener en cuenta por la catequtica y seala la accin y lastareas del catequista, para que el padrenuestro llegue a ser no slo un texto que sememoriza y repite rutinariamente, sino la autntica expresin de la experiencia cristiana, quees la relacin con el Padre (filiacin) y con los hermanos (fraternidad).

    Las semejanzas apuntan hacia el objetivo de toda catequesis del padrenuestro, que no sera

    otro que conocer en toda su dimensin la identidad del Dios cristiano, que es un Padreentraable a quien todos podemos acercarnos con la plena confianza de los hijos queridos.Esto es, en sntesis, lo que se desea confesar cada vez que las personas o las comunidadesproclaman, como creyentes y seguidoras de Jess, en la oracin, en la eucarista y en todaaccin litrgica y a una sola voz, el padrenuestro. Un primer paso para acceder a estacomprensin significativa del padrenuestro ser saber (memorizar) el padrenuestro parallegar progresivamente a saberlo saborear yhacerlo experiencia existencial.

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    Las diferencias textuales del padrenuestro detectadas, desde los orgenes, en la historia dela transmisin del texto, orientan las tareas de toda accin catequstica empeada enacompaar el proceso de fe del catequizando. Estas diferencias estn presentes en lo quese destaca como aadidos textuales. Aqu no entramos en el estudio exegtico de talesvariantes textuales, que ya est realizado, y cuyos resultados pueden consultarse en lasreferencias bibliogrficas. Prestamos atencin a estas diferencias y a las conclusiones de los

    exegetas desde la ptica de la catequesis, con el fin de iluminar la tarea de todo catequista.Si el padrenuestro es la oracin del Seor, la nica entregada y enseada por Jess a susdiscpulos, la plegaria que los distingue de otros grupos o personas creyentes, cmoexplicarse los diferentes textos de la misma? Acaso el mismo Jess les ense dos vecesel padrenuestro? Por qu entonces la tradicin paulina y las comunidades eclesiales aquienes se dirigen los evangelios de Marcos y de Juan no transmitieron ni conservaron nientregaron el texto de la oracin del Seor? Tal vez el propio Jess, en vez de fijar un textooracional, comunic, ense y comparti con los suyos un modo, un estilo, un talante, unaexperiencia nueva de oracin, es decir, de relacin filial con el Padre maternal? Y, en estesentido, la comunicacin de una experiencia que abarca en su totalidad a la personaresulta posible encerrarla en unas expresiones que sean vlidas para siempre y en todotiempo y lugar?

    De nuevo se sugiere otro ejercicio de pedagoga catequstica, que aporta no pocas lucespara quienes se adentren en la respuesta a estas preguntas. Martn Irure, en el prlogo deuna de sus ms valiosas y hermosas aportaciones a la pastoral y a la catequesis, afirma queel padrenuestro no es una frmula de oracin para decirla indefinidamente, sino que es unmodelo, un camino de oracin, en el que Jess nos compromete5. El ejercicio consiste enacercarse a las 173 expresiones del padrenuestro que l ha recogido en su publicacin. Encada una de estas expresiones puede rastrearse un proceso existencial de crecimiento en lafe de aquel o aquellos que se atrevieron a expresarla en frgiles y precisas palabras. Cadauno de estos 173 padrenuestros, con sus luces y sombras, expresa la experiencia global derelacin con Dios y con los hermanos de personas concretas en tiempos y espaciosdeterminados. La experiencia globalizante y totalizadora es nica y su expresin, mltiple.

    Por tanto, la catequesis del padrenuestro introduce al catequizando en la nica yapasionante experiencia de encontrarse con el Dios Padre como hijo suyo y como hermanode Jess y de todos los humanos.

    IV. Mensaje global y catequesis del padrenuestro

    Probablemente, tomado en su conjunto, el texto del padrenuestro sorprende por su sencillez,equilibrio y perfeccin, ms en la versin de Mateo que en la de Lucas. Resulta fcil deaprenderlo y comprenderlo. Y si se hace el esfuerzo mental de colocarse en el contextohistrico de los tiempos de Jess y de la primera comunidad cristiana, an resaltar ms lasencillez, perfeccin y facilidad comprensiva del padrenuestro. Aquellos eran tiempos muypropicios para la transmisin oral y la comunicacin del boca a boca. La estructura internadel padrenuestro: la innovacin, las dos o tres peticiones en singular y las tres o cuatropeticiones en plural facilitan la rpida apropiacin nemotcnica del texto. Adems de estaestructura general, el vocabulario es tpicamente judo. Estructura y vocabulario del

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    padrenuestro estn emparentados con las oraciones judas ms sagradas y populares comola Sem (=escucha), los Semone Esre (=dieciocho bendiciones) o tambin llamada Amida(=estar de pie) y, sobre todo, el Qaddis (=santo), oracin que siempre se rezaba (y se rezaan) al terminar la lectura de la Tor (=Ley) en la liturgia del templo y en el ritual sinagogal.

    Los temas del mensaje del padrenuestro son los temas centrales de la predicacin de Jess,

    que los evangelios nos presentan. Podra decirse con razn que los contenidos de la feanunciada por Jess se hacen expresin celebrativa en la oracin del Seor. Elpadrenuestro es la oracin que expresa en su ms radiante sencillez la universalidad de lapaternidad divina, el reino de Dios y su justicia, la realizacin de la voluntad de Dios, lagratuidad de su pan de vida y salvacin, el amor fraternal que se actualiza en el perdn delas ofensas y la confianza esperanzada en el Dios que nos sostiene y cuida. As, pues, elcontenido de la oracin del padrenuestro (lex orandi) no es ms que el mensaje de la fe (lexcredendi). Yel creyente que ora con la plegaria del Seor sabe y siente que toda su vidapersonal y comunitaria quedan gozosamente revestidas de la identidad y existencia cristiana(lex vivendi).

    Curiosamente, estas tres orientaciones ntimamente relacionadas fe, oracin, vida hansido las guas maestras de la interpretacin exegtica global del padrenuestro. Estascomprensiones globales del padrenuestro se han llamado dogmtica, tica o espiritual yescatolgica. Posiblemente, toda interpretacin o comprensin del padrenuestro tiene encuenta estas tres orientaciones, pero se suele acentuar y subrayar ms una de ellas, segnlas pocas de la historia, porque se tiende a poner de relieve alguno de los elementostextuales del padrenuestro. El mismo Tertuliano destaca los rasgos dogmticos y ticos delpadrenuestro. Gregorio de Nisa representa a los mejores defensores de la interpretacintica. La interpretacin escatolgica se ha impuesto en la mayora de los comentaristas delsiglo XX. A la luz de estas tres guas de interpretacin, lgicamente, van apareciendomltiples formas mixtas de comprensin del padrenuestro. Consecuentemente, la catequesisdel padrenuestro ha quedado, en cada tiempo de la historia, fecundada, en sus objetivos ymtodos, por estas orientaciones interpretativas de la exgesis.

    En este sentido, la tarea de la catequesis ha estado marcada por la entrega y lacomunicacin del padrenuestro para descubrir en l el corazn del mensaje evanglico(interpretacin dogmtica); o para hacer del padrenuestro la oracin de la comunidad quenos rene como hijos del mismo Padre y hermanos de todos los vivientes (interpretacintico-espiritual); o para expresar la osada de adelantar y actualizar en el aqu y ahora elReino y la voluntad de Dios, que quiere que todos sus hijos se salven y alcancen elconocimiento pleno de la salvacin (interpretacin escatolgica).

    Por fin, esta visin global del mensaje del padrenuestro articula y organiza los diversostemas del contenido y, en nuestro caso, de la catequesis del padrenuestro. El tema inicial losugiere el propio texto en la invocacin Padre: fuente, ro y mar de toda vida, plegaria yesperanza cristianas. Esta paternidad entraable de Dios se hace, como sealan muchoscomentarios, eje vertebrador de los dems temas, que vienen sealados por las sucesivassiete peticiones, segn la versin eclesial del texto, inspirada en la tradicin del evangelio deMateo: santificado sea tu nombre, venga tu reino, hgase tu voluntad, danos el pan cadada, perdona nuestras ofensas, no dejes que caigamos en tentacin, lbranos del mal.

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    V. El padrenuestro en las etapas de la catequesis

    1. ETAPA DE LA FAMILIA: EL PADRE NUESTRO VIVIDO. El estudio, exgesis y teologadel padrenuestro, como en sntesis se acaba de realizar, siempre pondr en primer planodos de las realidades constitutivas e integradoras de toda persona: la filiacin y lafraternidad. Ambas realidades existenciales, antes de ser comprendidas en todas susdimensiones objetivas, son realidades vividas y experimentadas subjetivamente en el mbitofamiliar. Por eso, en este hogar familiar echa sus races ms profundas la experiencia-expresin cristianas del padrenuestro. Tambin el padrenuestro, antes de aprenderse dememoria o formularse como expresin de la fe de los seguidores de Jess, es sentido yvivido en el amor y ternura de unos padres, en el espacio humanizado de una casa y en elcalor de hogar que es la mesa familiar. Todo el complejo entramado de relacionesinterpersonales que se van tejiendo en la familia vienen a ser la primera, y tal vez la msestructurante, catequesis del padrenuestro. Los primeros catequistas explcitos, pues, sonlos propios padres y, a su modo, lo son tambin los hermanos. As lo viene a recordar unavez ms en la historia de la catequesis el Directorio general para la catequesis: El

    testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niosenvuelto en el cario y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y vivengozosamente la cercana de Dios y de Jess que los padres manifiestan, hasta tal punto queesta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que duratoda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, uncarcter insustituible (DGC 226).

    2. ETAPA DE LA INFANCIA Y DE LA NIEZ: EL PADRENUESTRO APRENDIDO. A lo largode esta etapa, el campo de experiencias de relacin interpersonal se ampla desde el mbitode la familia hasta el espacio escolar, parroquial... y, por tanto, social. En estos aos, laeducacin de la fe se enriquece con la tarea de la enseanza religiosa escolar y con la

    catequesis explcita dentro de una comunidad eclesial. La catequesis del padrenuestro irasumiendo progresivamente, en sus objetivos y mtodos, aquellos aspectos que ayudan alnio a percibir crticamente y dar sentido a la propia experiencia de saberse hijo y hermano.

    Los educadores de la fe, padres-maestros-catequistas, pondrn ya en manos de los niostanto la palabra de Dios como la observacin de la realidad personal y de su entorno. En elejercicio continuado de este dilogo ir creciendo la capacidad de interiorizacin en el nio,por un lado; y, por otro, se irn edificando las mltiples posibilidades de expresin ycomunicacin de su vida y de su fe. Por ello, la catequesis del padrenuestro en esta etapa,adems de procurar la memorizacin del texto eclesial del padrenuestro, favorecer lasprimeras lecturas del padrenuestro en los textos bblicos de Mateo y Lucas. Estas lecturas

    concretas y puntuales, junto a otras de la misma Biblia y junto a otras tareas educativas ycatequsticas, irn despertando y creando el rico mundo de imgenes, gestos, acciones,personas, experiencias, relaciones..., vividas en la familia, en la escuela, en la sociedad yevocadas en los dems relatos de la Escritura. La tarea de los educadores de la fe es, msque cualquier otra, suscitar y despertar. Probablemente, aquello que el adulto consideracomo anecdtico. perifrico o de normal ropaje lingstico, sea para el nio el modo naturalde acercamiento y comprensin de la realidad que se observa, de la Palabra que se acoge,del padrenuestro que se lee o memoriza y de las mltiples formulaciones incompletas ylimitadas con las que expresa lo que siente y comprende.

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    En el tramo final de esta etapa de infancia y ceidos a la catequesis del padrenuestro, elnio tendr que ser capaz de observar, por ejemplo, las diferencias y semejanzas en lasformulaciones del padrenuestro (eclesial, Mateo y Lucas). De esta observacin irnnaciendo, en el nio, preguntas y respuestas a las que todo catequista prestar atencin, notanto para responder de forma automtica, sino ms bien para situar en todo momento alnio en su propio proceso de iniciacin cristiana y acompaarlo como hermano mayor.

    Formulado en trminos generales, lo que acabamos de decir sobre la catequesis de infancia,es expresado por el Directorio de esta manera: El proceso catequtico en el tiempo de lainfancia ser eminentemente educativo, atento a desarrollar las capacidades y aptitudeshumanas, base antropolgica de la vida de fe, como el sentido de la confianza, de lagratuidad, del don de s, de la invocacin, de la gozosa participacin... La educacin a laoracin y la iniciacin a la Sagrada Escritura son aspectos centrales de la formacin cristianade los pequeos (DGC 178).

    3. ETAPA DE LA JUVENTUD: EL PADRENUESTRO COMPRENDIDO. El Directorio, quenos viene sirviendo de gua en todo este apartado, indica respecto a la catequesis de estaetapa que en general se ha de proponer a los jvenes una catequesis con itinerariosnuevos, abiertos a la sensibilidad y a los problemas de esta edad, que son de ordenteolgico, tico, histrico, social... En particular, deben ocupar un puesto adecuado laeducacin para la verdad y la libertad segn el evangelio, la formacin de la conciencia, laeducacin para el amor, el planteamiento vocacional, el compromiso cristiano en la sociedady la responsabilidad misionera en el mundo (DGC 185).

    La catequesis del padrenuestro, dentro de la larga etapa de la catequesis de jvenes,deber continuamente retomar el propio texto del padrenuestro y las puntuales preguntas,muy posiblemente preguntas de sentido, que en cada dilogo se susciten. Las respuestas aestos interrogantes por el sentido del mensaje (del Reino, de la voluntad de Dios, del pancompartido, del perdn de las ofensas...) del padrenuestro, irn profundizando ycompletando la iniciacin a la fe, realizada en la etapa de infancia, hasta culminar en lacomprensin del padrenuestro. En este conocimiento del mensaje, que se hace experienciade acogida compartida, el Dios de Jess, entraablemente misericordioso, y la persona del

    joven se encuentran all donde florece la confianza, resplandece la verdad, se vive lalibertad, se comparte la misma mesa de la historia, se tiende la mano al perdn... y nosreconocemos como hermanos.

    De manera natural, estas humanizadoras experiencias existenciales en la historia de losjvenes iluminan todos los aspectos del contenido cristiano del padrenuestro, suscitancreativas expresiones celebrativas y alumbran nuevas opciones de compromiso por sembrarel reino de Dios en la historia al estilo de Jess. Tal vez, llegados a este punto deiluminacin del contenido, celebracin de la fe en el Dios maternal que los llama y opcin porla fraternidad como signo vivo de la voluntad de Dios, puede decirse que la catequesis delpadrenuestro ha alcanzado su objetivo.

    En resumen, el padrenuestro vivido en la familia, aprendido en la infancia y comprendido entodas sus dimensiones en la juventud, termina por ser encarnado en el cristiano adulto,hermano en la comunidad y padre-madre (catequista, educador de la fe...), que sigueengendrando en la fe a los ms pequeos, y, sobre todo, a los marginados y abandonados

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    por no haber tenido posibilidad de interiorizar estas experiencias desde su llegada a nuestrafamilia humana del mundo.

    4. LA CATEQUESIS DE ADULTOS: EL PADRENUESTRO ENCARNADO. El final delapartado anterior ya adelanta, como en sntesis, lo peculiar de la catequesis de adultos enrelacin con la catequesis del padrenuestro. De nuevo recordamos la orientacin del

    Directorio respecto a esta etapa catequtica: Para que la catequesis de adultos puedaresponder a las necesidades ms profundas de nuestro tiempo, debe proponer la fe cristianaen su integridad, autenticidad y sistematicidad, de acuerdo con la comprensin que de ellatiene la Iglesia, proponiendo en un primer plano el anuncio de la salvacin; iluminando consu luz las dificultades, oscuridades, falsas interpretaciones, prejuicios y objeciones hoypresentes; mostrando las implicaciones y exigencias morales y espirituales del mensaje;introduciendo a la lectura creyente de la Sagrada Escritura y a la prctica de la oracin...(DGC 175).

    Sin lugar a dudas, consideramos adultos en la fe a todas aquellas personas a quieneshacamos referencia en los comienzos de este artculo. Personas creyentes que seatrevieron a poner por escrito, en su comentario publicado, la comprensin encamada delpadrenuestro. Ciertamente, en el horizonte de su propuesta escrita est la pretensin deintegridad, autenticidad y sistematicidad del mensaje del padrenuestro. Por ello, la confesinde fe de estos hermanos adultos ilumina los contenidos y mtodos de la catequesis delpadrenuestro en esta etapa de la adultez. Teniendo muy presentes sus aportaciones, y amodo de esbozo curricular, puede ofrecerse un itinerario de contenidos (conceptos,procedimientos y actitudes) del padrenuestro para la catequesis de adultos.

    Este itinerario catequtico, que nos permite el acceso a la totalidad del mensaje evanglicodel padrenuestro, podra constar, al menos, de estas diez panormicas temticas: 1) Oraciny vida de Jess: Pas (Jess) la noche orando a Dios. Cuando lleg el da llam a susdiscpulos... (Lc 6,12-13). 2) Nuestro Padre maternal: Dios es amor (Un 4,8). 3)Santificado tu nombre...: Te he glorificado en la tierra llevando a trmino la obra que meencomendaste (Jn 17,4). 4) ...En la presencia del Reino...: La ley y los profetas lleganhasta Juan; desde entonces se anuncia el reino de Dios... (Le 16,16). 5) ...Porque en ellase realiza tu voluntad: Pues yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino lavoluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado, que yo nopierda a ninguno de los que l me ha dado, sino que los resucite en el ltimo da (Jn 6,38-39). 6) Danos el pan de cada da: Ellos contaron lo del camino y cmo lo reconocieron alpartir el pan (Le 24,35). 7) Perdnanos nuestras ofensas: Tened sal en vosotros y vivid enpaz los unos con los otros (Mc 9,50). 8) No nos dejes caer en la tentacin: Pedro contest:T eres el mecas. Y Jess les orden que no se lo dijeran a nadie (Mc 8,29-39). 9)Lbranos del mal: No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal (Jn17,15). 10) Oracin y existencia cristianas: Mara..., sentada a los pies del Seor,escuchaba sus palabras (Lc 10,39).

    Las diez panormicas temticas del padrenuestro, como fcilmente se comprende, estnconstituidas por la invocacin y las siete peticiones que articulan la expresin eclesial delpadrenuestro. Se aade una primera temtica que sita al padrenuestro en el contexto de lavida y de la oracin de Jess, como nos lo indican las tradiciones evanglicas de Mateo y de

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    Lucas. La ltima de las sugerencias temticas plantea las significativas interrelaciones de laexistencia humana y la oracin cristiana en la vida de todo creyente.

    Cada vez que, como adultos, una comunidad cristiana o un seguidor de Jess se acercan alpadrenuestro, o lo proclaman conscientemente, o lo estudian sistemticamente segn laspanormicas temticas sugeridas, en sus corazones contemplativos se dibujar alguno de

    estos interrogantes: qu leemos?, qu queremos decir?, cmo lo interpretamos?, qunos dice a nosotros en este contexto de la historia?, cmo nos atrevemos a expresarlo conla vida?, qu se desea cambiar?, esperamos que el deseo se torne realidad para todos?...El catequista, animador y hermano de los adultos, encontrar entre estas preguntas el hiloinvisible de la pedagoga religiosa y las dinmicas de procedimiento que en cada catequesisllenen de sentido la vida, la fe y la esperanza del creyente. Quiz estos tres interrogantes, ypor este orden, sirvan como pasos metodolgicos para cada panormica temtica: 1) Quleemos en la Palabra, en la tradicin... y cmo lo interpretamos?; 2) Qu nos dice anosotros en nuestro contexto existencial o cmo se actualiza esta palabra hoy?; 3)Por qunos atrevemos a expresarlo o compartirlo o celebrarlo o vivirlo?

    Este itinerario catequtico que se acaba de esbozar en las lneas precedentes, puedeenriquecerse y, sobre todo, completarse, desarrollarse e, incluso, aplicarse siguiendo lasacertadsimas propuestas del trabajo realizado durante dos aos en la Escola de teologa deTrrega bajo la animacin de Ferrn Manresa6.

    Para este itinerario catequtico, estructurado en las diez panormicas temticas, convieneestar equipado en todo momento de la cercana de la Sagrada Escritura, los documentos delVaticano II, el CCE (2759-2865) y algunos comentarios bblico-teolgicos del padrenuestropor los que se tenga especial estima.

    NOTAS: 1. Invito al lector, como primer ejercicio de motivacin, a acercarsey hojear, al menos una vez, S. SABUGAL, El padrenuestro: catequesisantigua y moderna, Sgueme, Salamanca 19943, 13-46.2. WeimarAusgabe (WA), Martin Luthers Werke, Kritische Ausgabe, vol. 38, 364. 3.U. Luz, El evangelio segn san Mateo 1, Sgueme, Salamanca 1993, 472. 4. S. SABUGAL, o.c., 18. 5. IRURE M., Padrenuestros, CCS, Madrid 1996,3. 6. Estas propuestas han sido publicadas en la coleccin Praxis deCuadernos Institut de Teologia Fonamental de St. Cugat del Valls(Barcelona), con el ttulo Padre Nuestro.

    BIBL.: AA.VV., El Padrenuestro, Biblia y Fe 25 (enero-abril 1983);ALEIXANDRE D., Orar con el padrenuestro, Proyecto Catequista 6-21(octubre 1985-mayo 1987); ALONSO DAZ J.,Teologa del Padre nuestro,Casa de la Biblia, Madrid 1967; BONNARD P., Evangelio segn san Mateo,Cristiandad, Madrid 1983, 129-139; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLA,La iniciacin cristiana. Reflexiones y orientaciones, Edice, Madrid 1999;ESPINEL J. L., El Padre nuestro, Ciencia Tomista 403 (1997) 205-220;HARING B., El padrenuestro. Alianza, plegaria, programa de vida, PPC,Madrid 1996; IRURE M., Padrenuestros, CCS, Madrid 1996; Luz U., Elevangelio segn san Mateo 1, Sgueme, Salamanca 1993, 465-494;MANRESA F., Padre nuestro, Cristianisme i Justicia, Barcelona 1989;

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    MARTN NIETO E., El Padre nuestro. La oracin de la utopa, San Pablo,Madrid 1995; PoUILLY J., Dios, nuestro Padre. La revelacin de Dios Padrey el padrenuestro, Verbo Divino, Estella 1990; SALAS A., El padrenuestro,Biblia y Fe, Madrid 1994; SCHWEIZER E., El sermn de la montaa,Sgueme, Salamanca 1990, 81-98; TAR H. J. DE, El Padrenuestro... Unitinerario bblico, Narcea, Madrid 1994.

    Carmelo Bueno Heras

    ANTOLOGA EXEGTICA DEL

    PADRENUESTROOfrecemos a continuacin una seleccin antolgica del Padrenuestro. En ella hemos incluidoautores antiguos y modernos. La encabezan diez autores de la antigedad patrstica: habaque comenzar escuchando algunos calificados representantes de la tradicin cristiana,mediante la cual la iglesia no slo comprende cada vez mejor los libros sagrados sinotambin los mantiene siempre activos, siendo el estudio de los Padres de la iglesiavalioso auxiliar en su comprensin cada vez ms profunda de la Sagrada Escritura119.Dos comentarios representativos de la exgesis mstica y catequtica del siglo XVIsantaTeresa + Catecismo romanoenlazan aquellos antiguos comentarios con los cuatrocatlicos + protestantesrepresentantes de la exgesis y teologa hodiernas, a los que sesuma nuestro comentario bblico y catequstico. Esa antologa incluye, pues, representantesprincipalmente de la exposicin catequtica (Tertuliano, Cirilo, Ambrosio, TeodoroMopsuestia, Agustn, Catecismo romano) y homiltica (Gregorio Niseno, Juan Crisstomo,

    Agustn, R. Guardini), pero a la vez y tambin de la exgesis bblica (Orgenes, JuanCrisstomo, Agustn, H. van den Bussche, J. Jeremas), de la reflexin teolgica (Cipriano,Origenes, Agustn, Catecismo romano, D. Bonhoeffer, R. Guardini) y mstica (Origenes, SanGregorio Niseno, San Agustn, Santa Teresa). Los dos autores protestantesD. Bonhoeffery J. Jeremasrepresentan en nuestra antologa el comentario de la oracin del Seorpor la teologa (D. Bonhoeffer) y exgesis bblica (J. Jeremas) de los hermanosseparados de occidente, en cuya tradicin teolgica y litrgica el padrenuestro ocupa unpuesto de singular relieve120, y cuyo constante y solcito estudio de la Biblia fuereconocido y encomiado recientemente por el ms alto magisterio de la iglesia121.

    1) Tertuliano, el gran apologista nordafricano (155-220), fue el primer comentarista delpadrenuestro. Lo hace en el contexto de su obra Sobre la oracin122, el primer catecismoteolgico y disciplinar sobre la misma de la edad patrstica, escrito para los catecmenos desu iglesia, siendo an catlico (198-200), con el fin de iniciarles en la prctica de la oracincristiana. Ms que un tratado teolgico es, pues, esa obra una catequesis catecumenal. Trasla breve introduccin123, en la que resalta la importancia de esa nueva forma de oracin

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    (=el padrenuestro), que condensa todo el evangelio, sigue el comentario catequtico a laoracin del Seor segn el texto mateano124, para exponer luego una enseanza prcticasobre la plegaria cristiana125. El comentario ocupa, pues, la parte central de esa obracatequtica tertulianea.

    2) Ms amplia y tambin teolgicamente ms profunda es la explicacin de san Cipriano en

    su obra Sobre la oracin del Seor126, escrita, como explicacin homiltica para los nefitos(252), bajo el evidente influjo de su maestro Tertuliano. Una introduccin general sobre laoracin127 precede al homiltico comentario del padrenuestro a raz del textomateano128, concluido por una enseanza prctica, que completa la temtica general sobrela plegaria de la introduccin129.

    3) A Orgenes se debe el primer comentario cientfico, exegtico y teolgico, delpadrenuestro. Lo aborda en su magnfico tratado Sobre la oracin cristiana130,compuesto (233) a ruegos de dos cristianos amigos suyos y en respuesta a dificultadessobre la esencia y necesidad de la plegaria, por aquellos planteadas131. A la introduccingeneral132 del tratado siguen las tres partes centrales del mismo133, en las que el ilustrecatequista y telogo alejandrino, tras abordar la temtica sobre la oracin en generalvocabulario bblico, necesidad, clases, etc. - 134, emprende el comentario alpadrenuestro135. En este amplio contexto, el Alejandrino abordapor vez primera l! - ,ante todo, el anlisis del problema sobre las diferencias entre las formas textuales de Mt yLc136, optando por la solucin ms fcil, generalizada luego en el medievo y compartida porescasos exegetas modernos: se trataconcluyede dos oraciones distintas, aunque conciertas partes comunes137. Seguidamente analiza el contexto inmediato anterior al texto deMt138, por l adoptado139, para abordar luego su amplio y teolgicamente ricocomentario140. Finalmente, complementa, en un tercer momento, la primera parte141,cerrando con una conclusin final su obra142. El comentario a la oracin del Seor ocupa,pues, un puesto de honor en este tratado, que constituye, sin duda, una de las mspreciadas joyas del rico y multiforme cofre origeniano.

    4) CIRILO DE JERUSALEN: Durante la cuaresma del ao 350 predic el insigne obispojerosolimitano san Cirilo, en la iglesia del Santo Sepulcro, sus famosas veinticuatrocatequesis143, otro inestimable tesoro de la antigua literatura cristiana, dirigidas a losiluminados o catecmenos144 y a los nefitos145 de su iglesia. Estas cinco ltimascatequesis mistaggicas tratan sobre el bautismo146, la confirmacin147, la eucaristia148y, como corona del edificio espiritual de los recin bautizados, la santa misa149. En elcontexto de esta ltima150, con la brevedad y claridad del experto catequista, explica sanCirilo la oracin que el Seor transmiti a sus discpulos151.

    5) En incierta fecha, pero posterior a la del catequista jerosolimitano, dedic el telogo ymstico San Gregorio Niseno a la explicacin del padrenuestro cinco homilas152, en lasque, tras una introduccin general sobre la oracin153, se detiene en el comentario mstico ymoral de la oracin del Seor154.

    6) Hacia el ao 390 dirigi el obispo milans san Ambrosio a los nefitos de su iglesia unaserie de catequesis mistaggicas Sobre los sacramentos155 del bautismo156,confirmacin157 y eucarista158. En el contexto de estas ltimas ofrece dos comentarios aesa oracin (=el padrenuestro) corta pero llena de todas las cualidades159: muy breve el

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    segundo160, ms amplio e interesante el primero161, en el que la exgesis teolgica ymoral del padrenuestro se conjugan y armonizan.

    7) Siendo an probablemente presbtero, el futuro obispo y eminente exegeta antioquenoTeodoro de Mopsuestia dirigi (388-392) a los catecmenos y nefitos de su iglesiadiecisis Homilas catequticas162, de las cuales las diez primeras exponen para los

    catecmenos el Smbolo de la fe segn el Credo niceno, mientras que las seis ltimasofrecen a los nefitos la explicacin del padrenuestro163, as como de la liturgiabautismal164 y eucarstica165. El comentario a la oracin transmitida por nuestroSeor166, introducido por consideraciones generales sobre la plegaria167, aborda laexplicacin teolgica y moralizante168 del padrenuestro, propia del catequista convencidode que en la Oracin dominical se encuentra toda la perfeccin moral169, noconsistiendo, por lo dems, la oracin en palabras sino en costumbres, amor y aplicacin albien170; una conviccin, que la exhortacin final171 sintetiza.

    8) En la lnea de Teodoro se sita su amigo y elocuente orador san Juan Crisstomo, quienexplic el padrenuestro en su Comentario al evangelio de Mateo172, compuesto a raz devarias homilas pronunciadas (390) en Antioqua y dirigidas a los fieles de esa comunidadeclesistica, en las que la elocuencia del predicador se armoniza con la instruccin delpastor.

    9) Al obispo hiponense san Agustn corresponde el honor de ser el mximo comentarista delpadrenuestro en la edad patrstica. Siete veces emprendi esa tarea. Lo hizo por vezprimera en su Comentario al sermn de la montaa173, escrito (393-394) siendo anpresbtero de Hipona. Su explicacin, que refleja ya la profundidad del exegeta-telogo y laintuicin del mstico, tiene el mrito de recoger la principal y multiforme tradicin patrstica-nordafricana, alejandrina, antioquena y romana- precedente. Cuatro veces ms comentel ya obispo hiponense (410-412) la Oracin dominical en otras tantas catequesis adcompetentes174, los cuales, tras la devolucin del Credo (=redditio Symboli), reciban laOracin del Seor (=traditio Orationis dominicae), para aprenderla de memoria y poderrecitarla durante la celebracin eucarstica de la gran vigilia pascual, en la que por vezprimera participaban despus de haber recibido el bautismo. La reflexin teolgica as comola instruccin moral prctica encuentran, en esos comentarios catequsticos alpadrenuestro realizados por el gran maestro de catequistas (=De catechizandis rudibus!),lograda sntesis. Finalmente Agustn lo coment en su Ep. a Proba (411-412) y (428-429) suobra Sobre el don de la perseverancia175. En todos esos comentarios como, en general, entoda la obra literaria agustiniana, caminan de la mano como inseparables hermanas lareflexin del telogo y pastor con la piedad del mstico, prueba evidente de que Agustnsus soliloquios y confesiones lo atestiguanoraba cuando hacia teologa, porque haciateologa cuando oraba.

    10) A ruegos de las carmelitas de San Jos (Avila) y por orden del telogo dominicoDomingo Bez, escribi santa Teresa de Jess (1564-1567), la primera mujerrecientemente declarada por el magisterio supremo (Pablo Vl) doctora de la iglesia (1970),su obra Camino de perfeccin176, que, en opinin de un especialista, constituye el msasctico, prctico y asequible de sus tratados espirituales. La explicacin delpadrenuestro ocupa la mitad177 de ese clsico tratado sobre la oracin, por ellagalantemente designado el librito y, tambin, el Paternoster. Esta designacin autgrafa

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    refleja ya la importancia asignada por la ilustre mstica espaola al comentario sobre laOracin dominical, introducido por una exhortacin a rezarla bien, como gua segura deoracin vocal y contemplativa178, y concluido por una consideracin sobre la excelencia previamente delineada179de la misma180.

    11) El ao 1566 promulgaba el papa san Po V el Catecismo romano181, elaborado por

    mandato de los padres conciliares de Trento como formulario seguro, mtodo fcil ypresentacin eficaz de las doctrinas fundamentales del cristianismo, en el cual encontrarnnormas seguras... para la formacin cristiana de las almas cuantos en la iglesia tienenuna misin docente182. Esa funcin desempe ese catecismo efectivamente en los siglossiguientes. Y puede seguir desempendola hoy, si se tiene en cuenta que, aunque lapoca tridentina de la iglesia ha pasado definitivamente, la fe tridentina permanece fe de laiglesia183. Queda, pues, justificada su seleccin en nuestra antologa. Corroboradatambin por el amplio espacio dedicado en ese documentocristalizacin y eptomecatequtico de la teologa tridentina a la explicacin del padrenuestro: de las cuatropartes que lo integran, las tres primeras exponen la enseanza cristiana sobre el credo(primera parte), los sacramentos (segunda parte) y los mandamientos (tercera parte),dedicando toda la cuarta parte a la explicacin catequtico-teolgica de esa frmuladivina, que condensa en preciosa sntesis qu y cmo debemos orar184. Esa explicacinse abre con una introduccin sobre los principios generales de la teologa catlica sobre laoracin185, seguida por el comentario exegtico y patrstico, teolgico y catequstico acada una de las partes del padrenuestro186.

    12) El pastor y telogo protestante Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) encabeza, por ordencronolgico, la seleccin antolgica de autores modernos. Una seleccin justificada, si setiene en cuenta el denso y actual pensamiento teolgico de quien, durante su estancia enRoma, este trozo de tierra que tanto quiero, asista a los oficios litrgicos de semana santaen las baslicas de San Juan de Letrn y de San Pedro, leyendo luego en la crcel de Berln-Tegel (1943) con gran inters a Tertuliano, Cipriano y otros padres de la iglesia, por lconsiderados en parte ms actuales que los reformadores, y, a la vez, slida base parael dilogo entre protestantes y catlicos187. En el contexto de la explicacin teolgica alsermn de la montaa se inserta su comentario al padrenuestro188, esa oracin porexcelencia, mediante la cual Jess nos conduce hacia la claridad perfecta de laoracin189. Un comentario breve, sencillo y, a la vez, profundo, testimonio de una vidailuminada con la luz del evangelio y premiada por el Seor con el martirio, ejecutado por lasbalas nazis (9 de abril 1945) en Flossenbrg.

    13) En los aos que siguieron a la segunda guerra mundial, el insigne humanista, filsofo ytelogo catlico Romano Guardini (1885-1968) pronunci en la iglesia de San Luis(Munich), para estudiantes universitarios, una serie de homilas dominicales sobre diversostextos bblicos. Varias de ellas se centraron sobre el comentario al padrenuestro190,cuyas diversas partes explica con la profundidad y claridad caractersticas del autor, a quienel texto bblico brinda frecuentemente la ocasin para el profundo anlisis y exposicinbrillante de otros temas afines y esenciales, siempre nuevos, en un esfuerzo por iluminar,con la luz de la revelacin cristiana, costados sombros de la existencia humana.

    14) La exgesis catlica moderna est representada en nuestra antologa por el biblistabelga H. van der Bussche (1920-1965), cuyas publicaciones exegticas vtero y

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    neotestamentarias, especialmente su comentario al cuarto evangelio, le han merecidamenteasignado un puesto de honor. No cede en mrito su explicacin al padrenuestro191:introducida por un estudio preliminar sobre su importancia, doble tradicin literaria (Mt + Lc)y circunstancia de su enseanza192, el comentario a cada una de sus partes integrantesconstituye el grueso de esos densos anlisis, dominados por el esfuerzo de facilitar lacomprensin de los principales vocablos, a la luz de su transfondo bblico, vtero y

    neotestamentario.15) Cierra nuestra seleccin antolgica el exegeta protestante Joachim Jeremas (1900-1979), mundialmente conocido por sus publicaciones sobre el antiguo yprincipalmentenuevo testamento, cuyos estudios sobre el mensaje prstino de Jess as como su anlisisde teologa bblica neotestamentaria, todos ellos penetrados de profunda piedad cristiana,constituyen una difcilmente superable cima en la actual exgesis bblica. No cede enprofundidad y altura su estudio sobre el significado original del padrenuestro193, claro ysubstancial compendio de la predicacin de Jess194, cuyos extractos antolgicos ellector puede leer y meditarcreemoscon provecho.

    16) El comentario que, tras esa antigua y moderna antologa, ofrecemos personalmente a laOracin dominical, intenta situarsede forma ms modestaen la misma lnea de nuestrosilustres predecesores. Aun presuponiendo el rpido estudio histrico-tradicional delpadrenuestro, previamente delineado (cf. supra), prescindimos intencionadamente delminucioso anlisis filolgico y literario, propio de una exgesis para especialistas y eruditos.Hemos ofrecido en nuestra reciente monografa ese detenido estudio histrico-tradicional195, tras haber expuesto la historia de su interpretacin antigua y moderna196. Elque ahora ofrecemos, sin embargo, no pretende ser eso. Como en el prlogo anuncibamos,nuestra exposicin exegtica quiere ser principalmente teolgica y, desde luego,catequtica: accesible a la fcil comprensin del lector no especializado, del simple fiel.Evitaremos, por lo dems, repetir los anlisis de quienes nos precedieron. Hay que dar unpaso ms! Eso pretende nuestro estudio. Para ello, nos situaremos solamente al nivel de lasredacciones literarias de los evangelistas Mateo197 y Lucas198. Y, a la luz del inmediato oremoto contexto evanglico, nos esforzaremos por desvelar su respectiva concepcinteolgica, poco o superficialmente delineada por los comentaristas del padrenuestro,intentando actualizarla con la ayuda de los principales documentos ofrecidos por elmagisterio. Con ello, pero siempre muy atentos a no hacer pasar por cierto lo que slo esopinable o discutible entre expertos pretendemos contribuir a la formacin de cristianosfirmes en lo esencial y humildemente felices en su fe199, ayudndoles a la comprensin yvivencia de la literariamente ms bella y teolgicamente ms rica plegaria de todos lostiempos, la cual, enseada por Cristo, fue, es y ser la oracin por excelencia del cristiano.

    119. Cf. Concilio Vaticano II, Constit. DV II, 8; lll, 23.

    120. Cf. E. von Goltz, o. c., 71-125; O. Dibelius, o. c., 73-125; K. Aner, DasVaterunser in der Geschichte der evangelischen Frommigkeit, Halle 1924; W.Jannasch, Vaterunser, en RGG 3VI, 1237 s; J. D. Bendit, Le Notre Pere daos leculte et la priere des glises protestantes: MaiDieu 85 (1966) 101-116; S. Sabugal,Abba..., 61-70 (bibliogr.). Una tradicin, que se remonta a la primera explicacin(1519) del padrenuestro ofrecida por M. Lutero, Auslegung deutsch desVateranser fr die einfaltigen Laien, en Luthers Werke II, Weimar 1884, 74-130.

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    Sobre la exgesis del padrenuestro por Lutero asl como por los otrosreformadores y primeros telogos protestantes, cf. S. Sabugal, o. c., 53-54-70(fuentes bibliogr.).121. Conc. Vat. II, Decr. De oecumenismo, lll, 21.122. Tertuliano, De oratione, CC 1, 255- 274.123. De orat., I, 1-6.

    124. De orat., II, I-IX, 3. Sobre este comentario tertuliano, cf.; E. von Goltz o. c.,279- 282; G. Loeschke, o. c., passim; J. Moffat, art. cit., 24-41; R. H. Hoyle art. cit.,217-219; O. Schaffer, Das Vateranser, das Gebet des Christen. Fine ascetischeStudie nach Tertullians De oratione: ThG1 35 (1943) 1-6; A. Hamman, o. c. 709-13 V. Grossi, o. c., 36-57; J. Quasten, Patrologa 1, Madrid 21-968, 594-96(bibliogr.); S. Sabugal, Abb..., 83 s (bibliogr.+sintesis).125. De orat., X-XXVIII.126. San Cipriano, De dominica oratione, CSEL lll. I, 265-294; traduccinespaola: J. Campos, Obras de san Cipriano, Madrid 1964, 199-229 (hemos usadoesta traduccin). Sobre el comentario de san Cipriano, cf. E. von Goltz, o. c., 283-287; G. Loeschke, o. c. (passim); J. Moffat, an. cit., 176-189; A. Hamman, o. c.,714-718; V. Grossi, o. c., 82-85. 95-115; J. Quasten, o. c., 1, 648-650 (bibliogr.); S.Sabugal, Abb..., 84 s (bibliogrf + sntesis).127. De dom. orat., 1-7.128. De dom. orat., 8-27.129. De dom. orat. 28-36.130. Origenes, Peri euchs, en Origenes Werke II1 (CGS), Leipzig 1899, 297-403);traduccin espaola: F. Mendoza Ruiz, Origenes. Tratado sobre la oracin,Madrid 1966, 134-136 (hemos usado esta traduccin).131. Cf. o. c., II, 1; V, 1.6; XXXIV.132. Cf. o. c., I-II.133. Cf. o. c., III-XXXIII.134. Cf. o. c., III-XVII.135. Cf. o. c., XVIII-XXX. Sobre el comentario del Alejandrino, cf. F. H. Chase, o. c.(pssim); E. von Goltz, o. c., 266-278; O. Dibelius, o. c., 33-45; G. Walter, o. c., 4-22, H. Pope, Origen 's treatise on the proyer: AER 60 (1919) 533-549; A. Hamman,o. c., 741-748; J. Quasten, o. c. 1, 379-82 (bibliogr.); S. Sabugal, Abb..., 85-88(bibliogr.+exposicin sinttica).136. Cf. o. c., XVIII, 2-3.137. Cf. o. c., XVIII, 3.138. Cf. o. c., XIX, I-XXI, 2.139. Cf. o. c., XVIII, 2.140. Cf. o. c., XXII, I-XXX, 3.141. Cf. o. c., XXXI-XXXIII.142. Cf. o. c., XXXIV.143. San Cirilo Jeros., Cathecheses, PG 33, 331-1128: 1117-1123. Traduccinespaola: A. Ubierna, San Cirilo de Jerusaln. Las Catequesis, Madrid 1946; J.Solano, Textos eucarsticos primitivos I, Madrid, 1952, 322-337 (hemos usadoesta traduccin).144. Proto-catequesis+Cat. 1-18.145. Cat. 19-23.146. Cat. 19-20.

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    147. Cat. 21.148. Cat. 22.149. Cat. 23.150. Cat 23, 11-18. Cf. G. Walter, o. c., 22-31; R. B. Hoyle, art. cit., 223-224; S.Sabugal, Abb..., 89-90 (bibliogr. +sintesis). Abundante bibliografa sobre lascatequesis del obispo jerosolimatano: J. Quasten, o. c. Il, Madrid, 1962, 383 s.

    151. Cat. 23, 11.152. San Gregorio Nis., De oratione dominica l-V (PG 44, 1120-1193); cf. a esterespecto: O. Dibelius, o. c., 45-50; G. Walter, o. c., 31-49; R. B. Hoyle, art. cit., 224;S. Sabugal, Abb..., 89-90 (bibliogr. +sintesis). Sobre esa obra del Niseno, cf. J.Quasten, o. c. 11, 280-282 (bibliogr.).153. Cf. o. c., Hom. I.154. Cf. o. c., Hom, 2-5.155. San Ambrosio, De sacramentis, V 4, 18- 30: CSEL 73, 65-72. Traduccinespaola: Cl. Basevi, San Ambrosio. La iniciacin cristiana, Madrid 1977, 41-117(hemos tenido en cuenta esta traduccin).156. Cf. o. c., Libr. 1-2.157. Cf. o. c., Libr. 3.158. Cf. o. c., Libr. 4-6.159. Libr. 5, 18.160. Libr. 6, 24.161. Libr. 5, 18-29. Sobre el comentario ambrosiano, cf. A. Paredi, La liturgia diSant'Ambrogio, en Varios, Sant'Ambrogio, Milano 1940, 69-157; B. Arezzo, Lacatechesi di Sant'Ambrogio, Genova 1957, 59-71; S. Sabugal, Abb..., 90-91(bibliogr.+exposicin sinttica).162. Descubiertas (1932) y publicadas (texto siriaco+traduccin inglesa) por vezprimera por A. Mingana, Commentary of Theodore of Mopsuestia on the Nicenecreed, Cambridge 1932; Id., Commentary of Theodore of Mopsuestia on theLord's proyer and on the sacramente of baptism and the eucharisty, Cambridge1933. Todas las homilas han sido publicadas (texto siriaco+traduccin francesa)ms recientemente por R. Tonneau-R. Devresse, Les homlies catchtiques deTheodore de Mopsueste, Ciudad del Vaticano 1949, 281-321 (=coment. alpadrenuestro). Sobre las catequesis teodosianas, cf. J. Quasten, o. c. 11, 427-429 (bibliogr.).163. Hom. 11.164. Hom. 12-14.165. Hom. 15-16.166. Hom. 11, 1.167. Hom, 11, 1-5.168. Hom. 11, 7-18: cf. S. Sabugal, Abb , 94-96 (bibliogr. +exposicin sinttica).169. Hom. 11, 19.170. Hom. 11, 3.171. Hom. 11, 19.172. San Juan Cris., In Mathenum Hom. XIX 4-6 (PG 57, 277-82); traduccinespaola: D. Ruiz Bueno, Obras de san Juan Crisstomo. Homilas sobre elevangelio segn san Mateo, Madrid 1955, 398-407 (hemos usado estatraduccin). El insigne predicador coment una vez ms el padrenuestro: OratioDominica eiusque explicatio (PG 51, 44-48). Sobre el comentario de Crisstomo,

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    cf. G. Walter, o.c., 49-72; R. B. Hoyle, art. cit., 224 s; S. Sabugal, Abb..., 93-94(biliogr.+exposicin sinttica).173. San Agustn, De sermone Domini in monte, 114, 15-9, 35: PL 35, 1275-85=CC35, 104-126. Traduccin espaola: F. Garca, Sermn de la montaa, en Obras desan Agustn Xll, Madrid 1954, 776-995 (hemos usado esta traduccin).174. San Agustn, De oratione dominica ad competentes, Serm. 56, 57, 58, 59: PL

    38, 377-402; traduccin espaola: L. Alvarez, Los sermones de san Agustfn II,Madrid 1926, 68-102 (hemos usado esta traduccin para los Serm. 57 y 58); A. delFueyo, Homilas, en Obras de san Agustn X, Madrid 1952, 79-115 (=Serm. 57, 58,59); Id., Sermones, en Obras de san Agustn VIl, Madrid, 1950, 585-607 (=Serm.56: hemos usado esta traduccin).175. San Agustn, Carta 130: A Proba, X1 21, en Obras de san Agustn Xl, Madrid1953, 73-75; De dono perseverantiae II 4-V 9. Sobre el rico y mltiple comentarioagustiniano al padrenuestro, cf. J. Moffat, art. cit., 259-272; R. B. Hoyle, art. cit.,221 s; G. Pia Coasolo, Le preghiera del Signore in S. Agostino, Fossano 1962; Th.Hand, St. Augustin on proyer, Dubln 1963, 95-117; S. Poque, Agustn d'Hippone.Sermons sur la Pfique (SChr, 116), Paris 1966, 65-69; V. Capnaga, Agustn deHipona, Madrid 1974, 367 s; V. Grossi, o. c., 125-179; S. Sabugal, Abb..., 96-104(bibliogr.+amplia exposicin sinttica).176. Santa Teresa de Jess, Camino de perfeccin (editado por vez primera enEvora [1583], fue reeditado luego [1588] en Salamanca por el insigne biblista yliterato agustino fray Luis de Len), en Obras completas, Madrid 1974, 291-382(hemos usado esta edicin).177. Cf. o. c., cap. 27-42.178. Cf. o. c., cap. 24-26.179. Cf. o. c., cap. 37.180. Cf. o. c., cap. 42.181. Cf. texto latino, versin espaola, introducciones y notas por P. MartinHernndez, Catecismo romano, Madrid 1956, 867-1019 (hemos usado,frecuentemente revisada, esta traduccin).182. O. c., Prl. 8.183. H. Jedin, Geschichte des Konils von Trient IV.2, Freiburg i. Br. 1975, 258. selapidario aserto del recientemente fallecido (1979) ilustre historiador catlico dela iglesia, renombrado especialista precisamente en el periodo tridentino(adems de la voluminosa obra citada, cf. Id., Origen y penetracin de la reformacatlica hasta 1563, en Manual de historia de la iglesia V, Barcelona 1972, 594-679), est corroborado por el Conc. Vat. II, el cual confirma los decretos delconcilio de Trento sobre la revelacin divina y su transmisin (Const. DV, 1),mantiene firme sus principios dogmticos obre la comunin eucarstica(Const. SC, 11 55) y contina la obra iniciada por aqul sobre la formacinsacerdotal (Decr. OT, 22), citando reiteradamente asimismo los documentos delmencionado Concilio en sus Constituciones (cf. Const. LG, I 8; IIl 15.21.28; VII50.51; VIII 22; Const. DV, II, 9; III 11; Const. SC, I 6.7.33; III 77) y decretos: cf.Decr. ChD, Il 1; PO I 2; II 4. El concilio de Trento est, pues, bien representado enel conc. Vat. II.184. Cat. Rom., IV, intr. 1.185. Cat. Rom., IV, intr. 1-9.186. Cat. Rom., IV, 1, I-IX, 6.

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    187. D. Bonhoeffer, Resistencia y sumisin, Salamanca 1983, 103.188. D. Bonhoeffer, El precio de la gracia, Salamanca 1968, 175-179.189. Ibid., 176.190. R. Guardini, Oracin y verdad. Meditaciones sobre el padrenuestro, enMeditaciones teolgicas, Madrid 1965, 271-482.191. H. van den Bussche, El padrenuestro, Bilbao 1963.

    192. Cf. o. c., 7-33.193. J. Jeremas, Das Vater-unser im Lichte der neueren Forschung, Sttutgart3,1965, estudio recogido y ampliado en Id., Abba. Studien zur neatestamentlichenTheologie und Zeitgeschichte, Gottingen 1966, 152-171 (hemos traducido segnesta ltima edicin); cf. tambin Id., Teologa del nuevo testamento I, Salamanca5,1985, 227-238.194. J. Jeremas. Abba, 171.195. S. Sabugal, Abb... La oracin del Seor, Madrid 1985, 133 ss.196. S. Sabugal. o. c., 17-131.197. Una exposicin ms amplia ofrecemos en: art. cit. (supra, n. 87), 315-29; o.c., 152-95: 172 ss.198. Para una exposicin ms amplia, cf. art. cit. (sufra, n. 69), 257-73, o. c., 195-239: 215 ss.199. Juan Pablo II, Exh. apost. Catechesi tradendae VIII 61.

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    Padre nuestro que ests en los cielos

    I. TERTULIANO

    (De orat. II, 1-7)Con esta invocacin oramos a Dios y proclamamos nuestra fe. Est escrito: A quienes en lcreyeron, les dio potestad de ser llamados hijos de Dios1. Muy frecuentemente el Seorllam a Dios nuestro Padre. Ms an, orden que no llamemos padre en la tierra, sino al quetenemos en el cielo2. Orando as, obedecemos, pues, a su precepto. Dichosos los queconocen al Padre! Esto es lo que reprocha a Israel, cuando el Espritu invoca el testimoniodel cielo y de la tierra diciendo: Engendr hijos, pero ellos no le conocieron3. Por otraparte, llamndole Padre titulamos a Dios. Este, en efecto, es al mismo tiempo un ttulo depiedad y de poder. Asimismo, en el Padre es invocado el Hijo. Pues El dijo: Yo y el Padresomos una sola cosa4. Ni siquiera es silenciada la madre iglesia, dado que en el Hijo y enel Padre se reconoce a la Madre, de la que recibe consistencia el nombre tanto del Padrecomo del Hijo. Con un titulo o vocablo, por tanto, honramos a Dios con los suyos,recordamos su precepto y reprochamos a quienes se olvidan del Padre.

    II. SAN CIPRIANO(Sobre la oracin dominical, 8-11)

    Ante todo no quiso el Doctor de la paz y Maestro de la unidad, que orara cada uno por s yprivadamente, de modo que cada uno, cuando ora, ruegue slo por si. No decimos Padremo, que ests en los cielos, ni el pan mio dame hoy, ni pide cada uno que se le perdonea l solo su deuda o que no sea dejado en la tentacin y librado de mal. Es pblica y comnnuestra oracin; y cuando oramos, no oramos por uno solo sino por todo el pueblo, porquetodo el pueblo forma una sola cosa. El Dios de la paz, que nos ensea la concordia y launidad, quiso que uno solo orase por todos, como l llev a todos en s solo. Esta ley de laoracin observaron los tres jvenes encerrados en el horno, puesto que oraron a una yunnimes y concordes en el espritu. Nos lo atestigua la palabra de la Sagrada Escritura; ycuando refiere cmo oraron stos, nos propone un ejemplo a la vez para imitarlo en nuestrasoraciones, de modo que seamos semejantes a ellos: Entonces, dice, los tres como con unasola boca cantaban un himno y bendecan al Seor5. Hablaban como por una sola boca; yeso que todava no haba enseado Cristo a orar. Por eso fue su oracin tan poderosa yeficaz, pues no poda menos de merecer del Seor aquella splica tan unida y espiritual. Astambin vemos que oraron los apstoles junto con los discpulos a raz de la ascensin delSeor: Perseveraban todos unnimes en la oracin junto con las mujeres y con Mara, queera la madre de Jess, y sus hermanos6. Esta perseverancia en unanimidad de oracindaba a entender el fervor, a la vez que la concordia de su oracin; porque Dios, que haceque habiten unidos en la casa, no admite en su morada eterna del cielo ms que a los quese unen en la oracin.

    Pero qu misterios, hermanos amadsimos, se encierran en la oracin del padrenuestro!Cuntos y cun grandes, recogidos en resumen y especialmente fecundos por su eficacia,de tal manera que no ha dejado nada que no est comprendido en esta breve frmula llena

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    de doctrina celestial! As, dice, debis orar: Padre nuestro, que ests en los cielos.Padre, dice en primer lugar el hombre nuevo, regenerado y restituido a su Dios por lagracia, porque ya ha empezado a ser hijo. Vino a los suyos, dice, y los suyos no lorecibieron; a cuantos lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen ensu nombre7. El que, por tanto, ha credo en su nombre y se ha hecho hijo de Dios, debeempezar por eso a dar gracias y hacer profesin de hijo de Dios, puesto que llama Padre a

    Dios, que est en los cielos; debe testificar tambin que desde sus primeras palabras ensu nacimiento espiritual ha renunciado al padre terreno y carnal, y que no reconoce ni tieneotro padre que el del cielo, como est escrito: Los que dicen al padre y a la madre: no teconozco, y no reconocieron a sus hijos, stos observaron tus preceptos y guardaron tualianza8. Lo mismo mand el Seor en su evangelio, que no llamemos a nadie padrenuestro en la tierra, porque, realmente, no tenemos ms que un solo Padre en el cielo9. Y aldiscpulo, que le haba hecho presente la muerte de su padre, le respondi: Deja que losmuertos entierren a los muertos10, pues haba dicho que su padre haba muerto, siendoas que el Padre de los creyentes est siempre vivo.

    Y no slo, hermanos amadsimos, debemos comprender por qu llamamos Padre queests en los cielos, sino que aadimos Padre nuestro, es decir, de aquellos que creen,de aquellos que, santificados por l y regenerados por el nuevo nacimiento de la graciaespiritual, han comenzado a ser hijos de Dios. Esta palabra, por otra parte, roza y da ungolpe a los judos, porque no slo repudiaron deslealmente a Cristo, que les haba sidoanunciado por los profetas y enviado antes que a nadie a ellos, sino hasta lo mataroncruelmente; stos no pueden ya llamar Padre al Seor, puesto que el mismo Seor losconfunde y rebate con las siguientes palabras: Vosotros habis nacido del padre diablo yqueris cumplir los deseos de vuestro padre. El fue homicida desde el principio y no semantuvo en la verdad, porque no hay verdad en l11. Y Dios clama con indignacin por elprofeta Isaas: Engendr hijos y los ensalc, pero ellos me despreciaron; el buey conoci asu dueo, y el asno, el pesebre de su amo; Israel, en cambio, no me ha conocido y el pueblono me comprendi; ay de esta nacin pecadora, pueblo cargado de pecados, raza malvada,hijos de perdicin! habis abandonado al Seor y habis llevado a la clera al Santo deIsrael12. Como reproche para ellos, los cristianos cuando oramos decimos Padrenuestro, porque ya empez a ser nuestro y dej de serlo de los judos, que lo abandonaron.Y un pueblo pecador no puede ser hijo, pues se atribuye el nombre de hijos a quienes seconcede la remisin de los pecados y se promete la eternidad, ya que dice el mismo Seor:Todo el que comete el pecado es esclavo; y el esclavo no queda en la casa para siempre,pero el hijo queda para siempre13.

    Cun grande es la clemencia del Seor, cun grande la difusin de su gracia y bondad,pues quiso que orsemos frecuentemente en presencia de Dios, le llamemos Padre y, ascomo Cristo es Hijo de Dios, as nos llamemos nosotros hijos de Dios! Ninguno de nosotrososara pronunciar tal nombre en la oracin, si no nos lo hubiera permitido l mismo. Hemosde acordarnos, por tanto, hermanos amadsimos, y saber que, cuando llamamos Padre aDios, es consecuencia que obremos como hijos de Dios, con el fin de que, as comonosotros nos honramos con tenerle por Padre, l pueda honrarse de nosotros. Hemos deportarnos como templos de Dios, para que sea una prueba de que habita en nosotros elSeor y no desdigan nuestros actos del Espritu recibido, de modo que los que hemosempezado a ser celestiales y espirituales no pensemos y obremos ms que cosas

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    espirituales y celestiales, porque el mismo Seor y Dios ha dicho: Glorificar a los que meglorifican y ser despreciado el que me desprecia14.

    Tambin el santo apstol afirm: No sois dueos de vosotros, pues habis sido compradosa gran precio: "glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo!"15.

    III. ORGENES(Sobre la oracin, XXII, 1-XXlll, 5)

    Seria digno de observar, si en el antiguo testamento se encuentra una oracin en la quealguien invoca a Dios como Padre; porque nosotros hasta el presente no la hemosencontrado, a pesar de haberla buscado con todo inters. Y no decimos que Dios no hayasido llamado con el titulo de Padre, o que los que han credo en l no hayan sido llamadoshijos de Dios; sino que por ninguna parte hemos encontrado en una plegaria esa confianzaproclamada por el Salvador de invocar a Dios como Padre. Por lo dems, que Dios esllamado Padre e hijos los que se atuvieron a la palabra divina, se puede constatar enmuchos pasajes veterotestamentarios. As: Dejaste a Dios que te engendr, y diste alolvido a Dios que te aliment16; y poco antes: No es l el padre que te cri, el que por simismo te hizo y te form?17, y todava en el mismo pasaje: Son hijos sin fidelidadalguna18. Y en Isaas: Yo he criado hijos y los he enaltecido, pero ellos me handespreciado19. Y en Malaquias: El hijo honrar a su padre y el siervo a su seor. Pues siyo soy padre, dnde est mi honra?20.

    Aunque en todos estos textos Dios sea llamado Padre, e hijos aquellos que fueronengendrados por la palabra de la fe en l, no se encuentra, sin embargo, en la antigedaduna afirmacin clara e indefectible de esta filiacin. Y as los mismos lugares aducidosmuestran que eran realmente sbditos los que se llamaban hijos. Ya que, segn el apstol,mientras el heredero es menor, siendo el dueo de todo, no difiere del siervo; sino que estbajo tutores y encargados hasta la fecha sealada por el padre21. Mas la plenitud de lostiempos lleg con la venida de nuestro seor Jesucristo, cuando puede recibirse librementela adopcin, como ensea san Pablo cuando afirma que habis recibido el espritu deadopcin, por el que clamamos: Abb, Padre!22. Y en el evangelio de san Juan leemos:Mas a cuantos lo recibieron les dio poder para llegar a ser hijos de Dios; a los que creen ensu nombre23. Y por este espritu de adopcin de hijos sabemos [...], que todo el que hanacido de Dios no peca, porque la simiente de Dios est en l; y no puede pecar, porque hanacido de Dios24.

    Por todo esto, si entendiramos lo que escribe san Lucas al decir: Cuando oris, decid:Padre25, nos avergonzaramos de invocarlo bajo ese titulo, si no somos hijos legitimos.Porque seria triste que, junto a los dems pecados nuestros, aadiramos el crimen de laimpiedad. E intentar explicarme. San Pablo afirma [...], que nadie puede decir: , sino en el Espiritu santo; y nadie hablando en el Espritu de Dios puede decir:26. A uno mismo llama Espritu santo y Espritu de Dios. Mas no estclaro lo que significa decir Jess es el Seor en el Espritu santo, ya que esta expresin ladicen muchsimos hipcritas y muchsimos heterodoxos; y a veces tambin los demonios,vencidos por la eficacia de este mismo nombre. Y nadie osar afirmar que alguno de stospronuncie el nombre del Seor Jess en el Espritu santo. Porque ni siquiera querrandecir: Seor Jess; ya que slo lo dicen de corazn los que sirven al Verbo de Dios, y

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    nicamente a l lo invocan como Seor, al hacer cualquier obra. Y si stos son los quedicen: Seor Jess, entonces todo el que peca, anatematizando con su prevaricacin alVerbo divino, con las obras mismas exclama: anatema a Jess. Pues de la manera que elque sirve al Verbo de Dios dice: Seor Jess, y el que se comporta de modo contrariodice: anatema Jess, as todo el que ha nacido de Dios y no hace pecado, por participarde la semilla divina que aparta de todo pecador27, con sus obras est diciendo: Padre

    nuestro que ests en los cielos, dando el Espiritu mismo testimonio a su espritu de queson hijos de Dios28 y sus herederos y coherederos con Cristo, ya que al participar en lostrabajos y dolores esperan lgicamente participar en la gloria29.

    Y para que no digan a medias el Padre nuestro, al testimonio de sus obras se acompaatambin el de su coraznfuente y principio de toda obra buena, y el de su boca, queconfiesa para la salud30.

    Y de esta manera todas sus obras, palabras y pensamientos, configurados por el mismoVerbo unignito, reproducen la imagen de Dios invisible y se hacen a imagen del Creadorque hace salir el sol sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos31, para que esten ellos la imagen del Celestial32, quien, a su vez, es imagen de Dios. Pues siendo lossantos una imagen de la Imagen (que es el Hijo), expresan la filiacin al haber sido hechosconforme no slo al cuerpo glorioso de Cristo, sino a la persona que est en ese cuerpo.Son, pues, configurados con aqul, que est en el cuerpo glorioso, al haber sidotransformados por la renovacin del espritu. Si, pues, los que son del todo as, dicen:Padre nuestro que ests en los cielos, es evidente que quien comete pecado [...] es deldiablo, porque el diablo desde el principio peca33. Y as como la semilla de Dios, alpermanecer en quien ha nacido de Dios, es la causa de que no pueda pecar por estarconfigurado al Verbo unignito, as en todo el que comete pecado se encuentra la semilla deldiablo, que mientras est en el alma no le deja posibilidad de realizar el bien. Pero como elHijo de Dios ha aparecido para esto, para destruir las obras del diablo34, puede ocurrirque, viniendo a nuestra alma el Verbo de Dios, destruyendo la obra del diablo, hagadesaparecer la mala semilla arrojada en nosotros, viniendo a ser hechos de Dios.

    No pensemos que hemos aprendido solamente a recitar unas palabras en determinadosmomentos destinados a la oracin, sino que, entendiendo lo que arriba dijimos con respectoal orad sin cesar35, comprenderemos que toda nuestra vida, en incesante oracin,debera decir: Padre nuestro que ests en los cielos; y no debera estar nuestraconversacin en modo alguno sobre la tierra, sino completamente en el cielo36, que es eltrono de Dios, ya que ha sido establecido el reino de Dios en todos los portadores de laimagen del Celestial37 y, por esto, han venido a ser celestiales.

    Cuando se dice que el Padre de los santos est en los cielos, no se ha de pensar queest limitado por una figura corprea y que habita en los cielos como en un lugar. Pues, siestuviera comprehendido por los cielos, vendra a ser menor que los cielos, que lo abarcan.Por el contrario, se ha de creer que es l el que, con su inefable y divina virtud, lo abarca y locontiene todo. En general, las palabras que, tomadas a la letra, pueden parecer a la gentesencilla que indican estar en un lugar, hay que entenderlas en un sentido elevado yespiritual, acomodado a la nocin de Dios.

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    Consideremos estas palabras [...]: Antes de la fiesta de la pascua, viendo Jess quellegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estabanen el mundo, los am hasta el fin38. Y poco ms adelante: Sabiendo que el Padre habapuesto en sus manos todas las cosas, y que haba salido de Dios y a l se volva39. Y en elcaptulo siguiente: Habis odo lo que os dije: me voy, pero vuelvo a vosotros. Si meamarais, os alegrarais, porque voy al Padre40. y nuevamente ms adelante: Mas ahora

    voy al que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: adnde vas?41. Si estasfrases se han de tomar en relacin a un lugar, del mismo modo tambin la siguiente:Respondi Jess y les dijo: si alguno me ama, guardar mi palabra y mi Padre le amar yvendremos a l y en l haremos morada42.

    Mas esta expresin no implica que haya de entenderse como un trnsito de un lugar a otrola venida del Padre y del Hijo a aqul que ama la palabra de Jess. Luego ni aquellasprimeras se han de tomar localmente, sino que el Verbo de Dios, que se acomod anosotros y se humill en su dignidad mientras estuvo entre los hombres, dice que pasa deeste mundo al Padre, para que nosotros all lo contemplemos a l en su perfeccinvueltodesde la vacuidad con que se despoj (cuando estuvo con nosotros) a su propia plenitud,donde tambin nosotros, sirvindonos de l como de jefe, seremos llevados a la plenitud ylibrados de toda vacuidad. Marche, pues, despus de abandonar el mundo, el Verbo deDios a aqul que lo envi! Vaya al Padre! Tratemos de entender en sentido ms msticoaquellas palabras [...]: Deja ya de tocarme, porque an no he subido al Padre43, yconcibamos con santa claridad la ascensin del Hijo hasta el Padre de una cierta manerams divina, de suerte que con esta subida ms bien suba la mente que el cuerpo[...].

    IV. SAN CIRILO DE JERUSALN(Cateq. XXIII, 11)

    Oh grandsimo amor de Dios para con el hombre! A los que le abandonaron y cayeron enlas peores maldades ha dado tal perdn de sus males y tal participacin de su gracia, quequiere ser llamado incluso Padre. Padre nuestro, que ests en los cielos. Cielos sontambin, sin duda, aquellos hombres que llevan la imagen celestial, en los que est Diosinhabitando y pasendose44.

    V. SAN GREGORIO NISENO(De orat. domin., II (PG 44, 1135D- 1148C))

    [...] Es evidente que un hombre sensato no se permitira usar el vocablo Padre, si no seasemejase a l. Quien por su naturaleza es bueno, no puede engendrar el mal [...]. Quien estodo perfeccin, no puede ser el Padre de quienes estn sometidos al pecado. Si quienaspira a la perfeccin entra en s, descubre la propia conciencia manchada de vicios y, aunreconocindose pecador, se considera familiarizado con Dios, llamndole Padre sin habersepreviamente purificado de sus faltas, ese tal sera presuntuoso y blasfemo, pues llamara aDios padre de su pecado [...]. Es, pues, peligroso recitar esta oracin y llamar a Dios Padre,antes de haber purificado la propia vida [...]. Pero me parece que estas palabras envuelvenun significado ms profundo, pues evocan la patria, de la que hemos cado, as como elnoble origen, que hemos perdido. As, en la parbola del joven que dej su casa paterna yse fue a vivir a modo de cerdo, el Verbo nos revela parablicamente la miseria del hombre,su alejamiento y libertinaje, no recuperando su felicidad prstina, hasta que, tras haber

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    tomado conciencia de su presente apuro y haber entrado en s mismo, rumi palabras dearrepentimiento. Palabras que concuerdan con las de nuestra oracin: Padre, he pecadocontra el cielo y contra ti45. No se habra acusado de haber pecado contra el cielo, si noestuviese convencido de que el cielo era precisamente la patria, por l abandonada cuandopec. Esta confesin le facilit el acceso al padre, quien, corriendo a su encuentro, le abrazy le bes [...]. Y as como el retorno del joven a la casa paterna le brind la ocasin para

    experimentar la benevolencia del padre [...], as el Seor, ensendonos a invocar al Padreque est en los cielos, quiere recordarte tu bella patria, para suscitar en ti un vivo deseo delbien y reconducirte a tu pas de origen.

    Ahora bien, el camino que conduce al cielo no es otro que la fuga de los males del mundo,con el fin de consumar la asemejanza con Dios. Una asemejanza, que significa devenir

    justos, santos, buenos, etc. Quien, en cuanto le es posible, refleja las caractersticas deestas virtudes, pasa automticamente y sin esfuerzo alguno de esta vida terrena a la vida delcielo [...]. Como no hay esfuerzo en elegir el biendado que la eleccin te da ya la posesinde las cosas elegidas, as t, unindote a Dios, puedes habitar desde ahora en el cielo: siDios est en el cielo46, si t ests unido a Dios47, necesariamente te encontrarsdonde Dios est, puesto que ests unidos a Dios. Por eso, cuando l preceptu en laoracin llamar Padre a Dios, no te ordena otra cosa que asemejarte al Padre celeste,mediante una vida digna de Dios, como explcitamente lo hizo al decir: Sed perfectos, comoperfecto es vuestro Padre celeste48.

    Si, pues, hemos comprendido el significado de esta oracin, es hora de preparar nuestroespritu, para, con audaz confianza, poder pronunciar las palabras: Padre nuestro, queests en los cielos. Porque, como existen caractersticas obvias de semejanza con Dios,mediante la cual uno ha devenido hijo de Dios,pues l dice: A cuantos le recibieron, lesdio potestad de ser hechos hijos de Dios49, y quien recibe a Dios recibe su perfeccin,existen asimismo signos caractersticos de pertenecer a una naturaleza mala [...]: la envidia,el odio, la calumnia, el orgullo, la avaricia [...]. Si, pues, alguien lleva todas estas impurezas einvoca al Padre, qu padre le escuchar? Evidentemente aqul, a quien se asemeja quienle invoca [...]. Pues mientras el impo persista en su impiedad, su oracin es una invocacinal diablo. Y slo tras haber abandonado aqulla, para vivir una vida buena, pueden suspalabras invocar al Padre, que es bueno. Por eso, antes de acercarnos a Dios debemosexaminarnos si tenemos algo digno de la filiacin divina en nosotros, para osar pronunciaresas palabras. Pues quien nos ense a decir Padre, no nos permiti mentir. Y slo elque ha vivido conforme a su noble origen divino, teniendo la mirada fija en la ciudad celeste,llama al rey del cielo su Padre, y a la felicidad celeste su patria [...].

    VI. SAN AMBROSIO(Los sacramentos V 4, 19-20)

    Oh hombre! T no te atrevas a dirigir la mirada al cielo, teniendo tus ojos fijos en la tierra.Y, sin embargo, en un momento has recibido la gracia de Cristo, te fueron perdonados todostus pecados. De siervo malo50 que eras, has devenido un hijo bueno. No tengas, pues,confianza en tus obras, sino en la gracia de Cristo! Est escrito Por gracia habis sidosalvados51. Aqu no hay arrogancia, sino slo fe. Gloriarte de lo que has recibido no es,pues, signo de soberbia, sino de amor filial. Eleva, por tanto, tus ojos al Padre, que teengendr por medio del bautismo52, al Padre, que te redimi por medio de su Hijo y di:

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    Padre nuestro! Santa presuncin, que, sin embargo, debe tener sus obligados lmites. Tlo llamas ciertamente Padre, como lo hace un hijo, sin que por eso te atribuyas algnprivilegio exclusivo. Slo de Cristo es l Padre exclusivo, siendo para todos nosotros padreen comn. Pues slo a l lo engendr, mientras que a nosotros nos cre. Por consiguiente,di tambin t, por don gratuito, Padre nuestro, para que merezcas ser su hijo; presntate ati mismo, en virtud y en consideracin de los mritos de la iglesia [...]. Qu quiere decir: en

    los cielos? Escucha la Escritura: El Seor es grande sobre todo los cielos53. Y pordoquier est escrito que el Seor est sobre los cielos de los cielos54.

    Como si no estuviesen en los cielos tambin los ngeles y las dominaciones! Estnciertamente en aquellos cielos, de los que se dijo: Los cielos celebran la gloria de Dios55.El cielo est all, donde ha cesado el pecado, donde est ausente la infamia, donde ya nohay plaga mortal alguna.

    VII. TEODORO DE MOPSUESTIA(Hom Xl, 7-9)

    Ante todo dice os es necesario saber lo que erais y lo que habis llegado a ser, ascomo cul y qu grande es el don que habis recibido de Dios. Pues muy grandes cosas serealizaron en vosotros, ms grandes de lo que se haba hecho a los hombres antes devosotros. Lo que, efectivamente, hago yo a quienes creen en m y eligieron devenir misdiscpulos, es elevarles por encima de quienes viven segn la ley de Moiss. Pues es cierto,que esta primera alianza, dada desde el monte Sina, engendr para la esclavitud, siendoesclava ella y sus hijos56; porque eran esclavos quienes estaban sometidos a la ley delos mandamientos57, dado que haban recibido la norma de conducta y, por otra parte,sentencias capitalesa las que nadie escapaba haban sido formuladas contra latransgresin del precepto. Pero vosotros habis recibido por medio de m la gracia delEspritu santo, que os regal la filiacin adoptiva, teniendo por ello la confianza filial dellamar a Dios Padre: Pues vosotros no habis recibido el Espritu para estar de nuevo en laesclavitud y en el temor; sino que habis recibido el Espritu de adopcin filial, mediante elcual llamis a Dios Padre>58. En adelante tenis un servicio en la Jerusaln de arriba yrecibs esta condicin libre, propia de quienes la resurreccin ha vuelto inmortales einmutables, viviendo ya desde ahora en el cielo.

    Por tanto, puesto que hay esta diferencia entre vosotros y quienes estn sometidos a laleysi es cierto que la letra, que es la ley, mata e inflige a sus transgresores unaineluctable sentencia capital, mientras que vivifica el espritu59, que en la gracia nos hacepor la resurreccin inmortales e inmutables, est bien que sepis ante todo esto: tenercostumbres dignas de esta nobleza, pues aquellos a quienes dirige el Espritu de Dios, sonhijos de Dios60. Quienes estn sometidos a la ley no han recibido ms que el simplenombre de hijos, como asegura la Escritura: Yo he dicho: vosotros sois dioses e hijos del

    Altsimo, pero como hombres moriris61. Mas, a quienes han recibido el Espritu y debenen lo sucesivo tender a la inmortalidad, les conviene vivir por medio del Espritu, acomodarseal Espritu y tener una conciencia del todo apropiada al noble rango de quienes songobernados por el Espritu, abstenerse de todo acto de pecado y tener costumbres dignasde una vida celeste.

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    No estara de acuerdo con vosotros el invocar: Seor nuestro y Dios nuestro. Puesaunque debis saber que Dios es el Seor, que todo y a vosotros mismos ha creado [...], osprescribe sin embargo llamarle Padre, a fin de que, habiendo comprendido vuestranobleza, la dignidad en la que participis as como la grandeza que os confiri el serllamados hijos del Seor universal y tambin vuestro, obris como tales hasta el fin.Tampoco quiere que digis: Padre mo, sino: Padre nuestro. Porque el Padre es comn

    a todos, dado que comn es la gracia de la adopcin filial, que habis recibido; de modo queno slo presentis al Padre lo que conviene, sino que tengis tambin unos para con otros laconcordia propia de quienes sois hermanos bajo la mano de un mismo Padre. He aadidotambin: Que ests en el cielo, para que vuestra mirada contemple aqu abajo la vida deall arriba, a donde os ha sido dado deber ser transferidos. Pues, habiendo recibido lafiliacin adoptiva, devens ciudadanos del cielo: tal es, en efecto, la morada que conviene alos hijos de Dios.

    VIII. SAN JUAN C